Stromata

Clemente de Alejandría

 

Partes de esta serie: Libro I · Libro II · Libro III · Libro IV · Libro V · Libro VI · Libro VII · Libro VIII

LIBRO I

Capítulo I: Prefacio. Primera parte. Finalidad que persigue Clemente en esta obra. Necesidad de creer. La enseñanza escrita y oral

La plantación espiritual

1.1. [Falta el inicio] ... "para que los leas continuamente y puedas conservarlos" (Hermas, El Pastor, Visiones, 5,5; Platón, Fedro, 257 D). Pero ¿está permitido a todo el mundo legar escritos o únicamente a algunos? En el primer caso, ¿qué tendría de provechoso la escritura? Y en el segundo, ¿sólo se permitiría a los diligentes o también a los que no lo son? En verdad, sería ridículo rechazar como indignos los escritos de los hombres honrados, y admitir los libros de quienes no lo son.

1.2. Además, ¿acaso se han de dar por buenos los mitos y blasfemias que aparecen en Teopompo, Timeo, Epicuro -el iniciador de la impiedad-, o igualmente los escritos que se atribuyen a Hiponacte y a Arquíloco, y, en cambio, vamos a prohibir dejar algo de provecho a la posteridad a quien proclama la verdad? Pienso yo que es preferible dejar buenos hijos a la posteridad. En efecto, las palabras son descendientes del alma, al igual que los niños lo son del cuerpo.

1.3. Por eso llamamos padres a los que nos han catequizado, puesto que la sabiduría es comunicativa y amiga de los hombres. Por ello, Salomón afirma: "Hijo, si, recibiendo la expresión de mi precepto, la escondieres dentro de ti, tu oído obedecerá sabiamente" (Pr 2,1-2). Esto indica que la palabra es sembrada y enterrada, como semilla en la tierra, en el alma del discípulo, y ésta es la plantación espiritual (cf. Mt 13,8; 15,13).

Debemos salir de la ignorancia espiritual

2.1. Por eso también añade: "Dirigirás tu corazón a la prudencia y lo enderezarás para instrucción de tu hijo" (Pr 2,2). Así, por tanto, me parece a mí que un alma que se une a [otra] alma y un espíritu a [otro] espíritu, cuando se siembra la palabra, hacen crecer la semilla y producen vida; y todo el que es educado viene a ser hijo del educador en virtud de la obediencia. Dice [Salomón]: "Hijo, no olvides mis leyes" (Pr 3,1).

2.2. Y aunque la gnosis no es [patrimonio] de todos, como el tocar la lira para el asno, conforme afirman los amigos de proverbios; sin embargo, los libros son para las multitudes. Por cierto, los cerdos "prefieren revolcarse en el barro" (2 P 2,22) más que en el agua limpia.

2.3. "Por eso -dice el Señor- les hablo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no oigan ni entiendan" (Mt 13,13). El Señor no provoca en ellos la ignorancia -puesto que no sería lícito pensar así-, sino que de manera profética les hace ver su actual ignorancia, y les da a entender que son incapaces de comprender lo que les anuncia.

El cristiano se sostiene en su fe por la gracia de Cristo Jesús

3.1. He aquí cómo el Salvador mismo se presenta distribuyendo a los siervos, conforme a la capacidad de quien recibe y que es necesario incrementar con la práctica, sus riquezas de lo que le sobra. Y vuelve más tarde para revisar cuentas (o: entablar razón; o: ajustar cuentas) con ellos. A los que acrecentaron su dinero, los "fieles en lo poco" (Mt 25,21) les aprueba y les promete "constituirlos en lo mucho" (Mt 25,23), y les manda entrar "en la alegría del Señor" (Mt 25,23).

3.2. Por el contrario, a quien enterró el dinero que se le había confiado para que lo colocara a interés, y lo devolvió tal como lo había recibido, improductivo, le dijo: "Siervo malo y perezoso, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al volver yo habría recobrado lo mío (Mt 25,26; Lc 19,12); y el siervo inútil será arrojado "a las tinieblas exteriores" (Mt 25,30).

3.3. Así, tú también -dice igualmente Pablo-, confirmado en la gracia de Cristo Jesús, lo que de mí has oído ante muchos testigos, transmítelo a hombres fieles, que sean capaces ellos mismos de enseñar a otros" (2 Tm 2,1-2).

3.4. Y de nuevo: "Mira bien cómo presentarte ante Dios, como hombre probado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que distribuye rectamente la palabra de la verdad" (2 Tm 2,15).

Importancia de la predicación

4.1. Si dos [personas] anuncian la Palabra, una por escrito y otra oralmente, ¿cómo no aprobar a ambas, puesto que por la caridad han hecho operativa la fe (cf. Ga 5,6)? La responsabilidad de no escoger lo mejor es de quien elige; Dios no es culpable (o: no es responsable). De ahí que a unos les corresponda colocar a interés la palabra, y a otros examinarla y elegirla o no; el juicio se juzga en ellos mismos.

4.2. No obstante, la ciencia de la predicación es en cierta medida [tarea] angélica y de cualquier forma que se realice, con la mano o mediante la voz, es provechosa. "Porque quien siembra en espíritu, cosechará del espíritu la vida eterna; no nos cansemos de hacer el bien" (Ga 6,8. 9).

4.3. Por tanto, a quien le haya tocado, por divina Providencia, (la tarea de enseñar), obtiene los mejores bienes(2): el comienzo de la fe, el deseo de una conducta recta, el caminar hacia la verdad, el anhelo de la investigación, la huella de la gnosis; por decirlo brevemente, se le conceden los medios de salvación. Además, quienes se alimentan auténticamente con las palabras de la verdad también reciben el viático para la vida eterna y le conceden alas para volar al cielo.

4.4. Por eso, el Apóstol afirma de la forma más admirable: "Mostrémonos en todo cual servidores de Dios; como mendigos, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, pero poseyéndolo todo: les abrimos nuestra boca" (2 Co 6,4. 10. 11). "Te conjuro -dice escribiendo a Timoteo- delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos, que hagas esto sin prejuicios, sin parcialidad" (1 Tm 5,21).



Que cada uno asuma la responsabilidad que le corresponde

5.1. Es necesario, por tanto, que entre ambos nos examinemos a nosotros mismos, el que habla, si es digno de hablar y de dejar memorias escritas, el que escucha, si merece escuchar y leer. Así, quienes reparten la Eucaristía, según es costumbre, también encarecen a cada uno de los asistentes que tomen la porción que les corresponde.

5.2. De hecho, lo mejor para elegir o rehusar con [plena] seguridad es la conciencia, cuyo sólido fundamento es una vida recta unida a la conveniente doctrina. Pero, para [alcanzar] el conocimiento de la verdad y practicar los mandamientos, lo mejor es seguir a otros que ya han sido probados y que obraron con rectitud.

5.3. "Puesto que quien come el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, entonces, el hombre a sí mismo y coma luego de ese pan y beba de ese cáliz" (1 Co 11,27-28).

Deberes del buen servidor de la palabra de Dios

6.1. Igualmente es preciso que quien presta un servicio al prójimo examine si no se ha lanzado a la enseñanza con audacia o por envidia; si no ambiciona la fama [mediante la predicación] de la Palabra; si recoge como único salario la salvación de los oyentes; y, si el que habla mediante apuntes escritos evita el peligro de hacerlo por conquistar favores (cf. Platón, Gorgias, 521 A) y para que no que se le acuse de corrupción.

6.2. "Porque nunca hemos usado de lisonjas en discurso [alguno], como bien saben -dice el Apóstol- ni hemos procedido por lucro, Dios es testigo; ni hemos buscado la alabanza de los hombres, ni la de ustedes, ni la de ningún otro. Pudiendo, como apóstoles de Cristo, hacer sentir nuestra autoridad; sin embargo, fuimos bondadosos en medio de ustedes, como una nodriza que cuida con ternura a sus hijos" (1 Ts 2,5-7).

6.3. Por eso, quienes pretenden participar de las palabras divinas deben estar muy atentos, no sea que indagando con curiosidad, como si se tratase de visitar monumentos de una ciudad, consigan precisamente eso, es decir, tener parte en las cosas mundanas, sabiendo a la vez que los consagrados a Cristo no carecen jamás de lo necesario. Esos tales son hipócritas a los que se debe dejar de lado. No obstante, si alguien "no quiere parecer justo sino serlo" (Platón, República, II,362 A; Esquilo, Siete contra Tebas, 592), debe ser consciente de lo que es lo mejor para él.

El obrero siembra, y el Señor da el crecimiento

7.1. Puesto que "la mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9,37-38; Lc 10,2), en realidad conviene pedir, de forma que tengamos gran abundancia de trabajadores. Pero el cultivo es doble: uno sin escritura; el otro con ella. De cualquier manera que el obrero del Señor siembre los granos de trigo de buena calidad, haga crecer y sigue las espigas, resultará un agricultor realmente divino.

7.2. "Trabajen -dice el Señor- no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna" (Jn 6,27). Ahora bien, la alimentación se consigue mediante el pan y mediante las palabras (cf. Mt 4,4). Y, en verdad, son "bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9), los que enseñan a los [hombres] que en esta vida de errores son víctimas de la ignorancia(o: que se han vuelto enemigos de un determinado género de vida y extravío por ignorancia), y les conducen a la paz del Verbo y de la vida según Dios, y alimentan con la distribución del pan a quienes tienen hambre de justicia (cf. Mt 5,6).

7.3. También las almas tienen sus alimentos propios: unas crecen mediante el conocimiento y la ciencia; otras, en cambio, son apacentadas con la filosofía helénica, en la que, al igual que en las nueces, no todo es comestible.

7.4. "El que planta y el que riega -ministros de quien da el crecimiento- son uno respecto al ministerio; y cada uno recibirá el salario conforme a su trabajo. Porque nosotros somos cooperadores de Dios; ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios" (1 Co 3,8. 9), según el Apóstol.

Estamos invitados a participar en el banquete de la fe

8.1. No se ha de permitir, por tanto, a los oyentes poner a prueba la doctrina mediante la comparación, ni exponerla al examen de quienes están educados en toda clase de artificios humanos, y cuya alma está llena de esos falsos sofismas de los que ni siquiera pretenden librarse.

8.2. Por el contrario, cuando uno elige participar en el banquete de la fe, pisa en firme (o: adquiere el juicio necesario) para recibir las divinas palabras, porque posee la fe misma como criterio razonable de juicio. Luego le viene, como sobreabundancia, la persuasión. Y eso mismo es lo que significa aquel [dicho] profético: "Si no creen, no comprenderán" (Is 7,9). "Por consiguiente, mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe" (Ga 6,10).

8.3. Que cada uno dé gracias salmodiando según el bienaventurado David: "Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, y saltarán de júbilo los huesos quebrantados. Aparta tu rostro de mis pecados y borra mis iniquidades.

8.4. Crea en mí un corazón puro, oh Dios, y renueva en mis entrañas un espíritu recto. No me arrojes de tu presencia, y no apartes de mí tu santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación y confírmame con un espíritu generoso" (Sal 50,9-14).

La palabra oral y la palabra escrita

9.1. Ahora bien, quien habla delante de personas y, con tiempo, las somete a examen, valora con juicio, y distingue al que es capaz de oír de los demás, observando las palabras, el carácter, las costumbres, el modo de vivir, los movimientos, las actitudes, la mirada, la voz, lo que es crucial, el camino pedregoso, el camino trillado, la tierra fértil, la cubierta de zarzales. Y también la que es fecunda, buena, bien labrada, y que puede multiplicar la semilla (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,3-8; Lc 8,4-8).

9.2. Pero quien habla mediante escritos se purifica ante Dios, si proclama estas cosas por escrito, sin ánimo de lucro ni por vanagloria; sin dejarse vencer por el deseo de la pasión, ni esclavizar por el temor, ni excitar por la voluptuosidad. Sino que sólo disfruta con la salvación de sus lectores, de cuya recompensa ni siquiera él participa en el presente, sino que aguarda con esperanza aquella otra que le será otorgada por quien prometió dar a los obreros el salario merecido (cf. Mt 20,4).

9.3. Tampoco debe desear la recompensa quien ha alcanzado la edad adulta. Porque quien se gloría de su buen obrar, ¿no ha recibido ya su compensación en la buena reputación? Y quien realiza una buena acción para ser premiado, como el que obtiene un beneficio por la buena acción realizada, o el que evita el castigo por [culpa] de una mala acción, ¿no está dominado por el espíritu del mundo? Es necesario, por tanto, imitar en lo posible al Señor.

9.4. Quien lo hiciere cumplirá la voluntad de Dios, dando gratis lo que recibe gratuitamente (cf. Mt 10,8), y acepta como digna recompensa su misma buena conducta (lit.: la ciudadanía). Así dice [la Escritura]: "No entrará en el santuario el salario de una meretriz" (Dt 23,19). Y también está prohibido ofrecer en el altar del sacrificio "el precio de un perro" (Dt 23,19)(1).

(1) Sigo la opción adoptada por D. Mayor («op. cit»., p. 55), que coloca esta última cita al fina del párrafo 9.

El ojo del alma

10.1. Quien por mala alimentación y enseñanza tenga obstruido el ojo del alma (Platón, República, VII,533 D), respecto a la luz que le es propia, diríjase a la verdad que revela por la Escritura lo no escrito: "Los que tengan sed, acudan al agua", dice Isaías (Is 55,1); y Salomón aconseja: "Bebe el agua de tus depósitos" (Pr 5,15).

10.2. En Las Leyes, Platón, el filósofo aleccionado (o: discípulo de) por los hebreos, prescribe a los agricultores no regar ni tomar agua de otros, si antes no han cavado en su propio terreno, hasta la llamada capa virgen y no han comprobado su tierra sin agua (cf. Platón, Leyes, VIII,844 A-B).

10.3. Porque aunque sea justo socorrer en la necesidad, sin embargo no es bueno fomentar la pereza. Y aunque es razonable ayudar a uno a llevar su carga, sin embargo no lo es ayudar a descargarla, dijo Pitágoras (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras, 42).

10.4. La Escritura enciende al mismo tiempo el ardor vital del alma y orienta el ojo interior a la contemplación, bien infundiendo un germen, como el labriego que injerta, bien renovando lo ya existente.

10.5. "Muchos, en efecto, hay entre nosotros enfermos y débiles, y bastantes que están dormidos (= muertos), como dice el divino Apóstol. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados" (1 Co 11,30-31).

Capítulo I: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata

La verdadera tradición de la bienaventurada doctrina

11.1. Esta obra no es un escrito compuesto con todas las reglas del arte para la ostentación, sino que atesora memorias para mi vejez; y son un remedio contra el olvido, sencillamente un reflejo (o: apunte) y esbozo de aquellos brillantes y animados discursos que tuve el honor (lit.: fui juzgado digno) de oír a bienaventurados y realmente dignos varones.

11.2. De entre ellos, uno era el Jónico, que vivía en Grecia; otros dos habitaban en la Gran Grecia (uno era oriundo de la bahía de Siria, otro de Egipto); y otros [eran] de Oriente: uno de Asiria y otro de Palestina, hebreo de nacimiento. Al encontrarme con el último (en realidad era el primero por su capacidad), descansé tras hallarlo (lit.: darle caza) en Egipto, donde estaba oculto. Realmente era como una abeja siciliana que recogía (el néctar) de las flores del campo profético y apostólico, y que engendró un fruto puro de "gnosis" en el alma de sus discípulos (lit.: oyentes).

11.3. Estos [maestros] conservan la verdadera tradición de la bienaventurada doctrina que procede directamente de los santos Apóstoles Pedro, Santiago, Juan y Pablo, al igual que un hijo recibe la herencia de su padre (aunque son pocos los hijos que se parecen a sus padres [Homero, Odisea, II,276]); y llegaron con la ayuda de Dios, para depositar en nosotros aquellas semillas de sus antepasados y de los Apóstoles.

El Salvador siempre salva y continuamente actúa

12.1. Bien sé que [los lectores] se alegrarán; y no por la forma con la que yo me expreso, sino porque en ella sólo se conserva lo que ellos prescribieron. Porque me parece que la acción de un alma, que, sin perder nada, desea conservar la bienaventurada tradición, es la de emprender semejante investigación: "El hombre que ama la sabiduría alegrará al padre" (Pr 29,3).

12.2. Los pozos de los que se saca agua con frecuencia, la tienen más limpia; en cambio, de los que no se saca nada, se pudren. También el hierro conserva el brillo con el uso; en tanto que la herrumbre es producida por el desuso. En términos generales, el ejercicio engendra la buena disposición tanto de las almas como de los cuerpos.

12.3. "Nadie enciende una lámpara y la coloca debajo de un celemín" (Mt 5,15), sino sobre el candelero, para que alumbre a los que han sido invitados (o: dignos [de participar]) al banquete común (cf. Lc 14,24). ¿Para qué sirve una sabiduría que no hace sabio a quien es capaz de entenderla? El Salvador siempre salva y continuamente actúa, como ve [que hace] el Padre (cf. Jn 5,17 ss.; 9,4). Cuando uno enseña es cuando más aprende, y al hablar uno se convierte muchas veces en oyente de su propio auditorio. En efecto, "uno sólo es el Maestro" (Mt 23,8), tanto del que habla como del que escucha; y uno solo es también el que hace brotar tanto la inteligencia como la palabra.

Los misterios de la fe se confían a la palabra

13.1. De ahí que el Señor no prohibiera hacer el bien en sábado (cf. Mt 12,12), sino que permitió participar de los misterios divinos y de aquella luz santa "a quienes pudieron comprender" (Mt 19,11).

13.2. Y tampoco [el Señor] reveló a la mayoría lo que no estaba al alcance de todos, sino a unos pocos, a aquellos a quienes Él sabía que convenía, ya que podían entender y configurarse con aquellas cosas. Por eso los misterios, como Dios mismo, se confían a la palabra y no a los escritos.

13.3. Si alguno dijere que está escrito: "Nada hay oculto que no llegue a descubrirse., ni secreto que no venga a conocerse" (Mt 10,26), nosotros le diremos que el Verbo ha profetizado con esa sentencia que lo secreto será revelado a quien lo escucha secretamente, y que le serán manifestadas las cosas ocultas a quien sea capaz de recibir la tradición veladamente; y que lo que está oculto para la mayoría será manifiesto para unos pocos.

13.4. ¿Por qué no todos conocen la verdad? ¿Por qué no es amada la justicia, si es patrimonio común de todos? No obstante, los misterios se transmiten misteriosamente, para que estén en la boca del que habla y en la del que escucha; o mejor aún, no en la voz sino en el pensamiento (o: inteligencia; lit.: en el entender).

13.5. "Dios dio a la Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros para el perfeccionamiento de los santos, en orden a la realización del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo" (Ef 4,11-12).

Clemente explica las limitaciones de su obra

14.1. Conozco bien la fragilidad de estas notas escritas (o: colección de memorias), en comparación con aquel espíritu lleno de gracia, a quien tuvimos el honor de escuchar; podrán ser, no obstante, una imagen que a quien haya sido herido por el tirso (= vara enramada) le avive el modelo del ejemplar. "Porque quien hable a un sabio -dice [la Escritura]-, también se hará más sabio" (Pr 9,9), y "al que tiene, se le dará más" (Lc 19,26).

14.2. Pero, esto lo decimos no como quien interpreta suficientemente los misterios, puesto que se necesitaría mucho más; sino sólo para recordarlos, tanto en el caso de que los hayamos olvidado por completo, como para que no los olvidemos. Sé muy bien que con el tiempo se nos han olvidado muchas cosas, desvanecidas por no tenerlas escritas. Para soslayar la debilidad de mi memoria, también me he procurado un saludable remedio mnemotécnico: la forma de exposición continuada mediante resúmenes, que es obligatoriamente la que presentaremos en este [nuestro] proyecto.

14.3. En efecto, hay cosas de las que no recordamos nada (pues aquellos bienaventurados hombres tenían una extraordinaria capacidad [intelectual]); hay otras que, por no tenerlas anotadas, las hemos recordado alguna vez, pero ahora se nos han olvidado con el [paso del] tiempo; no obstante, las [que escribo] no son otras que aquellas, que permaneciendo en mi memoria casi habían desaparecido de la misma, puesto que no es fácil memorizar a quien no está bien ejercitado; precisamente ésas [quiero] reavivar en estas notas. Hay cosas que, escogiendo de lo conocido, tengo que pasar por alto voluntariamente, ya que tengo miedo de poner por escrito incluso aquello que reservamos al hablar, y no por envidia (pues no sería lícito), sino por respeto para quienes las lean, no sea que se precipiten [en ellas] de manera infundada, y venga a suceder que tendamos una espada al niño, como afirman quienes gustan de proverbios.

14.4. "Porque es imposible que haya escritos que no lleguen a divulgarse" (Seudo Platón, Epístolas, II,314 B), aunque yo no los haya dado a conocer [jamás]; sin embargo, lo que va y viene anunciado de continuo y de modo uniforme por la sola palabra escrita, no responde a un [posible] interrogador nada más que lo que está escrito, puesto que carece de la obligada ayuda, tanto del autor mismo como de cualquier otro que [anteriormente] haya recorrido el mismo camino(1).

(1)"... Quien se enfrenta a la lectura de cualquier escrito -dice Clemente- no posee otra ayuda que su propia inteligencia para comprender lo que lee; o sea, nadie podrá entender otra cosa distinta de lo que literalmente puede leerse en dicho libro. Ya antes Platón había comparado la escritura con la pintura, producciones que se presentan como seres vivos, pero guardan el más solemne silencio a quien les interroga algo" (FP 7, p. 101, nota 129).

La evangelización de la cultura

15.1. Mi escrito aludirá a algunas cosas e insistirá en otras y sólo mencionará unas pocas, pero procurará hablar de lo que permanece olvidado; desvelará lo oculto e indicará lo secreto.

15.2. También ofrecerá las opiniones de las sectas (o: herejías) más importantes; contradecirá todo aquello que debe ser dispensado providencialmente según la contemplación epóptica (o: contemplación suprema) y que se refiere a la gnosis, la cual progresará en nosotros conforme a la "gloriosa y venerable regla de la tradición" (Clemente de Roma, Primera epístola a los Corintios, 7,2), al comenzar por el origen del mundo, y expondrá primeramente aquellas ideas de la teoría física que hay que presuponer necesariamente, y desechará aquellos obstáculo que se interpongan a la concatenación de los pensamientos; y tendrá los oídos dispuestos para recibir la tradición gnóstica, a la manera que un labrador limpia de espinos y de toda clase de arbustos la tierra para plantar un viñedo.

15.3. Efectivamente, el que prepara un combate también pelea, y los ritos preparatorios de los misterios son ya misterios; por eso nuestra obra no titubeará en utilizar los [mejores] recursos de la filosofía y de cualquier otra propedéutica que nosotros recordemos.

15.4. No sólo hay que hacerse judío en virtud de los judíos y de quienes están bajo la Ley, como dice el Apóstol (cf. 1 Co 9,20-21), sino también griego por los griegos, con el fin de ganarlos a todos.

15.5. Y en la Epístola a los Colosenses escribe: "Amonestando a todo hombre e instruyéndolo en toda sabiduría, para que sea presentado como hombre totalmente perfecto en Cristo" (Col 1,28).

Importancia de la mediación humana

16.1. Además, la cumplida elegancia de la cultura se ajusta perfectamente a la forma de estas notas. La riqueza de la selección de textos es precisamente como un condimento sobreañadido a la nutrición del atleta; no del que es voluptuoso, sino de quien desea tener un buen alimento en aras de la competición. Por eso, cantando, distenderemos armoniosamente la tensión excesiva de nuestra gravedad en el hablar.

16.2. Al igual que quienes desean hablar delante de una multitud, a menudo lo hacen a través de un pregonero con el fin de que lo que dice sea mejor oído; así también nosotros -puesto que a muchos debemos hablar antes de tratar sobre la tradición misma- les acercaremos los pensamientos y los términos que les son familiares, y con los que el auditorio se sentirá más atraído.

16.3. En resumidas cuentas, ya que entre muchas perlas pequeñas una sola es la [mejor], y en una pesca abundante uno es el pez hermoso, con tiempo y esfuerzo la verdad resplandecerá, si tenemos ayuda suficiente; en efecto, la mayoría de los bienes divinos nos son comunicados a través de los hombres.

Un esbozo del plan de la obra

17.1. Todos los que tenemos ojos contemplamos lo que se pone delante de ellos, aunque de manera diferente unos de otros. Así, el cocinero y el pastor no contemplan de igual manera el rebaño (o: las ovejas); el primero observa si está gordo; el segundo, en cambio, mira la pureza de su raza (cf. Jn 10,11. 14). Aquel, si necesita alimento, ordeña la leche de las ovejas; el otro, no obstante, esquila la lana, si se encuentra necesitado de ropa.

17.2. De igual manera, a mí me interesa el fruto de la selección de los textos griegos. Pienso que en tales circunstancias nadie titule de afortunado un escrito al que nadie contradice; en cambio, deberá llamarse razonable aquel otro al que nadie puede contradecir razonablemente. Hay que aceptar no la acción y la doctrina que no reciben reproche alguno, sino aquellas a las que nadie puede contradecir de manera razonable.

17.3. Aunque uno no pueda realizar una empresa correctamente desde sus inicios, no puede decirse que actúa indiscriminadamente, sino que explicará su actividad inspirándose en la sabiduría de Dios o adaptándose [a ella]. Porque quien posee ya la virtud no necesita de camino [alguno] para conseguirla, como el que está sano [no tiene necesidad] de medicina.

17.4. Lo mismo que los agricultores riegan la tierra antes [de sembrar], así también nosotros regamos con el agua potable de los pensamientos griegos, regamos la tierra que ellos son, para que reciban la semilla espiritual que ha sido sembrada, y así pueda crecer [en ellos] fácilmente.

Sobre la filosofía

18.1. Por tanto, estos Stromata recorrerán la verdad mezclada a las enseñanzas de la filosofía, o mejor, envuelta y oculta en ellas, como el fruto comestible de la nuez; me parece que sólo a los labradores de la fe corresponde el custodiar las semillas de la verdad.

18.2. No se me ocultan tampoco las murmuraciones de algunos ignorantes timoratos que dicen que es necesario ocuparse de lo más imprescindible, o sea, de lo que contiene la fe, y prescindir, en cambio, de las cosas externas y superfluas, que nos fatigan inútilmente y nos ocupan el tiempo sin aportar nada al objetivo final.

18.3. Incluso hay quienes piensan que la filosofía es mala, porque se ha introducido en la vida de los hombres para su perdición por un malvado inventor.

18.4. Pero, yo mostraré a lo largo de estos Stromata que el vicio (lit.: la maldad) es de naturaleza mala, de la que ningún labrador puede jamás hacer crecer nada bueno, e insinuaré de alguna manera que la filosofía también es obra de la divina Providencia.

Capítulo II: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata (continuación)

Utilidad de la filosofía

19.1. Además de estos recuerdos escritos, que incorporan en los momentos precisos, la doctrina helénica, yo quisiera añadir a mis detractores lo siguiente: en primer lugar, para suponer que la filosofía es inútil, al menos sería útil establecer la afirmación de su inutilidad.

19.2. En segundo lugar, tampoco se puede condenar a los griegos contentándose con la mera mención de sus opiniones, sin adentrarse con ellos hasta descubrir en profundidad los detalles de su pensamiento.

19.3. Porque sólo es válida la refutación cuando se basa en la experiencia, ya que la más perfecta demostración se manifiesta con el conocimiento de lo refutado.

19.4. Hay muchas cosas, en verdad, que no contribuyen al objetivo que prestigia al artista (o: al especialista); además, la cultura general (o: erudición) viene en ayuda de quien expone las verdades más importantes, está orientada a obtener la persuasión de los oyentes y, engendrando admiración en los catecúmenos, les orienta hacia la verdad.

La filosofía no separa de la fe

20.1. Digna de confianza es una conducción de las almas mediante la cual, los que gustan de aprender, reciben la verdad oculta, para que no piensen que la filosofía perjudica por sí misma la vida, y que ha sido producida por un demiurgo de falsas obras y acciones perversas, como algunos han hecho observar; puesto que la filosofía es una imagen clara de la verdad, un regalo divino concedido a los griegos.

20.2. Además, no nos separa de la fe, como embaucados por un arte engañoso, sino que, por decirlo de alguna manera, nos predispone con un más amplio bagaje, que sirve como de gimnasia común en la demostración de la fe.

20.3. Sí, también el contraste de opiniones provoca en sí mismo la verdad, mediante la cual se alcanza la gnosis; porque la filosofía no se impone por la razón anteriormente expuesta, sino gracias al fruto de la gnosis. Nosotros adquirimos el seguro convencimiento de poseer la verdadera ciencia de los significados ocultos.

20.4. No es necesario decir que los Stromata, repletos de ingente sabiduría, pretenden ocultar hábilmente las semillas de la gnosis.

El esfuerzo por alcanzar la verdad

21.1. Porque al igual que el apasionado de la caza captura la presa después de buscar, rastrear, seguir las huellas y azuzar a los perros, así también la verdad se manifiesta como algo dulce, una vez buscada y conseguida con esfuerzo.

21.2. ¿Por qué razón hemos preferido este género literario para nuestras notas? Porque existe el gran peligro de divulgar el contenido realmente misterioso de la verdadera filosofía a quienes desean injustamente contradecirlo todo, desechando todas las palabras y expresiones sin prudencia alguna, engañándose a sí mismos y hechizando a sus seguidores.

21.3. Como dice el Apóstol: "Los hebreos piden milagros; pero los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22).

Capítulo III: Contra los sofistas

Los sofistas: herejes gnósticos

22.1. Pero, la gente de esa clase es numerosa. Algunos de ellos, esclavizados por los placeres y decididos a no creer, se burlan de la verdad, que es digna de todo respeto, y celebran lo bárbaro como cosa de niños.

22.2. Otros, gloriándose de sí mismos, se esfuerzan en hallar acusaciones falsas en nuestros discursos, procurando temas de discusión; buscadores de palabras, abundan en hábiles argucias y "son pendencieros y perturbadores", como afirma el mismo Abderita (Demócrito, Fragmentos, 68 B 150).

22.3. "La lengua de los mortales es voluble, se dice, y mucha locuacidad hay en ella, es pasto abundante en el que por doquier hay toda clase de palabras. Además, cual sea la palabra que dices, así la oirás" (Homero, Ilíada, XX,248-250).

22.4. Engreídos por esa técnica, los desdichados sofistas, son ingeniosos por la sutileza que emplean acerca de la distinción de los términos, y dedican su vida a una determinada manera en el modo de hablar, y también se ocupan de tergiversarlo todo, mostrándose más locuaces que las tórtolas.

22.5. Halagan y lisonjean de forma inhumana, me parece a mí, los oídos de quienes desean ser halagados; son un río de palabras sin más, pero sin una gota de inteligencia. Frecuentemente se olvida que son como sandalias viejas, débiles y que hacen agua [por todas partes], conservando únicamente la lengüeta.

La falsa y la verdadera sabiduría

23.1. El ateniense Solón se explica magníficamente cuando escribe: "Atienden a los discursos y a las palabras del hombre adulador. Cada uno de ustedes camina por huellas de zorra, pero su pensamiento carece de toda consistencia" (Solón, Fragmentos, 8,7. 5. 6).

23.2. Eso mismo es quizá lo que da a entender aquella expresión del Salvador: "Los zorros tienen madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58), A mí me parece que sólo en quien cree, diferente en todo de aquellos que son llamados fieras en la Escritura, descansa el Príncipe de los seres, el Verbo bueno y pacífico.

23.3. "El que caza (o: sorprende) a los sabios en su astucia; porque sólo el Señor conoce cuan vanos son los razonamientos de los sabios" (1 Co 3,19-20); sin duda, la Escritura llama sabios a los sofistas, quienes sobreabundan en modos y técnicas de hablar superfluos.

Contra los vanos discursos

24.1. Los griegos, por su parte, llaman indiferentemente sabios y sofistas, porque derivan de la misma raíz, a los atareados y curiosos en cualquier menester.

24.2. Por eso, Cratino, en los "Arquílocos" (o: Arquiloquios), después de mencionar a los poetas, dice: "¡Qué enjambre de sofistas han encontrado!" (Cratino, Fragmentos, 2 K).

24.3. Y como el cómico, también Jofonte (o: Iofonte) en la sátira Los Flautistas, al referirse a los cantores ambulantes (lit.: rapsodas) y a algunos otros, afirma: "En efecto, entró una muchedumbre de innumerables sofistas bien preparados" (Jofonte, Fragmentos, 1).

24.4. La Divina Escritura dice estupendamente de ellos y de otros semejantes, especializados en vana palabrería: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la, inteligencia de los prudentes" (1 Co 1,19).





Capítulo IV: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual

La habilidad del ser humano

25.1. Homero llama sabio al artesano, y en el "Margites", si es de él, escribe de la siguiente manera: "Cuando los dioses no lo habían hecho ni cavador, ni labrador, ni tampoco sabio en algo, porque fallaba en toda profesión" (Margites, Fragmentos, 2 C y 2 A).

25.2. Hesíodo dijo que Lino el citarista "poseía toda la sabiduría" (Hesíodo, Fragmentos, 306), y no duda en llamar sabio al marinero, cuando escribe: "... por nada soy experto en el arte de la navegación" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 649).

25.3. Y el profeta Daniel dice: "Lo que el rey solicita es el misterio que ni sabios, ni magos, ni astrólogos, ni adivinos son capaces de exponérselo al rey; pero existe un Dios en el cielo que revela lo secreto" (Dn 2,27-28). También él llama sabios a los Magos de Babilonia (cf. Dn 2,24).

25.4. La Escritura llama sabiduría de igual manera a toda ciencia y arte profano, porque muchas son las cosas inventadas por el genio creador del hombre; y de Dios vienen tanto la técnica como la sabia facultad de la inventiva, como se verá claramente con la siguiente cita:

25.5. "El Señor habló a Moisés diciendo: "Sabrás que yo llamo por su nombre a Beseleel, hijo de Urí, hijo de Or (o: Hur), de la tribu de Judá; le he llenado del espíritu divino de sabiduría, inteligencia y conocimiento en todo trabajo, para que proyecte y construya; para que labre el oro, la plata, el bronce, el jacinto, la púrpura, el carmesí, (para) el labrado de piedras y la talla de maderas, y para que haga cualquier tipo de trabajo"" (Ex 31,1-5).

La "percepción" de quienes se ocupan de la educación

26.1. Luego añade una expresión genérica: "He dado la inteligencia a todo corazón inteligente" (Ex 31,6), es decir, al que es capaz de recibirla con trabajo y ejercicio. Y también está escrito claramente en nombre del Señor: "Tú hablarás a. todos los sabios en inteligencia, a los que he llenado del espíritu de conocimiento" (Ex 28,3).

26.2. Los "sabios en inteligencia" tienen un don natural especial; reciben de la suprema Sabiduría un doble "espíritu de conocimiento", cuando se hacen aptos para recibirlo.

26.3. En efecto, quienes practican oficios manuales gozan de una peculiar sensibilidad: del oído, el vulgarmente llamado músico; del tacto, el modelador. El cantor, de voz; el perfumero, del olfato; el grabador de relieves en sellos, de la vista.

26.4. Pero quienes se ocupan de la educación gozan de una percepción (sunaísthesis: sentimiento íntimo; percepción simultánea; sentido superior; con-captación), gracias a la cual los poetas perciben la métrica, los sofistas la dicción, los dialécticos los silogismos y los filósofos sus respectivas doctrinas.

26.5. La percepción ingeniosa e inventiva anima convincentemente a nuevos intentos, y ese ejercicio acrecienta la inclinación a la ciencia.

La sabiduría de Dios

27.1. Con razón el Apóstol dijo que la sabiduría de Dios es "multiforme" (Ef 3,10) y [ella] muestra su poder "de muchas maneras y repetidas veces" (Hb 1,1) para nuestro bien mediante el arte, la ciencia, la fe y la profecía, porque toda sabiduría viene del Señor y está con Él para siempre" (Si 1,1), como dice [el libro de] la Sabiduría de Jesús.

27.2. "Si invocas la sensatez y llamas con grande voz al conocimiento superior y lo buscas como [se buscan] los tesoros de plata y sigues resueltamente su camino, comprenderás el temor de Dios y hallarás el conocimiento divino" (Pr 2,3-5); el profeta habla también [de sentido divino] para diferenciarlo del sentido filosófico, y nos enseña a buscarlo con una gran nobleza y generosidad para progresar hacia la religión (o: temor de Dios; piedad para con Dios).

27.3. Le contrapone la percepción religiosa, y alude a la gnosis cuando dice: "Porque Dios da de su misma boca la sabiduría, y a la vez percepción e inteligencia, y acumula, ayuda para los justos" (Pr 2,6. 7) En efecto, para los justificados por la filosofía se les reserva como ayuda la percepción superior que conduce a la religión.

Capítulo V: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)

"Dios es la causa de todos los bienes"

28.1. Antes de la venida del Señor, la filosofía era necesaria para la justificación de los griegos; ahora, sin embargo, es provechosa para la religión, y constituye una propedéutica para quienes pretenden conseguir la fe mediante demostración racional; por eso se dice: "Tu pie no tropezará" (Pr 3,23), refiriendo a la Providencia lo que es bueno, tanto griego como nuestro.

28.2. Ciertamente, Dios es la causa de todos los bienes; de algunos de modo directo, como del Antiguo y del Nuevo Testamento, de otros mediatamente, como de la filosofía.

28.3. Quizás también la filosofía haya sido dada primitivamente a los griegos antes de que el Señor les llamara a la fe, ya que también la filosofía educaba a los griegos, al igual que la Ley a los hebreos, hacia Cristo (cf. Ga 3,24). En verdad, la filosofía, abriendo camino, predispone al que va a ser perfeccionado por Cristo.

28.4. Por eso dice Salomón: "Haz acopio de sabiduría y te ensalzará, y te coronará con diadema espléndida" (Pr 4,8. 9); una vez que tú la hayas fortificado con la almena (lit.: coronación de un muro) de la filosofía y de toda clase de bienes, la mantendrás inaccesible a los sofistas.

La conveniente preparación para recibir la palabra del Señor

29.1. Porque uno solo es el camino de la verdad; pero, es como un río que siempre fluye y en el que desembocan afluentes de acá y de allá.

29.2. De ahí que por inspiración divina se diga: "Escucha, hijo mío, y recibe mis palabras, para que se acrecienten los abundantes caminos de tu vida. Te enseño los caminos de la sabiduría, para que no te falten los manantiales" (Pr 4,10. 11. 23) que brotan de la misma tierra.

29.3. Y no declaraba tan sólo que para un justo hay muchos caminos de salvación, sino que añade otras muchas vías para muchos justos, proclamando: "Los caminos de los justos brillan como una luz" (Pr 4,18). Así también los mandamientos y las primeras instrucciones son caminos e impulsos de vida.

29.4. "¡Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como una gallina a sus polluelos" (Mt 23,37; Lc 13,34). Jerusalén significa visión de paz (cf. Ez 8,3; 13,16; 40,2). Así, se hace visible de forma profética que, quienes son iniciados de modo pacífico, han sido educados de muchas maneras para una llamada.

29.5. Así, entonces, ¿qué? Verdaderamente quiso, pero no pudo. ¿Cuántas veces y de qué manera? Dos veces, mediante los profetas y mediante la venida. Por ello la expresión "cuántas veces" muestra que la sabiduría es multiforme (cf. Hb 1,1), porque salva totalmente a algunos, conforme a la cualidad y cantidad de cada uno, en el tiempo y en la eternidad, "porque el espíritu del Señor ha llenado el universo" (Sb 1,7).

29.6. Y si alguien forzare la frase: "No tomes a la mujer frívola, porque los labios de la meretriz destilan miel" (Pr 5,3), aplicándola a la educación griega, que escuche lo que sigue: "Ella unge oportunamente tu garganta" (Pr 5,3), se dice; pero la filosofía no adula.

29.7. ¿A quién, entonces, se alude con la figura de la meretriz? La Escritura lo dice con claridad: "Después de la muerte, los pies de la insensatez hacen descender al Hades a quienes la utilizan, y sus pasos no son seguros. Por consiguiente, camina, lejos del placer irracional, y no te acerques a la puerta de su casa, para no arrojar tu vida a los extraños" (Pr 5,5. 8-9).

29.8. Y añade también: "Luego te arrepentirás en la vejez, cuando se consuman las carnes de tu cuerpo" (Pr 5,11). Porque ese es el fin del placer insensato. Esto baste al propósito.

29.9. Luego [la Escritura] dice: "No vayas frecuentemente tras los pasos de la extraña" (Pr 5,20); en efecto, anima a utilizar la cultura mundana (kosmikē paideía), pero no a permanecer e instalarnos en ella. Porque lo convenientemente concedido a su debido tiempo a cada generación es una educación preparatoria para la palabra del Señor.

29.10. "Ahora bien, hay quienes, seducidos por los encantos de las esclavas, se han preocupado poco de la señora, la filosofía, y han envejecido" (Aristón, Fragmentos, 350), unos con la música, otros con la geometría, otros con la gramática, y los más con la retórica.

Interpretación alegórica de la historia de Sara y Agar

30.1. Al igual que el ciclo de estudios es útil para la filosofía, que es su señora (o: reina), así también la misma filosofía contribuye a la adquisición de la sabiduría. La filosofía es una práctica (o: búsqueda) de la sabiduría; la sabiduría, en cambio, es la ciencia de las cosas divinas y humanas y de sus causas. La sabiduría es la señora de la filosofía, como ésta lo es de la propedéutica.

30.2. Si la filosofía profesa templanza de la lengua, del vientre y de lo que está por debajo de él; también es deseable por sí misma, y se muestra más augusta y señora, si se practica por el honor Dios y por la gnosis.

30.3. La Escritura presenta un testimonio de lo que decimos en lo que sigue: Sara, estéril hacía tiempo, (era) esposa de Abraham. Al no poder dar a luz, Sara entrega a Abraham su esclava, la egipcia de nombre Agar, para que le diera descendencia (cf. Gn 11,30; 16,1-2).

30.4. La sabiduría, conviviendo con el creyente (y Abraham fue reputado como creyente y justo) [cf. Gn 15,6], era todavía estéril y no tenía hijos por aquel entonces, puesto que todavía no había engendrado nada bueno para Abraham; sin embargo, juzgaba conveniente, ya llegado el tiempo del progreso, de unirse primero con la cultura mundana (ya que Egipto simboliza el mundo); luego, acercándose a ella, conforme a la providencia divina, engendró a Isaac.

Tipología de los nombres de los tres patriarcas de Israel

31.1. El mismo Filón interpreta Agar como "residencia en país extranjero" [Filón de Alejandría, De specialibus legis, III,87,244] (porque se dice en el texto citado: "No te apasiones en demasía de una extraña" [Pr 5,20]), en cambio, a Sara como "mi soberana" (Filón de Alejandría, De specialibus legis, III,87,244). Ciertamente, una vez pre-educados, es posible atender a la sabiduría soberana por la que crece la raza de Israel.

31.2. Esto prueba que la sabiduría es didáctica (o: es enseñable). Abraham la obtuvo, pasando de la contemplación de los fenómenos celestiales (cf. Gn 15,5) a la fe y a la justicia según Dios.

31.3. En cambio, Isaac significa "el autodidacta" (Filón de Alejandría, De plantatione, 40,169). Por eso se manifiesta como figura (týpos: prefiguración) de Cristo. (Isaac) mismo tuvo como única mujer a Rebeca, que significa constancia (o: paciencia; cf. Rm 9,10-11).

31.4. Se dice que Jacob tuvo relación con varias mujeres, y su nombre es interpretado como el "el que se ejercita" [asketés] (puesto que el ejercicio se consigue por medio de muchas y diversas doctrinas); por eso también recibe el nombre de Israel (cf. Gn 35,9), [es decir,] el de mirada penetrante (o: perspicaz; el que ve a Dios; cf. Gn 32,30) puesto que era hábil (o: astuto; muy experimentado) y capaz de ejercitarse (lit.: ejercitado).

31.5. Pero también podría tener lugar otra interpretación acerca de los tres patriarcas: que el sello de la gnosis es soberano, porque consta de naturaleza, aprendizaje y ejercicio.

31.6. Otra imagen de lo que hemos dicho podría ser Tamar, que sentada en la encrucijada y exhibiéndose en apariencia de ramera, a quien tomó el deseoso de saber, Judá (que significa el que puede), y que no dejaba nada sin descubrir y sin investigar, y "se desvió hacia ella" (Gn 38,16), sin dejar de confesar a Dios (o: salvando la confesión respecto a Dios).



Cristo es la Verdad

32.1. Por eso, también el mismo Abraham, estando celosa Sara porque Agar la superaba en honor, al elegir únicamente lo útil de la filosofía mundana, le dijo: "Mira, en tus manos está la esclava, haz con ella lo que te plazca" (Gn 16,6). Queriendo decir: "Me uno a la cultura mundana por ser más joven y esclava tuya, pero también amo y venero la ciencia que posees como perfecta señora de la casa.

32.2. "Y Sara la maltrató" (Gn 16,6) que equivale a: reprendió y corrigió (o: amonestó). Por cierto, rectamente se dice: "Hijo, no desprecies la enseñanza de Dios ni estés enojado cuando te corrija. Porque el Señor corrige al que ama, y aflige al que de verdad es hijo" (Pr 3,11-12; Hb 12,5-6).

32.3. Sin duda, estos mismos pasajes de la Escritura, examinados bajo otros aspectos, recuerdan la existencia de otros misterios.

32.4. Manifestamos, por tanto, abiertamente desde ahora que la filosofía consiste en la búsqueda de la verdad y de la naturaleza de los seres (esa verdad de la que dijo el Señor mismo: "Yo soy la verdad" [Jn 14,6]); y además, la educación preparatoria del descanso en Cristo ejercita el espíritu y despierta la inteligencia, generando la afición investigadora mediante la verdadera filosofía. Es la que han descubierto y tienen los iniciados, o mejor, la han recibido de la Verdad misma.

Capítulo VI: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)

Necesidad del trabajo sobre sí mismo

33.1. Mediante los ejercicios preparatorios se consigue la mejor ayuda para ver lo que es necesario. Ahora bien, las ideas constituyen la gimnasia de la mente. La naturaleza de las ideas es triple, según sean consideradas por la cantidad, el tamaño y por ambas a la vez.

33.2. El razonamiento [que procede] de las demostraciones infunde una fe segura en el alma del que lo sigue, de tal modo que no permite suponer que lo demostrado sea de otra manera; además no da cabida a los errores que tratan de insinuársenos.

33.3. Así, con estas lecciones el alma es purificada de las impresiones sensibles y se reanima (o: reaviva), para que, al fin, pueda discernir la verdad.

33.4. "Porque una educación y la buena cultura, si es constante, producen buenas naturalezas; y las buenas naturalezas, beneficiadas por esa educación, llegan incluso a ser mejores que sus precedentes por razón de la descendencia, como [sucede] también en los demás seres vivos" (Platón, República, IV,424 A; VII,527 D-E).

33.5. Por eso, también se dice: "Mira, perezoso, a la hormiga, y sé más sabio que ella" (Pr 6,6), porque ella deposita alimento abundante y variado, durante la cosecha, para la amenaza del invierno.

33.6. "Mira también a la abeja y aprende cómo trabaja" (Pr 6,8). También ella se extiende por todo el prado produciendo un solo panal de miel.

La administración del alma

34.1. Si rezas en tu aposento, como el Señor enseñó (cf. Mt 6,6; Jn 4,24), adorando en espíritu, no te preocupes sólo de la administración de la casa, sino también de la del alma: lo que en ella se debe atesorar, cómo y cuánto, lo que se debe guardar y atesorar dentro de sí, lo que debe arrojar lejos, y por qué. Porque los hombres de bien no lo son por naturaleza, sino por educación, al igual que los médicos y pilotos.

34.2. Ciertamente, todos vemos comúnmente la viña y el caballo, pero el agricultor sabe si el viñedo producirá buenos o malos frutos; y el buen jinete distingue fácilmente al [caballo] torpe del veloz.

34.3. Respecto de la virtud, algunos están mejor dotados por naturaleza que otros, como lo demuestran las actitudes (o: actuaciones) de los así dotados frente a los otros.

34.4. Pero lo más perfectamente realizado conforme a la virtud no constituye una prueba demostrativa de los mejor dotados, puesto que, cuando los peor dotados para la virtud reciben la educación conveniente, consiguen de ordinario una conducta intachable; y, por el contrario, enfrente están los convenientemente dotados, que se hacen malos por abandono. Dios, no obstante, nos creó sociables y justos por naturaleza.

Importancia de la enseñanza y del aprendizaje en la vida del cristiano

35.1. De ahí no debe deducirse que la justicia se manifieste por el mero hecho de estar depositada en nosotros, sino que se debe pensar que el bien de la creación es reanimado gracias al mandato divino, para que el alma, educada mediante aprendizaje, desee escoger lo mejor.

35.2. Pero lo mismo que afirmamos que se puede ser fiel sin letras (cf. 1 Co 1,27), de igual manera confesamos que comprender la doctrina de la fe no es posible sin aprendizaje. Ya que, en efecto, aceptar lo que se dice con verdad, y rechazar lo ajeno [a la verdad] no se debe a la fe sin más, sino a la fe relacionada con el aprendizaje.

35.3. Pero si la ignorancia es falta de educación, al mismo tiempo es también falta de conocimientos. La enseñanza engendra la ciencia de las cosas divinas y humanas.

35.4. Y de la misma manera que es fácil vivir rectamente en la penuria, también lo es en la abundancia; y confesamos que la virtud se alcanza más fácilmente y más pronto con la educación preparatoria, y no que no pueda ser alcanzada (o: cazada) de otra manera, aunque ciertamente antes, por los que han tenido algún estudio (o: hayan aprendido), y "por los que han ejercitado sus facultades" (Hb 5,14).

35.5. "Porque el odio ciertamente, dice Salomón, suscita disensiones; pero la educación guarda los caminos de la vida" (Pr 10,12), a fin de no ser engañado, ni sorprendido por quienes profesan la astucia para perjudicar a sus oyentes.

35.6. También dice:"La educación sin reprensión, yerra" (Pr 10,17); así, es necesario interesarse por la técnica de la refutación, para rebatir las opiniones engañosas de los sofistas.

Los peligros de una vasta erudición

36.1. También Anaxarco, el feliz (Eydaimonikós), escribe rectamente en el [tratado] "Sobre la Monarquía": "La mucha erudición presta un gran servicio, pero también mucho daño al que la posee; en efecto, sirve al que es hábil, pero daña a quien fácilmente habla de todo y en cualquier sitio. Es necesario, por tanto, conocer las reglas del momento; porque ésa es la definición de la sabiduría. Sin embargo, cuantos cacarean un discurso a destiempo, aunque de alguna manera lo proclamaren sensato, no son tenidos por sabios, sino como necios" (Anaxarco, Fragmentos, 72 B 1).

36.2, Y Hesíodo: "... de las Musas, que hacen al hombre muy sagaz, inspirado y cantor..." (Hesíodo, Fragmentos, 310), llama muy sagaz al experto en razonamientos, cantor al que es hábil, e inspirado al que es experto, filósofo e instruido de la verdad.



Capítulo VII: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (conclusión)

Cómo se define la filosofía

37.1. Así, entonces, se hace evidente que la educación preparatoria griega, juntamente con su filosofía, ha venido hasta los hombres por decreto divino, no como guía, sino al modo como las lluvias irrumpen sobre la tierra fértil, sobre el estiércol y encima de los edificios. Pero hace germinar igualmente hierba y trigo; hace brotar también la higuera silvestre junto a los sepulcros, y cualquier otra planta más lozana todavía, y las salvajes crecen de igual manera que las buenas, ya que se benefician igualmente de la misma facultad de la lluvia, pero no tienen la misma lozanía que las que crecen en tierra fértil, y por eso se secan o se arrancan.

37.2. También aquí es útil la parábola de la siembra, que el Señor explicó (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,2-8; Lc 2,5-8). Efectivamente, uno es el cultivador de la tierra [que hay] en los hombres: Aquel que desde la creación del mundo siembra las semillas alimenticias, el que hace llover su palabra poderosa en cada ocasión; sin embargo, son los tiempos y los lugares receptores quienes han originado las diferencias.

37.3. Por otra parte, el agricultor no siembra únicamente trigo (del que hay muchas especies), sino también otras semillas: cebada, habas, guisantes, arvejas, semillas de árboles frutales y semillas de flores.

37.4. También el cultivo de las plantas es propio de esa labor del campo, al igual que el estar ocupado en las mismas plantas, en los viveros, en los jardines, en las plantas estacionales, en la producción y cuidado de toda clase de árboles.

37.5. De igual manera, no sólo el pastoreo, sino también el apacentar bueyes, criar caballos, perros y abejas tienen su arte propio; en una palabra, el arte de apacentar rebaños y de cuidar su alimentación difieren más o menos entre ellos, aunque todos son de vital utilidad.

37.6. Pero, yo no llamo filosofía a la estoica, ni a la platónica, ni a la epicúrea, ni a la aristotélica, sino a lo que en cada uno de esos sistemas se dice convenientemente, y que enseña la justicia al mismo tiempo que el saber piadoso; a todo ese conjunto ecléctico denomino filosofía. Pero cuanto [los filósofos] han falsificado, producto de razonamientos humanos, eso no lo llamaré jamás divino.

El camino y la puerta

38.1. Consideremos ahora esta otra cuestión: si hay gente que sin ciencia vive correctamente. En efecto, han venido a dar por casualidad en el bien obrar, aunque algunos aciertan sagazmente en la doctrina de la verdad. "Porque Abraham no fue justificado por las obras, sino por la fe" (Rm 4,12. 16).

38.2. Porque si no tienen fe, las buenas obras del presente no encierran ninguna utilidad para ellos después de esta vida.

38.3. Por eso, las Escrituras fueron traducidas a la lengua de los griegos, a fin de que nunca pudieran excusarse ellos con pretexto de ignorancia, pudiendo haberlas escuchado también de nosotros, si es que lo desean.

38.4. Además, una cosa es que alguien hable sobre la verdad, y otra que la verdad se explique a sí misma. Una cosa es la conjetura sobre la verdad, y otra la verdad misma; una cosa es la semejanza, y otra [diferente] la realidad misma; porque una se puede obtener por aprendizaje y esfuerzo, la otra en cambio por virtud y fe.

38.5. La enseñanza de la religión es un regalo (o: un don), mientras que la fe es una gracia. Nosotros conocemos la voluntad de Dios haciendo su voluntad (cf. Jn 7,17). Dice la Escritura: "Abran, por tanto, las puertas de la justicia, y entraré por ellas para, alabar al Señor" (Sal 117 [118],19).

38.6. Pero los caminos [que llevan] hacia la justificación, porque Dios salva de muchas maneras (puesto que es bueno), son numerosos y variados (cf. Hb 1,1), y conducen hacia la puerta y el camino del Señor. Si buscas la entrada regia y auténtica, se [te] dirá (u: oirás): "Ésta es la puerta del Señor, los justos entrarán por ella" (Sal 117 [118],20).

38.7. "Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, [la puerta] de la justicia está en Cristo; bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezan sus pasos en santidad" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,4) gnóstica.

38.8. A continuación, en la "Carta a los Corintios", Clemente dice textualmente, al exponer las diferencias de los que son estimados en la Iglesia: "Sea uno fiel, sea capaz de exponer ciencia (o: de exponer la gnosis), sea sabio en la distinción de razones, sea casto en las obras" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,5).

Capítulo VIII: Contra la sofística

Definición de la sofística

39.1. El arte de la sofística, que los griegos han practicado con ahínco, es una fuerza (o: habilidad) de la imaginación, puesto que mediante discursos pomposos hace aparecer como verdadero lo que es falso. En efecto, ella da origen a la retórica para convencer, y a la erística para vencer en las discusiones. Ahora bien, esas mismas artes, si no son practicadas después de la filosofía, son las más perjudiciales para cualquiera (o: resultarán muy dañinas para todos).

39.2. Platón mismo designa abiertamente a la sofística [como] "un mal arte" (cf. Platón, El Sofista, 226 A; Epicuro, Fragmentos, 51), y Aristóteles también la proclama como un determinado arte de robar (cf. Aristóteles, Topica, IV,5,126 A), porque usurpa mediante persuasión toda la tarea de la sabiduría, y promete una sabiduría de la que nunca se ha ocupado.

39.3. Por decirlo en forma resumida, lo mismo que el principio de la retórica es la capacidad de persuadir, su tarea es la argumentación, y su finalidad convencer; así también, el origen de la erística es la opinión, su tarea la disputa y su meta la victoria.

39.4. De igual manera, el principio de la sofística es lo aparente, y su tarea es doble: lo que se deriva de la retórica, que es lo aparente, y aquello (que proviene) de la dialéctica, que es la habilidad para interrogar; mientras que su finalidad es la admiración (o: estupor, desconcierto).

39.5. Ahora bien, la dialéctica, tan alabada en las disputas, se manifiesta como una gimnasia del filósofo en lo concerniente a lo verosímil (o: renombrado), respecto de la habilidad de contradicción. Sin embargo, la verdad no se halla en nada de eso.

Peligros de la elocuencia vacía

40.1. Con razón el noble Apóstol, despreciando esas extraordinarias técnicas en el hablar, dice: "Si alguno no se atiene a las saludables palabras, sino a cualquier enseñanza, está engañado y nada sabe; es más, desvaría en disputas y vanidades, de donde nace envidia, contienda, blasfemia, suspicacias malignas, altercados de hombres de mentalidad corrompida y privados de la verdad..." (1 Tm 6,3-5).

40.2. Mira cómo se irrita (lit.: movido) contra ellos, llamando enfermedad su arte de la elocuencia, por el que se vanaglorian quienes estiman o pregonan aquel mal arte, sean sofistas griegos o bárbaros.

40.3. También Eurípides el trágico dice bellamente en "Las Fenicias": "El discurso injusto, enfermo en sí mismo, necesita de los sabios medicamentos" (Eurípides, Phoenissa, 471-472).

40.4. En efecto, se llama "sano" (1 Tm 6,3) al Verbo salvador, porque Él mismo es verdad, y lo sano permanece siempre inmortal; sin embargo, la separación de lo sano y de lo divino es impiedad y enfermedad mortal.

40.5. Ésos son lobos rapaces, disimulados con pieles de oveja (cf. Mt 7,15), que esclavizan a los hombres (cf. 1 Tm 1,10) y seducen con elocuencia a las almas; engañan secretamente, pero en realidad son ladrones desenmascarados (cf. Jn 10,8), que luchan para dominarnos engañosamente y a la fuerza, a nosotros, que somos sencillos, y, por así decirlo, indefensos.

Hay que valorar más las obras que las palabras

41.1. "Muchas veces un hombre por falta de elocuencia, aunque diga cosas justas, consigue menos que el que habla bien" (Eurípides, Fragmentos, 56). "Ahora con bocas desbordantes nos roban lo más verdadero, tanto que no parece lo que debería parecer" (Eurípides, Fragmentos, 439), dice la tragedia.

41.2. Así son los aficionados a la discusión, quienes o siguen una secta herética o practican también artísticas astucias dialécticas; son éstos los que tiran los hilos y no tejen nada, dice la Escritura (?), y que admiran el trabajo inútil, al que el Apóstol calificó de juego de azar y habilidad humana, apropiado "para la maquinación del error" (Ef 4,14).

41.3. "Porque, dice, hay muchos indisciplinados, charlatanes y embaucadores" (Tt 1,10). Por consiguiente no se ha dicho a todos: "Ustedes son la sal de la tierra" (Mt 5,13).

41.4. Hay algunos de los que escuchan a la Palabra que se parecen a los peces en los mares, los cuales, alimentados desde su nacimiento en agua salada, sin embargo, requieren también el condimento (de la sal).

41.5. Yo, por tanto, también acepto totalmente lo que dice la tragedia: "Oh niño, los discursos que han sido bien hilvanados pueden ser engañosos, y vencen la verdad por su elegante verborrea; pero la perfección mayor no reside en eso, sino en su naturaleza y rectitud. En verdad, es hábil (lit.: sabio) quien vence con su elocuencia, pero siempre estimo más las obras que las palabras" (Eurípides, Fragmentos, 206).

41.6. Nunca se debe aspirar a satisfacer a la muchedumbre. Nosotros no practicamos lo que le agrada; al contrario, lo que nosotros sabemos se encuentra lejos de sus gustos. Dice el Apóstol: "No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Ga 5,26).

Mantener la verdad, y juzgar de acuerdo a la realidad

42.1. Por eso, el mismo Platón, amante de la verdad, dice como inspirado por Dios: "Así, soy yo tal, que no me dejo persuadir por tal o cual discurso, sino sólo por aquel razonamiento que, una vez examinado, se manifieste como el mejor" (Platón, Critón, 46 B).

42.2. Con eso él acusa a los que creen por simples opiniones, sin reflexión ni ciencia, porque no es conveniente que los que se apartan de la razón recta y buena (o: sana) crean al que participa de la mentira. Apartarse de la verdad es malo; mantener la verdad y juzgar conforme a la realidad es bueno.

42.3. Aunque los hombres sólo son privados contra su voluntad de los bienes, también son despojados, o engañados, o embaucados, o coaccionados, y porque no han tenido fe. [Otra traducción: Ahora bien, cuando se trata de bienes, los hombres son privados contra su voluntad, pero son privados a pesar de todo, cuando han sido presa o del engaño o de la seducción o de la violencia, y que no han dado su asentimiento].

42.4. Quien voluntariamente ha dado su asentimiento, es evidente que es responsable de su propia ruina. Es víctima de engaño quien cambia de parecer por olvido, porque el tiempo se lleva a unos, el sofisma a otros, sin que se den cuenta. Con frecuencia hay violencia cuando la pena y el dolor o incluso el ardor de la discusión y la cólera hacen cambiar de parecer; y sobre todo, uno es víctima de seducción bien por el encanto del placer o por temor del miedo. Todos estos cambios son involuntarios, y la ciencia no recibirá jamás nada de ellos.



Capítulo IX: La necesidad del estudio

Dirigir todos los esfuerzos hacia la verdad

43.1. Algunos (= los gnósticos) que se creen de buenas condiciones estiman que es inútil dedicarse tanto a la filosofía como a la dialéctica, ni tampoco adquirir la ciencia natural, sino que se adhieren a la fe sola y simple (o: desnuda), como si pensaran que se puede empezar en seguida a recoger las uvas, sin haber tenido ningún cuidado de la viña.

43.2. La "viña" (Jn 15,1) designa alegóricamente al Señor, del que es necesario recoger su fruto después del cultivo y técnica de la agricultura conforme a la razón. Es necesario podar, cavar, injertar y hacer todo lo demás; se necesita, me parece, de la podadera, de la azada y de los otros instrumentos agrícolas para cultivar la viña, a fin de que nos proporcione el fruto comestible.

43.3. Lo mismo que en la agricultura, así también en la medicina está bien instruido el que posee los conocimientos más variados, para poder cuidar y curar mejor.

43.4. Así, digo también que está mejor instruido quien dirige todos sus esfuerzos a la verdad, recogiendo adecuadamente cuanto de útil tiene la geometría, la música, la gramática, y la misma filosofía, para mantener la fe libre de asechanzas. También es despreciado el atleta que, como se ha dicho anteriormente (cf. I,16,1 ?), no se prepara para la competición.

El Señor ha vencido la tentación de la ambigüedad

44.1. Al mismo tiempo, también alabamos al piloto que es gran experto y "vio ciudades de muchos hombres" (Homero, Odisea, I,3); y al médico que ha adquirido una gran experiencia. Por ella, algunos le llaman experto (o: empírico).

44.2. El que utiliza [todo] con miras a la vida recta y toma prestados argumentos tanto de los griegos como de los bárbaros, ése tal es un gran experto rastreador de la verdad, y es realmente de "gran utilidad" (Homero, Ilíada, I,331. 440; III,200. 216); a modo de piedra de toque (como es la de Lidia, por la que, según se cree, se distingue el oro verdadero del falso), ese [hombre] también es capaz de distinguir al "que sabe mucho" (Homero, Odisea, XV,459), de nuestro gnóstico; la sofística, de la filosofía; el arte de adornarse (la cosmética), de la gimnasia; el arte culinario, de la medicina; la retórica, de la dialéctica; y además de otras, en la filosofía bárbara: la herejía, de la verdad misma.

44.3. ¿Cómo no va ser necesario que quien desee tener consigo la fuerza de Dios pueda, detalladamente y de manera filosófica, explicar las cosas inteligibles? ¿Cómo no va a ser útil que sepa discernir los términos ambiguos y los homónimos que cambian de sentido en los [dos] Testamentos?

44.4. Mediante una ambigüedad, cuando fue tentado, el Señor argumenta al diablo (cf. Mt 4,4; Lc 4,1); y desde entonces no veo cómo el inventor de la filosofía y de la dialéctica, como algunos pretenden, se deje engañar y perder por el método de la ambigüedad.

La acción del Espíritu Santo

45.1. Los Profetas y los Apóstoles no conocieron ciertamente aquellas técnicas con las que se practica los ejercicios filosóficos; no obstante, también el pensamiento del Espíritu profético y didáctico, hablando en términos obscuros, puesto que no pertenece a todos la audición comprensiva (cf. 1 Co 8,7), reclama los métodos didácticos para hacerlo evidente.

45.2. Los Profetas y los discípulos del Espíritu conocieron claramente aquel pensamiento; porque el Espíritu habló desde la fe y no para [ser comprendido] fácilmente; y tampoco para ser conocido por quienes no han recibido instrucción alguna.

45.3. Dice [la Escritura]: "Se escribieron dos veces los mandamientos para tu voluntad y tu ciencia, a fin de que respondas palabras verdaderas a los que te pregunten" (Pr 22,20-21).

45.4. Ahora bien, ¿cuál es la ciencia (gnosis) de lo que hay que responder? Acaso sea también la del preguntar, o sea, la dialéctica misma.

45.5. Pero, ¿qué? ¿No es también el razonar una tarea, y el trabajar no nace de la razón? Sí, porque si no actuamos con la razón, trabajamos irracionalmente. La tarea razonable se realiza según Dios. [La Escritura] dice: "Y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), [o sea] sin el Verbo divino. O también, ¿no hizo todo el Señor mediante la Palabra? (cf. Gn 1,3 ss.).

45.6. También las bestias trabajan, pero obligadas por el temor de quien castiga. ¿Y acaso, en verdad, los llamados de opinión recta han de trabajar bien sin saber lo que hacen? (cf. Lc 23,34).

Capítulo X: Contra la sofística (tercer desarrollo)

Las Sagradas Escrituras: alimento esencial y diario

46.1. Por eso el Salvador, después de tomar el pan, primero habló y dio gracias (cf. Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19; 24,30; 1 Co 11,23-24). Luego, partiendo el pan, lo ofreció para que comiéramos espiritualmente, y, conociendo las Escrituras, nos condujéramos conforme a obediencia.

46.2. Al igual que quienes tienen una conversación vil y en nada se diferencian de los que realizan una mala obra (porque la calumnia es servidora de la espada, y la blasfemia produce tristeza, causando los trastornos de la vida: tales son los efectos del mal discurso), así también quienes producen una buena palabra colaboran con los que hacen buenas obras.

46.3. También la palabra (o: la actividad racional) regenera al alma y la orienta hacia una conducta intachable; pero dichoso quien se maneja bien en los dos campos (lit.: el ambidextro). El que tiene el don de las buenas obras no debe desacreditar al que es hábil en palabras, y quien tiene la capacidad de hablar bien no debe menospreciar a quien está acostumbrado a obrar bien; cada uno haga [aquello] para lo que ha nacido.

46.4. Así, lo que muestra la acción, lo explica la palabra, preparando así el camino del buen obrar y conduciendo a los oyentes a la práctica del bien. En efecto, hay una palabra salvadora, como hay una obra salvadora. La justicia, por tanto, no subsiste sin un pensamiento racional.

La verdadera sabiduría

47.1. De la misma forma que se elimina la posibilidad de recibir un beneficio, si quitamos la facultad de hacerlo, así también la obediencia y la fe desaparecen, si no recibimos al mismo tiempo tanto el precepto como el que explica el precepto.

47.2. Por eso, con la ayuda de unos y otros, nosotros somos ricos en palabras y obras; pero hay que rechazar completamente tanto el arte erístico como el sofístico, ya que las expresiones mismas de los sofistas no sólo engañan y sorprenden a muchos, sino que, en ocasiones, violentándolo han conseguido una victoria cadmea.

47.3. Lo más verdadero de todo es aquél salmo: "El justo vivirá hasta el fin, porque no verá la destrucción, sino que verá cómo mueren los sabios" (Sal 48,10). Y ¿a quiénes llama sabios? Escucha [el libro] de "La sabiduría de Jesús": "La sabiduría no es la ciencia del mal" (Si 19,22). Llama [sabiduría] a esa que han concebido la elocuencia y la dialéctica.

47.4. "Buscarás la sabiduría entre los malvados y no la encontrarás" (Pr 14,6). Y si de nuevo se preguntara: ¿Cuál es esa [sabiduría]? Te dirá: "La boca del justo destila sabiduría" (Pr 10,31). Por el contrario, el arte de la sofística es llamado sabiduría por homonimia con la verdad.



El arte de hablar mesuradamente

48.1. En cuanto a mí, pienso que me conviene una vida conforme al Verbo y comprender sus dictámenes, sin buscar jamás elegancias de lenguaje, contentarme sólo con dar a entender mi pensamiento. Porque lo que yo deseo exponer no me importa con qué expresión se designe. Sé bien que para salvarme y ayudar a salvarse a los que lo desean es lo mejor, y no el utilizar expresiones como bien adornadas.

48.2. Dice el Pitagórico en "El político" de Platón: "Si cuidas de no preocuparte en exceso de los nombres, te mostrarás como el más rico de inteligencia en la ancianidad" (Platón, Político, 261 E).

48.3. Y todavía encontrarás nuevamente en el "Teeteto": La habilidad en los nombres y expresiones y el no observar críticamente muchas cosas, no es indicio de ánimo vil; incluso lo contrario sería servilismo, aunque alguna vez es necesario" (Platón, Teeteto, 184 C).

48.4. Eso mismo es lo que dice la Escritura con gran concisión: "No te extiendas en palabras" (Jb 11,3). En efecto, el estilo es como el vestido sobre el cuerpo, pero lo importante son las carnes y los nervios. No conviene cuidar más del vestido que de la salud del cuerpo (cf. Mt 6,25; Lc 12,22-23).

48.5. Cuando se ha elegido la verdadera vida debe mantener no sólo una conducta sencilla, sino también un lenguaje modesto, ajeno a las superfluas minuciosidades, si de verdad rehusamos la vida confortable, por ser engañosa y funesta, a ejemplo de los antiguos espartanos que prescribían el perfume y la púrpura, porque pensaban y declaraban, con razón, engañosos los vestidos teñidos y los ungüentos. Tampoco es buena comida la que contiene más especias que alimentos nutritivos; ni el ejercicio elegante de la palabra vale más cuando divierte a los oyentes que cuando les es de alguna utilidad.

48.6. Pitágoras aconseja que es mejor gustar de las Musas que de las Sirenas (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras, 39), y enseña a practicar la sabiduría sin placer, rechazando por completo como engañoso el encantamiento. Para navegar pasando frente a las Sirenas bastó tan solo uno (= Ulises; cf. Homero, Odisea, XII,142-200), y para responder a la Esfinge también uno (= Edipo) solo fue suficiente, aunque, si están de acuerdo, ni siquiera uno (o: ninguno valía nada).

La moderación del lenguaje

49.1. No es, por lo tanto, conveniente "ensanchar las filacterias" (Mt 23,5) cuando se desea vanagloria; al gnóstico le basta un solo oyente.

49.2. Podemos escuchar lo que escribe Píndaro de Boecia: "No abras para todos el archivo de la antigua palabra, los caminos del silencio son los más seguros; la mejor palabra puede convertirse en espada de combate" (Píndaro, Fragmentos, 180).

49.3. El bienaventurado Apóstol con razón nos recomienda vivamente: "No discutan sobre palabras, lo cual para nada sirve, sino para perdición de los oyentes; y evita las profanas vacías charlas. Conducen, en efecto, a una mayor impiedad, y su palabra se extenderá como una gangrena" (2 Tm 2,14. 16-17).

Capítulo XI: Contra la sofística (continuación). Saber usar y superar la filosofía

La fe de los cristianos se apoya en el poder de Dios

50.1. Así, entonces, "la sabiduría del mundo es necedad ante Dios" (1 Co 3,19), y por ello "el Señor conoce los razonamientos de los sabios que son vanos" (1 Co 3,20). Nadie se vanaglorie de sobresalir en inteligencia humana.

50.2. En Jeremías está muy bien escrito: "No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni se gloríe el fuerte en su fortaleza, ni se gloríe el rico en su riqueza, sino que el que se gloría gloríese de esto: comprender y conocer que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia sobre la tierra, porque en eso está, mi voluntad, dice el Señor" (Jr 9,22-23).

50.3. "Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos, dice el Apóstol, quien nos libró de tan grande muerte (2 Co 1,9-10), para que nuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios" (1 Co 2,5). Porque el [hombre] espiritual todo lo juzga, pero él mismo no es juzgado por nadie" (1 Co 2,15).

50.4. Entiende, por tanto, lo que afirma: "Esto les digo, para que nadie los engañe con lenguaje persuasivo" (Col 2,4), ni se deslice "el saqueador" (Col 2,8).

50.5. Y de nuevo: "Miren que nadie entre ustedes les esté robando mediante la filosofía y el vacío engaño de todo tipo, conforme a la tradición de los hombres, según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).

50.6. En verdad, denigra no a toda filosofía, sino a la epicúrea, de la que también Pablo hace mención en los "Hechos de los Apóstoles" (Hch 17,18), desacreditándola, porque niega la Providencia y diviniza el placer, y también a cualquiera otra que estime en gran medida las cosas visibles (o: los elementos) sin anteponer la causa creadora que está por encima de esas cosas, ni da a conocer al Demiurgo.

Los cristianos deben ser intrépidos y sabios

51.1. Pero también los estoicos, de los que se hace igualmente mención, dicen que Dios, siendo cuerpo, va y viene a través de la materia más deleznable; no está bien.

51.2. Por eso [el Apóstol] llama "tradición humana" (Col 2,8) a ese malabarismo intelectual (o. charlatanería dialéctica). De ahí que ordene lo siguiente: "Huye de las indagaciones juveniles" (2 Tm 2,22). En verdad, tales discusiones son propias de muchachos. Dice el filósofo Platón: "La virtud no es cosa de niños" (texto desconocido).

51.3. Conforme (dice) Gorgias de Leontino, "nuestro combate requiere dos virtudes: audacia y sabiduría. La audacia para enfrentar el peligro, sabiduría para descifrar el enigma. Porque la palabra, como la proclamación en Olimpia, llama al que quiere, pero premia al que puede (o: al que es capaz)" (Gorgias, Fragmentos, 82 B 8).

51.4. Efectivamente, el Verbo no quiere que el creyente sea inerte (lit: inmóvil) frente a la verdad, ni que sea perezoso. Así dice: "Busquen y hallarán" (Mt 7,7; Lc 11,9), pero limita a la búsqueda al descubrimiento, rechazando la charlatanería vacía, admitiendo la contemplación (theorían) que robustece nuestra fe.

51.5. "Digo esto para que nadie los engañe con sofismas" (Col 2,4), afirma el Apóstol; para que los que han sido instruidos disciernan lo que les dicen para engañarles y estén preparados frente a los ataques.

"La economía concerniente al Salvador"

52.1. "Ahora bien, como han recibido al Señor Cristo Jesús, anden en Él, arraigados y fundados en Él, consolidados en la fe" (Col 2,6-7); la persuasión es la consolidación de la fe. "Miren que nadie los engañe" (Col 2,8), respecto de la fe en Cristo, "mediante la filosofía y el vacío engaño" (Col 2,8), que niega la Providencia, "según la tradición humana" (Col 2,8)

52.2. Según la tradición divina, la Providencia se mantiene en pie y se consolida por la filosofía, y quitada ésta la economía concerniente al Salvador parece un mito, al ser nosotros gobernados "según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).

52.3. La enseñanza que sigue a Cristo reconoce como Dios (lit.: mira como divino) al Creador (Demiurgo), ve la Providencia hasta en los detalles, sabe que la naturaleza de los elementos es creada y cambiante, enseña a dirigirnos hacia la poderosa semejanza con Dios, y a aceptar la economía [salvífica] como principio hegemónico de toda educación.

52.4. Hay quienes adoran a los elementos: Diógenes al aire, Tales al agua, Ippasso al fuego, y aquellos que sitúan los principios fundamentales en los átomos, ocultándose bajo el nombre de la filosofía, ciertos hombrecillos ateos y amigos del placer (= los epicúreos).

Aprender a examinarlo todo

53.1. [El Apóstol] dice: "Por eso suplico que el amor de ustedes crezca más y más en el conocimiento y en toda percepción, para que sepáis discernir qué es lo mejor" (Flp 1,9-10). El mismo Apóstol afirma: "Cuando éramos niños, vivíamos en servidumbre bajo los elementos del mundo (Ga 4,3). Pero el niño, aun cuando sea heredero, no difiere en nada del siervo hasta el tiempo prefijado por el Padre" (Ga 4,1. 2).

53.2. Ahora bien, los filósofos son niños, a menos que se hagan hombres por (obra de) Cristo. Porque "el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre" (Ga 4,30; cf Gn 21,10), sin embargo es linaje de Abraham, aunque no según la promesa, y recibió como don su propio patrimonio.

53.3. "Pero el alimento sólido es de los perfectos, de los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir tanto del bien como del mal (Hb 5,14). Porque todo el que se alimenta de leche (es) inexperto en la palabra de justicia" (Hb 5,13); siendo todavía niño, no conoce la Palabra, por la que cree y obra, sin poder siquiera darse explicación de sí mismo.

53.4. "Examínenlo todo, dice el Apóstol, y quédense con lo bueno" (1 Ts 5,21), refiriéndose a los [hombres] espirituales, que examinan todo, y si se ajusta lo que se les dice a la verdad o realmente se aparta de la verdad.

La verdad, no la palabra, es poderosa

54.1. "Una educación sin reprensiones se equivoca (Pr 10,17), porque los golpes y las reprensiones confieren una educación de sabiduría" (Pr 29,15); las reprensiones (se hacen) sin duda por amor. "Porque el corazón recto busca el conocimiento (Pr 15,14), y quien busca a Dios hallará conocimiento con justicia, y quienes le han hallado con rectitud encuentran la paz" (cf. Pr 16,8).

54.2. Dice [el Apóstol]: "Y conoceré, no la palabrería de los que se hinchan, sino [su] poder" (1 Co 4,19); escribe para fustigar a quienes parecen sabios y creen ser sabios, pero en realidad no lo son.

54.3. "Porque el reino de Dios no está en la palabra" (1 Co 4,20), no sólo en la que no es verdadera, sino tampoco en la que parece que persuade, "sino en el poder" (1 Co 4,20), se dice; efectivamente, sólo la verdad es poderosa.

54.4. Y nuevamente: "Si alguno piensa saber algo, todavía no sabe como conviene saber" (1 Co 8,2); porque la verdad nunca es una opinión, sino que la conjetura del conocimiento "infla" (1 Co 8,1) y se llena de vanidad; por el contrario, "la caridad edifica" (1 Co 8,1), porque no se alimenta de la opinión, sino de la verdad. De ahí que se diga: Si uno ama [a Dios], ése es conocido [por Él]" (1 Co 8,3).



Capítulo XII: Saber usar y superar la filosofía (continuación)

La grandeza del Verbo debe ser proclamada a los bien dispuestos

55.1. Puesto que la tradición no es cosa vulgar y pública, al menos para darse cuenta de la grandeza del Verbo, es preciso ocultar "la sabiduría proclamada en el misterio" (1 Co 2,7), que enseñó el Hijo de Dios.

55.2. También el profeta Isaías purificó la lengua con el fuego, para poder explicar la visión (cf. Is 6,1-7); y no solamente la lengua, sino también los oídos debemos purificar nosotros, si pretendemos al menos ser partícipes de la verdad.

55.3. Estas cosas se me presentaban como obstáculo para escribir; incluso ahora todavía tengo reparos, como dice [la Escritura], "en arrojar las perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con las patas y, volviéndose, los despedacen" (Mt 7,6).

55.4. Porque en verdad es peligroso decir palabras puras y luminosas acerca de la verdadera luz ante oyentes semejantes a los puercos e "ignorantes; porque no hay relatos más ridículos para el vulgo que ésos, a la vez que no hay nada más maravilloso y más inspirado para los bien dispuestos" (Seudo Platón, Epístolas, II,314).

Para proclamar el mensaje cristiano hace falta un buen agricultor

56.1. "El hombre psíquico no recibe lo que [viene] del Espíritu de Dios, porque para él es una locura" (1 Co 2,14). "En cambio, los sabios no dejan salir de la boca lo que se habla en el consejo" (Pr 24,7).

56.2. Con todo, dice el Señor: "Lo que oyen al oído, proclámenlo sobre los tejados" (Mt 10,27), exhortando a recibir las tradiciones ocultas de la verdadera gnosis, interpretándolas de forma elevada y excelente, y, como las escuchamos al oído, así también las hemos de transmitir a quien se deba; pero no las hemos de publicar a todos sin más, explicando lo que a ellos se les ha dicho en parábolas.

56.3. Pero, en realidad, la exposición sumaria de estas notas contiene la verdad de una manera desparramada y dispersa, como las semillas, de modo que no estén al alcance de los que las picotean, como los cuervos. Pero si tienen la suerte de encontrar un buen agricultor, cada grano germinará y mostrará el trigo.

Capítulo XIII: Saber usar y superar la filosofía (conclusión)

La verdad dispersa en las filosofías griega y bárbara

57.1. Ahora bien, la verdad es una -la mentira, en cambio, posee mil desvíos-; al igual que las Bacantes, que desgarraron los miembros de Penteo, así también las escuelas (o: sectas) filosóficas, la bárbara como la griega, recibieron una parte cada una, aunque se gloríen de [poseer] toda la verdad. Y es que, me parece a mí, todo se ilumina con la salida de la luz.

57.2. En efecto, se puede demostrar que todos juntos, griegos y bárbaros, en cuanto que aspiran a la verdad, han participado del Verbo verdadero, unos más, otros menos, según el caso.

57.3. La eternidad contiene en sí misma y en un instante el pasado, el presente y el futuro; sin embargo, la verdad es más capaz de reunir sus propias semillas que la eternidad, aunque hayan caído en tierra extranjera.

57.4. En efecto, encontraríamos numerosísimas opiniones en las escuelas (o: sectas) -aquellas que no están enteramente embotadas ni tienen amputado el orden natural, por haber despedazado al Verbo, como lo hace el harén con el pobre hombre-, aunque parezca que son diferentes por otras cosas, sin embargo confiesan pertenecer a la misma familia y tener toda la verdad. Forman un único todo como miembro, como parte, como especie, o como género.

57.5. De igual manera, la cuerda más alta [de la lira] se opone a la más baja, pero de ambas resulta una única armonía musical; y como el número par es diferente del impar, y sin embargo ambos se combinan en la aritmética; lo mismo que han sido concebidos en la geometría el círculo, el triángulo, el cuadrado y el resto de las diferentes figuras. También en el universo las partes todas, aunque difieran unas de otras, conservan entre sí una relación respecto al todo.

57.6. Así también, tanto la filosofía bárbara como la griega constituyen un fragmento de la verdad eterna, no la del mito de Dioniso, sino la de la teología del eterno Verbo. Pero quien reúne de nuevo lo que se ha diseminado y reconstruye la unidad podrá contemplar con seguridad al Verbo en su perfección, a la Verdad.

El verdadero gnóstico

58.1. Está escrito en el Eclesiastés: "He acumulado sabiduría más que todos los que han existido antes que yo en Jerusalén; y mi corazón ha visto muchas cosas: sabiduría y gnosis, porque conoce las parábolas y la ciencia. Porque también eso es voluntad del Espíritu, puesto que en la abundancia de la sabiduría está la abundancia de la gnosis" (Qo 1,16-18).

58.2. Quien es versado en toda clase de sabiduría, ése será gnóstico con pleno derecho. También está escrito: "La ventaja de la gnosis (es que) la sabiduría da vida a quienes la poseen" (Qo 7,12).

58.3. Y nuevamente, para consolidar aún más lo dicho, está la cita siguiente: "Todo es accesible para los que comprenden (y "todo" se refiere a lo griego y a lo bárbaro, porque lo uno sin lo otro no es "todo"), y recto para los que quieren adquirir un conocimiento superior (o: la intuición espiritual).

58.4. Prefieran la educación y no la plata, y la gnosis al oro acrisolado; prefieran también el conocimiento (o: la intuición espiritual) al oro puro; porque la sabiduría vale más que las piedras preciosas, y todo lo valioso no puede compararse con ella" (Pr 8,9-11).

Capítulo XIV: Los siete sabios

La prehistoria de la filosofía

59.1. Dicen los griegos que, después de Orfeo, Lino y los más antiguos poetas, los primeros en ser admirados por su sabiduría fueron los llamados Siete Sabios; de los cuales cuatro eran oriundos de Asia: Tales de Mileto, Bías de Priene, Pitaco de Mitilene y Cleóbulo de Lindos (Rodas); otros dos eran de Europa: Solón de Atenas y Quilón de Esparta; unos afirman que el séptimo era Periandro de Corinto;

59.2. según otros fue Anacarsis el Escita; o también Epiménides de Creta -a quien se le conoce también como el profeta griego-, y que menciona el Apóstol Pablo en la "Carta a Tito", diciendo: "Dijo uno de ellos, su propio profeta: "Los cretenses siempre mentirosos, malas bestias y glotones ociosos"; este testimonio es verdadero" (Tt 1,12-13).

59.3. ¿Ven cómo atribuye también alguna parte de verdad a los profetas griegos y no se avergüenza de escoger-para edificación y para reprensión- algunos poemas de los griegos?

59.4. Cuando habla a los Corintios, porque el (anterior) ejemplo no es el único, sobre la resurrección de los muertos emplea un (verso) yámbico de la tragedia [griega], diciendo: "¿Qué hay de provecho para mi? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos (cf. Is 22,13). No se engañen: las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Co 15,32-33).

59.5. Algunos incluyeron a Acusilao de Argos entre los siete sabios; otros a Ferécides de Siros. Platón incluye a Misón de Chenas en lugar de Periandro (cf. Platón, Protágoras, 343 A), indigno de la sabiduría por haber sido un tirano.

"No es posible conocer las partes sin conocer la esencia del todo"

60.1. Un poco más adelante (libro I, cap. 21) mostraré cómo los sabios de Grecia son en verdad un poco posteriores a la época de Moisés. Vamos ahora a examinar el estilo de su filosofía, (que es) enigmática, como la hebrea.

60.2. Estos [filósofos] buscaban la concisión, propia para exhortar, la más útil. También Platón dice que ese estilo nació hace mucho tiempo, gracias al esfuerzo de todos los griegos, especialmente de los espartanos (lit.: lacedemonios) y de los cretenses, que tenían muy buenas leyes (cf. Platón, Las Leyes, I,641 E).

60.3. Algunos atribuyen a Quilón (el dicho) "conócete a ti mismo"; en cambio, Cameleón, en su "Tratado sobre los dioses", (lo atribuye) a Tales, y Aristóteles a la Pitia.

60.4. (Esa máxima) pretende ser una exhortación a alcanzar la gnosis. En efecto, no es posible conocer las partes sin la esencia del todo; por ello es necesario ocuparse del origen del mundo, mediante el cual será posible comprender la naturaleza del hombre.



"Sucesión de filósofos"

61.1. También a Quilón de Lacedemonia refieren (el dicho) "nada en demasía"; pero Estratón, en el Tratado sobre los inventos, atribuye el apotegma a Sodamos de Tegea; Dídimo lo atribuye a Solón, al igual que a Cleóbulo la expresión "la medida es lo mejor" (cf. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos, I,6,4)

61.2. Y el [proverbio] "sal fiador y te arruinarás", según Cleomenes en su "Hesíodo", dice que fue enunciado por Homero bajo esta forma: "Las garantías de los miserables son malas para ser recibidas como tales" (Homero, Odisea, VIII,351). Según Aristóteles, algunos piensan que el dicho es de Quilón; en cambio Dídimo afirma que el consejo es de Tales.

61.3. También los que siguen: "Todos los hombres son malos", o: "La mayoría de los hombres son malos" (porque el apotegma es enunciado de esas dos maneras), unos dicen que son de Bías, conforme a la opinión de Sotades de Bizancio, y "todo lo consigue el trabajo", quiere atribuirlo de Periandro, e igualmente establece la recomendación de Pitaco: "Aprovecha la ocasión".

61.4. De otra parte, Solón legisló a los atenienses y Pitaco a los de Mitilene. Sólo mucho tiempo después Pitágoras, el amigo de Perecidas, se designó a sí mismo primer filósofo.

Las tres escuelas filosóficas

62.1. Además de los hombres que hemos mencionado, hubo tres escuelas filosóficas, denominadas según las regiones en que residieron: la itálica, que es la de Pitágoras; la jónica, de Tales y la eleática, de Jenófanes.

62.2. Pitágoras, hijo de Menexarco, era de Samos, como dice Hipoboto; sin embargo, Aristoxeno (o: Aristógenes), en la "Vida de Pitágoras", Aristarco (o: Aristóteles?) y Teopompo afirman que [Pitágoras] era tirreno, pero según Neantes de Siria o de Tiro; de modo que Pitágoras era, según la mayoría, de ascendencia bárbara.

62.3. Pero también Tales, como refieren Leandro y Heródoto, era fenicio; o como otros sugieren (o: suponen), era milesio.

62.4. El mismo Tales parece que fue el único que se encontró con los profetas egipcios; pero no se le atribuye ningún maestro, como Ferecides de Siria, de quien fue discípulo Pitágoras.

Sócrates, Platón, Aristóteles. El Liceo y la Academia

63.1. No obstante, la filosofía pitagórica o itálica, permaneció hasta el final en el Metaponto de Italia.

63.2. Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, sucede a Tales, y a éste le sucede Anaxímenes de Mileto, hijo de Euristrato, y más tarde Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo. Precisamente éste trasladó la escuela desde Jonia hasta Atenas.

63.3. A éste le sucede Arquelao, de quien fue discípulo (u: oyente) Sócrates. "Después de ésos llegó el pulidor de piedras, el que habla sin cesar de las leyes, el oráculo (lit.: encantador, el que fascina) de los griegos", afirma Timón en "Los Silos" (Sillois), por haber pasado de los temas físicos a los morales.

63.4. Antístenes, siendo discípulo de Sócrates, se hizo (filósofo) cínico; en tanto que Platón se retiró a la Academia.

63.5. Aristóteles, después de estudiar filosofía al lado de Platón, se pasó al Liceo y fundó la escuela peripatética. A éste le sucede Teofrasto; a éste, Estratón; a éste, Licón; luego Critolao y más tarde Diodoro.

63.6. Espeusipo sucede a Platón; a ése, Jenócrates; a éste, Polemón. Polemón, a su vez, tuvo como discípulos a Grates y a Crantor, con quienes terminó la Antigua Academia nacida [bajo la dirección] de Platón. Crantor tuvo como discípulo a Arcesilao, bajo cuya dirección se fundó la Academia Media que duró hasta Hegesinos.

Las escuelas estoica y eleática

64.1. Después, a Hegesinos le sucede Carnéades y así los otros que siguen. Zenón de Citia, el fundador de la escuela estoica, es discípulo de Grates. A aquél le sucede Cleantes; a éste Crisipo y los posteriores.

64.2. Jenófanes de Colofón fue el fundador de la escuela eleática, del que Timeo dice que es contemporáneo de Hierón, tirano de Sicilia y del poeta Epicarmo; no obstante, Apolodoro afirma que [Jenófanes] nació en la Olimpiada cuarenta, y vivió hasta los tiempos de Darío y de Ciro.

64.3. Jenófanes tuvo como discípulo a Parménides y éste a Zenón, después a Leucipo y más tarde a Demócrito.

64.4. Discípulos de Demócrito son Protágoras de Abdera y Metrodoro de Quíos; y continúa: Diógenes de Esmirna, Anaxarco, Pirrón y Nausifanes. Hay quienes afirman que éste tuvo como discípulo a Epicuro.

64.5. Ésta es, en resumen, la serie de los filósofos griegos. Hemos ahora de exponer seguidamente la cronología de los iniciadores de la filosofía, para demostrar, por comparación de fechas, que la filosofía de los hebreos es anterior en muchas generaciones.

Indicaciones cronológicas

65.1. Ya se ha mencionado (cf. I,64,2) que Jenófanes fue el iniciador de la filosofía eleática, pero Eudemo en su "Historia Astrológica", dice que Tales predijo el eclipse de sol que tuvo lugar durante el día que duró la batalla entre Medos y Lidios (= 28 de mayo de 585 antes de Cristo), siendo rey de los Medos Ciaxares, padre de Astiages, y de los Lidios, Aliate, padre de Creso. Heródoto, en el libro primero [de "Las Musas"] coincide con Eudemo. Esta época tuvo lugar alrededor de la Olimpiada cincuenta.

65.2. Pitágoras se encuentra en el reinado del tirano Polícrates hacia la Olimpiada sesenta y dos (= 529-526 antes de Cristo).

65.3. Solón es nombrado maestro de Menesífilo, condiscípulo de Temístocles. Así, entonces, Solón estuvo en plena actividad en la Olimpiada cuarenta y seis (= 596-593 antes de Cristo).

65.4. Heráclito, hijo de Blisón, convenció al tirano Melancomas para que abdicara. Y él mismo desestimó la llamada del rey Darío, que lo invitaba a ir a Persia.


Capítulo XV: El origen bárbaro de la filosofía griega


Los sabios y filósofos griegos eran de origen bárbaro

66.1. Éstos son los datos cronológicos de los sabios y filósofos más antiguos entre los griegos. ¿Es necesario añadir que la mayoría de ellos fueron de origen bárbaro y fueron educados por bárbaros, si Pitágoras era de Tirrene o de Tiro, Antístenes de Frigia y Orfeo de Odrisa o de Tracia? Homero es presentado por la mayoría como egipcio.

66.2. Tales era fenicio de raza, como se dice, y estuvo relacionado con los profetas egipcios; lo mismo que Pitágoras, quien se hizo circuncidar por ellos para poder acceder a los santuarios secretos y aprender la filosofía mística de los egipcios; y frecuentó igualmente a los Caldeos y a los Magos más distinguidos, y lo que nosotros llamamos hoy iglesia está prefigurado por su "sala común" (o: "asamblea común"; sala de conferencias pitagórica).

66.3. Tampoco Platón niega haber importado de los bárbaros lo mejor de su filosofía, y confiesa haber ido a Egipto. En el "Fedón" afirma que el filósofo puede sacar provecho de todo, al escribir: "Grecia es grande, oh Cebes, dice aquel; en ella hay hombres muy buenos. Pero también es abundante la estirpe de los bárbaros" (Fedón, 78 A).

El testimonio de Platón

67.1. Así, Platón estima también que hay algunos filósofos entre los bárbaros, en tanto que Epicuro sostiene que sólo los griegos son capaces de filosofar.

67.2. Y en "El Banquete", elogiando a los bárbaros como los únicos que de verdad practicaron las leyes de forma eminente, Platón afirma: "También hay otros muchos [filósofos] en otras partes, tanto entre los griegos como entre los bárbaros, en honor de los cuales son muchos los templos que se han edificado por sus muchos hijos [espirituales]" (El Banquete, 209 D-E).

67.3. Es evidente que los bárbaros estimaron de manera extraordinaria a sus legisladores y maestros, llamándoles dioses.

67.4. Sostienen que las almas buenas, abandonando la región supracelestial, como piensa Platón, sufren el descenso a este nuestro Tártaro y asumen un cuerpo, y se hacen partícipes de toda clase de males y heridas de la raza humana; éstas [almas] establecieron las leyes y pregonaron la filosofía, "que es el mejor de todos los bienes que los dioses han enviado y jamás enviarán a la raza humana" (Platón, Timeo, 47 B).

Admiración de Platón por los filósofos bárbaros

68.1. Me parece que también comprenden el gran beneficio que les llega a través de los sabios, cuya filosofía es oficialmente estudiada por los Brahamanes todos, por los Odrisos y los Getos, y el pueblo egipcio hace teología precisamente de sus opiniones (o: han estudiado cuidadosamente sus libros), y también los Caldeos y los Árabes, denominados prósperos, al igual que la región Palestina, y la mayoría del pueblo Persa, y otros muchos miles de pueblos.

68.2 Es evidente que Platón admira continuamente a los bárbaros; recuerda cómo él mismo y Pitágoras han aprendido de los bárbaros las más numerosas y nobles de sus opiniones.

68.3. Por ello, al decir "pueblos bárbaros" (Platón, Fedro, 78 A) quiere decir pueblos de filósofos bárbaros; y así en el "Fedro" (274 E) nos muestra que el rey egipcio es más sabio que [el dios] Theuth, al que identifica con Hermes. Más aún, en el "Cármides" muestra que él conoce a determinados tracios, quienes afirman la inmortalidad del alma (PLatón, Cármides, 156 D).

Demócrito, discípulo de los sabios bárbaros

69.1. Se refiere que Pitágoras fue discípulo de Sonchidis (o: Sonchis), el primero de los profetas de los egipcios; Platón [fue discípulo] de Sechnufis (Sechnoýphis) de Heliópolis, y Eudoxo de Gnido (Knídio) [fue discípulo] de Jenófanes (Kovoýphidi), también egipcio.

69.2. En el "Diálogo sobre el alma", ... (¿hay una laguna en el texto?) Platón muestra de nuevo que conoce la profecía, ya que admite un profeta que da a conocer el dicho de Laques sobre la suerte de las almas y la predicción del futuro (cf. PLatón, República, X, 617 D).

69.3. También en el "Timeo" presenta al sapientísimo Solón aprendiendo del bárbaro. He aquí lo que dice: "¡Oh Solón, Solón! Ustedes los griegos siempre son niños; ningún griego es anciano, porque no tienen doctrina encanecida por el tiempo" (Platón, Timeo, 22 B).

69.4. Demócrito se apropió de las enseñanzas morales de los mismos babilonios. Se dice, en efecto, que habiendo descifrado la estela de Ahikar (o: Aquicar), la agregó a sus propios escritos y la presentó como suya escribiendo: "Esto dice Demócrito".

69.5. En verdad, sobre él mismo y vanagloriándose de su erudición, dice en alguna parte: "De entre mis contemporáneos yo he sido el que ha recorrido más tierra, el que ha investigado las cosas más remotas, el que ha conocido más climas y continentes, el que ha escuchado a los hombres más elocuentes, y nadie me ha superado en la composición de figuras [geométricas] acompañadas de demostraciones, ni los llamados "arpedonáptos" (= agrimensores; lit.: los ajustadores de cuerdas) de Egipto, con quienes yo he vivido en total cinco años como vecino en tierra extranjera" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 299).

69.6. Efectivamente, visitó Babilonia, Persia, Egipto y fue discípulo de los Magos y de los sacerdotes. Pitágoras mismo emuló a Zoroastro, el mago persa, y los defensores de la secta de Pródico se glorían de poseer libros secretos de aquel hombre.

Otros testimonios de la influencia de la sabiduría de los bárbaros sobre los griegos

70.1. Alejandro, en (su libro) acerca de los "Símbolos Pitagóricos", relata que Pitágoras fue discípulo de Zaratos el asirio -algunos le identifican a éste con Ezequiel, pero no es así, como luego demostraré-, y pretende que Pitágoras haya aprendido también de los Gálatas y de los Brahamanes.

70.2. Clearco el peripatético dice que conoció a un judío, que frecuentó a Aristóteles.

70.3. Heráclito, por su parte, dice que lo futuro se manifiesta a la Sibila no humanamente, sino merced a Dios. Así, dice él, en Delfos, junto a la sala del Consejo, se puede ver una piedra sobre la que, se dice, se sentó la primera Sibila, después de haber salido del Helicón y de ser alimentada por las Musas. Otros, sin embargo, afirman que vino del [monte] Manlio y era hija de Lamia, a su vez hija de Poseidón.

70.4. Sarapión dice en su poema que la Sibila no deja de profetizar incluso después de muerta, porque lo que de ella se esfumó por los aires después de su muerte andaba todavía vaticinando con señales y presagios; y de su cuerpo, descompuesto en la tierra, crece una hierba, como es natural, y escribe que cuantos animales, allegados sin duda a aquel lugar, la comen, también predicen con exactitud la indicación del futuro a los hombres por medio de las entrañas; y supone que el alma de la Sibila es el rostro que aparece en la luna.



Los maestros de la filosofía bárbara

71.1. Esto, acerca de la Sibila. Por su parte, Numa, el rey de los romanos, que era pitagórico, aprendiendo en Moisés prohibió a los romanos construir imágenes de Dios con figura humana o forma de animales. Así, en los ciento setenta primeros años, cuando [los romanos] construyeron templos no hicieron ninguna imagen esculpida ni pintada.

71.2. También Numa les hizo comprender, veladamente, que no es posible alcanzar el bien sumo si no es únicamente por el espíritu.

71.3. Así, la filosofía, bien de gran utilidad, fue honrada desde antiguo entre los bárbaros iluminando a las naciones; más tarde llegó también a los griegos.

71.4. La expusieron públicamente los profetas de Egipto, los caldeos de Asiria, los druidas de Galia, los samaneos de Bactriana, los filósofos celtas, los Magos de Persia -quienes con su ciencia preanunciaron el nacimiento del Salvador, siendo guiados por una estrella en su caminar hacia el país de Judea (cf. Mt 2,1-6)-, los gimnosofistas de India, y otros filósofos bárbaros.

71.5. Y éstos [últimos] son de dos categorías: los llamados sarmanes y los brahmanes. Los sarmanes, denominados habitantes de los bosques (u: hombres de madera), no viven en ciudades ni tienen casas, sino que se visten con cortezas de árboles, se alimentan con frutos silvestres y beben el agua con las manos; no se casan ni tienen hijos, al igual que los ahora llamados encratitas.

71.6. Entre todos los habitantes de India hay quienes obedecen las prescripciones de Buda. A éste le honran como dios por su excepcional dignidad.

Antigüedad del pueblo judío y de sus escritos

72.1. También Anacarsis, que era de Escitia, era considerado diferente de la mayoría de filósofos griegos.

72.2. Igualmente Helánico refiere que más allá de los montes Rípeos (o: Ripos; o: Rifeos) viven los Hiperbóreos, que se enseñan entre sí justicia y no comen carne, sino que se alimentan de los frutos de los árboles. A los sexagenarios los conducen fuera de las puertas de la ciudad y los hacen desaparecer.

72.3. Entre los germanos existen también las llamadas mujeres sagradas, quienes, observando los remolinos de los ríos, los torbellinos y rumores de las corrientes, conjeturan y predicen el futuro. Ésas son las que no permitieron a sus guerreros librar la batalla contra César antes que saliera la luna nueva.

72.4. Con mucho, el pueblo más antiguo de todos esos es el judío, y su filosofía escrita es anterior a la filosofía griega, lo demuestran ampliamente el pitagórico Filón y además el peripatético Aristóbulo, y otros muchos; no me detengo a nombrarlos.

72.5. Con toda claridad Megástenes, contemporáneo de Seleuco Nicator, en el tercer [libro] sobre "Los índicos" escribe: "Realmente todo lo manifestado acerca de la naturaleza por los ancianos [de Grecia], también fue dicho por los filósofos de fuera de Grecia; en efecto, o por los Brahamanes de la India, o por los llamados judíos en Siria" (Megástenes, Fragmentos, 715 F 3).

Heracles y Quirón

73.1. Algunos afirman, un tanto fantásticamente, que los primeros sabios nacieron entre los llamados Dáctilos Ideos, a quienes se atribuye el descubrimiento de las letras llamadas efesias y de los ritmos musicales. Por este motivo, entre los músicos existe el ritmo llamado dáctilo (lit.: los dactilos han recibido la denominación entre los músicos). Ahora bien, los Dáctilos Ideos eran frigios bárbaros.

73.2. Herodoro cuenta que Heracles (= Hércules), siendo adivino y físico, heredó de Atlante, bárbaro frigio, las columnas del universo; pero la leyenda pretende decir que también aprendió la ciencia de las cosas celestiales.

73.3. Hermipo de Berito llama sabio al centauro Quirón, de quien dice el que escribió la "Titanomaquia", que fue el primero que "condujo el linaje de los mortales hacia la justicia enseñándoles juramentos, sacrificios sagrados y constelaciones del Olimpo" (Titanomaquia, 6).

73.4. Junto a éste [centauro] fue educado Aquiles, el que luchó en Troya; Hipo, la hija del centauro, desposada con Eolo, le enseñó la contemplación de la naturaleza, la ciencia de su padre.

73.5. También Eurípides atestigua sobre Hipo de la siguiente manera: "Ella fue la primera que vaticinó las decisiones divinas mediante claros oráculos conforme a las salidas de los astros" (Eurípides, Fragmentos, 482).

73.6. Este Eolo hospedó a Ulises después de la conquista de Troya. Presten atención a estos datos, para comparar la época de Moisés con aquella otra de la filosofía más antigua, contemporánea suya.

Capítulo XVI: Origen bárbaro de las invenciones

Invenciones de los pueblos bárbaros

74.1. Los bárbaros no sólo son los descubridores de la filosofía, sino también de casi todas las artes.

74.2. Fueron los egipcios los primeros que descubrieron la astronomía (lit.: astrología) a los hombres, al igual que los caldeos. También fueron los egipcios los primeros que enseñaron a encender lámparas, dividieron el año en doce meses, prohibieron unirse con mujeres en lugares sagrados y prescribieron que no entraran en los templos antes de purificarse quienes venían de (la relación) con una mujer; además, fueron los inventores de la geometría.

74.3. Algunos afirman que fueron los carios quienes idearon el arte de pronosticar el futuro mediante los astros.

74.4. Los frigios, por su parte, fueron los primeros que tuvieron en cuenta los vuelos de las aves; los etruscos, vecinos de Italia, perfeccionaron la ciencia de los sacrificios.

74.5. Isáuricos y árabes practicaron la ciencia de la adivinación (o: de los augurios), al igual que ciertamente los telmesios la mántica (o: adivinación) por medio de los sueños.

74.6. Los tirrenos inventaron con mucho esfuerzo la trompeta, y los frigios la flauta. En efecto, Olimpo y Marsias eran frigios.

Más invenciones de los pueblos bárbaros

75.1. Cadmo, el que inventó a los griegos su alfabeto, era fenicio, según dice Éforo; de ahí que Heródoto escribe que las letras se siguen llamando fenicias. Hay quienes afirman que los primeros en conocer (o: inventar) el alfabeto fueron los fenicios y los sirios.

75.2. La medicina dicen que la inventó, antes de la llegada de Io a Egipto, Apis, egipcio autóctono, y después la desarrolló Asclepio.

75.3. Atlante el libio fue el primero que construyó una nave y navegó en el mar.

75.4. Quelmis y Damnameneo, Dáctilos Ideos, fueron los primeros que descubrieron el hierro en Chipre; mientras Délas, otro Ideo, aunque según Hesíodo era escita, inventó la aleación (o: amalgama) del bronce.

75.5. Sin duda alguna, los tracios fueron los primeros en descubrir la llamada "harpe" -un cuchillo curvo-, y los primeros que utilizaron escudos ligeros sobre los caballos.

75.6. De semejante manera también los ilíricos son los primeros en idear el llamado "parma" (= escudo liviano).

75.7. También se dice que los toscanos inventaron el arte de modelar; Itano (que era sainita) fue el primero que fabricó un escudo grande.

75.8. El fenicio Cadmo inventó el tallado de las piedras (litotomía) y descubrió las minas de oro junto al monte Pangeo.

75.9. También otro pueblo, los capadocios, fueron los primeros en descubrir la llamada "nabla" (instrumento de cuerdas), lo mismo que los asirios el "dicorde" (de dos cuerdas).

75.10. Los cartagineses fueron los primeros en construir la "tetreme" (nave de cuatro órdenes de remos), y fue Bósporo, un autóctono, quien la construyó.

Contribuciones de los pueblos bárbaros al desarrollo de la música

76.1. Medea de Cólquida, hija de Eetes, es la primera que inventó la tintura de los cabellos.

76.2. Los Nóropes (pueblo de Peonía que ahora se llama Nórico) fueron los primeros que trabajaron el bronce y obtuvieron hierro puro.

76.3. Ámico, rey de los bébrices, fue el primero en descubrir las correas de los púgiles.

76.4. Respecto a la música, Olimpo el misio practicó la armonía lidia. Los llamados trogloditas descubrieron la sambuca, instrumento musical.

76.5. Se dice también que Sátiro el frigio inventó la flauta traversa (lit.: siringa oblicua); de la misma manera Agnis, también frigio, (inventó) un "tricorde" (= instrumento de tres cuerdas) y la armonía diatónica.

76.6. Igualmente Olimpo el frigio (ideó) los acordes (lit: la percusión de las cuerdas), al igual que Marsias, de la misma región que los precedentes, [inventó] la armonía frigia, la medio-frigia y medio-lidia; y Tamiris, el tracio, inventó la [armonía] dórica.

76.7. Hemos oído que los persas fueron los primeros que fabricaron un carro, una cama y un escabel; y los sidonios aparejaron la nave trirreme.

76.8. Los sicilianos, cerca de Italia, fueron los primeros en inventar la "phorminx" (= lira o pequeña arpa), no muy distinta de la cítara, y también las castañuelas.

76.9. Se dice que los vestidos de lino muy fino fueron descubiertos bajo Semirámis, rey de los egipcios.

76.10. Helánico dice que Atosa, reina de los persas, fue la primera que redactó cartas.



Las fuentes de las noticias sobre las invenciones de los pueblos bárbaros

77.1. Han conservado (lit.: historiado) estas noticias Escamón de Mitilene, Teofrasto de Eresos, Cídipo de Mantinea, y también Antifanes, Aristodemo, Aristóteles, Filostéfano y Estratón el peripatético en los [libros] "Sobre las Invenciones".

77.2. He citado unos pocos ejemplos a fin de establecer la natural capacidad de los bárbaros para las invenciones útiles para la vida; de ellos se han beneficiado los griegos en sus actividades.

77.3. Si después de todo eso alguien calumniara a la lengua bárbara, dice Anacarsis: "Para mí todos los griegos hablan la lengua de los escitas" (Epístola, 1).

77.4. Él mismo, admirado por los griegos, dijo: "Mi vestido es una capa; mi alimento, leche y queso" (Anacarsis, Epístola, 5). Vean que la filosofía bárbara muestra obras, no palabras.

