Stromata

Clemente de Alejandría

 

Partes de esta serie: Libro I · Libro II · Libro III · Libro IV · Libro V · Libro VI · Libro VII · Libro VIII

LIBRO I

Capítulo I: Prefacio. Primera parte. Finalidad que persigue Clemente en esta obra. Necesidad de creer. La enseñanza escrita y oral

La plantación espiritual

1.1. [Falta el inicio] ... "para que los leas continuamente y puedas conservarlos" (Hermas, El Pastor, Visiones, 5,5; Platón, Fedro, 257 D). Pero ¿está permitido a todo el mundo legar escritos o únicamente a algunos? En el primer caso, ¿qué tendría de provechoso la escritura? Y en el segundo, ¿sólo se permitiría a los diligentes o también a los que no lo son? En verdad, sería ridículo rechazar como indignos los escritos de los hombres honrados, y admitir los libros de quienes no lo son.

1.2. Además, ¿acaso se han de dar por buenos los mitos y blasfemias que aparecen en Teopompo, Timeo, Epicuro -el iniciador de la impiedad-, o igualmente los escritos que se atribuyen a Hiponacte y a Arquíloco, y, en cambio, vamos a prohibir dejar algo de provecho a la posteridad a quien proclama la verdad? Pienso yo que es preferible dejar buenos hijos a la posteridad. En efecto, las palabras son descendientes del alma, al igual que los niños lo son del cuerpo.

1.3. Por eso llamamos padres a los que nos han catequizado, puesto que la sabiduría es comunicativa y amiga de los hombres. Por ello, Salomón afirma: "Hijo, si, recibiendo la expresión de mi precepto, la escondieres dentro de ti, tu oído obedecerá sabiamente" (Pr 2,1-2). Esto indica que la palabra es sembrada y enterrada, como semilla en la tierra, en el alma del discípulo, y ésta es la plantación espiritual (cf. Mt 13,8; 15,13).

Debemos salir de la ignorancia espiritual

2.1. Por eso también añade: "Dirigirás tu corazón a la prudencia y lo enderezarás para instrucción de tu hijo" (Pr 2,2). Así, por tanto, me parece a mí que un alma que se une a [otra] alma y un espíritu a [otro] espíritu, cuando se siembra la palabra, hacen crecer la semilla y producen vida; y todo el que es educado viene a ser hijo del educador en virtud de la obediencia. Dice [Salomón]: "Hijo, no olvides mis leyes" (Pr 3,1).

2.2. Y aunque la gnosis no es [patrimonio] de todos, como el tocar la lira para el asno, conforme afirman los amigos de proverbios; sin embargo, los libros son para las multitudes. Por cierto, los cerdos "prefieren revolcarse en el barro" (2 P 2,22) más que en el agua limpia.

2.3. "Por eso -dice el Señor- les hablo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no oigan ni entiendan" (Mt 13,13). El Señor no provoca en ellos la ignorancia -puesto que no sería lícito pensar así-, sino que de manera profética les hace ver su actual ignorancia, y les da a entender que son incapaces de comprender lo que les anuncia.

El cristiano se sostiene en su fe por la gracia de Cristo Jesús

3.1. He aquí cómo el Salvador mismo se presenta distribuyendo a los siervos, conforme a la capacidad de quien recibe y que es necesario incrementar con la práctica, sus riquezas de lo que le sobra. Y vuelve más tarde para revisar cuentas (o: entablar razón; o: ajustar cuentas) con ellos. A los que acrecentaron su dinero, los "fieles en lo poco" (Mt 25,21) les aprueba y les promete "constituirlos en lo mucho" (Mt 25,23), y les manda entrar "en la alegría del Señor" (Mt 25,23).

3.2. Por el contrario, a quien enterró el dinero que se le había confiado para que lo colocara a interés, y lo devolvió tal como lo había recibido, improductivo, le dijo: "Siervo malo y perezoso, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al volver yo habría recobrado lo mío (Mt 25,26; Lc 19,12); y el siervo inútil será arrojado "a las tinieblas exteriores" (Mt 25,30).

3.3. Así, tú también -dice igualmente Pablo-, confirmado en la gracia de Cristo Jesús, lo que de mí has oído ante muchos testigos, transmítelo a hombres fieles, que sean capaces ellos mismos de enseñar a otros" (2 Tm 2,1-2).

3.4. Y de nuevo: "Mira bien cómo presentarte ante Dios, como hombre probado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que distribuye rectamente la palabra de la verdad" (2 Tm 2,15).

Importancia de la predicación

4.1. Si dos [personas] anuncian la Palabra, una por escrito y otra oralmente, ¿cómo no aprobar a ambas, puesto que por la caridad han hecho operativa la fe (cf. Ga 5,6)? La responsabilidad de no escoger lo mejor es de quien elige; Dios no es culpable (o: no es responsable). De ahí que a unos les corresponda colocar a interés la palabra, y a otros examinarla y elegirla o no; el juicio se juzga en ellos mismos.

4.2. No obstante, la ciencia de la predicación es en cierta medida [tarea] angélica y de cualquier forma que se realice, con la mano o mediante la voz, es provechosa. "Porque quien siembra en espíritu, cosechará del espíritu la vida eterna; no nos cansemos de hacer el bien" (Ga 6,8. 9).

4.3. Por tanto, a quien le haya tocado, por divina Providencia, (la tarea de enseñar), obtiene los mejores bienes(2): el comienzo de la fe, el deseo de una conducta recta, el caminar hacia la verdad, el anhelo de la investigación, la huella de la gnosis; por decirlo brevemente, se le conceden los medios de salvación. Además, quienes se alimentan auténticamente con las palabras de la verdad también reciben el viático para la vida eterna y le conceden alas para volar al cielo.

4.4. Por eso, el Apóstol afirma de la forma más admirable: "Mostrémonos en todo cual servidores de Dios; como mendigos, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, pero poseyéndolo todo: les abrimos nuestra boca" (2 Co 6,4. 10. 11). "Te conjuro -dice escribiendo a Timoteo- delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos, que hagas esto sin prejuicios, sin parcialidad" (1 Tm 5,21).



Que cada uno asuma la responsabilidad que le corresponde

5.1. Es necesario, por tanto, que entre ambos nos examinemos a nosotros mismos, el que habla, si es digno de hablar y de dejar memorias escritas, el que escucha, si merece escuchar y leer. Así, quienes reparten la Eucaristía, según es costumbre, también encarecen a cada uno de los asistentes que tomen la porción que les corresponde.

5.2. De hecho, lo mejor para elegir o rehusar con [plena] seguridad es la conciencia, cuyo sólido fundamento es una vida recta unida a la conveniente doctrina. Pero, para [alcanzar] el conocimiento de la verdad y practicar los mandamientos, lo mejor es seguir a otros que ya han sido probados y que obraron con rectitud.

5.3. "Puesto que quien come el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, entonces, el hombre a sí mismo y coma luego de ese pan y beba de ese cáliz" (1 Co 11,27-28).

Deberes del buen servidor de la palabra de Dios

6.1. Igualmente es preciso que quien presta un servicio al prójimo examine si no se ha lanzado a la enseñanza con audacia o por envidia; si no ambiciona la fama [mediante la predicación] de la Palabra; si recoge como único salario la salvación de los oyentes; y, si el que habla mediante apuntes escritos evita el peligro de hacerlo por conquistar favores (cf. Platón, Gorgias, 521 A) y para que no que se le acuse de corrupción.

6.2. "Porque nunca hemos usado de lisonjas en discurso [alguno], como bien saben -dice el Apóstol- ni hemos procedido por lucro, Dios es testigo; ni hemos buscado la alabanza de los hombres, ni la de ustedes, ni la de ningún otro. Pudiendo, como apóstoles de Cristo, hacer sentir nuestra autoridad; sin embargo, fuimos bondadosos en medio de ustedes, como una nodriza que cuida con ternura a sus hijos" (1 Ts 2,5-7).

6.3. Por eso, quienes pretenden participar de las palabras divinas deben estar muy atentos, no sea que indagando con curiosidad, como si se tratase de visitar monumentos de una ciudad, consigan precisamente eso, es decir, tener parte en las cosas mundanas, sabiendo a la vez que los consagrados a Cristo no carecen jamás de lo necesario. Esos tales son hipócritas a los que se debe dejar de lado. No obstante, si alguien "no quiere parecer justo sino serlo" (Platón, República, II,362 A; Esquilo, Siete contra Tebas, 592), debe ser consciente de lo que es lo mejor para él.

El obrero siembra, y el Señor da el crecimiento

7.1. Puesto que "la mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9,37-38; Lc 10,2), en realidad conviene pedir, de forma que tengamos gran abundancia de trabajadores. Pero el cultivo es doble: uno sin escritura; el otro con ella. De cualquier manera que el obrero del Señor siembre los granos de trigo de buena calidad, haga crecer y sigue las espigas, resultará un agricultor realmente divino.

7.2. "Trabajen -dice el Señor- no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna" (Jn 6,27). Ahora bien, la alimentación se consigue mediante el pan y mediante las palabras (cf. Mt 4,4). Y, en verdad, son "bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9), los que enseñan a los [hombres] que en esta vida de errores son víctimas de la ignorancia(o: que se han vuelto enemigos de un determinado género de vida y extravío por ignorancia), y les conducen a la paz del Verbo y de la vida según Dios, y alimentan con la distribución del pan a quienes tienen hambre de justicia (cf. Mt 5,6).

7.3. También las almas tienen sus alimentos propios: unas crecen mediante el conocimiento y la ciencia; otras, en cambio, son apacentadas con la filosofía helénica, en la que, al igual que en las nueces, no todo es comestible.

7.4. "El que planta y el que riega -ministros de quien da el crecimiento- son uno respecto al ministerio; y cada uno recibirá el salario conforme a su trabajo. Porque nosotros somos cooperadores de Dios; ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios" (1 Co 3,8. 9), según el Apóstol.

Estamos invitados a participar en el banquete de la fe

8.1. No se ha de permitir, por tanto, a los oyentes poner a prueba la doctrina mediante la comparación, ni exponerla al examen de quienes están educados en toda clase de artificios humanos, y cuya alma está llena de esos falsos sofismas de los que ni siquiera pretenden librarse.

8.2. Por el contrario, cuando uno elige participar en el banquete de la fe, pisa en firme (o: adquiere el juicio necesario) para recibir las divinas palabras, porque posee la fe misma como criterio razonable de juicio. Luego le viene, como sobreabundancia, la persuasión. Y eso mismo es lo que significa aquel [dicho] profético: "Si no creen, no comprenderán" (Is 7,9). "Por consiguiente, mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe" (Ga 6,10).

8.3. Que cada uno dé gracias salmodiando según el bienaventurado David: "Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, y saltarán de júbilo los huesos quebrantados. Aparta tu rostro de mis pecados y borra mis iniquidades.

8.4. Crea en mí un corazón puro, oh Dios, y renueva en mis entrañas un espíritu recto. No me arrojes de tu presencia, y no apartes de mí tu santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación y confírmame con un espíritu generoso" (Sal 50,9-14).

La palabra oral y la palabra escrita

9.1. Ahora bien, quien habla delante de personas y, con tiempo, las somete a examen, valora con juicio, y distingue al que es capaz de oír de los demás, observando las palabras, el carácter, las costumbres, el modo de vivir, los movimientos, las actitudes, la mirada, la voz, lo que es crucial, el camino pedregoso, el camino trillado, la tierra fértil, la cubierta de zarzales. Y también la que es fecunda, buena, bien labrada, y que puede multiplicar la semilla (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,3-8; Lc 8,4-8).

9.2. Pero quien habla mediante escritos se purifica ante Dios, si proclama estas cosas por escrito, sin ánimo de lucro ni por vanagloria; sin dejarse vencer por el deseo de la pasión, ni esclavizar por el temor, ni excitar por la voluptuosidad. Sino que sólo disfruta con la salvación de sus lectores, de cuya recompensa ni siquiera él participa en el presente, sino que aguarda con esperanza aquella otra que le será otorgada por quien prometió dar a los obreros el salario merecido (cf. Mt 20,4).

9.3. Tampoco debe desear la recompensa quien ha alcanzado la edad adulta. Porque quien se gloría de su buen obrar, ¿no ha recibido ya su compensación en la buena reputación? Y quien realiza una buena acción para ser premiado, como el que obtiene un beneficio por la buena acción realizada, o el que evita el castigo por [culpa] de una mala acción, ¿no está dominado por el espíritu del mundo? Es necesario, por tanto, imitar en lo posible al Señor.

9.4. Quien lo hiciere cumplirá la voluntad de Dios, dando gratis lo que recibe gratuitamente (cf. Mt 10,8), y acepta como digna recompensa su misma buena conducta (lit.: la ciudadanía). Así dice [la Escritura]: "No entrará en el santuario el salario de una meretriz" (Dt 23,19). Y también está prohibido ofrecer en el altar del sacrificio "el precio de un perro" (Dt 23,19)(1).

(1) Sigo la opción adoptada por D. Mayor («op. cit»., p. 55), que coloca esta última cita al fina del párrafo 9.

El ojo del alma

10.1. Quien por mala alimentación y enseñanza tenga obstruido el ojo del alma (Platón, República, VII,533 D), respecto a la luz que le es propia, diríjase a la verdad que revela por la Escritura lo no escrito: "Los que tengan sed, acudan al agua", dice Isaías (Is 55,1); y Salomón aconseja: "Bebe el agua de tus depósitos" (Pr 5,15).

10.2. En Las Leyes, Platón, el filósofo aleccionado (o: discípulo de) por los hebreos, prescribe a los agricultores no regar ni tomar agua de otros, si antes no han cavado en su propio terreno, hasta la llamada capa virgen y no han comprobado su tierra sin agua (cf. Platón, Leyes, VIII,844 A-B).

10.3. Porque aunque sea justo socorrer en la necesidad, sin embargo no es bueno fomentar la pereza. Y aunque es razonable ayudar a uno a llevar su carga, sin embargo no lo es ayudar a descargarla, dijo Pitágoras (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras, 42).

10.4. La Escritura enciende al mismo tiempo el ardor vital del alma y orienta el ojo interior a la contemplación, bien infundiendo un germen, como el labriego que injerta, bien renovando lo ya existente.

10.5. "Muchos, en efecto, hay entre nosotros enfermos y débiles, y bastantes que están dormidos (= muertos), como dice el divino Apóstol. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados" (1 Co 11,30-31).

Capítulo I: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata

La verdadera tradición de la bienaventurada doctrina

11.1. Esta obra no es un escrito compuesto con todas las reglas del arte para la ostentación, sino que atesora memorias para mi vejez; y son un remedio contra el olvido, sencillamente un reflejo (o: apunte) y esbozo de aquellos brillantes y animados discursos que tuve el honor (lit.: fui juzgado digno) de oír a bienaventurados y realmente dignos varones.

11.2. De entre ellos, uno era el Jónico, que vivía en Grecia; otros dos habitaban en la Gran Grecia (uno era oriundo de la bahía de Siria, otro de Egipto); y otros [eran] de Oriente: uno de Asiria y otro de Palestina, hebreo de nacimiento. Al encontrarme con el último (en realidad era el primero por su capacidad), descansé tras hallarlo (lit.: darle caza) en Egipto, donde estaba oculto. Realmente era como una abeja siciliana que recogía (el néctar) de las flores del campo profético y apostólico, y que engendró un fruto puro de "gnosis" en el alma de sus discípulos (lit.: oyentes).

11.3. Estos [maestros] conservan la verdadera tradición de la bienaventurada doctrina que procede directamente de los santos Apóstoles Pedro, Santiago, Juan y Pablo, al igual que un hijo recibe la herencia de su padre (aunque son pocos los hijos que se parecen a sus padres [Homero, Odisea, II,276]); y llegaron con la ayuda de Dios, para depositar en nosotros aquellas semillas de sus antepasados y de los Apóstoles.

El Salvador siempre salva y continuamente actúa

12.1. Bien sé que [los lectores] se alegrarán; y no por la forma con la que yo me expreso, sino porque en ella sólo se conserva lo que ellos prescribieron. Porque me parece que la acción de un alma, que, sin perder nada, desea conservar la bienaventurada tradición, es la de emprender semejante investigación: "El hombre que ama la sabiduría alegrará al padre" (Pr 29,3).

12.2. Los pozos de los que se saca agua con frecuencia, la tienen más limpia; en cambio, de los que no se saca nada, se pudren. También el hierro conserva el brillo con el uso; en tanto que la herrumbre es producida por el desuso. En términos generales, el ejercicio engendra la buena disposición tanto de las almas como de los cuerpos.

12.3. "Nadie enciende una lámpara y la coloca debajo de un celemín" (Mt 5,15), sino sobre el candelero, para que alumbre a los que han sido invitados (o: dignos [de participar]) al banquete común (cf. Lc 14,24). ¿Para qué sirve una sabiduría que no hace sabio a quien es capaz de entenderla? El Salvador siempre salva y continuamente actúa, como ve [que hace] el Padre (cf. Jn 5,17 ss.; 9,4). Cuando uno enseña es cuando más aprende, y al hablar uno se convierte muchas veces en oyente de su propio auditorio. En efecto, "uno sólo es el Maestro" (Mt 23,8), tanto del que habla como del que escucha; y uno solo es también el que hace brotar tanto la inteligencia como la palabra.

Los misterios de la fe se confían a la palabra

13.1. De ahí que el Señor no prohibiera hacer el bien en sábado (cf. Mt 12,12), sino que permitió participar de los misterios divinos y de aquella luz santa "a quienes pudieron comprender" (Mt 19,11).

13.2. Y tampoco [el Señor] reveló a la mayoría lo que no estaba al alcance de todos, sino a unos pocos, a aquellos a quienes Él sabía que convenía, ya que podían entender y configurarse con aquellas cosas. Por eso los misterios, como Dios mismo, se confían a la palabra y no a los escritos.

13.3. Si alguno dijere que está escrito: "Nada hay oculto que no llegue a descubrirse., ni secreto que no venga a conocerse" (Mt 10,26), nosotros le diremos que el Verbo ha profetizado con esa sentencia que lo secreto será revelado a quien lo escucha secretamente, y que le serán manifestadas las cosas ocultas a quien sea capaz de recibir la tradición veladamente; y que lo que está oculto para la mayoría será manifiesto para unos pocos.

13.4. ¿Por qué no todos conocen la verdad? ¿Por qué no es amada la justicia, si es patrimonio común de todos? No obstante, los misterios se transmiten misteriosamente, para que estén en la boca del que habla y en la del que escucha; o mejor aún, no en la voz sino en el pensamiento (o: inteligencia; lit.: en el entender).

13.5. "Dios dio a la Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros para el perfeccionamiento de los santos, en orden a la realización del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo" (Ef 4,11-12).

Clemente explica las limitaciones de su obra

14.1. Conozco bien la fragilidad de estas notas escritas (o: colección de memorias), en comparación con aquel espíritu lleno de gracia, a quien tuvimos el honor de escuchar; podrán ser, no obstante, una imagen que a quien haya sido herido por el tirso (= vara enramada) le avive el modelo del ejemplar. "Porque quien hable a un sabio -dice [la Escritura]-, también se hará más sabio" (Pr 9,9), y "al que tiene, se le dará más" (Lc 19,26).

14.2. Pero, esto lo decimos no como quien interpreta suficientemente los misterios, puesto que se necesitaría mucho más; sino sólo para recordarlos, tanto en el caso de que los hayamos olvidado por completo, como para que no los olvidemos. Sé muy bien que con el tiempo se nos han olvidado muchas cosas, desvanecidas por no tenerlas escritas. Para soslayar la debilidad de mi memoria, también me he procurado un saludable remedio mnemotécnico: la forma de exposición continuada mediante resúmenes, que es obligatoriamente la que presentaremos en este [nuestro] proyecto.

14.3. En efecto, hay cosas de las que no recordamos nada (pues aquellos bienaventurados hombres tenían una extraordinaria capacidad [intelectual]); hay otras que, por no tenerlas anotadas, las hemos recordado alguna vez, pero ahora se nos han olvidado con el [paso del] tiempo; no obstante, las [que escribo] no son otras que aquellas, que permaneciendo en mi memoria casi habían desaparecido de la misma, puesto que no es fácil memorizar a quien no está bien ejercitado; precisamente ésas [quiero] reavivar en estas notas. Hay cosas que, escogiendo de lo conocido, tengo que pasar por alto voluntariamente, ya que tengo miedo de poner por escrito incluso aquello que reservamos al hablar, y no por envidia (pues no sería lícito), sino por respeto para quienes las lean, no sea que se precipiten [en ellas] de manera infundada, y venga a suceder que tendamos una espada al niño, como afirman quienes gustan de proverbios.

14.4. "Porque es imposible que haya escritos que no lleguen a divulgarse" (Seudo Platón, Epístolas, II,314 B), aunque yo no los haya dado a conocer [jamás]; sin embargo, lo que va y viene anunciado de continuo y de modo uniforme por la sola palabra escrita, no responde a un [posible] interrogador nada más que lo que está escrito, puesto que carece de la obligada ayuda, tanto del autor mismo como de cualquier otro que [anteriormente] haya recorrido el mismo camino(1).

(1)"... Quien se enfrenta a la lectura de cualquier escrito -dice Clemente- no posee otra ayuda que su propia inteligencia para comprender lo que lee; o sea, nadie podrá entender otra cosa distinta de lo que literalmente puede leerse en dicho libro. Ya antes Platón había comparado la escritura con la pintura, producciones que se presentan como seres vivos, pero guardan el más solemne silencio a quien les interroga algo" (FP 7, p. 101, nota 129).

La evangelización de la cultura

15.1. Mi escrito aludirá a algunas cosas e insistirá en otras y sólo mencionará unas pocas, pero procurará hablar de lo que permanece olvidado; desvelará lo oculto e indicará lo secreto.

15.2. También ofrecerá las opiniones de las sectas (o: herejías) más importantes; contradecirá todo aquello que debe ser dispensado providencialmente según la contemplación epóptica (o: contemplación suprema) y que se refiere a la gnosis, la cual progresará en nosotros conforme a la "gloriosa y venerable regla de la tradición" (Clemente de Roma, Primera epístola a los Corintios, 7,2), al comenzar por el origen del mundo, y expondrá primeramente aquellas ideas de la teoría física que hay que presuponer necesariamente, y desechará aquellos obstáculo que se interpongan a la concatenación de los pensamientos; y tendrá los oídos dispuestos para recibir la tradición gnóstica, a la manera que un labrador limpia de espinos y de toda clase de arbustos la tierra para plantar un viñedo.

15.3. Efectivamente, el que prepara un combate también pelea, y los ritos preparatorios de los misterios son ya misterios; por eso nuestra obra no titubeará en utilizar los [mejores] recursos de la filosofía y de cualquier otra propedéutica que nosotros recordemos.

15.4. No sólo hay que hacerse judío en virtud de los judíos y de quienes están bajo la Ley, como dice el Apóstol (cf. 1 Co 9,20-21), sino también griego por los griegos, con el fin de ganarlos a todos.

15.5. Y en la Epístola a los Colosenses escribe: "Amonestando a todo hombre e instruyéndolo en toda sabiduría, para que sea presentado como hombre totalmente perfecto en Cristo" (Col 1,28).

Importancia de la mediación humana

16.1. Además, la cumplida elegancia de la cultura se ajusta perfectamente a la forma de estas notas. La riqueza de la selección de textos es precisamente como un condimento sobreañadido a la nutrición del atleta; no del que es voluptuoso, sino de quien desea tener un buen alimento en aras de la competición. Por eso, cantando, distenderemos armoniosamente la tensión excesiva de nuestra gravedad en el hablar.

16.2. Al igual que quienes desean hablar delante de una multitud, a menudo lo hacen a través de un pregonero con el fin de que lo que dice sea mejor oído; así también nosotros -puesto que a muchos debemos hablar antes de tratar sobre la tradición misma- les acercaremos los pensamientos y los términos que les son familiares, y con los que el auditorio se sentirá más atraído.

16.3. En resumidas cuentas, ya que entre muchas perlas pequeñas una sola es la [mejor], y en una pesca abundante uno es el pez hermoso, con tiempo y esfuerzo la verdad resplandecerá, si tenemos ayuda suficiente; en efecto, la mayoría de los bienes divinos nos son comunicados a través de los hombres.

Un esbozo del plan de la obra

17.1. Todos los que tenemos ojos contemplamos lo que se pone delante de ellos, aunque de manera diferente unos de otros. Así, el cocinero y el pastor no contemplan de igual manera el rebaño (o: las ovejas); el primero observa si está gordo; el segundo, en cambio, mira la pureza de su raza (cf. Jn 10,11. 14). Aquel, si necesita alimento, ordeña la leche de las ovejas; el otro, no obstante, esquila la lana, si se encuentra necesitado de ropa.

17.2. De igual manera, a mí me interesa el fruto de la selección de los textos griegos. Pienso que en tales circunstancias nadie titule de afortunado un escrito al que nadie contradice; en cambio, deberá llamarse razonable aquel otro al que nadie puede contradecir razonablemente. Hay que aceptar no la acción y la doctrina que no reciben reproche alguno, sino aquellas a las que nadie puede contradecir de manera razonable.

17.3. Aunque uno no pueda realizar una empresa correctamente desde sus inicios, no puede decirse que actúa indiscriminadamente, sino que explicará su actividad inspirándose en la sabiduría de Dios o adaptándose [a ella]. Porque quien posee ya la virtud no necesita de camino [alguno] para conseguirla, como el que está sano [no tiene necesidad] de medicina.

17.4. Lo mismo que los agricultores riegan la tierra antes [de sembrar], así también nosotros regamos con el agua potable de los pensamientos griegos, regamos la tierra que ellos son, para que reciban la semilla espiritual que ha sido sembrada, y así pueda crecer [en ellos] fácilmente.

Sobre la filosofía

18.1. Por tanto, estos Stromata recorrerán la verdad mezclada a las enseñanzas de la filosofía, o mejor, envuelta y oculta en ellas, como el fruto comestible de la nuez; me parece que sólo a los labradores de la fe corresponde el custodiar las semillas de la verdad.

18.2. No se me ocultan tampoco las murmuraciones de algunos ignorantes timoratos que dicen que es necesario ocuparse de lo más imprescindible, o sea, de lo que contiene la fe, y prescindir, en cambio, de las cosas externas y superfluas, que nos fatigan inútilmente y nos ocupan el tiempo sin aportar nada al objetivo final.

18.3. Incluso hay quienes piensan que la filosofía es mala, porque se ha introducido en la vida de los hombres para su perdición por un malvado inventor.

18.4. Pero, yo mostraré a lo largo de estos Stromata que el vicio (lit.: la maldad) es de naturaleza mala, de la que ningún labrador puede jamás hacer crecer nada bueno, e insinuaré de alguna manera que la filosofía también es obra de la divina Providencia.

Capítulo II: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata (continuación)

Utilidad de la filosofía

19.1. Además de estos recuerdos escritos, que incorporan en los momentos precisos, la doctrina helénica, yo quisiera añadir a mis detractores lo siguiente: en primer lugar, para suponer que la filosofía es inútil, al menos sería útil establecer la afirmación de su inutilidad.

19.2. En segundo lugar, tampoco se puede condenar a los griegos contentándose con la mera mención de sus opiniones, sin adentrarse con ellos hasta descubrir en profundidad los detalles de su pensamiento.

19.3. Porque sólo es válida la refutación cuando se basa en la experiencia, ya que la más perfecta demostración se manifiesta con el conocimiento de lo refutado.

19.4. Hay muchas cosas, en verdad, que no contribuyen al objetivo que prestigia al artista (o: al especialista); además, la cultura general (o: erudición) viene en ayuda de quien expone las verdades más importantes, está orientada a obtener la persuasión de los oyentes y, engendrando admiración en los catecúmenos, les orienta hacia la verdad.

La filosofía no separa de la fe

20.1. Digna de confianza es una conducción de las almas mediante la cual, los que gustan de aprender, reciben la verdad oculta, para que no piensen que la filosofía perjudica por sí misma la vida, y que ha sido producida por un demiurgo de falsas obras y acciones perversas, como algunos han hecho observar; puesto que la filosofía es una imagen clara de la verdad, un regalo divino concedido a los griegos.

20.2. Además, no nos separa de la fe, como embaucados por un arte engañoso, sino que, por decirlo de alguna manera, nos predispone con un más amplio bagaje, que sirve como de gimnasia común en la demostración de la fe.

20.3. Sí, también el contraste de opiniones provoca en sí mismo la verdad, mediante la cual se alcanza la gnosis; porque la filosofía no se impone por la razón anteriormente expuesta, sino gracias al fruto de la gnosis. Nosotros adquirimos el seguro convencimiento de poseer la verdadera ciencia de los significados ocultos.

20.4. No es necesario decir que los Stromata, repletos de ingente sabiduría, pretenden ocultar hábilmente las semillas de la gnosis.

El esfuerzo por alcanzar la verdad

21.1. Porque al igual que el apasionado de la caza captura la presa después de buscar, rastrear, seguir las huellas y azuzar a los perros, así también la verdad se manifiesta como algo dulce, una vez buscada y conseguida con esfuerzo.

21.2. ¿Por qué razón hemos preferido este género literario para nuestras notas? Porque existe el gran peligro de divulgar el contenido realmente misterioso de la verdadera filosofía a quienes desean injustamente contradecirlo todo, desechando todas las palabras y expresiones sin prudencia alguna, engañándose a sí mismos y hechizando a sus seguidores.

21.3. Como dice el Apóstol: "Los hebreos piden milagros; pero los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22).

Capítulo III: Contra los sofistas

Los sofistas: herejes gnósticos

22.1. Pero, la gente de esa clase es numerosa. Algunos de ellos, esclavizados por los placeres y decididos a no creer, se burlan de la verdad, que es digna de todo respeto, y celebran lo bárbaro como cosa de niños.

22.2. Otros, gloriándose de sí mismos, se esfuerzan en hallar acusaciones falsas en nuestros discursos, procurando temas de discusión; buscadores de palabras, abundan en hábiles argucias y "son pendencieros y perturbadores", como afirma el mismo Abderita (Demócrito, Fragmentos, 68 B 150).

22.3. "La lengua de los mortales es voluble, se dice, y mucha locuacidad hay en ella, es pasto abundante en el que por doquier hay toda clase de palabras. Además, cual sea la palabra que dices, así la oirás" (Homero, Ilíada, XX,248-250).

22.4. Engreídos por esa técnica, los desdichados sofistas, son ingeniosos por la sutileza que emplean acerca de la distinción de los términos, y dedican su vida a una determinada manera en el modo de hablar, y también se ocupan de tergiversarlo todo, mostrándose más locuaces que las tórtolas.

22.5. Halagan y lisonjean de forma inhumana, me parece a mí, los oídos de quienes desean ser halagados; son un río de palabras sin más, pero sin una gota de inteligencia. Frecuentemente se olvida que son como sandalias viejas, débiles y que hacen agua [por todas partes], conservando únicamente la lengüeta.

La falsa y la verdadera sabiduría

23.1. El ateniense Solón se explica magníficamente cuando escribe: "Atienden a los discursos y a las palabras del hombre adulador. Cada uno de ustedes camina por huellas de zorra, pero su pensamiento carece de toda consistencia" (Solón, Fragmentos, 8,7. 5. 6).

23.2. Eso mismo es quizá lo que da a entender aquella expresión del Salvador: "Los zorros tienen madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58), A mí me parece que sólo en quien cree, diferente en todo de aquellos que son llamados fieras en la Escritura, descansa el Príncipe de los seres, el Verbo bueno y pacífico.

23.3. "El que caza (o: sorprende) a los sabios en su astucia; porque sólo el Señor conoce cuan vanos son los razonamientos de los sabios" (1 Co 3,19-20); sin duda, la Escritura llama sabios a los sofistas, quienes sobreabundan en modos y técnicas de hablar superfluos.

Contra los vanos discursos

24.1. Los griegos, por su parte, llaman indiferentemente sabios y sofistas, porque derivan de la misma raíz, a los atareados y curiosos en cualquier menester.

24.2. Por eso, Cratino, en los "Arquílocos" (o: Arquiloquios), después de mencionar a los poetas, dice: "¡Qué enjambre de sofistas han encontrado!" (Cratino, Fragmentos, 2 K).

24.3. Y como el cómico, también Jofonte (o: Iofonte) en la sátira Los Flautistas, al referirse a los cantores ambulantes (lit.: rapsodas) y a algunos otros, afirma: "En efecto, entró una muchedumbre de innumerables sofistas bien preparados" (Jofonte, Fragmentos, 1).

24.4. La Divina Escritura dice estupendamente de ellos y de otros semejantes, especializados en vana palabrería: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la, inteligencia de los prudentes" (1 Co 1,19).





Capítulo IV: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual

La habilidad del ser humano

25.1. Homero llama sabio al artesano, y en el "Margites", si es de él, escribe de la siguiente manera: "Cuando los dioses no lo habían hecho ni cavador, ni labrador, ni tampoco sabio en algo, porque fallaba en toda profesión" (Margites, Fragmentos, 2 C y 2 A).

25.2. Hesíodo dijo que Lino el citarista "poseía toda la sabiduría" (Hesíodo, Fragmentos, 306), y no duda en llamar sabio al marinero, cuando escribe: "... por nada soy experto en el arte de la navegación" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 649).

25.3. Y el profeta Daniel dice: "Lo que el rey solicita es el misterio que ni sabios, ni magos, ni astrólogos, ni adivinos son capaces de exponérselo al rey; pero existe un Dios en el cielo que revela lo secreto" (Dn 2,27-28). También él llama sabios a los Magos de Babilonia (cf. Dn 2,24).

25.4. La Escritura llama sabiduría de igual manera a toda ciencia y arte profano, porque muchas son las cosas inventadas por el genio creador del hombre; y de Dios vienen tanto la técnica como la sabia facultad de la inventiva, como se verá claramente con la siguiente cita:

25.5. "El Señor habló a Moisés diciendo: "Sabrás que yo llamo por su nombre a Beseleel, hijo de Urí, hijo de Or (o: Hur), de la tribu de Judá; le he llenado del espíritu divino de sabiduría, inteligencia y conocimiento en todo trabajo, para que proyecte y construya; para que labre el oro, la plata, el bronce, el jacinto, la púrpura, el carmesí, (para) el labrado de piedras y la talla de maderas, y para que haga cualquier tipo de trabajo"" (Ex 31,1-5).

La "percepción" de quienes se ocupan de la educación

26.1. Luego añade una expresión genérica: "He dado la inteligencia a todo corazón inteligente" (Ex 31,6), es decir, al que es capaz de recibirla con trabajo y ejercicio. Y también está escrito claramente en nombre del Señor: "Tú hablarás a. todos los sabios en inteligencia, a los que he llenado del espíritu de conocimiento" (Ex 28,3).

26.2. Los "sabios en inteligencia" tienen un don natural especial; reciben de la suprema Sabiduría un doble "espíritu de conocimiento", cuando se hacen aptos para recibirlo.

26.3. En efecto, quienes practican oficios manuales gozan de una peculiar sensibilidad: del oído, el vulgarmente llamado músico; del tacto, el modelador. El cantor, de voz; el perfumero, del olfato; el grabador de relieves en sellos, de la vista.

26.4. Pero quienes se ocupan de la educación gozan de una percepción (sunaísthesis: sentimiento íntimo; percepción simultánea; sentido superior; con-captación), gracias a la cual los poetas perciben la métrica, los sofistas la dicción, los dialécticos los silogismos y los filósofos sus respectivas doctrinas.

26.5. La percepción ingeniosa e inventiva anima convincentemente a nuevos intentos, y ese ejercicio acrecienta la inclinación a la ciencia.

La sabiduría de Dios

27.1. Con razón el Apóstol dijo que la sabiduría de Dios es "multiforme" (Ef 3,10) y [ella] muestra su poder "de muchas maneras y repetidas veces" (Hb 1,1) para nuestro bien mediante el arte, la ciencia, la fe y la profecía, porque toda sabiduría viene del Señor y está con Él para siempre" (Si 1,1), como dice [el libro de] la Sabiduría de Jesús.

27.2. "Si invocas la sensatez y llamas con grande voz al conocimiento superior y lo buscas como [se buscan] los tesoros de plata y sigues resueltamente su camino, comprenderás el temor de Dios y hallarás el conocimiento divino" (Pr 2,3-5); el profeta habla también [de sentido divino] para diferenciarlo del sentido filosófico, y nos enseña a buscarlo con una gran nobleza y generosidad para progresar hacia la religión (o: temor de Dios; piedad para con Dios).

27.3. Le contrapone la percepción religiosa, y alude a la gnosis cuando dice: "Porque Dios da de su misma boca la sabiduría, y a la vez percepción e inteligencia, y acumula, ayuda para los justos" (Pr 2,6. 7) En efecto, para los justificados por la filosofía se les reserva como ayuda la percepción superior que conduce a la religión.

Capítulo V: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)

"Dios es la causa de todos los bienes"

28.1. Antes de la venida del Señor, la filosofía era necesaria para la justificación de los griegos; ahora, sin embargo, es provechosa para la religión, y constituye una propedéutica para quienes pretenden conseguir la fe mediante demostración racional; por eso se dice: "Tu pie no tropezará" (Pr 3,23), refiriendo a la Providencia lo que es bueno, tanto griego como nuestro.

28.2. Ciertamente, Dios es la causa de todos los bienes; de algunos de modo directo, como del Antiguo y del Nuevo Testamento, de otros mediatamente, como de la filosofía.

28.3. Quizás también la filosofía haya sido dada primitivamente a los griegos antes de que el Señor les llamara a la fe, ya que también la filosofía educaba a los griegos, al igual que la Ley a los hebreos, hacia Cristo (cf. Ga 3,24). En verdad, la filosofía, abriendo camino, predispone al que va a ser perfeccionado por Cristo.

28.4. Por eso dice Salomón: "Haz acopio de sabiduría y te ensalzará, y te coronará con diadema espléndida" (Pr 4,8. 9); una vez que tú la hayas fortificado con la almena (lit.: coronación de un muro) de la filosofía y de toda clase de bienes, la mantendrás inaccesible a los sofistas.

La conveniente preparación para recibir la palabra del Señor

29.1. Porque uno solo es el camino de la verdad; pero, es como un río que siempre fluye y en el que desembocan afluentes de acá y de allá.

29.2. De ahí que por inspiración divina se diga: "Escucha, hijo mío, y recibe mis palabras, para que se acrecienten los abundantes caminos de tu vida. Te enseño los caminos de la sabiduría, para que no te falten los manantiales" (Pr 4,10. 11. 23) que brotan de la misma tierra.

29.3. Y no declaraba tan sólo que para un justo hay muchos caminos de salvación, sino que añade otras muchas vías para muchos justos, proclamando: "Los caminos de los justos brillan como una luz" (Pr 4,18). Así también los mandamientos y las primeras instrucciones son caminos e impulsos de vida.

29.4. "¡Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como una gallina a sus polluelos" (Mt 23,37; Lc 13,34). Jerusalén significa visión de paz (cf. Ez 8,3; 13,16; 40,2). Así, se hace visible de forma profética que, quienes son iniciados de modo pacífico, han sido educados de muchas maneras para una llamada.

29.5. Así, entonces, ¿qué? Verdaderamente quiso, pero no pudo. ¿Cuántas veces y de qué manera? Dos veces, mediante los profetas y mediante la venida. Por ello la expresión "cuántas veces" muestra que la sabiduría es multiforme (cf. Hb 1,1), porque salva totalmente a algunos, conforme a la cualidad y cantidad de cada uno, en el tiempo y en la eternidad, "porque el espíritu del Señor ha llenado el universo" (Sb 1,7).

29.6. Y si alguien forzare la frase: "No tomes a la mujer frívola, porque los labios de la meretriz destilan miel" (Pr 5,3), aplicándola a la educación griega, que escuche lo que sigue: "Ella unge oportunamente tu garganta" (Pr 5,3), se dice; pero la filosofía no adula.

29.7. ¿A quién, entonces, se alude con la figura de la meretriz? La Escritura lo dice con claridad: "Después de la muerte, los pies de la insensatez hacen descender al Hades a quienes la utilizan, y sus pasos no son seguros. Por consiguiente, camina, lejos del placer irracional, y no te acerques a la puerta de su casa, para no arrojar tu vida a los extraños" (Pr 5,5. 8-9).

29.8. Y añade también: "Luego te arrepentirás en la vejez, cuando se consuman las carnes de tu cuerpo" (Pr 5,11). Porque ese es el fin del placer insensato. Esto baste al propósito.

29.9. Luego [la Escritura] dice: "No vayas frecuentemente tras los pasos de la extraña" (Pr 5,20); en efecto, anima a utilizar la cultura mundana (kosmikē paideía), pero no a permanecer e instalarnos en ella. Porque lo convenientemente concedido a su debido tiempo a cada generación es una educación preparatoria para la palabra del Señor.

29.10. "Ahora bien, hay quienes, seducidos por los encantos de las esclavas, se han preocupado poco de la señora, la filosofía, y han envejecido" (Aristón, Fragmentos, 350), unos con la música, otros con la geometría, otros con la gramática, y los más con la retórica.

Interpretación alegórica de la historia de Sara y Agar

30.1. Al igual que el ciclo de estudios es útil para la filosofía, que es su señora (o: reina), así también la misma filosofía contribuye a la adquisición de la sabiduría. La filosofía es una práctica (o: búsqueda) de la sabiduría; la sabiduría, en cambio, es la ciencia de las cosas divinas y humanas y de sus causas. La sabiduría es la señora de la filosofía, como ésta lo es de la propedéutica.

30.2. Si la filosofía profesa templanza de la lengua, del vientre y de lo que está por debajo de él; también es deseable por sí misma, y se muestra más augusta y señora, si se practica por el honor Dios y por la gnosis.

30.3. La Escritura presenta un testimonio de lo que decimos en lo que sigue: Sara, estéril hacía tiempo, (era) esposa de Abraham. Al no poder dar a luz, Sara entrega a Abraham su esclava, la egipcia de nombre Agar, para que le diera descendencia (cf. Gn 11,30; 16,1-2).

30.4. La sabiduría, conviviendo con el creyente (y Abraham fue reputado como creyente y justo) [cf. Gn 15,6], era todavía estéril y no tenía hijos por aquel entonces, puesto que todavía no había engendrado nada bueno para Abraham; sin embargo, juzgaba conveniente, ya llegado el tiempo del progreso, de unirse primero con la cultura mundana (ya que Egipto simboliza el mundo); luego, acercándose a ella, conforme a la providencia divina, engendró a Isaac.

Tipología de los nombres de los tres patriarcas de Israel

31.1. El mismo Filón interpreta Agar como "residencia en país extranjero" [Filón de Alejandría, De specialibus legis, III,87,244] (porque se dice en el texto citado: "No te apasiones en demasía de una extraña" [Pr 5,20]), en cambio, a Sara como "mi soberana" (Filón de Alejandría, De specialibus legis, III,87,244). Ciertamente, una vez pre-educados, es posible atender a la sabiduría soberana por la que crece la raza de Israel.

31.2. Esto prueba que la sabiduría es didáctica (o: es enseñable). Abraham la obtuvo, pasando de la contemplación de los fenómenos celestiales (cf. Gn 15,5) a la fe y a la justicia según Dios.

31.3. En cambio, Isaac significa "el autodidacta" (Filón de Alejandría, De plantatione, 40,169). Por eso se manifiesta como figura (týpos: prefiguración) de Cristo. (Isaac) mismo tuvo como única mujer a Rebeca, que significa constancia (o: paciencia; cf. Rm 9,10-11).

31.4. Se dice que Jacob tuvo relación con varias mujeres, y su nombre es interpretado como el "el que se ejercita" [asketés] (puesto que el ejercicio se consigue por medio de muchas y diversas doctrinas); por eso también recibe el nombre de Israel (cf. Gn 35,9), [es decir,] el de mirada penetrante (o: perspicaz; el que ve a Dios; cf. Gn 32,30) puesto que era hábil (o: astuto; muy experimentado) y capaz de ejercitarse (lit.: ejercitado).

31.5. Pero también podría tener lugar otra interpretación acerca de los tres patriarcas: que el sello de la gnosis es soberano, porque consta de naturaleza, aprendizaje y ejercicio.

31.6. Otra imagen de lo que hemos dicho podría ser Tamar, que sentada en la encrucijada y exhibiéndose en apariencia de ramera, a quien tomó el deseoso de saber, Judá (que significa el que puede), y que no dejaba nada sin descubrir y sin investigar, y "se desvió hacia ella" (Gn 38,16), sin dejar de confesar a Dios (o: salvando la confesión respecto a Dios).



Cristo es la Verdad

32.1. Por eso, también el mismo Abraham, estando celosa Sara porque Agar la superaba en honor, al elegir únicamente lo útil de la filosofía mundana, le dijo: "Mira, en tus manos está la esclava, haz con ella lo que te plazca" (Gn 16,6). Queriendo decir: "Me uno a la cultura mundana por ser más joven y esclava tuya, pero también amo y venero la ciencia que posees como perfecta señora de la casa.

32.2. "Y Sara la maltrató" (Gn 16,6) que equivale a: reprendió y corrigió (o: amonestó). Por cierto, rectamente se dice: "Hijo, no desprecies la enseñanza de Dios ni estés enojado cuando te corrija. Porque el Señor corrige al que ama, y aflige al que de verdad es hijo" (Pr 3,11-12; Hb 12,5-6).

32.3. Sin duda, estos mismos pasajes de la Escritura, examinados bajo otros aspectos, recuerdan la existencia de otros misterios.

32.4. Manifestamos, por tanto, abiertamente desde ahora que la filosofía consiste en la búsqueda de la verdad y de la naturaleza de los seres (esa verdad de la que dijo el Señor mismo: "Yo soy la verdad" [Jn 14,6]); y además, la educación preparatoria del descanso en Cristo ejercita el espíritu y despierta la inteligencia, generando la afición investigadora mediante la verdadera filosofía. Es la que han descubierto y tienen los iniciados, o mejor, la han recibido de la Verdad misma.

Capítulo VI: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)

Necesidad del trabajo sobre sí mismo

33.1. Mediante los ejercicios preparatorios se consigue la mejor ayuda para ver lo que es necesario. Ahora bien, las ideas constituyen la gimnasia de la mente. La naturaleza de las ideas es triple, según sean consideradas por la cantidad, el tamaño y por ambas a la vez.

33.2. El razonamiento [que procede] de las demostraciones infunde una fe segura en el alma del que lo sigue, de tal modo que no permite suponer que lo demostrado sea de otra manera; además no da cabida a los errores que tratan de insinuársenos.

33.3. Así, con estas lecciones el alma es purificada de las impresiones sensibles y se reanima (o: reaviva), para que, al fin, pueda discernir la verdad.

33.4. "Porque una educación y la buena cultura, si es constante, producen buenas naturalezas; y las buenas naturalezas, beneficiadas por esa educación, llegan incluso a ser mejores que sus precedentes por razón de la descendencia, como [sucede] también en los demás seres vivos" (Platón, República, IV,424 A; VII,527 D-E).

33.5. Por eso, también se dice: "Mira, perezoso, a la hormiga, y sé más sabio que ella" (Pr 6,6), porque ella deposita alimento abundante y variado, durante la cosecha, para la amenaza del invierno.

33.6. "Mira también a la abeja y aprende cómo trabaja" (Pr 6,8). También ella se extiende por todo el prado produciendo un solo panal de miel.

La administración del alma

34.1. Si rezas en tu aposento, como el Señor enseñó (cf. Mt 6,6; Jn 4,24), adorando en espíritu, no te preocupes sólo de la administración de la casa, sino también de la del alma: lo que en ella se debe atesorar, cómo y cuánto, lo que se debe guardar y atesorar dentro de sí, lo que debe arrojar lejos, y por qué. Porque los hombres de bien no lo son por naturaleza, sino por educación, al igual que los médicos y pilotos.

34.2. Ciertamente, todos vemos comúnmente la viña y el caballo, pero el agricultor sabe si el viñedo producirá buenos o malos frutos; y el buen jinete distingue fácilmente al [caballo] torpe del veloz.

34.3. Respecto de la virtud, algunos están mejor dotados por naturaleza que otros, como lo demuestran las actitudes (o: actuaciones) de los así dotados frente a los otros.

34.4. Pero lo más perfectamente realizado conforme a la virtud no constituye una prueba demostrativa de los mejor dotados, puesto que, cuando los peor dotados para la virtud reciben la educación conveniente, consiguen de ordinario una conducta intachable; y, por el contrario, enfrente están los convenientemente dotados, que se hacen malos por abandono. Dios, no obstante, nos creó sociables y justos por naturaleza.

Importancia de la enseñanza y del aprendizaje en la vida del cristiano

35.1. De ahí no debe deducirse que la justicia se manifieste por el mero hecho de estar depositada en nosotros, sino que se debe pensar que el bien de la creación es reanimado gracias al mandato divino, para que el alma, educada mediante aprendizaje, desee escoger lo mejor.

35.2. Pero lo mismo que afirmamos que se puede ser fiel sin letras (cf. 1 Co 1,27), de igual manera confesamos que comprender la doctrina de la fe no es posible sin aprendizaje. Ya que, en efecto, aceptar lo que se dice con verdad, y rechazar lo ajeno [a la verdad] no se debe a la fe sin más, sino a la fe relacionada con el aprendizaje.

35.3. Pero si la ignorancia es falta de educación, al mismo tiempo es también falta de conocimientos. La enseñanza engendra la ciencia de las cosas divinas y humanas.

35.4. Y de la misma manera que es fácil vivir rectamente en la penuria, también lo es en la abundancia; y confesamos que la virtud se alcanza más fácilmente y más pronto con la educación preparatoria, y no que no pueda ser alcanzada (o: cazada) de otra manera, aunque ciertamente antes, por los que han tenido algún estudio (o: hayan aprendido), y "por los que han ejercitado sus facultades" (Hb 5,14).

35.5. "Porque el odio ciertamente, dice Salomón, suscita disensiones; pero la educación guarda los caminos de la vida" (Pr 10,12), a fin de no ser engañado, ni sorprendido por quienes profesan la astucia para perjudicar a sus oyentes.

35.6. También dice:"La educación sin reprensión, yerra" (Pr 10,17); así, es necesario interesarse por la técnica de la refutación, para rebatir las opiniones engañosas de los sofistas.

Los peligros de una vasta erudición

36.1. También Anaxarco, el feliz (Eydaimonikós), escribe rectamente en el [tratado] "Sobre la Monarquía": "La mucha erudición presta un gran servicio, pero también mucho daño al que la posee; en efecto, sirve al que es hábil, pero daña a quien fácilmente habla de todo y en cualquier sitio. Es necesario, por tanto, conocer las reglas del momento; porque ésa es la definición de la sabiduría. Sin embargo, cuantos cacarean un discurso a destiempo, aunque de alguna manera lo proclamaren sensato, no son tenidos por sabios, sino como necios" (Anaxarco, Fragmentos, 72 B 1).

36.2, Y Hesíodo: "... de las Musas, que hacen al hombre muy sagaz, inspirado y cantor..." (Hesíodo, Fragmentos, 310), llama muy sagaz al experto en razonamientos, cantor al que es hábil, e inspirado al que es experto, filósofo e instruido de la verdad.



Capítulo VII: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (conclusión)

Cómo se define la filosofía

37.1. Así, entonces, se hace evidente que la educación preparatoria griega, juntamente con su filosofía, ha venido hasta los hombres por decreto divino, no como guía, sino al modo como las lluvias irrumpen sobre la tierra fértil, sobre el estiércol y encima de los edificios. Pero hace germinar igualmente hierba y trigo; hace brotar también la higuera silvestre junto a los sepulcros, y cualquier otra planta más lozana todavía, y las salvajes crecen de igual manera que las buenas, ya que se benefician igualmente de la misma facultad de la lluvia, pero no tienen la misma lozanía que las que crecen en tierra fértil, y por eso se secan o se arrancan.

37.2. También aquí es útil la parábola de la siembra, que el Señor explicó (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,2-8; Lc 2,5-8). Efectivamente, uno es el cultivador de la tierra [que hay] en los hombres: Aquel que desde la creación del mundo siembra las semillas alimenticias, el que hace llover su palabra poderosa en cada ocasión; sin embargo, son los tiempos y los lugares receptores quienes han originado las diferencias.

37.3. Por otra parte, el agricultor no siembra únicamente trigo (del que hay muchas especies), sino también otras semillas: cebada, habas, guisantes, arvejas, semillas de árboles frutales y semillas de flores.

37.4. También el cultivo de las plantas es propio de esa labor del campo, al igual que el estar ocupado en las mismas plantas, en los viveros, en los jardines, en las plantas estacionales, en la producción y cuidado de toda clase de árboles.

37.5. De igual manera, no sólo el pastoreo, sino también el apacentar bueyes, criar caballos, perros y abejas tienen su arte propio; en una palabra, el arte de apacentar rebaños y de cuidar su alimentación difieren más o menos entre ellos, aunque todos son de vital utilidad.

37.6. Pero, yo no llamo filosofía a la estoica, ni a la platónica, ni a la epicúrea, ni a la aristotélica, sino a lo que en cada uno de esos sistemas se dice convenientemente, y que enseña la justicia al mismo tiempo que el saber piadoso; a todo ese conjunto ecléctico denomino filosofía. Pero cuanto [los filósofos] han falsificado, producto de razonamientos humanos, eso no lo llamaré jamás divino.

El camino y la puerta

38.1. Consideremos ahora esta otra cuestión: si hay gente que sin ciencia vive correctamente. En efecto, han venido a dar por casualidad en el bien obrar, aunque algunos aciertan sagazmente en la doctrina de la verdad. "Porque Abraham no fue justificado por las obras, sino por la fe" (Rm 4,12. 16).

38.2. Porque si no tienen fe, las buenas obras del presente no encierran ninguna utilidad para ellos después de esta vida.

38.3. Por eso, las Escrituras fueron traducidas a la lengua de los griegos, a fin de que nunca pudieran excusarse ellos con pretexto de ignorancia, pudiendo haberlas escuchado también de nosotros, si es que lo desean.

38.4. Además, una cosa es que alguien hable sobre la verdad, y otra que la verdad se explique a sí misma. Una cosa es la conjetura sobre la verdad, y otra la verdad misma; una cosa es la semejanza, y otra [diferente] la realidad misma; porque una se puede obtener por aprendizaje y esfuerzo, la otra en cambio por virtud y fe.

38.5. La enseñanza de la religión es un regalo (o: un don), mientras que la fe es una gracia. Nosotros conocemos la voluntad de Dios haciendo su voluntad (cf. Jn 7,17). Dice la Escritura: "Abran, por tanto, las puertas de la justicia, y entraré por ellas para, alabar al Señor" (Sal 117 [118],19).

38.6. Pero los caminos [que llevan] hacia la justificación, porque Dios salva de muchas maneras (puesto que es bueno), son numerosos y variados (cf. Hb 1,1), y conducen hacia la puerta y el camino del Señor. Si buscas la entrada regia y auténtica, se [te] dirá (u: oirás): "Ésta es la puerta del Señor, los justos entrarán por ella" (Sal 117 [118],20).

38.7. "Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, [la puerta] de la justicia está en Cristo; bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezan sus pasos en santidad" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,4) gnóstica.

38.8. A continuación, en la "Carta a los Corintios", Clemente dice textualmente, al exponer las diferencias de los que son estimados en la Iglesia: "Sea uno fiel, sea capaz de exponer ciencia (o: de exponer la gnosis), sea sabio en la distinción de razones, sea casto en las obras" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,5).

Capítulo VIII: Contra la sofística

Definición de la sofística

39.1. El arte de la sofística, que los griegos han practicado con ahínco, es una fuerza (o: habilidad) de la imaginación, puesto que mediante discursos pomposos hace aparecer como verdadero lo que es falso. En efecto, ella da origen a la retórica para convencer, y a la erística para vencer en las discusiones. Ahora bien, esas mismas artes, si no son practicadas después de la filosofía, son las más perjudiciales para cualquiera (o: resultarán muy dañinas para todos).

39.2. Platón mismo designa abiertamente a la sofística [como] "un mal arte" (cf. Platón, El Sofista, 226 A; Epicuro, Fragmentos, 51), y Aristóteles también la proclama como un determinado arte de robar (cf. Aristóteles, Topica, IV,5,126 A), porque usurpa mediante persuasión toda la tarea de la sabiduría, y promete una sabiduría de la que nunca se ha ocupado.

39.3. Por decirlo en forma resumida, lo mismo que el principio de la retórica es la capacidad de persuadir, su tarea es la argumentación, y su finalidad convencer; así también, el origen de la erística es la opinión, su tarea la disputa y su meta la victoria.

39.4. De igual manera, el principio de la sofística es lo aparente, y su tarea es doble: lo que se deriva de la retórica, que es lo aparente, y aquello (que proviene) de la dialéctica, que es la habilidad para interrogar; mientras que su finalidad es la admiración (o: estupor, desconcierto).

39.5. Ahora bien, la dialéctica, tan alabada en las disputas, se manifiesta como una gimnasia del filósofo en lo concerniente a lo verosímil (o: renombrado), respecto de la habilidad de contradicción. Sin embargo, la verdad no se halla en nada de eso.

Peligros de la elocuencia vacía

40.1. Con razón el noble Apóstol, despreciando esas extraordinarias técnicas en el hablar, dice: "Si alguno no se atiene a las saludables palabras, sino a cualquier enseñanza, está engañado y nada sabe; es más, desvaría en disputas y vanidades, de donde nace envidia, contienda, blasfemia, suspicacias malignas, altercados de hombres de mentalidad corrompida y privados de la verdad..." (1 Tm 6,3-5).

40.2. Mira cómo se irrita (lit.: movido) contra ellos, llamando enfermedad su arte de la elocuencia, por el que se vanaglorian quienes estiman o pregonan aquel mal arte, sean sofistas griegos o bárbaros.

40.3. También Eurípides el trágico dice bellamente en "Las Fenicias": "El discurso injusto, enfermo en sí mismo, necesita de los sabios medicamentos" (Eurípides, Phoenissa, 471-472).

40.4. En efecto, se llama "sano" (1 Tm 6,3) al Verbo salvador, porque Él mismo es verdad, y lo sano permanece siempre inmortal; sin embargo, la separación de lo sano y de lo divino es impiedad y enfermedad mortal.

40.5. Ésos son lobos rapaces, disimulados con pieles de oveja (cf. Mt 7,15), que esclavizan a los hombres (cf. 1 Tm 1,10) y seducen con elocuencia a las almas; engañan secretamente, pero en realidad son ladrones desenmascarados (cf. Jn 10,8), que luchan para dominarnos engañosamente y a la fuerza, a nosotros, que somos sencillos, y, por así decirlo, indefensos.

Hay que valorar más las obras que las palabras

41.1. "Muchas veces un hombre por falta de elocuencia, aunque diga cosas justas, consigue menos que el que habla bien" (Eurípides, Fragmentos, 56). "Ahora con bocas desbordantes nos roban lo más verdadero, tanto que no parece lo que debería parecer" (Eurípides, Fragmentos, 439), dice la tragedia.

41.2. Así son los aficionados a la discusión, quienes o siguen una secta herética o practican también artísticas astucias dialécticas; son éstos los que tiran los hilos y no tejen nada, dice la Escritura (?), y que admiran el trabajo inútil, al que el Apóstol calificó de juego de azar y habilidad humana, apropiado "para la maquinación del error" (Ef 4,14).

41.3. "Porque, dice, hay muchos indisciplinados, charlatanes y embaucadores" (Tt 1,10). Por consiguiente no se ha dicho a todos: "Ustedes son la sal de la tierra" (Mt 5,13).

41.4. Hay algunos de los que escuchan a la Palabra que se parecen a los peces en los mares, los cuales, alimentados desde su nacimiento en agua salada, sin embargo, requieren también el condimento (de la sal).

41.5. Yo, por tanto, también acepto totalmente lo que dice la tragedia: "Oh niño, los discursos que han sido bien hilvanados pueden ser engañosos, y vencen la verdad por su elegante verborrea; pero la perfección mayor no reside en eso, sino en su naturaleza y rectitud. En verdad, es hábil (lit.: sabio) quien vence con su elocuencia, pero siempre estimo más las obras que las palabras" (Eurípides, Fragmentos, 206).

41.6. Nunca se debe aspirar a satisfacer a la muchedumbre. Nosotros no practicamos lo que le agrada; al contrario, lo que nosotros sabemos se encuentra lejos de sus gustos. Dice el Apóstol: "No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Ga 5,26).

Mantener la verdad, y juzgar de acuerdo a la realidad

42.1. Por eso, el mismo Platón, amante de la verdad, dice como inspirado por Dios: "Así, soy yo tal, que no me dejo persuadir por tal o cual discurso, sino sólo por aquel razonamiento que, una vez examinado, se manifieste como el mejor" (Platón, Critón, 46 B).

42.2. Con eso él acusa a los que creen por simples opiniones, sin reflexión ni ciencia, porque no es conveniente que los que se apartan de la razón recta y buena (o: sana) crean al que participa de la mentira. Apartarse de la verdad es malo; mantener la verdad y juzgar conforme a la realidad es bueno.

42.3. Aunque los hombres sólo son privados contra su voluntad de los bienes, también son despojados, o engañados, o embaucados, o coaccionados, y porque no han tenido fe. [Otra traducción: Ahora bien, cuando se trata de bienes, los hombres son privados contra su voluntad, pero son privados a pesar de todo, cuando han sido presa o del engaño o de la seducción o de la violencia, y que no han dado su asentimiento].

42.4. Quien voluntariamente ha dado su asentimiento, es evidente que es responsable de su propia ruina. Es víctima de engaño quien cambia de parecer por olvido, porque el tiempo se lleva a unos, el sofisma a otros, sin que se den cuenta. Con frecuencia hay violencia cuando la pena y el dolor o incluso el ardor de la discusión y la cólera hacen cambiar de parecer; y sobre todo, uno es víctima de seducción bien por el encanto del placer o por temor del miedo. Todos estos cambios son involuntarios, y la ciencia no recibirá jamás nada de ellos.



Capítulo IX: La necesidad del estudio

Dirigir todos los esfuerzos hacia la verdad

43.1. Algunos (= los gnósticos) que se creen de buenas condiciones estiman que es inútil dedicarse tanto a la filosofía como a la dialéctica, ni tampoco adquirir la ciencia natural, sino que se adhieren a la fe sola y simple (o: desnuda), como si pensaran que se puede empezar en seguida a recoger las uvas, sin haber tenido ningún cuidado de la viña.

43.2. La "viña" (Jn 15,1) designa alegóricamente al Señor, del que es necesario recoger su fruto después del cultivo y técnica de la agricultura conforme a la razón. Es necesario podar, cavar, injertar y hacer todo lo demás; se necesita, me parece, de la podadera, de la azada y de los otros instrumentos agrícolas para cultivar la viña, a fin de que nos proporcione el fruto comestible.

43.3. Lo mismo que en la agricultura, así también en la medicina está bien instruido el que posee los conocimientos más variados, para poder cuidar y curar mejor.

43.4. Así, digo también que está mejor instruido quien dirige todos sus esfuerzos a la verdad, recogiendo adecuadamente cuanto de útil tiene la geometría, la música, la gramática, y la misma filosofía, para mantener la fe libre de asechanzas. También es despreciado el atleta que, como se ha dicho anteriormente (cf. I,16,1 ?), no se prepara para la competición.

El Señor ha vencido la tentación de la ambigüedad

44.1. Al mismo tiempo, también alabamos al piloto que es gran experto y "vio ciudades de muchos hombres" (Homero, Odisea, I,3); y al médico que ha adquirido una gran experiencia. Por ella, algunos le llaman experto (o: empírico).

44.2. El que utiliza [todo] con miras a la vida recta y toma prestados argumentos tanto de los griegos como de los bárbaros, ése tal es un gran experto rastreador de la verdad, y es realmente de "gran utilidad" (Homero, Ilíada, I,331. 440; III,200. 216); a modo de piedra de toque (como es la de Lidia, por la que, según se cree, se distingue el oro verdadero del falso), ese [hombre] también es capaz de distinguir al "que sabe mucho" (Homero, Odisea, XV,459), de nuestro gnóstico; la sofística, de la filosofía; el arte de adornarse (la cosmética), de la gimnasia; el arte culinario, de la medicina; la retórica, de la dialéctica; y además de otras, en la filosofía bárbara: la herejía, de la verdad misma.

44.3. ¿Cómo no va ser necesario que quien desee tener consigo la fuerza de Dios pueda, detalladamente y de manera filosófica, explicar las cosas inteligibles? ¿Cómo no va a ser útil que sepa discernir los términos ambiguos y los homónimos que cambian de sentido en los [dos] Testamentos?

44.4. Mediante una ambigüedad, cuando fue tentado, el Señor argumenta al diablo (cf. Mt 4,4; Lc 4,1); y desde entonces no veo cómo el inventor de la filosofía y de la dialéctica, como algunos pretenden, se deje engañar y perder por el método de la ambigüedad.

La acción del Espíritu Santo

45.1. Los Profetas y los Apóstoles no conocieron ciertamente aquellas técnicas con las que se practica los ejercicios filosóficos; no obstante, también el pensamiento del Espíritu profético y didáctico, hablando en términos obscuros, puesto que no pertenece a todos la audición comprensiva (cf. 1 Co 8,7), reclama los métodos didácticos para hacerlo evidente.

45.2. Los Profetas y los discípulos del Espíritu conocieron claramente aquel pensamiento; porque el Espíritu habló desde la fe y no para [ser comprendido] fácilmente; y tampoco para ser conocido por quienes no han recibido instrucción alguna.

45.3. Dice [la Escritura]: "Se escribieron dos veces los mandamientos para tu voluntad y tu ciencia, a fin de que respondas palabras verdaderas a los que te pregunten" (Pr 22,20-21).

45.4. Ahora bien, ¿cuál es la ciencia (gnosis) de lo que hay que responder? Acaso sea también la del preguntar, o sea, la dialéctica misma.

45.5. Pero, ¿qué? ¿No es también el razonar una tarea, y el trabajar no nace de la razón? Sí, porque si no actuamos con la razón, trabajamos irracionalmente. La tarea razonable se realiza según Dios. [La Escritura] dice: "Y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), [o sea] sin el Verbo divino. O también, ¿no hizo todo el Señor mediante la Palabra? (cf. Gn 1,3 ss.).

45.6. También las bestias trabajan, pero obligadas por el temor de quien castiga. ¿Y acaso, en verdad, los llamados de opinión recta han de trabajar bien sin saber lo que hacen? (cf. Lc 23,34).

Capítulo X: Contra la sofística (tercer desarrollo)

Las Sagradas Escrituras: alimento esencial y diario

46.1. Por eso el Salvador, después de tomar el pan, primero habló y dio gracias (cf. Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19; 24,30; 1 Co 11,23-24). Luego, partiendo el pan, lo ofreció para que comiéramos espiritualmente, y, conociendo las Escrituras, nos condujéramos conforme a obediencia.

46.2. Al igual que quienes tienen una conversación vil y en nada se diferencian de los que realizan una mala obra (porque la calumnia es servidora de la espada, y la blasfemia produce tristeza, causando los trastornos de la vida: tales son los efectos del mal discurso), así también quienes producen una buena palabra colaboran con los que hacen buenas obras.

46.3. También la palabra (o: la actividad racional) regenera al alma y la orienta hacia una conducta intachable; pero dichoso quien se maneja bien en los dos campos (lit.: el ambidextro). El que tiene el don de las buenas obras no debe desacreditar al que es hábil en palabras, y quien tiene la capacidad de hablar bien no debe menospreciar a quien está acostumbrado a obrar bien; cada uno haga [aquello] para lo que ha nacido.

46.4. Así, lo que muestra la acción, lo explica la palabra, preparando así el camino del buen obrar y conduciendo a los oyentes a la práctica del bien. En efecto, hay una palabra salvadora, como hay una obra salvadora. La justicia, por tanto, no subsiste sin un pensamiento racional.

La verdadera sabiduría

47.1. De la misma forma que se elimina la posibilidad de recibir un beneficio, si quitamos la facultad de hacerlo, así también la obediencia y la fe desaparecen, si no recibimos al mismo tiempo tanto el precepto como el que explica el precepto.

47.2. Por eso, con la ayuda de unos y otros, nosotros somos ricos en palabras y obras; pero hay que rechazar completamente tanto el arte erístico como el sofístico, ya que las expresiones mismas de los sofistas no sólo engañan y sorprenden a muchos, sino que, en ocasiones, violentándolo han conseguido una victoria cadmea.

47.3. Lo más verdadero de todo es aquél salmo: "El justo vivirá hasta el fin, porque no verá la destrucción, sino que verá cómo mueren los sabios" (Sal 48,10). Y ¿a quiénes llama sabios? Escucha [el libro] de "La sabiduría de Jesús": "La sabiduría no es la ciencia del mal" (Si 19,22). Llama [sabiduría] a esa que han concebido la elocuencia y la dialéctica.

47.4. "Buscarás la sabiduría entre los malvados y no la encontrarás" (Pr 14,6). Y si de nuevo se preguntara: ¿Cuál es esa [sabiduría]? Te dirá: "La boca del justo destila sabiduría" (Pr 10,31). Por el contrario, el arte de la sofística es llamado sabiduría por homonimia con la verdad.



El arte de hablar mesuradamente

48.1. En cuanto a mí, pienso que me conviene una vida conforme al Verbo y comprender sus dictámenes, sin buscar jamás elegancias de lenguaje, contentarme sólo con dar a entender mi pensamiento. Porque lo que yo deseo exponer no me importa con qué expresión se designe. Sé bien que para salvarme y ayudar a salvarse a los que lo desean es lo mejor, y no el utilizar expresiones como bien adornadas.

48.2. Dice el Pitagórico en "El político" de Platón: "Si cuidas de no preocuparte en exceso de los nombres, te mostrarás como el más rico de inteligencia en la ancianidad" (Platón, Político, 261 E).

48.3. Y todavía encontrarás nuevamente en el "Teeteto": La habilidad en los nombres y expresiones y el no observar críticamente muchas cosas, no es indicio de ánimo vil; incluso lo contrario sería servilismo, aunque alguna vez es necesario" (Platón, Teeteto, 184 C).

48.4. Eso mismo es lo que dice la Escritura con gran concisión: "No te extiendas en palabras" (Jb 11,3). En efecto, el estilo es como el vestido sobre el cuerpo, pero lo importante son las carnes y los nervios. No conviene cuidar más del vestido que de la salud del cuerpo (cf. Mt 6,25; Lc 12,22-23).

48.5. Cuando se ha elegido la verdadera vida debe mantener no sólo una conducta sencilla, sino también un lenguaje modesto, ajeno a las superfluas minuciosidades, si de verdad rehusamos la vida confortable, por ser engañosa y funesta, a ejemplo de los antiguos espartanos que prescribían el perfume y la púrpura, porque pensaban y declaraban, con razón, engañosos los vestidos teñidos y los ungüentos. Tampoco es buena comida la que contiene más especias que alimentos nutritivos; ni el ejercicio elegante de la palabra vale más cuando divierte a los oyentes que cuando les es de alguna utilidad.

48.6. Pitágoras aconseja que es mejor gustar de las Musas que de las Sirenas (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras, 39), y enseña a practicar la sabiduría sin placer, rechazando por completo como engañoso el encantamiento. Para navegar pasando frente a las Sirenas bastó tan solo uno (= Ulises; cf. Homero, Odisea, XII,142-200), y para responder a la Esfinge también uno (= Edipo) solo fue suficiente, aunque, si están de acuerdo, ni siquiera uno (o: ninguno valía nada).

La moderación del lenguaje

49.1. No es, por lo tanto, conveniente "ensanchar las filacterias" (Mt 23,5) cuando se desea vanagloria; al gnóstico le basta un solo oyente.

49.2. Podemos escuchar lo que escribe Píndaro de Boecia: "No abras para todos el archivo de la antigua palabra, los caminos del silencio son los más seguros; la mejor palabra puede convertirse en espada de combate" (Píndaro, Fragmentos, 180).

49.3. El bienaventurado Apóstol con razón nos recomienda vivamente: "No discutan sobre palabras, lo cual para nada sirve, sino para perdición de los oyentes; y evita las profanas vacías charlas. Conducen, en efecto, a una mayor impiedad, y su palabra se extenderá como una gangrena" (2 Tm 2,14. 16-17).

Capítulo XI: Contra la sofística (continuación). Saber usar y superar la filosofía

La fe de los cristianos se apoya en el poder de Dios

50.1. Así, entonces, "la sabiduría del mundo es necedad ante Dios" (1 Co 3,19), y por ello "el Señor conoce los razonamientos de los sabios que son vanos" (1 Co 3,20). Nadie se vanaglorie de sobresalir en inteligencia humana.

50.2. En Jeremías está muy bien escrito: "No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni se gloríe el fuerte en su fortaleza, ni se gloríe el rico en su riqueza, sino que el que se gloría gloríese de esto: comprender y conocer que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia sobre la tierra, porque en eso está, mi voluntad, dice el Señor" (Jr 9,22-23).

50.3. "Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos, dice el Apóstol, quien nos libró de tan grande muerte (2 Co 1,9-10), para que nuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios" (1 Co 2,5). Porque el [hombre] espiritual todo lo juzga, pero él mismo no es juzgado por nadie" (1 Co 2,15).

50.4. Entiende, por tanto, lo que afirma: "Esto les digo, para que nadie los engañe con lenguaje persuasivo" (Col 2,4), ni se deslice "el saqueador" (Col 2,8).

50.5. Y de nuevo: "Miren que nadie entre ustedes les esté robando mediante la filosofía y el vacío engaño de todo tipo, conforme a la tradición de los hombres, según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).

50.6. En verdad, denigra no a toda filosofía, sino a la epicúrea, de la que también Pablo hace mención en los "Hechos de los Apóstoles" (Hch 17,18), desacreditándola, porque niega la Providencia y diviniza el placer, y también a cualquiera otra que estime en gran medida las cosas visibles (o: los elementos) sin anteponer la causa creadora que está por encima de esas cosas, ni da a conocer al Demiurgo.

Los cristianos deben ser intrépidos y sabios

51.1. Pero también los estoicos, de los que se hace igualmente mención, dicen que Dios, siendo cuerpo, va y viene a través de la materia más deleznable; no está bien.

51.2. Por eso [el Apóstol] llama "tradición humana" (Col 2,8) a ese malabarismo intelectual (o. charlatanería dialéctica). De ahí que ordene lo siguiente: "Huye de las indagaciones juveniles" (2 Tm 2,22). En verdad, tales discusiones son propias de muchachos. Dice el filósofo Platón: "La virtud no es cosa de niños" (texto desconocido).

51.3. Conforme (dice) Gorgias de Leontino, "nuestro combate requiere dos virtudes: audacia y sabiduría. La audacia para enfrentar el peligro, sabiduría para descifrar el enigma. Porque la palabra, como la proclamación en Olimpia, llama al que quiere, pero premia al que puede (o: al que es capaz)" (Gorgias, Fragmentos, 82 B 8).

51.4. Efectivamente, el Verbo no quiere que el creyente sea inerte (lit: inmóvil) frente a la verdad, ni que sea perezoso. Así dice: "Busquen y hallarán" (Mt 7,7; Lc 11,9), pero limita a la búsqueda al descubrimiento, rechazando la charlatanería vacía, admitiendo la contemplación (theorían) que robustece nuestra fe.

51.5. "Digo esto para que nadie los engañe con sofismas" (Col 2,4), afirma el Apóstol; para que los que han sido instruidos disciernan lo que les dicen para engañarles y estén preparados frente a los ataques.

"La economía concerniente al Salvador"

52.1. "Ahora bien, como han recibido al Señor Cristo Jesús, anden en Él, arraigados y fundados en Él, consolidados en la fe" (Col 2,6-7); la persuasión es la consolidación de la fe. "Miren que nadie los engañe" (Col 2,8), respecto de la fe en Cristo, "mediante la filosofía y el vacío engaño" (Col 2,8), que niega la Providencia, "según la tradición humana" (Col 2,8)

52.2. Según la tradición divina, la Providencia se mantiene en pie y se consolida por la filosofía, y quitada ésta la economía concerniente al Salvador parece un mito, al ser nosotros gobernados "según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).

52.3. La enseñanza que sigue a Cristo reconoce como Dios (lit.: mira como divino) al Creador (Demiurgo), ve la Providencia hasta en los detalles, sabe que la naturaleza de los elementos es creada y cambiante, enseña a dirigirnos hacia la poderosa semejanza con Dios, y a aceptar la economía [salvífica] como principio hegemónico de toda educación.

52.4. Hay quienes adoran a los elementos: Diógenes al aire, Tales al agua, Ippasso al fuego, y aquellos que sitúan los principios fundamentales en los átomos, ocultándose bajo el nombre de la filosofía, ciertos hombrecillos ateos y amigos del placer (= los epicúreos).

Aprender a examinarlo todo

53.1. [El Apóstol] dice: "Por eso suplico que el amor de ustedes crezca más y más en el conocimiento y en toda percepción, para que sepáis discernir qué es lo mejor" (Flp 1,9-10). El mismo Apóstol afirma: "Cuando éramos niños, vivíamos en servidumbre bajo los elementos del mundo (Ga 4,3). Pero el niño, aun cuando sea heredero, no difiere en nada del siervo hasta el tiempo prefijado por el Padre" (Ga 4,1. 2).

53.2. Ahora bien, los filósofos son niños, a menos que se hagan hombres por (obra de) Cristo. Porque "el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre" (Ga 4,30; cf Gn 21,10), sin embargo es linaje de Abraham, aunque no según la promesa, y recibió como don su propio patrimonio.

53.3. "Pero el alimento sólido es de los perfectos, de los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir tanto del bien como del mal (Hb 5,14). Porque todo el que se alimenta de leche (es) inexperto en la palabra de justicia" (Hb 5,13); siendo todavía niño, no conoce la Palabra, por la que cree y obra, sin poder siquiera darse explicación de sí mismo.

53.4. "Examínenlo todo, dice el Apóstol, y quédense con lo bueno" (1 Ts 5,21), refiriéndose a los [hombres] espirituales, que examinan todo, y si se ajusta lo que se les dice a la verdad o realmente se aparta de la verdad.

La verdad, no la palabra, es poderosa

54.1. "Una educación sin reprensiones se equivoca (Pr 10,17), porque los golpes y las reprensiones confieren una educación de sabiduría" (Pr 29,15); las reprensiones (se hacen) sin duda por amor. "Porque el corazón recto busca el conocimiento (Pr 15,14), y quien busca a Dios hallará conocimiento con justicia, y quienes le han hallado con rectitud encuentran la paz" (cf. Pr 16,8).

54.2. Dice [el Apóstol]: "Y conoceré, no la palabrería de los que se hinchan, sino [su] poder" (1 Co 4,19); escribe para fustigar a quienes parecen sabios y creen ser sabios, pero en realidad no lo son.

54.3. "Porque el reino de Dios no está en la palabra" (1 Co 4,20), no sólo en la que no es verdadera, sino tampoco en la que parece que persuade, "sino en el poder" (1 Co 4,20), se dice; efectivamente, sólo la verdad es poderosa.

54.4. Y nuevamente: "Si alguno piensa saber algo, todavía no sabe como conviene saber" (1 Co 8,2); porque la verdad nunca es una opinión, sino que la conjetura del conocimiento "infla" (1 Co 8,1) y se llena de vanidad; por el contrario, "la caridad edifica" (1 Co 8,1), porque no se alimenta de la opinión, sino de la verdad. De ahí que se diga: Si uno ama [a Dios], ése es conocido [por Él]" (1 Co 8,3).



Capítulo XII: Saber usar y superar la filosofía (continuación)

La grandeza del Verbo debe ser proclamada a los bien dispuestos

55.1. Puesto que la tradición no es cosa vulgar y pública, al menos para darse cuenta de la grandeza del Verbo, es preciso ocultar "la sabiduría proclamada en el misterio" (1 Co 2,7), que enseñó el Hijo de Dios.

55.2. También el profeta Isaías purificó la lengua con el fuego, para poder explicar la visión (cf. Is 6,1-7); y no solamente la lengua, sino también los oídos debemos purificar nosotros, si pretendemos al menos ser partícipes de la verdad.

55.3. Estas cosas se me presentaban como obstáculo para escribir; incluso ahora todavía tengo reparos, como dice [la Escritura], "en arrojar las perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con las patas y, volviéndose, los despedacen" (Mt 7,6).

55.4. Porque en verdad es peligroso decir palabras puras y luminosas acerca de la verdadera luz ante oyentes semejantes a los puercos e "ignorantes; porque no hay relatos más ridículos para el vulgo que ésos, a la vez que no hay nada más maravilloso y más inspirado para los bien dispuestos" (Seudo Platón, Epístolas, II,314).

Para proclamar el mensaje cristiano hace falta un buen agricultor

56.1. "El hombre psíquico no recibe lo que [viene] del Espíritu de Dios, porque para él es una locura" (1 Co 2,14). "En cambio, los sabios no dejan salir de la boca lo que se habla en el consejo" (Pr 24,7).

56.2. Con todo, dice el Señor: "Lo que oyen al oído, proclámenlo sobre los tejados" (Mt 10,27), exhortando a recibir las tradiciones ocultas de la verdadera gnosis, interpretándolas de forma elevada y excelente, y, como las escuchamos al oído, así también las hemos de transmitir a quien se deba; pero no las hemos de publicar a todos sin más, explicando lo que a ellos se les ha dicho en parábolas.

56.3. Pero, en realidad, la exposición sumaria de estas notas contiene la verdad de una manera desparramada y dispersa, como las semillas, de modo que no estén al alcance de los que las picotean, como los cuervos. Pero si tienen la suerte de encontrar un buen agricultor, cada grano germinará y mostrará el trigo.

Capítulo XIII: Saber usar y superar la filosofía (conclusión)

La verdad dispersa en las filosofías griega y bárbara

57.1. Ahora bien, la verdad es una -la mentira, en cambio, posee mil desvíos-; al igual que las Bacantes, que desgarraron los miembros de Penteo, así también las escuelas (o: sectas) filosóficas, la bárbara como la griega, recibieron una parte cada una, aunque se gloríen de [poseer] toda la verdad. Y es que, me parece a mí, todo se ilumina con la salida de la luz.

57.2. En efecto, se puede demostrar que todos juntos, griegos y bárbaros, en cuanto que aspiran a la verdad, han participado del Verbo verdadero, unos más, otros menos, según el caso.

57.3. La eternidad contiene en sí misma y en un instante el pasado, el presente y el futuro; sin embargo, la verdad es más capaz de reunir sus propias semillas que la eternidad, aunque hayan caído en tierra extranjera.

57.4. En efecto, encontraríamos numerosísimas opiniones en las escuelas (o: sectas) -aquellas que no están enteramente embotadas ni tienen amputado el orden natural, por haber despedazado al Verbo, como lo hace el harén con el pobre hombre-, aunque parezca que son diferentes por otras cosas, sin embargo confiesan pertenecer a la misma familia y tener toda la verdad. Forman un único todo como miembro, como parte, como especie, o como género.

57.5. De igual manera, la cuerda más alta [de la lira] se opone a la más baja, pero de ambas resulta una única armonía musical; y como el número par es diferente del impar, y sin embargo ambos se combinan en la aritmética; lo mismo que han sido concebidos en la geometría el círculo, el triángulo, el cuadrado y el resto de las diferentes figuras. También en el universo las partes todas, aunque difieran unas de otras, conservan entre sí una relación respecto al todo.

57.6. Así también, tanto la filosofía bárbara como la griega constituyen un fragmento de la verdad eterna, no la del mito de Dioniso, sino la de la teología del eterno Verbo. Pero quien reúne de nuevo lo que se ha diseminado y reconstruye la unidad podrá contemplar con seguridad al Verbo en su perfección, a la Verdad.

El verdadero gnóstico

58.1. Está escrito en el Eclesiastés: "He acumulado sabiduría más que todos los que han existido antes que yo en Jerusalén; y mi corazón ha visto muchas cosas: sabiduría y gnosis, porque conoce las parábolas y la ciencia. Porque también eso es voluntad del Espíritu, puesto que en la abundancia de la sabiduría está la abundancia de la gnosis" (Qo 1,16-18).

58.2. Quien es versado en toda clase de sabiduría, ése será gnóstico con pleno derecho. También está escrito: "La ventaja de la gnosis (es que) la sabiduría da vida a quienes la poseen" (Qo 7,12).

58.3. Y nuevamente, para consolidar aún más lo dicho, está la cita siguiente: "Todo es accesible para los que comprenden (y "todo" se refiere a lo griego y a lo bárbaro, porque lo uno sin lo otro no es "todo"), y recto para los que quieren adquirir un conocimiento superior (o: la intuición espiritual).

58.4. Prefieran la educación y no la plata, y la gnosis al oro acrisolado; prefieran también el conocimiento (o: la intuición espiritual) al oro puro; porque la sabiduría vale más que las piedras preciosas, y todo lo valioso no puede compararse con ella" (Pr 8,9-11).

Capítulo XIV: Los siete sabios

La prehistoria de la filosofía

59.1. Dicen los griegos que, después de Orfeo, Lino y los más antiguos poetas, los primeros en ser admirados por su sabiduría fueron los llamados Siete Sabios; de los cuales cuatro eran oriundos de Asia: Tales de Mileto, Bías de Priene, Pitaco de Mitilene y Cleóbulo de Lindos (Rodas); otros dos eran de Europa: Solón de Atenas y Quilón de Esparta; unos afirman que el séptimo era Periandro de Corinto;

59.2. según otros fue Anacarsis el Escita; o también Epiménides de Creta -a quien se le conoce también como el profeta griego-, y que menciona el Apóstol Pablo en la "Carta a Tito", diciendo: "Dijo uno de ellos, su propio profeta: "Los cretenses siempre mentirosos, malas bestias y glotones ociosos"; este testimonio es verdadero" (Tt 1,12-13).

59.3. ¿Ven cómo atribuye también alguna parte de verdad a los profetas griegos y no se avergüenza de escoger-para edificación y para reprensión- algunos poemas de los griegos?

59.4. Cuando habla a los Corintios, porque el (anterior) ejemplo no es el único, sobre la resurrección de los muertos emplea un (verso) yámbico de la tragedia [griega], diciendo: "¿Qué hay de provecho para mi? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos (cf. Is 22,13). No se engañen: las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Co 15,32-33).

59.5. Algunos incluyeron a Acusilao de Argos entre los siete sabios; otros a Ferécides de Siros. Platón incluye a Misón de Chenas en lugar de Periandro (cf. Platón, Protágoras, 343 A), indigno de la sabiduría por haber sido un tirano.

"No es posible conocer las partes sin conocer la esencia del todo"

60.1. Un poco más adelante (libro I, cap. 21) mostraré cómo los sabios de Grecia son en verdad un poco posteriores a la época de Moisés. Vamos ahora a examinar el estilo de su filosofía, (que es) enigmática, como la hebrea.

60.2. Estos [filósofos] buscaban la concisión, propia para exhortar, la más útil. También Platón dice que ese estilo nació hace mucho tiempo, gracias al esfuerzo de todos los griegos, especialmente de los espartanos (lit.: lacedemonios) y de los cretenses, que tenían muy buenas leyes (cf. Platón, Las Leyes, I,641 E).

60.3. Algunos atribuyen a Quilón (el dicho) "conócete a ti mismo"; en cambio, Cameleón, en su "Tratado sobre los dioses", (lo atribuye) a Tales, y Aristóteles a la Pitia.

60.4. (Esa máxima) pretende ser una exhortación a alcanzar la gnosis. En efecto, no es posible conocer las partes sin la esencia del todo; por ello es necesario ocuparse del origen del mundo, mediante el cual será posible comprender la naturaleza del hombre.



"Sucesión de filósofos"

61.1. También a Quilón de Lacedemonia refieren (el dicho) "nada en demasía"; pero Estratón, en el Tratado sobre los inventos, atribuye el apotegma a Sodamos de Tegea; Dídimo lo atribuye a Solón, al igual que a Cleóbulo la expresión "la medida es lo mejor" (cf. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos, I,6,4)

61.2. Y el [proverbio] "sal fiador y te arruinarás", según Cleomenes en su "Hesíodo", dice que fue enunciado por Homero bajo esta forma: "Las garantías de los miserables son malas para ser recibidas como tales" (Homero, Odisea, VIII,351). Según Aristóteles, algunos piensan que el dicho es de Quilón; en cambio Dídimo afirma que el consejo es de Tales.

61.3. También los que siguen: "Todos los hombres son malos", o: "La mayoría de los hombres son malos" (porque el apotegma es enunciado de esas dos maneras), unos dicen que son de Bías, conforme a la opinión de Sotades de Bizancio, y "todo lo consigue el trabajo", quiere atribuirlo de Periandro, e igualmente establece la recomendación de Pitaco: "Aprovecha la ocasión".

61.4. De otra parte, Solón legisló a los atenienses y Pitaco a los de Mitilene. Sólo mucho tiempo después Pitágoras, el amigo de Perecidas, se designó a sí mismo primer filósofo.

Las tres escuelas filosóficas

62.1. Además de los hombres que hemos mencionado, hubo tres escuelas filosóficas, denominadas según las regiones en que residieron: la itálica, que es la de Pitágoras; la jónica, de Tales y la eleática, de Jenófanes.

62.2. Pitágoras, hijo de Menexarco, era de Samos, como dice Hipoboto; sin embargo, Aristoxeno (o: Aristógenes), en la "Vida de Pitágoras", Aristarco (o: Aristóteles?) y Teopompo afirman que [Pitágoras] era tirreno, pero según Neantes de Siria o de Tiro; de modo que Pitágoras era, según la mayoría, de ascendencia bárbara.

62.3. Pero también Tales, como refieren Leandro y Heródoto, era fenicio; o como otros sugieren (o: suponen), era milesio.

62.4. El mismo Tales parece que fue el único que se encontró con los profetas egipcios; pero no se le atribuye ningún maestro, como Ferecides de Siria, de quien fue discípulo Pitágoras.

Sócrates, Platón, Aristóteles. El Liceo y la Academia

63.1. No obstante, la filosofía pitagórica o itálica, permaneció hasta el final en el Metaponto de Italia.

63.2. Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, sucede a Tales, y a éste le sucede Anaxímenes de Mileto, hijo de Euristrato, y más tarde Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo. Precisamente éste trasladó la escuela desde Jonia hasta Atenas.

63.3. A éste le sucede Arquelao, de quien fue discípulo (u: oyente) Sócrates. "Después de ésos llegó el pulidor de piedras, el que habla sin cesar de las leyes, el oráculo (lit.: encantador, el que fascina) de los griegos", afirma Timón en "Los Silos" (Sillois), por haber pasado de los temas físicos a los morales.

63.4. Antístenes, siendo discípulo de Sócrates, se hizo (filósofo) cínico; en tanto que Platón se retiró a la Academia.

63.5. Aristóteles, después de estudiar filosofía al lado de Platón, se pasó al Liceo y fundó la escuela peripatética. A éste le sucede Teofrasto; a éste, Estratón; a éste, Licón; luego Critolao y más tarde Diodoro.

63.6. Espeusipo sucede a Platón; a ése, Jenócrates; a éste, Polemón. Polemón, a su vez, tuvo como discípulos a Grates y a Crantor, con quienes terminó la Antigua Academia nacida [bajo la dirección] de Platón. Crantor tuvo como discípulo a Arcesilao, bajo cuya dirección se fundó la Academia Media que duró hasta Hegesinos.

Las escuelas estoica y eleática

64.1. Después, a Hegesinos le sucede Carnéades y así los otros que siguen. Zenón de Citia, el fundador de la escuela estoica, es discípulo de Grates. A aquél le sucede Cleantes; a éste Crisipo y los posteriores.

64.2. Jenófanes de Colofón fue el fundador de la escuela eleática, del que Timeo dice que es contemporáneo de Hierón, tirano de Sicilia y del poeta Epicarmo; no obstante, Apolodoro afirma que [Jenófanes] nació en la Olimpiada cuarenta, y vivió hasta los tiempos de Darío y de Ciro.

64.3. Jenófanes tuvo como discípulo a Parménides y éste a Zenón, después a Leucipo y más tarde a Demócrito.

64.4. Discípulos de Demócrito son Protágoras de Abdera y Metrodoro de Quíos; y continúa: Diógenes de Esmirna, Anaxarco, Pirrón y Nausifanes. Hay quienes afirman que éste tuvo como discípulo a Epicuro.

64.5. Ésta es, en resumen, la serie de los filósofos griegos. Hemos ahora de exponer seguidamente la cronología de los iniciadores de la filosofía, para demostrar, por comparación de fechas, que la filosofía de los hebreos es anterior en muchas generaciones.

Indicaciones cronológicas

65.1. Ya se ha mencionado (cf. I,64,2) que Jenófanes fue el iniciador de la filosofía eleática, pero Eudemo en su "Historia Astrológica", dice que Tales predijo el eclipse de sol que tuvo lugar durante el día que duró la batalla entre Medos y Lidios (= 28 de mayo de 585 antes de Cristo), siendo rey de los Medos Ciaxares, padre de Astiages, y de los Lidios, Aliate, padre de Creso. Heródoto, en el libro primero [de "Las Musas"] coincide con Eudemo. Esta época tuvo lugar alrededor de la Olimpiada cincuenta.

65.2. Pitágoras se encuentra en el reinado del tirano Polícrates hacia la Olimpiada sesenta y dos (= 529-526 antes de Cristo).

65.3. Solón es nombrado maestro de Menesífilo, condiscípulo de Temístocles. Así, entonces, Solón estuvo en plena actividad en la Olimpiada cuarenta y seis (= 596-593 antes de Cristo).

65.4. Heráclito, hijo de Blisón, convenció al tirano Melancomas para que abdicara. Y él mismo desestimó la llamada del rey Darío, que lo invitaba a ir a Persia.


Capítulo XV: El origen bárbaro de la filosofía griega


Los sabios y filósofos griegos eran de origen bárbaro

66.1. Éstos son los datos cronológicos de los sabios y filósofos más antiguos entre los griegos. ¿Es necesario añadir que la mayoría de ellos fueron de origen bárbaro y fueron educados por bárbaros, si Pitágoras era de Tirrene o de Tiro, Antístenes de Frigia y Orfeo de Odrisa o de Tracia? Homero es presentado por la mayoría como egipcio.

66.2. Tales era fenicio de raza, como se dice, y estuvo relacionado con los profetas egipcios; lo mismo que Pitágoras, quien se hizo circuncidar por ellos para poder acceder a los santuarios secretos y aprender la filosofía mística de los egipcios; y frecuentó igualmente a los Caldeos y a los Magos más distinguidos, y lo que nosotros llamamos hoy iglesia está prefigurado por su "sala común" (o: "asamblea común"; sala de conferencias pitagórica).

66.3. Tampoco Platón niega haber importado de los bárbaros lo mejor de su filosofía, y confiesa haber ido a Egipto. En el "Fedón" afirma que el filósofo puede sacar provecho de todo, al escribir: "Grecia es grande, oh Cebes, dice aquel; en ella hay hombres muy buenos. Pero también es abundante la estirpe de los bárbaros" (Fedón, 78 A).

El testimonio de Platón

67.1. Así, Platón estima también que hay algunos filósofos entre los bárbaros, en tanto que Epicuro sostiene que sólo los griegos son capaces de filosofar.

67.2. Y en "El Banquete", elogiando a los bárbaros como los únicos que de verdad practicaron las leyes de forma eminente, Platón afirma: "También hay otros muchos [filósofos] en otras partes, tanto entre los griegos como entre los bárbaros, en honor de los cuales son muchos los templos que se han edificado por sus muchos hijos [espirituales]" (El Banquete, 209 D-E).

67.3. Es evidente que los bárbaros estimaron de manera extraordinaria a sus legisladores y maestros, llamándoles dioses.

67.4. Sostienen que las almas buenas, abandonando la región supracelestial, como piensa Platón, sufren el descenso a este nuestro Tártaro y asumen un cuerpo, y se hacen partícipes de toda clase de males y heridas de la raza humana; éstas [almas] establecieron las leyes y pregonaron la filosofía, "que es el mejor de todos los bienes que los dioses han enviado y jamás enviarán a la raza humana" (Platón, Timeo, 47 B).

Admiración de Platón por los filósofos bárbaros

68.1. Me parece que también comprenden el gran beneficio que les llega a través de los sabios, cuya filosofía es oficialmente estudiada por los Brahamanes todos, por los Odrisos y los Getos, y el pueblo egipcio hace teología precisamente de sus opiniones (o: han estudiado cuidadosamente sus libros), y también los Caldeos y los Árabes, denominados prósperos, al igual que la región Palestina, y la mayoría del pueblo Persa, y otros muchos miles de pueblos.

68.2 Es evidente que Platón admira continuamente a los bárbaros; recuerda cómo él mismo y Pitágoras han aprendido de los bárbaros las más numerosas y nobles de sus opiniones.

68.3. Por ello, al decir "pueblos bárbaros" (Platón, Fedro, 78 A) quiere decir pueblos de filósofos bárbaros; y así en el "Fedro" (274 E) nos muestra que el rey egipcio es más sabio que [el dios] Theuth, al que identifica con Hermes. Más aún, en el "Cármides" muestra que él conoce a determinados tracios, quienes afirman la inmortalidad del alma (PLatón, Cármides, 156 D).

Demócrito, discípulo de los sabios bárbaros

69.1. Se refiere que Pitágoras fue discípulo de Sonchidis (o: Sonchis), el primero de los profetas de los egipcios; Platón [fue discípulo] de Sechnufis (Sechnoýphis) de Heliópolis, y Eudoxo de Gnido (Knídio) [fue discípulo] de Jenófanes (Kovoýphidi), también egipcio.

69.2. En el "Diálogo sobre el alma", ... (¿hay una laguna en el texto?) Platón muestra de nuevo que conoce la profecía, ya que admite un profeta que da a conocer el dicho de Laques sobre la suerte de las almas y la predicción del futuro (cf. PLatón, República, X, 617 D).

69.3. También en el "Timeo" presenta al sapientísimo Solón aprendiendo del bárbaro. He aquí lo que dice: "¡Oh Solón, Solón! Ustedes los griegos siempre son niños; ningún griego es anciano, porque no tienen doctrina encanecida por el tiempo" (Platón, Timeo, 22 B).

69.4. Demócrito se apropió de las enseñanzas morales de los mismos babilonios. Se dice, en efecto, que habiendo descifrado la estela de Ahikar (o: Aquicar), la agregó a sus propios escritos y la presentó como suya escribiendo: "Esto dice Demócrito".

69.5. En verdad, sobre él mismo y vanagloriándose de su erudición, dice en alguna parte: "De entre mis contemporáneos yo he sido el que ha recorrido más tierra, el que ha investigado las cosas más remotas, el que ha conocido más climas y continentes, el que ha escuchado a los hombres más elocuentes, y nadie me ha superado en la composición de figuras [geométricas] acompañadas de demostraciones, ni los llamados "arpedonáptos" (= agrimensores; lit.: los ajustadores de cuerdas) de Egipto, con quienes yo he vivido en total cinco años como vecino en tierra extranjera" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 299).

69.6. Efectivamente, visitó Babilonia, Persia, Egipto y fue discípulo de los Magos y de los sacerdotes. Pitágoras mismo emuló a Zoroastro, el mago persa, y los defensores de la secta de Pródico se glorían de poseer libros secretos de aquel hombre.

Otros testimonios de la influencia de la sabiduría de los bárbaros sobre los griegos

70.1. Alejandro, en (su libro) acerca de los "Símbolos Pitagóricos", relata que Pitágoras fue discípulo de Zaratos el asirio -algunos le identifican a éste con Ezequiel, pero no es así, como luego demostraré-, y pretende que Pitágoras haya aprendido también de los Gálatas y de los Brahamanes.

70.2. Clearco el peripatético dice que conoció a un judío, que frecuentó a Aristóteles.

70.3. Heráclito, por su parte, dice que lo futuro se manifiesta a la Sibila no humanamente, sino merced a Dios. Así, dice él, en Delfos, junto a la sala del Consejo, se puede ver una piedra sobre la que, se dice, se sentó la primera Sibila, después de haber salido del Helicón y de ser alimentada por las Musas. Otros, sin embargo, afirman que vino del [monte] Manlio y era hija de Lamia, a su vez hija de Poseidón.

70.4. Sarapión dice en su poema que la Sibila no deja de profetizar incluso después de muerta, porque lo que de ella se esfumó por los aires después de su muerte andaba todavía vaticinando con señales y presagios; y de su cuerpo, descompuesto en la tierra, crece una hierba, como es natural, y escribe que cuantos animales, allegados sin duda a aquel lugar, la comen, también predicen con exactitud la indicación del futuro a los hombres por medio de las entrañas; y supone que el alma de la Sibila es el rostro que aparece en la luna.



Los maestros de la filosofía bárbara

71.1. Esto, acerca de la Sibila. Por su parte, Numa, el rey de los romanos, que era pitagórico, aprendiendo en Moisés prohibió a los romanos construir imágenes de Dios con figura humana o forma de animales. Así, en los ciento setenta primeros años, cuando [los romanos] construyeron templos no hicieron ninguna imagen esculpida ni pintada.

71.2. También Numa les hizo comprender, veladamente, que no es posible alcanzar el bien sumo si no es únicamente por el espíritu.

71.3. Así, la filosofía, bien de gran utilidad, fue honrada desde antiguo entre los bárbaros iluminando a las naciones; más tarde llegó también a los griegos.

71.4. La expusieron públicamente los profetas de Egipto, los caldeos de Asiria, los druidas de Galia, los samaneos de Bactriana, los filósofos celtas, los Magos de Persia -quienes con su ciencia preanunciaron el nacimiento del Salvador, siendo guiados por una estrella en su caminar hacia el país de Judea (cf. Mt 2,1-6)-, los gimnosofistas de India, y otros filósofos bárbaros.

71.5. Y éstos [últimos] son de dos categorías: los llamados sarmanes y los brahmanes. Los sarmanes, denominados habitantes de los bosques (u: hombres de madera), no viven en ciudades ni tienen casas, sino que se visten con cortezas de árboles, se alimentan con frutos silvestres y beben el agua con las manos; no se casan ni tienen hijos, al igual que los ahora llamados encratitas.

71.6. Entre todos los habitantes de India hay quienes obedecen las prescripciones de Buda. A éste le honran como dios por su excepcional dignidad.

Antigüedad del pueblo judío y de sus escritos

72.1. También Anacarsis, que era de Escitia, era considerado diferente de la mayoría de filósofos griegos.

72.2. Igualmente Helánico refiere que más allá de los montes Rípeos (o: Ripos; o: Rifeos) viven los Hiperbóreos, que se enseñan entre sí justicia y no comen carne, sino que se alimentan de los frutos de los árboles. A los sexagenarios los conducen fuera de las puertas de la ciudad y los hacen desaparecer.

72.3. Entre los germanos existen también las llamadas mujeres sagradas, quienes, observando los remolinos de los ríos, los torbellinos y rumores de las corrientes, conjeturan y predicen el futuro. Ésas son las que no permitieron a sus guerreros librar la batalla contra César antes que saliera la luna nueva.

72.4. Con mucho, el pueblo más antiguo de todos esos es el judío, y su filosofía escrita es anterior a la filosofía griega, lo demuestran ampliamente el pitagórico Filón y además el peripatético Aristóbulo, y otros muchos; no me detengo a nombrarlos.

72.5. Con toda claridad Megástenes, contemporáneo de Seleuco Nicator, en el tercer [libro] sobre "Los índicos" escribe: "Realmente todo lo manifestado acerca de la naturaleza por los ancianos [de Grecia], también fue dicho por los filósofos de fuera de Grecia; en efecto, o por los Brahamanes de la India, o por los llamados judíos en Siria" (Megástenes, Fragmentos, 715 F 3).

Heracles y Quirón

73.1. Algunos afirman, un tanto fantásticamente, que los primeros sabios nacieron entre los llamados Dáctilos Ideos, a quienes se atribuye el descubrimiento de las letras llamadas efesias y de los ritmos musicales. Por este motivo, entre los músicos existe el ritmo llamado dáctilo (lit.: los dactilos han recibido la denominación entre los músicos). Ahora bien, los Dáctilos Ideos eran frigios bárbaros.

73.2. Herodoro cuenta que Heracles (= Hércules), siendo adivino y físico, heredó de Atlante, bárbaro frigio, las columnas del universo; pero la leyenda pretende decir que también aprendió la ciencia de las cosas celestiales.

73.3. Hermipo de Berito llama sabio al centauro Quirón, de quien dice el que escribió la "Titanomaquia", que fue el primero que "condujo el linaje de los mortales hacia la justicia enseñándoles juramentos, sacrificios sagrados y constelaciones del Olimpo" (Titanomaquia, 6).

73.4. Junto a éste [centauro] fue educado Aquiles, el que luchó en Troya; Hipo, la hija del centauro, desposada con Eolo, le enseñó la contemplación de la naturaleza, la ciencia de su padre.

73.5. También Eurípides atestigua sobre Hipo de la siguiente manera: "Ella fue la primera que vaticinó las decisiones divinas mediante claros oráculos conforme a las salidas de los astros" (Eurípides, Fragmentos, 482).

73.6. Este Eolo hospedó a Ulises después de la conquista de Troya. Presten atención a estos datos, para comparar la época de Moisés con aquella otra de la filosofía más antigua, contemporánea suya.

Capítulo XVI: Origen bárbaro de las invenciones

Invenciones de los pueblos bárbaros

74.1. Los bárbaros no sólo son los descubridores de la filosofía, sino también de casi todas las artes.

74.2. Fueron los egipcios los primeros que descubrieron la astronomía (lit.: astrología) a los hombres, al igual que los caldeos. También fueron los egipcios los primeros que enseñaron a encender lámparas, dividieron el año en doce meses, prohibieron unirse con mujeres en lugares sagrados y prescribieron que no entraran en los templos antes de purificarse quienes venían de (la relación) con una mujer; además, fueron los inventores de la geometría.

74.3. Algunos afirman que fueron los carios quienes idearon el arte de pronosticar el futuro mediante los astros.

74.4. Los frigios, por su parte, fueron los primeros que tuvieron en cuenta los vuelos de las aves; los etruscos, vecinos de Italia, perfeccionaron la ciencia de los sacrificios.

74.5. Isáuricos y árabes practicaron la ciencia de la adivinación (o: de los augurios), al igual que ciertamente los telmesios la mántica (o: adivinación) por medio de los sueños.

74.6. Los tirrenos inventaron con mucho esfuerzo la trompeta, y los frigios la flauta. En efecto, Olimpo y Marsias eran frigios.

Más invenciones de los pueblos bárbaros

75.1. Cadmo, el que inventó a los griegos su alfabeto, era fenicio, según dice Éforo; de ahí que Heródoto escribe que las letras se siguen llamando fenicias. Hay quienes afirman que los primeros en conocer (o: inventar) el alfabeto fueron los fenicios y los sirios.

75.2. La medicina dicen que la inventó, antes de la llegada de Io a Egipto, Apis, egipcio autóctono, y después la desarrolló Asclepio.

75.3. Atlante el libio fue el primero que construyó una nave y navegó en el mar.

75.4. Quelmis y Damnameneo, Dáctilos Ideos, fueron los primeros que descubrieron el hierro en Chipre; mientras Délas, otro Ideo, aunque según Hesíodo era escita, inventó la aleación (o: amalgama) del bronce.

75.5. Sin duda alguna, los tracios fueron los primeros en descubrir la llamada "harpe" -un cuchillo curvo-, y los primeros que utilizaron escudos ligeros sobre los caballos.

75.6. De semejante manera también los ilíricos son los primeros en idear el llamado "parma" (= escudo liviano).

75.7. También se dice que los toscanos inventaron el arte de modelar; Itano (que era sainita) fue el primero que fabricó un escudo grande.

75.8. El fenicio Cadmo inventó el tallado de las piedras (litotomía) y descubrió las minas de oro junto al monte Pangeo.

75.9. También otro pueblo, los capadocios, fueron los primeros en descubrir la llamada "nabla" (instrumento de cuerdas), lo mismo que los asirios el "dicorde" (de dos cuerdas).

75.10. Los cartagineses fueron los primeros en construir la "tetreme" (nave de cuatro órdenes de remos), y fue Bósporo, un autóctono, quien la construyó.

Contribuciones de los pueblos bárbaros al desarrollo de la música

76.1. Medea de Cólquida, hija de Eetes, es la primera que inventó la tintura de los cabellos.

76.2. Los Nóropes (pueblo de Peonía que ahora se llama Nórico) fueron los primeros que trabajaron el bronce y obtuvieron hierro puro.

76.3. Ámico, rey de los bébrices, fue el primero en descubrir las correas de los púgiles.

76.4. Respecto a la música, Olimpo el misio practicó la armonía lidia. Los llamados trogloditas descubrieron la sambuca, instrumento musical.

76.5. Se dice también que Sátiro el frigio inventó la flauta traversa (lit.: siringa oblicua); de la misma manera Agnis, también frigio, (inventó) un "tricorde" (= instrumento de tres cuerdas) y la armonía diatónica.

76.6. Igualmente Olimpo el frigio (ideó) los acordes (lit: la percusión de las cuerdas), al igual que Marsias, de la misma región que los precedentes, [inventó] la armonía frigia, la medio-frigia y medio-lidia; y Tamiris, el tracio, inventó la [armonía] dórica.

76.7. Hemos oído que los persas fueron los primeros que fabricaron un carro, una cama y un escabel; y los sidonios aparejaron la nave trirreme.

76.8. Los sicilianos, cerca de Italia, fueron los primeros en inventar la "phorminx" (= lira o pequeña arpa), no muy distinta de la cítara, y también las castañuelas.

76.9. Se dice que los vestidos de lino muy fino fueron descubiertos bajo Semirámis, rey de los egipcios.

76.10. Helánico dice que Atosa, reina de los persas, fue la primera que redactó cartas.



Las fuentes de las noticias sobre las invenciones de los pueblos bárbaros

77.1. Han conservado (lit.: historiado) estas noticias Escamón de Mitilene, Teofrasto de Eresos, Cídipo de Mantinea, y también Antifanes, Aristodemo, Aristóteles, Filostéfano y Estratón el peripatético en los [libros] "Sobre las Invenciones".

77.2. He citado unos pocos ejemplos a fin de establecer la natural capacidad de los bárbaros para las invenciones útiles para la vida; de ellos se han beneficiado los griegos en sus actividades.

77.3. Si después de todo eso alguien calumniara a la lengua bárbara, dice Anacarsis: "Para mí todos los griegos hablan la lengua de los escitas" (Epístola, 1).

77.4. Él mismo, admirado por los griegos, dijo: "Mi vestido es una capa; mi alimento, leche y queso" (Anacarsis, Epístola, 5). Vean que la filosofía bárbara muestra obras, no palabras.

La enseñanza del lenguaje y la escritura

78.1. El Apóstol dice: "Así también ustedes, si mediante la lengua no profieren un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que dicen? Serían como los que hablan al aire. Tantas clases de lenguas como hay en el mundo, y no hay ninguna privada de sentido. Pero si no conociera el poder de la voz, sería un bárbaro para el que habla, y éste, un bárbaro para mí" (1 Co 14,9-11). Y también: "El que hable en [otra] lengua, ore para poder interpretar" (1 Co 4,13).

78.2. Ahora bien, la enseñanza del lenguaje pasó bastante tarde a los griegos, y también la escritura.

78.3. Alcmeón de Crotona, hijo de Perítho, es el primero en componer un tratado de física (o: sobre la naturaleza).

78.4. Algunos refieren que Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo, fue el primero en publicar un libro escrito.

78.5. El primero que puso melodía a poemas y musicalizó los modos lacedemonios (o: espartanos) fue Terpandro de Antisa; y Laso de Hermíone descubrió el ditirambo; Estesícoro de Himera [ideó] el himno; el lacedomonio Alcmán, la danza; Anacreonte de Teos, las eróticas; Píndaro de Tebas, el canto rítmico (o: la pantomima); y Timoteo de Mileto fue el primero que hizo cantar melodías a coro y con la cítara.

Los distintos procedimientos literarios

79.1. Arquíloco de Paros ideó el verso yámbico; Hiponacte el efesio, el coliambo (lit.: yambo cojo); Tespis de Atenas, la tragedia; Susarión de Icaria, la comedia.

79.2. Los discípulos de los gramáticos transmiten la cronología de esos [autores], pero sería muy largo examinarla, habiendo sido presentada por Dioniso mismo, en honor del cual tienen lugar los espectáculos dionisíacos, y que es posterior a Moisés, como se demostrará poco después (cf. I,105,1).

79.3. También dicen que Antifón de Ramnunte, hijo de Sófilo, inventó los discursos de la diatriba y los procedimientos (o: las características) de la retórica; y fue el primero, según dice Diodoro, que escribió por dinero un discurso judicial; por su parte, Apolodoro de Cumas fue el primero que utilizó el término de gramático frente al de crítico; otros afirman que fue Eratóstenes de Cirene, después de publicar por él mismo dos libros "Sobre gramática". Sin embargo, el primero en ser llamado gramático, tal como ahora lo entendemos, fue Praxífanes de Mileto, hijo de Dionisofanes.

79.4. Se refiere que Zaleuco de Locros fue el primero que impartió leyes; otros en cambio, afirman que fue Minos, hijo de Zeus, en tiempos de Linceo.

79.5. Este mismo [Linceo] nació después de Dánao en la undécima generación después de Ínaco y Moisés, como lo demostraremos un poco más adelante (cf. I,106,1-3).

79.6. Licurgo, que nace bastante después de la conquista de Troya, legisló para los espartanos ciento cincuenta años antes de las Olimpíadas. Anteriormente ya hemos hablado de la cronología de Solón (cf. I,65,3).

La filosofía griega es imperfecta, pero no mala

80.1. Se sabe que Dracón, también legislador, nació alrededor de la trigésimo novena Olimpiada.

80.2. Antíloco, que se ocupó de "Los hombres sabios", calcula en total cerca de trescientos doce años desde la época de Pitágoras hasta la muerte de Epicuro... [bajo el arcontado de Pitarato] (texto no seguro, ya que hay una laguna en el original), que tuvo lugar en el décimo día del mes Gamelión (= 25 de enero).

80.3. Se dice también que el hexámetro, verso heroico, lo descubrió Fanotea (o: Panopea), mujer de Ícaro (o: Icario); pero otros dicen que fue Temis, una de las hijas de los Titanes.

80.4. Dídimo, en el [tratado] "Sobre la filosofía pitagórica", refiere que Teano de Crotona fue la primera mujer que filosofó y escribió poemas.

80.5. La filosofía griega, como (dicen) algunos, de alguna manera ha alcanzado la verdad por aproximación (o: por conjetura), pero oscuramente y no íntegramente; otros afirman que recibe su impulso del demonio. Hay quienes sugieren que toda filosofía está inspirada por unas fuerzas inferiores (o: subordinadas).

80.6. Pero aunque la filosofía griega no llegue a alcanzar la verdad en su totalidad, y, además, no posea en sí misma fuerza para cumplir los mandatos del Señor, al menos prepara el camino para la enseñanza verdaderamente más regia, porque de un modo u otro hace prudente [al hombre], modela el carácter, y predispone a quien cree en la Providencia para la recepción de la verdad.

Capítulo XVII: Origen e importancia de la filosofía

La filosofía es válida como preparación a la fe

81.1. Sin embargo, dicen, que está escrito: "Todos los anteriores a la venida del Señor son ladrones y bandidos" (Jn 10,8). Pero si por ese "todos" del que se habla se entiende a todos (los hombres) que han precedido a la Encarnación del Verbo, parece muy genérico.

81.2. Porque los Profetas, enviados e inspirados por el Señor, no son ladrones sino servidores.

81.3. Así dice la Escritura: "La sabiduría mandó a sus servidores a pregonar desde lo alto la invitación para beber de la copa de vino" (Pr 9,3).

81.4. La filosofía no fue enviada por el Señor, sino que llegó -dicen- mediante robo o regalo de un ladrón, un poder o un ángel que aprendiendo alguna verdad e incapaz de permanecer con ella, debió de inspirarla o la enseñó furtivamente, aunque no a espaldas del Señor, quien conoce las finalidades de las cosas que van a suceder antes de la fundación del mundo y la existencia de todas las cosas; tan sólo que no fue impedido.

81.5. En efecto, en otro tiempo el robo hecho para los hombres tenía alguna utilidad, no porque el ladrón mirase nuestro provecho, sino porque la Providencia dirigió el resultado de esa audaz acción para [nuestra] utilidad.

Contra los gnósticos valentinianos y marcionitas

82.1. Sé que muchos se enfrentan (o: se encarnizan) continuamente con nosotros, y afirman que el que no impide [un hecho] es causa [de él]. En efecto, dicen que es causa de robo el que no vigila (o: toma precauciones) y el que no impide [al ladrón]; como [es causa] del incendio el que no apaga el fuego que se inicia, y del naufragio el piloto que no pliega la vela.

82.2. Por eso la ley los castiga en tanto que responsables. Puesto que al que puede impedir esas cosas, por ello mismo también es tenido como responsable de lo sucedido.

82.3. A nuestros adversarios les decimos que la causa hay que referirla al hacer, actuar y realizar; pero no impedirla, en cuanto tal, es inoperante.

82.4. Además, la causa mira a la realización, como el armador a la construcción del barco y el albañil a la edificación de la casa; al contrario, quien no impide, está fuera del hecho.

82.5. Es preciso, entonces, concluir que el que puede impedir, no actúa ni impide. Y ¿cómo interfiere en la acción el que no pone impedimento?

82.6. El mismo razonamiento les impulsa al absurdo, porque harán responsable de la herida, no a la flecha, sino al escudo que no ha impedido a la flecha penetrar. Así, no acusarán al ladrón, sino al que no ha impedido el robo.

Quien no es capaz de impedir, no es responsable

83.1. Y también dirán que Héctor no incendió los barcos griegos, sino Aquiles, porque pudiendo impedírselo a Héctor, no lo hizo. No obstante, Aquiles a causa de su cólera -porque estaba en él encolerizarse o no- no apagó el fuego, y por eso es corresponsable (cf. Homero, Ilíada, XV,716-731 y XVI,122-128)

83.2. El diablo, dueño de sí y capaz de robar o no, es él mismo responsable del robo, no el Señor que no lo impidió. Además, la dádiva no era perjudicial, como para requerir el impedimento [divino].

83.3. Si es necesario ser exacto respecto a los adversarios, han de saber que quien no es capaz de impedir, como hemos dicho que sucede en el robo, no es en absoluto responsable, sino que propiamente sólo el que puede impedir está ligado a la inculpación de la causa.

83.4. En efecto, quien protege a otro con su escudo es causa de que su protegido no resulte herido, puesto que le impide ser herido; también para Sócrates, el demonio era causa, no porque no le impidiera, sino porque le desviaba, aunque no le estimulara activamente.

83.5. Ni las alabanzas ni las injurias, ni los honores ni los castigos son justos, cuando el alma no tiene la libertad de elegir o rechazar (lit.: impulsión - repulsión), puesto que la maldad es involuntaria.

Los ladrones y los salteadores son los seudo-profetas

84.1. Por lo cual, el que impide es responsable, pero el que no impide juzga rectamente de la elección del alma; así, entonces, Dios no es responsable en lo más mínimo de nuestra maldad.

84.2. Puesto que la libre elección y el deseo son el origen de los pecados, y que algunas veces nos domina una opinión totalmente equivocada, de la que, por ignorancia y falta de conocimiento, nos ocupamos poco de alejarnos, [Dios] tendría razón en castigarnos,

84.3. la fiebre es involuntaria, pero cuando uno la contrae por sí mismo, por su intemperancia, lo culpamos a él; lo mismo sucede cuando el mal es involuntario.

84.4. Nadie elige el mal en cuanto mal, sino atraído por el placer envolvente, que se supone que es un bien, y se juzga como algo que hay que tener.

84.5. Siendo así esto, depende de nosotros el librarnos de la ignorancia, de la elección de cualidad inferior pero agradable, y sobre todo no admitir las imágenes engañosas.

84.6. El diablo es llamado "ladrón y bandido" (Jn 10,8) porque mezcló los seudo-profetas entre los profetas, como cizaña entre el trigo (cf. Mt 13,25).

84.7. Por eso, "todos los que han venido antes del Señor son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), no se refiere a todos los hombres en absoluto, sino a todos los falsos profetas y a todos aquellos que no han sido legítimamente enviados por Él (= el Señor).



La multiforme sabiduría de Dios

85.1. También los seudo-profetas tenían algo robado: el nombre de profetas, porque eran profetas, pero no del Señor, sino del Mentiroso (= el diablo).

85.2. El Señor dice: "Ustedes vienen de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no habita en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44).

85.3. No obstante, los falsos profetas decían algunas verdades en las mentiras, y realmente profetizaban mediante éxtasis, como servidores del Apóstata.

85.4. También "el Pastor, el ángel de la conversión" (Hermas, Visión, 25,7) dice a Hermas acerca del seudo-pro-feta: "El dice algunas palabras verdaderas; ya que el diablo le llena de su propio espíritu, por si puede hacer pedazos a alguno de los justos" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, 11,3).

85.5. Todas las cosas están ordenadas desde lo alto hacia el bien, "para que la multiforme sabiduría de Dios sea conocida por medio de la Iglesia, según el designio eterno que se ha realizado en Cristo" (Ef 3,10-11).

85.6. Y nada resiste a Dios y nada se opone a Él, que es Señor y todopoderoso.

La obra de la sabiduría de Dios

86.1. Mas aún, hasta los designios y facultades de quienes han apostatado, aunque sean pequeños accidentes particulares, provienen de una mala disposición, como las enfermedades del cuerpo; pero están orientados por la Providencia universal hacia un fin saludable, incluso aunque se trate de una causa enferma.

86.2. Lo grande de la divina providencia es impedir que la maldad, nacida de una apostasía voluntaria, quede inaprovechada e inútil, o que resulte totalmente perjudicial.

86.3. Es obra de la sabiduría divina, de la virtud y del poder no sólo hacer el bien -puesto que eso es propio de la naturaleza misma de Dios, por decirlo así, como calentar del fuego, e iluminar del fuego-, sino principalmente mediante los males ideados por algunos, realizar algún fin bueno y útil, y aprovechar útilmente lo que parece malo, y hacer de la prueba un testimonio.

Existe una base natural para el conocimiento de Dios

87.1. También hay en la filosofía, robada como por un Prometeo, un pequeño fuego que puede dar luz, si lo atizamos convenientemente, un vestigio de sabiduría, un movimiento hacia Dios.

87.2. En este sentido pueden ser llamados "ladrones y salteadores" (Jn 10,8) los filósofos griegos que, antes de la venida del Señor, se apoderaron de parte de la verdad de los profetas hebreos, no con un conocimiento perfecto, sino apropiándoselas como doctrinas propias; y algunos, por ignorancia, la han alterado y sofisticado desatinadamente; en fin, otros afirman que la han descubierto ellos mismos, puesto que han sido dotados de "un espíritu de inteligencia" (Ex 28,3).

87.3. También Aristóteles está de acuerdo con la Escritura al llamar a la sofística el arte de robar sabiduría, como hemos recordado anteriormente (cf. I,39,2).

87.4. En efecto, el Apóstol dice: "No hablamos en el lenguaje que enseña la sabiduría humana, sino en el que enseña el Espíritu" (1 Co 2,13).

87.5. Igualmente se dice acerca de los Profetas: "De su plenitud todos nosotros hemos recibido" (Jn 1,16), es decir, de Cristo. Por eso los Profetas no son ladrones.

87.6. Y también dice el Señor: "Mi enseñanza no es mía, sino del Padre que me envió" (Jn 7,16). Y acerca de los ladrones afirma: "El que habla de sí mismo, busca su propia gloria" (Jn 7,18).

87.7. Por eso los griegos son "egoístas y jactanciosos" (2 Tm 3,2). Llamándoles sabios, la Escritura no ataca a los que son realmente sabios, sino a los que aparentan ser sabios.

Capítulo XVIII: Origen e importancia de la filosofía (continuación)

La venida del Salvador ha forjado creyentes

88.1. También se dice: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la inteligencia de los inteligentes" (1 Co 1,19; cf. Is 29,14). Y el Apóstol añade: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de este mundo?" (1 Co 1,20). Así distingue por oposición a los escribas de los sabios (lit.: investigadores) de este mundo, (es decir) a los filósofos gentiles.

88.2. "¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo?" (1 Co 1,20). Así también indicó que era necia (cf. 1 Co 1,20), y no verdadera, como ellos se imaginaban.

88.3. Y si buscan la causa de su aparente sabiduría, responderá: "Por la dureza de su corazón" (Ef 4,18). "Porque en la sabiduría de Dios, es decir, la que fue anunciada por los profetas, el mundo no le conoció mediante la sabiduría (divina), de la que hablan los profetas, y Dios decidió salvar a los creyentes por la predicación de la locura" (1 Co 1,21), la que tienen como insensatez los griegos.

88.4. "Porque los judíos, dice, piden señales para creer, los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22), es decir los razonamientos llamados coercitivos y los silogismos;"pero nosotros predicamos a Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos", puesto que conociendo la profecía no creen en su cumplimiento, "locura para los griegos" (1 Co 1,23),

88.5. ya que los aparentemente sabios consideran mítico que el Hijo de Dios hable a través de un hombre, que Dios tenga un Hijo y que además ese [Hijo] haya sufrido. De ahí que su prejuicio les impide creer.

88.6. Por tanto, la venida del Salvador no ha hecho locos, duros de corazón e infieles, sino comprensivos, dóciles, y, además, creyentes (o: fieles).

88.7. Pero los que no han querido obedecer a la llamada, separándose de los que han respondido voluntariamente a la misma, son necios, infieles (o: incrédulos) e insensatos (o: locos).

88.8. "Pero para los llamados, sean judíos o griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).

Cristo vino a salvar a toda la humanidad

89.1. Entonces, ¿sería mejor interpretar la expresión "no hizo Dios necia la sabiduría del mundo" (1 Co 1,20) en el sentido de que no la hizo necia, para que no parezca que Dios es la causa de la dureza del corazón de aquellos, al hacer necia la sabiduría? Por el contrario, puesto que son realmente sabios, se hacen responsables en mayor medida de no haber creído el anuncio. Porque es voluntaria tanto la elección coma el rechazo de la verdad.

89.2. También la frase "destruiré la sabiduría de los sabios" (1 Co 1,19) dice que la sobreiluminaba con el contraste de la menospreciada y desestimada filosofía bárbara, al modo que la antorcha sobreiluminada por el sol se dice que perece al no desarrollar igual energía.

89.3. Todos los hombres han sido llamados, aunque reciben el nombre de "llamados" (cf. 1 Co 1,24) únicamente aquellos que han querido obedecer. Porque no hay "injusticia en Dios" (Rm 9,14). Por eso, quienes han creído, de uno u otro origen, son "pueblo elegido" (Tt 2,14).

89.4. Y en los "Hechos de los Apóstoles" se encuentra esta expresión: "Los que recibieron su palabra fueron bautizados" (Hch 2,41); pero los que no se dejaron persuadir, es evidente que ellos mismos se apartaron.

El Dios de los cristianos es bueno

90.1. La profecía dice a ésos: "Si ustedes quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra", demostrando completamente que tanto la elección como el rechazo están en nuestras manos. El Apóstol llamó "sabiduría de Dios" (1 Co 1,24-25) a la enseñanza conforme al Señor, para mostrar que la verdadera filosofía nos es transmitida mediante el Hijo.

90.2. Pero quien se tiene por sabio también tiene algunas recomendaciones exigidas por el Apóstol: "Revestir el hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad. Por lo cual, abandonando la mentira, hablen la verdad; no den entrada al diablo. El que roba, que no robe más, antes bien esfuércese trabajando (en) lo bueno" (Ef 4,24-28).

90.3. Pero trabajar es esforzarse en la búsqueda de la verdad, a fin de que, juntamente con la beneficencia espiritual (logike), "tengan para compartir con el que está necesitado" (Ef 428), tanto de la abundancia mundana como de sabiduría divina.

90.4. Es que quiere que la Palabra sea enseñada y que el dinero, cuidadosamente verificado, sea depositado en los banqueros para que produzca [sus] intereses.

90.5. Por eso añade: "No salga de su boca palabra perniciosa" (Ef 4,29); la palabra perniciosa es la [proveniente] de la presunción, "sino alguna [palabra] buena para edificación del necesitado, a fin de comunicar la gracia a los oyentes" (Ef 4,29). La palabra de un Dios bueno es necesariamente buena. Y ¿cómo no va a ser bueno Aquél que salva?

Capítulo XIX: Origen e importancia de la filosofía (continuación)

Dios Creador

91.1. Un testimonio más de que los griegos insinuaron algunas verdades se puede averiguar por lo siguiente. En los "Hechos de los Apóstoles" se constata que Pablo dijo a los areopagitas: "Veo que son muy religiosos.

91.2. En efecto, al pasar y observar sus monumentos sagrados he hallado un altar en el que está escrito: "Al Dios desconocido". Ciertamente a ése que sin conocerle veneran, es el que yo les anuncio.

91.3. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése que es el Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano humana, ni es servido por mano de hombres, como si necesitase de algo, Él que da a todos vida, aliento y todas las cosas.

91.4. Él hizo de un solo [hombre] todo el linaje humano, para poblar toda la superficie de la tierra; Él definió los tiempos determinados y fijó los confines de las tierras por ellos habitadas, para que busquen a Dios, para que aún a tientas lo encuentren, ya que no está lejos de cada uno de nosotros; porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, como algunos de sus poetas han dicho: "Porque somos linaje suyo"" (Hch 17,22-28; cf. Arato de Soles, Los Fenómenos, 5).

91.5. Por ello está claro que, utilizando ejemplos poéticos [sacados] de "Los Fenómenos", de Arato, el [Apóstol] aprueba lo bien dicho por los griegos, y ha dado a entender que con "el Dios desconocido" ha sido honrado por los griegos mediante una perífrasis el Dios creador, cuyo reconocimiento es necesario recibir y aprender a través del Hijo.



El conocimiento del Padre mediante el Hijo

92.1. "Por eso te enviaré a los gentiles, dice, para que les abras los ojos, se vuelvan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, reciban el perdón de los pecados y la herencia con los santificados por la fe en mí" (Hch 26,17-18).

92.2. Ahora bien, [la frase] "los ojos de los ciegos que se abren" significa el reconocimiento del Padre a través del Hijo; así se comprende la perífrasis griega; y el "volverse del poder de Satanás" significa apartarse del pecado, por el cual nació la esclavitud.

92.3. Con todo, no aceptamos sin más cualquier filosofía, sino sólo aquella de la que Sócrates, según Platón, dice: "En efecto, como afirman los iniciados en los misterios, son muchos los portadores de tirso, pero pocos los bacantes" (Platón, Fedón, 69 C), dando a entender que son muchos los llamados, pero pocos los elegidos (cf. Mt 22,14; 20,16).

92.4. Y añade expresamente: "Aquellos [bacantes] no son otros, en mi opinión, que los que han practicado correctamente la filosofía. Por eso, yo, al menos conforme a mis posibilidades, no he abandonado nada a lo largo de la vida, sino que me he esforzado por todos los medios en acercarme [a alguno de ellos]. Pero si nos hemos esforzado bien y hemos conseguido algún provecho, lo sabremos claramente cuando vayamos allá dentro de poco, si Dios quiere" (Platón, Fedón, 69 C-D).

La erudición no es sinónimo de poseer inteligencia

93.1. ¿No te parece que la revelación de la esperanza del justo para después de la muerte proviene de la fe en las Escrituras hebreas? Así, en el "Demódoco", si realmente lo escribió Platón, dice: "No, filosofar no debe de ser pasarse la vida inclinado sobre libros de artes prácticas ni acumulando erudición, sino un algo muy diferente, porque eso yo al menos lo creería una injuria" (Seudo Platón, Amatores, 137 B).

93.2. Sabía, pienso yo, que "la erudición no enseña a tener inteligencia" según Heráclito (Fragmentos, 22 B 40).

93.3. En el quinto [libro] de "La República" afirma: "¿Tendremos por filósofos a todos esos aficionados y a otros de semejante actividad y también a los (que se dedican a) las artes mediocres? De ninguna manera, sino parecidos a filósofos. -Pero ¿a cuáles, replicó, llamas tú verdaderos?- A los aficionados a contemplar la verdad, dije yo" (República, V,475 D-E).

93.4. En efecto, la filosofía no se encuentra en la geometría, que implica postulados e hipótesis; ni en la música, que se basa en conjeturas; ni en la astronomía, que está repleta de razonamientos que fluyen y de imágenes físicas; en cambio, [la filosofía] es la ciencia del bien en sí mismo y de la verdad; aquellas otras [ciencias] son distintas del Bien, y tan sólo son caminos de acceso al Bien.

93.5. Por eso, ni él mismo (= Sócrates) afirma que el ciclo educativo contribuya a la posesión plena del Bien, sino que contribuye a estimular y a ejercitar el alma en la práctica intelectual.

Nuestro conocimiento de Dios es imperfecto

94.1. Por consiguiente, bien se diga que los griegos profesaron accidentalmente algo de la verdadera filosofía, ese accidentalmente es economía divina (o: plan divino) -puesto que no se querrá divinizar lo que acontece espontáneamente a nuestro gusto-; o bien [se diga que] por coincidencia, esa coincidencia no es impremeditada (o: improvidencial).

94.2. Por otra parte, si se dijera que los griegos tuvieron alguna razón natural, sabemos que uno es el Creador de la naturaleza, lo mismo que ya hemos definido (cf. I,34,4) como natural la justicia; o si [se dijera] que tienen mente común (o: sentido común), entonces deberíamos examinar quién es el padre de ese sentido, y el de la justicia que actúa en "la distribución del sentido" (Platón, Leyes, IV,714 A).

94.3. Y si uno hablara de predicción y se atribuye telepatía, está mencionando formas de profecía. Hay quienes pretenden que esas cosas se den en los filósofos por reflejo de la verdad.

94.4. Respecto a eso, el divino Apóstol, refiriéndose a nosotros mismos, escribe: "Al presente vemos como por un espejo" (1 Co 13,12); en cuanto que nos conocemos a nosotros mismos según ese reflejo, y porque contemplamos, cuanto es posible, la causa creadora a partir del elemento divino que hay en nosotros.

94.5. Así, se dice: "Has visto a tu hermano, has visto a tu Dios" (cf. Gn 33,10; Ex 4,16; Mt 25,40; 1 Jn 4,20-21).

94.6. Pienso que ahora es nuestro Salvador el designado como Dios; pero después de habernos despojado de la carne [le veremos] "cara a cara" (1 Co 13,12); y entonces, cuando el corazón sea puro (cf. Mt 5,8), podremos definirle y comprenderle.

94.7. Los filósofos griegos más críticos veían a Dios por reflejo y transparencia. Tales son, a causa de nuestra debilidad, las representaciones de la verdad: como un reflejo sobre el agua, o como una imagen que se observa a través de cuerpos transparentes y diáfanos.

La Sagrada Escritura es severa con los herejes

95.1. También Salomón dice bellamente: "El que siembra justicia recogerá fe. Pero quienes siembran sus propias riquezas las multiplican" (Pr 11,21. 24). Y de nuevo: "Cuida de lo que reverdece en el campo y cortarás hierba, y recoge el pasto oportunamente para tener corderos que te vistan" (Pr 27,25-26).

95.2. Ves que también de la protección y guarda exterior hay que tener cuidado. "Conocerás exactamente la vida de tu rebaño" (Pr 27,23).

95.3. "Cuando los gentiles, no teniendo Ley, realizan por naturaleza lo que ordena la Ley, ellos mismos, no teniendo Ley, son para sí mismos Ley" (Rm 2,14; cf. 2,26), según el Apóstol, tanto antes de la Ley como antes de la venida [del Señor].

95.4. El Verbo, al comparar a los que provienen de la filosofía con los que llamamos herejes, dice muy claramente: "Mejor es amigo cercano que hermano lejano" (Pr 27,10). "Quien se lanza sobre las mentiras, apacienta vientos y persigue a las aves que vuelan" (Pr 9,12).

95.5. Pienso que el Verbo no alude con ello a la filosofía, aunque en muchos casos la filosofía se ocupe de lo que es probable y trate de convencer; sino que fustiga a las herejías.

95.6. Por eso añade: "Abandonó los caminos de su propia viña y se perdió por los senderos de su propia tierra" (Pr 9,12). Esas son las [herejías], que han abandonado la Iglesia desde el principio.

95.7. Por eso, quien cae en la herejía "atraviesa un desierto sin agua" (cf. Jr 2,6), porque realmente ha dejado de lado al verdadero Dios; vacío de Dios, busca agua donde no la hay, y "llegando a una tierra deshabitada y árida (cf. Jr 2,6), recoge en sus manos la esterilidad" (Pr 9,12).

Hay que apartarse de las herejías

96.1. "Y a los que carecen de sentido les exhortó diciendo" (Pr 9,16), dice la sabiduría, aludiendo a los herejes: "Tomen alegremente los panes ocultos y el dulce agua robada" (Pr 9,17), poniendo de manifiesto que la Escritura señala pan y agua no en razón de otros, sino de los herejes que utilizan el pan y el agua en la oblación contrariamente a la norma de la Iglesia. Porque hay quienes celebran la Eucaristía con agua sola.

96.2. "Pero apártate, no permanezcas en su lugar" (Pr 9,18). Llamó "lugar" homónimamente a la Sinagoga, no a la Iglesia.

96.3. A continuación añade: "De esa manera atravesarás el agua extranjera" (Pr 9,18), considerando el bautismo de los herejes como agua ajena, falsa;

96.4. y "atravesarás el río extranjero" (Pr 9,18), el que lleva y arrastra al mar, al que es echado quien se deja arrancar de la solidez de la verdad, y se desliza de nuevo atropelladamente hacia las olas paganas y desordenadas de la vida.

Capítulo XX: Origen e importancia de la filosofía (conclusión)

Las causas múltiples

97.1. Al igual que son muchos los hombres que botan (o: arrastran) [en el agua] un barco, y no se dice que las causas sean múltiples, sino que es una única causa [compuesta] de muchos elementos -porque cada uno por sí mismo no constituye la causa para botar (o: arrastrar) la nave, si no es con la ayuda de los otros-, así también la filosofía contribuye a la comprensión de la verdad, puesto que constituye una búsqueda de la verdad, pero no es causa [única] de la comprensión, sino causa unida a otras y colaboradora. Pero, quizás también la concausa es causa.

97.2. Siendo una la felicidad, las causas que contribuyen son las múltiples virtudes que la favorecen; y de igual manera que el sol, el fuego, el baño y la vestimenta producen calor, así también la verdad es una, aunque sean muchas las cosas que cooperen a su búsqueda; pero se encuentra mediante el Hijo.

97.3. Según eso, veamos: la virtud es una sola en cuanto a capacidad, pero unas veces se llama prudencia cuando se manifiesta en determinadas obras; otras veces templanza, fortaleza o justicia.

97.4. Así también, aunque la verdad es una, en geometría la verdad es geométrica, en la música musical, y en la correcta filosofía bien puede ser la verdad griega. Pero una sola es la verdad soberana e inexpugnable, la que nos ha enseñado el Hijo de Dios.

La contribución de la filosofía a la búsqueda de la verdad

98.1. Nosotros decimos que una sola y la misma dracma es llamada pasaje, si es dada al propietario de una nave; impuesto, si es al recaudador; alquiler, si es para el arrendador; honorario, si es para el maestro; y fianza, si es para el vendedor. Cada virtud, como cada verdad, aunque nombrada de forma sinónima, son causa de solo el efecto que les corresponde a cada una de ellas.

98.2. Por la combinación de todas esas [virtudes] es como se produce la vida feliz -puesto que no seremos felices por la eficacia de los nombres-, sino que llamamos felicidad a la vida recta, y dichoso al que tiene el alma adornada de virtudes.

98.3. Sin duda, la filosofía contribuye, aunque sea a distancia, a la búsqueda de la verdad, esforzándose de múltiples maneras por estar unida estrechamente a la Verdad que nosotros reconocemos; ella coopera ciertamente con quien se ha propuesto el intento de alcanzar racionalmente (logikos) el conocimiento perfecto (gnoseos).

98.4. La verdad griega es diferente de la nuestra, aunque también sea designada con el mismo nombre; es distinta por la grandeza de la gnosis, por una demostración más auténtica, por su fuerza divina y por otras cosas parecidas. Porque nosotros, "enseñados por Dios" (1 Ts 4,9), somos instruidos realmente en las sagradas letras por el Hijo de Dios. En consecuencia, [los griegos] no estimulan (lit.: mueven) sus almas de igual manera [que nosotros], sino mediante una enseñanza diferente.



La filosofía es una preparación, no indispensable, para la fe

99.1. Pero es necesario que hagamos todavía una precisión en razón de los que critican: al decir que la filosofía es concausa (syaition: causa unida) y cooperadora (synergon: causa adyuvante) de la comprensión de lo verdadero, porque es investigación de la verdad, proclamamos que es una propedéutica para el gnóstico; y no estimamos como causa lo que sólo es concausa, ni lo que ayuda (causa adyuvante) como lo que comprende [dicho fin], ni a la filosofía como imprescindible para obtenerlo; ya que, casi todos sin haber recibido el ciclo pedagógico, sin filosofía griega, y algunos casi sin letras, estimulados por la filosofía divina y bárbara, hemos recibido -"por una fuerza (divina)" (1 Ts 1,5)- la enseñanza acerca de Dios mediante la fe, siendo educados por una Sabiduría que ha actuado directamente (en nosotros).

99.2. Lo que obra unido a otro, siendo incapaz de producir algo por sí mismo, le llamamos cooperador y concausa, en cuanto que es autor con la causa; es llamado autor porque se suma a la otra causa, al no ser capaz por sí solo de producir resultados conforme a la verdad.

99.3. Por sí misma la filosofía justificaba antaño a los griegos, aunque sin conducir a la justificación total -para la cual se manifiesta como una ayuda, lo mismo que el primer y segundo escalón para quien sube al piso superior, o como el maestro de gramática para el que ha de filosofar-; incluso su desaparición no acarrearía la ausencia completa de la razón o la privación de la verdad; puesto que también la vista, el oído y la voz colaboran a la verdad, pero el que la conoce propiamente es el espíritu.

99.4. En verdad, unos colaboradores aportan más y otros menos. Así, la claridad de estilo contribuye a la transmisión de la verdad, y la dialéctica [ayuda] a no caer en las asechanzas de la herejía.

"Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe"

100.1. La enseñanza del Salvador es perfecta y nada le falta, porque "es fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24); en cambio, la filosofía griega con su aporte no hace más sólida (o: fuerte; poderosa) la verdad; pero, haciendo impotente el ataque de la sofística e impidiendo las emboscadas insidiosas contra la verdad, se dice que es con propiedad empalizada y muro de la viña (cf. Mt 21,33 ss.; Mc 12,1 ss.; Is 5,1 ss.).

100.2. Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe. La propedéutica (= la filosofía griega) se asemeja a lo que se come con el pan y al postre: "La comida termina con una dulce golosina", según el tebano Píndaro (Fragmentos, 124 C).

100.3. La Escritura expresa claramente: "Más hábil será el hombre de bien que comprende, pero el sabio recibirá la gnosis" (Pr 21,11). Y el Señor dice: "El que habla de sí mismo busca su propia gloria, pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz y no hay en él injusticia" (Jn 7,18).

100.4. Por el contrario, comete una injusticia quien usurpa un bien de los bárbaros y se gloría de eso mismo como de algo propio, para aumentar su propia gloria y falsear la verdad. Ese tal es calificado "de ladrón" (Jn 10,8) por la Escritura. Se dice también: "Hijo, no seas mentiroso, porque la mentira conduce al robo" (Didaché, 3,5).

100.5. Pero de hecho el ladrón tiene verdaderamente lo que tiene por robo, sea oro, sea plata, sea palabra (o: razonamiento), sea doctrina. Lo robado es verdadero ciertamente, pero lo conocen sólo por aproximación, y por fuerza de los razonamientos lógicos. Una vez instruidos comprenderán con claridad meridiana.

Capítulo XXI: Cronologías

Cronología de Moisés

101.1. Hablaremos un poco más tarde (cf. V,89 ss.) acerca de las ideas que fueron sustraídas por los filósofos a los hebreos, pero antes, para proceder con orden, es necesario hablar de la cronología de Moisés, a fin de probar de manera irrefutable que la filosofía hebrea es la más antigua de todas las sabidurías.

101.2. Han tratado este asunto minuciosamente (o: críticamente) Taciano en (su libro) "Contra los griegos" (ns. 38-39), y Casiano en (el libro) primero de sus "Exegéticas" (o: "Explicaciones"). Empero mi desarrollo exige que también nosotros recorramos lo que se ha dicho en esta materia (cf. Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, X,12).

101.3. Apión el gramático, apodado el Plistónico (= el de más victorias), en el [libro] cuarto de la "Historia de los egipcios", y mal predispuesto respecto a los hebreos, como egipcio que era, por lo que también escribió un libro "Contra los judíos", hace mención de Amosis rey de los egipcios y de sus gestas, basándose en el testimonio de Ptolomeo Mendesio (o: Tolomeo de Mendes).

101.4. Sus palabras dicen así: "Amosis, contemporáneo de Ínaco el argeo, excavó el [lago] Avaris, como escribió Ptolomeo Mendesio en [su] "Cronología"". (Apión, Fragmentos, 1)

101.5. Ptolomeo mismo, que era sacerdote, expuso las gestas de los reyes de Egipto en tres libros completos, y dice que fue en tiempos de Amosis, rey de Egipto, cuando los judíos salieron de Egipto conducidos por Moisés; de ahí se deduce que Moisés estaba en plena actividad bajo el mandato de Ínaco.

Otras informaciones sobre la época de la salida de Moisés de Egipto

102.1. La tradición más antigua de los griegos es la de Argos (Argoliká); me refiero a la que comienza con Ínaco, según enseña en su "Crónica" (o: Cronología) Dionisio de Halicarnaso (Fragmentos, 251 F).

102.2. Posterior a ella en cuatro generaciones es la del Ática, desde Cécrope, el de dos naturalezas, autóctono, según afirma textualmente Taciano; y en nueve la de Arcadia desde Pelasgo, que también se dice autóctono.

102.3. La historia de Ftiótida, a partir de Deucalión, es dos generaciones más reciente. Desde Ínaco hasta la época de los troyanos se cuentan veinte o veintiuna generaciones completas, lo cual hace, por así decirlo, más de cuatrocientos años.

102.4. Y, si, según informa Ctesias, la historia de los asirios es mucho más antigua que la de los griegos, resultará que la salida de Moisés de Egipto -en tiempo del egipcio Amosis y del argeo Ínaco- tuvo lugar el año cuatrocientos dos del reino de los asirios, y el treinta dos de la dinastía de Beluco VIII.

102.5. En Grecia, bajo el dominio de Foroneo, sucesor de Ínaco, tuvo lugar el cataclismo de Ógigo y el reinado de Sicyón, con Egialeo I, luego Europe, más tarde Telquines (o: Telquín), y el de Cres en Creta.

102.6. Además, Acusilao afirma que Foroneo fue el primer hombre que nació; de ahí que el poeta de la "Foronides" (o: Forónida) diga que él es "el padre de los hombres mortales" (Fragmento anónimo, 1; ed. G. Kinkel, Epicorum graecorum fragmenta, Leipzig 1877).

Los griegos antiguos

103.1. Por ello Platón, en el "Timeo" (22 A), siguiendo a Acusilao, escribe: "Y una vez, habiendo decidido hablar sobre los viejos tiempos, comenzó a narrar los acontecimientos más antiguos de aquella ciudad de Foroneo, llamado el primer hombre, de Niobe, y del cataclismo que tuvo lugar después".

103.2. "En tiempos de Forbas vivió Acteón, de ahí que el Ática fuera llamada Actea, En tiempos de Triopas Prometeo [vivieron] Atlas, Epimeteo, el biforme Cécrope e Io. Bajo Crótopo tuvo lugar el incendio de Felón y el diluvio de Deucalión".

103.3. En tiempos de Stenelo tuvo lugar el reinado de Anfiction, la venida de Dánao al Peloponeso, y la fundación de Dardania por Dárdano, quien, -como afirma Homero (Ilíada, XX,215)- es el primero que engendró Zeus, el que amontona las nubes, y el rapto de Europa desde Fenicia a Creta".

103.4. "Bajo Linceo tuvo lugar el saqueo de Core, el establecimiento del santuario consagrado a Eleusis, la [invención de la] agricultura por Triptolemo, la venida de Cadmo a Tebas y el reinado de Minos".

103.5. "En tiempos de Preto tuvo lugar la guerra de Eumolpo contra los atenienses. En la época de Acrisio la travesía de Pélope desde Frigia, la llegada, de Ion a Atenas, [el reino] de Cécrope II, y las gestas de Perseo, Dioniso, Orfeo y Museo" (Taciano, Discurso contra los griegos, 39).

La conquista de Troya

104.1. Troya fue conquistada en el año dieciocho del reinado de Agamenón, en el año primero del reinado de Demofonte, hijo de Teseo, en Atenas, que tuvo lugar el doce del mes Thargélion, como dice Dionisio de Argos.

104.2. Pero conforme a Agias y Dercilo32, en el tercero [de sus libros], tuvo lugar el día octavo antes de acabarse el mes de Panemo (= noveno mes); según Helánico, el doce del mes Thargélion (= mayo, aproximadamente); y según algunos recopiladores del Ática, día octavo antes de acabar el mismo mes (= el 23), en el último año del reinado de Menesteo, con la luna llena. "La oscuridad ciertamente disminuyó, dice el poeta de la Pequeña Ilíada, y salió la luna resplandeciente" (Anónimo, Ilias parva, 12 B). Otros afirman que tuvo lugar el mismo día [veintitrés] del mes Scirophorión (junio).

104.3. Teseo, émulo de Heracles, es anterior en una generación a la guerra de Troya. En todo caso, Homero recuerda que Tlepólemo, hijo de Heracles, combatió contra Troya (cf. Homero, Ilíada, II,653-658).

La antigüedad de Moisés

105.1. Está, por tanto, demostrado que Moisés es anterior en seiscientos cuatro años a la apoteosis de Dioniso, si ésta tuvo lugar en el año trigésimo segundo del remado de Penteo, como afirma Apolodoro en las "Crónicas".

105.2. Desde Dioniso hasta Heracles y los héroes que acompañaron a Jasón en la nave de Argos se cuentan sesenta y tres años completos. Asclepio y los Dioscuros estaban con ellos, como testifica Apolonio de Rodas en los "Argonáuticas" (I,146-150).

105.3. Desde el reinado de Heracles en Argos hasta la apoteosis del mismo Heracles y de Asclepio se contabilizan treinta y ocho años, según el cronista Apolodoro.

105.4. De ahí hasta la apoteosis de Cástor y Pólux, otros cincuenta y tres años. Allí está muy próxima también la conquista de Troya.

105.5. Pero si se puede confiar en el poeta Hesíodo, escuchémosle: "Entonces Maya, hija de Atlante, dio a luz al ilustre Hermes, heraldo de los inmortales, habiéndose subido al sagrado lecho. Y Sémele, hija de Cadmo, dada al amor carnal, engendró un magnífico hijo, el muy alegre Dioniso" (Hesíodo, Teogonía, 938-941).



Más argumentos en favor de la antigüedad de Moisés

106.1. Cadmo, el padre de Sémele, llega a Tebas en tiempo de Linceo y es el inventor de las letras griegas; Triopas es contemporáneo de Isis, siete generaciones después de Inaco -Isis es llamada también Io, porque estuvo errante por toda la tierra- y se dice que era hija de Prometeo, conforme al [libro] de la "Colonización de los Egipcios" de Istros.

106.2. Prometeo, que vivió bajo Triopas, es posterior a Moisés en siete generaciones, de suerte que se demuestra también que Moisés tiene su apogeo antes de la creación de los hombres conocida por los griegos.

106.3. León, que trató sobre "Los dioses egipcios", dice que Isis es llamada Demeter entre los griegos, y que nace, en tiempos de Linceo, once generaciones después de Moisés.

106.4. Apis, rey de Argos, construye Menfis, como afirma Aristipo en el [libro] primero de "La Arcadia" (o: "Arcádicas"; Fragmentos, 317 F 1).

106.5. Aristeas de Argos dice que aquél fue llamado Sarapis y que es venerado por los egipcios.

106.6. Por su parte, Ninfodoro de Anfípolis, en el [libro] tercero sobre "Las costumbres de Asia", (afirma) que el toro Apis, muerto y embalsamado, fue depositado dentro de un ataúd en el templo de la divinidad que se adoraba [entonces], y que desde aquel momento fue llamado Soroapis, y más tarde Sarapis por una costumbre del país (o: de los indígenas). Ahora bien, Apis es el tercer sucesor de Ínaco.

Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos

107.1. También Leto nace bajo Titio, "porque éste maltrat (o: violentó) a Leto, gloriosa esposa de Zeus" (Homero, Odisea, VI,580); y Titio fue contemporáneo de Tántalo.

107.2. Por eso el beocio Píndaro escribe: "En ese tiempo nació Apolo" (Píndaro, Fragmentos, 33b), y nada tiene de extraño, puesto que lo encontramos sirviendo a Admeto juntamente con Heracles, "durante un año largo" (Plutarco, Moralia, 761 E).

107.3. Zeto y Anfión, inventores de la música, son de la época de Cadmo.

107.4. Y si alguien nos dijera que Femónoe fue la primera que vaticinó en Acrisis (o: Acrisio), conviene saber que veintisiete años después de Femónoe vinieron Orfeo, Museo y Lino, el maestro de Heracles.

107.5. Homero y Hesíodo son más jóvenes que los troyanos, tras los cuales todavía son más jóvenes los legisladores griegos: Licurgo, Solón y los Siete Sabios, juntamente con Ferecides de Siria y el gran Pitágoras, que nacieron poco más tarde de las [primeras] Olimpíadas, como hemos indicado (cf. I,59-65).

107.6. Hemos probado entonces que Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos, y no sólo de los sabios y poetas mencionados.

Paréntesis sobre las Sibilas

108.1. Y no es el único, sino que también la Sibila es más antigua que Orfeo. Se dice que existen muchas explicaciones acerca del origen de su nombre y de los oráculos que se le atribuyen: que era frigia, que era llamada Artemis, y que llegando a Delfos vaticinó:

108.2. "Oh deíficos, adoradores todos del flechador Apolo, yo he venido para vaticinar el pensamiento de Zeus, portador de égida, encolerizada contra mi hermano Apolo".

108.3. Existe también otra [Sibila] en Eritrea llamada Herófila. Heráclides del Ponto la menciona en el "Sobre los oráculos". Paso por alto la [Sibila] egipcia y la itálica, que vivió en la [Puerta] Carmental de Roma, de quien era hijo Evandro, quien fundó en Roma el templo de Pan, llamado Lupercio.

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Cronología de los Judíos

109.1. Llegados a este punto, vale la pena examinar atentamente la cronología de los otros profetas hebreos posteriores a Moisés.

109.2. Después de la muerte de Moisés, Josué recibe la jefatura del pueblo, haciendo la guerra durante 65 años (otros leen: 5 años; el libro de Josué dice: 45 años: cf. Jos 14,7-12) y permanece descansando otros veinticinco en la tierra buena.

109.3. Como dice el libro de "Josué", este jefe sucedió a Moisés durante 27 años (es un error; este dato no se encuentra en el libro de Josué).

109.4. Después pecaron los hebreos y fueron entregados a Cusacar (Cusán), rey de Mesopotamia, durante ocho años, como refiere el libro de los "Jueces" (cf. Jc 3,8).

109.5. Más tarde, al implorar a Dios, reciben como jefe a Gotoniel, hermano menor de Caleb, de la tribu de Judá, quien, muerto el rey de Mesopotamia, gobernó al pueblo durante cincuenta años (cf. Jc 3,11: dice 40 años).

109.6. Y pecando [los hebreos] nuevamente, fueron entregados a Eglón (o: Eglom), rey de los moabitas, durante dieciocho años (cf. Jc 3,14); pero una vez arrepentidos, son gobernados durante ochenta años por Aod, hombre ambidextro, de la tribu de Efraín (cf. Jc 3,15: de la tribu de Benjamín). Es el mismo que mató a Eglón (cf. Jc 3,21).

El período de los Jueces en Israel

110.1. Muerto Aod y habiendo pecado [los hebreos] nuevamente fueron entregados a Yabín, rey de Cañan, durante veinte años (cf. Jc 4,1-3). En este tiempo profetiza Débora, esposa de Labidot, de la tribu de Efraín (cf. Jc 4,4-5); y era sumo sacerdote Ozías, hijo de Riesú (o: Ozius, hijo de Rieso).

110.2. Gracias a esa mujer, Barac, hijo de Benner, de la tribu de Neftalí, asumió el mando del ejército combatiendo contra Sisara, general de Yabín, y lo venció (cf. Jc 4,6-7); desde entonces Débora gobernó al pueblo como juez durante cuarenta años (cf. Jc 5,31).

110.3. Muerta ésta y pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los madianitas durante siete años (cf. Jc 6,1).

110.4. Gedeón, de la tribu de Manases, hijo de Joás (cf. Jc 6,11. 15), lanzó sobre ellos trescientos guerreros y mató a ciento veinte mil de aquellos [madianitas] y gobernó durante cuarenta años (cf. Jc 7,7; 8,10. 28), y después de él su hijo Abimélec [gobernó] durante tres años (cf. Jc 9,1 ss.; 9,22).

110.5. Le sucede Boleas, hijo de Beda, hijo de Garran, de la tribu de Efraín, que gobernó durante veintitrés años (cf. Jc 10,1-2; sin coincidencia con los nombres del texto bíblico). Después de éste, pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los amonitas durante dieciocho años (cf. Jc 10,8).

Jefté, Sansón. El final del período de los jueces

111.1. Después que los hebreos se convirtieron, Jefté el galaadita (cf. Jc 11,1), de la tribu de Manases, reinó durante seis años (cf. Jc 12,7); después de él, Abatthán (o: Abesán) de Belén, de la tribu de Judá, [reinó] durante siete años (cf. Jc 12,9). Más tarde Ebrón, hijo de Zabulón [reinó] durante ocho años (cf. Jc 12,11, que dice 10 años). Luego Eglón Efraín, otros ocho años (cf. Jc 12,13-14?). No obstante, algunos suman los ocho años de Ebrón con los siete de Abatthán (cf. Jc 12,13-15: sólo habla de Abdón).

111.2. Después de éste, el pueblo, pecando nuevamente, cayó bajo la dominación de los filisteos durante cuarenta años (cf. Jc 13,1). Y cuando se convirtieron surge Sansón, de la tribu de Dan (cf. Jc 13,2), que venció en la batalla a los extranjeros (cf. Jc 15--16). El mismo gobernó durante veinte años (cf. Jc 15,20).

111.3. A continuación de éste sobrevino la anarquía, y el sacerdote Elí hace de juez del pueblo durante cuarenta años (cf. 1 S 4,18).

111.4. Le sucede el profeta Samuel quien les gobernó, juntamente con Saúl, durante veintisiete años. El mismo ungió también a David (cf. 1 S 16,13).

El inicio de la monarquía en Israel. Saúl y David

112.1. Samuel murió dos años antes que Saúl, siendo sumo sacerdote Abimélec. Aquél ungió rey a Saúl (cf. 1 S 10,1), que fue el primero que reinó en Israel después de los Jueces (cf. 1 S 10,24), siendo el período total hasta Samuel de cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.

112.2. Después, conforme el primer libro de "Los Reyes", Saúl reinó veinte años, una vez que se le restableció como rey (cf. 1 S 11,15).

112.3. Después de la muerte de Saúl, David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá, establece el segundo reino en Jebrón (o: Hebrón) durante cuarenta años (cf. 1 R 2,11), como describe el [libro] "II de los Reyes"; era sumo sacerdote Abiatar (cf. 2 S 20,25), hijo de Abimélec, de la familia de Elí (cf. 1 R 2,27); Gad (cf. 1 S 22,5) y Natán (cf. 2 S 12,1) profetizaron bajo su mandato.

112.4. Así, desde Josué, hijo de Nave, hasta el reinado de David, según algunos (cf. Hch 13,20), hay cuatrocientos cincuenta años; pero según la cronología expuesta, se cuentan quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de David.

Salomón. Tiempo transcurrido desde la salida de Egipto

113.1. Después reinó Salomón, hijo de David, durante cuarenta años (cf. 1 R 11,42; 2 Cro 9,30). Bajo su [mandato], Natán continúa profetizando (cf. 2 Cro 9,29) y le anima a construir el templo. Igualmente Ajías de Siló también profetiza (cf. 1 R 11,29-39; 2 Cro 9,29), al igual que los dos reyes, David y Salomón, eran profetas.

113.2. Sadoc fue el primer sumo sacerdote que ofreció sacrificios en el templo que construyó Salomón (cf. 2 S 8,17; 1 R 2,35; 4,2), siendo el octavo sumo sacerdote desde Aarón, que fue el primero.

113.3. Ahora bien, el tiempo que hay desde Moisés hasta Salomón, como afirman algunos, es de quinientos noventa y cinco años; para otros, en cambio, es de quinientos setenta y seis.

113.4. Si se añaden a los cuatrocientos cincuenta desde Josué hasta David los cuarenta del mandato de Moisés y los otros ochenta años que Moisés tenía antes de realizar la salida de los hebreos de Egipto, y se añaden a esos los cuarenta años del reinado de David, suman en total seiscientos diez años.

Fin del reinado de Salomón. División de su reino

114.1. Nuestra cronología gana aún exactitud, si a los quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de David añadimos los ciento veinte años de Moisés y los cuarenta de Salomón. El total será así hasta la muerte de Salomón seiscientos ochenta y tres años y siete meses.

114.2. Jiram (o: Jirán; cf. 1 R 5,15; 9,11) entrega su hija [como esposa] a Salomón, cuando, después de la batalla de Troya, tiene lugar la venida de Menelao a Fenicia, como afirman Menandro de Pérgamo (cf. Fragmentos, 3) y Laitos en "La Historia de Fenicia" (Fragmentos, 784 F 1).

114.3. Después de Salomón reina su hijo Roboán (o: Roboam) durante diecisiete años (cf. 1 R 14,21), siendo sumo sacerdote Abimélec, hijo de Sadoc.

114.4. Habiéndose dividido entonces el reino (cf. 1 R 12,1 ss.), en Samaría reinó Jeroboam (o: Jeroboán) de la tribu de Efraín, siervo de Salomón (cf. 1 R 11,16), y profetizaban aún Ajías de Siló (cf. 1 R 11,29; 14,2), Semaya, hijo de Elami (cf. 1 R 12,22), y el que vino de Judá contra Jeroboam y profetizó contra el altar del sacrificio (cf. 1 R 13,1-34).



Elías y Eliseo

115.1. Después de (Roboam), reinó su hijo Abium durante tres años (cf. 1 R 15,2) e igualmente el hijo de éste, Asa, durante 41 años (cf. 1 R 15,10). Al tiempo de su vejez estuvo enfermo de los pies (cf. 1 R 15,24; 2 Cro 16,12); bajo su mandato profetiza Jehú, hijo de Ananías (cf. 1 R 16,1; 2 Cro 19,2). Le sucede su hijo el rey Josafat durante 25 años (cf. 1 R 15,24; 22,42; 2 Cro 20,31). En su tiempo profetizan Elías el tesbita (1 R 17--19), Miqueas (1 R 22,1 ss.; 2 Cro 18), hijo de Jeblas, y Abdías (1 R 18,3; 2 Cro 17,7), hijo de Ananías.

115.2. Bajo Miqueas también había un falso profeta: Sedecías de Canán (cf. 1 R 22,24).

115.3. Siguió el reinado de Joram, hijo de Josafat, durante ocho años (cf. 2 R 8,16-17); en ese tiempo profetiza Elías, y después de Elías, Eliseo hijo de Safat (cf. 1 R 19,16).

115.4. Bajo su reinado, los [habitantes] de Samaría y sus propios hijos comieron excremento de paloma (cf. 2 R 6,24-29). La época de Josafat se extiende desde el final del tercer [libro] de los Reyes (cf. 1 R 22, 41 ss.) hasta el cuarto.

115.5. En el reinado de Joram, Elías fue arrebatado [al cielo] (cf. 2 R 2,1 ss.), y empezó a profetizar, siendo de cuarenta años, Eliseo, hijo de Safat (cf. 1 R 20,19); profetizó durante seis años. Después reinó durante un año Ocozías (cf. 2 R 8,25-26), y Eliseo continuó profetizando y, con él, Abdadonai.

Tiempo transcurrido desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo

116.1. Le sucede la madre de Ozías, Gotholía, que reina durante ocho años, una vez que hubo asesinado a los descendientes de su hermano. Ésta era de la familia de Acab. Pero la hermana de Ozías, Josaba, sacó furtivamente a Joás, hijo de Ozías, y más tarde le hizo rey (cf. 2 R 11,1-3; 2 Cro 22,10-12; dicen: 6 años).

116.2. Eliseo profetiza igualmente en tiempos de la misma Gotholía; después de ella reina, como se ha dicho anteriormente (cf. I,116,1), Joás, salvado por Josaba, mujer del sumo sacerdote Joda, y todo esto dura cuarenta años (cf. 2 Cro 24,1).

116.3. Así, entonces, desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo, según algunos, hay ciento cinco años, y según otros ciento dos años; pero, según prueba la presente cronología, desde el reinado de Salomón hay ciento ochenta y un años.

Comparaciones con la antigüedad griega

117.1. Desde los sucesos de Troya hasta el nacimiento de Homero, pasaron, según Filócoro, ciento ochenta años, tiempo ya posterior a la colonización jónica.

117.2. Pero Aristarco en las "Memorias sobre los Arquiloquios" dice que Homero vivió en tiempos de la colonización la colonización jónica, que tuvo lugar ciento cuarenta años después de la guerra de Troya.

117.3. Apolodoro le coloca cien años después de la colonización jónica, cuando Agesilao (murió en el 886 a. C.), hijo de Doriso, era rey de los espartanos, de modo que Licurgo, el legislador, coincide con él cuando era joven.

117.4. Eutimenes dice en su "Cronología" que [Homero] floreció con Hesíodo, y que nace bajo [el reinado de] Acasto en Quíos, alrededor de doscientos años después de la conquista de Troya.

117.5. De esta opinión es también Arquémaco en el libro III de la "Historia de Eubea"; para quien tanto (Homero) como Hesíodo serían posteriores al profeta Eliseo.

117.6. Y si se prefiere seguir al gramático Grates y decir que Homero nació alrededor del retorno de los Heráclidas, esto es, ochenta años después de la toma de Troya, se encontrará de nuevo que es aún posterior a Salomón, porque, como se ha indicado anteriormente (cf. I,114,2), bajo su reinado tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia.

117.7. Eratóstenes sitúa la época de Homero cien años después de la conquista de Troya.

117.8. También Teopompo, en el libro cuarenta y tres de "Las Filípicas", refiere que Homero nació quinientos años después de la expedición militar contra Troya.

117.9. Euforión en el [tratado] sobre "Los Alevades" estima que Homero nació en tiempos de Giges, quien comenzó a reinar en la Olimpiada décimo octava, y dice que fue el primero en ser denominado tirano.

117.10. Pero Sosibio de Laconia, en su "Registro cronológico", sitúa a Homero en el año octavo del reinado de Carilo, hijo de Polidectes. Ahora bien, Carilo reinó sesenta y cuatro años, y después de él su hijo Nicandro treinta y nueve años; y [Sosibio] afirma que en el reinado de éste, el año treinta y cuatro, tuvo lugar la primera Olimpiada. Homero, por tanto, es noventa años anterior a la fundación de las Olimpíadas (alrededor del año 866 a. C.).

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Últimos reyes de Judá

118.1. Después de Joás hereda el reino su hijo Amasías (cf. 2 R 12,22) durante treinta y nueve años (cf. 2 R 14,2: dice 29 años); a éste le sucede también su hijo Ozías durante cincuenta y dos años, y murió de lepra (cf. 2 R 15,1-2. 5; 2 Cro 26,21). Bajo su reinado profetizan Amós, Isaías su hijo, Oseas el hijo de Beeri, y Jonás el hijo de Amitay (cf. 2 R 14,25), quien oriundo de Get Cober predicó a los ninivitas, después de salir del cetáceo.

118.2. Más tarde reina Jonatán, el hijo de Ozías, durante dieciséis años (cf. 2 R 15,32-33). Profetizan también durante su mandato Isaías (cf. Is 1,1), Oseas (cf. Os 1,1), Miqueas de Moreset (cf. Mi 1,1) y Joel, hijo de Batuel (cf. Jl 1,1).

Deportación de Israel

119.1. A éste [Jonatán] le sucede su hijo Acaz durante dieciséis años (cf. 2 R 16,1-2; 2 Cro 28,1). En el año décimo quinto de su reinado Israel fue deportado a Babilonia, y Salmanasar, rey de los asirios, trasladó a los samaritanos hacia Media y Babilonia (cf. 2 R 18,9-11).

119.2. A su vez Oseas sucede a Acaz durante ocho años (cf. 2 R 17,1: Oseas es rey de Israel, no de Judá, y el texto bíblico dice que reinó 9 años), y después Ezequías por veintinueve años (cf. 2 R 18,1-2). Según Isaías, al final de su vida Dios le concede por su virtud vivir otros quince años haciendo retroceder el sol (cf. Is 38,5-8).

119.3. Isaías, Oseas y Miqueas continúan profetizando durante su [reinado]. Se dice que éstos son posteriores a Licurgo, el legislador de los espartanos (lit.: lacedomonios).

119.4. Dieuquidas en el libro IV de las "Megaricas" coloca el momento culminante de Licurgo hacia el año doscientos noventa después de la conquista de Troya.

119.5. Isaías profetiza trescientos años después del reino de Salomón (970-931 a. C.), bajo el cual tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia, como se ha demostrado (cf. I,114,2 y 117,6), e igualmente Miqueas, Oseas y Joel, hijo de Batuel.

Josías

120.1. Después de Ezequías, su hijo Manasés reina durante cincuenta y cinco años (cf. 2 R 21,1); más tarde el hijo de éste, Amós, reina dos años (cf. 2 R 21,19); a continuación su hijo Josías, celoso observador de la Ley, reina durante treinta y un años (cf. 2 R 22,1-2). Éste amontonó los miembros de los hombres sobre los miembros de los ídolos (cf. 2 R 23,14. 20), como está escrito en el "Levítico" (cf. Lv 26,30).

120.2. En el año dieciocho de su reinado se celebró la Pascua, que desde Samuel no se había celebrado en todo ese tiempo (cf. 2 Cro 35,18-19). También entonces el sacerdote Jilquías, padre del profeta Jeremías, encontró por casualidad el libro de la Ley y lo depositó en el Templo (cf. 2 R 22,8); luego murió. En este tiempo profetizan Olda (cf. 2 R 22,14), Sofonías (cf. So 1,1) y Jeremías (cf. Jr 1,2).

120.3. En tiempos de Jeremías aparece también Ananías, un falso profeta (cf. Jr 28,1 ss.). El mismo Josías, desobedeciendo al profeta Jeremías, fue muerto junto al río Eufrates por Necao, rey de Egipto, cuando marchaba contra los asirios (cf. 2 R 23,29).

Últimos reyes de Judá. Recapitulación

121.1. A Josías le sucede su hijo Jeconías, llamado también Joacaz, durante tres meses y diez días (cf. 2 R 23,31; 2 Cro 36,1-2: 3 meses). El rey de Egipto, Necao, le lleva encadenado a Egipto después de haber hecho rey a su hermano Joaquim mediante un tributo del país, y [reinó] durante once años (cf. 2 Cro 36,5-8).

121.2. Después de éste reina su homónimo Joaquim durante un trimestre (cf. 2 R 24,8); luego Sedecías, once años (cf. 2 R 24,18).

121.3. Jeremías permanece profetizando hasta este [reinado], y con él profetizan también Buzi (cf. Ez 1,3), Urías el hijo de Semaya (cf. Jr 26,20), y Habacuc (cf. Ha 1,6); y éste es el final de los reyes hebreos.

121.4. Así, desde el nacimiento de Moisés hasta el destierro (587 a. C.) hay novecientos setenta y dos años, según algunos (cf. Taciano, Discurso contra los griegos, 36); pero conforme a la cronología exacta hay mil ochenta y cinco años, seis meses y diez días. Desde el reinado de David hasta la cautividad impuesta por los caldeos hay cuatrocientos cincuenta y dos años y seis meses; pero nuestra cronología exacta cuenta cuatrocientos ochenta y dos años, seis meses y diez días.

La deportación a Babilonia

122.1. En el año duodécimo del reinado de Sedecías (cf. I,121,2: serían los últimos días del undécimo año), setenta años antes de la soberanía persa, Nabucodonosor realizó una expedición contra fenicios y judíos, como afirma Beroso en su "Historia de los caldeos".

122.2. Por otra parte, Juba, en los "Escritos asirios", confiesa que obtuvo esa historia de Beroso, atestiguando la veracidad del historiador.

122.3. Entonces, Nabucodonosor deja ciego a Sedecías, le conduce a Babilonia y deporta a todo el pueblo (el destierro dura setenta años), excepto unos pocos que se refugiaron en Egipto (cf. 2 R 25,7; Jr 39,1 ss.; 43,7).

122.4. Profetizaban, durante el reinado de Sedecías, Jeremías y Habacuc; y en el año quinto de su reinado Ezequiel profetizaba en Babilonia (cf. Ez 1,2); y después el profeta Nahum y más tarde Daniel; después de Daniel profetizaron Ageo y Zacarías durante dos años, bajo Darío I (cf. Ag 1,1; Za 1,1), y finalmente el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce [profetas menores].

Durante la cautividad en Babilonia

123.1. Después de Ageo y Zacarías, Nehemías, el copero mayor de Artajerjes e hijo del israelita Aqueli (cf. Ne 1,1: Jakalías; y 2,1), construye la ciudad de Jerusalén y restaura el templo.

123.2. Durante esa cautividad aparecen Esther y Mardoqueo, de quien habla un libro, como también de los Macabeos.

123.3. Bajo esa cautividad, Misael, Ananías y Azarías, al no querer adorar una imagen idolátrica, son arrojados a un horno ardiendo y son salvados por la aparición de un ángel (cf. Dn 3,19 ss.).

123.4. Por entonces, Daniel es arrojado, por culpa de un dragón, en una fosa de leones, y alimentado durante siete días, gracias a la divina Providencia, es salvado por Habacuc (cf. Dn 14,1 ss.).

123.5. Entonces también ocurrió el milagro de Jonás (cf. Jon 2,1 ss.); y Tobías, por intervención del ángel Rafael, tomó por esposa a Sara, una vez que el destino matara a sus siete primeros pretendientes; después del casamiento de Tobías, su padre Tobit recobró la vista (cf. Tb 6,12 ss.; 3,8; 11,11-13).

La restauración de Jerusalén. Recapitulación

124.1. Zorobabel, habiendo vencido en sabiduría a sus contrincantes, recibe de Darío, como recompensa por los servicios, la restauración de Jerusalén y juntamente con Esdras vuelven a la tierra patria (cf. Esd 3,1 ss.).

124.2. Por él tiene lugar el rescate del pueblo, el reconocimiento y la renovación de los textos inspirados por Dios, se celebra la pascua salvadora y se puso fin el matrimonio con extranjeras (cf. Esd 6,3 ss.; 9,1 ss.; Ne 8,1 ss.).

124.3. Además, Ciro proclama la vuelta de los hebreos [a Palestina], y la promesa realizada bajo Darío es celebrada mediante la fiesta de la Consagración del templo, al igual que la del Tabernáculo (cf. Esd 6,3 ss.).

124.4. Todos esos años, incluyendo los de la cautividad hasta la vuelta del pueblo, y desde el nacimiento de Moisés, hacen un cómputo de mil ciento cincuenta y cinco años, seis meses y diez días; y desde el reinado de David hay, según algunos, quinientos cincuenta y dos años; aunque más exactamente hay quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

La profecía de Daniel

125.1. Por lo tanto, desde la cautividad del tiempo del profeta Jeremías, que tiene lugar en Babilonia, se ha cumplido lo anunciado por el profeta Daniel, que dice así:

125.2. "Setenta semanas fueron prefijadas sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa para poner fin al pecado, para cancelar pecados y borrar las injusticias, para expiar y traer justicia eterna, y sellar la visión y el profeta, y para ungir al santo de los santos.

125.3. Entiende y comprende que desde la salida de una palabra de respuesta y la edificación a Jerusalén hasta el mandato del ungido habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; y se reedificarán una plaza y una muralla, y los tiempos se terminarán (lit.: vaciarán).

125.4. Y después de las sesenta y dos semanas será suprimido un ungido, y no hay juicio para él. Y destruirá la ciudad y el santuario con el príncipe que vendrá. Y serán destruidos en un cataclismo; y hasta el fin de una guerra están decretadas desolaciones.

125.5. Y se afianzará una alianza para muchos durante una semana; y a la mitad de la semana mi sacrificio y libación serán suprimidos; y habrá en el santuario una abominación desoladora, hasta que la ruina decretada por el tiempo venga sobre el devastador.

125.6. Y en medio de la semana acabará el perfume del sacrificio, hasta la destrucción total del pináculo del templo, y habrá una orden de destrucción rápida" (Dn 9,24-27, según la versión de Teodoción).

La realización de la profecía de Daniel

126.1. Ahora bien, es evidente que el templo fue construido en siete semanas. En efecto, está escrito en el [libro] de Esdras (no se encuentra ni en Esdras ni en Nehemías; cf. Esd 3,7-12); y de igual manera existió un rey ungido, que fue príncipe de los judíos, cuando se cumplieron las siete semanas en Jerusalén; y durante las sesenta y dos semanas toda la Judea gozó de paz y no hubo guerras.

126.2. Y Cristo nuestro Señor, santo entre los santos, viniendo y cumpliendo la visión y el profeta, fue ungido en la carne por el Espíritu de su Padre en aquellas sesenta y dos semanas, como dijo el profeta (cf. Dn 9,24 ss.).

126.3. Y en una semana, cuya primero mitad ocupó, reinando, Nerón estableció en la ciudad santa de Jerusalén la abominación; y en la mitad de la semana fue eliminado él, y Otón, Galba y Vitelio; Pero Vespasiano prevaleció y arrasó a Jerusalén y destruyó el templo. Que esto es así, es manifiesto para quien pueda entender, según dijo el profeta.

El fin de la cautividad en Babilonia

127.1. Así, tras once años completos (cf. I,121,1-2), al principio del siguiente, reinando Joaquín, tuvo lugar la cautividad de Babilonia, bajo el rey Nabucodonosor, en el año séptimo de su reinado sobre los asirios; por otra parte, Uafres (o: Vafre) era rey de los egipcios en el segundo año; y Filipo era arconte de los atenienses en el primer año de la Olimpiada cuadragésimo octava (587 a. C.).

127.2. La cautividad duró alrededor de setenta años, hasta el segundo año de Darío, hijo de Histaspes, siendo rey de persas, asirios y egipcios; en su reinado, como ya he dicho con anterioridad (cf. I,122,4), eran profetas Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce [profetas Menores], siendo sumo sacerdote Jesús, hijo de Josedec (cf. Ag 1,1. 12; Si 49,12).

127.3. En el segundo año del reinado de Darío, que destruye, según Heródoto (cf. Historias, III,79), el poder de los Magos, Zorobabel, hijo de Salatiel, es enviado para levantar y decorar el templo de Jerusalén (cf. Ag 1,1. 12; Si 49,11-12).



Cronología de los pueblos vecinos

128.1. Ahora bien, la cronología de los (reyes) persas se reseña de la siguiente manera: Ciro [reinó] treinta años, Cambises diecinueve, Darío cuarenta y seis, Jerjes veintiséis, Artajerjes cuarenta y uno, Darío [II] ocho, Artajerjes [II] cuarenta y dos, Ocos ocho, Arsés tres.

128.2. [laguna en el texto: Darío III, seis años] La serie de reyes persas suma doscientos treinta y cinco años (la historia dice: 225). Alejandro de Macedonia, una vez aniquilado Darío [III], comienza a reinar en el año mencionado.

128.3. De igual manera, la cronología de los reyes de Macedonia es la siguiente: Alejandro dieciocho años, Ptolomeo, hijo de Lagos, cuarenta años, Ptolomeo Filadelfo veintisiete años, a continuación el Evergetes veinticinco años, luego el Filopátor diecisiete años, después de éste el [rey] Epífanes veinticuatro años.

128.4. A éste le sucede el Filométor, que reina durante treinta y cinco años; a éste [le sucede] Fiscón veintinueve años, a continuación Lathouros treinta y seis años, después el apodado Dioniso veintinueve años.

Los profetas son más antiguos que los primeros sabios griegos

129.1. A continuación de todos [ésos] reinó Cleopatra veintidós años, y después de ella el reino de los hijos de Cleopatra [duró] dieciocho días.

129.2. Así, en total, la cronología de los reyes de Macedonia fue de trescientos doce años y dieciocho días.

129.3. Así, quienes profetizaron en tiempos de Darío, hijo de Histaspes, en el segundo año de su reinado, fueron: Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías; cf. I,1224; 127,2 y 135,4), uno de los doce [profetas Menores], que profetizaron en el año primero de la Olimpiada cuarenta y ocho, y son más antiguos que Pitágoras, que es situado en la Olimpiada sesenta y dos, y también que Tales, el más antiguo de los sabios griegos, quien nació alrededor de la Olimpiada cincuenta.

