Plutarco

Deberes  del matrimonio


De Plutarco a Poliano y Euridice, salud.
Después de la ley patria, que la sacerdotisa de Deméter os aplicó a puertas cerradas, creo que un escrito que
os aconseje por igual a los dos y se una al himno nupcial,
podría tener algún provecho y estar acorde con la tradición.
Entre los músicos se le llamaba a uno de los temas
convencionales para flauta, hippóthoron , una melodía que, al parecer, despertaba un vivo deseo en los caballos,
incitándolos al apareamiento. De las muchas y hermosas
consideraciones de las que se ocupa la filosofía,
ésta que trata del matrimonio no es, en modo alguno, la
que merece menos atención, pues con ella la filosofía ejerce
un atractivo sobre los que se han unido en una vida
común y los hace afables y afectuosos unos con otros.
c Por esto, de aquellas cosas que oisteis con frecuencia vosotros
que os habéis criado en un ambiente filosófico, habiendo
hecho un compendio en forma de breves comparaciones,
para que pueda ser recordado más fácilmente, os
lo envío a los dos como un regalo común, con el deseo
de que las Musas asistan y cooperen con Afrodita '. En
efecto, no es más propio de ellas proporcionar el acorde
afinado de una lira o de una cítara, que proporcionar armonía
ajustada en el matrimonio y en la casa a través del
discurso, la filosofía y la concordia 6. Los antiguos colocaban
por cierto las estatuas de Hermes ' junto a las de Afrodita,
en la idea de que el placer en el matrimonio necesita
sobre todo de la razón; y colocaron también a la Persuasión
y a las Gracias ', para que los esposos obtengan uno del otro las cosas que deseen por medio de la persuasión,
sin luchar ni porfiar.

1 Solón mandaba que la esposa no se acostara con el esposo
antes de comerse un membrillo , queriendo decir,
al parecer, que es necesario que de la boca y de la voz
nazca el primer placer armonioso y agradable.

2 En Beocia, después de cubrir a la novia, la coronaban
con una guirnalda de espárragos, ya que, así como
éstos producen sobre un tallo erizado de espinas el fruto
más dulce, del mismo modo la esposa proporcionará al
marido, que no la rechaza ni se enfada por la primera dificultad
y disgusto de ella, una unión pacífica .y dulce. En
cambio, los que no soportan los primeros recatos de las
doncellas en nada se diferencian de aquellos que por una
uva verde ceden a otros el racimo. A muchas recién casadas,'
al enfadarse con su marido por su primera experiencia
con él, les ocurre lo mismo que a aquellos que, por haber
sufrido el aguijón de la abeja, abandonan el panal.

 



3 Al principio es necesario, sobre todo, que los recién
casados se guarden de discordias y enojos, al observar que
algunos recipientes caseros por estar hechos de piezas sueltas
en un primer momento se hacen pedazos a la primera
ocasión que hay, pero, con el tiempo, cuando las junturas
se han armado bien, apenas pueden ser separadas con el
fuego y el hierro.

4 Así como el fuego prende con facilidad en la paja, en
las mechas y en los pelos de la liebre, y éstos se apagan
con más rapidez, si no se los cubre con alguna otra cosa,
que los anime a la vez que se cuide de alimentarlos , del
mismo modo es necesario pensar que el ardiente amor de
los recién casados, que se enciende por la hermosura del
cuerpo, no es duradero ni constante a menos que, estando
asentado firmemente en la moral y sujeto a la razón, adquiera
una animada disposición.

5 La pesca con veneno es un método fácil y rápido para
coger peces, pero los hace incomestibles y los echa a perder.
Así, las mujeres que idean filtros y hechizos para los
maridos y los conquistan por medio del placer viven con
ellos trastornados, necios y corrompidos. En efecto, ni a
Circe  le aprovecharon los hombres que había encantado ni pudo servirse de ellos para nada después de haberlos
convertido en cerdos y en asnos, en cambio a Odiseo, que
tenia juicio y vivía con ella con discreción, lo amó de manera
extraordinaria .

6 Las mujeres que prefieren dominar a maridos necios,
antes que escuchar a maridos sensatos, se parecen a aquellas
personas que prefieren guiar en su camino a ciegos,
que seguir a aquellas personas que conocen y ven el camino.


