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, Tomo-3 , El Parnaso
EL MUSEO PICTÓRICO, Y ESCALA ÓPTICA.
TEÓRICA DE LA PINTURA, EN QUE SE DESCRIBE SU ORIGEN, ESENCIA, ESPECIES Y CUALIDADES, CON TODOS LOS DEMÁS ACCIDENTES
QUE LA ENRIQUECEN E ILUSTRAN, Y SE PRUEBAN CON DEMOSTRACIONES MATEMÁTICAS Y FILOSÓFICAS SUS MÁS RADICALES FUNDAMENTOS.
POR DON ANTONIO PALOMINO DE CASTRO Y VELASCO.
EL PARNASO ESPAÑOL PINTORESCO LAUREADO.
CON LAS VIDAS DE LOS PINTORES,
y ESTATUARIOS EMINENTES ESPAÑOLES, QUE CON SUS HEROICAS OBRAS
HAN ILUSTRADO LA NACIÓN:
Y DE AQUELLOS EXTRANJEROS ILUSTRES QUE HAN CONCURRIDO EN ESTAS PROVINCIAS,
Y LAS HAN ENRIQUECIDO CON SUS EMINENTES OBRAS;
GRADUADOS
SEGÚN LA SERIE DEL TIEMPO EN QUE CADA UNO FLORECIÓ:
PARA ETERNIZAR LA MEMORIA QUE TAN JUSTAMENTE
SE VINCULARON EN LA POSTERIDAD TAN SUBLIMES
y REMONTADOS ESPÍRITUS.
POR DON ANTONIO PALOMINO DE CASTRO
Y VELASCO.
TOMO TERCERO. EN MADRID:
EN LA IMPRENTA DE SANCHA. AÑO DE MDCCXCVI.
Se hallará en su Librería en la calle del Lobo.
PRELUDIO DE ESTA OBRA.
La naturaleza inconstante de las cosas terrenas , y el sucesivo
curso de los tiempos son causa de que aquellas no
permanezcan en un estado, y de que estos borren las huellas
de lo sucedido. Por eso advertidamente los antiguos procuraban
perpetuar la memoria de aquellos ínclitos varones, cuyas hazañas les
constituyeron acreedores del inmarcesible laurel de la Fama; ya grabando
sus efigies en los escudos, para animar y los combatientes que seguían
su ejemplo (N.Palominio. Ciypeum argenteum pondo centmn triginta octo cum Imagine
Barchini Asdrubalis. Liv. 33. ab Urbe.
Ardentes Clypeos, atque ora. minantia cerno, Virg. AEn); ya colocando en los atrios, y fachadas de sus mansiones,
en debida custodia, aquellos mudos simulacros, para que su memoria, y
ejemplo estimulasen a los presentes a la imitación de sus mayores
(N.Palomino. Perlege dispositas generosa per atria ceras, Ovid. Fast.I.
AEraque tot scripto viventes limine ceras. Stat.3 in Here).
No de otro modo en este tratado pretendemos delinear
en la descripción de sus vidas las efigies de los eminentes
ingenios españoles, que en las artes del dibujo se aventajaron, y
ascendieron a la cumbre de la inmortalidad por alguna de las veredas que
felizmente les conducen a lograr el merecido premio de sus deliciosos
afanes, para que su ejemplo y memoria sirvan de estímulo a los que
siguen sus huellas.
Empresa es verdaderamente difícil retroceder en la veloz
carrera de los siglos, investigando las huellas que dejó, sino
del todo borradas, desconocidas la repetición de los sucesos.
Por esto algunos de nuestros eminentes héroes apenas han
dejado la memoria de su nombre desfigurados ya ios vestigios que los
constituyeron inmortales: Otros han sido más felices, no tanto por
mas conspicuos, cuanto por mas afortunados , habiéndoles dispensado la
suerte la aplicación de algún curioso en el apuntamiento de sus vidas,
o la de algún escritor que las perpetuase en las prensas.
Por eso discurría mi cortedad, que no hay asunto tan difícil como
el histórico, porque los demás dependen de las voluntarias sutilezas
del discurso, o la artificiosa composición del ingenio; pero lo
historial está ligado a las precisas puntualidades del hecho, y a las
indefectibles circunstancias, que le abonan : y así, o ha de haber
instrumentos, por donde conste tradición invariable que lo asegure, o
experiencia propia, que lo acredite.
Y como a esto se llegue la poca o ninguna aplicación de
nuestros españoles a perpetuar la memoria de sus naturales,
se hace la empresa mas difícil. ¿Qué fuera si nuestra fortuna, o
nuestra desgracia trajese el origen de nuestros eminentes pintores de
siglos mas remotos? Pues apenas pasa de
dos la serie de sus vidas. Mil años estuvo sepultada la Pintura en
estas provincias de Occidente , como dijimos en el
tomo primero , y dice en sus discretas octavas Pablo de
Céspedes, sin dejar ni aun vestigio leve de sí misma;
y en España tardó aun doscientos años más en convalecer,
porque la preocuparon cuidados de mayor importancia a la
religión, y a la patria.
En la real pública librería de esta Corte, que a beneficio común
está manifiesta a expensas de su Majestad, Dios
le guarde, hay un libro manuscrito, que es la exposición
del Apocalipsis, cuyas misteriosas visiones, e historias, o
figuras están expresadas de pincel, cosa tan indigna, y abominable en
el arte, que no se pueden mirar sin risa, o sin
desprecio, en que se califica la suma impericia que había,
especialmente en esta arte, no solo en estos reinos , sino
en todas las provincias de Europa; pues estando, como lo
está, dedicada esta obra al señor Rey D. Fernando I, el año de 1045.
es claro que seria lo mejor que hubiese en Europa, pues aun dudo
que dicha pintura, tal cual, fuese hecha en España, donde solo comenzó
a renacer en tiempo del Señor Rey Don Fernando V, llamado el Católico,
por los años de 1500.
Así no extrañará el curioso que esta serie histórica no
comience en los años antecedentes, para lo cual nos ha socorrido un
manuscrito de don Lázaro Diez del Valle, criado que fue del señor
Felipe IV, en tiempo de don Diego Velázquez, y aficionadísimo a la
Pintura , en cuyo
obsequio escribió un libro traduciendo de Jorge Vasari las
vidas de los pintores italianos , e introduciendo las de algunos
españoles, siendo en los antiguos de estos tan diminuto,
que apenas toca lo que de ellos dicen de paso Pacheco,
Carducho, Arfe, y Butrón: y en los de su tiempo tan desaliñado,
como no era de la profesión, que ha sido menester fundirlo para
vaciarlo, además de colocarlo con el debido orden sucesivo.
1 Apad Pacheco, lib. de Pict.
2 Ínter quas, seiliét Artes Pic Pictura ne mínimum quidem sui
vestigium reliquisset. Petron. opud Schef-I
También nos ha hecho al caso, la curiosa aplicación de
don Juan de Alfaro, en haber recogido varios fragmentos
de Pablo de Céspedes, con algunos apuntamientos de su vida
y sobre todo la de Velázquez, su maestro, tan difusa,
y adornada de erudición, con la asistencia de su hermano
el doctor don Enrique de Alfaro , que sin duda debiera
de intentar formar un libro de sola ella, pues habiéndola
castigado mucho, quitándole más de otro tanto, bien que
se le han añadido otras cosas, que oí a Carreño, y a otros
antiguos, aun ha quedado bastantemente difusa.
Con esto, y los referidos autores, ayudado de la propia experiencia,
y observación de muchos años, transmigrando la mayor parte de España,
e informándome de los hombres antiguos de la profesión, se ha podido
formar este catálogo de nuestros eminentes españoles en estas artes;
y también de aquellos extranjeros que han estado en España, y
la han ilustrado en sus obras: en que prevengo, se han
puesto sin cuidado sucesivamente, atendiendo solo a graduarlos, según
la serie en que florecieron, con poca diferencia, como en el tomo
primero, en aquel breve resumen,
según ocurrieron a la memoria, dando a cada uno el tratamiento con
que en la estación de su vida fue conocido: pues
el uso, o abuso cortesano de los Dones, que en otros tiempos fué
particular merced de los Reyes (1), no estaba tan extendido ahora cincuenta
años como al presente. Léanse nuestras historias, y se escandalizará el
escrupuloso de ver a un
conde de Castilla Fernán González: a el gran capitán Gonzalo Fernández
de Córdoba: al señor Antonio de Leiva, y
otros de la primera nobleza de España, y del mundo, sin
mas ornato en su nombre que la sencilla imposición que
recibió en el sacro bautismo. Y así Pablo de Céspedes,
Alonso Cano , el uno racionero de la santa iglesia de Córdoba, y el
otro de la de Granada: Pedro Pablo Rubens,
embajador y estos reinos , y algunos otros de conocida excepción , se
nombran llanamente sin el cortesano epíteto
del Don, porque con él fueran desconocidos, no porque no
mereciesen aditamentos mas gloriosos, sino porque en la estación de su
tiempo no estaba en estilo.
(N.P.1 Manuel Faria en el discurs. antes de la 3.p.del Epit.de la Hist.Portug.)
Mengua vergonzosa parece de nuestra nación sacar a
la pública palestra del mundo las vidas de nuestros eminentes artífices,
de los cuales los más han vivido en suma cortedad ; y los que han
llegado a la senectud, han declinado a
el ultraje de la laceria, buscando su último refugio en la
piedad de los hospitales, cuando en las vidas de los extranjeros los
vemos abundar en riquezas, y cuantiosos vínculos,
terminando en magníficos sepulcros, y honrosos epitafios.
Desventura de nuestro clima , convertir en delito la naturaleza
del pais, y en castigo las especiosas cualidades del
premio. Por eso exclama justamente el caballero Carlos Ridolfi en la
vida del Ticiano (pag. 166. part,I), que fue tan favorecido de la
fortuna, Felice ctade ! fortunato secólo essentó la pittura dalle
liberali maní de Grandi in cosi gran maniera riconosciuta! Tanto avenne
negli antiqi tempi di Alesandro con Apelle. Porque verdaderamente en
tiempo infeliz, y
malaventurado clima en vano se desvelan los ingenios en
merecer, si los astros son esquivos en influir! No está pues
la desgracia todas veces de parte del que ha de dar, sino de
parte del que ha de recibir. Y si en este superabundan los
méritos, se encona más la ojeriza de la fortuna, que se esmera en
abatir cuanto el ingenio procuró sublimar.
Yo quedaré gozoso de haber dado motivo a que otros
adelanten este asunto, no permitiendo queden sepultadas en
el olvido las noticias de nuestros mayores, porqué logren al
menos el honor del aplauso en la memoria de la posteridad,
en que es menester advertir, que muchos se han omitido,
por no saber de ellos mas que su nombre; y también, que
para ser eminentes , y dignos del laurel de la fama, no es necesario
que lo sean en todo lo que abraza la facultad de la
Pintura, basta que lo hayan sido en algo , porque lo demás
es casi imposible que se halle en alguno con igual excelencia:
porque siempre se miran unas cosas de recto, y otras de oblicuo; y
no alcanza la vida, ni las fuerzas humanas para empeño tanto. Muchos
de estos eminentes varones han sido
venerables en la virtud, y de una vida ejemplar, e irreprehensible;
pero no es mi ánimo se le dé a este tratado más
crédito de lo que permite la sencilla relación de lo histórico. Vale.
NOTICIAS, ELOGIOS, Y VIDAS DE LOS PINTORES, Y ESCULTORES EMINENTES ESPAÑOLES,
I
ANTONIO DEL RINCÓN, PINTOR.
Antonio del Rincón no nos dejó, por la injuria de los
tiempos, mas testimonio de su eminente habilidad en aquel
dichoso oriente de este arte , que la calificación de haber sido
Pintor de Cámara del invictísimo Señor Rey Don Fernando el Católico , de que se infiere sería lo mas adelantado de
aquel siglo. Que si bien duraba todavía en estos reinos la
manera bárbara inculta de la pintura antigua, no obstante
comenzaba a renacer con la comunicación de las fértiles regiones de Italia, cuyas eminentes obras se difundían ya por
estas provincias. Y se tiene por cierto , que en Roma aprendió Rincón esta facultad, y que son de su mano las pinturas
del retablo antiguo de la iglesia parroquial de Robledo de Chabela (#), villa del arzobispado de Toledo. Y también en la
iglesia de san Juan de los Reyes en dicha ciudad los dos retratos de los Reyes Católicos Don Fernando, y Doña Isabel:
como también otros muchos en los sitios reales de esta corte, y de la ciudad de Granada, sin los que perecieron en el
incendio del palacio real del Pardo el año de 1608
Posiblemente Ant.del
Rincón son varios pintores mezclados, Hay un grabado de finales del XIX que remite a desde la obra original de Ant.Rincon, pero con poco fundamenteo
(#)
.
Fue Antonio natural de Guadalajara , y tan estimado
de aquel gran Rey , que le hizo merced del hábito de Santiago, y Ayuda de su Real Cámara, en atención y su nobleza, virtud, y eminente habilidad: circunstancias todas,
que le constituyen acreedor de este lugar , como sujeto el
mas conspicuo, antiguo, y condecorado, que hallamos desde la restauración de la Pintura en estos reinos. Murió en
servicio del Rey en dichos empleos por los años de mil
quinientos, y a los cincuenta y cuatro de su edad, no se sabe donde.
II.
VIDA DEL TORRIGIANO, ESCULTOR.
Torrigiano Torrigiani , nombrado así del Vasari,
(N.P. -1 Giorgio Vasari primo volume de la 3. parte.)
fue
natural de Florencia, y escultor insigne, y tan estudioso, que
era uno de los muchos que acudían para este efecto en aquella célebre
academia del palacio, y jardín del magnífico señor
Lorenzo de Médicis, Gran Duque de Florencia, y Toscana,
de cuyo célebre estudio, ya en las estatuas, y relieves más
insignes; ya en los dibujos, y pinturas mas selectas, salieron
los mas señalados ingenios de aquel fertilísimo clima , y bien
afortunado siglo. Entre los cuales sobresalían Miguel Ángel
Bonarrota, y el Torrigiano, escultor: pero este de tan desmesurado, y
presuntuoso genio, cuanto el otro de modesto,
y apacible trato, acompañado de gran aplicación al estudio, y tan
superior adelantamiento en todas las tres artes,
que con justa razón usurpaba Bonarrota los primeros aplausos de todos, y
disfrutaba la mayor estimación del Gran Duque acompañándola con dádivas, y
premios magníficos.
Era el Torrigiano tan altivo, que no se contentaba con
ser eminente , sino que quisiera ser único; no por la ambición
virtuosa del saber, sino por la hinchazón viciosa de dominar.
Y así sucedía, que en viendo alguna cosa que los demás ejecutaban,
o la borraba , o la deshacía, afectando corrección, y
magisterio: siguiéndose a esto grandes quimeras, que acompañaba con vituperosas
palabras, y obras. Y como en Miguel Ángel había más abundante materia en que
cebar su rabiosa envidia, trabó con él un día tal contienda, que viniendo a
las manos, le dio a Miguel tal puñada en las narices,
aunque otros dicen que fue con un tintero de piedra, que se
las desbarató, dejándole señalado para toda su vida, como
nos lo manifiesta su retrato. (#
Probablemente dice del grabado de Vasari en su vida)
De esta demasía se dio tan justamente por ofendido el
Gran Duque, que a no haberse a toda diligencia escapado a
Roma el Torrigiano, hubiera experimentado bien a su costa
su indignación. Llegó pues a Roma a tiempo que el Papa
Alejandro VI hacía obra en el palacio de Torre Borgia,
donde el Torrigiano se introdujo, y ejecutó con gran
acierto varías cosas de Estuco. Después ofreciéndose la guerra
del Duque Valentín contra la Romanía, alentado de otros
paisanos, y amigos suyos, se transformó de escultor en soldado ,
en que se portó grande aquel espíritu verdaderamente belicoso. Y lo mismo
hizo con Paulo Vitelli en la guerra de Pisa, y con Pietro do Medici se
halló también en el asedio del Garilhno, donde adquirió la insignia , y
renombre del valiente Alférez Torrigiano. Finalmente , conociendo , que aunque
lo mereciese, no llegaba a obtener el grado de capitán, que mucho anhelaba,
y que en la guerra no había adelantado nada, habiéndose aventurado mucho,
antes sí había perdido el tiempo, y el curso de su facultad, se
volvió a ejercer la escultura, e hizo algunas piezas pequeñas
de mármol, y bronce, para diferentes mercantes florentinos,
que hoy se ven en dicha ciudad en casas particulares; y también algunos
dibujos hechos con gran valentía, y magisterio.
Fue después de esto conducido de dichos mercantes a
Inglaterra , donde hizo para aquel Rey diferentes cosas de
mármol, bronce, y madera, en oposición de otros grandes
artífices, quedando el Torrigiano superior en todo, en que
interesó tanto caudal, que a no haber sido tan desbaratado,
y soberbio, pudiera haber pasado una vida feliz; pero la
misma viveza, y altivez de su espíritu, no le permitían sosiego ,
ni moderación en cosa alguna.
Después fue conducido a España , donde hizo muchas
obras, que están esparcidas en diferentes lugares con gran
estimación, y especialmente en Granada, donde se tiene por
cierto ser de su mano un medio relieve, que está sobre la
puerta de la torre en aquella santa iglesia, donde pretendió
la obra de las urnas, o sepulcros de los Reyes en aquella real
capilla: para cuya oposición hizo aquella célebre figura de la
Caridad, de mas de medio relieve, del tamaño del natural,
que está en dicha iglesia hacia los pies al lado del evangelio, que
verdaderamente parece de Miguel Ángel (#
Debe confundir la obra de Diego de Pesquera). Y también
es de su mano un Ecce Homo, que está sobre el postigo de
los abades en dicha santa iglesia (#
Es de Diego de Siloe). Y se tiene también por cierto serlo
las figuras de medio relieve del natural, que están en
la portada en la puente de Córdoba, aunque ya muy robadas, por lo
deleznable de la piedra, y la injuria del tiempo
(1799 Se tiran abajo las torres de la puerta del osario).
Finalmente pasó a Sevilla, donde hizo pie, y ejecutó
un crucifijo de barro, cosa estupenda, que hoy está en el
monasterio de Gerónimos , fuera de aquella ciudad; y un
san Gerónimo (#) con el león (#
El del monasterio de Guadalupe tiene el león), cosa maravillosa. Y últimamente
hizo entre otras cosas una imagen de nuestra Señora con su
hijo precioso en los brazos (#), tan bella, que habiéndola visto
cierto gran Señor, que a la sazón moraba en Sevilla, le mandó hacer otra,
ofreciéndole remunerársela cuanto quisiese.
La hizo pues el Torrigiano, que según las promesas del Duque
(Enrique Ponce de León), esperaba quedar
rico para toda su vida. Mas el tal Señor, habiéndola recibido, y celebrado
mucho, le envió a otro día dos mozos cargados de dinero, todo en maravedises,
que entonces había muchos en Andalucía, y aun hoy hay
bastantes. El Torrigiano que vio tanto dinero, y extrañó la
calidad de él, llamó a un paisano suyo, que tenia comprensión de las
monedas de España, y de Italia, que le dijese a qué cantidad correspondía
aquella suma en su tierra, y se halló, que apenas llegaba a treinta ducados:
con lo cual,
el Torrigiano atribuyéndolo a befa, y escarnio, se fue colérico a casa del
Duque con una hacha, e hizo pedazos la imagen, la cual era del tamaño del
natural, porque una mano, que se libró del estrago, y anda vaciada entre los modelos
de los pintores, aplicándola a el pecho, para dársela a el niño, es de dicha efigie,
y del tamaño del natural, cosa superior, y le llaman la Mano de la Teta: y aun
también la cabeza de la virgen, y el niño, permanecen entre los pintores. El Duque pues,
teniéndose por agraviado de semejante exceso, dio cuenta a el santo Tribunal de la
Inquisición, calumniando de hereje a el Torrigiano. Lo cierto es, que la acción, y
habiendo venido de Inglaterra, aunque entonces no estaba allí tan declarada la
herejía,
junto con otros desvaríos de su genio, eran vehementes indicios. Pero no sé yo
si el Duque cumplió en lo uno, ni en lo otro con las leyes de gran Señor, ni aun
de caballero: por cuya razón, y por ser español, no le nombro y más con un extranjero,
hombre eminente, y de genio altivo, cuyo furor le precipitó,
herido del desprecio de su obra, a quien tuvo por objeto su
intrepidez, prescindiendo de la representación que tenia.
El santo Tribunal, substanciada la causa, con tan malos visos, y con un contrario tan
poderoso, después de larga prisión, le sentenció a muerte ignominiosa. Lo cual entendido
por el Torrigiano, que ya se hallaba poseído de una profundísima melancolía, dio en no comer, o
por industria, o por desgana, y de esta suerte murió infelizmente en la cárcel de la
Inquisición de dicha ciudad de Sevilla por los años de mil quinientos y veinte y dos, y a los
cincuenta de su edad, con poca diferencia. ¡O fuerza de un destino infeliz!
III
JULIO Y ALEJANDRO, PINTORES.
No he querido pasar en silencio la noticia que encontré
en unos papeles curiosos de estos dos ínclitos varones Julio,
y Alejandro, pintores eminentes, aunque la haya de sugerir
con el desaliño, que me la deparó el acaso; pero lo señalado
de sus obras les constituye dignos de este lugar, aunque su
naturaleza no se sabe: bien que se presume con gran fundamento fueron italianos,
así por lo poco práctico de sus nombres en estas provincias, como porque
aprendieron el arte de la pintura en Roma, en la escuela de Juan de Udine,
discípulo de Rafael de Urbino;
y de allí fueron llamados por el invictísimo señor Emperador Carlos V para
pintar las
bóvedas, salones, pasillos, miradores, y otros sitios de la casa real de la
Alhambra de Granada, sin duda por informes de Alonso Berruguete, quien había
estado allá, lo
que hicieron con tan superior gusto, y excelencia, que habiendolas yo visto, y admirado
mucho el año de mil setecientos doce,
deseé notablemente saber su artífice, y nunca lo pude conseguir, hasta que lo
encontré en dichos papeles, que tuve gran complacencia, como también de que
ellos mismos pintaron las célebres casas de Cobos, secretario
qué fué de dicho Señor Emperador Carlos V, en la ciudad de Ubeda, del reino de
Jaén; y especialmente la del hospital de Santiago en dicha ciudad, sin otras
muchas obras.(Hasta aquí lo toma
de Francisco Pacheco )
Y también las que había, y conocí yo en las casas del Excelentísimo Señor Duque
de Alba en esta Corte, y las que hoy permanecen en el célebre alcázar de la
villa de Alba de Tormes, aunque no todas son iguales, porque debió de pintar
algunas piezas algún discípulo suyo
( Los frescos que quedan
# , son de Cristoforo Passini, Giovanni Battista Passini y Miguel Ruiz de Carvajal).
Y se tiene también por cierto, que las célebres pinturas de Mérida en los
acueductos son también de mano de Julio, y Alejandro, los cuales se volvieron a
Italia, donde murieron sobre los años de mil quinientos y treinta : hace
también mención de ellos Pacheco, en su tratado de la Pintura lib.3 cap.3 con
grandes elogios.
IV
ALONSO BERRUGUETE, PINTOR, Escultor, y Arquitecto.
Alonso Berruguete, natural de Paredes de Nava, lugar
cercano a Valladolid, pasó a Florencia, donde curso las artes de la Pintura,
Escultura, y Arquitectura en la escuela del gran Miguel Angel, en compañía
de Andrea del Sarro, Bachio Bandinelo y otros; y después paso a Roma a
estudiar en aquellos célebres vestigios de la antigüedad, donde
examinó, e inquirió tan de veras la proporción, y simetría
de los cuerpos humanos, que fue de los primeros , que la
trajeron, y enseñaron en España, no obstante que a los princicipios
hubo opiniones contrarias (N.P. Juan de Arfe var.comm. lib2 tit-1); porque unos
aprobaban la simetría de Pomponio Gaurico, que era de nueve rostros:
otros la de un maestre Filipo de Borgoña, que añadió un
tercio más: otros la de Durero; pero al fin venció Berruguete, mostrando las
obras que hizo tan raras en estos reinos, como fueron el retablo
de san Benito el Real de Valladolid (# Ahora en el MAN ), y el de la Mejorada en pintura,
(En 1840 el retablo fue trasladado desde el
Monasterio de Mejorada al lado de Olmedo, a la iglesia de San Andrés de Olmedo,
hay fotografías
#,#,
en 1932 se llevó a la capilla del Colegio san Gregorio, actual MAN en
Valladolid, donde permanece
#)
escultura, y arquitectura , porque en todas tres artes fue eminente y
el medio coro de sillas del lado de la epistola, con historias de medio
relieve de la Sagrada Escritura en la santa iglesia de Toledo (#,#,
la mitad son de Felipe Vigarny) como también el trascoro, donde ejecutó la célebre historia
de mármol (Es alabastro) del monte Tabor (#), todo hecho de una pieza, que
es una admiración, y el mas clásico testimonio de su eminente ingenio, y
habilidad.
También son de su mano los cajones del archivo de dicha santa iglesia
(#
Los cajones que están en la antesala capitular de invierno son de Gregorio
Pardo),
cosa muy singular.
También la portada que sale al claustro hacia los pies
de la iglesia (Es de Juan Mancano y Toribio Rodríguez).
La santa Leocadia de la puerta del Cambrón por la parte de
dentro (Es de Juan Bautista Monegro); y el san Eugenio de la de Visagra
en dicha ciudad (Es de Nicolás de Vergara), donde hay
otras muchas obras de su mano de todas las tres artes, porque en todas fué eminentísimo ; y así fué Pintor de Cámara,
y maestro mayor de las obras reales del invictísimo Señor Emperador
Carlos V, y su Ayuda de Cámara (N.P Butrón disc. 15. fol. 121.).
Y valió tanto este ilustre varón por su industria , que compró el lugar
de la Ventosa, cerca de Paredes de Nava, y otras muchas rentas , con que
dejó fundado el mayorazgo, que hoy vive titulado, como dijimos en el tomo
primero (N.P.Lib.2.cap. 9. §. 4.).
Y por sus muchas, y aventajadas partes , le honró el Señor Emperador,
y Rey de España Carlos V con la llave de su Ayuda de Cámara,
oficio, que le sirven caballeros cruzados, o muy notorios,
en atención, sin duda, a lo que sirvió a su Majestad en la
fábrica de los palacios de Madrid, el Pardo, y Alhambra de
Granada.
Y con razón por cierto , porque fue hombre de espíritu sublime,
y en todas las tres artes tan eminente, como
sí en cada una sola hubiera empleado todo su estudio. Y sobre todo por
haber sido el primero que acabó de extinguir en
España la manera bárbara, e inculta que en todas tres artes
había: Que si en la Pintura no son sus obras tan notorias,
fue porque la ocupación en las otras artes fue tan continua,
que no le dieron lugar a explayarse en las de la Pintura; pero aun duran
algunas de su mano en su casa del dicho lugar
de la Ventosa, hechas con singular primor. Y así le debemos los profesores
de estas facultades inmortal gratitud , y España el inmarcesible laurel de la
Fama , pues empleó sus lucidos desvelos en honor , y beneficio de la nación española.
Murió en Madrid, siendo de crecida edad, por los años de
mil quinientos cuarenta y cinco. (1561 Valladolid)
V.
ANTONIO FLORES, PINTOR.
Antonio Flores, eminente pintor, no nos ha dispensado la injuria de los
tiempos más noticia que haber sido contemporáneo de Maese Pedro Campaña,
y de iguales créditos, y ambos flamencos; bien, que es el Flores oriundo
de España. Floreció también en Sevilla , donde dejó obras
eminentes, y murió mozo, mucho antes que el dicho Campaña en dicha ciudad,
por los años de mil quinientos cincuenta (¿Frans Floris?, trayéndolo mal desde
Pacheco, que mienta a "Francisco Flores").
VI.
FERNANDO GALLEGOS, PINTOR.
Fernando Gallegos, natural, y vecino de la ciudad de
Salamanca, fue pintor insigne, y de la escuela del gran Alberto Durero:
no se sabe si aprendió del mismo Alberto en
Alemania, o si aquí aprendió de algún discípulo suyo, pues
no hay noticia efectiva de que Alberto estuviese en España;
pero sí de que en ella hay innumerables pinturas de aquella
misma casta suya, especialmente en iglesias, tabernáculos, y
capillas antiguas, y algunas con gravísima presunción de ser
de su mano. Y es muy creíble, que habiendo Alberto florecido a los
principios del reinado del Señor Emperador Carlos V, como vasallo suyo,
y a quien estimó, y honró mucho su Majestad Cesárea, hiciese venir a España algunas
pinturas suyas, y por este medio dejase establecida su escuela; pues no consta,
que éste, ni otros fuesen a aprender a
Alemania, por lo menos, que algún gran discípulo suyo la
dejase aquí sembrada, como entonces estaba tan estéril de
pintores España.
Sentadas estas conjeturas , fue nuestro Fernando excelente, tanto en aquella
escuela de Alberto, que a no estar firmadas sus pinturas, sin agravio alguno
se pudieran tener por originales de Alberto Durero: bien lo califican las que
tiene ejecutadas en diferentes capillas de las parroquias de Salamanca, y especialmente en la iglesia vieja, o antigua en las capillas del claustro
hay muchas, y con singularidad una, que está en el medio del nicho la Virgen
con el niño, y a la mano derecha el apóstol san Andrés, y a la izquierda san
Cristóbal , y está firmado así: Fernandus Gallecus, de cuyo apellido hay hoy familias,
y título en aquella ciudad (#).
Hay allí mismo entre otras muchas un san Ignacio mártir, cosa verdaderamente
peregrina, porque está hecha con tan extremado primor, y delicadeza, que sino iguala, creo
que excede a las de Alberto Durero. Y es gran lástima, que esta, y las demás estén
tan sin reparo en aquel claustro, que muchas de ellas ya están perdidas: y también
la pintura del retablo de escuelas mayores de aquella Universidad, que es la
capilla de san Gerónimo (#), es de la misma mano. Murió en
Salamanca ya de crecida edad por los años de mil quinientos
cincuenta.
(Documentado entre 1468 y 1507, muy lejos del dato de
Palomino)
VII
DIEGO DE ARROYO, PINTOR.
De Diego de Arroyo hace mención Juan Cristóbal
Calvete de Estela en el viaje del príncipe de España Don
Felipe II , libro I. fol. 6. diciendo: Diego de Arroyo, Pintor de Cámara de su majestad,
a quien ninguno de nuestra edad sobrepuja en iluminación.
Fue sin duda excelente en pintar de miniatura, y porcelana; y especialmente
en retratos pequeños fue muy primoroso.
Murió en
esta villa de Madrid por los años de mil quinientos cincuenta y uno, y
a los cincuenta y tres de su edad.
VIII.
BLAS DE PRADO , PINTOR.
Blas de Prado, natural, y vecino de la ciudad de Toledo,
fue insigne pintor, discípulo de Berruguete.
Floreció en tiempo del Señor Felipe II, cuyo pintor fue, y pasó a
vivir a Madrid, siguiendo su empleo, y por cuyo mandato
fue a Marruecos, a petición de aquel Rey, quien le estimó,
y agasajó mucho, porque le hizo un excelente retrato de su hija.
Se dice que estuvo allá mucho tiempo, y que cuando
volvió, vino en el traje de africano, y por algún tiempo le
vieron comer en el suelo sobre cojines, o almohadas de estrado a la usanza morisca.
Venia muy rico, y con grandes, y excelentes preseas.
En Toledo hay muchas, y famosas pinturas de su mano, que son muy estimadas;
y especialmente en aquella santa iglesia, en un ángulo del claustro, junto a la puerta de
la capilla de san Blas, hay una pintura suya de una imagen
de nuestra Señora sentada, y con el niño Jesús en su regazo,
y a un lado san Blas, y a el otro san Antonio Abad, y
delante del santo un caballero armado de rodillas, que debe
de ser el patrono de aquella capilla ¿#?, y a los lados de esta
pintura están otras dos de san Cosme, y san Damián: son
todas las dichas figuras del tamaño del natural; y aunque
deslucidas de la injuria del tiempo, manifiestan bien la eminencia de su autor,
de quien hay otras muchas en diferentes
partes, así en Toledo, como en los lugares comarcanos, y casas particulares.
En esta Corte también hay algunas en retablos antiguos,
y especialmente en la parroquial de san Pedro hay un célebre cuadro del
Descendimiento de la Cruz
#, bien grande,
que hoy está en la sacristía, y se tiene por cierto ser de su
mano , y es cosa excelente. Y allí mismo hay un retablito
antiguo con sus puertas, que en él está pintada la Encarnación del Hijo de Dios,
y en la puerta de mano derecha está
san Pedro, y en la otra san Francisco de Asís, y en el remate de en medio
el Padre Eterno, que todas son de su mano, y califican su grande habilidad para
aquel siglo ; y mucho más la acreditan las dos tablas de los colaterales de la
capilla del señor obispo de Plasencia, contigua a la parroquial
de san Andrés (En Madrid), la una del bautismo de Cristo Señor nuestro, y la otra del martirio
de san Juan Evangelista en la tina
de aceite ; y también la colgadura que ponen la semana
santa en dicha capilla, ejecutada de aguazo de claro, y obscuro sobre lienzo
blanco toda la pasión de Cristo Señor
nuestro (#
Son de Juan de Villoldo). Pintó frutas con superior excelencia; y cuando fue a Marruecos llevó algunos lienzos de frutas muy bien pintados, como lo dice Pacheco
en su libro de la Pintura,
pag. 421.
Murió Blas de Prado en esta Corte por los años de mil
quinientos cincuenta y siete, y a los sesenta de su edad, con poca diferencia.
IX.
CRISTOBAL DE UTRECHT, PINTOR.
Cristóbal de Utrecht, natural de Holanda, y pintor insigne, discípulo de Antonio Moro,
también ultrayectino, paso con un embajador de Portugal al servicio del Rey
Don Juan III de aquel reino, donde hizo eminentes obras, y
especialmente retratos; y fue tan estimado de
aquel Rey, que le armó caballero del Hábito de Cristo
por los años de mil quinientos cincuenta; y colmado de riquezas, y
mercedes de tan gran Príncipe, murió poco después por los años de mil quinientos
cincuenta y siete, a los cincuenta y nueve de su edad.
X.
ANTONIO MORO, PINTOR Ultrayectino.(N.P.Iuxta Ioachim de Sandrart in Academ,Nobiliss, Artis Pictoriae.)
Cita el texto de J.Sanders quizás lo trae desde
allí, seguramente copiando éste a Van Mander sin aportar un
solo dato nuevo, Advierto que quizás mejor leer la fuente del original y sus notas.
Antonio Moro
Fue Antonio Moro natural de la villa de Utrecht en
Holanda: mostró desde sus primeros años singular afición a
el Arte de la Pintura; y llevado de la fama de las obras
de Juan Escorelio, pintor insigne en dicha villa, se entregó
Antonio a su disciplina, en la cual aprovechó tanto, que en
breve tiempo consiguió la verdadera imitación del natural,
especialmente en los retratos, en que se aventajó a muchos
de su tiempo. Pasó a Italia, y en Roma estudió en las más
célebres obras de Miguel Ángel, y Rafael de Urbino, de
donde volvió muy aprovechado, de suerte, que daba tal viveza a lo que ejecutaba,
así en color, como en dibujo, y en las mas exquisitas menudencias, que parecía desmentir
el natural.
Pasó a España, y llegado a Madrid por los años de mil quinientos cincuenta y dos,
retrató principalmente al Señor Felipe II, Rey de España, Príncipe entonces; y
habiéndole promovido por el Cardenal Grambeli al servicio del Señor Emperador
Carlos V, fue enviado por su majestad Cesárea a ejecutar el retrato de la Señora Princesa
de Portugal Doña María, primera mujer del Señor Felipe
Segundo , y así mismo el retrato del Rey Don Juan el Tercero dé Portugal, y
el de la Reina Doña Catalina su esposa, hermana menor del Señor Emperador, por los cuales
tres retratos recibió Antonio Moro seiscientos ducados de paga, además del salario
que le estaba señalado, y otros muchos dones de gran precio,
entre los cuales fue un anillo de oro, estimado en mil florines, con que le regalaron
los estados de aquel reino.
Y habiendo retratado al mismo tiempo muchos Príncipes, y caballeros de Portugal, cada
uno le dio por su retrato cien ducados, y un anillo de oro, según
su posibilidad, que en aquel tiempo era suma excesiva.
Después de esto fue enviado por su majestad Cesárea a Inglaterra, para hacer el
retrato de la princesa Doña María; segunda mujer que fue del Señor Felipe II, por el
cual retrato recibió también un anillo de oro de gran precio,
y cien libras esterlinas anglicanas , además del salario anual
de otras cien libras esterlinas , que corresponde a quinientos
pesos de moneda castellana , por valer cinco pesos cada libra
esterlina. Y respecto de ser esta señora princesa de extremada
hermosura, hizo varias copias de este retrato, con las cuales
regalo a diferentes magnates de aquel reino, de quienes fue
remunerado superiormente, y entre otros regaló también con
una copia al Cardenal Grambeli, y sirvió con otra a el
mismo Señor Emperador, el cual le mandó dar por ella doscientos florines de Oro.
Ajustadas pues las paces entre España, y Francia, volvió otra vez Antonio Moro
a el servicio del Señor Felipe II , siendo muy bien visto , y estimado de toda
la nobleza, donde hizo varios retratos, así de su majestad, como
de muchos príncipes, y caballeros, de que fue muy bien remunerado y llego a ser
tan favorecido de su majestad, que
usando con él de extraordinaria familiaridad, bajando a su
cuarto, que tenia en palacio, a verle pintar, y poniéndole el
Rey la mano sobre el hombro algunas veces, le daba con el
tiento cariñosamente , para que no le embarazase: acción
verdaderamente peligrosa, cuanto expresiva de singular honra, y llaneza, y mas en la
seriedad de tan gran Rey; lo
cual llegó a extrañarse tanto, que pudo serle a Antonio sumamente dañosa esta
familiaridad, si uno de los grandes Ministros de España, muy especial protector suyo,
no le hubiese amparado contra los Ministros de la Inquisición, sospechosos ya de
que hubiese Antonio traído de Flandes algún hechizo, para granjear la gracia del Rey, de
suerte, que faltó muy poco para ponerlo en la cárcel del Tribunal
Y así amonestado secretamente, hubo de pedir licencia a su
majestad para ir a Bruselas, fingiendo otros motivos que le
forzaban a ello, y ofreciendo indubitable, y prontamente la vuelta.
Obtenida la licencia, y ejecutada su partida, a los pocos
días era continuamente solicitado del Rey con repetidas cartas por lo mucho que
apreciaba su habilidad, y persona: se excusaba él siempre con profundo respeto,
con el motivo de
los retratos que estaba ejecutando del Duque Albano, y sus
madamas. Entretanto el Rey usando de su grandeza, honró
con diferentes mercedes y sus hijos, como de canonicatos, y
Otras semejantes; aunque también el Duque Albano a una
hija del dicho Antonio le dio las rentas de la aduana de
Amberes, para tomar estado, y pasar con gran esplendidez, donde se retiró Antonio para vivir
con mas libertad.
Y últimamente, para decirlo de una vez, fue tan favorecido
del arte de la Pintura, que por ella adquirió honra, fama, y
hacienda para él, y para sus hijos, no siendo escaso para sus
amigos, con quienes fue muy espléndido, y generoso.
Además de los retratos pintó también algunas historias
con excelencia, entre las cuales fue un Cristo resucitado,
acompañado de ángeles; también dos apóstoles san Pedro, y.
san Pablo, ejecutados con tal viveza de colorido, que podía
persuadirse la vista a que eran vivientes.
Copió también para el Rey una pintura de Dánae, original de Ticiano, y la
aventajó mucho; y dejando otras diferentes obras, la última de su mano, y en la que
parece se excedió a sí mismo, fue la Circuncisión de Cristo Señor
nuestro para la iglesia de Santa María de Amberes, la cual
pintura fue celebrada con grandes elogios.
De este famoso pintor había excelentes pinturas en el Pardo, antes que se
quemase, el año de 1608. y especialmente retratos; si bien
Pacheco dice fue en el 1604; pero me atengo a Carducho,
que fue pintor del Señor Felipe III, en cuyo tiempo se quemó dicho palacio, y después pintó en él. Murió finalmente en Amberes a los cincuenta y seis años de su edad,
con universal sentimiento, por la pérdida de un tan singular
artífice en lo mas florido de sus años en los de mil quinientos sesenta y ocho.
XI.
EL BERGAMASCO, PINTOR.
Juan Bautista el Bergamasco , fue natural de Bérgamo, y discípulo de Miguel Ángel;
vino a España juntamente con Becerra, y en tiempo del Señor Emperador Carlos V,
cuando
se fabricó este palacio de Madrid, donde pintó de su mano al fresco dos cubos, que
están junto a la galería del cierzo del
cuarto del Rey: y en la pieza del despacho ayudó a Becerra,
como también lo hizo en una de las torres del palacio del Pardo,
aunque Pacheco se engañó diciendo que fue Rómulo, donde
está pintada la historia, o fábula de Medusa #, compartida en
diferentes historias al fresco, en paredes, y techo, enlazadas
con excelentes adornos, estuques, y oro, todo con gran gusto,
magisterio, y diligentísimo dibujo. Murió de crecida edad por
los años de mil quinientos y setenta, en esta villa de Madrid.
Tuvo dos hijos, llamados Orando, y Fabricio, los
cuales fueron excelentes, en especial en los grutescos, de
que dan testimonio los que ejecutaron con gran acierto,
hermosura , y variedad en la sala de capítulo
#, del real monasterio de san Lorenzo
del Escorial; variando los contrapuestos de suerte, que parecen todos diferentes con gran
recreo de la vista.
XII.
CRISTÓBAL LÓPEZ, PINTOR.
Cristóbal López, pintor eminente portugués, aunque
oriundo de Castilla, fue discípulo del gran Alonso Sánchez
Coello, y Pintor de Cámara del Rey Don Juan III
de Portugal , de quien recibió entre otras singulares mercedes
la de Caballero del Hábito de Avis; y después de haber inmortalizado su nombre
en repetidas obras públicas y particulares en aquel reino, y especialmente en
servicio de aquel
Rey, a quien retrató diferentes veces, y a toda la familia
Real. Murió en Lisboa por los años de mil quinientos y setenta, a los cincuenta
y cuatro de su edad.
XIII.
GASPAR BECERRA, PINTOR, Escultor, y Arquitecto.
Fue Gaspar Becerra natural de la Ciudad de Baeza en
Andalucía (N.P.Juan de Arfe var. comm. lib.2.tit.I), una de las principales del reino de
Jaén: Se inclinó desde sus primeros años al Arte de la Pintura, y
habiendo visto la manera de pintar y dibujar que Alonso
Berruguete trajo de Italia de la escuela del gran Miguel Ángel, deseando coger
el agua en la fuente, partió a Roma,
donde estudió de las estatuas, y medios relieves antiguos, y
de las obras de Miguel Ángel, dé quien fue discípulo, aunque también de Rafael
de Urbino; y así adquirió una manera de mejor gusto, que aun la de Berruguete,
por ser sus figuras mas carnosas, y de más galantes contornos.
Concuerda con esto lo que dice Pacheco por estas palabras:(N.P.Francisco Pacheco Arte de la Pintura,
lib.2.cap.5.fol.248)
Gaspar Becerra quitó a Berruguete gran parte de la gloria
que se había adquirido, siendo celebrado dicho Becerra no
solo en España, pero en Italia, por haber seguido a Miguel Ángel, y ser sus figuras más enteras, y de mayor
grandeza; y así imitaron a Becerra, y siguieron su camino los mejores escultores, y
pintores de España.
Lo cierto es, que a Berruguete, y Becerra se les debe el
haber desterrado de España las tinieblas de aquella bárbara
inculta manera antigua, que de muchos años estaba introducida, y encender la luz
verdadera del arte para que los ingenios pudiesen ir adelantando, cultivándola con
el estudio, la especulación, y la práctica.
Fue nuestro Becerra grandísimo Anatomista, y hoy permanecen unas anatomías, una
grande como de a vara, y otra como de a sesma (vara=0,83 metros = 6 sesmas), que
son suyas, y otra como de un
crucifijo, cosa excelente, y yo las tengo, juntamente con
una pierna de anatomía de barro cocido, que es izquierda,
original suya, como la mitad del natural, que admira a
cuantos la ven; y en mi tiempo ha escusado de cortar algunas piernas, llevándola,
y sirviéndoles de luz, a los cirujanos, para reconocer por la organización de sus
músculos, tendones, y nervios, por donde va, o viene la corrupción,
y cauterizar, o manifestar la parte que convenga para su
curación.
Confirma también esto, lo que dice Pacheco, hablando de los autores, que han escrito de
la anatomía (N.P.ibid.cap.8); pero mucho mejor, dice, en el doctor Juan de Valverde, cuya
historia se imprimió en Roma año de 1556. dibujadas las
figuras valientemente de mano de Gaspar Becerra ilustre
ingenio español. De que podemos inferir, que su nacimiento sería sobre los
años de 1500. pues siendo elegido para la
delineación de las figuras de aquel libro, ya sería hombre de
edad, y de crédito por los años de 1556. en que se imprimió dicho libro; y
algunos años antes se harían los dibujos:
aunque esta conjetura no ha lugar, si atendemos a lo que dice el Abad Filipo
Titi, que en Roma en la
iglesia de la santísima Trinidad del Monte, que es convento de los Mínimos de san
Francisco de Paula , hay una pintura de la Natividad de la Virgen
# en la tercera
capilla a el lado de la epístola de mano de nuestro Becerra
(N.P.Abate
Philipo Titi lib. di stud.di pitt. nelle Chiese di Rom.): y esta iglesia se
consagró, y comenzó a ilustrar de pintura el año de 1595, a expensas de algunos
Señores Cardenales, y otros personajes;
si no es que la hubiese hecho antes, y después se colocase
allí; aunque si es al fresco, como lo puede ser, por estar
en uno de los costados de la capilla, no pudo ser esto, si no
es que la hubiese pintado muchos años antes de consagrarse
dicha iglesia; pero lo que no admite duda es el crédito en
que estaba en Roma, pues para este empeño se eligieron sujetos de aventajada
habilidad en la pintura.
Fue además de esto excelente escultor, y arquitecto, como lo testifican el
retablo de la iglesia catedral de Astorga,
y el de las señoras descalzas de esta Corte
(Se quemó en 1862 queda un dibujo
#), que son de su
mano, y dirección, donde mostró muy bien su raro ingenio , y
comprensión en
estas artes, pues en ellos hay pintura, escultura, y arquitectura.
En el monasterio de san Gerónimo de la ciudad de Zaragoza, en una capilla
que está a el lado del evangelio, hay
una celebre estatua de Cristo crucificado, ya difunto, y
de cosa de dos varas y tercia de alto, de mano de Becerra,
que es la mas peregrina escultura que hay dentro de Zaragoza; y así la tienen
en gran veneración (El
cristo de las injurias actualmente en la Catedral
, se da a Diego de Siloe).
Y en el convento de san Francisco, contiguo a el de
san Gerónimo, hay un esqueleto, o figura de la muerte, con una guadaña en la
mano, que aun tocándola se duda si es natural, y tiene una
mortaja al hombro, que también engaña.(Es de Gil
de Ronza
#)
Y en la ciudad
de Burgos en la capilla de los Condestables de Castilla hay
un san Gerónimo, como de dos tercias de alto, que por ser
tan peregrino, lo tienen asegurado con una cadena contra el
nicho donde está, por haberle hurtado algunas veces.(Es
de Gil de Siloe
#)
Y en la ciudad de Salamanca, hay otro san Gerónimo, también
de nuestro Becerra, en casa de un arcediano de aquella santa
iglesia, de una tercia de alto, cuyo modelo está en poder de
un aficionado en esta Corte, que es maravilloso.
Y en el palacio del rey de Portugal, hay otro san Gerónimo de bajo
relieve del mismo Becerra, de que también he visto un vaciado, cosa estupenda.
Y aunque hay poca noticia de estas obras de escultura
de su mano, o bien porque el tiempo ha borrado la memoria, o bien porque las
ocasiones no serian tan frecuentes, la
mas heroica obra suya de escultura, y corona de sus estudios, fue la que hizo
por mandado de la serenísima reina
de España Doña Isabel de Valois, llamada de la Paz, que
es la imagen de nuestra Señora de la Soledad, de lo cual
trata largamente el Padre Fray Antonio de Arcos en el
origen, y excelencias de esta santa imagen, que se imprimió
el año de 1640. Sucedió pues que habiéndole pedido a la
reina Fray Diego de Valbuena, del Orden de san Francisco de Paula, y confesor
de su majestad una imagen de
nuestra Señora para su convento, de que tenían necesidad,
concediéndolo su majestad, mostró complacerse de la petición, por ser tan piadosa,
y muy afecta a la religión de san
Francisco de Paula , y deseando se pusiese en ejecución,
mandó llamar a Don Fadrique de Portugal, su caballerizo mayor,
al cual le propuso su intento , y dijo cuanto se serviría de que se hiciese
con toda perfección aquella santa imagen. Don Fadrique le respondió : nadie podrá ,
Señora , conseguir lo que vuestra majestad manda como Gaspar Becerra,
por ser peritísimo en la Escultura , y Pintura. A lo cual,
por tener la reina noticia de su ingenio , respondió , tenéis
razón , y me alegro que os acordéis de él : Decidle , que con
el asunto , y a imitación de la imagen que está en el oratorio
de pintura , haga una , donde muestre cuanto puede el arte:
y advertirle que la tengo de ver yo antes que se lleve a el
convento , y encargadle la brevedad. Se volvieron los religiosos a su convento,
y dieron noticia del caso a los demás , y
como su majestad les mandaba que lo encomendasen a
Dios para que se acertase , pues era negocio que a todos
importaba.
Se llevó la pintura a casa de Gaspar Becerra, y le intimó don Fadrique el
deseo que su majestad tenia del acierto de la imagen, y así , que pusiese
todo conato en el desempeño; lo ofreció hacer con mucho gusto, teniendo por
digno empleo de sus estudios la ocasión de servir a su Reina.
Ostentaba mucho Gaspar la devoción que tenia a san
Francisco de Paula, que la había traído de Calabria , por lo
cual le fue de gran gusto el que la imagen fuese para su
convento.
Empezó a discurrir como lo hacen todos los artífices que
quieren conseguir el acierto de sus obras, inquiriendo de la
fisonomía lo mas perfecto , y formando en su idea un afectuoso semblante, que
representase la tristeza de este misterio de la Soledad.
Empezó la imagen , y aunque diestro en el obrar , le duró mucho tiempo,
no por falta de solicitud de
Don Fadrique, a quien la reina lo había encargado, ni,
de los religiosos del convento que no se descuidaban , sino
por no poder conseguir todo lo que juzgaba alcanzar en el
arte.
La acabó al fin, aunque no tan a su satisfacción como
quisiera , después de un año poco menos: se llevó a palacio a
vista de la reina, no le agradó, y mandó que lo pensase
mejor, e hiciese otra sin tardarse tanto: se ofreció así; volvió con no
menor cuidado a hacer otra , que le pareció había
adelantado más , y juzgaba agradaría a su majestad : la mostró a don Fadrique,
y a los religiosos, a quien les agradó
tanto , que quisieran tenerla ya colocada. La llevó a Palacio
como tenia orden: nadie se persuadía a que pudiera ser la
inteligencia de la reina tal , que sin poner defecto particular, dijese que no
le contentaba , solo atribuyéndolo a secretos juicios de Dios que a todo asiste.
Le mandó la reina hiciese otra si se atrevía a hacerla mejor y que si no, la
haría otro artífice.
Quedó Becerra corrido de ver que habiendo hecho todo cuanto alcanzaba en el
arte , no agradase a su Majestad , deseando él tanto el acierto, y dijo que
haría otra , y que de no conseguir lo que su majestad deseaba, se rendiría.
Fuese desconsolado , poniendo el defecto en la imaginación
de la reina , y no en la imagen ; pues habiéndola mostrado,
á los de su facultad , la juzgaron todos por excelente obra , y
que mostraba bien ser discípulo del Bonarrota.
Volvió con
nuevo espíritu a formar ideas , y con varias especulaciones,
no desconfiando del buen fin que había de tener su intento:
con esta imaginación estaba una noche de invierno sobre sus
papeles haciendo diseños, por expresar la hermosa fisonomía,
que tantos afectos había de tener , y mostrar a un tiempo;
dificultad vencida de pocos , y la que le dio tanto nombre a
Corezó. Se quedó en esta suspensión dormido , pues fuera letal el continuo estudio,
sí no diera treguas , cuando sonó
que le hablaba un bulto de persona , sin discernir quien era,
solo conoció que le decía : Despierta, levántate, y de ese
tronco grueso, que arde en ese fuego , esculpe tu idea., y
conseguirás tu intento, sacando la imagen que deseas. Despertó despavorido , dando crédito a su
imaginación , no
juzgándolo como fantástico sueño , ni ilusión del sentido; -
pues ya despierto aun parecía oír los ecos de quien le había
hablado, lo atribuyó a cosa milagrosa: se levantó, aunque con
alguna turbación , y vio que en el hogar ardía el tronco que
le habían informado : le arrojó agua , lo que bastó para apagarle ,
lo atribuyó siempre a las muchas oraciones , misas , y
ayunos de la comunidad que le habían ofrecido hacer para el
acierto de lo que tanto deseaban: llegó el día, y con su claridad se
afirmó mas, teniendo aquel tronco por muy a propósito para el intento ; y así le comenzó luego a desbastar, y
formar, creciendo en perfección: y finalmente sacó un milagro del arte,
que es la portentosa imagen de nuestra Señora
de la Soledad , que hoy se venera , donde se ve expresada
hermosura, dolor, afecto, ternura , constancia, y conformidad; y sobre
todo un refugio para nuestras aflicciones, remedio para nuestros males, alivio
para nuestros trabajos , y
una dispensadora de las divinas misericordias, Se mostró a la
reina, la cual se dio luego por bien servida, y Becerra
quedó bien pagado.
Se vistió luego esta santa imagen , por el dictamen de la
reina, según el estilo que practicaban entonces las señoras
viudas de primera clase, desde el tiempo de la reina Doña
Juana, mujer de Felipe I, que llamaron el Hermoso, que arrebatada
del desmesurado amor que le tuvo, habiendo muerto su marido, se vistió
como si se amortajara en
vida: y así la imitaron todas las señoras viudas, hasta el tiempo de la
reina nuestra Señora Doña María-Ana de Neoburg. Y esta fue la causa de ponerle
a esta santa imagen dolorosa un traje tan extraño, por ser entonces practicado
solamente en España, y por él se hace mas señalada, y más
conocida en todas las naciones, y se colocó el año de 1565.(La
obra se perdió en 1936 al incendiar la colegiata de San Isidro. Quedan algunas
pobres fotografías del original
#, El relato parece creado, para explicar
las copias que hizo, una al parecer en Bruselas, pero muy restaurada
#)
Pintó también al fresco nuestro Becerra con singular excelencia, como se ve en
este palacio de Madrid en diferentes
sitios que están pintados de su mano, como son el paso
(N.P.vicent.Carduchi de pict.dialog.8.) de
la sala de las Audiencias a la galería de poniente, adornado
de estucos , y grutescos; y consecutivamente otra cuadra,
donde están pintados los cuatro Elementos, y otro cubo
que hay en esta galería, que su forma es un semicírculo con
ventana al parque, donde solía comer el Señor Felipe IV; y en lo alto de la
bóveda están pintadas las Artes liberales, y en sus paredes varios grutescos,
y subientes: todo ejecutado al fresco de su mano con excelente dibujo, y buen
manejo en el estilo de aquel tiempo.
También (N.P.idem.ibid) la torre del despacho de su majestad, que
mira a el mediodía, pieza de singular adorno, y traza, la
pintó al fresco bóvedas, y paredes hasta el suelo el mismo
Becerra, ayudándole en todo esto el Bergamasco, adornándola de fíbulas, estucos, y oro, que todo publica majestad, y el peregrino ingenio de sus artífices; juntamente con
la alcoba, y otros dos pasillos que hay mas adentro, aunque
muy injuriado hasta donde alcanzan las manos, ya de la incuria de los barrenderos, o ya de la travesura de los
pajes,
¡cosa lastimosa!.
Pintó también en el real palacio del Pardo la cuadra de
una de las torres, adornada de estucos, y oro, no solo la
bóveda, sino también las paredes con la historia, o fábula
de Medusa
#, en que le ayudó el Bergamasco: aunque Pacheco dice que Rómulo;
pero me atengo a Carducho que pintó allí, para la cual historia hizo
Becerra un cartón, donde
dibujo un Mercurio
#, por un modelo hecho de su mano, y
mostrándoselo a el Señor Felipe II, le dijo su Majestad: ¿Y no habéis hecho
más que esto? Con lo cual él se desconsoló mucho y así suelo yo decir,
que en las obras
de fuera se estudia para las del Rey , porque no gustan los
Reyes de dilaciones , aunque conduzcan a la mayor perfección de las obras.
Y también pintó muchas cosas en el Escorial, como lo dice
Vicencio Carduchi (N.P.Carduch.Dialog.2.fol.32).
No se tiene noticia del año en que murió, ni donde está enterrado, por la
poca aplicación de nuestros naturales a perpetuar las memorias
de sus compatriotas: se tiene por cierto
que fue en Madrid donde tuvo su ordinario domicilio, y
que murió por los años de mil quinientos y setenta, a poco
más de los cincuenta de su edad, como lo significa Juan de
Arfe, que da a entender su temprana muerte.
XIV.
MAESE PEDRO CAMPAÑA, PINTOR.
Maese Pedro Campaña, de nación flamenco, fue pintor
de gran opinión, y discípulo de Rafael de Urbino.
Estuvo en Italia veinte años estudiando en aquella celebre Atenas de la Pintura,
cuyo aprovechamiento manifestó bien,
hallándose en Bolonia, cuando aquella gran ciudad prevenía
el debido ornato para recibir del invictísimo Señor Emperador Carlos V, pasando a
celebrar su coronación año de
1530, en que hizo Maese Pedro un célebre arco triunfal, que
le dio gran crédito, y utilidad, siendo entonces apenas de
veinte y siete años de edad.
Después de algunos años se vino a España, y paró en Sevilla, donde hizo obras
inmortales, y en especial las del
retablo del Mariscal, a la entrada del cabildo
de aquella santa iglesia.
Y sobre todo aquella elegantísima tabla de la Purificación en la capilla de este
nombre,
tan celebrada, como de su mano y no menos la del
Descendimiento de la cruz,
que pondera en su libro de la Pintura Francisco Pacheco
(N.P.Pacheco de la
Pintura, lib. I. fol.57. y 485); y otra del Nacimiento de la Virgen en el banco
de un retablo en san Lorenzo de dicha ciudad ; como también otra de la
Circuncisión del Señor, que
está en el convento de san Pablo en una capilla junto a el
capítulo: bien que nunca perdió del todo aquella manera seca flamenca, que entonces
había en su país, donde tuvo los principios.
Se volvió a Flandes, ya de crecida edad, y allá
murió en la ciudad de Bruselas, de donde era natural, por
los años de mil quinientos setenta; y la ciudad, honrando
su persona, hizo colocar su retrato en las casas de su Consistorio, o Cabildo,
por honor de la Patria, y por hombre eminente, con una inscripción que lo declara.
XV.
JUAN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Pintor, llamado el mudo.
Juan Fernández Jiménez de Navarrete, conocido de todos por el mudo, y aclamado
de todos los grandes artífices por el Ticiano Español, fue natural de Logroño,
hijo de padres honrados, y nobles.
Nació mudo, según dicen; pero
yo digo que nació sordo totalmente, que esa es la causal de
la mudez , porque como no oyen, no aprenden, y así no
hablan, con lo cual se entorpecen los órganos de la pronunciación, y se quedan
mudos. Con que todos los que lo son de nacimiento son sordos, porque mudos
todos nacen, pero no sordos; mas a esto le acompañaba , como suele suceder,
una gran viveza, e ingenio , porque próvida la naturaleza,
lo que le falta en uno, lo reparte en los demás sentidos, y
potencias.
Y habiendo manifestado gran genio en pintar , y
dibujar; pues con carbones, y tierras, y con lo que hallaba
más a mano dibujaba , y contrahacía lo que encontraba: le
llevaron a la hospedería del monasterio de la Estrella de la
orden de san Gerónimo, para que allí aprendiese algo de un
religioso de aquella casa llamado Fr. Vicente de Santo Domingo , que tenia la
habilidad de pintar, de que dan testimonio las pinturas suyas del claustro,
y retablos de dicha
santa casa (En 1865 con la desamortización, el
abandono, perdidos claustro y pinturas, queda una
#), y las del
monasterio de santa Catalina en Talavera de la reina
(No parece quedar nada),
donde murió. Este pues le dio algunos
principios al Mudo, y descubriendo desde luego grande
ingenio, y habilidad en el muchacho, trató con sus padres
que le enviasen a Italia, para que en alguna de aquellas eminentes escuelas
se hiciese hombre de importancia.
Se dispuso así, hallándose ya algo adelantado, y pasó a Roma, donde vio todas sus
maravillas, como también en Florencia, Venecia, Milán, y Nápoles.
Estuvo en la escuela del Ticiano
mucho tiempo, y en la de otros eminentes hombres de aquella era; bien que
el Peregrin de Bolonia admirándose de las
cosas que aquí hacia el Mudo, dijo que en Italia no había
hecho cosa que mereciese estimación; sin duda por haber sido allí sus
principios, no obstante que asegura Fray José de Sigüenza en la tercera parte de la Historia de la Orden de
san Gerónimo, lib. 4. discurso 5. que llegó a tener en Italia
tanto nombre, que luego que se comenzó el ornato de la fábrica de san
Lorenzo el Real del Escorial, tuvo el Rey
noticia de él por don Luis Manrique, su limosnero mayor, y
le mandó llamar para que pintase algunas cosas para aquel
Real Sitio. Obedeció al punto el Mudo, y lo primero que
ejecutó de orden de su majestad fueron unos Profetas de
blanco, y negro en las puertas de un tablero de la quinta angustia, que está
ahora en la pared de la sacristía encima de los cajones, que por estar de continuo
abiertas no se gozan:
aunque otros dicen que fue primero el cuadro del Bautismo
de Cristo
# Señor nuestro, muestra que hizo de muy diferente manera de la que
después siguió, el cual esta hoy en la celda prioral de aquel real monasterio.
Copió luego un crucifijo grande, y excelentísimo, que estaba entonces en el altar
de la misma sacristía muy bien coloreado al natural; aunque la
Virgen, y san Juan, no más que de blanco, y negro.
Le contentó mucho al Rey esta copia, y la mando poner en
una capilla que tiene su majestad en el bosque de Segovia
y le ordeno después pintase cuatro cuadros grandes para
que sirviesen de retablos en la sacristía de prestado, que se
hizo entonces en el lienzo del claustro grande donde esta la
escalera. Acabados estos, le mandó su majestad pintar otros
cuatro, para que sirviesen de lo mismo en la sacristía del
colegio, que estaba de la otra parte de la escalera en el mismo paño.
Estos ocho cuadros grandes son los que están ahora en el claustro alto,
entre los cuales hay uno de la
degollación de Santiago, donde retrató a Santoyo
en la figura del verdugo, con el cual estaba mal el Mudo: y como Santoyo era Secretario del Rey,
se quejó, suplicándole mandase
a el Mudo que lo borrase de lo cual se excusó el Rey diciendo: que era
lástima, porque estaba muy bien hecho, y
así se quedó.
Son también de su mano los doce Apóstoles,
#,#,#,#,#,#,# y san
Marcos, san Lucas, san Bernabé
(Posible error y sea San Pedro y San Pablo), y san Pablo, que
están de dos en dos, en los ocho altares de los dos pilares
grandes de la iglesia mas inmediatos a el altar mayor.
le visitaba su majestad en su oficina en el Escorial frecuentemente,
experimentando de su benignidad repetidas
honras, y demostraciones de agrado: Y habiendo traído en
este tiempo el cuadro de la Cena de mano de Ticiano para el
refectorio de dicho monasterio, y tratando de cortarle, por
ser mayor que el sitio, se ofreció el Mudo, por señas, a copiarla en seis
meses, o dar la cabeza, reduciendo la copia a
proporción del sitio, porque no se cortase la original; pero
su majestad, por no esperar tanto tiempo, se resolvió a que
se cortase (Simulación aprox.
# y resultado final
#), sobre que el Mudo hacia grandes extremos, ofreciéndose a copiarla
con toda brevedad, y sin interés alguno
bien viene esto con los siete años de Ticiano en ejecutarla,
como se verá en su vida, y que si quedase su majestad agradado,
le hiciese merced de un Hábito de las Ordenes Militares, haciendo la señal con
la mano en el pecho y se tiene por cierto lo hubiera alcanzado, si no le
preocupara la
muerte, así por su calidad tan conocida, como por la; eminencia de su pincel,
de que su majestad se hallaba tan satisfecho, que solía decir, después de
muerto el Mudo, que no
había sido conocido, viendo que los que venían a pintar de Italia a el Escorial,
no igualaban con las obras que dejó de
su mano el Mudo, que parecían de Ticiano.
Lo último, y lo mejor que hizo el Mudo fue un cuadro del
recibimiento
de Abrahán a los tres ángeles, que está en dicho monasterio en el primer recibo
de la portería al salir al Claustro: bien que dejó otro cuadró por acabar del
martirio de san
Lorenzo, cuando el tirano le dejó ya muerto sobre las parrillas, y vinieron de
noche san Hipólito, y otros para llevarse el santo cuerpo, y darle sepultura; y
este lo acabó un
discípulo del Mudo, y está en la capilla del colegio
#: Y en
fin vino a ser el Mudo el Ticiano de España.
Todo lo recopiló en una estancia del Laurel de Apolo, nuestro insigne
español Fray Lope Félix de Vega Carpió (N-P.Laur.de Ap. fol. 79.).
El Mudo insigne muerto conocido,
Desdicha que las Artes han tenido,
Y que oponer España a Italia pudo,
Ningún rostro pintó que fuese mudo.
Hasta la envidia habló; mas era cierto
Que también él habló después de muerto.
Murió el Mudo en aquel real sitio por los años de mil quinientos setenta y dos, de poco mas
de cuarenta de su edad ; y por haber muerto tan mozo, ha sido preciso ponerle antes
que a Ticiano su maestro, que le sobrevivió algunos años.
Dejó fundada su madre del Mudo doña Catalina Jiménez, una memoria en el
convento de la Estrella, que dijimos, a favor de su hijo, la cual hoy se
mantiene; y comenzó a celebrarse, ya dotada, el año de mil quinientos ochenta, para
lo cual dio la madre trecientos ducados, y se le dice a el Mudo todos los años su
Misa cantada de réquiem el día veinticinco
de Junio, dejó dispuesto el Mudo se trajese allí su cuerpo; pero no se ha ejecutado,
no se sabe porque.
XVI.
SOFONISBA ANGUISSOLA Y SUS HERMANAS, Pintoras.
Sofonisba Anguissola, Cremonense, con tres hermanas suyas, virtuosísimas doncellas,
fueron hijas de Amilcare Anguissola, y de Blanca Punzona, ambas nobilísimas familias
en Cremona; y en cuanto a Sofonisba, escribe Jorge Vasari
que fue pintora eminente,(N.A. Jorge Vasari 2. volume della 3. parte, pag. 562
Dentro de la vida de Propercia de Rosi) y que vio en Cremona de su mano en casa de su padre
un cuadro hecho con toda diligencia, con los retratos de sus tres hermanas
jugando, y con ellas una dueña anciana
#, con tal puntualidad ejecutados los
retratos de mano de Sofonisba, que parecía que respiraban, y
solo se extrañaba su silencio, y más habiendo niñas, y dueña.
En otro cuadro vio de su misma mano retratado al dicho su padre, que tiene a
un lado otra hija , hermana de Sofonisba, llamada Minerva, que en Pintura, y en
las letras fue peregrina, y desempeñó su nombre, y a el otro lado
Asdrúbal, hijo del mismo, y otro hermanito
#; y todos estos
tan bien hechos, que parece que tienen espíritu, y que viven.
En Piacenza están de mano de la misma en casa del Arcediano de aquella
iglesia mayor dos cuadros bellísimos; en el uno
está retratado dicho Arcediano; y en el otro Sofonisba, de
suerte que a la una y la otra figura no les falta sino hablar.
Esta Señora pues fue conducida por el Señor Duque de
Alba para dama de la reina de España nuestra Señora Doña Isabel de la Paz, de quien fue
muy favorecida, y estimada, que no eran sus prendas dignas de menor empleo.
Hizo retratos, y pinturas cosa excelente, por cuya fama el Papa
Pio IV hizo saber a Sofonisba que deseaba tener de su
mano el retrato de la Serenísima reina de España: lo cual
puso en ejecución con todo el cuidado posible, y por mano
del Embajador de España se lo presentó a su Santidad con
una carta del tenor siguiente.
CARTA DE SOFONISBA AL PAPA.
Santísimo Padre. Por el Reverendísimo Nuncio de vuestra Santidad he sabido que
deseaba vuestra Santidad un
retrato de mi mano de la Majestad (Atención de Sofonisba digna de notarse.) de la reina mi Señora y como aceptase
esta empresa por singular gracia, y favor, habiendo de servir a vuestra Beatitud,
pedí licencia a su majestad, la cual en ello tuvo mucha complacencia,
reconociendo en eso la paternal afición, que vuestra Santidad le demuestra, y yo, con
la ocasión de aqueste Caballero, se le envió; y si en esto satisficiere el deseo de
vuestra Santidad, yo recibiré infinito consuelo, no dejando de decirle, que si con el
pincel se pudiera representar los ojos de vuestra Beatitud la belleza del ánimo
de aquesta Serenísima Reina, no se podría ver cosa mas maravillosa. Mas en aquellas
partes que con ei pincel se pueden figurar no he faltado a usar de toda aquella
diligencia que yo he sabido , para representar a vuestra Beatitud lo
verdadero. Y con esto dando fin con toda reverencia, y humildad, le beso el santísimo pie. Madrid 17. de Septiembre
de 1561. años.
De vuestra Beatitud su humildísima Sierva
Sofonisba Anguissola.
RESPUESTA DEL PAPA A SOFONISBA.
A la cual carta respondió su Santidad con la infrascripta,
y habiéndole complacido mucho el retrato, la acompaño con
dádivas dignas de la mucha virtud de Sofonisba, y magnificencia de su Santidad.
PIUS PAPA IV. DILECTA IN CHRISTO FILIA.
Hemos recibido el retrato de la Serenísima Reina de
España, nuestra carísima hija, que me habéis enviado y
nos ha sido muy agradable, tanto por la persona que representa, la cual amamos
paternalmente, como por otros respetos por la buena religión, y otras bellísimas
partes de su animo, y así también por ser hecho de vuestra mano muy bien, y con mucho
cuidado os lo agradecemos,
certificándoos, que le tendremos entre nuestras cosas muy
estimadas loando esta vuestra grande habilidad, la cual
hasta ahora, creyendo que sea maravillosa, intendiamo
pero che e la piu piccola tra le molte, che sono in voi. Y con tal fin os
enviamos de nuevo nuestra bendición, que
nuestro Señor Dios os conserve. Dada en Roma a 15 de Octubre, año de 1561.
(El cuadro no está en los museos vaticanos, lo cual
extraña )
Esto baste para mostrar cuan grande fue la virtud de Sofonisba, y su eminente
habilidad en la Pintura.
Una hermana suya, llamada Lucía, muriendo, dejó de sí no menor fama en muchas
pinturas de su mano, que hoy se ven
en Cremona, en especial un retrato que hizo de Pedro María, médico excelente, y otro
aun superior del Excelentísimo Señor Duque de Sesa, tan parecido, que no se puede
hacer mejor, ni con mayor viveza.
La tercera hermana Anguissola, llamada Europa, que
en edad pueril dio muestras con sus obras, y diseños, no ser
inferior a Sofonisba, ni a su hermana Lucía, pintó muchos
retratos de gentiles hombres en Cremona , muy bien hechos.
Uno envió a España de Blanca su madre , que le agradó
mucho a Sofonisba, y a todos los pintores que lo vieron en
la Corte. Y porque Ana, cuarta hermana, era pequeña, y
atendía con mucho provecho el dibujo, no se ha podido
tener noticia de sus obras, ni relación de lo que llego a ejecutar su pincel
cuando mayor. Solamente podremos decir,
que tuvo tan gran genio para la pintura como sus hermanas.
Se discurre murió Sofonisba en esta Corte por los años de
mil quinientos setenta y cinco, a poco mas de los cincuenta de su edad
(Cremona 1535-1625 Palermo): en cuyo
obsequio se ha hecho mención de
sus hermanas, bien que no estuvieron en España.
XVII.
EL GRAN TIZIANO VECELIO, Pintor Veneciano.
Tiziano Vecelio de Cador, Veneciano, Pintor de Cámara excelente del Señor Emperador
Carlos V, y del
prudentísimo Rey el Señor Felipe II, nació en Cador año de 1480, de la muy noble
familia de Vecellí: y llegando a la edad de
diez años, fue llevado a Venecia en casa
de un tío suyo, ciudadano honrado, el cual viendo el gran
genio que mostraba el muchacho para la Pintura, le aplicó
á la escuela de Juan Belino, pintor insigne de aquella edad,
donde estuvo algunos años con gran aprovechamiento.
Pero habiendo venido a Venecia en aquella sazón Jorge de
Castelfranco año de 1507 y viendo su manera de pintar más
libre, y magisteriosa, imitando solo el natural, sin hacer dibujos, con gran
frescura, y manejo, se aplicó de suerte Tiziano a su escuela, que en poco
tiempo hacía cosas que todos las tenían por de mano de Jorge.
Emprehendió también Tiziano en este tiempo algunas
cosas al fresco, que condujo con gran magisterio , y comenzó a manifestar
lo singular de su genio para los retratos
en uno que hizo de un Gentilhombre amigo suyo, que si
no le hubiera firmado, le tuvieran todos por de mano de
Jorge su maestro; y así hay algunos retratos, especialmente
de aquel tiempo , que es imposible distinguir de cual de los
dos sean, si no están firmados.
Y en fin llegaron a ser tan
famosas sus obras , que no hubo en su tiempo varón señalado, o puesto en dignidad,
que no solicitase tener alguna
pintura, de retrato de su mano, por ser tan aventajado artífice en esta parte.
Y así retrató a el Duque Alfonso de Ferrara, a Federico Gonzaga Duque de Mantua,
a Francisco María Duque de Urbino , a el Marques del Basto , a el de
Pescara , a el Gran Duque de Alba Don Fernando, a Francisco Esforcia Duque de
Milán a el Señor Antonio de Leiva , a Don Diego de Mendoza, a el Aretino, a el Bembo,
a el Fracastorio, a Ferdinando Rey de Romanos, y
a su hijo Maximiliano, ambos después Emperadores , a el
Papa Sixto IV, a Julio Segundo, y a Paulo Tercero,
hasta al Emperador de los Turcos Solimán, y a Rosa su
mujer, compitiendo cada cual en premiarle.
Pero quien excedió a todos en la
estimación de este gran artífice, fue el invictísimo Señor Emperador Carlos V, a quien
retrató en Bolonia el año de 1530.
Y después llamado a la corte de
España, retrató a su majestad Cesárea diferentes veces, y
por cada retrato le daba mil escudos de oro, que en aquel
tiempo era una gran suma, sin permitir que otro le retratase:
le premió también un mediano cuadro en dos mil ducados.
(Hasta Aquí sigue a
Vasari desde
Pacheco mejor aconsejo las fuentes)
Y habiendo hecho otro de la Encarnación del Hijo de Dios
(Anunciación)
para Murano en el Estado de Venecia, no queriendo darle
por él doscientos escudos, se lo presentó al Señor Emperador, el cual le dio
mil escudos de ayuda de costa para colores, y lo hizo colocar el Señor Felipe II
en la capilla real del palacio de Aranjuez
(Perdida, antes de la instalación ya la restauró Sánchez Coello, queda un
grabado
#), y lo retocó Lucas Jordán el
año pasado de 1698, por estar ya muy deteriorado.
Estimó en tanto a Tiziano su majestad Cesárea, que lo
armó Caballero del Hábito de Santiago en el palacio de Bruselas, señalándole
doscientos ducados de renta en Nápoles, y
entiendo que fueron de plata, que por allá no corre el vellón.
Hizo después muchas pinturas al Señor Felipe II, el cual después de haberle
retratado, le dio otros doscientos ducados de
renta , además de trecientos, que tenia por
la Señoría de Venecia: e hizo de él tanta estimación que colocó su retrato entre
los de su real casa en Madrid. Y el Señor
Rey Don Felipe III, cuando se quemó la casa real del
Pardo año de 1608, donde perecieron muchas pinturas originales, solo preguntó si
se había quemado la
Venus de Tiziano,
Y respondiendo que no, dijo su majestad: Pues
lo demás no importa, que se volverá a hacer.
fue Tiziano príncipe del colorido, el cual poseyó con
gran hermosura, y valentía por lo cual llego a tanto su
fortuna, que el Señor Emperador Carlos V le creó
Conde Palatino en Barcelona año de 1553 con otros muchos honores, y demostraciones
de singular estimación, como dejamos notado en el tomo 1. 4 ib. 2. cap. 9. Y
aunque algunos han querido dudar que estuviese Tiziano en España, es error,
procedido de que Carlos Ridolfi dice que
pasó Tiziano a la Corte del Emperador el año 1548, llamado de su majestad
Cesárea; y entonces el Señor Emperador Carlos V estaba en, España, y aquí, tenia
su Corte sino que por la Corte del Emperador han entendido la de
Viena.
Y así es indubitable que estuvo Tiziano en España; y se puede creer,
que por lo menos estuvo desde el año 48, en que fue llamado, hasta en que
su Majestad Cesárea le creó
Conde Palatino en el palacio de Barcelona, como lo dice dicho Autor, y en cuyo
tiempo se dice ejecutó las pinturas de la capilla mayor del convento de
San Francisco de la Puebla de Sanabria. (No
estuvo en España, esta última nota forzosamente la tomó de oídas, Muy cerca, en Otero de Sanabria, hay frescos renacentistas y un
retablo, muy llamativos, pero es imposible llegar a identificar eso con Tiziano
#)
Y es dignó de ponderar, que con ser su majestad Cesárea Señor de tantos
reinos, y provincias, no apreció menos haberlos alcanzado,
que el haber adquirido las obras que obtuvo de Tiziano, deseando sumamente conseguir más.
Pues estimaba tanto las pinturas de este singular artífice, que tenía por
felicidad alcanzarlas, y le solicitaba con cartas, y le hacía muchos favores, honras,
y mercedes, como se puede colegir de las que
refiere de su Majestad Cesárea el caballero Ridolfi, en que
le nombra a Tiziano su gentilhombre, y se colige también
por las siguientes cartas del Señor Felipe II.
Carta que el Señor Rey Don Felipe II escribió al Tiziano desde Flandes.
DON FELIPE POR LA GRACIA DE DIOS.
Rey de España, de las Indias, de Jerusalén.
Amado nuestro, vuestra carta de 19 del pasado he recibido , y holgado de entender
por ella lo que escribís, que teniades acabadas las dos fábulas, la una de Diana en la
fuente, y la otra de Calixto, y porque no suceda el inconveniente que sucedió
a la pintura del Cristo, he acordado que se envíen a Génova, para que de allí se me
encaminen a España, y escribo a Garci Fernández sobre ello; vos se las entregaréis a él, y
procuraréis que vengan muy bien puestas, y en sus cajas, y empacadas de manera, que
no se gasten en el camino. Y para esto será bien, que vos
que lo entendéis, los pongáis de vuestra mano; porque será gran pérdida que
llegasen dañadas. También holgaré mucho que os deis prisa a acabar el Cristo en el sepulcro
como la que se perdió, porque no querría carecer de una tan buena pieza.
Y os agradezco el trabajo que ponéis en
hacer estas obras, que las tengo en lo que es razón, por
ser como de vuestra mano: y me ha desplacido que no se
haya cumplido lo que mandé, que se os pagase en Milán,
y Génova: ahora he mandado tornar de escribir sobre ello
de manera, que tengo por cierto que de esta vez no habrá
falta. De Gante a 13. de Julio de 1558.
YO EL REY
Le Envió últimamente Tiziano al Señor Felipe II
aquel célebre cuadro de la Cena de Cristo Señor nuestro,
que está en el refectorio de san Lorenzo del Escorial, que
verdaderamente es maravilla del arte; y en la carta que le
escribe al Rey dice: que había, siete años, que lo comenzó, y que casi no
había dejado de trabajar en él. Cosa verdaderamente increíble! Porque si dijera que
siete meses, aunque se me hiciera duro de creer , ya pudiera pasar; pero
siete años, es menester atribuirlo más a misterio, que no a
realidad (N.A. Ridolfi part.I.fol.172.). El cual habiéndolo recibido su majestad, y
estimándolo como era justo,
le remunero con dos mil escudos de oro por la vía de Génova: enviando asimismo
órdenes muy estrechas para que se le asistiese a Tiziano puntualmente con
las pensiones que su majestad le tenia situadas en Italia
(N.A.Idem.ibi.fol.173).
Pero si los siete años fueron ciertos, no le salía bien la cuenta a Tiziano con
los dos mil escudos de oro.
Carta de recomendación del Señor Felipe II a favor
de Tiziano a el Gobernador de Milán.
DON FELIPE POR LA GRACIA DE DIOS,
Rey de España, de las dos Sicilias, Duque de Milán,
Ilustre Duque , Primo , nuestro Gobernador del Estado
de Milán, y su Capitán General. Yo he entendido que de
las dos pensiones de que hizo merced en ese Estado el Emperador mi señor, que
está en gloria, de Tiziano Vecelio, Pintor Veneciano , la una en el año de 41 y la otra en el
el 48. no ha podido hasta ahora cobrar cosa alguna por
mucho que lo ha procurado y solicitado y porque además
de ser muy justo, que las mercedes que su Majestad Cesárea le hizo, le sean
fructuosas, por lo bien que a mi me
ha servido, y sirve, y buena voluntad que le tengo, holgare mucho que se
cumpla con él de manera que no haya
falta. Os encargamos, que recibiendo esta, hagáis ver los
privilegios de su Majestad, que el dicho Tiziano tiene de las dichas dos pensiones,
y habiendo
averiguado lo que en virtud de cada una de ellas ha de haber de lo pasado,
proveáis, y deis orden que todo aquel se le pague, y satisfaga con efecto,
y lo más presto que se
pudiere, a él, o a su legitimo procurador de
maravedises de esta nuestra Cámara Ducal, ordinarios ó extraordinarios, o de algún
otro expediente de que allá se
viere que se podrá mejor cumplir: dando asimismo tal orden para lo de adelante,
que las dichas dos pensiones se paguen cada año al dicho Tiziano a sus tiempos, sin
que
haya falta, dilación, ni esperar sobre ella otro mandamiento, ni consulta nuestra.
Porque tal es nuestra voluntad, no obstante las órdenes
de V. Vorner , ni otros algunos de ese estado, que en contrario haya.
Datas en el monasterio de Grunedal a 25 de Diciembre de 1558.
Y escribió de su real mano los renglones siguientes: Ya
sabéis el contentamiento que Yo tendré de esto , por tocar a
Tiziano, y así os encargo mucho, que luego le hagáis pagar, de manera que para
ello no haya menester acudir
más a mi para que os lo vuelva a mandar.
YO EL REY.
Pero todo cuanto hubo de escasez en las pinturas de Tiziano, mientras vivió, tuvieron
de abundancia después de muerto; pues así por las que recogió Velázquez en su jornada a
Italia, como por las que se compraron en la almoneda
del Príncipe de Gales, y otras con que muchos Señores regalaron a sus majestades,
están los palacios de nuestros ínclitos Reyes llenos de ellas, pues en solo este de
Madrid hay
muchísimas, especialmente en las bóvedas que llaman de Tiziano, por haber allí
tantas fábulas suyas, que cada una es un milagro.
El célebre cuadro de
santa Margarita, que en otro tiempo debió de estar
en este convento de san Gerónimo de Madrid, según dice
Pacheco (N.A.P.
Pachec. lib. de la Pint. pag. 187.), los retratos de los
doce Emperadores Romanos, aunque el de Vitelio, por haber faltado, es de Vandic
(Perdidos por el fuego en 1734).
El retrato del Señor
Emperador Carlos V a caballo, y el del Señor
Felipe II de
cuerpo entero, ofreciendo a Dios al Señor Felipe III,
niño entonces; las cuatro Furias
1,2
, , aunque las dos son copias
de mano de Alonso Sánchez, de que se hace mención en su
vida, sin otros muchos retratos de diferentes personajes, y
madamas, y especialmente el del gran
Marques de Pescara,
y otras muchas que omito.
En el real monasterio de san Lorenzo del Escorial hay
también muchas, y en especial aquel célebre cuadro de la
Gloria, que está en la Áulica, y es como de tres varas de alto, y dos de
ancho, y en él está la Trinidad Santísima, y la
Virgen a la mano derecha, algo más abajo, y en medio del
cuadro la Iglesia en figura de doncella hermosa, que está
ofreciendo a Dios los héroes del viejo, y nuevo Testamento
y entre ellos muchos de la Imperial Casa de Austria: como
el Señor Carlos V, y su consorte, y el Señor Rey Don
Felipe II, y la reina Doña Juana su hermana, que
aunque están las figuras diminutas, y aniebladas con el esplendor de la gloria,
se conocen los retratos: pintura de muy
singular ingenio, y artificio, y que verdaderamente le dio
gran gloria a su artífice, pues le llaman
la Gloria de Tiziano.