129.4. Y contemporáneos a Tales fueron los denominados sabios, como afirma Andrón en su "Trípode" (Fragmentos, 3 M), También Pitágoras es anterior a Heráclito, puesto que lo menciona en su libro (cf. Heráclito, Fragmentos, 22 B 40).

Antigüedad de Salomón

130.1. Es por tanto indiscutible que a la época de los antedichos profetas y, juntamente, de los siete llamados "Sabios", precede la primera Olimpiada (hacia 776 a. C.), que, como está demostrado (cf. I,113,3-4), es posterior a la guerra de Troya en cuatrocientos siete años.

130.2. Es, por tanto, fácil comprender que Salomón, viviendo bajo Menelao, que intervino en lo de Troya, es muchos años anterior a los sabios griegos. Respecto a cuántos años precede Moisés a ése [Salomón], ya lo hemos indicado (cf. I,113).

130.3. Alejandro, de sobrenombre Polístor, en su libro "Sobre los Judíos", reproduce unas cartas de Salomón a Uafre, rey de Egipto, y al rey de Tiro en Fenicia y las de ellos a Salomón, en las cuales se demuestra que Uafre le había enviado ochenta mil hombres egipcios para la construcción del templo; y el otro (rey le había enviado) otros tantos con un arquitecto tirio, de madre judía, de la tribu de David, por nombre Hiperón, según allí se escribe (cf. Alejandro, Fragmentos, 22 B 40).

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Poetas y adivinos griegos

131.1. El ateniense Onomácrito, de quien se dice que es el autor de los poemas atribuidos a Orfeo, aparece bajo el mandato de los Pisistrátidas, alrededor de la Olimpiada cincuenta; y Orfeo, que navegó junto a Heracles, fue discípulo de Museo.

131.2. Anfión es anterior en dos generaciones a la guerra de Troya; también, Demódoco y Femio después de la conquista de Troya: uno con los feacios y el otro entre los pretendientes, celebrados como citaristas.

131.3. También los oráculos atribuidos a Museo se dice que son de Onomácrito; y "La Caverna" [atribuida] a Orfeo es de Zopyro de Heraclea; y el "Descenso al Hades" de Pródico de Samos.

131.4. Ion de Quíos cuenta en "Las Tríadas" ("Triagmois") que Pitágoras también atribuyó algunos [escritos] a Orfeo.

131.5. Epígenes dice en los "Poemas de Orfeo" que el "Descenso al Hades" y la "Palabra sagrada" son del pitagórico Cercops, y el "Peplo" y la "Física" son de Brontino.

131.6. También algunos sitúan a Terpandro entre los [poetas] antiguos; así, Helánico refiere que ése [Terpandro] vive en tiempos de Midas; sin embargo, Fanias al situar a Lesques (o: Lesches) de Lesbos antes de Terprando, hace a éste más joven que Arquíloco, y (cuenta) que Lesques luchó ardientemente contra Arctino y lo venció.

131.7. Janto de Lidia afirma que Tasos fue fundada alrededor de la décimo octava Olimpiada -para Dionisio en la décimo quinta-; y está de acuerdo con que Arquíloco ya era conocido después de la Olimpiada vigésima. Se acuerda también de la destrucción de Magnesia, que había tenido lugar hacía poco tiempo.

131.8. Simónides sitúa [la destrucción de Magnesia] en tiempos de Arquíloco, y Calino no mucho más antigua; puesto que Arquíloco menciona la destrucción de los Magnesios, y Calino su prosperidad. Sin embargo, Eumelo de Corinto es más antiguo porque habría tratado con Arquías, fundador de Siracusa.

Nombres de la mitología griega

132.1. Hemos preferido decir todo lo anterior, porque se considera a los poetas de este Período (o: ciclo) como los más antiguos de todos. También se cuentan entre los griegos numerosos adivinos, como, los Bacidas -uno de Boecia y otro de Arcadia-, que realizaron innumerables predicciones a mucha gente.

132.2. Por el vaticinio del ateniense Anfilito, reinó el tirano Pisístrato, a quien le señaló la ocasión oportuna para el ataque.

132.3. Pasaré por alto a Cometes de Creta, a Cíniras de Chipre, Admeto de Tesalia, Aristeo de Cirene, Anfiarao de Atenas, Timóxenes de Corcira, Demeneto de Focia, Epigenes de Tespis, Nicias de Caristo, Aristón de Tesalia, Dionisio de Cartago, Cleofón de Corinto, Hipo, la hija de Quirón, Boio, Manto, y una multitud de Sibilas: la de Sanios, de Colofón, de Cumas, de Eritrea, de Fito, de Tarasandra, de Macedonia, de Tesalia, de Tesprocia, la de Calcante y Mopso, que viven en la época de la guerra de Troya; sin embargo, la de Mopso es la más antigua porque navegó con los Argonautas.

La adivinación

133.1. Se dice que la [obra] llamada "Adivinación de Mopso" fue compuesta por Bato de Cirene; en cambio, Doroteo en el [libro] primero de "La Enciclopedia" (Pandektes), refiere que Mopso había sido instruida por un alción y una corneja.

133.2. También el gran Pitágoras se aplicó siempre a predecir [el futuro], y lo mismo Abaris el hiperbóreo, Aristeo de Proconeso, Epiménides de Creta, que llegó a Esparta, Zoroastro el medo, Empédocles de Agrigento, Formión de Laconia, e igualmente Pohárato de Tasos, Empedótimo de Siracusa y, por encima de todos, el ateniense Sócrates.

133.3. Se dice en el "Teages": Desde mi infancia poseo un sello inaudito concedido por un destino divino que me guía; es decir, una voz que cuando habla pone en práctica lo que pienso, pero nunca me empuja" (Platón, Theages, 128 D).

133.4. Excesto, tirano de los focios, llevaba dos anillos hechizados, y por el ruido que hacían al unirlos discernía las buenas ocasiones para actuar; pero con todo murió asesinado a traición, aunque el ruido le había advertido, según dice Aristóteles en la "Constitución de los Focenses" (cf. Aristóteles, Fragmentos, 599).

Nombres de varios adivinos

134.1. También alguna vez entre los hombres egipcios se hicieron dioses por gloria humana; así Hermes de Tebas, Asclepio de Menfis, Tiresías y Manto en Tebas, como afirma Eurípides (cf. Fenicias, 834); Heleno, Laocoonte y Enone de Cebrión, en Troya.

134.2. Crío, uno de los Heráclidas, tenía fama de adivino ilustre, y un tal Yamo, en Elida (o: Élide), del que nacieron los yamidas (Iamídas); y Polido (Polyido), en Argos y en Megara, es mencionado por la tragedia (la obra perdida sería Polyida, de Sófocles y Eurípides).

134.3. ¿Para qué enumerar a Télemo, que, siendo adivino de los Cíclopes, vaticinó a Polifemo el engaño de Ulises; o al ateniense Onomácrito, o Anfiarao, que acompañó a los Siete que lucharon contra Tebas, una generación anterior a la toma de Troya, según se dice, o a Teoclímeno en Cefalenia o a Telmeso en Caria o a Galeon en Sicilia?

134.4. Habría otros además de éstos: Idmón, el que acompañó a los Argonautas; Femónoe de Delfos; Mopso, hija de Apolo y de Manto, en Panfilia y Cilicia; Anfíloco, hijo de Anfiarao, en Cilicia; Alcmeón en Acarnania; Anio (o: Anios) en Délos; Aristandro el de Telmeso, el que nació con Alejandro. Igualmente Filocoro refiere en el [libro] primero de "La Adivinación" que Orfeo fue adivino.

Los profetas hebreos

135.1. Teopompo, Eforo y Timeo registran como un adivino a Ortágoras, lo mismo que el samio Pitocles, en el libro cuarto de las "Itálicas" a Cayo Julio Nepote.

135.2. En verdad, "todos son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), como dice la Escritura, puesto que la mayoría de las predicciones están sacadas de la observación de los astros y de las probabilidades, como los médicos y los charlatanes que juzgan (a las personas) por su fisonomía; también hay otros que, dominados por los demonios, son puestos en trance por influjo de algunas aguas, perfumes o por determinados aires.

135.3. Pero entre los hebreos, los profetas (hablaban) por el poder e inspiración de Dios; así, antes de la Ley, antes de la Ley, Adán profetizó sobre su mujer y sobre la denominación de los animales (cf. Gn 2,23. 20); Noé predica la conversión (cf. 2 P 2,5; Gn 6,9); Abraham, Isaac y Jacob revelan con claridad no pocos acontecimientos futuros y también inminentes.

135.4. En el tiempo de la Ley, Moisés y Aarón, y más tarde [profetizaron] Josué, el hijo de Navé, Samuel, Gad, Natán, Acías, Samaia, Jehú, Elías, Miqueas, Abdías, Eliseo, Abdadonai, Amos, Isaías, Oseas, Jonás, Joel, Jeremías, Sofonías, Bouzi, Ezequiel, Urías, Habacuc, Naún, Daniel, Misael, él [que hizo] las alabanzas (cf. Dn 3,15-90), Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías; cf. I,122,4; 127,2; 129,3), uno de los doce [profetas Menores].



Nueva recapitulación

136.1. Todos ellos hacen un total de treinta y cinco profetas. Respecto a las mujeres -también las hay que profetizaron-: Sara, Rebeca, María, Débora y Oída... (posible laguna en el texto griego).

136.2. Después, alrededor de la misma época, Juan profetiza hasta el bautismo del Salvador; y luego del nacimiento de Cristo, [también profetizan] Ana y Simeón. Zacarías, el padre de Juan también profetiza antes del niño, como se lee en los Evangelios (cf. Lc 2,36-38. 25-35; 1,67-69).

136.3. Ahora, partiendo de Moisés, resumamos la cronología relativa a los griegos. Desde el nacimiento de Moisés hasta el éxodo de los judíos de Egipto, ochenta años, y hasta su muerte otros cuarenta. El éxodo tuvo lugar en tiempo de Ínaco, porque Moisés salió de Egipto trescientos cuarenta y cinco años antes de la era Sotiaca.

136.4. Desde el mandato de Moisés y de Ínaco hasta el cataclismo de Deucalión, entiendo, que es el segundo diluvio, y hasta el incendio de Faetonte, correspondiente a los tiempos de Crótopo, se contabilizan ocho (el original dice: 40) generaciones. Ahora bien, tres generaciones equivalen a cien años.

136.5. Desde el cataclismo hasta el incendio del Ida, y el descubrimiento del hierro y a los Dáctilos Ideos, hay setenta y tres años, según dice Trásilo. Y desde el incendio del Ida hasta el rapto de Ganimedes hay sesenta y cinco años.

Cronología hasta la conquista de Troya y la Olimpíada de Ifito

137.1. De aquí hasta la expedición de Perseo, cuando Glauco fundó los [juegos] ístmicos en honor de Melicerte, hay quince años. Desde la expedición de Perseo hasta la fundación de Troya hay treinta y cuatro años. Desde entonces hasta la expedición de Argos hay sesenta y cuatro años.

137.2. Desde esta [expedición] hasta Teseo y el Minotauro hay treinta y dos años; después, hasta los Siete contra Tebas hay diez años; luego, hasta los juegos olímpicos, que estableció Heracles en honor de Pélope, hay tres años; y hasta la expedición de las Amazonas contra Atenas y al rapto de Helena por Teseo hay nueve años.

137.3. De ahí hasta la apoteosis de Heracles, once años, y hasta el rapto de Elena por Alejandro cuatro años; después, hasta la conquista de Troya, veinte años.

137.4. Desde la conquista de Troya hasta el regreso de Eneas y la fundación de Lavinio diez años, y hasta el reinado de Ascanio, ocho años; hasta el regreso de los Heráclidas sesenta y un años; y hasta la Olimpíada de Ifito trescientos treinta y ocho años.

Hasta la muerte de Alejandro Magno

138.1. Pero Erastóstenes reseña así la cronología: desde la conquista de Troya hasta el regreso de los Heráclidas, ochenta años. Desde entonces hasta la fundación de Jonia, sesenta años. Por lo que se refiere a los [años] siguientes, hasta la administración de Licurgo, ciento cincuenta y nueve años.

138.2. Y hasta el primer año de la primera Olimpiada, ciento ocho años. Desde esa [primera] Olimpiada hasta la travesía de Jerjes, doscientos noventa y siete años. Desde la [travesía] hasta el comienzo de la guerra del Peloponeso, cuarenta y ocho años.

138.3. Y hasta la destrucción y derrota de los atenienses, veintisiete años; hasta la batalla de Leuctra (371 a. C.), treinta y cuatro años; desde esa [batalla] hasta la muerte de Filipo, treinta y cinco años; y después de dicha [muerte] hasta la sustitución de Alejandro, doce años.

138.4. Nuevamente, desde la primera Olimpíada algunos dicen185 que hay que contar veinticuatro años hasta la fundación de Roma. De ahí hasta la derogación de la monarquía, cuando aparecen los cónsules, doscientos cuarenta y tres años; y desde la derogación de la monarquía hasta la muerte de Alejandro, ciento ochenta y seis años.

Emperadores romanos: desde Augusto hasta Cómodo

139.1. Desde entonces hasta la victoria de Augusto, cuando se suicida Antonio en Alejandría, doscientos noventa y cuatro años; por aquel entonces Augusto ejercía el cuarto consulado.

139.2. Desde esta fecha hasta la institución de los juegos por Domiciano en Roma, ciento catorce años. Y desde el primero de estos juegos hasta la muerte de Cómodo, ciento once años.

139.3. 3. Hay quienes desde Cécrope hasta Alejandro de Macedonia cuentan mil doscientos veintiocho años (otra lectura del original: 1828); desde Demofonte mil doscientos cincuenta años (otra lectura del original: 850), y desde la toma de Troya hasta la vuelta de los Heráclidas ciento veinte o ciento ochenta años.

139.4. Desde ese [regreso] hasta el arcontado de Evéneto, bajo el cual se dice que Alejandro pasó a Asia, según Fanias, setecientos quince años; pero conforme a Eforo, setecientos treinta y cinco; según Timeo y Clitarco, ochocientos veinte; según Eratóstenes, setecientos setenta y cuatro (otra lectura del original: 770); según Duris, desde la conquista de Troya hasta la travesía de Alejandro a Asia, mil años.

139.5. Desde aquí hasta Egesías (el griego lee Evéneto), el arconte de Atenas, bajo el cual muere Alejandro, once años. De ahí hasta la hegemonía de Claudio César Germánico [pasan] trescientos sesenta y cinco años; a partir de ese momento hasta la muerte de Cómodo se calculan fácilmente los años; se hace la suma de todos.

Capítulo XXII: Cronologías (conclusión)

Comparación entre las cronologías griega y judía

140.1. Además (de la cronología) griega es necesario también tomar en cuenta la cronología bárbara en sus grandes líneas.

140.2. Desde Adán hasta el diluvio se contabilizan dos mil ciento cuarenta y ocho años y cuatro días; desde Sem hasta Abraham, mil doscientos cincuenta años; desde Isaac hasta el reparto [de la tierra prometida], seiscientos dieciséis años.

140.3. Luego, desde los Jueces hasta Samuel, cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.

140.4. Y después de los Jueces, [el período] de los Reyes: quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.

140.5. Luego, los tiempos del dominio persa: doscientos treinta y cinco; y desde (el reinado) macedónico hasta la muerte de Antonio, trescientos doce años y dieciocho días.

140.6. A continuación, el dominio de los romanos hasta la muerte de Cómodo, doscientos veintidós años.

140.7. Nuevamente, desde la cautividad de los setenta años y el restablecimiento del pueblo en la tierra patria, hasta la cautividad de los tiempos de Vespasiano, se cuentan cuatrocientos diez años; finalmente, desde Vespasiano hasta la muerte de Cómodo hay que contabilizar ciento veintiún años, seis meses y veinticuatro días.

Cronología judía

141.1. Demetrio afirma en (el libro) "Sobre los Reyes de Judea" que las tribus de Judá, Benjamín y Leví no fueron hechas prisioneras por Senaquerib, sino que desde esa cautividad, hasta la última en la que Nabucodonosor les sacó de Jerusalén, hay ciento veintiocho años y seis meses.

141.2. Y desde que las diez tribus fueron llevadas cautivas desde Samaría, hasta Tolomeo IV, hay quinientos setenta y tres años y nueve meses; y desde la [deportación] de Jerusalén, trescientos treinta y ocho años y tres meses.

141.3. También Filón mismo reseñó los reyes de los judíos, (pero) está en desacuerdo con Demetrio.

141.4. Eupólemo, en la misma materia, dice que desde Adán hasta el quinto año del reinado de Demetrio y el duodécimo del reinado de Tolomeo, rey de Egipto, son cinco mil ciento cuarenta y nueve años.

141.5. Y desde el tiempo en que Moisés condujo a los judíos fuera de Egipto hasta el tiempo fijado anteriormente, hay dos mil quinientos ochenta años. Y desde esa época hasta los consulados de Gneo Domicio y Asinio (40 a. C.), en Roma, se cuentan ciento veinte años.

Sobre los "dialectos"

142.1. Éforo y otros muchos historiadores dicen que hay setenta y cinco naciones y lenguas (glossai), obedeciendo a la palabra dicha por Moisés: "Todas las almas de la casa de Jacob que bajaron a Egipto, eran setenta y cinco" (Ex 1,5).

142.2. Es manifiesto que los dialectos (dialektoi) existentes, según la verdadera cuenta, son setenta y dos, como enseñan nuestros escritos (cf. Seudo Clemente, Homilías, 18,4. 3); otras, que son la mayoría, están formados de la relación con dos, tres o también más dialectos.

142.3. Dialecto es una forma de hablar que manifiesta el carácter propio de una región; es un modo de hablar que revela un carácter especial o común de una nación.

142.4. Los griegos dicen que hay entre ellos cinco dialectos: ático, jónico, dórico, eólico y, el quinto, la koiné; también [dicen] que las innumerables formas de hablar de los bárbaros no se llaman dialectos, sino lenguas.

Sobre los "dialectos" (continuación)

143.1. Platón atribuye también a los dioses cierto dialecto, conjeturándolo de los ensueños y los oráculos, y también, por otro lado, de los que están poseídos por el demonio, que no profieren su propia voz ni lengua, sino la de los demonios que se introducen en ellos.

143.2. Y cree que también los animales irracionales tienen sus dialectos, que entienden los de su misma especie.

143.3. Así, un elefante que cae en el fango grita, y al llegar cualquier otro [elefante] y contemplar el incidente, se vuelve atrás y aparece con él no mucho después una manada de elefantes que salva al caído en el fango.

143.4. Se dice también que en Libia, cuando un escorpión no consigue herir al hombre, se marcha para volver luego con otros muchos [escorpiones]; y colgándose uno de otro en forma de cadena se aprestan así a dar el ataque; pero estos animales irracionales no se expresan por medio de movimientos de cabeza, ni por expresiones corporales (schemati), sino -me parece a mí- por medio de un dialecto propio.

143.5. Algunos otros dicen también que si un pez, al ser arrastrado, roto el hilo, escapa, no se encontrará en ese mismo lugar y en todo el día otro pez de su misma especie.

143.6. Los dialectos primitivos y específicos (lit.: raciales) son bárbaros, pero tienen nombres naturales; también los hombres reconocen (o: confiesan) que las oraciones son más eficaces si se hacen en lengua (phone) bárbara.

143.7. Y Platón, en el "Cratilo", al pretender explicar (el término) "fuego", afirma que es una palabra (lit.: nombre) bárbara; y aduce el testimonio de que los frigios así lo llaman "con una pequeña variante" (Platón, Cratilo, 410 A).

Cronología de los emperadores romanos

144.1. Pienso que no está fuera de lugar añadir la cronología de los emperadores romanos, para fijar el nacimiento del Salvador.

144.2. Augusto [reinó] durante 43 años; Tiberio 22 años; Cayo 4 años; Claudio 14 años; Nerón 14 años; Galba un año; Vespasiano 10 años; Tito 3 años; Domiciano 15 años; Nerva un año; Trajano 19 años; Adriano 21 años; Antonino 23 años; de nuevo [M. Aurelio] Antonino y Cómodo, juntos 32 años.

144.3. En total, desde Augusto hasta la muerte de Cómodo, suman 222 años; y desde Adán hasta la muerte de Cómodo, 5784 años, dos meses y doce días.

144.4. Otros registran la siguiente cronología de los emperadores romanos: Cayo Julio César, 3 años, 4 meses y 6 días; tras él, Augusto reinó 46 años, 4 meses y un día; después Tiberio, 26 años, 6 meses y 19 días; a éste le sucede Cayo César [durante] tres años, 10 meses y ocho días; luego Claudio, 13 años, 8 meses y 28 días; Nerón, 13 años, 8 meses y 28 días; Galba, 7 meses y 6 días; Otón, 5 meses y un día; Vitelio, siete meses y un día; Vespasiano, 11 años, 11 meses y 22 días; Tito, 2 años y 2 meses; Domiciano, 15 años, 8 meses y 5 días; Nerva, 1 año, 4 meses y 10 días; Trajano, 19 años, 7 meses y 15 días; Adriano, 20 años, 10 meses y 28 días; Antonino, 22 años, tres meses y 7 días; Marco Aurelio Antonino 19 años y 11 días; Cómodo, 12 años, 9 meses y 14 días.

144.5. Así, desde Julio César hasta la muerte de Cómodo hay 236 años y 6 meses. La suma total desde Rómulo, el fundador de Roma, hasta la muerte de Cómodo, es de 943 años y 6 meses.

Nacimiento de Jesucristo

145.1. Nuestro Señor nació en el año vigésimo octavo del reinado de Augusto, cuando se mandó hacer el primer empadronamiento (cf. Lc 2,1).

145.2. Esto es verdad conforme al evangelio según Lucas, donde está escrito: "En el año décimo quinto del emperador Tiberio, vino la palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías" (Lc 3,1. 2). Y de nuevo en el mismo [evangelio]: "Jesús, cuando fue bautizado, tenía 30 años" (Lc 3,23)

145.3. Y que debía predicar durante un solo año, está escrito de la siguiente manera: "Me envió para anunciar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18-19). Y tanto el profeta como el evangelio dicen lo mismo (cf. Is 61,1-2; Lc 4,18-19).

145.4. Por tanto, quince años de Tiberio y quince de Augusto; así se completan los treinta años hasta la Pasión.

145.5. Desde la Pasión hasta la destrucción de Jerusalén hay 42 años y 3 meses; desde la destrucción (lit.: catástrofe) de Jerusalén hasta la muerte de Cómodo, 122 años, 10 meses y 13 días. Por tanto, desde el nacimiento del Señor hasta la muerte de Cómodo hay en total 194 años, un mes y 13 días.

145.6. Hay quienes con una curiosidad excesiva señalan no sólo el año, sino también el día del nacimiento de nuestro Salvador, y dicen que fue el año vigesimoctavo de Augusto, el veinticinco del (mes) Pachón.



Otras fechas de la vida de Jesucristo

146.1. Los (discípulos) de Basílides también festejan el día de su bautismo, y pasan la noche anterior leyendo (en público).

146.2. Afirman que [aquel bautismo] sucedió el año décimo quinto de Tiberio César, el [día] 15 del mes Tybí (10 de enero); en cambio, otros [dicen que tuvo lugar] el [día] undécimo del mismo mes (6 de enero).

146.3. Respecto a su Pasión, algunos, queriendo precisar, la sitúan en el año décimo sexto de Tiberio César, el 25 del [mes] Phamenoth (21 de marzo); otros, el 25 del [mes] Pharmouthí (20 de abril); finalmente hay quienes dicen que el Salvador padeció el 19 del [mes] Pharmouthí (14 de abril).

146.4. Algunos dicen que nació el 24 ó 25 de Pharmouthí (19-20 de abril).

146.5. Yo digo que es necesario añadir a esta cronología los días a que alude Daniel desde la devastación de Jerusalén (cf. Dn 9,27): ... (hay una laguna en el texto griego) los 7 años y 11 meses de Vespasiano, porque (agregando los dos primeros años de su reino, anteriores a la devastación) a los diecisiete meses y ocho días de Otón, Galba y Vitelio,

146.6. se obtienen tres años y seis meses, o sea, "la mitad de la semana" (Dn 9,27; Teodoción), como dijo el profeta Daniel.

146.7. (Él dijo) que hay 2300 días desde que se implantó, por Nerón, la abominación en la ciudad santa hasta su destrucción.

146.8. Eso demuestra el texto citado a continuación: "¿Hasta cuándo va a durar la visión, el sacrificio abolido, el pecado de desolación, el poder y el santuario pisoteados Y le respondió: "Hasta 2300 días, tardes y mañanas, y será construido el templo"" (Dn 8,13-14).

146.9. Esos 2300 días forman 6 años y 4 meses; la mitad de ellos comprenden el dominio de Nerón, y son la mitad de la semana; la otra mitad corresponde a Vespasiano, juntamente con Otón, Galba y Vitelio.

146.10. Por eso dice Daniel: "Feliz (o: bienaventurado) el que alcance hasta 1335 días" (Dn 12,12). En efecto, la guerra duró esos días; luego se acabó.

La genealogía del Señor. Conclusión de las cronologías

147.1. Ese número se indica también por el versículo antes señalado, que dice así: "Y desde el tiempo de la abolición del sacrificio perpetuo y de la introducción de la abominación de la desolación, habrá 1290 días. ¡Dichoso quien resista y alcance hasta los 1335 días!" (Dn 12,11-12).

147.2. El Judío Flavio Josefo, que escribió la "Historia de los Judíos", dice que la cronología, desde Moisés hasta David, es de 585 años; desde David hasta el año segundo de Vespasiano hay 1179 años (cf. Flavio Josefo, La guerra de los judíos, VI,10,437-440).

147.3. Desde ése hasta el décimo año de Antonino, hay 77 años; siendo el total, desde Moisés hasta el décimo de Antonino, de 1833 años.

147.4. Otros, contabilizando desde Moisés e Ínaco hasta la muerte de Cómodo, afirman que hay 1842 años; y otros, 1921.

147.5. En el Evangelio según Mateo, la genealogía (comienza con) Abraham y termina con María, la madre del Señor. "De Abraham, dice, a David hay 14 generaciones; desde David hasta el destierro de Babilonia, 14 generaciones;

147.6. y desde el destierro de Babilonia hasta Cristo, hay igualmente otras 14 generaciones" (Mt 1,17): tres períodos misteriosos, que completan seis semanas.

Capítulo XXII: La transmisión de la sabiduría hebrea a los griegos

La traducción griega de la Biblia

148.1. Baste con lo examinado sobre la cronología estudiada por muchos de distintas formas y expuesta por nosotros. Pero en lo que se refiere a la traducción de la Escritura, tanto la de la Ley como la de los Profetas, del hebreo a la lengua griega, se dice que fue realizada bajo el reinado de Ptolomeo Lago o, según otros, del llamado Filadelfo (283-246 a. C.), quien puso un grandísimo empeño en ello; mientras que Demetrio de Falerio organizaba minuciosamente el trabajo de traducción.

148.2. Cuando los macedonios dominaban Asia, el rey, trabajando con empeño por dotar con toda clase de libros a la biblioteca que había fundado en Alejandría, solicitó también a los jerosolimitanos que tradujeran al dialecto griego (o: lengua griega) sus propias profecías.

La versión de los LXX

149.1. Estos [jerosolimitanos], todavía bajo la dominación macedonia, eligieron a setenta ancianos renombrados y expertos en las Escrituras, conocedores igualmente de la lengua griega, y después se los enviaron [al rey] con los divinos libros.

149.2. Cada uno tradujo, por su cuenta, todas las profecías, una a una, y todas las traducciones, confrontadas, coincidieron tanto en el pensamiento y como en las expresiones. En efecto, habían trabajado, por voluntad de Dios, para que llegaran a oídos de los griegos.

149.3. Ciertamente no era algo extraordinario que por inspiración de Dios, que era quien había dado la profecía, influyera también en la traducción como una [especie de] profecía griega; en tanto que, durante la cautividad de Nabucodonosor, cuando las Escrituras fueron destruidas, en tiempos del rey de los persas Artajerjes, el levita y sacerdote Esdras también fue inspirado y restauró con nuevas profecías toda la antigua Escritura.

Platón discípulo de Moisés

150.1. Aristóbulo en el [libro] primero de la obra dedicada a Filométor escribe en estos términos: "También Platón siguió nuestra ley, y es claro que estudió minuciosamente cada cosa de la que en ella se dicen.

150.2. Anteriormente a Demetrio otros, antes de la dominación de Alejandro y de los persas, también tradujeron lo que había sucedido durante el éxodo de Egipto por parte de los hebreos nuestros conciudadanos, la revelación, a ellos hecha, de todo lo que sucedió, la conquista de la tierra [prometida] y la explicación de la entera legislación.

150.3. Está, por tanto, bien claro que el filósofo anteriormente mencionado [Platón] copió muchas cosas -porque un gran erudito-, al igual que Pitágoras, quien trasladó muchas de nuestras cosas a su doctrina" (Aristóbulo, Fragmentos, 737,3).

150.4. El filósofo pitagórico Numenio escribe abiertamente: "¿Quién es Platón sino un Moisés que habla en ático?" (Numenio de Apamea, Fragmentos, 9). Este Moisés fue teólogo y profeta, y, según algunos, fue intérprete de las leyes sagradas.

150.5. La Escritura misma, que es fidedigna, ensalza el origen de Moisés, sus obras y su vida; por ello, es preciso que nosotros hablemos de él, aunque sea lo más brevemente posible.



Capítulo XXIII: Moisés

La vida de Moisés

151.1. Moisés, caldeo de origen, nace en Egipto (cf. Ex 2,1-10), cuyos antepasados habían llegado a Egipto desde Babilonia a causa de una prolongada hambre. Nace en la séptima generación y es educado de forma regia, esto fue lo que le sucedió.

151.2. Habiendo proliferado extraordinariamente los hebreos en Egipto, dado su creciente número, el rey de aquella tierra temió una insurrección (o: conjura; insidia) de los que iban naciendo de los hebreos, y ordenó dejar (con vida) a las mujeres, porque la mujer es débil para la guerra, pero que hicieran perecer a los varones. Sospechaba de la juventud vigorosa.

151.3. Durante tres meses sus padres alimentan en secreto al niño de noble estirpe, siendo mayor el amor de la naturaleza que la crueldad del tirano; no obstante, temiendo ellos morir juntamente con el niño, hicieron una cestilla con papiro del lugar, metieron [en ella] al niño y lo dejaron sobre la orilla pantanosa del río; pero la hermana del niño permanecía a distancia para ver qué sucedía.

Moisés rescatado del Nilo

152.1. Entonces la hija del rey, estéril desde hacía mucho tiempo, pero deseosa de tener hijos, llegó aquel día río para tomar baños y aspersiones, pero al escuchar los gemidos del niño manda que se le traiga y, compadeciéndose, se puso a buscar una nodriza.

152.2. Entonces corrió la hermana del niño dice que hay una mujer hebrea que ha dado a luz no hace mucho tiempo y que podría ser la nodriza, si quisiera. Estando de acuerdo, incluso lo suplicaba, presentó a la madre del niño para que hiciese de nodriza, como a una extraña cualquiera, conviniendo un salario.

152.3. Después la princesa dará al niño el nombre de Moisés, que significa etimológicamente salvado del agua -puesto que los egipcios llaman al agua "moy"-, al que había sido expuesto para morir. También ellos llaman Moisés a quien muere en el agua.

La educación de Moisés

153.1. Es claro que ya antes, tras circuncidar al niño, sus padres le habían puesto un nombre; se llamaba Joaquín. Tuvo además un tercer nombre en el cielo, después de su asunción; como dicen los iniciados: "Melquí" (según el apócrifo la Asunción de Moisés).

153.2. Cuando llegó [Moisés] a la juventud fue instruido por distinguidos egipcios en la aritmética, la geometría, la rítmica, la armonía, y además en la métrica y la música, y también más tarde en la filosofía de los símbolos, que los egipcios expresan mediante la escritura jeroglífica. Los griegos le enseñaron en Egipto el otro ciclo pedagógico, como si fuera hijo de reyes, según dice Filón en la "Vida de Moisés";

153.3. luego, aprendió la gramática asiria y la astronomía (lit.: ciencia de los cielos) junto a [maestros] caldeos y egipcios; también se dice en los "Hechos [de los Apóstoles"] "que fue educado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7,22).

153.4. Eupolemo, en el [libro] "Sobre los Reyes de Judea", afirma que Moisés fue el primer sabio y el primero que transmitió la escritura a los judíos, y que de los judíos la tomaron los fenicios, y los griegos de los fenicios.

153.5. En la edad adulta, [Moisés] desarrolló su inteligencia; se entusiasmó con la cultura de su pueblo y de sus antepasados, hasta el punto de golpear y matar a un egipcio que atacaba injustamente a un hebreo (cf. Ex 2,11-12).

Diversas versiones sobre lo sucedido después que Moisés mató al egipcio

154.1. Los iniciados dicen que mató al egipcio sólo con una palabra, al igual que haría más tarde Pedro, como refieren los Hechos, quien mató con una palabra a quienes habían sustraído del precio del campo y mentido (cf. Hch 5,1-10)

154.2. Artapano, en su [tratado] sobre Los Judíos, relata que Moisés, hecho prisionero de Jenefres, rey de los egipcios, al reclamar la liberación de su pueblo respecto de Egipto, por la noche salió de prisión, abierta por voluntad de Dios, y, penetrando en el palacio, se presentó ante el rey, que dormía y le despierta;

154.3. éste, atemorizado por el suceso, manda a Moisés que le diga el nombre del Dios que le ha enviado, y [Moisés] se inclinó a su oído y se lo susurró; pero el rey, al oirlo, cayó muerto sin voz, mas ayudado por Moisés recobró la vida.

Cita del drama "Éxodo" del poeta hebreo Ezequiel (siglo III a. C.)

155.1. Sobre la educación de Moisés concordará con nosotros el poeta trágico de los judíos Ezequiel en el drama titulado "Éxodo" (Exagogé), escribiendo en persona de Moisés:

155.2. "Miren que nuestra raza está aumentando sobremanera, y el Faraón tramará contra nosotros toda clase de estratagemas; él castiga a [nuestros] hombres a construir penosamente monumentos, a fortificar la ciudad con torres defensivas, y todo ello es una desdicha para ustedes. Después [el Faraón] promulgó para nosotros, raza hebrea, que arrojáramos a los niños varones al agua profunda del río.

155.3. Cuando yo [nací], mi madre me ocultó durante tres meses, como ella me contó, pero al no poder pasar inadvertida me abandonó en secreto, envolviéndome perfectamente, sobre la orilla del río en un espeso y profundo lugar pantanoso.

115.4. Mi hermana Mariam me cuidaba a distancia, hasta que un día, la hija del rey bajó [al río] para poner radiante mediante cuidados baños su joven cuerpo. De repente me vio, me tomó [en sus manos] y se dio cuenta de que yo era hebreo. Mi hermana Mariam, presentándose ante la princesa, le dijo: "¿Quieres que te busque rápidamente una nodriza hebrea para el niño?". Y la princesa apremió a la muchacha.

155.5. Fue corriendo a decírselo a mi madre, y mi madre, yendo rápida al lugar, me tomó en sus brazos. La hija del rey [le] dijo: "Mujer, alimenta a este [niño], y yo te daré una retribución". Y me puso por nombre Moisés, porque me había sacado de las aguas del río, en la orilla.

155.6. Una vez pasado el tiempo de mi infancia, mi madre me llevó al palacio de la princesa. Antes me había referido y contado todo: la raza de mis antepasados y los dones [recibidos] de Dios.

155.7. Así mientras permanecimos niños, se me facilitó toda clase de instrucción y educación regias, como si yo fuera [hijo] de sus entrañas; pero cumplido el ciclo de los días, abandoné los aposentos reales".

Moisés abandona Egipto

156.1. Después de relatar la lucha del hebreo y el egipcio y el enterramiento del egipcio en la arena, dice así sobre la otra lucha:

156.2. ""¿Por qué golpeas a uno que es más débil que tú?". Y el otro respondió: "¿Quién te ha mandado ser juez y árbitro entre nosotros? ¿Acaso quieres matarme como al hombre de ayer?" Temeroso yo, le dije: "¿Cómo se ha hecho público esto?"" (Ex 2,13-14).

156.3. Entonces (Moisés) huye de allí y pastorea ovejas, ensayándose con el pastoreo para el gobierno. Porque el pastoreo es una preparación (lit.: progymnasia) regia, para quien ha de guiar el rebaño más manso, el de los hombres; como para los guerreros lo es por naturaleza la caza. En adelante Dios le pondría al frente de los hebreos.

El botín que los hebreos tomaron a los egipcios

157.1. A continuación los egipcios son advertidos con repetidos avisos que no comprendieron, mientras que los hebreos, cual espectadores de las plagas que los otros [egipcios] sufren, aprenden sin peligro el poder de Dios (cf. Ex 7-12).

157.2. Los egipcios, no queriendo escuchar los efectos de ese poder [divino], pues tontos en su insensatez no creyeron, porque, como suele decirse, los tontos sólo conocen el mal cuando ya está hecho cf. Homero, Ilíada, XVII,32 y XX,198); y más tarde, al salir, los judíos llevaron con ellos un gran botín tomado de los egipcios, no por codicia, como algunos acusadores afirman -puesto que Dios les inducía a no desear el bien de los demás (cf. Ex 20,17; Dt 5,21)-,

157.3. sino fundamentalmente como remuneración debida por los servicios prestados a los egipcios durante todo el tiempo que les tuvieron dominados; y en cierto sentido, también por una especie de represalia: para entristecer a los codiciosos egipcios llevándose un botín, igual que los egipcios [habían entristecido] a los hebreos con la servidumbre.

157.4. Ahora bien, se puede considerar todo eso como un hecho de guerra; en tal caso [los hebreos] se creyeron [autorizados] a llevarse las cosas de los enemigos por la ley del vencedor, como sucede con los más fuertes respecto a los débiles -ya que la causa de la guerra era justa, porque los hebreos llegaron suplicantes a Egipto por causa del hambre, pero los aquellos sometieron a los extranjeros y les obligaron a servirles como prisioneros de guerra, sin darles ningún salario); y si [se considera todo eso como sucedido] en tiempo de paz, entonces los hebreos tomaron el botín de los egipcios como salario, que tanto tiempo rehusaron pagarles e incluso se lo habían apropiado.

Capítulo XXIV: Moisés, guía de su pueblo

El arte real

158.1. Nuestro Moisés es profeta, legislador; táctico [militar], estratega, político y filósofo. Cómo era profeta, se dirá más adelante (cf. IV,2,19; 93,1; V,88,4), cuando tratemos acerca de la profecía; la táctica [militar] es parte de la estrategia, y la estrategia, del arte real; también es parte del arte real la ciencia de la legislación, al igual que la jurídica.

158.2. Por lo demás, el arte de gobernar es [en un aspecto] divino; así, por ejemplo, comportarse conforme a Dios y a su santo Hijo, de quienes nos vienen los bienes terrenos, los externos [de la tierra] y la perfecta felicidad. "Pidan las cosas grandes -se dice- y se les añadirán las pequeñas" (Mt 6,32; 13,,12; 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26).

158.3. Un segundo aspecto del arte de gobernar, que viene después de la conducta puramente racional (o: espiritual) y divina, es el usar en el ejercicio del poder sólo la parte irascible del alma, que fue como reinaron Heracles de Argos y Alejandro de Macedonia.

158.4. El tercer [aspecto] es únicamente el deseo de vencer y conquistar -sin que preocupe el obtener bien o mal la victoria-; así actuaron los persas en su campaña contra la Hélade (=Grecia).

158.5. Únicamente es propio de la animosidad [por un lado] el puro instinto de vencer, es decir, el remar por el hecho de dominar, y [por otra parte] el amor de las cosas nobles, cuando el alma se sirve de su parte irascible para lo bueno.

La táctica

159.1. El cuarto modo de gobernar, el peor de todos, es el regulado conforme a las pasiones, como el de Sardanapálo y de los que tuvieron como objetivo el satisfacer lo más posible sus pasiones.

159.2. El arte real, así del que triunfa con la virtud como del que lo hace con la violencia, tiene por instrumento la táctica, que es diversa según la naturaleza y la materia [en la que se ejercita].

159.3. Frente a armamentos y animales guerreros, el alma y la inteligencia son quienes determinan el orden de los medios vivos o los inertes; pero [para la victoria] sobre las pasiones del alma, a las que vencemos con la virtud, la táctica es la facultad de razonar, que impone el sello de la moderación (o: continencia [enkrateia]) y la prudencia (o: templanza) mediante la piedad, y el conocimiento perfecto (lit.: una buena gnosis) con la verdad, que conduce como fin a la piedad para con Dios (o: refiriendo el fin [de la conducta humana] hacia la piedad para con Dios).

159.4. Así, para quienes practican la virtud, la prudencia es la ordenadora; en las cosas divinas, la sabiduría; en la humanas, la política; y en todas, el arte real.

159.5. Rey, por tanto, es el que manda según leyes, el que tiene la ciencia de mandar a quienes voluntariamente lo aceptan de buen grado; así es el Señor, que recibe a los que creen en Él y por Él.

159.6. En efecto, Porque todo lo entregó y todo lo sometió Dios a Cristo nuestro Rey (cf. 1 Co 15,28), "para que en el nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre" (Flp 2,10-11).

La estrategia

160.1. El arte del estratega comprende tres aspectos: seguridad, audacia, y la unión (lit.: mezcla) de ambos. Cada uno de ellos se compone de tres elementos: el que se ejerce mediante la palabra, mediante las obras, y mediante ambas cosas a la vez.

160.2. Todo eso será posible realizarlo con amplitud esto ya persuadiendo, ya violentando, ya coaccionando mediante procedimientos ilegales, en propia defensa, o con procedimientos legales, ya mintiendo, ya diciendo la verdad, ya empleando a la vez varios de estos procedimientos en un mismo caso.

160.3. Pero todos esos [procedimientos] y la manera conveniente de utilizar cada uno de ellos sirvieron a los griegos, quienes los tomaron de Moisés.

160.4. Como modelo mencionaré uno o dos ejemplos de estrategia. En efecto, al sacar Moisés al pueblo, sospechó que los egipcios les perseguirían, y abandonando el camino más corto, se desvió hacia el desierto, e hizo durante la noche la mayor parte del viaje.

160.5. Además, tenía otro plan (oikomomia), según el cual los hebreos, tras mucho desierto y largo tiempo, se iban educando, acostumbrándose con una prudente paciencia a creer que sólo Dios existe.



El mar aniquila a los egipcios que perseguían al pueblo de Dios

161.1. Ahora bien, la estrategia de Moisés enseña que, ante los peligros, es necesario prever qué es lo útil y sólo entonces lanzarse.

161.2. Sin duda, sucedió lo que sospechaba: los egipcios les persiguieron con caballos y carros, pero fueron aniquilados rápidamente por el mar, que se había abierto, y les inunda juntamente con los caballos y los carros, sin dejar ningún vestigio de ellos (cf. Ex 14,26-28).

161.3. Después, una columna de fuego que iba delante de ellos les indicaba el camino (cf. Ex 13,21), y [Moisés] condujo de noche a los hebreos por un [lugar] intransitable; los adiestró y educó, entre cansancios y caminatas, en el valor y la constancia, para que, después de la experiencia de lo que les había parecido espantoso, también apreciaran los bienes de la tierra hacia la que les conducía, sacándoles de aquella región difícil.

Los griegos aprendieron de Moisés la estrategia

162.1. Además, él hizo huir y exterminó a los enemigos que habitaban aquel país, persiguiéndoles por un camino áspero y desértico -ésta era la capacidad del estratega-. En efecto, una prueba de su experiencia y estrategia era apoderarse de la tierra de los enemigos (cf. Ex 13,15-20).

162.2. Observando esto Milcíades, el estratego de los atenienses, el que venció a los persas en Maratón, imitó este procedimiento: condujo a los atenienses durante la noche avanzando por caminos infranqueables y burlando a los bárbaros que los espiaban. En efecto, Hipias, el ateniense desertor (apostas), llevó a los extranjeros hacia el Ática y ocupando de antemano los lugares estratégicos, conocedor como era de aquellos lugares, puso allí su emplazamiento.

162.3. Así, era difícil permanecer oculto de Hipias; por lo cual, como es lógico, Milcíades tuvo que caminar por lugares privados de senderos y atacó por la noche a los persas, conducidos por Datis, y consiguió la victoria con aquellos a quienes él conducía.

Las columnas de luz

163.1. Por otra parte, también Trasíbulo, cuando repatriaba a los exiliados de File y queriendo pasar inadvertido, una estela le guiaba en su camino a través de una ruta sin tránsito.

163.2. A Trasíbulo, de noche, sin luna y poniéndose el tiempo tempestuoso, se le hizo visible una llama conductora, que los guió sin percance hasta Munichia y allí los dejó, donde ahora se ve el altar de Fósforo.

163.3. En consecuencia, los griegos conocieron nuestras creencias, porque es posible al Dios todopoderoso hacer que una columna de fuego conduzca por la noche a los hebreos, aquella que les guiaba en el camino.

163.4. Y también se dice en un oráculo: "Dionisio, el de la abundante alegría, es una columna para los tebanos" (Fragmento de oráculo desconocido); y eso está sacado de la historia hebrea.

163.5. También Eurípides, en su "Antíope", dice: "En el interior de las casas de los boyeros hay una columna del dios Baco, coronada de yedra" (Eurípides, Fragmentos, 37).

163.6. La columna significa la imposibilidad de representar a Dios; la columna iluminada representa, además de esa imposibilidad, la inmutabilidad y presencia de Dios, su luz inmutable y sin figura.

El fuego de la zarza

164.1. Tanto es así que antes de haber conocido con exactitud el carácter de las estatuas, los antiguos levantaban columnas y las veneraban como imágenes de Dios.

164.2. El autor de la "Foronida" escribe: "Catitea, sacerdotisa de la reina del Olimpo, Hera de Argos, es la primera que adornó con coronas y con flecos la gran columna de la soberana" (Fragmento anónimo, 4; ed. Kinkel).

164.3. También el autor de "Europia" refiere que la estatua de Apolo, en Delfos, era una columna, porque [dice] así: "Durante cierto tiempo suspendimos el diezmo y las primicias de los pilares sacratísimos y de la alta columna" (Eumelo, Fragmentos, 11). Apolo, llamado misteriosamente como privación de multiplicidad, es el dios único.

164.4. Ahora bien, el fuego aquel en forma de columna y el fuego (cf. Ex 13,21) a través de la zarza (cf. Ex 3,2) son símbolo de la luz santa que, desde la tierra, cruza el espacio y llega también hasta el cielo a través del madero [de la cruz], por el que nos es dado el mirar espiritualmente.

Capítulo XXV: Moisés inspiró a Platón

La política y la legislación

165.1. El filósofo Platón, sirviéndose de la legislación de Moisés, reprochó a las constituciones de Minos y de Licurgo el que sólo tuvieran en cuenta el valor guerrero; en cambio, aprobó como más preciosa la [constitución] que proclama un único principio y tiende constantemente a una sola doctrina. En efecto, él dice que es preferible que nosotros filosofemos, en armonía con la excelsitud del cielo, con fortaleza, dignidad y prudencia, sin arrepentimos jamás de ese pensamiento y sobre los mismos argumentos (cf. Platón, Leyes, I,626 A; III,688 A; IV,705 D).

165.2. ¿No está interpretando la Ley, al mandar tener puesta la mira en un solo Dios y practicar la justicia?

165.3. El habla de dos clases de política: la legislativa y la llamada homónimamente política; insinúa que el político por excelencia es el demiurgo, según el libro del mismo título (cf. Platón, Político, 307 B), y también da el nombre de políticos a quienes dirigen la mirada hacia Él, y tienen una vida fructífera (lit.: activa o enérgica) y justa, unida a la contemplación (cf. Platón, Gorgias, 508 A).

165.4. En cambio, la llamada política, de igual manera que la legislación, se subdivide en magnanimidad cósmica y en [capacidad de] organización individual, que él llamó orden, armonía y prudencia (o: templanza); esto sucede cuando los príncipes se ocupan de los súbditos, y los gobernados son dóciles a los que mandan; ésta es la actividad que Moisés deseó con empeño que sucediera.

La legislación

166.1. Además, Platón aceptando que la legislación está relacionada con la creación [de una sociedad], mientras que la política se preocupa más bien de la amistad y la concordia, añadió a sus "Leyes" el filósofo de la "Epínomis" (cf. Platón, Epinomís, 977 A), que conoce mediante los planetas el curso de toda generación. Y añade finalmente a su "Política" otro filósofo, Timeo, que es astrónomo y observador del movimiento acompasado de los astros y de la relación de unos con otros (cf. Platón, Timeo, 27 A; Rm 8,22). [Posiblemente haya después una laguna en el texto original]

166.2. Así, por tanto, pienso que la finalidad del político y del que vive conforme a la ley es la contemplación. Por tanto, es necesario hacer política rectamente, pero es mejor ser filósofo.

166.3. En efecto, quien es inteligente vivirá toda su vida orientado hacia la gnosis, y enderezando su vida con buenas obras, despreciando lo contrario a esto, y buscará los conocimientos (o: las ciencias) que ayudan a [descubrir] la verdad.

166.4. La ley no es sólo la costumbre -tampoco lo que se ve constituye la visión-, ni cualquier opinión -no lo es la perjudicial-; sino que la ley la es la opinión buena, y la buena es la verdadera; y es verdadera la que descubre el ser y lo alcanza. "El que es me envió" (Ex 3,14), dice Moisés.

166.5. Algunos [los estoicos], siguiendo evidentemente esa opinión buena, han definido la ley: "recta razón", porque prescribe lo que se debe hacer. Pero prohíbe lo que no debe hacerse.



Capítulo XXVI: Los griegos y la Ley de Moisés

La Ley fue el pedagogo que nos condujo a Cristo

167.1. Por todo ello, con razón se dice que la ley fue dada por Moisés (cf. Jn 1,17); ella constituye la norma de lo justo y de lo injusto. Y legítimamente la deberíamos llamar institución divina (lit.: lo que se establece: thesmos), porque ha sido transmitida por Dios a través de Moisés. Además contiene un camino hacia Dios.

167.2. También Pablo dice: "La ley fue establecida por causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien había sido dada la promesa" (Ga 3,19). Luego, como desarrollando su pensamiento, añade: "Antes de venir la fe estábamos custodiados encerrados bajo la ley" (Ga 3,23); sin duda por el temor del pecado;"hasta que se revelara la fe. De modo que la ley fue nuestro pedagogo [para conducirnos] hacia Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe" (Ga 3,23-24).

167.3. El legislador es el que asigna lo conveniente a cada cometido del alma y a las obras asignadas a cada uno; en resumen, Moisés era una ley viviente, gobernada por la bondad del Verbo (Logos).

La sabiduría legisladora

168.1. Así, por tanto, [Moisés] suministró una buena política: la que constituye una hermosa "educación de los hombres" (Platón, Menexeno, 238 C) [para vivir] en sociedad (koinonia). También practicó la jurisprudencia, que es una ciencia correctora de los errores, en vista de la justicia.

168.2. Junto a ésta se encuentra la [legislación punitiva], que es la ciencia de la medida en los castigos. Y un castigo justo constituye una mejora del alma.

168.3. Toda la orientación de Moisés, por decirlo así, es educativa respecto a los hombres susceptibles de hacerse virtuosos, y captativa (lit.: cazadora) respecto a los similares a éstos, y, así, viene a ser una estrategia. La capacidad de tratar como se debe a quienes han sido conquistados (lit.: cazados) por la razón pertenece ciertamente a la sabiduría legisladora (lit.: función legisladora); en efecto, atraer y tratar es propio de esa [sabiduría], regia en sumo grado.

168.4. En todo caso, los filósofos [estoicos] proclaman que únicamente el sabio es rey, legislador, estratega, justo, santo, y amigo de Dios. Si nosotros encontramos todo esto en Moisés, como se demuestra por las Escrituras mismas, entonces podremos declarar, con plena confianza, que Moisés realmente es sabio.

El arte de pastor y la ciencia de las leyes

169.1. Lo mismo que llamamos arte de apacentar rebaños (o: ciencia pastoril) a la acción de cuidar las ovejas, "puesto que el buen pastor da la vida por las ovejas" (Jn 10,11), así también llamamos ciencia de las leyes el formar la virtud de los hombres, reavivando, en lo posible, lo bueno que hay en el hombre, guiando y cuidando el rebaño de los hombres.

169.2. Y si la grey que menciona alegóricamente el Señor no es otra que el rebaño de los hombres (cf. Jn 10,16), Él mismo será pastor y también buen legislador del único rebaño de las ovejas que oyen su voz, el único cuidador, el que busca a la [oveja] perdida (cf. Lc 15,4 ss.; 19,10; Mt 18,11 ss.), y la encuentra con la ley y la palabra, puesto que es "la ley espiritual" (Rm 7,14), y la conduce a la felicidad; porque quien es espiritual nace por el Espíritu Santo (cf. Jn 3,6).

169.3. Y es realmente legislador quien no sólo promulga cosas buenas y bellas, sino también quien las ha experimentado. Y su ley, que tiene ciencia, es un mandamiento salvador, o mejor, la ley es un mandato [lleno] de ciencia, "porque la Palabra de Dios es fuerza y sabiduría" (1 Co 1,24).

169.4. Ahora bien, el intérprete de las leyes es aquel mismo a través del cual "fue dada la ley" (Jn 1,17); él es el primer intérprete de los mandamientos divinos, el Hijo Unigénito que nos revela el seno del Padre (cf. Jn 1,17-18).

El verdadero origen de la legislación griega

170.1. Desde entonces, quienes obedecen la ley, por el hecho de tener algún conocimiento, no pueden no creer o desconocer la verdad; por el contrario, los incrédulos, quienes de ningún modo se preocupan de las obras, confiesan ellos mismos desconocer la verdad más que otros.

170.2. ¿En qué consiste, pues, la incredulidad de los griegos? En no querer obedecer a la verdad, que proclama que la Ley es algo divino que nos ha sido dada mediante Moisés, puesto que también ellos honran a Moisés en sus propios escritos.

170.3. Platón, Aristóteles y Éforo cuentan que Minos visitaba la gruta de Zeus y que recibía las leyes de Zeus cada nueve años (otra traducción: ocho); y escriben que Licurgo iba con frecuencia a Delfos, para ser educado por Apolo en el arte de dar leyes; Camaileón de Heraclea, en el [tratado] "Sobre la embriaguez", y Aristóteles, en su "Constitución de Locros", hacen notar que Zaleuco de Locros recibía las leyes de Atenea.

170.4. Y quienes se alegran porque poseen la legislación griega, como si fuera algo divino para ellos, a semejanza del don profético de Moisés, son unos insensatos (o: ingratos), porque no reconocen que de la misma fuente derivan tanto la verdad, como el modelo de lo que cuentan en sus historias.


Capítulo XXVII: La pedagogía de la Ley

El castigo que cura el alma

171.1. Por tanto, nadie ataque (lit.: profiera invectivas) a la ley por los castigos, como si no fuera buena y honesta. En efecto, si el que cura la enfermedad del cuerpo tiene fama de bienhechor, será mucho mejor protector quien intenta alejar un alma de una injusticia, porque el alma es más preciosa que el cuerpo.

171.2. A causa de la salud del cuerpo soportamos amputaciones, quemaduras y tomamos medicamentos, y quien suministra esos remedios es llamado salvador y médico. No es por inquina para con el paciente ni por malevolencia el que, según lo exigieren la razón y la técnica, ampute algunos miembros para que los sanos no se contagien con ellos; y nadie acusará de maldad al médico por su arte.

171.3. En cambio, ¿a causa del alma no soportaremos igualmente, sea el destierro, sea el pagar multas, sea la cárcel, con tal que uno adquiera, a cambio de la injusticia, la justicia?

171.4. La ley, en efecto, es protectora de los dóciles, educa la religiosidad, sugiere las obligaciones y aparta a cualquiera de los pecados, imponiendo penas a sus [faltas] constantes; pero, cuando observa igualmente que alguien parece incurable, porque camina hacia el más alto grado de injusticia, entonces se preocupa de los otros, para que no se corrompan al lado de aquel, como cuando se amputa un miembro del cuerpo entero, así da muerte a ese tal y eso es lo más saludable.

Las enseñanzas de la Sagrada Escritura

172.1. Dice el Apóstol: "Juzgados por el Señor, somos corregidos (lit.: educados) para no ser condenados con el mundo" (1 Co 11,32).

172.2. Y el profeta había anunciado: "Castigándome el Señor me educó, pero no me entregó a la muerte" (Sal 117,18). Y dice: Te corrigió para que aprendieras su justicia, te probó y te hizo pasar hambre y sed en el desierto, para conocer todos sus juicios y decisiones (o: sentencias) en tu corazón, los cuales yo te mando hoy, y comprendas en tu corazón que, como un hombre educa a su hijo, así te educará el Señor nuestro Dios" (Dt 8,2-3. 11. 5).

172.3. Pero puesto que el ejemplo hace a uno prudente (o: sensato), dice [la Escritura] a continuación: "El precavido, viendo un peligro, se protege, corrigiéndose a sí mismo con fuerza, porque el temor del Señor es el origen de la sabiduría" (Pr 22,3-4).

El camino de la verdadera sabiduría

173.1. El bien mayor y más perfecto es que uno pueda pasar del mal comportamiento a la virtud y a la buena conducta, como manda la ley.

173.2. Incluso también cuando alguien ha caído en un mal irremediable, prisionero de la injusticia y de la ambición (o: avidez), recibirá un beneficio con la condena a muerte.

173.3. Porque la ley es bienhechora, al poder hacer a unos de injustos justos con solo que quieran oírla, y a otros al librarlos de los males presentes.

173.4. Promete también la inmortalidad a quienes han decidido vivir prudente y justamente. "Conocer la ley es propio de buena inteligencia" (Pr 9,10). Y también: "Los hombres malvados no conocen la ley; pero los que buscan al Señor conocen todo lo buen" (Pr 28,10).

173.5. Es necesario que la Providencia que gobierna sea soberana y buena. Porque con ambas cosas su poder administra la salvación: por un lado, como soberana, corrigiendo con el castigo; por otro, como bienhechora, regalándonos con favores.

173.6. No hay que ser "hijo de desobediencia" (Ef 2,2; 5,6; Col 3,6), sino "pasar de las tinieblas a la vida" (1 Jn 3,14; cf. Jn 5,24), y, prestando oídos a la sabiduría (cf. Pr 2,2), ser, primero, un esclavo de Dios (cf. Nm 12,7), según ley, (y) luego hacerse un fiel servidor (cf. Hb 3,5), temeroso del Señor Dios (cf. Sal 111,1); y si alguien subiera más alto, será inscrito entre los hijos (cf. Ga 3,26), cuando "la caridad cubra la muchedumbre de los pecados" (1 P 4,8) entonces ése tal (o: ésos), introducido en la elegida filiación de los amigos de Dios (cf. 2 Cro 20,7; Jn 15,14-15; St 2,23), habiendo crecido en el amor, recibirá el cumplimiento de la bienaventurada esperanza; y al punto suplicará, diciendo: "El Señor sea mi Dios" (Gn 28,21).



La Ley y el Evangelio

174.1. Los bienes de la Ley nos los hizo ver el Apóstol en este pasaje dirigido a los judíos, cuando escribe, si no me equivocó, así: "Si tú, que llevas el nombre de judío y descansas en la Ley y te glorías en Dios y conoces la voluntad de Dios y estimas lo mejor, instruido por la Ley, y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, preceptor de necios, maestro de niños, tienes en la Ley la esencia del conocimiento y de la verdad" (Rm 2,17-20).

174.2. En efecto, reconoce que la Ley tiene ese alcance. Otra cosa es que quienes no adaptan su conducta a la Ley, se jacten de vivir en la Ley. "Bienaventurado el varón que halló la sabiduría, el mortal que vio la prudencia (Pr 3,13), y de su boca -es decir de la sabiduría- brota la justicia, y lleva en su lengua la ley y la misericordia" (Pr 3,16).

174.3. Obra de un único Señor, que es "fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24), son la ley y el evangelio; y el temor que la Ley engendró es misericordioso en orden (o: que conduce) a la salvación. "Que no te falten compasión, fe y verdad, átalas alrededor de tu cuello" (Pr 3,3).

La finalidad de la ley es el amor

175.1. De igual manera que en Pablo, la profecía echa en cara al pueblo el no comprender la Ley: "Ruina y aflicción en sus caminos, y no conocieron el sendero de la paz (Is 59,7-8); ni el temor de Dios está ante sus ojos" (Rm 3,18; cf. Sal 36,2).

175.2. "Alegando ser sabios, se hicieron insensatos (Rm 1,22). Porque sabemos que la Ley es buena si uno la usa legítimamente; pero quienes queriendo ser maestros de la Ley, dice el Apóstol, no comprenden ni lo que dicen, ni acerca de qué hacen afirmaciones; porque la meta del precepto es el amor [procedente] de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida" (1 Tm 1,8. 7. 5).

Capítulo XXVIII: Moisés es maestro de Platón también en la dialéctica

Las cuatro partes de "la filosofía mosaica"

176.1. Ahora bien, la filosofía mosaica [= ley mosaica] se divide en cuatro partes: una es la histórica, y la legislativa propiamente dicha, ambas son específicas de la actividad ética; la tercera, en cambio, es la litúrgica (lit.: perteneciente a las ceremonias religiosas), que es propia de la teoría de la naturaleza;

176.2. y la cuarta, que está por encima de todas, es la parte teológica, la contemplación, como dice Platón (cf. Fedro, 250 C; Symposium, 209 E-210 A; Plutarco, Moralia, 382), de los misterios realmente grandes; no obstante, Aristóteles llama a esa parte metafísica.

176.3. También, conforme afirma Platón en "El Político" (cf. 287 A), la dialéctica es la ciencia de la manifestación de los seres; adquirida por el sabio (o: prudente), no por razón de hablar o hacer algo de lo que toca a los hombres, como lo practican ahora los dialécticos que se ocupan de la sofística, sino por razón de poder decir lo agradable a Dios y practicar todo cuanto le es grato con todas las fuerzas (cf. Platón, Fedro, 273 E).

La prudencia dialéctica

177.1. La verdadera dialéctica, combinada con la verdadera filosofía, al examinar la realidad, sabe distinguir las Dominaciones y las Potestades (cf. 1 Co 15,24; Ef 1,21); luego trasciende poco a poco hacia la esencia suprema (o: soberana; lit.: mejor de todos), con ánimo (o: se atreve a) de estar más allá, junto al Dios del universo; prometiendo, no un conocimiento empírico de las cosas mortales, sino una ciencia de las realidades divinas y celestiales, a la cual acompaña también el (adecuado) manejo de las cosas humanas, en las palabras y en las acciones.

177.2. Con razón, también la Escritura, queriendo que nosotros seamos dialécticos de ese modo, aconseja: "Sean cambistas acreditados (o: de buena reputación)" (texto desconocido; cf. Mt 25,27), rechazando ciertas cosas y reteniendo lo bueno (cf. 1 Ts 5,21).

177.3. En realidad, esta misma prudencia dialéctica es capacidad de discernimiento respecto de lo inteligible, demostración de lo que inconfundible (lit.: sin mezcla) y manifiestamente (lit.: puramente) corresponde a cada ser (o: es la sustancia básica de cada ser); es una facultad de distinguir los géneros de las cosas, que desciende hasta las más particulares, logrando que cada ser aparezca en su particular pureza.

Cristo nos revela al Padre del universo

178.1. Por lo cual sólo ella nos lleva de la mano hacia la verdadera sabiduría, que es una fuerza divina, conocedora de los seres en cuanto seres, dotada de perfección, libre de toda pasión; todo ello no se hace sin la ayuda del Salvador, quien, con la Palabra divina, ha disipado de la vista de nuestra alma la tenebrosa ignorancia vertida sobre ella por una mala conducta, y nos ha dado a cambio lo mejor: "que reconociéramos bien quién es Dios y qué es el hombre" (Homero, Ilíada, V,127).

178.2. Él es quien mostró realmente cómo conocernos a nosotros mismos; Él es quien revela al Padre del universo a quien quiere, según es posible que la naturaleza humana lo comprenda. "Porque, nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27).

Los cuatro modos de recibir la Ley

179.1. Con razón el Apóstol dice que conoció "por revelación el misterio del que escribí antes brevemente (lit.: en breve); en relación a lo cual, leyendo, pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo" (Ef 3,3,-4).

179.2. Dijo "en relación a lo cual pueden" (Ef 3,4), porque sabía que algunos habían tomado únicamente leche, y no alimento sólido todavía, ni siquiera del todo leche (cf. 1 Co 3,2).

179.3. De cuatro maneras podemos también comprender (o: aceptar; admitir) la voluntad de la Ley: o nos muestra un modelo, o nos manifiesta un signo, o nos impone un mandamiento para una conducta recta, o vaticina como una profecía.

179.4. Sé bien que discernir y explicar (lit.:decir) tales cosas es propio de adultos (lit. varones; hombres). En efecto, comprender la Escritura en toda su extensión no es una Micono (= una de las islas Cícladas), como dicen los aficionados a los proverbios. Hay que acercarse a ella con dialéctica, lo más posible, si se desea alcanzar el progreso de la enseñanza divina.





Capítulo XXIX: La ley proviene del Verbo

Las enseñanzas de los Griegos son nuevas

180.1. De ahí que el sacerdote egipcio dijera bellamente en Platón: "Oh Solón, Solón, ustedes, griegos, son siempre niños que no tienen la menor idea antigua transmitida mediante una doctrina del pasado; no existe ningún griego antiguo" (Platón, Timeo, 22 B).

180.2. Al decir "ancianos", daba a entender, creo, los que conocen lo antiguo, o sea, lo nuestro, como, al contrario, "jóvenes" los que conocen lo nuevo y estudiado por los griegos, investigando lo producido ayer o anteayer como si fuera viejo y antiguo.

180.3. Y añadió: "Enseñanza encanecida por el tiempo", porque nosotros, conforme al estilo bárbaro, usamos la metáfora de manera simplista y no claramente. Generalmente, quienes son espirituales por naturaleza acceden sin esfuerzo a todo el arte de la interpretación.

180.4. Y dice sobre los griegos que sus creencias no difieren mucho de "cuentos de niños" (cf. Platón, Timeo, 23 B), porque no hay que entender esto como cuentos de niños o hechos para los niños.

180.5. Llama "niños" a las fábulas mismas, como si dijera que todavía no se ven bien aquellos griegos que se creían sabios; y alude con la "enseñanza encanecida" a la más antigua de los bárbaros. A esta verdad opuso la expresión "cuento de niños", para mostrar el carácter mítico de la tentativa de los más jóvenes [griegos], donde nada hay que no sea inmaduro, propio de los niños, y haciendo ver que tanto sus cuentos como sus discursos son infantiles.

La luz de la ley

181.1. En efecto, la Potencia divinamente habla a Hermas en la revelación, diciendo: "Las visiones y revelaciones existen a causa de los indecisos, de los que discuten en sus corazones si estas cosas existen o no" (Hermas, El Pastor, Visión 3,4).

181.2. Igualmente, también se ayudan de una abundante erudición para reforzar sus argumentos, y aseguran y fundamentan sus razonamientos apodícticos, conforme a sus "ondulantes conocimientos" (cf. Homero, Ilíada, III,108) juveniles.

181.3. Según la Escritura: "El buen precepto es una lámpara, y luz para el camino es la ley; porque la educación muestra los caminos de la vida" (Pr 6,23).

181.4. La ley es la reina de todos, mortales e inmortales, dice Píndaro (Fragmentos, 169).

181.5. Pero yo deduzco de esas [palabras] al que dio la Ley y admito que Hesíodo se refiera al Dios del universo, aunque el poeta lo haya dicho tanteando, y no comprendiendo:

181.6. "El Cronida ha dispuesto esta ley para los hombres; peces y fieras y aves voladoras: ¡que se coman entre sí, puesto que no hay justicia entre ellos! Pero a los hombres les dio la justicia, que es lo mejor de todo" (Los trabajos y los días, 276-279).

El Señor es Ley y Verbo

182.1. Puede que aluda igualmente a la ley concedida con el nacimiento, o a la ley que se nos ha dado a continuación, pero ambas, tanto la ley natural como la aprendida, vienen de Dios, y es única; como dice Platón en el "Político", el legislador es uno (cf. Platón, Político, 301 C y 309 C-D); y en "Las Leyes" [dice] que uno es el que comprende lo característico de los músicos (cf. Platón, Leyes, 658 E y 659 A); con ello enseña que el Verbon (Logos) es uno y que Dios es uno.

182.2. Y Moisés aparece llamando al Señor "alianza", cuando dice: "He aquí mi alianza contigo" (Gn 17,4). Antes también había hablado de "alianza": "No buscarlo en ningún escrito" (cf. Gn 17,2).

182.3. Ahora bien, es alianza porque el autor de todo, Dios, dispone -porque "theos" dice relación a la "thesis"-, y él mismo realiza la disposición de todo conforme a un orden. En la "Predicación de Pedro" se encuentra que el Señor es llamado "Ley y Verbo"

 

LIBRO II

Capítulo I: Prefacio

Programa del libro segundo

1.1. A continuación conviene tratar por qué la Escritura ha definido a los griegos "ladrones" (Jn 10,8) de la filosofía bárbara, como se podrá demostrar brevemente. En efecto, no sólo expondremos los hechos extraordinarios de nuestra historia que ellos han copiado y puesto por escrito, sino que también les convenceremos de haber sustraído y falsificado nuestros dogmas más importantes, porque nuestras Escrituras son más antiguas, como ya hemos demostrado (cf. I,21). Y todo ello por lo que se refiere a la fe y a la sabiduría, a la gnosis y a la ciencia, a la esperanza y a la caridad, a la penitencia y a la continencia, y particularmente al temor de Dios -sencillo enjambre de virtudes auténticas (o: verdaderas)-.

1.2. Trataremos todo cuanto la declaración del asunto en cada caso exija, y en particular cómo los que con sentido práctico han trabajado en la filosofía de los antiguos (= autores del Antiguo Testamento), han emulado, sobre todo lo misterioso de la filosofía bárbara, el estilo simbólico y enigmático, que resulta ser muy útil, o más bien, totalmente necesario al conocimiento perfecto (gnosis) de la verdad

Presentación de conjunto del libro segundo

2.1. Como consecuencia, pienso defenderme respecto de los puntos en que los griegos nos atacan; recurriremos a algunos (textos) de las Escrituras, y el judío, oyendo con un poco de serenidad, podrá convertirse de lo que ha creído a lo que no ha creído.

2.2. En verdad, de ahora en adelante, la crítica dirigida a los pensadores de noble raza estará impregnada de amor hacia su vida y hacia las doctrinas originales que ellos han descubierto; nosotros no pretendemos vengarnos de nuestros acusadores -todo lo contrario, hemos aprendido a bendecir a quienes nos maldicen (cf. Lc 6,28; Mt 5,44), aunque dirijan en vano contra nosotros calumnias difamatorias-. Por el contrario, todo será finalmente para su conversión, aunque hay algo que también les avergüenza, llenos de sabiduría como están: ser corregidos por las críticas de un bárbaro. De modo que puedan entender, tarde ciertamente, de qué clase son realmente las enseñanzas que tratan de conquistar con sus viajes de ultramar.

2.3. En cuanto a que son ladrones, eso lo hemos de probar convincentemente, despojándolos de su autosuficiencia; en cuanto a lo que es objeto de su altivez, lo que ellos han descubierto "investigándose a sí mismos" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 101), de eso es la crítica. De ahí se deduce que debamos tener en cuenta el llamado ciclo educativo, para ver su utilidad respecto de la astrología, la matemática, y el arte mágico de las encantaciones.

2.4. Precisamente de éstas se glorían todos los griegos como de las ciencias más elevadas. "Pero quien reprende con franqueza, proporciona paz" (Pr 10,10).

La práctica auténtica de la filosofía

3.1. Hemos afirmado varias veces (cf. I,11,1; I,48,1) que no nos interesa ni nos preocupa hablar bien el griego (lit.: helenizar). Porque eso sólo sirve para apartar a muchos de la verdad; en cambio, la práctica auténtica de la filosofía ayudará a los oyentes a no hablar, sino a pensar.

3.2. Pero quien se preocupa por la verdad, no debe, creo yo, ajustar su vocabulario con estudiada premeditación, sino que debe tratar de expresar como pueda lo que desea; porque a quienes están pendientes de frases y se ocupan de estas, se les escapan las cosas.

3.3. Es propio de un jardinero el alcanzar la rosa, que crece entre los espinos, sin hacerse daño; y es propio del buscador especializado descubrir la perla oculta entre la carne de la ostra.

3.4. También se dice que las aves poseen mejor carne, no cuando el alimento es abundante y está a su disposición, sino cuando ellas mismas deben seleccionar la comida con esfuerzo, hurgando con las patas.

3.5. Por tanto, si alguien entiende la comparación y desea alcanzar lo verdadero entre muchos y persuasivos tratados en lengua griega, como si se tratara del verdadero rostro bajo la máscara horrorosa, deberá esforzarse y capturará la presa. Así, dice la Potencia a Hermas, cuando aparece en la visión: "Todo lo que conviene que te sea revelado se te revelará" (Hermas, El Pastor, Visión, III,3,4).

Capítulo II: Sólo por la fe podemos conocer a Dios

El temor de Dios consiste en alejarse del mal

4.1. El libro de los "Proverbios" dice: "No te apoyes en tu propia sabiduría, pero en todos los caminos procura conocerla, para que enderece tus caminos; así tu pie no tropezará" (Pr 3,5-6. 23). Con esto quiere mostrarnos que las obras deben ser consecuentes con la palabra, y poner de manifiesto que debemos elegir y retener lo útil de toda educación (paideia).

4.2. Varios son, en efecto, los caminos de la sabiduría que desembocan directamente en el camino de la verdad, y ese camino es la fe. "Tu pie no tropezará" (Pr 3,6) se dice a propósito de quienes parece que tienen la presunción de oponerse a la única y divina providencia.

4.3. Por eso [la Escritura] añade: "No te tengas por sensato (o: prudente, sabio) frente a ti mismo" (Pr 3,7), es decir, conforme a los razonamientos impíos que se oponen a la economía de Dios;"teme a Dios" (Pr 3,7), que sólo Él es poderoso (cf. Mt 10,28); de lo que se deduce que nada puede oponerse a Dios.

4.4. Pero además enseña claramente a continuación que el temor de Dios es apartarse del mal. Así dice [la Escritura]: "Apártate de todo mal" (Pr 3,7). Esta es la educación de la Sabiduría: "El Señor corrige al que ama" (Pr 3,12), haciéndolo sufrir para que entre en razón, pero restableciéndolo después en la paz y en la incorruptibilidad.

Los cristianos confesamos un Dios cercano

5.1. Por tanto, la filosofía bárbara que nosotros seguimos es realmente perfecta y verdadera. Porque dice en el libro de la Sabiduría: "Él me ha dado un conocimiento inequívoco de los seres, para conocer la composición del mundo" (Sb 7,17), y lo que sigue hasta "y las virtudes de las raíces" (Sb 7,20). En todo esto sintetiza la contemplación (theoría) de la naturaleza, es decir, de todas las cosas formadas en el mundo sensible.

5.2. Y a continuación se encuentra una alusión a los seres inteligibles, cuando añade: "Cuanto permanece oculto y visible lo he conocido, porque la Sabiduría me ha enseñado todo lo que ha hecho" (Sb 7,21).

5.3. He aquí brevemente lo que promete nuestra filosofía. Su estudio, practicado con una recta conducta, mediante la Sabiduría, que todo lo ha hecho (Sb 7,21), nos lleva hasta el que es guía del universo, difícil de comprender y capturar, porque siempre se retira y se aleja del que va en su persecución.

5.4. Pero ese mismo ser, aunque muy lejano, ha venido para estar muy cerca de nosotros. ¡Maravilla inefable! "Yo soy un Dios cercano" (Jr 23,23), dice el Señor; lejano por la esencia -¿cómo podría acercarse lo engendrado al que es inengendrado?-; pero está muy próximo por su poder, que contiene todo en su seno.

5.5. Dicee [la Escritura]: "Si algo se hiciere a escondidas, ¿yo no lo vería?" (Ex 33,13). En verdad, el poder de Dios está siempre presente y nos alcanza con su fuerza vigilante, bienhechora y educadora.

Dios está por encima de todo lugar y tiempo

6.1. Por eso Moisés, persuadido de que Dios jamás será conocido por sabiduría humana, dice: "Manifiéstate tú mismo a mí" (Ex 33,13), y fue forzado a entrar "en la oscuridad" (Ex 20,21), donde estaba la voz de Dios, o sea, en los pensamientos inaccesibles y sin imágenes acerca del ser; porque Dios no está la oscuridad o en un lugar, sino por encima de todo lugar, tiempo y de lo que (es) propio de las cosas creadas.

6.2. Por esa razón no se halla jamás en una parte, ni como continente ni como contenido, ni por delimitación alguna o división.

6.3. "¿Qué casa podrían construirme?" (Is 66,1), dice el Señor. Ni siquiera Él mismo se la ha construido, puesto que Él no necesita lugar (o: no puede estar contenido en el espacio), aunque se diga que "el cielo es su trono" (Is 66,1); pero no está contenido de esa forma, sino que descansa contento con la creación.

6.4. Para nosotros, por tanto, es claro que la verdad está escondida, conforme hemos demostrado con ese solo ejemplo, y dentro de poco lo estableceremos con otros ejemplos más.

La justicia verdadera

7.1. No pueden, por ende, no ser dignos de aprobación aquellos que están dispuestos a aprender y son capaces, según Salomón, "de conocer la sabiduría, y la disciplina, de comprender palabras sensatas, de alcanzar la destreza del razonamiento, de entender la justicia verdadera" (Pr 1,2-3) -porque se entiende que hay otra (justicia), la que se enseña no conforme a la verdad: la de las leyes griegas y la de los otros filósofos-.

7.2. Y dice [la Escritura]: "Enderezar los juicios" (Pr 1,3), no las sentencias de los tribunales, sino que debemos tener, en nosotros mismos, un criterio sano y seguro (o: sin error), "para conceder prudencia a los sencillos, y al joven entendimiento y comprensión. Y un sabio que oiga estas cosas, decidido a obedecer los mandamientos, será más sabio" (Pr 1,4-5) según la gnosis; y "quien sepa reflexionar adquirirá el arte de gobernar y entenderá las parábolas, las palabras oscuras, las máximas y los enigmas de los sabios" (Pr 1,6).

7.3. Los inspirados por Dios y quienes de ellos proceden no proferirán palabras engañosas, ni tenderán los lazos con los que la mayoría de los sofistas enredan a los jóvenes, sin ocuparse para nada de lo verdadero; al contrario, quienes poseen el Espíritu Santo indagan "las profundidades de Dios" (1 Co 2,10), es decir, que alcanzan el misterio que envuelve a las profecías.

7.4. Pero está prohibido dar las cosas santas a los perros (cf. Mt 7,6), mientras que siguen siendo fieras. No conviene dar de beber del manantial divino y puro, del agua viva (cf. Jn 4,10; Ap 22,1), a la gente envidiosa, perturbadora, infiel y sin pudor que ladra contra la investigación.





La fe de los cristianos

8.1. "No se te derramen las aguas fuera de tu fuente, porque tus aguas han de llegar hasta tus plazas" (Pr 5,16). "La mayoría de la gente no reflexiona sobre estas cosas; quienes por casualidad se enfrentan con la realidad, aunque se les explique, no la comprenden, sino que aparentan entenderla", según el noble Heráclito (Fragmentos, 22 B 17).

8.2. ¿No te parece que también censura él a quienes no creen? "Pero mi justo vivirá de la fe" (Ha 2,4), ha dicho el profeta. Y otro profeta dice: "Si no tienen fe, ciertamente no comprenderán" (Is 7,9).

8.3. En efecto, ¿cómo podrá un alma contemplar de manera sobrenatural esas cosas, si rechaza en su interior el creer en la enseñanza misma?

8.4. Por el contrario, la fe que algunos griegos calumnian como inútil (o: vana) y bárbara es una preconcepción voluntaria, un asentimiento religioso, "una garantía de lo que se espera, una prueba de las cosas que no se ven" (Hb 11,1), según el divino Apóstol. Porque, principalmente "por ella los antiguos fueron acreditados" (Hb 11,2). "Sin la fe es imposible agradar a Dios" (Hb 11,6).

La voz de Dios

9.1. Otros han definido la fe como un asentimiento que nos une a una realidad invisible, como la demostración es el asentimiento dado sin duda a una realidad que se ignoraba.

9.2. Ahora bien, si (la fe) es una elección deliberada (o: una determinación), puesto que tiende hacia un objeto, tal deseo es reflexivo, y si por otra parte la elección deliberada es el principio de la acción, también la fe es principio de una acción consciente, como si uno procurase anticipadamente la demostración mediante la fe.

9.3. Además, es principio de inteligencia seguir lo que es útil. Generalmente, una indagación segura es de una gran ayuda para la [adquisición de la] gnosis. Así, el ejercicio de la fe genera una ciencia, basada en un fundamento sólido.

9.4. Ahora bien, los discípulos de los filósofos definen la ciencia como una condición que ningún razonamiento puede conmover. ¿Hay, por tanto, otra postura tan verdadera como la de la religión, que tiene para sí como único maestro al Verbo? Pienso que no.

9.5. Teofrasto sostiene que la sensación es el principio de la fe, puesto que por ella se transmiten los principios hasta la razón y el pensamiento que están en nosotros (Teofrasto, Fragmentos, 13).

9.6. Por eso, quien cree en las divinas Escrituras con un juicio firme, recibe como demostración irrefutable la voz de Dios, que nos ha dado las Escrituras; por ello, la fe no es algo que pueda apoyarse en la demostración. "Bienaventurados los que no vieron y creyeron" (Jn 20,29).

9.7. Por otra parte, las solicitaciuones de las sirenas manifiestan un poder sobrehumano e impresionan a quienes se encuentran en sus proximidades, disponiéndoles a escuchar sus cantos, aunque ellos mismos no quieran.

Capítulo III: La fe en los sistemas de Basílides y Valentín

Los errores de los gnósticos respecto de la fe

10.1. Los seguidores de Basílides consideran que la fe es algo natural, porque la atribuyen a la elección, al descubrir las doctrinas sin demostración alguna, sino mediante una comprensión intelectual.

10.2. En cambio, los valentinianos nos asignan la fe a nosotros, los simples, pero sostienen que la gnosis reside en ellos, que son salvados por su naturaleza, en conformidad con la superioridad de su origen; y dicen que la gnosis dista más de la fe que lo espiritual respecto a lo psíquico.

10.3. Además los basilianos afirman que la fe y la elección poseen su respectivo espacio, según su categoría individual; y que consecuentemente, de la elección supercósmica depende en toda naturaleza la fe cósmica, y también que el don de la fe sería proporcional a la esperanza de cada uno.

La fe implica una elección

11.1. Si eso es así, la fe no sería resultado de una libre determinación, sino de un privilegio de la naturaleza; así tampoco sería responsable el que no cree, ni merecería un castigo justo; lo mismo que el creyente tampoco sería responsable. De esta manera, cuanto hay de personal y diferente realmente en nosotros por la fe o la incredulidad, no estará sometido ni a alabanza ni a reproche para quien bien razona, ya que todo se encuentra predeterminado por la necesidad natural, surgida del que tiene poder universal. Y si nosotros estamos gobernados por una fuerza natural, como por cuerdas, igual que los objetos inanimados, lo voluntario y lo involuntario resultan ser nociones superfluas, al igual que el impulso que los dirige.

11.2. En cuanto a mí, no puedo concebir un ser viviente cuya capacidad impulsiva es resultado de una necesidad, instado por una causa externa. Entonces, ¿dónde estaría la conversión del incrédulo, por la que se obtiene el perdón de los pecados? Así, tampoco sería ya razonable el bautismo, ni el sello bendito, ni el Hijo, ni el Padre; sino que para ellos Dios viene a ser, me parece a mí, la distribución de las naturalezas, sin el fundamento de la salvación que es la fe voluntaria.

Capítulo IV: Necesidad y preeminencia de la fe

Hemos creído en el Verbo

12.1. Pero nosotros que hemos recibido del Señor, mediante las Escrituras, que a los hombres se les ha dado la facultad de elegir y de rechazar libremente, apoyándose en la fe, como criterio inmutable (o: infalible); demostramos que "el espíritu está pronto" (Mt 26,41; Mc 14,38), porque hemos elegido la vida y hemos creído a Dios mediante su voz. Y quien ha creído al Verbo sabe que eso [que ha creído] es verdadero, porque el Verbo es verdad (cf. Jn 14,6); por el contrario, quien no ha creído (al Verbo) que habla, no ha creído a Dios.

12.2. Dice el Apóstol: "Por fe entendemos que los mundos han sido formados mediante la palabra de Dios, de modo que de lo invisible ha tenido origen lo visible; por la fe Abel ofreció un sacrificio mayor que Caín, y por ello fue declarado justo, dando Dios mismo testimonio sobre sus ofrendas; y mediante la fe aquél, después de muerto, habla todavía" (Hb 11,3-4), y lo que sigue hasta "tener por algún tiempo el goce del pecado" (Hb 11,25). La fe justificó a esas personas antes de la Ley y las hizo herederas de la promesa divina (cf. Hb 6,12. 17).

"La fe descansa en la verdad"

13.1. Entonces, ¿para qué retomar en nuestras historias los ejemplos de fe y aducirlos en testimonio? "Me faltaría tiempo para recordar a Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y a los profetas" (Hb 11,32), y lo que sigue.

13.2. Cuatro son los elementos en que se fundamenta la verdad: sensación, mente, ciencia y opinión (o: conjetura; suposición); en el orden natural lo primero es la mente, pero para nosotros y en relación a nosotros es la sensación; de la sensación y el entendimiento se constituye la esencia de la ciencia; y común a la mente y a la sensación es la evidencia.

13.3. Aunque la sensación sea el peldaño de la ciencia, sin embargo la fe se hace primero camino mediante las cosas sensibles, luego abandona la opinión, aspira hacia lo que no es engañoso y descansa en la verdad.

13.4. Si alguien dice que la ciencia es una demostración conforme a la razón, que sepa que los principios son indemostrables, porque no son cognoscibles ni por la experiencia (lit.: técnica) ni por el pensamiento. Éste concierne a los seres que pueden ser de otro modo, mientras que aquella es sólo para la acción, no para la contemplación.

"La fe es una gracia"

14.1. Por eso, sólo mediante la fe se puede alcanzar el principio de todo. Porque toda ciencia puede enseñarse, y lo que se puede enseñar procede de un conocimiento anterior.

14.2. Pero el principio del universo no era conocido con anterioridad por los griegos; ni por Tales, que ponía el agua como causa primera, ni por los otros físicos posteriores. Anaxágoras fue el primero que puso el espíritu (noys; o: la mente) por encima de las cosas; pero ni siquiera él le dio el valor de ser causa creadora, describiendo (lit.: pintaba) ciertos remolinos carentes de razón, juntamente con la inactividad y la sinrazón del espíritu.

14.3. Por eso también dice el Verbo: "No se den a ustedes mismos el título de maestro sobre la tierra" (Mt 23,8. 9), porque la ciencia es un estado que procede por demostración, mientras que la fe es una gracia que hace subir de las cosas indemostrables hasta el ser absolutamente simple, que no está unido a la materia, ni es materia, ni deriva de la materia.

Un nuevo modo de conocer

15.1. Por lo que se ve, los incrédulos "arrastran todo desde el cielo y de lo invisible a la tierra, arrancando sin más con sus manos piedras y encinas, como dice Platón, pegados a todas las cosas de ese género, sostienen que sólo existe cuanto ofrece resistencia y [tiene] contacto; cuerpo y ser son para ellos la misma cosa...

15.2. Y quienes discuten con ellos se defienden con mucha precaución, desde lo alto, es decir, de los lugares invisibles, obstinados en mantener que el verdadero ser es el de las ideas ininteligibles e incorpóreas" (Platón, Sofista, 246 A-B).

15.3. "He aquí que yo hago nuevas las cosas" (Is 43,19), dice el Verbo, "cosas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ascendieron al corazón del hombre" (1 Co 2,9; cf. Is 43,19; 65,17; Is 64,3; 52,15); todo lo visible, audible y que hay en el corazón, con ojo nuevo, con nuevo oído y nuevo corazón, es perceptible mediante la fe y la inteligencia, porque los discípulos del Señor hablan, escuchan y obran de forma espiritual.

15.4. Existe, en efecto, una moneda auténtica y otra falsa, que no obstante engaña a los no entendidos, pero no a los cambistas (o: banqueros), que saben, por la práctica, separar y discernir la falsa de la verdadera (cf. Mt 23,8). Así, el cambista dice, sin más, al no entendido que tal moneda es falsa; cómo, sólo lo saben el cambista conocido y que está preparado para ello.

15.5. Aristóteles dice que es fe el juicio que sigue a la ciencia sobre la verdad de una cosa. Por tanto, la fe es más importante que la ciencia, y constituye su criterio.



No es posible oponerse a Dios

16.1. La conjetura, en el sentido de una frágil suposición, imita la fe, lo mismo que el adulador imita al amigo y el lobo al perro. Ahora bien, como vemos que el artesano (o: el carpintero) se hace técnico aprendiendo ciertas cosas, y el piloto podrá pilotar si se ha adiestrado en su arte, dándose cuenta de que no basta querer ser (un hombre) bueno y honesto, sino que es necesario aprender con docilidad.

16.2. Hacerse dócil frente al Verbo, al que llamamos Maestro, quiere decir tener fe en Él sin oponernos en nada. ¿Cómo es posible oponerse a Dios? Por tanto la gnosis se hace fiel y la fe se hace gnóstica, según un orden y una reciprocidad establecidas por Dios.

16.3. Por eso Epicuro, que estimó el placer más que la verdad, también dice que la fe es una prolepsis (o: prenoción; precaptación de la mente); y, a su vez, define esa preconcepción como un fijar la atención en una cosa evidente y en la clara inteligencia de un objeto; así, no se puede indagar, ni dudar, ni mucho menos concebir una opinión, ni refutar nada sin la prolepsis.

Feliz el que escucha

17.1. Porque de no tener alguno una prolepsis de lo que desea ¿cómo podrá saber algo de lo que busca? Pero el que sabe, ya hace que la prolepsis sea comprensión.

17.2. Pero, si quien aprende lo hace mediante la prolepsis, que faculta la elección según se ha dicho, es entonces cuando uno tiene el oído abierto para escuchar la verdad: "Feliz quien habla a los oídos de quienes escuchan" (Si 25,9); como, sin duda, es feliz también quien escucha.

17.3. Pero, escuchar es comprender. Ahora bien, si la fe no es otra cosa que una prolepsis del pensamiento respecto a lo que se dice, y está definida como atención, inteligencia y docilidad, nadie aprenderá sin fe, puesto que nadie aprende sin prolepsis.

17.4. Así se manifiesta como lo más verdadero lo que dice el profeta: "Si no tienen fe, ninguno comprenderá" (Is 7,9). Eso mismo dijo Heráclito de Éfeso, al parafrasear la sentencia: "Si no esperas lo inesperado, no lo encontrarás, puesto que no se puede hallar y es inaccesible" (Fragmentos, 22 B 18).

Los cristianos son ungidos en Cristo

18.1. Además, el filósofo Platón también escribió en "Las Leyes": "El que quiera ser feliz y dichoso debe participar de la verdad desde el comienzo, para que viva conforme a la verdad el mayor tiempo posible; porque cree. Pero el que no cree, es quien ama deliberadamente la mentira. De igual manera el que la ama sin querer es un necio. Ninguna de estas dos actitudes es envidiable, porque todo hombre sin fe e ignorante carece de amigos" (Platón, Leyes, V,730 B-C).

18.2. Y quizás esa [fe] es la que en el "Eutidemo" él llama de manera misteriosa "sabiduría real" (Platón, Eutidemo, 291 D). En el "Político" dice expresamente: "La ciencia regia es la que conviene al verdadero rey, y quien la posee, ya sea gobernante ya particular, recibirá por ello el título de rey, por el derecho mismo que le confiere su arte" (Platón, Político, 259 A-B y 292 E).

18.3. Por eso cuantos han creído en Cristo son y se definen como los ungidos, como regios, en cuanto que son objeto de cuidado regio. Así, "como los sabios son sabios por la sabiduría y los justos son justos por la justicia" (Platón, Minos, 314 C), así también los cristianos, (discípulos) de Cristo son regios gracias a Cristo Rey (o: así también los ungidos son regios gracias al Rey y cristianos por Cristo).

18.4. Y poco después, [Platón] añade con claridad: "Lo que es recto sin duda es legal, y la recta razón es ley, porque tal es por naturaleza, no por ser redactada mediante escritos o de otra manera" (Platón, Minos, 317 B-C). Y el extranjero de Élea define al hombre regio y político como "ley viviente" (Platón, Político, 295 E y 311 B-C).

El verdadero sabio

19.1. Tal es el que cumple la ley y "hace la voluntad del Padre" (Mt 7,21; 21,31), y su nombre está inscrito delante de todos sobre un madero altísimo, propuesto como ejemplo de virtud divina para los que pueden ver claro.

19.2. Los griegos saben que por ley los scitales (despachos) de los efóros (jefes) espartanos estaban grabados sobre palos; pero la ley de la que yo hablo es regia y viviente, como se ha dicho; también es la recta razón: "La ley es reina de todos, mortales e inmortales", como dice Píndaro de Tebas (Fragmento, 169).

19.3. También Espeusipo en el [libro] primero "A Cleofonte" parece expresarse, como Platón, en los siguientes términos: "Si la realeza es cosa buena y si únicamente el sabio es rey y soberano, también la ley, que es un discurso recto, es buena" (Espeusipo, Fragmentos, 169). Y así es ciertamente.

19.4. Los filósofos estoicos establecieron un principio que es la consecuencia de aquella sentencia, cuando atribuyen tan sólo al sabio: la realeza, el sacerdocio, la profecía, el poder de dar leyes, la riqueza, la verdadera belleza, la nobleza y la libertad. Precisamente por eso, ellos mismos reconocen que es muy difícil encontrar un sabio.

Capítulo V: Las maravillas de la fe

"El sabio es amado por Dios"

20.1. Todas esas doctrinas mencionadas aparecen difundidas entre los griegos gracias al gran Moisés. Él enseña que todo pertenece al sabio con estas palabras: "Y porque Dios tuvo piedad de mí, todo es mío" (Gn 33,11).

20.2. Indica que el sabio es amado por Dios cuando dice: "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob" (Gn 33,11; Ex 3,16). En efecto, se constata que uno (= Abraham) es llamado abiertamente "amigo" (St 2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7), mientras que el otro (= Jacob) aparece con el nombre cambiado como "aquel que ve a Dios" (Gn 32,29-31); a Isaac en fin, presentándolo alegóricamente como víctima consagrada (cf. Gn 22), se lo escogió para que nos sea figura (lit.: tipo) de la economía salvadora (o: modelo de la economía de nuestro Salvador).

20.3. También Minos es celebrado entre los griegos como "el rey confidente de Zeus durante más de nueve años" (Homero, Odisea, XIX,179); éstos supieron que Dios había conversado en otro tiempo con Moisés "como si alguien hablara con su amigo" (Ex 33,11).

Cristo es el único sumo sacerdote

21.1. Así, por tanto, Moisés fue sabio, rey y legislador. Pero nuestro Salvador está por encima de toda humana naturaleza (cf. Hb 3,3). Él es bello, por eso es el único amado por los que aspiramos a la verdadera belleza, "porque él era la luz verdadera" (Jn 1,9).

21.2. También Él es proclamado rey por los niños ingenuos y por los judíos incrédulos e ignorantes, y es anunciado por los profetas mismos, como se ha demostrado (cf. Lc 19,38; Za 9,9; Sal 117,26).

21.3. Él es rico, hasta el punto de despreciar toda la tierra y el oro que hay por encima y por debajo de ella, dones ofrecidos por el adversario, junto con toda la gloria (cf. Mt 4,8-10).

21.4. ¿Es necesario decir que sólo Él es el sumo sacerdote que conoce el servicio de Dios, "el rey de paz, Melquisedec" (Hb 7,12), el más apto para dirigir al género humano?

21.5. También es legislador, puesto que da la Ley por boca de los profetas, prescribe muy claramente, y enseña lo que se debe o no hacer.

La verdadera riqueza

22.1. ¿Por otra parte, quién puede haber más noble que Él, cuyo único Padre es Dios? Y aquí mencionemos a Platón, que aplica los mismos principios. Ya llamó rico al sabio en el "Fedro": "¡Oh querido Pan, dice, y cuantos otros dioses están por aquí: ojalá me concedan adquirir la belleza interior, y que cuanto tengo en lo exterior esté en amistad con lo interior, y que pueda tener por rico al sabio!" (Platón, Fedro, 279 B).

22.2. En otro lugar, al reprochar a quienes pensaban que eran ricos por poseer muchos bienes, el Extranjero de Atenas dice: "Es imposible que sean verdaderamente ricos y buenos aquellos a quienes la gente tiene por ricos, puesto que llaman así a quienes, muy pocos, poseen bienes de muchísimo precio, que también un hombre malvado puede poseer" (Platon, Leyes, V,724 E).

22.3. Dice Salomón: "Todo el mundo entero de las riquezas es del hombre de fe, pero del infiel ni un óbolo" (Pr 17,6 LXX). Tanto más es necesario creer a la Escritura, cuando dice que "un camello pasará por el ojo de una aguja" (Mt 19,24; Mc 10,25; Lc 18,25) más rápido que (llegue a) filosofar un rico.

22.4. Llama bienaventurados a los pobres (cf. Lc 6,20; Mt 5,3); como lo comprendió Platón, al decir: "Es necesario considerar como pobreza no la disminución de la propiedad, sino el crecimiento de la insaciabidad" (Platón, Leyes, V,736 E). En efecto, no es la pequeña fortuna, sino el deseo insaciable, lo que el hombre honesto (lit.: bueno) debe abandonar si quiere ser rico.

22.5. En el "Alcibíades", [Platón] define el vicio como "cosa de esclavos", y la virtud como "digna de los hombres libres" (Platón, Alcibíades, I,135 C). Y la Escritura dice: "Quiten de su espalda el yugo pesado y tomen el suave" (cf. Mt 11,29), así como también los poetas llaman "servil" al "yugo" (Esquilo, Siete contra Tebas, 50). Y lo de: "Fueron vendidos a sus pecados" (Is 50,1; Rm 7,14), está de acuerdo con las anteriores expresiones. "Todo el que comete pecado es esclavo" (Jn 8,34).

22.6. Pero "el esclavo no permanece en la casa para siempre. Pero si el Hijo los libera (Jn 8,35-36), serán libres, y la verdad los hará libres (Jn 8,32).

22.7. El Extranjero de Atenas, por otra parte, define como bello al sabio, cuando dice: "Así, por tanto, si alguno quisiera mantener que los justos, por deformes que sean en el cuerpo, son no obstante muy hermosos debido a su carácter perfectamente justo, jamás sería exponerse a dar la impresión de que sobrepasaba cualquier medida" (Platón, Leyes, IX,859 D-E)

22.8. Y la profecía predijo: "Su aspecto era deforme, ante todos los hijos de los hombres" (Is 53,3). Y Platón dijo en el "Político" que el sabio es rey, y la frase está a la vista (cf. II,18,2; Platón, Político, 259 A-B).



La fe, madre de virtudes

23.1. Demostradas esas cosas, volvamos de nuevo a nuestro tema sobre la fe. También Platón expresa la necesidad universal de la fe con una auténtica demostración, a la vez que elogia la paz:

23.2. "Fiel y equilibrado en las disputas, uno no podrá jamás prescindir de una perfecta virtud. Hombres luchadores, dispuestos a morir en batalla, abundan mucho entre los mercenarios, pero éstos resultan la mayoría desertores, injustos, violentos e insensatos, a excepción de muy pocos. Si estas palabras son válidas, todo legislador, que tenga un mínimo de habilidad, establecerá las leyes teniendo en cuenta más que ninguna otra la mayor de las virtudes" (Platón, Leyes, I,630 B-C).

23.3. Y esa es la fidelidad que necesitamos en todo momento, en la paz, en toda guerra y en cualquier circunstancia de la vida; porque parece comprenderlas y abarcarlas a todas las demás.

23.4. "Lo mejor, sin embargo, no es ni la guerra ni la sedición. Es despreciable necesitar de ellas. Lo mejor es la paz y la recíproca benevolencia" (Platón, Leyes, I,628 C).

23.5. Por eso se manifiesta que la mayor aspiración, según Platón, sea permanecer en la paz; pero madre principal de las virtudes es la fe.

"La sabiduría es inteligencia"

24.1. Correctamente, en consecuencia, se dice en el libro de Salomón: "La sabiduría está en la boca de los hombres de fe" (Si 34,8). Igualmente, Jenócrates en el [libro] "Sobre la inteligencia" afirma que la sabiduría es conocimiento de las causas primeras y de la esencia inteligible; establece dos clases de inteligencia: la práctica y la teórica; ésta sería precisamente la sabiduría humana (Jenócrates, Fragmentos, 6).

24.2. Por eso la sabiduría es inteligencia, pero no toda inteligencia es sabiduría. Y ya está aclarado que la ciencia del principio del universo es la fe, y no la demostración.

24.3. En efecto, es absurdo que los seguidores de Pitágoras de Samos refutaran las demostraciones de los problemas y consideraran razón de fe la expresión "él lo ha dicho" (Diogeniano, Paroemiae, III,19), y se contentaran con esa única proposición para la certeza de cuanto habían aprendido, mientras que otros, que "aman contemplar la verdad" (Platón, República, V,475 E), pretendan no creer a un Maestro digno de fe, al único Dios salvador, y reclamen de Él las pruebas de lo que ha dicho.

24.4. Pero Él dice: "Quien tenga oídos para oír, que oiga" (Mt 11,15). Y ¿quién es Él? Hable Epicarmo: "El espíritu ve, el espíritu oye; el resto es sordo y ciego" (Epicarmo, Fragmentos, 249).

24.5. Heráclito, al reprender a ciertos "incrédulos, dice, que no saben ni escuchar ni hablar" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 19), ayudado sin duda por Salomón: "Si te gusta escuchar, aprenderás; y si inclinas tu oído, serás sabio" (Si 6,33).

Capítulo VI: La fe, el arrepentimiento, la caridad, la gnosis

La palabra del Señor

25.1. Dice Isaías: "Señor, ¿quién creyó en lo que nosotros oímos?" (Is 53,1). "Porque la fe viene del oír, y el oír, mediante la palabra de Dios" (Rm 10,17), dice el Apóstol.

25.2. "¿Cómo invocarán al que no creyeron? Y ¿cómo creerán a quien no oyeron? Y ¿cómo oirán si nadie les proclama? Y ¿cómo proclamarán sin haber sido enviados? Según está escrito: "¡Qué hermosos los pies de los anuncian buenas nuevas!"" (Rm 10,14-15; Is 52,7).

25.3. ¿Ves cómo el [Apóstol] hace remontar la fe, mediante el anuncio (lit.: el oír) y la predicación (lit.: proclamación) de los Apóstoles, hasta la palabra del Señor, hasta el Hijo de Dios? ¿Y aún no entendemos que la palabra del Señor es demostración?

25.4. Así como el juego de pelota no depende sólo del que según (las reglas) del arte tira la pelota, sino que requiere además alguien que la reciba con el debido ritmo, para que la gimnasia se realice según las reglas (del arte) de la pelota; así también la enseñanza es digna de crédito cuando la fe de los oyentes facilita el aprendizaje, que es, por así decirlo, una especie de técnica natural.

Arrepentimiento y gnosis

26.1. También cuando un terreno es fecundo coopera con la acción de la semilla. Por eso no hay provecho alguno en la educación, aunque sea la mejor, sin la disponibilidad del alumno; tampoco existe [provecho alguno] en la profecía, cuando falta la docilidad de los oyentes.

26.2. Las pajas secas, dispuestas para recibir la capacidad de ser quemadas, se encienden más fácilmente; y la piedra que, bien conocida por ello, atrae al hierro por semejanza de naturaleza, al igual que la resina de ámbar amarillo atrae las pajas secas y el electro remueve los montones de paja. Y las cosas que son atraídas les obedecen arrastradas (o: atraídas) por un misterioso soplo, no como causas, sino como concausas.

26.3. Existen dos clases de maldad: la que actúa mediante engaño y simulación, y otra que empuja y arrastra con violencia; ahora bien, el Verbo divino ha lanzado su voz para llamar a todos los hombres, apareciéndose principalmente a aquellos que no habían obedecido (o: aún conociendo muy bien a aquellos que no le obedecerían); pero, con todo, como en nuestra mano está el sí y el no obedecer, para que no puedan algunos pretextar ignorancia, ha lanzado justamente su llamada, y no exige sino lo que cada uno puede.

26.4. Hay quienes poseen juntamente el querer y el poder, al haber acrecentado sus dotes [personales] mediante el ejercicio, y están purificados; otros, aunque todavía no pueden, sin embargo poseen ya el querer. El desear una acción es propio del alma, pero ponerla en práctica no es posible sin el cuerpo.

26.5. El valor de las acciones no solo se mide únicamente por el resultado (lit.: el fin), sino que se juzga también por la elección de cada uno, aunque realice su elección a la ligera, y si está arrepentido de las faltas cometidas, si tiene conciencia de los errores en los que ha caído, y si los reconoce, es decir, los reconoce posteriormente. Porque el arrepentimiento es un conocimiento (gnosis) tardío, mientras que la ausencia de pecado es la gnosis primera.

La esperanza nace de la fe

27.1. También la conversión es un éxito (o: un acto virtuoso producido por) de la fe. Porque, si no se cree que es pecado la actitud en la que se ha permanecido anteriormente, no se convertirá. Y si no se cree que el que comete una falta merece un castigo, y que existe una salvación para quien vive conforme a los mandamientos, nadie se convertirá (lit.: cambiará). Por eso, también la esperanza surge de la fe.

27.2. Tanto es así que los seguidores de Basílides definen la fe como un asentimiento del alma acerca de las cosas que no afectan a los sentidos porque no le están presentes. Ahora bien, la esperanza es expectativa de la posesión de un bien; pero la esperanza necesariamente es fiel. Fiel es el que guarda cuidadosamente lo que se le confía; y a nosotros se nos han confiado las palabras que se refieren a Dios y las palabras divinas, los mandamientos con la práctica de los preceptos.

27.3. Ese es el "servidor fiel" (Mt 24,45; 25,21) alabado por el Señor. Y cuando [el Apóstol] dice: "Dios es fiel" (1 Co 1,9; 10,13; 2 Co 1,18), indica que, al revelarse, es digno de fe; pero es el Verbo divino quien se revela, y ciertamente Dios mismo es digno de fe.

27.4. ¿Cómo, si creer es conjeturar (o: suponer), los filósofos creen que sus propias ideas son firmes? Porque no es una conjetura el asentimiento voluntario antes de una demostración, sino un asentimiento a un fuerte (o: asentimiento a una autoridad válida).

La benevolencia del Señor

28.1. ¿Pero quién es más poderoso que Dios? La incredulidad es una conjetura débil (y) negativa de (la proposición) contraria; lo mismo que la desconfianza es la actitud que acepta con dificultad la fe. Y la fe es una conjetura voluntaria y una sabia prolepsis (precaptación) anterior a la comprensión; y la espera es la representación de algo futuro (o: una espera de algo futuro); mientras que en otros casos la espera es una opinión de lo incierto; pero la confianza es un juicio firme sobre algo.

28.2. Por eso nosotros creemos en aquel en quien hemos confiado, para gloria de Dios y salvación (nuestra). Y hemos puesto nuestra confianza en el único Dios, porque sabemos que Él no quebrantará las hermosas promesas que nos ha hecho, y a lo que por causa de ellas ha creado y nos ha concedido con benevolencia.

28.3. Ahora bien, la benevolencia es un querer bienes para otro por ese otro mismo. Porque Él no tiene necesidad de nada; la benevolencia y la benignidad del Señor, se realiza en favor nuestro; son una benevolencia divina, y son una benevolencia que tiene por finalidad hacer el bien.

28.4. Si "a Abrahán que tuvo fe (ésta) le fue reconocida por justicia" (Gn 15,16; Rm 4,3. 9. 22; Ga 3,6; St 2,23), y nosotros somos descendencia de Abraham por (la palabra) oída (o: por la predicación), también nosotros debemos creer. Porque nosotros somos israelitas que obedecemos no mediante signos, sino por la palabra oída (o: la predicación).

28.5. Por ello se dijo: "Regocíjate, estéril, que no has parido; entona un grito de alegría, tú, que no has estado de parto; porque son más los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido" (Is 54,1; cf. Ga 4,27). "Has vivido para entrar en el recinto del pueblo, tus hijos fueron bendecidos para entrar en las tiendas de los padres" (cf. Is 54,2-3. 10).

28.6. Puesto que las mismas moradas están prometidas por la profecía a los patriarcas y a nosotros, es el mismo Dios el que se revela (lit.: muestra) en los dos Testamentos.

Un único Señor

29.1. En efecto, se añade más claramente: "Has heredado el testamento de Israel" (cf. Is 54,10), aludiendo al llamamiento a los gentiles: a la mujer antes estéril de ese marido que es el Verbo, abandonada anteriormente por el novio.

29.2. "El justo vivirá de la fe" (Rm 1,17); la fe según el [Nuevo] Testamento y los mandamientos, porque éstos que son dos por el nombre y el tiempo, habiendo sido concedidos por la divina economía, teniendo en cuenta la edad y el progreso, en realidad tienen la misma fuerza, el Antiguo y el Nuevo, y por medio del Hijo nos vienen del único Dios.

29.3. Por eso, también en la "Carta a los Romanos" el Apóstol dice: "La justicia de Dios se manifiesta en Él, procediendo de fe a fe" (Rm 1,17); (así) nos enseña que la única salvación, desde la profecía hasta el Evangelio, se ha realizado por un único y mismo Señor.

29.4. También dice: "Este encargo te encomiendo, hijo Timoteo, conforme a las profecías precedentes sobre ti: combate por ellas la buena batalla, teniendo fe y buena conciencia; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe" (1 Tm 1,18-19), porque han mancillado con su incredulidad la conciencia que viene de Dios.



La fe basada en el amor es una realidad divina

30.1. Por consiguiente, no es razonable acusar con facilidad a la fe de ser cosa fácil, vulgar, y también de referirse a hechos irrelevantes. Si su actividad fuese humana, como algunos griegos supusieron, habría desaparecido (cf. Hch 5,38-39). Pero todavía se propaga y no hay lugar en el que no exista.

30.2. Yo afirmo que la fe, basada en el amor o en el temor, como prefieren los detractores, es cosa divina, ya que no ha sido desgarrada por otros afectos mundanos, ni se encuentra diluida por temor presente alguno.

30.3. Porque la caridad con el amor a la fe hace a los creyentes, y la fe, por su parte, es fundamento de la caridad, correspondiendo así a su beneficio. Y cuando el temor es el pedagogo de la ley, a partir del momento que se cree, también la existencia del temor es objeto de fe.

30.4. Si el existir se demuestra con el actuar, lo que está por venir y amenaza, pero no actúa ni está presente, es objeto de fe; y si su existencia es objeto de fe, en cuanto tal no es generador de fe, porque es la fe la que lo hace digno de credibilidad.

La fe es el fundamento de la verdad

31.1. Divino es ese trueque (o: gran cambio), gracias al que un individuo pasa de la incredulidad a ser creyente, y empieza a creer por la esperanza y el temor. Así, la fe se presenta ante nosotros como la navegación primera hacia la salvación; después de ella, el temor, la esperanza y la conversión, que juntamente con la continencia y la paciencia, nos conducen al amor y a la gnosis.

31.2. Con razón dice el apóstol Bernabé: "Estoy deseando entregarles una parte de lo que he recibido, para que junto con su fe posean también la gnosis perfecta. Son ayudas de nuestra fe el temor y la paciencia; y nuestros aliados son la longanimidad y la continencia. Esas virtudes, añade, cuando se mantienen puras ante del Señor, se alegran con ellas la sabiduría, la inteligencia, la ciencia y la gnosis" (Seudo Bernabé, Epístola, 1,5; 2,2-3).

31.3. Así, por lo tanto, siendo como son las virtudes dichas los elementos de la gnosis, resulta ser más fundamental la fe, que es tan necesaria al gnóstico, como al que vive en este mundo lo es respirar para vivir; y lo mismo que sin los cuatro elementos no se puede vivir, tampoco se puede conseguir (lit.: seguir) la gnosis sin la fe. Ella es el fundamento de la verdad.

Capítulo VII: El temor de Dios

Dios, la ley y los seres humanos

32.1. Quienes desprecian el temor atacan la ley, y con la ley, también (rechazan) a Dios, que evidentemente nos ha dado la ley. Al respecto, es necesario que permanezcan estas tres cosas: el administrador, la administración y lo administrado.

32.2. Ahora bien, si por una hipótesis fuera eliminada la ley, sucedería que cualquiera que se dejara llevar por las pasiones (lit.: deseos), cayendo en el placer, descuidaría lo que es bueno (o: lo que está bien), despreciaría a la divinidad, y (se convertiría) en impío e injusto a la vez, sin temor a eludir la verdad.

32.3. Ciertamente, hay quienes dicen que el temor es una huida irracional, y una pasión. ¿Qué dices? ¿Cómo puedes tú sostener esa definición, cuando el mandato me ha sido dado por medio del Verbo? El mandamiento prohíbe y, para su educación, suspende el temor sobre la cabeza de los que así son susceptibles de ser amonestados.

32.4. Por tanto, el temor no es irracional, sino racional (o: es conforme al Verbo [logikòs]); y ¿cómo no lo será cuando exhorta: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio" (Ex 20,13-16)? Pero si quieren alterar la verdad (lit.: sofisticar) con nombres, llamen los filósofos al temor de la ley circunspección, porque es una abstención razonable.

"El principio de la sabiduría es el temor del Señor"

33.1. Litigantes de palabras, les llamaba no sin razón Critólao de Faselis. El mandamiento es agradable e incluso aparece muy hermoso a nuestros acusadores, aunque expresado con un nombre distinto.

33.2. Así se demuestra que la circunspección es racional; siendo una huida de lo que entraña daño, y de ella surge el arrepentimiento del mal cometido anteriormente. "El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y buena inteligencia para todos los que lo practican" (Pr 1,7). Aquí se habla de la práctica de la sabiduría, que consiste en el temor de Dios que abre camino hacia la sabiduría.

33.3. Pero si la ley produce (lit.: hace nacer) el temor, el principio de la sabiduría es el conocimiento de la ley, y no hay sabio sin ley. Por eso no son sabios quienes rechazan la ley, de lo que se deduce que deben ser considerados como ateos.

33.4. La disciplina (lit.: educación) es principio de sabiduría. "Pero los impíos despreciarán la sabiduría y la disciplina" (Pr 1,7), dice la Escritura.



La Ley no es mala

34.1. Veamos cuáles son las cosas que la Ley anuncia (o: declara) temibles. Si se trata de todo aquello que está a mitad de camino entre la virtud y el vicio, como la pobreza, la enfermedad, la mala reputación, el origen humilde (o: la bajeza de sentimientos), y cosas semejantes, también todo eso lo formulan las leyes civiles (o: de la ciudad), y lo aprueban. Esta opinión está en consonancia con los peripatéticos que introducen tres clases de bienes y consideran los contrarios a éstos como males.

34.2. Pero a nosotros la ley que se nos ha dado nos ordena rechazar los verdaderos males: el adulterio, el desenfreno, la pederastia, la ignorancia, la injusticia, la enfermedad del alma, la muerte; no la separación del alma y del cuerpo, sino la que separa el alma de la verdad. Esos son los males verdaderamente temibles y terribles, lo mismo que sus efectos.

34.3. Dicen los oráculos divinos: "No hay que extender injustamente redes a las aves; porque quienes participan en sus crímenes, atesoran para sí mismos males" (Pr 1,17-18 LXX).

34.4. ¿Cómo, entonces, puede tenerse todavía a la Ley como mala (lit.: no buena) por parte de algunos herejes, que invocan en su defensa al Apóstol que dice: "Por la Ley tiene lugar el conocimiento del pecado" (Rm 3,20)? Les responderemos: la Ley no ha creado (lit.: hecho) el pecado, sino que lo ha mostrado. Al prescribir lo que se debe hacer, [la ley] rechaza lo que no se debe hacer (cf. Rm 5,13; 7,7).

34.5. Es propio de quien es bueno enseñar lo que es saludable, indicar lo que es dañino, aconsejar la práctica de lo primero e invitar a huir de lo otro.

La Ley educa

35.1. Por eso, el Apóstol, a quien no han entendido, ha dicho que los pecados se han manifestado a (nuestro) conocimiento gracias a la ley, (pero) no que (ésta) tenga su subsistencia de aquellos.

35.2. ¿Cómo no ha de ser buena la ley que educa, que ha sido dada como "pedagogo hacia Cristo" (Ga 3,24), para que, rectamente formados por el temor, nos dirijamos hacia la perfección por medio de Cristo?

35.3. Dice [la Escritura]: "No quiero la muerte del pecador, sino su arrepentimiento" (Ez 33,11; 18,23 y 32). Pero el mandato es el que origina (lit.: hace) el arrepentimiento, impidiendo lo que no debe hacerse y mandando las buenas obras.

35.4. Pienso que llama muerte a la ignorancia. "Quien está cerca del Señor está lleno de azotes" (Jdt 8,27). Quien se acerca a la gnosis evidentemente experimenta (lit.: disfruta) peligros, temores, aflicciones, tribulaciones por el deseo de la verdad. "En efecto, el hijo bien instruido llegó a ser sabio, y el hijo sensato huyó del fuego; el hijo prudente aceptará los mandamientos" (Pr 10,4. 5. 8 LXX).

35.5. Y el apóstol Bernabé citando antes (este texto): "¡Ay de los que se creen inteligentes y dotados de ciencia ante sí mismos!" (Is 5,21), añade: "Hagámonos espirituales, templo perfecto para Dios. En cuanto está en nosotros, ejercitémonos en el temor de Dios y luchemos para observar sus mandamientos, para que nos gocemos en sus justificaciones" (Seudo Bernabé, Epístola, 4,11). (Por eso) se ha dicho de forma divina: "El principio de la sabiduría es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7).

Capítulo VIII: Las opiniones de los gnósticos Valentín y Basílides sobre el temor de Dios

Teorías de Basílides y Valentín

36.1. Aquí, los seguidores de Basílides, para explicar ese texto(1), dicen que el Arconte, al oír la palabra del Espíritu en su función de ministro, se espantó, evangelizado por lo que escuchó y por lo que vio, por encima (de toda) esperanza; y este estupor suyo fue llamado temor, concebido como principio de sabiduría que distingue (lit.: apta para clasificar), discierne, perfecciona y reinstaura. En efecto, el que está por encima de todo lo envía para separar no sólo el mundo, sino también la elección.

(1)Se refiere a: "El principio de la sabiduría es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7), citado al final del capítulo precedente.

36.2. También parece que Valentín pensaba algunas de esas ideas, cuando escribió en una carta estas palabras textuales: "Y, como si un miedo se hubiera apoderado de los ángeles ante aquella creatura cuando profirió sonidos superiores a su condición creada, gracias a aquel que había depositado en él invisiblemente una semilla de la esencia de lo alto, y hablaba libremente.

36.3. También entre las razas (o: generaciones) de los hombres del mundo (lit.: cósmicos), los autores de imágenes sienten pavor ante sus obras humanas, por ejemplo, estatuas, figuras y todo lo que crean las manos en nombre de Dios.

36.4. Efectivamente, Adán, plasmado en el nombre del Hombre, causó el temor del Hombre Preexistente, como si residiera dentro de él; y [los ángeles] se asustaron y rápidamente hicieron desaparecer su obra" (Valentín, Fragmentos, 1).

El temor de Dios es un regalo del Señor

37.1. Pero, al existir un único principio, como luego se demostrará, aparece claramente que estos hombres inventan gorjeos y susurros.

37.2. Cuando le pareció bueno a Dios, por medio del Señor, hacer una propedéutica (o: adiestramiento preliminar) de la Ley y los profetas, dijo: ""El principio de la sabiduría es el temor de Dios" (Sal 110 [111],10; Pr 1,7). Es un don del Señor, por intermedio de Moisés, a los indóciles y duros de corazón, porque a quienes no conquista la razón, les pacifica el temor.

37.3. Previendo esto desde el principio el Verbo educador armonizó su instrumento (= el hombre) de esas dos maneras (= mediante la Ley y los profetas), purificándolo de forma adecuada para la piedad.

37.4. Ahora bien, el estupor es un temor (por efecto) de una representación desacostumbrada o por una representación inesperada, cual por una noticia; y el temor es una admiración excesiva por lo que ya ha sucedido o existe.

37.5. Ellos no reconocen que el sumo Dios al que celebran estaría dominado por las pasiones, al atribuirle estupor, y que estaría (bajo el influjo) de la ignorancia, por lo menos antes del estupor.

37.6. Pero si la ignorancia precede al estupor, y el estupor y el temor se convierten en principio de sabiduría, es decir, en temor de Dios, existe el peligro de que la ignorancia como principio causal preceda a la sabiduría de Dios, a la creación entera, y también a la reintegración (o: restauración; apokatástasis) de la elite misma.

Elucubraciones de los gnósticos

38.1. Pero, ¿esa ignorancia tiene relación con el bien o con el mal (lit.: con las cosas buenas o las cosas malas)? Si hace referencia al bien (lit.: si de las cosas buenas), ¿por qué termina con estupor? Y son superfluos el ministro (lit.: diácono), la predicación y el bautismo. Pero si (se relaciona) con el mal (lit.: las cosas malas), ¿cómo éste puede ser causa de las cosas más hermosas?

38.2. Si no precediera la ignorancia, el ministro no hubiera descendido, ni el estupor hubiera engañado al Arconte, como ellos dicen, ni del temor habría salido un principio de sabiduría para discernir entre los elegidos y los mundanos (lit.: cósmicos).

38.3. Pero si el temor del Hombre preexistente puso en guardia a los ángeles contra su creatura, por contenerse invisible en su obra la semilla de la esencia de lo alto, entonces, o se pusieron celosos por una vana suposición, y es increíble que los ángeles estuvieran condenados a una ignorancia absoluta de la obra que se les había encargado ser autores, como si se tratase de un hijo.

38.4. O bien fueron movidos a un estado de completa presciencia; pero entonces no habrían buscado insidiosamente el medio que usaron contra lo que conocían por anticipado, ni se hubieran asombrado ante su propia obra, porque hubieran reconocido, en virtud de la presciencia, la semilla de lo alto.

38.5. O bien, finalmente, se atrevieron a aquello confiando en su gnosis, lo cual es imposible, puesto que sabían la enormidad (que era) conspirar contra el Hombre del Pleroma, y por ello también contra el que es "a imagen" (Gn 1,26), en el que reside el arquetipo y es inmortal, en conformidad con el resto de la gnosis.



La Ley y el temor del Señor

39.1. Precisamente a éstos y a algunos otros, especialmente a los seguidores de Marción, la Escritura les grita, aunque ellos no oigan: "Quien me escuche descansará en paz confiado, y estará tranquilo sin temer ningún mal" (Pr 1,33).

39.2. ¿Qué quieren que sea la Ley? No dirán que es mala, sino justa, diferenciando lo bueno de lo justo.

39.3. Pero el Señor, al mandar temer el mal, no pretende rechazar el mal con otro mal, sino que destruye lo contrario con su opuesto. Y el bien se opone al mal, como lo justo a lo injusto.

39.4. Ahora bien, si definió intrepidez el alejamiento de los males que el temor del Señor procura, este temor es un bien; y el temor proveniente de la Ley no sólo es justo, sino bueno también, porque elimina al mal. Aunque se consiga la ausencia de miedo con temor, no se logra la ausencia de pasión mediante otra pasión (lit.: la impasibilidad; apátheia); es la disciplina (paideia) la que engendra la moderación de las pasiones (o: el equilibrio de las pasiones; metriopátheia).

39.5. Cuando oímos: "Honra al Señor y serás fuerte; no temas a nadie más que a Él" (Pr 7,1), debemos entender que honrar a Dios significa temer al pecado y obedecer los mandamientos dados por Dios.

El cristiano teme apartarse de Dios

40.1. Dios significa el temor de lo divino. Pero, aun si el temor es una pasión, como algunos quieren, porque el temor sea una pasión, no todo temor es una pasión. La superstición es una pasión, porque es el temor de los demonios no sólo sujetos a pasión, sino movidos por ella.

40.2. Por el contrario, el temor del Dios impasible es (un temor) sin pasiones; porque uno no teme a Dios, sino apartarse de Dios; y quien siente ese temor, teme caer en el mal, y esos males le asustan; el que teme la caída pretende mantenerse incorruptible y sin pasiones.

40.3. "El sabio temeroso evita el mal; en cambio, el necio se entrega confiado" (Pr 14,16) dice la Escritura. Y también dice: "En el temor del Señor se encuentra la esperanza de la fuerza" (Pr 14,26).

Capítulo IX: Las virtudes y la fe

La caridad

41.1. Ese temor conduce a la conversión y a la esperanza. La esperanza es la espera de bienes o la confiada esperanza de un bien ausente (o: lejano). Sin duda, también la tendencia a... (laguna en el texto; podría ser: al arrepentimiento, o: la fe) se reduce a esperanza, que sabemos conduce de la mano hacia el amor.

41.2. La caridad es concordia (o: unanimidad) en todo lo relacionado con la palabra (o: la razón), la vida y las costumbres, o, por decirlo brevemente, comunión de vida, o perseverancia en la amistad y el cariño (o: afecto), unidos a la recta razón en el trato con los amigos. El amigo (etairos; o: compañero) es otro yo. Por eso también nosotros llamamos hermanos a quienes están regenerados por el mismo Verbo (cf. Mt 23,8-9; 25,40).

41.3. Próxima al amor se encuentra la hospitalidad, que es una cierta disposición en el trato con los huéspedes (lit.: extranjeros). Y son huéspedes aquellos que tienen por extranjeras (o: extrañas) los bienes mundanos.

41.4. Nosotros consideramos mundanos a los que ponen sus esperanzas en la tierra y en los deseos de la carne. Dice el Apóstol: "No se conformen a este mundo, sino transfórmense con la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios; qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (Rm 12,2).

41.5. La hospitalidad se refiere a lo útil para los extranjeros, los extranjeros son huéspedes, los huéspedes son amigos, los amigos son hermanos. (Así) dice Homero: "Amigo hermano" (Ilíada, IV,155; V,359; XXI,308).

41.6. Y tanto la filantropía, por la que existe también la ternura, que es un modo amigable de relacionarse con los hombres, como el afecto mismo, una especie de disposición cordial hacia los amigos o familiares, acompañan al amor.

"El fin de la ley es Cristo"

42.1. Si el verdadero hombre que está en nosotros es el espiritual, entonces la filantropía es el amor fraterno hacia los que participan del mismo espíritu. Por otra parte, el afecto consiste en conservar la benevolencia o el amor; a su vez el amor es aceptación completa, y ser objeto de amor (significa) ser querido contribuyendo y correspondiendo.

42.2. Se dejan conducir a la identidad (de intereses) por la concordia de los sentimientos, que es una ciencia de los bienes comunes; al igual que la unanimidad (lit.: el acuerdo) es una sinfonía de pareceres (lit.: juicios).

42.3. Dice también [el Apóstol]: "Nuestra caridad sea sincera; odien el mal, adhiriéndonos al bien y al amor fraterno", y lo que sigue hasta: "Si es posible por su parte, permanezcan en paz con todos los hombres" (Rm 12,9-18). Y un poco más adelante dice: "No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien" (Rm 12,21).

42.4. El mismo Apóstol reconoce (poder) atestiguar para los judíos, "que tienen celo por Dios, pero no según el conocimiento profunda; porque ignorando la justicia de Dios y buscando afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios" (Rm 10,2-3).

42.5. No conocieron, en efecto, ni pusieron en práctica la voluntad de la Ley, sino, lo que ellos concibieron, eso pensaron que quería la Ley. Ni tampoco creyeron a la Ley como algo profético, sino que obedecieron a la pura letra y al temor, no el sentido interior (lit.: disposición) [ni] la fe. "Porque el fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree" (Rm 10,4), profetizado por la Ley.

La manifestación de la bondad del Señor

43.1. Por eso les fue dicho por Moisés: "Yo los haré celosos de un pueblo que no lo es; los enfureceré por un pueblo insensato" (Dt 32,21; Rm 10,19); aludiendo sin duda a aquel que se mostró disponible a escucharle.

43.2. Y por Isaías dice: "Me he dejado ver a los que no me buscaban, me he manifestado a los que no preguntaban por mí" (Is 65,1; Rm 10,20); se entiende antes de la venida del Señor; tras del cual se dicen con toda propiedad a Israel aquellas (palabras) proféticas: "Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y rebelde" (Is 65,2; Rm 10,21).

43.3. ¿Ves cómo el profeta dice claramente que la desobediencia y rebeldía (lit.: contradicción) del pueblo es causa de la vocación de los paganos? Pero también la bondad de Dios se les manifiesta más tarde.

43.4. En efecto, dice el Apóstol: "Pero por su caída vino la salvación a los gentiles, para provocar los celos de aquéllos" (Rm 11,11), y a que desearan arrepentirse.

43.5. "El Pastor" [de Hermas], como lo más obvio, cuando habla de los difuntos, sabe que hay justos entre los gentiles y entre los judíos no sólo antes de la venida del Señor, sino antes de la Ley, que complacieron a Dios, como Abel, Noé y los otros justos.

El descenso de los apóstoles al infierno para bautizar a los justos del paganismo

44.1. Por eso dice que los apóstoles y maestros, que predicaron el nombre del Hijo de Dios y murieron, predicaron con (su) poder y (su) fe, a los que habían muerto antes.

44.2. Después añade: "Y ellos les dieron el sello de su predicación. Descendieron con ellos al agua, y subieron de nuevo. Pero éstos mismos descendieron vivos, y de nuevo subieron vivos; en cambio, los que habían muerto anteriormente, descendieron muertos, pero subieron vivos.

44.3. Así, por ellos fueron vivificados y reconocieron el nombre del Hijo de Dios. Por eso subieron con ellos y se unieron juntamente para la construcción de la torre y, como piedras no talladas, entraron a formar parte de la construcción; porque habían muerto en justicia y en gran pureza; sólo no tenían ese sello" (Hermas, El Pastor, Comparación, IX,16,5-7).

44.4. "Porque, cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen los preceptos de la Ley [guiados] por la naturaleza, ellos mismos, aún no teniendo la Ley, son para sí mismos Ley" (Rm 2,14), según el Apóstol.

"La sabiduría es el poder de Dios"

45.1. Por tanto, ¿es necesario repetir que las virtudes están mutuamente implicadas (lit.: se acompañan) unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe (se basa) en el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la fe, y la perseverancia y la ascesis en esas virtudes, unidas al estudio, se completan (lit.: terminan juntamente) en el amor y éste se perfecciona con la gnosis?

45.2. Además, se ha visto que sólo lo divino es necesario concebirlo como sabio por naturaleza; por eso también la sabiduría es el poder de Dios, que nos ha enseñado la verdad. Ciertamente, aquí se encuentra la perfección de la gnosis.

45.3. Porque el filósofo ama y estima la verdad; por eso ha traído él la reputación de ser auténtico amigo en virtud del amor (o: por eso tras ser fiel servidor, ha venido por la caridad a ser considerado como amigo).

45.4. El comienzo de esto (= del conocimiento de la verdad) reside en admirar las realidades, como dice Platón en el "Teeteto" (155 D) y Matías en las "Tradiciones" (apócrifo del Nuevo Testamento perdido), donde exhorta: "Admira lo presente", y lo pone como fundamento de la gnosis trascendente.

45.5. En el "Evangelio según los Hebreos" está escrito: "Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso" (Fragmento, 3; apócrifo del Nuevo Testamento).

45.6. Por tanto, es imposible que el ignorante, mientras siga siendo ignorante, sea filósofo, puesto que no posee todavía el concepto de sabiduría, mientras que la filosofía es la aspiración a lo que existe en realidad y a los aprendizajes que tienden a ello.

45.7. Y aún cuando se esté ya ejercitado, según algunos, para practicar el bien, también es necesario esforzarse por conocer cómo nos comportamos y actuamos, para así hacerse uno semejante a Dios, me refiero al Dios Salvador, sirviendo al Dios del universo por medio del Verbo, sumo sacerdote (cf. Hb 4,14), por el que se ve lo verdaderamente hermoso y bueno. La piedad... (posible laguna en el manuscrito) es un actuar que sigue y acompaña a Dios.



Capítulo X: "la filosofía" cristiana

Las tres notas características del verdadero cristiano

46.1. Nuestro filósofo (= el verdadero cristiano) se caracteriza (lit.: tener fuertemente) por estas tres notas: en primer lugar, por la contemplación (theoría); segundo, por el cumplimiento de los mandamientos; y en tercer lugar, por la formación de hombres honestos (lit.: buenos). La integración de estos elementos constituyen al gnóstico. Pero si falta alguno de ellos, la gnosis estaría renga.

46.2. Por eso dice divinamente la Escritura: "Y el Señor habló a Moisés, diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: Yo soy el Señor su Dios.

46.3. No harán lo que se hace en la tierra de Egipto, donde han morado; ni harán lo que se hace en la tierra de Canaán, a donde yo los llevo.

46.4. No seguirán sus costumbres. Practicarán mis mandamientos y cumplirán mis decretos, para caminar conforme a ellos. Yo soy el Señor su Dios.

46.5. Observarán todos mis preceptos y los cumplirán. El hombre que los cumpliere vivirá en ellos. Yo soy el Señor su Dios"" (Lv 18,1-5).

La más elevada contemplación

47.1. Ahora bien, la tierra de Egipto y de Canaán son símbolo del mundo y del engaño, de las pasiones y de las maldades; el pasaje (citado) nos muestra cuáles son las cosas de las que nos debemos abstener, y las que debemos practicar, porque son divinas y no mundanas.

47.2. Y cuando dice: "El hombre que los cumpliere vivirá en ellos" (Lv 18,5; Ga 3,12), significa que la corrección de los hebreos mismos y la de sus vecinos, nosotros mismos, y la ascesis (lit.: ejercicio; práctica en común) y el progreso (es) vida para ellos y para nosotros.

47.3. "Porque los muertos por los pecados son vivificados con Cristo" (Ef 2,5), mediante nuestra alianza.

47.4. Y al insistir varias veces la Escritura: "Yo soy el Señor su Dios" (Lv 18,2. 4. 5), nos acicatea de la manera más eficaz enseñándonos a seguir a Dios, que ha dado los mandamientos; y nos sugiere suavemente buscar a Dios, esforzarnos por conocerlo cuanto se pueda, porque esa es la más grande contemplación, la epóptica, la verdadera ciencia, la que ningún razonamiento puede conmover. Esa es la única gnosis de la sabiduría, de la que jamás se separa la práctica de la justicia.

Capítulo XI: La certeza de la fe

Fe y gnosis

48.1. "La gnosis" de quienes se creen sabios, ya sean herejes bárbaros o filósofos griegos, "infla", según el Apóstol (1 Co 8,1). Por el contrario, la gnosis digna de fe es una demostración científica de las (verdades) transmitidas según la verdadera filosofía. Y diremos también que esa gnosis es un razonamiento que nos facilita la fe en aquello que dudamos a partir de cuanto se admite como cierto.

48.2. Pero puesto que la fe es doble: la derivada de la ciencia y la que proviene de la hipótesis, nada impide hablar de una doble demostración: la científica y la hipotética; al igual que se habla de otra duplicidad: la gnosis y la pre-gnosis; la primera es perfecta en su naturaleza, y la otra imperfecta.

48.3. Puede que nuestra demostración sea la única verdadera, en cuanto que suministrada por las divinas Escrituras, por los libros sagrados y por la sabiduría "enseñada por Dios", según el Apóstol (1 Ts 4,9).

48.4. También es un aprendizaje obedecer los mandamientos, que es creer en Dios. Y la fe es un poder de Dios, es la fuerza de la verdad.

La auténtica gnosis

49.1. En efecto dice [la Escritura]: "Si tuvieran fe como un grano de mostaza, trasladarían el monte" (Mt 17,20) y también: "Hágase conforme a tu fe" (Mt 9,29). Uno se cura, porque obtiene la salud con la fe; otro, muerto, resucita por el poder de quien ha tenido fe de que resucitaría (cf. Lc 18,42; Jn 11,21. 32).

49.2. La demostración hipotética, por el contrario, es totalmente humana y procede de las argumentaciones retóricas y de los silogismos dialécticos.

49.3. Porque la demostración superior, que hemos denominado científica (cf. II,48,2), genera la fe presentando las Escrituras y abriéndola a las almas que anhelan aprender; ésa sería la gnosis.

49.4. Si se reciben como verdaderos los métodos de investigación aplicados a la búsqueda de un objeto, como pueden ser los argumentos que se apoyan sobre Dios y los profetas, es evidente entonces que la conclusión inferida resulte en consecuencia verdadera. Así, la gnosis será para nosotros una auténtica demostración.

"Las tres medidas"

50.1. Cuando estaba mandado consagrar un recuerdo del alimento celestial y divino en una urna de oro, se dice: "Un gomer (o: gomor, u omer) era la décima parte de tres medidas" (Ex 16,36). Ahora bien, con estas "tres medidas" se significan en nosotros tres criterios: la sensibilidad, para lo sensible; la razón, para lo que se dice mediante nombres y expresiones; y el intelecto (o: el espíritu) para las realidades inteligibles.

50.2. El gnóstico se abstendrá, por tanto, de los pecados de palabra (o: de la razón), de los de pensamiento, de los de los sentidos y de los actos; habiendo oído que "quien mira con deseo ha cometido adulterio" (Mt 5,28); él ha comprendido (lit.: recibido) en la mente (o: espíritu): "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8); él sabe igualmente que "no es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino que lo que sale de la boca es lo que hace contamina al hombre" (Mt 15,11);"del corazón proceden los malos pensamientos" (Mt 15,19).

50.3. Esta es, a mi parecer, la verdadera y justa medida según Dios, con la que se mide lo que hay que medir, la decena (o: década) que abarca (o: contiene) al hombre, y que de manera resumida indicaron las tres medidas mencionadas.

50.4. Constituyen la [decena]: el cuerpo, el alma, los cinco sentidos, la facultad de hablar, la de la procreación y la facultad intelectual o espiritual o como se la quiera llamar.



Las verdaderas "delicias"

51.1. Ahora, pasando por alto, por así decirlo, todo lo restante, es necesario detenerse en la inteligencia (o: espíritu); lo mismo que en el mundo superando las nueve partes -primero aquella de los cuatro elementos colocados en un mismo lugar por razón de su idéntica evolución; después las otras siete esferas errantes, y la novena, la de (las estrellas) fijas- se llega al número perfecto que está por encima de los dioses, es decir, a la décima parte, a la gnosis de Dios; en resumen, es evidente que después de la creatura deseamos al Creador.

51.2. Por eso, la décima parte del efá (= medida egipcia) y de las víctimas era ofrecida a Dios; y la fiesta de la Pascua comenzaba el décimo día, que es la superación (lit.: el paso) de toda pasión y de todo lo sensible.

51.3. El gnóstico está, por tanto, firmemente establecido en la fe, mientras que el que se cree sabio no alcanza la verdad, teniendo (sólo) impulsos inestables y caprichosos.

51.4. Con razón está escrito: "Caín, salió de la presencia de Dios, y habitó en la tierra de Naíd, enfrentte del Edén" (Gn 4,16). Naíd significa agitación, y Edén delicias.

51.5. Las delicias son fe, gnosis, paz; quien las desobedece es rechazado; y quien se cree sabio comienza por no querer ni siquiera prestar oídos a los divinos mandamientos, sino cual un autodidacta, rebelde, se lanza por su gusto a un mar agitado, descendiendo desde el conocimiento del Inengendrado hacia los seres mortales y engendrados, pasando continuamente de una opinión a otra.

51.6. "Quienes no tienen gobierno caen como las hojas" (Pr 11,14). La razón (o: reflexión; razonamiento; raciocinio) y la parte conductora del alma que la dirige de manera infalible, son llamados el timonel del alma, porque realmente por lo inmutable se nos conduce a lo inmutable.

"Gustar realidades excelsas"

52.1. Por eso, "Abrabán permaneció de pie delante del Señor, y acercándose habló" Gn 18,22-23); y a Moisés le dijo: "Pero tú quédate aquí conmigo" (Dt 5,31).

52.2. También los discípulos de Simón [el Mago; cf. Hch 8,9 ss.] quieren parecerse en su comportamiento (o: modo de ser; conducta) al Ser inmutable que ellos veneran.

52.3. Por ello la fe y la gnosis de la verdad disponen al alma del que las ha abrazado (u: obtenido; conseguido) para que esté siempre de una manera constante y estable.

52.4. Cercanos a la mentira están el cambio, la desviación y la separación (o: defección; abandono; separación), al igual que (son afines) al gnóstico, la tranquilidad, el reposo y la paz.

52.5. Del mismo modo que el orgullo y la presunción han calumniado a la filosofía, así también la falsa gnosis a la gnosis, llamada con el mismo nombre, y sobre la que escribe el Apóstol: "Oh Timoteo, dice, guarda el depósito, apartándote de las profanas pláticas vanas y de las opiniones contradictorias de la falsa gnosis, que algunos profesan, extraviándose de la fe" (1 Tm 6,20-21).

52.6. Puesto que esta palabra los acusa, los herejes rechazan las "Epístolas a Timoteo".

52.7. Ahora bien, si el Señor es "verdad" (Jn 14,6), "y sabiduría y fuerza de Dios" (1 Co 1,24), como de hecho lo es, podremos demostrar que el verdadero gnóstico es el que ha conocido a ese (Señor) y a su Padre por medio de Él; porque puede comprender el dicho: "Los labios de los justos conocen cosas excelsas" (Pr 10,21).

Capítulo XII: El doble objeto de la gnosis y de la fe. Sobre el temor y el amor en el presente

Temor del Señor y fe

53.1. Al ser doble la fe, como el tiempo, podemos encontrar dos virtudes que les conciernen a la vez. La memoria tiene como objeto el tiempo pasado, mientras que la esperanza es característica del futuro. Por la fe creemos que el pasado existió y que el futuro existirá. Además, amamos, persuadidos por la fe que lo pasado es como es, y sostenidos por la esperanza en la expectación de lo que ha de venir.

53.2. En efecto, por todas partes la caridad acompaña al gnóstico, porque sabe que Dios es uno "y he aquí que todo lo que Él ha creado es muy bueno" (Gn 1,31), y lo contempla admirado (lit.: conoce y admira); pero, la piedad confiere "larga vida" (Pr 3,2) y "el temor del Señor acrecienta los días" (Pr 10,27).

53.3. Al igual que los días son una parte de la vida que avanza, así también el temor es principio de la caridad, en cuanto que viene a ser incremento de fe, y luego amor.

53.4. Pero no de igual manera a como yo temo la fiera, que también odio -por eso el temor es doble-, sino como al padre, a quien temo y al mismo tiempo amo. Por eso, cuando temo ser castigado, me amo a mí mismo, eligiendo el temor; pero quien teme ofender al padre lo ama.

53.5. Bienaventurado, por tanto, quien se hace creyente, mediante una mezcla de amor y temor; la fe es una fuerza (que conduce) a la salvación (cf. Rm 1,16), y un poder para a la vida eterna.

El ámbito de la fe

54.1. También la profecía es una pre-gnosis, pero la gnosis es comprensión (noesis: inteligencia de una cosa) de la profecía; o sea, es gnosis de lo conocido previamente por los profetas, gracias al Señor que lo manifiesta todo con anterioridad.

54.2. La gnosis de los sucesos predichos muestra tres fases: la pasada hace tiempo, la presente en la actualidad y la que ha de ser en lo porvenir.

54.3. Por tanto, los extremos: lo que ya se cumplió o lo que se espera, pertenecen (al ámbito) de la fe, mientras que la acción presente procura una persuasión que corrobora ambos extremos.

54.4. En efecto, si en la unidad de la profecía, una parte se cumple en el momento presente, y la otra ya está cumplida, entonces lo que se espera es objeto de fe, y lo pasado es verdadero.

54.5. Porque lo que antes era presente, ya es pasado para nosotros; lo mismo que la fe relativa a los acontecimientos ya pasados es comprensión de un pasado, también la esperanza de sucesos futuros es la comprensión de un futuro. Los asentimientos, no obstante, dependen de nosotros, como lo afirman no sólo los platónicos, sino también los estoicos.

El perdón de los pecados y el arrepentimiento

55.1. Toda opinión, juicio, suposición acción de aprender, actos con los que vivimos y continuamos siendo del género humano, son asentimiento. Y éste no puede ser otro que la fe; incluso la incredulidad, en cuanto que es apostasía de la fe, demuestra la posibilidad del asentimiento y de la fe, porque no hay privación de lo que no existe.

55.2. Si uno observa (o: examina, considera) lo verdadero, encontrará que el hombre naturalmente está mal dispuesto para el asentimiento al error, pero que está capacitado para creer lo verdadero.

55.3. "La virtud que mantiene unida a la Iglesia, como dice "El Pastor" [de Hermas], es la fe, por la que se salvan los elegidos de Dios; la que tiene una actitud viril es la continencia. Las siguen la sencillez, la ciencia, la bondad, el decoro, el amor. Todas son bijas de la fe" (Hermas, El Pastor, Visión, III,8,3-5; no es una cita literal del texto).

55.4. Y de nuevo: "La fe guía, el temor edifica, pero perfecciona el amor";"Hay que temer al Señor, dice, para edificar, pero no al diablo que trata de perdernos" [lit.: para la catástrofe] (Hermas, El Pastor, Mandamientos, VII,1-2; no es una cita textual).

55.5. Y también: "Es necesario amar y practicar las obras del Señor, es decir, los mandamientos, pero temer y no hacer las obras del diablo; porque el temor de Dios educa y restablece en el amor, pero el de las obras del diablo trae consigo (o: tiene como compañero) el odio" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, VII,3-4; no es una cita textual).

55.6. Él mismo dice también que el arrepentimiento es "un gran acto de inteligencia; porque, arrepintiéndose de lo que se ha hecho, ni se hace ni se dice ya más; y mortificando (lit.: atormentando, torturando) la propia alma por las faltas cometidas, obra el bien" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, IV,2,2). El perdón de los pecados difiere del arrepentimiento, pero ambas muestran lo que depende de nosotros (cf. Hermas, El Pastor, Mandamientos, IV,3,1).



Capítulo XIII: Arrepentimiento y responsabilidad

La penitencia después del bautismo

56.1. "Por consiguiente, quien ha recibido el perdón de los pecados no debe pecar jamás" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, IV,3,2). Porque además de la primera y única penitencia de los pecados -ésta, de seguro, es la de los que llevaban una primera vida pagana, me refiero a la pasada en la ignorancia-, se ofrece igualmente a todos los elegidos otra penitencia (lit.: conversión), que purifica el interior (lit.: el lugar) del alma de sus errores, para asentar sobre cimientos la fe.

56.2. Por que siendo el Señor "conocedor de los corazones" (Hch 15,8) y preconociendo lo futuro, ha previsto anticipadamente desde el principio la mutabilidad del hombre, al igual que la astucia y malicia del diablo, que tiene envidia del hombre por el perdón de los pecados, y procura, con malicia sagaz, algunas ocasiones para hacer pecar a los siervos de Dios, a fin de hacerlos caer juntamente con él.

La segunda penitencia

57.1. Dios, infinitamente misericordioso, ha dado a quienes, incluso en la fe, han caído en algún error, una segunda penitencia, para que, si alguno fuera tentado después de la llamada, por violencia y engaño, obtuviera la posibilidad de "una penitencia inalterable" (2 Co 7,10).

57.2. "Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento pleno de la verdad, no queda ya más sacrificio por los pecados, sino únicamente la tremenda expectación del juicio y el ardor del fuego, que va a consumir a los rebeldes" (Hb 10,26-27; cf. Is 26,11).

57.3. Pero esas continuas y alternantes conversiones de los pecados, en nada se diferencian del no haber llegado a creer, sino tan sólo en la conciencia de pecar. Yo no sé cual de las dos situaciones es peor: pecar con plena conciencia o, después de haber hecho penitencia de los pecados, claudicar de nuevo.

57.4. En efecto, el pecado se manifiesta por una doble prueba de culpabilidad: por una parte, porque al perpetrarse es condenado por el obrador de la iniquidad; de otra parte, porque conociendo de antemano que lo que va a hacer es malo, (igualmente) lo realiza. Y puede suceder que ceda ante la ira e incluso al placer, sin desconocer ante lo que cede; pero el que se arrepiente de aquello en que había cedido, y después recae nuevamente en el placer, se une al que desde el principio peca voluntariamente. Porque, al realizar de nuevo el acto del que se había arrepentido, hace voluntariamente aquello que había condenado.

El verdadero arrepentimiento

58.1. Por tanto, quien ha accedido a la fe ha obtenido de una vez el perdón de los pecados, al apartarse de los gentiles y de esa anterior existencia. Ahora bien, quien ha pecado también después, y luego se arrepiente, debe sentir vergüenza, aunque haya obtenido el perdón, no [pudiendo] lavarse ya más para la remisión de los pecados.

58.2. Porque no sólo debe abandonar los ídolos que antes divinizaba, sino también las obras de la vida precedente, quien ha sido regenerado "no por la sangre ni la voluntad de la carne" (Jn 1,13), sino en el Espíritu.

58.3. Esto sería arrepentirse sin caer en el mismo error; por el contrario, arrepentirse a menudo es desear los pecados, y es también una inclinación a la volubilidad por falta de ascesis.

El Señor es compasivo

59.1. Es una apariencia de penitencia, no penitencia, el pedir muchas veces perdón de las faltas que cometemos repetidamente. "La justicia abre caminos irreprochables" (Pr 13,6), clama la Escritura. Y también: "La justicia del inocente le enderezará su camino" (Pr 11,5; 13,6)

59.2. Ciertamente: "Como un padre es compasivo con sus hijos, así el Señor es compasivo con los que le temen" (Sal 102 [103],13), escribe David.

59.3. Así, "los que con siembran con lágrimas, cosecharán con júbilo" (Sal 125 [126],5): [se dice] de los que se confiesan en la penitencia;"bienaventurados todos los que temen al Señor" (Sal 127 [128],1).

59.4. ¿Ves la bienaventuranza semejante a la del Evangelio? "No temas, dice, cuando un hombre se enriquece y acrecienta la gloria de su propia casa; porque a su muerte nada se llevará consigo, ni le seguirá su gloria" (Sal 48 [49],17-18).

59.5. "Pero yo entraré en tu casa por tu misericordia, y me postraré ante tu santo templo, en tu temor. Señor, guíame, en tu justicia" (Sal 5,8-9).

59.6. Un impulso es un movimiento del pensamiento hacia algo o por algo; una pasión es un impulso excesivo o que sobrepasa los limites de la razón20; o bien un impulso desencadenado y desobediente a la razón. Por eso, las pasiones son un movimiento del alma en contra de la naturaleza por su desobediencia a la razón -y esta retirada, alejamiento y desobediencia depende de nosotros, al igual que depende de nosotros la obediencia; por eso son juzgados los actos voluntarios-. Ahora bien, si uno recorriere cada una de las pasiones, encontrará que son deseos irracionales.

Capítulo XIV: Los actos involuntarios

Las diversas acciones involuntarias

60.1. La acción involuntaria no está sometida a juicio -y esto por dos motivos: o por ignorancia o por necesidad-. En efecto, ¿cómo podría establecerse una sentencia contra los que, se dice, pecan de manera involuntaria?

60.2. Porque, si uno ha perdido el conocimiento de sí mismo, como Cleómenes o Atamante (Athamas) que se volvieron locos.

60.3. O si no sabe lo que hace, como Esquilo -al manifestar (lit.: declarar) en el escenario los misterios, juzgado en el Areópago, fue absuelto por demostrar que él no estaba iniciado-.

60.4. O uno desconoce lo que se hace, como cuando deja escapar al adversario y mata a un familiar en vez del enemigo.

60.5. O bien con qué está haciendo la acción, como el que ejercitándose con jabalinas (o: lanzas pequeñas) provistas de protección (lit.: redondeadas), mata a alguien porque su jabalina ha perdido la protección.

60.6. O bien (ignora) el modo, como el que en un estadio mata al rival -cuando no luchaba por matar, sino por vencer-.

60.7. O (no sabe) cuál es el resultado, como el médico que mata a uno al darle una medicina saludable, siendo así que no la dio con ese fin, sino con el de salvarlo.

Se juzgan los actos deliberados

61.1. Antiguamente la ley también castigaba a quien mataba involuntariamente (cf. Nm 35,22-25; Dt 19,5), como al que padecía involuntariamente derrames seminales (cf. Lv 15,16; 22,4), pero no del mismo modo que al que (obraba) voluntariamente.

61.2. No obstante, será también castigado como por un acto voluntario todo el que relacione la pasión con la verdad; así, debe castigarse en realidad al que no retiene la palabra llena de vida, porque esa pasión es algo irracional del alma, cercana al veneno de la charlatanería: "El fiel prefiere guardar las cosas sin decir nada" (Pr 11,13). En efecto, son los actos deliberados los que se juzgan.

61.3. "El Señor examina los corazones y las entrañas" (Sal 7,10; cf. Jr 11,20; 17,10); y "quien mira deseando" (Mt 5,28) (ya) está juzgado. Por eso dice: "No desearás" (Ex 20,17), y "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí" (Is 29,13; cf. Mt 15,8; Mc 7,6).

61.4. Porque Dios observa la intención en sí misma; también a la mujer de Lot, que únicamente había mirado para atrás voluntariamente hacia la maldad del mundo, El [Señor] la dejó insensible, presentándola como una piedra de sal y la dejó clavada en el suelo (cf. Gn 19,26; Lc 17,31-32), para que no caminara ya más; no como una estatua estúpida e inútil, sino destinada para preparar e incitar a quien es capaz de ver espiritualmente.

Capítulo XV: Los actos voluntarios

Pecado, infortunio e injusticia

62.1. El acto voluntario, por el contrario, está relacionado con el deseo, la libre elección o el pensamiento. Igualmente están íntimamente relacionados con ellos: el pecado, el infortunio y la injusticia (o: la iniquidad).

62.2. Y así se dice que es un pecado vivir en libertinaje (lit.: sensualidad) e impúdicamente; infortunio es golpear a un amigo como enemigo por ignorancia; y una injusticia es profanar un sepulcro o un templo.

62.3. El pecado (o: la falta) proviene de juzgar con ignorancia acerca de la manera necesaria de actuar o no actuar, como sucede cuando uno cae en un pozo, bien porque no sabe que existe, o bien porque no pudo evitarlo por incapacidad física.

62.4. No obstante, en nosotros está tanto el disponernos a ser educados como a obedecer los mandamientos.

El peligro de entregarse a las pasiones

63.1. Si no queremos participar de esa (conducta), pero nos entregamos a la ira y cedemos ante las pasiones, pecaremos; o mejor, cometeremos una injusticia contra nuestra propia alma.

63.2. El famoso Layo dice en la tragedia: "No se me oculta nada de eso que tú me reprendes, pero, aun teniendo consciencia, la naturaleza me hace violencia" (Eurípides, Crisipo, fragmento 840). Esto significa que se entrega a la pasión.

63.3. Por su parte, Medea grita en la escena: "Comprendo los males que voy a cometer; pero la pasión es más fuerte que mis decisiones" (Eurípides, Medea, 1078).

63.4. Tampoco Áyax (o: Ayante) guarda silencio, sino que, estando para suicidarse, grita -es que ninguna pena carcome tanto el alma de un hombre libre como el deshonor-: "Así sufría, y me atormentaba desde lo íntimo la profunda enfermedad, desesperándome con amargos impulsos de furor" (Anónimo, Fragmento, 110).

El infortunio

64.1. La ira hace trágicos a esos hombres; a otros muchos la concupiscencia (o: el deseo; la pasión), como a Fedra, Antea, Erifila "que aceptó oro a cambio de su querido marido" (Homero, Odisea, XI,327).

64.2. También el célebre comediante Trasónida dice en otra escena: "Una vil joven esclava me ha hecho esclavo" (Menandro, Fragmentos, 338).

64.3. Infortunio es un pecado irracional, el pecado involuntario es una injusticia, y la injusticia voluntaria es maldad. Por tanto el infortunio es un acto involuntario mío(1).

(1)Otra traducción: "El pecado (o: la falta) es una injusticia involuntaria; injusticia es una maldad voluntaria. Es, por tanto, el pecado (o: la falta) una cosa mía involuntaria"

64.4. Por eso también se dice: "El pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque no están bajo la Ley, sino bajo la gracia" (Rm 6,14), esto se dice respecto a los que ya han creído, "porque hemos sido curados por sus llagas" (Is 53,5).

64.5. Infortunio también es una acción involuntaria de otro contra mí; pero sólo la injusticia, mía o ajena, debe ser interpretada (lit.: aparece) como voluntaria.

Dios quiere la salvación del género humano

65.1. El salmista se refiere concretamente a esa diferencia de los pecados, cuando llama bienaventurados a los que Dios perdonó las iniquidades y encubrió los pecados; unas no las imputó, y perdonó las restantes.

65.2. "En efecto, está escrito: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades fueron perdonadas y cubiertos los pecados. Feliz el hombre a quien no impute el Señor el pecado, y no hay engaño en su boca" (Sal 31 [32],1-2). Esta bienaventuranza fue concedida a los elegidos por Dios a través de Jesucristo, nuestro Señor" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,6-7).

65.3. "El amor cubre la multitud de los pecados" (1 P 4,8). Y los borra aquel "que prefiere el arrepentimiento del pecador a su muerte" (Ez 18,23. 32: no es una cita textual).



Un solo Dios bueno

66.1. Lo que no se realiza por libre decisión no es imputable; porque dice: "Quien ha deseado ha cometido ya adulterio" (Mt 5,28: cita no textual).

66.2. El Verbo que ilumina (cf. Jn 1,9) perdona los pecados. "Y en ese tiempo, dice el Señor, buscarán la injusticia de Israel, y no existirá, y los pecados de Judá y no los encontrarán" (Jr 50,20; LXX: 27,20);"porque ¿quién como yo? ¿Y quién me podrá hacer frente?" (Jr 50,44; LXX: 27,44).

66.3. Mira que es anunciado un solo Dios bueno, que retribuye conforme a los méritos y perdona los pecados.

66.4. También Juan en la Epístola más larga enseña con claridad la diferencia entre los pecados de la siguiente manera: "Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore y le dará vida; a los que cometan pecados que no son de muerte", dijo:

66.5. "Porque hay un pecado de muerte, y no es éste por el que digo yo que se rece. Toda injusticia es pecado, pero hay un pecado que no es de muerte" (1 Jn 5,16-17).

Interpretación del Salmo primero

67.1. Pero también David y, antes que David, Moisés dan a conocer la gnosis de los tres principios con estas (palabras): "Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos" (Sal 1,1), igual que los peces van a oscuras hasta la profundidad; es decir, los que no tienen escamas, que Moisés prohíbe tocar (cf. Lv 11,10. 12; Dt 14,10), pastan en el fondo del mar.

67.2. "Ni se detiene en camino de pecadores" (Sal 1,1), como quienes parecen temer al Señor, pero pecan como el cerdo, que hambriento gruñe, pero saciado no reconoce más a su dueño (cf. Seudo Bernabé, Epístola, 10,3).

67.3. "Tampoco se sienta en la cátedra de la pestilencia" (Sal 1,1), al igual que las aves de rapiña. En cambio, Moisés recomendó: "No coman cerdo, ni águila, ni buitre, ni cuervo, ni pez alguno que no tenga escamas sobre él" (Lv 11,7. 13. 15; Dt 14,8. 10. 12). Eso [dice] Bernabé (cf. Seudo Bernabé, Epístola, 10,1).

67.4. Además yo he oído de un hombre sabio lo siguiente: "El consejo de los impíos designa a los paganos, "camino de pecadores" a la creencia judía, y "la cátedra de la pestilencia" la interpretaba (como) las herejías.

Interpretación del Salmo primero (continuación)

68.1. Algún otro afirmó más exactamente que la primera bienaventuranza se refiere a la de aquellos que no siguen las opiniones perversas, que se alejan (lit.: apostatan) de Dios; la segunda, a los que no se detienen en el camino ancho y espacioso (cf. Mt 7,13; Lc 13,24), bien porque fueron educados en la Ley, o también porque se convirtieron del paganismo. "La cátedra de la pestilencia indicaría los teatros y los tribunales, o mejor, la adhesión a los poderes malvados y dañinos, y la participación en sus obras.

68.2. "Pero su voluntad está en la ley del Señor" (Sal 1,2). Pedro en su "Predicación" llamó al Señor "ley y logos" (Kerigma Petri, fragmento 1: obra apócrifa atribuida al apóstol Pedro).

68.3. También parece que el legislador enseña de otro modo cómo se evitan tres clases de pecados: los de la palabra, por los peces mudos, porque es mejor permanecer en el silencio que en la palabra: "Hay también un premio sin peligro para el silencio" (Simónides de Quíos, Fragmentos, 66). Los pecados cometidos mediante la acción (son figurados) por las aves rapaces y carnívoras... (laguna en el texto). El cerdo "se goza en el fango" (Heráclito, Fragmentos, 13) y en el estiércol; y es necesario no tener "la conciencia manchada" (1 Co 8,7).

Interpretación del Salmo primero (conclusión). Los verdaderos y los falsos pastores

69.1. Con razón dice el profeta: "No así los impíos, sino que son como paja que arrebata el viento de la faz de la tierra. Por eso no se levantarán los impíos en el juicio" (Sal 1,4-5) -ellos ya están condenados, porque "quien no cree está ya juzgado" (Jn 3,18)-, "ni los pecadores en el consejo de los justos -ellos ya han sido condenados por no unirse a quienes han vivido sin faltas-, porque el Señor conoce el camino de los justos, y el camino de los impíos será destruido" (Sal 1,5-6).

69.2. De nuevo el Señor revela abiertamente que nuestros errores y fallos dependen de nosotros, al sugerir los modos correspondientes de curar las pasiones, y quiere que seamos corregidos por los pastores, acusando por boca de Ezequiel a algunos de ellos, me parece a mí, porque no observaron los mandamientos:

69.3. "No confortaron al débil", y lo que sigue hasta: "No había nadie que lo buscase y lo hiciera volver" (Ez 34,4-6). "Porque la alegría del Padre es grande cuando un sólo pecador se salva" (Lc 15,7. 10; la cita no es textual) dice el Señor.

69.4. ¡Cuánto más es de alabar Abrahán, que "procedió conforme le había dicho el Señor" (Gn 12,4).

"Viendo a tu hermano ves a Dios"

70.1. Sacándolo de ahí, uno de los sabios griegos expresó la sentencia: "Sigue a Dios" (Diogeniano, Paroemiae, III,31). Isaías dice: "Los piadosos deliberaron con sabiduría" (Is 32,8).

70.2. La deliberación es buscar cómo comportarnos con rectitud en las presentes circunstancias; (y) buena deliberación (es) la prudencia en las decisiones.

70. 3. ¿Pero qué? ¿Acaso Dios, después del perdón de Caín, no recibe seguidamente a Enoc (cf. Gn 4,15; 5,24), que poco después se arrepentiría, para indicar que el perdón engendra naturalmente la conversión? El perdón no se entiende de la remisión, sino de la curación. Lo mismo sucede también respecto a la construcción del becerro por parte del pueblo bajo (el mandato de) Aarón (cf. Ex 32,1 ss.).

70.4. De ahí (dedujo) uno de los sabios griegos (la sentencia): "El perdón es mejor que el castigo" (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, I,76); como sin duda el dicho: "Sal fiador y te arruinarás" (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, I,73; IX,71) deriva de la frase de Salomón que dice: "Hijo, si sales fiador de tu amigo, entregarás tu mano al enemigo; porque son una trampa fuerte para el hombre sus propios labios, y es prisionero de las palabras de su propia boca" (Pr 6,1-2).

70.5. Más misterioso es el "conócete a ti mismo" (cf. I,60,3), porque deriva de este versículo: "Viendo a tu hermano, ves a tu Dios" (cf. I,19,94).

El amor del Señor

71.1. Así, por tanto, "amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37. 39); con ello dice que de estos mandamientos dependen y están estrechamente unidos toda la ley y los profetas.

71.2. Concuerda con esto aquello otro: "Les digo esto para que mi alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los amé" (Jn 15,11-12).

71.3. "El Señor es clemente y compasivo" (Sal 110 [111],4), y "el Señor es bueno para con todos" (Sal 144 [145],9). Aconsejando de modo más claro el "conócete a ti mismo", Moisés dice con frecuencia: "Atiende a ti mismo" (Gn 24,6; Ex 10,28; Dt 4,9).

71.4. "Con limosnas y obras de fe se purifican los pecados; pero con el temor del Señor todo hombre se aparta del mal" (Pr 16,6). "El temor del Señor es educación y sabiduría" (Pr 15,33; Si 1,27).

Capítulo XVI: La misericordia de Dios

Limitaciones de la naturaleza humana para hablar de Dios

72.1. De nuevo surgen aquí los acusadores (= los estoicos) cuando dicen que la alegría y la tristeza (o: la pena; el dolor) son pasiones del alma. En efecto, definen que la alegría es exaltación razonable y el estar alegres es regocijarse por las cosas bellas. Mientras que la compasión es un dolor por quien sufre de forma inmerecida (lit.: indigna); ambas son movimientos y pasiones del alma.

72.2. Pero nosotros, al parecer, no nos apartamos de eso mismo al entender carnalmente la Escritura, y cuando somos llevados por nuestras pasiones, interpretando la voluntad de Dios, no sujeto a pasiones, conforme a nuestros propios movimientos.

72.3. Y si pensáramos que las cosas son en realidad como nosotros las conocemos, entonces nos equivocaríamos de forma impía respecto al Todopoderoso.

72.4. En efecto, no es posible hablar de la divinidad tal como es en realidad, sino tal como a nosotros nos es posible comprender, aprisionados (o: encadenados) por la carne; así nos hablaron los profetas, adaptándose el Señor a la debilidad humana para nuestra salvación.

Un Dios rico en misericordia

73.1. Por eso es voluntad de Dios salvar al que obedece a los mandamientos y se arrepiente de los pecados; y nosotros estamos alegres por nuestra salvación; el Señor, al hablar por los profetas, ha hecho suya nuestra capacidad de alegría, como cuando por amor al hombre dice en el Evangelio: "Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; porque lo que hicieron con uno de esos más pequeños, conmigo lo hicieron" (Mt 25.35. 40).

73.2. Al modo que se alimenta no siendo alimentado, cuando se alimenta a uno como Él quiere, así también se goza sin inmutarse, cuando uno se alegra al convertirse como Él quería.

73.3. Dios posee sobreabundancia de compasión, porque es bueno y nos da los mandamientos mediante la Ley y los profetas, y de una manera más próxima, mediante la venida del Hijo, nos salva y se compadece, como se ha dicho (cf. Ex 33,19; Rm 9,15; 1 P 2,10), de los que son objeto de su misericordia; porque tiene compasión quien es superior respecto al inferior; y un hombre no será jamás superior a otro hombre, puesto que tiene la misma naturaleza humana, pero Dios es superior al hombre en todo; si, por tanto, el superior se compadece del inferior, únicamente Dios tendrá compasión de nosotros.

73.4. En efecto, un hombre está dispuesto a ser solidario en razón del sentido de justicia, y reparte lo que ha recibido de Dios, bien por natural benevolencia y disposición, bien por los mandamientos que obedece.

Los seres humanos no son de la misma sustancia que Dios

74.1. Pero Dios no tiene con nosotros ninguna relación de naturaleza, como pretenden los fundadores de las herejías -ni si nos ha hecho de la nada, ni si nos ha fabricado de la materia, porque una no existe y la otra es totalmente distinta de Dios-; a no ser que alguien se atreva a decir que nosotros somos parte de Él y consubstanciales a Dios.

74.2. Y no sé cómo soporta uno oír esto, conociendo a Dios, mirando nuestra vida, sumergida en tantos males.

74.3. Si fuera así, cosa que no es lícito decir, Dios tendría parte en los pecados, si es que las partes de un todo son partes integrantes del todo, porque son integrantes, no serían partes.

74.4. Sin embargo, por naturaleza "Dios es rico en misericordia" (Ef 2,4), y por su bondad cuida de nosotros, que no somos ni partes de Él, ni hijos por naturaleza.

Dios nos llama a la adopción filial

75.1. La mayor prueba de la bondad de Dios es precisamente ésta: que siendo en verdad nosotros totalmente "extraños" (Ef 4,18) a Él por naturaleza, con todo se preocupa de nosotros.

75.2. Es natural que los animales tengan ternura con sus hijos, y que la amistad nazca de la vida en común entre los que tienen los mismos sentimientos; pero si Dios es rico en misericordia para con nosotros, no es porque tengamos una relación con Él en lo concerniente, digo, a nuestra esencia o naturaleza, o la potencia propia de nuestro ser, sino sólo porque somos obra de su voluntad. Y el que voluntariamente, mediante la ascesis y la enseñanza, se ha elevado al conocimiento (gnosis) de la verdad, Él lo llama a la adopción filial, que es la meta más alta de todas.

75.3. "Las iniquidades aprisionan al hombre, cada uno queda atado con los cadenas de los propios pecados" (Pr 5,22); y Dios no es responsable (o: culpable). En verdad, "bienaventurado el hombre que se humilla en todas las cosas por temor de Dios" (Pr 28,14; cf. Hb 12,28: eylabeia: devoción).



Capítulo XVII: El conocimiento y la voluntad humanas

La ciencia

76.1. Como la ciencia es una disposición apta para instruirse, porque por ella nos ha sido concedida la capacidad de saber, y su certeza constante no puede ser cambiada por razonamiento, así también la ignorancia es una representación incierta y cambiante por la acción del razonamiento; ahora bien, lo que cambia, como lo elaborado mediante un razonamiento, depende de nosotros.

76.2. Al lado de la ciencia están la experiencia, la capacidad de discernir (eidesis; lit.: conocimiento), la comprensión (o: entendimiento; synesis), la abstracción intelectiva (o: reflexión; noesis) y la gnosis.

76.3. La capacidad de discernir puede llamarse ciencia de los seres universales, según su especie. En cambio, la experiencia es una ciencia que tiene capacidad de recibir datos (o: comprensiva), de tal forma que hace posible el estudio particular de cada uno de ellos. La abstracción intelectiva es ciencia de lo inteligible. La comprensión es ciencia de lo relacionable, o sea, una aptitud coherente para fijar relaciones o capacidad comparativa en lo relativo a lo que es objeto de pensamiento y de ciencia, bien se trate de una cosa particular o de varias bajo un único razonamiento. La gnosis es la ciencia del ser en sí mismo, o ciencia que se refiere a lo que tiene posibilidad de ser. La verdad es la ciencia de lo verdadero; y la posesión de la verdad es la ciencia de las cosas verdaderas.

La voluntad

77.1. La ciencia, por tanto, se constituye (o: consolida) mediante la razón y no puede ser cambiada por otra razón (lit.: es inmutable por otra razón). [En este punto se ocupa de la gnosis (frase que parece ser un añadido)].

77.2. Lo que no hacemos, o es porque no podemos o porque no queremos, o por ambas cosas.

77.3. Por ejemplo, no volamos porque ni podemos ni queremos; sin embargo, no vamos a nadar, en un momento determinado, porque, aún pudiendo, no queremos. Pero no somos como el Señor, porque, aunque queramos, no podemos.

77.4. "No está el discípulo por encima del maestro, es suficiente que seamos como el maestro" (Mt 10,24), no esencialmente (lit.: según la esencia), porque es imposible que lo que es por adopción sea igual cuanto a la existencia a lo que es por naturaleza, pero llegaremos a ser eternos, conoceremos la contemplación de los seres, seremos llamados hijos y así mediante lo que le es propio (= el Hijo) podremos ver al Padre solo.

77.5. Y lo que precede a todo eso es la voluntad (o: el querer), porque las facultades racionales son naturalmente servidoras de la voluntad. Dice el [Señor]: "Si quieres, podrás" (cf. Jn 5,6; Mc 1,40). La voluntad, el juicio y la ascesis del gnóstico son la misma cosa.

77.6. Porque, si sus fines (u: objetivos; intenciones) son los mismos, sus principios y sus juicios son los mismos, de modo que sus palabras, su vida y su conducta serán consecuentes con su estado. "El corazón recto busca conocer" (Pr 27,21) y permanece atento. "Dios me ha enseñado la sabiduría y conocí la gnosis de los santos" (Pr 30,3; cf. Sb 10,10).

Capítulo XVIII: La Ley de Moisés

   Las virtudes cardinales

78.1. Ahora bien, se puede demostrar también que todas las otras virtudes mencionadas por Moisés han ofrecido a los griegos el fundamento de todo su orden ético; me refiero a la fortaleza, templanza, prudencia, justicia, tolerancia, paciencia, modestia, continencia y principalmente la piedad religiosa.

78.2. Es de todos sabido que la piedad enseña a venerar y honrar al supremo y más antiguo principio.

78.3. La ley misma nos dispone educándonos en la justicia y en la prudencia, mediante el abandono de los ídolos sensibles y el acercamiento al Creador y Padre del universo; y de esta disposición mental, como de una fuente, mana toda inteligencia.

78.4. "Los sacrificios de los impíos son abominados por el Señor, pero las oraciones de los que obran rectamente son agradables junto a Él" (Pr 15,8). Por otro lado, "es más agradable a Dios la justicia que el sacrificio" (Pr 16,7).

Las definiciones estoicas de las virtudes

79.1. De forma parecida el texto de Isaías: "¿Qué me importan la muchedumbre de sus sacrificios? Dice el Señor" (Is 1,11), y toda la perícopa [dice]: "Desata todo lazo de injusticia, porque el sacrificio agradable a Dios es un corazón contrito y que busca a su Creador [o: Plasmador]" (Is 58,6 y Sal 50 [51],19).

79.2. "La balanza falsa es abominable ante Dios, pero el peso justo le agrada" (Pr 11,1). De ahí que Pitágoras aconseje (o: recomiende): "No desequilibrar (lit.: pasar por encima) la balanza" (Pitágoras, Fragmentos, 6).

79.3. La promesa de los herejes está definida como falsa justicia, y "la lengua de los injustos perecerá, pero la boca de los justos destila sabiduría" (Pr 10,31). Pero "llaman insensatos a los sabios y a los prudentes" (Pr 16,21).

79.4. Sería muy extenso traer testimonios sobre esas virtudes; toda la Escritura las alaba (o: celebra).

79.5. Puesto que definen (= los estoicos) la fortaleza como la ciencia de las cosas temibles, no temibles e intermedias; y la templanza como una actitud (o: capacidad) que, en la elección o el rechazo, observa los dictámenes (lit.: salva los juicios) de la prudencia; a la fortaleza se suman la paciencia, que es llamada constancia, ciencia de lo que se debe o no soportar; la magnanimidad, ciencia que domina los acontecimientos; y a la templanza, la circunspección, que es una huida racional.

Las relaciones de las virtudes entre sí

80.1. Guardar los mandamientos, al ser una indefectible observancia de los mismos, significa la adquisición de la seguridad de la vida. Lo mismo que no se puede ser constante sin fortaleza, tampoco se puede ser sobrio sin templanza.

80.2. Las virtudes están recíprocamente unidas (cf. II,45,1), y quien posee la compañía de las virtudes, tiene también la salvación, que es la conservación del buen estado.

80.3. De igual manera, tratando separadamente estas virtudes, podremos hacer, respecto de todas, esta constatación: quien tiene una virtud, al modo que la posee el gnóstico, las posee todas por la recíproca interdependencia.

80.4. Ante todo, la continencia es una disposición de no sobrepasar lo que aparece ser conforme a recta razón. El que es continente domina los impulsos que se extralimitan de la recta razón, de modo que no se deje impulsar fuera de la recta razón.

80.5. La templanza, por tanto, no existe sin fortaleza, porque de los mandamientos nacen la prudencia que sigue a Dios ordenador (de todas las cosas) [texto hipotético ya que hay una laguna en el griego], y la justicia, imitadora de las divinas disposiciones, por la que somos continentes, y tendemos hacia la piedad religiosa y hacía una conducta de total adhesión a Dios; nos parecemos al Señor tanto cuanto nos es posible, incluso permaneciendo mortales por naturaleza.

Exigencias de la vida virtuosa

81.1. Esto significa "llegar a ser justo y santo con prudencia" (cf. Platón, Teeteto, 176 A-B). La divinidad no tiene necesidad de nada, ni tiene pasiones; por eso, propiamente, no es ni siquiera continente, porque no está sujeta jamás a pasión alguna, de manera que luego tenga que dominarla. En cambio, nuestra naturaleza, sujeta a pasiones, necesita la continencia, mediante la cual se ejercita uno en tener necesidad de pocas cosas y se esfuerza por aproximarse, mediante una habitual disposición, a la naturaleza divina.

81.2. En efecto, el hombre virtuoso necesita de pocas cosas; en la frontera entre una naturaleza inmortal y otra mortal, necesitado por causa de su cuerpo y de su mismo nacimiento; pero instruido, gracias a la continencia racional, a no tener necesidad de muchas cosas.

81.3. ¿Cuál es la razón por la que la Ley prohíbe al varón usar un vestido de mujer (cf. Dt 22,5)? ¿No querrá, quizás, que nosotros nos comportemos como varones, sin afeminarnos ni en el cuerpo, ni en las acciones (u: obras), ni en la mente, ni en la palabra?

81.4. Quiere en efecto que quienes se dedican a la verdad, se robustezcan en la paciencia, en la fortaleza, en la vida, en las costumbres, en las palabras, en la ascesis día y noche, y, aun si lo sorprende la necesidad de dar testimonio (martyrion), con el derramamiento de la sangre.

La Ley es humanitaria

82.1. De nuevo, si alguien, dice [la Escritura], habiendo construido una casa no ha tenido tiempo de habitarla, o habiendo trabajado una viña nueva no ha cosechado fruto, o, prometiéndose a una muchacha, todavía no se ha casado con ella, a todos esos la Ley con espíritu humanitario (philantropos) les exime del servicio militar (cf. Dt 20,5-7).

82.2. Lo hace estratégicamente, para que no prestáramos servicio en guerra sin entusiasmo, arrastrados por nuestras concupiscencias -porque sólo se exponen sin miramientos a los peligros los que están libres de cualquier impulso-.

82.3. Pero también es humanitaria, porque tiene en cuenta que uno no pierda los frutos de su propio esfuerzo, y que otro recoja sin esfuerzo los frutos del trabajo ajeno, ya que los acontecimientos de la guerra son inciertos.

Las mujeres madianitas

83.1. Además, la Ley parece que manifiesta también la fortaleza del alma, al establecer que quien ha plantado debe recoger, y quien ha edificado una casa debe habitarla, y el novio debe casarse; por tanto no convierte en estériles las esperanzas de quienes se han ejercitado según la enseñanza (lit.: razón) gnóstica.

83.2. "No perece la esperanza del hombre bueno, ya muerto" (Pr 11,7), ya vivo. "Yo, dice la Sabiduría, amo a los que me aman, y los que me buscan encontrarán paz" (Pr 8,17), y lo que sigue.

83.3. ¡Pero qué! ¿Las mujeres de los madianitas no sedujeron con su belleza a los soldados hebreos, llevándoles de la templanza a la impiedad? (cf. Nm 25).

83.4. Primeramente se hicieron sus amigas, luego les sedujeron con su belleza arrastrándolos de su austera ascesis a los placeres de las cortesanas, hasta hacerlos sacrificar a los ídolos y unirse con mujeres extranjeras. Así, dominados por las mujeres y los placeres, se apartaron de Dios y se alejaron de la ley; y poco faltó para que todo el pueblo, mediante aquella estratagema femenina, cayera en manos del enemigo; hasta que el temor [de Dios], amonestándolos (o: reprendiéndolos), los detuvo ante el peligro (cf. Nm 25).

"El temor de Dios da la vida"

84.1. En seguida los restantes, valientemente, emprendieron la lucha en favor de la piedad religiosa, dominando a los enemigos. "La piedad, por consiguiente, es principio de sabiduría, la consideración por las cosas santas es inteligencia, conocer la ley es (propio) de una mente buena" (Pr 9,10)

84.2. Por eso, quienes suponen que la Ley suscita un temor provocado por las pasiones (o: afectado por las pasiones: empathos), ni se comportan bien ni en realidad comprenden la Ley. "En efecto, el temor de Dios da vida. Por el contrario quien se equivoca sufrirá penas que la gnosis no verifica" (Pr 19,23; la segunda parte de esta cita es desconocida).