7 Las mujeres no creen que Pasífae, que vivia con un
rey se enamorara de un toro, a pesar de que ven que algunas B
mujeres están descontentas con sus severos y sensatos maridos,
.y, en cambio, se unen con más placer con aquellos
que, como perros o machos cabríos, son una mezcla de
incontinencia y sensualidad.

8 Los que por debilidad o blandura no pueden saltar sobre
los caballos enseiian a aquéllos a inclinarse y a echarse
a sus pies. Del mismo modo, algunos de los que han tomado
mujeres nobles o ricas no se hacen a sí mismos mejores, sino que las humillan para poder dominarlas mejor,
siendo humildes. Conviene, pues, teniendo en cuenta el honor
de la mujer, como se tiene en cuenta el tamaño del
caballo, saber emplear el freno.


9 A la luna, cuando se aleja del sol, la vemos más luminosa
y brillante, pero desaparece y se oculta, cuando se
encuentra cerca de él. En cambio, conviene que, al contrario,
la mujer sensata sea vista, sobre todo, en compañía
de su esposo, pero que guarde la casa y se oculte cuando
esté él ausente.

10 Heródoto no tenia razón cuando dijo que la mujer
se despoja del pudor al mismo tiempo que del vestido, antes
al contrario, la mujer prudente se pone en su lugar
el pudor y ambos, marido y mujer, usan como símbolo
de su gran amor un gran respeto mutuo.

11 Así como, si se escuchan dos voces que cantan juntas,
domina la melodía de la más grave, así, en una casa donde
reina la prudencia, toda acción se realiza siendo los dos,
marido y mujer, del mismo parecer, pero ella pone de manifiesto
el mando y la inteligencia del marido.


12 El Sol venció a Bóreas, ya que, aunque el hombre,
cuando el viento soplaba con violencia para arrebatarle el
manto, se apretaba y retenía el vestido, sin embargo, tras
el viento, cuando el sol volvió a calentar, el hombre, fatigado
primero por el sol y quemándose después, se despojó
primero del manto y, después, de la túnica. La mayoría
de las mujeres hacen esto: disputan y se enfadan con los
maridos que las quieren privar por la fuerza del lujo y
del despilfarro. Si se las convence con la razón, los evitan
con gusto y se acostumbran a la moderación.

13 Catón expulsó del senado a un hombre que besaba
a su mujer delante de su hija. En verdad esta postura es,
quizá, demasiado severa. Pero, si es vergonzoso, como lo
es, besarse, amarse y abrazarse delante de otros, jcuánto
más vergonzoso no sera reñir y discutir unos con otros,
estando otras personas presentes? Y jno es mejor que las
relaciones sexuales y las caricias de la mujer sean secretas,
y que la amonestación y el reproche se hagan con clara
y abierta libertad?

14 Así como un espejo, aunque esté hecho con oro y piedras
preciosas, no tiene ninguna utilidad si no refleja una
figura semejante, del mismo modo no se saca ganancia alguna de una mujer rica, si ella no hace su vida semejante a
la de su marido y es acorde con él en las costumbres. Ya
que, si el espejo devuelve una imagen sombría de un hombre
alegre, o una imagen risueña y limpia de un hombre
afligido y triste, también es falso y engañoso. En verdad,
también una mujer es negligente e inoportuna si pone una
cara triste, cuando su marido intenta bromear y ser cariñoso;
y se pone a bromear y a reír, cuando él está serio.
Lo uno es una prueba de antipatía y lo otro de desprecio.
Y conviene que, así como los matemáticos dicen que las
líneas y las superficies no se mueven por si solas, sino que
se mueven juntamente con los cuerpos, del mismo modo
la mujer no ha de tener ningún placer particular, sino que
debe tener en común con su marido su seriedad y sus bromas,
sus preocupaciones y sus risas.


15 Los que no ven con gusto que sus mujeres coman con
ellos las ensefian a que se harten cuando estan solas. Del
mismo modo los que no quieren vivir con sus mujeres sus
alegrías, ni hacerlas partícipes de sus diversiones y risas,
las enseiian a buscar sin ellos sus propios placeres.