Además de esta hay otras muchas, sin la célebre de la
Cena en el refectorio, como son las dos de la ante sacristía,
una de la
Oración del Huerto, extremadamente caprichosa,
y otra de Santa Margarita, que sale del dragón reventado
por los ijares; y es una gentil figura, aunque ofendida con
una ropa falsa, que le echaron por cubrir el desnudo de una
pierna, que verdaderamente le desgracia: y desgracia tuvo
en ser sola, y haber caído en un sitio tan religioso; que si estuviera en un
cuadro del Juicio Final, no se reparara en esa
menudencia, aunque estuviese en el Vaticano. Pero a bien,
que Jordán puede muy bien subsanar allí este, y otros muchos
escrúpulos, en lo que dejó ejecutado.
También dentro de la
sacristía hay una imagen de nuestra Señora con el niño en los
brazos (Por descartes ¿#?)
del tamaño del natural, cosa extremada.
Y el san Sebastián de Tiziano, que
fue dadiva del Excelentísimo Señor conde de Benavente
(Perdido).
Y en el mismo sitio hay otra suya de
la pregunta que hicieron a Cristo Señor nuestro los Fariseos
sobre pagar
el tributo a el Cesar, cosa excelente. Como lo es
también la Magdalena tan celebrada, de más de medio cuerpo, de que hay muchas
copias .
Y también están allí los dos
cuadros de Jesús, y María dolorosos, de que no hay menos;
y así mismo una
Santa Catalina mártir, mayor que del natural.
Otras dos pinturas suyas están en el tránsito que hay
desde la sacristía a el altar mayor, delante de la puerta del
cuarto del Rey, que son un crucifijo difunto
#, y un san
Juan Bautista en el desierto, de excelente actitud, luz, y
relieve.
Y en el oratorio del Rey sirve de altar un Cristo
con la cruz a cuestas
#, devotísima, y singular figura, y digna
de aquel lugar.
En el Capitulo está san Jorge con nuestra Señora, y santa Catalina
mártir
#.
También
la Oración del Huerto, y
san Gerónimo en la penitencia; como
también
el martirio de san Lorenzo, la
Adoración de los Santos Reyes, y
el Sepulcro de Cristo, que están en la sala de profundis.
Y en la capilla de la enfermería hay otro
Ecce Homo con Pilatos, también de Tiziano,
cosa superior, y una copia del
martirio de san Pedro Mártir
¿#?, aunque otros dicen que es repetida del mismo Tiziano,
cuyo primer original está en Venecia
(Destruida el original por incendio en 1867
#).
Y en fin, fuera nunca acabar, si todas las
pinturas de Tiziano, que hay solamente en los palacios, y sitios reales,
y casas de Señores en España se hubiesen de recitar.
Perecieron, sin embargo, en el incendio lastimoso del
palacio del Pardo muchas pinturas de Tiziano, y especialmente retratos de la
antigua Casa de Austria, entre los cuales estaba aquel célebre suyo,
que habiéndoselo enviado a pedir su majestad se
le envió, mostrando en su mano
el del Señor Emperador: dando a entender con esta discreción, que la honra que se
diese a aquella pintura, sería por el retrato que tenia de su majestad, no por el suyo.
Murió en fin Tiziano, herido de peste el año de mil quinientos setenta y seis,
y a los noventa y nueve de su edad; mas no murió su nombre, porque este vivirá,
lo que duraren los siglos. Y aun
parece, que la muerte no se juzgó bastante para vencerle, y así se valió de
la peste para acabarle.
Quien quisiere ver más por extenso la relación de sus
muchas, y admirables obras, y su vida muy por menor, lea
a el Caballero Cario Ridolfi (n) en la primera parte de las
Vidas de los Pintores Venecianos, desde la página 134 hasta 198, escritas en
lengua toscana, donde hallará su retrato, honroso sepulcro, y exequias suntuosas.
XVIII.
LUQUETO, o LUCAS CANGIASO, PINTOR.
(Luca Cambiaso)
Luqueto, o Lucas Cangíaso, excelentísimo pintor genovés, fue llamado del Señor
Felipe II para suplir la
falta del Mudo en las pinturas del Escorial, y así pinto en
aquella excelsa máquina diferentes cosas.
En el claustro bajo, hay algunas estaciones de su mano: también lo son los
Evangelistas, que están en los nichos de la escalera principal,
los cuales no quiso retocar Jordán cuando pinto la escalera,
aunque se lo mandó el señor Carlos II, por venerar
las obras de Lucas Cangiaso. Es también de su mano la pintura de la Asunción de
nuestra Señora en el presbiterio de la
iglesia, como también las de la bóveda del colegio a la entrada del refectorio,
que son las once mil Vírgenes ¿#?, y
la caída de Luzbel: bien que no agradaron por
el poco ornato,
y menos gusto en el colorido. También es suyo el
san Juan
Bautista al oleo, que está en un altar de la iglesia, y la
pintura del de Santa Ana, y el san Lorenzo, y san Gerónimo, que están en el
coro sobre la sillería: y así mismo las
Virtudes, y el techo, y bóveda de los entierros de, los Reyes en el presbiterio
donde también es suya la
Coronación
de la Virgen, suponiendo que todo lo que está pintado sobre la albañilería es al
fresco. Y finalmente pintó
la Gloria,
tan celebrada vulgarmente, de la bóveda del coro, y habiéndola concluido, y
tasándosela en ocho mil ducados, le dio el
Señor Felipe II doce mil: y cierto que fue acción de
su grandeza porque no hizo cosa Luqueto, en que menos
complaciese a los del Arte, por haberse aquello dirigido por
dictámenes de teólogos de orden de su majestad.
Y verdaderamente hay cosas, que
aunque en lo escrito, y discurrido son muy buenas, en el arte no tienen capricho
ni armonía pintoresca. Pero sobre todo fue muy fácil, fecundo,
y pronto inventor: bien, que son mejores sus dibujos que
su pintura; porque en ella no tuvo buen; gusto, y los dibujos son excelentes, y
de gran magisterio; de que hay gran
copia, porque en ello tuvo gran facilidad. Y en fin lleno de
riqueza , y honras, que recibió de su Majestad, murió en
aquel Real Sitio de San Lorenzo, ya de crecida edad, cerca
de los años de mil quinientos ochenta, dejando su retrato en la gloria del coro,
que fue lo último que hizo, detrás del de Fray Antonio el Obrero.
De este gran Artífice, hace mención Juan Paolo Lomazo entre sus Pintores
Eminentes, y Fray José de Sigüenza en la Historia de la Orden de san Gerónimo, part. 3. lib. 4. disc. 13, pag. 794.
XIX.
EL VENERABLE PADRE FRAY NICOLÁS
Fattor, del Arte de la Pintura.
Fray Nicolás Fattor, natural de la ínclita ciudad de Valencia, y de la Orden
del Seráfico Padre San Francisco, después de haber estudiado en el siglo la
gramática, se aplicó a
el Arte de la Pintura; y aunque contra la voluntad de su padre, que le deseaba
para sí en el siglo, tomó el hábito de la
Observancia en el convento de Santa María de Jesús de dicha Orden, un cuarto de
legua distante de Valencia.
Fue de soberano ingenio, y excelente pintor; y viviendo en dicho convento,
pintó muchas imágenes de María Santísima,
de quien fue muy regalado: y a las que hallaba pintadas, las
ponía versos latinos, en su alabanza, en que fue también peregrino, que nunca,
o rara vez dejan de andar juntas estas dos honoríficas facultades.
Tuvo en la Orden diferentes prelacías, y empleos, en
que siempre se portó con extremada humildad , y ejemplo
en todo linaje de virtud , como lo podrá ver el curioso en el
libro, que de su portentosa vida escribió el muy Reverendo
Padre Fray Cristóbal Moreno, Provincial que fue de aquella santa provincia,
colegida del proceso que para seguir su
causa en la Rota, se escribió de orden de aquel gran prelado, y siervo de Dios
el Excelentísimo Señor Don Juan de
Ribera, Patriarca de Antioquía, Arzobispo, y Virrey de Valencia.
La trae también Villegas en su Flos Sanctorum 3. part.
Y entre otros empleos que tuvo, fue el de confesor del
real convento de las Señoras Descalzas de esta Corte, de que
se retiró voluntariamente, no pudiendo su gran austeridad
sufrir el bullicio, y visitas de la Corte, y tomando el camino de Valencia,
entró a visitar la imagen de nuestra Señora
de Atocha, la cual le reprendió ¿por qué desamparaba las esposas de su Hijo
santísimo?. El absorto, y lleno de temor,
no respondió palabra; pero la Virgen le dijo se fuese en paz,
y usando de esta licencia prosiguió su camino.
(N.A.P.Maestro Gil Gonzal. Davila, Historia de Madrid,fol.a86.),
Hay en el claustro de dicho convento de Santa María de Jesús un san Miguel
abatiendo la soberbia de Lucifer, y
sus secuaces, ejecutado de mano de este siervo de Dios de
aguada de añil en la pared, cosa excelente, y también a la
subida de la escalera del convento de Chelva en dicho, reino,
hay un Cristo a la columna, hecho de su mano, también de
aguada cosa superior.
Y en los márgenes de los libros del
coro en su convento de Jesús dejó hechos diferentes adornos,
historiejas, y figuras de los Apóstoles, y otros Santos, todo
con extremado primor.
Murió en fin Fray Nicolás con créditos de ejemplar varón a los sesenta y un años
de su edad en el mil quinientos ochenta y tres, en dicha ciudad de
Valencia, en su convento de Santa María de Jesús, donde
quedó depositado su cuerpo con gran veneración de los fieles
de aquel reino que acudían a su sepulcro para encontrar el
remedio de sus necesidades: y se trató la causa de su canonización, que no sé
en que estado se halla.
XX.
EL DIVINO MORALES, PINTOR.
El divino Morales , español , cuyo nombre propio se ignora, fue natural de Badajoz,
y pintor famoso; fue cognominado el Divino, así porque todo lo que pinto fueron
cosas sagradas, como porque hizo cabezas de Cristo con tan
gran primor, y sutileza en los cabellos, que al mas curioso en el arte
ocasiona a querer soplarlos para que se muevan,
porque parece que tienen la misma sutileza que los naturales.
Fue discípulo de Maesse Pedro Campaña, que lo fue de
Rafael de Urbino, con cuya ocasión pasó a Sevilla, donde
estuvo muchos años, y dejó allí muchas pinturas de su mano,
especialmente en algunas capillas antiguas de aquella
santa iglesia.
No se ha visto pintura suya que exceda de una
cabeza, o medio cuerpo, y siempre en tabla, o lámina, con
la delicadeza, y primor que acostumbraba.
Bien lo acredita la Verónica, que está en la capilla de nuestra Señora de
la Soledad de la iglesia del convento de Trinitarios Calzados de
esta Corte: Y otra de Ecce Homo, que está en el
colateral del evangelio en la iglesia del convento de Religiosas de
Corpus Christi: Otra de Cristo Señor nuestro a la columna,
con san Pedro llorando, y de medio cuerpo, cosa excelentísima, en la sacristía
del colegio Imperial (La colegiata de San Isidro
ardió en 1936, queda fotografía de la obra
#):
Y en el de santa Catalina de la ciudad de Córdoba, también de la compañía
de Jesús, en el colateral del Evangelio, donde estaba un
cuadro de la
Asunción de nuestra Señora de Pablo de Céspedes, han colocado en
estos tiempos otra tabla de nuestro
Morales, de cosa de vara y tercia de alto con María Santísima dolorosa, y su Hijo sacratísimo, difunto en los
brazos, de medios cuerpos, cosa superior
#.
Y sin estas hay
otras muchas en las casas reales, y fuera de ellas, especialmente en oratorios;
bien que hay algunas bautizadas por
originales, aunque es dificultosísimo de copiar, y por tanto
más fácil de conocer.
Fue llamado del Señor Felipe II , como se dijo
en el tomo primero, para pintar en el Escorial, en que se
porto como buen vasallo, ofreciendo al servicio de su Majestad cuanto tenia,
por haber extrañado el Rey el fausto
con que había venido.
Pero habiendo servido a su majestad
en muchas cosas de su devoción, porque su habilidad no se
extendía a mas, ni era para obras de magnitud, se retiró a su
tierra muy recompensado, y favorecido de la grandeza de su
majestad.
Y después de algunos años, pasando el Señor Felipe II a tomar
posesión del reino de Portugal en el
de 1.581, llegó a Badajoz donde estaba nuestro Morales, el
cual fue luego a ponerse a los pies del Rey, y habiéndolo
recibido su majestad con singular agrado, le dijo: Muy
viejo estáis Morales, y él respondió: Sí Señor, muy
viejo, y muy pobre. Y entonces volvió el Rey a su Tesorero, y le dijo:
que en las Arcas Reales de aquella ciudad le señalasen doscientos ducados
para comer. Replicó al
punto Morales, y dijo: ¿Señor, y para cenar? Volvió el
Rey, y dijo: Que se le señalasen otros ciento. En que
se califica la liberalidad de aquel Gran Rey, y la discreción,
y donaire de aquel vasallo, junto con la prontitud
de gozar de la ocasión, y hablar a tiempo, que es una grande felicidad.
Llegó pues Morales a experimentar la saña de la fortuna
en la vejez, porque en ella vino a faltarle el pulso firme, y
la vista perspicaz, indispensables en aquella manera de pintar,
tan definida, que verdaderamente no es para viejos.
Murió pues en Badajoz por los años de mil quinientos ochenta y
seis, a los setenta y siete de su edad.
Hay en este Monasterio de san Gerónimo de Madrid
una tabla excelente de su mano, de vara de largo, y tres
cuartas de alto, de medios cuerpos del tamaño del natural, de
Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, acompañado de su
Madre santísima, y san Juan Evangelista, con grandes expresiones de dolor,
y ternura, y con aquella extremada hermosura, y delicadeza de su pincel.
(Si no son falsos, la descripción coincide al menos
en 2
# , #)
Fue dádiva del Señor Felipe II en el año de 1.564.
XXI.
SOFONISBA GENTILESCA, PINTORA (Es Sofonisba
Angissola)
Sofonisba Gentilesca, fue aquella ilustre Dama, y famosa
en esta Arte, que la serenísima reina de España Doña Isabel de la Paz
(Isabel de Valois),
nuestra Señora, que está en el cielo, trajo de
Francia a esta Corte, y fue insigne en hacer retratos, especialmente pequeños.
Y así hizo muchos de sus majestades, y del serenísimo Príncipe Don Carlos,
hijo del Señor Felipe II muestro Señor,
y de otras damas, y señoras de palacio, donde murió el año
de mil quinientos ochenta y siete.
XXII.
LUIS DE VARGAS, PINTOR.
Luis de Vargas , natural de Sevilla, fue gran pintor al
fresco, y al óleo; siguió la manera de pintar del Perino, o
Perin del Vago, en siete años que estuvo en Italia: y habiendo vuelto a su
patria, y viéndose excedido, en algunas
obras que hizo, de Antonio Flores, y de Maese Pedro Campaña, Flamencos,
se volvió a Italia, donde estudió otros
siete años, que parece fue el Jacob de la Pintura, que fue su
hermosa Raquel, y volvió a Sevilla enteramente capaz en el
Arte: aunque Pacheco dice que fueron veintiocho años
los de su estudio en Italia (N.A.P. Pach.lib.
de la Pint.fol.118) y me hace gran fuerza, por ser
paisano, y casi contemporáneo , sino es que fuesen los que
tenía de edad cuando volvió a Sevilla.
Sus obras en la iglesia mayor de aquella ciudad, y casa
arzobispal, dan testimonio de la excelencia de su pincel al
fresco, y al oleo.
Principalmente la pintura del arco del sagrario, y de la torre
(Perdida
#);
la historia de Cristo Señor nuestro
con la cruz acuestas, que está en gradas a las espaldas del sagrario
antiguo,
que la injuria del tiempo ha maltratado (queda
una copia
#); la
célebre tabla de Adán y Eva, que viéndola Mateo Pérez
de Alesio, insigne pintor, que hizo el célebre san Cristóbal
de aquella santa iglesia, de que haremos mención, dijo, mirando
el Adán , que tiene una pierna muy bien escorzada:
"Pin vale la tua gamba, cl´l mió San Christoforo".#
Y últimamente se volvió Mateó Pérez a Italia, viendo su eminente habilidad,
diciendo, que no era justo que viviendo Vargas pusiese en otro la estimación
su patria; acción verdaderamente digna de inmortal gratitud, y que dudo tenga
ejemplo, y mucho menos en el siglo presente.
Pintó el
retablo del Nacimiento en la Santa Iglesia y
otras muchas obras, como la Virgen del Rosario en un ovalo grande, que
está en un pilar del convento de san Pablo,
sí bien ya muy deteriorada (Desaparecida).
Fue insigne retratador; y entré los
muchas retratos que hizo, fue uno del Chantre de aquel
tiempo en el banco del retablo de Adán y Eva,
# que está
en dicha santa iglesia junto a la capilla de la Antigua, y a
la puerta que sale a la lonja, donde se ponía el Chantre a
rezar sus horas, y le cercaban los muchachos, mirando el
retrato, y el original con admiración de la semejanza, y
propiedad. Pintó también el de la excelentísima Señora Doña Juana
Cortés, Duquesa de Alcalá, que parece de mano,
de Rafael de Urbino.
Y sobre todo fue su vida muy ejemplar, y en el tiempo que vivió
en Sevilla, dio muestras de sus raras virtudes:
confesaba, y comulgaba con gran frecuencia, y devoción:
era muy humilde, y sufrido con sus émulos: y algunos ratos
del día, que hurtaba a sus ocupaciones, se encerraba en su estudio,
y se tendía en un ataúd, que para este efecto tenia reservado,
contemplando en la muerte y ajustando la vida, y
toda ella tuvo grandísima devoción con el dulcísimo nombre de Jesús,
por la cual le sucedieron casos milagrosos: se hallaron en su muerte
asperísimos silicios, y disciplinas.
Murió poco después de haber acabado las pinturas de la torre de
aquella santa iglesia, por los años de mil quinientos noventa, y a los sesenta
y dos de su edad.
La fama de su eximia virtud obligó a un grave, y docto Varón, que yendo a
predicar a otro intento,
se explayase en sus alabanzas, y ponderación de sus virtudes: las cuales
acreditan hoy día sus sagradas pinturas, demostrando el espíritu de donde procedían.
Fue muy ingenioso, y de agudos dichos: Y así mostrándole
un pintor ignorante un Cristo crucificado, y vivo, rogándole le dijese su parecer
le dijo: Cierto que está con gran propiedad, porque parece que dice: Perdónalos
tú Señor que no saben lo que se hacen.
XXIII
MIGUEL BARROSO, PINTOR.
Miguel Barroso, gran pintor, y discípulo de Becerra, fue
grandemente instruido en las lenguas griega, y latina, y otras
muchas.
Y además de esto fue famoso arquitecto, perspectivo, y músico excelente.
De mano de éste insigne varón hay
pintada una estación en el Claustro principal del Escorial,
que basta para crédito de su eminente habilidad, y pericia en
el Arte de la Pintura, en que fue muy dulce en el colorido,
aunque con poca valentía en el dibujo.
Murió en esta Corte por los años de mil quinientos noventa,
a poco mas de los cincuenta de su edad.
XXIV.
ALONSO SÁNCHEZ COELLO, Pintor.
Alonso Sánchez Coello, de nación Portugués, excelentísimo pintor de su
majestad católica del Señor Felipe Segundo, fue singular retratador, y le
intitulaba el Rey en sus cartas Tiziano Portugués, y en los sobrescritos: A
el muy amado hijo Alonso Sánchez Coello.
Este noble artífice aprendió el Arte de la Pintura en Roma, en la escuela
de Rafael de Urbino, y después en la de Antonio Moro en España.
Pasó a Portugal, donde habiendo servido al Príncipe Don
Juan, y Princesa Doña Juana, ya viuda, hermana del Señor Felipe II,
quien le solicitaba por haberle faltado
Antonio Moro, se le recomendó mucho al Rey esta Señora,
y así le honró su majestad a nuestro Alonso Sánchez
con extraordinarias demostraciones en esta corte de Madrid;
y lo hizo aposentar en unas casas principales junto a palacio,
sin duda en las que hoy llaman del Tesoro, de donde teniendo el Rey llave,
por un tránsito secreto, con ropa de
levantar, que así llamaban entonces en España las Batas,
solía muchas veces entrar en su casa a deshora, y en ocasión
de estar comiendo con su familia Alonso Sánchez, y queriendo levantarse a hacer
a su majestad la debida reverencia,
como a su Rey, les mandaba se estuviesen quietos, y se entraba a entretener
a el obrador.
Otras veces le cogía sentado
pintando, y llegando quedito por las espaldas , le ponía las
manos sobre sus hombros, y queriendo Alonso levantarse a
hacer el debido comedimiento, le hacia sentar, y proseguir
en su pintura, de que el Rey gustaba mucho. Hizo el año
de 1.585, el retrato del glorioso patriarca san Ignacio, por el
modelo de pasta de cera que se vació en la hembra, que se
hizo sobre su sagrado rostro difunto, que lo trajo el Padre
Pedro de Ribadeneyra, con cuya asistencia, como testigo de
vista, se perfeccionó lo demás, y fue el retrato más parecido,
que se ha hecho de este gran patriarca (Perdido
queda copia y grabados #).
Hizo para el Escorial algunas cosas, como son la pintura
de
San Lorenzo, y san Esteban para un altar de la iglesia; y
para otro
San Vicente, y san Jorge; también
Santa Catalina,
santa Inés, y otras Santas.
Son también de su mano el Sisifo, y Licio, de las cuatro pinturas, que llaman las Furias en este palacio de
Madrid; no siendo sino los condenados, que
hoy están en el salón grande, y antes estuvieron en otra pieza menor,
que se llama de las Furias, por haber tomado de
ellas el nombre. Pero el Tántalo, e Ixíon son de Tiziano originales;
y por no haberse podido conseguir las otras dos, las
copio Alonso Sánchez de orden del Rey.
Y yo he visto en
esta Corte otras cuatro copias de las dichas Furias, de Condenados ,
que aunque son menores, son del tamaño del natural,
y están firmadas de Alonso Sánchez en el año de 1554, y copiadas con excelencia.
Mas lo que espero me han de estimar
los Pintores, es ver un cuadro suyo historiado, y en público
en esta Corte, el cual está en la cuarta capilla de la iglesia de
san Gerónimo, a mano derecha, entrando por la puerta principal, y es de san
Sebastián, y al lado derecho Cristo Señor
nuestro, a el otro María santísima, y más abajo san Bernardo, y san Francisco,
y arriba el Padre Eterno, que cada figura de por sí, no se puede mejorar
#.
Retrató a su Majestad muchas veces, armado
#, a pie (No está claro si de Coello o Moro
# aunque múltiples réplicas son de Coello
#,#), y
a caballo (No se conoce o perdido, podría ser el que
dio pie a la obra de Rubens), de camino con capa y gorra ¿#?: y asimismo diez y
siete personas Reales, entre reinas, Príncipes, e Infantes,
que lo honraban, y estimaban tanto, que se entraban a festejar,
y divertirse en su casa con su familia.
No menos le honraron por su fama los mayores Príncipes del orbe,
hasta los Pontífices Gregorio XIII , y
Sixto V, el Gran Duque de Florencia, el de Saboya
(Hay un retrato en el escorial pero no se da de su
mano
#),
el Cardenal Alexandro Farnesio (El original
discutido si Moro o Coello, hay una replica segura de su mano
#), hermano del serenísimo Señor Duque de Parma.
No faltó a su mesa jamas algún Título, o principal Caballero; porque
viéndole tan favorecido de
un tan Gran Monarca, muchos le cortejaban, y se valían de
su protección : Y así fue su casa frecuentada de los mayores
personajes de su tiempo, como del Cardenal Grambela; de
Don Gaspar de Quiroga Arzobispo de Toledo; de Don
Rodrigo de Castro Arzobispo de Sevilla.
Y lo que más es
de admirar, del Señor
Don Juan de Austria, y del serenísimo
Príncipe Don
Carlos, y de otros muchos Señores, Títulos,
y embajadores; de suerte, que muchos días los caballos,
literas, coches, y sillas ocuparon dos grandes patios de su casa.
Y así vino a llegar su caudal a 55 mil ducados, que en
aquel tiempo era una gran suma.
Fundó en Valladolid una
obra pía de niñas huérfanas, que hoy se mantiene, como dijimos en el
tomo i. fol. 178. aunque ha tenido varios
contrastes, por las intercadencias de los tiempos, y menoscabos
de su dotación.
Murió el año de mil quinientos y noventa,
aunque otros dicen, que murió después del año de mil seiscientos,
a los setenta y cinco de su edad, con gran sentimiento del Arte, y
especialmente de su majestad, que le estimaba mucho.
Perecieron en el incendio lastimoso del palacio del
Pardo diferentes retratos de su mano, y otras pinturas con
gran quebranto de los inteligentes de la profesión.
No careció de elogio este varón insigne en el Laurel de Apolo de
nuestro Fénix Español Lope de Vega, que dice así
(N.A.P. Lope de Vega, fol.79.Laurel de Apolo.),
Y el español Protógenes famoso ,
El noble Alonso Sánchez, que envidioso
Dejara el más antiguo y celebrado,
De quien hay han quedado ,
Honrando su memoria,
Eternos cuadros de divina historia.
XXV.
EL HERMANO DOMINGO BELTRÁN
de la Compañía de Jesús Escultor y Arquitecto.
El hermano Domingo Beltrán, religioso coadjutor de la
Compañía de Jesús, fue recibido en el colegio de Alcalá de
Henares el año de 1.561, a 21 de Abril.
Fue natural de la
ciudad de Victoria, y aprendió en el siglo las facultades de
la Escultura, y Arquitectura en Italia, en que salió muy
aventajado y así las continuó en la religión, ejecutando los
retablos del colegio de Murcia, y los de la primera iglesia del
de Madrid.
Hizo estatuas de gran estimación, y tuvo singular eminencia en las efigies
de Cristo crucificado, como se califica
en las que hoy se ven con admiración en este Colegio Imperial:
como son la de la capilla del santísimo Cristo en la
iglesia (El
cristo de la buena muerte es de Juan de Mesa); y otra en la bóveda de la Congregación de los Señores Abogados,
que esta sin encarnar; y cierto que parece de Miguel Ángel; y también otra que está
en el altar mayor del colegio de Alcalá de Henares
(El
cristo de los doctrinos se da al taller de Leoni); unas y otras,
con tan extremada perfección, que todos los artífices le daban la primacía.
Y el Señor Felipe II celebró su eminencia en estas Artes, y aun deseó llevarle a el
Escorial, para que de su mano labrase algunas estatuas que ennobleciesen aquel
suntuoso templo.
Juntó con esta maravillosa habilidad un sencillez de paloma,
con que se hacía amar de todos, y en especial de los
Señores, y Príncipes, que gustaban de frecuentar su oficina,
por verle labrar, y por oír la santa candidez de su conversación.
Y habiendo ido a Alcalá de Henares, a dar principio
al retablo de la Iglesia del colegio de la Compañía, le llamó
Dios para sí a veintisiete de Abril de mil quinientos
noventa; siendo ya de crecida edad.
XXVI
JUAN BAUTISTA MONEGRO
Escultor y Arquitecto
Juan Bautista Monegro se tiene por cierto ser el mismo
que Juan Bautista de Toledo, por ser de allí oriundo, aunque natural de Madrid,
eminente escultor, y discípulo de Berruguete.
Pasó a Roma, donde hizo cosas, tan eminentes
que le apodaron el Valiente Español.
Ejecutó allí buena parte de la iglesia de
San Pedro. y por ser tan notorio su
crédito, fue llamado por el Señor Felipe II para la
obra de san Lorenzo del Escorial, donde ejecutó el modelo
para aquella gran Basílica (N.A.P. Maestro Gil Gonzalo.
Dávila, Historia de Madrid, fol. 222.); y donde entre otras cosas, hizo
aquellas siete eminentes estatuas, de San Lorenzo
#, y los seis
Reyes de la fachada de aquel gran templo
#: figuras
que ejecutó de tan
desmesurada grandeza, que con su zócalo tienen de alto diez
y siete pies; y salvo las carnes, que son de mármol blanco,
todo lo demás es de piedra berroqueña, y todas siete salieron
de un peñasco, o trozo de piedra de aquella montaña: y es
fama, que en él, dejaron grabado los artífices el siguiente epígrafe: De este
canto salieron seis Reyes, y un Santo, y
quedó para otro tanto.
Lo cierto es, que de todas maneras
son grandes Estatuas, y por ellas merece su artífice nombre
inmortal: Las insignias, o instrumentos son de bronce, doradas de molido, y las
coronas de los Reyes pesan de tres a
cuatro arrobas. Son también de su mano las cuatro estatuas
de los Evangelistas (No está clara la atribución
#), que están en la fuente de en medio del
patio del claustro principal, y son de mármol, que se trajo
de Génova, aunque otros dicen que son de Pompeyo. Murió en esta corte por los
años de mil quinientos noventa, siendo ya de edad muy adelantada.
XXVII
TEODOSIO MINGOT, PINTOR,
Teodosio Mingot, pintor español, y natural del Principado de Cataluña, fue
discípulo de Miguel Ángel, llamado
de Becerra , con el motivo de las obras de pintura que entonces se ofrecían,
con ocasión de la fábrica de este real palacio
de Madrid , y el del Pardo, por el Invictísimo Señor Emperador Carlos V.
Vino pues España, donde manifestó
muy bien en diferentes obras su eminente habilidad,
y desempeñó los créditos de la escuela en que se había criado, como lo acredita la
pintura de la antecámara, y una de las torres del real palacio del Pardo, que
ejecutó en compañía de Gerónimo de Cabrera, y también las que hizo en el Escorial.
Fue Teodosio grandísimo dibujante, y anatomista, como lo califican diferentes
dibujos suyos, que yo he visto, y
tengo en mi poder.
Murió en esta Corte por los años de mil
quinientos noventa, y a los treinta y nueve de su edad.
Lastimoso malogramiento en lo mas florido de sus años, y
de sus lucidas esperanzas, dejó algunas obras comenzadas, que acabaron otros.
XXVIII
LUIS DE CARVAJAL, PINTOR.
Luis de Carvajal , natural de Toledo, y hermano uterino
de Juan Bautista Monegro, excelente escultor, de quien ya
hicimos mención: fue pintor famoso en tiempo del Señor
Felipe II, de cuya orden pintó una estación en el
claustro del Escorial
#, que le dará fama eterna, por haber inmortalizado sus obras
en lugar tan conspicuo, y destinado
solo a los hombres mas eminentes de aquel siglo en esta facultad; y también hizo
otras pinturas al óleo para algunos altares de aquel gran templo.
Murió en esta Corte por los años de mil quinientos y noventa y uno, y a los cincuenta y
siete de su edad.
XXIX.
JUAN DE ARFE VILLAFAÑE, PLATERO, Escultor, y Arquitecto.
Juan de Arfe Villafañe, natural de la ciudad de León de
España , aunque de profesión platero , es muy digno de este
lugar , no tanto por lo ilustre de su facultad, en que fue tan
aventajado, cuanto por haberlo sido en la parte mas principal de la Pintura,
que es el dibujo, y también en la
Escultura de plata, y la Arquitectura; pues el dibujo no desconoce facultad
alguna de las que militan debajo de su jurisdicción, ni la Escultura
excluye el oro, ni la plata , en que se
han ejecutado tantas maravillas; y mas no contentándose
nuestro Arfe en ser solo para sí, que era lo bastante, sino
franqueándonos sus lucidos estudios en la estampa de su erudito libro de
"Varia Commensuracion", donde no solo nos
dispensa a los pintores acertadísimas reglas del dibujo en la
simetría, y anatomía de músculos, y huesos, así del cuerpo
humano, como de los animales cuadrúpedos, y aves, sino
también muy importantes reglas de las cinco órdenes de Arquitectura , y
piezas de platería, con muy singulares noticias
en esto, y lo demás, así de antiguos, como de modernos artífices,
en que no fueron los menos célebres, especialmente
en la platería, sus ascendientes: precediendo a esto muy importantes reglas
de Geometría, y de los Círculos de la Esfera, Relojes horizontales, y las Tablas de los grados, y alturas
de España, exornándolo todo con oportunísima erudición.
Fue pues nuestro Juan de Arfe hijo de Antonio de Arfe, y nieto
de Enrique de Arfe, ambos plateros eminentes,
como dijimos, pues el abuelo hizo las célebres custodias de
la santa iglesia de León (Expropiada y fundida en
1809 en la casa de la moneda de Sevilla), la de Toledo
#, la de Córdoba
#, y la
de Sahagún
#, sin otras muchas piezas de iglesia muy singulares.
Su padre desterrando la Arquitectura bárbara gótica, comenzó a usar la
romana en la custodia de Santiago de Galicia
#, y la de Medina de Rioseco
#, y en las andas de León
(Expropiada y fundida en 1809 en la casa de la moneda
de Sevilla).
Nació pues nuestro Juan de Arfe por los años de mil
quinientos veinticuatro, y murió el año de mil quinientos
noventa y cinco en Madrid, aunque vivió algunos años en
la ciudad de Valladolid; su edad setenta y dos años con poca
diferencia.
Fue consumadísimo platero, como lo acredita su
libro, y los grandes maestros que tuvo en su padre, y abuelo;
aunque efectivamente no se sabe de obra pública suya,
porque las recató su modestia, sino es la célebre custodia de
la santa iglesia de Sevilla #, y la de Ávila
#: y también la de
san Pablo de Burgos (En 1813 la sustrajo El general
francés barón de La Martinière, teóricamente fundida), Orden de Predicadores, que se dice
ser suyas (N.A.P.Idem var. commens I.4.c.5.). Imprimió un libro que
se intitula "el Quilatador" de gran utilidad para la platería, y Ensayadores
de moneda.
Escribió también sin duda de la Perspectiva, porque en el prólogo
de su libro ofrece darlo en breve a
la estampa, y bien que no se tiene noticia que llegase este caso,
acreditan
su inteligencia en ella las reglas que suministra para los escorzos, que
es la
Perspectiva mas difícil: confusión grande de los plateros, que se contentan
con poco, negándose a la especulación fundamental de su
profesión: y efecto lamentable de la miseria de los tiempos, así por
la falta de las ocasiones, como por el corto
fruto del trabajo, pues los ingenios españoles los mismos
son ahora que antes; pero desmayan los ánimos cuando
ven infructuoso su desvelo.
XXX.
JUANES, PINTOR VALENCIANO.
Juan Bautista Juanes tuvo por cognomento Juanez, apellido antiguo en España,
deducido del nombre de Juan, como Fernandez de Fernando , Martínez de Martin,
sino que como los valencianos pronuncian la z, como s, se ha
quedado con el nombre de Juanes; que si fuera este su nombre
propio, se llamara Juan, que es nombre castellano, y no
Juanes, que es palabra latina, aunque algo corrupta: bien
que este apellido hoy se halla transmutado por la mayor parte en Ivañez,
aunque en nuestros tiempos hemos conocido a
el señor don Juan Juanez de Echalaz, Oidor del Real Consejo de Castilla, y
otros de este apellido.
Fue pues nuestro Juanez pintor de gran fama; hizo imágenes de mucha
devoción; porque además de ser varón de
conocida virtud, se preparaba con la confesión, y comunión
antes de pintarlas, como lo escriben Pacheco (N.A.P. Pacheco lib.I.de la Pint. pag.118)
y Laurencio Surio (N.A.P.Sur.tom.3.fol.195.).
Fue discípulo de Rafael de Urbino, y también imitó a el divino Morales;
pero con tan superior excelencia a los
dos, que les aventajó en la hermosura, y belleza del colorido, y fisonomías,
igualándoles en lo demás: con que solo
por este camino se distinguen.
Bien lo acredita el
san Francisco de
Paula del tamaño del natural en tabla, que está en
el convento de su orden, que es el de san Sebastián de Valencia,
extramuros de aquella ciudad: como también la portentosa imagen del Salvador del
mundo, que está en la puerta del Sagrario de la capilla de san Pedro de la Seu de dicha ciudad, cuya belleza es tan divina, que desmiente toda
diligencia humana, y con facilidad nos pudiéramos persuadir ser
verídico retrato, pues parece que Cristo Señor nuestro no
pudo tener otro semblante, porque este es el mas hermoso
que puede haber en los hijos de los hombres
(A.P. trabajó al fresco en esa capilla, ahora medio perdidos, hay dos piezas ¿1
,
2? A.P. no distingue V.Macip padre de Juan
de Juanes hijo. El trasaltar fue reconstruido en el XVIII, así como el retablo
de la capilla de San Pedro fue destruido en 1936, Resulta difícil hacer
suposiciones).
No lo es menos la que está en
santa Inés en la capilla de san Francisco de
Borja, y otras tres que hay suyas en las Monjas Agustinas
de san Julián en la capilla de santo Tomás de Villanueva.
Y la de en medio, que es cuadrada, es del Nacimiento de Cristo ¿#?, y
las otras dos
redondas del
martirio de santa Inés
(+ la visitación
, pero son de su
padre); y allí
está la sepultura del venerable Mosen Bautista Agnesio
#
(La alegoría estaba inicialmente en la capilla de San
Francisco de Borja en la catedral), su
devotísimo capellán.
También la que está en el sagrario de
la capilla de la comunión de la iglesia del Carmen en dicha
ciudad; donde hay otras muchas del Salvador, y todas tan
parecidas, y con tan superior belleza, que con mas justo título que Morales,
pudiera usurpar el renombre de Divino:
porque además de no hallarse pintura suya que no sea sagrada, fue el estilo
dulcísimo, el dibujo soberano, la belleza
singular, y tan sutilmente peleteado en los cabellos, y barba,
que parece que si se soplan se han de mover.
Es también de
su mano otra tabla que hay en un pilar de la Seu de dicha
ciudad, donde está pintado el desposorio espiritual que celebró el venerable
sacerdote Mosen Bautista Agnesio con santa Inés.
También otra de santo Tomás de Villanueva de medio
cuerpo, dando limosna a los pobres, que está en la sala del
Cabildo de la Seu ; y se tiene por verdadera efigie del Santo,
sin otras muchas que hay en dicha ciudad, donde son muy
estimadas, y lo pueden ser en todo el mundo, especialmente
en aquella iglesia mayor, en la parroquia de san Nicolás, en
el convento de san Agustín ¿#?, y otros templos: bien que en
casas particulares es muy rara la que se encuentra.
Pero sobre todas las obras que hizo nuestro Juanez, la
que más dignamente puede inmortalizar su nombre es la
imagen purísima de la Concepción, que hoy se venera en singular capilla, y
verdaderamente singular, en la casa profesa
de la compañía de Jesús en la ínclita ciudad de Valencia,
con el titulo de
la Purísima, la cual ejecutó por relación, y
revelación del V. siervo de Dios el P. Martin Alberto de la
dicha religión, a quien esta soberana señora le dijo un día,
que fue víspera de su gloriosa Asunción, y lo es cuando esto se escribe,
que la hiciese pintar en la forma que la veía;
que fue con su túnica blanca, y manto azul, la luna a sus
pies, y arriba el Padre Eterno, y su hijo sanísimo en acción
de coronarla, y encima de la corona el Espíritu Santo en
forma de paloma. Obedeció el siervo de Dios; y para su
ejecución llamó a Juanez, que además de ser eminente en la
facultad de la Pintura, era su hijo de confesión, y varón de
muy acreditada virtud. Le hizo la relación el siervo de Dios,
mediante la cual formó nuestro Juanez un diseño, o borroncillo del asunto,
el cual visto por dicho padre, no le agradó,
porque no conformaba con lo que había visto, y después de
advertirle algunas circunstancias, le dijo se preparase con la
oración, y otras cristianas diligencias para lograr, mediante
la divina gracia, el desempeño de esta obra, a que contribuiría él por
su parte, y otras personas de su devoción a quien
lo encomendaría.
Precediendo pues las referidas diligencias,
puso Juanez en ejecución su pintura, con infalibles prenuncios del acierto
desde las primeras líneas del dibujo; y jamás
puso el pincel, especialmente en el rostro de esta sagrada imagen, que no
hubiese confesado, y comulgado aquel día; y
aún le sucedió muchas veces estarla mirando algunas horas,
sin atreverse a poner el pincel en la tabla, por no sentir en lo
interior de su espíritu aquel estímulo que necesitaba para emprenderlo,
hasta que corroborado con el auxilio de la oración, se encendía en fervoroso
aliento; y de esta suerte prosiguió hasta concluirla, tan a satisfacción de
dicho padre Alberro, que aseguró estar puntualmente semejante a el original que
había visto.
Haga aquí reflexión del artífice cristiano, con qué preparaciones se deben
pintar, o esculpir las imágenes sagradas,
para lograr su debida perfección, confusión grande de aquellos que groseramente
atrevidos ponen la mano en tan sagrados simulacros, sin mas reflexión que un
Alfarero en la casualidad de sus vasijas.
Y muchos hallándose en infeliz estado, y en desgracia de Dios.
¡O Bondad infinita, y cuanto tienes
que suplir en nuestra miseria!
Yo vi, y adoré en Valencia, aunque indigno, repetidas
veces esta sagrada imagen; y lo que puedo decir es, que infunde suma
reverencia, que está modestísima, y hermosa,
con una compostura, y honestidad peregrina; pero sin aquellas bizarrías del
arte, que hoy practican algunos, tan ajenas
de la gravedad , y modestia de tan superior personaje , que
mas parecen figuras de farsa , volatines, o danzantes, que imágenes reverentes,
modestas, y sacras.
Desventura de nuestro
genio, buscar siempre en la novedad el deleite, y despreciar
los caminos reales, por buscar las intrincadas veredas, y caprichos de
extravagantes genios, y más cuando nos debemos
hacer cargo, que esta gran señora,
sobre ser un abismo de perfección en toda virtud, fue un soberano portento,
y única, y celestial maestra de humildad, modestia, honestidad,
y recato.
Murió pues nuestro Juanez en dicha ciudad por los años
de mil quinientos noventa y seis, y apenas a los cincuenta
y seis de su edad, con créditos do eximia virtud, ingenio feliz,
y habilidad eminente.
Hace de él
mención Pacheco en
su libro de la Pintura en el fol. 118. por eminente en la virtud,
y en el arte: como también Laur. Surio tom.3.f.195,
con uno, y otro carácter.
XXXI.
JUAN LABRADOR, PINTOR
De Juan Labrador, español, que floreció en tiempo del
Señor Felipe II, no tenemos mas noticia que la que
nos dispensan sus eminentes obras, y haber sido discípulo del
divino Morales: con que es muy posible que fuese también
extremeño, ya que no fuese de la misma ciudad de Badajoz.
Se inclinó más a las frutas, y flores, por ser de suyo labrador:
que haciéndolas repetidamente por el natural, llego a expresarlas con tan
superior excelencia, que ninguno le ha igualado primor, y así son sus
tablas tan conocidas por la delicadeza, y
puntualidad en lo definido de las frutas, y otras baratijas, como las del
divino Morales en la sutileza de los cabellos de las
figuras.
Pintó también algunos bodegoncillos con diferentes
cosas comestibles, vasijas, y otros adherentes con singular
primor.
Murió por los años de mil seiscientos, de crecida
edad en esta corte, a donde pasó, para dar a conocer, y estimar su
eminente habilidad.
XXXII.
MATEO PÉREZ DE ALESIO,
Mateo Pérez de Alesio, natural de la ínclita ciudad de
Roma, fue gran dibujante, y tallador: pintó el célebre san
Cristóbal en la santa iglesia de Sevilla, donde se vino de
Italia, no se sabe con qué motivo, obra que no se le halla
semejante, no solo en calidad, sino en grandeza, pues tiene
treinta pies de alto; y ejecutada al fresco, con tal arte, que
no se le encuentra la división de las tareas: tiene cada pantorrilla
una vara de ancho, para cuya perfectísima, y singular
figura, que llega a la cornisa de la nave, desde poco mas que
un estado del suelo, hizo su cartón de igual grandeza y que
era una admiración, y estuvo puesto muchos años, en una
gran sala del alcázar de aquella ciudad, donde dice Pacheco
que lo vio, siendo mozo, y que tenia en su poder uno de
los muchos dibujos que hizo Alesio para dicha figura, la
cual acabó año de 1584 (N.A.P.
Pachec. lib. de la Pint. fol. 136
Lo recoge todo desde Pacheco).
Siguió este gran artífice la manera de Miguel Ángel Buonarrota, en
cuya escuela se crió.
Dejó en Sevilla obras inmortales, que acreditan su gran pericia en
el arte; y a el mismo paso era tan modesto, que
viendo el Adán, y Eva que pintó Luis de Vargas, y en el
Adán una pierna grandemente escorzada , dijo: Piu vale la tua gamba, che l´ mio San Crisóforo.
últimamente , viendo la superior habilidad de Luis de Vargas,
le dijo un día
que se quedase con Dios , que él se volvía a Italia; pues no
era razón, que viviendo Vargas, pusiese en otro la estimación su patria;
como con efecto se volvió a Italia, donde
murió por los años de mil y seiscientos , ya de
crecida edad:
Atención fue esta de Alesio, que merecía estatua inmortal,
así por la hidalguía del ánimo , como por la singularidad del
ejemplo.
Cuando vino a España trajo muchos dibujos excelentes de su mano,
y con especialidad uno de aguada y realce, de la muerte de Moisés,
cosa tan superior, que viéndolo
Gerónimo Fernández , excelente escultor , dijo , que si aquel
dibujo era de su mano , le admitiese por su discípulo: cosa que
él sintió mucho, porque se pusiese en duda su verdad; pero
se calificó ser suyo, así por sus obras, como por sujetos que
habían estado en Roma, y visto la misma pintura para que
lo hizo.
XXXIII
CRISTÓBAL ZARIÑENA, PINTOR.
Cristóbal Zariñena fue natural, y vecino de la ciudad de, Valencia,
se aplicó al Arte de la Pintura; y para perfeccionarse pasó a Italia,
donde logró su intento en la célebre escuela del Tiziano.
Volvió a Valencia muy ventajoso
después de algunos años, donde hizo excelentes obras, de las
cuales yo he visto muchas, que verdaderamente parecen de
Tiziano: como lo acreditan las que tiene en el real monasterio de san
Miguel de los Reyes, instituto del doctor Máximo, extramuros de
aquella ciudad, sin otras muchas en diferentes sitios de ella
Murió de más de cincuenta años, por el mil seiscientos.
XXXIV.
FERNANDO YAÑEZ, PINTOR.
Fernando Yañez, natural de la Almedina, fue gran pintor y discípulo
de Rafael de Urbino, como lo muestran las pinturas del retablo del
lugar referido (Retablo de Almedina, suponemos, queda
una tabla
#), donde vivió, y murió
con grandes créditos por los años de mil seiscientos, y de
su edad poco mas de cincuenta.
De él hace mención Quevedo en un epigrama
que hizo a su pincel en el Parnaso de sus obras.
XXXV.
DIEGO POLO, PINTOR.
Diego Polo, fue Pintor de mucha opinión, y muy buen colorista, y en
testimonio de su gran habilidad, dejó en el Escorial muchas obras de su
mano, y en este real palacio de
Madrid en la alcoba que había en la galería de Grandes, hubo muchos
retratos de los Reyes antiguos de España de su
mano, excelentemente ejecutados, y con muy buen dibujo,
y colorido.
Murió en lo más florido de su edad, cuando
apenas tenía cuarenta años, en el mil seiscientos.
XXXVI
LOS PEROLAS, PINTORES.
Los Perolas, Juan, y Francisco, hermanos, y naturales
de la ciudad de Almagro, fueron excelentes pintores, escultores, y
arquitectos, discípulos de la escuela del gran Miguel
Ángel, aunque más participaron aquí de Bergamasco
y Becerra, especialmente en los adornos, y pintura al fresco,
de que dan claro testimonio las casas, y palacio de los
Señores Marqueses de Santa Cruz en el Viso
#, pues todo está
pintado por dentro desde el zaguán de excelentes adornos,
arquitectura, fábulas, e historias de griegos, y romanos, cartagineses,
y godos, con valientes estatuas fingidas, vichas,
tritones, y sátiros; todo hecho por aquella gran casta de Miguel Ángel;
y los adornos de fístulas, vichuelas, y sabandijas, por la del
Bergamasco, y Becerra.
También lo acredita la iglesia de Villanueva de los Infantes donde
hay de todas las tres Artes cosas excelentes de
su mano.
Ayudaron también a Antonio Mohedano en la
pintura que hizo en la media nave del sagrario de la santa
iglesia de Córdoba, desde la puerta del costado, hasta la capilla, con
muchas figuras de Profetas, e historias de la Escritura
Sagrada, alusivas a el Sacramento , que todavía duraban, aunque maltratadas
del tiempo, el año de a 713 (No queda nada), que estuve yo
en Córdoba, y las vi con gran complacencia mía; bien que
compadecido de verlas tan deterioradas. Por lo cual, y por
dar mayor claridad a aquel gran templo, determinó aquel ilustrísimo
Cabildo levantar las armaduras de las techumbres, y
formar bóvedas en todas las naves, blanqueándolas, y abriendo luces; de
suerte , que la que antes parecía una mezquita
de sarracenos, como lo fue, parece ahora verdaderamente
templo de católicos, y centro de la gloria.
No se tiene noticia de cuando murieron estos dos hermanos: solo se sabe
florecieron por los años de mil y seiscientos, y murieron con créditos
de hombres eminentes en todas las tres Artes.
XXXVII.
FEDERICO ZUCCARO, PINTOR.
Federico Zuccaro pintor famoso de Italia, natural de Urbino,
fue enviado a España a suplir la falta que hizo Luqueto en san Lorenzo
el Real, y suplir también, como el mismo Lucas, la del Mudo.
Vino pues Federico con tanto
aplauso dirigido al servicio del Señor Felipe II , por
medio de personas tan graves, y de tan buen juicio; y las
estampas suyas le hablan hecho tan famoso, que no faltó más
que salirlo a recibir con palio.
Se le entregó luego todo lo mejor que él
podía desear para su lucimiento, que fueron las
pinturas del retablo principal, y de los colaterales de las reliquias,
que el uno es de
la Anunciación
(2), y el otro de
San
Gerónimo (2), aunque retocados de mano de Juan Gómez, y
algunas estaciones al fresco en el claustro grande.
Todo esto hizo, y poco de ello dio gusto al Rey, ni a otro
alguno; y
ninguna cosa pintó que llenase con mucho las esperanzas que
se habían concebido de su nombre, pues el Rey mandó borrar lo que pintó
en el claustro, y lo ejecutó Peregrin, como se verá adelante.
Las dos historias últimas del retablo, que ejecutó Zúcaro con el
mayor cuidado y estudio que supo, y las que habían de estar a el lado
de la custodia en el altar mayor, y
muy a los ojos, que son
la Natividad de nuestro Señor, y
la
Adoración de los Santos Reyes, cuando los acabó, escribe
el Padre Sigüenza, que quedó tan pagado de su habilidad
Federico, que solicitó las viese su majestad antes que se colocasen,
lo que no osó hacer en las otras del mismo retablo,
pareciéndole, que como les había dado tanta fuerza para que
relevasen de lejos, no serian tan apacibles mirándose de cerca,
pero estas sí. Mas cuando llegó su Majestad a verlas,
habiéndolas puesto Federico a la luz, que le pareció responderían mejor,
le dijo a el rey con gran satisfacción: Señor
esto es hasta donde puede llegar el arte y estas están para de cerca y de
lejos. No le respondió su Majestad cosa
alguna, mostrándole aquel buen semblante, y gracia, que
daba por respuesta a todos, y jamás lo supo dar malo a ninguno.
De allí a un rato que las estuvo mirando el Rey, le
preguntó su majestad si eran huevos los que tenia una pastorcilla en una
cesta, ¿asiendo de ellos a dos manos, por presentarlos a la recién parida
madre?, Respondió que sí. Lo notaron todos los que allí se hallaron,
entendiendo había hecho poco caso el Rey de lo demás; y que, sobre no
estar bien expresados los huevos, parecía impropio que una pastora, que
venia de su ganado a media noche, y aun corriendo,
pudiese haber juntado tantos huevos, si no es que era pastora
de gallinas.
Se pusieron al fin estos dos cuadros en su sitio; y después
de haberle despedido su majestad, haciéndole muchas mercedes, como se
esperaba de su grandeza, mandó quitarlos
del retablo, y con ellos el cuadro principal del martirio de
san Lorenzo, que también era de su mano
(No llegó a ejecutarlo)(N.A.P. Fray José de Siguenza 3. párt. lib. 4. fol. 743) . Este se puso
fuera del monasterio en una capilla que se hizo en aquel
Real Sitio para que los oficiales de la fábrica oyesen misa, y
se les administrasen los santos Sacramentos. Las otras dos,
que eran para de cerca, y de lejos, como dijo su autor, las
mandó poner su majestad en otras dos aulas, que a pocos
dan gusto, aunque sin duda son de lo mejor que ejecutó en
aquel real monasterio y tal vez puede ser que el no satisfacer
a la vista procediese de venirles mal la luz, que en la pintura
fresca del óleo, y reluciente, es un contratiempo irremediable para un
artífice. Y la desgracia es, que esto no lo conocen todos, pero lo
habrán experimentado muchos.
Hechas estas historias al óleo, con las dos de las reliquias,
de la Anunciación, y san Gerónimo, iba pintado al
fresco junto con los discípulos que trajo de Italia, la mitad
de las historias del claustro principal: de las cuales, las cuatro,
o cinco que hizo, desde la Concepción de la Virgen,
hasta la Visitación, descontentaron tanto a el Rey, y a cuantos las
veían, que se le dio a entender a el mismo Zúcaro, el
cual se disculpó diciendo, que no las había labrado de su
mano, sino aquellos mancebos que se las habían echado a
perder; y así se dio traza que pintase él una de su mano toda, que fue
la primera de la Concepción de la Virgen; pero
salió tan perdida cosa, que aun parecían las otras mejores.
Visto esto, su majestad le dio licencia para irse a Italia:
le dio seis mil ducados cada año, de los tres que estuvo; con
que sin otras mercedes que el Rey le hizo, muy particulares
le valió la venida más de diez y ocho mil ducados: y sin esto,
dicen, le mandó dar su majestad más de cuatrocientos
ducados de renta de por vida en Italia, de que él fue muy
contento, dejando acá muy poco gusto con sus obras.
Cuando ya le había despedido el Rey, y le echó tantas
mercedes, Fray Antonio el Obrero llegó, y le besó la mano
diciendo: Le beso a Vuestra majestad por las mercedes
que ha hecho a Zúcaro ; y le respondió el Rey: No tiene él
la culpa, sino quien le encaminó acá: aludiendo a el disfavor del
despedirle; y no a las mercedes que se le daban las gracias.
Mandó luego su majestad que se picasen las historias del
claustro, y las tornase a pintar Peregrin, como lo ejecutó,
y se ve en el claustro grande; y él se volvió a Italia, aunque desairado,
muy enriquecido de la magnificencia de tan
gran Rey.
Murió en Florencia por los años de mil seiscientos diez,
donde tuvo mas créditos de los que por acá se
adquirió; y sin duda bien merecidos, por lo que se ve en
muchas estampas, y obras suyas lo acredita aquella célebre cúpula que
pintó en la iglesia mayor de aquella gran ciudad
#, de que hace mención
Vicencio Carducho (n.A.P. Libro de la Pintura Dialog. I.) y las pinturas de
la Escritura Sagrada de aquel célebre salón del Vaticano; y en la santa
iglesia de Córdoba, en un pilar junto al punto, hay una santa Margarita de su mano, muy gentil
figura: que si bien no tuvo fortuna de complacer por acá,
debió de ser algún astro adverso, que le influyó en este clima,
o el hallarse entonces mozo, y sin la debida práctica en
el fresco: pues yo he conocido hombres muy prácticos al
óleo, que llegando a pintar al fresco, y aun al temple,
se hallan perdidos.
Escribió Federico, y dio a la estampa el año de 1607,
un libro muy erudito y discreto de la Idea de los Pintores,
Escultores , y Arquitectos , donde trata difusamente del dibujo interno,
y externo, con discursos muy delicados, y peregrinos.
XXXVIII
RÓMULO CINCINNATO, PINTOR,
Rómulo Cincinnato, que fue pintor del señor Felipe II, de nación italiano
en la muy ilustre ciudad de Florencia, vino a España, y vivió en ella
muchos años;
y así dejó muchas obras, aunque dicen no era hombre de mucha
invención. En las casas del Excelentísimo Señor Duque del
Infantado en Guadalajara hizo muchas cosas al fresco, con
muchos, y varios adornos, que satisfacen a todos los que lo
entienden #. Pintó en el Escorial en el claustro bajo al fresco,
como lo escribe el Padre Figueroa, part. 3. lib. 4. p. 7 1 9.
Y el cuadro de la capilla de
san Mauricio y sus compañeros, que está
en aquella iglesia es de su mano; y en el coro
las dos historias al fresco de san Lorenzo, cuando iba siguiendo al Papa San Sixto; y la otra, de cuando entregó
los pobres al tirano, que le pidió los tesoros: como también las
otras dos pinturas, la una de
san Gerónimo escribiendo, y la otra del
mismo santo, dictando a sus discípulos.
Fue pues Rómulo artífice de gran talento, y gracia.
De
su excelente pincel es el cuadro principal de la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús de la ciudad de Cuenca, que
es de la Circuncisión del Señor, donde está una figura de espaldas, y arrodillada, que saca fuera un pie, y pierna, que
es la admiración de todos, porque parece estar fuera del cuadro.
Y celebrándole a este artífice lo que
había pintado en el
Escorial, dijo: Que valía mas un Zancajo, que había pintado en los
Jesuitas de Cuenca, que todo cuanto había hecho en el Escorial.
Pintó también al fresco en este palacio
de Madrid dos piezas, que están inmediatas a la galería del
cierzo del cuarto del Rey, en compañía de Eugenio Cajés, con gran acierto, y magisterio.
Murió en esta Corte por
los años de mil y seiscientos, de edad muy crecida, con gran
sentimiento de toda la profesión, por su amable trato, y eminente habilidad.
XXXIX.
POMPEO LEONI, ESCULTOR.
En tiempo del Señor Felipe II, para hacer las estatuas de la octava
maravilla de san Lorenzo el Real, fue
traído de Italia a estos reinos Pompeo Leoni, por ser el
mas señalado artífice que se hallaba en toda Europa en el
Arte de la Escultura, como lo acreditan las
eminentes estatuas de diversas materias que allí
ejercitó, especialmente en los Apóstoles del retablo principal
#, y demás
figuras, que
todas son quince, de bronce, doradas de molido mayores que
el natural; y también las de los dos sepulcros de los Reyes (1
,
2),
y en otros sitios, así de bronce, como de mármol, y piedra
berroqueña, que adornan aquella gran basílica del Escorial.
Es de su mano una estatua de mármol de una
Infanta, que
está en las Descalzas Reales de esta Corte: y los retratos de
los Duques de Lerma (1
,
2), que están en san Pablo de Valladolid, convento
de Predicadores: y el célebre crucifijo, que
llaman de Pompeo, que no es el de mármol del trascoro,
el cual es de mano de Benbenuto Cellini
#, que se le presenta
al Rey el Gran Duque de Florencia, si no el de bronce
que está en el altar mayor
#: y también la escultura del altar
mayor de los Carmelitas Descalzos de Valladolid, de unos
santos ermitaños
#, y medios relieves, que sin duda debió de
asistir allí alguna temporada.
Se volvió a Italia, y allí murió por los años de mil seiscientos.
XL
CESAR ARBASIA, PINTOR.
Cesar Arbasia, gran pintor italiano, y de la escuela de
Leonardo de Vinci, vino a España por los años de 1600, y
entre otras obras que hizo, fue la mas señalada la que pintó al fresco
en
la capilla del sagrario de la santa iglesia
de Córdoba, bóveda , y paredes hasta el suelo, con varios casos de la vida
de Cristo, y otros misterios, e historias alusivas al Sacramento, con superior
excelencia, y magisterio en aquella manera antigua,
en que se conoce que era muy práctico.
Hizo también excelentes paisajes, como lo dice Pacheco en el libro
de la Pintura ,
pag, 422.
Concluida aquella obra, volvióse a Italia, de donde
dicen fue llamado para este efecto, por la amistad que con
él había tenido en Roma Pablo de Céspedes, Racionero
de dicha santa iglesia de Córdoba, y que en ella se detuvo solos dos años,
no se tiene de él mas noticia, sino que su vuelta fue el
año de mil seiscientos dos, y en Italia su muerte.
XLI.
BARTOLOMÉ DE CÁRDENAS, PINTOR.
Bartolomé de Cárdenas, natural del reino de Portugal,
aunque oriundo de Castilla, y vecino de Madrid, fue pintor
de mucha opinión y así ejecutó al óleo la parte principal
del claustro del convento de nuestra Señora de Atocha de
Religiosos Dominicos de esta Corte (Desaparecidos), siendo lo restante, de mano de Juan Chirinos.
Lo llevó el Excelentísimo Señor Duque de Lerma
a Valladolid, donde a la sazón estaba la Corte del Rey nuestro
Señor Felipe III, y allí ejecutó las
pinturas del claustro del convento de san Pablo de Valladolid
(Hay dos obras con esa procedencia
# ,
#)
de la misma sagrada Religión, y también las del retablo principal,
que son de la vida de Cristo Señor nuestro: y en el
coro de dicho convento tiene otro gran lienzo de una gloria
de mas de cuarenta pies en cuadro, que ocupa todo el testero;
como también otro de la Cena de Cristo nuestro bien,
cosa excelente, que está en el refectorio, sin otras pinturas
en una de las capillas del claustro.
Y en la capilla que hay
debajo del salón del convento de nuestro Padre San Francisco de dicha
ciudad tiene un cuadro excelente de la Porciúncula con las demás
pinturas que adornan el retablo, sin otras
muchas que hay en diferentes sitios de dicha ciudad, donde
ganó opinión, y fama eterna, como uno de los excelentes
pintores de España, y donde murió el año de mil seiscientos
seis a los cincuenta y nueve de su edad.
XLII.
PEREGRIN DE BOLONIA, PINTOR.(Pellegrino Tibaldi)
Peregrin de Bolonia, o Peregrin de Peregrini, pintor bolones, fue
eminente en
el Arte de la Pintura, de mucha invención, y caudal, así en el
historiado, como en el dibujo.
Fue uno de los mas señalados discípulos, y secuaces de la
escuela de Miguel Ángel, como se califica en todas las obras
que quedaron de su mano en san Lorenzo el Real, para
donde vino desde Bolonia, especialmente las que ejecutó en
el claustro bajo al fresco (#,#,#), cuyas figuras están conducidas
con gran consideración, y vagueza, por decirlo a la italiana,
y son las que dijimos había pintado el Zúcaro.
Pintó el
techo de la librería de aquel real monasterio con admirable
majestad, donde hay varias figuras desnudas, como que sustentan la
fabrica: cosa tan maravillosa, que parecen del mismo
Miguel Ángel.
Y en unas claraboyas que se fingen en la bóveda, están las siete
Artes Liberales, escorzadas con tanto
acierto, que al moverse, quien las mira, parece que realmente ellas
se mueven: para cuyo acierto hizo dibujos muy
acabados en cartones grandes por modelos de su mano, los
cuales se los hurtaron así que acabó la obra, de que se lamentaba mucho.
Es también de su mano la pintura de la
batalla de San
Miguel en una capilla de aquella iglesia, dedicada a este Santo Arcángel,
Y el cuadro de las once mil Vírgenes, que
estuvo en su capilla de esta advocación, hizo el dibujo, y lo
ejecutó Juan Gómez; y sobre todo, en el retablo de la capilla mayor,
son de su mano
el martirio de san Lorenzo, y
los dos cuadros de los lados, del Nacimiento de Cristo, y
la Adoración de los Reyes, que son los que se mandaron
quitar del Zúcaro, y también lo son de Peregrin las
historiejas de la Custodia.
Premió el Señor Felipe II a Peregrim de tal manera, que llevó a
su tierra cincuenta mil ducados, y una plaza de Senador de Milán para
un hijo suyo.
Murió en Módena
por los años de mil seiscientos seis, a los sesenta y siete de
su edad; y fue honrado con singulares demostraciones, así
de los artífices, como de aquel Senado, con muy honorífica sepultura,
y escribiendo a su muerte los mas lucidos ingenios muy
elegantes poemas, y agudísimos epitafios: verdaderamente, que saben
honrar a los artífices eminentes en
aquellas provincias; y así, no me admiro que sean tan fértiles en
producirlos, como estériles las provincias donde no los
conocen, ni los honran.
XLIII
EL INSIGNE PINTOR PABLO DE CÉSPEDES,
Racionero de la Santa Iglesia de Córdoba.
Pablo de Céspedes, Racionero de la Santa Iglesia de Córdoba, y natural
de ella, fue excelente Pintor, gran Filósofo,
Escultor, y Arquitecto, y peritísimo en varias lenguas, especialmente en la
hebrea, griega, latina, y toscana: fue gran
poeta, y humanista. (Recomiendo leer el origen
Francisco Pacheco donde tiene 50 entradas esparcidas que Palomino reordena
en un bloque)
Escribió grandes discursos, que yo he
visto manuscritos, y entre ellos uno de la antigüedad de su
Iglesia , y como fue templo del Dios Jano.
Escribió también un libro de la Pintura en estancias poéticas, en que
trataba de las tres Artes, del dibujo, del cual hace mención Francisco
Pacheco, y le celebra en varias partes de su libro de Pintura,
poniendo muchas de ellas. Trae algunas cartas en que escribió muy doctos
discursos de la Pintura, como es la del
folio 31, en que traía de la duración de la Pintura al Fresco.
Y otra en el folio 33 en que le da cuenta de un gran vaso antiguo
de barro, que vio en el estudio de Tomao, caballero ilustre romano,
labrado el vientre de follajes, y
alrededor del cuello Troya, en figura de una grave matrona, y puestos
por orden los héroes que se hallaron en aquella guerra,
con unas letras griegas, que contenían el nombre
de cada uno.
Y en el lib. 3. cap.11. de la Pintura al Temple, folio 342. pone otra
declarando a Plinio, y dice así: Particularmente Plinio, como hemos visto y
para probar su antigüedad, no se pudo ofrecer mejor testimonio, que los
excelentes lugares suyos, traídos, y declarados por uno de los mas doctos
pintores que ha tenido España, que fue Pablo de Céspedes, Racionero de la Santa
Iglesia de Córdoba cuyas
letras honran asaz nuestros libros; el cual
hablando de este intento dice. Otra pone en el fol. 378.
lib. 3. de la Pintura Encáustica. Todas estas cosas muestran
su eminente erudición en todas buenas letras.
También escribió otro libro intitulado: Comparación de
la antigua y moderna Pintura; y otro de Perspectiva,
teórica, y practica; que el uno, y el otro se desean, pues
no salieron a la luz pública, ni se sabe donde paran.
Estuvo dos veces en Italia, y en Roma
(n.A.P. Pacheco lib. de la Pintura pag. 336), donde estudio como en universidad,
y Atenas de esta facultad; y de donde se tiene por cierto trajo
la prebenda que obtuvo en
la Santa Iglesia de Córdoba; si no es que fuese en coadjutoría
de la de otro Racionero tío suyo, llamado Pedro de Céspedes, en
tiempo del Ilustrísimo Señor Don Cristóbal de Rojas y Sandoval,
año de 1567, por donde se infiere, hubo allí
familia antigua de este apellido; aunque su origen es
de la Villa de Ocaña, y muy ilustre linaje.
Vicencio Carducho pone a nuestro Racionero entre los
que han florecido en España, habiendo estudiado en Italia
(n.A.P. Carduchi Dial. 2. fol. 31);
y aun dice son celebradas sus pinturas en su patria; cosa que
han conseguido pocos, como él pondera, fol. 7. comunicó
los mas celebrados en el Arte, y en particular a Federico
Zúcaro, con quien tuvo estrecha amistad; estudió mucho de
las obras de Miguel Ángel, a quien poco debió de alcanzar
en vida, por haber muerto el año de 1564. Siguió a Miguel, Estudió en
las otras no solo en la Pintura, y Arquitectura , sino también en la
escultura de Miguel Ángel, en que se aventajó tanto, que viendo que no tenía cabeza
la estatua de su compatriota Séneca, la hizo de
mármol, que amaneció un día puesta en Roma, y le rotularon "Víctor il
Spagnolo"; cuyo modelo trajo a Córdoba, y se
conserva hoy entre los pintores con esta tradición, y yo le
tengo en mi estudio; y así modelaba primero muchas de las
figuras que habia de pintar.
Volvió a España, y a Córdoba su patria, donde tomó
posesión de su prebenda, y donde pintó famosas obras, y en
particular el celebre cuadro de
la Cena de Cristo nuestro
Señor, que está en la iglesia mayor junto a la sacristía nueva
del Señor Cardenal Salazar, donde mostró muy bien su ingenio; pues no
hay Apóstol, en cuyo aspecto no muestre la
santidad, y amor; en Cristo la hermosura, y grandeza; y
en Judas lo descortés, y lo falso. Estando pintando este cuadro en su
casa, los que lo iban a ver, celebraban mucho
unos vasos, y jarrones, que están pintados en ella en un enfriador,
de admirable traza, y disposición , sin atender a la
valentía de lo demás. Viendo el Racionero que se les iban
los ojos a todos a aquel juguete, enfurecido daba voces a su
criado, diciendo: Andrés, bórralo luego, quítalo de aquí;
pues no se repara en tantas cabezas, figuras, movimientos, y
manos, que con tanto cuidado, y estudio he hecho, y reparan en esta
impertinencia. Y fue menester darle mucha satisfacción, para que
desistiera de borrarlo.
Otro cuadro hay en la misma Iglesia, no inferior a el antecedente,
en que está pintado san Andrés, y san Juan Bautista, y en lo alto
una gloria, donde está santa Ana, y
nuestra Señora con el niño Jesús, y en el banco del retablo dos
cuadros de la historia de Tobías.
Están estas pinturas
en la segunda capilla de la nave del Sagrario, entrando por
el patio de los naranjos; y es de notar, que esté san Juan
Bautista ya barbado, y Cristo Señor nuestro niño, cosa que
es un anticronismo contra el Texto Sagrado, de donde consta, que
solo le excedía san Juan en seis meses de edad, y no
se le pudo ocultar esta circunstancia a un hombre tan erudito
como Céspedes, ni a aquel ilustrísimo Cabildo; si no que
esta es pintura de devoción, no de historia; y a esto llaman
en Italia pensiero , que es pintar el pensamiento, y no la
realidad, como estar santo Domingo con santa Catalina de
Siena al pie de la Cruz, como lo puso Vandic (#
posiblemente dice desde algún grabado de la obra), y san Francisco con la
Virgen , y el niño; santa Ana , y san José,
no en gloria, si no acá en la tierra, como lo puso Rubens (1,2
posiblemente dice desde algún grabado de la obra),
y otros innumerables ejemplares que pueden servirnos de documento para
semejantes casos, y para desvanecer las nieblas de algunos escrupulosos y
sobre todo María Santísima Señora nuestra ha favorecido a muchas santas
almas con su Hijo Santísimo en su infancia, sin que deje de estar a
la diestra de Dios Padre en la integridad respectiva a su edad.
En el convento de santa Clara hay también otro cuadro
suyo de las once mil Vírgenes con singular belleza, y elegante
disposición (Cea Bermudez ya lo da desaparecido).
Hizo también la pintura, y traza del retablo del colegio de santa
Catalina de la compañía de Jesús de
aquella ciudad, que es admiración de los bien entendidos.
El cuadro principal es del entierro de santa Catalina mártir,
con una gloria, donde está Cristo, nuestra Señora, y san
Juan Bautista, todo con admirable armonía, y composición:
los demás cuadros que contiene el retablo, son de la historia
de la Sierpe de metal: otro del sacrificio de Abrahán: otro
de la degollación de santa Catalina, y el que le corresponde,
del martirio de la Rueda; y en lo superior del retablo un
Cristo crucificado, y a sus lados nuestra Señora, y san Juan;
y en el banco del retablo un Ecce Homo, y la Oración del
Huerto. Otros dos cuadros hay en los colaterales de la misma
iglesia, el uno de la Asunción de nuestra Señora, y el otro
de los dos san Juanes Bautista, y Evangelista, y en la gloria
un Niño Jesús.
También en Sevilla, y otras ciudades de Andalucía hay
diferentes pinturas suyas; y fue tan extendido su crédito en la
pericia del arte, así a el óleo, como al fresco, que en Italia
fueron muy celebradas sus obras; y tanto, que habiendo enviado a
pedir a
Federico Zúcaro un cuadro de santa Margarita para un retablo, que está
en un pilar de la iglesia mayor de Córdoba, cerca del punto, como
dijimos en su vida, lo
resistió mucho, diciendo: que donde estaba Pablo de Céspedes, ¿cómo
enviaban
por pinturas a Italia?
Y no lo extraño,
pues, según dice el Abad Filipo (n.A.P. Filip. Titi estudio di pittura aelle chiese di Roma.pag.412) , en Roma en la iglesia
de la Santísima Trinidad del Monte, donde hay pinturas de
mano de Federico al óleo, y al fresco, hay también al
fresco en una de las capillas pintada la Natividad de Cristo,
y en la bóveda historias de la Virgen, y en las pilastras Profetas,
y otras cosas con excelente manera de mano de Céspedes, habiéndose
elegido para esta
iglesia los hombres de mayor pericia en el arte: pues entre ellos fueron Julio
Romano,
Tadeo, y Federico Zúcaro, Pelegrin de Bolonia, Perin del
Vago, y otros semejantes.
Pintó también nuestro Céspedes de relieve en Roma,
con ceras de varios colores conforme al natural (n.A.P. Pacheco lib. i.cap. 3.foI.29.)
también dice Pacheco en el prologo de su libro en elogio de
nuestro gran Céspedes , acerca de lo que dijimos , que escribió de la
Pintura: Pudiera , dice , haber colmado nuestro
deseo la obra de Pintura en verso heroico , que Pablo de
Céspedes , Racionero de la Santa Iglesia de Córdoba , escribió
doctísimamente a
imitación de las Geórgicas de Virgilio
en honra de nuestra nación, y de aquella famosa ciudad y
patria suya, siguiendo los heroicos ingenios hijos de ella,
que en la poesía han florecido en todas las edades; pero
con su muerte perdió España la felicidad de tan lucidos
trabajos, y la dilatación, y fama de su nombre.
Algunas de aquellas sus famosas estancias, de que
hicimos mención al principio llegaron a mis manos, después que
pasó a mejor vida, que esparciremos en esta obra
para ilustrarla, y para que no perezcan en la obscuridad
del olvido: y juntamente otros lugares, que en una doctísima carta
de Pintura me escribió el año de 1608, en el cual
murió el 26 de Julio.
Hace de él mención este autor a el
fol. 300 hasta el fin , y en el fol. 317.
Las pinturas que dijimos dejó en público en Sevilla este
incomparable artífice, son ocho cuadros de diferentes historias del viejo, y nuevo Testamento
(1,2,3,4,5,6,7,8,), que perfectamente llenan
el II cuerpo , que está sobre la cornisa del primero en la
sala de cabildo de la Santa Iglesia de Sevilla, y es dicho sitio
de quince pies de alto, son cosa maravillosa; y solo les acompaña una lápida de mármol negro, donde está escrito con letras de oro el significado de dichas historias. También hay otra
pintura de su mano del triunfo, y refección de Cristo Señor
nuestro en el desierto, que está colocada en el refectorio de la
Casa Profesa de la Compañía de Jesús de dicha ciudad.
Fue últimamente nuestro Racionero observantísimo en
el dibujo, puntual en la anatomía, diligente en la expresión,
firme en el claro y obscuro, solicito en la Perspectiva,
gracioso en la fisonomía, y excelente en el colorido, y relieve;
en que parece le bebió el gusto a el gran Corezo
(Correggio): y así dice
su muy aficionado Francisco Pacheco, que Pablo de Céspedes
fue gran imitador de la hermosa manera de Antonio Corregio, y uno de los mayores coloristas de España; a
quien puedo decir con razón, que le debe Andalucía la
buena luz de las tintas en las carnes, como lo tiene mostrado en esta
ciudad, y en Córdoba, su patria, en el famoso retablo del colegio de
la Compañía de Jesús de aquella ciudad, en el cuadro principal del
entierro de la gloriosa Virgen santa Catalina Mártir, donde se ven
ángeles bellísimos y tales , que parece que bajaron del cielo al
monte Sinaí a hacer las exequias a aquella santa Virgen. Y a la
verdad tiene razón, porque hasta su tiempo ninguno otro dio luz de buen
colorido en aquella provincia.
Entre las muchas lenguas que supo, no ignoro la arábiga,
antes tuvo de ella muy buena noticia; y así en el tratado de
la antigüedad de Córdoba, discurrió con gran propiedad en
los nombres que han quedado arábigos en nuestro idioma castellano.
Fue íntimo amigo de Benedicto Arias Montano, y
así dice en sus fragmentos, describiendo el Monte Tauro que
ocupa gran parte del Asia: Arias Montano doctísimo Varón,
a quien debo suma referencia, así por su singular erudición, e
incomparable bondad, como por la amistad grande que tantos
años hubo entre nos.
Se eclipsó esta radiante antorcha del Arte, y abismo de
toda erudición, el año de mil seiscientos ocho, a los veintiséis de
Julio en que entregó el espíritu a su creador, causando
universal sentimiento en aquella ciudad, y especialmente en su iglesia;
cuyo ilustre cabildo le hizo grabar en la
lápida de su sepulcro, que está debajo de uno de los arcos
del crucero, como se va hacia el punto, el epitafio siguiente.
Paulus de Cespedes , hunius almae ecclesiae porcionarius,
Pictura, Sculturae , Architecturae; , omniumque bonarum artium, variarumque
linguarum peritissimus hic situs est: obijt anno Domini M.DCVIII. septimo
Kalendas sextillis.
Tanta era la opinión de sus relevantes prendas, que aun
en su patria llego a merecer estos elogios; y más cuando las
acompañaba con el ejemplo de singular virtud, profunda humildad, y
modestia. He visto su retrato, y a lo que demuestra, parece tendría
más de setenta años cuando pasó a mejor vida.
XLIV.
BARTOLOMÉ CARDUCHO, PINTOR.
Bartolomé Carducho, famoso pintor italiano, fue natural
de Florencia , y vino a España en compañía de Federico Zúcaro , su maestro,
a pintar en el Escorial , como lo ejecutó
en compañía de Peregrin, en las historias que en las paredes
corresponden a
las siete Artes liberales, que están arriba
en el techo de la librería de mano de Peregrin. Y cierto que
se desempeñó muy ventajoso a su maestro, porque están grandemente
expresados aquellos célebres ingenios, que en cada
una de las artes fueron mas señalados ; ejercitando varios actos de su
facultad, acompañados de muchos discípulos, con
gran variedad de trajes, y aspectos: Aristóteles en
filosofía
inquiriendo las esencias, y cualidades de las cosas, que parece
se le pueden leer los discursos, Euclides en la
geometría, que
se le perciben sus problemas. Arquímedes con la esfera examinando los
astros, que se le notan sus influjos. Cicerón en la
retorica, que se escuchan sus tropos; y asi de los demás.
Pintó también algunas estaciones del claustro muy a satisfacción de
su majestad, y de: todos los del arte, todo lo
cual fue al fresco.
Y fue menos excelente al óleo, como
lo mostró en las ocho historias de las once, que están repartidas, en
los claustros bajos del colegio, que son cosa excelente.
Fue también gran escultor, y arquitecto, en las
cuales artes tuvo por maestro a Bartolomé Amanato, que en
ellas fue muy aventajado, como lo manifestó en servicio del
serenísimo Duque de Florencia.
Le honró mucho su Majestad, y le dio doscientos
ducados , además de sus gastos, sintiendo en gran manera, que fuese
llamado del
Rey cristianísimo por su embajador, a que no asintió Bartolomé,
excusándose con la debida atención, y respetó.
Hay también en
Valladolid varias pinturas de su mano, lo que me hace creer
que estuvo Bartolomé en dicha ciudad el tiempo que estuvo
allí la corte, y así son de su mano las pinturas de las puertas
de los colaterales de la iglesia de san Diego (1,2), en unas la Anunciación
de nuestra Señora, y en otras la impresión de las
llagas de nuestro Padre San Francisco (1,2); y en el claustro de
dicho convento una pintura de san Gerónimo, cosa excelente.
Y en el convento de san Agustín el Bautismo de Cristo
en un colateral, sin otras muchas en diferentes sitios de dicha
ciudad, y al fresco los cuatro Evangelistas en las pechinas de
la capilla mayor de san Andrés, y encima de la puerta de
dicha iglesia hay un sepulcro de Cristo de su mano, cosa
superior, y se mantiene muy bien por estar con alguna defensa.
Lo que no sucede a los cuatro Apóstoles que allí ejecutó,
también al fresco,
por estar más descubiertos a las inclemencias del tiempo, los cuales
son san Pedro, y san Pablo, san Andrés, y Santiago
(Sustituidas en 1733 por Ignacio de Prado), con lo cual
se califica que estuvo en Valladolid en el tiempo que hemos dicho.
Pintó también Bartolomé dos cuadros para el oratorio de
la reina en este Palacio de Madrid; el uno de
la Cena, y
el otro de la Circuncisión de Cristo Señor nuestro, cosa peregrina.
Y sobre todo, lo que sin dificultad se puede ver, y
basta para darle a este artífice nombre inmortal, es un cuadro del
Descendimiento de la Cruz, que está en una capilla,
junto a la puerta del costado de la iglesia de san Felipe el
Real de esta Corte, que parece de Rafael Urbino.
Como también otro de la impresión de las llagas del Seráfico
Patriarca
#, que está en la iglesia de san Gerónimo, en la segunda
capilla a mano derecha, cosa excelente, como lo es también un cuadro de
la adoración de los Santos Reyes, y otro
encima con el Padre Eterno (1862 perdido en el
incendio), que está en la Capilla Real del
célebre Alcázar de Segovia.
Y últimamente fue elegido Bartolomé
para pintar en este palacio del Pardo, en tiempo ya del Señor Felipe III,
la galería del medio día del cuarto del Rey; hizo la traza, y
los estucos, o adornos de a bóveda; y prevenido ya para
pintar las hazañas del Señor Emperador Carlos V, acabó la vida en aquel
real Sitio por los años de mil seiscientos
diez, antes de los cincuenta de su edad, según nos dice
Vicencio Carducho su hermano y discípulo en su libro de
la Pintura, dialog. 5 y 7. Prosiguió esta obra el dicho Vicencio,
mudando el asunto en la historia de Aquiles.
Fue su muerte muy sentida, especialmente del Rey, que
lo amaba mucho por sus buenas prendas, virtud, y habilidad; bien que
fue siempre de tan escasa fortuna, cuanto de gran aplicación, y estudio.
XLV.
JUAN PANTOJA DE LA CRUZ PINTOR.
Juan Pantoja de la Cruz, fue natural de esta Villa de Madrid, y
discípulo
muy adelantado del insigne Alonso Sánchez Coello; y así le sucedió
en el empleo
de pintor, y Ayuda de cámara del señor Felipe II, de quien, y de la
Serenísima Reyna su Esposa, Príncipe, e Infantes, hay innumerables retratos
de su mano, así en el Escorial, como en este palacio de Madrid, que
son muy conocidos por su manera tan acabada,
y definida, y por estar firmados todos, o
los más, en que era muy diligente: como también lo están
los dos cuadros de los colaterales de la iglesia del colegio de
Doña María de Aragón de esta Corte, que el uno es de
san
Agustín, y el otro de
san Nicolás de Tolentino, harto bien
hechos; con otros muchos que tiene en esta Corte, que acreditan su gran
habilidad, no solo en los retratos, sino en
otras figuras e historias, con gran acierto.
Hizo también los dibujos, o trazas, que están en mi poder,
para los bultos del Señor Felipe II, y su Esposa, que se
ejecutaron en los dos sepulcros regios, a los costados del Altar
Mayor de san Lorenzo el Real; y cierto que están los tales dibujos
coloridos,
y tocados de oro, con el más extremado primor que se puede hacer (1,2).
Murió en esta Corte por los años de mil seiscientos diez, a los
cincuenta y nueve de su edad.
XLVI
BARTOLOMÉ GONZÁLEZ, PINTOR.
Bartolomé González fue natural de la ciudad de Valladolid, y discípulo en
el Arte de la Pintura de Patricio Cajés.
Se vino a Madrid, cuando se restituyó la corte a esta villa
en tiempo del señor Felipe III, año de 1606.
Fue Pintor de su majestad, en cuyo servicio ejecutó diferentes
pinturas para las Casas Reales; y especialmente para el Palacio
del Pardo pintó muchos retratos de la Casa de Austria con
gran acierto y semejanza.
Son de su mano los cuadros de
los ángulos del claustro de los Recoletos Agustinos de esta
Corte, que dan testimonio de su mucha habilidad.
Murió en el año de 1611, a los 63 de su edad.
XLVII
JUAN DE JUNI, y GREGORIO HERNÁNDEZ,
(Se lo encontrará comúnmente por Gregorio
Fernández)
Escultores.
En tiempo del señor Felipe III florecieron en Valladolid Juan de Juní, y
Gregorio Hernández, escultores eminentes que mostraron su gran ingenio en
los pasos de la
Pasión de nuestro Salvador en aquella ciudad, que a juicio
de grandes artífices, que los han ido a ver ex profeso, son
lo más selectos que tiene España, y cada cual de los dos referidos
artífices se desempeñó igualmente en el paso que le tocó.
El Gregorio Hernández fue natural del reino de Galicia; y en esta
Corte, en el convento de la Merced Calzada
hay una efigie de san Ramón (En 1800 Cea Bermudez
también lo da. Los franceses saquearon el convento al poco tiempo, y en 1840
con la desamortización destruido, San Ramón Nonato se da por desaparecido, o
destruido), de tamaño natural, muy excelente de su
mano, y la del Santísimo
Cristo del Pardo en el Sepulcro; y otra que se
venera en esta Casa Profesa de la
Compañía lo son también
#.