84.3. Dice Bernabé ciertamente en sentido místico: "Dios, que es Señor del universo entero, les conceda sabiduría, inteligencia, ciencia, conocimiento de sus justas disposiciones y paciencia. Sean discípulos de Dios, tratando de descubrir lo que el Señor quiere de ustedes, para que sean encuentren en el día del juicio" (Seudo Bernabé, Epístola, 21,5-6). Aquellos que consiguen el objetivo les llamó, en sentido gnóstico, "hijos del amor y de la paz" (Seudo Bernabé, Epístola, 21,9).

84.4. Sobre la distribución y a la participación, de las muchas cosas para decir, baste tan sólo una: la Ley prohíbe prestar a interés a un hermano (cf. Ex 22,24; Lv 25,36-37) -y llama hermano no sólo al que ha nacido de los mismos padres, sino también al que es de la misma tribu, de la misma creencia, y que participa del mismo Verbo (Logos)-; no teniendo como justo percibir intereses sobre un capital (prestado), sino que a los necesitados se les regala con mano y ánimo desprendidos.

84.5. Dios es el creador de esa gracia; y quien da así, recibe intereses considerables, los más preciados entre los hombres: mansedumbre, bondad, magnanimidad, renombre gloria.

Enseñanzas sobre la justicia contenidas en la Ley

85.1. ¿No te parece lleno de humanidad (philantropia) ese precepto, lo mismo que este otro: "Pagar cada día el salario del pobre" (Dt 24,15)? Enseña [la Escritura] que se debe pagar sin demora el salario por los servicios. En efecto, yo creo que la diligencia del pobre para futuros servicios se debilita cuando no tiene qué comer.

85.2. Por otra parte, añade, el acreedor no debe acercarse a la casa del deudor, para recibir una garantía a la fuerza, sino que debe invitarle a traerla afuera; y si la tiene, no debe sustraerse (cf. Dt 24,10-11).

85.3. En el tiempo de la recolección [la ley] prohíbe a los propietarios recoger lo que cae de las gavillas sin cortar, al igual que manda dejar, durante la siega, un poco de grano sin cosechar (cf. Lv 19,9-10); de este modo enseña muy bien a los propietarios a compartir con generosidad, dejando algo de lo propio para los necesitados, y procura a los pobres un medio de subsistencia.

La Ley es buena y maestra de justicia

86.1. ¿Ves cómo la legislación proclama tanto la justicia como la bondad de Dios, que generosamente suministra a todos el alimento?

86.2. (La Ley) prohíbe en la vendimia volver, mientras se cosecha, a lo que se dejado y recoger las uvas caídas; lo mismo prescribe a los que recogen aceitunas (cf. Lv 19,10; Dt 24,20-21).

86.3. En verdad, también el diezmo de frutos y ganados enseñaba a ser piadoso para con la divinidad y a no ser avaro hasta el extremo, sino a dar con humanidad parte de los bienes propios al prójimo (cf. Lv 27,30 y 32; Nm 18,21 y 24). Ciertamente de estas primicias, me parece, vivían los sacerdotes.

86.4. ¿Comprendemos ahora por qué somos educados por la Ley en la piedad, la solidaridad, la justicia, la benevolencia (o: amor al hombre; humanidad: philantropia)? ¿No es verdad?

86.5. ¿Acaso [la Ley] no prescribe dejar en reposo la tierra un año cada siete, invitando así a los pobres a disfrutar sin temor de los frutos producidos por obra de Dios, haciendo la naturaleza de cultivadora para quien lo deseaba (cf. Ex 23,10-11; Lv 25,4-6. 24)? ¿Cómo decir, entonces, que la Ley no es buena y no es maestra de justicia?

86.6. De nuevo, cada cincuenta años manda hacer lo mismo que en el año séptimo; restituyendo a cada uno su propiedad (cf. Lv 25,8-13), si durante ese tiempo intermedio hubiera sido privado de ella por alguna circunstancia; delimitando así, al establecer un periodo concreto para usufructo, la avidez de aquellos que desearían apropiársela; porque no quiere que sean castigados por toda la vida quienes han estado sometidos, por una larga pobreza, a deudas justas.

86.7. "Limosna y verdad son las guardianas del rey" (Pr 20,28);"bendición sobre la cabeza de quien comparte" (Pr 11,26), "y será bienaventurado quien tiene piedad de los pobres" (Pr 14,21), porque manifiesta el amor hacia su semejante en virtud del amor para con el Creador del género humano.

El amor

87.1. Lo que se ha dicho, respecto al reposo [de los campos] y a la recepción de la herencia, admite otras interpretaciones, más naturales, pero no es este el momento de decirlo.

87.2. El amor es entendido de varias formas: como benignidad, como bondad, como paciencia, como falta de envidia o de celos, como ausencia de odio, como olvido de las ofensas; y eso en todos los casos sin división, sin distinciones, solidario (koinonike; cf. 1 Co 13).

87.3. Dice también [la Escritura]: "Si ves vagabundear en el desierto a un animal de carga, que pertenece a vecinos o amigos o, en una palabra, a un hombre que conoces, recondúcelo y devuélvelo. Y si por casualidad el dueño estuviera ausente por largo tiempo, mantenla con tus animales hasta que aquél vuelva; entonces se lo devolverás" (Ex 23,4-5: no es una cita textual). Mediante una solidaridad natural [la Escritura; o: la Ley] enseña a considerar como depósito lo que se encuentra y a no guardar rencor al enemigo.

Capítulo XVIII: La Ley de Moisés (continuación)

Preceptos humanitarios de la Ley

88.1. "Un mandato del Señor es fuente de vida", en verdad, "hace escapar de la trampa de la muerte" (Pr 14,27). Pero, ¿qué? ¿No ordena [la Ley] a amar a los extranjeros, no sólo como amigos y parientes, sino como a uno mismo, en cuerpo y alma? (cf. Ex 22,21; 23,9; Lv 19,33-34; Nm 15,14-16).

88.2. También la Ley ha honrado incluso a los paganos, y no alimenta odio respecto a quienes actúan mal. Por eso dice claramente: "No abominarás al egipcio, porque has sido extranjero en Egipto" (Dt 23,8); se llama "egipcio" al pagano o de forma general a todo lo mundano.

88.3. Aunque los enemigos ataquen las murallas, amenazando tomar la ciudad, [la Ley quiere] que no sean tenidos como enemigos hasta que, enviándoles embajadores (lit.: heraldos), los inviten a la paz (cf. Dt 20,10).

88.4. Manda incluso no cometer violencia con una prisionera, sino "permítele, dice, llorar treinta días a los que quiere; al día siguiente hazle cambiar los vestidos y convive con ella como con una esposa legítima" (Dt 21,10-14). Porque no desea casamientos (realizados) por violencia ni por compra, como las cortesanas, sino sólo las relaciones matrimoniales para la procreación de los hijos.

La Ley defiende la continencia

89.1. ¿Ves el humanitarismo y la continencia juntos? [La Ley] no permite al amante dueño de la cautiva ceder al deseo, sino que trunca la concupiscencia imponiendo un determinado intervalo de tiempo, y además ordena rasurar los cabellos a la cautiva para impedir la atracción a un amor lujurioso; porque si la reflexión indujera [al amo] a casarse, lo mismo se uniría aunque no fuera bella.

89.2. Además, si alguno, saciado el placer, no quisiera convivir más con la cautiva, [la Ley] ordena que no puede venderla, pero tampoco retenerla como esclava, sino que desea que sea libre y se la mantenga separada de la servidumbre, para que, si es remplazada por otra mujer, no tenga que sufrir los implacables desaires de la envidia (cf. Ex 21,10).

La Ley nos enseña a ser bondadosos

90.1. ¿Qué más? El Señor manda también aliviar y aligerar los animales de carga de nuestros enemigos (cf. Ex 23,5; Dt 22,4); enseñándonos desde hace largo tiempo a no aceptar satisfacción por el mal ajeno, ni alegrarnos a costa de nuestros enemigos; así nos enseña, a que ejercitados en aquellas acciones, oremos por los enemigos.

90.2. En efecto, ni es bueno ser envidioso y entristecerse por el bienestar del prójimo, ni experimentar placer por sus desgracias (lit.: males). Dice [la Escritura]: "Si encuentras perdido un animal de carga de un enemigo, abandona, la parte de eso que fomenta el fuego de la rivalidad, condúcelo y devuélveselo" (Ex 23,4; cf. Dt 22,1). Efectivamente, al perdón sigue la bondad, y a ésta la disolución de la enemistad.

90.3. Así nos disponemos a la concordia que conduce a la felicidad. Y si tienes a alguien habitualmente como tu enemigo y descubres que va perdiendo el uso de la razón por la concupiscencia o la ira, conviértelo a la bondad.

La Ley es pedagoga

91.1. Entonces, ¿no aparece humana y bienhechora la Ley que conduce (paidagogon) hacia Cristo (cf. Ga 3,24), y (no aparece) Dios mismo bueno con justicia, ocupándose de cada generación, desde el principio y hasta el fin, para llevarla a la salvación?

91.2. Dice el Señor: "Sean misericordiosos para alcanzar misericordia; perdonen para ser perdonados; como obren, así se obrará con ustedes; como den, se les dará; como juzguen serán juzgados; como sean bondadosos, serán bondadosos con ustedes; con la medida que midan, serán medidos" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 13,2).

91.3. Por otra parte, [la Ley] prohíbe deshonrar (o: despreciar) a quienes han realizado trabajos serviles para vivir (lit.: por el alimento); y a quienes han sido esclavos por causa de las deudas les concede, cada siete años, una tregua total (cf. Ex 21,2; Lv 25,39-41; Dt 15,12).

91.4. También prohíbe que sean castigados los pordioseros (lit.: suplicantes). La más verdadera de todas es esta sentencia: "Como se prueba el oro y la plata en el crisol, así el Señor prueba los corazones de los hombres" (Pr 17,3).

91.5. "El varón misericordioso es magnánimo, en el que es solícito hay sabiduría; en efecto, habrá solicitud en el hombre inteligente, y, al ser reflexivo, buscará la vida. Y el que busca a Dios encontrará gnosis con justicia, y quienes le buscan rectamente encuentran paz" (Clemente de Roma, Epístola primera a los Corintios, 13,2; se trata de una cita compuesta: Mt 5,7; 6,14-15; Lc 6,38; Mt 7,1-2; Lc 6,37-38).

Respeto a la vida de los recién nacidos

92.1. A mí me parece que Pitágoras también tomó de la Ley la mansedumbre para con los animales irracionales (cf. Ex 23,19; 34,26; Dt 14,20; Plutarco, Moralia, 993 A). [La Ley], por ejemplo, prohíbe sacar provecho inmediato de los animales pequeños nacidos en rebaños de ovejas, cabras y vacas, ni siquiera como pretexto de sacrificio; y esto por las crías mismas y por sus madres; educando así al hombre en la mansedumbre, partiendo de abajo, de los animales irracionales.

92.2. "Deja al pequeño, dice, con la madre durante los siete primeros días" (Ex 22,29). Porque si nada se produce sin causa, y la leche fluye en las que han dado a luz para alimentar a sus crías, el que separa al recién nacido de la administración (lit.: oikonomias, economía) de la leche ultraja a la naturaleza.

92.3. Avergüéncense, entonces, los griegos y cualquier otro que ataque la Ley; ésta es benigna incluso con los animales irracionales, en cambio aquellos llegan hasta exponer a los recién nacidos de los hombres; desde hace tiempo y proféticamente, la Ley rechazaba su salvajismo mediante el mandato anteriormente indicado.

92.4. Si la Ley prohíbe separar a las crías irracionales de sus madres antes de la lactancia, mucho más previene entre los hombres esa disposición cruel y salvaje, para que no desprecien los principios que han aprendido, aunque (desprecien) la naturaleza.



La filantropía hacia los seres humanos

93.1. Está permitido saciarse de cabritos y corderos, y ésa es quizás una excusa para quien separa al hijo de su procreadora (cf. Lv 22,28). Pero ¿la exposición del niño qué causa tiene? Por el contrario, sería mejor, en principio, que nadie se casara, si no se desea tener hijos, antes de convertirse en infanticida por intemperancia del placer.

93.2. Además, la Ley, benigna, prohíbe sacrificar juntamente el mismo día a la cría y a la madre. Por eso también los romanos, si una mujer encinta era condenada a muerte, no permitían que sufriera la pena antes de haber dado a luz (cf. Plutarco, Moralia, 552 D).

93.3. También la Ley prohíbe explícitamente matar a cualquiera de entre los vivientes que esté encinta, hasta que no hayan parido; desde hace mucho tiempo la Ley ha tratado de refrenar la tendencia a hacer daño al hombre.

93.4. Ha extendido de tal modo la clemencia (o: la equidad) entre los animales irracionales, para que ejercitándonos en los seres distintos a nosotros, actuemos con mayor humanitarismo hacia nuestros congéneres.

Evitar la discriminación arbitraria

94.1. Pero quienes patean el vientre de los animales antes del parto, para comer la carne empapada con leche, hacen de la matriz, creada para la generación, una tumba de fetos; en cambio la legislación ordena en términos precisos: "Nadie cocerá el cordero en la leche de su madre" (Dt 14,21; Ex 23,19).

94.2. Que no se convierta el alimento del viviente en condimento del animal matado, dice, ni lo que es causa de la vida coopere a la consumación (o: perdida, destrucción) del cuerpo.

94.3. La misma Ley prescribe: "No poner bozal al buey que trilla" (Dt 25,4); porque también es necesario "considerar digno del alimento al obrero" (Mt 10,10).

94.4. Además prohíbe uncir un buey y un asno a la vez, para labrar la tierra (cf. Dt 22,10); quizá apuntando la disparidad de los animales, pero mostrando, al mismo tiempo, a no cometer una injusticia, ni a poner bajo el yugo a ningún hombre diferente de nosotros, cuando no se le pueda imputar otra cosa que el ser de raza diversa, porque eso no constituye culpabilidad alguna, ni maldad, ni consecuencia de una falta.

94.5. A mí me parece también que la alegoría significa que no se debe admitir a la agricultura del Verbo al puro y al impuro igualmente, al fiel y al infiel (o: creyente e incrédulo), porque uno, el buey, es animal puro; pero el asno es contado entre los impuros (cf. Lv 11,1-46).

La Ley ayuda a usar correctamente la creación

95.1. Rico en humanidad, el Verbo bondadoso enseña que no conviene talar ningún árbol de cultivo, ni cortar las espigas para hacer daño antes del tiempo de la cosecha, ni tampoco arrancar por completo el fruto del cultivo, ni de la tierra, ni del alma; tampoco permite devastar el terreno de los enemigos (cf. Dt 20,19-20).

95.2. También los labradores sacan provecho de la Ley, porque les manda tener cuidado durante tres años consecutivos de las plantas jóvenes (cf. Lv 19,23), podar los brotes superfluos, para que no sean oprimidas por el peso y no se debiliten por falta de un alimento demasiado repartido; cavar y escardar en torno, para que ninguna hierba impida su crecimiento.

95.3. Tampoco permite recoger frutos todavía imperfectos de árboles imperfectos, sino sólo después de tres años, para dedicar luego, en el cuarto, las primicias a Dios, una vez que el árbol ha conseguido su forma perfecta (cf. Lv 19,23-24).

"Sembrar los beneficios de Dios"

96.1. Esta imagen de la agricultura puede significar una forma de enseñanza, por la cual aprendemos que es necesario podar las ramificaciones de los pecados y la vegetación inútil del pensamiento que brota juntamente con los frutos verdaderos, hasta que el retoño de la fe llegue a la perfección y a la solidez.

96.2. Porque al cuarto año, puesto que se necesita un tiempo para ser instruidos sólidamente en la catequesis, la tétrada de las virtudes es dedicada a Dios; y la tercera etapa limita con la cuarta, que es el descanso del Señor.

96.3. Un sacrificio de alabanza vale más que los holocaustos (cf. Sal 49 [50],23; 50 [51],17-18). Porque "Él, dice (la Escritura), te dará la fuerza para ejercitar tu poder" (Dt 8,18). Si tus acciones son iluminadas, cuando hayas recibido y adquirido fuerza, ejercita tu poder en la gnosis.

96.4. Así, en aquellas palabras se manifiesta que los bienes y dones nos son dados por Dios y que nosotros, una vez llegados a ser servidores de la divina gracia, debemos sembrar los beneficios de Dios, preparando (a ser) buenos y honestos a los que nos se nos acercan; el temperante, puesto que puede más, debe hacer perfectos a los moderados, y también el fuerte a los generosos, el prudente a los inteligentes, y el justo a los justos.

Capítulo XIX: El gnóstico desea imitar al Señor

Es necesario armonizar la vida

97.1. El gnóstico es "a imagen y semejanza" (Gn 1,26), porque imita a Dios en lo posible, sin omitir nada para hacer realidad esa semejanza; es temperante (o: continente, puro) y paciente, vive conforme a justicia, domina las pasiones, da de lo que tiene y, tal como es, beneficia de palabra y de obra.

97.2. Dice [la Escritura]: "Es muy grande en el reino el que hace y enseña" (Mt 5,19), imitando a Dios en hacer el bien, porque los dones de Dios son para común utilidad.

97.3. "Pero quien hace algo con orgullo, provoca a Dios" (Nm 15,30), dice; porque la arrogancia (o: jactancia) es un vicio del alma; y de éste como de los otros vicios [la Escritura] exhorta a arrepentirse, armonizando nuestra vida, cambiándola de discordante a otra mejor, por medio de tres (instrumentos): boca, corazón, manos.

La "nobleza" de Adán

98.1. En verdad, esto simbolizaría lo siguiente: las manos, la acción; el corazón, la voluntad (o: intención); y la boca, la palabra (cf. Dt 30,14). A propósito de los que se arrepienten, está bien dicho expresamente aquel versículo: "Has elegido hoy a Dios para que sea tu Dios, y el Señor te ha elegido hoy para que seas su pueblo" (Dt 26,17. 18). Por que el que se esfuerza por servir de manera suplicante al Ser, Dios se le hace familiar.

98.2. Y aunque es uno numéricamente, es honrado como si fuera un pueblo; porque, al ser parte del pueblo, viene a ser lo que le completa, una vez reintegrado en su lugar, puesto que el todo toma también el nombre de la parte.

98.3. Esa nobleza se manifiesta en elegir y poner en práctica lo mejor (o: lo más hermoso). ¿Pero qué provecho obtuvo Adán de tal nobleza? No tenía padre mortal; más bien él fue padre de los hombres que son engendrados.

98.4. Sin embargo, eligió con gusto el mal (o: lo feo), siguiendo a la mujer, y despreció (o: menospreció) lo verdadero y lo bueno (o: hermoso). Cambió una vida inmortal por una mortal, aunque no para siempre.

La economía salvífica

99.1. Noé, por el contrario, que no nació como Adán (cf. Gn 6,9; 7--8), fue salvado por una ayuda divina; porque se ofreció consagrándose a Dios. Y a Abrahán, que tuvo hijos de tres mujeres no por gozar del placer, sino porque ya desde el principio esperaba, pienso yo, multiplicar la raza, le sucede como heredero de los bienes paternos uno solo [de los hijos]; los otros permanecieron separados de la parentela (cf. Gn 16,1 ss.).

99.2. De él nacieron dos gemelos (o: mellizos), el más joven agradó al padre, heredó y recibió las bendiciones; en cambio, el mayor fue su esclavo (cf. Gn 27,1 ss.); por lo demás para un hombre miserable (o: malvado) es verdaderamente un gran bien no ser independiente.

99.3. Esta economía es a la vez profética y prefigurativa (typike). Que todo pertenece al sabio, [la Escritura] lo indica claramente diciendo: "Porque Dios tuvo piedad de mí, todo me pertenece" (Gn 33,11). Así enseña que es necesario tender a sólo aquel por quien todo existe, y concede [sus] promesas a los que son dignos.



La Ley llama a la semejanza con Dios

100.1. Al (hombre) honesto (o: virtuoso) que ha llegado a ser heredero del reino, lo inscribe también, mediante la divina sabiduría, como conciudadano de los justos antiguos, que antes de la Ley vivieron en plena conformidad a la Ley, y cuyas acciones han llegado a ser ley para nosotros.

100.2. De nuevo, al enseñar que el sabio es rey, hace decirle a aquellos que son de otra clase: Tú eres rey para nosotros de parte de Dios" (Gn 23,6), y los súbditos con voluntaria decisión obedecen al hombre honrado por emulación virtuosa (lit.: el celo de la virtud).

100.3. El filósofo Platón, proponiendo como fin la felicidad, dice que ella es "la semejanza a Dios en lo posible" (Platón, Teeteto, 176 B; cf. Gn 1,26); pero, o bien coincide con la doctrina de la Ley, -"porque los espíritus grandes [lit.: las grandes naturalezas] y despojados de pasiones de algún modo consiguen la verdad" [Filón, Sobre la vida de Moisés, I,5,22], como dice el pitagórico Filón interpretando Moisés-, o bien recibió la enseñanza de alguno de los sabios contemporáneos, porque estaba siempre sediento de aprender.

100.4. En efecto, la Ley dice: "Caminen tras el Señor su Dios, y cumplan mis mandamientos" (Dt 13,5). La Ley llama seguimiento a la semejanza [con Dios]; y el hecho de seguirlo hace semejante en lo que se puede. El Señor dice: "Sean misericordiosos y compasivos como su Padre celestial es compasivo" (Lc 6,36).

Los tres géneros de amistad

101.1. De aquí también han afirmado (lit.: dogmatizado) los estoicos que el fin (del hombre) es vivir conforme a la naturaleza; invirtiendo desacertadamente los nombres de Dios y de naturaleza, puesto que la naturaleza se extiende a plantas, semillas, árboles y piedras.

101.2. Por eso se dice claramente: "Los hombres malvados no entienden la ley, pero los que aman la ley se protegen con un muro" (Pr 28,5. 4). Porque "la sabiduría de los astutos (o: cautos, hábiles, inteligentes) conocerá sus caminos, pero la multitud de los necios [permanecerá] en el error" (Pr 14,8). "¿A quien miraré sino no al manso y tranquilo, y al que tiembla ante mis palabras?", dice la profecía (Is 66,2).

101.3. Se nos ha enseñado que hay tres clases de amistad: la primera y la mejor es la que se basa en la virtud; porque firme es el amor (que procede) de la razón. La segunda, que está en el medio, se basa en el intercambio, (es) comunicativa, generosa y útil para la vida; porque esta amistad [procede] de la común benevolencia. La tercera y última decimos que (proviene) de la convivencia; pero otros [afirman] que es cambiante y mudable, según el placer.

Justo y compasivo

102.1. Y me parece que muy hermosamente el pitagórico Hipodamo escribe: "Entre las amistades, una nace de la ciencia de los dioses, otra de la generosidad de los hombres, y la tercera, del placer de los animales" (Hipodamo de Mileto, Fragmentos, 39,1). Así, una es la amistad del filósofo, otra la del hombre, y otra la del animal.

102.2. En realidad el hombre es imagen de Dios en cuanto que es benefactor, y con ello recibe él mismo un beneficio; es como el piloto, que a la vez salva y es salvado. Por eso, cuando alguien suplica y obtiene, no dice a quien le da: "Has dado bien", sino "has recibido bien" (cf. Hch 20,35). Así, el que recibe da y quien da recibe.

102.3. "Los justos se apiadan y se compadecen" (Pr 21,26);"los buenos serán los habitantes de la tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los impíos serán exterminados" (Pr 2,21-22).

102.4. Y me parece que Homero, al decir: "Da a un amigo" (Homero, Odisea, XVII,345 y 415), anunció por anticipado al creyente. Hay que ser generoso con un amigo para llegar a ser todavía más amigo; y hay que ayudar al enemigo para que ya no permanezca enemigo; porque la ayuda une estrechamente con la benevolencia y desata la enemistad.

102.5. Pero "si también hay buena voluntad, conforme a lo que uno tiene, es aceptable, no conforme a lo que no tiene. Porque no para que otros tengan abundancia y ustedes aflicción, sino igualdad en la presente circunstancia" (2 Co 8,12-14), y lo que sigue. "Es generoso, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre" (2 Co 9,9; cf. Sal 111 [112],9), dice la Escritura.

102.6. Porque "a imagen y semejanza" (Gn 1,26), como hemos dicho más arriba (cf. II,97,1), no se refiere a lo relativo al cuerpo, porque no se puede asemejar lo que es mortal a lo inmortal, sino a lo que es según el espíritu y la razón; en lo que el Señor pone adecuadamente el sello de la semejanza, en relación tanto a su bondad como a su autoridad.

102.7. La superioridad no depende de la cualidad de los cuerpos, sino de los juicios del pensamiento: "Con los consejos de los hombres (santos) se gobiernan bien las ciudades, y también una casa" (Eurípides, Antíope, fragmentos, 200).

Capítulo XX: Sobre la ascesis

La paciencia

103.1. La constancia, además de imprimir también un impulso para la semejanza con Dios, mediante la paciencia obtiene la ausencia de pasiones (apátheia); basta tan sólo tener vivo el recuerdo de los relatos sobre los amigos de Ananías, uno de los cuales fue el profeta Daniel, lleno de fe divina (cf. Dn 1,1-17).

103.2. Daniel vivía en Babilonia, como Lot en Sodoma, y Abrahán, que sería llamado poco después "amigo de Dios" (Gn 12,13; cf. Is 41,8; St 2,23), en la tierra de los caldeos.

103.3. El rey de los babilonios hizo descender a Daniel en una fosa llena de fieras; pero el rey del universo, el Señor fiel, le sacó sano y salvó (cf. Dn 6,17-23).

103.4. Esta es la paciencia que ha de adquirir el gnóstico en cuanto gnóstico; bendecirá al ser probado, como el noble Job (cf. Jb 1,21).

El verdadero gnóstico

104.1. Como Jonás, rezará si es devorado por un cetáceo, y la fe le devolverá a la vida para profetizar a los ninivitas (cf. Jon 2,3-10; 3,2-4). Y si fuera encerrado con leones, amansará a las fieras (cf. Dn 6,17 ss.); y si fuera arrojado al fuego, será cubierto de rocío, y no perecerá quemado (cf. Dn 3,19 ss.). Dará testimonio de noche, dará testimonio de día; en la palabra, en la vida, en las costumbres dará testimonio.

104.2. Cohabitando con el Señor, permanecerá "confidente" (Seudo Platón, Minos 319 A; cf. Homero, Odisea, XIX,179) y comensal suyo según el espíritu; puro en la carne, puro en el corazón (cf. Mt 5,8), santificado en la palabra (o: en el pensamiento).

104.3. "El mundo para él, dice [el Apóstol], está crucificado y él para el mundo" (Ga 6,14). El gnóstico, llevando cerca (o: llevando alrededor) la cruz del Salvador, sigue al Señor, "tras las huellas como las de un dios" (Homero, Odisea, II,406; cf. Lc 9,23; Platón, Fedro, 266 B), deviniendo santo entre los santos.

La continencia

105.1. La Ley divina, recordatorio de toda virtud, unge especialmente al hombre para la continencia; ella misma se pone como fundamento de las virtudes, y precisamente nos da una educación preliminar para la adquisición de la continencia, (comenzando) por el uso de los animales: nos prohíbe comer de todos aquellos que por naturaleza son grasos, como la especie del cerdo, muy carnosa. El uso de esos animales (o: de esas carnes), en efecto, es dejado para los que viven voluptuosamente.

105.2. Por otra parte, se dice que un filósofo (= Cleantes[?], Fragmentos, 516) afirmaba que la etimología del término hys [cerdo] es thys, como apropiado sólo para el sacrificio (thysis) y la inmolación (o: degüello); puesto que a ese animal no le es dada la vida para otra finalidad que para la exuberancia de las carnes.

105.3. De manera parecida, para limitar nuestros deseos, [la Ley] prohibió comer los peces que no tienen aletas ni escamas (cf. Lv 11,9-12; Dt 14,9-10), porque estos tienen carne y grasa más abundante que los otros peces.



Necesidad de imponerse ciertas privaciones

106.1. Me parece que de ahí deriva la prohibición de tocar en las ceremonias de iniciación no sólo a ciertos animales, sino que también hay partes de los (animales) sacrificados que reservaron (o: separaron, quitaron), por razones que los iniciados en los misterios conocen.

106.2. Si hay que dominar el vientre y lo que está por debajo del vientre, es evidente que desde el principio hemos recibido del Señor, mediante la Ley, (el precepto) de amputar la concupiscencia (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Mt 5,28). Y eso se conseguirá completamente si condenamos sin hipocresía lo que enciende la concupiscencia, o sea, el placer.

106.3. Afirman algunos (= Aristipo de Cirene y los Cirenaicos), que el placer viene definido como un movimiento suave y agradable (o: dulce), unido a determinadas sensaciones.

106.4. Esclavo del placer, dicen que Menelao, después de la guerra de Troya, se sentía inclinado a matar a Elena, que había sido la causa de tantos males; pero no tuvo fuerza para realizarlo, porque estaba dominado por la belleza [de Elena], que le había traído el recuerdo del placer.

Los peligros de dedicar la propia existencia a buscar los placeres

107.1. Por eso, los poetas trágicos burlándose de él le lanzan estas injurias: "Pero tu, apenas viste el seno, arrojaste la espada, recibiste un beso, acariciando a la perra traidora" (Eurípides, Andrómaca, 629). Y también: "¿Por qué ante la belleza permanecen enfundadas las espadas?" (Eurípides, Orestes, 1287).

107.2. Por lo que a mí respecta, apruebo a Antístenes, cuando dice: "Si capturase a Afrodita, la acribillaría a flechazos, porque ha corrompido a muchas de nuestras hermosas y honestas mujeres" (Antístenes, Fragmentos, 109 A).

107.3. Él dice que el amor es un vicio de la naturaleza; los desdichados que se dejan dominar, llaman dios a esa enfermedad. Porque demuestra con sus palabras que los más inexpertos son los que se dejan vencer por la ignorancia del placer, que, por otra parte, no se debe aceptar, aunque sea llamado un dios; es decir, aunque nos sea dado por Dios para la procreación.

107.4. También Jenofonte claramente sostiene que el placer es un vicio, diciendo: "Oh desgraciado, ¿qué cosa buena conoces tú o qué cosa bella miras? Tú no esperas el deseo de las cosas agradables; comes antes de tener hambre, bebes antes de tener sed; corres tras los cocineros para comer con placer;

107.5. te procuras vinos magníficos para beber con placer y, en el verano, corres por todas partes para buscar nieve. Para dormir agradablemente no sólo te preparas una cama blanda, sino también los soportes para las camas" (Jenofonte, Memorabilia, II,1,30).

"El que pierda su vida la salvará"

108.1. Por eso, como dijo Aristón: "Contra toda esa sinfonía de cuatro tonos (lit.: tetracordio), placer, dolor (o: aflicción), temor, deseo, es necesario mucho ejercicio y combate" (Aristón, Fragmentos, 370). "Porque estas [pasiones], éstas, penetran dentro hasta las vísceras y perturban el corazón del hombre" (Anónimo, Fragmentos, 110 A, de una tragedia desconocida).

108.2. "Porque también a los que se creen serios, el placer les hace de cera el corazón", según Platón (Las Leyes, I,633 D); porque "cada placer y dolor clava el alma al cuerpo" (Platón, Fedón, 83 D), de quien no se separa de las pasiones y no se defiende con una barrera.

108.3. Dice el Señor: "Quien pierda su vida, la salvará" (Lc 9,24; Mt 10,39; Mc 8,35); bien sea entregándola con denuedo por el Salvador, como Él hizo por nosotros, bien sea liberándola de la comunión con la vida habitual.

108.4. En efecto, si quisieras liberar, apartar, separar -porque eso significa la cruz- tu alma de los encantos y placeres de esta vida, la poseerás "encontrada" (Mt 10,39) en la anhelada esperanza y en descanso.

El modo en que se deben usar las cosas

109.1. "En eso consistirá la meditación de la muerte" (Platón, Fedón, 81 A): conformarnos sólo con los deseos naturales, que no se extralimitan más allá de lo natural, o contra la naturaleza, porque de ahí nace la culpabilidad (o: el pecado).

109.2. "Es necesario, por tanto, revestirnos de la armadura, de Dios para poder hacer frente a las asechanzas del Diablo" (Ef 6,11), porque las armas de nuestra milicia no son carnales,, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas; destruyendo los sofismas y toda altanería que se levante contra el conocimiento (gnosis) de Dios; y hacemos prisionero todo pensamiento a la obediencia de Cristo" (2 Co 10,4-5), dice el divino Apóstol.

109.3. Hace falta un hombre que sin admiración ni confusión (o: perturbación) use de las cosas de las cosas de las que se originan las pasiones, como riqueza y pobreza, gloria y deshonra, salud y enfermedad, vida y muerte, esfuerzo (o: pena, trabajo) y placer.

109.4. Porque para usar indiferentemente de las cosas que son indiferentes, necesitamos una gran superioridad, puesto que nos encontramos ya deteriorados por una gran debilidad y hemos disfrutado de la anterior perversión de una mala conducción y educación, unidas a la ignorancia.

Capítulo XX: Sobre la ascesis (continuación)

El combate espiritual

110.1. La doctrina evidente (o: sencilla, clara) de nuestra filosofía dice que todas las pasiones son marcas impresas (lit.: impresiones) en el alma blanda y sin resistencia (o: complaciente); y son como sellos impresos de las potencias espirituales, contra las cuales "es nuestra lucha" (Ef 6,12).

110.2. Porque creo que es obra de las potencias maléficas intentar producir algo de su propio estado, para vencer y esclavizar (o: apropiarse) a quienes han renunciado a ellas.

110.3. Se sigue que algunos son vencidos; pero otros afrontan la lucha como verdaderos atletas, luchan por todos los medios y llegan hasta la corona. Y las mencionadas potencias entre tanta sangre y polvo (lit.: sangre mezclada con polvo), ceden (o: se resignan) llenas de admiración ante los vencedores.

110.4. Entre los seres que se mueven, algunos como los animales lo hacen por instinto y representaciones; otros por translación, como los inanimados. Dicen que entre los inanimados, también las plantas se mueven por translación para crecer, si les concede que las plantas son inanimadas.

La fuerza de la razón

111.1. Ahora bien las piedras participan de un estado, las plantas de una naturaleza, los animales irracionales de instinto, fantasía y de las otras dos condiciones mencionadas.

111.2. Pero la fuerza de la razón, propia del alma humana, no está obligada por el instinto como en los animales irracionales, sino que discierne las imaginaciones sin dejarse arrastrar.

111.3. Así, entonces, las potencias de las que hemos hablado proponen a las almas inclinadas a ello: bellezas, glorias, adulterios, placeres y otras fantasías seductoras de ese género, como los que para conducir el ganado agitan ramas verdes; después de engañar a quienes no son capaces de discernir el deleite verdadero del falso, la belleza caduca y vituperable de la santa, les conducen a la esclavitud.

111.4. Ese (lit.: cada) engaño, al permanecer impreso en el alma, marca (o: forma) en ella su representación. Y el alma no advierte que lleva consigo (o: por todas partes) la imagen de la pasión; por eso la culpabilidad nace a la vez de la seducción y de nuestro consentimiento.

Afirmaciones erradas de los gnósticos

112.1. Los seguidores de Basílides acostumbran llamar apéndices a las pasiones, porque son unos espíritus adheridos substancialmente desde el comienzo al alma racional, por causa de un desorden y confusión original (o: substancial); después, se adhirieron a ellos (= los apéndices), como parásitos, otras naturalezas bastardas y heterogéneas de espíritus, propios de un lobo, simio, león y macho cabrío; diciendo [los basilidianos] que la peculiaridad de esos (apéndices) es que aparecen en torno al alma, y así hacen a los instintos (del alma) semejantes a los de los animales.

112.2. Porque quien lleva las propiedades de uno, también imita sus obras; y no sólo nos familiariza con los instintos y las representaciones de los animales irracionales, sino que sienten envidia también por los movimientos y la belleza de las plantas, al llevar nosotros adheridas las peculiaridades de las plantas.

Afirmaciones de los gnósticos Basílides e Isidoro

113.1. Incluso las propiedades de constitución (o: estáticas; lit.: hábito; facultad, capacidad), como la dureza del diamante.

113.2. Pero contra esta doctrina discutiremos más tarde, cuando tratemos sobre el alma (en una obra que no poseemos). Por ahora, sea suficiente observar que el hombre, según Basílides, conserva la imagen de cierto caballo de madera (= el de Troya), según el mito poético; tiene dentro de su cuerpo un ejército de muy diferentes espíritus.

113.3. Sea como fuere, el mismo hijo de Basílides, Isidoro, en (el libro) sobre "El alma adventicia (o: advenediza)", compartiendo esta doctrina, como si se acusara a sí mismo, dice textualmente:

113.4. "Si hay alguno persuadido de que el alma no es simple y que las malas pasiones nacen en virtud de la violencia de los apéndices, los más malos de lo hombres tendrán un pretexto, y no pequeño, para decir: "He sido forzado, arrastrado, me he movido a pesar mío, actué sin querer", cuando en realidad ellos mismos están dispuestos a tomar la iniciativa de las malas pasiones, sin oponerse a la violencia de los apéndices" (Isidoro, Fragmentos, 5).

Lo que dice el gnóstico Valentín

114.1. "Es necesario que seamos más fuertes gracias a la facultad de la razón, de esta manera nos mostremos dueños de la criatura inferior que hay en nosotros" (Isidoro, Fragmentos, 5).

114.2. También éste (= Isidoro) supone dos almas en nosotros, como los pitagóricos; luego lo examinaremos.

114.3. Valentín, al escribir a algunos, dice textualmente de los apéndices: ""Uno sólo es Bueno" (Mt 9,17), cuya libertad de expresión se manifiesta mediante el Hijo, y sólo gracias a Él puede el corazón hacerse puro, una vez expulsado del corazón todo mal espíritu" (Valentín, Fragmentos, 2).

114.4. "Porque muchos espíritus habitan en él, no permitiéndole purificarse; antes bien, cada uno de ellos realiza sus propias obras y frecuentemente le insultan con deseos inconvenientes" (Valentín, Fragmentos, 2).

114.5. "Me parece a mí que al corazón le sucede lo que a una posada: es maltratada, deteriorada y con frecuencia está llena de suciedad de hombres que paran desvergonzadamente allí y no tienen consideración al lugar, como que les es ajeno" (Valentín, Fragmentos, 2).

114.6. ""De igual modo, el corazón hasta que no es alcanzado por una [especial] providencia, permanece impuro, como morada de muchos demonios" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,7). Pero cuando el único Padre bueno le visita, queda santificado y resplandece de luz. Y así es bienaventurado quien tiene tal corazón, porque "verá a Dios" (Mt 5,8)" (Valentín, Fragmentos, 2).

"La salvación se obtiene por un cambio debido a la obediencia, no por naturaleza"

115.1. Entonces, ¡que nos digan cuál es la causa por la que un alma no es objeto de la Providencia desde el principio! En verdad, o porque no es digna -¿y cómo la Providencia le sobreviene, como por un arrepentimiento?-; o, como él (= Valentín) quiere, se salva de manera natural; y necesariamente esa (alma) desde el principio, mediante una connaturalidad querida por la Providencia, no dará entrada alguna a los espíritus impuros, a menos que sea objeto de violencia y deba reconocer su debilidad.

115.2. Porque si acepta que ella (= el alma) arrepentida escoge lo mejor, convendrá, a pesar suyo, en lo que nuestra verdad afirma: que la salvación se obtiene por un cambio debido a la obediencia, no por naturaleza.

115.3. En verdad, al igual que los vapores de la tierra y de los pantanos forman neblinas y acumulaciones de nubes, así también las emanaciones de los deseos carnales comunican al alma una mala disposición, desplegando las imágenes (lit.: ídolos) del placer ante el alma.



La fe en Dios es la luz que ilumina nuestra vida

116.1. Así oscurecen la luz intelectual, al atraer al alma las exhalaciones de la concupiscencia y hacer compactos los ejércitos de las pasiones con el continuo placer.

116.2. No se extrae de la tierra un lingote de oro, sino que cocido, purificado, después se llama oro puro, tierra purificada. "Pidan y se les dará" (Mt 7,7; Lc 11,9), se ha dicho a los que pueden por sí mismos elegir lo mejor.

116.3. Cómo decimos nosotros que los influjos (o: las fuerzas) del diablo y de los espíritus impuros siembran en el alma del pecador (cf. Mt 13,25), no hacen falta más palabras mías; sea suficiente el testimonio apostólico de Bernabé -que fue uno de los setenta y colaborador de Pablo-.

116.4. Él dice textualmente: "Antes que nosotros creyéramos en Dios, la habitación de nuestro corazón era corruptible y débil, como un templo realmente construido por manos (de hombre), porque estaba repleta de idolatría y era morada de demonios, puesto que obrábamos cuanto era contrario a Dios" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,7).

Cristo nos ha recreado

117.1. Dice, por tanto, que los pecadores realizan las acciones que corresponden a los demonios, pero no dice que los espíritus mismos habiten en el alma del incrédulo.

117.2. Por eso añade: "Pongan atención para que el templo del Señor sea edificado de manera gloriosa. ¿Cómo? Aprendan: recibido el perdón de los pecados y esperando en su nombre, hagámonos (hombres) nuevos, recreados de nuevo desde el principio (u: origen)" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,8).

117.3. Porque no expulsamos nosotros a los demonios, sino que se perdonan los pecados que antes de creer, dice, cometíamos nosotros igual que ellos.

117.4. Con razón contrapone lo que sigue: "Porque en nuestra casa, en nosotros, habita en verdad Dios, ¿Cómo? (Habita) su Verbo objeto de la fe, la llamada de su promesa, la sabiduría de sus juicios, los mandamientos de su doctrina" (Seudo Bernabé, Epístola, 16,9).

117.5. Yo recuerdo (lit.: Yo sé) haberme encontrado con una herejía, cuyo jefe decía que combatía el placer mediante la práctica del placer. ¡Desertor; pasado al placer con una lucha ficticia, ese noble gnóstico! -porque se declaraba a sí mismo como gnóstico-.

117.6. Además decía que no es una gran cosa abstenerse del placer sin haberlo probado, sino estando en él no ser vencido; por ello se ejercitaba en el placer por el placer.

Controlar nuestro cuerpo con la ascesis

118.1. Pero no se daba cuenta, el desdichado, de que se dejaba enredar por su propia arte refinada de placer.

118.2. Evidentemente a esta opinión del sofista, que se gloriaba de la verdad, se acercaba también Aristipo de Cirene. Cuando se le reprochaba el que frecuentara asiduamente a la meretriz de Corinto, decía: "Soy yo quien poseo a Lais, no ella a mí" (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, II,75).

118.3. Así también los que se llaman seguidores de Nicolás aducen, como dicho memorable de ese hombre, pero desviado en el sentido: "Es necesario abusar de la carne" (cf. Ireneo de Lyon, Adversus haereses, I,26,3; Ap 2,6 y 15).

118.4. Pero ese hombre noble enseñaba (o: mostraba, manifestaba) que es necesario cercenar los placeres y las concupiscencias, y exterminar (o: extenuar) con esta ascesis los impulsos y los ataques de la carne.

118.5. Ellos, por el contrario, se abandonan al placer como machos cabríos; injuriando, por así decir, su cuerpo, viven en la molicie; no saben que el cuerpo se deshace, porque es naturaleza caduca, mientras su alma es precipitada en un fango de vicio, puesto que esos siguen la doctrina del placer, no la de aquel hombre apostólico (= Nicolás).

118.6. En efecto, ¿algunos en qué se diferencian de Sardanápalo? Este es el epigrama que explica la vida: "Tengo todo lo que comí, injurié y los placeres amorosos que probé; pero aquellas cosas vanas, tantas y felices, quedaron atrás. Porque yo soy ceniza, habiendo sido rey de la gran Nínive" (Sardanápalo, Epigramas, 325 s.).

118.7. En conclusión, no es necesario experimentar el placer (lit.: la pasión del placer); sino una consecuencia de ciertas necesidades naturales (o: físicas): hambre, sed, frío y matrimonio.

Capítulo XX: Sobre la ascesis (conclusión)

Errores del epicureísmo

119.1. Si al menos fuera posible beber o tomar alimento o tener hijos sin placer, quedaría probado que él no tiene ninguna otra razón de ser.

119.2. El placer no es efectivamente ni una actividad ni una disposición, ni mucho menos una parte de nosotros; sino que entra en la vida como un ayudante, como la sal, para facilitar, se dice, la digestión de los alimentos.

119.3. Pero, sublevándose y dominando la casa, primeramente engendra la concupiscencia, que es un impulso y un deseo irracional hacia lo que le agrada; y eso indujo a Epicuro a colocar el placer como fin del filósofo.

119.4. Es decir, que él diviniza "la condición estable de la carne y la confianza segura en torno a ella" (Epicuro, Fragmentos, 68).

119.5. ¿Y qué otra cosa es la voluptuosidad sino la avidez de lo que deleita, un exceso indiscreto de gente que está abandonada a una vida de molicie?

119.6. Diógenes escribió expresamente en una tragedia: "Quienes están saturados en el corazón, gracias a los placeres, por la voluptuosidad afeminada y repugnante, no desean sufrir, ni siquiera un poco..." (Diógenes de Sinope, Fragmentos, 1), con las palabras que siguen, dichas ignominiosamente, pero dignas de los voluptuosos.

El auxilio del temor en la lucha contra las pasiones

120.1. Por esto, me parece, que la ley divina necesariamente lleva adherido el temor, para que el filósofo adquiera y conserve con precaución y atención la tranquilidad, y permanezca en todo sin error y sin culpa.

120.2. Puesto que no se consigue de otra manera. Paz y libertad son el fruto (o: el resultado) de una incesante e infatigable lucha contra los ataques de nuestras pasiones.

120.3. Porque estos rivales poderosos y olímpicos, son más punzantes que las avispas, por así decirlo; y sobre todo, no sólo de día sino también de noche, en los sueños nos amenazan seduciéndonos con su encanto y nos muerden.

120.4. ¿Cómo, entonces, los griegos pueden estar en lo justo cuando atacan la ley, enseñando también ellos que el placer se domina con el temor?

120.5. Al menos, Sócrates exhorta a estar en guardia de todo lo que invita a comer cuando no se tiene hambre, a beber cuando no se tiene sed, y de las miradas y de los besos de los amantes (lit.: bellos), porque son capaces de infiltrar un veneno más peligroso que el de los escorpiones y el de las tarántulas (cf. Jenofonte, Memorabilia, I,3,6 y 12-13).

La ascesis de los estoicos

121.1. Antístenes prefirió la locura al placer. El tebano Crates dice: "Refrénalo con el brío de la fuerza del alma, no esclavizada ni por el oro, ni por los amores que consumen, ni por cualquier petulancia que te acompañe"; y, en definitiva, resume: "Los no esclavizados ni doblegados por el placer servil, aman un reino y una libertad inmortal" (Crates de Tebas, Fragmentos, 352).

121.2. El mismo escribe en otro lugar sin rodeos que el remedio (lit.: cataplasma) para el incontenible impulso del placer sexual es el hambre, o si no el lazo [o: la cuerda para estrangular] (cf. Crates de Tebas, Fragmentos, 14). Sobre la enseñanza del estoico Zenón, ciertamente atestiguan los (poetas) cómicos burlándose (o: censurándolo) de esta forma: "Filosofa una filosofía nueva: enseña (a tener) hambre y hace discípulos. Un pan, un higo seco para acompañar, agua para beber" (Filemón, Fragmentos, 85).

La utilidad de la circunspección

122.1. Por tanto, todos éstos no se avergüenzan de reconocer claramente la utilidad de la circunspección (o: discreción). Pero la verdadera sabiduría, no la irracional, no confía en simples palabras u oráculos, sino en los mandamientos divinos, corazas invulnerables y misterios (corrección del griego que lee: medios de defensa) eficaces (lit.: drásticos), practica ejercicios y ascesis, (y así) recibe una fuerza divina en esa parte suya inspirada por el Verbo.

122.2. He aquí, por otra parte, la descripción de los poetas de la égida de Zeus: "Terrible: a la que toda alrededor coronan el Terror, la Discordia, la Fortaleza, la Persecución que congela; después la cabeza de la Gorgona, monstruo temible, espantoso y tremendo, prodigio de Zeus que lleva la égida" (Homero, Ilíada, V,739-742).



El camino angosto

123.1. A quienes saben distinguir rectamente lo que es saludable, no sé si alguna cosa puede parecer más querida que la seriedad (o: gravedad, dignidad) de la ley y de su hija, la circunspección.

123.2. Pero se dice que (la ley) canta con tono demasiado fuerte (o: alto), como también (lo hace) el Señor para algunos que lo buscan con ardor, a fin de que no canten fuera de tono y de la armonía, yo lo entiendo no como que sea demasiado fuerte, sino para quienes no quieren cargar el yugo divino (cf. Mt 11,29), para ésos es un tono demasiado fuerte (o: alto). Pero lo mesurado a los débiles (o: flojos) y enfermos les parece un tono demasiado fuerte, y a los injustos el deber (les parece) una justicia demasiado rigurosa.

123.3. Porque aquellos que, por apego a sus pecados, se dejan conducir por la indulgencia, toman la verdad como crueldad, la austeridad como inhumanidad (o: brutalidad), y (como) inmisericorde al que no se de hace cómplice del pecado ni se deja arrastrar por él.

Los ejemplos que nos propone la Ley

124.1. La tragedia dice justamente sobre el Hades: "Te diré hacia qué divinidad acudes" (Sófocles, Fragmentos, 703). "A aquella que no conoce clemencia ni favor alguno. Ella ama tan sólo la pura justicia" (Plutarco, Moralia, 17,761 s.).

124.2. Porque si aún no somos capaces de hacer lo que manda la ley, al menos observando los bellísimos ejemplos que se nos proponen en ella, podremos alimentar y aumentar el amor de la libertad; y de aquí sacaremos provecho, para que con mayor ardor, (seamos) estimulados, o imitadores, o avergonzados (otra traducción: "y esto puede ayudarnos a desarrollar nuestro fervor, en la medida de nuestras fuerzas, ya sea estimulados, ya sea [como] imitadores, ya sea confundidos").

124.3. Porque tampoco los antiguos justos, que vivieron conforme a la ley, procedían "de una encina antigua ni de una piedra" (Homero, Odisea, XIX,163); sino que, deseando filosofar auténticamente, se entregaron a sí mismos totalmente consagrándose (u: ofreciéndose) a Dios y "fueron adscritos a la fe" (Gn 15,6; Rm 4,3. 9).

Testigos de Cristo

125.1. Bien decía Zenón, sobre los Indios (= habitantes de la India), que deseaba ver un solo indio abrasarse a fuego lento antes que aprender todas las doctrinas acerca del dolor [o: sufrimiento] (cf. Zenón, Fragmentos, 241).

125.2. Pero nosotros cada día tenemos ante los ojos abundantes fuentes de mártires, que contemplamos abrasados, crucificados (lit.: empalados), decapitados (lit.: con las cabezas cortadas).

125.3. A todos esos el temor inspirado por la ley los ha conducido (como un) pedagogo hacia Cristo, quien les ha enseñado a manifestar su piedad aún con la sangre.

125.4. "Dios está en la asamblea de los dioses, en medio (de ellos) juzgará a los dioses" (Sal 81 [82],1). ¿Quiénes son esos dioses? Son los que dominan (o: más fuertes) el placer, los que vencen las pasiones, los que saben cada cosa que hacen, los gnósticos, los más grandes que el mundo.

125.5. Y de nuevo: "Yo dije: "Son dioses, e hijos del Altísimo todos"" (Sal 81 [82],6). ¿A quién habla el Señor? A los que repudian, en lo posible, a todo lo humano.

125.6. También el Apóstol dice: "Ustedes ya no están en la carne, sino en el espíritu" (Rm 8,9). Y de nuevo dice: Estando en la carne, no militamos según la carne" (2 Co 10,3), porque "la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Co 15,50). "He aquí que mueren como hombres" (Sal 81 [82],7), ha dicho el Espíritu para confundirnos.

La templanza

126.1. Es necesario, por lo tanto, ejercitarnos en la circunspección frente a todo lo que proviene de las pasiones; evitando (o: huyendo), como los auténticos filósofos, los alimentos lascivos, la fácil laxitud del lecho, la voluptuosidad y las pasiones que a ella conducen... (hay una laguna en el texto griego). Para otros será una lucha penosa, pero no para nosotros; porque la templanza (o: dominio de sí mismo) es el más grande regalo de Dios.

126.2. Porque "él mismo ha dicho: "No te dejaré ni te abandonaré"" (Hb 13,5), mediante una elección te ha juzgado digno.

126.3. Así, esforzándonos en adelantar en la piedad, nos recibirá "el yugo suave" (Mt 11,30) del Señor, único auriga que nos hará progresar "de fe en fe" (Rm 1,17) a cada uno de nosotros hacia la salvación, para que recibamos el fruto de la bienaventuranza según nuestros méritos (lit.: conveniente).

126.4. Pero hay, según Hipócrates de Cos, una ascesis no sólo del cuerpo, sino también del alma, "una sala diligencia ante la fatiga y la insaciabilidad de alimento" (Hipócrates, Epidemiae, VI,4,18).

Capítulo XXI: Diversos pareceres de los filósofos sobre el fin y la suprema felicidad del ser humano

Epicuro y los cirenaicos

127.1. Epicuro ponía la felicidad en no tener hambre, ni sed, ni frío, pronunciando la frase: semejante a dios, diciendo impíamente que en esto rivalizaría con Zeus padre, como si estableciese la feliz victoria de los cerdos que comen excrementos, y no la (de hombres) razonables y filósofos. Entre los que ponen como principio el placer... [están] los cirenaicos y Epicuro.

127.2. Aquellos dicen en términos precisos que el fin [del hombre] es vivir placenteramente y el único bien perfecto es el placer. Epicuro dice también que el placer es la supresión del dolor, y afirma que se debe elegir en primer lugar lo que atrae de sí hacia sí, y sin ninguna duda (esto) se muestra en un movimiento.

127.3. Deinómaco y Califón dijeron que el fin consiste en hacer todo lo que hay en nosotros para alcanzar y gozar del placer; para Jerónimo el peripatético el fin consiste en vivir sin trastorno, y el único bien perfecto como fin es la felicidad. Diodoro, proveniente de la misma escuela, declara que el fin (consiste) en vivir sin trastorno y bien.

Los aristotélicos

128.1. Epicuro, por tanto, y los cirenaicos dicen que el primer impulso es el placer; porque afirman que, introducida por causa del placer, la virtud engendró (o: trajo) el placer.

128.2. Pero, según los discípulos de Califón, la virtud se introdujo ciertamente por causa del placer; sin embargo, más tarde al examinar su propia belleza (o: la belleza que la rodeaba; o: aureolaba), se presentó a sí misma en igual valor respecto a su principio, es decir, al placer.

128.3. Los aristotélicos enseñan que el fin consiste en vivir conforme a la virtud, pero ni la felicidad ni el fin los consiguen todos los que poseen la virtud; porque el sabio si es probado y cae en accidentes involuntarios, y por eso quiere escapar gozosamente de la vida, no es dichoso ni feliz.

128.4. Porque la virtud también necesita de un determinado tiempo; puesto que no se consigue en un solo día, aunque se trate de un hombre adulto (lit.: de perfecta constitución), por cuanto no hay un niño, como se dice, que sea feliz; y tiempo perfecto puede entenderse (toda) la vida de un hombre.

128.5. La felicidad viene constituida por tres clases de bienes. No lo es (el hombre) indigente u obscuro (o: no glorioso), ni el enfermo, ni el que es esclavo, según aquellos... (laguna en el texto; podría leerse: puede ser feliz).

Los estoicos y académicos

129.1. A su vez también el estoico Zenón piensa que el fin consiste en vivir conforme a la virtud; Cleantes considera que es vivir de acuerdo con la naturaleza; Diógenes puso el fin en razonar bien, lo cual, según él explicaba, consiste en la elección de lo que es conforme a la naturaleza.

129.2. Antípatros, discípulo de ése, sostiene que el fin consiste en elegir continua y constantemente lo que está acorde con la naturaleza, rechazando lo que es contrario a la naturaleza.

129.3. Arquedemo explicaba que el fin se obtiene (lit.: es) eligiendo los bienes más grandes e importantes según la naturaleza, no pudiendo superarla.

129.4. Además de estos, Panecio demostró (o: sostuvo) que el fin es vivir según los impulsos que nos da la naturaleza. Después de todos, para Posidonio (el fin) es vivir contemplando la verdad y el orden del universo, y a realizarlas en lo posible, sin dejarse arrastrar de manera alguna por la parte irracional del alma.

129.5. Algunos de los estoicos más recientes han establecido que el fin es vivir conforme a la constitución del hombre.

129.6. ¿Para qué catalogarte a tí, Aristón? Él dijo que el fin es la indiferencia, pero lo indiferente lo dejó simplemente indiferente.

129.7. O ¿debería sacar a la luz [la opinión] de Herilo? Pone Herilo como fin el vivir según la ciencia.

129.8. Pero los académicos más recientes, algunos ponen el fin en el dominio estable frente a las fantasías.

129.9. Ciertamente, el peripatético Licón decía que el fin está en la verdadera alegría del alma; como Leucimo la (alegría) ante las cosas bellas.

129.10. Y Critolao, peripatético también, hablaba de una perfección de vida que se desarrolla (lit.: corre) conforme a la naturaleza, designando la triple perfección constituida (o: completada) por las tres clases (de bienes).



Opiniones de los presocráticos y de otras escuelas

130.1. Por consiguiente, sin contentarnos con esos, nos esforzaremos por presentar lo mejor posible las doctrinas de los físicos al respecto.

130.2. Anaxágoras de Clazomenes, según se dice, proclamaba que el fin de la vida es la contemplación y la libertad que de ella deriva; Heráclito de Éfeso, la satisfacción (o: complacencia).

130.3. Sobre Pitágoras, Heráclides del Ponto recuerda que enseñó que la felicidad es la ciencia de la perfección de los números del alma.

130.4. Pero también los abderitas enseñan la existencia de un fin; para Demócrito ciertamente, en (el libro) "Sobre el fin", (es) el buen ánimo (o: equilibrio espiritual), y que él llamó bienestar -y frecuentemente explica: "El placer y la tristeza son limitaciones... para quienes han alcanzado el vigor de la edad" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 188 y 215).

130.5. Hecateo (pone el fin) en bastarse a sí mismo; Apolodoro de Cízico, en la conducción del alma; lo mismo que Nausifanes en la imperturbabilidad (o: impasibilidad), porque decía que ésta era llamada intrepidez (o: impavidez) por Demócrito.

130.6. Además de estos, Diótimo afirmó que el fin es la perfección de los bienes, que llamaba bienestar.

130.7. Por otra parte, para Antístenes (el fin era) la modestia; a su vez los llamados annicerianos, de la escuela (lit.: los sucesores) cirenaica, no pusieron ningún fin determinado de toda la vida, sino que (sostuvieron) que el fin es algo propio de cada acción particular, es el placer que nace de la misma acción.

130.8. Estos cirenaicos rechazan la definición del placer de Epicuro, es decir, la supresión de lo que produce dolor, llamándola estado cadavérico. Porque nosotros no gozamos únicamente por los placeres, sino también por las relaciones sociales y por los honores.

130.9. Pero Epicuro piensa que toda alegría del alma nace por una anterior afección de la carne.

131.1. Metrodoro, en el [libro] "Sobre la gran importancia, que para la felicidad tiene la causa que depende de nosotros más que de las causas externas", dice: "El bien del alma ¿qué otra cosa es si no un estable equilibrio de la carne y la segura confianza respecto de él?" (Metrodoro, Fragmentos, 5).

Capítulo XXII: El bien supremo

El fin y la felicidad según Platón

131.2. Ciertamente el filósofo Platón dice que el fin es doble: uno que puede ser participado y está ante todo en las ideas en sí, y al que él llama lo bueno; el otro, que participa de aquél y que de él recibe la semejanza, y se da en los hombres transformados por la virtud y la filosofía verdadera.

131.3. Por ello, también Cleantes, en el [libro] segundo "Sobre el placer", dice que Sócrates en toda ocasión enseñaba que el hombre justo se identifica con el feliz, y maldecía al primero que había hecho diferencia entre lo justo y lo que es útil, como a quienes habían hecho una obra impía, porque en verdad son impíos quienes separan lo útil de lo que es justo según la ley.

131.4. Platón mismo dice que la felicidad consiste en tener bien el ingenio (daimon), llama ingenio la parte que guía a nuestra alma, y la felicidad es el bien más perfecto y completo (cf. Platón, Timeo 90 C).

131.5. A veces la llama vida en armonía y sinfonía (consonancia consigo mismo), y a veces la perfección en la virtud; pero pone esta perfección en la ciencia del bien y en la semejanza con Dios, declarando que tal semejanza (consiste) en "ser justo y santo con sensatez" (Platón, Teeteto, 176 B).

131.6. ¿No es así como algunos de los nuestros interpretan que el hombre recibe al principio el "a imagen" con el nacimiento, pero después recibe en la perfección el "a semejanza"? (cf. Gn 1,26; Ireneo de Lyon. Adversus haereses, III,22,1; V,6,1 y 16,2)

La humildad y la circunspección

132.1. Luego, Platón enseñando que esa semejanza le viene al (hombre) virtuoso junto con la humildad, interpreta aquello de: "Todo el que se humilla será ensalzado" (Lc 1,11: 18,14).

132.2. Por eso en "Las Leyes" dice: "El Dios que, según el antiguo adagio, rige el principio, el medio y el fin de todas las cosas, se dirige directamente a su fin cumpliendo su natural movimiento circular; y siempre lo acompaña lo que es justo, verdugo de los que abandonan la ley divina" (Platón, Las Leyes, IV,716 A).

132.3. ¿Ves cómo también pone la circunspección (junto) con la ley divina? En efecto, añade: "Quien desee ser feliz debe unirse (a la justicia) y seguirla con humildad y moderación" (Platón, Las Leyes, IV,715 E).

132.4. Después, agregando lo relacionado con esto y amonestar con el temor, prosigue: "¿Qué es, por tanto, actuar conforme a Dios y lo que le es grato? Una sola cosa, expresada en una sentencia antigua: lo semejante será amigo de semejante si es mesurado, pero las cosas fuera de medida (no son amigas) entre sí ni con las que son mesuradas. Por tanto, quien desee ser amado por Dios debe asemejarse a Él en el mayor grado posible" (Platón, Las Leyes, IV,716 D).

Las virtudes y la felicidad

133.1. "Y según ese principio aquel de entre nosotros que sea temperante es amigo de Dios, porque es semejante a Él; pero quien no sea temperante es desemejante y diferente (u: hostil)" (Platón, Las Leyes, IV,716 D).

133.2. Al decir que esta doctrina es antigua, [Platón] alude a la enseñanza recibida de la Ley.

133.3. Y en el "Teeteto", concediendo que el mal "necesariamente da vueltas en torno a la naturaleza mortal y a este lugar (o: a esta tierra)", añade: "Por lo cual también es necesario esforzarse en huir de ahí hacia allá lo más pronto posible; y la huida, (consiste) en la semejanza con Dios en cuanto es posible, y semejanza es devenir justo y santo con sensatez" (Platón, Teeteto, 176 A-B).

133.4. Espeusipo, sobrino de Platón, dice que la felicidad es un estado habitual perfecto en aquello que es conforme a la naturaleza, o un estado habitual de los buenos; todos los hombres aspiran a ese estado, pero los buenos tienden a la tranquilidad. Y las virtudes serán las artífices de la felicidad.

133.5. Jenócrates de Calcedonia atribuye la felicidad a la adquisición (o: posesión) de la virtud apropiada (a cada uno) y de los medios (o: facultades) que están a su servicio.

133.6. Después, como para decir dónde reside (la felicidad) indica con claridad que en el alma; y por qué medios se realiza, las virtudes; de qué (se compone) como partes, las bellas acciones y los hábitos buenos, las disposiciones, los movimientos y las actitudes; sin las cuales no existen las condiciones corporales y exteriores.

133.7. Polemón, discípulo de Jenócrates, muestra que quiere poner la felicidad en la autosuficiencia (autarkeia) de todos los bienes, o al menos de la mayor parte y de los más grandes. Por cierto, sostuvo que sin virtud jamás habrá felicidad, aunque separadamente de (las condiciones) corporales y exteriores, la virtud es suficiente (lit.: autosuficiente) para la felicidad.



La meta de los cristianos

134.1. Y basta ya de estas cosas; la refutación de las mencionadas opiniones se hará a su tiempo; pero nosotros nos proponemos alcanzar un fin sin fin, si obedecemos los mandamientos, es decir, a Dios, y vivimos, según ellos, irreprochable y sabiamente, mediante la gnosis de la voluntad divina.

134.2. Nuestro fin es asemejarnos al Verbo verdadero, en la medida de lo posible, y el restablecimiento de la perfecta adopción filial por medio del Hijo (cf. Ef 4,13), glorificando siempre al Padre por medio del sumo Sacerdote (lit.: gran pontífice), que se ha dignado llamarnos "hermanos" (Hb 2,11) y "coherederos" (Rm 8,17).

134.3. El Apóstol al describir brevemente el fin, en la "Carta a los Romanos", dice: Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por fruto la santificación y por fin la vida eterna" (Rm 6,22).

134.4. Así, sabiendo que la esperanza es doble: una que se aguarda, otra que ya se ha obtenido, enseña que el fin, ahora, es el cumplimiento de la esperanza. Dice: "Porque la paciencia produce una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en los corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rm 5,4-5). Por medio de ese amor viene también el restablecimiento en la esperanza, que, dice en otra parte, nos está reservada como descanso (cf. Hb 4,9-11; Sal 94 [95],11).

Grandeza de Dios

135.1. Podrías encontrar también (textos) semejantes en Ezequiel, tales como el siguiente: "El alma que peca morirá. Y el hombre que sea justo y practique juicio y justicia, no coma en los montes y no alce los ojos a los ídolos de la casa de Israel, y no deshonre a la mujer del vecino y no se acerque a una mujer en la separación de su impureza" (Ez 18,4-6) -porque no quiere que la simiente de un hombre sea ultrajada-;"Y, dice, el hombre que no haga mal a nadie, y devuelva al deudor su prenda, no robe, dé su pan al hambriento,

135.2. y vista al desnudo, no preste a usura su dinero, no reciba un fruto excesivo, aparte su mano de la injusticia, haga verdadero juicio entre un hombre y su vecino, camine según mis preceptos y observe mis preceptos para obrar con verdad: ése es justo y vivirá, dice Adonai el Señor" (Ez 18,7-9).

135.3. E Isaías, invitando al creyente a la seriedad de vida y al gnóstico a la vigilancia (o: a progresar), no siendo la virtud de Dios y la del hombre la misma; además dice:

135.4. "Busquen al Señor y, al encontrarlo, llámenlo. Cuando se acerque, abandone el impío sus caminos, el hombre sin ley sus sendas y conviértase al Señor y hallará misericordia", hasta: "Los pensamientos de ustedes lejos de mi pensamiento" (Is 55,6-9).

El objetivo y el fin de la fe

136.1. "Nosotros, según el noble Apóstol, aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. Porque en Cristo ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que obra por el amor" (Ga 5,5-6).

136.2. "Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma solicitud en orden a la plena seguridad de la esperanza...", hasta: "constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Hb 6,11. 20).

136.3. Lo mismo que dice Pablo, dice también la muy virtuosa Sabiduría: "El que me escucha descansará confiadamente en la esperanza" (Pr 1,33); pero el restablecimiento (o: realización; apokatástasis) de la esperanza se dice homónimamente esperanza.

136.4. Por eso, al verbo "descansará" añade muy bien "confiadamente", señalando que descansa aquel que ha alcanzado la esperanza que aguardó; por eso también agrega: "Y vivirá tranquilo sin temor de ningún mal" (Pr 1,33).

136.5. Abiertamente en la "Primera a los Corintios" el Apóstol dice términos precisos: "Sean imitadores míos, como yo de Cristo" (1 Co 11,1), para que se produzca esta relación: si ustedes de mí, yo de Cristo, ustedes devienen imitadores de Cristo, y Cristo de Dios (= porque Él nos revela al Padre).

136.6. Así, propone como objetivo (skopos: meta, propósito) de la fe "la semejanza con Dios, en cuanto es posible llegar ser justo y santo con sensatez" (Platón, Teeteto, 176 B), y como fin (telos), la realización (apokatástasis) de la promesa, (fundada) sobre la fe. De todo esto brotan las fuentes de las teorías sobre el fin [del hombre], de la que antes se habló. Pero basta ya de esto.

Capítulo XXIII: Fines y leyes del matrimonio

¿Es necesario casarse?

137.1. Puesto que el matrimonio parece que cae bajo el placer y la concupiscencia, también se debe discutir separadamente sobre él. El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, en un principio conforme a la Ley, para la procreación de hijos legítimos.

137.2. Por eso el cómico Menandro dice: "Para la generación de hijos legítimos, te doy mi propia hija" (Menandro, Fragmentos, 682).

137.3. Pero nosotros investigamos si hay que casarse, lo que es parte de las cosas que son nominadas por la determinación a un fin. ¿Quién debe casarse y en qué condición, con quién y en qué disposición? ¿Qué mujer puede casarse y en qué condiciones? Porque no todos deben casarse, ni en todo tiempo, sino en el tiempo conveniente, y hay una persona que conviene y una edad límite hasta la cual (conviene).

137.4. Tampoco cualquiera debe casarse con cualquier (mujer) ni en todo tiempo, pero tampoco de cualquier modo y a ciegas (lit.: con abandono); por el contrario, (debe casarse) quien posee determinadas condiciones, con la mujer que debe y cuando debe; y para tener hijos; y que la mujer le corresponda en todo y que no ame a la fuerza o por necesidad al hombre que la quiere.

Opiniones de Platón y otras escuelas filosóficas

138.1. Por todo eso Abrahán dice sobre su mujer, pretextando que es su hermana: "Es hermana mía de padre, pero no de madre, y la tomé también como esposa" (Gn 20,12); de esta forma enseña que no se debe esposar a las hermanas de madre.

138.2. Pero recorramos brevemente la historia. Platón pone el matrimonio entre los bienes externos, organizando la inmortalidad de nuestra raza como si (fuera) una continuidad, al igual que una antorcha que se transmite de hijos a hijos (cf. Platón, Las Leyes, IV,721 C, VI,775 E; 776 B; El Banquete, 207 D, 208 B).

138.3. Por el contrario, Demócrito rechaza el matrimonio y la procreación en virtud de las innumerables molestias y distracciones de (las tareas) más necesarias.

138.4. Se alinean con él Epicuro y cuantos ponen el bien en el placer y en la tranquilidad (aochlesía), pero también en la ausencia de pena (alypía).

138.5. Para los estoicos el matrimonio y la crianza de niños es indiferente; por el contrario, son un bien para los peripatéticos.

138.6. En resumen, aquellos expresaron sus teorías por hablar, esclavos de los placeres, unos frecuentaron a las concubinas, los otros a las cortesanas, y los más a las jovencitas. Y aquel famoso sabio cuarteto, en el jardín, juntamente con la cortesana, rendía honor al placer con actos.

Opiniones en favor del matrimonio

139.1. No escaparán a la maldición de Búciges cuantos piensan que algunas cosas no son útiles para ellos, invitando a que otros las realicen, o viceversa.

139.2. Esto sí lo ha manifestado brevemente la Escritura, diciendo: "Lo que odias, no lo hagas a otro" (Tb 4,15; cf. Hch 15,29).

139.3. Quienes aprueban el matrimonio dicen: "La naturaleza nos ha hecho aptos para el matrimonio" (Aristóteles, Política, VII,16, 1334b 29 ss.), como lo muestra la conformación de los cuerpos, masculinos y femeninos; y proclaman continuamente: Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28).

139.4. Pero si esto es así, sin embargo mantienen lo vergonzoso que es que el hombre, creado por Dios, sea más intemperante que los animales irracionales, los cuales no hacen el apareamiento entre muchos y sin moderación, sino con uno solo y de la misma especie, como las ovejas de Pelíades, las palomas, la especie las tórtolas, y otras semejantes.

139.5. Además, dicen que el que no tiene hijos carece de la perfección según la naturaleza, puesto que no ha previsto establecer en su lugar a su propio sucesor. Porque es perfecto el que ha originado de sí a un semejante, pero incluso mejor cuando puede ver que también ese ha hecho lo mismo, o sea, cuando ha establecido al engendrado en la misma condición natural que el que lo engendró.

Ventajas del matrimonio

140.1. Por tanto, es necesario en cualquier caso casarse, a causa de la patria, de la sucesión de los hijos, y del perfeccionamiento del mundo en cuanto depende de nosotros; también los poetas deploran un matrimonio "incompleto" (Homero, Ilíada, II,701), sin hijos, mientras llaman dichoso al "que florece por todas partes" (Homero, Ilíada, XXII,496).

140.2. Principalmente, las enfermedades físicas muestran la necesidad del matrimonio; porque el cuidado de la esposa y la permanente atención parecen superar el espíritu de perseverancia de los otros familiares y amigos, en la medida en que ella se empeña en distinguirse por su compasión y estar cerca (o: asiduidad), más que otros, verdaderamente es "la ayuda" (Gn 2,18) necesaria, según la Escritura.

El matrimonio es importante en la vida de los seres humanos

141.1. Según esto, el cómico Menandro, atacando el matrimonio, contrapone por otra parte las ventajas, respondiendo a quien dice: "Estoy mal dispuesto para la tarea. - Porque la afrontas equivocadamente". Y añade: "Ves en ello lo desagradable y lo molesto; pero no miras las ventajas" (Menandro, Fragmentos, 276), y lo que sigue.

141.2. El matrimonio es una ayuda también para los de edad avanzada, poniéndoles al lado a una esposa atenta y que cría a sus hijos, quienes cuidan de los ancianos (o: padres).

141.3. "Los hijos son motivo de gloria para un hombre muerto: al igual que los corchos mantienen la red y salvan el hilo de lino de las aguas profundas" (Esquilo, Choephoroe, 505-507), según [dice] Sófocles el trágico (se trata de una error de Clemente ya que la frase es de Esquilo).

141.4. Y los legisladores no permiten a los no casados aspirar a los cargos más altos. Por ejemplo, el legislador de los espartanos imponía una pena (o: castigo) no sólo al que no se casaba, sino también al mal casado y al que se casaba tarde y al que vivía solo.

141.5. El noble Platón también prescribe que quien no está casado pague al estado el alimento (propio) de una mujer y remita a los jefes (de la ciudad) los gastos correspondientes. Porque al no casarse, no procrean hijos, y ocasionan, por lo que a ellos se refiere, una disminución de varones y arruinarán las ciudades y el mundo (que está constituido) por ellas.



El matrimonio y los hijos

142.1. Eso es impío, destruyendo la generación, (obra) de Dios. Y es una cobardía y debilidad huir de la convivencia con una mujer y con niños.

142.2. Porque cuando la pérdida es un mal, generalmente la adquisición de ello (= lo perdido) es enteramente un bien. Esto es así también en las otras cosas. Pero la pérdida de los hijos, dicen, es ciertamente uno de los mayores males. Por tanto, tener hijos es un bien; por eso también (lo es) el matrimonio.

142.3. "Pero sin padre, dice, nunca habrá un hijo; y sin madre tampoco (existe) la concepción de un hijo" (Cita anónima. El primer verso es de Eurípides, Orestes, 554; cf. Menandro, Fragmentos, 939; 1085).

Dignidad del matrimonio

143.1. El matrimonio hace al padre, como un marido a la madre. Y Homero hace la mayor oración (cuando pide) "un marido y una casa"; pero no de cualquier manera, sino "con buena concordia" (Homero, Odisea, VI,181 s.). Porque el matrimonio de los otros es un acuerdo con miras al placer; pero el de los filósofos (= cristianos) conduce a la concordia según el Verbo; por eso ordena a las mujeres no adornar la figura, sino las costumbres (cf. 1 Tm 2,9-12; 1 P 3,3 s.); y manda a los maridos no tratar a las esposas como amantes, proponiéndose como finalidad el abuso de los cuerpos, sino conservar el matrimonio como una ayuda para toda la vida y como el mejor ejercicio de la templanza.

143.2. Porque más precioso, creo yo, que las semillas de trigo y de cebada plantadas en tiempo oportuno, es el semen del hombre, por el que todos (los seres) germinan; e incluso esas semillas son esparcidas por los agricultores con cautela.

143.3. Así, por tanto, hay que mantener puro al matrimonio de cualquier costumbre sucia (o: vil) y perversa, para que no se nos reproche que el apareamiento de los animales irracionales está más en consonancia con la naturaleza que el connubio humano, según la definición generalmente aceptada.

No sucumbir ante las pasiones

144.1. Sucede en realidad que algunos animales, después de la unión en el momento determinado, se separan de repente, dejando a la providencia la obra de la creación.

144.2. Los trágicos nos describen a Políxena cuando es degollada, pero aún "muriendo, tenía mucha prisa por caer con decencia, ocultando lo que debe ocultarse a las miradas masculinas" (Eurípides, Hecuba, 568-570). Porque el matrimonio fue para ella una desgracia.

144.3. Sucumbir y ceder ante las pasiones es esclavitud extrema, como sin duda dominarlas es la única libertad.

144.4. Así la divina Escritura dice que los que han dejado de lado los mandamientos se han vendido a los extranjeros (cf. Ba 4,6; Is 50,1; Jc 2,11 y 14), esto es a los pecados contrarios a la naturaleza, hasta que arrepentidos se convierten.

La Escritura aconseja el matrimonio

145.1. Debemos, por tanto, custodiar puro el matrimonio como una imagen sagrada, protegiéndolo de lo puede mancharlo; despertándonos del sueño con el Señor e ir a dormir con acciones de gracias y oraciones, "sea al acostarte, sea cuando la sagrada luz del día vuelva" (Hesíodo, Opera et dies, 339), deberíamos ser testigos del Señor durante toda nuestra vida, poseyendo la piedad en el alma y prolongando la templanza hasta el cuerpo.

145.2. Porque es realmente agradable a Dios que llevemos de la mano la honestidad de la lengua a las obras, pero el camino para la desvergüenza es la conversación obscena, y el término de ambas, la acción obscena.

145.3. La Escritura aconseja casarse y no consiente separar jamás la unión conyugal, legislándolo directamente: "No repudiarás a la esposa excepto por motivo de fornicación" (Mt 5,32); y considera adulterio casarse viviendo uno de los dos separado.

La fidelidad conyugal

146.1. Lo que muestra que una mujer está exenta de toda sospecha (es) el hecho de que no se adorne ni se arregle (o: embellezca) más de lo conveniente, y que se dedique con diligencia a la plegaria y a las oraciones (cf. 1 Tm 5,5), cuidando no salir muchas veces de su casa, evitando en lo posible ser vista por extraños, considerando más ventajoso que las charlatanerías inoportunas el cuidado de la casa.

146.2. Dice [la Escritura]: "Quien toma a una mujer repudiada comete adulterio" (Mt 19,9: la cita no es textual), porque "si uno repudia a su mujer comete adulterio respecto a ella" (Lc 16,18: la cita no es textual), es decir, la obliga a cometer adulterio.

146.3. Pero no sólo el que repudia se hace responsable de esta culpa, sino también el que la recibe, ofreciendo a la mujer ocasión de pecar; porque si no la recibe, volverá al marido.

La Sagrada Escritura rechaza el adulterio

147.1. ¿Qué (dice) la Ley? Para reprimir la inclinación a las pasiones, manda ejecutar (lit.: hacer desparecer) a la mujer adúltera, culpable de ese (delito); si es (mujer) de un sacerdote, manda condenarla a la hoguera. El adúltero también es lapidado, pero no en el mismo lugar, para que ni la muerte le sea común (cf. Lv 20,10; 21,9; Dt 22,22. 24).

147.2. Porque la Ley no está en desacuerdo (lit.: combate) con el Evangelio, sino que concuerda con él. ¿Y cómo no va a estarlo siendo el único Señor autor (lit.: choregos: jefe de coro) de ambos? Porque la que se prostituye, vive en el pecado, pero está muerta por los mandamientos, mientras que la que está arrepentida, como regenerada por la conversión de su conducta, renace a la vida; está muerta la vieja prostituta, y ha vuelto a la vida la que ha nacido mediante el arrepentimiento.

147.3. Da testimonio de lo dicho el Espíritu, diciendo por Ezequiel: "No deseo la muerte del pecador, sino que se convierta" (Ez 33,11).

147.4. En efecto, [los adúlteros] son lapidados como muertos a la ley, a la que no obedecen, por la dureza de su corazón; a la mujer del sacerdote se le aumenta el castigo porque "a quien se le ha dado mucho, más se le pedirá" (Lc 12,48).

147.5. Terminemos también aquí nuestro segundo Stromata, en razón de la longitud y el número de los capítulos.

 

 


LIBRO III

Capítulo I: Sobre la castidad

Opiniones de los gnósticos valentinianos y basilidianos

1.1. Los seguidores de Valentín aceptan el matrimonio porque hacen venir desde arriba las parejas a partir de las emanaciones divinas. Pero (los discípulos) de Basílides dicen: "(Cuando) los apóstoles preguntaron si no sería quizás mejor no casarse", afirman que el Señor respondió: "No todos comprenden este lenguaje: porque hay quienes son eunucos de nacimiento, y otros por necesidad" (Mt 19,11-12).

1.2. Y explican el pasaje más o menos así: "Algunos por naturaleza, desde el nacimiento, sienten aversión a la mujer; con esa disposición natural, hacen bien en no casarse".

1.3. Dicen que "éstos son los eunucos de nacimiento. En cambio, (los eunucos) por necesidad son los ascetas teatrales, que se dominan a sí mismos por el atractivo de la gloria. Aunque también son eunucos por necesidad los mutilados por un accidente. Todos éstos son eunucos por necesidad, no por una decisión razonable".

1.4. "Ahora bien, (hay) quienes se han hecho eunucos a sí mismos por el reino eterno, pero toman esa decisión, dicen, a causa de las consecuencias del matrimonio, temiendo (tener que) ocuparse en procurar lo necesario (para la vida; o: para la familia)".

Lo que dicen los basilidianos

2.1. Y con (la expresión) "mejor es casarse que abrasarse" (1 Co 7,9), dicen que el Apóstol (entendiese): No arrojes tu alma al fuego resistiendo día y noche, y por miedo no caigas en la incontinencia; porque el alma totalmente ocupada en resistir se aleja de la esperanza.

2.2. También dice literalmente Isidoro en los "Tratados de ética": "Aduéñate de una mujer fogosa para fin de no apartes de la gracia de Dios; y cuando hayas desahogado el fuego de la lujuria (lit.: el semen), reza con conciencia tranquila".

2.3. "Además, dice, cuando tu acción de gracias pase (o: presente) a la súplica y pidas (lit.: estés de pie) en lo futuro no comportarte perfectamente, sino sólo no resbalar, cásate".

2.4. "Pero si alguien es joven, pobre o débil (lit.: sumido, hundido), y no está quiere casarse, según la palabra [del Apóstol], ése tal que no se aleje del hermano, diciendo: "Yo he entrado en el santuario, nada más puedo padecer (o: puede pasarme)"".

2.5. "Si tuviera alguna sospecha, diga: "Hermano, impónme la mano, para que no peque"; y recibirá una ayuda espiritual y sensible. Quiera cumplir sólo lo bueno y lo conseguirá".



Errores de los basilidianos

3.1. "Algunas veces decimos con la boca: "No queremos pecar"; pero el pensamiento se empecina (lit.: hace presión) en pecar. Uno, por temor, no hace lo que quiere, para que no se le imponga (o: administre) un castigo".

3.2. "La naturaleza humana tiene algunas cosas (como) necesarias y naturales, pero otras sólo (como) naturales. Tiene por necesario y natural el vestirse, y por natural, pero no necesario, el placer carnal (o: venéreo)" (Basílides, Fragmentos, 7).

3.3. He presentado estos textos para refutar a los basilidianos que no viven rectamente; al parecer, ellos tendrían licencia aún para pecar gracias a su [supuesta] perfección, o serían salvados totalmente por naturaleza, aunque ahora pequen, por causa de una elección innata; por lo demás, ninguno de los primeros maestros (o: fundadores) de sus doctrinas aprueba tales cosas.

3.4. Aunque tomen (o: se revistan) el nombre de Cristo, no introducen (o: imprimen) sino una blasfemia contra dicho nombre, viviendo más desenfrenadamente que los más intemperantes paganos. "Estos son seudo apóstoles, obradores de maldad", hasta: "su fin será según sus obras" (2 Co 11.13 y 15).

La continencia

4.1. La continencia (o: templanza) es el desprecio del cuerpo, según la confesión hecha a Dios. Porque la templanza no sólo se refiere a los placeres del amor, sino también a las otras (pasiones) por las que el alma alimenta los malos deseos, no bastándole lo indispensable.

4.2. Hay también una continencia en la lengua y en la adquisición y en el uso de (los bienes), y en la concupiscencia (o: el deseo). No sólo enseña a ser temperantes, sino que también nos procura la templanza (o: moderación), que es poder y gracia divina.

4.3. Por tanto, debemos decir cuál es el parecer de los nuestros al respecto; nosotros llamamos bienaventurada la condición de los eunucos, puesto que les ha sido dada por Dios; pero también admiramos (o: apreciamos) la monogamia y la dignidad del matrimonio único, diciendo que es necesario tener los mismos sentimientos (sympaschein), y "sobrellevar mutuamente las cargas" (Ga 6,2), no sea que alguno, pensando mantenerse bien derecho, también caiga" (1 Co 10,12). Respecto a un segundo matrimonio, "si te abrasas, cásate" (1 Co 7,9), dice el Apóstol.

Capítulo II: Sobre los carpocratianos

Epífanes

5.1. Los discípulos de Carpócrates y de Epífanes consideran que las mujeres deben ser tenidas en común; de ellos (o: de ahí) se propagó la blasfemia más grande contra los cristianos (lit.: contra el nombre).

5.2. Ese Epífanes, cuyos escritos se conservan, era hijo de Carpócrates y la madre se llamaba Alejandría; era alejandrino por parte de padre y de Cefalonia por parte materna; sólo vivió diecisiete años, y se le venera como dios en Same de Cefalonia, donde le construyeron y consagraron (o: dedicaron) un templo de piedras talladas (lit.: extraídas), altares, tabernáculos y un museo; y los cefalonios se reúnen en el templo, el primer día del mes, para ofrecer sacrificios a Epífanes en la apoteosis de (su) día natalicio, y hacen libaciones, celebran banquetes y cantan himnos.

5.3. Fue educado en la escuela paterna en el ciclo de estudios y en (la doctrina platónica), fundando la gnosis monádica; y de él nace la herejía de los carpocratianos.

Lo que afirma Epífanes

6.1. Ahora bien, él dice en el "Sobre La Justicia": "La justicia de Dios es una especie de comunidad con igualdad. Ciertamente, el cielo, extendido de igual forma por todas partes, envuelve toda la tierra circularmente; la noche muestra del mismo modo todas las estrellas; y el sol, principio del día y padre de la luz, desde arriba Dios lo ha difundido por igual sobre la tierra toda, para los que pueden ver, y todos ven de igual modo (lit.: en común);

6.2. porque (Él) no hace distinción entre rico o pobre, súbdito o príncipe, necios o sensatos, varones o mujeres, libres o esclavos (cf. Mt 5,45; Col 3,11). Ni siquiera con los seres irracionales tampoco obra contra esa (norma), sino que a todos los animales desde arriba lo ha derramado por igual y en común, a buenos y malos, afianzando la justicia, no pudiendo tener más ni quitar (algo) al vecino, para tener lo del otro, duplicando la luz propia.

6.3. El sol hace crecer alimentos comunes para todos los animales, distribuyéndose a todos por igual la común justicia; y por esto la especie bovina se encuentra de forma equitativa en cada bovino, la del porcino en cada porcino, la de los ovinos en cada ovino, y así todas las restantes; porque la comunidad aparece en ellos como justicia.

6.4. Además, según la comunidad, todos son igualmente inseminados (lit.: sembrados) según su especie; un común alimento brota para todo animal que pace en la tierra, y de igual modo para todos; y no está sujeto a ley alguna, sino que, por la generosidad de quien lo da y ordena, está dispuesto con armónica justicia para todos.

Rechazo de la Ley por parte de los gnósticos

7.1. Ni siquiera lo concerniente a la generación posee una ley escrita (porque se habría modificado); ellos por el contrario procrean (lit.: siembran) y engendran del mismo modo, por una comunidad que poseen innata gracias a la justicia. El creador y padre de todos los seres (cf. Platón, Timeo, 28 C), legislando con la justicia que le es propia (lit.: que es de él), dio en común a todos por igual el ojo para ver, sin distinguir mujer o varón, ni racional o irracional; en una palabra, sin diferenciar ningún ser de otro ser; repartiendo con igualdad y comunidad, con una sola orden ha dado a todos por igual la facultad de ver.

7.2. Pero las leyes, dice, no pudiendo castigar la ignorancia de los hombres, enseñan a transgredirlas; porque el carácter propio de las leyes destruye y carcome la comunidad de la ley divina" (Epífanes, Fragmentos, 1). No comprende lo dicho por el Apóstol que afirma: "Por la ley he conocido el pecado" (Rm 7,7).

7.3. Y dice que "lo mío y lo tuyo" fue introducido por las leyes; y ya no se gozan más en común la tierra ni los ganados que son comunes, ni tampoco el matrimonio.

7.4. "Porque creó en común para todos las viñas, que no se niegan ni a un gorrión ni un ladrón, lo mismo que el trigo y los otros frutos. Pero la violación de la ley de la comunidad y de igualdad dio origen al ladrón de ganados y de frutos.

Los dos Testamentos son una unidad que se refieren al único Dios

8.1. Por consiguiente, Dios ha hecho todo en común para el hombre y ha unido en común a la mujer con el varón, e igualmente ha unido estrechamente a todos los animales; mostrando que la comunidad (es) justicia con igualdad.

8.2. Pero los que sin más rechazan la común unión que los engendró y dicen: "El que (tenga) una (mujer) en matrimonio que la retenga, pudiendo ser común para todos, como el resto de los otros animales hacen abiertamente"" (Epífanes, Fragmentos, 1).

8.3. Dicho esto (Epífanes), de nuevo con el mismo estilo, añade estas palabras: "Porque la concupiscencia (Dios) la puso más fuerte e impetuosa en los varones para la conservación de las especies; y ni la ley, ni la costumbre, ni ninguna otra cosa del mundo puede suprimirla, puesto que es una decisión (dogma) de Dios" (Epífanes, Fragmentos, 1).

8.4. ¿Y cómo examinar en nuestro discurso al que así abiertamente destruye la Ley y el Evangelio? Aquella dice: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13); y (el Evangelio) dice: "Todo el que mira con concupiscencia, ya cometió adulterio" (Mt 5,28).

8.5. Ciertamente el "no desearás" (Ex 20,17; cf. Dt 5,21) proclamado por la Ley demuestra que el único Dios lo proclama mediante la Ley, los profetas y el Evangelio; porque dice: "No desearás (la mujer) de tu prójimo" (Ex 20,17).

8.6. Pero el prójimo no es el judío respecto al judío, puesto que son hermanos y tienen en común el mismo espíritu; llama, por tanto, prójimo al de otra raza. En efecto, ¿cómo no va a ser prójimo el que participa del Espíritu? Porque Abrahán no es padre sólo de los hebreos, sino también de los gentiles.



Carpócrates y Epífanes luchan contra Dios

9.1. Si la mujer adúltera y el que ha fornicado con ella son castigados con la muerte (cf. Lv 20,10; Dt 22,12), (es) evidente sin duda que el mandamiento que dice "no desearás la mujer del prójimo" (Ex 20,17), se prescribe para los gentiles, para que, según la Ley, se abstenga uno de la mujer del vecino y de la hermana (hebrea?), y oiga directamente la palabra del Señor: "Pero yo digo: no desearás" (Mt 5,28). Y la partícula "yo" añadida muestra con fuerza la validez del mandamiento,

9.2. y que tanto Carpócrates como Epífanes combaten contra Dios. En el mismo célebre libro, me refiero al de "Sobre la justicia", (Epífanes) añade literalmente lo siguiente:

9.3. "De donde hay que escuchar como ridícula esa palabra del legislador que dijo "no desearás"; y más ridículo el agregado "las cosas de tu prójimo". Porque quien ha puesto la concupiscencia como medio para conservar la generación, manda que sea rechazada, sin impedírsela a ningún animal. Incluso con lo de "la mujer del prójimo", obliga a que lo que es común (se convierta) en privado, lo cual es más ridículo todavía" (Epífanes, Fragmentos, 1).

Excesos de los carpocratianos

10.1. Estos son los dogmas de los célebres carpocratianos. Se dice que éstos, y algunos émulos de idénticos males, se reúnen a cenar -porque no llamaré banquete eucarístico (agápe) su reunión- hombres y mujeres juntos, después de hartarse -"en la saciedad se encuentra Cipris [= Afrodita o Venus]" (Eurípides, Fragmentos, 895), como suele decirse-, dando vuelta la lámpara, ponen lejos la luz que deshonra su justicia impúdica, uniéndose como quieren y con las que quieren. Después de practicar lo comunitario en semejante banquete, una vez amanecido exigen a las mujeres, que han sido su pareja, sumisión a las leyes de Carpócrates, puesto que no se puede llamar ley divina. Pero estas (leyes) las debería haber legislado Carpócrates, pienso yo, para la lascivia de los perros, de los puercos o de los machos cabríos.

10.2. Me parece que él también entiende mal a Platón cuando dice en la "República" (cf. V,449 C y 457 D) que las mujeres deben ser tenidas en común por todos; comunes, sí, antes del matrimonio, de los que vengan a pedirlas, como si dijera que el teatro es común para los espectadores; pero después cada una es de aquél que la ha elegido primero, y la que se ha casado no es ya común.

El testimonio de la epístola de Judas

11.1. Por otra parte, Janto en el tratado sobre "Los Magos" dice: "Los Magos se unen con las madres, las hijas, y las hermanas, y que las mujeres son de todos, no mediante violencia o engaño, sino por consentimiento de ambos, cuando uno desea tener relaciones matrimoniales con la (mujer) de otro" (Janto, Fragmentos, 765 F 31).

11.2. Sobre éstas y otras herejías parecidas había hablado proféticamente Judas en su "Epístola": También éstos soñadores" (Judas 8) -porque no se aplican despiertos a la verdad-, hasta: "Y su boca habla cosas arrogantes" (Judas 16).

Capítulo III: Los marcionitas

Un creador justo, pero no bueno

12.1. Por otra parte, el mismo Platón y los pitagóricos, como también después los discípulos de Marción, han mantenido que la generación (o: procreación) es mala -estaban por consiguiente lejos de favorecer que las mujeres fueran compartidas-; pero los marcionitas (sostienen) que la naturaleza es mala, porque proviene de una materia mala y de un demiurgo justo.

12.2. Por esa razón, no queriendo poblar el mundo creado por el demiurgo (cf. Gn 1,28), desean abstenerse del matrimonio; se oponen a su Creador, y se apresuran hacia el Dios bueno que les ha llamado, pero no hacia el Dios que, dicen, tiene otro carácter; por lo cual no quieren dejar aquí nada que les pertenezca, viviendo la continencia, no por un deliberado propósito, sino por odio contra el Creador, no queriendo utilizar sus criaturas.

12.3. Pero además, saliendo de los pensamientos conforme a la naturaleza por esta impía lucha contra Dios, menosprecian la longanimidad y bondad de Dios (cf. Rm 2,4) y no quieren contraer matrimonio, pero usan los alimentos creados, y respiran el aire del Creador; son obra suya y permanecen entre sus criaturas (lit.: en las cosas de él) y son evangelizados en una gnosis nueva (o: extraña, insólita), según dicen; por ello deberían estar agradecidos al Señor del universo, aunque sólo fuera por haber sido evangelizados.

A los filósofos pertenecen las teorías erróneas de los marcionitas

13.1. Pero discutiremos con minuciosidad con ellos cuando tratemos el discurso sobre "Los principios". Los filósofos que hemos mencionado, de quienes los marcionitas han aprendido impíamente que la generación es mala y se jactan como de una doctrina propia, (esos filósofos) no pretenden que (la generación) sea mala por naturaleza, sino por el alma, que ha visto claramente la verdad.

13.2. Porque ellos hacen descender el alma, que es divina, hacia abajo, al mundo, como a un lugar de suplicio, y, según ellos, el alma introducida en los cuerpos debe purificarse.

13.3. Y esta teoría no es de los marcionitas, sino de quienes afirman que las almas fueron introducidas en los cuerpos, encerradas y trasvasadas; contra éstos habrá que hablar en otra ocasión, cuando tratemos sobre "El alma".

Lo que dicen diversos escritores sobre la procreación

14.1. Ciertamente Heráclito maltrata la generación (o: procreación), cuando dice: "Nacidos, desean vivir y encontrar la muerte (o: tener hados de muerte), como el mejor reposo; y dejan hijos destinados a la muerte" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 20).

14.2. Evidentemente concuerda con él también Empédocles, diciendo: "Llantos y gemidos, al ver un paraje insólito" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 118), y también: "De los vivos (hacía) muertos, cambiando de aspecto" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 125). Y de nuevo: "¡Oh grandes dioses, oh pobre estirpe de los mortales, oh infelices! ¡De cuáles contiendas y gemidos han nacido" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 124).

14.3. Y la Sibila dice: "Hombres mortales y carnales, que son nada" (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,1). Al igual que el poeta, que escribía: "La tierra no produce nada más débil que el hombre" (Homero, Odisea, XVIII,130).

Pesimismo frente a la vida

15.1. Sin duda, también Teognis señala que la generación es un mal cuando dice: "De todas las cosas para los que viven sobre la tierra la mejor es no haber nacido, no ver los rayos del penetrante sol; pero una vez nacidos, atravesar en seguida las puertas del Hades" (Teognis, Elegías, 425-427).

15.2. De acuerdo con estos (versos), también escribe el poeta trágico Eurípides: "Nosotros deberíamos, reunidos, llorar por el que nace, por tantos males a los que viene; y, al contrario, deberíamos congratularnos al acompañar fuera de casa, al muerto, que ha dejado de sufrir" (Eurípides, Fragmentos, 449).

15.3. En otras ocasiones dice de forma parecida: "¿Pero quien sabe si el vivir es morir y el morir vivir?" (Eurípides, Fragmentos, 638).

El cuerpo como sepulcro del alma

16.1. De manera análoga también Heródoto parece hacer decir a Solón: "¡Oh Creso! Todo hombre es un infortunio (o: una desgracia)" (Heródoto, Historias, I,31). Y su fábula (o: mito) sobre Cleobis y Bitón (cf. Heródoto, Historias, I,32) claramente no significa para él otra cosa sino condenar la vida y aprobar (o: alabar) la muerte.

16.2. "Como la generación de las hojas así es también la de los hombres", dice Homero (Ilíada, VI,146) .

16.3. Platón en el "Cratilo" atribuye a Orfeo la doctrina del castigo del alma en el cuerpo. He aquí sus palabras: "Y algunos dicen que (el cuerpo) es tumba del alma; como que en el ahora presente está sepultada (en él).

16.4. Y por eso mediante (el cuerpo) el alma significa todo lo que significa, y en ese sentido (el cuerpo) es justamente llamado tumba. Sin embargo, parece que los órficos habían usado este nombre más que ningún otro, porque (el alma paga en el cuerpo) el castigo por aquello que debe pagar" (Platón, Cratilo, 400 B-C)..

Lo que dice Platón

17.1. Vale la pena también recordar la frase de Filolao. Por que así dice el pitagórico: "Los antiguos teólogos y adivinos atestiguan que el alma está unida al cuerpo por determinados castigos y se encuentra sepultada como en una tumba" (Filolao, Fragmentos, 44 B 14).

17.2. También Píndaro, hablando sobre los misterios de Eleusis, añade: "Dichoso quien sea enterrado habiendo visto estos (misterios): conoce en verdad el fin de la vida, pero conociendo el mandato dado por Zeus" (Píndaro, Fragmentos, 137).

17.3. Por eso Platón, en el "Fedón", no duda en escribir lo siguiente: "Y quienes han establecido las iniciaciones (mistéricas), ninguna otra cosa [dicen]", hasta "habitará con los dioses" (Platón, Fedón, 69 C).

17.4. Y cuando dice: "Mientras tengamos el cuerpo y nuestra alma esté mezclada con tan grande mal, jamás podremos poseer adecuadamente el objeto de nuestro deseo" (Platón, Fedón, 66 B), ¿no se refiere a la generación como causa de los peores males?

17.5. También en el "Fedón" atestigua: "Porque cuantos se arriesgan a alcanzar verdaderamente la filosofía no hacen otra cosa que practicar la muerte y morir, pero sin que otros lo adviertan" (Platón, Fedón, 64 A).



El desprecio del cuerpo

18.1. Y de nuevo: "Ciertamente también aquí el alma del filósofo desprecia al máximo el cuerpo, huye de él y busca estar aislada en sí misma" (Platón, Fedón, 65 C-D).

18.2. Y piensa si no concuerda con el divino Apóstol, que dice: "Yo soy un hombre miserable; ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,24). A no ser que llame figuradamente "cuerpo de muerte" al conjunto unánime de los que se dejan arrastrar al mal.

18.3. También la unión carnal siendo principio de generación es rechazada, incluso antes de Marción, por Platón, lo que se manifiesta en (el libro) primero de "La República".

18.4. Porque alabando la vejez, añade: "Sepan bien que para mí, en la medida que disminuyen los otros placeres, los del cuerpo, otro tanto crecen el deseo y el placer de la cultura" (Platón, La República, I,328 D). Y mencionando la experiencia amorosa: "¡Silencio (o: piensa bien), hombre! He escapado, contento, como si hubiera escapado de un déspota cruel y salvaje (o: rabioso)" (Platón, La República, I,329 C).

Platón no dice que la materia sea mala

19.1. De nuevo, denigrando en el "Fedón" la generación, escribe: "El discurso que se dice en lo secreto es que los hombres nos hallamos como en una prisión" (Platón, Fedón, 62 B).

19.2. Y más adelante: "Los que tienen reputación de ser distintos por vivir santamente, son los que saben librarse y alejarse de esos lugares terrestres como de una prisión, llegando allá arriba, a la mansión pura" (Platón, Fedón, 114 B-C).

19.3. Pero teniendo esta disposición, [Platón] percibe el buen gobierno, y dice: "No es necesario desligarse absolutamente de esta (prisión), ni tampoco huir" (Platón, Fedón, 62 B).

19.4. En resumen, no da ocasión a Marción de considerar mala la materia, porque él dice piadosamente sobre el mundo lo siguiente:

19.5. "Desde el punto de vista del hacedor, (el mundo) todo lo tiene bueno; pero es de la condición precedente de la que trae cuanto de malo e injusto hay en el cielo y lo reproduce en los vivientes" (Platón, El Político, 273 B).

Las exigencias de la vida humana

20.1. Y añade más claramente todavía: "Pero la causa de todo esto para (el mundo) es la corporeidad de su conformación (o: constitución), congénita a la primitiva naturaleza, porque participaba de un gran desorden, antes de unirse al mundo actual" (Platón, El Político, 273 C).

20.2. Pero no menos deplora el género humano en "Las Leyes", diciendo: "Los dioses, compadecidos de la estirpe humana, nacida para sufrir, establecieron como tregua de sus fatigas la alternancia de las fiestas?" (Platón, Las Leyes, II,653 C-D).

20.3. En el "Epínomis" expone también las causas de la compasión y dice esto: "Como desde el principio el nacer es difícil para todo viviente, -primero, participar de la condición de feto, después nacer, y ser criado y educado-, todo eso se realiza mediante muchos trabajos, según todos decimos" (Seudo Platón, Epínomos, 973 D).

Los marcionitas tergiversan las enseñanzas de Platón

21.1. ¿Qué más? ¿No llama también Heráclito muerte al nacimiento, alegando a Pitágoras y a Sócrates en el "Gorgias", cuando dice: "Muerte es todo lo que vemos despiertos, lo mismo que es sueño (lo que vemos) cuando dormimos" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 21).

21.2. Pero basta de esto. Cuando tratemos sobre "Los principios" entonces examinaremos también estas contradicciones que los filósofos traducen en hipótesis (lit.: dicen con palabras ocultas) y los marcionitas en dogmas. Pienso, en todo caso, que ya hemos demostrado claramente que Marción ha tomado de Platón, ingrata e ignorantemente, los temas de esos extraños dogmas.

Lo que afirman los poetas

22.1. Prosigamos con el discurso sobre la continencia. Decíamos que los griegos muchas veces hablaron contra la generación de los hijos, por temor a las molestias; los discípulos de Marción aceptaron impíamente estos (puntos de vista), ingratos para con el Creador.

22.2. Así, la tragedia dice: "Es preferible para los hombres no nacer que nacer. Por tanto doy a luz hijos con dolores amargos de parto. Trae el parto, si son necios me lamento inútilmente al verlos malos, y porque no son buenos, aunque los tenga sanos, consumo mi pobre corazón de temor. ¿Qué ventaja hay en todo esto? ¿No es suficiente penar por un alma sola como para añadir otras penas?" (Eurípides, Fragmentos, 908).

22.3. Y también, de igual manera: "Ahora mismo yo pienso que como antaño: los hombres no deberíamos jamás engendrar hijos, al considerar a cuántos sufrimientos los engendramos" (Anónimo, Fragmentos, 111).

22.4. En este otro texto también relaciona con claridad la causa de esos males con sus principios, diciendo así: "Oh tú, nacido para ser infeliz y vivir desgraciadamente, naciste hombre, y la desgracia de la vida la recibiste de allí, de donde comenzó a nutrir a todos este éter (o: cielo), que distribuye a todos los mortales la respiración. Mortal, no ignores ahora las cosas mortales" (Anónimo, Fragmentos, 112).

Textos de Eurípides

23.1. Y también reproduce un pensamiento parecido lo siguiente: "Ningún mortal es dichoso, ni feliz: porque nadie ha nacido sin dolor" (Eurípides, Ifigenia en Áulide, 161-163).

23.2. Y también de nuevo: "¡Ay! ¡Ay! Cuántas las desdichas de los dolores humanos; tantas formas, que nadie puede señalar su fin" (Eurípides, Fragmentos, 211).

23.3. Y de manera parecida: "Pero entre los mortales no es posible ser feliz hasta el fin" (Eurípides, Las suplicantes, 269-270).

Costumbres de los pitagóricos

24.1. Por esto también se dice que los pitagóricos se abstenían de los placeres carnales. Por el contrario, a mí me parece que se casan para procrear, pero queriendo dominar el placer carnal después de la procreación.

24.2. De ahí la misteriosa prohibición de nutrirse con habas, no porque esa legumbre produzca ventosidad o sea indigesta o cause el desorden de los sueños, ni tampoco porque el haba se asemeje a una cabeza humana, según aquel versículo: "Es igual devorar habas que cabezas de genitores" (Plutarco, Moralia, 635 E), sino fundamentalmente porque las habas hacen estériles a las mujeres al comerlas.

24.3. De hecho, Teofrasto refiere, en el libro quinto sobre las "Causas de las Plantas", señala que las vainas de las habas, puestas junto a las raíces de los árboles jóvenes, secan la planta; y las gallinas domésticas, si las comen con frecuencia, se vuelven estériles.

Capítulo IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por parte de los gnósticos

Sobre Felipe y Nicolás

25.1. Hemos mencionado a los provocadores de la herejía de Marción del Ponto que, por oposición al Creador, rechaza el uso de los bienes del mundo.

25.2. Porque para él la causa de la continencia, si es que se la puede llamar continencia, (es) el Creador mismo, contra quien este gigante que lucha contra Dios pretende hacer frente, y guarda la continencia forzadamente, yendo contra la creación y la plasmación.

25.3. Usan la palabra del Señor que dijo a Felipe: "Deja que los muertos entierren a, sus muertos; tú sígneme" (Mt 8,22; cf. Hechos de Felipe, 22), pero consideran que también Felipe llevaba la misma plasmación de la carne, no siendo un cadáver contaminado.

25.4. ¿Cómo, entonces, teniendo (un cuerpo de) carne no tenía un cadáver? Porque resucita de la tumba del Señor que da muerte a las pasiones y lo hace revivir en (o: para) Cristo.

25.5. También hemos mencionado la comunidad ilícita (o: impía) de las mujeres según Carpócrates, pero al tratar sobre la declaración de Nicolás (cf. Strom. II,118,3) hemos omitido lo que sigue.

25.6. Teniendo, se dice, una bella mujer, después de la ascensión del Salvador, al ser reprendido como envidioso por los Apóstoles, él condujo a su mujer en medio de ellos e invitó a casarse con ella a quien quisiera.

25.7. Porque, dicen, que esa praxis es coherente con célebre sentencia: "Es necesario abusar de la carne" (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III,29,2-4; cf. Strom. II,118,3). Y, por coherencia con ese suceso y con este dicho, sencilla y desvergonzadamente, los seguidores de su herejía se abandonaron sin freno a la fornicación.

La verdad sobre Nicolás. Matías

26.1. Por el contrario, me he informado que Nicolás no tuvo relaciones con ninguna otra mujer que con la que se había desposado; y de sus hijos, las mujeres envejecieron vírgenes, y el hijo permaneció sin mancharse.

26.2. Así las cosas, el mandar a la envidiada mujer en medio de los Apóstoles era un rechazo de la pasión; y la continencia de los placeres más ansiados enseñaba cómo (o: el significado) se debe "abusar de la carne". Porque no quería, a mi parecer, conforme al mandato del Salvador, "servir a dos señores" (Mt 6,24), al placer y a Dios.

26.3. Por lo demás también se dice que Matías enseñó lo mismo (cf. Evangelio de Matías, Fragmentos, 2): combatir la carne y menospreciarla, sin conceder ninguna licencia al placer, sino a fortalecer el alma con la fe y la gnosis.

Intentos de sacralizar la promiscuidad

27.1. Pero hay quienes interpretan a la vulgar (o: pública) Afrodita como una mística comunión, ultrajando incluso este nombre.

27.2. Se dice que se trabaja cuando se hace algo malo, lo mismo que cuando se hace algo bueno; también el compartir es un bien cuando se reparte a otros dinero, comida, vestidos; pero también han llamado impíamente comunión a cualquier unión lujuriosa.

27.3. Por eso se dice que uno de ellos se acercó a virgen nuestra hermosa de ver y le dijo: "Está escrito da a todo el que te pida" (Lc 6,30: incorrectamente interpretado), pero ella no captó la desvergüenza de aquel hombre respondiendo con toda honestidad: "Para el matrimonio habla con mi madre" (cita de origen desconocido).

27.4. ¡Oh impiedad! También las palabras del Señor adulteran estos compañeros del libertinaje, hermanos de la lujuria que deshonran no sólo la filosofía, sino toda la vida; ellos son falsificadores, o mejor, sepultureros (lit: desgarradores) de la verdad, en cuanto pueden.

27.5. Porque esos desgraciados consagran la promiscuidad de la carne y del sexo, y piensan que ésta les va a conducir al reino de Dios.

Las enseñanzas del apóstol Pablo

28.1. La promiscuidad les conduce hacia los burdeles, y les hace partícipes con los puercos y los machos cabríos; y junto a ellos obtienen las mayores esperanzas las prostitutas, que admiten libremente en el burdel a todos los que quieren.

28.2. Pero ustedes no han conocido (lit.: aprendido) así a Cristo, si es que han oído hablar de él y en él han sido enseñados conforme a la verdad en Cristo Jesús; despójense, en cuanto a su vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias.

28.3. Renuévense en el espíritu de su mente, revístanse del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdaderas" (Ef 4,20-24), por asimilación (o: semejanza) con lo divino.

28.4. "Sean, por tanto, imitadores de Dios, como hijos queridos, y caminen en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio a Dios en olor de suavidad.

28.5. La fornicación y toda impureza o codicia ni siquiera se mencione entre ustedes, como conviene a los santos; y nada de indecencia o necedad" (Ef 5,1-4).

28.6. Porque también el Apóstol enseña a ejercitarse en la pureza comenzando por las palabras, y escribe: "Tengan esto bien entendido: ningún fornicario", hasta "antes bien, denúncienlas" (Ef 5,5. 11).

Intemperancia de los carpocratianos

29.1. En realidad, su doctrina deriva de algún apócrifo; pero también expondré la cita que es la madre de su insolencia. Y bien sea que ellos mismos hayan compuesto el libro -¡mira qué necedad! Se lo atribuyen a Dios por su intemperancia-, bien sea que lo hayan encontrado junto a otros, lo han entendido de forma incorrecta, equivocándose al idear aquella hermosa doctrina.

29.2. Así dice el texto: "Todas las cosas eran Uno, pero cuando a su Unidad le pareció no estar más sola, salió de Él una Inspiración; y ésta se unió con Él y creó al Amado. Y de éste salió otra Inspiración y se unió y creó la Potencia, imposible de ver ni oír, hasta cada, una con su nombre propio" (cita de un autor anónimo).

29.3. Igualmente, si hubiesen propuesto también uniones espirituales, como los seguidores de Valentín, su opinión se podría quizá aceptar; pero reconducir a profecía sagrada una promiscuidad de violencia carnal es propio de quien no ha reconocido la salvación.



Afirmaciones de Pródico y sus seguidores

30.1. Estas son las opiniones también proclaman los seguidores de Pródico, que falsamente se denominan gnósticos, diciendo que son hijos por naturaleza del Dios Primero. Pero abusan de tal nobleza y libertad para vivir como quieren, pretendiendo vivir entregados al placer, convencidos de que ellos no están sujetos a nadie, como si fueran señores del sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), y por encima de todo linaje, hijos nacidos de un rey; y para un rey, dicen, no existe ley escrita.

30.2. Pero en realidad, ante todo no hacen todo lo que quieren, porque tienen muchos impedimentos contra sus deseos e intentos y lo que hacen, no como un rey lo hacen, sino obligados, porque cometen sus adulterios de manera oculta, y recelosos de ser atrapados en el acto, tratan de evitar la condena y temen el castigo.

30.33. ¿Cómo la intemperancia y las palabras obscenas pueden ser libertad? "Todo, dice, el que peca es un esclavo" (cf. Rm 6,16; Jn 8,34), afirma el Apóstol.

Errores de los seguidores de Pródico

31.1. Pero, ¿cómo puede vivir conforme a Dios el que se abandona a todo deseo, cuando el Señor dice: "Pero yo en cambio les digo: no deseen" (Mt 5,28)?

31.2. ¿Cómo se pretende pecar de manera voluntaria y poner como un dogma el adulterio, vivir disolutamente y arruinar los matrimonios ajenos, cuando nosotros nos compadecemos también de los que pecan involuntariamente?

31.3. Aunque el mundo al que han llegado es para ellos extraño, si no son fieles con lo ajeno (cf. Lc 16,11-12) no poseerán la verdad.

31.4. ¿Acaso un forastero puede enfrentarse contra los habitantes de un país y ofenderles, cuando posee lo necesario como extranjero (cf. 1 P 2,11-12), o por el contrario no debe pasar la vida manteniendo una conducta irreprensible para con esos ciudadanos?

31.5. ¿Cómo dicen que sólo ellos han conocido a Dios, cuando se comportan del mismo modo que los que son odiados por los paganos, por no practicar lo mandado por las leyes, como los injustos, los incontinentes, los prepotentes y los adúlteros?

31.6. Sería necesario que vivieran rectamente, aunque se encuentren entre forasteros, a fin de mostrar en verdad su carácter regio.

Coherencia de vida

32.1. No obstante, se enemistan con los legisladores humanos y con la ley divina, puesto que han adoptado una vida contraria a la ley. Por lo general, quien rechaza el adulterio es bendecido por Dios en (el libro) de los Números (cf. Nm 25,8-13).

32.2. Y Juan dice en la Epístola: "Si decimos que estamos en comunión con Él, es decir con Dios, y caminamos en tinieblas, somos mentirosos y no obramos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión con El y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica del pecado" (1 Jn 1,6-7).

El camino que se debe seguir

33.1. ¿Pero qué hacen para ser mejores que los del mundo, aquellos hacen tales cosas y son semejantes a los peores (hombres) mundanos? Me parece que quienes hacen las mismas cosas tienen una naturaleza semejante.

33.2. Pero quienes pretenden ser mejores en nobleza deben ser también mejores en el modo de vivir, a fin de evitar ser recluidos en la cárcel.

33.3. En realidad, como dice el Señor, "Si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de Dios" (Mt 5,20).

33.4. En cuanto a la abstinencia de los alimentos, se habla claro en "Daniel" (cf. Dn 1,10-16). Y, para decirlo brevemente, sobre la obediencia dice David en "Los Salmos": "¿Cómo el joven guardará recto su camino?, y en seguida responde (lit.: oye): "Guardando tu palabra de todo corazón" (Sal 118 [119],9-10).

33.5. Y Jeremías afirma: "Esto dice el Señor: "No caminen por los senderos de los paganos"" (Jr 10,2).

Los "antitactas"

34.1. Partiendo de aquí ciertos hombres malvados y despreciables dicen que el hombre ha sido plasmado (o: formado) por distintas potencias; y las partes que llegan hasta el ombligo son de hechura divina, pero las que están debajo son de factura inferior, y por eso se tiene el instinto del apareamiento.

34.2. Pero olvidan que la parte superior también desea el alimento y algunos experimentan lujuria; además se enfrentan a Cristo, quien ha dicho a los fariseos que el mismo Dios ha creado en nosotros el hombre "interior" y el hombre "exterior" (Lc 11,40). Pero la concupiscencia no es propia sólo del cuerpo, aunque actúe por medio del cuerpo.

34.3. Otros, que denominamos antitactas (o: lo que resisten, opuestos, contrarios), dicen que el Dios del universo es nuestro Padre por naturaleza y todo lo que ha hecho es bueno. Pero uno de los seres engendrados por Él esparció la cizaña (cf. Mt 13,25) y generó la naturaleza del mal (lit.: de los males); por su culpa nos ha envuelto a todos nosotros y nos ha enfrentado al Padre.

34.4. Y por eso nosotros nos enfrentamos contra él para vengar al Padre, actuando contra la voluntad del segundo (= del que esparció la cizaña). Por consiguiente, como aquél ha dicho: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13), nosotros, afirman los [antitactas], cometemos adulterio para abolir su mandato.

Capítulo IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por parte de los gnósticos (continuación)

Refutación de los errores de los gnósticos

35.1. A ésos les responderemos también que a los seudo profetas y a todos los que simulan la verdad hemos aprendido a conocerlos por sus obras (cf. Mt 7,16). Son desenmascarados por las obras; ¿cómo podrán decir que sostienen la verdad?

35.2. Ciertamente, o no existe el mal, ni tampoco merece reproches aquél que acusan como contrario a Dios, ni ha sido creador de mal alguno -de esta manera se quita con el [fruto] malo, también el árbol-; o bien, si existe realmente lo malo, nos dirán qué piensan de los mandamientos establecidos respecto a la justicia, la templanza, la paciencia, la resignación, y otras cosas parecidas, ¿son buenas o malas?

35.3. Y si es malo el mandato que prohíbe realizar la mayor parte de las acciones deshonestas, quiere decir que el mal legisla contra sí mismo, para su propia destrucción; lo cual es imposible. Si, por el contrario, (es) bueno, entonces enfrentándose a los mandamientos buenos, ellos deben confesar que se oponen al bien y obran el mal.

Prosigue la refutación

36.1. A partir de esto también el Salvador mismo, a quien únicamente pretenden obedecer, nos ha prohibido odiar e insultar (o: injuriar) [cf. Mt 5,44; Lc 6,27-28], y dice: "Mientras caminas con tu enemigo, procura reconciliarte con él y hacerte amigo" (Lc 12,58; cf. Mt 5,25. 44).

36.2. Por eso, o se rechaza la exhortación de Cristo, enfrentándose al enemigo, o bien se hacen sus amigos y no se defienden de él.

36.3. ¿Pero qué? ¿No saben, nobles señores -hablaré como si los tuviera delante- que quien combate los preceptos que son buenos se opone a su propia salvación? Porque no destruyen lo útilmente prescrito, sino a ustedes mismos.

36.4. El Señor también dijo: "Brillen sus buenas obras" (Mt 5,16); en cambio, ustedes sacan a la luz sus costumbre disolutas.

36.5. Además, si quieren anular los mandamientos del legislador, por qué precisamente intentan anular por la intemperancia de ustedes lo de: "No cometerás adulterio" (Ex 20,13) o "no corromperás a los jóvenes" (Seudo Bernabé, Epístola, 19,4), y todos los que se refieren a la templanza; ¿por qué no destruyen el invierno, por Él generado, para producir (lit.: hacer) el verano en medio del invierno? ¿Y por qué no hacen navegable la tierra y caminable el mar, como afirman los historiadores que lo intentó el bárbaro Jerjes? (cf. 2 M 5,21; Herodoto, Historias, VII,54).

Errores en la interpretación bíblica de los gnósticos

37.1. ¿Por qué no rechazan todos los mandamientos? Porque si (Él) ha dicho: "Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28; 9,1), ustedes que lo rechazan, no deberían ni siquiera practicar la unión carnal; y si (Él) dijo: "Les lo he dado todo para alimento y que lo gocen" (Gn 1,28; 9,1), ustedes no deberían disfrutar de nada.

37.2. Pero si también dijo: "Ojo por ojo" (Ex 21,24), ustedes no deberían devolver ataque por ataque; también ordenó al ladrón restituir el cuádruplo (cf. Ex 21,24), en cambio ustedes incluso deberíais hacer un regalo al ladrón (cf. Ex 22,1).

37.3. De igual manera, si ustedes se oponen al mandato: "Amarás al Señor" (Dt 6,5), tampoco deberían amar al Dios del universo; y de nuevo, cuando dijo: "No harán imagen esculpida o fundida" (Dt 27,15), ustedes, para ser consecuentes, (deberían) incluso adorar las imágenes esculpidas.

37.4. ¿Cómo no va a ser impía la actitud de ustedes si, como dicen, se enfrentan al demiurgo, compitiendo con acciones semejantes a las de las prostitutas y los adúlteros?

37.5. ¿No se dan cuenta que hacen más fuerte a quien consideran más débil, si es verdad que hacen lo que él quiere, y no lo que el Dios bueno quiso? Al contrario, por su parte, demuestran inferior a su padre, como lo llaman.

Los gnósticos añaden frases propias a la Escritura divinamente inspirada

38.1. Éstos, por lo demás, eligen de algunas perícopas proféticas frases que recogen y recomponen (o: remiendan) malamente, tomado según a la letra lo dicho en forma alegórica.

38.2. Así dicen que está escrito: "Resistieron a Dios y se salvaron" (Ml 3,15). Pero algunos añaden también: "Al Dios impudente", e interpretan esta sentencia como un mandato sancionado; y piensan que resistir al demiurgo es su propia salvación.

38.3. En realidad no está escrito "al Dios impudente"; pero, aunque así fuera, oh insensatos, denominen "impudente" al que se llama diablo, como calumniador del hombre, o acusador de los pecadores, o apóstata.

38.4. Ciertamente el pueblo, al que se refiere la perícopa, al ser educado lo soportaba mal y lamentándose murmuraba la mencionada frase, porque los otros pueblos obrando inicuamente no eran castigados; sólo ellos eran castigados por cada una de sus acciones, como también Jeremías había dicho: "¿Por qué prospera el camino de los impíos?" (Jr 12,1). Lo mismo ocurre con la expresión de Malaquías citada anteriormente: "Resistieron a Dios y se salvaron" (Ml 3,15).

38.5. Porque los profetas, divinamente inspirados, no sólo dicen lo que oyen de parte de Dios, sino que también ellos mismos aparecen transmitiendo una réplica a lo que el pueblo murmura, como cuestiones propuestas por los hombres; una de éstas es también la referida.

Los gnósticos tuercen el sentido de los textos bíblicos

39.1. Y quizás, refiriéndose a ellos, escribe el Apóstol en la "Carta a los Romanos": "¿Y no como somos calumniados, y como dicen algunos que nosotros decimos: "Hagamos males para que vengan bienes"? La condenación de esos tales es justa" (Rm 3,8).

39.2. Ellos son los que con la entonación de la voz de la lectura tuercen las Escrituras a su gusto, y con un cambio de acentuación y puntuación tuercen, conforme a sus lujurias, aquellos sabios y útiles mensajes.

39.3. Dice Malaquías: "Ustedes irritan a Dios con sus palabras; y dicen: "¿En qué lo irritamos?". Cuando dicen: "Todo el que hace el mal es bueno ante el Señor, y Él se complace en ésos"; y "¿Dónde está el Dios de la justicia?"" (Ml 2,17).



Capítulo V: Nuevos argumentos contra los gnósticos

¿Es lícito cualquier género de vida?

40.1. Para no examinar con un cuidado muy minucioso el tema haciendo mención de muchas herejías absurdas, y para no estar obligados a sufrir la vergüenza de hablar de cada una de ellas, prolongando demasiado nuestras notas, dividamos todas las herejías en dos grupos para refutarlas.

40.2. Porque, o enseñan a vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), o bien, tendiendo al exceso, proclaman una continencia (que es efecto) de la impiedad y de la malignidad.

40.3. Primero hay que discutir la primera parte. Si se puede elegir cualquier (tipo de) vida, evidentemente también el de la continencia; y si cualquier clase de vida no encierra peligro para quien lo elige, en verdad con mayor razón no encerrará peligro la que es conforme a la virtud y la templanza.

40.4. Porque si se permitió al Señor no estar obligado a guardar el sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), en el caso en que hubiera vivido licenciosamente, mucho más quien se ha comportado honestamente no estará sujeto a guardarlo.

40.5. "Porque todas las cosas son lícitas, pero no todas convienen" (1 Co 6,12; cf. 10,23), dice el Apóstol. Y si todo es lícito, evidentemente también ser temperante.

El ser humano no es esclavo de la necesidad

41.1. De la misma manera que es digno de alabanza el que con libertad adopta una conducta virtuosa, así también mucho más digno de venerar y adorar es Aquél que nos ha dado la libertad plena y soberana, y nos ha concedido el vivir como queramos. Él no ha permitido que nuestras elecciones y fugas fueran esclavas de la necesidad.

41.2. Y aunque una y otros están sin temor, tanto el que ha elegido la intemperancia como el que ha preferido la continencia, sin embargo el valor (o: la dignidad) no es el mismo. Porque quien va a la deriva de los placeres es complaciente con el cuerpo; pero el temperante libera de las pasiones al alma, que es la señora del cuerpo.

41.3. Y si dicen que nosotros "estamos llamados a ser libres", sólo procuremos no "ofrecer la libertad como incentivo a la carne" (Ga 5,13), según el Apóstol.

41.4. Pero si hay que tolerar la concupiscencia y considerar vida indiferente lo (que es) infame, como ellos dicen, entonces o es necesario obedecer totalmente a las concupiscencias y, según eso, hacer todo lo más impúdico e impío, siguiendo a lo que estas persuaden;

41.5. o bien deberemos evitar algunas de las concupiscencias y no vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), ni hacernos esclavos sin medida de nuestros miembros más despreciables, vientre y partes pudendas, que adulan mediante la concupiscencia a nuestro cadáver (= nuestro cuerpo).

41.6. Pero la concupiscencia se alimenta y se reaviva cuando se la satisface; como, al contrario, contenida, se consume.

Debemos seguir al Verbo

42.1. ¿Cómo es posible asemejarse al Señor o tener la gnosis de Dios si nos dejamos vencer por los placeres del cuerpo? Porque de todo placer es principio la concupiscencia, y la concupiscencia es cierta molestia y solicitud que apetece por necesidad alguna cosa.

42.2. Por tanto, quienes han emprendido ese género de vida no me parece que les pueda tocar sino: "Además de la vergüenza, sufrir dolores" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 211);"atrayendo hacia ellos mismos un mal" (Homero, Odisea, XVIII,73) como se dice, para ahora y para después.

42.3. Si todo fuera lícito y si no tuviéramos ningún temor de perder la esperanza por las malas acciones, quizás ellos tendrían algún pretexto para una vida deshonrosa y miserable.

42.4. Pero ya que una vida bienaventurada nos ha sido indicada mediante los mandamientos, es necesario que todos sigamos no desatendiendo nada de lo que ha sido prescrito (o: comunicado), sin descuidar ni el más mínimo de nuestros deberes. Es necesario seguir al Verbo donde quiera conducirnos; si nos equivocamos en eso, necesariamente caeremos "en un mal eterno" (Homero, Odisea, XII,18).

42.5. Pero quien sigue la divina Escritura, por el camino de los creyentes, se asemejará en lo que pueda al Señor; por eso no se debe vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), sino hacer lo posible por purificarse de los placeres y de las concupiscencias y ocuparse del alma; ésta debe tan sólo permanecer junto a la divinidad.

42.6. Porque el espíritu, cuando está puro y libre de toda maldad, puede recibir la fuerza de Dios, ya que se levanta en él la divina imagen. Dice [la Escritura]: "Todo el que tiene esta esperanza en el Señor se purifica, tal como Él es puro" (1 Jn 3,3).

Conresucitados con Cristo

43.1. Pero adquirir gnosis de Dios por parte de quienes aún son guiados por las pasiones es imposible; y los que no se han procurado alguna gnosis de Dios no podrán en absoluto alcanzar ninguna esperanza. Quien equivoca ese fin es claramente acusado de su ignorancia de Dios; y el ignorar a Dios viene provocado por la manera de vivir.

43.2. Porque es totalmente imposible ser sabio y, por otra parte, no avergonzarse de adular al cuerpo, ni es compatible pensar que el placer es un bien, o que sólo el placer es bello, y a la vez que sólo el Señor es bello y sólo es bueno y sólo es amable Dios.

43.3. "Fueron circuncidados en Cristo con una circuncisión no hecha por mano de hombre, por el despojamiento del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo" (Col 2,11).

43.4. "Por tanto, si fueron conresucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba" (Col 3,1);"piensen en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque están muertos y la vida de ustedes ha sido escondida con Cristo en Dios" (Col 3,2-3), pero no la prostitución que (aquellos) practican.

43.5. "Den muerte a los miembros que tienen sobre la tierra, la fornicación, la impureza, la pasión, la concupiscencia, por las que viene la ira (Col 3,5-6). Depongan también ellos "la cólera, la ira, la maldad, maledicencia, la conversación obscena de la boca de ustedes. Despójense del hombre viejo con sus concupiscencias, y revístanse del nuevo que es renovado para alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador" (Col 3,8-10).

La coherencia entre las palabras y las obras

44.1. El modo de comportarse claramente pone a prueba a quienes han conocido los mandamientos, ya que cual es la palabra, tal es la vida; al árbol se le conoce por los frutos (cf. Mt 7,16; 12,33; Lc 6,44), no por las flores ni por los pétalos (u: hojas).

44.2. Así la gnosis (es reconocida) por el fruto y el modo de vivir, no por la palabra y la flor.

44.3. Porque no decimos que la gnosis es una palabra vacía, sino una ciencia divina y aquella luz que nace (o: se enciende) en el alma por la obediencia a los mandamientos, haciendo muy claro todo lo que existe por generación, disponiendo al hombre para conocerse a sí mismo, y le enseña a colocarse en condición de alcanzar a Dios. Porque lo que es el ojo en el cuerpo, eso mismo es la gnosis en el espíritu.

44.4. Y no digan que es libertad la esclavitud del placer; (sería) como (decir) que la hiel es dulce. Nosotros hemos aprendido que la libertad es aquella por la que nos ha hecho libres sólo el Señor, desatándonos de los placeres, de la concupiscencia y de las otras pasiones.

44.5. "El que dice: "He conocido al Señor", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él" (1 Jn 2,4), dice Juan.

Capítulo VI: Contra los encratitas

Es necesario refutar los argumentos de los gnósticos

45.1. Pero con el eufemismo de la continencia, otros cometen impiedad contra la creación y el santo Creador, el único Dios omnipotente, y enseñan que no se debe admitir el matrimonio y la procreación, ni traer al mundo a otros (seres) desgraciados, ni suministrar alimento a la muerte. A éstos principalmente hay que decirles lo de Juan:

45.2. "Y ahora han surgido muchos anticristos; por lo cual conocemos que ésta es la última hora. De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros, porque si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros" (1 Jn 2,18-19).

45.3. Además hay que refutarles, retorciendo (los argumentos) de sus adictos, de esta manera: cuando Salomé pregunta al Señor: "¿Durante cuánto tiempo tendrá poder la muerte?" (Evangelio egipcio, Fragmentos, 1). Sin entender la vida como un mal y la creación como algo perverso, le respondió: "Mientras ustedes, las mujeres, sigan engendrando" (Evangelio egipcio, Fragmentos, 1; cf. Oráculos Sibilinos, 2,162 s.); con ello quería enseñar la causalidad de la naturaleza (lit.: la consecuencia física): porque a la generación sigue siempre la corrupción nacimiento sigue una muerte.

La pureza interior

46.1. La Ley ha sido ordenada para hacernos salir del libertinaje y de todo desorden; y este es su objetivo: conducirnos de la injusticia a la justicia, haciéndonos elegir con sensatez el matrimonio, la procreación de los hijos y una conducta honesta.

46.2. Porque el Señor "no viene a abolir la Ley, sino a completarla" (Mt 5,17); pero a completarla no como insuficiente, sino para llevar cumplimiento las profecías de la Ley con su venida; ya que las normas de una vida de recta conducta eran predicadas mediante el Verbo incluso a los que vivieron como justos antes de la Ley (cf. Rm 2,14-15).

46.3. No obstante, la mayoría no sabía qué era la continencia, viviendo para el cuerpo, no para el espíritu (cf. Ga 5,25). Pero el cuerpo sin espíritu es "polvo y ceniza" (Gn 18,27). Y desde luego el Señor juzga el adulterio conforme a la intención (cf. Mt 5,28).

46.4. Pero ¿qué? ¿No es necesario quizás usar del matrimonio con templanza y no tratar de separar "lo que Dios ha unido" (Mt 19,6; Mc 10,9)? En efecto, eso es lo que enseñan los disociadores del matrimonio, por lo que también el nombre [de cristiano] es difamado (cf. Is 52,5; Rm 2,24).

46.5. Diciendo que la unión carnal es una impureza (cf. Lv 15,18), cuando en realidad han recibido la vida por una unión ¿cómo no van a estar impuros? Pero también el esperma de los que han sido santificados (es) santo, me parece a mí.

Lo que nos enseña el Señor

47.1. Es necesario, por tanto, que sean santificados en nosotros no sólo en el espíritu, sino también las costumbres, la vida y el cuerpo. De otro modo, ¿con qué sentido dice el apóstol Pablo que la esposa es santificada por el marido o el marido por la esposa? (cf. 1 Co 7,14).

47.2. Y ¿qué significa lo que el Señor respondió a los que le preguntaban sobre el divorcio, si era lícito repudiar a la mujer, puesto que Moisés lo había permitido? "Por la dureza de su corazón, dice, Moisés escribió esto. ¿Pero ustedes no han oído lo que Dios dijo al primer hombre: "Serán los dos una sola carne?". Por tanto aquél que repudia a la mujer, sin culpa de fornicación, la expone al adulterio" (Mt 19,4-9: con variaciones en el orden de los versículos).

47.3. Pero, "después de la resurrección, dice, ni se casan ni se dan en casamiento" (Mt 22,30; Mc 12,25; Lc 20,35). Y sobre el vientre y los alimentos se ha dicho: "Los alimentos son para el vientre y el vientre para los alimentos, pero Dios también destruirá a este y a aquellos" (1 Co 6,13). De esta manera fustiga a quienes creen poder vivir como padrillos o machos cabríos (cf. Lv 16,10), para que no se abandonen sin freno a comer y a la lujuria.

La continencia es una virtud

48.1. Ahora bien, si aceptan la resurrección, como dicen ellos mismos, y por eso rechazan el matrimonio, ¡que no coman ni beban! Porque el Apóstol ha dicho que en la resurrección el vientre y los alimentos serán destruidos (cf. 1 Co 6,13).

48.2. ¿Cómo, entonces, experimentan el hambre, la sed, (las necesidades) de la carne y lo demás que no sufrirá el que por Cristo reciba la perfecta esperada resurrección? Pero también los idólatras se abstienen al mismo tiempo de los manjares y de los placeres del amor.

48.3. "El reino de Dios no consiste en comida ni en bebida" (Rm 14,17) dice [el Apóstol]. Ciertamente, está también en la solicitud de los Magos, que adoran ángeles y demonios (cf. Col 2,23), abstenerse del vino e igualmente (de la carne) de vivientes y de los placeres del amor. Pero como la humildad es mansedumbre, no miseria del cuerpo, así también la continencia es virtud del alma, que no se da a conocer, sino que (permanece) oculta.

El Señor "no era un hombre común"

49.1. Hay algunos que dicen sin rodeos que el matrimonio es fornicación, y opinan que ha sido establecido y enseñado por el diablo. Pero los arrogantes de ellos dicen que imitan al Señor, quien no se casó ni poseía nada en el mundo; y se glorían de haber entendido el evangelio mejor que los demás.

49.2. Para ellos la Escritura dice: "Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia" (Pr 3,34; 1 P 5,5).

49.3. Además, ellos no conocen la causa por la que el Señor no se casó. Ante todo Él tenía su propia esposa, la Iglesia; pero además, no era un hombre común que tuviera necesidad de una ayuda según la carne. Tampoco le era necesario procrear hijos, porque vive eternamente y es el Hijo único de Dios. Él mismo, el Señor, dice: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt 19,6; Mc 10,9).

49.4. Y de nuevo: "Como en los días de Noé, estaban casándose y dándose en casamiento, construían casas, plantaban, y como en los días de Lot, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mt 24,37-39).

49.5. Y puesto que no se dirige a los paganos, dice: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18,8).

49.6. Y: "¡Ay de las mujeres gestantes y de las que críen en aquellos días!" (Mt 24,19; Mc 13,17; Lc 21,23). Ciertamente también estas (expresiones) son alegóricas. Por consiguiente, tampoco determinó los tiempos "que el Padre puso por su autoridad" (Hch 1,7), para que el mundo permanezca por generaciones.

La enseñanza de Jesús

50.1. Respecto a: "No todos tienen capacidad para esta palabra. Porque hay eunucos que nacieron así, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por el reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda" (Mt 19,11-12).

50.2. No saben que, después de la palabra sobre el divorcio, algunos le preguntaron: "Si esa es la condición (o: causa, culpa) de la mujer, no le conviene al hombre casarse" (Mt 19,10), y el Señor responde: "No todos aceptan esta palabra, sino aquellos a quienes les ha sido dado" (Mt 19,11).

50.3. Porque los que preguntaban querían saber si permitía, una vez condenada por prostitución y echada la mujer, podían casarse con otra.

50.4. También se dice de no pocos atletas que se abstenían de los placeres del amor, practicando la continencia por medio de la ascesis corporal, como Astilo de Crotona y Crisón de Himera. El citarista Amebeo, recién casado, se mantuvo alejado de la esposa.



El celibato por amor a Dios

51.1. Tan sólo Aristóteles de Cirene despreció a Lais, que realmente lo amaba. Le había jurado a la cortesana que la llevaría a su patria si le ayudaba de alguna manera contra los enemigos (lit.: antagonistas); y una vez conseguido, cumplió el juramento con ingenio: pinta una imagen suya que se le parecía muchísimo y la hace colocar en Cirene, como refiere Istro en el libro "Sobre la naturaleza de las contiendas". Por tanto, el hacerse eunuco no es virtuoso, si no se nace del amor a Dios.

51.2. También el bienaventurado Pablo dice de aquellos que aborrecen el matrimonio: "En los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, atendiendo a espíritus embaucadores y a enseñanzas de los demonios, que prohíben casarse y hacer uso (lit.: abstenerse) de (ciertos) alimentos" (1 Tm 4,1. 3).

51.3. Y de nuevo afirma: "Que nadie los prive del premio por superstición de humildad" (Col 2,18), "y severo trato del cuerpo" (Col 2,23). Y el mismo escribe: "Estás ligado a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No busques mujer" (1 Co 7,27). Y también: "Tenga cada uno la propia mujer" (1 Co 7,2), "para que Satanás no los tiente" (1 Co 7,5).

Los antiguos justos

52.1. Pero ¿qué? ¿No participaban con agradecimiento del uso de las cosas creadas los antiguos justos? Ellos en el matrimonio, con dominio de sí mismos, tuvieron hijos. Y a Elías los cuervos le llevaban para alimento pan y carne (cf. 1 R 17,6). Y el profeta Samuel reservando un muslo de lo que él comía, lo tomó llevándolo a Saúl para que lo comiera (cf. 1 S 9,23-24).

52.2. Pero los que dicen ser superiores por su conducta y vida, no pueden compararse con las acciones de aquellos.

52.3. Por tanto "quien no come no menosprecie al que come; el que come no juzgue al que no come, porque Dios le recibió" (Rm 14,3).

52.4. Pero también el Señor hablando de sí mismo dice: "Vino Juan, que no comía ni bebía y dicen: "Tiene un demonio". Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Es hombre un comilón, y un bebedor de vino, amigo de cobradores de impuestos y pecadores"" (Mt 11,18-19; Lc 7,33-34). ¿Acaso tratan también de descalificar a los apóstoles?

52.5. Porque Pedro y Felipe tuvieron hijos; incluso Felipe dio a sus hijas a unos varones.

El reino de Dios

53.1. Y Pablo no titubea (o: duda) en saludar en una carta a su cónyuge (cf. Flp 4,2-3; pero también: 1 Co 7,8), que no llevaba consigo para aligerar su ministerio (cf. 1 Co 9,5).

53.2. Y dice en una carta;"¿No tenemos el derecho a llevar una hermana mujer, como también los demás apóstoles?" (1 Co 9,5).

53.3. Pero como convenía a su ministerio, atendiendo a la predicación sin distracción (cf. 1 Co 7,35), (éstos) llevaban consigo las mujeres no como esposas, sino como hermanas para que fueran condiaconisas con las mujeres amas de casa; gracias a ellas la doctrina del Señor podía penetrar incluso en el gineceo, sin dar motivos de calumnia.

53.4. Porque sabemos también lo que el noble Pablo dispone en la segunda (lit.: la otra) "Carta a Timoteo", sobre las mujeres diaconisas. Ahora bien, él mismo clama que "el reino de Dios no es la comida ni la bebida" (Rm 14,17), ni tampoco la abstinencia del vino y de la carne, "sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo" (Rm 14,17).

53.5. ¿Quién de aquellos [herejes] circula usando una piel de oveja (lit.: melota) y un cinturón de cuero como Elías (cf. 2 R 1,8)? ¿Quién se ha vestido de con una tela grosera de piel de cabra (lit.: saco), desnudo y descalzo como Isaías (cf. Is 20,2). ¿O tan sólo un delantal de lino como Jeremías (cf. Jr 13,1)? Y el modo gnóstico de vida de Juan (cf. Mt 3,4; Mc 1,6), ¿quién lo imitará? Pero aún viviendo así, los bienaventurados profetas daban gracias al Creador.

La auténtica justicia

54.1. Pero la justicia de Carpócrates y de cuantos como él desean la comunidad sin freno se destruye del siguiente modo. Al mismo tiempo que dice "Da a quien te pida" (Mt 5,42), añade: "Y a quien quiera pedirte un préstamo no le vuelvas la espalda" (Mt 5,42); ésta es la comunidad que enseña, no una comunidad libidinosa.

54.2. ¿Pero cómo el que pide, recibe y toma a préstamo, no habiendo quien tenga, le dé y le preste?

54.3. Porque el Señor dice: "Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era peregrino y me recibieron, (estuve) desnudo y me vistieron" (Mt 25,35-36). Y luego añade: "En la medida que lo hicieron a uno de estos los más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mt 25,40).

54.4. ¿No se dan las mismas normas en el Antiguo Testamento? "Quien da a un mendigo (o: a un pobre), presta a Dios" (Pr 19,17); y: "No niegues hacer el bien al pobre" (Pr 3,27), se dice.

Compartir por amor

55.1. Y de nuevo dice: "Misericordia y fidelidad no te abandonarán" (Pr 3,3). "La pobreza humilla al hombre, pero las manos de los hombres diligentes enriquecen" (Pr 10,4). Y añade: "Mira un hombre que no ha dado su dinero con usura, se hace agradable" (Sal 14 [15],5); y: "Rescate del alma (o: de la vida) de un hombre se juzga riqueza propia" (Pr 13,8); esto ¿no lo aclara abiertamente? Del mismo modo que el mundo está compuesto de contrarios, así como de calor y de frío, de seco y de húmedo, así también de los que dan y los que reciben.

55.2. También cuando dice: ""Si quieres ser perfecto vende lo que tienes y dalo a los pobres" (Lc 18,22), refuta a quien se vanagloriaba de "haber observado todos los mandamientos desde la juventud" (Lc 18,21); pero no había cumplido el "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19,19). Entonces, perfeccionado por el Señor, aprendía a repartir por amor.

La solidaridad cristiana

56.1. Por tanto, no ha prohibido hacerse rico honradamente, sino ser rico de injusta e insaciablemente. Porque, "una propiedad adquirida inicuamente se disminuye" (Pr 13,11). Puesto que "hay quienes, sembrando, multiplican, y hay quienes, recogiendo, poseen menos" (Pr 11,24). Sobre aquellos está escrito: "Distribuyó, dando a los pobres: su justicia permanece para siempre" (Sal 111 [112],24).

56.2. "El que siembra y cosecha más" (Pr 11,24) es el que repartiendo de lo terreno y pasajero (o: siendo generoso en la tierra y en el momento oportuno) gana lo celestial y lo eterno. Pero el otro no ha dado nada a nadie, sino que vanamente "atesora en la tierra donde la polilla y la herrumbre lo hacen desaparecer" (Mt 6,19) -y sobre él se ha escrito: "Recogiendo los salarios, los echó en una bolsa agujereada" (Ag 1,6)-.

56.3. Por eso dice el Señor en el evangelio que al producir mucho un campo y queriendo los frutos, (un hombre) mandó construir graneros más grandes, y se dijo a sí mismo como en una prosopopeya: "Tienes muchos bienes almacenados para muchos años; come, bebe, alégrate. Insensato, dice, esta misma noche te reclamarán el alma. Entonces, las cosas que preparaste, ¿de quién serán?" (Lc 12,19-20).

Capítulo VII: Sobre la continencia cristiana

La continencia cristiana es una gracia de Dios

57.1. Ahora bien, la continencia humana, me refiero (lit.: digo) a la de los filósofos griegos, declara combatir con perseverancia contra la concupiscencia y no prestarle servicio en las obras (o: acciones); pero la nuestra consiste en no tener concupiscencia, no sólo para mantenerse firme ante la concupiscencia, sino para que también pueda abstenerse de la concupiscencia (cf. Mt 5,27).

57.2. Esta continencia no se puede conseguir sino mediante una gracia de Dios. Por esto [el Señor] dice: "Pidan y se les dará" (Mt 7,7).

57.3. Esta gracia es la que recibió también Moisés, aun revestido de un débil cuerpo, para no sufrir ni hambre ni sed durante cuarenta días (cf. Ex 24,18; 34,28).

57.4. Como es mejor estar sano que, estando enfermo, hablar sobre la salud, así también el ser luz es mejor que hablar sobre la luz, y (es mejor) la continencia conforme a la Verdad que la enseñada por los filósofos.

57.5. Porque en donde (hay) luz, allí no (hay) tinieblas. Pero donde está arraigada la concupiscencia, encontrándose sola, aunque inmóvil cuanto a la actividad (lit.: energía) del cuerpo, está unida por la memoria con lo que no está presente.

La luminosa guía del Señor

58.1. Avancemos ahora con nuestro discurso en general sobre el matrimonio, el alimento, y lo demás; (nosotros no deberíamos) hacer nada por concupiscencia, sino querer sólo aquello necesario. Porque no somos hijos de la concupiscencia, sino de la voluntad (cf. Jn 1,13).

58.2. Y quien se casa para la procreación debe ejercitar la continencia, al punto (lit.: como que) de no desear a la propia esposa, a la que debe amar; procreando con seria (o: digna, honesta) y prudente voluntad. Porque no hemos aprendido "la prudencia de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rm 13,14), sino a proceder decentemente como en pleno día" (Rm 13,13), para Cristo, en la luminosa guía del Señor, "no en orgías y borracheras, no en lujurias y libertinajes, no en contiendas ni celos" (Rm 13,13).

La continencia cristiana no se limita a un único aspecto de la vida humana

59.1. Porque no hay que aceptar confinar la continencia a una sola especie (o: forma), es decir, la de los placeres venéreos, sino también (considerar) las otras cosas que nuestra alma desea sensualmente, y no contenta con lo necesario se entrega a la molicie en exceso.

59.2. Continencia es el menosprecio del dinero, desdeñar delicadezas, posesiones, apariencias, dominar la lengua (lit.: boca), ser dueño de los malos pensamientos. Sucedió también que algunos ángeles, incontinentes, prisioneros de la concupiscencia, se precipitaron desde el cielo a este mundo (lit.: a este lugar) [cf. Gn 6,2].

59.3. Valentín, en la "Carta a Ágatópodo" dice: "Soportándolo todo Jesús era temperante, actuando de manera divina; comía y bebía de peculiar no evacuando los alimentos. Tanta era la fuerza de su continencia, que incluso el alimento en Él no se corrompía, por cuanto Él no tenía corrupción" (Valentín, Fragmentos, 3).

59.4. Nosotros, por tanto, abrazamos la continencia por el amor que tenemos al Señor y por su belleza misma, santificando el templo del Espíritu (cf. 1 Co 3,16-17). Porque es hermoso "hacerse eunuco por el reino de los cielos" (Mt 19,12) respecto a toda concupiscencia, y "purificar la conciencia de las obras muertas, para rendir culto al Dios viviente" (Hb 9,14).

Costumbres de la India

60.1. Pero ellos (= los filósofos paganos) por odio hacia la carne, desean a librarse de la unión conyugal y de la necesidad de nutrirse de los alimentos convenientes; ingratos, necios y ateos, practican la continencia irracionalmente, como la mayor parte de los otros paganos.

60.2. Por ejemplo, los Brahamanes no comen animales ni beben vino. Algunos de ellos aceptan alimento cada día como nosotros, pero otros cada dos días, como narra Alejandro Polístor en la "(Historia) Indiana"; desprecian la muerte, estiman en nada la vida; aceptan que existe reencarnación; pero algunos veneran a Heracles y a Pan.

60.3. Los llamados Venerables de (entre) los Indios, pasan toda la vida desnudos. Ejercitándose en la verdad, hacen presagios sobre el futuro y dan culto a una pirámide, bajo la cual creen que reposan los huesos de un dios.

60.4. Pero ni los gimnosofistas, ni los llamados Venerables han tenido relaciones con mujeres; consideran que es antinatural y contra la ley, razón por la que se mantienen castos; también las (mujeres) Venerables se mantienen vírgenes. Parece que observan los (cuerpos) celestiales y mediante sus señales presagian las cosas futuras.



Capítulo VIII: Falsas interpretaciones de los textos del apóstol Pablo

Errónea lectura de un pasaje de la Carta a los Romanos

61.1. Pero quienes introducen la indiferencia, forzando algunos pocos (textos) de la Escritura, defienden la causa del placer con esos (pasajes), sobre todo aquello de: "Porque el pecado no será dueño de nosotros, puesto que no están bajo la ley, sino bajo la gracia" (Rm 6,14) -y algunos semejantes que no estoy dispuesto a recordar, porque equiparé la nave de un pirata-; pero anulemos brevemente el intento de ellos.

61.2. Porque el noble Apóstol con lo que añade a lo antes dicho resuelve la objeción: "¿Qué entonces? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! (Rm 6,15). Así, por inspiración divina y proféticamente al instante destruye el sofístico arte del placer.

Llamados a una vida nueva

62.1. Ellos no comprenden, como se ve, que "todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, según lo que hubiere hecho mediante el cuerpo, o bueno o malo" (2 Co 5,10), para que cada uno reciba lo que ha hecho mediante el cuerpo.

62.2. "De suerte que si alguien (está) en Cristo (es) una nueva criatura", no más pecadora, "las cosas viejas pasaron", estamos lavados de la vida antigua (o: hemos lavado la vida antigua);"han sido hechas nuevas todas las cosas" (2 Co 5,17); la castidad en vez de fornicación, temperancia por intemperancia, justicia en lugar de injusticia.

62.3. "Porque ¿qué asociación entre justicia e iniquidad? ¿Qué comunión entre luz y tinieblas? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Belial? ¿Qué parte (tiene) un creyente con un incrédulo? ¿Qué concordia entre el templo de Dios y los ídolos?" (2 Co 6,14-16). "Puesto que tenemos tales promesas, purifiquémonos nosotros mismos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1).

Capítulo IX: Contra quienes quieren imponer la obligatoriedad de la continencia

El Señor no miente

63.1. Pero los que se oponen a la creación de Dios por una eufemística continencia aducen lo dicho a Salomé, mencionado anteriormente (cf. III,45,1-3); se encuentra, me parece, en el "Evangelio según los Egipcios".

63.2. Se dice que el mismo Salvador dijo: "He venido a destruir las obras de la mujer" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 2), donde "de la mujer" (sería) la concupiscencia, "las obras": la generación y la corrupción. ¿Qué nos pueden decir? ¿Que esta economía ha sido disuelta? No lo podrán decir, porque el mundo permanece por esa misma economía.

63.3. Pero el Señor no mintió; porque en realidad Él destruye las obras de la concupiscencia: avaricia, ambición, vanagloria, locura por las mujeres, pederastía, glotonería, libertinaje y cosas semejantes; pero la generación de todo eso es la ruina del alma, si nos convertimos en "cadáveres por los delitos" (Ef 2,5). Y esa "mujer" (significaba) intemperancia.

63.4. Pero la generación y la corrupción que hay primigeniamente en la creación es necesario (que existan) hasta la completa distinción y realización definitiva (o: reintegración; reinstauración) de la elección, por ellas también las sustancias confusamente mezcladas en el mundo se ubicarán en su originario lugar.

El orden del mundo

64.1. De donde con razón indicando el Logos el fin del mundo, Salomé dice: "¿Hasta cuándo van a morir los hombres?" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 3). Y la Escritura habla "hombre" en dos sentidos: el (hombre) visible y (su) alma; y en otro sentido, el que se salva y el que no (se salva). Y el pecado es llamado muerte del alma. Por eso, el Señor señala con exactitud: "Mientras las mujeres den a luz" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 3), es decir, mientras obren las concupiscencias.

64.2. "Por esto, así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado, y la muerte reinó desde Adán hasta Moisés" (Rm 5,12. 14), dice el Apóstol. Por necesidad natural de la economía divina al nacimiento sigue la muerte, a la unión del alma y el cuerpo acompaña su disolución.

64.3. Pero si la generación existe por causa de la instrucción y del conocimiento, la disolución (está) para la reintegración. Y como la mujer es considerada causa de muerte porque da a luz, así también por la misma razón será llamada guía de la vida.

El verdadero amor a Dios

65.1. Ante todo la iniciadora (o: causa primera) de la trasgresión fue llamada "vida" (cf. Gn 3,20), por ser la causa de la sucesión de los que serían engendrados y que pecarían; ella es la madre tanto de los justos como de los injustos, y a cada uno de nosotros le corresponde justificarse a sí mismo o, por el contrario, constituirse desobediente.

65.2. De donde en cuanto a mí, no creo que el Apóstol aborreciera la vida en la carne cuando decía: "Pero con entera libertad, como siempre, también ahora Cristo será glorificado en mi cuerpo, ya sea mediante la vida, ya sea mediante la muerte. Porque para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero si vivir en la carne es para mí trabajo fructuoso, todavía no sé qué elegir. Por ambas panes me siento apremiado, deseando partir y estar con Cristo, porque es mucho mejor; pero permanecer en la carne es más necesario por causa de ustedes" (Flp 1,20-24)

65.3. Porque demostró a las claras con esas (palabras), pienso yo, que el amor a Dios es la culminación del éxodo del cuerpo, pero (acepta) con paciencia agradecida la presencia en la carne por los necesitados de salvación.

El matrimonio coopera en la creación

66.1. Pero, ¿por qué no añaden también lo que sigue a las palabras dichas a Salomé, ésos que (hacen) todo menos seguir la verdadera regla evangélica? (cf. Ga 6,16).

66.2. Porque ella dice: "Por tanto, hice bien en no dar a luz" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 4), como (estimando) inconveniente aceptar la procreación (o: generación), y el Señor le responde diciendo: "Puedes comer toda clase de hierba, pero la que es amarga no la comas" (Evangelio según los Egipcios, Fragmentos, 4).

66.3. Significando que dependen de nosotros, no de la necesidad, según la prohibición de un mandamiento, tanto la continencia como el matrimonio, y explicando claramente que el matrimonio coopera en la creación.

La libertad humana

67.1. Por tanto, no es pecado el matrimonio hecho según la razón (o: el Lógos), si no piensa que (es) amarga (o: desagradable) la crianza de los niños -por el contrario, para muchos lo más doloroso es la carencia de hijos-, pero por otra parte, la prole puede parecer a alguno amarga por apartar de las cosas divinas, por las indispensables ocupaciones; pero si uno no soporta fácilmente la vida solitaria, aspire (lit.: desee) al matrimonio, porque lo que agrada, (tomado) con moderación, es inocuo, y cada uno de nosotros es dueño (lit.: señor) en la elección de procrear hijos.

67.2. Pero yo veo que, de cualquier manera, el matrimonio es un pretexto; unos se abstienen del matrimonio, pero no según la santa gnosis, y se deslizan en la misantropía y pierden el amor; otros, sometidos y llevando una vida de placer, con la licencia de la ley, como dice el profeta, "se han hecho semejantes a las bestias" (Sal 48 [49],13 y 21).



Capítulo X: Contras los marcionitas

El matrimonio y la procreación no son despreciables

68.1. ¿Y quiénes son los dos o tres que están reunidos en el nombre de Cristo y en medio de los cuales se encuentra el Señor (cf. Mt 18,20)? ¿No alude con esos "tres" al marido, a la mujer y al hijo, puesto que la mujer se une al marido (por querer) de Dios (cf. Gn 2,22)?

68.2. Pero si uno desea estar disponible (lit.: ágil, presto), aceptando no engendrar hijos por las dificultades de engendrar hijos, "permanezca célibe como yo" (1 Co 7,8), dice el Apóstol.

68.3. Pero dicen (= los marcionitas) que el Señor quiere explicar que el demiurgo, el Dios autor de la generación, está con la mayoría, pero con el uno (= el hombre no casado, el solitario), el elegido, (está) el Salvador, evidentemente Hijo por naturaleza del otro Dios, (del Dios) bueno.

68.4. Pero no es así, sino que Dios por medio del Hijo está con los esposos honestos y que han engendrado hijos, pero también el mismo Dios (es) el que está con el que ha elegido la continencia perfecta según criterios racionales (o: según el Verbo).

68.5. Pero también podrían ser "los tres" el irascible, el concupiscible y el inteligible (o: racional); o también, la carne, el alma y el espíritu, según otra explicación (cf. 1 Ts 5,23).

La auténtica vida gnóstica

69.1. Pero quizás la mencionada triada también aluda (primero) a la vocación, segundo, a la elección y, tercero, al linaje reservado para el máximo honor (cf. Mt 22,14); con éstos se encuentra el poder de Dios que lo ve todo, indivisiblemente dividido.

69.2. Ahora bien, quien debidamente usa según la naturaleza las energías del alma desea lo que le conviene y odia lo que le perjudica, como prescriben los mandamientos: "Bendecirás, dice, al que bendice y maldecirás al que maldice" (Gn 12,3; 27,29).

69.3. Y una vez superados también el irascible y la concupiscencia, amará efectivamente la creación en nombre por el Dios creador del universo; vivirá gnósticamente, conservando puro el hábito de la continencia a semejanza del Salvador, y unificará gnosis, fe y caridad.

69.4. Siendo él uno en su juicio, será verdaderamente espiritual, totalmente y en todo no admitiendo los pensamientos de la ira y de la concupiscencia: hombre perfecto, consumado, "a imagen" (Gn 1,26) del Señor, por obra del Artífice mismo; digno ya de ser llamado hermano por el Señor (cf. Hb 2,11), amigo suyo e hijo. Por esto, "los dos o tres" (Mt 18,20) se congregan en el mismo: el hombre gnóstico.

El nuevo pueblo

70.1. De otra parte, la concordia de muchos puesta en el número tres, con los que está el Señor, (significaría) la única Iglesia, el único hombre y la única estirpe.

70.2. O también, al Señor cuando daba la ley y estaba con el único [pueblo] judío, y enviaba a Jeremías no sólo a profetizar en Babilonia (cf. Jr 50-51?), sino también para llamar a los paganos por medio de la profecía, reuniendo a los dos pueblos (cf. Ef 2,15). Pero de los dos crearía al tercero hacia un hombre nuevo, en medio del cual camina (cf. 2 Co 6,16) y que habita en la misma Iglesia.

70.3. La Ley juntamente con los profetas y el Evangelio en el nombre de Cristo se unen para una única gnosis.

70.4. Por tanto, quienes no se casan por odio o por la concupiscencia abusan de la carne con indiferencia no están ciertamente en el número de los salvados, con los que está el Señor (cf. Mt 18,20).

Capítulo XI: Enseñanzas de la Ley y el Evangelio

No desearás

71.1. Después de estas pruebas, presentemos aquellos textos de la Escritura que se oponen a esos sofistas herejes, indicando la regla de la continencia que se alcanza de forma racional (o: que debe graduarse según el Verbo).

71.2. Pero el que entienda a cada una de las herejías en particular opondrá la Escritura, usándola a su tiempo para refutar a los que dogmatizan contra los mandamientos.

71.3. Desde antiguo la Ley (prescribe), como hemos dicho (cf. III,9,1), "no desearás la mujer de tu prójimo" (Ex 20,17), proclamando antes que la palabra (o: la voz) del Señor, cercana, según la Nueva Alianza, a lo que dice en propia persona: "Oyeron que la ley dice: "No cometerás adulterio". Pero yo les digo: "No desearás"" (Mt 5,27-28).

71.4. Porque la Ley ha querido que los hombres tuvieran con sus esposas relaciones moderadas en los deseos (o: sobrias) sólo para la procreación, lo que se demuestra por (el hecho de que) prohíbe al soltero unirse inmediatamente con la prisionera; pero, una vez que la desea, le permitirá treinta días de duelo, con el cabello rapado; si aún así la concupiscencia no se debilita, entonces engendrará hijos con ella (cf. Dt 21,10-13); dado que según el tiempo previsto (o: fijado) el deseo que domina (lit.: señorea) ha devenido (lit.: hacia) un deseo racional.

La abstención de las relaciones conyugales

72.1. Así, no podrás demostrar que alguno de los Ancianos (= los justos del AT) se haya acercado a una mujer encinta, según la Escritura; sino que encontrarás que sólo después de la gestación y del amamantamiento del recién nacido las mujeres vuelven a ser conocidas (= tener relaciones conyugales) por los hombres.

72.2. Encontrarás también esta limitación observada por el padre de Moisés, que, interponiendo un trienio, después de la gestación de Aarón engendró a Moisés (cf. Ex 7,7).

72.3. Y la tribu de Leví, que observaba esa norma natural dada por Dios, entró en la tierra prometida con un número inferior que las otras (cf. Nm 3,39).

72.4. Porque una estirpe no crece fácilmente en gran cantidad, si procrean los hombres que se comprometen con un matrimonio legítimo, esperando no sólo durante el embarazo, sino también durante la lactancia.

De quienes deben apartarse los cristianos

73.1. De donde con razón Moisés, para hacer progresar un poco a los judíos en la continencia, ordenó que se abstuvieran "durante tres días" (Ex 19,15) consecutivos de los placeres del amor, para escuchar las palabras divinas.

73.2. "Puesto que nosotros somos templos de Dios, como dijo el profeta: "Habitaré y caminaré entre ellos y seré su Dios y ellos serán mi pueblo"" (2 Co 6,16), si vivimos según los mandamientos, tanto cada uno de nosotros individualmente, como la Iglesia toda.

73.3. "Por eso salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor; y no toquen cosa impura; y yo los acogeré y seré su padre, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso" (2 Co 6,17-18).

73.4. Él ordena proféticamente que nos separemos no de las personas casadas, como (ellos) dicen, sino de los paganos que todavía viven en la prostitución, y de las mencionadas herejías, como impuras e impías que son.

Lo que enseña el apóstol Pablo

74.1. Por lo que también Pablo, dirigiendo su discurso a tales gentes, dice: "Teniendo estas promesas, amados, purifiquemos los corazones de toda mancha de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1). "Porque estoy celoso por ustedes, con el celo de Dios, puesto que los he desposado con un solo hombre, para presentarlos como una virgen pura a Cristo" (2 Co 11,2).

74.2. La Iglesia no se casa con otro, ya tiene esposo, pero cada uno de nosotros tienen la libertad de casarse con la que quiera, conforme a la Ley, me refiero al primer matrimonio.

74.3. "Pero temo que de algún modo, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también los pensamientos de ustedes sean seducidos de la sencillez que conduce a Cristo" (2 Co 11,3); el Apóstol lo dice con mucha circunspección y didácticamente.



Directivas de los apóstoles Pedro y Pablo

75.1. Y también el admirable Pedro dice: "Amados, les ruego que como extranjeros y peregrinos se abstengan de los deseos carnales, los cuales combaten contra el alma; tengan entre los paganos una conducta buena" (1 P 2,11-12).

75.2. "Porque así es la voluntad de Dios, que, haciendo el bien, hagamos enmudecer la obra de los hombres insensatos, como libres y no como quienes tienen la libertad como cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios" (1 P 2,15-16).

75.3. De manera semejante escribe Pablo en la "Carta a los Romanos": "Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?" (Rm 6,2). "Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que igualmente fuera destruido el cuerpo de pecado" (Rm 6,6), hasta: "No den sus miembros como armas de iniquidad para el pecado" (Rm 6,13).

El mismo Dios es el que habla en el Antiguo y en el Nuevo Testamento

76.1. Y llegados aquí no (se puede) omitir sin señalarlo, me parece a mí, que el Apóstol proclama un mismo Dios (operante) mediante la Ley, los profetas y el evangelio. Porque el "no desearás" (Mt 5,28) escrito en el evangelio, lo atribuye a la Ley en la "Carta a los Romanos", puesto que sabe que el que habló por la Ley y los profetas, y el Padre del que anunciaba la buena noticia son el mismo.

76.2. Por eso dice: "¿Qué diremos? ¿Que la Ley es pecado? De ningún modo. Pero no conocí el pecado sino por la Ley, porque yo no conocería la concupiscencia si la Ley no dijera: "No desearás"" (Rm 7,7).

76.3. Y si los adversarios heterodoxos (= "antitactas") sostienen que Pablo dijo por desprecio al Creador lo siguiente: "Porque sé que no habita en mí, es decir, en mi carne, lo bueno" (Rm 7,18); examinen no obstante lo dicho antes y lo subsiguiente.

76.4. Porque había dicho: "El pecado que habita en mí" (Rm 7,17), por lo cual era lógico que dijera: "En mi carne no habita lo bueno" (Rm 7,18).

El cuerpo: templo y sepulcro

77.1. Pero por consiguiente añade: "Si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que habita en mí" (Rm 7,20), que "luchando contra la ley de Dios, dice, y de mi mente, me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros. ¡Miserable hombre (soy)! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Rm 7,23-24).

77.2. Y de nuevo -porque no se cansa de hacer el bien de cualquier forma que sea- no duda en añadir: "La ley del espíritu me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte" (Rm 8,2), porque, mediante el Hijo, "Dios condenó al pecado en la carne, para que las prescripciones de la ley se cumpliesen en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu" (Rm 8,3-4).

77.3. Y para aclarar todavía más lo que había dicho antes, exclama: "El cuerpo está muerto a causa del pecado" (Rm 8,10), haciendo ver que el cuerpo no es templo, sino sepulcro del alma (cf. 1 Co 3,16; 6,19; Platón, Cratilo, 400 B-C). Porque cuando es santificado por Dios "el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, y también El vivificará sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu que inhabita en ustedes" (Rm 8,11).

El verdadero y único Padre

78.1. De nuevo [Pablo], reprendiendo a los libertinos (o: voluptuosos) añades aquellas (palabras): "Porque la manera de pensar de la carne es muerte" (Rm 8,6);"quienes viven según la carne ponen su mente en las cosas de la carne" (Rm 8,5), "y la mentalidad de la carne es enemistad contra Dios, porque no se somete a la ley de Dios. Los que están en la carne no pueden agradar a Dios" (Rm 8,7. 8), no como algunos enseñan, sino como antes dijimos.

78.2. Por eso, para distinguirla de aquellos dice a la Iglesia: "Pero ustedes no están en la carne, sino en el espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios habita en ustedes. Pero si alguno no tiene el espíritu de Cristo, entonces no es de él. Pero si Cristo está en ustedes, ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu es vida a causa de la justicia" (Rm 8,9-10).

78.3. Así, entonces, hermanos no somos deudores de la carne, para vivir según la carne. Porque si viven según la carne, morirán; pero si por el espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán. Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Rm 8,12-14).

78.4. Y contra la nobleza de origen y la libertad despreciables introducidas por los heterodoxos que se jactan de su libertinaje prosigue diciendo: "Porque no recibieron el espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que recibieron el espíritu de adopción, por el que clamamos: "¡Abba Padre!"" (Rm 8,15).

78.5. Es decir, que lo recibimos para conocer al que adoramos (u: oramos o invocamos), al verdadero Padre, al único Padre del universo (o: de los seres), que nos educa para la salvación, y que como padre amenaza con el temor.

Capítulo XII: Sobre el matrimonio contra Taciano

Obligaciones del matrimonio y del celibato

79.1. La unión conyugal (o: sexual), "cuando de común acuerdo se dedica por algún tiempo se consagra a la oración" (1 Co 7,5), es lección de continencia. Por eso se añade: "De común acuerdo", para que nadie disuelva el matrimonio; y "por algún tiempo", no sea que el casado, al practicar la continencia por necesidad, se deslice en el pecado, absteniéndose de la propia unión sexual (o: conyugal), pero seducido por el deseo de lo ajeno.

79.2. Por la misma razón decía también que si alguien juzga indecente la educación de una doncella (o: mantener en casa a una hija virgen), haría muy bien en dar su hija en matrimonio (cf. 1 Co 7,36).

79.3. La resolución de cada uno, sea que se haya hecho eunuco o se una en matrimonio para procrear, debe mantenerse firme para evitar caer en lo peor.

79.4. Porque si uno es capaz de elevar (el nivel moral) de su vida, conseguirá para sí un mayor mérito delante de Dios, por haber ejercitado la continencia (o: haberse abstenido) pura y racionalmente; pero si sobrepasa la norma buscada para mayor gloria, decaería (respecto) a la esperanza.

79.5. Porque como el que se hace eunuco, también el matrimonio comporta sus propios deberes y obligaciones (lit.: liturgias y diaconías) respecto al Señor; me refiero al cuidado de la esposa y de los hijos. Puesto que el vínculo matrimonial, según me parece, deviene ocasión de honor para quien viva el matrimonio perfectamente, cargando con todas las obligaciones de la casa común.

79.6. Así, por ejemplo, dice [el Apóstol] que se debe constituir obispos, para presidir a toda la Iglesia, a los que han cuidado (bien) su propia casa (cf. 1 Tm 3,4-5).

79.7. Por tanto, "cada uno en la condición en la que fue llamado" (1 Co 7,24) cumpla su servicio, "para ser libre en Cristo" (1 Co 7,22) y pueda recibir el salario conforme a su servicio.

La institución del matrimonio no es obra del diablo

80.1. En otra ocasión discurriendo sobre la Ley, haciendo uso de la alegoría dice: "La mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive" (Rm 7,2), y lo que sigue. Y también: "La mujer está ligada a su marido mientras él viva; pero si se muere éste, queda libre para casarse, pero sólo en el Señor. No obstante, será más feliz si permanece así, según mi parecer" (1 Co 7,39-40).

80.2. En la primera perícopa citada dice: "Ustedes han muerto a la Ley", no al matrimonio, para que llegasen a ser de otro que resucitó de los muertos" (Rm 7,4); a una esposa e Iglesia, que debe ser pura tanto de pensamientos internos contra la verdad, como de las tentaciones externas; es decir, de los que siguen (o: buscan) a las herejías, y la persuaden (para traicionar) con la fornicación al Único Esposo, al Dios todopoderoso, "para que como la serpiente engañó a Eva" (2 Co 11,3), que quiere decir "vida" (Gn 3,20), también nosotros, (engañados) por la ávida astucia de las herejías, transgredamos los mandamientos.

80.3. El segundo pasaje instituye la monogamia. Porque no hay que suponer, como algunos explicaron, que el vínculo de la mujer con el hombre signifique la unión de la carne con la corrupción; por el contrario, se opone a la interpretación de los hombres impíos, que atribuyen directamente al diablo la institución del matrimonio, porque se corre el peligro de denigrar al legislador.

Lo que dice Taciano

81.1. Me parece a mí que fue Taciano el sirio quien se atrevió a formular semejante doctrina (lit.: a dogmatizar tales cosas). Ciertamente en (el libro) "Sobre la perfección según el Salvador" escribió textualmente: "El consentimiento (lit.: la sinfonía) permite la oración, pero la comunidad con la corrupción anula la eficacia mediadora (o: ¿la oración? Cf. 1 Tm 4,5). En todo caso [Pablo] pone límites mucho más severos en la concesión que hace.

81.2. Porque al admitir que podían volver a unirse, sobre todo por causa de Satanás y de la intemperancia, declaró que quien se deje persuadir servirá a dos señores (cf. Mt 6,24): mediante el consentimiento (lit.: sinfonía), a Dios; mediante el disentimiento, a la intemperancia, a la fornicación y al diablo" (Taciano, Fragmentos, 5).

81.3. Esto dice explicando al Apóstol; pero falsifica la verdad construyendo la mentira (o. lo falso) con la verdad.

81.4. Intemperancia y fornicación son pasiones diabólicas, también nosotros lo admitimos; pero en el matrimonio temperante el consentimiento es mediador, porque unas veces conduce en la continencia a la oración, otras veces une a los esposos para la procreación con dignidad.

81.5. Tanto es así que el momento de la procreación es llamado gnosis por la Escritura, allí donde dice: "Adán conoció a su esposa Eva; y ella concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Set;"porque Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel"" (Gn 4,25).

81.6. ¿Ves contra quienes blasfeman los que detestan la procreación honesta y atribuyen la generación al diablo? Porque no se ha dirigido simplemente a una divinidad el que ha puesto delante el artículo para designar al Todopoderoso.



El bautismo

82.1. El agregado del Apóstol: "Y vuelvan a unirse por causa de Satanás" (cf. 1 Co 7,5), tomando la delantera, tiende a impedir el peligro de descarriarse en el deseo de otras personas. Porque el acuerdo temporal no elimina completamente los deseos de la naturaleza, reprimiéndolos severamente; por eso reanuda la convivencia (o: unión) del matrimonio; no por intemperancia, fornicación o por obra del diablo, sino propiamente para no caer bajo la intemperancia, la fornicación y el diablo.

82.2. Taciano también distingue entre el hombre viejo y el hombre nuevo (cf. Rm 7,2), pero no lo entiende como nosotros. Estamos de acuerdo con él cuando decimos que el hombre viejo (representa a) la Ley, y el nuevo al Evangelio, pero no según él quiere, aboliendo la Ley como (si fuera) de otro Dios.

82.3. El mismo Hombre y Señor que vuelve nuevo lo antiguo (cf. Is 43,19; 2 Co 5,17) no permite la poligamia -que las circunstancias exigían cuando era necesario que la humanidad creciese y se multiplicara (cf. Gn 1,28)-, sino que instituye (o: introduce) la monogamia para la procreación y el cuidado de la casa; para esto la mujer fue dada [al varón] como "ayuda" (Gn 2,18).

82.4. Y si por indulgencia el Apóstol "concede" (1 Co 7,6) a alguien las segundas nupcias (cf. 1 Co 7,39), a causa de la intemperancia y el ardor, éste no peca según el (Antiguo) Testamento -porque eso no está prohibido por la Ley-, pero no cumple tampoco con aquella más completa perfección el comportamiento conforme al Evangelio.

82.5. Pero se gana gloria celestial si permanece célibe (lit.: solo consigo), y si conserva incontaminada cualquier unión que ha sido disuelta por la muerte, y si obedece de buen grado al divino designio que lo ha querido dedicado al servicio del Señor "sin distracción" (1 Co 7,35).

82.6. Además, la divina Providencia por medio del Señor tampoco ordena que después del coito matrimonial tenga uno que hacer ahora las abluciones igual que antes (cf. Lv 15,18). Porque no se trata de obligaciones con las que el Señor aparta de la procreación a los creyentes, puesto que los ha lavado totalmente, mediante el único bautismo (cf. Mt 3,15), para (todas) las uniones; y reúne los muchos (baños) de Moisés en un solo bautismo.

La Ley es espiritual

83.1. Desde antiguo la ley profetizaba nuestra regeneración mediante la generación carnal, prescribiendo la ablución tras la emisión del esperma para la generación, no porque aborreciera la generación humana. Porque lo que manifiesta un hombre, (una vez) engendrado, es la potencialidad que reside en el esperma.

83.2. No las muchas relaciones matrimoniales fecundan, sino que la recepción por parte de la matriz manifiesta la concepción; en el taller natural el semen modela el embrión.

83.3. ¿Pero cómo el antiguo matrimonio (es) único e inventado por la ley, distinto del matrimonio conforme al Señor, conservando nosotros el mismo Dios?

83.4. "Porque lo que Dios ha, unido que no lo separe el hombre jamás" (Mt 19,6) está bien dicho; y mucho más lo que el Padre ha mandado lo observará también el Hijo. Si el Legislador y Evangelista son el mismo, entonces no lucha contra sí mismo.

83.5. Porque la Ley vive porque es espiritual (cf. Rm 7,14), entendiéndose gnósticamente. Pero nosotros "estamos muertos a la Ley por el cuerpo de Cristo, para llegar a ser de otro, del que resucitó de los muertos, el que fue profetizado por la Ley, "para que fructifiquemos para Dios" (Rm 7,4).

"Lo que nace del Espíritu es espíritu"

84.1. Por tanto, "la Ley es santa, y el precepto es santo, justo y bueno" (Rm 7,12). Ahora bien, que estemos muertos respecto a la Ley equivale a decir al pecado, puesto de manifiesto por la Ley, que lo revela, no lo crea (o: engendra; cf. Rm 7,7); y mediante la prescripción de lo que se debe hacer y la prohibición de lo que no se debe hacer, la Ley desenmascara el pecado subyacente, "para que se revele pecado" (Rm 7,13).

84.2. Si el matrimonio conforme a la Ley es pecado, no sé cómo alguien dirá que conoce a Dios, diciendo que el mandamiento de Dios es pecado. Pero si la Ley es santa (cf. Rm 7,12), también el matrimonio es santo. Por ello el Apóstol refiere este misterio a Cristo y a la Iglesia (cf. Ef 5,32).

84.3. De la misma manera que lo que nace de la carne es carne, y lo que (nace) del Espíritu es espíritu (cf. Jn 6,3), no sólo en el parto, sino también en la adquisición del saber. Así también "los hijos son santos" (1 Co 7,14) y también las satisfacciones, puesto que las palabras del Señor han desposado el alma con Dios.

84.4. Además, prostitución y matrimonio son distintos, al igual que el diablo dista mucho de Dios. "Y ustedes están muertos a la Ley por el cuerpo de Cristo, para que lleguen a ser de otro, que ha resucitado de los muertos" (Rm 7,4), porque se debe comprender a la vez que nos hemos hecho obedientes inmediatamente, aunque conforme a la verdad de la Ley obedecemos al mismo Señor, que nos exhorta desde antiguo.

Capítulo XII: Sobre el matrimonio contra Taciano (continuación)

Contra los encratitas

85.1. Tal vez, a propósito de esos (herejes) precisamente, "el Espíritu dice abiertamente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, atendiendo a espíritus engañadores y a enseñanzas de demonios, en la hipocresía de los mentirosos, que han sido cauterizados en la conciencia, que prohíben casarse, absteniéndose de alimentos que Dios creó para que los fieles, que han conocido plenamente la verdad, los reciban con acción de gracias. Porque toda criatura de Dios es buena y nada hay reprobable tomado con acción de gracias, puesto que es santificado con la palabra de Dios y la oración" (1 Tm 4,1-5).

85.2. Así, no es necesario prohibir el matrimonio, ni el comer carne o beber vino, porque está escrito: "Lo bueno es no comer carne ni beber vino" (Rm 14,21), si comiendo se escandaliza. Y "es mejor permanecer como yo" (1 Co 7,8); pero tanto el que se casa (lit.: usa) "con acción de gracias" (Rm 14,6), como el que no se casa (lit.: usa), también "con acción de gracias" (Rm 14,6), viva con temperancia gozosa según la razón.

"Comunión en la participación"

86.1. En consecuencia, todas las cartas del Apóstol enseñan realmente la templanza y la continencia respecto al matrimonio, a la procreación de los hijos y a la administración de la casa; contienen numerosas prescripciones y en ninguna parte rechazan el matrimonio casto; al contrario, salvando la coherencia (o: la sucesión) de la Ley con el Evangelio aceptan tanto al que con acción de gracias a Dios usa castamente del matrimonio, como al que vive en estado célibe (lit.: de eunuco), como el Señor quiere (cf. Mt 19,12), mediante una elección que no da pasos en falso y perfecta, según "cada uno ha sido llamado" (1 Co 7,20).