16 Las mujeres legitimas de los reyes persas se sientan,
comen y participan de los banquetes juntamente con ellos.
Pero, cuando ellos quieren divertirse y emborracharse, las
mandan retirarse y llaman a las mujeres cantoras y a las
concubinas, y esto lo hacen muy bien, porque no permiten
que sus mujeres sean partícipes de su libertinaje y su
embriaguez. Por tanto, si algún hombre en su vida particular,
licencioso y disoluto en relación con los placeres,
comete alguna falta con alguna concubina o sirvienta joven,
conviene que su mujer no se enoje ni se irrite, considerando
que su marido, porque siente respeto por ella, hace
participe a la otra de su embriaguez, libertinaje y desenfreno.

17 Los reyes que son amigos de la música hacen que
muchos amen la música; los que son amigos de las letras c
consiguen que muchos amen la elocuencia, y los que son
aficionados a los deportes hacen que muchos amen el deporte.
Así el hombre que se cuida de su cuerpo hace que
su mujer ame los adornos; el que ama los placeres, la hace
concubina y disoluta; mientras que el que ama lo bueno
y honrado la hace prudente y ordenada.

18 Una joven espartana, al preguntarle alguien si ya se
había acercado a su marido, dijo: «Yo no, pero él a mí
sí». Este comportamiento, creo yo, es el propio de la
duefia de la casa: no debe huir ni disgustarse con tales cosas,
si las comienza su marido, y no debe tomar ella la
iniciativa; pues lo uno es propio de concubinas y desvergonzadas,
y lo otro, arrogancia y falta de cariño natural.

19 No conviene que la mujer tenga amigos particulares,
sino que disfrute con los de su marido juntamente con él.
Los dioses son los primeros amigos y los más importantes.
D Por ello conviene a la mujer adorar y conocer sólo a los
dioses en los que cree su marido y cerrar la puerta principal
de su casa a cultos mágicos y a supersticiones extranjeras
", pues no agradan a ninguno de los dioses las prácticas
religiosas hechas por una mujer de forma oculta y
secreta.

20 Platón dice que es feliz y dichosa la ciudad en la
que rara vez se oye pronunciar: «esto es mío y eso no es
mío»; porque los ciudadanos usan en común, en la medida
que lei es posible, las cosas que son dignas de alguna importancia.
Con mayor razón conviene desterrar del matrimonio
tales expresiones, salvo que, así como dicen los médicos
que los golpes en la parte izquierda del cuerpo se
sienten en la parte derecha del mismo, de igual modo es
hermoso que la mujer simpatice con las cosas del marido
y el marido con las de la mujer, para que, así como los
nudos se refuerzan mutuamente entrelazándose, del mismo
modo, dándose cada uno de los esposos afecto en correspondencia,
se salve a través de ambos su union. La naturaleza, en efecto, nos mezcla a través de los cuerpos, para
producir el fruto común, tomando y mezclando una parte
de cada uno, de tal forma que ninguno de los dos pueda
separar ni distinguir lo que es suyo o lo que es del otro.
Así pues, también es conveniente, sobre todo, que sea de
esta clase la comunidad de bienes de los esposos, para
que, poniéndolos y mezclandolos en una única propiedad,
no crean que una parte es suya y otra del otro, sino que F
todo es común y nada del otro. En efecto, así como a
la mezcla, aunque tenga mayor parte de agua, la seguimos
llamando vino, así conviene que las propiedades y la casa
se diga que son del marido, aun cuando la mujer haya
aportado la mayor parte.

21 Helena era aficionada a la riqueza y Paris al placer;
Odiseo era sagaz y Penélope prudente. Por eso, el matrimonio
de éstos 23 fue feliz y envidiado, en cambio el de MIA
aquéllos 24 produjo a griegos y bárbaro? una Ilíada de
males.