La enseñanza del lenguaje y la escritura

78.1. El Apóstol dice: "Así también ustedes, si mediante la lengua no profieren un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que dicen? Serían como los que hablan al aire. Tantas clases de lenguas como hay en el mundo, y no hay ninguna privada de sentido. Pero si no conociera el poder de la voz, sería un bárbaro para el que habla, y éste, un bárbaro para mí" (1 Co 14,9-11). Y también: "El que hable en [otra] lengua, ore para poder interpretar" (1 Co 4,13).

78.2. Ahora bien, la enseñanza del lenguaje pasó bastante tarde a los griegos, y también la escritura.

78.3. Alcmeón de Crotona, hijo de Perítho, es el primero en componer un tratado de física (o: sobre la naturaleza).

78.4. Algunos refieren que Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo, fue el primero en publicar un libro escrito.

78.5. El primero que puso melodía a poemas y musicalizó los modos lacedemonios (o: espartanos) fue Terpandro de Antisa; y Laso de Hermíone descubrió el ditirambo; Estesícoro de Himera [ideó] el himno; el lacedomonio Alcmán, la danza; Anacreonte de Teos, las eróticas; Píndaro de Tebas, el canto rítmico (o: la pantomima); y Timoteo de Mileto fue el primero que hizo cantar melodías a coro y con la cítara.

Los distintos procedimientos literarios

79.1. Arquíloco de Paros ideó el verso yámbico; Hiponacte el efesio, el coliambo (lit.: yambo cojo); Tespis de Atenas, la tragedia; Susarión de Icaria, la comedia.

79.2. Los discípulos de los gramáticos transmiten la cronología de esos [autores], pero sería muy largo examinarla, habiendo sido presentada por Dioniso mismo, en honor del cual tienen lugar los espectáculos dionisíacos, y que es posterior a Moisés, como se demostrará poco después (cf. I,105,1).

79.3. También dicen que Antifón de Ramnunte, hijo de Sófilo, inventó los discursos de la diatriba y los procedimientos (o: las características) de la retórica; y fue el primero, según dice Diodoro, que escribió por dinero un discurso judicial; por su parte, Apolodoro de Cumas fue el primero que utilizó el término de gramático frente al de crítico; otros afirman que fue Eratóstenes de Cirene, después de publicar por él mismo dos libros "Sobre gramática". Sin embargo, el primero en ser llamado gramático, tal como ahora lo entendemos, fue Praxífanes de Mileto, hijo de Dionisofanes.

79.4. Se refiere que Zaleuco de Locros fue el primero que impartió leyes; otros en cambio, afirman que fue Minos, hijo de Zeus, en tiempos de Linceo.

79.5. Este mismo [Linceo] nació después de Dánao en la undécima generación después de Ínaco y Moisés, como lo demostraremos un poco más adelante (cf. I,106,1-3).

79.6. Licurgo, que nace bastante después de la conquista de Troya, legisló para los espartanos ciento cincuenta años antes de las Olimpíadas. Anteriormente ya hemos hablado de la cronología de Solón (cf. I,65,3).

La filosofía griega es imperfecta, pero no mala

80.1. Se sabe que Dracón, también legislador, nació alrededor de la trigésimo novena Olimpiada.

80.2. Antíloco, que se ocupó de "Los hombres sabios", calcula en total cerca de trescientos doce años desde la época de Pitágoras hasta la muerte de Epicuro... [bajo el arcontado de Pitarato] (texto no seguro, ya que hay una laguna en el original), que tuvo lugar en el décimo día del mes Gamelión (= 25 de enero).

80.3. Se dice también que el hexámetro, verso heroico, lo descubrió Fanotea (o: Panopea), mujer de Ícaro (o: Icario); pero otros dicen que fue Temis, una de las hijas de los Titanes.

80.4. Dídimo, en el [tratado] "Sobre la filosofía pitagórica", refiere que Teano de Crotona fue la primera mujer que filosofó y escribió poemas.

80.5. La filosofía griega, como (dicen) algunos, de alguna manera ha alcanzado la verdad por aproximación (o: por conjetura), pero oscuramente y no íntegramente; otros afirman que recibe su impulso del demonio. Hay quienes sugieren que toda filosofía está inspirada por unas fuerzas inferiores (o: subordinadas).

80.6. Pero aunque la filosofía griega no llegue a alcanzar la verdad en su totalidad, y, además, no posea en sí misma fuerza para cumplir los mandatos del Señor, al menos prepara el camino para la enseñanza verdaderamente más regia, porque de un modo u otro hace prudente [al hombre], modela el carácter, y predispone a quien cree en la Providencia para la recepción de la verdad.

Capítulo XVII: Origen e importancia de la filosofía

La filosofía es válida como preparación a la fe

81.1. Sin embargo, dicen, que está escrito: "Todos los anteriores a la venida del Señor son ladrones y bandidos" (Jn 10,8). Pero si por ese "todos" del que se habla se entiende a todos (los hombres) que han precedido a la Encarnación del Verbo, parece muy genérico.

81.2. Porque los Profetas, enviados e inspirados por el Señor, no son ladrones sino servidores.

81.3. Así dice la Escritura: "La sabiduría mandó a sus servidores a pregonar desde lo alto la invitación para beber de la copa de vino" (Pr 9,3).

81.4. La filosofía no fue enviada por el Señor, sino que llegó -dicen- mediante robo o regalo de un ladrón, un poder o un ángel que aprendiendo alguna verdad e incapaz de permanecer con ella, debió de inspirarla o la enseñó furtivamente, aunque no a espaldas del Señor, quien conoce las finalidades de las cosas que van a suceder antes de la fundación del mundo y la existencia de todas las cosas; tan sólo que no fue impedido.

81.5. En efecto, en otro tiempo el robo hecho para los hombres tenía alguna utilidad, no porque el ladrón mirase nuestro provecho, sino porque la Providencia dirigió el resultado de esa audaz acción para [nuestra] utilidad.

Contra los gnósticos valentinianos y marcionitas

82.1. Sé que muchos se enfrentan (o: se encarnizan) continuamente con nosotros, y afirman que el que no impide [un hecho] es causa [de él]. En efecto, dicen que es causa de robo el que no vigila (o: toma precauciones) y el que no impide [al ladrón]; como [es causa] del incendio el que no apaga el fuego que se inicia, y del naufragio el piloto que no pliega la vela.

82.2. Por eso la ley los castiga en tanto que responsables. Puesto que al que puede impedir esas cosas, por ello mismo también es tenido como responsable de lo sucedido.

82.3. A nuestros adversarios les decimos que la causa hay que referirla al hacer, actuar y realizar; pero no impedirla, en cuanto tal, es inoperante.

82.4. Además, la causa mira a la realización, como el armador a la construcción del barco y el albañil a la edificación de la casa; al contrario, quien no impide, está fuera del hecho.

82.5. Es preciso, entonces, concluir que el que puede impedir, no actúa ni impide. Y ¿cómo interfiere en la acción el que no pone impedimento?

82.6. El mismo razonamiento les impulsa al absurdo, porque harán responsable de la herida, no a la flecha, sino al escudo que no ha impedido a la flecha penetrar. Así, no acusarán al ladrón, sino al que no ha impedido el robo.

Quien no es capaz de impedir, no es responsable

83.1. Y también dirán que Héctor no incendió los barcos griegos, sino Aquiles, porque pudiendo impedírselo a Héctor, no lo hizo. No obstante, Aquiles a causa de su cólera -porque estaba en él encolerizarse o no- no apagó el fuego, y por eso es corresponsable (cf. Homero, Ilíada, XV,716-731 y XVI,122-128)

83.2. El diablo, dueño de sí y capaz de robar o no, es él mismo responsable del robo, no el Señor que no lo impidió. Además, la dádiva no era perjudicial, como para requerir el impedimento [divino].

83.3. Si es necesario ser exacto respecto a los adversarios, han de saber que quien no es capaz de impedir, como hemos dicho que sucede en el robo, no es en absoluto responsable, sino que propiamente sólo el que puede impedir está ligado a la inculpación de la causa.

83.4. En efecto, quien protege a otro con su escudo es causa de que su protegido no resulte herido, puesto que le impide ser herido; también para Sócrates, el demonio era causa, no porque no le impidiera, sino porque le desviaba, aunque no le estimulara activamente.

83.5. Ni las alabanzas ni las injurias, ni los honores ni los castigos son justos, cuando el alma no tiene la libertad de elegir o rechazar (lit.: impulsión - repulsión), puesto que la maldad es involuntaria.

Los ladrones y los salteadores son los seudo-profetas

84.1. Por lo cual, el que impide es responsable, pero el que no impide juzga rectamente de la elección del alma; así, entonces, Dios no es responsable en lo más mínimo de nuestra maldad.

84.2. Puesto que la libre elección y el deseo son el origen de los pecados, y que algunas veces nos domina una opinión totalmente equivocada, de la que, por ignorancia y falta de conocimiento, nos ocupamos poco de alejarnos, [Dios] tendría razón en castigarnos,

84.3. la fiebre es involuntaria, pero cuando uno la contrae por sí mismo, por su intemperancia, lo culpamos a él; lo mismo sucede cuando el mal es involuntario.

84.4. Nadie elige el mal en cuanto mal, sino atraído por el placer envolvente, que se supone que es un bien, y se juzga como algo que hay que tener.

84.5. Siendo así esto, depende de nosotros el librarnos de la ignorancia, de la elección de cualidad inferior pero agradable, y sobre todo no admitir las imágenes engañosas.

84.6. El diablo es llamado "ladrón y bandido" (Jn 10,8) porque mezcló los seudo-profetas entre los profetas, como cizaña entre el trigo (cf. Mt 13,25).

84.7. Por eso, "todos los que han venido antes del Señor son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), no se refiere a todos los hombres en absoluto, sino a todos los falsos profetas y a todos aquellos que no han sido legítimamente enviados por Él (= el Señor).



La multiforme sabiduría de Dios

85.1. También los seudo-profetas tenían algo robado: el nombre de profetas, porque eran profetas, pero no del Señor, sino del Mentiroso (= el diablo).

85.2. El Señor dice: "Ustedes vienen de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no habita en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44).

85.3. No obstante, los falsos profetas decían algunas verdades en las mentiras, y realmente profetizaban mediante éxtasis, como servidores del Apóstata.

85.4. También "el Pastor, el ángel de la conversión" (Hermas, Visión, 25,7) dice a Hermas acerca del seudo-pro-feta: "El dice algunas palabras verdaderas; ya que el diablo le llena de su propio espíritu, por si puede hacer pedazos a alguno de los justos" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, 11,3).

85.5. Todas las cosas están ordenadas desde lo alto hacia el bien, "para que la multiforme sabiduría de Dios sea conocida por medio de la Iglesia, según el designio eterno que se ha realizado en Cristo" (Ef 3,10-11).

85.6. Y nada resiste a Dios y nada se opone a Él, que es Señor y todopoderoso.

La obra de la sabiduría de Dios

86.1. Mas aún, hasta los designios y facultades de quienes han apostatado, aunque sean pequeños accidentes particulares, provienen de una mala disposición, como las enfermedades del cuerpo; pero están orientados por la Providencia universal hacia un fin saludable, incluso aunque se trate de una causa enferma.

86.2. Lo grande de la divina providencia es impedir que la maldad, nacida de una apostasía voluntaria, quede inaprovechada e inútil, o que resulte totalmente perjudicial.

86.3. Es obra de la sabiduría divina, de la virtud y del poder no sólo hacer el bien -puesto que eso es propio de la naturaleza misma de Dios, por decirlo así, como calentar del fuego, e iluminar del fuego-, sino principalmente mediante los males ideados por algunos, realizar algún fin bueno y útil, y aprovechar útilmente lo que parece malo, y hacer de la prueba un testimonio.

Existe una base natural para el conocimiento de Dios

87.1. También hay en la filosofía, robada como por un Prometeo, un pequeño fuego que puede dar luz, si lo atizamos convenientemente, un vestigio de sabiduría, un movimiento hacia Dios.

87.2. En este sentido pueden ser llamados "ladrones y salteadores" (Jn 10,8) los filósofos griegos que, antes de la venida del Señor, se apoderaron de parte de la verdad de los profetas hebreos, no con un conocimiento perfecto, sino apropiándoselas como doctrinas propias; y algunos, por ignorancia, la han alterado y sofisticado desatinadamente; en fin, otros afirman que la han descubierto ellos mismos, puesto que han sido dotados de "un espíritu de inteligencia" (Ex 28,3).

87.3. También Aristóteles está de acuerdo con la Escritura al llamar a la sofística el arte de robar sabiduría, como hemos recordado anteriormente (cf. I,39,2).

87.4. En efecto, el Apóstol dice: "No hablamos en el lenguaje que enseña la sabiduría humana, sino en el que enseña el Espíritu" (1 Co 2,13).

87.5. Igualmente se dice acerca de los Profetas: "De su plenitud todos nosotros hemos recibido" (Jn 1,16), es decir, de Cristo. Por eso los Profetas no son ladrones.

87.6. Y también dice el Señor: "Mi enseñanza no es mía, sino del Padre que me envió" (Jn 7,16). Y acerca de los ladrones afirma: "El que habla de sí mismo, busca su propia gloria" (Jn 7,18).

87.7. Por eso los griegos son "egoístas y jactanciosos" (2 Tm 3,2). Llamándoles sabios, la Escritura no ataca a los que son realmente sabios, sino a los que aparentan ser sabios.

Capítulo XVIII: Origen e importancia de la filosofía (continuación)

La venida del Salvador ha forjado creyentes

88.1. También se dice: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la inteligencia de los inteligentes" (1 Co 1,19; cf. Is 29,14). Y el Apóstol añade: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de este mundo?" (1 Co 1,20). Así distingue por oposición a los escribas de los sabios (lit.: investigadores) de este mundo, (es decir) a los filósofos gentiles.

88.2. "¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo?" (1 Co 1,20). Así también indicó que era necia (cf. 1 Co 1,20), y no verdadera, como ellos se imaginaban.

88.3. Y si buscan la causa de su aparente sabiduría, responderá: "Por la dureza de su corazón" (Ef 4,18). "Porque en la sabiduría de Dios, es decir, la que fue anunciada por los profetas, el mundo no le conoció mediante la sabiduría (divina), de la que hablan los profetas, y Dios decidió salvar a los creyentes por la predicación de la locura" (1 Co 1,21), la que tienen como insensatez los griegos.

88.4. "Porque los judíos, dice, piden señales para creer, los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22), es decir los razonamientos llamados coercitivos y los silogismos;"pero nosotros predicamos a Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos", puesto que conociendo la profecía no creen en su cumplimiento, "locura para los griegos" (1 Co 1,23),

88.5. ya que los aparentemente sabios consideran mítico que el Hijo de Dios hable a través de un hombre, que Dios tenga un Hijo y que además ese [Hijo] haya sufrido. De ahí que su prejuicio les impide creer.

88.6. Por tanto, la venida del Salvador no ha hecho locos, duros de corazón e infieles, sino comprensivos, dóciles, y, además, creyentes (o: fieles).

88.7. Pero los que no han querido obedecer a la llamada, separándose de los que han respondido voluntariamente a la misma, son necios, infieles (o: incrédulos) e insensatos (o: locos).

88.8. "Pero para los llamados, sean judíos o griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).

Cristo vino a salvar a toda la humanidad

89.1. Entonces, ¿sería mejor interpretar la expresión "no hizo Dios necia la sabiduría del mundo" (1 Co 1,20) en el sentido de que no la hizo necia, para que no parezca que Dios es la causa de la dureza del corazón de aquellos, al hacer necia la sabiduría? Por el contrario, puesto que son realmente sabios, se hacen responsables en mayor medida de no haber creído el anuncio. Porque es voluntaria tanto la elección coma el rechazo de la verdad.

89.2. También la frase "destruiré la sabiduría de los sabios" (1 Co 1,19) dice que la sobreiluminaba con el contraste de la menospreciada y desestimada filosofía bárbara, al modo que la antorcha sobreiluminada por el sol se dice que perece al no desarrollar igual energía.

89.3. Todos los hombres han sido llamados, aunque reciben el nombre de "llamados" (cf. 1 Co 1,24) únicamente aquellos que han querido obedecer. Porque no hay "injusticia en Dios" (Rm 9,14). Por eso, quienes han creído, de uno u otro origen, son "pueblo elegido" (Tt 2,14).

89.4. Y en los "Hechos de los Apóstoles" se encuentra esta expresión: "Los que recibieron su palabra fueron bautizados" (Hch 2,41); pero los que no se dejaron persuadir, es evidente que ellos mismos se apartaron.

El Dios de los cristianos es bueno

90.1. La profecía dice a ésos: "Si ustedes quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra", demostrando completamente que tanto la elección como el rechazo están en nuestras manos. El Apóstol llamó "sabiduría de Dios" (1 Co 1,24-25) a la enseñanza conforme al Señor, para mostrar que la verdadera filosofía nos es transmitida mediante el Hijo.

90.2. Pero quien se tiene por sabio también tiene algunas recomendaciones exigidas por el Apóstol: "Revestir el hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad. Por lo cual, abandonando la mentira, hablen la verdad; no den entrada al diablo. El que roba, que no robe más, antes bien esfuércese trabajando (en) lo bueno" (Ef 4,24-28).

90.3. Pero trabajar es esforzarse en la búsqueda de la verdad, a fin de que, juntamente con la beneficencia espiritual (logike), "tengan para compartir con el que está necesitado" (Ef 428), tanto de la abundancia mundana como de sabiduría divina.

90.4. Es que quiere que la Palabra sea enseñada y que el dinero, cuidadosamente verificado, sea depositado en los banqueros para que produzca [sus] intereses.

90.5. Por eso añade: "No salga de su boca palabra perniciosa" (Ef 4,29); la palabra perniciosa es la [proveniente] de la presunción, "sino alguna [palabra] buena para edificación del necesitado, a fin de comunicar la gracia a los oyentes" (Ef 4,29). La palabra de un Dios bueno es necesariamente buena. Y ¿cómo no va a ser bueno Aquél que salva?

Capítulo XIX: Origen e importancia de la filosofía (continuación)

Dios Creador

91.1. Un testimonio más de que los griegos insinuaron algunas verdades se puede averiguar por lo siguiente. En los "Hechos de los Apóstoles" se constata que Pablo dijo a los areopagitas: "Veo que son muy religiosos.

91.2. En efecto, al pasar y observar sus monumentos sagrados he hallado un altar en el que está escrito: "Al Dios desconocido". Ciertamente a ése que sin conocerle veneran, es el que yo les anuncio.

91.3. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése que es el Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano humana, ni es servido por mano de hombres, como si necesitase de algo, Él que da a todos vida, aliento y todas las cosas.

91.4. Él hizo de un solo [hombre] todo el linaje humano, para poblar toda la superficie de la tierra; Él definió los tiempos determinados y fijó los confines de las tierras por ellos habitadas, para que busquen a Dios, para que aún a tientas lo encuentren, ya que no está lejos de cada uno de nosotros; porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, como algunos de sus poetas han dicho: "Porque somos linaje suyo"" (Hch 17,22-28; cf. Arato de Soles, Los Fenómenos, 5).

91.5. Por ello está claro que, utilizando ejemplos poéticos [sacados] de "Los Fenómenos", de Arato, el [Apóstol] aprueba lo bien dicho por los griegos, y ha dado a entender que con "el Dios desconocido" ha sido honrado por los griegos mediante una perífrasis el Dios creador, cuyo reconocimiento es necesario recibir y aprender a través del Hijo.



El conocimiento del Padre mediante el Hijo

92.1. "Por eso te enviaré a los gentiles, dice, para que les abras los ojos, se vuelvan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, reciban el perdón de los pecados y la herencia con los santificados por la fe en mí" (Hch 26,17-18).

92.2. Ahora bien, [la frase] "los ojos de los ciegos que se abren" significa el reconocimiento del Padre a través del Hijo; así se comprende la perífrasis griega; y el "volverse del poder de Satanás" significa apartarse del pecado, por el cual nació la esclavitud.

92.3. Con todo, no aceptamos sin más cualquier filosofía, sino sólo aquella de la que Sócrates, según Platón, dice: "En efecto, como afirman los iniciados en los misterios, son muchos los portadores de tirso, pero pocos los bacantes" (Platón, Fedón, 69 C), dando a entender que son muchos los llamados, pero pocos los elegidos (cf. Mt 22,14; 20,16).

92.4. Y añade expresamente: "Aquellos [bacantes] no son otros, en mi opinión, que los que han practicado correctamente la filosofía. Por eso, yo, al menos conforme a mis posibilidades, no he abandonado nada a lo largo de la vida, sino que me he esforzado por todos los medios en acercarme [a alguno de ellos]. Pero si nos hemos esforzado bien y hemos conseguido algún provecho, lo sabremos claramente cuando vayamos allá dentro de poco, si Dios quiere" (Platón, Fedón, 69 C-D).

La erudición no es sinónimo de poseer inteligencia

93.1. ¿No te parece que la revelación de la esperanza del justo para después de la muerte proviene de la fe en las Escrituras hebreas? Así, en el "Demódoco", si realmente lo escribió Platón, dice: "No, filosofar no debe de ser pasarse la vida inclinado sobre libros de artes prácticas ni acumulando erudición, sino un algo muy diferente, porque eso yo al menos lo creería una injuria" (Seudo Platón, Amatores, 137 B).

93.2. Sabía, pienso yo, que "la erudición no enseña a tener inteligencia" según Heráclito (Fragmentos, 22 B 40).

93.3. En el quinto [libro] de "La República" afirma: "¿Tendremos por filósofos a todos esos aficionados y a otros de semejante actividad y también a los (que se dedican a) las artes mediocres? De ninguna manera, sino parecidos a filósofos. -Pero ¿a cuáles, replicó, llamas tú verdaderos?- A los aficionados a contemplar la verdad, dije yo" (República, V,475 D-E).

93.4. En efecto, la filosofía no se encuentra en la geometría, que implica postulados e hipótesis; ni en la música, que se basa en conjeturas; ni en la astronomía, que está repleta de razonamientos que fluyen y de imágenes físicas; en cambio, [la filosofía] es la ciencia del bien en sí mismo y de la verdad; aquellas otras [ciencias] son distintas del Bien, y tan sólo son caminos de acceso al Bien.

93.5. Por eso, ni él mismo (= Sócrates) afirma que el ciclo educativo contribuya a la posesión plena del Bien, sino que contribuye a estimular y a ejercitar el alma en la práctica intelectual.

Nuestro conocimiento de Dios es imperfecto

94.1. Por consiguiente, bien se diga que los griegos profesaron accidentalmente algo de la verdadera filosofía, ese accidentalmente es economía divina (o: plan divino) -puesto que no se querrá divinizar lo que acontece espontáneamente a nuestro gusto-; o bien [se diga que] por coincidencia, esa coincidencia no es impremeditada (o: improvidencial).

94.2. Por otra parte, si se dijera que los griegos tuvieron alguna razón natural, sabemos que uno es el Creador de la naturaleza, lo mismo que ya hemos definido (cf. I,34,4) como natural la justicia; o si [se dijera] que tienen mente común (o: sentido común), entonces deberíamos examinar quién es el padre de ese sentido, y el de la justicia que actúa en "la distribución del sentido" (Platón, Leyes, IV,714 A).

94.3. Y si uno hablara de predicción y se atribuye telepatía, está mencionando formas de profecía. Hay quienes pretenden que esas cosas se den en los filósofos por reflejo de la verdad.

94.4. Respecto a eso, el divino Apóstol, refiriéndose a nosotros mismos, escribe: "Al presente vemos como por un espejo" (1 Co 13,12); en cuanto que nos conocemos a nosotros mismos según ese reflejo, y porque contemplamos, cuanto es posible, la causa creadora a partir del elemento divino que hay en nosotros.

94.5. Así, se dice: "Has visto a tu hermano, has visto a tu Dios" (cf. Gn 33,10; Ex 4,16; Mt 25,40; 1 Jn 4,20-21).

94.6. Pienso que ahora es nuestro Salvador el designado como Dios; pero después de habernos despojado de la carne [le veremos] "cara a cara" (1 Co 13,12); y entonces, cuando el corazón sea puro (cf. Mt 5,8), podremos definirle y comprenderle.

94.7. Los filósofos griegos más críticos veían a Dios por reflejo y transparencia. Tales son, a causa de nuestra debilidad, las representaciones de la verdad: como un reflejo sobre el agua, o como una imagen que se observa a través de cuerpos transparentes y diáfanos.

La Sagrada Escritura es severa con los herejes

95.1. También Salomón dice bellamente: "El que siembra justicia recogerá fe. Pero quienes siembran sus propias riquezas las multiplican" (Pr 11,21. 24). Y de nuevo: "Cuida de lo que reverdece en el campo y cortarás hierba, y recoge el pasto oportunamente para tener corderos que te vistan" (Pr 27,25-26).

95.2. Ves que también de la protección y guarda exterior hay que tener cuidado. "Conocerás exactamente la vida de tu rebaño" (Pr 27,23).

95.3. "Cuando los gentiles, no teniendo Ley, realizan por naturaleza lo que ordena la Ley, ellos mismos, no teniendo Ley, son para sí mismos Ley" (Rm 2,14; cf. 2,26), según el Apóstol, tanto antes de la Ley como antes de la venida [del Señor].

95.4. El Verbo, al comparar a los que provienen de la filosofía con los que llamamos herejes, dice muy claramente: "Mejor es amigo cercano que hermano lejano" (Pr 27,10). "Quien se lanza sobre las mentiras, apacienta vientos y persigue a las aves que vuelan" (Pr 9,12).

95.5. Pienso que el Verbo no alude con ello a la filosofía, aunque en muchos casos la filosofía se ocupe de lo que es probable y trate de convencer; sino que fustiga a las herejías.

95.6. Por eso añade: "Abandonó los caminos de su propia viña y se perdió por los senderos de su propia tierra" (Pr 9,12). Esas son las [herejías], que han abandonado la Iglesia desde el principio.

95.7. Por eso, quien cae en la herejía "atraviesa un desierto sin agua" (cf. Jr 2,6), porque realmente ha dejado de lado al verdadero Dios; vacío de Dios, busca agua donde no la hay, y "llegando a una tierra deshabitada y árida (cf. Jr 2,6), recoge en sus manos la esterilidad" (Pr 9,12).

Hay que apartarse de las herejías

96.1. "Y a los que carecen de sentido les exhortó diciendo" (Pr 9,16), dice la sabiduría, aludiendo a los herejes: "Tomen alegremente los panes ocultos y el dulce agua robada" (Pr 9,17), poniendo de manifiesto que la Escritura señala pan y agua no en razón de otros, sino de los herejes que utilizan el pan y el agua en la oblación contrariamente a la norma de la Iglesia. Porque hay quienes celebran la Eucaristía con agua sola.

96.2. "Pero apártate, no permanezcas en su lugar" (Pr 9,18). Llamó "lugar" homónimamente a la Sinagoga, no a la Iglesia.

96.3. A continuación añade: "De esa manera atravesarás el agua extranjera" (Pr 9,18), considerando el bautismo de los herejes como agua ajena, falsa;

96.4. y "atravesarás el río extranjero" (Pr 9,18), el que lleva y arrastra al mar, al que es echado quien se deja arrancar de la solidez de la verdad, y se desliza de nuevo atropelladamente hacia las olas paganas y desordenadas de la vida.

Capítulo XX: Origen e importancia de la filosofía (conclusión)

Las causas múltiples

97.1. Al igual que son muchos los hombres que botan (o: arrastran) [en el agua] un barco, y no se dice que las causas sean múltiples, sino que es una única causa [compuesta] de muchos elementos -porque cada uno por sí mismo no constituye la causa para botar (o: arrastrar) la nave, si no es con la ayuda de los otros-, así también la filosofía contribuye a la comprensión de la verdad, puesto que constituye una búsqueda de la verdad, pero no es causa [única] de la comprensión, sino causa unida a otras y colaboradora. Pero, quizás también la concausa es causa.

97.2. Siendo una la felicidad, las causas que contribuyen son las múltiples virtudes que la favorecen; y de igual manera que el sol, el fuego, el baño y la vestimenta producen calor, así también la verdad es una, aunque sean muchas las cosas que cooperen a su búsqueda; pero se encuentra mediante el Hijo.

97.3. Según eso, veamos: la virtud es una sola en cuanto a capacidad, pero unas veces se llama prudencia cuando se manifiesta en determinadas obras; otras veces templanza, fortaleza o justicia.

97.4. Así también, aunque la verdad es una, en geometría la verdad es geométrica, en la música musical, y en la correcta filosofía bien puede ser la verdad griega. Pero una sola es la verdad soberana e inexpugnable, la que nos ha enseñado el Hijo de Dios.

La contribución de la filosofía a la búsqueda de la verdad

98.1. Nosotros decimos que una sola y la misma dracma es llamada pasaje, si es dada al propietario de una nave; impuesto, si es al recaudador; alquiler, si es para el arrendador; honorario, si es para el maestro; y fianza, si es para el vendedor. Cada virtud, como cada verdad, aunque nombrada de forma sinónima, son causa de solo el efecto que les corresponde a cada una de ellas.

98.2. Por la combinación de todas esas [virtudes] es como se produce la vida feliz -puesto que no seremos felices por la eficacia de los nombres-, sino que llamamos felicidad a la vida recta, y dichoso al que tiene el alma adornada de virtudes.

98.3. Sin duda, la filosofía contribuye, aunque sea a distancia, a la búsqueda de la verdad, esforzándose de múltiples maneras por estar unida estrechamente a la Verdad que nosotros reconocemos; ella coopera ciertamente con quien se ha propuesto el intento de alcanzar racionalmente (logikos) el conocimiento perfecto (gnoseos).

98.4. La verdad griega es diferente de la nuestra, aunque también sea designada con el mismo nombre; es distinta por la grandeza de la gnosis, por una demostración más auténtica, por su fuerza divina y por otras cosas parecidas. Porque nosotros, "enseñados por Dios" (1 Ts 4,9), somos instruidos realmente en las sagradas letras por el Hijo de Dios. En consecuencia, [los griegos] no estimulan (lit.: mueven) sus almas de igual manera [que nosotros], sino mediante una enseñanza diferente.



La filosofía es una preparación, no indispensable, para la fe

99.1. Pero es necesario que hagamos todavía una precisión en razón de los que critican: al decir que la filosofía es concausa (syaition: causa unida) y cooperadora (synergon: causa adyuvante) de la comprensión de lo verdadero, porque es investigación de la verdad, proclamamos que es una propedéutica para el gnóstico; y no estimamos como causa lo que sólo es concausa, ni lo que ayuda (causa adyuvante) como lo que comprende [dicho fin], ni a la filosofía como imprescindible para obtenerlo; ya que, casi todos sin haber recibido el ciclo pedagógico, sin filosofía griega, y algunos casi sin letras, estimulados por la filosofía divina y bárbara, hemos recibido -"por una fuerza (divina)" (1 Ts 1,5)- la enseñanza acerca de Dios mediante la fe, siendo educados por una Sabiduría que ha actuado directamente (en nosotros).

99.2. Lo que obra unido a otro, siendo incapaz de producir algo por sí mismo, le llamamos cooperador y concausa, en cuanto que es autor con la causa; es llamado autor porque se suma a la otra causa, al no ser capaz por sí solo de producir resultados conforme a la verdad.

99.3. Por sí misma la filosofía justificaba antaño a los griegos, aunque sin conducir a la justificación total -para la cual se manifiesta como una ayuda, lo mismo que el primer y segundo escalón para quien sube al piso superior, o como el maestro de gramática para el que ha de filosofar-; incluso su desaparición no acarrearía la ausencia completa de la razón o la privación de la verdad; puesto que también la vista, el oído y la voz colaboran a la verdad, pero el que la conoce propiamente es el espíritu.

99.4. En verdad, unos colaboradores aportan más y otros menos. Así, la claridad de estilo contribuye a la transmisión de la verdad, y la dialéctica [ayuda] a no caer en las asechanzas de la herejía.

"Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe"

100.1. La enseñanza del Salvador es perfecta y nada le falta, porque "es fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24); en cambio, la filosofía griega con su aporte no hace más sólida (o: fuerte; poderosa) la verdad; pero, haciendo impotente el ataque de la sofística e impidiendo las emboscadas insidiosas contra la verdad, se dice que es con propiedad empalizada y muro de la viña (cf. Mt 21,33 ss.; Mc 12,1 ss.; Is 5,1 ss.).

100.2. Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe. La propedéutica (= la filosofía griega) se asemeja a lo que se come con el pan y al postre: "La comida termina con una dulce golosina", según el tebano Píndaro (Fragmentos, 124 C).

100.3. La Escritura expresa claramente: "Más hábil será el hombre de bien que comprende, pero el sabio recibirá la gnosis" (Pr 21,11). Y el Señor dice: "El que habla de sí mismo busca su propia gloria, pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz y no hay en él injusticia" (Jn 7,18).

100.4. Por el contrario, comete una injusticia quien usurpa un bien de los bárbaros y se gloría de eso mismo como de algo propio, para aumentar su propia gloria y falsear la verdad. Ese tal es calificado "de ladrón" (Jn 10,8) por la Escritura. Se dice también: "Hijo, no seas mentiroso, porque la mentira conduce al robo" (Didaché, 3,5).

100.5. Pero de hecho el ladrón tiene verdaderamente lo que tiene por robo, sea oro, sea plata, sea palabra (o: razonamiento), sea doctrina. Lo robado es verdadero ciertamente, pero lo conocen sólo por aproximación, y por fuerza de los razonamientos lógicos. Una vez instruidos comprenderán con claridad meridiana.

Capítulo XXI: Cronologías

Cronología de Moisés

101.1. Hablaremos un poco más tarde (cf. V,89 ss.) acerca de las ideas que fueron sustraídas por los filósofos a los hebreos, pero antes, para proceder con orden, es necesario hablar de la cronología de Moisés, a fin de probar de manera irrefutable que la filosofía hebrea es la más antigua de todas las sabidurías.

101.2. Han tratado este asunto minuciosamente (o: críticamente) Taciano en (su libro) "Contra los griegos" (ns. 38-39), y Casiano en (el libro) primero de sus "Exegéticas" (o: "Explicaciones"). Empero mi desarrollo exige que también nosotros recorramos lo que se ha dicho en esta materia (cf. Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, X,12).

101.3. Apión el gramático, apodado el Plistónico (= el de más victorias), en el [libro] cuarto de la "Historia de los egipcios", y mal predispuesto respecto a los hebreos, como egipcio que era, por lo que también escribió un libro "Contra los judíos", hace mención de Amosis rey de los egipcios y de sus gestas, basándose en el testimonio de Ptolomeo Mendesio (o: Tolomeo de Mendes).

101.4. Sus palabras dicen así: "Amosis, contemporáneo de Ínaco el argeo, excavó el [lago] Avaris, como escribió Ptolomeo Mendesio en [su] "Cronología"". (Apión, Fragmentos, 1)

101.5. Ptolomeo mismo, que era sacerdote, expuso las gestas de los reyes de Egipto en tres libros completos, y dice que fue en tiempos de Amosis, rey de Egipto, cuando los judíos salieron de Egipto conducidos por Moisés; de ahí se deduce que Moisés estaba en plena actividad bajo el mandato de Ínaco.

Otras informaciones sobre la época de la salida de Moisés de Egipto

102.1. La tradición más antigua de los griegos es la de Argos (Argoliká); me refiero a la que comienza con Ínaco, según enseña en su "Crónica" (o: Cronología) Dionisio de Halicarnaso (Fragmentos, 251 F).

102.2. Posterior a ella en cuatro generaciones es la del Ática, desde Cécrope, el de dos naturalezas, autóctono, según afirma textualmente Taciano; y en nueve la de Arcadia desde Pelasgo, que también se dice autóctono.

102.3. La historia de Ftiótida, a partir de Deucalión, es dos generaciones más reciente. Desde Ínaco hasta la época de los troyanos se cuentan veinte o veintiuna generaciones completas, lo cual hace, por así decirlo, más de cuatrocientos años.

102.4. Y, si, según informa Ctesias, la historia de los asirios es mucho más antigua que la de los griegos, resultará que la salida de Moisés de Egipto -en tiempo del egipcio Amosis y del argeo Ínaco- tuvo lugar el año cuatrocientos dos del reino de los asirios, y el treinta dos de la dinastía de Beluco VIII.

102.5. En Grecia, bajo el dominio de Foroneo, sucesor de Ínaco, tuvo lugar el cataclismo de Ógigo y el reinado de Sicyón, con Egialeo I, luego Europe, más tarde Telquines (o: Telquín), y el de Cres en Creta.

102.6. Además, Acusilao afirma que Foroneo fue el primer hombre que nació; de ahí que el poeta de la "Foronides" (o: Forónida) diga que él es "el padre de los hombres mortales" (Fragmento anónimo, 1; ed. G. Kinkel, Epicorum graecorum fragmenta, Leipzig 1877).

Los griegos antiguos

103.1. Por ello Platón, en el "Timeo" (22 A), siguiendo a Acusilao, escribe: "Y una vez, habiendo decidido hablar sobre los viejos tiempos, comenzó a narrar los acontecimientos más antiguos de aquella ciudad de Foroneo, llamado el primer hombre, de Niobe, y del cataclismo que tuvo lugar después".

103.2. "En tiempos de Forbas vivió Acteón, de ahí que el Ática fuera llamada Actea, En tiempos de Triopas Prometeo [vivieron] Atlas, Epimeteo, el biforme Cécrope e Io. Bajo Crótopo tuvo lugar el incendio de Felón y el diluvio de Deucalión".

103.3. En tiempos de Stenelo tuvo lugar el reinado de Anfiction, la venida de Dánao al Peloponeso, y la fundación de Dardania por Dárdano, quien, -como afirma Homero (Ilíada, XX,215)- es el primero que engendró Zeus, el que amontona las nubes, y el rapto de Europa desde Fenicia a Creta".

103.4. "Bajo Linceo tuvo lugar el saqueo de Core, el establecimiento del santuario consagrado a Eleusis, la [invención de la] agricultura por Triptolemo, la venida de Cadmo a Tebas y el reinado de Minos".

103.5. "En tiempos de Preto tuvo lugar la guerra de Eumolpo contra los atenienses. En la época de Acrisio la travesía de Pélope desde Frigia, la llegada, de Ion a Atenas, [el reino] de Cécrope II, y las gestas de Perseo, Dioniso, Orfeo y Museo" (Taciano, Discurso contra los griegos, 39).

La conquista de Troya

104.1. Troya fue conquistada en el año dieciocho del reinado de Agamenón, en el año primero del reinado de Demofonte, hijo de Teseo, en Atenas, que tuvo lugar el doce del mes Thargélion, como dice Dionisio de Argos.

104.2. Pero conforme a Agias y Dercilo32, en el tercero [de sus libros], tuvo lugar el día octavo antes de acabarse el mes de Panemo (= noveno mes); según Helánico, el doce del mes Thargélion (= mayo, aproximadamente); y según algunos recopiladores del Ática, día octavo antes de acabar el mismo mes (= el 23), en el último año del reinado de Menesteo, con la luna llena. "La oscuridad ciertamente disminuyó, dice el poeta de la Pequeña Ilíada, y salió la luna resplandeciente" (Anónimo, Ilias parva, 12 B). Otros afirman que tuvo lugar el mismo día [veintitrés] del mes Scirophorión (junio).

104.3. Teseo, émulo de Heracles, es anterior en una generación a la guerra de Troya. En todo caso, Homero recuerda que Tlepólemo, hijo de Heracles, combatió contra Troya (cf. Homero, Ilíada, II,653-658).

La antigüedad de Moisés

105.1. Está, por tanto, demostrado que Moisés es anterior en seiscientos cuatro años a la apoteosis de Dioniso, si ésta tuvo lugar en el año trigésimo segundo del remado de Penteo, como afirma Apolodoro en las "Crónicas".

105.2. Desde Dioniso hasta Heracles y los héroes que acompañaron a Jasón en la nave de Argos se cuentan sesenta y tres años completos. Asclepio y los Dioscuros estaban con ellos, como testifica Apolonio de Rodas en los "Argonáuticas" (I,146-150).

105.3. Desde el reinado de Heracles en Argos hasta la apoteosis del mismo Heracles y de Asclepio se contabilizan treinta y ocho años, según el cronista Apolodoro.

105.4. De ahí hasta la apoteosis de Cástor y Pólux, otros cincuenta y tres años. Allí está muy próxima también la conquista de Troya.

105.5. Pero si se puede confiar en el poeta Hesíodo, escuchémosle: "Entonces Maya, hija de Atlante, dio a luz al ilustre Hermes, heraldo de los inmortales, habiéndose subido al sagrado lecho. Y Sémele, hija de Cadmo, dada al amor carnal, engendró un magnífico hijo, el muy alegre Dioniso" (Hesíodo, Teogonía, 938-941).



Más argumentos en favor de la antigüedad de Moisés

106.1. Cadmo, el padre de Sémele, llega a Tebas en tiempo de Linceo y es el inventor de las letras griegas; Triopas es contemporáneo de Isis, siete generaciones después de Inaco -Isis es llamada también Io, porque estuvo errante por toda la tierra- y se dice que era hija de Prometeo, conforme al [libro] de la "Colonización de los Egipcios" de Istros.

106.2. Prometeo, que vivió bajo Triopas, es posterior a Moisés en siete generaciones, de suerte que se demuestra también que Moisés tiene su apogeo antes de la creación de los hombres conocida por los griegos.

106.3. León, que trató sobre "Los dioses egipcios", dice que Isis es llamada Demeter entre los griegos, y que nace, en tiempos de Linceo, once generaciones después de Moisés.

106.4. Apis, rey de Argos, construye Menfis, como afirma Aristipo en el [libro] primero de "La Arcadia" (o: "Arcádicas"; Fragmentos, 317 F 1).

106.5. Aristeas de Argos dice que aquél fue llamado Sarapis y que es venerado por los egipcios.

106.6. Por su parte, Ninfodoro de Anfípolis, en el [libro] tercero sobre "Las costumbres de Asia", (afirma) que el toro Apis, muerto y embalsamado, fue depositado dentro de un ataúd en el templo de la divinidad que se adoraba [entonces], y que desde aquel momento fue llamado Soroapis, y más tarde Sarapis por una costumbre del país (o: de los indígenas). Ahora bien, Apis es el tercer sucesor de Ínaco.

Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos

107.1. También Leto nace bajo Titio, "porque éste maltrat (o: violentó) a Leto, gloriosa esposa de Zeus" (Homero, Odisea, VI,580); y Titio fue contemporáneo de Tántalo.

107.2. Por eso el beocio Píndaro escribe: "En ese tiempo nació Apolo" (Píndaro, Fragmentos, 33b), y nada tiene de extraño, puesto que lo encontramos sirviendo a Admeto juntamente con Heracles, "durante un año largo" (Plutarco, Moralia, 761 E).

107.3. Zeto y Anfión, inventores de la música, son de la época de Cadmo.

107.4. Y si alguien nos dijera que Femónoe fue la primera que vaticinó en Acrisis (o: Acrisio), conviene saber que veintisiete años después de Femónoe vinieron Orfeo, Museo y Lino, el maestro de Heracles.

107.5. Homero y Hesíodo son más jóvenes que los troyanos, tras los cuales todavía son más jóvenes los legisladores griegos: Licurgo, Solón y los Siete Sabios, juntamente con Ferecides de Siria y el gran Pitágoras, que nacieron poco más tarde de las [primeras] Olimpíadas, como hemos indicado (cf. I,59-65).

107.6. Hemos probado entonces que Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos, y no sólo de los sabios y poetas mencionados.

Paréntesis sobre las Sibilas

108.1. Y no es el único, sino que también la Sibila es más antigua que Orfeo. Se dice que existen muchas explicaciones acerca del origen de su nombre y de los oráculos que se le atribuyen: que era frigia, que era llamada Artemis, y que llegando a Delfos vaticinó:

108.2. "Oh deíficos, adoradores todos del flechador Apolo, yo he venido para vaticinar el pensamiento de Zeus, portador de égida, encolerizada contra mi hermano Apolo".

108.3. Existe también otra [Sibila] en Eritrea llamada Herófila. Heráclides del Ponto la menciona en el "Sobre los oráculos". Paso por alto la [Sibila] egipcia y la itálica, que vivió en la [Puerta] Carmental de Roma, de quien era hijo Evandro, quien fundó en Roma el templo de Pan, llamado Lupercio.

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Cronología de los Judíos

109.1. Llegados a este punto, vale la pena examinar atentamente la cronología de los otros profetas hebreos posteriores a Moisés.

109.2. Después de la muerte de Moisés, Josué recibe la jefatura del pueblo, haciendo la guerra durante 65 años (otros leen: 5 años; el libro de Josué dice: 45 años: cf. Jos 14,7-12) y permanece descansando otros veinticinco en la tierra buena.

109.3. Como dice el libro de "Josué", este jefe sucedió a Moisés durante 27 años (es un error; este dato no se encuentra en el libro de Josué).

109.4. Después pecaron los hebreos y fueron entregados a Cusacar (Cusán), rey de Mesopotamia, durante ocho años, como refiere el libro de los "Jueces" (cf. Jc 3,8).

109.5. Más tarde, al implorar a Dios, reciben como jefe a Gotoniel, hermano menor de Caleb, de la tribu de Judá, quien, muerto el rey de Mesopotamia, gobernó al pueblo durante cincuenta años (cf. Jc 3,11: dice 40 años).

109.6. Y pecando [los hebreos] nuevamente, fueron entregados a Eglón (o: Eglom), rey de los moabitas, durante dieciocho años (cf. Jc 3,14); pero una vez arrepentidos, son gobernados durante ochenta años por Aod, hombre ambidextro, de la tribu de Efraín (cf. Jc 3,15: de la tribu de Benjamín). Es el mismo que mató a Eglón (cf. Jc 3,21).

El período de los Jueces en Israel

110.1. Muerto Aod y habiendo pecado [los hebreos] nuevamente fueron entregados a Yabín, rey de Cañan, durante veinte años (cf. Jc 4,1-3). En este tiempo profetiza Débora, esposa de Labidot, de la tribu de Efraín (cf. Jc 4,4-5); y era sumo sacerdote Ozías, hijo de Riesú (o: Ozius, hijo de Rieso).

110.2. Gracias a esa mujer, Barac, hijo de Benner, de la tribu de Neftalí, asumió el mando del ejército combatiendo contra Sisara, general de Yabín, y lo venció (cf. Jc 4,6-7); desde entonces Débora gobernó al pueblo como juez durante cuarenta años (cf. Jc 5,31).

110.3. Muerta ésta y pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los madianitas durante siete años (cf. Jc 6,1).

110.4. Gedeón, de la tribu de Manases, hijo de Joás (cf. Jc 6,11. 15), lanzó sobre ellos trescientos guerreros y mató a ciento veinte mil de aquellos [madianitas] y gobernó durante cuarenta años (cf. Jc 7,7; 8,10. 28), y después de él su hijo Abimélec [gobernó] durante tres años (cf. Jc 9,1 ss.; 9,22).

110.5. Le sucede Boleas, hijo de Beda, hijo de Garran, de la tribu de Efraín, que gobernó durante veintitrés años (cf. Jc 10,1-2; sin coincidencia con los nombres del texto bíblico). Después de éste, pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los amonitas durante dieciocho años (cf. Jc 10,8).

Jefté, Sansón. El final del período de los jueces

111.1. Después que los hebreos se convirtieron, Jefté el galaadita (cf. Jc 11,1), de la tribu de Manases, reinó durante seis años (cf. Jc 12,7); después de él, Abatthán (o: Abesán) de Belén, de la tribu de Judá, [reinó] durante siete años (cf. Jc 12,9). Más tarde Ebrón, hijo de Zabulón [reinó] durante ocho años (cf. Jc 12,11, que dice 10 años). Luego Eglón Efraín, otros ocho años (cf. Jc 12,13-14?). No obstante, algunos suman los ocho años de Ebrón con los siete de Abatthán (cf. Jc 12,13-15: sólo habla de Abdón).

111.2. Después de éste, el pueblo, pecando nuevamente, cayó bajo la dominación de los filisteos durante cuarenta años (cf. Jc 13,1). Y cuando se convirtieron surge Sansón, de la tribu de Dan (cf. Jc 13,2), que venció en la batalla a los extranjeros (cf. Jc 15--16). El mismo gobernó durante veinte años (cf. Jc 15,20).

111.3. A continuación de éste sobrevino la anarquía, y el sacerdote Elí hace de juez del pueblo durante cuarenta años (cf. 1 S 4,18).

111.4. Le sucede el profeta Samuel quien les gobernó, juntamente con Saúl, durante veintisiete años. El mismo ungió también a David (cf. 1 S 16,13).

El inicio de la monarquía en Israel. Saúl y David

112.1. Samuel murió dos años antes que Saúl, siendo sumo sacerdote Abimélec. Aquél ungió rey a Saúl (cf. 1 S 10,1), que fue el primero que reinó en Israel después de los Jueces (cf. 1 S 10,24), siendo el período total hasta Samuel de cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.

112.2. Después, conforme el primer libro de "Los Reyes", Saúl reinó veinte años, una vez que se le restableció como rey (cf. 1 S 11,15).

112.3. Después de la muerte de Saúl, David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá, establece el segundo reino en Jebrón (o: Hebrón) durante cuarenta años (cf. 1 R 2,11), como describe el [libro] "II de los Reyes"; era sumo sacerdote Abiatar (cf. 2 S 20,25), hijo de Abimélec, de la familia de Elí (cf. 1 R 2,27); Gad (cf. 1 S 22,5) y Natán (cf. 2 S 12,1) profetizaron bajo su mandato.

112.4. Así, desde Josué, hijo de Nave, hasta el reinado de David, según algunos (cf. Hch 13,20), hay cuatrocientos cincuenta años; pero según la cronología expuesta, se cuentan quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de David.

Salomón. Tiempo transcurrido desde la salida de Egipto

113.1. Después reinó Salomón, hijo de David, durante cuarenta años (cf. 1 R 11,42; 2 Cro 9,30). Bajo su [mandato], Natán continúa profetizando (cf. 2 Cro 9,29) y le anima a construir el templo. Igualmente Ajías de Siló también profetiza (cf. 1 R 11,29-39; 2 Cro 9,29), al igual que los dos reyes, David y Salomón, eran profetas.

113.2. Sadoc fue el primer sumo sacerdote que ofreció sacrificios en el templo que construyó Salomón (cf. 2 S 8,17; 1 R 2,35; 4,2), siendo el octavo sumo sacerdote desde Aarón, que fue el primero.

113.3. Ahora bien, el tiempo que hay desde Moisés hasta Salomón, como afirman algunos, es de quinientos noventa y cinco años; para otros, en cambio, es de quinientos setenta y seis.

113.4. Si se añaden a los cuatrocientos cincuenta desde Josué hasta David los cuarenta del mandato de Moisés y los otros ochenta años que Moisés tenía antes de realizar la salida de los hebreos de Egipto, y se añaden a esos los cuarenta años del reinado de David, suman en total seiscientos diez años.

Fin del reinado de Salomón. División de su reino

114.1. Nuestra cronología gana aún exactitud, si a los quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de David añadimos los ciento veinte años de Moisés y los cuarenta de Salomón. El total será así hasta la muerte de Salomón seiscientos ochenta y tres años y siete meses.

114.2. Jiram (o: Jirán; cf. 1 R 5,15; 9,11) entrega su hija [como esposa] a Salomón, cuando, después de la batalla de Troya, tiene lugar la venida de Menelao a Fenicia, como afirman Menandro de Pérgamo (cf. Fragmentos, 3) y Laitos en "La Historia de Fenicia" (Fragmentos, 784 F 1).

114.3. Después de Salomón reina su hijo Roboán (o: Roboam) durante diecisiete años (cf. 1 R 14,21), siendo sumo sacerdote Abimélec, hijo de Sadoc.

114.4. Habiéndose dividido entonces el reino (cf. 1 R 12,1 ss.), en Samaría reinó Jeroboam (o: Jeroboán) de la tribu de Efraín, siervo de Salomón (cf. 1 R 11,16), y profetizaban aún Ajías de Siló (cf. 1 R 11,29; 14,2), Semaya, hijo de Elami (cf. 1 R 12,22), y el que vino de Judá contra Jeroboam y profetizó contra el altar del sacrificio (cf. 1 R 13,1-34).



Elías y Eliseo

115.1. Después de (Roboam), reinó su hijo Abium durante tres años (cf. 1 R 15,2) e igualmente el hijo de éste, Asa, durante 41 años (cf. 1 R 15,10). Al tiempo de su vejez estuvo enfermo de los pies (cf. 1 R 15,24; 2 Cro 16,12); bajo su mandato profetiza Jehú, hijo de Ananías (cf. 1 R 16,1; 2 Cro 19,2). Le sucede su hijo el rey Josafat durante 25 años (cf. 1 R 15,24; 22,42; 2 Cro 20,31). En su tiempo profetizan Elías el tesbita (1 R 17--19), Miqueas (1 R 22,1 ss.; 2 Cro 18), hijo de Jeblas, y Abdías (1 R 18,3; 2 Cro 17,7), hijo de Ananías.

115.2. Bajo Miqueas también había un falso profeta: Sedecías de Canán (cf. 1 R 22,24).

115.3. Siguió el reinado de Joram, hijo de Josafat, durante ocho años (cf. 2 R 8,16-17); en ese tiempo profetiza Elías, y después de Elías, Eliseo hijo de Safat (cf. 1 R 19,16).

115.4. Bajo su reinado, los [habitantes] de Samaría y sus propios hijos comieron excremento de paloma (cf. 2 R 6,24-29). La época de Josafat se extiende desde el final del tercer [libro] de los Reyes (cf. 1 R 22, 41 ss.) hasta el cuarto.

115.5. En el reinado de Joram, Elías fue arrebatado [al cielo] (cf. 2 R 2,1 ss.), y empezó a profetizar, siendo de cuarenta años, Eliseo, hijo de Safat (cf. 1 R 20,19); profetizó durante seis años. Después reinó durante un año Ocozías (cf. 2 R 8,25-26), y Eliseo continuó profetizando y, con él, Abdadonai.

Tiempo transcurrido desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo

116.1. Le sucede la madre de Ozías, Gotholía, que reina durante ocho años, una vez que hubo asesinado a los descendientes de su hermano. Ésta era de la familia de Acab. Pero la hermana de Ozías, Josaba, sacó furtivamente a Joás, hijo de Ozías, y más tarde le hizo rey (cf. 2 R 11,1-3; 2 Cro 22,10-12; dicen: 6 años).

116.2. Eliseo profetiza igualmente en tiempos de la misma Gotholía; después de ella reina, como se ha dicho anteriormente (cf. I,116,1), Joás, salvado por Josaba, mujer del sumo sacerdote Joda, y todo esto dura cuarenta años (cf. 2 Cro 24,1).

116.3. Así, entonces, desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo, según algunos, hay ciento cinco años, y según otros ciento dos años; pero, según prueba la presente cronología, desde el reinado de Salomón hay ciento ochenta y un años.

Comparaciones con la antigüedad griega

117.1. Desde los sucesos de Troya hasta el nacimiento de Homero, pasaron, según Filócoro, ciento ochenta años, tiempo ya posterior a la colonización jónica.

117.2. Pero Aristarco en las "Memorias sobre los Arquiloquios" dice que Homero vivió en tiempos de la colonización la colonización jónica, que tuvo lugar ciento cuarenta años después de la guerra de Troya.

117.3. Apolodoro le coloca cien años después de la colonización jónica, cuando Agesilao (murió en el 886 a. C.), hijo de Doriso, era rey de los espartanos, de modo que Licurgo, el legislador, coincide con él cuando era joven.

117.4. Eutimenes dice en su "Cronología" que [Homero] floreció con Hesíodo, y que nace bajo [el reinado de] Acasto en Quíos, alrededor de doscientos años después de la conquista de Troya.

117.5. De esta opinión es también Arquémaco en el libro III de la "Historia de Eubea"; para quien tanto (Homero) como Hesíodo serían posteriores al profeta Eliseo.

117.6. Y si se prefiere seguir al gramático Grates y decir que Homero nació alrededor del retorno de los Heráclidas, esto es, ochenta años después de la toma de Troya, se encontrará de nuevo que es aún posterior a Salomón, porque, como se ha indicado anteriormente (cf. I,114,2), bajo su reinado tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia.

117.7. Eratóstenes sitúa la época de Homero cien años después de la conquista de Troya.

117.8. También Teopompo, en el libro cuarenta y tres de "Las Filípicas", refiere que Homero nació quinientos años después de la expedición militar contra Troya.

117.9. Euforión en el [tratado] sobre "Los Alevades" estima que Homero nació en tiempos de Giges, quien comenzó a reinar en la Olimpiada décimo octava, y dice que fue el primero en ser denominado tirano.

117.10. Pero Sosibio de Laconia, en su "Registro cronológico", sitúa a Homero en el año octavo del reinado de Carilo, hijo de Polidectes. Ahora bien, Carilo reinó sesenta y cuatro años, y después de él su hijo Nicandro treinta y nueve años; y [Sosibio] afirma que en el reinado de éste, el año treinta y cuatro, tuvo lugar la primera Olimpiada. Homero, por tanto, es noventa años anterior a la fundación de las Olimpíadas (alrededor del año 866 a. C.).

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Últimos reyes de Judá

118.1. Después de Joás hereda el reino su hijo Amasías (cf. 2 R 12,22) durante treinta y nueve años (cf. 2 R 14,2: dice 29 años); a éste le sucede también su hijo Ozías durante cincuenta y dos años, y murió de lepra (cf. 2 R 15,1-2. 5; 2 Cro 26,21). Bajo su reinado profetizan Amós, Isaías su hijo, Oseas el hijo de Beeri, y Jonás el hijo de Amitay (cf. 2 R 14,25), quien oriundo de Get Cober predicó a los ninivitas, después de salir del cetáceo.

118.2. Más tarde reina Jonatán, el hijo de Ozías, durante dieciséis años (cf. 2 R 15,32-33). Profetizan también durante su mandato Isaías (cf. Is 1,1), Oseas (cf. Os 1,1), Miqueas de Moreset (cf. Mi 1,1) y Joel, hijo de Batuel (cf. Jl 1,1).

Deportación de Israel

119.1. A éste [Jonatán] le sucede su hijo Acaz durante dieciséis años (cf. 2 R 16,1-2; 2 Cro 28,1). En el año décimo quinto de su reinado Israel fue deportado a Babilonia, y Salmanasar, rey de los asirios, trasladó a los samaritanos hacia Media y Babilonia (cf. 2 R 18,9-11).

119.2. A su vez Oseas sucede a Acaz durante ocho años (cf. 2 R 17,1: Oseas es rey de Israel, no de Judá, y el texto bíblico dice que reinó 9 años), y después Ezequías por veintinueve años (cf. 2 R 18,1-2). Según Isaías, al final de su vida Dios le concede por su virtud vivir otros quince años haciendo retroceder el sol (cf. Is 38,5-8).

119.3. Isaías, Oseas y Miqueas continúan profetizando durante su [reinado]. Se dice que éstos son posteriores a Licurgo, el legislador de los espartanos (lit.: lacedomonios).

119.4. Dieuquidas en el libro IV de las "Megaricas" coloca el momento culminante de Licurgo hacia el año doscientos noventa después de la conquista de Troya.

119.5. Isaías profetiza trescientos años después del reino de Salomón (970-931 a. C.), bajo el cual tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia, como se ha demostrado (cf. I,114,2 y 117,6), e igualmente Miqueas, Oseas y Joel, hijo de Batuel.

Josías

120.1. Después de Ezequías, su hijo Manasés reina durante cincuenta y cinco años (cf. 2 R 21,1); más tarde el hijo de éste, Amós, reina dos años (cf. 2 R 21,19); a continuación su hijo Josías, celoso observador de la Ley, reina durante treinta y un años (cf. 2 R 22,1-2). Éste amontonó los miembros de los hombres sobre los miembros de los ídolos (cf. 2 R 23,14. 20), como está escrito en el "Levítico" (cf. Lv 26,30).

120.2. En el año dieciocho de su reinado se celebró la Pascua, que desde Samuel no se había celebrado en todo ese tiempo (cf. 2 Cro 35,18-19). También entonces el sacerdote Jilquías, padre del profeta Jeremías, encontró por casualidad el libro de la Ley y lo depositó en el Templo (cf. 2 R 22,8); luego murió. En este tiempo profetizan Olda (cf. 2 R 22,14), Sofonías (cf. So 1,1) y Jeremías (cf. Jr 1,2).

120.3. En tiempos de Jeremías aparece también Ananías, un falso profeta (cf. Jr 28,1 ss.). El mismo Josías, desobedeciendo al profeta Jeremías, fue muerto junto al río Eufrates por Necao, rey de Egipto, cuando marchaba contra los asirios (cf. 2 R 23,29).

Últimos reyes de Judá. Recapitulación

121.1. A Josías le sucede su hijo Jeconías, llamado también Joacaz, durante tres meses y diez días (cf. 2 R 23,31; 2 Cro 36,1-2: 3 meses). El rey de Egipto, Necao, le lleva encadenado a Egipto después de haber hecho rey a su hermano Joaquim mediante un tributo del país, y [reinó] durante once años (cf. 2 Cro 36,5-8).

121.2. Después de éste reina su homónimo Joaquim durante un trimestre (cf. 2 R 24,8); luego Sedecías, once años (cf. 2 R 24,18).

121.3. Jeremías permanece profetizando hasta este [reinado], y con él profetizan también Buzi (cf. Ez 1,3), Urías el hijo de Semaya (cf. Jr 26,20), y Habacuc (cf. Ha 1,6); y éste es el final de los reyes hebreos.

121.4. Así, desde el nacimiento de Moisés hasta el destierro (587 a. C.) hay novecientos setenta y dos años, según algunos (cf. Taciano, Discurso contra los griegos, 36); pero conforme a la cronología exacta hay mil ochenta y cinco años, seis meses y diez días. Desde el reinado de David hasta la cautividad impuesta por los caldeos hay cuatrocientos cincuenta y dos años y seis meses; pero nuestra cronología exacta cuenta cuatrocientos ochenta y dos años, seis meses y diez días.

La deportación a Babilonia

122.1. En el año duodécimo del reinado de Sedecías (cf. I,121,2: serían los últimos días del undécimo año), setenta años antes de la soberanía persa, Nabucodonosor realizó una expedición contra fenicios y judíos, como afirma Beroso en su "Historia de los caldeos".

122.2. Por otra parte, Juba, en los "Escritos asirios", confiesa que obtuvo esa historia de Beroso, atestiguando la veracidad del historiador.

122.3. Entonces, Nabucodonosor deja ciego a Sedecías, le conduce a Babilonia y deporta a todo el pueblo (el destierro dura setenta años), excepto unos pocos que se refugiaron en Egipto (cf. 2 R 25,7; Jr 39,1 ss.; 43,7).

122.4. Profetizaban, durante el reinado de Sedecías, Jeremías y Habacuc; y en el año quinto de su reinado Ezequiel profetizaba en Babilonia (cf. Ez 1,2); y después el profeta Nahum y más tarde Daniel; después de Daniel profetizaron Ageo y Zacarías durante dos años, bajo Darío I (cf. Ag 1,1; Za 1,1), y finalmente el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce [profetas menores].

Durante la cautividad en Babilonia

123.1. Después de Ageo y Zacarías, Nehemías, el copero mayor de Artajerjes e hijo del israelita Aqueli (cf. Ne 1,1: Jakalías; y 2,1), construye la ciudad de Jerusalén y restaura el templo.

123.2. Durante esa cautividad aparecen Esther y Mardoqueo, de quien habla un libro, como también de los Macabeos.

123.3. Bajo esa cautividad, Misael, Ananías y Azarías, al no querer adorar una imagen idolátrica, son arrojados a un horno ardiendo y son salvados por la aparición de un ángel (cf. Dn 3,19 ss.).

123.4. Por entonces, Daniel es arrojado, por culpa de un dragón, en una fosa de leones, y alimentado durante siete días, gracias a la divina Providencia, es salvado por Habacuc (cf. Dn 14,1 ss.).

123.5. Entonces también ocurrió el milagro de Jonás (cf. Jon 2,1 ss.); y Tobías, por intervención del ángel Rafael, tomó por esposa a Sara, una vez que el destino matara a sus siete primeros pretendientes; después del casamiento de Tobías, su padre Tobit recobró la vista (cf. Tb 6,12 ss.; 3,8; 11,11-13).

La restauración de Jerusalén. Recapitulación

124.1. Zorobabel, habiendo vencido en sabiduría a sus contrincantes, recibe de Darío, como recompensa por los servicios, la restauración de Jerusalén y juntamente con Esdras vuelven a la tierra patria (cf. Esd 3,1 ss.).

124.2. Por él tiene lugar el rescate del pueblo, el reconocimiento y la renovación de los textos inspirados por Dios, se celebra la pascua salvadora y se puso fin el matrimonio con extranjeras (cf. Esd 6,3 ss.; 9,1 ss.; Ne 8,1 ss.).

124.3. Además, Ciro proclama la vuelta de los hebreos [a Palestina], y la promesa realizada bajo Darío es celebrada mediante la fiesta de la Consagración del templo, al igual que la del Tabernáculo (cf. Esd 6,3 ss.).

124.4. Todos esos años, incluyendo los de la cautividad hasta la vuelta del pueblo, y desde el nacimiento de Moisés, hacen un cómputo de mil ciento cincuenta y cinco años, seis meses y diez días; y desde el reinado de David hay, según algunos, quinientos cincuenta y dos años; aunque más exactamente hay quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

La profecía de Daniel

125.1. Por lo tanto, desde la cautividad del tiempo del profeta Jeremías, que tiene lugar en Babilonia, se ha cumplido lo anunciado por el profeta Daniel, que dice así:

125.2. "Setenta semanas fueron prefijadas sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa para poner fin al pecado, para cancelar pecados y borrar las injusticias, para expiar y traer justicia eterna, y sellar la visión y el profeta, y para ungir al santo de los santos.

125.3. Entiende y comprende que desde la salida de una palabra de respuesta y la edificación a Jerusalén hasta el mandato del ungido habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; y se reedificarán una plaza y una muralla, y los tiempos se terminarán (lit.: vaciarán).

125.4. Y después de las sesenta y dos semanas será suprimido un ungido, y no hay juicio para él. Y destruirá la ciudad y el santuario con el príncipe que vendrá. Y serán destruidos en un cataclismo; y hasta el fin de una guerra están decretadas desolaciones.

125.5. Y se afianzará una alianza para muchos durante una semana; y a la mitad de la semana mi sacrificio y libación serán suprimidos; y habrá en el santuario una abominación desoladora, hasta que la ruina decretada por el tiempo venga sobre el devastador.

125.6. Y en medio de la semana acabará el perfume del sacrificio, hasta la destrucción total del pináculo del templo, y habrá una orden de destrucción rápida" (Dn 9,24-27, según la versión de Teodoción).

La realización de la profecía de Daniel

126.1. Ahora bien, es evidente que el templo fue construido en siete semanas. En efecto, está escrito en el [libro] de Esdras (no se encuentra ni en Esdras ni en Nehemías; cf. Esd 3,7-12); y de igual manera existió un rey ungido, que fue príncipe de los judíos, cuando se cumplieron las siete semanas en Jerusalén; y durante las sesenta y dos semanas toda la Judea gozó de paz y no hubo guerras.

126.2. Y Cristo nuestro Señor, santo entre los santos, viniendo y cumpliendo la visión y el profeta, fue ungido en la carne por el Espíritu de su Padre en aquellas sesenta y dos semanas, como dijo el profeta (cf. Dn 9,24 ss.).

126.3. Y en una semana, cuya primero mitad ocupó, reinando, Nerón estableció en la ciudad santa de Jerusalén la abominación; y en la mitad de la semana fue eliminado él, y Otón, Galba y Vitelio; Pero Vespasiano prevaleció y arrasó a Jerusalén y destruyó el templo. Que esto es así, es manifiesto para quien pueda entender, según dijo el profeta.

El fin de la cautividad en Babilonia

127.1. Así, tras once años completos (cf. I,121,1-2), al principio del siguiente, reinando Joaquín, tuvo lugar la cautividad de Babilonia, bajo el rey Nabucodonosor, en el año séptimo de su reinado sobre los asirios; por otra parte, Uafres (o: Vafre) era rey de los egipcios en el segundo año; y Filipo era arconte de los atenienses en el primer año de la Olimpiada cuadragésimo octava (587 a. C.).

127.2. La cautividad duró alrededor de setenta años, hasta el segundo año de Darío, hijo de Histaspes, siendo rey de persas, asirios y egipcios; en su reinado, como ya he dicho con anterioridad (cf. I,122,4), eran profetas Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce [profetas Menores], siendo sumo sacerdote Jesús, hijo de Josedec (cf. Ag 1,1. 12; Si 49,12).

127.3. En el segundo año del reinado de Darío, que destruye, según Heródoto (cf. Historias, III,79), el poder de los Magos, Zorobabel, hijo de Salatiel, es enviado para levantar y decorar el templo de Jerusalén (cf. Ag 1,1. 12; Si 49,11-12).



Cronología de los pueblos vecinos

128.1. Ahora bien, la cronología de los (reyes) persas se reseña de la siguiente manera: Ciro [reinó] treinta años, Cambises diecinueve, Darío cuarenta y seis, Jerjes veintiséis, Artajerjes cuarenta y uno, Darío [II] ocho, Artajerjes [II] cuarenta y dos, Ocos ocho, Arsés tres.

128.2. [laguna en el texto: Darío III, seis años] La serie de reyes persas suma doscientos treinta y cinco años (la historia dice: 225). Alejandro de Macedonia, una vez aniquilado Darío [III], comienza a reinar en el año mencionado.

128.3. De igual manera, la cronología de los reyes de Macedonia es la siguiente: Alejandro dieciocho años, Ptolomeo, hijo de Lagos, cuarenta años, Ptolomeo Filadelfo veintisiete años, a continuación el Evergetes veinticinco años, luego el Filopátor diecisiete años, después de éste el [rey] Epífanes veinticuatro años.

128.4. A éste le sucede el Filométor, que reina durante treinta y cinco años; a éste [le sucede] Fiscón veintinueve años, a continuación Lathouros treinta y seis años, después el apodado Dioniso veintinueve años.

Los profetas son más antiguos que los primeros sabios griegos

129.1. A continuación de todos [ésos] reinó Cleopatra veintidós años, y después de ella el reino de los hijos de Cleopatra [duró] dieciocho días.

129.2. Así, en total, la cronología de los reyes de Macedonia fue de trescientos doce años y dieciocho días.

129.3. Así, quienes profetizaron en tiempos de Darío, hijo de Histaspes, en el segundo año de su reinado, fueron: Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías; cf. I,1224; 127,2 y 135,4), uno de los doce [profetas Menores], que profetizaron en el año primero de la Olimpiada cuarenta y ocho, y son más antiguos que Pitágoras, que es situado en la Olimpiada sesenta y dos, y también que Tales, el más antiguo de los sabios griegos, quien nació alrededor de la Olimpiada cincuenta.

129.4. Y contemporáneos a Tales fueron los denominados sabios, como afirma Andrón en su "Trípode" (Fragmentos, 3 M), También Pitágoras es anterior a Heráclito, puesto que lo menciona en su libro (cf. Heráclito, Fragmentos, 22 B 40).

Antigüedad de Salomón

130.1. Es por tanto indiscutible que a la época de los antedichos profetas y, juntamente, de los siete llamados "Sabios", precede la primera Olimpiada (hacia 776 a. C.), que, como está demostrado (cf. I,113,3-4), es posterior a la guerra de Troya en cuatrocientos siete años.

130.2. Es, por tanto, fácil comprender que Salomón, viviendo bajo Menelao, que intervino en lo de Troya, es muchos años anterior a los sabios griegos. Respecto a cuántos años precede Moisés a ése [Salomón], ya lo hemos indicado (cf. I,113).

130.3. Alejandro, de sobrenombre Polístor, en su libro "Sobre los Judíos", reproduce unas cartas de Salomón a Uafre, rey de Egipto, y al rey de Tiro en Fenicia y las de ellos a Salomón, en las cuales se demuestra que Uafre le había enviado ochenta mil hombres egipcios para la construcción del templo; y el otro (rey le había enviado) otros tantos con un arquitecto tirio, de madre judía, de la tribu de David, por nombre Hiperón, según allí se escribe (cf. Alejandro, Fragmentos, 22 B 40).

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Poetas y adivinos griegos

131.1. El ateniense Onomácrito, de quien se dice que es el autor de los poemas atribuidos a Orfeo, aparece bajo el mandato de los Pisistrátidas, alrededor de la Olimpiada cincuenta; y Orfeo, que navegó junto a Heracles, fue discípulo de Museo.

131.2. Anfión es anterior en dos generaciones a la guerra de Troya; también, Demódoco y Femio después de la conquista de Troya: uno con los feacios y el otro entre los pretendientes, celebrados como citaristas.

131.3. También los oráculos atribuidos a Museo se dice que son de Onomácrito; y "La Caverna" [atribuida] a Orfeo es de Zopyro de Heraclea; y el "Descenso al Hades" de Pródico de Samos.

131.4. Ion de Quíos cuenta en "Las Tríadas" ("Triagmois") que Pitágoras también atribuyó algunos [escritos] a Orfeo.

131.5. Epígenes dice en los "Poemas de Orfeo" que el "Descenso al Hades" y la "Palabra sagrada" son del pitagórico Cercops, y el "Peplo" y la "Física" son de Brontino.

131.6. También algunos sitúan a Terpandro entre los [poetas] antiguos; así, Helánico refiere que ése [Terpandro] vive en tiempos de Midas; sin embargo, Fanias al situar a Lesques (o: Lesches) de Lesbos antes de Terprando, hace a éste más joven que Arquíloco, y (cuenta) que Lesques luchó ardientemente contra Arctino y lo venció.

131.7. Janto de Lidia afirma que Tasos fue fundada alrededor de la décimo octava Olimpiada -para Dionisio en la décimo quinta-; y está de acuerdo con que Arquíloco ya era conocido después de la Olimpiada vigésima. Se acuerda también de la destrucción de Magnesia, que había tenido lugar hacía poco tiempo.

131.8. Simónides sitúa [la destrucción de Magnesia] en tiempos de Arquíloco, y Calino no mucho más antigua; puesto que Arquíloco menciona la destrucción de los Magnesios, y Calino su prosperidad. Sin embargo, Eumelo de Corinto es más antiguo porque habría tratado con Arquías, fundador de Siracusa.

Nombres de la mitología griega

132.1. Hemos preferido decir todo lo anterior, porque se considera a los poetas de este Período (o: ciclo) como los más antiguos de todos. También se cuentan entre los griegos numerosos adivinos, como, los Bacidas -uno de Boecia y otro de Arcadia-, que realizaron innumerables predicciones a mucha gente.

132.2. Por el vaticinio del ateniense Anfilito, reinó el tirano Pisístrato, a quien le señaló la ocasión oportuna para el ataque.

132.3. Pasaré por alto a Cometes de Creta, a Cíniras de Chipre, Admeto de Tesalia, Aristeo de Cirene, Anfiarao de Atenas, Timóxenes de Corcira, Demeneto de Focia, Epigenes de Tespis, Nicias de Caristo, Aristón de Tesalia, Dionisio de Cartago, Cleofón de Corinto, Hipo, la hija de Quirón, Boio, Manto, y una multitud de Sibilas: la de Sanios, de Colofón, de Cumas, de Eritrea, de Fito, de Tarasandra, de Macedonia, de Tesalia, de Tesprocia, la de Calcante y Mopso, que viven en la época de la guerra de Troya; sin embargo, la de Mopso es la más antigua porque navegó con los Argonautas.

La adivinación

133.1. Se dice que la [obra] llamada "Adivinación de Mopso" fue compuesta por Bato de Cirene; en cambio, Doroteo en el [libro] primero de "La Enciclopedia" (Pandektes), refiere que Mopso había sido instruida por un alción y una corneja.

133.2. También el gran Pitágoras se aplicó siempre a predecir [el futuro], y lo mismo Abaris el hiperbóreo, Aristeo de Proconeso, Epiménides de Creta, que llegó a Esparta, Zoroastro el medo, Empédocles de Agrigento, Formión de Laconia, e igualmente Pohárato de Tasos, Empedótimo de Siracusa y, por encima de todos, el ateniense Sócrates.

133.3. Se dice en el "Teages": Desde mi infancia poseo un sello inaudito concedido por un destino divino que me guía; es decir, una voz que cuando habla pone en práctica lo que pienso, pero nunca me empuja" (Platón, Theages, 128 D).

133.4. Excesto, tirano de los focios, llevaba dos anillos hechizados, y por el ruido que hacían al unirlos discernía las buenas ocasiones para actuar; pero con todo murió asesinado a traición, aunque el ruido le había advertido, según dice Aristóteles en la "Constitución de los Focenses" (cf. Aristóteles, Fragmentos, 599).

Nombres de varios adivinos

134.1. También alguna vez entre los hombres egipcios se hicieron dioses por gloria humana; así Hermes de Tebas, Asclepio de Menfis, Tiresías y Manto en Tebas, como afirma Eurípides (cf. Fenicias, 834); Heleno, Laocoonte y Enone de Cebrión, en Troya.

134.2. Crío, uno de los Heráclidas, tenía fama de adivino ilustre, y un tal Yamo, en Elida (o: Élide), del que nacieron los yamidas (Iamídas); y Polido (Polyido), en Argos y en Megara, es mencionado por la tragedia (la obra perdida sería Polyida, de Sófocles y Eurípides).

134.3. ¿Para qué enumerar a Télemo, que, siendo adivino de los Cíclopes, vaticinó a Polifemo el engaño de Ulises; o al ateniense Onomácrito, o Anfiarao, que acompañó a los Siete que lucharon contra Tebas, una generación anterior a la toma de Troya, según se dice, o a Teoclímeno en Cefalenia o a Telmeso en Caria o a Galeon en Sicilia?

134.4. Habría otros además de éstos: Idmón, el que acompañó a los Argonautas; Femónoe de Delfos; Mopso, hija de Apolo y de Manto, en Panfilia y Cilicia; Anfíloco, hijo de Anfiarao, en Cilicia; Alcmeón en Acarnania; Anio (o: Anios) en Délos; Aristandro el de Telmeso, el que nació con Alejandro. Igualmente Filocoro refiere en el [libro] primero de "La Adivinación" que Orfeo fue adivino.

Los profetas hebreos

135.1. Teopompo, Eforo y Timeo registran como un adivino a Ortágoras, lo mismo que el samio Pitocles, en el libro cuarto de las "Itálicas" a Cayo Julio Nepote.

135.2. En verdad, "todos son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), como dice la Escritura, puesto que la mayoría de las predicciones están sacadas de la observación de los astros y de las probabilidades, como los médicos y los charlatanes que juzgan (a las personas) por su fisonomía; también hay otros que, dominados por los demonios, son puestos en trance por influjo de algunas aguas, perfumes o por determinados aires.

135.3. Pero entre los hebreos, los profetas (hablaban) por el poder e inspiración de Dios; así, antes de la Ley, antes de la Ley, Adán profetizó sobre su mujer y sobre la denominación de los animales (cf. Gn 2,23. 20); Noé predica la conversión (cf. 2 P 2,5; Gn 6,9); Abraham, Isaac y Jacob revelan con claridad no pocos acontecimientos futuros y también inminentes.

135.4. En el tiempo de la Ley, Moisés y Aarón, y más tarde [profetizaron] Josué, el hijo de Navé, Samuel, Gad, Natán, Acías, Samaia, Jehú, Elías, Miqueas, Abdías, Eliseo, Abdadonai, Amos, Isaías, Oseas, Jonás, Joel, Jeremías, Sofonías, Bouzi, Ezequiel, Urías, Habacuc, Naún, Daniel, Misael, él [que hizo] las alabanzas (cf. Dn 3,15-90), Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías; cf. I,122,4; 127,2; 129,3), uno de los doce [profetas Menores].



Nueva recapitulación

136.1. Todos ellos hacen un total de treinta y cinco profetas. Respecto a las mujeres -también las hay que profetizaron-: Sara, Rebeca, María, Débora y Oída... (posible laguna en el texto griego).

136.2. Después, alrededor de la misma época, Juan profetiza hasta el bautismo del Salvador; y luego del nacimiento de Cristo, [también profetizan] Ana y Simeón. Zacarías, el padre de Juan también profetiza antes del niño, como se lee en los Evangelios (cf. Lc 2,36-38. 25-35; 1,67-69).

136.3. Ahora, partiendo de Moisés, resumamos la cronología relativa a los griegos. Desde el nacimiento de Moisés hasta el éxodo de los judíos de Egipto, ochenta años, y hasta su muerte otros cuarenta. El éxodo tuvo lugar en tiempo de Ínaco, porque Moisés salió de Egipto trescientos cuarenta y cinco años antes de la era Sotiaca.

136.4. Desde el mandato de Moisés y de Ínaco hasta el cataclismo de Deucalión, entiendo, que es el segundo diluvio, y hasta el incendio de Faetonte, correspondiente a los tiempos de Crótopo, se contabilizan ocho (el original dice: 40) generaciones. Ahora bien, tres generaciones equivalen a cien años.

136.5. Desde el cataclismo hasta el incendio del Ida, y el descubrimiento del hierro y a los Dáctilos Ideos, hay setenta y tres años, según dice Trásilo. Y desde el incendio del Ida hasta el rapto de Ganimedes hay sesenta y cinco años.

Cronología hasta la conquista de Troya y la Olimpíada de Ifito

137.1. De aquí hasta la expedición de Perseo, cuando Glauco fundó los [juegos] ístmicos en honor de Melicerte, hay quince años. Desde la expedición de Perseo hasta la fundación de Troya hay treinta y cuatro años. Desde entonces hasta la expedición de Argos hay sesenta y cuatro años.

137.2. Desde esta [expedición] hasta Teseo y el Minotauro hay treinta y dos años; después, hasta los Siete contra Tebas hay diez años; luego, hasta los juegos olímpicos, que estableció Heracles en honor de Pélope, hay tres años; y hasta la expedición de las Amazonas contra Atenas y al rapto de Helena por Teseo hay nueve años.

137.3. De ahí hasta la apoteosis de Heracles, once años, y hasta el rapto de Elena por Alejandro cuatro años; después, hasta la conquista de Troya, veinte años.

137.4. Desde la conquista de Troya hasta el regreso de Eneas y la fundación de Lavinio diez años, y hasta el reinado de Ascanio, ocho años; hasta el regreso de los Heráclidas sesenta y un años; y hasta la Olimpíada de Ifito trescientos treinta y ocho años.

Hasta la muerte de Alejandro Magno

138.1. Pero Erastóstenes reseña así la cronología: desde la conquista de Troya hasta el regreso de los Heráclidas, ochenta años. Desde entonces hasta la fundación de Jonia, sesenta años. Por lo que se refiere a los [años] siguientes, hasta la administración de Licurgo, ciento cincuenta y nueve años.

138.2. Y hasta el primer año de la primera Olimpiada, ciento ocho años. Desde esa [primera] Olimpiada hasta la travesía de Jerjes, doscientos noventa y siete años. Desde la [travesía] hasta el comienzo de la guerra del Peloponeso, cuarenta y ocho años.

138.3. Y hasta la destrucción y derrota de los atenienses, veintisiete años; hasta la batalla de Leuctra (371 a. C.), treinta y cuatro años; desde esa [batalla] hasta la muerte de Filipo, treinta y cinco años; y después de dicha [muerte] hasta la sustitución de Alejandro, doce años.

138.4. Nuevamente, desde la primera Olimpíada algunos dicen185 que hay que contar veinticuatro años hasta la fundación de Roma. De ahí hasta la derogación de la monarquía, cuando aparecen los cónsules, doscientos cuarenta y tres años; y desde la derogación de la monarquía hasta la muerte de Alejandro, ciento ochenta y seis años.

Emperadores romanos: desde Augusto hasta Cómodo

139.1. Desde entonces hasta la victoria de Augusto, cuando se suicida Antonio en Alejandría, doscientos noventa y cuatro años; por aquel entonces Augusto ejercía el cuarto consulado.

139.2. Desde esta fecha hasta la institución de los juegos por Domiciano en Roma, ciento catorce años. Y desde el primero de estos juegos hasta la muerte de Cómodo, ciento once años.

139.3. 3. Hay quienes desde Cécrope hasta Alejandro de Macedonia cuentan mil doscientos veintiocho años (otra lectura del original: 1828); desde Demofonte mil doscientos cincuenta años (otra lectura del original: 850), y desde la toma de Troya hasta la vuelta de los Heráclidas ciento veinte o ciento ochenta años.

139.4. Desde ese [regreso] hasta el arcontado de Evéneto, bajo el cual se dice que Alejandro pasó a Asia, según Fanias, setecientos quince años; pero conforme a Eforo, setecientos treinta y cinco; según Timeo y Clitarco, ochocientos veinte; según Eratóstenes, setecientos setenta y cuatro (otra lectura del original: 770); según Duris, desde la conquista de Troya hasta la travesía de Alejandro a Asia, mil años.

139.5. Desde aquí hasta Egesías (el griego lee Evéneto), el arconte de Atenas, bajo el cual muere Alejandro, once años. De ahí hasta la hegemonía de Claudio César Germánico [pasan] trescientos sesenta y cinco años; a partir de ese momento hasta la muerte de Cómodo se calculan fácilmente los años; se hace la suma de todos.

Capítulo XXII: Cronologías (conclusión)

Comparación entre las cronologías griega y judía

140.1. Además (de la cronología) griega es necesario también tomar en cuenta la cronología bárbara en sus grandes líneas.

140.2. Desde Adán hasta el diluvio se contabilizan dos mil ciento cuarenta y ocho años y cuatro días; desde Sem hasta Abraham, mil doscientos cincuenta años; desde Isaac hasta el reparto [de la tierra prometida], seiscientos dieciséis años.

140.3. Luego, desde los Jueces hasta Samuel, cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.

140.4. Y después de los Jueces, [el período] de los Reyes: quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.

140.5. Luego, los tiempos del dominio persa: doscientos treinta y cinco; y desde (el reinado) macedónico hasta la muerte de Antonio, trescientos doce años y dieciocho días.

140.6. A continuación, el dominio de los romanos hasta la muerte de Cómodo, doscientos veintidós años.

140.7. Nuevamente, desde la cautividad de los setenta años y el restablecimiento del pueblo en la tierra patria, hasta la cautividad de los tiempos de Vespasiano, se cuentan cuatrocientos diez años; finalmente, desde Vespasiano hasta la muerte de Cómodo hay que contabilizar ciento veintiún años, seis meses y veinticuatro días.

Cronología judía

141.1. Demetrio afirma en (el libro) "Sobre los Reyes de Judea" que las tribus de Judá, Benjamín y Leví no fueron hechas prisioneras por Senaquerib, sino que desde esa cautividad, hasta la última en la que Nabucodonosor les sacó de Jerusalén, hay ciento veintiocho años y seis meses.

141.2. Y desde que las diez tribus fueron llevadas cautivas desde Samaría, hasta Tolomeo IV, hay quinientos setenta y tres años y nueve meses; y desde la [deportación] de Jerusalén, trescientos treinta y ocho años y tres meses.

141.3. También Filón mismo reseñó los reyes de los judíos, (pero) está en desacuerdo con Demetrio.

141.4. Eupólemo, en la misma materia, dice que desde Adán hasta el quinto año del reinado de Demetrio y el duodécimo del reinado de Tolomeo, rey de Egipto, son cinco mil ciento cuarenta y nueve años.

141.5. Y desde el tiempo en que Moisés condujo a los judíos fuera de Egipto hasta el tiempo fijado anteriormente, hay dos mil quinientos ochenta años. Y desde esa época hasta los consulados de Gneo Domicio y Asinio (40 a. C.), en Roma, se cuentan ciento veinte años.

Sobre los "dialectos"

142.1. Éforo y otros muchos historiadores dicen que hay setenta y cinco naciones y lenguas (glossai), obedeciendo a la palabra dicha por Moisés: "Todas las almas de la casa de Jacob que bajaron a Egipto, eran setenta y cinco" (Ex 1,5).

142.2. Es manifiesto que los dialectos (dialektoi) existentes, según la verdadera cuenta, son setenta y dos, como enseñan nuestros escritos (cf. Seudo Clemente, Homilías, 18,4. 3); otras, que son la mayoría, están formados de la relación con dos, tres o también más dialectos.

142.3. Dialecto es una forma de hablar que manifiesta el carácter propio de una región; es un modo de hablar que revela un carácter especial o común de una nación.

142.4. Los griegos dicen que hay entre ellos cinco dialectos: ático, jónico, dórico, eólico y, el quinto, la koiné; también [dicen] que las innumerables formas de hablar de los bárbaros no se llaman dialectos, sino lenguas.

Sobre los "dialectos" (continuación)

143.1. Platón atribuye también a los dioses cierto dialecto, conjeturándolo de los ensueños y los oráculos, y también, por otro lado, de los que están poseídos por el demonio, que no profieren su propia voz ni lengua, sino la de los demonios que se introducen en ellos.

143.2. Y cree que también los animales irracionales tienen sus dialectos, que entienden los de su misma especie.

143.3. Así, un elefante que cae en el fango grita, y al llegar cualquier otro [elefante] y contemplar el incidente, se vuelve atrás y aparece con él no mucho después una manada de elefantes que salva al caído en el fango.

143.4. Se dice también que en Libia, cuando un escorpión no consigue herir al hombre, se marcha para volver luego con otros muchos [escorpiones]; y colgándose uno de otro en forma de cadena se aprestan así a dar el ataque; pero estos animales irracionales no se expresan por medio de movimientos de cabeza, ni por expresiones corporales (schemati), sino -me parece a mí- por medio de un dialecto propio.

143.5. Algunos otros dicen también que si un pez, al ser arrastrado, roto el hilo, escapa, no se encontrará en ese mismo lugar y en todo el día otro pez de su misma especie.

143.6. Los dialectos primitivos y específicos (lit.: raciales) son bárbaros, pero tienen nombres naturales; también los hombres reconocen (o: confiesan) que las oraciones son más eficaces si se hacen en lengua (phone) bárbara.

143.7. Y Platón, en el "Cratilo", al pretender explicar (el término) "fuego", afirma que es una palabra (lit.: nombre) bárbara; y aduce el testimonio de que los frigios así lo llaman "con una pequeña variante" (Platón, Cratilo, 410 A).

Cronología de los emperadores romanos

144.1. Pienso que no está fuera de lugar añadir la cronología de los emperadores romanos, para fijar el nacimiento del Salvador.

144.2. Augusto [reinó] durante 43 años; Tiberio 22 años; Cayo 4 años; Claudio 14 años; Nerón 14 años; Galba un año; Vespasiano 10 años; Tito 3 años; Domiciano 15 años; Nerva un año; Trajano 19 años; Adriano 21 años; Antonino 23 años; de nuevo [M. Aurelio] Antonino y Cómodo, juntos 32 años.

144.3. En total, desde Augusto hasta la muerte de Cómodo, suman 222 años; y desde Adán hasta la muerte de Cómodo, 5784 años, dos meses y doce días.

144.4. Otros registran la siguiente cronología de los emperadores romanos: Cayo Julio César, 3 años, 4 meses y 6 días; tras él, Augusto reinó 46 años, 4 meses y un día; después Tiberio, 26 años, 6 meses y 19 días; a éste le sucede Cayo César [durante] tres años, 10 meses y ocho días; luego Claudio, 13 años, 8 meses y 28 días; Nerón, 13 años, 8 meses y 28 días; Galba, 7 meses y 6 días; Otón, 5 meses y un día; Vitelio, siete meses y un día; Vespasiano, 11 años, 11 meses y 22 días; Tito, 2 años y 2 meses; Domiciano, 15 años, 8 meses y 5 días; Nerva, 1 año, 4 meses y 10 días; Trajano, 19 años, 7 meses y 15 días; Adriano, 20 años, 10 meses y 28 días; Antonino, 22 años, tres meses y 7 días; Marco Aurelio Antonino 19 años y 11 días; Cómodo, 12 años, 9 meses y 14 días.

144.5. Así, desde Julio César hasta la muerte de Cómodo hay 236 años y 6 meses. La suma total desde Rómulo, el fundador de Roma, hasta la muerte de Cómodo, es de 943 años y 6 meses.

Nacimiento de Jesucristo

145.1. Nuestro Señor nació en el año vigésimo octavo del reinado de Augusto, cuando se mandó hacer el primer empadronamiento (cf. Lc 2,1).

145.2. Esto es verdad conforme al evangelio según Lucas, donde está escrito: "En el año décimo quinto del emperador Tiberio, vino la palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías" (Lc 3,1. 2). Y de nuevo en el mismo [evangelio]: "Jesús, cuando fue bautizado, tenía 30 años" (Lc 3,23)

145.3. Y que debía predicar durante un solo año, está escrito de la siguiente manera: "Me envió para anunciar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18-19). Y tanto el profeta como el evangelio dicen lo mismo (cf. Is 61,1-2; Lc 4,18-19).

145.4. Por tanto, quince años de Tiberio y quince de Augusto; así se completan los treinta años hasta la Pasión.

145.5. Desde la Pasión hasta la destrucción de Jerusalén hay 42 años y 3 meses; desde la destrucción (lit.: catástrofe) de Jerusalén hasta la muerte de Cómodo, 122 años, 10 meses y 13 días. Por tanto, desde el nacimiento del Señor hasta la muerte de Cómodo hay en total 194 años, un mes y 13 días.

145.6. Hay quienes con una curiosidad excesiva señalan no sólo el año, sino también el día del nacimiento de nuestro Salvador, y dicen que fue el año vigesimoctavo de Augusto, el veinticinco del (mes) Pachón.



Otras fechas de la vida de Jesucristo

146.1. Los (discípulos) de Basílides también festejan el día de su bautismo, y pasan la noche anterior leyendo (en público).

146.2. Afirman que [aquel bautismo] sucedió el año décimo quinto de Tiberio César, el [día] 15 del mes Tybí (10 de enero); en cambio, otros [dicen que tuvo lugar] el [día] undécimo del mismo mes (6 de enero).

146.3. Respecto a su Pasión, algunos, queriendo precisar, la sitúan en el año décimo sexto de Tiberio César, el 25 del [mes] Phamenoth (21 de marzo); otros, el 25 del [mes] Pharmouthí (20 de abril); finalmente hay quienes dicen que el Salvador padeció el 19 del [mes] Pharmouthí (14 de abril).

146.4. Algunos dicen que nació el 24 ó 25 de Pharmouthí (19-20 de abril).

146.5. Yo digo que es necesario añadir a esta cronología los días a que alude Daniel desde la devastación de Jerusalén (cf. Dn 9,27): ... (hay una laguna en el texto griego) los 7 años y 11 meses de Vespasiano, porque (agregando los dos primeros años de su reino, anteriores a la devastación) a los diecisiete meses y ocho días de Otón, Galba y Vitelio,

146.6. se obtienen tres años y seis meses, o sea, "la mitad de la semana" (Dn 9,27; Teodoción), como dijo el profeta Daniel.

146.7. (Él dijo) que hay 2300 días desde que se implantó, por Nerón, la abominación en la ciudad santa hasta su destrucción.

146.8. Eso demuestra el texto citado a continuación: "¿Hasta cuándo va a durar la visión, el sacrificio abolido, el pecado de desolación, el poder y el santuario pisoteados Y le respondió: "Hasta 2300 días, tardes y mañanas, y será construido el templo"" (Dn 8,13-14).

146.9. Esos 2300 días forman 6 años y 4 meses; la mitad de ellos comprenden el dominio de Nerón, y son la mitad de la semana; la otra mitad corresponde a Vespasiano, juntamente con Otón, Galba y Vitelio.

146.10. Por eso dice Daniel: "Feliz (o: bienaventurado) el que alcance hasta 1335 días" (Dn 12,12). En efecto, la guerra duró esos días; luego se acabó.

La genealogía del Señor. Conclusión de las cronologías

147.1. Ese número se indica también por el versículo antes señalado, que dice así: "Y desde el tiempo de la abolición del sacrificio perpetuo y de la introducción de la abominación de la desolación, habrá 1290 días. ¡Dichoso quien resista y alcance hasta los 1335 días!" (Dn 12,11-12).

147.2. El Judío Flavio Josefo, que escribió la "Historia de los Judíos", dice que la cronología, desde Moisés hasta David, es de 585 años; desde David hasta el año segundo de Vespasiano hay 1179 años (cf. Flavio Josefo, La guerra de los judíos, VI,10,437-440).

147.3. Desde ése hasta el décimo año de Antonino, hay 77 años; siendo el total, desde Moisés hasta el décimo de Antonino, de 1833 años.

147.4. Otros, contabilizando desde Moisés e Ínaco hasta la muerte de Cómodo, afirman que hay 1842 años; y otros, 1921.

147.5. En el Evangelio según Mateo, la genealogía (comienza con) Abraham y termina con María, la madre del Señor. "De Abraham, dice, a David hay 14 generaciones; desde David hasta el destierro de Babilonia, 14 generaciones;

147.6. y desde el destierro de Babilonia hasta Cristo, hay igualmente otras 14 generaciones" (Mt 1,17): tres períodos misteriosos, que completan seis semanas.

Capítulo XXII: La transmisión de la sabiduría hebrea a los griegos

La traducción griega de la Biblia

148.1. Baste con lo examinado sobre la cronología estudiada por muchos de distintas formas y expuesta por nosotros. Pero en lo que se refiere a la traducción de la Escritura, tanto la de la Ley como la de los Profetas, del hebreo a la lengua griega, se dice que fue realizada bajo el reinado de Ptolomeo Lago o, según otros, del llamado Filadelfo (283-246 a. C.), quien puso un grandísimo empeño en ello; mientras que Demetrio de Falerio organizaba minuciosamente el trabajo de traducción.

148.2. Cuando los macedonios dominaban Asia, el rey, trabajando con empeño por dotar con toda clase de libros a la biblioteca que había fundado en Alejandría, solicitó también a los jerosolimitanos que tradujeran al dialecto griego (o: lengua griega) sus propias profecías.

La versión de los LXX

149.1. Estos [jerosolimitanos], todavía bajo la dominación macedonia, eligieron a setenta ancianos renombrados y expertos en las Escrituras, conocedores igualmente de la lengua griega, y después se los enviaron [al rey] con los divinos libros.

149.2. Cada uno tradujo, por su cuenta, todas las profecías, una a una, y todas las traducciones, confrontadas, coincidieron tanto en el pensamiento y como en las expresiones. En efecto, habían trabajado, por voluntad de Dios, para que llegaran a oídos de los griegos.

149.3. Ciertamente no era algo extraordinario que por inspiración de Dios, que era quien había dado la profecía, influyera también en la traducción como una [especie de] profecía griega; en tanto que, durante la cautividad de Nabucodonosor, cuando las Escrituras fueron destruidas, en tiempos del rey de los persas Artajerjes, el levita y sacerdote Esdras también fue inspirado y restauró con nuevas profecías toda la antigua Escritura.

Platón discípulo de Moisés

150.1. Aristóbulo en el [libro] primero de la obra dedicada a Filométor escribe en estos términos: "También Platón siguió nuestra ley, y es claro que estudió minuciosamente cada cosa de la que en ella se dicen.

150.2. Anteriormente a Demetrio otros, antes de la dominación de Alejandro y de los persas, también tradujeron lo que había sucedido durante el éxodo de Egipto por parte de los hebreos nuestros conciudadanos, la revelación, a ellos hecha, de todo lo que sucedió, la conquista de la tierra [prometida] y la explicación de la entera legislación.

150.3. Está, por tanto, bien claro que el filósofo anteriormente mencionado [Platón] copió muchas cosas -porque un gran erudito-, al igual que Pitágoras, quien trasladó muchas de nuestras cosas a su doctrina" (Aristóbulo, Fragmentos, 737,3).

150.4. El filósofo pitagórico Numenio escribe abiertamente: "¿Quién es Platón sino un Moisés que habla en ático?" (Numenio de Apamea, Fragmentos, 9). Este Moisés fue teólogo y profeta, y, según algunos, fue intérprete de las leyes sagradas.

150.5. La Escritura misma, que es fidedigna, ensalza el origen de Moisés, sus obras y su vida; por ello, es preciso que nosotros hablemos de él, aunque sea lo más brevemente posible.



Capítulo XXIII: Moisés

La vida de Moisés

151.1. Moisés, caldeo de origen, nace en Egipto (cf. Ex 2,1-10), cuyos antepasados habían llegado a Egipto desde Babilonia a causa de una prolongada hambre. Nace en la séptima generación y es educado de forma regia, esto fue lo que le sucedió.

151.2. Habiendo proliferado extraordinariamente los hebreos en Egipto, dado su creciente número, el rey de aquella tierra temió una insurrección (o: conjura; insidia) de los que iban naciendo de los hebreos, y ordenó dejar (con vida) a las mujeres, porque la mujer es débil para la guerra, pero que hicieran perecer a los varones. Sospechaba de la juventud vigorosa.

151.3. Durante tres meses sus padres alimentan en secreto al niño de noble estirpe, siendo mayor el amor de la naturaleza que la crueldad del tirano; no obstante, temiendo ellos morir juntamente con el niño, hicieron una cestilla con papiro del lugar, metieron [en ella] al niño y lo dejaron sobre la orilla pantanosa del río; pero la hermana del niño permanecía a distancia para ver qué sucedía.

Moisés rescatado del Nilo

152.1. Entonces la hija del rey, estéril desde hacía mucho tiempo, pero deseosa de tener hijos, llegó aquel día río para tomar baños y aspersiones, pero al escuchar los gemidos del niño manda que se le traiga y, compadeciéndose, se puso a buscar una nodriza.

152.2. Entonces corrió la hermana del niño dice que hay una mujer hebrea que ha dado a luz no hace mucho tiempo y que podría ser la nodriza, si quisiera. Estando de acuerdo, incluso lo suplicaba, presentó a la madre del niño para que hiciese de nodriza, como a una extraña cualquiera, conviniendo un salario.

152.3. Después la princesa dará al niño el nombre de Moisés, que significa etimológicamente salvado del agua -puesto que los egipcios llaman al agua "moy"-, al que había sido expuesto para morir. También ellos llaman Moisés a quien muere en el agua.

La educación de Moisés

153.1. Es claro que ya antes, tras circuncidar al niño, sus padres le habían puesto un nombre; se llamaba Joaquín. Tuvo además un tercer nombre en el cielo, después de su asunción; como dicen los iniciados: "Melquí" (según el apócrifo la Asunción de Moisés).

153.2. Cuando llegó [Moisés] a la juventud fue instruido por distinguidos egipcios en la aritmética, la geometría, la rítmica, la armonía, y además en la métrica y la música, y también más tarde en la filosofía de los símbolos, que los egipcios expresan mediante la escritura jeroglífica. Los griegos le enseñaron en Egipto el otro ciclo pedagógico, como si fuera hijo de reyes, según dice Filón en la "Vida de Moisés";

153.3. luego, aprendió la gramática asiria y la astronomía (lit.: ciencia de los cielos) junto a [maestros] caldeos y egipcios; también se dice en los "Hechos [de los Apóstoles"] "que fue educado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7,22).

153.4. Eupolemo, en el [libro] "Sobre los Reyes de Judea", afirma que Moisés fue el primer sabio y el primero que transmitió la escritura a los judíos, y que de los judíos la tomaron los fenicios, y los griegos de los fenicios.

153.5. En la edad adulta, [Moisés] desarrolló su inteligencia; se entusiasmó con la cultura de su pueblo y de sus antepasados, hasta el punto de golpear y matar a un egipcio que atacaba injustamente a un hebreo (cf. Ex 2,11-12).

Diversas versiones sobre lo sucedido después que Moisés mató al egipcio

154.1. Los iniciados dicen que mató al egipcio sólo con una palabra, al igual que haría más tarde Pedro, como refieren los Hechos, quien mató con una palabra a quienes habían sustraído del precio del campo y mentido (cf. Hch 5,1-10)

154.2. Artapano, en su [tratado] sobre Los Judíos, relata que Moisés, hecho prisionero de Jenefres, rey de los egipcios, al reclamar la liberación de su pueblo respecto de Egipto, por la noche salió de prisión, abierta por voluntad de Dios, y, penetrando en el palacio, se presentó ante el rey, que dormía y le despierta;

154.3. éste, atemorizado por el suceso, manda a Moisés que le diga el nombre del Dios que le ha enviado, y [Moisés] se inclinó a su oído y se lo susurró; pero el rey, al oirlo, cayó muerto sin voz, mas ayudado por Moisés recobró la vida.

Cita del drama "Éxodo" del poeta hebreo Ezequiel (siglo III a. C.)

155.1. Sobre la educación de Moisés concordará con nosotros el poeta trágico de los judíos Ezequiel en el drama titulado "Éxodo" (Exagogé), escribiendo en persona de Moisés:

155.2. "Miren que nuestra raza está aumentando sobremanera, y el Faraón tramará contra nosotros toda clase de estratagemas; él castiga a [nuestros] hombres a construir penosamente monumentos, a fortificar la ciudad con torres defensivas, y todo ello es una desdicha para ustedes. Después [el Faraón] promulgó para nosotros, raza hebrea, que arrojáramos a los niños varones al agua profunda del río.

155.3. Cuando yo [nací], mi madre me ocultó durante tres meses, como ella me contó, pero al no poder pasar inadvertida me abandonó en secreto, envolviéndome perfectamente, sobre la orilla del río en un espeso y profundo lugar pantanoso.

115.4. Mi hermana Mariam me cuidaba a distancia, hasta que un día, la hija del rey bajó [al río] para poner radiante mediante cuidados baños su joven cuerpo. De repente me vio, me tomó [en sus manos] y se dio cuenta de que yo era hebreo. Mi hermana Mariam, presentándose ante la princesa, le dijo: "¿Quieres que te busque rápidamente una nodriza hebrea para el niño?". Y la princesa apremió a la muchacha.

155.5. Fue corriendo a decírselo a mi madre, y mi madre, yendo rápida al lugar, me tomó en sus brazos. La hija del rey [le] dijo: "Mujer, alimenta a este [niño], y yo te daré una retribución". Y me puso por nombre Moisés, porque me había sacado de las aguas del río, en la orilla.

155.6. Una vez pasado el tiempo de mi infancia, mi madre me llevó al palacio de la princesa. Antes me había referido y contado todo: la raza de mis antepasados y los dones [recibidos] de Dios.

155.7. Así mientras permanecimos niños, se me facilitó toda clase de instrucción y educación regias, como si yo fuera [hijo] de sus entrañas; pero cumplido el ciclo de los días, abandoné los aposentos reales".

Moisés abandona Egipto

156.1. Después de relatar la lucha del hebreo y el egipcio y el enterramiento del egipcio en la arena, dice así sobre la otra lucha:

156.2. ""¿Por qué golpeas a uno que es más débil que tú?". Y el otro respondió: "¿Quién te ha mandado ser juez y árbitro entre nosotros? ¿Acaso quieres matarme como al hombre de ayer?" Temeroso yo, le dije: "¿Cómo se ha hecho público esto?"" (Ex 2,13-14).

156.3. Entonces (Moisés) huye de allí y pastorea ovejas, ensayándose con el pastoreo para el gobierno. Porque el pastoreo es una preparación (lit.: progymnasia) regia, para quien ha de guiar el rebaño más manso, el de los hombres; como para los guerreros lo es por naturaleza la caza. En adelante Dios le pondría al frente de los hebreos.

El botín que los hebreos tomaron a los egipcios

157.1. A continuación los egipcios son advertidos con repetidos avisos que no comprendieron, mientras que los hebreos, cual espectadores de las plagas que los otros [egipcios] sufren, aprenden sin peligro el poder de Dios (cf. Ex 7-12).

157.2. Los egipcios, no queriendo escuchar los efectos de ese poder [divino], pues tontos en su insensatez no creyeron, porque, como suele decirse, los tontos sólo conocen el mal cuando ya está hecho cf. Homero, Ilíada, XVII,32 y XX,198); y más tarde, al salir, los judíos llevaron con ellos un gran botín tomado de los egipcios, no por codicia, como algunos acusadores afirman -puesto que Dios les inducía a no desear el bien de los demás (cf. Ex 20,17; Dt 5,21)-,

157.3. sino fundamentalmente como remuneración debida por los servicios prestados a los egipcios durante todo el tiempo que les tuvieron dominados; y en cierto sentido, también por una especie de represalia: para entristecer a los codiciosos egipcios llevándose un botín, igual que los egipcios [habían entristecido] a los hebreos con la servidumbre.

157.4. Ahora bien, se puede considerar todo eso como un hecho de guerra; en tal caso [los hebreos] se creyeron [autorizados] a llevarse las cosas de los enemigos por la ley del vencedor, como sucede con los más fuertes respecto a los débiles -ya que la causa de la guerra era justa, porque los hebreos llegaron suplicantes a Egipto por causa del hambre, pero los aquellos sometieron a los extranjeros y les obligaron a servirles como prisioneros de guerra, sin darles ningún salario); y si [se considera todo eso como sucedido] en tiempo de paz, entonces los hebreos tomaron el botín de los egipcios como salario, que tanto tiempo rehusaron pagarles e incluso se lo habían apropiado.

Capítulo XXIV: Moisés, guía de su pueblo

El arte real

158.1. Nuestro Moisés es profeta, legislador; táctico [militar], estratega, político y filósofo. Cómo era profeta, se dirá más adelante (cf. IV,2,19; 93,1; V,88,4), cuando tratemos acerca de la profecía; la táctica [militar] es parte de la estrategia, y la estrategia, del arte real; también es parte del arte real la ciencia de la legislación, al igual que la jurídica.

158.2. Por lo demás, el arte de gobernar es [en un aspecto] divino; así, por ejemplo, comportarse conforme a Dios y a su santo Hijo, de quienes nos vienen los bienes terrenos, los externos [de la tierra] y la perfecta felicidad. "Pidan las cosas grandes -se dice- y se les añadirán las pequeñas" (Mt 6,32; 13,,12; 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26).

158.3. Un segundo aspecto del arte de gobernar, que viene después de la conducta puramente racional (o: espiritual) y divina, es el usar en el ejercicio del poder sólo la parte irascible del alma, que fue como reinaron Heracles de Argos y Alejandro de Macedonia.

158.4. El tercer [aspecto] es únicamente el deseo de vencer y conquistar -sin que preocupe el obtener bien o mal la victoria-; así actuaron los persas en su campaña contra la Hélade (=Grecia).

158.5. Únicamente es propio de la animosidad [por un lado] el puro instinto de vencer, es decir, el remar por el hecho de dominar, y [por otra parte] el amor de las cosas nobles, cuando el alma se sirve de su parte irascible para lo bueno.