86.2. "La tierra de Jacob era alabada más que toda la tierra" (So 3,20), dice el profeta, glorificando al receptáculo de su espíritu.

86.3. Pero hay quien va contra la generación diciendo que (es) corruptible y caduca, y violentando (los textos) dice que el Salvador se refiere a la procreación (cuando afirma): "No atesoren sobre la tierra, donde la polilla y la herrumbre los hacen desaparecer" (Mt 6,19), y no se avergüenzan de añadir a éstas las palabras del profeta: "Todos ustedes se gastarán como un vestido y la polilla los carcomerá" (Is 50,9).

86.4. Pero tampoco nosotros contradecimos a la Escritura (acerca) de que nuestros cuerpos son corruptibles y caducos por naturaleza; y tal vez les profetizaba la ruina a aquellos con quienes hablaba, en cuanto pecadores (cf. Mt 23,33). Sin embargo, el Salvador no habla sobre la procreación de los hijos, sino que exhorta a la comunión en la participación a quienes sólo pretenden adquirir abundancia de riquezas, pero no quieren socorrer a los necesitados.

Tenemos un solo Padre

87.1. Por eso dice: "Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece hasta la vida eterna" (Jn 6,27). Pero igualmente [los herejes] aducen también otro texto: "Los hijos del siglo ni se casan ni se dan en matrimonio" (Lc 20,35).

87.2. Pero si uno reflexiona en la pregunta sobre la resurrección de los muertos y en los que preguntan (o: buscan saber; cf. Lc 20,33), encontrará que el Señor no rechaza el matrimonio, sino que alerta frente a la esperanza del deseo carnal para después de la resurrección.

87.3. Pero lo de "los hijos del siglo" no lo dijo para distinguirlos de los hijos de cualquier otro siglo, sino como si dijera: cuantos vienen al mundo en este siglo; son hijos por generación, que engendran y son engendrados, porque nadie entrará jamás en esta vida si no es por generación; sin embargo, esta generación, implicada en la misma corrupción, no permanece para quien se ha separado ya de esta vida.

87.4. "Uno solo es nuestro Padre, el que está en los cielos" (Mt 23,9), pero también Padre de todos, por su creación. "No llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra" (Mt 23,9), dice, para que no (piensen) que el que los ha sembrado con la semilla carnal es causa del ser de ustedes, sino que es concausa de la generación o, mejor todavía, ministro (diácono) de la generación.



La santidad es posible tanto en el matrimonio como en la virginidad

88.1. Así, quiere que nosotros volvamos a ser como niños (cf. Mt 18,3), que han reconocido al que es verdaderamente Padre, regenerados por medio del agua, que es otra simiente que la de la creación.

88.2. En verdad, dice: "El célibe cuida de las cosas del Señor; en cambio, el casado, de cómo agradar a la mujer" (1 Co 7,32. 33). ¿Pero qué? ¿No está permitido (vivir) según Dios agradando a la esposa, dando gracias a Dios? ¿No está permitido al casado preocuparse de las cosas del Señor junto con su esposa?

88.3. Pero igual que "la mujer soltera se preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en el cuerpo y el espíritu" (1 Co 7,34), así también la casada se preocupa, en el Señor, de las cosas del marido y del Señor, "para, ser santa en el cuerpo y en el espíritu"; porque ambas son santas en el Señor, una como esposa, la otra como virgen.

88.4. Pero el Apóstol, habla con coherencia (lit.: armoniosamente) en voz alta para vergüenza y rechazo de quienes se inclinan por las segundas nupcias, e inmediatamente dice: "Todo pecado está fuera del cuerpo, pero el que fornica peca contra el propio cuerpo" (1 Co 6,18).

El matrimonio tiene como finalidad la procreación

89.1. Pero si alguien se atreve a decir que el matrimonio es fornicación, de nuevo blasfema atacando contra la Ley y el Señor. Porque lo mismo que la avaricia es llamada fornicación por oponerse al saber contentarse (lit.: bastarse a sí mismo), e idolatría en cuanto que se reparte al Uno en muchos dioses, así también la fornicación es el deslizarse del único matrimonio en muchos. Porque como hemos dicho, fornicación y adulterio (o: toman) asumen en el Apóstol tres significados (cf. Ef 5,5).

89.2. Sobre esto dice el profeta: "Fueron vendidos por sus pecados" (Is 50,1); y de nuevo: "Te has contaminado en tierra ajena" (Ba 3,10), considerando impura la comunión perpetrada con otro cuerpo y no con el concedido en el matrimonio para procrear hijos.

89.3. Por eso también el Apóstol dice: "Quiero, por tanto, que las jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen sus casas y no den al enemigo ningún pretexto de maledicencia; porque algunas ya se descarriaron en pos de Satanás" (1 Tm 5,14-15).

La llamada de Dios y el matrimonio no se oponen

90.1. Por otra parte, aprueba plenamente al hombre, sea presbítero, diácono o laico, casado con una sola mujer (cf. 1 Tm 3,2. 12; Tt 1,6), que usa del matrimonio de modo irreprensible: "Puesto que se salvará por tener hijos" (1 Tm 2,15).

90.2. En otro lugar el Salvador, llamando a los judíos "generación malvada y adúltera" (Mt 12,39), enseña que no han conocido la Ley como la Ley quiere, sino que siguiendo la tradición de los ancianos y preceptos humanos (cf. Mt 15,2-9; Mc 7,5. 7; Is 29,13), adulteran la Ley, porque no les han recibido como "esposo y dueño de su virginidad" (Jr 3,4).

90.3. Pero también (Él) sabe, quizás, que eran esclavizados por extrañas concupiscencias, por las que se hacían continuamente esclavos de los pecados vendiéndose a los extranjeros (cf. Is 50,1; Ba 4,6); puesto que entre los judíos no existían de manera oficial mujeres públicas, sino que también estaba prohibido el adulterio.

90.4. Pero el que dijo: "He tomado mujer y no puedo ir" (Lc 14,20) al banquete divino, era un ejemplo para amonestar a los que se alejan de los mandatos divinos por causa de los placeres; puesto que por esa misma razón, ni los justos anteriores a la venida del Señor, ni los que se han casado después de la venida, aunque sean apóstoles, se salvarían.

90.5. Como también dice el profeta: "Me encuentro envejecida en medio de todos mis adversarios" (Sal 6,8), entendiendo por adversarios a los pecados. Pero el pecado es uno: no el matrimonio, sino la fornicación; en caso contrario, digan también que es pecado la generación y el Creador de la generación (o: vida).


Capítulo XIII: Contra Julio Casiano encratita

Afirmaciones de Julio Casiano

91.1. El iniciador (exarca) del docetismo, Julio Casiano, también aduce argumentos semejantes. Así, en el tratado "Sobre la continencia" o "El estado del célibe" (lit.: de eunuco) dice textualmente: "Y nadie afirme que, puesto que tenemos esos órganos, porque la mujer está conformada de un modo y el varón de otro, ella para recibir y el para sembrar la semilla, la unión (matrimonial) ha sido aprobada por Dios.

91.2. Porque si semejante disposición viniese de Dios, hacia el cual tendemos, (Él) no habría llamado dichosos a los eunucos (cf. Mt 19,12), ni el profeta hubiera afirmado que ellos no son un árbol estéril (o: que no dan frutos; Is 56,3), pasando del árbol al hombre que por previa elección de un ideal (lit.: una idea) se hace eunuco" (Julio Casiano, Fragmentos, 1).

Julio Casiano y los valentinianos

92.1. Y luchando por la impía (lit.: atea) opinión añade: "¿Pero cómo no imputárselo ciertamente al Salvador, si nos transformó, nos liberó del error y de la relación (lit.: comunión) de los órganos, de las partes viriles y de las panes pudendas" (Julio Casiano, Fragmentos, 2). En esto dogmatiza de acuerdo con Taciano. Pero éste (¿Casiano o Taciano?) había frecuentado la escuela de Valentín.

92.2. Por eso dice Casiano: "Preguntando Salomé cuándo se conocerían estas cosas de las que hablaba, dijo el Señor: "Cuando pisen la vestidura del pudor y cuando los dos vengan a ser una misma cosa, y el varón, junto con la mujer, no sea ya ni varón ni mujer" (Evangelio de los Egipcios, Fragmentos, 5).

Dónde se encuentra la verdadera doctrina cristiana

93.1. Ante todo, no encontramos esa declaración en los cuatro Evangelios transmitidos a nosotros, sino en el "(Evangelio) de los Egipcios". Luego, me parece que Casiano ignora que se habla del impulso masculino aludiendo a la ira y del femenino (para referirse) a la concupiscencia; arrepentimiento y pudor van tras esas actuaciones (lit.: energías).

93.2. Ahora bien, no perdonamos ni al irascible ni al concupiscible, que crecen por costumbre y por mala educación y entenebrecen y obscurecen la razón (o: la mente, el pensamiento); sino despojémonos de la oscuridad que producen, humillándonos con el arrepentimiento (cf. Gn 3,21), unamos espíritu y alma en la obediencia a la razón; entonces, como también dice Pablo, "no habrá más en nosotros ni varón ni hembra" (Ga 3,28).

93.3. Pero separada de ese esquema por el que se distinguen varón y hembra, el alma va (o: se transforma) hacia la unidad, que no es ni lo uno ni lo otro. Pero aquel ilustre (= Julio Casiano) sostiene de manera muy platónica que el alma, siendo divina y afeminada por la concupiscencia, desciende de lo alto hasta aquí para la generación y la muerte (o: corrupción).

Capítulo XIV: Contra los encratitas

El Señor vino a salvarnos

94.1. Inmediatamente violenta a Pablo a decir que la generación proviene de un engaño, donde [Pablo] dice: "Pero temo que como la serpiente engañó a Eva, sus pensamientos se corrompan lejos de la sencillez que lleva Cristo" (2 Co 11,3).

94.2. Pero también el Señor vino, como todos confiesan, a [salvar] a los que estaban perdidos (cf. Mt 18,11; Lc 19,10); pero no porque haya bajado de lo alto [para salvar] la perdida generación de aquí (abajo) -porque la generación ha sido creada y es creación del Todopoderoso, que no haría caer al alma de (un estado) mejor a otro peor-.

94.3. Pero el Salvador vino por nosotros, extraviados por los pensamientos, corrompidos por la desobediencia a los mandamientos y por la voluptuosidad. Quizás porque nuestro protoplasmador (protoplastos = Adán) anticipó el tiempo, deseando antes del momento (lit.: hora) el placer del matrimonio, y pecando; porque "todo el que mira a una mujer para desearla, ya comete adulterio con ella" (Mt 5,28), no aguardando el tiempo establecido (lit.: de la voluntad).

Hemos sido creados por voluntad de Dios

95.1. Era el mismo Señor el que también entonces juzgaba la concupiscencia que anticipa el matrimonio. Así, cuando el Apóstol dice: "Revístanse del hombre nuevo, que ha sido creado según Dios" (Ef 4,24), lo dice para nosotros, plasmados como hemos sido, modelados por voluntad del Todopoderoso; y habla de viejo y de nuevo no en relación a la generación y la regeneración, sino a la vida en obediencia o desobediencia.

95.2. "Con túnicas de pieles" (Gn 3,21), llama Casiano a los cuerpos; más tarde demostraremos que está equivocado él y cuantos piensan (lit.: dogmatizan) como él, cuando demostremos la generación del hombre como una lógica prosecución de lo que se ha dicho con anterioridad. También dice: "Aquellos que están sujetos a los reyes de la tierra engendran y son engendrados" (Mt 20,25), pero nuestra patria está en el cielo, de donde esperamos el Salvador" (Flp 3,20).

95.3. Y nosotros sabemos que esto está bien dicho, por eso debemos comportarnos como "huéspedes y peregrinos" (Hb 11,13), los casados como los no casados, los que poseen como los que nada tienen, los que engendran hijos como padres de seres mortales, como los que deben abandonar las riquezas (cf. 1 Co 7,29-31), como quienes están dispuestos a vivir sin esposa, si fuera necesario; sin usar apasionadamente de las cosas creadas (o: de la creación), sino "con toda gratitud (lit.: acción de gracias)" (1 Tm 4,4), y teniendo altos ideales.



Capítulo XV: Contra los encratitas

La acción del enemigo contra quienes viven rectamente su matrimonio

96.1. De nuevo, cuando [el Apóstol] dice: "Bueno es para el hombre no tocar mujer; pero por evitar la fornicación, tenga cada uno su mujer" (1 Co 7,1-2), añade en seguida, como si diera una explicación: "Para que no los tiente Satanás" (1 Co 7,5).

96.2. Porque no dice: "A causa de la incontinencia" (1 Co 7,5) por los que honestamente usan del matrimonio sólo para de procrear, sino por cuantos desean traspasar el límite de la procreación, para que el enemigo no les excite mucho encrespando el deseo de placeres extraños (o: ajenos).

96.3. Quizás, porque se opone y ataca por envidia a quienes viven honestamente (o: justamente), quiere con ello ponerlos bajo su mando, intentando procurarles ocasiones (de pecado) mediante una continencia fatigosa.

Errores de la interpretación bíblica de los herejes

97.1. Por eso con razón [el Apóstol] dice: "Mejor es casarse que arder" (1 Co 7,9), de forma que el marido dé el débito a la mujer y la mujer al marido, y no se priven mutuamente (cf. 1 Co 7,3. 5) de la ayuda dada por la economía divina para la generación.

97.2. Dice [el Señor]: "Pero el que no aborrece al padre y a la madre, a la esposa e hijos, no puede ser mi discípulo" (Lc 14,26).

97.3. No invita a odiar a la familia, porque dijo: "Honra a tu padre y a tu madre para que vivas bien (o: te vaya bien)" (Ex 20,12), sino que (quiere) decir: no te dejes llevar por impulsos irracionales ni te conformes con las costumbres de la ciudad. Una casa está constituida por una familia, y una ciudad por casas, como dijo también Pablo a los que se ocupan del matrimonio "tratando de agradar al mundo" (1 Co 7,33).

97.4. En otra ocasión dice el Señor: "El que ha tomado mujer que no la repudie, y el célibe no se case" (cf. 1 Co 7,10; Mt 19,3-12); es decir, el que por resolución de castidad (lit.: eunuco) ha decidido no casarse, que permanezca soltero (o: célibe).

La paternidad espiritual

98.1. Tanto a los unos como a los otros el mismo Señor les ofrece respectivamente promesas diciendoles a través del profeta Isaías: "Que no diga el eunuco: "Soy un árbol seco". Así dice el Señor a los eunucos: "Si guardan mis sábados y hacen todo lo que yo mando, les daré un lugar mejor que el de hijos e hijas"" (Is 56,3-5).

98.2. Porque el celibato del eunuco no justifica por sí sólo, ni tampoco el sábado del eunuco, si no se cumplen los mandamientos.

98.3. Y añadiendo, para los casados, les dice: "Mis elegidos no se fatigarán en vano, ni tendrán hijos destinados a la maldición, porque son semilla bendecida por el Señor" (Is 65,23).

98.4. Porque quien ha procreado, criado y educado en el Señor, conforme al Verbo, lo mismo que quien ha engendrado según la verdadera catequesis, les está reservado un premio, el mismo que a la semilla elegida.

98.5. Pero otros interpretan la procreación (como) una maldición, y no comprenden que la Escritura habla contra ellos mismos. Porque los elegidos verdaderamente por el Señor no enseñan opiniones (lit.: no dogmatizan), ni engendran la maldición, como las herejías.

El verdadero sentido del estado de eunuco

99.1. Eunuco no se refiere, en efecto, al que ha sido mutilado de las partes pudendas ni tampoco al célibe, sino al que no engendra verdad. Ese era antes "árbol seco", pero si obedece al Verbo y "observa los sábados" (Is 56,2), con la abstención de pecados y cumpliendo los mandamientos, será más estimado que los que son educados sin una recta conducta y sólo por las palabras.

99.2. Dice el Maestro: "Hijitos, aún estaré con ustedes un poco" (Jn 13,33). Por eso mismo dice también Pablo, escribiendo a los Gálatas: "Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta que Cristo se forme en ustedes" (Ga 4,19).

99.3. Y de nuevo escribiendo a los Corintios: "Porque aunque tengan muchos pedagogos en Cristo, sin embargo no tienen muchos padres; porque yo los he engendrado en Cristo por medio del Evangelio" (1 Co 4,15).

99.4. Por tanto, "no será admitido en la asamblea de Dios un eunuco" (Dt 23,1), el estéril y que no da fruto en obras y palabras (lit.: en vida y en palabra); pero "los que se han hecho a sí mismos eunucos, evitando todo pecado, por el reino de los cielos" (Mt 19,12), son bienaventurados porque ayunan del mundo.

Capítulo XVI: Contra los encratitas

La transmisión del pecado original

100.1. "Maldito el día en que nací, y no sea bendito" (Jr 20,14), dice Jeremías; no diciendo sencillamente que la generación sea maldita, sino porque está disgustado por los pecados y desobediencia del pueblo.

100.2. Así, añade: "¿Por qué fui engendrado, para ver fatigas y dolores, y acabar mis días en el oprobio?" (Jr 20,18). En efecto, todos los que pregonaban la verdad eran perseguidos y corrían peligro por la desobediencia de los que escuchaban.

100.3. El profeta Esdras dice: "¿Por qué el vientre de mi madre no fue mi sepulcro, para no ser la aflicción de Jacob y la angustia de la estirpe de Israel?" (del apócrifo IV libro de Esdras, 5,35).

100.4. "Nadie está limpio de inmundicia, dice Job, aunque un solo día sea su vida" (Jb 14,4-5).

100.5. ¡Qué nos digan cómo ha fornicado el niño recién nacido, o cómo pudo caer bajo la maldición de Adán el que no ha realizado acto alguno!

100.6. Ya (lit.: pero) sólo les queda decir, según parece, que la generación es mala; no únicamente la del cuerpo, sino también la del alma, por la cual existe también el cuerpo.

100.7. Y cuando David dice: "En pecados fui concebido, y en maldades me concibió mi madre" (Sal 50 [51],7), proféticamente llama madre a Eva; pero "Eva fue madre de los vivientes" (Gn 3,20); y si fue concebido en pecado, no por eso él (está) en pecado, ni él mismo (es) pecado.

El verdadero combate cristiano

101.1. Pero también todo el que se convierte del pecado a la fe se separa de la costumbre pecaminosa, como de la madre, para la vida, me lo testimonia uno de los doce profetas, al decir: "Si doy mi primogenitura a cambio de la impiedad, y el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma" (Mi 6,7).

101.2. No acusa al que dijo: "Crezcan y multiplíquense" (Gn 1,28), sino que llama "impiedad" a los primeros impulsos posnatales (o: después de la generación), por los que no reconocemos a Dios.

101.3. Pero si por esto alguno llama mala a la generación, también es un bien por aquello otro que ella tiene: el conocer la verdad. "Despiértense, como conviene, y no sigan pecando, porque algunos tienen desconocimiento de Dios" (1 Co 15,34); evidentemente los pecadores. Porque no tenemos un combate contra la sangre y la carne, sino contra los principados espirituales, los dominadores del mundo de las tinieblas" (Ef 6,12), que pueden tentarnos; por eso las concesiones (o: perdones, indulgencias; cf. 1 Co 7,5-6).

101.4. Por eso dice también Pablo: "Yo castigo mi cuerpo y lo reduzco a esclavitud" (1 Co 9,27), porque "todo el que lucha ejercita el propio dominio" (1 Co 9,25) -en vez (de decir) moderado (o: continente) para todo, no absteniéndose de todo sino usando moderadamente lo que juzga (debe usar)-;"ellos para recibir una corona corruptible, nosotros, por el contrario, una incorruptible" (1 Co 9,25); queremos vencer en la lucha, pero no ser coronados sin esfuerzo.

101.5. Por otra parte, algunos, en aras de la continencia, anteponen la viuda a la virgen, porque mira con desdén el placer que ya ha experimentado.

Capítulo XVII: Contra diversos herejes

Contra Casiano, Marción y Valentín

102.1. Pero si la generación es un mal, digan esos blasfemos que en el mal (estaba) el Señor, al participar de la generación, (y) en el mal (estaba) la Virgen que lo engendró.

102.2. ¡Ay de mí qué males! Blasfeman la voluntad de Dios y el misterio de la creación al atacar la generación.

102.3. De aquí el docetismo de Casiano y de Marción; de aquí el cuerpo psíquico de Valentín, porque dicen: "El hombre se asemeja a las bestias" (Sal 48 [49],13 y 21), llegando a la unión carnal. Pero, cuando verdaderamente lleno de pasión (lit.: apasionado) desea asaltar el lecho de otro, entonces realmente ese (hombre) se animaliza (o: bestializa). "Se convirtieron en caballos locos por las mujeres; cada uno relincha tras la mujer del prójimo" (Jr 5,8).

102.4. Y después, la serpiente habría tomado de los animales irracionales la habilidad (o: la práctica) para conspirar, persuadiendo (o: engañando) poco a poco, con éxito, a Adán para que consintiera a la unión con Eva, como si los primeros padres (protoplastos) no hubieran usado de ésta según la naturaleza, como algunos pretenden. De esta forma de nuevo se calumnia (lit.: blasfema) la creación que habría hecho a los hombres más deficientes (lit.: débiles) por naturaleza que a los animales irracionales, a los que se habrían asimilado los primeros modelados (protoplastos) por Dios.



La generación es santa

103.1. Pero si la naturaleza los estimuló como a los irracionales a la procreación, sin embargo, ellos se dejaron provocar antes de lo conveniente, como jóvenes que eran, seducidos por un engaño; (y) fue justo el juicio de Dios contra los que no esperaron pacientemente (su) voluntad. Pero la generación es santa, porque por ella ha sido creado (o: constituido) el mundo, las esencias, las naturalezas, los ángeles y las Potencias, las almas, los mandamientos, la Ley, el Evangelio, y la gnosis de Dios.

103.2. "Y toda carne es hierba y toda gloria del hombre como flor de hierba. Se seca la hierba, se cae la flor, pero la palabra del Señor permanece" (Is 40,6-8); (palabra) que ha ungido al alma y la ha unido al Espíritu.

103.3. ¿Pero cómo sin el cuerpo podía alcanzar (su) fin la economía para nosotros en la Iglesia? Cuando también él mismo, cabeza de la Iglesia (cf. Ef 1,22; 5,23), vino a la tierra en carne, aunque deforme y feo, enseñándonos a dirigir la mirada hacia (la naturaleza) invisible e incorpórea de la Causa divina.

103.4. Dice el profeta: "Porque árbol de vida es el deseo cumplido" (Pr 13,12; cf. Jn 1,13), enseñando que los deseos limpios y puros (son los que están) en el Señor viviente.

La gnosis de la verdad

104.1. Pero algunos ahora quieren que la unión matrimonial del varón y la mujer, llamada conocimiento (cf. Gn 4,1), sea pecado, puesto que eso significa el comer del árbol del bien y del mal (cf. Gn 2,9. 17), enseñando la violación de un mandamiento mediante el uso (del verbo) conocer (Gn 4,1).

104.2. Pero si esto es así, entonces también la gnosis de la verdad es un "comer del árbol de la vida" (Gn 2,9; 3,33). Es, por tanto, una participación en este árbol el matrimonio temperante.

104.3. Hemos dicho anteriormente (cf. III,96,2) cómo puede usarse el matrimonio bien o mal; y eso es el árbol del conocimiento: no transgredir (las leyes) del matrimonio.

104.4. Pero ¿qué digo? ¿Acaso el Salvador no curaba las pasiones del alma como las del cuerpo? Por tanto, si la carne fuera enemiga del alma, no habría fortificado a esa enemiga por medio del restablecimiento de la salud.

104.5. "Pero yo les digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Co 15,50); porque el pecado, que es corrupción, no puede tener nada en común con la incorruptibilidad, que es justicia. Dice: "¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado en Espíritu, ¿ahora acaban en la carne?" (Ga 3,3).

Capítulo XVIII: Contra los herejes

El mundo es creado

105.1. Por tanto, siendo la justicia y la armonía de la salvación venerable y firme, algunos la han extendido excesivamente, como hemos demostrado (cf. III,40,2-3; 45,1; 63,1), interpretando la continencia (de forma) blasfema y con toda impiedad; (sin embargo), habrían podido escoger el celibato (lit.: eunuquía), conforme a la recta norma, con piedad, agradeciendo la gracia concedida y sin odio a la creación ni desprecio por las (personas) casadas. Porque el mundo (es) creado y creado es el celibato (o: eunuquía), y ambos dan gracias por la condición en la que han sido creados, si conocen también el fin para el que han sido creados (o: dispuestos).

105.2. Pero los que, desenfrenándose, se han convenido en insolentes; verdaderamente se convirtieron en "caballos locos que relinchan por las mujeres de los vecinos" (Jr 5,8); incapaces de ponerse freno a sí mismos, y persuadiendo al prójimo a la voluptuosidad mediante su desdichada interpretación de aquel (texto) de la Escritura: "Te llevarás tu parte con nosotros, procurémonos todos una bolsa común, una pequeña bolsa habrá para nosotros" (Pr 1,14).

El cristiano "vive en la fe del Hijo de Dios"

106.1. Por eso el mismo profeta aconsejándonos dice: "No te pongas en camino con ellos, aparta tu pie de sus senderos. Porque es injusto tender redes a los pájaros; puesto que, ellos partícipes de la sangre, atesoran para sí males" (Pr 1,15. 17-18); es decir, reivindican la impureza y enseñan lo mismo al prójimo; pendencieros, según dice el profeta, que golpean con sus colas (cf. Ap 9,10. 19), a las que los griegos llaman kerkos.

106.2. A ellos estaría aludiendo esa profecía; sin voluntad, inmoderados, belicosos con sus colas, "hijos de la ira" (Ef 2,3) y de las tinieblas, manchados de sangre, suicidas y homicidas del prójimo.

106.3. "Expurguen el viejo fermento, para ser una masa nueva" (1 Co 5,7), nos grita el Apóstol. Y de nuevo, enojado con tales (hombres), manda "no mezclarse con quien se llama hermano siendo fornicario, codicioso, idólatra, difamador, borracho o estafador; ni tampoco comer con ése" (1 Co 5,11).

106.4. "Yo por la misma Ley he muerto a la Ley, dice, a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, como viviendo según las pasiones, sino que Cristo vive en mí" (Ga 2,19-20), viviendo casta y felizmente por la obediencia a los mandamientos. Por tanto, antes vivía carnalmente en la carne, "pero lo que ahora vivo en la carne, (lo) vivo en la fe del Hijo de Dios" (Ga 2,20).

Deberes de los esposos

107.1. "No vayan por los caminos de los paganos y no entren en una ciudad de samaritanos" (Mt 10,5), dice el Señor, para disuadirnos de la forma de vida contraria, porque "la catástrofe de los hombres inicuos es terrible. Así son los caminos de todos los que realizan la iniquidad" (Pr 1,18-19).

107.2. "¡Ay de aquel hombre!", dice el Señor: "Mejor le sería no haber nacido, antes que haber escandalizado a uno solo de mis elegidos. Más le valdría atarse una piedra de molino y hundirse en el mar, antes que pervertir a uno de mis elegidos" (Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, 46,8; cf. Mt 26,24 y 18,6). "Puesto que por su culpa es blasfemado el nombre de Dios" (Rm 2,24).

107.3. Por eso el noble Apóstol afirma: "Les escribí en la carta que no se mezclaran con fornicarios" (1 Co 5,9), hasta: "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo" (1 Co 6,13).

107.4. Y puesto que el matrimonio no (es) una fornicación añade diciendo: "¿No sabéis que quien se junta con una meretriz es un cuerpo con ella?" (1 Co 6,16). ¿O se dirá que una virgen es meretriz antes de casarse?

107.5. "No se priven el uno del otro, dice, a no ser de acuerdo por un tiempo" (1 Co 7,5), dando a entender con el término "privarse" el débito del matrimonio, la procreación, como lo había aclarado anteriormente, diciendo: "El marido pague a la mujer el débito, e igualmente también la mujer al marido" (1 Co 7,3).



El templo del Señor

108.1. Pagado ese (débito), (ella) ayuda mediante la guarda de la casa (cf. Gn 2,18) y la fe en Cristo. Y aún dice más claramente: "A los casados ordeno, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido -pero si se separa, permanezca sin casarse o se reconcilie con el marido-, y que el marido no abandone a la mujer. A los demás les digo yo, no el Señor, que, si algún hermano..., hasta y ahora son santos" (1 Co 7,10-12. 14).

108.2. Pero, ¿qué pueden decir los que profieren invectivas contra la ley y el matrimonio? ¿Acaso se permitió sólo por la Ley, pero no según el Nuevo Testamento? ¿Qué pueden decir contra estas normas aquellos que abominan del acto conyugal (lit.: la seminación) y de la generación? Además, también [el Apóstol] establece que el obispo, "que gobierna bien la propia casa" (1 Tm 3,4), gobierne la Iglesia, y la unión con "una sola mujer" (Tt 1,6) constituye el templo al Señor.

El falso bautismo

109.1. "Todo es limpio para los limpios, dice, pero para los impuros e infieles nada hay puro, porque su mente y su conciencia están contaminadas" (Tt 1,15).

109.2. Pero sobre el placer contra las normas (lit.: cánones) dice: "No se dejen engañar; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los avaros, ni los ladrones, ni los ebrios, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Nosotros estamos lavados" (1 Co 6,9-11), porque fuimos como aquellos (o: porque estuvimos con aquellos); pero los que lavan para la disolución, bautizan para ir desde la templanza a la prostitución, dogmatizando que hay que complacer a los placeres y a las pasiones, enseñando a ser incontinentes en vez de sobrios; uniendo la esperanza a la desvergüenza de sus miembros (cf. Ef 3,19); preparando a sus seguidores para que sean desheredados del reino de Dios, no inscritos en él (cf. Ap 20,12 y 15; 21,27); bajo la denominación de "falsa gnosis" (1 Tm 6,20) han emprendido el camino hacia las tinieblas exteriores (cf. Mt 8,12; 22,13; 25,30).

109.3. "Por lo demás, hermanos, consideren lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable, laudable, virtuoso y digno de alabanza; y practiquen lo que han aprendido, recibido, oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes" (Flp 4,8-9).

Conclusión del libro tercero

110.1. También Pedro en su carta dice lo mismo: "De modo que la fe y la esperanza de ustedes estén en Dios, porque han purificado sus almas en la obediencia a la verdad" (1 P 1,21-22).

110.2. "Como hijos obedientes, no se amolden a las apetencias de antes, cuando estban en la ignorancia; sino conforme al que los llamó que es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, porque está escrito: "Serán santos porque yo soy santo"" (1 P 1,14-16; cf. Lv 11,44; 19,2; 20,7).

110.3. Pero basta ya, puesto que la controversia necesaria con los hipócritas falsificadores de la gnosis nos ha llevado más allá de lo indispensable, y ha alargado mucho el discurso. Por causa de los cual el tercer Stromata de nuestras notas (o: memorias) gnósticas según la verdadera filosofía aquí tiene su final.

 

 


LIBRO IV


Capítulo I: Introducción

Plan del libro cuarto

1.1. Se sigue, pienso yo, que se debe tratar sobre el martirio y (sobre) quién es el [hombre] perfecto; temas que incluirán, según las exigencias del discurso, los que vengan como consecuencia, y cómo deben filosofar igualmente el esclavo y el libre, sean del género masculino o femenino.

1.2. Después, cuando hayamos terminado lo referente a la fe y a la investigación, expondremos el género simbólico; para que, habiendo terminado rápidamente (lit.: con una incursión), la exposición moral, recapitulemos la utilidad que se ofrece a los griegos desde la filosofía bárbara.

1.3. Después de ese esbozo, se presentará brevemente una explicación de las Escrituras tanto a griegos como a judíos; y cuanto en los Stromata anteriores no se pudo abarcar, (y) que según la introducción de (nuestro) proemio nos propusimos desarrollar en un solo libro, impedidos por la abundancia de los temas.

La autoridad de la Sagrada Escritura

2.1. Después de esto, realizada lo mejor posible la exposición según nuestros fines, deberemos investigar las teorías físicas (lit.: cosas de la naturaleza) sobre los principios, según las opiniones que han llegado hasta nosotros desde los griegos y otros bárbaros (= herejes); buscando conocer y discutir lo más importante de lo ideado por los filósofos.

2.2. A estas cosas deberá seguir, después de la incursión teológica, una explicación detallada de la transmisión de la profecía, como también que las Escrituras, en las que creemos, tienen autoridad absoluta del Todopoderoso, mediante ellas podremos demostrar sucesivamente a todas las herejías que el Dios único y Señor todopoderoso es el anunciado por la Ley y los profetas, y también por el bienaventurado Evangelio.

2.3. Pero nos aguardan muchas confrontaciones con los herejes (lit.: heterodoxos); nos esforzaremos por refutar lo que han publicado en escritos, persuadiéndolos, aún a pesar suyo, avergonzándolos mediante las Escrituras mismas.

La física (o fisiología) gnóstica

3.1. Una vez finalizada nuestra exposición, si el Espíritu quisiere, en las notas (o: memorias) proveeremos para la necesidad urgente -porque hay mucho de utilidad que decir por necesidad de la verdad-; entonces pasaremos a la fisiología realmente gnóstica, iniciándonos en los pequeños misterios antes (de llegar) a los grandes, de manera que nada impida el ministerio sagrado (lit.: hieronfantía), en verdad divino, porque habremos sido purificados e informados de lo que previamente se debe narrar y transmitir.

3.2. En todo caso, la fisiología de la tradición gnóstica según el canon de la verdad, o mejor la contemplación, depende del tratado sobre la cosmogonía, elevándose desde allí mismo al género teológico.

3.3. Por ello, daremos comienzo a la transmisión a partir del origen profetizado; a la vez también expondremos (las opiniones) de los herejes (lit.: heterodoxos) e intentaremos, en cuanto nos sea posible, refutarlas.

3.4. Pero eso se escribirá, si Dios quiere y como nos lo inspire; ahora hay que afrontar lo propuesto y completar (o: terminar) el discurso ético.



Capítulo II: Introducción (continuación)

Sobre los "Stromata"

4.1. Nuestras notas serán, como muchas veces hemos dicho (cf. I,18,1; 55,1. 3; 56,3), en razón de los que se acerquen a leerlas libremente (o: sencillamente) sin experiencia, abigarradas, como su nombre lo indica, pasando continuamente de una cosa a otra, y en la sucesión de las discusiones, indicando una cosa pero mostrando otra (cf. I,14,3).

4.2. "Porque los buscadores de oro", dice Heráclito, "cavan mucha tierra y encuentran poco" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 22); pero los que (son) de la raza de oro, al explorar lo que les es afín, encontrarán mucho en poco. Porque (este) escrito hallará uno solo que lo comprenda.

4.3. Ciertamente, los Stromata de estas notas ayudan a la memoria en el esclarecimiento (o: manifestación) de la verdad a quien está dispuesto a buscar con la razón.

4.4. Pero también nosotros deberemos esforzarnos y aportar (o: imaginar, inventar) otras ayudas, puesto que a los que van por un camino que no conocen les basta la sola indicación que les conduzca a él.

Busca y encontrarás

5.1. Pero después tendrán que proseguir y descubrir por ellos mismos lo que falta [del camino], del mismo modo que dicen que respondió la Pitonisa a un esclavo que deseaba un oráculo sobre cómo complacer a [su] señor: "Si buscas, [lo] encontrarás" (cita desconocida; cf. Mt 7,7).

5.2. Es realmente difícil, según parece, descubrir lo hermoso que está escondido, puesto que "la virtud se consigue mediante sudor (o: el sudor acompaña a la virtud), y largo y empinado es el sendero que a ella conduce, y áspero al comienzo. Pero cuando se llega a la cumbre, entonces resulta fácil, por fatigoso que sea" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 289-292).

5.3. Porque en verdad, "estrecho y angosto es el camino" (Mt 7,14) del Señor; y "el reino de Dios es de quienes se esfuerzan" (Mt 11,12); por ello dice: "Busca y hallarás" (Mt 7,7; Lc 11,9); permaneciendo en el camino realmente regio uno no se desvía.

La variada obra de la abeja: comparaciones de los "Stromata"

6.1. Ciertamente abundante es la semilla fecunda en lo poco de las enseñanzas (lit.: dogmas) contenidas en esta obra, "como toda la hierba del campo" (Jb 5,25), dice la Escritura.

6.2. También los Stromata de estas notas poseen el título apropiado, según aquella antigua ofrenda florecida sin artificio, sobre la que Sófocles escribió:

6.3. "Había un vellón de lana, una libación del jugo de las vides, y el racimo guardado cuidadosamente; había también diversos frutos mezclados con granos de cebada; y pingüe aceite, y la variada obra de la rubia abeja modelada (o: plasmada) con cera" (Sófocles, Fragmentos, 366).

Prosiguen las comparaciones

7.1. En efecto nuestros "Stromata", conforme al campesino del cómico Timocles, producen "higos frescos, aceite, higos secos y miel" (Timocles, Fragmentos, 36), como un terreno fértil.

7.2. Y ante esa abundancia de frutos, añade: "¡Te refieres a un eiresión (= ramo de procesión), no a un campo de cultivo!" (Timocles, Fragmentos, 36).

7.3. Por eso, los atenienses tenían la costumbre de exclamar: "El eiresión lleva higos frescos, gruesos panes, miel en una taza y aceite para ungirse" (Plutarco, Teseo, 22).

7.4. Es necesario, por tanto, como quien criba, agitar y lanzar al aire muchas veces la mezcla de semillas para elegir o seleccionar el trigo.

Capítulo III: La grandeza del ser humano

Abstenerse del mal

8.1. La mayoría de los hombres tienen un modo de ser semejante al régimen (lit.: disposición) del invierno (o: de las tormentas), inestable e imprevisible.

8.2. "La desconfianza ha ocasionado muchos bienes, y la fe males" (Anónimo, Fragmento, 113).

8.3. Epicarmo dice: "Acuérdate de desconfiar: (ahí están) las coyunturas del espíritu" (Fragmentos, 22 B 13).

8.4. De hecho, lo mismo que no creer en la verdad acarrea la muerte, así también creer, la vida; pero, por el contrario, creer en la mentira desconfiando de la verdad lleva a la perdición.

8.5. Puede decirse lo mismo sobre la continencia y la incontinencia; porque en verdad abstenerse de hacer el bien es obra del mal, pero alejarse de la injusticia es inicio de salvación.

8.6. Así, me parece que el sábado (= descanso sabático), elogiando la abstinencia mediante la abstención de las cosas malas, (da a entender) también con ello en qué el hombre se diferencia de los animales.

8.7. Ahora bien, los ángeles de Dios son más sabios: "Lo hiciste -dice [la Escritura]- poco inferior a los ángeles" (Sal 8,6). Este texto no se refiere al Señor -aunque también Él tuviera carne-, sino al [hombre] perfecto y gnóstico, inferior a los ángeles por el tiempo y la vestimenta [de carne].

8.8. Por consiguiente, no digo que la sabiduría [angélica] es otra cosa distinta que el saber [humano], puesto que no difieren en el modo de vida, porque el vivir es común a la naturaleza mortal, es decir, al hombre, y al que ha sido juzgado digno de inmortalidad (= el ángel), sino que se diferencian una de otra por el estado de contemplación y de continencia.

El ser humano tiene alma y cuerpo

9.1. Por ello, me parece que también Pitágoras dice que sólo Dios es sabio -y además, el Apóstol, en la Carta a los Romanos, escribe: "Se dio a conocer a todas las gentes para obediencia de fe, al Dios único sabio por medio de Jesucristo" (Rm 16,26-27)-, (siendo) él mismo filósofo por su amistad con Dios. Al menos, "Dios hablaba a Moisés -dice- como de amigo a amigo" (Ex 33,11).

9.2. Lo verdadero (es) evidente para Dios. Él engendra la verdad, y el gnóstico ama la verdad. "Debes ir, perezoso, donde la hormiga -dice [la Escritura]-, y hazte discípulo de la abeja" (Pr 6,6 y Si 11,3), afirma Salomón.

9.3. Porque si una es la tarea específica de cada naturaleza, como la del buey, e igualmente la del caballo y del perro, ¿cuál diremos que es la tarea propia del hombre?

9.4. Se parece, pienso yo, al centauro, plasmación tesálica, porque está compuesto de [elemento] racional e irracional, de alma y cuerpo; pero el cuerpo trabaja la tierra y corre hacia la tierra;

9.5. mientras que el alma se despliega hacia Dios, educada mediante la verdadera filosofía, para que se apresure hacia a sus familiares de arriba, una vez desligada de las concupiscencias del cuerpo, y de la fatiga y del temor. En verdad, ya hemos explicado que (es característica del hombre) bueno la paciencia y el temor.

9.6. Porque si, "mediante la ley existe el conocimiento del pecado" (Rm 3,20), como dicen los impugnadores de la ley, nosotros les responderemos cantando que "también antes de la ley existía el pecado en el mundo" (Rm 5,13), pero "sin la ley el pecado está muerto" (Rm 7,8).

9.7. Puesto que, cuando suprimas la causa del temor, el pecado, habrás suprimido el temor, e incluso mucho más el castigo, una vez desaparecido lo que por naturaleza origina la concupiscencia, "ya que no hay ley dispuesta para el justo" (1 Tm 1,), dice la Escritura.

El amor al prójimo

10.1. Bien dice Heráclito: "No conocerían el nombre de justicia, si no hubieran sucedido estas cosas" (Fragmentos, 22 B 23); y Sócrates: "La ley no se ha hecho en favor de los buenos".

10.2. Pero los acusadores no lo supieron, como el Apóstol dice, porque "quien ama al prójimo no causa ningún mal, porque lo de: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás y cualquier otro mandamiento se resume en esta única palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Rm 13,10. 9).

10.3. Por eso [se] dice en alguna parte: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19,18; Dt 6,5; Mt 22,37. 39; Lc 10,27). Pero si el que ama al prójimo no obra mal, y si todos los mandamientos se resumen en el de amar al prójimo, [entonces] los mandamientos que se establecieron sobre el temor, disponen el amor, no el odio.



"La Ley es santa"

11.1. Por tanto, la ley no engendra el temor como una pasión. "Por eso la ley es santa" (Rm 7,12) y realmente "espiritual" (Rm 7,14), según el Apóstol.

11.2. Es necesario, como se ve, haber examinado con profundidad la naturaleza del cuerpo y la esencia del alma, para encontrar la finalidad de cada uno, y no creer que la muerte es un mal.

11.3. "Porque, cuando eran esclavos del pecado, dice el Apóstol, eran libres respecto a la justicia. ¿Qué frutos daban entonces? Aquellos por los que ahora se avergüenzan, puesto que su fin es muerte. Pero ahora habiendo sido liberados del pecado y hechos esclavos de Dios, poseen el fruto para la santificación de ustedes y por fin la vida eterna. Porque el salario del pecado es la muerte, pero la gracia de Dios es vida eterna en nuestro Señor Jesucristo" (Rm 6,20-23).

La vida verdadera es la que se aparta del pecado

12.1. Por tanto, está demostrado que la muerte es la comunión del alma pecadora en un cuerpo, y el alejamiento (o: la separación) del pecado (es) vida.

12.2. Muchas son las empalizadas ante los pies y las fosas de la concupiscencia, los abismos de la ira y del furor, que necesariamente debe saltar, y evitar toda la destrucción de las maquinaciones quien desee la gnosis de Dios no (sólo) "a través de un espejo" (1 Co 13,12).

12.3. "Mitad de la virtud arrebata el retumbante Zeus, cuando sobre aquél cuelga el día de la esclavitud" (Homero, Odisea, XVII,322-323).

12.4. Pero la Escritura llama esclavos a los que se están bajo el pecado y vendidos a los pecados (cf. Rm 6,17. 20; 7,14), a los amantes del placer y a los amantes del cuerpo -más animales que hombres (cf. Sal 48 [49], 13. 21)-, a los parecidos a las bestias, caballos locos por las hembras que relinchan por las de los vecinos (cf. Jr 5,8). Asno insolente es el [hombre] desenfrenado, lobo salvaje el ambicioso, y serpiente el mentiroso.

12.5. Ciertamente, la separación del alma (respecto) del cuerpo, meditada a lo largo de la vida, provee al filósofo un celo (o: diligencia, ardor) gnóstico para poder llevar fácilmente la muerte física, que es la disolución de las ataduras del alma respecto del cuerpo.

12.6. "Porque el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo" (Ga 6,14), dice [el Apóstol]; y estando todavía en la carne, vivo como ciudadano en el cielo (cf. Ga 2,20; Flp 3,20).

Capítulo IV: Elogio del martirio

Cómo debe comportarse el mártir cristiano

13.1. Con razón cuando el gnóstico es llamado, obedece sin dificultad, y a quien le solicita el cuerpecito se acerca para entregárselo (cf. Lc 6,29), incluso con sus pasiones, de las que antes había despojado al pedacito de carne, sin injuriar al tentador, sino para educarlo, pienso yo, y demostrarle "qué honor y qué amplia felicidad", como dice Empédocles (Fragmentos, 31 B 119), alcanza (o: ha dejado), viviendo así entre los mortales.

13.2. También da testimonio verdaderamente ante sí mismo de ser auténticamente fiel para con Dios; lo mismo ante el tentador [testimonia] que en vano tiene envidia del (que es) fiel por amor; así también [da testimonio] ante el Señor de que obedece su doctrina por una fuerza divina, de la que no apostatará por temor a la muerte; al contrario, confirmará también con su conducta la verdad del kerigma, demostrando que Dios, hacia quien se apresura a correr, es poderoso.

13.3. Admirarás su amor, permaneciendo unido con agradecimiento con el que está emparentado (= Dios mismo). Pero no sólo (eso), sino que también "con la sangre preciosa" (1 P 1,19) avergonzará a los incrédulos.

La alegría de entregar la vida por la confesión de fe

14.1. Ahora bien, (el mártir) evita negar a Cristo, según el mandato (cf. Mt 10,33; Lc 12,9), no por temor, porque entonces sería mártir por temor. Tampoco traiciona (o: vende) la fe por la esperanza de los dones prometidos, sino que por amor al Señor, con gran alegría se librará de esta vida; e igualmente será agradecido con quien le procuró la ocasión de partir de aquí y con el que haya urdido conscientemente la acechanza; posee una razonable oportunidad, que él mismo no preparó, de demostrar quién es él, por su paciencia, ante aquél [acusador], y ante el Señor por el amor que le testimonia, que ya era manifiesto al Señor y que conocía, incluso antes de nacer, la elección del mártir.

14.2. Confiado se dirige a un amigo, al Señor (cf. Jn 15,14), por el que entregó conscientemente no sólo el cuerpo, sino también el alma, como los jueces esperaban, escuchando de nuestro Salvador, según el poeta, "querido hermano" (Homero, Ilíada, IV,155; V,359; XXI,308), por la semejanza de vida.

14.3. En verdad, llamamos perfección al martirio, no porque el hombre alcance el fin de la vida como los demás, sino porque ha dado prueba de una obra perfecta de amor (cf. St 1,4).

14.4. También los antiguos griegos celebraban el fin de los caídos en la guerra, no porque aconsejaran la muerte violenta, sino porque quien muere en combate muere sin temor a la muerte: desprendido del cuerpo y sin sufrimientos ni debilidades (lit.: ablandamientos, afeminamientos) en el alma, como los hombres que padecen enfermedades, que mueren conduciéndose como mujeres y deseosos de vivir.

El sacrificio que deben hacer quienes son justos y magnánimos

15.1. Por eso no liberan el alma purificada, sino que se llevan consigo las concupiscencias, cual masas de plomo; a no ser que algunos de esos [enfermos] se distingan en la virtud.

15.2. Pero también hay quienes mueren en la guerra entre concupiscencias, sin diferenciarse de los que también se marchitan en la enfermedad.

15.3. Si, por tanto, el martirio es la confesión de fe (omología) respecto a Dios, toda alma que haya vivido pura reconociendo a Dios y escuchando (u: obedeciendo) los mandamientos, es mártir con la vida y la palabra, sea cual fuere su salida (o: liberación) del cuerpo, porque derrama su fe, igual que la sangre, durante toda la vida hasta la partida (lit.: éxodo).

15.4. Ahora bien, dice el Señor en el Evangelio: "Quien dejare padre o madre o hermanos", y lo que sigue, "por causa del Evangelio y de mi nombre" (Mt 19,29-30; Mc 10,29-30; Lc 18,29), bienaventurado ése, porque no presenta un martirio común, sino el gnóstico, como quien se comportó conforme a la norma (canon) del Evangelio por amor al Señor.

15.5. Porque el reconocimiento del Nombre y la comprensión del Evangelio significan gnosis, no una mera denominación; por eso [conviene] abandonar la familia terrena, abandonar la hacienda y toda posesión, para vivir sin pasiones (lit.: con indiferencia). La madre y la nodriza significan alegóricamente la patria que alimenta; en cambio, los padres, las leyes del Estado.

15.6. Pero eso es lo que el [hombre] justo y magnánimo debe sacrificar con agradecimiento para devenir amigo de Dios y conseguir la parte derecha (cf. Mt 25,33) del santuario, como también hicieron los Apóstoles.



Lo que afirman algunos herejes sobre el martirio

16.1. Además, Heráclito dice: "Dioses y hombres honran a los muertos en combate" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 24); y Platón, en el libro quinto de la "República", escribe: "De entre los muertos en una campaña militar el que ha terminado de manera honrosa, ¿no diremos primero que es de estirpe áurea? ¡Mucho más que a los demás!" (Platón, República, V,468 E).

16.2. Pero la estirpe áurea proviene de los dioses del cielo y de la esfera estable, que ante todo poseen la hegemonía de la Providencia sobre los hombres.

16.3. No obstante, algunos herejes (¿valentinianos?), comprenden mal al Señor, aman la vida impía y cobardemente al mismo tiempo, diciendo que el verdadero martirio que realmente existe es la gnosis de Dios, lo cual también nosotros lo confesamos, pero [dicen también] que quien le confiesa mediante la muerte es asesino de sí mismo y suicida; y divulgan entre la gente otros sofismas de la cobardía. A éstos se les responderá cuando lo requiera el momento, porque difieren de nosotros en cuanto a los principios.

Contra los marcionitas

17.1. Pero también nosotros censuramos a quienes se precipitan a la muerte. Porque hay algunos que sin ser de los nuestros, sólo (tienen) en común el nombre, se apresuran a entregarse a sí mismos por odio al Creador: ¡miserables suicidas!

17.2. Afirmamos que éstos se suicidan sin martirio, aunque sean oficialmente castigados.

17.3. Porque no salvan el carácter del testimonio creyente, y en realidad no conocen a Dios (cf. Jn 11,25; 14,6), entregándose ellos mismos a una muerte vacía, al igual que los gimnosofistas indios en un fuego inútil.

17.4. Pero, puesto que esos de falso nombre (lit.: seudónimo) deshonran el cuerpo, que aprendan bien que la armonía del cuerpo ayuda al pensamiento para el buen equilibrio.

La armonía de cuerpo y alma

18.1. Por eso, en el tercer [libro] de la "República", Platón, a quien aclaman como el mejor testigo cuando censuran la generación, dijo que por razón de la armonía del alma había que cuidar el cuerpo (cf. Platón, República, III,410 C; IV,443 D, IX,591 D), por el cual puede vivir, y vivir rectamente, el que anuncia el mensaje de la verdad; porque por medio de la vida y la salud hacemos nuestro camino aprendiendo la gnosis.

18.2. Pero a quien no es posible de ninguna manera alcanzar la cumbre sin tener que ocuparse de las cosas necesarias, y mediante éstas hace todo el esfuerzo para dirigirse a la gnosis, ¿no elegiría vivir bien?

18.3. En todo caso, viviendo se lleva a buen término vivir bien, y se dirige hacia un estado de eternidad el que por medio del cuerpo se ejercita en vivir virtuosamente.

Capítulo V: Sobre el desprecio del dolor y de la pobreza

Soportar el sufrimiento

19.1. Son dignos admirar algunos de los estoicos que dicen que el alma no está condicionada en absoluto por el cuerpo, ni inclinada hacia el mal por la enfermedad, ni la virtud por la salud, sino que dicen que ambas cosas son indiferentes.

19.2. Y en verdad también Job (cf. Jb 1), por su extraordinaria continencia y su extraordinaria fe, cuando de la riqueza pasó a la pobreza, de la fama al desprecio, de la hermosura a la deformidad y de la salud a la enfermedad, se nos ha propuesto como hermoso ejemplo, confundiendo al tentador, bendiciendo al Creador, sobrellevando lo segundo como lo primero, enseñando perfectamente que el gnóstico puede comportarse bien en todas las circunstancias.

19.3. Y puesto que las antiguas proezas son imágenes (o: modelos) propuestas para nuestra corrección, el Apóstol manifiesta: "De modo que mis cadenas han sido mostradas en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás, y que la mayoría de los hermanos en el Señor, confiados en mis cadenas, se atreven mucho más sin temor a hablar la palabra de Dios" (Flp 1,13-14), porque los martirios gloriosamente santificados son también ejemplos de conversión.

19.4. (También) dice: "Todo cuanto ha sido escrito, para nuestra enseñanza ha sido escrito, para que mediante la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos la esperanza del consuelo" (Rm 15,4).

Cómo proceder ante la llegada del dolor

20.1. Pero parece que ante la llegada de un sufrimiento, el alma se aparta de él y considera que debe liberarse de la pena presente. Sin duda, en ese tiempo se despreocupa de las enseñanzas, también porque se descuidan las otras virtudes.

20.2. Y en verdad, no decimos que la virtud misma padezca -porque la virtud nunca enferma-, pero quien participa de ambas, de virtud y de enfermedad, está presionado por la opresión. Y si no goza de valerosos sentimientos, quien aún no tiene práctica del hábito de la continencia se deja dominar, y el no resistir equivale a huir.

Sobre la pobreza

21.1. Pero el mismo discurso [vale] asimismo sobre a la pobreza, porque también ésta violenta al alma para que se distraiga de las cosas necesarias, digo de la contemplación y de la pureza de ausencia de pecado, forzando [al alma] a gastar el tiempo en procurarse medios a quien no se ha consagrado por entero a Dios por amor; como, por el contrario, la salud y la abundancia de lo necesario conservan libre y sin trabas al alma que sabe usar bien de lo presente.

21.2. Porque dice el Apóstol: "Quienes son como esos, tendrán tribulación en la carne, pero yo se [las] ahorro. Puesto que quiero que ustedes estén sin preocupaciones para (servir) honesta y asiduamente al Señor sin distracción" (1 Co 7,28. 32. 35).



Optar sabiamente

22.1. Hay, por tanto, que cuidar de todas esas cosas, no por ellas mismas, sino por el cuerpo; pero la solicitud por el cuerpo radica es por (causa) del alma, a la cual hace referencia.

22.2. Porque es preciso que quien se comporta de forma gnóstica aprenda lo que conviene; reconociendo que el placer no es un bien, por el hecho de que algunos placeres son malos. Por esa razón, lo bueno aparece malo, y lo malo bueno.

22.3. Pero además, si elegimos algunos placeres, huimos de otros, porque no todo placer es bueno.

22.4. Lo mismo habría que decir respecto a los sufrimientos, de los cuales soportamos algunos, pero huimos de otros; ahora bien, la elección y el rechazo se hacen conforme a ciencia.

22.5. De modo que la ciencia es lo bueno, no el placer, porque por a ella también se puede elegir en tal ocasión tal placer.

Riqueza y pobreza

23.1. Igualmente, el mártir elige un placer en esperanza mediante el sufrimiento presente. Pero si el sufrimiento se percibe en la sed y el placer en la bebida, el dolor que precede es la causa eficiente del placer. Pero el mal no es causa eficiente del bien; por ello ni lo uno ni lo otro (son) un mal.

23.2. En verdad, Simónides, como también Aristóteles, escriben: "Para el hombre, lo primero es la salud" (Aristóteles, Retórica, II,21,1394, b 13), "lo segundo, ser de hermosa presencia, y en tercer lugar, la riqueza sin fraude" (Simónides de Quíos, Fragmentos, 7).

23.3. También Teognis de Megara [escribe]: "Hay que huir de la pobreza, Cirno, y, desde las escarpadas rocas, arrojarse hasta los abismos profundos del mar" (Teognis, Elegías, I,175-176).

23.4. En cambio el cómico Antífanes, más bien contrario, dice: "La riqueza recibiendo a los que ven, los hace ciegos" (Antífanes, Fragmentos, 259).

Peligros de las riquezas

24.1. Por eso (la riqueza) es cantada por los poetas ciega de nacimiento:

24.2. "Ella le engendró un hijo que nunca vio sol", dice Euforión de Calcis (Fragmentos, 110).

24.3. "Mala educadora de valentía han sido para los hombres la riqueza y la mucha voluptuosidad", ha versificado Eurípides en el "Alejandro" (Eurípides, Fragmentos, 54).

24.4. Y se ha dicho: "La pobreza obtuvo en suerte sabiduría por su parentesco" (Eurípides, Fragmentos, 641,3).

24.5. Pero el amor al dinero, no sólo ha arruinado (o: derrotado) a Esparta, sino también a cualquier ciudad.

24.6. "Ciertamente la moneda para los mortales no es sólo la de plata brillante o de oro, sino la virtud", como afirma Sófocles (en realidad: Eurípides, Fragmentos, 542).

Capítulo VI: Sobre las bienaventuranzas

"Bienaventurados los perseguidos por practicar la justicia"

25.1. Nuestro Salvador, el Santo, dispuso la pobreza, la riqueza y otras cosas parecidas, tanto (en relación) con lo espiritual como con lo sensible; porque diciendo: "Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia" (Mt 5,10), nos enseña claramente a buscar el testimonio (lit.: martirio) en toda circunstancia.

25.2. Si el pobre por la justicia testimonia que la justicia que ha amado es un bien, y si (padeciere) hambre y sed por la justicia, da testimonio que la justicia es lo mejor.

"Bienaventurados los pobres"

26.1. Pero de igual manera, también quien llora y se aflige por la justicia (cf. Mt 5,4; Lc 6,21) testimonia que la mejor ley es buena (o: hermosa).

26.2. Por eso, tanto a los perseguidos cuanto a los que tienen hambre y sed por la justicia los llama bienaventurados (cf. Lc 6,21) quien ha aceptado el legítimo deseo que ni siquiera el hambre pudo cortar.

26.3. Y si tienen hambre de la justicia misma, (serán) bienaventurados. "Bienaventurados también los pobres" (Mt 5,3: Lc 6,20), tanto en espíritu como en riquezas, por la justicia, evidentemente.

26.4. Ahora bien, no (llama) bienaventurados simplemente a los menesterosos, sino a los que han querido hacerse pobres por causa de la justicia, a los que desprecian con grandeza de ánimo (o: con sentimientos valerosos) los honores de aquí abajo por procurar el bien.

26.5. De igual modo, también a los que han llegado a ser hermosos de carácter y de cuerpo por la castidad, a los nobles e ilustres, que por la justicia han avanzado hacia la adopción filial y, por ello, han conseguido "el poder ser hijos de Dios" (Jn 1,12), y "caminar sobre serpientes y escorpiones" (Lc 10,19), y vencer a los demonios y al ejército del Adversario (cf. 2 Ts 2,4; 1 T 5,14).

La inmortalidad

27.1. Y en general, la ascesis del Señor aleja el alma del cuerpo con agradecimiento, si bien también ella misma se va separando con esfuerzo según se va convirtiendo.

27.2. "Porque el que encuentra su alma la perderá y quien la pierde la encontrará" (Mt 10,39; Mc 8,35 y Lc 9,24 dicen "la salvará), con tal que unamos nuestra fragilidad a la incorruptibilidad de Dios. Pero es voluntad de Dios el conocimiento de Dios, que eso es comunión de su inmortalidad.

27.3. Según la lógica de la conversión, quien reconoce que su alma es pecadora, la hará morir al pecado, del que ha sido arrebatado; pero, al haberla perdido, la encontrará, por la obediencia, resucitada a la fe, aunque muerta al pecado (cf. Rm 6,4. 2. 10). Esto es encontrar el alma: conocerse a sí mismo.

Seguir las enseñanzas de Cristo

28.1. Pero los estoicos dicen que la conversión hacia lo divino (lit.: las cosas divinas) se realiza mediante un cambio, una transformación del alma hacia la sabiduría.

28.2. En cambio, Platón (dice) que es por medio de una evolución del alma hacia lo mejor y un alejamiento de cierto día tenebroso (cf. Platón, República, VII,512 C; 525 C, 532 B).

28.3. Por lo demás, también los filósofos (= los estoicos) conceden al [hombre] virtuoso una salida razonable, si algo le privase de actuar, no quedándole esperanza alguna de actividad.

28.4. Pero el juez que obliga a la fuerza a renegar de quien nos ha amado, me parece, que separa al que (es) amigo de Dios y al que no lo (es).

28.5. De esta manera no hay comparación posible entre lo que uno debe rechazar y lo que hay que preferir: una amenaza humana o el amor de Dios.

28.6. También la abstención de acciones malas viene a ser una disminución y extinción de los vicios (lit.: males), porque la falta de ejercicio (o: la inacción) abate la actividad de los mismos; esto es "vende tus posesiones y dalas a los pobres, y después sígueme" (Mt 19,21); es decir, sigue las palabras del Señor.

El desprendimiento de los bienes materiales

29.1. Pero con "lo que hay" (= hacienda, riquezas), algunos dicen que (el Señor) quiso decir las posesiones, lo que (hay) de extraño en el alma, y no pueden decir cómo hay que distribuir eso a los pobres. Pero Dios reparte todo a todos según el mérito (de cada uno), porque su economía es justa.

29.2. Menospreciando entonces, dice, las posesiones que Dios reparte por medio de tu magnificencia (o: generosidad), sigue mis enseñanzas, apresurándote hacia la ascensión del Espíritu, no sólo justificado por la sola abstinencia de males, sino también perfeccionado por la beneficencia (según) el Señor.

29.3. Así, a quien se vanagloriaba de haber cumplido perfectamente los mandatos de la ley, [el Señor] le reprochó no haber amado al prójimo (cf. Mt 19.20-21; Mc 10,20; Lc 18,21). Pero la buena acción está ordenada por el amor, que es señor del sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), conforme al ascenso gnóstico.

29.4. Pero pienso que no conviene acercarse a la Palabra salvadora (cf. Mt 19,21) ni por temor al castigo, ni por alguna promesa de regalo, sino por el bien mismo.



Los tres grados de la verdad

30.1. Quienes (se comportan) así se encuentran a la derecha del santuario (cf. Mt 25,33). Pero los que piensan permutar la inmortalidad mediante el regalo de lo corruptible son llamados "mercenarios" (Lc 15,17) en la parábola de los dos hermanos; y la expresión "a imagen y semejanza" (Gn 1,26) se excluye aquí; en efecto, aquéllos se comportan a semejanza del Salvador, pero los otros han sido colocados en el lado izquierdo, conforme a la imagen de los segundos (lit.: aquellos).

30.2. También son tres los grados que (derivan) de la verdad (= el Salvador, el gnóstico, los otros imitadores), teniendo como fundamento todos una raíz; pero la elección no es igual o, mejor, la diferencia en la elección no (es) la misma.

30.3. Y elegir por imitación, pienso que es distinto de elegir por gnosis; al igual que lo encendido y lo iluminado por el fuego y por la luz. Según la Escritura, luz de semejanza es Israel, y lo demás (= los filósofos griegos) es imagen.

30.4. Pero, ¿qué quiere el Señor con la parábola de Lázaro (cf. Lc 16,19-25), al mostrar la imagen del rico y del pobre? ¿Qué (significa) "nadie puede servir a dos señores, a Dios y a Mamón" (Mt 6,24; Lc 16,13), como el Señor llama al amor al dinero?

La avaricia y la preocupación excesiva por las cosas materiales

31.1. Así, los avaros invitados al banquete no aceptan la invitación (cf. Mt 22,2-3; Lc 14,16), no por tener posesiones, sino por tenerlas de forma apasionada.

31.2. "Las zorras ciertamente tienen madrigueras" (Mt 8,20). Llamó zorras a los hombres pervertidos y terrenales, ocupados en excavar y extraer riquezas.

31.3. Así también (se refirió) a Herodes: "Vayan y digan a esa zorra: "Mira, expulso demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día habré llegado al fin"" (Lc 13,32).

31.4. Porque llamó "aves del cielo" (Mt 6,26) a los que (volando por) el cielo se diferencian de otros pájaros, realmente puros, que pueden volar (o: son capaces de volar) hacia la gnosis del Verbo celestial.

31.5. Porque no sólo implican innumerables preocupaciones la riqueza, la fama y el matrimonio, sino también la pobreza para quien no la soporta; y quizás en la parábola de la cuádruple siembra dio a entender esas preocupaciones, al decir que la semilla de la palabra, caída entre espinos y empalizadas, fue sofocada por ellos y no pudo fructificar (cf. Mt 13,7. 22; Mc 4,7. 19; Lc 8,7. 14).

Obrar rectamente

32.1. Por tanto, es necesario aprender cómo conviene comportarse en cada una de las circunstancias, como para ejercitarse mediante una gnóstica vida virtuosa al estado de vida eterna.

32.2. Porque dice: "Vi al impío orgulloso y presuntuoso como los cedros del Líbano, y al pasar, habla la Escritura, he aquí que ya no existía. También lo busqué y no se encontró su lugar. Guarda la inocencia y observa la rectitud (lit.: mira rectamente), porque existe una posteridad para el hombre pacífico" (Sal 36 [37], 35-37).

32.3. Pero éste será el que sin hipocresía de todo corazón cree y con toda el alma está en paz (o: serenísimo).

32.4. "Porque el otro pueblo honra con los labios, pero su corazón está lejos del Señor" (Is 29,13). "Me bendicen con su boca, pero con su corazón me maldicen" (Sal 61 [62],5).

32.5. "Lo amaron con su boca, y con su lengua le mintieron. Pero su corazón no era sincero para con Él, ni creyeron en su alianza" (Sal 77 [78],36-37).

Peligros de la excesiva preocupación por las cosas materiales

33.1. "Por eso, enmudezcan los labios engañosos, que hablan injusticia contra el Justo" (Sal 30 [31],19). Y de nuevo: "Extermine el Señor todos los labios engañosos y la lengua jactanciosa, de los que dicen:

33.2. "Exaltaremos nuestra lengua, nuestros labios en nosotros están. ¿Quién es nuestro dueño"" (Sal 11 [12],4-5). "Por la miseria de los pobres y por los gemidos de los menesterosos, ahora me levantaré, dice el Señor. Estableceré la salvación, hablaré abiertamente en él" (Sal 11 [12],6).

33.3. "Porque Cristo es de los humildes, no de los que se ensalzan sobre su rebaño" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 16,1).

33.4. "Por tanto no atesoren para ustedes tesoros sobre la tierra, donde polilla y la herrumbre los hacen desaparecer y ladrones perforan y roban" (Mt 6,19), dice el Señor, quizás para reprender a los avaros o quizás también a los que están simplemente preocupados y solícitos, y también a los amantes del cuerpo.

33.5. Poque amores, enfermedades, y los razonamientos inútiles (o: insignificantes) "perforan" la razón y al hombre entero; pero nuestro verdadero tesoro (cf. Mt 6,21; Lc 12,34) se encuentra en lo congénito de [nuestro] espíritu.

33.6. Además, nos transmite lo comunional de la justicia, mostrando que conviene devolver a la costumbre de la antigua conducta (cf. Ef 4,22) lo adquirido por ella para nosotros, y a recurrir a Dios implorando misericordia.

33.7. Ésta es en realidad "la bolsa que no envejece", viático de la vida eterna, "tesoro inagotable en el cielo" (Lc 12,33), "porque compadeciéndome, me apiadaré de quien me apiade" (Ex 33,19; Rm 9,15), dice el Señor.

Buscar primero el reino de los cielos

34.1. Pero estas cosas las dice también para quienes desean ser pobres por la justicia (cf. Mt 5,3). Porque han escuchado por medio del mandamiento que "ancho y espacioso es el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que transitan por él" (Mt 7,13; cf. Lc 13,24).

34.2. No se refiere a otra cosa sino al libertinaje, al amor por las mujeres, al amor de la gloria, del poder y a pasiones parecidas. "¡Insensato!", puesto que así decía, "porque reclamarán tu alma esta misma noche. Pero lo que le almacenaste, ¿para quién será?" (Lc 12,20).

34.3. Y el mandato dice textualmente: "Guárdense de toda avaricia, porque la vida de uno no está en abundarle las riquezas" (Lc 12,15).

34.4. Porque ¿en qué será beneficiado un hombre si ganase el mundo entero, pero su alma se pediera? O ¿qué dará el hombre a cambio de su alma?" (Mt 16,26; cf. Mt 6,25; Mc 8,36; Lc 9,25).

34.5. "Por eso digo: "No se preocupen por su alma (o: vida), por lo qué comerán, ni por el cuerpo, qué vestirán; porque el alma (o: vida) es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido"" (Lc 12,22-23; cf. Mt 6,25).

34.6. Y de nuevo: "Porque su Padre sabe que necesitan de todo eso. En cambio, busquen primero el reino de los cielos y la justicia, porque éstas son las cosas grandes y las pequeñas" (Mt 6,32; cf. Lc 12,30-31); y las relativas a la vida, ésas "se les darán por añadidura" (Mt 6,33; cf. Lc 12,30-31).

Capítulo VI: Sobre las bienaventuranzas (conclusión)

Cristo educador del alma

35.1. En verdad, ¿no nos llama abiertamente a practicar (o: seguir) la vida gnóstica, exhortándonos con obras y palabras a buscar la verdad? Cristo, el educador del alma, no considera rica la dádiva, sino la voluntad (o: la elección).

35.2. Así, Zaqueo, pero que otros llaman Matías (=Mateo), jefe de los recaudadores, al oír que el Señor se había dignado dirigirse a él, dijo: "Mira, doy la mitad de mis bienes como limosna, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo" (Lc 19,8; cf. Nm 5,6-7). En favor suyo también dijo el Señor: "El Hijo del hombre al venir hoy ha encontrado lo que estaba perdido" (Lc 19,10).

35.3. De nuevo, viendo que un rico había echado en el gazofilacio una ofrenda proporcionada a su riqueza, pero la viuda [sólo] dos monedas de cobre, [el Señor] dijo que la viuda había echaado más que todos, porque (el rico) había contribuido de lo que le sobraba, pero ella, de lo que necesitaba (cf. Lc 21,1-4; Mc 12,41-44).

Bienaventurados los mansos

36.1. Pero puesto que todo lo dirigió a la educación del alma, dice: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra" (Mt 5,5).

36.2. Ahora bien, mansos son los que han puesto fin en el alma a la implacable batalla contra la ira, la concupiscencia y (las pasiones) subordinadas (o: debajo) a ellas. Pero alaba a los que son mansos por voluntad, no por necesidad.

36.3. Porque junto al Señor hay muchas recompensas y moradas (cf. Jn 14,2), según la analogía de las vidas.

36.4. "Porque quien reciba a un profeta por el nombre de profeta, dice, recibirá recompensa de profeta; y el que reciba a un justo por el nombre de justo, recibirá recompensa de justo; y el que honre a uno de estos pequeños discípulos, no perderá la recompensa" (Mt 10,41-42).

36.5. En otra ocasión (indicó) las distintas recompensas, nobles compensaciones de la virtud, mediante el desigual número de las horas [de trabajo]; pero mediante la paga igual dada a cada uno de los obreros -esto es, la salvación significada por el denario-, ha indicado el derecho equitativo respecto a los que trabajaron diferentes horas (cf. Mt 20.1-16).

Bienaventurados los que lloran

37.1. En verdad, al ser colaboradores de la inefable economía y liturgia, trabajaron según las moradas correspondientes (lit.: análogas) a los premios de que han sido juzgados dignos.

37.2. Dice Platón: "Pero los estimados con mayor dignidad por vivir con pureza, ésos son los que, liberados de las cosas terrenas y huidos como de cárceles, sin embargo alcanzan arriba una morada pura" (Platón, Fedro, 114 B-C).

37.3. Así, claramente dice lo mismo de este modo: "De entre éstos, los que están suficientemente purificados por la filosofía, viven absolutamente sin cuerpos para siempre (lit.: para todo el tiempo)" (Platón, Fedro, 114 C), aunque [Platón] les asigne ciertas figuras (lit.: esquemas), unas de aire y otras de fuego.

37.4. Después añade: "Y llegan a moradas todavía más bellas que éstas, que no son fácilmente descriptibles, ni ahora (hay) tiempo suficiente para ello" (Platón, Fedro, 114 C).

37.5. De ahí con razón, "bienaventurados los que afligidos (o: lloran), porque ellos serán consolados" (Mt 5,5).

37.6. Porque los que se han convertido de haber vivido mal (lit.: de aquello en que hayan vivido mal) estarán presentes a la llamada; esto es ser consolado.

37.7. Pero hay dos modos de arrepentirse (o: convertirse): uno, más común, (es) el temor por lo realizado; el otro, más específico, es la vergüenza, que la conciencia siente sobre sí misma, tanto aquí como en otra parte, porque ningún lugar (está) desierto de los beneficios de Dios.

Bienaventutados los misericordiosos

38.1. También dice: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5,7). Pero la misericordia no es lo que algunos filósofos han pensado: tristeza por las desgracias ajenas, sino que es algo mucho mejor, como dicen los profetas: "Misericordia quiero, dice, y no sacrificio" (Os 6,6; cf. Mt 9,13; 12,7).

38.2. Pero quiere que sean misericordiosos no sólo los que practican misericordia, sino también los que desean practicar la misericordia, aunque no puedan: los que tengan la voluntad de hacerlo.

38.3. Porque a veces queremos hacer misericordia mediante un donativo (o: regalo) de dinero o un servicio personal (lit.: corporal), como socorrer a un necesitado, ayudar a un enfermo o asistir a quien se encuentra en una dificultad; y nosotros estamos impedidos por la pobreza, la enfermedad o la ancianidad -porque también ésta (es) una enfermedad de la naturaleza-, de prestar nuestro ministerio donde nos proponíamos cumplirlo, no pudiendo llevar a término lo que hubiéramos querido.

38.4. Los que han querido participarán del mismo honor que quienes hayan podido, porque su intención era la misma, aunque otros hayan tenido mayores recursos.



Bienaventurados los puros de corazón

39.1. Pero puesto que se encuentran dos caminos que conducen a la perfección de la salvación, obras y gnosis, [el Señor] dijo: "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8).

39.2. Si consideramos la verdad de esta realidad, la gnosis es la purificación de la parte hegemónica (o: rectora, directiva) del alma, y es una buena actividad (lit.: energía).

39.3. En efecto, algunas cosas (son) buenas por sí mismas, otras por participación de las buenas, como lo decimos de las bellas acciones; pero sin las cosas intermedias, que tienen función de materia, no se dan acciones ni buenas ni malas; así menciono la vida, la salud y otras cosas necesarias o accidentales.

39.4. Por tanto, [el Señor] los quiere puros en los deseos corporales y santos en los pensamientos que llegan al conocimiento de Dios, para que la facultad hegemónica no tenga nada espurio (o: falso) que interfiera su acción.

Bienaventurados los pacíficos. La impasibilidad

40.1. Así, cuando alguien se ocupa en la contemplación, dialogando puramente con la divinidad, participando gnósticamente de esa cualidad santa, deviene más cercano al estado de impasibilidad (apátehia), de modo que ya no tendrá ciencia y poseerá gnosis, sino que [él mismo] es ciencia y gnosis.

40.2. Por tanto, "bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9). Los que han domesticado y civilizado la ley que milita contra la sabiduría de nuestro espíritu (cf. Rm 7,23): las amenzas de la cólera, las seducciones de la concupiscencia y las otras pasiones que hacen la guerra a la razón, (y) los que han vivido conforme a la ciencia, con obras buenas y con verdadera razón, serán restablecidos en la más amorosa adopción filial.

40.3. Pero la perfecta pacificación parece ser aquella que en toda circunstancia conserva inmutable la disposición pacífica, proclama santa y buena la divina providencia, y está establecida en la ciencia de las cosas divinas y humanas, por las que considera las contadicciones del mundo (como) la más hermosa armonía de la creación.

40.4. Pero también pacifican a los que en este mundo son atacados (o: combatidos) por las estratagemas del pecado, enseñándoles a buscar la fe y la paz.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia

41.1. Pero pienso que la cima de toda virtud (se encuentra) cuando el Señor nos enseña que por el amor a Dios debemos despreciar la muerte de una manera más gnóstica.

41.2. "Bienaventurados, dice, los perseguidos por causa de la justicia, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,10 y 9), o como dicen algunos que cambian los Evangelios: "Bienaventurados los perseguidos por encima de la justicia [humana], porque ellos serán perfectos. Y bienaventurados los perseguidos por mi causa, porque tendrán un lugar donde no serán perseguidos".

41.3. "Y bienaventurados serán cuando los odien los hombres, cuando los expulsen, cuando proscriban el nombre de ustedes como infame por causa del Hijo del hombre" (Lc 6,22).

41.4. Con tal de que no injuriemos evidentemente a los perseguidores, y soportemos sus castigos, sin odiarlos, pensando que la prueba nos ha sobrevenido más tarde de lo que esperábamos; al contrario, sabiendo que toda prueba es ocasión de martirio.

Capítulo VII: El martirio por amor

El verdadero creyente

42.1. Después, el que se engaña y se demuestra a sí mismo infiel, y se pasa al ejército del Diablo, ¿en qué desgracia (lit.: mal), diremos, está?

42.2. Ciertamente, quien no cree en Dios engaña al Señor, o más bien, engañará su propia esperanza. Y no cree quien no obra lo que (Él) ha mandado.

42.3. Pero ¿qué? ¿No niega al Señor quien se niega a sí mismo? ¿Porque no suprime al dueño de la autoridad quien también se priva a si mismo de la familiaridad con Él? Por tanto, quien niega al Salvador niega la vida, porque "la luz era la vida" (Jn 1,4).

42.4. A esos no los llama de poca fe, sino incrédulos e hipócritas (cf. Mt 6,2; 17,17; 23,13), aunque ostentan el nombre (de cristianos), niegan ser creyentes. Por el contrario, fiel se llama al que es siervo y amigo (cf. Mt 24,45).

42.5. De modo que, si alguien se ama a sí mismo, ama al Señor, y confiesa la salvación para salvar el alma

La obediencia a Dios

43.1. Y en verdad, si mueres por amor del prójimo y piensas que nuestro prójimo (es) el Salvador -porque el que salva es llamado "Dios que se acerca" (Jr 23,23; Dt 4,7) respecto al que es salvado-, morirás al elegir la muerte por la vida y padecerás más por ti mismo que por Él (otra versión: tu prójimo). Y por esto es llamado hermano (cf. Mt 12,48-50).

43.2. Porque quien padece por amor a Dios padece por su propia salvación; al contrario, quien muere por la propia salvación sufre por amor del Señor. Porque también El, siendo vida, quiso padecer por lo que padeció, para que viviéramos por su pasión.

43.3. Dice: "¿Por qué me llaman, Señor, Señor, y no hacen lo que digo?" (Lc 6,46). En verdad, el pueblo que ama con los labios, pero tiene el corazón lejos del Señor es extranjero (cf. Is 29,13; Mt 15,8; Mc 7,6), ha obedecido a otro, y a ese mismo se ha vendido voluntariamente (lit.: espontáneamente).

43.4. Pero cuantos cumplen los mandamientos del Salvador, son mártires en cada acción, haciendo lo que (Él) quiere, invocando consecuentemente al Señor, y dando testimonio mediante las obras que obedecen al que es, crucificando la carne con las concupiscencias y las pasiones (cf. Ga 5,24).

43.5. "Si vivimos por el Espíritu avancemos también por el Espíritu" (Ga 5,25), dice. "El que siembra para su propia carne, cosechará corrupción de la carne; pero quien siembra en el espíritu, cosechará del Espíritu la vida eterna" (Ga 6,8).

La vida después de la muerte

44.1. Pero los hombres miserables piensan que el martirio de sangre por el Señor es la muerte más violenta; no saben que esta puerta de la muerte es realmente el principio de la verdadera vida. Y no quieren comprender ni los premios que hay después de la muerte para los que han vivido santamente, ni los castigos para quienes se han comportado injusta e impúdicamente; no refiero sólo a que no deseen escuchar a nuestras Escrituras -puesto que casi todos sus preceptos señalan estas cosas-, sino que ni a sus propios oráculos quieren obedecer.

44.2 En efecto, la pitagórica Teano escribe: "Porque la vida sería realmente una fiesta para los malos, una vez cometidos sus crímenes pueden morir, si el alma no fuera inmortal" (Teano, Fragmentos, 5).

44.3. "La muerte sería una ganga -dice Platón en el "Fedón"-, si la muerte fuera una liberación total, ciertamente sería una ganga" (Platón, Fedón, 107 C), y lo que sigue.

No se debe vivir bajo los dictámenes de la carne

45.1. Por tanto, no hay que pensar, según el "Télefo" de Esquilo, que "el camino que lleva al Hades (es) más sencillo" (Esquilo, Fragmentos, 239), porque son muchos los caminos (cf. Hb 1,1) que a él conducen los pecados que extravían por doquier.

45.2. Como parece, ésos son los incrédulos que Aristófanes ridiculiza: "Vayan (dice), varones sin brillo (lit.: oscuros), semejantes a la generación de hojas, débiles, figuras de cera, ejércitos de sombra, inconsistentes, privados de alas, efímeros" (Aristófanes, Aves, 684-686).

45.3. También Epicarmo [dice]: "Esta naturaleza es la de los hombres: (ser) odres hinchados" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 12).

45.4. Pero el Salvador nos ha dicho: "El espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26,41); porque la tendencia de la carne es el odio hacia Dios -explica el Apóstol-, puesto que no se somete a la ley de Dios, ni puede. Y los que son carnales no pueden agradar a Dios" (Rm 8,7-8).

45.5. Y prosiguiendo la explicación añade, para que nadie, como Marción, desagradecidamente entienda que la creación es mala. "Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu es vida por la justicia" (Rm 8,10).

45.6. Y de nuevo: "Si viven según la carne, van a morir. Porque pienso que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que va a ser revelada en nosotros; porque si padecemos con (Él), también seremos conglorificados con (Él), como coherederos de Cristo" (Rm 8,13. 18 y 17).

La esperanza cristiana

46.1. "Pero sabemos que a los que aman a Dios todo les ayuda hacia el bien, a los que son llamados conforme a su designio. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que Él sea primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a éstos también los llamó; mas a los que llamó también los justificó; pero a los que justificó, también los glorificó" (Rm 8,28-30). Mira cómo ha enseñado el martirio por amor.

46.2. Y si quieres ser mártir por recompensa de (esos) bienes, oirás de nuevo: "Porque en esperanza estamos salvados; pero esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo también? Pero si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo aguardamos" (Rm 8,24-25).

46.3. "Y si también padecemos por la justicia, seremos bienaventurados" (1 P 3,14), dice Pedro. "Y no tengan miedo de ellos, ni se turben, sino santifiquen a Cristo Señor en sus corazones; siempre dispuestos a dar respuesta de la esperanza de ustedes a todo el que se los pidiere; pero háganlo con mansedumbre y respeto, teniendo buena conciencia, para que en lo que son calumniados, sean avergonzados los que denigran vuestra su buena conducta en Cristo. Porque, si lo quiere la voluntad de Dios, mejor es sufrir haciendo el bien que haciendo el mal" (1 P 3,14-17).

Participar en los sufrimientos de Cristo

47.1. Y si alguno, ofendiendo con burlas, dijere: ¿cómo es posible que la carne, que es débil (Cf. Mt 26,41; Mc 14,38), resista frente a las fuerzas y a los espíritus de las potestades?

47.2. Pero téngase en cuenta que podremos resistir a los príncipes de las tinieblas (cf. Ef 6,12) y a la muerte, confiando en el Todopoderoso y en el Señor.

47.3. Dice [la Escritura]: "Cuando todavía estás hablando, dirá: "Heme aquí"" (Is 58,9). Mira al defensor invencible, a nuestro protector.

47.4. "Por tanto, no se sorprendan, dice Pedro, por el incendio suscitado entre ustedes para prueba, como si algo extraño les sucediera; al contrario, alégrense en la medida en que son partícipes de los padecimientos de Cristo, para que también en la manifestación de su gloria exulten de gozo. Bienaventurados si en nombre de Cristo son ultrajados, porque el Espíritu de la gloria y el de Dios reposa sobre ustedes" (1 P 4,12-14).

47.5. "Como está escrito, puesto que por ti somos entregados a la muerte todo el día, hemos sido considerados como ovejas de matanza" (Sal 43 [44],23). "Pero en todas estas cosas vencemos mediante el que nos ha amado" (Rm 8,36-37).

"Con el corazón se cree"

48.1. "Pero quieres saber mi pensamiento, ni aunque me quemes, ni aunque me hagas bajar una temible cumbre, desde lo alto hasta la extremidad de los pies, lo sabrás, ni aunque [me] ates con muchas cadenas" (Anónimo, Fragmentos, 114), dice sin miedo una mujer varonil, en la tragedia.

48.2. Y Antígona, despreciadando el anuncio de Creonte, con atrevimiento dice: "Porque no fue Zeus quien me anunció esas cosas" (Sófocles, Antígona,450).

48.3. Pero Dios nos lo proclama y hay que creerle. "Porque con el corazón se cree para [tener] justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación. Porque dice Escritura: "Todo el que cree en Él, no será confundido"" (Rm 10,10-11; Is 28,16).

48.4. Así, escribe con razón Simónides: "Esto se dice, que la Virtud habita sobre rocas inaccesibles, pero la acompaña (o: la rodea) rápido casto coro de ninfas. No es visible a los párpados de todos los mortales, sino a quien un sudor que roe el alma le salga de dentro y llegue hasta la cima del valor" (Simónides de Quíos, Fragmentos, 74).

Confesar la esperanza

49.1. También [dice] Píndaro: "Las inquietudes de la juventud, desarrolladas con esfuerzo, alcanzan la gloria, y con el tiempo resplandecen sus acciones que brillan en el éter" (Píndaro, Fragmentos, 227).

49.2. Y Esquilo, apoderándose de ese pensamiento, dice: "A quien se esfuerza, los dioses le deben el hijo de su esfuerzo, el renombre" (Esquilo, Fragmentos, 315).

49.3. "Porque los más grandes obtienen una parte más grande" según Heráclito (Fragmentos, 22 B 25).

49.4. "¿Quién es esclavo, si la muerte no le preocupa?" (Eurípides, Fragmentos, 958).

49.5. "Porque Dios no nos dio un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino de fortaleza, amor y templanza. Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero" (2 Tm 1,7-8), escribe [Pablo] a Timoteo.

49.6. Ese tal será el que se adhiera al bien, según el Apóstol, el que se aparte del mal y tenga un amor sin hipocresía (cf. Rm 12,9).

49.7. "Porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley" (Rm 13,8). Pero si "el Dios de la esperanza" (Rm 15,13) es aquel por quien somos mártires, como es en realidad, confesamos nuestra esperanza al apresurarnos hacia la esperanza: los "llenos de bondad, dice, han sido colmados de toda gnosis" (Rm 15,14).



Una vida recta

50.1. Los filósofos indios dicen al macedonio Alejandro: "Deportarás [nuestros] cuerpos de un lugar a otro, pero no conseguirás que nuestras almas hagan lo que no queremos. El fuego es el mayor tormento para los hombres, pero nosotros lo despreciamos" (Filón de Alejandría, Quod omnibus probus liber sit, 14,96).

50.2. Y de ahí que Heráclito eligiera la buena fama a todo lo demás; pero confiesa que a muchos se les concede "hartarse como animales" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 29).

50.3. "Porque la mayoría de las miserias (son) a causa del cuerpo; por su causa hemos inventado mansiones cubiertas, el extraer del suelo la plata blanca, el sembrar la, tierra, y las otras labores que conocemos con sus nombres" (Anónimo, Fragmentos, 115).

Humillaciones que debe soportar el cristiano

51.1. Ciertamente, para muchos este trabajo inútil es lo deseable, pero a nosotros nos dice el Apóstol: "Conociendo que nuestro hombre viejo ha sido crucificado [con Cristo], para destruir el cuerpo del pecado, ya no seamos más esclavos del pecado" (Rm 6,6).

51.2. ¿Acaso el Apóstol no muestra claramente la humillación de la fe para muchos con lo que sigue? "En efecto pienso que Dios, a nosotros los apóstoles, nos ha concedido ser los últimos, como condenados a muerte, porque hemos venido a ser como espectáculo para el mundo, ángeles y hombres" (1 Co 4,9).

51.3. "Hasta la hora presente también pasamos hambre y sed, estamos desnudos, somos abofeteados, andamos errantes, y nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Insultados, bendecimos; perseguidos, aguantamos; difamados, consolamos. Hemos llegado a ser como desecho del mundo" (1 Co 4,11-13).

La divina Providencia todo lo gobierna

52.1. También esto mismo se encuentra en la "República" de Platón: aunque el justo sufra tormentos, aunque le arranquen los ojos, será feliz" (cf. Platón, República, II,361 E).

52.2. Así, por tanto, el gnóstico no tiene puesta su meta en el azar, sino que de él dependerá el ser feliz, y ser también amigo bienaventurado y regio de Dios.

52.3. Y aunque sea condenado al deshonor, al destierro, a la confiscación y a cualquier muerte, jamás será separado de la libertad y amor señorial para con Dios; [amor] "que todo lo aguanta y todo lo soporta" (1 Co 13,7).

52.4. El amor está convencido de que la divina Providencia lo dispone todo convenientemente. "Los exhorto a que se hagan imitadores míos" (1 Co 4,16), dice.

La caridad es la perfección

53.1. En verdad, el primer grado de la salvación (es) la instrucción con el temor [de Dios], mediante la cual nos mantenemos lejos de la injusticia; en cambio, el segundo es la esperanza, por la que aspiramos a lo mejor; pero la caridad (alcanza) la perfección, como conviene, porque nos educa gnósticamente.

53.2. Porque no sé cómo los griegos, atribuyendo los acontecimientos a una necesidad (o: a un destino) irracional, confiesan que hay que doblegarse ante ella de mala gana.

53.3. Así, dice Eurípides: "Acepta lo que te sugiero, mujer. No hay ningún mortal que no sufra: entierra hijos, engendra a otros nuevos, y él mismo muere. Y esto es lo que padecen los mortales" (Eurípides, Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).

53.4. Luego añade: "Es necesario aguantar lo que por naturaleza hay que soportar; nada de lo necesario debe ser temido por los mortales" (Eurípides, Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).

La caridad es el fundamento de la gnosis

54.1. Pero a quienes se esfuerzan hacia a la perfección se les propone la gnosis espiritual (o: racional), cuyo fundamento es la santa tríada: "fe, esperanza y amor; pero la mayor de ellas es el amor" (1 Co 13,13; cf. Col 3,12. 14-15).

54.2. "Ciertamente, todo (es) lícito, pero no todo conviene; todo es lícito, pero no todo edifica" (1 Co 10,23), dice el Apóstol. "Y nadie busque únicamente lo suyo propio, sino lo del otro" (1 Co 10,24), de modo que a la vez pueda hacer y enseñar, poniendo los cimientos y construyendo encima.

54.3. Porque, en verdad, "del Señor es la tierra y cuanto la llena" (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26), lo confiesa, pero la conciencia del débil se hunde (cf. 1 Co 8,10).

54.4. "Pero digo conciencia, no por la de ti mismo, sino por la del otro. Pues, ¿por qué ha de juzgarse mi libertad por la conciencia ajena? Si yo participo por gracia, ¿por qué he de ser censurado por lo que yo doy gracias? Por tanto, ya coman, ya beban, ya hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios" (1 Co 10,29-31).

54.5. "Porque aunque caminemos en carne, no militamos según la carne; puesto que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas, destruyendo razonamientos y toda altanería que se levante contra la gnosis del Señor" (2 Co 10,3-5).

La meta del gnóstico

55.1. Pertrechado con esas armas, el gnóstico dice: Señor, dame una ocasión y recibe la demostración; que venga ese peligro, porque desprecio los riesgos por tu amor.

55.2. "Porque la virtud es lo único de los humanos que no recibe de fuera recompensa, sino que ella tiene en sí misma el premio de los esfuerzos" (Anónimo, Fragmentos, 116).

55.3. "Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, pero por encima de todo eso, el amor, [que] es el vínculo de la perfección.

55.4. Y la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual han sido llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos" (Col 3,12. 14-15), los que aún viven en un cuerpo, gozando, como los antiguos justos, de la impasibilidad y tranquilidad (ataraxía) del alma.

Capítulo VIII: La corona del martirio por Cristo

Valiente conducta de algunos hombres de la antigüedad

56.1. No sólo los esopios (o: etíopes [los de color de fuego]; o: los que imitaban la paciencia esópica; o: los beocianos), los macedonios y los espartanos cuando eran torturados (se mantenían) firmes, como dice Eratóstenes en [el libro] sobre "Los bienes y los males", sino también Zenón de Elea, obligado a revelar un secreto, resistió los tormentos sin confesar nada, y finalmente cortándose la lengua la escupió al tirano, a quien unos llaman Nearco y otros Démilo.

56.2. Lo mismo hicieron el pitagórico Teodoto y Praulo, el discípulo de Lacides, como dice Timoteo de Pérgamo en el [libro] "Sobre el valor de los filósofos" y Acaico en la "Ética".

56.3 Pero también el romano Postumo, arrestado por Peucetión, no sólo no reveló ningún secreto, sino que también, poniendo la mano sobre el fuego, la dejó derretirse como bronce, con un dominio de sí mismo perfectamente impasible.

56.4. Guardo silencio de lo de Anaxarco que, cuando era machacado con las mazas de hierro del tirano, gritaba: "Machaca la bolsa de Anaxarco, porque no (es) a Anaxarco a quien machacas" (Anaxarco, Fragmentos, 72 A 1 y 13).

La amistad divina: fortaleza en las pruebas

57.1. Ahora bien, ni la esperanza de la felicidad, ni el amor a Dios soportan con dificultad las humillaciones, sino que permanecen libres, aunque caigan bajo las fieras más feroces, o del fuego que todo lo devora, o asesinados por torturas tiránicas, pendientes de la amistad divina, libres (lit.: no esclavos) en lo alto, y entregan el cuerpo a quienes pueden adueñarse sólo de él (cf. Mt 10,28).

57.2. Pero los getas, pueblo bárbaro, no faltos del gusto de la filosofía, eligen cada año un embajador (para enviar) un héroe a Zamolsis. Y Zamolsis era un conocido de Pitágoras.

La muerte por Cristo

58.1. Así, es degollado el juzgado más digno [entre ellos], ciertamente con tristeza de los que han filosofado, pero que no han sido elegidos porque son indignos de realizar un servicio tan feliz.

58.2. Porque toda la Iglesia está llena de los que toda su vida se han estado ejercitando para la muerte que vivifica por Cristo, tanto mujeres como hombres virtuosos.

58.3. Así, al que se comporta como nosotros, también sin letras le es posible filosofar, sea bárbaro o griego, esclavo, anciano, niño o mujer.

58.4. Porque la templanza es común a todos los hombres que la elijan. Y nosotros confesamos que la misma naturaleza, según cada género, posee también la misma virtud.

Igualdad de naturaleza de la mujer y el hombre

59.1. Por eso, respecto a la naturaleza humana, la mujer no parece tener una naturaleza y otra [distinta] el varón, sino que siendo (la naturaleza) la misma, como también (idéntica) virtud.

59.2. Pero si la virtud del varón (es) sin duda la templanza, la justicia y las llamadas consecuentes de esas, ¿acaso sólo concierne al varón ser virtuoso, y en cambio a la mujer ser intemperante e injusta? Pero el decir eso (es) inconveniente.

59.3. Ahora bien, deben cuidar de la templanza, de la justicia y de cualquier otra virtud tanto la mujer como el varón, el libre como el esclavo, ya que una e idéntica es la virtud que ha correspondido a la misma naturaleza.

59.4. En verdad, no decimos que la naturaleza femenina, en cuanto a la feminidad, sea idéntica a la masculina; porque debe existir alguna diferencia en cada una de ellas, puesto que ciertamente una ha nacido femenino y la otra masculino.

59.5. Así, decimos que el concebir y el dar a luz corresponden a la mujer, en cuanto (es) hembra, no en cuanto ser humano; además, si no existiera diferencia entre varón y mujer, cada uno de ellos harían y experimentarían lo mismo.

Las diferencias corporales entre el hombre y la mujer

60.1. También por lo que tiene de igual, por el alma, alcanzará la mujer la misma virtud; mientras que por lo que es diferente, por las propiedades del cuerpo, está destinada a las gestaciones y al cuidado de la casa.

60.2. Dice el Apóstol: "Quiero que ustedes sepan que la cabeza de todo varón es Cristo, pero la cabeza de la mujer es el varón. Porque no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón. Ni la mujer sin el varón, ni el varón sin la mujer en el Señor" (1 Co 11,3. 8. 11).

60.3. En efecto, lo mismo que decimos que el varón debe ser temperante y más fuerte que los placeres, así consideramos que la mujer sea igualmente temperante y ejercitada en luchar contra los placeres.

60.4. El mandato apostólico aconseja: "En cambio, les digo: anden en espíritu (o: en el Espíritu) y no consumarán el deseo de la carne; porque la carne desea contra el espíritu, pero el espíritu contra la carne. Porque ambos se oponen" (Ga 5,16); no como el mal frente al bien, sino como (elementos) que pugnan por la preeminencia.

Los frutos de la acción del Espíritu Santo

61.1. Entonces añade: "Para que no hagan lo que quieran" (Ga 5,17). "Las obras de la carne son manifiestas, las cuales son fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, discordias, celos, iras, rivalidades, litigios, divisiones, envidias, embriagueces, orgías y otras parecidas; de ello los prevengo, como antes dije, porque quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, bondad, continencia, benignidad, fe y mansedumbre" (Ga 5,19-23). Pienso que [el Apóstol] ha llamado "carne" a los pecadores, al igual que "espíritu" a los justos.

61.2. Sí, ciertamente hay que adquirir el valor para (tener) coraje y paciencia, de modo que a quien nos golpee sobre una mejilla le ofrezcamos la otra, y a quien nos quite el manto le concedamos también la túnica (cf. Mt 5,48; Lc 6,29), gobernando la ira con fuerza.

61.3. Porque no ejercitamos a las mujeres a (ser) amazonas valientes en la guerra, puesto que también queremos que los hombres sean pacíficos.

Fortaleza de la mujer

62.1. Yo he oído que las mujeres saurómatas hacen la guerra no menos que los varones, y que otras [mujeres] sáquidas, mientras fingen huir, tiran flechas hacia atrás igual que los varones.

62.2. Sé también que las mujeres de la región de Iberia realizan obras y trabajos varoniles; incluso aunque estén próximas a dar a luz, no abandonan lo que hay que hacer, sino que muchas veces la mujer, en el esfuerzo del trabajo, da a luz, recoge al recién nacido y lo lleva a casa.

62.3. Además, también las perras, no menos que los perros, cuidan la casa, cazan y custodian los rebaños. "Gorgo, la perra cretense, corrió tras las huellas del ciervo" (Antípatro de Tesalónica, en Antología Palatina, IX,268 1).

62.4. Por tanto, también las mujeres deben filosofar, de manera semejante a los varones; aunque los varones, al llevar la preeminencia en todo, (son) mejores, si no se afeminan (o: se ablandan).



¿En qué el hombre es superior a la mujer?

63.1. Educación y virtud (son) indispensables a todo el género humano, si buscan con ardor la felicidad.

63.2. Y quizás no en vano escribe Eurípides de varias maneras: ciertamente, una vez: "Toda esposa (es) peor que el marido, aunque el peor [de los maridos] despose a la de buen renombre" (Eurípides, Fragmentos, 546).

63.3. Pero, otras veces: "Porque la mujer virtuosa es siempre esclava de su marido; pero la no virtuosa supera en necedad a su cónyuge" (Eurípides, Fragmentos, 545).

63.4. "Porque no hay nada preferible y mejor que, cuando posean una casa, marido y mujer (tengan) los mismos sentimientos (y) pensamientos" (Homero, Odisea, VI,182-184).

63.5. Ahora bien, la cabeza es lo hegemónico. Pero si "el Señor es cabeza del varón y el varón es cabeza de la mujer" (1 Co 11,3), el varón es señor de la mujer, "siendo [él] imagen y gloria de Dios" (1 Co 11,7).

Lo que dice el apóstol Pablo de la relación entre la mujer y el hombre

64.1. Por eso también escribe [Pablo] en la Carta a los Efesios: "Sométanse [unos] a otros en el temor de Dios: las mujeres a los propios maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, y él (mismo) Salvador del cuerpo. Pero como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus propios maridos en todo.

64.2. Los maridos amen a las esposas como también Cristo amó a la Iglesia; así también los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa se ama a sí mismo; porque nadie aborreció jamás a su propia carne" (Ef 5,21-25. 28-29).

La vida familiar

65.1. También en la [Carta] a los Colosenses dice: "Mujeres, sométanse a los maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amen a las esposas y no sean amargos con ellas. Hijos, obedezcan a los padres en todo, porque eso es grato al Señor. Padres, no irriten a sus hijos, para que no se desanimen.

65.2. Siervos, obedezcan en todo a sus amos según la carne, no sirviendo cuando son vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo al Señor. Y todo lo que hagan, háganlo desde el alma, como sirviendo al Señor y no a los hombres; sabiendo que recibirán del Señor la recompensa de la herencia. Sirvan, entonces, a Cristo, el Señor; porque el injusto recogerá lo que haya obrado injustamente, porque no hay [en Él] acepción de personas.

65.3. Amos, provean a los siervos lo justo y lo equitativo, sabiendo que también ustedes tienen un Señor en el cielo" (Col 3,18-4,1),

65.4. "donde ya no hay griego ni judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre, sino que Cristo lo es todo también en todos (o: Cristo [es] todo y en todos)" (Col 3,11).

La paz de Cristo

66.1. La Iglesia terrestre es imagen de la del cielo, por eso pedimos que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo (cf. Mt 6,10).

66.2. "Revístanse de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente, si alguno tuviere una queja contra otro. Como Cristo nos ha perdonado, así también nosotros.

66.3. Pero por encima de todas esas cosas, el amor, que es vínculo de perfección. Y la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual han sido llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos" (Col 3,12-15).

66.4. Porque nada impide repetir varias veces la misma Escritura para vergüenza de Marción, para que se convierta, persuadiéndose que el fiel debe ser agradecido a Dios creador, que nos ha llamado y, en un cuerpo, nos anunció el Evangelio.

La mujer y el hombre tienen los mismos derechos

67.1. Con todas estas cosas (hemos precisado) con claridad la unidad que (proviene) de la fe, y se ha declarado quién es el [hombre] perfecto; de manera que, aunque algunos no quieran y se opongan obstinadamente, y aunque el marido o el amo amenacen con castigos, tanto la mujer como el siervo han de filosofar.

67.2. Sí, ciertamente, aunque un [hombre] libre fuera amenazado de muerte por un tirano, aunque fuera conducido a los tribunales y arrastrado a los mayores peligros, aunque tuviera que perder toda su hacienda, no se abstendrá de ningún modo de la piedad para con Dios.

67.3. Tampoco deberán claudicar jamás la esposa que viva con un marido perverso, ni el hijo que tuviere un padre cruel, o el siervo un mal amo: asidos noblemente de la virtud.

67.4. Pero igual que para un hombre es hermoso morir por la virtud, por la libertad, por sí mismo, también (lo es) para una mujer. Porque esto no es prerrogativa (lit.: propio) de la naturaleza masculina, sino de la de los buenos.

Obedecer los mandatos del Señor

68.1. Así, por tanto, también el anciano, el joven y el siervo vivirán y, si es necesario, morirán obedeciendo fielmente los mandamientos; lo cual sería alcanzar la vida mediante la muerte.

68.2. Por cierto, sabemos que niños, siervos y esposas muchas veces llegaron a ser mejores con disgusto de padres, amos y maridos.

68.3. Por consiguiente, no conviene disminuir la buena voluntad a quienes desean vivir piadosamente, aun cuando parezca que algunos tratan de impedírselo; sino que, me parece, hay que esforzarse mucho más y luchar al máximo, para no ser vencidos y decaer de los mejores y más necesarios ideales.

68.4. Porque no creo que haya comparación entre hacerse partidario del Omnipotente o elegir las tinieblas de los demonios.

68.5. Puesto que lo que hagamos en favor de otros lo hemos de hacer siempre [como] para nosotros, tratando de tener en cuenta a aquellos por los que actuamos, y hemos de hacerlo teniendo como medida lo que les agrada; pero lo que hacemos más por nosotros mismos más que por otros, lo hemos de realizar con igual celo, aunque parezca gustar o no a algunos.

Testimonio de Epicuro sobre la importancia de filosofar

69.1. Pero si de las cosas indiferentes alguna merece tal importancia como para parecer ser preferida, a pesar (lit.: a disgusto) de algunos se debe considerar mucho más necesario el luchar por la virtud, sin mirar otra cosa que la posibilidad de realizar aquel bien, guste o no a otros.

69.2. Por eso bellamente escribe Epicuro a Meneceo: "El que es joven no espere más para filosofar, y quien sea anciano destacado no se canse de filosofar. Porque nadie es demasiado inmaduro o maduro para recobrar la salud del alma.

69.3. Pero quien dice que todavía no es tiempo o ha pasado ya el tiempo de filosofar; es semejante al que dice que no ha llegado todavía a la edad de ser feliz o que ya no hay tiempo.

69.4. De manera que tanto el joven como el anciano deben filosofar; el uno para que cuando envejezca se mantenga joven en las cosas buenas, mediante la alegría de lo ya realizado; en cambio, el otro para que sea al mismo tiempo joven y anciano mediante la falta de miedo ante el futuro" (Epicuro, Carta a Meneceo, 3,122).

Capítulo IX: Textos sobre el martirio. Conductas equivocadas frente al martirio

Lo que dice Cristo sobre aquellas y aquellos que confiesan su Nombre

70.1. El Señor ha hablado en términos preciso sobre el martirio; ordenaremos lo escrito en diferentes lugares: "Pero yo les digo: todo el que se declare por mí delante de los hombres, también el Hijo del Hombre declarará por él delante de los ángeles de Dios; pero a quien me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles" (Lc 12,8-9).

70.2. "Porque cualquiera que se avergüence de mí o de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con sus ángeles" (Mc 8,38).

70.3. "Todo el que me confiese delante de los hombres, también yo lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32).

70.4. "Cuando los lleven a las sinagogas, a los magistrados y a las autoridades, no se preocupen de cómo responderán o de qué dirán; porque el Espíritu Santo les enseñará en aquella hora lo que se debe decir" (Lc 12,11-12; cf. Mc 13,11).

Lo que dice el valentiniano Heracleón

71.1. Explicando este pasaje, Heracleón, el más notable de la escuela de Valentín, dice textualmente que existe una confesión por la fe y la conducta de vida, y otra confesión por la palabra.

71.2. "La confesión por la palabra también se hace ante de las autoridades, dice, (y) es la única que la mayoría tiene por confesión, pero (esto) no es correcto; porque también los hipócritas pueden hacerr la misma confesión.

71.3. Sin embargo, esa misma palabra (cf. Mt 10,32-33; Lc 12,8-9) se encontrará que no fue dicha de forma general; porque no todos los salvados han realizado la confesión por medio de la palabra, y salieron [de esta vida]; entre ellos (están) Mateo, Felipe, Tomás, Leví (cf. Mt 9,9; Mc 2,14) y otros muchos.

71.4. Y la confesión por medio de la palabra no es universal, sino particular (o: parcial). Pero llama universal a la actual, la de las obras y las acciones conformes a la fe para con Él. Pero a esta misma confesión acompaña también la particular que se hace delante de las autoridades, si es necesario y la razón [lo] exige. Porque éste confesará también con la palabra, cuando antes haya confesado rectamente antes con la conducta de vida (o: buena disposición)".

Prosigue el texto de Heracleón

72.1. "Y sobre aquellos que lo confiesan, ha dicho bien "en mí", mientras que, sobre los que lo niegan, añadió "a mí". Porque éstos, aunque lo confiesen con la palabra, lo niegan, no confesándolo con la conducta.

72.2. Pero confiesan en Él sólo quienes viven conforme a Él en la forma de vida y en la práctica; también en éstos Él mismo confiesa, porque les ha asumido (lit.: les ha envuelto) y es poseído por ellos. Por esto podrán renegar de Él (cf. 2 Tm 2,13); pero los que no están en Él lo niegan (o: rechazan).

72.3. Porque no dijo quien renegare "en mí", sino "a mí"; puesto que nadie, estando en Él, lo negará jamás.

72.4. Lo de "delante de los hombres" (vale) también para los salvados y para los gentiles: para aquellos, con la conducta; para estos otros, con la palabra. Por eso, jamás podrán negarlo; pero lo niegan quienes no están en Él" (Heracleón, Fragmentos, 50).

El martirio de los cristianos asombra a los paganos

73.1. Estas cosas [dijo] Heracleón. También manifiesta otras cosas que están de acuerdo con nosotros sobre esta perícopa, pero en esto no fijó la atención: que si algunos no confesaron a Cristo delante de los hombres con la conducta y la vida, sin duda al confesarlo mediante la palabra en los tribunales y no negarlo entre las torturas hasta la muerte, muestran haber creído con buena disposición.

73.2. Pero la buena disposición que se confiesa, y sobre todo la que ni siquiera huye ante la muerte produce instánteneamente la ruptura (lit.: amputación) de todas las pasiones nacidas de la concupiscencia corporal.

73.3. Porque, por así decirlo, al final de la vida está toda junta la penitencia (o: la conversión; metánoia), de obra, y la verdadera confesión en Cristo, testificada por la palabra.

73.4. Pero si "el Espíritu del Padre" (Mt 10,20) testimonia en nosotros, ¿cómo podrán (ser) hipócritas aquellos que [Heracleón] ha dicho que sólo dan testimonio con la palabra?

73.5. Pero a algunos se les concederá, si fuera útil, defenderse (o: hacer apología de la fe), para que mediante el martirio y la confesión todos (= cristianos y paganos) se beneficien; así, se consolidarán los que ciertamente (están) en la Iglesia, y se admirarán los gentiles atraídos a la fe, que se esforzarán por la salvación, y los demás permanecerán estupefactos.

Confesión y apología de la fe

74.1. Por tanto, es del todo necesario el confesar [la fe], puesto que está a nuestro alcance; pero no es del todo [necesario] defenderse (o: hacer apología de la fe), porque no está también a nuestro alcance. "Pero el que haya perseverado hasta el final, este será salvado" (Mt 10,22; 24,13).

74.2. Además, ¿quién de los sean sensatos no elegirá el reinar en Dios y no ser esclavo?

74.3. "Ahora bien, algunos confiesan conocer a Dios, según el el Apóstol, pero lo niegan con las obras; son abominables, desobedientes e incapacitados para toda obra buena" (Tt 1,16); pero otros, aunque sólo confiesen eso, han realizado al final una obra buena. Se puede pensar, entonces, que el martirio es una purificación con glorioa de los pecados.

74.4. Precisamente por eso "El Pastor" [de Hermas] dice: "Escaparán a la acción (o: a la fuerza) de la fiera salvaje, si el corazón de ustedes deviene puro e irreprensible" (Hermas, El Pastor, Visiones, IV,2,5). También el Señor mismo dice: "Satanás los ha reclamado para zarandearlos, pero yo he intercedido" (Lc 22,31-32).

Sufrir por Cristo

75.1. Porque el Señor sólo bebió el cáliz (cf. Mt 20,22; 26,39) por la necedad de quienes conspiraban contra Él y por la purificación de los incrédulos. A imitación suya, los Apóstoles, como verdaderamente gnósticos y perfectos, padecieron por las Iglesias que habían fundado.

75.2. Así, también los que caminan tras las huellas apostólicas deben ser gnósticos, sin pecado y, por amor al Señor, amar también al prójimo para que, si la circunstancia lo exigiera, soportando sin escandalizarse sus tribulaciones por la Iglesia, beban el cáliz (cf. Is 51,17. 22; Mt 26,39; Mc 14,36; Lc 22,42; Jn 18,11; Mt 20,22; Mc 10,38).

75.3. Pero cuantos dan testimonio con obras (lit.: con la obra) durante la vida y con la palabra ante un tribunal, aun admitiendo una esperanza o estando frente a un temor (o: mirando con desconfianza un peligro), ésos son mejores que los que confiesan la salvación únicamente con la boca.

75.4. En cambio, si alguno subiera también hasta el amor (agápe), ése es en realidad bienaventurado y auténtico mártir, porque ha hecho confesión perfectamente respecto de los mandamientos y de Dios por medio del Señor, a quien ha amado y le ha reconocido hermano, entregándose por completo él mismo por el amor (agápe) hacia Dios; igual que al restituir generosamente y afectuosamente el depósito reclamado: el hombre.



Capítulo X: Contra el martirio espontáneo

Cuándo se debe huir

76.1. Pero al decir de nuevo: "Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra" (Mt 10,23), no recomienda huir como si la persecución fuera algo malo, ni ordena evitar la muerte huyendo por temor a ella.

76.2. Por el contrario, no quiere que nosotros nos hagamos causantes ni cómplices de mal alguno con nadie; ni con nosotros mismos, (ni) para con el perseguidor o el verdugo. Porque de cierta forma manda evitar (la confrontación); pero el que desobedece es un arrogante y un temerario.

No se debe provocar a los perseguidores

77.1. Pero si el que mata a un "hombre de Dios" (1 Tm 6,11; 2 Tm 3,17; cf. 1 S 2,27; 1 R 13,1) peca contra Dios, también el que se presenta a sí mismo ante el tribunal se hace reo de quien le mata. Ahora bien, ése será el que no trata de evitar la persecución, puesto que se entrega temerariamente él mismo para ser arrestado. Éste, en lo que a él atañe, se hace cómplice en la maldad del perseguidor; pero si también la excita aún más, es plenamente la causa, provocando a la fiera salvaje.

77.2. Del mismo modo, si quien (es) una causa de lucha, de castigo, de odio o de acusación, engendra un pretexto para la persecución.

77.3. Por eso se nos ha ordenado no aferrarnos a ninguna cosa de las de esta vida, sino que a quien nos quite el manto le demos también la capa (cf. Lc 6,29), para que no sólo permanezcamos libres de pasiones, sino también para que, al no oponer resistencia a quienes nos acusan, (no) les enfurezcamos contra nosotros mismos, y por nuestra causa les incitemos a la blasfemia contra el Nombre (cf. 1 P 4,16).

Capítulo XI: Respuesta a la objeción: ¿por qué son perseguidos y castigados los cristianos si Dios cuida de ellos?

Dios no desea que los cristianos sean perseguidos

78.1. Sin duda, dicen, si Dios cuida de ustedes, ¿por qué son perseguidos y asesinados? ¿Acaso El mismo los entrega a esos (males)? Pero nosotros no pensamos que el Señor quiera que caigamos en (tales) percances, sino que ha predicho proféticamente que sabía lo que iba a suceder, como el que seríamos perseguidos, asesinados y empalados (o: crucificados) por su nombre (cf. Mt 10,22-23; 5,11).

78.2. De manera que no ha querido que nosotros fuéramos perseguidos, sino que nos indicó de antemano lo que habríamos de padecer, ejercitándonos, mediante el preanuncio de lo que habría de suceder, en la paciencia a la que prometía la herencia. Y no (seremos) castigados nosotros solos, sino con (otros) muchos. Pero aquellos, se dice, puesto que (son) malhechores, sufren justamente el castigo.

Injusta persecución contra los cristianos

79.1. Ahora bien, sin quererlo involuntariamente testimonian de mala gana la justicia en nosotros, que somos castigados injustamente a causa de la justicia. Pero ni lo injusto del juez toca a la Providencia. Porque conviene que el juez sea dueño de su propia sentencia, no movido por cuerdas al modo de instrumentos (u: objetos) inanimados, empujado sólo por una causa externa.

79.2. Por cierto será juzgado en lo que decida, como también nosotros por la elección de las decisiones y por la paciencia. Aunque no cometamos injusticias, sin embargo, el juez nos mirará como injustos; porque no conoce lo que nos concierne ni quiere conocerlo, sino que se moverá por un prejuicio sin fundamento y por lo cual también será juzgado.

79.3. No nos persiguen porque encuentran que somos injustos, sino porque suponen que por el mero hecho de ser cristianos injuriamos a la vida, al comportarnos nosotros de esa manera y al exhortar a otros a elegir la misma vida.



Los cristianos sufren el martirio por amor

80.1. Pero dicen: ¿por qué no somos socorridos cuando se nos persigue? Porque, ¿en qué somos perjudicados en cuanto a nosotros mismos, (cuando) por la muerte somos liberados para el Señor, lo mismo que también soportamos el cambio de vida como un cambio la edad? Pero si lo pensáramos bien, estaríamos agradecidos a los que nos han dado la ocasión de una rápida partida, siempre que fuéramos martirizados por amor.

80.2. Pero si la gente no nos estimara como hombres malos, y si también ellos conocieran la verdad, todos ciertamente se lanzarían en nuestro camino (cf. Hch 9,2; 19,9), y no habría elegidos (¿de Dios o de los hombres?).

80.3. Pero puesto que nuestra fe "es luz del mundo" (Mt 5,14), censura la incredulidad.

80.4. "Porque Anito y Meleto me podrán matar, pero no me dañarán de ninguna manera. Puesto que me parece que no está permitido que lo más virtuoso reciba daño de lo peor" (Platón, Apología, 30 C-D).

80.5. De suerte que cada uno de nosotros puede decir con confianza: "El Señor es mi ayuda, no temeré. ¿Qué me hará un hombre?" (Sal 117 [118],6). "Porque las almas de los justos están en las manos de Dios y jamás les alcanzará el tormento" (Sb 3,1)[1].

Nota:
Este capítulo es el punto culminante del libro IV. En el capítulo siguiente (XII), Clemente refuta los argumentos del gnóstico Basílides contra el martirio, y hace la transición a la segunda parte de este libro; la cual está dedicada a tratar sobre el cristiano perfecto (cf. Fuentes Patrísticas, n. 15, Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 2003, p. 163, nota 8).


Capítulo XII: Afirmaciones de Basílides contra el martirio

Lo que dice el gnóstico Basílides

81.1. Pero Basílides, en el [libro] veintitrés de las "Exegéticas" sobre los castigados con el martirio, dice estas palabras:

81.2. "Porque digo que cuantos caen maltratados en las llamadas tribulaciones, ciertamente por haber cometido faltas sin darse cuenta, son conducidos a este bien por bondad del que los conduce; siendo injuriados realmente de unas cosas consecuentes de otras, para que no padezcan como declarados culpables por los males confesados, ni sean acusados como adúlteros o asesinos, sino por haber nacido cristianos (cf. 1 P 4,15-16)... (el texto original parece tener aquí una laguna); esto les fortificará hasta parecer que no sufren.

81.3. Pero si alguno, sin haber pecado en absoluto, cosa rara ciertamente, es llevado al tormento, no sufrirá por premeditación de alguna autoridad, sino que padecerá como padece también el niño pequeño que parece no haber cometido pecado" (Basílides, Fragmentos, 2).

Prosigue lo dicho por Basílides

82.1. A continuación, más abajo, de nuevo añade: "Por tanto, como el niño pequeño que no ha pecado antes ni ha pecado efectivamente, pero tiene en sí mismo la posibilidad de pecar; cuando es expuesto al padecimiento, recibe un beneficio, aprovechando las muchas cosas desagradables; así también, si un [hombre] perfecto sin haber cometido pecado de obra sufre, lo que padezca, lo padecerá de manera semejante al niño pequeño. Porque en verdad, teniendo en sí mismo la capacidad de pecar, pero no habiendo tenido la ocasión de pecar, no ha pecado. Por tanto, no hay que atribuirle a él no haber pecado.

82.2. Porque como quien desea cometer adulterio es ya adúltero (cf. Mt 5,28), aunque no encuentre la ocasión de adulterar, y quien desea cometer un asesinato es homicida, aunque no pueda asesinar, de la misma manera también al que digo que no ha pecado, si veo que padece, y aunque no haya hecho nada malo, diré que es malo por pecar. Porque diré todo antes que decir que la Providencia es mala" (Basílides, Fragmentos, 2).

Continúa la cita de Basílides

83.1. Después, más abajo, también habla abiertamente sobre el Señor como de un hombre: "Ciertamente, si dejando de lado todos estos argumentos vas a llenarme de confusión con (el caso) de algunas personas, diciendo: "Ese tal sin duda ha pecado, porque ha padecido"; responderé, si me permites: "En verdad ese tal no ha pecado, pero (era) como el niño pequeño que sufre". Si todavía me fuerzas con más vehemencia el argumento, yo diré que cualquiera sea el hombre que nombres, cualquiera que sea al que te refieras, es hombre, y que Dios es justo. "Nadie está limpio de mancha" (Jb 14,4), como alguno ha afirmado" (Basílides, Fragmentos, 2).

83.2. Pero la hipótesis de Basílides dice que el alma, habiendo pecado en la otra vida, soporta el castigo aquí; la elegida, honrosamente mediante el martirio; pero las otras, son purificadas con el castigo apropiado. Y, ¿cómo puede ser verdadero eso, dependiendo de nosotros confesar y ser castigados o no? Porque, según Basílides, el que reniega disuelve la Providencia.

Respuesta de Clemente a los argumentos de Basílides

84.1. Además, yo le pregunto [a Basílides], cuando uno confiesa [su fe] y es arrestado, ¿dará testimonio y será castigado según la Providencia o no?. Porque si renegara, no sería castigado.

84.2. Pero si por el resultado también dijera que aquél (= el mártir) no debería ser castigado, dará testimonio a pesar suyo de que la perdición de los que reniegan (es) por la Providencia.

84.3. Pero ¿cómo puede estar reservado en el cielo el premio más glorioso para el que ha dado testimonio por haber dado testimonio (cf. Mt 5,11)? Pero si la Providencia no permitió al pecador que llegara a pecar, sería injusta por dos razones: y por no sacar [del peligro] al que por la justicia es arrastrado al castigo, y por preservar al que quería ser culpable (o: injusto); puesto que al haberlo realizado por haberlo querido, sin embargo, [la Providencia] al impedir la obra, tampoco trató con justicia al pecador.

El martirio es consecuencia de la confesión de la fe

85.1. Pero, ¿cómo no es impío (lit.: ateo) [Basílides] al divinizar al diablo y atreverse a decir que el Señor es un hombre que puede pecar? Porque el diablo tienta sabiendo lo que somos, pero no sabiendo si resistiremos. Pero tienta queriendo apartarnos de la fe y someternos a él, puesto que también es lo único que se le ha concedido; por una parte, porque nosotros debemos salvarnos por nosotros mismos, apoyándonos en los mandamientos; por otra parte, porque (experimenta) la humillación del tentador y del que engaña, o también por la confirmación de los que (están) en la Iglesia, o por la conciencia de los que admiran la perseverancia.

85.2. Pero si el martirio fuera una recompensa por medio del tormento, también la fe y la doctrina, porque el martirio se produce a causa de ellas. En consecuencia, si éstas (son) concausas del castigo, ¿qué otra cosa puede haber más absurda?

85.3. Pero sobre esas teorías (lit.: dogmas), sobre si el alma transmigra y sobre el diablo, se hablará a su debido tiempo; pero ahora añadamos a lo ya dicho también esto: ¿dónde (se queda) la fe si el martirio acontece conforme a la expiación de los pecados anteriormente cometidos? ¿Dónde el amor a Dios, perseguido y probado mediante la verdad? ¿Dónde la alabanza de quien ha confesado o el reproche de quien ha renegado? ¿Para qué servirán la conducta virtuosa o la rectitud, mortificar las concupiscencias (cf. Col 3,5) y no odiar a ninguna de las criaturas?



La bondad y la Providencia de Dios

86.1. Pero si, como el mismo Basílides dice, consideramos que el amar a todas las cosas es una parte de la llamada voluntad de Dios, porque todas las cosas conservan su relación con el todo, pero otra [parte] sería no desear nada, y una tercera el no odiar nada, también serán por voluntad de Dios los suplicios (o: castigos). Lo cual (es) impío pensarlo.

86.2. Porque ni el Señor padeció por voluntad del Padre, ni los perseguidos son perseguidos por voluntad de Dios; puesto que, una de dos: o una persecución ha de ser buena por voluntad de Dios, o fueron inocentes los que lo disponen y torturan.

86.3. Pero nada (sucede) sin la voluntad del Señor del universo. Entonces falta por decir brevemente que todo eso sucede porque Dios no lo impidió. En verdad, sólo esto es lo que salva tanto a la Providencia como a la bondad de Dios.

La pedagogía de la divina Providencia

87.1. No se debe pensar (o: creer) que Él produce las tribulaciones; porque eso no debemos ni siquiera pensarlo; sino que conviene persuadirse de que no ha impedido a los que las causan, y que aprovecha para bien la audacia de los adversarios -"así, dice, derribaré la cerca y quedará para ser pisoteada" (Is 5,5).

87.2. Una Providencia tal tiene una función educativa (lit.: técnica pedagógica): cuando se trata de la mayoría de las almas, nos instruye sobre los pecados personales de cada uno; cuando se trata del Señor y de los apóstoles, nos instruye sobre los nuestros.

87.3. Precisamente, el divino Apóstol dice: "Porque esta es la voluntad de Dios, la santificación de ustedes; que se abstengan de la fornicación y que cada uno de ustedes posea su propio vaso en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen al Señor; para no sobrepasarse y engañar a su hermano en la práctica, porque el vengador es el Señor de todas esas cosas, como también se los hemos dicho y testificado solemnemente.

87.4. Dios no nos ha llamado a impureza, sino en santificación. Por consiguiente, quien rechaza [estos preceptos] no rechaza a un hombre, sino a Dios que también les dio su Espíritu Santo" (1 Ts 4,3-8). Por eso, para nuestra santificación, no fue impedido que padeciera el Señor.

Contra la fatalidad

88.1. Por otra parte, si alguno de esos [herejes], para defenderse, dijera que el mártir es castigado por los pecados cometidos antes de ser revestido corporalmente (ensomatósis: encarnación), pero que más tarde recogerá el fruto de su conducta en esta vida, porque así se ha dispuesto, le preguntaremos si la recompensa proviene de la Providencia.

88.2. Porque si no fuere por disposición divina, desaparece la economía de las purificaciones y se derrumba su hipótesis; pero si las purificaciones son por la Providencia, también los suplicios (son) por la Providencia.

88.3. Ahora bien, si la Providencia comienza a moverse a partir del Arconte, como afirman, no obstante, aquella fue sembrada en las sustancias (oysía) junto con la generación de las sustancias por el Dios del universo.

88.4. Siendo así, es necesario que ellos confiesen o que el suplicio no es injusto -y proceden con justicia quienes condenan y persiguen a los mártires-, o que incluso las persecuciones son producidas por voluntad de Dios.

88.5. Por tanto, el sufrimiento y el temor -como ellos mismos afirman (cf. Basílides, Fragmentos, 9)- ya no sobrevienen a las acciones, como la herrumbre al hierro, sino que surgen en el alma por propia voluntad.

Capítulo XIII: Contra las afirmaciones del gnóstico Valentín

Lo que sostiene Valentín

89.1. Y ciertamente sobre estas cosas (sería) larga la discusión, que se reserva para examinar más tarde, cuando se presente la ocasión.

89.2. Pero Valentín escribe en una homilía textualmente: "Desde el principio (= antes de la creación del mundo) son inmortales, son hijos de la vida eterna; y han querido compartir la muerte entre ustedes, para consumarla y destruirla (cf. 1 Co 15,26. 54), para que la muerte muera entre ustedes y por ustedes.

89.3. Porque cuando disuelvan el mundo, pero sin que sean ustedes disueltos, dominarán sobre la creación y sobre toda destrucción" (Valentín, Fragmentos, 4).

89.4. Porque también éste, como Basílides, supone una raza (o: linaje) que se salva por naturaleza; pero que esa raza superior (o: diferente) vendría hasta nosotros aquí desde arriba para destruir la muerte, pero el origen (lit.: generación) de la muerte sería obra del creador del mundo.

89.5. Y por eso [Valentín] interpreta así aquella Escritura: "Ninguno que vea el rostro de Dios vivirá" (Ex 33,20) como si (Dios) causara la muerte.

89.6. Acerca de este Dios hace alusión escribiendo con estas palabras: "Cuanto menor es la imagen al rostro viviente, tanto el mundo es inferior al eón viviente" (Valentín, Fragmentos, 5).

Elucubraciones de los valentinianos

90.1. "¿Cuál (es), entonces, la causa de la imagen? La majestad del rostro ha proporcionado el modelo al pintor; para que sea honrado por su nombre el modelo. Porque no se encontró de manera auténtica (lit.: auténticamente) una forma, sino que el nombre llenó lo que faltó en la plasmación. Pero también lo invisible de Dios (cf. Rm 1,20) contribuye a la fe de lo plasmado" (Valentín, Fragmentos, 5).

90.2. Porque así denomina al Demiurgo, nombrado como Dios y Padre, imagen y profeta del Dios verdadero; pero (llama) pintor a la Sabiduría, cuya plasmación (es) la imagen, para gloria del Invisible (cf. Gn 1,26; Col 1,15); puesto que lo que procede de una pareja son plenitudes, pero lo que procede de uno, imágenes.

90.3. Pero puesto que lo que aparece (o: se manifiesta) de él no es el alma intermedia, viene entonces lo superior (o: diferente), el soplo del espíritu superior, y que se insufla todo entero en el alma (cf. Gn 2,7), en la imagen del espíritu; y en general, lo dicho sobre el Demiurgo, hecho a imagen (cf. Gn 1,26 y 2,7), dicen ellos que en el "Génesis" está profetizado eso mismo en forma de imagen sensible sobre la generación del hombre.

90.4. Y precisamente ellos se aplican a sí mismos la semejanza (cf. Gn 1,26), enseñando que la comunicación del espíritu superior les ha llegado sin que lo supiera el Demiurgo.

Cristo verdaderamente destruye la muerte

91.1. En verdad, cuando tratemos sobre la unidad de Dios, proclamada por la Ley, los profetas y el Evangelio, discutiremos también esta cuestión (= la ignorancia del Demiurgo) -porque el Verbo es lo primordial-, pero hay que ir al encuentro de lo que apremia.

91.2. Si la raza superior viene para disolver la muerte, (entonces) Cristo no destruyó la muerte (cf. 2 Tm 1,10; 1 Co 15,25. 54), si no se dice que también Él era consubstancial a ellos; pero si Él la destruyó como para que no tuviera contacto con la raza superior, no aniquilan la muerte ésos, los falsificadores del Demiurgo, los del alma intermedia, los que insuflan en su propia imagen la vida de arriba, según esta doctrina herética, aunque digan que esto sucede a través (o: por intermedio) de la madre (= Sofía).

91.3. Pero aunque digan que con Cristo luchan en contra de la muerte, confiesan la doctrina (lit.: el dogma) que ha permanecido oculta, con que se atreven a atacar el divino poder del Demiurgo, rectificando su creación como mejores que aquél, tratando de salvar la imagen psíquica que (el Demiurgo) no pudo librar de la corrupción.

91.4. Pero también el Señor sería mejor que el Dios creador. Porque el Hijo nunca podrá luchar contra el Padre, y esto (por ser) dioses.

Buscar lo que es de Cristo

92.1. Pero que Él es el Padre del Hijo, el Creador del universo, el Señor omnipotente, lo dejamos para la reflexión en la que prometimos discutir sobre las herejías, demostrando que el [Padre] es el único predicado por el [Hijo].

92.2. Ahora bien, el Apóstol escribiendo sobre la paciencia en las tribulaciones, nos dice: "Y esto viene de Dios: porque a ustedes les dada la gracia por Cristo, no sólo de creer en Él, sino también el padecer por Él; teniendo el mismo combate que vieron en mí y ahora oyen de mí (lit.: oyen en mí).

92.3. Si hay algún consuelo en Cristo, algún estímulo de amor, si alguna comunión de espíritu, si hay afecto entrañable y compasión, completen mi gozo, pensando lo mismo, teniendo el mismo amor, siendo de una misma alma, pensando una sola cosa" (Flp 1,28--2,2).

92.4. Si el Apóstol se derrama en libación "sobre el sacrificio y el servicio de la fe" (Flp 2,17), alegrándose y congratulándose con aquellos a quienes escribe, los filipenses, llamándoles copartícipes de la gracia (cf. Flp 2,17; 1,7; 2,2; Ef 3,6; 5,7), ¿cómo les dice de idénticos sentimientos (cf. Flp 2,2) y psíquicos?

92.5. De igual modo, cuando escribe sobre sus relaciones con Timoteo, dice: "Porque a nadie tengo con los mismos sentimientos, que genuinamente se interese de lo de ustedes. Porque todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús" (Flp 2,20-21).



La caridad cristiana

93.1. Así, los mencionados [herejes], y también los frigios (= discípulos del hereje Montano), no nos llamen psíquicos, como una infamia. En efecto, también éstos [frigios] llaman psíquicos a quienes no obedecen a la nueva profecía; discutiremos con ellos en los [escritos] "Sobre la profecía".

93.2. Ahora bien, es necesario que el [hombre] perfecto practique el amor y desde de allí se apresure hacia la amistad divina, cumpliendo los mandamientos por amor.

93.3. Pero amar a los enemigos, dice [la Escritura] (cf. Mt 5,44; Lc 6,27. 35), no es querer el mal, ni la impiedad, el adulterio o el robo, sino [amar] al ladrón, al impío, al adúltero, no en cuanto que pecan y que con tales acciones manchan la denominación de hombre, sino en cuanto que son hombre y obra de Dios. Sin duda el pecar consiste en una acción, no en una sustancia; por eso no (es) obra de Dios (cf. Rm 8,7; St 4,4).

El buen uso de las cosas

94.1. Los pecadores son llamados enemigos de Dios, (son) además enemigos de los mandamientos, a los que no obedecen al igual que son amigos [de Dios] los que los obedecen, llamados así por elegir éstos (ser) familiares (de Dios), aquellos por apartarse (de Él).

94.2. Nada es la enemistad ni el pecado sin enemigo y sin pecador. Y el [precepto de] no desear no enseña a no tener deseo alguno (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Rm 7,7; 13,9), como si las cosas deseables [nos] fueran extrañas, como dejan deslizar los que dogmatizan que el Creador es distinto del Dios primero, ni como que la generación fuera abominable y mala.

94.3. Estas opiniones son impías, pero nosotros llamamos extrañas a las cosas del mundo, no como absurdas, ni como no pertenecientes a Dios, Señor de todo, sino porque, no permanecemos en ellas toda la eternidad, son extrañas por posesión, y pasan por sucesión a otras manos, pero respecto a su utilidad son propias de cada uno de nosotros, para quienes también fueron hechas; sólo que hay que aproximarse a ellas en la medida de lo necesario.

94.4. Así, según el apetito natural hay que hacer buen uso de lo que no está prohibido, evitando toda exageración y complacencia (desordenada).

Capítulo XIV: La bondad de Dios

El diablo es enemigo del género humano

95.1. ¡Pero qué grande (es) también la bondad! Dice [el Señor]: "Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, y rueguen por los que los ultrajan" (Mt 5,44; Lc 6,27-28), y cosas parecidas. A las que añade: "Para que sean hijos de su Padre que está en los cielos" (Mt 5,45), aludiendo a la semejanza respecto con Dios.

95.2. Pero de nuevo dice: "Ponte de acuerdo con tu adversario, mientras estás con él en el camino" (Mt 5,25). El cuerpo no es el adversario, como quieren algunos, sino el diablo -y los que se asemejan a él-, que camina con nosotros por el camino mediante los hombres que en esta vida terrena imitan sus obras.

95.3. Ciertamente, es imposible que no padezcan lo más odioso quienes confiesan ser ellos mismos de Cristo, pero están ocupados (lit.: establecidos) en las obras del diablo. Porque está escrito: "Para que no te entregue al juez, y el juez al ejecutor" (Mt 5,25) del reino del diablo.

El mártir gnóstico

96.1. "Porque estoy persuadido que ni la muerte", que traen los perseguidores, "ni la vida", la de este mundo, "ni los ángeles", los apóstatas, "ni los principados" -principado es para Satanás la vida que eligió; porque tales son sus principados y las poderes de la tiniebla (cf. Ef 6,12)-, "ni las cosas presentes", en las que nos encontramos durante el tiempo de la vida, como la esperanza del soldado y la ganancia del comerciante,

96.2. "ni altura ni profundidad, ni alguna otra criatura" -según la actividad propia del hombre que ha decidido oponerse a la fe; pero se dice creación y actividad como sinónimos de obra nuestra-; tal actividad "no podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm 8,38-39). Ahí tienes una síntesis del mártir gnóstico.

Capítulo XV: El cristiano debe obrar para la gloria de Dios

La gnosis que enseña el apóstol Pablo

97.1. "Sabemos que todos nosotros tenemos gnosis" (1 Co 8,1), la común en los [cristianos] comunes y la de que Dios es uno; así [el Apóstol] escribía a los fieles. Por lo cual añade: "Pero no en todos hay gnosis" (1 Co 8,7), la que se transmite a pocos. Pero hay quienes afirman que la gnosis "sobre los sacrificios a los ídolos" (1 Co 8,1), no está en todos (cf. 1 Co 8,7)..., "no sea que nuestra autoridad llegue a ser tropiezo para los débiles" (1 Co 8,9);"porque el débil se pierde por tu gnosis" (1 Co 8,11).

97.2. Y si además dijeran: "Hay que comprar todo lo que se vende en el mercado de carne" (1 Co 10,25), añadiendo en tono interrogativo: "¿Sin averiguar nada?", igual que si lo preguntaran, propondrían una exégesis ridícula.

97.3. Porque el Apóstol dice: "Compren en el mercado de la carne todas las otras cosas sin preguntar nada" (1 Co 10,25), a excepción de lo prescrito según la epístola general (lit.: católica) de todos los Apóstoles, con la aprobación del Espíritu Santo, que ha sido escrita en los "Hechos de los Apóstoles", pero distribuida entre los fieles por el ministerio del mismo Pablo. Porque indicaron "que era necesario deber abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre de (los animales) estrangulados y de la fornicación; si se guardan de eso, harán bien" (Hch 15,28-29).

97.4. Otra cosa es lo dicho por el Apóstol: "¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber? ¿No tenemos derecho a llevar una mujer hermana [en la fe], como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?" (1 Co 9,4-5). Y dice: "Pero no hemos hecho uso de ese derecho, sino que todo lo soportamos, para no poner obstáculo al Evangelio de Cristo" (1 Co 9,12).

97.5. Llevando cargas, debiendo estar libres de todo y queriendo ser ejemplo para quienes desean ser continentes, al no estar edificados para comer libremente lo que se ofrece, y tratar a una mujer de cualquier manera (cf. 1 Co 8,10). Pero conviene sobre todo que a los que "se les ha confiado una economía" (1 Co 9,17) tan importante sean propuestos como ejemplo irreprochable para los que aprenden.

Abstenerse por el bien de los demás

98.1. Dice [el Apóstol]: "Porque siendo libre de todos, yo mismo me he hecho esclavo para todos, para ganarlos a todos" (1 Co 9,19); y "todo el que lucha en todo practica la continencia" (1 Co 9,25). Pero "del Señor (es) la tierra y su plenitud" (1 Co 10,26; Sal 23 [24],1).

98.2. "Por causa de la conciencia" (1 Co 10,27), por tanto, hay que abstenerse de lo que hay que abstenerse. "Pero no digo conciencia de ti mismo, que es gnóstica, sino de la del otro" (1 Co 10,29), para que por ignorancia no se edifique de mala manera, imitando lo que no conoce, siendo despreciador, en vez de magnánimo.

98.3. "¿Por qué ha de juzgarse mi libertad por otra conciencia? Si yo participo con agradecimiento, ¿por qué soy censurado por aquello por lo que yo doy gracias? Todo lo que hagan, háganlo para gloria de Dios" (1 Co 10,29-31): todo lo manda hacer bajo la regla de la fe.

Capítulo XVI: La norma de vida del gnóstico

Bendecir a quien nos persigue

99.1. "Ciertamente, con el corazón se cree para la justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación. Porque la Escritura dice: "Todo el que crea en Él no será avergonzado" (Is 28,16; Rm 10,10-11). Esta es la palabra de la fe que proclamamos, porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rm 10,8-9).

99.2. Abiertamente subraya la perfecta justicia, cumplida en la práctica y en la contemplación (teoría). "Bendigan a los que los persiguen; bendigan y no maldigan" (Rm 12,14).

99.3. "Porque ésta es nuestra jactancia, el testimonio de nuestra conciencia, que en santidad y sinceridad" reconocemos a Dios, indicando mediante esa pequeña ocasión la obra del amor, porque "nos condujimos en el mundo no en sabiduría carnal, sino con gracia de Dios" (2 Co 1,12).

La fe y la gnosis

100.1. Esto [dice] el Apóstol sobre la gnosis; y en la "Carta a los Corintios", llama "olor de gnosis" (2 Co 2,14) a la enseñanza común de la fe.

100.2. "Porque, hasta el día de hoy, para la mayoría el mismo velo sobre la lectura del antiguo pacto permanece, no siendo descubierto" (2 Co 3,14), en vistas a la conversión hacia el Señor (cf. 2 Co 3,16).

100.3. Por eso [el Señor] les mostró una resurrección a quienes pueden distinguir la vida que todavía en carne se arrastra sobre el vientre (cf. Gn 3,14). De donde, también llamó "engendros de víboras" (Mt 3,7; 12,34; 23,33) a los amantes de los placeres, a los esclavos del vientre (cf. Rm 16,18) y del sexo, a los que se cortan recíprocamente las cabezas "con las concupiscencias mundanas" (Tt 2,12).

100.4. "Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, dice Juan, enseñando a ser perfectos, sino en obra y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad" (1 Jn 3,18-19).

100.5. Pero, si "Dios (es) amor" (1 Jn 4,16), también (es) amor la piedad. "No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor" (1 Jn 4,18). "Este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos" (1 Jn 5,3).

100.6. A su vez, para el que desea devenir gnóstico, está escrito también: "Pero hazte ejemplo para los fieles en palabra, en comportamiento, en amor, en fe y en pureza" (1 Tm 4,12); por ello, pienso que la fe perfecta se distingue de la fe común.



El canon del gnóstico

101.1. Y el divino Apóstol establece la norma (canon) del gnóstico mediante esas cosas escribiendo esto: "Yo he aprendido a estar contento en (las circunstancias) en que estoy. Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundancia; en todo y en todas las circunstancias he sido iniciado: para ser saciado y pasar hambre, para vivir en la abundancia y sufrir necesidad. Para todo tengo fuerza en el que me da el poder" (Flp 4,11-13). Y, dialogando con otros para cambiarles el modo de pensar, no duda en decir:

101.2. "Pero recuerden continuamente los días anteriores, en los que, habiendo sido iluminados, soportaron una gran lucha de sufrimientos. Unas veces, con ultrajes y tribulaciones expuestos públicamente; otras, solidarios de los que así eran tratados. Porque sufrieron (lit.: simpatizaron) con mis cadenas, y aceptaron con alegría la confiscación de sus bienes, sabiendo que ustedes mismos tenían una posesión mejor y permanente.

101.3. No pierdan, por tanto, su confianza, la cual tiene una gran recompensa. Porque necesitan tener paciencia, para que, cumpliendo la voluntad de Dios, obtengan la promesa. Puesto que, aún un poco, un poco (de tiempo y) el que viene llegará y no se retrasará (Ha 2,3-4). Pero mi justo vivirá de fe, y si se vuelve atrás, no se complacerá mi alma en él (Is 26,20-21). Pero nosotros no somos de retirada para destrucción, sino de la fe para conservación del alma" (Hb 10,32-39).

Los justos de la Antigua Alianza

102.1. Después te presenta un enjambre de ejemplos divinos (cf. Hb 11). ¿Acaso no es por la fe, dice, mediante la paciencia, que tuvieron éxito "quienes recibieron burlas y azotes, cadenas y cárcel? Fueron apedreados, torturados, muertos con golpe (lit.: asesinato) de espada, anduvieron de acá para allá en pieles de oveja y de cabra, pasando necesidad, atribulados, maltratados, indignos del mundo, errantes por los desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra.

102.2. Y todos, martirizados por la, fe, no alcanzaron la promesa de Dios" (Hb 11,36-39). Falta por entender el "ellos" solos que se dice según preterición.

La salvación en Cristo

103.1. Y añade: "Porque Dios, que era bueno, había previsto algo mejor para nosotros, para que sin nosotros no fuesen [ellos] perfeccionados" (Hb 11,40). "Por eso, también nosotros, teniendo alrededor una nube santa y luminosa de testigos, despojados de todo impedimento y del pecado que [nos] asedia, mediante la paciencia, corramos a la lucha puesta delante, fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús" (Hb 12,1-2).

103.2. Por eso, dice que hay una sola salvación en Cristo para los [antiguos] justos y para nosotros; en verdad, ya lo había dicho claramente antes; y no menos lo añade al referirse a Moisés: "Teniendo por mayor riqueza el oprobio por Cristo que los tesoros de Egipto, porque miraba fijamente la recompensa. Por la fe abandonó Egipto, sin miedo a la ira del rey. Porque perseveró como si viera al Invisible" (Hb 11,26-27).

103.3. La divina sabiduría dice sobre los mártires: "A los ojos de los insensatos parecían morir, y su partida fue entendida como desdicha y su marcha de entre nosotros un exterminio. Pero ellos están en paz. Y aunque a la vista de los hombres fueran castigados, su esperanza está llena de inmortalidad" (Sb 3,2-4).

El martirio como purificación

104.1. A continuación, enseñando que el martirio es una gloriosa purificación, añade: "Y con una pequeña corrección, recibirán grandes bienes, porque Dios los probó" (Sb 3,5); es decir, permitió que fueran puestos a prueba y quien los puso a prueba quedara a descubierto y confundido, "y los halló dignos de sí mismo" (Sb 3,5), evidentemente (dignos) de ser llamados hijos (cf. Mt 5,9).

104.2. "Como oro en el crisol los probó y fueron recibidos como holocausto de sacrificio. Y brillarán el tiempo de su tribulación, y correrán como chispas a través del cañaveral. Juzgarán naciones, serán dueños de pueblos y su Señor reinará por los siglos" (Sb 3,6-8).

Capítulo XVII: Pasajes de la "Primera Carta a los Corintios" de Clemente de Roma

El testimonio de Clemente de Roma

105.1. Ciertamente, en la "Carta a los Corintios", al describir un modelo (typos) del gnóstico, el apóstol Clemente dice:

105.2. "Porque ¿quién de los que permanecieron algún tiempo entre ustedes no aprobó su fe muy virtuosa y firme? ¿Quién no admiró su sensata (o: temperante) y equilibrada (o: moderada) piedad en Cristo? ¿Y no proclamó la magnífica (o: generosa) costumbre de la hospitalidad de ustedes? ¿Y no celebró la gnosis perfecta y firme?

105.3. Porque todo lo hacían sin acepción de personas y caminaban en las leyes de Dios" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 1,2-3), y lo que sigue.

105.3. Después, [dice] más abiertamente: "Pongamos nuestros ojos en los que de una manera perfecta sirvieron a su magnífica gloria. Tomemos a Henoc que, hallado justo en la obediencia, fue llevado al [cielo]" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 9,2-3; cf. Gn 5,23-24);"y a Noé, que se salvó por haber haber creído" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 9,4; cf. Gn 6,8); y a Abraham, que por fe y hospitalidad, fue llamado amigo de Dios y fue padre de Isaac" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 10,1. 7; 17,2).

105.4. "Por hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 11,1; cf. Gn 19). "Por fe y hospitalidad fue salvada la ramera Rahab" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 12,1; cf. Jos 2). Por paciencia y fe anduvieron vestidos de pieles de oveja y de cabra, con vestidos tejidos de piel de camello, predicando el reino de Cristo; nos referimos a los profetas Elías, Eliseo, Ezequiel y Juan [el Bautista] (cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,1 y Hb 11,37).

La humildad

106.1. Porque Abraham, que por su fe libre fue llamado amigo de Dios, no se exaltó por esa gloria, sino que con moderación (o: sencillez; modestia) dijo: "Pero yo soy tierra y ceniza" (Gn 18,27; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,2).

106.2. "Sobre Job está escrito así: "Job era justo e irreprensible, veraz, piadoso, exento de todo mal"" (Jb 1,1; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,3).

106.3. Él mismo venció por la paciencia al tentador, fue mártir y al mismo tiempo recibió testimonio de Dios; resiste por la humildad y dice: "Nadie está limpio de mancha, ni aunque su vida sea de un día" (Jb 14,4-5; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,4).

106.4. Moisés, "el fiel servidor en toda su casa" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,5; cf. Nm 12,7; Hb 3,2. 5), al que le vaticinaba desde la zarza le dijo: "¿Quién soy yo para que me envíes? Yo soy de voz débil y lento en el hablar" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,5; cf. Ex 3,11; 4,10), para transmitir la voz del Señor con lenguaje humano. Y de nuevo: "Yo soy vapor de una olla" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 17,5). "Porque Dios resiste a los soberbios, pero da la gracia a los humildes" (Pr 3,34; St 4,6; 1 P 5,5; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 30,2).

Reconocer el propio pecado

107.1. De otra parte está David, de quien testimonia el Señor y dice: "He hallado un varón según mi corazón, David, hijo de Jesé; lo he ungido con óleo santo" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 18,1; cf. Sal 88 [89],21; 1 S 13,14; Hch 13,22).

107.2. "Pero también él dice a Dios: "Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia, y por la abundancia de tu compasión borra mi delito.

107.3. Lávame aún más (o: por entero) de mi iniquidad y purifícame de mi pecado; porque yo conozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí"" (Sal 50 [51],3-6; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 18,2-3).

107.4. Después, aludiendo al pecado que no cae bajo la ley, con sencillez (o: modestia) gnóstica añade: "Contra ti solo he pecado y he hecho lo malo delante de ti" (Sal 50 [51],6; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 18,4).

107.5. "Porque dice la Escritura en cierto lugar: "El espíritu del Señor es luz que escruta los escondrijos de las entrañas"" (Pr 20,27; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,2).

107.6. Y uno, cuanto más gnóstico deviene por la práctica de la justicia, tanto más se le aproxima el Espíritu luminoso (o: iluminador).

107.7. Así se aproxima el Señor a los justos, "y no se le oculta ninguno de los pensamientos y raciocinios que hacemos" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,3).

107.8. Me refiero, al Señor Jesús, que con su omnipotente voluntad escruta (epískopos) nuestros corazones, y "cuya sangre fue consagrada (o: santificada) por nosotros" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,6).



Como debiera ser la vida del cristiano

108.1. "Respetemos, por tanto, y veneremos a quienes nos preceden; honremos a los ancianos; eduquemos a los jóvenes en la educación de Dios" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,6).

108.2. Bienaventurado quien enseñe y practique dignamente las cosas del Señor; (ése) tiene un espíritu magnánimo y contemplativo de la verdad.

108.3. "Dirijamos a nuestras esposas hacia el bien; muestren, dice, la amable costumbre de la pureza; den pruebas de su sincera voluntad de comprensión; hagan manifiesto el decoro de su lengua mediante el silencio; (y) ofrezcan su amor no por inclinaciones (cf. 1 Tm 5,21), sino santamente y de igual manera para con todos los que temen a Dios.

108.4. Nuestros hijos participen de la educación en Cristo: aprendan la fuerza de la humildad ante Dios, lo que puede el amor puro ante Dios, cuán hermoso y grande es el temor de Dios, que salva a todos los que se vuelven santamente a Él con un corazón puro.

108.5. Porque [Él] es escrutador de los pensamientos e intenciones; su aliento (o: soplo) está en nosotros, y cuando quiere lo quita (o: hace desaparecer)" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 21,6-9).

El misterio gnóstico de los números siete (hebdómada) y ocho (ogdóada)

109.1. "Pero la fe en Cristo afianza todas esas cosas. "Vengan, hijos, dice el Señor; escúchenme: yo les enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices"" (Sal 33 [34],12-13; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,1-2).

109.2. Luego añade el misterio gnóstico de la hebdómada y de la ogdóada: "Preserva tu lengua del mal y tus labios de hablar con engaño. Aléjate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela" (Sal 33 [34],14-15; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,4-5).

109.3. Porque alude a la gnosis mediante el alejamiento del mal por una parte y con la acción del bien por otra, enseñando que hay que ser perfectos en obra y palabra. "Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos escuchan su súplica. Pero el rostro del Señor, contra los que hacen lo malo, para eliminar de la tierra su memoria" (Sal 33 [34], 16-17; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,6).

La misericordia del Señor rodea al cristiano

110.1. "Gritó el justo y el Señor lo escuchó y lo libró de todas las tribulaciones. Puesto que muchos (son) los azotes de los pecadores, pero la misericordia rodeará a los que esperan en el Señor" (Sal 33 [34],18; 31 [32],10; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 22,7-9). Dice que el que espera sinceramente está envuelto por una gran cantidad de misericordia.

110.2. Porque está escrito en la "Carta a los Corintios": "Por Jesucristo, nuestra mente, necia y oscurecida, florece de nuevo a la luz. Por medio de Él quiso el Soberano que gustásemos de la gnosis inmortal" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 36,2).

110.3. Mostrando también, más expresivamente, lo característico (idioma: propiedad) de la gnosis, añadió: "Puesto que esas cosas son ya evidentes para nosotros, y habiendo penetrado en la profundidad de la gnosis divina, debemos hacer con orden todo lo que el Soberano [nos] ha prescrito cumplir, según los tiempos establecidos" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 40,1).

110.4. "Por tanto, el sabio demuestre su sabiduría no sólo con las palabras, sino en buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino que deje que otro dé testimonio de él, y el casto en la carne no se vanaglorie, reconociendo que es otro el que le concede la continencia (o: templanza)" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 38,2).

110.5. "Miren, hermanos, que cuanto mayor es la gnosis con que hemos sido honrados, tanta mayor es la responsabilidad a la que estamos obligados" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 41,2).

Capítulo XVIII: Sobre la caridad

El amor cristiano

111.1. Así entonces, la venerable y pura educación (o: conducta) de nuestra filantropía, según Clemente, busca el bien común (cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 48,1. 6), o padeciendo el martirio, o educando con obra y palabra, la cual (es) doble: oral y escrita.

111.2. Esto es el amor: amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,37-39); este [amor] lleva hacia la altura inenarrable.

111.3. "El amor cubre multitud de pecados" (1 P 4,8: cf. St 5,20);"el amor todo lo sufre, todo lo aguanta" (1 Co 13,7);"el amor nos une a Dios, todo lo hace en concordia. Todos los elegidos de Dios se hicieron perfectos en el amor; sin amor nada es agradable a Dios" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 49,5).

111.4. "No hay explicación (lit.: exégesis) que exprese su perfección" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,1), dice. "¿Quién es capaz de ser encontrado en él, sino aquellos a los que Dios juzgue dignos?" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,2).

111.5. Lo mismo dice el apóstol Pablo: "Si entregase mi cuerpo, pero no tengo amor, soy bronce que resuena y címbalo que retiñe" (1 Co 13,3 y 1); así -dice-, si no es mediante una libre decisión, por un amor gnóstico, yo sería mártir, pero por temor.

El cristiano debe llevar una vida coherente

112.1. Si es que confieso al Señor golpeando con los labios en testimonio del Señor por el premio esperado, soy un hombre común; hago eco al Señor, no lo conozco. Porque también está el pueblo que ama con los labios (= los judíos), y hay otro que entrega el cuerpo para ser quemado (= los gimnosofistas; cf. II,125,11).

112.2. "Y si repartiese todas mis posesiones" (1 Co 13,3), dice, no según la razón de la comunión del amor, sino según la recompensa bien del hombre beneficiado bien del Señor que la ha prometido.

112.3. "Y si tengo toda la fe hasta para trasladar las montañas" (1 Co 13,2) y eliminara las pasiones que ofuscan el juicio, si no fuera fiel al Señor por el amor, "nada soy" (1 Co 13,2), porque en comparación del que da testimonio gnósticamente, soy contado como uno más y en nada diferente.

112.4. "Pero si todas las generaciones desde Adán hasta el día de hoy han pasado; sin embargo, los perfectos en el amor poseen, según la gracia de Dios, el lugar de los piadosos; ellos se manifestarán en la visita del reino de Cristo" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 50,3).

Dios es bueno

113.1. El amor no permite pecar. Y aunque uno cayere involuntariamente en alguna mala situación por culpa de los ataques del enemigo, imitando a David salmodiará:

113.2. "Confesaré al Señor, y le agradará más que un novillo nuevo que echa cuernos y pezuñas. Lo verán los pobres y se alegrarán" (Sal 68 [69],31-33; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 52,1).

113.3. Porque dice: "Sacrifica a Dios un sacrificio de alabanza y cumple tus votos al Señor. E invócame también en el día de tu tribulación y te libraré y me glorificarás. Porque un sacrificio para Dios es un espíritu quebrantado" (Sal 49 [50],14-15; 50 [51],19; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 52,3-4).

113.4. También Dios es llamado amor, siendo bueno (cf. 1 Jn 4,8. 16). "El amor (a Él) no hace mal al prójimo" (Rm 13,10), ni causa injusticia ni se venga nunca, sino que hace el bien a todos sin distinción, a imagen de Dios.

113.5. "El amor es la plenitud de la ley" (Rm 13,10), lo mismo que Cristo; es decir, la venida del Señor que nos ama y, según Cristo, nuestra enseñanza y nuestra conducta amorosa (o: conforme al amor).

113.6. Así, con el amor se perfeccionan el no fornicarás y el no desearás (la mujer) de tu prójimo (cf. Ex 20,14. 17 y 19; Rm 13,9), que antes se reprimían por temor. La misma acción entraña una diferencia según que se haga por miedo o se cumpla por amor, y si se realiza por fe o también gnósticamente.

Falsa interpretación de un pasaje del evangelio de Mateo

114.1. También es lógico que las recompensas de esas [disposiciones] (sean) distintas. En efecto, para el gnóstico está preparado "lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni subió a corazón humano" (1 Co 2,9); pero al que ha creído con sencillez le certifica el céntuplo de lo que ha abandonado (cf. Mc 10,30), agregando que esta promesa sería entendida por la inteligencia humana.

114.2. Llegado aquí, me acuerdo de uno que se decía gnóstico (= ¿Pródico?); porque explicando: "Pero yo les digo: el que mira a la mujer con deseo, ya cometió adulterio" (Mt 5,28), juzgaba que no se condenaba el simple deseo, sino que por el deseo el acto, yendo más allá del deseo, fuese consumado en la mujer (lit.: en ella); porque si en un sueño [el deseo] se vale de la imaginación (o: fantasía), también se vale entonces del cuerpo.



La historia de Bóccoris

115.1. Los que han compuesto las historias del justo Bóccoris (= mítico rey de Egipto) refieren el siguiente juicio: al enamorarse un joven de una cortesana, por una retribución (o: paga) determinada, convence a la joven para estar con él al día siguiente (en su casa).

115.2. Adelantado inesperadamente el deseo hacia la muchacha en sueños, y una vez saciado, aleja del vestíbulo a la amada que había llegado conforme a lo convenido; pero ella, enterada de lo sucedido, reclama la retribución, diciendo que de alguna manera ella había satisfecho el deseo del amante.

115.3. Así, llegaron al juez. Éste ordenó al joven que pusiera delante la bolsa con la retribución, pero al sol; y ordenó a la cortesana que tomara la sombra [de la bolsa], decidiendo, con gracia, que se pagara con una apariencia de dinero por una apariencia de abrazo.

Mirar lo hermoso con amor limpio

116.1. Por tanto, uno sueña cuando el alma asiente a la fantasía, pero sueña despierto el que mira con deseo (o: concupiscencia), no sólo -como decía aquel aparente gnóstico-, si al tiempo que ve a la mujer concibe en el pensamiento la unión (o: comunión; omilían) con ella -porque esto es ya una acción del deseo en cuanto deseo-; pero si uno contempla sólo la belleza del cuerpo, dice el Verbo, y la carne le parece que es bella por el deseo, entonces es juzgado por mirar carnalmente y pecaminosamente lo que ha admirado.

116.2. Porque, por el contrario, quien mira lo bello con amor limpio, no considera bella la carne, sino el alma; admira el cuerpo, pienso yo, como una estatua, por cuya belleza lo conduce a él mismo al Artífice y a lo realmente bello, demostrando a los ángeles que inspeccionan en la ascensión un símbolo santo, el carácter luminoso de la justicia, [me] refiero a la unción de la [divina] complacencia, a la cualidad de la disposición impresa en el alma conforme a la inhabitación del Espíritu Santo.

El justo

117.1. El pueblo no era capaz de mirar a esa gloria que resplandecía sobre el rostro de Moisés, y por eso echó un velo sobre la gloria ante los que miraban de forma carnal (cf. Ex 34,29-35).

117.2. Porque a los que llevan consigo algo del mundo, los detienen los que exigen el tributo, (al verlos) cargados con los intereses de las pasiones; pero al desnudo ciertamente de lo sometido a tributo, lleno de gnosis y de la justicia de las obras, le felicitan y le dejan pasar, proclamando bienaventurado al hombre junto también a su obra.

117.3. "Y su hoja no caerá" del árbol de la vida, que crece junto "a las corrientes de agua" (Sal 1,3; Ap 22,2).

117.4. El justo es comparado a los árboles ricos en frutos, no sólo por el sacrificio de lo que asciende hasta el cielo (= texto original defectuoso y de difícil lectura)... También existían, según la ley, los inspectores de las cosas sagradas para las oblaciones de los sacrificios.

117.5. Ahora bien, los expertos, distinguen el apetito del deseo; y éste lo refieren a los placeres y a la intemperancia, movimientos irracionales; pero el apetito, movimiento racional, a las necesidades naturales.

Capítulo XIX: Tanto las mujeres como los hombres deben tender hacia la perfección

Moisés y Judit

118.1. Esta misma perfección pueden compartirla por igual tanto el varón como la mujer.

118.2. Así, no fue sólo Moisés el que escuchó de Dios: "Te he hablado una y dos veces, diciendo: "He mirado a este pueblo y veo que es de dura cerviz; déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo, y te haré un pueblo grande y admirable y mucho mejor que este"" (Dt 9,13-14).

118.3. Le responde [Moisés], rogando [a Dios] que no se fije en él mismo, sino en la salvación común: "De ningún modo, Señor; perdona el pecado a este pueblo, o de otro modo bórrame del libro de los vivientes" (Ex 32,32; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 53,3-5). ¡Que gran perfección de quien quiso morir con el pueblo antes que ser salvado él solo!

118.4. Pero también Judit, perfecta entre las mujeres, estando dentro de la ciudad sitiada, a ruego de los ancianos, sale al campamento de los extranjeros, despreciando todo peligro, entregándose ella misma a los enemigos en favor de su patria, con la fe puesta en Dios. En seguida recibe el premio de su fe: al ser una mujer vencedora del enemigo por su fe, se apoderó de la cabeza de Holofernes (cf. Jd 8--13; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 55,4-5).

Esther, Susana y la hermana de Moisés

119.1 También Esther, perfecta en fe, libró a Israel del poder del tirano y de la crueldad del sátrapa, fue la única mujer que, extenuada por los ayunos, se levantó contra innumerables manos armadas, deshaciendo mediante su fe el decreto tiránico.

119.2. Y después en verdad lo amansó a [Asuero], desbarató a Amán y salvó intacto a Israel mediante su perfecta súplica a Dios (cf. Est 2,1--8,17; Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 55,6).

119.3. Pero calló a Susana y a la hermana de Moisés; lugarteniente del ejército con el profeta (cf. Ex 15,20-21), siendo la primera de todas las mujeres insignes en sabiduría entre los hebreos; pero aquella, llegando hasta la muerte por su extraordinaria dignidad (o: gravedad), siendo condenada por amantes lujuriosos, permaneció mártir inconmovible de la pureza (cf. Dn 13).

Valor de algunas mujeres griegas

120.1. En efecto, también el filósofo Dión refiere que una mujer, Lisídice, por exceso de pudor se bañaba con túnica; y que Filotera, cuando iba a entrar en el baño, se subía gradualmente la ropa, mientras el agua recubría lentamente las [partes] desnudas, y luego, al salir, de nuevo se iba vistiendo poco a poco.

1202. ¿Acaso la ateniense Leena no soportó también virilmente torturas? Cómplice ella misma, junto a Harmodio y Aristogitón, en lo referente a la conjura contra Hiparco, no declaró absolutamente nada, a pesar de ser violentamente torturada.

120.3. Pero se dice también que las argólicas, conducidas por la poetisa Telesila, con su única presencia hicieron huir a los fuertes soldados espartanos, y aquellas enfrentaron con audacia (o: intrepidez) la muerte.

120.4. Y algo semejante dice también el que ha compuesto la "Danaida" acerca de las hijas de Dánao: "Entonces las hijas de Dánao se armaron rápidamente frente al río de hermosas corrientes, el Nilo rey" (Dánao, Fragmentos, 1), y lo que sigue.

Prosigue la lista de mujeres griegas valerosas

121.1. Pero los demás poetas celebran la rapidez de Atlanta en la caza, la ternura de Anticlea, el amor conyugal de Alcestes, el valor de Macaria y de las [hijas] de Hiacinto.

121.2. Y ¿qué? ¿Acaso Teano, la pitagórica, no consiguió tan grande filosofía que, a quien la observaba con indiscreción y le dijo: "¡Bonito brazo!", ella respondió: "Pero no (es) público?" (Teano, Fragmentos, 3).

121.3. De esta misma dignidad se dice aquel apotegma: Preguntada una mujer sobre cuántos días debe pasar una esposa desde la unión con su marido hasta poder bajar al templo de Deméter, dijo: "Si se trata del propio [marido], inmediatamente; pero si es con un extraño, nunca" (Teano, Fragmentos, 4).

121.4. También Temisto, hija de Zoilo de Lampsaco y esposa de Leonteo de Lampsaco, filosofaba las [doctrinas] epicúreas, lo mismo que Muya, hija de Teano, las [doctrinas] pitagóricas, y Arignote, quien escribió sobre Dionisio.

121.5. Porque las hijas de Diodoro, de sobrenombre Cronos, todas ellas fueron dialécticas, como dice el dialéctico Filón en el "Menexeno", citando sus nombres: Menexene, Argía, Teognis, Artemisia, Pantaclea.

121.6. Me acuerdo también de una [de la escuela] cínica llamada Hiparcas de Maronea, esposa de Crates, con la que también consumó, en el Pecile (Poikíle: el pórtico de Atenas), el matrimonio cínico (kynogámia).



Filósofas, poetisas y pintoras

122.1. Areta, la [hija] de Aristipo de Cirene, educó a [su hijo] Aristipo, llamado el "enseñado por su madre" (metrodídaktos).

122.2. Lastenia de Arcadia y Axiotea de Fliunte filosofaban con Platón.

122.3. Porque de Aspasia de Mileto, sobre la que cuentan tantas cosas los cómicos, se aprovechó Sócrates para la filosofía y Pericles para la retórica.

122.4. Dejo de lado a otras por la longitud del discurso; así no menciono a las poetisas Corina, Telesila, Muía y Safo, ni a las pintoras como Irene, la hija de Cratino, y Anaxandra, la [hija] de Nealces, a las que menciona Dídimo en "Los Banquetes" (Symposiakós).

La mujer prudente

123.1. La hija del sabio Cleóbulo, monarca de Lindo, no se avergonzaba de lavar los pies de los huéspedes paternos; también Sara, la bienaventurada esposa de Abrahán, preparó ella misma los panes cocidos bajo las cenizas (egkryphías) para los ángeles (cf. Gn 18,6); y entre los hebreos, las hijas de los reyes pastoreaban los ganados (cf. Gn 29,6-9; Ex 2,16); de donde también en Homero, Nausica iba a los lavaderos (cf. Homero, Odisea, VI,186).

123.2. Así, (la mujer) prudente debería proponerse en primer lugar persuadir al marido para que compartiera con ella lo que conduce a la felicidad; pero, si eso fuera imposible, corra (o: apresúrese) ella sola hacia la virtud, obedeciendo en todo al marido, de manera que no haga nada contra la voluntad de aquél, excepto en lo que se considera fundamental para proseguir hacia la virtud y la salvación.

123.3. Pero también, si alguien apartara de esa disposición a la esposa o a una esclava, que con sinceridad (o: sin simulación) la desea, ése tal entonces no parece hacer otra cosa que desear apartarlas de la justicia y de la templanza, queriendo procurar al mismo tiempo para su propia casa lo injusto y lo licencioso.

El don de la prudencia

124.1. En verdad, no hay varón o mujer notable en cosa alguna, si no se ha dedicado al estudio, a la práctica (o: ejercicio) y a la ascesis; pero decimos que la virtud, que es de todos, no (depende) de otros, sino sobre todo de nosotros mismos.

124.2. Ciertamente algunas cosas puede uno impedírnoslas con los ataques, pero de ningún modo lo que depende de nosotros, por mucho que presione. Porque (es) un don concedido por Dios y no sometido a ningún otro.

124.3. De ahí que la intemperancia no se suponga que es un mal de alguien distinto al intemperante, pero la prudencia es un bien de quien puede tener dominio de sí mismo.

Capítulo XX: La mujer perfecta

El amor matrimonial

125.1. La mujer que ama al marido, Eurípides la describe con respeto (lit.: gravedad), advirtiendo: "Si [él] habla, debe pensar que habla bien, aunque no sea verdad (lit.: no lo diga), y [ella] debe esforzarse por hablar para agradar al marido" (Eurípides, Fragmentos, 909,7-8).

125.2. Y de de nuevo en el mismo sentido: "Es bueno que, en caso de acontecer algún mal, la esposa se aflija y participe en común [con el marido] de la pena como del placer" (Eurípides, Fragmentos, 909,9-10).

125.3. Y así, mostrando de algún modo lo afable y tierno en los infortunios, agrega: "Cuando tú enfermes, yo misma sufriré estar enferma contigo y compartiré tus males, porque nada me es desagradable" (Eurípides, Fragmentos, 909,11-12). Puesto que con los que aman "es necesario ser feliz y ser desgraciado. Porque, ¿qué es la amistad sino eso?" (Eurípides, Fragmentos, 909).

Cuál es el matrimonio verdaderamente feliz

126.1. Ahora bien, un matrimonio se santifica perfeccionándose según el Verbo (o: según la palabra) [cf. 1 Tm 4,5], si la unión está sometida a Dios y se practica "con sincero corazón en plenitud de fe, purificando los corazones de conciencia mala y lavando el cuerpo con agua pura, y manteniendo la confesión de la esperanza, porque fiel es el que lo prometió" (Hb 10,22-23).

126.2. Pero se debe juzgar feliz el matrimonio no por la riqueza ni por la belleza, sino por la virtud.

126.3. Dice la tragedia: "A ninguna aprovechó la belleza en la relación con a su marido; pero la virtud aprovechó a muchas; porque toda buena esposa, unida a su marido, sabe ser prudente" (Eurípides, Fragmentos, 909,1-3).

126.4. A continuación, como dando recomendaciones, dice: "Ciertamente, esto es lo primero de todo: si el marido es feo, debe parecer hermoso a la (esposa) sensata, porque no es el ojo el que juzga, sino que el espíritu es quien ve" (Eurípides, Fragmentos, 909,4-6), y lo que sigue.

126.5. Porque con mucha autoridad dijo la Escritura que la mujer es dada por Dios al varón como una ayuda (cf. Gn 2,18).

La amistad con Dios es la meta de la vida cristiana

127.1. Creo, por tanto, evidente que ella preferirá en el cuidado de la casa curar persuasivamente con una palabra (o: según el Verbo) cada uno de los sucesos molestos causados por el marido.

127.2. Pero si [el marido] no escuchase, entonces ha de procurar, en la medida de lo posible a la naturaleza humana, llevar una vida sin pecado, aunque tenga que vivir o morir con el Verbo, considerando que Dios es protector y compañero de esa situación, el verdadero asistente y salvador en el presente y el futuro; ella le ha constituido estratega y guía de cualquier situación, al considerar como tarea la templanza y la justicia, pero teniendo como objetivo su amistad con Dios.

Enseñanzas del apóstol Pablo

128.1. También, con gracia, el Apóstol en la "Carta a Tito" dice que conviene que "las ancianas en su porte (sean) reverentes, no sean calumniadoras, ni esclavizadas por el mucho vino, para que entrenen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos e hijos, sensatas, puras, dedicadas a las tareas de la casa, buenas y sumisas a los propios maridos, para que no sea blasfemada la palabra de Dios" (Tt 2,3-5).

128.2. "Más bien, dice, persigan la paz con todos y la santidad, sin las cuales nadie verá al Señor; vigilando para que ninguno sea fornicario o profanador, como Esaú que a cambio de una sola comida se desprendió de sus derechos de primogenitura; y que ninguna raíz amarga, al brotar hacia arriba cause disturbios y por ella sean contaminados muchos (o: los demás)" (Hb 12,13-15. 16. 15; cf. Gn 27,28-40).

La perfección: meta tanto de la mujer como del hombre

129.1. Después, como poniendo colofón a la cuestión sobre el matrimonio, añade: "Honroso (sea) el matrimonio en todos, y la unión conyugal sin mancha; porque Dios juzgará a los fornicarios y adúlteros" (Hb 13,4).

129.2. Una vez demostrado que, tanto el hombre como la mujer tienen lo perfecto como único objeto y fin, Pedro dice en su "Carta":

129.3. "Ahora sufren un poco, si es necesario, en diversas pruebas, para que la prueba de la fe de ustedes, mucho más valiosa que el oro que se corrompe y es probado por el fuego, sea hallada digna de alabanza y gloria en la manifestación de Jesucristo.

129.4. A quien sin haber visto aman, a quien todavía no han visto, pero creyendo se alegran con un gozo inefable y pleno de gloria; obteniendo la meta de la fe, que es la salvación de las almas" (1 P 1,6-9).

129.5. Por eso también Pablo se gloría de haberse encontrado por causa de Cristo "en trabajos sin cuento, en azotes sin medida, en peligro de muerte muchas veces" (1 Co 11,23).



Capítulo XXI: La perfección cristiana

La completa perfección no es posible en la vida presente

130.1. Entonces encuentro que lo perfecto se entiende de diversos modos, según la virtud en que cada uno se destaque. Así, uno llega a ser perfecto en cuanto prudente, paciente, templado, laborioso, mártir y gnóstico.

130.2. Pero perfecto en todo a la vez no sé si existe algún hombre, mientras es hombre, excepto únicamente aquél que se revistió de hombre por nosotros (cf. Flp 2,7). En verdad también uno sería perfecto según la mera Ley, que prescribe la abstinencia del mal; pero (la Ley) es camino que conduce tanto al Evangelio como a las buenas obras.

130.3. Pero ciertamente perfección del que conoce la Ley es la aceptación gnóstica del Evangelio, para que se haga perfecto (quien vive) según la Ley. Porque profetizó (o: predijo) Moisés, según la Ley (cf. Dt 18,15), que era necesario escuchar, para que recibiéramos a Cristo, plenitud de la Ley, según el Apóstol (cf. Rm 10,4; 13,10; Mt 5,17).

130.4. Pero el gnóstico progresa desde ahora en el Evangelio, no sólo usando la Ley como peldaño, sino comprendiéndola e interpretándola como el Señor la transmitió a los Apóstoles, al darles los [dos] Testamentos.

130.5. Pero si también se comportara rectamente -tan pronto como es imposible que la gnosis siga a un mal comportamiento-, deviniendo mártir al confesar por amor con la mayor rectitud, gozaría de la mayor dignidad entre los hombres. Pero ni siquiera así llegará a ser llamado perfecto [mientras viva] en la carne, puesto que la terminación de la vida es requisito para esa privilegiada denominación; entonces, al llegar el mártir gnóstico, mostrará y presentará con señorío la obra perfecta mediante el amor gnóstico, entregando el espíritu (y) dando gracias (a Dios) con la sangre.

La perfección cristiana consiste en vivir rectamente ante Dios

131.1. Desde ese momento será bienaventurado y justamente será proclamado perfecto, "para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros" (2 Co 4,7), como dice el Apóstol. Salvemos sólo el libre arbitrio y el amor (= nuestra libertad y nuestro amor), "atribulados en todo, pero no aplastados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos" (2 Co 4,8-9).

131.2. Porque según el mismo Apóstol, es necesario que quienes aspiran a la perfección "no den motivo alguno de escándalo, sino que en todo se recomienden a sí mismos" (2 Co 6,3-4), no (ante) los hombres, sino ante Dios (cf. Col 3,23).

131.3. Como consecuencia, hay que obedecer también a los hombres; porque también es razonable obedecerles (hasta) por las calumnias.

131.4. Pero la recomendación está "en mucha paciencia, en las aflicciones, necesidades, apremios, azotes, prisiones, sediciones, fatigas, desvelos, ayunos, y en castidad (o: pureza), gnosis, longanimidad, bondad, en Espíritu Santo, en amor sin hipocresía, en palabra de verdad, en poder de Dios" (2 Co 6,4-7), para que seamos templos de Dios (cf. 1 Co 3,17), purificados "de toda contaminación carnal y espiritual" (2 Co 7,1).

131.5. "Y yo, dice, los acompañaré y seré para ustedes padre, y ustedes serán para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso" (2 Co 6,17-18).

131.6. "Perfeccionemos, por consiguiente, la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7,1), dice. Porque si el temor también produce tristeza, dice [el Apóstol]: "Me alegro, no porque fueron contristados, sino porque fueron contristados para la conversión; porque fueron contristados según Dios, para que en nada sufran daño de nosotros. Porque la tristeza según Dios es conversión para salvación, que no produce pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.

131.7. Vean que eso mismo que los entristece según Dios les ha causado un gran fervor, defensa, impaciencia, temor, deseo, celo y reparación. En todo han demostrado que ustedes mismos están limpios en este punto" (2 Co 7,9-11).

Anhelemos la plenitud de Cristo

132.1. Estos son los ejercicios de la ascesis gnóstica. Y por eso, Dios omnipotente, "Él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, para la perfección de los santos, para obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la estatura de la edad de la plenitud de Cristo" (Ef 4,11-13), apresurándonos a ser hombres gnósticos y tender a la perfección lo más posible, aunque permanezcamos en la carne, y partiendo de una perfecta concordia, ocupémonos de concurrir con la voluntad de Dios en la reintegración realmente perfecta de nobleza y afinidad hacia la "plenitud de Cristo" (Ef 4,13), consumada perfectamente desde la reconciliación (o: purificación).

132.2. Veamos ahora dónde, cómo y cuándo el divino Apóstol habla sobre el perfecto y cómo manifiesta diferencias entre los perfectos.

132.3. De nuevo [dice]: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. Porque a uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro, la palabra de gnosis, según el mismo Espíritu; a otro, la fe en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones en el mismo Espíritu; a otro, obras de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, don de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las obra el único y el mismo Espíritu, que lo distribuye a cada uno como quiere" (1 Co 12,7-11).

Los justos y la profecía

133.1. Siendo así las cosas, ciertamente los profetas son perfectos en profecía, los justos en justicia, los mártires en la confesión (de la fe), y otros en la predicación; no estando exentos de las virtudes comunes, tienen éxito en aquello que se les ha asignado. Por tanto, ¿quién, con sano juicio, no llamará justo al profeta? Pero ¿qué? ¿Acaso los justos como Abrahán no profetizaron también?

133.2. "Porque dios concede a uno las gestas bélicas, pero a otro la danza, a otro la cítara y el canto", dice Homero (Ilíada, XIII,730-731).

133.3. "Pero cada uno recibe de Dios su propio carisma; éste, uno; aquel, otro" (1 Co 7,7); pero los apóstoles fueron colmados en todos.

La fe en Cristo es la plenitud de la Ley

134.1. Ahora bien, encontrarás, si lo deseas, entre sus acciones y escritos: su gnosis, vida, predicación, justicia, castidad, el don de profecía.

134.2. Además, hay que saber también que, aunque Pablo es [más] joven en tiempo porque floreció después de la ascensión del Señor, sin embargo sus escritos dependen del Antiguo Testamento; de allí toman inspiración sus palabras.

134.3. Porque la fe en Cristo y la gnosis del Evangelio son exégesis y plenitud de la Ley.

134.4. Por eso se dijo a los hebreos: "Si no creyeren, no entenderán" (Is 7,9); es decir, si no creyeren al que ha sido profetizado mediante la Ley y vaticinado mediante la Ley, no comprenderán el Antiguo Testamento que Él mismo ha explicado con la propia parusía [en la tierra].

Capítulo XXII: La perfección del gnóstico consiste en la práctica del bien

"Hacer el bien por amor"

135.1. En verdad el gnóstico es el que comprende y penetra [las Escrituras]. Pero su tarea no consiste en la abstención del mal -porque éste es un escalón para un mayor progreso-, tampoco hacer ciertamente el bien (o: lo bueno) por temor.