22 El romano 25, ,al ser censurado por sus amigos, porque
había repudiado a una mujer prudente, rica y hermosa,
extendiendo hacia ellos su calzado, dijo: "También éste
es hermoso a la vista y nuevo, pero nadie sabe dónde me
aprieta." Así pues, es necesario que la mujer no confíe
en su dote matrimonial ni en su linaje ni en su hermosura,
sino en aquellas cosas con las que pueda adueñarse mejor
de su marido, esto es, su conversación, su carácter y su
complacencia, y éstas cosas no ofrecérselas cada día con
dificultad y que le molesten, sino de forma armoniosa, que
no le causen dolor y que estén llenas de afecto. Ya que,
así como los médicos temen más las fiebres que surgen
por causas desconocidas y que aparecen poco a poco que
B las que tienen motivos evidentes y grandes, así los pequeiíos,
continuos y diarios disgustos entre marido y mujer,
que pasan desapercibidos a la mayoría, dividen y perjudican
la vida matrimonial.

23 El rey Filipo amaba a una mujer tésala que era acusada
de emplear hechizos con él. Por ello, Olimpias  intentó
apoderarse de esta concubina. Mas, como, al llegar a su
presencia, se mostrase hermosa en su figura y que no conversaba
de una forma vulgar y torpe: «Adiós a las acusaciones
-dijo Olimpia-, pues tú tienes en tu persona los
hechizos)) 27. Así pues, una cosa invencible es una esposa
legítima, si, teniendo depositadas en su persona todas las
c cosas, la dote matrimonial, el linaje, los hechizos y el mismo
cinturón de Afrodita 28, procura el afecto de su marido
con su moral y su virtud.

24 En otra ocasión, Olimpias, habiendo tomado por esposa
un joven tocador de flauta a una mujer hermosa,
pero que tenía mala fama, dijo: "Éste no debe ser inteligente,
pues no se hubiera casado por los ojos." No conviene
casarse por los ojos ni por los dedos, como hacen algunos
que toman esposa, calculando cuánta riqueza trae al
matrimonio, sin pensar cómo vivirá con él.

25 Sócrates mandaba que, de los jóvenes que tienen la
costumbre de mirarse al espejo, los feos se corrigiesen con
la virtud y los hermosos no estropeasen su belleza con el
vicio. Es hermoso, por tanto, que la señora de la casa,
cuando tenga un espejo en sus manos, hable consigo misma
y diga, si es fea: "¿Y qué seria, si no fuera prudente?",
y si es hermosa: «¿Qué llegaré a ser, si además soy prudente?".
Ya que para la mujer fea es un orgullo, si es
querida más por sus costumbres que por su belleza.

26 A las hijas de Lisandro  les envió vestidos y joyas
de gran valor el tirano de Sicilia. Pero Lisandro no los aceptó, diciendo: "Estos adornos avergonzarán a mis hijas
más que las adornarán.", Pero Sófocles, antes que Lisandro,
había dicho esto:
Ningún adorno. no, oh infortunado. sino desorden
parecería que es la locura de tu mente.
«Pues adorno es -como decia Crates- lo que adorne"
Y adornará aquello que hade a la mujer mAs hermosa. Y
no es el oro ni la esmeralda ni la púrpura, los que la hacen
así, sino cuantas cosas la rodean con la apariencia externa
de la dignidad, la moderación y el recato.

27 Los que sacrifican a Hera, protectora del matrimonio ,
no sacrifican la hiel junto con las demás partes del sacrificio,
sino que, arrancándola, la tiran junto al altar, queriendo
decir con ello el legislador que nunca deberá haber
cólera ni odio en el matrimonio. La aspereza de la señora
de la casa, por tanto, debe ser como la del vino provechosa y suave, no amarga como la de la aloes  ni como una
medicina.

28 A Jenócrates que era muy rudo en su carácter, aunque
en lo demás era un hombre de bien, Platón le exhortaba
a que sacrificara a las Gracias. Efectivamente, según mi
opinión, también a la mujer prudente le hacen falta, sobre
todo, gracias para la relación con su marido, para que,
A como decia Metrodoro, viva él con ella agradablemente
y "sin estar airada, porque es prudente". Pues conviene
que la mujer sencilla no se despreocupe de la limpieza;
ni la que ama a su esposo de la amabilidad, ya que la
severidad hace desagradable la moderación de la mujer,
como la suciedad la sencillez.