(Tengo que utilizar el término evita,
no cabe olvida en Madrid, Descalzas Reales, San Plácido y
Encarnación, lugares que conocía y relata muy bien, tenemos que suponer que los
creía réplicas del taller)
Está el dicho Gregorio en opinión
de venerable, por sus muchas virtudes ; pues no hacia efigie
de Cristo Señor nuestro, y de su Madre Santísima, que no
se preparase con la oración, ayunos, penitencias, y comuniones, porque
Dios le dispensase su gracia para el acierto.
Vivió junto a la puerta del campo en Valladolid, y su casa
era tan conocida de los pobres, como pudiera serlo un hospital, y así
acudían a ella con todas sus necesidades; pues no
se contentaba Gregorio con remediarles el hambre , y socorrerles su desnudez,
sino curarles también sus dolencias; y así
le tenían en gran opinión en Valladolid, donde murió por
los años de mil seiscientos catorce, con poca diferencia, y
poco mas de sesenta de edad.
Son suyos en Valladolid el
Paso del Descendimiento de
la Cruz, el de Cristo nuestro bien a la columna, el de Jesús
Nazareno (Ant.Palomino. no pudo ver el original que
sigue desaparecido desde 1612 en pleito de separación del convento de San
Agustin, con la cofradía, por lo que se encargó una copia a posiblemente a Juan
de Ávila
#); y en la Parroquia de san Lorenzo el
Jesús, María , y José ,
y nuestra Señora de la Candelaria ; y en el
colegio de la Compañía las tres efigies de
san Ignacio,
san
Francisco Javier, y san Francisco de Borja
(Destruida en Oña Burgos al final de la guerra civil); en el convento
de santa Catalina el retablo mayor, adornado todo de estatuas, y medios
relieves, que es una admiración; en el convento de los Carmelitas
Descalzos el
bautismo de san Juan;
y en el de los Calzados la historia de nuestra Señora dando el
escapulario a san
Simón Estoch, y otra imagen de la
virgen (La virgen del Carmen 1ª Desaparecida. No tengo
claro si A.P. vio la original o una réplica), y una
santa Teresa, y cuatro ángeles en las cuatro boquillas
de la capilla mayor, que todo es un pasmo.
En el convento de las Huelgas de esta ciudad, la Asunción
de nuestra Señora, y otros santos de la orden de san Bernardo
#; y en
el convento de monjas de san Nicolás un Sepulcro de Cristo
(En 1893 Se incendió la iglesia), que es una
maravilla.
En el de san Pablo,
del Orden de Predicadores, la efigie del glorioso Patriarca
Santo Domingo, y otras efigies, y un
Sepulcro, que es un
asombro.
En la Nava del Rey un
san Antonio Abad;
(El
retablo entero es suyo)
En Zaragoza una santa Teresa;
(En Zaragoza capital no hubo carmelo, en Toro en Zaragoza
si, y hay una santa teresa que puede ser del taller
#)
en el monasterio de la Cartuja de Aniago un
san Bruno maravilloso;
en la Villa de Vergara una efigie peregrina de san Ignacio
(Se entrega el Seminario de los Jesuitas en 1769); y en fin es
casi imposible el referir todas las obras, en que inmortalizó su nombre
este eminente escultor.
De Juan de Juni he visto una medalla de todo relieve
en la Catedral de Segovia, que es
el entierro de Cristo, de
figuras del natural, que iguala a cuanto se ha visto del gran
Miguel Ángel; y tiene a los lados dos soldados caprichosísimamente
vestidos, y con rostro tan afligido que mueven a
ternura, y llanto; y otra de la misma calidad, y de su mano
hay en Valladolid en el Convento de nuestro Padre San
Francisco en la capilla del Sepulcro
#, y en los intercolunios
san Francisco , y san Buenaventura; y en la Antigua
(El retablo se trasladó a la catedral de Valladolid
en 1922) varios
santos, como san Joaquín, san Esteban, san Andrés, san
Mateo , y diferentes tableros de medio relieve de la vida de
nuestra Señora, san Joaquín, y santa Ana, la Asunción de
nuestra Señora, y en el remate Cristo crucificado, y su Madre Santísima,
y san Juan, y la Magdalena al pie de la Cruz;
en la puerta de la Custodia un Ecce Homo de medio relieve,
y muchos niños, y serafines en el discurso del retablo, todo
hecho con gran valentía, dibujo, y magisterio; siendo en
esta obra, y otras muchas, todos los retablos de su mano.
En la iglesia de san Martin de dicha ciudad hay una historietita
de barro cocido del Descendimiento de la Cruz, que la
han vaciado algunos Escultores, por ser tan peregrina.
Hay en Rioseco una capilla de unos caballeros Benaventes donde
tiene mucha escultura excelente este artífice, así en estatuas,
como en medio relieves (Murió allí, terminó algunas
figuras
#); y en el convento de san Francisco,
en los dos colaterales de la capilla mayor, un
san Gerónimo en el
desierto, y un
san Sebastián en el martirio.
Es también obra de su mano un retablo de piedra, que está
en la iglesia antigua de Salamanca, con un
Descendimiento de la
Cruz, y a un lado
santa Ana dando lección a su Hija santísima, y a
el otro
san Juan Bautista y en el frontal de la mesa de altar el bulto
del sepultado de bajo relieve, sobre dos
almohadas en su féretro muy bien puesto en perspectiva, en
que se conoce la sabia muy bien; y así mismo la arquitectura
del retablo con muy buenos adornos, niños, y serafines, y
algunas calaveras.
También es de su mano el
retablo de la
Catedral de Osma, que se compone de muchas estatuas y
medios relieves, todo muy diligentemente acabado
(Lado izquierdo del evangelio, Juni, lado derecho de
la epístola,
Picardo).
Es de su
mano también una imagen de
nuestra Señora de las Angustias en dicha ciudad
de Valladolid, en el templo de esta
advocación.
Y en la iglesia Parroquial de Santiago tiene también dicho Juni una
Adoración de los Reyes (Es de Alonso Berruguete
#) muy buena; y
en el mesón que llaman de los Reyes, tres bultos de los santos muy
excelentes.
En Aranda de Duero tiene ejecutado un
púlpito ¿? de su gran mano, ochavado, que así el buen gusto
en el todo, como en las partes en medallas, santos Padres,
y Profetas, niños, y adornos, una maravilla
(Pegando a Aranda, la iglesia de San Nicolás tiene un retablo de Francisco de
Logroño, ayudante de Juni,
#). Y finalmente es casi
imposible elogiar condignamente, y referir todas las
obras de este incomparable artífice, el cual dicen, que era de
nación flamenco, y que aprendió en Roma el arte de la
Escultura en la escuela de Miguel Ángel, como lo acreditan
sus eminentes obras.
Murió en Valladolid por el mismo tiempo que Hernández, con poca
diferencia.
XLVIII.
EL R.P.D. FRANCISCO GALEAS, MONJE Cartusiano, Pintor.
El V. P. D. Francisco Galeas fue natural de la ciudad de
Sevilla, y profesor de ambos derechos en el siglo, que continuó siendo
abogado de grandes créditos en aquella Audiencia
no dejando de aplicar los ratos ociosos, ya en fuerza de
su virtud que desde luego practicó, ya por
contemplar a su inclinación, a el arte de la Pintura, de
cuya dulce violencia era atraído por una propensión
natural, y la cursó, a lo que
se entiende, en la erudita, y virtuosa escuela del gran
Luis de Vargas, en que aprovechó con tal felicidad, que
mereció un elogio de Francisco Pacheco en su libro de la
Pintura , fol. 116. colocándole entre los eminentes de esta facultad:
lo que no se le pudo ocultar a Pacheco, pues fue
contemporáneo, y compatriota suyo: bien, que no sabemos
de obra pública; porque como no lo tenia de profesión, solo
sería su habilidad privativamente destinada para algunos amigos, y cosas de
su gusto, pero se califica haberla tenido grande, por lo que veremos
en el discurso de su vida en la Religión, no obstante que siendo llamado
a este sagrado instituto
de la Santa Cartuja, en la de las Cuevas de Sevilla, abandonó
todo lo que era mundo, deleite , y diversión, tratando solo
de vacar a Dios , y a las obligaciones de su estado; que con
ellas es moralmente imposible que sobre tiempo para otra cosa, como
me lo dijo cierto prelado de esta Religión; y más
siendo monjes, que han de seguir otros empleos de gobierno en sus Provincias.
Fue pues llamado a la sagrada Religión Cartusiana nuestro don Francisco
en aquella santa casa de Sevilla, donde profeso el dia del glorioso
Patriarca san Bruno del año de 1.590 siendo ya de más de 30 años de
edad, floreció tanto
en la religiosa observancia de su instituto, que habiendo muerto el Prior
de aquella casa, fue electo en su lugar, por no
haber hallado otro que le prefiriese.
Tuvo anexo también el oficio de Convisitador Ordinario; y por especial
comisión
del capítulo general , visito las casas de cartuja del reino de
Portugal: y sino hubiera sido tan sumamente celoso de la
observancia, hubiera gobernado muchos años la Provincia.
Pero sin embargo, habiendo concluido con este cargo, le hicieron Prior de
la cartuja de Cazalla; y pasados dos años suplicó le admitiesen la dejación ; la cual obtenida , se retiró a
la casa de su profesión, donde pasados tres años descansó en
el Señor a veinte y seis de Mayo de mil seiscientos catorce,
y a poco más de los cincuenta y cuatro de su edad.
Fue este venerable Padre de un ingenio peregrino , y
así escribió mucho en verso, y prosa; y estuvo para sacar a
luz la vida del glorioso Patriarca san José, y otro tratado
de jeroglíficos, enriquecido con gran erudición de todas
buenas letras; sin otros escritos de que usa la misma casa en
algunas solemnidades, todos de su mano, con tan extremado primor, que
más parecía pintar las letras, que escribirlas,
y especialmente un hebdomadario de oraciones pertenecientes a cada misterio,
y solemnidad, con las efigies de los santos, o historias sagradas,
ejecutadas de su mano con singularísimo primor, y delicadeza de pincel muy
diestro: en que
se califica, no había olvidado la afición de su primera edad,
que cultivó su bien disciplinada juventud, cambiando aquellas flores en
opimos frutos de virtudes en la religión, en que
fue muy ejemplar, con indubitables créditos de Venerable.
XLIX.
EL VENERABLE F. JUAN DE LA MISERIA,
Carmelita Descalzo , Pintor.
Fray Juan de la Miseria, Religioso Lego de los Carmelitas Descalzos ,
se llamó en el siglo Juan Narduch, fue natural de Casar Chipratio
del Condado de Molico en el reino de Nápoles: aunque después pasó
a vivir con sus Padres a la ciudad de Boyano.
Se llamaba su Padre Angelo Narduch: intentó varias peregrinaciones en la
Italia , pero Dios que le iba preparando para otros fines, le trajo a
España en traje
de ermitaño, con el motivo de visitar el santo Sepulcro del
Apóstol Santiago.
Y de allí mudó varios sitios, donde intentaba hacer
vida eremítica, hasta que llegó al desierto del
Tardón, no lejos de la ciudad de Córdoba, en el partido de
Hornachuelos, donde halló a Ambrosio Mariano, que era
paisano suyo, y después fue también Carmelita Descalzo, y
en el siglo había sido Doctor en Leyes , y Comendador de
san Juan, y vino a ser el primer Prior de este Convento de
san Hermenegildo de Madrid , y juntos pasaron a esta Villa en
el hábito eremítico, donde los estimaron mucho los Reyes;
y en tanto que se desocupaba Mariano de los negocios que
llevaba acerca de su comunidad , que entonces no era mas
que eremitorio, acomodó a Juan Narduch de orden de la
Princesa Doña Juana, hermana del señor Felipe II, y
madre del Rey Don Sebastián de Portugal, en casa de Alonso Sánchez Coello,
famoso pintor de Cámara de su majestad, por tener a esta Arte grande
afición, desde que en Nápoles tuvo
algunos principios, especialmente en la Escultura;
y con efecto se dedicó a la escuela del dicho Alonso Sánchez que
vivía
entonces en la Casa del Tesoro. Y después de
haber aprovechado muy bien en el arte de la Pintura, así
en retratos, como en historias, estuvo el referido Juan en
casa de una señora en esta Corte, que se llamaba Doña Leonor de
Mascareñas, persona de eximia virtud, con el motivo
de que le pintase de su mano algunos lienzos, como lo hizo,
aunque no consta los que fueron.
Era esta señora Doña Leonor muy buena cristiana, y
muy gran señora, que había sido aya del Rey, y lo fue después del Príncipe
Don Carlos, y fundó el real convento de los ángeles, de la cual hace mención
el Maestro Gil González Dávila.(n.A.P. Historia de Madrid, fol. 287.)
Esta pues era muy íntima de la santa madre
Teresa de Jesús, (n.A.P.Santa Teresa fundación del convento de Pastrana) cuando andaba
en las fundaciones de sus
conventos; y así le dio cuenta a la santa madre del dicho
Juan Naiduch, y de su compañero Mariano, y su mucha
virtud: y habiéndolos comunicado la santa , hizo alto concepto de estos siervos
de Dios , y ambos trataron de tomar el
habito, como de hecho lo tomaron de Carmelitas Descalzos
en el convento que entonces se fundaba en la villa de Pastrana, cerca de
esta de Madrid, y fue el día 13 de Julio del
año de 1.569, y la misma santa madre les corto, y cosió los
hábitos, y fue su madrina, tomando Fray Juan el apellido
de la Aliseria, por mayor humildad suya, y vivió en la religión cuarenta
y siete años.
Fue religioso de eximia virtud, ejemplarísimo, y de gran
sencillez en las cosas del mundo, y así ejercitó las virtudes
todas en grado muy heroico; tuvo don de profecía; hizo
muchos milagros en vida, y en muerte ; fue muy devoto de
nuestra Señora, a quien llamaba su Paloma, y de quien recibió muy singulares favores:
retrato por su propia persona a
la santa madre Teresa de Jesús (n.A.P.
Pachec. lib. de la Pintura fol.590), lo que permitió la santa por
obediencia a su confesor, cuya circunstancia basta para constituirle a Fray Juan eminente
en esta profesión : el cual retrato se conserva hoy original vinculado en la casa de
los Señores Marqueses de Malangón
#, heredado de aquella señora Doña Leonor Mascareñas, a
cuya instancia se ejecutó, aunque
otros dicen ser el que está en el convento de sus monjas en la
ciudad de Sevilla
#; pero siendo uno y otro de la mano de
Fray Juan, todos son originales.
Hizo de este retrato varias
copias que se repartieron en los conventos de la religión, y
entre personas devotas de la santa; y además de esto hizo
Otras muchas pinturas para diferentes conventos, y personas
de su devoción.
Y últimamente, habiendo hecho otras muchas obras heroicas, en cumplimiento de las
obligaciones del estado religioso, guardando
puntualísimamente las constituciones, y los
tres votos de Obediencia, Castidad, y Pobreza, le llamó
Dios a el eterno descanso el día 15 de Septiembre del año
de 1616, día octavo de la Natividad de nuestra Señora, en
el cual murió en el convento de su religión de esta villa de
Madrid, siendo de mas de noventa años de edad; quedó su
cuerpo incorrupto, y así se conserva hoy en la capilla de santa Teresa de dicho convento,
donde está depositado, a la entrada,
en el lado de la Epístola, y donde está una lápida que
contiene un resumen de todo lo dicho. fue especialísimo devoto del Santísimo
Sacramento, y de la beatísima virgen,
con cuya imagen, que traía, hecha de su mano, obraba muchas maravillas.
fue profundísimo en la humildad, puntualísimo en la obediencia, observantísimo en la pobreza , y cautísimo en
la honestidad; y así conserva su cuerpo la integridad de su pureza,
que tanto observó en vida , con la incorrupción de su carne, en testimonio de
su virginidad.
En el convento de Carmelitas Descalzos de Pastrana,
que en su primitivo origen fue ermita de san Pedro, hay una
efigie de Cristo Señor nuestro de Ecce Homo, de más de
medio cuerpo , con una inscripción abajo que dice ser de
mano de este siervo de Dios , y que su majestad le habló
diferentes veces.
L.
EL DOCTOR PABLO DE LAS ROELAS, Pintor.
(Es Juan de Roelas)
El Doctor Pablo de las Roelas, natural , y vecino de la
ciudad de Sevilla, aunque sus padres eran Flamencos, fue
insigne pintor, y discípulo del Tiziano: estuvo en esta Corte, donde
dejó muchas pinturas de su mano; y en el claustro del convento de
religiosos calzados de nuestra Señora de
las Mercedes hay algunos cuadros de su mano, y especialmente uno de la
Concepción de nuestra Señora (No hay consenso, yo la
supongo
#), muy historiado de gloria, que está junto a
la puerta de la capilla de
nuestra Señora de los Remedios; que aunque es de figuras
pequeñas en cantidad, son sin límite en la perfección, según
yo lo conocí cuarenta años atrás, que hoy con la injuria de
los tiempos, ha sido preciso aderezarlo, y retocarlo, con lo
cual ha degenerado mucho; pero no en la buena composición, y
organización del todo, en que da muestras de su
eminente pincel, gran destreza, excelente dibujo, y famoso
colorido atizianado.
Fue Canónigo de la santa Iglesia Colegiata de Olivares,
muy ejemplar, y buen eclesiástico; y sin embargo de las
obligaciones de su estado, siguió en toda forma, y con gran estudio
la facultad de la Pintura, asistiendo a las academias
del Arte, y a todo linaje de especulación que le pudiese sublimar, sin
omitir en la matemática la inteligencia profunda de
la perspectiva; en la anatomía la organización, y contextura
del cuerpo humano; en la simetría la conmensuración respectiva
del todo, y las partes; y en la observación del natural la hermosura del
colorido, y los varios accidentes que le inmutan.
De su heroico pincel es aquel celebre cuadro, que hizo
cuando se tornó a Sevilla, del
tránsito de san Isidoro, donde
manifestó su gran eminencia en el Arte, que está colocado
en la parroquia de su nombre en dicha ciudad; y no es menos el del
sagrado
apóstol Santiago en la célebre batalla de
Clavijo, que esta colocado en la capilla de su nombre en
aquella santa iglesia, donde se ostenta animoso el sagrado
adalid excitando la cólera de su arrogante enfrenado cisne,
a cuyos pies se postran muchas turbas de bárbaros, implicados entre sus
arneses, y banderas.
Tampoco es inferior el de
la capilla de las Angustias, donde está aquella gran reina
dolorosa, con su hijo sacratísimo difunto, y desangrado en
su regazo, con expresiones tan vivas de dolor, que parece dejó apurados
los tropos de la muda retorica de los pinceles
#.
También es de su mano la pintura del
martirio de san Andrés en la
capilla de los Flamencos en el colegio de santo Tomás, en que sucedió
un gracioso cuento, y fue: que habiendo tardado
mucho en acabar dicho cuadro, últimamente le acabó en breve: lo cual
visto por los dueños, así por
esto, como por lo que se había tardado, intentaron que hiciese alguna
rebaja en el precio ajustado, que se tiene entendido eran mil ducados,
mas él lo subió otro tanto, y se convinieron en enviarlo a tasar a Flandes,
porque allí no había quien lo tasase: se hizo así, y vino tasado en tres
mil ducados, y no quiso Roelas bajar un maravedí de la tasa.
Y en
el convento de la Merced Calzada de aquella ciudad hay
muchas pinturas suyas ; y entre ellas el cuadro que llaman de
las Cabezas ¿#?.
Y en la parroquia de san Pedro, en la capilla
que es de la Universidad de los beneficiados, el célebre cuadro del
santo
Apóstol en la cárcel.
Y en la santa iglesia colegial de Olivares, donde
tuvo su canonicato, se veneran dos lienzos suyos con tal estimación, que no
han querido hacer retablo, como hoy se estila, por no quitarle a una de ellas
el lugar del altar mayor
#.
También es de su mano un cuadro excelente, que
está en medio del altar mayor en la casa profesa
de la compañía de Jesús; con otros dos a los lados del
Nacimiento, y
Adoración de Reyes de Cristo Señor nuestro (Al
parecer las pinturas del
retablo enteras son suyas, Pacheco solo le
cita una, El nacimiento, de ahí que solo se le atribuía el
nacimiento del retablo de la casa profesa, pero una
2ªnota también despectiva lleva a creer que fue su
competencia, Roelas salta del manierismo al barroco, dejando anticuado a
Pacheco).
Tiene su pintura gran fuerza, junto con gran dulzura
como tan aplicado a el estudio del natural, en medio de tener grandísima
practica, y facilidad; y así pintó tanto, que
fuera nunca acabar el referir solamente las pinturas que dejó
en público.
Pero no se permite al silencio la que hay en
Córdoba de su mano en el cuerpo de la iglesia del colegio
de santa Catalina de la compañía de Jesús, que es cuando a
san Ignacio se le apareció Jesús Nazareno a la entrada de
Roma, que tiene en lo alto un rompimiento de gloria, donde
está el Padre Eterno, hecho todo con gran magisterio, y
bizarría, de suerte, que es una pintura de todas maneras
grande.(Perdido, nada coincide con la descripción,
aunque maestros posteriores pudieron tomar de esta obra, Cea Bermudez lo
refleja pero no le consta)
Fue nuestro Roelas un hombre muy pío , y gran limosnero; de suerte,
que a la mas humilde viejecita que le pidiese una pintura,
no la dejaba desconsolada aunque fuese sin
interés alguno.
Murió en dicha ciudad de Sevilla por los años
de mil seiscientos veinte, y a mas de los sesenta de su edad,
con créditos de eximia virtud.
LI.
JUAN DE SOTO, PINTOR.
Juan de Soto, insigne pintor español, natural, y vecino de
esta villa de Madrid, fue discípulo de Bartolomé Carducho,
en cuya escuela aprovechó grandemente, y así adquirió gran
crédito; y después de otras muchas obras , en que dio claro
testimonio de su grande habilidad, pintó con gran acierto
en el real palacio del Pardo la pieza del tocador de la reina,
cosa excelente.
Murió mozo, pues apenas tenia cuarenta años, por el mil seiscientos y
veinte.
LII.
JUAN DE CHIRINOS, PINTOR.
Juan de Chirinos, natural , y vecino de esta villa
de Madrid, fue discípulo de Luis Tristán, y
aprovechó tanto en el
Arte, que en compañía de Bartolomé de Cárdenas, ejecutó
gran parte de las pinturas del claustro del real convento de
nuestra Señora de Atocha; que aunque ya muy deterioradas
del tiempo, y de haberse retocado diferentes veces, dan claro
testimonio de su excelente habilidad, y escuela de tan buena
casta.
Hizo otras muchas obras públicas, y particulares, de
que se tiene poca noticia señaladamente.
Murió en esta Corte
por los años de mil seiscientos y veinte, y a los cincuenta y
seis de su edad.
LIII.
EL VENERABLE PADRE D. LUIS PASCUAL
Gaudin, Monje Cartujo, y Pintor. (No es Lluis
Gaudin)
El padre don Luis Gaudin, monje de la santa cartuja
de Scala Dei en el Principado de Cataluña, conocido
en su religión por el Padre don Luis Pascual, fue natural de
Villafranca, obispado de Barcelona: profesó en dicha santa casa año de 1595,
y llegó a ser Vicario en ella.
Fue muy excelente dibujante, y pintor eminente, tanto, que se llevaba
el primer crédito entre los de la profesión, como lo manifiestan las
pinturas del capítulo en dicho monasterio que son de
su mano. Como también lo son otras muchas que hizo para
el de Montealegre poco distante de la ciudad de Barcelona,
que unas y otras acreditan la eminente habilidad de su artífice:
con cuyos créditos , y de su religiosa observancia, murió
en dicha casa de Scala Dei por los años de mil seiscientos
veintiuno, y a los sesenta y cinco de su edad.
Y aseguran
que de las prendas que tuvo dicho Padre , fue la mejor la de
la Pintura, con ser en ella tan superior, pues en la Teología
sagrada fue eminente, y en la virtud eximio.
Hace de él mención Pacheco
en su libro de la Pintura, por eminente en esta
Arte: y asegura haber ilustrado aquella santa casa de las
Cuevas de Sevilla con historias de pintura, dignas de su caudal, y
crédito en el Arte; sin otra que hizo para la gran cartuja, como lo
dice Pacheco en otra parte, y entendiéndolo así, será en la de Francia,
y estas eran de la vida de san
Bruno (n.A.P. Pachec. lib. de la Pint, fol. 483. ), porque las de Sevilla parecen ser de la vida de la
virgen, según dice al fol. 495. en que nota el traje que tiene la
Virgen en el cuadro de los Desposorios, que está en el
coro del convento de la cartuja, en que muchos han reparado.
LIV.
FELIPE DE LIAÑO. PINTOR.
Felipe de Liaño, pintor insigne, y natural de esta villa de
Madrid, fue discípulo en este Arte del gran Alonso Sánchez; y aunque
su habilidad fue muy general, como lo acreditó en repetidas obras públicas, y
particulares, fue con singularidad eminente en retraticos pequeños; tanto,
que fue cognominado el Ticiano pequeño.
Murió por los años de mil
seiscientos y veinte y cinco, y a poco mas de los cincuenta
de su edad.
Le celebra Pacheco en su libro de la Pintura
al folio 442.
LV
PATRICIO CAXES, PINTOR, y ARQUITECTO, (Patricio Cajés)
Patricio Cajés, noble Florentino, fue excelente pintor del
Señor Felipe III, en cuyo tiempo tradujo la cartilla de
Arquitectura del Viñola a nuestro idioma castellano, como
hoy la vemos, y la dedicó a el Señor Felipe III, príncipe entonces.
Pintó al fresco con gran acierto en el palacio del Pardo la galería de
la reina, que mira, a el cierzo,
donde ejecutó la historia del casto amigo de Dios, José,
cuando defendió su pureza de la adultera mujer de Putifar,
su dueño, con todos los demás sucesos de su vida; que no
me parece la mejor elección para galería de Señoras, habiendo tantas mujeres
ilustres en la Escritura Sagrada, que pudieran servir de ejemplo, y
estímulo virtuoso.
Adornó pues,
y enlazó las historias con molduras, estucos, y ornatos de
muy buen gusto, y que nos dan claro testimonio de su eminente habilidad
en la traza, y ejecución y aunque la injuria
del olvido nos ha ocultado otras muchas obras de su mano,
que sin duda; ejecutaría en el Escorial, y otras partes, pues
sirvió a el Señor Felipe II: y esto del Pardo fue en
tiempo del Señor Felipe III, después del incendio lastimoso de aquel gran
palacio del Pardo, y lo califica el haber
pintado en este de Madrid dos piezas al fresco en compañía de Rómulo Cincinnato con singular, acierto, como lo
dice Vicencio Carducho en sus diálogos.
Murió en Madrid
de muy crecida edad por los años de mil seiscientos veinticinco.
LVI.
ANTONIO MOHEDANO, PINTOR.
Antonio Mohedano, natural de Antequera, fue Jurado
de aquella ciudad , y excelente pintor, y de gran fama, la
cual adquirió en fuerza de su estudio, siguiendo la escuela
de Pablo de Céspedes; habiendo sido sus principios pintar
sargas , y guadamecíes, que en aquellos tiempos se usaban,
en vez de tapices, o brocateles; y almohadas de estrado, en
especial en gente de mediana esfera.
Llegó también a pintar al fresco con tal magisterio en dibujo,
y colorido, que ninguno en su tiempo le excedió en este manejo,
si es que lo igualó alguno, lo cual aprendió de Cesar Arbasia,
que pintó al fresco la
capilla del Sagrario de la santa iglesia de Córdoba;
como también los paisajes que los hizo con eminencia, y de Julio, y Alexandro,
que pintaron la casa real de Granada,
y otras cosas: y para el mayor acierto de sus obras, después de la invención,
hacia Antonio modelos de las principales figuras, y estudiaba los desnudos,
y extremos por el natural, y los paños por el maniquí, que es el camino real
del acierto.
Bien lo acredita una obra de esta especie, que ejecutó en
el altar mayor, y presbiterio de la iglesia mayor de la ciudad
de Lucena, en que se incluyen todas las especies que abrazan el dibujo,
y colorido, ejecutadas con singular gusto, y
magisterio
#, y la que después hizo en la nave del Sagrario de
la santa iglesia de Córdoba, desde la capilla, hasta la puerta
del costado, en compañía de los Perolas; y aunque a el óleo
no fue tan aventajado, fue siempre muy corregido, como lo
califican diferentes obras particulares que hay en dicha ciudad
de Lucena.
Pintó también en Sevilla muchas cosas, y especialmente al fresco en el
claustro de la casa grande de san
Francisco, en compañía de Alonso Vázquez, insigne pintor
sevillano, en que hizo Antonio unos festones de frutas cosa excelente.
Tuvo mucho comercio con el eminente Racionero de
la santa iglesia de Córdoba Pablo de Céspedes, como lo
acreditan repetidas cartas, que yo he visto suyas, del tiempo
que le alcanzó.
Murió en dicha ciudad de Lucena por los
años de mil seiscientos veinticinco, siendo de más de
sesenta de edad.
LVII.
DOMINICO GRECO, PINTOR, ESCULTOR, y Arquitecto.
Dominico Greco, llamado vulgarmente el Griego, porque lo era de nación,
fue gran pintor, y discípulo de Ticiano, a quien imitó de suerte, que sus
pinturas las equivocaban con las de su maestro, como se ve en muchas de
las que ejecutó en España, y particularmente en Toledo el célebre
cuadro del
Expolio, para la crucifixión de Cristo Señor
nuestro, que está en la sacristía grande de aquella santa iglesia, basta
para calificarlo, pues tiene algunas cabezas, que
totalmente parecen de Tiziano; como también el Apostolado, que está en
dicho sitio (1,2,3,4,5,6,7,8,9,10,11,12,
13).
Pero sobre todo, lo acredita el
cuadro del
entierro del Conde de Orgaz Don Gonzalo Ruiz
de Toledo, por manos de san Agustín, y a san Esteban, de
quienes fue el buen Conde muy devoto, y así edificó el
convento de los Agustinos de aquella ciudad con el titular
de san Esteban, la cual pintura está en la iglesia parroquial
de santo Tomé fundación suya donde está enterrado el dicho
conde, y donde sucedía este caso; y está empeñada dicha pintura
en dos mil ducados, como lo hacía con otras
muchas, por la razón que diremos adelante; y aunque sea
digresión, no dejaré de decir, que esta, pintura se
mandó
ejecutar el año de 1584, por el Eminentísimo Señor Don
Gaspar de Quiroga, Cardenal, y Arzobispo de Toledo, a
instancias del cura de dicha parroquia siendo muerto
el dicho Conde el año de 1.323.
Y en la casa profesa de la
Compañía hay otro cuadro también de su mano
(La copia 1626 no es de su mano, ni de su
hijo.
#), y del mismo asunto en dicha
ciudad, pero sin gloria arriba; el cual
ejecutó el Dominico a instancias de aquellos padres, en
demostración de gratitud, por haber sido aquel suelo donación del Conde
de Orgaz, que lo era el año de 1.569, y eran
casas del mayorazgo de dichos Condes, y se fundó dicha casa
con el titular de san Ildefonso, por ser tradición inmemorial
que el dicho santo había nacido en ellas; y lo cierto es,
que uno y otro cuadro parecen de Ticiano (La
casa profesa, actual delegación de hacienda, está a 200 metros de Santo Tomé,
el argumento dado para pedir realizar una copia prácticamente exacta, sin la
gloria, no tiene sentido, y yo no lo encuentro).
No he querido omitir estas noticias, aunque sea digresión , por ser muy
exquisitas.
También en el convento de la reina, de religiosas de la Visitación Gerónima hay un
Cristo crucificado,
del tamaño natural, con dos retratos abajo, de un clérigo a
la derecha, y un seglar a la izquierda, de lo mas regalado
que hizo el Griego; y especialmente en los retratos fue sin
duda superior, como se ve en muchos que hay en esta Corte, que con
singularidad las cabezas parecen de Tiziano.
Y no menos lo parece una Magdalena, de mas de medio cuerpo, que está
en poder de un aficionado, que no he visto de
su mano cosa tan regalada, y de tan buen gusto de color
(Al menos 6 atribuidas).
Como también la pintura de Cristo resucitado ¿#
Harold Ewin Wthey pag.70 << posiblemente no, pues o
estaba allí, o en el retablo de María de Aragón, y por estilo valiendo la nota
más abajo no gusta a Ant.Palomino, creo que Harold no interpreta correctamente
eso, más bien yo interpreto que debería parecerse a
#, Cea Bermudez lo recoge de nuevo, luego, o
desaparecido, o no formaba parte del retablo de María de Aragón 2º problema
añadido?, que está en
la sacristía del colegio de Atocha, del tamaño del natural,
cosa excelente.
Y en el altar mayor de la iglesia de la villa de
Bayona de España, junto a Ciempozuelos, es toda la pintura
de su mano (El retablo de Titulcia es de Jorge
Manuel Teotocopuli, esparcido, In situ solo queda
# ), de la historia, y vida de la Magdalena; pero
tan excelente, que el Eminentísimo Señor Cardenal Portocarrero, habiéndolas
visto, ofreció a aquella iglesia cinco mil
pesos por dichas pinturas, y poner otras de mano de Lucas
Jordán, y no quisieron aceptar el partido, no sé si lo acertaron.
En el convento de la Sisla de Toledo tiene también pinturas excelentes,
y en el hospital de afuera (Así llamado
popularmente el Hospital de Tavera, las piezas del retablo están repartidas
1 ,2,
3,
4,
5).
Pero sobre todo,
una pintura pequeña (140x110, para un juicio final
pequeña, quizás una prueba) del
juicio, que está en el Escorial en
aquella capillita de la Virgen, como salimos de la sacristía a la iglesia que no se puede hacer más.
Pero él viendo que sus pinturas se equivocaban con las de
Tiziano, trató de mudar de manera, con tal extravagancia,
que llegó a hacer despreciable, y ridícula su pintura, así en lo
descoyuntado del dibujo, como en lo desabrido del color.
Bien lo acreditan las pinturas del famoso retablo del colegio
de Doña María de Aragón de esta Corte (Los
expertos proponen por temática, tamaño de las obras y estilo en fechas, las
siguientes obras 3 arriba 3 abajo en orden
1,2,3,4,5,6
no obstante hay fuertes discrepancias, quizás fueran
solo 3), donde también es
suya la escultura, traza del retablo, y aun la de la iglesia, sin
otras muchas pinturas, que no merecen nombrarse.
Y así el cuadro que hizo para el Escorial del
martirio de san Mauricio,
y sus compañeros, mandó el Señor Felipe II que
se lo pagasen, pero que no lo trajesen, aunque él por su crédito procuró
que se pusiese en la sala de capitulo; mas el de
la capilla de este santo lo ejecutó Romulo Cincinnato,
como dijimos en su vida.
Pero verdaderamente, que no solo fue
varón docto en esta Arte, sino gran filósofo, y de agudos
dichos, y que escribió de la Pintura, Escultura, y Arquitectura,
como lo dice Pacheco , lib. 3. pag. 446. porque fue no solo
gran pintor, y escultor, sino consumado arquitecto.
Pues en el convento de religiosas de santo Domingo el Antiguo en
la ciudad de Toledo, es suya la traza de la iglesia, retablos,
pinturas, y estatuas, hecho todo con gran primor (a,
1,
2,
3,
4,
5,
6,
7,
8): como lo
es también la iglesia, retablos, y estatuas de nuestra Señora
de la Caridad de la villa de Illescas (1,
2,
3,
4,
5), de que resultó, que un
alcabalero de dicha villa le apremió a que pagase alcabala, y
de ahí procedió el primer pleito que tuvo la Pintura de esta
calidad, en que la defendió tan honradamente, que lo venció
a favor de la Pintura el año de 1600 de que hicimos mención en el tom.
I. lib. 2. cap. 3. §. 3 y así le debemos
inmortales gracias a Dominico Greco todos los profesores de
esta facultad por haber sido el que rompió con tal fortuna
las primeras lanzas en defensa de la inmunidad de esta Arte;
y en cuya ejecutoria se fundaron los demás juicios: de aquí
dicen que procedió el no querer el Greco vender sus pinturas,
sino que las empeñaba durante la demanda; porque como la
alcabala se paga solo de lo que se vende; no vendiendo, no
causaba alcabala; y así aseguran que el cuadro referido del
Espolio de Cristo Señor nuestro, que dijimos estar en la
sacristía de la santa iglesia de Toledo, está empeñado, y aun
hecha escritura de ello.
No será justo omitir el célebre retrato por tantos títulos
recomendable, que hizo el Griego de aquel peregrino ingenio, ornamento
de su sagrada religión de la Santísima Trinidad,
y honor de su siglo, el Padre Maestro
Fray Felix
Hortensio Palavicino, que es cosa eminente, y para hoy en poder del
Excelentísimo
Señor Duque de Arcos, en cuyo reconocimiento le hizo dicho Padre Maestro
a el Griego su
célebre Soneto, que hoy se registra en sus obras póstumas,
intituladas, Obras de Don Felix de Artiaga, folio 63.
página I, que es el siguiente.
Divino Griego, de tu obrar no admira,
Que en la imagen exceda a el ser el arte;
Sino que de ella el cielo, por templarte,
La vida , deuda a tu pincel, retira.
No el sol sus rayos for su esfera gira ,
Como en tus lienzos; basta el empeñarte
En amagos de Dios ; entre a la parte
Naturaleza , que vencerse mire.
Emulo a Prometheo en un retrato ,
No afectes lumbre ; el hurto vital deja ,
Que hasta mi alma de tanto ser ayuda.
Y contra veinte y nueve años de trato,'
Entre tu mano , y la de Dios , perplexo. ,
Qual es el cuerpo, en que ha de vivir duda.
Precede a este Soneto otro, no menos excelente, que hizo el
mismo autor en alabanza del gran túmulo, que el Dominico fabricó en Toledo
para celebrar las honras de la Serenísima reina Doña Margarita, que no
merece menos atención, por el autor, y el asunto; y uno y otro cede
en aplauso de nuestro Dominico Greco, y dice así:
SONETO.
Huésped curioso, aquí la pompa admira
De este aparato real, milagro griego.
No lúgubres exequias juzgues ciego ,
Ni mármol fiel en venerable pyra.
El sol , que Margarita estable mira ,
Le arrancó del fatal desasosiego
De esta vana región , y en puro fuego
Vibrantes luces de su rostro aspira.
A el nácar , que vistió cándido , pone
Toledo agradecido , por valiente
mano, en aquesta caja peregrina.
Tosca piedra la máquina compone ,
Que ya, su grande Margarita ausente.
No le ha quedado a España piedra fina.
Murió finalmente nuestro Dominico en dicha ciudad por
el año de mil seiscientos y veinticinco , y a los setenta y
siete de su edad , aunque otros dicen que murió mas anciano,
y está enterrado en la parroquial de san Bartolomé, y sobre
la sepultura pusieron, no sé con qué motivo, una reja en lugar de
losa, para que allí no se enterrase persona alguna, la
cual no se conserva hoy; porque habiéndose hundido la iglesia,
la quitaron cuando se reedificó.
Dejó un hijo, que se
llamó Jorge Manuel, y fue maestro mayor de Arquitectura
de dicha santa iglesia y también dos grandes discípulos,
entre otros, que fueron Luis Tristán, y Fray Juan Bautista Maino, de quien hacemos particular mención.
Francisco Pacheco en su libro de la Pintura lo
mal que sentía el Griego de la habilidad de Miguel Ángel y
a la verdad yo no lo extraño: porque si el Griego estaba pagado de su
dibujo, y desnudos tan extravagantes, precisamente le había
de disgustar lo que le era "ex diametro" opuesto.
Sin embargo que fue tan estudioso, que dice Pacheco que
le mostró una gran alacena llena de modelos de barro, que
había hecho para estudio en sus obras; y un gran cuadro lleno de
borroncillos de todas las obras que había ejecutado en
su vida.
LVIII
AGUSTÍN DEL CASTILLO, PINTOR.
Agustín del Castillo, natural de la ciudad de Sevilla, y
vecino de la de Córdoba, fue insigne pintor, y gran dibujante:
manejó con excelencia las colores: vivió en Córdoba,
donde hizo muchas, y famosas obras; y especialmente a el
fresco, se conservan algunas, aunque mal defendidas de las
inclemencias del tiempo: como son la Concepción de nuestra Señora en
los libreros de la calle de la Feria; las pinturas
del costado del claustro del convento de san Pablo, que cae
hacia la iglesia; también la pintura del pórtico de la iglesia
del hospital de nuestra Señora de la Consolación, y una efigie
del Padre Eterno, que hay dentro en la capilla colateral de
la Epístola, aunque las antecedentes están indignamente retocadas al temple.
También es de su mano, la pintura al
fresco en la bóveda de la capilla mayor de la iglesia de san
Francisco de dicha ciudad, aunque muy deteriorada por el
humo de las luces, e inciensos, como no tiene respiración.
De otras obras suyas se tiene poca noticia, aunque se tiene
por cierto que hay muchas en Córdoba, pero el tiempo ha
borrado su memoria.
Fue padre, y maestro de Antonio del Castillo, pintor insigne en
Córdoba.
Murió en ella Agustín
por los años de mil seiscientos veintiséis, y a los sesenta
y uno de su edad.
LIX.
DIEGO DE RÓMULO, pintor.
Diego de Rómulo Cincinnato, natural de Madrid, hijo,
y discípulo del otro Rómulo, pintor del Señor Felipe II, teniendo ya
muy aventajada habilidad, y siendo todavía mancebo, pasó a Roma en
servicio de Don Fernando Enríquez de Ribera, tercer Duque de Alcalá,
cuando fue por embajador extraordinario a dar la obediencia a la
Santidad del Señor Urbano Octavo, por el Rey nuestro Señor Don Felipe IV;
el cual, no hallando retrato verídico de su Santidad, procuró que lo
retratase este su pintor.
Lo hizo a tanta satisfacción de todos en tres veces
(No se localiza ningún retrato, lo cual extraña.
Lo cuenta igual Pacheco), que le dio lugar su Santidad, que el Papa lo celebró mucho; y habiéndole acabado
uno de cuerpo entero, sentado en su silla con bufete, y otros adornos,
muy celebrado de los Señores Duques de Pastrana, y Alcalá, y de todos
los pintores de Roma: queriendo su Santidad honrarle, como a tan eminente
artífice, le envió a su casa con un camarero suyo una cadena
de oro de mucho valor, con la medalla de su retrato de medio relieve
con su reverso; y por hacerle mayor merced, como a hombre noble, y
honrado artífice, le dio el Hábito de Cristo de Portugal, y cometió a
el Cardenal Trexo Panlagua , español,
que se le pusiese , y armase Caballero; lo cual
ejecutó en presencia del Duque, su dueño, y de toda su familia, y
amigos, en casa del mismo Cardenal, que le tuvo
prevenida otra lucida vuelta de cadena de oro y pendiente
de ella la venera del Hábito: de donde con gran aplauso,
y aclamación le volvieron a su casa en 14 de Diciembre año
de 1625.
Le duró poco esta temporal gloría, porque murió
dentro de breves días, y fue sepultado en la iglesia de san
Lorenzo de Roma con las insignias de Caballero de aquella
Orden, y con la pompa debida a tan gran sujeto, por los
años de mil seiscientos y veintiséis. Y el señor Felipe
IV , en continuación de esta honra , alcanzó de su Santidad el traspaso
de la merced del Habito de Cristo a Francisco de Rómulo, hermano del
referido, y no inferior en
méritos, y habilidad en la Pintura, de que dio testimonio en
repetidas, y excelentes obras que ejecutó en esta Corte, y en
la de Roma, donde murió por los años de mil seiscientos y
treinta y cinco.
LX
FRAY JUAN SÁNCHEZ COTAN,
Religioso de La Santa cartuja, y Pintor.
Fray Juan Sánchez Cotan, religioso lego profeso de la
real cartuja de Granada, fue hijo de Bartolomé Sánchez
Cotan, y Ana de Quiñones, naturales de Orgaz, y vecinos
de Alcázar de Consuegra: pasó a Toledo, donde logró Fray
Juan algunos principios en el arte de la Pintura, en la
escuela de Blas de Prado, y especialmente se aventajó en pintar
frutas.
Habiéndole Dios llamado a la cartuja, hizo su profesión
el día de la Natividad de María Santísima, ocho de Septiembre
del año de 1604, y a las grandes prendas de religioso, y
admirables virtudes que practicó, y que según noticias de
aquellos tiempos, y la tradición común, fue digna de
encuadernarse entre los varones más ilustres de la religión pues le
llamaban todos el santo Fray Juan, se agregaron otras muy
singulares, y entre ellas la mas celebrada fue, la de la Pintura
en que sobresalió tanto, que lo numeraron entre los grandes
pintores de aquel siglo: en cuya confirmación hizo viaje de
Madrid a Granada solo por conocerle Vicencio Carducho,
célebre Pintor de Cámara del señor Felipe III, y IV.
Con muchas obras de su mano dejó enriquecida la real
cartuja de Granada, y aquellas que al presente están colocadas en
especiales sitios, son las siguientes: En la capilla mayor de la
iglesia hay cuatro lienzos de la pasión de Cristo
Señor nuestro: En los dos colaterales de en medio de la iglesia hay dos
lienzos, que sirven de retablo, uno de
la Huida
a Egipto, y otro del
Bautismo de Cristo Señor nuestro por
san Juan Bautista.
En el claustro pequeño hay ocho lienzos, los cuatro (1) de
la vida de san Bruno, y los otros cuatro de los mártires de
dicha religión, que con exquisitos tormentos murieron en Inglaterra:
En el mismo claustro hay cuatro lienzos en cuatro
capillas pequeñas de Señora santa Ana,
san José, santa
María Magdalena, y
san Ildefonso, en que resplandece con
mayor primor la imagen de María Santísima de peregrina
belleza.
En el retablo del capítulo de los monjes hay seis lienzos,
y dos tablas, que ocupan el plano de las pilastras, en que se
levantan las columnas del retablo, y la una es del Nacimiento ¿#?,
y la otra de la Epifanía.
El cuadro principal del retablo es de
la Asunción de nuestra Señora, muy celebrado de todos los
del Arte: A los lados hay otros dos lienzos, uno de
San
Juan Bautista, y otro del glorioso
San Bruno: En la parte
superior del retablo hay otro lienzo de Cristo crucificado,
que está en perspectiva, respecto de salir los brazos de la cruz
sobre un semicírculo dorado (Posiblemente el efecto
de relevado pintado en pared, Hay los siguientes en m. Granada, destino de las
obras de la cartuja.
1,2,3); de forma que parece mas efigie
de escultura, que de pincel: Y los otros dos lienzos que están
a sus lados son de forma aovada, uno de
María Santísima, y otro de
san Juan Evangelista acompañando a
Cristo crucificado.
En el mismo capítulo hay otros cinco lienzos, que el
lino es de la Asunción de María Santísima, cosa tan admirable,
que una Señora Título, teniendo noticia de él, ofreció
un cortijo de gran valor si se lo querían alargar, y no se le
concedió ¿Coronación?.
En la capilla de san Hugo hay un lienzo, que sirve de
retablo, donde se representa la visión que tuvo este santo
Obispo, que nuestro Señor, y su santísima Madre, acompañados de
ángeles fabricaban una casa para sus delicias en
los montes de cartuja, que fue uno de los prenuncios de esta
sagrada religión
#.
Esta capilla está en el claustro pequeño de
dicha santa casa de Granada.
En la capilla de los Apóstoles, que también
está en dicho claustro, hay un lienzo de estos santos, que sirve
de retablo con su marco dorado, y negro: y también
de su mano
una perspectiva de un retablo de blanco y negro, que
adorna toda la parte exterior del cuadro, fingido con tal arte,
que a la verdad parece corpóreo: yo lo he visto, como todo
lo demás, y es cierto cosa maravillosa, y lo sumo a que puede llegar
el Arte de la Perspectiva, no solo de cuerpos, sino
de luces, y sombras.
En el refectorio hay otros dos lienzos, que el uno es
muy grande, y es de la
Cena de Cristo Señor nuestro, y
sirve de testero, fingiéndose en él dos ventanas, por donde
parece que realmente se introducen las luces: y encima de este lienzo
hay una cruz fingida de madera con sus clavos,
con tal propiedad en la perspectiva, que se ha visto repetidas veces
querer los pájaros sentarse en los clavos, y de
su engaño venir, por haberles faltado el asiento, aleteando
hasta el marco del cuadro: Y el otro lienzo, que está
enfrente de la puerta, es del
misterio del Rosario de nuestra Señora,
que, entre otros religiosos, está al natural él mismo
Fray Juan Cotan, que se retrató en él.
En los cuatro ángulos del claustro grande de los monjes,
hay cuatro lienzos de la Pasión de Cristo Señor nuestro:
uno de la
Oración del Huerto; otro del Ecce Homo; otro
con la
Cruz a cuestas; y otro del Descendimiento de la Cruz
Y últimamente, en lo que hoy sirve de portería, hay dos
lienzos, uno del Ángel san Miguel, y otro del glorioso Patriarca san
Bruno en el desierto; que aunque son lienzos de gran estimación, no están en
otro sitio, por no haberlo desocupado para colocarlos.
Asimismo en la Real cartuja del Paular dejó algunos
lienzos de su mano, y especialmente los seis de la vida de
Cristo Señor nuestro, que estaban con otros colocados en el,
sagrario antiguo, y además de estos, tiene en dicha santa casa,
el cuadro de santa Ana en la capilla particular de su nombre,
y otro de las Angustias de nuestra Señora son su hijo
santísimo en el regazo difunto
#, a la entrada de la clausura
en el primer patio sin otros muchos en diferentes sitios, y celdas de la
misma casa. Y estas son las pinturas mas señaladas de nuestro Fray Juan.
Hay tradición de que cuando Vicencio Carducho fue a
verle, el Prior quiso probar la gran habilidad, e inteligencia
de este insigne pintor; y no conociendo el a Fray Juan Cotan , juntó el Prior a todos los religiosos legos, y entre
ellos a Fray Juan, y le dijo: Entre estos religiosos está, el
pintor que V. md. viene a ver: ¿cuál de ellos, le parece que
es?.
Se suspendió Vicencio, y atendiendo a las pinturas de
Fray Juan, y a los rostros de todos, dijo, éste, señalando a
Fray Juan, es el pintor: que se tuvo por gran observación
del ingenio de aquel insigne artífice.
Fue además de esto su virtud tan extremada que es tradición
en aquella santa casa, que se le apareció la Virgen para
que la retratase, cuando pintó a su majestad en la capilla en el cuadro de san Ildefonso.
Era muy parco en el comer y
su habilidad, y su celda era el refugio, y remedio de todas las
calamidades de la casa, ya fuese para reparar las ornamentos,
ya para las cañerías, ya para los relojes, y despertadores y sin
que a nada pusiese mal semblante, aunque le llevasen cuanto
tenia en la celda; porque su trato era amabilísimo, y su
conversación muy santa, su desapropio extremado , y su
intención muy sencilla: y se tiene por cierto que no perdió la
gracia bautismal; y consiguientemente la pureza de la virginidad,
y así, murió con crédito de venerable el día 8 de
Septiembre de 1627 años en dicha santa casa de la ciudad de
Granada a los sesenta y seis de su edad, día de la Natividad
de nuestra Señora, que fue el mismo en que hizo su profesión.
Hace memoria de este venerable varón, por insigne pintor, entre otros
Francisco Pacheco en su libro de la Pintura
en el fol. 116. (y
en)
LXI
FRANCISCO RIBALTA Y SU HIJO, Pintores.
Francisco Ribalta y su hijo Juan fueron con tal igualdad
excelentes, que las obras que dejaron los dos en aquel reino
de Valencia, no se distinguen cuales sean del padre, o cuales del hijo,
y solo hay alguna mediana diferencia en que la
manera del padre fue mas definida, y la del hijo algo más
suelta, y golpeada.
Y así hablaremos sin distinción de las
obras de los dos, porque aún en Valencia las confunden.
Fue Francisco Ribalta natural de un lugar del reino de
Valencia, tres leguas distante de la raya de Cataluña: estudió el arte
de la Pintura en Italia, se dice que en la escuela
dé Aníbal pero más en las obras de Rafael.
Volvió a Valencia, donde hizo muchas, y eminentes pinturas: tuvo un
hijo de su matrimonio, llamado Juan, a quien enseñó también este arte,
con tan buena fortuna, que en pocos años se
adelantó, de suerte que ya no se distinguían las pinturas del
padre de las del hijo: y así hicieron muchas, y excelentes
obras, y especialmente son de su mano las de la capilla mayor del
convento de santa Catalina de Sena; las de todos los
retablos del colegio, que llaman del Señor Patriarca, que
en especial la de la institución del Santísimo Sacramento en
la capilla mayor, es una maravilla; las del retablo de todos
los santos, y del de san Mena en la parroquial de san Martin, y casi
todo el reino está lleno de pinturas de los Ribaltas, como es en la villa
de Andilla (Son de Juan
#), y en la de Carcajente (Debe ser Algemesi
al lado);
en la de Torrente hay excelentes pinturas de la Pasión de
Cristo de mano de los Ribaltas, en el rebanco del retablo
de una capilla, que esta a el lado del Evangelio: y en san
Miguel de los Reyes hay muchísimas, y muy buenas (1).
Son finalmente las pinturas de Ribalta muy estimadas en todo el
reino de Valencia, y también fuera de él, aunque no son
conocidas por suyas, pues su manera fue muy semejante a la
de Vicencio Carducho; y así por acá, si hay algunas, son tenidas por
de Vicencio, pues el cuadro de
la Cena de mano de Ribalta, que está en el altar mayor de dicho colegio del Señor Patriarca
en Valencia, viendo el que Carducho tiene
aquí en Madrid en el altar mayor de las monjas de Corpus
#;
o ambos los tuvieran por de Ribalta, si los vieran juntos; o
ambos por de Carducho.
Pero porque no carezcamos en la
Corte de pintura pública de Ribalta , nos deparó la Providencia dos tan
superiores , que no se pueden mejorar, pues
para que ninguna de ellas supere a la otra, ambas son una
misma repetida, y es la efigie de Cristo crucificado del tamaño natural,
que está en el claustro del colegio de Doña
María de Aragón junto a la escalera: y la otra en la misma
forma, que está a la mitad de la escalera del convento real de
san Felipe de esta Corte, que ambas son del padre, y no se
sabe cual es mejor; salvo, que el de Doña María de Aragón
está muy malparado del temporal.
Fue también la manera de pintar de Francisco Ribalta
algo semejante a la de Rafael de Urbino: y así sucedió, que
habiendo hecho un Cristo crucificado para un Señor Nuncio
de estos reinos, este lo llevó a Roma; y habiéndolo mostrado a uno de
los mejores pintores de aquel tiempo, admirándolo mucho, exclamó, diciendo:
¡ O Divino Rafaelo ! juzgando ser de mano
de Rafael. Y habiéndole asegurado el
Monseñor que era de mano de un español: volviéndolo a
examinar mucho, concluyó diciendo aquel adagio vulgar español: Que
verdaderamente donde yeguas hay potros nacen.
Murió en fin Francisco en Valencia de edad muy crecida, por los años
de mil seiscientos; y su hijo cosa de treinta años después, que es lo
más que se ha podido rastrear y fue el primer maestro de Ribera el Españoleto.
LXII.
EL HERMANO ADRIANO , PINTOR,
Donado de los Carmelitas Descalzos.
Adriano , Donado de los Carmelitas Descalzos, fue excelente pintor: vivió,
y murió en Córdoba en su convento de
dicha Orden, donde hay muchas pinturas suyas, especialmente una de Cristo
crucificado en la ante sacristía de aquel
convento, acompañado de su Madre Santísima, san Juan, y
la Magdalena, y otras figuras de mas de medio cuerpo
#, siguiendo la manera de
Rafael Sadeler, a que fue muy aficionado, cosa excelente: como lo es
también en la iglesia, junto
a la puerta que va a la sacristía, una Magdalena penitente,
que parece de Tiziano.
Murió en dicha casa por los años de
mil seiscientos y treinta, ya en edad crecida.
Fue tan superior su habilidad, que mereció un elogio de
Francisco Pacheco en su libro de la Pintura a el fol. 116. en
que le llama Valiente pintor, colocándole entre los eminentes de aquella edad.
Pero fue tan maniático en la desconfianza de sí propio, que en acabando
alguna pintura, o la borraba, o la hacia pedazos, diciendo que no
valía
nada; y para
que no lo hiciese, era menester pedírselo por las Animas del
Purgatorio, de quienes era muy devoto; y aun amenazarle
con ellas, porque también tenia gran miedo a las Animas en
pena; y de esa suerte se lograba que la dejase.
LXIII:
PEDRO DE LAS CUEVAS, PINTOR.
Pedro de las Cuevas, natural, y vecino de esta villa de
Madrid, y de profesión pintor, es digno de este lugar, por
hombre eminente, no tanto en el arte de la Pintura, en que
sin duda, tuvo suficiente y notoria pericia, cuanto por haberlo sido en el
arte de enseñar, pues tuvo por discípulos los
más eminentes hombres que se siguieron a su tiempo, que no
es pequeña excelencia: pues si bien no se sabe de cosa señalada de su
mano en público, hay mucho en casas particulares;
y sin duda fue hombre de gran crédito en el arte, pues era
su casa un seminario continuo de discípulos; de suerte, que
parece que de primera instancia ninguno intentaba entrar en
otra escuela, hasta ver si podía lograr la suya.
Y así fueron
sus discípulos José Leonardo, Juan de Ricalde, Antonio
Pereda, Antonio Arias, don Juan Carreño, Juan Montero de Rojas,
don Simón de Leal, Francisco de Burgos, Francisco Camilo, y don
Eugenio de las Cuevas, cuyos laureles
bastan para coronar de triunfos su eminente habilidad en la
buena escuela, y doctrina.
Se tiene por cierto, que fue uno
de los maestros, que en aquel tiempo se tenían en la Real
casa de los Desamparados en esta Corte, de diferentes facultades, para
instruir, según los genios, aquella inocente puericia: Providencia digna del
ardiente celo del superior Magistrado de esta
Imperial Villa de Madrid.
Murió en esta Corte
por los años de mil seiscientos treinta y cinco, y a los setenta y
siete de su edad.
Y se tiene también por cierto que
vivió, y murió en dicha Casa de los Desamparados, donde
tenia su escuela, y domicilio.
LXIV.
JUAN DE PEÑALOSA, PINTOR.
Juan de Peñalosa, natural de Baena, fue discípulo
del
gran Pablo de Céspedes, librándonos la injuria del tiempo
sus noticias en las pocas obras que permanecen en la ciudad
de Córdoba, en donde vivió, estando ya consumidas gran
parte de ellas, por estar en sitios descubiertos: como se ve en
las del claustro del convento de la Victoria, extramuros de
dicha ciudad, que son de la vida de Cristo Señor nuestro;
y están hechas con excelente dibujo, por la manera de nuestro racionero, con otras muchas que adolecen del mismo
trabajo.
Es también de su mano la efigie de san Diego de
Alcalá, que está en la portería del convento de la Arrizafa
de Córdoba, de Recoletos de nuestro Padre san Francisco.
Murió nuestro Peñalosa por los años de mil seiscientos treinta y seis,
a los cincuenta y cuatro de su edad.
LXV.
VICENCIO CARDUCHO, PINTOR.
Vincencio Carducho, Gentilhombre Florentino, hermano, y discípulo de
Bartolomé Carducho, y heredero de su
opinión, y honroso título de pintor de la católica Majestad de los Señores
Reyes Don Felipe III, y IV
fue muy estimado de sus majestades, a quienes sirvió en las
pinturas de las casa real del Pardo, y fue tan adornado de
buenas letras, habilidad, e ingenio, que escribe del Montalban en
su Para todos, que para ser uno de los mayores artífices que la antigüedad
celebra, le estorbaba solamente haber nacido después.
Dejó escrito un tratado en Diálogos, este maestro, y discípulo, de las
excelencias de la Pintura, y
dibujo, que se dio a la estampa año de 1633, por el cual, y
por sus admirables obras se conoce su gran capacidad, y relevante ingenio
para esta arte, y para otras cualesquiera facultades, fue
maestro de don Francisco Rizi, pintor de su
Majestad católica Felipe IV, y Carlos II, y de
otros muchos discípulos.
No ha habido pintor eminente en
España de quien haya tantas pinturas en público como de Vicencio Carducho;
pues demás de lo que pinto en la casa real del Pardo al fresco, y al
óleo en las galenas, capilla, y patio,
y otras piezas, de que hace mención en su libro, dialogo 7,
cuya tasación llegó a veinte mil ducados, son de su mano todas las
pinturas al óleo de la capilla mayor
#, y colaterales de la
iglesia del convento de la Encarnación de esta Corte (1,2,3,4,5,6,7,8,9,10): el cuadro de la
capilla de santo Domingo Soriano en el convento de
Santo Domingo el Real (Desaparecido queda un
grabado
#); y las del retablo de la Concepción
(Perdido) en la misma iglesia colateral del Evangelio: también dos de
las mazmorras de Túnez, donde están los Redentores Trinitarios padeciendo
con gran tolerancia los trabajos del calabozo hasta que llegase el socorro,
para cumplir el precio del
rescate, y estaban en una capilla del claustro del convento de
la Santísima Trinidad de esta Corte, al otro lado de la Iglesia
(Desaparecidos o destruidos).
También son suyos dos excelentes cuadros, que están a
los pies de la iglesia del convento del Rosario el uno del
sueño de san José, cuando le avisó el Ángel la huida a
Egipto; y el otro de san Antonio de Padua, cuando hizo
que el difunto declarase la inocencia de su padre, imputado
de la muerte que no había hecho, que uno y otro son de lo
más corregido que hizo Vicencio, y más bien historiado, y
expresado de afectos (Desaparecidos o destruidos).
Son también de su mano todos los cuadros de la
vida de san Félix, y san Juan de Mata, que están
en el cuerpo de la iglesia de los Trinitarios Descalzos de esta
Corte, y los del altar mayor, y colaterales: también el cuadro
principal, y accesorios de la capilla mayor de la iglesia
de san Gil de Recoletos Franciscos (José
Bonaparte mandó exclaustrarlo Se supone la tabla central
# , y alguno
#).
El del refectorio del convento grande
de nuestro Padre san Francisco, junto con él
de
la predicación de san Juan Bautista, como se sale de la
portería al claustro, cosa superior; y los que están en la capilla
antigua de la Orden Tercera, de cuya junta fue Discreto muchos
años, y últimamente Ministro de dicha Orden.
Son también de su mano las pinturas de la primera capilla
que está a los pies de la iglesia de san Felipe el Real
(demolido en 1838), como
entramos a mano izquierda: y todos los cuadros de la vida
del glorioso Patriarca san Bruno, que están en el claustro del
monasterio del Paular de Segovia, de esta sagrada religión Cartusiana, que son cincuenta y cuatro
#, y están firmados
desde el año 628. hasta el de 632, Y en los dos colaterales
de la iglesia tiene otros dos, el uno de la Encarnación
del Verbo Divino, y el otro de
la Degollación de san Juan
Bautista, y un san Bruno de medio cuerpo, que está en la
portería.
Puso su retrato, según dicen, en dicha casa, en uno
de los cuadros del claustro, que es de la
muerte del venerable Padre Dodon, hacia la cabecera del siervo de Dios; y está dicho
cuadro encima de la puerta, que va a el leñero.
Y en Salamanca en el convento de Capuchinos, en el altar mayor, es
de su mano el cuadro principal, donde está el
glorioso Patriarca san Francisco, con gran pedazo de gloria arriba,
y Cristo Señor nuestro, y su Madre Santísima, y abajo
gran número de santos de su orden (Se perdió con
la desamortización del convento).
En la iglesia del convento del Carmen de esta Corte
(Se perdió con la desamortización del convento), en
la Victoria (Demolido en el 1836), Santa Cruz
(iglesia destruida varias veces), y san Miguel , hay diferentes capillas pintadas
de su mano: como lo es toda la pintura de la
capilla mayor , y colaterales de la iglesia de santa Bárbara, de
Mercenarios Descalzos de esta Corte (destruido en
la invasión francesa). Las pechinas, y entrepaños, y
otros vaciados de la capilla de nuestra Señora del Sagrario de
Toledo están pintadas al fresco de mano de Carducho,
y Eugenio Cajés; y el
san Andrés, que está a el lado de
la puerta de la sacristía de dicha iglesia, es de Carducho, compañero
del
san Pedro de Cajés, que está a el otro lado.
En la iglesia dé san Antonio de los Portugueses de esta Corte hay también en
el retablo, y sacristía varias pinturas suyas de la vida del santo (1,2), con las
demás pinturas, traza, y dibujo de las estatuas de dicho retablo, juntamente
con otro cuadro de nuestra Señora del Rosario, que está sobre la puerta de la
sacristía, que es cosa excelente ¿?.
Y también es de su mano el
santo Cristo de Burgos, con nuestro Padre, san Francisco a
mano derecha, y a la siniestra santa Clara arrodillados y que
está en la capilla mayor de la iglesia de las madres capuchinas
de esta Corte (Convento destruido en el XX,
desaparecido o destruido), y otro cuadro de Concepción que está en la
sacristía nueva del colegio de santo Tomás (1836
desamortizado exclaustrado, la obra pasó de Trididad al Prado y a Escuela
Modelo Municipal de Madrid, donde desapareció), y también lo es
el cuadro principal de la iglesia de las Monjas de Corpus,
que es de
la Cena, e Institución del Santísimo Sacramento.
Es de su manó también el cuadro de Cristo Señor nuestro a la columna, en un
ángulo del claustro de la Merced de esta Corte
(convento desamortizado y destruido); y otro de la misma calidad en
el de san Gil(Derribado en la guerra de
independencia); y otro de santa Catalina mártir en el retablo colateral de la
Epístola en la parroquial de Santa Cruz (iglesia destruida varias veces,
dicha más arriba): los dos cuadros antiguos del
martirio de san Sebastián, y de san Ginés, que estuvieron en el
retablo antiguo de la capilla mayor de una, y
otra iglesia y el del crucifijo en el de san Sebastián, que
hoy está colocado en él retablo nuevo, y a el lado del Evangelio el
del martirio del santo (Párrafo farragoso, al parecer se incrustaron
en el retablo de la iglesia de San Lorenzo en Madrid, y de san Sebastián, de
donde desaparecieron).
También tiene otra pintura
maravillosa del glorioso doctor, y mártir
san Eulogio en la
capilla de su nombre, en la santa iglesia de Córdoba e inmediata al
arco de las Bendiciones, hacia el patio de los naranjos.
Y en Valladolid, el cuadro principal de la capilla mayor del convento
de San Diego es de su mano
#, cosa excelente, junto con las demás pinturas
de los pedestales de diferentes santos, y también los de las pechinas.
En el claustro del convento de san Pablo de dicha ciudad tiene un célebre
cuadro de nuestra Señora del Rosario; con gran historia de
santos, y otros personajes abajo: y también tiene otro gran
cuadro de la Asunción de nuestra Señora en el convento de
las Descalzas Reales de dicha ciudad, entre otros que hizo
Matías de Velasco pintor de crédito en aquella tierra.
Y al fresco tiene también otras pinturas, como en el tocador de la
Reina, en aquel palacio unas batallas, y en el salón de las
comedias de dicho palacio, pintó unas perspectivas, cosa excelente,
donde no se puede dudar que estuvo también en Valladolid, y debió de ser
en tiempo que estuvo allí la Corte.
Murió pues Vicencio en esta Corte el año de 1638, como consta de un cuadro
de san Gerónimo de su mano, que 1638
está en la iglesia mayor de Alcalá de Henares, en un nicho,
junto a la puerta del costado del Evangelio, donde está la
inscripción siguiente: Vincentius Carduchi Florentinus hic vitam, non opus
finiit, anno 1638, y a los setenta de su edad: y está enterrado en la
bóveda de la capilla antigua de la
Orden Tercera, como Hermano, y Ministro que fue de dicha
Venerable Orden el año de 1625, 26 y 27 por reelección.
Le debe el arte inmortal gratitud por haber sido el
que litigó su inmunidad de la alcabala en compañía de Angelo
Nardi, con tan buena fortuna, que se ejecutó a favor de
la Pintura en el año de 1633, como dijimos en el tomo I.
libro 2. capítulo 3. y tuvo también la dicha de lograr un gran
Seminario de. discípulos, como se verá en el discurso de esta
historia.
LXVI
JUAN LUIS ZAMBRANO, PINTOR.
Juan Luis Zambrano, el discípulo más adelantado del Racionero Pablo de
Céspedes, fue natural de la ciudad de Córdoba, pero no nos ha dejado
la antigüedad, sobre el año de 600 más noticia de su persona, y habilidad,
que la que nos
subministran sus obras en dicha ciudad, donde además de algunas en casas
particulares, vemos en el colegio de santa Catalina de la Compañía de Jesús
un excelente cuadro del Ángel de la Guarda (en
1767 se repartieron las obras por las parroquias, se propone
¿#?,
pero no me cuadra que terminase en un monasterio de Jerónimos), mayor que el natural, y un
san Cristóbal, hechos con superior magisterio, y valentía por la manera
del gran Miguel Ángel, que era la escuela de nuestro Céspedes: y asimismo
unas vírgenes de medio cuerpo, santa Flora, y María, mártires de Córdoba,
mayores que del natural,
que están en los lunetos sobre el coro
# de la iglesia de los
Padres Agustinos de dicha ciudad, hechas con manera gallarda, y espirituosa:
por cuya causa, dicen se descompuso con
Cristóbal Vela, autor de aquella obra, y no prosiguió en
ella; pero sobre todo el cuadro del martirio de
san Acisclo,
y Victoria en el altar mayor del convento de los Mártires de
aquella ciudad; y otro del martirio de
san Esteban en la iglesia mayor,
en una capilla del costado, hacia el patio de los
naranjos, son una maravilla, como lo es también otro, que
yo he visto en esta Corte en poder de un aficionado, y es
del Sacrificio de Abrahán, figuras del natural, cosa excelente,
y está firmado así: Juan Luis Zambrano faciebat, año
1636.
De Córdoba pasó a Sevilla, donde murió apenas, de
edad de cuarenta años, en el de mil seiscientos treinta y
nueve.
LXVII
EL R.P. FRAY AGUSTÍN LEONARDO, Pintor.
(Agustín Leonardo de Argensola)
i R. P. Fray Agustín Leonardo, religioso del esclarecido Orden de nuestra
Señora de la Merced, en el convento
de esta Corte, fue excelente pintor, particularmente en los
retratos al natural, como se colige del siguiente Soneto,
que don Gabriel Bocangel, Cronista de su majestad, hizo,
hablando con su retrato, hecho de mano de dicho Padre con
extremado acierto; el cual Soneto anda en la lira de las Musas,
y obras del referido Cronista, fol. 43. Soneto 26. .
SONETO.
Habla , vulto animado , no tu esquivo
Silencio a tu moderno padre ofenda :
Más deja que hable yo , porque se entienda,
cual el pintado es, o cual el vivo.
Tu no sientes, ni yo, puesto que vivo,
De dar a mi dolor la infausta rienda.
Tu callas, yo también, aunque me encienda
Un ardor, en que muero, y me concibo.
Nada tu vulto de mi vulto ignora;
Firme semblante ofreces, y no acaso,
Porque retratas mi contraria suerte.
¡O arbitrio del amor! formar ahora
Otro yo, que padezca, lo que paso,
¡Por negarme el alivio de la muerte!
Fue sacerdote, y predicador insigne, y no solo se aplicó a
los retratos, sino también a cuadros de historia, como se califica en los
dos que hay de su mano en la escalera principal de
este convento de Madrid: el uno de san Ramón
(no se encuentra), cuando se
le apareció la Virgen santísima, estando en custodia del ganado: y el
otro, cuando los
Caballeros de la Orden perdieron el
pleito ante su Santidad, en concurso de los religiosos
sacerdotes.
Uno y otro conducido con gran acierto, y este
último está firmado del año 1624, y el otro de 25.
También ejecutó otro cuadro grande, que ocupa el testero del refectorio del
convento de la Merced de la ciudad de Toledo, cuyo
asunto es el milagro de panes y peces, con tanta multitud de
figuras, variedad de trajes, distancias, y términos, que acredita bien
la gran pericia que tenia su autor en el Arte
(Sospecho que podría confundir el de Herrera el Viejo
# aparece la obra en
1813 en el Depósito del Rosario, y el convento de la Merced de Toledo fue
ocupado por tropas francesas, Herrera el viejo pintó en Toledo, tamaño y
descripción concuerdan).
Murió en esta Corte en su convento por los años de mil
seiscientos cuarenta con poca diferencia, y a poco mas de los
sesenta de su edad.
LXVIII
ANTONIO LANCHARES, PINTOR.
Antonio Lanchares, natural de Madrid, fue excelente
pintor, y discípulo de Eugenio Cajés, y de los más adelantados,
como lo acreditan repetidas obras suyas, públicas, y
particulares.
De su excelente mano es una de las Estaciones del claustro
de la Merced Calzada de esta Corte (1840
destruido), a cuya obra,
concurrieron los primeros hombres de crédito en esta facultad, y es cosa
excelente; en especial el cuadro del coro,
cuando la Virgen suplió con los ángeles la falta de los religiosos.
Es también de su
mano una gloria de ángeles, que estaba en la iglesia antigua de la Casa Profesa
de la Compañía, con el niño Jesús en medio, cosa de muy excelente gusto:
como también lo son dos cuadros de a dos varas, que están
en la santa cartuja del Paular, el uno de la
Ascensión del
Señor, y el otro de la Venida del Espíritu Santo, cosa excelente, y muy
parecido a la manera de su maestro, con
quien se equivocan otras muchas obras que tiene en esta Corte.
Murió en ella por el año de mil seiscientos cuarenta,
a los cincuenta y cuatro de su edad.
LXIX.
JUAN ANTONIO CERONI, ESCULTOR,
Juan Antonio Ceroni, milanés, y escultor insigne, fue
llamado por el Señor Felipe IV para la ejecución de las
estatuas de los
ángeles de bronce, que están en el panteón
nuevo del Real Monasterio de san Lorenzo del Escorial; en
cuyo tiempo ejecutó también la célebre portada, o
fachada
de san Esteban de Salamanca: lo cual hizo con tan superior
acierto, que cualquiera de las dos obras basta para merecerle
nombre inmortal.
Murió en Madrid por los años de mil seiscientos
cuarenta, y a los sesenta y uno de su edad.
LXX.
VIDA DE PEDRO PABLO RUBENS PINTOR
Pedro Pablo Rubens, natural de Amberes, pintor famosísimo, nació en
dicha villa a 28 de Junio de 1577, fue
criado en mucha nobleza, y abundancia; y su padre, varón
de grandes prendas, fue Secretario de un gran Príncipe de
Flandes; tuvo un hermano llamado Filipo Rubenio, muy
docto en las letras humanas, que por excelencia fue cognominado segundo
Lipsio, cuyos escritos son crédito de sus grandes estudios, e ingenio:
el cual fue Enviado, con carácter
de tal, de los Señores Archiduques Alberto, e Isabela Clara
Eugenia, a la majestad del Señor Felipe III, y murió
Secretario de la ciudad de Amberes.
No se descuidó Pedro
Pablo Rubens en la aplicación a las buenas letras, en que
aprovechó mucho y en la Pintura fue discípulo de Octavio
Vanveen da Leyden, pintor flamenco, paso a Italia , donde
estuvo mas de doce años; y en Venecia estudió mucho de
las obras de Tiziano, y de Pablo Veronés; de donde volviendo muy
aprovechado a su patria, por las grandes obras que
dejaba ejecutadas, labró unas regias casas en que vivió.
El Señor Archiduque Alberto, y la Serenísima Señora Infanta
Doña Isabel, su Esposa, hicieron de él mucha estimación:
porque habiéndoles retratado con gran acierto sentados en
sus sillas
#,#, le ciñó espada dicho Señor Archiduque en presencia de
su consorte, y le puso al cuello una riquísima cadena de oro, llamándole
honra de su patria.
Le sacó también un
hijo de pila, y le pusieron por su Alteza el nombre de Alberto; y
muchas veces le venia a ver a sus casas cuando asistía en Amberes.
Pasó Pedro Pablo Rubens de Flandes a París, donde
enriqueció con admirables pinturas de su mano todo el nuevo palacio de
Lucemburgo, que labró la reina Madre.
Al Rey de Inglaterra hizo varias pinturas, de que Rubens quedó muy
largamente remunerado: como también del Señor
Emperador de Alemania, a quien hizo Rubens muchos, y excelentísimos cuadros.
Siguió a esto por el año de 1623, la venida del Príncipe de Gales a
Madrid, a tratar el casamiento con la Infanta
de España ; y siendo este Príncipe muy aficionado a la Pintura, trajo
consigo a Rubens, a quien el Señor Felipe IV honró mucho: y deseando regalar
al Príncipe con algunas pinturas
de Tiziano, a que se había inclinado, se las
mando copiar su majestad a Rubens, para quedarse con las
copias, como eran la
Europa, y los
Baños de Diana; pero
no habiéndose efectuado dicho matrimonio, se quedaron acá
los originales, y las copias
Y vuelto Rubens a Flandes, y habiendo su majestad
fabricado el palacio de la Torre de la Parada, a tres leguas de
Madrid, gustó de adornarle de diferentes pinturas de Fábulas,
y Monterías de mano de Rubens, para lo cual se le enviaron a Flandes
los lienzos ajustados a los sitios los cuales ejecutó
con grande acierto, y para los animales se valió de Azneira, y Pedro de Vos,
discípulos suyos, eminentes en esta línea.
Hizo también Rubens de orden del Señor Felipe IV
los cuadros, y los cartones para aquella celebre tapicería
de los
Triunfos de la nueva ley de la Iglesia, y el Sacro
Evangelio; abatido el gentilismo, y todos los ritos antiguos,
cuya composición es en extremo caprichosa, y erudita, como
se ve en dicha tapicería, y en los cuadros originales
#, que están
en la iglesia de Carmelitas Descalzas de la villa de Loeches, fundación
del excelentísimo Señor Conde Duque de Olivares, cerca de esta Corte.
Después habiendo venido a Francia el Duque de Buckingham, para tratar el
casamiento del Rey de Inglaterra, de
quien era muy valido, con hermana del Rey cristianísimo,
que se efectuó año 1625, comunicó muy estrechamente con
Rubens, por su gran capacidad, y letras, sobre las paces
de Inglaterra, y España de parte de su Rey de donde se
originó su venida a Madrid segunda vez, por orden de su
Alteza la Serenísima Señora Infanta Doña Isabel, de quien
como queda dicho, fue muy estimado, la cual envió a llamar a
Rubens, y le despachó por la posta desde la Corte de
Bruselas a la de España por embajador Extraordinario para
el tratado de Paces, donde llegó por el mes de Agosto año
de 1628, trajo a la majestad de nuestro Católico Rey, y
Señor Don Felipe IV, ocho cuadros de diferentes asuntos, y tamaños, que
están colocados en el salón antiguo entre otras
famosas Pinturas (n.Ant.P. Pacheco trat. de la Pintura.), y de ellos son
el robo de las Sabinas, y la batalla entre Sabinos y Romanos
(Taller de Rubens
#,#
).
Asistió en Madrid nueve meses, y sin faltar a los negocios de importancia,
a que había venido: y estando indispuesto algunos días
de la gota, pintó muchas, y excelentes cosas, tan grande fue
su destreza, y facilidad.
Retrató a los Señores Reyes ¿#,#?, e Infantes
de medios cuerpos, para llevar a Flandes, hizo de su
majestad cinco retratos, y entre ellos uno a caballo
(Perdido 1734 incendio del Alcázar queda un copia
#) con otras
figuras que hoy están en el salón grande, que es valiente
pintura, de que su majestad le remunero largamente ; y además de armarle
caballero, y connaturalizarle en España, le
hizo Gentilhombre de su Cámara, y de la Llave dorada.
Retrató también a la Serenísima Señora
Infanta de las Descalzas, de más
de medio cuerpo,
e hizo de ella diferentes copias, de personas
particulares hizo cinco o seis retratos.
Copió
las pinturas de Tiziano, que tiene su majestad, que son el
Adonis y Venus; la
Venus y Cupido; el
Adán y Eva,
y otras muchas, de que llevó también diferentes borroncillos
de su mano, como lo dice el Bellori: y de retratos copió el
de Lanagrave ; el del Duque de Sajonia; el de
Alba; el de
Cobos el simple, un Dux Veneciano; y otros muchos cuadros, fuera de
los que su majestad tiene.
Copió el retrato
del Señor Rey Don Felipe II entero, y armado
(Hay
copias de Rubens armado pero no entero, o yo no he dado con ella), mudó algunas cosas en el
cuadro grande de la
Adoración de los Reyes, de su mano, que está en Palacio en las bóvedas.
Hizo para Don Diego Mejía (Marqués de Leganés), gran aficionado suyo , una
imagen de la
Concepción de dos varas, y a Don Jaime de
Cárdenas (Duque de Nájera); hermano del Duque de Maqueda, un san Juan evangelista del tamaño
natural (Debería ser, ¿#?
,no cabe otra obra, pero la propiedad el museo
del Prado insiste en que entró desde la colección del duque de Lerma, datándolo
en 1618); y también, hizo el célebre cuadro del
martirio del Apóstol san Andrés,
que está en
la iglesia de su nombre del Hospital de los Flamencos en esta Corte: como
también el de san Agustín, en aquel duplicado favor de Cristo y su
Madre Santísima, el cual está hoy eh la capilla de las Santas Formas del
Colegio de la
Compañía de Jesús de Alcalá de Henares
#, que parece cosa
increíble haber pintado tanto en tan poco tiempo, y en tantas ocupaciones,
y negocios de tan superior entidad.
Con pintores comunicó poco, como
dice Pacheco, solamente con Diego
Velázquez de Silva, con quien antes se había correspondido por cartas, hizo
amistad por su modestia, favoreciéndole mucho sus obras, y fueron juntos a ver
el Escorial.
También comunicó mucho con Juan Bautista
Crescencio, Marques de la Torre, Caballero de la Orden de
Santiago, Superintendente de las Obras Reales, hermano
del Señor Cardenal Crescencio, y persona de gran voto en
todo lo tocante a esta nobilísima Arte, de quien se hablará en su lugar.
Últimamente todo el tiempo que estuvo en esta Corte,
su majestad Católica, y Ministros mayores hicieron gran
estimación de su persona, y talento, y su majestad le hizo
merced de un Oficio de Secretario del Consejo Privado en la
Corte de Bruselas por toda su vida; y de la futura sucesión
para su hijo Alberto, que valía mil ducados de plata cada año.
Acabados los negocios, cuando se despidió de su majestad,
le dio el Conde-Duque de Olivares, de parte del Rey,
una sortija que valía dos mil ducados.
Partió por la posta a
26 de Abril del año siguiente de 1629, y fue en derechura
a Bruselas a verse con la Señora Infanta; y de allí a
Inglaterra, donde ajustadas las paces, el Rey Carlos I, honrando su
persona, y conocida nobleza, y estimando su diligencia, su gran
talento, letras, y eminencia en esta nobilísima Arte
de la Pintura, le armó tercera vez Caballero, y le
dio para adorno mayor del Escudo de sus Armas un Leopardo, así como
lo traen los Reyes de Inglaterra en las suyas: y
vuelto a Amberes, siendo de cincuenta años de edad,
con poca diferencia, y con cien mil ducados de hacienda, casó segunda vez
el año de 1630. Hizo otros juegos de cuadros, y cartones para otras célebres
tapicerías; una de la, Historia de Decio Cónsul (#,#,#,#
..), cuando se sacrificó por la libertad
del Pueblo Romano; y otra de la Historia de Aquiles (#,#,..).
Hizo
también las trazas de las máquinas, y pinturas de los arcos
triunfales para la entrada del Señor Infante Cardenal en Amberes el año de
1635, el día 17, mostrando su gran erudición en las inscripciones, de
que sacó libro particular con todas las
estampas Gaspar Guebario Lugdunense, varón eruditísimo, con muy excelentes
comentarios.
Son también de su mano las pinturas de la iglesia de la Compañía de Jesús
de Amberes: como también las del colegio de la Compañía de
Jesús de Namur, en que está pintada, la vida de nuestra Señora.
Y finalmente son tantas las obras de Pintura de este
eminente artífice, que las menos son las que se han nombrado: pues no
hay iglesia, o templo principal en Flandes, que
no esté ilustrado con sus pinturas; y lo mismo en palacios de
Príncipes, y casas de personas nobles, y acomodadas en todas las
provincias de Europa.
Pero no pasaré en silencio la
célebre pintura suya, que está en la capilla mayor del convento de
Religiosas de la Concepción Francisca en la villa
de Fuensaldaña, a una legua de Valladolid, cuya belleza es tan
maravillosa, como portentosa su grandeza, que dudo haya
otro cuadro suyo mayor en España; y dicen le costó al Fundador setenta
mil reales (no se conoce la obra, quizás se expolió
con las guerras Napoleónicas, pero se duda que fuera suyo).
fue verdaderamente Pedro Pablo Rubens, entre los modernos, el que más
ilustró los pinceles con su persona, calidad, virtud, literatura, pericia
de lenguas, empleos, dignidades, privanzas, y honores extraordinarios de
Príncipes, y Personas Reales, acompañando todas estas prendas con una
gran modestia, y trato apacible; y así fue muy estimado del
Rey Carlos de Inglaterra; y después de haberle servido en
diferentes cuadros para la pieza de la audiencia de los Embajadores en el
palacio de Londres, le remuneró grandemente,
y lo creó Caballero a su usanza, (quitándose la espada de la
cinta delante del Parlamento, y poniéndosela a Rubens: y
entre otras preseas, le dio un anillo con un diamante, que se
quito del dedo, junto con otro cintillo, que todo valía diez
mil escudos.