La táctica

159.1. El cuarto modo de gobernar, el peor de todos, es el regulado conforme a las pasiones, como el de Sardanapálo y de los que tuvieron como objetivo el satisfacer lo más posible sus pasiones.

159.2. El arte real, así del que triunfa con la virtud como del que lo hace con la violencia, tiene por instrumento la táctica, que es diversa según la naturaleza y la materia [en la que se ejercita].

159.3. Frente a armamentos y animales guerreros, el alma y la inteligencia son quienes determinan el orden de los medios vivos o los inertes; pero [para la victoria] sobre las pasiones del alma, a las que vencemos con la virtud, la táctica es la facultad de razonar, que impone el sello de la moderación (o: continencia [enkrateia]) y la prudencia (o: templanza) mediante la piedad, y el conocimiento perfecto (lit.: una buena gnosis) con la verdad, que conduce como fin a la piedad para con Dios (o: refiriendo el fin [de la conducta humana] hacia la piedad para con Dios).

159.4. Así, para quienes practican la virtud, la prudencia es la ordenadora; en las cosas divinas, la sabiduría; en la humanas, la política; y en todas, el arte real.

159.5. Rey, por tanto, es el que manda según leyes, el que tiene la ciencia de mandar a quienes voluntariamente lo aceptan de buen grado; así es el Señor, que recibe a los que creen en Él y por Él.

159.6. En efecto, Porque todo lo entregó y todo lo sometió Dios a Cristo nuestro Rey (cf. 1 Co 15,28), "para que en el nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre" (Flp 2,10-11).

La estrategia

160.1. El arte del estratega comprende tres aspectos: seguridad, audacia, y la unión (lit.: mezcla) de ambos. Cada uno de ellos se compone de tres elementos: el que se ejerce mediante la palabra, mediante las obras, y mediante ambas cosas a la vez.

160.2. Todo eso será posible realizarlo con amplitud esto ya persuadiendo, ya violentando, ya coaccionando mediante procedimientos ilegales, en propia defensa, o con procedimientos legales, ya mintiendo, ya diciendo la verdad, ya empleando a la vez varios de estos procedimientos en un mismo caso.

160.3. Pero todos esos [procedimientos] y la manera conveniente de utilizar cada uno de ellos sirvieron a los griegos, quienes los tomaron de Moisés.

160.4. Como modelo mencionaré uno o dos ejemplos de estrategia. En efecto, al sacar Moisés al pueblo, sospechó que los egipcios les perseguirían, y abandonando el camino más corto, se desvió hacia el desierto, e hizo durante la noche la mayor parte del viaje.

160.5. Además, tenía otro plan (oikomomia), según el cual los hebreos, tras mucho desierto y largo tiempo, se iban educando, acostumbrándose con una prudente paciencia a creer que sólo Dios existe.



El mar aniquila a los egipcios que perseguían al pueblo de Dios

161.1. Ahora bien, la estrategia de Moisés enseña que, ante los peligros, es necesario prever qué es lo útil y sólo entonces lanzarse.

161.2. Sin duda, sucedió lo que sospechaba: los egipcios les persiguieron con caballos y carros, pero fueron aniquilados rápidamente por el mar, que se había abierto, y les inunda juntamente con los caballos y los carros, sin dejar ningún vestigio de ellos (cf. Ex 14,26-28).

161.3. Después, una columna de fuego que iba delante de ellos les indicaba el camino (cf. Ex 13,21), y [Moisés] condujo de noche a los hebreos por un [lugar] intransitable; los adiestró y educó, entre cansancios y caminatas, en el valor y la constancia, para que, después de la experiencia de lo que les había parecido espantoso, también apreciaran los bienes de la tierra hacia la que les conducía, sacándoles de aquella región difícil.

Los griegos aprendieron de Moisés la estrategia

162.1. Además, él hizo huir y exterminó a los enemigos que habitaban aquel país, persiguiéndoles por un camino áspero y desértico -ésta era la capacidad del estratega-. En efecto, una prueba de su experiencia y estrategia era apoderarse de la tierra de los enemigos (cf. Ex 13,15-20).

162.2. Observando esto Milcíades, el estratego de los atenienses, el que venció a los persas en Maratón, imitó este procedimiento: condujo a los atenienses durante la noche avanzando por caminos infranqueables y burlando a los bárbaros que los espiaban. En efecto, Hipias, el ateniense desertor (apostas), llevó a los extranjeros hacia el Ática y ocupando de antemano los lugares estratégicos, conocedor como era de aquellos lugares, puso allí su emplazamiento.

162.3. Así, era difícil permanecer oculto de Hipias; por lo cual, como es lógico, Milcíades tuvo que caminar por lugares privados de senderos y atacó por la noche a los persas, conducidos por Datis, y consiguió la victoria con aquellos a quienes él conducía.

Las columnas de luz

163.1. Por otra parte, también Trasíbulo, cuando repatriaba a los exiliados de File y queriendo pasar inadvertido, una estela le guiaba en su camino a través de una ruta sin tránsito.

163.2. A Trasíbulo, de noche, sin luna y poniéndose el tiempo tempestuoso, se le hizo visible una llama conductora, que los guió sin percance hasta Munichia y allí los dejó, donde ahora se ve el altar de Fósforo.

163.3. En consecuencia, los griegos conocieron nuestras creencias, porque es posible al Dios todopoderoso hacer que una columna de fuego conduzca por la noche a los hebreos, aquella que les guiaba en el camino.

163.4. Y también se dice en un oráculo: "Dionisio, el de la abundante alegría, es una columna para los tebanos" (Fragmento de oráculo desconocido); y eso está sacado de la historia hebrea.

163.5. También Eurípides, en su "Antíope", dice: "En el interior de las casas de los boyeros hay una columna del dios Baco, coronada de yedra" (Eurípides, Fragmentos, 37).

163.6. La columna significa la imposibilidad de representar a Dios; la columna iluminada representa, además de esa imposibilidad, la inmutabilidad y presencia de Dios, su luz inmutable y sin figura.

El fuego de la zarza

164.1. Tanto es así que antes de haber conocido con exactitud el carácter de las estatuas, los antiguos levantaban columnas y las veneraban como imágenes de Dios.

164.2. El autor de la "Foronida" escribe: "Catitea, sacerdotisa de la reina del Olimpo, Hera de Argos, es la primera que adornó con coronas y con flecos la gran columna de la soberana" (Fragmento anónimo, 4; ed. Kinkel).

164.3. También el autor de "Europia" refiere que la estatua de Apolo, en Delfos, era una columna, porque [dice] así: "Durante cierto tiempo suspendimos el diezmo y las primicias de los pilares sacratísimos y de la alta columna" (Eumelo, Fragmentos, 11). Apolo, llamado misteriosamente como privación de multiplicidad, es el dios único.

164.4. Ahora bien, el fuego aquel en forma de columna y el fuego (cf. Ex 13,21) a través de la zarza (cf. Ex 3,2) son símbolo de la luz santa que, desde la tierra, cruza el espacio y llega también hasta el cielo a través del madero [de la cruz], por el que nos es dado el mirar espiritualmente.

Capítulo XXV: Moisés inspiró a Platón

La política y la legislación

165.1. El filósofo Platón, sirviéndose de la legislación de Moisés, reprochó a las constituciones de Minos y de Licurgo el que sólo tuvieran en cuenta el valor guerrero; en cambio, aprobó como más preciosa la [constitución] que proclama un único principio y tiende constantemente a una sola doctrina. En efecto, él dice que es preferible que nosotros filosofemos, en armonía con la excelsitud del cielo, con fortaleza, dignidad y prudencia, sin arrepentimos jamás de ese pensamiento y sobre los mismos argumentos (cf. Platón, Leyes, I,626 A; III,688 A; IV,705 D).

165.2. ¿No está interpretando la Ley, al mandar tener puesta la mira en un solo Dios y practicar la justicia?

165.3. El habla de dos clases de política: la legislativa y la llamada homónimamente política; insinúa que el político por excelencia es el demiurgo, según el libro del mismo título (cf. Platón, Político, 307 B), y también da el nombre de políticos a quienes dirigen la mirada hacia Él, y tienen una vida fructífera (lit.: activa o enérgica) y justa, unida a la contemplación (cf. Platón, Gorgias, 508 A).

165.4. En cambio, la llamada política, de igual manera que la legislación, se subdivide en magnanimidad cósmica y en [capacidad de] organización individual, que él llamó orden, armonía y prudencia (o: templanza); esto sucede cuando los príncipes se ocupan de los súbditos, y los gobernados son dóciles a los que mandan; ésta es la actividad que Moisés deseó con empeño que sucediera.

La legislación

166.1. Además, Platón aceptando que la legislación está relacionada con la creación [de una sociedad], mientras que la política se preocupa más bien de la amistad y la concordia, añadió a sus "Leyes" el filósofo de la "Epínomis" (cf. Platón, Epinomís, 977 A), que conoce mediante los planetas el curso de toda generación. Y añade finalmente a su "Política" otro filósofo, Timeo, que es astrónomo y observador del movimiento acompasado de los astros y de la relación de unos con otros (cf. Platón, Timeo, 27 A; Rm 8,22). [Posiblemente haya después una laguna en el texto original]

166.2. Así, por tanto, pienso que la finalidad del político y del que vive conforme a la ley es la contemplación. Por tanto, es necesario hacer política rectamente, pero es mejor ser filósofo.

166.3. En efecto, quien es inteligente vivirá toda su vida orientado hacia la gnosis, y enderezando su vida con buenas obras, despreciando lo contrario a esto, y buscará los conocimientos (o: las ciencias) que ayudan a [descubrir] la verdad.

166.4. La ley no es sólo la costumbre -tampoco lo que se ve constituye la visión-, ni cualquier opinión -no lo es la perjudicial-; sino que la ley la es la opinión buena, y la buena es la verdadera; y es verdadera la que descubre el ser y lo alcanza. "El que es me envió" (Ex 3,14), dice Moisés.

166.5. Algunos [los estoicos], siguiendo evidentemente esa opinión buena, han definido la ley: "recta razón", porque prescribe lo que se debe hacer. Pero prohíbe lo que no debe hacerse.



Capítulo XXVI: Los griegos y la Ley de Moisés

La Ley fue el pedagogo que nos condujo a Cristo

167.1. Por todo ello, con razón se dice que la ley fue dada por Moisés (cf. Jn 1,17); ella constituye la norma de lo justo y de lo injusto. Y legítimamente la deberíamos llamar institución divina (lit.: lo que se establece: thesmos), porque ha sido transmitida por Dios a través de Moisés. Además contiene un camino hacia Dios.

167.2. También Pablo dice: "La ley fue establecida por causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien había sido dada la promesa" (Ga 3,19). Luego, como desarrollando su pensamiento, añade: "Antes de venir la fe estábamos custodiados encerrados bajo la ley" (Ga 3,23); sin duda por el temor del pecado;"hasta que se revelara la fe. De modo que la ley fue nuestro pedagogo [para conducirnos] hacia Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe" (Ga 3,23-24).

167.3. El legislador es el que asigna lo conveniente a cada cometido del alma y a las obras asignadas a cada uno; en resumen, Moisés era una ley viviente, gobernada por la bondad del Verbo (Logos).

La sabiduría legisladora

168.1. Así, por tanto, [Moisés] suministró una buena política: la que constituye una hermosa "educación de los hombres" (Platón, Menexeno, 238 C) [para vivir] en sociedad (koinonia). También practicó la jurisprudencia, que es una ciencia correctora de los errores, en vista de la justicia.

168.2. Junto a ésta se encuentra la [legislación punitiva], que es la ciencia de la medida en los castigos. Y un castigo justo constituye una mejora del alma.

168.3. Toda la orientación de Moisés, por decirlo así, es educativa respecto a los hombres susceptibles de hacerse virtuosos, y captativa (lit.: cazadora) respecto a los similares a éstos, y, así, viene a ser una estrategia. La capacidad de tratar como se debe a quienes han sido conquistados (lit.: cazados) por la razón pertenece ciertamente a la sabiduría legisladora (lit.: función legisladora); en efecto, atraer y tratar es propio de esa [sabiduría], regia en sumo grado.

168.4. En todo caso, los filósofos [estoicos] proclaman que únicamente el sabio es rey, legislador, estratega, justo, santo, y amigo de Dios. Si nosotros encontramos todo esto en Moisés, como se demuestra por las Escrituras mismas, entonces podremos declarar, con plena confianza, que Moisés realmente es sabio.

El arte de pastor y la ciencia de las leyes

169.1. Lo mismo que llamamos arte de apacentar rebaños (o: ciencia pastoril) a la acción de cuidar las ovejas, "puesto que el buen pastor da la vida por las ovejas" (Jn 10,11), así también llamamos ciencia de las leyes el formar la virtud de los hombres, reavivando, en lo posible, lo bueno que hay en el hombre, guiando y cuidando el rebaño de los hombres.

169.2. Y si la grey que menciona alegóricamente el Señor no es otra que el rebaño de los hombres (cf. Jn 10,16), Él mismo será pastor y también buen legislador del único rebaño de las ovejas que oyen su voz, el único cuidador, el que busca a la [oveja] perdida (cf. Lc 15,4 ss.; 19,10; Mt 18,11 ss.), y la encuentra con la ley y la palabra, puesto que es "la ley espiritual" (Rm 7,14), y la conduce a la felicidad; porque quien es espiritual nace por el Espíritu Santo (cf. Jn 3,6).

169.3. Y es realmente legislador quien no sólo promulga cosas buenas y bellas, sino también quien las ha experimentado. Y su ley, que tiene ciencia, es un mandamiento salvador, o mejor, la ley es un mandato [lleno] de ciencia, "porque la Palabra de Dios es fuerza y sabiduría" (1 Co 1,24).

169.4. Ahora bien, el intérprete de las leyes es aquel mismo a través del cual "fue dada la ley" (Jn 1,17); él es el primer intérprete de los mandamientos divinos, el Hijo Unigénito que nos revela el seno del Padre (cf. Jn 1,17-18).

El verdadero origen de la legislación griega

170.1. Desde entonces, quienes obedecen la ley, por el hecho de tener algún conocimiento, no pueden no creer o desconocer la verdad; por el contrario, los incrédulos, quienes de ningún modo se preocupan de las obras, confiesan ellos mismos desconocer la verdad más que otros.

170.2. ¿En qué consiste, pues, la incredulidad de los griegos? En no querer obedecer a la verdad, que proclama que la Ley es algo divino que nos ha sido dada mediante Moisés, puesto que también ellos honran a Moisés en sus propios escritos.

170.3. Platón, Aristóteles y Éforo cuentan que Minos visitaba la gruta de Zeus y que recibía las leyes de Zeus cada nueve años (otra traducción: ocho); y escriben que Licurgo iba con frecuencia a Delfos, para ser educado por Apolo en el arte de dar leyes; Camaileón de Heraclea, en el [tratado] "Sobre la embriaguez", y Aristóteles, en su "Constitución de Locros", hacen notar que Zaleuco de Locros recibía las leyes de Atenea.

170.4. Y quienes se alegran porque poseen la legislación griega, como si fuera algo divino para ellos, a semejanza del don profético de Moisés, son unos insensatos (o: ingratos), porque no reconocen que de la misma fuente derivan tanto la verdad, como el modelo de lo que cuentan en sus historias.


Capítulo XXVII: La pedagogía de la Ley

El castigo que cura el alma

171.1. Por tanto, nadie ataque (lit.: profiera invectivas) a la ley por los castigos, como si no fuera buena y honesta. En efecto, si el que cura la enfermedad del cuerpo tiene fama de bienhechor, será mucho mejor protector quien intenta alejar un alma de una injusticia, porque el alma es más preciosa que el cuerpo.

171.2. A causa de la salud del cuerpo soportamos amputaciones, quemaduras y tomamos medicamentos, y quien suministra esos remedios es llamado salvador y médico. No es por inquina para con el paciente ni por malevolencia el que, según lo exigieren la razón y la técnica, ampute algunos miembros para que los sanos no se contagien con ellos; y nadie acusará de maldad al médico por su arte.

171.3. En cambio, ¿a causa del alma no soportaremos igualmente, sea el destierro, sea el pagar multas, sea la cárcel, con tal que uno adquiera, a cambio de la injusticia, la justicia?

171.4. La ley, en efecto, es protectora de los dóciles, educa la religiosidad, sugiere las obligaciones y aparta a cualquiera de los pecados, imponiendo penas a sus [faltas] constantes; pero, cuando observa igualmente que alguien parece incurable, porque camina hacia el más alto grado de injusticia, entonces se preocupa de los otros, para que no se corrompan al lado de aquel, como cuando se amputa un miembro del cuerpo entero, así da muerte a ese tal y eso es lo más saludable.

Las enseñanzas de la Sagrada Escritura

172.1. Dice el Apóstol: "Juzgados por el Señor, somos corregidos (lit.: educados) para no ser condenados con el mundo" (1 Co 11,32).

172.2. Y el profeta había anunciado: "Castigándome el Señor me educó, pero no me entregó a la muerte" (Sal 117,18). Y dice: Te corrigió para que aprendieras su justicia, te probó y te hizo pasar hambre y sed en el desierto, para conocer todos sus juicios y decisiones (o: sentencias) en tu corazón, los cuales yo te mando hoy, y comprendas en tu corazón que, como un hombre educa a su hijo, así te educará el Señor nuestro Dios" (Dt 8,2-3. 11. 5).

172.3. Pero puesto que el ejemplo hace a uno prudente (o: sensato), dice [la Escritura] a continuación: "El precavido, viendo un peligro, se protege, corrigiéndose a sí mismo con fuerza, porque el temor del Señor es el origen de la sabiduría" (Pr 22,3-4).

El camino de la verdadera sabiduría

173.1. El bien mayor y más perfecto es que uno pueda pasar del mal comportamiento a la virtud y a la buena conducta, como manda la ley.

173.2. Incluso también cuando alguien ha caído en un mal irremediable, prisionero de la injusticia y de la ambición (o: avidez), recibirá un beneficio con la condena a muerte.

173.3. Porque la ley es bienhechora, al poder hacer a unos de injustos justos con solo que quieran oírla, y a otros al librarlos de los males presentes.

173.4. Promete también la inmortalidad a quienes han decidido vivir prudente y justamente. "Conocer la ley es propio de buena inteligencia" (Pr 9,10). Y también: "Los hombres malvados no conocen la ley; pero los que buscan al Señor conocen todo lo buen" (Pr 28,10).

173.5. Es necesario que la Providencia que gobierna sea soberana y buena. Porque con ambas cosas su poder administra la salvación: por un lado, como soberana, corrigiendo con el castigo; por otro, como bienhechora, regalándonos con favores.

173.6. No hay que ser "hijo de desobediencia" (Ef 2,2; 5,6; Col 3,6), sino "pasar de las tinieblas a la vida" (1 Jn 3,14; cf. Jn 5,24), y, prestando oídos a la sabiduría (cf. Pr 2,2), ser, primero, un esclavo de Dios (cf. Nm 12,7), según ley, (y) luego hacerse un fiel servidor (cf. Hb 3,5), temeroso del Señor Dios (cf. Sal 111,1); y si alguien subiera más alto, será inscrito entre los hijos (cf. Ga 3,26), cuando "la caridad cubra la muchedumbre de los pecados" (1 P 4,8) entonces ése tal (o: ésos), introducido en la elegida filiación de los amigos de Dios (cf. 2 Cro 20,7; Jn 15,14-15; St 2,23), habiendo crecido en el amor, recibirá el cumplimiento de la bienaventurada esperanza; y al punto suplicará, diciendo: "El Señor sea mi Dios" (Gn 28,21).



La Ley y el Evangelio

174.1. Los bienes de la Ley nos los hizo ver el Apóstol en este pasaje dirigido a los judíos, cuando escribe, si no me equivocó, así: "Si tú, que llevas el nombre de judío y descansas en la Ley y te glorías en Dios y conoces la voluntad de Dios y estimas lo mejor, instruido por la Ley, y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, preceptor de necios, maestro de niños, tienes en la Ley la esencia del conocimiento y de la verdad" (Rm 2,17-20).

174.2. En efecto, reconoce que la Ley tiene ese alcance. Otra cosa es que quienes no adaptan su conducta a la Ley, se jacten de vivir en la Ley. "Bienaventurado el varón que halló la sabiduría, el mortal que vio la prudencia (Pr 3,13), y de su boca -es decir de la sabiduría- brota la justicia, y lleva en su lengua la ley y la misericordia" (Pr 3,16).

174.3. Obra de un único Señor, que es "fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24), son la ley y el evangelio; y el temor que la Ley engendró es misericordioso en orden (o: que conduce) a la salvación. "Que no te falten compasión, fe y verdad, átalas alrededor de tu cuello" (Pr 3,3).

La finalidad de la ley es el amor

175.1. De igual manera que en Pablo, la profecía echa en cara al pueblo el no comprender la Ley: "Ruina y aflicción en sus caminos, y no conocieron el sendero de la paz (Is 59,7-8); ni el temor de Dios está ante sus ojos" (Rm 3,18; cf. Sal 36,2).

175.2. "Alegando ser sabios, se hicieron insensatos (Rm 1,22). Porque sabemos que la Ley es buena si uno la usa legítimamente; pero quienes queriendo ser maestros de la Ley, dice el Apóstol, no comprenden ni lo que dicen, ni acerca de qué hacen afirmaciones; porque la meta del precepto es el amor [procedente] de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida" (1 Tm 1,8. 7. 5).

Capítulo XXVIII: Moisés es maestro de Platón también en la dialéctica

Las cuatro partes de "la filosofía mosaica"

176.1. Ahora bien, la filosofía mosaica [= ley mosaica] se divide en cuatro partes: una es la histórica, y la legislativa propiamente dicha, ambas son específicas de la actividad ética; la tercera, en cambio, es la litúrgica (lit.: perteneciente a las ceremonias religiosas), que es propia de la teoría de la naturaleza;

176.2. y la cuarta, que está por encima de todas, es la parte teológica, la contemplación, como dice Platón (cf. Fedro, 250 C; Symposium, 209 E-210 A; Plutarco, Moralia, 382), de los misterios realmente grandes; no obstante, Aristóteles llama a esa parte metafísica.

176.3. También, conforme afirma Platón en "El Político" (cf. 287 A), la dialéctica es la ciencia de la manifestación de los seres; adquirida por el sabio (o: prudente), no por razón de hablar o hacer algo de lo que toca a los hombres, como lo practican ahora los dialécticos que se ocupan de la sofística, sino por razón de poder decir lo agradable a Dios y practicar todo cuanto le es grato con todas las fuerzas (cf. Platón, Fedro, 273 E).

La prudencia dialéctica

177.1. La verdadera dialéctica, combinada con la verdadera filosofía, al examinar la realidad, sabe distinguir las Dominaciones y las Potestades (cf. 1 Co 15,24; Ef 1,21); luego trasciende poco a poco hacia la esencia suprema (o: soberana; lit.: mejor de todos), con ánimo (o: se atreve a) de estar más allá, junto al Dios del universo; prometiendo, no un conocimiento empírico de las cosas mortales, sino una ciencia de las realidades divinas y celestiales, a la cual acompaña también el (adecuado) manejo de las cosas humanas, en las palabras y en las acciones.

177.2. Con razón, también la Escritura, queriendo que nosotros seamos dialécticos de ese modo, aconseja: "Sean cambistas acreditados (o: de buena reputación)" (texto desconocido; cf. Mt 25,27), rechazando ciertas cosas y reteniendo lo bueno (cf. 1 Ts 5,21).

177.3. En realidad, esta misma prudencia dialéctica es capacidad de discernimiento respecto de lo inteligible, demostración de lo que inconfundible (lit.: sin mezcla) y manifiestamente (lit.: puramente) corresponde a cada ser (o: es la sustancia básica de cada ser); es una facultad de distinguir los géneros de las cosas, que desciende hasta las más particulares, logrando que cada ser aparezca en su particular pureza.

Cristo nos revela al Padre del universo

178.1. Por lo cual sólo ella nos lleva de la mano hacia la verdadera sabiduría, que es una fuerza divina, conocedora de los seres en cuanto seres, dotada de perfección, libre de toda pasión; todo ello no se hace sin la ayuda del Salvador, quien, con la Palabra divina, ha disipado de la vista de nuestra alma la tenebrosa ignorancia vertida sobre ella por una mala conducta, y nos ha dado a cambio lo mejor: "que reconociéramos bien quién es Dios y qué es el hombre" (Homero, Ilíada, V,127).

178.2. Él es quien mostró realmente cómo conocernos a nosotros mismos; Él es quien revela al Padre del universo a quien quiere, según es posible que la naturaleza humana lo comprenda. "Porque, nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27).

Los cuatro modos de recibir la Ley

179.1. Con razón el Apóstol dice que conoció "por revelación el misterio del que escribí antes brevemente (lit.: en breve); en relación a lo cual, leyendo, pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo" (Ef 3,3,-4).

179.2. Dijo "en relación a lo cual pueden" (Ef 3,4), porque sabía que algunos habían tomado únicamente leche, y no alimento sólido todavía, ni siquiera del todo leche (cf. 1 Co 3,2).

179.3. De cuatro maneras podemos también comprender (o: aceptar; admitir) la voluntad de la Ley: o nos muestra un modelo, o nos manifiesta un signo, o nos impone un mandamiento para una conducta recta, o vaticina como una profecía.

179.4. Sé bien que discernir y explicar (lit.:decir) tales cosas es propio de adultos (lit. varones; hombres). En efecto, comprender la Escritura en toda su extensión no es una Micono (= una de las islas Cícladas), como dicen los aficionados a los proverbios. Hay que acercarse a ella con dialéctica, lo más posible, si se desea alcanzar el progreso de la enseñanza divina.





Capítulo XXIX: La ley proviene del Verbo

Las enseñanzas de los Griegos son nuevas

180.1. De ahí que el sacerdote egipcio dijera bellamente en Platón: "Oh Solón, Solón, ustedes, griegos, son siempre niños que no tienen la menor idea antigua transmitida mediante una doctrina del pasado; no existe ningún griego antiguo" (Platón, Timeo, 22 B).

180.2. Al decir "ancianos", daba a entender, creo, los que conocen lo antiguo, o sea, lo nuestro, como, al contrario, "jóvenes" los que conocen lo nuevo y estudiado por los griegos, investigando lo producido ayer o anteayer como si fuera viejo y antiguo.

180.3. Y añadió: "Enseñanza encanecida por el tiempo", porque nosotros, conforme al estilo bárbaro, usamos la metáfora de manera simplista y no claramente. Generalmente, quienes son espirituales por naturaleza acceden sin esfuerzo a todo el arte de la interpretación.

180.4. Y dice sobre los griegos que sus creencias no difieren mucho de "cuentos de niños" (cf. Platón, Timeo, 23 B), porque no hay que entender esto como cuentos de niños o hechos para los niños.

180.5. Llama "niños" a las fábulas mismas, como si dijera que todavía no se ven bien aquellos griegos que se creían sabios; y alude con la "enseñanza encanecida" a la más antigua de los bárbaros. A esta verdad opuso la expresión "cuento de niños", para mostrar el carácter mítico de la tentativa de los más jóvenes [griegos], donde nada hay que no sea inmaduro, propio de los niños, y haciendo ver que tanto sus cuentos como sus discursos son infantiles.

La luz de la ley

181.1. En efecto, la Potencia divinamente habla a Hermas en la revelación, diciendo: "Las visiones y revelaciones existen a causa de los indecisos, de los que discuten en sus corazones si estas cosas existen o no" (Hermas, El Pastor, Visión 3,4).

181.2. Igualmente, también se ayudan de una abundante erudición para reforzar sus argumentos, y aseguran y fundamentan sus razonamientos apodícticos, conforme a sus "ondulantes conocimientos" (cf. Homero, Ilíada, III,108) juveniles.

181.3. Según la Escritura: "El buen precepto es una lámpara, y luz para el camino es la ley; porque la educación muestra los caminos de la vida" (Pr 6,23).

181.4. La ley es la reina de todos, mortales e inmortales, dice Píndaro (Fragmentos, 169).

181.5. Pero yo deduzco de esas [palabras] al que dio la Ley y admito que Hesíodo se refiera al Dios del universo, aunque el poeta lo haya dicho tanteando, y no comprendiendo:

181.6. "El Cronida ha dispuesto esta ley para los hombres; peces y fieras y aves voladoras: ¡que se coman entre sí, puesto que no hay justicia entre ellos! Pero a los hombres les dio la justicia, que es lo mejor de todo" (Los trabajos y los días, 276-279).

El Señor es Ley y Verbo

182.1. Puede que aluda igualmente a la ley concedida con el nacimiento, o a la ley que se nos ha dado a continuación, pero ambas, tanto la ley natural como la aprendida, vienen de Dios, y es única; como dice Platón en el "Político", el legislador es uno (cf. Platón, Político, 301 C y 309 C-D); y en "Las Leyes" [dice] que uno es el que comprende lo característico de los músicos (cf. Platón, Leyes, 658 E y 659 A); con ello enseña que el Verbon (Logos) es uno y que Dios es uno.

182.2. Y Moisés aparece llamando al Señor "alianza", cuando dice: "He aquí mi alianza contigo" (Gn 17,4). Antes también había hablado de "alianza": "No buscarlo en ningún escrito" (cf. Gn 17,2).

182.3. Ahora bien, es alianza porque el autor de todo, Dios, dispone -porque "theos" dice relación a la "thesis"-, y él mismo realiza la disposición de todo conforme a un orden. En la "Predicación de Pedro" se encuentra que el Señor es llamado "Ley y Verbo"

 

LIBRO II

Capítulo I: Prefacio

Programa del libro segundo

1.1. A continuación conviene tratar por qué la Escritura ha definido a los griegos "ladrones" (Jn 10,8) de la filosofía bárbara, como se podrá demostrar brevemente. En efecto, no sólo expondremos los hechos extraordinarios de nuestra historia que ellos han copiado y puesto por escrito, sino que también les convenceremos de haber sustraído y falsificado nuestros dogmas más importantes, porque nuestras Escrituras son más antiguas, como ya hemos demostrado (cf. I,21). Y todo ello por lo que se refiere a la fe y a la sabiduría, a la gnosis y a la ciencia, a la esperanza y a la caridad, a la penitencia y a la continencia, y particularmente al temor de Dios -sencillo enjambre de virtudes auténticas (o: verdaderas)-.

1.2. Trataremos todo cuanto la declaración del asunto en cada caso exija, y en particular cómo los que con sentido práctico han trabajado en la filosofía de los antiguos (= autores del Antiguo Testamento), han emulado, sobre todo lo misterioso de la filosofía bárbara, el estilo simbólico y enigmático, que resulta ser muy útil, o más bien, totalmente necesario al conocimiento perfecto (gnosis) de la verdad

Presentación de conjunto del libro segundo

2.1. Como consecuencia, pienso defenderme respecto de los puntos en que los griegos nos atacan; recurriremos a algunos (textos) de las Escrituras, y el judío, oyendo con un poco de serenidad, podrá convertirse de lo que ha creído a lo que no ha creído.

2.2. En verdad, de ahora en adelante, la crítica dirigida a los pensadores de noble raza estará impregnada de amor hacia su vida y hacia las doctrinas originales que ellos han descubierto; nosotros no pretendemos vengarnos de nuestros acusadores -todo lo contrario, hemos aprendido a bendecir a quienes nos maldicen (cf. Lc 6,28; Mt 5,44), aunque dirijan en vano contra nosotros calumnias difamatorias-. Por el contrario, todo será finalmente para su conversión, aunque hay algo que también les avergüenza, llenos de sabiduría como están: ser corregidos por las críticas de un bárbaro. De modo que puedan entender, tarde ciertamente, de qué clase son realmente las enseñanzas que tratan de conquistar con sus viajes de ultramar.

2.3. En cuanto a que son ladrones, eso lo hemos de probar convincentemente, despojándolos de su autosuficiencia; en cuanto a lo que es objeto de su altivez, lo que ellos han descubierto "investigándose a sí mismos" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 101), de eso es la crítica. De ahí se deduce que debamos tener en cuenta el llamado ciclo educativo, para ver su utilidad respecto de la astrología, la matemática, y el arte mágico de las encantaciones.

2.4. Precisamente de éstas se glorían todos los griegos como de las ciencias más elevadas. "Pero quien reprende con franqueza, proporciona paz" (Pr 10,10).

La práctica auténtica de la filosofía

3.1. Hemos afirmado varias veces (cf. I,11,1; I,48,1) que no nos interesa ni nos preocupa hablar bien el griego (lit.: helenizar). Porque eso sólo sirve para apartar a muchos de la verdad; en cambio, la práctica auténtica de la filosofía ayudará a los oyentes a no hablar, sino a pensar.

3.2. Pero quien se preocupa por la verdad, no debe, creo yo, ajustar su vocabulario con estudiada premeditación, sino que debe tratar de expresar como pueda lo que desea; porque a quienes están pendientes de frases y se ocupan de estas, se les escapan las cosas.

3.3. Es propio de un jardinero el alcanzar la rosa, que crece entre los espinos, sin hacerse daño; y es propio del buscador especializado descubrir la perla oculta entre la carne de la ostra.

3.4. También se dice que las aves poseen mejor carne, no cuando el alimento es abundante y está a su disposición, sino cuando ellas mismas deben seleccionar la comida con esfuerzo, hurgando con las patas.

3.5. Por tanto, si alguien entiende la comparación y desea alcanzar lo verdadero entre muchos y persuasivos tratados en lengua griega, como si se tratara del verdadero rostro bajo la máscara horrorosa, deberá esforzarse y capturará la presa. Así, dice la Potencia a Hermas, cuando aparece en la visión: "Todo lo que conviene que te sea revelado se te revelará" (Hermas, El Pastor, Visión, III,3,4).

Capítulo II: Sólo por la fe podemos conocer a Dios

El temor de Dios consiste en alejarse del mal

4.1. El libro de los "Proverbios" dice: "No te apoyes en tu propia sabiduría, pero en todos los caminos procura conocerla, para que enderece tus caminos; así tu pie no tropezará" (Pr 3,5-6. 23). Con esto quiere mostrarnos que las obras deben ser consecuentes con la palabra, y poner de manifiesto que debemos elegir y retener lo útil de toda educación (paideia).

4.2. Varios son, en efecto, los caminos de la sabiduría que desembocan directamente en el camino de la verdad, y ese camino es la fe. "Tu pie no tropezará" (Pr 3,6) se dice a propósito de quienes parece que tienen la presunción de oponerse a la única y divina providencia.

4.3. Por eso [la Escritura] añade: "No te tengas por sensato (o: prudente, sabio) frente a ti mismo" (Pr 3,7), es decir, conforme a los razonamientos impíos que se oponen a la economía de Dios;"teme a Dios" (Pr 3,7), que sólo Él es poderoso (cf. Mt 10,28); de lo que se deduce que nada puede oponerse a Dios.

4.4. Pero además enseña claramente a continuación que el temor de Dios es apartarse del mal. Así dice [la Escritura]: "Apártate de todo mal" (Pr 3,7). Esta es la educación de la Sabiduría: "El Señor corrige al que ama" (Pr 3,12), haciéndolo sufrir para que entre en razón, pero restableciéndolo después en la paz y en la incorruptibilidad.

Los cristianos confesamos un Dios cercano

5.1. Por tanto, la filosofía bárbara que nosotros seguimos es realmente perfecta y verdadera. Porque dice en el libro de la Sabiduría: "Él me ha dado un conocimiento inequívoco de los seres, para conocer la composición del mundo" (Sb 7,17), y lo que sigue hasta "y las virtudes de las raíces" (Sb 7,20). En todo esto sintetiza la contemplación (theoría) de la naturaleza, es decir, de todas las cosas formadas en el mundo sensible.

5.2. Y a continuación se encuentra una alusión a los seres inteligibles, cuando añade: "Cuanto permanece oculto y visible lo he conocido, porque la Sabiduría me ha enseñado todo lo que ha hecho" (Sb 7,21).

5.3. He aquí brevemente lo que promete nuestra filosofía. Su estudio, practicado con una recta conducta, mediante la Sabiduría, que todo lo ha hecho (Sb 7,21), nos lleva hasta el que es guía del universo, difícil de comprender y capturar, porque siempre se retira y se aleja del que va en su persecución.

5.4. Pero ese mismo ser, aunque muy lejano, ha venido para estar muy cerca de nosotros. ¡Maravilla inefable! "Yo soy un Dios cercano" (Jr 23,23), dice el Señor; lejano por la esencia -¿cómo podría acercarse lo engendrado al que es inengendrado?-; pero está muy próximo por su poder, que contiene todo en su seno.

5.5. Dicee [la Escritura]: "Si algo se hiciere a escondidas, ¿yo no lo vería?" (Ex 33,13). En verdad, el poder de Dios está siempre presente y nos alcanza con su fuerza vigilante, bienhechora y educadora.

Dios está por encima de todo lugar y tiempo

6.1. Por eso Moisés, persuadido de que Dios jamás será conocido por sabiduría humana, dice: "Manifiéstate tú mismo a mí" (Ex 33,13), y fue forzado a entrar "en la oscuridad" (Ex 20,21), donde estaba la voz de Dios, o sea, en los pensamientos inaccesibles y sin imágenes acerca del ser; porque Dios no está la oscuridad o en un lugar, sino por encima de todo lugar, tiempo y de lo que (es) propio de las cosas creadas.

6.2. Por esa razón no se halla jamás en una parte, ni como continente ni como contenido, ni por delimitación alguna o división.

6.3. "¿Qué casa podrían construirme?" (Is 66,1), dice el Señor. Ni siquiera Él mismo se la ha construido, puesto que Él no necesita lugar (o: no puede estar contenido en el espacio), aunque se diga que "el cielo es su trono" (Is 66,1); pero no está contenido de esa forma, sino que descansa contento con la creación.

6.4. Para nosotros, por tanto, es claro que la verdad está escondida, conforme hemos demostrado con ese solo ejemplo, y dentro de poco lo estableceremos con otros ejemplos más.

La justicia verdadera

7.1. No pueden, por ende, no ser dignos de aprobación aquellos que están dispuestos a aprender y son capaces, según Salomón, "de conocer la sabiduría, y la disciplina, de comprender palabras sensatas, de alcanzar la destreza del razonamiento, de entender la justicia verdadera" (Pr 1,2-3) -porque se entiende que hay otra (justicia), la que se enseña no conforme a la verdad: la de las leyes griegas y la de los otros filósofos-.

7.2. Y dice [la Escritura]: "Enderezar los juicios" (Pr 1,3), no las sentencias de los tribunales, sino que debemos tener, en nosotros mismos, un criterio sano y seguro (o: sin error), "para conceder prudencia a los sencillos, y al joven entendimiento y comprensión. Y un sabio que oiga estas cosas, decidido a obedecer los mandamientos, será más sabio" (Pr 1,4-5) según la gnosis; y "quien sepa reflexionar adquirirá el arte de gobernar y entenderá las parábolas, las palabras oscuras, las máximas y los enigmas de los sabios" (Pr 1,6).

7.3. Los inspirados por Dios y quienes de ellos proceden no proferirán palabras engañosas, ni tenderán los lazos con los que la mayoría de los sofistas enredan a los jóvenes, sin ocuparse para nada de lo verdadero; al contrario, quienes poseen el Espíritu Santo indagan "las profundidades de Dios" (1 Co 2,10), es decir, que alcanzan el misterio que envuelve a las profecías.

7.4. Pero está prohibido dar las cosas santas a los perros (cf. Mt 7,6), mientras que siguen siendo fieras. No conviene dar de beber del manantial divino y puro, del agua viva (cf. Jn 4,10; Ap 22,1), a la gente envidiosa, perturbadora, infiel y sin pudor que ladra contra la investigación.





La fe de los cristianos

8.1. "No se te derramen las aguas fuera de tu fuente, porque tus aguas han de llegar hasta tus plazas" (Pr 5,16). "La mayoría de la gente no reflexiona sobre estas cosas; quienes por casualidad se enfrentan con la realidad, aunque se les explique, no la comprenden, sino que aparentan entenderla", según el noble Heráclito (Fragmentos, 22 B 17).

8.2. ¿No te parece que también censura él a quienes no creen? "Pero mi justo vivirá de la fe" (Ha 2,4), ha dicho el profeta. Y otro profeta dice: "Si no tienen fe, ciertamente no comprenderán" (Is 7,9).

8.3. En efecto, ¿cómo podrá un alma contemplar de manera sobrenatural esas cosas, si rechaza en su interior el creer en la enseñanza misma?

8.4. Por el contrario, la fe que algunos griegos calumnian como inútil (o: vana) y bárbara es una preconcepción voluntaria, un asentimiento religioso, "una garantía de lo que se espera, una prueba de las cosas que no se ven" (Hb 11,1), según el divino Apóstol. Porque, principalmente "por ella los antiguos fueron acreditados" (Hb 11,2). "Sin la fe es imposible agradar a Dios" (Hb 11,6).

La voz de Dios

9.1. Otros han definido la fe como un asentimiento que nos une a una realidad invisible, como la demostración es el asentimiento dado sin duda a una realidad que se ignoraba.

9.2. Ahora bien, si (la fe) es una elección deliberada (o: una determinación), puesto que tiende hacia un objeto, tal deseo es reflexivo, y si por otra parte la elección deliberada es el principio de la acción, también la fe es principio de una acción consciente, como si uno procurase anticipadamente la demostración mediante la fe.

9.3. Además, es principio de inteligencia seguir lo que es útil. Generalmente, una indagación segura es de una gran ayuda para la [adquisición de la] gnosis. Así, el ejercicio de la fe genera una ciencia, basada en un fundamento sólido.

9.4. Ahora bien, los discípulos de los filósofos definen la ciencia como una condición que ningún razonamiento puede conmover. ¿Hay, por tanto, otra postura tan verdadera como la de la religión, que tiene para sí como único maestro al Verbo? Pienso que no.

9.5. Teofrasto sostiene que la sensación es el principio de la fe, puesto que por ella se transmiten los principios hasta la razón y el pensamiento que están en nosotros (Teofrasto, Fragmentos, 13).

9.6. Por eso, quien cree en las divinas Escrituras con un juicio firme, recibe como demostración irrefutable la voz de Dios, que nos ha dado las Escrituras; por ello, la fe no es algo que pueda apoyarse en la demostración. "Bienaventurados los que no vieron y creyeron" (Jn 20,29).

9.7. Por otra parte, las solicitaciuones de las sirenas manifiestan un poder sobrehumano e impresionan a quienes se encuentran en sus proximidades, disponiéndoles a escuchar sus cantos, aunque ellos mismos no quieran.

Capítulo III: La fe en los sistemas de Basílides y Valentín

Los errores de los gnósticos respecto de la fe

10.1. Los seguidores de Basílides consideran que la fe es algo natural, porque la atribuyen a la elección, al descubrir las doctrinas sin demostración alguna, sino mediante una comprensión intelectual.

10.2. En cambio, los valentinianos nos asignan la fe a nosotros, los simples, pero sostienen que la gnosis reside en ellos, que son salvados por su naturaleza, en conformidad con la superioridad de su origen; y dicen que la gnosis dista más de la fe que lo espiritual respecto a lo psíquico.

10.3. Además los basilianos afirman que la fe y la elección poseen su respectivo espacio, según su categoría individual; y que consecuentemente, de la elección supercósmica depende en toda naturaleza la fe cósmica, y también que el don de la fe sería proporcional a la esperanza de cada uno.

La fe implica una elección

11.1. Si eso es así, la fe no sería resultado de una libre determinación, sino de un privilegio de la naturaleza; así tampoco sería responsable el que no cree, ni merecería un castigo justo; lo mismo que el creyente tampoco sería responsable. De esta manera, cuanto hay de personal y diferente realmente en nosotros por la fe o la incredulidad, no estará sometido ni a alabanza ni a reproche para quien bien razona, ya que todo se encuentra predeterminado por la necesidad natural, surgida del que tiene poder universal. Y si nosotros estamos gobernados por una fuerza natural, como por cuerdas, igual que los objetos inanimados, lo voluntario y lo involuntario resultan ser nociones superfluas, al igual que el impulso que los dirige.

11.2. En cuanto a mí, no puedo concebir un ser viviente cuya capacidad impulsiva es resultado de una necesidad, instado por una causa externa. Entonces, ¿dónde estaría la conversión del incrédulo, por la que se obtiene el perdón de los pecados? Así, tampoco sería ya razonable el bautismo, ni el sello bendito, ni el Hijo, ni el Padre; sino que para ellos Dios viene a ser, me parece a mí, la distribución de las naturalezas, sin el fundamento de la salvación que es la fe voluntaria.

Capítulo IV: Necesidad y preeminencia de la fe

Hemos creído en el Verbo

12.1. Pero nosotros que hemos recibido del Señor, mediante las Escrituras, que a los hombres se les ha dado la facultad de elegir y de rechazar libremente, apoyándose en la fe, como criterio inmutable (o: infalible); demostramos que "el espíritu está pronto" (Mt 26,41; Mc 14,38), porque hemos elegido la vida y hemos creído a Dios mediante su voz. Y quien ha creído al Verbo sabe que eso [que ha creído] es verdadero, porque el Verbo es verdad (cf. Jn 14,6); por el contrario, quien no ha creído (al Verbo) que habla, no ha creído a Dios.

12.2. Dice el Apóstol: "Por fe entendemos que los mundos han sido formados mediante la palabra de Dios, de modo que de lo invisible ha tenido origen lo visible; por la fe Abel ofreció un sacrificio mayor que Caín, y por ello fue declarado justo, dando Dios mismo testimonio sobre sus ofrendas; y mediante la fe aquél, después de muerto, habla todavía" (Hb 11,3-4), y lo que sigue hasta "tener por algún tiempo el goce del pecado" (Hb 11,25). La fe justificó a esas personas antes de la Ley y las hizo herederas de la promesa divina (cf. Hb 6,12. 17).

"La fe descansa en la verdad"

13.1. Entonces, ¿para qué retomar en nuestras historias los ejemplos de fe y aducirlos en testimonio? "Me faltaría tiempo para recordar a Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y a los profetas" (Hb 11,32), y lo que sigue.

13.2. Cuatro son los elementos en que se fundamenta la verdad: sensación, mente, ciencia y opinión (o: conjetura; suposición); en el orden natural lo primero es la mente, pero para nosotros y en relación a nosotros es la sensación; de la sensación y el entendimiento se constituye la esencia de la ciencia; y común a la mente y a la sensación es la evidencia.

13.3. Aunque la sensación sea el peldaño de la ciencia, sin embargo la fe se hace primero camino mediante las cosas sensibles, luego abandona la opinión, aspira hacia lo que no es engañoso y descansa en la verdad.

13.4. Si alguien dice que la ciencia es una demostración conforme a la razón, que sepa que los principios son indemostrables, porque no son cognoscibles ni por la experiencia (lit.: técnica) ni por el pensamiento. Éste concierne a los seres que pueden ser de otro modo, mientras que aquella es sólo para la acción, no para la contemplación.

"La fe es una gracia"

14.1. Por eso, sólo mediante la fe se puede alcanzar el principio de todo. Porque toda ciencia puede enseñarse, y lo que se puede enseñar procede de un conocimiento anterior.

14.2. Pero el principio del universo no era conocido con anterioridad por los griegos; ni por Tales, que ponía el agua como causa primera, ni por los otros físicos posteriores. Anaxágoras fue el primero que puso el espíritu (noys; o: la mente) por encima de las cosas; pero ni siquiera él le dio el valor de ser causa creadora, describiendo (lit.: pintaba) ciertos remolinos carentes de razón, juntamente con la inactividad y la sinrazón del espíritu.

14.3. Por eso también dice el Verbo: "No se den a ustedes mismos el título de maestro sobre la tierra" (Mt 23,8. 9), porque la ciencia es un estado que procede por demostración, mientras que la fe es una gracia que hace subir de las cosas indemostrables hasta el ser absolutamente simple, que no está unido a la materia, ni es materia, ni deriva de la materia.

Un nuevo modo de conocer

15.1. Por lo que se ve, los incrédulos "arrastran todo desde el cielo y de lo invisible a la tierra, arrancando sin más con sus manos piedras y encinas, como dice Platón, pegados a todas las cosas de ese género, sostienen que sólo existe cuanto ofrece resistencia y [tiene] contacto; cuerpo y ser son para ellos la misma cosa...

15.2. Y quienes discuten con ellos se defienden con mucha precaución, desde lo alto, es decir, de los lugares invisibles, obstinados en mantener que el verdadero ser es el de las ideas ininteligibles e incorpóreas" (Platón, Sofista, 246 A-B).

15.3. "He aquí que yo hago nuevas las cosas" (Is 43,19), dice el Verbo, "cosas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ascendieron al corazón del hombre" (1 Co 2,9; cf. Is 43,19; 65,17; Is 64,3; 52,15); todo lo visible, audible y que hay en el corazón, con ojo nuevo, con nuevo oído y nuevo corazón, es perceptible mediante la fe y la inteligencia, porque los discípulos del Señor hablan, escuchan y obran de forma espiritual.

15.4. Existe, en efecto, una moneda auténtica y otra falsa, que no obstante engaña a los no entendidos, pero no a los cambistas (o: banqueros), que saben, por la práctica, separar y discernir la falsa de la verdadera (cf. Mt 23,8). Así, el cambista dice, sin más, al no entendido que tal moneda es falsa; cómo, sólo lo saben el cambista conocido y que está preparado para ello.

15.5. Aristóteles dice que es fe el juicio que sigue a la ciencia sobre la verdad de una cosa. Por tanto, la fe es más importante que la ciencia, y constituye su criterio.



No es posible oponerse a Dios

16.1. La conjetura, en el sentido de una frágil suposición, imita la fe, lo mismo que el adulador imita al amigo y el lobo al perro. Ahora bien, como vemos que el artesano (o: el carpintero) se hace técnico aprendiendo ciertas cosas, y el piloto podrá pilotar si se ha adiestrado en su arte, dándose cuenta de que no basta querer ser (un hombre) bueno y honesto, sino que es necesario aprender con docilidad.

16.2. Hacerse dócil frente al Verbo, al que llamamos Maestro, quiere decir tener fe en Él sin oponernos en nada. ¿Cómo es posible oponerse a Dios? Por tanto la gnosis se hace fiel y la fe se hace gnóstica, según un orden y una reciprocidad establecidas por Dios.

16.3. Por eso Epicuro, que estimó el placer más que la verdad, también dice que la fe es una prolepsis (o: prenoción; precaptación de la mente); y, a su vez, define esa preconcepción como un fijar la atención en una cosa evidente y en la clara inteligencia de un objeto; así, no se puede indagar, ni dudar, ni mucho menos concebir una opinión, ni refutar nada sin la prolepsis.

Feliz el que escucha

17.1. Porque de no tener alguno una prolepsis de lo que desea ¿cómo podrá saber algo de lo que busca? Pero el que sabe, ya hace que la prolepsis sea comprensión.

17.2. Pero, si quien aprende lo hace mediante la prolepsis, que faculta la elección según se ha dicho, es entonces cuando uno tiene el oído abierto para escuchar la verdad: "Feliz quien habla a los oídos de quienes escuchan" (Si 25,9); como, sin duda, es feliz también quien escucha.

17.3. Pero, escuchar es comprender. Ahora bien, si la fe no es otra cosa que una prolepsis del pensamiento respecto a lo que se dice, y está definida como atención, inteligencia y docilidad, nadie aprenderá sin fe, puesto que nadie aprende sin prolepsis.

17.4. Así se manifiesta como lo más verdadero lo que dice el profeta: "Si no tienen fe, ninguno comprenderá" (Is 7,9). Eso mismo dijo Heráclito de Éfeso, al parafrasear la sentencia: "Si no esperas lo inesperado, no lo encontrarás, puesto que no se puede hallar y es inaccesible" (Fragmentos, 22 B 18).

Los cristianos son ungidos en Cristo

18.1. Además, el filósofo Platón también escribió en "Las Leyes": "El que quiera ser feliz y dichoso debe participar de la verdad desde el comienzo, para que viva conforme a la verdad el mayor tiempo posible; porque cree. Pero el que no cree, es quien ama deliberadamente la mentira. De igual manera el que la ama sin querer es un necio. Ninguna de estas dos actitudes es envidiable, porque todo hombre sin fe e ignorante carece de amigos" (Platón, Leyes, V,730 B-C).

18.2. Y quizás esa [fe] es la que en el "Eutidemo" él llama de manera misteriosa "sabiduría real" (Platón, Eutidemo, 291 D). En el "Político" dice expresamente: "La ciencia regia es la que conviene al verdadero rey, y quien la posee, ya sea gobernante ya particular, recibirá por ello el título de rey, por el derecho mismo que le confiere su arte" (Platón, Político, 259 A-B y 292 E).

18.3. Por eso cuantos han creído en Cristo son y se definen como los ungidos, como regios, en cuanto que son objeto de cuidado regio. Así, "como los sabios son sabios por la sabiduría y los justos son justos por la justicia" (Platón, Minos, 314 C), así también los cristianos, (discípulos) de Cristo son regios gracias a Cristo Rey (o: así también los ungidos son regios gracias al Rey y cristianos por Cristo).

18.4. Y poco después, [Platón] añade con claridad: "Lo que es recto sin duda es legal, y la recta razón es ley, porque tal es por naturaleza, no por ser redactada mediante escritos o de otra manera" (Platón, Minos, 317 B-C). Y el extranjero de Élea define al hombre regio y político como "ley viviente" (Platón, Político, 295 E y 311 B-C).

El verdadero sabio

19.1. Tal es el que cumple la ley y "hace la voluntad del Padre" (Mt 7,21; 21,31), y su nombre está inscrito delante de todos sobre un madero altísimo, propuesto como ejemplo de virtud divina para los que pueden ver claro.

19.2. Los griegos saben que por ley los scitales (despachos) de los efóros (jefes) espartanos estaban grabados sobre palos; pero la ley de la que yo hablo es regia y viviente, como se ha dicho; también es la recta razón: "La ley es reina de todos, mortales e inmortales", como dice Píndaro de Tebas (Fragmento, 169).

19.3. También Espeusipo en el [libro] primero "A Cleofonte" parece expresarse, como Platón, en los siguientes términos: "Si la realeza es cosa buena y si únicamente el sabio es rey y soberano, también la ley, que es un discurso recto, es buena" (Espeusipo, Fragmentos, 169). Y así es ciertamente.

19.4. Los filósofos estoicos establecieron un principio que es la consecuencia de aquella sentencia, cuando atribuyen tan sólo al sabio: la realeza, el sacerdocio, la profecía, el poder de dar leyes, la riqueza, la verdadera belleza, la nobleza y la libertad. Precisamente por eso, ellos mismos reconocen que es muy difícil encontrar un sabio.

Capítulo V: Las maravillas de la fe

"El sabio es amado por Dios"

20.1. Todas esas doctrinas mencionadas aparecen difundidas entre los griegos gracias al gran Moisés. Él enseña que todo pertenece al sabio con estas palabras: "Y porque Dios tuvo piedad de mí, todo es mío" (Gn 33,11).

20.2. Indica que el sabio es amado por Dios cuando dice: "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob" (Gn 33,11; Ex 3,16). En efecto, se constata que uno (= Abraham) es llamado abiertamente "amigo" (St 2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7), mientras que el otro (= Jacob) aparece con el nombre cambiado como "aquel que ve a Dios" (Gn 32,29-31); a Isaac en fin, presentándolo alegóricamente como víctima consagrada (cf. Gn 22), se lo escogió para que nos sea figura (lit.: tipo) de la economía salvadora (o: modelo de la economía de nuestro Salvador).

20.3. También Minos es celebrado entre los griegos como "el rey confidente de Zeus durante más de nueve años" (Homero, Odisea, XIX,179); éstos supieron que Dios había conversado en otro tiempo con Moisés "como si alguien hablara con su amigo" (Ex 33,11).

Cristo es el único sumo sacerdote

21.1. Así, por tanto, Moisés fue sabio, rey y legislador. Pero nuestro Salvador está por encima de toda humana naturaleza (cf. Hb 3,3). Él es bello, por eso es el único amado por los que aspiramos a la verdadera belleza, "porque él era la luz verdadera" (Jn 1,9).

21.2. También Él es proclamado rey por los niños ingenuos y por los judíos incrédulos e ignorantes, y es anunciado por los profetas mismos, como se ha demostrado (cf. Lc 19,38; Za 9,9; Sal 117,26).

21.3. Él es rico, hasta el punto de despreciar toda la tierra y el oro que hay por encima y por debajo de ella, dones ofrecidos por el adversario, junto con toda la gloria (cf. Mt 4,8-10).

21.4. ¿Es necesario decir que sólo Él es el sumo sacerdote que conoce el servicio de Dios, "el rey de paz, Melquisedec" (Hb 7,12), el más apto para dirigir al género humano?

21.5. También es legislador, puesto que da la Ley por boca de los profetas, prescribe muy claramente, y enseña lo que se debe o no hacer.

La verdadera riqueza

22.1. ¿Por otra parte, quién puede haber más noble que Él, cuyo único Padre es Dios? Y aquí mencionemos a Platón, que aplica los mismos principios. Ya llamó rico al sabio en el "Fedro": "¡Oh querido Pan, dice, y cuantos otros dioses están por aquí: ojalá me concedan adquirir la belleza interior, y que cuanto tengo en lo exterior esté en amistad con lo interior, y que pueda tener por rico al sabio!" (Platón, Fedro, 279 B).

22.2. En otro lugar, al reprochar a quienes pensaban que eran ricos por poseer muchos bienes, el Extranjero de Atenas dice: "Es imposible que sean verdaderamente ricos y buenos aquellos a quienes la gente tiene por ricos, puesto que llaman así a quienes, muy pocos, poseen bienes de muchísimo precio, que también un hombre malvado puede poseer" (Platon, Leyes, V,724 E).

22.3. Dice Salomón: "Todo el mundo entero de las riquezas es del hombre de fe, pero del infiel ni un óbolo" (Pr 17,6 LXX). Tanto más es necesario creer a la Escritura, cuando dice que "un camello pasará por el ojo de una aguja" (Mt 19,24; Mc 10,25; Lc 18,25) más rápido que (llegue a) filosofar un rico.

22.4. Llama bienaventurados a los pobres (cf. Lc 6,20; Mt 5,3); como lo comprendió Platón, al decir: "Es necesario considerar como pobreza no la disminución de la propiedad, sino el crecimiento de la insaciabidad" (Platón, Leyes, V,736 E). En efecto, no es la pequeña fortuna, sino el deseo insaciable, lo que el hombre honesto (lit.: bueno) debe abandonar si quiere ser rico.

22.5. En el "Alcibíades", [Platón] define el vicio como "cosa de esclavos", y la virtud como "digna de los hombres libres" (Platón, Alcibíades, I,135 C). Y la Escritura dice: "Quiten de su espalda el yugo pesado y tomen el suave" (cf. Mt 11,29), así como también los poetas llaman "servil" al "yugo" (Esquilo, Siete contra Tebas, 50). Y lo de: "Fueron vendidos a sus pecados" (Is 50,1; Rm 7,14), está de acuerdo con las anteriores expresiones. "Todo el que comete pecado es esclavo" (Jn 8,34).

22.6. Pero "el esclavo no permanece en la casa para siempre. Pero si el Hijo los libera (Jn 8,35-36), serán libres, y la verdad los hará libres (Jn 8,32).

22.7. El Extranjero de Atenas, por otra parte, define como bello al sabio, cuando dice: "Así, por tanto, si alguno quisiera mantener que los justos, por deformes que sean en el cuerpo, son no obstante muy hermosos debido a su carácter perfectamente justo, jamás sería exponerse a dar la impresión de que sobrepasaba cualquier medida" (Platón, Leyes, IX,859 D-E)

22.8. Y la profecía predijo: "Su aspecto era deforme, ante todos los hijos de los hombres" (Is 53,3). Y Platón dijo en el "Político" que el sabio es rey, y la frase está a la vista (cf. II,18,2; Platón, Político, 259 A-B).



La fe, madre de virtudes

23.1. Demostradas esas cosas, volvamos de nuevo a nuestro tema sobre la fe. También Platón expresa la necesidad universal de la fe con una auténtica demostración, a la vez que elogia la paz:

23.2. "Fiel y equilibrado en las disputas, uno no podrá jamás prescindir de una perfecta virtud. Hombres luchadores, dispuestos a morir en batalla, abundan mucho entre los mercenarios, pero éstos resultan la mayoría desertores, injustos, violentos e insensatos, a excepción de muy pocos. Si estas palabras son válidas, todo legislador, que tenga un mínimo de habilidad, establecerá las leyes teniendo en cuenta más que ninguna otra la mayor de las virtudes" (Platón, Leyes, I,630 B-C).

23.3. Y esa es la fidelidad que necesitamos en todo momento, en la paz, en toda guerra y en cualquier circunstancia de la vida; porque parece comprenderlas y abarcarlas a todas las demás.

23.4. "Lo mejor, sin embargo, no es ni la guerra ni la sedición. Es despreciable necesitar de ellas. Lo mejor es la paz y la recíproca benevolencia" (Platón, Leyes, I,628 C).

23.5. Por eso se manifiesta que la mayor aspiración, según Platón, sea permanecer en la paz; pero madre principal de las virtudes es la fe.

"La sabiduría es inteligencia"

24.1. Correctamente, en consecuencia, se dice en el libro de Salomón: "La sabiduría está en la boca de los hombres de fe" (Si 34,8). Igualmente, Jenócrates en el [libro] "Sobre la inteligencia" afirma que la sabiduría es conocimiento de las causas primeras y de la esencia inteligible; establece dos clases de inteligencia: la práctica y la teórica; ésta sería precisamente la sabiduría humana (Jenócrates, Fragmentos, 6).

24.2. Por eso la sabiduría es inteligencia, pero no toda inteligencia es sabiduría. Y ya está aclarado que la ciencia del principio del universo es la fe, y no la demostración.

24.3. En efecto, es absurdo que los seguidores de Pitágoras de Samos refutaran las demostraciones de los problemas y consideraran razón de fe la expresión "él lo ha dicho" (Diogeniano, Paroemiae, III,19), y se contentaran con esa única proposición para la certeza de cuanto habían aprendido, mientras que otros, que "aman contemplar la verdad" (Platón, República, V,475 E), pretendan no creer a un Maestro digno de fe, al único Dios salvador, y reclamen de Él las pruebas de lo que ha dicho.

24.4. Pero Él dice: "Quien tenga oídos para oír, que oiga" (Mt 11,15). Y ¿quién es Él? Hable Epicarmo: "El espíritu ve, el espíritu oye; el resto es sordo y ciego" (Epicarmo, Fragmentos, 249).

24.5. Heráclito, al reprender a ciertos "incrédulos, dice, que no saben ni escuchar ni hablar" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 19), ayudado sin duda por Salomón: "Si te gusta escuchar, aprenderás; y si inclinas tu oído, serás sabio" (Si 6,33).

Capítulo VI: La fe, el arrepentimiento, la caridad, la gnosis

La palabra del Señor

25.1. Dice Isaías: "Señor, ¿quién creyó en lo que nosotros oímos?" (Is 53,1). "Porque la fe viene del oír, y el oír, mediante la palabra de Dios" (Rm 10,17), dice el Apóstol.

25.2. "¿Cómo invocarán al que no creyeron? Y ¿cómo creerán a quien no oyeron? Y ¿cómo oirán si nadie les proclama? Y ¿cómo proclamarán sin haber sido enviados? Según está escrito: "¡Qué hermosos los pies de los anuncian buenas nuevas!"" (Rm 10,14-15; Is 52,7).

25.3. ¿Ves cómo el [Apóstol] hace remontar la fe, mediante el anuncio (lit.: el oír) y la predicación (lit.: proclamación) de los Apóstoles, hasta la palabra del Señor, hasta el Hijo de Dios? ¿Y aún no entendemos que la palabra del Señor es demostración?

25.4. Así como el juego de pelota no depende sólo del que según (las reglas) del arte tira la pelota, sino que requiere además alguien que la reciba con el debido ritmo, para que la gimnasia se realice según las reglas (del arte) de la pelota; así también la enseñanza es digna de crédito cuando la fe de los oyentes facilita el aprendizaje, que es, por así decirlo, una especie de técnica natural.

Arrepentimiento y gnosis

26.1. También cuando un terreno es fecundo coopera con la acción de la semilla. Por eso no hay provecho alguno en la educación, aunque sea la mejor, sin la disponibilidad del alumno; tampoco existe [provecho alguno] en la profecía, cuando falta la docilidad de los oyentes.

26.2. Las pajas secas, dispuestas para recibir la capacidad de ser quemadas, se encienden más fácilmente; y la piedra que, bien conocida por ello, atrae al hierro por semejanza de naturaleza, al igual que la resina de ámbar amarillo atrae las pajas secas y el electro remueve los montones de paja. Y las cosas que son atraídas les obedecen arrastradas (o: atraídas) por un misterioso soplo, no como causas, sino como concausas.

26.3. Existen dos clases de maldad: la que actúa mediante engaño y simulación, y otra que empuja y arrastra con violencia; ahora bien, el Verbo divino ha lanzado su voz para llamar a todos los hombres, apareciéndose principalmente a aquellos que no habían obedecido (o: aún conociendo muy bien a aquellos que no le obedecerían); pero, con todo, como en nuestra mano está el sí y el no obedecer, para que no puedan algunos pretextar ignorancia, ha lanzado justamente su llamada, y no exige sino lo que cada uno puede.

26.4. Hay quienes poseen juntamente el querer y el poder, al haber acrecentado sus dotes [personales] mediante el ejercicio, y están purificados; otros, aunque todavía no pueden, sin embargo poseen ya el querer. El desear una acción es propio del alma, pero ponerla en práctica no es posible sin el cuerpo.

26.5. El valor de las acciones no solo se mide únicamente por el resultado (lit.: el fin), sino que se juzga también por la elección de cada uno, aunque realice su elección a la ligera, y si está arrepentido de las faltas cometidas, si tiene conciencia de los errores en los que ha caído, y si los reconoce, es decir, los reconoce posteriormente. Porque el arrepentimiento es un conocimiento (gnosis) tardío, mientras que la ausencia de pecado es la gnosis primera.

La esperanza nace de la fe

27.1. También la conversión es un éxito (o: un acto virtuoso producido por) de la fe. Porque, si no se cree que es pecado la actitud en la que se ha permanecido anteriormente, no se convertirá. Y si no se cree que el que comete una falta merece un castigo, y que existe una salvación para quien vive conforme a los mandamientos, nadie se convertirá (lit.: cambiará). Por eso, también la esperanza surge de la fe.

27.2. Tanto es así que los seguidores de Basílides definen la fe como un asentimiento del alma acerca de las cosas que no afectan a los sentidos porque no le están presentes. Ahora bien, la esperanza es expectativa de la posesión de un bien; pero la esperanza necesariamente es fiel. Fiel es el que guarda cuidadosamente lo que se le confía; y a nosotros se nos han confiado las palabras que se refieren a Dios y las palabras divinas, los mandamientos con la práctica de los preceptos.

27.3. Ese es el "servidor fiel" (Mt 24,45; 25,21) alabado por el Señor. Y cuando [el Apóstol] dice: "Dios es fiel" (1 Co 1,9; 10,13; 2 Co 1,18), indica que, al revelarse, es digno de fe; pero es el Verbo divino quien se revela, y ciertamente Dios mismo es digno de fe.

27.4. ¿Cómo, si creer es conjeturar (o: suponer), los filósofos creen que sus propias ideas son firmes? Porque no es una conjetura el asentimiento voluntario antes de una demostración, sino un asentimiento a un fuerte (o: asentimiento a una autoridad válida).

La benevolencia del Señor

28.1. ¿Pero quién es más poderoso que Dios? La incredulidad es una conjetura débil (y) negativa de (la proposición) contraria; lo mismo que la desconfianza es la actitud que acepta con dificultad la fe. Y la fe es una conjetura voluntaria y una sabia prolepsis (precaptación) anterior a la comprensión; y la espera es la representación de algo futuro (o: una espera de algo futuro); mientras que en otros casos la espera es una opinión de lo incierto; pero la confianza es un juicio firme sobre algo.

28.2. Por eso nosotros creemos en aquel en quien hemos confiado, para gloria de Dios y salvación (nuestra). Y hemos puesto nuestra confianza en el único Dios, porque sabemos que Él no quebrantará las hermosas promesas que nos ha hecho, y a lo que por causa de ellas ha creado y nos ha concedido con benevolencia.

28.3. Ahora bien, la benevolencia es un querer bienes para otro por ese otro mismo. Porque Él no tiene necesidad de nada; la benevolencia y la benignidad del Señor, se realiza en favor nuestro; son una benevolencia divina, y son una benevolencia que tiene por finalidad hacer el bien.

28.4. Si "a Abrahán que tuvo fe (ésta) le fue reconocida por justicia" (Gn 15,16; Rm 4,3. 9. 22; Ga 3,6; St 2,23), y nosotros somos descendencia de Abraham por (la palabra) oída (o: por la predicación), también nosotros debemos creer. Porque nosotros somos israelitas que obedecemos no mediante signos, sino por la palabra oída (o: la predicación).

28.5. Por ello se dijo: "Regocíjate, estéril, que no has parido; entona un grito de alegría, tú, que no has estado de parto; porque son más los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido" (Is 54,1; cf. Ga 4,27). "Has vivido para entrar en el recinto del pueblo, tus hijos fueron bendecidos para entrar en las tiendas de los padres" (cf. Is 54,2-3. 10).

28.6. Puesto que las mismas moradas están prometidas por la profecía a los patriarcas y a nosotros, es el mismo Dios el que se revela (lit.: muestra) en los dos Testamentos.

Un único Señor

29.1. En efecto, se añade más claramente: "Has heredado el testamento de Israel" (cf. Is 54,10), aludiendo al llamamiento a los gentiles: a la mujer antes estéril de ese marido que es el Verbo, abandonada anteriormente por el novio.

29.2. "El justo vivirá de la fe" (Rm 1,17); la fe según el [Nuevo] Testamento y los mandamientos, porque éstos que son dos por el nombre y el tiempo, habiendo sido concedidos por la divina economía, teniendo en cuenta la edad y el progreso, en realidad tienen la misma fuerza, el Antiguo y el Nuevo, y por medio del Hijo nos vienen del único Dios.

29.3. Por eso, también en la "Carta a los Romanos" el Apóstol dice: "La justicia de Dios se manifiesta en Él, procediendo de fe a fe" (Rm 1,17); (así) nos enseña que la única salvación, desde la profecía hasta el Evangelio, se ha realizado por un único y mismo Señor.

29.4. También dice: "Este encargo te encomiendo, hijo Timoteo, conforme a las profecías precedentes sobre ti: combate por ellas la buena batalla, teniendo fe y buena conciencia; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe" (1 Tm 1,18-19), porque han mancillado con su incredulidad la conciencia que viene de Dios.



La fe basada en el amor es una realidad divina

30.1. Por consiguiente, no es razonable acusar con facilidad a la fe de ser cosa fácil, vulgar, y también de referirse a hechos irrelevantes. Si su actividad fuese humana, como algunos griegos supusieron, habría desaparecido (cf. Hch 5,38-39). Pero todavía se propaga y no hay lugar en el que no exista.

30.2. Yo afirmo que la fe, basada en el amor o en el temor, como prefieren los detractores, es cosa divina, ya que no ha sido desgarrada por otros afectos mundanos, ni se encuentra diluida por temor presente alguno.

30.3. Porque la caridad con el amor a la fe hace a los creyentes, y la fe, por su parte, es fundamento de la caridad, correspondiendo así a su beneficio. Y cuando el temor es el pedagogo de la ley, a partir del momento que se cree, también la existencia del temor es objeto de fe.

30.4. Si el existir se demuestra con el actuar, lo que está por venir y amenaza, pero no actúa ni está presente, es objeto de fe; y si su existencia es objeto de fe, en cuanto tal no es generador de fe, porque es la fe la que lo hace digno de credibilidad.

La fe es el fundamento de la verdad

31.1. Divino es ese trueque (o: gran cambio), gracias al que un individuo pasa de la incredulidad a ser creyente, y empieza a creer por la esperanza y el temor. Así, la fe se presenta ante nosotros como la navegación primera hacia la salvación; después de ella, el temor, la esperanza y la conversión, que juntamente con la continencia y la paciencia, nos conducen al amor y a la gnosis.

31.2. Con razón dice el apóstol Bernabé: "Estoy deseando entregarles una parte de lo que he recibido, para que junto con su fe posean también la gnosis perfecta. Son ayudas de nuestra fe el temor y la paciencia; y nuestros aliados son la longanimidad y la continencia. Esas virtudes, añade, cuando se mantienen puras ante del Señor, se alegran con ellas la sabiduría, la inteligencia, la ciencia y la gnosis" (Seudo Bernabé, Epístola, 1,5; 2,2-3).

31.3. Así, por lo tanto, siendo como son las virtudes dichas los elementos de la gnosis, resulta ser más fundamental la fe, que es tan necesaria al gnóstico, como al que vive en este mundo lo es respirar para vivir; y lo mismo que sin los cuatro elementos no se puede vivir, tampoco se puede conseguir (lit.: seguir) la gnosis sin la fe. Ella es el fundamento de la verdad.

Capítulo VII: El temor de Dios

Dios, la ley y los seres humanos

32.1. Quienes desprecian el temor atacan la ley, y con la ley, también (rechazan) a Dios, que evidentemente nos ha dado la ley. Al respecto, es necesario que permanezcan estas tres cosas: el administrador, la administración y lo administrado.

32.2. Ahora bien, si por una hipótesis fuera eliminada la ley, sucedería que cualquiera que se dejara llevar por las pasiones (lit.: deseos), cayendo en el placer, descuidaría lo que es bueno (o: lo que está bien), despreciaría a la divinidad, y (se convertiría) en impío e injusto a la vez, sin temor a eludir la verdad.

32.3. Ciertamente, hay quienes dicen que el temor es una huida irracional, y una pasión. ¿Qué dices? ¿Cómo puedes tú sostener esa definición, cuando el mandato me ha sido dado por medio del Verbo? El mandamiento prohíbe y, para su educación, suspende el temor sobre la cabeza de los que así son susceptibles de ser amonestados.

32.4. Por tanto, el temor no es irracional, sino racional (o: es conforme al Verbo [logikòs]); y ¿cómo no lo será cuando exhorta: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio" (Ex 20,13-16)? Pero si quieren alterar la verdad (lit.: sofisticar) con nombres, llamen los filósofos al temor de la ley circunspección, porque es una abstención razonable.

"El principio de la sabiduría es el temor del Señor"

33.1. Litigantes de palabras, les llamaba no sin razón Critólao de Faselis. El mandamiento es agradable e incluso aparece muy hermoso a nuestros acusadores, aunque expresado con un nombre distinto.

33.2. Así se demuestra que la circunspección es racional; siendo una huida de lo que entraña daño, y de ella surge el arrepentimiento del mal cometido anteriormente. "El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y buena inteligencia para todos los que lo practican" (Pr 1,7). Aquí se habla de la práctica de la sabiduría, que consiste en el temor de Dios que abre camino hacia la sabiduría.

33.3. Pero si la ley produce (lit.: hace nacer) el temor, el principio de la sabiduría es el conocimiento de la ley, y no hay sabio sin ley. Por eso no son sabios quienes rechazan la ley, de lo que se deduce que deben ser considerados como ateos.

33.4. La disciplina (lit.: educación) es principio de sabiduría. "Pero los impíos despreciarán la sabiduría y la disciplina" (Pr 1,7), dice la Escritura.



La Ley no es mala

34.1. Veamos cuáles son las cosas que la Ley anuncia (o: declara) temibles. Si se trata de todo aquello que está a mitad de camino entre la virtud y el vicio, como la pobreza, la enfermedad, la mala reputación, el origen humilde (o: la bajeza de sentimientos), y cosas semejantes, también todo eso lo formulan las leyes civiles (o: de la ciudad), y lo aprueban. Esta opinión está en consonancia con los peripatéticos que introducen tres clases de bienes y consideran los contrarios a éstos como males.

34.2. Pero a nosotros la ley que se nos ha dado nos ordena rechazar los verdaderos males: el adulterio, el desenfreno, la pederastia, la ignorancia, la injusticia, la enfermedad del alma, la muerte; no la separación del alma y del cuerpo, sino la que separa el alma de la verdad. Esos son los males verdaderamente temibles y terribles, lo mismo que sus efectos.

34.3. Dicen los oráculos divinos: "No hay que extender injustamente redes a las aves; porque quienes participan en sus crímenes, atesoran para sí mismos males" (Pr 1,17-18 LXX).

34.4. ¿Cómo, entonces, puede tenerse todavía a la Ley como mala (lit.: no buena) por parte de algunos herejes, que invocan en su defensa al Apóstol que dice: "Por la Ley tiene lugar el conocimiento del pecado" (Rm 3,20)? Les responderemos: la Ley no ha creado (lit.: hecho) el pecado, sino que lo ha mostrado. Al prescribir lo que se debe hacer, [la ley] rechaza lo que no se debe hacer (cf. Rm 5,13; 7,7).

34.5. Es propio de quien es bueno enseñar lo que es saludable, indicar lo que es dañino, aconsejar la práctica de lo primero e invitar a huir de lo otro.

La Ley educa

35.1. Por eso, el Apóstol, a quien no han entendido, ha dicho que los pecados se han manifestado a (nuestro) conocimiento gracias a la ley, (pero) no que (ésta) tenga su subsistencia de aquellos.

35.2. ¿Cómo no ha de ser buena la ley que educa, que ha sido dada como "pedagogo hacia Cristo" (Ga 3,24), para que, rectamente formados por el temor, nos dirijamos hacia la perfección por medio de Cristo?

35.3. Dice [la Escritura]: "No quiero la muerte del pecador, sino su arrepentimiento" (Ez 33,11; 18,23 y 32). Pero el mandato es el que origina (lit.: hace) el arrepentimiento, impidiendo lo que no debe hacerse y mandando las buenas obras.

35.4. Pienso que llama muerte a la ignorancia. "Quien está cerca del Señor está lleno de azotes" (Jdt 8,27). Quien se acerca a la gnosis evidentemente experimenta (lit.: disfruta) peligros, temores, aflicciones, tribulaciones por el deseo de la verdad. "En efecto, el hijo bien instruido llegó a ser sabio, y el hijo sensato huyó del fuego; el hijo prudente aceptará los mandamientos" (Pr 10,4. 5. 8 LXX).

35.5. Y el apóstol Bernabé citando antes (este texto): "¡Ay de los que se creen inteligentes y dotados de ciencia ante sí mismos!" (Is 5,21), añade: "Hagámonos espirituales, templo perfecto para Dios. En cuanto está en nosotros, ejercitémonos en el temor de Dios y luchemos para observar sus mandamientos, para que nos gocemos en sus justificaciones" (Seudo Bernabé, Epístola, 4,11). (Por eso) se ha dicho de forma divina: "El principio de la sabiduría es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7).

Capítulo VIII: Las opiniones de los gnósticos Valentín y Basílides sobre el temor de Dios

Teorías de Basílides y Valentín

36.1. Aquí, los seguidores de Basílides, para explicar ese texto(1), dicen que el Arconte, al oír la palabra del Espíritu en su función de ministro, se espantó, evangelizado por lo que escuchó y por lo que vio, por encima (de toda) esperanza; y este estupor suyo fue llamado temor, concebido como principio de sabiduría que distingue (lit.: apta para clasificar), discierne, perfecciona y reinstaura. En efecto, el que está por encima de todo lo envía para separar no sólo el mundo, sino también la elección.

(1)Se refiere a: "El principio de la sabiduría es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7), citado al final del capítulo precedente.

36.2. También parece que Valentín pensaba algunas de esas ideas, cuando escribió en una carta estas palabras textuales: "Y, como si un miedo se hubiera apoderado de los ángeles ante aquella creatura cuando profirió sonidos superiores a su condición creada, gracias a aquel que había depositado en él invisiblemente una semilla de la esencia de lo alto, y hablaba libremente.

36.3. También entre las razas (o: generaciones) de los hombres del mundo (lit.: cósmicos), los autores de imágenes sienten pavor ante sus obras humanas, por ejemplo, estatuas, figuras y todo lo que crean las manos en nombre de Dios.

36.4. Efectivamente, Adán, plasmado en el nombre del Hombre, causó el temor del Hombre Preexistente, como si residiera dentro de él; y [los ángeles] se asustaron y rápidamente hicieron desaparecer su obra" (Valentín, Fragmentos, 1).

El temor de Dios es un regalo del Señor

37.1. Pero, al existir un único principio, como luego se demostrará, aparece claramente que estos hombres inventan gorjeos y susurros.

37.2. Cuando le pareció bueno a Dios, por medio del Señor, hacer una propedéutica (o: adiestramiento preliminar) de la Ley y los profetas, dijo: ""El principio de la sabiduría es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7). Es un don del Señor, por intermedio de Moisés, a los indóciles y duros de corazón, porque a quienes no conquista la razón, les pacifica el temor.

37.3. Previendo esto desde el principio el Verbo educador armonizó su instrumento (= el hombre) de esas dos maneras (= mediante la Ley y los profetas), purificándolo de forma adecuada para la piedad.

37.4. Ahora bien, el estupor es un temor (por efecto) de una representación desacostumbrada o por una representación inesperada, cual por una noticia; y el temor es una admiración excesiva por lo que ya ha sucedido o existe.

37.5. Ellos no reconocen que el sumo Dios al que celebran estaría dominado por las pasiones, al atribuirle estupor, y que estaría (bajo el influjo) de la ignorancia, por lo menos antes del estupor.

37.6. Pero si la ignorancia precede al estupor, y el estupor y el temor se convierten en principio de sabiduría, es decir, en temor de Dios, existe el peligro de que la ignorancia como principio causal preceda a la sabiduría de Dios, a la creación entera, y también a la reintegración (o: restauración; apokatástasis) de la elite misma.

Elucubraciones de los gnósticos

38.1. Pero, ¿esa ignorancia tiene relación con el bien o con el mal (lit.: con las cosas buenas o las cosas malas)? Si hace referencia al bien (lit.: si de las cosas buenas), ¿por qué termina con estupor? Y son superfluos el ministro (lit.: diácono), la predicación y el bautismo. Pero si (se relaciona) con el mal (lit.: las cosas malas), ¿cómo éste puede ser causa de las cosas más hermosas?

38.2. Si no precediera la ignorancia, el ministro no hubiera descendido, ni el estupor hubiera engañado al Arconte, como ellos dicen, ni del temor habría salido un principio de sabiduría para discernir entre los elegidos y los mundanos (lit.: cósmicos).

38.3. Pero si el temor del Hombre preexistente puso en guardia a los ángeles contra su creatura, por contenerse invisible en su obra la semilla de la esencia de lo alto, entonces, o se pusieron celosos por una vana suposición, y es increíble que los ángeles estuvieran condenados a una ignorancia absoluta de la obra que se les había encargado ser autores, como si se tratase de un hijo.

38.4. O bien fueron movidos a un estado de completa presciencia; pero entonces no habrían buscado insidiosamente el medio que usaron contra lo que conocían por anticipado, ni se hubieran asombrado ante su propia obra, porque hubieran reconocido, en virtud de la presciencia, la semilla de lo alto.

38.5. O bien, finalmente, se atrevieron a aquello confiando en su gnosis, lo cual es imposible, puesto que sabían la enormidad (que era) conspirar contra el Hombre del Pleroma, y por ello también contra el que es "a imagen" (Gn 1,26), en el que reside el arquetipo y es inmortal, en conformidad con el resto de la gnosis.



La Ley y el temor del Señor

39.1. Precisamente a éstos y a algunos otros, especialmente a los seguidores de Marción, la Escritura les grita, aunque ellos no oigan: "Quien me escuche descansará en paz confiado, y estará tranquilo sin temer ningún mal" (Pr 1,33).

39.2. ¿Qué quieren que sea la Ley? No dirán que es mala, sino justa, diferenciando lo bueno de lo justo.

39.3. Pero el Señor, al mandar temer el mal, no pretende rechazar el mal con otro mal, sino que destruye lo contrario con su opuesto. Y el bien se opone al mal, como lo justo a lo injusto.

39.4. Ahora bien, si definió intrepidez el alejamiento de los males que el temor del Señor procura, este temor es un bien; y el temor proveniente de la Ley no sólo es justo, sino bueno también, porque elimina al mal. Aunque se consiga la ausencia de miedo con temor, no se logra la ausencia de pasión mediante otra pasión (lit.: la impasibilidad; apátheia); es la disciplina (paideia) la que engendra la moderación de las pasiones (o: el equilibrio de las pasiones; metriopátheia).

39.5. Cuando oímos: "Honra al Señor y serás fuerte; no temas a nadie más que a Él" (Pr 7,1), debemos entender que honrar a Dios significa temer al pecado y obedecer los mandamientos dados por Dios.

El cristiano teme apartarse de Dios

40.1. Dios significa el temor de lo divino. Pero, aun si el temor es una pasión, como algunos quieren, porque el temor sea una pasión, no todo temor es una pasión. La superstición es una pasión, porque es el temor de los demonios no sólo sujetos a pasión, sino movidos por ella.

40.2. Por el contrario, el temor del Dios impasible es (un temor) sin pasiones; porque uno no teme a Dios, sino apartarse de Dios; y quien siente ese temor, teme caer en el mal, y esos males le asustan; el que teme la caída pretende mantenerse incorruptible y sin pasiones.

40.3. "El sabio temeroso evita el mal; en cambio, el necio se entrega confiado" (Pr 14,16) dice la Escritura. Y también dice: "En el temor del Señor se encuentra la esperanza de la fuerza" (Pr 14,26).

Capítulo IX: Las virtudes y la fe

La caridad

41.1. Ese temor conduce a la conversión y a la esperanza. La esperanza es la espera de bienes o la confiada esperanza de un bien ausente (o: lejano). Sin duda, también la tendencia a... (laguna en el texto; podría ser: al arrepentimiento, o: la fe) se reduce a esperanza, que sabemos conduce de la mano hacia el amor.

41.2. La caridad es concordia (o: unanimidad) en todo lo relacionado con la palabra (o: la razón), la vida y las costumbres, o, por decirlo brevemente, comunión de vida, o perseverancia en la amistad y el cariño (o: afecto), unidos a la recta razón en el trato con los amigos. El amigo (etairos; o: compañero) es otro yo. Por eso también nosotros llamamos hermanos a quienes están regenerados por el mismo Verbo (cf. Mt 23,8-9; 25,40).

41.3. Próxima al amor se encuentra la hospitalidad, que es una cierta disposición en el trato con los huéspedes (lit.: extranjeros). Y son huéspedes aquellos que tienen por extranjeras (o: extrañas) los bienes mundanos.

41.4. Nosotros consideramos mundanos a los que ponen sus esperanzas en la tierra y en los deseos de la carne. Dice el Apóstol: "No se conformen a este mundo, sino transfórmense con la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios; qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (Rm 12,2).

41.5. La hospitalidad se refiere a lo útil para los extranjeros, los extranjeros son huéspedes, los huéspedes son amigos, los amigos son hermanos. (Así) dice Homero: "Amigo hermano" (Ilíada, IV,155; V,359; XXI,308).

41.6. Y tanto la filantropía, por la que existe también la ternura, que es un modo amigable de relacionarse con los hombres, como el afecto mismo, una especie de disposición cordial hacia los amigos o familiares, acompañan al amor.

"El fin de la ley es Cristo"

42.1. Si el verdadero hombre que está en nosotros es el espiritual, entonces la filantropía es el amor fraterno hacia los que participan del mismo espíritu. Por otra parte, el afecto consiste en conservar la benevolencia o el amor; a su vez el amor es aceptación completa, y ser objeto de amor (significa) ser querido contribuyendo y correspondiendo.

42.2. Se dejan conducir a la identidad (de intereses) por la concordia de los sentimientos, que es una ciencia de los bienes comunes; al igual que la unanimidad (lit.: el acuerdo) es una sinfonía de pareceres (lit.: juicios).

42.3. Dice también [el Apóstol]: "Nuestra caridad sea sincera; odien el mal, adhiriéndonos al bien y al amor fraterno", y lo que sigue hasta: "Si es posible por su parte, permanezcan en paz con todos los hombres" (Rm 12,9-18). Y un poco más adelante dice: "No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien" (Rm 12,21).

42.4. El mismo Apóstol reconoce (poder) atestiguar para los judíos, "que tienen celo por Dios, pero no según el conocimiento profunda; porque ignorando la justicia de Dios y buscando afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios" (Rm 10,2-3).

42.5. No conocieron, en efecto, ni pusieron en práctica la voluntad de la Ley, sino, lo que ellos concibieron, eso pensaron que quería la Ley. Ni tampoco creyeron a la Ley como algo profético, sino que obedecieron a la pura letra y al temor, no el sentido interior (lit.: disposición) [ni] la fe. "Porque el fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree" (Rm 10,4), profetizado por la Ley.

La manifestación de la bondad del Señor

43.1. Por eso les fue dicho por Moisés: "Yo los haré celosos de un pueblo que no lo es; los enfureceré por un pueblo insensato" (Dt 32,21; Rm 10,19); aludiendo sin duda a aquel que se mostró disponible a escucharle.

43.2. Y por Isaías dice: "Me he dejado ver a los que no me buscaban, me he manifestado a los que no preguntaban por mí" (Is 65,1; Rm 10,20); se entiende antes de la venida del Señor; tras del cual se dicen con toda propiedad a Israel aquellas (palabras) proféticas: "Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y rebelde" (Is 65,2; Rm 10,21).

43.3. ¿Ves cómo el profeta dice claramente que la desobediencia y rebeldía (lit.: contradicción) del pueblo es causa de la vocación de los paganos? Pero también la bondad de Dios se les manifiesta más tarde.

43.4. En efecto, dice el Apóstol: "Pero por su caída vino la salvación a los gentiles, para provocar los celos de aquéllos" (Rm 11,11), y a que desearan arrepentirse.

43.5. "El Pastor" [de Hermas], como lo más obvio, cuando habla de los difuntos, sabe que hay justos entre los gentiles y entre los judíos no sólo antes de la venida del Señor, sino antes de la Ley, que complacieron a Dios, como Abel, Noé y los otros justos.

El descenso de los apóstoles al infierno para bautizar a los justos del paganismo

44.1. Por eso dice que los apóstoles y maestros, que predicaron el nombre del Hijo de Dios y murieron, predicaron con (su) poder y (su) fe, a los que habían muerto antes.

44.2. Después añade: "Y ellos les dieron el sello de su predicación. Descendieron con ellos al agua, y subieron de nuevo. Pero éstos mismos descendieron vivos, y de nuevo subieron vivos; en cambio, los que habían muerto anteriormente, descendieron muertos, pero subieron vivos.

44.3. Así, por ellos fueron vivificados y reconocieron el nombre del Hijo de Dios. Por eso subieron con ellos y se unieron juntamente para la construcción de la torre y, como piedras no talladas, entraron a formar parte de la construcción; porque habían muerto en justicia y en gran pureza; sólo no tenían ese sello" (Hermas, El Pastor, Comparación, IX,16,5-7).

44.4. "Porque, cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen los preceptos de la Ley [guiados] por la naturaleza, ellos mismos, aún no teniendo la Ley, son para sí mismos Ley" (Rm 2,14), según el Apóstol.

"La sabiduría es el poder de Dios"

45.1. Por tanto, ¿es necesario repetir que las virtudes están mutuamente implicadas (lit.: se acompañan) unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe (se basa) en el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la fe, y la perseverancia y la ascesis en esas virtudes, unidas al estudio, se completan (lit.: terminan juntamente) en el amor y éste se perfecciona con la gnosis?

45.2. Además, se ha visto que sólo lo divino es necesario concebirlo como sabio por naturaleza; por eso también la sabiduría es el poder de Dios, que nos ha enseñado la verdad. Ciertamente, aquí se encuentra la perfección de la gnosis.

45.3. Porque el filósofo ama y estima la verdad; por eso ha traído él la reputación de ser auténtico amigo en virtud del amor (o: por eso tras ser fiel servidor, ha venido por la caridad a ser considerado como amigo).

45.4. El comienzo de esto (= del conocimiento de la verdad) reside en admirar las realidades, como dice Platón en el "Teeteto" (155 D) y Matías en las "Tradiciones" (apócrifo del Nuevo Testamento perdido), donde exhorta: "Admira lo presente", y lo pone como fundamento de la gnosis trascendente.

45.5. En el "Evangelio según los Hebreos" está escrito: "Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso" (Fragmento, 3; apócrifo del Nuevo Testamento).

45.6. Por tanto, es imposible que el ignorante, mientras siga siendo ignorante, sea filósofo, puesto que no posee todavía el concepto de sabiduría, mientras que la filosofía es la aspiración a lo que existe en realidad y a los aprendizajes que tienden a ello.

45.7. Y aún cuando se esté ya ejercitado, según algunos, para practicar el bien, también es necesario esforzarse por conocer cómo nos comportamos y actuamos, para así hacerse uno semejante a Dios, me refiero al Dios Salvador, sirviendo al Dios del universo por medio del Verbo, sumo sacerdote (cf. Hb 4,14), por el que se ve lo verdaderamente hermoso y bueno. La piedad... (posible laguna en el manuscrito) es un actuar que sigue y acompaña a Dios.



Capítulo X: "la filosofía" cristiana

Las tres notas características del verdadero cristiano

46.1. Nuestro filósofo (= el verdadero cristiano) se caracteriza (lit.: tener fuertemente) por estas tres notas: en primer lugar, por la contemplación (theoría); segundo, por el cumplimiento de los mandamientos; y en tercer lugar, por la formación de hombres honestos (lit.: buenos). La integración de estos elementos constituyen al gnóstico. Pero si falta alguno de ellos, la gnosis estaría renga.

46.2. Por eso dice divinamente la Escritura: "Y el Señor habló a Moisés, diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: Yo soy el Señor su Dios.

46.3. No harán lo que se hace en la tierra de Egipto, donde han morado; ni harán lo que se hace en la tierra de Canaán, a donde yo los llevo.

46.4. No seguirán sus costumbres. Practicarán mis mandamientos y cumplirán mis decretos, para caminar conforme a ellos. Yo soy el Señor su Dios.

46.5. Observarán todos mis preceptos y los cumplirán. El hombre que los cumpliere vivirá en ellos. Yo soy el Señor su Dios"" (Lv 18,1-5).

La más elevada contemplación

47.1. Ahora bien, la tierra de Egipto y de Canaán son símbolo del mundo y del engaño, de las pasiones y de las maldades; el pasaje (citado) nos muestra cuáles son las cosas de las que nos debemos abstener, y las que debemos practicar, porque son divinas y no mundanas.

47.2. Y cuando dice: "El hombre que los cumpliere vivirá en ellos" (Lv 18,5; Ga 3,12), significa que la corrección de los hebreos mismos y la de sus vecinos, nosotros mismos, y la ascesis (lit.: ejercicio; práctica en común) y el progreso (es) vida para ellos y para nosotros.

47.3. "Porque los muertos por los pecados son vivificados con Cristo" (Ef 2,5), mediante nuestra alianza.

47.4. Y al insistir varias veces la Escritura: "Yo soy el Señor su Dios" (Lv 18,2. 4. 5), nos acicatea de la manera más eficaz enseñándonos a seguir a Dios, que ha dado los mandamientos; y nos sugiere suavemente buscar a Dios, esforzarnos por conocerlo cuanto se pueda, porque esa es la más grande contemplación, la epóptica, la verdadera ciencia, la que ningún razonamiento puede conmover. Esa es la única gnosis de la sabiduría, de la que jamás se separa la práctica de la justicia.

Capítulo XI: La certeza de la fe

Fe y gnosis

48.1. "La gnosis" de quienes se creen sabios, ya sean herejes bárbaros o filósofos griegos, "infla", según el Apóstol (1 Co 8,1). Por el contrario, la gnosis digna de fe es una demostración científica de las (verdades) transmitidas según la verdadera filosofía. Y diremos también que esa gnosis es un razonamiento que nos facilita la fe en aquello que dudamos a partir de cuanto se admite como cierto.

48.2. Pero puesto que la fe es doble: la derivada de la ciencia y la que proviene de la hipótesis, nada impide hablar de una doble demostración: la científica y la hipotética; al igual que se habla de otra duplicidad: la gnosis y la pre-gnosis; la primera es perfecta en su naturaleza, y la otra imperfecta.

48.3. Puede que nuestra demostración sea la única verdadera, en cuanto que suministrada por las divinas Escrituras, por los libros sagrados y por la sabiduría "enseñada por Dios", según el Apóstol (1 Ts 4,9).

48.4. También es un aprendizaje obedecer los mandamientos, que es creer en Dios. Y la fe es un poder de Dios, es la fuerza de la verdad.

La auténtica gnosis

49.1. En efecto dice [la Escritura]: "Si tuvieran fe como un grano de mostaza, trasladarían el monte" (Mt 17,20) y también: "Hágase conforme a tu fe" (Mt 9,29). Uno se cura, porque obtiene la salud con la fe; otro, muerto, resucita por el poder de quien ha tenido fe de que resucitaría (cf. Lc 18,42; Jn 11,21. 32).

49.2. La demostración hipotética, por el contrario, es totalmente humana y procede de las argumentaciones retóricas y de los silogismos dialécticos.

49.3. Porque la demostración superior, que hemos denominado científica (cf. II,48,2), genera la fe presentando las Escrituras y abriéndola a las almas que anhelan aprender; ésa sería la gnosis.

49.4. Si se reciben como verdaderos los métodos de investigación aplicados a la búsqueda de un objeto, como pueden ser los argumentos que se apoyan sobre Dios y los profetas, es evidente entonces que la conclusión inferida resulte en consecuencia verdadera. Así, la gnosis será para nosotros una auténtica demostración.

"Las tres medidas"

50.1. Cuando estaba mandado consagrar un recuerdo del alimento celestial y divino en una urna de oro, se dice: "Un gomer (o: gomor, u omer) era la décima parte de tres medidas" (Ex 16,36). Ahora bien, con estas "tres medidas" se significan en nosotros tres criterios: la sensibilidad, para lo sensible; la razón, para lo que se dice mediante nombres y expresiones; y el intelecto (o: el espíritu) para las realidades inteligibles.

50.2. El gnóstico se abstendrá, por tanto, de los pecados de palabra (o: de la razón), de los de pensamiento, de los de los sentidos y de los actos; habiendo oído que "quien mira con deseo ha cometido adulterio" (Mt 5,28); él ha comprendido (lit.: recibido) en la mente (o: espíritu): "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8); él sabe igualmente que "no es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino que lo que sale de la boca es lo que hace contamina al hombre" (Mt 15,11);"del corazón proceden los malos pensamientos" (Mt 15,19).

50.3. Esta es, a mi parecer, la verdadera y justa medida según Dios, con la que se mide lo que hay que medir, la decena (o: década) que abarca (o: contiene) al hombre, y que de manera resumida indicaron las tres medidas mencionadas.

50.4. Constituyen la [decena]: el cuerpo, el alma, los cinco sentidos, la facultad de hablar, la de la procreación y la facultad intelectual o espiritual o como se la quiera llamar.



Las verdaderas "delicias"

51.1. Ahora, pasando por alto, por así decirlo, todo lo restante, es necesario detenerse en la inteligencia (o: espíritu); lo mismo que en el mundo superando las nueve partes -primero aquella de los cuatro elementos colocados en un mismo lugar por razón de su idéntica evolución; después las otras siete esferas errantes, y la novena, la de (las estrellas) fijas- se llega al número perfecto que está por encima de los dioses, es decir, a la décima parte, a la gnosis de Dios; en resumen, es evidente que después de la creatura deseamos al Creador.

51.2. Por eso, la décima parte del efá (= medida egipcia) y de las víctimas era ofrecida a Dios; y la fiesta de la Pascua comenzaba el décimo día, que es la superación (lit.: el paso) de toda pasión y de todo lo sensible.

51.3. El gnóstico está, por tanto, firmemente establecido en la fe, mientras que el que se cree sabio no alcanza la verdad, teniendo (sólo) impulsos inestables y caprichosos.

51.4. Con razón está escrito: "Caín, salió de la presencia de Dios, y habitó en la tierra de Naíd, enfrentte del Edén" (Gn 4,16). Naíd significa agitación, y Edén delicias.

51.5. Las delicias son fe, gnosis, paz; quien las desobedece es rechazado; y quien se cree sabio comienza por no querer ni siquiera prestar oídos a los divinos mandamientos, sino cual un autodidacta, rebelde, se lanza por su gusto a un mar agitado, descendiendo desde el conocimiento del Inengendrado hacia los seres mortales y engendrados, pasando continuamente de una opinión a otra.

51.6. "Quienes no tienen gobierno caen como las hojas" (Pr 11,14). La razón (o: reflexión; razonamiento; raciocinio) y la parte conductora del alma que la dirige de manera infalible, son llamados el timonel del alma, porque realmente por lo inmutable se nos conduce a lo inmutable.

"Gustar realidades excelsas"

52.1. Por eso, "Abrabán permaneció de pie delante del Señor, y acercándose habló" Gn 18,22-23); y a Moisés le dijo: "Pero tú quédate aquí conmigo" (Dt 5,31).

52.2. También los discípulos de Simón [el Mago; cf. Hch 8,9 ss.] quieren parecerse en su comportamiento (o: modo de ser; conducta) al Ser inmutable que ellos veneran.

52.3. Por ello la fe y la gnosis de la verdad disponen al alma del que las ha abrazado (u: obtenido; conseguido) para que esté siempre de una manera constante y estable.

52.4. Cercanos a la mentira están el cambio, la desviación y la separación (o: defección; abandono; separación), al igual que (son afines) al gnóstico, la tranquilidad, el reposo y la paz.

52.5. Del mismo modo que el orgullo y la presunción han calumniado a la filosofía, así también la falsa gnosis a la gnosis, llamada con el mismo nombre, y sobre la que escribe el Apóstol: "Oh Timoteo, dice, guarda el depósito, apartándote de las profanas pláticas vanas y de las opiniones contradictorias de la falsa gnosis, que algunos profesan, extraviándose de la fe" (1 Tm 6,20-21).

52.6. Puesto que esta palabra los acusa, los herejes rechazan las "Epístolas a Timoteo".

52.7. Ahora bien, si el Señor es "verdad" (Jn 14,6), "y sabiduría y fuerza de Dios" (1 Co 1,24), como de hecho lo es, podremos demostrar que el verdadero gnóstico es el que ha conocido a ese (Señor) y a su Padre por medio de Él; porque puede comprender el dicho: "Los labios de los justos conocen cosas excelsas" (Pr 10,21).

Capítulo XII: El doble objeto de la gnosis y de la fe. Sobre el temor y el amor en el presente

Temor del Señor y fe

53.1. Al ser doble la fe, como el tiempo, podemos encontrar dos virtudes que les conciernen a la vez. La memoria tiene como objeto el tiempo pasado, mientras que la esperanza es característica del futuro. Por la fe creemos que el pasado existió y que el futuro existirá. Además, amamos, persuadidos por la fe que lo pasado es como es, y sostenidos por la esperanza en la expectación de lo que ha de venir.

53.2. En efecto, por todas partes la caridad acompaña al gnóstico, porque sabe que Dios es uno "y he aquí que todo lo que Él ha creado es muy bueno" (Gn 1,31), y lo contempla admirado (lit.: conoce y admira); pero, la piedad confiere "larga vida" (Pr 3,2) y "el temor del Señor acrecienta los días" (Pr 10,27).

53.3. Al igual que los días son una parte de la vida que avanza, así también el temor es principio de la caridad, en cuanto que viene a ser incremento de fe, y luego amor.

53.4. Pero no de igual manera a como yo temo la fiera, que también odio -por eso el temor es doble-, sino como al padre, a quien temo y al mismo tiempo amo. Por eso, cuando temo ser castigado, me amo a mí mismo, eligiendo el temor; pero quien teme ofender al padre lo ama.

53.5. Bienaventurado, por tanto, quien se hace creyente, mediante una mezcla de amor y temor; la fe es una fuerza (que conduce) a la salvación (cf. Rm 1,16), y un poder para a la vida eterna.

El ámbito de la fe

54.1. También la profecía es una pre-gnosis, pero la gnosis es comprensión (noesis: inteligencia de una cosa) de la profecía; o sea, es gnosis de lo conocido previamente por los profetas, gracias al Señor que lo manifiesta todo con anterioridad.

54.2. La gnosis de los sucesos predichos muestra tres fases: la pasada hace tiempo, la presente en la actualidad y la que ha de ser en lo porvenir.

54.3. Por tanto, los extremos: lo que ya se cumplió o lo que se espera, pertenecen (al ámbito) de la fe, mientras que la acción presente procura una persuasión que corrobora ambos extremos.

54.4. En efecto, si en la unidad de la profecía, una parte se cumple en el momento presente, y la otra ya está cumplida, entonces lo que se espera es objeto de fe, y lo pasado es verdadero.

54.5. Porque lo que antes era presente, ya es pasado para nosotros; lo mismo que la fe relativa a los acontecimientos ya pasados es comprensión de un pasado, también la esperanza de sucesos futuros es la comprensión de un futuro. Los asentimientos, no obstante, dependen de nosotros, como lo afirman no sólo los platónicos, sino también los estoicos.

El perdón de los pecados y el arrepentimiento

55.1. Toda opinión, juicio, suposición acción de aprender, actos con los que vivimos y continuamos siendo del género humano, son asentimiento. Y éste no puede ser otro que la fe; incluso la incredulidad, en cuanto que es apostasía de la fe, demuestra la posibilidad del asentimiento y de la fe, porque no hay privación de lo que no existe.

55.2. Si uno observa (o: examina, considera) lo verdadero, encontrará que el hombre naturalmente está mal dispuesto para el asentimiento al error, pero que está capacitado para creer lo verdadero.

55.3. "La virtud que mantiene unida a la Iglesia, como dice "El Pastor" [de Hermas], es la fe, por la que se salvan los elegidos de Dios; la que tiene una actitud viril es la continencia. Las siguen la sencillez, la ciencia, la bondad, el decoro, el amor. Todas son bijas de la fe" (Hermas, El Pastor, Visión, III,8,3-5; no es una cita literal del texto).

55.4. Y de nuevo: "La fe guía, el temor edifica, pero perfecciona el amor";"Hay que temer al Señor, dice, para edificar, pero no al diablo que trata de perdernos" [lit.: para la catástrofe] (Hermas, El Pastor, Mandamientos, VII,1-2; no es una cita textual).

55.5. Y también: "Es necesario amar y practicar las obras del Señor, es decir, los mandamientos, pero temer y no hacer las obras del diablo; porque el temor de Dios educa y restablece en el amor, pero el de las obras del diablo trae consigo (o: tiene como compañero) el odio" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, VII,3-4; no es una cita textual).

55.6. Él mismo dice también que el arrepentimiento es "un gran acto de inteligencia; porque, arrepintiéndose de lo que se ha hecho, ni se hace ni se dice ya más; y mortificando (lit.: atormentando, torturando) la propia alma por las faltas cometidas, obra el bien" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, IV,2,2). El perdón de los pecados difiere del arrepentimiento, pero ambas muestran lo que depende de nosotros (cf. Hermas, El Pastor, Mandamientos, IV,3,1).



Capítulo XIII: Arrepentimiento y responsabilidad

La penitencia después del bautismo

56.1. "Por consiguiente, quien ha recibido el perdón de los pecados no debe pecar jamás" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, IV,3,2). Porque además de la primera y única penitencia de los pecados -ésta, de seguro, es la de los que llevaban una primera vida pagana, me refiero a la pasada en la ignorancia-, se ofrece igualmente a todos los elegidos otra penitencia (lit.: conversión), que purifica el interior (lit.: el lugar) del alma de sus errores, para asentar sobre cimientos la fe.

56.2. Por que siendo el Señor "conocedor de los corazones" (Hch 15,8) y preconociendo lo futuro, ha previsto anticipadamente desde el principio la mutabilidad del hombre, al igual que la astucia y malicia del diablo, que tiene envidia del hombre por el perdón de los pecados, y procura, con malicia sagaz, algunas ocasiones para hacer pecar a los siervos de Dios, a fin de hacerlos caer juntamente con él.

La segunda penitencia

57.1. Dios, infinitamente misericordioso, ha dado a quienes, incluso en la fe, han caído en algún error, una segunda penitencia, para que, si alguno fuera tentado después de la llamada, por violencia y engaño, obtuviera la posibilidad de "una penitencia inalterable" (2 Co 7,10).

57.2. "Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento pleno de la verdad, no queda ya más sacrificio por los pecados, sino únicamente la tremenda expectación del juicio y el ardor del fuego, que va a consumir a los rebeldes" (Hb 10,26-27; cf. Is 26,11).

57.3. Pero esas continuas y alternantes conversiones de los pecados, en nada se diferencian del no haber llegado a creer, sino tan sólo en la conciencia de pecar. Yo no sé cual de las dos situaciones es peor: pecar con plena conciencia o, después de haber hecho penitencia de los pecados, claudicar de nuevo.

57.4. En efecto, el pecado se manifiesta por una doble prueba de culpabilidad: por una parte, porque al perpetrarse es condenado por el obrador de la iniquidad; de otra parte, porque conociendo de antemano que lo que va a hacer es malo, (igualmente) lo realiza. Y puede suceder que ceda ante la ira e incluso al placer, sin desconocer ante lo que cede; pero el que se arrepiente de aquello en que había cedido, y después recae nuevamente en el placer, se une al que desde el principio peca voluntariamente. Porque, al realizar de nuevo el acto del que se había arrepentido, hace voluntariamente aquello que había condenado.

El verdadero arrepentimiento

58.1. Por tanto, quien ha accedido a la fe ha obtenido de una vez el perdón de los pecados, al apartarse de los gentiles y de esa anterior existencia. Ahora bien, quien ha pecado también después, y luego se arrepiente, debe sentir vergüenza, aunque haya obtenido el perdón, no [pudiendo] lavarse ya más para la remisión de los pecados.

58.2. Porque no sólo debe abandonar los ídolos que antes divinizaba, sino también las obras de la vida precedente, quien ha sido regenerado "no por la sangre ni la voluntad de la carne" (Jn 1,13), sino en el Espíritu.

58.3. Esto sería arrepentirse sin caer en el mismo error; por el contrario, arrepentirse a menudo es desear los pecados, y es también una inclinación a la volubilidad por falta de ascesis.

El Señor es compasivo

59.1. Es una apariencia de penitencia, no penitencia, el pedir muchas veces perdón de las faltas que cometemos repetidamente. "La justicia abre caminos irreprochables" (Pr 13,6), clama la Escritura. Y también: "La justicia del inocente le enderezará su camino" (Pr 11,5; 13,6)

59.2. Ciertamente: "Como un padre es compasivo con sus hijos, así el Señor es compasivo con los que le temen" (Sal 102 [103],13), escribe David.