29 La mujer que teme reírse delante de su marido y hacer
alguna broma, para no parecer atrevida y disoluta, en nada
se diferencia de aquella que, para no parecer que se
perfuma la cabeza, ni siquiera se la unge, y para no parecer
que colorea su cara, ni siquiera se la lava. Vemos que
también los poetas y oradores, aquellos que quieren evitar
lo vulgar, lo bajo y el mal gusto en su estilo, atraen y
estimulan al oyente, cuidando su arte en los temas, en las
B composiciones y en los caracteres. Por ello, conviene también
que la seilora de la casa, porque huye, y hace muy
bien, de lo superficial, ilícito y ostentoso y lo rechaza, con
las gracias de su carácter y en su vida diaria use más todos
sus artes para con su marido, acostumbrándole a lo que
es honroso y, a la vez, placentero. Por tanto, si una mujer
es antipática, violenta y desagradable por naturaleza, el
marido debe de tener paciencia con ella y hacer como hizo
Foción, quien, cuando Antípatro le ordenó una acción deshonesta
e inconveniente, le respondió: "No me podrás usar
como amigo y como adulador". Del mismo modo debe
pensar el marido de su prudente pero antipática mujer:
«No puedo tener relaciones con ella como esposa y como c
amante a la vez.»

30 A las mujeres egipcias una costumbre heredada de sus
antepasados les impedía usar calzado, para que permanecieran
en casa. Si le quitas a la mayoría de las mujeres
el calzado dorado, las pulseras, las ajorcas, los vestidos
de púrpura y las perlas, se quedan en casa.

31 Téano, colocándose el manto alrededor de su cuerpo,
enseñaba el brazo. Cuando alguien le dijo: "Hermoso

brazo", ella le respondió: «Pero no público.» Conviene
que no sólo el brazo sino también el discurso de la mujer
prudente no sean públicos; que ella sienta respeto y tenga
cuidado de desnudar su palabra ante personas de fuera,
ya que en la palabra se descubren los sentimientos, carac-
D teres y disposiciones de la que habla.


32 Fidias representó a la Afrodita de los Eleatas con
un pie sobre una tortuga, queriendo decir que las mujeres
deben cuidar la casa y guardar silencio. En verdad, conviene
o bien que hable a su marido o bien a través de su
marido, no molestándose si a través de una lengua extraña
produce, como el tocador de flauta, un sonido más digno.

33 Los hombres ricos y los reyes, si honran a los filósofos,
se adornan a sí mismos y a los filósofos; pero éstos, halagando
a los ricos, no los hacen ilustres, sino que se hacen
a sí mismos más despreciables. Esto sucede también en relación
con las mujeres. Si se someten a sus maridos, son
alabadas, en cambio, si quieren gobernarlos, caen en la
ignominia más que los que son gobernados. Es justo, pues,
que el hombre gobierne a la mujer, no como un señor sobre sus posesiones, sino como el alma al cuerpo, compartiendo
sus sentimientos y uniéndose a ella con afecto. Porque,
así como es preciso cuidar del cuerpo sin ser esclavos
de sus placeres y deseos, así se debe mandar en la mujer,
halagándola y agradándola.

34 Los filósofos dicen que, de los cuerpos, unos están
compuestos de elementos separados como una flota y un
ejército, otros de elementos juntos como una casa o una
nave, y otros están unidos y forman una sola naturaleza
como ocurre con cada uno de los seres vivos. Casi del mismo
modo el matrimonio de dos personas que se quieren
está unido y forma una sola naturaleza; el de los que se
casan por la dote o por los hijos, está compuesto de personas
unidas; el de los que duermen juntos por placer, lo
es de personas separadas, de las que uno podria pensar
que cohabitan no que viven juntas. Es necesario que, así
como los filósofos de la naturaleza dicen de los líquidos
que la mezcla se debe extender a través de toda la totalidad,
deLmismo modo conviene que los cuerpos, las propieda- 1 4 3 ~
des, los amigos y los parientes de los casados se mezclen
entre ellos. En realidad también el legislador romano 44 prohibió
que los casados dieran y tomaran presentes unos de
otros, no para prohibir su participación, sino para que sintieran
que todas las cosas eran comunes.