La señora Archiduquesa Isabela Eugenia le hizo también su Gentilhombre
de Cámara.
Y últimamente, cargado de riquezas, y de honores, vivió más como gran
Príncipe, que como gran Pintor, pues solo su gabinete, cuando se; fue a Inglaterra, se lo ferió el Duque de Buckingham
en cien mil florines.
Pero finalmente llegó la fatal de su muerte
en Amberes el día 30 de Mayo de 1640, a los sesenta
y tres de su edad, dejando inmortal nombre y eterna fama
a los siglos venideros:(n.Ant.P. Gio Pietro Bellori nele vite
di Pittori) pues por sus grandes méritos, adornados de nobleza, dignidades,
y riqueza le armaron Caballero, como dijimos, el Rey de España, el
de Francia , y el de Inglaterra,(n.Ant.P.Juan Meisens en el libro de las imágenes
de diferentes Varones de espíritu sublime) Y he sabido por cierto, que la Señora
Condesa de Verguei, mujer del conde de Verguei Flamenco, que ha estado en
esta Corte por el año 715 en grandes
negociaciones de la: Monarquía, es nieta de Pedro Pablo
Rubens.
LXXI
JUAN DEL CASTILLO, PINTOR.
Juan del Castillo; fue natural de la ciudad de Sevilla, y
hermano de Agustín del Castillo, el que vivió en Córdoba
fue discípulo de Luis de Vargas, y de los mas adelantados de
su tiempo: hizo excelentes obras en aquella ciudad, con las
cuales adquirió tan gran fama, que su casa era la escuela más
frecuentada de cuantos deseaban aprovechar en el Arte de la
Pintura: y así fue maestro del Racionero Alonso Cano, de
Bartolomé Murillo, y Pedro de Moya.
Después pasó a Granada, donde hizo
algunas obras: y yo he visto en casa de un
aficionado una pintura de un santo Domingo, de su mano,
azotándose con unas cadenas, en que se conoce la gran manera de
pintar que tenía, muy fresca y pastosa.
Últimamente, pasó a
Cádiz, donde murió por los años de mil seiscientos cuarenta, a
los cincuenta y seis de su edad.
LXXII
JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS, ESCULTOR.
Juan Martínez Montañés, natural, y vecino de la ciudad
de Sevilla, fue eminente escultor, como lo acredita el
heroico simulacro del
santo mártir godo Hermenegildo, que
se venera en la capilla de su nombre en la santa iglesia de
aquella ínclita ciudad ; y también la imagen peregrina de la
Concepción purísima en la capilla de este sagrado misterio
en la mima iglesia.
Y en el real convento de la Merced,
casa grande, hay también de su mano una portentosa imagen
de
Jesús Nazareno, con el título de la Pasión, y con la
cruz a cuestas, con expresión tan dolorosa, que arrastra la
devoción de los mas tibios corazones: y aseguran que el mismo, artífice,
cuando sacaban esta sagrada imagen la semana
santa, salía a encontrarla por diferentes calles, diciendo, que
era imposible que él hubiese ejecutado tal portento.
También en la capilla de Montserrat, sita en el real convento de san
Pablo de aquella ciudad, hay un calvario de su mano, figuras del
natural, donde Cristo Señor nuestro le habla a el buen Ladrón,
que parece se le puede escuchar la voz (Es de
Juan de Mena
#, ).
Y en el real monasterio de la cartuja de las Cuevas en dicha ciudad, hay
en el trascoro dos altares con: los simulacros de los
dos santos Juanes, que admira su elegante simetría
(Existen varias parejas de San Juan, de Montañés,
pero ninguno con origen de la cartuja), y proporción:
como también el
santo Cristo, que dio a este Monasterio don Mateo Vázquez,
Arcediano de Carmona; el
Santo Domingo de Porta-Coeli y las dos cabezas de
san
Ignacio, y san Francisco Javier de la Casa Profesa (Arrastra
el error desde
Pacheco. Es San
Francisco de Borja también Jesuita): y sobre
todo el
San Gerónimo en la penitencia, en san Isidro del Campo.
Obras todas con otras muchas de igual estimación,
que le hicieron digno, no solo de grandes aplausos en Sevilla,
sino de extendidos créditos en Italia.
Murió en dicha ciudad por los años de mil seiscientos cuarenta, siendo ya de
muy crecida edad.
LXXIII
EUGENIO CAJÉS, PINTOR.
Eugenio Cajés, pintor del Rey nuestro Señor Felipe
IV, fue natural de esta villa de Madrid, hijo, y discípulo de Patricio Cajés,
arquitecto, y pintor insigne, y natural de la muy ilustre ciudad de Florencia,
fue uno de los famosos pintores de esta Corte, como lo testifican muchas
obras
suyas, especialmente las pinturas del retablo de la capilla mayor del convento
de la Merced Calzada de esta Corte, excepto los dos de en medio, juntamente
con otras que tiene en los ángulos del claustro, que por ser unas y otras
de su primera manera, no son tan conocidas: como también todas
las de la bóveda de la sacristía de la capilla de nuestra Señora
de los Remedios en dicha casa: y asimismo un cuadro de la
Invención de la Cruz, el cual estaba en poder del Contador Obregón, pintura, que así en la disposición, como en el dibujo,
colorido, y perspectiva, es admirable, y de lo mejor
que se pueda ver.
Ejecutó también las pinturas de la capilla
mayor del convento de Religiosos de la Orden de san Agustín calzados de
esta villa de Madrid, y en ella el martirio
de san Felipe, advocación de dicho convento, y arriba la
Asunción de nuestra Señora los cuales perecieron lastimosamente con todo el
retablo, y otras muchas pinturas, órganos, y sillería del coro en el
incendio que padeció aquel sagrado templo el día 4 de Septiembre de 1718 años.
Se libraron de esta desgracia otras del mismo autor, que una de
ellas es el martirio de santa Águeda, que estaba en un pilar
de la misma iglesia, y otro de
san Joaquín, y santa Ana,
cuando se encontraron en la puerta Dorada, que es muy excelente cuadro,
y está hacia los pies de la iglesia, en la segunda capilla, como
entramos a mano izquierda, en una
hornacina a mano derecha, que es de lo mejor que hizo.
Y en la iglesia del convento de la Victoria de esta Villa
(1836 desamortización destruido), una
historia de
la Venida del Espíritu Santo: y enfrente de esta
pintura está otra de su mano de
la Trinidad de la tierra : y en
un ángulo del claustro del colegio de Doña María de Aragón, hay
otra excelente de Cristo Señor nuestro desnudo en
su pasión santísima, y su madre amantísima dolorosa contemplándole
(Podría ser desde un Ecce Homo hasta una piedad,
proponen
#).
Y en san Martin de Madrid, pintó un Nacimiento del Hijo de Dios en una
capillita, que está junto a la pila
del agua bendita, hacia la puerta del costado de la iglesia, y
a el otro lado, otra pintura de la Adoración de los Santos Reyes
Magos (Múltiples obras encajarían en la pareja), que son obras maravillosas: como también lo es
el tránsito de nuestro Padre
San Francisco, sostenido de dos
ángeles, que está en la capilla que llaman del Obispo, contigua a
la Parroquial de san Andrés, al lado de la Epístola,
a los pies de la capilla, que parece de Tintorero.
Y para el
cuerpo de la iglesia de la Parroquial de Santa Cruz
(Se incendió en 1763) hizo también una Anunciata, y por remate la Venida del Espíritu
Santo. Y en el hospital de san Antonio de los Portugueses,
hoy de las Niñas del Refugio, dos pinturas en los dos altares colaterales,
que la una es de
santa Isabel reina de Portugal, y la otra de
santa
Engracia con el clavo en la frente;
todas las cuales obras, y otras muchas que hizo, son honra
del Arte, y de los artífices españoles.
Hizo también dos cuadros célebres del Nacimiento de Cristo Señor nuestro,
y la Adoración de los Santos Reyes para el claustro del convento
de la Santísima Trinidad de esta Corte; donde también tiene
otros dos, aunque menores, del mismo asunto, y composición en una capilla,
que está en dicho claustro a el otro lado
de la Iglesia; y para la del convento de santo Domingo el
Real (Derribado en el 1869), hizo la pintura del retablo de Jesús, María, y José,
y arriba otro de la Encarnación, con otras historiejas abajo.
Y sobre todo, el célebre cuadro de san Joaquín, y santa Ana con
su hija santísima de la mano, y dos angelitos llevándole la
faldas y arriba el Espíritu Santo, que está en la iglesia de san
Bernardo de esta Corte junto a la puerta principal hacia el altar mayor,
que es honra de los pintores españoles, y que pudiera competir con las más
excelentes de los Italianos: como
también la que tiene del gran Jubileo de la Porciuncula, en
un ángulo del claustro del convento de nuestro Padre san
Francisco, además de otras muchas en diferentes sitios, y capillas, que son
cosa maravillosa, y en especial la del Seráfico
Patriarca, difunto, y en pie, como le registró el Papa Nicolao IV, que está
en el ángulo que sale a la portería, y es maravilloso cuadro.
También pintó en compañía de Vicencio Carducho al
fresco las pechinas, y otros vaciados, y entrepaños, que hay
en la capilla de nuestra Señora del Sagrario de la santa iglesia
de Toledo; y el cuadro de
san Pedro crucificado, compañero del
san
Andrés de Carducho , que está a los lados de la
puerta de la sacristía de dicha santa iglesia: y en la capilla de los Reyes nuevos, un cuadro de la Adoración de los Santos
Reyes en competencia de otro de Pedro Orrente del Nacimiento de Cristo.
Pintó también al fresco en el palacio del
Pardo la sala donde su majestad da las audiencias, que la trazó, y adornó
de estucos, y cartelas doradas: y en medio de
la bóveda pintó aquella célebre Historia del primer Juicio de
Salomón del dividir el infante.
En unos espacios pintó virtudes alusivas al intento, y en las lunetas
algunos países;
todo con gran magisterio, y bizarría: también es de su mano
toda la pintura de una capilla, que es de la Pasión de Cristo
Señor nuestro, que está detrás del sagrario de la santa iglesia
de san Justo y Pastor de Alcalá de Henares: está repartida la
historia en diferentes cuadros, que son cosa extremada; porque en ellos hay
admirables desnudos.
Murió en esta Corte
por los años de mil seiscientos cuarenta y dos, y a los sesenta
y cinco de su edad.
LXXIV.
PEDRO ORRENTE, PINTOR.
Pedro Orrente, que otros llaman Pedro
Rente, natural de Murcia, Familiar del Santo Ofio de la Inquisición de
aquella ciudad, y pintor insigne, fue discípulo del Basan, y
de los mas adelantados: estuvo en esta villa de Madrid, y en
ella hizo famosas obras, y en el Buen-Retiro hay muchas
pinturas de su mano, que se recogieron por orden del Señor
Conde-Duque de Olivares don Gaspar de Guzmán, para
adorno de aquel palacio; y sin estas hay otras innumerables
en casas particulares y en una he visto yo un juego de Fábulas
(No necesariamente la que cita, pero el tema lo tocó
#),
cosa excelente, de su mano: y en la enfermería de la
Orden Tercera de esta Corte hay una pintura suya del Juicio
final, y otra del Calvario en la Sacristía, cosa superior
(Pudieron desaparecer en la guerra civil).
Hizo asimismo en su patria muchas, e insignes obras, y en particular el
retablo de la Concepción de nuestra Señora en la
iglesia de su advocación; y un cuadro de un Pastor bueno en
la portería de san Francisco de Murcia (convento
e iglesia fueron asaltados 1835, en 1931 un incendio las destruye); y otro retablo pintó
en la Murta, convento de Religiosos de la Orden de san
Gerónimo (1835 exclaustrado, las obras fueron a la
iglesia de Santa Catalina de Alcira, que en el 1936 fue incendiado, se
perdieron las obras juntas de 3 monasterios) de diferentes historias de Cristo, y de nuestra
Señora; y también pintó en la ciudad de Valencia un
martirio de Santiago el
Menor, siguiendo la escuela; Veneciana, e
imitando a el Basan (Jacopo Bassano); y otro del
martirio de san Sebastián,
que está en una capilla a los pies de la Seu de aquella ciudad,
junto a la puerta principal, cuyo primer diseño, o borroncillo, está en el
claustro alto de las Señoras Descalzas de esta Corte.
Además de esto, hay en la santa iglesia de Toledo el
célebre cuadro de
santa Leocadia, cuando salió del sepulcro,
que está encima de la puerta de la sacristía, por la parte de
dentro; y en la capilla de los Reyes Nuevos, en dicha santa iglesia, un
cuadro del Nacimiento de Cristo Señor nuestro en competencia de la Adoración de
los Reyes de Eugenio Cajés, en que, a la verdad, quedó muy ventajoso Orrente
(me pesa la calidad de la imagen
#).
Y en el convento de la reina, de religiosas Gerónimas, hay dos cuadros en
los altares colaterales, que serán de
tres varas de alto, el uno de la Degollación de san Juan
Bautista, y el otro de san Juan Evangelista en la Tina de
aceite; uno y otro cosa superior.
Y en la santa iglesia de Córdoba tiene Orrente
una pintura soberana de su mano, de
la
incredulidad de santo Tomé, que está en una capillita a la
parte de fuera del coro, hacia el patio de los naranjos, frente de la
capilla de san Eulogio.
Y finalmente, son tantas las
pinturas que hay suyas en templos, y casas particulares, y especialmente
de historias de la Escritura Sagrada, que es caso
imposible el referirlas: fue pues muy estudioso del natural,
gran dibujante, y colorista.
Falleció de crecida edad en Toledo, donde vivió muchos años, cerca del mil seiscientos cuarenta y cuatro, y está
enterrado en la Parroquial de san Bartolomé.
LXXV.
FRANCISCO FERNÁNDEZ, PINTOR.
Francisco Fernández, natural, y vecino de esta villa de
Madrid, fue excelente pintor, y discípulo de los más
adelantados de Vicencio Carducho: de su heroico pincel son los
dos cuadros de san Joaquín, y santa Ana, que están en un
ángulo del claustro de la Victoria, a los lados de un cuadro
de la Concepción purísima ¿#?, que está en un nicho junto a la
puerta que sale a la lonja, que la injuria del tiempo los tiene
muy deteriorados: y yo los conocí cuando estaban en su ser,
y eran cosa excelente.
Y en dicho convento en la ante-sacristía tiene otro
cuadro del Entierro de san Francisco de Paula,
cosa superior.
Finalmente fue uno de los mejores ingenios
de su tiempo, y como tal fue elegido para pintar en el salón
de los retratos de los Reyes de este Real Palacio de Madrid: en los cuales
se puede ver lo excelente de su ingenio,
y natural grande para la Pintura, aunque ya están disipados
en diferentes sitios, por haberse dividido aquel gran salón en
diferentes estancias.
Fue segundo maestro del insigne José
Donoso, y murió desgraciadamente en lo mejor de su edad
por los años de mil seiscientos cuarenta y seis, pues le mató un amigo
suyo, llamado Francisco de Varas, maestro de
niños en la calle del Prado, sobre unas palabras que tuvieron
después de haber merendado con gran amistad.
¡Desengaño de los placeres de este mundo! fue su muerte muy llorada de
toda la Profesión, pues apenas tenia cuarenta y dos años
cuando murió, dejando marchitas las esperanzas que se habían concebido de tan
lucido ingenio.
LXXVI
JERÓNIMO HERNÁNDEZ, ESCULTOR.
Jerónimo Hernández, natural, y vecino de la ciudad de
Sevilla, fue escultor eminente: para cuyo abono basta el informe de aquel
mudo elegante simulacro, del máximo de los Doctores, que se venera en la
capilla de su nombre en aquella gran metrópoli de
la santa iglesia de Sevilla.
Además de la de
Cristo Señor nuestro resucitado, que celebra Pacheco,
libro 1. cap. 3., que está en la de san Pablo de dicha ciudad,
donde murió este gran artífice por los años de mil seiscientos
cuarenta y seis, y a poco mas de los sesenta de su edad,
dejando en otras muchas obras de su mano, otros tantos panegíricos de su
eminente habilidad.
Fue también grandísimo
arquitecto, y tan gran dibujante, que para cualquiera cosa
que se le ofrecía, al instante sacaba el lápiz, de que siempre
andaba prevenido, y la dibujaba con gran prontitud: tan
dueño estaba del dibujo.
LXXVII
LUIS TRISTÁN, PINTOR.
Luis Tristán fue natural de un lugar cerca de Toledo, y
fue discípulo de Dominico Greco, a quien excedió en el buen
gusto, y corrección del dibujo, en que aprovechó tanto,
que aun estando en casa de su maestro, se le ofreció a este
pintar un cuadro de la Cena de Cristo Señor nuestro ¿#? para
el refectorio del convento de la Sisla, extramuros de la ciudad de Toledo,
y los Religiosos querían que fuese allá a pintarlo; y no pudiendo darles
ese gusto, por hallarse ya muy
anciano, e impedido, les dijo, que allí tenia un muchacho
de toda su satisfacción, que le desempeñaría muy bien, y los
daría todo gusto.
Aceptaron los Religiosos, y fue Luis Tristán, y ejecutó
dicho cuadro muy a la satisfacción de toda la
Comunidad; pero llegando a el precio dijo, que no lo podía
dar menos de doscientos ducados; los Religiosos se escandalizaron, y acudieron
a su maestro para que mediase.
El hizo le
buscasen un coche para ir allá, como con efecto fue ; y habiendo visto el
cuadro, comenzó a dar de palos a Tristán con
la muleta, diciendo, que era un pícaro, deshonra de los pintores,
que cómo había pedido doscientos ducados por aquella pintura, que bien se
conocía su poco talento, que la arrollase, y se la llevase a Toledo, pues
no la había de dejar,
aunque le diesen quinientos ducados por ella.
Los Religiosos,
que al principio entendieron le reñía por lo mucho que había pedido, se
quedaron yertos, cuando oyeron el final de la
cuestión; y después de muchos debates, le hubieron de dar
lo que quiso, y cierto que es un excelentísimo cuadro.
No lo es menos el de
san Luis Rey de Francia, dando
limosna a los pobres, que está en un ángulo del claustro de
san Pedro mártir en Toledo: como también las cuatro pinturas de las cuatro
Pascuas, que están en el altar mayor del
convento de Religiosas Jerónimas, que llaman de la reina,
que son cosa superior.
También hizo otro célebre cuadro de
la Disputa de los Doctores, que se puso en público un día de
función en Toledo, y fue muy aplaudido.
Y finalmente lo fue tanto su habilidad, que mereció que Velázquez se
aplicase
a seguir su manera de pintar, por lo bien que le pareció,
abandonando la de Pacheco su maestro.
Murió Luis Tristán en Toledo por el año de mil seiscientos cuarenta y
nueve,
y a los cincuenta y cuatro de su edad, y se tiene por cierto
que murió Sacerdote, pues de los pintores antiguos era llamado el Licenciado
Tristán, pintor y no se tiene noticia de otro de su apellido.
LXXVIII.
ELOGIO DE DON DIEGO DE LUCENA, Pintor
Don Diego de Lucena , caballero de ilustre sangre, oriundo de
Andalucía, y vecino de esta Corte, además de otras
buenas prendas, con que le enriqueció la naturaleza, fue excelente en
el arte de la
Pintura, y discípulo del gran Velázquez, y especialmente en los
retratos se aventajó mucho; del
cual hay varios en esta Corte, hechos con superior excelencia, en lo
grande, y en lo pequeño.
Y con singularidad hizo el de Anastasio Pantaleón, ingenio
bien conocido por sus
heroicas prendas, así en la poesía, como en todas buenas letras: a
cuyo asunto le
hizo Anastasio a don Diego un célebre Soneto, que está impreso en sus
obras a el fol. 6 1 . pág.. que se dice así:
A DON DIEGO D LUCENA, PINTOR
famoso, y grande ingenio, habiendo retratado al Poeta,
SONETO.
En esa, Diego, lámina excedida
Ni del griego pincel, ni del toscano
A los esfuerzos debe de tu mano
Segundo aliento mi segunda vida,
Muda la imagen , vive consentida ,
No a mas que el bulto persuadir humano.
Nada el pincel la oculta soberano a
Solo la voz le niega colorida.
No te adquiere esta copia la alabanza
Por imitada bien que los primores
Siempre son en tu obrar la menor parte.
Mayor admiración, Diego, te alcanza,
De que anime tu diestra los colores,
Y pueda dar espíritus el Arte.
Murió pues nuestro don Diego en esta Corte, en lo más florido de sus
años, por el mil seiscientos cincuenta, con
gran sentimiento de los que habían desfrutado sus amables
prendas.
LXXIX,
ALONSO VÁZQUEZ, PINTOR.
Alonso Vázquez fue natural de Ronda, y vecino de Sevilla, donde
aprendió en la escuela de Luis de Vargas; fue
pintor de muy buen gusto, y colorido; sus figuras son esbeltas,
y muy airosas; fue gran dibujante, y supo muy
bien la anatomía, como lo muestran los muchos, y buenos
desnudos que ejecutó en sus obras en dicha ciudad, en cuya
santa iglesia hizo las pinturas del retablo de san Isidoro
(Ya dijo que es
Roelas ¿? si es el de la
catedral, se atribuye a murillo).
Y en
el convento de la Merced Calzada muchos cuadros
#,#,#
en el
claustro principal, en competencia de los de Pacheco.
Y en el de san Francisco (1810 incendiado por
las tropas francesas, 1840 demolido) , pintó también mucho en compañía de
Antonio Mohedano en el ángulo que cae a el lado del estanque del
claustro.
Hizo también frutas con excelencia, como
lo manifestó en el célebre cuadro del Rico Avariento para el
Duque de Alcalá; donde entre otras cosas comestibles, pintó varias
frutas con superior eminencia; fue muy excelente en
pintar al fresco: tuvo sus principios en la pintura de las sargas al
temple, que servían de colgaduras, o brocateles, a
manera de tapices, lo cual duró y los guadamecíes muchos
años en España, según dice Pacheco,
fol. 344: hizo los paños con
eminencia; pero los de terciopelo sin igual.
Murió
en dicha ciudad por los años de 1650 (1608
México). y a los 61 de su edad.
LXXX
FRAY JUAN BAUTISTA MAYNO,
del Orden de Predicadores, Pintor.
Fray Juan Bautista Mayno , del esclarecido Orden de Predicadores, fue
discípulo de Dominico Greco, antes de tomar
el hábito en la ilustre casa de san Pedro Mártir en la ciudad
de Toledo.
Llego a ser de los mas eminentes pintores de su
tiempo, como lo califican sus obras en dicha casa, especialmente en
el altar mayor de aquella iglesia los cuatro lienzos
de las cuatro Pascuas (#,#,#,#,#,#,#,#,#,#), donde hay excelentes desnudos, y otras
cosas hechas grandemente por el natural.
Y a un lado hay
también de su mano un
san Pedro llorando, cosa maravillosa. Y también
las pinturas debajo del coro son de su mano, y otras muchas en dicha casa.
Pintó también para el saloncete de las comedias del Buen-Retiro, un cuadro
de una batalla, en que está el Conde-Duque de Olivares mostrando a las tropas
un retrato del Rey
nuestro Señor Felipe IV
#, cosa verdaderamente estupenda, y maravillosa.
También hay muchas pinturas suyas en el colegio de san
Esteban de Salamanca, especialmente en el Oratorio de Casa de Novicios,
hechas con extremado gusto, y magisterio.
Y en fin, llegó a ser su habilidad tan notoria, que fue elegido para
maestro del Señor Felipe IV, a quien enseñó a
dibujar, siendo Príncipe.
Últimamente murió en dicha casa
de san Pedro Mártir de Toledo con grandes créditos de virtud, y habilidad,
por el año de mil seiscientos cincuenta y
cuatro, y a los sesenta de su edad, con poca diferencia.
LXXXI.
ANTONIO DE CONTRERAS , PINTOR.
Antonio de Contreras, natural de la ciudad de Córdoba,
de familia muy ilustre de este apellido, aprendió el arte
de la Pintura en la escuela de Pablo de Céspedes: pasó a
Granada, donde estuvo algunos años, y se acabó de perfeccionar en el Arte,
en que logró una manera muy fresca, y corregida.
Pasó después a Bujalance ,
ciudad muy ilustre del reino de Córdoba, donde tomó estado de matrimonio,
y se avecindó, y allí vivió hasta su muerte, por tener en aquella
tierra un pedazo de hacienda de su mujer, y dos hermanas,
que también fueron pintoras.
Hizo muchas obras, así para
aquella iglesia, como para el convento de nuestro Padre san
Francisco, y otros, que hay en ella; y especialmente para
casas particulares, donde hay muchas, y buenas, y las alcancé yo también
en la casa de mis padres, como naturales,
y vecinos que fueron de dicha ciudad; aunque después de mi
nacimiento se transfirieron a Córdoba.
Tuvo muy especial habilidad para retratos nuestro Contreras; y así hizo el de
don Alonso Laynez de Cárdenas, natural de dicha ciudad, y del Consejo de su
majestad en el
Real de Hacienda, que yo le vi entre otras pinturas de mano
de Contreras; y habiéndolo hecho en la juventud de este
caballero, y hallándose ya en la edad mayor, se conoce
grandemente lo parecido que estaba, sobre bien pintado, y
bien dibujado.
Vi también otro retrato de su mano, de gran parecido, de
don Diego de Ángulo, un caballero de Córdoba, que fue allí veedor de las
reales caballerizas, el cual tenia otras pinturas de nuestro Contreras,
sin otras muchas que habia en aquella ciudad entre particulares, y aficionados,
que a la fama de tal artífice acudían a Bujalance, con el motivó de la
cercanía de solo seis leguas, que dista de Cdrdobar
Murió pues en Bujalance por los años de
mil seiscientos cincuenta y cuatro, a los sesenta y siete de su edad.
LXXXII.
LUIS FERNÁNDEZ, PINTOR,
Luis Fernández, vecino , y natural de Madrid , fue excelente pintor, y
discípulo de los más adelantados de Eugenio
Cajés, no solo al óleo, sino al temple, y fresco, como lo
acredita una capilla, que está en la parroquial de santa Cruz,
junto a la puerta de la sacristía, cerrada con una reja, que toda está
pintada de su mano, donde hay muy excelentes cuadros de Historia a el
óleo de la vida de la Virgen todo enlazado con muy buenos adornos,
targetas, y oro, según el
estilo de aquel tiempo.
Y después de haber hecho otras muchas obras públicas, y particulares, murió
antes de los sesenta años, en el mil seiscientos cincuenta y cuatro, con
gran sentimiento de la profesión, y de todos sus amigos, que
tenía muchos, por su amable trato, y excelentes prendas.
LXXXIII.
PEDRO NUÑEZ, PINTOR,
Pedro Nuñez, natural, y vecino de esta villa de Madrid,
fue pintor insigne; estudió esta facultad en Roma, y fue uno
de los famosos artífices , que pintaron retratos de los Reyes,
en el salón que llamaban de las comedias en este palacio de
Madrid; y también pintó algunos cuadros en el claustro de
la Merced de esta Corte, donde hizo demostración de su excelente habilidad.
Murió en Madrid de poco mas de cuarenta
años en el de mil seiscientos cincuenta y cuatro.
Mereció
ser coronado con el Laurel de Apolo del gran Lope de Vega, en el fol.
80. donde dice así :
Pero porque es razón que participe
Del Laurel La Pintura generosa,
Juntos llegaron a la cumbre hermosa
Surcando varios mares
Vincencio, Eugenio, Nuñez, y Lanchares.
LXXXIV.
FRANCISCO PACHECO, PINTOR.
Francisco Pacheco, natural, y vecino de la ciudad de Sevilla,
fue pintor de fama en aquellos tiempos , tanto por sus
excelentes obras, como por su ingenio, capaz talento, y erudición: parece
haber nacido por los años de 1580, de muy
ilustre Familia. fue discípulo de Luis Fernández, como él lo
afirma en su lib.
pag. 344. pero no sabemos si fué el de Madrid, u otro
en Sevilla de este mismo nombre; aunque también estuvo algunos años en Italia,
donde estudió mucho por
las obras de Rafael, a quien fue sumamente aficionado, y le
procuró imitar, como lo dice en su libro de la Pintura fol
243. y 265 (Cualquiera de las múltiples citas de
Pacheco, puede llevar a engaño, pareciera que visitó Italia, pero NO).
Y también estuvo dos años en esta Corte, como
lo dice al fol 361, y parece haber sido por el 1610, y el
de 611, según dice al fol. 451, pero eso no quita que estuviese también
el año de
625.
Hizo pues nuestro Pacheco muchas, e insignes obras en aquella ciudad, y
lugares de su contorno, con que adquirió gran fama, y aplauso popular
entre todos los artífices de su tiempo.
Hizo con especial estudio las
seis pinturas del claustro de la Merced Calzada de Sevilla,
#,#, en
competencia de Alonso Vázquez, y otras muchas obras, que
pone en su libro; y especialmente la del Juicio fínal
#, en santa Isabel, y
el gran cuadro del
Arcángel san Miguel con el
demonio a los pies, en san Alberto.
Y la pintura del camarin
del Duque de Alcalá
# al temple, que contenia ocho fábulas,
por la cual obra le dieron mil ducados: y también las dos piedras ágatas,
que pinto para el colegio de san Hermenegildo:
donde también tiene pintado el desengaño de los celos de san
José por el Ángel del Señor
# , la cual pintura está en la capilla de la
Anunciata de dicho colegio al lado de la Epistola, y después de describir
el caso dice: que lo demás es un
paisaje, y un alegre cielo; bien que yo tengo por sin duda, que
el caso fue de noche; y así lo persuaden todas sus circunstancias.
(N.A.P. Pacheco lib.de la Pint.pag.503)
También tiene otra pintura de su mano en san Clemente el Real del
Triunfo, y Refección de Cristo Señor
nuestro en el desierto
#, muy bien acompañada, e historiada: y
otra de san Juan Bautista en aquel ejemplar monasterio de la
santa cartuja de Sevilla, y en Alcalá de Guadaira, el célebre cuadro de
san Sebastián para el hospital de su nombre
(Destruida en 1936 #) ,
donde hay una celebre cofradía de la Misericordia, que hace
muchas obras de piedad, con que gano la fama, que ha dejado a la posteridad, que si bien no tuvo gran gusto en el
colorido, fue muy diligente, y observante en el dibujo y
sobre todo muy teórico, y especulativo en lo fundamental
del Arte: y así escribió un Tratado de la Pintura, su antigüedad, y
grandezas, los hombres eminentes que ha habido
en ella, así antiguos, como modernos: donde también pone
algunas poesías suyas, en que tuvo gran genio: allí trata del
dibujo, y colorido: del pintar al temple, y al óleo; de la
iluminació, y estofado, en que fue eminente como lo manifestó en diferentes
retablos, y en especial en la imagen de
talla de
nuestra Señora de la expectación, que está en Olivares, en el
convento de Recoletos Franciscos, que la encarnó, y estofó Pacheco, con gran
primor.
Y también trata del
pintar al fresco: de las encarnaciones de pulimento, y de
mate: del dorado bruñido, y mate; y advierte el decoro con
que se han de ejecutar las pinturas sagradas.
Se Imprimió dicho libro en
Sevilla año de 1649.
Fue Maestro en esta Arte, en sus principios,
de don Diego Velázquez, a quien por
su habilidad, y buenas partes caso con su hija, y llegó a ser
Pintor de Cámara del Rey nuestro Señor Don Felipe IV.
Fue Pacheco de familia muy ilustre, y conocida en aquella ciudad; y como
tal fue recibido en ella por Familiar del
Santo Oficio de la Inquisición, y Censor de las pinturas sagradas, de que
le hizo merced aquel santo Tribunal, y se le
despachó título en 7 de Marzo de 1618 años; y Juan Pérez Pacheco su hermano
fue también Familiar del Santo
Oficio de aquella santa Inquisición, y un tio suyo, el Licenciado Francisco
Pacheco, fue canónigo de aquella santa iglesia: fue tan modesto, que no se
desdeñaba de ceder a su yerno, y discípulo Velázquez, como lo dice en su
libro primero de la Pintura, cap. 9. así, aunque su pintura no fue la
más grata a la vista, es muy digno de este lugar, por pintor
especulativo, filósofo, docto, erudito, modesto, poeta, escritor, y maestro del
gran Velázquez.
Murió en Sevilla, por los años de mil seiscientos cincuenta y cuatro, y
a los setenta y cinco de su edad.
Le notaron seco, y desabrido en su manera de pintar;
y así dicen, que habiendo pintado un Cristo desnudo, que
yo no sé si sería el que pondera tanto, que pintó para don
Fernando de Córdoba, tomando su majestad la túnica después de los azotes,
le pusieron esta copla, que por ser muy
notoria, no he querido omitirla.
¿Quién os puso así, Señor,
Tan desabrido, y tan seco?
Vos me diréis que el Amor,
Más yo digo que Pacheco.
Tanto puede la emulación de los contemporáneos de la misma facultad.
LXXXV.
DIEGO POLO, EL MENOR, PINTOR,
Diego Polo, pintor excelente fue sobrino de otro Diego
Polo, buen pintor, y natural de Castilla la Vieja.
Tuvo los
principios de este Arte con Antonio Lanchares, español, y
famoso artífice, y después de haber aprovechado muy bien
en su escuela, paso a el Escorial a estudiar por las pinturas de
los famosos artífices, que en aquel Real Monasterio están colocadas, donde se
aprovechó mucho; y volviéndose a Madrid, hizo algunas obras excelentes,
como son un cuadro del
Maná del desierto para Alonso Portero, escribano del número de esta Villa, él
cual siendo visto por el famoso don
Diego Velázquez, fue muy celebrado.
Le Hizo también un san
Juan Bautista, y a el otro lado un san José con el Niño
Jesús de la mano; también un
san Roque, todas con singular
acierto.
Y en la iglesia de Santa María de Madrid
(Derribada en 1868), pinto una
Anunciata, que está en la cúpula de la capilla mayor, que también es
excelente pintura, y todos la tienen por de Carreño.
Pintó también el Bautismo de san Juan, que está en el cuerpo
de la iglesia del Carmen Calzado de esta Corte
(Interior destruido en la guerra civil), que es una pintura muy
celebrada.
Y en el salón de los retratos de este real
palacio de Madrid, pintó el del Rey Don Ramiro II,
con el succesor, que está en el mismo lienzo; que aunque no
es lo mejor que hizo, por ser entonces mozo, todavía compite con
los demás, especialmente en el colorido, en que fue
muy imitador del Tiziano.
Hizo otras muchas obras, con que en el poco tiempo que vivió,
ganó mucha opinión: y a no cortarle la Parca el hilo de la vida en lo mejor
de su edad, hubiera sido de los más sublimes ingenios de España.
Murió a los treinta y seis años de su edad en esta Corte, por
el mil seiscientos cincuenta y cinco.
LXXXVI.
JOSÉ LEONARDO, PINTOR.
José Leonardo, natural y vecino de esta villa de Madrid,
fue condiscípulo de Francisco Camilo en sus principios,
en la célebre escuela de Pedro de Jas Cuevas, y llegó a ser
pintor insigne entre todos los de su timpo y así obtuvo la
honra de Pintor de su Majestad.
Pintó con mucha frescura , y suavidad siendo muy general en todo
lo que abraza esta facultad, y tan agudo, y estudioso, que
después de haber ganado mucha opinión entre
todos los famosos artífices de su tiempo, y hecho muchas y
excelentes obras en esta Corte, ejecutó para el salón del Retiro un
gran cuadro de la entrega de una Plaza
#, con grandes
expresiones de afectos, y grandemente dibujado.
Perdió después el juicio, y
con este trabajo vivió algunos años, y últimamente murió con la demencia
en lo mejor de su edad;
con gran sentimiento de todos los que le conocieron, y
trataron en su sano juicio, cuando apenas tenia cuarenta años
de edad, y en el mil seiscientos y cincuenta y seis.
LXXXVII
DOMINGO DE LA RIOJA, MANUEL DE CONTRERAS, Y JUAN DE VEJARANO, Escultores.
En tiempo del Señór Felipe IV, fue muy excelente
escultor Domingo de la Rioja, Español, y vecino de Madrid,
el cual hizo una estatua de san Pedo del tamaño del
natural, que se venera en la iglesia de Antón Martín de esta
Corte, cosa excelente, y enfrente de ella hay un san Lázaro
de un discípulo suyo, llamado Manuel de Contreras, que a
mi ver se puede connumerar con las mejores estatuas que
hay en la Corte.
Concurrió dicho Rioja, con su discípulo al vaciado, y
reparo de las estatuas de bronce, que están en la pieza ochavada de este
palacio de Madrid en tiempo de Velázquez; y
también a las demás que se vaciaron de estuco.
Y en este
tiempo hizo los leones de los bufetes del cuarto del Rey, y
el santísimo
Cristo crucificado, que está en la célebre capilla del convento de
Antón Martín.
Murió Domingo de la Rioja en esta Corte, por los años
de mil seiscientos cincuenta y seis.
De el otro Juan de Vejarano tengo
noticia que fue eminente escultor, y contemporáneo de los dos referidos,
aunque no he podido saber de
obra pública señalada suya; pero sí de algunas particulares,
hechas con superior excelencia.
Murieron éste, y Contreras, poco después
de Domingo de la Rioja en esta villa de Madrid.
LXXXVIII
JOSÉ DE RIBERA, EMINENTE PINTOR,
llamado en Italia il Spagnoletto.
José de Ribera, español, fue natural de Játiva en el
reino de Valencia, bien que oriundo de Murcia, como lo
acredita el apellido de Ribera, que es castellano, y familia
muy conocida por ilustre en estos reinos.
Fue discípulo de
Francisco de Ribalta, insigne pintor; y habiendo aprovechado mucho en su
escuela, pasó a Italia, donde estudio en
las eminentes obras de los antiguos, así de estatuas, como de
pinturas, y especialmente en la Academia Romana se señaló tanto, que
viéndole tan muchacho, le llamaban il Spagnoleto, de donde
le quedó este, renombre; y pasaba con tanta
miseria, que a fuerza de su industria, y las migajas de los dibujantes de
la Academia, se mantenía, sin mas arrimo, ni
protección.
Y estando un día dibujando por una de aquellas
pinturas, que adornan las calles de Roma, le vió, y miró
con atención un Señor Cardenal, que casualmente pasaba en
su carroza, y considerando con piadosa y noble reflexión
aquella puerilidad, tan atenta a la especulación de sus dibujos, y tan
olvidada de la fortuna, que aun apenas tenía andrajos con que cubrir sus
carnes, le llamó, y mandó ir a su
casa, donde le vistió, y favoreció tanto, que los regalos hicieron en él
lo que no pudo la necesidad, pues se iba viciando, y apartando
del fín que le sacó de su casa, y patria. Pero como en él era propensión,
lo que en otros seria violencia, volvió en sí, y abandonando la casa, y
conveniencias que lograba, se fue sin despedirse, y se restituyo a su primer
modo de vivir, y de estudiar, y encontrándole tal vez el
Cardenal, le afeó la acción, y el mal término, motejándole
de ingrato, y desconocido Spagnoleto.
Pero satisfecho de la
pureza de su intención, le alabo virtuoso, y le admiró peregrino; pues
prefería los intereses de su estudio, a las comodidades de su casa, y
le ofreció de nuevo su protección, que
siempre agradeció con palabras, y nunca admitió con obras.
Se aplicó mucho a la escuela del Carabagio, y consiguió aquella valiente
manera de claro, y obscuro, en que iba cada día adelantando, con la repetida
imitación del natural: y considerando que en Roma tendría muchos competidores,
y menos utilidad, pasó a Nápoles saliendo de Roma sin capa, por dejarla
empeñada en una hostería y llegando, como buen soldado, a valerse de un pintor
de obrador público, le mandó este pintar una cabeza, para reconocer el guiado
de su habilidad; pero él la hizo tan aventajada, y con tan valiente manejo, que
admirado, y gustoso el referido artífice, le regaló, y acarició mucho; y
habiéndole mostrado toda su casa, y bienes, le dijo: todo lo que has visto, y
sabido de mis haberes, que eran bastantes, será tuyo, si quieres casarte con mi
una hija única, que me ha dado el cielo, mediante el santo
matrimonio, y para quien es todo cuanto tengo.
Mas pareciéndole a Ribera, que este ofrecimiento mas era hacer donaire
de su astroso pelaje, que aprecio de su corta habilidad,
algo abochornado, y con alguna española alteración, le dio
a entender su sentimiento.
Pero el dicho artífice, que con
seguro pronóstico penetraba lo que tan ciertos indicantes prometían,
repitiendo sus ofertas, le aseguró de su satisfacción,
diciéndole: que aunque su hija, por sus prendas, y dote
multiplicaba por instantes pretendientes, a ninguno la daría de
mejor gana, que a un Español tan virtuoso, que así llaman
en Italia al que tiene alguna habilidad: que hacia él mas
aprecio de un pobre virtuoso, y aplicado, que de un rico
ignorante, y presumido.
En fin nuestro Ribera quedó casado,
y abundante de todos los bienes de fortuna, continuando su
estudio, y aplicación a la escuela del Carabagio, en que se
aventajó tanto, que llegó a lo sumo de la eminencia del Arte,
dando relievo a sus obras con tal ferocidad, que si no compitió,
se aventajó a los mas afamados de su tiempo.
Vivió pues
en dicha ciudad de Nápoles, donde no solo floreció en la fama, sino que
abundó en riquezas, y llegó a tener cuarto dentro del mismo Palacio del
Virrey, con toda su familia.
Pintó al óleo los Profetas sobre los arcos de la iglesia de san Martin
de aquella ciudad (#,..
ver resto); y en el altar de la sacristía el cuadro de la Asunción
de nuestra Señora.
Con esto, y la protección
del Virrey, no quería reconocer superior en el Arte; y especialmente a el
Dominiquino le dio muchas pesadumbres, hasta decir que no sabia pintar; y
habiendo muerto este, hizo
aquella gran pintura en la capilla del Tesoro, con el
milagro
de san Genaro, cuando salía del fuego, cosa superior.
Y llegó a tanto su crédito, que abundaba en riquezas, honra, y
estimación, pues el Pontífice le hizo merced del Hábito de
Cristo, no tanto por lo ilustre de su Casa, de que no se
duda, cuanto por lo eminente de su habilidad; pues eran
sus obras solicitadas de todos los Príncipes, y Naciones de
Europa.
No se deleitaba tanto Ribera en pintar cosas dulces, y
devotas, como en expresar cosas horrendas, y ásperas,
cuales son los cuerpos de los ancianos, secos, arrugados, y
consumidos, con el rostro enjuto, y macilento,
todo hecho
puntualmente por el natural, con extremado primor, fuerza,
y elegante manejo, como lo manifiesta el san Bartolomé en
el martirio (Múltiples obras ¿#?), quitándole la piel, y descubierta la anatomía interior
del brazo: el célebre
Ticio, a quien el Buitre le saca
las entrañas, por castigo de su insolente atrevimiento: los tormentos de
Sisifo, de Tántalo, y de
Ixion, expresando, especialmente en este,
con tal extremo el dolor, atado a la rueda
donde era continuamente herido, y despedazado, que teniendo los dedos encogidos,
para esforzar el sufrimiento, y estando
la pintura en casa de la Señora Jacoba de Uffel en Ámsterdam,
a tiempo que estaba preñada, parió un chicuelo con los dedos
encogidos, a semejanza de dicha pintura, por cuya causa fue
trasladada a Italia, y después, con las tres compañeras, y otras
muchas, transferida a Madrid en el Palacio del Buen Retiro.
Pinto también a Catón Uticense rascándose las entrañas
con raro afecto espirando, y con gran pasmo de los circunstantes
(#
Se atribuyó durante tiempo, aunque se da a L.Giordano en su taller,
posiblemente es la pieza, o hubo otra ahora perdida, que dio origen a los
muchos de Giordano):
también a el Sileno gruesísimo, desnudo, y recostado
lampiño, y coronado de pámpanos, y racimos, tomando el vaso de vino,
que un sátiro le echa de un odre, que
tiene sobre sus hombros; con otros muchos sátiros, y faunos
embriagados, y caídos, cuya obra poseía en Nápoles Gaspar de Romer,
gran protector, y aficionado de estas artes
#.
Hizo también una gran figura de Hércules sentado, y mayor
que el natural, cosa prodigiosa, que hoy la tiene el Señor
Conde de Salvatierra, con otras dos de Sisifo, y Tántalo de
la misma mano; pero estas muy deterioradas.
Hizo también nuestro Ribera célebres cuadros del Nacimiento de Cristo con expresiones muy singulares en los
Pastores, y Zagales, siempre buscando asuntos, ocasionados
a su genio, para lograr con la obscuridad de la noche el mayor esfuerzo
para el relievo; y así aunque pintó algunos cuadros que hemos visto de
Concepción, y otros asuntos gloriosos, bien que siempre es bueno, se conoce
que no campea
tanto como en los demás, donde podía usar contrapuesto
obscuro, y tener en todo presente el natural.
Y así hay en el
Escorial en el cuarto del Rey, un célebre cuadro del
Nacimiento, con estas
observaciones, y otro en el espolio del Excelentísimo Señor Marques de Heliche sin omitir el san Juan,
que hay de su mano, mancebito, y riéndose abrazado con
el Cordero, con tal propiedad, que mueve a risa a cuantos lo
miran, la cual pintura está en la sala de Capítulo del Escorial
(En 1772 figura en el palacio real pero pudo llegar
del Escorial
#, es el único san Juan riendo que le he
localizado, aunque
abrazado al cordero no está).
Es de su mano también el gran cuadro de la Concepción de nuestra Señora , que está en el altar mayor de la iglesia de
santa Isabel de esta Corte (Ardió en 1936 queda
fotografía ), bien que la cabeza de la Virgen,
habiendo entendido las Religiosas que era retrato de una hija de Ribera,
se la hicieron mudar a Claudio, pero todo el
cuadro es del Españoleto, juntamente con el Apostolado,
que circunda dicha iglesia, y otro de una Mater Dolorosa,
con su hijo santísimo difunto, que está debajo del coro, que
es cosa admirable.
También es de su mano un crucifijo maravilloso del tamaño del natural,
que está en la Sala de Profundis del colegio
de Atocha de esta Corte.
También el cuadro de Concepción
#, que está en el altar mayor de la iglesia
de san Pascual Bailón, fundación del Señor Almirante de
Castilla, junto con otras cuatro, que están en el crucero, la
una de san Andrés, y la otra de san Pablo ermitaño, al
lado de la Epístola; y a el otro lado el bautismo de Cristo
Señor nuestro
#, y la otra el martirio de san Sebastián; sin
otras muchas que hay en esta Corte en casas de Señores, y
de algunos particulares aficionados, transferidas por los Virreyes de Nápoles.
En el Escorial hay también muchas pinturas de su mano, además de las
que se han dicho, así en aquel gran monasterio, como en el palacio.
En Salamanca también en el convento de Monjas Agustinas, que llaman Monte Rey
hay diferentes pinturas suyas en la iglesia, especialmente un
cuadro bellísimo de
Concepción, un
san Agustín, y un
san
Genaro.
En Córdoba en la sacristía del convento de san
Agustín hay un bellísimo cuadro del Nacimiento de Cristo
Señor nuestro (La que había allí se la considera
copia
#), y un san Gerónimo en el oratorio de las casas
de los Señores Acebedos (La iglesia de Nuestra
Señora de Gracia fue expoliada en 1808 por el general Dupont), cosa estupenda; y en fin fuera
nunca acabar hacer relación de todas sus obras, que verdaderamente fueron
portentosas, y muchas: y con tal fuerza, y
relieve, que no parecen pintadas, sino naturales, sobre que
se me ofrece prevenir una cosa, en que muchos han consentido de lo
relevado
de sus pinturas, que parece están abolladas por atrás; y asimismo otras de
los antiguos, y no es así, sino
que consiste en la calidad del lienzo, que con el tiempo
se abolla en aquellas partes que están mas cargadas del albayalde, lo cual
tengo experimentado, si el lienzo es delgado,
muy abierto de poros.
Últimamente después de haber ilustrado a toda Europa nuestro Ribera con
sus pinturas, murió en Nápoles con universal sentimiento por los años de
mil seiscientos cincuenta y seis, y a los sesenta y siete de su
edad, dejando inmortalizado su nombre por todo el dilatado
curso de la posteridad.
Le quedó una sola hija de su matrimonio, la cual caso con cierto Título
de Nápoles.
Fue Ribera Académico Romano, lo cual, y su naturaleza consta de un
cuadro de su mano del Evangelista san Mateo, que yo he
visto, y está firmado en un papel fingido, que dice así:
Jusepe de Ribera Español de la ciudad de Xativa, reyno de
Valencia, Académico Romano, año de 1630 (Perdido).
Y en la estampa del Baco, abierta de agua fuerte de mano del Españoleto
#,
está en una piedra esta firma: José a Ribera Hisp.
Valen. Setabens. F. Partenope, an. 1628. Partenope, es lo
mismo que en Nápoles, y Setabensis, es natural de Xátiva,
hoy san Felipe, dejó entre otros papeles de su mano una célebre escuela de
principios de la Pintura, tan superior cosa,
que la siguen, no solo en Italia, sino en todas las provincias
de Europa, como dogmas infalibles el Arte.
LXXXIX.
GREGORIO BAUSÁ, PINTOR VALENCIANO.
Gregorlo Bausá, natural de Mallorca, y vecino de la ciudad de Valencia,
fue pintor excelente, y discípulo de Francisco Ribalta, y de los más
aprovechados de su escuela, como lo califican sus obras en dicha ciudad;
y especialmente en el convento de san Felipe de Carmelitas Descalzos, donde el
cuadro del altar mayor, que es el martirio del santo, es de su
mano, cosa excelente, y que parece del mismo Ribalta; y
en el convento de los Trinitarios Calzados, todas las pinturas
de los claustros, que son martirios de diferentes santos de la
Orden, son de su mano, también cosa superior, aunque ya
deteriorados del tiempo.
Murió de más de sesenta años en
dicha ciudad de Valencia, por el mil seiscientos cincuenta y seis.
XC
FÉLIX CASTELO, PINTOR.
Félix Castelo, natural, y vecino de esta villa de Madrid,
pintor célebre, fue discípulo de Vicencio Carducho, y salió
tan aventajado, que fue uno de los que pintaron en el gran
salón de los retratos de los Reyes de España en este palacio
de Madrid, donde desempeñó muy bien la buena escuela en
que se había criado, y el gran ingenio que le había dotado el
cielo para esta facultad.
Son de su mano los dos cuadros del martirio, que hicieron los Judíos en
la efigie del santo Cristo de la Paciencia,
que están a el lado del Evangelio en la capilla del santísimo
Cristo del convento de Capuchinos de la Paciencia en esta
Corte, y están hechos con gran propiedad, dibujo, y expresión de
afectos.
Murió en Madrid, después de haber adquirido gran fama con sus
eminentes obras, por el año de mil seiscientos cincuenta y seis,
y a los cincuenta y cuatro de su edad.
XCI.
FRANCISCO DE HERRERA, llamado el Viejo, Pintor.
Francisco de Herrera el Viejo, pintor, arquitecto, y tallador de bronces,
vecino, y natural de la ciudad de Sevilla,
fue discípulo en el Arte de la Pintura de Francisco Pacheco,
con cuya doctrina, y su natural inclinado a el trabajo, se hizo lugar, y
ganó opinión de muy buen pintor entre los artífices de su tiempo.
Hizo muchas, y excelentes pinturas, así
en dicha ciudad, como en esta villa de Madrid, a donde pasó por el año de
1640.
Es de su mano una estación del claustro do la Merced Calzada de esta
Corte, que contiene parte
de la vida de san Ramón.
fue Padre, y maestro de don Francisco de Herrera, que fue pintor del Rey,
y maestro mayor de las obras reales.
Fue el padre hombre verdaderamente insigne, y mucho
más pintor que el hijo; pues de las muchas obras que dejó
en Sevilla, ninguna ha descaecido, como las de su hijo, porque no empastaba
tanto de color como el padre, cuyas figuras parecen de bulto, por la gran
pasta de color que tienen,
además del gran dibujo, y fuerza de claro obscuro: bien lo acredita el gran cuadro del
Juicio universal, que está en
la parroquial de san Bernardo de Sevilla: y dos lienzos que
tiene en el convento de Religiosas de santa Inés en dos retablos,
cuya valentía, fuerza, y relievo de las figuras admira a
cuantos las ven; y la casta parece totalmente italiana; y con
tal magisterio, que parece lo pintaba todo con brochas.
Hay
un cuadro de
Concepción de su mano en la iglesia del convento de la Merced,
casa grande en Sevilla; y en la iglesia
de san Alberto debajo del coro, un san Miguel
(Desamortización 1835 Perdido) muy aventajado de su mano.
Estuvo indiciado nuestro Herrera no menos que de monedero falso, y
se retrajo en la iglesia de san
Hermenegildo, donde había hecho el cuadro principal del
santo
#; y viéndolo el Señor Felipe IV cuando pasó a
honrar aquellos reinos de la Andalucía (1624), le pareció tan bien,
que preguntando de qué mano era, se lo dijeron, y como estaba retraído entonces
en aquella casa; y preguntando el Rey
la causa, le dijeron, que por indiciado en labrar moneda: y
dijo el Rey: en eso yo soy Juez, y parte, llamádmele aquí.
Vino el pobre Herrera, se puso a los pies del Rey, implorando su clemencia;
y su Majestad le dijo: Quien tiene está habilidad ¿para qué ha menester más
oro, ni plata? Andad que libre estáis, como no volváis a incurrir en ello.
Con lo cual debió a la Pintura, y a la benignidad de tan gran Rey el
salir de un tan notorio peligro, que le costara no menos que
la vida, y la honra.
Tuvo también singular gusto en pintar bodegoncillos con
diferentes baratijas de cocina hechas por el natural, con tal
propiedad, que engañan.
Fue también excelente en pintar al
fresco, y al temple, como lo manifiestan diferentes
obras, que en dicha ciudad dejó hechas en sitios públicos,
que inmortalizan su nombre: tal fue la que ejecutó en la fachada
de la portería de dicho convento de la Merced, que pereció
por haber flaqueado la pared, pero de ella hay estampa abierta de su mano en
madera.
Son también de su mano al fresco
las pinturas de la media naranja, y pechinas de la iglesia de
san Buenaventura
#.
Pero al mismo tiempo siempre aseguran,
fue rígido e indigesto de condición; con lo cual no le paraban los
discípulos en casa, pues a pocos lances buscaban maestro, como lo hizo Velázquez,
mudándose en casa de Pacheco: y así su hijo don Francisco, y una hermana
suya tuvieron forma de quitarle a su padre seis mil pesos, y huir de su
casa por su rígida condición; con los cuales la hija se entró
Religiosa, y el don Francisco se fue a Roma, donde se acabó de
perfeccionar en
la Pintura.
Tuvo otro hijo, a quien llamaron Herrera el Rubio: pintó mucho ridículo,
como bodegones, y figurillas a manera de las de Calot; pero muy dibujado, y
de rara invención, y murió muy mozo en Sevilla; pero el Padre murió en esta
Corte el año de mil seiscientos cincuenta y seis, y está enterrado en la
parroquia de san Ginés.
Mereció nuestro Herrera este elogio del gran Lope de
Vega en su Laurel de Apolo en la estancia siguiente, fol.18.
De Francisco Pacheco los pinceles,
Y la pluma famosa,
Igualen con la tabla verso, y prosa.
San Bético Apeles,
Y como rayo de su misma esfera,
Sea el planeta con que nazca Herrera:
Que viniendo con él, y dentro de ella,
A donde Herrera es sol, Pacheco estrella.
XCII
FRANCISCO VARELA, PINTOR.
Francisco Várela, natural, y vecino de la Ciudad de
Sevilla, fue discípulo en el Arte de la Pintura
del clérigo Roelas; y con tan buena escuela consiguió una manera muy
rumbosa, tierna, y de un colorido muy fresco, y así logró en
sus obras gran aplauso.
Bien lo acreditan tres lienzos
#, que
adornaban el altar mayor de la parroquial de san Vicente en
dicha ciudad; historias del martirio del santo, que se transfirieron
a la sacristía, por haberse hecho nuevo retablo de escultura.
También es de su mano un gran cuadro de san Miguel ¿#?, que está en
el convento de la Merced, casa grande, en
la capilla de la Espiración.
Y además de esto, hay muy excelentes cuadros suyos en casas
particulares, que los tienen con
gran estimación.
Murió en dicha ciudad por los años de
mil seiscientos cincuenta y seis, y a poco mas de los cincuenta de su
edad.
XCIII.
FRANCISCO COLLANTES, PINTOR.
Francisco Collantes, natural y vecino de esta villa de
Madrid, fue gran pintor, especialmente en hacer pasajes, como se ven
en muchos, que están con gran estimación en esta Corte,
en diferentes casas particulares, y algunos en el retiro.
Floreció en tiempo
del reinado del Señor Felipe IV.
Es de su mano un Apostolado, que está
en la sala de capitulo de la Casa Reglar de san Cayetano
y un san Gerónimo,
cosa excelente, que parece del Españoleto, que hoy
está en poder de los herederos de don Juan de Montufar, sin
otros muchos cuadros en sitios públicos, y secretos, que acreditan la
eminencia de su pincel.
Tuvo también, mucha gracia
para historiejas de mediano tamaño que las hizo con excelencia, de las
cuales
hay algunas en el Buen-Retiro, y especialmente una de la
resurrección
de la carne, cosa maravillosa, donde se ven muchos cadáveres salir de
los sepulcros; otros a medio vestir los huesos de carne; otros ya
enteramente resucitados,
que es cierto es un cuadro de extremado capricho, y habilidad.
Quiso también pintar bodegoncillos,
de que yo he visto algunos en poder de un aficionado, cosa
excelente.
Murió en esta Corte el año de mil seiscientos cincuenta seis, y a los cincuenta y siete de
su edad.
XCIV.
PEDRO DE OBREGÓN, PINTOR.
Pedro de Obregón, pintor insigne, natural, y vecino de
esta villa de Madrid, fue discípulo de Vicencio Carducho, y
de los que más acreditaron su escuela: hizo muchas obras excelentes para casas
particulares; y aunque en público tiene pocas, basta sola una, por superior,
para hacerle digno de este lugar.
Y es la que está en un retablo, que hay en la Sala de
Profundis, antes del refectorio del convento de la Merced de
esta Corte, que es de la Trinidad Santísima, donde está el
Padre Eterno con su Hijo santísimo difunto en los brazos para nuestro remedio,
y el Espíritu Santo arriba, según aquel
texto de san Juan: Sic Deus dilexit mundum, ut Filiun
suum iinigenitum daret. (Perdido)
Es, cierto, cosa maravillosa, y está firmado año de 1657.
Son también de su mano los dos cuadros de san Joaquín, y
santa Ana (Perdidos), que están a los lados de la efigie de la Concepción purísima
en la parroquial de Santa
Cruz, que acreditan bien la eminente habilidad de su artífice.
Murió poco después de dicho año, de más de sesenta de
edad: tuvo un hijo Sacerdote, don Marcos de Obregón, que
fue Abridor de buril, y murió muy anciano pocos años ha,
en esta Corte.
XCV.
FRANCISCO GASSEN, PINTOR,
Francisco Gassen, natural del Principado de Cataluña, fue
pintor insigne, y muy semejante a Pedro Cuquet su paisano, y compañero en
obras, y así pintaron juntos los lienzos
del claustro de san Francisco de Paula
(Destruido en 1902), de la vida del santo en su
convento de la ciudad de Barcelona, y la mitad de
los de la vida de san Agustín del claustro de su convento
(en 1716 fue destruido) en
dicha ciudad, donde murió de edad de sesenta años, por el
de mil seiscientos cincuenta y ocho.
XCVI.
DON JUAN GALVÁN, PINTOR.
DDon Juan Galvan, pintor excelente de Zaragoza, fue natural de la villa de Loesia,
y de casa solariega en el
reino de Aragón de muy antiguo solar, y de conocida nobleza:
tuvo muchos parientes caballeros de Hábito, especialmente de san Juan, y se
paseaba en su coche por Zaragoza con mucha ostentación, y grandeza.
Fue insigne en el arte de la
Pintura, e hizo muchas, y admirables obras, con que ganó
crédito para los presentes, y futuros siglos, especialmente la
cúpula, que pintó al óleo de santa Justa, y Rufina en la Seo
#, el cuadro principal de los Carmelitas Descalzos de
santa Teresa, que es la Trinidad de la tierra, uno y otro de
muy excelente gusto, y grato colorido.
Aprendió esta Arte en Roma, en que salió muy aventajado:
y así son sus pinturas muy estimadas
en todo el reino de Aragón, y fuera de él.
Murió en Zaragoza por los años de mil seiscientos y cincuenta y ocho,
a los sesenta de su edad.
XCVII
CRISTÓBAL VELA, PINTOR.
Cristóbal Vela, natural de la ciudad de Jaén, y vecino de
la de Córdoba, fue pintor de muy buena habilidad; y aunque tuvo en dicha
ciudad algunos principios en la escuela de
Pablo de Céspedes, pasó a Madrid, donde se acabó de perfeccionar en la de
Vicencio Carducho, y llegó a ser muy buen inventor, y
gran dibujante, aunque de poco gusto en el colorido.
Volvió a Córdoba, donde hizo muchas obras públicas, y en especial la
de la iglesia, y claustro del convento de
san Agustín, donde hay de su mano innumerables pinturas,
así de historias, como de figuras solas, cosa excelente, en especial algunos
Profetas, con bien raros, y caprichosos trajes (#,#).
También son de su mano, los cuadros antiguos, que estuvieron en la capilla
mayor de aquella santa iglesia, y los dos
cuadros, que están en el hospitalico de los santos mártires
Acisclo, y
Victoria, junto a la puerta de Colodro; que habiéndose hecho
para dicha santa iglesia, parecieron tan desmesurados, que no sirvieron,
y se colocaron en dicha ermita, donde como les falta la altura, y distancia
que debían tener, parecen
unos gigantes.
Murió en dicha ciudad año de
mil seiscientos, cincuenta y ocho, a los sesenta de su edad,
con poca diferencia, y fue desgraciadamente, porque teniendo en su casa un
jardinico, a que era tan aficionado, que
gustaba no solo de regarlo por su mano, sino también sacar
el agua del pozo, por hacer ejercicio, para lo cual tenia dos
cubos de cobre, puesto cada uno al extremo de la soga;
sucedió que quiso beber de uno de ellos, para lo cual lo sopesó un poco,
y en este tiempo se llenó de presto el de abajo,
y se hundió tan rápidamente, que arrebatando el cubo de
arriba, le dio tal golpe a Cristóbal en la garganta con el borde, que
le rompió una arteria, de lo cual murió sin remedio
aquella noche, y sin poder recibir el Santo Viatico, no siendo posible
restañar la sangre, que incesantemente echaba.
XCVIII.
BARTOLOMÉ ROMÁN, PINTOR.
Bartolomé Román, natural, y vecino de esta villa de Madrid, fue discípulo
de Vicencio Carducho, y de los más adelantados que tuvo, bien que se
perfeccionó en la escuela de
Velázquez, como lo acredita el cuadro que está sobre los cajones de la
sacristía del real convento de la Encarnación de
esta Corte, cuyo asunto es aquella misteriosa parábola de las
Nupcias, que Cristo Señor nuestro predicó, para ejemplo
del ornato, y disposición con que debemos llegar a la Mesa
al Soberano Sacramento de la Eucaristía, cuando el Padre
de Familias mandó arrojar a las tinieblas exteriores a aquel
infeliz que no traía el vestido nupcial, cuyo asunto está delineado con
tan superior magisterio, que por solo esta obra se
constituye acreedor de este lugar (La obra
desapareció existe un dibujo no suyo
#); y también por haber sido segundo
maestro de don Juan Carreño.
Hizo otras muchas obras públicas, y particulares, con
que dilató su nombre, y especialmente en Alcalá de Henares en la capilla de
san Diego, de aquel célebre convento de
la Observancia de N. P. S. Francisco (1859
derribado), son de su mano todas
aquellas pinturas, excepto la de
san Francisco en la impresión de las llagas,
que es de Alonso Cano; pues la de san Antonio, aunque la comenzó Cano,
la acabó Román.
También son de su mano las cuatro pinturas de los ángulos del
claustro del colegio de Doña María de Aragón en esta Corte, que las otras
son de los principios de Carreño, y de Eugenio Cajés.
Y también en la
sacristía de los Padres Cayetanos de esta Corte hay un
san Pedro llorando,
hecho de su mano, con tal blandura, y relievo, que parece cosa de Rubens.
Murió en esta Corte por los años de mil seiscientos
cincuenta y nueve, a los sesenta y uno de su edad.
XCIX.
MICIER PABLO, PINTOR, Y JUEZ, de la ciudad de Zaragoza.
Micier Pablo, fue Juez de aquella Real Audiencia de Zaragoza, donde llevado de su
afición aprendió el Arte de la Pintura, en que llegó a ser excelente, como
lo manifiesta,
entre otros muchos, el cuadro que hizo para el oratorio del
Conde de san Clemente, muy celebrado de todos los artífices, y tasado con
grande estimación.
Murió en dicha ciudad por los años de mil seiscientos cincuenta y nueve,
a los setenta y seis de su edad.
C.
ANTONIO DE HORFELIN, PINTOR.
Antonio de Horfelin fue natural, y vecino de la ciudad de
Zaragoza, de donde habiendo tenido algunos principios en
el Arte de la Pintura, pasó a Roma, deseando su mayor
adelantamiento, como lo consiguió, con su gran aplicación a el estudio de
esta Arte; y después de algunos años
volvió a Zaragoza, donde dio testimonio de su eminente habilidad en diferentes
obras, especialmente en el cuadro de san
José de los carpinteros, y los dos colaterales de la iglesia
de los Agustinos Descalzos (Destruido en la batalla
de Zaragoza), que uno y otro son cosa excelente.
Murió en
dicha ciudad por los años de mil seiscientos
sesenta, y a los sesenta y tres de su edad.
CI
JUAN VANDERHAMEN, PINTOR. (Juan van der Hamen)
Juan Vanderhamen y León, pintor de los aventajados de
su tiempo, fue natural de esta villa de Madrid: su padre era
flamenco, y pintor, de quien se tiene por cierto donde aprendió el Arte de la
Pintura, su madre era española; y fue tan
notorio el crédito de Vanderhamen en la facultad de la Pintura, que
Montalbán
en su libro de "Para todos", le numera
entre los excelentes ingenios de Madrid, donde elogiando sus
pinceles, dice: que en el dibujo, en el colorido, y en lo
historiado aventajó a la naturaleza; bien que si lo hubiera dicho Velázquez,
u otro pintor de su tiempo, me hiciera más
fuerza, porque no dejó de tener alguna sequedad de la manera antigua
flamenca; pero de buen gusto.
Dice también que
hizo extremados versos castellanos, con que probó el parentesco que tienen la
Pintura y la Poesía. En esto me convence más.
Es obra de su mano un cuadro que está en un
ángulo del claustro de san Gil (Derribado en la
guerra napoleónica) de esta Corte de nuestra Señora con el Niño
Jesús, y san Antonio (El
convento era Franciscano, ¿quizás
# ?, pero no se aprecia
la fecha en la imagen), cuando logró aquel
estupendo favor, que verdaderamente está hecho con extremado gusto, y muy
de sus primeros años, pues está firmado del año de 1.628, y lo cierto es
que se anticipó a su edad.
No son menos excelentes seis cuadros de a dos varas de
la vida, y pasión de Cristo Señor nuestro, que están en la
santa cartuja del Paular; y otros hay en esta Corte en el
claustro de la Santísima Trinidad, entre los de Eugenio Cajés, sin otros
muchos en diferentes partes, que son poco conocidos.
Fue su habilidad muy universal, pues no se redujo
solo a la historia, sino también a los retratos, que los hizo
excelentes, y asimismo las frutas, flores, paisajes, y bodegoncillos, de que
yo tengo dos de su mano grandemente hechos;
pero en las flores- fue tan eminente, que por tal le celebra
Pacheco en su libro de la Pintura, fol. 421.
Y así fue muy digno, no solo del referido elogio de Montalbán, sino de
otro no menos apreciable del gran Lope de Vega, que dice así:
SONETO.
Sí cuando coronado de laureles,
Copias, Vander, la Primavera amena,
El lirio azul, la cándida azucena,
Murmura la ignorancia tus pinceles:
Sepa la envidia, castellano Apeles,
Que es una tabla, de tus flores llena,
Cantó una vez, burlada, filomena,
Y libaron abejas tus claveles.
Pero si las historias vencedoras
De cuanto admira en únicos pintores y
no vencen las envidias detractaras,
Y callan tus retratos sus favores;
Vuelvan por ti, Vander, tantas auroras,
Que te coronan de tus mismas flores.
Murió pues nuestro Vander en esta Corte de edad de sesenta y seis años,
en el de 1660, dejando inmortalizado su
nombre con los testimonios de sus eminentes obras: y fue
Archero del Señor Felipe IV.
CII.
ANGELO NARDI, PINTOR.
Angelo Nardi, pintor insigne italiano, fue discípulo de
Pablo Veronés, y vecino de esta villa de Madrid, donde vivió muchos
años, y fue pintor del Señor Felipe IV.
Hizo muchas obras públicas, y particulares, en que se conoce la
escuela de Pablo Veronés, como lo acredita el cuadro del
Ángel Custodio de su mano, que está junto al pulpito en la
iglesia del Carmen calzado de esta Corte, juntamente con el
de encima, que es de Jesús, María, y José.
Y también otro muy grande del Nacimiento de Cristo Señor nuestro
que está en el retablo de la Sala de Profundis, junto a la
sacristía del convento de nuestro Padre san Francisco de esta
Corte, que es excelentísimo cuadro.
Y otro de la Concepción purísima en la sala de Culpas de la capilla de la
venerable Orden Tercera en dicha casa.
Y en la enfermería de dicha
venerable Orden Tercera, sobre la mesa del refectorio de
las viudas de aquella habitación, hay otro excelente cuadro de
la Visitación de santa Isabel.
Y a los lados del retablo de la
capilla, de santa a Teresa en la iglesia de los Carmelitas
Descalzos hay dos cuadros suyos, el uno del Arcángel san Miguel,
y él otro del Ángel Custodio, cosa excelente.
Y también son de su mano, las pinturas de la capilla mayor de convento de
nuestra Señora de Atocha, y un cuadro de la Anunciata,
que está en la sacristía de la parroquial de san Justo.
En Alcalá de Henares, todas las pinturas del retablo de
la capilla mayor del colegio de la Compañía de Jesús son de
su mano (Desaparecidas definitivamente en 1936,
quedan fotografías
#,#,#): como también lo son las de todos los altares de
la iglesia de las religiosas Bernardas de dicha ciudad
#,#.
Fue compañero de Vicencio Carducho en el pleito que
siguió del Arte de la Pintura, sobre la exención de la alcabala; y así les
debe el Arte inmortal gratitud por tan señalado beneficio.
Murió nuestro Ángelo en esta Corte por los años
de mil seiscientos y sesenta, y a los cincuenta y nueve de su
edad.
CIII
ESTEBAN MARCH, PINTOR.
Esteban March fue natural de Valencia, gran pintor, y discípulo de Pedro
Orrente, en cuya escuela aprovechó mucho,
y en especial tuvo gran genio para batallas, las cuales hizo
con superior excelencia.
Era de genio algo lunático y atronado; y para poder
pintar con propiedad algunos instrumentos
bélicos en las batallas, había recogido gran número de armas
y arneses, los cuales tenia colgados en su obrador, hasta la
caja de guerra, lanzas, alfanjes, y dardos: y poniéndose a
discurrir el lance de batalla que se le ofrecía pintar, se enfervorizaba de
suerte, que tomaba la caja, o el clarín, tocaba
a embestir, y echando mano de una cimitarra, u otro instrumento, comenzaba,
a disparar golpes, y cuchilladas por todo
el aposento, de suerte, que las paredes eran el blanco de sus iras,
y aun los trastos no estaban seguros de manera que el
mancebo que le asistía procuraba escapar el bulto cuanto antes, no fuera caso
que participase de la colación que se repartía; y en estando poseído de este
furor, hacía maravillas las batallas y no siendo menos en otras historias, pues
en la capilla de la Comunión de la parroquial de san Juan, del
Mercado hay un cuadro suyo de la Cena de Cristo Señor
nuestro cosa excelente.
No fue solo extravagante Esteban March en el furor de
las batallas, sino también desbaratada en el gobierno de su
casa, y de su persona; y así era poco aplicado al trabajo, si no es cuando
le estimulaba el furor venático, o la fuerza de
la necesidad.
Solía pues salir por la mañana de su casa, y no
venir hasta muy a deshora de la noche.
Su mujer, que no llevaba muy bien estas jornadas, lo recibía ásperamente, y
a pocos lances venia a descargar la tempestad sobre ella.
La pobre afligida, consultó su trabajo con su confesor para ver
qué medio tomaría.
El confesor como prudente le aconsejo
lo que debía, y fue, que lo llevase por amor de Dios, pues
veía imposibilitado el remedio, y que no le recibiese ásperamente, sino
con mucha caricia y amor.
Ella estudio muy
bien la lección, pero le salió siempre a la cara, que pensar
domesticar una fiera, es trabajo inútil sobre arriesgado, y así
le sucedieron lances graciosísimos, que por no ser muy decentes los omito.
Acaeció pues un día, que habiendo salido de casa muy
de mañana, sin dejar providencia alguna para comer, no vino hasta la una
de la noche, y solo trajo unos peces que cenar
y mandó que se los friesen luego.
La mujer dijo que no había aceite: le dijo a Juan Conchillos, que entonces
era su discípulo, que fuese por él.
Conchillos dijo: Señor ¿dónde tengo de ir
por el aceite, sí están ya todas las tiendas cerradas?. Pues dame el
aceite
de linaza, le dijo, que por Dios que se han de freír con él: se
hizo así, y
después de fritos los peces, comenzaron a comer, y apenas los gustaron, cuando
cada uno pensó echar las entrañas, porque el aceite de linaza gustado es infame,
y hervido es una peste.
Esteban que vio tal pistraje, cogió la cazuela con peces y todo, y
la tiró
por la ventana. Conchillos, que ya le conocía el humor, tomó el foguer, que
así llaman en Valencia los alnafes, o braserillos de barro, y lo arrojó
también por la ventana: le dio tanto gusto esta acción a su maestro, que le
abrazó, y levantó tan alto,
diciendo: ¡A visarro, per Deu, que tas portat!
Pero el Conchillos no las tuvo todas consigo, porque temió no
le arrojase a él por la ventana tras la cazuela, y el foguer.
Después de todo esto dijo la mujer: Y ¿que tenim de sopar? que
mencheu vanes frechides per Deu: que mes sopar, que esta,
festa: dijo, y se metió en la cama.
Todo lo cual supe yo
del mismo Conchillos, que cuando le traté era ya hombre de
sesenta años, de muy buena razón, y de mucha verdad.
Con esta extravagancia vivió nuestro Esteban March, pero lo cierto es, que
especialmente en las batallas hizo cosas
estupendas, y dignas de eterna memoria, de que hay muy
repetidos ejemplares, que yo he visto en dicha ciudad en poder de algunos
aficionados.
Murió en ella por los años de mil
seiscientos sesenta, siendo ya de crecida edad.
CIV.
JUAN DE LA CORTE, PINTOR.
Juan de la Corte, natural, y vecino de esta Villa de Madrid, fue muy buen
pintor
de paisajes, batallas, y perspectivas
como lo demuestran sus muchas obras, que están repartidas
por diferentes casas, y palacios dentro y fuera de esta Corte
y especialmente en el Retiro en el saloncete.
Fue pintor del Rey, aunque no el de más lucida habilidad; pero en lo que
más se aventajó, fue en historietas pequeñas, ya de Fábulas,
o ya de la Sagrada Escritura, con algún trozo de perspectiva, o paisaje.
Murió
por el año de mil seiscientos sesenta,
a los sesenta y tres de su edad.
CV.
DON JUAN BAUTISTA CRESCENCIO, Pintor y Arquitecto.
Don Juan Bautista Crescencio, hermano del Señor Cardenal Crescencio, fue
excelente pintor y arquitecto, de cuya mano hay en palacio un lienzo de
frutas y flores, que dan
testimonio de su excelente ingenio, y habilidad en este arte;
como también en el de la arquitectura lo manifestó en la maravillosa traza
que dio para el panteón de san Lorenzo del
Escorial (La traza no es suya, solo mal supervisó la
obra), cuya descripción pedía más dilatado campo y donde a 16 y a 17
del mes de Marzo del año pasado de 1654,
con vigilia, misa, y sermón, trasladó el Rey nuestro Señor
Don Felipe IV los Imperiales cuerpos del Augustísimo
Señor Emperador Carlos V, y su religiosísima consorte la Serenísima Emperatriz
Doña Isabel; y el del muy prudente Rey Don Felipe II, y su consorte la Señora
reina Doña Ana; y los del Señor Rey Don Felipe III, y su esclarecida consorte
Doña Margarita de Austria; y el Real cuerpo de la reina nuestra Señora Doña
Isabel de
Borbón, primera esposa del Señor Felipe IV; quien hallándose tan bien servido
del dicho don Juan Bautista Crescencio, le honro con el Hábito
del sagrado Orden, y Caballería de Santiago, y con el título de Marques de la
Torre; y le hizo Otras muchas mercedes en premio, de lo que trabajo
en la superintendencia de las obras Reales de alcázares, y
palacios, además de lo que se merecía por la recomendación
de su gran sangre, y eminente ingenio en todas las buenas
Artes.
Murió en esta villa de Madrid año de mil seiscientos sesenta, y a los sesenta y cinco de su edad.
CVI.
DON DIEGO VELÁZQUEZ DE SILVA,
(Palomino va incrustar las notas de Pacheco + las de
Juan Alfaro, podemos contrastar nuevo y viejo en Pacheco pero no en Juan de
Alfaro, así que incluso errores no podemos achacarlos a Palomino, podrían venir
ya de Alfaro)
Caballero de la Orden de Santiago, de la Cámara de su
majestad. En que se incluye la "venida de Rubens a España, la de Miguel Colona,
y Agustin Miteli y sus obras, y también la venida de
Moreli.
NACIMIENTO, PADRES, PATRIA Y EDUCACIÓN de Velázquez en el Arte de la Pintura.
Don Diego Velázquez de Silva nació el año de 1594. en
la ínclita ciudad de Sevilla, entre cuantas ilustra el sol celebérrima; sus
padres fueron Juan Rodríguez de Silva, y doña Jerónima Velázquez: en ambos
concurrieron prendas de virtud, calidad, y nobleza, y ambos fueron naturales de
Sevilla: usó mas del apellido de la madre, abuso introducido
en algunas partes del Andalucía, y que ocasiona grandes tropiezos en casos de
pruebas: sus abuelos paternos fueron del
reino de Portugal, de la nobilísima familia de los Silvas, a
quien dio este renombre Silvio Postumo hijo de Eneas Silvio, de los Reyes de
Alvalonga de quien proceden por tradición inmemorial.
Sus mayores sirvieron a los Reyes de
aquel reino, y experimentaron el imperio de los hados: ascendieron a dignidades
grandes, fulminó la suerte sus iras;
alteró su estado, descendiendo desde su eminencia a padecer
infortunios; no les dejaron otros mayorazgos más que sus
servicios, y valor, teniendo siempre por norte los méritos de
sus progenitores.
Tiene la nobleza principio de la virtud de alguno de
nuestros mayores, pero la generosidad se deriva de no degenerar de aquella
primera naturaleza.
Velázquez desde los primeros años dio indicios de su buen natural,
y de la buena
sangre que estaba latiendo en sus venas, aunque en moderada fortuna; sus
padres le criaron,
bien que sin ornato y grandeza, con la leche del temor de Dios;
se aplicó al estudio de las buenas letras, excediendo en la noticia de
las lenguas,
y en la filosofía a muchos de su tiempo.
Dio muestras de
particular inclinación a pintar; y aunque descubrió ingenio,
prontitud, y docilidad para cualquier ciencia, para esta la
tenia mayor; de suerte, que los cartapacios de los estudios le
servían a veces de borradores para sus ideas.
Su viveza imprimió en los pechos de
sus padres opinión muy alta de su ingenio, que después con el transcurso
de los años desempeñó
tan aventajadamente.
Lo dejaron seguir su inclinación, sin que
se adelantase en otros estudios, porque a estos le hallaban ya
dedicado con propensión natural, o fuerza de su destino.
Le entregaron a la disciplina de Francisco de Herrera, a quien en
Andalucía llaman Herrera el Viejo, hombre rígido, y de poca
piedad, más en la Pintura y otras Artes de consumado gusto.
A poco tiempo dejó esta escuela, y siguió la de Francisco Pacheco,
persona de singular virtud, y de mucha erudición, e inteligencia
en la Pintura, de la cual escribió varios
libros, y compuso muy elegantes poesías, siendo celebrado
de todos los escritores de su tiempo.
Era la casa de Pacheco cárcel dorada del Arte, academia,
y escuela de los mayores ingenios de Sevilla. Y así Diego
Velázquez vivía gustoso en el continuo ejercicio del dibujo,
primer elemento de la Pintura, y puerta principal del Arte.
Así nos lo dice el mismo Pacheco con la sencillez, y llaneza que
acostumbra, y con la verdad de maestro.
Con esta
doctrina, dice,(N.Ant.P. Pacheco
Arte de la Pintura, cap.8) se crió mi yerno Diego Velázquez de Silva,
siendo muchacho, el cual tenía cohechado un aldeanillo,
que le servía de modelo en diversas acciones y posturas; ya
llorando ya riendo, sin perdonar dificultad alguna.
Y hizo
por él muchas de carbón, y realce en papel azul, y de otros
muchos naturales, con que granjeó la certeza en el retratar.
Se inclinó a pintar
con singularísimo capricho, y notable
genio, animales, aves, pescaderías, y bodegones con la perfecta imitación
del natural, con bellos paisajes, y figuras: diferencias de comida, y bebida;
frutas, y alhajas pobres, y
humildes, con tanta valentía, dibujo, y colorido, que parecían naturales,
alzándose con esta parte, sin dejar lugar a
otro, con que granjeó grande fama, y digna estimación en
sus obras, de las cuales no se nos debe pasar en silencio
la pintura que llaman el aguador: el cual es un viejo muy
mal vestido, y con un sayo vil, y roto, que se le descubría el
pecho, y vientre con las costras, y callos duros, y fuertes, y
junto a sí tiene un muchacho a quien da de beber
(difiere en algo con la descripción
#), esta ha
sido tan celebrada, que se ha conservado hasta estos tiempos
en el palacio del Buen Retiro.
Otra pintura hizo de dos pobres comiendo en una
humilde mesilla, en que hay diferentes vasos de barro, naranjas, pan, y otras
cosas, todo observado con diligencia extraña
(difiere en algo con la descripción
#).
Semejante a esta es otra de un muchacho mal vestido,
con una monterilla en la cabeza, contando dineros sobre una
mesa, y con la siniestra mano haciendo la cuenta con los dedos con
particular cuidado; y con él está un perro detrás,
atisbando unos dentones, y otros pescados, como sardinas,
que están sobre la mesa; también hay en ella una lechuga romana, que en
Madrid llaman cogollos, y un caldero boca
abajo y al lado izquierdo está un vasar con dos tablas en la
primera están unos arencones, y una hogaza de pan de Sevilla sobre un
paño blanco; en la segunda están dos platos
de barro blanco, y una alcuzilla de barro con vidriado verde;
y en esta pintura puso su nombre, aunque ya esta muy consumido,
y borrado con el tiempo.
Igual a ésta, es otra donde se ve un tablero, que sirve de mesa,
con un alnafe, y encima una olla hirviendo, y tapado con una escudilla,
que
se ve la lumbre, las llamas, y centellas vivamente, un perolillo estañado,
una alcarraza, unos platos, y escudillas, un
jarro vidriado, un almirez con su mano, y una cabeza de
ajos junto a él, y en el muro se divisa colgada de una escarpia una
esportilla con un trapo, y otras baratijas, y por guarda de esto, un
muchacho con una jarra en la mano, y en la
cabeza una escofieta, con que representa con su villanísimo
traje un sujeto muy ridículo, y gracioso.
A esto tono eran todas las cosas que hacia en aquel tiempo nuestro Velázquez,
por diferenciarse de todos, y seguir
nuevo rumbo: conociendo que le habían cogido el barlovento el Tiziano,
Alberto, Rafael, y otros, y que estaba más
viva la fama, cuando muertos ellos, se valió de su caprichosa
inventiva, dando en pintar cosas rústicas a lo valentón, con
luces, y colores extrañas.
Le objetaron algunos el no pintar con
suavidad, y hermosura asuntos de mas seriedad, en que podía emular a
Rafael de Urbino, y satisfizo galantemente diciendo que
más quería ser primero en aquella grosería
que segundo en la delicadeza.
Celebrados han sido los que en esta especie de pintura
han salido eminentes, y de consumado gusto.
No solo nuestro Velázquez siguió dictamen tan bajo: muchos ha habido,
llevados de esta afición, y genio particular de su idea; pues
Pireico, célebre pintor de la antigüedad, dice Plinio
(N.at.P.Plinio lib.35.c10), que siguiendo
cosas humildes, alcanzó suma gloria, y gran estimación en sus obras:
por lo cual le dieron por sobrenombre Riparografos, dicción griega, que quiere decir pintor de
cosas bajas y groseras.
Con estos principios, y los retratos, que los hacia excelentes, no
contentándose solo con que fuesen parecidos en
extremo, sino expresar el aire, y movimiento del sujeto, que
tanta era su eminencia, halló la verdadera imitación del natural,
alentando los ánimos de muchos a seguirle con su poderoso ejemplo, como
refiere Pacheco (N.Ant.P.Pacheco lib.3 de la Pint.c.8), por haberle sucedido
a él, pintando cosas de esta especie a su imitación.