135.2. Porque está escrito: "¿A dónde huiré, en dónde podría esconderme de tu rostro? Si subiera al cielo, allí estás tú. Si me alejara a los confines del mar, allí está tu derecha. Si bajara a los abismos, allí está tu espíritu" (Sal 138 [139],7-10; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 28,3).

135.3. Pero tampoco [hacer el bien] por la esperanza de un premio prometido -porque se ha dicho: "He aquí al Señor y su salario ante su rostro: dar a cada uno según sus obras" (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 34,3; cf. Is 40,10; 62,11; Sal 61 [62],3; 24 [25],12; Rm 2,6; Ap 22,12)-, "lo que ojo no vio y oído no oyó, y no ascendió al corazón del hombre, (es) lo que Dios ha preparado para quienes lo aman" (1 Co 2,9; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 34,8)-;

135.4. pero sólo hacer el bien por amor o por el mismo bien, (es) lo deseable para el gnóstico.

El gnóstico ama y busca la contemplación

136.1. Además, el Señor ha dicho en nombre de Dios: "Pídeme, y te daré las gentes como heredad" (Sal 2,8; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 36,4); enseña Él a solicitar la petición digna de un rey: la salvación gratuita de los hombres, para que nosotros heredemos y poseamos al Señor.

136.2. Porque, por el contrario, aspirar a la ciencia acerca de Dios por cualquier utilidad, para que suceda o no suceda una determinada cosa, no es propio del gnóstico; le basta como causa de la contemplación la gnosis misma.

136.3. Porque me atrevería a decir que no elige la gnosis por querer salvarse quien persigue la gnosis por la misma ciencia divina.

136.4. Porque el pensar se intensifica por el ejercicio hasta el pensar siempre; y el continuo pensar, esencia del cognoscente, por concomitancia (anákrasis; lit.: mezcla) ininterrumpida, deviene también una contemplación perpetua, sustancia viviente que permanece.

136.5. Por tanto, si, por hipótesis, alguien propusiera al gnóstico preferir entre la gnosis de Dios o la salvación eterna, si ambas cosas fueran separables -aunque se encuentran totalmente en una identidad absoluta-, elegirá sin dudarlo un instante la gnosis de Dios, porque juzgaría preferible esa propiedad de la fe por la que mediante el amor se remonta hasta la gnosis misma.

El gnóstico hace el bien sin buscar recompensa

137.1. Así, esta es la primera acción buena del [hombre] perfecto: cuando no realiza una cosa por un motivo útil que le convenga a él mismo, sino juzgando que es bello hacer el bien; la acción intensa realizada en toda obra hace el bien siempre, no en unas ocasiones sí y en otras no, puesto que se encuentra fundamentada en la costumbre de hacer el bien, no por la gloria o, como dicen los filósofos, por la fama, ni por el premio, sea de los hombres sea también de Dios. Así culminará la vida "a imagen y semejanza" (Gn 1,26) del Señor.

137.2. Y si al que hace el bien le ocurriere alguna contradicción, como insensible abandonará sin resentimiento la venganza, y no estará afectado por ninguna pasión; será justo y bueno para con "justos e injustos" (Mt 5,45).

137.3. A estos dice el Señor: "Lleguen a ser como el Padre de ustedes (que es) perfecto" (Mt 5,48). La carne está muerta para él, viviendo solamente con él mismo (cf. Ga 2,20), habiendo consagrado el sepulcro como templo santo para el Señor (cf. 1 Co 3,17), convirtiendo a Dios su antigua alma pecadora.

El gnóstico hace buenas obras

138.1. Él no sólo es temperante, sino que se ha constituido en estado de impasibilidad, esperando pacientemente ser revestido de configuración (o: de forma; de figura; schéma) divina (cf. 2 Co 5,2. 4).

138.2. Si das limosna, dice [la Escritura], que nadie lo sepa; y si ayunas, perfúmate, para que el único Dios lo conozca, pero ningún hombre (cf. Mt 6,2. 4. 16-18); ni siquiera el mismo que hace la limosna debe saberlo, porque, de lo contrario, a veces será compasivo y otras veces no.

138.3. Pero al hacer habitualmente obras buenas (o: beneficencia), se identificará con la naturaleza del bien; así esta disposición será (a la vez) una naturaleza y también un ejercicio.

138.4. Pero no es necesario que cambien de conducta los que progresan, sino que los caminantes lleguen adonde deben, recorriendo todo el camino estrecho (cf. Mt 7,13-14; Lc 13,24). Porque esto es el ser atraídos por el Padre (cf. Jn 6,44), devenir digno de recibir de Dios la fuerza de la gracia y subir corriendo sin obstáculos.

138.5. Y si algunos odian al [gnóstico] elegido, éste conoce la ignorancia de ellos (y) los compadece por la sin razón del juicio de ellos.

El gnóstico debe estar siempre vigilante

139.1. Justamente, entonces, esta gnosis ama, enseña y educa a los ignorantes para que estimen toda la creación del Dios omnipotente.

139.2. Si ha aprendido a amar a Dios, el [gnóstico] no tendrá la virtud de ningún modo (como) despreciable, ni despierto ni dormido, ni por imaginación (lit.: fantasía) alguna; puesto que el hábito no se sale de sí mismo nunca, dejando de ser hábito; ahora bien, así es la gnosis, llámese hábito o disposición natural.

139.3. Por ello, para que no se introduzcan furtivamente alguna vez pensamientos diversos, la parte que guía (hegemonikón) permanece inmutable, no admitiendo ninguna variedad (lit.: ningún cambio o transformación) de fantasías, soñando sobre las imaginaciones de los movimientos diurnos.

139.4. Por eso, también el Señor exhorta a vigilar (cf. Mt 24,4), para que nuestra alma no sea jamás perturbada durante el sueño, sino que también ordena custodiar la conducta de la noche, como en acción en el día: pura y sin mancha. Porque esta es la semejanza con Dios en cuanto es posible: mantener el espíritu en el estado que le es propio.

139.5. Pero ése es el estado del espíritu como espíritu, mientras que la disposición cambiante nace en la inclinación por las cosas materiales.

La noche: apta para el ejercicio de la prudencia

140.1. Me parece que por esto se ha llamado a la noche "la bienhechora" (eyphróne), porque es el tiempo en el que el alma, libre de las sensaciones, se repliega en sí misma y participa mejor de la prudencia.

140.2. Pero también las ceremonias de iniciaciones mistéricas tienen lugar preferentemente durante la noche, indicando la contracción (systolé) del alma respecto del cuerpo en la noche.

140.3. "Por consiguiente, no durmamos como los demás, sino que velemos y seamos sobrios. Porque los que duermen, de noche duermen, y quienes se embriagan, de noche se embriagan. Pero, nosotros, siendo del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y del amor, [teniendo] por yelmo la esperanza del Salvador" (1 Ts 5,6-8).



En qué condiciones acercarse a los ritos sagrados

141.1. Pero además, lo que se dice sobre el sueño debe entenderse también de la muerte. Porque ambos manifiestan el abandono del alma, una en mayor medida, aquel otro en menor grado, lo cual se encuentra también en Heráclito:

141.2. "El hombre (es) luz en la noche benéfica: muere porque percibe para sí mismo, cierra los ojos, pero está vivo; percibe la muerte al estar dormido con los ojos cerrados; el que está despierto percibe aunque duerma" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 26).

141.3. Porque (son) bienaventurados "los que conocen el tiempo presente, según el Apóstol, porque (es) hora de que sean levantados del sueño; puesto que la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche ha avanzado, el día se acerca. Desechemos, por tanto, las obras de la oscuridad y vistámonos las armas de la luz" (Rm 13,11-12).

141.4. Pero llama de forma alegórica día y luz al Hijo, y también metafóricamente armas de luz a las promesas. Así, se dice que es necesario (acercarse) lavados, puros y diáfanos (o: brillantes, límpidos), a los ritos sacrificiales y a las oraciones.

El verdadero bautismo

142.1. También el estar adornados y purificados en lo externo es una expresión simbólica: "Pureza es tener pensamientos castos" (Epigrama del templo de Epidauro [420 a. d. C.]; Anthologia Palatina, Apéndice, 99); también podría ser imagen del bautismo aquella que, (tomada) de Moisés, fue transmitida por los poetas de este modo:

142.2. "Después de bañada, revestido el cuerpo con ropa limpia" (Homero, Odisea, IV,750. 759; XVII,48. 58), Penélope se marchó a la oración. Y Telémaco, "tras lavarse las manos en el espumoso mar, rezaba a Atenea" (Homero, Odisea, II,261).

142.3. Esta costumbre (existía) entre los judíos, como el bañarse varias veces después del coito. Bien, por tanto, se ha dicho aquello: "Sé limpio no por un baño, sino en el espíritu" (Anónimo, Epigramas, 183,1).

142.4. Porque la pureza perfecta, me parece, es la de la mente, la de las obras y la de los pensamientos; y también la pureza de las palabras y, por último, la inocencia en las visiones.

La estabilidad del gnóstico

143.1. Pero una penitencia rigurosa y firme es conveniente purificación para un hombre, pienso yo, si, enojándonos con nosotros mismos por lo que hicimos anteriormente, avanzamos hacia adelante, al comprender eso y quitamos la mente de los placeres sensibles y de las faltas pasadas.

143.2. Por otra parte, si es necesario dar una etimología a la ciencia, y hay que tomar su significado de la fijeza (stásis) de su atención (epibolé), "porque sostiene nuestra alma sobre las cosas" (Platón, Cratilo, 437 A; Aristóteles, Problemata, 30,14,956 B 40, Física, VIII,3,427 B 11), cuando antes (era) llevada de acá para allá.

143.3. Lo mismo que también la etimología de la fe (es) la estabilidad de nuestra alma en torno al Ser (o: a lo que es).

143.4. Pero nosotros deseamos conocer a quien siempre y en todo (es) justo, (y) permanece justo no porque tema un castigo de la ley, ni por evitar la severidad de aquellos con los que convive y persiguen las ofensas, ni porque recele del peligro que proviene de los mismos que sufren injusticias.

143.5. Porque quien se abstiene de cometer cualquier injusticia por alguna de esas razones no (es) bueno espontáneamente, sino bueno por miedo.

143.6. También Epicuro dice a quien es sabio según él que no quiera cometer injusticia por provecho alguno, puesto que no puede tener confianza en permanecer oculto. De manera que, si pudiera estar seguro de permanecer oculto, cometería una injusticia, según él (Epicuro, Fragmentos, 582). Y éstas son las doctrinas de las tinieblas.

La esperanza

144.1. Pero si uno se abstuviera de cometer injusticia por la esperanza de la recompensa reservada por Dios para los justos, tampoco ése sería voluntariamente bueno; porque como a aquél el temor lo haría justo, así también a éste la recompensa; pero se demuestra que (es) mejor ser justo más que parecerlo.

144.2. Pero la esperanza posterior a la muerte, no sólo los que profesan la sabiduría bárbara saben que es honorable para los buenos y lo contrario para los inicuos, sino también los pitagóricos. Porque éstos proponían la esperanza como fin para los que filosofan; lo mismo que también Sócrates dice en el "Fedón" que las almas hermosas parten de aquí "con una buena esperanza" (Platón, Fedón, 67 C); y también cuando dirige reproches a los malos, diciendo por oposición: porque viven "con una mala esperanza" (Platón, República, I,331 A).

144.3. Se ve que también Heráclito concuerda con eso, cuando reflexionando sobre los hombres dice: "A los hombres, una vez muertos, les aguarda cuanto no esperan ni imaginan" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 27).

La esperanza cristiana no defrauda

145.1. Así, divinamente escribe con claridad Pablo a los romanos: "La tribulación (o: aflicción) produce paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza; y la esperanza no defrauda" (Rm 5,3-5). Porque, por la esperanza futura (se produce) la paciencia; pero bajo el mismo nombre de esperanza se encuentra tanto la retribución y la realización (apokatástasis) de la esperanza, que "no defrauda", porque no está sometida a injuria.

145.2. Pero quien escucha la llamada, tal como ha sido llamado, se entrega a la gnosis no por miedo ni por placeres. Porque no considera si algo externo es provechoso para él, sea lucro o goce, sino que vive religiosamente, arrastrado por el amor del que realmente es amable, y movido por el deber.

El gnóstico obra según la recta razón

146.1. De ahí que, si por hipótesis recibiera de Dios facultad para hacer las cosas prohibidas, permaneciendo no obstante impune, y si recibiese la promesa de obtener como premio los bienes de los bienaventurados, aunque si también estuviera convencido de ocultar sus acciones a Dios, cosa imposible, ni aun así estaría dispuesto jamás a hacer nada contra la recta razón, habiendo elegido una vez para siempre lo que realmente es hermoso y elegible por sí mismo, y por ello amable. "Porque lo bueno no está en el alimento del vientre" (Eurípides, Supplices, 865-866), se nos ha dicho.

146.2. Aquel hombre (= Eurípides) había escuchado que "un alimento no nos hará recomendables" (1 Co 8,8), ni el matrimonio ni la abstención del matrimonio (cf. 1 Tm 4,3) en ignorancia, sino la acción virtuosa gnóstica; de lo contrario, dígase que es continente el perro, animal irracional, que teme al que le levanta el bastón y por eso se abstiene del alimento preparado al fuego.

146.3. Bien has de saber que si se quita la promesa anunciada, se remueve el temor amenazante y cesa el peligro inminente, entonces se hacen reprochables las acciones (de esos tales).

Capítulo XXIII: Sobre la meta del gnóstico

La obediencia a Dios

147.1. Porque esos [hombres] no están familiarizados con la naturaleza misma del asunto como para entender de una manera realmente gnóstica que es hermoso todo cuanto se creó para nuestra utilidad, como el matrimonio, ya se ha dicho, y la procreación cuando se realiza (lit.: se recibe) con templanza; pero por encima está lo mejor: devenir impasible y virtuoso mediante la semejanza con Dios.

147.2. Pero conducidos por las cosas útiles o inútiles de fuera, se apartan de algunas, pero no de otras. Sin embargo, también se apartan de algunas mostrando que las odian, despreciando la creación y al Demiurgo; y aunque parezca que viven habitualmente conforme a la fe, poseen un criterio impío.

147.3. El "no desearás" (Ex 20,17; cf. Ex 2,13; Dt 5,21) no necesita de la obligación que proviene del temor, obligándonos a abstenernos de lo que agrada, ni del premio prometido que persuade a reprimir los instintos (o: impulsos).

147.4. Tampoco los que han obedecido (o: escuchado) a Dios por causa de la promesa eligen obedecer por el mandato sino por la promesa, como seducidos por un señuelo de placer.

Debemos glorificar al Creador

148.1. Así, tampoco la aversión de lo sensible realiza consecuentemente la comunión con lo inteligible; al contrario, la comunión con lo inteligible es por naturaleza una separación del mundo sensible para el gnóstico que ha elegido gnósticamente lo bueno por una elección entre las cosas honestas (u: honorables); admira la generación, glorifica al Hacedor (cf. Mt 6,9) y santifica la semejanza con lo divino.

148.2. "Por lo demás, yo me libraré" (Homero, Ilíada, X,378) de la concupiscencia, dirá [el gnóstico], mediante la comunión contigo, Señor. Hermosa (es) la economía de lo creado y todo es bien administrado; nada acontece sin razón y conviene que yo me ocupe de tus cosas, oh Todopoderoso (cf. Lc 2,49). Aunque permanezca aquí, estoy cerca de ti. Y quiero estar sin temor, para poder estar junto a ti y contentarme con poco, meditando tu justa elección entre lo que es bueno y lo que parece serlo.

La recreación y renovación del ser humano

149.1. De manera sumamente mística y santa, el Apóstol nos enseña que la elección verdaderamente agradable [a Dios] (es) la que se realiza no mediante el rechazo de las cosas como malas, sino a hacer lo mejor y no simplemente lo bueno; lo ha recordado, diciendo:

149.2. "Así tanto el que casa a su hija doncella hace bien, y el que no la casa hace mejor, para servir honesta y asiduamente al Señor sin distracción" (1 Co 7,38. 35).

149.3. Nosotros sabemos que Dios ha dispuesto benignamente que lo innecesario sea difícil [de conseguir], y que en cambio lo necesario sea fácil.

149.4. Por eso dice bien Demócrito que "la naturaleza y la enseñanza son semejantes" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 33). Y da brevemente la causa: "Porque la enseñanza transforma al hombre, pero la naturaleza al transformarse lo hace" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 33), y no hay diferencia entre ser plasmado por la naturaleza de alguna manera y ser transformado con el tiempo mediante la enseñanza.

149.5. Pero el Señor nos ha procurado ambas cosas; una según la creación, otra según la regeneración (o: recreación) y la renovación de la Alianza.

149.6. Pero hay que elegir lo que conviene para lo más importante, y lo mejor de todo (es) la inteligencia.

149.7. Así, a quien lo realmente hermoso (o: bueno) se le presenta como lo mejor (o: lo más agradable), de él mismo puede procurar el fruto que desea, la firmeza (eystátheia: estabilidad, equilibrio) del alma.

149.8. "Quien me escucha, dice [la Escritura], descansará en paz porque ha confiado y estará seguro sin temor de todo mal" (Pr 1,33). "Confía en Dios con todo tu corazón y tu mente" (Pr 3,5). De esta manera es como el gnóstico puede llegar a ser un dios: "Yo les he dicho: "Son dioses e hijos del Altísimo"" (Sal 81 [82],6).

Dios no es responsable de la caída de Adán

150.1. Pero también Empédocles dice que las almas de los sabios llegan a ser dioses, cuando escribe así: "Finalmente adivinos, himnógrafos y médicos son los principales entre los hombres de la tierra; de ahí florecen dioses estimadísimos en honores" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 146).

150.2. Ciertamente, el hombre en cuanto tal es plasmado generalmente según la idea del espíritu innato, porque no se produce creación alguna sin imagen y sin forma en el taller de la naturaleza (= útero de la mujeres), donde se realiza misteriosamente la génesis del hombre, mediante la unión de la técnica y la naturaleza; pero el hombre concreto (o: individual) es caracterizado por la impronta producida en el alma, respecto de lo que habrá de elegir.

150.3. Por eso, decimos que también Adán fue perfecto en su plasmación, porque no le faltó nada de lo que caracteriza la idea y la forma del hombre.

150.4. Cuando fue hecho recibió la perfección y se fue justificando por la obediencia (o: la escucha); y poseía libre albedrío y debía hacerse adulto en cuanto dependía de él. Dios no es responsable de la actuación del que eligió, y mucho menos al elegir lo prohibido. Doble es la génesis: una la de los seres que son engendrados, otra la de los seres que se van haciendo [perfectos].

El gnóstico anhela al encuentro con Dios

151.1. La fortaleza (o: el valor) del hombre, sometido a las pasiones -dicen (= los basilidianos)- naturales, hace intrépido e invencible a quien participa de ella; y el coraje en la paciencia, en la constancia y en cosas parecidas es escudo del espíritu; por encima de la concupiscencia se ubican la templanza y la salvadora prudencia; pero Dios está exento de pasiones, de ira y de concupiscencia (o: es sin ira y sin concupiscencia).

151.2. Y no (es) sin temor en el sentido de que [Dios] evite los peligros, ni es moderado en el sentido de que venza (o: domine) la concupiscencia, porque la naturaleza de Dios no puede correr peligro alguno, ni Dios huye por temor, como tampoco siente concupiscencia, para poder vencer la concupiscencia.

151.3. Así, también místicamente se nos dijo a nosotros el [dicho] pitagórico: "Es necesario que también el hombre llegue a ser uno" (Pitágoras, Symbola, 71), puesto que Él mismo es el único Pontífice, y el único Dios por el inmutable hábito que corre siempre hacia lo bueno (cf. Platón, Cratilo, 397 C-D).

La semejanza con Dios

152.1. Ahora bien, el Salvador destruye también con la concupiscencia la ira, que es el deseo de venganza; porque en general lo pasional alcanza a toda clase de concupiscencia, pero el hombre que se diviniza hasta la ausencia de pasiones (apátheia) se hace inmaculadamente uno (lit.: monádico).

151.2. Al igual que quienes están en el mar, cuando tiran con fuerza del ancla, no la arrastran a ella, sino que son atraídos por ella; así también los que según la vida gnóstica desean seguir a Dios, sin darse cuenta, son ellos arrastrados hacia Dios; porque quien sirve a Dios, se sirve a sí mismo.

151.3. Por tanto, en la vida contemplativa uno tiene cuidado de sí mismo mediante el culto que tributa a Dios y, mediante la propia purificación contempla santamente a Dios, que es santo. Porque la templanza, meditando en el retiro, al examinarse y contemplarse continuamente (o: sin interrupción) a sí misma, se asemeja a Dios en lo que puede (o: según lo que puede).



Capítulo XXIV: Sobre el castigo divino

El pecado y el castigo

153.1. Ahora bien, en nosotros está el poder hacer aquello de lo que somos dueños, y también su contrario; como el filosofar o no, creer o no creer. Así, por ser nosotros dueños por igual de cada uno de los opuestos, podemos investigar.

153.2. De igual manera también podemos cumplir los mandamientos o no, a lo que sigue lógicamente alabanza o reprobación; y los que son castigados por causa de los pecados que han cometido, por ellos solos son castigados. Porque lo que se ha hecho en el pasado y lo que se hiciere [en el futuro], si alguna vez se hace, no será algo que se pierda (o: porque lo hecho ha pasado, y nunca será no hecho lo hecho).

153.3. En todo caso, los pecados [cometidos] antes de la fe son perdonados por el Señor, no porque no se hayan cometido, sino como no existentes.

153.4. Por otra parte, Basílides dice que no todos son perdonados, sino sólo los involuntarios y [cometidos] por ignorancia; como si un hombre, y no Dios, concediera tan gran regalo. A ése le responde la Escritura: "Has supuesto, inicuo, que seré igual que tú" (Sal 49 [50],21).

153.5. Pero, si también somos castigados por los [pecados] voluntarios, no es porque no se hayan hecho los que se han cometido, sino que somos castigados porque fueron realizados.

153.6. El castigo no favorece al que ha pecado por hacer como que no hubiera pecado, sino para que no peque en adelante, y para que ningún otro caiga en [pecados] parecidos.

Las causas por las que Dios nos corrige

154.1. Ciertamente, el buen Dios corrige (o: educa) por estas tres causas: en primer lugar, para que el corregido se mejore a sí mismo; en segundo lugar, para que los que pueden salvarse, amonestados por los ejemplos, se contengan; y en tercer lugar, para que el que sufre injusticia no sea menospreciado o incluso expuesto a ser ultrajado.

154.2. Pero dos (son) también los métodos de la rectificación: el instructivo y el punitivo, que hemos llamado correctivo.

154.3. En realidad, hay que saber que son corregidos los que caen en los pecados después del bautismo; porque los cometidos con anterioridad se perdonan, pero los cometidos posteriormente se purgan.

154.4. Respecto de los impíos (o: infieles; los que no creen) se ha dicho: "Son tenidos como polvo que agita el viento sobre la faz de la tierra" (Sal 1,4), "y como gota de un cántaro" (Is 40,15).

Capítulo XXV: ¿En qué consiste la verdadera perfección?

El alma que anhela estar siempre con Cristo

155.1. "Feliz quien posea la enseñanza de la historia, y no incite al perjuicio de los conciudadanos ni a las obras injustas, sino que contempla el mundo de la naturaleza inmortal, que no envejece, y cómo por dónde y de qué modo se constituyó. En estos [hombres] jamás se asienta la inquietud de las acciones vergonzosas" (Eurípides, Fragmentos, 910,8-9).

155.2. Por consiguiente, con razón dice Platón que el que contempla las ideas vivirá como un dios entre los hombres (cf. Platón, El Sofista, 216 A-B); el intelecto es el lugar de las ideas, y Dios es intelecto (cf. Aristóteles, De anima, III,4 429 a 27; Filón; De Cherubim, 49). En efecto, definió dios viviente entre los hombres al que contempla al Dios invisible.

155.3. Y en "El Sofista", Sócrates denominó dios al extranjero de Elea, porque era dialéctico (cf. Platón, El Sofista, 216 A-B); tales son los dioses que visitan las ciudades "bajo la figura de huéspedes extranjeros" (Homero, Odisea, XVII,485).

155.4. Porque cuando un alma, remontándose por encima de la creación (o: de lo generado), está a solas consigo misma y frecuenta las ideas, como el "corifeo" (Platón, Teeteto, 173 C) en el "Teeteto", entonces es como un ángel (cf. Mt 22,30; Lc 20,36; Ga 4,14); estará siempre con Cristo (cf. Flp 1,23), en contemplación, examinando siempre la voluntad de Dios, y realmente "ella será la única que entiende, mientras que los otros [muertos] revolotearán como sombras" (Homero, Odisea, X,495); porque los muertos entierran a sus propios muertos (cf. Mt 8,22; Lc 9,60).

155.5. Por eso Jeremías dice: "La llenaré de cadáveres terrenos, a los que hirió mi ira" (Jr 33,5).

El Hijo

156.1. Puesto que Dios (es) indemostrable, no es objeto de ciencia (epistemonikós); pero el Hijo es sabiduría, ciencia, verdad y todo lo que está unido a esto, y por ello es susceptible de demostración y de explicación. Todas las potencias del Espíritu, que se sintetizan en una sola cosa, confluyen en eso, en el Hijo, pero Él no puede ser definido (aparémphatos: término usado por los gramáticos para el indicar el modo infinitivo de los verbos) mediante la noción de cada una de sus potencias.

156.2. Pero tampoco el Hijo es sencillamente uno en cuanto uno, ni múltiple en cuanto [compuesto] de partes, sino uno como totalidad. Por eso (es) también la totalidad. Porque Él mismo (es) el círculo de todas las potencias ensambladas y unificadas.

La fe unifica al ser humano

157.1. Por eso el Verbo es llamado "alfa y omega" (Ap 1,8; 21,6; 22,13); de Él solo es propio que el término se haga principio y nuevamente termine en el principio anterior, sin tener jamás interrupción (o: intervalo, pausa).

157.2. Por eso, creer en Él y por Él es hacerse uno (monadikós) [con Él], unido en Él "sin distracción" (1 Co 7,35); por el contrario, no creer es duplicarse, separarse y dividirse.

157.3. "Por eso el Señor dice así: Todo hijo extranjero es un incircunciso en el corazón e incircunciso en la carne" (Ez 44,9), o sea, impuro en el cuerpo y en el espíritu;"ninguno procedente de los extranjeros entrará en el santuario, en medio de la casa de Israel, sino sólo los levitas" (Ez 44,10). Pero llamó extranjeros a los que no quisieron creer, sino que prefirieron ser infieles.

Los verdaderos sacerdotes de Dios

158.1. Únicamente, por tanto, los que viven con pureza son en realidad sacerdotes de Dios. De todas las tribus circuncidadas, fueron consideradas más santas las que ungían a los sumos sacerdotes, reyes y profetas (cf. 1 S 10,1).

158.2. De ahí que se les prescribiese no tocar cadáveres ni acercarse a los muertos, no porque el cuerpo esté contaminado, sino porque el pecado y la desobediencia, siendo obras de la carne están ligadas al cuerpo y al cadáver, y por ello execrables.

158.3. Ahora bien, solamente se permitía al sacerdote acercarse al padre, madre, hijo e hija fallecidos (cf. Ez 44,25), porque sólo ellos eran del mismo origen familia de carne y semilla, por los que también el sacerdote recibió la causa inmediata de su entrada en la vida.

158.4. Pero también aquellos [sacerdotes] debían purificarse durante siete días, porque durante ese tiempo se realiza la creación; porque en el séptimo se celebra el descanso, y en el octavo [el sacerdote] ofrece un sacrificio propiciatorio (o: propiciación), como está escrito en Ezequiel (cf. Ez 44,26-27); sacrificio propiciatorio por el que se puede recibir la promesa.



La perfecta purificación del cristiano se realiza por la obediencia

159.1. La purificación perfecta es, me parece, la fe en el Evangelio mediante la Ley y los profetas; pero propiciación es la pureza alcanzada mediante una total obediencia, unida también a la renuncia de las cosas del mundo hasta la gozosa restitución de la tienda terrestre (o: del cuerpo humano; skénos; cf. 2 Co 5,14) (que realiza) el alma con agradecimiento.

159.2. Ya sea entonces el tiempo en que, contados los siete períodos (cf. Lv 25,8), hace reposo en el más perfecto descanso, ya sean también los siete cielos (cf. 2 Co 12,2), que algunos cuentan ascensionalmente, ya sea también que se llame octavo (ogdoás) al espacio estable próximo al mundo inteligible, en todo caso dice que el gnóstico debe salir hacia afuera de la creación y del pecado.

159.3. Así, después de los siete días se ofrecen sacrificios por los pecados, porque todavía (está) el temor del cambio y la relación con la séptima esfera.

El bautismo cristiano

160.1. Dice el justo Job: "Yo mismo desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allí" (Jb 1,21), desnudo no de posesiones, -porque eso sería poca cosa y ordinario-, sino como el justo que está desnudo de maldad, de pecado y de esa fea figura que acompaña a los que han vivido de manera injusta.

160.2. Porque esto es lo se dijo: "Si no cambian y se hacen como niños" (Mt 18,3), puros en la carne y santos en el alma por la ausencia de malas obras; así demostramos que [Dios] quiere que nosotros mismos seamos tal cual nos ha engendrado de la matriz del agua (= el bautismo cristiano).

160.3. Porque una generación que sigue a otra generación quiere (alcanzar) la inmortalidad mediante un progresivo avance, "pero la lámpara de los impíos se extinguirá" (Jb 21,17).

Alegoría sobre Rebeca. La gloria de Dios

161.1. En verdad, la pureza del cuerpo y del alma que el gnóstico persigue, fue significada de modo notable por el sapientísimo Moisés al servirse de la repetición, señalando la integridad tanto del cuerpo como del alma de Rebeca, escribiendo: "La virgen era hermosa, era virgen y no la había conocido ningún varón" (Gn 24,16).

161.2. Rebeca se interpreta como gloria de Dios, y la gloria de Dios es la incorruptibilidad. Ésta es la justicia verdadera: no codiciar lo de otro sino ser por entero templo santo del Señor (cf. 1 Co 3,17). Justicia es, entonces, la paz de la vida y la estabilidad (del alma); a ella invitaba el Señor diciendo: "Vete en paz" (Mc 5,34; Lc 7,50; 8,48).

161.3. Porque Salem se interpreta paz, por la que nuestro Salvador es descripto (como) rey, del que dice Moisés: "Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo" (Gn 14,18; Hb 7,1-2), el que ofreció el vino y el pan santificado como símbolo de la eucaristía. Y Melquisedec se interpreta: rey justo, pero por sinonimia entre la justicia y la paz.

El Salvador nos inicia en los misterios de nuestra fe

162.1. Basílides supone que la justicia y su hija la paz (son) fundamentos que permanecen ordenados en la Ogdóada.

162.2. Pero hay que pasar desde lo que se refiere más a lo físico hasta alcanzar lo más manifiesto: lo ético; porque el discurso sobre lo físico seguirá al trabajo [que tenemos] entre manos.

162.3. El mismo Salvador nos inicia sencillamente en los misterios, según dice la tragedia: "Viendo a los que ven, también les concede los ritos secretos (órgia)" (Eurípides, Las Bacantes, 470). Y si preguntas: "Pero esos ritos ¿qué carácter tienen para ti?" (Eurípides, Las Bacantes, 471). De nuevo oirás: "Son secretos para no los conozcan los mortales no iniciados (lit.: no bacantes)" (Eurípides, Las Bacantes, 472).

162.4. Y si algún curioso trata de saber cómo son, escuche todavía: "No te es lícito oírlos, aunque sean dignos de conocerse: los ritos divinos exasperan al que practica la impiedad" (Eurípides, Las Bacantes, 474 y 476).

162.5. Pero Dios es sin principio (ánarchos), principio absoluto de todo, hacedor del principio. En cuanto esencia es principio de la parte física; como bien, es principio de la ética; en cuanto que es intelecto, (es principio) de la parte lógica y de la crítica. De donde también que el Verbo sea el único maestro, Hijo de la mente del Padre, el educador del hombre (otra variante del texto: De donde también el Verbo es el único maestro, de un Padre Altísimo y Santo, pedagogo del hombre).

Capítulo XXVI: Sobre el modo en que el gnóstico debe tratar su cuerpo

La perfección se alcanza gracias a la reconciliación concedida por el Salvador

163.1. Por consiguiente, los que sin razón profieren invectivas contra la creación y censuran al cuerpo, no ven que la constitución del hombre ha sido dispuesta en posición erecta para contemplar el cielo, y que la organización (organopoiía: fabricación de instrumentos) de los sentidos está dirigida a la gnosis y que los miembros y las partes [del cuerpo] están bien dispuestos hacia la belleza, no al placer.

163.2. De donde, este habitáculo que puede contener el alma, preciosísima para Dios, es juzgada digna del Espíritu Santo, por la santificación del alma y del cuerpo, y llevada a perfección por la reconciliación del Salvador (cf. 1 Ts 5,23).

163.3. Pero también la recíproca correspondencia de las tres virtudes se encuentra en el hombre gnóstico, ocupado ética, física e intelectualmente de lo divino.

163.4. Ciertamente la sabiduría (es) la ciencia de las cosas divinas y humanas, la justicia, sinfonía de las partes del alma y la santidad, el servicio a Dios (cf. Ef 4,24).

163.5. Pero si alguno calumniase la carne y, por ella, a la creación, aduciendo la cita de Isaías que dice: "Toda carne (es) hierba y toda gloria humana como flor del campo; se secó la hierba y la flor se marchitó, pero la palabra del Señor permanece por siempre" (Is 40,6-8; cf. 1 P 1,24-25), escuche al Espíritu que por medio de Jeremías lo explica: "Y los dispersaré como maleza que se despliega por el viento hacia el desierto.

La "síntesis" humana

164.1. Tal es la herencia y la parte de la desobediencia de ustedes, dice el Señor. Como te olvidaste de mí y pusiste tu confianza en la mentira, también yo revelaré lo que hay detrás de ti en tu propia cara, y se verá tu deshonor, tus adulterios, tu relincho" (Jr 13,24-27), y lo que sigue.

164.2. Porque esto (es) "la flor del campo" (Is 40,6; cf. St 1,10; 1 P 1,24), y "el caminar según la carne" (2 Co 10,2) y "ser carnal" (1 Co 3,3), según el Apóstol, permaneciendo en el pecado (cf. 1 Co 15,17).

164.3. Está, por tanto, admitido que el alma es lo superior del hombre, y el cuerpo lo inferior. Pero ni el alma es buena por naturaleza, ni tampoco por naturaleza malo el cuerpo; nada de lo que no es bueno (es) por eso inmediatamente malo.

164.4. Porque existen algunas cosas intermedias, e incluso entre ellas hay cosas que son preferibles y cosas que son rechazables.

164.5. Era necesario que el compuesto humano (lit.: la síntesis del hombre), siendo de las cosas sensibles, estuviera constituido de elementos diversos, pero no contrarios, (como) cuerpo y alma.

La unidad de Dios

165.1. Las buenas acciones, en cuanto mejores, siempre hay que atribuirlas a la parte superior, la espiritual; pero las libidinosas y pecaminosas se asignan a la parte inferior, a la que puede pecar.

165.2. Ahora bien, el alma del sabio y del gnóstico, cual huésped en el cuerpo, se comporta con él grave y respetuosamente, no con pasión; cuanto que todavía no abandona la tienda, hasta que llame la hora de la partida.

165.3. "Yo soy un extraño, dice [la Escritura], en esta tierra" (Sal 118 [119],19), "y un extranjero entre ustedes" (Gn 23,4; cf. Sal 38 [39],13). Y de ahí que Basílides juzgara decir que la elección es extraña al mundo, como si fuera supramundana por naturaleza.

165.4. Pero eso no es así. Porque todo (pertenece) al único Dios, y no hay nadie por naturaleza ajeno al mundo (cf. Hb 11,13), y una es la esencia y uno es Dios; pero el elegido se comporta como extranjero, sabiendo que todo se puede adquirir y todo se puede perder.

Tratar el cuerpo con respeto

166.1. Los peripatéticos quieren que los bienes sean de tres clases, y se sirven incluso también del cuerpo, como uno que al partir para un viaje largo (se sirve) de los albergues y las posadas del camino; se cuida también por las cosas mundanas, por el lugar allí donde se hospeda, pero abandona con indiferencia la casa y la posesión y su uso, dispuesto a seguir con diligencia al que lo saca de la vida, sin volver jamás atrás (cf. Gn 19,26; Lc 17,31) por ningún motivo; agradeciendo el éxodo, bendiciendo la marcha y recibiendo amigablemente la morada celestial.

166.2. "Porque sabemos que, si la tienda de nuestro habitáculo terrestre es desecha, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna no hecha por mano alguna en los cielos. En esta tienda [terrena] gemimos, anhelando ser revestidos de la habitación del cielo, siempre que seamos hallados vestidos, no desnudos. Porque caminamos por fe, no por medio de visión" (2 Co 5,1-3. 7), como dice el Apóstol.

166.3. "Pero nos complacemos más en salir del cuerpo y morar junto a Dios" (2 Co 5,8). El "más" (se encuentra) en una comparación, y la comparación es propia de las cosas que ofrecen [alguna] semejanza; como el que (es) más valiente es más valiente que los valientes, y (es) más valiente entre los cobardes.

Dios conduce a toda la creación hacia un final perfecto

167.1. Así, añadió: "Por lo cual ambicionamos, ya ausentes, ya residentes, serle gratos" (2 Co 5,9): evidentemente al Dios único, de quien todo es obra y creación, el mundo y las cosas supramundanas.

167.2. Admiro a Epicarmo quien dice claramente: "Habiendo sido piadoso en la mente no sufrirás ningún mal de la muerte, el espíritu permanece arriba en el cielo" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 22).

167.3. Y al poeta lírico que canta: "Las almas de los impíos revolotean sobre la tierra bajo el cielo en sangrientos dolores, bajo el yugo de inevitables males; pero las [almas] de los piadosos viven en el cielo celebrando con himnos melodiosos al gran Bienaventurado" (Píndaro, Fragmentos, 132; falsamente atribuido).

167.4. Así, el alma no es enviada del cielo a este lugar para algo peor, porque Dios dirige todo a [un fin] mejor; puesto que, (el alma), que ha elegido la vida mejor que (proviene) de Dios y de [su] justicia, se cambia de la tierra al cielo.



Permanecer en la gnosis

168.1. Así, Job, llegando a la gnosis, dijo con razón: "Ahora sé que lo puedes todo y que nada te es imposible. ¿Porque quién me anuncia cosas que yo no sabía, cosas grandes y maravillosas que yo no comprendía? Yo me he despreciado a mí mismo, considerándome tierra y ceniza" (Jb 42,2-3. 6).

168.2. Porque quien permanece en la ignorancia es pecador, incluso tierra y ceniza; pero quien permanece elevado en la gnosis, asemejándose a Dios en la medida de lo posible, es ya espiritual y, por eso, elegido.

168.3. Pero la Escritura llama tierra a los necios y desobedientes, (como) lo hace con claridad por medio del profeta Jeremías cuando dice de Joaquín y de sus hermanos: "¡Oh tierra, tierra, escucha la palabra del Señor! Escribe a ese varón, un hombre desterrado" (Jr 22,29-30).

Interpretación alegórica de cielo y tierra

169.1. Y otro profeta dice: "Escucha, cielo, y presta oído, tierra" (Is 1,2); llama "oído" al entendimiento y "cielo" al alma del gnóstico, que ha asumido la contemplación del cielo y de las cosas divinas y ha devenido israelita.

169.2. Porque, al contrario, llamó "tierra" a quien ha elegido la ignorancia y la dureza de corazón; y la expresión "presta oído" la tomó de los órganos de la audición, de las orejas, asignando las características carnales a los que se dedican a las cosas sensibles.

169.3. Son aquellos de los que el profeta Miqueas dice: "Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, los que viven en medio de aflicciones" (Mi 1,2. 12).

169.4. Y Abrahán dijo: "Que jamás, Señor, seas el que juzgue a la tierra" (Gn 18,25), porque "quien no cree ya está juzgado" (Jn 3,18), según la sentencia del Salvador.

El Todopoderoso es bueno

170.1. Pero también están escritos en ("el Libro) de los Reyes" el juicio y la sentencia del Señor en estos términos: "Dios escucha a los justos, pero no salva a los impíos, puesto que ellos no desean conocer a Dios. Porque el Todopoderoso no realizará cosas absurdas (o: malas)" (no en el Libro de los Reyes, sino en Jb 36,10. 12; 34,12; 35,13).

170.2. ¿Qué dirán entonces las herejías contra esta sentencia, cuando la Escritura proclama al Todopoderoso Dios bueno, y no es culpable de maldad ni de injusticia, si es que la ignorancia nace por no conocer y Dios no hace nada absurdo?

170.3. "Porque Ése es, dice [la Escritura], nuestro Dios y no hay quien salve fuera de Él" (Is 45,21), puesto que "no existe injusticia junto a Dios" (Rm 9,14), según el Apóstol.

170.4. Pero también el profeta enseña claramente la voluntad de Dios y el progreso gnóstico con las siguientes [palabras]: "Y ahora Israel, ¿qué es lo que te pide el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, y andes por todos sus caminos, amándolo y sirviéndole a Él solo?" (Dt 10,12). Esto pide de ti, que tienes la facultad de elegir la salvación.

El gnóstico debe imitar a Dios cuanto pueda

171.1. ¿Qué es, entonces, lo que querían los pitagóricos cuando ordenaban rezar con sonido de voz? No era, a mi parecer, que Dios no pudiera oír a quienes hablaban en silencio, sino que querían que las oraciones fueran justas, que uno no se avergonzara de hacerlas en presencia de muchos.

171.2. Pero sobre la oración, nosotros la trataremos a su tiempo, conforme proceda el discurso; pero, debemos tener obras que clamen, "como caminando en (pleno) día" (Rm 13,13).

171.3. "Resplandezcan (lit.: alumbren) así tus obras" (Mt 5,16). "Y he aquí a un hombre, y sus acciones están delante de su rostro. He aquí a Dios y sus obras" (Is 40,10; 62,11; Ap 22,12). Es necesario que el gnóstico imite a Dios cuanto pueda.

171.4. Pero me parece que también los poetas a sus elegidos parecen designarlos parecidos a los dioses, divinos, semejantes a dioses y émulos de Zeus en la prudencia, "teniendo pensamientos parecidos a los de los dioses y semejantes a los dioses" (Homero, Odisea, XIII,89. 131), mordisqueando (lit.: roer) lo de "a imagen y semejanza" (Gn 1,26).

Conclusión del libro cuarto

172.1. Ciertamente Eurípides dice: "(Tengo) alas de oro en la espalda y encantadores ritmos de Sirenas en los pies; subiré por el inmenso éter para abrazar y permanecer junto a Zeus" (Eurípides, Fragmentos, 911).

172.2. Pero rogaré que el Espíritu de Cristo me dé alas para volar a mi Jerusalén. Porque también dicen los estoicos que el cielo es realmente una ciudad, pero que las de aquí, en la tierra, no son todavía ciudades; porque se llaman [ciudades], pero no lo son; porque la ciudad es algo serio y el pueblo (es) una sociedad honesta, una multitud de hombres administrada bajo ley, al igual que la Iglesia bajo el Verbo: ciudad sobre la tierra inexpugnable, no gobernada por tiranos; voluntad divina sobre la tierra como en el cielo (cf. Mt 6,10).

172.3. También los poetas crean imágenes de esta ciudad cuando escriben. Porque las ciudades de los Hiperbóreos y de los Arimaspos, y los Campos Elíseos son estados de justos (o: son gobernadas por los justos). Pero también sabemos que la ciudad de Platón tiene su paradigma en el cielo.

 

 


LIBRO V


Capítulo I: Fe y conocimiento

No hay verdadera gnosis sin fe

1.1. Una vez [dichas] esas cosas relativas al gnóstico como a la carrera, continuemos ahora sobre lo que falta, pues hay que observar atentamente de nuevo la fe. En efecto, hay quienes separan nuestra fe en el Hijo, y la gnosis referente al Padre.

1.2. Pero olvidan que es necesario en verdad creer en el Hijo, que es Hijo y que vino [a este mundo], y cómo y para qué, y sobre su pasión; pero (también) es necesario conocer quién es el Hijo de Dios.

1.3. Además no existe la gnosis sin fe, ni la fe sin gnosis, lo mismo que no existe el Padre sin Hijo; porque igual que el Padre es padre del Hijo, también el Hijo es verdadero maestro acerca del Padre.

1.4. Y para que alguien crea en el Hijo es necesario que conozca al Padre, a quien (hace referencia) también el Hijo (cf. Jn 1,1). Y a su vez, para que conozcamos al Padre hay que creer al Hijo, porque (así) lo enseña el Hijo de Dios (cf. Jn 1,18); porque desde la fe [se va] a la gnosis, al Padre por medio del Hijo. Pero la gnosis del Hijo y del Padre, conforme a la regla gnóstica, la realmente gnóstica, es una aprehensión y discernimiento de la Verdad por medio de la Verdad (cf. Jn 14,6-7).

1.5. De esta forma, nosotros somos los creyentes en el que no se cree y los gnósticos en el desconocido; es decir, gnósticos en el que es desconocido y no creído para una mayoría (o: para todos), pero creído y conocido para unos pocos. Y (somos) gnósticos no de palabra porque describamos obras, sino por la contemplación misma.

Fe y audición

2.1. "Bienaventurado quien habla a los oídos de quienes escuchan" (Si 25,9). La fe es el oído (o: los oídos) del alma, y a esa misma fe se refiere el Señor, diciendo: "El que tenga oídos para oír que oiga" (Mt 11,15), para que habiendo creído entienda lo que dice, (y) cómo lo dice [el Señor].

2.2. Por otra parte, también Homero, el más antiguo de los poetas, empleó escuchar por comprender, lo específico por lo genérico: "Y aquellos le oían perfectamente", escribe (Homero, Odisea, VI,185). Porque el conjunto, la armonía y la sinfonía de la fe en ambos se establecen en un fin: la salvación.

2.3. Testigo veraz para nosotros es el Apóstol, que dice: "Porque deseo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los consolide; y esto es para ser juntamente animados entre ustedes, mediante la fe común, la de ustedes y la mía" (Rm 1,11-12). Y más adelante añade: "Porque la justicia de Dios se revela en Él de fe en fe" (Rm 1,17).

2.4. Parece, por tanto, que el Apóstol proclama una doble fe, o mejor una sola, que va recibiendo aumento y perfección.

2.5. Porque la fe común está establecida como fundamento (cf. Ef 2,20; 1 Co 3,10-12), -así, a los que querían ser curados moviéndose por la fe, el Señor les decía: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22)-.

2.6. Pero (la fe) superior, edificada sobre (la primera), se perfecciona en el creyente y se completa con la que deriva del estudio y del cumplimiento de los preceptos del Verbo; así eran los Apóstoles, de quienes se dice que su fe podía trasladar montañas (cf. Mt 17,20; 1 Co 3,2) y trasplantar árboles (cf. Lc 17,6).

La fe no es un privilegio natural

3.1. Así, percibiendo de la grandeza de ese poder, pedían les aumentase la fe, que como "un grano de mostaza" (Lc 17,6) arraigase beneficiosamente en el alma y creciera grandemente en ella (cf. Mt 13,31-32; Mc 4,31-32; Lc 13,19), como para que reposaran en ella las palabras sobre las realidades más elevadas.

3.2. Porque si alguien por naturaleza conoce a Dios, como piensa Basílides, a la inteligencia está próxima la fe superior y al mismo tiempo el reino y la creación de los bienes, por ser condición de la esencia de quien inmediatamente las ha hecho, porque [Basílides] interpreta la fe como una esencia, no como una facultad (o: libertad), como una naturaleza y una sustancia, como una no limitada belleza de una creación insuperable; y dice que la fe no es un asentimiento razonable de un alma libre.

3.3. Así, sobran los mandamientos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, al salvarse uno por naturaleza, como quiere Valentín, o al ser uno creyente o elegido por naturaleza, como admite Basílides. Además, sería posible que sin la venida temporal del Salvador, la naturaleza, en algún tiempo, pudiera resplandecer.

3.4. Pero si declaran necesaria la llegada del Señor, entonces tienen que desaparecer para ellos las propiedades de la naturaleza, porque los elegidos serán salvados por el estudio, la purificación y la práctica de las buenas obras; pero no por naturaleza.



Los errores de Marción

4.1. Por eso, Abrahán, escuchando, creyó a la voz que le prometía bajo el árbol de Mambré: "A ti y a tu descendencia daré esta tierra" (Gn 17,8); entonces, ¿era elegido o no? Pero si no lo era ¿cómo creyó tan rápido, que parecía natural? Pero si era elegido, la hipótesis se disuelve para aquellos [herejes], encontrándose una elección antes de la venida del Señor, e incluso también una salvación: "Porque le fue contada para justicia" (Gn 15,6; Rm 4,3).

4.2. Porque si alguien, siguiendo a Marción, se atreve a decir que el Demiurgo salva a quien ha creído en Él, salvándose la elección aun antes de la venida del Señor, con una salvación propia de aquél, despreciaría con ello el poder del [Dios] Bueno, que, tarde y después del Demiurgo alabado por ellos mismos, llegaría para salvar, o mediante la enseñanza o la imitación de éste [Demiurgo].

4.3. Pero, aunque el [Dios] Bueno también salve de esa manera, según ellos, no dirige su salvación ni a los suyos, ni en conformidad con el que hizo la creación, sino mediante violencia y engaño.

4.4. ¿Y cómo va a ser bueno el que es tal y posterior? Pero si el lugar es diferente y la morada del Omnipotente es distinta de la morada del Dios bueno, entonces la voluntad del que salva, puesto que ha sido dispuesta antes, no viene después del [Dios] Bueno.

Fe e investigación

5.1. Por lo que hemos demostrado se pone de manifiesto que los incrédulos son unos necios;"porque sus caminos son tortuosos y no conocen la paz" (Is 59,8), dice el profeta. El inefable Pablo aconsejó "evitar las cuestiones necias e insensatas, porque originan altercados" (2 Tm 2,23). Esquilo ha gritado: "No trabajes en vano lo que nada aprovecha" (Esquilo, Prometeo encadenado, 44).

5.2. Porque sabemos que la mejor investigación es la que va pareja con la fe, edificando la magnífica gnosis de la Verdad sobre el fundamento de la fe.

5.3. Pero, sabemos igualmente que no se investiga ni lo que es evidente -como, si es de día cuando es de día-, ni lo invisible y que jamás aparecerá claro -como, si las estrellas son pares o impares-; ni tampoco lo que es recíproco -y es recíproco lo que se puede defender de la misma manera por los que lanzan un discurso contrario, como si el feto es un ser vivo o no-. Hay una cuarta cuestión, cuando se propone un pensamiento indestructible e irrefutable por cada una de las partes.

5.4. Si se elimina la causa del investigar en todas las cuestiones, la fe se mantiene estable. Porque les proponemos [a los adversarios] algo incontestable, que es Dios mismo el que habla y responde por escrito cada cosa de las que investigo (lit.: busco).

La Palabra del Padre

6.1. Así, ¿puede haber un ateo que, sin creer en Dios, reclame de Dios demostraciones como de los hombres? Además, algunas investigaciones necesitan de los sentidos, como cuando uno investiga si el fuego es caliente o la nieve es blanca; pero otras (son dignas) de reprensión y reprimenda, como dice Aristóteles (cf. Topica, I,11,105 a 3-9); como aquella pregunta de si se debe honrar a los padres. Pero hay otras también merecedoras de castigo (o: corrección), como es exigir demostraciones sobre si existe una Providencia.

6.2. Ahora bien, puesto que la providencia existe, (es) impío pensar que toda profecía y la economía salvífica que se ha realizado en el Salvador no se cumplen conforme a providencia; e igualmente tampoco es necesario intentar demostrar tales cuestiones, porque la divina providencia se manifiesta por el espectáculo de todas las cosas visibles: obras artísticas y sabias, de las que unas se realizan con orden y otras se manifiestan ordenadamente.

6.3. Pero quien nos ha dado parte del ser y la vida nos ha hecho también partícipes del Verbo, queriendo igualmente que nosotros tengamos una vida razonable (logikós) y buena. Porque el Verbo del Padre del universo no es el proferido (prophorikós), sino que es sabiduría y bondad muy manifiestas de Dios, también fuerza omnipotente y en realidad divina, no (es) inconcebible aún para quienes no la confiesan, voluntad todopoderosa.

Capítulo I: Fe y conocimiento (conclusión)

El Salvador nos guía hacia el verdadero bien

7.1. Pero como unos son incrédulos y otros aficionados a las discusiones, no todos alcanzan la perfección del bien. Porque no es posible alcanzarla sin una elección libre, ni tampoco depende totalmente de nuestra voluntad, como lo que está por venir.

7.2. "Porque estamos salvados por gracia" (Ef 2,5), (y) no en realidad sin las obras buenas, sino que es necesario, habiendo sido engendrados para el bien, tender hacia él con algún esfuerzo.

7.3. Pero es necesario también tener la intención recta (o: el pensamiento sano), inalterable en la búsqueda del bien; para ello necesitaremos sobre todo de la gracia divina, de una recta enseñanza, de una docilidad sincera (o: pura), y de la atracción (cf. Jn 6,44) del Padre [que nos lleve] hacia Él.

7.4. Porque abandonados al cuerpo terrestre, recibimos las sensaciones mediante el cuerpo, pero únicamente asimos lo inteligible mediante la capacidad racional.

7.5. Pero si alguien se propusiera comprender todo con los sentidos, sucumbiría lejos de la verdad. El Apóstol, sobre el conocimiento de Dios y espiritualmente (= por la acción del Espíritu), escribe: "Porque ahora vemos como en un espejo, pero entonces veremos cara a cara" (1 Co 13,12).

7.6. Porque la visión de la verdad es dada a unos pocos. Por eso dice Platón también en el "Epínomis": "Digo que no es posible que todos los hombres sean felices y dichosos, sino algunos pocos; afirmo eso, en tanto que vivamos; pero quien haya muerto tendrá la hermosa esperanza de poseerlo todo" (Platón, Epínomis, 973 C).

7.7. Esto mismo es lo que quiere (decir) Moisés: "Nadie verá mi rostro y vivirá" (Ex 33,20). Porque es evidente que nadie, durante el tiempo de la vida, puede comprender a Dios claramente. "Pero los limpios de corazón verán a Dios" (Mt 5,8), cuando alcancen la perfección final.

7.8. Puesto que el alma es poco fiable para la comprensión de las realidades, necesitamos de un divino maestro: el Salvador es enviado aquí abajo, maestro y guía en la adquisición del bien, inefable y santa manifestación de la gran Providencia.

El hombre, que tiene entendimiento, puede asemejarse a Dios

8.1. "¿Dónde el gramático? ¿Dónde el que se entrega a discusiones de este mundo? ¿No hizo Dios necedad la sabiduría de este mundo?" (1 Co 1,20; cf. Is 29,14), dice. Y de nuevo: "Yo destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la inteligencia de los inteligentes" (1 Co 1,19), de los que presumidos y de esos aficionados a la discusión.

8.2. Ya bellamente dice Jeremías: "Esto dice el Señor: Deténganse en los caminos y busquen por las sendas eternas cuál es el buen camino y sigan por él, y encontrarán expiación (o: purificación) para sus almas" (Jr 6,16).

8.3. "Busquen", dice, e infórmense de quienes saben sin espíritu de disputa y sin contiendas. E instruidos, sigamos sin desfallecer por el camino recto de la verdad, hasta que obtengamos aquello que deseamos.

8.4. Con razón el rey de los romanos -llamado Numa-, pitagórico, fue el primero de todos los hombres que erigió un templo de la Fe y de la Paz.

8.5. "Pero a Abrahán, le fue contada justicia, porque había creído" (Gn 15,6). Era llamado Abram, que significa padre sublime, al dedicarse a la elevada filosofía concerniente a los fenómenos celestiales y a los movimientos del cielo.

8.6. Pero luego, mirando al cielo (cf. Gn 15,5), puede que viera al Hijo en el espíritu, como algunos explican, o a un ángel glorioso, o que de alguna otra manera él reconociera que Dios está por encima de la creación y de todo el orden que hay en ella, y recibiendo el alfa, la gnosis del solo y único Dios, y se llama Abrahán (cf. Gn 17,5), pasase de conocedor de la naturaleza, a ser sabio y amigo de Dios.

8.7. Porque ciertamente la traducción (lit.: interpretación) (de ese nombre es): "Padre elegido de un eco" (o: sonido), puesto que la palabra posee sonido, pero su padre es el entendimiento, y elegido es el entendimiento del honrado (o: virtuoso).

Testimonios de los filósofos griegos

9.1. Y me importa mucho ensalzar al poeta de Agrigento, que canta a la fe de esta manera: "Amigos, sé que hay verdad en las palabras que voy a decir; pero el impulso de la fe es muy difícil de aceptar por los hombres y contrario a su inteligencia" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 114).

9.2. Por eso también exhorta el Apóstol "para que nuestra fe no esté en la sabiduría de los hombres", quienes prometen convencer, sino en el poder de Dios" (1 Co 2,5), el único que puede salvar sin demostraciones mediante la fe sencilla (o: simple).

9.3. "Porque el más notable de los pensadores conoce lo que hay que guardar; y sin duda también la justicia alcanzará a los artífices y testigos de mentiras" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 28), dice el de Éfeso.

9.4. Puesto que también él conoce, aprendiéndolo de la filosofía bárbara, la purificación por el fuego de los que han vivido mal y que más tarde los estoicos llamaron conflagración (ekpyrosis). (Según Heráclito), también éstos dogmatizan que (el hombre) cualificado será restablecido (o: resucitado); por ello insinúan la resurrección.

9.5. Pero Platón dice que la tierra fue purificada por el fuego y el agua en algunos tiempos, de la siguiente manera: "Muchas y grandes destrucciones han sobrevenido y vendrán a los hombres. Las peores por medio del fuego y del agua; otras más breves por otros muchísimos medios" (Platón, Timeo, 22 C).

9.6. Y añade un poco después: "Pero lo cierto es que hubo un movimiento alternativo (de los seres) alrededor de la tierra y del cielo, y mediante grandes espacios de tiempo tiene origen (o: sucede) la destrucción de todo lo que hay sobre la tierra, por el fuego" (Platón, Timeo, 22 D).

9.7. Luego añade sobre el diluvio (lit.: cataclismo): "Pero, cuando a su vez los dioses, para purificar la tierra con agua la sumergen mediante un diluvio, quienes (están) en las montañas, boyeros (y) pastores, se salvan, pero (los habitantes) de nuestras ciudades son arrastrados por los ríos hacia el mar" (Platón, Timeo, 22 D-E).

Los caminos de la revelación para los griegos

10.1. Hemos establecido en el primero de los "Stromata" que los filósofos griegos (eran) llamados ladrones, porque plagiaron de Moisés y de los profetas sus principales opiniones sin agradecimiento.

10.2. Pero ahora añadiremos cómo unos determinados ángeles, recibiendo la herencia de arriba (y) cayendo en placeres, dijeron a las mujeres cuantos secretos habían llegado a su conocimiento; en cambio, otros ángeles los ocultaron o, mejor, los reservaron para la parusía del Señor. De aquí deriva la doctrina de la Providencia y de la revelación de los fenómenos celestiales.

10.3. Pero transmitida la profecía a los poetas griegos, tuvo lugar el trabajo dogmático entre los filósofos: algunas veces conforme a la verdad, (cuando) conjeturando daban en el blanco, otras veces errando, cuando no llegaban a comprender el sentido oculto de la alegoría profética; también es preferible el hablar brevemente [de eso], para abordar lo que apremia.



La investigación debe ayudar a la fe

11.1. Por tanto decimos que no conviene que la fe progrese ociosa y sola, sino con (ayuda) de la investigación. Porque no digo que no haya que buscar nada; puesto que [la Escritura] dice: "Busca y encontrarás" (Mt 7,7,; Lc 11,9).

11.2. "Lo que se busca, es fácil de obtener, pero lo que se descuida, se escapa" (Sófocles, Edipo rey, 110-111), según Sófocles.

11.3. Y el cómico Menandro dice algo parecido: "Todo lo que se busca requiere preocupación, sostienen los más sabios" (Menandro, Fragmentos, 164).

11.4. Pero ciertamente es necesario que el discernimiento del alma se aplique a la búsqueda, quite los obstáculos, y rechace por completo el espíritu polémico, la envidia y la discordia, que debe terminar vergonzosamente aniquilada de entre los hombres.

11.5. Timón de Fliunte escribe bellamente: "Entre graznidos merodea la pestífera Discordia, hermana y jornalera homicida de la Riña; y como ciega, da vueltas en todos los sentidos, pero luego se lanza hacia el rostro mortal y le lanza hacia la esperanza" (Timón, Fragmentos, 795).

11.6. Y un poco más adelante añade: "¿Quién los unió para luchar con perniciosa riña? El vulgo inseparable del Eco; ella, irritada por los silenciosos, envió a los hombres la peste de la charlatanería, y muchos perecían" (Timón, Fragmentos, 796); (esto es) sobre los argumentos que niegan con mentira y del cornudo (= nombre dado en la antigüedad a ciertos argumentos), del huidizo, del cocodrilo (= sofisma en forma de dilema capcioso), del sorites, del oculto, y de las ambigüedades y sofismas.

Buscar a Dios evitando la discordia

12.1. Pero el investigar acerca de Dios, mientras no tienda a la discordia, sino a la búsqueda, es saludable. Porque en David está escrito: "Comerán los pobres y se hartarán, y alabarán al Señor los que le buscan; su corazón vivirá por los siglos de los siglos" (Sal 21 [22],27).

12.2. Porque los que investigan según la verdadera búsqueda, alabando al Señor, serán colmados del don de Dios, esto es, de la gnosis, y vivirá su alma; puesto que "corazón" significa alegóricamente el alma, que es la que otorga la vida, porque el Padre se da a conocer mediante el Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).

12.3. Tampoco es necesario prestar oído fácil y absolutamente a todos los que hablan o escriben, porque las copas que son tomadas por muchos por las asas, se manchan, pierden las asas y acaban rompiéndose también ellas mismas.

12.4. Porque, de igual manera, los que manchan con muchas necedades (o: charlatanerías) la pura audición de la fe, haciéndose sordos finalmente a la verdad, devienen inútiles y caen por tierra.

"Dios es amor"

13.1. Ciertamente no sin razón recomendamos a los niños besar (o: abrazar) a sus familiares tomándolos de las orejas, porque con esto pretendemos decir que el sentimiento del amor nace por medio de la audición; pero "Dios es amor" (1 Jn 4,16), el que es conocido por los que le aman; como también "Dios es fiel" (1 Co 1,9; 10,13), el que se entrega a los fieles mediante el estudio.

13.2. Y (es) necesario que nos familiaricemos con Él por medio del amor divino, para que contemplemos lo semejante con lo semejante, escuchando sin malicia (o: sin dolo) y con pureza la palabra de la verdad, del mismo modo que los niños que nos obedecen.

13.3. Y eso era también lo que quería decir indirectamente el que escribió, fuera quien fuera, en el pórtico del templo de Epidauro: "Es necesario que sea puro quien entra en un templo que perfuma el incienso; y la pureza es pensar cosas santas" (Epigrama del templo de Epidauro [420 a. d. C.]; Anthologia Palatina, Apéndice, 18).

13.4. "Y si no se hacen como estos niños, no entrarán -dice [el Señor]- en el reino de los cielos" (Mt 18,3). Porque así se manifiesta el templo de Dios, asentado sobre el triple fundamento de la fe, la esperanza y la caridad.

Capítulo II: Testimonios de Platón, Empédocles y Parménides

Afirmaciones de Platón

14.1. Sobre la fe hemos presentado suficientes testimonios de escritos griegos; pero como para no extendernos demasiado y vanagloriándonos de reunir muchos más acerca de la esperanza y del amor, baste sólo mencionar algunos. Así, Sócrates en el "Critón" anteponiendo al vivir el vivir y morir bien, cree tener alguna esperanza de otra vida después de la muerte (cf. Platón, Critón, 48 B).

14.2. Y porque también en el "Fedro", dice que únicamente el alma, cuando se abandona en sí misma, puede recibir la verdadera sabiduría y mejor que el poder humano, cuando el deseo de aquí abajo le da alas para [lanzarse] hacia el cielo, y por el amor filosófico, dice, alcanza el término de la esperanza, puesto que recibe el principio de la otra vida, la eterna (cf. Platón, Fedro, 249 C).

Lo que dicen Platón, Empédocles y Parménides

15.1. En el "Banquete" afirma que en todos los seres existe el deseo natural de la procreación de otro igual [a uno mismo]; y en los hombres únicamente de hombres, pero en (el hombre) de bien, del parecido a él (cf. Platón, El Banquete, 206 C; 207 ACD; 208 B).

15.2. Pero, es imposible que (el hombre) virtuoso pueda hacer eso a no ser que posea perfectas las virtudes, con las que educará a los jóvenes que se acerquen a él y, como se dice en el "Teeteto", entonces engendrará y producirá hombres (cf. Platón, Teeteto, 150 B-C)..

15.3. Porque unos dan a luz según el cuerpo, otros según el alma; y entre los filósofos bárbaros el catequizar e iluminar es llamado también reengendrar, y por eso el gran Apóstol dice en algún sitio: "Yo los he engendrado en Cristo Jesús" (1 Co 4,15).

15.4. Y Empédocles incluye entre los principios a la amistad, entendiéndola como un amor que une: "Tú, mírala con la mente, y no permanezcas con ojos atónitos" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 17).

15.5. Pero también Parménides dice lo mismo sobre la esperanza en aquel poema suyo, cuando deja entender: "Mira que lo ausente se hace sólidamente presente por la mente; porque así no se separará la realidad de aquello que la conserva, ni aún cuando se difunda de mil maneras por el mundo entero, ni aún cuando se contraigas" (Parménides, Fragmentos, 28 B 4).

Capítulo III: Sobre la búsqueda de lo inteligible

Al reino de Dios sólo se llega con una vida recta y una oración constante

16.1. Porque también el que espera, como el que cree, ve con la inteligencia lo comprensible y lo futuro. Ahora bien, si decimos que algo es justo y ddecimos que también es bello, e incluso decimos que algo es verdad, no obstante, ninguna de esas realidades las hemos visto con los ojos, sino sólo con la inteligencia; pero el Verbo de Dios dice: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6); según eso, el Verbo puede ser contemplado por la mente.

16.2. ""¿A quiénes llamas tú, dice, verdaderos filósofos?". Yo respondí: "A los que aman la contemplación de la verdad"" (Platón, La República, V,475 E).

16.3. Platón, en el "Fedro", dará a conocer lo relativo a la verdad, hablando de las ideas (cf. Platón, Fedro, 246 A). Y la idea es un pensamiento de Dios, a lo que los bárbaros han llamado Verbo de Dios.

16.4. Y esto dice textualmente: "Es necesario decir abiertamente lo que es verdadero, especialmente cuando alguien habla sobre la Verdad; porque es esencia realmente incolora y carente de figura, intangible, y visible únicamente para el piloto del alma, el entendimiento" (Platón, Fedro, 247 C).

16.5. El Verbo procedente (lit.: que va delante) (es) causa de la creación; después, engendrándose a sí mismo (= no fue determinado por ninguna creación, sino que se encarnó por propia voluntad), el Verbo se hace carne para poder ser contemplado.

16.6. Por tanto, el justo buscará un hallazgo (lleno) de caridad, (y) esforzándose hacia ello es afortunado; porque dice [el Señor]: "A quien llama se le abrirá; pidan y se les dará" (Mt 7,8. 7).

16.7. Porque quienes arrebatan el reino han sido llamados "violentos" (cf. Mt 11,12), no porque lo arranquen violentamente con los discursos erísticos, sino por la perseverancia de una vida recta (y) por las oraciones ininterrumpidas (cf. 1 Ts 5,17), borrando las manchas de los pecados anteriores.

16.8. "En verdad, es posible tomar la maldad y en masa" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 287). "Pero, Dios ayuda a quien se esfuerza" (Eurípides, Hippollytus Prior Fragmentos, 432). "Porque no permanecen en cualquier sitio los regalos inexpugnables de las Musas para que se los lleve cualquiera" (Baquílides, Fragmentos dudosos, 55).



Las lámparas de las vírgenes prudentes

17.1. Por lo tanto, abordar la ignorancia es la primera lección para quien camina según el Verbo. Alguien que era ignorante investigó (o: buscó), y al investigar encontró al Maestro, y encontrado creyó en Él, y creyendo esperó, (y) amando se hizo semejante al amado, procurando ser lo que había comenzado a amar.

17.2. Este determinado método le muestra Sócrates a Alcibíades, cuando es interrogado así: ""¿No crees que yo no puedo conocer de otra manera lo que es justo?". "Sí, ciertamente, si la encuentras". "Pero, ¿piensas que yo no puedo encontrarla?". "Ciertamente que sí, si la buscas". "¿Y no crees que yo debería buscarla?". "Seguramente, si piensas que no sabes"" (Platón, 1 Alcibíades, 109 E).

17.3. A esto también [se refieren] las lámparas de las vírgenes prudentes, que por la noche permanecen encendidas en la amplia oscuridad de la ignorancia, que la Escritura ha designado como noche. Almas prudentes, puras como vírgenes, que sabedoras de que ellas mismas permanecen en ignorancia mundana, encienden la luz, despiertan también la inteligencia, iluminan la oscuridad, destierran la ignorancia, buscan la verdad y aguardan la aparición (o: manifestación: epifanía) del Maestro (cf. Mt 25,1-13).

17.4. "Es, por tanto, imposible, digo yo, que una muchos se hagan filósofos" (Platón, La República, VI,494 A). "Son muchos ciertamente los portatirsos, pero son pocos los bacantes", según Platón (Fedón, 69 C).

17.5. "Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos" (Mt 22,14);"y no en todos, dice el Apóstol, está la gnosis" (1 Co 8,7). "Pero oren para que seamos librados de los hombres perversos y malvados; porque no de todos (es) la fe" (2 Ts 3,1. 2).

17.6. También la poética filosofía del estoico Cleantes escribe cosas parecidas de esta manera: "No busques la opinión, tratando ser sabio rápidamente, y no temas la opinión sin juicio e implacable de la masa. Porque la multitud no posee un juicio sensato, justo, ni hermoso; sino que eso lo encontrarás en pocos varones" (Cleantes, Fragmentos, 518).

La fe es el fundamento de la salvación

18.1. Y el cómico [dice] muy sabiamente con brevedad: "Es vergonzoso juzgar las cosas bellas con mucho ruido" (Anónimo, Fragmentos, 518).

18.2. Porque escucharon, me parece, aquella hermosa sabiduría que nos dijo: "En medio de los insensatos, preserva el tiempo; pero, entre los prudentes, demórate" (Si 27,12).

18.3. Y de nuevo: "Los sabios ocultarán [su] ciencia" (Pr 10,14); porque la muchedumbre reclama una garantía de la verdad a la demostración, no contenta con la sola salvación (que proviene) de la fe.

18.4. "Pero es muy propio de los malos desconfiar de los poderosos; pero, como mandan las garantías de nuestra Musa, conócelo en tu interior discerniendo lo que se dice" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 4). Porque los malos tienen esa costumbre, dice Empédocles, de querer apoderarse de lo verdadero mediante la incredulidad (lit.: no creer).

18.5. Pero los griegos reconocerán, mediante un examen muy atento de este discurso a través de lo que sigue, que nuestras doctrinas también son célebres y dignas de fe; porque nosotros aprendemos lo semejante por lo semejante. Por eso, "responde al necio con su misma necedad" (Pr 26,5), dice Salomón.

18.6. Por lo cual, también a quienes solicitan la sabiduría (cf. 1 Co 1,22) que ya tienen hay que darles lo que les es familiar, como para que lleguen por lo que les es propio y con facilidad a la fe de la verdad.

18.7. "Porque me hice todo con todos, dice [el Apóstol], para ganarlos a todos" (1 Co 9,22); puesto que también la lluvia de la gracia divina cae sobre justos e injustos (cf. Mt 5,45).

18.8. "¿Acaso es sólo Dios de los judíos? ¿No es también de los gentiles? Sí, también de los gentiles, ya que (hay) un solo Dios" (Rm 3,29-30), grita el noble Apóstol.

Capítulo IV: Filosofía y teología entre los griegos y entre los bárbaros

El velo del templo

19.1. Pero como no quieren creer justamente ni al bien, ni a la gnosis relativa a la salvación, nosotros mismos, teniendo por propio lo que es de ellos, puesto que todo es de Dios, y sobre todo porque lo hermoso le llegó a los griegos desde nosotros, les argumentamos (lit.: les tomamos en mano) como están acostumbrados a escuchar (cf. Mc 4,33); porque la inmensa muchedumbre valora lo que es inteligente (o: prudente) o justo, no desde la verdad sino desde lo que les impresiona.

19.2. Y no suelen gustar de otra cosa sino de lo que se les asemeja. Porque quien todavía permanece ciego y también sordo, no teniendo inteligencia ni la intrépida y aguda mirada del alma amiga de la contemplación, que sólo el Salvador infunde, quien todavía es como un no iniciado en los misterios, o sin arte en las danzas, y aún no está limpio y digno de la verdad pura, sino desentonado, indisciplinado y corpóreo, ése es necesario que todavía permanezca fuera del coro divino.

19.3. Porque nosotros juzgamos lo espiritual mediante cosas espirituales (cf. 1 Co 2,13). Por eso, el método de la interpretación (o: de la significación oculta), divino en verdad y muy necesario para nosotros, por ser el Verbo realmente sagrado puesto en reserva en el santuario de la verdad, ha sido llamado por los egipcios templo inaccesible para ellos, y los hebreos lo denominan por medio del velo (cf. Hb 9,3-4).

19.4. A través de él únicamente estaba permitido pasar a los consagrados, o sea, los dedicados a Dios, los circuncidados respecto a las concupiscencias de las pasiones por el amor hacia el único Dios. Porque a Platón le parecía no ser lícito a lo impuro tocar lo puro (cf. Fedón, 67 B).

La escritura de los egipcios

20.1. Por eso las profecías y los oráculos hablan por medio de los enigmas (= símbolos) y los misterios no son manifestados libremente a cualquiera, sino después de ciertas purificaciones e linstrucciones preliminares.

20.2. "Porque la Musa no era aún ávida de ganancia, ni mercenaria; ni se vendían dulces, suaves cantos de Terpsícora, de faz plateada, cantos de voz armoniosa" (Píndaro, Isthmia, 2,5-8).

20.3. Ahora bien, quienes son educados por los egipcios aprenden primero el método de todos los gramáticos egipcios, el llamado epistolográfico; después el hierático, empleado por los hierogramáticos; pero el último y final (es) el jeroglífico, que se divide en el lenguaje propiamente dicho (ciriológico), por medio de los primeros caracteres, y en el simbólico. Pero el simbólico, o se expresa con significado propio, pero a imitación, o se escribe como figuradamente, o abiertamente (se expresa) con clara alegoría según ciertos enigmas.

20.4. Así, queriendo escribir un sol, hacen un círculo, y para la luna una figura con forma de media luna, según el modo ciriológico.

20.5. Pero graban de modo figurado cambiando y modificando el sentido propio, unas veces mutilando y otras transformando de múltiples maneras.

La escritura de los egipcios (continuación)

21.1. Así, inscriben, mediante relieves, los panegíricos de los reyes, refiriéndolas con mitos (relativos) a los dioses.

21.2. Pero respecto a los enigmas del tercer género valga este ejemplo: representaban a los otros astros mediante el andar sinuoso de las serpientes; pero al sol mediante lo característico del escarabajo, puesto que, formando una figura redonda de estiércol vacuno, da vueltas alrededor de sí mismo.

21.3. Y dicen también que este animal vive seis meses bajo tierra, y el resto del año sobre la tierra, (y) que deposita su semilla en la bola [del estiércol] y engendra, sin que exista escarabajo hembra.

21.4. Por tanto, podría decirse que todos los que han tratado acerca de Dios, bárbaros y griegos, han ocultado los comienzos de las cosas, pero han enseñado la verdad con enigmas y símbolos, con alegorías, metáforas y otras figuras parecidas; así eran los oráculos entre los griegos, y por eso Apolo de Delfos es denominado el Loxias (= por la ambigüedad de sus oráculos y símbolos).

Las máximas de los sabios griegos

22.1. Ciertamente los apotegmas de los llamados sabios griegos pretendían mostrar con pocas palabras algo importante, como sin duda el "cuida (o: mide, ahorra) del tiempo" (Zenón, Fragmentos, 323), que quiere decir o que la vida es breve y no conviene gastar inútilmente este tiempo, o, por el contrario, que hay que ahorrar de los gastos propios, para que si vives muchos años, dice, no te falte lo necesario (cf. Filón de Alejandría, Sobre la vida contemplativa, 2,16).

Otras máximas de los griegos

23.1. De igual manera el "conócete a ti mismo" (cf. I,60,3) es explicado de múltiples formas: que eres mortal y has nacido hombre; o también, en comparación con otras excelencias de vida, que no tienes importancia alguna, diciendo que eres famoso o rico; o por el contrario, si eres rico y famoso, no te vanaglories de una prerrogativa no permanente. Conoce para qué has nacido, dice, y de quién eres imagen y cuál tu esencia, tu creación y tu parentesco divino y otras cosas parecidas.

23.2. Pero también el Espíritu dice a través del profeta Isaías: "Te daré tesoros ocultos, secretos" (Is 45,3). Ahora bien, tesoros de Dios y riqueza inagotable (cf. Lc 12,33) es la sabiduría difícil de obtener.



Sentencias de los poetas griegos

24.1. Pero también los poetas, habiendo aprendido la teología de estos profetas, filosofan muchas cosas mediante conjeturas; me refiero a Orfeo, Lino, Museo, Homero, Hesíodo y a los sabios de esa índole.

24.2. Pero para la mayoría el encanto poético (es) un velo. Los sueños y los símbolos que permanecen totalmente obscuros para los hombres, no por envidia [de Dios] -puesto que no es lícito suponer a Dios con pasiones-, sino para que la búsqueda, introducida en el sentido de los enigmas, se lance al descubrimiento de la verdad.

24.3. Por eso mismo, Sófocles, el poeta trágico, dice en alguna parte: "También yo sé perfectamente que Dios es así; que siempre anuncia lo enigmático a los sabios, pero es maestro mediocre (o: defectuoso, malo) e insignificante para los torpes" (Sófocles, Fragmentos inc., 704), tomando mediocre (en el sentido) de sencillo.

La Sagrada Escritura y las parábolas

25.1. Ahora bien, sobree toda nuestra Escritura se dice en los "Salmos" que está escrita en parábolas (= símbolos): "Escuchen, pueblo mío, mi ley, inclinen el oído a las palabras de mi boca; abriré mi boca en parábolas y proclamaré enigmas desde el comienzo" (Sal 77 [78],1-2).

25.2. Y lo mismo dice de esta forma el noble Apóstol: "Hablamos sabiduría entre los perfectos, pero una sabiduría que no es de este mundo, ni de los jefes de este mundo, que van desapareciendo; sino que hablamos sabiduría de Dios, sabiduría escondida en el misterio, que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, que ninguno de los príncipes de este mundo ha conocido; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria" (1 Co 2,6-8).

25.3. Pero los filósofos no actuaron para injuriar la venida del Señor. Por tanto, sólo queda pensar que el Apóstol fustiga la presunción de los sabios judíos.

25.4. Y por eso añade: "Pero predicamos, como está escrito, dice, lo que ojo no vio, y oído no oyó, y no subió al corazón del hombre, lo que Dios ha preparado a los que lo aman. Porque nos lo ha revelado Dios por el Espíritu, puesto que el Espíritu lo sondea todo, incluso las profundidades de Dios" (1 Co 2,9-10).

25.5. Porque sabe que es espiritual y gnóstico el discípulo del Espíritu Santo, provisto por Dios, el que es el pensamiento de Cristo. "Pero el hombre animal no admite las cosas del Espíritu, porque para él es una locura" (1 Co 2,14).

Lo que enseña el Apóstol sobre la fe y el conocimiento

26.1. Ahora bien, el Apóstol llama a la fe común, para diferenciarla de la perfección gnóstica, unas veces fundamento, otras leche, escribiendo de este modo: "Hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Les he dado a beber leche, no alimento sólido; porque todavía no eran capaces. Pero tampoco ahora son capaces, porque todavía son carnales. Puesto que mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no son carnales y caminan según el hombre?" (1 Co 3,1-3).

26.2. (Esas) son las elecciones de los hombres pecadores, pero los que se abstienen de esas cosas aspiran a (las realidades) divinas y participan del alimento del gnóstico.

26.3. "Según la gracia, dice, que me ha sido dada, como sabio arquitecto puse el cimiento, pero otro construye encima (o: sobreedifica) con oro, plata, y piedras preciosas" (1 Co 3,10. 12).

26.4. Estas sobreedficaciones gnósticas están cimentadas en el fundamento de la fe en Jesucristo; pero lo que levantan los herejes es "paja, leña y heno" (1 Co 3,12). "Pero el fuego revelará lo que es la obra de cada uno" (1 Co 3,13).

26.5. Y en la "Carta a los Romanos", aludiendo a la construcción gnóstica, dice: "Porque anhelo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los fortalezca" (Rm 1,11). Pero no era posible exponer con claridad y enviar por carta lo relativo a los carismas.

Capítulo V: Sobre los símbolos pitagóricos

Pitágoras depende de la filosofía bárbara

27.1. También los símbolos pitagóricos están ligados muy secretamente a la filosofía bárbara. Así, el de Samos recomienda: "No tener golondrina en casa" (Pitágoras, Symbolica, 7), o sea, no recibir [en casa] al hombre locuaz, maldiciente y hablador, que no puede guardar lo que se le comparte.

27.2. "La golondrina, la tórtola y los pajarillos del campo conocen los tiempos de sus éxodos" (Jr 8,7), dice la Escritura, y no conviene cohabitar nunca con lenguaje frívolo.

27.3. Sí, con razón se expulsa de la casa a la tórtola que murmura, divulgando la desagradecida queja de la crítica;"para que no murmuren de mí sentados unos junto a otros" (Homero, Ilíada, IX,311).

27.4. Pero la golondrina, que alude al mito de Pandión, es justo que sea purificada de las pasiones que sobre ella se murmuran, las que padeció Tereo, y que nosotros también hemos oído que cometió. Pero también persigue a las cigarras músicas, por eso (es) justo rechazar al perseguidor del Verbo.

27.5. "Sí, (gracias) a Hera portadora del cetro y que mira desde arriba el Olimpo, yo tengo sobre la lengua un tesoro fiel" (Esquilo, Fragmentos inciertos, 626), dice la poesía.

27.6. Y Esquilo: "Pero tengo también sobre mi lengua una llave que guarda" (Fragmentos inciertos, 626).

27.7. Pitágoras, de nuevo, prescribía que "cuando se saca la olla del fuego, no se deje la señal en la ceniza, sino que se remueva"; también: "Remover el cobertor de la cama, una vez levantado del lecho" (Pitágoras, Symbolica, 10 y 33).

27.8. Porque así insinuaba que no sólo es necesario destruir el humo de la vanidad, sino también haber abandonado [todo] vestigio de cólera; y cuando cesa de hervir, detenerse y borrar todo rencor.

27.9. "No se ponga el sol sobre nuestro enojo" (Ef 4,26), dice la Escritura. Y quien dijo: "No desearás" (Ex 20,17), eliminó todo rencor.

27.10. Porque la ira resulta ser un impulso de la concupiscencia del alma pacífica que apetece con desmedida una venganza irracional.

Enseñanzas de Pitágoras que ya estan presentes entre los bárbaros

28.1. De igual manera se recomienda también que se remueva la cama como para que nadie recuerde durante el día alguna polución nocturna, ni el sueño, ni siquiera el placer tenido en la noche.

28.2. Pero quizás también diera a entender que es necesario disipar (o: mezclar) la fantasía obscura con la luz de la verdad;"Enójense y no pequen" (Sal 4,5), dice David, enseñando que no es necesario asentir a la fantasía, ni pasar a la acción aduciendo la ira.

28.3. De nuevo: "No navegar por tierra" (Pitágoras, Symbolica, 68) es un símbolo pitagórico, y significa que es necesario rechazar tanto las recaudaciones como los pagos de salarios, siendo cosas perturbadoras e inestables. Por eso el Verbo dice que los recudadores difícilmente se salvarán (cf. Mt 19,23; Mc 10,23; Lc 18,24).

28.4. Y de nuevo recomienda Pitágoras: "No llevar anillo ni grabar en ellos imágenes de dioses" (Pitágoras, Symbolica, 27. 28), lo mismo que mucho tiempo antes Moisés legisló en términos precisos: no se debía hacer imagen o reproducción esculpida, fundida, modelada o grabada (cf. Ex 20,4; Lv 26,4; Dt 4,15-17), para que no nos apeguemos a lo sensible, sino que pasemos a las cosas inteligibles.

28.5. Porque la costumbre de la mirada escudriñadora (o: decidida) desprecia la majestad de lo divino, y venerar la esencia inteligible mediante la materia es deshonrarla por la sensación.

28.6. Por eso también los más sabios sacerdotes egipcios determinaron (poner) al aire libre la estatua de Atenea, como los hebreos edificaron el templo sin imágenes. Pero hay quienes dan culto a Dios, adorando una copia del cielo, que contiene los astros que ellos han fabricado.

Pitágoras y Platón entrevieron la verdad

29.1. Ciertamente dice la Escritura: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1,26); también considero digno citar a continuación la voz del pitagórico Euriso, en el "Sobre la Fortuna", quien, una vez dicho que el creador hizo al hombre tomándose a sí mismo como paradigma, añade:

29.2. "La tienda (o: envoltura = cuerpo) es semejante a la de los demás (seres), como hecha de la misma materia, pero ha sido trabajada por el mejor artesano, que la ha hecho poniéndose a sí mismo como paradigma" (Euriso, Fragmentos, 1).

29.3. Y en general, Pitágoras y sus discípulos, con Platón, estuvieron más familiarizados que los demás filósofos con el Legislador (= Moisés), como se deduce de sus doctrinas.

29.4. Mediante un dicho oracular certero (cf. Platón, Las leyes, VII,792 D), no sin ayuda divina, coincidiendo con algunas voces proféticas, [ellos] distinguieron la verdad conforme a una parte y aspectos exteriores (o: forma, apariencia), expresándola con terminología no exenta de luminosidad ni orientada fuera de la manifestación real de los hechos: habían recibido una significación (émphasis) próxima a la verdad.

29.5. De ahí que la filosofía griega se parezca a una lámpara de mecha, que los hombres encienden, "robando con arte la luz al sol" (Anónimo, Fragmentos, 395). Pero, una vez proclamado el Verbo, esta santa luz todo lo ha iluminado.

29.6. Así, el hurto [de la luz] es útil de noche en las casas, pero de día es resplandece el fuego, y toda la noche es iluminada por ese mismo sol de luz inteligible (cf. Jn 1,9).



Pitágoras resume lo anteriormente dicho por Moisés

30.1. También, Pitágoras ha hecho un resumen de lo que dijo Moisés sobre la justicia, diciendo: "No sobrepasar la balanza" (Pitágoras, Symbolica, 2), o sea, no pasar por alto la igualdad en lo relativo a los repartos, respetando la justicia,

30.2. "que siempre une amigos con amigos, ciudades con ciudades, aliados con aliados; porque la igualdad es costumbre entre los hombres; pero, lo que es mas pequeño se presenta siempre polémico con lo mayor, y comienzan los días de odio" (Eurípides, Fenicias, 563-540), según la gracia poética.

30.3. Por eso dice el Señor: "Carguen mi yugo, porque es suave y ligero" (Mt 11,29. 30). Y a los que discuten acerca de los primeros puestos, les prescribe la igualdad junto con la sencillez, diciendo que es necesario que se comporten como los niños (cf. Mt 18,3).

30.4. De idéntica forma también el Apóstol escribe que, en Cristo, nadie es esclavo ni libre, griego o judío (cf. Ga 3,28); porque en Cristo hay una nueva creación sin disputas, ni avaricia (cf. 2 Co 5,17; Ga 5,20; 6,15), y equitativamente justa.

30.5. "Porque la envidia queda fuera del coro divino" (Platón, Fedro, 247 A), y la emulación y la tristeza (cf. Ga 5,20), por la que los iniciados también prohiben "comerse el corazón" (Pitágoras, Symbolica, 4), y así enseñan que el alma jamás debe morderse y devorarse por angustias y penas relativas a acontecimientos involuntarios. En verdad, es desagraciado aquel que, dice también Homero, caminando errante, en solitario carcome su espíritu (cf. Homero, Ilíada, VI,202; XXIV,129).

Leyendas paganas y enseñanzas cristianas

31.1. A su vez, tanto el Evangelio como los Apóstoles, al igual que todos los profetas, suponen dos caminos: a uno le llaman "estrecho y angosto" (Mt 7,13-14; Lc 13,24), porque está defendido por los mandamientos y prohibiciones; y al otro, al que conduce a la perdición lo llaman "ancho y espacioso" (Mt 7,13), porque no pone trabas a placeres y pasiones; y decían: "Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos, y no se detiene en la senda de los pecadores" (Sal 1,1).

31.2. Y el mito de Pródico de Ceos sobre la virtud y el vicio viene a ser lo mismo, y Pitágoras no duda en desaconsejar "el andar por las calles" (Pitágoras, Symbolica, 14), ordenando que no es conveniente seguir las opiniones acríticas e incoherentes de la muchedumbre.

31.3. Y Aristócrito, a su vez, en el primer de los [libros] "Contra Heracleodoro" hace mención de una carta que dice así: "El rey de los escitas, Atoyas, al pueblo de Bizancio: No estorben mis entradas, para que mis caballos no beban el agua de ustedes" (Aristócrito, Fragmentos, 493 F 6). Porque simbólicamente el bárbaro dejaba entender la guerra que preparaba contra ellos.

31.4. Y de manera semejante el poeta Euforión presenta a Néstor diciendo: "Quienes aún no hemos abrevado en el Simoente caballos aqueos" (Euforión, Fragmentos, 66).

31.5. Por esto también los egipcios colocan las esfinges delante de los templos, para indicar que el discurso sobre Dios es enigmático y obscuro; pero acaso también, porque se debe amar y temer lo divino (cfr. Dt 10,20; 11,1); amarlo, ciertamente, como benévolo y bondadoso y propicio para los piadosos, pero temerlo como inexorablemente justo para los impíos. Porque la esfinge al mismo tiempo insinúa enigmáticamente la imagen de una fiera y de un hombre.

Capítulo VI: Simbolismo de los diversos elementos cultuales judíos

Las murallas, el velo y las cortinas del templo. La vestidura sacerdotal

32.1. Sería excesivo recorrer todos los [escritos] proféticos y de la Ley para explicar lo que han dicho mediante enigmas. Porque casi toda la Escritura contiene tales oráculos. Pero bastan para quien posea inteligencia, me parece, algunos pocos paradigmas para probar lo propuesto.

32.2. Así, manifiesta (lit.: reconoce o confiesa) la significación oculta de las siete murallas alrededor del antiguo templo, referida entre los hebreos; o la disposición del vestido talar (del sacerdote) [cf. Ex 28,4-5], que por medio de distintos símbolos relacionados con cosas visibles, insinuaba la composición (del cosmos) desde el cielo hasta la tierra (cf. Sb 18,24).

32.3. El velo y las cortinas [del templo] estaban bordados con jacinto y púrpura, con escarlata y lino (cf. Ex 26,1; 36,8); insinuaban, como lo comporta la naturaleza de los elementos, la manifestación de Dios; porque la púrpura (viene) del agua, el lino de la tierra, y el jacinto, que es sombrío, se asemeja al aire, al igual que la escarlata al fuego.

Límites de los sentidos humanos

33.1. En medio del velo y de las cortinas (del templo), allí donde podían entrar los sacerdotes (cf. Ex 30,1-10), se encontraba un incensario (cf. Ex 37,25 ss.), símbolo de la tierra, colocada en medio de este mundo, desde la que (brotan) las exhalaciones (o: evaporaciones).

33.2. Pero en medio estaba también el espacio aquel situado más allá de las cortinas, donde únicamente podía entrar el gran sacerdote en días señalados (cf. Ex 30,10; Lv 16,12; Hb 9,7); y el atrio que le circundaba externamente, accesible a todos los hebreos. Por eso decían que era lo más intermedio del cielo y la tierra. Pero otros dicen que era símbolo del mundo inteligible y del sensible.

33.3. En efecto, el velo, defensa para la infidelidad popular, estaba extendido delante de las cinco columnas (cf. Ex 26,36-37), separando a los del recinto del círculo externo.

33.4. Así, con sentido muy místico, (se alude) a los cinco panes repartidos por el Salvador y que multiplicados fueron suficientes para la muchedumbre de los oyentes (cf. Jn 6,9). Porque son muchos los que se aferran a lo sensible, como si fuera lo único que existiese.

33.5. "Mira en derredor tuyo, dice Platón, no sea que alguno de los no iniciados escuche. Y son esos que piensan que sólo existe lo que pueden aferrar con sus manos; pero las acciones y producciones, y todo aquello que es invisible, no lo admiten como parte de la realidad" (Platón, Teeteto, 155 E).

33.6. Porque tales son los que atienden únicamente a los cinco sentidos. Pero la noción de Dios es inaccesible a los oídos y sus homogéneos.

Las cuatro alianzas y el Tetragama

34.1. Por ello, el Hijo es llamado rostro del Padre (cf. Sal 23 [24],6; Mt 18,10), y se encarnó (sarkophóro) para ser percibido por los cinco sentidos: el Verbo, el revelador del carácter propio del Padre.

34.2. "Si vivimos en espíritu, conformémonos según el espíritu" Ga 5,25). "Nosotros caminamos en fe, no en visión" (2 Co 5,7), dice el noble Apóstol.

34.3. En efecto, la diaconía sacerdotal se ocultaba tras la parte interior del velo, que separaba mucho a los que actuaban dentro de él respecto de los que permanecían fuera.

34.4. De nuevo, el velo de la entrada al santo de los santos: había allí cuatro columnas (cf. Ex 27,16), recuerdo de la santa tétrada de las antiguas alianzas.

34.5. Pero (existía) también el tetragrama, nombre místico, que sólo era llevado por quienes podían acceder al santuario (cf. Ex 28,36-38); y se lee "Yahwé", que se interpreta como el que es y el que será (cf. Ex 3,14; Ap 1,4).

34.6. Ciertamente, también entre los griegos el nombre "dios" está compuesto de cuatro letras.

34.7. Pero sólo el Señor, hecho Sumo Sacerdote, entrará en el mundo inteligible, (al penetrar) por medio de la pasión (cf. Hb 9,11-12), introduciéndose en la gnosis del Inefable y elevándose por encima de "todo nombre" (Flp 2,9) que se expresa con fonema.

34.8. Sí, ciertamente, el candelabro estaba colocado en la parte sur del incensario (cf. Ex 25,30-32; 26,35), por el que se hacían visibles los movimientos de los siete luceros que realizan sus circunvoluciones en la parte sur.

34.9. Porque en cada lado del candelabro surgían tres brazos, y en cada uno de ellos las lámparas; ahora bien, también el sol, como el candelabro, situado en medio de los otros planetas, envía luz a los que están por encima y por debajo de él, según una divina música (cf. Filón de Alejandría, Sobre la vida de Moisés, II,102-103; Platón, La república, X,617B).

Simbolismo del candelabro, de los panes de la propisición y del arca santa

35.1. Pero también el candelabro de oro contiene otro enigma: el signo de Cristo (= la cruz), no sólo por la figura, sino también porque ilumina "de muchas maneras y en diversos modos" (Hb 1,1) a quienes creen en Él, esperan en Él y vuelven hacia Él su mirada con motivo de la diaconía de los primeros (los protoktístoi: los siete ángeles superiores).

35.2. Y se dice también que "siete ojos" (Za 4,10) tiene el Señor, "los siete espíritus" (Ap 3,1; 4,5; 5,6) que reposan sobre la rama que florece "de la raíz de Jesé" (Is 11,1).

35.3. Y en la parte norte del incensario estaba la mesa sobre la que se hacía la proposición de los panes (cf. Ex 26,35; Nm 4,7), porque los vientos del norte son los más fecundos (cf. Filón de Alejandría, Cuestiones sobre el Éxodo, II,21,104).

35.4. Pero también (podría significar) las diversas mansiones de las iglesias que concurren a un solo cuerpo y a una sola asamblea (cf. Rm 12,4-5; Ef 4,4).

35.5. Lo que se cuenta del arca santa designa las cosas del mundo inteligible, escondido y cerrado a las muchedumbres.

35.6. También aquellas estatuas de oro de seis alas cada una de ellas (cf. Ex 25,18-20), o indican las dos osas (= constelaciones de estrellas), como algunos quieren, o lo que es mejor, los dos hemisferios, pues el nombre de los Querubines quiere expresar conocimiento abundante.

35.7. Pero ambos [Querubines] tienen doce alas, y, mediante el ciclo del zodíaco y el tiempo que dura alrededor de sí mismo, indican el mundo sensible.

Simbolismo del arca y de los Querubines

36.1. Me parece que sobre esto también la tragedia, hablando de las cosas naturales, dice: "Un tiempo incansable y entero se engendra a sí mismo, circulando alrededor de una eterna corriente, y ambas constelaciones (lit. osas), con rápidos golpes de las alas, vigilan el polo Atlántico" (Critias, Fragmentos, 88 B 18).

36.2. Pero Atlante (lit.: Atlas), el polo que no sufre, puede ser ciertamente la esfera que no se mueve, pero es mejor concebirlo como eternidad inmóvil.

36.3. Pienso que es mejor (atribuir) al arca, cuyo nombre hebreo es "thébôtd", otra significación. Se interpreta ciertamente como uno por uno de todos los lugares. Ahora bien, tanto si indica la ogdóada y el mundo inteligible, o también a Dios, que contiene en sí mismo todas las cosas, que no tiene forma y es invisible, pasémoslo ahora por alto. Por lo demás, indica el descanso de los espíritus glorificadores que los Querubines dan a entender.

36.4. Porque no es creíble que quien nunca aconsejó hacer siquiera una imagen grabada (cf. Ex 20,4), Él mismo hiciera una estatua de los (seres) santos; en el cielo no existe un viviente compuesto y perceptible por los sentidos que sea así; pero rostro es símbolo de un alma racional, y las alas son las liturgias y las actividades que ejercen las potencias de derecha e izquierda (cf. 1 R 22,19); pero la voz es una gloria de agradecimiento en incesante contemplación.



Simbolismo de la vestimenta del sumo sacerdote

37.1. Sea suficiente haber alcanzado la interpretación mística. El vestido talar (lit.: que llega hasta los pies) del sumo sacerdote es símbolo del mundo sensible (cf. Sb 18,24), y los siete planetas (están simbolizados) en las cinco piedras y los dos carbones encendidos (cf. Ex 28,17-20) (representan) a Cronos y a la Luna; porque aquél es meridional, húmedo, terreno y pesado; pero ésta es semejante al aire (o: áerea). Por eso algunos la llaman Arternis, porque corta el aire, aunque (éste sea) oscuro.

37.2. A los que colaboran en el nacimiento de las cosas se les coloca en los planetas, conforme a la divina providencia, y con razón están situados sobre el pecho y los hombros [del sacerdote] (cf. Ex 28,12. 17-20), puesto que por ellos se produce la acción creadora, que (tiene lugar) en la primera semana. El pecho es la morada del corazón y del alma.

37.3. Pero también las piedras preciosas (serían) las formas de salvación: unas colocadas en las partes altas de todo el cuerpo salvado, y otras en las partes inferiores.

37.4. Y las trescientas sesenta campanillas que cuelgan del vestido talar (cf. Ex 28,33-34) son la duración del año, "el año de gracia del Señor" (Is 61,2; Lc 4,19), que proclama y catequiza la gran epifanía del Salvador.

37.5. Pero también la tiara de oro que se pone encima (cf. Ex 28,36-37) indica la autoridad regia del Señor, porque el Salvador es "la cabeza de la Iglesia" (Ef 5,23).

Símbolos de la majestad de Cristo

38.1. Así, la tiara que está por encima es señal de hegemonía absoluta. Por otra parte, hemos oído, como se dice: "Dios es la cabeza de Cristo" (1 Co 11,3), y "Padre de nuestro Señor Jesucristo" (2 Co 1,3; 11,31; Rm 15,6; Ef 1,3).

38.2. Por cierto, el pectoral que contiene el "efod" (cf. Ex 28,28), es símbolo del trabajo, y del "logión" -esto alude al Verbo-, establecido por Él, y es imagen del cielo hecho por el Verbo, que está sometido a la cabeza de todos, a Cristo (cf. 1 Co 11,3; Ef 1,22), y que se mueve del mismo modo.

38.3. Así, por tanto, las piedras de esmeralda resplandecientes sobre el "efod" significan el sol y la luna, colaboradores de la naturaleza.

38.4. Pero un hombro, me parece, (es) el principio de la mano. Y las doce piedras colocadas en cuatro filas sobre el pecho (cf. Ex 28,17-20) nos trazan el círculo del zodíaco, según las cuatro estaciones (lit.: movimientos) del año.

38.5. Por otra parte, es conveniente que estén sometidos a la cabeza del Señor la Ley y los profetas, porque por ellos están representados los justos de ambos Testamentos. Puesto que nosotros bien podemos llamar profetas y justos a los Apóstoles, porque un solo y mismo Espíritu Santo actúa en todos (cf. 1 Co 12,11).

38.6. Pero como el Señor está por encima del mundo entero, incluso mas allá del inteligible, así también era digno que estuviera grabado en la placa de metal (cf. Ex 28,36) el nombre "que está por encima de todo principio y potestad" (Ef 1,21; Flp 2,9), grabado en razón de los mandamientos escritos y mediante la presencia sensible.

38.7. Y se llama Nombre de Dios. Además, el Hijo actúa tal como ve la suma bondad del Padre (cf. Jn 5,19), y es llamado Dios Salvador, principio de todas las cosas (cf. Col 1,18), que es copia "del Dios invisible" (Col 1,15), la primera y antes de [todos] los siglos, y que modeló todas las cosas nacidas después de ella (cf. Col 1,15-16).

Simbolismo de la entrada en el santuario

39.1. También el "logión" manifiesta la profecía que grita por el Verbo, y que proclama el juicio futuro, porque es el mismo Verbo quien profetiza, juzga y discierne cada cosa.

39.2. Y se dice también que el vestido, que llega hasta los pies, profetiza la economía según la carne (= la encarnación del Verbo), mediante la cual fue visto más cercano al mundo.

39.3. Por eso, una vez quitada la túnica santificada (cf. Lv 16,4), el sumo sacerdote -pero el mundo y la creación en el mundo han sido santificados por quien ha aprobado como buenas las cosas que se hicieron (cf. Gn 1,31)- se lava y se reviste con otra [túnica], santa de lo santo, por así decir, la que le acompaña [para entrar] en el santuario (cf. Lv 16,23-24)

39.4. Me parece que se refiere al levita y gnóstico como superior a los otros sacerdotes, porque éstos se lavan con agua, son revestidos de la sola fe y reciben la única mansión (que les es) propia; aquél [levita y gnóstico] discierne las cosas inteligibles de las cosas sensibles, apresurándose en su ascensión, respecto de los otros sacerdotes, hacia la entrada de lo inteligible, es lavado de las cosas de aquí abajo no con agua, como antes era purificado el enrolado en la tribu de Leví (cf. Nm 8,7), sino ya por el Verbo gnóstico.

Pureza del gnóstico

40.1. En efecto, teniendo totalmente puro el corazón (cf. Mt 5,8), manteniendo muy erguida la conducta hasta lo más alto, creciendo muy por encima del sacerdote, santificado sencillamente en la palabra y la vida, revestido con el esplendor de la gloria, recibiendo de aquel varón espiritual y perfecto la inefable herencia, "que ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre subió" (1 Co 2,9), hecho hijo y amigo, "cara a cara" (1 Co 13,12), se llena de insaciable contemplación. Pero nada hay como escucharlo del mismo Verbo, que da una inteligencia más plena mediante la Escritura.

40.2. Porque dice así: "Y se quitará la vestidura de lino que se había puesto al entrar en el santuario, y la dejará allí. Y lavará su cuerpo con agua en lugar sagrado y se pondrá su vestido" (Lv 16,23-24).

40.3. Por otra parte, me parece a mí que el Señor se desviste y se vuelve a vestir cuando desciende (o: baja) [al mundo] sensible; de otra manera: quien ha creído gracias a Él se desviste y se reviste el vestido santificado, como indicó también el Apóstol (cf. 2 Co 5,2-4; Ef 4,22-24).

40.4. De ahí que, a imagen del Señor, se elegían como sumos sacerdotes a los más notables de la tribu santificada, y los elegidos eran ungidos para ser reyes y profetas.


Capítulo VII: Simbolismos de los egipcios

Enigmas de los egipcios: semejantes a los de los hebreos

41.1. Por ello también los egipcios no confiaban sus misterios a los que encontraban por casualidad, ni comunicaban a profanos el conocimiento de las cosas divinas, sino que la reservaban para los únicos que estaban destinados a la realeza, y de entre los sacerdotes a los que juzgaban eran más aptos por la crianza, la educación y el linaje.

41.2. Ahora bien, parecidos enigmas, por la significación oculta, a los de los egipcios (tienen) los hebreos. Entre los egipcios unos representan al sol sobre una nave, otros sobre un cocodrilo.

41.3. Y significan que el sol, pasando a través de un aire dulce y húmedo, engendra el tiempo, significado por el cocodrilo, según otra historia sacra.

41.4. Así, también en Dióspolis de Egipto, sobre la llamada puerta sagrado, se encontraban grabados un niño, símbolo de la generación, y un anciano, [signo] de la corrupción, y también el halcón, [símbolo] de Dios, como el pez [que es signo] del odio, y nuevamente el cocodrilo que significa en otro sentido la desvergüenza.

Diversos símbolos egipcios

42.1. Sintetizado, todo el símbolo junto manifestaba lo siguiente: "¡Oh ustedes que han nacido y han muerto! Dios odia la desvergüenza" (Plutarco, Moralia, 363 F).

42.2. Los que fabrican oídos y ojos con materia preciosa y los consagran a los dioses, ofreciéndolos en los templos, sin duda dan a entender como que Dios lo ve y lo oye todo.

43.3. También para aquellos [egipcios] el león es símbolo de fuerza y de vigor. Al igual que el buey ciertamente (lo es) de la tierra misma, de la agricultura y de la alimentación; el caballo de la valentía y atrevimiento, y la esfinge, que tiene el cuerpo entero de león, pero con rostro humano, [es símbolo] de fuerza y a la vez de la inteligencia.

43.4. De igual manera, el hombre, esculpido en los templos, indica conocimiento, memoria, fuerza y arte.

Afrimaciones de los tracios

43.1. En seguida, en las que ellos llaman procesiones con objetos sagrados de los dioses, llevan imágenes de oro: dos perros, un halcón y una ibis (= ave sagrada de egipto), y llaman a las cuatro imágenes idolátricas mediante cuatro letras.

43.2. Ahora bien, los perros son símbolo de los dos hemisferios, que de forma semejante realizan su circunvolución y están de guardia. El halcón [es símbolo] del sol, porque es ígneo y destructor; por eso ellos atribuyen al sol las enfermedades contagiosas. La ibis [es símbolo] de la luna, porque comparan sus alas negras a la oscuridad, y las blancas a la parte luminosa [de la luna].

43.3. Pero hay quienes quieren indicar mediante los perros a los trópicos, porque custodian y cierran el paso del sol hacia el sur y hacia el norte. Pero el halcón indica lo equinoccial, que es elevado y tórrido, al igual que la ibis la elipsis; porque entre todos los animales, la ibis parece que fue la que más sugirió a los egipcios el principio de la noción del número y de la medida, lo mismo que la elipsis (u: oblicuidad) de los ciclos.

Capítulo VIII: Simbolismos de los escitas y de los griegos

El control de la lengua

44.1. Pero no sólo se preocuparon del aspecto simbólico los más intelectuales de los egipcios, sino también aquellos otros bárbaros, que pretendieron alguna filosofía.

44.2. Y así, se dice que Idantura, rey de los escitas, según refiere Ferecides de Siros, al amenazar con una guerra a Darío, porque había atravesado el Istro, le envía en vez de una carta un símbolo: un ratón, una rana, un pájaro, una flecha y un arado.

44.3. Pero al surgir la cuestión, como es natural, sobre el significado, el quiliarca Orontopatas dijo que (los escitas) entregaban el mando, al reconocer por indicios las casas por medio del ratón, las aguas por la rana, el aire mediante el pájaro, las armas por la flecha, y el país mediante el arado.

44.4. Pero Xifodres lo interpretó de otro modo, porque dijo: Si no volamos como pájaros, o nos introducimos (lit.: sumergimos) bajo tierra como ratones, o bajo el agua como ranas, no escaparemos a sus flechas, puesto que no somos los dueños del país (cf. Ferecides, Fragmentos, 113).

44.5. Se dice también que Anacarsis el escita, él mismo, al dormir, tenía tomadas las partes pudendas con la mano izquierda, y con la derecha la boca, dando a entender que ambas cosas son necesarias, pero que importa más (dominar) la lengua que el placer.

Los griegos también recurrieon a los sinbolismos

45.1. Pero ¿para qué insistir sobre los bárbaros, cuando es posible mostrar que los mismos griegos utilizaron largamente la significación oculta?

45.2. En efecto, Androcides el pitagórico dice que las llamadas letras efesias, famosas para muchos, tienen categoría de símbolos; y Askion (lit.: sin sombra) significa la oscuridad, porque no tiene sombra. Puesto que Katáskion (lit.: sombreado) [significa] luz, ya que ilumina la sombra. Lix es la tierra, según un antiguo epónimo, y Tetrax (lit.: el cuarto) el año, por las [cuatro] estaciones; Damnameneo (lit.: domninador) es el sol porque domina, y la Aisia (lit.: lo que toca) el fonema verdadero.

45.3. Y así, el símbolo significa que las cosas divinas han sido dispuestas con orden, al igual que la obscuridad respecto a luz, el sol con relación al año, y la tierra respecto a la generación variada de la naturaleza.

45.4. Pero también el gramático Dionisio, el tracio, en el "Sobre la declaración", respecto del símbolo de las ruedas, dice textualmente: "Así, algunos designaban las acciones no sólo mediante expresiones, sino también por medio de símbolos; mediante palabras como las llamadas máximas délficas: "Nada en demasía", "conócete a ti mismo", y otras parecidas; mediante símbolos como la rueda, que hacían girar en los templos de los dioses, usada (lit.: arrastrada) por los egipcios, y (el símbolo) de los ramos que se dan a los adoradores.

45.5. Porque Orfeo, el tracio, dice: "Obras de ramos son las que ocupan a los mortales en la tierra, nada tiene un solo destino en los corazones, sino que todo gira alrededor; y no está permitido pararse, según eso, en medio, sino que, al comenzar, cada uno tiene igual parte de carrera" (Orfeo, Fragmentos, 52).

45.6. Los ramos pueden ser el símbolo de la primera alimentación, o para que la multitud sepa que los frutos prosperan y crecen permanentemente y considerablemente, mientras que (los hombres) mismos han recibido por suerte poco tiempo de vida; algunos quieren dar esa interpretación a los ramos, pero también para que sepan que, al igual que esos ramos son quemados, así también les es necesario abandonar pronto esta vida y (ser consumidos) por obra del fuego" (Dionisio de Tracia, Fragmentos, 52).



El "bedy"

46.1. En efecto, la práctica de la interpretación simbólica es muy útil para muchas cosas: para colaborar a la verdadera teología, para la piedad, para demostrar la inteligencia, para ejercitarse en la concisión y como prueba de sabiduría.

46.2. "Porque lo característico del sabio es usar hábilmente el lenguaje simbólico", dice el gramático Dídimo, "y conocer lo que está indicado por medio de él" (Dídimo, Fragmentos, 9).

46.3. Sí, ciertamente la enseñanza elemental de los niños incluye la interpretación de los cuatro elementos.

46.4. Porque se dice que los frigios llaman "bedy" (= vocablo frigio de origen desconocido; dios de la antigua Macedonia) al agua, como también Orfeo: "Y el bedy de las ninfas destila un agua límpida" (Orfeo, Fragmentos, 219).

46.5. Por su parte también Dión, el sacerdote (o: el sacrificador), manifiesta lo mismo, escribiendo: "Y tomando el bedy, hazlo correr sobre las manos, y vuélvete para examinar las víctimas sagradas" (cita de autor desconocido).

46.6. Pero, el cómico Fililio reconoce "el bedy" en el aire, puesto que es vivificante, según estas palabras: "Ruego yo atraer el bedy salutífero, que es el mejor ingrediente de la salud, atraer el aire puro, no el viciado" (Fililio, Fragmentos, 20).

Simbolismo del "Zaps" (fuego)

47.1. De esa misma opinión participa también Neantes de Cícico al escribir que los sacerdotes de los macedonios invocan en sus oraciones al "bedy", para que les sea propicio a ellos y a sus hijos, al cual interpretan como aire.

47.2. Y Zaps (es) el fuego, porque algunos manifestaron sin saber que derivaba de "zesis" (lit.: ebullición); pero así es llamado el mar, como [dice] Euforión en sus "Réplicas a Teodóndas": "Y Zaps, destructora de naves, destroza contra los escollos" (Euforión, Fragmentos, 3).

47.3. De igual manera [dice] Dionisio Yambo: "Con la agitación del mar, el zaps salado se lamenta" (Dionisio Yambo, Fragmentos, 1).

47.4. Lo mismo [dice] el cómico Cratino el Joven: "El Zaps produce camarones y pececillos" (Cratino el Joven, Fragmentos, 13).

47.5. Y Simias de Rodas: "El salado Zaps fue madre de los ignetos (o: ignetes) y de los telquines (= primeros pobladores de Rodas)" (Simias de Rodas, Fragmentos, 11).

47.6. Y Kthon (= la superficie de la tierra) es la tierra extendida por un gran espacio. Y Plectro (= instrumento para golpear) para unos es el polo, y para otros el aire que golpea todas las cosas y las impulsa hacia la naturaleza y al crecimiento, o porque llena todas las cosas.

Símbolos del Lógos

48.1. Pero éstos no han conocido (o: leído) bien al filósofo Oleantes, quien llama abiertamente plectro al sol; puesto que apoyando los rayos en la aurora, como si golpeara al mundo, conduce la luz en marcha armónica (cf. Cleantes, Fragmentos, 502). Y a partir del sol explica los restantes astros.

48.2. Pero Esfinge (lit.: la que aprieta) no es la cohesión de todos los seres ni el movimiento circular del mundo, según el poeta Aratos (cf. Fenómenos, 22-24), sino quizás sea la tensión (lit.: el tono) espiritual que penetra y mantiene unido al mundo.

48.3. Pero mejor es comprender que el éter mantiene unidas y apretadas todas las cosas, como también dice Empédocles: "Bien, yo te diré ante todo que el sol es el principio, de donde ha surgido todo lo que ahora es contemplado, la tierra y el mar de innumerables olas, y el aire húmedo, y el Titán éter que encierra todo en un círculo" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 38).

48.4. Y Apolodoro de Corcira dice que esos versos fueron declamados por el adivino Branco, al purificar de la peste a los de Mileto. Porque rociando a la muchedumbre con ramos de laurel, repetía el himno siguiente: "Canten, niños, al protector y a la protectora" (cita de autor desconocido).

48.5. Y el pueblo respondía a coro, diciendo: "Bedy, Zaps, Kthon, Plectro, Esfinge, Knaxzbich, Thyptes, Phlegmó, Drops" (cita de autor desconocido). Calímaco recuerda esta historia en yambos (cf. Fragmentos, 194,28).

48.6. Knaxzbich es la enfermedad, por derivación de rascar y de matar (o: destruir, corromper), y thypsai [quemar; lit.: echar humo, humear)] es consumir con el rayo.

48.7. Sin duda el trágico Tespis dice que esas (palabras tienen) otro sentido escribiendo: "Mira, te derramo el blanco knaxzbich exprimiendo cardos lechosos; observa tú el thyptes, el queso mezclado con miel roja, sobre tus altares, oh Pan bicorne, los ofrezco sobre los sagrados altares. Mira que yo libo para ti el ardiente phlegmón [licor] de Bromio" (Tespis, Fragmentos inciertos, 4).

48.8. Me parece que da a entender el primer alimento lechoso del alma (cf. 1 Co 3,2) por medio de las veinticuatro letras, al que sigue después la leche cuajada, que (es) alimento (cf. Jn 6,53-56); y, finalmente, enseña "el vino ardiente" (Homero, Ilíada, I,642), la sangre de la viña del Verbo (cf. Jn 15,1. 4-5), el gozo de la acción educativa que conduce a la perfección.

48.9. Y Drops (es) el Verbo activo (o. emprendedor, eficaz), que desde la primera catequesis inflama e ilumina al hombre hasta el desarrollo del varón, "hasta la medida de la madurez" (Ef 4,13).

Simbolismos infantiles

49.1. Pero también se presenta un tercer modelo infantil: "Marpte, sphinx, klops, zbychthedón" (cita de autor desconocido, que contiene las 24 letras del alfabeto griego). Y significa, pienso yo, que debemos hacer el camino desde los elementos y organización del universo hasta la gnosis de los más perfectos, ya que la salvación eterna se alcanza con violencia y esfuerzo (cf. Mt 11,12).

49.2. Porque marpsai (es) el captar, la sphinx es la armonía del mundo, zbychthedón recuerda la dificultad,. y klops manifiesta al mismo tiempo la gnosis escondida (cf. 1 Co 2,7) y el día del Señor (cf. 1 Ts 5,2. 4; 2 P 3,10).

49.3. Pero, ¿acaso Epígenes en "Sobre la poesía de Orfeo", al exponer lo peculiar de Orfeo, no dice: "Con lanzaderas encorvadas (o: curvas)" (Orfeo, Fragmentos, 1 B 22), para referirse a los arados;"con tramas (o: urdimbres) de tejedor" para expresar los surcos? "Hilo" (significa) alegóricamente la semilla, y "lágrimas de Zeus" indican la lluvia;"Parcas" son las fases de la luna: el día treinta [del mes], el décimo quinto y el novilunio; de ahí que Orfeo las llame "vestidos blancos", porque son partes de luz.

49.4. Nuevamente "manantial" (se llama) a la primavera por [el brotar de] la naturaleza;"ociosa" la noche por el reposo;"Gorgona" (= diosa de cara redonda) [indica] la luna en razón de la cara que se ve en ella, y "Afrodita" es el tiempo en el que se debe sembrar, según al teólogo (= Orfeo).

Los pitagóricos también utilizaban símbolos

50.1. También los pitagóricos usaban estos enigmas, cuando llamaban alegóricamente perros de Perséfone a los planetas, y lágrimas de Cronos al mar.

50.2. Y encontraríamos miles y miles entre los filósofos y poetas que hablan por medio de enigmas, y también libros enteros donde exponen de forma secreta la voluntad del escritor, como el "Sobre la naturaleza" de Heráclito, quien, también por eso, es llamado el Obscuro.

50.3. Parecido a ese libro (es) también la teología de Ferecides de Siros. Porque Euforión el poeta, "Las Causas" de Calímaco, el "Alejandra" de Licofrón, y otras semejantes a éstas están a disposición de los gramáticos como ejercicios de exégesis.


Capítulo VIII: (continuación): El lenguaje simbólico en la Sagrada Escritura. "Filosofía bárbara" y filosofía griega

Los preceptos de Moisés en la "Epístola" del Seudo Bernabé. Simbolismos de los hebreos

51.1. Por tanto, no es imposible que también la filosofía bárbara, sobre la que nos corresponde hablar, profetice en algunas cosas de forma secreta y mediante símbolos, como se ha demostrado.

51.2. De igual manera, Moisés también exhorta eso mismo, respecto a lo común (= lo que concierne a todos sin excepción): "No coman cerdo, ni águila, ni buitre (lit.: el de alas rápidas), ni cuervo" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,1; cf. Lv 11,7. 13-14; Dt 14,8. 12-13).

51.3. Porque el cerdo indica la concupiscencia de alimentos, amiga del placer e impura, la avidez de placeres amorosos y la sucia intemperancia. Siempre rascando su materialidad y tendido en el fango, engordando para el degüello y la destrucción.

51.4. Pero, el contrario, ordena comer el animal de pezuña hendida y rumiante, lo que significa, dice Bernabé, que es necesario juntarse con "quienes temen al Señor y meditan en el corazón la exacta deifición de la palabra que han recibido, a quienes tienen en su boca los juicios del Señor y los observan, a quienes saben que la meditación es una acción gozosa, y a quienes rumian la palabra del Señor.

51.5. Pero, ¿(qué significa el animal) de pezuña hendida ? Que el justo también camina en este mundo y espera la eternidad santa" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,11; cf. Lv 11,1-7).

51.6. Luego añade: "Vean cómo Moisés legisló hermosamente. Sin embargo, ¿de dónde les vino a aquellos el pensar y comprender esto? Nosotros justamente comprendiendo los mandamientos, hablamos como el Señor quiso. Por eso nos ha circuncidado los oídos y los corazones: para que comprendamos esas cosas" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,11-12).

Testimonios del Seudo Bernabé y de Clemente de Roma

52.1. Ciertamente cuando dice: "No comas el águila, ni el buitre, ni el milano, ni el cuervo (cf. Lv 11,13-16; Dt 14,12-16); no te asocies, dice, ni te parezcas a esos hombres, que no saben procurarse el alimento mediante el trabajo y el sudor, sino que viven en la rapiña y la injusticia" (Seudo Bernabé, Epístola, 10,4).

52.2. Porque el águila indica la rapiña, el buitre la injusticia, y el cuervo la codicia.

52.3. Y está escrito: "Con el varón inocente serás inocente, con el elegido serás elegido, y con el astuto (o: torcido), sagaz" (Sal 17 [18],26-27). Conviene, por tanto, asociarse a los santos, "porque los que están unidos a ellos se harán santos" (Clemente de Roma, Epístola primera a los Corintios, 46,2).

52.4. Por eso escribe Teognis: "Porque de los virtuosos aprenderás la virtud; pero, si te mezclas con los malos, perderás incluso la sensatez que tengas" (Teognis de Megara, Fragmentos, 35-36).

52.5. Cuando [Moisés] dice en la oda: "Puesto que gloriosamente se ha mostrado, precipitando en el mar al caballo y al jinete" (Ex 15,1); a la pasión de muchas patas, animalesca (o: brutal) e impetuosa, la concupiscencia, juntamente con el auriga que la monta, soltando las riendas hacia los placeres "los arrojó al mar", lanzándolos a las marejadas del mundo.

La historia de José y sus hermanos

53.1. Así también Platón en el [tratado] "Sobre el alma" dice que el auriga y el caballo rebelde -la parte irracional, que se divide en dos, la ira y la concupiscencia- cayeron (se trata en realidad del Fedro, 247 B y 248 C). Así, también el mito da a entender que Faetón cayó del carruaje por la intemperancia de los potros.

53.2. Y he aquí también lo referente a José: los hermanos tuvieron envidia de este joven, porque veía hacia delantemás por su gnosis;"lo despojaron de su túnica multicolor y tomándolo lo arrojaron a un pozo, pero el pozo estaba vacío y no tenía agua" (Gn 37,23-24).

53.3. Arrojando la florida gnosis que el virtuoso [joven] (tenía) gracias a su esfuerzo, o contentándose con la mera fe según la Ley, arrojaron (la gnosis) en el pozo vacío de agua, para venderlo a Egipto, desprovisto (lit.: yermo) del Verbo divino. El pozo estaba vacío de ciencia; en él, arrojado [José] y desvestido de la gnosis, el sabio desconocido (o: ignorado) parecía igual que los hermanos, desnudo de gnosis.

53.4. Según otra intrepretación, el vestido multicolor sería la concupiscencia que conduce a un abismo sin fondo.

53.5. "Si uno abre o cava un pozo, dice [la Escritura], y no lo cubre, y cayere en él un ternero o un asno, el dueño del pozo pagará en dinero y se lo dará a su vecino, pero el animal muerto será para él" (Ex 21,33-34).

El discernimiento es necesario para quienes enseñan

54.1. Proclame yo aquí aquella profecía: "El buey conoció a quien lo compró, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me ha entendido" (Is 1,3).

54.2. Por consiguiente, sé prudente, dice, en el uso de la palabra, no sea que alguno de éstos (= que carecen de gnosis), cayendo sobre la gnosis que tú enseñas, e incapaz de retener la Verdad, la entienda mal y caiga; y a los que se aproximen de manera irracional, ciérrales la fuente profunda del agua viva (cf. Jr 2,13), pero da de beber (cf. Ap 22,17) a los que tienen sed de la verdad.

54.3. Y cierra el pozo ocultándolo a los que no son capaces de recibir "la profundidad de la gnosis" (Rm 11,33).

54.4. Porque el dueño del pozo, el gnóstico mismo, será castigado, dice [la Escritura], porque es responsable (o: la causa) de haber escandalizado a alguien o ahogado en el abismo de la Palabra, al ser aún de pequeño espíritu; o bien, porque quiso llevar al trabajador hacia la contemplación, y lo desvió con alegatos de la fe espontánea. "Pagará en dinero" (Ex 21,34) y deberá dar razón y rendir cuenta ante la voluntad del Todopoderoso.

Juan Bautista señaló al Mesías

55.1. Ese mismo es el modo de ser (týpos) de la Ley y de los Profetas hasta Juan (cf. Mt 11,13; Lc 16,16); pero éste en verdad habló más claramente como quien ya no profetizaba, sino que mostraba ya como presente al que desde el principio era anunciado simbólicamente; igualmente dice: "No soy digno de desatar la correa de la sandalia del Señor" (Jn 1,27; cf. Mc 1,7; Lc 3,16).

55.2. Porque confiesa que él no es digno de bautizar a tan gran Poder, puesto que es necesario que los que purifican desaten el alma del cuerpo y de sus pecados, como al pie de la correa (cf. Mc 1,7).

55.3. Pero también [da a entender] la acción última del Salvador por nosotros, la inmediata, dice, la de la parusía (= la encarnación), oculta en el enigma de la profecía. Porque quien mostró lo vaticinado mediante la visión directa (cf. Jn 1,29), indicando la parusía ya presente que desde mucho tiempo caminaba hacia la manifestación plena, realmente ha desatado el fin de los oráculos de la economía (salvífica), revelando el significado de los símbolos.

55.4. También se hacía esto entre los romanos respecto a los testamentos que ordenaban una disposición: aquellas balanzas, (signo) de justicia, las monedas, las emancipaciones (de los esclavos), y los toques de las orejas; lo uno para dar a entender la equidad, lo otro designaba la distribución de los bienes (conformne a su valor), y el resto para que el que interviniera, como si se le impusiera una carga, puesto de pie, escuchara y desempeñara la función de mediador.



Capítulo IX: "Filosofía bárbara" y filosofía griega

El ocultamiento que resalta la belleza

56.1. Pero, al parecer, llevado por el deseo de probar, he ido más allá de lo conveniente. Porque la vida no me sería suficiente para enumerar la multitud de los que filosofan mediante símbolos.

56.2. Ayudar a la memoria, a la concisión y a la verdad, esos (son los fines) de los escritos de la filosofía bárbara (otra traducción: los escritos de la filosofía bárbara han empleado esos mismos [símbolos] por razón de la memoria, la concisión y el interés por la verdad).

56.3. Porque quieren en realidad que la auténtica filosofía y la verdadera teología estén a disposición solamente de quienes las practican frecuentemente, y de los que dan prueba conforme a la fe y a la vida.

56.4. Eso sí, quieren que necesitemos un exégeta y un guía (o: preceptor, maestro); porque también se estudiarían más y serían útiles a los dignos de ellas, y estarían menos expuestos al error, al recibirlas de los competentes como es debido.

56.5. Por otra parte, todo lo que se transparenta a través de un velo muestra la verdad de un modo más grande y digno. Al igual que los frutos vistos a través del agua, y las formas que mediante velos permiten adivinar algunos encantos en ellas. Porque (las formas) resplandecientes de luz se hacen por eso mismo convincentes, y las manifiestas son conocidas de manera uniforme.

Es necesario custodiar el secreto

57.1. Ahora bien, se puede hacer uso de varias interpretaciones, como nosotros lo hacemos, de lo que se dice veladamente. De esta manera, el inexperto e ignorante vacila, pero el gnóstico comprende.

57.2. (Las Escrituras) no querían que todo fuera entregado inconsideradamente a los primeros que lleguen, "ni que los bienes de la sabiduría sean comunicados a quienes no purifican el alma ni en sueños; pues no está permitido manifestar a cualesquiera los bienes obtenidos después de tan grandes luchas, ni exponer a los profanos los misterios del Verbo" (Jámblico, Vida de Pitágoras, 17,75).

57.3. Se dice también que Hiparco el pitagórico, siendo responsable de haber puesto por escrito abiertamente los [misterios] de Pitágoras, fue expulsado de la escuela pitagórica, y que le fue puesta una estela, como a un muerto (Hiparco, Vida de Pitágoras, 75,8).

57.4. Por eso, también en la filosofía bárbara se llaman muertos (cf. Rm 6,11; Ef 2,1) a los que han apostatado de los dogmas y han sometido completamente la inteligencia a las pasiones animales.

57.5. "Porque, ¿qué asociación existe entre la justicia, y la iniquidad, según el divino Apóstol, o qué comunidad entre la luz y la oscuridad? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Beliar ¿O qué parte (tiene) el creyente con el incrédulo?" (2 Co 6,14-15). Diversos son los honores de los del Olimpo y los de los muertos (cf. Platón, Las Leyes, IV,717 B; V,727 B).

57.6. "Por lo cual salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor, y no toquen cosa inmunda; y yo los acogeré y seré su padre, y ustedes serán mis hijos e hijas" (2 Co 6,17-18).

El secreto entre los griegos

58.1. No sólo (fueron) los pitagóricos y Platón los únicos que ocultaron muchas cosas, sino que también los epicúreos dicen que ellos tienen sus propios secretos y que no está permitido a todos acceder a esos escritos.

58.2. Pero también los estoicos dicen que Zenón fue el primero que (compuso) algunos escritos, que no permitían conocer a fondo fácilmente a los discípulos, a no ser que previamente hubieran dado pruebas de filosofar correctamente .

58.3. Y (los discípulos) de Aristóteles dicen también que algunos de sus escritos son esotéricos, y otros, comunes y exotéricos.

58.4. Por otra parte, también los fundadores (o: iniciadores) de misterios, siendo filósofos, cubrieron sus dogmas con mitos, para que no fuesen manifiestos a todos.

58.5. Si quienes velaban las opiniones humanas impidieron que los ignorantes tuvieran acceso a ellas, ¿no convenía que la contemplación santa y bienaventurada de la auténtica realidad esté velada más que cualquier otra cosa?

58.6. Pero ni los [dogmas] de la filosofía bárbara, ni los mitos pitagóricos, ni siquiera los platónicos de Er el armenio en la "República" (X,614 B), de Eaco y Radamantis en el "Gorgias" (524 A), ni el de Tártaro en el "Fedón" (112 A), ni el de Prometeo y de Epimeteo en el "Protágoras" (320 D), ni el de la guerra de los atlantes y de los atenienses en el "Atlante" (o: Atlántico; cf. Platón, Timeo 25 B-D y Critias, 108-110), deben ser simplemente entendidos alegóricamente palabra por palabra (lit.: según todas las palabras), sino solamente (las ideas) que significan (semántica) el pensamiento en general, y así podremos descubrir, mediante símbolos, las cosas que se indican bajo el velo de la alegoría.

Los grados de los discípulos entre los griegos

59.1. Y ciertamente también la escuela de Pitágoras y las dos comunidades de discípulos llamaban oyentes a los más numerosos, e instruidos a algunos otros, los que se apoderaban con nobleza de la filosofía, insinuaba "que unas cosas se decían, pero otras se ocultaban" (Homero, Odisea, XI,443) a la mayoría.

59.2. Y de la misma manera, entre los peripatéticos, aquellos dos géneros, llamados en los discursos probable y científico, no estaba lejos de distinguir la opinión, respecto de la notoriedad y de la verdad.

59.3. "No te forzarán las flores del honor de la celebridad a buscar entre los mortales lo que sólo la piedad permite" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 3).

59.4. Por cierto, las musas de Jonia dicen en términos precisos que la muchedumbre y los que se creen sabios siguen a los cantores del pueblo y observan sus reglas, sabiendo que (son) muchos los malévolos, y pocos los buenos, pero que los mejores persiguen la gloria.

59.5. "Porque los mejores, dice, prefieren una cosa: la gloria eterna de los mortales; pero la muchedumbre se ha saciado como animales" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 29), "haciendo de su estómago y de sus vergüenzas y de lo que hay más vil en nosotros su felicidad" (Demóstenes, De corona, 296).

59.6. Y el gran Parménides de Elea propone una enseñanza de dos caminos, cuando escribe: "Uno es el corazón inquebrantable de la verdad persuasiva, otro las glorias de los mortales, en las que no hay verdadera fe" (Parménides, Fragmentos, 28 B 1).


Capítulo X: Los misterios y la iniciación

Testimonio del apóstol Pablo sobre los grados de la iniciación

60.1. Con razón, entonces, el divino Apóstol dice: "Conforme a la revelación me ha sido dado a conocer el misterio que antes he expuesto (lit.: escribí) brevemente; en relación a o cual leyendo pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo, que no fue dado a conocer en otras generaciones a los hijos de los hombres, como ahora fue revelado a sus santos Apóstoles y a los profetas" (Ef 3,3-5).

60.2. Porque existe una enseñanza de los perfectos, sobre la cual dice al escribir a los colosenses: "No cesamos de orar y pedir por ustedes, para que sean llenados del conocimiento pleno de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para caminar de manera digna del Señor, para agradarle en todo, dando frutos en toda obra buena y creciendo en el conocimiento pleno de Dios, capacitados en toda virtud (lit.: todo poder) conforme al poder de su gloria" (Col 1,9-11).

60.3. Y de nuevo: "Según la economía salvífica de Dios que me fue confiada para ustedes, para cumplir la palabra de Dios, el misterio escondido desde los siglos y desde las generaciones, ahora manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de ese misterio entre los paganos" (Col 1,25-27; cf. Rm 16,25-26; Ef 3,9).

El fundamento de la vida cristiana: fe y esperanza en Cristo

61.1. Pero unos son los misterios ocultos hasta los Apóstoles y que han sido transmitidos por ellos como los recibieron del Señor -escondidos en el Antiguo Testamento-, los cuales "ahora han sido revelados a los santos" (Col 1,26), y otra es "la riqueza de la gloria del misterio entre los paganos" (Col 1,27), que es la fe y la esperanza en Cristo, a lo que ha llamado en otra parte "fundamento" (1 Co 3,10, cf. Hb 6,1).

61.2. Y de nuevo, como deseando poner de relieve la gnosis, escribe así: "Amonestando a todo hombre en toda sabiduría, para presentar a todo hombre perfecto en Cristo" (Col 1,28).

61.3. No se refiere simplemente "a todo hombre", puesto que nadie (sería infiel); ni tampoco a todo creyente "perfecto en Cristo", sino "a todo hombre", como para decir el hombre entero, santificado en cuerpo y alma, puesto que añade expresamente que "no en todos (hay) gnosis" (1 Co 8,7).

61.4. "Unidos en el amor y (destinados) para toda la riqueza de la plena inteligencia, para el conocimiento pleno del misterio de Dios en Cristo, en quien están escondidos los tesoros de la sabiduría y de la gnosis" (Col 2,2-3). "Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Col 4,2).

61.5. Pero la acción de gracias no (tiene lugar) únicamente por el alma y los bienes espirituales (= bienes sobrenaturales), sino también por el cuerpo y los bienes corporales.

Testimonio de la "Carta a los Hebreos" sobre los diversos grados de la fe

62.1. Y más sabiamente aún da a entender que la gnosis no pertenece a todos (cf. 1 Co 8,7), añadiendo: "Orando igualmente también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para anunciar el misterio de Cristo, por causa del cual he sido atado, para que manifieste lo que es necesario" (Col 4,3-4). Porque algunas cosas no habían sido trasmitidas por escrito.

62.2. Lo mismo dice a los hebreos: "Porque también los que debían ser maestros en razón del tiempo, como que habían envejecido en el Antiguo Testamento, de nuevo necesitan que alguien les enseñe los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y han llegado a ser tales, que tienen necesidad de leche, no de alimento sólido.

62.3. Puesto que todo el que se alimenta de leche es inexperto de la palabra de la justicia, porque es niño" (Hb 5,12-13), a quien se le han confiado las primeras enseñanzas.

62.4. "Pero el alimento sólido es propio de los perfectos, de quienes en virtud de la costumbre tienen las facultades ejercitadas para el discernimiento tanto del bien como del mal. Por lo cual, dejando a un lado la enseñanza elemental acerca de Cristo, seamos llevados a lo más perfecto" (Hb 5,14--6,1).

El testimonio del Seudo Bernabé

63.1. Pero también Bernabé, el mismo que acompañó al Apóstol para proclamar la palabra según el ministerio de los gentiles (cf. Hch 13,1-4), dice: "Les escribo con sencillez, para que comprendan" (Seudo Bernabé, Epístola, 6,5).

63.2. Luego continúa mostrando más claramente una señal de la tradición gnóstica, dice: "¿Qué les dice Moisés, el otro profeta?

63.3. He aquí lo que dice el Señor Dios: "Entren en la buena tierra, que con juramento (prometió) el Señor Dios, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, y recibidla en herencia; tierra que mana leche y miel" (cf. Ex 33,1. 3; Lv 20,24).

63.4. ¿Qué dice la gnosis? "Aprendan. Esperen, dice, a Jesús que se les manifestará en carne. Porque el hombre es tierra que sufre; puesto que Adán fue hecho del limo de la tierra".

63.5. ¿Qué significa eso: la tierra buena, que mana leche y miel? Bendito sea nuestro Señor, hermanos, quien ha depositado en nosotros la sabiduría e inteligencia de sus secretos.

63.6. Porque dice el profeta: "¿Quién comprenderá la parábola del Señor, si no (es) sabio, entendido y ama a su Señor?" (cf. Pr 1,6; Is 40,3)" (Seudo Bernabé, Epístola, 6,8-10). Porque de pocos es el captar estas cosas (cf. Mt 19,11).

63.7. En algún evangelio se dice: "Porque no es por envidia que el Señor amonesta" (Is 24,16, según la versión de Teodoción; o: ¿Evangelio de los Egipcios?): "Mi misterio es para mí y para los hijos de mi casa" (cf. Is 24,26, Mc 4,11), y coloca la selección (= sus elegidos) en un lugar seguro y tranquilo, para que habiendo obtenido lo que les es propio a los elegidos, estuvieran por encima de la envidia.

63.8. Porque, en efecto, el que no posee gnosis de lo bueno es malo, ya que "uno sólo (es) bueno" (Mt 19,17), el Padre; pero ignorar al Padre es la muerte, como conocerlo (es) "la vida eterna" (Jn 17,3; 12,50) por la participación del poder incorruptible. Y no corromperse es participar de la divinidad; pero apostatar de la gnosis de Dios trae la corrupción.



La "iluminación cristiana"

64.1. De nuevo [dice] el profeta: "Y te entregaré los tesoros escondidos, obscuros, invisibles, para que conozcan que yo soy el Señor Dios" (Is 45,3).

64.2. Y David salmodia también algo parecido a eso: "Mira, porque amaste la verdad, me has manifestado las cosas que no se ven y los secretos de tu sabiduría" (Sal 50 [51],8).

64.3. "El día anuncia el mensaje al día, es lo que se ha escrito abiertamente, y la noche a la noche anuncia la gnosis, la que está oculta místicamente, y no hay discursos ni palabras, cuyas voces no se oigan" (Sal 18 [19],3-4), respecto de Dios, que dice: "¿Quien [hará] cosas ocultas que yo no lo vea?" (Jr 23,24).

64.4. Por eso se llama "iluminación" (2 Co 4,4. 6) a la enseñanza, porque ha manifestado lo que estaba oculto; el único Maestro ha desvelado la cubierta del arca; por el contrario, los poetas dicen que Zeus cierra el tonel (o: la jarra) de los bienes y abre el de los males (cf. Homero, Ilíada, XXIV,527-533).

64.5. "Yo sé que al llegar a ustedes, dice el Apóstol, llegaré en la plenitud de la bendición de Cristo" (Rm 15,29), el carisma y la tradición gnóstica, que desea comunicarles presentándose en persona (cf. Rm 1,11-13) -ya que por carta no podía recordarles esas cosas-, llamándolos "plenitud de Cristo" (Rm 15,29);

64.6. "según la revelación del misterio, tenido secreto (lit.: silenciado) en los tiempos eternos, pero manifestado ahora mediante los escritos proféticos, conforme a la disposición del Dios eterno, que se dio a conocer a las gentes todas para, obediencia de la fe" (Rm 16,25-26); es decir, a los paganos que crean que existe; pero descubre a algunos de ellos lo que se encierra (lit.: está) en el misterio.

Platón y Pablo recuerdan que se debe enseñar con prudencia

65.1. Con razón, también Platón al tratar en las cartas sobre Dios, dice: Te voy a explicar mediante enigmas, para que si la tablilla para escribir padeciera algo con los pliegues del mar o de la tierra, el que lo lea no lo comprenda" (Seudo Platón, Epístolas, 312 D).

65.2. Porque el Dios del universo que está por encima de toda palabra, de todo pensamiento y de todo concepto, no puede ser transmitido mediante escritura, ya que por su propio poder es inefable.

65.3. También Platón lo ha indicado diciendo: "Por eso cuidando estas cosas sé prudente, no tengas que arrepentirte un día de lo que ahora se divulga de manera indigna; pero la garantía (es) el no escribir, sino aprenderlo; porque es imposible, imposible que los escritos no se divulguen" (Seudo Platón, Epístolas, II,314 B-C).

65.4. El santo apóstol Pablo dice cosas parecidas (lit.: hermanas) a éstas, salvando el secreto profético y realmente antiguo, a partir del cual se han difundido las hermosas enseñanzas a los griegos.

65.5. "Pero hablamos de una sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no (es) de este mundo, ni de los jefes de este mundo, los que van desapareciendo; sino que hablamos una sabiduría de Dios en el misterio, escondida" (1 Co 2,6-7).

El alimento que nos da el Verbo divino

66.1. Luego, más adelante, enseña la precaución para comunicar las palabras a la muchedumbre: "Y yo, hermanos, no he podido hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo; les di a beber leche, no alimento sólido; porque aún no eran capaces; porque ni aun ahora son capaces; porque todavía son carnales" (1 Co 3,1-3).

66.2. Si el Apóstol ha llamado leche al alimento de los infantes, y manjar sólido al de los perfectos (cf. Hb 5,13-14), por leche habrá que entender la catequesis que viene a ser el primer alimento del alma; y por manjar sólido la contemplación epóptica (= intuitiva): la carne y la sangre del Verbo (cf. Jn 6,53); esto es, la comprensión de la potencia y la esencia de Dios.

66.3. "Gusten y vean qué bueno es el Señor" (Sal 33 [34],9), dice [la Escritura]. Porque Él hace partícipes de sí a quienes más espiritualmente reciben ese alimento, por la que el alma se alimenta a sí misma, según Platón, el amigo (o: amante) de la verdad (cf. Seudo Platón, Epístolas, VII,341 C-D). Porque la comida y la bebida del Verbo divino es la gnosis de la esencia divina.

66.4. Por eso también dice Platón en el libro segundo de la "República": "A los que han sacrificado no un cerdo, sino una víctima mayor e inaccesible" (Platón, La República, II,378 A), es necesario que busquen lo referente a Dios.

66.5. Y el Apóstol escribe: "Nuestra Pascua inmolada es Cristo" (1 Co 5,7), víctima verdaderamente inaccesible, Hijo de Dios sacrificado por nosotros.


Capítulo XI: Sobre la purificación que conduce al conocimiento

El conocimiento de Dios exige la renuncia a las pasiones

67.1. El sacrificio agradable a Dios (lit.: que Dios recibe; cf. Flp 4,18) (consiste) en la separación impenitente del cuerpo y de sus pasiones. Esa es realmente la verdadera piedad.

67.2. Y por eso la filosofía es llamada por Sócrates con razón ejercicio de muerte; porque quien en la reflexión no se sirve de la vista ni se deja arrastrar por ningún otro sentido, sino que en sus relaciones con las cosas utiliza (sólo) la inteligencia pura, busca la filosofía verdadera.

67.3. Por ello también Pitágoras prescribía (o: aconsejaba) a los discípulos un silencio de cinco años, para que, desprendidos de los objetos sensibles, contemplaran lo divino con la desnuda inteligencia. De Moisés (tomaron) estas mismas cosas los filósofos griegos más eminentes.

67.4. Porque él ordena "dividir en partes los animales sacrificados, después de haberlos desollado" (Lv 1,6); una vez desnuda el alma gnóstica de su envoltura material, lejos de las charlatanerías carnales y de todas las pasiones que engendran las opiniones vacías y falsas, y desnuda de las concupiscencias carnales (cf. 1 P 2,11), es necesario que se consagre para la luz.

Dios nos ha colmado de dones

68.1. Pero la mayor parte de los hombres, protegiéndose en lo mortal como los caracoles, y envueltos en sus intemperancias como los erizos, tienen acerca del Dios bondadoso e incorruptible opiniones semejantes a las que tienen sobre ellos mismos.

68.2. Y pasa inadvertido para ellos, aunque se encuentren muy cerca de nosotros, cómo Dios nos ha dado innumerables cosas, de las que Él no participa: un nacimiento, siendo inengendrado; un alimento, no necesitándolo; un crecimiento, siendo siempre igual; una buena vejez y una muerte feliz, siendo inmortal y no envejeciendo.

68.3. Por eso, manos, pies, boca, ojos, entradas y salidas, cóleras y amenazas (o: arrogancias), no son mencionadas entre los hebreos como pasiones de Dios; de ningún modo, sino (que es necesario pensar) que estos nombres (tienen) una significación alegórica más santa, que aclararemos, al hilo del discurso, en el momento oportuno.

68.4. "La sabiduría es el fármaco que cura todos los males", escribe Calímaco en los "Epigramas" (46,4).

68.5. "Pero un sabio [deriva] de otro, antaño y ahora", dice Baquílides en los "Peanes": "Porque no es lo más fácil encontrar las puertas de las palabras misteriosas" (Baquílides, Fragmentos, 5).

Sin comprenderla, los griegos honran igualmente la vida gnóstica

69.1. De igual manera Isócrates [dice] bellamente en el "Panatenaico": ¿A quiénes llamo educados? (Y) explicando agrega: "En primer lugar, a los que actúan bien en los asuntos que encuentran cada día, a los que tienen opinión certera de las circunstancias, y, por encima de todo, a los que tienen capacidad de acertar en lo que interesa".

69.2. "En segundo lugar, a los que tratan siempre conveniente y justamente con sus vecinos, y soportan dulce y fácilmente las molestias e inoportunidades de los otros, a la vez que ellos mismos se muestran lo más complacientes y moderados que pueden con los que les rodean".

69.3. "Y también a los que dominan a los placeres, y no se dejan vencer más de lo conveniente por las desgracias, sino que se conducen en ellas varonilmente y de modo digno a la naturaleza que compartimos".

69.4. "En cuarto lugar, que es lo más importante, a los que no son corrompidos por la buena fortuna, ni están trastornados, ni devienen orgullosos, sino que se mantienen en los límites de la prudencia".

69.5. Luego añade el colofón del discurso: "A los que no sólo poseen una sola de aquellas, sino todas a la vez en una única armonía del alma, éstos, digo yo, son los prudentes, los varones perfectos, y que tienen todas las virtudes" (Isócrates, Panatenaico, 30-32,239 A-C).

69.6. ¿Ves cómo también los griegos, aun no comprendiendo como se debe, deifican la vida gnóstica? Pero, qué sea la gnosis, ni en sueños la conocen.

Cristo es la víctima inmolada por nuestra salvación

70.1. Si, por tanto, se está de acuerdo con nosotros en que la gnosis es un alimento espiritual (lit.: alimento lógico; otra traducción: "alimento [que viene] del Verbo"), "bienaventurados", realmente según la Escritura, "los que tienen hambre y sed" (Mt 5,6) de la verdad, porque serán saciados de un alimento eterno.

70.2. Sin duda, concuerda admirablemente con lo que hemos dicho el filósofo de la escena, Eurípides, que, no sé cómo, insinúa al Padre y al Hijo al mismo tiempo:

70.3 ."A ti, que riges todas las cosas, ofrezco una libación sacrificial, Zeus o Hades, como prefieras ser llamado. Recibe tú mi sacrificio excepcional, pleno y que contiene todos los frutos" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.4. Porque Cristo fue una ofrenda total por nosotros (cf. Lv 5,10), sacrificio insuperable. Y que habla del Salvador mismo sin saberlo, lo hace con claridad, añadiendo a continuación:

70.5. "Porque tú, de entre los dioses de los cielos, tienes en tus manos el cetro de Zeus, participando, entre los seres que están bajo tierra, del poder de Hades" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.6. Después dice abiertamente: "Envía hacia la luz las almas de los muertos, a los que desean conocer de antemano los combates, de dónde surgen, cuál es la raíz de los males, a quién de los bienaventurados hay que ofrecer sacrificios para encontrar descanso de los sufrimientos" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.7. Por tanto, no sin razón también entre los griegos los misterios comienzan con las purificaciones, como entre los bárbaros con el bautismo (lit.: baño).

Las etapas de la contemplación

71.1. Después de esto (tienen lugar) los pequeños misterios, que tienen como finalidad la enseñanza y preparación de lo que debe seguir; pero los grandes [misterios] (son) sobre todas las cosas, donde ya no queda nada que aprender, sino contemplar epópticamente y comprender la naturaleza y las realidades.

71.2. Y podremos conseguir el método catártico por la confesión [pública de la fe], y el epóptico por el análisis progresando hacia la inteligencia primera; partiendo, por el análisis, desde las cosas que están subordinadas a ese principio, abstraemos las cualidades físicas del cuerpo, y eliminamos las dimensiones de profundidad, luego de anchura, y también de longitud. El signo que queda es la unidad que tiene una posición, por decirlo de alguna manera, y si de ella quitamos la posición, (se tiene) la compresión de la unidad.

71.3. Si, entonces, quitando todo lo que se encuentra en los cuerpos y en lo que se llama incorporal, nosotros mismos nos lanzamos hacia la grandeza de Cristo, y desde allí avanzamos con santidad hacia el abismo (o: vacío); nos introduciremos de alguna manera en la comprensión del Todopoderoso, conociendo no lo que es, sino lo que no es.

71.4. No hay que pensar en absoluto en figura, movimiento, reposo, trono, lugar, derecha o izquierda del Padre del universo, aunque todo eso esté escrito. Pero qué significan cada una de esas (palabras) será mostrado abiertamente en el lugar apropiado.

71.5. La Causa primera no está en un lugar, sino que está por encima de lugar, tiempo, nombre y comprensión (cf. Ef 1,21). Por eso también dice Moisés: "Manifiéstate a mí tú mismo" (Ex 33,13), insinuando muy claramente que Dios no puede ser enseñado ni expresado por los hombres, sino que sólo puede ser conocido gracias a su propio poder. Porque la investigación es informe e invisible, pero la gracia de la gnosis (procede) de Él por medio del Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).

La enseñanza de las Sagradas Escrituras sobre el conocimiento de Dios

72.1. Salomón nos lo testimoniará más claramente, cuando dice: "No hay en mí prudencia humana, pero Dios me da la sabiduría; y he conocido cosas santas" (Pr 30,2-3).

72.2. En efecto, interpretando alegóricamente la Inteligencia divina, Moisés la llamó "árbol de vida" (Gn 2,9; 3,22; Ap 22,2) plantado en el paraíso; pero dicho paraíso puede ser también el mundo, en el que se ha producido todo lo referente a la creación.

72.3. También en ese [mundo] floreció (cf. Sal 91 [92],13) y dio su fruto el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), y vivificó a quienes han gustado de su bondad (cf. Sal 1,3; 33 [34],9; Jn 1,14; 1 P 2,3); sin el árbol, es imposible que alcancemos la gnosis. Porque nuestra vida fue crucificada (lit.: estuvo suspendida; cf. Dt 21,23; 28,66) para nuestra fe.

72.4. Y Salomón dice nuevamente: "Es un árbol de inmortalidad para quienes la consiguen" (Pr 3,18; cf. 30,2-3).

72.5. Por eso dice [la Escritura]: "Mira, pongo ante tu rostro la vida y la muerte, el amar al Señor Dios, seguir sus caminos, escuchar su voz y creer en la vida. Pero si transgreden las órdenes y preceptos que les he dado, perecerán con ruina [segura]. Porque esto (es) la vida y la pervivencia de tus días: amar al Señor tu Dios" (Dt 30,15-20).



La iniciación en los misterios de la fe

73.1. Además: "Levantándose Abrahán hacia el lugar que Dios mismo le había dicho, y levantando los ojos al tercer día, vio de lejos el lugar" (Gn 22,3-4).

73.2. Porque el primer día es el de la vista de lo bello; el segundo el del deseo del alma por las cosas mejores; pero en el tercero es cuando la inteligencia discierne lo espiritual (cf. Ef 1,18), porque los ojos del entendimiento han sido abiertos por el Maestro resucitado al tercer día. Pero los tres días también podrían ser el misterio del sello, mediante el que se cree en aquel que es realmente Dios.

73.3. Es, por tanto, natural que [Abrahán] vea el lugar desde lejos (cf. Gn 22,4), puesto que la región de Dios es difícil de acceder, a la que Platón llamó región de las ideas (cf. Filón de Alejandría, Sobre los sueños, I,64-66; Platón, Sofista, 235 D; Fedro, 247 C 4), tomando de Moisés que Él es un lugar en cuanto que contiene todas las cosas y el universo.

73.4. Pero es verosímil que Abrahán lo vea desde lejos, porque se encuentra en proceso (o: en un devenir), y también es iniciado en los misterios poco a poco por un ángel (cf. Gn 22,11-12).

Dios es invisible e incircunscrito

74.1. Por eso dice el Apóstol: "Ahora vemos como mediante un espejo, pero entonces [veremos] cara a cara" (1 Co 13,12), según aquellas únicas aprehensiones puras e incorpóreas de la mente.

74.2. "Pero también es posible conjeturar algo de Dios mediante el uso de la dialéctica, si uno consiguiera lanzarse hacia lo que es en sí cada cosa, sin ninguna de las sensaciones, para elevarse por encima de lo que existe y no desertar de los seres hasta remontarse a lo que está más arriba. Después se llega al término mismo de lo inteligible", según Platón (República, VII,532 A-b).

74.3. Moisés, de nuevo, no permitió que se edificasen altares y templos en muchos lugares, sino que construyó un único templo de Dios, y de esa manera anunciaba el mundo unigénito, como dice Basílides, y el Dios único, lo cual ya no le parece bien a Basílides.

74.4. Y porque el gnóstico Moisés no encerraba en un lugar al incircunscrito (o: no circunscrito), tampoco introdujo en el templo ninguna estatua para venerar, mostrando que Dios es invisible e incircunscrito, pero conduciendo a los hebreos a que se hicieran una idea de Dios mediante la estima del Nombre (presente) en el templo.

74.5. Por tanto, al oponerse el Verbo a las construcciones de lugares sagrados y a cualquier sacrificio, deja entrever que el Todopoderoso no está en un lugar, cuando dice: "¿Qué casa me edificarán?, dice el Señor. El cielo es mi trono" (Is 66,1), etc.

74.6. Sobre los sacrificios [dice] igualmente: "No quiero sangre de toros ni grasa de corderos" (Is 1,11), y todo lo que después de eso el Espíritu Santo prohíbe por medio del profeta.

El culto en espíritu y en verdad

75.1. Así, hermosamente está de acuerdo con eso Eurípides, cuando escribe: "¿Qué mansión, hecha por carpinteros, podría encerrar dentro de sus muros a la persona divina" (Eurípides, Fragmentos, 1130).

75.2. Y sobre los sacrificios dice del mismo modo: "Porque Dios, si realmente es Dios, no necesita, de nada; de poetas son estas miserables palabras" (Eurípides, Hércules, 1345-1346).

75.3. Porque Dios no ha hecho el mundo por necesidad, para recibir honores de los hombres, de otros dioses y de los démones, dice Platón, como si se propusiera conseguir alguna ganancia de la creación, humos (sacrificiales) de nuestra parte, o los servicios litúrgicos de los dioses o de los démones" (= texto que no aparece entre las obras de Platón; cf. Teodoreto de Ciro, Terapéutica de la enfermedades helénicas, IV,34; VII,48).

75.4. Muy instructivo, en efecto, es lo que dice Pablo en los "Hechos de los Apóstoles": "El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombres, ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo Él mismo quien da a todos el aliento, la vida y todas las cosas" (Hch 17,24-25).

Los griegos también prohibían los ídolos

76.1. Y también Zenón, el fundador de la escuela estoica, en el libro sobre la "República" dice que no se deben hacer ni templos ni estatuas, puesto que no hay ninguna construcción digna de los dioses, y no teme escribir estas expresiones: "No será necesario construir edificios sagrados, porque no se debe llamar sagrado a lo que de ninguna manera es digno ni santo. En absoluto es digna y santa una obra de albañiles y obreros" (Zenón, Fragmentos, 264).

76.2. Con razón también Platón, sabiendo que el mundo es templo de Dios, mostraba a los ciudadanos el lugar de la ciudad, donde habían de erigirse para ellos los ídolos, pero les prohibió que tuvieran en particular estatuas de los dioses.

76.3. "Nadie, entonces, dice, consagre algo sagrado a los dioses; porque el oro y la plata son en otras ciudades, tanto en las casas particulares como en los templos, riquezas que suscitan la envidia. El marfil, por tratarse de un cuerpo que ha perdido su alma, no es una buena ofrenda. El hierro y el bronce son instrumentos de guerra. Pero de madera, y sólo de madera, que cada uno ofrezca lo que quiera a los templos públicos, e igualmente de piedra" (Platón, Las Leyes, XII,955 E-956 A).

Testimonio de Sofonías

77.1. Con razón, en la carta grande, dice: "Porque no es comunicable como las otras ciencias, sino que del abundante trato con la realidad misma y de la convivencia, de repente una luz que brota de un fuego chispeante es producida en el alma y [esa luz] se alimenta por sí misma" (Seudo Platón, Cartas, VII,341 C-D).

77.2. ¿Acaso estas cosas no son parecidas a las que dice el profeta Sofonías? "Y el Espíritu me subió y me llevó al quinto cielo y contemplaba ángeles que eran llamados señores, y la diadema estaba puesta sobre ellos en Espíritu Santo y el trono de cada uno de ellos era siete vez más [brillante] que la luz del sol que sale; habitaban en templos de salvación y entonaban himnos al supremo Dios inefable" (Apocalipsis; sólo conocido por este fragmento).

Capítulo XII: Sobre el conocimiento de Dios

Platón, Moisés y Orfeo coinciden sobre la inaccesibilidad del conocimiento de Dios

78.1. "Es trabajoso descubrir al Padre y Creador de todo y, una vez descubierto, es imposible darlo a conocer (o: declararlo) a todos" (Platón, Timeo, 28 C). "Porque en modo alguno se puede decir como en las demás ciencias" (Seudo Platón, Cartas, VII,341 C), dice Platón, el amigo de la verdad.

78.2. Porque ha oído muy bien que Moisés, el que todo lo sabe, cuando subió a la montaña (cf. Ex 19,12. 20) -mediante la santa contemplación hasta la cima de lo inteligible- ordenó obligatoriamente a todo el pueblo que no subiese con él (cf. Ex 19,23; 19,12. 21. 24).

78.3. Y cuando la Escritura dice: "Moisés entró en la nube donde estaba Dios" (Ex 20,21), indica, a los pueden comprender, que Dios es invisible e inefable, pero que una oscuridad, realmente la incredulidad e ignorancia de muchos, es colocada delante del resplandor de la verdad.

78.4. También el teólogo Orfeo saca provecho de ahí diciendo: "El es uno, perfecto en sí; del uno fructifica todo como hijos", -o son por naturaleza, porque así también está escrito-, (y) añade: "Ningún mortal lo ha visto, pero él los ve a todos" (Orfeo, Fragmentos, 245,8-10).

78.5. Y agrega con mayor claridad: "Pero yo no lo veo; puesto que se ha establecido en torno a una, nube. Los hombres todos tienen pupilas mortales en los ojos, pequeñas, porque carnes y huesos las mantienen adheridas" (Orfeo, Fragmentos, 245,14-16).

La visión de Pablo. Testimonio de Platón

79.1. "Testimoniará en favor de lo dicho el Apóstol, diciendo: "Sé de un hombre en Cristo que fue arrebatado hasta el tercer cielo" (2 Co 12,2), y desde allí "hasta el paraíso, el cual oyó palabras inefables que el hombre no puede proferir" (2 Co 12,4); dando a entender así la inefabilidad de Dios, añadiendo "no puede proferir", no por una ley o por temor de algún precepto, sino para indicar que la divinidad es inefable para el poder humano; porque si comienza a hablar por encima del tercer cielo, como (es) costumbre, (es) con los que allá inician en los misterios a las almas elegidas.

79.2. Porque yo sé que también en Platón -puesto que los ejemplos de la filosofía bárbara son muchos, los dejo de lado por ahora en mi escrito, y aguardo el momento oportuno, según lo he prometido anteriormente- se distinguen muchos cielos.

79.3. Preguntándose, en efecto, en el "Timeo", si hay que considerar muchos mundos o solo éste, no distingue respecto a los nombres, empleando como sinónimos mundo y cielo. Y expresamente habla de la siguiente manera:

79.4. "¿Es preferible que hablemos de un solo cielo o es más correcto hablar de varios o de infinitos? De uno, puesto que ha debido ser creado según el modelo" (Platón, Timeo, 31 A).

El conocimiento de Dios por la fe

80.1. También en la carta de los romanos a los corintios se ha escrito: "El océano (es) ilimitado para los hombres, y los mundos más allá de él" (Clemente de Roma, Carta primera a los corintios, 20,8).

80.2. De nuevo el venerable Apóstol exclama consecuentemente: "Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la gnosis de Dios" (Rm 11,33).

80.3. Y quizás esto era lo que ibndicaba el profeta al ordenar hacer "panes ácimos cocidos bajo ceniza" (Ex 12,39), dando a entender que la palabra de la iniciación, verdaderamente sagrada, sobre el Inengendrado y sus potencias, debe ser mantenida en secreto.

80.4. Confirmando estas cosas, el Apóstol, en la "Carta a los Corintios" dijo abiertamente: Hablamos una sabiduría entre los perfectos; sabiduría que, sin embargo, no es de este mundo, ni de los jefes de este mundo, los que van desapareciendo; sino que hablamos una sabiduría de Dios en el misterio, escondida" (1 Co 2,6-7).

80.5. Y de nuevo en otro lugar dice: "Para el conocimiento pleno del misterio de Dios en Cristo, en quien se hallan escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la gnosis" (Col 2,2-3).

80.6. Ratifica estas cosas nuestro mismo Salvador, cuando dice así: "Porque a ustedes se les ha dado conocer el misterio del reino de los cielos" (Mt 13,11).

80.7. Y de nuevo dice el Evangelio, cómo nuestro Salvador anunciaba la palabra a los Apóstoles en misterio. Porque también la profecía dice sobre Él: "Abrirá su boca en parábolas y difundirá las cosas ocultas desde la fundación del mundo" (Mt 13,35; cf. Sal 77 [78],2).

80.8. Y ciertamente, el Señor revela lo oculto, mediante la parábola de la levadura, porque dice: "Es semejante el reino de los cielos a la levadura que toma una mujer y la esconde en tres medidas de harina, hasta que toda (la masa) ha fermentado" (Mt 13,33; Lc 13,20-21).

80.9. Porque el alma, en sus tres partes, es salvada por la obediencia, por la fuerza espiritual escondida en ella mediante la fe, o porque la fuerza de la Palabra que nos ha sido dada, siendo vigorosa y poderosa, atrae hacia sí secreta e invisiblemente a todo el que la recibe, y la guarda dentro de sí y conduce hacia la unidad todo su conjunto.

Cristo nos ha dado a conocer al Padre

81.1. Muy sabiamente ha escrito Solón estas cosas sobre Dios: "Es muy difícil conocer la medida de la inteligencia invisible, la única que contiene los límites de todas las cosas" (Solón, Fragmentos, 16).

81.2. "Porque lo divino, dice el poeta Agrigento, no es accesible para alcanzarlo con nuestros ojos ni tomarlo con las manos, ya que es el mas grande camino de convicción que acontece en el espíritu humano" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 133).

81.3. Y el apóstol Juan [dice]: "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios unigénito, el que está en el seno del Padre, ése lo dio a conocer" (lit.: explicó; Jn 1,18)); y llamó seno de Dios a lo invisible e inefable. Y de allí que algunos lo han llamado abismo, porque rodea y contiene todo, siendo Él inaccesible y sin límite.

81.4. Ciertamente este discurso sobre Dios es el más difícil de tratar. Porque tan pronto (como) es difícil encontrar el principio de cualquier cosa, mucho más difícil (es demostrar) el primer y más antiguo Principio, que es la causa del nacer y del existir de todas las otras cosas.

81.5. Puesto que ¿cómo puede expresarse lo que no tiene género, ni diferencia, ni especie, ni individuo, ni número, ni siquiera accidente, ni lo que es susceptible de accidente?. No sería correcto llamarle Todo; porque el todo (es) del orden de la magnitud y [Dios] es Padre de todo.

81.6. Tampoco se puede hablar de partes en Él; porque el Uno es indivisible, y por ello también infinito (o: ilimitado), no según la extensión imposible de entender, sino según una extensión sin límites, y, en consecuencia sin figura ni nombre.

Para el conocimiento del Dios verdadero necesitamos el auxilio de la gracia divina

82.1. Y si lo nombramos alguna vez, no es sino de manera impropia, pues al llamarle Uno, Bien, Inteligencia o el propio Ser, Padre, Dios, Demiurgo o Señor, no lo decimos como quien profiere su nombre, sino que por la dificultad nos servimos de nombres hermosos, para que la mente, sin andar errante sobre otras cosas, se apoye en ellos.

82.2. Porque cada (nombre) por sí mismo no es lo propio de Dios, sino que todos reunidos dan a entender la potencia del Omnipotente. Porque los predicados o se profieren por lo que tienen de propio con las mismas cosas, o por la relación de unas cosas con otras; pero nada de esto cabe suponer sobre Dios.

82.3. Pero tampoco [Dios] está al alcance de la ciencia demostrativa; porque ésta consta de elementos anteriores y más conocidos; sin embargo, nada preexiste al Inengendrado.

82.4. Sólo queda conocer lo Incognoscible con la gracia divina y mediante el Verbo (que procede) de Él; y por eso Lucas en los "Hechos de los Apóstoles" recuerda lo que dice Pablo: "Varones Atenienses, veo cómo son en todo sobremanera religiosos. Porque, al pasar y observar los objetos de su culto he hallado un altar en el cual está escrito: "Al dios desconocido". Al que sin conocerlo veneran, es a quien yo les anuncio" (Hch 17,22-23).



Capítulo XIII: El conocimiento es un don de Dios

El alma recibe "una gracia extraordinaria"

83.1. Ahora bien, todo lo que es susceptible de ser nombrado es engendrado, se quiera o no. Bien porque el Padre mismo atraiga hacia sí (cf. Jn 6,44) a todo el que ha vivido con pureza y ha avanzado hasta la noción de la naturaleza bienaventurada e incorruptible, o bien porque la libertad, en nosotros, llegando a la gnosis del bien, salta y brinca sobre el foso, como dicen los gimnastas; pero no es sin una gracia extraordinaria como el alma recibe alas para levantar vuelo y levantarse por encima de lo que la supera, una vez despojada de todo peso y entregándola al que le es familiar (cf. PLatón, Fecro, 246 C; 247 B; 255 C-D).

83.2. Platón dice también en el "Menón" que la virtud es un don de Dios, como lo muestran estas palabras: "Así, según ese razonamiento, oh Menón, es manifiesto para nosotros que por una disposición divina la virtud viene a quienes ha venido" (Platón, Menón, 100 B).

83.3. ¿No te parece que la "disposición divina" designa indirectamente la actitud gnóstica que no viene a todos?

83.4. Y añade con mayor claridad: "Pero si ahora en todo este discurso hemos dirigido bien nuestra investigación, la virtud no será ni algo natural, ni la consecuencia de una enseñanza, sino que es dada por una disposición divina a los que la poseen, no sin intervención de la inteligencia" (Platón, Menón, 99 E).

83.5. La sabiduría, entonces, es un don divino, es una fuerza del Padre (cf. 1 Co 1,24) que empuja nuestra libertad, recibe la fe y recompensa el inicio de la elección con la comunión suprema.

Los verdaderos testigos de las realidades divinas

84.1. Y también les voy a citar al mismo Platón que recomienda expresamente creer a los hijos de Dios. Porque una vez que ha tratado en el "Timeo" sobre los dioses visibles y engendrados, dice: "En cuanto a las otras divinidades, decir y conocer su origen es una tarea que nos sobrepasa, pero conviene confiar en los que han hablado antes, porque son descendientes de dioses, como dicen, y conocen a la perfección, sin duda, a sus progenitores. Es, por tanto, imposible no creer a los hijos de los dioses, aunque hablen sin argumentos verosímiles ni necesarios" (Platón, Timeo, 40 D-E).

84.2. Pienso que los griegos no pueden dar un testimonio más claro sobre que nuestro Salvador y los que han recibido la unción profética, declarados hijos de Dios, y el Señor, siendo Hijo por naturaleza; esos son los verdaderos testigos de las cosas divinas; y por eso es necesario creer, añadió [Platón], a los que están inspirados por Dios.

3. Y si alguno dijera más trágicamente no creer: "Porque no es Zeus quien me anunció estas cosas" (Sófocles, Antígona, 450), que sepa que Dios mismo, por medio del Hijo, ha proclamado las Escrituras. Y es digno de fe el que comunica las cosas propias, puesto que "nadie, dice el Señor, conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27; Lc 10,22).

La fe y la confianza hay que ponerlas en el Señor

85.1. Así, también según Platón es necesario creer en Él, aunque se proclame y se hable, "sin argumentos verosímiles ni necesarios" (Platón, Timeo, 40 E), por medio del Antiguo y del Nuevo Testamento. "Porque si ustedes no creen, dice el Señor, perecerán en sus pecados" (Jn 8,24). Y al contrario: "El que cree tiene vida eterna" (Jn 3,15-16. 36; 5,24). "Bienaventurados todos los que confían en Él" (Sal 2,12).

85.2. La confianza es más que la fe. Cuando uno sabe que el Hijo de Dios es nuestro maestro, confía en que su enseñanza es verdadera.

85.3. Y de la misma manera que, según Empédocles, "el estudio hace crecer la inteligencia" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 17), así también la confianza en el Señor aumenta la fe.

85.4. Decimos, por tanto, que es de los mismos que censuran la filosofía, atacar la fe, aprobar la injusticia y tener por feliz la vida según la concupiscencia.

Cristo es la puerta de la verdad

86.1. Pero aunque la fe sea un asentimiento voluntario del alma, sin embargo es artífice de las cosas buenas y fundamento de la práctica de la justicia.

86.2. Si Aristóteles enseña en las disertaciones técnicas que el hacer (es propio) de los seres irracionales e inanimados, y que el obrar es propio de sólo los hombres (Aristóteles, Ética a Eudemo, II,6,1222 b 20; II,8,1224 a 28; Ética a Nicómaco, VI,4,1140 a 1), corrija a los que llaman a Dios Hacedor del universo (cf. Platón, Timeo, 28 C). Pero lo que se hace o es bueno o es necesario, dice (cf. Aristóteles, Política, VII,14,1333 a 32). Así, el ser injusto no es bueno -porque nadie comete una injusticia si no es en relación con un fin ulterior-, y nada de lo voluntario es necesario (cf. Aristóteles, Ética a Nicómaco, X,5,1175 b 26). Ciertamente, la injusticia es voluntaria, de modo que no es una necesidad.

86.3. Y los virtuosos se diferencian de los malos preferentemente por las elecciones y deseos moderados. Porque toda perversidad del alma está (ligada) a la intemperancia, y quien obra con intemperancia lo hace por falta de dominio y por maldad.

86.4. Así me ocurre a mí al mirar cada día aquella expresión divina: "En verdad, en verdad les digo que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas; a éste le abre el portero" (Jn 10,1-3). Luego, explicándose el Señor, dice: "Yo soy la puerta de las ovejas" (Jn 10,7).

La intuición de un único Dios

87.1. Por tanto, para salvarse es necesario aprender la verdad por medio de Cristo, aunque hayan alcanzado la sabiduría en la filosofía griega. Porque ahora se ha mostrado visiblemente que "lo que no fue dado a conocer en otras generaciones a los hijos de los hombres, ahora se ha revelado" (Ef 3,5).

87.2. La intuición de un Dios único, Todopoderoso, (es) siempre natural en todos los sensatos, y es mayoría la que, sin haber perdido totalmente el pudor frente a la verdad, ha reconocido el eterno favor de la providencia divina.

87.3. Así, Jenócrates de Calcedonia (cf. Fragmentos, 21) no excluye del todo la idea de lo divino, incluso en los animales irracionales; y Demócrito, aunque no lo quiera, lo tendrá que confesar por la coherencia de sus teorías: puesto que ha supuesto que idénticas formas vienen a los hombres y a los seres irracionales de la naturaleza divina (cf. Demócrito, Testimonia, 68 A 79).

87.4. Es necesario que esté privado casi totalmente de la idea divina el hombre, de quien está escrito en el "Génesis" que también participa del soplo [divino] (cf. Gn 2,7) y participa de una sustancia más pura que los otros vivientes.

El Espíritu Santo nos es dado a los creyentes

88.1. De ahí que los pitagóricos digan, lo mismo que confiesan Platón y Aristóteles, que la inteligencia llega a los hombres por una disposición divina.

88.2. Pero nosotros decimos que el Espíritu Santo es inspirado en el creyente; sin embargo, los platónicos establecen la inteligencia en el alma (cf. Platón, Timeo, 30 B; 69 C; 89 E), resultando una emanación de la disposición divina, y el alma en el cuerpo.

88.3. Porque está dicho muy claramente por Joel, uno de los doce profetas: "Y sucederá después de esto; derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas" (Jl 3,1). Pero el Espíritu no está en cada uno de nosotros como una parte de Dios.

88.4. Pero cómo tiene lugar esa distribución y qué es el Espíritu Santo, lo mostraremos en los [libros] "Sobre la profecía" y "Sobre el alma".

88.5. No obstante, "buena desconfianza es ocultar" las profundidades de la gnosis (cf. Rm 11,33), según Heráclito, "porque la desconfianza evita (lit.: escapa) darse a conocer" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 86).


Capítulo XIV: El robo de los griegos

Afirmaciones de los estoicos sobre Dios

89.1. A continuación hay que añadir y mostrar ahora con más claridad el robo griego desde la filosofía bárbara.

89.2. Porque los estoicos dicen que Dios es cuerpo y espíritu por esencia, como ciertamente también el alma. Todas estas cosas las encontrarás con claridad en las Escrituras. Y no pienses ahora en el sentido alegórico (de las Escrituras), como transmite la verdad gnóstica, mostrando algo, pero indicando (otra cosa), al igual que los sabios luchadores.

89.3. Pero (los estoicos) dicen que Dios penetra a través de toda la esencia; y nosotros le llamamos único Hacedor, y hacedor por el Verbo (cf. Jn 1,3).

89.4. Les ha seducido lo que se dice en la "Sabiduría": "Penetra y se difunde por doquier mediante la pureza" (Sb 7,24), porque no entendieron que estas cosas se decían acerca de la Sabiduría, la primera creación de Dios.

89.5. Sí, dicen, pero los filósofos ponen la materia entre los principios; así los estoicos, Platón y Pitágoras, lo mismo que Aristóteles el peripatético, pero no como un único principio.

89.6. Porque deberán saber que lo que se llama materia, y ellos dicen que carece de cualidad y de forma, también es denominada más audazmente por Platón como no-ser.

89.7. Y (puede) que [Platón] supiera lo que es más misterioso: que uno sola es la sustancia que realmente existe, y dice estas expresiones en el "Timeo": "Pero ahora, éste es nuestro pensamiento: el principio o principios de todas las cosas, o como se prefiera denominar, no es algo para tratar ahora, no por otra razón que la dificultad que entraña el método de exposición que ahora se utiliza" (Platón, Timeo, 48 C).

Las penas después de la muerte

90.1. Además aquella expresión profética: "La tierra era invisible y estaba confusa" (Gn 1,2), fue interpretada por aquellos [filósofos] como una sustancia material informe.

90.2. Sí, ciertamente, (la idea) de la introducción automática le vino a Epicuro por no haber comprendido la expresión siguiente: "Vanidad de vanidades, todo vanidad" (Qo 1,2).

90.3. Y Aristóteles, el hacer bajar la providencia hasta la luna deriva de aquello del "Salmo": "Señor, tu misericordia está en el cielo y tu verdad llega hasta las nubes" (Sal 35 [36],6). Porque antes de la venida del Señor aún no se había revelado el sentido de los misterios proféticos.

90.4. En cuanto a los castigos posteriores a la muerte y al castigo por medio del fuego, toda la musa poética, al igual que la filosofía griega, lo ha sustraído de la filosofía bárbara.

90.5. Así, Platón, en el último [libro] de la "República" dice con estos mismos términos: "Hay, por tanto, hombres salvajes, que se ven envueltos en fuego, presentes allí, que examinan con cuidado el lenguaje, llevando consigo a cuantos apresan; pero a Arideo y a los otros que atan las manos, los pies y la cabeza, los derriban y los desuellan, (y) arrastrándolos a la orilla del camino, los desgarran sobre retamas espinosas" (Platón, República, X,615 E-616 A).

90.6. Porque los varones envueltos de fuego quieren representar para él a los ángeles que se adueñan de los injustos para castigarlos: "Él hace, dice [la Escritura], a sus ángeles espíritus, y a sus ministros fuego ardiente" (Sal 103 [104],4).

Los ángeles

91.1. De estas cosas se deduce que el alma es inmortal. Porque, teniendo sensaciones, es castigado o educado, está vivo, aunque se diga que padece.

91.2. ¿No conocía Platón los ríos de fuego y la profundidad de la tierra cuando, a la llamada por los bárbaros Gehenna (cf. Lc 12,5), la denomina poéticamente Tártaro, o cuando designa Cocito, Aqueronte y Piriflegetonte, y otros lugares de castigos semejantes para educar y reprimir?

91.3. Pero, él también menciona a los ángeles de los pequeños y de los menores (cf. Mt 18,10; 25,40. 45) que, según la Escritura, ven a Dios al igual que la solicitud que desciende sobre nosotros por mediación de los ángeles dispuestos para esta tarea (cf. Hb 1,1), y no teme escribir:

91.4. "Una vez que todas las almas eligieron sus vidas, se acercaban como por suerte en orden a Láquesis, y ella daba a cada una el genio (daímon) que había preferido, para que fuera el guardián de la vida y el garante de las elecciones" (Platón, República, X,620 D-E).

91.5. Quizás también en Sócrates el genio (o: demonio) insinuaba esto mismo.



El diablo

92.1. Sí, en verdad, tomándolo de Moisés, los filósofos han dogmatizado que el mundo fue creado.

92.2. También Platón dijo abiertamente: "¿Existía, sin tener comienzo alguno, o bien fue creado comenzando a partir de algún principio? Fue creado, porque siendo visible es tangible, y al ser tangible tiene cuerpo" (Platón, Timeo, 28 B).

92.3. Y también, cuando dice que "es trabajoso descubrir al Creador y Padre de todo" (Platón, Timeo, 28 C), no sólo indica que el mundo ha sido creado, sino que también señala que ha nacido de Dios como de un hijo, y por eso es llamado Padre suyo, para dar a entender que ha nacido únicamente de Él y no de una materia existente.

92.4. Y también los estoicos aceptan que el mundo ha sido creado.

92.5. Sobre el Diablo mencionado por la filosofía bárbara, que es el príncipe de los demonios, Platón, en el [libro] décimo de las "Leyes", dice que es un alma maléfica, en estos mismos términos:

92.6. ¿No es necesario decir también que esa alma, que administra y gobierna a los que se mueven por todas partes, rige también el cielo? Sí, ciertamente. ¿Será un alma o muchas? Muchas, respondo por ustedes. Y no estimamos menos de dos: una bienhechora y otra que hace lo contrario" (Platón, Leyes, X,896 D-E).

Mundo inteligible y mundo sensible

93.1. Y de manera semejante en el "Fedro" escribe esto: "Existen, sin duda, también otros males, pero cierta divinidad (daímon) puso en la mayor parte de ellos un gozo momentáneo" (Platón, Fedro, 240 A-B).