35 En Leptis, ciudad de Libia, es costumbre del pais ''
que, un día después de la boda, la novia envíe a pedir
una olla a la madre del novio, pero ésta no se la da y
contesta que no tiene ninguna, para que aquella, conociendo
desde un principio los sentimientos de madrastra de la
suegra, si más tarde le sucede algo más penoso, no se enoje
ni se enfade. Conviene que la mujer, sabiendo esto, evite
los pretextos. Los celos de la madre del marido por el
amor de su hijo hacia la nuera son una realidad. La única
medicina para este estado del alma es ganarse, particularmente, el afecto del marido hacia ella sin apartarlo de su
madre y sin menoscabar el cariño que siente hacia ella.

36 Parece que las madres quieren más a los hijos, en la
idea de que ellos las pueden ayudar, y los padres a las
hijas, porque piensan que ellas necesitan de su auxilio. Probablemente,
es por la mutua estima que se tienen entre
si. El uno quiere demostrar claramente que acoge con más
cariiío y desea lo que es más característico del otro. Quizá
también esto es indiferente, pero es agradable si la mujer
se muestra mas inclinada al respeto hacia los padres de
su marido que a los suyos propios y si, afligida por alguna
cosa, se lo cuenta a aquéllos y lo oculta a sus propios c
padres. Efectivamente, el mostrar confianza supone conseguir
confianza, y el mostrar amor ser amado.


37 Los generales ordenaban a los griegos que servían en
el ejército de Ciro que recibiesen en silencio a los enemigos,
si éstos los atacaban gritando, y si guardaban silencio,
que ellos los atacasen con gritos. Así las mujeres sensatas,
cuando los maridos están airados y dan voces, ellas se mantienen
tranquilas, pero tan pronto como se han callado,
intentan calmarlos hablándoles y animándolos.

38 Eurípides acusa con razón a los que usan la lira en
los banquetes. Convenía más, en verdad, servirse de la mú-
D sica en los enojos y en los sufrimientos, que relajar aún
más a los que estan disfrutando de los placeres. Así pues,
pensad vosotros que están en un error aquellos que por
placer duermen juntos, pero cuando se irritan o surge alguna
diferencia, se acuestan separados y no llaman entonces,
sobre todo, a Afrodita que es el mejor médico de tales
males. Como también enseña el poeta en cierto lugar cuando
hace decir a Hera:
Y anularé vuestras innumerables rencillas
llevándoos hacia el lecho para que os unáis en el amor.

39 Siempre y en todo lugar es necesario que la mujer evite
enojarse con el marido y el marido con la mujer y, sobre E
todo, deben cuidarse de hacer esto cuando duermen y descansan
juntos. Así una mujer, que sufría de dolores de
parto y se encontraba mal, decia a los que querían acostarla
en la cama: "¿Cómo va poder curar la cama aquellos
males que contraje en la cama?" Las diferencias, ultrajes
y odios, que engendra la cama, no es fácil que puedan
ser destruidos en otro tiempo y lugar.

40 Hermíone parece que dice la verdad, cuando exclama:
Las visitas de malas mujeres me han matado .
Esto no sucece de una manera tan simple, sino cuando
las diferencias y celos hacia sus maridos abren a tales mujeres no sólo las puertas sino también los oídos. Por tanto,
conviene entonces, sobre todo, que la mujer sensata cierre
sus oídos y se guarde de la murmuración, para no añadir
fuego al fuego, y tenga presente aquel dicho de Filipo 'l.
En efecto, se dice .que éste, animado por sus amigos contra
los griegos, porque, a pesar de ser bien tratados, hablaban
aún mal de él, les respondió: «¿Qué sucedería entonces

si los tratásemos mal?)) Así pues, cuando las amigas chismosas
le digan: «Tu marido te hace sufrir, aunque tu lo
amas y eres una mujer honrada.)) Ella les debe responder: <<¿Qué sucedería, entonces, si yo lo odiara y me
portase mal con él?))