59.3. Así, "los que con siembran con lágrimas, cosecharán con júbilo" (Sal 125 [126],5): [se dice] de los que se confiesan en la penitencia;"bienaventurados todos los que temen al Señor" (Sal 127 [128],1).

59.4. ¿Ves la bienaventuranza semejante a la del Evangelio? "No temas, dice, cuando un hombre se enriquece y acrecienta la gloria de su propia casa; porque a su muerte nada se llevará consigo, ni le seguirá su gloria" (Sal 48 [49],17-18).

59.5. "Pero yo entraré en tu casa por tu misericordia, y me postraré ante tu santo templo, en tu temor. Señor, guíame, en tu justicia" (Sal 5,8-9).

59.6. Un impulso es un movimiento del pensamiento hacia algo o por algo; una pasión es un impulso excesivo o que sobrepasa los limites de la razón20; o bien un impulso desencadenado y desobediente a la razón. Por eso, las pasiones son un movimiento del alma en contra de la naturaleza por su desobediencia a la razón -y esta retirada, alejamiento y desobediencia depende de nosotros, al igual que depende de nosotros la obediencia; por eso son juzgados los actos voluntarios-. Ahora bien, si uno recorriere cada una de las pasiones, encontrará que son deseos irracionales.

Capítulo XIV: Los actos involuntarios

Las diversas acciones involuntarias

60.1. La acción involuntaria no está sometida a juicio -y esto por dos motivos: o por ignorancia o por necesidad-. En efecto, ¿cómo podría establecerse una sentencia contra los que, se dice, pecan de manera involuntaria?

60.2. Porque, si uno ha perdido el conocimiento de sí mismo, como Cleómenes o Atamante (Athamas) que se volvieron locos.

60.3. O si no sabe lo que hace, como Esquilo -al manifestar (lit.: declarar) en el escenario los misterios, juzgado en el Areópago, fue absuelto por demostrar que él no estaba iniciado-.

60.4. O uno desconoce lo que se hace, como cuando deja escapar al adversario y mata a un familiar en vez del enemigo.

60.5. O bien con qué está haciendo la acción, como el que ejercitándose con jabalinas (o: lanzas pequeñas) provistas de protección (lit.: redondeadas), mata a alguien porque su jabalina ha perdido la protección.

60.6. O bien (ignora) el modo, como el que en un estadio mata al rival -cuando no luchaba por matar, sino por vencer-.

60.7. O (no sabe) cuál es el resultado, como el médico que mata a uno al darle una medicina saludable, siendo así que no la dio con ese fin, sino con el de salvarlo.

Se juzgan los actos deliberados

61.1. Antiguamente la ley también castigaba a quien mataba involuntariamente (cf. Nm 35,22-25; Dt 19,5), como al que padecía involuntariamente derrames seminales (cf. Lv 15,16; 22,4), pero no del mismo modo que al que (obraba) voluntariamente.

61.2. No obstante, será también castigado como por un acto voluntario todo el que relacione la pasión con la verdad; así, debe castigarse en realidad al que no retiene la palabra llena de vida, porque esa pasión es algo irracional del alma, cercana al veneno de la charlatanería: "El fiel prefiere guardar las cosas sin decir nada" (Pr 11,13). En efecto, son los actos deliberados los que se juzgan.

61.3. "El Señor examina los corazones y las entrañas" (Sal 7,10; cf. Jr 11,20; 17,10); y "quien mira deseando" (Mt 5,28) (ya) está juzgado. Por eso dice: "No desearás" (Ex 20,17), y "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí" (Is 29,13; cf. Mt 15,8; Mc 7,6).

61.4. Porque Dios observa la intención en sí misma; también a la mujer de Lot, que únicamente había mirado para atrás voluntariamente hacia la maldad del mundo, El [Señor] la dejó insensible, presentándola como una piedra de sal y la dejó clavada en el suelo (cf. Gn 19,26; Lc 17,31-32), para que no caminara ya más; no como una estatua estúpida e inútil, sino destinada para preparar e incitar a quien es capaz de ver espiritualmente.

Capítulo XV: Los actos voluntarios

Pecado, infortunio e injusticia

62.1. El acto voluntario, por el contrario, está relacionado con el deseo, la libre elección o el pensamiento. Igualmente están íntimamente relacionados con ellos: el pecado, el infortunio y la injusticia (o: la iniquidad).

62.2. Y así se dice que es un pecado vivir en libertinaje (lit.: sensualidad) e impúdicamente; infortunio es golpear a un amigo como enemigo por ignorancia; y una injusticia es profanar un sepulcro o un templo.

62.3. El pecado (o: la falta) proviene de juzgar con ignorancia acerca de la manera necesaria de actuar o no actuar, como sucede cuando uno cae en un pozo, bien porque no sabe que existe, o bien porque no pudo evitarlo por incapacidad física.

62.4. No obstante, en nosotros está tanto el disponernos a ser educados como a obedecer los mandamientos.

El peligro de entregarse a las pasiones

63.1. Si no queremos participar de esa (conducta), pero nos entregamos a la ira y cedemos ante las pasiones, pecaremos; o mejor, cometeremos una injusticia contra nuestra propia alma.

63.2. El famoso Layo dice en la tragedia: "No se me oculta nada de eso que tú me reprendes, pero, aun teniendo consciencia, la naturaleza me hace violencia" (Eurípides, Crisipo, fragmento 840). Esto significa que se entrega a la pasión.

63.3. Por su parte, Medea grita en la escena: "Comprendo los males que voy a cometer; pero la pasión es más fuerte que mis decisiones" (Eurípides, Medea, 1078).

63.4. Tampoco Áyax (o: Ayante) guarda silencio, sino que, estando para suicidarse, grita -es que ninguna pena carcome tanto el alma de un hombre libre como el deshonor-: "Así sufría, y me atormentaba desde lo íntimo la profunda enfermedad, desesperándome con amargos impulsos de furor" (Anónimo, Fragmento, 110).

El infortunio

64.1. La ira hace trágicos a esos hombres; a otros muchos la concupiscencia (o: el deseo; la pasión), como a Fedra, Antea, Erifila "que aceptó oro a cambio de su querido marido" (Homero, Odisea, XI,327).

64.2. También el célebre comediante Trasónida dice en otra escena: "Una vil joven esclava me ha hecho esclavo" (Menandro, Fragmentos, 338).

64.3. Infortunio es un pecado irracional, el pecado involuntario es una injusticia, y la injusticia voluntaria es maldad. Por tanto el infortunio es un acto involuntario mío(1).

(1)Otra traducción: "El pecado (o: la falta) es una injusticia involuntaria; injusticia es una maldad voluntaria. Es, por tanto, el pecado (o: la falta) una cosa mía involuntaria"

64.4. Por eso también se dice: "El pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque no están bajo la Ley, sino bajo la gracia" (Rm 6,14), esto se dice respecto a los que ya han creído, "porque hemos sido curados por sus llagas" (Is 53,5).

64.5. Infortunio también es una acción involuntaria de otro contra mí; pero sólo la injusticia, mía o ajena, debe ser interpretada (lit.: aparece) como voluntaria.

Dios quiere la salvación del género humano

65.1. El salmista se refiere concretamente a esa diferencia de los pecados, cuando llama bienaventurados a los que Dios perdonó las iniquidades y encubrió los pecados; unas no las imputó, y perdonó las restantes.

65.2. "En efecto, está escrito: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades fueron perdonadas y cubiertos los pecados. Feliz el hombre a quien no impute el Señor el pecado, y no hay engaño en su boca" (Sal 31 [32],1-2). Esta bienaventuranza fue concedida a los elegidos por Dios a través de Jesucristo, nuestro Señor" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,6-7).

65.3. "El amor cubre la multitud de los pecados" (1 P 4,8). Y los borra aquel "que prefiere el arrepentimiento del pecador a su muerte" (Ez 18,23. 32: no es una cita textual).



Un solo Dios bueno

66.1. Lo que no se realiza por libre decisión no es imputable; porque dice: "Quien ha deseado ha cometido ya adulterio" (Mt 5,28: cita no textual).

66.2. El Verbo que ilumina (cf. Jn 1,9) perdona los pecados. "Y en ese tiempo, dice el Señor, buscarán la injusticia de Israel, y no existirá, y los pecados de Judá y no los encontrarán" (Jr 50,20; LXX: 27,20);"porque ¿quién como yo? ¿Y quién me podrá hacer frente?" (Jr 50,44; LXX: 27,44).

66.3. Mira que es anunciado un solo Dios bueno, que retribuye conforme a los méritos y perdona los pecados.

66.4. También Juan en la Epístola más larga enseña con claridad la diferencia entre los pecados de la siguiente manera: "Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore y le dará vida; a los que cometan pecados que no son de muerte", dijo:

66.5. "Porque hay un pecado de muerte, y no es éste por el que digo yo que se rece. Toda injusticia es pecado, pero hay un pecado que no es de muerte" (1 Jn 5,16-17).

Interpretación del Salmo primero

67.1. Pero también David y, antes que David, Moisés dan a conocer la gnosis de los tres principios con estas (palabras): "Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos" (Sal 1,1), igual que los peces van a oscuras hasta la profundidad; es decir, los que no tienen escamas, que Moisés prohíbe tocar (cf. Lv 11,10. 12; Dt 14,10), pastan en el fondo del mar.

67.2. "Ni se detiene en camino de pecadores" (Sal 1,1), como quienes parecen temer al Señor, pero pecan como el cerdo, que hambriento gruñe, pero saciado no reconoce más a su dueño (cf. Seudo Bernabé, Epístola, 10,3).

67.3. "Tampoco se sienta en la cátedra de la pestilencia" (Sal 1,1), al igual que las aves de rapiña. En cambio, Moisés recomendó: "No coman cerdo, ni águila, ni buitre, ni cuervo, ni pez alguno que no tenga escamas sobre él" (Lv 11,7. 13. 15; Dt 14,8. 10. 12). Eso [dice] Bernabé (cf. Seudo Bernabé, Epístola, 10,1).

67.4. Además yo he oído de un hombre sabio lo siguiente: "El consejo de los impíos designa a los paganos, "camino de pecadores" a la creencia judía, y "la cátedra de la pestilencia" la interpretaba (como) las herejías.

Interpretación del Salmo primero (continuación)

68.1. Algún otro afirmó más exactamente que la primera bienaventuranza se refiere a la de aquellos que no siguen las opiniones perversas, que se alejan (lit.: apostatan) de Dios; la segunda, a los que no se detienen en el camino ancho y espacioso (cf. Mt 7,13; Lc 13,24), bien porque fueron educados en la Ley, o también porque se convirtieron del paganismo. "La cátedra de la pestilencia indicaría los teatros y los tribunales, o mejor, la adhesión a los poderes malvados y dañinos, y la participación en sus obras.

68.2. "Pero su voluntad está en la ley del Señor" (Sal 1,2). Pedro en su "Predicación" llamó al Señor "ley y logos" (Kerigma Petri, fragmento 1: obra apócrifa atribuida al apóstol Pedro).

68.3. También parece que el legislador enseña de otro modo cómo se evitan tres clases de pecados: los de la palabra, por los peces mudos, porque es mejor permanecer en el silencio que en la palabra: "Hay también un premio sin peligro para el silencio" (Simónides de Quíos, Fragmentos, 66). Los pecados cometidos mediante la acción (son figurados) por las aves rapaces y carnívoras... (laguna en el texto). El cerdo "se goza en el fango" (Heráclito, Fragmentos, 13) y en el estiércol; y es necesario no tener "la conciencia manchada" (1 Co 8,7).

Interpretación del Salmo primero (conclusión). Los verdaderos y los falsos pastores

69.1. Con razón dice el profeta: "No así los impíos, sino que son como paja que arrebata el viento de la faz de la tierra. Por eso no se levantarán los impíos en el juicio" (Sal 1,4-5) -ellos ya están condenados, porque "quien no cree está ya juzgado" (Jn 3,18)-, "ni los pecadores en el consejo de los justos -ellos ya han sido condenados por no unirse a quienes han vivido sin faltas-, porque el Señor conoce el camino de los justos, y el camino de los impíos será destruido" (Sal 1,5-6).

69.2. De nuevo el Señor revela abiertamente que nuestros errores y fallos dependen de nosotros, al sugerir los modos correspondientes de curar las pasiones, y quiere que seamos corregidos por los pastores, acusando por boca de Ezequiel a algunos de ellos, me parece a mí, porque no observaron los mandamientos:

69.3. "No confortaron al débil", y lo que sigue hasta: "No había nadie que lo buscase y lo hiciera volver" (Ez 34,4-6). "Porque la alegría del Padre es grande cuando un sólo pecador se salva" (Lc 15,7. 10; la cita no es textual) dice el Señor.

69.4. ¡Cuánto más es de alabar Abrahán, que "procedió conforme le había dicho el Señor" (Gn 12,4).

"Viendo a tu hermano ves a Dios"

70.1. Sacándolo de ahí, uno de los sabios griegos expresó la sentencia: "Sigue a Dios" (Diogeniano, Paroemiae, III,31). Isaías dice: "Los piadosos deliberaron con sabiduría" (Is 32,8).

70.2. La deliberación es buscar cómo comportarnos con rectitud en las presentes circunstancias; (y) buena deliberación (es) la prudencia en las decisiones.

70. 3. ¿Pero qué? ¿Acaso Dios, después del perdón de Caín, no recibe seguidamente a Enoc (cf. Gn 4,15; 5,24), que poco después se arrepentiría, para indicar que el perdón engendra naturalmente la conversión? El perdón no se entiende de la remisión, sino de la curación. Lo mismo sucede también respecto a la construcción del becerro por parte del pueblo bajo (el mandato de) Aarón (cf. Ex 32,1 ss.).

70.4. De ahí (dedujo) uno de los sabios griegos (la sentencia): "El perdón es mejor que el castigo" (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, I,76); como sin duda el dicho: "Sal fiador y te arruinarás" (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, I,73; IX,71) deriva de la frase de Salomón que dice: "Hijo, si sales fiador de tu amigo, entregarás tu mano al enemigo; porque son una trampa fuerte para el hombre sus propios labios, y es prisionero de las palabras de su propia boca" (Pr 6,1-2).

70.5. Más misterioso es el "conócete a ti mismo" (cf. I,60,3), porque deriva de este versículo: "Viendo a tu hermano, ves a tu Dios" (cf. I,19,94).

El amor del Señor

71.1. Así, por tanto, "amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37. 39); con ello dice que de estos mandamientos dependen y están estrechamente unidos toda la ley y los profetas.

71.2. Concuerda con esto aquello otro: "Les digo esto para que mi alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los amé" (Jn 15,11-12).

71.3. "El Señor es clemente y compasivo" (Sal 110 [111],4), y "el Señor es bueno para con todos" (Sal 144 [145],9). Aconsejando de modo más claro el "conócete a ti mismo", Moisés dice con frecuencia: "Atiende a ti mismo" (Gn 24,6; Ex 10,28; Dt 4,9).

71.4. "Con limosnas y obras de fe se purifican los pecados; pero con el temor del Señor todo hombre se aparta del mal" (Pr 16,6). "El temor del Señor es educación y sabiduría" (Pr 15,33; Si 1,27).

Capítulo XVI: La misericordia de Dios

Limitaciones de la naturaleza humana para hablar de Dios

72.1. De nuevo surgen aquí los acusadores (= los estoicos) cuando dicen que la alegría y la tristeza (o: la pena; el dolor) son pasiones del alma. En efecto, definen que la alegría es exaltación razonable y el estar alegres es regocijarse por las cosas bellas. Mientras que la compasión es un dolor por quien sufre de forma inmerecida (lit.: indigna); ambas son movimientos y pasiones del alma.

72.2. Pero nosotros, al parecer, no nos apartamos de eso mismo al entender carnalmente la Escritura, y cuando somos llevados por nuestras pasiones, interpretando la voluntad de Dios, no sujeto a pasiones, conforme a nuestros propios movimientos.

72.3. Y si pensáramos que las cosas son en realidad como nosotros las conocemos, entonces nos equivocaríamos de forma impía respecto al Todopoderoso.

72.4. En efecto, no es posible hablar de la divinidad tal como es en realidad, sino tal como a nosotros nos es posible comprender, aprisionados (o: encadenados) por la carne; así nos hablaron los profetas, adaptándose el Señor a la debilidad humana para nuestra salvación.

Un Dios rico en misericordia

73.1. Por eso es voluntad de Dios salvar al que obedece a los mandamientos y se arrepiente de los pecados; y nosotros estamos alegres por nuestra salvación; el Señor, al hablar por los profetas, ha hecho suya nuestra capacidad de alegría, como cuando por amor al hombre dice en el Evangelio: "Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; porque lo que hicieron con uno de esos más pequeños, conmigo lo hicieron" (Mt 25.35. 40).

73.2. Al modo que se alimenta no siendo alimentado, cuando se alimenta a uno como Él quiere, así también se goza sin inmutarse, cuando uno se alegra al convertirse como Él quería.

73.3. Dios posee sobreabundancia de compasión, porque es bueno y nos da los mandamientos mediante la Ley y los profetas, y de una manera más próxima, mediante la venida del Hijo, nos salva y se compadece, como se ha dicho (cf. Ex 33,19; Rm 9,15; 1 P 2,10), de los que son objeto de su misericordia; porque tiene compasión quien es superior respecto al inferior; y un hombre no será jamás superior a otro hombre, puesto que tiene la misma naturaleza humana, pero Dios es superior al hombre en todo; si, por tanto, el superior se compadece del inferior, únicamente Dios tendrá compasión de nosotros.

73.4. En efecto, un hombre está dispuesto a ser solidario en razón del sentido de justicia, y reparte lo que ha recibido de Dios, bien por natural benevolencia y disposición, bien por los mandamientos que obedece.

Los seres humanos no son de la misma sustancia que Dios

74.1. Pero Dios no tiene con nosotros ninguna relación de naturaleza, como pretenden los fundadores de las herejías -ni si nos ha hecho de la nada, ni si nos ha fabricado de la materia, porque una no existe y la otra es totalmente distinta de Dios-; a no ser que alguien se atreva a decir que nosotros somos parte de Él y consubstanciales a Dios.

74.2. Y no sé cómo soporta uno oír esto, conociendo a Dios, mirando nuestra vida, sumergida en tantos males.

74.3. Si fuera así, cosa que no es lícito decir, Dios tendría parte en los pecados, si es que las partes de un todo son partes integrantes del todo, porque son integrantes, no serían partes.

74.4. Sin embargo, por naturaleza "Dios es rico en misericordia" (Ef 2,4), y por su bondad cuida de nosotros, que no somos ni partes de Él, ni hijos por naturaleza.

Dios nos llama a la adopción filial

75.1. La mayor prueba de la bondad de Dios es precisamente ésta: que siendo en verdad nosotros totalmente "extraños" (Ef 4,18) a Él por naturaleza, con todo se preocupa de nosotros.

75.2. Es natural que los animales tengan ternura con sus hijos, y que la amistad nazca de la vida en común entre los que tienen los mismos sentimientos; pero si Dios es rico en misericordia para con nosotros, no es porque tengamos una relación con Él en lo concerniente, digo, a nuestra esencia o naturaleza, o la potencia propia de nuestro ser, sino sólo porque somos obra de su voluntad. Y el que voluntariamente, mediante la ascesis y la enseñanza, se ha elevado al conocimiento (gnosis) de la verdad, Él lo llama a la adopción filial, que es la meta más alta de todas.

75.3. "Las iniquidades aprisionan al hombre, cada uno queda atado con los cadenas de los propios pecados" (Pr 5,22); y Dios no es responsable (o: culpable). En verdad, "bienaventurado el hombre que se humilla en todas las cosas por temor de Dios" (Pr 28,14; cf. Hb 12,28: eylabeia: devoción).



Capítulo XVII: El conocimiento y la voluntad humanas

La ciencia

76.1. Como la ciencia es una disposición apta para instruirse, porque por ella nos ha sido concedida la capacidad de saber, y su certeza constante no puede ser cambiada por razonamiento, así también la ignorancia es una representación incierta y cambiante por la acción del razonamiento; ahora bien, lo que cambia, como lo elaborado mediante un razonamiento, depende de nosotros.

76.2. Al lado de la ciencia están la experiencia, la capacidad de discernir (eidesis; lit.: conocimiento), la comprensión (o: entendimiento; synesis), la abstracción intelectiva (o: reflexión; noesis) y la gnosis.

76.3. La capacidad de discernir puede llamarse ciencia de los seres universales, según su especie. En cambio, la experiencia es una ciencia que tiene capacidad de recibir datos (o: comprensiva), de tal forma que hace posible el estudio particular de cada uno de ellos. La abstracción intelectiva es ciencia de lo inteligible. La comprensión es ciencia de lo relacionable, o sea, una aptitud coherente para fijar relaciones o capacidad comparativa en lo relativo a lo que es objeto de pensamiento y de ciencia, bien se trate de una cosa particular o de varias bajo un único razonamiento. La gnosis es la ciencia del ser en sí mismo, o ciencia que se refiere a lo que tiene posibilidad de ser. La verdad es la ciencia de lo verdadero; y la posesión de la verdad es la ciencia de las cosas verdaderas.

La voluntad

77.1. La ciencia, por tanto, se constituye (o: consolida) mediante la razón y no puede ser cambiada por otra razón (lit.: es inmutable por otra razón). [En este punto se ocupa de la gnosis (frase que parece ser un añadido)].

77.2. Lo que no hacemos, o es porque no podemos o porque no queremos, o por ambas cosas.

77.3. Por ejemplo, no volamos porque ni podemos ni queremos; sin embargo, no vamos a nadar, en un momento determinado, porque, aún pudiendo, no queremos. Pero no somos como el Señor, porque, aunque queramos, no podemos.

77.4. "No está el discípulo por encima del maestro, es suficiente que seamos como el maestro" (Mt 10,24), no esencialmente (lit.: según la esencia), porque es imposible que lo que es por adopción sea igual cuanto a la existencia a lo que es por naturaleza, pero llegaremos a ser eternos, conoceremos la contemplación de los seres, seremos llamados hijos y así mediante lo que le es propio (= el Hijo) podremos ver al Padre solo.

77.5. Y lo que precede a todo eso es la voluntad (o: el querer), porque las facultades racionales son naturalmente servidoras de la voluntad. Dice el [Señor]: "Si quieres, podrás" (cf. Jn 5,6; Mc 1,40). La voluntad, el juicio y la ascesis del gnóstico son la misma cosa.

77.6. Porque, si sus fines (u: objetivos; intenciones) son los mismos, sus principios y sus juicios son los mismos, de modo que sus palabras, su vida y su conducta serán consecuentes con su estado. "El corazón recto busca conocer" (Pr 27,21) y permanece atento. "Dios me ha enseñado la sabiduría y conocí la gnosis de los santos" (Pr 30,3; cf. Sb 10,10).

Capítulo XVIII: La Ley de Moisés

   Las virtudes cardinales

78.1. Ahora bien, se puede demostrar también que todas las otras virtudes mencionadas por Moisés han ofrecido a los griegos el fundamento de todo su orden ético; me refiero a la fortaleza, templanza, prudencia, justicia, tolerancia, paciencia, modestia, continencia y principalmente la piedad religiosa.

78.2. Es de todos sabido que la piedad enseña a venerar y honrar al supremo y más antiguo principio.

78.3. La ley misma nos dispone educándonos en la justicia y en la prudencia, mediante el abandono de los ídolos sensibles y el acercamiento al Creador y Padre del universo; y de esta disposición mental, como de una fuente, mana toda inteligencia.

78.4. "Los sacrificios de los impíos son abominados por el Señor, pero las oraciones de los que obran rectamente son agradables junto a Él" (Pr 15,8). Por otro lado, "es más agradable a Dios la justicia que el sacrificio" (Pr 16,7).

Las definiciones estoicas de las virtudes

79.1. De forma parecida el texto de Isaías: "¿Qué me importan la muchedumbre de sus sacrificios? Dice el Señor" (Is 1,11), y toda la perícopa [dice]: "Desata todo lazo de injusticia, porque el sacrificio agradable a Dios es un corazón contrito y que busca a su Creador [o: Plasmador]" (Is 58,6 y Sal 50 [51],19).

79.2. "La balanza falsa es abominable ante Dios, pero el peso justo le agrada" (Pr 11,1). De ahí que Pitágoras aconseje (o: recomiende): "No desequilibrar (lit.: pasar por encima) la balanza" (Pitágoras, Fragmentos, 6).

79.3. La promesa de los herejes está definida como falsa justicia, y "la lengua de los injustos perecerá, pero la boca de los justos destila sabiduría" (Pr 10,31). Pero "llaman insensatos a los sabios y a los prudentes" (Pr 16,21).

79.4. Sería muy extenso traer testimonios sobre esas virtudes; toda la Escritura las alaba (o: celebra).

79.5. Puesto que definen (= los estoicos) la fortaleza como la ciencia de las cosas temibles, no temibles e intermedias; y la templanza como una actitud (o: capacidad) que, en la elección o el rechazo, observa los dictámenes (lit.: salva los juicios) de la prudencia; a la fortaleza se suman la paciencia, que es llamada constancia, ciencia de lo que se debe o no soportar; la magnanimidad, ciencia que domina los acontecimientos; y a la templanza, la circunspección, que es una huida racional.

Las relaciones de las virtudes entre sí

80.1. Guardar los mandamientos, al ser una indefectible observancia de los mismos, significa la adquisición de la seguridad de la vida. Lo mismo que no se puede ser constante sin fortaleza, tampoco se puede ser sobrio sin templanza.

80.2. Las virtudes están recíprocamente unidas (cf. II,45,1), y quien posee la compañía de las virtudes, tiene también la salvación, que es la conservación del buen estado.

80.3. De igual manera, tratando separadamente estas virtudes, podremos hacer, respecto de todas, esta constatación: quien tiene una virtud, al modo que la posee el gnóstico, las posee todas por la recíproca interdependencia.

80.4. Ante todo, la continencia es una disposición de no sobrepasar lo que aparece ser conforme a recta razón. El que es continente domina los impulsos que se extralimitan de la recta razón, de modo que no se deje impulsar fuera de la recta razón.

80.5. La templanza, por tanto, no existe sin fortaleza, porque de los mandamientos nacen la prudencia que sigue a Dios ordenador (de todas las cosas) [texto hipotético ya que hay una laguna en el griego], y la justicia, imitadora de las divinas disposiciones, por la que somos continentes, y tendemos hacia la piedad religiosa y hacía una conducta de total adhesión a Dios; nos parecemos al Señor tanto cuanto nos es posible, incluso permaneciendo mortales por naturaleza.

Exigencias de la vida virtuosa

81.1. Esto significa "llegar a ser justo y santo con prudencia" (cf. Platón, Teeteto, 176 A-B). La divinidad no tiene necesidad de nada, ni tiene pasiones; por eso, propiamente, no es ni siquiera continente, porque no está sujeta jamás a pasión alguna, de manera que luego tenga que dominarla. En cambio, nuestra naturaleza, sujeta a pasiones, necesita la continencia, mediante la cual se ejercita uno en tener necesidad de pocas cosas y se esfuerza por aproximarse, mediante una habitual disposición, a la naturaleza divina.

81.2. En efecto, el hombre virtuoso necesita de pocas cosas; en la frontera entre una naturaleza inmortal y otra mortal, necesitado por causa de su cuerpo y de su mismo nacimiento; pero instruido, gracias a la continencia racional, a no tener necesidad de muchas cosas.

81.3. ¿Cuál es la razón por la que la Ley prohíbe al varón usar un vestido de mujer (cf. Dt 22,5)? ¿No querrá, quizás, que nosotros nos comportemos como varones, sin afeminarnos ni en el cuerpo, ni en las acciones (u: obras), ni en la mente, ni en la palabra?

81.4. Quiere en efecto que quienes se dedican a la verdad, se robustezcan en la paciencia, en la fortaleza, en la vida, en las costumbres, en las palabras, en la ascesis día y noche, y, aun si lo sorprende la necesidad de dar testimonio (martyrion), con el derramamiento de la sangre.

La Ley es humanitaria

82.1. De nuevo, si alguien, dice [la Escritura], habiendo construido una casa no ha tenido tiempo de habitarla, o habiendo trabajado una viña nueva no ha cosechado fruto, o, prometiéndose a una muchacha, todavía no se ha casado con ella, a todos esos la Ley con espíritu humanitario (philantropos) les exime del servicio militar (cf. Dt 20,5-7).

82.2. Lo hace estratégicamente, para que no prestáramos servicio en guerra sin entusiasmo, arrastrados por nuestras concupiscencias -porque sólo se exponen sin miramientos a los peligros los que están libres de cualquier impulso-.

82.3. Pero también es humanitaria, porque tiene en cuenta que uno no pierda los frutos de su propio esfuerzo, y que otro recoja sin esfuerzo los frutos del trabajo ajeno, ya que los acontecimientos de la guerra son inciertos.

Las mujeres madianitas

83.1. Además, la Ley parece que manifiesta también la fortaleza del alma, al establecer que quien ha plantado debe recoger, y quien ha edificado una casa debe habitarla, y el novio debe casarse; por tanto no convierte en estériles las esperanzas de quienes se han ejercitado según la enseñanza (lit.: razón) gnóstica.

83.2. "No perece la esperanza del hombre bueno, ya muerto" (Pr 11,7), ya vivo. "Yo, dice la Sabiduría, amo a los que me aman, y los que me buscan encontrarán paz" (Pr 8,17), y lo que sigue.

83.3. ¡Pero qué! ¿Las mujeres de los madianitas no sedujeron con su belleza a los soldados hebreos, llevándoles de la templanza a la impiedad? (cf. Nm 25).

83.4. Primeramente se hicieron sus amigas, luego les sedujeron con su belleza arrastrándolos de su austera ascesis a los placeres de las cortesanas, hasta hacerlos sacrificar a los ídolos y unirse con mujeres extranjeras. Así, dominados por las mujeres y los placeres, se apartaron de Dios y se alejaron de la ley; y poco faltó para que todo el pueblo, mediante aquella estratagema femenina, cayera en manos del enemigo; hasta que el temor [de Dios], amonestándolos (o: reprendiéndolos), los detuvo ante el peligro (cf. Nm 25).

"El temor de Dios da la vida"

84.1. En seguida los restantes, valientemente, emprendieron la lucha en favor de la piedad religiosa, dominando a los enemigos. "La piedad, por consiguiente, es principio de sabiduría, la consideración por las cosas santas es inteligencia, conocer la ley es (propio) de una mente buena" (Pr 9,10)

84.2. Por eso, quienes suponen que la Ley suscita un temor provocado por las pasiones (o: afectado por las pasiones: empathos), ni se comportan bien ni en realidad comprenden la Ley. "En efecto, el temor de Dios da vida. Por el contrario quien se equivoca sufrirá penas que la gnosis no verifica" (Pr 19,23; la segunda parte de esta cita es desconocida).

84.3. Dice Bernabé ciertamente en sentido místico: "Dios, que es Señor del universo entero, les conceda sabiduría, inteligencia, ciencia, conocimiento de sus justas disposiciones y paciencia. Sean discípulos de Dios, tratando de descubrir lo que el Señor quiere de ustedes, para que sean encuentren en el día del juicio" (Seudo Bernabé, Epístola, 21,5-6). Aquellos que consiguen el objetivo les llamó, en sentido gnóstico, "hijos del amor y de la paz" (Seudo Bernabé, Epístola, 21,9).

84.4. Sobre la distribución y a la participación, de las muchas cosas para decir, baste tan sólo una: la Ley prohíbe prestar a interés a un hermano (cf. Ex 22,24; Lv 25,36-37) -y llama hermano no sólo al que ha nacido de los mismos padres, sino también al que es de la misma tribu, de la misma creencia, y que participa del mismo Verbo (Logos)-; no teniendo como justo percibir intereses sobre un capital (prestado), sino que a los necesitados se les regala con mano y ánimo desprendidos.

84.5. Dios es el creador de esa gracia; y quien da así, recibe intereses considerables, los más preciados entre los hombres: mansedumbre, bondad, magnanimidad, renombre gloria.

Enseñanzas sobre la justicia contenidas en la Ley

85.1. ¿No te parece lleno de humanidad (philantropia) ese precepto, lo mismo que este otro: "Pagar cada día el salario del pobre" (Dt 24,15)? Enseña [la Escritura] que se debe pagar sin demora el salario por los servicios. En efecto, yo creo que la diligencia del pobre para futuros servicios se debilita cuando no tiene qué comer.

85.2. Por otra parte, añade, el acreedor no debe acercarse a la casa del deudor, para recibir una garantía a la fuerza, sino que debe invitarle a traerla afuera; y si la tiene, no debe sustraerse (cf. Dt 24,10-11).

85.3. En el tiempo de la recolección [la ley] prohíbe a los propietarios recoger lo que cae de las gavillas sin cortar, al igual que manda dejar, durante la siega, un poco de grano sin cosechar (cf. Lv 19,9-10); de este modo enseña muy bien a los propietarios a compartir con generosidad, dejando algo de lo propio para los necesitados, y procura a los pobres un medio de subsistencia.

La Ley es buena y maestra de justicia

86.1. ¿Ves cómo la legislación proclama tanto la justicia como la bondad de Dios, que generosamente suministra a todos el alimento?

86.2. (La Ley) prohíbe en la vendimia volver, mientras se cosecha, a lo que se dejado y recoger las uvas caídas; lo mismo prescribe a los que recogen aceitunas (cf. Lv 19,10; Dt 24,20-21).

86.3. En verdad, también el diezmo de frutos y ganados enseñaba a ser piadoso para con la divinidad y a no ser avaro hasta el extremo, sino a dar con humanidad parte de los bienes propios al prójimo (cf. Lv 27,30 y 32; Nm 18,21 y 24). Ciertamente de estas primicias, me parece, vivían los sacerdotes.

86.4. ¿Comprendemos ahora por qué somos educados por la Ley en la piedad, la solidaridad, la justicia, la benevolencia (o: amor al hombre; humanidad: philantropia)? ¿No es verdad?

86.5. ¿Acaso [la Ley] no prescribe dejar en reposo la tierra un año cada siete, invitando así a los pobres a disfrutar sin temor de los frutos producidos por obra de Dios, haciendo la naturaleza de cultivadora para quien lo deseaba (cf. Ex 23,10-11; Lv 25,4-6. 24)? ¿Cómo decir, entonces, que la Ley no es buena y no es maestra de justicia?

86.6. De nuevo, cada cincuenta años manda hacer lo mismo que en el año séptimo; restituyendo a cada uno su propiedad (cf. Lv 25,8-13), si durante ese tiempo intermedio hubiera sido privado de ella por alguna circunstancia; delimitando así, al establecer un periodo concreto para usufructo, la avidez de aquellos que desearían apropiársela; porque no quiere que sean castigados por toda la vida quienes han estado sometidos, por una larga pobreza, a deudas justas.

86.7. "Limosna y verdad son las guardianas del rey" (Pr 20,28);"bendición sobre la cabeza de quien comparte" (Pr 11,26), "y será bienaventurado quien tiene piedad de los pobres" (Pr 14,21), porque manifiesta el amor hacia su semejante en virtud del amor para con el Creador del género humano.

El amor

87.1. Lo que se ha dicho, respecto al reposo [de los campos] y a la recepción de la herencia, admite otras interpretaciones, más naturales, pero no es este el momento de decirlo.

87.2. El amor es entendido de varias formas: como benignidad, como bondad, como paciencia, como falta de envidia o de celos, como ausencia de odio, como olvido de las ofensas; y eso en todos los casos sin división, sin distinciones, solidario (koinonike; cf. 1 Co 13).

87.3. Dice también [la Escritura]: "Si ves vagabundear en el desierto a un animal de carga, que pertenece a vecinos o amigos o, en una palabra, a un hombre que conoces, recondúcelo y devuélvelo. Y si por casualidad el dueño estuviera ausente por largo tiempo, mantenla con tus animales hasta que aquél vuelva; entonces se lo devolverás" (Ex 23,4-5: no es una cita textual). Mediante una solidaridad natural [la Escritura; o: la Ley] enseña a considerar como depósito lo que se encuentra y a no guardar rencor al enemigo.

Capítulo XVIII: La Ley de Moisés (continuación)

Preceptos humanitarios de la Ley

88.1. "Un mandato del Señor es fuente de vida", en verdad, "hace escapar de la trampa de la muerte" (Pr 14,27). Pero, ¿qué? ¿No ordena [la Ley] a amar a los extranjeros, no sólo como amigos y parientes, sino como a uno mismo, en cuerpo y alma? (cf. Ex 22,21; 23,9; Lv 19,33-34; Nm 15,14-16).

88.2. También la Ley ha honrado incluso a los paganos, y no alimenta odio respecto a quienes actúan mal. Por eso dice claramente: "No abominarás al egipcio, porque has sido extranjero en Egipto" (Dt 23,8); se llama "egipcio" al pagano o de forma general a todo lo mundano.

88.3. Aunque los enemigos ataquen las murallas, amenazando tomar la ciudad, [la Ley quiere] que no sean tenidos como enemigos hasta que, enviándoles embajadores (lit.: heraldos), los inviten a la paz (cf. Dt 20,10).

88.4. Manda incluso no cometer violencia con una prisionera, sino "permítele, dice, llorar treinta días a los que quiere; al día siguiente hazle cambiar los vestidos y convive con ella como con una esposa legítima" (Dt 21,10-14). Porque no desea casamientos (realizados) por violencia ni por compra, como las cortesanas, sino sólo las relaciones matrimoniales para la procreación de los hijos.

La Ley defiende la continencia

89.1. ¿Ves el humanitarismo y la continencia juntos? [La Ley] no permite al amante dueño de la cautiva ceder al deseo, sino que trunca la concupiscencia imponiendo un determinado intervalo de tiempo, y además ordena rasurar los cabellos a la cautiva para impedir la atracción a un amor lujurioso; porque si la reflexión indujera [al amo] a casarse, lo mismo se uniría aunque no fuera bella.

89.2. Además, si alguno, saciado el placer, no quisiera convivir más con la cautiva, [la Ley] ordena que no puede venderla, pero tampoco retenerla como esclava, sino que desea que sea libre y se la mantenga separada de la servidumbre, para que, si es remplazada por otra mujer, no tenga que sufrir los implacables desaires de la envidia (cf. Ex 21,10).

La Ley nos enseña a ser bondadosos

90.1. ¿Qué más? El Señor manda también aliviar y aligerar los animales de carga de nuestros enemigos (cf. Ex 23,5; Dt 22,4); enseñándonos desde hace largo tiempo a no aceptar satisfacción por el mal ajeno, ni alegrarnos a costa de nuestros enemigos; así nos enseña, a que ejercitados en aquellas acciones, oremos por los enemigos.

90.2. En efecto, ni es bueno ser envidioso y entristecerse por el bienestar del prójimo, ni experimentar placer por sus desgracias (lit.: males). Dice [la Escritura]: "Si encuentras perdido un animal de carga de un enemigo, abandona, la parte de eso que fomenta el fuego de la rivalidad, condúcelo y devuélveselo" (Ex 23,4; cf. Dt 22,1). Efectivamente, al perdón sigue la bondad, y a ésta la disolución de la enemistad.

90.3. Así nos disponemos a la concordia que conduce a la felicidad. Y si tienes a alguien habitualmente como tu enemigo y descubres que va perdiendo el uso de la razón por la concupiscencia o la ira, conviértelo a la bondad.

La Ley es pedagoga

91.1. Entonces, ¿no aparece humana y bienhechora la Ley que conduce (paidagogon) hacia Cristo (cf. Ga 3,24), y (no aparece) Dios mismo bueno con justicia, ocupándose de cada generación, desde el principio y hasta el fin, para llevarla a la salvación?

91.2. Dice el Señor: "Sean misericordiosos para alcanzar misericordia; perdonen para ser perdonados; como obren, así se obrará con ustedes; como den, se les dará; como juzguen serán juzgados; como sean bondadosos, serán bondadosos con ustedes; con la medida que midan, serán medidos" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 13,2).

91.3. Por otra parte, [la Ley] prohíbe deshonrar (o: despreciar) a quienes han realizado trabajos serviles para vivir (lit.: por el alimento); y a quienes han sido esclavos por causa de las deudas les concede, cada siete años, una tregua total (cf. Ex 21,2; Lv 25,39-41; Dt 15,12).

91.4. También prohíbe que sean castigados los pordioseros (lit.: suplicantes). La más verdadera de todas es esta sentencia: "Como se prueba el oro y la plata en el crisol, así el Señor prueba los corazones de los hombres" (Pr 17,3).

91.5. "El varón misericordioso es magnánimo, en el que es solícito hay sabiduría; en efecto, habrá solicitud en el hombre inteligente, y, al ser reflexivo, buscará la vida. Y el que busca a Dios encontrará gnosis con justicia, y quienes le buscan rectamente encuentran paz" (Clemente de Roma, Epístola primera a los Corintios, 13,2; se trata de una cita compuesta: Mt 5,7; 6,14-15; Lc 6,38; Mt 7,1-2; Lc 6,37-38).

Respeto a la vida de los recién nacidos

92.1. A mí me parece que Pitágoras también tomó de la Ley la mansedumbre para con los animales irracionales (cf. Ex 23,19; 34,26; Dt 14,20; Plutarco, Moralia, 993 A). [La Ley], por ejemplo, prohíbe sacar provecho inmediato de los animales pequeños nacidos en rebaños de ovejas, cabras y vacas, ni siquiera como pretexto de sacrificio; y esto por las crías mismas y por sus madres; educando así al hombre en la mansedumbre, partiendo de abajo, de los animales irracionales.

92.2. "Deja al pequeño, dice, con la madre durante los siete primeros días" (Ex 22,29). Porque si nada se produce sin causa, y la leche fluye en las que han dado a luz para alimentar a sus crías, el que separa al recién nacido de la administración (lit.: oikonomias, economía) de la leche ultraja a la naturaleza.

92.3. Avergüéncense, entonces, los griegos y cualquier otro que ataque la Ley; ésta es benigna incluso con los animales irracionales, en cambio aquellos llegan hasta exponer a los recién nacidos de los hombres; desde hace tiempo y proféticamente, la Ley rechazaba su salvajismo mediante el mandato anteriormente indicado.

92.4. Si la Ley prohíbe separar a las crías irracionales de sus madres antes de la lactancia, mucho más previene entre los hombres esa disposición cruel y salvaje, para que no desprecien los principios que han aprendido, aunque (desprecien) la naturaleza.



La filantropía hacia los seres humanos

93.1. Está permitido saciarse de cabritos y corderos, y ésa es quizás una excusa para quien separa al hijo de su procreadora (cf. Lv 22,28). Pero ¿la exposición del niño qué causa tiene? Por el contrario, sería mejor, en principio, que nadie se casara, si no se desea tener hijos, antes de convertirse en infanticida por intemperancia del placer.

93.2. Además, la Ley, benigna, prohíbe sacrificar juntamente el mismo día a la cría y a la madre. Por eso también los romanos, si una mujer encinta era condenada a muerte, no permitían que sufriera la pena antes de haber dado a luz (cf. Plutarco, Moralia, 552 D).

93.3. También la Ley prohíbe explícitamente matar a cualquiera de entre los vivientes que esté encinta, hasta que no hayan parido; desde hace mucho tiempo la Ley ha tratado de refrenar la tendencia a hacer daño al hombre.

93.4. Ha extendido de tal modo la clemencia (o: la equidad) entre los animales irracionales, para que ejercitándonos en los seres distintos a nosotros, actuemos con mayor humanitarismo hacia nuestros congéneres.

Evitar la discriminación arbitraria

94.1. Pero quienes patean el vientre de los animales antes del parto, para comer la carne empapada con leche, hacen de la matriz, creada para la generación, una tumba de fetos; en cambio la legislación ordena en términos precisos: "Nadie cocerá el cordero en la leche de su madre" (Dt 14,21; Ex 23,19).

94.2. Que no se convierta el alimento del viviente en condimento del animal matado, dice, ni lo que es causa de la vida coopere a la consumación (o: perdida, destrucción) del cuerpo.

94.3. La misma Ley prescribe: "No poner bozal al buey que trilla" (Dt 25,4); porque también es necesario "considerar digno del alimento al obrero" (Mt 10,10).

94.4. Además prohíbe uncir un buey y un asno a la vez, para labrar la tierra (cf. Dt 22,10); quizá apuntando la disparidad de los animales, pero mostrando, al mismo tiempo, a no cometer una injusticia, ni a poner bajo el yugo a ningún hombre diferente de nosotros, cuando no se le pueda imputar otra cosa que el ser de raza diversa, porque eso no constituye culpabilidad alguna, ni maldad, ni consecuencia de una falta.

94.5. A mí me parece también que la alegoría significa que no se debe admitir a la agricultura del Verbo al puro y al impuro igualmente, al fiel y al infiel (o: creyente e incrédulo), porque uno, el buey, es animal puro; pero el asno es contado entre los impuros (cf. Lv 11,1-46).

La Ley ayuda a usar correctamente la creación

95.1. Rico en humanidad, el Verbo bondadoso enseña que no conviene talar ningún árbol de cultivo, ni cortar las espigas para hacer daño antes del tiempo de la cosecha, ni tampoco arrancar por completo el fruto del cultivo, ni de la tierra, ni del alma; tampoco permite devastar el terreno de los enemigos (cf. Dt 20,19-20).

95.2. También los labradores sacan provecho de la Ley, porque les manda tener cuidado durante tres años consecutivos de las plantas jóvenes (cf. Lv 19,23), podar los brotes superfluos, para que no sean oprimidas por el peso y no se debiliten por falta de un alimento demasiado repartido; cavar y escardar en torno, para que ninguna hierba impida su crecimiento.

95.3. Tampoco permite recoger frutos todavía imperfectos de árboles imperfectos, sino sólo después de tres años, para dedicar luego, en el cuarto, las primicias a Dios, una vez que el árbol ha conseguido su forma perfecta (cf. Lv 19,23-24).

"Sembrar los beneficios de Dios"

96.1. Esta imagen de la agricultura puede significar una forma de enseñanza, por la cual aprendemos que es necesario podar las ramificaciones de los pecados y la vegetación inútil del pensamiento que brota juntamente con los frutos verdaderos, hasta que el retoño de la fe llegue a la perfección y a la solidez.

96.2. Porque al cuarto año, puesto que se necesita un tiempo para ser instruidos sólidamente en la catequesis, la tétrada de las virtudes es dedicada a Dios; y la tercera etapa limita con la cuarta, que es el descanso del Señor.

96.3. Un sacrificio de alabanza vale más que los holocaustos (cf. Sal 49 [50],23; 50 [51],17-18). Porque "Él, dice (la Escritura), te dará la fuerza para ejercitar tu poder" (Dt 8,18). Si tus acciones son iluminadas, cuando hayas recibido y adquirido fuerza, ejercita tu poder en la gnosis.

96.4. Así, en aquellas palabras se manifiesta que los bienes y dones nos son dados por Dios y que nosotros, una vez llegados a ser servidores de la divina gracia, debemos sembrar los beneficios de Dios, preparando (a ser) buenos y honestos a los que nos se nos acercan; el temperante, puesto que puede más, debe hacer perfectos a los moderados, y también el fuerte a los generosos, el prudente a los inteligentes, y el justo a los justos.

Capítulo XIX: El gnóstico desea imitar al Señor

Es necesario armonizar la vida

97.1. El gnóstico es "a imagen y semejanza" (Gn 1,26), porque imita a Dios en lo posible, sin omitir nada para hacer realidad esa semejanza; es temperante (o: continente, puro) y paciente, vive conforme a justicia, domina las pasiones, da de lo que tiene y, tal como es, beneficia de palabra y de obra.

97.2. Dice [la Escritura]: "Es muy grande en el reino el que hace y enseña" (Mt 5,19), imitando a Dios en hacer el bien, porque los dones de Dios son para común utilidad.

97.3. "Pero quien hace algo con orgullo, provoca a Dios" (Nm 15,30), dice; porque la arrogancia (o: jactancia) es un vicio del alma; y de éste como de los otros vicios [la Escritura] exhorta a arrepentirse, armonizando nuestra vida, cambiándola de discordante a otra mejor, por medio de tres (instrumentos): boca, corazón, manos.

La "nobleza" de Adán

98.1. En verdad, esto simbolizaría lo siguiente: las manos, la acción; el corazón, la voluntad (o: intención); y la boca, la palabra (cf. Dt 30,14). A propósito de los que se arrepienten, está bien dicho expresamente aquel versículo: "Has elegido hoy a Dios para que sea tu Dios, y el Señor te ha elegido hoy para que seas su pueblo" (Dt 26,17. 18). Por que el que se esfuerza por servir de manera suplicante al Ser, Dios se le hace familiar.

98.2. Y aunque es uno numéricamente, es honrado como si fuera un pueblo; porque, al ser parte del pueblo, viene a ser lo que le completa, una vez reintegrado en su lugar, puesto que el todo toma también el nombre de la parte.

98.3. Esa nobleza se manifiesta en elegir y poner en práctica lo mejor (o: lo más hermoso). ¿Pero qué provecho obtuvo Adán de tal nobleza? No tenía padre mortal; más bien él fue padre de los hombres que son engendrados.

98.4. Sin embargo, eligió con gusto el mal (o: lo feo), siguiendo a la mujer, y despreció (o: menospreció) lo verdadero y lo bueno (o: hermoso). Cambió una vida inmortal por una mortal, aunque no para siempre.

La economía salvífica

99.1. Noé, por el contrario, que no nació como Adán (cf. Gn 6,9; 7--8), fue salvado por una ayuda divina; porque se ofreció consagrándose a Dios. Y a Abrahán, que tuvo hijos de tres mujeres no por gozar del placer, sino porque ya desde el principio esperaba, pienso yo, multiplicar la raza, le sucede como heredero de los bienes paternos uno solo [de los hijos]; los otros permanecieron separados de la parentela (cf. Gn 16,1 ss.).

99.2. De él nacieron dos gemelos (o: mellizos), el más joven agradó al padre, heredó y recibió las bendiciones; en cambio, el mayor fue su esclavo (cf. Gn 27,1 ss.); por lo demás para un hombre miserable (o: malvado) es verdaderamente un gran bien no ser independiente.

99.3. Esta economía es a la vez profética y prefigurativa (typike). Que todo pertenece al sabio, [la Escritura] lo indica claramente diciendo: "Porque Dios tuvo piedad de mí, todo me pertenece" (Gn 33,11). Así enseña que es necesario tender a sólo aquel por quien todo existe, y concede [sus] promesas a los que son dignos.



La Ley llama a la semejanza con Dios

100.1. Al (hombre) honesto (o: virtuoso) que ha llegado a ser heredero del reino, lo inscribe también, mediante la divina sabiduría, como conciudadano de los justos antiguos, que antes de la Ley vivieron en plena conformidad a la Ley, y cuyas acciones han llegado a ser ley para nosotros.

100.2. De nuevo, al enseñar que el sabio es rey, hace decirle a aquellos que son de otra clase: Tú eres rey para nosotros de parte de Dios" (Gn 23,6), y los súbditos con voluntaria decisión obedecen al hombre honrado por emulación virtuosa (lit.: el celo de la virtud).

100.3. El filósofo Platón, proponiendo como fin la felicidad, dice que ella es "la semejanza a Dios en lo posible" (Platón, Teeteto, 176 B; cf. Gn 1,26); pero, o bien coincide con la doctrina de la Ley, -"porque los espíritus grandes [lit.: las grandes naturalezas] y despojados de pasiones de algún modo consiguen la verdad" [Filón, Sobre la vida de Moisés, I,5,22], como dice el pitagórico Filón interpretando Moisés-, o bien recibió la enseñanza de alguno de los sabios contemporáneos, porque estaba siempre sediento de aprender.

100.4. En efecto, la Ley dice: "Caminen tras el Señor su Dios, y cumplan mis mandamientos" (Dt 13,5). La Ley llama seguimiento a la semejanza [con Dios]; y el hecho de seguirlo hace semejante en lo que se puede. El Señor dice: "Sean misericordiosos y compasivos como su Padre celestial es compasivo" (Lc 6,36).

Los tres géneros de amistad

101.1. De aquí también han afirmado (lit.: dogmatizado) los estoicos que el fin (del hombre) es vivir conforme a la naturaleza; invirtiendo desacertadamente los nombres de Dios y de naturaleza, puesto que la naturaleza se extiende a plantas, semillas, árboles y piedras.

101.2. Por eso se dice claramente: "Los hombres malvados no entienden la ley, pero los que aman la ley se protegen con un muro" (Pr 28,5. 4). Porque "la sabiduría de los astutos (o: cautos, hábiles, inteligentes) conocerá sus caminos, pero la multitud de los necios [permanecerá] en el error" (Pr 14,8). "¿A quien miraré sino no al manso y tranquilo, y al que tiembla ante mis palabras?", dice la profecía (Is 66,2).

101.3. Se nos ha enseñado que hay tres clases de amistad: la primera y la mejor es la que se basa en la virtud; porque firme es el amor (que procede) de la razón. La segunda, que está en el medio, se basa en el intercambio, (es) comunicativa, generosa y útil para la vida; porque esta amistad [procede] de la común benevolencia. La tercera y última decimos que (proviene) de la convivencia; pero otros [afirman] que es cambiante y mudable, según el placer.

Justo y compasivo

102.1. Y me parece que muy hermosamente el pitagórico Hipodamo escribe: "Entre las amistades, una nace de la ciencia de los dioses, otra de la generosidad de los hombres, y la tercera, del placer de los animales" (Hipodamo de Mileto, Fragmentos, 39,1). Así, una es la amistad del filósofo, otra la del hombre, y otra la del animal.

102.2. En realidad el hombre es imagen de Dios en cuanto que es benefactor, y con ello recibe él mismo un beneficio; es como el piloto, que a la vez salva y es salvado. Por eso, cuando alguien suplica y obtiene, no dice a quien le da: "Has dado bien", sino "has recibido bien" (cf. Hch 20,35). Así, el que recibe da y quien da recibe.

102.3. "Los justos se apiadan y se compadecen" (Pr 21,26);"los buenos serán los habitantes de la tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los impíos serán exterminados" (Pr 2,21-22).

102.4. Y me parece que Homero, al decir: "Da a un amigo" (Homero, Odisea, XVII,345 y 415), anunció por anticipado al creyente. Hay que ser generoso con un amigo para llegar a ser todavía más amigo; y hay que ayudar al enemigo para que ya no permanezca enemigo; porque la ayuda une estrechamente con la benevolencia y desata la enemistad.

102.5. Pero "si también hay buena voluntad, conforme a lo que uno tiene, es aceptable, no conforme a lo que no tiene. Porque no para que otros tengan abundancia y ustedes aflicción, sino igualdad en la presente circunstancia" (2 Co 8,12-14), y lo que sigue. "Es generoso, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre" (2 Co 9,9; cf. Sal 111 [112],9), dice la Escritura.

102.6. Porque "a imagen y semejanza" (Gn 1,26), como hemos dicho más arriba (cf. II,97,1), no se refiere a lo relativo al cuerpo, porque no se puede asemejar lo que es mortal a lo inmortal, sino a lo que es según el espíritu y la razón; en lo que el Señor pone adecuadamente el sello de la semejanza, en relación tanto a su bondad como a su autoridad.

102.7. La superioridad no depende de la cualidad de los cuerpos, sino de los juicios del pensamiento: "Con los consejos de los hombres (santos) se gobiernan bien las ciudades, y también una casa" (Eurípides, Antíope, fragmentos, 200).

Capítulo XX: Sobre la ascesis

La paciencia

103.1. La constancia, además de imprimir también un impulso para la semejanza con Dios, mediante la paciencia obtiene la ausencia de pasiones (apátheia); basta tan sólo tener vivo el recuerdo de los relatos sobre los amigos de Ananías, uno de los cuales fue el profeta Daniel, lleno de fe divina (cf. Dn 1,1-17).

103.2. Daniel vivía en Babilonia, como Lot en Sodoma, y Abrahán, que sería llamado poco después "amigo de Dios" (Gn 12,13; cf. Is 41,8; St 2,23), en la tierra de los caldeos.

103.3. El rey de los babilonios hizo descender a Daniel en una fosa llena de fieras; pero el rey del universo, el Señor fiel, le sacó sano y salvó (cf. Dn 6,17-23).

103.4. Esta es la paciencia que ha de adquirir el gnóstico en cuanto gnóstico; bendecirá al ser probado, como el noble Job (cf. Jb 1,21).

El verdadero gnóstico

104.1. Como Jonás, rezará si es devorado por un cetáceo, y la fe le devolverá a la vida para profetizar a los ninivitas (cf. Jon 2,3-10; 3,2-4). Y si fuera encerrado con leones, amansará a las fieras (cf. Dn 6,17 ss.); y si fuera arrojado al fuego, será cubierto de rocío, y no perecerá quemado (cf. Dn 3,19 ss.). Dará testimonio de noche, dará testimonio de día; en la palabra, en la vida, en las costumbres dará testimonio.

104.2. Cohabitando con el Señor, permanecerá "confidente" (Seudo Platón, Minos 319 A; cf. Homero, Odisea, XIX,179) y comensal suyo según el espíritu; puro en la carne, puro en el corazón (cf. Mt 5,8), santificado en la palabra (o: en el pensamiento).

104.3. "El mundo para él, dice [el Apóstol], está crucificado y él para el mundo" (Ga 6,14). El gnóstico, llevando cerca (o: llevando alrededor) la cruz del Salvador, sigue al Señor, "tras las huellas como las de un dios" (Homero, Odisea, II,406; cf. Lc 9,23; Platón, Fedro, 266 B), deviniendo santo entre los santos.

La continencia

105.1. La Ley divina, recordatorio de toda virtud, unge especialmente al hombre para la continencia; ella misma se pone como fundamento de las virtudes, y precisamente nos da una educación preliminar para la adquisición de la continencia, (comenzando) por el uso de los animales: nos prohíbe comer de todos aquellos que por naturaleza son grasos, como la especie del cerdo, muy carnosa. El uso de esos animales (o: de esas carnes), en efecto, es dejado para los que viven voluptuosamente.

105.2. Por otra parte, se dice que un filósofo (= Cleantes[?], Fragmentos, 516) afirmaba que la etimología del término hys [cerdo] es thys, como apropiado sólo para el sacrificio (thysis) y la inmolación (o: degüello); puesto que a ese animal no le es dada la vida para otra finalidad que para la exuberancia de las carnes.

105.3. De manera parecida, para limitar nuestros deseos, [la Ley] prohibió comer los peces que no tienen aletas ni escamas (cf. Lv 11,9-12; Dt 14,9-10), porque estos tienen carne y grasa más abundante que los otros peces.



Necesidad de imponerse ciertas privaciones

106.1. Me parece que de ahí deriva la prohibición de tocar en las ceremonias de iniciación no sólo a ciertos animales, sino que también hay partes de los (animales) sacrificados que reservaron (o: separaron, quitaron), por razones que los iniciados en los misterios conocen.

106.2. Si hay que dominar el vientre y lo que está por debajo del vientre, es evidente que desde el principio hemos recibido del Señor, mediante la Ley, (el precepto) de amputar la concupiscencia (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Mt 5,28). Y eso se conseguirá completamente si condenamos sin hipocresía lo que enciende la concupiscencia, o sea, el placer.

106.3. Afirman algunos (= Aristipo de Cirene y los Cirenaicos), que el placer viene definido como un movimiento suave y agradable (o: dulce), unido a determinadas sensaciones.

106.4. Esclavo del placer, dicen que Menelao, después de la guerra de Troya, se sentía inclinado a matar a Elena, que había sido la causa de tantos males; pero no tuvo fuerza para realizarlo, porque estaba dominado por la belleza [de Elena], que le había traído el recuerdo del placer.

Los peligros de dedicar la propia existencia a buscar los placeres

107.1. Por eso, los poetas trágicos burlándose de él le lanzan estas injurias: "Pero tu, apenas viste el seno, arrojaste la espada, recibiste un beso, acariciando a la perra traidora" (Eurípides, Andrómaca, 629). Y también: "¿Por qué ante la belleza permanecen enfundadas las espadas?" (Eurípides, Orestes, 1287).

107.2. Por lo que a mí respecta, apruebo a Antístenes, cuando dice: "Si capturase a Afrodita, la acribillaría a flechazos, porque ha corrompido a muchas de nuestras hermosas y honestas mujeres" (Antístenes, Fragmentos, 109 A).

107.3. Él dice que el amor es un vicio de la naturaleza; los desdichados que se dejan dominar, llaman dios a esa enfermedad. Porque demuestra con sus palabras que los más inexpertos son los que se dejan vencer por la ignorancia del placer, que, por otra parte, no se debe aceptar, aunque sea llamado un dios; es decir, aunque nos sea dado por Dios para la procreación.

107.4. También Jenofonte claramente sostiene que el placer es un vicio, diciendo: "Oh desgraciado, ¿qué cosa buena conoces tú o qué cosa bella miras? Tú no esperas el deseo de las cosas agradables; comes antes de tener hambre, bebes antes de tener sed; corres tras los cocineros para comer con placer;

107.5. te procuras vinos magníficos para beber con placer y, en el verano, corres por todas partes para buscar nieve. Para dormir agradablemente no sólo te preparas una cama blanda, sino también los soportes para las camas" (Jenofonte, Memorabilia, II,1,30).

"El que pierda su vida la salvará"

108.1. Por eso, como dijo Aristón: "Contra toda esa sinfonía de cuatro tonos (lit.: tetracordio), placer, dolor (o: aflicción), temor, deseo, es necesario mucho ejercicio y combate" (Aristón, Fragmentos, 370). "Porque estas [pasiones], éstas, penetran dentro hasta las vísceras y perturban el corazón del hombre" (Anónimo, Fragmentos, 110 A, de una tragedia desconocida).

108.2. "Porque también a los que se creen serios, el placer les hace de cera el corazón", según Platón (Las Leyes, I,633 D); porque "cada placer y dolor clava el alma al cuerpo" (Platón, Fedón, 83 D), de quien no se separa de las pasiones y no se defiende con una barrera.

108.3. Dice el Señor: "Quien pierda su vida, la salvará" (Lc 9,24; Mt 10,39; Mc 8,35); bien sea entregándola con denuedo por el Salvador, como Él hizo por nosotros, bien sea liberándola de la comunión con la vida habitual.

108.4. En efecto, si quisieras liberar, apartar, separar -porque eso significa la cruz- tu alma de los encantos y placeres de esta vida, la poseerás "encontrada" (Mt 10,39) en la anhelada esperanza y en descanso.

El modo en que se deben usar las cosas

109.1. "En eso consistirá la meditación de la muerte" (Platón, Fedón, 81 A): conformarnos sólo con los deseos naturales, que no se extralimitan más allá de lo natural, o contra la naturaleza, porque de ahí nace la culpabilidad (o: el pecado).

109.2. "Es necesario, por tanto, revestirnos de la armadura, de Dios para poder hacer frente a las asechanzas del Diablo" (Ef 6,11), porque las armas de nuestra milicia no son carnales,, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas; destruyendo los sofismas y toda altanería que se levante contra el conocimiento (gnosis) de Dios; y hacemos prisionero todo pensamiento a la obediencia de Cristo" (2 Co 10,4-5), dice el divino Apóstol.

109.3. Hace falta un hombre que sin admiración ni confusión (o: perturbación) use de las cosas de las cosas de las que se originan las pasiones, como riqueza y pobreza, gloria y deshonra, salud y enfermedad, vida y muerte, esfuerzo (o: pena, trabajo) y placer.

109.4. Porque para usar indiferentemente de las cosas que son indiferentes, necesitamos una gran superioridad, puesto que nos encontramos ya deteriorados por una gran debilidad y hemos disfrutado de la anterior perversión de una mala conducción y educación, unidas a la ignorancia.

Capítulo XX: Sobre la ascesis (continuación)

El combate espiritual

110.1. La doctrina evidente (o: sencilla, clara) de nuestra filosofía dice que todas las pasiones son marcas impresas (lit.: impresiones) en el alma blanda y sin resistencia (o: complaciente); y son como sellos impresos de las potencias espirituales, contra las cuales "es nuestra lucha" (Ef 6,12).

110.2. Porque creo que es obra de las potencias maléficas intentar producir algo de su propio estado, para vencer y esclavizar (o: apropiarse) a quienes han renunciado a ellas.

110.3. Se sigue que algunos son vencidos; pero otros afrontan la lucha como verdaderos atletas, luchan por todos los medios y llegan hasta la corona. Y las mencionadas potencias entre tanta sangre y polvo (lit.: sangre mezclada con polvo), ceden (o: se resignan) llenas de admiración ante los vencedores.

110.4. Entre los seres que se mueven, algunos como los animales lo hacen por instinto y representaciones; otros por translación, como los inanimados. Dicen que entre los inanimados, también las plantas se mueven por translación para crecer, si les concede que las plantas son inanimadas.

La fuerza de la razón

111.1. Ahora bien las piedras participan de un estado, las plantas de una naturaleza, los animales irracionales de instinto, fantasía y de las otras dos condiciones mencionadas.

111.2. Pero la fuerza de la razón, propia del alma humana, no está obligada por el instinto como en los animales irracionales, sino que discierne las imaginaciones sin dejarse arrastrar.

111.3. Así, entonces, las potencias de las que hemos hablado proponen a las almas inclinadas a ello: bellezas, glorias, adulterios, placeres y otras fantasías seductoras de ese género, como los que para conducir el ganado agitan ramas verdes; después de engañar a quienes no son capaces de discernir el deleite verdadero del falso, la belleza caduca y vituperable de la santa, les conducen a la esclavitud.

111.4. Ese (lit.: cada) engaño, al permanecer impreso en el alma, marca (o: forma) en ella su representación. Y el alma no advierte que lleva consigo (o: por todas partes) la imagen de la pasión; por eso la culpabilidad nace a la vez de la seducción y de nuestro consentimiento.

Afirmaciones erradas de los gnósticos

112.1. Los seguidores de Basílides acostumbran llamar apéndices a las pasiones, porque son unos espíritus adheridos substancialmente desde el comienzo al alma racional, por causa de un desorden y confusión original (o: substancial); después, se adhirieron a ellos (= los apéndices), como parásitos, otras naturalezas bastardas y heterogéneas de espíritus, propios de un lobo, simio, león y macho cabrío; diciendo [los basilidianos] que la peculiaridad de esos (apéndices) es que aparecen en torno al alma, y así hacen a los instintos (del alma) semejantes a los de los animales.

112.2. Porque quien lleva las propiedades de uno, también imita sus obras; y no sólo nos familiariza con los instintos y las representaciones de los animales irracionales, sino que sienten envidia también por los movimientos y la belleza de las plantas, al llevar nosotros adheridas las peculiaridades de las plantas.

Afirmaciones de los gnósticos Basílides e Isidoro

113.1. Incluso las propiedades de constitución (o: estáticas; lit.: hábito; facultad, capacidad), como la dureza del diamante.

113.2. Pero contra esta doctrina discutiremos más tarde, cuando tratemos sobre el alma (en una obra que no poseemos). Por ahora, sea suficiente observar que el hombre, según Basílides, conserva la imagen de cierto caballo de madera (= el de Troya), según el mito poético; tiene dentro de su cuerpo un ejército de muy diferentes espíritus.

113.3. Sea como fuere, el mismo hijo de Basílides, Isidoro, en (el libro) sobre "El alma adventicia (o: advenediza)", compartiendo esta doctrina, como si se acusara a sí mismo, dice textualmente:

113.4. "Si hay alguno persuadido de que el alma no es simple y que las malas pasiones nacen en virtud de la violencia de los apéndices, los más malos de lo hombres tendrán un pretexto, y no pequeño, para decir: "He sido forzado, arrastrado, me he movido a pesar mío, actué sin querer", cuando en realidad ellos mismos están dispuestos a tomar la iniciativa de las malas pasiones, sin oponerse a la violencia de los apéndices" (Isidoro, Fragmentos, 5).

Lo que dice el gnóstico Valentín

114.1. "Es necesario que seamos más fuertes gracias a la facultad de la razón, de esta manera nos mostremos dueños de la criatura inferior que hay en nosotros" (Isidoro, Fragmentos, 5).

114.2. También éste (= Isidoro) supone dos almas en nosotros, como los pitagóricos; luego lo examinaremos.

114.3. Valentín, al escribir a algunos, dice textualmente de los apéndices: ""Uno sólo es Bueno" (Mt 9,17), cuya libertad de expresión se manifiesta mediante el Hijo, y sólo gracias a Él puede el corazón hacerse puro, una vez expulsado del corazón todo mal espíritu" (Valentín, Fragmentos, 2).

114.4. "Porque muchos espíritus habitan en él, no permitiéndole purificarse; antes bien, cada uno de ellos realiza sus propias obras y frecuentemente le insultan con deseos inconvenientes" (Valentín, Fragmentos, 2).

114.5. "Me parece a mí que al corazón le sucede lo que a una posada: es maltratada, deteriorada y con frecuencia está llena de suciedad de hombres que paran desvergonzadamente allí y no tienen consideración al lugar, como que les es ajeno" (Valentín, Fragmentos, 2).

114.6. ""De igual modo, el corazón hasta que no es alcanzado por una [especial] providencia, permanece impuro, como morada de muchos demonios" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,7). Pero cuando el único Padre bueno le visita, queda santificado y resplandece de luz. Y así es bienaventurado quien tiene tal corazón, porque "verá a Dios" (Mt 5,8)" (Valentín, Fragmentos, 2).

"La salvación se obtiene por un cambio debido a la obediencia, no por naturaleza"

115.1. Entonces, ¡que nos digan cuál es la causa por la que un alma no es objeto de la Providencia desde el principio! En verdad, o porque no es digna -¿y cómo la Providencia le sobreviene, como por un arrepentimiento?-; o, como él (= Valentín) quiere, se salva de manera natural; y necesariamente esa (alma) desde el principio, mediante una connaturalidad querida por la Providencia, no dará entrada alguna a los espíritus impuros, a menos que sea objeto de violencia y deba reconocer su debilidad.

115.2. Porque si acepta que ella (= el alma) arrepentida escoge lo mejor, convendrá, a pesar suyo, en lo que nuestra verdad afirma: que la salvación se obtiene por un cambio debido a la obediencia, no por naturaleza.

115.3. En verdad, al igual que los vapores de la tierra y de los pantanos forman neblinas y acumulaciones de nubes, así también las emanaciones de los deseos carnales comunican al alma una mala disposición, desplegando las imágenes (lit.: ídolos) del placer ante el alma.



La fe en Dios es la luz que ilumina nuestra vida

116.1. Así oscurecen la luz intelectual, al atraer al alma las exhalaciones de la concupiscencia y hacer compactos los ejércitos de las pasiones con el continuo placer.

116.2. No se extrae de la tierra un lingote de oro, sino que cocido, purificado, después se llama oro puro, tierra purificada. "Pidan y se les dará" (Mt 7,7; Lc 11,9), se ha dicho a los que pueden por sí mismos elegir lo mejor.

116.3. Cómo decimos nosotros que los influjos (o: las fuerzas) del diablo y de los espíritus impuros siembran en el alma del pecador (cf. Mt 13,25), no hacen falta más palabras mías; sea suficiente el testimonio apostólico de Bernabé -que fue uno de los setenta y colaborador de Pablo-.

116.4. Él dice textualmente: "Antes que nosotros creyéramos en Dios, la habitación de nuestro corazón era corruptible y débil, como un templo realmente construido por manos (de hombre), porque estaba repleta de idolatría y era morada de demonios, puesto que obrábamos cuanto era contrario a Dios" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,7).

Cristo nos ha recreado

117.1. Dice, por tanto, que los pecadores realizan las acciones que corresponden a los demonios, pero no dice que los espíritus mismos habiten en el alma del incrédulo.

117.2. Por eso añade: "Pongan atención para que el templo del Señor sea edificado de manera gloriosa. ¿Cómo? Aprendan: recibido el perdón de los pecados y esperando en su nombre, hagámonos (hombres) nuevos, recreados de nuevo desde el principio (u: origen)" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,8).

117.3. Porque no expulsamos nosotros a los demonios, sino que se perdonan los pecados que antes de creer, dice, cometíamos nosotros igual que ellos.

117.4. Con razón contrapone lo que sigue: "Porque en nuestra casa, en nosotros, habita en verdad Dios, ¿Cómo? (Habita) su Verbo objeto de la fe, la llamada de su promesa, la sabiduría de sus juicios, los mandamientos de su doctrina" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,9).

117.5. Yo recuerdo (lit.: Yo sé) haberme encontrado con una herejía, cuyo jefe decía que combatía el placer mediante la práctica del placer. ¡Desertor; pasado al placer con una lucha ficticia, ese noble gnóstico! -porque se declaraba a sí mismo como gnóstico-.

117.6. Además decía que no es una gran cosa abstenerse del placer sin haberlo probado, sino estando en él no ser vencido; por ello se ejercitaba en el placer por el placer.

Controlar nuestro cuerpo con la ascesis

118.1. Pero no se daba cuenta, el desdichado, de que se dejaba enredar por su propia arte refinada de placer.

118.2. Evidentemente a esta opinión del sofista, que se gloriaba de la verdad, se acercaba también Aristipo de Cirene. Cuando se le reprochaba el que frecuentara asiduamente a la meretriz de Corinto, decía: "Soy yo quien poseo a Lais, no ella a mí" (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, II,75).

118.3. Así también los que se llaman seguidores de Nicolás aducen, como dicho memorable de ese hombre, pero desviado en el sentido: "Es necesario abusar de la carne" (cf. Ireneo de Lyon, Adversus haereses, I,26,3; Ap 2,6 y 15).

118.4. Pero ese hombre noble enseñaba (o: mostraba, manifestaba) que es necesario cercenar los placeres y las concupiscencias, y exterminar (o: extenuar) con esta ascesis los impulsos y los ataques de la carne.

118.5. Ellos, por el contrario, se abandonan al placer como machos cabríos; injuriando, por así decir, su cuerpo, viven en la molicie; no saben que el cuerpo se deshace, porque es naturaleza caduca, mientras su alma es precipitada en un fango de vicio, puesto que esos siguen la doctrina del placer, no la de aquel hombre apostólico (= Nicolás).

118.6. En efecto, ¿algunos en qué se diferencian de Sardanápalo? Este es el epigrama que explica la vida: "Tengo todo lo que comí, injurié y los placeres amorosos que probé; pero aquellas cosas vanas, tantas y felices, quedaron atrás. Porque yo soy ceniza, habiendo sido rey de la gran Nínive" (Sardanápalo, Epigramas, 325 s.).

118.7. En conclusión, no es necesario experimentar el placer (lit.: la pasión del placer); sino una consecuencia de ciertas necesidades naturales (o: físicas): hambre, sed, frío y matrimonio.

Capítulo XX: Sobre la ascesis (conclusión)

Errores del epicureísmo

119.1. Si al menos fuera posible beber o tomar alimento o tener hijos sin placer, quedaría probado que él no tiene ninguna otra razón de ser.

119.2. El placer no es efectivamente ni una actividad ni una disposición, ni mucho menos una parte de nosotros; sino que entra en la vida como un ayudante, como la sal, para facilitar, se dice, la digestión de los alimentos.

119.3. Pero, sublevándose y dominando la casa, primeramente engendra la concupiscencia, que es un impulso y un deseo irracional hacia lo que le agrada; y eso indujo a Epicuro a colocar el placer como fin del filósofo.

119.4. Es decir, que él diviniza "la condición estable de la carne y la confianza segura en torno a ella" (Epicuro, Fragmentos, 68).

119.5. ¿Y qué otra cosa es la voluptuosidad sino la avidez de lo que deleita, un exceso indiscreto de gente que está abandonada a una vida de molicie?

119.6. Diógenes escribió expresamente en una tragedia: "Quienes están saturados en el corazón, gracias a los placeres, por la voluptuosidad afeminada y repugnante, no desean sufrir, ni siquiera un poco..." (Diógenes de Sinope, Fragmentos, 1), con las palabras que siguen, dichas ignominiosamente, pero dignas de los voluptuosos.

El auxilio del temor en la lucha contra las pasiones

120.1. Por esto, me parece, que la ley divina necesariamente lleva adherido el temor, para que el filósofo adquiera y conserve con precaución y atención la tranquilidad, y permanezca en todo sin error y sin culpa.

120.2. Puesto que no se consigue de otra manera. Paz y libertad son el fruto (o: el resultado) de una incesante e infatigable lucha contra los ataques de nuestras pasiones.

120.3. Porque estos rivales poderosos y olímpicos, son más punzantes que las avispas, por así decirlo; y sobre todo, no sólo de día sino también de noche, en los sueños nos amenazan seduciéndonos con su encanto y nos muerden.

120.4. ¿Cómo, entonces, los griegos pueden estar en lo justo cuando atacan la ley, enseñando también ellos que el placer se domina con el temor?

120.5. Al menos, Sócrates exhorta a estar en guardia de todo lo que invita a comer cuando no se tiene hambre, a beber cuando no se tiene sed, y de las miradas y de los besos de los amantes (lit.: bellos), porque son capaces de infiltrar un veneno más peligroso que el de los escorpiones y el de las tarántulas (cf. Jenofonte, Memorabilia, I,3,6 y 12-13).

La ascesis de los estoicos

121.1. Antístenes prefirió la locura al placer. El tebano Crates dice: "Refrénalo con el brío de la fuerza del alma, no esclavizada ni por el oro, ni por los amores que consumen, ni por cualquier petulancia que te acompañe"; y, en definitiva, resume: "Los no esclavizados ni doblegados por el placer servil, aman un reino y una libertad inmortal" (Crates de Tebas, Fragmentos, 352).

121.2. El mismo escribe en otro lugar sin rodeos que el remedio (lit.: cataplasma) para el incontenible impulso del placer sexual es el hambre, o si no el lazo [o: la cuerda para estrangular] (cf. Crates de Tebas, Fragmentos, 14). Sobre la enseñanza del estoico Zenón, ciertamente atestiguan los (poetas) cómicos burlándose (o: censurándolo) de esta forma: "Filosofa una filosofía nueva: enseña (a tener) hambre y hace discípulos. Un pan, un higo seco para acompañar, agua para beber" (Filemón, Fragmentos, 85).

La utilidad de la circunspección

122.1. Por tanto, todos éstos no se avergüenzan de reconocer claramente la utilidad de la circunspección (o: discreción). Pero la verdadera sabiduría, no la irracional, no confía en simples palabras u oráculos, sino en los mandamientos divinos, corazas invulnerables y misterios (corrección del griego que lee: medios de defensa) eficaces (lit.: drásticos), practica ejercicios y ascesis, (y así) recibe una fuerza divina en esa parte suya inspirada por el Verbo.

122.2. He aquí, por otra parte, la descripción de los poetas de la égida de Zeus: "Terrible: a la que toda alrededor coronan el Terror, la Discordia, la Fortaleza, la Persecución que congela; después la cabeza de la Gorgona, monstruo temible, espantoso y tremendo, prodigio de Zeus que lleva la égida" (Homero, Ilíada, V,739-742).



El camino angosto

123.1. A quienes saben distinguir rectamente lo que es saludable, no sé si alguna cosa puede parecer más querida que la seriedad (o: gravedad, dignidad) de la ley y de su hija, la circunspección.

123.2. Pero se dice que (la ley) canta con tono demasiado fuerte (o: alto), como también (lo hace) el Señor para algunos que lo buscan con ardor, a fin de que no canten fuera de tono y de la armonía, yo lo entiendo no como que sea demasiado fuerte, sino para quienes no quieren cargar el yugo divino (cf. Mt 11,29), para ésos es un tono demasiado fuerte (o: alto). Pero lo mesurado a los débiles (o: flojos) y enfermos les parece un tono demasiado fuerte, y a los injustos el deber (les parece) una justicia demasiado rigurosa.

123.3. Porque aquellos que, por apego a sus pecados, se dejan conducir por la indulgencia, toman la verdad como crueldad, la austeridad como inhumanidad (o: brutalidad), y (como) inmisericorde al que no se de hace cómplice del pecado ni se deja arrastrar por él.

Los ejemplos que nos propone la Ley

124.1. La tragedia dice justamente sobre el Hades: "Te diré hacia qué divinidad acudes" (Sófocles, Fragmentos, 703). "A aquella que no conoce clemencia ni favor alguno. Ella ama tan sólo la pura justicia" (Plutarco, Moralia, 17,761 s.).

124.2. Porque si aún no somos capaces de hacer lo que manda la ley, al menos observando los bellísimos ejemplos que se nos proponen en ella, podremos alimentar y aumentar el amor de la libertad; y de aquí sacaremos provecho, para que con mayor ardor, (seamos) estimulados, o imitadores, o avergonzados (otra traducción: "y esto puede ayudarnos a desarrollar nuestro fervor, en la medida de nuestras fuerzas, ya sea estimulados, ya sea [como] imitadores, ya sea confundidos").

124.3. Porque tampoco los antiguos justos, que vivieron conforme a la ley, procedían "de una encina antigua ni de una piedra" (Homero, Odisea, XIX,163); sino que, deseando filosofar auténticamente, se entregaron a sí mismos totalmente consagrándose (u: ofreciéndose) a Dios y "fueron adscritos a la fe" (Gn 15,6; Rm 4,3. 9).

Testigos de Cristo

125.1. Bien decía Zenón, sobre los Indios (= habitantes de la India), que deseaba ver un solo indio abrasarse a fuego lento antes que aprender todas las doctrinas acerca del dolor [o: sufrimiento] (cf. Zenón, Fragmentos, 241).

125.2. Pero nosotros cada día tenemos ante los ojos abundantes fuentes de mártires, que contemplamos abrasados, crucificados (lit.: empalados), decapitados (lit.: con las cabezas cortadas).

125.3. A todos esos el temor inspirado por la ley los ha conducido (como un) pedagogo hacia Cristo, quien les ha enseñado a manifestar su piedad aún con la sangre.

125.4. "Dios está en la asamblea de los dioses, en medio (de ellos) juzgará a los dioses" (Sal 81 [82],1). ¿Quiénes son esos dioses? Son los que dominan (o: más fuertes) el placer, los que vencen las pasiones, los que saben cada cosa que hacen, los gnósticos, los más grandes que el mundo.

125.5. Y de nuevo: "Yo dije: "Son dioses, e hijos del Altísimo todos"" (Sal 81 [82],6). ¿A quién habla el Señor? A los que repudian, en lo posible, a todo lo humano.

125.6. También el Apóstol dice: "Ustedes ya no están en la carne, sino en el espíritu" (Rm 8,9). Y de nuevo dice: Estando en la carne, no militamos según la carne" (2 Co 10,3), porque "la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Co 15,50). "He aquí que mueren como hombres" (Sal 81 [82],7), ha dicho el Espíritu para confundirnos.

La templanza

126.1. Es necesario, por lo tanto, ejercitarnos en la circunspección frente a todo lo que proviene de las pasiones; evitando (o: huyendo), como los auténticos filósofos, los alimentos lascivos, la fácil laxitud del lecho, la voluptuosidad y las pasiones que a ella conducen... (hay una laguna en el texto griego). Para otros será una lucha penosa, pero no para nosotros; porque la templanza (o: dominio de sí mismo) es el más grande regalo de Dios.

126.2. Porque "él mismo ha dicho: "No te dejaré ni te abandonaré"" (Hb 13,5), mediante una elección te ha juzgado digno.

126.3. Así, esforzándonos en adelantar en la piedad, nos recibirá "el yugo suave" (Mt 11,30) del Señor, único auriga que nos hará progresar "de fe en fe" (Rm 1,17) a cada uno de nosotros hacia la salvación, para que recibamos el fruto de la bienaventuranza según nuestros méritos (lit.: conveniente).

126.4. Pero hay, según Hipócrates de Cos, una ascesis no sólo del cuerpo, sino también del alma, "una sala diligencia ante la fatiga y la insaciabilidad de alimento" (Hipócrates, Epidemiae, VI,4,18).

Capítulo XXI: Diversos pareceres de los filósofos sobre el fin y la suprema felicidad del ser humano

Epicuro y los cirenaicos

127.1. Epicuro ponía la felicidad en no tener hambre, ni sed, ni frío, pronunciando la frase: semejante a dios, diciendo impíamente que en esto rivalizaría con Zeus padre, como si estableciese la feliz victoria de los cerdos que comen excrementos, y no la (de hombres) razonables y filósofos. Entre los que ponen como principio el placer... [están] los cirenaicos y Epicuro.

127.2. Aquellos dicen en términos precisos que el fin [del hombre] es vivir placenteramente y el único bien perfecto es el placer. Epicuro dice también que el placer es la supresión del dolor, y afirma que se debe elegir en primer lugar lo que atrae de sí hacia sí, y sin ninguna duda (esto) se muestra en un movimiento.

127.3. Deinómaco y Califón dijeron que el fin consiste en hacer todo lo que hay en nosotros para alcanzar y gozar del placer; para Jerónimo el peripatético el fin consiste en vivir sin trastorno, y el único bien perfecto como fin es la felicidad. Diodoro, proveniente de la misma escuela, declara que el fin (consiste) en vivir sin trastorno y bien.

Los aristotélicos

128.1. Epicuro, por tanto, y los cirenaicos dicen que el primer impulso es el placer; porque afirman que, introducida por causa del placer, la virtud engendró (o: trajo) el placer.

128.2. Pero, según los discípulos de Califón, la virtud se introdujo ciertamente por causa del placer; sin embargo, más tarde al examinar su propia belleza (o: la belleza que la rodeaba; o: aureolaba), se presentó a sí misma en igual valor respecto a su principio, es decir, al placer.

128.3. Los aristotélicos enseñan que el fin consiste en vivir conforme a la virtud, pero ni la felicidad ni el fin los consiguen todos los que poseen la virtud; porque el sabio si es probado y cae en accidentes involuntarios, y por eso quiere escapar gozosamente de la vida, no es dichoso ni feliz.

128.4. Porque la virtud también necesita de un determinado tiempo; puesto que no se consigue en un solo día, aunque se trate de un hombre adulto (lit.: de perfecta constitución), por cuanto no hay un niño, como se dice, que sea feliz; y tiempo perfecto puede entenderse (toda) la vida de un hombre.

128.5. La felicidad viene constituida por tres clases de bienes. No lo es (el hombre) indigente u obscuro (o: no glorioso), ni el enfermo, ni el que es esclavo, según aquellos... (laguna en el texto; podría leerse: puede ser feliz).

Los estoicos y académicos

129.1. A su vez también el estoico Zenón piensa que el fin consiste en vivir conforme a la virtud; Cleantes considera que es vivir de acuerdo con la naturaleza; Diógenes puso el fin en razonar bien, lo cual, según él explicaba, consiste en la elección de lo que es conforme a la naturaleza.

129.2. Antípatros, discípulo de ése, sostiene que el fin consiste en elegir continua y constantemente lo que está acorde con la naturaleza, rechazando lo que es contrario a la naturaleza.

129.3. Arquedemo explicaba que el fin se obtiene (lit.: es) eligiendo los bienes más grandes e importantes según la naturaleza, no pudiendo superarla.

129.4. Además de estos, Panecio demostró (o: sostuvo) que el fin es vivir según los impulsos que nos da la naturaleza. Después de todos, para Posidonio (el fin) es vivir contemplando la verdad y el orden del universo, y a realizarlas en lo posible, sin dejarse arrastrar de manera alguna por la parte irracional del alma.

129.5. Algunos de los estoicos más recientes han establecido que el fin es vivir conforme a la constitución del hombre.

129.6. ¿Para qué catalogarte a tí, Aristón? Él dijo que el fin es la indiferencia, pero lo indiferente lo dejó simplemente indiferente.

129.7. O ¿debería sacar a la luz [la opinión] de Herilo? Pone Herilo como fin el vivir según la ciencia.

129.8. Pero los académicos más recientes, algunos ponen el fin en el dominio estable frente a las fantasías.

129.9. Ciertamente, el peripatético Licón decía que el fin está en la verdadera alegría del alma; como Leucimo la (alegría) ante las cosas bellas.

129.10. Y Critolao, peripatético también, hablaba de una perfección de vida que se desarrolla (lit.: corre) conforme a la naturaleza, designando la triple perfección constituida (o: completada) por las tres clases (de bienes).



Opiniones de los presocráticos y de otras escuelas

130.1. Por consiguiente, sin contentarnos con esos, nos esforzaremos por presentar lo mejor posible las doctrinas de los físicos al respecto.

130.2. Anaxágoras de Clazomenes, según se dice, proclamaba que el fin de la vida es la contemplación y la libertad que de ella deriva; Heráclito de Éfeso, la satisfacción (o: complacencia).

130.3. Sobre Pitágoras, Heráclides del Ponto recuerda que enseñó que la felicidad es la ciencia de la perfección de los números del alma.

130.4. Pero también los abderitas enseñan la existencia de un fin; para Demócrito ciertamente, en (el libro) "Sobre el fin", (es) el buen ánimo (o: equilibrio espiritual), y que él llamó bienestar -y frecuentemente explica: "El placer y la tristeza son limitaciones... para quienes han alcanzado el vigor de la edad" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 188 y 215).

130.5. Hecateo (pone el fin) en bastarse a sí mismo; Apolodoro de Cízico, en la conducción del alma; lo mismo que Nausifanes en la imperturbabilidad (o: impasibilidad), porque decía que ésta era llamada intrepidez (o: impavidez) por Demócrito.

130.6. Además de estos, Diótimo afirmó que el fin es la perfección de los bienes, que llamaba bienestar.

130.7. Por otra parte, para Antístenes (el fin era) la modestia; a su vez los llamados annicerianos, de la escuela (lit.: los sucesores) cirenaica, no pusieron ningún fin determinado de toda la vida, sino que (sostuvieron) que el fin es algo propio de cada acción particular, es el placer que nace de la misma acción.

130.8. Estos cirenaicos rechazan la definición del placer de Epicuro, es decir, la supresión de lo que produce dolor, llamándola estado cadavérico. Porque nosotros no gozamos únicamente por los placeres, sino también por las relaciones sociales y por los honores.

130.9. Pero Epicuro piensa que toda alegría del alma nace por una anterior afección de la carne.

131.1. Metrodoro, en el [libro] "Sobre la gran importancia, que para la felicidad tiene la causa que depende de nosotros más que de las causas externas", dice: "El bien del alma ¿qué otra cosa es si no un estable equilibrio de la carne y la segura confianza respecto de él?" (Metrodoro, Fragmentos, 5).

Capítulo XXII: El bien supremo

El fin y la felicidad según Platón

131.2. Ciertamente el filósofo Platón dice que el fin es doble: uno que puede ser participado y está ante todo en las ideas en sí, y al que él llama lo bueno; el otro, que participa de aquél y que de él recibe la semejanza, y se da en los hombres transformados por la virtud y la filosofía verdadera.

131.3. Por ello, también Cleantes, en el [libro] segundo "Sobre el placer", dice que Sócrates en toda ocasión enseñaba que el hombre justo se identifica con el feliz, y maldecía al primero que había hecho diferencia entre lo justo y lo que es útil, como a quienes habían hecho una obra impía, porque en verdad son impíos quienes separan lo útil de lo que es justo según la ley.

131.4. Platón mismo dice que la felicidad consiste en tener bien el ingenio (daimon), llama ingenio la parte que guía a nuestra alma, y la felicidad es el bien más perfecto y completo (cf. Platón, Timeo 90 C).

131.5. A veces la llama vida en armonía y sinfonía (consonancia consigo mismo), y a veces la perfección en la virtud; pero pone esta perfección en la ciencia del bien y en la semejanza con Dios, declarando que tal semejanza (consiste) en "ser justo y santo con sensatez" (Platón, Teeteto, 176 B).

131.6. ¿No es así como algunos de los nuestros interpretan que el hombre recibe al principio el "a imagen" con el nacimiento, pero después recibe en la perfección el "a semejanza"? (cf. Gn 1,26; Ireneo de Lyon. Adversus haereses, III,22,1; V,6,1 y 16,2)

La humildad y la circunspección

132.1. Luego, Platón enseñando que esa semejanza le viene al (hombre) virtuoso junto con la humildad, interpreta aquello de: "Todo el que se humilla será ensalzado" (Lc 1,11: 18,14).

132.2. Por eso en "Las Leyes" dice: "El Dios que, según el antiguo adagio, rige el principio, el medio y el fin de todas las cosas, se dirige directamente a su fin cumpliendo su natural movimiento circular; y siempre lo acompaña lo que es justo, verdugo de los que abandonan la ley divina" (Platón, Las Leyes, IV,716 A).

132.3. ¿Ves cómo también pone la circunspección (junto) con la ley divina? En efecto, añade: "Quien desee ser feliz debe unirse (a la justicia) y seguirla con humildad y moderación" (Platón, Las Leyes, IV,715 E).

132.4. Después, agregando lo relacionado con esto y amonestar con el temor, prosigue: "¿Qué es, por tanto, actuar conforme a Dios y lo que le es grato? Una sola cosa, expresada en una sentencia antigua: lo semejante será amigo de semejante si es mesurado, pero las cosas fuera de medida (no son amigas) entre sí ni con las que son mesuradas. Por tanto, quien desee ser amado por Dios debe asemejarse a Él en el mayor grado posible" (Platón, Las Leyes, IV,716 D).

Las virtudes y la felicidad

133.1. "Y según ese principio aquel de entre nosotros que sea temperante es amigo de Dios, porque es semejante a Él; pero quien no sea temperante es desemejante y diferente (u: hostil)" (Platón, Las Leyes, IV,716 D).

133.2. Al decir que esta doctrina es antigua, [Platón] alude a la enseñanza recibida de la Ley.

133.3. Y en el "Teeteto", concediendo que el mal "necesariamente da vueltas en torno a la naturaleza mortal y a este lugar (o: a esta tierra)", añade: "Por lo cual también es necesario esforzarse en huir de ahí hacia allá lo más pronto posible; y la huida, (consiste) en la semejanza con Dios en cuanto es posible, y semejanza es devenir justo y santo con sensatez" (Platón, Teeteto, 176 A-B).

133.4. Espeusipo, sobrino de Platón, dice que la felicidad es un estado habitual perfecto en aquello que es conforme a la naturaleza, o un estado habitual de los buenos; todos los hombres aspiran a ese estado, pero los buenos tienden a la tranquilidad. Y las virtudes serán las artífices de la felicidad.

133.5. Jenócrates de Calcedonia atribuye la felicidad a la adquisición (o: posesión) de la virtud apropiada (a cada uno) y de los medios (o: facultades) que están a su servicio.

133.6. Después, como para decir dónde reside (la felicidad) indica con claridad que en el alma; y por qué medios se realiza, las virtudes; de qué (se compone) como partes, las bellas acciones y los hábitos buenos, las disposiciones, los movimientos y las actitudes; sin las cuales no existen las condiciones corporales y exteriores.

133.7. Polemón, discípulo de Jenócrates, muestra que quiere poner la felicidad en la autosuficiencia (autarkeia) de todos los bienes, o al menos de la mayor parte y de los más grandes. Por cierto, sostuvo que sin virtud jamás habrá felicidad, aunque separadamente de (las condiciones) corporales y exteriores, la virtud es suficiente (lit.: autosuficiente) para la felicidad.



La meta de los cristianos

134.1. Y basta ya de estas cosas; la refutación de las mencionadas opiniones se hará a su tiempo; pero nosotros nos proponemos alcanzar un fin sin fin, si obedecemos los mandamientos, es decir, a Dios, y vivimos, según ellos, irreprochable y sabiamente, mediante la gnosis de la voluntad divina.

134.2. Nuestro fin es asemejarnos al Verbo verdadero, en la medida de lo posible, y el restablecimiento de la perfecta adopción filial por medio del Hijo (cf. Ef 4,13), glorificando siempre al Padre por medio del sumo Sacerdote (lit.: gran pontífice), que se ha dignado llamarnos "hermanos" (Hb 2,11) y "coherederos" (Rm 8,17).

134.3. El Apóstol al describir brevemente el fin, en la "Carta a los Romanos", dice: Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por fruto la santificación y por fin la vida eterna" (Rm 6,22).

134.4. Así, sabiendo que la esperanza es doble: una que se aguarda, otra que ya se ha obtenido, enseña que el fin, ahora, es el cumplimiento de la esperanza. Dice: "Porque la paciencia produce una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en los corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rm 5,4-5). Por medio de ese amor viene también el restablecimiento en la esperanza, que, dice en otra parte, nos está reservada como descanso (cf. Hb 4,9-11; Sal 94 [95],11).

Grandeza de Dios

135.1. Podrías encontrar también (textos) semejantes en Ezequiel, tales como el siguiente: "El alma que peca morirá. Y el hombre que sea justo y practique juicio y justicia, no coma en los montes y no alce los ojos a los ídolos de la casa de Israel, y no deshonre a la mujer del vecino y no se acerque a una mujer en la separación de su impureza" (Ez 18,4-6) -porque no quiere que la simiente de un hombre sea ultrajada-;"Y, dice, el hombre que no haga mal a nadie, y devuelva al deudor su prenda, no robe, dé su pan al hambriento,

135.2. y vista al desnudo, no preste a usura su dinero, no reciba un fruto excesivo, aparte su mano de la injusticia, haga verdadero juicio entre un hombre y su vecino, camine según mis preceptos y observe mis preceptos para obrar con verdad: ése es justo y vivirá, dice Adonai el Señor" (Ez 18,7-9).

135.3. E Isaías, invitando al creyente a la seriedad de vida y al gnóstico a la vigilancia (o: a progresar), no siendo la virtud de Dios y la del hombre la misma; además dice:

135.4. "Busquen al Señor y, al encontrarlo, llámenlo. Cuando se acerque, abandone el impío sus caminos, el hombre sin ley sus sendas y conviértase al Señor y hallará misericordia", hasta: "Los pensamientos de ustedes lejos de mi pensamiento" (Is 55,6-9).

El objetivo y el fin de la fe

136.1. "Nosotros, según el noble Apóstol, aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. Porque en Cristo ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que obra por el amor" (Ga 5,5-6).

136.2. "Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma solicitud en orden a la plena seguridad de la esperanza...", hasta: "constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Hb 6,11. 20).

136.3. Lo mismo que dice Pablo, dice también la muy virtuosa Sabiduría: "El que me escucha descansará confiadamente en la esperanza" (Pr 1,33); pero el restablecimiento (o: realización; apokatástasis) de la esperanza se dice homónimamente esperanza.

136.4. Por eso, al verbo "descansará" añade muy bien "confiadamente", señalando que descansa aquel que ha alcanzado la esperanza que aguardó; por eso también agrega: "Y vivirá tranquilo sin temor de ningún mal" (Pr 1,33).

136.5. Abiertamente en la "Primera a los Corintios" el Apóstol dice términos precisos: "Sean imitadores míos, como yo de Cristo" (1 Co 11,1), para que se produzca esta relación: si ustedes de mí, yo de Cristo, ustedes devienen imitadores de Cristo, y Cristo de Dios (= porque Él nos revela al Padre).

136.6. Así, propone como objetivo (skopos: meta, propósito) de la fe "la semejanza con Dios, en cuanto es posible llegar ser justo y santo con sensatez" (Platón, Teeteto, 176 B), y como fin (telos), la realización (apokatástasis) de la promesa, (fundada) sobre la fe. De todo esto brotan las fuentes de las teorías sobre el fin [del hombre], de la que antes se habló. Pero basta ya de esto.

Capítulo XXIII: Fines y leyes del matrimonio

¿Es necesario casarse?

137.1. Puesto que el matrimonio parece que cae bajo el placer y la concupiscencia, también se debe discutir separadamente sobre él. El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, en un principio conforme a la Ley, para la procreación de hijos legítimos.

137.2. Por eso el cómico Menandro dice: "Para la generación de hijos legítimos, te doy mi propia hija" (Menandro, Fragmentos, 682).

137.3. Pero nosotros investigamos si hay que casarse, lo que es parte de las cosas que son nominadas por la determinación a un fin. ¿Quién debe casarse y en qué condición, con quién y en qué disposición? ¿Qué mujer puede casarse y en qué condiciones? Porque no todos deben casarse, ni en todo tiempo, sino en el tiempo conveniente, y hay una persona que conviene y una edad límite hasta la cual (conviene).

137.4. Tampoco cualquiera debe casarse con cualquier (mujer) ni en todo tiempo, pero tampoco de cualquier modo y a ciegas (lit.: con abandono); por el contrario, (debe casarse) quien posee determinadas condiciones, con la mujer que debe y cuando debe; y para tener hijos; y que la mujer le corresponda en todo y que no ame a la fuerza o por necesidad al hombre que la quiere.

Opiniones de Platón y otras escuelas filosóficas

138.1. Por todo eso Abrahán dice sobre su mujer, pretextando que es su hermana: "Es hermana mía de padre, pero no de madre, y la tomé también como esposa" (Gn 20,12); de esta forma enseña que no se debe esposar a las hermanas de madre.

138.2. Pero recorramos brevemente la historia. Platón pone el matrimonio entre los bienes externos, organizando la inmortalidad de nuestra raza como si (fuera) una continuidad, al igual que una antorcha que se transmite de hijos a hijos (cf. Platón, Las Leyes, IV,721 C, VI,775 E; 776 B; El Banquete, 207 D, 208 B).

138.3. Por el contrario, Demócrito rechaza el matrimonio y la procreación en virtud de las innumerables molestias y distracciones de (las tareas) más necesarias.

138.4. Se alinean con él Epicuro y cuantos ponen el bien en el placer y en la tranquilidad (aochlesía), pero también en la ausencia de pena (alypía).

138.5. Para los estoicos el matrimonio y la crianza de niños es indiferente; por el contrario, son un bien para los peripatéticos.

138.6. En resumen, aquellos expresaron sus teorías por hablar, esclavos de los placeres, unos frecuentaron a las concubinas, los otros a las cortesanas, y los más a las jovencitas. Y aquel famoso sabio cuarteto, en el jardín, juntamente con la cortesana, rendía honor al placer con actos.

Opiniones en favor del matrimonio

139.1. No escaparán a la maldición de Búciges cuantos piensan que algunas cosas no son útiles para ellos, invitando a que otros las realicen, o viceversa.

139.2. Esto sí lo ha manifestado brevemente la Escritura, diciendo: "Lo que odias, no lo hagas a otro" (Tb 4,15; cf. Hch 15,29).

139.3. Quienes aprueban el matrimonio dicen: "La naturaleza nos ha hecho aptos para el matrimonio" (Aristóteles, Política, VII,16, 1334b 29 ss.), como lo muestra la conformación de los cuerpos, masculinos y femeninos; y proclaman continuamente: Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28).

139.4. Pero si esto es así, sin embargo mantienen lo vergonzoso que es que el hombre, creado por Dios, sea más intemperante que los animales irracionales, los cuales no hacen el apareamiento entre muchos y sin moderación, sino con uno solo y de la misma especie, como las ovejas de Pelíades, las palomas, la especie las tórtolas, y otras semejantes.

139.5. Además, dicen que el que no tiene hijos carece de la perfección según la naturaleza, puesto que no ha previsto establecer en su lugar a su propio sucesor. Porque es perfecto el que ha originado de sí a un semejante, pero incluso mejor cuando puede ver que también ese ha hecho lo mismo, o sea, cuando ha establecido al engendrado en la misma condición natural que el que lo engendró.

Ventajas del matrimonio

140.1. Por tanto, es necesario en cualquier caso casarse, a causa de la patria, de la sucesión de los hijos, y del perfeccionamiento del mundo en cuanto depende de nosotros; también los poetas deploran un matrimonio "incompleto" (Homero, Ilíada, II,701), sin hijos, mientras llaman dichoso al "que florece por todas partes" (Homero, Ilíada, XXII,496).

140.2. Principalmente, las enfermedades físicas muestran la necesidad del matrimonio; porque el cuidado de la esposa y la permanente atención parecen superar el espíritu de perseverancia de los otros familiares y amigos, en la medida en que ella se empeña en distinguirse por su compasión y estar cerca (o: asiduidad), más que otros, verdaderamente es "la ayuda" (Gn 2,18) necesaria, según la Escritura.

El matrimonio es importante en la vida de los seres humanos

141.1. Según esto, el cómico Menandro, atacando el matrimonio, contrapone por otra parte las ventajas, respondiendo a quien dice: "Estoy mal dispuesto para la tarea. - Porque la afrontas equivocadamente". Y añade: "Ves en ello lo desagradable y lo molesto; pero no miras las ventajas" (Menandro, Fragmentos, 276), y lo que sigue.

141.2. El matrimonio es una ayuda también para los de edad avanzada, poniéndoles al lado a una esposa atenta y que cría a sus hijos, quienes cuidan de los ancianos (o: padres).

141.3. "Los hijos son motivo de gloria para un hombre muerto: al igual que los corchos mantienen la red y salvan el hilo de lino de las aguas profundas" (Esquilo, Choephoroe, 505-507), según [dice] Sófocles el trágico (se trata de una error de Clemente ya que la frase es de Esquilo).

141.4. Y los legisladores no permiten a los no casados aspirar a los cargos más altos. Por ejemplo, el legislador de los espartanos imponía una pena (o: castigo) no sólo al que no se casaba, sino también al mal casado y al que se casaba tarde y al que vivía solo.

141.5. El noble Platón también prescribe que quien no está casado pague al estado el alimento (propio) de una mujer y remita a los jefes (de la ciudad) los gastos correspondientes. Porque al no casarse, no procrean hijos, y ocasionan, por lo que a ellos se refiere, una disminución de varones y arruinarán las ciudades y el mundo (que está constituido) por ellas.



El matrimonio y los hijos

142.1. Eso es impío, destruyendo la generación, (obra) de Dios. Y es una cobardía y debilidad huir de la convivencia con una mujer y con niños.

142.2. Porque cuando la pérdida es un mal, generalmente la adquisición de ello (= lo perdido) es enteramente un bien. Esto es así también en las otras cosas. Pero la pérdida de los hijos, dicen, es ciertamente uno de los mayores males. Por tanto, tener hijos es un bien; por eso también (lo es) el matrimonio.

142.3. "Pero sin padre, dice, nunca habrá un hijo; y sin madre tampoco (existe) la concepción de un hijo" (Cita anónima. El primer verso es de Eurípides, Orestes, 554; cf. Menandro, Fragmentos, 939; 1085).

Dignidad del matrimonio

143.1. El matrimonio hace al padre, como un marido a la madre. Y Homero hace la mayor oración (cuando pide) "un marido y una casa"; pero no de cualquier manera, sino "con buena concordia" (Homero, Odisea, VI,181 s.). Porque el matrimonio de los otros es un acuerdo con miras al placer; pero el de los filósofos (= cristianos) conduce a la concordia según el Verbo; por eso ordena a las mujeres no adornar la figura, sino las costumbres (cf. 1 Tm 2,9-12; 1 P 3,3 s.); y manda a los maridos no tratar a las esposas como amantes, proponiéndose como finalidad el abuso de los cuerpos, sino conservar el matrimonio como una ayuda para toda la vida y como el mejor ejercicio de la templanza.

143.2. Porque más precioso, creo yo, que las semillas de trigo y de cebada plantadas en tiempo oportuno, es el semen del hombre, por el que todos (los seres) germinan; e incluso esas semillas son esparcidas por los agricultores con cautela.

143.3. Así, por tanto, hay que mantener puro al matrimonio de cualquier costumbre sucia (o: vil) y perversa, para que no se nos reproche que el apareamiento de los animales irracionales está más en consonancia con la naturaleza que el connubio humano, según la definición generalmente aceptada.

No sucumbir ante las pasiones

144.1. Sucede en realidad que algunos animales, después de la unión en el momento determinado, se separan de repente, dejando a la providencia la obra de la creación.

144.2. Los trágicos nos describen a Políxena cuando es degollada, pero aún "muriendo, tenía mucha prisa por caer con decencia, ocultando lo que debe ocultarse a las miradas masculinas" (Eurípides, Hecuba, 568-570). Porque el matrimonio fue para ella una desgracia.

144.3. Sucumbir y ceder ante las pasiones es esclavitud extrema, como sin duda dominarlas es la única libertad.

144.4. Así la divina Escritura dice que los que han dejado de lado los mandamientos se han vendido a los extranjeros (cf. Ba 4,6; Is 50,1; Jc 2,11 y 14), esto es a los pecados contrarios a la naturaleza, hasta que arrepentidos se convierten.

La Escritura aconseja el matrimonio

145.1. Debemos, por tanto, custodiar puro el matrimonio como una imagen sagrada, protegiéndolo de lo puede mancharlo; despertándonos del sueño con el Señor e ir a dormir con acciones de gracias y oraciones, "sea al acostarte, sea cuando la sagrada luz del día vuelva" (Hesíodo, Opera et dies, 339), deberíamos ser testigos del Señor durante toda nuestra vida, poseyendo la piedad en el alma y prolongando la templanza hasta el cuerpo.

145.2. Porque es realmente agradable a Dios que llevemos de la mano la honestidad de la lengua a las obras, pero el camino para la desvergüenza es la conversación obscena, y el término de ambas, la acción obscena.

145.3. La Escritura aconseja casarse y no consiente separar jamás la unión conyugal, legislándolo directamente: "No repudiarás a la esposa excepto por motivo de fornicación" (Mt 5,32); y considera adulterio casarse viviendo uno de los dos separado.

La fidelidad conyugal

146.1. Lo que muestra que una mujer está exenta de toda sospecha (es) el hecho de que no se adorne ni se arregle (o: embellezca) más de lo conveniente, y que se dedique con diligencia a la plegaria y a las oraciones (cf. 1 Tm 5,5), cuidando no salir muchas veces de su casa, evitando en lo posible ser vista por extraños, considerando más ventajoso que las charlatanerías inoportunas el cuidado de la casa.

146.2. Dice [la Escritura]: "Quien toma a una mujer repudiada comete adulterio" (Mt 19,9: la cita no es textual), porque "si uno repudia a su mujer comete adulterio respecto a ella" (Lc 16,18: la cita no es textual), es decir, la obliga a cometer adulterio.

146.3. Pero no sólo el que repudia se hace responsable de esta culpa, sino también el que la recibe, ofreciendo a la mujer ocasión de pecar; porque si no la recibe, volverá al marido.

La Sagrada Escritura rechaza el adulterio

147.1. ¿Qué (dice) la Ley? Para reprimir la inclinación a las pasiones, manda ejecutar (lit.: hacer desparecer) a la mujer adúltera, culpable de ese (delito); si es (mujer) de un sacerdote, manda condenarla a la hoguera. El adúltero también es lapidado, pero no en el mismo lugar, para que ni la muerte le sea común (cf. Lv 20,10; 21,9; Dt 22,22. 24).

147.2. Porque la Ley no está en desacuerdo (lit.: combate) con el Evangelio, sino que concuerda con él. ¿Y cómo no va a estarlo siendo el único Señor autor (lit.: choregos: jefe de coro) de ambos? Porque la que se prostituye, vive en el pecado, pero está muerta por los mandamientos, mientras que la que está arrepentida, como regenerada por la conversión de su conducta, renace a la vida; está muerta la vieja prostituta, y ha vuelto a la vida la que ha nacido mediante el arrepentimiento.