93.2. Pero también en el [libro] décimo de las "Leyes" menciona abiertamente aquella idea apostólica: "No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los espíritus que están en los cielos" (Ef 6,12).

93.3. Así como [Platón] escribe: "Porque nosotros mismos reconocemos que el cielo está lleno de muchas cosas buenas, también de las contrarias, y que (son) las más abundantes, y la lucha entre ellas, decimos, es interminable y exige una extraordinaria vigilancia" (Platón, Leyes, X,906 A).

93.4. Por otra parte, la filosofía bárbara conoce el mundo inteligible y el sensible; aquél es arquetipo, (el otro) imagen del que es denominado paradigma. El primero es referido a la unidad (mónada), en cuanto que es inteligible, pero el sensible (lo atribuye) al número seis. Porque entre los pitagóricos el seis es llamado matrimonio, porque es un número generativo.

93.5. Y en la unidad (mónada) reúnen el cielo invisible, la tierra informe y la luz inteligible. Dice [la Escritura]: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; pero la tierra era invisible" (Gn 1,1-2).

El ser humano es imagen y semejanza de Dios

94.1. Y añade a continuación: "Y dijo Dios: hágase la luz; y se hizo la luz" (Gn 1,3). Y en la creación del mundo sensible (cosmogonía) crea un cielo sólido -pero lo sólido es sensible-, una tierra visible y la luz visible (cf. Gn 1,6-9. 14-17).

94.2. ¿No te parece que Platón (depende) de este (pasaje) cuando coloca las ideas de los seres vivos en el mundo inteligible y produce las formas sensibles según los géneros inteligibles?

94.3. De igual manera dice Moisés que el cuerpo, al que Platón llama tienda terrena (cf. Seudo Platón, Axiochus, 365 E-336 A), fue plasmado de la tierra, pero que el alma racional fue insuflada desde lo alto por Dios en el rostro (cf. Gn 2,7).

94.4. Porque allí mismo está establecido lo que llaman hegemónico, interpretando la entrada por medio de los sentidos, la entrada del alma, en el protoplasmado, por eso también el hombre fue creado "a imagen y semejanza" (Gn 1,26).

94.5. Porque imagen de Dios es el Verbo divino y regio, hombre impasible; pero la inteligencia humana es imagen de la imagen.

94.6. Pero si se quiere expresar la semejanza con otro nombre, encontrarás en Moisés que es llamada seguimiento divino. Porque dice: "Tras del Señor, su Dios, marcharán y guardarán sus mandamientos" (Dt 13,4). Pero pienso que los seguidores y servidores de Dios son todos los virtuosos.

Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

La verdadera amistad exige la bondad entre los amigos

95.1. Los estoicos dijeron que el objetivo de la filosofía (es) una vida conforme a la naturaleza, pero para Platón (es) la semejanza con Dios (cf. Teeteto, 176 A-b) -como hemos establecido en el segundo (libro) de los "Stromata"- (cf. II,100,3-4).

95.2. Zenón el estoico, tomándolo de Platón, pero que (lo saca) de la filosofía bárbara, dice que todos los hombres buenos son amigos unos de otros (cf. Zenón, Fragmentos, 233).

95.3. Porque en el "Fedro", Sócrates dice que "no está predeterminado que el malo sea amigo del malo, ni que el bueno no sea amigo del bueno" (Platón, Fedro, 255 B), como demostró suficientemente en el "Lisis", ya que en la injusticia y en la maldad no puede subsistir la amistad (cf. Platón, Lisis, 214 A-D).

95.4. Y el extranjero de Atenas dice lo mismo, "que existe una conducta amiga y seguidora de Dios, contenida en una frase antigua: que lo semejante es amigo de lo semejante, si guarda la medida; pero lo desmesurado no lo es ni de lo desmesurado ni de lo mesurado. Pero Dios es para nosotros la medida de todas las cosas" (Platón, Leyes, IV,716 C).

Dios conoce los corazones de los seres humanos

96.1. Y un poco más adelante añade de nuevo: "Porque todo hombre bueno es semejante al bueno, según esto, y siendo parecido a Dios, (es) amigo de todo (hombre) bueno y de Dios" (Platón, Lisis, 214 D).

96.2. Ahora hago memoria de aquello. Puesto que al final del "Timeo" dice: "El pensante debe parecerse a lo pensado, según la antigua naturaleza, y al hacerse semejante, alcance la realización perfecta de la vida, objetivo que los dioses han propuesto al hombre para el tiempo presente y el futuro" (Platón, Timeo, 90 D).

96.3. Porque eso puede ser lo mismo que esto: "Quien busca no cese de buscar hasta que encuentre. Y una vez haya encontrado, quedará admirado; admirándose reinará, y reinando descansará" (Evangelio de los Hebreos, Fragmentos, 16).

96.4. Pero ¿qué? ¿Acaso aquello de Tales no está unido a esto? [Tales] da a entender abiertamente lo que se dice entre nosotros: que Dios es glorificado por los siglos de los siglos (cf. Rm 16,27; Ga 1,5; 1 Tm 1,17) y que "es conocedor de los corazones" (Hch 1,24; 15,8: kardiognóstos). Interrogado sobre lo que es la divinidad, Tales dijo: "Lo que no tiene principio ni fin" (Tales de Mileto, Fragmentos, 1,137). Y preguntado por otro, si lo que un hombre hace permanece oculto a la divinidad, dijo: "¿Cómo? ¡Ni siquiera los pensamientos!" (Tales de Mileto, Fragmentos, 1,134),

96.5. En verdad, la filosofía bárbara sabe que sólo lo hermoso es bueno, y que la virtud es autosuficiente (lit.: que se basta a sí misma) para la felicidad, y por eso afirma: "Mira, he puesto ante tus ojos el bien y el mal, la vida y la muerte. Elige la vida" (Dt 30,15. 19).

96.6. Porque llama vida al bien, y hermoso a la elección (del bien); pero es malo la elección de lo contrario. Y el único fin de lo bueno y de la vida consiste en devenir amigo de Dios. "Porque ésta es tu vida y tu longevidad" (Dt 30,20), amar lo que conduce a la verdad.

El amor a Dios y al prójimo: plenitud de la Ley y los profetas

97.1. Pero hay algo más claro. Porque el Salvador, al prescribir el amor a Dios y al prójimo, dice que en esos dos mandamientos se contienen toda la ley y los profetas (cf. Mt 22,37. 39-40).

97.2. Los estoicos repiten sin cesar estas afirmaciones, y, antes de ellos, en el "Fedro", Sócrates suplica: "Oh Pan y demás dioses, concédanme ser hermoso en mi interior" (Platón, Fedro, 279 B).

97.3. Y en el "Teeteto" dice expresamente: "Porque el que habla hermosamente (es) bello y bueno" (Platón, Teeteto, 185 E).

97.4. Y en el "Protágoras" confiesa ante los compañeros de Protágoras que ha encontrado a uno más hermoso que Alcibíades, si lo más sabio es más hermoso (cf. Platón, Protágoras, 309 C-D).

97.5. Decía también que la virtud es la belleza del alma, pero que la maldad es la deformidad del alma (cf. Platón, República, IV,444 D-E), .

97.6. Ahora bien, el estoico Antípatro, que escribió tres libros sobre, según Platón, "que únicamente lo hermoso es bueno" (cf. Seudo Platón, Hipias mayor, 297 C), demuestra que, conforme (a Platón), la virtud es autosuficiente para la felicidad, y presenta muchos otros dogmas acordes con los estoicos (cf. Antípatro de Tarso, Fragmentos, 56).

97.7. Pero Aristóbulo, del tiempo de Tolomeo Filométer, a quien recuerda la epítome de los Macabeos (cf. 2 M 1,10; 2,23), escribió bastantes libros con los que se demuestra que la filosofía peripatética depende de la ley mosaica y de los otros profetas.



Afirmaciones de Platón que presentan referencias a la vida cristiana

98.1. Y sobre eso permanezcamos así. Pero somos hermanos, como que pertenecemos al Dios único y al único Maestro (cf. Mt 23,8-9; 25,40), lo manifiesta en algún sitio Platón exhortando de esta manera:

98.2. "Porque todos los que están en la ciudad (son) hermanos, les diremos según la fábula; pero, Dios, al plasmar, ha mezclado oro en el nacimiento de los aptos para gobernar, por eso son los más estimados; en cambio, plata al preparar a los auxiliares; bronce y hierro (al hacer surgir) a los labradores y otros artesanos" (Platón, República, III,415 A).

98.3. De aquí "ha surgido la necesidad, dice, por la que unos abrazan y aman aquello de lo que es objeto la gnosis, pero otros aquello de lo que (es) objeto la opinión" (Platón, República, III,479 E).

98.4. Porque predice esa naturaleza elegida deseosa de gnosis, si no (es) que por una hipótesis se refiere a tres naturalezas, tres formas de vida, como algunos han supuesto; así la plata [se refiera] a la de los judíos; la tercera a la de los griegos; y la de los cristianos en la que está mezclado el oro real, el Espíritu Santo.

98.5. Y escribe con exactitud la vida de los cristianos, al manifestar en el "Teeteto": "Hablemos sobre los corifeos. ¿Qué podría decir alguien a los que simplemente pasan el tiempo en la filosofía?".

98.6. Esos no conocen el camino del agora, ni dónde está la sede de la justicia, ni la sala de consejos, ni cualquier otra sala de deliberación comunitaria; ni leen ni escuchan las leyes y los decretos que se escriben.

98.7. Organizaciones de partidos, reuniones y festines junto a las flautistas, ¡ni en sueños se les ocurre frecuentar! Si algo bueno o malo ha sucedido en la ciudad, o que alguien haya recibido algún inconveniente de los antepasados, les pasa más inadvertido que los llamados toneles del mar.

98.8. Y no saben que no lo saben, si no que en realidad su cuerpo permanece y vive allí, pero él mismo anda volando, según Píndaro (Fragmentos, 292), observando por encima de las tierras y por encima de los astros del cielo, e investigando por doquier toda naturaleza" (Platón, Teeteto, 173 C-174 A).

La palabra creadora de Dios

99.1. De nuevo, a la sentencia del Señor "sea el sí de ustedes, sí, y su no, no" (Mt 5,37; cf. St 5,12), se puede comparar aquello otro: "Pero a mí jamás me es permitido admitir la mentira y hacer invisible la verdad" (Platón, Teeteto, 151 D).

99.2. Sobre la prohibición de jurar concuerda la expresión del [libro] décimo de las "Leyes": "Cesen la alabanza y el juramento sobre cualquier cosa" (Platón, Leyes, XI,917 C).

99.3. "Y en conjunto Pitágoras, Sócrates, y Platón, dicen escuchar la voz de Dios, cuando contemplan la constitución del universo, cuidadosamente producida por Dios y mantenida perpetuamente; porque lo han conocido de lo que dijo Moisés: "Dijo [Dios], y fue hecho" (Gn 1,3), describiendo que la palabra de Dios es acción" (Aristóbulo, según Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, XIII,13,21).

99.4. Además, estableciendo la plasmación del hombre del polvo de la tierra (cf. Gn 2,7), por ello los filósofos proclaman en toda ocasión al cuerpo como terreno (cf. Seudo Platón, Axiochus, 365 E y 366 A).

99.5. Y Homero no duda en emplear como imprecaciones (o: maldiciones) lo que sigue: "Pero ustedes todos, conviértanse en agua y tierra" (Ilíada, VII,99).

99.6. Como al decir de Isaías: "Písenlos como barro" (Is 41,25 y 10,6).

Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

Testimonios de los escritores griegos sobre Dios

100.1. Calímaco escribe con términos precisos: "Era aquel año, en el que el pájaro y el que vive en el mar y el cuadrúpedo también emitían sonidos, como el barro de Prometeo" (Calímaco, Fragmentos, 192,1-3).

100.2. Y en otro lugar él mismo dice: "Sí, Prometeo te plasmó, y no has nacido de otro barro" (Calímaco, Fragmentos, 493).

100.3. Hesíodo dice sobre Pandora: "Y ordenó al ilustre Hefesto que lo más pronto posible mezclara tierra con agua, y le infundiera voz humana e inteligencia" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 60-62).

100.4. En efecto, los estoicos definen al fuego como un artista que avanza por un camino para producir la naturaleza. Pero fuego y luz se llaman alegóricamente a Dios y a su Verbo, según la Escritura (cf. Ex 3,2; Dt 4,24; Jn 1,4; 1 Jn 1,5).

100.5. Pero, ¿qué? ¿Homero no parafrasea también la separación del agua de la tierra, que revela (y) manifiesta la tierra firme (cf. Gn 1,7-9), (cuando) dice sobre Tetis y el Océano: "Porque durante mucho tiempo se privan ya el uno al otro del lecho y del amor"? (Homero, Ilíada, XIV,206-207).

100.6. También los más elocuentes griegos atribuyen a Dios un poder universal; así, Epicarmo -que era pitagórico- dice: "Nada escapa a la divinidad. Es necesario que tú sepas eso; Dios mismo es nuestro vigilante y nada le es imposible" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 23).

Testimonios de los escritores griegos sobre Dios (continuación)

101.1. Y el poeta lírico [dice]: "Para Dios es posible hacer surgir la luz inmaculada de la tenebrosa noche, y cubrir con tinieblas obscuras el límpido resplandor del día" (Píndaro, Fragmentos, 108 b). -El único que puede establecer la noche en el pleno día, haber hecho, dice, es Dios mismo-.

101.2. Y Aratos, en los llamados "Fenómenos": "Y comencemos por Zeus, dice, a quien nosotros, varones, nunca debemos dejar silenciado. De Zeus están llenas todas las calles, todas las plazas de los hombres, llenos los mares y puertos. Todos y en todo necesitamos de Zeus" (Aratos, Fenómenos, 1-6).

101.3. Y añade: "Porque de él también somos linaje (cf. Hch 17,28)", en cuanto creación;"y él, benévolo con los hombres, da signos favorables, anima a los pueblos al trabajo. Porque él mismo ha fijado esos signos en el cielo distinguiendo los astros. Él preparó para el año las estrellas, que ante todo significarían para los hombres los trabajos de las Estaciones, para producir constantemente frutos. Y siempre suplican a él, primero y último: "¡Salve, Padre, gran maravilla, gran ayuda para los hombres!"" (Arato, Fenómenos, 10-15).

101.4. Y antes de éste, Homero, sobre el escudo trabajado por Hefesto (o: Vulcano), reproduciendo la creación del mundo según Moisés, dijo: "Grabó en él la tierra, el cielo, el mar y todas las constelaciones, que coronan el cielo" (Homero, Ilíada, XVIII,485). Porque el mismo Zeus celebrado por los poetas y los escritores de prosa eleva el pensamiento hacia Dios.

Testimonios de Platón sobre Dios Creador y Trino

102.1. Pero ya Demócrito escribe "a plena luz" (cf. Platón, Fedro, 268 A), por así decir, que son "pocos los hombres que elevan las manos hacia el que los griegos llamamos ahora aire, y dicen: Zeus lo medita todo y es el que lo sabe todo, y lo da y lo quita, y es el rey de todas las cosas" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 30).

102.2. Y más misteriosamente, Píndaro de Boecia, siendo pitagórico, (dice): "Una es la raza de los hombres y una la de los dioses; ambas respiran gracias a una única madre" (Píndaro, Nemea, 6,1-2), de la materia; y transmite que hay un único Demiurgo de ellos (= dioses, ángeles y hombres), al que llama "padre excelente obrero" (Píndaro, Fragmentos, 57), y que concede, según el mérito, avanzar hacia la divinidad.

102.3. Haré guardar silencio a Platón. Él, abiertamente en la "Carta" a Erasto y Corico, muestra al Padre y al Hijo, inspirado, no sé cómo, por los escritos de los hebreos, exhortando textualmente:

102.4. "A los que juran con seriedad, no sólo con grosería, y con jovialidad, hermana de la seriedad, a los que juran a Dios causa de todas las cosas y padre señor del guía y de la causa, a quien, si filosofan correctamente, conocerán" (Seudo Platón, Epístolas, VI,323 D).

102.5. Y en el discurso al pueblo en el "Timeo" llama Padre al Demiurgo, cuando dice así: "Dioses de dioses, de los que yo soy el padre y Demiurgo de [sus] obras" (Platón, Timeo, 41 A).

Los escritores griegos y la resurrección

103.1. Así, también cuando dice: "Todo está alrededor del Rey del universo, todo existe a causa de Él y es la causa de todo lo bello; y en torno al Segundo se encuentran las cosas segundas, y en torno al Tercero, las terceras" (Seudo Platón, Epístolas, II,312 E), yo mismo no oigo otra cosa que la que recuerda a la Trinidad santa. Porque el Tercero es el Espíritu Santo, el Segundo es el Hijo, por quien "todo fue hecho" (Jn 1,3), según la voluntad del Padre.

103.2. El mismo (Platón) recuerda, en el décimo [libro] de la "República", a Er, (hijo) de Armenio, natural de Panfilia, que es Zoroastro.

103.3. Ahora bien, el mismo Zoroastro escribe: "Esto he escrito (yo), Zoroastro, (hijo) de Armenio, natural de Panfilia, muerto en batalla, cuanto aprendí de los dioses cuando estuve en el Hades" (cf. Apócrifo de Zoroastro en: Proclo, In Platonis rem publicam commentarii, II,111,12-13).

103.4. Platón dice que este Zoroastro, yaciendo muerto sobre la pira de fuego durante doce días, revivió (cf. Platón, República, X,614 B). Tales cosas quizás insinúan la resurrección, quizás aquello de que el camino para la ascensión de las almas es por medio de los doce signos del zodíaco; pero también el mismo (Platón) dice que idéntico (es el camino) que tienen [las almas] en el descenso para el nacimiento (cf. Platón, República, X,612 B).

103.5. Con ello hay que entender también que los trabajos de Heracles (o Hércules) fueron doce, tras las cuales el alma alcanza la liberación de todo este mundo.

103.6. No dejaré de lado tampoco a Empédocles, quien recuerda así el restablecimiento de todas las cosas físicamente, cuando un día tenga lugar la transformación de todo en la sustancia del fuego (cf. Empédocles, Fragmentos, 31 A 31).

Afirmaciones de Heráclito sobre las mutaciones del cosmos

104.1. Con toda evidencia, Heráclito de Éfeso es de esta misma opinión; ha reconocido que hay un mundo eterno, pero otro que se corrompe, y sabe que éste no es otro distinto, según el orden cósmico, que el otro que es de otra manera.

104.2. No obstante, que él sabía que el mundo, hecho especialmente de toda sustancia, era eterno, lo pone de manifiesto diciendo esto: "Al mundo, que es el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que existía siempre, y es y será fuego vivificador, que está sujeto a medidas y se extingue con medidas" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 30).

104.3. Pero que también dogmatizaba que ese (mundo) había nacido y era corruptible, lo indica lo siguiente: "Mutaciones del fuego (son) al principio el mar, pero del mar una mitad (era) tierra, la otra mitad torbellino de fuego" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 31).

104.4. Porque viene a decir que el fuego, bajo el gobierno del Verbo y de Dios que (organiza) el universo, es cambiado por el aire en humedad, que es como el germen de la disposición del mundo, y que él llama mar. Del éste nacen a su vez la tierra, el cielo, y lo que contienen.

104.5. Pero, cómo de nuevo se restablece y se enciende, lo muestra claramente por esto: "El mar se disuelve y se transforma (lit.: se mide) en la misma proporción, igual que antes de hacerse tierra" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 31). Y cosas semejantes dice sobre los demás elementos.



Los estoicos y "la permanencia" del alma humana

105.1. Los más renombrados estoicos establecen cosas parecidas a eso, cuando dogmatizan sobre la conflagración del cosmos, y sobre la disposición del universo, sobre lo característico del mundo y del hombre, y sobre la permanencia de nuestras almas.

105.2. De nuevo Platón, en el [libro] séptimo de la "República" ha designado nocturno (cf. Platón, República, VII,521 C) -pienso yo que por "los príncipes de este mundo de tinieblas" (Ef 6,12)- al día de aquí; pero también sueño y muerte al descenso del alma en el cuerpo (cf. Platón, Georgias, 493 A; Fedón, 95 D), lo mismo que para Heráclito (cf. Fragmentos, 22 B 21).

105.3. Y quizás esto sea lo que vaticinó el Espíritu sobre el Salvador por medio de David diciendo: "Yo me acosté y me dormí; desperté porque el Señor cuida de mí" (Sal 3,6).

105.4. Porque no llama alegóricamente despertarse de un sueño a la sola resurrección de Cristo, sino también llama sueño al descenso del Señor en la carne.

¿Platón predijo la resurrección?

106.1. En efecto, el Salvador mismo recomienda: "Velen" (Mt 24,42), o sea, procuren vivir y esfuércense en separar el alma del cuerpo (cf. Platón, Fedón, 67 D; 80 E; 81 A).

106.2. Al día del Señor, Platón, en el décimo [libro] de la "República", lo vaticina con esto: "Después de que hayan pasado siete días para cada uno de los que están en la pradera, conviene que al octavo, levantándose de ahí, marchen y lleguen en cuatro días" (Platón, República, X,616 B).

106.3. Ciertamente, por pradera hay que entender la esfera estable, como un lugar apacible y dulce, y sitio de los santos; pero por los siete días, [hay que entender] cada uno de los movimientos de los siete [planetas] y todo el trabajo eficaz que busca con ardor la perfección del reposo.

106.4. Pero el viaje más allá de los planetas conduce hasta el cielo, es decir, al movimiento y al octavo día. Y dice que las almas se desplazan durante cuatro días, significando el viaje a través de los cuatro elementos.

Los griegos hablan de un séptimo día sagrado

107.1. Y no sólo los hebreos conocen que el séptimo día es sagrado, sino también los griegos, porque según ese [día] gira todo el mundo de los seres animados y el de todas las plantas que crecen (Aristóbulo según Eusebio de Cesarea, La preparación evangélica, XIII,12,13).

107.2. También Hesíodo dice lo mismo acerca de ese (día): "Los días primero, cuarto y séptimo del mes son sagrados" (Hesído, Los trabajos y los días, 770). Y también: "La luz del sol brillará en el día séptimo" (Hesíodo, Fragmentos, 362).

107.3. Y Homero: "Después apareció un día sagrado en el séptimo (día)" (cita desconocida). Y: "El (día) séptimo era sagrado" (cita desconocida). Y también: "Era el séptimo día y en él se perfeccionaba todo" (cita desconocida; cf. Homero, Odisea, V,262). Y nuevamente: "En la séptima aurora abandonamos la corriente del Aqueronte" (Homero, Odisea, V,262).

107.4. Y también el poeta Calímaco escribe: "Pero en la séptima aurora lo llevó todo preparado" (Seudo Calímaco, Fragmentos, 145). Y de nuevo: "El (día) séptimo está entre los buenos, y la séptima generación" (Seudo Calímaco, Fragmentos, 145). También: "El (día) séptimo está entre los principales y el séptimo (día) es perfecto" (Seudo Calímaco, Fragmentos, 145). Y: "En el cielo estrellado todo está compuesto de siete, mostrándose en ciclos conforme giran los años" (Seudo Calímaco, Fragmentos, 107).

A Dios no se le puede ver con los ojos

108.1. Pero también las elegías de Solón divinizan muy bien el (día) séptimo (cf. Solón, Fragmentos, 19).

108.2. Pero ¿qué? ¿Acaso también no es semejante a lo dicho en la Escritura: "Suprimamos al justo de en medio de nosotros, puesto que nos es incómodo" (Sb 2,12), lo que Platón, en el segundo [libro] de la "República", casi profetizando la economía del Salvador, dice:

108.3. "Si el justo es así, será azotado, torturado, encadenado, se le amputará el ojo, y luego de haber sufrido todo mal, será empalado"? (Platón, República, II,631 E-362 A).

108.4. Y el socrático Antístenes, parafraseando aquel dicho profético afirma: ""¿A quién me compararán? Dice el Señor" (Is 40,18. 25; 46,5), que Dios no se parece a nadie, porque nadie puede conocerlo a partir de una imagen" (Antístenes, Fragmentos, 24).

108.5. Lo mismo dice expresamente Jenofonte de Atenas: "Quien todo lo hace temblar y lo hace estar quieto, es manifiesto que se trata de alguien grande y poderoso; pero qué forma tiene, es invisible. Tampoco el sol, que parece ser visible a todos, permite que se le vea; mas si alguno lo mira imprudentemente, quedará sin vista" (Jenofonte, Memorabilia, IV,3,13-14).

108.6. "¿Porque, qué carne con sus propios ojos puede mirar al celestial, inmortal y verdadero Dios, que habita en el polo? Pero ni siquiera los hombres, nacidos mortales, pueden pararse frente a los rayos del sol" (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,10-13), dijo antes la Sibila.


Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

Testimonios de Jenófanes sobre Dios, uno e incorpóreo

109.1. Muy bien dice (lit.: añade) Jenófanes de Colofón, enseñando que Dios es uno e incorporal: "El único Dios, el más grande entre los dioses y los hombres, no se parece a los mortales ni en cuerpo ni en pensamiento" (Jenófanes, Fragmentos, 21 B 23).

109.2. Y de nuevo: "Pero los mortales piensan que los dioses son engendrados, que tienen el vestido, la voz y el cuerpo propios de ellos" (Jenófanes, Fragmentos, 21 B 14).

109.3. Y de nuevo: "Pero si los bueyes o los leones tuvieran manos, como para dibujar con ellas y para realizar obras como varones, los caballos pintarían figuras de dioses parecidas a caballos, los bueyes a bueyes, y harían cuerpos parecidos a los que ellos mismos tienen" (Jenófanes, Fragmentos, 21 B 15).

Testimonios de un poeta y un filósofo acerca de Dios

110.1. Oigamos de nuevo ahora a Baquílides, el poeta lírico, hablando sobre la divinidad: "Los que están libres de la miseria (o: vergüenza) de las enfermedades son también inocentes, y no son semejantes a los hombres" (Baquílides, Fragmentos, 23).

110.2. También el estoico Cleantes, en un poema, ha escrito esto sobre Dios: "¿Me preguntas cómo es lo bueno? Escucha ahora: ordenado, justo, santo, piadoso, dueño de sí mismo, servicial, hermoso, recto, austero, severo, siempre benéfico, intrépido, inofensivo, provechoso, inocuo, ventajoso, agradable, seguro, amigable, estimado, reconocido, afamado, modesto, diligente, manso, enérgico, perdurable, irreprochable, siempre perseverante" (Cleantes, Fragmentos, 557).

Testimonios de Cleantes, Anfión y Sófocles contra la idolatría

111.1. El mismo [Cleantes], atacando silenciosamente la idolatría de la mayoría, añade: "No es libre todo el que busca cualquier opinión favorable, como para conseguir algún bien de ella" (Cleantes, Fragmentos, 560).

111.2. No hay que pensar acerca de lo divino según lo hace la opinión de la mayoría.

111.3. "Porque yo no pienso que, secretamente, imitando las actitudes de un hombre criminal, Zeus haya venido a tu lecho como un hombre" (Eurípides, Antiopes fragmenta, 31 y 210), dice Anfión al Antíope.

111.4. Y Sófocles escribe sin rodeos: "Porque Zeus tomó por esposa a la madre de éste, no recubierto de oro ni revestido de pluma de cisne, como cuando fecundó a la joven pleuroniana, sino como varón auténtico" (Sófocles, Fragmentos, 1026).

111.5. Luego, avanzando también añadió: "Y el adúltero se ha acercado rápido a los umbrales del lecho nupcial" (Sófocles, Fragmentos, 1026).

111.6. Además de todo esto, refiere más claramente la incontinencia del Zeus mitológico, cuando dice así: "Pero, él, sin tocar comida ni jofaina, avanzó hacia el lecho mordiéndose el corazón; y se lanzó [en la lujuria] toda aquella noche" (Sófocles, Fragmentos, 1026).

111.7. Así las cosas, abandona tú las locuras de los teatros. Heráclito dice inequívocamente: "Respecto de la razón eterna, los hombres son siempre ignorantes, antes de escucharla y después de haberla escuchado" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 1).

Testimonios de otros poetas y filósofos sobre la divinidad

112.1. El poeta lírico Melanípides cantando dice: "Escúchame, oh padre, maravilla de los mortales, que cuidas las almas de quien vive eternamente" (Melanípides, Fragmentos, 6).

112.2. Y el gran Parménides, como dice Platón en el "Sofista", escribe así acerca de la divinidad: "Muchos indicios hay de un ser inengendrado e imperecedero, íntegro, único, inmóvil e inengendrado" (Parménides, Fragmentos, 28 B 8,3-4; cf. Platón, Sofista, 237 A).

112.3. Pero también Hesíodo dice: "Porque él es rey de todo y soberano de los inmortales, ningún otro poder se ha enfrentado con él" (Hesíodo, Fragmentos, 195).

112.4. Ciertamente, también la tragedia, desde los ídolos, enseña a levantar la mirada hacia el cielo.

Testimonio de Sófocles sobre Dios

113.1. Sófocles, como dice Hecateo al componer la historia en el [libro] "Sobre Abrahán y los egipcios", grita públicamente sobre la escena:

113.2. "Uno en las cosas verdaderas, uno es Dios, que fabricó el cielo y la tierra inmensa, la brillante ola del mar y la fuerza de los vientos. Pero la mayoría de los mortales tenemos descarriado el corazón, y hemos establecido el alivio de los sufrimientos (o: desgracias) en unas estatuas de piedra de los dioses, o figuras de bronce, hechas de oro fundido o de marfil. Honrándoles con sacrificios y malas asambleas populares, pensamos así que obramos con piedad" (Hecateo de Abdera, Fragmentos, 94).



El "autoengedrado"

114.1. Y Eurípides, en la misma escena trágica, dice: "¿Ves en lo alto a ese éter ilimitado, y que rodea la tierra teniendo los brazos húmedos? Piensa que ése (es) Zeus, considéralo dios" (Eurípides, Fragmentos, 941).

114.2. Y el mismo [Eurípides] en el drama "Pirito" también dice en forma de tragedia esto: "A ti, que naces de ti mismo, que en el movimiento circular del éter entrelazaste la naturaleza de todas las cosas, al que la luz, la noche obscura y de colores varios, y la multitud indefinida de astros rodean sin cesar (lit.: bailan alrededor continuamente)" (Eurípides, Peirithus fragmenta, 593; cf. Critias, Fragmentos, 88 B 19).

114.3. Porque aquí al "autoengendrado" le ha llamado inteligencia creadora, y lo que sigue se refiere al mundo, en el que también tienen lugar los contrastes de luz y tinieblas.

113.4. Esquilo, (hijo) de Euforión, dice solemnemente y con precisión sobre Dios: "Zeus es éter, Zeus es tierra, Zeus es cielo. Sí, Zeus (es) el universo y lo que está por encima de él" (Esquilo, Fragmentos inciertos, 105a).

Un único principio

115.1. Yo sé también que Platón da testimonio de lo que escribió Heráclito: "Uno, sabio y único quiere y no quiere que ser llamado (con) el nombre de Zeus" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 32).

115.2. Y otra vez: "Ley (es) también obedecer la voluntad del uno" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 33).

115.3. Y si quieres aducir aquel dicho: "El que tenga oídos para oír, que oiga" (Mt 11,15; Lc 14,35), lo encontrarás así enseñado por el Efesio: "Los que escuchan sin entender se parecen a los sordos. El dicho da testimonio de que estando ellos presentes están ausentes" (Heráclito, Fragmentos, 22 B 34).

115.4. Pero, ¿quieres escuchar más claramente que, según los griegos, hay un solo principio? Timeo de Lócride, en su "Tratado de física", me lo testimonia textualmente: "El único principio de todas las cosas es inengendrado. Porque si fuera engendrado, no sería ya principio, sino aquello de donde nació el principio" (Timeo de Locro, Testimonia, 7).

115.5. Porque de allí deriva la opinión verdadera: "Escucha Israel, dice [la Escritura], el Señor tu Dios es uno, y a Él sólo servirás" (Dt 6,4. 13).

115.6. "Miren, Él mismo resulta evidente para todos, infalible" (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,28), como dice la Sibila.

¿Homero llegó a intuir al Dios verdadero?

116.1. Pero ya también Homero muestra al Padre y al Hijo, gracias a una intuición adivinatoria, diciendo: "Si, en efecto, nadie te hace violencia a ti, que eres único, no es posible escapar de la enfermedad mandada por el gran Zeus. Porque los Cíclopes no se preocupan de Zeus portaégida" (Homero, Odisea, IX,410-411. 275).

116.2. Y antes de él, Orfeo, hablando de lo anteriormente establecido, dijo: "Oh hijo del gran Zeus, padre de Zeus portaégida" (Orfeo, Fragmentos, 338).

116.3. Y Jenócrates de Calcedonia, llamando a Zeus "el supremo", pero a otro "más joven" (cf. Jenócrates, Fragmentos, 18), deja entrever el reflejo del Padre y del Hijo.

116.4. Y lo que es más extraordinario, Homero manifiesta conocer la divinidad, aunque introduzca a los dioses con pasiones humanas. Ni aún así Epicuro le respeta.

Dios no se puede percibir corporalmente

117.1. Dice [Homero]: "¿Por qué, hijo de Peleo, me persigues con pies rápidos, siendo tú mismo un mortal, a [mí] dios inmortal? Todavía no sabes que yo soy dios" (Homero, Ilíada, XXII,8-10).

117.2. Porque ha manifestado que la divinidad no puede ser aprehendida ni comprendida por un mortal, ni con los pies, ni con las manos, ni con los ojos, ni tampoco en absoluto con el cuerpo.

117.3. Dice la Escritura: "¿A quien compararán al Señor? ¿ Con qué imagen lo han equiparado?" (Is 40,18).

117.4. "No a una imagen hecha por artífices, o ¿acaso un orfebre que ha fundido oro para recubrirlo?" (Is 40,19), y lo que sigue a esto.


Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

Sobre el Lógos

118.1. El cómico Epicarmo habla en la "República" con claridad del Verbo: "La vida humana necesita totalmente de reflexión y de número. Y por número y reflexión vivimos. Porque esto salva a los mortales" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 56).

118.2. Después añade en términos precisos: "La razón gobierna a los hombres, y salva debidamente".

118.3. A continuación, si "un hombre tiene reflexión, también hay una palabra divina: ella ha nacido en el hombre, al entrar en la vida; y la palabra divina acompaña en las artes a todos, enseñándoles siempre lo útil que conviene hacer. Porque no descubre el hombre la técnica, sino es Dios quien la trae. Pero la palabra humana ha nacido gracias al verbo divino" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 57).

Nuestro Dios es un Dios cercano

119.1. En verdad, mediante Isaías, el Espíritu ha gritado: "¿Qué me importa la muchedumbre de los sacrificios?, dice el Señor. Estoy harto de los holocaustos de carneros, y no quiero grasa de corderos ni sangre de toros" (Is 1,11); y poco después añade: "Lávense, purifíquense, quiten de sus almas las maldades" (Is 1,16), y lo que sigue a eso.

119.2. El cómico Menandro escribe con estas mismas expresiones: "Si alguien ofreciendo un sacrificio, oh Pánfilo, de muchos toros y cabritos, o, por Zeus, de otros semejantes, u objetos fabricados, clámides hechas de oro o de púrpura, o figurillas de marfil o de esmeralda, piensa inducir a la benevolencia a Dios, ése se ha engañado y tiene pensamientos ligeros. Porque es necesario que el hombre fructifique lo mejor, que no corrompa a las doncellas y (no) sea adúltero, ni ladrón y que no mate por motivo de riquezas. Ni codicies siquiera la hebra de una aguja, Panfilo. Porque Dios, que está presente en todo, te observa" (Seudo Menandro, Fragmentos, 683; Seudo Justino, De monarchia, IV,136).

119.3. "Yo soy Dios cercano y no un Dios lejano. ¿Qué hombre hará algo a escondidas que yo no lo vea?" (Jr 23,23-24), dice por medio de Jeremías.

Una conciencia recta

120.1. Y de nuevo Menandro, parafraseando aquella (palabra) de la Escritura: "Ofrezcan un sacrificio de justicia y esperen en el Señor" (Sal 4,6), escribe de la siguiente manera:

120.2. "Ni una aguja ajena, oh queridísimo, jamás has de desear; porque Dios se complace con las obras justas, y no con las injustas; pero permite al que trabaja mejorar la propia vida, labrando la tierra día y noche. Pero, siendo justo, ofrece a Dios sacrificios perfectos no tan brillantes en clámides como en el corazón. Si escuchas un trueno, no huyas, Él sabe que nada le afecta, al que es soberano. Porque Dios, que está cerca, te observa" (Seudo Menandro, Fragmentos, 683; Seudo Justino, De monarchia, IV,136).

120.3. "Cuando tú estés hablando, diré: "Heme aquí"" (Is 58,9), dice la Escritura.

Dios es el dueño de todo y justo juez

121.1. De nuevo, el cómico Dífilo reflexiona así sobre el juicio: "¿Opinas tú, Nicerato, que los muertos que han gozado en vida de todo libertinaje escapan de la divinidad furtivamente? Hay un ojo de Justicia que lo ve todo. Porque legislamos también que hay dos sendas para ir al Hades, una (es) la de los justos, (y) otro es el camino el de los impíos" (Seudo Justino, De monarchia, 3). También (dice): "Si la tierra ocultara a los dos en todo tiempo, el que ha muerto saquee, robe, despoje, revuelva. ¡No te engañes! En el Hades existe también un juicio; sí, lo hará Dios, que es señor de todo, cuyo nombre es temible y yo no me atrevo ni a mencionar. Es el que concede a los pecadores una vida larga" (Seudo Filemón, Fragmentos, 246).

121.2. "Pero si algún mortal piensa que, haciendo el mal cada día, permanece ignorado a los dioses, piensa mal y así será condenado, cuando la Justicia tenga tiempo para actuar" (Eurípides, Fhrixos fragmenta, 835).

121.3. "Miren, los que piensan que Dios no existe. Existe, en efecto, existe. Y si alguien es feliz, siendo malo, que aproveche el tiempo. Porque con tiempo él mismo pagará más tarde el castigo" (Eurípides, Fragmentos dudosos, 1131).

121.4. La tragedia concuerda con eso mismo en los versos: "Porque vendrá, vendrá aquel tiempo eterno, cuando el éter dorado rasgue el tesoro lleno de fuego y la llama devoradora abrase furiosa todo (lo que haya) sobre la tierra y en el espacio" (Seudo Sófocles, Fragmentos dudosos, 1027).

Cómo alcanzar la eterna bienaventuranza

122.1. Y un poco después añade de nuevo: "Pero, cuando todo falte, todo oleaje de abismos habrá desaparecido, y la tierra estará desierta de moradas, y ni siquiera el aire, incendiado, transportará las razas aladas; y luego salvará todo lo que antes había destruido" (Seudo Sófocles, Fragmentos dudosos, 1027).

122.2. Cosas parecidas a esas encontramos en los [poemas] Órficos, donde está escrito: "Puesto que ocultando a todos, de nuevo los sacó a la luz de la alegría desde el corazón sagrado, haciendo cosas terribles" (Orfeo, Fragmentos, 21a).

122.3. Pero si pasáramos la vida santa y justamente, entonces (seremos) bienaventurados, y más felices tras la partida de aquí, porque no tendremos felicidad por un tiempo determinado, sino que podremos descansar eternamente, "habitando con los otros inmortales, sentados a sus mesas, libres de sufrimientos humanos, indestructibles" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 147), dice poéticamente el filósofo Empédocles.

122.4. Nadie habrá, según los griegos, tan grande que predomine sobre la justicia, ni tan pequeño que pase inadvertido.

Sólo Abraham pudo conocer a Dios

123.1. Y el mismo Orfeo dice también esto: "Mirando hacia la palabra divina, ocúpate asiduamente de ella, dirige la cavidad intelectual del corazón. Marcha bien por el sendero, y contempla al único rey del mundo inmortal" (Orfeo, Fragmentos, 246).

123.2. Por otra parte, sobre Dios, dice que es invisible, y afirma que ha sido conocido por uno solo, de linaje caldeo, refiriéndose a Abrahán y a su hijo, mediante estas [palabras]: "Al menos una porción unigénita de la antigua raza de los caldeos; pues era conocedora de la marcha astral, y cómo realiza alrededor de la tierra el movimiento de la esfera, girando circularmente por igual alrededor de su propio eje, y [cómo] guía los vientos en torno al aire y al mar" (Orfeo, Fragmentos, 246).

Dios es todopoderoso

124.1. A continuación, como parafraseando lo del "cielo es mi trono, y la tierra escabel de mis pies" (Is 66,1), añade: "Él está sentado sobre el gran cielo en un trono de oro, y la tierra está colocada bajo los pies. Y extendió la mano derecha sobre los límites del océano, y el cimiento de los montes tiembla con furor interior, no puede soportar la furia vehemente. Y en todo es Él celestial y lleva a cabo todo sobre la tierra, teniendo el principio, el medio y el fin. No está permitido que tú hables de otra manera; tiemblo de miedo con [ese] pensamiento. Actúa desde la altura" (Orfeo, Fragmentos, 246), y lo que sigue.

124.2. Por esas palabras ha designado todas aquellas [otras] proféticas: "Si rasgaras el cielo, el monte se estremecería ante ti y se fundiría, como se funde la cera frente al fuego" (Is 63,19-64,1).



La soberanía absoluta de Dios

125.1. También a. través de Isaías: "¿Quién midió el cielo con el palmo, y toda la tierra con el puño?" (Is 40,12; 48,13). Y nuevamente dice [Orfeo]: "Soberano del éter y del Hades, del mar y de la tierra., que sacudes con truenos al resistente palacio del Olimpo. Ante quien se estremecen los daímones y teme la asamblea de los dioses. Al que las diosas del destino obedecen, aún siendo implacables.

125.2. Indestructible, madre y padre a la vez (metropátor), cuya ira todo lo agita. Que mueves los vientos, recubres todas las cosas con nubes, y rasgas el anchuroso éter con torbellinos de fuego; el orden en los astros corre por tus mandatos inmutables.

125.3. Ante tu trono de fuego se mueven mensajeros laboriosos, que cumplen con cuidado todo lo referente a los mortales. Tu primavera brilla nueva con flores purpúreas. Tu invierno llega con gélidas nubes. Tuya es la estación de los frutos báquicos que Bromio distribuyó (o: que Bromio en una orgía báquica distribuyo)" (Orfeo, Fragmentos, 248).

El vocablo "metropátor"

126.1. Luego agrega, llamando expresamente a Dios Todopoderoso: "Indestructible, inmortal, pronunciable sólo para los inmortales. Ven, el más grande de todos los dioses, con poderosa necesidad (o: fatalidad), temible, invencible, grande, inmortal, a quien el éter corona" (Orfeo, Fragmentos, 249).

126.2. En verdad, por el [término] metropátor (= madre y padre a la vez), no indicó sólo la creación a partir de la nada, sino que también ha dado pretexto a los que introducen las emanaciones, para pensar una unión matrimonial de Dios.

126.3. Y parafrasea aquellos escritos proféticos, y uno de Oseas: "Yo doy fuerza al trueno y creo el viento" (Am 4,13, no Oseas), cuyas manos han fundado el ejército del cielo; y el [dicho] de Moisés:

126.4. "Vean, vean que soy yo, y que no hay otro Dios fuera de mí. Yo condenaré a muerte y daré la vida. (Yo) heriré y yo curaré. No hay quien se libre de mis manos" (Dt 32,39).

126.5. "Y Él hace salir para los mortales el mal del bien, y la guerra escalofriante y los sufrimientos que hacen llorar", según Orfeo (Fragmentos, 246).

"El Señor ha hecho la tierra"

127.1. Y Arquíloco de Paros dice esto mismo: "Oh Zeus, padre Zeus, a ti el imperio del cielo, pero tú ves las obras de los hombres, las malvadas y las justas" (Arquíloco, Fragmentos, 177).

127.2. De nuevo cante para nosotros el tracio Orfeo: "Y extendió la mano derecha por doquier hasta el confín del océano, y ha puesto la tierra bajo los pies" (Orfeo, Fragmentos, 246).

127.3. Estas cosas están manifiestamente sacadas de aquello: "El Señor salvará las ciudades habitadas, y tomará con la mano, como a un nido, todo el orbe habitado" (Is 10,14). "El Señor ha hecho la tierra con su propio poder, como dice Jeremías, y en su sabiduría enderezó el orbe habitado" (Jr 10,12).

127.4. Además de esto, Focílides, que llama a los ángeles daímones, a unos los presenta buenos y a otros malos, incluso también nosotros hemos oído hablar de que algunos son apóstatas: "Pero, hay daímones de uno y otro sentido para los hombres. Algunos liberan a los hombres cuando se presenta el mal" (Focílides, Fragmentos de las Sentencias, 16).

Testimonios de escritores griegos contra la idolatría

128.1. También el cómico Filemón destruye hermosamente la idolatría mediante estas palabras: "No existe para nosotros ninguna diosa Fortuna, no existe; sino que lo que sucede espontáneamente, como por fortuna a cada uno, es llamado fortuna" (Filemón, Fragmentos, 137).

128.2. Y Sófocles, el poeta trágico, dice: "A ningún dios le sucede todo como quiere, excepto a Zeus, porque él tiene el principio y el fin" (Seudo Sófocles, Fragmentos dudosos, 1028).

128.3. Y Orfeo: "Hay una fuerza, un solo daimon inmenso que enciende el cielo; uno solo ha formado todas las cosas, en él se mueve todo: el fuego, el agua y la tierra" (Orfeo, Fragmentos, 168), y lo que sigue a eso.

Dificultad de la mente humana para entrar en el misterio de Dios

129.1. Píndaro, el poeta lírico, como transportado en delirio báquico, dice abiertamente: "¿Qué es Dios? El que lo (es) todo" (Píndaro, Fragmentos, 140).

129.2. Y de nuevo: "Dios (es el que) hace todo para los mortales" (Píndaro, Fragmentos, 141).

129.3. Y cuando dice: "¿Qué sabiduría esperas? Poco tiene un varón sobre otro. (Es) difícil para la mente humana, nacida de una madre mortal, escrutar los designios de los dioses" (Píndaro, Fragmentos, 61), sacó su pensamiento de aquí:

129.4. "¿Quién ha conocido el pensamiento del Señor? O, ¿quién ha sido su consejero?" (Is 40,13; cf. Rm 11,34).

129.5. Pero también Hesíodo concuerda con lo anterior, cuando escribe: "Ningún adivino hay entre los hombres terrestres que conozca el pensamiento de Zeus portaégida" (Hesíodo, Fragmentos de Melampodia, 303).

129.6. De igual manera Solón el ateniense, en las "Elegías", siguiendo a Hesíodo, escribe: "La mente de los inmortales (es) en todo invisible a los hombres" (Solón, Fragmentos, 17).


Capítulo XIV: El robo de los griegos (conclusión)

Dios es bueno

130.1. Moisés, a su vez, profetiza que la mujer daría a luz con fatigas y penas (cf. Gn 3,16-17), por la transgresión, (y) un poeta no desconocido escribe: "Nunca (durante) el día descansarán del trabajo penoso y de sufrir, ni por la noche de sus angustias. Y los dioses [les] darán dolorosas inquietudes" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 176-178).

130.2. También Homero, al decir: "El padre mismo ha extendido la balanza de oro" (Homero, Ilíada, VIII,69; 209), recuerda que Dios es justo.

130.3. El cómico Menandro, interpretando que Dios es bueno, dice: "Un daimon acompaña a cada hombre desde su nacimiento, como buen iniciador (mistagogo) de la vida. Porque no es necesario pensar que hay un daimon malo, que perjudique la vida honrada" (Menandro, Fragmentos, 714).

130.4. También añade: "Pero todo dios es bueno" (Menandro, Fragmentos, 714), diciendo o que todo (es) un dios bueno, o que, como (es) mejor, Dios es bueno en todo.

Dios altísimo

131.1. También el trágico Esquilo, presentando el poder de Dios, no duda en pregonarlo también altísimo con estas palabras:

131.2. "Aparta a Dios de los mortales y no pienses que tiene una carne como tú mismo. Tú no lo conoces; alguna vez se aparece como fuego, ímpetu inaccesible; otras como agua; otras como tiniebla. También él se asemeja a las fieras, al viento, a la nube, al relámpago, al trueno y a la lluvia.

131.3. El mar y las rocas están a su servicio, todo manantial y las masas de agua. Tiemblan montes, tierra, abismo enorme del mar y la gran cima de los montes, cuando ven el ojo terrible del soberano. Porque todo lo puede la gloria del Dios altísimo" (Esquilo, Fragmentos inciertos, 464).

131.4. ¿No te parece que parafrasea aquello de "ante el rostro del Señor tiembla la tierra" (Sal 113 [114],7)?

La gloria de Dios

132.1. Además, por encima de éstos, Apolo, el mayor adivinador, dando testimonio de la gloria de Dios, se ve obligado a decir sobre Atenea, cuando los medos marchaban contra la Hélade, que, como temiese, suplicó a Zeus en favor del Ática.

132.2. El oráculo dice así: "Palas no puede apaciguar a Zeus Olimpo, rezando con muchas palabras y con prudente ingenio; dará un fuego violento a muchos templos de los inmortales, que ahora están bien asentados, casi chorreando sudor y temblando de miedo" (Herodoto, Historias, VII,141 y 140), y lo que sigue a eso.

La fe en un ser supremo es necesaria para el ser humano

133.1. Teáridas en su [libro] "Sobre la naturaleza" escribe: "El principio de los seres, el principio realmente verdadero (es) uno; porque está en el principio uno y único" (Teáridas, Fragmentos, 201).

133.2. "Y no existe ningún otro fuera del gran rey" (Orfeo, Fragmentos, 246), dice Orfeo.

133.3. Siguiendo a éste, el cómico Dífilo dice lo más conocido de todo: "Al padre de todos (los seres) hónralo, a él sólo hasta el fin, al inventor y creador de tantos bienes" (Seudo Dífilo, Fragmentos, 138).

133.4. Con razón también Platón acostumbra "a que las naturalezas de mejor condición alcancen el conocimiento, que antes hemos dicho que es el mejor, contemplar el bien y avanzar en aquella ascensión" (Platón, República, VII,519, C-D).

133.5. "Pero esto, al parecer, no consiste en dar una media vuelta a una vasija de barro, sino [en] un giro del alma desde cierto día nocturno hacia la verdadera ascensión al ser, de la cual diremos que es auténtica filosofía" (Platón, República, VII,521 C).

133.6. Y a los que participan de ella les juzga como linaje de oro, diciendo: "En verdad todos ustedes son hermanos" (Platón, República, III,415 A), pero los del linaje de oro juzgan con total exactitud y de manera completa.

133.7. En efecto, todos los seres toman naturalmente y sin aprender (una idea) de todo del Padre y Creador del universo: los seres inanimados tienen los mismos sentimientos que los vivientes; y de los seres animados: unos, ya inmortales por las obras realizadas cada día; y otros, mortales, en el temor porque todavía son llevados en el seno materno, o [los que se encuentran] en el autoejercicio (lit.: dominio de sí) de la reflexión; y así todos los hombres, sean griegos o bárbaros.

133.8. Ningún linaje en ninguna parte, ni los agricultores, ni los nómadas, ni los que habitan en ciudades pueden vivir sin estar poseídos por la fe del ser supremo.

133.9. Por eso, todo pueblo de oriente a occidente, y todo (pueblo) de norte a sur, todos tienen una y la misma noción previa (prolepsis) sobre [Dios], quien ha establecido su hegemonía, puesto que lo más universal de su actividad se extiende por igual a todo.

El auténtico conocimiento de Dios

134.1. Pero, mucho más entre los que están ocupados en muchos asuntos entre los griegos, los filósofos, impulsados por la filosofía bárbara, atribuyeron la providencia al invisible, al único, al más poderoso y hábil, al que constituye la causa primera de toda belleza, pero no saben lo que acompaña a todo eso, si no son catequizados por nosotros, (y) tampoco alcanzan a conocer a Dios en su ser, sino únicamente, como ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones, mediante una verdadera circunlocución (perífrasis).

134.2. Con razón el Apóstol dice: "¿Acaso Dios es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los griegos?" (Rm 3,29). No sólo afirma proféticamente que los griegos creyentes del helenismo habían de conocer a Dios, sino que indica esto: en potencia el Señor es también Dios de todos y realmente todopoderoso, pero según la gnosis no (es) Dios de todos (cf. 1 Co 8,7).

134.3. Porque [los griegos] no saben quién es Él, ni cómo es Señor, Padre y Creador, ni la restante economía (salvífica) de la verdad, a no ser que hayan sido instruidos por ella misma.

Testimonios de Isaías y de Jonás sobre los pueblos que, aún sin tener fe, dirigen el pensamiento hacia Dios

135.1. También las profecías tienen la misma fuerza que la palabra apostólica. Isaías afirma: "Si dicen: "Hemos confiado en el Señor, nuestro Dios; mézclense ahora con mi señor, rey de los asirios" (Is 36,7-8). Y añade: "Y ahora, ¿no hemos subido sin el Señor a esta región para luchar contra ella?"" (Is 36,10).

135.2. Y Jonás, que es otro profeta, insinúa lo mismo cuando dice: "Y se acercó a él el capitán y le dijo: "¿Cómo es que tú roncas? Levántate, invoca a tu Dios, para que nos salve y no perezcamos"" (Jon 1,6).

135.3. Porque dijo "tu Dios" a quien sabe mediante conocimiento; pero, "para que nos salve Dios" hace ver la conciencia de los pueblos que dirigen el pensamiento hacia el Todopoderoso, sin haber creído todavía.

135.4. Y de nuevo el mismo [Jonás dice]: "Y les respondió: "Yo soy siervo del Señor y yo temo al Señor, Dios del cielo"" (Jon 1,9).

Dios es justo y no es el causante de los males de la humanidad

136.1. De nuevo, el mismo [Jonás]: "Y dijeron: "De ningún modo, Señor; que no perezcamos por la vida de este hombre"" (Jon 1,14).

136.2. El profeta Malaquías manifiesta abiertamente que Dios dice: "No aceptaré sacrifico de sus manos, porque desde la salida del sol hasta su ocaso mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se me ofrece un sacrificio" (Ml 1,10-11).

136.3. Y de nuevo: "Porque yo soy un Rey grande, dice el Señor Todopoderoso, y mi nombre es glorioso entre las naciones" (Ml 1,14). ¿Qué nombre? Entre los que han creído, el Hijo revela al Padre; y entre los griegos, el "Dios hacedor" (Platón, Timeo, 28 C).

136.4. Y Platón explica el libre albedrío con estas palabras: "La virtud no tiene dueño, y al estimarla o desestimarla, cada uno participa de ella más o menos. La responsabilidad es propia de quien elige; Dios no tiene responsabilidad" (Platón, República, X,617 E). Porque Dios no (es) nunca el responsable de los males (cf. Platón, República, II,379 B-C. 380 B).

136.5. "Oh Troyanos, amigos de Ares (= Marte), dice el lírico, Zeus soberano, que todo lo ve, no es responsable de los grandes sufrimientos para los mortales; sino que está en medio para alcanzar a todos los hombres la Justicia santa, acompañante de la pura Equidad y de la prudente (o: sabia) Temis. Hijos dichosos los que la han encontrado para que viva con ellos" (Baquílides, Dithyrambi, 15,50-56).



El peligro de vanagloriarse en la humana sabiduría

137.1. Pero, Píndaro introduce claramente a Temis cohabitando con el salvador Zeus, rey, salvador justo, interpretando así: "Las Parcas (o: las diosas del destino) conducían primeramente con caballos de oro a la prudente (y) celestial Temis desde la fuente del Océano hacia la augusta escalinata del Olimpo por un camino espléndido, para ser anciana esposa de Zeus salvador; y ella dio a luz a las auténticas Horas, con cofias de oro y de hermosos frutos" (Píndaro, Fragmentos, 30) .

137.2. Ahora bien, quien no obedece a la verdad, sino que se enorgullece con una enseñanza humana, es un desdichado (cf. 1 Tm 6,3-4) y un miserable, y según Eurípides: "El que mira estas cosas no conoce a Dios, sino que precipitándose en los fenómenos meteorológicos, engañando con comentarios insidiosos, con los que una funesta lengua conjetura sobre cosas oscuras, sin tener conocimiento alguno" (Eurípides, Fragmentos inciertos, 913).

Lo que prometen algunos filósofos a quienes buscan la verdad

138.1. En todo caso, recurriendo al aprendizaje de la verdad, quien lo desee, escuche a Parménides de Elea que promete: "Y conocerás la naturaleza etérea y todos los signos en el éter, y la pura luz (lit.: lámpara) inmaculada del sol y las obras resplandecientes (lit.: las obras destructoras), y cuál es su origen, aprenderás las obras, llevadas por todas partes, de la luna de cara redonda (ciclópea), y su naturaleza; y conocerás también el cielo que está alrededor, de dónde, en efecto, nació y cómo la Necesidad, que lo conduce, le ató a contener los límites de los astros" (Parménides, Fragmentos, 28 B 10).

138.2. También Metrodoro, aunque epicúreo, dijo de forma inspirada estas cosas: "Recuerda, Menéstrato, que, nacido mortal y llevando una vida limitada, has subido con el alma hasta la eternidad y has contemplado la infinitud de las cosas, "las que sucederán y las que han acontecido" [Homero, Ilíada, I,70]" (Metrodoro, Fragmentos, 37).

138.3. "Cuando en compañía de un coro dichoso, como dice Platón, lleguemos a la contemplación de un beatífico y divino espectáculo, en procesión nosotros detrás de Teus, pero los demás tras otros dioses, celebrando, si es lícito decirlo, el más bienaventurado de los misterios, que festejaremos íntegros y sin haber sufrido [ninguno] de los males que nos aguardan en un tiempo posterior, sino iniciados también para visiones íntegras, sin temblar y contemplándolas en su puro resplandor; puros y sin la marca de esto que ahora llevamos a nuestro alrededor y llamamos cuerpo, encarcelados a la manera de una ostra" (Platón, Fedro, 250 B-C).

La herencia que da el Señor

139.1. Y los pitagóricos llaman al cielo la anti-tierra (lit.: tierra opuesta a la nuestra), tierra de la que [dice] Jeremías: "Te contaré entre los hijos y te daré una tierra elegida, heredad de Dios todopoderoso" (Jr 3,19), la cual heredarán los que reinen sobre la tierra (cf. Sal 36 [37],11; Mt 5,3. 5. 9. 10).

139.2. También me fluyen miles y miles de miles de cosas para exponer, pero por causa de la justa proporción (simetría) hay que poner fin al discurso, si no queremos sufrir también aquello del poeta trágico Agatón: "Tratando lo secundario como cosa principal, y trabajando lo principal como accesorio" (Agatón, Fragmentos inciertos, 11).

Es necesario concluir la exposición sobre el hurto de los griegos

140.1. Una vez demostrado claramente, como pienso, en qué sentido se dijo lo que se oye a cierta distancia del Señor sobre que los griegos eran unos usurpadores (cf. Jn 10,8), omito deliberadamente las doctrinas de los filósofos.

140.2. Porque si examináramos también sus escritos, no tardaríamos, recogiendo gran cantidad de recuerdos, en demostrar que toda la sabiduría griega está sacada de la filosofía bárbara.

140.3. Nada de esa teoría trataremos sino más tarde, en la medida de lo necesario, cuando reunamos las opiniones que tenían los griegos sobre los principios.

140.4. Pero también lo que hemos establecido nos permite mirar tranquilamente cómo debe actuar quien, con quien con fuerzas para nadar a través de las olas, se encuentre con los libros griegos.

140.5. Según parece, como decía Empédocles: "Feliz quien ha conseguido riqueza de pensamientos divinos, pero despreciable quien guarda opiniones tenebrosas sobre los dioses" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 132). Él mostró divinamente que la gnosis y la ignorancia son los límites de la felicidad y de la desgracia.

140.6. "Porque es necesario que los filósofos sean varones instruidos en muchísimas cosas", según Heráclito (Fragmentos, 22 B 35), y es realmente necesario que "se equivoque mucho quien desea ser bueno" (Focílides, Fragmentos de las Sentencias, 13).

Conclusión del libro quinto

141.1. Ahora, entonces, por lo dicho, es claro para nosotros cómo la beneficencia de Dios es eterna y que la justicia natural es absolutamente igual para todos desde un principio sin principio, al haber surgido según el mérito de cada raza, sin tener principio alguna vez.

141.2. Porque Dios, que siempre es el que es, nunca comenzó a ser Señor y a ser bueno, y no cesará jamás de hacer el bien, incluso cuando haya llevado cada una de las cosas a (su) término.

141.3. Y cada uno de nosotros participa de esa beneficencia hasta donde quiere, puesto que la diferencia la han producido la elección junto con la práctica (o: ejercicio) del alma, (según su) dignidad.

141.4. Así, también ahora demos por terminado nuestro quinto "Stromata" (lit.: colcha o tapiz) de los recuerdos gnósticos según la verdadera filosofía (= la verdad cristiana).

 

 


LIBRO VI


Capítulo I: Introducción. Finalidad de la obra

El gnóstico no es ateo, sino que cree en el verdadero Dios

1.1. Y ahora el sexto e igualmente nuestro séptimo libro de los Stromata de estos recuerdos gnósticos según la verdadera filosofía, van a presentar lo mejor posible y desarrollar en estas (páginas) el discurso ético, establecerán después cómo es el gnóstico en su vida; luego tratarán de demostrar a los filósofos que (el gnóstico) de ninguna manera (es) un ateo, como (ellos) han supuesto, sino que es el único realmente piadoso, exponiendo sumariamente la práctica cultual del gnóstico, en cuanto es posible dejarlo grabado sin peligro en un escrito conmemorativo.

1.2. Porque el Señor nos ha ordenado trabajar por el alimento que permanece para la eternidad (Jn 6,27), y el profeta dice en alguna parte: Bienaventurado el que siembra junto a toda agua, donde pisan el buey y el asno (Is 32,20), (es decir), el pueblo de la Ley y el de los gentiles reunidos en una única fe (cf. Lv 11,3; Ef 4,13). Pero quien es débil que coma verduras (Rm 14,2), según el insigne Apóstol.

1.3. Y antes nuestro Pedagogo, dividido en tres libros, ha presentado la educación y la crianza (lit.: alimentación) desde la infancia (cf. Pedagogo, I,3,2-3); es decir, la forma de vida cristiana (politeía) que crece junto con la fe por medio de la catequesis, y que prepara el alma virtuosa de los adultos inscritos para recibir la ciencia gnóstica.

1.4. Por consiguiente, cuando los griegos aprendan claramente por lo que digamos en estos recuerdos cómo ellos son los que se comportan injustamente de manera impía al perseguir al que es amigo de Dios, entonces es cuando progresaremos en estas memorias según el carácter (o: estilo) de los Stromata, (y) se resolverán las dudas tanto de los griegos como de los bárbaros (= los que no son paganos griegos) sobre la venida del Señor.

Los "Stromata"

2.1. Las flores de varios colores que crecen en el prado y los árboles frutales en el parque (lit.: paraíso; jardín) no se encuentran separados (o: distribuidos) según la diversidad de cada una de sus especies -así también se han escrito simultáneamente antologías variadas, misceláneas para instruir (llamadas): "Prados", "Helicones"(1), "Panales" y "Peplos" (= bordados o mantas)-. Y volviendo a tomar los recuerdos, sin arreglar el orden ni la redacción (o: elocución), sino dispersos en un conveniente desorden, nuestros Stromata siguen un orden variado, como un prado.

(1) De Helicón: montaña de Beocia donde se decía habitaban las Musas.

2.2. De esta forma estos recuerdos pueden reanimar el fuego (de mi memoria)(2), y para quien le es familiar la gnosis, si por casualidad los encuentra, le generarán una búsqueda hacia lo útil y beneficioso, no sin sudor.

(3) Cf. Platón, República, 527 D-E

2.3. Porque no es justo pensar que es trabajo sólo la alimentación, sino también, (y) mucho más, la gnosis, para quienes son conducidos por el camino estrecho y angosto (Mt 7,14) del Señor y que verdaderamente conduce a la eterna y bienaventurada salvación.

2.4. Pero nuestra gnosis y nuestro paraíso (cf. Gn 3,1-2) espiritual son el mismo Salvador en el que estamos plantados (cf. Rm 11,17), cuando fuimos trasladados y transplantados desde la antigua vida a la buena tierra. Y el trasplante de los árboles frutales contribuye a la abundancia de los frutos. Ahora bien el Señor es la luz (cf. Jn 1,4; 8,12) y la verdadera gnosis en el que hemos sido transplantados.



La verdadera gnosis. Misión del gnóstico

3.1. Pero también se dice que (hay) una doble gnosis: la común, que se manifiesta por igual en todos los hombres, y que (es) la facultad de percibir por los sentidos, según el conocimiento común a todos, cada uno de los objetos. No sólo las potestades racionales, sino también las irracionales participan igualmente (de ella); a ésta yo la llamaría jamás gnosis, porque se adquiere por naturaleza mediante lo sentidos.

3.2. Pero la llamada gnosis por excelencia se caracteriza por la facultad de conocer (o. reflexión) y por la razón; únicamente por ella las potestades (cf. Ef 1,21; 1 P 3,22) racionales devienen capacidades cognoscitivas, y son las se aplican absolutamente a lo inteligible, según la energía exclusiva del alma.

3.3. Dice David: Bueno es el varón que se compadece (Sal 111 [112],5) de los que perecen en el error, y el que presta, repartiendo la palabra de la verdad, no como al azar, sino porque administra sus palabras con juicio, con profunda reflexión; éste es el que distribuyó y dio a los pobres (Sal 111 [112],9).

Capítulo II: El hurto de los griegos. Los plagios que cometieron entre sí

Finalidad del presente capítulo

4.1. Pero antes de comenzar lo propuesto hay que añadir, a modo de proemio, lo que falta para acabar (el libro) quinto de los Stromata.

4.2. Porque una vez que hemos establecido que el género simbólico es antiguo y ha sido utilizado no solamente por nuestros profetas, sino también por la mayoría de los antiguos griegos y por no pocos de los otros pueblos bárbaros (= por ejemplo, egipcios y escitas), es necesario tratar también de los misterios de los iniciados. Difiero hacer ver claramente estas cosas hasta que refutemos a fondo las opiniones de los griegos sobre los principios; porque probaremos asimismo que los misterios tienen relación con esta teoría.

4.3. Y hemos establecido que el énfasis (o: significación, expresión, apariencia) del pensamiento griego ha sido iluminado por la verdad que se nos ha dado a nosotros por medio de las Escrituras; según hemos demostrado que el denunciado hurto de la verdad, si no es inoportuno decirlo, ha pasado hasta ellos. Daremos a conocer que los griegos mismos son testigos del hurto efectuado al plagiarse entre ellos mismos.

4.4. Porque quienes se roban unos a otros sus propias cosas abiertamente, manifiestan claramente que son ladrones, y de la misma manera, a pesar suyo, evidentemente muestran también que han usurpado secretamente la verdad que procede de nosotros para (comunicársela) a sus congéneres. Puesto que si no ponen reparos (lit.: se privan) en los suyo propio, mucho menos en lo nuestro.

Plagios entre los poetas y otros escritores de diversas épocas

5.1. Guardaré silencio sobre los dogmas filosóficos; porque los mismos filósofos confiesan por escrito estar divididos en escuelas, y (admiten), para no ser acusados de ingratos, haber tomado de Sócrates los dogmas más importantes.

5.2. Y aduciendo algunos testimonios de los varones más conocidos (lit.: bien recibidos) y estimados entre los griegos, demostraré la forma de su propio robo, usándolos sin tener en cuenta las épocas, a continuación volveré sobre ello.

5.3. Así, Orfeo había escrito: "No hay nada más terrible (lit.: más perro) que la mujer" (Fragmentos, 234; Orfeo es posterior a Homero).

5.4. Homero dice abiertamente: "No hay cosa más tremenda y peor (lit.: más perro) que la mujer" (Odisea, XI,427).

5.5. Museo había escrito: "El arte es siempre mejor que la fuerza" (Fragmentos, 2 B 4).

5.6. Homero dice: "La habilidad es lo que hace mejor a un carpintero, no la fuerza" (Ilíada, XXIII,315).

5.7. De nuevo Museo escribió: "Como las hojas nacen de una tierra fecunda, aunque algunas se marchitan en los fresnos, pero otras germinan, así también gira la generación y la raza de los hombres" (Fragmentos, 2 B 5).

5.8. Homero copia (lit.: transcribe de otra forma): "Las hojas son esparcidas por el viento sobre la tierra, pero el denso bosque las hace nacer cuando llega la primavera. Así también las generaciones de los hombres: una nace y otra muere" (Ilíada, VI,147-149).

5.9. Otra vez Homero había escrito: "No es lícito jactarse de hombres muertos" (Odisea, XXII,412).

5.10. También Arquíloco y Cratino escriben; el primero (dice): "Porque no es noble injuriar a hombres muertos" (Fragmentos, 73 D).

5.11. Y Cratino, en Los Lacones: "He aquí algo terrible para los hombres: vanagloriarse en exceso de guerreros muertos" (Fragmentos, 95 K).

Homero plagiado por diversos escritores griegos

6.1. De nuevo Arquíloco, cambiando aquello de Homero: "Me equivoqué, no lo niego; y además muchas veces" (Ilíada, IX,116),

6.2. escribe de esta manera: "He errado, y quizás esta fatalidad ha alcanzado a algún otro" (Arquíloco, Fragmentos, 73 D).

6.3. Lo mismo que también aquel verso: "Imparcial es Enialio (= dios de la guerra), y mata al homicida" (Homero, Ilíada, XVIII,309),

6.4. que él (= Arquíloco) cambió y presentó así: "Yo lo haré porque realmente Ares (es) imparcial para los hombres" (Fragmentos, 38 D).

6.5. Además parafraseó aquel (verso): "Para los hombres la victoria se encuentra en la acción de los dioses" (Homero, Ilíada, VII,102; XVII,514),

6.6. como es claro por este yambo: "Da ánimo a los jóvenes, pero las cuerdas las tienen los dioses" (Arquíloco, Fragmentos, 57 D).



Plagios cometidos por Eurípides

7.1. Homero también había dicho: "Sin lavarse los pies, duermen en el suelo" (Ilíada, XVI,235),

7.2. y Eurípides escribe en el Erecteo: "Duermen sobre el suelo desnudo, y no lavan los pies en las fuentes" (Fragmentos, 367).

7.3. De forma parecida había dicho Arquíloco: "Pero uno cura el corazón del otro" (Fragmentos, 41 D),

7.4. conforme al (verso) homérico: "Porque un hombre goza en unas obras, otro en otras" (Odisea, XIV,228),

7.5. y Eurípides dice en el Eneo: "Pero uno se complace más en unas costumbres, otro en otras" (Fragmentos, 560).

7.6. Y he oído que Esquilo ciertamente dice: "(El hombre) verdaderamente feliz debe permanecer en casa, y a quien le van mal las cosas también debe permanecer allí" (Fragmentos, 317),

7.7. y Eurípides clama de manera parecida en la escena: "Dichoso el afortunado que permanece en casa" (Fragmentos, 793);

7.8. pero también Menandro (dijo) en una comedia: "Es necesario permanecer en casa (y) ser libre; de otro modo no es posible ser gloriosamente feliz" (Fragmentos, 132).

Eurípides también fue plagiado

8.1. A su vez Teognis había dicho: "Para el exiliado (lit.: el que huye) no hay amigo ni compañero fiel" (Fragmentos, 332 A),

8.2. y Eurípides compuso el verso: "Al pobre que huye, le huyen lejos todos los amigos" (Medea, 618).

8.3. Epicarmo había dicho: "¡Cuántas desdichas, hija! Cohabitas con un joven, siendo tú vieja" (Fragmentos, 298), y añade: "Porque él por cierto se procura otra más joven, y ella por su parte ciertamente se procura otro" (Epicarmo, Fragmentos, 298);

8.4. Eurípides escribe: "Es malo que una joven se una con un joven, porque él desea conquistar el lecho de otra; y ella, necesitada de éste, tiene malos deseos" (Fragmentos, 914).

8.5. A su vez, Eurípides había dicho en Medea: "Los regalos de un hombre malo no traen utilidad" (Medea, 618),

8.6. y Sófocles en el Ayante (665) que lleva látigo (mastigophóros), dice aquel yambo: "Los regalos de los enemigos no son regalos ni son provechosos".

8.7. Y Solón compuso este verso: "La saciedad engendra desmesura, cuando acompaña mucha riqueza" (Fragmentos, 5,9 D),

8.8. y Teognois escribe abiertamente: "La saciedad genera desmesura, cuando la riqueza acompaña a un malvado" (Fragmentos, 153).

8.9. De ahí que también Tucídides en las Historias dijo: "Acostumbran muchos hombres, mayormente los que inesperadamente y por poco tiempo les llega la fortuna, a inclinarse a la desmesura" (Historias, III,39,4).

8.10. Y Filisto de manera parecida imita eso mismo diciendo: "Pero la mucha fortuna según la razón es más segura para los hombres que la suerte (o: gloria) y la desgracia" (aquí parece haber una laguna en el original griego). Porque sobre todo los que están acostumbrados a la celebridad de manera inesperada suelen derivar hacia la desmesura" (Fragmentos, 556 F 67).

Diversos poetas y autores de teatro que se plagiaron unos a otros

9.1. De nuevo Eurípides cantó: "Son mejores los hijos (lit.: los engendrados) de un padre y una madre que se obligan a un género de vida rígido" (Fragmentos, 525,4-5),

9.2. y Critias escribe: "Pero yo comienzo por la generación del hombre. ¿Cómo podrá nacer con el cuerpo más perfecto y fuerte? Si el progenitor hace gimnasia, come de forma austera (lit.: fuerte) y trabaja el cuerpo, y si la madre del futuro niño robustece el cuerpo y hace gimnasia" (Fragmentos, 88 B 32).

9.3. Otra vez Homero había dicho del escudo fabricado por Hefesto: "En él dispuso la tierra, el cielo y el mar; allí grabó la gran fuerza del río Océano" (Ilíada, XVIII,483 y 607),

9.4. y Ferecides de Siros dice: "Zeus hace un manto grande y hermoso, y en él pinta de diversos colores la tierra, a Ogeno (= Océano) y los palacios de Ogeno" (Fragmentos, 7 B 2).

9.5. Homero había dicho: "La honra perjudica mucho a los varones" (Ilíada, XXIV,45),

9.6. y Eurípides en el Erecteo escribe: "Pero yo tengo dificultad para juzgar sobre la honra, porque es necesaria pero también es un gran mal" (Fragmentos, 356).


Capítulo II: El hurto de los griegos. Los plagios que cometieron entre sí (continuación)

Plagios entre escritores de la misma época

10.1. También se pueden tomar como ejemplos de plagio (lit.: robo) los pasajes paralelos entre contemporáneos y antagonistas.

10.2. Así en el Orestes (211) de Eurípides (se dice): "Oh querida dulzura encantadora del sueño, remedio contra la enfermedad",

10.3. Y Sófocles en el Erifile: "Aléjate; el sueño estimula la curación de la enfermedad" (Fragmentos, 201g).

10.4. Y Eurípides en Antígona: "Lo ilegítimo es despreciable de nombre, pero su naturaleza (es) igual" (Fragmentos, 168).

10.5. Y Sófocles en el Aléadas: "Todo lo que es útil tiene la misma naturaleza" (Fragmentos, 84,2).

10.6. Nuevamente Eurípides, en el Témenos: "Porque Dios también ayuda al que se fatiga" (Fragmentos, 432,2; en realidad es un fragmento del Hipólito).

10.7. Y Sófocles en el Minos: "La fortuna no se alía con quien no trabaja" (Fragmentos, 374).

10.8. Por cierto, Eurípides en el Alejandro (dice): "Y el tiempo demostrará cómo eres: con su testimonio aprenderé y conoceré si eres bueno o malo" (Fragmentos, 60),

10.9. y Sófocles en el Hipono: "No ocultes nada, porque con el tiempo, que todo lo ve y todo lo oye, descubrirá todas las cosas" (Fragmentos, 280).

Poetas que se plagiaron entre sí

11.1. Pero recorramos igualmente otros (pasajes). Porque del canto de Eumelo: "Nueve (son) las hijas de Mnemosina y de Zeus Olímpico" (Eumelo, Fragmentos, 16),

11.2. Solón comienza así su elegía: "Oh espléndidas hijas de Mnemosina y de Zeus Olímpico" (Fragmentos, 1,10).

11.3. A su vez, parafraseando el verso homérico: "¿Quién eres y de dónde? ¿Cuál es la ciudad y tus padres?" (Homero, Odisea, I,170 y XIV,187),

11.4. Eurípides utiliza en el Egeo estos yambos: "¿Qué tierra diremos que has abandonado, hasta hospedarte en esta ciudad? ¿Cuál es el límite de tu patria? ¿Quén te engendró? ¿A quién proclamas tu padre?" (Fragmentos, 1).

11.5. ¿Y qué? (Acaso) Teognis no dijo: "Beber vino abundantemente es malo. Pero para quien lo toma moderadamente no es malo sino bueno" (Elegías, 1,509-510).

11.6. Panyasis escribe: "El vino es el mejor regalo de los dioses a los mortales, si se bebe con medida, pero con exceso es lo peor" (Fragmentos, 14,1 y 5).

También los autores de teatro se imitaron unos a otros

12.1. Pero también de lo que dice Hesíodo: "En vez de fuego yo te daré un mal, con el que todos se sacian" (Los trabajos, 57-58).

12.2. Eurípides canta: "Pero en vez del fuego nació otro fuego más grande y difícil de combatir: las mujeres" (Fragmentos, 429).

12.3. Además de eso, Homero dijo: "No es posible satisfacer el vientre ávido, funesto, que da muchos males a los hombres" (Odisea, XVII,286-287),

12.4. Eurípdes canta: "Me vence el deseo, y ese vientre que acabará siniestramente, del que provienen todos los males" (Fragmentos, 915).

12.5. También al cómico Calias que escribió: "Con los que están locos, todos deben alocarse por igual" (Fragmentos, 20),

12.6. se parece Menandro diciendo en los Vendidos: "No en todas partes conviene que esté presenta la sensatez; y en algún caso conviene también alocarse" (Fragmentos, 354 K).

12.7. De lo que dijo Antímaco de Teos: "Porque los regalos acercan muchos males para los hombres" (Fragmentos, 1),

12.8. Agrias cantó: "Porque los regalos engañan la mente y las obras de los hombres" (Fragmentos, 8).



Plagios entre poetas y autores de teatro

13.1. Sobre lo que había dicho Hesíodo: "Un varón no puede conquistar nada mejor que una buena mujer; y nada peor que una esposa mala" (Los trabajos, 702-703),

13.2. Simónides dijo: "Un varón no puede conquistar nada mejor que una mujer buena, ni nada peor que una mala" (Fragmentos, 6).

13.3. De nuevo, dijo Epicarmo: "El mucho o poco tiempo y cómo has de vivir (es) lo que debes saber" (Fragmentos, 23 B 24).

13.4. Eurípides escribe: "Alguna vez caminamos en una felicidad no segura, ¿por qué no vivimos dulcemente sin sufrir?" (Fragmentos, 196,4-5).

13.5. Del mismo modo, dijo el cómico Dífilo: "La vida del hombre es inconstante" (Fragmentos, 118),

13.6. y Posidipio (dice): "Nadie ha pasado la vida libre de sufrimiento, ningún hombre ha permanecido hasta el final, sin (caer) de nuevo en la desgracia" (Fragmentos, 30).

13.7. Y cosas parecidas te dice Platón cuando escribe sobre la vida del hombre como inconstante (cf. Seudo Platón, Epístolas, XIII,360 D).

13.8. A su vez Eurípides dijo: "¡Oh muy afligida subsistencia de los mortales, totalmente incierta! Tan pronto creces como pereces y no hay término alguno estable que los mortales puedan alcanzar, excepto cuando sobreviene, enviado por orden de Zeus, el fin gélido de la muerte" (Fragmentos inciertos, 916).

13.9. Dífilo escribe: "No hay vida que no coseche males, dolores, preocupaciones, hurtos, tormentos, enfermedades. La muerte presentándose como un médico pone fin a quienes sufren (lit.: se encuentran) esos (males) con el descanso del sueño" (Fragmentos, 88).

Plagios entre los autores de teatro

14.1. También Eurípides había dicho: "Múltiples son las formas de los demonios, y muchas veces los dioses obran inesperadamente" (Alcestis, 1159-1160; Las Bacantes, 1388-1389; Hécuba, 1688-1689);

14.2. de forma semejante el trágico Teodecto escribe: "La fortuna de los humanos no es estable" (Fragmentos, 16,3).

14.3. Baquílides había dicho: "A pocos mortales les dio un ser divino (lit.: demonio) actuar durante todo el tiempo, hasta llegar con éxito a la ancianidad canosa, sin encontrarse con una desdicha en (ese) tiempo" (Fragmentos, 25),

14.4. y el cómico Mosquión escribe: "El más feliz de todos es aquel que llega hasta el fin de su vida practicando una vida uniforme" (Fragmentos, 10).

14.5. Y puedes indagar también que Teognis había dicho: "No conviene entregar una doncella a un varón anciano, porque no obedece al timón de la barca" (Elegías, 1,457-458),

14.6. y lo que escribe el cómico Aristófanes: "(Es) vergonzoso para una mujer joven un varón anciano" (Fragmentos, 600).

14.7. Porque Anacreonte cantó: "Celebro con canto al hermoso Eros, cubierto de cintas, lleno de flores (y) de cantos. Éste (es) dueño de los dioses, éste también somete a los mortales" (Fragmentos, 65,1-5);

14.8. y escribe Eurípides: "Porque Eros no ataca sólo a los hombres y a las mujeres, sino que también agita las almas de los dioses del cielo y llega hasta el mar" (Fragmentos, 431,1-3).

Un griego confirma el hurto de sus congéneres

15.1. Pero para no alargar mucho el discurso al empeñarnos en demostrar la inclinación de los griegos a plagiar palabras y doctrinas, traigamos el testimonio explícito para nosotros del sofista Hipias de Elea, que presenta el mismo discurso sobre el tema que me he propuesto investigar; si no nos equivocamos, él dice:

15.2. "De estos mismo (conceptos) algunos han sido dichos por Orfeo, otros por Museo, de una u otra manera por cada uno de ellos; y otros por Hesíodo, por Homero, por otros poetas, o escritos (en prosa) tanto por griegos como por bárbaros. Y yo, reuniendo de todos ellos los más importantes y afines, compondré este nuevo y variado discurso" (Fragmentos, 86 B 6).

Capítulo II: El hurto de los griegos. Los plagios que cometieron entre sí (conclusión)

Plagios entre los escritores de prosa

16.1. Y para no excluir a la filosofía y a la historia, ni tampoco a la retórica, presentaremos algún argumento semejante, también para que el razonamiento vaya acompañado de algunos pocos (ejemplos).

16.2. Porque de las palabras de Alcmeón de Crotona: "Es más fácil resguardarse de un enemigo (lit.: de un hombre enemigo) que de un amigo" (Fragmentos, 24 B 5),

16.3. Sófocles cantó en Antígona (651-652): "¿Puede haber mayor desgracia que un mal amigo?".

16.4. Y Jenofonte ha dicho: "A los enemigos no se les puede infligir mayor daño que fingirse su amigo" (Ciropedia, V,3,9).

5. En el Télefo, había dicho Eurípides: "Nosotros, griegos, ¿seremos esclavos de los bárbaros?" (Fragmentos, 719).

6. y Trasímaco en el Sobre los Larisanos dice: ¿Nosotros, griegos, vamos a ser esclavos de un bárbaro, Arquelao?" (Fragmentos, 85 B 2).

Plagios entre filósofos

17.1. Orfeo había cantado: "El agua es alma, pero es muerte para las aguas; del agua (sale) la tierra y de la tierra nuevamente el agua; y de ésta (deriva) el alma que cambia todo el éter" (Fragmentos, 226);

17.2. y Heráclito, componiendo de aquí sus teorías, escribió así: "Para las almas (es) muerte devenir agua; y para el agua, (es) muerte llegar a ser tierra; pero de la tierra brota, el agua, y del agua el alma" (Fragmentos, 22 B 36).

17.3. También el pitagórico Atamante había dicho: "Así todo es engendrado (lit.: inengendrado) y tiene cuatro principios y raíces: fuego, agua, aire y tierra; porque de éstos proceden las generaciones de los seres (o: de lo engendrado)" [único fragmento de este autor],

17.4. y Empédocles de Agrigento cantó: "Escucha en primer lugar que (son) cuatro las raíces de todo: fuego, agua, tierra y la inconmensurable altura del éter. De ellas [proceden] cuantas cosas han sido, son y también serán" (Fragmentos, 31 B 6,1; 17,27; 21,13).

17.5. Y sobre lo que dice Platón: "Por eso también los dioses, sabedores de las cosas humanas, a los que más estiman, les apartan más rápido de la vida" (Seudo Platón, Axiochus, 367 B-C), Menandro lo celebró:

17.6. "Aquél a quien los dioses aman, muere joven" (Fragmentos, 111).

Plagios entre oradores y escritores de teatro

18.1. Y lo que Eurípides escribe en el Enomao: "Reconocemos por indicios lo desconocido por lo presente" (Fragmentos, 574);

18.2. y en el Fénix: "Lo desconocido se alcanza racionalmente por señales" (Fragmentos, 811),

18.3. Hiperides lo dice así: "Los que enseñan deben examinar lo que es desconocido por los indicios y argumentos" (Fragmentos, 195).

18.4. A su vez, había dicho Isócrates: "Es necesario conjeturar el futuro por lo pasado" (Panegírico, IV,141).

18.5. Andócides no duda en decir: "Porque es necesario servirse de lo sucedido antes como indicios de lo que sucederá en el futuro" (Sobre la paz, III,2,7).

18.6. También Teognis había cantado: "La falsificación del oro y de la plata (es) un crimen tolerable, oh Cirno, y es fácil descubrirlo para el hombre experto. Pero si el pensamiento de un varón amigo se ha ocultado en su interior, es mentiroso y tiene en su interior un corazón engañoso, eso es lo peor que un dios ha hecho para los mortales, y el conocerlo es lo más doloroso de todo" (Elegías, I,119-124).

18.7. Y Eurípides escribe: "¡Oh Zeus, ¿por qué (has concedido) siempre signos claros a los hombres para (conocer) el oro falso, pero cuando es necesario distinguir al malo entre los hombres, no (hay) un carácter (o: marca) adherido al cuerpo por la que se pueda descubrir al malvado entre los varones?" (Medea, 516-519).

18.8. Y También el mismo Hiperides dice: "Ninguna marca hay sobre el rostro de los hombres acerca del pensamiento" (Fragmentos, 196).

Plagios entre historiadores

19.1. De nuevo Estasino había versificado: "Es necio el que mata al padre y deja vivos (lit.: libres) a los hijos" (Cantos de Chipre, fragmentos, 25);

19.2. y dice Jenofonte: "Porque igual me parece ahora haber hecho como si alguien, matando al padre, tiene consideración por la salud de sus hijos" (es un pasaje de Heródoto, Historias, I,155,5-7).

19.3. Y Sófocles, en el Antígona (911-912), versificó: "Llegados al Hades padre y madre, no habrá hermano que pueda nacer",

19.4. Heródoto dice: "(Puesto que) mi padre y mi madre ya no existen, no tendré otro hermano" (Historias, III,119,25-26).

19.5. Sobre lo que versificó Teopompo: "Los ancianos son dos veces niños, a decir verdad" (Fragmentos, 69);

19.6. y anteriormente a él, Sófocles, en el Peleo: "Yo sola llevo la casa del eácida Peleo, guió al anciano y lo educo de nuevo, porque el varón que envejece viene a ser otra vez niño" (Fragmentos, 447).

19.7. el orador Antifón afirma: "Porque el cuidado de un anciano es como educar a un niño" (Fragmentos, 87 B 66);

19.8. y el filósofo Platón: "Por lo que parece, el anciano deviene otra vez niño" (Leyes, I,646 A).

Plagios entre oradores y filósofos

20.1. En verdad Tucídides dice: "En Maratón, ellos solos se expusieron al peligro" (Historia de la guerra del Peloponeso, I,73,4).

20.2. (Mientras que) Demóstenes había dicho: "A los que en Maratón se expusieron al peligro" (Sobre la corona, 208).

20.3. Tampoco dejaré pasar por alto aquellos [ejemplos]: Cratino, en Pitine (la botella), había dicho: "Tal vez conozcan las intrigas (o: los preparativos)" (Fragmentos, 185).

20.4. Y el orador Andócides dice: "¡Señores jueces, todos reconocen de cerca la intriga (o: la preparación) y el ardor de mis enemigos!" (Sobre los misterios, 1,1).

20.5. Así también Lisias, en (el alegato) Sobre el depósito contra Nicias dice: "¡Señores jueces, miren el engaño y el ardor de los adversarios!" (Fragmentos, 35).

20.6. Y tras él Esquines dice: "¡Varones atenienses, miren la intriga (o: la preparación) y el orden de batalla" (Contra Ctésiphon, III,1).

20.7. En otra ocasión Demóstenes había dicho: "Pienso, varones atenienses, que todos ustedes más o menos habrán experimentado cuánto esfuerzo y (cuántas) intrigas hubo por este pleito" (Sobre la falsa embajada, 1).

20.8. Y lo mismo Filino: "¡Oh señores jueces, pienso que ninguno de ustedes ignora cuántos esfuerzos y formación en orden de batalla hubo en este debate judicial!" (Fragmentos, 4)

Plagios entre historiadores y autores cómicos

21.1. De nuevo, a lo dicho por Isócrates: "Como si fuera parienta de los bienes, y no de él" (Discursos [Aegineticus], XIX31,

21.2. Lisias en Los huérfanos dice: "Y se puso de manifiesto que él era pariente no de las personas, sino de sus bienes" (Fragmentos, 84).

21.3. Y después versificó Homero: "¡Oh amigo mío, si huyendo de esta guerra, pudiéramos vivir siempre sin envejecer ni morir, tampoco yo combatiría en primera fila, ni te enviaría a, la gloriosa batalla. Pero ahora, porque en todo caso se nos presentan miles de destinos de muerte, de los que a un mortal no es posible huir ni escapar, vamos, por si damos gloria a alguno o alguien a nosotros" (Ilíada, XII,322-328),

21.4. Teopompo escribe: "Porque si una vez escapados del peligro presente fuera posible pasar todo el tiempo restante sin limitaciones, no debería asombrar el amor a la vida; pero ahora son tantas las fatalidades unidas a, la vida, que parece ser muy preferible la muerte en las batallas" (Fragmentos, 115 F 287).

21.5. ¿Y qué? ¿El sabio Quilón no enunció la sentencia: "Sal fiador y te arruinarás" (Estobeo, Anthologium, 3,1, la atribuye a Tales),

21.6. y Epicarmo pronunció la misma sentencia con otro nombre, diciendo: "La ruina, es hija de la fianza, y la fianza es hija de la condena" (Fragmentos, 23 B 25)?



Plagios de Eurípides y de algunos oradores

22.1. Pero también [hay una cita] del médico Hipócrates: "Hay que considerar la época, el lugar, la edad y las enfermedades" (Aforismos,1,2),

22.2. de la que Eurípides escribe en algún hexámetro la expresión que dice: "El buen médico debe observar las enfermedades después de examinar las dietas de los que habitan en la ciudad y su tierra (= el clima de la tierra en que habitan)" (Fragmentos, 917).

22.3. Homero también versificó: "Afirmo que ningún hombre vivo ha huido jamás del destino" (Ilíada, VI,488).

22.4. Y Arquino dice: "Para todos los hombres es obligado el morir antes después" (Fragmentos, 3 B 738)..

22.5. Y Demóstenes [afirma]: "Porque la muerte (es) para todos los hombres el fin de la vida, aunque uno procure encerrarse en un cuartito" (Sobre la corona, 97,6-7).

Plagios de autores cómicos y de un poeta

23.1. Heródoto por su parte, en el relato sobre el espartano Glauco, dice que la Pitia respondió que para Dios procurar algo y hacerlo es lo mismo (cf. Heródoto, Historias, VI,86,54-56).

23.2. Y Aristófanes dijo: "Porque para Él (es) igual poder hacer algo que pensarlo" (Fragmentos, 691),

23.3. y antes de esto Parménides de Elea: "Porque lo mismo es pensar que ser" (Fragmentos, 28 B 3).

23.4. ¿Acaso También Platón no había dicho: "Nosotros deberíamos decir, quizás no sin razón, el amor es la vista, y la esperanza debilita la pasión, pero la memoria de las relaciones íntimas la cuidan" (cf. Platón, Fedro, 249 D; 250 C-D; 251 C)?

23.5. Y el cómico Dilemón escribe: "Primero todos miran, más tarde se admiran, después contemplan con intensidad, luego caen en la esperanza; así nace de esto el amor" (Fragmentos, 138).

23.6. Pero también Demóstenes había dicho: "Todos nosotros somos deudores de la muerte" (Adversus Leptinem, 97), etc.,

23.7. y Fanocles en Amores o Hermosos escribe: "Pero la trama de las Parcas (es) insoluble, no es posible huir para todos los que vivimos en la tierra" (Fragmentos, 3 D).

Plagios de un historiador, Eurípides y Epicuro

24.1. Y encontrarás también que Platón dijo: "El brote primero de toda planta impulsada convenientemente a la perfección, es útil para que llegue al fin de su propia naturaleza" (Leyes, VI,765 E).

24.2. (Así), el historiador Éforo escribe: "Pero ninguna de las plantas salvajes es naturalmente apta para ser domesticada cuando ha pasado la edad más joven" (Fragmentos inciertos).

24.3. Y aquello de Empédocles: "Porque anteriormente yo devine niño y niña, arbusto, ave y mudo pez de mar" (Fragmentos, 31 B 117),

24.4. lo parafrasea Eurípides en el Crisipo: "Nada de lo que nace muere, sino que una cosa, diferenciándose de otra, presenta una forma distinta" (Fragmentos, 839,12-14).

24.5. Platón en la República, dijo de las mujeres son comunes;

24.6. y Eurípides en el Protesilao: "Porque el lecho de la mujeres debe ser comunitario" (Fragmentos, 653).

24.7. Pero Eurípides escribió: "Por otra parte, a quienes son sabios les basta lo necesario" (Fenicias, 554),

24.8. y Epicuro dijo abiertamente: "El bastarse a sí mismo (aytárkeia) (es) la mayor riqueza de todas" (Fragmentos, 476).

24.9. También Aristófanes escribió: "Si eres justo, tendrás una vida estable; vivirás bien, sin turbación ni miedo" (Fragmentos, 899);

24.10. y Epicuro dice: "La imperturbabilidad (ataraxía) es el mayor fruto de la justicia" (Fragmentos, 515).

Plagios de obras enteras

25.1. Estas son las formas del hurto intelectual de los griegos, suficientes por su evidencia, para dar un ejemplo claro a quien pueda ver. Pero no sólo se robaron ideas y expresiones que ellos sustrajeron y parafrasearon, como se ha visto, sino que también se probará que realizaron (lit.: tienen) abiertamente robos totales.

25.2. Porque han plagiado arbitrariamente (las obras) de otros exhibiéndolas como propias; así Eugamón de Cirene copió íntegro el libro de Museo Sobre los Tesprotos, y Pisando de Camiro la Heraclea de Pisino de Lindos, y Panyasis de Halicarnaso la Toma de Escalia de Creófilo de Samos.

Plagios de obras enteras (continuación)

26.1. Y también encontrarán que el gran poeta Homero sustrajo aquello que dijo: "Como un hombre alimenta un retoño lozano de olivo" (Ilíada, XVII,53), y lo que sigue, literalmente trasladado desde Orfeo en La desaparición de Dionisio.

26.2. En la Teogonía, Orfeo, sobre Cronos, versificó: "Yacía reclinado con el fuerte cuello de lado, y el sueño, que todo lo domina, lo vencía" (Fragmentos, 149); éstos (versos son) los que Homero trasladó al Cíclope (cf. Odisea, IX,372-373).

26.3. Hesíodo versificó sobre Melampo: "Pero es grato también aprender cuanto los inmortales han hecho por los mortales; clara señal de miserables y de buenos" (Fragmentos, 164), y lo que sigue, tomándolo textualmente del poeta Museo.

26.4. El cómico Aristófanes, en las primeras Tesmoforías, trasladó versos de Los quemados de Cratino.

26.5. Y el cómico Platón y Aristófanes en el Dédalo, se plagian el uno al otro.

26.6. Ciertamente el Cócalo, compuesto por Áraros, hijo de Aristófanes, (fue trasladado), aunque cambiado, por el cómico Filemón en la comedia El supuesto.

26.7. Los historiadores Eumelo y Acusilao cambiaron a prosa relatos de Hesíodo, y los presentaron como propios.

26.8. De Meleságoras robaron los historiadores Gorgias de Leontino y Eudemo de Naxo, y además de esos Bión de Proconeso, quien también transcribió (la historia) de Cadmos el Anciano resumiéndola; y también Anfíloco, Aristocles, Leandrio, Anaxímenes, Helánico, Hecateo, Androción y Filócoro; Dieuquidas de Megara cambió el principio de su obra respecto de la Deucalionía de Helánico.

Conclusión del capítulo segundo

27.1. Y guardo silencio sobre Heráclito de Éfeso, que tomó gran parte de Orfeo.

27.2. Y Platón también sacó la doctrina de la inmortalidad del alma de Pitágoras, y éste (la tomó) de los egipcios.

27.3. Muchos (autores) de la escuela platónica han compuesto escritos donde se demuestra que la mayor parte y los más importantes doctrinas tanto de los estoicos, como dijimos al principio (cf. VI,5,1; VI,26,8), y de Aristóteles las han tomado de Platón.

27.4. Pero también Epicuro elaboró sus principales doctrinas a partir de Demócrito.

27.5. Quede esto así. Porque faltaría vida si pretendiera recorrer, refutando uno a uno individualmente, el hurto egoísta de los griegos, y cómo usurpan para sí el hallazgo de sus mejores doctrinas, (pero) que han tomado de nosotros.

Capítulo III: Plagios de los griegos a los textos bíblicos

Introducción

28.1. Pero ya no sólo son acusados de haber sustraído sus doctrinas de los bárbaros, sino también de haber imitado además las maravillas realizadas para nuestra conversión desde lo alto (lit.: arriba), por divino poder, mediante los que han vivido santamente, contando cosas extrañas en [su] mitología griega.

28.2. Así también nosotros les preguntaremos si esas cosas que ellos relatan son verdaderas o falsas. Pero no dirán que son falsas -porque así voluntariamente se condenarán a sí mismos al escribir falsedades, lo que (sería) la mayor necedad-; pero confesarán necesariamente que son verdaderas.

28.3. Y entonces, ¿cómo les puede parecer todavía increíble lo mostrado prodigiosamente por Moisés y los otros profetas? Porque Dios omnipotente, que cuida de todos los hombres, les conduce a la salvación a unos con mandamientos y a otros con amenazas, a unos con señales prodigiosas y a algunos con buenas promesas.

28.4. Ahora bien, se dice que, sobreviniendo en cierta ocasión una prolongada sequía extrema, arruinó la Hélade y persistiendo la esterilidad de los árboles frutales (lit.: la agonía de los frutos), los hambrientos griegos que sobrevivieron fueron suplicantes a Delfos y preguntaron a la Pitia cómo podrían liberarse del castigo.

28.5. Ella les respondió que sólo había un remedio para la desgracia: acudir a las oraciones de Eaco (= dios de la mitología griega). Se dejó persuadir por ellos Eaco, subió al monte Helénico, extendió sus manos puras hacia el cielo, invocó al dios padre de todos y le suplicó que tuviera piedad de la agotada Hélade.

28.6. Tan pronto como hubo rezado, resonó un trueno extraordinario y todo el aire en torno se cubrió de nubes; y cayeron torrenciales y continuas lluvias, que inundaron toda la región. Como consecuencia llegó una abundancia de frutos (para la tierra), fecundada por las oraciones de Eaco.

La Sagrada Escritura nos enseña cómo Dios escucha a quienes creen en Él

29.1. Dice [la Escritura]: Samuel llamó al Señor, y en día de recolección el Señor le dio truenos y lluvia" (1 S 2,18).

29.2. ¿Ves cómo hay un solo Dios, "que hace llover sobre justos e injustos" (Mt 5,45) mediante los poderes que le están sometidos?

29.3. Y toda nuestra Escritura (está) llena de cómo Dios escucha las oraciones de los justos y cumple una a una las peticiones de los que suplican.

29.4. También los griegos cuentan que una vez, habiendo cesado los vientos etesios, Aristeo (= divinidad mitólogica de los griegos) ofreció un sacrificio a Zeus Icmeo en Ceos. Porque la calamidad era grande, puesto que todo ardía por el ardor del sol y además porque no soplaban los vientos que de ordinario refrescaban los frutos; pero (Zeus) llamándolos (los hizo retornar) fácilmente.

29.5. Y cuando Jerjes marchaba sobre la Hélade, la Pitia anunció a los délficos: "¡Oh délficos, rueguen a los vientos y les irá mejor!" (Oráculos de Delfos, fragmentos, 113); ellos hicieron un altar y un sacrificio a los vientos y éstos les socorrieron. Porque soplando fuertemente alrededor del cabo (o: promontorio) Sepíade hicieron añicos toda la escuadra naval del [rey] Persa.

Los griegos tomaron de la Biblia la convicción de que los justos obran maravillas

30.1. Empédocles de Agrigento fue llamado el que detiene los vientos. En efecto, se dice que soplando desde las montañas de Agrigento un viento abrumador y pestilente para los habitantes, y que además era causa de esterilidad para sus mujeres, [Empédocles] hizo que cesara el viento.

30.2. Por eso él mismo también escribe en sus poesías: "Calmarás el ardor de los vientos infatigables que, levándose sobre la tierra, devastan los sembrados de los mortales; y de nuevo, si quieres, establecerás su soplar binhechor" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 111,3-5).

30.3. Y decía que le acompañaban "unos necesitados de adivinaciones y otros que estaban afligidos durante mucho tiempo por penosas enfermedades" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 112,10. 12).

30.4. Sin duda, [los griegos] han creído, por nuestras Escrituras, que los justos realizaban curaciones, prodigios y milagros. Porque si algunos poderes son capaces de remover los vientos y distribuir las lluvias, no obstante escuchen lo del Salmo: "¡Cuán amables son tus moradas, Señor de los ejércitos!" (Sal 83 [84],2).

30.5. Éste es el Señor de los ejércitos, de los principados y de las potestades, sobre el que Moisés dice, para que permanezcamos unidos a Él: "Circunciden la dureza de su corazón y no endurezcan más su cuello; porque el Señor su Dios, Él es Señor de los señores, Dios de los dioses, el Dios grande y fuerte" (Dt 10,16-17), y lo que sigue a eso.

30.6. E Isaías dice: "Alcen a lo alto sus ojos y miren: ¿Quién ha manifestado todo eso?" (Is 40,26).

Las intervenciones divinas en los fenómenos naturales

31.1. Pero algunos dicen que las pestes, granizadas, tormentas y cosas semejantes suelen acontecer no sólo por las perturbaciones de la materia, sino también por la ira de algunos seres divinos (lit.: demonios) o también de ángeles no buenos.

31.2. Así, se dice que en Cleonas (= ciudad de Grecia) los magos examinando los fenómenos celestiales de las nubes a punto de granizar, apartaron con cantos (lit.: odas) y sacrificios la amenaza de la ira.

31.3. Y si por algún motivo les faltaban víctimas, se hacían sacar sangre del dedo y así mantenían el sacrificio.

31.4. Con los sacrificios que los atenienses habían ofrecido antes de la peste, Diótirna de Mantinea (= sacerdotisa ateniense) difirió la epidemia diez años, al igual que los sacrificios de Epimémdes de Creta les valieron a los atenienses para retrasar por igual período de tiempo la guerra persa. Y piensan que no (hay) diferencia en llamar dioses o ángeles a estas personas (lit.: almas).

31.5. Ahora bien, los expertos en la materia, al edificar han colocado en muchos templos, y aún en casi todos, monumentos de los muertos; llamando daímones a sus almas, y enseñando que deben recibir honores divinos por parte de los hombres, ya que por la integridad de su vida han obtenido por divina providencia el poder de recorrer la tierra en torno para servicio de los hombres. Porque sabían que algunas almas estaban naturalmente dominadas en el cuerpo.



Demócrito. La epifanía del monte Sinaí

32.1. Pero sobre estas cuestiones trataremos en el momento oportuno, en el tratado sobre los ángeles (= obra desconocida), siguiendo nuestros escritos.

32.2. Demócrito, por las muchas predicciones que hizo a partir de la observación de los fenómenos atmosféricos, fue apodado "Sabiduría". Una vez recibido con benevolencia por el hermano Dámaso y haciendo conjeturas [por la posición] de los astros, le predijo que habría un gran diluvio. Así, los que confiaron en él recogieron los frutos -puesto que era verano, y estaban aún en el campo (lit.: en las eras)-; pero los otros lo perdieron todo, porque se desencadenó una lluvia imprevista y torrencial.

32.3. ¿Cómo, entonces, los griegos no creerán en la epifanía divina del monte Sinaí, cuando el fuego ardía sin consumir ningún arbusto de los que crecen en la montaña (cf. Ex 3,2), y se difundía un sonido de trompetas sin que nadie soplase instrumento alguno (cf. Ex 19,18-19)?

32.4. Porque, según se dice, aquella denominada bajada de Dios sobre el monte es una manifestación del poder divino que inunda todo el mundo y proclama la luz inaccesible (cf. 1 Tm 6,16). Porque ésa (es) la alegoría de la Escritura.

32.5. Pero, como dice Aristóbulo: "Veían el fuego, y toda la multitud, no menos de un millón de personas sin (contar a) los niños, se reunía alrededor del monte; y se necesitaban no menos de cinco días para recorrer el perímetro de la montaña" (Aristóbulo, Fragmentos, 2; citado por Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, VIII,10,12-17).

Relatos de los griegos semejantes a los de la epifanía del Sinaí

33.1. "Y se veía, arder el fuego en todos los sitios de la aparición y por todos los que estaban alrededor, como si estuvieran acampados, y su descendimiento no estuvo limitado a un solo lugar, puesto que Dios está en todas partes" (Aristóbulo, Fragmentos, 2; citado por Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, VIII,10,12-17).

33.2. Los que componen historias dicen que en la costa de la isla Británica existe una cueva a los pies de un monte y una abertura sobre la cima. Cuando el viento penetra por la cueva y choca contra las paredes de la cavidad, se oye una resonancia de címbalos golpeados armoniosamente.

33.3. Muchas veces también en los bosques, cuando los arbustos son movidos por repetidas ráfagas de viento: se oye un sonido semejante a un canto de pájaros.

33.4. También los que han compuesto [la historia de] los "Persas" refieren que en los lugares más altos de la región de los Magos (= Capadocia) hay tres montes seguidos, en una gran llanura. Los que atraviesan ese lugar, cuando llegan al primer monte, oyen una voz confusa, como de varios miles de personas que gritan igual que (un escuadrón) en orden de batalla. Y alcanzada la cima [del monte] del medio, oyen también un estrépito más fuerte y a la vez más claro. Y sobre el final sienten cantar como cantos de fiesta de vencedores.

33.5. Pienso que la causa de todos esos sonidos es la llanura del lugar y las concavidades (de allí). Por eso el viento que entra choca dentro y (es) rechazado de nuevo al mismo lugar, resonando con mayor fuerza.

Conclusión del capítulo tercero

34.1. Las cosas son así. Pero Dios todopoderoso, también sin soporte alguno, puede producir sonidos y representaciones auditivas, cuando desea mostrar su grandeza más allá de cuanto se suele confiar al orden físico, con miras a la conversión del alma que todavía no cree a la recepción del mandamiento dado.

34.2. Existiendo una nube y un monte elevado, ¿cómo no era posible escuchar diversos sonidos, al levantarse (lit.: moverse) el viento por la causa que lo produce? Por eso también dice el profeta: "Ustedes oyeron voces de palabras, y no vieron imagen de rostro" (Dt 4,12; lit.: no vieron la semejanza; cf. Jb 28,22).

34.3. Mira cómo la voz del Señor (es) el Verbo sin figura; porque el poder del Verbo (es) la palabra luminosa del Señor, la verdad que ha descendido desde lo alto del cielo sobre la reunión (o: asamblea) de la Iglesia, actuando mediante el servicio directo y luminoso.

Capítulo IV: Plagios de los griegos a los egipcios y a los habitantes de la India

Introducción. Las procesiones de los egipcios

35.1. Encontramos también otro testimonio corroborando que los más excelentes de los filósofos usurparon de nosotros las más hermosas doctrinas y se vanagloriaron (de ellas) como propias; y de los otros bárbaros tomaron ciertas flores que inspiraban a algunas de las escuelas, principalmente la de los egipcios; entre otras, también la doctrina sobre la transmigración del alma en los cuerpos.

35.2. Porque los egipcios van detrás de una filosofía propia; así lo demuestra ante todo su venerable práctica religiosa.

35.3. Porque en primer lugar avanza delante el cantor, llevando alguno de los símbolos de la música. Dicen que éste debe llevar dos libros de Hermes, uno de los cuales contiene himnos de los dioses, y el otro un cómputo de la vida del rey.

35.4. Después del cantor (va) el astrólogo que lleva los signos de la astrología en la mano: un reloj y una palma. Éste debe tener siempre en la boca los tratados de astrología de los libros de Hermes, que son cuatro en número: sobre las disposiciones de las estrellas que aparecen fijas; sobre el curso del sol, de la luna y de los cinco planetas; sobre los eclipses (o: conjunciones) e iluminaciones del sol y de la luna; y el último, sobre los nacimientos (de los mismos).

Las procesiones de los egipcios (continuación)

36.1. Sigue después el escriba sagrado, llevando plumas sobre la cabeza, un libro en la mano y un cesto, que contiene la tinta de escribir y el junco con el que escriben. Debe conocer los llamados jeroglíficos, lo relativo a la cosmografía y la geografía del curso del sol, de la luna y de los cinco planetas, la topografía de Egipto y el plano del Nilo, la catalogación de los objetos sagrados y la de los lugares en que ellos consagran con sus medidas y de todo lo que se utiliza para el culto sagrado.

36.2. Detrás de los arriba mencionados viene el encargado del vestuario, llevando la balanza de la justicia y (el vaso) a las libaciones. Éste conoce todo lo referente a la disciplina y a lo que se denomina "moschosphragistika" (= el arte de preparar los sacrificios). Y diez [libros] son los que se refieren al culto de sus dioses y abarcan toda la piedad de los egipcios: lo relativo a sacrificios, primicias, himnos, oraciones, fiestas y cosas semejantes.

Las procesiones de los egipcios (conclusión)

37.1. Al final de todos viene el profeta que aprieta contra el pecho visible a la hidria (= vaso agujereado que representaba en Egipto al dios del agua), al que siguen los encargados de llevar los panes.

37.2. Éste, como superintendente del templo, aprende los diez libros llamados sacerdotales -que tratan sobre las leyes, los dioses y todo lo relativo a la educación de los sacerdotes-. Porque entre los egipcios el profeta es también el encargado de la distribución de los tributos.

37.3. Así entonces, los libros de Hermes son cuarenta y dos, y totalmente necesarios. De ellos, los mencionados (funcionarios) se aprenden de memoria treinta y seis, que contienen toda la filosofía de los egipcios; y los restantes seis (competen) a los "pastóforos" (= los que llevaban la estatua de un dios en una urna), y tratan sobre la medicina: sobre la condición del cuerpo, las enfermedades, los instrumentos, las medicinas, las afecciones de los ojos y, por último, sobre la ginecología.



La sabiduría de la India

38.1. Tratando de ser breve, esto es lo que se refiere a los egipcios. Pero también la filosofía de los indios ha sido muy consolidada por ellos.

38.2. Alejandro de Macedonia capturó diez gimnosofistas de la India, los que parecían mejores y más concisos en los discursos, a quienes propuso unas cuestiones (lit.: problemas), con la amenaza de que mataría a quien no respondiera atinadamente, y ordenó al más anciano de ellos que fuera juez al respecto.

38.3. El primero, preguntado si pensaba que eran más los vivos que los muertos, respondió que eran los vivos; porque los muertos no existen.

38.4. Al segundo se le preguntó si era la tierra o el mar lo que produce animales más grandes, y respondió que la tierra; puesto que efectivamente el mar es parte de ella.

38.5. Al tercero, cuál es el más astuto de los seres vivos que todavía no ha sido completamente conocido, y dijo que el hombre.

38.6. El cuarto, preguntado por qué razón habían incitado a sublevarse a Sabbas, siendo su jefe, respondió: "Queríamos que él viviese o muriese con honor (lit.: bien, hermosamente)".

38.7. Interrogado el quinto sobre quién había nacido antes, el día o la noche, respondió: "La noche un día antes. Porque de preguntas insolubles (o: imposibles) es necesario que sean insolubles también las respuestas".

38.8. Preguntado el sexto cómo (un hombre) podría hacerse amar más, dijo: "Si es el más fuerte, no haciéndose más temible".

38.9. Preguntado el séptimo sobre cómo un hombre puede devenir un dios, respondió: "Si hiciera lo que para un hombre no es posible".

38.10. Interrogado el octavo si es más fuerte la vida que la muerte, respondió que la vida, porque trae muchos males.

38.11. El noveno, interrogado respecto de hasta cuándo es viva, dijo que hasta que no piense que es mejor morir que vivir.

38.12. Y cuando Alejandro ordenó al décimo que hablara, porque era el juez, dijo: "Cada uno ha respondido peor que el otro". Y dijo Alejandro: "Entonces, ¿no deberías morir tú el primero, si juzgas así?". Y aquél respondió: "¿Cómo puede ser verdad, oh rey, si has dicho que matarías primero al que hubiera respondido peor?"(1).

(1) "Lógicamente debería morir el segundo sabio en primer lugar, puesto que es el primero en responder peor que el precedente. Condenando al más anciano, Alejandro no respeta los términos de la prueba. Por tanto, todos debían salvarse" (SCh 446, p. 139, nota 1).

Capítulo V: La universalidad de la salvación

La veneración de Dios

39.1. Y que ciertamente los griegos son convictos de robar toda la Escritura, se ha demostrado suficientemente, pienso yo, mediante numerosas pruebas. Por otra parte, los griegos más notables no conocen a Dios con conocimiento cierto (o: profundo; cf. Rm 10,2), sino según circunlocución (o: perífrasis); lo dice Pedro, en el Kerigma (= escrito apócrifo):

39.2. "Sepan que hay solo Dios, que hizo (o: creó) el principio de todas las cosas, y tiene la potestad de (su) fin.

39.3. Él es [el Dios] invisible, el que lo ve todo; no tiene lugar y Él lo contiene todo; no necesita de nada y de Él tienen necesidad todos los seres y por Él existen; inefable (o: inasible, incomprensible), eterno, incorruptible, increado, que todo lo ha hecho con la palabra de su poder" (Kerigma Petri, 2; cf. Hb 1,3; 1 Co 1,24), de la Escritura gnóstica, esto es, del Hijo (o: [lo que designa] al Hijo en la Escritura [comprendida] gnósticamente).

39.4. Después añade: "Veneren a ese Dios, pero no como los griegos" (Kerigma Petri, 3); porque evidentemente nosotros damos culto al mismo Dios que los sabios griegos, pero [éstos] no con un conocimiento profundo, completo, que no han aprendido mediante la tradición del Hijo.

39.5. Ciertamente no dice: "No veneren al Dios que veneran los griegos, sino no como los griegos"; (desea) cambiar el modo del culto a Dios, pero no proclamar otro [Dios].

El culto de los paganos no es auténtico

40.1. Qué es ese "no como los griegos" lo esclarece el mismo Pedro al agregar: "Porque se dejan llevar por la ignorancia y no conocen a Dios como nosotros, según la perfecta gnosis de las cosas que Él había puesto a su disposición, para su uso -maderas y piedras, bronce, hierro, oro y plata-, de materia puesta para su servicio, (sino que) han elevado la materia, venerándola;

40.2. también veneran a los animales que Dios les había dado como alimento: las aves del cielo, los peces del mar, los reptiles de la tierra y las fieras salvajes, juntamente con los ganados cuadrúpedos del campo (cf. Gn 1,26), las comadrejas, ratones, gatos, perros y monos; y les ofrecen como sacrificio los alimentos propios de los mortales, y presentan como ofrenda cadáveres a cadáveres (o: muertos a muertos), como a dioses; ingratos para con Dios, porque mediante estas cosas niegan que Él exista" (Kerigma Petri, 3).

Tampoco el culto de los judíos es auténtico

41.1. Y puesto que se dice que tanto los griegos como nosotros mismos reconocemos al mismo Dios, aunque no del mismo modo, por eso añade de nuevo poco después:

41.2. "Tampoco den culto como los judíos; porque también ellos, pensando que son los únicos que conocen a Dios, no lo conocen, porque dan culto a ángeles y arcángeles, a los meses y a la luna.

41.3. Y si la luna no sale, no celebran el sábado, llamado el primero; tampoco celebran el novilunio, ni los ácimos, ni la fiesta (de los tabernáculos), ni el gran día [de la expiación]" (Kerigma Petri, 4).

41.4. Después añade el colofón a su investigación: "Por tanto, también ustedes aprendan con santidad y justicia lo que les transmitimos, custódienlo y den culto a Dios de forma nueva por medio de Cristo.

41.5. Porque en las Escrituras encontramos lo mismo que el Señor dice: "He aquí que les entrego una nueva alianza, no como la transmitida a sus padres en el monte Horeb" (Jr 38 [31 hebr.],31-32).

41.6. Él ha establecido con nosotros una [alianza] nueva; porque las [establecidas] con los griegos y los judíos son anticuadas, y nosotros, los cristianos de la tercera generación, damos culto a Dios de una manera nueva" (Kerigma Petri, 5).

41.7. Porque me parece que [Pedro] demostró con claridad que el solo y único Dios es conocido por los griegos de forma pagana, por los judíos en forma judía, y por nosotros de una forma nueva y espiritual.



Dios les regaló a los griegos la filosofía

42.1. Y también sugirió que el mismo Dios es el autor (lit.: chorégos: jefe del coro) de los dos Testamentos, y dio a los griegos la filosofía helénica, por la cual el Todopoderoso es glorificado entre los griegos. Y esto también (es) claro por lo que sigue.

42.2. En efecto, los que (proceden) de la cultura (paideía) griega, como los que (vienen) del linaje de la Ley (y) los que acceden a la fe, están reunidos en el pueblo que se salva, y no son tres pueblos diferenciados (o: divididos) en el tiempo, para que se deba pensar que sus naturalezas son tres [distintas], sino que son educados con diversas alianzas por el único Señor, (y) existen por la palabra de un único Señor.

42.3. De la misma manera que Dios quiso salvar a los judíos dándoles los profetas, así también suscitó entre los más ilustres griegos profetas en su propia lengua, al estar (en condiciones) de recibir la acción benéfica de Dios, distinguiéndoles del resto de los hombres del vulgo, como lo demostrará, además de la "Predicación de Pedro", el apóstol Pablo diciendo:

Una sola salvación y un solo Dios

43.1. "Tomen también los libros griegos. Conozcan a la. Sibila, cómo manifiesta que hay un solo Dios y los acontecimientos futuros, y tomando a Histaspes (= sabio persa), reconocerán y encontrarán que está descrito de manera muy luminosa y clarísima el Hijo de Dios, y cómo muchos reyes se levantarán en orden batalla contra Cristo, porque le odian a Él y a quienes llevan su nombre, a, los que le creen, a su paciencia y a su venida" (cita de origen incierto, ¿procede de los Acta Pauli?).

43.2. Después con una palabra nos pregunta: "¿Pero todo el mundo y lo que (hay) en el mundo de quién (es) ¿No es de Dios?" (cita de origen incierto, ¿procede de los Acta Pauli?).

43.3. Por eso Pedro afirma que el Señor había dicho a los apóstoles: "Si alguno de Israel quisiera arrepentirse y creer en Dios por mi nombre, se le perdonarán los pecados. Después de doce años salgan por el mundo. Que nadie diga: "No hemos oído"" (Kerigma Petri, 2).

Capítulo VI: La universalidad de la salvación

Testimonio del profeta Isaías

44.1. Al igual que ahora, a su tiempo, ha llegado la predicación [del Evangelio], así a su tiempo fueron dados la Ley y los profetas a los bárbaros, y a los griegos la filosofía, habituando los oídos para la predicación.

44.2. "Así dice el Señor que salvó a Israel: En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayude y te puse como alianza de Los pueblos para ocupar la tierra y para heredar la herencia del desierto, diciendo a los que están prisioneros: "Salgan"; y a los que están en la tiniebla: "Vengan a la luz"" (Is 49,7-9).

44.3. Porque si los prisioneros (son) ciertamente los judíos, de los que el Señor también dijo: "Salgan de las cárceles los que quieran" (Agraphon, n. 88), hablando de los que estaban voluntariamente encadenados y "que se habían colocado encima pesos insoportables" (Mt 23,4; Lc 11,46) [dice] por una inútil imposición humana, es evidente que "los que están en las tinieblas" serán los que tienen sepultada en la idolatría la parte del alma que hace de guía (hegemonikón; cf. Platón, República, VII,533 D).

44.4. Porque a los justos según la Ley todavía les faltaba (cf. Lc 18,22) la fe en el Señor; y por eso, a los que curaba, el Señor les decía: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22; Mc 5,34; Lc 7,50; 8,48; 17,19; 18,42); pero a los justos según la filosofía no sólo les faltaba la fe en el Señor, sino también el abandono de la idolatría.

44.5. Ahora, revelada la verdad, también ellos se arrepintieron de lo realizado anteriormente. Por eso el Señor también evangelizó a los que se encontraban en el Hades (cf. 1 P 3,19).

Resumen del libro segundo de los "Stromata"

45.1. Así dice la Escritura: "Llama el Hades a la perdición: "Su belleza no la vimos, pero oímos su voz"" (Jb 28,22; Dt 5,24).

45.2. Y no fue el lugar el que al captar la voz dijo lo anteriormente escrito, sino los que habían bajado al Hades, y que se entregaron a sí mismos a la perdición, como arrojados voluntariamente de una nave al mar; ésos son los que sintieron la voz y el poder divinos.

45.3. En efecto, ¿quién estando cuerdo juzgaría que las almas de los justos y las de los pecadores merecen la misma condena, insinuando que la Providencia es injusta?

45.4. ¿Y qué? ¿No muestran [las Escrituras] que el Señor evangelizó a los que murieron en el diluvio (lit.: cataclismo; cf. Gn 7,21), y sobre todo a los encadenados (cf. 1 P 3,19-20) y a los retenidos con custodia y guardia?

45.5. Ya se ha demostrado en el [libro] segundo de los "Stromata" (II,44,1-3) que los apóstoles, siguiendo al Señor, evangelizaron también a los que se encontraban en el Hades. Porque era necesario, creo yo, que al igual que aquí (en la tierra), también allí los mejores de los discípulos fueron imitadores del Maestro (cf. Mt 10,25); para que al igual que Él (lo hizo) con los hebreos, así también aquellos [apóstoles] condujeran a convertirse a los gentiles, es decir, a aquellos que permanecían en justicia según la Ley y la filosofía, pero no habían vivido de modo perfecto, sino que habían pasado la vida en pecado.

45.6. Porque convenía a la divina economía que los que tenían más méritos en la justicia y que habían permanecido preferentemente (en ella), y se habían convertido de sus faltas, aunque se encontraran en otro lugar (= el Hades) para confesarlo, estando entre aquellos que pertenecen al todopoderoso Dios (cf. Lc 1,49), pudieran salvarse cada uno según la propia gnosis.

Testimonio de "El Pastor" de Hermas

46.1. El Salvador actúa, pienso yo, puesto que su obra es salvar (cf. Jn 3,17; 5,17; 9,4). Y eso, pues, es lo que hizo: atrajo hacia la salvación (cf. Jn 6,44) a los que quisieron creer en Él mediante la predicación, en cualquier lugar que se encontraran.

46.2. Por eso, si el Señor no descendió al Hades sino para evangelizar, como (efectivamente) descendió, o evangelizó a todos o sólo a los hebreos.

46.3. Ciertamente si [evangelizó] a todos, entonces se salvarían todos los que creyeran, aunque provinieran de los gentiles, puesto que allí abajo confesaron la fe; además, los castigos salvadores y educativos de Dios conducen a la conversión, y prefieren más el arrepentimiento del pecador que la muerte (cf. Ez 18,23; 33,11; 1 Tm 2,4); y por ello, cuando las almas están liberadas de los cuerpos, pueden ver con mayor pureza, y aunque estén oscurecidas por las pasiones, ya no están adheridas a la carne.

46.4. Pero si [el Señor] evangelizó sólo a los judíos, a quienes faltaba el pleno conocimiento y la fe mediante el Salvador, entonces es evidente que, no teniendo Dios acepción de personas (cf. Hch 10,34; Rm 2,11; 1 P 1,17), también los apóstoles, como aquí, también allí evangelizaron a los gentiles dispuestos a la conversión, y así se dice bellamente en "El Pastor" [de Hermas]:

46.5. "Descendieron, por tanto, con ellos al agua, pero éstos descendieron vivos y subieron vivos; pero aquellos que permanecían dormidos en la muerte descendieron muertos y subieron vivos" (Hermas, El Pastor, Sim., IX,16,6).

La omnipresencia de Dios

47.1. Pero también dice el Evangelio que ciertamente resucitarán muchos cuerpos de los que habían dormido (cf. Mt 27,52); claramente pasarán así a un mejor estado. Se ha producido un movimiento universal y un cambio según la economía del Salvador.

47.2. Así, entonces, un justo en cuanto justo no difiere de otro justo, aunque pertenezca a la Ley o sea griego, porque Dios no es sólo Señor de los judíos, sino de todos los hombres (cf. Rm 3,29; 10,12), pero más inmediatamente (es) Padre de los que le reconocen (cf. Jn 17,25).

47.3. Si, por tanto, vivir rectamente también es vivir conforme a la Ley (cf. Rm 7,21), y si vivir razonablemente es vivir conforme a la Ley, los que vivieron rectamente antes de la Ley fueron contados entre los creyentes y juzgados justos (cf. Gn 15,6; Rm 4,3; 9,30), porque es claro que también los que estaban fuera de la Ley y gracias a la naturaleza peculiar de su alma vivieron rectamente, aunque se encontraran en el Hades y bajo custodia, y al escuchar la voz del Señor, bien la auténtica bien aquella otra que actuaba por medio de los apóstoles, se convirtieron rápidamente y creyeron. Porque recordamos que el Señor es poder de Dios (cf. 1 Co 1,24), y ese poder jamás se debilitará.

47.4. Así, me parece, se demuestra que Dios es bueno y que el Señor es poderoso para salvar con justicia y equidad a los que se convierten aquí o en otro lugar. Porque no sólo aquí [en la tierra] se muestra el poder que actúa, sino que se está por todas partes y actúa siempre (cf. Jn 5,17).

Testimonio del "Kerigma Petri"

48.1. En la "Predicación de Pedro", el Señor dice a los discípulos después de la resurrección:

48.2. "Los he elegido a ustedes doce, (porque) los he juzgado discípulos dignos de mí -los que el Señor prefirió-, y los he estimado apóstoles fieles, para enviarlos por el mundo a evangelizar a los hombres de todo el universo, para que conozcan que hay un solo Dios, y manifestar las cosas futuras por la fe en mí, el Cristo, a fin de que los que escuchen y crean se salven, pero los que, habiendo escuchado, no crean darán testimonio también, porque no podrán excusarse diciendo: "No hemos oído"" (Kerigma Petri, 7).

48.3. ¿Y qué? ¿No ha habido también en el Hades la misma economía? Allí también las almas todas que escucharen la predicación mostrarán el arrepentimiento o confesarán que es justo el castigo por no haber creído.

48.4. Sería un acto de clara iniquidad que los que han partido antes de la venida del Señor, sin haber sido evangelizados, y, por ello, sin tener responsabilidad alguna en creer o no creer, tuvieran salvación o castigo.

48.5. Porque no es justo que ésos sean condenados sin juicio, y que sólo gocen de la justicia divina los que han existido después de la venida [de Cristo].

48.6. A todas las almas dotadas de razón se les ha dicho desde lo alto: "Todo lo que cada uno de ustedes haya realizado en [estado de] ignorancia, y no haya conocido claramente a Dios, si, una vez reconocido, se arrepiente, a ese le serán perdonados todos los pecados" (Kerigma Petri, 8).

48.7. "Miren dice [la Escritura]: He puesto ante ustedes la muerte y la vida para que elijan la vida" (Dt 30,15. 19); Dios dice que les han sido puestas para comparar y elegir, no que las haya hecho a las dos.



Testimonio de la Escritura

49.1. Y en otro pasaje de la Escritura dice: "Si me escuchan y quieren, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan ni quieren, una espada los devorará, puesto que lo ha dicho la boca del Señor" (Is 1,19-20).

49.2. Nuevamente y con claridad David, o mejor el Señor en la persona del santo -puesto que es uno mismo desde la fundación del mundo, todo ha sido salvado por la fe y será salvado en las diversas épocas-:

49.3. "Exultó mi corazón y se alegró mi lengua. Incluso también mi carne descansará en esperanza, dice, porque no abandonarás mi alma, en el Hades, ni permitirás que tu fiel vea la corrupción. Tú me has hecho conocer el camino de la vida; me llenarás de alegría, tu presencia" (Sal 15 [16],11; cf. Hch 2,26-28).

"De fieras a hombres de Dios"

50.1. Lo mismo que el pueblo era apreciado para el Señor (cf. Ex 19,5), así todo el pueblo santo se halla (lit.: está con) con el judío, y el convertido de los gentiles, el que fue profetizado como el prosélito (= extranjero; cf. Is 14,1; 43,12; 56,3. 6; 60,10; 61,5; Dt 28,43).

50.2. Por eso dice justamente la Escritura que el buey y la osa pacerán juntos (cf. Is 11,7). Se llama buey al judío (por semejanza) con el animal uncido en el yugo de la Ley; (también) es juzgado puro, porque el buey tiene la pezuña hendida y rumia (cf. Lv 11,3).

50.3. Pero (el pueblo) gentil es representado por la osa, animal impuro y salvaje. Engendra la cría como una carne informe, y con la lengua va dando figura hasta darle semejanza de animal. Porque el gentil que se convierte (de la gentilidad) es formado por el Verbo hasta abandonar la vida animal, y una vez domesticado también él se santifica como el buey.

50.4. He aquí lo que dice el profeta: "Me bendecirán las sirenas y las hijas de las avestruces y todas las fieras del campo" (Is 43,20).

50.5. Hay que re conocer que las fieras del campo -es decir del mundo- es (lo propio) de los animales impuros; llama fieras a los salvajes respecto a la fe, groseros en cuanto a la vida y no purifica dos en la justicia según la Ley.

50.6. Ahora bien, de fieras pasan a ser hombres de Dios por la fe en el Señor; desde su deseo inicial de cambiarse progresan hasta devenir [otros].

50.7. Porque el Señor ciertamente exhorta a unos, pero a los que ya están dispuestos a actuar les tiende la mano y los lleva hacia arriba (cf. Jn 6,44), "porque el Señor de todos no se somete a nadie ni se inmuta ante poder [alguno], puesto que Él ha hecho al pequeño y al grande, y provee a todos de igual manera" (Sb 6,7).

El Señor es justo y ama la justicia

51.1. Y David dice: aunque también "cayeron las gentes en la perdición que habían preparado, y enredaron sus pies en la red oculta que se tendieron" (Sal 9,16), sin embargo "el Señor es refugio para el oprimido, auxilio en el momento oportuno y en la tribulación" (Sal 9,10).

51.2. En efecto, los que estaban en tribulación fueron evangelizados oportunamente. Por eso también dice: "Evangelicen entre los pueblos sus proezas" (Sal 9,12), para que no sean juzgados injustamente.

51.3. Si evangelizó a los que todavía (permanecían) en la carne, para que no fueran condenados injustamente, ¿como no iba a evangelizar también por la misma causa a cuantos habían salido de la vida [terrena] antes de su venida?

51.4. "Porque el Señor es justo y ha amado la justicia, su rostro ha contemplado la rectitud" (Sal 10 [11],7). "Pero el que ama la injusticia odia, su propia alma" (Sal 10 [11],5).

Dios quiere educar y salvar al ser humano

52.1. Por tanto, si en el diluvio (lit.: cataclismo) pereció toda carne pecadora (cf. Gn 7,21), estando el castigo enderezado a la corrección de aquellos, en primer lugar hay que creer que la voluntad de Dios (es) educadora y una fuerza capaz de salvar a los que se convierten; y en seguida, también el alma, la parte más sutil, no (podría) sufrir nada grave por parte del agua, que (es) más densa; tampoco podría ser vencida mediante la sutileza y simplicidad por las que es calificada (como) incorpórea.

52.2. Por otra parte, si fuera pesada, permaneciendo pesada por el pecado, sería arrojada juntamente con el espíritu carnal que alimenta deseos contra el alma (cf. Ga 5,17).

52.3. Y también Valentín, el corifeo de quienes recomiendan la vida en comunidad, escribe textualmente en la homilía "Sobre los amigos":

52.4. "Mucho de lo que se ha escrito en los libros públicos se encuentra escrito en la Iglesia de Dios; porque las cosas comunes son las palabras del corazón, la ley escrita en el corazón (cf. Jr 38,33 [hebr. 31,33]). Éste es el pueblo del amado, el amado [por Él] y el que le ama" (Valentín, Fragmentos, 4; se trata del maestro del gnosticismo heterodoxo).

Testimonio del gnóstico Isidoro

53.1. Porque llama libros públicos tanto a las Escrituras judías como a las de los filósofos: (ambas) dan a conocer la verdad.

53.2. Isidoro, hijo y a la vez discípulo de Basílides, en el libro primero de las "Exegéticas del profeta Parcor" escribe textualmente:

53.3. Los áticos afirman que a Sócrates le fueron mostradas cosas, porque le acompañaba, un daímon; y Aristóteles dice que todos los hombres tienen necesidad de los daímones, que les acompañan durante el tiempo de su entrada en los cuerpos; tomó esta enseñanza profética y la incluyó entre sus libros, sin confesar de dónde había tomado esa idea" (Isidoro, Fragmentos, 8).

53.4. Y de nuevo en el libro segundo de la misma obra escribe así: "Y no piense nadie que cuanto decimos como propio de los elegidos, haya sido dicho eso mismo antes por algunos filósofos. Porque no se trata de una invención de éstos, sino que, apropiándoselo de los profetas, lo atribuyen a alguno que según ellos mismos no era sabio" (Isidoro, Fragmentos, 9).

53.5. De nuevo, en el mismo (libro) [dice]: "Porque también me parece que los que pretenden filosofar tienen que aprender lo que es la encina alada y el manto policromado que lo recubre; cosas todas que teologizó Ferecides con alegorías, tomando como hipótesis la profecía de Cam" (Isidoro, Fragmentos, 10; cf. Gn 9,20-22, Ferecides de Siros, Fragmentos, 2 D-K; Stromata, V,9,4).

Capítulo VII: La verdadera filosofía

Definición de la verdadera filosofía

54.1. Como hace tiempo hemos indicado (cf. Stromata, I,24,1--25,5; 37,1; 117,1; VI,5,1,), no hablamos de la actividad de cada escuela, sino de lo que realmente es filosofía, una sabiduría exactamente técnica que procura la experiencia sobre las cosas de la vida; y [hablamos] de la sabiduría que es un conocimiento firme de las cosas divinas y humanas, (y) de una comprensión segura y constante que abarca lo que es, lo que ha sido y lo que será (cf. Sb 7,18; 8,8); lo que nos enseñó el Señor por medio su venida y por medio de los profetas. ¿Y es constante (por obra) del Verbo o transmitida por sí misma?

54.2. Aquella (= la comprensión) también es totalmente verdadera, por voluntad [divina], como conocida mediante el Hijo (cf. Col 2,3).

54.3. Aquélla es eterna, pero ésta sólo conveniente en el tiempo; aquélla una e idéntica, las demás muchas y distintas; y aquélla prescinde de cualquier movimiento pasional, pero la otra (está unida) al apetito pasional; aquélla (es) perfecta, la otra necesitada.

Los verdaderos filósofos

55.1. La filosofía desea aquella sabiduría, de la rectitud del alma y de la razón, y de la pureza de vida; la que se esfuerza amorosa y amigablemente hacia la sabiduría y hace todo lo necesario para obtenerla.

55.2. Y entre nosotros llamamos filósofos a los enamorados de la sabiduría del Creador y Maestro de todos, es decir, de la gnosis del Hijo de Dios; pero entre los griegos (son filósofos) los que se ocupan en discusiones sobre la virtud.

55.3. (Serían), por tanto, filosofía las doctrinas irreprochables de cada una de las escuelas -digo a las filosóficas-, de acuerdo con la vida que confiesan, y reunidas mediante una selección.

55.4. Y esas mismas (doctrinas), sustraídas a la gracia divina (cf. Rm 12,3. 6) concedida a los bárbaros, han sido adornadas con palabra griega. Porque unas las robaron, otras incluso las entendieron mal. En otros casos las expresaron moviendo ideas, pero no lo realizaron con perfección; y algunas otras (las han expresado) mediante conjetura y cálculo humano, y también en eso se equivocan. Ellos mismos están ilusionados de haber alcanzado perfectamente la verdad. Pero [sólo la alcanzan] parcialmente, como nosotros lo hemos comprendido.

El orgullo: causa de todos los pecados

56.1. Así, ni siquiera conocen mejor este mundo. Y, en efecto, como la geometría se ocupa de las medidas, magnitudes y figuras mediante el dibujo en las superficies, o que la pintura muestra toda la perspectiva (lit.: óptica) de un lugar mediante lo representado (lit.: escenografía), pero engañando con ella la vista al utilizar, según (las reglas) del arte, signos en perspectiva de los contornos ópticos que describe -así se recuerdan (o: conservan) superficies, bajorrelieves, objetos a plena luz, y mientras unas cosas parecen sobresalir, otras se hunden, y el resto se lo imaginan de otra manera en la superficie plana y lisa-; y así también los filósofos, a manera de pintura, imitan la verdad.

56.2. Y el orgullo es en cada caso y para cada uno la causa de todos los pecados (cf. Si 10,12. 15; St 4,6). Por ello no hay que ambicionar la gloria (siendo) orgulloso ante los hombres (cf. Mt 6,2), sino amante de Dios para devenir realmente "santo con prudencia" (Platón, Teeteto, 176 B).

Todo ser creado necesita un maestro para aprender

57.1. Por tanto, si tal vez uno acepta lo que es particular como universal, y estima lo servil como señor y principal, se engaña sobre la verdad sin comprender lo que dice David a manera de confesión: "Comía tierra y ceniza como si fuera pan" (Sal 101 [102],10).

57.2. La soberbia y la presunción son para él tierra y error. Pero, si esto es así, la gnosis y la ciencia (provienen) del aprendizaje. Y si existe aprendizaje, es necesario buscar al maestro.

57.3. Porque ciertamente, Cleantes inscribe [como maestro suyo] a Zenón, Teofrasto a Aristóteles, Metrodoro a Epicuro y Platón a Sócrates. Pero también si me remontara yo a Pitágoras, Ferecides, Tales y a los primeros sabios, me detendría buscando a sus maestros; y si mencionas a los egipcios, a los indios, a los babilonios, y a los mismos magos, no cesaré de reclamar a sus maestros; y te llevaré también hasta la primera generación de los hombres, y allí comenzaré a preguntar: ¿Quién fue el maestro?

57.4. Ningún hombre, en efecto, porque ninguno había aprendido; ni si quiera un ángel (cf. Hch 7,53; Ga 3,19; Hb 2,2), porque los ángeles, en cuanto ángeles, no hablan a la manera como oyen los hombres, ni tienen lengua ni orejas como nosotros. Y si nadie puede otorgar a los ángeles órganos de voz, quiero decir labios y las partes adyacentes, y faringe, tráquea, caja torácica (o: pulmón), aliento y vibración (lit.: golpear) del aire.

57.5. Mucho menos que Dios necesite gritar, en su inaccesible (cf. 1 Tm 6,16) santidad y separado de los arcángeles mismos. Pero sabemos que tanto los ángeles como sus príncipes han aprendido la verdad; porque han sido engendrados.



Cristo es el maestro de todos los seres engendrados

58.1. Ahora bien, falta que ascendamos poco a poco para desear al maestro de éstos. Y puesto que uno es el Ingénito, Dios todopoderoso, y uno es el Primogénito, por el que "todo fue hecho y sin Él nada, se hizo" (Jn 1,3) -"porque Dios es realmente uno, quien ha creado el principio de todo" (Kerigma Petri, 2), escribe Pedro, revelándonos al Hijo Primogénito, porque comprende con exactitud la expresión: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1)-; y puesto que Él es llamado sabiduría por todos los profetas, Él mismo es el maestro de todos los engendrados, el consejero de Dios que conocía de antemano todas las cosas (cf. Rm 8,29; Is 40,13; Rm 11,34).

58.2. Él es el que desde el principio de la creación del mundo (cf. Ef 1,4), "muchas veces y de muchas maneras" (Hb 1,1) [nos] ha educado y perfeccionado. Por eso con razón se ha dicho: "No les llamen maestro sobre la tierra" (Mt 23,8-9). Mira, entonces, dónde tiene el asidero la verdadera filosofía.

58.3. Aunque la Ley fue imagen y sombra de la verdad (cf. Hb 8,5; 10,1; Col 2,17), al menos la Ley fue sombra de la verdad; pero el orgullo de los griegos proclama maestros a algunos hombres.

El Señor enseña a obrar bien

59.1. Ciertamente, como toda paternidad (cf. Ef 3,15; Col 1,15) se remonta al Dios creador, así también [se remonta] al Señor la enseñanza del bien, que también justifica, conduce hacia él y ayuda a conseguirlo.

59.2. Y si al recibir las semillas de la verdad de una forma o de otra algunos no las hicieron productivas, sino que, al entregarlas a una tierra estéril y sin agua, siendo ahogadas por las hierbas salvajes (cf. Mt 13,3-7), se apartaron, al igual que los fariseos, de la Ley introduciendo furtivamente enseñanzas humanas (cf. Is 29,13; Mt 15,9), de ello no tiene culpa el Maestro, sino quienes prefirieron entender mal.

59.3. Pero quienes de ellos están convencidos de la venida del Señor y de la claridad de las Escrituras, alcanzan el conocimiento perfecto de la Ley; al igual también que (los que provienen) de la filosofía, mediante la enseñanza del Señor, se encuentran establecidos en el conocimiento de la verdadera filosofía.

59.4. "Porque las palabras del Señor son palabras santas, son plata depurada en el crisol, siete veces purificada de tierra" (Sal 11 [12],7).

El verdadero gnóstico debe ser purificado

60.1. Ciertamente el justo es purificado, como plata, varias veces puesto a prueba, hasta devenir moneda del Señor, mostrando el sello real (cf. 2 Co 1,22; Ef 1,13; 4,30); o, como también Salomón dice que "la lengua del justo es como plata acrisolada al fuego" (Pr 10,20), mostrando que la enseñanza probada y sabia es digna de elogio y aceptable, cuando esté muy bien purificada de la tierra, o sea, cuando el alma gnóstica sea santificada de múltiples modos (cf. Hb 1,1) absteniéndose de los ardores terrenos.

60.2. Y también es santificado el cuerpo en el que ella mora apropiándoselo, consagrado a la pureza (como) un templo santo (cf. 1 Co 3,16-17). Pero la primera purificación del alma es en el cuerpo, (es) abstenerse del mal, y que algunos consideran como la perfección; también es la propia del creyente sencillo, sea judío o griego: la perfección misma.

60.3. Pero la justicia del gnóstico, además de la perfección que otros reconocen, avanza hacia la practica del bien; y en él progresa la tensión a la justicia, hacia el bien obrar, y la perfección permanece en él como estado inmutable de bien obrar a semejanza de Dios. Porque quienes (son) descendencia de Abrahán, todavía siervos de Dios, ésos son los llamados; en cambio los hijos de Jacob (son) sus elegidos (cf. Mt 22,14; 20,16), los que golpearon en el talón a la fuerza del mal (cf. Gn 25,26; 27,36).

La meta del sabio es la contemplación

61.1. Si a Cristo mismo le llamamos sabiduría (cf. 1 Co 1,24. 30) y a su fuerza [desplegada] por medio de los profetas, y por la que se aprende la tradición gnóstica, como Él mismo enseñó a los santos apóstoles durante su venida, entonces la gnosis es sabiduría, ciencia y comprensión segura e inequívoca del presente, del futuro y del pasado, como que ha sido transmitida y revelada por el Hijo de Dios.

61.2. Y también si la finalidad del sabio es la contemplación, el que aún (se encuentra) entre los filósofos trata de alcanzar la ciencia divina, pero todavía no la alcanza. No [consigue] la voz profética aclarada para él con la enseñanza recibida, mediante la cual encuentra lo presente, lo futuro y lo pasado, tal como sucede, sucederá o ha sucedido.

61.3. Pero esta misma gnosis, transmitida por sucesión desde los apóstoles, ha llegado a unos pocos sin escritura. Entonces es necesario practicar la gnosis o sabiduría, hasta [alcanzar] un estado eterno e invariable de contemplación.

Capítulo VIII: El gnóstico y el estudio

Testimonio de san Pablo sobre el valor de la filosofía

62.1. En las cartas Pablo no censura abiertamente la filosofía, sino que pretende que quien ha alcanzado la altura del gnóstico no conviene que retorne ya más a la filosofía griega, llamándola alegóricamente "elementos del mundo" (Ga 4,3; Col 2,8), porque es algo elemental e instrucción preliminar de la verdad.

62.2. Por es cuando también escribe a los hebreos que desde la fe se pasaban a la Ley, dice: "Nuevamente necesitan que se les enseñe cuáles son los elementos del comienzo de los oráculos de Dios, y han llegado a tener necesidad de leche, no de alimento sólido" (Hb 5,12). E igualmente a los colosenses que se convertían desde el helenismo:

62.3. "Miren que no los esté robando el saqueador mediante la filosofía y el vacío engaño conforme a la tradición de los hombres, según los elementos de este mundo y no según Cristo" (Col 2,8), seduciéndoos con halagos para que vuelvan de nuevo a la filosofía, la enseñanza elemental.

62.4. Y si alguien dijere que la filosofía ha sido .descubierta para (o: por) los griegos con la inteligencia humana, yo encuentro, no obstante, en las Escrituras la afirmación de que la inteligencia es un regalo de Dios.

Testimonios bíblicos sobre la filosofía

63.1. El salmista, por ejemplo, piensa que la inteligencia es un gran regalo, y suplica diciendo: "Yo soy tu siervo; hazme comprender" (Sal 118 [119],125).

63.2. Y David, no pidiendo la amplia experiencia de la gnosis, escribe: "Enséñame bondad, educación y gnosis, porque he creído en tus mandamientos" (Sal 118 [119],66).

63.3. Confiesa que los testamentos tienen autoridad (divina) y son concedidos a los más dignos.

63.4. Por eso nuevamente el salmo dice sobre Dios: "No hizo así a ningún pueblo, ni les manifestó sus juicios" (Sal 147 [148],20). Con (las palabras) "no hizo así" (quiere decir) que "hizo", pero no "así". Ahora bien, el "así" estableció una comparación con la supremacía a nosotros reservada. Y, sin duda, el profeta podía haber dicho simplemente "no hizo", sin la añadidura de "así".

63.5. También Pedro, en los "Hechos [de los apóstoles]", dice: "Comprendo ciertamente que Dios no tiene acepción de personas, sino que en toda nación es aceptado por Él quien lo teme y practica la justicia" (Hch 10,34-35).

Dios es bueno

64.1. La no acepción de personas de Dios no reside en el tiempo, sino que es eterna; ni su beneficencia ha tenido jamás comienzo, ni tampoco está circunscrita a lugar alguno o a personas determinadas; porque tampoco su propensión a la beneficencia (es) parcial.

64.2. "Ábranme las puertas de la justicia -dice- y al entrar por ellas confesaré al Señor. Ésta es la puerta del Señor; los justos entrarán por ella" (Sal 117 [118],19-20).

64.3. Explicando el dicho del profeta, Bernabé añade: "De las muchas puertas que están abiertas, la misma que está en la justicia está en Cristo; bienaventurados todos los que por ella entran" (no Seudo Bernabé, sino Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 48,4).

64.4. De este mismo pensamiento se ocupa aquel otro dicho profético: "El Señor (está) sobre la inmensidad de las aguas" (Sal 28 [29],3), no sólo de los distintos testamentos, sino también de los diversos modos de enseñanza que tanto entre los griegos como entre los bárbaros conducen hacia la justicia.

64.5. Y David, dando también un claro testimonio con la verdad (cf. Jn 18,37), canta (lit.: salmodia): "¡Que se vuelvan los pecadores al Hades!, todas las naciones que se olvidan de Dios" (Sal 9,18).

64.6. Y ciertamente se olvidan los que anteriormente recordaban, y desdeñan al que conocían antes de olvidarlo. Entonces existía un confuso conocimiento de Dios también entre los gentiles.

El gnóstico debe estudiar

65.1. Demos también por finalizado este argumento. Pero es necesario que el gnóstico sea de gran saber y, puesto que los griegos, con Protágoras al frente, dicen que todo argumento tiene su contrario, conviene que se hable de cómo hay que prepararse frente a esos mismos argumentos.

65.2. Porque la Escritura dice: "Quien mucho habla, también tendrá que escuchar" (Jb 11,2). "¿Quién va a entender la parábola del Señor sino el sabio, el inteligente y el que ama a su Señor?" (Seudo Bernabé, Epístola, 6,10).

65.3. (Y) ese mismo "sea fiel, sea capaz de exponer la gnosis, sea sabio en la distinción de razonamientos, sea impetuoso en acciones, sea puro. Porque debe ser tanto más humilde cuanto parece ser mayor", dice Clemente en la "Carta a los Corintios" (48,5-6).

65.4. Ese tal deberá obedecer aquel mandato: "Y arrebaten a aquellos del fuego, pero compadezcan a los que dudan" (Judas 23. 22).

65.5. Sin duda, la podadera (o: la hoz) ha sido hecha fundamentalmente para podar, pero también con ella desenredamos los sarmientos cuando están enredados y cortamos los espinos, cuyo contacto no es fácil, cuando crecen junto a las vides. Todas estas cosas tienen relación con la poda.

65.6. También el hombre ha nacido esencialmente para [tener] un conocimiento (profundo) de Dios, aunque también sea agricultor, geómetra y filósofo (cosas que sirven) para vivir, otra para vivir bien, y la tercera para generar los argumentos probatorios.

La filosofía no procede del diablo ni es falsa

66.1. Pero los que dicen que la filosofía ha salido del diablo, sepan que, porque lo dice la Escritura, el diablo se transforma en "ángel de luz" (2 Co 11,4), y ¿para qué lo hace? Muy claramente para profetizar.

66.2. Y si profetiza como "ángel de luz", por consiguiente dirá la verdad. Si ha de profetizar cosas angélicas, luminosas y cosas útiles, si se transformara conforme a semejanza de la actividad [del profeta], aun (cuando es) en verdad otro, según el fundamento de la apostasía.

66.3. ¿Cómo podría engañar a alguien, si no engañase mediante cosas verdaderas al amante del saber haciéndoselo familiar y así más tarde arrastrarlo a la mentira?

66.4. Precisamente también se descubrirá que es conocedor de la verdad, y si no comprensivamente (o: completamente), sin embargo no es un ignorante de la misma.

66.5. Por tanto, la filosofía no (es) falsa, puesto que el ladrón y el mentiroso (cf. Jn 10,1; 8,44), disfrazándose (lit.: transformándose) de su actividad, dice cosas verdaderas; ciertamente, puesto que no se debe condenar previamente con ignorancia lo que se dice a causa del que habla, ni tampoco se debe estar en guardia respecto a los que se dicen profetas ahora; sino que se ha de examinar lo que dicen, (por) si contiene algo de verdad.



La filosofía les fue dada a los griegos como alianza

67.1. Y no erramos, hablando en general, si decimos que todo lo necesario y útil para la vida nos viene de Dios, y que la filosofía también fue dada a los griegos como una alianza propia para ellos, constituyendo la base de la filosofía según Cristo, aunque los filósofos griegos se hagan los sordos ante la verdad, desdeñando la voz de los bárbaros o temiendo también el peligro de muerte que pende sobre el que es fiel, según las leyes políticas.

67.2. E igual que en la filosofía bárbara, así también en la griega fue sembrada la cizaña por el propio agricultor de la cizaña (cf. Mt 13,24-39). De ahí que entre nosotros hayan crecido las herejías junto con el trigo legítimo; (y) los que esparcieron la impiedad y el placer de Epicuro, y todas las otras cosas proclamadas en la filosofía griega al margen de la recta razón, son los que constituyen los frutos espurios de la siembra (o: agricultura) regalada por Dios a los griegos.

La ciencia perfecta

68.1. A esa [filosofía] voluptuosa y egoísta (es) a la que el Apóstol llama "sabiduría de este mundo" (1 Co 2,6), como si sólo enseñara lo que (es) de este mundo y lo que se refiere a él, dependiendo consecuentemente de los poderes que dominan aquí abajo. Por eso también esta filosofía parcial es algo elemental, mientras que la ciencia verdaderamente perfecta va más allá del mundo y se refiere a las realidades inteligibles e incluso más espirituales que éstas, "las que ni ojo vio, ni oído oyó, ni subió al corazón de los hombres" (1 Co 2,9), hasta que el Maestro nos iluminó la razón de todo ello, revelándonos lo santo de los santos y lo que en la escala ascensional es más santo aún, a los herederos legítimos, no falsos, de la adopción divina del Señor.

68.2. Porque también nosotros nos atrevemos a decir -puesto que aquí está la fe gnóstica- que el gnóstico es en realidad conocedor de todo y el que lo comprende todo, sirviéndose de una comprensión segura incluso de las cosas para nosotros inexplicables (o: imposibles); así (eran) Santiago, Pedro, Juan, Pablo y los demás apóstoles.

68.3. Porque la profecía está llena de gnosis, en cuanto dada por el Señor e iluminada también por el Señor a los apóstoles. Y ciertamente la gnosis es una propiedad del alma racional que se ejercita para ser inscrita en la inmortalidad precisamente por medio de la gnosis. Porque ambas, la gnosis como su impulso son fuerzas del alma.

Sobre la gnosis

69.1. Pero encontramos que el impulso es un una movimiento después de un consentimiento. Porque quien ha tomado impulso para alguna acción tiene antes la gnosis de lo que ha de hacer, y después el impulso.

69.2. Pero reflexionemos ahora sobre esto: puesto que el aprender es anterior al obrar -porque naturalmente quien realiza lo que quiere hacer, lo conoce con anterioridad-, y la gnosis ciertamente (procede) del aprendizaje, el actuar (deriva) del impulso, lo mismo que la gnosis del aprender; así se deduce que a la ciencia sigue el impulso y después viene la acción. La gnosis es principio y creadora (demiurga) de toda acción racional; por eso es lógico que la característica específica del alma racional sea caracterizada sólo (por la gnosis).

69.3. Porque en realidad, el impulso, como la gnosis, es un movimiento frente a las cosas, pero la gnosis, concretamente, es una visión del alma respecto de un ser o de algunos; pero cuando es perfecta, lo (es) de todos en conjunto.

"El discípulo de la Sabiduría"

70.1. En verdad, algunos dicen que el hombre sabio está persuadido de que hay algunas cosas incomprensibles, como que también tiene cierta comprensión de esas cosas, porque comprende que las cosas incomprensibles permanecen incomprensibles.

70.2. Lo cual es común en las personas que pueden ver poco ante sí (o: poco perspicaces); cualquiera de ellas podría afirmar que existen cosas incomprensibles. Pero aquel gnóstico sobre el que hablo, él mismo comprende las cosas que a los otros parecen incomprensibles, porque cree que nada es incomprensible para el Hijo de Dios, y por ello, nada que no se pueda enseñar. Puesto que quien padeció por amor nuestro no ocultaría nada relativo a la enseñanza de la gnosis.

70.3. Esta fe, por tanto, genera una demostración segura, porque la verdad va unida a las cosas transmitidas por Dios.

70.4. "Pero si también alguno desea una rica experiencia, [ella] conoce el pasado y conjetura el porvenir, reconoce las falacias de los discursos y las soluciones de los enigmas, interpreta los signos y prodigios, y los resultados de las estaciones y de los tiempos" (Sb 8,8), tal es el discípulo de la Sabiduría.


Capítulo IX: La purificación del gnóstico

Cualidades del gnóstico

71.1. En efecto, el gnóstico (es) ese que se somete (o: se inclina) a las únicas pasiones originadas para la permanencia del cuerpo, como el hambre, la sed y otras semejantes.

71.2. Pero respecto al Salvador sería ridículo pensar que el cuerpo, en cuanto cuerpo, reclamase los necesarios servicios para [su] permanencia; (sería) ridículo que comiese por causa del cuerpo, porque era sostenido por un poder santo; sino para que no se les ocurriera a los acompañantes pensar equivocadamente respecto de Él (cf. Jn 21,1-14), como sucedió después a algunos que pensaron que Él se manifestó sólo en apariencia. Pero Él en general era impasible (apathes), ningún movimiento pasional se introducía furtivamente en Él, ni placer ni dolor.

71.3. Y los apóstoles, dominando gnósticamente por la enseñanza del Señor la ira, el miedo y la concupiscencia, y los movimientos .pasionales que parecen buenos, como el coraje, la emulación, el gozo, la confianza, tampoco se ataron a ellos, sino que, por la firme disposición de la intención, permanecieron siempre inalterables; al contrario, se mantuvieron inmutables en un estado de ascesis después de la resurrección del Señor.

71.4. Porque si alguien aceptara que las mencionadas (pasiones) son buenas, aunque lo sean por razón del fin, pero no es admisible para el [hombre] perfecto, que no tiene que ser atrevido -porque ni se encuentra en peligro, ni considera peligroso nada (de lo que hay) en la vida ni nada de ella le puede separar del amor a Dios (cf. Rm 8,38-39)-, ni está necesitado de confianza -porque no cae en el dolor, persuadido de que todo sucede para bien-, y tampoco se irrita -puesto que nada hay que lo mueva hacia la irritación, amando siempre a Dios y dedicado totalmente a Él solo, y por eso tampoco odia a ninguna de las criaturas de Dios-.

71.5. Pero tampoco tiene envidia -porque nada necesita para la semejanza con el que es Bello y el Bueno-. Y, en efecto, no ama a nadie con una amistad común, sino que ama al Creador por medio de las criaturas.

Cualidades del gnóstico (continuación)

72.1. Y no está afectado por la concupiscencia o el deseo, ni está necesitado de otras cosas respecto del alma, puesto que por el amor está ya con el Amado, con quien ha llegado a una intimidad por su elección, y por la práctica de la ascesis se acerca a Él cada vez con mayor intimidad, feliz por la abundancia de bienes; de modo que por todas esas cosas se esfuerza en asemejarse al Maestro hacia la ausencia de pasiones (impasibilidad, apatheia).

72.2. El Verbo de Dios (es) inteligente, gracias a Él sólo en el hombre puede verse la imagen de la Inteligencia, y por la cual el varón bueno tiene forma y semejanza divinas en el alma, y a su vez Dios tiene forma humana (cf. Gn 1,26). Porque la manera de ser de cada uno (es) la inteligencia, por la que nos caracterizamos. Por ello también quienes pecan contra el hombre (son) sacrílegos e impíos.

72.3. Puesto que también es una tontería afirmar que el gnóstico y el perfecto no deben apartarse de la ira o de la insolencia, como si no fuera capaz, sin ellas, de enfrentarse a las adversidades ni soportar los peligros.

El amor en la vida del gnóstico

73.1. Pero si también le quitásemos la confianza, como totalmente trastornado por las aflicciones, también por ello debe morir de la forma más miserable. Y si además no tuviese (espíritu) de emulación, como enseñó alguno, no aspiraría a hacer lo que es propio de personas buenas y rectas.

73.2. Ahora bien, si toda la familiaridad con lo bueno se consigue mediante un deseo, ¿cómo puede permanecer impasible, afirman, quien tiende al bien?

73.3. Pero ésos [hombres] no conocen, según parece, lo que el amor (tiene) de divino (cf. 1 Jn 4,8; Ef 3,19; 1 Co 13,13). En efecto, el amor no es ya un deseo del que ama, sino una familiaridad del amante, que restituye al gnóstico "en la unidad de la fe" (Ef 4,13), sin que tenga ya necesidad de tiempo ni de lugar.

73.4. Porque el que ya está, por el amor, donde ha de estar, poseyendo la esperanza mediante la gnosis, no desea nada, como teniendo aquello mismo que desea.

73.5. Con razón quien ama gnósticamente permanece en el único estado inmutable, y no deseará jamás parecerse a la belleza, poseyendo por el amor la Belleza (o: no deseará entonces parecerse a [los hombres] buenos, poseyendo por el amor la Bondad).

73.6. Y además, ¿qué necesidad tiene él de valor o de deseo, si ha conseguido la familiaridad, proveniente del amor, con el Dios impasible, y se encuentra inscrito él mismo entre los amigos por el amor?

"La gnosis produce ascesis"

74.1. Así, entonces, debemos apartar al gnóstico y perfecto de toda pasión del alma. Porque la gnosis (produce) ascesis, la ascesis (produce) hábito y disposición, pero el modo de ser (o: carácter) produce impasibilidad (apatheia), no sólo moderación en las pasiones. Puesto que la amputación de toda concupiscencia tiene como fruto la impasibilidad.

74.2. Pero el gnóstico ni siquiera participa de aquellos clamorosos bienes, es decir, de los bienes sensibles relacionados con las pasiones; digo al de la alegría -relacionada con en el placer-, al de la tristeza -unida al pesar-, al de la cautela (o: temor) -sometida al miedo-, y ni siquiera al del valor -que toca la ira-; aunque algunos digan que éstos nunca son males, sino precisamente bienes.

Las verdaderas alegrías del gnóstico

75.1. Porque es imposible que quien ha sido perfeccionado una vez por el amor y ha banqueteado eternamente e insaciablemente con la imperecedera alegría de la contemplación (cf. Hb 6,4), todavía se deleite en las cosas pequeñas y terrenas.

75.2. ¿Qué causa razonable le queda aún para volverse hacia los bienes mundanos, a aquel que ha recibido "la luz inaccesible" (1 Tm 6,16), y no según el tiempo y el lugar, sino por aquel amor gnóstico al que sigue la herencia y la reintegración completa (apokastástasis), ya que el Remunerador (cf. Hb 11,6) le confirma aquello que el gnóstico, por causa de su elección hecha gnósticamente, se ha asegurado por el amor?

75.3. ¿No es cierto que ausentándose para (estar) con el Señor (cf. 2 Co 5,8) por su amor hacia Él, aunque su habitáculo (cf. Sb 9,15; 2 Co 5,1. 4) se vea en la tierra, no se sale él mismo de la vida -porque no le ha sido concedido-, y en vida, tras dar muerte a las concupiscencias (cf. Col 3,5), y sin servirse ya más del cuerpo, sólo le permite usar lo indispensable, para no ofrecerle la causa de su disolución?



El gnóstico no puede dejarse arrastrar por las concupiscencias

76.1. ¿Cómo, por tanto, va a tener necesidad de valor, no habiendo peligro para el que no se encuentra presente, sino que está ya por completo junto al amado?

76.2. ¿Quién tiene necesidad de templanza si no va a usar de ella? Porque tener tales deseos, como el necesitar de la templanza para tener el dominio de esos deseos es propio de quien no está todavía limpio, sino sujeto a pasiones, porque el valor se asocia al miedo y a la cobardía.

76.3. Porque no es decoroso que el que es ya amigo de Dios, al que Dios predestinó antes de la creación del mundo para ser inscrito en la suma adopción filial (cf. Ef 1,4-5), caiga en los placeres o temores y se encuentre ocupado en la contención de pasiones.

76.4. Porque me atrevería a decir que, de igual manera que ya está predestinado por lo que realiza y cuándo lo alcanzará, así también él mismo, porque está predestinado, posee al que ha amado mediante el conocimiento, no teniendo que conjeturar con dificultad el futuro, como la mayoría, viviendo entre conjeturas, sino habiendo recibido mediante la fe gnóstica lo que para los demás es incierto.

El Señor no defraudará al gnóstico

77.1. Así, mediante el amor él tiene presente ya el futuro. Porque él ha creído, tanto por la profecía como por la venida [del Señor], al Dios que no miente (cf. Tt 1,2) y quien ha creído tiene y es dueño de la promesa -y el que ha prometido es la Verdad (cf. Jn 14,6; Hb 10,23; 11,11)-, y ha recibido firmemente, por ciencia, el cumplimiento de la promesa por la fidelidad de quien lo ha prometido.

77.2. Y sabiendo él que donde se encuentra es comprensión segura del futuro, por el amor se adelanta al futuro.

77.3. Así, no suplica obtener los bienes de aquí abajo el que está persuadido de obtener los bienes de verdad, sino que está siempre asido a la fe que alcanza su objeto y es feliz.

77.4. Además de esas cosas pedirá que muchas personas lleguen a ser lo más parecidas a él, para gloria de Dios (cf. Flp 3,17); (gloria) que tiene su perfección según el conocimiento perfecto.

77.5. Porque (es) salvador quien se parece al Salvador, en cuanto la ley de la naturaleza humana permita la imagen, manteniendo inviolablemente lo que concierne a los mandamientos; así, uno da culto a Dios mediante la verdadera justicia con obras y gnosis.

"El gnóstico ha alcanzado la gnosis de todas las cosas"

78.1. Por eso Señor no espera la voz del gnóstico en la oración, sino que dice: "Pide y [te] haré; piensa y [te] daré" (Mt 7,7; Jn 14,13-14).

78.2. Por lo general, es imposible que lo inmutable encuentre solidez y estabilidad en lo que cambia; y siendo inestable la parte hegemónica (del alma), en una continua mutación no se salva la fuerza del hábito.

78.3. Porque lo que siempre cambia por las circunstancias que atacan y asaltan desde fuera, ¿cómo podrá estar alguna vez en un estado constante y, resumiendo, en posesión de ciencia? Incluso los filósofos sostienen, que las virtudes (son) hábitos, disposiciones y ciencias.

78.4. Pero como la gnosis no es connatural a los hombres, sino adquirida, y, al principio, su aprendizaje requiere atención, educación y crecimiento, y después con el ejercicio continuo se convierte en hábito, de esta manera, perfecta en el hábito místico, permanece inmutable por el amor.

78.5. Porque no sólo habrá comprendido la causa primera y la causa generada por ella misma, y posee seguridad sobre ello, al haber adquirido establemente pensamientos estables, inmutables e inalterables, sino también sobre el bien y el mal, sobre la génesis de todo y, resumiendo, posee la verdad más exacta sobre lo que ha dicho el Señor desde la fundación del mundo hasta el fin (cf. Ef 1,4), aprendiéndolo de la Verdad misma; no porque algo parezca convincente o necesario según la expresión griega lo va a anteponer a la Verdad misma, sino que recibe exacta y claramente lo dicho por el Señor.

78.6. Y si para otros todavía (algo) permanece escondido, el [gnóstico] ha alcanzado ya la gnosis sobre las cosas. Y las palabras que se nos han profetizado (hablan) sobre las cosas presentes tal como son, de las futuras tal como acontecerán, y sobre las pasadas tal como han sucedido.

El gnóstico sabe obrar adecuadamente

79.1. Sobre las cosas científicas él solo, dotado de ciencia, esclarecerá y dominará lo relativo al bien, consagrado siempre a lo inteligible, derivando de aquellos arquetipos (superiores) el gobierno de sí mismo en las cosas humanas, al igual que los marineros también dirigen la nave observando la estrella; estando disponible para realizar con prontitud todo lo que conviene; acostumbrado a despreciar todas las molestias y peligros, cuando haya que soportarlos; no hará nunca nada precipitadamente o a destiempo, ni para sí mismo ni para el bien común; inflexible a los placeres ya en vigilia, ya en sueños.

79.2. Habituado por la templanza a un régimen de vida sencillo y suficiente, se presenta ágil y a la vez digno; sin ocuparse de las cosas superfluas, sólo necesita pocas cosas, indispensables para vivir, y tampoco las estima como importantes, sino como necesarias para la vida normal en la permanencia de la carne, tal como se necesita. Porque lo importante para él es la gnosis.

 

LIBRO SEXTOCapítulo X: El gnóstico y las ciencias 

Lo que el gnóstico aprende de cada ciencia

80.1. Y en consecuencia, él se consagra a lo que lo ejercita para la gnosis, tomando de cada disciplina su contribución a la verdad.

80.2. Así, persigue la proporción (lit.: analogía) en las armonizaciones de la música; en la aritmética observa los aumentos y disminuciones de los números, las disposiciones entre unos y otros y cómo la mayoría de las cosas se encuentran sometidas a cierta proporción aritmética (o: numérica); en la geometría contempla la esencia misma en cuanto tal, y se acostumbra a concebir una distancia ininterrumpida (o: un espacio continuo) y una esencia inmutable, distinta de la de los cuerpos de aquí abajo.80.3. Por otra parte, desde la astronomía, levantándose de la tierra con el entendimiento se eleva al cielo y gira al mismo tiempo alrededor de la bóveda celestial, descubriendo siempre las cosas divinas y la sinfonía entre ellas; desde estas cosas partió Abrahán para remontarse hacia la gnosis del Creador (cf. Gn 15,5).

80.4. Pero también el gnósticose servirá de la dialéctica, apropiándose de la distinción de los géneros en especies y alcanzará la diferenciación de los seres. Hasta tocar lo primero y simple.

80.5. Pero muchos temen a la filosofía griega como los niños ante los espantajos, no sea que les engañe.La alegría de buscar al Señor

81.1. Pero si así es para ellos la fe -porque no la llamaré gnosis-, que se disuelve ante un lenguaje persuasivo, ¡que desaparezca!; con ello confiesan sobre todo que no poseen la verdad. Puesto que la verdad, se dice, es invencible (cf. Estobeo, Antología, V,105); sólo la falsa opinión se diluye. En efecto, nosotros distinguimos una púrpura de otra púrpura comparándolas.

81.2. Por tanto, si alguien confiesa no tener el corazón bien articulado, tampoco tiene la mesa del cambista ni criterio (acerca) de las ideas. Porque, ¿cómo puede considerarse banquero quien no puede valorar y distinguir la moneda auténtica de la falsa? (cf. Mt 12,45-51; Lc 16,1-8; 1 Ts 5,21).

81.3. Pero David gritó: "Porque el justo jamás vacilará" (Sal 111 [112],6); ni por un discurso engañoso, ni por un placer seductor, ni tampoco será desbancado de su propia herencia.

81.4. "No temerá oír algo malo" (Sal 111 [112],7). Ni por una vana calumnia, ni por la falsa opinión sobre él mismo; tampoco tendrá temor a los discursos malvados el que puede discernirlos para preguntar y responder correctamente. Porque la dialéctica es como una cerca para que los sofistas no pisoteen la verdad.

81.5. Puesto que es necesario a los celebrados en el nombre santo del Señor, según el profeta, regocijarse en el corazón buscando al Señor.

81.6. "Búsquenle, por tanto, y serán fortalecidos; busquen siempre su rostro" (Sal 104 [105],3-4), de cualquier modo. Porque Él ha hablado "muchas veces y de diversas formas" (Hb 1,1), no se le conoce de una manera sola.

 



El gnóstico sabe utilizar correctamente sus conocimientos

82.1. Ciertamente nuestro gnósticono estará muy instruido utilizando esas [ciencias] como virtudes, sino como colaboradoras; y al distinguir lo común y lo propio aceptará la verdad. Porque es causa de todo error y falsa opinión no poder discernir cómo se relacionan unos seres con otros y de que modo se diferencian.

82.2. Y si no argumenta uno el discurso según las distinciones, confundirá sin darse cuenta lo general y lo específico; y cuando sucede esto, cae necesariamente en la desviación (lit.: un camino intransitable) y en el error.

82.3. Pero la distinción de los nombres y de las cosas, incluso en las Escrituras mismas, hace nacer una gran luz en las almas. Es necesario, por tanto, comprender los muchos significados de los vocablos y a lo que eventualmente tienen de semejantes. Por lo cual se conseguirá responder correctamente.

82.4. Por lo cual hay que rehuir la excesiva inutilidad, distraída en lo que no conviene; pero el gnóstico aprovecha (sus) conocimientos, aprendidos como ejercicios preparatorios, que contribuyen a la tradición exacta y sólida de la verdad, en cuanto se puede alcanzar, y a prevenir las malas artes de los argumentos que mutilan la verdad.

La verdad en su sentido pleno conduce a la virtud83.1. [El gnóstico], en efecto, no se quedará detrás de quienes hacen progresos respecto a las ciencias cíclicas (= curso completo de los estudios en las escuelas griegas) y a la filosofía griega, pero no en virtud de una causa superior, y aunque necesaria, secundaria y circunstancial. Porque lo que utilizan de forma perversa quienes trabajan para las herejías, el gnósticopor el contrario lo utilizará como es debido.

83.2. Mientras la verdad que nos manifiesta la filosofía griega es parcial, la verdad en sentido pleno hace ver toda seductora argumentación sofística; como el sol pone al descubierto, irradiándolos, los colores: el blanco y el negro, tal y como es cada uno de ellos.

83.3. Con razón, entonces, también dijeron antes los griegos: "¡Oh Verdad soberana, principio de una gran virtud!" (Píndaro, Fragmentos, 205,1-2). 

Capítulo XI: El gnóstico y las ciencias (continuación)

La aritmética. El ejemplo de Abraham

84.1. Lo mismo que tenemos a Abrahán como modelo respecto a la astronomía, igualmente sobre la aritmética [tenemos] al mismo Abrahán.

84.2. Porque cuando escuchó que Lot había sido hecho prisionero, alistó a trescientos domésticos suyos y atacando se apoderó de un gran número de enemigos (cf. Gn 14,14-15).

84.3. Ahora bien, dicen que la letra que significa trescientos es, en cuanto a su forma, tipo del signo del Señor (= la cruz), y la iota y la eta significan el nombre del Salvador(1).

(1) La letra tau equivale a 300, unida a las vocales iota y eta, que equivalen a 18, suman 318. Además, la tau simboliza la cruz de Cristo, y las vocales iota y eta son las dos primeras letras del nombre "Iesoys".

84.4. Así se indica que (los hombres) de la casa de Abrahán estaban en relación con la salvación, porque habiendo recurrido signo y al nombre [del Señor], devendrían señores de los prisioneros y de la multitud de gentes infieles que les seguían.

84.5. Además, el número trescientos es una tríada de centenas; el (número) diez es reconocido como absolutamente perfecto.

84.6. El ocho, el primer cubo, es la igualdad en todas las dimensiones: longitud, anchura y altura (= 2x2x2).

84.7. "Los días de los hombres serán ciento veinte años" (Gn 6,3), dice [la Escritura]. Y esta cifra es la suma desde el uno al quince; y la luna llega al plenilunio el día décimo quinto [del mes].

Sobre el número ciento veinte

85.1. El número ciento veinte, llamado también número triangular, resulta igualmente de otra forma: del número par de cifras que sumadas forman el número sesenta y cuatro, cuyas sumas parciales generan los cuadrados: uno, tres, cinco, siete, nueve, once, trece y quince; y de la desigualdad de cincuenta y seis, siete (números) pares a partir del dos, (son) los que engendran los no cuadrados: dos, cuatro, seis, ocho, diez, doce y catorce.

85.2. Porque según otra interpretación, el número ciento veinte se forma con cuatro números: primero, el triangular, el quince; segundo, el cuadrado, el veinticinco; tercero, el pentágono, el treinta y cinco; y cuarto, el hexágono, el cuarenta y cinco.

85.3. Puesto que el cinco es empleado según la misma proporción (lit.: analogía) en cada serie (lit.: especie o forma); porque el quince es el quinto de los triangulares a partir del uno (lt.: mónada), el veinticinco es el quinto de los cuadrados; y análogamente el resto.

85.4. Ahora bien, el número veinticinco, que es el quinto a partir de la mónada, se dice que es símbolo de la tribu de Leví (cf. Nm 8,24); y el treinta y cinco se obtiene de la progresión (lit.: diagrama) aritmética, geométrica y armónica de los números dobles: seis, ocho, nueve y doce, cuya síntesis genera el treinta y cinco. En estos días dicen los judíos que se forman los fetos sietemesinos. El cuarenta y cinco (está) en la progresión de los números triples: seis, nueve, doce y dieciocho, cuya síntesis da cuarenta y cinco; también durante esos [días] dicen que se forman los fetos de nueve meses.

Sobre la geometría

86.1. Esto es un ejemplo sacado de la aritmética. Pero sobre la geometría, valga como testimonio la construcción de la tienda (cf. Ex 26,1-37; 36,8-38) y la fabricación del arca (cf.. Gn 6,14-16), construidas con unas proporciones (lit.: analogías) muy lógicas (o: racionales), con ideas divinas, según un don de la inteligencia que nos transporta desde las cosas sensibles a las inteligibles, o mejor, de éstas a las cosas santas y al Santo de los santos.

86.2. Porque "las tablas cuadradas" (cf. Gn 6,14-16) indican la solidez, puesto que la forma cuadrada, de ángulos rectos, ha sido establecida por todos lados en todos los sentidos. La longitud de la construcción (era) de trescientos codos, la anchura de cincuenta y la altura de treinta (cf. Gn 6,15); el arca iba estrechándose desde la base plana hasta terminar arriba en un codo (de largo), a modo de pirámide, símbolo de los que están purificados y probados con el fuego (cf. Gn 6,16; 1 P 1,7).

86.3. Esta misma proporción geométrica es ofrecida para llevarnos a aquellas sagradas moradas, cuyas diferencias se encuentran indicados por los diferentes números que las sustentan.



La mesa del santuario

87.1. Y las razones semejantes son séxtuplos, como trescientos respecto a cincuenta; décuplos, como trescientos respecto de treinta: diez veces treinta; y de un entero y dos tercios: como cincuenta respecto de uno y dos tercios con treinta.

87.2. Hay quienes dicen que los trescientos codos son símbolo del signo del Señor (= la cruz), y que los cincuenta son símbolo de la esperanza y del perdón que se da en Pentecostés (cf. Jn 20,23), y los treinta o los doce, como algunos (manuscritos) refieren, indican la predicación, porque el Señor comenzó a predicar a partir de los treinta años (cf. Lc 3,23), y doce eran los apóstoles; la construcción terminaba por un codo, porque el progresivo avance del justo termina en una unidad, "en la unidad (mónada) de la fe" (Ef 4,13).

87.3. Y la mesa en el templo era de seis codos, las cuatro patas de un codo y medio (cf. Ex 25,23-30; 37,10-16). Así suman en total doce codos, en sintonía según el ciclo anual con la rotación de los doce meses, durante los cuales la tierra, acomodada a las cuatro estaciones, produce todo y lo lleva hasta su madurez.

87.4. A mi parecer, la mesa representa una imagen de la tierra, porque se apoya sobre cuatro patas: verano, otoño, primavera e invierno, a través de las cuales transcurre el año. Por eso dice [Moisés] también que la mesa tiene unas ondulaciones redondeadas (cf. Ex 25.24; 37,11), bien porque todo gira circularmente en unos periodos de tiempo, o también, quizás, para indicar que la tierra está bañada (o: circundada) por un océano.

Sobre la música

88.1. Todavía (como) paradigma de la música hay que proponer a David, que salmodiaba y a la vez profetizaba, (cantando) armoniosamente himnos a Dios. El género enarmónico (= gama de acorde perfecto) combina muy bien con la armonía dórica, y el diatónico con la frigia, como dice Aristógenes (cf. Fragmentos, 84).

88.2. Ahora bien, la armonía del salterio bárbaro, que se manifiesta por la nobleza de la melodía que se tiene como antiquísima, es el mejor ejemplo para Terpandro que celebra con himnos (lit.: himnodia) a Zeus conforme a la armonía dórica, de esta forma: "Zeus es principio de todo y guía de todo; Zeus, a ti te dirijo este inicio de los himnos" (Terpandro, Fragmentos, 1 D).

88.3. Si el salmista tuviera una cítara (cf. Sal 56 [57],8) que encerrara una alegoría, en primer lugar, sería señalado el Señor; y en segundo lugar, los que afinadamente pulsan las almas (bajo la dirección) del Señor, jefe de las Musas.

88.4. También si el pueblo salvado es llamado cítara, es porque, pulsado para la fe en el Verbo, se escucha musicalmente cuando da gloria según la inspiración del Verbo y el conocimiento de Dios.

88.5. Pero también de otra forma podrías tomar por música la sinfonía eclesial al mismo tiempo de Ley, profetas y apóstoles con el Evangelio, y, en un modo secundario, el canto simultáneo de cada profeta según los cambios de personas.