41 El amo de un esclavo fugitivo, al verlo al cabo de algún
tiempo, se puso a perseguirlo. Como se le escapase
y se refugiara en un molino, exclamó: «¿Dónde habría querido
yo encontrarte mejor que aquí?)). Así pues, la mujer
que por celos vaya a proponer por escrito la separación
y se sienta muy enfadada, que se diga a sí misma: «iDe
qué manera se alegraría más de verme mi rival y haciendo
qué cosa, que si me ve que estoy triste y peleada con mi
marido y que he abandonado mi propia casa y mi lecho?))

42 Los atenienses celebran tres fiestas de la labranza: la
primera en Esciro, en recuerdo de la más antigua de
las siembras; la segunda en Raria , y la tercera al pie
de la ciudad, en un lugar llamado Busigio. Pero lo
más sagrada de todas es la siembra y la labranza matrimonial
para la procreación de los hijos. Muy bellamente Sófocles
llamó a Afrodita «fertil Citerean 58. Por ello conviene
que el marido y la mujer usen de esto, sobre todo,
con cuidado, manteniéndose puros de compaiiías impías
e ilegítimas, a fin de no derramar simiente de la que no
sólo no desean que les nazca nada 59, sino que, incluso,
si nace algún fruto, se avergüenzan de el y lo ocultan.

43 Cuando el orador Gorgias estaba leyendo a los griegos
en Olimpia un discurso sobre la concordia, un tal Melantio
dijo: "Nos da consejos sobre la concordia este hombre que
no ha sido capaz en su casa de persuadirse a sí mismo,
a su mujer y a su criada, a pesar de ser tres personas, c
para mantener esa concordia". Al parecer. Gorgias amaba
a la criada, y su mujer estaba celosa de ésta. Es necesario,
por tanto, que tenga su casa en buena armonía el que pretenda
mantener unida una ciudad, una asamblea o unos
amigos. Pues, por lo que parece, las faltas de las mujeres
más que las faltas contra las mujeres pasan más desapercibidas
a la mayoría de la gente.

44 Si, igual que el gato se irrita y enloquece, según se dice,
con el olor de los perfumes, sucediera del mismo modo
que las mujeres se irritasen y enloquecieran a causa de los
perfumes, seria terrible que los hombres no quisieran privarse
del perfume, sino que, por un breve placer suyo, las
dejaran sufrir de esa manera. Así pues, cuando les suceden
estas cosas a las mujeres, no porque sus maridos se den
perfumes, sino porque se unen con otras, es injusto que,
por un pequeño placer, se haga sufrir y se turbe con esto
a las mujeres y que, como a las abejas (que se cree que
se irritan y luchan con los hombres que han tenido tratos
con mujeres), no se acerquen los hombres a sus mujeres
puros y limpios de compañías con otras mujeres.

45 Los que se acercan a los elefantes no se ponen vestiduras
brillantes, ni rojas los que se acercan a los toros 62.
En efecto, los animales se enfurecen, sobre todo, con estos
colores. Se dice que las hembras de los tigres, cuando son
rodeadas de ruidos de tambores, enloquecen y se despedazan
a sí mismas . Así pues, puesto que de los hombres, algunos, si ven vestiduras escarlata o púrpura, lo soportan muy mal, y otros se disgustan con los címbalos y tambores, sería muy difícil que las mujeres se abstuvieran
de estas cosas y no perturbasen e irritasen a sus maridos,
sino que vivieran con ellos tranquila y agradablemente?

46 Una mujer le dijo a Filipo, que la intentaba atraer
hacia él contra su voluntad: ((Déjame. Todas las mujeres,
cuando la lámpara se ha apagado, son iguales.)) Ésta es
una respuesta adecuada a adúlteros y licenciosos, pero conviene
que la mujer casada, sobre todo cuando se ha apagado
la luz, no sea igual que las mujeres licenciosas, sino
que resplandezcan la virtud de su cuerpo, aunque no se
vea, y la fidelidad exclusiva a su marido, su entrega y su
amor.

47 Platón aconsejaba a los ancianos, especialmente, que
mostrasen pudor ante los jóvenes, para que también éstos
se comportaran de una manera respetuosa ante ellos. Ciertamente
allí donde los ancianos obran sin pudor, ningún
respeto ni pudor crece en los jóvenes. Es preciso que el
marido, teniendo presente esto, a nadie respete más que 1 4 5 ~
a su mujer, ya que el lecho será para ella escuela de moderación o desenfreno. El que disfruta de los placeres, de
los mismos de los que él trata de apartar a su mujer, en
nada se diferencia de aquel que la ordene luchar contra
enemigos a los que él mismo se rindió.