Compitió Velázquez con Carabagio en la valentía del
pintar, y fue igual con Pacheco en lo especulativo, A aquel
estimó por lo exquisito, y por la agudeza de su ingenio, y a
este eligió por maestro, por el conocimiento de sus estudios,
que le constituían digno de su elección.
Traían de Italia a
Sevilla algunas pinturas, las cuales daban gran aliento a
Velázquez a intentar no menores empresas con su ingenio.
Eran de aquellos artífices que en aquella edad florecían; un
Pomerancio, Caballero Ballioni, el Lanfranco, Ribera, Guido, y otros.
Las que causaban a su vista mayor armonía
eran las de Luis Tristán, discípulo de Dominico Greco, pintor de
Toledo, por tener rumbo semejante a su humor, por
lo extraño del pensar, y viveza de los conceptos; y por esta
causa se declaró imitador suyo, y dejó de seguir la manera
de su maestro, habiendo conocido muy desde el principio no
convenirle modo de pintar tan tibio, aunque lleno de erudición, y
dibujo, por ser contrario a su natural altivo, y aficionado a grandeza.
Le dieron el nombre de segundo Carabagio, por contrahacer en sus obras
el natural felizmente, y
con tanta propiedad, teniéndole delante para todo, y en todo tiempo.
En los retratos imitó a Dominico Greco, porque
sus cabezas en su estimación nunca podían ser suficientemente
celebradas; y a la verdad tenía razón en todo aquello que no
participó de la extravagancia en que deliró a lo último, porque del Griego
podemos decir, que lo que hizo bien, ninguno lo hizo mejor, y
lo que hizo mal, ninguno lo hizo peor..
Y últimamente lució el Arte Velázquez con la energía de los
Griegos, con la diligencia de los Romanos, y con la ternura de los Venecianos,
y Españoles, en cuyas obras se transformó, de suerte que si faltara el número
inmenso de ellas, se pudieran conocer en el breve mapa de las suyas.
Se ejercitaba en la lección de varios autores, que han escrito de la Pintura
elegantes preceptos: inquiría en Alberto
Durero la simetría del cuerpo humano; en Andrés Bexalio
la anatomía; en Juan Bautista Porta la fisionomía; la perspectiva en Daniel
Bárbaro, la geometría en Euclides; la aritmética en Moya; la arquitectura en
Vitrubio, y el Viñola y otros autores, en quienes y con solicitud de abeja,
escogía
ingeniosamente para su uso, y para provecho de la posteridad, lo mas conveniente
y perfecto.
La nobleza de la Pintura examinaba en Romano Alberti, escrita a instancias
de la Academia Romana, y venerable Hermandad del glorioso
Evangelista san Lucas: con la idea que escribió Federico Zúcaro de los pintores
ilustres la suya, y la adornaba con los
preceptos de Juan Bautista Armenini.
Y a ejecutarlos con
presteza y brevedad aprendía en Miguel Ángel Viondo.
El Vasari le animaba con las vidas de los pintores ilustres; y el
Riposo de Rafael Borghíni le constituía erudito pintor.
Se Adornó también con la noticia de Sagradas, y Humanas Letras,
y otras cosas importantes, para fecundar la mente con todo linaje de erudición,
y noticia universal de las Artes.
Así lo aconseja León Baustista Alberti (libro3
de la pintura) por estas palabras: Má ben vorrei
che Pittore fosse dotto, quanto possibil fosse, in tute l´
Arte Liberali; má sopra tuto gli desidero che sin perito
ne la Geometría.
Era también familiar, y amigo de los poetas, y de los oradores, porque de
semejantes ingenios recibía
ornamento grande para sus composiciones.
Y finalmente era Velázquez tan estudioso, como requería la dificultad de
esta Arte, perseverando en ella sin atender a más que la gloría y alabanza que
con la sabiduría se adquiere, fiando
en el tiempo, y el trabajo, que nunca dejaron de dar honroso premio al que
le busca.
Cinco años tuvo de educación, y en ellos adelantó las obras a su edad.
Tomó
estado, escogiendo para su gusto y honor a Doña Juana Pacheco, hija de
Francisco Pacheco, Familiar del Santo Oficio del número de Sevilla, y de
familia muy calificada.
Excedió Velázquez a su suegro y maestro en el Arte, sin que le
causase emulación ni envidia; antes lo regulaba, y con razón,
por gloria propia: así lo confiesa él mismo, donde también
se lamenta de alguno que quería atribuirse a sí la honra de
haber sido el preceptor, quitándole la corona de sus postreros años, pues
pasaba cuando lo escribió, de setenta; y habiendo hecho un elogio de Rómulo
Cincinnato, y entre Otros, de Pedro Pablo Rubens, dice
(N.Ant.P. Pacheco
lib.I.de la Pintura cap.9):
Diego Velázquez de
Silva, mi yerno, ocupa con razón el tercer lugar, a quien después
de cinco años de educación y enseñanza, casé con mi
hija, movido de su virtud limpieza, y buenas partes, y de
las esperanzas de su natural, y gran ingenio, y porque
es mayor la honra de maestro, que la de suegro, ha sido
justo estorbar el atrevimiento de alguno que se quiere atribuir esta
gloria, quitándome la corona de mis postreros
años.
No tengo por mengua aventajarse el discípulo al
maestro, habiendo dicho la verdad, que es mayor.
No perdió Leonardo de Vinci en tener a Rafael por discípulo; ni
Jorge de Castelfranco de Tiziano; ni Platón de Aristóteles y
pues no le quitó el renombre de divino.
Esto se escribe, no
tanto por alabar el sujeto presente; que tendrá otro lugar y
cuanto por la grandeza del arte de la Pintura y mucho
más por reconocimiento, y reverencia a la Católica Majestad de nuestro Gran
Monarca Felipe IV, a quien el
cielo guarde infinitos años, pues de su liberal mano ha recibido, y recibe tantos honores.
II.
DEL PRIMER Y SEGUNDO VIAJE que hizo Velázquez a Madrid.
En estos ejercicios divertía Velázquez los años de su juventud, mas no
se
olvidó la fortuna de sus méritos, pues
revolviéndose el Universo, fue preciso que también alterase su
sosiego.
Nadie está tan olvidado, que algún día no se acuerde de él la
fortuna, o para derribarle
de su felicidad, o para
levantar su dicha a nuevas prosperidades.
¿Quien murió en
el mismo estado en que abrió los ojos, para reconocerse frágil porción de su
primera madre la tierra?
Puso suspensión a
sus estudios, y quiso en la Corte hacer demostración del valor de su ingenio,
y adelantarse en el Arte, viendo las pinturas admirables de palacio, y otros
Sitios Reales, templos, y casas de señores, junto con las del Real Monasterio de san
Lorenzo el Real, octava de las maravillas del mundo, y primera en dignidad:
obra digna del gran Monarca, y segundo
Salomón Felipe II, Rey de las Españas.
Partió al fin Velázquez de Sevilla acompañado solo de
un criado, dispuso su camino para Madrid, Corte de los Reyes de España, y
noble teatro de los mayores ingenios del
orbe.
Llegó a ella por el mes de Abril del año mil seiscientos
veintidós,
aquí se declaró la felicidad por su parte: le visitaron muchos nobles,
unos movidos de la amistad,
otros de las noticias que tenían de su habilidad, y gran ingenio: fue muy
agasajado de los dos hermanos Don Luis, y
Don Melchor de Alcázar, florido ingenio; sevillano, que
murió en la Corte de 37 años, en 1625 llorado de, las
Musas con debidos lamentos, por faltarles en él uno, de sus
mayores laureles.
Le mostró particularmente afecto Don Juan de Fonseca y Figueroa, Sumiller de
Cortina de su majestad, Maestre Escuela, y Canónigo de Sevilla, varón clarísimo,
que con la agudeza de su ingenio, y mucha erudición, no
desdeñaba el ejercicio noble de la Pintura, y muy aficionado a la de
Velázquez.
Hizo este a instancia de Francisco Pacheco su suegro, un retrato del
insigne, y admirable Poeta
don
Luis de Góngora y Argote,
(hay varias réplicas
#,#) Racionero de la santa Iglesia de Córdoba, y Capellán de honor de su majestad, que
fue muy celebrado de todos los cortesanos, aunque de aquella manera suya,
que degenera de la última.
Y no habiendo
tenido por entonces ocasión de retratar a los Reyes, aunque
lo procuró, se volvió a su patria.
El año de 1623, fue llamado del mismo Don Juan de
Fonseca, librándole una ayuda de costa de 50 ducados por
orden de don Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares
(Le hizo muchos, el primero fechado 1624
#, pero por tamaño y fecha según lo que
sigue debería ser pequeño y de 1622/23) , y
Duque de san Lucar, gran Canciller, Camarero mayor, y
valido del Señor Felipe IV: se hospedó en su casa, donde fue bien
regalado, y servido; hizo su retrato, lo llevó a
palacio aquella noche un hijo del Conde de Peñaranda, Camarero del Serenísimo
Señor Cardenal, y en una hora lo vieron todos los Grandes, y los Señores
Infantes Don Carlos,
y Cardenal Don Fernando, y el Rey, que fue la mayor calificación que
tuvo.
Se ordenó que retratase al Señor Infante;
pero pareció mas conveniente hacer el de su majestad primero, aunque no pudo
ser tan presto, por grandes ocupaciones; en efecto se hizo en 30 de Agosto
de 1623 años a
gusto de su majestad, y de los Señores Infantes, y del Conde Duque, que
afirmó no haber retratado al Rey ninguno
hasta entonces, habiéndolo emprendido Vicencio Carduchi, y Bartolomé su
hermano, Ángelo Nardi, Eugenio Cajés, y José Leonardo, y lo mismo sintieron
todos los Señores que lo
vieron, como don Juan Hurtado de Mendoza
Duque del Infantado Mayordomo mayor, el Almirante de
Castilla, y el Duque de Uceda, el Conde de Saldaña, el
Marques de Castel-Rodrigo, el Marques del Carpió, y otros
Señores.
Estaba su majestad en el retrato armado, y sobre
un caballo hermoso (Perdido en el incendio del
Alcázar, no obstante del relato de F.Pacheco, que sigue y modifica, se
desprende que le hizo antes otro retrato que el ecuestre), todo hecho con el estudio y cuidado
que requería tan grande asunto, en cuadro grande, de la proporción
del natural, y por él imitado hasta el paisaje.
Hizo también de camino un
bosquejo del Serenísimo Señor Don Carlos, Príncipe de Gales, Jurado Rey de
Escocia, hijo único,
y heredero de los reinos, y dominios de Jacobo, Rey de la Gran
Bretaña, Escocia e Irlanda, que a la sazón estaba en
la Corte, y aposentado en palacio, le dio cien escudos a Diego
Velázquez, honrándole con singulares muestran de amor,
por ser este Príncipe aficionadísimo a la Pintura Escribió la
entrada de este Príncipe en Madrid Gil González Dávila, Cronista de
su majestad, que fue Viernes a 17 de Marzo del
año de 1623.(N.Ant.P.Teatro de las grandezas de Madrid,c.14.fol.195)
Le alentó desde luego el Señor Conde-Duque de Olivares a honra
de la patria, y le prometió que él solo había de
retratar a su majestad, y los demás retratos se mandarían recoger,
gozando la misma preeminencia que tuvo Apeles,
que solo él podía pintar la imagen de Alexandro; y Lisipo
esculpirla en bronce y en mármol Pirgoteles: edicto bien
observado de los Griegos, como lo refiere Mario Equicola
de Albeto en su Libro de Natura, & Amore, lib.2.fol. 96.
Le mandaron traer su casa a Madrid, y que se le despache
título de Pintor de Cámara último día de Octubre de 1623
con veinte ducados de salario al mes, y sus obras pagadas,
juntamente con médico, y botica, y casa de Aposento.
Después de esto, habiendo acabado Velázquez el retrato
de su majestad a caballo, con tan airosa postura, tan arrogante,
y brioso, que no cedía al de Apeles, que tanto celebraron las plumas
de los Griegos, y de los Romanos, con
su licencia, y gusto se puso en la calle mayor, enfrente del
convento de san Felipe, con admiración de toda la Corte,
envidia de los del Arte, y emulación de la naturaleza. A cuyo asunto
se hicieron grandes poemas, de los cuales pone
algunos Pacheco en su Tratado de la Pintura, lib.I.cap. 8.
habiendo estado por este tiempo en Madrid, año de 1625
(4 veces cita Pacheco su estancia en Madrid en 1625),
como lo dice en su libro, pag. 430.
Pero no es de omitir el
celebre Soneto del esclarecido ingenio don Juan Vélez de
Guevara.
SONETO.
Pincel, que a lo atrevido, y a lo fuerte
Les robas la verdad, tan bien fingida,
Que la ferocidad en ti es temida,
Y el agrado parece que divierte.
Di ¿Retratas, o animas?; pues de suerte
Esa copia Real está excedida,
Que juzgara que el lienzo tiene vida,
Como cupiera en lo insensible muerte.
Tanto el regio dominio, que ha heredado,
El retrato publica esclarecido,
Que aun el mandar la vista le ha escuchado.
Y ya que en el poder es parecido,
Lo mas dificultoso has imitado,
Que es mas fácil el ser obedecido.
Le mandó dar su majestad a don Diego Velázquez en esta
ocasión trecientos ducados de ayuda de costa, y una pensión
de otros trecientos, que, para obtenerla, dispensó la
Santidad del Papa Urbano Octavo, y el año de 1626, se siguió
la merced de casa de Aposento, que vale doscientos ducados cada año.
Últimamente hizo de orden de su majestad el lienzo de
la expulsión de los moriscos por el piadoso Rey Don
Felipe III (Perdido en el incendio del Alcázar), bien merecido castigo de tan infame, y
sediciosa gente; pues siendo infieles a Dios y al Rey, permanecían
obstinados en la secta Mahometana, y tenían inteligencia secreta con los
turcos, y moros de Berbería para rebelarse.
Pintó don Diego Velázquez esta Historia en oposición
de tres Pintores del Rey (N.Ant.P.Pacheco de la
Pint.cap. 8. fol. 117), Eugenio Cajés, Vicencio Carduchi,
y Angelo Nardi, y habiéndose aventajado a todos,
por parecer de las personas que para este efecto, nombró su
majestad que fueron el Reverendo Padre Fray Juan Bautista Maíno,
y don Juan Bautista Crescencio, Marques de
la Torre, fue elegido para colocarse en el Salón grande, donde hoy
permanece.
En el medio de este cuadro está el Señor Rey
Felipe III armado, y con el bastón en la mano, señalando a
una tropa de hombres, mujeres, y niños, que llorosos van
conducidos por algunos soldados, y a lo lejos unos carros, y
un pedazo de marina, con algunas embarcaciones para transportarlos.
Hay diversos autores que de esto tratan (N.Ant.P. El P.Ordoño y el Mercurio Francés, y otros.),
y algunos
aseguran que pasaban de ochocientos mil, y otros de novecientos mil.
A la mano derecha del Rey está España, representada
en una majestuosa matrona, sentada al pie de un edificio, en
la diestra mano tiene un escudo, y unos dardos, y en la siniestra unas
espigas, armada a lo romano, y a sus pies esta
inscripción en el zócalo.
Philippo III. Hispan. Regi Cathol. Regtim pientissimo, Bélgico, Germ. Afric.
Pacis, & Justitiae cultori; publicae quietis assertori; ob
eliminatos faeliciter Mauros, Philipus IV. robore ac virttute magnus,
in magnuis maximus ad maiora natus, propter antiq. tanti parentis, &
pietatis, observantiaeque ergo trophaeum hoc erigit anno 1627.
Lo acabó Velázquez en el dicho año, como se califica de
la firma que puso en una vitela, que fingió en la grada inferior, que dice así: Didacus Velazquez Hispalensis. Philip. IV. Regis Hispan. Pictor, ipsiusque jussn fecitxnno 1629
En este año le hizo merced su majestad a Velázquez de
la Plaza de ujier de Cámara, con sus gajes oficio muy
honroso, como consta en los libros de los asientos de la Real
Junta del Bureo. Y el año de 1628, hallándose su majestad
bien servido, y agradado de las buenas partes de Velázquez,
le hizo merced de la ración de Cámara de doce reales cada día; y
de un vestuario de noventa ducados cada año.
En este mismo año vino a España Pedro Pablo Rubens,
monstruo de ingenio, de habilidad, y de fortuna
(N.Ant.P.Juan Fabrus historia de plantis, fol.831, Pietro Bellori nelle vitte
de Pitori), como lo
dicen diferentes autores, y lo publican sus, obras, por
Embajador Extraordinario del Rey de Inglaterra a tratar de las
paces con España, por disposición del Señor Archiduque
Alberto, y la Serenísima Señora Doña Isabel Clara Eugenia
su esposa, por lo mucho que estimaban a Rubens, y por la
gran fama de su erudición, y talento, de que hicimos mención en su vida.
Con pintores, como dice Pacheco, comunicó poco: solo con don Diego Velázquez,
con quien antes por cartas se había comunicado, trabo muy estrecha amistad, y favoreció
sus obras, por su gran virtud, y modestia; y fueron juntos
al Escorial a ver el célebre Monasterio de san Lorenzo el Real:
tuvieron los dos especial deleite en ver, y admirar
tantos, y tan admirables prodigios en aquella excelsa máquina, y especialmente
en las pinturas originales de los mayores
artífices que han florecido en Europa, cuyo ejemplo servía a
Velázquez de nuevo estímulo para excitar los deseos qué
siempre había tenido de pasar a Italia a ver, especular y
estudiar en aquellas eminentes obras, y estatuas, que son antorcha resplandeciente
del Arte y digno asunto de la admiración.
III
DEL PRIMER VIAJE QUE DON DIEGO VELÁZQUEZ
hizo a Italia con licencia de su Majestad.
En cumplimiento del gran deseo que don Diego Velázquez tenia de ver Italia,
y las grandes cosas que en ella
hay, habiéndoselo prometido varias veces su majestad, cumpliendo su Real palabra,
y animándole mucho, le dio licencia,
y para su viaje cuatrocientos ducados de plata, haciéndole pagar
dos años de su salario; y despidiéndose del Conde Duque, le dio otros
doscientos ducados en oro, y una medalla con el
retrato del Rey, y muchas cartas de favor.
Partió de Madrid con don Alonso Espínola, Marqués de los Balbases, Capitán
General de las armas católicas en los países de
Flandes: Se embarcó en el puerto de Barcelona por el mes de
Agosto, tiempo el más acomodado para la navegación, día
de san Lorenzo del año de 1629.
Fue a parar a Venecia (Entendemos que entraría
por Génova), ciudad famosa,
fundada en el mar Adriático, donde tuvo que
ver, y admirar la grandeza, y singularidad del sitio, y las
varias naciones que allí comercian; y fue a posar en casa del
embajador de España, que lo honró mucho, y le sentaba a
su mesa; y por las guerras que había, cuando salía a ver la
ciudad, enviaba sus criados con él que guardasen su persona.
Lo llevaron a palacio, y al templo de san Marcos, estupendo
en grandeza, traza, y majestad, adornadas todas las salas de
pinturas de Jacobo Tintoreto, de Pablo Veronés, y de otros
grandes artífices: más la que le causó gran admiración, fue
la sala del Gran Consejo, en que dicen caben doce mil personas,
(Carduchi Díalog.I.de la Pintura)
que el verla causa respeto y admiración, en que está
aquella célebre pintura de
la Gloria, que Jacobo Tintoreto,
excelentísimo, y doctísimo pintor, como otro Zeuxís en la
antigüedad, superior a todos los de su tiempo, pintó, con
tanta armonía de coros de ángeles, tanta diversidad de figuras, con tan
varios movimientos, Apóstoles, Evangelistas,
Patriarcas, y Profetas, que parece igualó la mano a la idea.
Está el techo pintado, y las paredes de historias, y retratos
de los Duques de aquella República; y para ello tuvieron
con salario de seiscientos ducados a Tintoreto.
Vio de mano de Tiziano en una gran sala pintadas las guerras de Geradada,
provincia, que confina con el Imperio (El palacio
Ducal ardió en 1577, Velázquez no pudo ver esas pinturas).
Asimismo vio la escuela de san Lucas, o Academia,
donde se juntan a estudiar los pintores, y de donde han salido tantos
famosos, acreditando a su patria por escuela del
colorido: como el Gran Tiziano, Veronés, Tintoreto, Antonio Licinio
de Pordonon, Jacobo Basan, y su hijo el Basanno,
Fray Sebastián del Piombo, Juan Bellino maestro
de Tiziano, Gentil Bellino, su hermano, Juan Bautista Timoteo,
Jacobo Palma, Jacobo Palmeta su nieto, Zorzon,
Andrés Eschiabon, Jacobo San Sobino, escultor, Simón
Petencano, discípulo de Tiziano, y otros muchos de quien
hay famosas obras, cuyos retratos ilustran, y adornan la Academia.
En los días que estuvo, dibujo mucho, y particularmente del cuadro
de Tintoreto, de
la crucifixión de Cristo nuestro Señor, copioso de
figuras, con invención admirable que anda en estampa.
Hizo una copia de un cuadro del mismo Tintoreto, donde está pintado Cristo,
comulgando a los discípulos
#, el cual trajo a España, y sirvió con el a su
majestad.
Quedó muy aficionado a Venecia: mas por la gran inquietud a causa de
las guerras que había entonces, trató de
dejarla, y pasar a Roma.
Fue a Ferrara, donde a la sazón
estaba por orden del Papa gobernando el Cardenal Julio Sacheti florentino,
Obispo de Frascati, que había sido Nuncio en España, a quien fue a dar unas
cartas, y besar la mano.
Le recibió muy bien, e hizo gran instancia en que los
días que allí estuviese había de ser en su palacio, y comer
con él: se excusó modestamente Velázquez, con que no comía a las horas
ordinarias; mas con todo eso, si su Eminencia era
servido, obedecería, y mudaría de costumbre.
Visto esto, mandó a un gentilhombre español de los que le servían,
que tuviese mucho cuidado de asistirle, y le hiciese
aderezar aposento para él y su criado, y le regalasen con los
mismos platos que se hacían para su mesa; y que le enseñasen las cosas más
particulares de la ciudad.
Estuvo allí dos
días, y aunque de paso, vio con atención las obras del Garofoli; y
la noche última que se fue a despedir de su Eminencia, le tuvo más de tres
horas sentado tratando de diferentes cosas:
mandó al que le cuidaba que previniese caballos
para el siguiente día, y le acompañase diez y seis millas, hasta un lugar
llamado Cento, donde estuvo poco, pero muy
regalado; y despidiendo la guía, siguió el camino de Roma
por nuestra Señora de Loreto, y Bolonia, donde no paró ni
a dar cartas al Cardenal Nicolás Ludovisío de Bolonia, gran
Penitendario, y Obispo de Policastre, ni al Cardenal Baltasar Espada, Patriarca
de Constantinopla, Obispo de Sabina
que estaban allí, por no mortificar sus impacientes deseos.
Llegó en fin a la ciudad de Roma, donde estuvo un año
muy favorecido del Cardenal don Francisco Barberino, sobrino del
Pontífice Urbano
VIII, por cuya orden le hospedaron en el
Palacio Vaticano.
Le dieron las llaves de algunas piezas; la principal de ellas estaba pintada al
fresco, todo
lo alto desde las colgaduras arriba, de historias de la Sagrada
Escritura de mano de Federico Zúcaro.
Dejó aquella estancia por muy retirada y por no estar tan solo, contentándose
con que le diesen lugar las guardas para entrar cuando quisiese a dibujar
de las cosas de Rafael, y del Juicio Universal,
que por mandado del Papa Julio II pinto al fresco Miguel
Ángel Bonarrota en la capilla pontifical, en que gastó
ocho años, y la descubrió el de 1.541.
Asistió aquí muchos días Velázquez, con gran aprovechamiento del Arte,
haciendo varios dibujos, unos con
colores, otros con lápiz, del Juicio, de los Profetas, y Sibilas, del martirio
de san Pedro, y de la Conversión de san
Pablo, obras todas maravillosas, ejecutadas con profunda
ciencia.
Dibujó también de las excelentes pinturas de Rafael
Sanzio de Urbino en las salas del Papa, de un gran cuadro
donde se acomoda la Teología con la Filosofía, y en medio
la Hostia Sacra sobre el Altar, con los Doctores alrededor,
y detrás de ellos otros Santos, que sobre este misterio disputan
#, todo con
singular decoro, y admirable disposición.
También Dibujó de otra historia, donde se finge san Pablo en
Atenas, el cual predica a los Filósofos
#; y más acá otra famosa pintura del
celebrado monte Parnaso, con las Musas,
y los Poetas, y Apolo en medio tocando una lira
#.
Después viendo el palacio, o Viña de los Médicis, que
está en la Trinidad de Monte Monasterio, y es de la Orden
de los Mínimos, y pareciéndole el sitio a propósito, y acomodado para estudiar,
y pasar allí el verano, por ser la parte
más alta y mas airosa de Roma, y haber allí excelentísimas
estatuas antiguas de que contrahacer, pidió a don Manuel de
Zúñiga y Fonseca, Conde de Monte-Rey, que en aquel
tiempo estaba en Roma por embajador de la majestad Católica, negociase con el
de Florencia le diesen allí lugar; y
aunque fue menester escribir al Gran Duque, se facilito esto
con la protección del Conde, que estimaba mucho a Velázquez, así por sus
prendas, como por lo que su majestad le
honraba.
Estuvo allí más de dos meses, hasta que unas tercianas le forzaron a
bajarse cerca de la casa del Conde; el
cual en los días que estuvo indispuesto, le hizo grandes favores, enviando su
médico, y medicinas por su cuenta, y
mandando se le aderezase todo lo que quisiese en su casa,
fuera de muchos regalos de dulces, y frecuentes recados de
su parte, hasta que sanó de su enfermedad, y continuó sus
estudios en las eminentes pinturas, y estatuas, que se admiran en aquella Gran
Metrópoli del mundo.
Pinto don Diego Velázquez en este tiempo aquel celebre
cuadro de
los hermanos de José, cuando envidiosos de su
prevista fortuna, después de otros ultrajes, le vendieron a
aquellos mercaderes ismaelitas, y trajeron la túnica manchada
con sangre de un cordero a su Padre Jacob, que lleno de amargura, se
persuadió a que alguna fiera lo había despedazado
(N.Ant.P. Genes.cap.37).
está con superiores expresiones demostrado, que parece compite con la verdad
misma del suceso.
No lo está menos otro
cuadro que pintó en este mismo tiempo de aquella
fábula de
Vulcano, cuando Apolo le notició su desgracia en el adulterio de Venus con
Marte, donde está Vulcano, asistido de
aquellos jayanes Ciclopes en su fragua, tan descolorido, y turbado, que
parece que no respira.
Estas dos pinturas las trajo
Velázquez a España, y las ofreció a su majestad, que haciendo de ellas la
debida estimación, las mandó colocar en el
Buen-Retiro, aunque la de José fue después trasladada al
Escorial, y está en la Sala de Capítulo.
Determinó Velázquez volver a España, por la mucha
falta que hacia al servicio del Rey; y a la vuelta de Roma
paró en Nápoles, donde pintó un bello retrato para traerlo a
su majestad, de la Serenísima Infanta Doña
Mariana de Austria, reina de
Hungría,
que nació en Valladolid a 18 de
Agosto, año de 1606, y casó el de 1631 con el Serenísimo
Señor Ferdinando III, Rey de Bohemia, y Hungría, su
primo, hijo del Emperador Ferdinando II, que con
felicísimo acierto fue electo Rey de Romanos en 22 de Diciembre, año de 1636.
Volvió Velázquez a Madrid, después
de año y medio de ausencia, y llegó al principio del de 1.631.
Fue muy bien recibido del Conde-Duque: le mandó fuese
luego a besar la mano a su majestad, y le diese las gracias,
de no haberse dejado retratar de otro pintor, le aguardó
para retratar al Serenísimo Príncipe Don Baltasar Carlos
(Los 2 primeros que se conservan
#,#), lo
cual hizo puntualmente, y su majestad mostró mucho gusto con su venida.
No es creíble la liberalidad, y agrado con que fue recibido nuestro Velázquez
de un tan gran Monarca, mandándole tuviese obrador dentro de su Real Palacio,
en la galería
que llaman del cierzo, de la cual tenia su majestad llave, y
silla, para verle pintar despacio: así como lo hizo el Magno Alexandro con
Apeles, a quien muy de ordinario iba a
ver pintar a su oficina, honrándole con tan singulares favores,
como los que refiere Plinio en su Historia Natural
(N.Ant.P. Fuitenim & comitasilli, propterquam gratior Alexandro Magno
etat, frequenter in officinam ventitanti.
Plinio natura hist.lib.35.
cap.10.). Y como la majestad Cesárea del Señor Emperador Carlos V, aunque
ocupado en tantas guerras, gustaba de ver pintar
al gran Ticiano. Y el Católico Rey Felipe II iba muy
frecuentemente a ver pintar a Alonso Sánchez Coello, favoreciéndole con
singulares muestras de amor (Pachec. lib.I. cap. 6.).
Así honró su
majestad a Velázquez, imitando, y aun excediendo a sus heroicos predecesores,
con la Plaza de Ayuda de la guardarropa, uno de los oficios, o empleos que
en la Casa Real son de grande estimación: honrándole asimismo con la llave de
su Cámara, cosa que desean muchos caballeros de Hábito.
Y continuando Velázquez su ascenso, vino a obtener la Plaza de Ayuda de
Cámara, aunque no tuvo el ejercicio hasta el año de 1643.
De los retratos mas señalados que hizo don Diego Velázquez en este tiempo,
sea el primero el de don Francisco III de este nombre, Duque de Módena y
Regio
#, estando en esta Corte de Madrid, año de 1638, donde fue padrino
de la Serenísima Infanta Doña María Teresa, con Madama
María de Borbón, Princesa de Cariñan, a quien la Majestad
del Señor Don Felipe IV, su Tío, estimó con singulares demostraciones, honró
mucho el Duque a Diego Velázquez, celebrando su raro ingenio, y habiéndole
retratado muy a su voluntad, le premió liberalísimamente, en especial con
una cadena de oro riquísima, que solía ponerse Velázquez
algunas veces al cuello, como era costumbre en los días festivos de Palacio.
Hizo también Velázquez por este tiempo un célebre cuadro de
Cristo
crucificado difunto, del tamaño natural,
que está en la clausura del convento de san Plácido de esta
Corte; aunque otro hay en la Bueña-Dicha, que es copia
muy puntual (Hay una copia en el Prado, que en
general no se cree de su mano, a lo sumo del taller. Aunque procede del
convento de las Bernardas, el hospital de Buena-Dicha a principios del XIX se
perdió, pudo ser trasladado entonces allí, ¿#?), en el Altar primero de mano derecha, como
se entra a la iglesia; y uno, y otro están con dos clavos en
los pies sobre el supedáneo, siguiendo la opinión de su suegro acerca de los cuatro clavos.
El año de 1539, hizo el retrato de don Adrián Pulido
Pareja (Desaparecido queda una fotografía
#), natural de Madrid, Caballero de la Orden de Santiago, Capitán General
de la armada, y Flota de Nueva España, que estuvo aquí en aquella sazón a
diferentes pretensiones de su empleo con su majestad. Es del natural este retrato, y de los muy celebrados que pintó Velázquez,
y por tal puso su nombre, cosa que usó rara vez: lo hizo con pinceles y
brochas que tenia de astas largas, que usaba algunas veces para pintar con
mayor distancia y valentía, de suerte que de cerca no se comprehendía, y de
lejos es un milagro; la firma es en esta forma.
Didacus Velázquez fecit. Plilip. IV a cubiculo, eiusque Píctor, anno 1639.
Aseguran que estando acabado este retrato, pintando Velázquez en palacio, y
teniéndole puesto hacia donde había poca luz, bajó el Rey, como solía, a ver
pintar a Velázquez,
y reparando en el retrato, juzgando ser el mismo natural, le
dijo con extrañeza: ¿Qué todavía estás aquí,? ¿No te he despachado ya, como
no
te vas?
Hasta que extrañando que no
hacia la justa reverencia, ni respondía, conociendo ser el retrato, volvió su
Majestad a Velázquez, que modestamente
disimulaba, diciendo: Os aseguro que me engañé.
Está hoy este peregrino retrato en poder del Excelentísimo Señor Duque de
Arcos.
IV.
COMO VELÁZQUEZ FUE SIRVIENDO a su majestad en la jornada que hizo al reino de Aragón.
En el año de 1642, fue sirviendo a su majestad en la jornada que hizo al
reino de Aragón, para pacificar el Principado
de Cataluña, y volvió a su Corte el sábado seis de Diciembre.
El año de 1643. mandó su majestad a don Gaspar de
Guzmán, Conde-Duque de Olivares, se retirase a vivir a la
ciudad de Toro, de donde no saliese sin expresa licencia suya, y donde murió
el 22 de Julio del año de 1645, de
donde fue transferido por esta Corte al sepulcro del convento de Carmelitas
Descalzas de la Villa de Loeches.
No dejó
Diego Velázquez de sentirlo, por ser hechura suya, y a quien
debía especiales honras; pero su majestad continuó en honrarle como hasta allí.
Y así el año de 1644, mandó fuese
sirviendo en la jornada que su majestad repitió a Aragón,
para dar fuerza y valor a sus soldados con la cercanía de su
persona en la guerra de Cataluña.
Estuvo Velázquez en Zaragoza, donde su majestad asistió, y en Fraga.
Y estando la ciudad de Lérida oprimida de las armas francesas, habiéndose
rendido a la presencia de su Rey, y Señor natural,
Domingo 31 de Julio de dicho año, donde entró su Majestad con soberano aplauso
el Domingo 7 de Agosto: Diego
Velázquez pintó un gallardo retrato de su majestad
#, de
proporción del natural, para enviarlo a Madrid, de la forma que entró en:
Lérida, empuñado el militar bastón, y
vestido de felpa carmesí, con tan lindo aire, tanta gracia,
y majestad, que parecía otro vivo Filipo; y se pudiera decir con razón lo que
del retrato de Alejandro, que, por ser
tanta su presteza para acometer a los enemigos, y para poner
en buena orden sus soldados, lo pintó Apeles con un rayo
en la mano (N.Ant.P.
Plin.lib.35cap.-10), representando esta figura tan al
vivo a su original, que decían los Macedonios, que de los dos Alejandros,
el que había engendrado Filipo, no se podía vencer y el
que había pintado Apeles, no se podía imitar.
Pintó también Diego Velázquez dos retratos, uno de la
majestad Católica del Rey nuestro Señor Don Felipe IV;
y otro de su hermano el Serenísimo Señor Cardenal Infante
Don Fernando de Austria, del natural, en pie, vestidos de
cazadores
#,#, con las escopetas en las manos, y los perros asidos de la
traílla,
descansando: parece los vio en lo mas ardiente del día llegar fatigados del
ejercicio penoso, cuanto
deleitable de la caza, con airoso desaliño, polvoroso el cabello, no como usan
hoy los cortesanos, bañado en sudor el
rostro, como pinta Marcial en semejante caso, hermoso con
el sudor y el polvo a Domiciano (Epigramas
8-65):
Hic stetit Arctoi formosus pulvere belli, y
Purpureun fundens Caesar ab ore iubar.
Y otros muchos poetas pudo imitar Diego Velázquez,
que explican cuanto donaire añade a la belleza el cansancio,
el descuido, y el desaliño. Estas dos pinturas están en la Torre de la Parada,
Sitio de recreación de sus majestades.
Retrató también admirablemente Velázquez a la muy alta, y católica Señora Doña
Isabel de Borbón, reina de España, ricamente vestida, sobre un hermoso caballo
blanco, a quien el color pudo dar nombre de cisne: tiene grandeza real,
y muestra ser ligero, y grave; y aunque se conoce ser elegido entre muchos
por el más galán, más airoso, más dócil, y seguro, está tan ufano, no tanto
por eso, como porque
parece tasca reverente el oro que le enfrena suave, por venerar el celestial
contacto en las riendas que toca la mano, digna de empuñar el cetro de Imperio
tan grande: es de la proporción del natural, y con el del Rey nuestro Señor a
caballo, de quien hemos hecho mención, está en el salón dorado
del Buen-Retiro, a los lados de la puerta principal; y encima de esta pintura
está otro cuadro con el retrato del Serenísimo
Príncipe Don Baltasar Carlos; y
aunque de pocos años,
armado, y a caballo, con el bastón de Generalísimo en la
mano, en una acá, la cual corriendo con gran ímpetu, y
veloz movimiento, parece que con impaciente orgullo, respirando fuego, solicita
ansiosa la batalla, prevista ya en su
dueño la victoria.
Otro cuadro pintó, muy historiado, con el retrato de este príncipe, a quien
enseñaba a andar a caballo don
Gaspar de Guzmán, su Caballerizo mayor, Conde-Duque
de Sanlucar
#. Esta pintura tiene hoy la Casa del Señor Marques de Liche, su
sobrino, con singular aprecio, y estimación.
Otro retrato pintó don Diego Velázquez de su gran protector y Mecenas don
Gaspar de Guzmán, tercer
Conde de
Olivares, que está sobre un brioso caballo andaluz, que bebió
del Betis, no solo la ligereza con que corren, sus aguas
sino la majestad con que carninan, argentando el oro del freno
con sus espumas; tan dificultosas de imitar al antiguo,
cuan eminente Protógenes. (N.Ant.P.Plin.lib.35.cap.10) Está el Conde armado, grabadas
de oro las Armas, puesto el sombrero con Vistosas plumas, y en la mano el
bastón de General; parece que corriendo en la batalla, suda con el peso de
las armas, y el afán de la pelea. En término mas distante se divisaban, las
tropas de
los dos ejércitos, donde se admira el furor de los caballos, la
intrepidez de los combatientes, y parece que se ve el polvo
se mira el humo, se oye el estruendo, y se teme el estrago.
Es este retrato de proporción del natural, y de las mayores
pinturas que hizo Velázquez, en su alabanza escribió un
panegírico don García de Salcedo Coronel, Caballerizo del
Serenísimo Señor Infante Cardenal, ingenio tan relevante, y
de tan superior espíritu, que puede decir con muy justa razón con Ovidio
(N.Ant.P.
Ovid. lib. I. amor. Ele. 15.)
Mortale est quod quaris opus: mihi fama perennís
Quaritur, ut toto semper in orbe canar.
Otro retrato hizo Velázquez de don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero de la
Orden de Santiago, y Señor de la villa de la Torre de Juan Abad, de cuyo
raro ingenio dan testimonio sus obras impresas, siendo en la poesía española
divino Marcial, y en la prosa segundo Luciano: para cuya
alabanza solo Lucrecio puede decir lo que canta de Enio
(N.Ant.P.Lucrecius lib.3. de naturarerum):
Ennius, ut noster cecinit, qui primus amaena.
Detulit ex Helicone perenni fronde coronam.
Lo pintó con los anteojos puestos (Perdido,
quedan copias
#), como acostumbraba de
ordinario traer; y así el Duque de Lerma en el romance que
escribió en respuesta de un Soneto que le envió don Francisco de Quevedo, en
que le pedía las ferias de una esfera y de
un estuche de instrumentos matemáticos, dijo: .
Lisura en verso y en prosa.
Don Francisco conservad:
Ya que vuestros ojos son
Tan claros como un cristal.
Retrató también Velázquez al Excelentísimo Señor don
Gaspar de Borja y Velasco, Cardenal de la Santa Iglesia, del título de Santa Cruz
en Jerusalén, Arzobispo de Sevilla y
de Toledo, Presidente del Consejo Real, y Supremo de
Aragón, que está hoy en el palacio de los Señores Duques
de Gandía (Perdido, queda
un dibujo preparatorio
#, hay múltiples copias).
También retrató a don Nicolás de Cardona Lusigniano, Maestro de Cámara del
Rey nuestro Señor Don Felipe IV.
Es también muy celebrado el retrato de Pereyra, del Hábito de Cristo,
también Maestro de la Cámara, pintado con singular magisterio, y destreza
.
También retrató a don Fernando de Fonseca Ruiz de Contreras, Marques de la
Lapilla, Caballero de la Orden de Santiago, de
los Consejos de Guerra, y Cámara de Indias ¿#?.
Otro retrato pintó de su majestad, armado, y sobre un hermoso caballo
#;
y después de concluido con el estudio que acostumbraba, escribió en un peñasco.
PHILIPPUS MAGN. HVIVS, NOM. IV.
POTENTISSIMVS HISPANIARUM REX,
INDIAR. MAXIM. IMP.
ANNO CHRIST. XXV. SAECULI XVII.
ERA XX. A.
Y en una piedrezuela fingió estar pegado con unas obleas
un papel algo arrugado, pintado por el natural, con alguna
diligencia, como lo muestra él mismo, para habiendo el
cuadro salido a la censura y parecer de todos, poner su nombre, y considerar
las faltas que le ponían, prefiriendo por más
diligente juez al vulgo, que a sí mismo. Propuso su obra Velázquez a la
censura pública, y fue vituperado el caballo, diciendo estaba contra las reglas
del arte, con dictámenes tan
opuestos, que era imposible convenirlos; con que enfadado,
borró la mayor parte de su pintura, y puso en vez de la firma como él lo
había borrado: Didacus Velazquius, Pictor
Regís, expinxit: no sé si fue con fundamento profundo del
arte este juicio, porque no todo lo que parece defectuoso a los
ojos del vulgo, lo es: ni tampoco lo que celebran por bueno,
que en esta parte vemos cada día engañarse, no solo el vulgo
ignorante, sino personas de mucha erudición, calidad, y alto juicio; por lo
cual siempre es peligroso meter la hoz en la
mies ajena, pues muchas veces los que al vulgo parecen borrones, para el
Arte son milagros: lo que admiro es el ejemplo que nos dio Velázquez en esta
acción; lo uno en la modestia de borrar; y lo otro en la desconfianza de
complacer:
pues dejando borrado lo que notaron, se contentó con que
supiesen que él mismo lo borró, excusando repetir el trabajo
de ejecutar lo propio que ya tenia hecho; pues para quedar
con acierto había de estar como antes; y para quedar según
la indiscreta corrección mejor quedaba borrado, pues la variedad de juicios
hacia imposible la empresa. Bien semejante a
lo que sucedió a Lucas Jordán en la expresión del caballo que
ejecutó en el cuadro de las Señoras Comendadoras de Santiago en esta Corte
#,
que pintándole en el salón de las comedias de palacio, llegó a ser tanta la
variedad de encontrados
pareceres en la simetría, y disposición del caballo, que no
hallando forma de ajustarlo al dictamen de tantos como se
juzgaban prácticos en esta pericia, hubo de mandar el Señor
Carlos II, por dictamen de sujeto de la profesión,
que lo dejase como estaba, porque de otro modo nunca se
acabaría. ¡Bien acertada resolución!, Pues no es lo mismo tener inteligencia en
el manejo de los caballos, y en la simetría
y disposición de su talle si esto se puede conceder a todos los
que lo presumen, que tener comprensión de los contornos
que ofrecen a la vista los varios accidentes de su movimiento,
y la degradación de sus escorzos, junto con los efectos de la
distancia y ambiente que le circunda. Plinio en su Historia
Natural, lib. 35. dice, que Alejandro Macedonio solía venirse muchas veces a la
oficina de Apeles, como ya dijimos,
gustando, no solo de su artificio, sino también de su urbanidad: el cual le
dijo estando en su obrador tratando imperitamente muchas cosas del Arte, que se
persuadiese en amistad a guardar silencio sobre aquella materia, porque los
muchachos que molían los colores no se riesen (N.Ant.P.:Plin. natur. histor. lib. 35. cap.10). Esto que de
Alejandro escribe Plinio, Plutarco lo refiere a Megabiso en
aquel tratado, en que disputa, que diferencia hay entre el
adulador, y el amigo; donde dice, que estando Megabiso, noble de Persia,
sentado junto a Apeles, pretendiendo decir algo acerca de las líneas y las
sombras, le dijo Apeles: No ves que los muchachos que están moliendo
la tierra melina, ponían la atención en ti, que poco ha
estabas callando, y se admiraban de la púrpura y el
oro que te ilustra? Pues estos mismos ahora se ríen de
ti que empiezas a hablar sobre aquellas cosas que no has
aprendido.
Escribe Eliano (N.Ant.P.
Helianus lib. 5. varias hist. cap.2.) la misma
historia, solo difiere en decir
fue el Pintor Ceuxís; bien pudo ser también: que un Megabiso basta para
enfadar muchos Ceuxís, y Apeles. Este retrato pues en la forma referida estaba
en el pasadizo de palacio a la Encarnación.
Retrató también en este tiempo Velázquez con superior
acierto una dama de singular perfección, a cuyo asunto escribió don Gabriel
Bocangel este epigrama, que no me ha parecido omitir, por su mucha agudeza en
tan pocos números, para lisonjear con ellos el gusto de los lectores.
Llegaste los soberanos
Ojos de Lisi a imitar,
Tal, que pudiste engañar
Nuestros ojos, nuestras manos.
Ofendiste su belleza,
Silvio, a todas desigual.
Porque tu la diste igual,
Y no la naturaleza.
También pintó el retrato del V. P. M. Fr.
Simón de
Rojas, (Actualmente se da a Carducho) estando difunto, varón eximio en letras y virtud,
Se retrató también a sí mismo en diferentes ocasiones, y especialmente en el
cuadro de la Señora Emperatriz, de que se
hará especial mención.
En este tiempo pintó también un cuadro grande historiado, de la toma de
una plaza por el Señor don Ambrosio Espínola
# para el salón de las comedias en
Buen-Retiro, con singular eminencia; como también otro
de
la Coronación de nuestra Señora, que estaba en el oratorio del cuarto de la
reina en palacio, sin otros muchos retratos de sujetos célebres, y de placer,
que están en la escalera que sale a
el jardín de los Reinos en el Retiro, por donde sus majestades bajan a tomar
los coches.
V.
SE DA NOTICIA DEL SEGUNDO VIAJE que hizo a Italia don Diego Velázquez de orden
de Su majestad.
En el año de 1648, fue don Diego Velázquez enviado por
su majestad a Italia con embajada extraordinaria a el Pontífice Inocencio
X, para comprar pinturas originales,
y estatuas antiguas, y vaciar algunas de las mas celebradas,
que en diversos lugares de Roma se hallan, así de artífices romanos, como
de griegos; distinguiéndolos en el modo de
obrar, y de vestir, porque los romanos usaban esculpir los
simulacros vestidos; y los griegos desnudos, por descubrir el
primor del Arte, como lo muestran las obras de Glicon Ateniense en la estatua
de Hércules (Dice seguramente desde grabados, para el
hércules de Jacob Bos u otro,
#), Praxiteles, y Fidias en el
Bucéfalo de Alejandro Magno; Apolonio Néstor en el Torso de Hércules, tan
celebrado de Miguel Ángel, y otras muchas estatuas griegas.
Partió pues de Madrid don Diego Velázquez por el mes
de Noviembre del dicho año de 1.648, se embarcó en Málaga con don Jaime Manuel
de Cárdenas, Duque de Nájera,
que iba a Trento a esperar a la reina nuestra Señora Doña
María-Ana de Austria, hija del señor Emperador Ferdinando III, y de la Señora
Emperatriz Doña María, Infanta de España.
Fueron a parar a Génova, donde vio de paso algunas
obras de Lázaro Calvo, y en la plaza mayor del Consejo el
retrato de Andrea Doria, Capitán de Mar famosísimo, esculpido en mármol de mano
de Fray Angelo de Montersoli,
de alto de seis brazas, armado a lo antiguo, con un bastón
en la mano, y con algunos turcos a los pies, sobre un gran
pedestal, que todo junto hace un espectáculo formidable en
magnitud (Destruida en 1797).
Paso a Milán, y aunque no se detuvo a ver la entrada
de la reina, que se prevenía con gran ostentación, no
dejó de ver algunas de las excelentes obras de Escultura y
Pintura que hay en esta ciudad como la maravillosa
Cena de
Cristo, y de sus Apóstoles, obra de la feliz mano de Leonardo de Vinci;
y últimamente vio todas las pinturas y templos que hay en aquella ilustre ciudad.
Pasó a Padua, y de allí a Venecia, a cuya República era
muy aficionado, por ser la oficina donde se han labrado tan
excelentes artífices. Vio muchas obras de Tiziano, de Tintoreto, de Paulo Veronés,
que son los autores a quien procuró
seguir, e imitar desde el año de 1629, que estuvo en Venecia la primera vez.
Aquí halló ocasión de comprar las pinturas de un techo
de historias del antiguo Testamento, de mano de Jacobo Tintoreto; la principal
de ellas tiene su forma aovada, y en ella
están pintados los hijos de Israel cogiendo el Maná, como lo
escribe el Éxodo, todo maravillosamente conducido: otro
cuadro de la Conversión de san Pablo; y otro de la Gloria
que llaman de Tintoreto, copiosísimo de figuras, con gran armonía y disposición,
y obrado con suma facilidad y soltura; por lo cual se juzga ser de mano de
Tintoreto, como
lo es el grande que pinto en Venecia, para el cual debió de
hacer este diseño, obra de las suyas, la mas digna de celebrarse por su
perfección y grandeza estupenda (las tres de
Tintoretto posiblemente para adorno del Alcázar perecieron en 1734).
Compró también un
Adonis y Venus abrazados, con
un Cupidillo a los pies, de mano de Pablo Veronés, y algunos retratos.
Del mismo Veronés halló dos cuadros grandes de historias de la ida de Cristo;
el uno era el milagro de aquel
ciego, a quien dio vista su majestad, y ambos milagros del
Arte; mas por estar pintados al temple, no se atrevió a traerlos, teniendo
por más acertado carecer de ellos, que ponerlos al riesgo de su deslustre en
la embarcación.
Tomo el camino de Bolonia, para ver en san Juan del Monte la singular
tabla de
santa Cecilia, que con otros cuatro santos fue pintada de Rafael de
Urbino; y el
san Petronio de mármol de mano de Miguel Ángel
(Hay discrepancias en la atribución a Miguel ángel): y sobre la puerta
de san Petronio el retablo del Papa Julio II de bronce
(La escultura estaba enfrente, de San Petronio y fue
destruida en 1511, El mismo Vasari que nos informó de la pieza, dice que la
usaron para balas de artillería, luego Velázquez no pudo verla).
Se vio con Miguel Colona, y Agustin Miteli, bolonienses, insignes pintores
al fresco, de quien hay muchas
obras en Italia, que dan testimonio de su excelencia, para
tratar con ellos de traerlos a España.
Estuvo aposentado en casa del Conde de Sena, de quien
fue muy agasajado el tiempo que se detuvo en Bolonia, y
cuando entró en ella le salió a recibir con otros caballeros
en coches más de una milla de la ciudad.
Fue a Florencia, donde halló mucho que admirar, por
haber favorecido tanto los Duques siempre las Artes del dibujo, que de
su ilustre academia han salido tan excelentes
ingenios, como lo fue el Dante Aligero, no menos pintor
(Quiero entender, alegóricamente. No hallo ningún
escrito que lo de como pintor de algo a Dante, y no se desprende tal cosa de lo
escrito en la Divina Comedia, quizás lo escrito en otra obra lo hace escribir
esto)
que poeta y el divino Miguel Ángel Bonarrota, el cual solo es bastante a
hacerla famosa en el mundo. Y habiendo visto lo mas célebre de aquella excelsa
oficina de las Artes, y
de ingenios, pasó a Módena, donde estuvo muy favorecido
del Duque: le mostró su palacio, y las cosas curiosas, y de
estimación que tenia; y entre ellas el retrato que Diego Velázquez pintó
del Duque cuando estuvo en Madrid.
Le Envió a que viese el palacio, y casa de recreación, que
tiene siete leguas de Módena, pintada al fresco por Colona,
y Miteli #; todas las paredes de figuras, compartimientos, cartelas, y
adornos con artificio tanto, que se persuade dificultosamente el
que lo mira a que es pintura.
Pasó a Parma a ver la
cúpula de Antonio Correggio, tan
celebrada en el mundo, y las pinturas que hizo Mazzolino
el Parmesano, que aunque dijimos en el tomo primero se
llama Lactancio Cambera, fue siniestro informe, siendo cada uno nuevo
lustre de su patria.
De aquí partió a Roma, y llegando, fue preciso el ir
á Nápoles a verse con el Conde de Oñate, Virrey de aquel reino en aquella
sazón, el cual tenia orden de su majestad para asistirle
larga y profusamente de todo lo necesario para su
intento.
Visitó a José de Ribera, del hábito de Cristo,
que en Nápoles acreditaba con sus obras a la nación Española, llamado en Italia
Spagnoleto.
Volvió a Roma, donde fue muy favorecido del Cardenal Patrón Astali Pamphilio
Romano, sobrino del Papa Inocencio X,
y del Cardenal Antonio Barberino, del
Abad Pereti, del Príncipe Ludovisio, y de Monseñor Camilo Máximo, y de
otros muchos Señores; como también
de los mas excelentes pintores, como el caballero Matias, del
Hábito de san Juan, de Pedro de Cortona, de Monseñor Pusino, y del caballero
Alexandro Algardi bolones, y
del caballero Juan Lorenzo Bernini, ambos estatuarios famosísimos.
Sin faltar a sus negocios, pinto muchas cosas, y la principal fue el
retrato de la Santidad de
Inocencio X, de
quien recibió grandes, y señaladísimas mercedes, Y en remuneración,
queriendo el Santo Padre honrarle, reconociendo su gran virtud y merecimiento,
le envió una medalla de
oro, con la efigie de su Santidad, de medio relieve, pendiente de
una cadena: trajo
copia a España de este retrato.
De él se cuenta, que habiéndole acabado, y teniéndole una
pieza más dentro de la antecámara de aquel palacio, fue a
entrar el Camarero de su Santidad, y viendo el retrato, que
estaba a luz escasa, pensando ser el original, se volvió a salir,
diciendo a diferentes cortesanos que estaban en la antecámara,
que hablasen bajo, porque su Santidad estaba en la pieza
inmediata.
Retrató al
Cardenal Pamphilio, a la ilustrísima
Señora doña Olimpia, a
Monseñor
Camilo Máximo, Camarero de su
Santidad, insigne pintor, a Monseñor Abad Hipólito, Camarero también
del Papa, a Monseñor Mayordomo de su
Santidad, y Monseñor Miguel Angelo, barbero del Papa, a
Ferdinando Brandano, Oficial mayor de la Secretaría del Papa, a Gerónimo
Bibaldo, a Flaminia Triunfi excelente pintora
(¿Olimpia Triunfi?, Se fantasea su nombre, como su amante, como la madre de su
hijo Antonio, y como la modelo de la
Venus del Espejo. El Marques de Eliche se hizo con el cuadro de la Venus en 1551, de la
fecha parte la fantasía, no obstante podría ser el retrato de Triunfi, alguna de las sibilas
que pintó). Otros retratos hizo, de los
cuales no hago mención, por
haberse quedado en bosquejo, aunque no carecían de semejanza a sus
originales: todos estos retratos pintó con astas
largas, y con la manera valiente del gran Tiziano, y no inferior a sus
cabezas: lo cual no lo dudará quien viere las que
hay de su mano en Madrid.
Cuando se determinó retratase al Sumo Pontífice quiso
prevenirse antes con el ejercicio de pintar una cabeza del natural: hizo la
de
Juan de Pareja, esclavo suyo, y agudo
pintor, tan semejante, y con tanta viveza, que habiéndolo
enviado con el mismo Pareja a la censura de algunos amigos,
se quedaban mirando el retrato pintado, y a el original con
admiración y asombro, sin saber con quien habían de hablar,
o quien les había de responder. Este retrato, que era de medio cuerpo, del
natural, contaba Andrés Esmip, Pintor Flamenco en esta Corte, que a la sazón
estaba en Roma, que
siendo estilo que el día de san José se adorne el claustro de
la Rotonda, donde está enterrado Rafael de Urbino, con
pinturas insignes antiguas y modernas, se puso este retrato
con tan universal aplauso en dicho sitio, que a voto de todos
los pintores de diferentes Naciones, todo lo demás parecía
pintura, pero este solo verdad: en cuya atención fue recibido Velázquez por
Académico Romano año de 1650.
Determinó volver a España, por las repetidas cartas que
recibía de don Fernando Ruiz de Contreras, en que su majestad le ordenaba se
volviese.
Las estatuas que entresacó de tan gran número, fueron
principalmente la del Troyano Laoconte, que está en Belvedere, sus dos hijos
rodeados con intrincadas vueltas de dos
serpientes que los ciñen con admirables enlazaduras: de estas
tres estatuas, la una está en acto de gran dolor, la otra de
morir, la tercera de haber compasión. Dice Plinio que es
obra que se puede preferir, y anteponer a todas las demás de
Pintura, y de la Estatuaria, y que fue hecha de una sola
piedra, con acuerdo y consejo del Senado de Atenas, de
mano de tres excelentes artífices que fueron Agesandro, Polidoro, y
Atenodoro, rodianos: lo refiere Plinio con elegantes palabras, y notable
encarecimiento. (N.Ant.P. Sicuti Laoconte, qui est in Titi Imperatoris domo, opus
omnibus & Pícturae & Statuariae Arti preponendum. Ex uno lapide,
cum & liberos, draconumque mirabiles nexus de consilij sententia
fecere sumni Artífices Agesander, Polidorus,& Athenodorus, Rhodis.
Plin.nat.bist.lib.36.cap.5.)
También un bello Coloso de
Hércules desnudo, que llaman el Hércules viejo,
puesto sobre un tronco del mismo
mármol, y la piel del León Ñemeo sobre él, y con la clava
en la mano; las piernas, y las manos son modernas, de mano de Jacobo
de la Porta di Porlez, raro escultor, y arquitecto: en el tronco están
esculpidas unas letras griegas, que
quieren decir, que Glicon Ateniense hizo aquella estatua.
Otra de Antinoo, desnuda, que otros dicen ser Milon,
está en pie, entera, mas sin un brazo, y fue tan venerada de
Miguel Ángel Bonarroti, que no se atrevió a suplirlo: tiene
una banda revuelta sobre el hombro izquierdo. fue Antinoo
un bellísimo mancebo, amigo impúdicamente del Emperador Adriano.
Trajo otra estatua, o simulacro maravilloso del Nilo, rio
de Egipto, que descansa el lado izquierdo sobre una esfinge;
tiene con la mano izquierda la cornucopia de la Abundancia,
y sobre sí tiene diez y siete niños del mármol mismo, y la
basa en que se ven esculpidos cocodrilos, y varias suertes de
animales de Egipto, que en el mismo Nilo se esconden. fue
esta admirable estatua hallada cerca de san Esteban, por sobrenombre
de Caco, y hace mención de ella Plinio (N.Ant.P.Plinio
lib.35. cap.7).
También trajo la estatua de
Cleopatra, que tiene el brazo derecho sobre
la cabeza, y parece que está amortecida, y
desmayada del veneno introducido en el pecho por la mordedura del áspid, que
para quitarse la vida eligió, por no venir a
manos de su enemigo Augusto, ya triunfante de ella y de su amante Marco Antonio.
Otra de un Apolo en pie, y desnudo, con un paño a las
espaldas, y sobre el brazo izquierdo: está en acto de haber
disparado la flecha, mas el arco esta roto: tiene la aljaba al
cuello, pendiente de una cinta, y la mano derecha sobre un
tronco de mármol, en el cual se ve una sierpe revuelta; es
celebrada por de algún excelente estatuario griego.
También un Mercurio desnudo bellísimo, que tiene en
la cabeza la gorrilla con alas, en la mano izquierda el caduceo, y
en la derecha una bolsa, porque los antiguos hicieron
a Mercurio Dios de la Elocuencia, y de las mercancías, y
ganancias, y embajador de los Dioses.
Trajo también otra estatua de Niobe, en acto de correr,
y vestida de una camisa sutilísima, que parece que la mueve
el aire: tiene el brazo derecho levantado, y con el izquierdo
recoge un manto que tiene revuelto en él.
También compró la estatua de Pan, Dios de los Pastores, desnudo, solo con
una piel de animal revuelta: está
puesto en un tronco, en el cual se ve esculpido un albogue:
un Fauno viejo, Dios de las Selvas, y de los Bosques, con
un niño en los brazos: está en pie, y desnudo, arrimado a
un tronco, y revuelto en una piel de tigre.
Trajo también otra estatua de Baco, desnudo, arrimado
a un tronco, y a los pies un perro comiendo uvas: una
venus
desnuda, cuando nace de la espuma del mar: tiene un
delfín abajo con la espuma en la boca, y sobre sí algunos Cupidillos: es famosísima estatua, y menor que el natural,
y de singular hermosura, pues no le hace falta el alma para
parecer viva.
También otra estatua de un hombre desnudo, con el
brazo derecho levantado, y cerrada la mano, y con la izquierda tiene
la ropa, y al pie una tortuga: dicen que es un
jugador de la morra, y el que tiene la original en Roma,
la tiene por tal: otros dicen ser Bruto Cónsul, el cual fue
cabeza de los conjurados contra Julio Cesar.
También trajo una estatua pequeña de una Ninfa, medio vestida, reclinada
sobre el brazo izquierdo en una peña,
y en ella esculpida una concha marina: se cree que es la diosa Venus
#.
Otra estatua de un hombre desnudo, que cae en tierra
como desmayado: tiene una herida en el lado derecho, y el
semblante de gran dolor: tiene un cordel al cuello, y las armas
caidas en tierra: y se tiene por un gladiator sentenciado
a muerte: otros creen que será uno de los tres hermanos Curiacios de Albania,
que combatieron con los tres Horacios
Romanos por la libertad de la Patria; y fueroh vencidos, y
muertos, dejando a Albania sujeta a los Romanos.
También trajo un
Hermafrodita desnudo, que descansa
sobre un colchón, aquel que los poetas fingen ser coagulado
de la unión de la Ninfa Salmacis, compañera de las Nayades, y del hijo; de
Mercurio y Venus, mancebo de singular perfección; que habiendo los dioses, por
ruegos de la
Ninfa Salmacis y convertidos en un sugero, quedó con demostración de entrambos
sexos es la más bella estatua que
se puede pensar.
Otro Hermafrodita en pie, y una estatua pequeña de la
Diosa Vesta; otra de una Ninfa desnuda, sentada, con una
concha en la mano, como que vierte agua: la tienen por
Diana.
Una lucha de dos hombres desnudos, menores que el
natural, de valiente artífice, que sin duda son Gladiatores.
También un Gladiator en pie, con feroz, y fortísimo
movimiento, es obra de griegos, como lo muestra la inscripción griega, que
tiene esculpida en un tronco marmóreo,
que quiere decir en nuestro idioma, que Agasias Dositeo lo hizo colocar.
Tiene este Gladiator contra sí a un hombre desnudo, y
sentado, con la espada en la mano, y a los pies un pequeño
muchacho, con el arco en la mano, y un escudo, y un yelmo en tierra: es muy
bella estatua, y muy carnosa, tanto,
que parece que respira: créese que sea un Gladiator de aquellos que
antiguamente, de su voluntad, se conducían a la palestra con las armas en la
mano, y se exponían por un vil precio a peligro de la vida.
Trajo también una estatua de Marte desnudo, solo con
el yelmo en la cabeza, está en pie, y con la espada en la
mano, y un Narciso desnudo, en pie, con los brazos abiertos, enamorado de sí
mismo, y de la hermosa forma que
ve debajo del agua, la cual piensa que sea cuerpo animado,
costándole la vida esta loca pasión; por lo cual fue convertido en una flor,
llamada de su propio nombre, cumpliéndose la profecía del adivino Tiresias.
(N.Ant.P.
Ovid.lib.3.Methamor.)
Trajo también Velázquez el simulacro de una diosa de
grandeza gigantea: tiene en la mano siniestra una corona de
hojas atadas con una cinta, con la otra levanta la vestidura,
que es delgada, y sutil, y descubre los pies: tiene los brazos
desnudos, y parte del pecho; y sobre los hombros unos botoncillos que detienen
la vestidura, y está ceñida de una cinta
con un lacillo: es de mármol (No es de mármol, es
un vaciado en yeso y
éste se conserva), y de mano de noble artífice; y
se tiene en reputación de la diosa Flora.
También un Baco, mozo, desnudo, arrimado a un tronco, en que tiene una
vestidura: tiene el brazo derecho levantado, y en la mano un racimo de
uvas.
También una
figura desnuda, sacándose una espina de un pie con
extremada
atención y cuidado:
una diosa incógnita vestida: la tienen por Ceres, mas no tiene insignias propias.
Un León grande
(fueron 12), con el cuello y espaldas vestidas de
crecida greña, que muestra su ferocidad, y nobleza.
Asimismo muchos retratos vestidos, armados y desnudos,
(Se suponen vaciados de yeso que adornaban el
Alcazar) como
el de Adriano, sucesor de Trajano, que fue excelente Príncipe, y gustó de
todas las Artes, tanto, que fue arquitecto,
escultor, y músico, y en la disciplina militar famosísimo,
más que en otra cosa: el de Marco Aurelio filosofo, y Emperador: el de Livia,
mujer de Cesar Augusto, y madre de Tiberio Emperador: el de Julia, hija de
Julio Cesar, y mujer del Gran Pompeyo: el de Faustina: el de Numa
Pompilio: el de Septimio Severo: el de Antonino Pió: el de
Germánico: el de Domiciano: el de Scipion Africano: el
de Tito, hijo de Vespasiano, cortés Príncipe, y el que venció a los Judíos, y
arruinó la ciudad de Jerusalén en venganza de la muerte de Cristo; y otros
muchos Emperadores, Cónsules, y grandísimo número de cabezas, solo con
cuello, de hombres, y mujeres; y la cabeza del Moisés de
Miguel Ángel, que está en el sepulcro de Julio II en
san Pedro Advíncula, de quien dijo el Cardenal de Mantua,
que esta figura sola bastaba a honrar al Papa Julio II: tanta es su grandeza
y majestad. (N.Ant.P.Giorgio Vasari último volumen de la 3.part.)
El deseo de ver París, le obligó a Diego Velázquez a
intentar venir por tierra a España, mas no se determinó por
la inquietud de las guerras, aunque tuvo pasaporte del Embajador de
Francia.
Se embarcó en Génova año de 1651, cumpliendo con la
puntualidad con que siempre obedeció las órdenes de su Majestad y aunque
combatido de grandes borrascas, que fueron muchas, llegó al puerto de
Barcelona por el mes de Junio: pasó a Madrid, y habiéndose puesto a
los pies del Rey,
le honró de suerte, que escribiendo su majestad de su Real
mano una carta a don Luis Méndez de Haro, decía entre
otras cosas: El señor Velázquez ha llegado, y traído unas
pinturas, Refirelo don Bernardino Tirado de Leiva
en la deposición del pleito del Soldado de esta villa, de que
se hizo mención, libro 2. cap. 3. en el tom. I. fol. 109.
En este entretiempo de la ausencia de Velázquez, murió
la Reina Doña Isabel de Borbon, y el Rey casó de segundas nupcias con
la Serenísima reina Doña María Ana de
Austria, que aportó en Denia; y habiendo el Rey celebrado
sus bodas en la villa de Navalcarnero, entró en Madrid año
de 1649, con que no se halló Velázquez en estas funciones;
pues volvió de Italia el año 51, habiendo salido el de 48.
Se trató luego de ir vaciando las estatuas, lo cual hizo
Gerónimo Ferrer, que vino de Roma para este efecto, en
lo cual era eminente, y Domingo de la Rioja, excelente escultor de Madrid; de
bronce se vaciaron algunas estatuas para la pieza ochavada, que fue traza y
disposición de Velázquez; como también el ornato del salón grande, y la escalera
del Rubinejo, por donde sus majestades bajan a tomar
los coches, que fue elección como de su ingenio: porque antes bajaban sus
majestades a tomarlos por los corredores, y
escalera principal hasta los zaguanes. Las demás estatuas se
vaciaron de estuco, y se colocaron en la bóveda del Tigre,
y galería baja del cierzo, y otros sitios.
VI
EN QUE LA MAJESTAD DEL SEÑOR Felipe IV le hace merced a don Diego Velázquez
de Aposentador mayor de Palacio.
En el año de 1652. hizo su majestad a don Diego
Velázquez merced de Aposentador mayor de su imperial palacio, sucediendo en
este oficio a don Pedro de Torres, y permaneció en él hasta el año
de 1660. que murió, ejerciéndolo con entera
satisfacción, y gusto de su majestad; y tuvo
por sucesor a don Francisco de Rojas y Contreras, Secretario, y Ayuda
de Cámara de su majestad, y que en Flandes lo fue del Señor Infante
Cardenal Don Fernando de Austria.
De este oficio de Aposentador de palacio dice Gil González Dávila, Coronista de su majestad Católica del rey
Felipe IV nuestro Señor, en el Teatro de las
Grandezas de Madrid, las calidades, ejercicios, y preeminencias
que le tocan, con gran puntualidad.
Gran honor fue éste
para Velázquez: bien que no falta quien discurra necesitaba
este punto de más alta reflexión; porque parece debe atenderse con
gran diferencia el premio de los hombres de facultad,
que el de otro linaje de méritos, o servicios; pues recayendo estos
en hombres desocupados, el darles en qué servir, es
aumentarles el mérito con el premio, pero en los hombres de
profesión, es defraudarles con el premio el mérito: porque
si se se fundó en el ejercicio de su facultad, mal podrá
continuarle quien no tiene ocasión de ejercerlo; y así los premios de
los artífices parece debían ser puramente honoríficos,
y pecuniarios: cuando son precisamente personales, honoríficos, para
estímulo, y premio de la virtud; y pecuniarios, para que puedan
lisonjear con el descanso los primores más
ocultos del arte, atendiendo solo al interés de la fama de la
posteridad, dándoles más y más ocasiones en que contribuyan
al honor con los primores de su estudio, que este es el premio que
más acredita la excelencia del artífice; porque suspender el uso de
su facultad, aunque con empleos honoríficos, es un linaje de premio,
que parece viste disfraces de castigo; porque al que ha delinquido
en la administración de su
oficio, le suspenden el uso: ¿pues cómo para unos ha de ser
premio, lo que para otros es castigo? Bien se deja considerar que lo mas
apreciable del honor es el servir a la majestad, pero sirvan estos en
aquella línea, por donde se encaminaron a obtener la gracia de su
Soberano, y no en otras
tan extrañas al curso de su ingenio; que por mucho que sirva
en ellas, malogran lo mas precioso del servir, y del merecer:
pues para los empleos domésticos, sin más estudios que la
común práctica, es hábil cualquier mediano talento; mas
para una habilidad superior, no es hábil cualquiera, porque
la misma naturaleza parece nos da a entender lo mucho que
le cuesta el sacar un hombre eminente, echando a perder a
tantos como vemos en varias facultades quedarse en la falda
de la montaña, sin poder pisar de la cumbre la eminencia.
Y últimamente, para servir en cualquiera empleo doméstico
se hallarán muchos que igualen, y aun excedan al mas celebrado
artífice; más para una obra de ingenio peregrino se
hallaran muy pocos, y tal vez ninguno: luego será dictamen
acertado desfrutar a un sujeto en aquello en que puede ser
singular, y no en lo que solo viene a ser común.
Bien lo practicó así la Católica majestad del Señor Carlos II,
pues habiéndole hecho a Lucas Jordán casi innumerables mercedes para
sí, y para los suyos, nunca le hizo
merced que le impidiese el curso de su habilidad, antes procuró
excitarla con más y más ocasiones en que fructificase,
ilustrando sus palacios, capillas, y templos; pues aun la llave de
Furriera, de que su majestad le hizo merced luego
que vino a España, que es ayuda de Aposentador, solo fue
para lo honorífico de la entrada, reservándole de lo oneroso
de servirla.
La Plaza de Aposentador mayor de Palacio, por ser de
tanto honor, es de tanto embarazo, que ha menester un
hombre entero. Y aunque los profesores de la Pintura nos
gloriamos tanto de la exaltación de Velázquez a puestos tan
honoríficos, también nos lastima el haber perdido muchos
más testimonios de su habilidad peregrina para multiplicar
documentos a la posteridad; pero la aptitud de su persona a
cualquier empleo, y el alto concepto que su majestad había
formado, así de su virtud, como de su talento, le constituyeron
acreedor de mayores honras, pues todas parecían estrechas a la
profusión dilatada de sus méritos.
Debió don Diego Velázquez a su majestad tanto aprecio de su
persona, que tenia con él confianzas más que de
Rey a vasallo, tratando con él negocios muy arduos;
especialmente en aquellas horas más privativas en que los Señores, y
los demás áulicos están retirados.
Sucedió en comprobación de esto, que cierto hijo de un
Gran Señor, con el ardimiento de los pocos años, tuvo unas palabras
algo
destempladas con Velázquez por no haber querido relajar alguna
formalidad de su oficio; y habiéndoselo contado a su padre
entendiendo haber hecho alguna gentileza, le dijo el padre:
Con un hombre, de quien el Rey hace tanto aprecio, y que
tiene horas enteras de conversación con su majestad habéis cometido
semejante yerro. Andad, y sin darle mucha,
satisfacción, y quedar en su amistad, no tenéis que volver
a mi presencia.
Tanto era el concepto en que le tenían hasta
los mismos Señores; y tanto lo que Velázquez se supo merecer por su
trato, por su persona, por su virtud, y honrados
procedimientos, a pesar de la torpe emulación que nunca
duerme, cebándose siempre en los esplendores ajenos: contagio
preciso de los dichosos, y de que solo se indultan los
infelices.
VII
EN QUE SE DESCRIBE LA MÁS ILUSTRE obra de don Diego Velázquez.
(Las
Meninas)
Entre las pinturas maravillosas que hizo don Diego Velázquez, fue una del
cuadro grande con el retrato de la Señora Emperatriz, entonces Infanta de
España, Doña Margarita María de Austria, siendo de muy poca edad: faltan
palabras para explicar su mucha gracia, viveza, y hermosura;
pero su mismo retrato es el mejor panegírico.
A sus pies está
de rodillas Doña María Agustina, Menina de la reina, hija de don Diego
Sarmiento, administrándole agua en un búcaro, Al otro lado está doña
Isabel de Velasco, hija de don
Bernardino López de Ayala y Velasco, Conde de Fuensalida, Gentilhombre de
Cámara de su majestad, Menina también, y después Dama con un movimiento, y
acción muy propia de hablar:
en principal término está un perro echado
y junto a él Nicolasico Pertusato, enano, pisándolo, para
explicar al mismo tiempo que su ferocidad en la figura, lo
doméstico, y manso en el sufrimiento; pues cuando le retrataban se
quedaba
inmóvil en la acción que le ponían: esta figura es obscura, y
principal,
y hace a la composición gran armonía: detrás está Mari Bárbola, enana,
de aspecto formidable: en término más distante, y en media tinta
está doña Marcela de Ulloa, Señora de Honor, y un Guarda Damas, que
hacen a lo historiado maravilloso efecto.
Al otro lado está don
Diego Velázquez pintando: tiene la tabla de los colores en
la mano siniestra, y en la diestra el pincel, la llave de la Cámara,
y de Aposentador en la cinta, y en el pecho el Hábito de Santiago,
que después de muerto le mandó su Majestad se le pintasen; y algunos
dicen que su majestad mismo
se lo pintó, para aliento de los profesores de esta nobilísima
Arte con tan superior Cronista; porque cuando pintó Velázquez este
cuadro no le había hecho el Rey esta merced.
Con no menos artificio considero este retrato de Velázquez,
que el de Fidias escultor, y pintor famoso, que puso su retrato en
el escudo de la estatua que hizo de la diosa Minerva,
fabricándole con tal artificio, que si de allí se quitase, se
deshiciese también de todo punto la estatua. (N.Ant.P. Plinio natur. hist. lib. 35.¿?)
No menos eterno hizo Tiziano su nombre con haberse
retratado teniendo en sus manos otro con la efigie del Señor
Rey Don Felipe II; y así como el nombre de Fidias
jamás se borró, en cuanto estuvo entera la estatua de Minerva, y
el de Tiziano, en cuanto durase el de el Señor Felipe
II; así también el de Velázquez durará de unos siglos
en otros, en cuanto durare el de la excelsa, cuanto preciosa
Margarita, a cuya sombra inmortaliza su imagen con los benignos
influjos de tan soberano dueño.
El lienzo en que está pintado es grande, y no se ve nada de
lo pintado, porque se mira por la parte posterior que
arrima a el caballete.
Dio muestras de su claro ingenio Velázquez en descubrir
lo que pintaba con ingeniosa traza, valiéndose de la cristalina
luz de un espejo que pintó en lo último de la galería, y frontero
al cuadro, en el cual la reflexión, o repercusión nos representa a
nuestros Católicos Reyes Felipe, y Mariana.
En esta galería, que es la del cuarto del Príncipe, donde se
finge, y donde se pintó, se ven varias pinturas por las paredes,
aunque con poca claridad: se conocen ser de Rubens, y historias de
las Metamorfosis de Ovidio.
Tiene esta galería varias ventanas, que se
ven en diminución, que hacen parecer
grande la distancia: es la luz izquierda que entra por ellas, y
solo por las principales, y últimas.
El pavimento es liso, y con
tal perspectiva, que parece se puede caminar por él, y en el
techo se descubre la misma cantidad.
Al lado izquierdo del
espejo está una puerta abierta que sale a una escalera, en la
cual esta José Nieto, Aposentador de la reina, muy parecido, no obstante la
distancia, y degradación de cantidad y
luz, en que le supone; entre las figuras hay ambiente; lo
historiado es superior; el capricho nuevo; y en fin, no hay
encarecimiento que iguale al gusto, y diligencia de esta obra:
porque es verdad, no pintura.
La Acabó don Diego Velázquez el año de 1.656,
dejando en ella mucho que admirar, y
nada que exceder.
Pudiera decir Velázquez, a no ser más
modesto, de esta pintura lo que dijo Ceuxís de la bella Penélope, de cuya obra
quedó tan satisfecho: Invisurum aliquem facilius quam imitaturum: que más fácil
seria envidiarla que imitarla
(Plinio35-63).
Esta pintura fue de su majestad muy estimada, y en
tanto que se hacía asistió frecuentemente a verla pintar; y
asimismo la reina nuestra Señora Doña María-Ana de
Austria bajaba muchas veces, y las Señoras Infantas, y Damas,
estimándolo por agradable deleite y entretenimiento.
Se colocó en el cuarto bajo de su majestad, en la pieza del
despacho entre otras excelentes; y habiendo venido en estos
tiempos Lucas Jordán, llegando a verla, le preguntó el Señor Carlos II viéndole
como atónito: ¿Qué os parece?. Y dijo: Señor, esta es la Teología de la
Pintura: queriendo dar a entender, que así como la Teología es la superior de
las ciencias, así aquel cuadro era lo superior de la Pintura.
VIII.
DE LAS PINTURAS QUE LLEVÓ Velázquez al Escorial de orden de su Majestad; y de
las Pinturas del salón grande que llaman de los espejos.
En el año de mil seiscientos y cincuenta y seis, mandó su
majestad a don Diego Velázquez llevase a san Lorenzo el
Real cuarenta y una pinturas originales, parte de ellas de la
almoneda del Rey de Inglaterra Carlos Estuardo, primero
de este nombre: otras que trajo Velázquez, y de que hicimos mención en el §.5.
y otras que dio a su majestad don
García de Avellaneda y Haro, Conde de Castrillo, que había
sido Virrey de Nápoles, y a la sazón era Presidente de
Castilla, de las cuales hizo Diego Velázquez una descripción
y memoria, en que da noticia de sus calidades, historias, y
autores, y de los sitios donde quedaron colocadas, para manifestarla a su
Majestad, con tanta elegancia y propiedad
que calificó en ella su erudición, y gran conocimiento del
Arte, porque son tan excelentes, que solo en él pudieran lograr las merecidas
alabanzas (Palomino parece que reivindica la autoría
original de Velázquez de ese listado, que luego se publicó por el Padre Santos
en 1667).
El año de 1657 quiso Diego Velázquez volver a Italia,
y el Rey no lo permitió por la dilación de la vez pasada.
Pero deseando su majestad ver pintados al fresco los techos, o
bóvedas de algunas piezas de palacio (del
Alcázar destruido en 1737, queda algún boceto
#), por ser este modo de
pintar el más apto para las paredes, y bóvedas, y el mas eterno de todos los
que los pintores usan, y muy ejercitado de
los antiguos, vinieron de Italia para este efecto Miguel Ángel Colona, y
Agustín Miteli, a los cuales había comunicado don Diego Velázquez en Bolonia,
como ya hemos dicho.
Llegaron a Madrid el año de 1658, donde fueron muy
agasajados y asistidos de don Diego Velázquez: los aposentó
en la casa del Tesoro en un cuarto principal, y a su Cargo
estuvieron las pagas que cada mes se les hacían; en cuya disposición y
concierto intervino también el Duque de Terranova, como Superintendente de
las obras reales.
Pintaron los techos de tres piezas consecutivas del cuarto
bajo de su majestad; en la una el Día; en la otra la Noche
en otra la caída de Faetón en el rio Eridano, todo con nobilísima forma,
acciones, y artificio, y excelentes adornos de
mano de Miteli, que en esto tuvo muy singular ingenio, como se califica en
todas sus obras.
En el mismo cuarto pintaron una galería, que tiene vista al jardín de la
Reina; en esta pintó Miteli todas las paredes, enlazando algo la arquitectura
verdadera con la fingida,
con tal perspectiva, arte, y gracia, que engañaba la vista,
siendo necesario valerse del tacto, para persuadirse a que era pintado.
De mano de Colona fueron las figuras fingidas de
todo relieve, e historias de bajo relieve de bronce, y realzadas con oro, y
los delfines, y muchachos de las fuentes, que
también eran fingidas, y los festones de hojas, y de frutas, y
otras cosas movibles, y un muchacho negrillo, que bajaba
por una escalera, que este se fingió natural, y una pequeña
ventana verdadera, que se introdujo en el cuerpo de la arquitectura fingida.
y es de considerar, que dudando los qué
miraban esta perspectiva que fuese fingida esta ventana, que
no lo era, dudaban que fuese verdadera, cavilando esta equivocación la mucha
propiedad de los demás objetos que eran
fingidos.
Pero la vicisitud de los tiempos deterioró de suerte
el edificio, que fue forzoso repararle, y abandonar tantos primores y
maravillas del Arte, como lo califiqué yo cuarenta
años atrás, y no he querido pereciese su memoria.
En este tiempo se consideró lo que se había de pintar en
el salón grande, que tiene las ventanas sobre la puerta principal de palacio;
y habiendo hecho elección de la Fábula de
Pandora, hizo Diego Velázquez planta del techo con las divisiones, y forma
de las pinturas, y en cada cuadro escrita
la historia que se había de ejecutar.
Comenzaron esta obra el año de 1679 por el mes de
Abril y le tocó a don Juan Carreño el pintar al fresco el dios
Júpiter, y a Vulcano su Herrero, e Ingeniero mayor, mostrándole aquella
estatua de mujer, que Júpiter le había mandado formar con la mayor perfección,
que su ingenio alcanzase, y en donde había echado el resto de su saber: y
así sacó una estatua prodigiosa, y de singular hermosura. En término mas
distante pintó la fragua, y oficina de Vulcano con
sus yunques, vigornias, y otros instrumentos de herrería; y
en ella trabajando los Ciclopes, a quien tenia por oficiales,
cuyos nombres eran Bromes, Esteropes, Piragmon (N.Ant.P.Virg.lib.8.Eneid.)
A Miguel Colona le tocó pintar cuando Júpiter mandó
a los Dioses que cada uno la dotase de algún don, para que
con esto quedase mas perfecta; Apolo la música; Mercurio
la discreción y elocuencia; y en fin, cada uno la enriqueció
de aquello que era de su cosecha; y por haber alcanzado tantos dones de los
Dioses, le llamaron Pandora en griego: de
Pan, que quiere decir todo; y de esta palabra Doran, que
significa dotación y los dos nombres juntos quieren decir,
dotada de todo. Se ven los Dioses, y Diosas bellísimamente
colocados en tronos de nubes, con las señas propias para ser conocidos,
presidiendo a todos Júpiter sobre el águila, y abajo Pandora, y Vulcano:
esta es la principal historia, y la de
en medio del techo: su forma es algo aovada, y la de todo
el techo algo cóncava.
A don Francisco Rizi le tocó pintar a Júpiter dándole
a Pandora un riquísimo vaso de oro, diciendo que allí dentro llevaba la dote
para su remedio, que fuese a buscar a Prometeo, que era persona que la
merecía, y que se dotase con lo que llevaba.
En otra parte pintó a Pandora ofreciéndole a Prometeo
aquel vaso de oro, el cual con vivísima acción y movimiento la desprecia, y
despide de sí, sin quererla acabar de oír,
que como tan prudente y discreto conoció que era cosa contrahecha, y algo
fingida su compostura, gallardía, y eficacia
que tenia en el persuadir.
En término mas distante se ve Himeneo, Dios de las Bodas, y un cupidillo
que se sale por una puerta viendo inútiles allí sus armas.
Conociendo Prometeo que Pandora había de ir a encontrarse con su hermano Epimeteo,
le advirtió, y dio aviso
por ser menor y poco advertido, que si acaso aquella mujer
llegase por su puerta, por ningún caso la dejase entrar, porque era engañadora;
Pandora se fue a casa de Epimeteo en
ocasión que supo estaba ausente Prometeo, y pudo obligarle
tanto con el halago de sus dulces palabras, y persuadirle con
tanta eficacia, que sin atender al consejo de su hermano, ni
a las consecuencias que podían resultar de aflicciones, y desasosiegos, y otras
cosas que trae consigo el matrimonio, se
casó con ella: este casamiento de Epimeteo y Pandora comenzó a pintar Carreño;
y estando muy adelantado le atajó
una muy grave enfermedad, y así fue preciso lo acabase Rizi, de quienes son
también las historias de las tarjas fingidas
de oro, que están en los cuatro ángulos de la sala, aunque
después de algunos años, habiéndose ofrecido hacer andamios para reparar lo que
maltrató la pintura una lluvia que
sobrevino, volvió Carreño a pintar la dicha historia casi toda
al óleo.