147.3. Da testimonio de lo dicho el Espíritu, diciendo por Ezequiel: "No deseo la muerte del pecador, sino que se convierta" (Ez 33,11).

147.4. En efecto, [los adúlteros] son lapidados como muertos a la ley, a la que no obedecen, por la dureza de su corazón; a la mujer del sacerdote se le aumenta el castigo porque "a quien se le ha dado mucho, más se le pedirá" (Lc 12,48).

147.5. Terminemos también aquí nuestro segundo Stromata, en razón de la longitud y el número de los capítulos.

 

 


LIBRO III

Capítulo I: Sobre la castidad

Opiniones de los gnósticos valentinianos y basilidianos

1.1. Los seguidores de Valentín aceptan el matrimonio porque hacen venir desde arriba las parejas a partir de las emanaciones divinas. Pero (los discípulos) de Basílides dicen: "(Cuando) los apóstoles preguntaron si no sería quizás mejor no casarse", afirman que el Señor respondió: "No todos comprenden este lenguaje: porque hay quienes son eunucos de nacimiento, y otros por necesidad" (Mt 19,11-12).

1.2. Y explican el pasaje más o menos así: "Algunos por naturaleza, desde el nacimiento, sienten aversión a la mujer; con esa disposición natural, hacen bien en no casarse".

1.3. Dicen que "éstos son los eunucos de nacimiento. En cambio, (los eunucos) por necesidad son los ascetas teatrales, que se dominan a sí mismos por el atractivo de la gloria. Aunque también son eunucos por necesidad los mutilados por un accidente. Todos éstos son eunucos por necesidad, no por una decisión razonable".

1.4. "Ahora bien, (hay) quienes se han hecho eunucos a sí mismos por el reino eterno, pero toman esa decisión, dicen, a causa de las consecuencias del matrimonio, temiendo (tener que) ocuparse en procurar lo necesario (para la vida; o: para la familia)".

Lo que dicen los basilidianos

2.1. Y con (la expresión) "mejor es casarse que abrasarse" (1 Co 7,9), dicen que el Apóstol (entendiese): No arrojes tu alma al fuego resistiendo día y noche, y por miedo no caigas en la incontinencia; porque el alma totalmente ocupada en resistir se aleja de la esperanza.

2.2. También dice literalmente Isidoro en los "Tratados de ética": "Aduéñate de una mujer fogosa para fin de no apartes de la gracia de Dios; y cuando hayas desahogado el fuego de la lujuria (lit.: el semen), reza con conciencia tranquila".

2.3. "Además, dice, cuando tu acción de gracias pase (o: presente) a la súplica y pidas (lit.: estés de pie) en lo futuro no comportarte perfectamente, sino sólo no resbalar, cásate".

2.4. "Pero si alguien es joven, pobre o débil (lit.: sumido, hundido), y no está quiere casarse, según la palabra [del Apóstol], ése tal que no se aleje del hermano, diciendo: "Yo he entrado en el santuario, nada más puedo padecer (o: puede pasarme)"".

2.5. "Si tuviera alguna sospecha, diga: "Hermano, impónme la mano, para que no peque"; y recibirá una ayuda espiritual y sensible. Quiera cumplir sólo lo bueno y lo conseguirá".



Errores de los basilidianos

3.1. "Algunas veces decimos con la boca: "No queremos pecar"; pero el pensamiento se empecina (lit.: hace presión) en pecar. Uno, por temor, no hace lo que quiere, para que no se le imponga (o: administre) un castigo".

3.2. "La naturaleza humana tiene algunas cosas (como) necesarias y naturales, pero otras sólo (como) naturales. Tiene por necesario y natural el vestirse, y por natural, pero no necesario, el placer carnal (o: venéreo)" (Basílides, Fragmentos, 7).

3.3. He presentado estos textos para refutar a los basilidianos que no viven rectamente; al parecer, ellos tendrían licencia aún para pecar gracias a su [supuesta] perfección, o serían salvados totalmente por naturaleza, aunque ahora pequen, por causa de una elección innata; por lo demás, ninguno de los primeros maestros (o: fundadores) de sus doctrinas aprueba tales cosas.

3.4. Aunque tomen (o: se revistan) el nombre de Cristo, no introducen (o: imprimen) sino una blasfemia contra dicho nombre, viviendo más desenfrenadamente que los más intemperantes paganos. "Estos son seudo apóstoles, obradores de maldad", hasta: "su fin será según sus obras" (2 Co 11.13 y 15).

La continencia

4.1. La continencia (o: templanza) es el desprecio del cuerpo, según la confesión hecha a Dios. Porque la templanza no sólo se refiere a los placeres del amor, sino también a las otras (pasiones) por las que el alma alimenta los malos deseos, no bastándole lo indispensable.

4.2. Hay también una continencia en la lengua y en la adquisición y en el uso de (los bienes), y en la concupiscencia (o: el deseo). No sólo enseña a ser temperantes, sino que también nos procura la templanza (o: moderación), que es poder y gracia divina.

4.3. Por tanto, debemos decir cuál es el parecer de los nuestros al respecto; nosotros llamamos bienaventurada la condición de los eunucos, puesto que les ha sido dada por Dios; pero también admiramos (o: apreciamos) la monogamia y la dignidad del matrimonio único, diciendo que es necesario tener los mismos sentimientos (sympaschein), y "sobrellevar mutuamente las cargas" (Ga 6,2), no sea que alguno, pensando mantenerse bien derecho, también caiga" (1 Co 10,12). Respecto a un segundo matrimonio, "si te abrasas, cásate" (1 Co 7,9), dice el Apóstol.

Capítulo II: Sobre los carpocratianos

Epífanes

5.1. Los discípulos de Carpócrates y de Epífanes consideran que las mujeres deben ser tenidas en común; de ellos (o: de ahí) se propagó la blasfemia más grande contra los cristianos (lit.: contra el nombre).

5.2. Ese Epífanes, cuyos escritos se conservan, era hijo de Carpócrates y la madre se llamaba Alejandría; era alejandrino por parte de padre y de Cefalonia por parte materna; sólo vivió diecisiete años, y se le venera como dios en Same de Cefalonia, donde le construyeron y consagraron (o: dedicaron) un templo de piedras talladas (lit.: extraídas), altares, tabernáculos y un museo; y los cefalonios se reúnen en el templo, el primer día del mes, para ofrecer sacrificios a Epífanes en la apoteosis de (su) día natalicio, y hacen libaciones, celebran banquetes y cantan himnos.

5.3. Fue educado en la escuela paterna en el ciclo de estudios y en (la doctrina platónica), fundando la gnosis monádica; y de él nace la herejía de los carpocratianos.

Lo que afirma Epífanes

6.1. Ahora bien, él dice en el "Sobre La Justicia": "La justicia de Dios es una especie de comunidad con igualdad. Ciertamente, el cielo, extendido de igual forma por todas partes, envuelve toda la tierra circularmente; la noche muestra del mismo modo todas las estrellas; y el sol, principio del día y padre de la luz, desde arriba Dios lo ha difundido por igual sobre la tierra toda, para los que pueden ver, y todos ven de igual modo (lit.: en común);

6.2. porque (Él) no hace distinción entre rico o pobre, súbdito o príncipe, necios o sensatos, varones o mujeres, libres o esclavos (cf. Mt 5,45; Col 3,11). Ni siquiera con los seres irracionales tampoco obra contra esa (norma), sino que a todos los animales desde arriba lo ha derramado por igual y en común, a buenos y malos, afianzando la justicia, no pudiendo tener más ni quitar (algo) al vecino, para tener lo del otro, duplicando la luz propia.

6.3. El sol hace crecer alimentos comunes para todos los animales, distribuyéndose a todos por igual la común justicia; y por esto la especie bovina se encuentra de forma equitativa en cada bovino, la del porcino en cada porcino, la de los ovinos en cada ovino, y así todas las restantes; porque la comunidad aparece en ellos como justicia.

6.4. Además, según la comunidad, todos son igualmente inseminados (lit.: sembrados) según su especie; un común alimento brota para todo animal que pace en la tierra, y de igual modo para todos; y no está sujeto a ley alguna, sino que, por la generosidad de quien lo da y ordena, está dispuesto con armónica justicia para todos.

Rechazo de la Ley por parte de los gnósticos

7.1. Ni siquiera lo concerniente a la generación posee una ley escrita (porque se habría modificado); ellos por el contrario procrean (lit.: siembran) y engendran del mismo modo, por una comunidad que poseen innata gracias a la justicia. El creador y padre de todos los seres (cf. Platón, Timeo, 28 C), legislando con la justicia que le es propia (lit.: que es de él), dio en común a todos por igual el ojo para ver, sin distinguir mujer o varón, ni racional o irracional; en una palabra, sin diferenciar ningún ser de otro ser; repartiendo con igualdad y comunidad, con una sola orden ha dado a todos por igual la facultad de ver.

7.2. Pero las leyes, dice, no pudiendo castigar la ignorancia de los hombres, enseñan a transgredirlas; porque el carácter propio de las leyes destruye y carcome la comunidad de la ley divina" (Epífanes, Fragmentos, 1). No comprende lo dicho por el Apóstol que afirma: "Por la ley he conocido el pecado" (Rm 7,7).

7.3. Y dice que "lo mío y lo tuyo" fue introducido por las leyes; y ya no se gozan más en común la tierra ni los ganados que son comunes, ni tampoco el matrimonio.

7.4. "Porque creó en común para todos las viñas, que no se niegan ni a un gorrión ni un ladrón, lo mismo que el trigo y los otros frutos. Pero la violación de la ley de la comunidad y de igualdad dio origen al ladrón de ganados y de frutos.

Los dos Testamentos son una unidad que se refieren al único Dios

8.1. Por consiguiente, Dios ha hecho todo en común para el hombre y ha unido en común a la mujer con el varón, e igualmente ha unido estrechamente a todos los animales; mostrando que la comunidad (es) justicia con igualdad.

8.2. Pero los que sin más rechazan la común unión que los engendró y dicen: "El que (tenga) una (mujer) en matrimonio que la retenga, pudiendo ser común para todos, como el resto de los otros animales hacen abiertamente"" (Epífanes, Fragmentos, 1).

8.3. Dicho esto (Epífanes), de nuevo con el mismo estilo, añade estas palabras: "Porque la concupiscencia (Dios) la puso más fuerte e impetuosa en los varones para la conservación de las especies; y ni la ley, ni la costumbre, ni ninguna otra cosa del mundo puede suprimirla, puesto que es una decisión (dogma) de Dios" (Epífanes, Fragmentos, 1).

8.4. ¿Y cómo examinar en nuestro discurso al que así abiertamente destruye la Ley y el Evangelio? Aquella dice: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13); y (el Evangelio) dice: "Todo el que mira con concupiscencia, ya cometió adulterio" (Mt 5,28).

8.5. Ciertamente el "no desearás" (Ex 20,17; cf. Dt 5,21) proclamado por la Ley demuestra que el único Dios lo proclama mediante la Ley, los profetas y el Evangelio; porque dice: "No desearás (la mujer) de tu prójimo" (Ex 20,17).

8.6. Pero el prójimo no es el judío respecto al judío, puesto que son hermanos y tienen en común el mismo espíritu; llama, por tanto, prójimo al de otra raza. En efecto, ¿cómo no va a ser prójimo el que participa del Espíritu? Porque Abrahán no es padre sólo de los hebreos, sino también de los gentiles.



Carpócrates y Epífanes luchan contra Dios

9.1. Si la mujer adúltera y el que ha fornicado con ella son castigados con la muerte (cf. Lv 20,10; Dt 22,12), (es) evidente sin duda que el mandamiento que dice "no desearás la mujer del prójimo" (Ex 20,17), se prescribe para los gentiles, para que, según la Ley, se abstenga uno de la mujer del vecino y de la hermana (hebrea?), y oiga directamente la palabra del Señor: "Pero yo digo: no desearás" (Mt 5,28). Y la partícula "yo" añadida muestra con fuerza la validez del mandamiento,

9.2. y que tanto Carpócrates como Epífanes combaten contra Dios. En el mismo célebre libro, me refiero al de "Sobre la justicia", (Epífanes) añade literalmente lo siguiente:

9.3. "De donde hay que escuchar como ridícula esa palabra del legislador que dijo "no desearás"; y más ridículo el agregado "las cosas de tu prójimo". Porque quien ha puesto la concupiscencia como medio para conservar la generación, manda que sea rechazada, sin impedírsela a ningún animal. Incluso con lo de "la mujer del prójimo", obliga a que lo que es común (se convierta) en privado, lo cual es más ridículo todavía" (Epífanes, Fragmentos, 1).

Excesos de los carpocratianos

10.1. Estos son los dogmas de los célebres carpocratianos. Se dice que éstos, y algunos émulos de idénticos males, se reúnen a cenar -porque no llamaré banquete eucarístico (agápe) su reunión- hombres y mujeres juntos, después de hartarse -"en la saciedad se encuentra Cipris [= Afrodita o Venus]" (Eurípides, Fragmentos, 895), como suele decirse-, dando vuelta la lámpara, ponen lejos la luz que deshonra su justicia impúdica, uniéndose como quieren y con las que quieren. Después de practicar lo comunitario en semejante banquete, una vez amanecido exigen a las mujeres, que han sido su pareja, sumisión a las leyes de Carpócrates, puesto que no se puede llamar ley divina. Pero estas (leyes) las debería haber legislado Carpócrates, pienso yo, para la lascivia de los perros, de los puercos o de los machos cabríos.

10.2. Me parece que él también entiende mal a Platón cuando dice en la "República" (cf. V,449 C y 457 D) que las mujeres deben ser tenidas en común por todos; comunes, sí, antes del matrimonio, de los que vengan a pedirlas, como si dijera que el teatro es común para los espectadores; pero después cada una es de aquél que la ha elegido primero, y la que se ha casado no es ya común.

El testimonio de la epístola de Judas

11.1. Por otra parte, Janto en el tratado sobre "Los Magos" dice: "Los Magos se unen con las madres, las hijas, y las hermanas, y que las mujeres son de todos, no mediante violencia o engaño, sino por consentimiento de ambos, cuando uno desea tener relaciones matrimoniales con la (mujer) de otro" (Janto, Fragmentos, 765 F 31).

11.2. Sobre éstas y otras herejías parecidas había hablado proféticamente Judas en su "Epístola": También éstos soñadores" (Judas 8) -porque no se aplican despiertos a la verdad-, hasta: "Y su boca habla cosas arrogantes" (Judas 16).

Capítulo III: Los marcionitas

Un creador justo, pero no bueno

12.1. Por otra parte, el mismo Platón y los pitagóricos, como también después los discípulos de Marción, han mantenido que la generación (o: procreación) es mala -estaban por consiguiente lejos de favorecer que las mujeres fueran compartidas-; pero los marcionitas (sostienen) que la naturaleza es mala, porque proviene de una materia mala y de un demiurgo justo.

12.2. Por esa razón, no queriendo poblar el mundo creado por el demiurgo (cf. Gn 1,28), desean abstenerse del matrimonio; se oponen a su Creador, y se apresuran hacia el Dios bueno que les ha llamado, pero no hacia el Dios que, dicen, tiene otro carácter; por lo cual no quieren dejar aquí nada que les pertenezca, viviendo la continencia, no por un deliberado propósito, sino por odio contra el Creador, no queriendo utilizar sus criaturas.

12.3. Pero además, saliendo de los pensamientos conforme a la naturaleza por esta impía lucha contra Dios, menosprecian la longanimidad y bondad de Dios (cf. Rm 2,4) y no quieren contraer matrimonio, pero usan los alimentos creados, y respiran el aire del Creador; son obra suya y permanecen entre sus criaturas (lit.: en las cosas de él) y son evangelizados en una gnosis nueva (o: extraña, insólita), según dicen; por ello deberían estar agradecidos al Señor del universo, aunque sólo fuera por haber sido evangelizados.

A los filósofos pertenecen las teorías erróneas de los marcionitas

13.1. Pero discutiremos con minuciosidad con ellos cuando tratemos el discurso sobre "Los principios". Los filósofos que hemos mencionado, de quienes los marcionitas han aprendido impíamente que la generación es mala y se jactan como de una doctrina propia, (esos filósofos) no pretenden que (la generación) sea mala por naturaleza, sino por el alma, que ha visto claramente la verdad.

13.2. Porque ellos hacen descender el alma, que es divina, hacia abajo, al mundo, como a un lugar de suplicio, y, según ellos, el alma introducida en los cuerpos debe purificarse.

13.3. Y esta teoría no es de los marcionitas, sino de quienes afirman que las almas fueron introducidas en los cuerpos, encerradas y trasvasadas; contra éstos habrá que hablar en otra ocasión, cuando tratemos sobre "El alma".

Lo que dicen diversos escritores sobre la procreación

14.1. Ciertamente Heráclito maltrata la generación (o: procreación), cuando dice: "Nacidos, desean vivir y encontrar la muerte (o: tener hados de muerte), como el mejor reposo; y dejan hijos destinados a la muerte" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 20).

14.2. Evidentemente concuerda con él también Empédocles, diciendo: "Llantos y gemidos, al ver un paraje insólito" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 118), y también: "De los vivos (hacía) muertos, cambiando de aspecto" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 125). Y de nuevo: "¡Oh grandes dioses, oh pobre estirpe de los mortales, oh infelices! ¡De cuáles contiendas y gemidos han nacido" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 124).

14.3. Y la Sibila dice: "Hombres mortales y carnales, que son nada" (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,1). Al igual que el poeta, que escribía: "La tierra no produce nada más débil que el hombre" (Homero, Odisea, XVIII,130).

Pesimismo frente a la vida

15.1. Sin duda, también Teognis señala que la generación es un mal cuando dice: "De todas las cosas para los que viven sobre la tierra la mejor es no haber nacido, no ver los rayos del penetrante sol; pero una vez nacidos, atravesar en seguida las puertas del Hades" (Teognis, Elegías, 425-427).

15.2. De acuerdo con estos (versos), también escribe el poeta trágico Eurípides: "Nosotros deberíamos, reunidos, llorar por el que nace, por tantos males a los que viene; y, al contrario, deberíamos congratularnos al acompañar fuera de casa, al muerto, que ha dejado de sufrir" (Eurípides, Fragmentos, 449).

15.3. En otras ocasiones dice de forma parecida: "¿Pero quien sabe si el vivir es morir y el morir vivir?" (Eurípides, Fragmentos, 638).

El cuerpo como sepulcro del alma

16.1. De manera análoga también Heródoto parece hacer decir a Solón: "¡Oh Creso! Todo hombre es un infortunio (o: una desgracia)" (Heródoto, Historias, I,31). Y su fábula (o: mito) sobre Cleobis y Bitón (cf. Heródoto, Historias, I,32) claramente no significa para él otra cosa sino condenar la vida y aprobar (o: alabar) la muerte.

16.2. "Como la generación de las hojas así es también la de los hombres", dice Homero (Ilíada, VI,146) .

16.3. Platón en el "Cratilo" atribuye a Orfeo la doctrina del castigo del alma en el cuerpo. He aquí sus palabras: "Y algunos dicen que (el cuerpo) es tumba del alma; como que en el ahora presente está sepultada (en él).

16.4. Y por eso mediante (el cuerpo) el alma significa todo lo que significa, y en ese sentido (el cuerpo) es justamente llamado tumba. Sin embargo, parece que los órficos habían usado este nombre más que ningún otro, porque (el alma paga en el cuerpo) el castigo por aquello que debe pagar" (Platón, Cratilo, 400 B-C)..

Lo que dice Platón

17.1. Vale la pena también recordar la frase de Filolao. Por que así dice el pitagórico: "Los antiguos teólogos y adivinos atestiguan que el alma está unida al cuerpo por determinados castigos y se encuentra sepultada como en una tumba" (Filolao, Fragmentos, 44 B 14).

17.2. También Píndaro, hablando sobre los misterios de Eleusis, añade: "Dichoso quien sea enterrado habiendo visto estos (misterios): conoce en verdad el fin de la vida, pero conociendo el mandato dado por Zeus" (Píndaro, Fragmentos, 137).

17.3. Por eso Platón, en el "Fedón", no duda en escribir lo siguiente: "Y quienes han establecido las iniciaciones (mistéricas), ninguna otra cosa [dicen]", hasta "habitará con los dioses" (Platón, Fedón, 69 C).

17.4. Y cuando dice: "Mientras tengamos el cuerpo y nuestra alma esté mezclada con tan grande mal, jamás podremos poseer adecuadamente el objeto de nuestro deseo" (Platón, Fedón, 66 B), ¿no se refiere a la generación como causa de los peores males?

17.5. También en el "Fedón" atestigua: "Porque cuantos se arriesgan a alcanzar verdaderamente la filosofía no hacen otra cosa que practicar la muerte y morir, pero sin que otros lo adviertan" (Platón, Fedón, 64 A).



El desprecio del cuerpo

18.1. Y de nuevo: "Ciertamente también aquí el alma del filósofo desprecia al máximo el cuerpo, huye de él y busca estar aislada en sí misma" (Platón, Fedón, 65 C-D).

18.2. Y piensa si no concuerda con el divino Apóstol, que dice: "Yo soy un hombre miserable; ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,24). A no ser que llame figuradamente "cuerpo de muerte" al conjunto unánime de los que se dejan arrastrar al mal.

18.3. También la unión carnal siendo principio de generación es rechazada, incluso antes de Marción, por Platón, lo que se manifiesta en (el libro) primero de "La República".

18.4. Porque alabando la vejez, añade: "Sepan bien que para mí, en la medida que disminuyen los otros placeres, los del cuerpo, otro tanto crecen el deseo y el placer de la cultura" (Platón, La República, I,328 D). Y mencionando la experiencia amorosa: "¡Silencio (o: piensa bien), hombre! He escapado, contento, como si hubiera escapado de un déspota cruel y salvaje (o: rabioso)" (Platón, La República, I,329 C).

Platón no dice que la materia sea mala

19.1. De nuevo, denigrando en el "Fedón" la generación, escribe: "El discurso que se dice en lo secreto es que los hombres nos hallamos como en una prisión" (Platón, Fedón, 62 B).

19.2. Y más adelante: "Los que tienen reputación de ser distintos por vivir santamente, son los que saben librarse y alejarse de esos lugares terrestres como de una prisión, llegando allá arriba, a la mansión pura" (Platón, Fedón, 114 B-C).

19.3. Pero teniendo esta disposición, [Platón] percibe el buen gobierno, y dice: "No es necesario desligarse absolutamente de esta (prisión), ni tampoco huir" (Platón, Fedón, 62 B).

19.4. En resumen, no da ocasión a Marción de considerar mala la materia, porque él dice piadosamente sobre el mundo lo siguiente:

19.5. "Desde el punto de vista del hacedor, (el mundo) todo lo tiene bueno; pero es de la condición precedente de la que trae cuanto de malo e injusto hay en el cielo y lo reproduce en los vivientes" (Platón, El Político, 273 B).

Las exigencias de la vida humana

20.1. Y añade más claramente todavía: "Pero la causa de todo esto para (el mundo) es la corporeidad de su conformación (o: constitución), congénita a la primitiva naturaleza, porque participaba de un gran desorden, antes de unirse al mundo actual" (Platón, El Político, 273 C).

20.2. Pero no menos deplora el género humano en "Las Leyes", diciendo: "Los dioses, compadecidos de la estirpe humana, nacida para sufrir, establecieron como tregua de sus fatigas la alternancia de las fiestas?" (Platón, Las Leyes, II,653 C-D).

20.3. En el "Epínomis" expone también las causas de la compasión y dice esto: "Como desde el principio el nacer es difícil para todo viviente, -primero, participar de la condición de feto, después nacer, y ser criado y educado-, todo eso se realiza mediante muchos trabajos, según todos decimos" (Seudo Platón, Epínomos, 973 D).

Los marcionitas tergiversan las enseñanzas de Platón

21.1. ¿Qué más? ¿No llama también Heráclito muerte al nacimiento, alegando a Pitágoras y a Sócrates en el "Gorgias", cuando dice: "Muerte es todo lo que vemos despiertos, lo mismo que es sueño (lo que vemos) cuando dormimos" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 21).

21.2. Pero basta de esto. Cuando tratemos sobre "Los principios" entonces examinaremos también estas contradicciones que los filósofos traducen en hipótesis (lit.: dicen con palabras ocultas) y los marcionitas en dogmas. Pienso, en todo caso, que ya hemos demostrado claramente que Marción ha tomado de Platón, ingrata e ignorantemente, los temas de esos extraños dogmas.

Lo que afirman los poetas

22.1. Prosigamos con el discurso sobre la continencia. Decíamos que los griegos muchas veces hablaron contra la generación de los hijos, por temor a las molestias; los discípulos de Marción aceptaron impíamente estos (puntos de vista), ingratos para con el Creador.

22.2. Así, la tragedia dice: "Es preferible para los hombres no nacer que nacer. Por tanto doy a luz hijos con dolores amargos de parto. Trae el parto, si son necios me lamento inútilmente al verlos malos, y porque no son buenos, aunque los tenga sanos, consumo mi pobre corazón de temor. ¿Qué ventaja hay en todo esto? ¿No es suficiente penar por un alma sola como para añadir otras penas?" (Eurípides, Fragmentos, 908).

22.3. Y también, de igual manera: "Ahora mismo yo pienso que como antaño: los hombres no deberíamos jamás engendrar hijos, al considerar a cuántos sufrimientos los engendramos" (Anónimo, Fragmentos, 111).

22.4. En este otro texto también relaciona con claridad la causa de esos males con sus principios, diciendo así: "Oh tú, nacido para ser infeliz y vivir desgraciadamente, naciste hombre, y la desgracia de la vida la recibiste de allí, de donde comenzó a nutrir a todos este éter (o: cielo), que distribuye a todos los mortales la respiración. Mortal, no ignores ahora las cosas mortales" (Anónimo, Fragmentos, 112).

Textos de Eurípides

23.1. Y también reproduce un pensamiento parecido lo siguiente: "Ningún mortal es dichoso, ni feliz: porque nadie ha nacido sin dolor" (Eurípides, Ifigenia en Áulide, 161-163).

23.2. Y también de nuevo: "¡Ay! ¡Ay! Cuántas las desdichas de los dolores humanos; tantas formas, que nadie puede señalar su fin" (Eurípides, Fragmentos, 211).

23.3. Y de manera parecida: "Pero entre los mortales no es posible ser feliz hasta el fin" (Eurípides, Las suplicantes, 269-270).

Costumbres de los pitagóricos

24.1. Por esto también se dice que los pitagóricos se abstenían de los placeres carnales. Por el contrario, a mí me parece que se casan para procrear, pero queriendo dominar el placer carnal después de la procreación.

24.2. De ahí la misteriosa prohibición de nutrirse con habas, no porque esa legumbre produzca ventosidad o sea indigesta o cause el desorden de los sueños, ni tampoco porque el haba se asemeje a una cabeza humana, según aquel versículo: "Es igual devorar habas que cabezas de genitores" (Plutarco, Moralia, 635 E), sino fundamentalmente porque las habas hacen estériles a las mujeres al comerlas.

24.3. De hecho, Teofrasto refiere, en el libro quinto sobre las "Causas de las Plantas", señala que las vainas de las habas, puestas junto a las raíces de los árboles jóvenes, secan la planta; y las gallinas domésticas, si las comen con frecuencia, se vuelven estériles.

Capítulo IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por parte de los gnósticos

Sobre Felipe y Nicolás

25.1. Hemos mencionado a los provocadores de la herejía de Marción del Ponto que, por oposición al Creador, rechaza el uso de los bienes del mundo.

25.2. Porque para él la causa de la continencia, si es que se la puede llamar continencia, (es) el Creador mismo, contra quien este gigante que lucha contra Dios pretende hacer frente, y guarda la continencia forzadamente, yendo contra la creación y la plasmación.

25.3. Usan la palabra del Señor que dijo a Felipe: "Deja que los muertos entierren a, sus muertos; tú sígneme" (Mt 8,22; cf. Hechos de Felipe, 22), pero consideran que también Felipe llevaba la misma plasmación de la carne, no siendo un cadáver contaminado.

25.4. ¿Cómo, entonces, teniendo (un cuerpo de) carne no tenía un cadáver? Porque resucita de la tumba del Señor que da muerte a las pasiones y lo hace revivir en (o: para) Cristo.

25.5. También hemos mencionado la comunidad ilícita (o: impía) de las mujeres según Carpócrates, pero al tratar sobre la declaración de Nicolás (cf. Strom. II,118,3) hemos omitido lo que sigue.

25.6. Teniendo, se dice, una bella mujer, después de la ascensión del Salvador, al ser reprendido como envidioso por los Apóstoles, él condujo a su mujer en medio de ellos e invitó a casarse con ella a quien quisiera.

25.7. Porque, dicen, que esa praxis es coherente con célebre sentencia: "Es necesario abusar de la carne" (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III,29,2-4; cf. Strom. II,118,3). Y, por coherencia con ese suceso y con este dicho, sencilla y desvergonzadamente, los seguidores de su herejía se abandonaron sin freno a la fornicación.

La verdad sobre Nicolás. Matías

26.1. Por el contrario, me he informado que Nicolás no tuvo relaciones con ninguna otra mujer que con la que se había desposado; y de sus hijos, las mujeres envejecieron vírgenes, y el hijo permaneció sin mancharse.

26.2. Así las cosas, el mandar a la envidiada mujer en medio de los Apóstoles era un rechazo de la pasión; y la continencia de los placeres más ansiados enseñaba cómo (o: el significado) se debe "abusar de la carne". Porque no quería, a mi parecer, conforme al mandato del Salvador, "servir a dos señores" (Mt 6,24), al placer y a Dios.

26.3. Por lo demás también se dice que Matías enseñó lo mismo (cf. Evangelio de Matías, Fragmentos, 2): combatir la carne y menospreciarla, sin conceder ninguna licencia al placer, sino a fortalecer el alma con la fe y la gnosis.

Intentos de sacralizar la promiscuidad

27.1. Pero hay quienes interpretan a la vulgar (o: pública) Afrodita como una mística comunión, ultrajando incluso este nombre.

27.2. Se dice que se trabaja cuando se hace algo malo, lo mismo que cuando se hace algo bueno; también el compartir es un bien cuando se reparte a otros dinero, comida, vestidos; pero también han llamado impíamente comunión a cualquier unión lujuriosa.

27.3. Por eso se dice que uno de ellos se acercó a virgen nuestra hermosa de ver y le dijo: "Está escrito da a todo el que te pida" (Lc 6,30: incorrectamente interpretado), pero ella no captó la desvergüenza de aquel hombre respondiendo con toda honestidad: "Para el matrimonio habla con mi madre" (cita de origen desconocido).

27.4. ¡Oh impiedad! También las palabras del Señor adulteran estos compañeros del libertinaje, hermanos de la lujuria que deshonran no sólo la filosofía, sino toda la vida; ellos son falsificadores, o mejor, sepultureros (lit: desgarradores) de la verdad, en cuanto pueden.

27.5. Porque esos desgraciados consagran la promiscuidad de la carne y del sexo, y piensan que ésta les va a conducir al reino de Dios.

Las enseñanzas del apóstol Pablo

28.1. La promiscuidad les conduce hacia los burdeles, y les hace partícipes con los puercos y los machos cabríos; y junto a ellos obtienen las mayores esperanzas las prostitutas, que admiten libremente en el burdel a todos los que quieren.

28.2. Pero ustedes no han conocido (lit.: aprendido) así a Cristo, si es que han oído hablar de él y en él han sido enseñados conforme a la verdad en Cristo Jesús; despójense, en cuanto a su vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias.

28.3. Renuévense en el espíritu de su mente, revístanse del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdaderas" (Ef 4,20-24), por asimilación (o: semejanza) con lo divino.

28.4. "Sean, por tanto, imitadores de Dios, como hijos queridos, y caminen en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio a Dios en olor de suavidad.

28.5. La fornicación y toda impureza o codicia ni siquiera se mencione entre ustedes, como conviene a los santos; y nada de indecencia o necedad" (Ef 5,1-4).

28.6. Porque también el Apóstol enseña a ejercitarse en la pureza comenzando por las palabras, y escribe: "Tengan esto bien entendido: ningún fornicario", hasta "antes bien, denúncienlas" (Ef 5,5. 11).

Intemperancia de los carpocratianos

29.1. En realidad, su doctrina deriva de algún apócrifo; pero también expondré la cita que es la madre de su insolencia. Y bien sea que ellos mismos hayan compuesto el libro -¡mira qué necedad! Se lo atribuyen a Dios por su intemperancia-, bien sea que lo hayan encontrado junto a otros, lo han entendido de forma incorrecta, equivocándose al idear aquella hermosa doctrina.

29.2. Así dice el texto: "Todas las cosas eran Uno, pero cuando a su Unidad le pareció no estar más sola, salió de Él una Inspiración; y ésta se unió con Él y creó al Amado. Y de éste salió otra Inspiración y se unió y creó la Potencia, imposible de ver ni oír, hasta cada, una con su nombre propio" (cita de un autor anónimo).

29.3. Igualmente, si hubiesen propuesto también uniones espirituales, como los seguidores de Valentín, su opinión se podría quizá aceptar; pero reconducir a profecía sagrada una promiscuidad de violencia carnal es propio de quien no ha reconocido la salvación.



Afirmaciones de Pródico y sus seguidores

30.1. Estas son las opiniones también proclaman los seguidores de Pródico, que falsamente se denominan gnósticos, diciendo que son hijos por naturaleza del Dios Primero. Pero abusan de tal nobleza y libertad para vivir como quieren, pretendiendo vivir entregados al placer, convencidos de que ellos no están sujetos a nadie, como si fueran señores del sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), y por encima de todo linaje, hijos nacidos de un rey; y para un rey, dicen, no existe ley escrita.

30.2. Pero en realidad, ante todo no hacen todo lo que quieren, porque tienen muchos impedimentos contra sus deseos e intentos y lo que hacen, no como un rey lo hacen, sino obligados, porque cometen sus adulterios de manera oculta, y recelosos de ser atrapados en el acto, tratan de evitar la condena y temen el castigo.

30.33. ¿Cómo la intemperancia y las palabras obscenas pueden ser libertad? "Todo, dice, el que peca es un esclavo" (cf. Rm 6,16; Jn 8,34), afirma el Apóstol.

Errores de los seguidores de Pródico

31.1. Pero, ¿cómo puede vivir conforme a Dios el que se abandona a todo deseo, cuando el Señor dice: "Pero yo en cambio les digo: no deseen" (Mt 5,28)?

31.2. ¿Cómo se pretende pecar de manera voluntaria y poner como un dogma el adulterio, vivir disolutamente y arruinar los matrimonios ajenos, cuando nosotros nos compadecemos también de los que pecan involuntariamente?

31.3. Aunque el mundo al que han llegado es para ellos extraño, si no son fieles con lo ajeno (cf. Lc 16,11-12) no poseerán la verdad.

31.4. ¿Acaso un forastero puede enfrentarse contra los habitantes de un país y ofenderles, cuando posee lo necesario como extranjero (cf. 1 P 2,11-12), o por el contrario no debe pasar la vida manteniendo una conducta irreprensible para con esos ciudadanos?

31.5. ¿Cómo dicen que sólo ellos han conocido a Dios, cuando se comportan del mismo modo que los que son odiados por los paganos, por no practicar lo mandado por las leyes, como los injustos, los incontinentes, los prepotentes y los adúlteros?

31.6. Sería necesario que vivieran rectamente, aunque se encuentren entre forasteros, a fin de mostrar en verdad su carácter regio.

Coherencia de vida

32.1. No obstante, se enemistan con los legisladores humanos y con la ley divina, puesto que han adoptado una vida contraria a la ley. Por lo general, quien rechaza el adulterio es bendecido por Dios en (el libro) de los Números (cf. Nm 25,8-13).

32.2. Y Juan dice en la Epístola: "Si decimos que estamos en comunión con Él, es decir con Dios, y caminamos en tinieblas, somos mentirosos y no obramos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión con El y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica del pecado" (1 Jn 1,6-7).

El camino que se debe seguir

33.1. ¿Pero qué hacen para ser mejores que los del mundo, aquellos hacen tales cosas y son semejantes a los peores (hombres) mundanos? Me parece que quienes hacen las mismas cosas tienen una naturaleza semejante.

33.2. Pero quienes pretenden ser mejores en nobleza deben ser también mejores en el modo de vivir, a fin de evitar ser recluidos en la cárcel.

33.3. En realidad, como dice el Señor, "Si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de Dios" (Mt 5,20).

33.4. En cuanto a la abstinencia de los alimentos, se habla claro en "Daniel" (cf. Dn 1,10-16). Y, para decirlo brevemente, sobre la obediencia dice David en "Los Salmos": "¿Cómo el joven guardará recto su camino?, y en seguida responde (lit.: oye): "Guardando tu palabra de todo corazón" (Sal 118 [119],9-10).

33.5. Y Jeremías afirma: "Esto dice el Señor: "No caminen por los senderos de los paganos"" (Jr 10,2).

Los "antitactas"

34.1. Partiendo de aquí ciertos hombres malvados y despreciables dicen que el hombre ha sido plasmado (o: formado) por distintas potencias; y las partes que llegan hasta el ombligo son de hechura divina, pero las que están debajo son de factura inferior, y por eso se tiene el instinto del apareamiento.

34.2. Pero olvidan que la parte superior también desea el alimento y algunos experimentan lujuria; además se enfrentan a Cristo, quien ha dicho a los fariseos que el mismo Dios ha creado en nosotros el hombre "interior" y el hombre "exterior" (Lc 11,40). Pero la concupiscencia no es propia sólo del cuerpo, aunque actúe por medio del cuerpo.

34.3. Otros, que denominamos antitactas (o: lo que resisten, opuestos, contrarios), dicen que el Dios del universo es nuestro Padre por naturaleza y todo lo que ha hecho es bueno. Pero uno de los seres engendrados por Él esparció la cizaña (cf. Mt 13,25) y generó la naturaleza del mal (lit.: de los males); por su culpa nos ha envuelto a todos nosotros y nos ha enfrentado al Padre.

34.4. Y por eso nosotros nos enfrentamos contra él para vengar al Padre, actuando contra la voluntad del segundo (= del que esparció la cizaña). Por consiguiente, como aquél ha dicho: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13), nosotros, afirman los [antitactas], cometemos adulterio para abolir su mandato.

Capítulo IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por parte de los gnósticos (continuación)

Refutación de los errores de los gnósticos

35.1. A ésos les responderemos también que a los seudo profetas y a todos los que simulan la verdad hemos aprendido a conocerlos por sus obras (cf. Mt 7,16). Son desenmascarados por las obras; ¿cómo podrán decir que sostienen la verdad?

35.2. Ciertamente, o no existe el mal, ni tampoco merece reproches aquél que acusan como contrario a Dios, ni ha sido creador de mal alguno -de esta manera se quita con el [fruto] malo, también el árbol-; o bien, si existe realmente lo malo, nos dirán qué piensan de los mandamientos establecidos respecto a la justicia, la templanza, la paciencia, la resignación, y otras cosas parecidas, ¿son buenas o malas?

35.3. Y si es malo el mandato que prohíbe realizar la mayor parte de las acciones deshonestas, quiere decir que el mal legisla contra sí mismo, para su propia destrucción; lo cual es imposible. Si, por el contrario, (es) bueno, entonces enfrentándose a los mandamientos buenos, ellos deben confesar que se oponen al bien y obran el mal.

Prosigue la refutación

36.1. A partir de esto también el Salvador mismo, a quien únicamente pretenden obedecer, nos ha prohibido odiar e insultar (o: injuriar) [cf. Mt 5,44; Lc 6,27-28], y dice: "Mientras caminas con tu enemigo, procura reconciliarte con él y hacerte amigo" (Lc 12,58; cf. Mt 5,25. 44).

36.2. Por eso, o se rechaza la exhortación de Cristo, enfrentándose al enemigo, o bien se hacen sus amigos y no se defienden de él.

36.3. ¿Pero qué? ¿No saben, nobles señores -hablaré como si los tuviera delante- que quien combate los preceptos que son buenos se opone a su propia salvación? Porque no destruyen lo útilmente prescrito, sino a ustedes mismos.

36.4. El Señor también dijo: "Brillen sus buenas obras" (Mt 5,16); en cambio, ustedes sacan a la luz sus costumbre disolutas.

36.5. Además, si quieren anular los mandamientos del legislador, por qué precisamente intentan anular por la intemperancia de ustedes lo de: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13) o "no corromperás a los jóvenes" (Seudo Bernabé, Epístola, 19,4), y todos los que se refieren a la templanza; ¿por qué no destruyen el invierno, por Él generado, para producir (lit.: hacer) el verano en medio del invierno? ¿Y por qué no hacen navegable la tierra y caminable el mar, como afirman los historiadores que lo intentó el bárbaro Jerjes? (cf. 2 M 5,21; Herodoto, Historias, VII,54).

Errores en la interpretación bíblica de los gnósticos

37.1. ¿Por qué no rechazan todos los mandamientos? Porque si (Él) ha dicho: "Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28; 9,1), ustedes que lo rechazan, no deberían ni siquiera practicar la unión carnal; y si (Él) dijo: "Les lo he dado todo para alimento y que lo gocen" (Gn 1,28; 9,1), ustedes no deberían disfrutar de nada.

37.2. Pero si también dijo: "Ojo por ojo" (Ex 21,24), ustedes no deberían devolver ataque por ataque; también ordenó al ladrón restituir el cuádruplo (cf. Ex 21,24), en cambio ustedes incluso deberíais hacer un regalo al ladrón (cf. Ex 22,1).

37.3. De igual manera, si ustedes se oponen al mandato: "Amarás al Señor" (Dt 6,5), tampoco deberían amar al Dios del universo; y de nuevo, cuando dijo: "No harán imagen esculpida o fundida" (Dt 27,15), ustedes, para ser consecuentes, (deberían) incluso adorar las imágenes esculpidas.

37.4. ¿Cómo no va a ser impía la actitud de ustedes si, como dicen, se enfrentan al demiurgo, compitiendo con acciones semejantes a las de las prostitutas y los adúlteros?

37.5. ¿No se dan cuenta que hacen más fuerte a quien consideran más débil, si es verdad que hacen lo que él quiere, y no lo que el Dios bueno quiso? Al contrario, por su parte, demuestran inferior a su padre, como lo llaman.

Los gnósticos añaden frases propias a la Escritura divinamente inspirada

38.1. Éstos, por lo demás, eligen de algunas perícopas proféticas frases que recogen y recomponen (o: remiendan) malamente, tomado según a la letra lo dicho en forma alegórica.

38.2. Así dicen que está escrito: "Resistieron a Dios y se salvaron" (Ml 3,15). Pero algunos añaden también: "Al Dios impudente", e interpretan esta sentencia como un mandato sancionado; y piensan que resistir al demiurgo es su propia salvación.

38.3. En realidad no está escrito "al Dios impudente"; pero, aunque así fuera, oh insensatos, denominen "impudente" al que se llama diablo, como calumniador del hombre, o acusador de los pecadores, o apóstata.

38.4. Ciertamente el pueblo, al que se refiere la perícopa, al ser educado lo soportaba mal y lamentándose murmuraba la mencionada frase, porque los otros pueblos obrando inicuamente no eran castigados; sólo ellos eran castigados por cada una de sus acciones, como también Jeremías había dicho: "¿Por qué prospera el camino de los impíos?" (Jr 12,1). Lo mismo ocurre con la expresión de Malaquías citada anteriormente: "Resistieron a Dios y se salvaron" (Ml 3,15).

38.5. Porque los profetas, divinamente inspirados, no sólo dicen lo que oyen de parte de Dios, sino que también ellos mismos aparecen transmitiendo una réplica a lo que el pueblo murmura, como cuestiones propuestas por los hombres; una de éstas es también la referida.

Los gnósticos tuercen el sentido de los textos bíblicos

39.1. Y quizás, refiriéndose a ellos, escribe el Apóstol en la "Carta a los Romanos": "¿Y no como somos calumniados, y como dicen algunos que nosotros decimos: "Hagamos males para que vengan bienes"? La condenación de esos tales es justa" (Rm 3,8).

39.2. Ellos son los que con la entonación de la voz de la lectura tuercen las Escrituras a su gusto, y con un cambio de acentuación y puntuación tuercen, conforme a sus lujurias, aquellos sabios y útiles mensajes.

39.3. Dice Malaquías: "Ustedes irritan a Dios con sus palabras; y dicen: "¿En qué lo irritamos?". Cuando dicen: "Todo el que hace el mal es bueno ante el Señor, y Él se complace en ésos"; y "¿Dónde está el Dios de la justicia?"" (Ml 2,17).



Capítulo V: Nuevos argumentos contra los gnósticos

¿Es lícito cualquier género de vida?

40.1. Para no examinar con un cuidado muy minucioso el tema haciendo mención de muchas herejías absurdas, y para no estar obligados a sufrir la vergüenza de hablar de cada una de ellas, prolongando demasiado nuestras notas, dividamos todas las herejías en dos grupos para refutarlas.

40.2. Porque, o enseñan a vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), o bien, tendiendo al exceso, proclaman una continencia (que es efecto) de la impiedad y de la malignidad.

40.3. Primero hay que discutir la primera parte. Si se puede elegir cualquier (tipo de) vida, evidentemente también el de la continencia; y si cualquier clase de vida no encierra peligro para quien lo elige, en verdad con mayor razón no encerrará peligro la que es conforme a la virtud y la templanza.

40.4. Porque si se permitió al Señor no estar obligado a guardar el sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), en el caso en que hubiera vivido licenciosamente, mucho más quien se ha comportado honestamente no estará sujeto a guardarlo.

40.5. "Porque todas las cosas son lícitas, pero no todas convienen" (1 Co 6,12; cf. 10,23), dice el Apóstol. Y si todo es lícito, evidentemente también ser temperante.

El ser humano no es esclavo de la necesidad

41.1. De la misma manera que es digno de alabanza el que con libertad adopta una conducta virtuosa, así también mucho más digno de venerar y adorar es Aquél que nos ha dado la libertad plena y soberana, y nos ha concedido el vivir como queramos. Él no ha permitido que nuestras elecciones y fugas fueran esclavas de la necesidad.

41.2. Y aunque una y otros están sin temor, tanto el que ha elegido la intemperancia como el que ha preferido la continencia, sin embargo el valor (o: la dignidad) no es el mismo. Porque quien va a la deriva de los placeres es complaciente con el cuerpo; pero el temperante libera de las pasiones al alma, que es la señora del cuerpo.

41.3. Y si dicen que nosotros "estamos llamados a ser libres", sólo procuremos no "ofrecer la libertad como incentivo a la carne" (Ga 5,13), según el Apóstol.

41.4. Pero si hay que tolerar la concupiscencia y considerar vida indiferente lo (que es) infame, como ellos dicen, entonces o es necesario obedecer totalmente a las concupiscencias y, según eso, hacer todo lo más impúdico e impío, siguiendo a lo que estas persuaden;

41.5. o bien deberemos evitar algunas de las concupiscencias y no vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), ni hacernos esclavos sin medida de nuestros miembros más despreciables, vientre y partes pudendas, que adulan mediante la concupiscencia a nuestro cadáver (= nuestro cuerpo).

41.6. Pero la concupiscencia se alimenta y se reaviva cuando se la satisface; como, al contrario, contenida, se consume.

Debemos seguir al Verbo

42.1. ¿Cómo es posible asemejarse al Señor o tener la gnosis de Dios si nos dejamos vencer por los placeres del cuerpo? Porque de todo placer es principio la concupiscencia, y la concupiscencia es cierta molestia y solicitud que apetece por necesidad alguna cosa.

42.2. Por tanto, quienes han emprendido ese género de vida no me parece que les pueda tocar sino: "Además de la vergüenza, sufrir dolores" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 211);"atrayendo hacia ellos mismos un mal" (Homero, Odisea, XVIII,73) como se dice, para ahora y para después.

42.3. Si todo fuera lícito y si no tuviéramos ningún temor de perder la esperanza por las malas acciones, quizás ellos tendrían algún pretexto para una vida deshonrosa y miserable.

42.4. Pero ya que una vida bienaventurada nos ha sido indicada mediante los mandamientos, es necesario que todos sigamos no desatendiendo nada de lo que ha sido prescrito (o: comunicado), sin descuidar ni el más mínimo de nuestros deberes. Es necesario seguir al Verbo donde quiera conducirnos; si nos equivocamos en eso, necesariamente caeremos "en un mal eterno" (Homero, Odisea, XII,18).

42.5. Pero quien sigue la divina Escritura, por el camino de los creyentes, se asemejará en lo que pueda al Señor; por eso no se debe vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), sino hacer lo posible por purificarse de los placeres y de las concupiscencias y ocuparse del alma; ésta debe tan sólo permanecer junto a la divinidad.

42.6. Porque el espíritu, cuando está puro y libre de toda maldad, puede recibir la fuerza de Dios, ya que se levanta en él la divina imagen. Dice [la Escritura]: "Todo el que tiene esta esperanza en el Señor se purifica, tal como Él es puro" (1 Jn 3,3).

Conresucitados con Cristo

43.1. Pero adquirir gnosis de Dios por parte de quienes aún son guiados por las pasiones es imposible; y los que no se han procurado alguna gnosis de Dios no podrán en absoluto alcanzar ninguna esperanza. Quien equivoca ese fin es claramente acusado de su ignorancia de Dios; y el ignorar a Dios viene provocado por la manera de vivir.

43.2. Porque es totalmente imposible ser sabio y, por otra parte, no avergonzarse de adular al cuerpo, ni es compatible pensar que el placer es un bien, o que sólo el placer es bello, y a la vez que sólo el Señor es bello y sólo es bueno y sólo es amable Dios.

43.3. "Fueron circuncidados en Cristo con una circuncisión no hecha por mano de hombre, por el despojamiento del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo" (Col 2,11).

43.4. "Por tanto, si fueron conresucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba" (Col 3,1);"piensen en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque están muertos y la vida de ustedes ha sido escondida con Cristo en Dios" (Col 3,2-3), pero no la prostitución que (aquellos) practican.

43.5. "Den muerte a los miembros que tienen sobre la tierra, la fornicación, la impureza, la pasión, la concupiscencia, por las que viene la ira (Col 3,5-6). Depongan también ellos "la cólera, la ira, la maldad, maledicencia, la conversación obscena de la boca de ustedes. Despójense del hombre viejo con sus concupiscencias, y revístanse del nuevo que es renovado para alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador" (Col 3,8-10).

La coherencia entre las palabras y las obras

44.1. El modo de comportarse claramente pone a prueba a quienes han conocido los mandamientos, ya que cual es la palabra, tal es la vida; al árbol se le conoce por los frutos (cf. Mt 7,16; 12,33; Lc 6,44), no por las flores ni por los pétalos (u: hojas).

44.2. Así la gnosis (es reconocida) por el fruto y el modo de vivir, no por la palabra y la flor.

44.3. Porque no decimos que la gnosis es una palabra vacía, sino una ciencia divina y aquella luz que nace (o: se enciende) en el alma por la obediencia a los mandamientos, haciendo muy claro todo lo que existe por generación, disponiendo al hombre para conocerse a sí mismo, y le enseña a colocarse en condición de alcanzar a Dios. Porque lo que es el ojo en el cuerpo, eso mismo es la gnosis en el espíritu.

44.4. Y no digan que es libertad la esclavitud del placer; (sería) como (decir) que la hiel es dulce. Nosotros hemos aprendido que la libertad es aquella por la que nos ha hecho libres sólo el Señor, desatándonos de los placeres, de la concupiscencia y de las otras pasiones.

44.5. "El que dice: "He conocido al Señor", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él" (1 Jn 2,4), dice Juan.

Capítulo VI: Contra los encratitas

Es necesario refutar los argumentos de los gnósticos

45.1. Pero con el eufemismo de la continencia, otros cometen impiedad contra la creación y el santo Creador, el único Dios omnipotente, y enseñan que no se debe admitir el matrimonio y la procreación, ni traer al mundo a otros (seres) desgraciados, ni suministrar alimento a la muerte. A éstos principalmente hay que decirles lo de Juan:

45.2. "Y ahora han surgido muchos anticristos; por lo cual conocemos que ésta es la última hora. De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros, porque si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros" (1 Jn 2,18-19).

45.3. Además hay que refutarles, retorciendo (los argumentos) de sus adictos, de esta manera: cuando Salomé pregunta al Señor: "¿Durante cuánto tiempo tendrá poder la muerte?" (Evangelio egipcio, Fragmentos, 1). Sin entender la vida como un mal y la creación como algo perverso, le respondió: "Mientras ustedes, las mujeres, sigan engendrando" (Evangelio egipcio, Fragmentos, 1; cf. Oráculos Sibilinos, 2,162 s.); con ello quería enseñar la causalidad de la naturaleza (lit.: la consecuencia física): porque a la generación sigue siempre la corrupción nacimiento sigue una muerte.

La pureza interior

46.1. La Ley ha sido ordenada para hacernos salir del libertinaje y de todo desorden; y este es su objetivo: conducirnos de la injusticia a la justicia, haciéndonos elegir con sensatez el matrimonio, la procreación de los hijos y una conducta honesta.

46.2. Porque el Señor "no viene a abolir la Ley, sino a completarla" (Mt 5,17); pero a completarla no como insuficiente, sino para llevar cumplimiento las profecías de la Ley con su venida; ya que las normas de una vida de recta conducta eran predicadas mediante el Verbo incluso a los que vivieron como justos antes de la Ley (cf. Rm 2,14-15).

46.3. No obstante, la mayoría no sabía qué era la continencia, viviendo para el cuerpo, no para el espíritu (cf. Ga 5,25). Pero el cuerpo sin espíritu es "polvo y ceniza" (Gn 18,27). Y desde luego el Señor juzga el adulterio conforme a la intención (cf. Mt 5,28).

46.4. Pero ¿qué? ¿No es necesario quizás usar del matrimonio con templanza y no tratar de separar "lo que Dios ha unido" (Mt 19,6; Mc 10,9)? En efecto, eso es lo que enseñan los disociadores del matrimonio, por lo que también el nombre [de cristiano] es difamado (cf. Is 52,5; Rm 2,24).

46.5. Diciendo que la unión carnal es una impureza (cf. Lv 15,18), cuando en realidad han recibido la vida por una unión ¿cómo no van a estar impuros? Pero también el esperma de los que han sido santificados (es) santo, me parece a mí.

Lo que nos enseña el Señor

47.1. Es necesario, por tanto, que sean santificados en nosotros no sólo en el espíritu, sino también las costumbres, la vida y el cuerpo. De otro modo, ¿con qué sentido dice el apóstol Pablo que la esposa es santificada por el marido o el marido por la esposa? (cf. 1 Co 7,14).

47.2. Y ¿qué significa lo que el Señor respondió a los que le preguntaban sobre el divorcio, si era lícito repudiar a la mujer, puesto que Moisés lo había permitido? "Por la dureza de su corazón, dice, Moisés escribió esto. ¿Pero ustedes no han oído lo que Dios dijo al primer hombre: "Serán los dos una sola carne?". Por tanto aquél que repudia a la mujer, sin culpa de fornicación, la expone al adulterio" (Mt 19,4-9: con variaciones en el orden de los versículos).

47.3. Pero, "después de la resurrección, dice, ni se casan ni se dan en casamiento" (Mt 22,30; Mc 12,25; Lc 20,35). Y sobre el vientre y los alimentos se ha dicho: "Los alimentos son para el vientre y el vientre para los alimentos, pero Dios también destruirá a este y a aquellos" (1 Co 6,13). De esta manera fustiga a quienes creen poder vivir como padrillos o machos cabríos (cf. Lv 16,10), para que no se abandonen sin freno a comer y a la lujuria.

La continencia es una virtud

48.1. Ahora bien, si aceptan la resurrección, como dicen ellos mismos, y por eso rechazan el matrimonio, ¡que no coman ni beban! Porque el Apóstol ha dicho que en la resurrección el vientre y los alimentos serán destruidos (cf. 1 Co 6,13).

48.2. ¿Cómo, entonces, experimentan el hambre, la sed, (las necesidades) de la carne y lo demás que no sufrirá el que por Cristo reciba la perfecta esperada resurrección? Pero también los idólatras se abstienen al mismo tiempo de los manjares y de los placeres del amor.

48.3. "El reino de Dios no consiste en comida ni en bebida" (Rm 14,17) dice [el Apóstol]. Ciertamente, está también en la solicitud de los Magos, que adoran ángeles y demonios (cf. Col 2,23), abstenerse del vino e igualmente (de la carne) de vivientes y de los placeres del amor. Pero como la humildad es mansedumbre, no miseria del cuerpo, así también la continencia es virtud del alma, que no se da a conocer, sino que (permanece) oculta.

El Señor "no era un hombre común"

49.1. Hay algunos que dicen sin rodeos que el matrimonio es fornicación, y opinan que ha sido establecido y enseñado por el diablo. Pero los arrogantes de ellos dicen que imitan al Señor, quien no se casó ni poseía nada en el mundo; y se glorían de haber entendido el evangelio mejor que los demás.

49.2. Para ellos la Escritura dice: "Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia" (Pr 3,34; 1 P 5,5).

49.3. Además, ellos no conocen la causa por la que el Señor no se casó. Ante todo Él tenía su propia esposa, la Iglesia; pero además, no era un hombre común que tuviera necesidad de una ayuda según la carne. Tampoco le era necesario procrear hijos, porque vive eternamente y es el Hijo único de Dios. Él mismo, el Señor, dice: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt 19,6; Mc 10,9).

49.4. Y de nuevo: "Como en los días de Noé, estaban casándose y dándose en casamiento, construían casas, plantaban, y como en los días de Lot, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mt 24,37-39).

49.5. Y puesto que no se dirige a los paganos, dice: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18,8).

49.6. Y: "¡Ay de las mujeres gestantes y de las que críen en aquellos días!" (Mt 24,19; Mc 13,17; Lc 21,23). Ciertamente también estas (expresiones) son alegóricas. Por consiguiente, tampoco determinó los tiempos "que el Padre puso por su autoridad" (Hch 1,7), para que el mundo permanezca por generaciones.

La enseñanza de Jesús

50.1. Respecto a: "No todos tienen capacidad para esta palabra. Porque hay eunucos que nacieron así, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por el reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda" (Mt 19,11-12).

50.2. No saben que, después de la palabra sobre el divorcio, algunos le preguntaron: "Si esa es la condición (o: causa, culpa) de la mujer, no le conviene al hombre casarse" (Mt 19,10), y el Señor responde: "No todos aceptan esta palabra, sino aquellos a quienes les ha sido dado" (Mt 19,11).

50.3. Porque los que preguntaban querían saber si permitía, una vez condenada por prostitución y echada la mujer, podían casarse con otra.

50.4. También se dice de no pocos atletas que se abstenían de los placeres del amor, practicando la continencia por medio de la ascesis corporal, como Astilo de Crotona y Crisón de Himera. El citarista Amebeo, recién casado, se mantuvo alejado de la esposa.



El celibato por amor a Dios

51.1. Tan sólo Aristóteles de Cirene despreció a Lais, que realmente lo amaba. Le había jurado a la cortesana que la llevaría a su patria si le ayudaba de alguna manera contra los enemigos (lit.: antagonistas); y una vez conseguido, cumplió el juramento con ingenio: pinta una imagen suya que se le parecía muchísimo y la hace colocar en Cirene, como refiere Istro en el libro "Sobre la naturaleza de las contiendas". Por tanto, el hacerse eunuco no es virtuoso, si no se nace del amor a Dios.

51.2. También el bienaventurado Pablo dice de aquellos que aborrecen el matrimonio: "En los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, atendiendo a espíritus embaucadores y a enseñanzas de los demonios, que prohíben casarse y hacer uso (lit.: abstenerse) de (ciertos) alimentos" (1 Tm 4,1. 3).

51.3. Y de nuevo afirma: "Que nadie los prive del premio por superstición de humildad" (Col 2,18), "y severo trato del cuerpo" (Col 2,23). Y el mismo escribe: "Estás ligado a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No busques mujer" (1 Co 7,27). Y también: "Tenga cada uno la propia mujer" (1 Co 7,2), "para que Satanás no los tiente" (1 Co 7,5).

Los antiguos justos

52.1. Pero ¿qué? ¿No participaban con agradecimiento del uso de las cosas creadas los antiguos justos? Ellos en el matrimonio, con dominio de sí mismos, tuvieron hijos. Y a Elías los cuervos le llevaban para alimento pan y carne (cf. 1 R 17,6). Y el profeta Samuel reservando un muslo de lo que él comía, lo tomó llevándolo a Saúl para que lo comiera (cf. 1 S 9,23-24).

52.2. Pero los que dicen ser superiores por su conducta y vida, no pueden compararse con las acciones de aquellos.

52.3. Por tanto "quien no come no menosprecie al que come; el que come no juzgue al que no come, porque Dios le recibió" (Rm 14,3).

52.4. Pero también el Señor hablando de sí mismo dice: "Vino Juan, que no comía ni bebía y dicen: "Tiene un demonio". Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Es hombre un comilón, y un bebedor de vino, amigo de cobradores de impuestos y pecadores"" (Mt 11,18-19; Lc 7,33-34). ¿Acaso tratan también de descalificar a los apóstoles?

52.5. Porque Pedro y Felipe tuvieron hijos; incluso Felipe dio a sus hijas a unos varones.

El reino de Dios

53.1. Y Pablo no titubea (o: duda) en saludar en una carta a su cónyuge (cf. Flp 4,2-3; pero también: 1 Co 7,8), que no llevaba consigo para aligerar su ministerio (cf. 1 Co 9,5).

53.2. Y dice en una carta;"¿No tenemos el derecho a llevar una hermana mujer, como también los demás apóstoles?" (1 Co 9,5).

53.3. Pero como convenía a su ministerio, atendiendo a la predicación sin distracción (cf. 1 Co 7,35), (éstos) llevaban consigo las mujeres no como esposas, sino como hermanas para que fueran condiaconisas con las mujeres amas de casa; gracias a ellas la doctrina del Señor podía penetrar incluso en el gineceo, sin dar motivos de calumnia.

53.4. Porque sabemos también lo que el noble Pablo dispone en la segunda (lit.: la otra) "Carta a Timoteo", sobre las mujeres diaconisas. Ahora bien, él mismo clama que "el reino de Dios no es la comida ni la bebida" (Rm 14,17), ni tampoco la abstinencia del vino y de la carne, "sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo" (Rm 14,17).

53.5. ¿Quién de aquellos [herejes] circula usando una piel de oveja (lit.: melota) y un cinturón de cuero como Elías (cf. 2 R 1,8)? ¿Quién se ha vestido de con una tela grosera de piel de cabra (lit.: saco), desnudo y descalzo como Isaías (cf. Is 20,2). ¿O tan sólo un delantal de lino como Jeremías (cf. Jr 13,1)? Y el modo gnóstico de vida de Juan (cf. Mt 3,4; Mc 1,6), ¿quién lo imitará? Pero aún viviendo así, los bienaventurados profetas daban gracias al Creador.

La auténtica justicia

54.1. Pero la justicia de Carpócrates y de cuantos como él desean la comunidad sin freno se destruye del siguiente modo. Al mismo tiempo que dice "Da a quien te pida" (Mt 5,42), añade: "Y a quien quiera pedirte un préstamo no le vuelvas la espalda" (Mt 5,42); ésta es la comunidad que enseña, no una comunidad libidinosa.

54.2. ¿Pero cómo el que pide, recibe y toma a préstamo, no habiendo quien tenga, le dé y le preste?

54.3. Porque el Señor dice: "Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era peregrino y me recibieron, (estuve) desnudo y me vistieron" (Mt 25,35-36). Y luego añade: "En la medida que lo hicieron a uno de estos los más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mt 25,40).

54.4. ¿No se dan las mismas normas en el Antiguo Testamento? "Quien da a un mendigo (o: a un pobre), presta a Dios" (Pr 19,17); y: "No niegues hacer el bien al pobre" (Pr 3,27), se dice.

Compartir por amor

55.1. Y de nuevo dice: "Misericordia y fidelidad no te abandonarán" (Pr 3,3). "La pobreza humilla al hombre, pero las manos de los hombres diligentes enriquecen" (Pr 10,4). Y añade: "Mira un hombre que no ha dado su dinero con usura, se hace agradable" (Sal 14 [15],5); y: "Rescate del alma (o: de la vida) de un hombre se juzga riqueza propia" (Pr 13,8); esto ¿no lo aclara abiertamente? Del mismo modo que el mundo está compuesto de contrarios, así como de calor y de frío, de seco y de húmedo, así también de los que dan y los que reciben.

55.2. También cuando dice: ""Si quieres ser perfecto vende lo que tienes y dalo a los pobres" (Lc 18,22), refuta a quien se vanagloriaba de "haber observado todos los mandamientos desde la juventud" (Lc 18,21); pero no había cumplido el "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19,19). Entonces, perfeccionado por el Señor, aprendía a repartir por amor.

La solidaridad cristiana

56.1. Por tanto, no ha prohibido hacerse rico honradamente, sino ser rico de injusta e insaciablemente. Porque, "una propiedad adquirida inicuamente se disminuye" (Pr 13,11). Puesto que "hay quienes, sembrando, multiplican, y hay quienes, recogiendo, poseen menos" (Pr 11,24). Sobre aquellos está escrito: "Distribuyó, dando a los pobres: su justicia permanece para siempre" (Sal 111 [112],24).

56.2. "El que siembra y cosecha más" (Pr 11,24) es el que repartiendo de lo terreno y pasajero (o: siendo generoso en la tierra y en el momento oportuno) gana lo celestial y lo eterno. Pero el otro no ha dado nada a nadie, sino que vanamente "atesora en la tierra donde la polilla y la herrumbre lo hacen desaparecer" (Mt 6,19) -y sobre él se ha escrito: "Recogiendo los salarios, los echó en una bolsa agujereada" (Ag 1,6)-.

56.3. Por eso dice el Señor en el evangelio que al producir mucho un campo y queriendo los frutos, (un hombre) mandó construir graneros más grandes, y se dijo a sí mismo como en una prosopopeya: "Tienes muchos bienes almacenados para muchos años; come, bebe, alégrate. Insensato, dice, esta misma noche te reclamarán el alma. Entonces, las cosas que preparaste, ¿de quién serán?" (Lc 12,19-20).

Capítulo VII: Sobre la continencia cristiana

La continencia cristiana es una gracia de Dios

57.1. Ahora bien, la continencia humana, me refiero (lit.: digo) a la de los filósofos griegos, declara combatir con perseverancia contra la concupiscencia y no prestarle servicio en las obras (o: acciones); pero la nuestra consiste en no tener concupiscencia, no sólo para mantenerse firme ante la concupiscencia, sino para que también pueda abstenerse de la concupiscencia (cf. Mt 5,27).

57.2. Esta continencia no se puede conseguir sino mediante una gracia de Dios. Por esto [el Señor] dice: "Pidan y se les dará" (Mt 7,7).

57.3. Esta gracia es la que recibió también Moisés, aun revestido de un débil cuerpo, para no sufrir ni hambre ni sed durante cuarenta días (cf. Ex 24,18; 34,28).

57.4. Como es mejor estar sano que, estando enfermo, hablar sobre la salud, así también el ser luz es mejor que hablar sobre la luz, y (es mejor) la continencia conforme a la Verdad que la enseñada por los filósofos.

57.5. Porque en donde (hay) luz, allí no (hay) tinieblas. Pero donde está arraigada la concupiscencia, encontrándose sola, aunque inmóvil cuanto a la actividad (lit.: energía) del cuerpo, está unida por la memoria con lo que no está presente.

La luminosa guía del Señor

58.1. Avancemos ahora con nuestro discurso en general sobre el matrimonio, el alimento, y lo demás; (nosotros no deberíamos) hacer nada por concupiscencia, sino querer sólo aquello necesario. Porque no somos hijos de la concupiscencia, sino de la voluntad (cf. Jn 1,13).

58.2. Y quien se casa para la procreación debe ejercitar la continencia, al punto (lit.: como que) de no desear a la propia esposa, a la que debe amar; procreando con seria (o: digna, honesta) y prudente voluntad. Porque no hemos aprendido "la prudencia de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rm 13,14), sino a proceder decentemente como en pleno día" (Rm 13,13), para Cristo, en la luminosa guía del Señor, "no en orgías y borracheras, no en lujurias y libertinajes, no en contiendas ni celos" (Rm 13,13).

La continencia cristiana no se limita a un único aspecto de la vida humana

59.1. Porque no hay que aceptar confinar la continencia a una sola especie (o: forma), es decir, la de los placeres venéreos, sino también (considerar) las otras cosas que nuestra alma desea sensualmente, y no contenta con lo necesario se entrega a la molicie en exceso.

59.2. Continencia es el menosprecio del dinero, desdeñar delicadezas, posesiones, apariencias, dominar la lengua (lit.: boca), ser dueño de los malos pensamientos. Sucedió también que algunos ángeles, incontinentes, prisioneros de la concupiscencia, se precipitaron desde el cielo a este mundo (lit.: a este lugar) [cf. Gn 6,2].

59.3. Valentín, en la "Carta a Ágatópodo" dice: "Soportándolo todo Jesús era temperante, actuando de manera divina; comía y bebía de peculiar no evacuando los alimentos. Tanta era la fuerza de su continencia, que incluso el alimento en Él no se corrompía, por cuanto Él no tenía corrupción" (Valentín, Fragmentos, 3).

59.4. Nosotros, por tanto, abrazamos la continencia por el amor que tenemos al Señor y por su belleza misma, santificando el templo del Espíritu (cf. 1 Co 3,16-17). Porque es hermoso "hacerse eunuco por el reino de los cielos" (Mt 19,12) respecto a toda concupiscencia, y "purificar la conciencia de las obras muertas, para rendir culto al Dios viviente" (Hb 9,14).

Costumbres de la India

60.1. Pero ellos (= los filósofos paganos) por odio hacia la carne, desean a librarse de la unión conyugal y de la necesidad de nutrirse de los alimentos convenientes; ingratos, necios y ateos, practican la continencia irracionalmente, como la mayor parte de los otros paganos.

60.2. Por ejemplo, los Brahamanes no comen animales ni beben vino. Algunos de ellos aceptan alimento cada día como nosotros, pero otros cada dos días, como narra Alejandro Polístor en la "(Historia) Indiana"; desprecian la muerte, estiman en nada la vida; aceptan que existe reencarnación; pero algunos veneran a Heracles y a Pan.

60.3. Los llamados Venerables de (entre) los Indios, pasan toda la vida desnudos. Ejercitándose en la verdad, hacen presagios sobre el futuro y dan culto a una pirámide, bajo la cual creen que reposan los huesos de un dios.

60.4. Pero ni los gimnosofistas, ni los llamados Venerables han tenido relaciones con mujeres; consideran que es antinatural y contra la ley, razón por la que se mantienen castos; también las (mujeres) Venerables se mantienen vírgenes. Parece que observan los (cuerpos) celestiales y mediante sus señales presagian las cosas futuras.



Capítulo VIII: Falsas interpretaciones de los textos del apóstol Pablo

Errónea lectura de un pasaje de la Carta a los Romanos

61.1. Pero quienes introducen la indiferencia, forzando algunos pocos (textos) de la Escritura, defienden la causa del placer con esos (pasajes), sobre todo aquello de: "Porque el pecado no será dueño de nosotros, puesto que no están bajo la ley, sino bajo la gracia" (Rm 6,14) -y algunos semejantes que no estoy dispuesto a recordar, porque equiparé la nave de un pirata-; pero anulemos brevemente el intento de ellos.

61.2. Porque el noble Apóstol con lo que añade a lo antes dicho resuelve la objeción: "¿Qué entonces? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! (Rm 6,15). Así, por inspiración divina y proféticamente al instante destruye el sofístico arte del placer.

Llamados a una vida nueva

62.1. Ellos no comprenden, como se ve, que "todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, según lo que hubiere hecho mediante el cuerpo, o bueno o malo" (2 Co 5,10), para que cada uno reciba lo que ha hecho mediante el cuerpo.

62.2. "De suerte que si alguien (está) en Cristo (es) una nueva criatura", no más pecadora, "las cosas viejas pasaron", estamos lavados de la vida antigua (o: hemos lavado la vida antigua);"han sido hechas nuevas todas las cosas" (2 Co 5,17); la castidad en vez de fornicación, temperancia por intemperancia, justicia en lugar de injusticia.

62.3. "Porque ¿qué asociación entre justicia e iniquidad? ¿Qué comunión entre luz y tinieblas? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Belial? ¿Qué parte (tiene) un creyente con un incrédulo? ¿Qué concordia entre el templo de Dios y los ídolos?" (2 Co 6,14-16). "Puesto que tenemos tales promesas, purifiquémonos nosotros mismos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1).

Capítulo IX: Contra quienes quieren imponer la obligatoriedad de la continencia

El Señor no miente

63.1. Pero los que se oponen a la creación de Dios por una eufemística continencia aducen lo dicho a Salomé, mencionado anteriormente (cf. III,45,1-3); se encuentra, me parece, en el "Evangelio según los Egipcios".

63.2. Se dice que el mismo Salvador dijo: "He venido a destruir las obras de la mujer" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 2), donde "de la mujer" (sería) la concupiscencia, "las obras": la generación y la corrupción. ¿Qué nos pueden decir? ¿Que esta economía ha sido disuelta? No lo podrán decir, porque el mundo permanece por esa misma economía.

63.3. Pero el Señor no mintió; porque en realidad Él destruye las obras de la concupiscencia: avaricia, ambición, vanagloria, locura por las mujeres, pederastía, glotonería, libertinaje y cosas semejantes; pero la generación de todo eso es la ruina del alma, si nos convertimos en "cadáveres por los delitos" (Ef 2,5). Y esa "mujer" (significaba) intemperancia.

63.4. Pero la generación y la corrupción que hay primigeniamente en la creación es necesario (que existan) hasta la completa distinción y realización definitiva (o: reintegración; reinstauración) de la elección, por ellas también las sustancias confusamente mezcladas en el mundo se ubicarán en su originario lugar.

El orden del mundo

64.1. De donde con razón indicando el Logos el fin del mundo, Salomé dice: "¿Hasta cuándo van a morir los hombres?" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 3). Y la Escritura habla "hombre" en dos sentidos: el (hombre) visible y (su) alma; y en otro sentido, el que se salva y el que no (se salva). Y el pecado es llamado muerte del alma. Por eso, el Señor señala con exactitud: "Mientras las mujeres den a luz" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 3), es decir, mientras obren las concupiscencias.

64.2. "Por esto, así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado, y la muerte reinó desde Adán hasta Moisés" (Rm 5,12. 14), dice el Apóstol. Por necesidad natural de la economía divina al nacimiento sigue la muerte, a la unión del alma y el cuerpo acompaña su disolución.

64.3. Pero si la generación existe por causa de la instrucción y del conocimiento, la disolución (está) para la reintegración. Y como la mujer es considerada causa de muerte porque da a luz, así también por la misma razón será llamada guía de la vida.

El verdadero amor a Dios

65.1. Ante todo la iniciadora (o: causa primera) de la trasgresión fue llamada "vida" (cf. Gn 3,20), por ser la causa de la sucesión de los que serían engendrados y que pecarían; ella es la madre tanto de los justos como de los injustos, y a cada uno de nosotros le corresponde justificarse a sí mismo o, por el contrario, constituirse desobediente.

65.2. De donde en cuanto a mí, no creo que el Apóstol aborreciera la vida en la carne cuando decía: "Pero con entera libertad, como siempre, también ahora Cristo será glorificado en mi cuerpo, ya sea mediante la vida, ya sea mediante la muerte. Porque para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero si vivir en la carne es para mí trabajo fructuoso, todavía no sé qué elegir. Por ambas panes me siento apremiado, deseando partir y estar con Cristo, porque es mucho mejor; pero permanecer en la carne es más necesario por causa de ustedes" (Flp 1,20-24)

65.3. Porque demostró a las claras con esas (palabras), pienso yo, que el amor a Dios es la culminación del éxodo del cuerpo, pero (acepta) con paciencia agradecida la presencia en la carne por los necesitados de salvación.

El matrimonio coopera en la creación

66.1. Pero, ¿por qué no añaden también lo que sigue a las palabras dichas a Salomé, ésos que (hacen) todo menos seguir la verdadera regla evangélica? (cf. Ga 6,16).

66.2. Porque ella dice: "Por tanto, hice bien en no dar a luz" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 4), como (estimando) inconveniente aceptar la procreación (o: generación), y el Señor le responde diciendo: "Puedes comer toda clase de hierba, pero la que es amarga no la comas" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 4).

66.3. Significando que dependen de nosotros, no de la necesidad, según la prohibición de un mandamiento, tanto la continencia como el matrimonio, y explicando claramente que el matrimonio coopera en la creación.

La libertad humana

67.1. Por tanto, no es pecado el matrimonio hecho según la razón (o: el Lógos), si no piensa que (es) amarga (o: desagradable) la crianza de los niños -por el contrario, para muchos lo más doloroso es la carencia de hijos-, pero por otra parte, la prole puede parecer a alguno amarga por apartar de las cosas divinas, por las indispensables ocupaciones; pero si uno no soporta fácilmente la vida solitaria, aspire (lit.: desee) al matrimonio, porque lo que agrada, (tomado) con moderación, es inocuo, y cada uno de nosotros es dueño (lit.: señor) en la elección de procrear hijos.

67.2. Pero yo veo que, de cualquier manera, el matrimonio es un pretexto; unos se abstienen del matrimonio, pero no según la santa gnosis, y se deslizan en la misantropía y pierden el amor; otros, sometidos y llevando una vida de placer, con la licencia de la ley, como dice el profeta, "se han hecho semejantes a las bestias" (Sal 48 [49],13 y 21).



Capítulo X: Contras los marcionitas

El matrimonio y la procreación no son despreciables

68.1. ¿Y quiénes son los dos o tres que están reunidos en el nombre de Cristo y en medio de los cuales se encuentra el Señor (cf. Mt 18,20)? ¿No alude con esos "tres" al marido, a la mujer y al hijo, puesto que la mujer se une al marido (por querer) de Dios (cf. Gn 2,22)?

68.2. Pero si uno desea estar disponible (lit.: ágil, presto), aceptando no engendrar hijos por las dificultades de engendrar hijos, "permanezca célibe como yo" (1 Co 7,8), dice el Apóstol.

68.3. Pero dicen (= los marcionitas) que el Señor quiere explicar que el demiurgo, el Dios autor de la generación, está con la mayoría, pero con el uno (= el hombre no casado, el solitario), el elegido, (está) el Salvador, evidentemente Hijo por naturaleza del otro Dios, (del Dios) bueno.

68.4. Pero no es así, sino que Dios por medio del Hijo está con los esposos honestos y que han engendrado hijos, pero también el mismo Dios (es) el que está con el que ha elegido la continencia perfecta según criterios racionales (o: según el Verbo).

68.5. Pero también podrían ser "los tres" el irascible, el concupiscible y el inteligible (o: racional); o también, la carne, el alma y el espíritu, según otra explicación (cf. 1 Ts 5,23).

La auténtica vida gnóstica

69.1. Pero quizás la mencionada triada también aluda (primero) a la vocación, segundo, a la elección y, tercero, al linaje reservado para el máximo honor (cf. Mt 22,14); con éstos se encuentra el poder de Dios que lo ve todo, indivisiblemente dividido.

69.2. Ahora bien, quien debidamente usa según la naturaleza las energías del alma desea lo que le conviene y odia lo que le perjudica, como prescriben los mandamientos: "Bendecirás, dice, al que bendice y maldecirás al que maldice" (Gn 12,3; 27,29).

69.3. Y una vez superados también el irascible y la concupiscencia, amará efectivamente la creación en nombre por el Dios creador del universo; vivirá gnósticamente, conservando puro el hábito de la continencia a semejanza del Salvador, y unificará gnosis, fe y caridad.

69.4. Siendo él uno en su juicio, será verdaderamente espiritual, totalmente y en todo no admitiendo los pensamientos de la ira y de la concupiscencia: hombre perfecto, consumado, "a imagen" (Gn 1,26) del Señor, por obra del Artífice mismo; digno ya de ser llamado hermano por el Señor (cf. Hb 2,11), amigo suyo e hijo. Por esto, "los dos o tres" (Mt 18,20) se congregan en el mismo: el hombre gnóstico.

El nuevo pueblo

70.1. De otra parte, la concordia de muchos puesta en el número tres, con los que está el Señor, (significaría) la única Iglesia, el único hombre y la única estirpe.

70.2. O también, al Señor cuando daba la ley y estaba con el único [pueblo] judío, y enviaba a Jeremías no sólo a profetizar en Babilonia (cf. Jr 50-51?), sino también para llamar a los paganos por medio de la profecía, reuniendo a los dos pueblos (cf. Ef 2,15). Pero de los dos crearía al tercero hacia un hombre nuevo, en medio del cual camina (cf. 2 Co 6,16) y que habita en la misma Iglesia.

70.3. La Ley juntamente con los profetas y el Evangelio en el nombre de Cristo se unen para una única gnosis.

70.4. Por tanto, quienes no se casan por odio o por la concupiscencia abusan de la carne con indiferencia no están ciertamente en el número de los salvados, con los que está el Señor (cf. Mt 18,20).

Capítulo XI: Enseñanzas de la Ley y el Evangelio

No desearás

71.1. Después de estas pruebas, presentemos aquellos textos de la Escritura que se oponen a esos sofistas herejes, indicando la regla de la continencia que se alcanza de forma racional (o: que debe graduarse según el Verbo).

71.2. Pero el que entienda a cada una de las herejías en particular opondrá la Escritura, usándola a su tiempo para refutar a los que dogmatizan contra los mandamientos.

71.3. Desde antiguo la Ley (prescribe), como hemos dicho (cf. III,9,1), "no desearás la mujer de tu prójimo" (Ex 20,17), proclamando antes que la palabra (o: la voz) del Señor, cercana, según la Nueva Alianza, a lo que dice en propia persona: "Oyeron que la ley dice: "No cometerás adulterio". Pero yo les digo: "No desearás"" (Mt 5,27-28).

71.4. Porque la Ley ha querido que los hombres tuvieran con sus esposas relaciones moderadas en los deseos (o: sobrias) sólo para la procreación, lo que se demuestra por (el hecho de que) prohíbe al soltero unirse inmediatamente con la prisionera; pero, una vez que la desea, le permitirá treinta días de duelo, con el cabello rapado; si aún así la concupiscencia no se debilita, entonces engendrará hijos con ella (cf. Dt 21,10-13); dado que según el tiempo previsto (o: fijado) el deseo que domina (lit.: señorea) ha devenido (lit.: hacia) un deseo racional.

La abstención de las relaciones conyugales

72.1. Así, no podrás demostrar que alguno de los Ancianos (= los justos del AT) se haya acercado a una mujer encinta, según la Escritura; sino que encontrarás que sólo después de la gestación y del amamantamiento del recién nacido las mujeres vuelven a ser conocidas (= tener relaciones conyugales) por los hombres.

72.2. Encontrarás también esta limitación observada por el padre de Moisés, que, interponiendo un trienio, después de la gestación de Aarón engendró a Moisés (cf. Ex 7,7).

72.3. Y la tribu de Leví, que observaba esa norma natural dada por Dios, entró en la tierra prometida con un número inferior que las otras (cf. Nm 3,39).

72.4. Porque una estirpe no crece fácilmente en gran cantidad, si procrean los hombres que se comprometen con un matrimonio legítimo, esperando no sólo durante el embarazo, sino también durante la lactancia.

De quienes deben apartarse los cristianos

73.1. De donde con razón Moisés, para hacer progresar un poco a los judíos en la continencia, ordenó que se abstuvieran "durante tres días" (Ex 19,15) consecutivos de los placeres del amor, para escuchar las palabras divinas.

73.2. "Puesto que nosotros somos templos de Dios, como dijo el profeta: "Habitaré y caminaré entre ellos y seré su Dios y ellos serán mi pueblo"" (2 Co 6,16), si vivimos según los mandamientos, tanto cada uno de nosotros individualmente, como la Iglesia toda.

73.3. "Por eso salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor; y no toquen cosa impura; y yo los acogeré y seré su padre, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso" (2 Co 6,17-18).

73.4. Él ordena proféticamente que nos separemos no de las personas casadas, como (ellos) dicen, sino de los paganos que todavía viven en la prostitución, y de las mencionadas herejías, como impuras e impías que son.

Lo que enseña el apóstol Pablo

74.1. Por lo que también Pablo, dirigiendo su discurso a tales gentes, dice: "Teniendo estas promesas, amados, purifiquemos los corazones de toda mancha de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1). "Porque estoy celoso por ustedes, con el celo de Dios, puesto que los he desposado con un solo hombre, para presentarlos como una virgen pura a Cristo" (2 Co 11,2).

74.2. La Iglesia no se casa con otro, ya tiene esposo, pero cada uno de nosotros tienen la libertad de casarse con la que quiera, conforme a la Ley, me refiero al primer matrimonio.

74.3. "Pero temo que de algún modo, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también los pensamientos de ustedes sean seducidos de la sencillez que conduce a Cristo" (2 Co 11,3); el Apóstol lo dice con mucha circunspección y didácticamente.



Directivas de los apóstoles Pedro y Pablo

75.1. Y también el admirable Pedro dice: "Amados, les ruego que como extranjeros y peregrinos se abstengan de los deseos carnales, los cuales combaten contra el alma; tengan entre los paganos una conducta buena" (1 P 2,11-12).

75.2. "Porque así es la voluntad de Dios, que, haciendo el bien, hagamos enmudecer la obra de los hombres insensatos, como libres y no como quienes tienen la libertad como cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios" (1 P 2,15-16).

75.3. De manera semejante escribe Pablo en la "Carta a los Romanos": "Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?" (Rm 6,2). "Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que igualmente fuera destruido el cuerpo de pecado" (Rm 6,6), hasta: "No den sus miembros como armas de iniquidad para el pecado" (Rm 6,13).

El mismo Dios es el que habla en el Antiguo y en el Nuevo Testamento

76.1. Y llegados aquí no (se puede) omitir sin señalarlo, me parece a mí, que el Apóstol proclama un mismo Dios (operante) mediante la Ley, los profetas y el evangelio. Porque el "no desearás" (Mt 5,28) escrito en el evangelio, lo atribuye a la Ley en la "Carta a los Romanos", puesto que sabe que el que habló por la Ley y los profetas, y el Padre del que anunciaba la buena noticia son el mismo.

76.2. Por eso dice: "¿Qué diremos? ¿Que la Ley es pecado? De ningún modo. Pero no conocí el pecado sino por la Ley, porque yo no conocería la concupiscencia si la Ley no dijera: "No desearás"" (Rm 7,7).

76.3. Y si los adversarios heterodoxos (= "antitactas") sostienen que Pablo dijo por desprecio al Creador lo siguiente: "Porque sé que no habita en mí, es decir, en mi carne, lo bueno" (Rm 7,18); examinen no obstante lo dicho antes y lo subsiguiente.

76.4. Porque había dicho: "El pecado que habita en mí" (Rm 7,17), por lo cual era lógico que dijera: "En mi carne no habita lo bueno" (Rm 7,18).

El cuerpo: templo y sepulcro

77.1. Pero por consiguiente añade: "Si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que habita en mí" (Rm 7,20), que "luchando contra la ley de Dios, dice, y de mi mente, me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros. ¡Miserable hombre (soy)! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,23-24).

77.2. Y de nuevo -porque no se cansa de hacer el bien de cualquier forma que sea- no duda en añadir: "La ley del espíritu me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte" (Rm 8,2), porque, mediante el Hijo, "Dios condenó al pecado en la carne, para que las prescripciones de la ley se cumpliesen en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu" (Rm 8,3-4).

77.3. Y para aclarar todavía más lo que había dicho antes, exclama: "El cuerpo está muerto a causa del pecado" (Rm 8,10), haciendo ver que el cuerpo no es templo, sino sepulcro del alma (cf. 1 Co 3,16; 6,19; Platón, Cratilo, 400 B-C). Porque cuando es santificado por Dios "el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, y también El vivificará sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu que inhabita en ustedes" (Rm 8,11).

El verdadero y único Padre

78.1. De nuevo [Pablo], reprendiendo a los libertinos (o: voluptuosos) añades aquellas (palabras): "Porque la manera de pensar de la carne es muerte" (Rm 8,6);"quienes viven según la carne ponen su mente en las cosas de la carne" (Rm 8,5), "y la mentalidad de la carne es enemistad contra Dios, porque no se somete a la ley de Dios. Los que están en la carne no pueden agradar a Dios" (Rm 8,7. 8), no como algunos enseñan, sino como antes dijimos.

78.2. Por eso, para distinguirla de aquellos dice a la Iglesia: "Pero ustedes no están en la carne, sino en el espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios habita en ustedes. Pero si alguno no tiene el espíritu de Cristo, entonces no es de él. Pero si Cristo está en ustedes, ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu es vida a causa de la justicia" (Rm 8,9-10).

78.3. Así, entonces, hermanos no somos deudores de la carne, para vivir según la carne. Porque si viven según la carne, morirán; pero si por el espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán. Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Rm 8,12-14).

78.4. Y contra la nobleza de origen y la libertad despreciables introducidas por los heterodoxos que se jactan de su libertinaje prosigue diciendo: "Porque no recibieron el espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que recibieron el espíritu de adopción, por el que clamamos: "¡Abba Padre!"" (Rm 8,15).

78.5. Es decir, que lo recibimos para conocer al que adoramos (u: oramos o invocamos), al verdadero Padre, al único Padre del universo (o: de los seres), que nos educa para la salvación, y que como padre amenaza con el temor.

Capítulo XII: Sobre el matrimonio contra Taciano

Obligaciones del matrimonio y del celibato

79.1. La unión conyugal (o: sexual), "cuando de común acuerdo se dedica por algún tiempo se consagra a la oración" (1 Co 7,5), es lección de continencia. Por eso se añade: "De común acuerdo", para que nadie disuelva el matrimonio; y "por algún tiempo", no sea que el casado, al practicar la continencia por necesidad, se deslice en el pecado, absteniéndose de la propia unión sexual (o: conyugal), pero seducido por el deseo de lo ajeno.

79.2. Por la misma razón decía también que si alguien juzga indecente la educación de una doncella (o: mantener en casa a una hija virgen), haría muy bien en dar su hija en matrimonio (cf. 1 Co 7,36).

79.3. La resolución de cada uno, sea que se haya hecho eunuco o se una en matrimonio para procrear, debe mantenerse firme para evitar caer en lo peor.

79.4. Porque si uno es capaz de elevar (el nivel moral) de su vida, conseguirá para sí un mayor mérito delante de Dios, por haber ejercitado la continencia (o: haberse abstenido) pura y racionalmente; pero si sobrepasa la norma buscada para mayor gloria, decaería (respecto) a la esperanza.

79.5. Porque como el que se hace eunuco, también el matrimonio comporta sus propios deberes y obligaciones (lit.: liturgias y diaconías) respecto al Señor; me refiero al cuidado de la esposa y de los hijos. Puesto que el vínculo matrimonial, según me parece, deviene ocasión de honor para quien viva el matrimonio perfectamente, cargando con todas las obligaciones de la casa común.

79.6. Así, por ejemplo, dice [el Apóstol] que se debe constituir obispos, para presidir a toda la Iglesia, a los que han cuidado (bien) su propia casa (cf. 1 Tm 3,4-5).

79.7. Por tanto, "cada uno en la condición en la que fue llamado" (1 Co 7,24) cumpla su servicio, "para ser libre en Cristo" (1 Co 7,22) y pueda recibir el salario conforme a su servicio.

La institución del matrimonio no es obra del diablo

80.1. En otra ocasión discurriendo sobre la Ley, haciendo uso de la alegoría dice: "La mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive" (Rm 7,2), y lo que sigue. Y también: "La mujer está ligada a su marido mientras él viva; pero si se muere éste, queda libre para casarse, pero sólo en el Señor. No obstante, será más feliz si permanece así, según mi parecer" (1 Co 7,39-40).

80.2. En la primera perícopa citada dice: "Ustedes han muerto a la Ley", no al matrimonio, para que llegasen a ser de otro que resucitó de los muertos" (Rm 7,4); a una esposa e Iglesia, que debe ser pura tanto de pensamientos internos contra la verdad, como de las tentaciones externas; es decir, de los que siguen (o: buscan) a las herejías, y la persuaden (para traicionar) con la fornicación al Único Esposo, al Dios todopoderoso, "para que como la serpiente engañó a Eva" (2 Co 11,3), que quiere decir "vida" (Gn 3,20), también nosotros, (engañados) por la ávida astucia de las herejías, transgredamos los mandamientos.

80.3. El segundo pasaje instituye la monogamia. Porque no hay que suponer, como algunos explicaron, que el vínculo de la mujer con el hombre signifique la unión de la carne con la corrupción; por el contrario, se opone a la interpretación de los hombres impíos, que atribuyen directamente al diablo la institución del matrimonio, porque se corre el peligro de denigrar al legislador.

Lo que dice Taciano

81.1. Me parece a mí que fue Taciano el sirio quien se atrevió a formular semejante doctrina (lit.: a dogmatizar tales cosas). Ciertamente en (el libro) "Sobre la perfección según el Salvador" escribió textualmente: "El consentimiento (lit.: la sinfonía) permite la oración, pero la comunidad con la corrupción anula la eficacia mediadora (o: ¿la oración? Cf. 1 Tm 4,5). En todo caso [Pablo] pone límites mucho más severos en la concesión que hace.

81.2. Porque al admitir que podían volver a unirse, sobre todo por causa de Satanás y de la intemperancia, declaró que quien se deje persuadir servirá a dos señores (cf. Mt 6,24): mediante el consentimiento (lit.: sinfonía), a Dios; mediante el disentimiento, a la intemperancia, a la fornicación y al diablo" (Taciano, Fragmentos, 5).

81.3. Esto dice explicando al Apóstol; pero falsifica la verdad construyendo la mentira (o. lo falso) con la verdad.

81.4. Intemperancia y fornicación son pasiones diabólicas, también nosotros lo admitimos; pero en el matrimonio temperante el consentimiento es mediador, porque unas veces conduce en la continencia a la oración, otras veces une a los esposos para la procreación con dignidad.

81.5. Tanto es así que el momento de la procreación es llamado gnosis por la Escritura, allí donde dice: "Adán conoció a su esposa Eva; y ella concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Set;"porque Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel"" (Gn 4,25).

81.6. ¿Ves contra quienes blasfeman los que detestan la procreación honesta y atribuyen la generación al diablo? Porque no se ha dirigido simplemente a una divinidad el que ha puesto delante el artículo para designar al Todopoderoso.



El bautismo

82.1. El agregado del Apóstol: "Y vuelvan a unirse por causa de Satanás" (cf. 1 Co 7,5), tomando la delantera, tiende a impedir el peligro de descarriarse en el deseo de otras personas. Porque el acuerdo temporal no elimina completamente los deseos de la naturaleza, reprimiéndolos severamente; por eso reanuda la convivencia (o: unión) del matrimonio; no por intemperancia, fornicación o por obra del diablo, sino propiamente para no caer bajo la intemperancia, la fornicación y el diablo.

82.2. Taciano también distingue entre el hombre viejo y el hombre nuevo (cf. Rm 7,2), pero no lo entiende como nosotros. Estamos de acuerdo con él cuando decimos que el hombre viejo (representa a) la Ley, y el nuevo al Evangelio, pero no según él quiere, aboliendo la Ley como (si fuera) de otro Dios.

82.3. El mismo Hombre y Señor que vuelve nuevo lo antiguo (cf. Is 43,19; 2 Co 5,17) no permite la poligamia -que las circunstancias exigían cuando era necesario que la humanidad creciese y se multiplicara (cf. Gn 1,28)-, sino que instituye (o: introduce) la monogamia para la procreación y el cuidado de la casa; para esto la mujer fue dada [al varón] como "ayuda" (Gn 2,18).

82.4. Y si por indulgencia el Apóstol "concede" (1 Co 7,6) a alguien las segundas nupcias (cf. 1 Co 7,39), a causa de la intemperancia y el ardor, éste no peca según el (Antiguo) Testamento -porque eso no está prohibido por la Ley-, pero no cumple tampoco con aquella más completa perfección el comportamiento conforme al Evangelio.

82.5. Pero se gana gloria celestial si permanece célibe (lit.: solo consigo), y si conserva incontaminada cualquier unión que ha sido disuelta por la muerte, y si obedece de buen grado al divino designio que lo ha querido dedicado al servicio del Señor "sin distracción" (1 Co 7,35).

82.6. Además, la divina Providencia por medio del Señor tampoco ordena que después del coito matrimonial tenga uno que hacer ahora las abluciones igual que antes (cf. Lv 15,18). Porque no se trata de obligaciones con las que el Señor aparta de la procreación a los creyentes, puesto que los ha lavado totalmente, mediante el único bautismo (cf. Mt 3,15), para (todas) las uniones; y reúne los muchos (baños) de Moisés en un solo bautismo.

La Ley es espiritual

83.1. Desde antiguo la ley profetizaba nuestra regeneración mediante la generación carnal, prescribiendo la ablución tras la emisión del esperma para la generación, no porque aborreciera la generación humana. Porque lo que manifiesta un hombre, (una vez) engendrado, es la potencialidad que reside en el esperma.

83.2. No las muchas relaciones matrimoniales fecundan, sino que la recepción por parte de la matriz manifiesta la concepción; en el taller natural el semen modela el embrión.

83.3. ¿Pero cómo el antiguo matrimonio (es) único e inventado por la ley, distinto del matrimonio conforme al Señor, conservando nosotros el mismo Dios?

83.4. "Porque lo que Dios ha, unido que no lo separe el hombre jamás" (Mt 19,6) está bien dicho; y mucho más lo que el Padre ha mandado lo observará también el Hijo. Si el Legislador y Evangelista son el mismo, entonces no lucha contra sí mismo.

83.5. Porque la Ley vive porque es espiritual (cf. Rm 7,14), entendiéndose gnósticamente. Pero nosotros "estamos muertos a la Ley por el cuerpo de Cristo, para llegar a ser de otro, del que resucitó de los muertos, el que fue profetizado por la Ley, "para que fructifiquemos para Dios" (Rm 7,4).

"Lo que nace del Espíritu es espíritu"

84.1. Por tanto, "la Ley es santa, y el precepto es santo, justo y bueno" (Rm 7,12). Ahora bien, que estemos muertos respecto a la Ley equivale a decir al pecado, puesto de manifiesto por la Ley, que lo revela, no lo crea (o: engendra; cf. Rm 7,7); y mediante la prescripción de lo que se debe hacer y la prohibición de lo que no se debe hacer, la Ley desenmascara el pecado subyacente, "para que se revele pecado" (Rm 7,13).

84.2. Si el matrimonio conforme a la Ley es pecado, no sé cómo alguien dirá que conoce a Dios, diciendo que el mandamiento de Dios es pecado. Pero si la Ley es santa (cf. Rm 7,12), también el matrimonio es santo. Por ello el Apóstol refiere este misterio a Cristo y a la Iglesia (cf. Ef 5,32).

84.3. De la misma manera que lo que nace de la carne es carne, y lo que (nace) del Espíritu es espíritu (cf. Jn 6,3), no sólo en el parto, sino también en la adquisición del saber. Así también "los hijos son santos" (1 Co 7,14) y también las satisfacciones, puesto que las palabras del Señor han desposado el alma con Dios.

84.4. Además, prostitución y matrimonio son distintos, al igual que el diablo dista mucho de Dios. "Y ustedes están muertos a la Ley por el cuerpo de Cristo, para que lleguen a ser de otro, que ha resucitado de los muertos" (Rm 7,4), porque se debe comprender a la vez que nos hemos hecho obedientes inmediatamente, aunque conforme a la verdad de la Ley obedecemos al mismo Señor, que nos exhorta desde antiguo.

Capítulo XII: Sobre el matrimonio contra Taciano (continuación)

Contra los encratitas

85.1. Tal vez, a propósito de esos (herejes) precisamente, "el Espíritu dice abiertamente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, atendiendo a espíritus engañadores y a enseñanzas de demonios, en la hipocresía de los mentirosos, que han sido cauterizados en la conciencia, que prohíben casarse, absteniéndose de alimentos que Dios creó para que los fieles, que han conocido plenamente la verdad, los reciban con acción de gracias. Porque toda criatura de Dios es buena y nada hay reprobable tomado con acción de gracias, puesto que es santificado con la palabra de Dios y la oración" (1 Tm 4,1-5).

85.2. Así, no es necesario prohibir el matrimonio, ni el comer carne o beber vino, porque está escrito: "Lo bueno es no comer carne ni beber vino" (Rm 14,21), si comiendo se escandaliza. Y "es mejor permanecer como yo" (1 Co 7,8); pero tanto el que se casa (lit.: usa) "con acción de gracias" (Rm 14,6), como el que no se casa (lit.: usa), también "con acción de gracias" (Rm 14,6), viva con temperancia gozosa según la razón.

"Comunión en la participación"

86.1. En consecuencia, todas las cartas del Apóstol enseñan realmente la templanza y la continencia respecto al matrimonio, a la procreación de los hijos y a la administración de la casa; contienen numerosas prescripciones y en ninguna parte rechazan el matrimonio casto; al contrario, salvando la coherencia (o: la sucesión) de la Ley con el Evangelio aceptan tanto al que con acción de gracias a Dios usa castamente del matrimonio, como al que vive en estado célibe (lit.: de eunuco), como el Señor quiere (cf. Mt 19,12), mediante una elección que no da pasos en falso y perfecta, según "cada uno ha sido llamado" (1 Co 7,20).

86.2. "La tierra de Jacob era alabada más que toda la tierra" (So 3,20), dice el profeta, glorificando al receptáculo de su espíritu.

86.3. Pero hay quien va contra la generación diciendo que (es) corruptible y caduca, y violentando (los textos) dice que el Salvador se refiere a la procreación (cuando afirma): "No atesoren sobre la tierra, donde la polilla y la herrumbre los hacen desaparecer" (Mt 6,19), y no se avergüenzan de añadir a éstas las palabras del profeta: "Todos ustedes se gastarán como un vestido y la polilla los carcomerá" (Is 50,9).

86.4. Pero tampoco nosotros contradecimos a la Escritura (acerca) de que nuestros cuerpos son corruptibles y caducos por naturaleza; y tal vez les profetizaba la ruina a aquellos con quienes hablaba, en cuanto pecadores (cf. Mt 23,33). Sin embargo, el Salvador no habla sobre la procreación de los hijos, sino que exhorta a la comunión en la participación a quienes sólo pretenden adquirir abundancia de riquezas, pero no quieren socorrer a los necesitados.

Tenemos un solo Padre

87.1. Por eso dice: "Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece hasta la vida eterna" (Jn 6,27). Pero igualmente [los herejes] aducen también otro texto: "Los hijos del siglo ni se casan ni se dan en matrimonio" (Lc 20,35).

87.2. Pero si uno reflexiona en la pregunta sobre la resurrección de los muertos y en los que preguntan (o: buscan saber; cf. Lc 20,33), encontrará que el Señor no rechaza el matrimonio, sino que alerta frente a la esperanza del deseo carnal para después de la resurrección.

87.3. Pero lo de "los hijos del siglo" no lo dijo para distinguirlos de los hijos de cualquier otro siglo, sino como si dijera: cuantos vienen al mundo en este siglo; son hijos por generación, que engendran y son engendrados, porque nadie entrará jamás en esta vida si no es por generación; sin embargo, esta generación, implicada en la misma corrupción, no permanece para quien se ha separado ya de esta vida.

87.4. "Uno solo es nuestro Padre, el que está en los cielos" (Mt 23,9), pero también Padre de todos, por su creación. "No llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra" (Mt 23,9), dice, para que no (piensen) que el que los ha sembrado con la semilla carnal es causa del ser de ustedes, sino que es concausa de la generación o, mejor todavía, ministro (diácono) de la generación.



La santidad es posible tanto en el matrimonio como en la virginidad

88.1. Así, quiere que nosotros volvamos a ser como niños (cf. Mt 18,3), que han reconocido al que es verdaderamente Padre, regenerados por medio del agua, que es otra simiente que la de la creación.

88.2. En verdad, dice: "El célibe cuida de las cosas del Señor; en cambio, el casado, de cómo agradar a la mujer" (1 Co 7,32. 33). ¿Pero qué? ¿No está permitido (vivir) según Dios agradando a la esposa, dando gracias a Dios? ¿No está permitido al casado preocuparse de las cosas del Señor junto con su esposa?

88.3. Pero igual que "la mujer soltera se preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en el cuerpo y el espíritu" (1 Co 7,34), así también la casada se preocupa, en el Señor, de las cosas del marido y del Señor, "para, ser santa en el cuerpo y en el espíritu"; porque ambas son santas en el Señor, una como esposa, la otra como virgen.

88.4. Pero el Apóstol, habla con coherencia (lit.: armoniosamente) en voz alta para vergüenza y rechazo de quienes se inclinan por las segundas nupcias, e inmediatamente dice: "Todo pecado está fuera del cuerpo, pero el que fornica peca contra el propio cuerpo" (1 Co 6,18).

El matrimonio tiene como finalidad la procreación

89.1. Pero si alguien se atreve a decir que el matrimonio es fornicación, de nuevo blasfema atacando contra la Ley y el Señor. Porque lo mismo que la avaricia es llamada fornicación por oponerse al saber contentarse (lit.: bastarse a sí mismo), e idolatría en cuanto que se reparte al Uno en muchos dioses, así también la fornicación es el deslizarse del único matrimonio en muchos. Porque como hemos dicho, fornicación y adulterio (o: toman) asumen en el Apóstol tres significados (cf. Ef 5,5).

89.2. Sobre esto dice el profeta: "Fueron vendidos por sus pecados" (Is 50,1); y de nuevo: "Te has contaminado en tierra ajena" (Ba 3,10), considerando impura la comunión perpetrada con otro cuerpo y no con el concedido en el matrimonio para procrear hijos.

89.3. Por eso también el Apóstol dice: "Quiero, por tanto, que las jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen sus casas y no den al enemigo ningún pretexto de maledicencia; porque algunas ya se descarriaron en pos de Satanás" (1 Tm 5,14-15).

La llamada de Dios y el matrimonio no se oponen

90.1. Por otra parte, aprueba plenamente al hombre, sea presbítero, diácono o laico, casado con una sola mujer (cf. 1 Tm 3,2. 12; Tt 1,6), que usa del matrimonio de modo irreprensible: "Puesto que se salvará por tener hijos" (1 Tm 2,15).

90.2. En otro lugar el Salvador, llamando a los judíos "generación malvada y adúltera" (Mt 12,39), enseña que no han conocido la Ley como la Ley quiere, sino que siguiendo la tradición de los ancianos y preceptos humanos (cf. Mt 15,2-9; Mc 7,5. 7; Is 29,13), adulteran la Ley, porque no les han recibido como "esposo y dueño de su virginidad" (Jr 3,4).

90.3. Pero también (Él) sabe, quizás, que eran esclavizados por extrañas concupiscencias, por las que se hacían continuamente esclavos de los pecados vendiéndose a los extranjeros (cf. Is 50,1; Ba 4,6); puesto que entre los judíos no existían de manera oficial mujeres públicas, sino que también estaba prohibido el adulterio.

90.4. Pero el que dijo: "He tomado mujer y no puedo ir" (Lc 14,20) al banquete divino, era un ejemplo para amonestar a los que se alejan de los mandatos divinos por causa de los placeres; puesto que por esa misma razón, ni los justos anteriores a la venida del Señor, ni los que se han casado después de la venida, aunque sean apóstoles, se salvarían.

90.5. Como también dice el profeta: "Me encuentro envejecida en medio de todos mis adversarios" (Sal 6,8), entendiendo por adversarios a los pecados. Pero el pecado es uno: no el matrimonio, sino la fornicación; en caso contrario, digan también que es pecado la generación y el Creador de la generación (o: vida).


Capítulo XIII: Contra Julio Casiano encratita

Afirmaciones de Julio Casiano

91.1. El iniciador (exarca) del docetismo, Julio Casiano, también aduce argumentos semejantes. Así, en el tratado "Sobre la continencia" o "El estado del célibe" (lit.: de eunuco) dice textualmente: "Y nadie afirme que, puesto que tenemos esos órganos, porque la mujer está conformada de un modo y el varón de otro, ella para recibir y el para sembrar la semilla, la unión (matrimonial) ha sido aprobada por Dios.

91.2. Porque si semejante disposición viniese de Dios, hacia el cual tendemos, (Él) no habría llamado dichosos a los eunucos (cf. Mt 19,12), ni el profeta hubiera afirmado que ellos no son un árbol estéril (o: que no dan frutos; Is 56,3), pasando del árbol al hombre que por previa elección de un ideal (lit.: una idea) se hace eunuco" (Julio Casiano, Fragmentos, 1).

Julio Casiano y los valentinianos

92.1. Y luchando por la impía (lit.: atea) opinión añade: "¿Pero cómo no imputárselo ciertamente al Salvador, si nos transformó, nos liberó del error y de la relación (lit.: comunión) de los órganos, de las partes viriles y de las panes pudendas" (Julio Casiano, Fragmentos, 2). En esto dogmatiza de acuerdo con Taciano. Pero éste (¿Casiano o Taciano?) había frecuentado la escuela de Valentín.

92.2. Por eso dice Casiano: "Preguntando Salomé cuándo se conocerían estas cosas de las que hablaba, dijo el Señor: "Cuando pisen la vestidura del pudor y cuando los dos vengan a ser una misma cosa, y el varón, junto con la mujer, no sea ya ni varón ni mujer" (Evangelio de los Egipcios, Fragmentos, 5).

Dónde se encuentra la verdadera doctrina cristiana

93.1. Ante todo, no encontramos esa declaración en los cuatro Evangelios transmitidos a nosotros, sino en el "(Evangelio) de los Egipcios". Luego, me parece que Casiano ignora que se habla del impulso masculino aludiendo a la ira y del femenino (para referirse) a la concupiscencia; arrepentimiento y pudor van tras esas actuaciones (lit.: energías).

93.2. Ahora bien, no perdonamos ni al irascible ni al concupiscible, que crecen por costumbre y por mala educación y entenebrecen y obscurecen la razón (o: la mente, el pensamiento); sino despojémonos de la oscuridad que producen, humillándonos con el arrepentimiento (cf. Gn 3,21), unamos espíritu y alma en la obediencia a la razón; entonces, como también dice Pablo, "no habrá más en nosotros ni varón ni hembra" (Ga 3,28).