Importancia de la música en la formación del ser humano

89.1. Pero, según parece, la mayoría de los inscritos con el nombre [de cristianos], al igual que los compañeros de Ulises (lit.: Odiseo; cf. Homero, Odisea, XII,165-167), van en busca del Verbo rústicamente; pasando por alto no las sirenas, sino también el ritmo y la melodía, tapándose los oídos por ignorancia (cf. Sal 57 [58],5), puesto que saben que, una vez que han dado oídos a las ciencias griegas, no se puede regresar.

89.2. Pero para quien recoge lo necesario para provecho de los catecúmenos, y especialmente si son griegos -"del Señor es la tierra y su plenitud" (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26)-, no debe abstenerse del amor al saber, a la manera de los animales irracionales, sino sobre todo debe recoger lo que más puede ayudar a los oyentes.

89.3. Además, no se debe ocupar en ello, sino únicamente en cuanto sea útil para aquellos (= catecúmenos u oyentes), de manera que, recogiéndolo y apropiándoselo, pueda retornar a casa, a la verdadera filosofía, procurando a su alma una convicción firme (y) estable que (saca) de todas partes.

89.4. Por tanto, es necesario (ocuparse) de la música para ordenar y afinar el carácter.

Capítulo XI: El gnóstico y las ciencias (continuación)

Sobre la astronomía

90.1. Ciertamente también en los banquetes bebemos a la salud unos con otros salmodiando; ensordeciendo nuestra concupiscencia y glorificando a Dios por el abundante regalo de las delicias humanas, y de los alimentos suministrados eternamente para el crecimiento tanto del cuerpo como del alma.

90.2. Pero hay que rechazar la música sobreabundante, que debilita las almas y las precipita en una variedad (de emociones) tanto dolientes, como licenciosas y voluptuosas, que la hacen agitarse y enloquecer.

90.3. El mismo razonamiento vale también respecto de la astronomía. Porque ésta, después de la información sobre que está en el cielo (y) sobre la configuración de todo [el universo], el curso del cielo y el movimiento de los astros, haciendo al alma más próxima al poder creador, enseña a tener facilidad de comprensión del ciclo de las estaciones, del cambio del aire y de la salida de los astros. Además, también de esta ciencia sacan mucha utilidad la navegación y la agricultura; lo mismo que de la geometría, la arquitectura y la construcción.

90.4. Este estudio confiere al alma mucho entendimiento, la capacidad de percibir lo verdadero y discernir lo falso, el ingenio para las semejanzas y analogías, hasta el punto de cazar la semejanza en lo diferente; y nos induce a descubrir una longitud sin anchura, una superficie sin profundidad, un punto sin partes, y nos traslada de las cosas inteligibles a las sensibles.

Filosofía y ciencias

91.1. Las ciencias son, por tanto, colaboradoras de la filosofía, y la filosofía misma discurre sobre la verdad. Por ejemplo, un vestido (lit.: clámide) primero era lana, después de cardada devino hilo y trama; más tarde tejido.

91.2. Así, en efecto, es necesario preparar el alma y trabajarla de varias formas, si ha de quedar muy bien establecida; porque la verdad está en el conocimiento (lit.: lo gnóstico) y en la acción, pero fluye de la contemplación; se necesita ejercicio, mucha práctica y experiencia.

91.3. Pero también la contemplación es algo relativo a los demás y algo relativo a uno mismo. De ahí que sea también necesario a la educación prepararse y ajustar ambos aspectos.

91.4. En efecto, quien haya aprendido suficientemente el conjunto de lo que conduce a la gnosis, (puede) permanecer por lo que resta descansando tranquilamente, enderezando las acciones a la contemplación.

91.5. Pero respecto al provecho de los prójimos, de los que se dedican a la Escritura (lit.: de los que vienen sobre las Escrituras) y de los que se preparan para transmitir al Verbo, es útil la cultura en general, (y es) necesaria la lectura de las Escrituras del Señor para demostrar lo que se dice, y principalmente si los oyentes provienen de la cultura griega.

El gnóstico debe asimilar cosas antiguas y nuevas

92.1. Esta es la Iglesia que describe David: "La reina se presentó a tu derecha, con vestido de oro, ataviada con múltiples brocados" (Sal 44 [45],10), con los griegos y los demás;"con flecos de oro, ataviada con múltiples brocados" (Sal 44 [45],14). "La verdad (viene) a través del Señor" (Jn 1,17).

92.2. "Porque, dice [la Escritura], ¿quién conocerá tu voluntad, si Tú no le das sabiduría y no ha sido enviado tu santo Espíritu desde las alturas? Así fueron enderezados los senderos de los que están sobre la tierra y los hombres fueron enseñados en las cosas que a Ti te agradan y por la Sabiduría fueron salvados" (Sb 9,17-18).

92.3. Porque el gnóstico, según la Escritura, "asimila lo antiguo y el futuro, conoce los giros de las palabras y la resolución de los enigmas, prevé los signos y prodigios, y el desenlace de las épocas y los tiempos" (Sb 8,8), como ya hemos indicado (cf. VI,70,4).

Sobre la utilidad del conocimiento

93.1. ¿Ves cómo la fuente de las ciencias mana de la Sabiduría (cf. Jr 2,13)? Pero a los que replican: "¿Qué utilidad trae el conocer, dímelo, las causas de cómo se mueve el sol y los restantes astros, o indagar los teoremas geométricos, los dialécticos o cualquiera de las restantes ciencias, porque de nada sirven esas cosas para explicar (o: enseñar) lo conveniente, esas cosas no ayudan nada (y) la filosofía griega es conocimiento humano, puesto que no es capaz de enseñar la Verdad?". A éstos hay que decirles en primer lugar que se equivocan sobre lo más importante, es decir, en la facultad de elegir del espíritu [humano].

93.2. Porque dice [la Escritura], "quienes guardan santamente lo santo, se santificarán; y quienes han aprendido esas cosas encontrarán una defensa" (Sb 6,10). Puesto que únicamente el gnóstico, como es lógico, realizará santamente todo lo que se debe hacer, como ha aprendido según la enseñanza del Señor, transmitida por medio de hombres.

93.3. De nuevo también se puede escuchar: "Porque en su mano (estamos), es decir, en el poder y sabiduría (cf. 1 Co 1,24), y también nuestras palabras y toda prudencia y ciencia de las cosas prácticas" (Sb 7,16). "Porque, nada ama el Señor, excepto al que convive con la sabiduría" (Sb 7,28).

93.4. Porque [ésos] no han leído lo dicho por Salomón. Al tratar sobre la construcción de una nave dice claramente: "La sabiduría de un técnico la ha construido; pero tu providencia, Padre, es la que la gobierna" (Sb 14,2-3).



El verdadero valor de la filosofía

94.1. Y, ¿cómo no (será) ilógico pensar que la filosofía es inferior que el arte del carpintero (o: del arquitecto) y el de construir naves?

94.2. Quizás también cuando el Señor sació a aquella gran muchedumbre recostada (cf. Lc 9,14; mismo vocablo griego) sobre la hierba frente al lago Tiberíades con dos peces y cinco panes de cebada (cf. Jn 6,9-13), aludía a la enseñanza preliminar de los griegos y de los judíos, antes del divino trigo, el alimento cultivado según la Ley.

94.3. Porque la cebada es más temprana que el trigo en el tiempo de la cosecha. Pero los peces indican la filosofía griega, nacida y llevada arriba de la ola pagana, siendo dados en copioso alimento a los que todavía estaban recostados en el suelo.

94.4. Aunque no aumentaron como los trozos de los panes, sin embargo, participando de la bendición del Señor (cf. Jn 6,11), (aprendieron) por inspiración la resurrección (cf. Mt 22,23: anástasis) de la divinidad por el poder del Verbo.

94.5. Pero si también eres amigo de inquirir, tienes que aceptar que uno de los dos peces significa la enseñanza cíclica, y el otro aquella filosofía que la trasciende; ambas en verdad son compañeras del Verbo del Señor: "El coro de los peces mudos resonaba" (Sófocles, Fragmentos inciertos, 695), ha dicho alguna vez la musa de la tragedia.

94.6. "Es necesario que yo disminuya, para crecer" (Jn 3,30), y de ahora en adelante sólo [en] el Verbo del Señor, en quien se completa la Ley (cf. Rm 10,4), dijo el profeta Juan [el Bautista].

Cristo es "la piedra angular"

95.1. Entiéndeme ya el misterio de la verdad, disculpándome, si voy más allá de lo pretendido, al proclamar tan sólo esto: "Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3).

95.2. Ciertamente es llamado "piedra angular, en la que todo el edificio bien conjuntado crece hasta (ser) templo santo de Dios" (Ef 2,20-21), según el divino Apóstol.

95.3. Callaré ahora la parábola evangélica que dice: "El reino de los cielos es semejante a un hombre que arrojó al mar una red e hizo una selección de los mejores peces capturados" (Mt 13,47-48).

95.4. Pero nuestra sabiduría también pregona abiertamente las cuatro virtudes, de manera que también su fuente la han recibido los griegos de los hebreos. Así se puede aprender por lo que sigue: "Y si alguien ama la justicia, sus penas son las virtudes: porque ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza; nada hay más útil que ellas en la vida para los hombres" (Sb 8,7).

95.5. Por encima de todo es necesario que ellos sepan que por naturaleza hemos nacido para la virtud; no ciertamente que la tengamos de nacimiento, sino (como) aptos para adquirirla.

Capítulo XII: El ser humano puede adquirir la virtud

Dios quiere la salvación de los hombres

96.1. Con este razonamiento se resuelve la dificultad que nos lanzan los herejes: ¿Adán fue plasmado perfecto o imperfecto? Ahora bien, si imperfecto, ¿cómo va a ser imperfecta la obra de un Dios perfecto, y sobre todo el hombre? Pero si (fue creado) perfecto, ¿cómo transgredió los mandatos?

96.2. Escuchen también de nosotros que no fue hecho constitutivamente perfecto, sino apto para recibir la virtud. Porque hay mucha diferencia en ser apto para la virtud hasta su posesión. Pero [Dios] quiere que seamos salvados desde nosotros mismos. En efecto, la naturaleza del alma (es) a partir de sí misma que saca el anhelo. Además, siendo nosotros racionales, y siendo racional la filosofía, tenemos una cierta afinidad con ella. Y la aptitud es propensión hacia la virtud, pero no la virtud.

96.3. Ahora bien, como ya he dicho, todos han nacido para la adquisición de la virtud; pero hay quien avanza más y otro menos, tanto en el aprendizaje como en la ascesis (cf. Platón, Protágoras, 323 D); y por lo cual algunos se han ejercitado hasta la virtud perfecta, otros han llegado hasta un cierto punto, e incluso otros, descuidándose, se han desviado en dirección opuesta, aunque hayan sido bien dotados por la naturaleza.

96.4. Y mucho más difícil de adquirir es la gnosis, que sobrepasa a todas las ciencias en grandeza y verdad, y se obtiene con un gran esfuerzo.

Sobre la metánoia

97.1. Pero, según parece, "no conocieron los misterios de Dios, puesto que Dios creó al hombre para la incorruptibilidad y lo hizo a imagen de su propia identidad" (Sb 2,22-23); y conforme a la identidad del que lo conoce todo, el gnóstico, "justo y santo y con prudencia" (Platón, Teeteto, 176 B), se esfuerza por alcanzar la medida de la edad perfecta (cf. Ef 4,13).

97.2. Pero puesto que para el gnóstico no sólo son puras (o: se purifican) las acciones y los pensamientos, sino también las palabras, dice (la Escritura): "Apreciaste mi corazón y me visitaste de noche; me pasaste por el fuego y no se encontró en mí injusticia, puesto que mi boca no ha hablado las obras de los hombres" (Sal 16 [17],3-4).

97.3. Y ¿qué significa "las obras de los hombres"? Reconoce el pecado mismo, no el referido al arrepentimiento -porque ese [reconocimiento] también es común en los otros fieles-, sino lo que es pecado. Puesto que no condena el [pecado] de uno, sino sencillamente a todo pecado; ni tampoco la maldad que alguno ha hecho, sino lo que no debe hacerse.

97.4. Y de esto se deduce un doble arrepentimiento: uno general, por la falta cometida; otro el que, conocida la naturaleza del pecado, persuade a abstenerse de pecar por una razón superior, a lo que sigue el no pecar.

Los verdaderos bienes

98.1. No se diga, por tanto, que el que comete injusticia y peca comete una falta por incitación de los demonios para así ser inocente; sino que cuando elige el pecar lo mismo que los demonios, también el hombre se hace demoníaco: inestable, voluble e inconstante en los deseos; como los demonios.

98.2. En efecto, ciertamente, el malo por naturaleza, está inclinado a pecar por maldad, se ha inclinado a lo vil, teniendo la maldad que ha elegido espontáneamente. Y al estar inclinado al pecado, peca también en lo que hace. Por el contrario, el que es bueno obra rectamente (cf. Sal 111 [112],5).

98.3. Por eso, nosotros llamamos bienes no sólo a las virtudes, sino también a las acciones buenas; y sabemos que algunos bienes son elegibles por sí mismos, como la gnosis -porque no perseguimos de ella, una vez en su presencia, otra cosa que su presencia misma, y nosotros estamos en una contemplación ininterrumpida y luchamos en pos de ella y a causa de ella-; pero otros [bienes son elegibles] por otras (razones), como la fe, por la que se evita el castigo y se obtiene el beneficio de la recompensa [divina]. Porque el temor es para la mayoría una causa para no pecar; y la promesa es el punto de partida para observar la obediencia, por la cual tiene lugar la salvación.

La alegría del gnóstico

99.1. Así entonces, la gnosis, el bien más perfecto, es elegible por sí misma; y también, en consecuencia, los bienes que se derivan de ella.

99.2. Y el castigo para el que es sancionado es causa de corrección, pero para los que pueden verlo de lejos deviene un ejemplo, por el cual se libran de caer en las mismas penas.

99.3. Recibamos, por tanto, la gnosis no desando los bienes que trae, sino abrazándola por el hecho mismo de conocer. Porque el primer beneficio (es) el estado gnóstico, que procura placeres sin peligro y con gozo, ahora y para después.

99.4. Se dice que el gozo es alegría, teniendo conciencia (o: reflexión) de la virtud según la verdad mediante algún festín y esparcimiento del alma.

99.5. Y las obras que participan de la gnosis son las acciones buenas y honestas (lit.: hermosas). Porque la verdadera riqueza es la superabundancia de acciones conformes a la virtud; pero la miseria (o: indigencia, pobreza) es la carencia de deseos prudentes.

99.6. Porque la cualidad de la posesión y el uso de las cosas necesarias no encierran perjuicio, sino la medida sin medida.

El gnóstico aspira a la perfección en Dios

100.1. Por eso el gnóstico delimita los deseos respecto a la posesión y a la utilización, no sobrepasando el límite de lo necesario.

100.2. En efecto, considerando necesaria la vida aquí (abajo) para acrecentar la ciencia y adquirir la gnosis, lo que más desea no (es sólo) de vivir, sino vivir según lo mejor; sin preferir hijos, ni matrimonio, ni padres, al amor a Dios y a la justicia en esta vida.

100.3. Y para él la esposa, una vez nacidos los hijos, es considerada (lit.: juzgada) una hermana, y como nacida del mismo padre; y ella se acuerda del marido sólo cuando mira a los hijos, (puesto que) en realidad será como una hermana después del abandono de la carne, que divide y diferencia la gnosis de los espirituales por la propiedades de las formas corporales. Porque las almas en sí mismas son iguales; las almas no tienen sexo (lit.: de género neutro), no son masculinas ni femeninas (cf. Ga 3,28), cuando ni toman esposa ni son dadas en matrimonio (cf. ; Lc 20,34-35; Mc 12,25; Mt 22,30). Así, quizás, la mujer se transformará en varón, porque perdiendo su femineidad deviene igualmente varonil y perfecta.



Sobre Abraham, Sara y Ana, madre de Samuel

101.1. Esto (significaba) entonces la risa de Sara cuando le fue dada la buena noticia del nacimiento de un hijo (cf. Gn 18,12); ella no sólo no creyó al ángel, me parece a mí, sino que se avergonzó [de tener] nuevamente aquella relación por la que devendría madre de un hijo.

101.2. Y tal vez desde entonces, Abrahán, cuando a causa de la belleza de Sara corría peligro ante el rey de Egipto, la llamó propiamente hermana, e hija del mismo padre, aunque no de la misma madre (cf. Gn 12,10-20; 20,1-13).

101.3. En efecto, a los que se han convertido de los pecados pero no han creído firmemente, Dios les concede lo que necesitan por las peticiones; pero a quienes viven sin pecado y gnósticamente, sólo con pensarlo se lo concederá.

101.4. Por ejemplo, a Ana, con sólo pensar en un hijo, se le concedió la concepción de Samuel (cf. 1 S 1,9-20). Dice la Escritura: "Pide y lo haré. Piénsalo y te lo daré" (cf. Mt 7,7).

101.5. Porque se nos ha transmitido que Dios es "conocedor de los corazones" (Hch 1,24; 15,8; Ap 2,23), no que conjeture por un movimiento del alma, como nosotros, los hombres, ni tampoco por lo que acontece -puesto que (sería) ridículo pensarlo- ni, como el arquitecto alaba la obra hecha, y tampoco Dios, cuando hizo la luz, dijo que era bella (cf. Gn 1,3-4) después de haberla visto.

101.6. Él, incluso antes de haberla hecho, la alabó, porque sabía cómo iba a ser. Y lo que iba a ser bueno (o: bello) por el poder del que lo hizo, desde el principio fue hecho bueno (o: bello) por la acción (del Hacedor), mediante su designio eterno.

101.7. Por tanto, lo que habría de ser ya lo había predicho como bueno, aunque ocultara la verdad por la inversión (hipérbaton) de la frase.

Orar en todo momento. El ayuno

102.1. El gnóstico, por tanto, reza también a toda hora (cf. Lc 18,1; Ef 5,20) con el pensamiento, familiarizado con Dios por el amor. En primer lugar pedirá para sí mismo el perdón de los pecados; después, el no pecar jamás; en seguida, poder hacer el bien y comprender toda la creación y la economía [salvífica] según el Señor;

102.2. para llegar a ser limpio de corazón (Mt 5,8; cf. Sal 23 [24],4), y mediante el reconocimiento del Hijo de Dios, ser iniciado en la bienaventurada contemplación "cara a cara" (1 Co 13,12; cf. Gn 32,31; Ex 33,11), escuchando a la Escritura, que dice: "El ayuno con la oración es bueno" (Tb 12,8; cf. Mc 9,28).

102.3. Los ayunos indican la abstención de todos los males en general: de obra, palabra y del pensamiento mismo.

102.4. Como se ve, entonces, la justicia es cuadrada, igual por todas partes y adecuada en palabra, en obra, en abstención del mal, en hacer bien, en perfección gnóstica; de ninguna manera cojea por ninguna parte, para no aparecer injusta e inicua.

102.5. Cuando uno es justo, también (es) totalmente fiel; pero si (es) fiel no por ello (es) también justo, y digo la que progresa y se hace perfecta, por la que el gnóstico es llamado justo.

El ejemplo del teñido de la lana

103.1. Por ejemplo, Abrahán, porque se hizo fiel, "le fue reconocido como justicia" (Gn 15,6; Rm 4,3), porque había progresado hacia lo mejor y más perfecto que la fe.

103.2. Porque no es justo quien sólo porque se abstiene de la mala acción, si no añade el bien obrar y el conocer por qué causa hay que evitar ciertas cosas y hacer otras.

103.3. El Apóstol dice que el justo es conducido hacia la suma cumbre "mediante las armas de la justicia de derecha e izquierda" (2 Co 6,7), defendido por unas, pero también usando otras.

103.4. Porque no basta la protección de la armadura, y la abstención de los pecados no es suficiente para alcanzar la perfección, si no asume también la tarea de la justicia, la práctica de hacer el bien.

103.5. Entonces sí, nuestro hábil (lit.: ambidextro) gnóstico se manifiesta en la justicia cuando ya ha sido glorificado en este mundo como Moisés [manifiesta] en el rostro (cf. Ex 34,29-35; 2 Co 3,7-18) del alma; lo cual, ya lo hemos dicho antes (cf. IV,117,1), es una característica propia del alma justa.

103.6. Porque como al fijarse la tintura en la lana, permaneciendo (ésta invariable), le procura una característica y una diferencia respecto al resto de las lanas, así también sobre el alma, el esfuerzo pasa, pero permanece la hermosura y deja lo agradable, mas se limpia lo vergonzoso.

103.7. Éstas son las cualidades características de cada una de las almas, por las que una es reconocida glorificada y otra, en cambio, condenada.

El gnóstico por acción de la gracia deviene "portador de Dios"

104.1. Ciertamente, como en Moisés, que por su justa conducta y por su continuo diálogo con Dios que le hablaba (cf. Ex 33,11; 34,29), se fijó en su rostro un brillo de gloria, así también el alma justa, alguna fuerza divina de bondad, ungiéndola por una visita (o: solicitud), por la profecía y por la actividad de gobierno, deja impreso cual un resplandor intelectual, mostrando algo como el calor del sol, un magnífico (epifánico) "sello de justicia" (Rm 4,11), una luz que se une al alma por un amor continuo, portador de Dios y llevado por Dios.

104.2. En este punto aparece para el gnóstico la semejanza con Dios Salvador y, en cuanto le (es) permitido a la naturaleza humana, deviene perfecto, "como el Padre que está en los cielos" (Mt 5,48), dice (la Escritura).

104.3. Él mismo es el que ha afirmado: "Hijitos, todavía estoy un poco con ustedes" (Jn 13,33), porque también Dios, no porque sea bueno por naturaleza, permanece bienaventurado e incorruptible, "no sin hacer nada y sin condescender con nadie" (Epicuro, Sentencias, 1), sino haciendo el bien que lo caracteriza, siendo realmente Dios y Padre bueno, también (se manifiesta) en el incesante hacer el bien, y permaneciendo inmutable en la identidad de su bondad. Porque, ¿para qué sirve un bien, si no actúa y no beneficia?


Capítulo XIII: El gnóstico aspira a la perfección

El gnóstico "se apresura hacia la santa morada"

105.1. Quien ha moderado primeramente sus pasiones, practicando la impasibilidad y creciendo en la caridad de la perfección gnóstica, [ése] (es) "como un ángel" (Lc 20,36) ciertamente ya aquí mismo. Luminoso y brillante como el sol (cf. Mt 13,43) por su acción caritativa, se apresura con la justa gnosis, mediante el amor de Dios, hacia la santa morada, como los apóstoles; y llegaron a ser apóstoles, porque fueron elegidos, no por una característica extraordinaria (o: superior) de su naturaleza, ya que también Judas fue elegido junto con ellos (cf. Mt 10,4), sino que llegaron a ser apóstoles, porque fueron elegidos por el que prevé también el final.

105.2. Así Matías, que no fue elegido juntamente con ellos, mostrándose digno de ser apóstol, será puesto en lugar de Judas (cf. Hch 1,23. 26).

El auténtico presbítero

106.1. Ciertamente, también hoy es posible estar inscrito entre los apóstoles, a los que han practicado los mandamientos del Señor, viviendo perfecta y gnósticamente según el Evangelio (cf. Mt 5,19; Hch 1,1).

106.2. Y es realmente presbítero de la Iglesia y verdadero ministro de la voluntad de Dios el que hace y enseña las cosas del Señor (cf. Mt 5,19); no es elegido por mano humana ni considerado justo por ser presbítero (cf. Hch 14,23), sino que, por ser justo, es elegido por el consejo de los presbíteros. Y aunque aquí sobre la tierra no sea estimado para una el primer lugar (cf. Mt 23,6; Mc 12,39; Lc 11,43; 20,46), se sentará, para juzgar al pueblo, sobre uno de los veinticuatro tronos, como dice Juan en el "Apocalipsis" (cf. Ap 4,4; Mt 19,28; Lc 22,30).

106.3. Porque en realidad uno solo es el testamento salvador que se ha venido hasta nosotros desde el principio del mundo (cf. Ef 1,4), aunque su regalo se haya interpretado según la diversidad de generaciones y de épocas.

106.4. Porque, consecuentemente, es uno solo e inmutable el regalo de la salvación (cf. Rm 11,29) por parte del único Dios, mediante un único Señor, [regalo] que "de muchas maneras" (Hb 1,1) fue provechoso; por cuya causa es suprimido el "muro medianero" (Ef 2,14) que separa al griego del judío en aras de un pueblo elegido.



Quien aspira a la perfección camina tras las huellas de los apóstoles

107.1. Y de esta manera ambos llegan "a la unidad de la fe" (Ef 4,13), y de los dos (resulta) una única elección.

107.2. Y entre los elegidos, dice (el Señor [cf. Mt 19,28; Lc 22,30]), son más selectos los que según la perfecta gnosis han sido considerados como flores de la Iglesia misma, y han sido honrados con la más espléndida gloria; procediendo igualmente de griegos como de judíos, son jueces y administradores (cf. 1 P 4,10), los veinticuatro (cf. Ap 4,4), la gracia por duplicado (cf. Rm 5,15. 20). Además, también en la Iglesia de aquí abajo los grados progresivos de obispos, presbíteros y diáconos, alcanzan -pienso yo- las imitaciones de aquella gloria angélica de la economía [salvífica] de la que hablan las Escrituras, esperando a cuantos han marchado (o: se han mantenido) tras las huellas de los apóstoles, en justa perfección, según el Evangelio.

107.3. El Apóstol escribe que éstos, elevados "en las nubes" (1 Ts 4,17), en primer lugar serán diáconos, luego serán inscritos en el presbiterio, según los grados ascendentes de gloria -puesto que una gloria difiere de otra (cf. 1 Co 15,41)-, y crecerán "hasta el varón perfecto" (Ef 4,13).

Capítulo XIV: El gnóstico aspira a la perfección (continuación)

Los puros de corazón son los verdaderos israelitas

108.1. Esos tales, según David, "descansarán en el monte santo de Dios" (Sal 14 [15],1; cf. 23 [24],3), en la Iglesia de lo alto (o: del cielo), donde se reúnen los filósofos (= cristianos auténticos) de Dios, los verdaderos israelitas, "los limpios de corazón" (Mt 5,8), en los que no hay engaño (cf. Jn 1,47); éstos no permanecen en el descanso del día séptimo (cf. Gn 2,2; Ex 20,8), sino que asimilados a Dios por una buena conducta son elevados a la heredad benéfica del día octavo, elevándose a la pura contemplación de una visión insaciable.

108.2. "Pero hay otras ovejas -dice el Señor- que no son de este redil" (Jn 10,16), retenidas (dignas) de otro redil y de otra (lit.: análoga) morada (según la medida) de (su) fe.

108.3. "Pero mis ovejas oyen mi voz" (Jn 10,27), comprendiendo gnósticamente los mandamientos; pero se deben entender elevada y dignamente, con la retribución de las obras y con la recíproca consecuencia.

108.4. Lo mismo que cuando escuchamos las palabras: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22; cf. Mc 5,34; 10,52; Lc 7,50; 17,19; 18,42), no entendemos que Él dice simplemente que los que crean de cualquier modo serán salvados, a no ser que también sigan las obras correspondientes.

108.5. Precisamente (Él) dijo esa frase sólo a los judíos que habían caminado bajo la Ley irreprensiblemente, faltándoles sólo la fe en el Señor.

"Buena es la justicia de Dios y justa es su bondad"

109.1. Ahora bien, si uno no es creyente por su intemperancia, y no ha abandonado la carne, debe liberarse de las pasiones, para poder ir hacia la morada propia.

109.2. Es mejor tener gnosis que fe, al igual que es mejor ser tenido digno de la estima más alta, una vez salvados, que el hecho mismo de ser salvados.

109.3. Nuestro creyente, por tanto, despojándose de las pasiones mediante una larga educación, pasa a una morada mejor que la precedente, sufriendo un gravísimo castigo, característico del arrepentimiento (metanoia), por lo que ha pecado después del bautismo.

109.4. Así, también le aflige más el no haber conseguido ya, o jamás en absoluto, lo que ve que los otros han alcanzado.

109.5. Pero también se avergüenza de las faltas, que son el mayor castigo para el creyente. Porque buena es la justicia de Dios y justa es su bondad.

109.6. Y aunque luego cesen los castigos, de alguna manera, con la satisfacción de la pena y la purificación por cada una [de las prevaricaciones], los encontrados dignos de otro redil llevan una más grande aflicción sobre sí, al no encontrarse juntamente con los glorificados por la justicia (cf. Rm 8,30).

Dios es previsor

110.1. Precisamente Salomón dice que el gnóstico (es) sabio respecto a cuantos admiran la excelencia de su morada: "Porque verán el fin del sabio y no comprenderán lo que el Señor ha querido de él, ni para qué lo ha guardado" (Sb 4,17).

110.2. (Y) sobre su gloria: "Dirán: "Éste era al que alguna vez tomamos a risa y como ejemplo (parábola) de nuestro escarnio (o: insulto), [nosotros] los insensatos. Nosotros juzgamos su vida como locura, y su final como deshonra. ¿Por qué es contado entre los hijos de Dios y su heredad está entre los santos?"" (Sb 5,3-5).

110.3. No sólo el creyente, sino también el gentil es juzgado con toda justicia. Puesto que Dios, previsor como es, ya sabía que éste [gentil] no creería; de todos modos, para que alcanzara al menos su propia perfección, le concedió por un lado la filosofía antes que la fe, y por otro lado le concedió el sol, la luna, y los astros para adorar a la divinidad; Dios hizo estas cosas para los gentiles, dice la Ley (cf. Dt 4,19), para que no fueran por siempre ateos y para que no perecieran totalmente.

110.4. Pero ellos, mostrándose (lit.: deviniendo) ignorantes a este mandato, volviéndose hacia ídolos esculpidos (cf. Dt 4,16), no se arrepintieron, siendo juzgados; unos, ciertamente, porque pudiendo, no quisieron creer en Dios; pero otros también porque, queriendo, no se esforzaron lo suficiente por ser creyentes.

Las acciones del gnóstico

111.1. Sí, ciertamente aquellos, por la veneración de los astros, no se remontaron hasta su Hacedor. Porque éste era el camino concedido a los gentiles para elevarse hacia Dios mediante la veneración a los astros.

111.2. Pero ellos, no quisieron (lit.: queriendo) atenerse a los astros que se les concedía, sino que también se volvieron hacia piedras y maderos (cf. Jr 2,27), y "fueron estimados -dice [la Escritura]- como polvo" (Sal 1,4) y "como gota de cántaro" (Is 40,15), inservibles respecto (o: para) a la salvación, expulsados del cuerpo (=del cuerpo que forman los cristianos).

111.3. Como el salvar simplemente es (propio) de las cosas intermedias, sin embargo (el salvar) recta y convenientemente es una buena acción, así también toda acción del gnóstico es una acción perfecta; pero la del simple creyente hay que llamarla una acción intermedia: todavía no está realizada según la razón, ni es conducida rectamente con reflexión. Pero toda (acción) del gentil es pecaminosa (cf. Rm 14,23). Porque las Escrituras instan no a realizar simplemente el bien, sino a hacer las acciones con un fin determinado y a realizar lo que conviene conforme a la razón.



Los peligros de la ignorancia

112.1. Así como los inexpertos en tocar la lira no (deben) tocarla, tampoco ciertamente los inexpertos (deben) tocar la flauta, así en modo alguno (deben) ocuparse en (ciertas) cuestiones quienes no poseen la gnosis y no saben en absoluto cómo usar de ellas durante toda la vida.

112.2. Ahora bien, los atletas de la guerra no sólo pelean la lucha de la libertad en los campos de batalla (cf. 1 Co 9,25), sino que también los ungidos por el Verbo [pelean] en las reuniones (simposios), en el lecho y en los tribunales (dicasterios), avergonzándose de devenir prisioneros del placer: "No, jamás cambiaré la virtud por una ganancia injusta" (Anónimo, Fragmentos, 104 B; cf. Píndaro, Pítica, IV,140).

112.3. Y ganancia injusta (son) claramente el placer y el dolor, la codicia (lit.: el deseo), el miedo y, por decirlo resumidamente, las pasiones del alma, siendo (su) gozo inmediato dolor para el futuro. Dice (el Señor): "¿Qué aprovecha que ganes el mundo, si pierdes el alma?" (Mt 16,26; Mc 8,36; Lc 9,25).

112.4. Es claro que quienes no realizan obras buenas no conocen lo que les aprovecha. Y si eso (es) así, esos tales no piden rectamente para recibir de Dios los bienes (cf. Lc 11,13), ignorando (cuáles son) los verdaderos bienes; y una vez recibidos, tampoco se darán cuenta del don, (y) tampoco disfrutarán dignamente de lo que no han conocido; (y) por la inexperiencia del buen uso de lo que se les regala, lo mismo que por su gran ignorancia, ésos jamás conocen cómo utilizar los regalos divinos. Además, la falta de cultura (o: la falta de instrucción) [es] causa de ignorancia.

No hay peor mal que la ignorancia, y ésta es causa del pecado

113.1. También me parece a mí [noble] orgullo de un alma exultante, pero de buena (o: pura) conciencia (cf. 1 Tm 1,5. 19; 1 P 3,16. 21), el declarar en las circunstancias que acontezcan: "Que maquinen contra esto lo que quieran, porque el bien está conmigo y lo que es justo será mi aliado, y tampoco seré vencido jamás si actúo bien" (Eurípides, Fragmentos, 918,1. 3-5).

113.2. Y esta buena conciencia deja a salvo lo que es santo sobre Dios y lo que es justo respecto a los hombres; guarda limpia el alma con pensamientos dignos, con palabras castas y con obras justas.

113.3. De esta manera, recibiendo el poder del Señor, el alma se ejercita para ser dios (cf. Sal 81 [82],6; 2 P 1,4), entendiendo que no hay peor mal que la ignorancia y la acción no conforme a la recta razón; y en cualquier circunstancia siempre da gracias a Dios (cf. Ef 5,20), por la escucha de la justicia, por la divina lectura, por la búsqueda de la verdad, por una santa ofrenda, por la oración bienaventurada, alabando, cantando (himnodiando), bendiciendo y salmodiando. Esa alma en ningún tiempo se separa de Dios por ninguna circunstancia.

113.4. Con razón, por tanto, se ha dicho: "Y los que confían en Él entenderán la verdad, y los creyentes en el amor permanecerán en Él" (Sb 3,9). Ves lo que dice la Sabiduría sobre los gnósticos.

Las moradas eternas y el gnóstico

114.1. Entonces (hay) diferentes moradas que correspondientes (análogas) a la dignidad de los creyentes. Así (dice) Salomón: "Porque se le dará la gracia selecta de la fe y una herencia más agradable en el Templo del Señor" (Sb 3,14).

114.2. Porque la comparación indica ciertamente lo inferior en el templo de Dios, que es toda la Iglesia, pero permite pensar también en lo de más arriba, donde está el Señor.

114.3. A estas tres moradas elegidas aluden en el Evangelio los números treinta, sesenta y cien (cf. Mt 13,8).

114.4. Y ciertamente la herencia perfecta (es) de quienes alcanzan el estado "del varón perfecto" (Ef 4,13) a imagen del Señor; pero "la semejanza" (Gn 1,26) no es, como algunos (pretenden), por la forma humana (o: por constitución natural) -porque es una afirmación impía- ni ciertamente en cuanto a la virtud, por [semejanza] con la causa primera.

114.5. Porque también es impía la interpretación de quienes suponen que la virtud del hombre y la de Dios omnipotente es la misma. "Has supuesto, dice [la Escritura], una iniquidad: que yo sea igual a ti" (Sal 49 [50],21). Pero "al discípulo le basta llegar a ser como el maestro" (Mt 10,25), dice el Maestro.

114.6. Así, sobre la semejanza con Dios, quien ha sido dispuesto para la adopción filial (cf. Ef 1,5) y la amistad de Dios deviene coheredero de señores y dioses (cf. Rm 8,15-17), si es perfecto según el Evangelio, como el Señor mismo enseñó (cf. Mt 5,48).

Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura

El gnóstico debe oír y comprender rectamente

115.1. El gnóstico, entonces, plasma (en sí mismo) la más cercana semejanza [con el Señor], la idea del Maestro; él ha comprendido, como quiso el que la enseñó, la idea que Aquél mandó, expresó y aconsejó (cf. Jn 13,15) a los sensatos y prudentes; y [el gnóstico] en particular recibe (lit.: recibiendo) este magnífico pensamiento enseñándolo dignamente "sobre los tejados" (Mt 10,27; Lc 12,3) a quienes pueden ser edificados con altura (cf. Ef 2,22), pero comenzando a actuar por la fuerza (o: energía) de lo que dice según el ejemplo de su conducta.

115.2. Porque mandó cosas posibles, y quien es de estirpe real y cristiano (cf. Ap 1,6; 1 P 2,9) realmente debe ser apto para mandar y hegemónico; y no sólo se nos ha ordenado dominar a las fieras de fuera (cf. Gn 1,26), sino también a las pasiones salvajes dentro de nosotros mismos.

115.3. Ahora bien, como se ve, el gnóstico se salva conforme a la atención de la mala y de la buena vida, comprendiendo y realizando "más que los escribas y fariseos" (Mt 5,20).

115.4. David escribe: "Tensa, avanza y reina mediante la verdad, la humildad (o: mansedumbre) y la justicia, y te conducirá maravillosamente tu diestra" (Sal 44 [45],5), es decir, el Señor.

115.5. "Así, por tanto, ¿qué sabio entiende también estas cosas? ¿El inteligente también las conocerá? Porque los caminos de Señor (son) rectos" (Os 14,10), dice el profeta, indicando que sólo el gnóstico podrá comprender y explicar claramente lo dicho por el Espíritu (cf. 2 P 1,20-21) de forma velada.

115.6. Y "el que entienda, en aquel tiempo callará" (Am 5,13), dice la Escritura; refiriéndose evidentemente a los indignos, porque dice el Señor: "El que tenga oídos para entender, que oiga" (Mt 11,15; Lc 8,8; 14,35), diciendo que no es de todos el oír y comprender.

La palabra de Dios exige preparación adecuada para ser rectamente comprendida

116.1. Precisamente escribe David: "Agua obscura en las nubes de los aires; del resplandor que le precedía las nubes pasaron, granizos y carbones de fuego" (Sal 17 [18],12-13), enseñando que las palabras sagradas son obscuras.

116.2. Y en cambio recuerda que para los gnósticos lo enviado desde arriba (lit.: venido de los dioses) (es) trnasparente y luminoso, como un granizo inocuo, pero oscuro para los demás, como los carbones apagados del fuego, que, si alguien no los vuelve a encender o reaviva, no arderán ni iluminarán.

116.3. "El Señor -dice también- me da una lengua educada para conocer, en el tiempo oportuno, cuándo se debe decir una palabra" (Is 50,4), no sólo sobre el martirio, sino también, en efecto, respecto a preguntas y respuestas;"y la educación del Señor abre mi boca" (Is 50,5; el texto de la LXX dice: oído). Así, entonces, el gnóstico también sabe cuándo, cómo y con quién debe utilizar de la palabra.

La diferencia de producción entre lo silvestre y lo cultivado

117.1. En efecto, también el Apóstol, cuando dice "según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8), transmite que la enseñanza de los griegos es elemental, pero es perfecta la "según Cristo", como hemos indicado más arriba (cf. VI,61-62; 57,2--58,3).

117.2. Precisamente, el olivo silvestre está injertado en la fecundidad (o: en el patrón del olivo), y ciertamente también nace igualmente con los olivos cultivados (cf. Rm 11,17 ss.); lo injertado necesita, en vez de tierra, del árbol en el que ha sido injertado.

117.3. Y todas las plantas han germinado por igual a partir del mandato divino (cf. Gn 1,11). Por eso, aunque el acebuche ha venido a ser un olivo silvestre, sin embargo le ha tocado en suerte coronar a los vencedores en los juegos olímpicos; y el olmo enseña a la vid fecunda a trepar (lit.: subir) hacia arriba.

117.4. Pero vemos que los árboles silvestres asimilan mejor el alimento abundante, porque no son capaces de producir. Así, lo silvestre es menos asimilador que lo cultivado, y la causa de ser silvestre es precisamente la privación misma de la fuerza asimiladora.

"El injerto hace nobles a las plantas inútiles"

118.1. Ciertamente, el olivo injertado recibe más alimento, creciendo merced al silvestre; y entonces éste se acostumbra a asimilar el alimento, asemejándose a la fecundidad del cultivado; así también el filósofo (= hombre que busca la verdad), comparado con el olivo salvaje, teniendo mucho que no asimila, por ser apto para indagar, capaz de entender y deseoso de la fecundidad de la verdad, si recibe la divina fuerza mediante la fe, plantado en la gnosis buena y cultivada, como el olivo silvestre injertado en el Verbo verdaderamente hermoso (o: bueno) y misericordioso, asimila el alimento transmitido y deviene un buen olivo (cf. Rm 11,24).

118.2. Porque el injerto hace nobles a las (plantas) inútiles y a las estériles las obliga a devenir productivas con el arte agrícola y la ciencia gnóstica.



Sobre las diversas clases de injertos

119.1. Pero se dice que el injerto se realiza de cuatro maneras. Según la primera es necesario ajustar lo injertado entre el tronco y la corteza; como son catequizados los gentiles ignorantes, porque reciben superficialmente la palabra.

119.2. Otra manera (es) cuando, hendiendo el tronco, se hace entrar en él la planta más noble (o: mejor), que es lo que sucede en los filósofos: porque seccionadas sus doctrinas, sobreviene el conocimiento profundo de la verdad. Como así también en los judíos, abierta (o: destapada; lit.: terminada) la antigua Escritura, se injerta la nueva y noble planta del olivo.

119.3. La tercera clase se refiere (o: ajusta) al injerto de las (plantas) salvajes y de los herejes que son transportados con violencia a la verdad. Porque, raspando cada una de las ramas [del injerto] con un cuchillo (lit.: hoz) aguzado hasta dejar desnudo el interior (de las plantas), pero sin herirlas, atan una con la otra.

119.4. Y la cuarta clase de injerto es la llamada inoculación, porque se quita de un tallo noble un botón (lit.: ojo), rodeado de corteza en extensión menor a un palmo (= 7,4 cms.); después se raspa el tronco en idéntica proporción del botón y se le aplica, se le ata con una cuerda y se le unta de arcilla, cuidando que el botón no quede lastimado o manchado. Esta (es) la forma (propia) de la enseñanza gnóstica, que puede examinar atentamente los acontecimientos; y este género [de injerto] (es) el más útil para los árboles cultivados.

La fe debe injertarse en el alma creyente

120.1. Pero el injerto del que habla el Apóstol (cf. Rm 11,24) puede ser el buen olivo, Cristo mismo, (porque) desde la naturaleza salvaje e incrédula es trasplantado en Cristo, como (es el caso) de los que creen en Cristo; pero (es) mejor que la fe de cada uno se encuentre injertada en el alma misma.

120.2. Porque también el Espíritu Santo se trasplanta en ella y se difunde sin circunscribirse según la individualidad de cada uno.

120.3. Hablando sobre la gnosis, dice Salomón: "La sabiduría es luminosa e inmarcesible y fácilmente es contemplada por quienes la aman; se adelanta para darse a conocer a quienes la desean. El que por ella madruga no se cansará; porque pensar en ella es sabiduría perfecta, y quien se desvela por ella rápidamente estará libre de cuidados; porque ella buscando rodeará a los que son dignos de ella -porque no todos poseen la gnosis- y se muestra favorable en sus caminos" (Sb 6,12-16). "Los caminos" son el modo de vida y la diversidad según los [dos] Testamentos.

Hay que buscar la gnosis

121.1. A continuación añade: "Y en todo pensamiento se encuentra con ellos" (Sb 6,16), (porque) se deja contemplar de varios modos, evidentemente a través de toda educación.

121.2. Después añade, ofreciendo el amor que perfecciona, y aportando así además, en cierto modo, una demostración también verdadera por medio de un razonamiento silogístico y de premisas verdaderas: "Porque principio de ella es el genuino deseo de educación -es decir, de la gnosis- y el deseo profundo de educación (es) amor; amor (es) la observancia de sus leyes, y la obediencia a sus leyes es certeza de incorruptibilidad; y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios. Así, el deseo de sabiduría conduce al reino" (Sb 6,17-20).

121.3. Porque enseña -pienso- cómo la verdadera educación es un cierto deseo de gnosis, y el ejercicio de educación se hace por amor de la gnosis; y ciertamente el amor es observancia de los mandamientos (cf. Jn 15,10) que conducen hacia la gnosis y la observancia de los mandamientos (es) su misma seguridad, de la cual proviene (o: sobreviene) la incorruptibilidad: "Y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios" (Sb 6,19). Por eso, si el amor de la gnosis hace incorruptible y lleva al de estirpe regia a estar cerca de Dios rey, es necesario buscar la gnosis hasta encontrarla.

121.4. Y la investigación es un impulso para conseguir y descubrir el fundamento mediante algunas señales; el descubrimiento (es) el fin y el descanso de la investigación que deviene comprensión, que eso es la gnosis. También la gnosis es el descubrimiento mismo, la comprensión que se encuentra en una investigación. Pero se dice que un indicio (o: una señal) es lo que precede, acompaña o sigue (cf. Aristóteles, Analytica priora, II,27,70 a 7-10).

Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura (continuación)

El Hijo de Dios, Cristo, es el principio de toda auténtica enseñanza

122.1. El descubrimiento sobre la investigación de Dios es, en efecto, la enseñanza mediante el Hijo, y señal de que nuestro Salvador (es) ese Hijo de Dios, las profecías anteriores a su venida lo proclaman, y también los testimonios contemporáneos a su nacimiento sensible, y además las proclamaciones después de su ascensión y las demostraciones visibles de su poder.

122.2. Así, una señal de que tenemos la verdad es el que el mismo Hijo de Dios lo ha enseñado. Porque, si sobre toda investigación se encuentran estas cosas universales (lit.: católicas), la persona y el hecho, la verdad real se manifiesta sólo a nosotros, porque la persona de la verdad demostrada (es) el Hijo de Dios, y el hecho es el poder de la fe que está por encima de todo obstáculo que se presente y de la oposición del mundo entero.

122.3. Pero -ya que está demostrado (lit.: reconocido, probado) lo que ha sido confirmado con obras y palabras eternas: todo el que considera que no hay Providencia y es realmente ateo, aparece ya totalmente digno de castigo, no de refutación-, y es preferible para nosotros saber lo que hay que hacer y cómo debemos vivir para llegar al conocimiento profundo de Dios omnipotente, y cómo debemos honrar a la divinidad para devenir nosotros mismos causa de salvación; y trataremos de hacer lo justo y lo santo (cf. Lc 1,75) conociendo y aprendiendo lo que le complace, no de los sofistas sino de Dios mismo.

122.4. Y lo que le complace es que nos hayamos salvado (cf. 1 Tm 2,4), y la salvación sobreviene por medio del bien hacer y de la gnosis; de ambas cosas es maestro el Señor.

La verdad la hemos aprendido por medio del Hijo de Dios

123.1. Si, por tanto, según Platón (cf. Timeo, 40 D-E) sólo se puede aprender lo verdadero de parte de Dios o de los descendientes de Dios, con razón, al elegir los testimonios de las palabras divinas, nos jactaremos de haber aprendido la verdad por medio del Hijo de Dios; en efecto, primeramente fueron profetizadas, más tarde también demostradas. Y las cosas que colaboran al descubrimiento de la verdad no son falsas.

123.2. Así, cuando la filosofía proclama la Providencia, la recompensa de la vida bienaventurada y el castigo de la [vida] de condenación (lit.: desgraciada), teologiza comprensivamente, pero con exactitud no salva ni lo mínimo (lit.: lo que hay en parte). Porque no trata como nosotros ni sobre el Hijo de Dios ni sobre la economía [salvífica] de la Providencia. Puesto que [la filosofía] no conoce el culto según Dios.

123.3. Por eso precisamente, las herejías de la filosofía bárbara (= cristianismo), aunque afirman que Dios es uno y cantan himnos a Cristo, hablan según una comprensión (superficial), no mediante la verdad. Porque inventan otro dios y comprenden a Cristo no como lo transmiten las profecías. Pero además sus falsas doctrinas están contra nosotros, oponiéndose a la norma de conducta de la verdad.

La verdadera tradición es la apostólica

124.1. Así Pablo circuncidó a Timoteo en razón de los creyentes (que provenían) de los judíos (cf. Hch 16,3), prefiriendo disolver él mismo (las prescripciones) demasiado carnales de la Ley, no apostataran de la fe los catecúmenos (provenientes) de la Ley, aunque sabía perfectamente que la circuncisión no justifica (cf. 1 Co 7,19). Él confiesa "hacerse todo con todos para ganar a todos" (1 Co 9,22; cf. 9,19), salvando condescendientemente lo principal de las verdades.

124.2. Y Daniel llevó encima el collar de oro por causa del rey de los persas, para que el pueblo despreciado no fuera oprimido (cf. Dn 5,7. 29; 9,4-19).

124.3. Así, por tanto, no engañan en realidad los que tratan de adaptarse en virtud de la economía de la salvación, ni los que resbalaron en una cosa mínima, sino los que se apartan de las [verdades] más importantes y ciertamente rechazan por poco que sea al Señor, y expolian la verdadera enseñanza del Señor; ellos no exponen ni transmiten las Escrituras conforme a la dignidad de Dios y del Señor.

124.4. Porque la comprensión y el ejercicio de la piadosa tradición de la enseñanza del Señor por medio de sus apóstoles es un depósito que hay que restituir a Dios (cf. 1 Tm 6,20).

124.5. Dice [la Escritura]: "Lo que oyen al oído -claro está, de modo oculto y en forma misteriosa, porque eso significa alegóricamente hablar al oído- anúncienlo sobre los tejados" (Mt 10,27; cf. Lc 12,3); recibiendo noblemente (o: con grandeza) las Escrituras, transmitiéndolas con orgullo y explicándolas según el canon de la verdad.

124.6. Porque ni la profecía, ni el Salvador mismo explicaron los divinos misterios de un modo tan fácil como para que uno cualquiera los alcanzase, sino hablaban en parábolas (cf. Is 6,9-10; Mt 13,10-17).

La justicia cristiana consiste en el amor a Dios. El canon eclesiástico

125.1. Incluso los apóstoles dicen sobre el Señor que "habló todo en parábolas y no decía nada sin parábolas" (Mt 13,34).

125.2. Pero si "todo fue hecho por medio de Él y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), y la profecía y la Ley fueron hechas por Él, y fueron dichas en parábolas por medio de Él. Y "todas las cosas son claras para los entendidos" (Pr 8,9), dice la Escritura; es decir, para cuantos reciben conservando según el canon eclesiástico la exégesis de las Escrituras explicada (o: aclarada) por Él.

125.3. Y canon eclesiástico es el acuerdo y sinfonía de la Ley y de los profetas con el Testamento transmitido por la venida del Señor.

125.4. Ciertamente, a la gnosis sigue la prudencia, y a la prudencia la templanza. Porque hay que decir que la prudencia es una gnosis divina y (que se encuentra) en los divinizados, y que la templanza es mortal y está en los hombres que filosofan, aunque todavía no (sean) sabios.

125.5. Precisamente, si la virtud es divina, también su gnosis; pero la templanza es como una prudencia imperfecta, saliendo ciertamente de la prudencia, pero fatigosamente laboriosa (o: activa) y no teorética; sin duda conforme a la justicia común, que siendo humana, sin embargo, sirve de base a la santidad, que es justicia divina.

125.6. Porque para el perfecto la justicia no (está) en los contratos de los ciudadanos (lit.: políticos) ni en las prohibiciones de la Ley, sino en la acción personal (ideopragía: acción de obras para sí mismo) y en el amor a Dios.



Interpretar rectamente "las expresiones salvíficas del Espíritu Santo"

126.1. Las Escrituras, ciertamente, ocultan su pensamiento por muchas causas; en primer lugar, para que nos dediquemos a investigar y siempre estemos vigilantes para descubrir las palabras que salvan; después, porque no a todos convenía el comprenderlas, para que, al interpretar erróneamente las expresiones salvíficas del Espíritu Santo, no hicieran ningún daño.

126.2. Así, los santos misterios de las profecías se mantienen velados entre parábolas para los hombres elegidos y admitidos por su fe a la gnosis.

126.3. En efecto, el carácter de las Escrituras es parabólico, porque también el Señor, sin ser del mundo (cf. Jn 8,23; 17,14), aparece entre los hombres como (si fuera) del mundo (lit.: mundano). Y porque llevó en sí toda la virtud, destinando al hombre, compañero del mundo, a lo inteligible y principal por medio del conocimiento, para que pasara de un mundo [terreno] al mundo [celestial].

126.4. También ha utilizado la escritura metafórica, porque eso (es) la parábola: un dicho que a partir de algo no propio ciertamente, pero semejante a lo propio, conduce al que entiende a lo verdadero y propio, o, como dicen algunos, un estilo de hablar que mediante diversos términos, sugiere con eficacia lo dicho con propiedad.

Quienes proclaman a Cristo son perseguidos

127.1. Toda la economía [salvífica] profetizada sobre el Señor es una parábola, como verdaderamente se manifiesta en los que no han conocido [la verdad]; así alguno dirá y otros oirán que el Hijo de Dios creador de todas las cosas asumió una carne y fue concebido en un seno virginal, de manera que así se formó su carne visible y que, en consecuencia, luego de engendrado padeció y resucitó;"escándalo para los judíos y necedad para los griegos" (1 Co 1,23), como dice el Apóstol.

127.2. Pero las Escrituras han sido abiertas y manifiestan a quienes tienen oídos (cf. Mt 11,15) que aquello es verdadero (cf. Lc 24,32), que sufrió la carne asumida por el Señor, y proclaman que (es) "poder y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).

127.3. Además, el género parabólico de la Escritura, siendo el más antiguo, como hemos señalado (cf. V,19,3-4), ciertamente abundó muchísimo entre los profetas, para que el Espíritu Santo demostrase que tanto los filósofos griegos como los sabios de los otros [pueblos] bárbaros habían ignorado la futura venida del Señor y que la mística enseñanza sería transmitida por Él.

127.4. Con razón, en efecto, la profecía, al anunciar al Señor, como para no parecer a algunos blasfema al contradecir las opiniones de la mayoría, configuró (lit.: esquematizó) lo que significaba con expresiones que también podían conducir a otras interpretaciones.

127.5. Así todos los profetas que habían profetizado la venida del Señor y con ella los santos misterios, fueron perseguidos, matados, como el mismo Señor (cf. Mt 23,31-37; Hb 11,37), lo que dan a conocer de forma manifiesta sus Escrituras; y sus discípulos, los que proclamaron al Verbo de igual manera después de Él, expusieron la vida.

Testimonio del "Kerigma Petri"

128.1. De ahí que también Pedro en "La predicación", cuando habla sobre los apóstoles dice: "Nosotros hemos abierto los libros que tenemos de los profetas, quienes señalan a (lit.: designan a) Jesucristo, mediante parábolas y enigmas, o bien auténtica y textualmente; y encontramos su venida, la muerte, la crucifixión y todos los demás tormentos que le infligieron los judíos, y la resurrección y la ascensión a los cielos, antes que fuera fundada Jerusalén (cf. Ap 21,1; 10,2; 2 P 3,13); tal como había sido escrito todo aquello que Él debía padecer (cf. Lc 24,26; 1 P 1,11) y lo que habría de suceder después de Él.

128.2. Reconociendo todo eso creímos en Dios mediante lo que había sido escrito sobre Él" (Kerigma Petri, fragmento 9).

128.3. Y poco después añade, sosteniendo de nuevo que por divina providencia se han cumplido las profecías, así: "Porque supimos que Dios había dispuesto realmente esas cosas, y no decimos nada sin la Escritura" (Kerigma Petri, fragmento 10).

Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura (conclusión)

Indagar por amor a la verdad

129.1. Ahora bien, el dialecto (o: lengua) hebreo tiene también algunas otras peculiaridades, como asimismo cada uno de los restantes, conteniendo algunas palabras que manifiestan un carácter étnico. Así definen dialecto al lenguaje realizado con un carácter étnico.

129.2. Pero la profecía no viene a ser familiar a aquellos otros dialectos. Porque en los [dialectos] griegos se practican intencionadamente los llamados cambios de los tropos (= cambios de metáforas) que construyen las ocultaciones, a imagen de nuestras profecías, excepto que se demuestra la desviación voluntaria más allá de lo correcto (lit.: recto), hecha en la expresión métrica (o: poética) o en la improvisada.

129.3. El tropo es, por tanto, una expresión sacada de lo que es importante a lo que no (es) importante por causa del artificio y para dar mayor gracia (o: eficacia) a una frase en el discurso.

129.4. Pero la profecía, en general, no cuida las figuras del lenguaje para embellecer la frase, con la que, al no ser la verdad patrimonio de todos (cf. 1 Co 8,7), la oculta de diversas maneras, haciendo salir la luz sólo para los que están iniciados en la gnosis, para los que buscan por amor la verdad.

Aprender a reflexionar

130.1. Y se dice que el proverbio es una forma de profecía según la filosofía bárbara, y entre algunos se habla asimismo de parábola y de enigma (cf. Si 39,2-3). Pero también se llama ciertamente sabiduría, y como distinta de ella educación, lo mismo que las palabras de prudencia, argucia (lit.: que se mueve circularmente) de palabras, justicia verdadera, enseñanza para enderezar el juicio y astucia para los sencillos obtenida por la educación, y sentido y reflexión (o: comprensión; cf. Pr 1,1-4) para el que ha devenido neocatecúmeno.

130.2. "El sabio que escucha a los profetas, dice [la Escritura], será más sabio, y el que sabe reflexionar (o: el inteligente) adquirirá el arte de administrar y comprenderá la parábola, la palabra oscura y las máximas y enigmas de los sabios" (Pr 1,5-6).

130.3. Pero si sucedió que los dialectos helénicos han derivado su nombre de Heleno hijo de Zeus, de sobrenombre Deucalión, según los tiempos que hemos expuesto con anterioridad (cf. I,102,3; 103,2; 136,4), es fácil entender en cuántas generaciones los dialectos griegos son posteriores al lenguaje hebreo.

Dios escribe en nuestros corazones

131.1. Y expondremos, con el progreso de nuestro escrito, los mencionados tropos del profeta indicándolos según cada perícopa, y demostrando debidamente (lit.: con gusto) el modo de vida gnóstico según el canon de la verdad.

131.2. Porque, ¿acaso en la visión de Hermas el poder que se le apareció en el tipo de la Iglesia no le dio para su transcripción el libro que quería fuese anunciado a los elegidos? Y él lo transcribió, dice, "letra a letra" (Hermas, El Pastor, II,1. 3-4), no encontrando el modo de acabar las sílabas.

131.3. Y así mostraba que la Escritura es manifiesta a todos, comprensible por la sola lectura, y que ésta es la fe tenida como disposición elemental, y por eso se alegoriza la lectura letra a letra; pero una vez que se ha avanzado en la fe, se pone de manifiesto que se posee la explicación gnóstica de las Escrituras, según la lectura de las sílabas.

131.4. En cambio, también al profeta Isaías se le ordena tomar un libro nuevo para escribir alguna cosa (cf. Is 8,1-2); así el Espíritu profetizaba que la gnosis santa existiría después mediante la exégesis de la Escritura, que por aquel tiempo no estaba escrita, porque todavía no era conocida; porque sólo se había dicho desde el principio a quienes podían comprender (o: a los entendidos).

131.5. Inmediatamente después que el Señor enseñó [la interpretación] a los apóstoles, también a nosotros se nos entrega sin escritura la tradición de lo escrito, porque el poder de Dios, renovando continuamente el libro [de la Escritura], lo escribe en (nuestros) corazones (cf. 2 Co 3,3).



Reconocemos al Hijo de Dios por el poder del Padre

132.1. Así, los más elocuentes de entre los griegos consagran el fruto del granado a Hermes, al que llaman palabra, por causa de la explicación; porque la palabra esconde muchas cosas.

132.2. Con razón, entonces, también Jesús, hijo de Navé, vio de dos maneras a Moisés, cuando era elevado: una junto a los ángeles, y otra siendo objeto de honras fúnebres sobre la montaña, junto al precipicio (o: acantilado).

132.3. Y Jesús vio esta visión abajo, porque fue elevado (o: colocado) en espíritu junto también con Caleb, pero ambos no vieron del mismo modo, sino que uno descendió más rápido, porque era mucho el peso que llevaba consigo; pero el otro [Jesús], descendiendo después, refirió la gloria que había contemplado, al haber podido observar mejor que el otro, por estar también más purificado. La historia muestra, pienso yo, que la gnosis no es de todos (cf. 1 Co 8,7), porque unos ciertamente consideran el cuerpo de las Escrituras, las expresiones y los nombres, como el cuerpo de Moisés, pero otros, ocupándose mucho de Moisés entre los ángeles, distinguen los pensamientos y lo que se manifiesta bajo los nombres.

132.4. Sin duda, también muchos de los que gritaban al Señor decían: "Hijo de David, ten compasión de mí" (Mc 10,40; Lc 18,38), pero unos pocos reconocían al Hijo de Dios, como Pedro, al que también [Jesús] estimó bienaventurado, porque ni la carne ni la sangre le habían revelado la verdad, sino que fue su Padre de los cielos (cf. Mt 16,17), demostrando que el gnóstico reconoce al Hijo del Omnipotente (Pantocrátor), no mediante su carne concebida, sino por el poder mismo del Padre (cf. Jn 6,44).

132.5. Ahora bien, la adquisición de la verdad no sólo (es) difícil para los menos favorecidos (dyskolos), sino también para los que tienen familiaridad con la ciencia; (y) según enseña la historia de Moisés ni siquiera a los que se les ha concedido de una vez la contemplación, hasta teniendo como los hebreos una visión cara a cara de la gloria de Moisés (cf. Ex 34,29-35) y los santos de Israel sobre las visiones de los ángeles (cf. Gn 18,2; 28,10-12; Dn 10,17), así también nosotros podamos mirar de frente los destellos de la verdad.

Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo

"El decálogo natural"

133.1. Como ejemplo propongamos recorrer el decálogo para una explicación gnóstica. Y es superfluo decir aquí que el número diez es sagrado. Pero si las tablas escritas son "obra de Dios" (Ex 32,16), se mostrará que se refieren a una creación natural. Porque "el dedo de Dios" (Ex 31,18) se entiende (como) el poder de Dios (cf. 1 Co 1,24), mediante el cual se perfecciona la creación del cielo y de la tierra, de los que las dos tablas se comprende que son símbolos.

133.2. Porque ciertamente escritura de Dios (cf. Ex 32,16) y arte del dibujo, que se encuentran en la tabla, son la creación del mundo.

133.3. Y el decálogo, según una imagen celestial, comprende sol, luna, astros, nube, luz, viento, agua, aire, tiniebla y fuego. Éste (es) el decálogo natural del cielo (cf. Gn 2,4).

133.4. Pero la imagen de la tierra comprende hombres, ganado, reptiles, fieras, y de los acuáticos peces y cetáceos, y también igualmente de entre los volátiles las (aves) carnívoras y las que utilizan alimento cultivado, de entre las plantas igualmente las fructíferas y las que no dan fruto. Este es el decálogo natural de la tierra.

133.5. Pero también el arca que contenía aquello (cf. Gn 6,18-19; 7,7-10; Ex 25,16) sería gnosis y sabiduría de las cosas divinas y humanas. Y probablemente esas mismas dos tablas sean profecía de los dos Testamentos.

Los mandamientos son para el género humano

134.1. En efecto, fueron renovadas místicamente (cf. Ex 34,1-4), cuando sobreabundó la ignorancia y el pecado (cf. Ef 4,18-19). Y los mandamientos, al parecer, están escritos de doble manera, para dos espíritus, para el que guía y para el que está sometido, "porque la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne" (Ga 5,17).

134.2. Y hay, además, una década en el hombre mismo: los cinco sentidos, el habla, la fecundidad, lo octavo es el elemento espiritual conforme a la plasmación, lo noveno es la parte del alma que guía (hegemonikón), y en décimo lugar la propiedad característica del Espíritu Santo que se añade mediante la fe.

134.3. Además de esto, el código de las leyes parece mandar diez elementos en algunos hombres: la vista, el oído, el olfato, el tacto, el gusto y los órganos que sirven a esos (sentidos y) que son dobles: manos y pies; porque ésta (es) la plasmación del hombre.

El "hegemonikón"

135.1. Y el alma es añadida y antes es introducida a lo que tiene función hegemónica (o: a lo que guía), por lo que razonamos, no engendrado por la eyaculación del esperma, como para añadir, sin el concurso de ésta, el número diez [de las partes humanas], mediante las cuales se realiza toda la actividad del hombre. Hecho el hombre inmediatamente en esa disposición, toma el principio de la vida desde (o: a partir) las experiencias sensibles.

135.2. Ahora bien, nosotros decimos que lo racional y lo que tiene función de guía es para el ser viviente causa de la constitución, pero también la parte está animada y es parte del alma.

135.3. En seguida, la fuerza vital, que abarca la nutrición, el crecimiento y en general todo movimiento, corresponde al espíritu carnal, que se mueve rápidamente, (y está) en todo por medio de los sentidos y el resto del cuerpo, haciendo pasar el primer impulso de las pasiones por medio del cuerpo.

135.4. Pero el hegemonikón posee el poder de decidir, alrededor del cual se encuentran la investigación, el aprendizaje y la gnosis. No obstante, todas las cosas se refieren y se ordenan hacia el hegemonikón, y por eso el hombre vive de una manera determinada.



Los dos espíritus

136.1. En efecto, el hombre siente por medio del espíritu corpóreo, (y) desea, goza, se enoja, se alimenta y crece; y precisamente por él conduce las acciones relativas al pensamiento y a la inteligencia, y una vez dominadas las pasiones, reina lo que tienen función hegemónica.

136.2. Así, el "no desearás" (Ex 20,17) significa no te esclavizarás al espíritu carnal, sino que debes dominarlo, porque "la carne desea contra el espíritu" (Ga 5,17) y se subleva para no ser disciplinado respecto a la naturaleza, y "el espíritu contra la carne" (Ga 5,17) domina para que en el curso de la vida del hombre sea conforme a la naturaleza.

136.3. Con razón, por tanto, se dice correctamente que el hombre ha sido hecho "a imagen de Dios" (Gn 1,27), no según la forma de su constitución natural, sino porque Dios crea todo con el Verbo, y el hombre que deviene gnóstico realiza las buenas acciones con lo lógico (= facultad racional).

136.4. Con razón se ha dicho en otro sitio (cf. VI,134,1) que las dos tablas indican los mandamientos, transmitidos antes de la Ley, y dados a los dos espíritus, al que ha sido plasmado y al que tiene función de guía (hegemonikón).

136.5. Y los movimientos de los sentidos, modelados en la mente, se manifiestan en la actividad (o: energía) del cuerpo; porque de ambos [deriva] la percepción (o: comprensión).

Significado espiritual de los tres primeros mandamientos del decálogo

137.1. Y de nuevo, lo mismo que una sensación está relacionada con lo sensible, así también una intelección con lo inteligible. Y también las acciones son dobles: unas según el pensamiento, pero otras según la energía.

137.2. Y ciertamente el primer mandamiento del decálogo (cf. Ex 20,2; Dt 5,6) establece que hay un solo Dios omnipotente, que llevó (lit.: transportó o transfirió) al pueblo desde Egipto por el desierto hacia la tierra de (sus) padres (o: patria), para que mediante las obras de Dios aceptaran, en la medida de lo posible, su poder y se abstuvieran de la idolatría de las cosas creadas, poniendo toda la esperanza en el verdadero Dios.

137.3. El segundo mandamiento (cf. Ex 20,7; Dt 5,11) significaba que no es necesario asumir ni invocar el gran poder de Dios -o sea, su nombre (cf. 1 R 8,16; Hch 3,16); porque sólo ese nombre podían aprender, como también ahora hace la mayoría-, ni aplicar su denominación sobre las cosas engendradas y vanas. Éstas son las que han realizado los artistas humanos, y entre ellas no se coloca "El que es" (Ex 3,14), porque "El que es" (está) solo en la identidad inengendrada.

137.4. El tercer mandamiento (lit.: palabra; cf. Ex 20,8; Dt 5,12) es el que indica que el mundo ha sido hecho por Dios y que nos ha regalado el séptimo día como descanso por los sufrimientos de la vida. Porque Dios es infatigable (o: inconmovible), impasible y se basta a sí mismo, pero nosotros que somos portadores de carne (sarkóphoros) tenemos necesidad de descanso.

Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo (continuación)

El día de descanso

138.1. El séptimo día es, por tanto, proclamado [día] de descanso (cf. Gn 2,2), preparando con la abstinencia del mal el día principal, el de nuestro verdadero descanso, que es también en verdad el primer nacimiento de la luz (cf. Gn 1,3-5), en el que se contempla todo y todo se recibe en herencia.

138.2. Desde ese día brilla para nosotros la primera sabiduría y la gnosis; porque la luz de la verdad (es) luz verdadera, sin sombra, espíritu del Señor se distribuye sin división entre los santificados mediante la fe, asumiendo función (o: el lugar) de lámpara para el conocimiento de los seres.

138.3. Ahora bien, siguiéndolo toda la vida nos hacemos impasibles, y (eso) es descanso.

138.4. Por eso también Salomón dice que, antes del cielo, de la tierra y de todas las cosas, fue creada por el Omnipotente la sabiduría (cf. Pr 8,22-25), cuya participación -digo según poder no según sustancia- enseña a conocer catalépticamente (= de manera comprensiva; facultad de comprender por la inteligencia) lo divino y de lo humano.

138.5. Llegando a este punto también hay que recordar otras cosas, porque el discurso ha venido sobre la hebdómada y a la ogdóada. Porque la ogdóada puede ser principalmente una hebdómada, y la hebdómada una héxada según la apariencia; también ésta [ogdóada] podría ser realmente sábado, pero la hebdómada está [caracterizada] por los trabajos.

138.6. Porque la creación del mundo (lit.: cosmogonía) es terminada en seis días; el movimiento del sol de una vuelta a otra se completa en seis meses, (y) durante uno de estos períodos caen las hojas, pero en el otro germinan las plantas y las semillas alcanzan la perfección.

Sobre el número seis

139.1. Y también dicen que el embrión se perfecciona exactamente en el sexto mes, es decir, a los ciento ochenta y dos días y medio, como refiere el médico Polibio en el [libro] "Sobre (los fetos) de ocho meses", y el filósofo Aristóteles en el [tratado] "Sobre la Naturaleza".

139.2. Así, los pitagóricos, pienso yo, a partir del origen del mundo según el profeta, consideran perfecto el número seis, y lo llaman el número mediano y matrimonio (= por ser generado), por estar en medio de lo recto, es decir, del diez y del dos; porque aparece alejado de ambos.

139.3. Como el matrimonio entre varón y mujer engendra, así el seis es engendrado del impar tres, llamado número varón, y del par dos, considerado como mujer; porque dos por tres generan el seis.

139.4. Por otra parte, éstos son los movimientos más generales, por los que se produce toda la generación, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, adelante y atrás.

Sobre el número seis (continuación)

140.1. Por la misma razón también piensan [los pitagóricos] que el número siete no tiene madre y (es) estéril, interpretando así el sábado y alegorizando la idea del descanso, durante el cual "ni ellos tomarán mujer ni ellas marido" (Mt 22,30; Mc 12,25; Lc 20,35). Puesto que el siete no es producto (lit.: no recibe generación) de ningún número por otro, ni combinado con otro resulta un número dentro de la década.

140.2. A la ogdóada la llaman cubo, al añadir a la esfera inmóvil las siete (esferas) de los siete planetas, mediante los cuales tiene lugar el gran año, un determinado periodo para el cumplimiento de las promesas (cf. Is 61,1-2; Lc 4,19).

140.3. De esta manera el Señor, habiendo subido cuatro al monte (= el Señor y tres apóstoles; cf. Mt 17,1-8), llega a ser sexto (= los anteriores más Moisés y Elías), y es rodeado con una luz espiritual, manifestando su poder en la medida que podían verlo los elegidos, cuando la voz, séptima, lo proclama Hijo de Dios, para que los convencidos por Él encuentren descanso (cf. Lc 9,32), y Él, que es insigne (epísemon), mediante la generación revelada por la héxada, aparece en realidad ogdóada: Dios que revela (su) poder en (una pobre carne), contado como hombre, pero oculto en lo que realmente era.

140.4. Porque en la serie de los números está clasificado también el seis, pero la clasificación sucesiva de las letras lo considera insigne y no (se usa) en la escritura.



Dios nunca cesa de hacer el bien

141.1. Sobre los números mismos se salva en el orden cada unidad incluso la hebdómada y también la ogdóada; pero respecto al número de las letras la sexta es la zeta y la séptima la eta.

141.2. Ahora bien, intercalado, no sé cómo, la letra (o: grafía) del insigne [epísemos], si seguimos así [la numeración], el siete viene a ser la sexta [letra] y el ocho la séptima.

141.3. Por eso, también se dice que el hombre fue hecho en el sexto día (cf. Gn 1,27. 31), deviniendo fiel al que es signado (epísemos; marcado con una señal distintiva), como (si) en seguida recibiera el descanso de la heredad del Señor.

141.4. Algo semejante muestra también la hora sexta de la economía del Salvador, por la que el hombre ha sido perfeccionado (hora sexta: cf. Mt 27,45; Mc 15,33; Lc 23,44; todo se ha cumplido: cf. Jn 19,30).

141.5. Ciertamente, siete son los espacios en una serie de ocho, y seis los intervalos que aparecen en una serie de siete.

141.6. Porque también (existe) aquella otra expresión, cuando la hebdómada glorifica a la ogdóada y "los cielos trasmiten a los cielos la gloria de Dios" (Sal 18 [19],2). Los tipos [= las figuras visibles] (de los cielos) son los sonidos (o: palabras; elementos fonéticos) de nuestras letras.

141.7. Así también el mismo Señor es llamado "alfa y omega, principio y fin" (Ap 21,6);"por quien todo fue hecho y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3). Por tanto, el descanso de Dios no es, como algunos conciben (= los gnósticos valentinianos), que Dios dejara de obrar. Porque, siendo bueno, si cesara alguna vez de hacer el bien, cesaría también de ser Dios, lo cual no está permitido decirlo.

El orden de la creación

142.1. Y permanecer en descanso (cf. Gn 2,2) es disponer que el orden de los seres se conserve inalterable durante todo el tiempo, y que cada una de las criaturas ponga término al antiguo desorden.

142.2. Puesto que las creaciones en los distintos días se sucedieron con perfecto orden, como si todos los seres hubieran de recibir la dignidad del creado anteriormente, (porque) creados al juntos por el pensamiento, no tienen sin embargo la misma dignidad. A pesar de que el génesis de cada cosa se hace visible con (un sonido) de voz, la creación mencionada se ha hecho [toda] al mismo tiempo. Porque había que nombrar algo en primer lugar.

142.3. Por eso se profetizaron unas cosas primero y después otras segundas, cuando todas las cosas habían nacido a la vez de una sola sustancia semejante y por un solo poder. Yo pienso, en efecto, que (uno) es el querer de Dios en unidad de identidad.

142.4. ¿Y cómo podría hacerse en el tiempo la creación, cuando también el tiempo fue hecho juntamente con las cosas?

Y también el universo entero de todos los animales y plantas se mueve asimismo en hebdómadas.

Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo (conclusión)

Sobre los astros

143.1. Siete son los arcángeles (cf. Tb 12,15; Ap 8,2) creados en primer lugar que tienen el máximo poder; y siete son también, según dicen los entendidos, los planetas (lit.: estrellas) errantes que ordenan la administración terrestre, bajo (cuyo influjo), por comunidad de sentimientos (lit.: simpatía), los caldeos piensan que se produce todo lo que sucede en la vida mortal, y sobre esto dicen cosas que deben suceder; de (las estrellas) fijas, siete (son) las Pléyades y las Osas de siete estrellas, mediante las cuales se realizan las tareas agrícolas y las navegaciones; la luna cambia las fases cada siete días.

143.2. En la primera hebdómada deviene media luna, en la segunda luna llena, en la tercera después de luna menguante de nuevo luna media, en la cuarta desaparece.

143.3. Pero también, como enseña el matemático Seleuco, ella misma se transforma siete veces. Porque de oscura (o: sin luz) deviene en forma de media luna (o: luneiforme; menoidés), después cuarto creciente, luego cuarto menguante y luna llena; y, según el menguante, de nuevo cuarto creciente, cuarto menguante, media luna y nuevamente luneiforme.

Las edades del hombre

144.1. "Haremos resonar nuevos himnos con la cítara de siete tonos" (Terpandro, Fragmentos, 4,4), escribe cierto poeta no desconocido y que enseña que siete son las cuerdas de la antigua lira.

144.2. Siete son también los órganos sensoriales dispuestos en nuestro rostro: dos ojos, dos conductos de los oídos, dos de la nariz, y el séptimo el de la boca.

144.3. Las elegías de Solón demuestran que los cambios de las edades [del hombre] transcurren según la hebdómada de la siguiente manera: "En efecto, un niño impúber pierde el cerco de los dientes, que despuntaban en la infancia, por primera vez a los siete años. Cuando Dios le permite cumplir otros siete años, muestra las señales de la incipiente juventud. Y a los siete años siguientes, mientras el cuerpo crece, el mentón se cubre de vello y la piel cambia de color.

144.5. En el cuarto septenio todo (hombre) alcanza su mayor fuerza, que los varones tienen como signo de valor (o: virtud). En el quinto [septenio] es el momento en que el varón piensa en el matrimonio y procura engendrar hijos para el futuro. En el sexto la mente del varón se desarrolla para cualquier tarea, y no quiere realizar acciones inconsideradas como antes.

144.6. Y en el séptimo y octavo septenio es muy hábil de mente y de lengua; catorce años duran ambos. En el noveno todavía tiene fuerza, pero su cuerpo y vigor (son) más débiles para la virtud mayor (o: el valor mayor). Pero si Dios le permite cumplir los siete años del décimo [septenio], ciertamente no tendrá inseguro el destino de la muerte" (Solón, Fragmentos, 19).

El decálogo y la creación por medio del Verbo

145.1. De nuevo en las enfermedades el séptimo y el decimocuarto son (días) críticos, alrededor de los cuales la naturaleza lucha contra las causas de las enfermedades.

145.2. También Hermipo de Berito, sacarlizando el número [siete], eneseña muchos más ejemplos en el libro "Sobre la hebdómada".

145.3. Y el bienaventurado David transmite con claridad a quienes conocen el discurso místico sobre la hebdómada y la ogdóada, cuando salmodia de la siguiente manera: "Ocupaba mis años como la araña. Los días de nuestros años (son) setenta años, y si se (cuentan) los de la dinastía (o: soberanía), ochenta años" (Sal 89 [90],9-10). ¡Ojalá se nos conceda reinar!

145.4. Para que aprendamos que el mundo ha sido creado (o: generado), pero no pensemos que Dios lo ha hecho en el tiempo (= es decir, que el tiempo sea anterior al mundo sensible), añadió la profecía: "Este (es) el libro del Génesis y de las cosas que contiene, cuando fueron hechas: en el día en el que Dios hizo el cielo y la tierra" (Gn 2,4).

145.5. Porque "cuando fueron hechas" revela una producción indefinida y atemporal, pero "en el día en el que Dios hizo", o sea, en el cual y mediante el cual hizo todas las cosas y "sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), muestra la actividad a través del Hijo, sobre el que dice David: "Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en el" (Sal 117 [118],24), es decir, celebremos el divino banquete conforme a la gnosis que se nos ha dado.

145.6. Porque llama día al Verbo que ilumina las cosas ocultas y por medio del cual vinieron a la luz y al nacimiento cada una de las cosas creadas (cf. Jn 1,3. 9; 1 Co 4,5).

145.7. En resumen, el decálogo, por medio de la letra iota (= diez), significa el bienaventurado nombre que confirma que Jesús es el Verbo.



Los mandamientos quinto y sexto del decálogo

146.1. El siguiente mandamiento, el quinto, es sobre honrar padre y madre (cf. Ex 20,12; Dt 5,16). Y también llama claramente Padre y Señor a Dios.

146.2. Por eso a los que le reconocen los proclama hijos y dioses (cf. Sal 81 [82],6). Señor y Padre es, por tanto, el Creador de todo; pero no es madre la sustancia de la que hemos sido hechos, como algunos (pretenden), ni, como otros explican, la Iglesia, sino la gnosis y sabiduría divina, como dice Salomón al llamar a la Sabiduría madre de los justos (cf. Si 3,1; Pr 1,8; 31,1). También ésta es elegible por sí misma. (Y) todo lo que es bello (o: bueno) y augusto de parte de Dios se reconoce mediante el Hijo.

146.3. A éste sigue el mandamiento sobre el adulterio (cf. Ex 20,13; Dt 5,18). Adulterio es, si alguien, abandonando la verdadera gnosis eclesiástica y el discernimiento acerca de Dios, va a la opinión falsa y no conveniente, bien divinizando algo engendrado o también convirtiendo en ídolo lo que no existe hasta sobrepasar los límites, o mejor saliéndose fuera de la gnosis. La opinión falsa es tan extraña al gnóstico como la verdadera le es familiar y conyugal.

Sobre los mandamientos octavo y noveno del decálogo

141.1. Por eso, también el noble Apóstol llama a la idolatría como una forma de prostitución (cf. Col 3,5; Ga 5,20; Ef 5,5), siguiendo a lo que dice el profeta: "Prostituyó al leño y a la piedra" (Jr 3,). "Al leño le dijo: "Tú serás mi padre", y a la piedra: "Tú me engendraste"" (Jr 2,27).

147.2. A continuación prosigue sobre el mandamiento relativo al homicidio (cf. Ex 20,13; Dt 5,17). Y el homicidio es una eliminación violenta. Ahora bien, es el [hombre] más funesto quien quiere eliminar el verdadero discurso sobre Dios y (su) eternidad, para admitir la mentira, diciendo que todo es impremeditado (o: sin providencia) o que el universo no es creado o respecto de las cosas firmes (o: realidades firmes) según la verdadera doctrina (o: enseñanza).

147.3. Después de ese está el mandamiento sobre el robo (cf. Ex 20,15; Dt 5,19). Como el que hurta las posesiones ajenas comete una grave injusticia, incurriendo justamente en los merecidos males (o: castigos), así también el que mediante técnicas (u: obras) plásticas o gráficas usurpa lo divino y dice que él mismo es creador de los animales y de las plantas; e igualmente los que sacan provecho de copiar a la verdadera filosofía son unos ladrones (cf. Jn 10,8).

147.4. Si uno es agricultor o es padre de un hijo, es servidor de la siembra de las semillas, pero Dios, procurando el crecimiento y la perfección de todas las cosas, es el que desarrolla lo que nace conforme a la naturaleza (cf. 1 Co 3,5-7).

El décimo mandamiento

148.1. La mayoría (de la gente), juntamente también con los filósofos, atribuyen principalmente a los astros, como prerrogativa principal, los crecimientos y las evoluciones, privando en lo que pueden al poder infatigable del Padre del universo (lit.: de todas las cosas).

148.2. Pero los elementos y los astros (cf. Gn 1,14-19), es decir los poderes administradores [del universo] fueron encargados de cumplir la voluntad de la economía [divina], y ellos obedecen, siendo conducidos por quienes les han sido impuestos, en el modo como los conduce (o: guía) la palabra del Señor, puesto que el poder divino ha hecho nacer ocultamente a todos para que obren.

148.3. Por tanto, quien dice haber engendrado o hecho algo relativo a la creación (demioyrgían), deberá rendir cuentas de su impía audacia.

148.4. Y el décimo mandamiento se refiere a todos los deseos (cf. Ex 20,17; Dt 5,21). Puesto que el que desea lo ilícito (debe) dar cuentas, (y) del mismo modo no está permitido desear cosas falsas, ni pensar que entre los seres creados los animados puedan salvarse o condenarse por sí mismos los animados, y que los inanimados no lo puedan hacer. Y si alguien dijera que el antídoto no puede curar y la cicuta matar, hace un sofisma sin darse cuenta.

148.5. Porque ninguna de esas cosas obra sin aquel que aplica la hierba o el fármaco, como el hacha no [obra] sin el que corta, ni la sierra sin el que asierra (cf. Is 10,15).

148.6. Y como esos (instrumentos) no actúan por sí mismos, sino que tienen algunas cualidades físicas, que utilizadas por la acción del operario realizan (su) obra, así (también) por la universal providencia de Dios la energía operativa se transmite gradualmente hasta en los detalles por medio de los seres que son movidos continuamente.

Capítulo XVII: El gnóstico y la filosofía

La fe en Cristo nos impulsa a ser buenos y honestos

149.1. Pero, según parece, los filósofos griegos, mencionando a Dios, no lo conocen, porque no veneran a Dios como Dios (cf. Rm 1,21). Sus proposiciones filosóficas, según Empédocles, "como derramadas pasando tontamente por lengua de muchas bocas, perciben un poco del Todo" (Fragmentos, 31 B, 2-3).

149.2. Porque como la técnica sabe convertir en fuego la luz solar haciéndola pasar a través de un recipiente de cristal lleno de agua, así también la filosofía, tomando de la divina Escritura la chispa (o: el fuego), se hace visible en pocos [hombres].

149.3. También, como todos los seres vivos respiran el mismo aire, pero de manera distinta y de diversa forma, así también la mayoría persigue la verdad, o mejor el discurso sobre la verdad.

149.4. Porque no dicen cosa alguna acerca Dios, sino que explican sus pasiones atribuyéndolas a Dios. En efecto, pasan la vida buscando lo que persuade, no lo verdadero; pero la verdad no se enseña por imitación, sino más bien mediante aprendizaje.

149.5. Porque para que no aparentemos ser honestos por creer en Cristo, tampoco salimos al sol únicamente para que nos vean expuestos al sol, sino que lo estamos para calentarnos; así también nos esforzamos por ser cristianos buenos y honestos (o: auténticos), porque sobre todo "el reino (de los cielos) es de los violentos" (Mt 11,12), alcanzando el fruto del reino por la búsqueda, el estudio y el perfecto ejercicio en común.

El gnóstico anhela imitar al Señor

150.1. Porque quien imita la apariencia engaña también la noción preconcebida (prólepsis). Pero al tomar alguien una chispa de la realidad, la enciende dentro del alma con deseo y aprendizaje, (y) mueve todas las cosas para lograr conocer.

150.2. Porque quien no se inquieta por alguna (cosa), no la desea, ni recibe con afecto su utilidad.

150.3. Así, el gnóstico después imita al Señor hasta la perfección de la felicidad, tal como les es accesible a los seres humanos, consiguiendo cierta cualidad del Señor en aras a la semejanza de Dios. Pero los que no conocen la gnosis tampoco pueden precisar la verdad.

150.4. No es posible, por tanto, participar de las contemplaciones gnósticas, si nosotros mismos no nos vaciamos de los pensamientos anteriores. Porque precisamente se llama comúnmente verdad a toda cosa inteligible o sensible.

150.5. Así es posible examinar la verdad de una pintura, respecto de otra vulgar, y la dignidad de una música, respecto de otra licenciosa. Y hay una verdad de la filosofía, distinta entre los distintos filósofos, y una belleza verdadera distinta de la falsificada.

150.6. No es necesario, por tanto, empeñarse nunca en las verdades parciales, como si ellas traicionaran la verdad, sino que hay que preocuparse por la verdad en sí misma, sin buscar aprender nombres.

150.7. La realidad sobre Dios no es una cosa sola, sino innumerables; es distinto buscar [directamente] a Dios que lo relativo a Dios. Y por lo general, hay que distinguir en cada cosa lo que se dice respecto a la realidad de la naturaleza y a los accidentes.

Las dos naturalezas de Cristo

151.1. Para mí es suficiente decir que Dios es el Señor de todo. Y digo el Señor de todo absolutamente, sin dejar nada a la excepción.

151.2. Puesto que hay dos tipos de verdad, los nombres y la realidad, algunos se refieren a los nombres, los filósofos griegos que se ocupan de la belleza de los discursos, pero nosotros, los bárbaros, poseemos la realidad.

151.3. Ahora bien, el Señor no sin razón quiso revestirse de una forma corporal de bajo precio (cf. Is 53,2-3), para que nadie, alabando la hermosura y admirando la belleza (física), se apartase de sus palabras, y fijándose en lo que se abandona descartara (o: separara) lo inteligible.

151.4. Por eso no hay que fijarse en la expresión, sino en los significados. Ahora bien, a los que buscan captar el sonido de las palabras y no se mueven hacia la gnosis no se les confía el Verbo, puesto que también los cuervos imitan las voces humanas sin comprender la realidad de la que hablan, pero la comprensión contiene la inteligencia de la fe.

151.5. Así también Homero dijo: "Padre de los hombres y de los dioses" (Ilíada, I,544), sin saber quién es el Padre y cómo es el Padre.



¡Dios es bueno!

152.1. Y de igual manera que para quien tiene manos es según la naturaleza el aferrar y para quien posee ojos sanos el ver la luz, así también pertenece naturalmente para el que ha adquirido la fe participar de la gnosis, si trabaja más y sobreedifica con oro, plata y piedras preciosas sobre el cimiento ya asentado (cf. 1 Co 3,12).

152.2. Ahora bien, no promete querer participar (de la gnosis), sino que comienza; tampoco debe diferir el ser (de estirpe) real, luminosa y gnóstica, sino que lo sea ya, y no sólo quiera tocar nominalmente la realidad, sino de hecho.

152.3. Porque al ser Dios bueno para con lo hegemónico de toda la creación (y) queriendo salvarlo (cf. 1 Tm 2,4; Jn 3,16), se dispuso hacer también a los otros seres, otorgándoles desde el principio ese primer beneficio: el existir; porque es mucho mejor ser que no ser: todos estarán de acuerdo. Además, conforme a la capacidad natural de cada uno de los seres, ha progresado y progresa hacia lo que es mejor para sí mismo.

La maravillosa Providencia de Dios

153.1. De modo que no es extraño que también la filosofía sea concedida por la divina providencia (como) propedéutica hacia la perfección por medio de Cristo, (si) la filosofía no se avergüenza de aprender a progresar hacia la verdad con la gnosis bárbara.

153.2. Pero [si hasta] "han sido contados los cabellos" (Lc 12,7) y los movimientos vulgares, ¿cómo la filosofía no es tenida en cuenta?

153.3. En verdad también en Sansón residía la fuerza en los cabellos (cf. Jc 16,17), para que no se piense que las artes despreciables de la vida, las que yacen y permanecen en la tierra después de la salida del alma, son concedidas sin el poder divino.

153.4. Precisamente, dice [la Escritura], la Providencia llega (o: viene) a todos desde lo alto, desde lo más importante, como de una cabeza, "como el ungüento, dice, que desciende hasta la barba de Aarón, y hasta la orla de su vestido" (Sal 132 [133],2) -es decir [el vestido] del Sumo Sacerdote (cf. Hb 5,4-5), "por el cual todo fue hecho y sin él no se hizo nada" (Jn 1,3)-; no para el adorno del cuerpo, puesto que la filosofía exterior al pueblo [de Isarel] es como un vestido.

Capítulo XVII: El gnóstico y la filosofía (conclusión)

La inefable bondad de Dios

154.1. Los filósofos que se ejercitan conjuntamente con espíritu sensible para (obtener) la percepción simultánea que los caracteriza, cuando se ocupan con cuidado no de una parte de la filosofía, sino la filosofía por completo, también dan testimonio, con amor hacia la verdad y sin orgullo, de la verdad misma, aunque sea dicha bellamente entre los heterodoxos, progresando en comprensión, según la divina disposición, de la inefable verdad (o: bondad) que en cada circunstancia la naturaleza de los seres conduce hacia lo mejor según los límites de sus posibilidades.

154.2. Luego, familiarizándose no sólo con los griegos, sino también con los bárbaros, se dejan conducir sobre la fe que proviene de la práctica en común con ellos hacia la inteligencia propia de cada uno.

154.3. Una vez que han recibido el fundamento de la verdad, se apoderan de una fuerza para proseguir otra vez en la investigación, y de ahí que amen el devenir discípulos, y ávidos de gnosis se apresuran hacia la salvación.

154.4. Por eso dice la Escritura que Dios concedió a los artífices "un espíritu de conocimiento" (Ex 28,3), que no es sino una prudencia, una fuerza del alma para contemplar los seres, discernir y comparar lo semejante con lo desemejante que los acompaña, ordenar, prohibir y conjeturar el futuro. Y atañe no sólo a las artes, sino también a la filosofía misma.

La prudencia

155.1. ¿Por qué, si no, fue llamada también ·prudente" (Gn 3,1) la serpiente? Hasta en los maleficios cabe hallar una cierta consecuencia lógica, una decisión, una síntesis y una conjetura de lo futuro.

155.2. Y por eso la mayor parte de las injusticias permanecen ocultas, porque los malvados se construyen para sí el esquivar los castigos de todos los modos y por completo.

155.3. Y la prudencia (es) polivalente, se encuentra expandida por el mundo entero, por medio de todas las cosas humanas, cambiando de nombre en cada uno de ellos, y cuando se aplica a las causas primeras es llamada inteligencia; y cuando se confirma esta (inteligencia) con un argumento apodíctico, es denominada gnosis, sabiduría y ciencia; pero cuando está entre los que tienden con fuerza hacia la piedad y recibe sin indagación contemplativa la doctrina de las causas primeras según la observancia de la función activa (que hay) en ella misma, se llama fe; y si [se encuentra] en las cosas sensibles hace digna de fe la apariencia, como lo más verdadero que (hay) en ellas, y [se denomina] recta opinión; por el contrario, [se denomina] arte respecto a la actividad manual; cuando sin tener la contemplación de las causas primeras, por observar sólo cosas semejantes y aplicarlas de unas a otras, obra un cierto impulso y se consolida en él, se llama experiencia.

155.4. Y le es propio eso, también realmente señorial y hegemónico, (y) el que ha creído, una vez consolidada la fe, sobre todo recibe por disposición [divina] al Espíritu Santo.

Dios lo sabe todo

156.1. Así, por tanto, la filosofía, al estar dotada de una comprensión diferente (o: especial), como se ha manifestado por lo dicho anteriormente, participa de la prudencia.

156.2. Por ejemplo, sobre la evolución lógica respecto de lo que es percibido [mediante la inteligencia] hasta la elección y el asentimiento se llama dialéctica, y confirma mediante demostración lo que se dice sobre la verdad, y soluciona las dificultades (lit.: aporías) que sobrevengan.

156.3. Por tanto, los que afirman que la filosofía no ha descendido a este mundo desde Dios, corren el peligro de decir que es imposible que Dios (pueda) conocer las cosas particulares, siendo la causa de todos los bienes, puesto que cada uno de esos (bienes) forma parte de las cosas particulares.

156.4. Nada de lo que existe tendría principio sin la voluntad de Dios, y la filosofía, porque Él lo ha querido, viene de Dios, que la ha querido tal cual es por causa de quienes de ninguna otra manera podrían apartarse del mal.

156.5. Porque Dios lo sabe todo, no sólo las cosas que existen, sino también las que existirán y cómo será cada una; y previendo los movimientos particulares, "lo ve todo y lo entiende todo" (Homero, Ilíada, III,277; Platón, Gorgias, 523 D-E), viendo el alma desnuda por dentro.

156.6. Y desde la eternidad tiene un proyecto para cada cosa en particular. Y como sucede en los teatros sobre cada uno de los detalles, según se mira el interior y el exterior y el conjunto, eso es lo que sucede en Dios.

156.7. Porque de una sola vez, Él abarca todas las cosas y a cada una (en particular), pero no todo conforme a la atención preeminente.

Los ángeles: divinos liturgos

157.1. Ciertamente hay muchas cosas en la vida que tienen origen en algún razonamiento humano, aunque han recibido de Dios el estímulo.

157.2. Por ejemplo, la salud se origina y se realiza mediante la medicina; la buena complexión, por la gimnasia; y la riqueza, mediante el arte de negociar, según la providencia divina, pero con la cooperación humana.

157.3. Y también de Dios proviene la inteligencia. Por ejemplo, la predilección de los varones buenos obedece principalmente a la bondad de Dios. Por eso aunque muchos privilegios (o: éxitos, ventajas, victorias) sean comunes a los hombres buenos y a los malos (cf. Mt 5,45), no obstante son útiles sólo a los buenos y diligentes (o: virtuosos), en virtud de los cuales Dios hizo esas cosas; porque el poder de los dones divinos está dispuesto naturalmente para utilidad de los varones buenos.

157.4. Pero también los pensamientos de los hombres virtuosos se originan por inspiración divina, puesto que de alguna manera el alma está ordenada de una determinada forma (y) la voluntad divina se transmite en las almas humanas por los divinos ministros (liturgos) que están dispuestos para esos servicios.

157.5. Porque según las jerarquías de los ángeles han sido distribuidos los pueblos y las ciudades (cf. Dt 32,8; Hb 1,14), quizás también hayan sido asignados algunos para (actividades) particulares.

Dios quiere el bien de toda la humanidad

158.1. Ciertamente, también el pastor cuida de cada uno de sus rebaños (cf. Jn 10,11), y sobre todo está atento a aquellos de naturaleza más insigne y más capaces de ir en ayuda de mayor cantidad (de gente).

158.2. Y éstos son los aptos para mandar y educar; mediante ellos se manifiesta clarísimamente la fuerza de la providencia, cuando Dios quiere hacer bien a los hombres a través de la educación o una orden y gobierno. Y siempre quiere.

158.3. Por eso mueve a los [hombres] convenientes en orden a la provechosa ejecución de lo que se dirige constantemente a la virtud, a la paz y a la beneficencia.

158.4. Todo lo virtuoso procede (lit.: es) de la virtud y retorna a la virtud; también se da para llegar a ser diligentes (o: virtuosos), o para que los que ya lo son utilicen las ventajas naturales, puesto que coopera tanto en el conjunto como en lo particular.



La filosofía no proviene del maligno

159.1. ¿Cómo, por tanto, no es absurdo, si se atribuye el desorden y la injusticia al diablo, hacerle dador de algo virtuoso, la filosofía?

159.2. Porque es peligroso para los griegos el hacer más benévolo [al demonio] que a la providencia y a la inteligencia divina el hacer varones buenos.

159.3. Al contrario, yo creo que es propio de ley y de toda recta razón dar a cada uno lo conveniente, le es propio y le atañe.

159.4. Como la lira (es) propia al citarista y la flauta al flautista, así también los méritos superiores son propiedad de los varones buenos; lo mismo que la naturaleza del benefactor es hacer el bien, como la del fuego calentar y la de la luz el iluminar.

159.5. El bueno no hará nunca el mal, como la luz nunca (engendrará) tinieblas, ni el fuego el frío.

159.6. La maldad (o: el vicio) no producirá nada virtuoso, porque su función (lit.: energía) es hacer el mal, como la tiniebla el trastornar la vista. La filosofía, por tanto, no es obra del mal, ya que hace personas virtuosas.

159.7. Queda, en consecuencia, que provenga de Dios, cuya obra es únicamente el hacer el bien, y todo lo que es dado por Dios es dado y recibido perfectamente.

159.8. Ciertamente, la práctica de la filosofía no es de hombres malos. Más bien, si ha sido dada a los mejores de los griegos, también es evidente de dónde proviene: con toda claridad de la providencia, que concede a cada uno según su dignidad.

159.9. Lo mismo que a los judíos [se les ha concedido] la Ley, también a los griegos la filosofía, hasta la venida [del Señor]. Desde entonces existe la llamada universal, para un pueblo sobreabundante de justicia (cf. Ex 19,5; Tt 2,14), según la enseñanza de la fe, conduciendo juntamente el único Señor del único Dios a ambos pueblos, griegos y bárbaros, y mejor, a todo el género humano.

Los tres modos de contribución entre los seres humanos

160.1. Muchas veces hemos denominado filosofía a lo que acierta filosóficamente (respecto) de la verdad, aunque sea de modo parcial. Y también los bienes que hay en las artes, en cuanto artes, tienen el principio a partir de Dios.

160.2. Porque como el hacer algo con arte está implícito en las reglas (teoremas) del arte, así también el actuar con prudencia está ordenado a la prudencia. Pero la prudencia es una virtud, y su propiedad es conocer otras cosas y sobre todo las que se refieren a ella misma; así, la sabiduría, que (es) una facultad (cf. 1 Co 1,24), no es otra cosa que el conocimiento de los bienes divinos y humanos.

160.3. "De Dios es la tierra y lo que la llena" (Sal 23 [24],1), dice la Escritura, para enseñar que los bienes llegan a los hombres desde Dios, por poder divino y en virtud de la distribución voluntaria para socorro humano.

160.4. Ahora bien, tres son los modos de toda utilidad y de contribución de uno para con otro: uno es por acompañamiento, como el maestro de gimnasia que forma al niño; otro es por emulación, como quien estimula a otro hacia el progreso perfeccionándose antes (lit.: dando antes), y, ciertamente, uno coopera con el que aprende, y el otro viene en ayuda del que recibe. Y hay una tercera manera, por mandato, cuando el maestro de gimnasia, no tratando de formar al que aprende, ni mostrando al niño el arte de luchar para que lo imite, sino que, ya ejercitado, le ordena verbalmente (mantener) la lucha.

Dios es el salvador de todos los seres humanos

161.1. Ahora bien, el gnóstico, que ha recibido de Dios el poder ayudar, favorece a unos formándolos con el acompañamiento, a otros estimulándolos con la imitación, y a otros educando y enseñando mediante el mandato. Sin duda, también él mismo ha sido ayudado por el Señor de igual modo.

161.2. Así, por ende, también se establece la ayuda de Dios que se extiende hacia los hombres, con el acompañamiento de los ángeles; porque también el divino poder ofrece los bienes por medio de los ángeles, bien sean visibles o no lo sean. Este fue el modo en la manifestación del Señor.

161.3. Y a veces también el poder [de Dios] inspira, según los pensamientos y los razonamientos humanos, e inserta en el corazón fuerza y percepción más precisa, procurando valor y ardor del alma para las investigaciones y las obras.

161.4. Pero igualmente para imitación y asimilación nuestra (están) los ejemplos de virtud, en realidad maravillosos y santos, mediante las acciones consignadas por escrito.

161.5. También en cuanto a la forma del mandato es clarísimo: mediante los dos Testamentos del Señor, mediante las leyes de los griegos, pero también por las exhortaciones respecto a la filosofía.

161.6. Y, en resumen, mostrando la razón más alta, toda ayuda útil para nuestra vida se pone en obra a partir de Dios omnipotente, Padre que lo preside todo mediante el Hijo, que por eso es "Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes" (1 Tm 4,10), dice el Apóstol; pero teniendo en cuenta lo más cercano, [se realiza] por los más allegados a cada uno, según la disposición y el mandato del Señor, que (está) más próximo a la Causa primera.


Capítulo XVIII: Conclusiones

El gnóstico debe filosofar

162.1. Entre nosotros el gnóstico se ocupa siempre de las cosas más importantes. Y si en algún momento (tiene) tiempo de descanso y de expansión respecto de lo apremiante, en lugar de otro descanso también se apodera de la filosofía griega, como si comiera un plato de postre después de la cena; no despreocupándose de las cosas más importantes, sino añadiéndolas, tal como conviene, y por las causas que he mencionado.

162.2. Pero quienes desean lo que no es necesario y superfluo (o: desmesurado) de la filosofía y se aplican sólo a los sofismas controvertidos, rechazando lo más necesario e importante, siendo sencillamente los que persiguen las sombras de las palabras.

162.3. Ciertamente es bueno saber de todo; pero el que tiene el alma débil para el conocimiento de muchas cosas, tendrá que elegir únicamente las cosas principales y mejores.

162.4. Porque la verdadera ciencia, que decimos posee sólo el gnóstico, es una comprensión segura mediante argumentos verdaderos y sólidos (o: mejores) que lleva a la gnosis de la causa, y quien conoce lo verdadero sobre una cosa, también inmediatamente es conocedor de lo falso sobre lo mismo.

162.5. Porque también me parece que se muestra bien aquel razonamiento: si hay que filosofar, es ya filosofar; puesto que eso es algo consecuente a sí mismo; pero también si no hay que filosofar, pero uno no puede condenar alguna cosa sin haberla conocido antes. Por tanto, hay que filosofar.

Los cristianos no veneran ídolos

163.1. Siendo las cosas así, es necesario que los griegos aprendan mediante la Ley y los profetas a dar culto al único Dios, al que es realmente Omnipotente, (y) luego, a dejarse enseñar mediante lo que enseña el Apóstol: "Para nosotros no existe ídolo en el mundo" (1 Co 8,4), puesto que no existe imagen semejante de Dios en las cosas creadas, y deben aprender como tampoco las estatuas pueden ser imágenes de ninguno de los seres que veneran, porque la figura natural de las almas no (es) nunca como las estatuas que los griegos modelan.

163.2. Porque ciertamente las almas son invisibles; no sólo las racionales, sino también las de los animales irracionales; y sus cuerpos no son nunca partes de sus [almas], sino órganos de aquellas y que sirven a unas de asiento y a otras de vehículo; de una u otra forma.

La función hegemónica de la gnosis

164.1. Pero la imágenes de esos órganos no pueden ser reproducidas con fidelidad, por ejemplo, ¡que alguien plasme el sol, (tal) como se le ve, y represente el arco iris con sus colores!

164.2. Cuando hayan abandonado los ídolos, entonces escucharán de la Escritura: Si la justicia de ustedes no supera en mucho la de los escribas y fariseos" (Mt 5,20), que se tienen por justificados en razón de la abstención del mal, juntamente con la perfección en todo (cf. Mt 5,48), el amor al prójimo y haciéndose capaces de ayudarlo (cf. Lv 19,15), no serán regios (cf. St 2,8). Porque la intensidad de la justicia conforme a la ley muestra al gnóstico.

164.3. Así, el que ordena la parte hegemónica de su propio cuerpo, la cabeza, alcanzando la excelencia de la fe, la gnosis misma, sobre la cual están todos las facultades de percepción, adquirirá de igual manera la herencia suprema.

164.4. El Apóstol muestra claramente a quienes pueden examinar cuidadosamente la función hegemónica de la gnosis, escribiendo a aquellos griegos de Corinto así: "Y teniendo la esperanza de que, con el crecimiento de la fe de ustedes, seamos engrandecidos entre ustedes en abundancia, conforme a norma de nosotros, para evangelizar las regiones que están más allá de la de ustedes" (1 Co 8,4).

Los límites del lenguaje humano para hablar sobre Dios

165.1. Sin hablar de una extensión de la predicación según el territorio -porque también él mismo dice que la fe había progresado en Acaya (cf. 2 Co 9,2); y en los "Hechos de los apóstoles" se dice que había predicado también la palabra en Atenas (cf. Hch 17,16-34)-; sino que enseña que la gnosis, siendo la perfección de la fe, excede más allá de la catequesis según la grandeza de la enseñanza del Señor y el canon eclesiástico.

165.2. Por eso, un poco más abajo añade: "Y si (soy) mediocre en la palabra, no lo (soy) en la gnosis" (2 Co 11,6). Por lo demás, los griegos, que se vanaglorian de haber alcanzado la verdad, que nos digan de quiénes han aprendido a jactarse así.

165.3. Porque ellos no dirán que de Dios, sino que confesarán que de los hombres.

165.4. Y si fuera así, o la han aprendido ciertamente tarde por ellos mismos, como sin duda también se jactan algunos de ellos, llenos orgullo, o bien por otros semejantes a ellos.

165.5. Pero los hombres, en cuanto hombres, no son maestros fidedignos hablando de Dios, porque ser hombre no es suficiente para hablar la verdad sobre Dios; el [hombre] débil y mortal [no puede hablar] sobre el Inengendrado e Incorruptible, [como] la obra sobre el que la ha hecho.



La sabiduría cristiana procede de Dios

166.1. Si uno no puede decir la verdad sobre sí mismo, ¿no (es) cierto que será mucho menos creíble cuando (habla) sobre Dios (cf. Sb 9,16)? Porque cuanto falta al hombre el poder de Dios, así también es más débil su palabra, aunque no (hable) de Dios, sino sobre lo divino y el Verbo de Dios.

166.2. La palabra humana (es) débil por naturaleza e incapaz de expresar (o. explicar) a Dios, no digo el nombre -porque es común que lo nombren no sólo los filósofos, sino también los poetas-, ni a la esencia -cosa imposible-, sino al poder y a las obras de Dios.

166.3. E incluso los que inscriben a Dios como maestro, apenas llegan a la comprensión de Dios, una vez recibida la gracia que posibilita a un cierto conocimiento profundo, y una vez acostumbrados por la voluntad a (contemplar) la voluntad, y por el Espíritu Santo a contemplar el Espíritu Santo (cf. Rm 8,16), "porque el Espíritu escruta las profundidades de Dios, pero el hombre psíquico no alcanza lo que es del Espíritu" (1 Co 2,10 y 14).

166.4. Por tanto, nuestra sabiduría es la única enseñada por Dios, de la cual dependen todas las fuentes de la sabiduría, que tiende a la verdad.

166.5. Ciertamente, respecto a la venida del Señor hacia los hombres como nuestro maestro, son innumerables los que la anuncian (preparan), los anunciadores, los preparadores, los precursores desde la fundación del mundo, indicando previamente por medio de obras y palabras, profetizando que habría de venir, dónde y cómo, y con algunas señales.

Las persecuciones contra la fe cristiana

167.1. Ciertamente la Ley y la profecía lo preludian desde hace largo tiempo; luego, el precursor (= Juan Bautista; cf. Mt 11,11; Jn 1,36) lo muestra ya presente, (y) después de él los predicadores manifiestan mediante su enseñanza el poder de la manifestación.

167.2. Los filósofos sólo aceptaron (a los [filósofos] griegos) [texto conjetural por una laguna], y no a todos, sino Sócrates por Platón y Platón por Jenócrates; Aristóteles por Teofrasto y Zenón por Cleantes, los cuales convencieron únicamente a sus propios discípulos.

167.3. Pero la palabra de nuestro Maestro no permaneció sólo en Judea, como la filosofía en Grecia, sino que se difundió por todo el mundo habitado, convenciendo por igual a griegos y a bárbaros, de toda raza, pueblo y ciudad, familias enteras, y también a cada uno de los oyentes, y de éstos cambió a la verdad a no pocos de los filósofos.

167.4. Y también la filosofía griega moriría rápidamente, si la impidiera el magistrado de turno; pero nuestra enseñanza (o: doctrina) desde el primer anuncio ha sido perseguida al mismo tiempo por reyes, tiranos, magistrados, gobernadores (arcontes) con (sus) funcionarios, jefes (militares) con todos (sus) mercenarios y también por innumerables hombres, haciendo la guerra contra nosotros y esforzándose tanto como pueden para extirparla (o: cortarla, amputarla).

167.5. Pero nuestra doctrina florece cada vez más; porque no muere como enseñanza humana, ni se debilita (o: consume) como frágil don -puesto que ningún don de Dios es frágil-, sino que permanece libre, aunque profetizada, siendo perseguida hasta el final (cf. Mt 10,17).

Conclusión del libro sexto

168.1. Además, Platón escribe sobre la poesía: "El poeta (es) algo delicado y sagrado, y no puede hacer precisamente eso (= poetizar) si antes no se endiosa y desatina" (Platón, Ion, 534 B).

168.2. Y Demócrito de igual manera: "Todo lo que un poeta escribe con arrebato divino (lit.: entusiasmo) y espíritu sagrado es muy bello" (Fragmentos, 68 B 18).

168.3. Y sabemos lo que dicen los poetas. Pero, ¿no habrá alguno que se atemorice ante los profetas de Dios omnipotente, que son órganos de la voz divina?

168.4. Así como hemos modelado (o: plasmado) la estatua del gnóstico, también hemos demostrado cuál es, mostrando como en un esbozo la elevación y la belleza de su carácter. Porque cuál sea (su actitud) respecto a la contemplación se verá (en seguida) en la física, cuando comencemos a tratar sobre el origen (o: la génesis) del mundo.

 


LIBRO VII


Capítulo I: Prólogo del libro séptimo

Sobre la interpretación de la Sagrada Escritura

1.1. Y ahora (es) el tiempo en que nosotros debemos demostrar a los griegos que sólo el gnóstico es verdaderamente piadoso, como para que los filósofos aprendan de nuevo (o: sepan) cómo es el verdadero cristiano, condenando su propia ignorancia, (porque) persiguen a la ligera a los que siguen al Nombre (cf. 1 P 4,16), y en vano llaman ateos a los que reconocen al verdadero Dios.

1.2. Pero, me parece, que está relacionado con los argumentos más claros el tener necesidad de los filósofos, como que es posible a los que se han ejercitado el escuchar (o: comprender) sus enseñanzas, aunque nunca se hayan mostrado dignos a sí mismos de participar de la capacidad de creer (cf. Jn 5,44).

1.3. Y no haremos mención ahora de los dichos proféticos, haciendo uso más tarde, en el lugar oportuno, de las Escrituras; pero señalaremos fundamentalmente las explicaciones (que derivan de ella) para describir el cristianismo, para no interrumpir el encadenamiento de las palabras incluyendo al mismo tiempo las Escrituras, y esto por quienes nunca han comprendido sus expresiones. Pero cuando demostremos (sus) significados, entonces sobrarán motivos para creerlas y serán manifiestos (sus) testimonio.

1.4. -Y si a alguno de la mayoría le pareciera diferente lo que decimos nosotros de [lo que dicen] las Escrituras del Señor, debe saber que [nuestra exposición] (saca) de ella el aliento y (también) vive, y partiendo de ellas anuncia los puntos de partida de la Escritura, manteniendo sólo el espíritu, no la letra-.

1.5. Porque la excesiva elaboración, no realizada a tiempo, parecería con razón estar de más; pero el no considerar enteramente lo que apremia es completa despreocupación y una imperfección.

1.6. Pero, en verdad, "dichosos los que examinan los testimonios del Señor, y le buscan a Él de todo corazón" (Sal 118 [119],2). Y sobre el Señor dan testimonio la Ley y los profetas (cf. Jn 5,39; Hch 10,43; Rm 3,21).

El gnóstico conoce al Padre bueno

2.1. Nos proponemos, por tanto, establecer que sólo el gnóstico es santo y piadoso, tributando un culto digno de Dios al verdadero Dios; y a quien practica un culto digno de Dios, le acompaña el amar a Dios y el ser amado por Dios.

2.2. Ciertamente considera digno de honor todo lo que supera al merecimiento; y hay que honrar, en (el mundo) sensible (lit.: en las cosas sensibles), a los magistrados, a los padres y a todos los ancianos; pero en las cosas (dignas) de enseñanza [él honra] a la filosofía más antigua y a la profecía más venerable; y en (el mundo) de lo inteligible a lo más antiguo en generación, al principio sin comienzo y atemporal, que es el primero de los seres, al Hijo.

2.3. Desde Él es cognoscible la causa trascendente (lit.: más allá de la causa), el Padre de todas las cosas, el más antiguo y benéfico de todo, no transmitido con voz, sino venerado y respetado en silencio con santo estupor, y por excelencia venerable. Ciertamente era llamado Señor porque así fue entendido (lit.: escuchado) por los discípulos, pero entendido por los elegidos para la gnosis que (proviene) del Señor. "De los que poseen ejercitados los sentidos" (Hb 5,14), dice el Apóstol.



La diaconía del gnóstico

3.1. Por tanto, para el gnóstico (es) culto (therapeía) de Dios el continuo cuidado del alma y la atención (lit.: ocupación) en lo que de divino tiene conforme a la caridad incesante.

3.2. Porque sobre el cuidado a los hombres uno (es) propio para hacerlos mejores y otro para servirlos. Así, la medicina mejora el cuerpo, pero la filosofía el alma. Una ayuda servicial nace en los padres desde los hijos y en los superiores desde los súbditos.

3.3. E igualmente, también en la Iglesia los presbíteros mantienen la imagen de la mejora y los diáconos la del servicio.

3.4. Estas dos diaconías son los servicios de los ángeles ante a Dios, según la economía terrena; también el gnóstico mismo sirve a Dios y muestra a los hombres la contemplación capaz de hacerlos mejores; de modo que dispone también la educación para la corrección de los hombres. Porque sólo es piadoso quien hermosa e irreprochablemente presta sus servicios a Dios en las cosas humanas.

3.5. Puesto que lo mismo que el mejor cultivo de las plantas es aquel con el que, mediante la ciencia y la experiencia de la agricultura, se producen y recogen los frutos y se procura a los hombres la utilidad que de ellos proviene, así la piedad del gnóstico, recibiendo los frutos de los hombres que por medio de él han creído, deviniendo más numerosos por el conocimiento su número y salvados por él, procura una óptima cosecha con su experiencia.

3.6. Pero si la devoción divina (theoprépeia) es una disposición que mantiene a salvo lo conveniente para Dios, sólo quien (es) devoto de Dios (es) amado por Dios; mas ése será quien conozca lo que es digno de consideración, y tanto según la teoría y según la vida, cómo ha de vivir quien ha de ser divinizado y debe asemejarse ya a Dios.

El gnóstico es philótheos

4.1. Por tanto, éste es el que ama a Dios por encima de todo. Porque quien honra al padre ama al padre, lo mismo, el que honra a Dios ama a Dios.

4.2. Por eso, me parece que son tres los efectos de la facultad gnóstica: el primero es conocer la realidad de las cosas, el segundo es cumplir lo que el Verbo orden, y el tercero consiste en poder transmitir de un modo digno de Dios lo que está oculto en la verdad.

4.3. Por tanto, ¿cómo puede ser ateo quien está convencido de que Dios es omnipotente y ha aprendido los divinos misterios de su Hijo unigénito? Porque ateo es el que piensa que Dios no existe, el que es supersticioso y tiene miedo a los demonios, el que lo diviniza todo: una madera o una piedra y esclaviza al espíritu humano que no vive racionalmente.

Capítulo II: Sobre el gnóstico que practica la auténtica piedad mediante el culto que tributa a Dios

La grandeza del Hijo de Dios

5.1. Así, por tanto, la creencia primera al conocer a Dios, después (de la confianza) en la enseñanza del Salvador, (es) no hacer injusticia de ninguna forma, porque conviene estar despierto al conocimiento de Dios.

5.2. Por eso, lo mejor (que existe) en la tierra (es) un hombre devotísimo de Dios, pero lo más excelente en el cielo es un ángel, el que más cercano según el lugar e inmediatamente lo más puro que participa de la vida eterna y bienaventurada.

5.3. Pero la naturaleza más perfecta, santa, principal (o: señorial), soberana, regia y benéfica (es) la del Hijo, que es la más próxima al único Todopoderoso.

5.4. Esta es la suprema eminencia, la que lo dispone todo según la voluntad del Padre (cf. Mt 7,21; 12,50; Jn 6,40) y la que gobierna todo de la mejor manera, la que mueve a todos con infatigable e inagotable (o: incesante) poder, por cuyo medio actúa el que contempla (o: ve) las nociones arcanas (apókryphos: secreto, oculto).

5.5. Porque el Hijo de Dios no se aparta jamás de su atalaya (o: no sale en éxtasis de su propia contemplación), porque no (está) dividido (cf. 1 Co 1,13), ni separado, ni cambia de un lugar a otro, sino que está siempre en todas partes, y sin estar limitado en modo alguno; todo intelecto, todo luz paterna, todo ojo; viéndolo todo, oyéndolo todo, reconociéndolo todo y escrutando las potencias con [su propio] poder.

5.6. Todo el ejército de los ángeles (cf. Lc 2,13) y de los dioses le están sometidos a Él, al Verbo del Padre que ha recibido la santa economía "por medio de aquel a quien fue sometido" (Sal 8,7; Rm 8,20; 1 Co 15,27); y a Él (le pertenecen) todos los hombres, aunque unos "mediante un reconocimiento" (Rm 10,2), pero otros todavía no; algunos como amigos, otros como siervos fieles y otros como simples servidores (cf. Mt 25,21. 23; Jn 15,14-15; Col 1,7; 4,7; Hb 3,5).

El Hijo de Dios es Salvador y Señor

6.1. El Maestro en persona es el que educa en los misterios al gnóstico, al fiel con buenas esperanzas y con educación correctiva, al duro de corazón (cf. Pr 17,20; Si 16,9-10; Ez 3,7) mediante acciones sensibles. De ahí que exista la providencia en lo privado, en lo público y en todo lugar.

6.2. Y las divinas profecías declaran abiertamente que es Hijo de Dios, y es aquel que nosotros llamamos Salvador y Señor.

6.3. Así, el Señor de todos persuade a los que lo desean, griegos o bárbaros; porque no obliga al que puede recibir por sí mismo la salvación mediante una elección y llevar a cabo cuanto de él depende para conseguir la fuerza de la esperanza (cf. Hb 6,18).

6.4. Él mismo es quien también concede a los griegos la filosofía mediante los ángeles inferiores; puesto que por una divina y antigua disposición, los ángeles están distribuidos por los [diversos] pueblos (cf. Dt 32,8). Pero "la porción del Señor" (Dt 32,9; cf. Si 17,17) es la gloria de los que creen (cf. Lc 2,32; Rm 8,21).

6.5. Porque, o bien el Señor no se preocupa de todos los hombres, y esto podría suceder porque o no puede -lo cual es imposible puesto que sería signo de debilidad- o porque pudiendo no quiere -pero que no (es propio) de alguien bueno-; (y) es imposible que esté despreocupado por comodidad quien tomó por nosotros un cuerpo pasible; o bien, Él se preocupa de todos a la vez, lo cual corresponde (o: conviene, concierne) a quien es Señor de todos (cf. Rm 10,12).

6.6. Porque no es Salvador de unos y de otros no, sino que Él distribuyó su acción benéfica según el grado de aptitud que cada uno tiene, a griegos, a bárbaros y a los predestinados de entre ellos (cf. Rm 8,29-30; Ef 1,4-5), y más tarde llamados servidores fieles y elegidos (cf. Rm 8,30; Tt 1,3; Ap 17,14).

Cristo es Señor y Salvador de toda la humanidad

7.1. Por tanto, el que ha llamado a todos por igual no puede tener jamás envidia de nadie, aunque reparta especiales honores a quienes han creído de un modo especial. Tampoco puede ser impedido jamás por otro el que es Señor de todos y el que mejor obedece a la voluntad del Padre bueno y todopoderoso (cf. Mt 7,21; 12,50; Jn 6,40).

7.2. Pero ni siquiera le alcanza la envidia al Señor, que ha existido eternamente sin pasión, ni ciertamente cosa alguna humana puede producir envidia en el Señor; pero (es) otro el envidioso (cf. Sb 2,24), donde también hierve la pasión.

7.3. Y tampoco se puede decir que [el Señor] no desee salvar a la humanidad por ignorancia, al no saber cómo cuidar a cada uno.

7.4. Porque la ignorancia no afecta al Hijo, ya que fue consejero del Padre antes de la creación del mundo (cf. Is 40,13; Jb 15,8; Rm 11,34; Ef 1,4). Puesto que ésa era la sabiduría "en la que se complacía" (Pr 8,30) el Dios todopoderoso; porque el Hijo es "fuerza" (1 Co 1,24) de Dios en cuanto Verbo primerísimo del Padre, anterior a todos los seres creados, y debería ser llamado con toda propiedad "sabiduría" (1 Co 1,24) suya (= de Dios) y Maestro de todo lo que ha sido plasmado por medio de Él (cf. Jn 1,3).

7.5. Ni siquiera ocupado en otros asuntos por algún placer podría abandonar jamás el cuidado de los hombres, quien asumiendo la carne sujeta por naturaleza a las pasiones la educó hasta el estado de impasibilidad.

7.6. Y ¿cómo podría ser Salvador y Señor, si no fuera Salvador y Señor de todos? Pero (es) Salvador de los que han creído porque han querido conocer; en cambio (es) Señor de los incrédulos hasta que ellos mismos sean capaces de confesar la fe y consigan por medio de Él (su) apropiado y correspondiente beneficio.

7.7. Pero toda la actividad (lit.: energía) del Señor tiene relación con el Todopoderoso, y el Hijo es, por así decirlo, eficacia (lit.: energía) del Padre (cf. 1 Co 1,30).

El Hijo es causa de todos los bienes que recibe la humanidad

8.1. Por consiguiente, el Salvador jamás podrá tener odio al hombre, puesto que por su desbordante amor (filantropía; cf. Tt 3,4) a la humanidad no despreció la debilidad de la carne humana, sino que revistiéndose de ella vino para la común salvación de los hombres; porque común es la fe de los elegidos.

8.2. Pero tampoco podrá jamás descuidar su obra específica, puesto que entre todos los seres vivientes sólo en el hombre fue infundida por creación (cf. Gn 2,7) una idea de Dios.

8.3. Ni tampoco (parece que pueda existir) otro modo mejor y más en armonía con Dios para el gobierno de los hombres que el establecido. En efecto, conviene, según la naturaleza, que el que es superior siempre haga de guía al inferior, y al que puede administrar bien algo se le confíe el gobierno de otro.

8.4. Pero quien verdaderamente domina y guía es el Verbo divino y su providencia, que lo observa todo y no deja sin cuidado a ninguno de los que se le han confiado (cf. Ef 2,19).

8.5. Y éstos serían los que han elegido permanecer junto a Él, los hechos perfectos mediante la fe. Así, por voluntad del Padre todopoderoso (cf. Mt 7,21; 12,50; Jn 6,40), el Hijo es constituido causa de todos los bienes, la primera fuerza creadora, inasible al sentido.

8.6. Porque lo que Él era no fue visto por quienes no podían comprenderlo a causa de la debilidad de la carne, pero asumiendo (Él) una carne sensible demuestra lo que es posible a los hombres por la obediencia a los mandamientos (cf. Rm 5,11; Jn 15,5).

Jesucristo gobierna la salvación del género humano

9.1. Siendo, por tanto, fuerza del Padre, supera con facilidad lo que quiere, sin dejar libre de su cuidado providente la cosa más pequeña, porque de lo contrario el universo no habría sido bien hecho por Él.

9.2. A mí me parece que (es propio) de la fuerza mayor el examen exacto de todas las partes, llevada incluso hasta la más pequeña, porque todos [los seres] miran hacia el organizador (cf. Hb 12,2) primero del universo que por voluntad del Padre gobierna la salvación de todos, ya que unos han sido ordenados (o: establecidos) bajo la dirección de otros, y así hasta que alguien llegue al gran Sacerdote (cf. Hb 4,14).

9.3. Porque las cosas primeras, las segundas y las terceras dependen del único principio de arriba que actúa según la voluntad [de Dios]; después, en el límite extremo de lo visible está la feliz condición de los ángeles, y así, hasta nosotros mismos, que unos estamos subordinados (o: dispuestos, ordenados) a los otros dependiendo del que es Uno, salvados y salvadores gracias al que es Uno.

9.4. Ahora bien, como se pone en movimiento un pedazo de hierro, aunque esté muy alejada, por el espíritu de la piedra de Heraclea (= de gran poder magnético), que se difunde a una larga serie de anillos de hierro, así también, atraídos por el Espíritu Santo, los virtuosos viven en la primera morada (cf. Jn 14,2), luego a continuación otros hasta la última; pero los que por debilidad (son) malos, cayendo culpablemente (lit.: injustamente) por un insaciable deseo en una mala disposición, al no dominar [las pasiones] ni ser dominados [por el bien], fluyen por todas partes envueltos en pasiones y caen por tierra (cf. Is 34,4). Porque desde antiguo viene precisamente esta ley: el que quiere elige la virtud.



El camino hacia la contemplación

10.1. Por eso también los mandamientos, los relativos a la Ley y los anteriores a la Ley para los que no tenían Ley (cf. Rm 2,14-15; 5,13-14) -"porque para el justo no hay ley" (1 Tm 1,9; cf. Gn 15,6; Ga 3,17-18)-, establecieron que el que eligiera la Vida recibiría una recompensa eterna y bienaventurada (cf. Dt 30,15. 19), pero permitieron que el que se hubiera entregado a la maldad permaneciera unido a lo que había elegido, y establecieron, en cambio, que el alma que siempre fuera mejorando en el conocimiento de la virtud y en el progreso de la justicia obtuviese un estado mejor en el todo (o: en el universo), "lanzándose" (lit.: extendiéndose; Flp 3,13), según cada progreso, al estado de impasibilidad "hasta alcanzar el de hombre perfecto" (Ef 4,13), a la eminencia de la gnosis y a la vez de la herencia.

10.2. Estos progresos salvadores se distinguen según el orden de transformación, tiempos, lugares, honores, conocimientos, herencias y ministerios; cada uno tiene su grado propio, hasta [alcanzar] la contemplación sublime e inmediata del Señor en la eternidad.

10.3. Lo que enamora lleva a la contemplación de sí mismo a todo el que, por el amor mismo de la gnosis, se ha lanzado sobre la contemplación (cf. Flp 3,13).

Dios lo dispuso todo para la salvación universal

11.1. Por eso dio el Señor los mandamientos, los primeros y los segundos, sacándolos de una sola fuente, sin permitir que estuvieran sin Ley los que vivieron antes de la Ley, ni tampoco aceptó que no tuvieran freno los que no se dieron cuenta de la filosofía bárbara.

11.2. Porque, procurando a unos los mandamientos y a otros la filosofía, "encerró" (Rm 11,32; cf. Ga 3,22-23) la incredulidad hasta la parusía (cf. Ga 3,19-24); de ahí que todo el que no haya creído es inexcusable (cf. Rm 1,20-21; 2,1). Puesto que Él conduce hacia la perfección mediante la fe (cf. Ef 2,8; 4,13) por medio de esos dos modos de progreso, el griego y el bárbaro.

11.3. Pero, si algún griego, superando el primer (estadio), el de la filosofía griega, se lanza inmediatamente sobre la verdadera doctrina (o: enseñanza), ése, habrá lanzado el disco mucho más lejos, aunque sea un inexperto, porque habrá elegido para la perfección el atajo de la salvación por medio de la fe.

El camino de la fe conduce a la salvación

12.1. Así, por tanto, todo lo que no impedía la libertad (lit.: voluntad) de elección al hombre, [Dios] lo hizo y lo mostró como una ayuda para la virtud, así que de alguna manera, también a los que tuvieran la vista débil, se pudiera revelar el Dios único, bueno (y) todopoderoso, que desde siempre y por los siglos salva por medio del Hijo, pero no es causa en absoluto de mal alguno.

12.2. Porque todo ha sido dispuesto por el Señor del universo para la salvación de todos, (tanto) en general como individualmente.

12.3. Por tanto, (es) obra de la justicia del Salvador el conducir siempre hacia lo que es mejor, según lo permite la condición humana. Así gobierna para la salvación y conservación (o: permanencia) de lo que es mejor, según las propias características (analógos), incluso a los seres más pequeños.

12.4. Consecuentemente cambia todo lo virtuoso hacia estados superiores, teniendo como causa del cambio la elección de la gnosis que el alma ha conquistado (o: adquirido) libremente.

12.5. Pero las necesarias correcciones, [infligidas] por bondad del gran Juez que nos mira, bien mediante los ángeles que lo rodean, bien con diversos juicios previos o con el juicio universal, obligan a convertirse más a los "indolentes" (Ef 4,19).

Capítulo III: El camino del gnóstico

La actividad del gnóstico perfecto

13.1. "Me callo lo demás" (Eurípides; Ifigenia en Táuride, 37; Esquilo, Agamenón, 36), glorificando al Señor. Sólo hablo de aquellas almas gnósticas que superan por la magnificencia de su contemplación el tenor de vida (politeía) de cada una de las santas disposiciones (o: estados) entre las que han sido determinadas (y) divididas las bienaventuradas moradas de los dioses (= los bienaventurados del cielo), y que son "consideradas como santas entre los santos" (Is 57,15); y llevadas [aquellas almas] íntegras totalmente, llegando de lugares superiores a otros lugares más sublimes, no abrazan ya la divina contemplación como en espejos o mediante espejos (cf. 1 Co 13,12), sino que son invitadas a la más grande claridad y a la más perfecta pureza en (la contemplación) divina, que no sacia a las almas extraordinariamente amantes, que gozan insaciablemente la eterna alegría sin fin (o: perpetua), honradas por la identidad de la suprema excelencia. Tal es la contemplación cataléptica (= comprensiva y clara) de "los puros de corazón" (Mt 5,8).

13.2. Esta es, por tanto, la actividad del gnóstico perfecto: conversar con Dios por medio del gran Sacerdote (cf. Hb 4,14), asemejándose en lo posible al Señor mediante todo el servicio para con Dios, que difunde la salvación de los hombres según una solícita benevolencia hacia nosotros, según la liturgia, la enseñanza y la práctica del bien (o: beneficencia; buenas obras).

13.3. Ciertamente, unas veces el gnóstico se edifica y trabaja para sí mismo, pero también adorna a sus oyentes cuando se asemeja a Dios (cf. Gn 1,26), asemejándose todo lo que puede al Impasible por naturaleza procurándose una impasibilidad mediante la ascesis, conversando y conviviendo con el Señor "sin distracciones" (1 Co 7,35).

13.4. Mansedumbre, pienso yo, filantropía (= amor a la humanidad) y piedad magnánima son las normas (cánones) para asimilarse gnósticamente (a Dios).

Dios quiere nuestra salvación

14.1. Yo digo que esas virtudes son un "sacrificio agradable" (Flp 4,18; cf. Is 56,7) a Dios, (puesto que) la Escritura dice que el corazón sin soberbia (cf. Sal 50 [51],19) y con recta ciencia (es) un "sacrificio a Dios" (Sal 50 [51], 19. 18), y todo hombre elevado a la santidad es iluminado hacia una unidad ininteligible.

14.2. Porque el Evangelio y el Apóstol mandan que unos se hagan esclavos (cf. 2 Co 10,5) y se mortifiquen a sí mismos matando "al hombre viejo que se corrompe conforme a las concupiscencias" (Ef 4,22; cf.Mt 16,25), instauren "el nuevo" (2 Co 10,5; Ef 4,24) desde la muerte de la antigua perversión (cf. Lc 9,41), abandonen las pasiones y se hagan impecables.

14.3. Esto mismo era entonces también a lo que la Ley insinuaba, cuando prescribía matar al pecador (cf. Ex 21,12. 14-17; 22,17-18; Nm 35,16-21. 31; Dt 13,8-9; Ez 18,4): el tránsito de la muerte a la vida, a la impasibilidad de la fe.

14.4. Lo cual no lo entendieron los maestros de la Ley, exponiendo la Ley (como) amiga de controversias (lit.: que gusta vencer), suministrando las bases a los que argumentaban tontamente.

14.5. Por esta causa con razón no ofrecemos sacrificios al Dios que no carece de nada, al que lo procura todo a todos, sino que glorificamos al que se ha sacrificado por nosotros, sacrificándonos (a la vez) nosotros mismos y [pasando] desde no carecer de nada hacia lo abundante, y desde el que no (tiene) pasiones hacia la impasibilidad.

14.6. Porque Dios se complace únicamente con nuestra salvación. Con razón, por tanto, no ofrecemos a Aquel que no se deja vencer con placeres un sacrificio, cuya exhalación de humo probablemente queda aquí abajo y no llega ni a las nubes más densas, sino incluso lejos de ellas, [sólo] llega a algunos.

El único Dios verdadero

15.1. Así, la divinidad no tiene necesidad de nada (cf. Hch 17,25) placentero, lucrable o codiciable; está satisfecha y procura todo a toda (criatura) que nace y está necesitada; tampoco la divinidad se (deja) seducir con sacrificios ni ofrendas, ni con gloria, ni honor; (y no) se deja seducir por cosas semejantes, sino que se manifiesta como (es) a los hombres honestos y buenos, que no traicionan la justicia ni por un miedo que amenaza ni por una promesa de bienes mayores.

15.2. Pero los que no han examinado la libertad del alma humana y la no esclavitud sobre la elección de vida, disgustados por los sucesos (que entraña) la estúpida injusticia, consideran que Dios no existe.

15.3. Son de idéntica opinión quienes, hundidos en la intemperancia de los placeres, en los desproporcionados desánimos y en muchas involuntarias desgracias por abatimiento dicen que Dios no existe, o, si existe, no lo abarca todo con la mirada (lit.: no es panepíscopo).

15.4. Pero hay otros que creen que los dioses a los que se suplica son los que se doblegan con sacrificios y ofrendas (o: regalos), como si fueran cómplices, por así decirlo, de sus libertinajes, y no quieren creer que verdaderamente existe el único Dios, permaneciendo en la justa bondad.

El ser humano ha sido creado a imagen del Verbo

16.1. El gnóstico es, por tanto, piadoso, cuida primero de sí mismo, luego de los que están cerca, para que mejoremos lo más posible. Porque también el hijo se hace grato al buen padre cuando procura (ser) diligente consigo mismo e igual al padre, y el subordinado con el superior; ciertamente el creer y el ser obediente depende de nosotros.

16.2. Pero (alguien) puede concebir que la causa del mal es la debilidad de la materia, o los impulsos irreflexivos de la ignorancia, o las necesidades irracionales de la ignorancia.

16.3. (Pero) el gnóstico está por encima, como las fieras domesticadas, porque imita los designios divinos, haciendo el bien que puede a los hombres que lo deseen.

16.4. Si algún día fuere constituido en autoridad, como Moisés, guiará hacia la salvación a sus súbditos, cultivará al salvaje y al abandonado (o: renegado), honrando a los mejores, pero (también) a los malvados con el castigo que es inculcado según el Verbo en para la corrección (o: educación).

16.5. Porque el alma del hombre justo (es) principalmente "imagen divina y está emparentada con Dios" (Anónimo, Fragmentos, 117); en ella se edifica y levanta, por medio de la obediencia a los mandamientos, el que es guía de todos, mortales e inmortales, el soberano y progenitor de los buenos, el que siendo verdaderamente ley, oráculo y Verbo eterno, único salvador para cada uno en particular y para todos en conjunto.

16.6. Siendo realmente el Unigénito (cf. Jn 1,18), el carácter (o: impronta) de la gloria del Padre (cf. Hb 1,3), soberano universal (panbasiléos) y todopoderoso, que imprime en el gnóstico la perfecta contemplación según su propia imagen (cf. Gn 1,26), para que sea la tercera imagen divina (= el hombre; cf. Gn 1,26; Hb 1,3), que se asemeja dinámicamente a la causa segunda, a la verdadera Vida (cf. 1 Tm 6,19) por la que nosotros vivimos la auténtica vida (cf. 1 Co 1,30; Col 2,2-3), al reproducir nosotros mismos el modelo (týpos) gnóstico hecho para nosotros y labrado sobre lo que es estable y del todo inalterable (lit.: perfecto).

El gnóstico debe aprender a utilizar convenientemente las virtudes

17.1. Así, dueño de sí mismo y de lo suyo, poseyendo una segura comprensión (catalepsis) de la ciencia divina, [el gnóstico] está realmente junto a la verdad.

17.2. Porque la gnosis y la catalepsis (o: percepción segura) de lo inteligible convenientemente puede llamarse ciencia, cuya finalidad respecto a las cosas divinas (es indagar) ciertamente cuál sea la causa primera y de Aquél por cuyo medio "fueron hechas todas las cosas y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3); a su vez también cuáles son (las cosas) como penetrantes, cuáles las envolventes, cuáles las que se encuentran unidas y cuáles las disociadas. Y cuál es el estado que cada una de estas cosas tiene y cuál es el poder y el servicio sagrado (leitoyrgía) que cada una presta.

17.3. Y a su vez, respecto a las cosas humanas [la gnosis indaga] qué es el hombre mismo, qué es lo según su naturaleza y contrario a ella, cómo está relacionado con el hacer y con el sufrir, cuáles son sus virtudes y sus vicios, lo relativo al bien, al mal y a lo que está en medio de ambos; lo que concierne a la fortaleza, prudencia, templanza y a la justicia, virtud que está por encima de todas.

17.4. Pero [el gnóstico] se aprovecha de la prudencia y de la justicia para adquirir la sabiduría, y la fortaleza no sólo para soportar en él mismo las adversidades, sino también para dominar en lo concerniente al placer y a la concupiscencia, al dolor y a la ira, y en general para enfrentarse a todo lo que con violencia o engaño seduce a las almas.

17.5. Porque no hay que soportar los vicios y las maldades, sino rechazarlos, y soportar lo que (es) temible. En efecto, se ha descubierto que el dolor es útil en la medicina, en la educación y en el castigo, y por medio de él se rectifican (o: corrigen) las costumbres para provecho de los hombres.



El gnóstico es rico porque necesita poco

18.1. Y firmeza (o: paciencia), generosidad, magnanimidad, liberalidad y magnificencia (son) formas de la fortaleza. Y por esta causa el gnóstico no se preocupa de la censura (o: del reproche) ni de la maledicencia que recibe de la gente (lit.: de los muchos), ni está dominado por glorias ni adulaciones; soportando en sí mismo molestias, llevando a cabo convenientemente a la vez sus obligaciones y estando con hombría por encima de todas las dificultades, se manifiesta realmente [como] un varón (= hombre valiente) entre los demás hombres.

18.2. Por otra parte, además, salvando la inteligencia de la prudencia en la quietud del alma, es capaz de recibir los bienes prometidos como algo propio y de rechazar lo vergonzoso como algo alienante, habrá llegado a ser de este mundo y (estará) por encima del mundo; y dispondrá todos los negocios mundanos y jamás delinquirá en nada; ciertamente (es) totalmente rico porque necesita poco, puesto que tiene necesidad de pocas cosas y sobreabunda en todo bien por medio de la gnosis del bien mismo.

18.3. Porque la obra primera de su justicia es querer mantenerse entre los de su misma clase y permanecer con ellos en la tierra y en el cielo.

El gnóstico es amigo de Dios

19.1. Y por eso (es) dadivoso con lo que haya podido adquirir, amigo del hombre y el que más odia a los perversos por su perfecto rechazo a toda maldad.

19.2. Es necesario, además, que aprenda también a ser fiel consigo mismo y con los demás, y obediente a los mandamientos. Porque ése es el "servidor de Dios" (Hb 3,5), el que se somete voluntariamente a los mandamientos (cf. Nm 12,7; Hb 3,5). Pero quien es ya "puro de corazón" (Mt 5,8) no mediante los mandamientos sino la gnosis misma, ése es "amigo de Dios" (St 2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7).

19.3. Porque nosotros no nacemos poseyendo la virtud por naturaleza, ni una vez nacidos, tampoco se desarrolla ulteriormente en nosotros de forma natural como las otras partes del cuerpo -puesto que entonces no sería ni voluntaria ni meritoria-; ciertamente la virtud no se perfecciona por la concurrencia de lo que sobrevenga o por la costumbre, al modo del lenguaje -porque también la maldad se engendra de esa manera-.

19.4. Tampoco la gnosis proviene de un determinado arte ni por el de los recaudadores ni por el de los terapeutas del cuerpo; ni siquiera de la educación cíclica: porque ya es bastante si sólo puede preparar al alma y darle una ayuda.

No se pude huir de Dios

20.1. Porque los políticos probablemente detengan las malas acciones, y los discursos persuasivos, siendo tan superficiales que no podrán jamás procurar una permanencia científica de la verdad.

20.2. Pero la filosofía griega de alguna manera purifica previamente y prepara al alma para la recepción de la fe, sobre la cual la verdad sobreedifica (cf. 1 Co 3,10. 11. 12. 14) la gnosis.

20.3. Éste, éste es verdaderamente el atleta, el que en el gran estadio (cf. 1 Co 9,24-26), en el hermoso mundo, es coronado con la verdadera victoria frente a todas las pasiones.

20.4. Porque el Dios todopoderoso (es) el que preside (agonothéta) los juegos públicos, pero el árbitro es el Hijo unigénito de Dios; y los espectadores (son) los ángeles (cf. 1 Co 4,9) y los dioses (= los elegidos que se encuentran junto a Dios); el combate gimnástico que se lucha "no es contra la sangre y la carne, sino contra las potestades espirituales" (Ef 6,12), que suscitan vehementes pasiones y actúan mediante la carne; él triunfa sobre estos grandes contrincantes.

20.5. También igualmente venciendo en las luchas que el tentador propone, conquista la inmortalidad. Porque el juicio de Dios no se deja engañar en lo que concierne al juicio más justo.

20.6. Así, por tanto, ha sido convocado el público para el combate y los atletas combaten en el estadio; y de entre ellos vence el que ha sido obediente al Invencible.

20.7. Porque para todos Dios ha dispuesto iguales todas las cosas, y Él mismo es irreprochable, pero quien pueda elegirá y el que quiera prevalecerá; por eso hemos recibido la inteligencia, para saber lo que debemos hacer, y el "conócete a ti mismo" (Cameleón, Fragmentos, 2 A; Aristóteles, Fragmentos, 3) aquí [en la tierra], para saber para qué hemos nacido.

20.8. Y hemos nacido para ser obedientes a los mandamientos, si elegimos el querer salvarnos. Esto es lo que significa quizás la Adrasteia (= sin escapatoria), según la cual no es posible huir de Dios.

La tarea humana consiste en obedecer a Dios

21.1. La tarea humana es, por tanto, la obediencia a Dios, que ha prometido la salvación de distintas maneras por medio de los mandamientos, y una buena aceptación es la confesión de la fe.

21.2. Porque el benefactor es la causa primera del beneficio, y el [hombre] fiel (es) el que ha aceptado diligentemente las disposiciones divinas y ha guardado los mandamientos; pero también es amigo [de Dios] (cf. Jn 15,-915) el que ha correspondido en lo que es capaz al beneficio con amor.

21.3. Pero una única es la recompensa más propia por parte de los hombres: hacer lo mismo que agrada a Dios.

21.4. Y lo mismo que el Maestro y Salvador recibe como algo propio y (como) un resultado congénito las ayudas y rectificaciones de los hombres en aras de su propio favor y honor, así también considera las ofensas inferidas contra los que han creído en Él como ingratitudes y deshonras propias (cf. Mt 25,4-45). -En efecto, ¿qué otro deshonor podría afectar a Dios?-.

21.5. Por tanto, no existe una recompensa digna para la salvación, para devolver el favor del Señor.

21.6. Y como quienes hacen daño a los rebaños ultrajan a sus dueños, y como los que [ofenden] a los soldados (afrentan) a su jefe, así es un desdén para con el Señor el maltrato contra sus consagrados.

21.7. Porque del mismo modo que el sol no sólo ilumina el cielo y todo el mundo que resplandece sobre la tierra y el mar, sino también a través de las ventanas y de las estrechas grietas envía el brillo hasta los recodos más profundos, de igual manera el Verbo, difundido por todas partes, observa la más pequeña de las acciones de la vida.

Capítulo IV: Las supersticiones de los griegos

Testimonios sobre las supersticiones de los griegos

22.1. Como los griegos suponen que los dioses (son) antropomorfos (= tienen formas humanas), y que están sujetos a pasiones humanas, y de igual manera que cada uno describe las formas de aquellos [dioses] semejantes a las propias, como dice Jenófanes: "Los etíopes [los describen] negros (y) de nariz aplastada; los tracios, rubios (lit.: rojizos) y de ojos azules" (Fragmentos, 21 B 16) también les modelan con las almas (o: sentimientos) semejantes a ellos mismos; así, los bárbaros [les imaginan] salvajes y de costumbres crueles; pero los griegos, más cultivados (o: civilizados), pero apasionados.

22.2. Por lo cual, lógicamente la necesidad de que los malos tengan pensamientos perversos (o: viles) sobre Dios y los virtuosos excelentes; y por eso el que es realmente "regio en el alma" (Platón, Filebo, 30 D), el gnóstico en persona, siendo piadoso y no supersticioso, está persuadido que sólo Dios es el único venerable, augusto (o: santo), noble, bienhechor, benefactor, causa primera de todos los bienes, no responsable del mal (cf. Platón, República, II,397 B).

22.3. Y sobre la superstición griega pienso que hemos tratado suficientemente en nuestro discurso titulado "Protréptico" (cf. 11-37), utilizando hasta la saciedad la investigación histórica indispensable. No es necesario, por tanto, "contar de nuevo los mitos (que ya se han contado) con claridad" (Homero, Odisea, XII,453).

Testimonios sobre las supersticiones de los griegos (continuación)

23.1. Pero, llegados a este punto, se deben consignar algunas (citas) entre muchas, puesto que ésas bastarán para presentar la prueba de que son ateos quienes comparan la divinidad con los peores hombres.

23.2. Porque [entre ellos] los dioses son engañados por los hombres mismos y aparecen peores que los hombres cuando nosotros les engañamos, o si esto no es así, ¿cómo no siendo engañados por ellos se encolerizan como una anciana irascible exasperada hasta la cólera, como dicen que Artemis se encolerizó con los etolios por causa de Eneo? (cf. Homero, Ilíada, IX,533-537)

23.3. ¿Por qué siendo diosa no pensó que Eneo no la despreciaba, sino que se había olvidado o había descuidado el haber hecho el sacrificio?

23.4. Y Auge, defendiéndose justamente frente a Atenea al irritarse con ella por haber dado a luz en el templo, dice:

23.5. "Despojos que hacen perecer a los mortales te complaces en ver, incluso restos de cadáveres, y esto no es para ti inmundo; pero que yo haya dado a luz, lo consideras indigno" (Eurípides, Ifigenia en Táuride, fragmentos, 266).

23.6. Por lo demás, también los otros animales dan a luz en el templo y no (son) injustos.

Testimonios sobre las supersticiones de los griegos (continuación)

24.1. Por tanto, como es natural, siendo supersticiosos respecto a los de buen carácter (= los dioses encolerizados), (aquellos) coinciden en que todos los acontecimientos son signo y causa de males.

24.2. "Si un ratón perfora un zócalo (o: un altar) de arcilla o roe un saco de harina porque no tiene otra cosa; si un gallo alimentado canta al atardecer, eso lo consideran presagio de alguna cosa" (Anónimo, Fragmentos, 341).

24.3. A ése lo ridiculiza Menandro en "El supersticioso": ¡Que me suceda algo bueno, honorabilísimos dioses! Porque cuando me calzaba, rompí la correa de la sandalia derecha. Con razón, necio, puesto que estaba podrida! Eres un tacaño, porque no quieres comprar unas nuevas" (Menandro, Fragmentos, 97).

24.4. Ingenioso lo de Antifón, que cuando uno hizo vaticinios porque una cerda devoró a los cerditos, al verla extenuada por al tacañería del criador, dijo: "Alégrate del presagio, puesto que al estar así de hambrienta no ha comido a tus (propios) hijos" (Antifón, Fragmentos, 87 A 8).

24.5. Bión dice: "¿Qué hay de extraordinario que el ratón haya roído un saco, si no encuentra qué comer? Porque lo extraordinario sería, como grita bromeando Arcesilao, que el saco devorara al ratón" (Bión de Boristene, Fragmentos, 45).



Testimonios sobre las supersticiones de los griegos (continuación)

25.1. Bien dijo también Diógenes a quien se maravillaba de haber encontrado la serpiente enroscada alrededor de la maza: "¡No te maravilles, porque más sorprendente sería si hubieras visto la maza enroscada en torno a la serpiente erguida!" (Diógenes, Fragmentos, 282).

25.2. Porque también los animales irracionales deben correr, moverse con rapidez (¿o: comer?; esthiein), luchar, procrear y morir; ahora bien, lo que es para ellos natural, no puede suceder en nosotros jamás contra la naturaleza.

25.3. "Y muchos pájaros van y vienen bajo los rayos del sol" (Homero, Odisea, II,181-182).

25.4. El cómico Filemón también ridiculiza estas cosas: "Cuando veo -dice- que uno observa a quien ha estornudado o quien ha hablado, o quién es el que pasa, lo vendería inmediatamente en el mercado. Cada uno de nosotros camina, habla, y estornuda para sí mismo, no para el público (lit.: los que están en la ciudad). Las cosas acontecen tal como la naturaleza quiere" (Filemón, Fragmentos, 100 K).

25.5. Después, los [hombres] sobrios piden buena salud, pero los atiborrados y envueltos en borracheras festivas se atraen enfermedades.

Testimonios sobre las supersticiones de los griegos (continuación)

26.1. Pero muchos "temen también las dedicatorias escritas" (Diógenes, Fragmentos, 21). Diógenes, encontrando en casa de un desgraciado esta inscripción: "El victorioso Hércules vive aquí. No está permitido entrar a nadie malo", dijo ingeniosamente: "¿Y cómo entrará el dueño de la casa?" (Diógenes, Fragmentos, 21).

26.2. Esas mismas personas adoran a todo leño o piedra, pero de las llamadas brillantes, y temen la lana roja, los granos de sal, las antorchas, las cebollas marinas y el azufre, seducidas con embelesos por hechiceros con algunas de sus inmundas purificaciones. Pero Dios, el verdadero Dios, conoce que sólo es santo la manera de ser (éthos) del [hombre] justo, mientras que es execrable (lit.: maldito) lo injusto y lo miserable (o: perverso, malvado).

26.3. Por cierto, después de los ritos purificatorios pueden observarse los huevos fecundados (lit.: engendrados), si se les calienta (o: incuba). Pero esto no sucedería si llevaran consigo el mal del (hombre) purificado.

26.4. También el cómico Dífilo ridiculiza con gracia a los hechiceros con estos versos: "Purificando a las doncellas Prétides y a su padre Preto, hijo de Abante y con ellos, a una anciana, la quinta [persona], con una antorcha, una cebolla de mar, una sola para tantos cuerpos humanos, y con azufre, asfalto y (agua) del mar retumbante, de la profunda corriente del tranquilo (o: suave) Océano. Pero, oh feliz Aire, envía a través de las nubes a Anticira, para que de este chinche yo haga un abejorro" (Dífilo, Fragmentos, 126 K).

Testimonios sobre las supersticiones de los griegos (continuación)

27.1. Porque también Menandro [dice]: "Si tuvieras verdaderamente un mal, Fidias, deberías tú buscarle una verdadera medicina. Pero ahora no lo tienes; busca también la medicina ficticia para ese mal ficticio; imagínate, no obstante, que te sirve. Que las mujeres en círculo te den fricciones y te ciñan; y después te rocíen con agua de tres fuentes, a la que añadirás sal y lentejas" (Menandro, Phasma [El fantasma], 50-56).

27.2. Es puro todo el que sabe que no tiene mal alguno.

27.3. En seguida dice la tragedia: "¡Orestes! ¿Qué enfermedad te consume (o: destruye)? La conciencia, porque sé que he obrado mal" (Eurípides, Orestes, 395-396).

4. Porque la pureza no es otra cosa que la abstinencia de pecados.

27.5. También dice hermosamente Epicarmo: "Si tienes limpia la mente, todo el cuerpo estará limpio" (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 26).

27.6. Por eso también decimos que es necesario purificar antes las almas de las opiniones malas y perversas por medio de la recta razón, y luego ocuparse principalmente de la memorización de los temas importantes; después, si se juzga bueno, a causa de la tradición de los misterios (= bautismo), ofrecer algunas purificaciones a los que están a punto de iniciarse, puesto que conviene que hayan renunciado a la doctrina atea para ocuparse en la verdadera tradición.

Capítulo V: El ser humano es templo de Dios

Las obras humanas no pueden ser auténticos templos de Dios

28.1. ¿Porque (nosotros) no circunscribimos (o: delimitamos) recta y verdaderamente en lugar alguno al que es ilimitado ni encerramos en "templos hechos por mano humana" (Hch 17,24; 7,48-49) al que contiene todas las cosas?

28.2. ¿Qué obra de constructores, de canteros, o de arte manual podría ser santa? ¿No (son) más virtuosos que ésos los que piensan que el aire, lo que le rodea y el mundo entero y el universo son más dignos para la supereminencia de Dios? (cf. Is 66,1; Hch 7,48-49).

28.3. Sin duda sería ridículo (o: gracioso), como dicen los mismos filósofos, que el hombre, "siendo un juguete de Dios" (Platón, Leyes, VII,803 C), hiciera a Dios, y que Dios deviniera un juego artístico (cf. Platón, Leyes, 899 C-E). Por otro lado, lo producido es idéntico y semejante a aquello de lo que nace, como lo marfileño (proviene) del marfil, y lo dorado del oro.

28.4. Pero las estatuas y templos fabricados por artesanos humanos provienen de la materia inerte, de modo que también ellos son inertes, materiales y profanos. Y aunque perfecciones la técnica, participa de su vulgaridad; así, las obras de la técnica no serán de ningún modo sagradas ni divinas.

28.5. Por otra parte, ¿qué habría que establecer, cuando nada hay que colocar porque todo está en su lugar? Ciertamente, lo establecido en un lugar es establecido por alguien, estando antes sin establecer.

28.6. Si es verdad que Dios es establecido por humanos, un tiempo no estuvo establecido y por lo tanto no existiría.

28.7. Porque si no existía no estaría establecido, puesto que se establece [en un lugar] todo lo que no existe. Pero no se puede establecer lo que existe, ni por lo que no existe ni por algo que exista, porque aquello es también lo que es. Luego queda que lo sea por sí mismo.



Dios se establece en el gnóstico

29.1. Y ¿cómo puede engendrarse algo a sí mismo? ¿Cómo existiendo uno mismo se va a establecer a sí mismo en el ser? ¿Acaso lo que primeramente estuvo sin establecer se estableció a sí mismo? Pero si ni siquiera existía, porque lo que está sin establecer es lo que no existe. Y si se piensa que está ya establecido, ¿cómo lo que fue previo a lo existente pudo hacerse después a sí mismo?

29.2. Y Aquél a quien pertenecen todos los seres, ¿cómo podría tener necesidad de cosa alguna? Pero si la divinidad (tiene) forma humana tendrá necesidad de las mismas cosas que el hombre: alimentación, vestido, casa y todas las cosas que les siguen. Porque los que tienen la misma forma y las mismas pasiones necesitarán de idéntico tenor de vida.

29.3. Pero si lo sagrado recibe una doble (interpretación), Dios mismo y lo edificado en su honor, ¿cómo no llamar principalmente a la Iglesia, hecha para el honor de Dios, según un santo reconocimiento, templo de Dios, el más digno de todo y no construido con técnica vulgar, ni tampoco embellecido por mano de un impostor, sino hecho como templo por voluntad de Dios?

29.4. Porque ahora no llamo Iglesia al lugar, sino a la comunidad de los elegidos (cf. 1 Co 3,16). Puesto que mejor es este templo para la recepción de la enorme dignidad de Dios. Porque el viviente digno de mucha estima es consagrado por su preeminente santidad al que es [Dios] digno de todo, o mejor dicho a quien no tiene equivalente.

29.5. Y éste es el gnóstico, (el hombre) merecedor de mucha estima (o: dignidad), el que es honrado con honores junto a Dios, en el que Dios se establece, o sea, en el que se ha consagrado la gnosis sobre Dios.

29.6. Allí encontraremos también la Imagen, la efigie (o: pequeña imagen) divina y santa, en el alma justa, cuando ella misma es dichosa (o: bienaventurada), una vez purificada, pero habiendo realizado buenas acciones.

29.7. Allí (está) también lo estable y lo que es establecido, lo relativo a los ya gnósticos y de los que tratan de serlo, aunque todavía no sean dignos de recibir la ciencia de Dios.

29.8. Porque todo el que se dispone a creer es ya fiel para Dios, y, erigido como estatuilla (o: pequeña imagen) perfecta de honor, consagrado para Dios.

Capítulo VI: Sobre los auténticos sacrificios

Testimonios acerca de los falsos sacrificios

30.1. Ahora bien, como Dios no está circunscrito a un lugar ni jamás ha podido ser representado en forma de ser viviente, así tampoco está sujeto a las pasiones o la necesidad como los seres creados (o: generados); como a los sacrificios, a la manera de alimento como si tuviera hambre.

30.2. Lo que se relaciona con la pasión es todo corruptible, y ofrecer comida a quien no se alimenta (es) necedad.

30.3. Y el célebre cómico Ferécrates en "Los desertores" presentó con gracia a los dioses reprendiendo a los hombres por los sacrificios: "Cuando inmolan a los dioses, primero apartan para los sacerdotes lo establecido, luego para ustedes, después -da vergüenza decirlo- lamiendo con cuidado toda la carne del muslo hasta las ingles, y el lomo extraído con cuidado, después el espinazo mismo, como raspado con una lima, nos lo arrojan como a los perros. Y confundiéndose unos a otros, se tapan con las muchas ofrendas" (Ferécrates, Fragmentos, 23 K).

30.4. Pero también el cómico Eubulos en persona, escribe de la siguiente manera sobre los sacrificios: "Ofrecen a los dioses mismos solamente el rabo y un muslo, como si fueran pederastas" (Eubulos, Fragmentos, 130).

30.5. Y al presentar en la "Semele" al distinguido Dioniso argumenta (o: y ha presentado en la "Semele" [estas] instrucciones del distinguido Dionisio): "Primeramente, cuando algunos me sacrifican algo, ofrecen sangre, vejiga, hígado, corazón, una pequeña membrana; porque yo no como jamás la dulce (carne) ni el muslo" (Eubulos, Semele, fragmentos, 95 K).

A Dios se lo honra verdaderamente con la oración

31.1. También Menandro ha descrito: "Lo último de la rabadilla, la vesícula y los huesos incomestibles -dice- lo reservan para los dioses, lo demás lo consumen ellos" (Menandro, Dyscolus, 451-453).

31.2. ¿Acaso la grasa quemada de los holocaustos no hace huir también a las fieras? Si la grasa quemada realmente es privilegio de los dioses entre los griegos (cf. Homero, Ilíada, IV,49; XXIV,68-70), éstos deberían apresurarse también en divinizar a los cocineros, quienes participan dignamente de igual felicidad, y postrarse [en adoración] ante el fogón mismo, que es el que más está impregnado con la honorable grasa quemada.

31.3. También Hesíodo de alguna manera dice que Zeus, engañado por Prometeo en algún reparto de carnes sacrificiales, recibió "unos resplandecientes huesos de buey" recubiertos "con técnica engañosa de grasa brillante" (Hesíodo, Theogonía, 540-541);"desde entonces los hijos de los hombres queman para los inmortales huesos resplandecientes sobre altares ahumados" (Hesíodo, Theogonía, 556-557).

31.4. Pero no dicen en absoluto si la divinidad se corrompe al alimentarse con la concupiscencia (que proviene) de la indigencia. Así hacen a la divinidad semejante a una planta, alimentada sin apetito (anoréxica; anoréktos), y a los animales que hibernan.

31.5. Ahora bien, dicen que estos animales son alimentados, bien por el espesor relativo al aire, o también por la evaporación de su propio cuerpo, y crecen sin sufrir daño (o: merma).

31.6. Pero, si para ellos la divinidad es alimentada sin carecer de nada, ¿qué necesidad de alimento tiene quien no carece de nada?

31.7. Pero si se alegra de ser honrada, al no tener naturalmente carencia alguna, no sin razón nosotros honramos a Dios con la plegaria, y elevamos con justicia este sacrificio (cf. Sal 4,6), el mejor y más santo, honrando al Verbo de mayor justicia, por quien recibimos la gnosis, y por medio de Él damos gloria al [Dios] que nos ha sido enseñado (cf. Rm 12,1).

31.8. El altar terrestre que nosotros tenemos aquí es el conjunto de los que se dedican a las oraciones, y que tienen como una sola voz común y una única intención.

31.9. Pero los alimentos recibidos mediante el olfato, aunque más divinos que los de la boca, sin embargo muestran la respiración.

"La acción de exhalar juntos es propia de la Iglesia"

32.1. Así, entonces, ¿qué dicen sobre Dios? ¿Acaso sopla como la raza de los demonios? ¿O sólo se hincha como los animales acuáticos por la dilatación de las branquias? ¿O transpira como los insectos por la hendidura relacionada con la presión de las alas?

32.2. Pero, si razonan bien, no compararán a Dios con alguno de esos seres. Todos cuantos respiran atraen el aire hacia el pecho mediante la dilatación respectiva de los pulmones.

32.3. Además, si dieran a Dios vísceras, arterias, venas, nervios y miembros, tampoco lo diferenciarían de esos (animales).

32.4. Pero la acción de exhalar juntos se dice propiamente de la Iglesia. Porque también el sacrificio de la Iglesia es el discurso (= la oración) exhalado entre las almas santas, cuando junto con el sacrificio, se manifiesta a Dios toda la mente.

32.5. Pero se ha divulgado que el santo altar (que hay) en Delos es el más antiguo, al que sólo se acercó Pitágoras, dicen, porque no estaba profanado con sangre y muerte; pero ¿no van a creernos a nosotros si decimos que el altar verdaderamente santo es el alma justa y que su perfume es la plegaria digna? (cf. Ap 5,8; Sal 140 [141],2).

32.6. Y los sacrificios han sido concebidos por los hombres, creo yo, con pretexto de comer carne. Pero el que quisiera podría también tomar carnes, prescindiendo de esa misma idolatría.

32.7. Porque ciertamente, los sacrificios relativos a (lit.: según) la Ley alegorizan sobre nuestra piedad, como la tórtola y la paloma ofrecidas por los pecados (cf. Lv 12,6), recordando que la purificación de la parte irracional del alma es agradable a Dios.

32.8. Pero si un justo no carga el alma con el alimento de carnes, con razón recurre a una plausible justificación, no como Pitágoras y sus discípulos que veían en sueños el encarcelamiento del alma.

32.9. Pero parece que Jenócrates al tratar en particular "Sobre el alimento (derivado) de los animales", y Polemón en el tratado "Sobre la vida natural", dicen claramente que la alimentación de carne es perjudicial, porque es elaborada y asimilada a las almas de los animales irracionales.



Sobre la abstinencia de carne

33.1. Por esto también los judíos se abstienen especialmente de carne de cerdo, como si fuera impuro este animal, en tanto que hoza y destruye los frutos mucho más que los otros (animales). Pero si dicen que los animales han sido dados a los hombres, también nosotros estamos de acuerdo, excepto que no nos han sido dados todos para alimento, sino sólo los que no trabajan.

33.2. Por eso no dice mal el cómico Platón en el drama "Las fiestas": "No conviene que matemos ningún cuadrúpedo en adelante, excepto los cerdos. Porque sus carnes son las más placenteras, y del cerdo no nos queda nada excepto pelos gruesos (o: cerdas), fango y gruñido" (Platón el Cómico, Fragmentos, 28 K).

33.3. De ahí también que Esopo no dijera mal que los puercos gritan más cuando son arrastrados; porque son conscientes de no ser útiles para otra cosa que para el sacrificio. Por eso también Cleantes dice que ellos tienen el alma como si fuese sal (cf. Cleantes, Fragmentos, 516), para que la carne no se corrompa.

33.4. Así, por tanto, unos comen cerdo porque es inútil, pero otros como destructor de los frutos, y otros no lo comen porque es un animal propenso a la relación sexual. Por eso la Ley no sacrifica al macho cabrío (cf. Lv 16,10), excepto para enviar (fuera) los males, puesto que el placer es la metrópoli del mal. Además también se dice que el alimento de carne de los machos cabríos contribuye a la epilepsia.

33.5. Pero se dice que la carne de cerdo proporciona un mayor desarrollo, por eso aprovecha a quienes ejercitan el cuerpo, pero no lo es para quienes se aplican a desarrollar el alma misma por causa de la debilidad (o: indolencia) originada por la acción de comer carne.

33.6. Quizás un gnóstico debería abstenerse de comer carne (sarkophagía) tanto por motivos de ascesis como para que su propia carne no experimente placeres eróticos (o: afrodisíacos).

33.7. Porque dice Andrócides: "Vino y hartarse de carne hacen fuerte el cuerpo, pero más torpe el alma" (cf. Plutarco, Moralia, 472 B; 995 E). Ciertamente esta clase de alimento es inadecuado para una inteligencia aguda.

33.8. Por eso también los egipcios en sus purificaciones no permitían a los sacerdotes alimentarse de carne; en cambio se sirven de las aves como más ligeras, y no tocan a los peces, también por algunos otros mitos, pero sobre todo porque suponen que esta clase de alimentación (hace) la carne flácida.

El Señor santifica nuestras almas

34.1. Pero los animales terrestres y las aves se alimentan respirando el mismo aire que nuestras almas, teniendo un alma emparentada con el aire; sin embargo los peces, dicen, no respiran este mismo aire, sino aquel que se ha mezclado con el agua desde el momento mismo de la primera creación, igual que en los restantes elementos; lo cual es prueba también de la permanencia de la materia.

34.2. Es necesario, por tanto, "ofrecer a Dios sacrificios no suntuosos, sino los que le son agradables" (Teofrasto, Sobre la piedad, fragmentos, 9; Porfirio, Sobre la abstinencia, II,19), y aquel incienso compuesto que (se menciona) en la Ley (cf. Ex 30,34-37), aquel que estaba compuesto de muchas lenguas y voces respecto a la plegaria, pero sobre todo aquel procurado por diferentes pueblos y naturalezas con el regalo de los [dos] Testamentos, "hacia a la unidad de la fe" (Ef 4,13) y reunido para las alabanzas, ciertamente con la mente limpia, pero también con la conducta recta y santa, con la ayuda de obras santas y de la plegaria justa.

34.3. Y en efecto, conforme a la gracia poética: "¿Quién de los varones es tan insensato y en extremo aparentemente fácil de convencer, que espere que los dioses, ante huesos descarnados o hiel quemada, cuyo alimento no querrían ni unos perros hambrientos, eso les alegre a todos y reciban honores y tiendan un favor a quienes lo sacrifican" (Anónimo, Fragmentos, 118), aunque sean piratas, ladrones o tiranos?

34.4. Pero nosotros decimos que el fuego santifica no las carnes, sino las almas pecadoras, y nos referimos al fuego no devorador y vulgar, sino al inteligente, al que "pasa a través del alma" (Hb 4,12; cf. Is 43,2; Mt 3,11) expuesta al fuego.

Capítulo VII: Sobre la oración

El gnóstico pasa toda su vida como en una santa fiesta

35.1. A nosotros se nos exhorta a la necesidad de venerar y honrar también al mismo Verbo, persuadidos de que Él es Salvador y Guía, y a través de Él al Padre, no sólo en días señalados, como algunos otros [prefieren], sino continuamente, haciéndolo durante toda la vida y en cualquier circunstancia.

35.2. Sin duda "la estirpe elegida" (Is 43,20; 1 P 2,9), justificada conforme al mandamiento (cf. Sal 118 [119],172), dice: "Siete veces al día te he alabado" (Sal 118 [119],164).

35.3. Por eso el gnóstico honra a Dios, es decir, confiesa gratitud por la gnosis y la conducta (politeía), no sólo en un determinado lugar, ni en un templo escogido, ni en algunas festividades y días determinados, sino toda la vida y en todo lugar, aunque se encuentre solo o esté en compañía de otros de su misma fe.

35.4. Pero si la presencia de un varón bueno forma siempre al que está cerca hacia lo mejor mediante el pudor y el respeto, ¿cómo el que está siempre junto a Dios por medio de la gnosis, la vida y la acción de gracias continua (cf. 1 Ts 5,17), lógicamente no va a mejorarse mucho más a sí mismo que cualquier cosa en todo: en obras, palabras y disposición interior (diáthesis)?

35.5. Tal es el que está persuadido de la omnipresencia de Dios y no sostiene [que Él] se haya encerrado en algunos lugares, para así (vivir) licenciosamente noche y día, pensando que está lejos de Él.

35.6. Así, por tanto, pasando toda la vida como una fiesta, convencidos de que por todas partes y en todo lugar uno está cerca de Dios, trabajamos los campos alabándole, navegamos cantándole himnos (cf. Ef 5,19), y vivimos habitualmente según la ciencia (o: norma) de (nuestra) conducta.

35.7. Y el gnóstico vive más estrechamente unido a Dios, mostrándose a la vez respetable (o: venerable) y feliz en todo; respetable mientras se vuelve sobre la divinidad, y feliz mediante la consideración de los bienes humanos que Dios nos ha concedido.

Dios todo lo sabe y todo lo comprende

36.1. El profeta muestra con claridad la excelencia de la gnosis sugiriéndolo así: "Enséñame bondad, educación y gnosis" (Sal 118 [119],66); aumenta progresivamente lo hegemónico de la perfección.

36.2. Luego el gnóstico es realmente el hombre regio, el sacerdote digno de Dios (cf. 1 P 2,9); lo cual también ahora se conserva entre los bárbaros más sensatos, conduciendo el linaje sacerdotal hacia el reino.

36.3. El (gnóstico) ciertamente no se entrega nunca a la oclocracia (= gobierno de la muchedumbre) despótica de los teatros, y no acepta jamás en sueños lo que se dice, se hace o se ve en aras de un placer detestable. Ciertamente ni a esos placeres de la vista, ni a artificios de otros goces, como a la abundancia de los aromas que seducen a olfato o a exquisiteces (o: fascinaciones) de alimentos y a las variedades deliciosas de los vinos que atraen al gusto, ni tampoco a las abundantes flores y a las guirnaldas trenzadas que exhalan perfumes, corrompiendo el alma por medio de su percepción.

36.4. Pero dirige siempre hacia Dios el honesto goce de todo, y ofrece al dador de todo la primicia de la comida, de la bebida y del perfume, confesando agradecimiento también por el regalo y la utilización del Verbo que le ha sido dado, (y) raramente va a banquetes de cualquier convite, a no ser que le obligue (a asistir) a aquel banquete lo que contribuya a la amistad y a la concordia prometidas para él.

36.5. Porque está convencido de que Dios lo sabe y lo entiende todo; no sólo la voz, sino también el pensamiento, puesto que también la audición que poseemos (lit.: en nosotros), puesta en acción por los conductos corporales (lit.: poros somáticos), no obtiene la percepción por la fuerza del cuerpo, sino mediante una determinada percepción del alma y la comprensión que discierne los sonidos que significan (alguna cosa).

"Dios es todo oído y todo ojo"

37.1. Sin duda, Dios carece de forma humana (o: no es antropomorfo) para oír, ni tampoco necesita de sentidos, como pretendían los estoicos, especialmente de la audición y de la vista, porque no se puede percibir de otra manera.

37.2. Sin embargo, también lo sensible del aire, la agudísima percepción simultánea de los ángeles, la fuerza de la conciencia tocada por el alma, lo conoce todo con una indecible fuerza y sin necesidad de audición sensible, juntamente con el pensamiento.

37.3. Aunque alguno dijere que no llega hasta Dios la voz que rueda desde aquí abajo a través del aire, sin embargo los pensamientos de los santos pasan a través no sólo del aire (cf. Si 35,17), sino incluso del universo entero.

37.4. Y el poder divino, como una luz, se adelanta para reconocer al alma entera. ¿Pero qué? ¿Acaso también las reglas de conducta no consiguen mandar hasta Dios la voz que les es propia?

37.5. ¿Y no son transmitidos también por la conciencia? ¿Y qué voz ha de recordar el que según [su] designio (cf. Rm 8,28-29) ha conocido al elegido incluso antes del nacimiento (cf. Dn 13,42; Rm 9,11) y a lo que ha de existir como ya presente?

37.6. ¿Acaso la luz del poder no brilla por doquier hasta en la profundidad de toda alma, "explorando el fondo de la lámpara del poder" (Pr 20,27), como dice la Escritura? Porque Dios es todo oído y todo ojo, para quien se sirva de esos nombres.

La oración del gnóstico

38.1. En general, por tanto, la inadecuada opinión sobre Dios no conserva piedad alguna, ni en himnos ni en palabras, como tampoco en escritos o doctrinas, sino que es desviada hacia bajos e indecorosos pensamientos y suposiciones. De ahí que la buena fama por parte de la muchedumbre no se distingue de una injuria por la ignorancia de la verdad.

38.2. Realmente, por tanto, los deseos son también apetitos (o: concupiscencias) y, por decirlo en una palabra, impulsos, y las plegarias son también así. Lo mismo que nadie desea una bebida, si no es para bebería, y nadie desea una herencia, si no es para poseerla, así tampoco nadie desea una gnosis, si no es para conocer; porque nadie desea un recto comportamiento, si no es para vivir como tal.

38.3. Ahora bien, las plegarias respecto a algo son también peticiones de eso mismo, y las peticiones de algo son también deseos de lo mismo. Pero el suplicar y el tratar de alcanzar corresponden a poseer los bienes y las ventajas relacionadas con la posesión.

38.4. Por tanto, el gnóstico siempre hace la plegaria y la petición respecto a los verdaderos bienes relativos al alma; y suplica colaborando también a la vez él mismo para alcanzar el estado de bondad, como que no sólo posea los bienes como unos conocimientos añadidos, sino para ser [él mismo] bueno.



La oración es una "homilía" con Dios

39.1. También por eso (tienen) que dedicarse a rezar, sobre todo esos que conocen la divinidad como se debe, y poseer la virtud beneficiosa para uno; ellos saben cuáles son realmente los bienes, cuáles se deben pedir, dónde y cómo cada uno de ellos.

39.2. Pero sería una ignorancia extrema suplicar a los que no son dioses como si (fueran) dioses, o pedir lo que no conviene, pidiendo males con la fantasía de (que son) bienes.

39.3. Por lo cual, siendo uno el Dios realmente bueno (cf. Mt 19,17), con razón a Él sólo le pedimos, los ángeles y nosotros -aunque no de igual manera-, que nos dé algunos bienes o conserve otros.

39.4. Porque no es lo mismo pedir que permanezca el regalo que desear recibir su comienzo. Pero también la liberación de los males es propio de la plegaria.

39.5. Sin embargo, no hay que aprovecharse de esa oración para perjuicio de los hombres, a no ser que el gnóstico suplique de manera artificiosa para solicitar la conversión a la justicia de los "indolentes" (Ef 4,19).

39.6. La plegaria es, por tanto, hablando más audazmente, una conversación con Dios; aunque susurremos e incluso no movamos los labios (cf. 1 R 1,12-13), tras el silencio conversamos, desde lo íntimo pedimos gritando. Porque Dios escucha de continuo la conversación íntima.

La oración continua es la meta del cristiano en la presente vida

40.1. Por eso, también levantamos la cabeza, tendemos las manos hacia cielo (cf. Lc 21,28; 1 Tm 2,8) y urgimos los pies conforme a la manifestación final de la plegaria, tendiendo con el fervor del espíritu a la esencia inteligible, y, tratando con la palabra de alejar el cuerpo de la tierra, haciendo que el "alma alada" (Platón, Fedro, 246 B-C) se eleve en el aire con el deseo de los bienes superiores, obligándola a llegar a "los lugares santos" (Hb 9,25), mirando con desdén al vínculo carnal (cf. Platón, Cratilo, 400 C).

40.2. Porque sabemos muy bien que el gnóstico se escapa furtivamente por completo del mundo, sin duda como los judíos de Egipto; lo hace voluntariamente, indicando claramente que desea más que cualquier otra cosa estar lo más cerca posible de Dios.

40.3. Pero si algunos también asignan determinadas horas a la oración, como, por ejemplo, a la tercera, la sexta y la nona, sin embargo el gnóstico reza durante toda la vida (cf. Lc 21,36; 1 Ts 5,17), esforzándose por estar unido a Dios mediante la oración y de abandonar, por decirlo resumidamente, todo lo que no ayuda a uno a llegar allí arriba, como si ya desde aquí abajo hubiese alcanzado la perfección de quien ya es adulto en el amor (cf. Ef 4,13).

40.4. Sin embargo, también la triple distinción de las horas, igualmente honradas con otras tantas oraciones, la descubren asimismo los familiarizados con la bienaventurada tríada de las santas moradas (cf. VI,14,113-114,6; Jn 14,2).

La oración de petición

41.1. Llegado este momento recuerdo las doctrinas secretamente (o: furtivamente) introducidas sobre lo que no conviene rezar, según algunos heterodoxos, es decir, los seguidores de la herejía de Pródico.

41.2. Ahora bien, para que no se enorgullezcan de su atea sabiduría, como si se tratara de una herejía desconocida, han de saber que han sido precedidos por los llamados filósofos cirenaicos (= discípulos de Sócrates).

41.3. Pero la gnosis impía de estos falsarios (cf. 1 Tm 6,20) será refutada a su debido tiempo, para que ahora no se deslice el comentario, (puesto que) no siendo pequeña la crítica de aquellos cortaría por la mitad el discurso e interrumpiría el presente discurso; nosotros estamos demostrando que sólo es santo y piadoso el verdadero gnóstico según la norma eclesiástica; a él solo, porque lo pide o lo piensa (cf. Mt 7,7), se le concede la petición según la voluntad de Dios.

41.4. Porque como Dios puede todo lo que quiere (cf. Mt 19,26), así también el gnóstico todo lo que pide lo obtiene (cf. Mt 21,22).

41.5. Porque Dios sabe de manera absoluta quiénes son dignos de beneficios y (quiénes) no; de ahí que conceda a cada uno lo que le conviene. Por eso muchas veces no dará a los indignos, aunque se lo pidan; pero dará evidentemente a los que son dignos.

41.6. Ciertamente, la petición no es superflua, aunque los bienes sean dados sin la súplica. Especialmente es obra del gnóstico tanto la acción de gracias (eucaristía) como la petición por la conversión de los cercanos.

41.7. Así suplicaba también el Señor (cf. Jn 17,4), dando gracias por haber cumplido el ministerio frente a aquellos [judíos] y pidiendo que fueran muchos los que recibieran un conocimiento profundo (cf. Jn 17,20. 23), para que Dios fuera glorificado (cf. Jn 17,1) en los salvados mediante la salvación según el conocimiento (cf. Jn 17,3-8. 26), y el único Bueno (cf. Mt 19,17) y único Salvador fuera reconocido por los siglos de los siglos a través del Hijo.