A Miteli tocó el ornato, que lo hizo con gran manera,
enriqueciéndolo con tan hermosa arquitectura, fundado, y
macizo ornamento, que parece pone fuerza al edificio; y lo
que es muy digno de toda ponderación, la mucha facilidad
y destreza con que está obrado.
Colona pintó algunas cosas
movibles, festones de hojas, de frutas, de flores, escudos,
trofeos, y algunos Faunos y Ninfas, y niños bellísimos, que
plantan sobre la cornisa relevada que se fingió de jaspe, y
una corona de laurel dorada, que ciñe toda la sala en torno.
Quedó la pieza tan hermosa, que deleita los ojos, recrea la
memoria, aviva el entendimiento, se apacienta el ánimo, se
incita la voluntad, y está finalmente publicando todo majestad, ingenio, y
grandeza.
El Rey subía todos los días, y tal
vez la Reina nuestra Señora Doña María-Ana de Austria,
y las Señoras Infantas, a ver el estado que llevaba esta obra,
y preguntaba a los artífices muchas cosas con el amor y agradó
que siempre trató su majestad a los profesores de esta Arte.
Para todas estas historias se hicieron excelentes dibujos,
6 cartones del mismo tamaño en papel teñido, que servía de
medía tinta al realce blanco; la cual manera de dibujar es
muy celebrada, y seguida de grandes hombres (N.Ant.P.
Vasari I. part. cap. 19, ),
por lo cual
dijo el Vasari: Questo modo é molto alla pittoresca, e monstra piu l´ordine
del colorito.
Y los que hizo Colona fueron
de extremado gusto, porque parecían coloridos: y fue la causa, que siendo
el papel de un color azul natural, realzaba
con yeso, mezclado con tierra roja, siguiendo la misma orden que en el
pintar.
Muchos pintores hay que para las obras al óleo, huyen
de hacer cartones del mismo tamaño, más para las obras al
fresco no se puede excusar, para compartir la obra que venga
justa y medida, y ver el efecto que hace la elección y juicio
de toda junta.
Habiendo pues acabado Miteli y Colona las obras de
palacio, los llevó el Marques de Heliche al Buen-Retiro
para pintar la ermita de san Pablo
(Desaparecida), primer ermitaño; lo cual
hicieron con no menor grandeza y arte. Ejecutaron allí la
Fabula de Narciso con admirable arquitectura, adornos, y
columnas, que desmienten lo cóncavo de la bóveda. Y en el
oratorio de esta ermita está un cuadro de la
visita de san Antonio Abad a
san Pablo ermitaño de mano de Velázquez,
cosa excelente.
En un jardín, que el dicho Señor Marqués
tiene dentro de Madrid, cerca de san Joaquín, pintaron también muchas
cosas, y es de admirar de mano de Colona el
Atlante agobiado, y sobre las espaldas una esfera, con todos
los círculos, y signos celestes. Está con tal arte obrada, que
parece una estatua de todo relieve, y que hay aire entre la
pared y la figura, causado del esbatimento o sombra, que
supone sacudir con la luz en la pared.
También pintaron en
una fuente un adorno con dos términos, cosa de gran capricho; pero ya todo
muy deteriorado de las injurias del tiempo.
Había en este jardín muy excelentes obras de Escultura, y
Pintura, que ya todo se ha disipado.
De aquí los llevaron al Convento de nuestra Señora de
la Merced (Destruida), para pintar toda la iglesia; y teniendo los dos
concertada la obra con los Religiosos, al pintar la cúpula,
murió Agustín Miteli a 2 de Agosto del año de 1660, Lunes, día de
nuestra Señora de los ángeles, causando común
sentimiento en toda la Corte la muerte de un tan ilustre pintor, y en
los Religiosos muy gran pérdida: le enterraron en
el mismo convento con gran solemnidad; y a su muerte se
hicieron muy elegantes versos, y el siguiente epitafio.
TÚMULO HONORARIO, Y ELOGIO FUNERAL
en las exequias, que se hicieron a Agustín Miteli a cuyas
cenizas le hizo, en nombre de la Escuela de los
Estudiosos, un su Aficionado.
D. M. S.
AUGUSTINUS MITELI BONONIENSIS,
Pictor praclarus, natura aemulus admirandus, ac perspectiva incomparabilis,
cuius inanu prope vivebant imagines, ipsa invida, occubuit Mantuae Carpetanae,
postridie Kalendas Angustí y Anno M.D.C.L.X.
H.S.E.S.T.T.L. .
Se suspendió esta obra con tan funesto, como impensado accidente a y en tanto
pintó Colona los, techos de la casa de la huerta del
de la huerta, que labró el Señor Marques de Heliche en el
camino del Pardo, la cual hoy posee el Marques de Narros, camino del Pardo,
y donde también pintaron muchos pintores, así españoles,
como extranjeros: estuvo esta obra a cargo de don Juan Carreño, y de don
Francisco Rizi.
Se copiaron en las paredes
los mejores cuadros que se pudieron haber con mucha puntualidad. Hay de Rafael,
de Tiziano, de Veronés, de Vandic, de Rubens, de Velázquez, y de otros muchos,
y con
marcos de oro, también pintados, y colgadura de telas fingidas famosísimamente;
y en las paredes de la casa, por la
parte exterior, se pintó al fresco, y se delinearon algunos relojes, con
notables curiosidades, que había de mostrar en
tales días el sol: lo cual la injuria del tiempo tiene ya arruinado.
Aunque se suspendió la obra de la Merced por algún
tiempo, se acabo la cúpula con gran acierto y aplauso de
toda la Corte de mano de Miguel Colona, que aunque se
aplicaba más a las figuras que a los adornos, no era por lo
que ignoraba, sino por dejarle a Miteli aquel linaje de obra
en que era más excelente; y concluida, partió de Madrid para Italia por el mes
de Septiembre del año de 1662, aunque otros dicen pasó a Francia.
IX.
EN QUE SE TRATA DE LA IMAGEN
del Santo Cristo del Panteón, y de la venida de Moreli a España.
El año de 1659 llegó a España la imagen del Cristo crucificado de
bronce, y dorado, que mandó hacer en Roma de orden
del Rey el Duque de Terranova para la capilla
Real del panteón (El que encargó el duque de Terranova fue el de Bernini
#), entierro de los Católicos Monarcas de España.
Fue su artífice
un sobrino de Julián Fineli, alievo (término italiano
de "estudiante", se trata de Domenico Guidi), o
discípulo del Algardi, que siendo mozo mostró
en esta obra
más de lo que se esperaba.
Lo trajeron a palacio por el mes
de Noviembre, y fue visto de su majestad en la pieza ochavada, y
luego mandó a
Diego Velázquez diese orden de llevarlo a san Lorenzo el Real, y
que fuese también allá para
ver la forma que se había de tener en su colocación; lo hizo
como su majestad lo mandaba (El único motivo para
mandar cambiar el de Bernini, ya allí presidiendo el panteón, por el de
Domenico Guidi, es que el segundo tiene 4 clavos, pero no lo tengo por motivo
suficiente, a no ser que Velázquez lo usara, para dejar claro con recado a los
artífices italianos, que los encargos reales tenían que pasar por él).
En este año vino de París a Valencia Juan Bautista Moreli,
natural de Roma, famoso estatuario, discípulo del Algardi, con el
motivo de haberle sucedido en Francia no sé
que contratiempo, el cual le hizo forzosa la fuga, habiendo
sido allá escultor muy estimado del Rey cristianísimo: y
habiendo labrado maravillosas cosas de barro, en figuras redondas, y
de bajo relieve, como se ve en las historias que
labró en Val deCristo (destruido en el XIX), uno de los monasterios de la santa
cartuja en aquel reino (de Valencia), y en otras cosas que yo he visto en
Valencia en casa de don Juan Pertusa, Caballero del Orden
de Montesa, de las más ilustres casas de aquella Ciudad, y
en otras partes, con tal excelencia, que parece le infundió Tintoreto su espíritu, y viveza; determinó de enviarle a don
Diego Velázquez alguna obra de su mano, como a protector de este
Arte, y en quien siempre los profesores de todas,
hallaron la debida estimación y amparo, como se experimentó en muchas
ocasiones, de que pudiera hacer larga mención;
y así le envió una carta, y con ella unos niños alados, con las
insignias de la Pasión de Cristo de medio relieve; lo cual
visto por don Diego Velázquez, y Juan Bautista del Mazo,
su yerno, pintor de su majestad, que le sucedió en la plaza
de Pintor de Cámara, lo tuvieron por cosa superior, y digna
de la vista de su majestad, a quien se lo manifestaron con
gran aprobación y complacencia del Rey, y así se colocaron en palacio,
puestos en sus marcos; y de su majestad,
por mano de Velázquez, fueron remunerados.
Después, habiendo visto cuan bien habían parecido, envió Moreli otros
barros, y un Cristo difunto de todo relieve, grande, y con
algunos ángeles que le tienen llorando, con mucha propiedad: un san
Juan Bautista: Niño Jesús dormido: un san
Felipe Neri de medio cuerpo, y de todo relieve, como las
antecedentes.
Deseó Velázquez ver a Moreli, y traerlo a palacio para
que hiciese algunas obras; y habiéndole escrito en esta conformidad,
no pudo venir a Madrid hasta el año de 1.661,
con el sentimiento de haberle faltado, ya Velázquez trajo
un buen número de estatuas pequeñas de los Dioses, observando en
cada una aquellas partes en que fueron los griegos únicos, que es
el semblante y acción vivísima, conforme al sujeto que representa.
Si es Orfeo, tocando su cítara,
explica lo sonoro del canto un chiquillo dormido a la dulce melodía
de su acento. Cibeles con una corona de torres
en sus sienes, que así la pintaban los antiguos, representa su
grandeza, porque los poetas fingieron que esta fue la madre de todos
los dioses. En Mercurio, como dios de la Paz,
la quietud de ánimo. En Marte, el furor. En Júpiter, el poder; y
asimismo expresada en todas las demás, como Neptuno, Vulcano, Saturno,
y otros, que todas son dignas
de gran aprecio y estimación. Estas estatuas se colocaron
en palacio en una estancia de las bóvedas del Jardín de la
Reyna (fuentes de Aranjuez).
Le mandó su majestad a Moreli labrase una figura del
natural del Dios Apolo desnudo, solo con una banda que
le honestase, y al lado derecho un niño bellísimo que le
tiene la lira; porque los antiguos le atribuyeron la música. Bajaba
su majestad frecuentemente a verle modelar,
y esculpir; y concluida esta figura, se puso en un jardín.
Hizo otra estatua de barro de una Musa, con un chicuelo al
lado, que le tiene el instrumento músico; esta se puso en un nicho
de la escalera secreta del cuarto del Rey.
Hizo el modelo de los Mascarones de bronce dorados que
están en la fuente, que se labró el año de 1662 en Aranjuez
(Todas las fuentes del jardín de la isla son de esa
fecha), con
muchos caños de agua, y adornada de muchas
estatuas de mármol.
Y habiendo comenzado unos adornos
de estuque en algunas piezas de aquel palacio, se quedaron sin acabar
por muerte del Señor Felipe IV, y también por estar mal asistido de
medios; y Moreli se volvió a
Valencia, con ánimo de venir después a concluirlos, como
con efecto vino; y preocupándole la muerte en Madrid, se
quedaron así.
Fue superior, especialmente en labrar, o modelar de barro.
X.
COMO VELÁZQUEZ ASISTIÓ DE ORDEN
de su Majestad al embajador Extraordinario de Francia, que vino a
tratar las bodas con la Serenísima Señora Infanta de España Doña
María Teresa de Austria; y de algunos retratos que hizo Velázquez en este tiempo.
Volviendo pues a el año de 1659. en el dia 16. de Octubre entró en Madrid el
Mariscal Duque de Agramont, Gobernador de Vearne, Burdeos, y Bayona, embajador
Extraordinario del cristianísimo Rey Luis XIV,
cerca de las felices Nupcias de aquella majestad con la Serenísima Señora Doña
María Teresa Bibiana de Austria, y
Borbón, entonces Infanta de España: entró en palacio, apadrinado del Señor
Almirante de Castilla: le recibió su Majestad en el salón, arrimado a un
bufete, y en pie; y así estuvo todo el tiempo que duró la función.
Estaba la pieza de los
Espejos adornada espléndida, y ricamente; y debajo del dosel una silla de
inestimable precio.
Este adorno estuvo a cargo de don Diego Velázquez, como Aposentador mayor,
y del Tapicero mayor y habiendo gustado el Monsieur Mariscal de ver despacio
el cuarto del Rey, mandó su Majestad a don Diego Velázquez le asistiese con
mucho cuidado, mostrándole lo mas precioso, y notable de palacio.
Lunes veinte de Octubre, a las dos de la tarde, entró el Monsieur
Mariscal en palacio por la escalera secreta, que sale al jardín
del parque. Venia acompañado de sus dos hijos, el Conde
de Guiche, Maestre de Campo de uno de los Regimientos
de las Guardias del Rey cristianísimo, y el Conde de Lovini, y otros
Señores. fue don Diego Velázquez mostrándoles todas las piezas del palacio, en
que tuvieron mucho
que admirar, por la multitud de pinturas originales, estatuas,
pórfidos, y demás riquezas de que se adorna su gran fábrica.
Asimismo tuvo mucho que admirar en el adorno de las
casas que visitó, y singularmente en la del Almirante de Castilla, la
de don Luis de Haro, y Duque de Medina de las
Torres, Conde de Oñate, que tienen excelentísimas pinturas
originales.
Cuando se fue el Monsieur Mariscal a Francia, le
dejó a don Cristóbal de Gaviria, de la Orden de Santiago,
Teniente de Capitán de las Guardias Españolas, y Conductor de embajadores, un
reloj de oro riquísimo para que se lo diese a don Diego Velázquez.
Este año de 1.659, ejecutó Velázquez dos retratos, que
su Majestad mandó hiciese para enviarlos a Alemania al Señor Emperador: el uno
fue del Serenísimo Príncipe de las
Asturias Don
Felipe Próspero, que nació el año de 1651.
Miércoles 28 de Noviembre, a las once y media de la mañana: es uno de los
más excelentes retratos que pintó, con
ser tan dificultosos los de los niños, por la viveza, e inquietud que tienen:
le pintó en pie, y con el traje que requerían
tan pocos años: tiene junto a sí la montera con un plumaje
blanco sobre un taburete raso; al otro lado una silla carmesí,
y sobre ella descarga blandamente la mano derecha: en la
parte superior del cuadro hay una cortina: en lo distante de
la pieza, en que se finge una puerta abierta, todo con extremada gracia y
arte, y con aquella belleza de color, y manera grande de este ilustre pintor;
sobre la silla está una perrilla que parece viva, y es retrato de una que
estimaba mucho Velázquez.
Parece que le sucedió lo mismo que a Publio,
excelente pintor, que retrató a su querida perrilla Isa, para
hacerla inmortal, como lo dijo agudamente Marcial (N.Ant.P. Marcial, lib.5.Epigr.),
y lo pudo también decir de Velázquez.
Hanc, nè lux rapiat suprema, totam,
Picta Publius exprimit tabella;
In qua, tam similem videbis, Issam,
Ut sít tàm similis sibi, nec ipsa.
Issam denique pone cum tabella:
Aut utramque putabis esse pictam;
Aut utramque putabis esse veram.
El otro retrato fue de la Serenísima
Infanta Doña Margarita María de Austria,
muy excelentemente pintado, y con
aquella majestad y hermosura de su original: a la mano derecha está sobre
un bufetillo un reloj de ébano, con figuras,
y animales de bronce, y con muy garbosa forma; en medio
tiene un círculo, donde está pintado el carro del sol; y en el
mismo círculo hay otro, pequeño, en el cual están compartidas las horas.
En este tiempo hizo otro retrato de la reina nuestra
Señora en una lámina de plata redonda, del diámetro de un
real de ocho segoviano, en que se mostró no menos ingenioso que sutil, por
ser muy pequeño, muy acabado, y parecido en extremo, y pintado con gran
destreza, fuerza, y suavidad; y cierto, que quien en tan pequeño espacio
infunde tanto espíritu como se ve en este retrato, que parece, si pudieran
caber, celos en la naturaleza, los tuviera de él.
Merece nombre inmortal, con más justa razón que alabanza Merceli,
de escultor famoso, por haber esculpido en un hueso de una
guinda un navío con todas sus jarcias, de suerte, que puesta
una abeja sobre la entena, le cubría todo con sus alas: causando tanto asombro
esta obra, que dice Cicerón, que por
ella le quisieron poner en el número de los Dioses siendo
así, que esto lo consigue quien tiene, junto con perspicaz vista, un gran
lago de flema, y una delicada pintura, que parezca tiene alma, la consigue el
que tiene profundo ingenio
con muy largo estudio, y práctica de muchos años.
Pocas veces tomó los pinceles Diego Velázquez después
y así podemos decir fueron estos retratos las últimas obras, y
última en perfección de su eminente mano, que le elevó a
tan superior estimación y aprecio, habiéndole favorecido tanto la fortuna, la
naturaleza, y el ingenio, que sobre ser muy
envidiado, se conservó nunca envidioso.
Era muy agudo en sus dichos y respuestas: le dijo un día su majestad, que
no faltaba, quien dijese que toda su habilidad se reducía a saber pintar una
cabeza; a lo que respondió: Señor: mucho me favorecen, porque yo no sé que haya
quien la sepa pintar.
Notable efecto de la emulación en un hombre que con tan
soberanos testimonios de cuadros historiados había acreditado
su universal comprensión del Arte, en que dejó otros tantos documentos a
la posteridad.
XI.
DE LA MERCED MÁS SINGULAR, que hizo su majestad a don Diego Velázquez
en premio de su virtud y servicios.
El año de 1658, hallándose don Diego Velázquez con el
Rey en el Escorial, considerando su majestad que el ingenio, habilidad, y
méritos personales de otros servicios en don
Diego Velázquez le constituían acreedor de mayores adelantamientos, le honró
con la merced de Hábito, el que eligiese un dia
de la semana de Ramos, de una de las tres Ordenes
Militares, y Velázquez eligió el de la Orden Militar de la
Caballería de Santiago: y a no haberle preocupado la muerta, hubiera sido
principio para ascender a mayores honras,
según la aptitud de su persona, que ofrecía materiales para
labrar mas elevadas fortunas.
Oí decir a persona de todo crédito, que habiéndose dilatado el despacho
de las Pruebas, por algún embarazo ocasionado de la emulación, que la tuvo
grande, habiéndolo entendido el Rey, mandó al Presidente de Ordenes, Marqués de
Tabara, le enviase los informantes, que tenia su majestad
que decir en las Pruebas de Velázquez; y habiendo venido, dijo el
Rey; Poned, que a mí me consta de su calidad:
con lo cual no fue menester más examen. ¡O magnanimidad digna de tan Gran
Rey! perfeccionando por su mano
la hechura que había labrado, y se la pretendían deslucir; y
excusándole al mismo tiempo el rubor de la detención, y los
crecidos gastos del nuevo informe.
En fin salió su despacho
del Consejo de las Ordenes el Jueves 27 de Noviembre,
y el Viernes día de san Próspero mártir 28 de dicho mes y
año en el convento de religiosas de Corpus Christi con las
ceremonias acostumbradas, y con gran gusto de todos recibió
el Hábito por mano del Señor don Gaspar Juan Alonso Pérez de Guzmán el
Bueno, Conde de Niebla, que después fue
Duque de Medina-Sidonia: fue su Padrino el Excelentísimo
Señor don Baltasar Barroso de Ribera, Marques de Malpica,
Comendador de la Orden de Santiago.
Lo volvieron a Palacio, y fue de su majestad muy bien
recibido, y de todos los señores, y criados del cuarto del
Rey. Era este dia muy festivo en Palacio, por ser de san
Prospero, en que el Serenísimo Príncipe Prospero cumplía
años; y así pudo don Diego Velázquez atribuirlo todo a
muestras de su prosperidad, y aun el experimentar en esta
ocasión los combates de la envidia; porque la oposición perfecciona la
virtud, y suele desmentir su esplendor el no tener
tinieblas en que lucir. Horóscopo feliz, y próspero fue sin duda el de
su nacimiento, según el que describe Julio Firmico,
en el cual, el que naciere, será en la Pintura excelente, y de
ella con superiores honras ilustrado.
Este año escribió don Lázaro Diez del Valle un elogio,
y nomenclatura de algunos pintores, que por famosos han sido honrados
con Hábitos de Ordenes Militares, y lo dirigió a don Diego Velázquez,
de que hicimos mención en el
tomo 1.lib.2.cap.9.§.4.
XII
DE LA JORNADA QUE HIZO Velázquez con su majestad a Irún, y de su enfermedad y
y muerte.
El año de 1660, por el mes de Marzo salió de Madrid
don Diego Velázquez a aposentar a nuestro Gran Monarca
Felipe IV, en la jornada que su majestad hacía a Irún,
acompañando a la Serenísima Señora Infanta de España Doña María Teresa de
Austria.
Salió de Madrid don Diego Velázquez algunos días antes que su
majestad: llevaba consigo a José de Villa-Real, Ayuda de la Furriera, y Maestro
mayor de las reales obras, y otros criados de su majestad,
necesarios en la jornada, todos de su jurisdicción, y a su orden.
Por Aposentador de la reina cristianísima iba José
Nieto: la jornada empezó por Alcalá, y Guadalajara: llegaron a Burgos,
donde Velázquez tuvo orden de su majestad para que se quedase allí el
ayuda de la Furriera, porque su majestad se había de detener en aquella ciudad,
y prosiguieron los
demás su camino hasta Fuenterrabía, donde aposentó Velázquez a
su majestad en el Castillo que ya tenia prevenido el
Barón de Batevilla, Gobernador de la ciudad de San Sebastián; y a su cargo estuvo la fábrica de la Casa de la
Conferencia, que se formó en la isla de los Faisanes, que hace el rio
Bidasoa junto a Irún, en la Provincia de Guipúzcoa.
Se embarcó en una gabarra don Diego Velázquez con el Barón para ir a la
Casa de la Conferencia, que dista poco de
Fuenterrabía, y ver en el estado que estaba, porque se había
aumentado mucho a la forma que tuvo el año de 1659,
que el Cardenal don Julio Mazarino, y el Señor Conde-Duque de
san Lucar, ajustaron las paces entre el Católico Rey
de España, y cristianísimo de Francia.
Tuvo orden de su majestad para asistir a la exornación de esta casa, y la
del castillo, y que estuviese en la ciudad de San Sebastián para
cuando su majestad llegase, donde había de detenerse algunos días.
Volvió con su majestad a Fuenterrabía a primeros de
Junio, y asistió en todas las funciones que su majestad tuvo
en la sala general de la Casa de la Conferencia, hasta el lunes siete de
Junio, que fueron las entregas de la dicha Serenísima Señora Infanta al
cristianísimo Rey de Francia Luis
XIV, donde hago pausa: porque para contar la grandeza y lucimiento que tan
grandes monarcas ostentaron en
tan feliz día, es necesario mas dilatado papel, y mas elegante pluma.
El regalo que a su majestad hizo el Rey cristianísimo
este día, de un Toison de diamantes, un reloj de oro, enriquecido de diamantes,
y otras joyas riquísimas y primorosas
de inestimable precio, se le entregó a don Diego Velázquez,
para que lo condujese al palacio del castillo de Fuenterrabía.
No fue don Diego Velázquez el que en este día mostró
menos su afecto en el adorno, bizarría, y gala de su persona;
pues acompañada su gentileza y arte, que eran cortesanas,
sin poner cuidado en el natural garbo, y compostura, le ilustraron muchos
diamantes, y piedras preciosas: en el color de
la tela no es de admirar se aventajara a muchos, pues era superior en el
conocimiento de ellas, en que siempre mostró
muy gran gusto: todo el vestido estaba guarnecido con ricas
puntas de plata de Milán, según el estilo de aquel tiempo,
que era de golilla, aunque de color, hasta en las jornadas, en
capa la roja insignia; un espadin hermosísimo, con la guarnición y contera
de plata, con exquisitas labores de relieve,
labrado en Italia; una gruesa cadena de oro al cuello, pendiente la Venera,
guarnecida de muchos diamantes, en que,
estaba esmaltado el hábito de Santiago, siendo los demás cabos correspondientes
a tan precioso aliño.
Martes a ocho de Junio salió su majestad de Fuenterrabía, y Velázquez
sirviéndole, que así se lo había su Majestad ordenado, y que fuese adelante
José de Villa-Real, su Ayuda, haciendo el aposento.
La jornada de la vuelta fue por Guadarrama y el Escorial a Madrid.
Cuando entró Velázquez en su casa, fue recibido de su familia, y de sus
amigos con más asombro que alegría, por haberse divulgado en la Corte su
muerte, que casi no daban crédito a la vista: parece fue presagio de lo poco
que vivió después.
Sábado día de san Ignacio de Loyola, y ultimo del mes
de julio, habiendo estado Velázquez toda la mañana asistiendo a su majestad,
se sintió fatigado con algún ardor, de
suerte que le obligo a irse por el pasadizo a su casa.
Comenzó a sentir grandes angustias y fatigas en el estomago, y en el
corazón: le visitó el Doctor Vicencio Moles, médico, de la
familia; y su majestad, cuidadoso de su salud, mandó al
Doctor Miguel de Alva, y al Doctor Pedro de Chavarri,
médicos de Cámara de su majestad, que le viesen; y conociendo el peligro
dijeron era principio de terciana sincopal
minuta sutil ¿Peritonitis?: afecto peligrosísimo por la gran resolución de
espíritus; y la sed que continuamente tenía, indicio grande
del manifiesto peligro de esta enfermedad mortal.
Le visitó
por orden de su majestad don Alfonso Pérez de Guzmán el
Bueno, Arzobispo de Tiro, Patriarca, de las Indias; le hizo
una larga plática para su consuelo espiritual; y el Viernes 6.
de Agosto, año del Nacimiento del Salvador 1660, día de
la transfiguración del Señor, habiendo recibido los Santos
Sacramentos, y otorgado poder para testar a su íntimo amigo don Gaspar
de Fuensalida, Grefier de su majestad, a las
dos de la tarde, y a los sesenta y seis años de su edad dio su
alma a quien para tanta admiración del mundo le había criado, dejando singular
sentimiento a todos, y no menos a su
majestad, que en los extremos de su enfermedad había dado a entender
lo mucho que le quería y estimaba.
Pusieron al cuerpo el interior humilde atavío de difunto,
y después le vistieron como si estuviera vivo, como se acostumbra hacer
con los Caballeros de órdenes Militares: puesto el manto capitular, con la roja
insignia en el pecho, el
sombrero, espada, botas, y espuelas; y de esta forma estuvo
aquella noche puesto encima de su misma cama en una sala
enlutada; y a los lados algunos blandones con hachas, y
otras luces en el altar donde estaba un Santo Cristo, hasta
el sábado, que mudaron el cuerpo a un ataúd, aforrado en
terciopelo liso negro, tachonado, y guarnecido con pasamanos de oro, y
encima una Cruz de la misma guarnición, la
clavazón, y cantoneras doradas, y con dos llaves: hasta que
llegando la noche, y dando a todos luto sus tinieblas, le condujeron a su
último descanso en la Parroquia de san Juan
Bautista, donde le recibieron los Caballeros Ayudas de Cámara de su majestad,
y le llevaron hasta el túmulo que estaba prevenido en medio de la capilla
mayor; encima de la tumba fue colocado el cuerpo: a los dos lados
había doce
blandones de plata con hachas, y mucho número de luces.
Se hizo todo el oficio de su entierro con gran solemnidad,
con excelente música de la Capilla Real, con la dulzura, y
y compás, y el número de instrumentos y voces que en tales actos,
y de tanta gravedad se acostumbra.
Asistieron muchos Títulos, y Caballeros de la Cámara, y criados de su majestad
luego bajaron la caja, y la entregaron a don José de Salinas, de
la Orden de Calatrava, y Ayuda de Cámara de su majestad, y otros
Caballeros de la Cámara que
allí se hallaron, y en hombros le llevaron hasta la bóveda,
y entierro de don Gaspar de Fuensalida, que en muestra de
su amor le concedió este lugar para su deposito.
Le consagró el siguiente epitafio, y le hizo imprimir su
muy caro, e ingenioso discípulo don Juan de Alfaro, insigne cordobés, a quien
se debe lo mas principal de esta historia, que con gran erudición de su
hermano el doctor don Enrique Vaca de Alfaro recopiló en estas pocas líneas
lo que aun vivió estrecho en muchos años.
EPITAFIO A LA MUERTE DE DON DIEGO VELÁZQUEZ.
POSTERITATI SACRATUM.
D. DIDACUS VELAZQUIUS DE SILVA
Hispalensis. Pictor eximius, natus anno m.D.LXXXXIV.
Picturae nobilissima Arti sese dicavit, Prceceptore
accuratissimo Francisco Pacieco, qiti de Pictvra
pereliganter scripsit. lacet hic: proh dolor! D.D. Philippi IV.
Hispaniarum Regís Augustissimi a Cuibiculo Pictor Primus,
Camera excelsa adjutor vigilantissimus,
in Regio Palatio, & extra ad hospititim Cubicularius
maximus, a quo studiorum ergo, missus, ut Roma,
aliarum Italiae Urbium Pictura tabulas admirandas
vel quid aliud huius suppelectilis veluti statuas marmóreas,
l. aereas conquiret, perscutaret, ac secum
MAX.faciem coloribus mire expresserit, áurea
catena pretij supra ordinarij eum remuneratus est,
numismate gemmis caelato cum ipsius Pontif. efigie,
insculpta, ex ipsa ex annulo, appenso; tandem
D.Iacobi stemmate fuit condecoratus; post redditum
ex Fonte Rápido Galliae confini urbe Matritum versus
cum Rege suo Potentissimo, e Nuptijs Serenissima
D.Mariae Theresia Bibianae de Austria & Borbon, e
connubio scilicet cum Rege Galliarum cristianissimo,
D.D. Ludovico XIV. labore itineris febri praehensus,
obijt Mantue Carpetanae postridie nonas Augusti,
etatis LXVI. anno M.DC.LX. sepultusque est honorifice
in D. Ioannis Parroquiali Ecclesia, nocte, septimo
Idus mensis sumptu máximo, immodicisque expensis
sed non inmodicis tanto viro; Haroum concomitatu, in
hoc Domini Gasparis Fuensalida Grafierij Regij
amicissimi subterráneo sarcophago: Suoque Magistro praeclaroque
viro saeculis omnibus venerando, Pictura
collacrimante hoc breve epicedium Ioannes de Alfaro Cordubensis
maestus possuit, Henricus frater Medicus.
Aun después de muerto le persiguió la envidia, de suerte
que habiendo intentado algunos malévolos destituirle de la
gracia de su Soberano, con algunas calumnias siniestramente
impuestas, fue necesario que don Gaspar de Fuensalida, por
amigo, por testamentario, y por el oficio de Grefier, satisficiese a algunos
cargos en audiencia particular con su majestad, asegurándole de la fidelidad, y
legalidad de Velázquez
y la rectitud de su proceder en todo, a lo cual su majestad
respondió: Creo muy bien todo lo que me decís de Velázquez,
porque era bien entendido. Con lo cual calificó su majestad
el alto concepto en que le tenia, desmintiendo algunas bastardas sombras
que habían pretendido empañar el claro esplendor de su honrado proceder, y de
la buena ley con que
sirvió siempre a tan soberano dueño de cuya Real esplendor generoso recibió
tantas mercedes, que apenas se pueden
sumar; pero aunque en el discurso de su vida se han tocado
algunas, se recopilarán aquí, con otras que se ha podido
adquirir noticia.
XIII.
RECOPILACIÓN: DE LAS MERCEDES que la Majestad del Señor Felipe IV hizo a don
Diego Velázquez, juntamente con los Oficios y Empleos que ocupó en la Casa Real.
El año de 1630. le hizo merced su majestad a don Diego Velázquez de Silva de
la ración de doce reales al día, y de un vestuario de noventa ducados al año,
Le hizo merced de un paso de Vara de Alguacil de Corte, que se regula en
cuatro mil ducados.
Le hizo merced de Casa de Aposento, distinta de la que le tocó par sus Plazas, valuada en
doscientos ducados cada año.
Le hizo merced su majestad de una pensión de trecientos
ducados, que gozó, con dispensación de su Santidad, año 1626.
Una ayuda de costa de quinientos ducados de plata el año de 1637.
Le hizo merced de un Oficio de Escribano, acrecentado
en el Repeso mayor de la Corte, igual al que ponen los Escribanos del Crimen,
y se regula en seis mil ducados.
Le hizo merced su majestad desde el año de 640 en adelante de quinientos
ducados al año, pagados en los ordinarios de la despensa de la Casa Real.
Le hizo merced de sesenta ducados al mes, por la asistencia a las obras
reales, debajo de la mano del Excelentísimo Señor Marques de Malpica, Superintendente de ellas.
Le hizo merced de la vivienda capaz en la casa del
Tesoro, que es dentro de palacio, quedando en pie los aposentos que gozaba.
Le hizo merced del Hábito de la Orden del Señor Santiago, que se le puso.
Le hizo su majestad diferentes mercedes para su yerno y
nietos, así en la Casa Real, como en Plazas de Audiencias,
de mucha consideración y grado.
LOS OFICIOS Y PUESTOS, QUE TUVO EN LA Casa Real,
Su primer asiento fue de Pintor de Cámara, y lo ejerció desde el año de 1623.
Juró de Ugier de Cámara, puesto muy honorífico, el
año 1.627.
Pasó a Ayuda de la Guardarropa; el año de 1642 a
Ayuda de Cámara, y el de 1643. Aposentador mayor de
Palacio, que murió ejerciendolo con suma satisfacción y gusto de su Majestad,
de cuya Real mano recibió otras mercedes, y considerables ayudas de costa,
además de las citadas, y
goces de sus Plazas que ejerció, dignas de la grandeza de
tanto Rey, y de los méritos de tan vigilante vasallo, y excelente artífice:
cuya fortuna, habilidad, e ingenio, con sus
honrados procederes, le constituyeron modelo, y dechado
de artífices eminentes, y le erigieron estatua inmortal para
ejemplo de los futuros siglos, y enseñanza de la posteridad.
CVII.
FRANCISCO LÓPEZ CARO, PINTOR.
Francisco López Caro, natural y vecino de la ciudad de
Sevilla, fue muy buen pintor, y discípulo del Canónigo
Roelas: y aunque se aplicó a todo lo que comprende el
Arte de la Pintura, sobresalió con especialidad en los retratos, de que dejó
muy repetidos testimonios; por los cuales,
y otras obras de su mano que se ven en Sevilla., y algunas en
esta Corte, alcanzó gran opinión: y pasó sobre los años de
1608 a pintar en el Real palacio del Pardo la bóveda de la
pieza donde se viste su majestad, así de estucos, y grutescos de muy
excelente gusto, como de victorias del Invictísimo Señor Emperador
Carlos V. para inmortalizar la memoria del primer fundador de aquel Real sitio.
Murió pues nuestro Caro en esta villa de Madrid en el año de mil seiscientos
y sesenta y dos, y a los setenta de su edad.
CVIII.
FRANCISCO ZURBARÁN, PINTOR.
Francisco Zurbarán, natural de la villa de Fuente de Cantos, y vecino de la
ciudad de Sevilla, tuvo sus principios en
Extremadura con algún discípulo del divino Morales, y después pasó a perfeccionarse
a Sevilla en la escuela del doctor Pablo de las Roelas, y aprovecho tanto, que
ganó fama de excelente pintor con las muchas obras que hizo, y en particular con
las que hay de su mano en el claustro segundo de la
Merced Calzada de dicha ciudad, en la historia de san Pedro
Nolasco (Entre el 1628 y 33 dos series de 22+12 obras
señalan lo expertos, las que he logrado localizar imagen >>
#), que es obra famosa, y a todas luces excelente
donde es una admiración ver los hábitos de los religiosos, que
con ser todos blancos, sé distinguen unos de otros, según el
grado en que se hallan, con tan admirable propiedad en trazos, color, y
hechura, que desmienten al mismo natural:
porque fue este artífice tan estudioso, que todos los paños los
hacia por maniquí, y las carnes por el natural y así hizo
cosas maravillosas, siguiendo por este medio la escuela del Carabacho, a quien
fue tan aficionado, que quien viere sus
obras, no sabiendo cuales son, no dudará de atribuírselas a el
Carabacho.
En el dicho sitio tiene un cuadro, que llaman el
de la Perra, donde tiene hecha una tan, al natural, que se
teme no embista a los que la miran ¿#?: y allí mismo está una figura de un
mancebo con unas mangas de lama, o tela de plata,
que cualquiera conoce de que tela son.
Un aficionado tiene en Sevilla un borreguillo de mano de este artífice,
hecho por el natural, que dice lo estima más que cien carneros vivos
(supongamos un Agnus Dei
¿#,#?).
También son de su mano las pinturas del claustro de los
Mercenarios Descalzos (#,#,#,#,#,#,#), y las del retablo del convento de la
Merced de Villagarcía, y el cuadro de la Magdalena de la
iglesia de Pallares que es advocación de la Santa; y en la
sacristía del convento de san Pablo (exclaustrado
1835, destruido 1953), Orden de Predicadores en
dicha ciudad: además de otras muchas pinturas suyas, hay un
crucifijo de su mano, que lo muestran cerrada la reja de la
capilla, que tiene poca luz, y todos los que lo ven, y no lo
saben, creen ser de escultura.
Las pinturas de la iglesia de los
Descalzos (interpretemos que no repite y son los
trinitarios descalzos, 1810 expoliado, obras del taller, excepto
#) en dicha ciudad, y del colegio de san Buenaventura
(1810 expoliado, 1835 desamortizado,
#,#,#,#) son también de
su mano.
También pinto un retablo en
el colegio de san Alberto (1810 expoliado, 1835 desamortizado,
#,#,#,# en competencia de Alonso Cano,
y de Pacheco. Y en la santa iglesia hizo también las pinturas
de la
capilla de san Pedro: y en fin dejó en Sevilla tantas, y
aun en toda Andalucía, así en público, como en casas particulares parece no
tienen número.
En el colegio de san Pablo de Córdoba hay muchas de santos de la Orden
de Predicadores,
de medios cuerpos (Son de Juan de Sevilla Romero), cosa superior; especialmente
debajo de la escalera principal.
Es fama, que habiéndose retirado a vivir a
Fuente de Cantos, su patria, la ciudad de
Sevilla le envío su diputación, pidiéndole se dignase de venir
a vivir a Sevilla para honrarla con su persona y eminente habilidad: siendo
así que había entonces en ella otros pintores
célebres, él lo hizo así, como lo merecía honra tanta.
Lo cierto es, que además de su habilidad, por su persona, trato,
y buenas prendas era sumamente recomendable; y aun dicen
que le ofrecieron casa, y a la verdad era consecuente.
Últimamente vino a Madrid por los años de mil seiscientos
cincuenta (El Prado las fecha en 1634) llamado de Velázquez, de orden de su Majestad, donde ejecutó las
pinturas de las fuerzas de Hércules, que están en el saloncete del Buen-Retiro
sobre los cuadros
grandes
#,#,#,#,#,#,#,#,#,#,: y aseguran que estándolas pintando, entre muchas
veces que el Señor Felipe IV pasaba a verle pintar, se
llego a él una vez, y poniéndole la mano en el hombro, le
dijo: Pintor del Rey, y Rey de los Pintores.
Hizo otras
muchas pinturas para la casa de campo, y otros Sitios Reales; como también
para algunos particulares, y diferentes
templos, donde no son conocidas por suyas: pues en la sacristía de la iglesia
de Peñaranda vi yo un cuadro suyo de la
Encarnación (Por descartes se propone
#), sin que nadie le conociese por suyo.
Se Tiene por cierto que murió en esta Corte el año de mil seiscientos sesenta y
dos, y a los sesenta y seis de su edad, con créditos no solo de su eminente
habilidad, sino de eximia virtud,
así en Sevilla, como en esta Corte.
CIX.
LOS DOS CÉLEBRES HERMANOS MIGUEL y Jerónimo García, Pintores, y Escultores en Granada
Los dos hermanos Miguel, y Jerónimo García, fueron
naturales de la ínclita ciudad de Granada: y según consta de
un epigrama, o silva laudatoria, que yo he visto impresa, con
otros papeles curiosos de don Juan de Alfaro, y que escribió
a los dos Pedro de Araujo Salgado, célebre ingenio granadino, parece fueron
gemelos, o nacidos de un parto. Y sin duda nacieron debajo de un mismo influjo,
pues ambos se inclinaron a la Pintura, y Escultura; pero según parece del dicho
poema, el uno era eminente, o se señalaba más en hacer
las efigies de bulto, y el otro en colorearlas, o pintarlas, que
no es lo menos importante: pues muchas buenas esculturas
vemos echadas a perder por mal encarnadas, o coloreadas y
a otras las sublima de modo, que les acrece otro tanto de
primor, y de estimación, como lo vemos en las de Cano,
Herrera, Mena, Mora, y otros.
Y últimamente, exhalándose este autor en elogios
de la superior habilidad de los dos referidos hermanos, haciendo anagrama del
apellido de García dice, que todo lo convirtieron en gracia.
Sus obras están esparcidas en la ciudad,
y reino de Granada, donde florecieron; aunque determinadamente no hay señalada
noticia individual de alguna: como tampoco del año de su nacimiento, y muerte,
más que haber florecido en tiempo del Señor
Felipe IV, que falleció el año 1665.
CX.
JUAN DE TOLEDO, PINTOR.
Juan de Toledo, vecino de Madrid, natural de la ciudad
de Lorca, en el reino de Murcia, hijo de Miguel de Toledo, y de doña Ginesa
Calderón su mujer, descendiente de los
pobladores de aquella tierra: aprendió el Arte de la Pintura
con su padre, que también fue pintor, y por sus travesuras
sentó plaza de soldado, y pasó a Italia sirviendo al Rey, en
cuyo empleo se dio tan buena maña, que en breve tiempo
llegó a ser capitán de caballos.
Pero no olvidado de su afición
a la Pintura, dejó el Rel servicio, y se aplicó mucho a la
escuela de Miguel Ángel de las batallas, y también a la de
Annelo Falconi; y habiendo aprovechado grandemente en
este manejo, se volvió a España, y pasó a Granada, donde
hizo asiento algunos años, y pintó muchas marinas y batallas
con singular excelencia, y algunas marchas, e historiejas de
noche, tocadas de la luz de la luna, o de algún hachón, con
extremado gusto y capricho, que para esto le tuvo muy singular, no
contentándose su gran genio con estas menudencias, porque se extendió también
a historias de gran magnitud,
como lo manifestó en diferentes pinturas que hay de su mano
en el convento de san Francisco el Grande de aquella ciudad.
También estuvo una gran temporada en Murcia, donde
hizo diferentes obras, y especialmente el cuadro principal de
la Asunción de nuestra Señora para la congregación de caballeros seculares en
el colegio de san Esteban de la Compañía
de Jesús de aquella ciudad, cuya excelencia acredita grandemente la pericia de
su autor
se vino a Madrid, donde hizo muchas y excelentes obras,
como lo demuestran las que ejecutó para la iglesia de las
monjas de don Juan de Alarcón
#, que fueron el célebre lienzo de la Concepción
de nuestra Señora, con mucho triunfo
de ángeles en la gloria, con la Santísima Trinidad arriba, y
es de diez varas castellanas de alto, y la figura principal tiene
tres: y viéndolo algunos pintores de esta Corte, no faltó quien
dijo, que si fuera la Virgen una marcha de noche, y a caballo, fuera gran cosa.
Llegó a sus oídos, y habiendo inquirido
quien había sido el autor de esta sátira, hubo de haber un
disgusto muy pesado, porque él gastaba muy mal humor: lo
cierto es, que la figura principal no es lo mejor que tiene el
cuadro; pero en lo demás de la historia hay muy buenas cosas.
También son de su mano las demás pinturas del retablo,
y las del altar colateral del lado del Evangelio de la misma
iglesia.
También pintó en el techo de la iglesia nueva del colegio de Atocha de
religiosos dominicos la historia de cuando Santo Tomás ofreció su obra a
Cristo crucificado, y le
respondió su majestad: Bene scripsisti de me, Thoma, quid
ergo retribuam tibi? Y el Santo le respondió: Nihil aliud
quam te, Domine. El cual es muy excelente cuadro, y se
califica la gran opinión que tenía en esta Corte; pues fue
nombrado para pintar en aquel sitio, para donde se eligieron
los primeros hombres que había entonces en ella.
Es también de su mano un gran cuadro, que está en el
altar mayor de los Trinitarios Descalzos de Alcalá de Henares de aquella visión
misteriosa de la Redención, con la Trinidad Santísima arriba, y gran
acompañamiento de gloria.
Murió en esta Corte por los años de mil seiscientos sesenta
y cinco, a los cincuenta y cuatro de su edad.
CXI.
PEDRO CUQUET, PINTOR. (Pere Cuquet)
Pedro Cuquet, natural de la ciudad de Barcelona, fue excelente pintor, como lo
manifiesta el gran cuadro que pintó
del Concilio Efesino, en que presidio san Cirilo, Carmelita:
y está colocado en el frontispicio de la sacristía del convento
de nuestra señora del Carmen de dicha ciudad
(Desamortizado en 1835, destruido en el 1874).
También son
de su mano la mayor parte de los lienzos del claustro de san
Francisco de Paula, que contiene la vida de dicho Santo, sin
otras muchas pinturas en diferentes retablos de dicha ciudad,
donde murió de mas de setenta años, en el mil seiscientos sesenta y seis.
CXII.
PEDRO DE MOYA, PINTOR.
Pedro de Moya, natural de la ciudad de Granada, pasó
a Sevilla, donde tuvo algunos ligeros principios en la escuela
de Juan del Castillo. De allí paso a Flandes, y a Inglaterra,
sirviendo al Rey en la milicia, y se aplicó a la escuela de
Vandic, donde aprovechó grandemente.
Volvió a España, y pasó a Sevilla, y vivió allí muchos años, y dejó
obras eminentes, que fueron muy celebradas de los mejores pintores de
aquel tiempo.
Pasó después a Granada, donde también hizo
excelentes obras; y fue el primero que introdujo en ella la
buena manera avandicada, como se califica en una pintura
de la Concepción de nuestra Señora de su mano, que está en
la iglesia de nuestra Señora de Gracia (Arrasada
en 1810 con las guerras napoleónicas, Desamortización 1835, Palomina usa
Concepción como inmaculada concepción, así como encarnación, para anunciación,
dada la poca obra para tomarle el estilo, cualquiera puede presentan esta obra,
¿#?
y yo no puedo rebatirlo) en dicha ciudad; en
cuya escuela, y la que había dejado Juan Fernández Machuca, discípulo que
fue de Rafael de Urbino, se formó en
Granada una gran casta de pintura, donde murió nuestro
Moya por los años de mil seiscientos sesenta y seis, a
los cincuenta y seis de su edad.
CXIII.
EL HERMANO IGNACIO RAETH, PINTOR.
El hermano Ignacio Raeth, flamenco, natural de Amberes, religioso Coadjutor
de la Compañía de Jesús, discípulo en este Arte del Padre Daniel Segers, de
su misma religión, fue recibido en la Compañía a los diez y ocho años
de su edad, en el 1.644.
Asistió de compañero muchos
años en el noviciado de Madrid al Eminentísimo Señor Juan
Everardo, cuando era confesor de la reina reinante nuestra Señora Doña María-Ana
de Austria, madre del Señor
Carlos II: y por el mismo tiempo pinto la vida de
nuestro Padre san Ignacio en treinta y seis cuadros, que están
colocados hacia las tribunas en la iglesia nueva de dicha casa,
que se dedicó el año de 1662 (1767 fueron
expulsados). y un día de Corpus Christi
se puso en público un retrato de su mano del venerable Padre Eusebio
Nieremberg, de la misma Compañía, varón eximio en virtud y letras; que sobre
estar muy parecido, estaba
excelentemente pintado: y así fue de todos muy aplaudido,
y celebrada la habilidad de su artífice, bien acreditada en esta, y en todas
sus obras.
El año 60, pasó al Colegio Imperial, donde estuvo
dos años; y después se tiene por cierto se volvió a su provincia de Flandes,
o a Alemania, y por allá murió, con grandes créditos de su habilidad, y
religiosa virtud, por el año de
mil seiscientos y sesenta y seis, siendo ya de crecida edad.
CXIV.
CRISTÓBAL GARCÍA SALMERÓN, PINTOR,
Cristóbal García Salmerón, natural de la ciudad de Cuenca, fue discípulo de
Pedro Orrente: hizo diferentes obras en
dicha ciudad, como son en la sacristía del convento de san
Francisco ¿?, enfrente de la puerta un cuadro del Nacimiento
de Cristo Señor nuestro de a vara, cosa excelente.
Y en la sobre-escalera de dicho convento las cuatro pechinas, con santa
Clara, santa Rosa de Viterbo, y las dos Isabeles Franciscas de medio cuerpo.
Y para don Fernando de la Encina,
canónigo, y dignidad que fue de aquella santa iglesia, un san Juan en el
desierto cosa superior.
Pareciéndole que en la cortedad de aquella tierra no podía lograr el
merecido premio,
vino a esta Corte, donde ejecutó diferentes pinturas, y especialmente la del
Buen Pastor, que está en el claustro chico
del convento del Carmen Calzado (Desamortizado
exclaustrado en 1836), junto a la puerta que va
a la iglesia al lado que mira al claustro grande, que parece de Orrente.
Es también de su mano, una pintura de fiesta de toros,
celebrada en Cuenca al feliz nacimiento del Señor Carlos II, donde está copiada
la misma ciudad, y el pintor en
acto de pintarla, de cuya orden la ejecutó para enviar a su
majestad y cuando yo la vi estaba colocada en el pasadizo
de palacio a la Encarnación (Por la situación es
posible que se librara en el incendio del Alcazar, démosla como desaparecida).
Murió en esta Corte por los años de mil seiscientos sesenta y seis, a los
sesenta y tres de su edad.
CXV.
JOSÉ DE ARFE, ESCULTOR.
José de Arfe, insigne escultor, y nieto del insigne Juan
de Arfe, el que escribió el libro de Varia Commensuracion,
fue natural de Sevilla, donde tuvo sus principios con muy
lucidas muestras de su ingenio.
Pasó a Roma para perfecionarse en su facultad; y lo consiguió con tales
ventajas, que
dejó en ella acreditado su nombre en repetidas obras.
Volvió
después de muchos años a su patria, donde ademas de otras
muchas estatuas que ejecutó, inmortalizó su fama en las figuras de plata que
tiene la custodia de aquella santa iglesia,
haciendo para ellas los modelos por donde se vaciaron, y reparándolas después
#.
Son también obra de su ingenio las estatuas de los Evangelistas y
Doctores de mármol que están en la capilla del Sagrario de aquella santa
iglesia, figuras de mas de veinte pies
de alto, cosa superior (Son de José de Arce
#,#,#,#,#).
Murió en dicha ciudad por los años de
mil seiscientos sesenta y seis, a los sesenta y tres de su
edad.
CXVI
PABLO PONTONS, PINTOR.
Pablo Pontons fue natural, y vecino de la ciudad de Valencia, y discípulo
en el Arte de la Pintura de Pedro Orrente: tuvo gran manera de pintar a
la moda italiana, y con gran manejo.
Hay muchas pinturas suyas en dicha ciudad,
especialmente en el convento de la Merced (1834
desamortizado), así en la iglesia,
como en los claustros; y en el monasterio de la cartuja del
Puche ¿? hay también muchas que acreditan su excelencia en el arte.
Murió en dicha ciudad de más de sesenta años, por el
mil seiscientos sesenta y seis.
CXVII.
DON FRANCISCO JIMÉNEZ, PINTOR,
(Francisco Jiménez Maza)
Don Francisco Jiménez natural de la ciudad de Tarazona, habiendo
tenido en ella algunos principios en el Arte
de la Pintura, pasó a Roma, donde estuvo algunos años estudiando en
aquella célebre Atenas de la Pintura, y de donde
vino muy aprovechado a Zaragoza, y allí ejecutó excelentes obras, y algunas
de gran magnitud, especialmente tres
cuadros de cuarenta palmos de altura, para la célebre capilla de san
Pedro Arbues
# en el Aseu de dicha ciudad.
Y también pintó la vida de san Elias para el claustro de los
Carmelitas Calzados (Desaparecidos, 1808-9 formaba
parte de la muralla defensiva al asedio francés, 1835 desamortizado. Ceán
Bermúdez corregía a Palomino dándolos a Juan Pérez Galbán) cosa de gran gusto y capricho en el
historiado.
Fue nuestro Jiménez hombre poderoso y rico, así de
lo que adquirió por su industria, y profesión, como por la
hacienda que heredó de sus padres de suerte, que dejó
fundadas dos obras pias en Zaragoza: la una para dotar
hijas huérfanas de pintores, para tomar estado; y la otra
de capellanías para estudiantes hijos de pintores: circunstancias que le
hacen muy recomendable a la posteridad, y
ejemplar que debiera tenerse presente en esta Corte, y ciudades grandes para
semejante providencia, en que le debe
el Arte a nuestro Jiménez inmortal gratitud.
Pero no solo se debia atender a estos dos fines tan importantes, sino
también para la manutención de pintores ancianos, cuya
decrepitud los inhabilita, y despeña al abismo de la miseria, como
he conocido yo a muchos, y algunos, cuyas
vidas por eminentes en esta Arte, se verán en este catálogo.
Murió nuestro don Francisco en dicha ciudad de Zaragoza por los años
de mil seiscientos y sesenta y seis, y a los
setenta y ocho de su edad, dejando inmortalizado su nombre, no solo en
las eminentes obras de su pincel, sino en las
heroicas fundaciones de su piedad.
CXVIII.
MANUEL PEREIRA, INSIGNE ESCULTOR.
En el feliz reinado del Señor Felipe IV floreció Manuel Pereyra, excelente
escultor, noble portugués, de que
dan testimonio las muchas estatuas que tiene en esta Corte:
siendo testigos fidedignos el
San Bruno de piedra que está en
la portada de la hospedería de la cartuja, que fue tan de la
aprobación del Señor Felipe IV, que tenia mandado a su
cochero del tronco, que pasando por la calle de Alcalá, y
llegando al sitio de la hospedería de la cartuja parase, fingiendo que se
le había descompuesto alguna hebilla o correa,
para dar lugar a que su majestad lo viese.
Y también otra
estatua del mismo santo que hizo para la cartuja de Miraflores
#, junto a
Burgos; bien que esta es de madera.
También la
de san Antonio de los Portugueses, que está encima de la
puerta de su templo
# (¿?, Palomino no menciona el
San Antonio del interior, posiblemente en su visita estaba en construcción
el 1º retablo barroco 1724 y la pieza no figuraba); el san Isidro, también de piedra, que
está sobre la de su capilla (Se perdió en 1936): y el san Andrés que está en la de
la Parroquial de dicho santo (medio destruida se restauró, faltaba la cabeza,
mano izquierda y brazo derecho, se puso sustituyendo a san Isidro
#); y una imagen de
nuestra Señora en la otra
puerta de dicha capilla: y los labradores santos
que circundan el tabernáculo, en que se venera el sagrado
cuerpo de san Isidro (Todos destruidos el 1936,
queda una
fotografía de uno).
También la célebre estatua de piedra del
glorioso Patriarca san Benito, que está en la portada del convento de san
Martin (monasterio destruido entre el XIX y XX): todos mudos panegíricos del nombre
inmortal de tan eminente artífice.
No siendo menos otras efigies que tiene en Alcalá de Henares, así en la
iglesia de las
religiosas Bernardas
#, como en aquel colegio mayor y sobre
todo la soberana efigie del santísimo Cristo del Perdón, que
se venera en el convento de Dominicos del Rosario
(Destruido en 1936
queda una
fotofrafía)
en esta
Corte, cosa portentosa, a que ayudó mucho la encarnación
de mano de Camilo, que dándose la mano estas dos facultades, suben mucho de punto la perfección. También son de
su mano los cuatro santos Benitos, y Bernardos, que están
en la iglesia del convento de san Plácido
(Demolido en 1903, reconstruido el 1912
#,#,#,#).
Pero lo que excede
todo encarecimiento es, que estando casi ciego, trabajo que
le sobrevino a lo último de su vida, ejecutó el modelo de la
estatua de san Juan de Dios, que está en la portada del claustro de su
convento en esta Corte, que llaman de Antón Martin
(Se derribó y se hizo un nuevo Hospital en 1918.
Queda un
fotografía de la fachada, donde no se logra apreciar la obra), y aun dirigió la estatua
de piedra por el tacto, la
cual ejecutó Manuel Delgado, escultor de razonable habilidad, y discípulo suyo,
y cierto que es una bellísima figura.
Y en fin tuvo obras de tanta entidad, que llego a estar muy
acomodado, favorecido de la fortuna, y estimado de todos,
y así casó una hija que tuvo con don José Mendieta, Caballero que fue de
la Orden de Santiago, Ayuda de Cámara
del Rey, y Veedor de las obras reales.
Y también tuvo otro
hijo Sacerdote de muy buenas prendas, que se llamó don
Bartolomé.
Murió en esta Corte nuestro Pereira por los años
de mil seiscientos y sesenta y siete, a los sesenta y tres de su
edad.
CXIX.
DON EUGENIO DE LAS CUEVAS, PINTOR.
Don Eugenio de las Cuevas, aunque tomaba los pinceles en la mano por solo
deleite, merece se haga memoria de
sus buenas prendas por la eminencia de su ingenio, asi en la
Pintura, como en otras buenas artes.
Fue pues natural de
Madrid, hijo de Pedro de las Cuevas, y de su mujer doña
Clara Pérez, por cuya línea fue hermano de Francisco Camilo, y desde sus
primeros años tuvo notable propensión al
Arte de la Pintura, y a la música.
Comenzó en su niñez a
dibujar, debajo de los preceptos de su padre, que fue, como lo tengo dicho, muy
práctico, y teórico, aprendiendo
juntamente a leer y a escribir, 5 y con la mucha codicia que
tenía de saber, le vino un corrimiento a los ojos, que le obligaba a dar de
mano a estos ejercicios: y así, aunque le llevaba la afición, no podía dibujar,
ni escribir; y conociendo
su padre que tenía muy buen natural para la música, porque
se divirtiese, le dio maestro que se la enseñase; y juntamente
que acudiese al estudio de la Gramática en el colegio de la
Compañía de Jesús.
Llegó pues a cantar un papel de música
de repente, y en la Gramática, hasta la Retórica; y después
se dio a los estudios de las Matemáticas, en los cuales se hizo muy práctico,
porque para cualquiera cosa tenia natural aptitud.
Estando en esto, y entreteniéndose algunos ratos en el
dibujo, fue elegido para maestro en él, del Señor Don Juan
de Austria, hijo del Rey nuestro Señor Don Felipe IV,
siendo su Ayo don Pedro de Velasco, Caballero de la Orden
de Santiago. Después teniendo noticia de su ingenio don Rodrigo Pimentel, Marques
de Viana, le llevó consigo, con título de su Secretario, señalándole juntamente
gages por Ingeniero; y así hizo en Orán cosas muy señaladas del servicio
de su majestad: y si hubiera seguido solamente el Arte de
la Pintura, según su habilidad, y excelente ingenio, sin duda fuera eminente en
él; porque en pequeño pintaba cosas de
muy buen gusto, como son laminitas para joyas, y retratos
pequeños, en que gastaba los ratos ociosos.
Además de'estq Tenia otras muchas
hacia muy buenos versos castellanos, y cantaba a la vihuela;
muy bien punteada, con singular gusto, con que virtuosamente se entretenia con
sus amigos, que por sus buenas prendas y habilidades, tuvo muchos, y grandes
Caballeros que le estimaban. Murió en esta villa de Madrid el año de mil
seiscientos sesenta y siete, y a los cinduenta y cuatro de su edad.
CXX.
DON FRANCISCO CARO PINTOR
Don Francisco Caro, natural de la ciudad de Sevilla, vecino de esta Corte,
e hijo de Francisco López Caro, de quien ya hicimos mención, fue discípulo
de su padre en el Arte de la pintura, y se perfeccionó con Alonso Cano.
Vivió en esta villa de Madrid, donde hizo muchas, y buenas pinturas para
diferentes personas particulares; y tuvo ajustado el hacer toda la pintura de
la Real capilla del glorioso san Isidro, repartida en diferentes casos de
la vida. del santo Patrón de esta villa de Madrid, la cual se estaba
ejecutando entonces por el año de 1658, indicio claro de su gran crédito
aunque después se determinó fuese la vida de la Virgen en el recinto del
tabernáculo, y los cuatro grandes de fuera, de la historia del Santo
(Todos ardieron en 1936): y estas
las ejecutaron Rizi y Carreño, y nuestro don Francisco tomó a su cargo la vida
de la Virgen, en que se desempeñó con gran magisterio, y se conoce bien la
escuela de Alonso Cano, y así adelantó mucho su crédito; como también en otro
gran cuadro que hizo para el claustro de san Francisco de Segovia, que es
el
Jubileo de la Porciuncula, donde está el retrato de don Antonio de Contreras,
y su mujer, dueños de aquella obra.
Y después de haber ejecutado otras muchas obras públicas, y particulares,
murió de harto poca edad en esta Corte, pues apenas tenía cuarenta años, por
el mil seiscientos sesenta y siete.
CXXI.
SEBASTIÁN MARTÍNEZ, PINTOR.
Sebastián Martínez, natural y vecino de la ciudad de
Jaén, fue pintor insigne, y por una manera muy caprichosa,
extravagante, y rara; pero con buen gusto y corrección, y
con gran templanza y vagueza de términos, como lo acreditan repetidas obras
que tiene en aquella ciudad, públicas y particulares, especialmente las; del patío
de la Compañía de Jesús y entre otras un gran cuadro del
martirio de san
Sebastián en una capilla de la iglesia mayor, cosa verdaderamente admirable en
lo historiado, caprichoso, y bien observado de luz.
En Lucena, tengo noticia que hay algunas pinturas
(Retablo) de
nuestro Martínez con gran aprobación de los del Arte.
En Córdoba en la, iglesia del convento de religiosas de Corpus Christi, hay
cuatro lienzos suyos cosa excelente: el uno es de la
Concepción purísima, y
está en el altar mayor a el lado del Evangelio y en su correspondencia hay otro
de
san Francisco de Asís cuando el ángel significó la pureza que debía tener el
sacerdote, en la diafanidad de la redoma de agua. Otro del
Nacimiento de Cristo
Señor nuestro, sobre la puerta de la sacristía que es un lienzo muy caprichoso,
y pintado como de día. El otro es de
san Jerónimo en la penitencia, muy flaco,
y consumido, que todos muestran bastante la eminencia, y capricho de su autor.
Vino a Madrid, habiendo muerto don Diego Velázquez,
y el Señor Felipe IV le hizo su pintor, no obstante que
dijo su majestad ser su pintura de poca fuerza, y que era
menester mirarla junto a los ojos, porque lo hacia todo muy
anieblado, pero con un capricho peregrino.
Y sucedió, que
pintando un día en palacio, y estando sentado, llegó el Rey
por detrás cogiéndole descuidado; y habiendo él conocido a
su majestad, se levantaba para hacer el debido acatamiento,
y entonces el Rey le puso las manos sobre los hombros diciéndole
estate quedo, Martínez; y él desde entonces, venerando esta: honra, acostumbró
poner en sus obras "Martínez fecit", que antes ponía su nombre entero.
Pero yo extraño mucho no haber visto pintura alguna suya en ninguno de
los Sitios Reales, que las conozco muy bien; sí entre
particulares.
He visto algunas, y discurro que seria por haber
vivido poco en esta Corte.
Hizo también paisajes con excelencia, y yo vi uno en poder de don Antonio
reinoso, discípulo suyo, y de quien adquirí estas noticias, que era una
Aurora, cosa superior.
Murió pues en Madrid por el año de mil seiscientos y sesenta y siete, y
a los sesenta y cinco de su edad.
CXXII.
ANTONIO DEL CASTILLO, Y SAAVEDRA, Pintor Cordobés.
Antonio del Castillo y Saavedra, natural de la ciudad de
Córdoba, y de las familias ilustres de sus apellidos, conocidas por tales en
aquella gran ciudad, fue hijo de Agustín del Castillo, pintor excelente, de
quien tuvo Antonio sus principios, que aunque en
el primer tomo dijimos que su padre
se llamó Juan, fue equivocación con otro hermano de Agustín; pero siendo de
pocos años Antonio, y estando muy tierno en los rudimentos del
Arte, le faltó su padre, con cuyo motivo pasó a Sevilla a perfeccionarse en el
Arte en compañía de José de Sarabia, también ilustre pintor cordobés
y lo consiguieron en la escuela de Francisco Zurbarán.
Viéndose Castillo ya adelantado en el arte volvió su patria, donde hizo excelentes obras
públicas y particulares, especialmente un gran cuadro de
san Acisclo mártir, y
patrono de aquella ciudad, en oposición de Cristóbal Vela para la obra
de aquel gran retablo de la santa iglesia, la cual no tuvo fortuna de lograr,
y se colocó el cuadro junto a la capilla del
Ilustrísimo Señor don Fray Alonso Salizanes, que entonces
era donde estaba la pila del bautismo, que siendo como es
una figura gigantesca, muestra muy bien la eminencia de su artífice, por
estar muy dibujada, y con gran proporción y simetría, y bien actuada de claro-obscuro; aunque
el tiempo la tiene muy maltratada, por estar, como estaba,
inmediata a las claraboyas de aquel sitio.
Tiene también en aquella santa iglesia las pinturas de una
capilla que cae al costado del patio de los naranjos, junto
a la figura del cautivo: que son
la Virgen del Rosario, san
Roque, y san Sebastián a los lados, cosa de lo mejor gusto que hizo.
No lo son menos los dos santos Apóstoles san
Felipe, y Santiago, figuras mayores que el natural, hechas
con gran magisterio, que están casi en frente de dicha capilla
en un pilar de aquella santa iglesia antes del coro.
Pero sobre todo, en materia de lo historiado, el cuadro
del
martirio de san Pelagio, apaisado, que está en una capillita al lado del
coro por la parte de fuera, que mira hacia el
punto, donde mostró mucho Castillo la eminencia de
su ingenio en lo historiado. Así en las figuras del primer termino,
donde se demuestra la sentencia que pronunció aquel rey Bárbaro,
contra la ínclita pureza, y constancia invencible de aquel arrogante mancebo;
como en el segundo término la ejecución del martirio, desmembrándole vivo en
menudos pedazos su santísimo cuerpo: es sin duda este cuadro
de lo mas excelente que hizo Castillo en materia de historia.
Tiene también en dicha santa iglesia las pinturas al fresco que están en la puerta del Perdón, por la parte de fuera donde están
los santos Apóstoles san Pedro y san Pablo, los santos mártires Patronos de
Córdoba Acisclo, y Victoria, y la Asunción de nuestra Señora, con san Miguel,
y san Rafael a los lados, todo ejecutado con tan superior magisterio e
inteligencia del manejo y calidades del fresco, que con
haber hoy mas de ochenta años que se hicieron, parecen tan
frescas como si estuvieran recién acabadas.
Tiene además de esto en público en dicha ciudad, diferentes cuadros de
Concepción, como son la de la calle de Armas, la del Potro, y la de la
Herrería, aunque ya la inclemencia del tiempo las tiene muy deterioradas
(Seguramente hornacinas populares al exterior, no han
sobrevivido).
También tiene una excelente figura de
san Rafael en las casas de Cabildo, o
cuadras de Rentas de aquella ciudad.
Y en el Real colegio de san Pablo, del sagrado Orden de Predicadores,
son de su mano todas las pinturas de aquella célebre escalera,
de figuras mayores que el natural, donde se ve en el testero
principal aquel gran cuadro del santo Rey
Don Fernando,
consagrando al Apóstol de las gentes aquel religioso convento y colegio,
fundación, y dotación suya el año de 1236. Adornan los demás espacios de esta
insigne escalera los dos
ínclitos Patriarcas
san Francisco, y
santo Domingo, san Buenaventura
(¿Perdido? estaba en 1961 en el museo de Bilbao.
#), y
santo
Tomás, y otros santos de ambas religiones, hecho todo con singular magisterio,
y bizarría.
Tiene también dos hornacinas en el sagrado hospital de
Jesús Nazareno de aquella ciudad, pintadas al óleo sobre la
misma pared; en la una la reina santa Helena, con una
historieja de la invención de la Cruz ¿#?, en segundo término,
cosa excelente. Y en la otra hornacina está el dichoso san Dimas, o el Buen
Ladrón, crucificado, figura tan natural, y
tan expresiva de aquellas ansias y afectos, con que pronuncio
aquellas dulces palabras ác Domine y memento mei que le
salen de la boca, que parece que se le escuchan, y que fueron tan eficaces,
que bastaron a conquistarle el Paraíso. Y en
la parte inferior se mira la ciudad de Jerusalén, hecha con extremada gracia
y capricho.
Confieso con ingenuidad, que de
figura sola, y desnuda, ni él hizo más, ni parece que se puede hacer.
Tiene en esta misma casa un cuadro grande de la
Asunción de nuestra Señora, y su Coronación, con gran
acompañamiento de ángeles, y serafines, aunque no tan observado de contraposiciones,
y graduación de términos como lo hizo en otras cosas.
También tiene en el salón del santo Tribunal de aquella
ciudad un gran cuadro de
Cristo Señor nuestro crucificado,
con san Juan, y la Virgen a los lados, cosa excelente.
En la iglesia del convento de san Francisco tiene en una capilla,
junto a la de la Vera-Cruz, una pintura de los dos santos
Juanes, también cosa superior. Y en el remate del retablo de
la capilla de la Concepción tiene un cuadro del Espíritu Santo, con una
guirnalda de serafines alrededor, alumbrados todos del centro, cosa maravillosa.
No lo es menos otro cuadro de
san Ildefonso, con el favor soberano que recibió
de la reina de los ángeles como capellán suyo, aunque ya muy
deteriorado por estar a la inclemencia del tiempo en uno de
los ángulos del claustro: donde también tiene otro del bautismo de nuestro seráfico
Padre san Francisco
#, que hizo en competencia de los de Alfaro, como decimos en
su vida, a
devoción de Sebastián de Herrera compadre suyo, donde irritado de ver tan
repetida la firma de Alfaro en todos sus cuadros, puso en el suyo, no
queriéndole firmar, aquel celebre
epígrafe: "Non fecit Alfarus"; con cuya discreta frase reprehendía tácitamente la
repetida jactancia de la firma, si así cabe decirse; porque en obras publicas,
y de consecuencia no tengo por delito el firmarlas.
Es también de su mano el cuadro principal de la Visitación de santa Isabel
(Perdido en la invasión francesa)
en el convento de religiosas de santa Isabel de los ángeles de aquella ciudad,
donde cometió Castillo un absurdo involuntario, a contemplación de don Gómez de
Córdoba y Figueroa, caballero de superiores prendas
y calidad, a cuya devoción se hizo: que siendo muy aficionado a todas buenas
artes, era con tal extravagancia, que en
todas había de haber correspondencia y aunque esto es muy
práctico en las cosas artificiales, en las naturales, o que imitan el natural
es absurdo tan grande, que antes consiste su
primor en la casualidad y descuido, huyendo la repetición en
la correspondencia de los colaterales. Y así en dicho cuadro
están en el medio la Virgen, y santa Isabel abrazándose,
imitadas en todo las acciones, hasta en los semblantes; y al
lado de la Virgen está san José; y al de la santa Zacarías
en la misma actitud, perfil, y postura de rostro; y a este
mismo respecto se van correspondiendo los ángeles, y serafines, que hay en la
gloria: es un cuadro, que cada cosa de
por sí está muy buena pero todo junto no se puede digerir,
Y a este modo tan extravagante le hizo Castillo a este Caballero otras
muchas pinturas, con gran mortificación suya; pues
aunque lo conocía, no lo podía remediar; así por complacer
al dueño, que era de la primera nobleza de aquella ciudad,
como porque no estaba tan sobrado de medios, ni de obras,
que pudiese abandonar algunas; y más cuando el don Gómez no era nada escaso en
satisfacerlas cuando los artífices le
daban gusto. ¡Cuántas veces los dueños de las obras quedaran
mas bien servidos, no obedeciéndoles en lo que mandan!
pues piden contra lo mismo que desean; porque deseando
que la obra salga con la debida perfección, mandan cosas
que totalmente la deslucen. Con que el no obedecerles seria el mejor modo de
servirles: solo falta que lo entiendan así.
Tiene también Castillo en dicha ciudad dos cuadros de
san Pedro y
san Pablo en el altar mayor del Hospital de la
Caridad, y otros dos de san Acisclo, y Victoria, medios
cuerpos en el de la Consolación.
También tiene otro del bautismo de Cristo Señor nuestro en la iglesia de la
Santísima Trinidad de Calzados (Exclaustrado 1835
aunque regresaron en el 93).
Y en la sacristía del convento de la
Arruzafa, de Recoletos Franciscos (Exclaustrado,
actualmente el parador de Córdoba), tiene otros dos cuadros
de san Francisco, y san Buenaventura
¿#?, de medios cuerpos,
cosa excelente; como también otras cuatro pinturitas pequeñas de santas vírgenes,
de medio cuerpo, y un
crucifijo en
una cruz pequeña, que está en un altar, cosa peregrina.
Fue también nuestro Castillo excelente paisajista, para lo
cual se salía algunos días a pasear con recado de dibujar, y
copiaba algunos sitios por el natural, aprovechándose así mismo de las cabañas, y
cortijos de aquella tierra, donde copiaba también los animales, carros, y otros
adherentes que hallaba a mano; y algunas casualidades en aquel arroyo de las
peñas con singularísimo primor.
Fue también gran arquitecto, perspectivo, y retratista, de quien hay en dicha
ciudad repetidos testimonios en las casas de aquellos Caballeros,
especialmente en la del Conde de Hornachuelos, y en casa
del dicho don Gómez de Córdoba, como también en casas
particulares, así de paisajes, como de retratos; y especialmente tuvo singular
gracia en las ciudadelas, que de ordinario
ponía en los paisajes.
Y sobre todo en las historiejas de mediano tamaño fue superior, como lo
manifestó en un juego
de cuadros de la Vida de Cristo, y martirios de Apóstoles,
de los cuales tenía algunos el Prior de la Vereda don Pedro
Carranza en dicha ciudad de Córdoba; y otro juego de historias de la Pasión de
Cristo, que hizo para don Francisco
de Alfaro, de vara de alto: de los cuales he visto cuatro en
la iglesia de san Felipe Neri de aquella ciudad, y otros cuatro en Granada en
poder de don Francisco de Torres y Liñan, Contador de aquella santa iglesia,
junto con otros cuatro paisajillos del mismo autor, de a tres cuartas de alto
con historiejas, la una del
sacrificio de Abrahán; la otra del Hijo
Pródigo; otra del triunfo de Judith; y la otra del
Sueño de
san José en los celos: todas hechas con singular gracia y
primor.
En casas particulares hay también en esta Corte algunas
pinturas suyas especialmente en casa del Excelentísimo Señor
Conde de Priego, y en casa de la viuda de don Francisco
Eminente, y también en la mía hay un cuadro de santa Catalina mártir, con la
historieja de su martirio a lo lejos y otro
del Arcángel san Miguel con el demonio a los pies, valiente
figura, y bien esforzada.
Otra pintura hay de Cristo Señor
nuestro caído con la cruz a cuestas, que está al subir la escalera
interior de san Cayetano.
Y otras dos pinturas, la una
de Santiago, y la otra de san Juan, figuras del tamaño del
natural, que están dentro de la clausura en el Real convento
de las Señoras de la Encarnación, Agustinas Recoletas en
esta Corte.
Tuvo también gran facilidad nuestro Castillo, en hacer
dibujos de cuanto se le ofrecía y así quedaron innumerables
cuando murió: de los cuales no tengo yo la menor parte, los
los más hechos de pluma y algunas cabezas especialmente
de viejos, hechas con pluma de caña: para lo cual buscaba
unos carrizos, o cañas delgadas, que tienen lo canutos largos de que hacen en
Córdoba las cerbatanas para que los muchachos arrojen los huesos de las
almezas y los cortaba como plumas de gordo, y con
aquellas gustaba de dibujar cabezas grandes, con plumeadas gruesas, con gran
magisterio y libertad.
Hizo también muchas trazas de varios adornos, y arquitectura para su
muy intimo amigo Melchor Moreno, hombre de muy acreditada habilidad en
esta línea, y así mismo
para piezas de platería, y otros artefactos; y también modeló muy bien
de barro, que yo vi algunas figuras desnudas
y cabezas hechas con excelente gusto.
Últimamente pasó a Sevilla por el año de 1666, a donde no había
vuelto desde sus
primeros años, y donde viendo las pinturas de Murillo, que
estaba entonces en lo florido de su edad, pasmado de ver
que se llevaba el aura popular, con aquella belleza de colorido que a él
le faltaba, sobrándole tanto el dibujo, dijo: ¡Ya,
murió Castillo! y así fue porque volviéndose a Córdoba,
entró en él tal melancolía, que vivió muy poco después, y
pintó muy pocas cosas; y entre ellas el san Francisco de
medio cuerpo que tenia Lorenzo Mateo, mercader de aquella ciudad, y de
gran ingenio, muy aficionado a las cosas
de Castillo: y lo cierto es, que este san Francisco excede en
el buen gusto y dulzura en la cabeza y manos a todo lo que
hizo en su vida Castillo, porque a la verdad le faltó una cierta gracia y
buen gusto en el colorido.
Y así cuentan, que habiendo visto Alonso Cano unas pinturas de los
Evangelistas
de mano de Castillo, que están hoy en Córdoba, dijo, que
dibujando tan bien, era lástima que no viniese a Granada
para enseñarle a pintar: lo cual habiéndolo sabido Castillo,
dijo: Mejor será que él venga por acá, le pagaremos la
buena intención con enseñarle a dibujar.
Fue viveza de su
ingenio, aunque no tuvo razón, porque era muy pronto y
agudo en sus dichos.
Sucedió también, que un pintor de
aquella ciudad, que se llamaba Acisclos (Por
fechas no puede ser el mismo autor del libro Asciclo Antonio Palomino de Castro
y Velasco, posiblemente se trate de Acisclo Leal Gaete), cuyo nombre, corrompiéndole el
vulgo, llaman Ciscos, habiendo hecho alguna
pintura, de que estaba mas satisfecho de lo qué debía, dijo con gran
jactancia: mis pinturas castillean. Se lo dijeron
a Castillo y el respondió sus pinturas cisquean, que no
castillean.
Hizo también Castillo muy buenos versos, y fue hombre de lindo trato,
discreción, buena estatura, y muy buen
arte.
Murió finalmente en dicha ciudad el año de mil seiscientos y sesenta
y siete, a los sesenta y cuatro de su edad, dejando tal crédito en
aquella ciudad, que el que no tiene pintura de Castillo, no se tiene
por hombre de buen gusto.
Tuvo varios discípulos, y especialmente Pedro Antonio, y Manuel Francisco,
pero ninguno que llegase a la eminencia de
su maestro.
CXXIII
ALONSO DE MESA, PINTOR.
Alonso de Mesa, natural, y vecino de esta villa de Madrid, fue excelente
pintor, no se sabe de quien fue discípulo,
aunque algunos quieren lo fuese de Alonso Cano.
Pintó toda la vida de nuestro Seráfico Padre san Francisco, y otros
santos, y varones insignes de su primitiva fundación, que están en el
claustro de su convento de Religiosos de la Observancia en esta Corte
(Los cuadros marcharon al convento de San Francisco
de Guadalajara Ceán Bermúdez los ve allí y durante la ocupación francesa se perdieron). Por
la cual obra se conoce su virtud,
ingenio, y ventajoso natural para el Arte, según el gran manejo y práctica;
facilidad que muestra en la invención, y expresión de afectos. dejó su
retrato en el cuadro del entierro
del santo Patriarca entre los que van acompañando con luces.
Murió de poco mas de cuarenta años en esta Corte,
por el de mil seiscientos y sesenta y ocho, con gran sentimiento de toda
la profesión.
CXXIV.
LICENCIADO PEDRO VALPUESTA, Pintor.
El Licenciado Pedro Valpuesta, Presbítero, natural de la
villa de el Burgo de Osma, hijo de Pedro Valpuesta, agente
de negocios, y de Ana de Medina, vecinos y naturales de
dicha villa, fue discípulo de Eugenio Cajés, pintor de su
majestad, a quien ningún discípulo suyo ha imitado tanto:
pues muchas de las obras que hizo las tenían por de mano de
su insigne maestro. Entre las cuales es una la pintura que está
en el coro de la iglesia de san Francisco de esta Corte
(desaparecido o destruido), que
es parte de la historia del Serafín Patriarca.
Y en la Parroquial, de san Miguel, en una capilla que
está frontera de la puerta del
costado de la iglesia, que es de Juan de Arigon, pintó las
Festividades de nuestra señora (Desaparecidos o
destruidos).
En el hospital real del Buen suceso, hay de su mano una pintura de
san Joaquín, santa Ana, y san José, y el Niño Jesús, cosa que parece de
Eugenio Cajés. Y en santa Clara, convento de Religiosas
Franciscas, pinto la historia de la Santa en seis cuadros
(Desaparecidos o destruidos) excelentísimos,
que están colocados en el cuerpo de la iglesia: y
también otras cuatro pinturas tiene ejecutadas en el cuerpo
de la iglesia del convento de la Concepción Francisca
queda
#,
y destruido
# . Por
las cuales obras se conoce el gran ingenio, y loable virtud
de este honrado Sacerdote; pues con ellas alcanzó el mérito
de ser puesto en el catálogo de los eminentes artífices de España.
Murió en esta Corte el año de mil seiscientos y sesenta
ocho, a los cincuenta y cuatro de su edad.
CXXV
JOSÉ DE SARABIA, PINTOR CORDOBÉS.
José de Sarabia natural de la ciudad de Sevilla,
donde nació el año de 1608.
Fue hijo, y discípulo de Andrés Ruiz de Sarabia, el cual se partió a la
ciudad de Lima en Nueva-España, donde murió.
Quedó en esta sazón José
de Sarabia de muy tiernos años: se pasó a Córdoba, a donde
tenia algunos parientes, a tiempo que habiéndole sucedido lo
mismo de faltarle su padre a Antonio del Castillo, se fueron
juntos a Sevilla, donde se acabaron de perfeccionar en el Arte
en la escuela de Zurbarán.
Se volvieron ambos a Córdoba, y
Sarabia comenzó a adquirir crédito con su habilidad, valiéndose de las estampas
de Rafael Sadeler, a que fue muy inclinado, como se conoce en sus obras: hizo
muchas públicas,
especialmente de cuadros de Concepción, y retocó el de la
platería de aquella ciudad, por estar ya deteriorado del tiempo, donde está san
Eloy, y otros santos de mano de Valdés
#.
También es de mano de Sarabia el cuadro de la Concepción purísima, que está en
la Ribera, con mucha gloria
y hermosura; y no lo es menos el que hizo para la subida
de la escalera del real convento de san Francisco de aquella
ciudad, donde tiene otro del Nacimiento de Cristo Señor
nuestro que está en la iglesia, casi debajo del órgano. Y en
el claustro grande, además de otro cuadro junto a la portería, que está ya
destruido, y es hecho por una estampa de
Rubens, tiene otro de su invención, de cuando el glorioso
san Francisco entro a visitar la ermita de san Damián, donde
oyó de la boca de Cristo crucificado aquellas misteriosas
palabras: Vade, Francisce, repara domum meam, que está
expresado el caso con gran propiedad, y sobre todo un Cristo crucificado, que
está en el otro ángulo, junto a la puerta
que entra al salón grande, superiormente dibujado, y pintado, que también es de
su mano. Y lo pinto para un médico
que se llamaba Nicolás de Vargas; y este lo hizo colocar allí
con su retablo, sin otras muchas obras suyas que hay en Córdoba en diferentes
conventos, y sitios públicos.
Tiene también otro excelente cuadro en el convento de san Francisco de
la Arruzafa, que vulgarmente llaman hoy de san Diego, porque allí tomó el hábito
este glorioso santo, y es de la elevación de Cristo Señor nuestro en la cruz
en el Calvario; que aunque está hecho por la estampa que hay de Rubens de este
caso, merece todo aplauso, porque está ejecutado con superior manejo, y magisterio.
Pero no se permite al silencio otro
cuadro excelente, y de su invención, que tiene en la iglesia
del convento de la Victoria de dicha ciudad, muy bien historiado, y es la huida
a Egipto, y está firmado, cosa que
hizo pocas veces: está colocado en la capilla de don Francisco de las Infantas;
y el mismo Sarabia confesaba que ningún
otro cuadro había hecho tan de su satisfacción como este, y cierto que tenia
razón.
Hizo innumerables cuadros para casas particulares, y en
la de mis padres había diferentes, y especialmente una Concepción purísima de muy
excelente gusto.
Murió finalmente
en dicha ciudad el año de mil seiscientos y sesenta y nueve, a
veinte y uno de Mayo, de edad de sesenta y un años, y
ocho meses.
Yo le conocí en su mayor edad, y era de muy
noble aspecto, buena estatura, y de muy amable y apacible trato.
CXXVI.
EL HERMANO ADRIANO RODRÍGUEZ, Pintor.
(Sobrino de Van Dyck)
El hermano Adriano Rodríguez, religioso Coadjutor de
la Compañía de Jesús, de nación flamenco, natural de Amberes, tomó el apellido
de Rodríguez, por ser el suyo por acá tan extraño.