93.3. Pero separada de ese esquema por el que se distinguen varón y hembra, el alma va (o: se transforma) hacia la unidad, que no es ni lo uno ni lo otro. Pero aquel ilustre (= Julio Casiano) sostiene de manera muy platónica que el alma, siendo divina y afeminada por la concupiscencia, desciende de lo alto hasta aquí para la generación y la muerte (o: corrupción).

Capítulo XIV: Contra los encratitas

El Señor vino a salvarnos

94.1. Inmediatamente violenta a Pablo a decir que la generación proviene de un engaño, donde [Pablo] dice: "Pero temo que como la serpiente engañó a Eva, sus pensamientos se corrompan lejos de la sencillez que lleva Cristo" (2 Co 11,3).

94.2. Pero también el Señor vino, como todos confiesan, a [salvar] a los que estaban perdidos (cf. Mt 18,11; Lc 19,10); pero no porque haya bajado de lo alto [para salvar] la perdida generación de aquí (abajo) -porque la generación ha sido creada y es creación del Todopoderoso, que no haría caer al alma de (un estado) mejor a otro peor-.

94.3. Pero el Salvador vino por nosotros, extraviados por los pensamientos, corrompidos por la desobediencia a los mandamientos y por la voluptuosidad. Quizás porque nuestro protoplasmador (protoplastos = Adán) anticipó el tiempo, deseando antes del momento (lit.: hora) el placer del matrimonio, y pecando; porque "todo el que mira a una mujer para desearla, ya comete adulterio con ella" (Mt 5,28), no aguardando el tiempo establecido (lit.: de la voluntad).

Hemos sido creados por voluntad de Dios

95.1. Era el mismo Señor el que también entonces juzgaba la concupiscencia que anticipa el matrimonio. Así, cuando el Apóstol dice: "Revístanse del hombre nuevo, que ha sido creado según Dios" (Ef 4,24), lo dice para nosotros, plasmados como hemos sido, modelados por voluntad del Todopoderoso; y habla de viejo y de nuevo no en relación a la generación y la regeneración, sino a la vida en obediencia o desobediencia.

95.2. "Con túnicas de pieles" (Gn 3,21), llama Casiano a los cuerpos; más tarde demostraremos que está equivocado él y cuantos piensan (lit.: dogmatizan) como él, cuando demostremos la generación del hombre como una lógica prosecución de lo que se ha dicho con anterioridad. También dice: "Aquellos que están sujetos a los reyes de la tierra engendran y son engendrados" (Mt 20,25), pero nuestra patria está en el cielo, de donde esperamos el Salvador" (Flp 3,20).

95.3. Y nosotros sabemos que esto está bien dicho, por eso debemos comportarnos como "huéspedes y peregrinos" (Hb 11,13), los casados como los no casados, los que poseen como los que nada tienen, los que engendran hijos como padres de seres mortales, como los que deben abandonar las riquezas (cf. 1 Co 7,29-31), como quienes están dispuestos a vivir sin esposa, si fuera necesario; sin usar apasionadamente de las cosas creadas (o: de la creación), sino "con toda gratitud (lit.: acción de gracias)" (1 Tm 4,4), y teniendo altos ideales.



Capítulo XV: Contra los encratitas

La acción del enemigo contra quienes viven rectamente su matrimonio

96.1. De nuevo, cuando [el Apóstol] dice: "Bueno es para el hombre no tocar mujer; pero por evitar la fornicación, tenga cada uno su mujer" (1 Co 7,1-2), añade en seguida, como si diera una explicación: "Para que no los tiente Satanás" (1 Co 7,5).

96.2. Porque no dice: "A causa de la incontinencia" (1 Co 7,5) por los que honestamente usan del matrimonio sólo para de procrear, sino por cuantos desean traspasar el límite de la procreación, para que el enemigo no les excite mucho encrespando el deseo de placeres extraños (o: ajenos).

96.3. Quizás, porque se opone y ataca por envidia a quienes viven honestamente (o: justamente), quiere con ello ponerlos bajo su mando, intentando procurarles ocasiones (de pecado) mediante una continencia fatigosa.

Errores de la interpretación bíblica de los herejes

97.1. Por eso con razón [el Apóstol] dice: "Mejor es casarse que arder" (1 Co 7,9), de forma que el marido dé el débito a la mujer y la mujer al marido, y no se priven mutuamente (cf. 1 Co 7,3. 5) de la ayuda dada por la economía divina para la generación.

97.2. Dice [el Señor]: "Pero el que no aborrece al padre y a la madre, a la esposa e hijos, no puede ser mi discípulo" (Lc 14,26).

97.3. No invita a odiar a la familia, porque dijo: "Honra a tu padre y a tu madre para que vivas bien (o: te vaya bien)" (Ex 20,12), sino que (quiere) decir: no te dejes llevar por impulsos irracionales ni te conformes con las costumbres de la ciudad. Una casa está constituida por una familia, y una ciudad por casas, como dijo también Pablo a los que se ocupan del matrimonio "tratando de agradar al mundo" (1 Co 7,33).

97.4. En otra ocasión dice el Señor: "El que ha tomado mujer que no la repudie, y el célibe no se case" (cf. 1 Co 7,10; Mt 19,3-12); es decir, el que por resolución de castidad (lit.: eunuco) ha decidido no casarse, que permanezca soltero (o: célibe).

La paternidad espiritual

98.1. Tanto a los unos como a los otros el mismo Señor les ofrece respectivamente promesas diciendoles a través del profeta Isaías: "Que no diga el eunuco: "Soy un árbol seco". Así dice el Señor a los eunucos: "Si guardan mis sábados y hacen todo lo que yo mando, les daré un lugar mejor que el de hijos e hijas"" (Is 56,3-5).

98.2. Porque el celibato del eunuco no justifica por sí sólo, ni tampoco el sábado del eunuco, si no se cumplen los mandamientos.

98.3. Y añadiendo, para los casados, les dice: "Mis elegidos no se fatigarán en vano, ni tendrán hijos destinados a la maldición, porque son semilla bendecida por el Señor" (Is 65,23).

98.4. Porque quien ha procreado, criado y educado en el Señor, conforme al Verbo, lo mismo que quien ha engendrado según la verdadera catequesis, les está reservado un premio, el mismo que a la semilla elegida.

98.5. Pero otros interpretan la procreación (como) una maldición, y no comprenden que la Escritura habla contra ellos mismos. Porque los elegidos verdaderamente por el Señor no enseñan opiniones (lit.: no dogmatizan), ni engendran la maldición, como las herejías.

El verdadero sentido del estado de eunuco

99.1. Eunuco no se refiere, en efecto, al que ha sido mutilado de las partes pudendas ni tampoco al célibe, sino al que no engendra verdad. Ese era antes "árbol seco", pero si obedece al Verbo y "observa los sábados" (Is 56,2), con la abstención de pecados y cumpliendo los mandamientos, será más estimado que los que son educados sin una recta conducta y sólo por las palabras.

99.2. Dice el Maestro: "Hijitos, aún estaré con ustedes un poco" (Jn 13,33). Por eso mismo dice también Pablo, escribiendo a los Gálatas: "Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta que Cristo se forme en ustedes" (Ga 4,19).

99.3. Y de nuevo escribiendo a los Corintios: "Porque aunque tengan muchos pedagogos en Cristo, sin embargo no tienen muchos padres; porque yo los he engendrado en Cristo por medio del Evangelio" (1 Co 4,15).

99.4. Por tanto, "no será admitido en la asamblea de Dios un eunuco" (Dt 23,1), el estéril y que no da fruto en obras y palabras (lit.: en vida y en palabra); pero "los que se han hecho a sí mismos eunucos, evitando todo pecado, por el reino de los cielos" (Mt 19,12), son bienaventurados porque ayunan del mundo.

Capítulo XVI: Contra los encratitas

La transmisión del pecado original

100.1. "Maldito el día en que nací, y no sea bendito" (Jr 20,14), dice Jeremías; no diciendo sencillamente que la generación sea maldita, sino porque está disgustado por los pecados y desobediencia del pueblo.

100.2. Así, añade: "¿Por qué fui engendrado, para ver fatigas y dolores, y acabar mis días en el oprobio?" (Jr 20,18). En efecto, todos los que pregonaban la verdad eran perseguidos y corrían peligro por la desobediencia de los que escuchaban.

100.3. El profeta Esdras dice: "¿Por qué el vientre de mi madre no fue mi sepulcro, para no ser la aflicción de Jacob y la angustia de la estirpe de Israel?" (del apócrifo IV libro de Esdras, 5,35).

100.4. "Nadie está limpio de inmundicia, dice Job, aunque un solo día sea su vida" (Jb 14,4-5).

100.5. ¡Qué nos digan cómo ha fornicado el niño recién nacido, o cómo pudo caer bajo la maldición de Adán el que no ha realizado acto alguno!

100.6. Ya (lit.: pero) sólo les queda decir, según parece, que la generación es mala; no únicamente la del cuerpo, sino también la del alma, por la cual existe también el cuerpo.

100.7. Y cuando David dice: "En pecados fui concebido, y en maldades me concibió mi madre" (Sal 50 [51],7), proféticamente llama madre a Eva; pero "Eva fue madre de los vivientes" (Gn 3,20); y si fue concebido en pecado, no por eso él (está) en pecado, ni él mismo (es) pecado.

El verdadero combate cristiano

101.1. Pero también todo el que se convierte del pecado a la fe se separa de la costumbre pecaminosa, como de la madre, para la vida, me lo testimonia uno de los doce profetas, al decir: "Si doy mi primogenitura a cambio de la impiedad, y el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma" (Mi 6,7).

101.2. No acusa al que dijo: "Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28), sino que llama "impiedad" a los primeros impulsos posnatales (o: después de la generación), por los que no reconocemos a Dios.

101.3. Pero si por esto alguno llama mala a la generación, también es un bien por aquello otro que ella tiene: el conocer la verdad. "Despiértense, como conviene, y no sigan pecando, porque algunos tienen desconocimiento de Dios" (1 Co 15,34); evidentemente los pecadores. Porque no tenemos un combate contra la sangre y la carne, sino contra los principados espirituales, los dominadores del mundo de las tinieblas" (Ef 6,12), que pueden tentarnos; por eso las concesiones (o: perdones, indulgencias; cf. 1 Co 7,5-6).

101.4. Por eso dice también Pablo: "Yo castigo mi cuerpo y lo reduzco a esclavitud" (1 Co 9,27), porque "todo el que lucha ejercita el propio dominio" (1 Co 9,25) -en vez (de decir) moderado (o: continente) para todo, no absteniéndose de todo sino usando moderadamente lo que juzga (debe usar)-;"ellos para recibir una corona corruptible, nosotros, por el contrario, una incorruptible" (1 Co 9,25); queremos vencer en la lucha, pero no ser coronados sin esfuerzo.

101.5. Por otra parte, algunos, en aras de la continencia, anteponen la viuda a la virgen, porque mira con desdén el placer que ya ha experimentado.

Capítulo XVII: Contra diversos herejes

Contra Casiano, Marción y Valentín

102.1. Pero si la generación es un mal, digan esos blasfemos que en el mal (estaba) el Señor, al participar de la generación, (y) en el mal (estaba) la Virgen que lo engendró.

102.2. ¡Ay de mí qué males! Blasfeman la voluntad de Dios y el misterio de la creación al atacar la generación.

102.3. De aquí el docetismo de Casiano y de Marción; de aquí el cuerpo psíquico de Valentín, porque dicen: "El hombre se asemeja a las bestias" (Sal 48 [49],13 y 21), llegando a la unión carnal. Pero, cuando verdaderamente lleno de pasión (lit.: apasionado) desea asaltar el lecho de otro, entonces realmente ese (hombre) se animaliza (o: bestializa). "Se convirtieron en caballos locos por las mujeres; cada uno relincha tras la mujer del prójimo" (Jr 5,8).

102.4. Y después, la serpiente habría tomado de los animales irracionales la habilidad (o: la práctica) para conspirar, persuadiendo (o: engañando) poco a poco, con éxito, a Adán para que consintiera a la unión con Eva, como si los primeros padres (protoplastos) no hubieran usado de ésta según la naturaleza, como algunos pretenden. De esta forma de nuevo se calumnia (lit.: blasfema) la creación que habría hecho a los hombres más deficientes (lit.: débiles) por naturaleza que a los animales irracionales, a los que se habrían asimilado los primeros modelados (protoplastos) por Dios.



La generación es santa

103.1. Pero si la naturaleza los estimuló como a los irracionales a la procreación, sin embargo, ellos se dejaron provocar antes de lo conveniente, como jóvenes que eran, seducidos por un engaño; (y) fue justo el juicio de Dios contra los que no esperaron pacientemente (su) voluntad. Pero la generación es santa, porque por ella ha sido creado (o: constituido) el mundo, las esencias, las naturalezas, los ángeles y las Potencias, las almas, los mandamientos, la Ley, el Evangelio, y la gnosis de Dios.

103.2. "Y toda carne es hierba y toda gloria del hombre como flor de hierba. Se seca la hierba, se cae la flor, pero la palabra del Señor permanece" (Is 40,6-8); (palabra) que ha ungido al alma y la ha unido al Espíritu.

103.3. ¿Pero cómo sin el cuerpo podía alcanzar (su) fin la economía para nosotros en la Iglesia? Cuando también él mismo, cabeza de la Iglesia (cf. Ef 1,22; 5,23), vino a la tierra en carne, aunque deforme y feo, enseñándonos a dirigir la mirada hacia (la naturaleza) invisible e incorpórea de la Causa divina.

103.4. Dice el profeta: "Porque árbol de vida es el deseo cumplido" (Pr 13,12; cf. Jn 1,13), enseñando que los deseos limpios y puros (son los que están) en el Señor viviente.

La gnosis de la verdad

104.1. Pero algunos ahora quieren que la unión matrimonial del varón y la mujer, llamada conocimiento (cf. Gn 4,1), sea pecado, puesto que eso significa el comer del árbol del bien y del mal (cf. Gn 2,9. 17), enseñando la violación de un mandamiento mediante el uso (del verbo) conocer (Gn 4,1).

104.2. Pero si esto es así, entonces también la gnosis de la verdad es un "comer del árbol de la vida" (Gn 2,9; 3,33). Es, por tanto, una participación en este árbol el matrimonio temperante.

104.3. Hemos dicho anteriormente (cf. III,96,2) cómo puede usarse el matrimonio bien o mal; y eso es el árbol del conocimiento: no transgredir (las leyes) del matrimonio.

104.4. Pero ¿qué digo? ¿Acaso el Salvador no curaba las pasiones del alma como las del cuerpo? Por tanto, si la carne fuera enemiga del alma, no habría fortificado a esa enemiga por medio del restablecimiento de la salud.

104.5. "Pero yo les digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Co 15,50); porque el pecado, que es corrupción, no puede tener nada en común con la incorruptibilidad, que es justicia. Dice: "¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado en Espíritu, ¿ahora acaban en la carne?" (Ga 3,3).

Capítulo XVIII: Contra los herejes

El mundo es creado

105.1. Por tanto, siendo la justicia y la armonía de la salvación venerable y firme, algunos la han extendido excesivamente, como hemos demostrado (cf. III,40,2-3; 45,1; 63,1), interpretando la continencia (de forma) blasfema y con toda impiedad; (sin embargo), habrían podido escoger el celibato (lit.: eunuquía), conforme a la recta norma, con piedad, agradeciendo la gracia concedida y sin odio a la creación ni desprecio por las (personas) casadas. Porque el mundo (es) creado y creado es el celibato (o: eunuquía), y ambos dan gracias por la condición en la que han sido creados, si conocen también el fin para el que han sido creados (o: dispuestos).

105.2. Pero los que, desenfrenándose, se han convenido en insolentes; verdaderamente se convirtieron en "caballos locos que relinchan por las mujeres de los vecinos" (Jr 5,8); incapaces de ponerse freno a sí mismos, y persuadiendo al prójimo a la voluptuosidad mediante su desdichada interpretación de aquel (texto) de la Escritura: "Te llevarás tu parte con nosotros, procurémonos todos una bolsa común, una pequeña bolsa habrá para nosotros" (Pr 1,14).

El cristiano "vive en la fe del Hijo de Dios"

106.1. Por eso el mismo profeta aconsejándonos dice: "No te pongas en camino con ellos, aparta tu pie de sus senderos. Porque es injusto tender redes a los pájaros; puesto que, ellos partícipes de la sangre, atesoran para sí males" (Pr 1,15. 17-18); es decir, reivindican la impureza y enseñan lo mismo al prójimo; pendencieros, según dice el profeta, que golpean con sus colas (cf. Ap 9,10. 19), a las que los griegos llaman kerkos.

106.2. A ellos estaría aludiendo esa profecía; sin voluntad, inmoderados, belicosos con sus colas, "hijos de la ira" (Ef 2,3) y de las tinieblas, manchados de sangre, suicidas y homicidas del prójimo.

106.3. "Expurguen el viejo fermento, para ser una masa nueva" (1 Co 5,7), nos grita el Apóstol. Y de nuevo, enojado con tales (hombres), manda "no mezclarse con quien se llama hermano siendo fornicario, codicioso, idólatra, difamador, borracho o estafador; ni tampoco comer con ése" (1 Co 5,11).

106.4. "Yo por la misma Ley he muerto a la Ley, dice, a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, como viviendo según las pasiones, sino que Cristo vive en mí" (Ga 2,19-20), viviendo casta y felizmente por la obediencia a los mandamientos. Por tanto, antes vivía carnalmente en la carne, "pero lo que ahora vivo en la carne, (lo) vivo en la fe del Hijo de Dios" (Ga 2,20).

Deberes de los esposos

107.1. "No vayan por los caminos de los paganos y no entren en una ciudad de samaritanos" (Mt 10,5), dice el Señor, para disuadirnos de la forma de vida contraria, porque "la catástrofe de los hombres inicuos es terrible. Así son los caminos de todos los que realizan la iniquidad" (Pr 1,18-19).

107.2. "¡Ay de aquel hombre!", dice el Señor: "Mejor le sería no haber nacido, antes que haber escandalizado a uno solo de mis elegidos. Más le valdría atarse una piedra de molino y hundirse en el mar, antes que pervertir a uno de mis elegidos" (Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, 46,8; cf. Mt 26,24 y 18,6). "Puesto que por su culpa es blasfemado el nombre de Dios" (Rm 2,24).

107.3. Por eso el noble Apóstol afirma: "Les escribí en la carta que no se mezclaran con fornicarios" (1 Co 5,9), hasta: "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo" (1 Co 6,13).

107.4. Y puesto que el matrimonio no (es) una fornicación añade diciendo: "¿No sabéis que quien se junta con una meretriz es un cuerpo con ella?" (1 Co 6,16). ¿O se dirá que una virgen es meretriz antes de casarse?

107.5. "No se priven el uno del otro, dice, a no ser de acuerdo por un tiempo" (1 Co 7,5), dando a entender con el término "privarse" el débito del matrimonio, la procreación, como lo había aclarado anteriormente, diciendo: "El marido pague a la mujer el débito, e igualmente también la mujer al marido" (1 Co 7,3).



El templo del Señor

108.1. Pagado ese (débito), (ella) ayuda mediante la guarda de la casa (cf. Gn 2,18) y la fe en Cristo. Y aún dice más claramente: "A los casados ordeno, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido -pero si se separa, permanezca sin casarse o se reconcilie con el marido-, y que el marido no abandone a la mujer. A los demás les digo yo, no el Señor, que, si algún hermano..., hasta y ahora son santos" (1 Co 7,10-12. 14).

108.2. Pero, ¿qué pueden decir los que profieren invectivas contra la ley y el matrimonio? ¿Acaso se permitió sólo por la Ley, pero no según el Nuevo Testamento? ¿Qué pueden decir contra estas normas aquellos que abominan del acto conyugal (lit.: la seminación) y de la generación? Además, también [el Apóstol] establece que el obispo, "que gobierna bien la propia casa" (1 Tm 3,4), gobierne la Iglesia, y la unión con "una sola mujer" (Tt 1,6) constituye el templo al Señor.

El falso bautismo

109.1. "Todo es limpio para los limpios, dice, pero para los impuros e infieles nada hay puro, porque su mente y su conciencia están contaminadas" (Tt 1,15).

109.2. Pero sobre el placer contra las normas (lit.: cánones) dice: "No se dejen engañar; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los avaros, ni los ladrones, ni los ebrios, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Nosotros estamos lavados" (1 Co 6,9-11), porque fuimos como aquellos (o: porque estuvimos con aquellos); pero los que lavan para la disolución, bautizan para ir desde la templanza a la prostitución, dogmatizando que hay que complacer a los placeres y a las pasiones, enseñando a ser incontinentes en vez de sobrios; uniendo la esperanza a la desvergüenza de sus miembros (cf. Ef 3,19); preparando a sus seguidores para que sean desheredados del reino de Dios, no inscritos en él (cf. Ap 20,12 y 15; 21,27); bajo la denominación de "falsa gnosis" (1 Tm 6,20) han emprendido el camino hacia las tinieblas exteriores (cf. Mt 8,12; 22,13; 25,30).

109.3. "Por lo demás, hermanos, consideren lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable, laudable, virtuoso y digno de alabanza; y practiquen lo que han aprendido, recibido, oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes" (Flp 4,8-9).

Conclusión del libro tercero

110.1. También Pedro en su carta dice lo mismo: "De modo que la fe y la esperanza de ustedes estén en Dios, porque han purificado sus almas en la obediencia a la verdad" (1 P 1,21-22).

110.2. "Como hijos obedientes, no se amolden a las apetencias de antes, cuando estban en la ignorancia; sino conforme al que los llamó que es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, porque está escrito: "Serán santos porque yo soy santo"" (1 P 1,14-16; cf. Lv 11,44; 19,2; 20,7).

110.3. Pero basta ya, puesto que la controversia necesaria con los hipócritas falsificadores de la gnosis nos ha llevado más allá de lo indispensable, y ha alargado mucho el discurso. Por causa de los cual el tercer Stromata de nuestras notas (o: memorias) gnósticas según la verdadera filosofía aquí tiene su final.

 

 


LIBRO IV


Capítulo I: Introducción

Plan del libro cuarto

1.1. Se sigue, pienso yo, que se debe tratar sobre el martirio y (sobre) quién es el [hombre] perfecto; temas que incluirán, según las exigencias del discurso, los que vengan como consecuencia, y cómo deben filosofar igualmente el esclavo y el libre, sean del género masculino o femenino.

1.2. Después, cuando hayamos terminado lo referente a la fe y a la investigación, expondremos el género simbólico; para que, habiendo terminado rápidamente (lit.: con una incursión), la exposición moral, recapitulemos la utilidad que se ofrece a los griegos desde la filosofía bárbara.

1.3. Después de ese esbozo, se presentará brevemente una explicación de las Escrituras tanto a griegos como a judíos; y cuanto en los Stromata anteriores no se pudo abarcar, (y) que según la introducción de (nuestro) proemio nos propusimos desarrollar en un solo libro, impedidos por la abundancia de los temas.

La autoridad de la Sagrada Escritura

2.1. Después de esto, realizada lo mejor posible la exposición según nuestros fines, deberemos investigar las teorías físicas (lit.: cosas de la naturaleza) sobre los principios, según las opiniones que han llegado hasta nosotros desde los griegos y otros bárbaros (= herejes); buscando conocer y discutir lo más importante de lo ideado por los filósofos.

2.2. A estas cosas deberá seguir, después de la incursión teológica, una explicación detallada de la transmisión de la profecía, como también que las Escrituras, en las que creemos, tienen autoridad absoluta del Todopoderoso, mediante ellas podremos demostrar sucesivamente a todas las herejías que el Dios único y Señor todopoderoso es el anunciado por la Ley y los profetas, y también por el bienaventurado Evangelio.

2.3. Pero nos aguardan muchas confrontaciones con los herejes (lit.: heterodoxos); nos esforzaremos por refutar lo que han publicado en escritos, persuadiéndolos, aún a pesar suyo, avergonzándolos mediante las Escrituras mismas.

La física (o fisiología) gnóstica

3.1. Una vez finalizada nuestra exposición, si el Espíritu quisiere, en las notas (o: memorias) proveeremos para la necesidad urgente -porque hay mucho de utilidad que decir por necesidad de la verdad-; entonces pasaremos a la fisiología realmente gnóstica, iniciándonos en los pequeños misterios antes (de llegar) a los grandes, de manera que nada impida el ministerio sagrado (lit.: hieronfantía), en verdad divino, porque habremos sido purificados e informados de lo que previamente se debe narrar y transmitir.

3.2. En todo caso, la fisiología de la tradición gnóstica según el canon de la verdad, o mejor la contemplación, depende del tratado sobre la cosmogonía, elevándose desde allí mismo al género teológico.

3.3. Por ello, daremos comienzo a la transmisión a partir del origen profetizado; a la vez también expondremos (las opiniones) de los herejes (lit.: heterodoxos) e intentaremos, en cuanto nos sea posible, refutarlas.

3.4. Pero eso se escribirá, si Dios quiere y como nos lo inspire; ahora hay que afrontar lo propuesto y completar (o: terminar) el discurso ético.



Capítulo II: Introducción (continuación)

Sobre los "Stromata"

4.1. Nuestras notas serán, como muchas veces hemos dicho (cf. I,18,1; 55,1. 3; 56,3), en razón de los que se acerquen a leerlas libremente (o: sencillamente) sin experiencia, abigarradas, como su nombre lo indica, pasando continuamente de una cosa a otra, y en la sucesión de las discusiones, indicando una cosa pero mostrando otra (cf. I,14,3).

4.2. "Porque los buscadores de oro", dice Heráclito, "cavan mucha tierra y encuentran poco" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 22); pero los que (son) de la raza de oro, al explorar lo que les es afín, encontrarán mucho en poco. Porque (este) escrito hallará uno solo que lo comprenda.

4.3. Ciertamente, los Stromata de estas notas ayudan a la memoria en el esclarecimiento (o: manifestación) de la verdad a quien está dispuesto a buscar con la razón.

4.4. Pero también nosotros deberemos esforzarnos y aportar (o: imaginar, inventar) otras ayudas, puesto que a los que van por un camino que no conocen les basta la sola indicación que les conduzca a él.

Busca y encontrarás

5.1. Pero después tendrán que proseguir y descubrir por ellos mismos lo que falta [del camino], del mismo modo que dicen que respondió la Pitonisa a un esclavo que deseaba un oráculo sobre cómo complacer a [su] señor: "Si buscas, [lo] encontrarás" (cita desconocida; cf. Mt 7,7).

5.2. Es realmente difícil, según parece, descubrir lo hermoso que está escondido, puesto que "la virtud se consigue mediante sudor (o: el sudor acompaña a la virtud), y largo y empinado es el sendero que a ella conduce, y áspero al comienzo. Pero cuando se llega a la cumbre, entonces resulta fácil, por fatigoso que sea" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 289-292).

5.3. Porque en verdad, "estrecho y angosto es el camino" (Mt 7,14) del Señor; y "el reino de Dios es de quienes se esfuerzan" (Mt 11,12); por ello dice: "Busca y hallarás" (Mt 7,7; Lc 11,9); permaneciendo en el camino realmente regio uno no se desvía.

La variada obra de la abeja: comparaciones de los "Stromata"

6.1. Ciertamente abundante es la semilla fecunda en lo poco de las enseñanzas (lit.: dogmas) contenidas en esta obra, "como toda la hierba del campo" (Jb 5,25), dice la Escritura.

6.2. También los Stromata de estas notas poseen el título apropiado, según aquella antigua ofrenda florecida sin artificio, sobre la que Sófocles escribió:

6.3. "Había un vellón de lana, una libación del jugo de las vides, y el racimo guardado cuidadosamente; había también diversos frutos mezclados con granos de cebada; y pingüe aceite, y la variada obra de la rubia abeja modelada (o: plasmada) con cera" (Sófocles, Fragmentos, 366).

Prosiguen las comparaciones

7.1. En efecto nuestros "Stromata", conforme al campesino del cómico Timocles, producen "higos frescos, aceite, higos secos y miel" (Timocles, Fragmentos, 36), como un terreno fértil.

7.2. Y ante esa abundancia de frutos, añade: "¡Te refieres a un eiresión (= ramo de procesión), no a un campo de cultivo!" (Timocles, Fragmentos, 36).

7.3. Por eso, los atenienses tenían la costumbre de exclamar: "El eiresión lleva higos frescos, gruesos panes, miel en una taza y aceite para ungirse" (Plutarco, Teseo, 22).

7.4. Es necesario, por tanto, como quien criba, agitar y lanzar al aire muchas veces la mezcla de semillas para elegir o seleccionar el trigo.

Capítulo III: La grandeza del ser humano

Abstenerse del mal

8.1. La mayoría de los hombres tienen un modo de ser semejante al régimen (lit.: disposición) del invierno (o: de las tormentas), inestable e imprevisible.

8.2. "La desconfianza ha ocasionado muchos bienes, y la fe males" (Anónimo, Fragmento, 113).

8.3. Epicarmo dice: "Acuérdate de desconfiar: (ahí están) las coyunturas del espíritu" (Fragmentos, 22 B 13).

8.4. De hecho, lo mismo que no creer en la verdad acarrea la muerte, así también creer, la vida; pero, por el contrario, creer en la mentira desconfiando de la verdad lleva a la perdición.

8.5. Puede decirse lo mismo sobre la continencia y la incontinencia; porque en verdad abstenerse de hacer el bien es obra del mal, pero alejarse de la injusticia es inicio de salvación.

8.6. Así, me parece que el sábado (= descanso sabático), elogiando la abstinencia mediante la abstención de las cosas malas, (da a entender) también con ello en qué el hombre se diferencia de los animales.

8.7. Ahora bien, los ángeles de Dios son más sabios: "Lo hiciste -dice [la Escritura]- poco inferior a los ángeles" (Sal 8,6). Este texto no se refiere al Señor -aunque también Él tuviera carne-, sino al [hombre] perfecto y gnóstico, inferior a los ángeles por el tiempo y la vestimenta [de carne].

8.8. Por consiguiente, no digo que la sabiduría [angélica] es otra cosa distinta que el saber [humano], puesto que no difieren en el modo de vida, porque el vivir es común a la naturaleza mortal, es decir, al hombre, y al que ha sido juzgado digno de inmortalidad (= el ángel), sino que se diferencian una de otra por el estado de contemplación y de continencia.

El ser humano tiene alma y cuerpo

9.1. Por ello, me parece que también Pitágoras dice que sólo Dios es sabio -y además, el Apóstol, en la Carta a los Romanos, escribe: "Se dio a conocer a todas las gentes para obediencia de fe, al Dios único sabio por medio de Jesucristo" (Rm 16,26-27)-, (siendo) él mismo filósofo por su amistad con Dios. Al menos, "Dios hablaba a Moisés -dice- como de amigo a amigo" (Ex 33,11).

9.2. Lo verdadero (es) evidente para Dios. Él engendra la verdad, y el gnóstico ama la verdad. "Debes ir, perezoso, donde la hormiga -dice [la Escritura]-, y hazte discípulo de la abeja" (Pr 6,6 y Si 11,3), afirma Salomón.

9.3. Porque si una es la tarea específica de cada naturaleza, como la del buey, e igualmente la del caballo y del perro, ¿cuál diremos que es la tarea propia del hombre?

9.4. Se parece, pienso yo, al centauro, plasmación tesálica, porque está compuesto de [elemento] racional e irracional, de alma y cuerpo; pero el cuerpo trabaja la tierra y corre hacia la tierra;

9.5. mientras que el alma se despliega hacia Dios, educada mediante la verdadera filosofía, para que se apresure hacia a sus familiares de arriba, una vez desligada de las concupiscencias del cuerpo, y de la fatiga y del temor. En verdad, ya hemos explicado que (es característica del hombre) bueno la paciencia y el temor.

9.6. Porque si, "mediante la ley existe el conocimiento del pecado" (Rm 3,20), como dicen los impugnadores de la ley, nosotros les responderemos cantando que "también antes de la ley existía el pecado en el mundo" (Rm 5,13), pero "sin la ley el pecado está muerto" (Rm 7,8).

9.7. Puesto que, cuando suprimas la causa del temor, el pecado, habrás suprimido el temor, e incluso mucho más el castigo, una vez desaparecido lo que por naturaleza origina la concupiscencia, "ya que no hay ley dispuesta para el justo" (1 Tm 1,), dice la Escritura.

El amor al prójimo

10.1. Bien dice Heráclito: "No conocerían el nombre de justicia, si no hubieran sucedido estas cosas" (Fragmentos, 22 B 23); y Sócrates: "La ley no se ha hecho en favor de los buenos".

10.2. Pero los acusadores no lo supieron, como el Apóstol dice, porque "quien ama al prójimo no causa ningún mal, porque lo de: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás y cualquier otro mandamiento se resume en esta única palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Rm 13,10. 9).

10.3. Por eso [se] dice en alguna parte: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19,18; Dt 6,5; Mt 22,37. 39; Lc 10,27). Pero si el que ama al prójimo no obra mal, y si todos los mandamientos se resumen en el de amar al prójimo, [entonces] los mandamientos que se establecieron sobre el temor, disponen el amor, no el odio.



"La Ley es santa"

11.1. Por tanto, la ley no engendra el temor como una pasión. "Por eso la ley es santa" (Rm 7,12) y realmente "espiritual" (Rm 7,14), según el Apóstol.

11.2. Es necesario, como se ve, haber examinado con profundidad la naturaleza del cuerpo y la esencia del alma, para encontrar la finalidad de cada uno, y no creer que la muerte es un mal.

11.3. "Porque, cuando eran esclavos del pecado, dice el Apóstol, eran libres respecto a la justicia. ¿Qué frutos daban entonces? Aquellos por los que ahora se avergüenzan, puesto que su fin es muerte. Pero ahora habiendo sido liberados del pecado y hechos esclavos de Dios, poseen el fruto para la santificación de ustedes y por fin la vida eterna. Porque el salario del pecado es la muerte, pero la gracia de Dios es vida eterna en nuestro Señor Jesucristo" (Rm 6,20-23).

La vida verdadera es la que se aparta del pecado

12.1. Por tanto, está demostrado que la muerte es la comunión del alma pecadora en un cuerpo, y el alejamiento (o: la separación) del pecado (es) vida.

12.2. Muchas son las empalizadas ante los pies y las fosas de la concupiscencia, los abismos de la ira y del furor, que necesariamente debe saltar, y evitar toda la destrucción de las maquinaciones quien desee la gnosis de Dios no (sólo) "a través de un espejo" (1 Co 13,12).

12.3. "Mitad de la virtud arrebata el retumbante Zeus, cuando sobre aquél cuelga el día de la esclavitud" (Homero, Odisea, XVII,322-323).

12.4. Pero la Escritura llama esclavos a los que se están bajo el pecado y vendidos a los pecados (cf. Rm 6,17. 20; 7,14), a los amantes del placer y a los amantes del cuerpo -más animales que hombres (cf. Sal 48 [49], 13. 21)-, a los parecidos a las bestias, caballos locos por las hembras que relinchan por las de los vecinos (cf. Jr 5,8). Asno insolente es el [hombre] desenfrenado, lobo salvaje el ambicioso, y serpiente el mentiroso.

12.5. Ciertamente, la separación del alma (respecto) del cuerpo, meditada a lo largo de la vida, provee al filósofo un celo (o: diligencia, ardor) gnóstico para poder llevar fácilmente la muerte física, que es la disolución de las ataduras del alma respecto del cuerpo.

12.6. "Porque el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo" (Ga 6,14), dice [el Apóstol]; y estando todavía en la carne, vivo como ciudadano en el cielo (cf. Ga 2,20; Flp 3,20).

Capítulo IV: Elogio del martirio

Cómo debe comportarse el mártir cristiano

13.1. Con razón cuando el gnóstico es llamado, obedece sin dificultad, y a quien le solicita el cuerpecito se acerca para entregárselo (cf. Lc 6,29), incluso con sus pasiones, de las que antes había despojado al pedacito de carne, sin injuriar al tentador, sino para educarlo, pienso yo, y demostrarle "qué honor y qué amplia felicidad", como dice Empédocles (Fragmentos, 31 B 119), alcanza (o: ha dejado), viviendo así entre los mortales.

13.2. También da testimonio verdaderamente ante sí mismo de ser auténticamente fiel para con Dios; lo mismo ante el tentador [testimonia] que en vano tiene envidia del (que es) fiel por amor; así también [da testimonio] ante el Señor de que obedece su doctrina por una fuerza divina, de la que no apostatará por temor a la muerte; al contrario, confirmará también con su conducta la verdad del kerigma, demostrando que Dios, hacia quien se apresura a correr, es poderoso.

13.3. Admirarás su amor, permaneciendo unido con agradecimiento con el que está emparentado (= Dios mismo). Pero no sólo (eso), sino que también "con la sangre preciosa" (1 P 1,19) avergonzará a los incrédulos.

La alegría de entregar la vida por la confesión de fe

14.1. Ahora bien, (el mártir) evita negar a Cristo, según el mandato (cf. Mt 10,33; Lc 12,9), no por temor, porque entonces sería mártir por temor. Tampoco traiciona (o: vende) la fe por la esperanza de los dones prometidos, sino que por amor al Señor, con gran alegría se librará de esta vida; e igualmente será agradecido con quien le procuró la ocasión de partir de aquí y con el que haya urdido conscientemente la acechanza; posee una razonable oportunidad, que él mismo no preparó, de demostrar quién es él, por su paciencia, ante aquél [acusador], y ante el Señor por el amor que le testimonia, que ya era manifiesto al Señor y que conocía, incluso antes de nacer, la elección del mártir.

14.2. Confiado se dirige a un amigo, al Señor (cf. Jn 15,14), por el que entregó conscientemente no sólo el cuerpo, sino también el alma, como los jueces esperaban, escuchando de nuestro Salvador, según el poeta, "querido hermano" (Homero, Ilíada, IV,155; V,359; XXI,308), por la semejanza de vida.

14.3. En verdad, llamamos perfección al martirio, no porque el hombre alcance el fin de la vida como los demás, sino porque ha dado prueba de una obra perfecta de amor (cf. St 1,4).

14.4. También los antiguos griegos celebraban el fin de los caídos en la guerra, no porque aconsejaran la muerte violenta, sino porque quien muere en combate muere sin temor a la muerte: desprendido del cuerpo y sin sufrimientos ni debilidades (lit.: ablandamientos, afeminamientos) en el alma, como los hombres que padecen enfermedades, que mueren conduciéndose como mujeres y deseosos de vivir.

El sacrificio que deben hacer quienes son justos y magnánimos

15.1. Por eso no liberan el alma purificada, sino que se llevan consigo las concupiscencias, cual masas de plomo; a no ser que algunos de esos [enfermos] se distingan en la virtud.

15.2. Pero también hay quienes mueren en la guerra entre concupiscencias, sin diferenciarse de los que también se marchitan en la enfermedad.

15.3. Si, por tanto, el martirio es la confesión de fe (omología) respecto a Dios, toda alma que haya vivido pura reconociendo a Dios y escuchando (u: obedeciendo) los mandamientos, es mártir con la vida y la palabra, sea cual fuere su salida (o: liberación) del cuerpo, porque derrama su fe, igual que la sangre, durante toda la vida hasta la partida (lit.: éxodo).

15.4. Ahora bien, dice el Señor en el Evangelio: "Quien dejare padre o madre o hermanos", y lo que sigue, "por causa del Evangelio y de mi nombre" (Mt 19,29-30; Mc 10,29-30; Lc 18,29), bienaventurado ése, porque no presenta un martirio común, sino el gnóstico, como quien se comportó conforme a la norma (canon) del Evangelio por amor al Señor.

15.5. Porque el reconocimiento del Nombre y la comprensión del Evangelio significan gnosis, no una mera denominación; por eso [conviene] abandonar la familia terrena, abandonar la hacienda y toda posesión, para vivir sin pasiones (lit.: con indiferencia). La madre y la nodriza significan alegóricamente la patria que alimenta; en cambio, los padres, las leyes del Estado.

15.6. Pero eso es lo que el [hombre] justo y magnánimo debe sacrificar con agradecimiento para devenir amigo de Dios y conseguir la parte derecha (cf. Mt 25,33) del santuario, como también hicieron los Apóstoles.



Lo que afirman algunos herejes sobre el martirio

16.1. Además, Heráclito dice: "Dioses y hombres honran a los muertos en combate" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 24); y Platón, en el libro quinto de la "República", escribe: "De entre los muertos en una campaña militar el que ha terminado de manera honrosa, ¿no diremos primero que es de estirpe áurea? ¡Mucho más que a los demás!" (Platón, República, V,468 E).

16.2. Pero la estirpe áurea proviene de los dioses del cielo y de la esfera estable, que ante todo poseen la hegemonía de la Providencia sobre los hombres.

16.3. No obstante, algunos herejes (¿valentinianos?), comprenden mal al Señor, aman la vida impía y cobardemente al mismo tiempo, diciendo que el verdadero martirio que realmente existe es la gnosis de Dios, lo cual también nosotros lo confesamos, pero [dicen también] que quien le confiesa mediante la muerte es asesino de sí mismo y suicida; y divulgan entre la gente otros sofismas de la cobardía. A éstos se les responderá cuando lo requiera el momento, porque difieren de nosotros en cuanto a los principios.

Contra los marcionitas

17.1. Pero también nosotros censuramos a quienes se precipitan a la muerte. Porque hay algunos que sin ser de los nuestros, sólo (tienen) en común el nombre, se apresuran a entregarse a sí mismos por odio al Creador: ¡miserables suicidas!

17.2. Afirmamos que éstos se suicidan sin martirio, aunque sean oficialmente castigados.

17.3. Porque no salvan el carácter del testimonio creyente, y en realidad no conocen a Dios (cf. Jn 11,25; 14,6), entregándose ellos mismos a una muerte vacía, al igual que los gimnosofistas indios en un fuego inútil.

17.4. Pero, puesto que esos de falso nombre (lit.: seudónimo) deshonran el cuerpo, que aprendan bien que la armonía del cuerpo ayuda al pensamiento para el buen equilibrio.

La armonía de cuerpo y alma

18.1. Por eso, en el tercer [libro] de la "República", Platón, a quien aclaman como el mejor testigo cuando censuran la generación, dijo que por razón de la armonía del alma había que cuidar el cuerpo (cf. Platón, República, III,410 C; IV,443 D, IX,591 D), por el cual puede vivir, y vivir rectamente, el que anuncia el mensaje de la verdad; porque por medio de la vida y la salud hacemos nuestro camino aprendiendo la gnosis.

18.2. Pero a quien no es posible de ninguna manera alcanzar la cumbre sin tener que ocuparse de las cosas necesarias, y mediante éstas hace todo el esfuerzo para dirigirse a la gnosis, ¿no elegiría vivir bien?

18.3. En todo caso, viviendo se lleva a buen término vivir bien, y se dirige hacia un estado de eternidad el que por medio del cuerpo se ejercita en vivir virtuosamente.

Capítulo V: Sobre el desprecio del dolor y de la pobreza

Soportar el sufrimiento

19.1. Son dignos admirar algunos de los estoicos que dicen que el alma no está condicionada en absoluto por el cuerpo, ni inclinada hacia el mal por la enfermedad, ni la virtud por la salud, sino que dicen que ambas cosas son indiferentes.

19.2. Y en verdad también Job (cf. Jb 1), por su extraordinaria continencia y su extraordinaria fe, cuando de la riqueza pasó a la pobreza, de la fama al desprecio, de la hermosura a la deformidad y de la salud a la enfermedad, se nos ha propuesto como hermoso ejemplo, confundiendo al tentador, bendiciendo al Creador, sobrellevando lo segundo como lo primero, enseñando perfectamente que el gnóstico puede comportarse bien en todas las circunstancias.

19.3. Y puesto que las antiguas proezas son imágenes (o: modelos) propuestas para nuestra corrección, el Apóstol manifiesta: "De modo que mis cadenas han sido mostradas en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás, y que la mayoría de los hermanos en el Señor, confiados en mis cadenas, se atreven mucho más sin temor a hablar la palabra de Dios" (Flp 1,13-14), porque los martirios gloriosamente santificados son también ejemplos de conversión.

19.4. (También) dice: "Todo cuanto ha sido escrito, para nuestra enseñanza ha sido escrito, para que mediante la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos la esperanza del consuelo" (Rm 15,4).

Cómo proceder ante la llegada del dolor

20.1. Pero parece que ante la llegada de un sufrimiento, el alma se aparta de él y considera que debe liberarse de la pena presente. Sin duda, en ese tiempo se despreocupa de las enseñanzas, también porque se descuidan las otras virtudes.

20.2. Y en verdad, no decimos que la virtud misma padezca -porque la virtud nunca enferma-, pero quien participa de ambas, de virtud y de enfermedad, está presionado por la opresión. Y si no goza de valerosos sentimientos, quien aún no tiene práctica del hábito de la continencia se deja dominar, y el no resistir equivale a huir.

Sobre la pobreza

21.1. Pero el mismo discurso [vale] asimismo sobre a la pobreza, porque también ésta violenta al alma para que se distraiga de las cosas necesarias, digo de la contemplación y de la pureza de ausencia de pecado, forzando [al alma] a gastar el tiempo en procurarse medios a quien no se ha consagrado por entero a Dios por amor; como, por el contrario, la salud y la abundancia de lo necesario conservan libre y sin trabas al alma que sabe usar bien de lo presente.

21.2. Porque dice el Apóstol: "Quienes son como esos, tendrán tribulación en la carne, pero yo se [las] ahorro. Puesto que quiero que ustedes estén sin preocupaciones para (servir) honesta y asiduamente al Señor sin distracción" (1 Co 7,28. 32. 35).



Optar sabiamente

22.1. Hay, por tanto, que cuidar de todas esas cosas, no por ellas mismas, sino por el cuerpo; pero la solicitud por el cuerpo radica es por (causa) del alma, a la cual hace referencia.

22.2. Porque es preciso que quien se comporta de forma gnóstica aprenda lo que conviene; reconociendo que el placer no es un bien, por el hecho de que algunos placeres son malos. Por esa razón, lo bueno aparece malo, y lo malo bueno.

22.3. Pero además, si elegimos algunos placeres, huimos de otros, porque no todo placer es bueno.

22.4. Lo mismo habría que decir respecto a los sufrimientos, de los cuales soportamos algunos, pero huimos de otros; ahora bien, la elección y el rechazo se hacen conforme a ciencia.

22.5. De modo que la ciencia es lo bueno, no el placer, porque por a ella también se puede elegir en tal ocasión tal placer.

Riqueza y pobreza

23.1. Igualmente, el mártir elige un placer en esperanza mediante el sufrimiento presente. Pero si el sufrimiento se percibe en la sed y el placer en la bebida, el dolor que precede es la causa eficiente del placer. Pero el mal no es causa eficiente del bien; por ello ni lo uno ni lo otro (son) un mal.

23.2. En verdad, Simónides, como también Aristóteles, escriben: "Para el hombre, lo primero es la salud" (Aristóteles, Retórica, II,21,1394, b 13), "lo segundo, ser de hermosa presencia, y en tercer lugar, la riqueza sin fraude" (Simónides de Quíos, Fragmentos, 7).

23.3. También Teognis de Megara [escribe]: "Hay que huir de la pobreza, Cirno, y, desde las escarpadas rocas, arrojarse hasta los abismos profundos del mar" (Teognis, Elegías, I,175-176).

23.4. En cambio el cómico Antífanes, más bien contrario, dice: "La riqueza recibiendo a los que ven, los hace ciegos" (Antífanes, Fragmentos, 259).

Peligros de las riquezas

24.1. Por eso (la riqueza) es cantada por los poetas ciega de nacimiento:

24.2. "Ella le engendró un hijo que nunca vio sol", dice Euforión de Calcis (Fragmentos, 110).

24.3. "Mala educadora de valentía han sido para los hombres la riqueza y la mucha voluptuosidad", ha versificado Eurípides en el "Alejandro" (Eurípides, Fragmentos, 54).

24.4. Y se ha dicho: "La pobreza obtuvo en suerte sabiduría por su parentesco" (Eurípides, Fragmentos, 641,3).

24.5. Pero el amor al dinero, no sólo ha arruinado (o: derrotado) a Esparta, sino también a cualquier ciudad.

24.6. "Ciertamente la moneda para los mortales no es sólo la de plata brillante o de oro, sino la virtud", como afirma Sófocles (en realidad: Eurípides, Fragmentos, 542).

Capítulo VI: Sobre las bienaventuranzas

"Bienaventurados los perseguidos por practicar la justicia"

25.1. Nuestro Salvador, el Santo, dispuso la pobreza, la riqueza y otras cosas parecidas, tanto (en relación) con lo espiritual como con lo sensible; porque diciendo: "Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia" (Mt 5,10), nos enseña claramente a buscar el testimonio (lit.: martirio) en toda circunstancia.

25.2. Si el pobre por la justicia testimonia que la justicia que ha amado es un bien, y si (padeciere) hambre y sed por la justicia, da testimonio que la justicia es lo mejor.

"Bienaventurados los pobres"

26.1. Pero de igual manera, también quien llora y se aflige por la justicia (cf. Mt 5,4; Lc 6,21) testimonia que la mejor ley es buena (o: hermosa).

26.2. Por eso, tanto a los perseguidos cuanto a los que tienen hambre y sed por la justicia los llama bienaventurados (cf. Lc 6,21) quien ha aceptado el legítimo deseo que ni siquiera el hambre pudo cortar.

26.3. Y si tienen hambre de la justicia misma, (serán) bienaventurados. "Bienaventurados también los pobres" (Mt 5,3: Lc 6,20), tanto en espíritu como en riquezas, por la justicia, evidentemente.

26.4. Ahora bien, no (llama) bienaventurados simplemente a los menesterosos, sino a los que han querido hacerse pobres por causa de la justicia, a los que desprecian con grandeza de ánimo (o: con sentimientos valerosos) los honores de aquí abajo por procurar el bien.

26.5. De igual modo, también a los que han llegado a ser hermosos de carácter y de cuerpo por la castidad, a los nobles e ilustres, que por la justicia han avanzado hacia la adopción filial y, por ello, han conseguido "el poder ser hijos de Dios" (Jn 1,12), y "caminar sobre serpientes y escorpiones" (Lc 10,19), y vencer a los demonios y al ejército del Adversario (cf. 2 Ts 2,4; 1 T 5,14).

La inmortalidad

27.1. Y en general, la ascesis del Señor aleja el alma del cuerpo con agradecimiento, si bien también ella misma se va separando con esfuerzo según se va convirtiendo.

27.2. "Porque el que encuentra su alma la perderá y quien la pierde la encontrará" (Mt 10,39; Mc 8,35 y Lc 9,24 dicen "la salvará), con tal que unamos nuestra fragilidad a la incorruptibilidad de Dios. Pero es voluntad de Dios el conocimiento de Dios, que eso es comunión de su inmortalidad.

27.3. Según la lógica de la conversión, quien reconoce que su alma es pecadora, la hará morir al pecado, del que ha sido arrebatado; pero, al haberla perdido, la encontrará, por la obediencia, resucitada a la fe, aunque muerta al pecado (cf. Rm 6,4. 2. 10). Esto es encontrar el alma: conocerse a sí mismo.

Seguir las enseñanzas de Cristo

28.1. Pero los estoicos dicen que la conversión hacia lo divino (lit.: las cosas divinas) se realiza mediante un cambio, una transformación del alma hacia la sabiduría.

28.2. En cambio, Platón (dice) que es por medio de una evolución del alma hacia lo mejor y un alejamiento de cierto día tenebroso (cf. Platón, República, VII,512 C; 525 C, 532 B).

28.3. Por lo demás, también los filósofos (= los estoicos) conceden al [hombre] virtuoso una salida razonable, si algo le privase de actuar, no quedándole esperanza alguna de actividad.

28.4. Pero el juez que obliga a la fuerza a renegar de quien nos ha amado, me parece, que separa al que (es) amigo de Dios y al que no lo (es).

28.5. De esta manera no hay comparación posible entre lo que uno debe rechazar y lo que hay que preferir: una amenaza humana o el amor de Dios.

28.6. También la abstención de acciones malas viene a ser una disminución y extinción de los vicios (lit.: males), porque la falta de ejercicio (o: la inacción) abate la actividad de los mismos; esto es "vende tus posesiones y dalas a los pobres, y después sígueme" (Mt 19,21); es decir, sigue las palabras del Señor.

El desprendimiento de los bienes materiales

29.1. Pero con "lo que hay" (= hacienda, riquezas), algunos dicen que (el Señor) quiso decir las posesiones, lo que (hay) de extraño en el alma, y no pueden decir cómo hay que distribuir eso a los pobres. Pero Dios reparte todo a todos según el mérito (de cada uno), porque su economía es justa.

29.2. Menospreciando entonces, dice, las posesiones que Dios reparte por medio de tu magnificencia (o: generosidad), sigue mis enseñanzas, apresurándote hacia la ascensión del Espíritu, no sólo justificado por la sola abstinencia de males, sino también perfeccionado por la beneficencia (según) el Señor.

29.3. Así, a quien se vanagloriaba de haber cumplido perfectamente los mandatos de la ley, [el Señor] le reprochó no haber amado al prójimo (cf. Mt 19.20-21; Mc 10,20; Lc 18,21). Pero la buena acción está ordenada por el amor, que es señor del sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), conforme al ascenso gnóstico.

29.4. Pero pienso que no conviene acercarse a la Palabra salvadora (cf. Mt 19,21) ni por temor al castigo, ni por alguna promesa de regalo, sino por el bien mismo.



Los tres grados de la verdad

30.1. Quienes (se comportan) así se encuentran a la derecha del santuario (cf. Mt 25,33). Pero los que piensan permutar la inmortalidad mediante el regalo de lo corruptible son llamados "mercenarios" (Lc 15,17) en la parábola de los dos hermanos; y la expresión "a imagen y semejanza" (Gn 1,26) se excluye aquí; en efecto, aquéllos se comportan a semejanza del Salvador, pero los otros han sido colocados en el lado izquierdo, conforme a la imagen de los segundos (lit.: aquellos).

30.2. También son tres los grados que (derivan) de la verdad (= el Salvador, el gnóstico, los otros imitadores), teniendo como fundamento todos una raíz; pero la elección no es igual o, mejor, la diferencia en la elección no (es) la misma.

30.3. Y elegir por imitación, pienso que es distinto de elegir por gnosis; al igual que lo encendido y lo iluminado por el fuego y por la luz. Según la Escritura, luz de semejanza es Israel, y lo demás (= los filósofos griegos) es imagen.

30.4. Pero, ¿qué quiere el Señor con la parábola de Lázaro (cf. Lc 16,19-25), al mostrar la imagen del rico y del pobre? ¿Qué (significa) "nadie puede servir a dos señores, a Dios y a Mamón" (Mt 6,24; Lc 16,13), como el Señor llama al amor al dinero?

La avaricia y la preocupación excesiva por las cosas materiales

31.1. Así, los avaros invitados al banquete no aceptan la invitación (cf. Mt 22,2-3; Lc 14,16), no por tener posesiones, sino por tenerlas de forma apasionada.

31.2. "Las zorras ciertamente tienen madrigueras" (Mt 8,20). Llamó zorras a los hombres pervertidos y terrenales, ocupados en excavar y extraer riquezas.

31.3. Así también (se refirió) a Herodes: "Vayan y digan a esa zorra: "Mira, expulso demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día habré llegado al fin"" (Lc 13,32).

31.4. Porque llamó "aves del cielo" (Mt 6,26) a los que (volando por) el cielo se diferencian de otros pájaros, realmente puros, que pueden volar (o: son capaces de volar) hacia la gnosis del Verbo celestial.

31.5. Porque no sólo implican innumerables preocupaciones la riqueza, la fama y el matrimonio, sino también la pobreza para quien no la soporta; y quizás en la parábola de la cuádruple siembra dio a entender esas preocupaciones, al decir que la semilla de la palabra, caída entre espinos y empalizadas, fue sofocada por ellos y no pudo fructificar (cf. Mt 13,7. 22; Mc 4,7. 19; Lc 8,7. 14).

Obrar rectamente

32.1. Por tanto, es necesario aprender cómo conviene comportarse en cada una de las circunstancias, como para ejercitarse mediante una gnóstica vida virtuosa al estado de vida eterna.

32.2. Porque dice: "Vi al impío orgulloso y presuntuoso como los cedros del Líbano, y al pasar, habla la Escritura, he aquí que ya no existía. También lo busqué y no se encontró su lugar. Guarda la inocencia y observa la rectitud (lit.: mira rectamente), porque existe una posteridad para el hombre pacífico" (Sal 36 [37], 35-37).

32.3. Pero éste será el que sin hipocresía de todo corazón cree y con toda el alma está en paz (o: serenísimo).

32.4. "Porque el otro pueblo honra con los labios, pero su corazón está lejos del Señor" (Is 29,13). "Me bendicen con su boca, pero con su corazón me maldicen" (Sal 61 [62],5).

32.5. "Lo amaron con su boca, y con su lengua le mintieron. Pero su corazón no era sincero para con Él, ni creyeron en su alianza" (Sal 77 [78],36-37).

Peligros de la excesiva preocupación por las cosas materiales

33.1. "Por eso, enmudezcan los labios engañosos, que hablan injusticia contra el Justo" (Sal 30 [31],19). Y de nuevo: "Extermine el Señor todos los labios engañosos y la lengua jactanciosa, de los que dicen:

33.2. "Exaltaremos nuestra lengua, nuestros labios en nosotros están. ¿Quién es nuestro dueño"" (Sal 11 [12],4-5). "Por la miseria de los pobres y por los gemidos de los menesterosos, ahora me levantaré, dice el Señor. Estableceré la salvación, hablaré abiertamente en él" (Sal 11 [12],6).

33.3. "Porque Cristo es de los humildes, no de los que se ensalzan sobre su rebaño" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 16,1).

33.4. "Por tanto no atesoren para ustedes tesoros sobre la tierra, donde polilla y la herrumbre los hacen desaparecer y ladrones perforan y roban" (Mt 6,19), dice el Señor, quizás para reprender a los avaros o quizás también a los que están simplemente preocupados y solícitos, y también a los amantes del cuerpo.

33.5. Poque amores, enfermedades, y los razonamientos inútiles (o: insignificantes) "perforan" la razón y al hombre entero; pero nuestro verdadero tesoro (cf. Mt 6,21; Lc 12,34) se encuentra en lo congénito de [nuestro] espíritu.

33.6. Además, nos transmite lo comunional de la justicia, mostrando que conviene devolver a la costumbre de la antigua conducta (cf. Ef 4,22) lo adquirido por ella para nosotros, y a recurrir a Dios implorando misericordia.

33.7. Ésta es en realidad "la bolsa que no envejece", viático de la vida eterna, "tesoro inagotable en el cielo" (Lc 12,33), "porque compadeciéndome, me apiadaré de quien me apiade" (Ex 33,19; Rm 9,15), dice el Señor.

Buscar primero el reino de los cielos

34.1. Pero estas cosas las dice también para quienes desean ser pobres por la justicia (cf. Mt 5,3). Porque han escuchado por medio del mandamiento que "ancho y espacioso es el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que transitan por él" (Mt 7,13; cf. Lc 13,24).

34.2. No se refiere a otra cosa sino al libertinaje, al amor por las mujeres, al amor de la gloria, del poder y a pasiones parecidas. "¡Insensato!", puesto que así decía, "porque reclamarán tu alma esta misma noche. Pero lo que le almacenaste, ¿para quién será?" (Lc 12,20).

34.3. Y el mandato dice textualmente: "Guárdense de toda avaricia, porque la vida de uno no está en abundarle las riquezas" (Lc 12,15).

34.4. Porque ¿en qué será beneficiado un hombre si ganase el mundo entero, pero su alma se pediera? O ¿qué dará el hombre a cambio de su alma?" (Mt 16,26; cf. Mt 6,25; Mc 8,36; Lc 9,25).

34.5. "Por eso digo: "No se preocupen por su alma (o: vida), por lo qué comerán, ni por el cuerpo, qué vestirán; porque el alma (o: vida) es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido"" (Lc 12,22-23; cf. Mt 6,25).

34.6. Y de nuevo: "Porque su Padre sabe que necesitan de todo eso. En cambio, busquen primero el reino de los cielos y la justicia, porque éstas son las cosas grandes y las pequeñas" (Mt 6,32; cf. Lc 12,30-31); y las relativas a la vida, ésas "se les darán por añadidura" (Mt 6,33; cf. Lc 12,30-31).

Capítulo VI: Sobre las bienaventuranzas (conclusión)

Cristo educador del alma

35.1. En verdad, ¿no nos llama abiertamente a practicar (o: seguir) la vida gnóstica, exhortándonos con obras y palabras a buscar la verdad? Cristo, el educador del alma, no considera rica la dádiva, sino la voluntad (o: la elección).

35.2. Así, Zaqueo, pero que otros llaman Matías (=Mateo), jefe de los recaudadores, al oír que el Señor se había dignado dirigirse a él, dijo: "Mira, doy la mitad de mis bienes como limosna, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo" (Lc 19,8; cf. Nm 5,6-7). En favor suyo también dijo el Señor: "El Hijo del hombre al venir hoy ha encontrado lo que estaba perdido" (Lc 19,10).

35.3. De nuevo, viendo que un rico había echado en el gazofilacio una ofrenda proporcionada a su riqueza, pero la viuda [sólo] dos monedas de cobre, [el Señor] dijo que la viuda había echaado más que todos, porque (el rico) había contribuido de lo que le sobraba, pero ella, de lo que necesitaba (cf. Lc 21,1-4; Mc 12,41-44).

Bienaventurados los mansos

36.1. Pero puesto que todo lo dirigió a la educación del alma, dice: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra" (Mt 5,5).

36.2. Ahora bien, mansos son los que han puesto fin en el alma a la implacable batalla contra la ira, la concupiscencia y (las pasiones) subordinadas (o: debajo) a ellas. Pero alaba a los que son mansos por voluntad, no por necesidad.

36.3. Porque junto al Señor hay muchas recompensas y moradas (cf. Jn 14,2), según la analogía de las vidas.

36.4. "Porque quien reciba a un profeta por el nombre de profeta, dice, recibirá recompensa de profeta; y el que reciba a un justo por el nombre de justo, recibirá recompensa de justo; y el que honre a uno de estos pequeños discípulos, no perderá la recompensa" (Mt 10,41-42).

36.5. En otra ocasión (indicó) las distintas recompensas, nobles compensaciones de la virtud, mediante el desigual número de las horas [de trabajo]; pero mediante la paga igual dada a cada uno de los obreros -esto es, la salvación significada por el denario-, ha indicado el derecho equitativo respecto a los que trabajaron diferentes horas (cf. Mt 20.1-16).

Bienaventurados los que lloran

37.1. En verdad, al ser colaboradores de la inefable economía y liturgia, trabajaron según las moradas correspondientes (lit.: análogas) a los premios de que han sido juzgados dignos.

37.2. Dice Platón: "Pero los estimados con mayor dignidad por vivir con pureza, ésos son los que, liberados de las cosas terrenas y huidos como de cárceles, sin embargo alcanzan arriba una morada pura" (Platón, Fedro, 114 B-C).

37.3. Así, claramente dice lo mismo de este modo: "De entre éstos, los que están suficientemente purificados por la filosofía, viven absolutamente sin cuerpos para siempre (lit.: para todo el tiempo)" (Platón, Fedro, 114 C), aunque [Platón] les asigne ciertas figuras (lit.: esquemas), unas de aire y otras de fuego.

37.4. Después añade: "Y llegan a moradas todavía más bellas que éstas, que no son fácilmente descriptibles, ni ahora (hay) tiempo suficiente para ello" (Platón, Fedro, 114 C).

37.5. De ahí con razón, "bienaventurados los que afligidos (o: lloran), porque ellos serán consolados" (Mt 5,5).

37.6. Porque los que se han convertido de haber vivido mal (lit.: de aquello en que hayan vivido mal) estarán presentes a la llamada; esto es ser consolado.

37.7. Pero hay dos modos de arrepentirse (o: convertirse): uno, más común, (es) el temor por lo realizado; el otro, más específico, es la vergüenza, que la conciencia siente sobre sí misma, tanto aquí como en otra parte, porque ningún lugar (está) desierto de los beneficios de Dios.

Bienaventutados los misericordiosos

38.1. También dice: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5,7). Pero la misericordia no es lo que algunos filósofos han pensado: tristeza por las desgracias ajenas, sino que es algo mucho mejor, como dicen los profetas: "Misericordia quiero, dice, y no sacrificio" (Os 6,6; cf. Mt 9,13; 12,7).

38.2. Pero quiere que sean misericordiosos no sólo los que practican misericordia, sino también los que desean practicar la misericordia, aunque no puedan: los que tengan la voluntad de hacerlo.

38.3. Porque a veces queremos hacer misericordia mediante un donativo (o: regalo) de dinero o un servicio personal (lit.: corporal), como socorrer a un necesitado, ayudar a un enfermo o asistir a quien se encuentra en una dificultad; y nosotros estamos impedidos por la pobreza, la enfermedad o la ancianidad -porque también ésta (es) una enfermedad de la naturaleza-, de prestar nuestro ministerio donde nos proponíamos cumplirlo, no pudiendo llevar a término lo que hubiéramos querido.

38.4. Los que han querido participarán del mismo honor que quienes hayan podido, porque su intención era la misma, aunque otros hayan tenido mayores recursos.



Bienaventurados los puros de corazón

39.1. Pero puesto que se encuentran dos caminos que conducen a la perfección de la salvación, obras y gnosis, [el Señor] dijo: "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8).

39.2. Si consideramos la verdad de esta realidad, la gnosis es la purificación de la parte hegemónica (o: rectora, directiva) del alma, y es una buena actividad (lit.: energía).

39.3. En efecto, algunas cosas (son) buenas por sí mismas, otras por participación de las buenas, como lo decimos de las bellas acciones; pero sin las cosas intermedias, que tienen función de materia, no se dan acciones ni buenas ni malas; así menciono la vida, la salud y otras cosas necesarias o accidentales.

39.4. Por tanto, [el Señor] los quiere puros en los deseos corporales y santos en los pensamientos que llegan al conocimiento de Dios, para que la facultad hegemónica no tenga nada espurio (o: falso) que interfiera su acción.

Bienaventurados los pacíficos. La impasibilidad

40.1. Así, cuando alguien se ocupa en la contemplación, dialogando puramente con la divinidad, participando gnósticamente de esa cualidad santa, deviene más cercano al estado de impasibilidad (apátehia), de modo que ya no tendrá ciencia y poseerá gnosis, sino que [él mismo] es ciencia y gnosis.

40.2. Por tanto, "bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9). Los que han domesticado y civilizado la ley que milita contra la sabiduría de nuestro espíritu (cf. Rm 7,23): las amenzas de la cólera, las seducciones de la concupiscencia y las otras pasiones que hacen la guerra a la razón, (y) los que han vivido conforme a la ciencia, con obras buenas y con verdadera razón, serán restablecidos en la más amorosa adopción filial.

40.3. Pero la perfecta pacificación parece ser aquella que en toda circunstancia conserva inmutable la disposición pacífica, proclama santa y buena la divina providencia, y está establecida en la ciencia de las cosas divinas y humanas, por las que considera las contadicciones del mundo (como) la más hermosa armonía de la creación.

40.4. Pero también pacifican a los que en este mundo son atacados (o: combatidos) por las estratagemas del pecado, enseñándoles a buscar la fe y la paz.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia

41.1. Pero pienso que la cima de toda virtud (se encuentra) cuando el Señor nos enseña que por el amor a Dios debemos despreciar la muerte de una manera más gnóstica.

41.2. "Bienaventurados, dice, los perseguidos por causa de la justicia, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,10 y 9), o como dicen algunos que cambian los Evangelios: "Bienaventurados los perseguidos por encima de la justicia [humana], porque ellos serán perfectos. Y bienaventurados los perseguidos por mi causa, porque tendrán un lugar donde no serán perseguidos".

41.3. "Y bienaventurados serán cuando los odien los hombres, cuando los expulsen, cuando proscriban el nombre de ustedes como infame por causa del Hijo del hombre" (Lc 6,22).

41.4. Con tal de que no injuriemos evidentemente a los perseguidores, y soportemos sus castigos, sin odiarlos, pensando que la prueba nos ha sobrevenido más tarde de lo que esperábamos; al contrario, sabiendo que toda prueba es ocasión de martirio.

Capítulo VII: El martirio por amor

El verdadero creyente

42.1. Después, el que se engaña y se demuestra a sí mismo infiel, y se pasa al ejército del Diablo, ¿en qué desgracia (lit.: mal), diremos, está?

42.2. Ciertamente, quien no cree en Dios engaña al Señor, o más bien, engañará su propia esperanza. Y no cree quien no obra lo que (Él) ha mandado.

42.3. Pero ¿qué? ¿No niega al Señor quien se niega a sí mismo? ¿Porque no suprime al dueño de la autoridad quien también se priva a si mismo de la familiaridad con Él? Por tanto, quien niega al Salvador niega la vida, porque "la luz era la vida" (Jn 1,4).

42.4. A esos no los llama de poca fe, sino incrédulos e hipócritas (cf. Mt 6,2; 17,17; 23,13), aunque ostentan el nombre (de cristianos), niegan ser creyentes. Por el contrario, fiel se llama al que es siervo y amigo (cf. Mt 24,45).

42.5. De modo que, si alguien se ama a sí mismo, ama al Señor, y confiesa la salvación para salvar el alma

La obediencia a Dios

43.1. Y en verdad, si mueres por amor del prójimo y piensas que nuestro prójimo (es) el Salvador -porque el que salva es llamado "Dios que se acerca" (Jr 23,23; Dt 4,7) respecto al que es salvado-, morirás al elegir la muerte por la vida y padecerás más por ti mismo que por Él (otra versión: tu prójimo). Y por esto es llamado hermano (cf. Mt 12,48-50).

43.2. Porque quien padece por amor a Dios padece por su propia salvación; al contrario, quien muere por la propia salvación sufre por amor del Señor. Porque también El, siendo vida, quiso padecer por lo que padeció, para que viviéramos por su pasión.

43.3. Dice: "¿Por qué me llaman, Señor, Señor, y no hacen lo que digo?" (Lc 6,46). En verdad, el pueblo que ama con los labios, pero tiene el corazón lejos del Señor es extranjero (cf. Is 29,13; Mt 15,8; Mc 7,6), ha obedecido a otro, y a ese mismo se ha vendido voluntariamente (lit.: espontáneamente).

43.4. Pero cuantos cumplen los mandamientos del Salvador, son mártires en cada acción, haciendo lo que (Él) quiere, invocando consecuentemente al Señor, y dando testimonio mediante las obras que obedecen al que es, crucificando la carne con las concupiscencias y las pasiones (cf. Ga 5,24).

43.5. "Si vivimos por el Espíritu avancemos también por el Espíritu" (Ga 5,25), dice. "El que siembra para su propia carne, cosechará corrupción de la carne; pero quien siembra en el espíritu, cosechará del Espíritu la vida eterna" (Ga 6,8).

La vida después de la muerte

44.1. Pero los hombres miserables piensan que el martirio de sangre por el Señor es la muerte más violenta; no saben que esta puerta de la muerte es realmente el principio de la verdadera vida. Y no quieren comprender ni los premios que hay después de la muerte para los que han vivido santamente, ni los castigos para quienes se han comportado injusta e impúdicamente; no refiero sólo a que no deseen escuchar a nuestras Escrituras -puesto que casi todos sus preceptos señalan estas cosas-, sino que ni a sus propios oráculos quieren obedecer.

44.2 En efecto, la pitagórica Teano escribe: "Porque la vida sería realmente una fiesta para los malos, una vez cometidos sus crímenes pueden morir, si el alma no fuera inmortal" (Teano, Fragmentos, 5).

44.3. "La muerte sería una ganga -dice Platón en el "Fedón"-, si la muerte fuera una liberación total, ciertamente sería una ganga" (Platón, Fedón, 107 C), y lo que sigue.

No se debe vivir bajo los dictámenes de la carne

45.1. Por tanto, no hay que pensar, según el "Télefo" de Esquilo, que "el camino que lleva al Hades (es) más sencillo" (Esquilo, Fragmentos, 239), porque son muchos los caminos (cf. Hb 1,1) que a él conducen los pecados que extravían por doquier.

45.2. Como parece, ésos son los incrédulos que Aristófanes ridiculiza: "Vayan (dice), varones sin brillo (lit.: oscuros), semejantes a la generación de hojas, débiles, figuras de cera, ejércitos de sombra, inconsistentes, privados de alas, efímeros" (Aristófanes, Aves, 684-686).

45.3. También Epicarmo [dice]: "Esta naturaleza es la de los hombres: (ser) odres hinchados" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 12).

45.4. Pero el Salvador nos ha dicho: "El espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26,41); porque la tendencia de la carne es el odio hacia Dios -explica el Apóstol-, puesto que no se somete a la ley de Dios, ni puede. Y los que son carnales no pueden agradar a Dios" (Rm 8,7-8).

45.5. Y prosiguiendo la explicación añade, para que nadie, como Marción, desagradecidamente entienda que la creación es mala. "Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu es vida por la justicia" (Rm 8,10).

45.6. Y de nuevo: "Si viven según la carne, van a morir. Porque pienso que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que va a ser revelada en nosotros; porque si padecemos con (Él), también seremos conglorificados con (Él), como coherederos de Cristo" (Rm 8,13. 18 y 17).

La esperanza cristiana

46.1. "Pero sabemos que a los que aman a Dios todo les ayuda hacia el bien, a los que son llamados conforme a su designio. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que Él sea primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a éstos también los llamó; mas a los que llamó también los justificó; pero a los que justificó, también los glorificó" (Rm 8,28-30). Mira cómo ha enseñado el martirio por amor.

46.2. Y si quieres ser mártir por recompensa de (esos) bienes, oirás de nuevo: "Porque en esperanza estamos salvados; pero esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo también? Pero si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo aguardamos" (Rm 8,24-25).

46.3. "Y si también padecemos por la justicia, seremos bienaventurados" (1 P 3,14), dice Pedro. "Y no tengan miedo de ellos, ni se turben, sino santifiquen a Cristo Señor en sus corazones; siempre dispuestos a dar respuesta de la esperanza de ustedes a todo el que se los pidiere; pero háganlo con mansedumbre y respeto, teniendo buena conciencia, para que en lo que son calumniados, sean avergonzados los que denigran vuestra su buena conducta en Cristo. Porque, si lo quiere la voluntad de Dios, mejor es sufrir haciendo el bien que haciendo el mal" (1 P 3,14-17).

Participar en los sufrimientos de Cristo

47.1. Y si alguno, ofendiendo con burlas, dijere: ¿cómo es posible que la carne, que es débil (Cf. Mt 26,41; Mc 14,38), resista frente a las fuerzas y a los espíritus de las potestades?

47.2. Pero téngase en cuenta que podremos resistir a los príncipes de las tinieblas (cf. Ef 6,12) y a la muerte, confiando en el Todopoderoso y en el Señor.

47.3. Dice [la Escritura]: "Cuando todavía estás hablando, dirá: "Heme aquí"" (Is 58,9). Mira al defensor invencible, a nuestro protector.

47.4. "Por tanto, no se sorprendan, dice Pedro, por el incendio suscitado entre ustedes para prueba, como si algo extraño les sucediera; al contrario, alégrense en la medida en que son partícipes de los padecimientos de Cristo, para que también en la manifestación de su gloria exulten de gozo. Bienaventurados si en nombre de Cristo son ultrajados, porque el Espíritu de la gloria y el de Dios reposa sobre ustedes" (1 P 4,12-14).

47.5. "Como está escrito, puesto que por ti somos entregados a la muerte todo el día, hemos sido considerados como ovejas de matanza" (Sal 43 [44],23). "Pero en todas estas cosas vencemos mediante el que nos ha amado" (Rm 8,36-37).

"Con el corazón se cree"

48.1. "Pero quieres saber mi pensamiento, ni aunque me quemes, ni aunque me hagas bajar una temible cumbre, desde lo alto hasta la extremidad de los pies, lo sabrás, ni aunque [me] ates con muchas cadenas" (Anónimo, Fragmentos, 114), dice sin miedo una mujer varonil, en la tragedia.

48.2. Y Antígona, despreciadando el anuncio de Creonte, con atrevimiento dice: "Porque no fue Zeus quien me anunció esas cosas" (Sófocles, Antígona,450).

48.3. Pero Dios nos lo proclama y hay que creerle. "Porque con el corazón se cree para [tener] justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación. Porque dice Escritura: "Todo el que cree en Él, no será confundido"" (Rm 10,10-11; Is 28,16).

48.4. Así, escribe con razón Simónides: "Esto se dice, que la Virtud habita sobre rocas inaccesibles, pero la acompaña (o: la rodea) rápido casto coro de ninfas. No es visible a los párpados de todos los mortales, sino a quien un sudor que roe el alma le salga de dentro y llegue hasta la cima del valor" (Simónides de Quíos, Fragmentos, 74).

Confesar la esperanza

49.1. También [dice] Píndaro: "Las inquietudes de la juventud, desarrolladas con esfuerzo, alcanzan la gloria, y con el tiempo resplandecen sus acciones que brillan en el éter" (Píndaro, Fragmentos, 227).

49.2. Y Esquilo, apoderándose de ese pensamiento, dice: "A quien se esfuerza, los dioses le deben el hijo de su esfuerzo, el renombre" (Esquilo, Fragmentos, 315).

49.3. "Porque los más grandes obtienen una parte más grande" según Heráclito (Fragmentos, 22 B 25).

49.4. "¿Quién es esclavo, si la muerte no le preocupa?" (Eurípides, Fragmentos, 958).

49.5. "Porque Dios no nos dio un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino de fortaleza, amor y templanza. Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero" (2 Tm 1,7-8), escribe [Pablo] a Timoteo.

49.6. Ese tal será el que se adhiera al bien, según el Apóstol, el que se aparte del mal y tenga un amor sin hipocresía (cf. Rm 12,9).

49.7. "Porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley" (Rm 13,8). Pero si "el Dios de la esperanza" (Rm 15,13) es aquel por quien somos mártires, como es en realidad, confesamos nuestra esperanza al apresurarnos hacia la esperanza: los "llenos de bondad, dice, han sido colmados de toda gnosis" (Rm 15,14).



Una vida recta

50.1. Los filósofos indios dicen al macedonio Alejandro: "Deportarás [nuestros] cuerpos de un lugar a otro, pero no conseguirás que nuestras almas hagan lo que no queremos. El fuego es el mayor tormento para los hombres, pero nosotros lo despreciamos" (Filón de Alejandría, Quod omnibus probus liber sit, 14,96).

50.2. Y de ahí que Heráclito eligiera la buena fama a todo lo demás; pero confiesa que a muchos se les concede "hartarse como animales" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 29).

50.3. "Porque la mayoría de las miserias (son) a causa del cuerpo; por su causa hemos inventado mansiones cubiertas, el extraer del suelo la plata blanca, el sembrar la, tierra, y las otras labores que conocemos con sus nombres" (Anónimo, Fragmentos, 115).

Humillaciones que debe soportar el cristiano

51.1. Ciertamente, para muchos este trabajo inútil es lo deseable, pero a nosotros nos dice el Apóstol: "Conociendo que nuestro hombre viejo ha sido crucificado [con Cristo], para destruir el cuerpo del pecado, ya no seamos más esclavos del pecado" (Rm 6,6).

51.2. ¿Acaso el Apóstol no muestra claramente la humillación de la fe para muchos con lo que sigue? "En efecto pienso que Dios, a nosotros los apóstoles, nos ha concedido ser los últimos, como condenados a muerte, porque hemos venido a ser como espectáculo para el mundo, ángeles y hombres" (1 Co 4,9).

51.3. "Hasta la hora presente también pasamos hambre y sed, estamos desnudos, somos abofeteados, andamos errantes, y nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Insultados, bendecimos; perseguidos, aguantamos; difamados, consolamos. Hemos llegado a ser como desecho del mundo" (1 Co 4,11-13).

La divina Providencia todo lo gobierna

52.1. También esto mismo se encuentra en la "República" de Platón: aunque el justo sufra tormentos, aunque le arranquen los ojos, será feliz" (cf. Platón, República, II,361 E).

52.2. Así, por tanto, el gnóstico no tiene puesta su meta en el azar, sino que de él dependerá el ser feliz, y ser también amigo bienaventurado y regio de Dios.

52.3. Y aunque sea condenado al deshonor, al destierro, a la confiscación y a cualquier muerte, jamás será separado de la libertad y amor señorial para con Dios; [amor] "que todo lo aguanta y todo lo soporta" (1 Co 13,7).

52.4. El amor está convencido de que la divina Providencia lo dispone todo convenientemente. "Los exhorto a que se hagan imitadores míos" (1 Co 4,16), dice.

La caridad es la perfección

53.1. En verdad, el primer grado de la salvación (es) la instrucción con el temor [de Dios], mediante la cual nos mantenemos lejos de la injusticia; en cambio, el segundo es la esperanza, por la que aspiramos a lo mejor; pero la caridad (alcanza) la perfección, como conviene, porque nos educa gnósticamente.

53.2. Porque no sé cómo los griegos, atribuyendo los acontecimientos a una necesidad (o: a un destino) irracional, confiesan que hay que doblegarse ante ella de mala gana.

53.3. Así, dice Eurípides: "Acepta lo que te sugiero, mujer. No hay ningún mortal que no sufra: entierra hijos, engendra a otros nuevos, y él mismo muere. Y esto es lo que padecen los mortales" (Eurípides, Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).

53.4. Luego añade: "Es necesario aguantar lo que por naturaleza hay que soportar; nada de lo necesario debe ser temido por los mortales" (Eurípides, Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).

La caridad es el fundamento de la gnosis

54.1. Pero a quienes se esfuerzan hacia a la perfección se les propone la gnosis espiritual (o: racional), cuyo fundamento es la santa tríada: "fe, esperanza y amor; pero la mayor de ellas es el amor" (1 Co 13,13; cf. Col 3,12. 14-15).

54.2. "Ciertamente, todo (es) lícito, pero no todo conviene; todo es lícito, pero no todo edifica" (1 Co 10,23), dice el Apóstol. "Y nadie busque únicamente lo suyo propio, sino lo del otro" (1 Co 10,24), de modo que a la vez pueda hacer y enseñar, poniendo los cimientos y construyendo encima.

54.3. Porque, en verdad, "del Señor es la tierra y cuanto la llena" (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26), lo confiesa, pero la conciencia del débil se hunde (cf. 1 Co 8,10).

54.4. "Pero digo conciencia, no por la de ti mismo, sino por la del otro. Pues, ¿por qué ha de juzgarse mi libertad por la conciencia ajena? Si yo participo por gracia, ¿por qué he de ser censurado por lo que yo doy gracias? Por tanto, ya coman, ya beban, ya hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios" (1 Co 10,29-31).

54.5. "Porque aunque caminemos en carne, no militamos según la carne; puesto que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas, destruyendo razonamientos y toda altanería que se levante contra la gnosis del Señor" (2 Co 10,3-5).

La meta del gnóstico

55.1. Pertrechado con esas armas, el gnóstico dice: Señor, dame una ocasión y recibe la demostración; que venga ese peligro, porque desprecio los riesgos por tu amor.

55.2. "Porque la virtud es lo único de los humanos que no recibe de fuera recompensa, sino que ella tiene en sí misma el premio de los esfuerzos" (Anónimo, Fragmentos, 116).

55.3. "Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, pero por encima de todo eso, el amor, [que] es el vínculo de la perfección.

55.4. Y la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual han sido llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos" (Col 3,12. 14-15), los que aún viven en un cuerpo, gozando, como los antiguos justos, de la impasibilidad y tranquilidad (ataraxía) del alma.

Capítulo VIII: La corona del martirio por Cristo

Valiente conducta de algunos hombres de la antigüedad

56.1. No sólo los esopios (o: etíopes [los de color de fuego]; o: los que imitaban la paciencia esópica; o: los beocianos), los macedonios y los espartanos cuando eran torturados (se mantenían) firmes, como dice Eratóstenes en [el libro] sobre "Los bienes y los males", sino también Zenón de Elea, obligado a revelar un secreto, resistió los tormentos sin confesar nada, y finalmente cortándose la lengua la escupió al tirano, a quien unos llaman Nearco y otros Démilo.

56.2. Lo mismo hicieron el pitagórico Teodoto y Praulo, el discípulo de Lacides, como dice Timoteo de Pérgamo en el [libro] "Sobre el valor de los filósofos" y Acaico en la "Ética".

56.3 Pero también el romano Postumo, arrestado por Peucetión, no sólo no reveló ningún secreto, sino que también, poniendo la mano sobre el fuego, la dejó derretirse como bronce, con un dominio de sí mismo perfectamente impasible.

56.4. Guardo silencio de lo de Anaxarco que, cuando era machacado con las mazas de hierro del tirano, gritaba: "Machaca la bolsa de Anaxarco, porque no (es) a Anaxarco a quien machacas" (Anaxarco, Fragmentos, 72 A 1 y 13).

La amistad divina: fortaleza en las pruebas

57.1. Ahora bien, ni la esperanza de la felicidad, ni el amor a Dios soportan con dificultad las humillaciones, sino que permanecen libres, aunque caigan bajo las fieras más feroces, o del fuego que todo lo devora, o asesinados por torturas tiránicas, pendientes de la amistad divina, libres (lit.: no esclavos) en lo alto, y entregan el cuerpo a quienes pueden adueñarse sólo de él (cf. Mt 10,28).

57.2. Pero los getas, pueblo bárbaro, no faltos del gusto de la filosofía, eligen cada año un embajador (para enviar) un héroe a Zamolsis. Y Zamolsis era un conocido de Pitágoras.

La muerte por Cristo

58.1. Así, es degollado el juzgado más digno [entre ellos], ciertamente con tristeza de los que han filosofado, pero que no han sido elegidos porque son indignos de realizar un servicio tan feliz.

58.2. Porque toda la Iglesia está llena de los que toda su vida se han estado ejercitando para la muerte que vivifica por Cristo, tanto mujeres como hombres virtuosos.

58.3. Así, al que se comporta como nosotros, también sin letras le es posible filosofar, sea bárbaro o griego, esclavo, anciano, niño o mujer.

58.4. Porque la templanza es común a todos los hombres que la elijan. Y nosotros confesamos que la misma naturaleza, según cada género, posee también la misma virtud.

Igualdad de naturaleza de la mujer y el hombre

59.1. Por eso, respecto a la naturaleza humana, la mujer no parece tener una naturaleza y otra [distinta] el varón, sino que siendo (la naturaleza) la misma, como también (idéntica) virtud.

59.2. Pero si la virtud del varón (es) sin duda la templanza, la justicia y las llamadas consecuentes de esas, ¿acaso sólo concierne al varón ser virtuoso, y en cambio a la mujer ser intemperante e injusta? Pero el decir eso (es) inconveniente.

59.3. Ahora bien, deben cuidar de la templanza, de la justicia y de cualquier otra virtud tanto la mujer como el varón, el libre como el esclavo, ya que una e idéntica es la virtud que ha correspondido a la misma naturaleza.

59.4. En verdad, no decimos que la naturaleza femenina, en cuanto a la feminidad, sea idéntica a la masculina; porque debe existir alguna diferencia en cada una de ellas, puesto que ciertamente una ha nacido femenino y la otra masculino.

59.5. Así, decimos que el concebir y el dar a luz corresponden a la mujer, en cuanto (es) hembra, no en cuanto ser humano; además, si no existiera diferencia entre varón y mujer, cada uno de ellos harían y experimentarían lo mismo.

Las diferencias corporales entre el hombre y la mujer

60.1. También por lo que tiene de igual, por el alma, alcanzará la mujer la misma virtud; mientras que por lo que es diferente, por las propiedades del cuerpo, está destinada a las gestaciones y al cuidado de la casa.

60.2. Dice el Apóstol: "Quiero que ustedes sepan que la cabeza de todo varón es Cristo, pero la cabeza de la mujer es el varón. Porque no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón. Ni la mujer sin el varón, ni el varón sin la mujer en el Señor" (1 Co 11,3. 8. 11).

60.3. En efecto, lo mismo que decimos que el varón debe ser temperante y más fuerte que los placeres, así consideramos que la mujer sea igualmente temperante y ejercitada en luchar contra los placeres.

60.4. El mandato apostólico aconseja: "En cambio, les digo: anden en espíritu (o: en el Espíritu) y no consumarán el deseo de la carne; porque la carne desea contra el espíritu, pero el espíritu contra la carne. Porque ambos se oponen" (Ga 5,16); no como el mal frente al bien, sino como (elementos) que pugnan por la preeminencia.

Los frutos de la acción del Espíritu Santo

61.1. Entonces añade: "Para que no hagan lo que quieran" (Ga 5,17). "Las obras de la carne son manifiestas, las cuales son fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, discordias, celos, iras, rivalidades, litigios, divisiones, envidias, embriagueces, orgías y otras parecidas; de ello los prevengo, como antes dije, porque quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, bondad, continencia, benignidad, fe y mansedumbre" (Ga 5,19-23). Pienso que [el Apóstol] ha llamado "carne" a los pecadores, al igual que "espíritu" a los justos.

61.2. Sí, ciertamente hay que adquirir el valor para (tener) coraje y paciencia, de modo que a quien nos golpee sobre una mejilla le ofrezcamos la otra, y a quien nos quite el manto le concedamos también la túnica (cf. Mt 5,48; Lc 6,29), gobernando la ira con fuerza.

61.3. Porque no ejercitamos a las mujeres a (ser) amazonas valientes en la guerra, puesto que también queremos que los hombres sean pacíficos.

Fortaleza de la mujer

62.1. Yo he oído que las mujeres saurómatas hacen la guerra no menos que los varones, y que otras [mujeres] sáquidas, mientras fingen huir, tiran flechas hacia atrás igual que los varones.

62.2. Sé también que las mujeres de la región de Iberia realizan obras y trabajos varoniles; incluso aunque estén próximas a dar a luz, no abandonan lo que hay que hacer, sino que muchas veces la mujer, en el esfuerzo del trabajo, da a luz, recoge al recién nacido y lo lleva a casa.

62.3. Además, también las perras, no menos que los perros, cuidan la casa, cazan y custodian los rebaños. "Gorgo, la perra cretense, corrió tras las huellas del ciervo" (Antípatro de Tesalónica, en Antología Palatina, IX,268 1).

62.4. Por tanto, también las mujeres deben filosofar, de manera semejante a los varones; aunque los varones, al llevar la preeminencia en todo, (son) mejores, si no se afeminan (o: se ablandan).



¿En qué el hombre es superior a la mujer?

63.1. Educación y virtud (son) indispensables a todo el género humano, si buscan con ardor la felicidad.

63.2. Y quizás no en vano escribe Eurípides de varias maneras: ciertamente, una vez: "Toda esposa (es) peor que el marido, aunque el peor [de los maridos] despose a la de buen renombre" (Eurípides, Fragmentos, 546).

63.3. Pero, otras veces: "Porque la mujer virtuosa es siempre esclava de su marido; pero la no virtuosa supera en necedad a su cónyuge" (Eurípides, Fragmentos, 545).

63.4. "Porque no hay nada preferible y mejor que, cuando posean una casa, marido y mujer (tengan) los mismos sentimientos (y) pensamientos" (Homero, Odisea, VI,182-184).

63.5. Ahora bien, la cabeza es lo hegemónico. Pero si "el Señor es cabeza del varón y el varón es cabeza de la mujer" (1 Co 11,3), el varón es señor de la mujer, "siendo [él] imagen y gloria de Dios" (1 Co 11,7).

Lo que dice el apóstol Pablo de la relación entre la mujer y el hombre

64.1. Por eso también escribe [Pablo] en la Carta a los Efesios: "Sométanse [unos] a otros en el temor de Dios: las mujeres a los propios maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, y él (mismo) Salvador del cuerpo. Pero como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus propios maridos en todo.

64.2. Los maridos amen a las esposas como también Cristo amó a la Iglesia; así también los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa se ama a sí mismo; porque nadie aborreció jamás a su propia carne" (Ef 5,21-25. 28-29).

La vida familiar

65.1. También en la [Carta] a los Colosenses dice: "Mujeres, sométanse a los maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amen a las esposas y no sean amargos con ellas. Hijos, obedezcan a los padres en todo, porque eso es grato al Señor. Padres, no irriten a sus hijos, para que no se desanimen.

65.2. Siervos, obedezcan en todo a sus amos según la carne, no sirviendo cuando son vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo al Señor. Y todo lo que hagan, háganlo desde el alma, como sirviendo al Señor y no a los hombres; sabiendo que recibirán del Señor la recompensa de la herencia. Sirvan, entonces, a Cristo, el Señor; porque el injusto recogerá lo que haya obrado injustamente, porque no hay [en Él] acepción de personas.

65.3. Amos, provean a los siervos lo justo y lo equitativo, sabiendo que también ustedes tienen un Señor en el cielo" (Col 3,18-4,1),

65.4. "donde ya no hay griego ni judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre, sino que Cristo lo es todo también en todos (o: Cristo [es] todo y en todos)" (Col 3,11).

La paz de Cristo

66.1. La Iglesia terrestre es imagen de la del cielo, por eso pedimos que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo (cf. Mt 6,10).

66.2. "Revístanse de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente, si alguno tuviere una queja contra otro. Como Cristo nos ha perdonado, así también nosotros.

66.3. Pero por encima de todas esas cosas, el amor, que es vínculo de perfección. Y la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual han sido llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos" (Col 3,12-15).

66.4. Porque nada impide repetir varias veces la misma Escritura para vergüenza de Marción, para que se convierta, persuadiéndose que el fiel debe ser agradecido a Dios creador, que nos ha llamado y, en un cuerpo, nos anunció el Evangelio.

La mujer y el hombre tienen los mismos derechos

67.1. Con todas estas cosas (hemos precisado) con claridad la unidad que (proviene) de la fe, y se ha declarado quién es el [hombre] perfecto; de manera que, aunque algunos no quieran y se opongan obstinadamente, y aunque el marido o el amo amenacen con castigos, tanto la mujer como el siervo han de filosofar.

67.2. Sí, ciertamente, aunque un [hombre] libre fuera amenazado de muerte por un tirano, aunque fuera conducido a los tribunales y arrastrado a los mayores peligros, aunque tuviera que perder toda su hacienda, no se abstendrá de ningún modo de la piedad para con Dios.

67.3. Tampoco deberán claudicar jamás la esposa que viva con un marido perverso, ni el hijo que tuviere un padre cruel, o el siervo un mal amo: asidos noblemente de la virtud.

67.4. Pero igual que para un hombre es hermoso morir por la virtud, por la libertad, por sí mismo, también (lo es) para una mujer. Porque esto no es prerrogativa (lit.: propio) de la naturaleza masculina, sino de la de los buenos.

Obedecer los mandatos del Señor

68.1. Así, por tanto, también el anciano, el joven y el siervo vivirán y, si es necesario, morirán obedeciendo fielmente los mandamientos; lo cual sería alcanzar la vida mediante la muerte.

68.2. Por cierto, sabemos que niños, siervos y esposas muchas veces llegaron a ser mejores con disgusto de padres, amos y maridos.

68.3. Por consiguiente, no conviene disminuir la buena voluntad a quienes desean vivir piadosamente, aun cuando parezca que algunos tratan de impedírselo; sino que, me parece, hay que esforzarse mucho más y luchar al máximo, para no ser vencidos y decaer de los mejores y más necesarios ideales.

68.4. Porque no creo que haya comparación entre hacerse partidario del Omnipotente o elegir las tinieblas de los demonios.

68.5. Puesto que lo que hagamos en favor de otros lo hemos de hacer siempre [como] para nosotros, tratando de tener en cuenta a aquellos por los que actuamos, y hemos de hacerlo teniendo como medida lo que les agrada; pero lo que hacemos más por nosotros mismos más que por otros, lo hemos de realizar con igual celo, aunque parezca gustar o no a algunos.

Testimonio de Epicuro sobre la importancia de filosofar

69.1. Pero si de las cosas indiferentes alguna merece tal importancia como para parecer ser preferida, a pesar (lit.: a disgusto) de algunos se debe considerar mucho más necesario el luchar por la virtud, sin mirar otra cosa que la posibilidad de realizar aquel bien, guste o no a otros.

69.2. Por eso bellamente escribe Epicuro a Meneceo: "El que es joven no espere más para filosofar, y quien sea anciano destacado no se canse de filosofar. Porque nadie es demasiado inmaduro o maduro para recobrar la salud del alma.

69.3. Pero quien dice que todavía no es tiempo o ha pasado ya el tiempo de filosofar; es semejante al que dice que no ha llegado todavía a la edad de ser feliz o que ya no hay tiempo.

69.4. De manera que tanto el joven como el anciano deben filosofar; el uno para que cuando envejezca se mantenga joven en las cosas buenas, mediante la alegría de lo ya realizado; en cambio, el otro para que sea al mismo tiempo joven y anciano mediante la falta de miedo ante el futuro" (Epicuro, Carta a Meneceo, 3,122).

Capítulo IX: Textos sobre el martirio. Conductas equivocadas frente al martirio

Lo que dice Cristo sobre aquellas y aquellos que confiesan su Nombre

70.1. El Señor ha hablado en términos preciso sobre el martirio; ordenaremos lo escrito en diferentes lugares: "Pero yo les digo: todo el que se declare por mí delante de los hombres, también el Hijo del Hombre declarará por él delante de los ángeles de Dios; pero a quien me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles" (Lc 12,8-9).

70.2. "Porque cualquiera que se avergüence de mí o de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con sus ángeles" (Mc 8,38).

70.3. "Todo el que me confiese delante de los hombres, también yo lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32).

70.4. "Cuando los lleven a las sinagogas, a los magistrados y a las autoridades, no se preocupen de cómo responderán o de qué dirán; porque el Espíritu Santo les enseñará en aquella hora lo que se debe decir" (Lc 12,11-12; cf. Mc 13,11).

Lo que dice el valentiniano Heracleón

71.1. Explicando este pasaje, Heracleón, el más notable de la escuela de Valentín, dice textualmente que existe una confesión por la fe y la conducta de vida, y otra confesión por la palabra.

71.2. "La confesión por la palabra también se hace ante de las autoridades, dice, (y) es la única que la mayoría tiene por confesión, pero (esto) no es correcto; porque también los hipócritas pueden hacerr la misma confesión.

71.3. Sin embargo, esa misma palabra (cf. Mt 10,32-33; Lc 12,8-9) se encontrará que no fue dicha de forma general; porque no todos los salvados han realizado la confesión por medio de la palabra, y salieron [de esta vida]; entre ellos (están) Mateo, Felipe, Tomás, Leví (cf. Mt 9,9; Mc 2,14) y otros muchos.

71.4. Y la confesión por medio de la palabra no es universal, sino particular (o: parcial). Pero llama universal a la actual, la de las obras y las acciones conformes a la fe para con Él. Pero a esta misma confesión acompaña también la particular que se hace delante de las autoridades, si es necesario y la razón [lo] exige. Porque éste confesará también con la palabra, cuando antes haya confesado rectamente antes con la conducta de vida (o: buena disposición)".

Prosigue el texto de Heracleón

72.1. "Y sobre aquellos que lo confiesan, ha dicho bien "en mí", mientras que, sobre los que lo niegan, añadió "a mí". Porque éstos, aunque lo confiesen con la palabra, lo niegan, no confesándolo con la conducta.

72.2. Pero confiesan en Él sólo quienes viven conforme a Él en la forma de vida y en la práctica; también en éstos Él mismo confiesa, porque les ha asumido (lit.: les ha envuelto) y es poseído por ellos. Por esto podrán renegar de Él (cf. 2 Tm 2,13); pero los que no están en Él lo niegan (o: rechazan).

72.3. Porque no dijo quien renegare "en mí", sino "a mí"; puesto que nadie, estando en Él, lo negará jamás.

72.4. Lo de "delante de los hombres" (vale) también para los salvados y para los gentiles: para aquellos, con la conducta; para estos otros, con la palabra. Por eso, jamás podrán negarlo; pero lo niegan quienes no están en Él" (Heracleón, Fragmentos, 50).

El martirio de los cristianos asombra a los paganos

73.1. Estas cosas [dijo] Heracleón. También manifiesta otras cosas que están de acuerdo con nosotros sobre esta perícopa, pero en esto no fijó la atención: que si algunos no confesaron a Cristo delante de los hombres con la conducta y la vida, sin duda al confesarlo mediante la palabra en los tribunales y no negarlo entre las torturas hasta la muerte, muestran haber creído con buena disposición.

73.2. Pero la buena disposición que se confiesa, y sobre todo la que ni siquiera huye ante la muerte produce instánteneamente la ruptura (lit.: amputación) de todas las pasiones nacidas de la concupiscencia corporal.

73.3. Porque, por así decirlo, al final de la vida está toda junta la penitencia (o: la conversión; metánoia), de obra, y la verdadera confesión en Cristo, testificada por la palabra.

73.4. Pero si "el Espíritu del Padre" (Mt 10,20) testimonia en nosotros, ¿cómo podrán (ser) hipócritas aquellos que [Heracleón] ha dicho que sólo dan testimonio con la palabra?

73.5. Pero a algunos se les concederá, si fuera útil, defenderse (o: hacer apología de la fe), para que mediante el martirio y la confesión todos (= cristianos y paganos) se beneficien; así, se consolidarán los que ciertamente (están) en la Iglesia, y se admirarán los gentiles atraídos a la fe, que se esforzarán por la salvación, y los demás permanecerán estupefactos.

Confesión y apología de la fe

74.1. Por tanto, es del todo necesario el confesar [la fe], puesto que está a nuestro alcance; pero no es del todo [necesario] defenderse (o: hacer apología de la fe), porque no está también a nuestro alcance. "Pero el que haya perseverado hasta el final, este será salvado" (Mt 10,22; 24,13).

74.2. Además, ¿quién de los sean sensatos no elegirá el reinar en Dios y no ser esclavo?

74.3. "Ahora bien, algunos confiesan conocer a Dios, según el el Apóstol, pero lo niegan con las obras; son abominables, desobedientes e incapacitados para toda obra buena" (Tt 1,16); pero otros, aunque sólo confiesen eso, han realizado al final una obra buena. Se puede pensar, entonces, que el martirio es una purificación con glorioa de los pecados.

74.4. Precisamente por eso "El Pastor" [de Hermas] dice: "Escaparán a la acción (o: a la fuerza) de la fiera salvaje, si el corazón de ustedes deviene puro e irreprensible" (Hermas, El Pastor, Visiones, IV,2,5). También el Señor mismo dice: "Satanás los ha reclamado para zarandearlos, pero yo he intercedido" (Lc 22,31-32).

Sufrir por Cristo

75.1. Porque el Señor sólo bebió el cáliz (cf. Mt 20,22; 26,39) por la necedad de quienes conspiraban contra Él y por la purificación de los incrédulos. A imitación suya, los Apóstoles, como verdaderamente gnósticos y perfectos, padecieron por las Iglesias que habían fundado.

75.2. Así, también los que caminan tras las huellas apostólicas deben ser gnósticos, sin pecado y, por amor al Señor, amar también al prójimo para que, si la circunstancia lo exigiera, soportando sin escandalizarse sus tribulaciones por la Iglesia, beban el cáliz (cf. Is 51,17. 22; Mt 26,39; Mc 14,36; Lc 22,42; Jn 18,11; Mt 20,22; Mc 10,38).

75.3. Pero cuantos dan testimonio con obras (lit.: con la obra) durante la vida y con la palabra ante un tribunal, aun admitiendo una esperanza o estando frente a un temor (o: mirando con desconfianza un peligro), ésos son mejores que los que confiesan la salvación únicamente con la boca.

75.4. En cambio, si alguno subiera también hasta el amor (agápe), ése es en realidad bienaventurado y auténtico mártir, porque ha hecho confesión perfectamente respecto de los mandamientos y de Dios por medio del Señor, a quien ha amado y le ha reconocido hermano, entregándose por completo él mismo por el amor (agápe) hacia Dios; igual que al restituir generosamente y afectuosamente el depósito reclamado: el hombre.



Capítulo X: Contra el martirio espontáneo

Cuándo se debe huir

76.1. Pero al decir de nuevo: "Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra" (Mt 10,23), no recomienda huir como si la persecución fuera algo malo, ni ordena evitar la muerte huyendo por temor a ella.

76.2. Por el contrario, no quiere que nosotros nos hagamos causantes ni cómplices de mal alguno con nadie; ni con nosotros mismos, (ni) para con el perseguidor o el verdugo. Porque de cierta forma manda evitar (la confrontación); pero el que desobedece es un arrogante y un temerario.

No se debe provocar a los perseguidores

77.1. Pero si el que mata a un "hombre de Dios" (1 Tm 6,11; 2 Tm 3,17; cf. 1 S 2,27; 1 R 13,1) peca contra Dios, también el que se presenta a sí mismo ante el tribunal se hace reo de quien le mata. Ahora bien, ése será el que no trata de evitar la persecución, puesto que se entrega temerariamente él mismo para ser arrestado. Éste, en lo que a él atañe, se hace cómplice en la maldad del perseguidor; pero si también la excita aún más, es plenamente la causa, provocando a la fiera salvaje.

77.2. Del mismo modo, si quien (es) una causa de lucha, de castigo, de odio o de acusación, engendra un pretexto para la persecución.

77.3. Por eso se nos ha ordenado no aferrarnos a ninguna cosa de las de esta vida, sino que a quien nos quite el manto le demos también la capa (cf. Lc 6,29), para que no sólo permanezcamos libres de pasiones, sino también para que, al no oponer resistencia a quienes nos acusan, (no) les enfurezcamos contra nosotros mismos, y por nuestra causa les incitemos a la blasfemia contra el Nombre (cf. 1 P 4,16).

Capítulo XI: Respuesta a la objeción: ¿por qué son perseguidos y castigados los cristianos si Dios cuida de ellos?

Dios no desea que los cristianos sean perseguidos

78.1. Sin duda, dicen, si Dios cuida de ustedes, ¿por qué son perseguidos y asesinados? ¿Acaso El mismo los entrega a esos (males)? Pero nosotros no pensamos que el Señor quiera que caigamos en (tales) percances, sino que ha predicho proféticamente que sabía lo que iba a suceder, como el que seríamos perseguidos, asesinados y empalados (o: crucificados) por su nombre (cf. Mt 10,22-23; 5,11).

78.2. De manera que no ha querido que nosotros fuéramos perseguidos, sino que nos indicó de antemano lo que habríamos de padecer, ejercitándonos, mediante el preanuncio de lo que habría de suceder, en la paciencia a la que prometía la herencia. Y no (seremos) castigados nosotros solos, sino con (otros) muchos. Pero aquellos, se dice, puesto que (son) malhechores, sufren justamente el castigo.

Injusta persecución contra los cristianos

79.1. Ahora bien, sin quererlo involuntariamente testimonian de mala gana la justicia en nosotros, que somos castigados injustamente a causa de la justicia. Pero ni lo injusto del juez toca a la Providencia. Porque conviene que el juez sea dueño de su propia sentencia, no movido por cuerdas al modo de instrumentos (u: objetos) inanimados, empujado sólo por una causa externa.

79.2. Por cierto será juzgado en lo que decida, como también nosotros por la elección de las decisiones y por la paciencia. Aunque no cometamos injusticias, sin embargo, el juez nos mirará como injustos; porque no conoce lo que nos concierne ni quiere conocerlo, sino que se moverá por un prejuicio sin fundamento y por lo cual también será juzgado.

79.3. No nos persiguen porque encuentran que somos injustos, sino porque suponen que por el mero hecho de ser cristianos injuriamos a la vida, al comportarnos nosotros de esa manera y al exhortar a otros a elegir la misma vida.



Los cristianos sufren el martirio por amor

80.1. Pero dicen: ¿por qué no somos socorridos cuando se nos persigue? Porque, ¿en qué somos perjudicados en cuanto a nosotros mismos, (cuando) por la muerte somos liberados para el Señor, lo mismo que también soportamos el cambio de vida como un cambio la edad? Pero si lo pensáramos bien, estaríamos agradecidos a los que nos han dado la ocasión de una rápida partida, siempre que fuéramos martirizados por amor.

80.2. Pero si la gente no nos estimara como hombres malos, y si también ellos conocieran la verdad, todos ciertamente se lanzarían en nuestro camino (cf. Hch 9,2; 19,9), y no habría elegidos (¿de Dios o de los hombres?).

80.3. Pero puesto que nuestra fe "es luz del mundo" (Mt 5,14), censura la incredulidad.

80.4. "Porque Anito y Meleto me podrán matar, pero no me dañarán de ninguna manera. Puesto que me parece que no está permitido que lo más virtuoso reciba daño de lo peor" (Platón, Apología, 30 C-D).

80.5. De suerte que cada uno de nosotros puede decir con confianza: "El Señor es mi ayuda, no temeré. ¿Qué me hará un hombre?" (Sal 117 [118],6). "Porque las almas de los justos están en las manos de Dios y jamás les alcanzará el tormento" (Sb 3,1)[1].

Nota:
Este capítulo es el punto culminante del libro IV. En el capítulo siguiente (XII), Clemente refuta los argumentos del gnóstico Basílides contra el martirio, y hace la transición a la segunda parte de este libro; la cual está dedicada a tratar sobre el cristiano perfecto (cf. Fuentes Patrísticas, n. 15, Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 2003, p. 163, nota 8).


Capítulo XII: Afirmaciones de Basílides contra el martirio

Lo que dice el gnóstico Basílides

81.1. Pero Basílides, en el [libro] veintitrés de las "Exegéticas" sobre los castigados con el martirio, dice estas palabras:

81.2. "Porque digo que cuantos caen maltratados en las llamadas tribulaciones, ciertamente por haber cometido faltas sin darse cuenta, son conducidos a este bien por bondad del que los conduce; siendo injuriados realmente de unas cosas consecuentes de otras, para que no padezcan como declarados culpables por los males confesados, ni sean acusados como adúlteros o asesinos, sino por haber nacido cristianos (cf. 1 P 4,15-16)... (el texto original parece tener aquí una laguna); esto les fortificará hasta parecer que no sufren.

81.3. Pero si alguno, sin haber pecado en absoluto, cosa rara ciertamente, es llevado al tormento, no sufrirá por premeditación de alguna autoridad, sino que padecerá como padece también el niño pequeño que parece no haber cometido pecado" (Basílides, Fragmentos, 2).

Prosigue lo dicho por Basílides

82.1. A continuación, más abajo, de nuevo añade: "Por tanto, como el niño pequeño que no ha pecado antes ni ha pecado efectivamente, pero tiene en sí mismo la posibilidad de pecar; cuando es expuesto al padecimiento, recibe un beneficio, aprovechando las muchas cosas desagradables; así también, si un [hombre] perfecto sin haber cometido pecado de obra sufre, lo que padezca, lo padecerá de manera semejante al niño pequeño. Porque en verdad, teniendo en sí mismo la capacidad de pecar, pero no habiendo tenido la ocasión de pecar, no ha pecado. Por tanto, no hay que atribuirle a él no haber pecado.