41.8. Ciertamente también la fe en recibir es propia de la oración atesorada (cf. Mt 19,21; 6,20) de manera gnóstica.

Capítulo VII: Sobre la oración (continuación)

La Providencia de Dios es misericordiosa

42.1. Ahora bien, si la oración constituye un determinado recurso de conversación (homilía) con Dios, no debe descuidarse ningún medio de acceso a Dios.

42.2. Sin duda, entrelazada con la bienaventurada Providencia, la santidad del gnóstico relativa al reconocimiento (o: confesión) voluntario indica la perfección del beneficio de Dios.

42.3. Porque se piensa que la santidad del gnóstico es una determinada correlación con la Providencia a la que corresponde la buena disposición del amigo de Dios (cf. St 2,23).

42.4. Porque Dios no está forzado a ser bueno, al modo que (es) caluroso el fuego -por el contrario, es voluntaria en Él la distribución de los bienes, aunque se adelante a la petición-; ni tampoco el que se salva se salvará forzado, puesto que no es un ser inanimado, sino que se apresura del todo lo más libre y decididamente hacia la salvación.

42.5. Por eso también el hombre recibió los mandamientos como el que se lanza desde sí mismo hacia uno de los dos: lo que quiere elegir o evitar.

42.6. Así, por tanto, Dios no hace el bien por necesidad, sino que elige hacer el bien con los que se apartan de sí mismos (= para convertirse a Dios).

42.7. Porque la providencia de Dios que llega hasta nosotros no es un auxilio divino, como si procediese de los inferiores hacia los superiores, sino que el plan (economía) inmediato de la providencia se realiza por misericordia con nuestra debilidad, como la [disposición] de los pastores respecto hacia los rebaños o la del rey para con los súbditos, y siendo nosotros mismos dóciles con nuestros superiores que regularmente gobiernan conforme al buen orden que proviene de Dios.

42.8. Son entonces servidores y adoradores de la divinidad los que ofrecen el servicio más libre y regio, (el realizado) mediante el entendimiento piadoso y la gnosis.

La oración puede efectuarse sin la voz

43.1. Así, también es realmente sagrado todo lugar y tiempo en los que recibimos el pensamiento de Dios. Pero cuando el que toma buenas resoluciones y es agradecido pide mediante una oración, coopera de algún modo a la obtención, recibiendo con alegría lo deseado mediante la súplica.

43.2. Porque después que el dador de los bienes recibe la buena disposición que hay en nosotros, se consiguen todos los bienes juntos (o: reunidos) en la comprensión misma. Sin duda, mediante la oración se comprueba cuál es la disposición que uno tiene respecto a lo que conviene.

43.3. Pero si la voz y la expresión se nos han dado en aras de la comprensión, ¿cómo Dios no va a escuchar al alma misma y a la inteligencia, cuando sin dilación un alma presta oído al alma y una inteligencia a otra inteligencia?

43.4. De ahí que Dios no necesita lenguas de muchos sonidos como los intérpretes humanos, sino que de una sola vez conoce los pensamientos de todos, y lo que a nosotros nos muestra la voz, a Dios se lo expresa nuestro pensamiento; incluso Él conocía antes de la creación (demioyrgía) lo que vendría hasta la mente.

43.5. Por tanto, es posible enviar la plegaria sin voz, sólo concentrando interiormente todo lo espiritual hacia el sonido inteligente con la atención continua (puesta) en Dios.

43.6. Pero ya que la aurora es imagen del nacimiento del sol y desde ese punto la primera luz crece "brillando desde las tinieblas" (2 Co 4,6), pero para los que están rodeados por la ignorancia despuntó el día (cf. Is 8,3-9,1; Mt 4,16; Ml 3,2) de la gnosis de la verdad, como el sol, las plegarias (se vuelven) hacia la aurora matinal.

43.7. Por eso también los templos más antiguos miraban hacia occidente, para que los que estaban de pie frente a las estatuas, aprendieran a dirigirse hacia el oriente.

43.8. "Suba mi plegaria como incienso en tu presencia; la elevación de mis manos (sea) un sacrificio vespertino" (Sal 140 [141],2), dicen los salmos.

El gnóstico ora con confianza ante el Señor

44.1. Ciertamente para los hombres malvados la plegaria no sólo es muy perjudicial para otros, sino también para ellos mismos. Si, por ejemplo, pidiéndolas ellos recibieren las que llaman prosperidades (o: buenos resultados), les dañarán cuando las obtienen, porque desconocen la utilidad de las mismas.

44.2. Porque los que rezan para conseguir lo que no tienen, también piden bienes aparentes, no reales.

44.3. Pero el gnóstico pedirá conservar lo que posee, ser digno de obtener lo que ha de poseer y la eternidad, en vez de aquello que no ha de recibir. Ruega, por tanto, tener y mantener los verdaderos bienes del alma.

44.4. Por eso no tiene el deseo de aquellas cosas que no posee, le es suficiente con lo que tiene. Puesto que no tiene escasez de los bienes que le son propios, sino que está satisfecho de lo que viene de la gracia divina y de la gnosis.

44.5. Pero es autosuficiente y no necesita de otras cosas, y ha conocido la voluntad omnipotente, y posee a la vez que pide, deviniendo cercano al poder todopoderoso, esforzándose para ser espiritual mediante el amor ilimitado se hace totalmente uno con el Espíritu.

44.6. Él es el [hombre] magnánimo que posee (el bien) más preciado de todos, el mejor de todos los bienes gracias a la ciencia; hábil en el ejercicio de la contemplación, y posee constante en el alma la fuerza de lo contemplado, es decir, la perspicacia más fina de la ciencia.

44.7. Y se esfuerza al máximo por tener ese poder para hacerse dueño "de los que luchan contra el espíritu" (Rm 7,23), vigilando continuamente de cerca en la contemplación, y versado en la retención de los gustos y ejercitándose en la feliz ascesis de lo que se debe hacer.

44.8. Por estas cosas, valiéndose de la mucha experiencia en el aprendizaje y en la vida, adquiere libertad de palabra (parresía); no una simple capacidad de locuacidad (cf. Mt 6,6-7), sino la capacidad embellecida (o: coloreada) con la palabra sencilla (cf. Mt 5,37), sin ocultar nada de cuanto es necesario decir en el tiempo oportuno, sobre todo delante de quien se debe, y no por agrado ni por miedo.

Las virtudes del auténtico gnóstico

45.1. Así, por tanto, quien ha comprendido (o: aceptado) dignamente lo que se refiere a Dios, una vez enseñado por el místico coro de la verdad misma, con el discurso que exhorta a la grandeza de la virtud, mostrando su misma dignidad y sus consecuencias, (y) después de la elevación inspirada de la plegaria se familiariza sobre todo gnósticamente con (las realidades) inteligibles y espirituales en cuanto es posible (o: dinámicamente).

45.2. De ahí que siempre aparezca dulce y manso, afable, fácilmente accesible, paciente, prudente, reflexivo (o: con la conciencia tranquila) y austero. Este (es) para nosotros austero no sólo en lo referente al soborno, sino también ni siquiera en lo relativo a la seducción (o: tentación) -porque no consiente jamás que su alma se relaje ni (sea) fácil de conquistar por el placer o el dolor-.

45.3. Si la razón lo exigiera, deviene juez inflexible, no complaciente en ninguna circunstancia con las pasiones, caminando inmutablemente como lo justo marcha de forma natural, convencido de que todo está administrado completamente bien y que el progreso hacia lo mejor siempre es pródigo para las almas que han elegido la virtud, hasta que alcancen el bien en sí mismo, "cerca de los vestíbulos" (Platón, Philebus, 64 C) -como se dice- del Padre, estando cercanas (las almas) al Sumo Sacerdote (cf. Hb 4,14).

45.4. Éste es nuestro gnóstico fiel; convencido de que las cosas del mundo (están) perfectamente administradas, sin duda se complace con todo lo que acontece.



El gnóstico pide y busca "la perfección del amor"

46.1. Con razón, por tanto, él no busca nada de lo conveniente para el empleo necesario de la vida, como que está persuadido de que Dios, conocedor de todo, provee también a los buenos de lo conveniente, aunque no lo pidan (cf. Mt 6,8. 25-34).

46.2. Porque, me parece a mí, como al técnico se le concede (o: retribuye) cada cosa de manera artística y al pagano conforme a su manera, así también al gnóstico de manera gnóstica.

46.3. Y el que (se convierte) desde el paganismo implorará la fe, pero el que asciende a la gnosis pedirá "la perfección del amor" (1 Jn 4,17).

46.4. El gnóstico que ya ha alcanzado la cúspide suplica aumentar (la contemplación) y mantenerla, como el hombre corriente el estar sano continuamente.

46.5. Sí, ciertamente suplicará no alejarse nunca de la virtud, colaborando al máximo para continuar viviendo sin caer.

46.6. Puesto que sabe que también algunos ángeles se deslizaron hasta la tierra por [su] negligencia (o indolencia; cf. Judas 6; Gn 6,1-4), no pudiendo avanzar hacia la perfección de ese estado de unidad constante y no (abandonando) su disposición a la dualidad por la aflicción infligida a sí mismos.

46.7. Pero, para quien en este mundo se ha ejercitado por el camino en todo tiempo y lugar hasta la cima de la gnosis y la trascendente sublimidad del hombre perfecto (cf. Ef 4,13), eligiendo vivir firmemente -y se ejercita en ello-, merced a la firmeza total (y) uniforme de su propósito (o: intención; lit.: capacidad de conocer).

46.8. Pero a quienes les queda todavía una esquina pesada que inclina para abajo, también les atrae hacia abajo lo que levanta mediante la fe.

46.9. Por consiguiente, el hábito se convierte en naturaleza para el que por medio de la ascesis gnóstica ha hecho inquebrantable (lit.: imperdible) la virtud; y como el peso a la piedra, así también la ciencia imperecedera se establece en él no involuntariamente, sino libremente, por una fuerza lógica, gnóstica y previsible.

"Lo más grande es la gnosis de Dios"

47.1. Y puesto que lo que no se ha perdido gracias al temor reverencial deviene inalienable gracias a la reflexión (o: prudencia), ciertamente el no pecar (es propio) del temor reverencial, y de la reflexión el persistir hacia lo inalienable de la virtud.

47.2. Pero la gnosis parece procurar la reflexión, que enseña a discernir bien las fuerzas (o: capacidades) que pueden ayudar a la permanencia de la virtud.

47.3. Así, lo más grande es la gnosis de Dios. Por eso también con ella se salva lo inalienable de la virtud. Y quien ha conocido a Dios es santo y piadoso. Luego sólo el gnóstico nos ha mostrado que (él) es religioso.

47.4. En efecto, él mismo se alegra con los dones presentes, pero es feliz por los prometidos, como si ya estuvieran presentes. Porque no le permanecen ocultos, como si estuvieran lejanos, porque ya ha conocido de antemano cuáles son.

47.5. Sin duda, convencido con la gnosis también de cuál es cada uno de los bienes futuros, ya los posee. Porque lo ausente e insuficiente se mide con relación a la meta que se persigue. Por tanto, si posee sabiduría, y la sabiduría (es cosa) divina, el que participa del perfecto (o: de los perfecto) será, por tanto, perfecto.

47.6. Porque la participación de la sabiduría no depende de los estímulos e impedimentos recíprocos entre el que la reparte y el que la recibe, ni tampoco (como) si uno robara a otro, ni el otro [repartidor] quedara necesitado; pero se demuestra que la energía de quien da no disminuye en nada por la comunicación de sí misma.

47.7. Así, nuestro gnóstico posee todos los bienes en potencia, aunque todavía no en la realidad (lit.: numéricamente), porque de otro modo sería inmutable según las etapas de su progreso y en las disposiciones divinas correspondientes.

Dios es quien concede la salvación eterna

48.1. Dios también colabora con él honrándole con un persistente cuidado mayor (cf. Mt 6,33). ¿Cuál? ¿Acaso no ha sido creado todo en aras de los varones buenos para su uso y utilidad, o mejor, para su salvación? Sin duda, no defraudará respecto a la virtud a aquellos que son la razón de que existan las cosas.

48.2. Evidentemente, porque, Él honrará la buena naturaleza de aquéllos y su santa resolución, inspirando una fuerza para la salvación futura a quienes han emprendido el vivir rectamente; a unos ciertamente sólo exhortando, pero a otros han devenido dignos por sí mismos también prestándoles ayuda.

48.3. Porque, para el gnóstico todo lo bueno es una consecuencia accesoria, si el fin es para él conocer y realizar sabiamente cada cosa.

48.4. Como el médico proporciona la salud a los que colaboran respecto a la salud, así también Dios (proporciona) la salvación eterna a los que cooperan mediante la gnosis y el bien hacer, pero juntamente con su puesta en práctica (lit.: hacer), porque al cumplir nosotros las prescripciones de los mandamientos, también se cumple la promesa.

48.5. Y me parece bueno aquello que se cuenta entre los griegos: cierto atleta, de nacimiento no despreciable, entre los antiguos, habiendo preparado durante mucho tiempo y con cuidado su cuerpo respecto a la bravura, subió al estadio olímpico, y mirando la estatua de Zeus de Pisa, dijo: "Si yo me he preparado debidamente en todo lo que se refiere a la pelea, tú, oh Zeus, correspóndeme trayendo con justicia la victoria" (cita desconocida).

48.6. Porque así también todo ayuda para la perfecta salvación al gnóstico, que de manera irreprochable y concienzudamente ha cumplido todo lo referente al aprendizaje, al ejercicio en común, a la práctica del bien y a la complacencia a Dios.

48.7. Así, respecto a nosotros se pide lo que está en nuestras manos: la elección, el deseo, la posesión, el uso y la permanencia de lo que es nuestro y de lo que nos concierne, presente o también ausente.

"El gnóstico ha aprendido del Señor cómo conviene pedir"

49.1. Por eso también es necesario tener el alma pura e incontaminada a quien se aproxima con familiaridad a Dios, sobre todo obligándose uno mismo a ser perfectamente bueno y si no progresando hacia la gnosis y anhelándola, al menos absteniéndose perfectamente de las obras malas.

49.2. No obstante, también es conveniente hacer todas las plegarias moderadamente y junto con (personas) honestas; porque (es) peligroso asociarse a otros que pecan.

49.3. El gnóstico rezará también por ellos con los creyentes más sencillos, y descenderá a socorrerles. Y toda su vida es una asamblea santa.

49.4. También sus ofrendas son plegarias, alabanzas, lecturas de la Escritura antes de la comida, salmos e himnos para las comidas y antes del descanso, y de nuevo plegarias por la noche. Con esto él se une al "divino coro" (Platón, Fedro, 247 A), inscribiéndose para una contemplación eterna por su constante recuerdo.

49.5. ¿Pero qué? ¿Acaso no conoce él también otra ofrenda, el donativo de la doctrina y del dinero respecto a los necesitados? ¡Ciertamente sí!

49.6. Ahora bien, en la plegaria con la boca no necesita de muchas palabras (cf. Mt 6,7), porque ha aprendido del Señor cómo conviene pedir (cf. Mt 6,9-13). Rezará en cualquier sitio (cf. 1 Tm 2,8), pero no en público y tampoco a la vista de todos (cf. Mt 6,5).

49.7. Y reza también en todas las formas y en todos los sitios: en el paseo, en la conversación, en el descanso, durante la lectura y en las tareas intelectuales; y aunque sólo reflexionara en "el aposento" (Mt 6,6; cf. Is 26,20 LXX) mismo del alma e "invocara al Padre con gemidos inefables" (Rm 8,26; cf. 1 P 1,17), pero Él está cerca e incluso delante del que conversa (cf. Sal 144 [145],18; Is 58,9).

49.8. Siendo tres los fines de toda acción, [el gnóstico] lo hace todo por bondad y para ayudar (o: por lo que conviene), pero deja a un lado la satisfacción placentera para los que llevan una vida vulgar.

Capítulo VIII: El gnóstico debe ser veraz en sus obras y palabras

Sobre los juramentos

50.1. Al menos es necesario que quien ha sido probado en esta misma piedad se encuentre muy lejos de la inclinación a la mentira y al juramento. Porque el juramento es una declaración (o: confesión) determinativa hecha mediante la invocación a la divinidad.

50.2. Pero quien de una vez es fiel, ¿cómo se mostrará él mismo infiel para tener necesidad de juramento? ¿Pero acaso su vida no es constante e indefinidamente un juramento?

50.3. Vive, se comporta y demuestra la fidelidad de sus declaraciones (o: confesiones) en una inmutable y coherente (o: sólida) vida y palabra.

50.4. Y si la injusticia (reside) en el juicio de quien actúa o habla, y no reside en la pasión de quien sufre la injusticia, no ha de mentir ni jurar en falso, porque injuriará a la divinidad, sabiendo que por naturaleza ella permanece incólume. Pero tampoco mentirá ni transgredirá nada por causa de los demás, a quienes ha aprendido amar, aunque no sean de familiares (cf. Mt 19,19); con más razón por [amor a] sí mismo tampoco mentirá ni perjurará, porque nunca se encontrará a nadie que sea espontáneamente injusto para consigo mismo.

50.5. Pero tampoco jurará el que ha preferido utilizar únicamente el adverbio "sí", respecto a los asentimientos, y el "no" (Mt 5,37; cf. St 5,12), para las negaciones. Porque jurar es [proferir] un juramento, como si el juramento se ofreciera con firmeza desde la inteligencia.

El gnóstico no miente

51.1. Por tanto, le basta [al gnóstico] añadir al asentimiento o a la negación (la expresión) "en verdad digo" (Lc 21,3), para demostración de quienes no saben discernir la firmeza de la respuesta (del gnóstico).

51.2. Porque, para los extraños es necesario poseer una vida fidedigna, me parece a mí, como para no tener que solicitar un juramento; para uno mismo y para los cercanos [basta] la bondad, que es justicia voluntaria (cf. Pr 8,8-9).

51.3. Así, el gnóstico es fiel al juramento, pero no con inclinación a jurar, y el que tenga que jurar alguna vez, que (lo haga) como hemos dicho.

51.4. No obstante, el (ser) veraz en el juramento está en conformidad (sinfonía) con la verdad. Por consiguiente, ser fiel al juramento concuerda con el recto comportamiento en las obligaciones.

51.5. Entonces, ¿qué necesidad de juramento tiene uno que vive según el más alto grado de verdad? Efectivamente, el que no jura nunca está muy lejos de la necesidad de perjurar, y el que no transgrede lo relativo a los pactos tampoco necesitará jurar alguna vez, puesto que la sanción de la transgresión o la realización está en las acciones, como sin duda la mentira y el perjurio (están) en la palabra y en el juramento contrarios a lo conveniente.

51.6. Pero el que vive conforme a justicia sin transgredir las disposiciones, allí donde se pone a prueba el criterio de la verdad, (es) fiel al juramento en las acciones; por tanto, el testimonio de la lengua (es) superfluo para él.

51.7. Así, completamente persuadido de que Dios está en todas partes, y avergonzado por no decir la verdad, reconociendo que la mentira es indigna de él, le es suficiente únicamente con la conciencia de Dios y la suya propia.

51.8. Por ella no miente nunca ni obra contra los pactos (o: convenios), y por ella no presta juramento, aunque se le reclame, ni reniega vez alguna, para no mentir, aunque muera entre tormentos.



Capítulo IX: Sobre la pedagogía

La enseñanza de la fe cristiana exige un maestro fidedigno

52.1. El que asume también la tarea de educar a los demás aumenta más y más la estimación gnóstica, administrando (oikonomía), de palabra y de obra, el mayor bien que existe sobre la tierra; y haciendo de mediador entre la relación (o: el encuentro) y la convivencia (koinonía) [humanas] con lo divino.

52.2. Y como los que tributan honores a objetos terrestres adoran las estatuas como si les escucharan, poniéndolas como garantía en sus contratos; así, ante las estatuas vivientes, que son los hombres, la verdadera magnificencia del Verbo es recibida de un maestro fidedigno, y el beneficio (que se les hace a los hombres) remonta al Señor mismo (cf. Mt 25,40), y a cuya imagen el educador, verdadero hombre, crea y transforma al hombre catecúmeno renovándolo para la salvación.

52.3. Porque como los griegos llaman al hierro Ares o al vino Dionisos por una especie de retrotracción al origen (lit.: atribución; anáphora), así también el gnóstico, considerando la propia salvación el bien (hecho) al prójimo, debe ser llamado con razón imagen viviente del Señor (cf. Flp 2,6-7), no por la propiedad de su figura, sino por el símbolo de su poder y por la semejanza de su predicación.

El educador amigo de Dios y de los hombres

53.1. En consecuencia, todo pensamiento que tenga en su mente lo ofrece también mediante la palabra a los que son dignos de escucharlo con asentimiento, y hablando según lo que piensa a la vez que lo vive.

53.2. Porque piensa la verdad a la vez que también dice la verdad, excepto cuando en caso de curación, como un médico frente a los enfermos para la salud de los que sufren, tenga que mentir, o mejor, decir una falsedad, según los sofistas.

53.3. De esa manera circuncidó el ilustre Apóstol a Timoteo (cf. Hch 16,3), cuando clamaba y escribía que la circuncisión realizada por mano humana no servía de nada (cf. Ef 2,11; Rm 2,25; 3,9; Flp 3,5. 8-9). Pero, para no desgarrar a los judíos que lo escuchaban con atención, todavía reacios a romper con la sinagoga, se apartó de una vez de la Ley hacia la circuncisión del corazón por la fe (cf. Rm 2,29; 3,30), adaptándose, "se hizo judío con los judíos para ganar a todos" (1 Co 9,20).

53.4. Ahora bien, el que desciende para llevar a la salvación a los prójimos -simplemente por la salvación de aquellos por los que condesciende- al no participar de ninguna hipocresía por el peligro derivado para los justos de parte de los envidiosos, él mismo no estará obligado por nada; pero por el único bien de los prójimos hará algunas cosas que previamente no hubiera realizado para él, si no las hubiera hecho por ellos.

53.5. Él se entrega a sí mismo en favor de la Iglesia (y) de los conocidos que él mismo "ha engendrado" (1 Co 4,15) en la fe, como ejemplo para quienes puedan recibir la sublime tarea (economía) del educador amigo de los hombres y de Dios, como prueba de la verdad de sus palabras y como fuerza del amor para con el Señor.

53.6. Él no (es) esclavo del temor, veraz en la palabra, perseverante en el trabajo y no quiere mentir en el discurso público, y lo infalible (o: irreprochable) para él (será) siempre el vivir rectamente, puesto que la mentira misma proferida con engaño no es palabra ociosa, sino que influye (lit.: obra) para mal.

"El cristiano no es ateo"

54.1. Por tanto, sólo el gnóstico da testimonio de la verdad (cf. Jn 5,33; 18,37) de cualquier manera, con obras y palabras; porque siempre se comporta rectamente en todo por completo, tanto en la palabra, en la acción y en el pensamiento mismo.

54.2. Éste es, por decirlo brevemente, el culto divino del cristiano. Si hace estas cosas como conviene y conforme a la recta razón, obra de manera piadosa y justa. Y si lo hace así, sólo el gnóstico es en verdad piadoso, justo y religioso.

54.3. Por tanto, el cristiano no es ateo -esto era lo establecido que demostráramos a los filósofos-, ni realizará jamás de ninguna de las maneras algo malvado u obsceno (o: vergonzoso), es decir, injusto.

54.4. En consecuencia, tampoco es impío, sino el único que venera a Dios de manera verdaderamente santa y conveniente, el que suplica santamente al Dios que verdaderamente existe, guía, rey de todo y todopoderoso.

Capítulo X: Sobre el ascenso del gnóstico en el camino de la perfección

La fe en Dios es el fundamento de la gnosis

55.1. La gnosis es, por decirlo así, una determinada perfección del hombre en cuanto hombre, porque éste se realiza mediante la ciencia de las cosas divinas según la conducta, la vida y la palabra, siendo armonioso y coherente consigo mismo y con el Verbo divino.

55.2. Porque en ella se perfecciona la fe (cf. St 2,22), como que sólo con la fe se deviene perfecto. Porque fe es un bien interior, y sin esforzarse confiesa la existencia de Dios y lo glorifica como existente.

55.3. Es necesario, por tanto, elevarse desde esa misma fe y crecer en ella por gracia de Dios, para obtener en la medida de lo posible la gnosis sobre Él.

55.4. Pero decimos que la gnosis (es) distinta de la sabiduría obtenida por medio de la enseñanza. Porque ciertamente lo que es gnosis es también plenamente sabiduría, pero lo que es sabiduría no (es) totalmente gnosis. Puesto que el nombre de la sabiduría se muestra en el solo ámbito de la palabra proferida.

55.5. Pero en todo caso, el no dudar sobre Dios sino creer es el fundamento de la gnosis; ahora bien, Cristo es ambas cosas: el fundamento y el edificio construido encima (cf. Ef 2,20), y por eso es el principio y el fin (cf. Ap 1,8; 21,6; 22,13).

55.6. Y ciertamente los (dos) extremos, el principio y el fin, no se enseñan, digo la fe y al amor; pero la gnosis transmitida a partir de una tradición por la gracia de Dios es entregada como depósito a los que se han hecho dignos a sí mismos de la enseñanza; por (la gnosis) resplandece de luz en luz (cf. Sal 35 [36],10; Jn 12,36; 2 Co 3,18) la dignidad del amor.

55.7. Porque se ha dicho: "A quien tiene se le añadirá" (Mt 13,12; 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26): a la fe la gnosis, a la gnosis el amor, y al amor la herencia.

El camino ascensional de la gnosis

56.1. Y esto sucede cuando uno está pendiente del Señor por la fe, la gnosis y el amor, y cuando asciende con Él a donde está Dios y el custodio de nuestra fe y de nuestro amor.

56.2. Por lo cual la gnosis es entregada para su perfección a quienes (están) dispuestos y probados, puesto que [ella] reclama una mayor preparación y ejercitación, bien para que se escuche lo que se dice para una reforma de vida, bien para superar decididamente lo más valioso de la justicia según la Ley (cf. Mt 5,20; Rm 10,5).

56.3. La gnosis conduce a un fin interminable y perfecto, enseñándonos anticipadamente el estilo de vida según Dios que tendremos en medio de los dioses (= entre los ángeles y bienaventurados), liberados del castigo y de toda pena, que por los pecados soportamos [ahora] para una corrección salvadora (cf. Hb 12,7).

56.4. Después de la redención se conceden las distribuciones y los honores a los perfectos, para quienes en verdad han cesado la purificación y ha cesado también cualquier otro ministerio, aunque sea santo y en cosas santas.

56.5. Después, a los que han devenido "puros de corazón" (Mt 5,8) les espera un restablecimiento definitivo (apokatástasis) en la contemplación eterna permaneciendo en la cercanía del Señor.

56.6. También han sido denominados dioses (cf. Sal 81 [82],6) los entronizados al lado de los otros dioses (= ángeles y arcángeles; cf. Mt 19,28; Ef 2,6; Col 1,16; Ap 4,4; 11,16), de los que ocupan el primer lugar después del Salvador.

56.7. La gnosis, por tanto, es rápida hacia la purificación y apropiada para el cambio hacia lo que es mejor.

El gnóstico anhela las moradas eternas

57.1. Por ello, [la gnosis] traslada fácilmente al hombre hacia el parentesco divino y santo del alma y mediante una luz característica suya lo va llevando a través de los progresos místicos hasta que se restablezca en el más alto lugar del descanso, habiendo enseñado "al puro de corazón" (Mt 5,8) a contemplar a Dios cara a cara sabiamente y con el don de la comprensión (cf. 1 Co 13,12).

57.2. Porque ahí (está) la perfección del alma gnóstica, que habiendo superado toda purificación y servicio aparece con el Señor (cf. 1 Ts 4,17), donde se encuentra colocada inmediatamente después.

57.3. Ciertamente la fe es una gnosis compendiada (o: en síntesis), por así decirlo, de las (verdades) apremiantes, y la gnosis es la demostración firme y segura de lo recibido mediante la fe, estando edificada sobre la fe por la enseñanza del Señor, conduciendo a la certeza inquebrantable y a una comprensión adecuada acompañada de ciencia.

57.4. A mí me parece que la primera transformación salvífica es la de los paganos hacia la fe, como ya he afirmado; y la segunda es la de la fe a la gnosis. Pero cuando ésta [última] pasa (a ser) el amor, inmediatamente establece entre el que conoce y el que es conocido las relaciones de un amigo con otro.

57.5. Y quizás quien la recibe anticipadamente (o: rápidamente) ya desde ese instante posea el ser "igual a los ángeles" (Lc 20,36). En todo caso, después del último exceso (realizado) en la [vida según la] carne, transformándose según lo conveniente continuamente en algo superior, se apresura hacia la morada paterna (cf. Jn 14,2), a la verdadera residencia del Señor a través de la santa semana, donde será, por decirlo así, una luz estable y viva por siempre, absoluta y totalmente inmutable.



Dios Padre nos salva por medio de su Hijo Jesucristo

58.1. El primer modo de la acción del Señor es ejemplo de la recompensa según la piedad, de la que hemos hablado. De los muchos testimonios que hay, citaré sumariamente el del profeta David, que dice así:

58.2. "¿Quién subirá al monte del Señor? ¿O quién habitará en su lugar santo? El de manos inocentes y puro de corazón, el que no recibió en vano su alma ni juró con engaño a su prójimo. Este recibirá bendición del Señor y misericordia de Dios, su salvador. Éste es el linaje de los que buscan al Señor, de los que buscan el rostro del Dios de Jacob" (Sal 23 [24],3-6).

58.3. El profeta, pienso yo, indicó concisamente al gnóstico; pero de pasada, como parece, David nos ha demostrado que Dios es el Salvador, llamando "rostro del Dios de Jacob" (Sal 23 [24],6) al que evangelizó y enseñó sobre el Padre.

58.4. Por eso también el Apóstol llamó al Hijo "impronta (lit.: carácter) de la gloria del Padre" (Hb 1,3) (porque) enseñó la verdad sobre Dios y ha caracterizado que "Dios y Padre son uno" (Ef 4,6), y uno es el Omnipotente "a quien nadie ha conocido sino el Hijo y a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27; cf. Lc 10,22).

58.5. Y que Dios es uno ha sido señalado mediante lo de "los que buscan el rostro del Dios de Jacob" (Sal 23 [24],6), a quien nuestro Dios y Salvador caracteriza como "único bueno" (Mt 19,17), siendo Dios Padre.

58.6. Pero "el linaje de los que le buscan es el linaje elegido" (cf. Is 43,20; 1 P 2,9; Sal 23 [24],6a), el que indaga gnósticamente.

El gnóstico procede según la razón

59.1. Por eso también el Apóstol dice: "No les aprovecharía de nada si no les hablara en revelación, en gnosis, en profecía o en doctrina" (1 Co 14,6).

59.2. Aunque los que no (son) gnósticos hagan algunas cosas incluso rectamente, sin embargo no (lo hacen) según la razón, como [por ejemplo] respecto de la valentía.

59.3. Porque algunos son de naturaleza audaz, y después de fomentarla prescindiendo de la razón, realizan irracionalmente cualquier cosa y actúan de manera semejante a los valerosos, puesto que alguna vez se comportan correctamente, como cuando soportan con buena disposición las torturas.

59.4. Pero no se proponen lo mismo que el gnóstico, ni por la misma causa, ni siquiera aunque "entregaran todo el cuerpo, porque, según el Apóstol, no tienen amor" (1 Co 13,3), el que tiene lugar mediante la gnosis.

59.5. En efecto, toda obra de quien (posee) ciencia prospera, mientras que la del ignorante (o: inepto) fracasa, y aunque conservara un (buen) comienzo, después no obra varonilmente a (partir) de un razonamiento ni conduce la acción hacia los mejores desarrollos para con la virtud ni desde la virtud.

59.6. Y el mismo razonamiento (vale) también sobre las demás virtudes, como asimismo proporcionalmente sobre el culto divino. Para nosotros no es gnóstico alguien sólo por su santidad, sino también respecto a su declaración de vida social (politeía) y que sigue concatenada con la ciencia del culto divino.

59.7. Porque ahora nos hemos propuesto describir la vida del gnóstico, no presentar la teoría de las doctrinas, que expondremos más tarde, en tiempo oportuno, para salvaguardar al mismo tiempo también la concatenación (o: el orden interno).

Capítulo XI: Sobre las virtudes del gnóstico

El gnóstico se deleita haciendo la voluntad de Dios

60.1. Ciertamente, [el gnóstico] participa verdadera y generosamente de todo, puesto que ha entendido (lit.: dejado lugar a) la enseñanza divina (cf. Mt 19,11). Así, por tanto, comenzando a admirar la creación, que espontáneamente lleva consigo la prueba de ser capaz de recibir la gnosis, deviene un animoso discípulo del Señor, pero tan pronto como escucha que hay Dios y providencia cree a partir de lo que admira.

60.2. Tomando, por tanto, impulso de ahí, de todas las formas contribuye para el aprendizaje, haciendo todo aquello que puede para alcanzar la gnosis con su deseo -y el deseo respecto al progreso de la fe se consolida (o: se templa) juntamente unido a la investigación-; y esto es devenir digno de tan grande e importante contemplación.

60.3. Asimismo, el gnóstico gustará de la voluntad de Dios (cf. Sal 33 [34],9; 1 P 2,3); pero no con los oídos, sino que ofrece el alma a los hechos revelados (o: manifestados) con palabras.

60.4. Por tanto, al recibir las esencias y las existencias mismas por medio de las palabras, naturalmente también conduce el alma a lo que conviene, entendiendo especialmente el "no cometerás adulterio, no matarás" (Ex 20,14. 13; Mt 5,27. 21), como se ha dicho para el gnóstico, no como es interpretado por los demás.

El gnóstico confía en la Providencia divina

61.1. Progresa, por tanto, ejercitándose sabiamente en la contemplación, para combatir con lo dicho de forma más universal y sublime. Sabiendo muy bien que, según el profeta, "el que enseña la gnosis al hombre es el Señor" (Sal 93 [94],10-11); Señor que actúa por medio de una boca humana. Por esto también asumió una carne.

61.2. Con razón no elige jamás el placer (o: lo agradable) en lugar de lo útil, ni siquiera aunque una mujer en la flor de la edad extorsionada (o: incitada) a manera de meretriz lo anticipe en alguna circunstancia (cf. Ex 20,14). Tampoco la mujer del soberano sedujo a José para se apartara de la dirección (correcta), sino que se despojó de la túnica que ella retenía a la fuerza (cf. Gn 39,12), quedando ciertamente desnudo de pecado y revestido con la honestidad del carácter.

61.3. Porque también si a José no le veían los ojos del soberano, digo el egipcio, sin embargo le observaban (o: vigilaban) los del Todopoderoso.

61.4. Porque nosotros oímos la voz y miramos (o: contemplamos) los cuerpos, pero Dios examina la realidad de la que procede el emitir el sonido y el ver (cf. 1 S 16,7; 1 Cro 28,9; 29,17; Jr 17,9-10; Sal 7,10).

61.5. En consecuencia, aunque al gnóstico le sobrevenga una enfermedad o algo desagradable e incluso lo más temible, como es la muerte, permanece imperturbable (o: impasible, átreptos) en el alma, porque sabe que todo eso es una necesidad de la creación, pero también así, por poder de Dios, devienen "medicina salvadora" (Eurípides, Fenicias, 893), beneficiando por medio de la educación a los que son más duros de cambiar (o: reformar), porque está repartido según la apreciación de la providencia realmente buena.

El gnóstico se esfuerza por ser bueno y coherente

62.1. Sirviéndose de las criaturas, cuando la razón lo exige y hasta (donde) lo pide, dando gracias al Creador, [el gnóstico] se presenta como señor (del modo) de gozar.

62.2. No guarda jamás rencor, ni se enfada con nadie, aunque encuentre a alguien merecedor de odio por las cosas que hace.

62.3. Porque adora al Creador, pero (también) ama al que participa de su vida, apiadándose y rogando por éste a causa de su ignorancia.

62.4. Y sufre con el cuerpo, puesto que está ligado por naturaleza al sufrimiento, pero no está afectado desde el principio por el sufrimiento.

62.5. En todo caso, en las circunstancias involuntarias se levanta a sí mismo de las aflicciones hacia su estado propio, no dejándose arrastrar con lo que es extraño a él, sino que condesciende (o: acompaña) a sus necesidades sólo hasta donde el alma puede quedar incólume (lit.: guardada, vigilada).

62.6. Porque no quiere ser fiel sólo en la reputación ni tampoco en la opinión (o: apariencia), sino en gnosis y verdad, es decir, con una sólida acción y con una palabra también eficaz.

62.7. Por eso no sólo elogia las cosas buenas, sino que él mismo se esfuerza también en ser bueno, pasando por el amor de ser "siervo bueno y fiel" (Mt 25,23) a (ser) "amigo" (Jn 15,15), mediante la perfección de la forma de ser que ha adquirido con pureza por la adquisición de la verdad y con mucho ascesis (o: ejercicio).

El gnóstico tiende hacia la cima de la gnosis

63.1. Así, entonces, como [el gnóstico] se esfuerza por alcanzar la cima de la gnosis, es mesurado en la forma de ser, sosegado (o: contenido) en el comportamiento, siendo superior en todas las prerrogativas características del verdadero gnóstico, y volviendo la mirada a los ejemplos hermosos: a los muchos patriarcas que han vivido de manera recta antes de él y a los muy abundantes profetas y a los infinitos ángeles, según el cálculo de nuestros números, y por encima de todos al Señor que le ha enseñado y facilitado el logro de poseer esa excelsa vida; por eso, no ama todos los bienes que el mundo ofrece, para no permanecer apegado a la tierra, sino a los bienes que se esperan, o mejor, a los ya conocidos, pero que se esperan conforme son comprendidos.

63.2. De esta manera, no (soporta) los sufrimientos, los tormentos y las tribulaciones, como hacen los valientes (celebrados) por los filósofos, con la esperanza de que cesen los dolores presentes y participar nuevamente de los placeres; pero la gnosis ha engendrado en él la más firme persuasión de la recuperación de los bienes futuros. Por eso no sólo desdeña los castigos de aquí, sino también todos los placeres.

63.3. Se dice que el bienaventurado Pedro, viendo que su propia mujer (cf. Mt 8,14; 1 Co 9,5) era conducida a la muerte, se alegró por la merced de la llamada y del regreso a la casa [del cielo], y llamándola por su nombre le dirigió estas palabras llenas de coraje (lit.: exhortación) y consuelo: "¡Acuérdate, querida, del Señor!" (cita desconocida; cf. Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, III,30,2).

El gnóstico posee un alma vigorosa

64.1. Este era el matrimonio de aquellos bienaventurados y la perfecta disposición hasta de los más amigos.

64.2. En este sentido, también el Apóstol dice: "El casado (esté) como si no estuviera casado" (1 Co 7,29). Exige que el matrimonio esté libre de pasiones y "no se aparte" (1 Co 7,35) del amor hacia el Señor, de cuyo amor el verdadero marido [Pedro] exhortó a su mujer a que estuviera abrazada, cuando marchaba de la vida hacia al Señor.

64.3. ¿Acaso no era muy clara la fe en lo que esperaban después de la muerte para los que daban gracias a Dios entre las agudezas de los castigos? Porque, pienso yo, poseían la fe firme, a la que consecuentemente seguían también las acciones de fe.

64.4. Así, el alma del gnóstico es fuerte en cualquier circunstancia, establecida en la cima de la fortaleza y la fuerza, como el cuerpo de un atleta.

64.5. Porque toma la iniciativa con prudencia sobre los asuntos humanos, reconociendo lo práctico en lo justo, y procura de parte de Dios los primeros principios, la moderación de los placeres y de los dolores en aras a la semejanza con Dios; y afronta los temores firmemente y confiando en Dios.

64.6. En todo caso, el alma gnóstica es simplemente una imagen terrena del poder divino, adornada con una perfecta virtud que (resulta) del conjunto de todas estas cosas a la vez: naturaleza, ascesis y razón.

64.7. La belleza del alma consiste en ser "templo del Espíritu Santo" (1 Co 6,19), al asumir una disposición acorde con el Evangelio para toda la vida.



El gnóstico sabe discernir entre lo que se debe hacer y lo que se debe evitar

65.1. Un (hombre) así está en guardia contra cualquier temor, (contra) todo peligro, no sólo de la muerte, sino también de la pobreza y la enfermedad, de humillación (o: desprecio) y de cualquier mal de esa clase; deviene invencible al placer y señor de los deseos irracionales.

65.2. Porque sabe bien lo que se debe y lo que no, conociendo ventajosamente lo que es realmente temible y lo que no lo es.

65.3. Por eso cimienta sabiamente lo que la razón le sugiere como necesario y conveniente, distinguiendo sabiamente lo que en realidad inspira confianza -es decir, los bienes- respecto de lo que brilla, y lo que es temible respecto de lo aparente, como de la muerte, enfermedad y pobreza, como siendo más aparentes que verdaderas.

65.4. Éste es en realidad el hombre bueno, el hombre que está fuera [del alcance] de las pasiones, el que ha superado toda la vida afectada por la pasión conforme al estado o disposición del alma virtuosa. Para él "todo depende de sí mismo" (Platón, Menexeno, 247 E) en la consecución del fin.

65.5. Porque ciertamente los llamados riesgos de la suerte (o: temores de la fortuna) no (son) temibles para el [hombre] virtuoso (o: bueno), porque no son malos; sino que en realidad los peligros (son) extraños al gnóstico cristiano por ser diametralmente opuestos a los bienes, pues son males; y (es) imposible que las cosas contrarias se encuentren juntas en uno mismo, y al mismo tiempo y con la misma relación.

65.6. Así, de modo irreprochable, "representando el drama de la vida" (Anónimo, Fragmentos, 245 K), a causa de que Dios suministre para ser competido, [el gnóstico] puede conocer lo que debe hacer y lo que hay que sufrir (o: soportar).

El gnóstico lucha contra la maldad

66.1. Así, por tanto, si la timidez se constituye mediante la ignorancia de lo que (es) peligroso o no (es) peligroso (cf. Platón, Protágoras, 360 C), sólo el gnóstico (es) valiente, conociendo los bienes presentes y futuros, y teniendo conciencia de ello, como he dicho (cf. VII,65,3), y que en realidad no son temibles, porque conoce que sólo la maldad es enemiga y destructora de los que avanzan hacia la gnosis, y equipado (o: protegido) con las armas del Señor (cf. Rm 13,12. 14; 2 Co 10,3-4; Ef 6,16-17; 2 Co 6,7) se enfrenta a ella.

66.2. Porque no [no hay que decir que] si se produce por insensatez y por actividad, o mejor, por cooperación del diablo, eso es precisamente diabólico o insensatez -porque ninguna actividad (es) sensatez, puesto que la sensatez es un hábito y ninguna actividad es un hábito-. Por tanto, tampoco la acción realizada por ignorancia es ya ignorancia; ahora bien una maldad ciertamente (existe) por medio la ignorancia, pero no (es) ignorancia; porque tampoco las pasiones ni los pecados son males, a pesar de que proceden de la maldad.

66.3. Porque ningún valiente sin razón (es) gnóstico, ya que también uno podría llamar valientes a los niños que se enfrentan a los peligros más temibles por ignorancia -por ejemplo, cuando ellos mismos tocan el fuego-, y (no) se dice que las fieras que van irreflexivamente al encuentro de las flechas son valientes por virtud. Quizá así también llamarán valientes a los prestidigitadores que hacen acrobacias sobre los cuchillos usando artificios de alguna determinada experiencia por una miserable paga.

66.4. Pero el que es realmente valiente, teniendo claro el peligro mostrado por la envidia de la muchedumbre, soporta con coraje (o: con firmeza) todo lo que se le pone delante, separándose en esto de los llamados mártires, ya que aquéllos procuran ocasiones para lanzarse a sí mismos a los peligros, no sé cómo -puesto que justo (es) hablar bien-, pero éstos dispuestos a entregarse a sí mismos, según la recta razón y una vez que en realidad el Dios verdadero les llama, se entregan con ardor y "confirman la llamada" (2 P 1,10), porque son conscientes de no haber dispuesto de sí mismos precipitadamente, y muestran que el valor se reconoce en la valentía verdaderamente razonable.

El gnóstico está llamado a crecer en el amor de Dios

67.1. Ciertamente, permanecen en la confesión de la elección, no porque soporten los peligros más pequeños por miedo a los mayores, como (hacen) aquéllos (lit.: los restantes; los que se entregan voluntariamente al martirio), ni tampoco porque sospechen la reprobación de los iguales y de los de la misma opinión, sino porque obedecen espontáneamente la llamada por amor a Dios, y no pretenden ningún otro fin que la satisfacción de Dios, ni siquiera los premios de los sufrimientos.

67.2. Porque los que soportan [los sufrimientos] por amor a la gloria, por precaución de otro castigo más duro, por algunos placeres y goces después de la muerte (son) niños en la fe; ciertamente bienaventurados, pero todavía no han devenido varones en el amor hacia Dios, como el gnóstico -porque, tanto en las competiciones gimnásticas como también en la Iglesia, hay coronas de victoria para adultos y para niños-. Pero el amor en sí es elegible por sí mismo, no por alguna otra cosa.

67.3. En suma, con la gnosis crece la perfección de la valentía que (proviene) del ejercicio en común de la vida para el gnóstico, ocupado siempre en dominar a las pasiones.

67.4. Así, el amor, ungiendo y ejercitando, constituye al propio atleta sin temor y audaz, y confiado en el Señor, como que la justicia le procura el ser veraz durante toda la vida.

67.5. Porque (es) un resumen de la práctica de la justicia la afirmación: "Que el sí de ustedes sea sí y el no sea no" (Mt 5,37; St 5,12). Pero el mismo discurso (o: razonamiento) (vale) también para la templanza.

67.6. Porque nadie es moderado conforme a la verdad ni por vanagloria -como los atletas, por la gloria (o: la consecución) de las coronas o de la celebridad-, ni tampoco por avaricia -como algunos aparentan ser moderados, persiguiendo el bien con una pasión malvada-, ni ciertamente, tampoco por amor a la propia persona (o: al propio cuerpo) para conseguir la salud, ni siquiera cuando por rusticidad (se vive) continente y sin gustar los placeres, conforme a la verdad de la moderación -sin duda, al gustar de los placeres, los que ejercen una vida de trabajo en seguida quebrantan por completo la rigidez de la continencia ante los placeres-.

67.7. Y éstos son también los disuadidos por la ley y el temor; porque, encontrando la ocasión, roban la ley y huyen secretamente del bien.

67.8. Pero la templanza elegible por sí misma, siempre perfecta según la gnosis y permanente, prepara al hombre [como] señor y juez (de sí mismo), como para que el gnóstico sea temperante e impasible, insensible a los placeres y molestias, como dicen que (es) el diamante para el fuego.

La grandeza del amor cristiano

68.1. Así, la causa de todo esto es la más santa y soberana de todas las ciencias, el amor; porque mediante el cuidado (terapia) (religioso) del [Ser] supremo y más grande, que es caracterizado por la unidad, el gnóstico también llega a la perfección a un mismo tiempo (como) amigo (cf. Jn 15,15) e hijo (cf. Mt 5,9; Lc 6,35; 20,36; Jn 1,12), verdaderamente "hombre perfecto, crecido hasta la medida de la madurez" (Ef 4,13).

68.2. Pero también la concordia es el asentimiento sobre una misma cosa, y lo que es lo mismo forma unidad; así, la amistad conduce a la semejanza, puesto que la participación reside en la unidad.

68.3. Así, al ser el primero en amar a Dios verdaderamente uno, el gnóstico es hombre verdaderamente perfecto y amigo de Dios (cf. Ef 4,13; Jn 15,15), catalogado en la categoría de hijo (cf. Mt 5,8).

68.4. Porque éstos son los nombres de nobleza, gnosis y perfección relativas a la contemplación de Dios, que el alma gnóstica recibe como sumo grado de progreso, (una vez) que deviene perfectamente pura y juzgada digna de ver eternamente al omnipotente Dios "cara a cara" (1 Co 13,12), dice [el Apóstol].

68.5. Porque hecha totalmente espiritual, avanzando hacia lo que le es familiar, ella permanece en la Iglesia espiritual para descansar en Dios (cf. Mt 11,29).

Capítulo XII: Sobre las virtudes del gnóstico (continuación)

   La suprema justicia no es la distributiva

69.1. Ciertamente esto es así. Y siendo el gnóstico de esa manera en el cuerpo y en el alma, se manifiesta igual y semejante respecto al prójimo, aunque sea familiar u hostil por ley (= por el estado legal de cada uno), o sea cualquier otro.

69.2. Porque según la Ley divina, no desprecia al hermano, nacido del mismo padre y de la misma madre (cf. Gn 12,11-20). Sin duda, al atribulado le socorre con consuelos (y) exhortaciones, auxiliando en las necesidades de la vida, repartiendo con todos los necesitados, pero no por igual, sino con justicia y según el mérito, y también con el perseguidor y con el que le odia, si necesitara de él, preocupándose poco de los que le dicen que ofrece por miedo, (aunque) si no lo hace por miedo sino para socorrer.

69.3. Porque los que no son avaros ni abrigan mal alguno hacia los enemigos, ¿cuánto más no van a ser afectuosos con los familiares? Por ello, el que reúne tales condiciones sabe exactamente, si uno tiene que dar, a quién en primer lugar, y cuánto, cuándo y cómo.

69.4. Pero ¿quién vendrá a ser razonablemente enemigo de un hombre que no ofrece jamás una causa de enemistad?

69.5. Y de la misma manera decimos, sobre Dios, que no se opone a nada ni es enemigo de nadie -puesto que es el Creador de todos, y no existe cosa alguna que Él no quiera (cf. Sb 11,24)-; pero decimos que son sus enemigos los desobedientes y los que no marchan según sus mandamientos, como los que son enemigos declarados a su alianza; encontraremos aquella actitud (= que no se opone a nada ni es enemigo de nadie) también en el gnóstico.

69.6. Porque ciertamente él no será jamás enemigo de ninguna manera de nadie, pero serán llamados enemigos suyos los que cambian al camino contrario.

69.7. Por otra parte, aunque entre nosotros la distribución equitativa se llama justicia, sin embargo el arte de discernir según el mérito, sobre el más y el menos, cuando conviene hacerlo mediante ciencia, viene a ser un modo de suprema justicia.

69.8. Ciertamente hay también cosas que incluso por motivos ordinarios (o: vulgares) se conducen felizmente (o: tienen buen éxito) para algunos, como la continencia (encráteia) de placeres. Porque como entre los paganos hay quienes se apartan de los placeres que tienen delante o porque no pueden "obtener lo que uno desea" (Teognis, Fragmentos, 256), o por temor de los hombres o por conseguir otros placeres mayores, así también algunos creyentes practican la continencia (lit.: son dueños de sí mismos) por la promesa o por el temor de Dios.

Continencia y gnosis

70.1. Ahora bien, esa tal continencia es fundamento de gnosis, un impulso hacia lo mejor y a la perfección. "Porque el temor del Señor es el principio de sabiduría" (Pr 1,7; 9,10; cf. Sal 110 [111],10), afirma [la Escritura].

70.2. Pero el que (es) perfecto "lo justifica todo y lo soporta todo" (1 Co 13,7), mediante el amor, "no por agradar al hombre, sino a Dios" (1 Ts 2,4).

70.3. Y en consecuencia también le acompaña la alabanza (o: el elogio), no para propio provecho, sino para imitación y provecho de los que [lo] alaban.

70.4. Según otro significado se llama también continente no sólo al que domina las pasiones, sino también al que es moderado" [en el uso] de los bienes y está firmemente aferrado a las grandezas de la ciencia, por las que fructifican las acciones virtuosas.

70.5. Por esto el gnóstico, cuando aparece la circunstancia, nunca se aparta de su propia manera de ser. Porque la adquisición científica del bien es estable e inmutable, ya que se trata de la ciencia de las cosas divinas y humanas.

70.6. Ciertamente, la gnosis no es jamás ignorancia, ni el bien se cambia en mal; por eso [el gnóstico] también come, bebe y se casa no en virtud de una causa anterior, sino por necesidad. Pero casarse, digo, si la razón lo reclama (lit.: lo entiende; otra versión: si el Verbo se lo pidiere) y como conviene; porque para hacerse perfecto tiene como ejemplo a los apóstoles.

70.7. También en realidad se muestra varón no asumiendo una vida solitaria, sino que quien vence a los varones es el que en el matrimonio, en la procreación y en la previsión de la casa se ha ejercitado con dificultad (lit.: desagradablemente) y sin sentir pena; después del cuidado de la casa deviene inseparable del amor de Dios, y se alza vencedor de toda prueba que se le presente por culpa de los hijos, de la esposa, de los familiares y de las posesiones.

70.8. Pero para quien no tiene hogar todo el conjunto de (esas cosas) no le tientan. Ciertamente, al cuidar sólo de sí mismo, es inferior al que descuida la salvación de sí mismo, pero le supera en la administración de la vida, conservando sin artificio una pequeña imagen de la auténtica Providencia.

La gnosis exige una separación de las cosas mundanas

71.1. Pero es cierto que en la medida de lo posible nosotros debemos ejercitar de varias maneras el alma para que obre fácilmente en la aceptación de la gnosis.

71.2. ¿No ven cómo se ablanda la cera y se purifica el bronce, para que acepte el carácter que se imprime?

71.3. Precisamente como la muerte es "separación del alma respecto del cuerpo" (Platón, Fedón, 67 D), así también la gnosis es como una muerte racional (= muerte al mundo o a las pasiones), que lleva y separa el alma de las pasiones y la conduce hacia la beneficencia, para que después (pueda) libremente decir a Dios: "Yo vivo como Tú quieres".

71.4. Porque ciertamente quien prefiere "agradar a los hombres" (Ga 1,10), "no puede agradar a Dios" (Rm 8,8); así, la mayoría no elige lo que conviene, sino lo que divierte; pero quien trata de agradar a Dios deviene agradable consecuentemente a los hombres virtuosos.

71.5. Además, ¿cómo serán para él agradables la comida, la bebida y el placer amoroso, cuando incluso mira con desconfianza que hasta una palabra lleva un determinado placer, una agitación mental y un efecto agradable?

71.6. Porque "nadie puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas" (M6 6,24; Lc 16,13). Hablando así no se refiere simplemente al dinero, sino a los gastos de dinero por los distintos placeres; en realidad no es posible que quien ha conocido a Dios profunda y verdaderamente sirva a los placeres que se le oponen.

La ignorancia atrofia el alma

72.1. En efecto, uno sólo es el que no tiene pasiones desde el principio, el Señor amigo del hombre (philánthropos), que también (se hace) hombre por nosotros; pero cuantos se esfuerzan por asemejarse al modelo dado por Él, se esfuerzan devenir sin deseos mediante el ejercicio.

72.2. Porque quien ha tenido deseos y sabe dominarlos (o: los contiene), como también la viuda, (es) de nuevo virgen por medio de la templanza.

72.3. Este es el premio de la gnosis para el Salvador y Maestro, que Él mismo pidió (cf. Jn 4,36; Ga 6,8; 1 Tm 5,17-18): la abstención del mal y la práctica del bien (cf. 1 P 3,11; Sal 33 [34],15), por medio de los cuales se obtiene la salvación.

72.4. Ciertamente, de igual manera que los que han adquirido las artes, educados por medio de ellas, procuran los alimentos, así también el gnóstico por lo mismo sabe que el que procura la vida se salva. Porque quien no quiere arrancar la pasión del alma se mata a sí mismo. Pero como parece, la ignorancia es la atrofia del alma, en cambio la gnosis es el alimento.

72.5. Y las mismas almas gnósticas son a las que el Evangelio representó en las vírgenes santas que esperan al Señor (cf. Mt 25,1-2). Porque (son) vírgenes manteniéndose alejadas del mal, recibiendo con amor al Señor, y cuelgan (o: encienden) su propia luz para la contemplación de la realidad (cf. Mt 25,1-13).

72.6. Almas prudentes que dicen: "Oh Señor, deseamos recibirte ya desde ahora; hemos vivido de acuerdo a lo que nos has ordenado sin transgredir ninguno de los preceptos. Por eso, también reclamamos las promesas, pero suplicamos lo que es útil, no lo que agrada, al igual que conviene pedirte lo más hermoso. También aceptaremos todo para [nuestro] provecho, aunque las pruebas que se presenten parezcan malas, aquellas que tu economía (= plan salvífico) nos presente para ejercitar la constancia".

Toda la vida del gnóstico es oración y homilía con Dios

73.1. En verdad, el gnóstico, por el alto grado de santidad [que posee], (está) más preparado a no obtener cuando pide, que a obtener aunque no pida. Porque toda su vida es una oración y una conversación con Dios, y si estuviere libre (o: limpio) de pecado, obtendrá completamente lo que desea. Puesto que dice Dios al justo: "Pide y te daré, piensa y haré" (cf. Mt 7,7).

73.2. Ciertamente, si se trata de lo que es útil, lo recibirá al instante; pero nunca pedirá lo inútil, porque no lo recibirá. Así sucederá lo que él quiere.

73.3. Y si uno de nosotros dijere que también algunos pecadores consiguen lo que suplican, ciertamente eso (sucede) rara vez, por la justa bondad de Dios, y se da también a los que pueden beneficiar a otros.

73.4. De ahí que el don surge no por el que pide, sino que la economía (= plan salvífico) realiza el justo beneficio previendo al que ha de salvarse por medio de aquellas cosas. Pero a cuantos son dignos les concede los verdaderos bienes incluso aunque no los pidan (cf. Mt 6,8).

73.5. Así, cuando uno es justo no a la fuerza, por miedo o por esperanza [de una recompensa], sino por libre elección, éste es el camino que se llama real que recorre la estirpe real; pero los otros [caminos] son desviaciones resbaladizas y escarpadas.

73.6. Por tanto, si alguno eliminara el miedo y el honor, no sé yo si los nobles filósofos que hablan con toda libertad soportarían las tribulaciones.

El gnóstico trabaja en la viña del Señor

74.1. Pero las concupiscencias y los otros pecados son llamados "cardos y espinos" (Jr 4,3; Ez 28,24; Mt 13,7. 22; Hb 6,8). Por tanto, el gnóstico trabaja en la viña del Señor (cf. Is 5,7; Mt 21,33; 20,1) plantando, podando, regando; siendo verdaderamente agricultor divino de lo plantado para la fe.

74.2. Ciertamente, los que no han hecho mal alguno merecen recibir la paga del descanso, pero el que ha hecho el bien por pura voluntad pide la paga como un buen trabajador (cf. Lc 10,7). Sin duda, también recibirá el doble por lo que no hizo [mal] y por lo que hizo bien.

74.3. El gnóstico no es tentado por nadie, excepto que Dios lo permita y eso en provecho de los que están con él. En todo caso son estimulados a la fe los incitados por su viril resistencia.

74.4. Sin duda, también por esto los bienaventurados apóstoles fueron llevados a la prueba y (dieron) testimonio de perfección para estabilidad y garantía de las iglesias.

74.5. El gnóstico, por tanto, teniendo en su interior la voz que dice: "A quien yo golpeare tú le has de compadecer" (cf. Jb 19,21; Sal 68 [69],27), también suplica para que los que le odian se arrepientan.

74.6. Porque no es también para los niños el presenciar en los estadios la ejecución impuesta a los criminales. Porque tampoco es posible que el gnóstico alguna vez sea educado por tales cosas o (pueda) divertirse, cuando por libre decisión se ha ejercitado para ser honesto (o: noble) y bueno, y con ello ha devenido insensible a los placeres. No cayendo nunca en pecado, no es educado con los ejemplos de males ajenos.

74.7. Ciertamente, está muy lejos de complacerse en placeres y en espectáculos rastreros quien también ha mirado con desdén las promesas mundanas aunque sean divinas.

74.8. "Porque no todo el que dice Señor, Señor; entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad de Dios" (Mt 7,21).

74.9. Éste será el gnóstico trabajador, el que dominando "las concupiscencias mundanas" (Tt 2,12), aunque esté en la carne, y (está) perfectamente persuadido sobre las cosas que ha conocido, futuras y también invisibles, como que están más presentes que aquellas que tiene a los pies (o: a la vista; delante de él).

Capítulo XII: Sobre las virtudes del gnóstico (continuación)

El gnóstico ayuna de toda forma pecado

75.1. Éste es el trabajador bien dispuesto; ciertamente el que se alegra por lo que ha conocido, pero que humillado por rodar sobre la necesidad de la vida, no es juzgado aún digno de la participación activa de lo que ha conocido. Se aprovecha de esta vida como de algo ajeno por necesidad.

75.2. Él mismo conoce también los enigmas del ayuno de esos días, digo del cuarto y de la parasceve (= ayuno semanal los días miércoles y viernes). Porque uno está dedicado a Hermes (miércoles), y el otro a Afrodita (= viernes).

75.3. Así, durante (toda) su vida, ayuna de avidez de dinero al igual que del gusto por el placer, de los que nacen todos los males (cf. 1 Tm 1,10). Puesto que ya hemos establecido en repetidas ocasiones (cf. III,89,1,; VI,147,1) las tres principales variedades de prostitución, según el Apóstol: el gusto por el placer, la avaricia y la idolatría (cf. Ef 5,5).

El gnóstico está llamado a glorificar en sí mismo la resurrección del Señor

76.1. Por tanto, también según la Ley, él ayuna de las acciones perversas, y según la perfección del Evangelio (cf. Mt 5,21-48) [ayuna] de los malos pensamientos.

76.2. También se le presentan las tentaciones no para la purificación [de sí mismo], sino para provecho de los prójimos, como hemos dicho (cf. VII,74,3), recibiendo la prueba de dificultades y dolores, los menosprecia y los supera (o: repudia).

76.3. Pero el mismo discurso vale también sobre el placer. Porque lo más grande es haber sido probado y después mantenerse alejado (o: abstenerse). Puesto, ¿qué hay de grande si uno se abstiene de lo que no conoce?

76.4. El mismo que pone realiza (o: ejecuta) el mandamiento según el evangelio, celebra aquel día del Señor cuando rechaza un mal pensamiento y recibe uno gnóstico, glorificando en sí mismo la resurrección del Señor.

76.5. Pero también, cuando alcanza la comprensión de la contemplación científica, piensa que ve al Señor, dirigiendo sus ojos hacia lo invisible.

76.6. Y si pareciera ver lo que no quiere ver, reprime (o: contiene) la facultad de ver, cuando percibe que se está deleitando él mismo por la acción de la mirada; en tanto que él sólo desea ver y oír lo que le corresponde.

76.7. En seguida, al contemplar las almas de los hermanos, también ve la belleza de la carne con el alma misma, habituada a vigilar (o: supervisar: episkopéin) la mirada sólo en la belleza, sin el placer carnal.

"El gnóstico suple la ausencia de los apóstoles"

77.1. Pero son realmente hermanos por la discutida creación y según la conformidad de las costumbres y según el fundamento de las acciones, cuantos hacen, piensan y dicen las mismas santas y bellas acciones que el Señor quiso que esos mismos elegidos sintieran.

77.2. Porque ciertamente la fe es elegir en Él las mismas cosas, pero gnosis es haber aprendido y sentir en Él las mismas cosas, y la esperanza es desear en Él las mismas cosas. Y si [el gnóstico], por la necesidad de la vida, estuviera ocupado un poco de tiempo en el alimento, piensa que engaña fraudulentamente al estar solicitado por esa ocupación.

77.3. Ni en sueños mira a lo que sencillamente no se adapta al elegido. "Porque, extranjero y peregrino" (Sal 38 [39],13; Hb 11,13) durante toda la vida (es) todo el que, habitando en una ciudad, desprecia las cosas que en la ciudad son admiradas entre los demás, y vive en la ciudad como en un desierto, para que el lugar no le obligue, sino que su libre elección manifieste lo que es justo.

77.4. El mismo gnóstico, por decirlo resumidamente, suple la ausencia de los apóstoles, puesto que viviendo rectamente, conociendo exactamente, ayuda a los amigos, "traslada las montañas" (Mt 17,20; 21,21; 1 Co 13,2) de los prójimos y arroja (fuera) las anomalías (cf. Is 40,4) de sus almas.

77.5. No obstante, cada uno de nosotros es a la vez viña y trabajador de sí mismo (cf. Is 5,2; Mt 21,33). Pero (el gnóstico), aun practicando lo más sublime, quiere permanecer ignorado de los hombres, persuadiendo juntamente al Señor y a sí mismo de que vive según los mandamientos, prefiriendo aquellas acciones en virtud de su fe (cf. Lc 6,45).

77.6. -"Porque donde está la mente de uno, dice [el Señor], allí está también su tesoro" (Mt 6,21; Lc 12,34), así el [gnóstico] mismo (se tiene) por inferior a sí mismo para no mirar jamás con indiferencia, por la perfección en el amor, a un hermano caído en aflicción, si sabe que él mismo lleva la indigencia más fácilmente que el hermano.



El gnóstico es "familiar del Señor"

78.1. Así, por tanto, [el gnóstico] considera un dolor propio el dolor de aquel [hermano]; y si en aras de la beneficencia, al dar de su propia indigencia, padeciera algo desagradable, no se indigna por ello, sino que incluso aumenta la buena acción.

78.2. Porque posee una fe pura sobre el modo de obrar, alabando el Evangelio con las obras y la contemplación. Y no recoge para sí "el ser alabado por los hombres, sino por Dios" (Rm 2,29), realizando lo que el Señor le enseñó.

78.3. Estando absorbido él mismo por su propia esperanza, no gusta de la belleza mundana, mirando con desdén todas las cosas de aquí abajo. Tiene piedad de los que son castigados después de la muerte y a disgusto deben confesar mediante el castigo, pero él, con la conciencia tranquila, está siempre dispuesto para el éxodo (o: la partida), como si fuera "peregrino y extranjero" (Hb 11,13) de esta tierra, porque recuerda sólo su propia herencia, pero ocupándose de todas las demás cosas de aquí abajo como ajenas.

78.4. No sólo admira los mandamientos del Señor, sino que, por así decirlo, participa de la voluntad divina mediante la gnosis misma; (es) realmente familiar del Señor y de los mandamientos, elegido como justo, apto para dirigir y real, como gnóstico que desprecia todo el oro (que hay) sobre la tierra y debajo de ella y el reino [que abarca] de un confín a otro del océano, para tener fuertemente sólo la solicitud (o: el servicio) para con el Señor.

78.5. Pero también cuando come, bebe y se casa, si la razón lo decidiese, e incluso entre sueños, hace y piensa lo que es santo; así está siempre puro para la oración.

78.6. Y también reza con los ángeles, como si ya fuera "igual a los ángeles" (Lc 20,36), y nunca se encuentra fuera de su santa vigilancia; y aunque rece solo, tiene el coro asociado de los santos.

78.7. Él en persona conoce la doble fe: la fuerza del creyente y la superioridad en dignidad de lo creído; además también [conoce] la doble justicia: la del amor y la del temor.

El gnóstico lleva la señal de la cruz en sí mismo

79.1. Ciertamente se ha dicho: "El temor del Señor es sagrado (porque) permanece por los siglos de los siglos" (Sal 18 [19],10). Porque los que se convierten desde el temor hacia la fe y la justicia permanecen por los siglos. El temor procura en seguida la abstinencia del mal, pero el amor edificado sobre el libre albedrío estimula a obrar bien, para que uno escuche junto al Señor: "Ya no los llamo siervos, sino amigos" (Jn 15,15), y vuelva confiadamente a las plegarias.

79.2. Y la misma clase de oración es la acción de gracias por el pasado, por el presente y por el futuro, como ya presente por la fe, pero la adquisición de la gnosis precede a eso.

79.3. Y en consecuencia además pide igualmente vivir la vida circunscrita en la carne como gnóstico, como descarnado (lit.: no carnal, ásarkos), y obtener lo mejor, pero huir de lo peor.

79.4. Pero también solicita el alivio para nosotros, por los pecados cometidos, y la conversión hacia el reconocimiento. De esta manera, se adhiere rápidamente al que lo llama al tiempo del éxodo, cuando aquél llama, adelantándose, por así decir, por medio de la buena conciencia, apresurándose a dar gracias ya desde entonces, en unión con Cristo, procurando él mismo ser digno mediante la pureza para poseer sin mezcla (alguna) el poder de Dios suministrado por medio de Cristo.

79.5. Porque no quiere estar caliente por la participación en el calor ni luminoso por la del fuego, sino ser todo luz. Porque conoce con exactitud lo que significa: "Si no odian al padre y a la madre, e incluso a su propia alma, y si no llevan la señal" (Lc 14,26-27).

79.6. Porque odia las inclinaciones de la carne, que han hecho grande el encantamiento del placer, y mira con desdén todo lo referente a la función pública, también para ganarse el sustento material; pero también está precavido del alma corpórea, poniendo freno al espíritu irracional que se subleva, porque "la carne tiene deseos contrarios al espíritu" (Ga 5,17).

79.7. Pero "llevar la señal" (Lc 14,27; para Clemente la "señal" es la cruz) "es llevar por dondequiera la muerte" (2 Co 4,10), incluso en vida "renunciando a todo" (Lc 14,33), cuando no es lo mismo el amor del que engendra la carne y el del que crea el alma para la ciencia.

El gnóstico siempre da gracias a Dios

80.1. Estando él en disposición de hacer el bien, [el gnóstico] antes que hablar bien obra bien; (y) suplicando compartir los pecados de los hermanos en aras de la confesión pública y la conversión de los cercanos (cf. Ex 32,32; Rm 9,3), y deseando vivamente compartir sus propios bienes con los más amigos, y estos mismos amigos igualmente con él.

80.2. Verdaderamente, haciendo crecer las semillas depositadas en él conforme al cultivo que el Señor ordenó (cf. Mc 4,20), permanece sin pecado, y deviene dueño de sí mismo y reside en espíritu con sus semejantes en los coros de los santos, aunque todavía permanezca en la tierra.

80.3. Durante todo el día y la noche se alegra mucho hablando y practicando los mandatos del Señor (cf. Sal 1,2), no sólo cuando se levanta de madrugada y a mediodía, sino también cuando pasea, cuando se acuesta, cuando se viste y se desviste (cf. Dt 6,7; 11,19).

80.4. Y enseña al hijo, si el hijo fuere linaje [suyo], sin apartarse del mandamiento y de la esperanza, siempre dando gracias a Dios como los animales glorificantes, alegorizados por Isaías (cf. Is 6,2-3),

80.5. permaneciendo firme ante cualquier prueba;"El Señor ha dado -afirma [la Escritura]-, el Señor quitó" (Jb 1,21).

80.6. Porque precisamente era Job, que, incluso al ser privado de los bienes exteriores juntamente también con la salud del cuerpo, renunció a todo por amor al Señor. "Porque era -dice la Escritura- justo, santo, exento de toda maldad" (Jb 1,1. 8; 2,3).

80.7. Pero santo indica las cosas justas para con Dios según la economía (= plan salvífico); pero sabiendo eso era gnóstico.

80.8. Porque no (es) necesario, si vinieren bienes, deslizarse sobre las cosas humanas en exceso, ni a su vez, si (surgen) males, no [es necesario] odiarlos, sino estar por encima de ambos: pisoteando aquellos (= los males) y entregando (los bienes) a los necesitados. Pero el gnóstico es prudente en las relaciones sociales (para) no olvidarse que las relaciones sociales (pueden) devenir una disposición.

Capítulo XIII: Sobre las virtudes del gnóstico (continuación)

El gnóstico es caritativo y perdona

81.1. [El gnóstico] jamás se acuerda de quienes han pecado contra él, sino que perdona. Por eso también suplica justamente, diciendo: "Perdónanos, porque también nosotros perdonamos" (Mt 6,12; Lc 11,4).

81.2. Porque esto es también una de las cosas que Dios quiere: no desear nada con concupiscencia, no odiar a nadie; puesto que todos los hombres son obra de una única voluntad.

81.3. Y, ¿acaso nuestro Salvador no quiere que el gnóstico sea "perfecto como el Padre celestial" (Mt 5,48), es decir a Él mismo, que afirma: "Vengan aquí, hijitos, escuchen de mi el temor del Señor" (Sal 33 [34],12), y no quiere que (el gnóstico) ya no necesite del auxilio de los ángeles (cf. Sal 90 [91],11; Mt 4,6), sino que se haga digno de recibir [esa ayuda] directamente de Él, y tenga la custodia de Él mismo por medio de la obediencia (o: docilidad)?

81.4. Éste (gnóstico) reclama del Señor, y ya no suplica. Y sobre los hermanos necesitados, el gnóstico en persona no pedirá siquiera solicitará sobreabundancia de riquezas para repartir, sino que suplicará para aquellos el recurso de lo que necesiten.

81.5. Porque así es como el gnóstico da (o: regala) también a los necesitados la plegaria y la ofrece sin que se sepa y sin ostentación (cf. Mt 6,6) mediante su oración.

81.6. Ciertamente, pobreza, enfermedad y pruebas semejantes (lit.: de esas) muchas veces se encuentran (o: producen) como advertencia y corrección de los errores pasados, y como llamada de atención de las cosas futuras.

81.7. (El gnóstico), al suplicar el alivio para aquellos [hermanos], al igual que tiene el privilegio de la gnosis, realiza personalmente la beneficencia, no por vanagloria, sino por el hecho mismo de ser gnóstico, deviniendo instrumento de la bondad de Dios.

El gnóstico es "theophoro" (portador de Dios) y "theophoroymenos" (es llevado por Dios)

82.1. Pero se dice en las "Tradiciones" que el apóstol Matías decía continuamente que "si el vecino del elegido peca, ha pecado el elegido; porque si éste se comportara como ordena el Verbo, también el vecino consideraría su [tenor de] vida, y hasta el extremo de no pecar" (Tradiciones de Matías, fragmentos, 3).

82.2. ¿Qué diremos entonces sobre el gnóstico? "¿No saben -dice el Apóstol- que son templo de Dios?" (1 Co 3,16). Luego, (el gnóstico) es divino y también santo; portador de Dios y llevado por Dios.

82.3. Así la Escritura, al presentar el pecado como algo extraño, vende los transgresores (lit.: prisioneros) a los extranjeros (Jc 2,11-14; 4,2; 10,7; Is 50,1; Ba 4,6), cuando dice: "No mires a la mujer ajena con pasión" (Mt 5,28; cf. Pr 5,20; 6,24-25; 7,5; 23,23), dice abiertamente que el pecado es extraño y contrario a la naturaleza del templo de Dios (cf. 1 Co 3,16).

82.4. Pero hay un templo grande, como la Iglesia, y otro pequeño, como el hombre que conserva (o: salva) la semilla de Abrahán (cf. Jn 8,33. 37; Ga 3,16. 29). No deseará, por tanto, ninguna otra cosa quien tiene a Dios como descanso.

82.5. Así, dejando todo lo que estorba y abandonando toda la materia que lo distrae (lit.: que lo enorgullece), [el gnóstico] surca el cielo con la ciencia, penetrando las naturalezas espirituales, y alcanza todo principado y potestad de los tronos supremos (cf. Ef 1,21; 6,12; Col 1,16), tendiendo sólo a aquello que únicamente conoció.

82.6. Uniendo la paloma con la serpiente (cf. Mt 10,16), vive a la vez perfectamente y con buena conciencia, mezclando fe con esperanza, esperando ansiosamente el futuro.

82.7. Porque se da cuenta del don (o: regalo) que ha recibido deviniendo digno de haberlo alcanzado, y pasando de la esclavitud a la filiación adoptiva (cf. Rm 8,15), realiza además lo relativo (lit.: lo que sigue) a la ciencia -"conociendo a Dios, o mejor, siendo conocido por Él" (Ga 4,9)- , porque muestra las obras dignas de la gracia. Porque las obras siguen a la gnosis como la sombra al cuerpo.



El gnóstico da gracias a Dios y admira la creación

83.1. Con razón, por tanto, no se inquieta por nada de lo que pueda suceder, ni desconfía de nada de lo que conforme a la economía (salvífica) sucede para su bien (o: su utilidad), ni siquiera se avergüenza de morir, sintiéndose con la conciencia pura para mirar fijamente a las potestades, purificado, por así decir, de todas las impurezas del alma, y puesto que sabe muy bien que lo mejor para él tendrá lugar después del éxodo [de esta vida].

83.2. Por ello jamás antepone su placer y provecho a la economía (salvífica), ejercitándose él mismo por medio de los mandamientos para devenir en todo agradable al Señor y loable al mundo, ya que todo está bajo (el poder) del único Dios todopoderoso. "El hijo de Dios -dice [la Escritura]- vino a lo suyo y los suyos no le recibieron" (Jn 1,11).

83.3. También por eso en el uso de los bienes mundanos no sólo da gracias y admira la creación, sino que también recibe alabanzas, utilizándolos como conviene (cf. 1 Co 7,31), puesto que para él el objetivo es traspasar la contemplación mediante la actividad gnóstica y conforme a los mandamientos.

83.4. De ahí que recibiendo mediante la ciencia el viático de la contemplación y abrazado con magnanimidad a la grandeza de la gnosis, progresa hacia la santa remuneración después del éxodo [de esta vida] (cf. Hb 11,5).

83.5. Porque ha escuchado el salmo que dice: "Rodeen a Sión, cérquenla, informen (o: describan) sobre sus torres" (Sal 47 [48],13). Se da a entender, creo yo, que los que han recibido con profundidad al Verbo serán altos como torres y permanecerán firmes en la fe y la gnosis.

Capítulo XIV: Sobre las virtudes del gnóstico (conclusión)

El gnóstico no es rencoroso y ora por sus enemigos conforme al mandamiento del Señor

84.1 Y estas cosas sobre el gnóstico también se habrían de decir en germen a los griegos de una manera muy breve. Pero hay que saber que si el fiel vive correctamente una o incluso dos de estas cosas, sin embargo no lo hace en todas a la vez ni ciertamente con la ciencia suma, como el gnóstico.

84.2. Y además, respecto a la impasibilidad (apatheía: ausencia de pasiones), por así decir, en nuestro gnóstico, con la que se alcanza la perfección del fiel que avanza mediante el amor "hacia el varón perfecto, a la medida de la madurez" (Ef 4,13), se asemeja a Dios (cf. Platón, Teeteto, 176 B) y deviene verdaderamente "igual a los ángeles" (Lc 20,36), se podrían aportar muchos otros testimonios de la Escritura, pero pienso yo que es mejor, por la prolijidad del discurso, diferir esa pretensión para los que quieran trabajar y elaborar la doctrina según el ordenamiento (de textos) seleccionados de las Escrituras.

84.3. Pero tan sólo recordaré uno de la manera más concisa, como para no dejar el tema sin examen alguno. Así, dice el divino Apóstol en la primera "Carta a los Corintios": "Si alguno de ustedes tuviera un altercado con otro, ¿se atrevería a ser juzgado por uno de los [jueces] injustos y no por uno de los santos? ¿Acaso no saben que los santos juzgarán el mundo?" (1 Co 6,1-2), etc.

84.4. Al ser muy amplia la perícopa nosotros usaremos las expresiones importantes del Apóstol, y parafraseando con brevedad el discurso, presentaremos el contenido del pensamiento de lo expresado por el Apóstol donde traza la perfección del gnóstico.

84.5. Porque no sólo presenta al gnóstico en ser agraviado más bien que en agraviar, sino que también le enseña a no ser rencoroso (cf. 1 Co 6,7), no dando libertad para que rece contra el que le ha agraviado. Puesto que sabe que el Señor ha mandado claramente "rezar por los enemigos" (Mt 5,44; Lc 6,28).

84.6. Ahora bien, ciertamente afirma que pretender que el agraviado "sea juzgado por los injustos" (1 Co 6,1) no es otra cosa que aparentar corresponder y desear devolver por segunda vez mal por mal, lo cual es igualmente cometer también él mismo un agravio.

84.7. Pero al decir que algunos desean "ser juzgados por los santos" (1 Co 6,1) muestra a los que en la oración piden que la ambición (o: codicia, avidez) repercuta en los culpables y que los segundos (son) mejores que los primeros, aunque todavía no (sean) impasibles, para que sin ser en absoluto rencorosos, recen incluso por los enemigos (cf. Mt 5,44; Lc 6,28), según la enseñanza del Señor.

El gnóstico aspira a imitar a Dios perdonando siempre

85.1. Así, también es bueno que los que pasan hasta la fe sean sensatos desde su conversión. Porque si también la verdad parece tener por enemigos a los celosos, sin embargo ella no es enemiga declarada de nadie (cf. Dt 32,21; 1 Co 10,22).

85.2. "Porque Dios hace lucir su sol sobre justos e injustos" (Mt 5,45) y envió al mismo Señor a justos a injustos; así también el que se esfuerza por parecerse a Dios (cf. Platón, Teeteto, 176 B), sin rencor alguno en absoluto "perdona setenta veces siete" (Mt 18,22) -o sea, durante toda la vida, durante toda la evolución cósmica, significada en el número siete (o: en los períodos septenarios)-, obra honradamente en todo, aunque incluso alguno durante todo el tiempo de su vida carnal agravie al gnóstico.

85.3. Porque no sólo pretende [el Apóstol] que el virtuoso (o: el bueno) entregue a otros el juicio de los que lo han agraviado, sino también que el justo quiera pedir de los jueces el perdón de los pecados cometidos contra él, y con razón: si los que se esfuerzan por agraviar, aunque inciten hasta la muerte, asaltan lo externo y relativo al cuerpo, que no es lo característico del gnóstico.

85.4. Pero si alguien juzgara a los ángeles apóstatas (cf. 1 Co 6,3), ¿no se haría él mismo apóstata por aquella ausencia de maldad según el Evangelio (cf. Mt 5,44; Lc 6,28)?

85.5. Dice [el Apóstol]: "¿Por qué no soportan mejor el agravio? ¿Por qué más bien no se dejan expoliar? Al contrario, ustedes agravian y expolian" (1 Co 6,7-8), suplicando evidentemente contra los que pecan por ignorancia, y "expoliando" la clemencia (filantropía) y bondad de Dios en lo que pueden a aquellos contra los que rezan, y "esto (siendo) hermanos" (1 Co 6,8); y no se habla sólo de los [hermanos] de fe, sino también de los prosélitos (cf. Dt 28,43).

El gnóstico debe mostrar que posee grandeza de ánimo

86.1. Porque nosotros no sabremos nunca, si también el que ahora es enemigo declarado, mañana ha de creer. Por ello se infiere claramente que si no todos son hermanos, al menos a nosotros nos debe parecer que los otros lo son.

86.2. Pero ahora también el sabio reconoce que todos los hombres (son) obra del único Dios, y que han sido revestidos de una sola imagen (cf. Gn 1,26) sobre una única sustancia, aunque algunos se encuentren más obcecados (o: enturbiados, oscurecidos) que otros; también adora mediante las criaturas la actividad (o: energía) [creadora] y por ella a su vez la voluntad de Dios.

86.3. "¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios?" (1 Co 6,9). Ciertamente peca el que devuelve mal por mal con hechos, con palabras o incluso con el pensamiento del querer, que, después de la educación de la Ley, el Evangelio determina con precisión (cf. Ga 3,24; Mt 5,28. 22).

86.4. "Y eso eran algunos" (1 Co 6,11), evidentemente como son ahora aquellos a los que no perdonan.

86.5. "Pero han sido lavados" (1 Co 6,11), no sencillamente como los otros, sino que con la gnosis se han desprendido de las pasiones animales (psíquicas), hasta parecerse en la medida de lo posible a la bondad de la providencia de Dios mediante la paciencia y la ausencia de maldad (o: rencor), haciendo que resplandezca lo mismo que el sol, "sobre justos e injustos" (Mt 5,45), la bondad de la palabra y de las obras.

86.6. Así, por tanto, el gnóstico debe perseguir eso mediante la grandeza de ánimo, o por la imitación del que es mejor. Pero hay una tercera razón (o: causa): "Perdona y serás perdonado" (Mt 6,14), como si el mandato obligara hacia la salvación por exceso de bondad.

86.7. "Pero han sido santificados" (1 Co 6,11); puesto que quien ha alcanzado ese estado consigue ser santo, ya que no cae de ninguna manera en pasión alguna. Al contrario, inmediatamente deviene santo como [si estuviera] ahora sin carne y por encima de esta tierra.



La Iglesia del Señor es un "coro espiritual y santo"

87.1. Por eso dice [el Apóstol]: "Han sido justificados en el nombre del Señor" (1 Co 6,11); por Él han sido hechos, por así decir, justos como Él, y han sido unidos "al Espíritu Santo" (1 Co 6,11), en la medida de lo posible.

87.2. ¿Acaso no dice: "Todo me está permitido, pero yo no me dejaré dominar" (1 Co 6,12), al hacer, pensar o decir (nada) contra el Evangelio? Y "los manjares para el vientre y el vientre para los manjares", que Dios "destruirá" (1 Co 6,13); es decir, [destruirá] a los que piensan así y viven como si hubieran nacido para comer, pero no a los que de verdad comen consecuentemente para vivir y que se dedican principalmente a la gnosis.

87.3. Y ¿no dice que ésos son como carne del cuerpo santo? Pero la Iglesia del Señor (cf. Ef 1,22-23; Col 1,24) (es llamada) alegóricamente cuerpo (cf. 1 Co 6,15; 12,12; Rm 12,4), el coro espiritual y santo, del que sólo ellos llevan el nombre; pero los que no viven conforme al Verbo son la carne.

87.4. Pero "este cuerpo", el espiritual, es decir la Iglesia santa, "no es para la fornicación" (1 Co 6,13), ni en manera alguna se ha de conciliar jamás con la apostasía del Evangelio en favor del modo de vida pagano.

El gnóstico debe ser perfecto como quiere el Padre

88.1. Porque fornica contra la Iglesia y contra "el propio cuerpo" (1 Co 6,18) quien se comporta en la Iglesia como un pagano, en las obras, en la palabra e incluso en el pensamiento mismo.

88.2. "Quien se une a la meretriz" (1 Co 6,16), a la actividad contraria a la Alianza, deviene otro cuerpo no santo, "en una sola carne" (Gn 2,24; 1 Co 6,16), en una vida pagana y con otra esperanza.

88.3. "Pero quien se une al Señor es un (solo) espíritu, un cuerpo espiritual" (1 Co 15,44); (es) otra clase de unión. Este (es) todo entero [su] hijo, hombre santo, impasible, gnóstico, perfecto, formado en la enseñanza del Señor y hecho próximo al Señor con obra, palabra y con su mismo espíritu, y recibirá aquella morada (cf. Jn 14,2) que está dispuesta para quien de esa manera se hace adulto (cf. Ef 4,13).

88.4. Es suficiente el ejemplo para quienes tienen oídos (cf. Mt 11,15). Puesto que no es necesario presentar en público el misterio, sino revelar lo suficiente como recuerdo para quienes participan de la gnosis; y éstos comprenden lo dicho por el Señor: "Sean perfectos como el Padre de ustedes" (Mt 5,48), perdonando totalmente los pecados, olvidando las ofensas (cf. Mt 6,12. 14) y viviendo en el estado de impasibilidad.

88.5. Porque como decimos perfecto médico o perfecto filósofo, así también, pienso yo, [decimos] perfecto gnóstico. Pero ninguno de éstos, por grandes que sean, recibe una semejanza con Dios. Puesto que no decimos impíamente, como los estoicos, que sea enteramente idéntica la virtud del hombre que la de Dios.

88.6. Pero, ¿no debemos ser perfectos como quiere el Padre? Porque es imposible e inasequible que uno devenga tan perfecto como lo es Dios. Pero el Padre quiere que nosotros lleguemos a ser irreprochablemente perfectos (cf. Mt 5,48) viviendo en la escucha (u: obediencia; ypakoé) al Evangelio.

88.7. Si, para completar lo que la frase dice, sobreentendemos lo que sugiere plenamente la perícopa, dejando (de comprender) lo que está reservado para los que pueden entender, conoceremos la voluntad de Dios y nos comportaremos piadosamente y a la vez con sentimientos magnánimos, conforme a la dignidad del mandamiento.

Capítulo XV: Sobre las herejías que dividen a los cristianos

Los disensos de las sectas

89.1. Pero después que consecuentemente nos hayamos defendido de las acusaciones hechas contra nosotros por los griegos y los judíos, y también las emprendidas por las sectas sobre la doctrina verdadera con algunas dificultades como las mencionadas antes, será bueno en primer lugar despejar el terreno de [esos] obstáculos preparándonos para resolver las dificultades, para continuar luego el (siguiente) Stromata.

89.2. Ciertamente, lo primero que nos dicen precisamente es que no se debe creer por el disenso de las sectas. Porque, ¿en cuál estaría la verdad, cuando unas dogmatizan una cosa y otras otra?

89.3. Nosotros les decimos que junto a ustedes, los judíos, y junto a los más ilustres filósofos griegos han surgido innumerables sectas, y no dicen sin duda que haya que temer el filosofar o (profesar) el judaísmo por ese recíproco disenso mutuo de sus sectas.

89.4. Pero además ya se ha dicho proféticamente por el Señor que las herejías se esparcirían (lit.: sembrarían) entre la verdad "como la cizaña" (Mt 13,25) en el trigo, y es imposible que lo predicho no suceda. Y la causa de esto (es) que la censura sigue a toda cosa buena.

No se deben transgredir las normas eclesiásticas

90.1. Ahora bien, si alguien también infringiera los pactos y eludiera la declaración que nos ha hecho (cf. 1 Tm 6,12), ¿acaso (por culpa) del que falsea la declaración (o: confesión) vamos a apartarnos de la verdad también nosotros?

90.2. Al contrario, lo mismo que es necesario al [hombre] razonable no mentir ni anular nada de lo que ha prometido, aunque algunos otros violen los pactos, así también conviene que nosotros no transgredamos las normas de la Iglesia (o: cánones eclesiásticos) de ningún modo. Ciertamente también nosotros custodiamos (u: observamos) sobre todo la declaración (o: confesión) sobre las cosas más importantes, pero aquellos la transgreden. Por tanto, hay que creer a los que se aferran firmemente de la verdad.

90.3. Pero también es posible responderles en esta apología con mayor amplitud diciendo que incluso los médicos, aunque posean opiniones enfrentadas según sus escuelas particulares, curan con la misma práctica [médica].

90.4. ¿Acaso uno que tenga enfermo el cuerpo y necesitado de curación no admitirá un médico por causa de las escuelas (existentes) en medicina? Ciertamente, nadie que tenga enferma el alma y esté repleto de ídolos (aduzca) el pretexto de las sectas si quiere curarse y convertirse a Dios.

90.5. Ciertamente, "las sectas existen a causa de los que son de virtud probada" (1 Co 11,19), dice [el Apóstol]; llama "de virtud probada" a los que han llegado a la fe, a los que se acercan a la enseñanza del Señor por una privilegiada elección, como banqueros aprobados que distinguen la moneda genuina del Señor de la falsificada, o bien a aquellos que ya han sido "de virtud probada" en la fe misma, por su vida y su gnosis.

Hay que buscar la auténtica verdad

91.1. Por esto necesitamos de una mayor solicitud y preocupación (o: previsión, prudencia) en el examen de cómo se debe vivir correctamente y cuál es realmente el culto divino (theosébeia).

91.2. Porque la verdad (es algo) difícil y arduo de alcanzar, por ello han surgido las [distintas] investigaciones y las sectas, orgullosas y ambiciosas (o: ávidas de honores), de quienes no aprendieron ni transmitieron con verdad, sino que se apoderaron de la opinión de la gnosis.

91.3. Por eso hay que investigar con solicitud la verdad auténtica, la que sólo se ocupa del Dios verdadero. Y a la fatiga seguirá el agradable (lit.: dulce) hallazgo y el recuerdo. Hay que disponerse igualmente al esfuerzo de la investigación por causa de las herejías, pero no se debe desistir en absoluto.

91.4. Porque cuando se presentan dos frutos, uno auténtico y maduro, y otro hecho de cera, muy parecido, no hay que rechazar a ambos por la semejanza, sino que hay que distinguir con contemplación comprensiva y con el razonamiento más decidido el [fruto] verdadero del que parece (igual).

91.5. Y lo mismo que si solo hay un camino real y otros muchos conducen ciertamente al precipicio, a un río impetuoso o al mar profundo, uno no temerá el ponerse en camino por causa del desacuerdo, pero deberá hacerlo por el seguro, real y frecuentado; del mismo modo uno no debe retirarse porque algunos digan sobre la verdad unas cosas y otros otras, sino que con mayor cuidado perseguirá la gnosis más exacta sobre esa misma verdad.

91.6. Por otra parte, aunque también las hierbas nazcan junto a las hortalizas en el huerto, no por eso los agricultores se abstienen del cuidado del huerto.

91.7. Puesto que por naturaleza tenemos diversos motivos para investigar lo que se [nos] dice, también debemos encontrar la ilación de la verdad.

91.8. Por eso también con razón se nos condena si no asentimos a lo que debemos obedecer, si no distinguimos (o: separamos) lo contradictorio, lo inconveniente, lo antinatural y lo falso de lo verdadero, consecuente, conveniente y conforme a la naturaleza; hay que usar esos incentivos para el conocimiento de la auténtica verdad.



Es necesario aprender por medio de las Escrituras

92.1. Ciertamente es vana la excusa misma para los griegos; porque es posible para quienes lo quieran encontrar también la verdad, pero para quienes proponen causas ilógicas (es) un juicio inexcusable (cf. Rm 2,1).

92.2. ¿Por qué anulan, por un lado, y admiten, por otro, que existe la demostración? Pienso que todos la reconocerán, a excepción de los que anulan la facultad de comprender.

92.3. Pero si (existe) la demostración, es necesario admitir la investigación y aprender convincentemente (apodícticamente) por medio de las Escrituras mismas, cómo ciertamente se extraviaron las herejías, y cómo en la verdad única y en la antigua Iglesia se encuentra la más rigurosa gnosis y en realidad la mejor escuela.

92.4. Y respecto de los que se desvían de la verdad, algunos tratan de engañarse sólo a sí mismos, pero otros también a los demás (o: prójimos).

92.5. Los primeros, llamándose sabios en apariencia, piensan que han encontrado la verdad, no teniendo demostración alguna verdadera; éstos se engañan a sí mismos teniendo por seguro que (ya pueden) descansar. Una mayoría de ellos no pequeña evita la investigación por causa de las confrontaciones, y rechaza también las enseñanzas por causa de la condena.

92.6. Pero los otros, los que engañan a quienes se les acercan, (son) muy astutos, y comprenden que no saben nada, a la vez que obscurecen la verdad con argumentaciones creíbles. Pero otras son, me parece a mí, las argumentaciones creíbles y otra la naturaleza de las verdaderas.

92.7. En tanto que también sabemos que es necesario decir la terminología (lit.: nombre, denominación) de las herejías por la diferencia [respecto] de la verdad. Los sofistas, transmitiendo una porción de esa diferencia para desgracia de los hombres, enterrándolas en las artes humanas que se han inventado, se jactan de estar al frente de una escuela más que de una reunión de fieles (ekklesía).

Capítulo XVI: Sobre las herejías

Dios, verdadero Padre y Maestro de la verdad

93.1. Ahora bien, quienes están decididos a fatigarse por lo mejor no desistirán de buscar la verdad hasta que (encuentren) la demostración en las Escrituras mismas.

93.2. En efecto, hay algunos criterios (humanos) que son comunes en los hombres, como los órganos de los sentidos, pero otros (son) propios de quienes han querido (o: preferido) y practicado la verdad, son las técnicas intelectuales y racionales de los razonamientos verdaderos y falsos.

93.3. Pero lo más importante (es) también rechazar la [falsa] opinión, deteniéndose en medio de la ciencia exacta y de la temeraria (o: arrebatada) presunción de conocimiento (doxosophía), y saber (o: conocer) que quien espera el descanso eterno conoce también que la entrada en él es laboriosa y "estrecha" (Mt 7,14).

93.4. Pero quien ha sido evangelizado una sola vez (cf. Hb 6,4; 4,6) y "ha visto la salvación" (Is 52,10; Lc 2,30; 3,6), dice [la Escritura], si lo supiera en esa hora, "no se vuelva hacia atrás como la mujer de Lot" (Gn 19,26; cf. Lc 17,31-32), ni hacia la vida precedente aferrada a las cosas sensibles, ni tampoco vuelva a las herejías; porque rivalizan ciertamente de alguna manera, puesto que no reconocen al verdadero Dios.

93.5. "Porque el que ama al padre o a la madre más que a mí" (Mt 10,37), el verdadero Padre y maestro de la verdad, que regenera, recrea y nutre al alma elegida, "no es digno de mí" (Mt 10,37); dice digno de ser hijo de Dios (cf. Mt 5,9; Lc 20,36; Rm 8,14; Ga 3,26) y discípulo, amigo (cf. St 2,23) y pariente de Dios a la vez.

93.6. "Porque nadie que mira hacia atrás y pone su mano en el arado está bien dispuesto para el reino de Dios" (Lc 9,62).

93.7. Ahora bien, por lo que parece, todavía muchos opinan (o: piensan) que María es parturienta (= no es virgen) por el nacimiento del Niño, cuan do [en realidad] no es parturienta -porque también algunos dicen que, después de haber dado a luz, la partera la encontró virgen- (cf. Protoevangelio de Santiago, 19,3--20,2).

Las herejías interpretan erróneamente las Escrituras, o las desprecian

94.1. Así son para nosotros las Escrituras del Señor: engendran la verdad y permanecen vírgenes (porque) los misterios de la verdad permanecen ocultos.

94.2. "Ha dado a luz y no ha dado a luz" (Is 7,14; Jb 21,10; cita no literal; cf. Hechos de Pedro, 24), dice la Escritura, como que concibió de sí misma y no ayudada por la unión de una pareja (lit.: acoplamiento).

94.3. Por eso las Escrituras han favorecido la concepción para los gnósticos, pero las herejías, al no conocerlas, las desdeñan como infecundas.

94.4. Pero teniendo todos los hombres el mismo discernimiento, unos ciertamente elaboran (lit.: hacen) (los argumentos) de fe siguiendo (o: eligiendo) los dictados de la razón, en cambio los que se unen a los placeres fuerzan la Escritura conforme a sus concupiscencias.

94.5. Pero, pienso yo, que el amante de la verdad necesita un vigor espiritual (lit.: psíquico). Porque (es) un gran sufrimiento que fracasen los que emprenden grandes proyectos, no poseyendo el canon de la verdad recibiéndolo de la verdad misma.

94.6. Y esos tales, desviados del camino recto, también fracasan de igual manera en la mayoría de las cosas particulares, por causa de no tener ejercitado adecuadamente el criterio de lo verdadero y de lo falso respecto a lo que se debe elegir (cf. Hb 5,14). Porque, si lo tuvieran, obedecerían a las divinas Escrituras.

Somos "educados por la voz del Señor para el conocimiento profundo de la verdad"

95.1. Así, del mismo modo que si un hombre deviniera una fiera, a la manera de los hechizados por Circe, así también dejaría de ser hombre de Dios y fiel al Señor quien injuria a la tradición eclesiástica y salta a opiniones de herejías humanas.

95.2. Pero quien se retrae de esa artimaña, obedeciendo las Escrituras y entregando su vida a la verdad, termina de alguna manera por [transformarse] de hombre en Dios.

95.3. Porque tenemos (como) principio de la doctrina al Señor que, por medio de los profetas, el Evangelio y los bienaventurados apóstoles, "en diversas ocasiones y de muchas maneras" (Hb 1,1) hace de guía desde el principio hasta el fin de la gnosis.

95.4. Pero si alguno respondiera que ese principio necesita de otro [principio], entonces de ningún modo se conservaría como principio. Así, por tanto, quien es fiel por sí mismo también es digno de fe en la Escritura del Señor y en su palabra, puesto que actúa por medio del Señor para el bien de los hombres.

95.5. Naturalmente nosotros usamos (la Escritura) en la búsqueda de criterio para las acciones; pero todo lo que está sometido a juicio no es creíble antes de ser juzgado, puesto que no constituye principio lo que debe ser juzgado (o: sometido a juicio).

95.6. Por tanto, es razonable que los que han recibido por fe el principio indemostrable, y, por abundancia, también reciben del mismo principio las demostraciones sobre el [mencionado] principio, seamos educados por la voz del Señor para el conocimiento profundo de la verdad.

95.7. Porque no confiaríamos sin más en los enunciados (o: explicaciones) humanos, con los que también se puede exponer lo contrario.

95.8. Pero si no basta simplemente con expresar sólo una opinión, sino que es necesario garantizar lo que se dice, nosotros no aguardamos el testimonio de los hombres, sino que garantizamos nuestra investigación con la palabra del Señor, la cual ofrece una prueba mayor que toda demostración, y mejor aún, es la única demostración que realmente existe.

95.9. Según esta ciencia son fieles quienes sólo prueban por las Escrituras, pero son también gnósticos los que siguen adelante para encontrar un conocimiento más perfecto de la verdad, puesto que también en la vida tienen una cierta superioridad los especialistas respecto a los profanos, y en comparación a las ideas comunes modelan mejor.

Las herejías violentan las Sagradas Escrituras

96.1. Del mismo modo también nosotros, demostrando perfectamente lo concerniente a las Escrituras a partir de ellas mismas, estamos persuadidos por la fe de manera convincente.

96.2. Y si los que siguen las herejías tienen la audacia de servirse de los escritos proféticos, en primer lugar no se sirven de todos, y no [lo hacen] de forma íntegra (lit.: perfecta), ni tampoco dan a entender el conjunto (lit.: cuerpo) ni el contexto (lit.: la trama, el tejido) de la profecía, sino que entresacando las frases ambiguas las traducen según sus propias opiniones, recogiendo de un sitio y otro unas pocas palabras, sin examinar su significado, sino que se contentan con la misma simple expresión.

96.3. Porque en casi todos los textos que aducen se puede encontrar cómo se acercan sólo a los nombres, substituyendo los significados, porque desconocen lo que expresan, ni utilizan aquellas selecciones [de textos] que presentan como la naturaleza de los mismos reclama.

96.4. Pero la verdad no se encuentra en cambiar los significados -porque de esta manera se saltan (o: enmiendan) toda verdadera enseñanza-, sino en considerar lo que es perfectamente propio y conveniente al Señor y Dios todopoderoso, y en confirmar cada una de las pruebas de las Escrituras mediante otros pasajes paralelos de las mismas Escrituras.

96.5. Así, por tanto, ellos no quieren volverse hacia la verdad, permaneciendo anclados en la arrogancia de su amor propio, ni desean abandonar de ninguna manera sus propias opiniones, violentando a las Escrituras. Y se apresuraron a divulgar falsos dogmas entre los hombres, enfrentándose manifiestamente a casi todas las Escrituras y refutados siempre por nuestras argumentaciones; lo único que ahora les queda (es) ciertamente no admitir a los profetas o atacarnos a nosotros como personas de otra naturaleza, incapaces de entender sus propias ideas; pero también algunas veces, refutados profundamente, se retractan de sus propios dogmas, avergonzados de confesar (públicamente) lo que se glorían de enseñar asimismo en privado.



Los misterios de la gnosis eclesiástica

97.1. Porque así se puede ver cómo son todas las herejías, teniendo en cuenta la maldad de sus mismos dogmas. Puesto que, una vez que les refutemos, demostrando claramente su oposición a las Escrituras, se podrá observar la doble actitud de los dirigentes de su doctrina.

97.2. Porque, o desaprueban la con secuencia de los [propios] dogmas, o la profecía misma, o mejor, sus mismas expectativas; pero de vez en cuando asumen la opinión que les parece más propicia, en vez de lo manifestado por el Señor mediante los profetas y lo que ha recibido a la vez el testimonio y la confirmación por el Evangelio y después también por los apóstoles.

97.3. Viendo el peligro que les amenaza, no sobre un solo dogma, sino sobre la continuidad (o: conservación) misma de sus herejías, no se esfuerzan por encontrar la verdad -porque al encontrarse con lo que hay en medio y a nuestro alcance, lo desprecian como vulgar-, sino en franquear rápidamente lo común de la fe (= los misterios de la gnosis y de la Iglesia), saliéndose de la verdad.

97.4. Porque no han aprendido los misterios de la gnosis eclesiástica, ni han recibido la grandeza de la verdad, omitiendo por pereza hasta la profundización de las obras (o: acciones) y, puesto que conocen de manera superficial, abandonan las Escrituras.

El modo de curar la presunción

98.1. Así, engreídos por una aparente sabiduría pasan la vida discutiendo, como dando muestras de que prefieren más aparentar que filosofar.

98.2. Precisamente basándose en principios de la realidad no necesarios, dejándose seducir (lit.: mover) por opiniones humanas y procurándose además necesariamente un fin coherente (que acompaña: akóloythos) con ellos mismos, luchan frente a las argumentaciones de quienes practican la verdadera filosofía y soportan cualquier cosa y mueven cualquier asidero, (como) se dice, aunque sea a costa de cometer la impiedad de no prestar fe a las Escrituras, antes que cambiar de parecer, por el orgullo de la secta y la muy celebrada precedencia de los asientos (cf. Lc 14,8) en las reuniones de fieles (ekklesías), prefiriendo el primer puesto (cf. Mt 23,6; Mc 12,39; Lc 20,46) en aquel ágape que lleva el falso nombre de amor.

98.3. Pero el profundo conocimiento que nosotros (poseemos) de la verdad procura que la fe pase de los que ya creen a los que todavía no creen, y (esa) fe, por así decirlo, se establece como la esencia de la demostración.

98.4. No obstante, como parece, toda herejía no tiene, por principio, oídos para oír lo provechoso, sino sólo para lo que provoca placer; porque alguno de ellos se hubiera curado si solamente hubiera querido obedecer a la verdad.

98.5. Pero hay una triple manera de curar la presunción, como también toda enfermedad: conocimiento de la causa, de la manera de eliminarla y, en tercer lugar, el ejercicio del alma para adquirir también el hábito de poder acompañar a los que juzgan rectamente.

Las herejías "están vacías del designio de Dios"

99.1. Como el ojo desordenado (cf. Mt 6,23), así también el alma manchada por las opiniones antinaturales no es capaz de discernir con perfección la luz de la verdad, ni siquiera incluso ver lo que tiene delante (lit.: en los pies). Se dice que también en el agua turbia se pescan (lit.: se toman o agarran) las anguilas, porque (están) como ciegas.

99.2. Y como los niños malos apartan al pedagogo, así aquellos rechazan de su propia reunión a las profecías, porque miran con malos ojos la argumentación y la advertencia.

99.3. Sin duda, entretejen (o: recomponen) innumerables mentiras e invenciones (o: fingimientos) para aparentar lógicamente que no aceptan las Escrituras.

99.4. Por eso no (son) piadosos, porque están indispuestos contra los divinos mandamientos, es decir, contra el Espíritu Santo.

99.5. Y al igual que se llaman almendras vacías no sólo a las que no contienen nada dentro, sino también a las que tienen algo inútil, así también decimos que los herejes están vacíos de los designios de Dios y de las tradiciones de Cristo, comenzando doctrinas verdaderamente amargas, igual que la almendra silvestre, no reteniendo lo que por la evidencia de la verdad no pudieron abandonar y esconder.

Los tres estados del alma

100.1. Como en la guerra el soldado no abandona el puesto asignado por el estratega, así tampoco nosotros podemos abandonar el puesto que nos ha asignado el Verbo, al que hemos tomado (como) guía de la gnosis y de la vida.

100.2. Pero la mayoría [de los hombres] no ha investigado con cuidado esto: si se debe seguir a alguien, y por ello a quién y cómo.

100.3. Porque tal cual sea la razón así también conviene que sea la vida para el creyente, de manera que pueda "seguir a Dios" (Diogeniano, Paroemiae, III,31), que "desde el principio todo lo lleva a término con rectitud" (Platón, Leyes, IV,716 A).

100.4. Pero después que alguien transgrede la razón, también por ello [ofende] a Dios; si por debilidad chocara súbitamente contra una imaginación, debe recurrir a las fantasías de la razón; pero si ha sido vencido por una costumbre ya arraigada en él, deviniendo, como dice la Escritura, "vulgar" (Ex 1,7), debe cesar completamente la costumbre y debe ejercitar el alma para contradecir a esa (costumbre).

100.5. Y si también pareciera que algunos son arrastrados por opiniones contradictorias, habrá que suprimirlas poco a poco y encaminarlas (o: enviarlas) con "los pacificadores" (Mt 5,9) de opiniones, que hechizan a los tímidos inexpertos con las divinas Escrituras, esclareciendo la verdad en conformidad con los [dos] Testamentos (= Sagradas Escrituras).

100.6. Pero, como parece, nos inclinamos más a la fama, aunque sea contradictorio, que a la verdad; porque es austera y modesta.

100.7. Ahora bien, tres son los estados del alma: el de la ignorancia, el de la opinión y el de la ciencia (cf. Platón, República, V,447 A-478 D); los que (están) en la ignorancia (son) los paganos, en la ciencia (está) la verdadera Iglesia, y en la opinión [permanecen] los herejes.

Capítulo XVI: Sobre las herejías (conclusión)

El gnóstico obedece al Señor y a las Sagradas Escrituras

101.1. Así, por tanto, se ve claramente que los que tienen ciencia no afirman fuertemente [argumentos] sobre lo que saben y que los que presumen sobre lo que se imaginan saber, cuando se trata de afirmar categóricamente [algo] sin demostración.

101.2. Por eso se desprecian y se burlan unos de otros, y sucede que el mismo pensamiento que para unos es ciertamente lo más estimado, para otros es condenado como locura.

101.3. Sin embargo, nosotros hemos aprendido que una cosa es el placer, que debe ser atribuido a los gentiles, pero otra cosa la disputa, que debe adjudicarse preferentemente a las herejías, otra la alegría, que se debe aplicar a la Iglesia, y otra también el gozo, que debe restituirse al verdadero gnóstico.

101.4. Y como si uno se aproximara a Iscómaco, le haría agricultor; si a Lampis, un navegante; si a Caridemo, un estratega militar; si a Simón, un jinete; si a Pérdix, un comerciante; si a Cróbilo, un cocinero; si a Arquelao, un bailarín; si a Homero, un poeta; si a Pirrón, un aficionado a las disputas; si a Demóstenes, un orador; si a Crisipo, un dialéctico; si a Aristóteles, un físico; y si a Platón, un filósofo; así también, el que obedece al Señor y se adhiere (o: se conforma, u obedece) a la profecía (= Sagrada Escritura) comunicada por Él, finalmente acaba siendo, a imagen del Maestro, un dios que peregrina corporalmente (= hijo de Dios o bienaventurado; cf. Empédocles, Fragmentos, 31B112,4).

101.5. Así, de esta altura caen quienes no siguen a Dios por donde Él guía; pero guía según las "Escrituras divinamente inspiradas" (2 Tm 3,16).

101.6. Ciertamente, siendo innumerables la cantidad de cosas que hacen los hombres, puede afirmarse que dos son el principio de todo pecado: la ignorancia y la debilidad -pero ambas dependen de nosotros, cuando no queremos aprender o dominar la concupiscencia-. Y ciertamente, por (culpa) de una no se juzga con rectitud; por la otra no se poseen los juicios para proceder consecuentemente con rectitud.

101.7. Porque quien tiene engañada la facultad de conocer no podrá actuar (bien), aunque pueda realizar perfectamente lo que haya ideado, y aunque tenga fuerza para juzgar lo que conviene, no se mostrará a sí mismo irreprochable, permaneciendo débil en las obras.

La finalidad del gnóstico en esta tierra es doble

102.1. Consecuentemente, se conceden dos géneros de educación en relación a cada uno de esos pecados; para una, la gnosis y la demostración visible del testimonio de las Escrituras; para la otra, la ascesis conforme a la razón educada desde la fe y el temor. Y ambas [formas de educación] progresan simultáneamente (o: crecen juntas) hasta el amor perfecto.

102.2. Porque el fin del gnóstico es doble en esta tierra, creo yo; por una parte la contemplación científica, y por otra la práctica. ¡Ojalá, por tanto, los herejes, aprendiendo también de estas notas recordatorias (memorias; ypómnema), sean sabios y se conviertan a Dios todopoderoso!

102.3. Pero, si como "las serpientes sordas que no escuchan el encanto" (Sal 57 [58],5-6; cf. Protréptico, 6,3) de lo que se ha dicho ciertamente de nuevo, pero muy antiguo, deben ciertamente ser educados por Dios, soportando las admoniciones paternas antes del juicio, y avergonzarse hasta el arrepentimiento; pero que no se expongan al juicio general precipitándose a sí mismos por culpa de una insolente desobediencia.

102.4. Porque existen también algunas correcciones parciales, que se llaman castigos, en las que incurren muchos de los nuestros que, dando un mal paso, se deslizan fuera del pueblo del Señor.

102.5. Pero como los niños son castigados por el maestro o por el padre, así también nosotros (lo somos) por la Providencia. Pero Dios no se venga -porque la venganza es la retribución del mal-; sin duda, castiga en aras del bien común y particular para los castigados.

102.6. He ofrecido estas cosas queriendo disuadir a los que aman aprender de la inclinación a las herejías. Y me he servido de estas palabras deseando vivamente que ellos cesen en su ignorancia superficial, en su necedad, en el desánimo, o como se quiera llamar, pero también intentando disuadir y conducir a la verdad a los que no (son) absolutamente incurables.

Las Sagradas Escrituras han sido divinamente inspiradas

103.1. Porque hay personas que por principio no aceptan escuchar a quienes exhortan hacia la verdad. Y empiezan a decir tonterías, lanzando palabras blasfemas contra la verdad, concediéndose a sí mismos saber las cosas más trascendentes, sin aprender, sin investigar, sin esforzarse, sin descubrir la coherencia. Uno debería compadecerse de ellos más que odiarlos por esa misma distorsión.

103.2. Pero quien pueda curarse, debe ser capaz de soportar, como fuego o hierro, la franqueza de la verdad que corta y cauteriza las falsas opiniones de aquellos, teniendo atentos los oídos del alma.

103.3. Ahora bien, esto será posible si, hostigados (o: presionados) por la pereza no rechazan la verdad, o la ambición de la gloria no les obliga a innovar.

103.4. Porque ciertamente (son) indolentes los que, procurándose de las divinas Escrituras las demostraciones apropiadas a las Escrituras mismas, eligen la argumentación improvisada y favorable a sus placeres.

103.5. Y desean la gloria los que por medio de argumentos ajenos falsifican deliberadamente lo conectado con las palabras divinamente inspiradas, transmitido por los bienaventurados apóstoles y maestros, a la vez que ellos se oponen a la tradición divina con enseñanzas humanas para consolidar su herejía.

103.6. Porque en verdad, entre tan importantes varones, lo digo según la gnosis de la Iglesia, por ejemplo, ¿qué es lo que han aportado (o: dejado atrás) Marción, Pródico y otros semejantes que no marcharon por el camino recto?

103.7. Porque no fueron superiores en sabiduría a los varones que les precedieron (= los apóstoles y sus sucesores), como para descubrir algo por encima de las verdades que aquellos dijeron; por el contrario, hubiera sido mejor para ellos, si se hubieran contentado con aprender lo transmitido previamente [por aquellos].



La enseñanza del Señor es nuestro alimente y bebida espiritual

104.1. Entonces, sólo nuestro gnóstico, envejecido en esas mismas Escrituras (y) salvando la versión apostólica y eclesiástica de las verdades, vive en la más completa observancia (u: ortodoxia) respecto del Evangelio (cf. 2 Tm 2,15); si tratara de encontrar argumentaciones, es enviado hacia lo alto por el Señor para descubrirlas en la Ley y los profetas.

104.2. Porque, pienso yo, que la vida del gnóstico no es otra cosa que obras y palabras consecuentes con la tradición del Señor.

104.3. Pero, "la gnosis no (es) de todos" (1 Co 8,7). Dice el apóstol: "No quiero que ignoren, hermanos, que todos estuvieron bajo la nube y participaron del alimento y bebida espirituales" (1 Co 10,1. 3-4), para demostrar con claramente que no todos los que escuchan al Verbo pueden entender la grandeza de la gnosis con hechos y palabras.

104.4. Por eso también añade: "Pero no se complació en todos ellos" (1 Co 10,5). ¿Quién? El que dijo: "¿Por qué me llaman Señor y no hacen la voluntad de mi Padre?" (Mt 7,21; cf. Lc 6,46) Es decir, la enseñanza del Salvador, que es para nosotros alimento espiritual y bebida que no conoce la sed (cf. Jn 4,14), "agua de vida" (Jn 4,14; Ap 21,6; 22,17) gnóstica.

104.5. Ciertamente -afirman- la gnosis se ha dicho que hincha (cf. 1 Co 8,1). Nosotros les decimos: posiblemente la gnosis aparente se diga que hincha, si uno interpreta la expresión (en el sentido) de enorgullecerse.

104.6. Pero si, como también es más probable, la voz del Apóstol indica pensar con grandeza y verdad, ciertamente queda resuelta la dificultad; y confirmamos lo dicho siguiendo a las Escrituras.

Toda la Ley se recapitula en el amor al prójimo

105.1. "La sabiduría ensalzó a sus propios hijos" (Si 4,11), dice Salomón. Porque sin duda el Señor no introdujo humo en la cabeza de los adolescentes durante su enseñanza, sino confianza en la verdad y que tengan pensamientos elevados en la gnosis transmitida mediante las Escrituras, dispuestos a despreciar lo que arrastra hacia el pecado; eso significa la expresión "ensalzó", porque la sabiduría planta una generosidad en los hijos que aprenden lo que ella enseña.

105.2. Así dice el Apóstol: "También conoceré no la palabra de los hinchados, sino el poder" (1 Co 4,19), [por ver] si comprenden las Escrituras (cf. Lc 24,45) con grandeza de alma (o: elevación de ideas) -lo cual es verdadero; y nada hay más grande que la verdad-. Porque ahí reside el poder de los hijos hinchados de la sabiduría.

105.3. Es como si dijera: yo sabré si tienen una gran elevación de miras justamente sobre la gnosis. Puesto que, según David: "Dios es conocido en la Judea" (Sal 75 [76],2), es decir, en los israelitas gracias a su profundo conocimiento.

105.4. Porque Judea se interpreta: confesión pública (exomológesis). Con razón ha dicho el Apóstol: "No fornicarás, no robarás, no desearás, y cualquier otro mandamiento se recapitulan en esta norma (o: palabra): "Amarás al prójimo como a ti mismo"" (Rm 13,9).

105.5. Porque no es necesario, como hacen los seguidores de las herejías, adulterar la verdad ni robar el canon de la Iglesia, complaciendo a las propias concupiscencias y ambiciones con engaño de los prójimos, a los que es necesario amar más que cualquier cosa para enseñarles a que permanezcan en relación con la verdad misma.

105.6. Por cierto, se ha dicho con claridad: "Anuncien entre los gentiles sus normas de conducta" (Sal 9,12), para que los que han oído antes no sean condenados, sino para que se conviertan. Pero quienes "han engañado con sus lenguas" (Sal 5,10; cf. 13 [14],3; Rm 3,13), ya tienen escritos los castigos.

Capítulo XVII: Sobre las herejías y la Iglesia

Los inventores de las herejías tienen una llave falsa, que no abre la puerta principal; y son mistagogos del alma de los impíos

106.1. "Los alcanzados por los discursos impíos y que promueven a otros, sin emplear bien al mismo tiempo los discursos divinos, sino con falsedad" (Platón, Leyes, X,891 D), ni entran ellos mismos en el reino de los cielos, ni permiten a los que han engañado alcanzar la verdad (cf. Mt 23,13; Lc 11,52).

106.2. Pero tampoco ellos tienen la llave de entrada, sino una falsa y, como se suele decir habitualmente, una llave falsa con la que no abren la puerta principal (cf. Jn 10,1-9), como nosotros entramos mediante la tradición del Señor (cf. Mt 16,19); pero abriendo una puerta falsa, perforando a escondidas el muro de la Iglesia, franqueando la verdad, se establecen como mistagogos del alma de los impíos.

106.3. En efecto, puesto que han construido asambleas humanas posteriores a la Iglesia católica, no se necesitan muchas palabras.

106.4. Porque la enseñanza del Señor durante (o: conforme a) su venida, comenzada bajo el imperio de Augusto y de Tiberio César, se termina hacia la mitad del periodo de Tiberio, y la [predicación] de sus apóstoles, al menos hasta el ministerio de Pablo, termina bajo Nerón; pero los que inventaron las herejías han surgido bajo los tiempos del emperador Adriano y se alargaron hasta la mitad (de la época) de Antonino el Viejo, al igual que Basílides, aunque se atribuya como maestro suyo a Glaucias, el intérprete de Pedro, como se vanaglorian ellos mismos. Y del mismo modo también dicen que Valentín ha sido discípulo de Teodas (personaje que nos es desconocido); y éste había sido conocido de Pablo.

La Iglesia "antigua" es una y católica

107.1. Porque Marción, existiendo en la misma época que ésos, fue coetáneo a ellos, aunque era de más edad. Tras él Simón escuchó durante algún tiempo la predicación de Pedro (cf. Hch 8,9-24).

107.2. Siendo así las cosas, es evidente que las más antiguas herejías han provenido de la más anciana y verdadera Iglesia, y además las que han venido después en el tiempo han innovado falsificaciones.

107.3. Por cuanto se ha dicho pienso que resulta claro que la verdadera Iglesia es una, que es la realmente antigua, y en ella están inscritos los justos conforme a la intención [de Dios].

107.4. Puesto que Dios es uno, y uno es el Señor, también por eso lo más honorable es alabado en virtud de su unidad, al ser imitación del único principio. Ciertamente a la naturaleza del que es Uno se encuentra ligada la Iglesia única, que es obligada a desgajarse en muchas herejías.

107.5. Así, por esencia, por concepto, por principio y por preeminencia afirmamos que es una la Iglesia antigua y universal, constituida "en la unidad de la fe" (Ef 4,13) única, que existe según los propios Testamentos, o mejor, conforme al Testamento único, en (dos) tiempos distintos, que por voluntad del único Dios, por medio del único Señor, reúne a los que ya están inscritos, a los que Dios ha predestinado, al haber conocido que serían justos antes de la creación del mundo (cf. Rm 8,28; Ef 1,4-5).

107.6. Pero también la preeminencia de la Iglesia, lo mismo que el principio de su constitución, está de acuerdo con la unidad, estando por encima de todas las demás cosas y nada hay igual o semejante a ella.

Las denominaciones de las diversas herejías

108.1. Ciertamente esto [lo dejaremos] para más tarde. Pero entre las herejías hay algunas que son mencionadas por un nombre, como la de Valentín, la de Marción y la de Basílides, aunque se jacten de atraerse la gloria de Matías; porque como una ha sido la enseñanza de todos los apóstoles, lo mismo la tradición.

108.2. Pero otras [toman el nombre] del lugar, como los peráticos (= los que vienen de ultramar); otras, del pueblo, como la de los frigios (= Montano y sus discípulos); otras, del comportamiento, como la de los encratitas; otras, de doctrinas particulares, como la de los docetas y la de los hematitas; otras, de hipótesis o de personajes célebres, como la de los cainitas y los llamados ofitas; otras, por lo que practicaron con descaro y enfrentadas contra la Ley, como los llamados entiquitas entre los simonianos.



Capítulo XVIII: Conclusión del libro séptimo de los "Stromata"

Interpretación alegórica de los animales puros e impuros

109.1. De modo que, por tanto, pondremos fin al discurso abriendo "para los aficionados a contemplar la verdad" (Platón, República, V,475 D-E) una pequeña ventana sobre la Ley sacrificial respecto a los animales puros e impuros, juzgando místicamente como impuros a los judíos vulgares (cf. Ex 1,7 LXX)

las herejías, en comparación con la divina Iglesia.

109.2. Porque ciertamente la Escritura declara (o: transmite) que los animales de pezuña partida y rumiantes son víctimas puras y aceptas para Dios (cf. Lv 11,3-7; Dt 14,6-8), como si los justos hicieran un viaje hacia el Padre y hacia el Hijo a través de la fe -puesto que ella es la estabilidad (de los animales) de pezuña partida-, "meditando día y noche las palabras de Dios" (Sal 1,2; Rm 3,2; cf. Nm 24,16) y recapacitando en el receptáculo didáctico del alma; a ese ejercicio gnóstico alude de manera alegórica la Ley (al hablar) del animal puro que rumia.

109.3. Pero los [animales] que no poseen ninguna de las dos características o sólo una, los define como impuros. Por ejemplo, los que rumian, pero no tienen pezuña partida, dan a entender a la mayoría de los judíos, que en verdad tienen en la boca los oráculos divinos (cf. Rm 3,2), pero no tienen fundados en la verdad la fe ni el camino que conduce al Padre mediante el Hijo.

109.4. Y de ahí que este género de criaturas (sea) resbaladizo, como si, al no poseer pe zuña partida, tampoco dispusiera del doble apoyo de la fe. "Porque -dice [la Escritura]- nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27; Lc 10,22).

109.5. Por otra parte, son igualmente impuros aquellos [animales] que tienen la pezuña partida, pero no rumian.

109.6. Porque éstos señalan a los herejes, que andan en el nombre del Padre y del Hijo, pero quedan extenuados al trabajar con delicadeza y al pulir con cuidado la claridad de las Escrituras, buscando también las obras de la justicia de modo muy general y no preciso, si es que también las persiguen.

Descubrir las contradicciones de las herejías no es fácil para los inexpertos

110.1. A estos tales dice el Señor: "¿Por qué me dicen Señor, Señor y no hacen lo que les digo?" (Lc 6,46). Y son totalmente impuros los que no son de pezuña partida ni rumiantes.

110.2. Dice Teognis: "Ustedes, habitantes de Megara, no son terceros ni cuartos, ni duodécimos, ni están en palabra o número alguno" (no se trata de Teognis sino de un oráculo de Apolo a los megarenses: Anthologia Palatina, 14,73).

110.3. "En cambio, sólo son como polvo que el viento dispersa por la faz de la tierra" (Sal 1,4) y "como gota de cántaro" (Is 40,15).

110.4. Tratadas a fondo estas cosas para nosotros y después de haber esbozado la figura de la ética como en resumen, y de haber diseminado desordenadamente, como prometimos, las chispas de las enseñanzas (o: dogmas) de la verdadera gnosis, como para que no sea fácil al no iniciado encontrar las sagradas tradiciones, abordemos lo referente a las promesas (realizadas).

Sobre los "Stromata"

111.1. Pero los "Stromata" en cierto modo se parecen, no a unos jardines arreglados con esmero, a esos en los que nacen las plantas en hilera para placer de la vista, sino más bien a un bosque (o: monte) umbroso y frondoso (o: espeso) en el que están plantados cipreses y plátanos, hiedra y laurel, juntamente con manzanos, olivos e higueras; la planta que da frutos está adrede mezclada juntamente con el árbol estéril, por causa de los que se atreven a substraer y robar los frutos en sazón; puesto que así (mi) escritura puede permanecer oculta.

111.2. Pero, a partir de los trasplantes y haciendo crecer (después) el fruto de cada estación, el agricultor adornará el jardín y hará el bosque agradable.

111.3. Ciertamente, los "Stromata" no pretenden ni la elegancia (del estilo) ni la de la redacción, porque deliberadamente no quieren tener un estilo griego, y diseminan las verdades (o: dogmas) ocultamente y no lo hacen según la Verdad, para que los dispuestos lectores, si los hay, sean laboriosos y busquen. Porque muchos y variados son los cebos para la variedad de los peces.

111.4. Y ahora, después de nuestro séptimo "Stromata", haremos el discurso de lo que falta partiendo de otro principio.

 


LIBRO VIII


Capítulo I: Sobre la investigación

Es necesario buscar para encontrar

1.1. ... Pero tampoco(1) los filósofos más antiguos eran proclives a la discusión y a la duda sistemática. Mucho menos nosotros, que realmente persistimos en la verdadera filosofía (= la sabiduría cristiana), a quienes la Escritura directamente nos exhorta a indagar y buscar para encontrar.

(1) Falta el texto griego de inicio en el manuscrito «Laurentianus». También hay que tener en cuenta que el presente texto, aunque viene escrito a continuación del correspondiente al libro séptimo de los «Stromata», no se encuentra precedido en el título del nombre del autor, como aparece en el resto de los «Stromata» («Fuentes Patrísticas», n. 17, p. 557, nota 1;

1.2. Porque ciertamente, los filósofos griegos más modernos, por una ostentación vacía, inútiles para investigar y al mismo tiempo (propensos) a la controversia se desvían hacia la charlatanería infructuosa (o: inútil, perjudicial); pero, por el contrario, la filosofía bárbara (= sinónimo de hebreo o cristiano), rechazando toda disputa, ha dicho: "Busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, pidan y se les dará" (Mt 7,7; cf. Lc 11,9).

1.3. Así, por tanto, cuando el discurso que busca por preguntas y respuestas llama a la puerta de la verdad objetiva (lit.: según lo que se manifiesta) y pasa el obstáculo mediante la búsqueda, tiene lugar la contemplación científica

No se puede encontrar sin buscar

2.1. Pienso yo que a los que llaman de esa manera se les pone de manifiesto lo que buscan, y a los que así piden informaciones según las Escrituras, Dios les concede aquello hacia lo que caminan: el don divino del conocimiento cataléptico (= capaz de comprender) de las cosas mediante una búsqueda realmente lógica (= en conformidad con el Verbo divino) y resplandeciente.

2.2. Porque ciertamente no (se puede) encontrar sin buscar, ni buscar sin tener que investigar; ni tampoco (se puede) examinar si no se explica y despliega mediante preguntas para llevar hacia la certeza (o: evidencia), y tampoco (es posible) que, realizando toda una investigación a fondo, no acabe por recibir en recompensa la comprensión de lo que se busca.

2.3. Pero ciertamente, el hallar es propio de quien busca, pero se busca si previamente uno piensa que no sabe. Así, por tanto, en adelante llevado por el deseo de encontrar lo bueno (o: lo bello) busca con sensatez (o: prudentemente), sin espíritu de disputa; pregunta y responde sin amar ni buscar la gloria, y también examina lo que se [le] dice.

2.4. Porque al hacer las investigaciones hay que retener no sólo lo que se afirma en las divinas Escrituras, sino también las nociones comunes (= las causa primeras, los principios indemostrables), de manera que el hallazgo termine en algo útil.

2.5. Porque otro lugar y reunión son propios de los hombres turbados y para las verborreas de las plazas, pero el amante de la verdad e igualmente amigo pacífico (cf. Mt 5,9) debe estar (relacionado) también con las investigaciones (o: búsquedas), (y) mediante la demostración científica avanzar sin egoísmo y sinceramente hacia la gnosis comprensiva.



Capítulo II: Sobre la investigación y la demostración

Principios de la investigación

3.1. Ahora bien, ¿qué otro método hay mejor o más claro para el principio de una determinada enseñanza (didaskalía) que proponer un nombre que divulgado en un discurso pueda ser aceptado claramente por todos los que hablan la misma lengua? ¿Acaso el nombre mismo de la demostración, como ciertamente el "blítyri" (= voz que expresa el sonido de la lira), es sólo un sonido carente de significado?

3.2. Y ¿cómo ni el filósofo, ni el rétor (o: el orador), ni siquiera el juez, proponen la demostración como un nombre ininteligible, de modo que ninguno de los contendientes (lit.: los que son juzgados) ignore que su significado es inexistente? Luego los filósofos, unos de una manera y otros de otra, proponen una demostración como que (existe) un fundamento.

3.3. Así, por tanto, si alguien quisiera discurrir correctamente sobre todo lo que se investiga, no deberá dirigir más el discurso a otro principio que el admitido por todos los que son de la misma raza y al significado aceptado unánimente por los de su misma lengua.

3.4. Según eso, es necesario comenzar a investigar a partir de ahí si el tema (lit.: la palabra) ofrece un significado o no; a continuación, pero si no obstante se demuestra que lo tiene, hay que investigar su naturaleza con exactitud, cómo es aproximadamente y si nunca sobrepasa la categoría asignada.

Principios de la investigación (continuación)

4.1. Pero si no basta con sólo decir sencillamente la opinión de lo que se busca -porque también al opositor le estaría permitido alegar lo que quisiera-, por lo menos será necesario tener confianza en lo que se dice; (puesto) que si su resolución (o: juicio) remite a otra cosa igualmente discutida y ésta a su vez a otra igualmente disputada, se incurrirá en un proceso infinito y será incapaz de demostrar; pero si la confianza en algo que no es admitido se remite hacia lo que todos admiten, eso se convierte (lit.: se hace) en el principio de la enseñanza.

4.2. Por lo tanto, cuando se toma cualquier nombre para discutir (o: para proponer), (es) necesario que sea una expresión admitida y clara para los partidarios de la especulación; así será el principio de la enseñanza y conducirá al descubrimiento de lo que se busca.

4.3. En efecto, propóngase como ejemplo el nombre del sol. Ciertamente los estoicos dicen que es "una antorcha intelectual encendida de las aguas del mar" (Seudo Plutarco, Sobre las opiniones de los filósofos [De placitis philosophorum], II,20,890). ¿Acaso la definición no es más oscura que su mismo nombre y necesita otra demostración (para probar) si es verdad? Por lo tanto es mejor decir con una expresión común y clara que el sol es denominado "el más brillante de los astros celestiales" (Platón, Teeteto, 208 D). Porque pienso yo que esta definición es más creíble y clara e igualmente admitida por todos.

Capítulo III: Sobre la investigación y la demostración (continuación)

La demostración más importante

5.1. Pero también todos los hombres admitirán igualmente la demostración, si es un discurso que procura la fe en las cosas dudosas (o: discutidas) a partir de las admitidas.

5.2. Y no sólo la de mostración, la fe y la gnosis, sino también la presciencia (= el conocimiento de los designios divinos: prógnosis) se dice que es de dos formas: una es científica y segura, pero la otra sólo relativa a la esperanza (cf. Platón República, VII,509 D-511; 533 E-534).

5.3. Ciertamente se llama demostración más importante a la que engendra la fe científica en las almas de los que aprenden, y la otra (es) apta para formar a la opinión; como también respecto al hombre, es realmente hombre el que posee una prudencia normal (o: una sensatez común), aunque sea salvaje y bestial. Así también ha dicho el cómico: "Un hombre es amable, si es (realmente) hombre" (Menandro, Fragmentos, 484).

5.4. Y (lo mismo) se diga sobre el buey, el caballo y el perro, según la buena o mala cualidad del animal. Porque mirando a la perfección del género llegamos a lo más importante de lo significado.

5.5. Así entendemos como médico al que no carece de las capacidades de la medicina y gnóstico a quien no le falta nada del conocimiento científico.

Deducción y silogismo

6.1. También una deducción (o: prueba: éndeixis) se diferencia del silogismo, puesto que lo deducido es indicativo de una sola cosa, (siendo) una e idéntica, como (del hecho) de que decimos que una mujer está encinta deducimos que no es virgen; pero en el silogismo se acepta una sola cosa que implica varias, como que la Pitonisa traiciona a los bizantinos, si sucedió o no, pero no se acepta una sola cosa en lo manifestado sino muchas.

6.2. Y ciertamente sacar una conclusión de [premisas] aceptadas es hacer un silogismo; pero sacar una conclusión de unas verdades es demostrar, de manera que existe una determinada síntesis probatoria: la ventaja de tomar premisas verdaderas para lo que se busca y la de llevar consigo la necesaria conclusión.

6.3. Pero si no aconteciera lo primero o con ello no se realizara lo segundo, no se demostrará, sino que se hará un silogismo.

6.4. Porque ciertamente el aportar una apropiada conclusión con sus premisas es tan sólo hacer un silogismo, pero que también cada una de las premisas sea verdadera no sólo (es) hacer un silogismo, sino también una deducción.

6.5. Pero concluir es, como también el nombre mismo lo manifiesta, encaminarse hacia el fin. Y sin duda el fin es lo que se busca en todo raciocinio y es lo que se llama conclusión.

6.6. Ningún raciocinio sencillo y elemental es denominado silogismo, aunque sea verdadero, sino que [el silogismo] es una muy pequeña síntesis de estos tres elementos: dos premisas y una conclusión.

5.7. Y por cierto, todas las cosas necesitan demostración aunque también algunas son creíbles por sí mismas.

Lo razonable y lo discutible

7.1. Pero, en el primer caso, si deducimos una demostración de cualquier [otra] demostración llegaremos a un proceso infinito y de esta manera destruiremos la demostración. En el segundo caso, si son creíbles por sí mismas, devienen principios de demostración. Precisamente los filósofos admiten como indemostrables los principios universales.

7.2. Si efectivamente hay demostración, es del todo necesario que exista primero algo creíble por sí mismo, que es lo que se llama principal e indemostrable. (Y) toda demostración remite en verdad a la fe indemostrable.

7.3. Pero puede que haya también otros principios de demostración más allá de la fuente de credibilidad (lit.: de la fe): lo que se manifiesta con evidencia ante los sentidos y la inteligencia.

7.4. Porque ciertamente lo que se encuentra ante los sentidos es sencillo e indisoluble, y lo que (se presenta) ante la inteligencia es sencillo y también lógico y lo principal; en verdad de [todo] ello origina una síntesis, pero no menos evidente, creíble y lógica que los principios.

7.5. Ahora bien... (laguna en el original griego), todos poseemos por naturaleza una capacidad innata propia de la razón que se ocupa de lo razonable (lit.: consecuente) y de lo discutible.

7.6. Por tanto, si se encuentra algún determinado raciocinio que desde lo creíble ya puede procurar la fe en lo que todavía no es creíble, diremos que ese mismo [raciocinio] es la esencia de la demostración.

7.7. Pero también se ha dicho que existen dos clases de fe y de demostración: una que sólo convence a las almas de los que escuchan, y [otra] la que produce ciencia.

7.8. En efecto, si alguien comenzare por las cosas evidentes a los sentidos y a la inteligencia, y después sacara la conclusión apropiada, (realizaría) verdaderamente una demostración; pero si comenzara sólo por las cosas opinables, ciertamente no principales, es decir no evidentes ni para los sentidos ni para la inteligencia, si sacara la conclusión apropiada, ciertamente haría un silogismo, pero no una demostración científica; ahora bien, si ni siquiera (saca) la [conclusión] apropiada, entonces no hace en absoluto un silogismo.



Demostración y análisis

8.1. Y la demostración se diferencia del análisis. Porque cada cosa que se demuestra se da a conocer mediante otra que se demuestra, que a su vez es demostrada por otra, hasta remontarnos (lit.: subir) en las que son creíbles por sí mismas porque son evidentes para los sentidos y para la inteligencia, que es lo que se llama análisis. Pero la demostración tiene lugar cuando desde lo principal uno alcanza lo que busca a través de todos (los pasos) intermedios.

8.2. Así, es necesario que el varón que practica la demostración ponga mucha atención respecto a la verdad como a las premisas y se despreocupe de los nombres, aunque alguien quiera llamarlos axiomas, proposiciones o premisas; y de igual manera debe poner también mucha atención respecto de las suposiciones de las que se saca una conclusión, y no preocuparse si alguien quisiera denominarlo raciocinio concluyente, conclusivo o silogístico.

8.3. Porque digo que quien hace una demostración debe observar en todo momento estas dos cosas: tomar premisas verdaderas y aportar la conclusión consecuente (= derivada con lógica de las premisas asumidas), que algunos denominan corolario: lo procurado con las premisas.

8.4. Para todo lo que se busca en cualquier cuestión (o: problema) son necesarias premisas diferentes, pero apropiadas a lo que se cuestiona, y lo cuestionado debe transcribirse necesariamente a un raciocinio, (y) este raciocinio conviene que sea admitido por todos.

8.5. Pero si se toman premisas que no son apropiadas a la cuestión (o: al problema) no es posible un buen resultado... (laguna en el texto griego), (y) con ello no se encuentra nada de todo lo desconocido de la cuestión, que es también lo que se llama la búsqueda de (su) naturaleza.

8.6. Por tanto, en todo lo que se busca hay algo conocido previamente -lo que se acepta absolutamente sin demostración como creíble por sí mismo-, que es lo que debe constituir el estímulo de su búsqueda (o: investigación) y el criterio de las cosas que parecen descubrirse.

Capítulo IV: Sobre la investigación y la demostración (conclusión)

El método de la investigación

9.1. Así, por tanto, toda búsqueda se soluciona desde una gnosis preexistente. Pero es posible que la gnosis preexistente de todo lo que se busca a veces sea simplemente de la esencia, pero que su actividad sea desconocida, de igual manera que desconocemos la actividad de las piedras, de las plantas y de los animales, o de los accidentes (o: las características), de las virtualidades (o: capacidades, aptitudes) o, por decirlo sencillamente, de las posibilidades de su esencia.

9.2. Y alguna vez puede conocerse algo de esas capacidades, accidentes o algo de ellas, como las concupiscencias y pasiones del alma, pero se desconoce y se busca la esencia.

9.3. No obstante, en muchas ocasiones, al proponerse nuestra inteligencia en sí misma todas estas cosas, la búsqueda es sobre qué principio (fundamenta) tales esencias.

9.4. Porque, teniendo en el pensamiento las nociones de ambas cosas, de la esencia y de la actividad, así comenzamos la búsqueda (o: investigación).

9.5. Y es posible que conozcamos las actividades y esencias al mismo tiempo, (pero) que desconozcamos lo que las esencias experimentan.

9.6. Ciertamente, éste es el método de la búsqueda: puesto que hay que empezar por conocer los problemas.

9.7. Porque muchas veces engaña la forma de la expresión y confunde y perturba la mente, de modo que no es fácil descubrir las diferencias; como, por ejemplo, si el feto es o no un ser vivo.

9.8. Por tanto, teniendo el nombre del ser vivo y el de feto, buscamos si el feto es un ser vivo, si en la esencia del feto se da el poder moverse y si también tiene la capacidad de sentir.

9.9. De esta manera la búsqueda es sobre la actividad y experiencia (lit.: pasividades, accidentes) de la esencia previamente conocida.

Sobre el ser viviente

10.1. A continuación habrá que preguntar al contradictor a qué denomina ser vivo (o: viviente). Porque hacer esto es lo más importante, tan pronto como vemos que ese mismo nombre es utilizado para diversos (usos). También se debe examinar si lo significado por la denominación es discutido o admitido por todos.

10.2. Porque si dijere que llama ser vivo a lo que crece y se alimenta, preguntaremos nuevamente otra vez si también llama seres vivientes a las plantas, y entonces, al decir que sí, (es) necesario demostrar ya que el feto crece y también se alimenta.

10.3. Porque Platón también llama seres vivientes a las plantas, aunque sólo participen de "la tercera clase de vida" (Timeo, 77 B), de la concupiscible. Pero Aristóteles piensa que las plantas participan de una vida vegetativa y nutritiva, pero no considera apropiado hablar de seres vivos (cf. De anima, II,2,413 b 7; II,3414 a 33; III,9,432, a 29). Porque únicamente considera digno de llamar ser viviente al que participa de la otra vida, la sensitiva.

10.4. Tampoco los estoicos llaman vida a la capacidad vegetativa.

10.5. Pero si el contradictor negare que las plantas son también seres vivientes, le demostraremos que se contradice a sí mismo. Porque el que define ser vivo al que se alimenta y crece, pero también niega que una planta sea un ser viviente, no parece decir otra cosa que lo que se alimenta y crece es un ser viviente y también que no (es) un ser viviente.

10.6. Diga, por ende, qué quiere aprender, si aumenta y se alimenta lo que hay en el vientre, si participa de cierta sensación o del movimiento impulsivo.

10.7. Porque ciertamente, según Platón, la planta tiene vida y es un ser viviente, aunque para Aristóteles de ninguna manera es un ser vivo, puesto que le falta lo sensitivo, aunque tenga vida; por lo tanto para él un ser viviente es una sustancia (oysía) animada sensitiva.

10.8. Pero según los estoicos la planta ni tiene vida ni es un ser vivo, porque el ser viviente es el que (tiene) sustancia animada.

Sobre los procedimientos de investigación

11.1. Así, por tanto, si el ser vivo es el (que tiene) vida (o: el animado), pero vida de naturaleza sensitiva, entonces es claro que el ser vivo es sensitivo.

11.2. Ahora bien, si el que busca es preguntado sobre si el feto es un ser vivo, y dijera que llama ser vivo a lo que se alimenta y crece, tiene la respuesta. Pero si afirmara que es eso lo que busca, si es sensitivo y se mueve o también su movimiento es conforme a un impulso, en seguida aparece claramente la investigación del problema, sin que permanezca ya equívoco sobre el nombre.

11.3. Pero si no respondiere a lo que se pregunta (y) no quisiere decir qué es lo que piensa o a qué se refiere el nombre de ser vivo al hacer la pregunta, sino que nos anima a nosotros mismos a hacer distinciones, se conocería que es un aficionado a la discusión.

11.4. Pero habiendo dos procedimientos, uno por preguntas y respuestas, y otro por exposición (continuada), si rechaza el primero, habrá de escuchar a todo lo que nosotros planteemos referente a la cuestión. Después, una vez que hayamos terminado, podrá entonces en su turno tratar sobre cada uno de los puntos.

El modo de formular las preguntas en la investigación

12.1. Si comenzase a interrumpir la investigación con preguntas, es claro que no quiere escuchar.

12.2. Pero si eligiese ciertamente contestar, hay que preguntarle antes de nada a qué cosa atribuye el nombre ser viviente, y una vez que haya contestado a esto, nuevamente hay que preguntar qué entiende por feto o lo que (se encuentra) en el vientre, si quiere entender que seres vivos (son) también los no plasmados aún o el esperma mismo que ha sido depositado en el vientre, o únicamente los bien articulados y ya plasmados (o: modelados), llamados embriones.

12.3. Y cuando haya respondido también a esto, entonces es necesario después concluir inmediatamente y exponerle la enseñanza.

12.4. Pero si quisiera que nosotros hablemos sin que él mismo responda, que escuche. Puesto que tú no quieres decir en qué sentido dices lo que has propuesto -porque así yo no habría establecido un discurso sobre significados, sino que examinaría las cosas en sí mismas-, reconoce que eso que has hecho es como si hubieras propuesto si el perro es un ser vivo.

12.5. Porque con razón si yo preguntara: ¿de qué perro se trata? Y puesto que hablaré inmediatamente (de los perros) de la tierra, de los marinos y de los astros celestiales (= se refiere a diversas realidades que llevan idéntico nombre: mamíferos domésticos, peces seláceos y constelaciones), pero también de Diógenes y de los otros. Porque yo no adivinaría acerca de cuál preguntas, acerca de todos o de alguno.

12.6. Así, lo que has de hacer más tarde, aprender sobre lo que preguntas, dilo claramente.

12.7. Pero si cambias de parecer sobre los nombres, es claro a todos que el feto mismo es [mero] nombre, porque no es un ser vivo ni una planta, sino un nombre un sonido, un cuerpo, un ente, un algo, o cualquier (lit.: toda) cosa mejor que un ser viviente. Y si eso es lo que has propuesto, [ya] tienes la contestación.



Necesidad de hacer distinciones en la investigación

13.1. Pero ni siquiera lo significado por el nombre "feto" es un ser vivo, sino que eso es incorporal, un enunciado, una expresión, una cosa, un pensamiento o todo más que un ser vivo.

13.2. Otra sería la naturaleza del ser vivo. Porque evidentemente se ha demostrado cuál es la naturaleza de la cosa misma que se busca, y me refiero al embrión. Otra cuestión es la referente a los significados del nombre "ser vivo".

13.3. Así, por tanto, si tú dices que un ser viviente es el que posee la capacidad de sentir y moverse mediante un impulso, yo digo que un ser vivo no es simplemente el que se mueve por un impulso y siente.

13.4. Porque también puede dormir o no sentir cuando lo que siente no está presente; pero ciertamente la capacidad de ponerse en movimiento es una señal natural de un ser vivo.

13.5. Porque así, de esto se da a entender primeramente si el feto ya tiene capacidad de sentir o moverse por un impulso, que es lo propuesto para considerar; y, en segundo lugar, si el feto podrá sentir o moverse por un impulso alguna vez, (pero) nadie busca el significado de lo que es evidente.

13.6. Pero lo que se buscaba es si el embrión es un ser vivo o todavía un vegetal, y después se tomó el término de ser viviente como una palabra para hacerlo claro.

13.7. Pero al descubrir que también lo que siente y se mueve por un impulso (es) diferente del ser no vivo, nuevamente lo distinguimos de las cosas análogas (o: parecidas, paralelas), diciendo que una cosa es tener capacidad de algo, puesto que todavía no es sensitiva ni se mueve, pero lo será alguna vez; y otra, es tener ya esa actividad, la cual está ya actuando o puede actuarse, pero se encuentra en reposo o durmiendo.

13.8. Y esto es lo que se busca. Porque el embrión no puede llamarse ser vivo por el hecho de alimentarse, que eso es lo propio de los que se privan de la esencia de la búsqueda, y de los que ponen su mente en otras circunstancias (o: accidentes).

La investigación necesita de la demostración

14.1. Y algo común en la investigación de cualquier cosa es la demostración, la cual es un razonamiento que hace creíble una cosa deducida de otras.

14.2. Pero es necesario tratar con confianza lo buscado a partir de otras cosas y hace falta que sea admitido y reconocido por el que aprende.

14.3. Pero el principio de todas estas cosas es la realidad ante los sentidos y la inteligencia. Así, de todas esas cosas se compone la primera demostración, que desde aquí llega nuevamente a otra cosa que no es menos creíble que la anterior; ciertamente no puede ser denominada primera, porque no se concluye de las primeras proposiciones.

14.4. Siendo tres las clases de las cosas buscada, se ha expuesto la primera, pero digo que -conocidas las esencias- se desconoce [todavía] lo referente a sus actividades y experiencias; la segunda era la variedad de cuestiones (o: problemas) por la que todos conocemos las actividades y experiencias (o: pasividades), pero ignoramos la esencia, como en qué parte del cuerpo reside la facultad hegemónica del alma.

Capítulo V: Contra el escepticismo

   La duda es destructiva

15.1. Y esta misma argumentación de la demostración es también la de la tercera cuestión. En verdad, algunos dicen que no es posible que existan varios principios de un único ser viviente. Ciertamente no es posible que un único ser viviente pueda tener varios principios homogéneos, pero no (es) absurdo si son distintos en los orígenes (o: en el origen).

15.2. "Contra los pirrónicos" (Crisipo, Fragmentos lógicos, 121). Si se dijere que la duda no es seguridad alguna, (es) evidente que comenzando desde esa misma [afirmación] en primer lugar se debe invalidar por ella misma.

15.3. O bien se concede que contiene (lit.: es) algo verdadero y se ha de mantener respecto a todo, o bien se establece que nada de lo que dice es verdadero, y entonces es manifiesto que tampoco ella misma habrá dicho antes la verdad.

15.4. Porque o bien ella misma dice la verdad o no dice la verdad. Pero si dice la verdad, da rehusando (algo) que es verdadero; pero si no dice la verdad, sigue siendo verdad lo que ha querido dejar eliminando.

15.5. Porque con ello se muestra que la duda destructora es falsa, manifestando que las cosas destruidas (son) verdaderas, como el sueño que dice que todos los sueños son falsos.

15.6. Porque siendo destructora de sí misma convierte en probativo (o: confirmativo) lo demás. Y, en resumen, si es verdadera, concluirá (lit.: hará) el principio a partir de ella misma, sin ser duda de ninguna otra cosa, sino en primer lugar de ella misma.

15.7. Además, si alguien aceptara que es hombre o que duda, es claro que no duda.

15.8. ¿Y cómo podría llegar al principio sobre la discusión si duda de todo? ¿Y cómo podría también responder a lo que se pregunta?

15.9. Sobre todo esto es manifiesto: que nada es dudoso, porque ciertamente también declara que duda; por eso, si también es necesario estar persuadidos sobre (si) hay que dudar de todo, primero hay que suspender esa duda (o: hay que detener esa duda primera); si hay que confiar en ella o no.

Sobre el "dogma" filosófico

16.1. Más aún, si lo verdadero es no conocer lo verdadero, tampoco hay que dar ese principio como verdadero por la misma razón. Pero si uno dijera que también es cuestionable el ignorar la verdad, por ello mismo concedería que lo verdadero puede ser conocido, con lo cual manifiesta que la duda sobre eso no es segura.

16.2. Una elección es una preferencia de verdades (lit.: dogmas) o, según algunos, una inclinación a muchas verdades que unas con otras encierran una coherencia (akolythían; consecuencia) recíproca y con los fenómenos que tienden a una vida correcta. Y el dogma es una comprensión lógica; pero la comprensión es un estado y un asentimiento de la mente.

16.3. No sólo los escépticos (= filósofos paganos y herejes), sino también cualquier dogmático suelen dudar en algunas cosas, bien por debilidad del conocimiento, por falta de vigor de las cosas o por la igualdad de fuerza de las razones.
   Los inicios y comienzos de las investigaciones en todos versan (o: están) sobre estas cosas.

Capítulo VI: Contra el escepticismo (continuación)

   La definición, la demostración y la división

17.1. Antes de las definiciones, demostraciones y divisiones (hay) que decir de qué manera se indica lo que se busca y ordenar claramente los [términos] homónimos y los sinónimos según sus significados.

17.2. Después hay que buscar si lo propuesto está relacionado con otras cosas o se toma por sí mismo, por encima de esas cosas, si es, qué es y qué le sucede; o también de esta manera: si es, qué es y por qué es.

17.3. Y para la contemplación de estas cosas contribuye el conocimiento de cada cosa individual y en conjunto, y sus antecedentes, diferencias y divisiones.

17.4. Ahora bien, la inducción conduce a la generalización y la definición, pero las divisiones son las especies, la esencia (lit.: lo que era ser) y lo indivisible (átomon; sinónimo de individuo); en cambio la contemplación de alguna manera [implica] la elección de sus (características) propias, y las distinciones (o: dudas, dificultades) (reportan) las diferencias y las demostraciones, y de forma distinta hacen crecer la contemplación y las consecuencias para ella. Pero de todo eso resulta la ciencia y la verdad.

17.5. De nuevo la suma (o: recapitulación) total de las divisiones genera una definición; porque (la acción de) definir puede darse antes y después de la división: antes cuando se admite o propone, después cuando se demuestra.

17.6. También por la sensación se resume (o: recapitula) lo universal desde lo particular. Puesto que la sensación es principio de la inducción, y el término (es) lo universal.

17.7. Ciertamente la inducción no demuestra lo que es (= esencia), sino si es o no es.

17.8. Pero la división establece lo que es, y la definición con la división enseña igualmente la esencia y lo que es, pero no si es, y la demostración (indica) claramente las tres cosas: si es, lo que es y por qué es. Pero existen algunas definiciones que abarcan la causa.

La acción de definir

18.1. Y dado que saber científicamente es conocer la causa, y las causas (son) cuatro: la materia, el movimiento, la especie y el fin, la acción de definir será cuádruple.

18.2. Así, se ha de tomar en primer lugar el género, en el que está lo más cercano de las cosas mencionadas anteriormente; después de eso la diferencia siguiente. Pero cuando la sucesión (o: continuidad) de las diferencias se corta y se divide se completa lo que era ser (= se reconoce la esencia).

18.3. No es necesario decir todas las diferencias de cada cosa, sino las de las especies.

18.4. El análisis y la síntesis geométricos son similares a la división y definición dialécticas, y desde la división nos colocamos por encima de lo más sencillo y original.

18.5. Así, por tanto, dividimos el género de la cosa buscada en las especies que existen en él; como, respecto del hombre dividimos el género ser vivo en las especies visibles, lo mortal e inmortal, y de esta manera, dividiendo siempre los compuestos que parezcan ser género en especies más sencillas (llegamos) a lo que no puede ser investigado ni tampoco admite ser dividido.

18.6. Porque dividiendo el ser vivo en mortal e inmortal, después el mortal en terrestre y acuático, y de nuevo el terrestre en volátil y pedestre, y lo mismo la especie más cercana a lo que se busca, y que encierra lo que se busca, dividiendo (y) separando llegamos a la especie más simple, que no contiene otra cosa sino sólo lo que se busca.

18.7. Porque de nuevo dividimos lo pedestre en racional e irracional. Y entonces, eligiendo las especies más cercanas al hombre (o: ser humano) que se adquieren por la división y reuniéndolas en una sola fórmula, damos la definición del hombre que es: un ser vivo mortal, terrestre, pedestre y racional.

La definición y la división

19.1. Por lo cual la división se presenta como disposición material para la definición, investigando la simplicidad del nombre, y (como) un artista y artesano, la definición, reuniendo y organizando, también presenta la gnosis del ser.

19.2. Las definiciones no son de las cosas mismas ni de sus apariencias, sino que tenemos nociones generales de los seres de las cosas que son, de cuyas nociones decimos que son las definiciones hermenéuticas que se formulan; porque las divisiones se originan de esas nociones.

19.3. Y de las divisiones, una separa en especie lo dividido como un género, otra separa en partes como un todo, y otra en accidentes.

19.4. Efectivamente, la división del todo en partes se concibe como lo más grande según la magnitud, pero la [división] en accidentes nunca se puede dividir en su totalidad, puesto que es también absolutamente necesario que cada uno de los seres tenga (su) esencia.

19.5. Por eso estas dos divisiones (son) inadmisibles, y sólo es admisible la separación (o: división) del género en especie, por la cual se caracteriza la identidad según el género y la diversidad según las diferencias particulares.

19.6. La especie siempre se contempla en una parte, pero no al revés; si una cosa es parte de otra, también eso será de su especie. Porque la mano es una parte del hombre (o: ser humano), pero no es una especie.

19.7. También el género existe en las especies; puesto que el ser vivo existe en el ser humano y en el buey, pero el todo no existe en las partes, porque el ser humano no reside (o: está) en los pies.

19.8. Por eso la especie es más importante que las partes, y todo lo que se afirma del género también se expresará de la especie.

Peligros de la ignorancia de la definición

20.1. Ciertamente lo mejor es dividir el género en dos especies o sino en tres. Así, las especies divididas más genéricamente se caracterizan por la identidad y la diversidad, y luego, divididas, son caracterizadas por los significados del género.

20.2. Porque cada una de las especies es esencia -como cuando afirmamos: los seres son corporales e incorporales-, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, estado (o: situación), posesión, actividad o pasividad.

20.3. Quien es conocedor de alguna cosa, también producirá una definición; como el que no puede encerrar y delimitar algo con una fórmula, no será jamás entendido en ello.

20.4. Y de la ignorancia de la definición también nacen muchos conflictos y sobrevienen los engaños.

20.5. Porque si el que sabe una cosa posee el conocimiento de ella según su mente y puede (indicar) claramente con la palabra lo que entiende, y la explicación de lo que concibe es una definición, es necesario que quien sabe una cosa pueda también dar la definición de la misma.

La definición de una esencia

21.1. Y en las definiciones se añade también la diferencia, que tiene la función de (ser) una (nota) característica en la definición. Así, por tanto, al añadir a la definición del ser humano la capacidad de reír (lit.: la risa), hace al conjunto un ser vivo racional, mortal, terrestre, pedestre, risible.

21.2. Porque las características propias de las cosas según su división son introducidas en la definición, pero no se muestra la naturaleza de esas mismas cosas.

21.3. De ahí que se afirme que la diferencia (o: la diversidad) es retribución de una propiedad. Y puesto que el que posee la diferencia se distingue de todos los demás, (porque esa) diferencia le pertenece a él solo y es cambiada de categoría (o: recriminada) en las definiciones de la cosa, necesariamente conviene asumir el primer género como principal y fundamental (o: subsistente).

21.4. Por consiguiente, en las definiciones más largas la cantidad de las especies descubiertas (lo son) por medio de las diez categorías [mencionadas; cf. VIII,20,2]; y en las más cortas lo principal que se toma de las especies más cercanas es lo que indica la esencia y la naturaleza de la cosa; pero [la definición] más corta es la que consta de tres [especies]: del género y de las dos especies más necesarias.

21.5. Esto se hace por brevedad. Así decimos que un ser humano es el ser vivo racional y que tiene capacidad de reír. Y lo resultante tiene que asumir de manera notable lo definido, o su virtud propia, o su obra propia y otras cosas semejantes.

21.6. En todo caso, cuando la definición trata de explicar la esencia de una cosa no puede ciertamente comprender con exactitud la naturaleza de la cosa, y la definición, por medio de las especies principales, hace manifiesta la esencia y en algún sentido contiene la esencia (en forma) de cualidad.

Capítulo VII: Contra el escepticismo (continuación)

   Sobre las causas que producen la duda

22.1. Las causas que producen la duda son dos principalmente; en efecto, una es la multiplicidad (o: complejidad) e inestabilidad del pensamiento humano, que ciertamente ha producido lo que puede engendrar la disensión tanto de unos con otros como con uno mismo; y otra es la discrepancia que (dentro) de los mismos seres, que también ha sido establecida con razón como para hacer nacer la duda.

22.2. Porque no pudiendo confiar en todas las opiniones (phantasías) por la contradicción, ni tampoco desconfiar de todas puesto que también la que dice que todas son no creíbles es una parte de todas ellas, al circunscribir una esencia ciertamente hay que fiarse de todas (y) no ciertamente de alguna, pero al no confiar en alguna por la equidad, somos conducidos a la duda.

22.3. Pero de estas mismas [causas] principales de la duda es la inseguridad de la mente la que genera la discordancia (diaphonía), y la discordancia es la causa próxima de la duda; por lo cual la vida está llena de tribunales, de consejos, de asambleas y en general de elección y rechazo sobre lo que se afirma que es bueno y malo, como un síntoma de una mente perpleja ante la igualdad de fuerzas de las cosas contrarias.

22.4. Y las bibliotecas están llenas de libros, y las obras y tratados de quienes disienten en las verdades (lit.: dogmas) y de quienes están convencidos de que ellos mismos conocen la verdad que hay en los seres.

Capítulo VIII: Contra el escepticismo (conclusión)

   Los tres niveles del fonema

23.1. Hay que tener en cuenta tres cosas sobre un fonema (o: la voz humana): los nombres que son en primer lugar símbolos de los conceptos, según las cosas que subyacen; en segundo lugar, los conceptos (que son) imitaciones e imágenes de los [temas] propuestos, -por eso en todos [los seres humanos] también existen los mismos conceptos, por producirse en todos idénticas impresiones (o: grabaciones) de los objetos propuestos, aunque no [así] los nombres por causa de los distintos idiomas-. Y en tercer lugar, las cosas propuestas por las cuales se graban en nosotros los conceptos.

23.2. Ciertamente los nombres son conducidos por la gramática hacia los veinticuatro elementos universales (= las veinticuatro letras del alfabeto griego); porque esos elementos deben estar definidos. Puesto que de cada uno de los que son ilimitados no existe ciencia, porque lo propio de una ciencia es apoyarse en teoremas universales y definidos. De ahí que los particulares sean conducidos a los universales.

23.3. Pero la actividad de los filósofos se ocupa de los conceptos y de los temas que se proponen. Y cada vez que de los detalles ilimitados se encuentran algunos elementos, todos ellos se reducen a lo que se busca.

23.4. Y si se manifiesta que lo desconocido se resuelve en uno o varios elementos, revelaremos que eso existe, pero si escapara a todos, no existe en modo alguno.

23.5. De los elementos mencionados se dice que unos son coherentes (lit.: están entrelazados), como el decir "un hombre corre" (Aristóteles, Categorías, 2,1 a 18), pero otros se dice que son incoherentes (lit.: sin ligazón), como "hombre" y como "corre", y los que no producen un enunciado completo, ni llevan consigo (o: comportan) lo verdadero o lo falso.

23.6. Y de los llamados incoherentes, unos significan la esencia, otros la cualidad, otros la cantidad, otros la relación, otros el lugar, otros el tiempo, otros el estado, otros la posesión, otros la actividad, otros la pasividad; éstos son los que llamamos elementos de los seres materiales y (que vienen) después de los principios. Porque estos elementos son visibles a la razón, pero lo inmaterial sólo es aprensible por el primer acto de la mente (o: del ímpetu de la mente).

Las diez categoría de elementos

24.1. Pero de los [elementos] clasificados bajo las diez categorías, de unos se habla por sí mismos, como las nueve categorías; y otros con referencia a algo.

24.2. Y de nuevo los que se están bajo estas diez categorías los hay que son sinónimos, como buey y ser humano, en tanto que seres vivientes. Porque son sinónimos cuando ambos tienen el nombre común: el ser viviente, y la misma palabra, es decir, la definición, o sea la esencia (o: sustancia) animada.

24.3. Pero (son) heterónimos los que bajo el mismo objeto tienen nombres distintos, como subida y bajada; puesto que el camino es el mismo, tanto para arriba como para abajo.

24.4. Y hay otra clase de heterónimos, como caballo y negro, que también tienen nombre y concepto distintos el uno del otro, pero no (tienen) en común el objeto, pero hay que llamarlos diversos, no heterónimos.

24.5. Pero poliónimos (= que tiene muchos nombres) son los que poseen el mismo concepto, pero distinto nombre, como espada, puñal y cuchillo (o: machete).

24.6. Pero son derivados los que reciben el nombre a partir de otro, como el viril de la virilidad.

24.7. Los homónimos son los que reciben el mismo nombre pero tienen distinto concepto, como un ser humano, vivo o dibujado.

24.8. Y de los homónimos, algunos reciben el nombre por casualidad, como Ayas el locrio y el de Salamina; otros intencionadamente (lit.: por pensamiento), y de éstos algunos por semejanza, como ser humano, tanto el vivo como el dibujado; otros según analogía (= como sinónimo de comparación), como "los pies del Ida" (Homero, Ilíada, 20,59) y nuestros pies por estar en la parte más inferior; otros por su actividad, como el pie de una nave (= el timón), por medio del cual el barco navega, y nuestro pie, mediante el cual nos ponemos en movimiento.

24.9. Se llaman homónimos por lo semejante y respecto a lo semejante, como por lo medicinal, el libro y el bisturí [son denominados] medicinales por el médico que los utiliza y respecto a la misma razón medicinal. 

Capítulo IX: Sobre las diversas clases de causas 

   Los diferentes géneros de causas

25.1. Sobre las causas unas (son) primeras, otras comprensivas (lit.: que comprenden en sí; o: inmediatas), otras cooperantes y (otras) necesarias (lit.: sin las cuales no).

25.2. Son primeras las que en primer lugar procuran el punto de partida para que se genere (o: se haga) algo, como la belleza [de una mujer] en los intemperantes del amor; con sólo ver [una mujer] se produce en ellos la inclinación amorosa, aunque no forzosamente.

25.3. Pero próximas (o: comprensivas) son las que también se llaman sinónimas y perfectas en sí mismas, puesto que se bastan a sí mismas para producir el efecto.

25.4. Y a continuación se demostrarán todas las causas en el que aprende. En efecto, el padre es la causa primera del que aprende; el maestro es la [causa] próxima; pero la naturaleza del que aprende es la causa cooperante, y el tiempo entraña la razón de las causas necesarias (lit.: sin las cuales no).

25.5. Y se llama propiamente causa a lo eficazmente causante de hacer algo; y así decimos que el hierro es cortante no sólo en el acto de cortar, sino también cuando no está cortando. De la misma manera también lo causante significa ambas cosas: tanto cuando actúa como cuando no actúa, pero tiene la fuerza para actuar.

Naturaleza de las causas

26.1. Ciertamente unos dicen que las causas (son) corpóreas, pero otros que (son) incorpóreas. Unos dicen que la causa es principalmente un cuerpo, y que lo incorpóreo (es) impropiamente una característica y como (una clase) de causa; pero otros, en sentido contrario, dicen que la causa (es) principalmente lo incorpóreo, y lo corpóreo lo es impropiamente, al igual que el corte, siendo una actividad incorporal, es también causa del corte; siendo también una actividad es incorpórea, y hacerse (cortar) al igual que ser cortado por el cuchillo son (causas) corpóreas.

26.2. El "ser causante de algo" (Aristóteles, Física, II,3,194 b 23-24; Metafísica, IV,2,1013 b 6 ss.) se puede decir de tres maneras: lo que es causante, como el escultor; aquello de lo que es causante, como del producir la estatua; y aquello con lo que es causante, como con la materia. Porque (el escultor) es causa para el bronce de devenir estatua.

26.3. Ciertamente, el producirse y el ser cortado, no son causas, siendo actividades son incorpóreas.

26.4. Respecto a la razón de las categorías o, como algunos [prefieren], de los enunciados -porque Cleantes y Arquedemo llaman enunciados a las categorías- los causantes son los autores (lit.: las causas). De otra manera, que también (es) mejor: unas se dirán causas de las categorías, como de lo que es cortado, que es un caso gramatical (o: modo verbal) de ser cortado; otras (se dirán causas) de los axiomas, como el de es construida la nave, que es nuevamente el modo verbal de construir la nave. Pero Aristóteles [habla] de denominaciones, tales como, de una casa, de una nave, de un incendio (o: quemadura) y de un corte.

26.5. Pero el modo verbal se admite que es incorpóreo; de ahí también que ese sofisma se soluciona así: "Lo que dices, pasa a través de tu boca, lo cual es verdad, pero si dices "casa", entonces pasa a través de tu boca una casa" (Crisipo, Fragmentos lógicos, 279; cf. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos, VII,175), lo cual es falso. Puesto que no decimos que el cuerpo sea la casa, sino que es incorpóreo el modo verbal, del cual se obtiene la casa.

La causa, el agente y "aquello por lo que"

27.1. También decimos que el constructor construye una casa por referencia a lo que será (o: ha de ser). De igual manera decimos que se teje una clámide... (laguna en el texto griego); porque lo que indica la actividad presenta al agente.

27.2. Y no es de uno ciertamente el hacer y de otro el causar, sino que (es) lo mismo lo de la clámide y lo de la casa. Porque lo mismo que es causante de que se haga una cosa, por idéntico motivo es agente de que se produzca (o: realice). 

27.3. Pero entonces el agente (o: la causa), el hacer (o: la eficiencia) y por medio (de lo que actúa) son lo mismo. Y si algo es causa y agente (o: eficiencia), eso es por entero también aquello por lo que [actúa]; pero si algo es aquello por lo que [actúa], no siempre eso (es) también causa. En realidad, son muchas las cosas que concurren en un resultado, por medio de las cuales se alcanza el final, pero no todas son causas. 

27.4. Puesto que Medea no habría matado a sus hijos, si no se hubiera enfurecido; y no se hubiera enfurecido, si no hubiera tenido celos; (y) tampoco eso, si no se hubiera enamorado; ni eso, si Jasón no hubiera navegado hacia Cólquide; y tampoco eso, si no se hubiese construido [la nave] Argos; ni tampoco eso, si no se hubiesen cortado las maderas del [monte] Pelión (ejemplo clásico; cf. Eurípides, Medea, 1-11). 

27.5. Porque en todas estas cosas existe el "por lo que" (= razón de medio), no todos son los causantes de la muerte de los niños, sino sólo Medea.

27.6. Por eso lo que no impide es inoperante; por eso lo que no impide no es causante, sino impediente. Así, en el actuar y en el obrar la causa (está relacionada) con lo que se piensa.

Las cuatro denominaciones de las causas

28.1. Además, lo que no impide se aparta de lo que se hace -precisamente por eso se realiza, porque lo que puede apartar no se hace presente-; pero la causa (está) ante lo que se hace. Así, por tanto, lo que no impide no es causa.

28.2. Cuatro son las denominaciones de las causas: agente (o: eficiente), como el escultor; material, como el bronce; formal, como el carácter (= lo que caracteriza lo propio de un ser); y final, como la fama del gimnasiarca (= el encargado de los ejercicios gimnásticos).

28.3. El bronce se usa para hacer la estatua e igualmente es una causa. Porque todo aquello sin lo cual no es posible producir un efecto, por necesidad es una causa, pero no de forma absoluta. Porque aquello sin lo cual no, no es influyente (lit.: comprensivo), sino cooperante.

28.4. Toda actividad produce su efecto de acuerdo a la disposición del paciente. Porque la causa es la que dispone (u: ordena), pero cada cosa recibe conforme a lo que es por naturaleza; procurando la adecuación conveniente, y sin lo cual no tendrá razón condicionante.

28.5. Por consiguiente, la causa (permanece) inactiva sin la conveniente adecuación (= sin la conveniente aptitud o disposición), y no es causa, sino cooperación, puesto que toda causa se concibe como el obrar. Y la tierra no procede de sí misma, puesto que no es causa de sí misma.

28.6. Y sería ridículo decir que el fuego no es la causa de la combustión, sino la leña; ni la espada del corte, sino la carne; ni la fuerza del adversario la [causa] que venciera al atleta, sino la debilidad de éste mismo.

28.7. La causa próxima no necesita tiempo; porque en el mismo instante el cauterio produce dolor al aplicarse a la carne. De las [causas] primeras unas necesitan tiempo hasta que se produzca el efecto; otras no lo necesitan, como la caída del ovillo de hilo. Quizá éstas se dicen atemporales no por privación de tiempo, sino por la disminución, como también lo repentino, y no lo que ha sucedido sin tiempo.

La causa de las cosas es "respecto a algo"

29.1. Toda causa como causa comprende una doble comprensión conceptual: una vez concebida desde algo y sobre algo; ciertamente, desde algo, del efecto, como la espada del cortar, y con relación a algo, a lo que tiene aptitud, como el fuego respecto a la leña, pues no quema al diamante.

29.2. La causa de las cosas es "respecto a algo" (Aristóteles, Categorías, 4,1 b 25), porque se concibe la disposición respecto a otra cosa, de manera que alcancemos las dos, para que concibamos la causa como causa. 

29.3. La misma (es) la relación del artífice, del fabricante y del padre. Una cosa no es la causa de sí misma, ni un padre puede ser causa de sí mismo, puesto que lo primero devendría segundo. Ciertamente la causa actúa y dispone; lo que es producido por la causa está afectado y dispuesto.

29.4. Pero algo tomado respecto a sí mismo no puede a la vez actuar y estar dispuesto, ni ser [a la vez] hijo y padre.

29.5. Y por otra parte, la causa precede, según la esencia, a lo producido por ella misma, como la espada al corte. Pero la misma cosa no puede preceder respecto a la misma cosa en la materia, puesto que es causa; y al mismo tiempo venir más tarde y ser posterior, puesto que es obra de la causa.

29.6. Se diferencia el ser del producirse; así también una causa [se diferencia] de lo producido, y el padre del hijo. Porque no se puede admitir que la misma cosa, en cuanto [idéntica] a sí misma, sea y a la vez se produzca. De ahí que no sea causa de sí misma.

Capítulo IX: Sobre las diversas clases de causas (conclusión)

   Las causas son causas unas de otras

30.1. Las causas no derivan (lit.: son) unas de otras, sino que (son) causas unas para otras. Porque la disposición esplénica (= referente al bazo) preexistente no es causa de la fiebre, sino de que se origine la fiebre; y la fiebre preexistente no es [causa] de la hipocondría (lit.: no es esplénica), sino de que aumente la disposición (o: índole) [de la enfermedad].

30.2. Así también las virtudes (son) causas unas de otras de no separación por la consecuencia recíproca, y las piedras con forma de bóveda son causas del categorema de permanecer fijas (o: del atributo de no caer), pero no son causas unas de otras; y también el maestro y el que aprende son causas mutuamente del categorema del progreso.

30.3. Se dice que unas causas ciertamente a veces lo son mutuamente de sí mismas, como el comerciante y el almacenero (o. comerciante menor, tabernero) son causas mutuas del lucrar; y a veces también recíprocas, como el cuchillo y la carne; porque el cuchillo (lo es) de que la carne sea cortada, y la carne (lo es) para el cuchillo de cortar.

30.4. El "ojo por ojo" (Lv 24,20; Mt 5,38) y "vida por vida" (Lv 24,18; cf. Ex 21,23-24). Porque ciertamente el que ha golpeado mortalmente a algunos es causa de muerte para éste o de que se origine la muerte, pero herido en respuesta mortalmente por él, lo ha tenido como causa en respuesta; de modo que no se convirtió en causa para él, sino por otra cosa.

30.5. Porque en verdad fue causante de muerte para él; la muerte no le asestó de nuevo el golpe mortal, sino el mismo herido, como si se tratara de otro, él mismo devino causante, pero tuvo al otro (como) causa; también quien agravia a otro, se constituye ciertamente en causa del agraviado, pero la ley que ordena vengarse no es un agravio (para él), sino de castigo y de disciplina. De igual manera, las causas mutuas no (son) causas como causas, pero son concausas (= causas conjuntas).

Las causas "procatárticas"

31.1. Todavía se busca si varias causas juntas como una sola devienen varias causas (de una sola cosa). Porque los hombres que reman juntos son los causantes de que sea botada la nave; pero cada uno en particular no (es) causa, sino que junto con los otros, a no (ser) que también la complicidad (o: concausa) sea causa. Pero otros dicen que si existen varias causas, cada una deviene causa de una cosa.

31.2. En todo caso, las muchas virtudes vienen a ser las causantes de la felicidad, que es única, y del calentarse y sentir dolor igualmente varias (son) las causas.

31.3. Y también que las muchas virtudes sean potencialmente (lit.: según potencia o fuerza) una sola, como lo que calienta y lo que hace sentir dolor. Asimismo la multitud de las virtudes según un solo género deviene la causa de la única felicidad.

31.4. Pero en realidad, las causas primeras (procatárticas) de una cosa son varias según el género y la especie; así, según el género, de cualquier enfermedad, como enfriamiento, inflamación (el manuscrito "L" lee: debilidad [éklysis, no égkaysis]), fatiga (o: cansancio), indigestión, embriaguez; también según la especie de la enfermedad.

31.5. Y la causa próxima según el género (es) una, pero no según la especie. Porque el percibir un olor agradable según el género es una cosa que tiene varias causas según la especie, como incienso, rosa, azafrán, estoraque, mirra y ungüento. Puesto que la rosa no posee el mismo aroma que la mirra.

Diversas causas primeras

32.1. Y una misma cosa deviene causa de [efectos] contrarios; a veces por la magnitud (o: la fuerza) de la causa y la capacidad; otras veces por la acomodación del que [la] experimenta (o: padece).

32.2. Respecto a la cualidad de la fuerza: la misma cuerda, respecto a la tensión o la distensión, emite el sonido agudo o el grave.

32.3. Respecto a la acomodación de los que [la] experimentan: la miel (es) dulce ciertamente para los sanos, pero amarga para los afiebrados; y también el mismo e idéntico vino conduce a unos a la ira y a otros al libertinaje (o: a ser disolutos), y el mismo sol derrite la cera pero endurece la arcilla.

32.4. Así, por tanto, algunas causas son evidentes y otras son descubiertas por razonamiento; unas son oscuras y otras [se descubren] por analogía (= es decir, son evidentes).

32.5. Y de las oscuras, ciertamente unas son temporalmente ocultas: las que actualmente se encuentran ocultas, pero que alguna vez son vistas con evidencia; otras (son) oscuras por naturaleza: las que en ningún tiempo pueden devenir evidentes.

32.6. Y de entre éstas las hay que son asequibles (catalépticas) por naturaleza, como las que algunos no llamarían ocultas porque podrían ser alcanzadas analógicamente mediante signos, como la simetría de los pasos observados por la razón; pero otras son inasequibles (acatalépticas): las que de ninguna manera pueden caer bajo la comprensión (katalépsis) [humana], y las que se dicen de una vez para siempre ocultas (o: desconocidas).

32.7. También las [causas] primeras (procatárticas) unas son próximas, otras concausas y otras cooperantes. Y unas [lo] son según naturaleza, otras más allá de la naturaleza, otras por una enfermedad, y según la deficiencia de las pasiones o por la intensidad de las mismas, y por los tiempos y oportunidades.

Las causas cooperantes y las concausas. Conclusión del libro octavo

33.1. Ciertamente, aunque se supriman las [causas] primeras el efecto permanece; y una causa es próxima cuando estando presente permanece el efecto y si se suprime desaparece [el efecto].

33.2. La [causa] próxima es llamada sinónimamente también perfecta en sí misma, ya que es independientemente (o: autárquica) por sí misma productora del efecto.

33.3. Y si la causa perfecta en sí misma es manifestación de una actividad perfecta en sí misma, la causa cooperante indica ayuda y el servicio (leitoyrgían) junto con otro.

33.4. Por consiguiente, si no realiza nada, ni siquiera será llamada cooperante, pero si realiza algo devendrá causa totalmente de eso que también realiza, es decir, de lo que es producido por ella misma.

33.5. Así, es cooperante cuando estando presente se ha producido el efecto; manifiestamente (cuando está presente) de manera manifiesta, ocultamente cuando está presente de manera oculta.

33.6. Y también la concausa es un género de causa, como el compañero de armas (es) un soldado y el compañero de adolescencia, un adolescente.

33.7. Por lo tanto, la causa cooperante ayuda a la concausa (o: causa comprensiva, sinéctica) intensificando su efecto, pero la concausa no pertenece al mismo concepto (lit.: no está sobre el mismo concepto); porque puede haber una concausa que no sea causa cooperante de nada.

33.8. Puesto que la concausa se concibe con otra que no puede producir separadamente por sí misma el efecto, (siendo) causa junto con otra causa.

33.9. Y la causa cooperante se diferencia de la concausa en que la concausa no obra separadamente, produce el efecto con otra; pero la cooperante, no pudiendo realizarlo separadamente y unida a otra que puede obrar por sí misma, coopera más fuertemente a realizar el efecto. Y principalmente la causa cooperante de una causa primera (procatártica) deviene eficaz (o: cooperante) al empujar (o: sostener) a la fuerza establecida de la causa.

Fin de los Stromata

 

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