Fue hijo de Adriano Dieriex, y de Catalina Vanderte: siendo ya
pintor de profesión, y en edad de
30 años, fue recibido por hermano Coadjutor en este Colegio Imperial de Madrid
a 13 de Octubre de 1648, y en el
de 1654 era morador del mismo colegio, y compañero del
venerable Padre Eusebio Nieremberg.
Después pasó a la Casa Profesa de esta Corte,
donde hizo varias pinturas y especialmente cinco, que hoy están en el costado
derecho del refectorio del Colegio Imperial, que son:
(Tras la expulsión de 1767 nada se sabe de ellas)
1 - El Convite de Abrahán a los tres ángeles.
2 - El de los Discípulos de Cristo en Emaús,
3 - El del Fariseo a Cristo, y Unción de la Magdalena,
4 - El de la Virgen, y san José, con el Niño Jesús.
5 - Y el de las Bodas de Cana de Galilea.
Murió finalmente en dicha Casa Profesa a treinta de Octubre de mil
seiscientos y sesenta y nueve, a los cincuenta y uno de
su edad, con gran sentimiento de aquella casa, y
de toda la Provincia, por sus amables prendas, virtud, religiosidad, e ingenio
para la Pintura, en que era de mucha utilidad.
CXXVII.
DON ANTONIO PEREDA, PINTOR,
Don Antonio Pereda, natural de Valladolid, pintor, y
vecino de esta villa de Madrid, hijo de Antonio Pereda, y
de su mujer doña María Saldado vecinos de la dicha ciudad de Valladolid fue
uno de los insignes artífices que han dado honor a la nación española con sus
pinceles.
Habiendo
pues muerto su padre, y quedando él de tierna edad, conociendo un tío suyo
la gran afición que tenia al Arte de la
Pintura le condujo a Madrid, donde aprendió los principios
del Arte con Pedro de las Cuevas, en compañía de don Francisco Camilo su
hijastro, y de otros que han con su buena
doctrina venido a ser famosos en este Arte.
En poco tiempo dio muestras de su
buen ingenio y natural para el Arte
de la Pintura; tuvo suerte en que conociéndole don Francisco Tejada Oidor del
Consejo Real, le llevo a su casa
deseoso de ayudarle para que aprendiese: con este amparo
dibujaba y pintaba copiando pinturas originales de grandes
artífices, que le fue de mucha utilidad.
Y viendo su aplicación el dicho Señor Oidor, le daba con gran cuidado todo
lo necesario para arrimarle a los estudios.
Estando en esto, tuvo noticia de él, por algunas cosas de su mano, don Juan
Bautista Crescencio Marques de la Torre, hermano del
Cardenal Crescencio, Caballero de gran voto en todas facultades, especialmente en
este Arte, así en lo teórico, como
en lo práctico: y viniendo en ello el Señor don Francisco,
llevó a su casa, en la cual, debajo de sus documentos, cuando llegó a edad de
diez y ocho años era pintor excelente, tanto, que sus primeras obras que
salieron a la luz, parecían de
artífice muy experto.
La primera pintura de su mano, con
que comenzó a ganar opinión, fue una de
la Concepción de
nuestra Señora, del tamaño del natural, con una gloria de
ángeles, y serafines alados, que envió el Marques a Roma a
su hermano el Señor Cardenal. Este lienzo hizo mucho ruido en esta Corte, y
despertó muchas envidias.
Después de esta famosa obra hizo otra, en competencia de otros insignes
pintores, que fueron electos para el adorno del Buen-Retiro,
en tiempo del Señor Conde-Duque de Olivares. La historia
de este lienzo es el
socorro que introdujo en Génova el
Marqués de Santa Cruz, cuyas figuras son del tamaño del natural, y en ella
algunos retratos de personas conocidas: todo
muy bien dibujado, y con excelente colorido, así en los paños como en las
cabezas. Con esta pintura dio del todo gallardas muestras de su ingenio: le
dieron por ella quinientos
ducados: esta pintura está en el salón de comedias del Buen Retiro en compañía
de otras de este género de grandes artífices de aquel tiempo.
Pintó un lienzo del
Desengaño de la vida, con unas calaveras, y otros
despojos de la muerte, que son cosa superior. Esta Pintura por ser cosa insigne
la colocó el Señor Almirante padre en la sala destinada para pinturas de los
eminentes españoles.
Otra semejante para hoy en poder de los herederos de Pereda
¿#?.
Y en la sacristía de san Miguel de esta
Corte (Muy deteriorada en la guerra de la
independencia, demolida en 1891 reconstruida como de San Justo y Pastor), hay otra pintura suya por el mismo estilo de un
Niño
Jesús, con un pedazo de gloria, y abajo unas calaveras, y varios instrumentos
de la Pasión, hecho con tan extremado gusto y paciencia, que es a todo lo
que puede llegar lo definido.
Pintó también una efigie del
Salvador del mundo, que
está en una capilla del cuerpo de la iglesia de las Madres Capuchinas
(Derruida en 1976) de esta
Corte al lado del Evangelio, con tan extremada belleza, que parece no pudo
tener otra fisonomía Cristo Señor nuestro, por ser tanta su perfección, que
arrebata los corazones, de suerte que por solo esta imagen merece su
Autor nombre inmortal.
Es también de su mano el cuadrito
de la Encarnación, que está en el remate de dicho retablo. Son también otros
dos cuadros de
la Encarnación, y
Adoración de los Santos Reyes, que están en otras dos capillas de dicha iglesia.
Como también otro del glorioso Patriarca
san José con el Niño Jesús Santísimo
en los brazos, que está en el colateral del Evangelio en la iglesia de las
Niñas de Loreto de esta Corte.
Y también es de su mano otro cuadro de la Encarnación, que está en el
colateral del Evangelio de la iglesia de la Magdalena en Alcalá de Henares
(Desaparecida o destruida en 1936).
Pintó este artífice muy al natural, tierno, y fresco: su
dibujo, disposición, y pincel fue de la escuela veneciana; y
aunque le faltó al mejor tiempo el amparo del Marques que con
la muerte corto el hilo de sus esperanzas, no le desamparó la fortuna:
porque prosiguiendo sus estudios, se adelantó tanto con su natural, e
inclinación a la Pintura, que generalmente fue tenido por uno de los más
valientes artífices
de aquel tiempo; y así hizo otras muchas e insignes obras
que están con su debida estimación en diferentes templos, y
casas particulares de esta Corte: como es el
santo Domingo
Soriano en el colegio de Atocha, en la capilla de don Fernando Ruiz de
Contreras, Marques de la Lapilla, Secretario
que fue del Despacho Universal, que es obra admirable, juntamente con el cuadro
de la Trinidad Santísima que está en el remate.
Y también el san Pedro, y san Pablo, con los
cuatro Evangelistas que están en el altar mayor de la Parroquial de san Miguel;
y el célebre cuadro de
san Elías que está en la iglesia del Carmen Calzado, con
el de su discípulo
Elíseo, y el
de
la Santísima Trinidad que está en el remate de la capilla mayor.
Pintó también las bóvedas del crucero y presbiterio de la
iglesia de la Merced Calzada (1840 Destruida junto
con el convento); y aun la traza de la historia de
la cúpula, que ejecutaron los Colonas, fue suya, y el célebre cuadro
principal del altar mayor de la iglesia de san Antonio de Capuchinos del
Prado (Desamortizado en 1834, derribado en 1890), y otras muchas obras que
por no ser prolijo no refiero, que ellas están diciendo, aunque mudas,
mucho mejor lo eminente de su artífice.
Hizo
también bodegoncillos con tal excelencia, que ningunos le
hacen ventaja, según los que yo he visto en casas particulares.
Murió en esta Corte el año de 1669, a los setenta de su
edad.
fue un hombre, que tuvo el mayor estudio de la Pintura que se ha conocido,
no solo en estampas, papeles, y
borroncillos, originales, modelos, y estatuas excelentes, sino
una librería admirable; y especialmente de la Pintura, en varios idiomas, tenia
libros excelentes: y con todo esto no sabia leer, ni escribir, cosa indigna, y
más en hombre de esta clase: de suerte, que para firmar un cuadro, le
escribían la
firma en un papel, y él la copiaba; y gustaba de que los discípulos, y
algunos amigos le leyesen historias, y especialmente las que había de pintar; y
de este modo disfrutaba su
librería, y solían decirle los que veían libros latinos, y extranjeros: V.md.
será, latino, y entenderá la lengua italiana y la francesa, y él respondía:
Yo, señor, no soy nada; y con esto les engañaba con la verdad.
Pero tenia un cierto sindéresis, o dictamen de razón tan bien regulado,
que desmentía con sus obras este defecto.
Fue su mujer doña Mariana Pérez de Bustamante, y
se preciaba de muy gran Señora, que lo era, y se visitaba con
algunas de clase, y que tenían dueña en la antesala y echando
ella menos esta ceremonia, Pereda la dijo que no se afligiese, que ya le daría
gusto en eso; y le pinto una dueña con tal propiedad en una mampara, sentada
en su almohada, con
sus anteojos, haciendo labor, y como que volvía a ver quien
entraba: que a muchos les sucedió hacerle la cortesía, y comenzarle a hablar,
hasta que se desengañaban, quedando
corridos de la burla, cuanto admirados de la propiedad.
Esta Señora doña Mariana se trató con gran fausto mientras vivió su marido,
y aun algunos años después de viuda; pero
habiendo sido muchos los que le sobrevivió, llegó a verse en
suma miseria, y en ella murió el año de 1698.
CXXVIII.
JUAN DE PAREJA, PINTOR.
Juan de Pareja, natural de Sevilla, de generación mestizo,
y de color extraño, fue esclavo de don Diego Velázquez: y
aunque el Amo, por el honor del Arte, nunca le permitió
que se ocupase en cosa que fuese pintar ni dibujar, sino solo
moler colores, y aparejar algún lienzo, y otras cosas ministeriales del Arte,
y de la casa, el se dio tan buena maña, que
a vueltas de su Amo, y quitándoselo del sueño, llegó a hacer en la Pintura
cosas muy dignas de estimación.
Previniendo en esto el disgusto forzoso de su Amo, se valió de
una industria peregrina: había pues observado Pareja que
siempre que el Señor Felipe IV bajaba a las bóvedas a
ver pintar a Velázquez, en viendo un cuadro arrimado, y
vuelto a la pared, llegaba su majestad a Volverlo, o lo mandaba volver para
ver qué cosa era.
Con este motivo, puso
Pareja un cuadrito de su mano, como al descuido vuelto a
la pared: apenas lo vio el Rey, cuando llegó a volverle; y
al mismo tiempo Pareja, que estaba esperando la ocasión, se
puso a sus pies, y le suplicó rendidamente le amparase para
con su Amo, sin cuyo consentimiento había aprendido el
Arte, y hecho de su mano aquella Pintura.
No se contentó
aquel magnánimo espíritu Real con hacer lo que Pareja le
suplicaba, sino que volviendo a Velázquez, le dijo; No solo no tenéis que hablar
más en esto, pero advertid que quien tiene esta habilidad no puede ser esclavo.
Aludiendo
a lo que dijimos en este tomo primero, que este Arte fue
prohibido a los esclavos en el griego, y romano Imperio; y
no en el sentido que en España entendemos la palabra esclavo,
sino en el que aquellas Repúblicas lo entendían, que eran
los pecheros, que los llamaban siervos, a quienes solo se concedían las artes
mecánicas, llamadas por esto serviles, por
ser dedicadas a los siervos, o esclavos; a distinción de las liberales, que
eran reservadas para los libres, ingenuos, o nobles, que todo era uno.
Velázquez, hallándose preocupada la libertad con precepto tan soberano,
obedeció ciegamente a su majestad en todo, dándole desde luego carta de libertad
absoluta a Juan de Pareja, el cual procedió tan honradamente, que todo
lo
restante de su vida sirvió no solo a Velázquez lo que sobrevivió a este caso,
sino después a su; hija, que casó con don Juan Bautista del Mazo.
Y así por esta noble acción, como por haber tenido tan
honrados pensamientos, y llegado a ser eminente en la Pintura y no obstante
la desgracia de su naturaleza, ha parecido digno de este lugar pues el
ingenio, habilidad, y honrados
pensamientos son patrimonio del alma: y las almas todas
son de un color, y labradas en una misma oficina; y más
cuando le debemos considerar artífice de su fortuna, y que
él por sus honrados procederes, y aplicación se labró nuevo,
ser y otra segunda naturaleza.
Tuvo especialmente nuestro Pareja singularísima habilidad para retratos, de
los cuales yo he visto algunos muy excelentes, como el de
José Ratés,
arquitecto en esta Corte, en que se conoce totalmente la manera de Velázquez
de suerte, que muchos lo juzgan suyo.
Murió el dicho Pareja en esta villa por el año de 1670, y a poco más de
los sesenta de su edad.
CXXIX.
DON JUAN BAUTISTA DEL MAZO, Pintor de Cámara de su Majestad.
Don Juan Bautista del Mazo Martínez, vecino, y natural de esta villa de Madrid,
Pintor de Cámara de su Majestad, yerno, y discípulo del gran don Diego
Velázquez, fue
general en el Arte de la Pintura, e hizo retratos de sus majestades con
excelencia, y en particular de la reina nuestra Señora Doña María-Ana de Austria
¿#?,
con tan grande acierto, que
aumentó la buena opinión que tenia: porque un día de Corpus Christi se vio uno
de su mano en la Puerta de Guadalajara, tan natural, que causó admiración a
todos, tanto por ser
de los primeros que se vieron de su majestad en esta Corte,
como por ser maravilla del pincel.
Pinto admirablemente cosas de montería, y sitios de ciudades, por lo cual
fue de orden de su majestad a hacer una pintura de la
ciudad de
Zaragoza, y
el fuerte castillo de Pamplona (perdido en el
incendio del Alcázar, quedan restos, no se aprecian si son de una copia), las cuales pinturas
yo he visto en palacio en el pasadizo de la Encarnación antes que se colocase
allí la Real Librería, y cierto que son
cosa excelente; pues no solo están los sitios ejecutados con
gran puntualidad, sino con historiejas de aquellas casualidades que en el campo
suelen ocurrir, merendando unos, y
paseando otros, ya a pie, o ya a caballo, observando los trajes de aquel
tiempo, o estilo de la tierra, con tal propiedad,
y tan bien regulada la degradación de las figuras según sus
distancias, que es una maravilla; pues de la proporción de
las inmediatas al castillo, o murallas, se puede inferir la grandeza de sus
fábricas.
En copiar fue tan único, y especialmente en las cosas de
su maestro, que es casi imposible distinguir las copias de los
originales. Yo he visto diferentes aun de los originales de
Tintoreto, Veronés, y Tiziano en poder de sus herederos,
que transferidas a Italia, donde no tienen noticia de su habilidad, no dudo
que pasen por originales; y soy de sentir, que
como una copia llegue a tal estado, que sea capaz de engañar
a hombres prácticos, e inteligentes de la profesión, es también capaz de gozar
del indulto de original. ¡O cuántas estarán
bautizadas con este nombre! Pero el caso es la dificultad de
llegar a este grado porque como los que copian, ordinariamente son los de mediana
habilidad, siempre se conoce la
tibieza del manejo en la sujeción. Lo que no sucede en hombre ya hecho, que
obra con magisterio, y libertad, como se
califica en las copias de Tiziano de mano de Rubens, que
están en el Pardo, que realmente aun son mejores que las
originales.
Retrató también en su menor edad al Señor Carlos II, y a
la reina
Madre nuestra Señora en su viudedad,
con gran acierto y semejanza.
Murió en esta Corte por el año de 1670, y a poco más de los cincuenta de
su edad. Dejó muchos hijos, que los vimos acomodados en honrosos
oficios de palacio.
CXXX.
JUAN SÁNCHEZ BARBA, ESCULTOR.
Juan Sánchez Barba fue contemporáneo de Pereira, y natural de las Montañas de
Burgos: fue escultor eminente, y
vecino de esta Corte, donde hay de su mano muchas efigies
en el altar mayor de la iglesia del convento del Carmen Calzado (hay
un grabado #,
Queda
la virgen del carmen) , con otra
imagen de la Concepción en la capilla que
está junto a la puerta de las gradas
(desaparecida); y las efigies del altar mayor de la
Parroquial de Santa Cruz; y el Santo
Cristo de la Agonía, que se venera en el
convento de los Padres Agonizantes (Destruido en
la ocupación francesa), en capilla aparte, que esta sola efigie basta
para hacerle digno de este lugar, y del inmarcesible laurel de la fama; porque
en simetría, y en el afecto espirante, no he visto figura con mas soberana
expresión, y propiedad.
Y en el convento de la Merced
(Saqueado por los Franceses, destruido 1840) son suyos los dos santos de los colaterales
de la capilla mayor; y en el monasterio de san Bernardo una estatua de san
Benito (perdida) ; y otra de san Bruno
(perdida) en la
ermita de este santo, que está en el Retiro; sin otras muchas
estatuas suyas, que yo he visto, que califican a su autor por
hombre eminente, y digno de inmortal memoria.
Murió por los años mil seiscientos setenta, y a los cincuenta y cinco de su
edad.
CXXXI.
JUAN DE ARELLANO, PINTOR.
Juan de Arellano, natural de la villa de San-Torcaz,
del Arzobispado de Toledo, hijo legítimo de Juan de Arellano, y de Ana García,
nació el año de 1614, le faltó su padre en la edad de ocho años, y su madre le
llevó a Alcalá de Henares, y le acomodó con un pintor, con quien estuvo
ocho años; y cuando a su maestro se le ofrecía haber menester algunos recados
para pintar, lo enviaba a pie a Madrid por ellos: y no teniendo a la noche
donde recogerse, se quedaba en las gradas de san Felipe hasta que amanecía, y
tomaba otra vez el camino a pie para Alcalá con los recados; y
así lo continuó hasta que salió de casa de su maestro: y después pasó a Madrid,
donde trabajó por oficial en casa de Juan de Solís, de donde habiendo salido,
aunque no muy aventajado, continuó en su habilidad, y se caso de primer
matrimonio con doña María Vanela; y habiendo enviudado
a los seis años, casó de segundo matrimonio con doña María
de Corcuera, natural de Madrid, y parienta de Juan de Solís.
Llegó a la edad de treinta y seis años, sin haber mostrado sobresaliente
habilidad en cosa alguna: hasta que estimulado de su gran genio, y honrado
natural, se aplicó a copiar
algunos floreros del Mario (Mario Nuzzi); y después estudiando las flores
por el natural, las llegó a hacer tan superiormente, que ninguno de los
españoles le excedió en la eminencia de esta habilidad, de que hay varios
testimonios en los templos, y Casas de señores, y aficionados; y
especialmente en las del Señor Conde de Oñate hay muchos, y excelentes floreros de
Arellano; y en el cuerpo de la capilla de nuestra Señora del
Buen-Consejo hay cuatro que son superior cosa.
Y no fue menor su estudio en las frutas; y era tanta su aplicación, que
pintaba tanto de noche como de día.
Murió por el año de 1670 a los sesenta y cinco de su edad, y se enterró
en la iglesia de san Felipe el Real de esta Corte, frente de cuyas
gradas vivió: y tuvo obrador público de Pintura cerca de
cuarenta años, y fue una de las mas célebres tiendas de pintura que hubo en
esta Corte, donde conocí yo muchas recién venido de Andalucía, y hoy no ha
quedado una; que aunque para el refugio de algunos Pintores viandantes no es
lo mejor, para el decoro, y decencia del Arte, importa mucho, como lo exclama
en su libro de Diálogos de la Pintura
Vicencio Carducho.
Fue nuestro Arellano hombre de muy buena razón, y muy temeroso de Dios.
Le preguntaron un
día, ¿por qué se había dado tanto a las flores, y había dejado
las figuras? Y respondió: Porque en esto trabajo menos y
gano mas; y así era verdad: porque no solo ganaba en los
intereses pecuniarios, sino mucho más en los de la fama póstuma de su
eminente habilidad.
CXXXII.
MIGUEL MARCH, PINTOR.
Miguel March, natural, y vecino de la ciudad de Valencia,
fue hijo, y discípulo de Esteban March, y siguió el genio
de su padre en la aplicación a las batallas; pero mas universal, y sin la
extravagancia de su humor.
Y así hizo, además
de las batallas, cosas muy excelentes, y con especialidad.
Hay una pintura suya de N.P. san Francisco en la capilla de la
Tercera Orden de aquella ciudad, cosa superior.
Y también hay otra del mismo santo en la Impresión de las Llagas en el
convento de las Madres Capuchinas, que es una admiración, sin otras
muchas que hay en diferentes sitios en gran
concepto de los del Arte.
Y a no haberle preocupado la muerte en lo mejor de su edad, hubiera dejado
otros muchos
testimonios de su gran genio, porque fue excelente dibujante,
y tuvo gentil manejo en las colores.
Murió por los años
de mil seiscientos y setenta, y a los treinta y siete de su edad.
CXXXIII.
JOSÉ DE LEDESMA, PINTOR.
José de Ledesma, natural de Castilla la Vieja, de donde trajo algunos principios,
se tiene por cierto que fueron en
Burgos, fue discípulo en esta Corte, de don Juan Carreño; y
habiendo aprovechado mucho en tan buena escuela, salió al
público, manifestando su gran habilidad en diferentes obras
que se le ofrecieron; como fue la de un cuadro de san Juan
Bautista, que está en un pilar de la iglesia del colegio de santo Tomás
(Exclaustrado desamortizado en 1836) , y en
lo alto otro de la Santísima Trinidad, y
abajo otros tres, cuadritos; el de en medio, de la Encarnación, y los otros de
san Francisco, y santo Domingo, que
unos y otros parecen de Carreño.
Y en el convento de los Agustinos Recoletos
(Derribado en 1837), en la capilla del Santísimo Cristo,
que está en el cuerpo de la iglesia a el lado del Evangelio, tiene pintado en
el remate del retablo un cuadro de Cristo
Señor nuestro difunto, acompañado de su madre santísima,
san Juan, y la Magdalena, hecho con tan excelente capricho,
y tan bien ejecutado el escorzo del Cristo, que por solo este cuadro merece
su Autor nombre inmortal; sin otros que
hay en el retablo, y pechinas, no menos dignos.
Y habiendo hecho otras muchas
obras particulares, murió en esta Corte antes de los cuarenta años de su edad,
con gran sentimiento de toda la profesión, por el de mil seiscientos setenta.
CXXXIV.
BENITO MANUEL DE AGÜERO, PINTOR
Benito Manuel de Agüero, natural, y vecino de Madrid,
fue discípulo de Juan Bautista del Mazo, pintor de Cámara;
de su majestad; y aunque en lo que toca a las figuras salió
bastante aprovechado, sobresalió con especialidad en
los paisajes, en que sin duda llegó a ser eminente, como la
manifiestan los muchos que hay de su mano en el palacio de
Aranjuez (De la galería de paisajes, quedan 20 en depósito del museo del Prado), hechos con singularísimo gusto; y no menos las
figuras, e historiejas que hay en ellos.
Como también los paisajes de muchas
sobre puertas, y ventanas del Buen-Retiro,
que los grandes son de mano de unos Italianos, en que se
conoce su eminente habilidad en esta parte.
Fue hombre de
extremadísimo humor, y como su maestro pintaba en el
obrador de palacio, donde el Señor Felipe IV solía concurrir, y gustaba su
majestad mucho de oírle, porque tenia dichos muy agudos, y sentenciosos.
De su mano es el cuadro de san Ildefonso, cuando recibió de la reina de
los ángeles aquel soberano favor de la
casulla, que está colocado en uno de los cuatro pilares del
crucero de la iglesia de santa Isabel de esta Corte
(la iglesia ardió en 1936), que aunque no compite
con los demás, se conoce que no le faltaba
habilidad para la historia, y con un cierto humor de tinta rebajada y atiianada.
Murió por los años de mil seiscientos setenta, y a los cuarenta y cuatro
de su edad.
CXXXV
JUAN ANTONIO ESCALANTE, PINTOR,
Juan Antonio Escalante, natural de la ciudad de Córdoba, después de haber
tenido allí algunos principios en el Arte de la Pintura, vino a esta Corte,
donde aprendió con
gran estudio, y aprovechamiento en la escuela de don
Francisco Rizi.
Fue hijo de Alonso de Fonseca, y de doña
Francisca Escalante, abuso introducido en Andalucía de tomar
los apellidos de la madre, y aun de abuela, o tío.
Fue buen dibujante; y la primera obra de Pintura suya en público fue
una historia de san Gerardo, que está en el claustro del convento de Religiosos
Calzados de la Orden de nuestra Señora
del Carmen de esta villa de Madrid (El convento
desapareció, desamortización), en el cual lienzo se conoce su espíritu,
y grande genio que tuvo para esta Arte,
pues aun no tenia entonces veinticuatro años; donde también tiene otro de
santa María Magdalena de Pazis subiéndola los ángeles al cielo.
En el convento de nuestra Señora de la Merced de esta
Corte (1840 destruido) hay mucha pintura suya, especialmente en la ante-sacristía un san José
,
y santa Teresa, que hoy están en la
capilla del santísimo Cristo del Rescate; y en la Sala de
Profundis otros dos de
san Pedro Nolasco, cuando los ángeles le llevaron al
coro; y el otro de san Ramón predicando,
con el candado a los labios (Palomino no mienta
la obra en Carducho, y, Ponz cita Ramón
Nonato en la iglesia de los mercedarios de Vicente Carducho
# , pero hay otros inventarios que dan el de
Carducho procedente de la iglesia de Santa Bárbara, lo hago notar,
como que está firmado, "opus Vicentii Carduchi pictotirs regis M", o se
equivocó, o era otro cuadro que desconocemos); y al medio de la escalera principal un santísimo
Cristo en expiración, que es una maravilla;
pero sobre todo el cuadro de la Redención, que está en la
fachada del refectorio, donde puso su retrato, entre la turba
de los cautivos, y todos los diez y ocho que están en la sacristía, excepto
uno, cuando el Pueblo de Dios pasó el mar
Bermejo a pie enjuto ¿#?, que es de mano de Juan Montero de
Rojas, y es el primero que está a la izquierda hacia 3 ventanas, y todos son
de misterios alusivos al Sacramento, que
cierto son una admiración, y se descubre el gran genio que tenia, y la afición
a Tintoreto, y Veronés, porque sigue en todos aquel estilo en la composición y
gracia de actitudes.
Son también de su mano dos cuadros, que hay en dos
pilares de la Parroquial de san Miguel de esta Corte; el uno
de la Concepción ¿#?, cosa peregrina, que está junto a la puerta
del costado de dicha iglesia; y el otro enfrente, que es de
santa Catalina virgen, y mártir, figura graciosísima, y caprichosa, que parece del
Tintorero; y también son suyos los
dos cuadritos en que rematan los retablos, que el uno es de
san Francisco y san Agustín, y el otro de san José con
el Niño Jesús dormido
¿#?, como que le va a poner en su camita, que son cosa
peregrina; como lo es también otro de la
Virgen con el Niño en el mismo acto, y san Juan, y santa
Ana ¿#?, que está en casa de un aficionado, que no se puede
hacer cosa de más excelente gusto y capricho.
Bien lo manifestó también, y su gran gusto, en un cuadro que hizo para
la iglesia de Religiosas Benitas de la ciudad de Corella, que
es de la Asunción de nuestra Señora, y está colocado sobre
la reja del coro (El convento se incendió en 1936,
se lo da por perdido).
En la sacristía del Carmen Calzado de esta Corte hay
algunas copias de cosa suya, que aunque de mala mano, se
conoce el buen gusto, y composición de los originales, pero
en lo que se excedió a sí mismo, fue en una efigie de
Cristo Señor nuestro
difunto, que estaba en la segunda capilla, a
la derecha, entrando por los pies de la iglesia del Espíritu Santo, convento de
los Clérigos Menores en esta Corte, pues
Verdaderamente parece de Ticiano y hoy le han retirado
adentro, por haber mudado de asunto en la dicha capilla.
Ayudó a su maestro en el monumento de la santa iglesia
de Toledo, y poco después murió en esta Corte de mal de
pecho por el año de 1670, y a los cuarenta de su edad, con
gran sentimiento de toda la profesión, que esperaba de tan
peregrino ingenio adelantamientos muy superiores.
CXXXVI
DON SEBASTIÁN DE HERRERA, PINTOR, Escultor, y Arquitecto.
Don Sebastián de Herrera Barnuevo, natural, y vecino de esta villa de
Madrid, fue hijo legítimo de don Antonio
de Herrera Barnuevo, natural de Alcalá de Henares, y de Sus padres,
doña Sebastiana Sánchez, natural de Madrid, ambas familias
muy ilustres: nació el año de mil seiscientos y diez y nueve.
fue discípulo de su padre, que fue excelente escultor, como
se califica en el ángel, y las otras figuras, que coronan la
portada de la cárcel real de esta Corte, que son de su mano,
y el escudo de las Armas Reales
#; y después se arrimó a la
escuela de Alonso Cano, más por imitación qué por disciplina, y
así siguió sus pisadas; pues no solamente salió excelente pintor, sino
escultor, y arquitecto consumado, como
se califica en repetidas obras de su mano que se admiran en
esta Corte de todas las tres facultadlas.
De su eminente pincel es el célebre cuadro del
triunfo de
san Agustín, que está en la capilla mayor del convento de
los Recoletos Agustinos (1837 derruido), junto con la traza del retablo, y de
las esculturas que hay en él, que son el san Juan Bueno, y
san Guillermo, de la dicha orden, que los ejecutó Eugenio
Guerra, escultor eminente.
También las pinturas y traza del
retablo de la capilla de Jesús, María, y José en la
iglesia del Colegio Imperial de esta Corte.
Otro cuadro del
nacimiento de nuestra Señora, que está en la iglesia de san
Gerónimo, en el pilar junto a la reja a el lado de la Epístola.
Otro del martirio de san Lorenzo, que quedó en poder
de sus herederos, y hoy está en el de un aficionado, que parece de
Tiziano, de Tintoreto, y de Pablo Veronés, porque
de todos tiene lo mejor.
Es también de su mano la traza del
retablo, y adornos de la capilla de nuestra Señora del Buen consejo
(destruida en 1936),
y de las pinturas de la cúpula, y bóveda.
La traza
del retablo, y estatuas de nuestra Señora de los Siete Dolores, que
está en la iglesia del colegio de santo Tomás de esta
Corte (destruida incendio 1756, de nuevo 1876).
Como también el retablo, y estatua de san Antonio,
que está en la iglesia de los Agonizantes
(destruida en la ocupación francesa), sin otras muchas
trazas de retablos, y de obras reales, de que primero fue trazador, y
después maestro Mayor, en tiempo del Señor Felipe IV, y lo continuó,
en tiempo del Señor Carlos II, junto con la plaza de pintor de Cámara,
y Ayuda de la Furriera.
Fue también Conserje del Palacio del Escorial, Maestro mayor de esta
villa de Madrid, y del alcázar del Buen retiro; y en todo se portó
con gran modo, y superior inteligencia, porque mas debió a su gran
genio, altamente dotado del cielo, y a su aplicación y estudio, que a
la instrucción de maestro alguno.
Una efigie de pasta de cera anda entre los
pintores de cosa de cuatro dedos de alto, de Cristo Señor
nuestro atado a la columna, que no hizo más Miguel Ángel,
ni cuantos escultores eminentes ha habido, de la cual yo
tengo el vaciado de plata, tan bien reparado, y con una urnica tan
preciosa, que sin duda fue alhaja suya, y para ella
se hizo el modelo.
Pretendió con grandes instancias plaza de Ayuda de Cámara de su
majestad en tiempo del Señor Felipe IV,
con ocasión de haberle servido tan a su satisfacción en las trazas, y
disposiciones del ornato de la entrada de la Serenísima reina nuestra
señora Doña María-Ana de Austria; y
especialmente en aquel célebre Monte Parnaso, que se ejecutó entonces
en el prado con retratos de bulto, parecidos,
de todos los mas célebres poetas antiguos españoles y modernos, y con
tan peregrina disposición y ornato, que pasmó a
toda la Corte, y aun a toda España: y no habiendo podido
lograr dicha pretensión, vacó a este tiempo la plaza de Maestro mayor de
las obras reales; y discurriéndose en sujeto apto para este empleo, dijo
a el Rey el Marques de Malpica,
Mayordomo de Semana entonces, que ninguno como Herrera seria apto para él;
pero dudando el Rey lo quisiese admitir por la pretensión tan diferente
que tenia interpuesta, le
dijo a el Marques lo dispusiese, el cual llamó a Herrera a el
cuarto del Rey: y habiendo llegado a hablar con el Marques, muy ajeno
de este intento, salió el Rey.
Se turbó Herrera, y el Marques le dijo: no tiene que turbarse, sino
bese la mano a su majestad que le ha hecho merced de
Maestro mayor, y Ayuda de la Furriera. El se quedó cortado, sin
poderse ya resistir. Besó la mano al Rey, quien admiró la maña con que
el Marques lo dispuso.
Últimamente sirvió muchos años dicho empleo, a quien
agregó después el de pintor de Cámara, en cuyo tiempo ejecutó
diferentes retratos de sus majestades en la menor edad
del Señor
Carlos II, ya reinante, que fue cuando lo
obtuvo, logrando aplauso universal en todas sus obras, y en
el aprecio de sus majestades.
Murió a los sesenta años de su
edad, en mil seiscientos y setenta y uno, en la Casa
del Tesoro, donde se le continuó muchos años la habitación
a la viuda, y a su hijo don Ignacio, y se enterró en la Parroquia de
san Juan de esta Corte.
CXXXVII
BERNABÉ JIMÉNEZ, PINTOR.
Bernabé Jiménez de Illescas, natural de la ciudad de Lucena, hijo de
padres nobles, fue desde sus primeros años
muy inclinado a la Pintura; y aunque entonces tuvo de ella
algunos ligeros principios, los interrumpió con la afición a la
milicia, en que se empleó algunos años, con mas ardimiento
que fortuna. Y con el trato de las naciones, y personas de
todas esferas, se hizo muy capaz, y de muy aventajado talento.
Hallándose
pues en Roma en la edad juvenil todavía,
aprovecho la ocasión de cultivar su genio para la Pintura en
el espacio de seis años, que estuvo en aquella ciudad; de
donde vino a Lucena muy aprovechado, especialmente en
la puntualidad del copiar, y en la caprichosa inventiva de los
grutescos, y follajes. No lo ejercitó mucho, porque el resto
de su vida siguió con demasiada afición sus principios marciales.
No obstante dejó en dicha ciudad muy honrados vestigios de su ingenio,
y habilidad en la Pintura, y algunos
muy buenos discípulos, y entre ellos el Licenciado don Leonardo Antonio
de Castro, Presbítero, de quien hicimos
mención en el tomo primero, y Miguel de Parrilla, natural de
Málaga.
Murió nuestro Jiménez en la ciudad de Andújar
por el año de mil seiscientos y setenta y uno, habiendo sido
llamado para una obra pública, que preocupado de la muerte, no la pudo
ejecutar, siendo ya su edad de cerca de sesenta años.
CXXXVIII
FRANCISCO CAMILO, PINTOR.
Francisco Camilo, natural, y vecino de esta villa de Madrid, fue hijo
de Domingo Camilo, natural de Florencia,
de la ínclita familia de los Camilos, y de su mujer doña
Clara Pérez, española, muy buena cristiana, y temerosa de
Dios, natural de Villafranca.
Fue discípulo de Pedro de las
Cuevas, pintor teórico, y práctico en esta Arte, segundo marido de su
madre de Camilo, del cual, en compañía de otros muchos condiscípulos,
aprendió los primeros principios
del dibujo, y colorido: y conociendo el padrastro su excelente natural,
y aplicación a esta Arte, tuvo particular cuidado de su enseñanza, y
doctrina; y así salió famoso pintor,
con excelente colorido, tierno, fresco, y dulce. Y además de
ser grande historiador, y muy noticioso de las Fábulas, y
general en la Pintura, así en grande, como en pequeño; y
por concurrir en su persona todas las partes, de que se compone un
gran artífice, fue señalado, siendo de edad, de
veinte y cinco años, con otros escogidos pintores, en tiempo
del Señor Conde Duque de Olivares, para hacer las pinturas
de los Señores Reyes Católicos de las Españas, que adornaban el salón
grande de las comedias, que ya está dividido en
diferentes piezas, donde se veían dos cuadros, el uno del
Rey Don Alonso VI, y su nieto Don Alonso VII, hijo de la reina Doña
Urraca, y de su consorte primero Don Ramón, Conde de Galicia, y el
otro del Rey
Don Juan II, y Don Enrique IV; y en la alcoba de su majestad el
retrato que estaba del Rey Don Sila,
y de la reina su mujer Doña Adosinda, o Usenda, y otra
del Rey Don Fruela, y de su consorte Doña Munia, o
Momerana (destruidos en el incendio del Alcázar de
1734).
Y así mismo pintó al fresco en la galería del poniente muchas Fábulas
de las transformaciones, o Metamorfosis de Ovidio, que serán más de
catorce, sin otras que retocó, que el tiempo había consumido
(igualmente desaparecidas en el Alcazar).
Y era su genio tan inclinado a lo dulce, y devoto, que para la
propiedad de este
linaje de pintura, le faltó alguna que expresar en las fisionomías, trajes,
y desnudos de los dioses, con semblantes adustos, y fieros, que en cierto
modo degeneren hasta en esto de
nuestra Religión; de suerte, que el Señor Felipe IV no
quedó muy satisfecho de esta pintura, porque dijo que Júpiter parecía
Jesucristo, y Juno la Virgen Santísima: reparo digno de la discreción,
e inteligencia de tan católico Rey,
y de que lo observemos los artífices como documento.
Antes de esto, siendo de edad de diez y ocho años, pintó el cuadro
principal en la Casa Profesa de la Compañía de
Jesús de esta Corte, donde estaba san Francisco de Borja en
pie, de estatura mayor que el natural, con una custodia del
Santísimo Sacramento en la mano, y a los pies un mundo,
y algunos trofeos militares, y capelos; la cual pintura estaba
en la sacristía de dicha casa.
Y en el convento de los Capuchinos del Pardo, en una capilla colateral
enfrente de la del Santo Cristo, pintó un san Félix, y la Virgen nuestra
Señora con su preciosísimo hijo dándosele en los brazos.
En el convento de san Felipe de esta Corte, de Religiosos Agustinos Calzados,
en una capilla junto a la puerta que sale al
claustro, hay una pintura suya de
san Joaquín, y nuestra Señora niña (El M.Prado
cree que la que posee es la del Paular citada más abajo), a quien
lleva de la mano; y otro cuadro, en correspondencia de este, de san José con
el Niño Jesús en los
brazos.
Y otros dos cuadros de estos mismos asuntos, figuras
mayores que el natural, tiene en la capilla, y altar mayor de
nuestra Señora de la Fuencisla en Segovia
#, cosa excelente.
Hizo también en la iglesia del colegio de Atocha
(desamortizado 1836) de esta villa en el
techo dos pinturas una de san Pedro mártir, y
otra de la Santísima trinidad, adornada de ángeles, y serafines con instrumentos
músicos, que son cosa aventajada. Como también otra de Jesús, María, y José, que
está en el
colateral del Evangelio en la iglesia del convento de las
Vallecas (1841 la iglesia convertida en teatro).
También es de su mano el célebre cuadro de santa María
Egipciaca, cuando le administró la sagrada Comunión el
Abad Sozímas; y tiene arriba un gran pedazo de gloria, donde está la Trinidad
Santísima, san José, y san Francisco,
excelentes figuras; y sobre todo María Santísima, tan bella,
y tan adornada, que se conoce ser la reina de los ángeles;
y en fin es un cuadro tan excelente, que por él solo merece
Camilo este lugar.
Este cuadro está en la iglesia de los Padres Capuchinos de
Alcalá de Henares (destruido quedan fotografías
#,#), donde también tiene
otro de san José, no inferior a este, en el colegio de los
Reverendos Padres Clérigos Menores en el altar mayor, con
un gran pedazo de gloria arriba, cosa superior.
Tiene también tres cuadros de su mano excelentes en el claustro de los
Trinitarios Descalzos de esta Corte, que son, el Nacimiento
de la Virgen,
Presentación, y Desposorios.
Y otra pintura
de
san Joaquín con su hija santísima de la mano, que esta en
una capilla a los pies de la iglesia de la santa cartuja del
Paular ; donde también tiene un cuadro de
Santiago a caballo,
y otro de san Bruno en la hospedería, y el que está en la sala
de la Procuración, y el san Pedro, y san Pablo
¿#? en la capilla
detrás de la sala del Capítulo.
Y otro cuadro de san Bruno
tiene en el oratorio de la hospedería de esta Corte.
Y en los
dos altares colaterales de los Carmelitas Descalzos pintó dos
lienzos, el uno del martirio de san Elpidio, primer Arzobispo
de Toledo, y el otro de nuestra Señora echando el escapulario
a san Simón Esthok, que hoy están colocados en la sacristía
de dicha casa a los lados de la puerta.
Son también de su mano las pinturas
de los retablos colaterales de la iglesia de la
Merced de esta Corte, sin otras muchas dentro, y fuera de
ella.
Pues en el altar mayor de la iglesia de los Padres Clérigos Menores
en Salamanca, hay un gran cuadro de
san Carlos Borromeo de su mano.
Y otro
excelente del
Descendimiento de la Cruz, en Segovia en la sala de Capítulo de
la Congregación, o hermandad de san Justo, y Pastor.
Y también en el convento de los Padres Capuchinos de Toledo
(Destruido en 1936 en el asalto al Alcazar) son de su mano
las dos historiejas de santa Leocadia, que están debajo del cuadro grande de
Rizi en el altar mayor
#.
También encarnó el santo Cristo del Perdón
(Destruido en 1936 queda un
fotografía), que está
en el convento de Dominicos, llamado vulgarmente el Rosarico, cuya figura de
bulto es del gran Escultor Manuel Pereira, como ya dijimos en su vida, que
así la Pintura, como la Escultura, dándose las manos, componen un prodigioso,
espectáculo; y bien considerado estremece las carnes de
los católicos que le miran, y le admiran.
Últimamente fueron tantas las obras públicas, y particulares que hizo nuestro
Camilo, que fuera nunca acabar el referirlas todas.
Solo no se permite al silencio la ínclita imagen de nuestra Señora de
Belén, que en esta Corte se venera en capilla particular de la
iglesia de san Juan de Dios, convento que llaman de Antón
Martin, su fundador, la cual es de mano de nuestro Camilo; que aunque es
pequeña en la cantidad, es sin límite en la
perfección, y acredita bien la que tuvo el artífice para las efigies de María
Santísima, y otras santas y vírgenes, con extremada gracia, y belleza
(ardió en 1936, fue modelo de múltiples réplicas).
Fue asimismo hombre de linda pasta, y trato apacible;
y así tuvo muchos amigos, y buenos.
Murió con créditos de eximia virtud en el año de 1671, por el mes de
Agosto; dejando inmortalizado su nombre en tan repetidas obras, y en
mucho número de discípulos, que uno de ellos fue don
Francisco Ignacio, Pintor de Cámara de su majestad.
CXXXIX.
LUIS DE SOTOMAYOR, PINTOR.
Luis de Sotomayor, natural del reino de Valencia aunque oriundo de Castilla,
como lo califica su apellido, tuvo
gran genio para la Pintura, en que fue su Maestro Esteban
Marc en dicha ciudad de Valencia, en cuya escuela no se
acabó de perfeccionar, por el extravagante humor del maestro;
y así paso a Madrid, donde continuó en casa de Carreño, y
de donde salió tan adelantado, como lo manifiestan sus obras
en el buen gusto del colorido, gran dibujo, y caprichosa
composición, lo cual he visto yo, especialmente en Valencia, donde sé volvió,
en la iglesia del convento de san Cristóbal de Religiosas Agustinas
(desamortizado), donde
todas las pinturas son
de su mano, y cosa verdaderamente superior.
Se volvió a la
Corte, donde a poco tiempo murió, cuando aun no tenia
cuarenta años, por el mil seiscientos setenta y tres.
CXL.
JUAN DE CABEZALERO, PINTOR.
Juan Martin de Cabezalero, natural del Almadén, raya
del reino de Córdoba, fue discípulo de don Juan Carreño, en cuya escuela
aprovechó, como lo testifican sus obras,
así públicas, como particulares.
En la Parroquial de san Nicolás de esta Corte hay un óvalo de la Asunción
de nuestra
Señora de su mano (1805, 1825 varias
restauraciones) al lado del Evangelio, cosa soberana: y
también es de su mano la que está al otro lado en cuadro,
que es de san Ildefonso, cuando la Virgen le trajo la casulla.
Y en el techo de la capilla del Señor Almirante, junto a los
Recoletos Agustinos (1837 desamortizado), hay pintado al fresco de su mano un
Padre Eterno, con unos chicuelos teniendo el mundo, que
no se puede hacer cosa mejor.
En otra capilla, que está a los
pies de la iglesia de san Plácido de esta Corte, hay también
algunas historias de la Pasión de Cristo, pintadas de su mano al fresco,
aunque muy emborronado; pero se conoce el
gran magisterio, y la gallardía de los conceptos, y manchas
de claroscuro, muy caprichosas.
También son de su mano las cuatro pinturas grandes, que están en la célebre
capilla de la Orden Tercera en el convento de nuestro seráfico
Padre san Francisco, que son el
Ecce Homo,
Calle de la
Amargura,
Crucifixión, y
Monte Calvario; y también los
otros seis menores que están en la sacristía de dicha capilla,
todos de la Pasión de Cristo Señor nuestro, cosa superior,
como lo es también un cuadro muy caprichoso de Cristo
Señor nuestro Sacramentado, muy acompañado de los santos Doctores, y Evangelistas,
aunque no acabado, que está
a los pies de la capilla de nue stra Señora de los Remedios en
el Convento de la Merced de esta Corte ¿#?.
También pintó al fresco un cuadro de la historia de san
Bruno, que está en la sala Capitular del monasterio del Paular de Segovia en
el techo junto al, altar, que los otros dos
son de Claudio, y Donoso.
Fue un pintor sumamente estudioso, y modesto, y se malogro en lo mejor de
su edad,
pues no llegaba a los cuarenta años cuando murió en esta
Corte en el de mil seiscientos setenta y tres.
CXLI.
ANDRÉS DE VARGAS, PINTOR.
Andrés de Vargas fue natural de la ciudad de Cuenca; y
estando en edad competente, lo enviaron sus padres a esta
Corte para que aprendiese el Arte de la Pintura de Francisco
Camilo, por haberle reconocido muy inclinado a ella; y así
aprovechó tanto, que en breve tiempo ayudaba mucho a su
maestro: y llegó a ser tan de su confianza, que le fiaba cosas
de mucha consecuencia, pues tomó una manera de pintar tan
semejante a la de Camilo, que muchos cuadros suyos están
reputados por de su maestro, bien lo acredita el que tiene en la capilla del
santo Cristo de la Paciencia, al lado de la Epístola, junto a la puerta
de los pies de la capilla, que es el del martirio del brasero
con aquella santa imagen, que la perfidia de aquellos viles
Judíos añadió a los de la Pasión de su original
(Ardió en el Ayuntamiento de Oporriño rn 1976 queda
un fotografía), la cual pintura es tan
semejante a la manera de Camilo, que sin ver la
firma ninguno hallará razón de dudar.
Y después de haber hecho en esta Corte otras muchas obras públicas y
particulares,
se volvió a Cuenca, con el motivo de habérsele ofrecido una
obra en el Cabildo de aquella santa iglesia, que fue la pintura al fresco de
la capilla de nuestra Señora del Sagrario, la
cual ejecutó con gran acierto, en oposición de otros pintores que para este
efecto fueron llamados; y también los cuadros al óleo del altar mayor, y
colaterales, en que ya fue degenerando de la primera manera.
Pintó también cuatro lienzos excelentes de la vida de san
Antonio para el claustro segundo del convento de san Francisco de dicha ciudad
¿?.
También en la villa de Hiniesta en la
iglesia parroquial, hay un gran cuadro suyo de la Concepción
en la capilla de este misterio, cosa superior.
Y en casas particulares hay muchos suyos, aunque no todo es igual; porque
seguía la máxima de que conforme pintaban, pintaba.
Pero sobre todo, es cosa excelente el Apostolado que hizo de
figuras mayores que del natural con grandes pedazos de perspectiva para la Sala
del Cabildo de aquella Catedral (Son de Cristóbal
García Salmerón, 2 de Pedro Paez).
Y no lo es menos, el de la Oración del Huerto de Cristo nuestro
bien, que está en un ángulo del claustro de los Trinitarios
Descalzos de esta Corte.
Murió en dicha ciudad por los años
de mil seiscientos y setenta y cuatro, y a poco mas de los
sesenta de su edad.
CXLII.
AMBROSIO MARTÍNEZ, PINTOR.
Ambrosio Martínez, natural, y vecino de la ciudad de
Granada, pintor de mucho crédito, de la escuela del Racionero Alonso
Cano, como lo dicen sus obras en el Real monasterio de san Gerónimo
de aquella ciudad, y en el convento de san Antón, de Religiosos Terceros
de la Orden de nuestro seráfico Padre san Francisco, y las del claustro del
convento del Carmen.
Fue también poeta insigne, y tuvo otras muchas buenas prendas.
Murió mozo en dicha ciudad de Granada por los años de mil seiscientos setenta
y cuatro, y fue muy sentida su muerte, así de los de la profesión,
como de sus amigos, que tenia muchos, por su amable trato, y excelentes
prendas.
CXLIII.
JOSÉ MORENO, PINTOR.
José Moreno, natural de la Ciudad de Burgos, tuvo
allí algunos principios del Arte de la Pintura; y después pasó
a esta Corte, donde continuó con don Francisco de Solís, y
aprovechó tanto, que fue su manera de pintar muy semejante a la de su
maestro, y aun algo mas corregida, y de mejor
gusto, como lo acreditan diferentes obras particulares que yo
he visto: como son una huida a Egipto
(#,#,#
al menos 5 dicen.), un san Antonio
Abad, y una santa Catalina mártir, cosa excelente, aunque
no logró tener alguna en público que yo haya sabido, así por
su cortedad, y poca introducción, como porque siendo apenas de edad de treinta
años, se fue a Burgos a instancia de algunos parientes, donde murió de allí
a pocos años, por el mil seiscientos y setenta y cuatro.
CXLIV
FELIPE GIL PINTOR.
Sobre los años de seiscientos floreció en Valladolid Felipe
Gil de Mena, natural de dicha ciudad, y excelente pintor:
aprendió en esta Corte en la escuela de Juan Vanderhamen,
pintor Flamenco, de quien ya hicimos mención, donde se
aventajó mucho; pues habiéndose vuelto a su patria, hizo
demostración de su habilidad en diferentes obras que se le
ofrecieron, y en especial en el colegio de Niñas huérfanas, y
en el claustro del convento de nuestro Padre san Francisco,
donde las más pinturas son de su mano: como lo son también las del claustro
del convento de dicho seráfico Patriarca
en Segovia, y también las del Rioseco, junto con las del
claustro de san Pedro mártir, del sagrado Orden de Predicadores. Y en Valladolid,
Zamora, Tordesillas, Peñafiel,
Cuellar, y otros lugares, hay muchas obras suyas, así en retablos, como en
casas particulares.
Pintó también un Auto
General, que celebró en su tiempo aquel santo Tribunal, el
cual está hoy en la Suprema, y otra copia quedó en aquella
santa Inquisición de Valladolid, donde también hay varias
historias de su mano en los pedestales del altar mayor.
Fue también muy excelente en los retratos, y muy naturalista; y así tuvo
academia en su casa muchos años, y un
estudio tan célebre de papeles, borroncillos, modelos, y otras
cosas del Arte, que por su muerte se apreció en tres mil ducados.
Murió en fin en dicha ciudad, por los años de mil seiscientos setenta y
cuatro, el día primero de Enero, y a poco más de los setenta de su edad.
CXLV.
MATEO CEREZO, PINTOR.
Mateo Cerezo fue natural de la ciudad de Burgos, su padre se llamó del mismo
nombre, por donde algunos han
pensado que las imágenes del santo Cristo de Burgos
(#
múltiples réplicas) que están firmadas con
dicho nombre, son de nuestro Mateo Cerezo: pues aunque es verdad que su padre
fue su primer
maestro, y a este le ayudaría el hijo en algunas cosas, sin
embargo, no podía estar todavía capaz de firmar sus obras,
pues vino a Madrid cuando apenas tenia quince años, y entró en la escuela de
don Juan Carreño, donde continuó en
el estudio de la Pintura con tal felicidad, frecuentando las
Academias, y el pintar por el natural, retratando a algunos,
solo por el estudio, y copiando diferentes originales de palacio,
además de la
buena escuela de gran colorido en que se
hallaba, que totalmente le bebió el espíritu a su maestro, pues
ninguno de los muchos discípulos que tuvo llegó a imitarle
tanto, de suerte, que es menester mucho para distinguir sus
obras de las de Carreño.
Poco más tenia de veinte años cuando salió de la escuela
de su maestro a adquirir grandes créditos con las maravillosas
obras que hacía, así de Concepciones, como de otros asuntos devotos para
personas particulares; en especial un pensamiento de la Huida a Egipto, cosa
caprichosísima, y de buen
gusto, de que hay entre los pintores algunas copias: como
también de otro misteriosísimo pensamiento de la Natividad
de Cristo Señor nuestro con el Padre Eterno, y el Espíritu
Santo, y algunos ángeles con la Cruz, y otros instrumentos
de la Pasión ¿#?, aludiendo a aquel texto de san Juan: Sic Deus
dilexit mundum, c. todo colocado con excelente gusto, y
caprichoso concepto.
Para el público hizo también obras maravillosas, como
son los dos cuadros que están en los dos pilares colaterales
del altar mayor de la iglesia de santa Isabel de esta Corte
(Incendiada en 1936), el
uno de
santo Tomás de Villanueva dando limosna a los pobres, y el otro de
san Nicolás de Tolentino sacando las Animas del Purgatorio; y también el de la
Visitación de santa
Isabel (desaparecidos o destruidos en 1936, Del retablo
con la visitación queda
fotografía), que está en el remate del altar mayor, todos cosa verdaderamente
soberana, y que llega a lo sumo de los primores del Arte, así en el dibujo,
como en el colorido.
También es de su mano un san Miguel, que está en la capilla del
santo Cristo de la Espiración en el convento de los Agonizantes de esta Corte
(Elías Tormo lo dijo perdido, la galería caylus
propuso este
#, parece flojo para Mateo),
y un Cristo crucificado, que está en
el primer nicho a mano izquierda, a la entrada de la capilla
de nuestra Señora de la Soledad.
Y una Concepción, que está en la primera capilla como se entra a la Sala
de Capítulo
del monasterio de la santa cartuja del Paular de Segovia,
doce leguas de esta Corte, junto con la tablita del Sagrario,
del misterio del Apocalipsis, cap. 12 (Perdidos).
Pero lo que excede toda ponderación, es el célebre cuadro del Castillo de
Emaus, que está en el refectorio de este
convento de Recoletos Agustinos, donde parece, que como
el cisne, cantó sus exequias, pues fue lo último que hizo, y
donde se excedió a sí mismo en la Majestad de Cristo Señor nuestro partiendo
el pan, la admiración de los discípulos
que entonces le conocieron, y el pasmo de los asistentes a la
Cena, que verdaderamente parece que está sucediendo el caso
(Perdido, queda un boceto de su mano
#).
Pintó también bodegoncillos, con tan superior excelencia, que ningunos
le aventajaron, si es que le igualan algunos, aunque sean los de Andrés de
Leito, que en esta Corte los hizo excelentes.
Con el motivo de dar una vuelta a su patria, siendo bien
mozo en Valladolid, hizo mansión una temporada en Valladolid, donde
entre otras cosas hizo un Cristo crucificado, maravilloso,
para aquella santa iglesia, y donde ejecutó diferentes obras,
especialmente para el público, que son, en la capilla mayor
del convento de nuestro Seráfico Padre san Francisco
(expoliado por los franceses) un gran
cuadro con este glorioso Patriarca arrodillado delante de la
imagen de María Santísima
#, con su hijo en los brazos, del tamaño natural, sobre un cerezo, con gran
acompañamiento de ángeles, cosa hermosísima: como también en el cuerpo de la
iglesia un cuadro grande de la Concepción Purísima, cosa peregrina.
En el convento de Jesús María, de
la misma Orden, en la capilla mayor una Asunción de
nuestra Señora de su mano, en el remate del retablo, y más
abajo dos Santos de la Orden y más abajo de estos están
dos cuadros del Nacimiento de nuestro Señor, y la Adoración de los Santos Reyes :
y en la puerta del Sagrario una
hermosa efigie del Salvador, y a un lado del Sagrario está
san Pedro de cuerpo entero, y en lejos la historia de su martirio; y al
otro lado san Pablo, y a lo lejos su Conversión:
y en el banco de los pedestales está nuestro Padre san Francisco en la Impresión
de las Llagas, y en correspondencia
san Antonio de Padua, y será cada pintura de éstas de tres
cuartas de alto (Evidentemente el retablo ha
cambiado y se han perdido obras.
#).
Y en el convento de Religiosas de san Bartolomé
(Expoliado 1812, derribado 1837) hay dos cuadros
muy grandes de mano de nuestro
Cerezo, que el uno sirve de retablo principal, y es de la
Asunción de nuestra Señora, con el Apostolado, mayor que
del natural, y al lado del Evangelio está el otro, que es de
nuestra Señora sentada con el Niño Jesús de la mano, el
cual huella con el pie a un dragón, y a un lado está san
José, y al otro Adán, y Eva, y una tropa de ángeles,
que traen el estandarte glorioso de la Cruz; y aunque este
cuadro está por acabar, se estima mucho, por ser obra de
tan gran artífice.
Hay también otro cuadro suyo del
sepulcro de Cristo, con unos ángeles llorando, que le
tienen en la sacristía de la Parroquial de san Lorenzo, y
lo ponen el viernes santo en el altar mayor, y es cosa
peregrina.
Don Pedro Salinas, regidor de dicha ciudad de Valladolid, tiene de mano de
Cerezo los cuatro tiempos del, año, de dos varas de largo, apaisados, cosa
excelente, y también un san Sebastián, del tamaño del natural: y una señora
viuda tiene un san Antonio, también del tamaño del natural, cosa soberana.
Se volvió a Madrid, donde hizo otras muchas obras particulares, y es fama
que ayudó a don Francisco de Herrera
en la pintura de la cúpula de nuestra Señora de Atocha.
Murió en fin Mateo Cerezo en esta Corte, por el año de mil seiscientos y
setenta y cinco, y a los cuarenta de su edad, con
poca diferencia.
CXLVI.
EL REVERENDO PADRE MAESTRO FRAY JUAN RIZI, Pintor,
El R. Padre Maestro Fray Juan Andrés Rizi, del esclarecido Orden Benedictino,
fue natural de esta villa de Madrid, hijo legítimo de Antonio Rizi, muy buen
Pintor, natural de Bolonia, y de doña Gabriela de Chaves, natural de
Madrid, casados en la Parroquial de san Ginés de esta Corte
el año de 1588 el 18 de Septiembre, de cuyo matrimonio tuvieron al dicho Padre
Rizi.
No se sabe en que año, solo sí, que tomó el santo hábito de monje
benedictino en el Real
monasterio de Monserrate en Cataluña, el año de 1626, y
que ya llevaba la habilidad de pintar: cuyo maestro fue Fray
Juan Bautista Mayno, del sagrado Orden de Predicadores; y
que habiendo cursado la filosofía en la Universidad de Hirache, en que tuvo por
maestro a Fray Diego de Silva, Obispo que fue de Guadix, y Astorga, pasó a
estudiar la teología en Salamanca por su voluntad, de donde con sus pinturas se
pagó sus tercios: pues siendo estilo en aquel colegio, que cada colegial o su
casa de filiación, ha de dar cien ducados al
año, un tercio adelantado, y no queriendo recibirle el Abad
de san Vicente de Salamanca por no llevar dicho tercio adelantado, le pidió
Fray Juan término de dos días para buscarlo, en cuyo tiempo pintó un Cristo
crucificado, por cuya
hechura le dieron mucho más de lo que había menester, y
así continuó hasta que se acabó su curso, y en dicha casa dejó muchas
pinturas de su mano.
En Monserrate fue donde menos pintó, porque administró algunos cargos en aquel
santo monasterio.
fue también
Abad de san Bartolomé de Medina del Campo.
Hizo las
pinturas del claustro de san Vicente de Salamanca
(1812 Destruido en el sitio de Salamanca), y las
de san Millán de la Cogolla en la Rioja, con otras de su
iglesia
#,#; las del claustro de san Martin de Madrid
(Derruido,
#); y las seis
pinturas grandes, tres de la Pasión de Cristo Señor nuestro,
y las otras tres de varios martirios de santos de la sagrada Orden de
la Merced en esta Corte, que están en la sacristía de
nuestra Señora de los Remedios; y se tiene por cierto que estas las
ejecutó antes de entrar en la religión: como también
otras de unos santos mártires, y arriba la Santísima Trinidad,
que está en el convento de este inefable misterio, en un retablo frente de
la puerta de la lonja de dicha iglesia.
También
son de su mano las pinturas de la iglesia, y claustros de la
Metropolitana de Burgos
#, y del monasterio de san Juan
#,
#,
#.
Y
en el lugar de la Seca, a seis leguas de Valladolid, tiene en la
iglesia Parroquial más de veinte pinturas de su mano
(De quedar, solo una Asunción actualmente atribuida a
Jerónimo Calabria, al parecer tiene la firma
#
no he podido confirmar la imagen en el MNE).
Tuvo
gran comercio en esta Corte con la Excelentísima Señora,
mi Señora doña Teresa Sarmiento de la Cerda, Duquesa de
Bejar, de quien fue maestro en esta Arte, y en cuya casa dejó varias pinturas
de su mano; y en cuyo tiempo escribió un
libro excelente de la Pintura, que yo he visto, con gran dolor de que no se
diese a la estampa, y lo dedicó a esta gran
Señora.
Después de haberse hecho estimar mucho en España,
así por su gran habilidad, como por otras muchas prendas
que ilustraban su persona, pasó a Roma, donde se incorporó en aquella sagrada
congregación de Monte Casino, y donde hizo muchas pinturas, que fueron en Roma
celebradas.
Y habiendo visto el Papa dos Apostolados de su mano, los
admiró mucho, y gustó de conocerle, y le hizo muchas honras: y aseguran
algunos Padres ancianos de Monserrate, que
le conocieron, que poco antes de morir le había dado el Papa un obispado en
Italia.
Murió en Monte Casino por el año
de mil seiscientos y setenta y cinco, y a los ochenta de su
edad.
CXLVII.
PEDRO ANTONIO, PINTOR CORDOBÉS,
Pedro Antonio, cuyo apellido se ignora, fue natural, y
vecino de la ciudad de Córdoba, y discípulo en el Arte
de Antonio del Castillo: tuvo un colorido muy
hermoso, y grato al vulgo, y así se llevó el aplauso de su,
tiempo, en especial, después que murió su maestro.
De su mano es el cuadro de la Concepción Purísima que está en la
calle de san Pablo de aquella ciudad, en que se califica lo
grato de su colorido, gracia, y donaire en las figuras.
También es de su mano el cuadro de la capilla de santa Rosa, en
la iglesia del Real Convento de san Pablo, Orden de Predicadores.
Y otro de santo Tomás de Aquino, cuando los dos
Apóstoles, san Pedro, y san Pablo le interpretaron aquel lugar de Isaías, sobre
que estaba discutiendo, que está colocado
en un medio punto de la nave de en medio de dicha iglesia, sin otras
muchas obras públicas, y particulares, que acreditan su gran habilidad.
Vivió; siempre, y murió en una casa junto a la
Concepción de los libreros, en la calle de la
Feria de dicha ciudad; y fue su muerte por los años de mil
seiscientos y setenta y cinco, y a los sesenta y uno de su
edad: yo le conocí, y fue hombre de linda representación,
buen arte, y buena estatura, y muy respetoso; y así fue muy
estimado, en aquella ciudad.
CXLVIII
DON JOSÉ ANTOLÍNEZ, PINTOR.
Don José Antolínez fue natural de Sevilla, donde tuvo sus principios del Arte
de la Pintura; y para perfeccionarse, vino a la Corte, donde cursó algún
tiempo en la escuela de don Francisco Rizi.
Frecuentó las Academias, que entonces las había
excelentes, y aprovechó, de suerte que llegó
a ser uno de los primeros de su tiempo, como lo acreditan
repetidas obras públicas, y particulares suyas, que se ven en
esta Corte; en que especialmente se descubre un gran gusto,
y tinta atizianada.
Tuvo gran genio para los paisajes, que los
hizo con extremado primor y Capricho y así mismo retratos
muy parecidos.
Era muy altivo, y vano; y sucedió que saliendo un día
a pasearse con Juan de Cabezalero, mozo muy modesto, y
humilde, dijo Antolínez: verdaderamente, amigo, que dos
mozos como nosotros, en la Pintura, no los hay hoy en
Madrid.
A lo que respondió Cabezalero: que por sí mismo lo
podía decir, que él no merecía tanta merced, Y dijo Antolínez: pues agradece
que vas conmigo, que sino, yo solo
había de ser.
Al mismo tiempo era de genio tan mordaz,
que viendo que Claudio, y Cabezalero comenzaron a pintar al fresco algunas obras:
como esto se hace en las paredes, dijo: Dos mozos que había en
Madrid de buenas esperanzas, después que
han dado en pintar por esas paredes, han dado por esas paredes.
Y en otra ocasión, viendo los cuadros de Cabezalero, que
hoy están en la sacristía
de la Orden Tercera de nuestro Padre san Francisco respecto de estar muy
emborronados, dijo: ve aquí una pintura,
que aunque es buena, fuera muy fácil persuadir que no valía nada, ya que no
pudo absolutamente ejecutarlo.
Se pintaba en aquel tiempo mucho al temple para las mutaciones de las
comedias célebres que se hacían a sus majestades en el Buen-Retiro y como
Antolínez no concurría
a estas funciones, las despreciaba, llamando pintores de paramentos a los que
las ejecutaban. Lo supo Rizi, que las gobernaba entonces de orden del Rey y.
en una prisa que se
ofreció, dispuso que un Alcalde de corte le notificase, pena de 100 ducados,
fuese a pintar al Retiro. Fue el dicho Antolínez, y habiéndole dado Rizi a
pintar un lienzo al temple, mandando que nadie le advirtiese nada, estuvo todo
el día Antolínez haciendo, y deshaciendo sin entrar, ni salir, al cabo de lo
cual le dijo Rizi: ve aquí vmd. lo que es pintar paramentos.
Anda muchacho, le dijo a un mancebo, y
lava ese lienzo en aquel pilón: y así se ejecutó, quedando
corrido nuestro Antolínez, corregida, y castigada su vanidad.
Porque verdaderamente el pintar bien al temple con yeso, en lugar de
blanco, tiene suma dificultad, y más en quien nunca lo ha practicado.
Tuvo la fortuna de que el Señor Almirante Padre quisiese colocar una pintura
suya en la sala que tenia destinada
para los eminentes españoles; y habiéndose ofrecido en este
tiempo una grave disputa con los demás pintores acerca de
una pintura que compró el Almirante, sobre si era, o no
original, en que salió vencedor Antolínez: pintó un cuadro
de la incredulidad del Apóstol santo Tomás, para satisfacer a
su hinchazón y vanidad.
Es también de su mano la pintura del retablo de la Virgen del Pilar,
que está en la Parroquial de san Andrés de esta Corte, junto a la
del santo Cristo: y también las pinturas
de los Sagrarios de los tres altares, mayor, y colaterales de
la iglesia de la Magdalena de Alcalá de Henares, que la del
mayor es de la Concepción
#, y las otras dos son del Buen
Pastor, cosa excelente.
También son de su mano las pinturas
de la capilla mayor de la iglesia Parroquial de la villa de Navalcarnero
#,
y en ella la de Otro retablo del Apóstol san Andrés en el martirio.
No tuvo menos vanidad en la destreza de la espada negra, a que fue tan
aficionado,
que en su mismo obrador tenia en un rincón dos espadas de esgrima, blasonando
que teniendo él la espada en la mano, era su cuerpo fantástico,
pues nadie le tocaba.
Y habiendo ido a verlo un día don José Arlegui, amigo suyo, con
otro aficionado; viendo este las espadas, tomo una, y comienzo a tentarla, y
vibrarla, y dijo Antolinez: parece que vmd. es aficionado: un
poquito dijo el tal, pues veamos, prosiguió Antolínez, y tomando la otra espada,
echaron una venida, en que anduvo
algo demasiado Antolínez, y hubo de mediar el don José,
Arlegui y por vía de ajuste, quedaron citados para otro día
en casa de un maestro de armas, llamado don Matías, que
vivía hacia el Caballero de Gracia, donde acudieron en dicho muchos
aficionados;
y tomando unos y otros la espada Antolínez, además del dicho, fue tanto lo que
se molió, y los golpes que llevó, que, o bien fuese del molimiento o bien de
no haber quedado tan airoso como quisiera, se fue a su casa, y se encendió luego
en una calentura tan maligna, que en pocos dias acabó con él, por el año de
mil seiscientos y setenta y seis, a los cuarenta de su edad,
con poca diferencia: vivía en la Puerta del Sol, y se enterró
en la Parroquial de san Luis de esta Corte.
CXLIX.
EL LICENCIADO DON ANTONIO BELA (Antonio Vela
Cobo)
El Licenciado don Antonio Bela fue natural, y vecino
de la ciudad de Córdoba, hijo y discípulo de Cristobal Bela, pintor de crédito
en aquel tiempo.
Fue Sacerdote, y de
muy suficiente literatura, y virtud, muy modesto, y de linda persona, y habilidad
señalada en el Arte de la Pintura,
dorado, y estofado, con singularísimo primor.
Mediante lo
cual, tuvo en Córdoba y fuera de ella muchas obras, así de
pintura, como de dorado, y estofado de los retablos, que
entonces se practicaba mucho, y él lo hacia con extremado
gusto, tomando a su cargo todo el ornato de un retablo, sin
excepción de escultura, y pintura.
Y es de su mano el dorado, y pinturas del retablo de la capilla mayor
del convento
de Regina, que es de Religiosas Dominicas
(Abandonado en 1804), sin otros muchos que hizo en aquella
ciudad y fuera de ella: como es el
que está frente de la puerta, en la iglesia del hospital de la
Caridad (varios sitios dicen del Hospital caridad, el
hospital es el m.b.a. donde están, puede ser un error dar esto como origen y el
origen ser convento Señora de Gracia de estas 2 obras)
#, #, en la plazuela del Potro de dicha ciudad.
Pintó
también dos estaciones del claustro del convento de san Agustín de la vida de
este santo doctor.
Murió de mal de pecho
el año de mil seiscientos setenta y seis, con poco más de
cuarenta de edad: yo le conocí, y traté, y era sujeto de
muy recomendables prendas.
CL
FRANCISCO PALACIOS, PINTOR
Francisco Palacios, natural, y vecino de esta villa de Madrid, fue discípulo de
Velázquez, y de los que más imitaron
su manera; y aunque no se sabe de obra pública de su mano, hay excelentes
cuadros suyos, que yo he visto, en casas
particulares, y especialmente retratos, que los hizo con excelencia, y en que
se conoce la buena escuela en que se crio,
y lo mucho que adelantó en ella.
Murió de unos, treinta y
seis años de edad, por el mil seiscientos setenta y seis,
en esta villa de Madrid.
CLI
CORNELIO SCUT, PINTOR. (Cornelis Schut III, el Mozo)
Cornelio Scut, de nación flamenco, y vecino de la ciudad de Sevilla, fue pintor
excelente, sobrino., y discípulo de
otro Cornelio Scut, de quien hay algunas estampas de agua
fuerte, y de quien es el cuadro grande, que está en la, escalera principal del
Colegio Imperial de Madrid.
Fue
pues el sobrino muy célebre en la Pintura, habiendo florecido en los tiempos
de Murillo, y Valdés, porque tuvo
una gran casta de pintar, y aunque sus obras imitan a los
Flamencos en lo prolijo, son corregidas, y dignas de toda
estimación
Bien se califica en el cuadro de la Concepción Purísima,
que pintó para la puerta de Carmona (¿Iglesia de
San Bartolomé?) en dicha ciudad, sin
otras muchas pinturas de su mano, que dan claro testimonio
de su eminente habilidad.
Fue muy gran dibujante, a cuya causa presidia de ordinario en la Academia,
dando a todos muy buenos documentos, así con sus palabras como con sus obras.
Para retratos tuvo también superior habilidad, pues fue el que hizo
mayor número de ellos.
Fue también de genio muy amistoso, dócil, y apacible; con lo cual tuvo gran
séquito, y muchos amigos.
Murió de crecida edad por el año de 1676 en dicha ciudad de Sevilla.
CLII.
EL RACIONERO ALONSO CANO, PINTOR.
El Racionero Alonso Cano, pintor, escultor, y arquitecto, con quien viene
corta toda alabanza, según sus excelentes, y generales partes en las
honrosísimas facultades de su
profesión, nació en la insigne ciudad de Granada, de padres
nobles el año de 1600, y se bautizó en la iglesia Parroquial
de san Ildefonso.
Su padre fue Miguel Cano, natural de Almodóvar del Campo, varón hacendado,
y adornado de virtud, e ingenio para la arquitectura, en que fue científico
artífice.
Su madre se llamó
doña María de Almansa; natural
de Villa-Robledo, lugar de la Mancha: criaron con muy
buena doctrina a Alonso Cano; el cual parece que heredó el
genio de su padre, pues desde niño se inclinó al ejercicio de
su nobilísima arte, debajo de su educación y doctrina. Y
conociendo el padre su grande natural, e ingenio, le enseñó
los primeros principios de la arquitectura, sin mas letras que
los rudimentos de la puericia, con que en breve tiempo dio
muestras de lo que había de venir a ser; pues salió tan aventajado en dicha
arte, que dio mucha luz a los artífices de su
tiempo para que la supiesen ornar, como se conoce en los
nuevos templos que en esta villa de Madrid desde entonces
se han fabricado.
Desde aquí halló fácil entrada a la escultura, ayudado
de su gran genio, altamente favorecido del cielo para ilustración de estas artes,
Y últimamente pasó a Sevilla para perfeccionarse en ellas; por cuyo motivo
entró a dibujar en casa
de Francisco Pacheco, donde estuvo ocho meses, y pasó a
continuar en la escuela de Juan del Castillo, aunque también
dicen en la de Herrera el viejo, en que se dio tan buena maña, que a poco
tiempo se alzó con la habilidad de la Pintura
en grado tan superior, que ejecutó de su mano diferentes
obras públicas en dicha ciudad, como son las del retablo del
altar mayor de Monte Sion, del Orden de Predicadores
(Desamortizado 1835, queda la iglesia)
#.
Y en el colegio de san Alberto las de otros tres retablos
#,#, en
competencia de otras pinturas de Zurbarán, y de Pacheco: y
en el de santa Paula, en el
retablo de san Juan Evangelista,
la escultura, pinturas, y traza de la arquitectura es suya
(El
Retablo original y obras que
estaban en ese retrablo
#, #,
#,
#); bien
que siendo de edad de veinte y cuatro años, y llamándole
el Provincial de la Merced para que ejecutase las pinturas
del claustro de aquel convento, se excusó diciendo, que conocía su insuficiencia
para el desempeño y que mas estimaba
la reputación que el interés que le podía resultar de aquella obra.
Hizo también para la villa de Lebrija en la iglesia
mayor un gran retablo
#, en que ejecutó de su mano tres estatuas de talla entera:
la una de nuestra Señora con su precioso Hijo niño en los brazos, y las otras
dos de san Pedro, y san Pablo, todas mayores que el natural, con tan superior
acierto, que pasmó a todos los artífices de aquella comarca,
extendiéndose de tal suerte la fama, especialmente de la imagen, que vinieron de
Flandes escultores a copiarla en pequeño tamaño, para reducirla a grande en su
tierra.
No es menos admirable la efigie de Cristo Señor nuestro crucificado
que hizo para aquella santa iglesia (Lo suponen
de José de Arce).
Se aplicó también en este tiempo a la destreza y manejo
de las armas, en que salió aventajadísimo; lo que, junto con
lo impaciente, y mal sufrido de su natural, le ocasionó algunos lances muy
pesados, porque el Cano en todo se explicaba mejor con las obras que con las
palabras.
Y así habiendo
entrado a pintar en casa de don Sebastián de Llanos y Valdés a pintor de
crédito en aquella ciudad, a pocos lances tuvo con él un disgusto tan pesado,
que riñeron los dos desafiados, de suerte, que Cano hirió muy mal a Valdés en
la mano derecha, pasándole la guarnición de la espada, de lo que
resultó el quedar lisiado; con cuyo motivo, y el de pasar por
aquella ciudad el Señor Felipe IV a registrar aquellos
reinos del Andalucía, se resolvió a seguir la Corte, agregado a la familia del
Señor Conde Duque de Olivares, con cuya protección vino a Madrid, y continuó su
habilidad, favorecido de tan gran Mecenas, con cuyo auxilio obtuvo la
plaza de Maestro mayor, de que tomó posesión el año de
1638 ejecutándose por su dirección diferentes obras y reparos en los palacios y
casas reales.
Hizo en este tiempo el arco triunfal que tocó a los mercaderes en la Puerta
de Guadalajara el año de 1649 en
entrada, y suntuoso recibimiento de la Serenísima reina, y
Señora Doña Mariana de Austria, segunda consorte del Rey
nuestro Señor Don Felipe IV, obra de tan nuevo gusto
en los miembros, y proporciones de la arquitectura, que admiró a todos los
artífices, porque se apartó de la manera que
hasta aquellos tiempos habían seguido los antiguos.
También hizo el monumento que los Religiosos Descalzos Franciscos ponen en su
convento de san Gil la semana
santa, que es muy visitado de los artífices para su aprovechamiento.
Después de algunos años de su venida a Madrid, en
que granjeó el merecido crédito en repetidas obras de todas
las tres Artes, vino a lograr el honroso empleo de Pintor de
su majestad, y Maestro del Príncipe don Baltasar Carlos de
Austria, en cuyo tiempo ejecutó para el salón antiguo de
los retratos de los Reyes tres cuadros, que el uno es el del
Señor Rey Don Fernando el Católico, y su dignísima consorte la reina Doña
Isabel, que ya no están en su sitio, por
haberse dividido aquel gran salón, que llamaban de las comedias, en diferentes
piezas; y los otros dos de otros Reyes
Godos, que estaban en el pasadizo de la Encarnación
#,#.
En este tiempo hizo también diferentes obras de pintura
públicas, y particulares, y especialmente el célebre cuadro
el milagro del pozo de san Isidro, que está en el segundo
cuerpo del altar mayor de la Parroquial de Santa María en
esta Corte: pintura de tanto acierto dibujada, y colorida,
que verdaderamente es un milagro, y habiéndola visto Fray
Juan Bautista Mayno, pintor eminente, se la celebró de
suerte al Señor Felipe IV, que fue su majestad a verla,
con el pretexto de hacer oración a nuestra Señora de la Almudena, que se
venera en aquel sagrado templo.
No es menos digna de inmortales aplausos la de N.S.P.S. Francisco, cuando el
Ángel le mostró la redoma de
agua, símbolo de la pureza que debe tener el Sacerdote, la
cual está en el colateral de la Epístola en la Iglesia Parroquial
de Santiago (Derribada en las guerras napoleónicas): como también lo es el Buen Pastor
(desaparecida también), que está
abajo en la tablita del sagrario, que es un primor.
También
la santa Catalina virgen y mártir, que está en un pilar de la
Parroquial de san Miguel (Seguramente destruido en
el incendio de 1790, Quizás
el bosquejo), junto a la puerta del costado de
dicha iglesia. Y otra del Patriarca san José, que está en
otro pilar de la de san Ginés de esta Corte, frente del pulpito; con otro
cuadrito arriba de la Encarnación, cosa verdaderamente maravillosa.
Así mismo otra pintura de Cristo
Señor nuestro desnudo, en el calvario, sentado en una peña,
y la Virgen Santísima dolorosa, con san Juan, y la Magdalena, en segundo
término
#: todo tan admirablemente ejecutado, que parece del Corezo; la cual está
en la capilla del
Santo Cristo de dicha iglesia al lado de la Epístola.
Así mismo hizo para el Colegio Imperial de esta Corte
(1767 son expulsados los Jesuita, se anexa a la
colegiata de San Isidro y muchas obras a ella, que luego ardieron en 1936),
un célebre cuadro de la Concepción Purísima, con gran
acompañamiento de ángeles para la capilla de esta advocación en dicha iglesia y
encima otro cuadro de la Coronación
de nuestra Señora, uno, y otro tan admirable, como suyo
(ardieron en 1936 queda un
fotografía de la concepción).
Está hoy transferido este cuadro de Concepción a la sacristía
de dicha iglesia, por haberse puesto en su lugar una imagen
de talla del mismo título, de mano del eminente artífice don
José de Mora ¿#?, discípulo suyo, a causa, de que habiéndose reconocido el testamento
de doña Isabel de Tebar, Patrona de dicha capilla, se halló, según la clausula,
que no se
cumplía con el tenor de su última voluntad, siendo la imagen. de pintura, sino
que debía ser de talla; y así se ejecutó,
transfiriendo dicha pintura a sitio tan decoroso, como en el
que hoy está en el costado de dicha sacristía, frente de las
ventanas. Bien que como Alonso Cano la hizo para aquella
capilla obscura, y procuro que sobresaliese en claros; habiéndola mudado de sitio,
no le favorece la demasiada luz, porque se destempla la composición del todo,
aunque cada parte de por sí es un milagro.
Otras dos pinturas de mano de nuestro Racionero hay en
dicha iglesia, que están a la entrada de la capilla del Buen consejo, la una
de nuestra señora con su Hijo santísimo
Niño en los brazos, y la otra del glorioso Patriarca san Ignacio, una y otra
de medio cuerpo (Destruidos).
Pero sobre todo, en la
iglesia de los Padres Capuchinos de la ciudad de Toledo hay
una pintura suya de san Bernardo, que es una admiración
¿#?.
También lo es, otra de nuestro Padre
san Francisco en la
Impresión de las Llagas en el Monte Alberne, que está en
la capilla de san Diego en Alcalá de Henares
(Desamortizado, derrumbado 1856): y el
san Antonio, que está
enfrente, lo hizo también Alonso Cano; pero dicen que no lo acabó por las
extravagancias de su genio,
y por lo mismo dejó de hacer todas las demás pinturas de
aquella santa capilla, pues querían fuesen de su mano; y a la
verdad lo hubieran acertado.
No era melindroso nuestro Cano en valer de las estampillas más inútiles,
aunque fuesen de unas coplas; porque
quitando, y añadiendo, tomaba de allí ocasión para formar
conceptos maravillosos: y motejándole esto algunos pintores
por cosa indigna de un inventor eminente, respondía: Hagan ellos otro tanto, que
yo se lo perdono. Y tenia razón,
porque esto no era hurtar, sino tomar ocasión; pues por último, lo que él
hacía, ya no era lo que había visto.
En retratos fue también peregrino, de que yo he visto muchos testimonios que
lo califican; y especialmente el de aquel gran
Ministro del Rey, que llamaron el Señor José González,
Presidente de Indias, y dignísimo sujeto a todas luces, el
cual está hoy en poder de los herederos de aquel gran mayorazgo que fundó en
Boadilla, dos leguas distante de esta Corte.
Llegó pues nuestro Alonso Cano en este tiempo a la
eminencia de la fortuna, y de la habilidad, y opinión en las
tres Artes, sin que bastasen a disputársela tantos eminentes
hombres como produjo fecunda la estación feliz de aquella
edad; pero la inconstante condición de la fortuna, cansada
ya de sublimarle, trató de aplicar los medios de abatirle,
pues viniendo una noche a su casa, halló a su mujer muerta
a el rigor de muchas puñaladas; saqueadas sus joyas, y desparecido un Oficial
italiano que albergaba en ella. La voz que
se divulgó fue, que este por robarla había cometido tal atrocidad; pero el
dictamen de la Justicia, después de haber hecho algún examen de esta causa, fue
que Alonso Cano la
había muerto, o por sospechas mal fundadas de aquel Oficial, o por tomar de
aquí ocasión para casarse con cierta dama de quien se
hallaba notoriamente prendado.
No faltó quien le avisase a Cano del proceso, que contra él se iba fulminando,
y el riesgo que corría su persona con cuyo motivo alzó velas, y se
pasó a Valencia secretamente, echando
voz que se había ido a Portugal.
En cuyo tiempo, aunque
de secreto, ejecutó algunas pinturas, y especialmente las que
están en la iglesia de san Juan de la Ribera
(1898 Convento demolido) de dicha ciudad,
que son la del Bautismo de Cristo Señor nuestro, y arriba
el de la Trinidad Santísima, cosa superior.
Y otra de la Predicación de san
Vicente Ferrer (Dos obras disputan ser la original)
# ,
#, que está en el convento de
san Francisco en una capilla al lado de la Epístola; pero la
desgracia de la voz le descubrió luego, y le fue preciso pasarse a la cartuja
de Porta-Coeli, tres leguas distante de aquella ciudad, donde hizo algunas
pinturas, que yo he visto, y
donde pretendió tomar el hábito: y, o bien fuese por no poder aguantar la
austeridad de aquel santo instituto, o bien
por andar fugitivo de la Justicia, o por otros motivos reservados a el tribunal
de la conciencia, no tuvo hechura.
Y de
este tiempo que estuvo Cano en Valencia, tenia Gaspar de
la Huerta, pintor de crédito en aquella ciudad, algunos modelos que dejó Cano,
y otras cosas del Arte que yo vi cuando estuve allá por el año de 700, y
supe toda esta historia.