82.2. Porque como quien desea cometer adulterio es ya adúltero (cf. Mt 5,28), aunque no encuentre la ocasión de adulterar, y quien desea cometer un asesinato es homicida, aunque no pueda asesinar, de la misma manera también al que digo que no ha pecado, si veo que padece, y aunque no haya hecho nada malo, diré que es malo por pecar. Porque diré todo antes que decir que la Providencia es mala" (Basílides, Fragmentos, 2).

Continúa la cita de Basílides

83.1. Después, más abajo, también habla abiertamente sobre el Señor como de un hombre: "Ciertamente, si dejando de lado todos estos argumentos vas a llenarme de confusión con (el caso) de algunas personas, diciendo: "Ese tal sin duda ha pecado, porque ha padecido"; responderé, si me permites: "En verdad ese tal no ha pecado, pero (era) como el niño pequeño que sufre". Si todavía me fuerzas con más vehemencia el argumento, yo diré que cualquiera sea el hombre que nombres, cualquiera que sea al que te refieras, es hombre, y que Dios es justo. "Nadie está limpio de mancha" (Jb 14,4), como alguno ha afirmado" (Basílides, Fragmentos, 2).

83.2. Pero la hipótesis de Basílides dice que el alma, habiendo pecado en la otra vida, soporta el castigo aquí; la elegida, honrosamente mediante el martirio; pero las otras, son purificadas con el castigo apropiado. Y, ¿cómo puede ser verdadero eso, dependiendo de nosotros confesar y ser castigados o no? Porque, según Basílides, el que reniega disuelve la Providencia.

Respuesta de Clemente a los argumentos de Basílides

84.1. Además, yo le pregunto [a Basílides], cuando uno confiesa [su fe] y es arrestado, ¿dará testimonio y será castigado según la Providencia o no?. Porque si renegara, no sería castigado.

84.2. Pero si por el resultado también dijera que aquél (= el mártir) no debería ser castigado, dará testimonio a pesar suyo de que la perdición de los que reniegan (es) por la Providencia.

84.3. Pero ¿cómo puede estar reservado en el cielo el premio más glorioso para el que ha dado testimonio por haber dado testimonio (cf. Mt 5,11)? Pero si la Providencia no permitió al pecador que llegara a pecar, sería injusta por dos razones: y por no sacar [del peligro] al que por la justicia es arrastrado al castigo, y por preservar al que quería ser culpable (o: injusto); puesto que al haberlo realizado por haberlo querido, sin embargo, [la Providencia] al impedir la obra, tampoco trató con justicia al pecador.

El martirio es consecuencia de la confesión de la fe

85.1. Pero, ¿cómo no es impío (lit.: ateo) [Basílides] al divinizar al diablo y atreverse a decir que el Señor es un hombre que puede pecar? Porque el diablo tienta sabiendo lo que somos, pero no sabiendo si resistiremos. Pero tienta queriendo apartarnos de la fe y someternos a él, puesto que también es lo único que se le ha concedido; por una parte, porque nosotros debemos salvarnos por nosotros mismos, apoyándonos en los mandamientos; por otra parte, porque (experimenta) la humillación del tentador y del que engaña, o también por la confirmación de los que (están) en la Iglesia, o por la conciencia de los que admiran la perseverancia.

85.2. Pero si el martirio fuera una recompensa por medio del tormento, también la fe y la doctrina, porque el martirio se produce a causa de ellas. En consecuencia, si éstas (son) concausas del castigo, ¿qué otra cosa puede haber más absurda?

85.3. Pero sobre esas teorías (lit.: dogmas), sobre si el alma transmigra y sobre el diablo, se hablará a su debido tiempo; pero ahora añadamos a lo ya dicho también esto: ¿dónde (se queda) la fe si el martirio acontece conforme a la expiación de los pecados anteriormente cometidos? ¿Dónde el amor a Dios, perseguido y probado mediante la verdad? ¿Dónde la alabanza de quien ha confesado o el reproche de quien ha renegado? ¿Para qué servirán la conducta virtuosa o la rectitud, mortificar las concupiscencias (cf. Col 3,5) y no odiar a ninguna de las criaturas?



La bondad y la Providencia de Dios

86.1. Pero si, como el mismo Basílides dice, consideramos que el amar a todas las cosas es una parte de la llamada voluntad de Dios, porque todas las cosas conservan su relación con el todo, pero otra [parte] sería no desear nada, y una tercera el no odiar nada, también serán por voluntad de Dios los suplicios (o: castigos). Lo cual (es) impío pensarlo.

86.2. Porque ni el Señor padeció por voluntad del Padre, ni los perseguidos son perseguidos por voluntad de Dios; puesto que, una de dos: o una persecución ha de ser buena por voluntad de Dios, o fueron inocentes los que lo disponen y torturan.

86.3. Pero nada (sucede) sin la voluntad del Señor del universo. Entonces falta por decir brevemente que todo eso sucede porque Dios no lo impidió. En verdad, sólo esto es lo que salva tanto a la Providencia como a la bondad de Dios.

La pedagogía de la divina Providencia

87.1. No se debe pensar (o: creer) que Él produce las tribulaciones; porque eso no debemos ni siquiera pensarlo; sino que conviene persuadirse de que no ha impedido a los que las causan, y que aprovecha para bien la audacia de los adversarios -"así, dice, derribaré la cerca y quedará para ser pisoteada" (Is 5,5).

87.2. Una Providencia tal tiene una función educativa (lit.: técnica pedagógica): cuando se trata de la mayoría de las almas, nos instruye sobre los pecados personales de cada uno; cuando se trata del Señor y de los apóstoles, nos instruye sobre los nuestros.

87.3. Precisamente, el divino Apóstol dice: "Porque esta es la voluntad de Dios, la santificación de ustedes; que se abstengan de la fornicación y que cada uno de ustedes posea su propio vaso en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen al Señor; para no sobrepasarse y engañar a su hermano en la práctica, porque el vengador es el Señor de todas esas cosas, como también se los hemos dicho y testificado solemnemente.

87.4. Dios no nos ha llamado a impureza, sino en santificación. Por consiguiente, quien rechaza [estos preceptos] no rechaza a un hombre, sino a Dios que también les dio su Espíritu Santo" (1 Ts 4,3-8). Por eso, para nuestra santificación, no fue impedido que padeciera el Señor.

Contra la fatalidad

88.1. Por otra parte, si alguno de esos [herejes], para defenderse, dijera que el mártir es castigado por los pecados cometidos antes de ser revestido corporalmente (ensomatósis: encarnación), pero que más tarde recogerá el fruto de su conducta en esta vida, porque así se ha dispuesto, le preguntaremos si la recompensa proviene de la Providencia.

88.2. Porque si no fuere por disposición divina, desaparece la economía de las purificaciones y se derrumba su hipótesis; pero si las purificaciones son por la Providencia, también los suplicios (son) por la Providencia.

88.3. Ahora bien, si la Providencia comienza a moverse a partir del Arconte, como afirman, no obstante, aquella fue sembrada en las sustancias (oysía) junto con la generación de las sustancias por el Dios del universo.

88.4. Siendo así, es necesario que ellos confiesen o que el suplicio no es injusto -y proceden con justicia quienes condenan y persiguen a los mártires-, o que incluso las persecuciones son producidas por voluntad de Dios.

88.5. Por tanto, el sufrimiento y el temor -como ellos mismos afirman (cf. Basílides, Fragmentos, 9)- ya no sobrevienen a las acciones, como la herrumbre al hierro, sino que surgen en el alma por propia voluntad.

Capítulo XIII: Contra las afirmaciones del gnóstico Valentín

Lo que sostiene Valentín

89.1. Y ciertamente sobre estas cosas (sería) larga la discusión, que se reserva para examinar más tarde, cuando se presente la ocasión.

89.2. Pero Valentín escribe en una homilía textualmente: "Desde el principio (= antes de la creación del mundo) son inmortales, son hijos de la vida eterna; y han querido compartir la muerte entre ustedes, para consumarla y destruirla (cf. 1 Co 15,26. 54), para que la muerte muera entre ustedes y por ustedes.

89.3. Porque cuando disuelvan el mundo, pero sin que sean ustedes disueltos, dominarán sobre la creación y sobre toda destrucción" (Valentín, Fragmentos, 4).

89.4. Porque también éste, como Basílides, supone una raza (o: linaje) que se salva por naturaleza; pero que esa raza superior (o: diferente) vendría hasta nosotros aquí desde arriba para destruir la muerte, pero el origen (lit.: generación) de la muerte sería obra del creador del mundo.

89.5. Y por eso [Valentín] interpreta así aquella Escritura: "Ninguno que vea el rostro de Dios vivirá" (Ex 33,20) como si (Dios) causara la muerte.

89.6. Acerca de este Dios hace alusión escribiendo con estas palabras: "Cuanto menor es la imagen al rostro viviente, tanto el mundo es inferior al eón viviente" (Valentín, Fragmentos, 5).

Elucubraciones de los valentinianos

90.1. "¿Cuál (es), entonces, la causa de la imagen? La majestad del rostro ha proporcionado el modelo al pintor; para que sea honrado por su nombre el modelo. Porque no se encontró de manera auténtica (lit.: auténticamente) una forma, sino que el nombre llenó lo que faltó en la plasmación. Pero también lo invisible de Dios (cf. Rm 1,20) contribuye a la fe de lo plasmado" (Valentín, Fragmentos, 5).

90.2. Porque así denomina al Demiurgo, nombrado como Dios y Padre, imagen y profeta del Dios verdadero; pero (llama) pintor a la Sabiduría, cuya plasmación (es) la imagen, para gloria del Invisible (cf. Gn 1,26; Col 1,15); puesto que lo que procede de una pareja son plenitudes, pero lo que procede de uno, imágenes.

90.3. Pero puesto que lo que aparece (o: se manifiesta) de él no es el alma intermedia, viene entonces lo superior (o: diferente), el soplo del espíritu superior, y que se insufla todo entero en el alma (cf. Gn 2,7), en la imagen del espíritu; y en general, lo dicho sobre el Demiurgo, hecho a imagen (cf. Gn 1,26 y 2,7), dicen ellos que en el "Génesis" está profetizado eso mismo en forma de imagen sensible sobre la generación del hombre.

90.4. Y precisamente ellos se aplican a sí mismos la semejanza (cf. Gn 1,26), enseñando que la comunicación del espíritu superior les ha llegado sin que lo supiera el Demiurgo.

Cristo verdaderamente destruye la muerte

91.1. En verdad, cuando tratemos sobre la unidad de Dios, proclamada por la Ley, los profetas y el Evangelio, discutiremos también esta cuestión (= la ignorancia del Demiurgo) -porque el Verbo es lo primordial-, pero hay que ir al encuentro de lo que apremia.

91.2. Si la raza superior viene para disolver la muerte, (entonces) Cristo no destruyó la muerte (cf. 2 Tm 1,10; 1 Co 15,25. 54), si no se dice que también Él era consubstancial a ellos; pero si Él la destruyó como para que no tuviera contacto con la raza superior, no aniquilan la muerte ésos, los falsificadores del Demiurgo, los del alma intermedia, los que insuflan en su propia imagen la vida de arriba, según esta doctrina herética, aunque digan que esto sucede a través (o: por intermedio) de la madre (= Sofía).

91.3. Pero aunque digan que con Cristo luchan en contra de la muerte, confiesan la doctrina (lit.: el dogma) que ha permanecido oculta, con que se atreven a atacar el divino poder del Demiurgo, rectificando su creación como mejores que aquél, tratando de salvar la imagen psíquica que (el Demiurgo) no pudo librar de la corrupción.

91.4. Pero también el Señor sería mejor que el Dios creador. Porque el Hijo nunca podrá luchar contra el Padre, y esto (por ser) dioses.

Buscar lo que es de Cristo

92.1. Pero que Él es el Padre del Hijo, el Creador del universo, el Señor omnipotente, lo dejamos para la reflexión en la que prometimos discutir sobre las herejías, demostrando que el [Padre] es el único predicado por el [Hijo].

92.2. Ahora bien, el Apóstol escribiendo sobre la paciencia en las tribulaciones, nos dice: "Y esto viene de Dios: porque a ustedes les dada la gracia por Cristo, no sólo de creer en Él, sino también el padecer por Él; teniendo el mismo combate que vieron en mí y ahora oyen de mí (lit.: oyen en mí).

92.3. Si hay algún consuelo en Cristo, algún estímulo de amor, si alguna comunión de espíritu, si hay afecto entrañable y compasión, completen mi gozo, pensando lo mismo, teniendo el mismo amor, siendo de una misma alma, pensando una sola cosa" (Flp 1,28--2,2).

92.4. Si el Apóstol se derrama en libación "sobre el sacrificio y el servicio de la fe" (Flp 2,17), alegrándose y congratulándose con aquellos a quienes escribe, los filipenses, llamándoles copartícipes de la gracia (cf. Flp 2,17; 1,7; 2,2; Ef 3,6; 5,7), ¿cómo les dice de idénticos sentimientos (cf. Flp 2,2) y psíquicos?

92.5. De igual modo, cuando escribe sobre sus relaciones con Timoteo, dice: "Porque a nadie tengo con los mismos sentimientos, que genuinamente se interese de lo de ustedes. Porque todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús" (Flp 2,20-21).



La caridad cristiana

93.1. Así, los mencionados [herejes], y también los frigios (= discípulos del hereje Montano), no nos llamen psíquicos, como una infamia. En efecto, también éstos [frigios] llaman psíquicos a quienes no obedecen a la nueva profecía; discutiremos con ellos en los [escritos] "Sobre la profecía".

93.2. Ahora bien, es necesario que el [hombre] perfecto practique el amor y desde de allí se apresure hacia la amistad divina, cumpliendo los mandamientos por amor.

93.3. Pero amar a los enemigos, dice [la Escritura] (cf. Mt 5,44; Lc 6,27. 35), no es querer el mal, ni la impiedad, el adulterio o el robo, sino [amar] al ladrón, al impío, al adúltero, no en cuanto que pecan y que con tales acciones manchan la denominación de hombre, sino en cuanto que son hombre y obra de Dios. Sin duda el pecar consiste en una acción, no en una sustancia; por eso no (es) obra de Dios (cf. Rm 8,7; St 4,4).

El buen uso de las cosas

94.1. Los pecadores son llamados enemigos de Dios, (son) además enemigos de los mandamientos, a los que no obedecen al igual que son amigos [de Dios] los que los obedecen, llamados así por elegir éstos (ser) familiares (de Dios), aquellos por apartarse (de Él).

94.2. Nada es la enemistad ni el pecado sin enemigo y sin pecador. Y el [precepto de] no desear no enseña a no tener deseo alguno (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Rm 7,7; 13,9), como si las cosas deseables [nos] fueran extrañas, como dejan deslizar los que dogmatizan que el Creador es distinto del Dios primero, ni como que la generación fuera abominable y mala.

94.3. Estas opiniones son impías, pero nosotros llamamos extrañas a las cosas del mundo, no como absurdas, ni como no pertenecientes a Dios, Señor de todo, sino porque, no permanecemos en ellas toda la eternidad, son extrañas por posesión, y pasan por sucesión a otras manos, pero respecto a su utilidad son propias de cada uno de nosotros, para quienes también fueron hechas; sólo que hay que aproximarse a ellas en la medida de lo necesario.

94.4. Así, según el apetito natural hay que hacer buen uso de lo que no está prohibido, evitando toda exageración y complacencia (desordenada).

Capítulo XIV: La bondad de Dios

El diablo es enemigo del género humano

95.1. ¡Pero qué grande (es) también la bondad! Dice [el Señor]: "Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, y rueguen por los que los ultrajan" (Mt 5,44; Lc 6,27-28), y cosas parecidas. A las que añade: "Para que sean hijos de su Padre que está en los cielos" (Mt 5,45), aludiendo a la semejanza respecto con Dios.

95.2. Pero de nuevo dice: "Ponte de acuerdo con tu adversario, mientras estás con él en el camino" (Mt 5,25). El cuerpo no es el adversario, como quieren algunos, sino el diablo -y los que se asemejan a él-, que camina con nosotros por el camino mediante los hombres que en esta vida terrena imitan sus obras.

95.3. Ciertamente, es imposible que no padezcan lo más odioso quienes confiesan ser ellos mismos de Cristo, pero están ocupados (lit.: establecidos) en las obras del diablo. Porque está escrito: "Para que no te entregue al juez, y el juez al ejecutor" (Mt 5,25) del reino del diablo.

El mártir gnóstico

96.1. "Porque estoy persuadido que ni la muerte", que traen los perseguidores, "ni la vida", la de este mundo, "ni los ángeles", los apóstatas, "ni los principados" -principado es para Satanás la vida que eligió; porque tales son sus principados y las poderes de la tiniebla (cf. Ef 6,12)-, "ni las cosas presentes", en las que nos encontramos durante el tiempo de la vida, como la esperanza del soldado y la ganancia del comerciante,

96.2. "ni altura ni profundidad, ni alguna otra criatura" -según la actividad propia del hombre que ha decidido oponerse a la fe; pero se dice creación y actividad como sinónimos de obra nuestra-; tal actividad "no podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm 8,38-39). Ahí tienes una síntesis del mártir gnóstico.

Capítulo XV: El cristiano debe obrar para la gloria de Dios

La gnosis que enseña el apóstol Pablo

97.1. "Sabemos que todos nosotros tenemos gnosis" (1 Co 8,1), la común en los [cristianos] comunes y la de que Dios es uno; así [el Apóstol] escribía a los fieles. Por lo cual añade: "Pero no en todos hay gnosis" (1 Co 8,7), la que se transmite a pocos. Pero hay quienes afirman que la gnosis "sobre los sacrificios a los ídolos" (1 Co 8,1), no está en todos (cf. 1 Co 8,7)..., "no sea que nuestra autoridad llegue a ser tropiezo para los débiles" (1 Co 8,9);"porque el débil se pierde por tu gnosis" (1 Co 8,11).

97.2. Y si además dijeran: "Hay que comprar todo lo que se vende en el mercado de carne" (1 Co 10,25), añadiendo en tono interrogativo: "¿Sin averiguar nada?", igual que si lo preguntaran, propondrían una exégesis ridícula.

97.3. Porque el Apóstol dice: "Compren en el mercado de la carne todas las otras cosas sin preguntar nada" (1 Co 10,25), a excepción de lo prescrito según la epístola general (lit.: católica) de todos los Apóstoles, con la aprobación del Espíritu Santo, que ha sido escrita en los "Hechos de los Apóstoles", pero distribuida entre los fieles por el ministerio del mismo Pablo. Porque indicaron "que era necesario deber abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre de (los animales) estrangulados y de la fornicación; si se guardan de eso, harán bien" (Hch 15,28-29).

97.4. Otra cosa es lo dicho por el Apóstol: "¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber? ¿No tenemos derecho a llevar una mujer hermana [en la fe], como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?" (1 Co 9,4-5). Y dice: "Pero no hemos hecho uso de ese derecho, sino que todo lo soportamos, para no poner obstáculo al Evangelio de Cristo" (1 Co 9,12).

97.5. Llevando cargas, debiendo estar libres de todo y queriendo ser ejemplo para quienes desean ser continentes, al no estar edificados para comer libremente lo que se ofrece, y tratar a una mujer de cualquier manera (cf. 1 Co 8,10). Pero conviene sobre todo que a los que "se les ha confiado una economía" (1 Co 9,17) tan importante sean propuestos como ejemplo irreprochable para los que aprenden.

Abstenerse por el bien de los demás

98.1. Dice [el Apóstol]: "Porque siendo libre de todos, yo mismo me he hecho esclavo para todos, para ganarlos a todos" (1 Co 9,19); y "todo el que lucha en todo practica la continencia" (1 Co 9,25). Pero "del Señor (es) la tierra y su plenitud" (1 Co 10,26; Sal 23 [24],1).

98.2. "Por causa de la conciencia" (1 Co 10,27), por tanto, hay que abstenerse de lo que hay que abstenerse. "Pero no digo conciencia de ti mismo, que es gnóstica, sino de la del otro" (1 Co 10,29), para que por ignorancia no se edifique de mala manera, imitando lo que no conoce, siendo despreciador, en vez de magnánimo.

98.3. "¿Por qué ha de juzgarse mi libertad por otra conciencia? Si yo participo con agradecimiento, ¿por qué soy censurado por aquello por lo que yo doy gracias? Todo lo que hagan, háganlo para gloria de Dios" (1 Co 10,29-31): todo lo manda hacer bajo la regla de la fe.

Capítulo XVI: La norma de vida del gnóstico

Bendecir a quien nos persigue

99.1. "Ciertamente, con el corazón se cree para la justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación. Porque la Escritura dice: "Todo el que crea en Él no será avergonzado" (Is 28,16; Rm 10,10-11). Esta es la palabra de la fe que proclamamos, porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rm 10,8-9).

99.2. Abiertamente subraya la perfecta justicia, cumplida en la práctica y en la contemplación (teoría). "Bendigan a los que los persiguen; bendigan y no maldigan" (Rm 12,14).

99.3. "Porque ésta es nuestra jactancia, el testimonio de nuestra conciencia, que en santidad y sinceridad" reconocemos a Dios, indicando mediante esa pequeña ocasión la obra del amor, porque "nos condujimos en el mundo no en sabiduría carnal, sino con gracia de Dios" (2 Co 1,12).

La fe y la gnosis

100.1. Esto [dice] el Apóstol sobre la gnosis; y en la "Carta a los Corintios", llama "olor de gnosis" (2 Co 2,14) a la enseñanza común de la fe.

100.2. "Porque, hasta el día de hoy, para la mayoría el mismo velo sobre la lectura del antiguo pacto permanece, no siendo descubierto" (2 Co 3,14), en vistas a la conversión hacia el Señor (cf. 2 Co 3,16).

100.3. Por eso [el Señor] les mostró una resurrección a quienes pueden distinguir la vida que todavía en carne se arrastra sobre el vientre (cf. Gn 3,14). De donde, también llamó "engendros de víboras" (Mt 3,7; 12,34; 23,33) a los amantes de los placeres, a los esclavos del vientre (cf. Rm 16,18) y del sexo, a los que se cortan recíprocamente las cabezas "con las concupiscencias mundanas" (Tt 2,12).

100.4. "Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, dice Juan, enseñando a ser perfectos, sino en obra y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad" (1 Jn 3,18-19).

100.5. Pero, si "Dios (es) amor" (1 Jn 4,16), también (es) amor la piedad. "No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor" (1 Jn 4,18). "Este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos" (1 Jn 5,3).

100.6. A su vez, para el que desea devenir gnóstico, está escrito también: "Pero hazte ejemplo para los fieles en palabra, en comportamiento, en amor, en fe y en pureza" (1 Tm 4,12); por ello, pienso que la fe perfecta se distingue de la fe común.



El canon del gnóstico

101.1. Y el divino Apóstol establece la norma (canon) del gnóstico mediante esas cosas escribiendo esto: "Yo he aprendido a estar contento en (las circunstancias) en que estoy. Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundancia; en todo y en todas las circunstancias he sido iniciado: para ser saciado y pasar hambre, para vivir en la abundancia y sufrir necesidad. Para todo tengo fuerza en el que me da el poder" (Flp 4,11-13). Y, dialogando con otros para cambiarles el modo de pensar, no duda en decir:

101.2. "Pero recuerden continuamente los días anteriores, en los que, habiendo sido iluminados, soportaron una gran lucha de sufrimientos. Unas veces, con ultrajes y tribulaciones expuestos públicamente; otras, solidarios de los que así eran tratados. Porque sufrieron (lit.: simpatizaron) con mis cadenas, y aceptaron con alegría la confiscación de sus bienes, sabiendo que ustedes mismos tenían una posesión mejor y permanente.

101.3. No pierdan, por tanto, su confianza, la cual tiene una gran recompensa. Porque necesitan tener paciencia, para que, cumpliendo la voluntad de Dios, obtengan la promesa. Puesto que, aún un poco, un poco (de tiempo y) el que viene llegará y no se retrasará (Ha 2,3-4). Pero mi justo vivirá de fe, y si se vuelve atrás, no se complacerá mi alma en él (Is 26,20-21). Pero nosotros no somos de retirada para destrucción, sino de la fe para conservación del alma" (Hb 10,32-39).

Los justos de la Antigua Alianza

102.1. Después te presenta un enjambre de ejemplos divinos (cf. Hb 11). ¿Acaso no es por la fe, dice, mediante la paciencia, que tuvieron éxito "quienes recibieron burlas y azotes, cadenas y cárcel? Fueron apedreados, torturados, muertos con golpe (lit.: asesinato) de espada, anduvieron de acá para allá en pieles de oveja y de cabra, pasando necesidad, atribulados, maltratados, indignos del mundo, errantes por los desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra.

102.2. Y todos, martirizados por la, fe, no alcanzaron la promesa de Dios" (Hb 11,36-39). Falta por entender el "ellos" solos que se dice según preterición.

La salvación en Cristo

103.1. Y añade: "Porque Dios, que era bueno, había previsto algo mejor para nosotros, para que sin nosotros no fuesen [ellos] perfeccionados" (Hb 11,40). "Por eso, también nosotros, teniendo alrededor una nube santa y luminosa de testigos, despojados de todo impedimento y del pecado que [nos] asedia, mediante la paciencia, corramos a la lucha puesta delante, fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús" (Hb 12,1-2).

103.2. Por eso, dice que hay una sola salvación en Cristo para los [antiguos] justos y para nosotros; en verdad, ya lo había dicho claramente antes; y no menos lo añade al referirse a Moisés: "Teniendo por mayor riqueza el oprobio por Cristo que los tesoros de Egipto, porque miraba fijamente la recompensa. Por la fe abandonó Egipto, sin miedo a la ira del rey. Porque perseveró como si viera al Invisible" (Hb 11,26-27).

103.3. La divina sabiduría dice sobre los mártires: "A los ojos de los insensatos parecían morir, y su partida fue entendida como desdicha y su marcha de entre nosotros un exterminio. Pero ellos están en paz. Y aunque a la vista de los hombres fueran castigados, su esperanza está llena de inmortalidad" (Sb 3,2-4).

El martirio como purificación

104.1. A continuación, enseñando que el martirio es una gloriosa purificación, añade: "Y con una pequeña corrección, recibirán grandes bienes, porque Dios los probó" (Sb 3,5); es decir, permitió que fueran puestos a prueba y quien los puso a prueba quedara a descubierto y confundido, "y los halló dignos de sí mismo" (Sb 3,5), evidentemente (dignos) de ser llamados hijos (cf. Mt 5,9).

104.2. "Como oro en el crisol los probó y fueron recibidos como holocausto de sacrificio. Y brillarán el tiempo de su tribulación, y correrán como chispas a través del cañaveral. Juzgarán naciones, serán dueños de pueblos y su Señor reinará por los siglos" (Sb 3,6-8).

Capítulo XVII: Pasajes de la "Primera Carta a los Corintios" de Clemente de Roma

El testimonio de Clemente de Roma

105.1. Ciertamente, en la "Carta a los Corintios", al describir un modelo (typos) del gnóstico, el apóstol Clemente dice:

105.2. "Porque ¿quién de los que permanecieron algún tiempo entre ustedes no aprobó su fe muy virtuosa y firme? ¿Quién no admiró su sensata (o: temperante) y equilibrada (o: moderada) piedad en Cristo? ¿Y no proclamó la magnífica (o: generosa) costumbre de la hospitalidad de ustedes? ¿Y no celebró la gnosis perfecta y firme?

105.3. Porque todo lo hacían sin acepción de personas y caminaban en las leyes de Dios" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 1,2-3), y lo que sigue.

105.3. Después, [dice] más abiertamente: "Pongamos nuestros ojos en los que de una manera perfecta sirvieron a su magnífica gloria. Tomemos a Henoc que, hallado justo en la obediencia, fue llevado al [cielo]" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 9,2-3; cf. Gn 5,23-24);"y a Noé, que se salvó por haber haber creído" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 9,4; cf. Gn 6,8); y a Abraham, que por fe y hospitalidad, fue llamado amigo de Dios y fue padre de Isaac" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 10,1. 7; 17,2).

105.4. "Por hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 11,1; cf. Gn 19). "Por fe y hospitalidad fue salvada la ramera Rahab" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 12,1; cf. Jos 2). Por paciencia y fe anduvieron vestidos de pieles de oveja y de cabra, con vestidos tejidos de piel de camello, predicando el reino de Cristo; nos referimos a los profetas Elías, Eliseo, Ezequiel y Juan [el Bautista] (cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,1 y Hb 11,37).

La humildad

106.1. Porque Abraham, que por su fe libre fue llamado amigo de Dios, no se exaltó por esa gloria, sino que con moderación (o: sencillez; modestia) dijo: "Pero yo soy tierra y ceniza" (Gn 18,27; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,2).

106.2. "Sobre Job está escrito así: "Job era justo e irreprensible, veraz, piadoso, exento de todo mal"" (Jb 1,1; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,3).

106.3. Él mismo venció por la paciencia al tentador, fue mártir y al mismo tiempo recibió testimonio de Dios; resiste por la humildad y dice: "Nadie está limpio de mancha, ni aunque su vida sea de un día" (Jb 14,4-5; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,4).

106.4. Moisés, "el fiel servidor en toda su casa" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,5; cf. Nm 12,7; Hb 3,2. 5), al que le vaticinaba desde la zarza le dijo: "¿Quién soy yo para que me envíes? Yo soy de voz débil y lento en el hablar" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,5; cf. Ex 3,11; 4,10), para transmitir la voz del Señor con lenguaje humano. Y de nuevo: "Yo soy vapor de una olla" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,5). "Porque Dios resiste a los soberbios, pero da la gracia a los humildes" (Pr 3,34; St 4,6; 1 P 5,5; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 30,2).

Reconocer el propio pecado

107.1. De otra parte está David, de quien testimonia el Señor y dice: "He hallado un varón según mi corazón, David, hijo de Jesé; lo he ungido con óleo santo" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 18,1; cf. Sal 88 [89],21; 1 S 13,14; Hch 13,22).

107.2. "Pero también él dice a Dios: "Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia, y por la abundancia de tu compasión borra mi delito.

107.3. Lávame aún más (o: por entero) de mi iniquidad y purifícame de mi pecado; porque yo conozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí"" (Sal 50 [51],3-6; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 18,2-3).

107.4. Después, aludiendo al pecado que no cae bajo la ley, con sencillez (o: modestia) gnóstica añade: "Contra ti solo he pecado y he hecho lo malo delante de ti" (Sal 50 [51],6; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 18,4).

107.5. "Porque dice la Escritura en cierto lugar: "El espíritu del Señor es luz que escruta los escondrijos de las entrañas"" (Pr 20,27; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,2).

107.6. Y uno, cuanto más gnóstico deviene por la práctica de la justicia, tanto más se le aproxima el Espíritu luminoso (o: iluminador).

107.7. Así se aproxima el Señor a los justos, "y no se le oculta ninguno de los pensamientos y raciocinios que hacemos" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,3).

107.8. Me refiero, al Señor Jesús, que con su omnipotente voluntad escruta (epískopos) nuestros corazones, y "cuya sangre fue consagrada (o: santificada) por nosotros" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,6).



Como debiera ser la vida del cristiano

108.1. "Respetemos, por tanto, y veneremos a quienes nos preceden; honremos a los ancianos; eduquemos a los jóvenes en la educación de Dios" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,6).

108.2. Bienaventurado quien enseñe y practique dignamente las cosas del Señor; (ése) tiene un espíritu magnánimo y contemplativo de la verdad.

108.3. "Dirijamos a nuestras esposas hacia el bien; muestren, dice, la amable costumbre de la pureza; den pruebas de su sincera voluntad de comprensión; hagan manifiesto el decoro de su lengua mediante el silencio; (y) ofrezcan su amor no por inclinaciones (cf. 1 Tm 5,21), sino santamente y de igual manera para con todos los que temen a Dios.

108.4. Nuestros hijos participen de la educación en Cristo: aprendan la fuerza de la humildad ante Dios, lo que puede el amor puro ante Dios, cuán hermoso y grande es el temor de Dios, que salva a todos los que se vuelven santamente a Él con un corazón puro.

108.5. Porque [Él] es escrutador de los pensamientos e intenciones; su aliento (o: soplo) está en nosotros, y cuando quiere lo quita (o: hace desaparecer)" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,6-9).

El misterio gnóstico de los números siete (hebdómada) y ocho (ogdóada)

109.1. "Pero la fe en Cristo afianza todas esas cosas. "Vengan, hijos, dice el Señor; escúchenme: yo les enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices"" (Sal 33 [34],12-13; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,1-2).

109.2. Luego añade el misterio gnóstico de la hebdómada y de la ogdóada: "Preserva tu lengua del mal y tus labios de hablar con engaño. Aléjate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela" (Sal 33 [34],14-15; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,4-5).

109.3. Porque alude a la gnosis mediante el alejamiento del mal por una parte y con la acción del bien por otra, enseñando que hay que ser perfectos en obra y palabra. "Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos escuchan su súplica. Pero el rostro del Señor, contra los que hacen lo malo, para eliminar de la tierra su memoria" (Sal 33 [34], 16-17; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,6).

La misericordia del Señor rodea al cristiano

110.1. "Gritó el justo y el Señor lo escuchó y lo libró de todas las tribulaciones. Puesto que muchos (son) los azotes de los pecadores, pero la misericordia rodeará a los que esperan en el Señor" (Sal 33 [34],18; 31 [32],10; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,7-9). Dice que el que espera sinceramente está envuelto por una gran cantidad de misericordia.

110.2. Porque está escrito en la "Carta a los Corintios": "Por Jesucristo, nuestra mente, necia y oscurecida, florece de nuevo a la luz. Por medio de Él quiso el Soberano que gustásemos de la gnosis inmortal" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 36,2).

110.3. Mostrando también, más expresivamente, lo característico (idioma: propiedad) de la gnosis, añadió: "Puesto que esas cosas son ya evidentes para nosotros, y habiendo penetrado en la profundidad de la gnosis divina, debemos hacer con orden todo lo que el Soberano [nos] ha prescrito cumplir, según los tiempos establecidos" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 40,1).

110.4. "Por tanto, el sabio demuestre su sabiduría no sólo con las palabras, sino en buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino que deje que otro dé testimonio de él, y el casto en la carne no se vanaglorie, reconociendo que es otro el que le concede la continencia (o: templanza)" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 38,2).

110.5. "Miren, hermanos, que cuanto mayor es la gnosis con que hemos sido honrados, tanta mayor es la responsabilidad a la que estamos obligados" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 41,2).

Capítulo XVIII: Sobre la caridad

El amor cristiano

111.1. Así entonces, la venerable y pura educación (o: conducta) de nuestra filantropía, según Clemente, busca el bien común (cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 48,1. 6), o padeciendo el martirio, o educando con obra y palabra, la cual (es) doble: oral y escrita.

111.2. Esto es el amor: amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,37-39); este [amor] lleva hacia la altura inenarrable.

111.3. "El amor cubre multitud de pecados" (1 P 4,8: cf. St 5,20);"el amor todo lo sufre, todo lo aguanta" (1 Co 13,7);"el amor nos une a Dios, todo lo hace en concordia. Todos los elegidos de Dios se hicieron perfectos en el amor; sin amor nada es agradable a Dios" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 49,5).

111.4. "No hay explicación (lit.: exégesis) que exprese su perfección" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,1), dice. "¿Quién es capaz de ser encontrado en él, sino aquellos a los que Dios juzgue dignos?" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,2).

111.5. Lo mismo dice el apóstol Pablo: "Si entregase mi cuerpo, pero no tengo amor, soy bronce que resuena y címbalo que retiñe" (1 Co 13,3 y 1); así -dice-, si no es mediante una libre decisión, por un amor gnóstico, yo sería mártir, pero por temor.

El cristiano debe llevar una vida coherente

112.1. Si es que confieso al Señor golpeando con los labios en testimonio del Señor por el premio esperado, soy un hombre común; hago eco al Señor, no lo conozco. Porque también está el pueblo que ama con los labios (= los judíos), y hay otro que entrega el cuerpo para ser quemado (= los gimnosofistas; cf. II,125,11).

112.2. "Y si repartiese todas mis posesiones" (1 Co 13,3), dice, no según la razón de la comunión del amor, sino según la recompensa bien del hombre beneficiado bien del Señor que la ha prometido.

112.3. "Y si tengo toda la fe hasta para trasladar las montañas" (1 Co 13,2) y eliminara las pasiones que ofuscan el juicio, si no fuera fiel al Señor por el amor, "nada soy" (1 Co 13,2), porque en comparación del que da testimonio gnósticamente, soy contado como uno más y en nada diferente.

112.4. "Pero si todas las generaciones desde Adán hasta el día de hoy han pasado; sin embargo, los perfectos en el amor poseen, según la gracia de Dios, el lugar de los piadosos; ellos se manifestarán en la visita del reino de Cristo" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,3).

Dios es bueno

113.1. El amor no permite pecar. Y aunque uno cayere involuntariamente en alguna mala situación por culpa de los ataques del enemigo, imitando a David salmodiará:

113.2. "Confesaré al Señor, y le agradará más que un novillo nuevo que echa cuernos y pezuñas. Lo verán los pobres y se alegrarán" (Sal 68 [69],31-33; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 52,1).

113.3. Porque dice: "Sacrifica a Dios un sacrificio de alabanza y cumple tus votos al Señor. E invócame también en el día de tu tribulación y te libraré y me glorificarás. Porque un sacrificio para Dios es un espíritu quebrantado" (Sal 49 [50],14-15; 50 [51],19; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 52,3-4).

113.4. También Dios es llamado amor, siendo bueno (cf. 1 Jn 4,8. 16). "El amor (a Él) no hace mal al prójimo" (Rm 13,10), ni causa injusticia ni se venga nunca, sino que hace el bien a todos sin distinción, a imagen de Dios.

113.5. "El amor es la plenitud de la ley" (Rm 13,10), lo mismo que Cristo; es decir, la venida del Señor que nos ama y, según Cristo, nuestra enseñanza y nuestra conducta amorosa (o: conforme al amor).

113.6. Así, con el amor se perfeccionan el no fornicarás y el no desearás (la mujer) de tu prójimo (cf. Ex 20,14. 17 y 19; Rm 13,9), que antes se reprimían por temor. La misma acción entraña una diferencia según que se haga por miedo o se cumpla por amor, y si se realiza por fe o también gnósticamente.

Falsa interpretación de un pasaje del evangelio de Mateo

114.1. También es lógico que las recompensas de esas [disposiciones] (sean) distintas. En efecto, para el gnóstico está preparado "lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni subió a corazón humano" (1 Co 2,9); pero al que ha creído con sencillez le certifica el céntuplo de lo que ha abandonado (cf. Mc 10,30), agregando que esta promesa sería entendida por la inteligencia humana.

114.2. Llegado aquí, me acuerdo de uno que se decía gnóstico (= ¿Pródico?); porque explicando: "Pero yo les digo: el que mira a la mujer con deseo, ya cometió adulterio" (Mt 5,28), juzgaba que no se condenaba el simple deseo, sino que por el deseo el acto, yendo más allá del deseo, fuese consumado en la mujer (lit.: en ella); porque si en un sueño [el deseo] se vale de la imaginación (o: fantasía), también se vale entonces del cuerpo.



La historia de Bóccoris

115.1. Los que han compuesto las historias del justo Bóccoris (= mítico rey de Egipto) refieren el siguiente juicio: al enamorarse un joven de una cortesana, por una retribución (o: paga) determinada, convence a la joven para estar con él al día siguiente (en su casa).

115.2. Adelantado inesperadamente el deseo hacia la muchacha en sueños, y una vez saciado, aleja del vestíbulo a la amada que había llegado conforme a lo convenido; pero ella, enterada de lo sucedido, reclama la retribución, diciendo que de alguna manera ella había satisfecho el deseo del amante.

115.3. Así, llegaron al juez. Éste ordenó al joven que pusiera delante la bolsa con la retribución, pero al sol; y ordenó a la cortesana que tomara la sombra [de la bolsa], decidiendo, con gracia, que se pagara con una apariencia de dinero por una apariencia de abrazo.

Mirar lo hermoso con amor limpio

116.1. Por tanto, uno sueña cuando el alma asiente a la fantasía, pero sueña despierto el que mira con deseo (o: concupiscencia), no sólo -como decía aquel aparente gnóstico-, si al tiempo que ve a la mujer concibe en el pensamiento la unión (o: comunión; omilían) con ella -porque esto es ya una acción del deseo en cuanto deseo-; pero si uno contempla sólo la belleza del cuerpo, dice el Verbo, y la carne le parece que es bella por el deseo, entonces es juzgado por mirar carnalmente y pecaminosamente lo que ha admirado.

116.2. Porque, por el contrario, quien mira lo bello con amor limpio, no considera bella la carne, sino el alma; admira el cuerpo, pienso yo, como una estatua, por cuya belleza lo conduce a él mismo al Artífice y a lo realmente bello, demostrando a los ángeles que inspeccionan en la ascensión un símbolo santo, el carácter luminoso de la justicia, [me] refiero a la unción de la [divina] complacencia, a la cualidad de la disposición impresa en el alma conforme a la inhabitación del Espíritu Santo.

El justo

117.1. El pueblo no era capaz de mirar a esa gloria que resplandecía sobre el rostro de Moisés, y por eso echó un velo sobre la gloria ante los que miraban de forma carnal (cf. Ex 34,29-35).

117.2. Porque a los que llevan consigo algo del mundo, los detienen los que exigen el tributo, (al verlos) cargados con los intereses de las pasiones; pero al desnudo ciertamente de lo sometido a tributo, lleno de gnosis y de la justicia de las obras, le felicitan y le dejan pasar, proclamando bienaventurado al hombre junto también a su obra.

117.3. "Y su hoja no caerá" del árbol de la vida, que crece junto "a las corrientes de agua" (Sal 1,3; Ap 22,2).

117.4. El justo es comparado a los árboles ricos en frutos, no sólo por el sacrificio de lo que asciende hasta el cielo (= texto original defectuoso y de difícil lectura)... También existían, según la ley, los inspectores de las cosas sagradas para las oblaciones de los sacrificios.

117.5. Ahora bien, los expertos, distinguen el apetito del deseo; y éste lo refieren a los placeres y a la intemperancia, movimientos irracionales; pero el apetito, movimiento racional, a las necesidades naturales.

Capítulo XIX: Tanto las mujeres como los hombres deben tender hacia la perfección

Moisés y Judit

118.1. Esta misma perfección pueden compartirla por igual tanto el varón como la mujer.

118.2. Así, no fue sólo Moisés el que escuchó de Dios: "Te he hablado una y dos veces, diciendo: "He mirado a este pueblo y veo que es de dura cerviz; déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo, y te haré un pueblo grande y admirable y mucho mejor que este"" (Dt 9,13-14).

118.3. Le responde [Moisés], rogando [a Dios] que no se fije en él mismo, sino en la salvación común: "De ningún modo, Señor; perdona el pecado a este pueblo, o de otro modo bórrame del libro de los vivientes" (Ex 32,32; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 53,3-5). ¡Que gran perfección de quien quiso morir con el pueblo antes que ser salvado él solo!

118.4. Pero también Judit, perfecta entre las mujeres, estando dentro de la ciudad sitiada, a ruego de los ancianos, sale al campamento de los extranjeros, despreciando todo peligro, entregándose ella misma a los enemigos en favor de su patria, con la fe puesta en Dios. En seguida recibe el premio de su fe: al ser una mujer vencedora del enemigo por su fe, se apoderó de la cabeza de Holofernes (cf. Jd 8--13; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 55,4-5).

Esther, Susana y la hermana de Moisés

119.1 También Esther, perfecta en fe, libró a Israel del poder del tirano y de la crueldad del sátrapa, fue la única mujer que, extenuada por los ayunos, se levantó contra innumerables manos armadas, deshaciendo mediante su fe el decreto tiránico.

119.2. Y después en verdad lo amansó a [Asuero], desbarató a Amán y salvó intacto a Israel mediante su perfecta súplica a Dios (cf. Est 2,1--8,17; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 55,6).

119.3. Pero calló a Susana y a la hermana de Moisés; lugarteniente del ejército con el profeta (cf. Ex 15,20-21), siendo la primera de todas las mujeres insignes en sabiduría entre los hebreos; pero aquella, llegando hasta la muerte por su extraordinaria dignidad (o: gravedad), siendo condenada por amantes lujuriosos, permaneció mártir inconmovible de la pureza (cf. Dn 13).

Valor de algunas mujeres griegas

120.1. En efecto, también el filósofo Dión refiere que una mujer, Lisídice, por exceso de pudor se bañaba con túnica; y que Filotera, cuando iba a entrar en el baño, se subía gradualmente la ropa, mientras el agua recubría lentamente las [partes] desnudas, y luego, al salir, de nuevo se iba vistiendo poco a poco.

1202. ¿Acaso la ateniense Leena no soportó también virilmente torturas? Cómplice ella misma, junto a Harmodio y Aristogitón, en lo referente a la conjura contra Hiparco, no declaró absolutamente nada, a pesar de ser violentamente torturada.

120.3. Pero se dice también que las argólicas, conducidas por la poetisa Telesila, con su única presencia hicieron huir a los fuertes soldados espartanos, y aquellas enfrentaron con audacia (o: intrepidez) la muerte.

120.4. Y algo semejante dice también el que ha compuesto la "Danaida" acerca de las hijas de Dánao: "Entonces las hijas de Dánao se armaron rápidamente frente al río de hermosas corrientes, el Nilo rey" (Dánao, Fragmentos, 1), y lo que sigue.

Prosigue la lista de mujeres griegas valerosas

121.1. Pero los demás poetas celebran la rapidez de Atlanta en la caza, la ternura de Anticlea, el amor conyugal de Alcestes, el valor de Macaria y de las [hijas] de Hiacinto.

121.2. Y ¿qué? ¿Acaso Teano, la pitagórica, no consiguió tan grande filosofía que, a quien la observaba con indiscreción y le dijo: "¡Bonito brazo!", ella respondió: "Pero no (es) público?" (Teano, Fragmentos, 3).

121.3. De esta misma dignidad se dice aquel apotegma: Preguntada una mujer sobre cuántos días debe pasar una esposa desde la unión con su marido hasta poder bajar al templo de Deméter, dijo: "Si se trata del propio [marido], inmediatamente; pero si es con un extraño, nunca" (Teano, Fragmentos, 4).

121.4. También Temisto, hija de Zoilo de Lampsaco y esposa de Leonteo de Lampsaco, filosofaba las [doctrinas] epicúreas, lo mismo que Muya, hija de Teano, las [doctrinas] pitagóricas, y Arignote, quien escribió sobre Dionisio.

121.5. Porque las hijas de Diodoro, de sobrenombre Cronos, todas ellas fueron dialécticas, como dice el dialéctico Filón en el "Menexeno", citando sus nombres: Menexene, Argía, Teognis, Artemisia, Pantaclea.

121.6. Me acuerdo también de una [de la escuela] cínica llamada Hiparcas de Maronea, esposa de Crates, con la que también consumó, en el Pecile (Poikíle: el pórtico de Atenas), el matrimonio cínico (kynogámia).



Filósofas, poetisas y pintoras

122.1. Areta, la [hija] de Aristipo de Cirene, educó a [su hijo] Aristipo, llamado el "enseñado por su madre" (metrodídaktos).

122.2. Lastenia de Arcadia y Axiotea de Fliunte filosofaban con Platón.

122.3. Porque de Aspasia de Mileto, sobre la que cuentan tantas cosas los cómicos, se aprovechó Sócrates para la filosofía y Pericles para la retórica.

122.4. Dejo de lado a otras por la longitud del discurso; así no menciono a las poetisas Corina, Telesila, Muía y Safo, ni a las pintoras como Irene, la hija de Cratino, y Anaxandra, la [hija] de Nealces, a las que menciona Dídimo en "Los Banquetes" (Symposiakós).

La mujer prudente

123.1. La hija del sabio Cleóbulo, monarca de Lindo, no se avergonzaba de lavar los pies de los huéspedes paternos; también Sara, la bienaventurada esposa de Abrahán, preparó ella misma los panes cocidos bajo las cenizas (egkryphías) para los ángeles (cf. Gn 18,6); y entre los hebreos, las hijas de los reyes pastoreaban los ganados (cf. Gn 29,6-9; Ex 2,16); de donde también en Homero, Nausica iba a los lavaderos (cf. Homero, Odisea, VI,186).

123.2. Así, (la mujer) prudente debería proponerse en primer lugar persuadir al marido para que compartiera con ella lo que conduce a la felicidad; pero, si eso fuera imposible, corra (o: apresúrese) ella sola hacia la virtud, obedeciendo en todo al marido, de manera que no haga nada contra la voluntad de aquél, excepto en lo que se considera fundamental para proseguir hacia la virtud y la salvación.

123.3. Pero también, si alguien apartara de esa disposición a la esposa o a una esclava, que con sinceridad (o: sin simulación) la desea, ése tal entonces no parece hacer otra cosa que desear apartarlas de la justicia y de la templanza, queriendo procurar al mismo tiempo para su propia casa lo injusto y lo licencioso.

El don de la prudencia

124.1. En verdad, no hay varón o mujer notable en cosa alguna, si no se ha dedicado al estudio, a la práctica (o: ejercicio) y a la ascesis; pero decimos que la virtud, que es de todos, no (depende) de otros, sino sobre todo de nosotros mismos.

124.2. Ciertamente algunas cosas puede uno impedírnoslas con los ataques, pero de ningún modo lo que depende de nosotros, por mucho que presione. Porque (es) un don concedido por Dios y no sometido a ningún otro.

124.3. De ahí que la intemperancia no se suponga que es un mal de alguien distinto al intemperante, pero la prudencia es un bien de quien puede tener dominio de sí mismo.

Capítulo XX: La mujer perfecta

El amor matrimonial

125.1. La mujer que ama al marido, Eurípides la describe con respeto (lit.: gravedad), advirtiendo: "Si [él] habla, debe pensar que habla bien, aunque no sea verdad (lit.: no lo diga), y [ella] debe esforzarse por hablar para agradar al marido" (Eurípides, Fragmentos, 909,7-8).

125.2. Y de de nuevo en el mismo sentido: "Es bueno que, en caso de acontecer algún mal, la esposa se aflija y participe en común [con el marido] de la pena como del placer" (Eurípides, Fragmentos, 909,9-10).

125.3. Y así, mostrando de algún modo lo afable y tierno en los infortunios, agrega: "Cuando tú enfermes, yo misma sufriré estar enferma contigo y compartiré tus males, porque nada me es desagradable" (Eurípides, Fragmentos, 909,11-12). Puesto que con los que aman "es necesario ser feliz y ser desgraciado. Porque, ¿qué es la amistad sino eso?" (Eurípides, Fragmentos, 909).

Cuál es el matrimonio verdaderamente feliz

126.1. Ahora bien, un matrimonio se santifica perfeccionándose según el Verbo (o: según la palabra) [cf. 1 Tm 4,5], si la unión está sometida a Dios y se practica "con sincero corazón en plenitud de fe, purificando los corazones de conciencia mala y lavando el cuerpo con agua pura, y manteniendo la confesión de la esperanza, porque fiel es el que lo prometió" (Hb 10,22-23).

126.2. Pero se debe juzgar feliz el matrimonio no por la riqueza ni por la belleza, sino por la virtud.

126.3. Dice la tragedia: "A ninguna aprovechó la belleza en la relación con a su marido; pero la virtud aprovechó a muchas; porque toda buena esposa, unida a su marido, sabe ser prudente" (Eurípides, Fragmentos, 909,1-3).

126.4. A continuación, como dando recomendaciones, dice: "Ciertamente, esto es lo primero de todo: si el marido es feo, debe parecer hermoso a la (esposa) sensata, porque no es el ojo el que juzga, sino que el espíritu es quien ve" (Eurípides, Fragmentos, 909,4-6), y lo que sigue.

126.5. Porque con mucha autoridad dijo la Escritura que la mujer es dada por Dios al varón como una ayuda (cf. Gn 2,18).

La amistad con Dios es la meta de la vida cristiana

127.1. Creo, por tanto, evidente que ella preferirá en el cuidado de la casa curar persuasivamente con una palabra (o: según el Verbo) cada uno de los sucesos molestos causados por el marido.

127.2. Pero si [el marido] no escuchase, entonces ha de procurar, en la medida de lo posible a la naturaleza humana, llevar una vida sin pecado, aunque tenga que vivir o morir con el Verbo, considerando que Dios es protector y compañero de esa situación, el verdadero asistente y salvador en el presente y el futuro; ella le ha constituido estratega y guía de cualquier situación, al considerar como tarea la templanza y la justicia, pero teniendo como objetivo su amistad con Dios.

Enseñanzas del apóstol Pablo

128.1. También, con gracia, el Apóstol en la "Carta a Tito" dice que conviene que "las ancianas en su porte (sean) reverentes, no sean calumniadoras, ni esclavizadas por el mucho vino, para que entrenen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos e hijos, sensatas, puras, dedicadas a las tareas de la casa, buenas y sumisas a los propios maridos, para que no sea blasfemada la palabra de Dios" (Tt 2,3-5).

128.2. "Más bien, dice, persigan la paz con todos y la santidad, sin las cuales nadie verá al Señor; vigilando para que ninguno sea fornicario o profanador, como Esaú que a cambio de una sola comida se desprendió de sus derechos de primogenitura; y que ninguna raíz amarga, al brotar hacia arriba cause disturbios y por ella sean contaminados muchos (o: los demás)" (Hb 12,13-15. 16. 15; cf. Gn 27,28-40).

La perfección: meta tanto de la mujer como del hombre

129.1. Después, como poniendo colofón a la cuestión sobre el matrimonio, añade: "Honroso (sea) el matrimonio en todos, y la unión conyugal sin mancha; porque Dios juzgará a los fornicarios y adúlteros" (Hb 13,4).

129.2. Una vez demostrado que, tanto el hombre como la mujer tienen lo perfecto como único objeto y fin, Pedro dice en su "Carta":

129.3. "Ahora sufren un poco, si es necesario, en diversas pruebas, para que la prueba de la fe de ustedes, mucho más valiosa que el oro que se corrompe y es probado por el fuego, sea hallada digna de alabanza y gloria en la manifestación de Jesucristo.

129.4. A quien sin haber visto aman, a quien todavía no han visto, pero creyendo se alegran con un gozo inefable y pleno de gloria; obteniendo la meta de la fe, que es la salvación de las almas" (1 P 1,6-9).

129.5. Por eso también Pablo se gloría de haberse encontrado por causa de Cristo "en trabajos sin cuento, en azotes sin medida, en peligro de muerte muchas veces" (1 Co 11,23).



Capítulo XXI: La perfección cristiana

La completa perfección no es posible en la vida presente

130.1. Entonces encuentro que lo perfecto se entiende de diversos modos, según la virtud en que cada uno se destaque. Así, uno llega a ser perfecto en cuanto prudente, paciente, templado, laborioso, mártir y gnóstico.

130.2. Pero perfecto en todo a la vez no sé si existe algún hombre, mientras es hombre, excepto únicamente aquél que se revistió de hombre por nosotros (cf. Flp 2,7). En verdad también uno sería perfecto según la mera Ley, que prescribe la abstinencia del mal; pero (la Ley) es camino que conduce tanto al Evangelio como a las buenas obras.

130.3. Pero ciertamente perfección del que conoce la Ley es la aceptación gnóstica del Evangelio, para que se haga perfecto (quien vive) según la Ley. Porque profetizó (o: predijo) Moisés, según la Ley (cf. Dt 18,15), que era necesario escuchar, para que recibiéramos a Cristo, plenitud de la Ley, según el Apóstol (cf. Rm 10,4; 13,10; Mt 5,17).

130.4. Pero el gnóstico progresa desde ahora en el Evangelio, no sólo usando la Ley como peldaño, sino comprendiéndola e interpretándola como el Señor la transmitió a los Apóstoles, al darles los [dos] Testamentos.

130.5. Pero si también se comportara rectamente -tan pronto como es imposible que la gnosis siga a un mal comportamiento-, deviniendo mártir al confesar por amor con la mayor rectitud, gozaría de la mayor dignidad entre los hombres. Pero ni siquiera así llegará a ser llamado perfecto [mientras viva] en la carne, puesto que la terminación de la vida es requisito para esa privilegiada denominación; entonces, al llegar el mártir gnóstico, mostrará y presentará con señorío la obra perfecta mediante el amor gnóstico, entregando el espíritu (y) dando gracias (a Dios) con la sangre.

La perfección cristiana consiste en vivir rectamente ante Dios

131.1. Desde ese momento será bienaventurado y justamente será proclamado perfecto, "para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros" (2 Co 4,7), como dice el Apóstol. Salvemos sólo el libre arbitrio y el amor (= nuestra libertad y nuestro amor), "atribulados en todo, pero no aplastados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos" (2 Co 4,8-9).

131.2. Porque según el mismo Apóstol, es necesario que quienes aspiran a la perfección "no den motivo alguno de escándalo, sino que en todo se recomienden a sí mismos" (2 Co 6,3-4), no (ante) los hombres, sino ante Dios (cf. Col 3,23).

131.3. Como consecuencia, hay que obedecer también a los hombres; porque también es razonable obedecerles (hasta) por las calumnias.

131.4. Pero la recomendación está "en mucha paciencia, en las aflicciones, necesidades, apremios, azotes, prisiones, sediciones, fatigas, desvelos, ayunos, y en castidad (o: pureza), gnosis, longanimidad, bondad, en Espíritu Santo, en amor sin hipocresía, en palabra de verdad, en poder de Dios" (2 Co 6,4-7), para que seamos templos de Dios (cf. 1 Co 3,17), purificados "de toda contaminación carnal y espiritual" (2 Co 7,1).

131.5. "Y yo, dice, los acompañaré y seré para ustedes padre, y ustedes serán para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso" (2 Co 6,17-18).

131.6. "Perfeccionemos, por consiguiente, la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1), dice. Porque si el temor también produce tristeza, dice [el Apóstol]: "Me alegro, no porque fueron contristados, sino porque fueron contristados para la conversión; porque fueron contristados según Dios, para que en nada sufran daño de nosotros. Porque la tristeza según Dios es conversión para salvación, que no produce pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.

131.7. Vean que eso mismo que los entristece según Dios les ha causado un gran fervor, defensa, impaciencia, temor, deseo, celo y reparación. En todo han demostrado que ustedes mismos están limpios en este punto" (2 Co 7,9-11).

Anhelemos la plenitud de Cristo

132.1. Estos son los ejercicios de la ascesis gnóstica. Y por eso, Dios omnipotente, "Él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, para la perfección de los santos, para obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la estatura de la edad de la plenitud de Cristo" (Ef 4,11-13), apresurándonos a ser hombres gnósticos y tender a la perfección lo más posible, aunque permanezcamos en la carne, y partiendo de una perfecta concordia, ocupémonos de concurrir con la voluntad de Dios en la reintegración realmente perfecta de nobleza y afinidad hacia la "plenitud de Cristo" (Ef 4,13), consumada perfectamente desde la reconciliación (o: purificación).

132.2. Veamos ahora dónde, cómo y cuándo el divino Apóstol habla sobre el perfecto y cómo manifiesta diferencias entre los perfectos.

132.3. De nuevo [dice]: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. Porque a uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro, la palabra de gnosis, según el mismo Espíritu; a otro, la fe en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones en el mismo Espíritu; a otro, obras de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, don de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las obra el único y el mismo Espíritu, que lo distribuye a cada uno como quiere" (1 Co 12,7-11).

Los justos y la profecía

133.1. Siendo así las cosas, ciertamente los profetas son perfectos en profecía, los justos en justicia, los mártires en la confesión (de la fe), y otros en la predicación; no estando exentos de las virtudes comunes, tienen éxito en aquello que se les ha asignado. Por tanto, ¿quién, con sano juicio, no llamará justo al profeta? Pero ¿qué? ¿Acaso los justos como Abrahán no profetizaron también?

133.2. "Porque dios concede a uno las gestas bélicas, pero a otro la danza, a otro la cítara y el canto", dice Homero (Ilíada, XIII,730-731).

133.3. "Pero cada uno recibe de Dios su propio carisma; éste, uno; aquel, otro" (1 Co 7,7); pero los apóstoles fueron colmados en todos.

La fe en Cristo es la plenitud de la Ley

134.1. Ahora bien, encontrarás, si lo deseas, entre sus acciones y escritos: su gnosis, vida, predicación, justicia, castidad, el don de profecía.

134.2. Además, hay que saber también que, aunque Pablo es [más] joven en tiempo porque floreció después de la ascensión del Señor, sin embargo sus escritos dependen del Antiguo Testamento; de allí toman inspiración sus palabras.

134.3. Porque la fe en Cristo y la gnosis del Evangelio son exégesis y plenitud de la Ley.

134.4. Por eso se dijo a los hebreos: "Si no creyeren, no entenderán" (Is 7,9); es decir, si no creyeren al que ha sido profetizado mediante la Ley y vaticinado mediante la Ley, no comprenderán el Antiguo Testamento que Él mismo ha explicado con la propia parusía [en la tierra].

Capítulo XXII: La perfección del gnóstico consiste en la práctica del bien

"Hacer el bien por amor"

135.1. En verdad el gnóstico es el que comprende y penetra [las Escrituras]. Pero su tarea no consiste en la abstención del mal -porque éste es un escalón para un mayor progreso-, tampoco hacer ciertamente el bien (o: lo bueno) por temor.

135.2. Porque está escrito: "¿A dónde huiré, en dónde podría esconderme de tu rostro? Si subiera al cielo, allí estás tú. Si me alejara a los confines del mar, allí está tu derecha. Si bajara a los abismos, allí está tu espíritu" (Sal 138 [139],7-10; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 28,3).

135.3. Pero tampoco [hacer el bien] por la esperanza de un premio prometido -porque se ha dicho: "He aquí al Señor y su salario ante su rostro: dar a cada uno según sus obras" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 34,3; cf. Is 40,10; 62,11; Sal 61 [62],3; 24 [25],12; Rm 2,6; Ap 22,12)-, "lo que ojo no vio y oído no oyó, y no ascendió al corazón del hombre, (es) lo que Dios ha preparado para quienes lo aman" (1 Co 2,9; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 34,8)-;

135.4. pero sólo hacer el bien por amor o por el mismo bien, (es) lo deseable para el gnóstico.

El gnóstico ama y busca la contemplación

136.1. Además, el Señor ha dicho en nombre de Dios: "Pídeme, y te daré las gentes como heredad" (Sal 2,8; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 36,4); enseña Él a solicitar la petición digna de un rey: la salvación gratuita de los hombres, para que nosotros heredemos y poseamos al Señor.

136.2. Porque, por el contrario, aspirar a la ciencia acerca de Dios por cualquier utilidad, para que suceda o no suceda una determinada cosa, no es propio del gnóstico; le basta como causa de la contemplación la gnosis misma.

136.3. Porque me atrevería a decir que no elige la gnosis por querer salvarse quien persigue la gnosis por la misma ciencia divina.

136.4. Porque el pensar se intensifica por el ejercicio hasta el pensar siempre; y el continuo pensar, esencia del cognoscente, por concomitancia (anákrasis; lit.: mezcla) ininterrumpida, deviene también una contemplación perpetua, sustancia viviente que permanece.

136.5. Por tanto, si, por hipótesis, alguien propusiera al gnóstico preferir entre la gnosis de Dios o la salvación eterna, si ambas cosas fueran separables -aunque se encuentran totalmente en una identidad absoluta-, elegirá sin dudarlo un instante la gnosis de Dios, porque juzgaría preferible esa propiedad de la fe por la que mediante el amor se remonta hasta la gnosis misma.

El gnóstico hace el bien sin buscar recompensa

137.1. Así, esta es la primera acción buena del [hombre] perfecto: cuando no realiza una cosa por un motivo útil que le convenga a él mismo, sino juzgando que es bello hacer el bien; la acción intensa realizada en toda obra hace el bien siempre, no en unas ocasiones sí y en otras no, puesto que se encuentra fundamentada en la costumbre de hacer el bien, no por la gloria o, como dicen los filósofos, por la fama, ni por el premio, sea de los hombres sea también de Dios. Así culminará la vida "a imagen y semejanza" (Gn 1,26) del Señor.

137.2. Y si al que hace el bien le ocurriere alguna contradicción, como insensible abandonará sin resentimiento la venganza, y no estará afectado por ninguna pasión; será justo y bueno para con "justos e injustos" (Mt 5,45).

137.3. A estos dice el Señor: "Lleguen a ser como el Padre de ustedes (que es) perfecto" (Mt 5,48). La carne está muerta para él, viviendo solamente con él mismo (cf. Ga 2,20), habiendo consagrado el sepulcro como templo santo para el Señor (cf. 1 Co 3,17), convirtiendo a Dios su antigua alma pecadora.

El gnóstico hace buenas obras

138.1. Él no sólo es temperante, sino que se ha constituido en estado de impasibilidad, esperando pacientemente ser revestido de configuración (o: de forma; de figura; schéma) divina (cf. 2 Co 5,2. 4).

138.2. Si das limosna, dice [la Escritura], que nadie lo sepa; y si ayunas, perfúmate, para que el único Dios lo conozca, pero ningún hombre (cf. Mt 6,2. 4. 16-18); ni siquiera el mismo que hace la limosna debe saberlo, porque, de lo contrario, a veces será compasivo y otras veces no.

138.3. Pero al hacer habitualmente obras buenas (o: beneficencia), se identificará con la naturaleza del bien; así esta disposición será (a la vez) una naturaleza y también un ejercicio.

138.4. Pero no es necesario que cambien de conducta los que progresan, sino que los caminantes lleguen adonde deben, recorriendo todo el camino estrecho (cf. Mt 7,13-14; Lc 13,24). Porque esto es el ser atraídos por el Padre (cf. Jn 6,44), devenir digno de recibir de Dios la fuerza de la gracia y subir corriendo sin obstáculos.

138.5. Y si algunos odian al [gnóstico] elegido, éste conoce la ignorancia de ellos (y) los compadece por la sin razón del juicio de ellos.

El gnóstico debe estar siempre vigilante

139.1. Justamente, entonces, esta gnosis ama, enseña y educa a los ignorantes para que estimen toda la creación del Dios omnipotente.

139.2. Si ha aprendido a amar a Dios, el [gnóstico] no tendrá la virtud de ningún modo (como) despreciable, ni despierto ni dormido, ni por imaginación (lit.: fantasía) alguna; puesto que el hábito no se sale de sí mismo nunca, dejando de ser hábito; ahora bien, así es la gnosis, llámese hábito o disposición natural.

139.3. Por ello, para que no se introduzcan furtivamente alguna vez pensamientos diversos, la parte que guía (hegemonikón) permanece inmutable, no admitiendo ninguna variedad (lit.: ningún cambio o transformación) de fantasías, soñando sobre las imaginaciones de los movimientos diurnos.

139.4. Por eso, también el Señor exhorta a vigilar (cf. Mt 24,4), para que nuestra alma no sea jamás perturbada durante el sueño, sino que también ordena custodiar la conducta de la noche, como en acción en el día: pura y sin mancha. Porque esta es la semejanza con Dios en cuanto es posible: mantener el espíritu en el estado que le es propio.

139.5. Pero ése es el estado del espíritu como espíritu, mientras que la disposición cambiante nace en la inclinación por las cosas materiales.

La noche: apta para el ejercicio de la prudencia

140.1. Me parece que por esto se ha llamado a la noche "la bienhechora" (eyphróne), porque es el tiempo en el que el alma, libre de las sensaciones, se repliega en sí misma y participa mejor de la prudencia.

140.2. Pero también las ceremonias de iniciaciones mistéricas tienen lugar preferentemente durante la noche, indicando la contracción (systolé) del alma respecto del cuerpo en la noche.

140.3. "Por consiguiente, no durmamos como los demás, sino que velemos y seamos sobrios. Porque los que duermen, de noche duermen, y quienes se embriagan, de noche se embriagan. Pero, nosotros, siendo del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y del amor, [teniendo] por yelmo la esperanza del Salvador" (1 Ts 5,6-8).



En qué condiciones acercarse a los ritos sagrados

141.1. Pero además, lo que se dice sobre el sueño debe entenderse también de la muerte. Porque ambos manifiestan el abandono del alma, una en mayor medida, aquel otro en menor grado, lo cual se encuentra también en Heráclito:

141.2. "El hombre (es) luz en la noche benéfica: muere porque percibe para sí mismo, cierra los ojos, pero está vivo; percibe la muerte al estar dormido con los ojos cerrados; el que está despierto percibe aunque duerma" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 26).

141.3. Porque (son) bienaventurados "los que conocen el tiempo presente, según el Apóstol, porque (es) hora de que sean levantados del sueño; puesto que la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche ha avanzado, el día se acerca. Desechemos, por tanto, las obras de la oscuridad y vistámonos las armas de la luz" (Rm 13,11-12).

141.4. Pero llama de forma alegórica día y luz al Hijo, y también metafóricamente armas de luz a las promesas. Así, se dice que es necesario (acercarse) lavados, puros y diáfanos (o: brillantes, límpidos), a los ritos sacrificiales y a las oraciones.

El verdadero bautismo

142.1. También el estar adornados y purificados en lo externo es una expresión simbólica: "Pureza es tener pensamientos castos" (Epigrama del templo de Epidauro [420 a. d. C.]; Anthologia Palatina, Apéndice, 99); también podría ser imagen del bautismo aquella que, (tomada) de Moisés, fue transmitida por los poetas de este modo:

142.2. "Después de bañada, revestido el cuerpo con ropa limpia" (Homero, Odisea, IV,750. 759; XVII,48. 58), Penélope se marchó a la oración. Y Telémaco, "tras lavarse las manos en el espumoso mar, rezaba a Atenea" (Homero, Odisea, II,261).

142.3. Esta costumbre (existía) entre los judíos, como el bañarse varias veces después del coito. Bien, por tanto, se ha dicho aquello: "Sé limpio no por un baño, sino en el espíritu" (Anónimo, Epigramas, 183,1).

142.4. Porque la pureza perfecta, me parece, es la de la mente, la de las obras y la de los pensamientos; y también la pureza de las palabras y, por último, la inocencia en las visiones.

La estabilidad del gnóstico

143.1. Pero una penitencia rigurosa y firme es conveniente purificación para un hombre, pienso yo, si, enojándonos con nosotros mismos por lo que hicimos anteriormente, avanzamos hacia adelante, al comprender eso y quitamos la mente de los placeres sensibles y de las faltas pasadas.

143.2. Por otra parte, si es necesario dar una etimología a la ciencia, y hay que tomar su significado de la fijeza (stásis) de su atención (epibolé), "porque sostiene nuestra alma sobre las cosas" (Platón, Cratilo, 437 A; Aristóteles, Problemata, 30,14,956 B 40, Física, VIII,3,427 B 11), cuando antes (era) llevada de acá para allá.

143.3. Lo mismo que también la etimología de la fe (es) la estabilidad de nuestra alma en torno al Ser (o: a lo que es).

143.4. Pero nosotros deseamos conocer a quien siempre y en todo (es) justo, (y) permanece justo no porque tema un castigo de la ley, ni por evitar la severidad de aquellos con los que convive y persiguen las ofensas, ni porque recele del peligro que proviene de los mismos que sufren injusticias.

143.5. Porque quien se abstiene de cometer cualquier injusticia por alguna de esas razones no (es) bueno espontáneamente, sino bueno por miedo.

143.6. También Epicuro dice a quien es sabio según él que no quiera cometer injusticia por provecho alguno, puesto que no puede tener confianza en permanecer oculto. De manera que, si pudiera estar seguro de permanecer oculto, cometería una injusticia, según él (Epicuro, Fragmentos, 582). Y éstas son las doctrinas de las tinieblas.

La esperanza

144.1. Pero si uno se abstuviera de cometer injusticia por la esperanza de la recompensa reservada por Dios para los justos, tampoco ése sería voluntariamente bueno; porque como a aquél el temor lo haría justo, así también a éste la recompensa; pero se demuestra que (es) mejor ser justo más que parecerlo.

144.2. Pero la esperanza posterior a la muerte, no sólo los que profesan la sabiduría bárbara saben que es honorable para los buenos y lo contrario para los inicuos, sino también los pitagóricos. Porque éstos proponían la esperanza como fin para los que filosofan; lo mismo que también Sócrates dice en el "Fedón" que las almas hermosas parten de aquí "con una buena esperanza" (Platón, Fedón, 67 C); y también cuando dirige reproches a los malos, diciendo por oposición: porque viven "con una mala esperanza" (Platón, República, I,331 A).

144.3. Se ve que también Heráclito concuerda con eso, cuando reflexionando sobre los hombres dice: "A los hombres, una vez muertos, les aguarda cuanto no esperan ni imaginan" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 27).

La esperanza cristiana no defrauda

145.1. Así, divinamente escribe con claridad Pablo a los romanos: "La tribulación (o: aflicción) produce paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza; y la esperanza no defrauda" (Rm 5,3-5). Porque, por la esperanza futura (se produce) la paciencia; pero bajo el mismo nombre de esperanza se encuentra tanto la retribución y la realización (apokatástasis) de la esperanza, que "no defrauda", porque no está sometida a injuria.

145.2. Pero quien escucha la llamada, tal como ha sido llamado, se entrega a la gnosis no por miedo ni por placeres. Porque no considera si algo externo es provechoso para él, sea lucro o goce, sino que vive religiosamente, arrastrado por el amor del que realmente es amable, y movido por el deber.

El gnóstico obra según la recta razón

146.1. De ahí que, si por hipótesis recibiera de Dios facultad para hacer las cosas prohibidas, permaneciendo no obstante impune, y si recibiese la promesa de obtener como premio los bienes de los bienaventurados, aunque si también estuviera convencido de ocultar sus acciones a Dios, cosa imposible, ni aun así estaría dispuesto jamás a hacer nada contra la recta razón, habiendo elegido una vez para siempre lo que realmente es hermoso y elegible por sí mismo, y por ello amable. "Porque lo bueno no está en el alimento del vientre" (Eurípides, Supplices, 865-866), se nos ha dicho.

146.2. Aquel hombre (= Eurípides) había escuchado que "un alimento no nos hará recomendables" (1 Co 8,8), ni el matrimonio ni la abstención del matrimonio (cf. 1 Tm 4,3) en ignorancia, sino la acción virtuosa gnóstica; de lo contrario, dígase que es continente el perro, animal irracional, que teme al que le levanta el bastón y por eso se abstiene del alimento preparado al fuego.

146.3. Bien has de saber que si se quita la promesa anunciada, se remueve el temor amenazante y cesa el peligro inminente, entonces se hacen reprochables las acciones (de esos tales).

Capítulo XXIII: Sobre la meta del gnóstico

La obediencia a Dios

147.1. Porque esos [hombres] no están familiarizados con la naturaleza misma del asunto como para entender de una manera realmente gnóstica que es hermoso todo cuanto se creó para nuestra utilidad, como el matrimonio, ya se ha dicho, y la procreación cuando se realiza (lit.: se recibe) con templanza; pero por encima está lo mejor: devenir impasible y virtuoso mediante la semejanza con Dios.

147.2. Pero conducidos por las cosas útiles o inútiles de fuera, se apartan de algunas, pero no de otras. Sin embargo, también se apartan de algunas mostrando que las odian, despreciando la creación y al Demiurgo; y aunque parezca que viven habitualmente conforme a la fe, poseen un criterio impío.

147.3. El "no desearás" (Ex 20,17; cf. Ex 2,13; Dt 5,21) no necesita de la obligación que proviene del temor, obligándonos a abstenernos de lo que agrada, ni del premio prometido que persuade a reprimir los instintos (o: impulsos).

147.4. Tampoco los que han obedecido (o: escuchado) a Dios por causa de la promesa eligen obedecer por el mandato sino por la promesa, como seducidos por un señuelo de placer.

Debemos glorificar al Creador

148.1. Así, tampoco la aversión de lo sensible realiza consecuentemente la comunión con lo inteligible; al contrario, la comunión con lo inteligible es por naturaleza una separación del mundo sensible para el gnóstico que ha elegido gnósticamente lo bueno por una elección entre las cosas honestas (u: honorables); admira la generación, glorifica al Hacedor (cf. Mt 6,9) y santifica la semejanza con lo divino.

148.2. "Por lo demás, yo me libraré" (Homero, Ilíada, X,378) de la concupiscencia, dirá [el gnóstico], mediante la comunión contigo, Señor. Hermosa (es) la economía de lo creado y todo es bien administrado; nada acontece sin razón y conviene que yo me ocupe de tus cosas, oh Todopoderoso (cf. Lc 2,49). Aunque permanezca aquí, estoy cerca de ti. Y quiero estar sin temor, para poder estar junto a ti y contentarme con poco, meditando tu justa elección entre lo que es bueno y lo que parece serlo.

La recreación y renovación del ser humano

149.1. De manera sumamente mística y santa, el Apóstol nos enseña que la elección verdaderamente agradable [a Dios] (es) la que se realiza no mediante el rechazo de las cosas como malas, sino a hacer lo mejor y no simplemente lo bueno; lo ha recordado, diciendo:

149.2. "Así tanto el que casa a su hija doncella hace bien, y el que no la casa hace mejor, para servir honesta y asiduamente al Señor sin distracción" (1 Co 7,38. 35).

149.3. Nosotros sabemos que Dios ha dispuesto benignamente que lo innecesario sea difícil [de conseguir], y que en cambio lo necesario sea fácil.

149.4. Por eso dice bien Demócrito que "la naturaleza y la enseñanza son semejantes" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 33). Y da brevemente la causa: "Porque la enseñanza transforma al hombre, pero la naturaleza al transformarse lo hace" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 33), y no hay diferencia entre ser plasmado por la naturaleza de alguna manera y ser transformado con el tiempo mediante la enseñanza.

149.5. Pero el Señor nos ha procurado ambas cosas; una según la creación, otra según la regeneración (o: recreación) y la renovación de la Alianza.

149.6. Pero hay que elegir lo que conviene para lo más importante, y lo mejor de todo (es) la inteligencia.

149.7. Así, a quien lo realmente hermoso (o: bueno) se le presenta como lo mejor (o: lo más agradable), de él mismo puede procurar el fruto que desea, la firmeza (eystátheia: estabilidad, equilibrio) del alma.

149.8. "Quien me escucha, dice [la Escritura], descansará en paz porque ha confiado y estará seguro sin temor de todo mal" (Pr 1,33). "Confía en Dios con todo tu corazón y tu mente" (Pr 3,5). De esta manera es como el gnóstico puede llegar a ser un dios: "Yo les he dicho: "Son dioses e hijos del Altísimo"" (Sal 81 [82],6).

Dios no es responsable de la caída de Adán

150.1. Pero también Empédocles dice que las almas de los sabios llegan a ser dioses, cuando escribe así: "Finalmente adivinos, himnógrafos y médicos son los principales entre los hombres de la tierra; de ahí florecen dioses estimadísimos en honores" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 146).

150.2. Ciertamente, el hombre en cuanto tal es plasmado generalmente según la idea del espíritu innato, porque no se produce creación alguna sin imagen y sin forma en el taller de la naturaleza (= útero de la mujeres), donde se realiza misteriosamente la génesis del hombre, mediante la unión de la técnica y la naturaleza; pero el hombre concreto (o: individual) es caracterizado por la impronta producida en el alma, respecto de lo que habrá de elegir.

150.3. Por eso, decimos que también Adán fue perfecto en su plasmación, porque no le faltó nada de lo que caracteriza la idea y la forma del hombre.

150.4. Cuando fue hecho recibió la perfección y se fue justificando por la obediencia (o: la escucha); y poseía libre albedrío y debía hacerse adulto en cuanto dependía de él. Dios no es responsable de la actuación del que eligió, y mucho menos al elegir lo prohibido. Doble es la génesis: una la de los seres que son engendrados, otra la de los seres que se van haciendo [perfectos].

El gnóstico anhela al encuentro con Dios

151.1. La fortaleza (o: el valor) del hombre, sometido a las pasiones -dicen (= los basilidianos)- naturales, hace intrépido e invencible a quien participa de ella; y el coraje en la paciencia, en la constancia y en cosas parecidas es escudo del espíritu; por encima de la concupiscencia se ubican la templanza y la salvadora prudencia; pero Dios está exento de pasiones, de ira y de concupiscencia (o: es sin ira y sin concupiscencia).

151.2. Y no (es) sin temor en el sentido de que [Dios] evite los peligros, ni es moderado en el sentido de que venza (o: domine) la concupiscencia, porque la naturaleza de Dios no puede correr peligro alguno, ni Dios huye por temor, como tampoco siente concupiscencia, para poder vencer la concupiscencia.

151.3. Así, también místicamente se nos dijo a nosotros el [dicho] pitagórico: "Es necesario que también el hombre llegue a ser uno" (Pitágoras, Symbola, 71), puesto que Él mismo es el único Pontífice, y el único Dios por el inmutable hábito que corre siempre hacia lo bueno (cf. Platón, Cratilo, 397 C-D).

La semejanza con Dios

152.1. Ahora bien, el Salvador destruye también con la concupiscencia la ira, que es el deseo de venganza; porque en general lo pasional alcanza a toda clase de concupiscencia, pero el hombre que se diviniza hasta la ausencia de pasiones (apátheia) se hace inmaculadamente uno (lit.: monádico).

151.2. Al igual que quienes están en el mar, cuando tiran con fuerza del ancla, no la arrastran a ella, sino que son atraídos por ella; así también los que según la vida gnóstica desean seguir a Dios, sin darse cuenta, son ellos arrastrados hacia Dios; porque quien sirve a Dios, se sirve a sí mismo.

151.3. Por tanto, en la vida contemplativa uno tiene cuidado de sí mismo mediante el culto que tributa a Dios y, mediante la propia purificación contempla santamente a Dios, que es santo. Porque la templanza, meditando en el retiro, al examinarse y contemplarse continuamente (o: sin interrupción) a sí misma, se asemeja a Dios en lo que puede (o: según lo que puede).



Capítulo XXIV: Sobre el castigo divino

El pecado y el castigo

153.1. Ahora bien, en nosotros está el poder hacer aquello de lo que somos dueños, y también su contrario; como el filosofar o no, creer o no creer. Así, por ser nosotros dueños por igual de cada uno de los opuestos, podemos investigar.

153.2. De igual manera también podemos cumplir los mandamientos o no, a lo que sigue lógicamente alabanza o reprobación; y los que son castigados por causa de los pecados que han cometido, por ellos solos son castigados. Porque lo que se ha hecho en el pasado y lo que se hiciere [en el futuro], si alguna vez se hace, no será algo que se pierda (o: porque lo hecho ha pasado, y nunca será no hecho lo hecho).

153.3. En todo caso, los pecados [cometidos] antes de la fe son perdonados por el Señor, no porque no se hayan cometido, sino como no existentes.

153.4. Por otra parte, Basílides dice que no todos son perdonados, sino sólo los involuntarios y [cometidos] por ignorancia; como si un hombre, y no Dios, concediera tan gran regalo. A ése le responde la Escritura: "Has supuesto, inicuo, que seré igual que tú" (Sal 49 [50],21).

153.5. Pero, si también somos castigados por los [pecados] voluntarios, no es porque no se hayan hecho los que se han cometido, sino que somos castigados porque fueron realizados.

153.6. El castigo no favorece al que ha pecado por hacer como que no hubiera pecado, sino para que no peque en adelante, y para que ningún otro caiga en [pecados] parecidos.

Las causas por las que Dios nos corrige

154.1. Ciertamente, el buen Dios corrige (o: educa) por estas tres causas: en primer lugar, para que el corregido se mejore a sí mismo; en segundo lugar, para que los que pueden salvarse, amonestados por los ejemplos, se contengan; y en tercer lugar, para que el que sufre injusticia no sea menospreciado o incluso expuesto a ser ultrajado.

154.2. Pero dos (son) también los métodos de la rectificación: el instructivo y el punitivo, que hemos llamado correctivo.

154.3. En realidad, hay que saber que son corregidos los que caen en los pecados después del bautismo; porque los cometidos con anterioridad se perdonan, pero los cometidos posteriormente se purgan.

154.4. Respecto de los impíos (o: infieles; los que no creen) se ha dicho: "Son tenidos como polvo que agita el viento sobre la faz de la tierra" (Sal 1,4), "y como gota de un cántaro" (Is 40,15).

Capítulo XXV: ¿En qué consiste la verdadera perfección?

El alma que anhela estar siempre con Cristo

155.1. "Feliz quien posea la enseñanza de la historia, y no incite al perjuicio de los conciudadanos ni a las obras injustas, sino que contempla el mundo de la naturaleza inmortal, que no envejece, y cómo por dónde y de qué modo se constituyó. En estos [hombres] jamás se asienta la inquietud de las acciones vergonzosas" (Eurípides, Fragmentos, 910,8-9).

155.2. Por consiguiente, con razón dice Platón que el que contempla las ideas vivirá como un dios entre los hombres (cf. Platón, El Sofista, 216 A-B); el intelecto es el lugar de las ideas, y Dios es intelecto (cf. Aristóteles, De anima, III,4 429 a 27; Filón; De Cherubim, 49). En efecto, definió dios viviente entre los hombres al que contempla al Dios invisible.

155.3. Y en "El Sofista", Sócrates denominó dios al extranjero de Elea, porque era dialéctico (cf. Platón, El Sofista, 216 A-B); tales son los dioses que visitan las ciudades "bajo la figura de huéspedes extranjeros" (Homero, Odisea, XVII,485).

155.4. Porque cuando un alma, remontándose por encima de la creación (o: de lo generado), está a solas consigo misma y frecuenta las ideas, como el "corifeo" (Platón, Teeteto, 173 C) en el "Teeteto", entonces es como un ángel (cf. Mt 22,30; Lc 20,36; Ga 4,14); estará siempre con Cristo (cf. Flp 1,23), en contemplación, examinando siempre la voluntad de Dios, y realmente "ella será la única que entiende, mientras que los otros [muertos] revolotearán como sombras" (Homero, Odisea, X,495); porque los muertos entierran a sus propios muertos (cf. Mt 8,22; Lc 9,60).

155.5. Por eso Jeremías dice: "La llenaré de cadáveres terrenos, a los que hirió mi ira" (Jr 33,5).

El Hijo

156.1. Puesto que Dios (es) indemostrable, no es objeto de ciencia (epistemonikós); pero el Hijo es sabiduría, ciencia, verdad y todo lo que está unido a esto, y por ello es susceptible de demostración y de explicación. Todas las potencias del Espíritu, que se sintetizan en una sola cosa, confluyen en eso, en el Hijo, pero Él no puede ser definido (aparémphatos: término usado por los gramáticos para el indicar el modo infinitivo de los verbos) mediante la noción de cada una de sus potencias.

156.2. Pero tampoco el Hijo es sencillamente uno en cuanto uno, ni múltiple en cuanto [compuesto] de partes, sino uno como totalidad. Por eso (es) también la totalidad. Porque Él mismo (es) el círculo de todas las potencias ensambladas y unificadas.

La fe unifica al ser humano

157.1. Por eso el Verbo es llamado "alfa y omega" (Ap 1,8; 21,6; 22,13); de Él solo es propio que el término se haga principio y nuevamente termine en el principio anterior, sin tener jamás interrupción (o: intervalo, pausa).

157.2. Por eso, creer en Él y por Él es hacerse uno (monadikós) [con Él], unido en Él "sin distracción" (1 Co 7,35); por el contrario, no creer es duplicarse, separarse y dividirse.

157.3. "Por eso el Señor dice así: Todo hijo extranjero es un incircunciso en el corazón e incircunciso en la carne" (Ez 44,9), o sea, impuro en el cuerpo y en el espíritu;"ninguno procedente de los extranjeros entrará en el santuario, en medio de la casa de Israel, sino sólo los levitas" (Ez 44,10). Pero llamó extranjeros a los que no quisieron creer, sino que prefirieron ser infieles.

Los verdaderos sacerdotes de Dios

158.1. Únicamente, por tanto, los que viven con pureza son en realidad sacerdotes de Dios. De todas las tribus circuncidadas, fueron consideradas más santas las que ungían a los sumos sacerdotes, reyes y profetas (cf. 1 S 10,1).

158.2. De ahí que se les prescribiese no tocar cadáveres ni acercarse a los muertos, no porque el cuerpo esté contaminado, sino porque el pecado y la desobediencia, siendo obras de la carne están ligadas al cuerpo y al cadáver, y por ello execrables.

158.3. Ahora bien, solamente se permitía al sacerdote acercarse al padre, madre, hijo e hija fallecidos (cf. Ez 44,25), porque sólo ellos eran del mismo origen familia de carne y semilla, por los que también el sacerdote recibió la causa inmediata de su entrada en la vida.

158.4. Pero también aquellos [sacerdotes] debían purificarse durante siete días, porque durante ese tiempo se realiza la creación; porque en el séptimo se celebra el descanso, y en el octavo [el sacerdote] ofrece un sacrificio propiciatorio (o: propiciación), como está escrito en Ezequiel (cf. Ez 44,26-27); sacrificio propiciatorio por el que se puede recibir la promesa.



La perfecta purificación del cristiano se realiza por la obediencia

159.1. La purificación perfecta es, me parece, la fe en el Evangelio mediante la Ley y los profetas; pero propiciación es la pureza alcanzada mediante una total obediencia, unida también a la renuncia de las cosas del mundo hasta la gozosa restitución de la tienda terrestre (o: del cuerpo humano; skénos; cf. 2 Co 5,14) (que realiza) el alma con agradecimiento.

159.2. Ya sea entonces el tiempo en que, contados los siete períodos (cf. Lv 25,8), hace reposo en el más perfecto descanso, ya sean también los siete cielos (cf. 2 Co 12,2), que algunos cuentan ascensionalmente, ya sea también que se llame octavo (ogdoás) al espacio estable próximo al mundo inteligible, en todo caso dice que el gnóstico debe salir hacia afuera de la creación y del pecado.

159.3. Así, después de los siete días se ofrecen sacrificios por los pecados, porque todavía (está) el temor del cambio y la relación con la séptima esfera.

El bautismo cristiano

160.1. Dice el justo Job: "Yo mismo desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allí" (Jb 1,21), desnudo no de posesiones, -porque eso sería poca cosa y ordinario-, sino como el justo que está desnudo de maldad, de pecado y de esa fea figura que acompaña a los que han vivido de manera injusta.

160.2. Porque esto es lo se dijo: "Si no cambian y se hacen como niños" (Mt 18,3), puros en la carne y santos en el alma por la ausencia de malas obras; así demostramos que [Dios] quiere que nosotros mismos seamos tal cual nos ha engendrado de la matriz del agua (= el bautismo cristiano).

160.3. Porque una generación que sigue a otra generación quiere (alcanzar) la inmortalidad mediante un progresivo avance, "pero la lámpara de los impíos se extinguirá" (Jb 21,17).

Alegoría sobre Rebeca. La gloria de Dios

161.1. En verdad, la pureza del cuerpo y del alma que el gnóstico persigue, fue significada de modo notable por el sapientísimo Moisés al servirse de la repetición, señalando la integridad tanto del cuerpo como del alma de Rebeca, escribiendo: "La virgen era hermosa, era virgen y no la había conocido ningún varón" (Gn 24,16).

161.2. Rebeca se interpreta como gloria de Dios, y la gloria de Dios es la incorruptibilidad. Ésta es la justicia verdadera: no codiciar lo de otro sino ser por entero templo santo del Señor (cf. 1 Co 3,17). Justicia es, entonces, la paz de la vida y la estabilidad (del alma); a ella invitaba el Señor diciendo: "Vete en paz" (Mc 5,34; Lc 7,50; 8,48).

161.3. Porque Salem se interpreta paz, por la que nuestro Salvador es descripto (como) rey, del que dice Moisés: "Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo" (Gn 14,18; Hb 7,1-2), el que ofreció el vino y el pan santificado como símbolo de la eucaristía. Y Melquisedec se interpreta: rey justo, pero por sinonimia entre la justicia y la paz.

El Salvador nos inicia en los misterios de nuestra fe

162.1. Basílides supone que la justicia y su hija la paz (son) fundamentos que permanecen ordenados en la Ogdóada.

162.2. Pero hay que pasar desde lo que se refiere más a lo físico hasta alcanzar lo más manifiesto: lo ético; porque el discurso sobre lo físico seguirá al trabajo [que tenemos] entre manos.

162.3. El mismo Salvador nos inicia sencillamente en los misterios, según dice la tragedia: "Viendo a los que ven, también les concede los ritos secretos (órgia)" (Eurípides, Las Bacantes, 470). Y si preguntas: "Pero esos ritos ¿qué carácter tienen para ti?" (Eurípides, Las Bacantes, 471). De nuevo oirás: "Son secretos para no los conozcan los mortales no iniciados (lit.: no bacantes)" (Eurípides, Las Bacantes, 472).

162.4. Y si algún curioso trata de saber cómo son, escuche todavía: "No te es lícito oírlos, aunque sean dignos de conocerse: los ritos divinos exasperan al que practica la impiedad" (Eurípides, Las Bacantes, 474 y 476).

162.5. Pero Dios es sin principio (ánarchos), principio absoluto de todo, hacedor del principio. En cuanto esencia es principio de la parte física; como bien, es principio de la ética; en cuanto que es intelecto, (es principio) de la parte lógica y de la crítica. De donde también que el Verbo sea el único maestro, Hijo de la mente del Padre, el educador del hombre (otra variante del texto: De donde también el Verbo es el único maestro, de un Padre Altísimo y Santo, pedagogo del hombre).

Capítulo XXVI: Sobre el modo en que el gnóstico debe tratar su cuerpo

La perfección se alcanza gracias a la reconciliación concedida por el Salvador

163.1. Por consiguiente, los que sin razón profieren invectivas contra la creación y censuran al cuerpo, no ven que la constitución del hombre ha sido dispuesta en posición erecta para contemplar el cielo, y que la organización (organopoiía: fabricación de instrumentos) de los sentidos está dirigida a la gnosis y que los miembros y las partes [del cuerpo] están bien dispuestos hacia la belleza, no al placer.

163.2. De donde, este habitáculo que puede contener el alma, preciosísima para Dios, es juzgada digna del Espíritu Santo, por la santificación del alma y del cuerpo, y llevada a perfección por la reconciliación del Salvador (cf. 1 Ts 5,23).

163.3. Pero también la recíproca correspondencia de las tres virtudes se encuentra en el hombre gnóstico, ocupado ética, física e intelectualmente de lo divino.

163.4. Ciertamente la sabiduría (es) la ciencia de las cosas divinas y humanas, la justicia, sinfonía de las partes del alma y la santidad, el servicio a Dios (cf. Ef 4,24).

163.5. Pero si alguno calumniase la carne y, por ella, a la creación, aduciendo la cita de Isaías que dice: "Toda carne (es) hierba y toda gloria humana como flor del campo; se secó la hierba y la flor se marchitó, pero la palabra del Señor permanece por siempre" (Is 40,6-8; cf. 1 P 1,24-25), escuche al Espíritu que por medio de Jeremías lo explica: "Y los dispersaré como maleza que se despliega por el viento hacia el desierto.

La "síntesis" humana

164.1. Tal es la herencia y la parte de la desobediencia de ustedes, dice el Señor. Como te olvidaste de mí y pusiste tu confianza en la mentira, también yo revelaré lo que hay detrás de ti en tu propia cara, y se verá tu deshonor, tus adulterios, tu relincho" (Jr 13,24-27), y lo que sigue.

164.2. Porque esto (es) "la flor del campo" (Is 40,6; cf. St 1,10; 1 P 1,24), y "el caminar según la carne" (2 Co 10,2) y "ser carnal" (1 Co 3,3), según el Apóstol, permaneciendo en el pecado (cf. 1 Co 15,17).

164.3. Está, por tanto, admitido que el alma es lo superior del hombre, y el cuerpo lo inferior. Pero ni el alma es buena por naturaleza, ni tampoco por naturaleza malo el cuerpo; nada de lo que no es bueno (es) por eso inmediatamente malo.

164.4. Porque existen algunas cosas intermedias, e incluso entre ellas hay cosas que son preferibles y cosas que son rechazables.

164.5. Era necesario que el compuesto humano (lit.: la síntesis del hombre), siendo de las cosas sensibles, estuviera constituido de elementos diversos, pero no contrarios, (como) cuerpo y alma.

La unidad de Dios

165.1. Las buenas acciones, en cuanto mejores, siempre hay que atribuirlas a la parte superior, la espiritual; pero las libidinosas y pecaminosas se asignan a la parte inferior, a la que puede pecar.

165.2. Ahora bien, el alma del sabio y del gnóstico, cual huésped en el cuerpo, se comporta con él grave y respetuosamente, no con pasión; cuanto que todavía no abandona la tienda, hasta que llame la hora de la partida.

165.3. "Yo soy un extraño, dice [la Escritura], en esta tierra" (Sal 118 [119],19), "y un extranjero entre ustedes" (Gn 23,4; cf. Sal 38 [39],13). Y de ahí que Basílides juzgara decir que la elección es extraña al mundo, como si fuera supramundana por naturaleza.

165.4. Pero eso no es así. Porque todo (pertenece) al único Dios, y no hay nadie por naturaleza ajeno al mundo (cf. Hb 11,13), y una es la esencia y uno es Dios; pero el elegido se comporta como extranjero, sabiendo que todo se puede adquirir y todo se puede perder.

Tratar el cuerpo con respeto

166.1. Los peripatéticos quieren que los bienes sean de tres clases, y se sirven incluso también del cuerpo, como uno que al partir para un viaje largo (se sirve) de los albergues y las posadas del camino; se cuida también por las cosas mundanas, por el lugar allí donde se hospeda, pero abandona con indiferencia la casa y la posesión y su uso, dispuesto a seguir con diligencia al que lo saca de la vida, sin volver jamás atrás (cf. Gn 19,26; Lc 17,31) por ningún motivo; agradeciendo el éxodo, bendiciendo la marcha y recibiendo amigablemente la morada celestial.

166.2. "Porque sabemos que, si la tienda de nuestro habitáculo terrestre es desecha, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna no hecha por mano alguna en los cielos. En esta tienda [terrena] gemimos, anhelando ser revestidos de la habitación del cielo, siempre que seamos hallados vestidos, no desnudos. Porque caminamos por fe, no por medio de visión" (2 Co 5,1-3. 7), como dice el Apóstol.

166.3. "Pero nos complacemos más en salir del cuerpo y morar junto a Dios" (2 Co 5,8). El "más" (se encuentra) en una comparación, y la comparación es propia de las cosas que ofrecen [alguna] semejanza; como el que (es) más valiente es más valiente que los valientes, y (es) más valiente entre los cobardes.

Dios conduce a toda la creación hacia un final perfecto

167.1. Así, añadió: "Por lo cual ambicionamos, ya ausentes, ya residentes, serle gratos" (2 Co 5,9): evidentemente al Dios único, de quien todo es obra y creación, el mundo y las cosas supramundanas.

167.2. Admiro a Epicarmo quien dice claramente: "Habiendo sido piadoso en la mente no sufrirás ningún mal de la muerte, el espíritu permanece arriba en el cielo" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 22).

167.3. Y al poeta lírico que canta: "Las almas de los impíos revolotean sobre la tierra bajo el cielo en sangrientos dolores, bajo el yugo de inevitables males; pero las [almas] de los piadosos viven en el cielo celebrando con himnos melodiosos al gran Bienaventurado" (Píndaro, Fragmentos, 132; falsamente atribuido).

167.4. Así, el alma no es enviada del cielo a este lugar para algo peor, porque Dios dirige todo a [un fin] mejor; puesto que, (el alma), que ha elegido la vida mejor que (proviene) de Dios y de [su] justicia, se cambia de la tierra al cielo.



Permanecer en la gnosis

168.1. Así, Job, llegando a la gnosis, dijo con razón: "Ahora sé que lo puedes todo y que nada te es imposible. ¿Porque quién me anuncia cosas que yo no sabía, cosas grandes y maravillosas que yo no comprendía? Yo me he despreciado a mí mismo, considerándome tierra y ceniza" (Jb 42,2-3. 6).

168.2. Porque quien permanece en la ignorancia es pecador, incluso tierra y ceniza; pero quien permanece elevado en la gnosis, asemejándose a Dios en la medida de lo posible, es ya espiritual y, por eso, elegido.

168.3. Pero la Escritura llama tierra a los necios y desobedientes, (como) lo hace con claridad por medio del profeta Jeremías cuando dice de Joaquín y de sus hermanos: "¡Oh tierra, tierra, escucha la palabra del Señor! Escribe a ese varón, un hombre desterrado" (Jr 22,29-30).

Interpretación alegórica de cielo y tierra

169.1. Y otro profeta dice: "Escucha, cielo, y presta oído, tierra" (Is 1,2); llama "oído" al entendimiento y "cielo" al alma del gnóstico, que ha asumido la contemplación del cielo y de las cosas divinas y ha devenido israelita.

169.2. Porque, al contrario, llamó "tierra" a quien ha elegido la ignorancia y la dureza de corazón; y la expresión "presta oído" la tomó de los órganos de la audición, de las orejas, asignando las características carnales a los que se dedican a las cosas sensibles.

169.3. Son aquellos de los que el profeta Miqueas dice: "Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, los que viven en medio de aflicciones" (Mi 1,2. 12).

169.4. Y Abrahán dijo: "Que jamás, Señor, seas el que juzgue a la tierra" (Gn 18,25), porque "quien no cree ya está juzgado" (Jn 3,18), según la sentencia del Salvador.

El Todopoderoso es bueno

170.1. Pero también están escritos en ("el Libro) de los Reyes" el juicio y la sentencia del Señor en estos términos: "Dios escucha a los justos, pero no salva a los impíos, puesto que ellos no desean conocer a Dios. Porque el Todopoderoso no realizará cosas absurdas (o: malas)" (no en el Libro de los Reyes, sino en Jb 36,10. 12; 34,12; 35,13).

170.2. ¿Qué dirán entonces las herejías contra esta sentencia, cuando la Escritura proclama al Todopoderoso Dios bueno, y no es culpable de maldad ni de injusticia, si es que la ignorancia nace por no conocer y Dios no hace nada absurdo?

170.3. "Porque Ése es, dice [la Escritura], nuestro Dios y no hay quien salve fuera de Él" (Is 45,21), puesto que "no existe injusticia junto a Dios" (Rm 9,14), según el Apóstol.

170.4. Pero también el profeta enseña claramente la voluntad de Dios y el progreso gnóstico con las siguientes [palabras]: "Y ahora Israel, ¿qué es lo que te pide el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, y andes por todos sus caminos, amándolo y sirviéndole a Él solo?" (Dt 10,12). Esto pide de ti, que tienes la facultad de elegir la salvación.

El gnóstico debe imitar a Dios cuanto pueda

171.1. ¿Qué es, entonces, lo que querían los pitagóricos cuando ordenaban rezar con sonido de voz? No era, a mi parecer, que Dios no pudiera oír a quienes hablaban en silencio, sino que querían que las oraciones fueran justas, que uno no se avergonzara de hacerlas en presencia de muchos.

171.2. Pero sobre la oración, nosotros la trataremos a su tiempo, conforme proceda el discurso; pero, debemos tener obras que clamen, "como caminando en (pleno) día" (Rm 13,13).

171.3. "Resplandezcan (lit.: alumbren) así tus obras" (Mt 5,16). "Y he aquí a un hombre, y sus acciones están delante de su rostro. He aquí a Dios y sus obras" (Is 40,10; 62,11; Ap 22,12). Es necesario que el gnóstico imite a Dios cuanto pueda.

171.4. Pero me parece que también los poetas a sus elegidos parecen designarlos parecidos a los dioses, divinos, semejantes a dioses y émulos de Zeus en la prudencia, "teniendo pensamientos parecidos a los de los dioses y semejantes a los dioses" (Homero, Odisea, XIII,89. 131), mordisqueando (lit.: roer) lo de "a imagen y semejanza" (Gn 1,26).

Conclusión del libro cuarto

172.1. Ciertamente Eurípides dice: "(Tengo) alas de oro en la espalda y encantadores ritmos de Sirenas en los pies; subiré por el inmenso éter para abrazar y permanecer junto a Zeus" (Eurípides, Fragmentos, 911).

172.2. Pero rogaré que el Espíritu de Cristo me dé alas para volar a mi Jerusalén. Porque también dicen los estoicos que el cielo es realmente una ciudad, pero que las de aquí, en la tierra, no son todavía ciudades; porque se llaman [ciudades], pero no lo son; porque la ciudad es algo serio y el pueblo (es) una sociedad honesta, una multitud de hombres administrada bajo ley, al igual que la Iglesia bajo el Verbo: ciudad sobre la tierra inexpugnable, no gobernada por tiranos; voluntad divina sobre la tierra como en el cielo (cf. Mt 6,10).

172.3. También los poetas crean imágenes de esta ciudad cuando escriben. Porque las ciudades de los Hiperbóreos y de los Arimaspos, y los Campos Elíseos son estados de justos (o: son gobernadas por los justos). Pero también sabemos que la ciudad de Platón tiene su paradigma en el cielo.

 

 


LIBRO V


Capítulo I: Fe y conocimiento

No hay verdadera gnosis sin fe

1.1. Una vez [dichas] esas cosas relativas al gnóstico como a la carrera, continuemos ahora sobre lo que falta, pues hay que observar atentamente de nuevo la fe. En efecto, hay quienes separan nuestra fe en el Hijo, y la gnosis referente al Padre.

1.2. Pero olvidan que es necesario en verdad creer en el Hijo, que es Hijo y que vino [a este mundo], y cómo y para qué, y sobre su pasión; pero (también) es necesario conocer quién es el Hijo de Dios.

1.3. Además no existe la gnosis sin fe, ni la fe sin gnosis, lo mismo que no existe el Padre sin Hijo; porque igual que el Padre es padre del Hijo, también el Hijo es verdadero maestro acerca del Padre.

1.4. Y para que alguien crea en el Hijo es necesario que conozca al Padre, a quien (hace referencia) también el Hijo (cf. Jn 1,1). Y a su vez, para que conozcamos al Padre hay que creer al Hijo, porque (así) lo enseña el Hijo de Dios (cf. Jn 1,18); porque desde la fe [se va] a la gnosis, al Padre por medio del Hijo. Pero la gnosis del Hijo y del Padre, conforme a la regla gnóstica, la realmente gnóstica, es una aprehensión y discernimiento de la Verdad por medio de la Verdad (cf. Jn 14,6-7).

1.5. De esta forma, nosotros somos los creyentes en el que no se cree y los gnósticos en el desconocido; es decir, gnósticos en el que es desconocido y no creído para una mayoría (o: para todos), pero creído y conocido para unos pocos. Y (somos) gnósticos no de palabra porque describamos obras, sino por la contemplación misma.

Fe y audición

2.1. "Bienaventurado quien habla a los oídos de quienes escuchan" (Si 25,9). La fe es el oído (o: los oídos) del alma, y a esa misma fe se refiere el Señor, diciendo: "El que tenga oídos para oír que oiga" (Mt 11,15), para que habiendo creído entienda lo que dice, (y) cómo lo dice [el Señor].

2.2. Por otra parte, también Homero, el más antiguo de los poetas, empleó escuchar por comprender, lo específico por lo genérico: "Y aquellos le oían perfectamente", escribe (Homero, Odisea, VI,185). Porque el conjunto, la armonía y la sinfonía de la fe en ambos se establecen en un fin: la salvación.

2.3. Testigo veraz para nosotros es el Apóstol, que dice: "Porque deseo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los consolide; y esto es para ser juntamente animados entre ustedes, mediante la fe común, la de ustedes y la mía" (Rm 1,11-12). Y más adelante añade: "Porque la justicia de Dios se revela en Él de fe en fe" (Rm 1,17).

2.4. Parece, por tanto, que el Apóstol proclama una doble fe, o mejor una sola, que va recibiendo aumento y perfección.

2.5. Porque la fe común está establecida como fundamento (cf. Ef 2,20; 1 Co 3,10-12), -así, a los que querían ser curados moviéndose por la fe, el Señor les decía: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22)-.

2.6. Pero (la fe) superior, edificada sobre (la primera), se perfecciona en el creyente y se completa con la que deriva del estudio y del cumplimiento de los preceptos del Verbo; así eran los Apóstoles, de quienes se dice que su fe podía trasladar montañas (cf. Mt 17,20; 1 Co 3,2) y trasplantar árboles (cf. Lc 17,6).

La fe no es un privilegio natural

3.1. Así, percibiendo de la grandeza de ese poder, pedían les aumentase la fe, que como "un grano de mostaza" (Lc 17,6) arraigase beneficiosamente en el alma y creciera grandemente en ella (cf. Mt 13,31-32; Mc 4,31-32; Lc 13,19), como para que reposaran en ella las palabras sobre las realidades más elevadas.

3.2. Porque si alguien por naturaleza conoce a Dios, como piensa Basílides, a la inteligencia está próxima la fe superior y al mismo tiempo el reino y la creación de los bienes, por ser condición de la esencia de quien inmediatamente las ha hecho, porque [Basílides] interpreta la fe como una esencia, no como una facultad (o: libertad), como una naturaleza y una sustancia, como una no limitada belleza de una creación insuperable; y dice que la fe no es un asentimiento razonable de un alma libre.

3.3. Así, sobran los mandamientos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, al salvarse uno por naturaleza, como quiere Valentín, o al ser uno creyente o elegido por naturaleza, como admite Basílides. Además, sería posible que sin la venida temporal del Salvador, la naturaleza, en algún tiempo, pudiera resplandecer.

3.4. Pero si declaran necesaria la llegada del Señor, entonces tienen que desaparecer para ellos las propiedades de la naturaleza, porque los elegidos serán salvados por el estudio, la purificación y la práctica de las buenas obras; pero no por naturaleza.



Los errores de Marción

4.1. Por eso, Abrahán, escuchando, creyó a la voz que le prometía bajo el árbol de Mambré: "A ti y a tu descendencia daré esta tierra" (Gn 17,8); entonces, ¿era elegido o no? Pero si no lo era ¿cómo creyó tan rápido, que parecía natural? Pero si era elegido, la hipótesis se disuelve para aquellos [herejes], encontrándose una elección antes de la venida del Señor, e incluso también una salvación: "Porque le fue contada para justicia" (Gn 15,6; Rm 4,3).

4.2. Porque si alguien, siguiendo a Marción, se atreve a decir que el Demiurgo salva a quien ha creído en Él, salvándose la elección aun antes de la venida del Señor, con una salvación propia de aquél, despreciaría con ello el poder del [Dios] Bueno, que, tarde y después del Demiurgo alabado por ellos mismos, llegaría para salvar, o mediante la enseñanza o la imitación de éste [Demiurgo].