48 Sobre el amor a los adornos, trata tú, Eurídice, de
recordar, después de leerlos, los consejos escritos por Timóxena
'' a Aristila. Y tú, Poliano, no pienses que tu
mujer va a suprimir lo superfluo y el lujo, si ve que tú
no los desprecias en otras cosas, sino que disfrutas con
los adornos de oro de los vasos, con las pinturas de las
habitaciones, con los costosos adornos de las mulas y con
B las colleras de los caballos; pues no es posible desterrar
el lujo de los aposentos de las mujeres, mientras permanece
en los de los hombres.
Además, tú, Poliano, puesto que estás en una edad propicia
para practicar la filosofía, adorna tu carácter con los
discursos que se acompañan de demostraciones y deliberaciones,
frecuentando y buscando la compañía de aquellas
personas que puedan ayudarte. Reuniendo de todas las partes,
como las abejas, lo provechoso y llevándolo tu mismo
en ti mismo, haz a tu mujer partícipe de ello y discútelo
con ella, para que le sean familiares y de su uso los discursos mejores. Porque para ella «eres» el padre «y la venerada
madre así como el hermano. Y no es menos honroso
oír a tu mujer que diga: «Esposo, tú eres para mi
guía, filósofo y maestro de las cosas más bellas y divinas.))
Tales enseñanzas, principalmente, alejan a las mujeres de
una conducta indecorosa. En efecto, una mujer que está
aprendiendo geometría se avergonzará de bailar y no admitirá
los encantamientos de los filtros, si está hechizada
con los escritos de Platón y Jenofonte. Y si alguna maga
le promete que hará bajar la luna, se reirá de la ignorancia
y necedad de las mujeres que se creen estas cosas, pues
ella no desconoce la astrología y ha oído que Aglaonice,
la hija de Hegétor de Tesalia, por ser experta en eclipses
de luna llena y por conocer de antemano el tiempo en que D
sucede que la luna es obscurecida por la sombra de la tierra,
engañaba y convencía a las mujeres de que ella hacia
bajar la luna. Se dice que ninguna mujer ha dado jamás
a luz un niño sin la participación de un hombre, y a los
nacimientos deformes y monstruosos y que reciben su naturaleza
por sí mismos a partir de una corrupción, los llaman
molas . Se tendrá cuidado para que esto no surja
en las almas de las mujeres. En efecto, si ellas no reciben
las simientes de discursos provechosos, ni participan con
los maridos de la educación, ellas mismas, solas, engendran
multitud de proyectos y pasiones extraños y perniciosos. Tú, Eurídice, intenta sobre todo familiarizarte con
las máximas de las personas sabias y buenas y tener siempre
en la boca aquellas enseñanzas que, cuando todavía
eras joven, aprendiste a nuestro lado, para que alegres a
tu marido y seas admirada por las demás mujeres, adornada
sin costarte nada de manera tan preciosa y digna. Realmente,
las perlas de la mujer rica y los vestidos de seda
de la mujer extranjera no se pueden tener ni se pueden
llevar sin comprarlos a un alto precio. En cambio, los adornos
de Teano, de Cleobulina, de Gorgo, la mujer
de Leónidas, de Timoclea, la hermana de Teágenes, de
aquella antigua Claudia y de Cornelia, hija de Escipión,
y cuantas fueron admiradas y famosas, estos adornos puedes tú llevarlos sin costarte nada y, adornada con
ellos, vivir digna y felizmente. Porque, si Safo, a causa
de sus bellas composiciones poéticas, estaba tan orgullosa,
que escribió a una dama muy rica:
Después de muerta yacerás en tu tumba y nadie
se acordará de ti, pues no participas de las
rosas de Pieria,
¿cómo no vas a tener tú un motivo mayor para estar orgullosa
de ti misma y radiante, si participas no sólo de las
rosas, sino también de los frutos que las Musas producen
y regalan a los que admiran la educación y la filosofía?

 

Plutarco