4.3. Pero, aunque el [Dios] Bueno también salve de esa manera, según ellos, no dirige su salvación ni a los suyos, ni en conformidad con el que hizo la creación, sino mediante violencia y engaño.

4.4. ¿Y cómo va a ser bueno el que es tal y posterior? Pero si el lugar es diferente y la morada del Omnipotente es distinta de la morada del Dios bueno, entonces la voluntad del que salva, puesto que ha sido dispuesta antes, no viene después del [Dios] Bueno.

Fe e investigación

5.1. Por lo que hemos demostrado se pone de manifiesto que los incrédulos son unos necios;"porque sus caminos son tortuosos y no conocen la paz" (Is 59,8), dice el profeta. El inefable Pablo aconsejó "evitar las cuestiones necias e insensatas, porque originan altercados" (2 Tm 2,23). Esquilo ha gritado: "No trabajes en vano lo que nada aprovecha" (Esquilo, Prometeo encadenado, 44).

5.2. Porque sabemos que la mejor investigación es la que va pareja con la fe, edificando la magnífica gnosis de la Verdad sobre el fundamento de la fe.

5.3. Pero, sabemos igualmente que no se investiga ni lo que es evidente -como, si es de día cuando es de día-, ni lo invisible y que jamás aparecerá claro -como, si las estrellas son pares o impares-; ni tampoco lo que es recíproco -y es recíproco lo que se puede defender de la misma manera por los que lanzan un discurso contrario, como si el feto es un ser vivo o no-. Hay una cuarta cuestión, cuando se propone un pensamiento indestructible e irrefutable por cada una de las partes.

5.4. Si se elimina la causa del investigar en todas las cuestiones, la fe se mantiene estable. Porque les proponemos [a los adversarios] algo incontestable, que es Dios mismo el que habla y responde por escrito cada cosa de las que investigo (lit.: busco).

La Palabra del Padre

6.1. Así, ¿puede haber un ateo que, sin creer en Dios, reclame de Dios demostraciones como de los hombres? Además, algunas investigaciones necesitan de los sentidos, como cuando uno investiga si el fuego es caliente o la nieve es blanca; pero otras (son dignas) de reprensión y reprimenda, como dice Aristóteles (cf. Topica, I,11,105 a 3-9); como aquella pregunta de si se debe honrar a los padres. Pero hay otras también merecedoras de castigo (o: corrección), como es exigir demostraciones sobre si existe una Providencia.

6.2. Ahora bien, puesto que la providencia existe, (es) impío pensar que toda profecía y la economía salvífica que se ha realizado en el Salvador no se cumplen conforme a providencia; e igualmente tampoco es necesario intentar demostrar tales cuestiones, porque la divina providencia se manifiesta por el espectáculo de todas las cosas visibles: obras artísticas y sabias, de las que unas se realizan con orden y otras se manifiestan ordenadamente.

6.3. Pero quien nos ha dado parte del ser y la vida nos ha hecho también partícipes del Verbo, queriendo igualmente que nosotros tengamos una vida razonable (logikós) y buena. Porque el Verbo del Padre del universo no es el proferido (prophorikós), sino que es sabiduría y bondad muy manifiestas de Dios, también fuerza omnipotente y en realidad divina, no (es) inconcebible aún para quienes no la confiesan, voluntad todopoderosa.

Capítulo I: Fe y conocimiento (conclusión)

El Salvador nos guía hacia el verdadero bien

7.1. Pero como unos son incrédulos y otros aficionados a las discusiones, no todos alcanzan la perfección del bien. Porque no es posible alcanzarla sin una elección libre, ni tampoco depende totalmente de nuestra voluntad, como lo que está por venir.

7.2. "Porque estamos salvados por gracia" (Ef 2,5), (y) no en realidad sin las obras buenas, sino que es necesario, habiendo sido engendrados para el bien, tender hacia él con algún esfuerzo.

7.3. Pero es necesario también tener la intención recta (o: el pensamiento sano), inalterable en la búsqueda del bien; para ello necesitaremos sobre todo de la gracia divina, de una recta enseñanza, de una docilidad sincera (o: pura), y de la atracción (cf. Jn 6,44) del Padre [que nos lleve] hacia Él.

7.4. Porque abandonados al cuerpo terrestre, recibimos las sensaciones mediante el cuerpo, pero únicamente asimos lo inteligible mediante la capacidad racional.

7.5. Pero si alguien se propusiera comprender todo con los sentidos, sucumbiría lejos de la verdad. El Apóstol, sobre el conocimiento de Dios y espiritualmente (= por la acción del Espíritu), escribe: "Porque ahora vemos como en un espejo, pero entonces veremos cara a cara" (1 Co 13,12).

7.6. Porque la visión de la verdad es dada a unos pocos. Por eso dice Platón también en el "Epínomis": "Digo que no es posible que todos los hombres sean felices y dichosos, sino algunos pocos; afirmo eso, en tanto que vivamos; pero quien haya muerto tendrá la hermosa esperanza de poseerlo todo" (Platón, Epínomis, 973 C).

7.7. Esto mismo es lo que quiere (decir) Moisés: "Nadie verá mi rostro y vivirá" (Ex 33,20). Porque es evidente que nadie, durante el tiempo de la vida, puede comprender a Dios claramente. "Pero los limpios de corazón verán a Dios" (Mt 5,8), cuando alcancen la perfección final.

7.8. Puesto que el alma es poco fiable para la comprensión de las realidades, necesitamos de un divino maestro: el Salvador es enviado aquí abajo, maestro y guía en la adquisición del bien, inefable y santa manifestación de la gran Providencia.

El hombre, que tiene entendimiento, puede asemejarse a Dios

8.1. "¿Dónde el gramático? ¿Dónde el que se entrega a discusiones de este mundo? ¿No hizo Dios necedad la sabiduría de este mundo?" (1 Co 1,20; cf. Is 29,14), dice. Y de nuevo: "Yo destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la inteligencia de los inteligentes" (1 Co 1,19), de los que presumidos y de esos aficionados a la discusión.

8.2. Ya bellamente dice Jeremías: "Esto dice el Señor: Deténganse en los caminos y busquen por las sendas eternas cuál es el buen camino y sigan por él, y encontrarán expiación (o: purificación) para sus almas" (Jr 6,16).

8.3. "Busquen", dice, e infórmense de quienes saben sin espíritu de disputa y sin contiendas. E instruidos, sigamos sin desfallecer por el camino recto de la verdad, hasta que obtengamos aquello que deseamos.

8.4. Con razón el rey de los romanos -llamado Numa-, pitagórico, fue el primero de todos los hombres que erigió un templo de la Fe y de la Paz.

8.5. "Pero a Abrahán, le fue contada justicia, porque había creído" (Gn 15,6). Era llamado Abram, que significa padre sublime, al dedicarse a la elevada filosofía concerniente a los fenómenos celestiales y a los movimientos del cielo.

8.6. Pero luego, mirando al cielo (cf. Gn 15,5), puede que viera al Hijo en el espíritu, como algunos explican, o a un ángel glorioso, o que de alguna otra manera él reconociera que Dios está por encima de la creación y de todo el orden que hay en ella, y recibiendo el alfa, la gnosis del solo y único Dios, y se llama Abrahán (cf. Gn 17,5), pasase de conocedor de la naturaleza, a ser sabio y amigo de Dios.

8.7. Porque ciertamente la traducción (lit.: interpretación) (de ese nombre es): "Padre elegido de un eco" (o: sonido), puesto que la palabra posee sonido, pero su padre es el entendimiento, y elegido es el entendimiento del honrado (o: virtuoso).

Testimonios de los filósofos griegos

9.1. Y me importa mucho ensalzar al poeta de Agrigento, que canta a la fe de esta manera: "Amigos, sé que hay verdad en las palabras que voy a decir; pero el impulso de la fe es muy difícil de aceptar por los hombres y contrario a su inteligencia" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 114).

9.2. Por eso también exhorta el Apóstol "para que nuestra fe no esté en la sabiduría de los hombres", quienes prometen convencer, sino en el poder de Dios" (1 Co 2,5), el único que puede salvar sin demostraciones mediante la fe sencilla (o: simple).

9.3. "Porque el más notable de los pensadores conoce lo que hay que guardar; y sin duda también la justicia alcanzará a los artífices y testigos de mentiras" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 28), dice el de Éfeso.

9.4. Puesto que también él conoce, aprendiéndolo de la filosofía bárbara, la purificación por el fuego de los que han vivido mal y que más tarde los estoicos llamaron conflagración (ekpyrosis). (Según Heráclito), también éstos dogmatizan que (el hombre) cualificado será restablecido (o: resucitado); por ello insinúan la resurrección.

9.5. Pero Platón dice que la tierra fue purificada por el fuego y el agua en algunos tiempos, de la siguiente manera: "Muchas y grandes destrucciones han sobrevenido y vendrán a los hombres. Las peores por medio del fuego y del agua; otras más breves por otros muchísimos medios" (Platón, Timeo, 22 C).

9.6. Y añade un poco después: "Pero lo cierto es que hubo un movimiento alternativo (de los seres) alrededor de la tierra y del cielo, y mediante grandes espacios de tiempo tiene origen (o: sucede) la destrucción de todo lo que hay sobre la tierra, por el fuego" (Platón, Timeo, 22 D).

9.7. Luego añade sobre el diluvio (lit.: cataclismo): "Pero, cuando a su vez los dioses, para purificar la tierra con agua la sumergen mediante un diluvio, quienes (están) en las montañas, boyeros (y) pastores, se salvan, pero (los habitantes) de nuestras ciudades son arrastrados por los ríos hacia el mar" (Platón, Timeo, 22 D-E).

Los caminos de la revelación para los griegos

10.1. Hemos establecido en el primero de los "Stromata" que los filósofos griegos (eran) llamados ladrones, porque plagiaron de Moisés y de los profetas sus principales opiniones sin agradecimiento.

10.2. Pero ahora añadiremos cómo unos determinados ángeles, recibiendo la herencia de arriba (y) cayendo en placeres, dijeron a las mujeres cuantos secretos habían llegado a su conocimiento; en cambio, otros ángeles los ocultaron o, mejor, los reservaron para la parusía del Señor. De aquí deriva la doctrina de la Providencia y de la revelación de los fenómenos celestiales.

10.3. Pero transmitida la profecía a los poetas griegos, tuvo lugar el trabajo dogmático entre los filósofos: algunas veces conforme a la verdad, (cuando) conjeturando daban en el blanco, otras veces errando, cuando no llegaban a comprender el sentido oculto de la alegoría profética; también es preferible el hablar brevemente [de eso], para abordar lo que apremia.



La investigación debe ayudar a la fe

11.1. Por tanto decimos que no conviene que la fe progrese ociosa y sola, sino con (ayuda) de la investigación. Porque no digo que no haya que buscar nada; puesto que [la Escritura] dice: "Busca y encontrarás" (Mt 7,7,; Lc 11,9).

11.2. "Lo que se busca, es fácil de obtener, pero lo que se descuida, se escapa" (Sófocles, Edipo rey, 110-111), según Sófocles.

11.3. Y el cómico Menandro dice algo parecido: "Todo lo que se busca requiere preocupación, sostienen los más sabios" (Menandro, Fragmentos, 164).

11.4. Pero ciertamente es necesario que el discernimiento del alma se aplique a la búsqueda, quite los obstáculos, y rechace por completo el espíritu polémico, la envidia y la discordia, que debe terminar vergonzosamente aniquilada de entre los hombres.

11.5. Timón de Fliunte escribe bellamente: "Entre graznidos merodea la pestífera Discordia, hermana y jornalera homicida de la Riña; y como ciega, da vueltas en todos los sentidos, pero luego se lanza hacia el rostro mortal y le lanza hacia la esperanza" (Timón, Fragmentos, 795).

11.6. Y un poco más adelante añade: "¿Quién los unió para luchar con perniciosa riña? El vulgo inseparable del Eco; ella, irritada por los silenciosos, envió a los hombres la peste de la charlatanería, y muchos perecían" (Timón, Fragmentos, 796); (esto es) sobre los argumentos que niegan con mentira y del cornudo (= nombre dado en la antigüedad a ciertos argumentos), del huidizo, del cocodrilo (= sofisma en forma de dilema capcioso), del sorites, del oculto, y de las ambigüedades y sofismas.

Buscar a Dios evitando la discordia

12.1. Pero el investigar acerca de Dios, mientras no tienda a la discordia, sino a la búsqueda, es saludable. Porque en David está escrito: "Comerán los pobres y se hartarán, y alabarán al Señor los que le buscan; su corazón vivirá por los siglos de los siglos" (Sal 21 [22],27).

12.2. Porque los que investigan según la verdadera búsqueda, alabando al Señor, serán colmados del don de Dios, esto es, de la gnosis, y vivirá su alma; puesto que "corazón" significa alegóricamente el alma, que es la que otorga la vida, porque el Padre se da a conocer mediante el Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).

12.3. Tampoco es necesario prestar oído fácil y absolutamente a todos los que hablan o escriben, porque las copas que son tomadas por muchos por las asas, se manchan, pierden las asas y acaban rompiéndose también ellas mismas.

12.4. Porque, de igual manera, los que manchan con muchas necedades (o: charlatanerías) la pura audición de la fe, haciéndose sordos finalmente a la verdad, devienen inútiles y caen por tierra.

"Dios es amor"

13.1. Ciertamente no sin razón recomendamos a los niños besar (o: abrazar) a sus familiares tomándolos de las orejas, porque con esto pretendemos decir que el sentimiento del amor nace por medio de la audición; pero "Dios es amor" (1 Jn 4,16), el que es conocido por los que le aman; como también "Dios es fiel" (1 Co 1,9; 10,13), el que se entrega a los fieles mediante el estudio.

13.2. Y (es) necesario que nos familiaricemos con Él por medio del amor divino, para que contemplemos lo semejante con lo semejante, escuchando sin malicia (o: sin dolo) y con pureza la palabra de la verdad, del mismo modo que los niños que nos obedecen.

13.3. Y eso era también lo que quería decir indirectamente el que escribió, fuera quien fuera, en el pórtico del templo de Epidauro: "Es necesario que sea puro quien entra en un templo que perfuma el incienso; y la pureza es pensar cosas santas" (Epigrama del templo de Epidauro [420 a. d. C.]; Anthologia Palatina, Apéndice, 18).

13.4. "Y si no se hacen como estos niños, no entrarán -dice [el Señor]- en el reino de los cielos" (Mt 18,3). Porque así se manifiesta el templo de Dios, asentado sobre el triple fundamento de la fe, la esperanza y la caridad.

Capítulo II: Testimonios de Platón, Empédocles y Parménides

Afirmaciones de Platón

14.1. Sobre la fe hemos presentado suficientes testimonios de escritos griegos; pero como para no extendernos demasiado y vanagloriándonos de reunir muchos más acerca de la esperanza y del amor, baste sólo mencionar algunos. Así, Sócrates en el "Critón" anteponiendo al vivir el vivir y morir bien, cree tener alguna esperanza de otra vida después de la muerte (cf. Platón, Critón, 48 B).

14.2. Y porque también en el "Fedro", dice que únicamente el alma, cuando se abandona en sí misma, puede recibir la verdadera sabiduría y mejor que el poder humano, cuando el deseo de aquí abajo le da alas para [lanzarse] hacia el cielo, y por el amor filosófico, dice, alcanza el término de la esperanza, puesto que recibe el principio de la otra vida, la eterna (cf. Platón, Fedro, 249 C).

Lo que dicen Platón, Empédocles y Parménides

15.1. En el "Banquete" afirma que en todos los seres existe el deseo natural de la procreación de otro igual [a uno mismo]; y en los hombres únicamente de hombres, pero en (el hombre) de bien, del parecido a él (cf. Platón, El Banquete, 206 C; 207 ACD; 208 B).

15.2. Pero, es imposible que (el hombre) virtuoso pueda hacer eso a no ser que posea perfectas las virtudes, con las que educará a los jóvenes que se acerquen a él y, como se dice en el "Teeteto", entonces engendrará y producirá hombres (cf. Platón, Teeteto, 150 B-C)..

15.3. Porque unos dan a luz según el cuerpo, otros según el alma; y entre los filósofos bárbaros el catequizar e iluminar es llamado también reengendrar, y por eso el gran Apóstol dice en algún sitio: "Yo los he engendrado en Cristo Jesús" (1 Co 4,15).

15.4. Y Empédocles incluye entre los principios a la amistad, entendiéndola como un amor que une: "Tú, mírala con la mente, y no permanezcas con ojos atónitos" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 17).

15.5. Pero también Parménides dice lo mismo sobre la esperanza en aquel poema suyo, cuando deja entender: "Mira que lo ausente se hace sólidamente presente por la mente; porque así no se separará la realidad de aquello que la conserva, ni aún cuando se difunda de mil maneras por el mundo entero, ni aún cuando se contraigas" (Parménides, Fragmentos, 28 B 4).

Capítulo III: Sobre la búsqueda de lo inteligible

Al reino de Dios sólo se llega con una vida recta y una oración constante

16.1. Porque también el que espera, como el que cree, ve con la inteligencia lo comprensible y lo futuro. Ahora bien, si decimos que algo es justo y ddecimos que también es bello, e incluso decimos que algo es verdad, no obstante, ninguna de esas realidades las hemos visto con los ojos, sino sólo con la inteligencia; pero el Verbo de Dios dice: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6); según eso, el Verbo puede ser contemplado por la mente.

16.2. ""¿A quiénes llamas tú, dice, verdaderos filósofos?". Yo respondí: "A los que aman la contemplación de la verdad"" (Platón, La República, V,475 E).

16.3. Platón, en el "Fedro", dará a conocer lo relativo a la verdad, hablando de las ideas (cf. Platón, Fedro, 246 A). Y la idea es un pensamiento de Dios, a lo que los bárbaros han llamado Verbo de Dios.

16.4. Y esto dice textualmente: "Es necesario decir abiertamente lo que es verdadero, especialmente cuando alguien habla sobre la Verdad; porque es esencia realmente incolora y carente de figura, intangible, y visible únicamente para el piloto del alma, el entendimiento" (Platón, Fedro, 247 C).

16.5. El Verbo procedente (lit.: que va delante) (es) causa de la creación; después, engendrándose a sí mismo (= no fue determinado por ninguna creación, sino que se encarnó por propia voluntad), el Verbo se hace carne para poder ser contemplado.

16.6. Por tanto, el justo buscará un hallazgo (lleno) de caridad, (y) esforzándose hacia ello es afortunado; porque dice [el Señor]: "A quien llama se le abrirá; pidan y se les dará" (Mt 7,8. 7).

16.7. Porque quienes arrebatan el reino han sido llamados "violentos" (cf. Mt 11,12), no porque lo arranquen violentamente con los discursos erísticos, sino por la perseverancia de una vida recta (y) por las oraciones ininterrumpidas (cf. 1 Ts 5,17), borrando las manchas de los pecados anteriores.

16.8. "En verdad, es posible tomar la maldad y en masa" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 287). "Pero, Dios ayuda a quien se esfuerza" (Eurípides, Hippollytus Prior Fragmentos, 432). "Porque no permanecen en cualquier sitio los regalos inexpugnables de las Musas para que se los lleve cualquiera" (Baquílides, Fragmentos dudosos, 55).



Las lámparas de las vírgenes prudentes

17.1. Por lo tanto, abordar la ignorancia es la primera lección para quien camina según el Verbo. Alguien que era ignorante investigó (o: buscó), y al investigar encontró al Maestro, y encontrado creyó en Él, y creyendo esperó, (y) amando se hizo semejante al amado, procurando ser lo que había comenzado a amar.

17.2. Este determinado método le muestra Sócrates a Alcibíades, cuando es interrogado así: ""¿No crees que yo no puedo conocer de otra manera lo que es justo?". "Sí, ciertamente, si la encuentras". "Pero, ¿piensas que yo no puedo encontrarla?". "Ciertamente que sí, si la buscas". "¿Y no crees que yo debería buscarla?". "Seguramente, si piensas que no sabes"" (Platón, 1 Alcibíades, 109 E).

17.3. A esto también [se refieren] las lámparas de las vírgenes prudentes, que por la noche permanecen encendidas en la amplia oscuridad de la ignorancia, que la Escritura ha designado como noche. Almas prudentes, puras como vírgenes, que sabedoras de que ellas mismas permanecen en ignorancia mundana, encienden la luz, despiertan también la inteligencia, iluminan la oscuridad, destierran la ignorancia, buscan la verdad y aguardan la aparición (o: manifestación: epifanía) del Maestro (cf. Mt 25,1-13).

17.4. "Es, por tanto, imposible, digo yo, que una muchos se hagan filósofos" (Platón, La República, VI,494 A). "Son muchos ciertamente los portatirsos, pero son pocos los bacantes", según Platón (Fedón, 69 C).

17.5. "Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos" (Mt 22,14);"y no en todos, dice el Apóstol, está la gnosis" (1 Co 8,7). "Pero oren para que seamos librados de los hombres perversos y malvados; porque no de todos (es) la fe" (2 Ts 3,1. 2).

17.6. También la poética filosofía del estoico Cleantes escribe cosas parecidas de esta manera: "No busques la opinión, tratando ser sabio rápidamente, y no temas la opinión sin juicio e implacable de la masa. Porque la multitud no posee un juicio sensato, justo, ni hermoso; sino que eso lo encontrarás en pocos varones" (Cleantes, Fragmentos, 518).

La fe es el fundamento de la salvación

18.1. Y el cómico [dice] muy sabiamente con brevedad: "Es vergonzoso juzgar las cosas bellas con mucho ruido" (Anónimo, Fragmentos, 518).

18.2. Porque escucharon, me parece, aquella hermosa sabiduría que nos dijo: "En medio de los insensatos, preserva el tiempo; pero, entre los prudentes, demórate" (Si 27,12).

18.3. Y de nuevo: "Los sabios ocultarán [su] ciencia" (Pr 10,14); porque la muchedumbre reclama una garantía de la verdad a la demostración, no contenta con la sola salvación (que proviene) de la fe.

18.4. "Pero es muy propio de los malos desconfiar de los poderosos; pero, como mandan las garantías de nuestra Musa, conócelo en tu interior discerniendo lo que se dice" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 4). Porque los malos tienen esa costumbre, dice Empédocles, de querer apoderarse de lo verdadero mediante la incredulidad (lit.: no creer).

18.5. Pero los griegos reconocerán, mediante un examen muy atento de este discurso a través de lo que sigue, que nuestras doctrinas también son célebres y dignas de fe; porque nosotros aprendemos lo semejante por lo semejante. Por eso, "responde al necio con su misma necedad" (Pr 26,5), dice Salomón.

18.6. Por lo cual, también a quienes solicitan la sabiduría (cf. 1 Co 1,22) que ya tienen hay que darles lo que les es familiar, como para que lleguen por lo que les es propio y con facilidad a la fe de la verdad.

18.7. "Porque me hice todo con todos, dice [el Apóstol], para ganarlos a todos" (1 Co 9,22); puesto que también la lluvia de la gracia divina cae sobre justos e injustos (cf. Mt 5,45).

18.8. "¿Acaso es sólo Dios de los judíos? ¿No es también de los gentiles? Sí, también de los gentiles, ya que (hay) un solo Dios" (Rm 3,29-30), grita el noble Apóstol.

Capítulo IV: Filosofía y teología entre los griegos y entre los bárbaros

El velo del templo

19.1. Pero como no quieren creer justamente ni al bien, ni a la gnosis relativa a la salvación, nosotros mismos, teniendo por propio lo que es de ellos, puesto que todo es de Dios, y sobre todo porque lo hermoso le llegó a los griegos desde nosotros, les argumentamos (lit.: les tomamos en mano) como están acostumbrados a escuchar (cf. Mc 4,33); porque la inmensa muchedumbre valora lo que es inteligente (o: prudente) o justo, no desde la verdad sino desde lo que les impresiona.

19.2. Y no suelen gustar de otra cosa sino de lo que se les asemeja. Porque quien todavía permanece ciego y también sordo, no teniendo inteligencia ni la intrépida y aguda mirada del alma amiga de la contemplación, que sólo el Salvador infunde, quien todavía es como un no iniciado en los misterios, o sin arte en las danzas, y aún no está limpio y digno de la verdad pura, sino desentonado, indisciplinado y corpóreo, ése es necesario que todavía permanezca fuera del coro divino.

19.3. Porque nosotros juzgamos lo espiritual mediante cosas espirituales (cf. 1 Co 2,13). Por eso, el método de la interpretación (o: de la significación oculta), divino en verdad y muy necesario para nosotros, por ser el Verbo realmente sagrado puesto en reserva en el santuario de la verdad, ha sido llamado por los egipcios templo inaccesible para ellos, y los hebreos lo denominan por medio del velo (cf. Hb 9,3-4).

19.4. A través de él únicamente estaba permitido pasar a los consagrados, o sea, los dedicados a Dios, los circuncidados respecto a las concupiscencias de las pasiones por el amor hacia el único Dios. Porque a Platón le parecía no ser lícito a lo impuro tocar lo puro (cf. Fedón, 67 B).

La escritura de los egipcios

20.1. Por eso las profecías y los oráculos hablan por medio de los enigmas (= símbolos) y los misterios no son manifestados libremente a cualquiera, sino después de ciertas purificaciones e linstrucciones preliminares.

20.2. "Porque la Musa no era aún ávida de ganancia, ni mercenaria; ni se vendían dulces, suaves cantos de Terpsícora, de faz plateada, cantos de voz armoniosa" (Píndaro, Isthmia, 2,5-8).

20.3. Ahora bien, quienes son educados por los egipcios aprenden primero el método de todos los gramáticos egipcios, el llamado epistolográfico; después el hierático, empleado por los hierogramáticos; pero el último y final (es) el jeroglífico, que se divide en el lenguaje propiamente dicho (ciriológico), por medio de los primeros caracteres, y en el simbólico. Pero el simbólico, o se expresa con significado propio, pero a imitación, o se escribe como figuradamente, o abiertamente (se expresa) con clara alegoría según ciertos enigmas.

20.4. Así, queriendo escribir un sol, hacen un círculo, y para la luna una figura con forma de media luna, según el modo ciriológico.

20.5. Pero graban de modo figurado cambiando y modificando el sentido propio, unas veces mutilando y otras transformando de múltiples maneras.

La escritura de los egipcios (continuación)

21.1. Así, inscriben, mediante relieves, los panegíricos de los reyes, refiriéndolas con mitos (relativos) a los dioses.

21.2. Pero respecto a los enigmas del tercer género valga este ejemplo: representaban a los otros astros mediante el andar sinuoso de las serpientes; pero al sol mediante lo característico del escarabajo, puesto que, formando una figura redonda de estiércol vacuno, da vueltas alrededor de sí mismo.

21.3. Y dicen también que este animal vive seis meses bajo tierra, y el resto del año sobre la tierra, (y) que deposita su semilla en la bola [del estiércol] y engendra, sin que exista escarabajo hembra.

21.4. Por tanto, podría decirse que todos los que han tratado acerca de Dios, bárbaros y griegos, han ocultado los comienzos de las cosas, pero han enseñado la verdad con enigmas y símbolos, con alegorías, metáforas y otras figuras parecidas; así eran los oráculos entre los griegos, y por eso Apolo de Delfos es denominado el Loxias (= por la ambigüedad de sus oráculos y símbolos).

Las máximas de los sabios griegos

22.1. Ciertamente los apotegmas de los llamados sabios griegos pretendían mostrar con pocas palabras algo importante, como sin duda el "cuida (o: mide, ahorra) del tiempo" (Zenón, Fragmentos, 323), que quiere decir o que la vida es breve y no conviene gastar inútilmente este tiempo, o, por el contrario, que hay que ahorrar de los gastos propios, para que si vives muchos años, dice, no te falte lo necesario (cf. Filón de Alejandría, Sobre la vida contemplativa, 2,16).

Otras máximas de los griegos

23.1. De igual manera el "conócete a ti mismo" (cf. I,60,3) es explicado de múltiples formas: que eres mortal y has nacido hombre; o también, en comparación con otras excelencias de vida, que no tienes importancia alguna, diciendo que eres famoso o rico; o por el contrario, si eres rico y famoso, no te vanaglories de una prerrogativa no permanente. Conoce para qué has nacido, dice, y de quién eres imagen y cuál tu esencia, tu creación y tu parentesco divino y otras cosas parecidas.

23.2. Pero también el Espíritu dice a través del profeta Isaías: "Te daré tesoros ocultos, secretos" (Is 45,3). Ahora bien, tesoros de Dios y riqueza inagotable (cf. Lc 12,33) es la sabiduría difícil de obtener.



Sentencias de los poetas griegos

24.1. Pero también los poetas, habiendo aprendido la teología de estos profetas, filosofan muchas cosas mediante conjeturas; me refiero a Orfeo, Lino, Museo, Homero, Hesíodo y a los sabios de esa índole.

24.2. Pero para la mayoría el encanto poético (es) un velo. Los sueños y los símbolos que permanecen totalmente obscuros para los hombres, no por envidia [de Dios] -puesto que no es lícito suponer a Dios con pasiones-, sino para que la búsqueda, introducida en el sentido de los enigmas, se lance al descubrimiento de la verdad.

24.3. Por eso mismo, Sófocles, el poeta trágico, dice en alguna parte: "También yo sé perfectamente que Dios es así; que siempre anuncia lo enigmático a los sabios, pero es maestro mediocre (o: defectuoso, malo) e insignificante para los torpes" (Sófocles, Fragmentos inc., 704), tomando mediocre (en el sentido) de sencillo.

La Sagrada Escritura y las parábolas

25.1. Ahora bien, sobree toda nuestra Escritura se dice en los "Salmos" que está escrita en parábolas (= símbolos): "Escuchen, pueblo mío, mi ley, inclinen el oído a las palabras de mi boca; abriré mi boca en parábolas y proclamaré enigmas desde el comienzo" (Sal 77 [78],1-2).

25.2. Y lo mismo dice de esta forma el noble Apóstol: "Hablamos sabiduría entre los perfectos, pero una sabiduría que no es de este mundo, ni de los jefes de este mundo, que van desapareciendo; sino que hablamos sabiduría de Dios, sabiduría escondida en el misterio, que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, que ninguno de los príncipes de este mundo ha conocido; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria" (1 Co 2,6-8).

25.3. Pero los filósofos no actuaron para injuriar la venida del Señor. Por tanto, sólo queda pensar que el Apóstol fustiga la presunción de los sabios judíos.

25.4. Y por eso añade: "Pero predicamos, como está escrito, dice, lo que ojo no vio, y oído no oyó, y no subió al corazón del hombre, lo que Dios ha preparado a los que lo aman. Porque nos lo ha revelado Dios por el Espíritu, puesto que el Espíritu lo sondea todo, incluso las profundidades de Dios" (1 Co 2,9-10).

25.5. Porque sabe que es espiritual y gnóstico el discípulo del Espíritu Santo, provisto por Dios, el que es el pensamiento de Cristo. "Pero el hombre animal no admite las cosas del Espíritu, porque para él es una locura" (1 Co 2,14).

Lo que enseña el Apóstol sobre la fe y el conocimiento

26.1. Ahora bien, el Apóstol llama a la fe común, para diferenciarla de la perfección gnóstica, unas veces fundamento, otras leche, escribiendo de este modo: "Hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Les he dado a beber leche, no alimento sólido; porque todavía no eran capaces. Pero tampoco ahora son capaces, porque todavía son carnales. Puesto que mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no son carnales y caminan según el hombre?" (1 Co 3,1-3).

26.2. (Esas) son las elecciones de los hombres pecadores, pero los que se abstienen de esas cosas aspiran a (las realidades) divinas y participan del alimento del gnóstico.

26.3. "Según la gracia, dice, que me ha sido dada, como sabio arquitecto puse el cimiento, pero otro construye encima (o: sobreedifica) con oro, plata, y piedras preciosas" (1 Co 3,10. 12).

26.4. Estas sobreedficaciones gnósticas están cimentadas en el fundamento de la fe en Jesucristo; pero lo que levantan los herejes es "paja, leña y heno" (1 Co 3,12). "Pero el fuego revelará lo que es la obra de cada uno" (1 Co 3,13).

26.5. Y en la "Carta a los Romanos", aludiendo a la construcción gnóstica, dice: "Porque anhelo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los fortalezca" (Rm 1,11). Pero no era posible exponer con claridad y enviar por carta lo relativo a los carismas.

Capítulo V: Sobre los símbolos pitagóricos

Pitágoras depende de la filosofía bárbara

27.1. También los símbolos pitagóricos están ligados muy secretamente a la filosofía bárbara. Así, el de Samos recomienda: "No tener golondrina en casa" (Pitágoras, Symbolica, 7), o sea, no recibir [en casa] al hombre locuaz, maldiciente y hablador, que no puede guardar lo que se le comparte.

27.2. "La golondrina, la tórtola y los pajarillos del campo conocen los tiempos de sus éxodos" (Jr 8,7), dice la Escritura, y no conviene cohabitar nunca con lenguaje frívolo.

27.3. Sí, con razón se expulsa de la casa a la tórtola que murmura, divulgando la desagradecida queja de la crítica;"para que no murmuren de mí sentados unos junto a otros" (Homero, Ilíada, IX,311).

27.4. Pero la golondrina, que alude al mito de Pandión, es justo que sea purificada de las pasiones que sobre ella se murmuran, las que padeció Tereo, y que nosotros también hemos oído que cometió. Pero también persigue a las cigarras músicas, por eso (es) justo rechazar al perseguidor del Verbo.

27.5. "Sí, (gracias) a Hera portadora del cetro y que mira desde arriba el Olimpo, yo tengo sobre la lengua un tesoro fiel" (Esquilo, Fragmentos inciertos, 626), dice la poesía.

27.6. Y Esquilo: "Pero tengo también sobre mi lengua una llave que guarda" (Fragmentos inciertos, 626).

27.7. Pitágoras, de nuevo, prescribía que "cuando se saca la olla del fuego, no se deje la señal en la ceniza, sino que se remueva"; también: "Remover el cobertor de la cama, una vez levantado del lecho" (Pitágoras, Symbolica, 10 y 33).

27.8. Porque así insinuaba que no sólo es necesario destruir el humo de la vanidad, sino también haber abandonado [todo] vestigio de cólera; y cuando cesa de hervir, detenerse y borrar todo rencor.

27.9. "No se ponga el sol sobre nuestro enojo" (Ef 4,26), dice la Escritura. Y quien dijo: "No desearás" (Ex 20,17), eliminó todo rencor.

27.10. Porque la ira resulta ser un impulso de la concupiscencia del alma pacífica que apetece con desmedida una venganza irracional.

Enseñanzas de Pitágoras que ya estan presentes entre los bárbaros

28.1. De igual manera se recomienda también que se remueva la cama como para que nadie recuerde durante el día alguna polución nocturna, ni el sueño, ni siquiera el placer tenido en la noche.

28.2. Pero quizás también diera a entender que es necesario disipar (o: mezclar) la fantasía obscura con la luz de la verdad;"Enójense y no pequen" (Sal 4,5), dice David, enseñando que no es necesario asentir a la fantasía, ni pasar a la acción aduciendo la ira.

28.3. De nuevo: "No navegar por tierra" (Pitágoras, Symbolica, 68) es un símbolo pitagórico, y significa que es necesario rechazar tanto las recaudaciones como los pagos de salarios, siendo cosas perturbadoras e inestables. Por eso el Verbo dice que los recudadores difícilmente se salvarán (cf. Mt 19,23; Mc 10,23; Lc 18,24).

28.4. Y de nuevo recomienda Pitágoras: "No llevar anillo ni grabar en ellos imágenes de dioses" (Pitágoras, Symbolica, 27. 28), lo mismo que mucho tiempo antes Moisés legisló en términos precisos: no se debía hacer imagen o reproducción esculpida, fundida, modelada o grabada (cf. Ex 20,4; Lv 26,4; Dt 4,15-17), para que no nos apeguemos a lo sensible, sino que pasemos a las cosas inteligibles.

28.5. Porque la costumbre de la mirada escudriñadora (o: decidida) desprecia la majestad de lo divino, y venerar la esencia inteligible mediante la materia es deshonrarla por la sensación.

28.6. Por eso también los más sabios sacerdotes egipcios determinaron (poner) al aire libre la estatua de Atenea, como los hebreos edificaron el templo sin imágenes. Pero hay quienes dan culto a Dios, adorando una copia del cielo, que contiene los astros que ellos han fabricado.

Pitágoras y Platón entrevieron la verdad

29.1. Ciertamente dice la Escritura: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1,26); también considero digno citar a continuación la voz del pitagórico Euriso, en el "Sobre la Fortuna", quien, una vez dicho que el creador hizo al hombre tomándose a sí mismo como paradigma, añade:

29.2. "La tienda (o: envoltura = cuerpo) es semejante a la de los demás (seres), como hecha de la misma materia, pero ha sido trabajada por el mejor artesano, que la ha hecho poniéndose a sí mismo como paradigma" (Euriso, Fragmentos, 1).

29.3. Y en general, Pitágoras y sus discípulos, con Platón, estuvieron más familiarizados que los demás filósofos con el Legislador (= Moisés), como se deduce de sus doctrinas.

29.4. Mediante un dicho oracular certero (cf. Platón, Las leyes, VII,792 D), no sin ayuda divina, coincidiendo con algunas voces proféticas, [ellos] distinguieron la verdad conforme a una parte y aspectos exteriores (o: forma, apariencia), expresándola con terminología no exenta de luminosidad ni orientada fuera de la manifestación real de los hechos: habían recibido una significación (émphasis) próxima a la verdad.

29.5. De ahí que la filosofía griega se parezca a una lámpara de mecha, que los hombres encienden, "robando con arte la luz al sol" (Anónimo, Fragmentos, 395). Pero, una vez proclamado el Verbo, esta santa luz todo lo ha iluminado.

29.6. Así, el hurto [de la luz] es útil de noche en las casas, pero de día es resplandece el fuego, y toda la noche es iluminada por ese mismo sol de luz inteligible (cf. Jn 1,9).



Pitágoras resume lo anteriormente dicho por Moisés

30.1. También, Pitágoras ha hecho un resumen de lo que dijo Moisés sobre la justicia, diciendo: "No sobrepasar la balanza" (Pitágoras, Symbolica, 2), o sea, no pasar por alto la igualdad en lo relativo a los repartos, respetando la justicia,

30.2. "que siempre une amigos con amigos, ciudades con ciudades, aliados con aliados; porque la igualdad es costumbre entre los hombres; pero, lo que es mas pequeño se presenta siempre polémico con lo mayor, y comienzan los días de odio" (Eurípides, Fenicias, 563-540), según la gracia poética.

30.3. Por eso dice el Señor: "Carguen mi yugo, porque es suave y ligero" (Mt 11,29. 30). Y a los que discuten acerca de los primeros puestos, les prescribe la igualdad junto con la sencillez, diciendo que es necesario que se comporten como los niños (cf. Mt 18,3).

30.4. De idéntica forma también el Apóstol escribe que, en Cristo, nadie es esclavo ni libre, griego o judío (cf. Ga 3,28); porque en Cristo hay una nueva creación sin disputas, ni avaricia (cf. 2 Co 5,17; Ga 5,20; 6,15), y equitativamente justa.

30.5. "Porque la envidia queda fuera del coro divino" (Platón, Fedro, 247 A), y la emulación y la tristeza (cf. Ga 5,20), por la que los iniciados también prohiben "comerse el corazón" (Pitágoras, Symbolica, 4), y así enseñan que el alma jamás debe morderse y devorarse por angustias y penas relativas a acontecimientos involuntarios. En verdad, es desagraciado aquel que, dice también Homero, caminando errante, en solitario carcome su espíritu (cf. Homero, Ilíada, VI,202; XXIV,129).

Leyendas paganas y enseñanzas cristianas

31.1. A su vez, tanto el Evangelio como los Apóstoles, al igual que todos los profetas, suponen dos caminos: a uno le llaman "estrecho y angosto" (Mt 7,13-14; Lc 13,24), porque está defendido por los mandamientos y prohibiciones; y al otro, al que conduce a la perdición lo llaman "ancho y espacioso" (Mt 7,13), porque no pone trabas a placeres y pasiones; y decían: "Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos, y no se detiene en la senda de los pecadores" (Sal 1,1).

31.2. Y el mito de Pródico de Ceos sobre la virtud y el vicio viene a ser lo mismo, y Pitágoras no duda en desaconsejar "el andar por las calles" (Pitágoras, Symbolica, 14), ordenando que no es conveniente seguir las opiniones acríticas e incoherentes de la muchedumbre.

31.3. Y Aristócrito, a su vez, en el primer de los [libros] "Contra Heracleodoro" hace mención de una carta que dice así: "El rey de los escitas, Atoyas, al pueblo de Bizancio: No estorben mis entradas, para que mis caballos no beban el agua de ustedes" (Aristócrito, Fragmentos, 493 F 6). Porque simbólicamente el bárbaro dejaba entender la guerra que preparaba contra ellos.

31.4. Y de manera semejante el poeta Euforión presenta a Néstor diciendo: "Quienes aún no hemos abrevado en el Simoente caballos aqueos" (Euforión, Fragmentos, 66).

31.5. Por esto también los egipcios colocan las esfinges delante de los templos, para indicar que el discurso sobre Dios es enigmático y obscuro; pero acaso también, porque se debe amar y temer lo divino (cfr. Dt 10,20; 11,1); amarlo, ciertamente, como benévolo y bondadoso y propicio para los piadosos, pero temerlo como inexorablemente justo para los impíos. Porque la esfinge al mismo tiempo insinúa enigmáticamente la imagen de una fiera y de un hombre.

Capítulo VI: Simbolismo de los diversos elementos cultuales judíos

Las murallas, el velo y las cortinas del templo. La vestidura sacerdotal

32.1. Sería excesivo recorrer todos los [escritos] proféticos y de la Ley para explicar lo que han dicho mediante enigmas. Porque casi toda la Escritura contiene tales oráculos. Pero bastan para quien posea inteligencia, me parece, algunos pocos paradigmas para probar lo propuesto.

32.2. Así, manifiesta (lit.: reconoce o confiesa) la significación oculta de las siete murallas alrededor del antiguo templo, referida entre los hebreos; o la disposición del vestido talar (del sacerdote) [cf. Ex 28,4-5], que por medio de distintos símbolos relacionados con cosas visibles, insinuaba la composición (del cosmos) desde el cielo hasta la tierra (cf. Sb 18,24).

32.3. El velo y las cortinas [del templo] estaban bordados con jacinto y púrpura, con escarlata y lino (cf. Ex 26,1; 36,8); insinuaban, como lo comporta la naturaleza de los elementos, la manifestación de Dios; porque la púrpura (viene) del agua, el lino de la tierra, y el jacinto, que es sombrío, se asemeja al aire, al igual que la escarlata al fuego.

Límites de los sentidos humanos

33.1. En medio del velo y de las cortinas (del templo), allí donde podían entrar los sacerdotes (cf. Ex 30,1-10), se encontraba un incensario (cf. Ex 37,25 ss.), símbolo de la tierra, colocada en medio de este mundo, desde la que (brotan) las exhalaciones (o: evaporaciones).

33.2. Pero en medio estaba también el espacio aquel situado más allá de las cortinas, donde únicamente podía entrar el gran sacerdote en días señalados (cf. Ex 30,10; Lv 16,12; Hb 9,7); y el atrio que le circundaba externamente, accesible a todos los hebreos. Por eso decían que era lo más intermedio del cielo y la tierra. Pero otros dicen que era símbolo del mundo inteligible y del sensible.

33.3. En efecto, el velo, defensa para la infidelidad popular, estaba extendido delante de las cinco columnas (cf. Ex 26,36-37), separando a los del recinto del círculo externo.

33.4. Así, con sentido muy místico, (se alude) a los cinco panes repartidos por el Salvador y que multiplicados fueron suficientes para la muchedumbre de los oyentes (cf. Jn 6,9). Porque son muchos los que se aferran a lo sensible, como si fuera lo único que existiese.

33.5. "Mira en derredor tuyo, dice Platón, no sea que alguno de los no iniciados escuche. Y son esos que piensan que sólo existe lo que pueden aferrar con sus manos; pero las acciones y producciones, y todo aquello que es invisible, no lo admiten como parte de la realidad" (Platón, Teeteto, 155 E).

33.6. Porque tales son los que atienden únicamente a los cinco sentidos. Pero la noción de Dios es inaccesible a los oídos y sus homogéneos.

Las cuatro alianzas y el Tetragama

34.1. Por ello, el Hijo es llamado rostro del Padre (cf. Sal 23 [24],6; Mt 18,10), y se encarnó (sarkophóro) para ser percibido por los cinco sentidos: el Verbo, el revelador del carácter propio del Padre.

34.2. "Si vivimos en espíritu, conformémonos según el espíritu" Ga 5,25). "Nosotros caminamos en fe, no en visión" (2 Co 5,7), dice el noble Apóstol.

34.3. En efecto, la diaconía sacerdotal se ocultaba tras la parte interior del velo, que separaba mucho a los que actuaban dentro de él respecto de los que permanecían fuera.

34.4. De nuevo, el velo de la entrada al santo de los santos: había allí cuatro columnas (cf. Ex 27,16), recuerdo de la santa tétrada de las antiguas alianzas.

34.5. Pero (existía) también el tetragrama, nombre místico, que sólo era llevado por quienes podían acceder al santuario (cf. Ex 28,36-38); y se lee "Yahwé", que se interpreta como el que es y el que será (cf. Ex 3,14; Ap 1,4).

34.6. Ciertamente, también entre los griegos el nombre "dios" está compuesto de cuatro letras.

34.7. Pero sólo el Señor, hecho Sumo Sacerdote, entrará en el mundo inteligible, (al penetrar) por medio de la pasión (cf. Hb 9,11-12), introduciéndose en la gnosis del Inefable y elevándose por encima de "todo nombre" (Flp 2,9) que se expresa con fonema.

34.8. Sí, ciertamente, el candelabro estaba colocado en la parte sur del incensario (cf. Ex 25,30-32; 26,35), por el que se hacían visibles los movimientos de los siete luceros que realizan sus circunvoluciones en la parte sur.

34.9. Porque en cada lado del candelabro surgían tres brazos, y en cada uno de ellos las lámparas; ahora bien, también el sol, como el candelabro, situado en medio de los otros planetas, envía luz a los que están por encima y por debajo de él, según una divina música (cf. Filón de Alejandría, Sobre la vida de Moisés, II,102-103; Platón, La república, X,617B).

Simbolismo del candelabro, de los panes de la propisición y del arca santa

35.1. Pero también el candelabro de oro contiene otro enigma: el signo de Cristo (= la cruz), no sólo por la figura, sino también porque ilumina "de muchas maneras y en diversos modos" (Hb 1,1) a quienes creen en Él, esperan en Él y vuelven hacia Él su mirada con motivo de la diaconía de los primeros (los protoktístoi: los siete ángeles superiores).

35.2. Y se dice también que "siete ojos" (Za 4,10) tiene el Señor, "los siete espíritus" (Ap 3,1; 4,5; 5,6) que reposan sobre la rama que florece "de la raíz de Jesé" (Is 11,1).

35.3. Y en la parte norte del incensario estaba la mesa sobre la que se hacía la proposición de los panes (cf. Ex 26,35; Nm 4,7), porque los vientos del norte son los más fecundos (cf. Filón de Alejandría, Cuestiones sobre el Éxodo, II,21,104).

35.4. Pero también (podría significar) las diversas mansiones de las iglesias que concurren a un solo cuerpo y a una sola asamblea (cf. Rm 12,4-5; Ef 4,4).

35.5. Lo que se cuenta del arca santa designa las cosas del mundo inteligible, escondido y cerrado a las muchedumbres.

35.6. También aquellas estatuas de oro de seis alas cada una de ellas (cf. Ex 25,18-20), o indican las dos osas (= constelaciones de estrellas), como algunos quieren, o lo que es mejor, los dos hemisferios, pues el nombre de los Querubines quiere expresar conocimiento abundante.

35.7. Pero ambos [Querubines] tienen doce alas, y, mediante el ciclo del zodíaco y el tiempo que dura alrededor de sí mismo, indican el mundo sensible.

Simbolismo del arca y de los Querubines

36.1. Me parece que sobre esto también la tragedia, hablando de las cosas naturales, dice: "Un tiempo incansable y entero se engendra a sí mismo, circulando alrededor de una eterna corriente, y ambas constelaciones (lit. osas), con rápidos golpes de las alas, vigilan el polo Atlántico" (Critias, Fragmentos, 88 B 18).

36.2. Pero Atlante (lit.: Atlas), el polo que no sufre, puede ser ciertamente la esfera que no se mueve, pero es mejor concebirlo como eternidad inmóvil.

36.3. Pienso que es mejor (atribuir) al arca, cuyo nombre hebreo es "thébôtd", otra significación. Se interpreta ciertamente como uno por uno de todos los lugares. Ahora bien, tanto si indica la ogdóada y el mundo inteligible, o también a Dios, que contiene en sí mismo todas las cosas, que no tiene forma y es invisible, pasémoslo ahora por alto. Por lo demás, indica el descanso de los espíritus glorificadores que los Querubines dan a entender.

36.4. Porque no es creíble que quien nunca aconsejó hacer siquiera una imagen grabada (cf. Ex 20,4), Él mismo hiciera una estatua de los (seres) santos; en el cielo no existe un viviente compuesto y perceptible por los sentidos que sea así; pero rostro es símbolo de un alma racional, y las alas son las liturgias y las actividades que ejercen las potencias de derecha e izquierda (cf. 1 R 22,19); pero la voz es una gloria de agradecimiento en incesante contemplación.



Simbolismo de la vestimenta del sumo sacerdote

37.1. Sea suficiente haber alcanzado la interpretación mística. El vestido talar (lit.: que llega hasta los pies) del sumo sacerdote es símbolo del mundo sensible (cf. Sb 18,24), y los siete planetas (están simbolizados) en las cinco piedras y los dos carbones encendidos (cf. Ex 28,17-20) (representan) a Cronos y a la Luna; porque aquél es meridional, húmedo, terreno y pesado; pero ésta es semejante al aire (o: áerea). Por eso algunos la llaman Arternis, porque corta el aire, aunque (éste sea) oscuro.

37.2. A los que colaboran en el nacimiento de las cosas se les coloca en los planetas, conforme a la divina providencia, y con razón están situados sobre el pecho y los hombros [del sacerdote] (cf. Ex 28,12. 17-20), puesto que por ellos se produce la acción creadora, que (tiene lugar) en la primera semana. El pecho es la morada del corazón y del alma.

37.3. Pero también las piedras preciosas (serían) las formas de salvación: unas colocadas en las partes altas de todo el cuerpo salvado, y otras en las partes inferiores.

37.4. Y las trescientas sesenta campanillas que cuelgan del vestido talar (cf. Ex 28,33-34) son la duración del año, "el año de gracia del Señor" (Is 61,2; Lc 4,19), que proclama y catequiza la gran epifanía del Salvador.

37.5. Pero también la tiara de oro que se pone encima (cf. Ex 28,36-37) indica la autoridad regia del Señor, porque el Salvador es "la cabeza de la Iglesia" (Ef 5,23).

Símbolos de la majestad de Cristo

38.1. Así, la tiara que está por encima es señal de hegemonía absoluta. Por otra parte, hemos oído, como se dice: "Dios es la cabeza de Cristo" (1 Co 11,3), y "Padre de nuestro Señor Jesucristo" (2 Co 1,3; 11,31; Rm 15,6; Ef 1,3).

38.2. Por cierto, el pectoral que contiene el "efod" (cf. Ex 28,28), es símbolo del trabajo, y del "logión" -esto alude al Verbo-, establecido por Él, y es imagen del cielo hecho por el Verbo, que está sometido a la cabeza de todos, a Cristo (cf. 1 Co 11,3; Ef 1,22), y que se mueve del mismo modo.

38.3. Así, por tanto, las piedras de esmeralda resplandecientes sobre el "efod" significan el sol y la luna, colaboradores de la naturaleza.

38.4. Pero un hombro, me parece, (es) el principio de la mano. Y las doce piedras colocadas en cuatro filas sobre el pecho (cf. Ex 28,17-20) nos trazan el círculo del zodíaco, según las cuatro estaciones (lit.: movimientos) del año.

38.5. Por otra parte, es conveniente que estén sometidos a la cabeza del Señor la Ley y los profetas, porque por ellos están representados los justos de ambos Testamentos. Puesto que nosotros bien podemos llamar profetas y justos a los Apóstoles, porque un solo y mismo Espíritu Santo actúa en todos (cf. 1 Co 12,11).

38.6. Pero como el Señor está por encima del mundo entero, incluso mas allá del inteligible, así también era digno que estuviera grabado en la placa de metal (cf. Ex 28,36) el nombre "que está por encima de todo principio y potestad" (Ef 1,21; Flp 2,9), grabado en razón de los mandamientos escritos y mediante la presencia sensible.

38.7. Y se llama Nombre de Dios. Además, el Hijo actúa tal como ve la suma bondad del Padre (cf. Jn 5,19), y es llamado Dios Salvador, principio de todas las cosas (cf. Col 1,18), que es copia "del Dios invisible" (Col 1,15), la primera y antes de [todos] los siglos, y que modeló todas las cosas nacidas después de ella (cf. Col 1,15-16).

Simbolismo de la entrada en el santuario

39.1. También el "logión" manifiesta la profecía que grita por el Verbo, y que proclama el juicio futuro, porque es el mismo Verbo quien profetiza, juzga y discierne cada cosa.

39.2. Y se dice también que el vestido, que llega hasta los pies, profetiza la economía según la carne (= la encarnación del Verbo), mediante la cual fue visto más cercano al mundo.

39.3. Por eso, una vez quitada la túnica santificada (cf. Lv 16,4), el sumo sacerdote -pero el mundo y la creación en el mundo han sido santificados por quien ha aprobado como buenas las cosas que se hicieron (cf. Gn 1,31)- se lava y se reviste con otra [túnica], santa de lo santo, por así decir, la que le acompaña [para entrar] en el santuario (cf. Lv 16,23-24)

39.4. Me parece que se refiere al levita y gnóstico como superior a los otros sacerdotes, porque éstos se lavan con agua, son revestidos de la sola fe y reciben la única mansión (que les es) propia; aquél [levita y gnóstico] discierne las cosas inteligibles de las cosas sensibles, apresurándose en su ascensión, respecto de los otros sacerdotes, hacia la entrada de lo inteligible, es lavado de las cosas de aquí abajo no con agua, como antes era purificado el enrolado en la tribu de Leví (cf. Nm 8,7), sino ya por el Verbo gnóstico.

Pureza del gnóstico

40.1. En efecto, teniendo totalmente puro el corazón (cf. Mt 5,8), manteniendo muy erguida la conducta hasta lo más alto, creciendo muy por encima del sacerdote, santificado sencillamente en la palabra y la vida, revestido con el esplendor de la gloria, recibiendo de aquel varón espiritual y perfecto la inefable herencia, "que ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre subió" (1 Co 2,9), hecho hijo y amigo, "cara a cara" (1 Co 13,12), se llena de insaciable contemplación. Pero nada hay como escucharlo del mismo Verbo, que da una inteligencia más plena mediante la Escritura.

40.2. Porque dice así: "Y se quitará la vestidura de lino que se había puesto al entrar en el santuario, y la dejará allí. Y lavará su cuerpo con agua en lugar sagrado y se pondrá su vestido" (Lv 16,23-24).

40.3. Por otra parte, me parece a mí que el Señor se desviste y se vuelve a vestir cuando desciende (o: baja) [al mundo] sensible; de otra manera: quien ha creído gracias a Él se desviste y se reviste el vestido santificado, como indicó también el Apóstol (cf. 2 Co 5,2-4; Ef 4,22-24).

40.4. De ahí que, a imagen del Señor, se elegían como sumos sacerdotes a los más notables de la tribu santificada, y los elegidos eran ungidos para ser reyes y profetas.


Capítulo VII: Simbolismos de los egipcios

Enigmas de los egipcios: semejantes a los de los hebreos

41.1. Por ello también los egipcios no confiaban sus misterios a los que encontraban por casualidad, ni comunicaban a profanos el conocimiento de las cosas divinas, sino que la reservaban para los únicos que estaban destinados a la realeza, y de entre los sacerdotes a los que juzgaban eran más aptos por la crianza, la educación y el linaje.

41.2. Ahora bien, parecidos enigmas, por la significación oculta, a los de los egipcios (tienen) los hebreos. Entre los egipcios unos representan al sol sobre una nave, otros sobre un cocodrilo.

41.3. Y significan que el sol, pasando a través de un aire dulce y húmedo, engendra el tiempo, significado por el cocodrilo, según otra historia sacra.

41.4. Así, también en Dióspolis de Egipto, sobre la llamada puerta sagrado, se encontraban grabados un niño, símbolo de la generación, y un anciano, [signo] de la corrupción, y también el halcón, [símbolo] de Dios, como el pez [que es signo] del odio, y nuevamente el cocodrilo que significa en otro sentido la desvergüenza.

Diversos símbolos egipcios

42.1. Sintetizado, todo el símbolo junto manifestaba lo siguiente: "¡Oh ustedes que han nacido y han muerto! Dios odia la desvergüenza" (Plutarco, Moralia, 363 F).

42.2. Los que fabrican oídos y ojos con materia preciosa y los consagran a los dioses, ofreciéndolos en los templos, sin duda dan a entender como que Dios lo ve y lo oye todo.

43.3. También para aquellos [egipcios] el león es símbolo de fuerza y de vigor. Al igual que el buey ciertamente (lo es) de la tierra misma, de la agricultura y de la alimentación; el caballo de la valentía y atrevimiento, y la esfinge, que tiene el cuerpo entero de león, pero con rostro humano, [es símbolo] de fuerza y a la vez de la inteligencia.

43.4. De igual manera, el hombre, esculpido en los templos, indica conocimiento, memoria, fuerza y arte.

Afrimaciones de los tracios

43.1. En seguida, en las que ellos llaman procesiones con objetos sagrados de los dioses, llevan imágenes de oro: dos perros, un halcón y una ibis (= ave sagrada de egipto), y llaman a las cuatro imágenes idolátricas mediante cuatro letras.

43.2. Ahora bien, los perros son símbolo de los dos hemisferios, que de forma semejante realizan su circunvolución y están de guardia. El halcón [es símbolo] del sol, porque es ígneo y destructor; por eso ellos atribuyen al sol las enfermedades contagiosas. La ibis [es símbolo] de la luna, porque comparan sus alas negras a la oscuridad, y las blancas a la parte luminosa [de la luna].

43.3. Pero hay quienes quieren indicar mediante los perros a los trópicos, porque custodian y cierran el paso del sol hacia el sur y hacia el norte. Pero el halcón indica lo equinoccial, que es elevado y tórrido, al igual que la ibis la elipsis; porque entre todos los animales, la ibis parece que fue la que más sugirió a los egipcios el principio de la noción del número y de la medida, lo mismo que la elipsis (u: oblicuidad) de los ciclos.

Capítulo VIII: Simbolismos de los escitas y de los griegos

El control de la lengua

44.1. Pero no sólo se preocuparon del aspecto simbólico los más intelectuales de los egipcios, sino también aquellos otros bárbaros, que pretendieron alguna filosofía.

44.2. Y así, se dice que Idantura, rey de los escitas, según refiere Ferecides de Siros, al amenazar con una guerra a Darío, porque había atravesado el Istro, le envía en vez de una carta un símbolo: un ratón, una rana, un pájaro, una flecha y un arado.

44.3. Pero al surgir la cuestión, como es natural, sobre el significado, el quiliarca Orontopatas dijo que (los escitas) entregaban el mando, al reconocer por indicios las casas por medio del ratón, las aguas por la rana, el aire mediante el pájaro, las armas por la flecha, y el país mediante el arado.

44.4. Pero Xifodres lo interpretó de otro modo, porque dijo: Si no volamos como pájaros, o nos introducimos (lit.: sumergimos) bajo tierra como ratones, o bajo el agua como ranas, no escaparemos a sus flechas, puesto que no somos los dueños del país (cf. Ferecides, Fragmentos, 113).

44.5. Se dice también que Anacarsis el escita, él mismo, al dormir, tenía tomadas las partes pudendas con la mano izquierda, y con la derecha la boca, dando a entender que ambas cosas son necesarias, pero que importa más (dominar) la lengua que el placer.

Los griegos también recurrieon a los sinbolismos

45.1. Pero ¿para qué insistir sobre los bárbaros, cuando es posible mostrar que los mismos griegos utilizaron largamente la significación oculta?

45.2. En efecto, Androcides el pitagórico dice que las llamadas letras efesias, famosas para muchos, tienen categoría de símbolos; y Askion (lit.: sin sombra) significa la oscuridad, porque no tiene sombra. Puesto que Katáskion (lit.: sombreado) [significa] luz, ya que ilumina la sombra. Lix es la tierra, según un antiguo epónimo, y Tetrax (lit.: el cuarto) el año, por las [cuatro] estaciones; Damnameneo (lit.: domninador) es el sol porque domina, y la Aisia (lit.: lo que toca) el fonema verdadero.

45.3. Y así, el símbolo significa que las cosas divinas han sido dispuestas con orden, al igual que la obscuridad respecto a luz, el sol con relación al año, y la tierra respecto a la generación variada de la naturaleza.

45.4. Pero también el gramático Dionisio, el tracio, en el "Sobre la declaración", respecto del símbolo de las ruedas, dice textualmente: "Así, algunos designaban las acciones no sólo mediante expresiones, sino también por medio de símbolos; mediante palabras como las llamadas máximas délficas: "Nada en demasía", "conócete a ti mismo", y otras parecidas; mediante símbolos como la rueda, que hacían girar en los templos de los dioses, usada (lit.: arrastrada) por los egipcios, y (el símbolo) de los ramos que se dan a los adoradores.

45.5. Porque Orfeo, el tracio, dice: "Obras de ramos son las que ocupan a los mortales en la tierra, nada tiene un solo destino en los corazones, sino que todo gira alrededor; y no está permitido pararse, según eso, en medio, sino que, al comenzar, cada uno tiene igual parte de carrera" (Orfeo, Fragmentos, 52).

45.6. Los ramos pueden ser el símbolo de la primera alimentación, o para que la multitud sepa que los frutos prosperan y crecen permanentemente y considerablemente, mientras que (los hombres) mismos han recibido por suerte poco tiempo de vida; algunos quieren dar esa interpretación a los ramos, pero también para que sepan que, al igual que esos ramos son quemados, así también les es necesario abandonar pronto esta vida y (ser consumidos) por obra del fuego" (Dionisio de Tracia, Fragmentos, 52).



El "bedy"

46.1. En efecto, la práctica de la interpretación simbólica es muy útil para muchas cosas: para colaborar a la verdadera teología, para la piedad, para demostrar la inteligencia, para ejercitarse en la concisión y como prueba de sabiduría.

46.2. "Porque lo característico del sabio es usar hábilmente el lenguaje simbólico", dice el gramático Dídimo, "y conocer lo que está indicado por medio de él" (Dídimo, Fragmentos, 9).

46.3. Sí, ciertamente la enseñanza elemental de los niños incluye la interpretación de los cuatro elementos.

46.4. Porque se dice que los frigios llaman "bedy" (= vocablo frigio de origen desconocido; dios de la antigua Macedonia) al agua, como también Orfeo: "Y el bedy de las ninfas destila un agua límpida" (Orfeo, Fragmentos, 219).

46.5. Por su parte también Dión, el sacerdote (o: el sacrificador), manifiesta lo mismo, escribiendo: "Y tomando el bedy, hazlo correr sobre las manos, y vuélvete para examinar las víctimas sagradas" (cita de autor desconocido).

46.6. Pero, el cómico Fililio reconoce "el bedy" en el aire, puesto que es vivificante, según estas palabras: "Ruego yo atraer el bedy salutífero, que es el mejor ingrediente de la salud, atraer el aire puro, no el viciado" (Fililio, Fragmentos, 20).

Simbolismo del "Zaps" (fuego)

47.1. De esa misma opinión participa también Neantes de Cícico al escribir que los sacerdotes de los macedonios invocan en sus oraciones al "bedy", para que les sea propicio a ellos y a sus hijos, al cual interpretan como aire.

47.2. Y Zaps (es) el fuego, porque algunos manifestaron sin saber que derivaba de "zesis" (lit.: ebullición); pero así es llamado el mar, como [dice] Euforión en sus "Réplicas a Teodóndas": "Y Zaps, destructora de naves, destroza contra los escollos" (Euforión, Fragmentos, 3).

47.3. De igual manera [dice] Dionisio Yambo: "Con la agitación del mar, el zaps salado se lamenta" (Dionisio Yambo, Fragmentos, 1).

47.4. Lo mismo [dice] el cómico Cratino el Joven: "El Zaps produce camarones y pececillos" (Cratino el Joven, Fragmentos, 13).

47.5. Y Simias de Rodas: "El salado Zaps fue madre de los ignetos (o: ignetes) y de los telquines (= primeros pobladores de Rodas)" (Simias de Rodas, Fragmentos, 11).

47.6. Y Kthon (= la superficie de la tierra) es la tierra extendida por un gran espacio. Y Plectro (= instrumento para golpear) para unos es el polo, y para otros el aire que golpea todas las cosas y las impulsa hacia la naturaleza y al crecimiento, o porque llena todas las cosas.

Símbolos del Lógos

48.1. Pero éstos no han conocido (o: leído) bien al filósofo Oleantes, quien llama abiertamente plectro al sol; puesto que apoyando los rayos en la aurora, como si golpeara al mundo, conduce la luz en marcha armónica (cf. Cleantes, Fragmentos, 502). Y a partir del sol explica los restantes astros.

48.2. Pero Esfinge (lit.: la que aprieta) no es la cohesión de todos los seres ni el movimiento circular del mundo, según el poeta Aratos (cf. Fenómenos, 22-24), sino quizás sea la tensión (lit.: el tono) espiritual que penetra y mantiene unido al mundo.

48.3. Pero mejor es comprender que el éter mantiene unidas y apretadas todas las cosas, como también dice Empédocles: "Bien, yo te diré ante todo que el sol es el principio, de donde ha surgido todo lo que ahora es contemplado, la tierra y el mar de innumerables olas, y el aire húmedo, y el Titán éter que encierra todo en un círculo" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 38).

48.4. Y Apolodoro de Corcira dice que esos versos fueron declamados por el adivino Branco, al purificar de la peste a los de Mileto. Porque rociando a la muchedumbre con ramos de laurel, repetía el himno siguiente: "Canten, niños, al protector y a la protectora" (cita de autor desconocido).

48.5. Y el pueblo respondía a coro, diciendo: "Bedy, Zaps, Kthon, Plectro, Esfinge, Knaxzbich, Thyptes, Phlegmó, Drops" (cita de autor desconocido). Calímaco recuerda esta historia en yambos (cf. Fragmentos, 194,28).

48.6. Knaxzbich es la enfermedad, por derivación de rascar y de matar (o: destruir, corromper), y thypsai [quemar; lit.: echar humo, humear)] es consumir con el rayo.

48.7. Sin duda el trágico Tespis dice que esas (palabras tienen) otro sentido escribiendo: "Mira, te derramo el blanco knaxzbich exprimiendo cardos lechosos; observa tú el thyptes, el queso mezclado con miel roja, sobre tus altares, oh Pan bicorne, los ofrezco sobre los sagrados altares. Mira que yo libo para ti el ardiente phlegmón [licor] de Bromio" (Tespis, Fragmentos inciertos, 4).

48.8. Me parece que da a entender el primer alimento lechoso del alma (cf. 1 Co 3,2) por medio de las veinticuatro letras, al que sigue después la leche cuajada, que (es) alimento (cf. Jn 6,53-56); y, finalmente, enseña "el vino ardiente" (Homero, Ilíada, I,642), la sangre de la viña del Verbo (cf. Jn 15,1. 4-5), el gozo de la acción educativa que conduce a la perfección.

48.9. Y Drops (es) el Verbo activo (o. emprendedor, eficaz), que desde la primera catequesis inflama e ilumina al hombre hasta el desarrollo del varón, "hasta la medida de la madurez" (Ef 4,13).

Simbolismos infantiles

49.1. Pero también se presenta un tercer modelo infantil: "Marpte, sphinx, klops, zbychthedón" (cita de autor desconocido, que contiene las 24 letras del alfabeto griego). Y significa, pienso yo, que debemos hacer el camino desde los elementos y organización del universo hasta la gnosis de los más perfectos, ya que la salvación eterna se alcanza con violencia y esfuerzo (cf. Mt 11,12).

49.2. Porque marpsai (es) el captar, la sphinx es la armonía del mundo, zbychthedón recuerda la dificultad,. y klops manifiesta al mismo tiempo la gnosis escondida (cf. 1 Co 2,7) y el día del Señor (cf. 1 Ts 5,2. 4; 2 P 3,10).

49.3. Pero, ¿acaso Epígenes en "Sobre la poesía de Orfeo", al exponer lo peculiar de Orfeo, no dice: "Con lanzaderas encorvadas (o: curvas)" (Orfeo, Fragmentos, 1 B 22), para referirse a los arados;"con tramas (o: urdimbres) de tejedor" para expresar los surcos? "Hilo" (significa) alegóricamente la semilla, y "lágrimas de Zeus" indican la lluvia;"Parcas" son las fases de la luna: el día treinta [del mes], el décimo quinto y el novilunio; de ahí que Orfeo las llame "vestidos blancos", porque son partes de luz.

49.4. Nuevamente "manantial" (se llama) a la primavera por [el brotar de] la naturaleza;"ociosa" la noche por el reposo;"Gorgona" (= diosa de cara redonda) [indica] la luna en razón de la cara que se ve en ella, y "Afrodita" es el tiempo en el que se debe sembrar, según al teólogo (= Orfeo).

Los pitagóricos también utilizaban símbolos

50.1. También los pitagóricos usaban estos enigmas, cuando llamaban alegóricamente perros de Perséfone a los planetas, y lágrimas de Cronos al mar.

50.2. Y encontraríamos miles y miles entre los filósofos y poetas que hablan por medio de enigmas, y también libros enteros donde exponen de forma secreta la voluntad del escritor, como el "Sobre la naturaleza" de Heráclito, quien, también por eso, es llamado el Obscuro.

50.3. Parecido a ese libro (es) también la teología de Ferecides de Siros. Porque Euforión el poeta, "Las Causas" de Calímaco, el "Alejandra" de Licofrón, y otras semejantes a éstas están a disposición de los gramáticos como ejercicios de exégesis.


Capítulo VIII: (continuación): El lenguaje simbólico en la Sagrada Escritura. "Filosofía bárbara" y filosofía griega

Los preceptos de Moisés en la "Epístola" del Seudo Bernabé. Simbolismos de los hebreos

51.1. Por tanto, no es imposible que también la filosofía bárbara, sobre la que nos corresponde hablar, profetice en algunas cosas de forma secreta y mediante símbolos, como se ha demostrado.

51.2. De igual manera, Moisés también exhorta eso mismo, respecto a lo común (= lo que concierne a todos sin excepción): "No coman cerdo, ni águila, ni buitre (lit.: el de alas rápidas), ni cuervo" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,1; cf. Lv 11,7. 13-14; Dt 14,8. 12-13).

51.3. Porque el cerdo indica la concupiscencia de alimentos, amiga del placer e impura, la avidez de placeres amorosos y la sucia intemperancia. Siempre rascando su materialidad y tendido en el fango, engordando para el degüello y la destrucción.

51.4. Pero, el contrario, ordena comer el animal de pezuña hendida y rumiante, lo que significa, dice Bernabé, que es necesario juntarse con "quienes temen al Señor y meditan en el corazón la exacta deifición de la palabra que han recibido, a quienes tienen en su boca los juicios del Señor y los observan, a quienes saben que la meditación es una acción gozosa, y a quienes rumian la palabra del Señor.

51.5. Pero, ¿(qué significa el animal) de pezuña hendida ? Que el justo también camina en este mundo y espera la eternidad santa" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,11; cf. Lv 11,1-7).

51.6. Luego añade: "Vean cómo Moisés legisló hermosamente. Sin embargo, ¿de dónde les vino a aquellos el pensar y comprender esto? Nosotros justamente comprendiendo los mandamientos, hablamos como el Señor quiso. Por eso nos ha circuncidado los oídos y los corazones: para que comprendamos esas cosas" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,11-12).

Testimonios del Seudo Bernabé y de Clemente de Roma

52.1. Ciertamente cuando dice: "No comas el águila, ni el buitre, ni el milano, ni el cuervo (cf. Lv 11,13-16; Dt 14,12-16); no te asocies, dice, ni te parezcas a esos hombres, que no saben procurarse el alimento mediante el trabajo y el sudor, sino que viven en la rapiña y la injusticia" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,4).

52.2. Porque el águila indica la rapiña, el buitre la injusticia, y el cuervo la codicia.

52.3. Y está escrito: "Con el varón inocente serás inocente, con el elegido serás elegido, y con el astuto (o: torcido), sagaz" (Sal 17 [18],26-27). Conviene, por tanto, asociarse a los santos, "porque los que están unidos a ellos se harán santos" (Clemente de Roma, Epístola primera a los Corintios, 46,2).

52.4. Por eso escribe Teognis: "Porque de los virtuosos aprenderás la virtud; pero, si te mezclas con los malos, perderás incluso la sensatez que tengas" (Teognis de Megara, Fragmentos, 35-36).

52.5. Cuando [Moisés] dice en la oda: "Puesto que gloriosamente se ha mostrado, precipitando en el mar al caballo y al jinete" (Ex 15,1); a la pasión de muchas patas, animalesca (o: brutal) e impetuosa, la concupiscencia, juntamente con el auriga que la monta, soltando las riendas hacia los placeres "los arrojó al mar", lanzándolos a las marejadas del mundo.

La historia de José y sus hermanos

53.1. Así también Platón en el [tratado] "Sobre el alma" dice que el auriga y el caballo rebelde -la parte irracional, que se divide en dos, la ira y la concupiscencia- cayeron (se trata en realidad del Fedro, 247 B y 248 C). Así, también el mito da a entender que Faetón cayó del carruaje por la intemperancia de los potros.

53.2. Y he aquí también lo referente a José: los hermanos tuvieron envidia de este joven, porque veía hacia delantemás por su gnosis;"lo despojaron de su túnica multicolor y tomándolo lo arrojaron a un pozo, pero el pozo estaba vacío y no tenía agua" (Gn 37,23-24).

53.3. Arrojando la florida gnosis que el virtuoso [joven] (tenía) gracias a su esfuerzo, o contentándose con la mera fe según la Ley, arrojaron (la gnosis) en el pozo vacío de agua, para venderlo a Egipto, desprovisto (lit.: yermo) del Verbo divino. El pozo estaba vacío de ciencia; en él, arrojado [José] y desvestido de la gnosis, el sabio desconocido (o: ignorado) parecía igual que los hermanos, desnudo de gnosis.

53.4. Según otra intrepretación, el vestido multicolor sería la concupiscencia que conduce a un abismo sin fondo.

53.5. "Si uno abre o cava un pozo, dice [la Escritura], y no lo cubre, y cayere en él un ternero o un asno, el dueño del pozo pagará en dinero y se lo dará a su vecino, pero el animal muerto será para él" (Ex 21,33-34).

El discernimiento es necesario para quienes enseñan

54.1. Proclame yo aquí aquella profecía: "El buey conoció a quien lo compró, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me ha entendido" (Is 1,3).

54.2. Por consiguiente, sé prudente, dice, en el uso de la palabra, no sea que alguno de éstos (= que carecen de gnosis), cayendo sobre la gnosis que tú enseñas, e incapaz de retener la Verdad, la entienda mal y caiga; y a los que se aproximen de manera irracional, ciérrales la fuente profunda del agua viva (cf. Jr 2,13), pero da de beber (cf. Ap 22,17) a los que tienen sed de la verdad.

54.3. Y cierra el pozo ocultándolo a los que no son capaces de recibir "la profundidad de la gnosis" (Rm 11,33).

54.4. Porque el dueño del pozo, el gnóstico mismo, será castigado, dice [la Escritura], porque es responsable (o: la causa) de haber escandalizado a alguien o ahogado en el abismo de la Palabra, al ser aún de pequeño espíritu; o bien, porque quiso llevar al trabajador hacia la contemplación, y lo desvió con alegatos de la fe espontánea. "Pagará en dinero" (Ex 21,34) y deberá dar razón y rendir cuenta ante la voluntad del Todopoderoso.

Juan Bautista señaló al Mesías

55.1. Ese mismo es el modo de ser (týpos) de la Ley y de los Profetas hasta Juan (cf. Mt 11,13; Lc 16,16); pero éste en verdad habló más claramente como quien ya no profetizaba, sino que mostraba ya como presente al que desde el principio era anunciado simbólicamente; igualmente dice: "No soy digno de desatar la correa de la sandalia del Señor" (Jn 1,27; cf. Mc 1,7; Lc 3,16).

55.2. Porque confiesa que él no es digno de bautizar a tan gran Poder, puesto que es necesario que los que purifican desaten el alma del cuerpo y de sus pecados, como al pie de la correa (cf. Mc 1,7).

55.3. Pero también [da a entender] la acción última del Salvador por nosotros, la inmediata, dice, la de la parusía (= la encarnación), oculta en el enigma de la profecía. Porque quien mostró lo vaticinado mediante la visión directa (cf. Jn 1,29), indicando la parusía ya presente que desde mucho tiempo caminaba hacia la manifestación plena, realmente ha desatado el fin de los oráculos de la economía (salvífica), revelando el significado de los símbolos.

55.4. También se hacía esto entre los romanos respecto a los testamentos que ordenaban una disposición: aquellas balanzas, (signo) de justicia, las monedas, las emancipaciones (de los esclavos), y los toques de las orejas; lo uno para dar a entender la equidad, lo otro designaba la distribución de los bienes (conformne a su valor), y el resto para que el que interviniera, como si se le impusiera una carga, puesto de pie, escuchara y desempeñara la función de mediador.



Capítulo IX: "Filosofía bárbara" y filosofía griega

El ocultamiento que resalta la belleza

56.1. Pero, al parecer, llevado por el deseo de probar, he ido más allá de lo conveniente. Porque la vida no me sería suficiente para enumerar la multitud de los que filosofan mediante símbolos.

56.2. Ayudar a la memoria, a la concisión y a la verdad, esos (son los fines) de los escritos de la filosofía bárbara (otra traducción: los escritos de la filosofía bárbara han empleado esos mismos [símbolos] por razón de la memoria, la concisión y el interés por la verdad).

56.3. Porque quieren en realidad que la auténtica filosofía y la verdadera teología estén a disposición solamente de quienes las practican frecuentemente, y de los que dan prueba conforme a la fe y a la vida.

56.4. Eso sí, quieren que necesitemos un exégeta y un guía (o: preceptor, maestro); porque también se estudiarían más y serían útiles a los dignos de ellas, y estarían menos expuestos al error, al recibirlas de los competentes como es debido.

56.5. Por otra parte, todo lo que se transparenta a través de un velo muestra la verdad de un modo más grande y digno. Al igual que los frutos vistos a través del agua, y las formas que mediante velos permiten adivinar algunos encantos en ellas. Porque (las formas) resplandecientes de luz se hacen por eso mismo convincentes, y las manifiestas son conocidas de manera uniforme.

Es necesario custodiar el secreto

57.1. Ahora bien, se puede hacer uso de varias interpretaciones, como nosotros lo hacemos, de lo que se dice veladamente. De esta manera, el inexperto e ignorante vacila, pero el gnóstico comprende.

57.2. (Las Escrituras) no querían que todo fuera entregado inconsideradamente a los primeros que lleguen, "ni que los bienes de la sabiduría sean comunicados a quienes no purifican el alma ni en sueños; pues no está permitido manifestar a cualesquiera los bienes obtenidos después de tan grandes luchas, ni exponer a los profanos los misterios del Verbo" (Jámblico, Vida de Pitágoras, 17,75).

57.3. Se dice también que Hiparco el pitagórico, siendo responsable de haber puesto por escrito abiertamente los [misterios] de Pitágoras, fue expulsado de la escuela pitagórica, y que le fue puesta una estela, como a un muerto (Hiparco, Vida de Pitágoras, 75,8).

57.4. Por eso, también en la filosofía bárbara se llaman muertos (cf. Rm 6,11; Ef 2,1) a los que han apostatado de los dogmas y han sometido completamente la inteligencia a las pasiones animales.

57.5. "Porque, ¿qué asociación existe entre la justicia, y la iniquidad, según el divino Apóstol, o qué comunidad entre la luz y la oscuridad? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Beliar ¿O qué parte (tiene) el creyente con el incrédulo?" (2 Co 6,14-15). Diversos son los honores de los del Olimpo y los de los muertos (cf. Platón, Las Leyes, IV,717 B; V,727 B).

57.6. "Por lo cual salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor, y no toquen cosa inmunda; y yo los acogeré y seré su padre, y ustedes serán mis hijos e hijas" (2 Co 6,17-18).

El secreto entre los griegos

58.1. No sólo (fueron) los pitagóricos y Platón los únicos que ocultaron muchas cosas, sino que también los epicúreos dicen que ellos tienen sus propios secretos y que no está permitido a todos acceder a esos escritos.

58.2. Pero también los estoicos dicen que Zenón fue el primero que (compuso) algunos escritos, que no permitían conocer a fondo fácilmente a los discípulos, a no ser que previamente hubieran dado pruebas de filosofar correctamente .

58.3. Y (los discípulos) de Aristóteles dicen también que algunos de sus escritos son esotéricos, y otros, comunes y exotéricos.

58.4. Por otra parte, también los fundadores (o: iniciadores) de misterios, siendo filósofos, cubrieron sus dogmas con mitos, para que no fuesen manifiestos a todos.

58.5. Si quienes velaban las opiniones humanas impidieron que los ignorantes tuvieran acceso a ellas, ¿no convenía que la contemplación santa y bienaventurada de la auténtica realidad esté velada más que cualquier otra cosa?

58.6. Pero ni los [dogmas] de la filosofía bárbara, ni los mitos pitagóricos, ni siquiera los platónicos de Er el armenio en la "República" (X,614 B), de Eaco y Radamantis en el "Gorgias" (524 A), ni el de Tártaro en el "Fedón" (112 A), ni el de Prometeo y de Epimeteo en el "Protágoras" (320 D), ni el de la guerra de los atlantes y de los atenienses en el "Atlante" (o: Atlántico; cf. Platón, Timeo 25 B-D y Critias, 108-110), deben ser simplemente entendidos alegóricamente palabra por palabra (lit.: según todas las palabras), sino solamente (las ideas) que significan (semántica) el pensamiento en general, y así podremos descubrir, mediante símbolos, las cosas que se indican bajo el velo de la alegoría.

Los grados de los discípulos entre los griegos

59.1. Y ciertamente también la escuela de Pitágoras y las dos comunidades de discípulos llamaban oyentes a los más numerosos, e instruidos a algunos otros, los que se apoderaban con nobleza de la filosofía, insinuaba "que unas cosas se decían, pero otras se ocultaban" (Homero, Odisea, XI,443) a la mayoría.

59.2. Y de la misma manera, entre los peripatéticos, aquellos dos géneros, llamados en los discursos probable y científico, no estaba lejos de distinguir la opinión, respecto de la notoriedad y de la verdad.

59.3. "No te forzarán las flores del honor de la celebridad a buscar entre los mortales lo que sólo la piedad permite" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 3).

59.4. Por cierto, las musas de Jonia dicen en términos precisos que la muchedumbre y los que se creen sabios siguen a los cantores del pueblo y observan sus reglas, sabiendo que (son) muchos los malévolos, y pocos los buenos, pero que los mejores persiguen la gloria.

59.5. "Porque los mejores, dice, prefieren una cosa: la gloria eterna de los mortales; pero la muchedumbre se ha saciado como animales" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 29), "haciendo de su estómago y de sus vergüenzas y de lo que hay más vil en nosotros su felicidad" (Demóstenes, De corona, 296).

59.6. Y el gran Parménides de Elea propone una enseñanza de dos caminos, cuando escribe: "Uno es el corazón inquebrantable de la verdad persuasiva, otro las glorias de los mortales, en las que no hay verdadera fe" (Parménides, Fragmentos, 28 B 1).


Capítulo X: Los misterios y la iniciación

Testimonio del apóstol Pablo sobre los grados de la iniciación

60.1. Con razón, entonces, el divino Apóstol dice: "Conforme a la revelación me ha sido dado a conocer el misterio que antes he expuesto (lit.: escribí) brevemente; en relación a o cual leyendo pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo, que no fue dado a conocer en otras generaciones a los hijos de los hombres, como ahora fue revelado a sus santos Apóstoles y a los profetas" (Ef 3,3-5).

60.2. Porque existe una enseñanza de los perfectos, sobre la cual dice al escribir a los colosenses: "No cesamos de orar y pedir por ustedes, para que sean llenados del conocimiento pleno de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para caminar de manera digna del Señor, para agradarle en todo, dando frutos en toda obra buena y creciendo en el conocimiento pleno de Dios, capacitados en toda virtud (lit.: todo poder) conforme al poder de su gloria" (Col 1,9-11).

60.3. Y de nuevo: "Según la economía salvífica de Dios que me fue confiada para ustedes, para cumplir la palabra de Dios, el misterio escondido desde los siglos y desde las generaciones, ahora manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de ese misterio entre los paganos" (Col 1,25-27; cf. Rm 16,25-26; Ef 3,9).

El fundamento de la vida cristiana: fe y esperanza en Cristo

61.1. Pero unos son los misterios ocultos hasta los Apóstoles y que han sido transmitidos por ellos como los recibieron del Señor -escondidos en el Antiguo Testamento-, los cuales "ahora han sido revelados a los santos" (Col 1,26), y otra es "la riqueza de la gloria del misterio entre los paganos" (Col 1,27), que es la fe y la esperanza en Cristo, a lo que ha llamado en otra parte "fundamento" (1 Co 3,10, cf. Hb 6,1).

61.2. Y de nuevo, como deseando poner de relieve la gnosis, escribe así: "Amonestando a todo hombre en toda sabiduría, para presentar a todo hombre perfecto en Cristo" (Col 1,28).

61.3. No se refiere simplemente "a todo hombre", puesto que nadie (sería infiel); ni tampoco a todo creyente "perfecto en Cristo", sino "a todo hombre", como para decir el hombre entero, santificado en cuerpo y alma, puesto que añade expresamente que "no en todos (hay) gnosis" (1 Co 8,7).

61.4. "Unidos en el amor y (destinados) para toda la riqueza de la plena inteligencia, para el conocimiento pleno del misterio de Dios en Cristo, en quien están escondidos los tesoros de la sabiduría y de la gnosis" (Col 2,2-3). "Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Col 4,2).

61.5. Pero la acción de gracias no (tiene lugar) únicamente por el alma y los bienes espirituales (= bienes sobrenaturales), sino también por el cuerpo y los bienes corporales.

Testimonio de la "Carta a los Hebreos" sobre los diversos grados de la fe

62.1. Y más sabiamente aún da a entender que la gnosis no pertenece a todos (cf. 1 Co 8,7), añadiendo: "Orando igualmente también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para anunciar el misterio de Cristo, por causa del cual he sido atado, para que manifieste lo que es necesario" (Col 4,3-4). Porque algunas cosas no habían sido trasmitidas por escrito.

62.2. Lo mismo dice a los hebreos: "Porque también los que debían ser maestros en razón del tiempo, como que habían envejecido en el Antiguo Testamento, de nuevo necesitan que alguien les enseñe los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y han llegado a ser tales, que tienen necesidad de leche, no de alimento sólido.

62.3. Puesto que todo el que se alimenta de leche es inexperto de la palabra de la justicia, porque es niño" (Hb 5,12-13), a quien se le han confiado las primeras enseñanzas.

62.4. "Pero el alimento sólido es propio de los perfectos, de quienes en virtud de la costumbre tienen las facultades ejercitadas para el discernimiento tanto del bien como del mal. Por lo cual, dejando a un lado la enseñanza elemental acerca de Cristo, seamos llevados a lo más perfecto" (Hb 5,14--6,1).

El testimonio del Seudo Bernabé

63.1. Pero también Bernabé, el mismo que acompañó al Apóstol para proclamar la palabra según el ministerio de los gentiles (cf. Hch 13,1-4), dice: "Les escribo con sencillez, para que comprendan" (Seudo Bernabé, Epístola, 6,5).

63.2. Luego continúa mostrando más claramente una señal de la tradición gnóstica, dice: "¿Qué les dice Moisés, el otro profeta?

63.3. He aquí lo que dice el Señor Dios: "Entren en la buena tierra, que con juramento (prometió) el Señor Dios, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, y recibidla en herencia; tierra que mana leche y miel" (cf. Ex 33,1. 3; Lv 20,24).

63.4. ¿Qué dice la gnosis? "Aprendan. Esperen, dice, a Jesús que se les manifestará en carne. Porque el hombre es tierra que sufre; puesto que Adán fue hecho del limo de la tierra".

63.5. ¿Qué significa eso: la tierra buena, que mana leche y miel? Bendito sea nuestro Señor, hermanos, quien ha depositado en nosotros la sabiduría e inteligencia de sus secretos.

63.6. Porque dice el profeta: "¿Quién comprenderá la parábola del Señor, si no (es) sabio, entendido y ama a su Señor?" (cf. Pr 1,6; Is 40,3)" (Seudo Bernabé, Epístola, 6,8-10). Porque de pocos es el captar estas cosas (cf. Mt 19,11).

63.7. En algún evangelio se dice: "Porque no es por envidia que el Señor amonesta" (Is 24,16, según la versión de Teodoción; o: ¿Evangelio de los Egipcios?): "Mi misterio es para mí y para los hijos de mi casa" (cf. Is 24,26, Mc 4,11), y coloca la selección (= sus elegidos) en un lugar seguro y tranquilo, para que habiendo obtenido lo que les es propio a los elegidos, estuvieran por encima de la envidia.

63.8. Porque, en efecto, el que no posee gnosis de lo bueno es malo, ya que "uno sólo (es) bueno" (Mt 19,17), el Padre; pero ignorar al Padre es la muerte, como conocerlo (es) "la vida eterna" (Jn 17,3; 12,50) por la participación del poder incorruptible. Y no corromperse es participar de la divinidad; pero apostatar de la gnosis de Dios trae la corrupción.



La "iluminación cristiana"

64.1. De nuevo [dice] el profeta: "Y te entregaré los tesoros escondidos, obscuros, invisibles, para que conozcan que yo soy el Señor Dios" (Is 45,3).

64.2. Y David salmodia también algo parecido a eso: "Mira, porque amaste la verdad, me has manifestado las cosas que no se ven y los secretos de tu sabiduría" (Sal 50 [51],8).

64.3. "El día anuncia el mensaje al día, es lo que se ha escrito abiertamente, y la noche a la noche anuncia la gnosis, la que está oculta místicamente, y no hay discursos ni palabras, cuyas voces no se oigan" (Sal 18 [19],3-4), respecto de Dios, que dice: "¿Quien [hará] cosas ocultas que yo no lo vea?" (Jr 23,24).

64.4. Por eso se llama "iluminación" (2 Co 4,4. 6) a la enseñanza, porque ha manifestado lo que estaba oculto; el único Maestro ha desvelado la cubierta del arca; por el contrario, los poetas dicen que Zeus cierra el tonel (o: la jarra) de los bienes y abre el de los males (cf. Homero, Ilíada, XXIV,527-533).

64.5. "Yo sé que al llegar a ustedes, dice el Apóstol, llegaré en la plenitud de la bendición de Cristo" (Rm 15,29), el carisma y la tradición gnóstica, que desea comunicarles presentándose en persona (cf. Rm 1,11-13) -ya que por carta no podía recordarles esas cosas-, llamándolos "plenitud de Cristo" (Rm 15,29);

64.6. "según la revelación del misterio, tenido secreto (lit.: silenciado) en los tiempos eternos, pero manifestado ahora mediante los escritos proféticos, conforme a la disposición del Dios eterno, que se dio a conocer a las gentes todas para, obediencia de la fe" (Rm 16,25-26); es decir, a los paganos que crean que existe; pero descubre a algunos de ellos lo que se encierra (lit.: está) en el misterio.

Platón y Pablo recuerdan que se debe enseñar con prudencia

65.1. Con razón, también Platón al tratar en las cartas sobre Dios, dice: Te voy a explicar mediante enigmas, para que si la tablilla para escribir padeciera algo con los pliegues del mar o de la tierra, el que lo lea no lo comprenda" (Seudo Platón, Epístolas, 312 D).

65.2. Porque el Dios del universo que está por encima de toda palabra, de todo pensamiento y de todo concepto, no puede ser transmitido mediante escritura, ya que por su propio poder es inefable.

65.3. También Platón lo ha indicado diciendo: "Por eso cuidando estas cosas sé prudente, no tengas que arrepentirte un día de lo que ahora se divulga de manera indigna; pero la garantía (es) el no escribir, sino aprenderlo; porque es imposible, imposible que los escritos no se divulguen" (Seudo Platón, Epístolas, II,314 B-C).

65.4. El santo apóstol Pablo dice cosas parecidas (lit.: hermanas) a éstas, salvando el secreto profético y realmente antiguo, a partir del cual se han difundido las hermosas enseñanzas a los griegos.

65.5. "Pero hablamos de una sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no (es) de este mundo, ni de los jefes de este mundo, los que van desapareciendo; sino que hablamos una sabiduría de Dios en el misterio, escondida" (1 Co 2,6-7).

El alimento que nos da el Verbo divino

66.1. Luego, más adelante, enseña la precaución para comunicar las palabras a la muchedumbre: "Y yo, hermanos, no he podido hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo; les di a beber leche, no alimento sólido; porque aún no eran capaces; porque ni aun ahora son capaces; porque todavía son carnales" (1 Co 3,1-3).

66.2. Si el Apóstol ha llamado leche al alimento de los infantes, y manjar sólido al de los perfectos (cf. Hb 5,13-14), por leche habrá que entender la catequesis que viene a ser el primer alimento del alma; y por manjar sólido la contemplación epóptica (= intuitiva): la carne y la sangre del Verbo (cf. Jn 6,53); esto es, la comprensión de la potencia y la esencia de Dios.

66.3. "Gusten y vean qué bueno es el Señor" (Sal 33 [34],9), dice [la Escritura]. Porque Él hace partícipes de sí a quienes más espiritualmente reciben ese alimento, por la que el alma se alimenta a sí misma, según Platón, el amigo (o: amante) de la verdad (cf. Seudo Platón, Epístolas, VII,341 C-D). Porque la comida y la bebida del Verbo divino es la gnosis de la esencia divina.

66.4. Por eso también dice Platón en el libro segundo de la "República": "A los que han sacrificado no un cerdo, sino una víctima mayor e inaccesible" (Platón, La República, II,378 A), es necesario que busquen lo referente a Dios.

66.5. Y el Apóstol escribe: "Nuestra Pascua inmolada es Cristo" (1 Co 5,7), víctima verdaderamente inaccesible, Hijo de Dios sacrificado por nosotros.


Capítulo XI: Sobre la purificación que conduce al conocimiento

El conocimiento de Dios exige la renuncia a las pasiones

67.1. El sacrificio agradable a Dios (lit.: que Dios recibe; cf. Flp 4,18) (consiste) en la separación impenitente del cuerpo y de sus pasiones. Esa es realmente la verdadera piedad.

67.2. Y por eso la filosofía es llamada por Sócrates con razón ejercicio de muerte; porque quien en la reflexión no se sirve de la vista ni se deja arrastrar por ningún otro sentido, sino que en sus relaciones con las cosas utiliza (sólo) la inteligencia pura, busca la filosofía verdadera.

67.3. Por ello también Pitágoras prescribía (o: aconsejaba) a los discípulos un silencio de cinco años, para que, desprendidos de los objetos sensibles, contemplaran lo divino con la desnuda inteligencia. De Moisés (tomaron) estas mismas cosas los filósofos griegos más eminentes.

67.4. Porque él ordena "dividir en partes los animales sacrificados, después de haberlos desollado" (Lv 1,6); una vez desnuda el alma gnóstica de su envoltura material, lejos de las charlatanerías carnales y de todas las pasiones que engendran las opiniones vacías y falsas, y desnuda de las concupiscencias carnales (cf. 1 P 2,11), es necesario que se consagre para la luz.

Dios nos ha colmado de dones

68.1. Pero la mayor parte de los hombres, protegiéndose en lo mortal como los caracoles, y envueltos en sus intemperancias como los erizos, tienen acerca del Dios bondadoso e incorruptible opiniones semejantes a las que tienen sobre ellos mismos.

68.2. Y pasa inadvertido para ellos, aunque se encuentren muy cerca de nosotros, cómo Dios nos ha dado innumerables cosas, de las que Él no participa: un nacimiento, siendo inengendrado; un alimento, no necesitándolo; un crecimiento, siendo siempre igual; una buena vejez y una muerte feliz, siendo inmortal y no envejeciendo.

68.3. Por eso, manos, pies, boca, ojos, entradas y salidas, cóleras y amenazas (o: arrogancias), no son mencionadas entre los hebreos como pasiones de Dios; de ningún modo, sino (que es necesario pensar) que estos nombres (tienen) una significación alegórica más santa, que aclararemos, al hilo del discurso, en el momento oportuno.

68.4. "La sabiduría es el fármaco que cura todos los males", escribe Calímaco en los "Epigramas" (46,4).

68.5. "Pero un sabio [deriva] de otro, antaño y ahora", dice Baquílides en los "Peanes": "Porque no es lo más fácil encontrar las puertas de las palabras misteriosas" (Baquílides, Fragmentos, 5).

Sin comprenderla, los griegos honran igualmente la vida gnóstica

69.1. De igual manera Isócrates [dice] bellamente en el "Panatenaico": ¿A quiénes llamo educados? (Y) explicando agrega: "En primer lugar, a los que actúan bien en los asuntos que encuentran cada día, a los que tienen opinión certera de las circunstancias, y, por encima de todo, a los que tienen capacidad de acertar en lo que interesa".

69.2. "En segundo lugar, a los que tratan siempre conveniente y justamente con sus vecinos, y soportan dulce y fácilmente las molestias e inoportunidades de los otros, a la vez que ellos mismos se muestran lo más complacientes y moderados que pueden con los que les rodean".

69.3. "Y también a los que dominan a los placeres, y no se dejan vencer más de lo conveniente por las desgracias, sino que se conducen en ellas varonilmente y de modo digno a la naturaleza que compartimos".

69.4. "En cuarto lugar, que es lo más importante, a los que no son corrompidos por la buena fortuna, ni están trastornados, ni devienen orgullosos, sino que se mantienen en los límites de la prudencia".

69.5. Luego añade el colofón del discurso: "A los que no sólo poseen una sola de aquellas, sino todas a la vez en una única armonía del alma, éstos, digo yo, son los prudentes, los varones perfectos, y que tienen todas las virtudes" (Isócrates, Panatenaico, 30-32,239 A-C).

69.6. ¿Ves cómo también los griegos, aun no comprendiendo como se debe, deifican la vida gnóstica? Pero, qué sea la gnosis, ni en sueños la conocen.

Cristo es la víctima inmolada por nuestra salvación

70.1. Si, por tanto, se está de acuerdo con nosotros en que la gnosis es un alimento espiritual (lit.: alimento lógico; otra traducción: "alimento [que viene] del Verbo"), "bienaventurados", realmente según la Escritura, "los que tienen hambre y sed" (Mt 5,6) de la verdad, porque serán saciados de un alimento eterno.

70.2. Sin duda, concuerda admirablemente con lo que hemos dicho el filósofo de la escena, Eurípides, que, no sé cómo, insinúa al Padre y al Hijo al mismo tiempo:

70.3 ."A ti, que riges todas las cosas, ofrezco una libación sacrificial, Zeus o Hades, como prefieras ser llamado. Recibe tú mi sacrificio excepcional, pleno y que contiene todos los frutos" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.4. Porque Cristo fue una ofrenda total por nosotros (cf. Lv 5,10), sacrificio insuperable. Y que habla del Salvador mismo sin saberlo, lo hace con claridad, añadiendo a continuación:

70.5. "Porque tú, de entre los dioses de los cielos, tienes en tus manos el cetro de Zeus, participando, entre los seres que están bajo tierra, del poder de Hades" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.6. Después dice abiertamente: "Envía hacia la luz las almas de los muertos, a los que desean conocer de antemano los combates, de dónde surgen, cuál es la raíz de los males, a quién de los bienaventurados hay que ofrecer sacrificios para encontrar descanso de los sufrimientos" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.7. Por tanto, no sin razón también entre los griegos los misterios comienzan con las purificaciones, como entre los bárbaros con el bautismo (lit.: baño).

Las etapas de la contemplación

71.1. Después de esto (tienen lugar) los pequeños misterios, que tienen como finalidad la enseñanza y preparación de lo que debe seguir; pero los grandes [misterios] (son) sobre todas las cosas, donde ya no queda nada que aprender, sino contemplar epópticamente y comprender la naturaleza y las realidades.

71.2. Y podremos conseguir el método catártico por la confesión [pública de la fe], y el epóptico por el análisis progresando hacia la inteligencia primera; partiendo, por el análisis, desde las cosas que están subordinadas a ese principio, abstraemos las cualidades físicas del cuerpo, y eliminamos las dimensiones de profundidad, luego de anchura, y también de longitud. El signo que queda es la unidad que tiene una posición, por decirlo de alguna manera, y si de ella quitamos la posición, (se tiene) la compresión de la unidad.

71.3. Si, entonces, quitando todo lo que se encuentra en los cuerpos y en lo que se llama incorporal, nosotros mismos nos lanzamos hacia la grandeza de Cristo, y desde allí avanzamos con santidad hacia el abismo (o: vacío); nos introduciremos de alguna manera en la comprensión del Todopoderoso, conociendo no lo que es, sino lo que no es.

71.4. No hay que pensar en absoluto en figura, movimiento, reposo, trono, lugar, derecha o izquierda del Padre del universo, aunque todo eso esté escrito. Pero qué significan cada una de esas (palabras) será mostrado abiertamente en el lugar apropiado.

71.5. La Causa primera no está en un lugar, sino que está por encima de lugar, tiempo, nombre y comprensión (cf. Ef 1,21). Por eso también dice Moisés: "Manifiéstate a mí tú mismo" (Ex 33,13), insinuando muy claramente que Dios no puede ser enseñado ni expresado por los hombres, sino que sólo puede ser conocido gracias a su propio poder. Porque la investigación es informe e invisible, pero la gracia de la gnosis (procede) de Él por medio del Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).

La enseñanza de las Sagradas Escrituras sobre el conocimiento de Dios

72.1. Salomón nos lo testimoniará más claramente, cuando dice: "No hay en mí prudencia humana, pero Dios me da la sabiduría; y he conocido cosas santas" (Pr 30,2-3).

72.2. En efecto, interpretando alegóricamente la Inteligencia divina, Moisés la llamó "árbol de vida" (Gn 2,9; 3,22; Ap 22,2) plantado en el paraíso; pero dicho paraíso puede ser también el mundo, en el que se ha producido todo lo referente a la creación.

72.3. También en ese [mundo] floreció (cf. Sal 91 [92],13) y dio su fruto el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), y vivificó a quienes han gustado de su bondad (cf. Sal 1,3; 33 [34],9; Jn 1,14; 1 P 2,3); sin el árbol, es imposible que alcancemos la gnosis. Porque nuestra vida fue crucificada (lit.: estuvo suspendida; cf. Dt 21,23; 28,66) para nuestra fe.

72.4. Y Salomón dice nuevamente: "Es un árbol de inmortalidad para quienes la consiguen" (Pr 3,18; cf. 30,2-3).

72.5. Por eso dice [la Escritura]: "Mira, pongo ante tu rostro la vida y la muerte, el amar al Señor Dios, seguir sus caminos, escuchar su voz y creer en la vida. Pero si transgreden las órdenes y preceptos que les he dado, perecerán con ruina [segura]. Porque esto (es) la vida y la pervivencia de tus días: amar al Señor tu Dios" (Dt 30,15-20).



La iniciación en los misterios de la fe

73.1. Además: "Levantándose Abrahán hacia el lugar que Dios mismo le había dicho, y levantando los ojos al tercer día, vio de lejos el lugar" (Gn 22,3-4).

73.2. Porque el primer día es el de la vista de lo bello; el segundo el del deseo del alma por las cosas mejores; pero en el tercero es cuando la inteligencia discierne lo espiritual (cf. Ef 1,18), porque los ojos del entendimiento han sido abiertos por el Maestro resucitado al tercer día. Pero los tres días también podrían ser el misterio del sello, mediante el que se cree en aquel que es realmente Dios.

73.3. Es, por tanto, natural que [Abrahán] vea el lugar desde lejos (cf. Gn 22,4), puesto que la región de Dios es difícil de acceder, a la que Platón llamó región de las ideas (cf. Filón de Alejandría, Sobre los sueños, I,64-66; Platón, Sofista, 235 D; Fedro, 247 C 4), tomando de Moisés que Él es un lugar en cuanto que contiene todas las cosas y el universo.

73.4. Pero es verosímil que Abrahán lo vea desde lejos, porque se encuentra en proceso (o: en un devenir), y también es iniciado en los misterios poco a poco por un ángel (cf. Gn 22,11-12).

Dios es invisible e incircunscrito

74.1. Por eso dice el Apóstol: "Ahora vemos como mediante un espejo, pero entonces [veremos] cara a cara" (1 Co 13,12), según aquellas únicas aprehensiones puras e incorpóreas de la mente.

74.2. "Pero también es posible conjeturar algo de Dios mediante el uso de la dialéctica, si uno consiguiera lanzarse hacia lo que es en sí cada cosa, sin ninguna de las sensaciones, para elevarse por encima de lo que existe y no desertar de los seres hasta remontarse a lo que está más arriba. Después se llega al término mismo de lo inteligible", según Platón (República, VII,532 A-b).

74.3. Moisés, de nuevo, no permitió que se edificasen altares y templos en muchos lugares, sino que construyó un único templo de Dios, y de esa manera anunciaba el mundo unigénito, como dice Basílides, y el Dios único, lo cual ya no le parece bien a Basílides.

74.4. Y porque el gnóstico Moisés no encerraba en un lugar al incircunscrito (o: no circunscrito), tampoco introdujo en el templo ninguna estatua para venerar, mostrando que Dios es invisible e incircunscrito, pero conduciendo a los hebreos a que se hicieran una idea de Dios mediante la estima del Nombre (presente) en el templo.

74.5. Por tanto, al oponerse el Verbo a las construcciones de lugares sagrados y a cualquier sacrificio, deja entrever que el Todopoderoso no está en un lugar, cuando dice: "¿Qué casa me edificarán?, dice el Señor. El cielo es mi trono" (Is 66,1), etc.

74.6. Sobre los sacrificios [dice] igualmente: "No quiero sangre de toros ni grasa de corderos" (Is 1,11), y todo lo que después de eso el Espíritu Santo prohíbe por medio del profeta.

El culto en espíritu y en verdad

75.1. Así, hermosamente está de acuerdo con eso Eurípides, cuando escribe: "¿Qué mansión, hecha por carpinteros, podría encerrar dentro de sus muros a la persona divina" (Eurípides, Fragmentos, 1130).

75.2. Y sobre los sacrificios dice del mismo modo: "Porque Dios, si realmente es Dios, no necesita, de nada; de poetas son estas miserables palabras" (Eurípides, Hércules, 1345-1346).

75.3. Porque Dios no ha hecho el mundo por necesidad, para recibir honores de los hombres, de otros dioses y de los démones, dice Platón, como si se propusiera conseguir alguna ganancia de la creación, humos (sacrificiales) de nuestra parte, o los servicios litúrgicos de los dioses o de los démones" (= texto que no aparece entre las obras de Platón; cf. Teodoreto de Ciro, Terapéutica de la enfermedades helénicas, IV,34; VII,48).

75.4. Muy instructivo, en efecto, es lo que dice Pablo en los "Hechos de los Apóstoles": "El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombres, ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo Él mismo quien da a todos el aliento, la vida y todas las cosas" (Hch 17,24-25).

Los griegos también prohibían los ídolos

76.1. Y también Zenón, el fundador de la escuela estoica, en el libro sobre la "República" dice que no se deben hacer ni templos ni estatuas, puesto que no hay ninguna construcción digna de los dioses, y no teme escribir estas expresiones: "No será necesario construir edificios sagrados, porque no se debe llamar sagrado a lo que de ninguna manera es digno ni santo. En absoluto es digna y santa una obra de albañiles y obreros" (Zenón, Fragmentos, 264).

76.2. Con razón también Platón, sabiendo que el mundo es templo de Dios, mostraba a los ciudadanos el lugar de la ciudad, donde habían de erigirse para ellos los ídolos, pero les prohibió que tuvieran en particular estatuas de los dioses.

76.3. "Nadie, entonces, dice, consagre algo sagrado a los dioses; porque el oro y la plata son en otras ciudades, tanto en las casas particulares como en los templos, riquezas que suscitan la envidia. El marfil, por tratarse de un cuerpo que ha perdido su alma, no es una buena ofrenda. El hierro y el bronce son instrumentos de guerra. Pero de madera, y sólo de madera, que cada uno ofrezca lo que quiera a los templos públicos, e igualmente de piedra" (Platón, Las Leyes, XII,955 E-956 A).

Testimonio de Sofonías

77.1. Con razón, en la carta grande, dice: "Porque no es comunicable como las otras ciencias, sino que del abundante trato con la realidad misma y de la convivencia, de repente una luz que brota de un fuego chispeante es producida en el alma y [esa luz] se alimenta por sí misma" (Seudo Platón, Cartas, VII,341 C-D).

77.2. ¿Acaso estas cosas no son parecidas a las que dice el profeta Sofonías? "Y el Espíritu me subió y me llevó al quinto cielo y contemplaba ángeles que eran llamados señores, y la diadema estaba puesta sobre ellos en Espíritu Santo y el trono de cada uno de ellos era siete vez más [brillante] que la luz del sol que sale; habitaban en templos de salvación y entonaban himnos al supremo Dios inefable" (Apocalipsis; sólo conocido por este fragmento).

Capítulo XII: Sobre el conocimiento de Dios

Platón, Moisés y Orfeo coinciden sobre la inaccesibilidad del conocimiento de Dios

78.1. "Es trabajoso descubrir al Padre y Creador de todo y, una vez descubierto, es imposible darlo a conocer (o: declararlo) a todos" (Platón, Timeo, 28 C). "Porque en modo alguno se puede decir como en las demás ciencias" (Seudo Platón, Cartas, VII,341 C), dice Platón, el amigo de la verdad.

78.2. Porque ha oído muy bien que Moisés, el que todo lo sabe, cuando subió a la montaña (cf. Ex 19,12. 20) -mediante la santa contemplación hasta la cima de lo inteligible- ordenó obl