No sé si es de este tiempo un cuadro de san Miguel, de cosa de siete
cuartas, que está en la capilla de este glorioso Arcángel al lado del Evangelio,
en la Real cartuja del Paular, tan excelente, como suyo.
Después no sé con qué motivos volvió a Madrid, y estuvo oculto algún tiempo
en casa de su padre de don Rafael
Sanguineto, Regidor que fue de este Ayuntamiento de Madrid, en cuya ocasión hizo
varias pinturas, que yo vi en casa de dicho don Rafael, de quien tuve esta
noticia.
Y pasado algún
tiempo, se descuidó en salir fuera, y le prendieron;
y en virtud de los vehementes indicios del proceso, le pusieron a
cuestión de tormento; y habiéndole pretendido defender con la Ley Excellens in
arte; y no bastando, se determinó, de orden del Rey, que no le ligasen el
brazo derecho.
Se hizo así, y sufrió el tormento aquel risco animado, sin
que se le oyese un ay, de que el Rey tuvo placer.
Salió en fin libre de tan acervo trabajo, y volviendo a la
gracia de su majestad, trato de ordenarse: y para poderlo
conseguir, hizo traer de Roma la dispensación de bigamia,
por haber sido casado con viuda, y con esto vistió hábito
clerical.
Prosiguió todavía en la instrucción del Príncipe Don
Baltasar en el Arte de la Pintura, con quien se portó tan
agriamente, vituperando lo que hacia, que el Príncipe se
quejó a su padre, el cual sonriéndole, le ofreció que lo
castigaría.
Mandó pues su majestad saber qué vacantes Eclesiásticas había en la Cámara,
en que se había declarado pretendiente nuestro Cano; y habiendo sabido, que
entre otras,
había una Ración en la santa iglesia de Granada, se la confirió su Majestad:
y habiendo acudido a tomar la posesión,
se la negó aquel Cabildo diciendo, tenia que representar a su
majestad sobre ello, para lo cual enviaron dos diputados,
los cuales, habiendo representado al Rey, entre otras nulidades, el que Alonso
Cano era hombre puramente lego, e
idiota, les atajó el Rey diciendo: Bien está: ¿Quién os ha
dicho que si Alonso Cano fuera hombre de letras, no había
de ser Arzobispo de Toledo?, Andad, que hombres como vosotros los puedo yo
hacer: hombres como Alonso Cano, solo
Dios los hace. Con que se volvieron corridos, y trataron de
darle la posesión, concediéndole término para habilitarse, y
dispensándole el Nuncio Apostólico el rezo eclesiástico, entre
tanto, en no sé que partes de Rosario.
Entró de esta suerte nuestro Racionero en aquella santa
iglesia, a quien procuró captar la benevolencia con algunas
obras de todas tres Artes.
Y así hizo para el altar mayor una
imagen de talla de la Concepción Purísima, tan aventajada
y peregrina, que ofreció por ella diferentes veces un Caballero Genovés cuatro
mil doblones, y no se la quisieron dar,
de que dicen hay testimonio guardado en el archivo de aquel
Ilustrísimo Cabildo.
Hizo también la traza del
facistol de
maderas preciosas, bronces, y piedras, con tan exquisita forma y primor, que es
la admiración, y el estudio de todos
los artífices; como también la traza para dos lámparas de plata
#, que están en
la capilla mayor de dicha santa iglesia, ejecutadas con su dirección.
Hizo también de escultura otra imagen de nuestra
Señora del Rosario, de poco
más de media vara, para remate de
dicho facistol; y habiendo visto el Cabildo la gran estimación que el pueblo, y
los artífices hacían de ella, la retiró, y
colocó con toda decencia en la sacristía, para mostrarla por
una de las más preciosas joyas que tiene aquella santa iglesia.
Para lo cual hizo también las trazas de las portadas nuevas;
y así mismo nueve cuadros de la vida de nuestra Señora para
aquel presbiterio, como lo son también las dos
cabezas de
Adán, y Eva, que hizo para el mismo sitio.
En este tiempo también trazó, y gobernó la insigne obra
de la capilla mayor del convento de Religiosas del Ángel
(derribado y expoliado en guerras napoleónicas),
en la cual se admira la gallarda disposición del todo y partes,
ilustrada con admirables estatuas; que aunque trabajó en ellas
Pedro de Mena, fue con la corrección, y modelos de Cano,
y su encarnación, cosa maravillosa, como lo es también un,
cuadro de Cristo Señor nuestro despidiéndose de su Madre Santísima para ir a
padecer, que está en la sacristía, y
otro de nuestra Señora con su Hijo Santísimo Niño, y acompañamiento de ángeles,
que está sobre la reja del coro; y la
estatua de piedra mármol del Ángel Custodio, colocada en
el nicho sobre la puerta de dicha iglesia, donde también se
ha colocado en estos tiempos, a devoción del ilustrísimo Señor don Martin de
Ascargorta, otra pintura de nuestro Racionero, de Jesús Nazareno en la calle de
la Amargura
#, cosa soberana, y que hace milagros sin número.
Hizo también varias pinturas para la iglesia de san Diego, convento de
Descalzos Franciscos, extramuros de aquella ciudad,
que son tantas, y tan buenas, que se queda
absorta la admiración a vista de tan repetidos primores: como
también para el convento de Capuchinos, en la iglesia, y refectorio, y un
Apostolado de mas de medio cuerpo, que está
colocado en la iglesia del convento de Religiosas Dominicas
de santa Catalina, junto a la Carrera del Darro.
Consiguió en este tiempo el ilustrísimo Señor don Fray
Alonso de santo Tomás, Obispo de Málaga, el que pasase
Cano a esta ciudad para hacer las trazas del tabernáculo del
altar mayor de aquella santa iglesia, y para la sillería del
coro, como las ejecutó con grande acierto.
Y habiendo sabido
que el Obrero trataba de darle una muy corta remuneración
por las trazas, dijo a un confidente suyo, que, o presentadas, o dos
mil ducados; y diciendo, y haciendo, tomó una
mula, y arrolló sus trazas, y marchó para Granada; pero
luego que lo supieron, enviaron a toda prisa un alcance,
ofreciéndole cuanto quisiese; y con efecto volvió, y entregó
las trazas, y le dieron lo que él quiso por ellas.
En el discurso de este tiempo sobrevino en Málaga una
inundación tan horrorosa, que creyeron todos que la ciudad
se arruinase.
Llegó el caso a términos, que habiendo acudido a la iglesia
dicho Señor Obispo con el Cabildo a hacer las
preces acostumbradas para implorar la divina clemencia en
semejante conflicto, fue creciendo de suerte la inundación,
que se hubieron de subir al Coro: y no teniéndose allí por
seguros, poseídos de la tribulación dicho Señor don Fray
Alonso, temiendo por instantes la última fatalidad, se metió
en el hueco del órgano y preguntándole nuestro Racionero
porqué hacia aquello, le respondió: porque si hemos de
morir, más quiero que al hundirse esta gran máquina, me
estrelle, que verme fluctuando en las aguas: a lo que replicó el
Racionero: pues, Señor, si hemos de morir como huevos,
¿qué más tiene estrellados, o hechos tortilla, que pasados por
agua? Dicho verdaderamente agudo, y gracioso; y mucho
más, por ser en una coyuntura, en que el buen humor no
hallaría entrada sino en un corazón tan magnánimo.
Últimamente dispuso la divina clemencia que las aguas se recogiesen
todas al mar, con lo cual se vieron milagrosamente libres
de tan horroroso conflicto.
Volvió pues a Granada nuestro Racionero, donde ejecutó diferentes pinturas y
esculturas para algunos amigos, y
personas particulares. Y en este tiempo hizo todos los dibujos para las pinturas
del claustro del Real convento de Santa
Cruz, Orden de Predicadores, de la vida de su glorioso Patriarca, los cuales
tengo yo en mi poder; pero las pinturas
en dicho claustro las ejecutó por los dibujos de Cano un
Fulano del Castillo, y están ya muy deterioradas del tiempo.
Solía algunas veces nuestro Cano, cansado ya de pintar,
pedirle al discípulo que le asistía las gubias, el mazo, y
otros instrumentos para trabajar de escultura, diciendo que
quería descansar un rato. Se reía de esto el mancebo, y le decía: Señor, pues
¡es buen modo de descansar dejar un pincelito, y tomar un mazo!
a que respondió el Racionero: eres
un gran mentecato. Ahora ignoras que es mas trabajo dar forma y bulto a lo
que no le tiene, que dar forma a lo que tiene bulto. Sentencia digna de
observar en quien practicaba
ambas facultades, y que no la dictó la pasión de una ni otra,
sino la fuerza de la razón, y la experiencia de ambas.
Y así
le decía a don Juan Niño, su discípulo, que en ninguna de
las tres Artes que manejaba, hallaba tanta dificultad como en
la Pintura: de suerte que trasudaba para hacer cualquier cosa.
Sucedió pues que un Oidor de aquella Real Chancillería
muy devoto de san Antonio de Padua, le mandó hacer a el
Racionero una efigie de escultura de este santo, como una
vara de alto, con grandes encarecimientos de que echase todo el resto de su
habilidad en esta obra. Lo hizo así Alonso
Cano, y estando concluido, fue a verle el Oidor: le pareció
grandioso; y suponiendo que no tenía precio, instó que
le dijese en cuanto se daría por servido, y Cano le respondió, que diese
cien doblones para ayuda de costa.
Se Quedó atónito el Oidor, y después de una gran pausa, le preguntó,
cuantos días habría gastado en hacerle?. A lo que respondió Cano, que habría
gastado unos veinticinco días.
Pues según eso, dijo el Oidor, sale a cuatro doblones cada día. Muy
mal contador es V.S. dijo Cano: porque cincuenta años he
estado yo estudiando para saberlo hacer en veinticinco días. Yo también, dijo el Oidor, he gastado mi patrimonio
y mi juventud estudiando en la Universidad; y hoy, hallándome
Oidor de Granada, y en facultad más noble, apenas me
saldrá a doblón cada día. Alonso Cano, que ya se le apuraba
la paciencia, dijo, ¿qué es eso de facultad más noble? Voto a
N. que Oidores los puede hacer el Rey del polvo de la tierra
pero solo a Dios se reserva el hacer un Alonso Cano. Y sin
esperar más razones aquel intrépido espíritu impaciente, tomó la efigie del
santo, y la tiró al suelo con tal violencia, que
la hizo menudos pedazos.
El Oidor admirado de semejante desatino con la efigie
de un santo, sin que le valiese la inmunidad de tan sagrada
representación; temió no estar seguro a vista de tan desmesurado frenesí, y
se fue corrido, y abochornado: cosa verdaderamente muy sensible en cualquier
hombre de obligaciones, cuanto más en un Oidor de Granada, donde son
venerados como Dioses de la tierra y negocio en que pude
intervenir el Santo Tribunal, a no hacerse cargo del intrépido furor de aquel
natural, y de que los artífices, en cierto
modo, son como los sacristanes, que con el mucho trato,
tienen perdido el respeto a los santos. Se quejó pues agriamente el Oidor con
algunos Canónigos amigos, que tenia muchos en aquel Cabildo; y viendo estos que
habían ya pasado
los diez años, y que no se había ordenado Cano, ni tenia;
traza de ello, por su insuficiencia, trataron con el Cabildo
que se diese por vacante la Prebenda.
Habiendo pues sabido Alonso Cano esta resolución, partió a Madrid a
ponerse a los pies del Rey, a quien representó su
vejación, y la causa de ella; y que aunque no dudaba
su insuficiencia, no era tanta, como el considerarse indigno
de tan superior estado; y así suplicaba a su majestad interpusiese su grandeza
con el Señor Nuncio para que le ordenase de todas las Ordenes, aunque nunca
celebrase Misa por
conocerse sumamente indigno. El Rey ofreció hacerlo así; y
habiendo entendido la reina nuestra Señora Doña María-Ana de Austria esta
coyuntura, y que Cano había dejado
sin acabar un
crucifijo, del tamaño del natural, cuando se
fue a Granada, que es el que estaba en la iglesia del convento de Monserrate
de esta Corte en una capilla al lado de la
Epístola, y hoy le han transferido a la iglesia nueva, le dijo
á Cano, que hasta que acabase aquella santa efigie, no había
de consentir que le volviesen la Ración. Lo hizo así Alonso
Cano, dando gusto a la reina; y ya ordenado de todas las
Ordenes, volvió a Granada, y a la posesión de su Prebenda
por el año de 1658, pero siempre con aquel escozor al Cabildo de aquella
santa iglesia, donde nunca más lograron cosa suya, ni jamás quiso celebrar Misa,
por los motivos referidos del conocimiento propio de su indignidad, u de otros
ocultos, que no penetramos.
Empleó lo restante de su vida en obras de suma piedad,
de suerte que nunca le sobraba el dinero, porque luego lo
distribuía en los pobres; y especialmente a viudas, y huérfanas hacia limosnas
muy cuantiosas: y nunca pudo ver necesidad que no socorriese; y así
solía
suceder muy de ordinario
encontrar algún pobre necesitado, y habiéndosele ya apurado el dinero, que para
este fin llevaba, se entraba en una
tienda, y pedía un papelillo, y recado de escribir, y le dibujaba
con la pluma alguna figura, o cabeza, o cosa semejante,
como tarjeta, u otro adorno de arquitectura, y le decía al
pobre: vaya en casa de Fulano, donde sabia que lo habían
de estimar, y dígale que le de tanto por este dibujo: con
que usando de este medio, nunca le faltaba que dar. Y tuvo
tal facilidad en dibujar cualquier cosa, que dejó innumerables
dibujos, de que no tengo yo la menor parte.
Tuvo nuestro Cano gran antipatía con los judíos; y
como en Granada andan por las calles los penitenciados por
el Santo Oficio con sus capotillos, o sambenitos, vendiendo
lienzo, y otras cosas, y las más calles son tan angostas, ponía gran cuidado en
que no le topase la ropa del ensambenitado a la suya; o bien pasándose a la
otra acera, o metiéndose en un zaguán: de tal suerte, que si por casualidad, a
la vuelta de una esquina, o salir de alguna casa, le topaba en
su ropa, al instante se entraba en un zaguán, y se quitaba el
manteo, o la sotana, o lo que le hubiese tocado, y enviaba
por otro a casa; y aquello que había tocado el judío, se lo
daba al criado, no para que se lo pusiese, sino para que lo
vendiese; porque si sabía que el criado se lo ponía, le echaría
de casa. Con que el criado, que era algo bellaco, en habiendo duda si le
había tocado, o no el judío a la ropa, gozaba
con disimulo de la ocasión, diciéndole, que no había sido
más que un restregoncillo, que no era cosa de cuidado. ¡Cómo
no! decía nuestro Racionero, en esto no hay parvidad de
materia; y al instante tenia manteo el criado.
Sucedió pues que un día, estando fuera de casa Alonso
Cano, el ama, que era nueva, y no sabia su humor, llamó
a uno de los hebreos penitenciados que pasaba por la calle
para comprar un poco de lienzo: vino el amo a esta sazón, vio
al judío, alborotó la casa a voces; y por no tocar a él, andaba buscando con
que darle para echarle fuera: el pobre
hombre se dio toda prisa a recoger el fardo, y escapar el suyo
y después chocó el amo con la criada, y ella se refugio
en casa de un vecino; y aunque después echo muchos rogadores, no hubo forma
de volverla a recibir hasta que hiciese
cuarentena: y entre tanto hizo Cano muy exacta información de la limpieza de
aquella mujer, y de si acaso tenia alguna
amistad, adherencia, o parentesco con aquel, u otro
judío y hasta que estuvo purificada de esta sospecha, no la
volvió a recibir.
Más hizo nuestro Racionero en este caso, y fue quitarse
aquel calzado que tenia entonces, sin volvérselo más a poner,
por si acaso había pisado con ellos donde había puesto los
pies el judío: y aun no paró aquí su tema, sino que mandó
desempedrar, y desenladrillar, y volverlo a poner de nuevo
todo lo que discurría que el hebreo había pisado.
Y finalmente, era tal la manía, que así se puede llamar,
que tenia con aquella gente, que estando malo de la enfermedad que murió; y
viviendo a la sazón en el Albaicín, en
la Parroquia de Santiago, donde está la cárcel de la Inquisición, le fue a
ver el Cura de la dicha Parroquia, y viéndole
tan malo, le dijo, que cuando quisiese confesarse, y recibir el Viático, le
avisasen, vendría él en persona con mucho
gusto a administrárselo: y Alonso Cano muy serenamente
le preguntó si administraba también los Sacramentos a los judíos penitenciados.
Y él dijo que sí: pues V. md. Señor Licenciado, dijo el Racionero, se vaya
con Dios, y no tiene
que volver por acá, porque quien da los Sacramentos a los
judíos penitenciados, no me los ha de dar a mí, y luego
envió un recado al Provisor para que mandase al Cura de san
Andrés, que era la Parroquia más cercana, que le diese los
Sacramentos, y así se ejecutó.
Sucedió pues que estando ya moribundo, le llegó el Cura un santo
Crucifijo de bulto, que no era de muy buena
mano, para exhortarle, y Cano le dijo que quitase allá,
el Cura se sobresaltó de suerte, que estuvo para conjurarle. Y
diciéndole: hijo, ¿qué hace? mire que este Señor es quien le
redimió, y quien le ha de salvar. Y él respondió: así lo creo,
Padre mío, ¿pero quiere que me irrite, si está mal hecho, y
me lleve el diablo? Deme una cruz sola, que yo allí con la
fe le venero, y reverencio como es en sí, y como yo le contemplo en
mi idea: y así se ejecutó, y murió con gran
ejemplo, y edificación de los circunstantes en el año de 1.676
y a los setenta y seis de su edad.
Está enterrado en aquella
santa iglesia mayor de Granada en la bóveda debajo del coro,
en un nicho que hay enfrente de la puerta de dicha bóveda.
Fue hombre verdaderamente digno de memoria inmortal, príncipe en todas las
tres Artes de Pintura Escultura,
y Arquitectura.
Fue también gran matemático, y muy diestro en el manejo de la espada; y
en fin hombre, que más se supo explicar con las obras que con las palabras:
dejó muchos discípulos; pero los mas señalados fueron don Pedro Mena en la
Escultura; y en la Pintura don Juan Niño, y
don Pedro Atanasio, Ciezar, y otros de quienes se hará especial mención.
CLIII.
DON ANTONIO GARCÍA REINOSO, PINTOR.
Don Antonio García Reinoso, natural de la villa de
Cabra, fue discípulo de Sebastián Martínez, pintor excelente
en la ciudad de Jaén, a quien imitó en gran manera, si bien
con poco estudio del natural, y así salió algo amanerado,
pero con una gracia muy singular, y de buen gusto, en historias,
paisajes, paños, y celajes.
Tuvo gran facilidad en la invención, de que
dejó gran copia de dibujos, que los hacia
con extremado primor, de aguadas, pluma, carbón, o lápiz,
sin contentarse en hacer de un asunto un dibujo, sino muchos y muy
excelentes, y muy diferentes.
Hizo un gran cuadro para la iglesia
de los Padres Capuchinos de la ciudad de Andújar
(Muy deteriorado por la ocupación Francesa, y 1845 desamortizado), que ocupa todo
testero de la capilla mayor, con un gran pedazo
de gloría, donde está la Santísima Trinidad, María Santísima,
nuestro Padre san Francisco, san Ildefonso, y el glorioso Patriarca
san José, todo acompañado de ángeles, y
serafines: y en la parte inferior san Miguel, y san Jorge
armados, y en medio un gallardo tarjetón, donde están las armas de
los Patronos, que cierto es un bellísimo cuadro; y
que habiéndolo visto Sebastián Martínez, y Fray Manuel de
Molina, ambos grandes pintores, lo celebraron mucho.
También pintó un célebre cuadro del baño de santa Susana para
don Antonio de Ayala, un caballero muy aficionado a la
Pintura, y vecino de la villa de Linares: y habiéndolo concluido, y
puesto en el patio a enjugar, un gorrioncillo viendo
desde el tejado al paisaje, las aguas, y el estanque, bajó
diferentes veces a ponerse en los remates del estanque, hallando
siempre burlada su diligencia, con admiración de los circunstantes,
en crédito de la propiedad con que estaba ejecutado.
Fue también gran arquitecto, e hizo varias trazas para
retablos, y piezas de platería.
También fue excelente en el
dorado bruñido, y los estofados, que en aquel tiempo se hacían,
no solo de hojas de talla, y tarjetas coloreadas, y
rajadas; sino de subientes, y follajes relevados sobre plano con
el claro, y obscuro, mezclando entre ellos algunos chicuelos,
vichas, y faunos, y otras sabandijas, con extremado primor,
y gracia, al temple, con albayalde, porque por allá no se toma,
como acá sucede; y así tomaba por su cuenta las obras
de pintura, y dorado de los retablos; y aun de algunos la
arquitectura, encomendándola a quien fuese de su satisfacción.
Hizo muchas obras públicas en el reino de Jaén, donde
asistió lo mas de su vida, especialmente en Andújar, donde
tiene muchas, y buenas, además de la referida de los Capuchinos; pero
las mas señaladas que hizo en aquel reino, fueron las capillas que
pintó en la villa de Martos, de la portentosa imagen de Jesús Nazareno
(Por el texto en el INRI, se atribuye
#),
que allí se venera, y la de
nuestra Señora del Rosario, cosa excelente una y otra.
Paso a Córdoba por los años de seiscientos setenta y
cinco, donde hizo diferentes pinturas públicas, y particulares
y especialmente un cuadro de la Concepción de nuestra Señora, que está
en la calle de las Cabezas, y otra en la Herrería,
por haberse consumido la de Castillo; dos cuadros en
lo alto del presbiterio de la capilla mayor de la santa iglesia;
y otros dos en la de los Capuchinos de dicha ciudad; y en
la capilla del santo Cristo de la iglesia del Carmen Calzado,
pintó a san Juan, y la Virgen, y otras cosas.
También retrató al muy Reverendo Padre Fray Juan Benítez; Provincial, que
fue por entonces, de aquella Provincia de Granada, de la Religión Seráfica.
A. este tiempo, que fue por el año de seiscientos y setenta
y cinco, vino a Córdoba don Juan de Alfaro, y visitándose cortésmente,
y viendo lo que Alfaro pintaba, parece
que se compungió reinoso, y alguna vez me dio a entender quería mudar
de manera en algunas cosas, por lo que había visto en Alfaro, como
que estaba pesaroso de no haberlo
visto antes; y, o bien fuese de esto, o lo que más cierto es
al estar ya cumplidos sus días, murió el año de mil seiscientos y
setenta y siete, a doce de Julio, y a los cincuenta y
cuatro de su edad, con poca diferencia, y se enterró en la
iglesia mayor, y Parroquial de aquella ciudad.
CLIV
MIGUEL JERÓNIMO BE CIEZAR, PINTOR,
Miguel Jerónimo de Ciezar fue natural; y vecino de la
ciudad de Granada; de muy ilustre, y limpio linaje, como
lo testifican los repetidos actos de nobleza, y limpieza qué
ha habido en su familia.
Fue de los mas lucidos discípulos
que tuvo el Racionero Alonso Cano, como sé infiere de repetidas
obras públicas, y particulares, que hizo en aquella
ciudad y especialmente en el convento del Ángel, y en el
hospital del Corpus.
Murió el año de mil seiscientos, y setenta y siete,
siendo ya de crecida edad, dejó un discípulo
muy adelantado, que fue Felipe Gómez, cuyas obras en la
iglesia de san Antón acreditan la buena escuela de su maestro; y murió
Gómez de cerca de sesenta años en el mil
seiscientos y noventa y cuatro
CLV
FRAY MANUEL DE MOLINA, PINTOR
Fray Manuel de Molina, fue excelente pintor, natural de
la ciudad de Jaén, y competidor de Sebastián Martínez: y
para poderle hacer mayor oposición, siendo todavía seglar,
pasó a estudia a Roma; de donde habiendo aprovechado
muy mucho, volvió a Jaén: y tocado de inspiración divina,
por una gran tormenta que padeció en la mar, se entró en la
religión de nuestro Padre san Francisco en aquella ciudad,
donde hizo obras maravillosas; y especialmente las pinturas
del claustro de dicho convento (1867 Demolido) de la vida de este Seráfico
Patriarca, que acreditan grandemente la eminencia de su pincel.
Hizo también retratos con superior acierto, de quien yo vi
uno en Córdoba, que a la verdad no se podía mejorar.
Fue Religioso Lego, y murió en aquel convento por los años de
mil seiscientos y setenta y siete, de edad de sesenta y tres
años.
Se dice, que habiéndole pedido a su Guardián algún
dinero para colores, y otros recados de que necesitaba para
hacer unas pinturas que le mandó ejecutar, no se lo quiso
dar, y lo envió a trabajar a la huerta, de lo cual enfermó, y
murió: bien que esto me hace gran repugnancia entre religiosos de tan
santo y prudente instituto.
CLVI.
JERÓNIMO DE BOBADILLA, PINTOR.
Jerónimo de Bobadilla fue, además de muy razonable
pintor por su camino, hombre de mucha virtud, loables costumbres,
y muy gran, talento.
Fue natural de Antequera;
pero criado en Sevilla en que aprendió el arte de la Pintura, en la escuela de
Zurbarán, donde aprovechó mucho, y especialmente
en la perspectiva, y en pintar historias de mediano
tamaño, con muy buena pasta, y hermosura de color, como
lo manifiestan seis lienzos de la vida de Cristo Señor nuestro, que pinto para
un platero muy aficionado a la pintura,
llamado Salvador de Baeza, en que había algunos pedazos
de perspectiva, cosa excelente; pero saliendo de figuras de
mayor tamaño que media vara, se descuadernaba, pues parece que el cielo le
había dotado para lo pequeño; lo cual hacía con tan extremada gracia y
primor, que mereció que Murillo le encargase algunas cosas de esta calidad; y
viéndolas, le decía: amigo: esto tiene cristal por encima; porque era
tan curioso, y esmerado, que en medio de llevar su pintura
un dedo de color y lo dejaba tan unido y lustroso, que no
parecía ser pintado, sino bruñido.
Además de esto, tenia unos
barnices tan diáfanos, y secantes, que parecían una vidriera;
de suerte, que estando un lienzo barnizado, era menester
irle buscando la luz, para poderlo mirar.
Su casa toda era un camarín continuado de cosas del estudio de la Pintura,
pues todas las piezas las tenia llenas de
modelos exquisitos, figuras de Academia, muchos dibujos
Originales, y borroncillos de hombres eminentes: todo colocado con gran arte, y
primor; pero no para prestarlo a nadie, sino solo para su gusto, y
aprovechamiento.
Murió en
dicha ciudad de poco más de sesenta años, por el mil seiscientos ochenta.
Lo cierto es, como tuvo el buen
gusto, y capricho en la composición, con hermosura en el
colorido, si le ayudara más el Dibujo, hubiera' sido completamente perfecto;
pero por su camino fue de los célebres ingenios de la Pintura en esta facultad
CLVII
DON JUAN DE ALFARO, PINTOR.
Don Juan de Alfaro y Gámez, natural de la ciudad de
Córdoba, Notario del Santo Oficio de la Inquisición de
ella, hijo de don Francisco de Alfaro, hombre ingeniosísimo, y
aficionado a la
Pintura, nació en dicha ciudad por los
años de 1640, y viendo el padre la singular inclinación que
su hijo tenía a la Pintura desde sus tiernos años le dedico para
instruirse en ella
a la escuela de Antonio del Castillo, pintor de crédito en aquella ciudad, y en
breves días aprovechó
de suerte, que pareciéndole a el padre que adelantaría más en
la Corte, le envió a Madrid con recomendaciones bastantes
para que entrase bajo la disciplina de don Diego Velázquez
de Silva, pintor dignísimo de la majestad Católica del Señor
Felipe IV, en cuya escuela aprovechó tan superiormente, que en especial los
retratos que hizo, parecían tan buenos
como de Velázquez; y si algo degeneró fue inclinándose a
la manera de Vandic, a cuyas obras fue aficionadísimo y
copio algunas con tan superior eminencia que desmentían los
originales, no siendo inferior en las de Tiziano, y Rubens,
que con la ocasión de discípulo de Pintor de Cámara lograba
con facilidad: y especialmente en pequeño llegó a hacer retratos con tan
extremado primor, que no se podían adelantar.
Volvió a Córdoba a ver a sus padres, y patria, cuando
aun no tenia 20. años; y como la novedad en las ciudades
es tan ruidosa, y más siendo la habilidad tan sobresaliente, y
con el baño de la Corte, y discípulo del Pintor de Cámara,
no se ofrecía obra pública, o particular, que no le buscasen:
especialmente se determino en este tiempo ilustrar el claustro
de nuestro P.S. Francisco de aquella ciudad (Desamortizado en el XIX y destruido), a devoción de
diferentes particulares, a quienes concedió el convento el entierro correspondiente
en dicho claustro. Y siendo así que
unos estaban inclinados a José de Sarabia, y otros a Antonio del Castillo,
pintores antiguos, y de crédito en aquella
ciudad, todos, o los más, sé iban a nuestro Alfaro, llevados de la novedad, y
de que la manera suya era, a la verdad,
de mejor gusto: con cuya ocasión ejecutó para dicho sitio
repetidos cuadros de la vida del seráfico Patriarca
#, poniendo
en todos su firma: Alfaro pinxit. De lo cual sentido Antonio del Castillo su
maestro, consiguió de un su compadre
el Jurado Sebastián de Herrera, que tomase a su devoción
uno de estos cuadros, que fue el del Bautismo de dicho Santo
#, y lo ejecutaría
Castillo, como lo hizo, con superior excelencia; y en el lugar de su firma
puso: Non pinxit Alfarus: motejando por este medio la repetición de la firma de
Alfaro, cosa que Castillo hizo rara vez y dando a entender
al mismo tiempo, que la obra seria el pregonero de su autor.
Hizo entonces Alfaro el célebre cuadro de la
Encarnación
del Verbo Divino, que está en el oratorio de los Carmelitas Descalzos,
extramuros de Córdoba , que parece increíble
que de tan corta edad hiciese semejantes obras: como también el
retrato del Señor
don Francisco de Alarcón, Obispo
entonces de aquella santa iglesia, y los de todos los Obispos
antecesores #,
#, que están en aquel palacio en el salón que llaman de los obispos,
valiéndose para la semejanza de otros
antiguos de mala mano, que aseguro parecen de Vandic.
Se casó en este tiempo en dicha ciudad nuestro Alfaro
con doña Isabel de Heredia, persona de muy conocida calidad, y con ella se
volvió a la Corte, donde manifestó su
gran ingenio en repetidas obras públicas, y particulares; y
especialmente en retratos pequeños, que entonces se practicaban mucho, y se
pagaban mejor.
Y en este tiempo ejecutó
aquel célebre cuadro del Ángel de la Guarda, que está en
una capilla a los pies de la iglesia del Colegio Imperial de esta Corte,
al lado del Evangelio (Anexado a San Isidro ardería
en el 1936), donde se conoce su gran
gusto, y capricho; que si bien se ve, no era melindroso en
aprovecharse: está tan bien organizado, que se le puede perdonar; y más en
lo artificioso de aquellos senos infernales,
que causa horror el mirarlos, al paso que deleita la hermosura de la gloria
con la Trinidad Santísima, la reina de los
ángeles, y acompañamiento de bienaventurados, todo conducido con gran gusto, y
belleza.
Y porque en este tiempo quisieron gravar al Arte de la
Pintura con el repartimiento de un montado, cuyo pleito se
venció, como notamos en el tomo primero, lib. 2. cap. 5,
entre tanto tuvo forma nuestro Alfaro de irse y ser administrador de rentas
reales en diferentes partidos, por librarse de
las extorsiones de los ministros reales con dicho motivo.
Y este debió de ser el que tuvo para desdeñarse, según decían, del
nombre de Pintor: pues sucedió muchas veces ir a preguntar
a su casa si vivía allí un pintor, y respondían que no pero fue sin duda por
esta causa, y después por la del pleito de
la Hermandad de nuestra Señora de los siete Dolores, porque yo le experimenté
sumamente desvanecido; si cabe decirse así, del renombre de pintor.
Y aun me dijo a mí, que
ahora ya se podía preciar de pintor en Madrid cualquier
hombre honrado; pero que antes era cosa indigna, porque
en tiempo de su maestro habían pretendido allanar la Pintura, y hacerla gremio,
para que pagase como los oficios, y
artes mecánicas: de que salió triunfante, como dijimos en
dicho tomo, cap. 3, de dicho libro.
Serenada pues ya esta borrasca, se volvía a la Corte a
gozar de su quietud, y habilidad, como la practicó en casa
de don Pedro de Arce, Regidor de esta Villa de Madrid, y
Caballero de la Orden de Santiago, aficionadísimo a la Pintura: con cuyo motivo
le hizo diferentes cuadros, unos de
invención, y otros de la vida de san Cayetano, copias puntualísimas
de unos originales de Andrea Vacaro, cosa superior, que los tenía don Cristóbal
Ontañon, Caballero de la
misma Orden, y aficionado a todas buenas Artes, y especialmente a esta de
la Pintura, de que tenia excelentes originales.
Retrató también en este tiempo a dicho don Pedro de
Arce, y a doña Antonia de Arnolfo su esposa, extremadamente parecidos, y tan
bien pintados, que parecían de mano
de Vandic. Y en este tiempo le hizo a dicho don Pedro diferentes retratos de
medio cuerpo, de hombres eminentes, y
poetas insignes para su museo, en que se deleitaba con singular
afición a todas
las Musas, y a donde concurrían los
mas lucidos ingenios de aquel tiempo; y entre ellos nuestro
don Juan de Alfaro, que no era de los menores, por ser en
extremo aficionado a la poesía, música, historia, y representación; de que
hubo funciones lucidísimas en casa de dicho
don Pedro, ejecutadas con superior excelencia, por los concurrentes a su museo, a
que asistía lo mas lúcido de la Corte,
con repetidas aclamaciones, y aplausos.
Y en consecuencia
de esto, dejó Alfaro en su espolio varios libros, y papeles
muy cortesanos y entre ellos algunos apuntamientos de la
vida de Velázquez su maestro, de Pablo de Céspedes, y de
Becerra, que nos han sido de mucha utilidad para este tratado.
Hizo también el celebre retrato, y muy parecido del Reverendísimo Padre Mateo
de Moya, de la Compañía de Jesús, de más de medio cuerpo, que está en la
librería del Colegio Imperial, como entramos a mano izquierda.
También
hizo en este tiempo el retrato de aquel fénix español don Pedro Calderón de la
Barca ¿#?, que está hoy colocado en su sepulcro en la Parroquial de san Salvador
(1843 Arruinada y derribada),
como entramos a mano izquierda.
Fue también pintor del Excelentísimo Señor Almirante
de Castilla, padre del que murió en Portugal: y de tanto
aprecio fue su persona, y habilidad a dicho Señor, que llegó
a extremo de familiaridad muy íntima, como otro Apeles
con Alejandro Magno; de suerte, que se regalaban recíprocamente, como si fueran
dos iguales, experimentando Alfaro
de la grandeza del Almirante, no solo asistencias muy competentes, sino otros
intereses muy relevantes.
Sirviendo en este
tiempo a su Excelencia en diferentes retratos grandes, y pequeños, aderezo de las
pinturas con que enriqueció la casa de
la huerta, que está junto a los Recoletos Agustinos de esta
Corte; aunque para aderezarlas, y limpiarlas, y disponer la
mecánica de estas cosas en las preparaciones antecedentes al
pincel, había otro muy hábil para esto, que se llamaba Diego Ungo. Pero en lo
que tocaba al pincel, solo Alfaro lo
ejecutaba; ya en retocar lo maltratado de algunas; ya en suplir lo que se
añadía, para igualar con otras, o para llenar los
sitios donde se habían de colocar, por ser todas originales
buscados, a costa de grandes expensas, de los primeros artífices de Europa,
antiguos, y modernos: ejecutando también
Alfaro algunas pinturas, o paisajes, que los hizo con excelencia, para algunos
sitios pequeños.
A este tiempo, en el año de 1675, habiendo enviudado
Alfaro, y tratando de ir a Córdoba don Gaspar de Herrera,
paisano, y amigo suyo, y Jurado de dicha ciudad, a diferentes dependencias, y
a ver una hija suya, que había dejado religiosa
en el convento de la Encarnación, pidió licencia Alfaro al Almirante para ir
acompañando a dicho Jurado, y dar una vuelta
a su Patria, y ver a sus parientes, que
tenia muchos, y buenos.
Lo hizo así, con cuya ocasión retrató con superior
acierto a la hija de dicho don Gaspar, e hizo
otras pinturas a diferentes aficionados, especialmente algunos
retratos de la familia de don Juan de Morales
#,#,#,#, Caballero Venticuatro de dicha ciudad, quien le regaló muy bien, y
le presentó un caballo excelente cuando se volvía a Madrid,
lo cual fue por los años de 1676. Y en este tiempo habiendo concurrido con
él diferentes veces el autor de esta obra,
que entonces era estudiante de Teología, y principiante en la
Pintura, le preguntó una de ellas: qué juicio había hecho de
aquel epígrafe de Antonio del Castillo, que notamos en los
cuadros de san Francisco, a que respondió: Había sido
gran honra, suya, que se dignase de competir con él un
Varón tan singular, siendo él entonces tan barbiponiente en
la persona, como en la pintura. Tan modesto, y discreto
era en todo, como se deja inferir de dicha respuesta. Y en
esta, y otras ocasiones alentó mucho al autor a que fuese a la
Corte, donde esperaba había de aprovechar, viendo algunas
indicaciones, que favoreció más de lo justo, y ofreciéndole
su amparo, y protección en cuanto valiese, como lo hizo.
Volvió finalmente a Madrid nuestro Alfaro, de donde a
pocos días salió dicho Señor Almirante desterrado de orden
del Rey a Medina de Rioseco, a donde deseó llevar consigo a Alfaro.
El cual, por dejar ya tratado en Córdoba negocio de matrimonio, se
excusó de
irle sirviendo, cosa que
sintió en extremo el Almirante, como lo manifestó después.
Y finalmente compuso Alfaro sus cosas, y menaje de casa,
y se partió con todo a Córdoba el año de 78, en el cual se
vino el autor a Madrid, para cuyo efecto le dio muy buenas
cartas de recomendación, y algunas, para que le dejasen
acabar diferentes, pinturas que él había comenzado, de que
hizo el autor el debido aprecio.
Se celebró el dicho matrimonio de don Juan de Alfaro
con doña Manuela de Navas y Collantes, de familia muy
ilustre y conocida en aquella ciudad. Ejecutó en este tiempo
varias pinturas, así para el público, como para particulares,
y especialmente las del monumento nuevo, que hizo entonces aquella
santa iglesia #, y el retrato del ilustrísimo Señor don
Fray Alonso Salizanes, Obispo de Córdoba, el cual está
hoy en la sacristía de la célebre capilla, que fundó en ella su
ilustrísima; y a poco mas de un año comenzó a adolecer Alfaro de hipocondría,
y mal de pecho, de suerte, que creyendo
mejorar, trató de volverse a Madrid, donde llegó por
el mes de Septiembre del año de 680, y habiendo acudido a
a ponerse a los pies del Almirante, que ya había vuelto de su
destierro, no se dejó ver: lo que fue para Alfaro de increíble
sentimiento con lo cual, y el verse sin tener que pintar
para mantener sus obligaciones: y que habiendo hecho la diligencia de buscarlo
en las tiendas de pintura, que entonces
había muchas, que hasta a esto se humilló, aun no se pudo
hallar, se melancolizó mucho; y tanto, que después se agravó de suerte su
dolencia, que a pocos días acabó con él por
el mes de Noviembre de dicho año, con muy cristiana disposición, y ejemplo de
santa conformidad, y se enterró en
la Parroquia de san Millán de esta Corte.
Murió a los cuarenta años de su edad, con poca diferencia, con alguna
vehemente sospecha de maleficio; y sucedió un raro infortunio,
estando ya agonizando, y su mujer en otra cama muy mala
de un gran tabardillo, y fue, pegarse fuego en el cuarto de
abajo del que él habitaba, y atribulada la vecindad, y los circunstantes del
moribundo, unos sacaban trastos a toda prisa,
otros descolgaban pinturas, y quitaban cortinas, otros envolviendo a la mujer en
los colchones, cargaban con ella, otros
con la cama, sin saber que hacerse con el moribundo, por
el peligro de moverle, que aseguro fue la mayor tribulación
que en mi vida he visto. ¡O impenetrables juicios del Altísimo! hasta que la
divina Providencia dispuso que el fuego se
apagase: con lo cual, ya todo sosegado, acabó de cumplir
el curso de su destino.
Dejó un legado de una pintura original para dicho Señor Almirante, en muestra
de su buena ley,
y para que le encomendase a nuestro Señor; y no la quiso
recibir su Excelencia, diciendo, que sin ese motivo le encomendaría a Dios.
Murió nuestro Alfaro en lo mas florido de sus años, malogrando las esperanzas
que ofrecía su lucido ingenio; y sino
se hubiera dejado tanto llevar en su juventud del aura lisonjera de su fortuna,
entonces tan propicia, y se hubiera aplicado más al estudio de la pintura,
hubiera sido de los primeros hombres del mundo; pues aun así fue un ingenio de
los mas floridos de esta facultad.
Dejó mandado en su testamento que acabase el autor de
esta obra las pinturas que él dejaba comenzadas, que fue el
retrato de don José Iñiguez de Abarca, Abad de Roncesvalles, en
que solo estaba hecha la cabeza, una Concepción
de dos varas y media para don Lorenzo Delgado, vecino de
Córdoba, que solo estaba en bosquejo, y no de su mano, y
un cuadro apaisado del
Entierro de Cristo Señor nuestro,
cuyo santísimo cuerpo solo estaba en bosquejo, y lo demás ni
aun dibujado, para la sacristía de la iglesia de nuestra Señora de la Fuensanta
de dicha ciudad: todo lo cual se ejecutó
puntualmente; y la señora viuda se volvió a su patria, con
un hijo que le quedó de muy tierna edad, acompañada de
don Francisco del Hierro, cuñado suyo, y de una criada,
que para este efecto vinieron de orden de su madre de dicha
señora, la cual se mantuvo en su viudez con créditos de
ejemplar virtud, con los cuales murió cerca de los años de
mil setecientos.
CLVIII.
ENRIQUE DE LAS MARINAS, PINTOR.
Enrique de las Marinas fue natural de la ciudad de Cádiz,
donde tuvo sus principios en el Arte de la Pintura; y habiendo,
aprovechado
bastante, se aficionó a pintar naves, y marinas, con la ocasión que
ofrece aquel delicioso puerto; y granjeado por este medio algún pedazo de caudal,
pasó a Italia: y después de haber peregrinado por diferentes regiones, hizo pie
en Roma, donde practicando la habilidad a que le inclinaba su genio, llegó a
conseguir tal crédito, que en Roma le pusieron el nombre de Enrique de las
Marinas, y por el fue tan conocido, que su apellido se ignora.
Y a la verdad, llegó a hacerlas con tan extremado primor, que ninguno le
excedía, si es que alguno le igualaba:
y yo he visto algunas de su mano; y lo cierto es, que parece que no se
pueden adelantar.
Tuvo grande amistad con Fray Juan de Guzmán, seglar entonces, el cual
contaba, que viendo que Guzmán se
quería volver a España, se lo abominaba mucho, diciendo,
que él no volvería por todos los intereses del mundo: pues
Provincia, donde no los estiman, no merece tenerlos.
Yo
no sé si tenia razón: júzguelo el desapasionado.
Lo cierto
es, que él llegó a lograr allá tanta estimación, y conveniencias, como que vino
a ser único en aquella materia.
Y si
viniera por acá, no sabiendo hacer otra cosa, pereciera;
porque sobre no pagarle como allá, lo mas del año estuviera ocioso.
Murió finalmente en Roma por los años de
mil seiscientos ochenta, y a los sesenta de su edad, con
poca diferencia.
CLIX.
JERÓNIMO JACINTO DE ESPINOSA Pintor.
Jerónimo Jacinto de Espinosa, natural, y vecino de la
ciudad de Valencia, fue excelente pintor, y discípulo de Ribalta, muy estudioso,
y naturalista: su pintura tiene gran
fuerza de claro y obscuro, como se ve en la capilla mayor
de la Parroquial de san Esteban de dicha ciudad, cuyas célebres pinturas son de
su mano
#,#,#.
Así mismo las de la capilla de
san Luis Beltrán en el Real convento de Predicadores
(Desamortizado en 1842 actual capitanía general); y
otras en la Parroquia de san Nicolás
#, y en la Casa Profesa
de la Compañía un san Luis Obispo, que en la casta, y fuerza de claro, y
obscuro parece del Caballero Máximo.
También hay muchas pinturas en el convento de la Merced
(Desamortizado 1835)
#,# y en
otros muchos sitios públicos, sin las de casas particulares, que
son sin número.
Murió de muy crecida edad en Valencia por
los años de mil seiscientos ochenta.
CLX.
FRAY JUAN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Religioso Carmelita Descalzo Pintor.
(Juan de Guzmán)
Fray Juan de Guzmán, que en la Religión se llamó del
Santísimo Sacramento, fue natural de la Villa de la Puente
de don Gonzalo, del reino de Córdoba, discípulo, y consanguíneo de Bernabé
Jiménez de Illescas, vecino de la ciudad de Lucena, de quien ya hicimos
mención.
Pasó a Roma,
donde acabó de vencer las primeras dificultades del Arte, y comunicó mucho,
como paisano, con Enrique de las Marinas.
Se Volvió a España, y pasó a Sevilla, donde hizo demostración
de su gran habilidad.
Fue muy inclinado a las letras, a que
se aplicó, lo que pudo permitirle el estudio de la Pintura: y
juntamente, con más fogosidad que convenía, al manejo de
las armas, en cuyo ejercicio se le ofrecieron varios lances,
ocasionados de su impaciente condición, y osada temeridad:
a lo que se siguió haberse enredado demasiado en aquel
ruidoso vulgar motín de Sevilla por los años de mil seiscientos y
cuarenta y seis ¿1643 Conspiración Duque Medina Sidonia, 1652 Motín de Feria,
hubo en 1647 en Alhama, Lucena y Ardales pero no encuentro datos de Sevilla amotinada o
revuelta en esa fecha?; y temeroso de sus peligrosas consecuencias, se refugió
en el convento del Carmen Calzado de
aquella ciudad, donde por último tomó el hábito de religioso lego, y
profeso, aunque algo violento.
Y como áspero
de condición, y no acostumbrado a las mortificaciones que
se ofrecen entre varios genios, y naturales opuestos, por un
sangriento disgusto, que el poco, sufrimiento le ocasiono, fue
transferido a la Recolección, o Descalzez; y le fue asignado
el convento de Aguilar (De la Frontera suponemos) para su morada, donde paso
su vida, sino contento, resignado al menos con la divina voluntad.
Pintó mucho en aquella ciudad, así para su convento,
como para otros de la Provincia: fue muy grande teórico en
el Arte; en la Arquitectura consumado; y en la Aritmética,
Geometría, y Perspectiva: de esta dejó un libro manuscrito,
en que tradujo a Pietro Accolti, italiano, y en que reforma algunos
descuidos de su autor, y añade varias anotaciones con muchas prácticas
utilísimas para los estudiosos.
Tuvo
gran deseo de darle a la prensa, para lo cual dejó comenzadas algunas
láminas; está hoy en la librería de dicho convento de Aguilar, donde
yace sepultado tan erudito trabajo,
con bastante dolor de los que saben su importante doctrina.
Estuvo una temporada, sobre los años de 1666, en el
convento de Carmelitas Descalzos, extra-muros de la ciudad de Córdoba,
con el motivo de ilustrar de pinturas aquella casa, como lo hizo en
repetidos cuadros en el claustro, y
sacristía
#,#,# , así de su invención, como de estampas de diferentes autores, en que no era melindroso, ejecutadas con superior gusto, dulzura, y magisterio; porque fue su pintura
muy bien empastada, y de muy grato colorido, imitando la
manera de Rubens, y Vandic
#. Bien lo acreditan las referidas
pinturas de dicho convento, junto con las de la iglesia, especialmente
el cuadro principal del altar mayor.
Hizo también diferentes pinturas para el palacio del Ilustrísimo
Señor don Francisco de Alarcón, y Covarrubias,
dignísimo Obispo, que fue de aquella ínclita ciudad, y muy
devoto de aquel religioso convento, donde ordinariamente
solía celebrar las Órdenes, y donde yo, aunque indigno,
recibí de su mano las menores.
También hizo un cuadro
de la Asunción de nuestra Señora para uno de los ángulos
del claustro del convento de san Agustín de aquella ciudad.
Y últimamente por el año de 1676, se volvió a su retiro del
convento de Aguilar, donde murió con créditos de Religioso muy ejemplar,
y de pintor erudito, y práctico por
el año de mil seiscientos y ochenta, y a los sesenta y nueve de su
edad.
Yo le visité, y le vi pintar diferentes veces
el tiempo que estuvo en Córdoba: y era de muy apacible trato en
aquella edad mayor, y de muy excelente manejo, y buen gusto en los
colores.
CLXI
JOSÉ ROMANI, PINTOR,
José Romani, boloñés, y de la escuela de Miguel Colona, fue gran pintor
al temple, y al fresco, y vivió en esta
Corte muchos años en servicio del Excelentísimo Señor Almirante de
Castilla, padre del que murió en Portugal, y en
la casa célebre de la huerta de los Recoletos Agustinos
(1837 derribado, que
fue el erario de las mejores pinturas del mundo; pintó varias
cosas, como algunos frontis de puertas, y ventanas, y algunos techos,
con aquel extremado gusto de tan buena escuela,
no, solo en la arquitectura, y adornos, sino también en la
figuras, y chicuelos, con grande acierto, e inteligencia de los
escorzos, y de la perspectiva, así común, como de techos;
como lo manifiestan sus obras, y especialmente las que están
al público, como son el presbiterio de la iglesia de los Italianos de esta
Corte, donde se ve, no solo el suplemento, y
perspectiva de la cornisa, y arcos torales, que engañan, sino
las figuras de la gloria, y los chicuelos: todo ejecutado con
grande primor, dibujo, y fuerza de claro, y obscuro.
También es de su mano la pintura de la hornacina del
Santísimo Cristo de la iglesia del convento de Antón Martin, y la de otra
capilla de Cristo Señor nuestro crucificado,
que está a los pies, de la iglesia del convento de nuestra Señora de Atocha;
donde, además de la Arquitectura, Perspectiva, y adornos de muy excelente gusto,
están santo Domingo, y santa Catalina de Sena a los lados del Santo Cristo,
grandemente ejecutados.
También es de su mano la pintura
de las pechinas de la capilla de la venerable Orden Tercera
de nuestro Padre san Francisco, donde están unos chicuelos,
imitados a bronce, y unos escudos de dicha Orden, ejecutados con harta gracia.
No lo está menos el ornato al fresco de una imagen de
nuestra Señora, que está en una esquina en el barrio del Barquillo en esta
Corte, junto a las casas del Señor Marques de
Astorga, que hoy se conserva con extremado primor y frescura; en que es de
advertir, que a esta pintura supe, que
luego que estuvo seca, la baño toda con aceite de linaza, cosa muy importante
para estar a la inclemencia del tiempo,
donde el aire, y el sol purifican la amarillez que le podía
causar el aceite de linaza, lo cual no aconsejaría yo en sitio
cerrado, porque se abotagaría la pintura.
También pintó muchas cosas en el palacio alto de Boadilla, y en especial
la lucha, y vencimiento de Hércules, y Anteo, valientes figuras,
pero ya consumidas del tiempo: lo que no está es la pintura
que ejecutó debajo del cobertizo, donde hizo diferentes fábulas, con muy excelente
arquitectura, y galantes adornos.
Murió por el año de 1680, a los sesenta y cuatro de su edad.
y se enterró en la Parroquia de san Ildefonso de esta Corte.
Yo
le conocí, y le traté, y era de genio muy modesto, humilde,
y amable.
CLXII.
JOSÉ MARTÍNEZ, Y SU HIJO, Pintores.
(Jusepe Nicolás Martínez y Lurbez)
José Martínez, natural, y vecino de la ciudad de Zaragoza, estudio en Roma el
Arte de la Pintura; y habiendo
salido muy aventajado en él, se volvió a su patria, y llegó a
ser pintor de su majestad, y de mucha opinión en aquel
reino: pues hallándose el Señor Felipe IV en aquella
ciudad el año de 1642, a pacificar el Principado de Cataluña,
tuvo forma este artífice de pretender plaza de pintor del Rey
ad honorem. Y habiéndose informado su majestad de don
Diego Velázquez, su pintor de Cámara, que a la sazón le
iba sirviendo, respondió Velázquez como prudente, que la
habilidad del dicho Martínez era la mejor que había visto en
aquella tierra, además de sus honrados procederes, con lo cual
su majestad le hizo la gracia: de él hay muchas obras en aquella ciudad,
especialmente los cuatro lienzos de los ángulos
del claustro del monasterio de Jerónimos
(Arruinado en los sitios de Zaragoza); y también pintó
muchos de la vida de Cristo Señor nuestro, cosa excelente.
Tuvo un hijo, de no menos habilidad que su padre,
quien le envió a estudiar a Roma con crecidas asistencias; y
de vuelta tomó el hábito de monje en la Santa cartuja de
Aula Dei, una de las célebres de aquel reino, donde pintó
la vida de san Bruno con gran capricho, y hermoso colorido.
Y allí murió en opinión de gran siervo de Dios por el año
de mil seiscientos y noventa, y de su edad cincuenta años, y
seis meses.
Se llamó Fr. Antonio Martínez; el Padre estuvo siempre en Zaragoza, donde
murió el año de mil seiscientos y ochenta y dos, y a los setenta de su edad.
CLXIII.
JUAN MONTERO DE ROJAS, PINTOR.
Juan Montero de rojas fue natural, y vecino de esta villa
de Madrid, y discípulo en el Arte de la Pintura de Pedro
de las Cuevas.
Pasó a estudiar a Italia, donde se adelantó,
de suerte que muchas pinturas suyas las tenían por de mano
del Carabacho, volvió a esta Corte, donde hizo muchas
obras excelentes, y en especial el cuadro de la Asunción de
nuestra Señora (desaparecido destruido), que está en la bóveda de la iglesia del colegio
de Atocha sobre el coro (1808 arrasado, 1834
exclaustrado 1888 derribada para reconstrucción, en 1936 ardió).
Y también es de su mano el cuadro del colateral de la Epístola del
Sueño
de san José, en
la iglesia de don Juan de Alarcón.
Y en la sacristía del convento de la Merced, también en esta Corte, es de
su mano
uno de los cuadros de los misterios alusivos al Sacramento,
que es cuando el Pueblo de Dios pasó a pie enjuto el mar
Bermejo con el Arca del Testamento, quedando Faraón y
sus gentes, y caballos anegados en sus ondas ¿#?. Esta Pintura es
la primera que está a la mano siniestra como entramos en dicha sacristía: que
todos los demás son de mano de don Juan
Antonio Escalante, y solo éste es de otra mano.
Pero sobre
todas son cuatro pinturas suyas de figuras solas del natural,
que representan los cuatro Elementos, que yo he visto en
casa de un aficionado a la Pintura, tan superior cosa, que por
ellas solas merece este lugar.
Murió en esta Corte por el año
de mil seiscientos ochenta y tres, y a los setenta de su
edad, y está enterrado en la Parroquial de san Sebastián. Yo
le conocí en sus últimos años.
CLXIV.
DON FRANCISCO DE SOLÍS, PINTOR.
Don Francisco de Solís, fue natural de esta Villa de Madrid:
nació en la Colación de san Ginés: fue hijo de padres
nobles, y recibido por tal en esta Villa.
Su padre, y maestro fue Juan de Solís, que también fue pintor, aunque
deseando que el hijo siguiese la iglesia, no le permitía el noble
ejercicio
de la Pintura, sino en los ratos ociosos. Y así le aplicó a
los estudios, en que salió muy aprovechado, especialmente
en la Gramática, y Filosofía, de que resultó el ser sumamente
aficionado a los libros, y a todas buenas letras, y de
trato muy apacible, discreta, y erudita conversación, con
muchas noticias de historia, y dichos muy agudos, y sentenciosos;
fue pintor muy práctico, y de una manera muy fresca,
hermosa, y grata al vulgo. Y así tuvo muchas obras, y
hubiera logrado grandes haberes, si fuera de genio ambicioso,
pues más estimaba su comodidad, y descanso, que todos
los intereses del mundo.
Siendo de edad de diez y ocho años hizo un cuadro para
el convento de Capuchinos de Villarubia de los Ojos; y
antes de llevársele, le pusieron en la iglesia de los Capuchinos
de la Paciencia de esta Corte, en función que concurrían
sus majestades; y habiéndolo visto el Señor Felipe IV,
e informado de las circunstancias del autor, mandó su majestad que lo firmase,
y pusiese la edad, y así lo ejecutó.
También hizo muchas pinturas para el convento antiguo de
los Capuchinos del Prado (Desamortizado derribado
1890), especialmente una Concepción
Purísima, con el Arcángel san Miguel batallando con el dragón, que fue muy
celebrada.
Hizo también todas las pinturas de la capilla de nuestra Señora de
Copacabana en los Recoletos Agustinos (1837
derribado), con otras muchas que hay en el convento,
y portería.
También son de su mano todas las pinturas
del retablo principal de la iglesia del convento de Carmelitas
Descalzas de Boadilla, donde entró una hija suya religiosa;
y otra de la Visitación de santa Isabel, en una capilla al lado
de la Epístola en la misma iglesia, sin otras menores, que
tiene dentro del convento, también hizo muchas para la
iglesia, y convento de los Recoletos Agustinos de Alcalá de
Henares
#.
Y en Viana en el convento de nuestro Padre san
Francisco, está todo el claustro pintado de su mano de historias de este
glorioso Patriarca.
También hizo una gran obra
de pinturas para la iglesia del convento de Religiosas Dominicas de
Villanueva de los Infantes.
Hizo también dos cuadros de la
Purificación, y
Visitación de nuestra Señora,
que están en el claustro de los Trinitarios Descalzos de esta Corte.
Pintó las fuerzas de Hércules para la entrada de la reina
Doña María Luisa de Orleans, en el ornato de la plazuela
de san Salvador de esta Villa.
Hizo también muchas pinturas para el claustro del glorioso Patriarca santo
Domingo en la villa de Marchena, aunque preocupado de la muerte no lo acabó.
Para Valladolid, en la iglesia del convento de la
Laura de Religiosas Dominicas (Demolido en 1980) ejecutó dos cuadros grandes
que hicieron gran ruido cuando se colocaron (Por
otros cronistas, Santa María Egipciaca y Santa María Magdalena, el tamaño
excluiría esta
#).
Y para Indias, y casas particulares, y otros sitios públicos hizo tantas
pinturas que no se pueden numerar.
Pero no permite pasarse en
silencio el cuadro de santa Teresa, que está colocado en un
pilar de la iglesia Parroquial de san Miguel de esta Corte,
junto con el cuadro del remate, que uno y otro es de lo
mejor que hizo: como también dos cuadros grandes del Sacrificio de Abel y
Caín el uno, y el otro del de Abrahán
(Desaparecidas),
que están en poder de un aficionado, y son cosa superior.
Murió en esta villa de Madrid a veinticinco de Setiembre del año de mil
seiscientos ochenta y cuatro, y a los
cincuenta y cinco de su edad; y se enterró en la iglesia del
convento de la victoria de Religiosos Mínimos de san Francisco
de Paula, en el entierro de los Barraganes, que le tocaba por su mujer doña
Lucía Barragán; y está con su lápida delante del altar de nuestra Señora del
Buen Alumbramiento.
Fue de muy buena estatura, muy galán, y bien
proporcionado: dejó una librería, y estudio de Pintura, que
se estimó en seis mil ducados; y una armería, como pudiera
un gran Príncipe, porque en todo tuvo pensamientos de tal.
Tuvo muchos años Academia en su casa, y esto le adelantó
mucho, y le dio gran facilidad en el inventar; aunque se dio
mucho a pintar amanerado, sin valerse del estudio del natural, sino en muy
rara cosa.
Dejó escrito un libro de aquellos
pintores eminentes españoles, en quienes florecieron las tres
Artes de Pintura, Escultura, y Arquitectura; y tan adelantado, que tenia ya
abiertas muchas láminas de los retratos:
y por diligencias que se han hecho, no se ha podido descubrir, con que no
se sabe donde para.
CLXV.
DIONISIO MANTUANO, PINTOR.
Dionisio Mantuano fue boloñés, y gran pintor al temple,
y fresco; pero solamente de la arquitectura, perspectiva, y
adornos: porque para las figuras, aunque fuese un mascaron,
o una vichuela, necesitaba de valerse de otros. Cosa corriente en los
extranjeros.
Estuvo en Génova por los años de 1656.
Después vino a Madrid en tiempo del Señor Marques de
Heliche, Alcaide del Buen-Retiro, por ingeniero para las
tramoyas y mutaciones de las comedias célebres, que en
aquel tiempo se hacían a sus majestades en dicho Real Sitio:
porque era también grande arquitecto, de que le sobrevino
un contratiempo muy pesado de haber concurrido como ingeniero a cierta
manufactura de mucha entidad, sobre que estuvo preso, y en un encierro en
la cárcel de Corte muchos meses, cargado de grillos y cadenas
(1662 intento de regicidio, con pólvora en la pintura
de los telones, al parecer fue Heliche), de que enfermó
gravemente de las piernas; pero lo peor fue, que llegó a estar muy
a pique sobre el caso o de un tormento cruel, o de un suplicio fatal.
En cuya aflicción se encomendó muy de veras a la
Virgen Santísima del Carmen, de quien era muy devoto,
que sabia de su inocencia, le sacase con bien de aquella
tribulación, que ofrecía ayunarle todos los Sábados a pan y
agua mientras viviese, como lo cumplió. Y afirman personas
que le trataron, que la Virgen Santísima se le apareció, y le
consoló, asegurándole que no temiese, que presto saldría libre, como con
efecto sucedió, habiéndose averiguado que él
no había influido en nada, o que el caso había sido incierto
y así salió libre, y sin costas.
Hizo también variar trazas para diferentes obras, y especialmente para
la fachada de las casas del señor Marques de
los Balbases (Derribada a mediados del XIX), cuya pintura ejecutaron el dicho Mantuano, y
Don Vicente de Benavides; y a cada uno mientras pintaron
dicha fachada le daba el señor Marqués un doblón cada día
Pintó también la arquitectura, y ornatos del techo de la
galería de las Damas de este palacio de Madrid, que ya se
blanqueo.
También los adornos de la capilla del Santísimo
cristo en el Colegio Imperial de esta Corte, de cornisa
abajo
#; la sobrescalera de las casas del señor Nuncio; y el
techo del coliseo del Buen-Retiro (a principios
del XX se demolió), y otras muchas cosas en
las casas, de san Joaquín de dicho, señor Marques de Heliche.
Y finalmente, viviendo en la calle de los Reyes, hacia Leganitos,
murió por los años de mil seiscientos ochenta y
cuatro, de poco mas de sesenta años, y está enterrado en la
Parroquial de san Marcos.
Tuvo el Hábito de Cristo, que
le dio su Santidad por mano del señor Nuncio de España
don Sabo Milini.
CLXVI.
ANTONIO DE ARIAS FERNÁNDEZ, Pintor.
Antonio de Arias Fernández natural, y vecino de esta
villa de Madrid, hijo de Bartolomé Fernández: Arias, natural de
Toyran en Galicia, Obispado de Lugo, y de su
legítima mujer Juana Erbás, natural de Espinosa de los
Monteros.
Tuvo por maestro en sus principios a Pedro de las
Cuevas, y con su enseñanza en breve tiempo, juntándose su
gran natural, y aplicación, cuando llegó a los catorce años
de su edad, hizo toda la pintura, que está en el retablo del
altar, mayor del Carmen Calzado de la ciudad de Toledo
(desaparecido), y
le dio tanto crédito esta pintura, y le alentó de suerte el
aplauso, que continuando el estudio, cuando cumplió los
veinticinco años, era ya uno de los grandes artífices de esta
Corte, que eligieron para pintar los retratos de los Reyes
de España, en tiempo del Conde-Duque de Olivares, cuando se
renovó el salón de su majestad en su Real Palacio,
que llaman de las Comedias, y ya se dividió en diferentes
estancias. En él se veían en un cuadro retratados el Rey Don
Alonso VI, con su madre la reina Doña Urraca de
Castilla; y en otro el Señor
Emperador Carlos V, y su
hijo Don Felipe II; y otros dos lienzos del mismo,
tamaño en la alcoba de su majestad, también de Reyes, y en
cada uno dos personas Reales.
Tuvo opinión de pintor muy
diestro, y largo: su manera de pintar de gran fuerza; y si
hubiera de hacer relación de las muchas obras que hizo este
artífice, fuera salir de asunto en que deseo no ser molesto. Y
así solamente digo, que era muy continuo trabajador, y nunca
le faltaba que hacer.
Hizo once cuadros para el claustro
alto del Real convento de san Felipe, de Religiosos Agustinos
Calzados de esta Villa
#,#,#, de la Pasión de Cristo Señor
nuestro, que son cosa excelente, como también un gran
cuadro del Bautismo de Cristo Señor nuestro
(Desaparecido o destruido), que está en
la iglesia de san Ginés en la capilla de la Pila del Bautismo.
No puedo dejar de decir algo de otras buenas partes suyas; pues
fue uno de los que hermanaron la Pintura, y la
Poesía, haciendo muy gentiles Versos castellanos, enriquecidos con
muy buenas noticias de las fábulas, e historias.
Después de esto,
era muy jovial, de muy gustosa, y entretenida conversación, sin
ser cansado; amigo de sus amigos; y
generalmente con todos muy agradable, y cortés.
Estuvo casado con una muy virtuosa Señora, de quien
tuvo, entre otros hijos, una hija que se aplicó a esta Arte
¿Ursula?; y
en su buena doctrina dio muestras con sus diseños en sus primeros
años del natural que se suele heredar de los padres.
Nada le faltó a Antonio Arias sino es la fortuna; pues
en su mayor edad llegó a declinar tanto, y estar ya tan inhábil,
que le mantenía la conmiseración de sus amigos: ya me
espantaba yo, que pintor y poeta no declinase al abismo de
la desventura. Y últimamente vino a morir con suma miseria en el
hospital general de esta Corte el año de 1684. ¡O
fuerza de una estrella infeliz!. Yo le conocí en este mísero
estado, con gran quebranto de mi corazón.
CLXVII.
DON JUAN DE REVENGA, ESCULTOR.
Don Juan de Revenga, escultor insigne, fue natural de
la ciudad de Zaragoza, y caballero de lo mas ilustre de
aquel reino, y con muy honrado patrimonio, con el cual
pasó a Italia en su juventud, llevado de la afición a el arte
de la Escultura, donde logró su adelantamiento con tan superiores ventajas, que
fue de los más eminentes de su tiempo, como lo acreditó, volviendo a España,
en diferentes obras particulares, que hizo muchas para regalar a sus amigos,
y otras personas de su obligación, a causa de no querer
declararse por profesor de la Escultura, sino solamente como
aficionado, que lo tenia para su entretenimiento; y de ordinario se
socorría de hacer cosas de cera para urnas, cajones,
escaparates, de que vi yo muchas en casa de don Diego
Villa-Toro, caballero muy conocido en esta Corte por sus
grandes negociados, y afición a estas artes, y lo hacia con
tan extremado primor, que desmentía el natural. Y esta fue
la causa de que no hiciese obras para el público, pero instado
de algunos amigos, y estimulado de otros, que este retiro lo
atribuían a falta de ánimo, o de inteligencia, se resolvió, para
complacer a unos, y desengañar a otros, a ejecutar la celebérrima
estatua de nuestra Señora, que está sobre la portada de la
lonja del convento de los Ángeles de religiosas
Franciscas de esta Corte (Derribado en 1838, Ponz
describe la pieza "Virgen con el niño en brazos coronada por dos ángels"); la cual ejecutó con tan superior
gusto, e inteligencia, que es una de las mas eminentes estatuas que
se admiran en ella; y por esta sola efigie merece nombre inmortal; pues ella
sola acredita otras muchas, que sin duda ejecutaría con igual acierto: porque
para llegar a la
eminencia de una obra sublime, no se consigue de un acto
solo, sino con la repetición de muchos. Pero, ¡o fuerza de un
fatal destino!. Con la decadencia de la edad, que ya pasaba
de mas de setenta años, y lo apurado ya de su patrimonio,
llegó a tanta miseria, que vino a morir en el hospital general
de esta Corte, por los años de mil seiscientos ochenta
y cuatro.
¡Desventura de nuestra nación, que no tenga providencia
para semejantes acaecimientos!
CLXVIII
DON FRANCISCO RIZI, PINTOR DE SU MAJESTAD, y arquitecto.
Don Francisco Rizi, pintor del Rey nuestro Señor Don
Felipe IV, y Carlos II, y hermano de Fray Juan
Rici, de quien ya hicimos mención.
Fue natural de esta villa de Madrid, y
discípulo en el Arte de la Pintura de Vicencio
Carducho, y de los más adelantados que tuvo, como
lo manifiestan muchas, y famosas obras de su mano en esta
Corte: una de las cuales es la pintura de un
Santiago a caballo,
que está en el altar mayor de la Parroquial de su Advocación
(Derribada en tiempos Napoleónicos); y otra
grande del
Expolio de Cristo Señor nuestro, que está en el convento de
Capuchinos, llamados de la
Paciencia, en el altar mayor: es lienzo este, en que se conoce el gran genio,
y talento de su artífice, por la admirable
composición, y armonía de la historia del Calvario, que
mueve a gran ternura, y devoción donde también tiene otro
cuadro de
la Concepción Purísima en una capilla al lado de
la Epístola.
También es de su mano otro de
los Agravios,
que en la santa imagen de Cristo de la Paciencia ejecutaron
aquellos pérfidos Judíos, por los años de mil seiscientos y
cincuenta, en que le están hiriendo, y azotando con varios
instrumentos, y está colocado el inmediato al lado de la
Epístola.
Y en san Bernardo es también de su mano un cuadro de este santo
(Desaparecido o destruido) en el
remate de un retablo a los pies de la
iglesia de su convento, juntamente con otros dos pequeños,
que están abajo en los pedestales.
Como también las pechinas y medallas bronceadas
#, en la iglesia de las monjas
de san Placido, junto con la Concepción en la bóveda del presbiterio, y
las figuras de la bóveda de la capilla del santo Sepulcro
(Convento derribado en 1908 junto con la capilla del
sepulcro).
Y también son, de su mano dos cuadros, el uno del
desposorio de santa Catalina al lado de la Epístola; y el otro de san Ignacio
mártir al lado del Evangelio en el crucero del Noviciado de la Compañía de
Jesús.
También es de su mano el cuadro del altar mayor del convento del Santo
Cristo del Pardo
#.
Y el del altar mayor de la iglesia Parroquial de Vallecas,
que es del
Apóstol san Pedro, cuando el Ángel le quitó las prisiones, y le
sacó de la cárcel.
También es de su mano, el célebre cuadro de
santa Leocadia, que está
en el altar mayor de la iglesia del convento de Capuchinos, de la ciudad
de Toledo, que como entonces trazaban, los
pintores los retablos, había en ellos pintura; pero como ahora los trazan
los ensambladores, todo es madera, sin advertir los incendios lastimosos que
en estos años se han experimentado; pues una vez prendido el fuego, por
desgracia, en una montaña de madera seca, no hay fuerzas humanas para
apagarlo: y que las tres Artes juntas dan el complemento de la
perfección a las obras, como se ve en los retablos antiguos.
Es también de su mano el cuadro de
Cristo crucificado, que está en
el salón de Ayuntamiento de esta villa de
Madrid; la traza, y ejecución de la arquitectura, y adornos
de la
cúpula de san Antonio de los Portugueses.
También la traza, y ejecución, junto con Carreño, de la pintura del
ochavo de la santa iglesia de Toledo (Mariano
Maella en 1778 pintó frescos nuevos destruyendo los viejos), con otros dos cuadros
de la historia de santa Leocadia, que están en la sacristía de
dicha santa iglesia.
Son de su mano también, las dos historias, de la Pasión de Cristo
Señor nuestro
#,#, que están en, la capilla del Santo Cristo del Colegio Imperial
de esta Corte, junto con el san Pedro, y la mujer Verónica, de medios
cuerpos, que están en dos óvalos sobre las puertas. También las
pinturas de los dos colaterales de dicha iglesia, que son de
san
Francisco de Borja, y san Luis Gonzaga
(ardió en 1936 queda alguna
fotografía), con las demás que
están en el recinto de uno y otro retablo, y la principal de san
san Francisco Javier en el altar mayor (Este
retablo ardió completamente en 1936).
Son también de su mano, los dos celebres cuadros de la capilla de san
Isidro en esta Corte, al lado del Evangelio, el uno del milagro del Pozo
del Santo (Lo dio ya a Alonso Cano en el mismo lugar
de quien se cree, o es otra obra que no se conoce), y el
otro de la Batalla de las Navas de Tolosa, cuando san Isidro condujo por
aquellas montañas al Rey Don Alonso el Octavo
(1936 ardió en la parroquia de San Andrés, queda
fotografía), para que lograse la victoria,
que uno y otro cuadro son cosa maravillosa; como también otro
del mismo santo, con el milagro referido del niño en el pozo, que está en
la Parroquial de san Pedro en esta Corte debajo del coro; y el del
Apóstol
san Andrés del colateral de
la Epístola en la Parroquial de san Salvador: como también
las pinturas del retablo de nuestra Señora de la Soledad, todo en esta Corte;
y la de santa Catalina mártir ¿#?, junto a la
puerta de las gradas de san Felipe; y otra de
santa Águeda,
en un pilar hacia los pies de la iglesia de la Santísima Trinidad.
También las tres pinturas que están en la capilla de don
Andrés de la Torre, en el convento de los ángeles
(Derribado en 1838), al pie del
retablo del Nacimiento, que son
la Adoración de los Santos
Reyes, y
la Purificación, y el
Ecce Homo en la puerta del sagrario; y así
mismo, dos cuadros de san Lucas y santa Lucía,
que están entre las rejas del coro, a los lados del retablo, figuras enteras
del natural; y también la pintura de la Santísima
Trinidad, que está en el remate del retablo; y otro del mismo
asunto sobre el cuadro de la Concepción, también de su mano, que está en
el pilar del arco toral de la iglesia de santa
Cruz (se incendia en 1756 y 1876, se dan por perdidos); y abajo tres cuadritos, el del medio el Bautismo
de Cristo, y a los lados san Francisco, y santo Domingo.
También es de su mano el cuadro de san Francisco de
Borja (o repite, o hizo 2), que está en el cerramiento del retablo de la Casa Profesa de la
Compañía de Jesús, y fue lo último que acabó.
Hizo también la traza del retablo, y el cuadro grande del
martirio de san Ginés de Arlés en la Parroquial de esta Corte
(Pereció en no se cual de los tres incendios,
actualmente hay una copia). Y habiendo muerto; Rizi, y pareciendo que estaba algo
confuso dicho cuadro, lo retoco José Donoso; y aunque
lo dispertó alguna cosa, no le adelantó nada, ni fue bien vista la acción.
Es también de su mano, un cuadro de la Concepción Purísima, que está
en la iglesia de las monjas de la
Magdalena de Alcalá de Henares al lado de la Epístola; como también lo son
otros dos cuadros de la vida de santa Teresa
#, que están en el crucero de
la iglesia del convento de Carmelitas Descalzas de la villa de Alba de Tormes,
cosa excelente.
Y en el claustro de religiosos Jerónimos del
Parral de Segovia, un gran cuadro del máximo Doctor san
Jerónimo.
Fue nuestro Rizi pintor de su majestad, y ayuda de la
Furriera, desde que pintó lo que dijimos en la vida de Velázquez en el
salón de los espejos, y fue muy erudito, especialmente en letras humanas; y
así sus obras, e inventivas
fueron siempre muy bien fundadas en erudición, como lo
manifestó en la traza, idea, y modelo que hizo para el célebre monumento
de la santa iglesia de Toledo, muy adornado de misterios alusivos a el
intento. Obra portentosa, y de
todas maneras admirable, en que le ayudaron Carreño, Mantuano, y Escalante.
También lo manifestó en la traza que
hizo para el techo de la galería de las Damas en este palacio
de Madrid, muy llena de erudición de letras humanas: la
que ejecutó juntamente con Carreño, y Mantuano, aunque
ya se blanqueó. Y en este conocimiento estaba el Señor Carlos II, y así le
estimaba mucho.
Sucedió un día, que saliendo el Rey para el cancel de
la capilla, y yendo delante el ayuda de Furriera, que lo era
Rizi, como es estilo, para abrir las puertas, con el movimiento de alguna
de ellas, se cayó un cuadro, y con el marco le hirió a Rizi en la cabeza; lo cual visto por su majestad se le puso un pañuelo, y se entraron adentro a toda prisa,
y de orden del Rey, y su barbero de cámara, que acababa
de hacerle la barba, y con los mismos paños, y palancana
del Rey, le tomó la sangre: y viéndole su majestad tan sereno a Rizi,
como si le hubiera sucedido una cosa de mucho
gusto, le dijo: que mayor susto habían tenido los demás que
él, según mostraba. Y él respondió: Sí, señor, estoy muy
gozoso de que a mí me haya sucedido, porque no sucediese
a V. majestad.
Y no era menos prudente que discreto; pues habiendo
herido un soldado de la guardia a Isidoro Arredondo, discípulo suyo, que
después fue pintor del Rey, lamentándose
mucho Rizi de este atrevimiento delante del Rey, a cuya
noticia llegó el caso, y preguntándole su majestad quien había sido el
agresor para castigarle, respondió Rizi, siendo así
que le conocía muy bien, que con la confusión del suceso
no le podría decir a su majestad quien era.
Tuvo Rizi muchos años a su cargo la dirección de los
teatros de mutaciones de las comedias que se hacían entonces
con gran frecuencia en el Retiro a sus majestades, en cuyo
tiempo sirvió mucho, y hizo grandes trazas de mutaciones,
porque era grandísimo arquitecto, y perspectivo. Y así ejecutó también
otras muchas para diferentes retablos: y de esto, y
de dibujos dejó un sin número.
Tenia gran facilidad en el manejo, y decía que tanto importaba saber pintar, como el saber ganar
de comer, porque el pintor largo no perecería. Y
así lo que una vez intentaba, no lo mudaba, por decir que
sería nunca acabar y que cualquiera cosa, y en cualquiera positura,
se puede hacer bien, no habiendo reparo substancial.
Últimamente le mandó su Majestad fuese al Escorial
para la dirección de aquella capilla de las Santas Formas,
que fue traza suya, y pintar el cuadro, que decimos en la
vida de Claudio
#, quedo bosquejado, y allí le dio el mal de
la muerte, y quedo enterrado en aquel santo monasterio por
el año de mil seiscientos ochenta y cuatro, y a los setenta
y siete de su edad con poca diferencia.
CLXIX.
ALONSO DEL BARCO, PINTOR PAISAJISTA.
Alonso del Barco, natural, y vecino de esta villa de
Madrid, fue paisajista excelente; tuvo sus principios con José Antolínez; y
viendo lo poco que adelantaba en las figuras, se aplico a los paisajes,
que los hacia muy bien su maestro, y aprovecho en ellos de suerte Alonso,
que llegó a hacerlos con superior excelencia, y manejo y pues sin ver cosa
alguna, los hacia de práctica con tal variedad, y hermosura,
que causaba admiración; y de su mano hay muchísimos, así
en conventos, como en casas particulares.
Fue casado, y habiendo muerto su mujer, se vistió de
eclesiástico, con ánimo de ordenarse; y ya por falta de congrua, ya por
incapacidad natural, de que tenía algún trabajo, no lo pudo conseguir. Y
fatigado de flatos, que continuamente le molestaban,
y de que siempre se andaba quejando,
murió en esta corte por los años de mil seiscientos ochenta y cinco,
a los cuarenta de su edad, con poca diferencia,
y está enterrado en la parroquial de Santa Cruz. Y he tenido noticia cierta
que obtuvo, no sé porqué medios, un Canonicato de la santa iglesia de
Covarrubias; en el Obispado
de Burgos; pero murió poco después, sin poder obtener
órdenes mayores.
CLXX
IGNACIO DE IRIARTE, PINTOR.
Ignacio de Iriarte, pintor célebre en paisajes, fue natural de
Vizcaya, y tan aplicado a éste linaje de pintura, que llegó a
ser en Sevilla, a voto de todos los de su tiempo, el único en
el manejo, y buen gusto de los paisajes; y tanto que Murillo dijo, que Ignacio
hacía los paisajes por inspiración divina, que de otro modo parecía imposible
hacer lo que hacía, según los varios conceptos, y caprichos que se le
ofrecían en la
ejecución de ellos, de que hay gran número en Sevilla, especialmente en casas
particulares, con gran estimación
Murió en dicha ciudad por el año de mil seiscientos ochenta y cinco,
y a poco más de los cincuenta de su edad.
CLXXI.
DON FRANCISCO DE HERRERA EL MOZO, Arquitecto y Pintor de su Majestad.
Don Francisco de Herrera, el Mozo, hijo del que dijimos de este mismo nombre,
a quien llamaron el Viejo, fue
natural de Sevilla, y discípulo de su padre, a quien imitó en
sus principios con gran propiedad. Y hallándose ya muy adelantado, pasó a Roma,
donde estudió con gran aplicación,
así en las Academias, como en las célebres estatuas, y obras
eminentes de aquella ciudad, con que se hizo, no solo gran
pintor, sino consumado arquitecto, y perspectivo y habiéndose aplicado a pintar
bodegoncillos, en que tenia gran genio, y especialmente con algunos pescados
hechos por el natural, para hacerse por este camino mas señalado, y socorrer
su necesidad en el desamparo de aquella Corte.
Llegó a tan superior excelencia en estas travesuras, que mereció en Roma
ser conocido con el nombre de il Spagnolo de gli pexe:
por cuyo medio logró, no solo la fama, sino la utilidad.
Y volvió a Sevilla su patria, donde hizo algunas pinturas
con universal aprobación, y admiración, especialmente la
del cuadro de
san Francisco de Asís, que está en la fachada
de la sala capitular de la Cofradía del Santísimo Sacramento,
del sagrario de aquella santa iglesia, que es una admirable
pintura, y bien extraña en lo caprichoso de luces, y sombras,
en que fue singularísimo.
Hizo también algunos retratos con
singular grandeza, y primor; y especialmente el de un Francés en traje de
cazador, cargando la escopa.; que aseguran
los que lo han visto que es un milagro.
Después vino a esta Corte, donde lo primero que hizo
fue el cuadro de
san Hermenegildo, Rey de España, que
está colocado en el altar mayor de la iglesia de los Carmelitas Descalzos.
Y era tan vano nuestro Herrera, que se dejó
decir, que aquél cuadro se había de poner con clarines y timbales. Cosa que
bastó a conciliarle muchos émulos, pero él
tenia para todos, porque era de genio muy ardiente, y voraz.
Pintó también en este tiempo la bóveda, que está sobre
el coro de san Felipe el Real, de esta Corte
(Derruido en 1838), cosa cierto en
extremo caprichosa, y rara, en que se descubre la inquietud,
y travesura de aquel genio, aunque maltratada del incendio
lastimoso del año pasado de 718, fue preciso retocarla de
otras manos, aunque por su propio borroncillo.
Consiguió en este tiempo el pintar la cúpula de la capilla
de nuestra Señora de Atocha del convento de este nombre
del Sagrado Orden de Predicadores (Ardió en 1936); porque tratándose de
esto, y discurriendo el Señor Felipe IV con don Sebastián de Herrera, quien
la pintaría, le dijo el Rey a don Sebastián: me han dicho que hay un
pintor de vuestro Apellido, que tiene habilidad para esto. A lo que él respondió,
si Señor, lo hará muy bien. Y en esta conformidad, fue elegido
para dicha obra, la cual ejecutó con extremado primor, pintando en ella la
Asunción de nuestra Señora, con el Apostolado en la barandilla, que finge
sobre el anillo de la cornisa, recibida sobre muy galante arquitectura de
columnas salomónicas; y en el presbiterio, y pechinas diferentes medallas,
y adornos de estuco, con extremado gusto, y capricho;
que aunque algo de esto se inmutó del anillo abajo, cuando
lo prosiguió Lucas Jordán de orden del Rey, todavía quedó
lo bastante para descubrir el capricho de la primera invención.
De aquí resultó el hacerle el Rey su pintor, como después el Señor
Carlos II le hizo Maestro mayor, por
muerte de don Sebastián de Herrera.
Y en este tiempo ejecutó aquel célebre cuadro de san Vicente Ferrer
predicando,
que esta en la iglesia del hospital de Aragón
(1903 Derribado, el retablo destruido, la obra se supone perdida o destruida ) de esta Corte,
al lado de la Epístola.
Y otra pintura de la Oración del
Huerto, que está por remate del retablo del Santo Cristo de
las Lluvias en la Parroquial de san Pedro.
Y también pintó
la capilla del Sagrario, sita al lado del Evangelio en la iglesia del
Noviciado de la Compañía de Jesús de esta Corte
(Derribada la iglesia).
Y últimamente los sagrados Doctores
#,#,#,#,#,#, y otras pinturas, que
están en la bóveda, y arcos torales de la iglesia de los Agustinos Recoletos
de esta villa y el Triunfo de la Cruz, en el
cerramiento de la bóveda de la capilla de nuestra Señora de
los Siete Dolores, sita en el Colegio de Santo Tomás
(Ardió en 1872); y el
Salvador de la puerta del sagrario, con los dos cuadros grandes de la
Pasión de Cristo Señor nuestro
#,#, que están a los
lados; que aunque Francisco Ignacio los adelantó por los
mismos borroncillos de Herrera, él los acabó, y golpeó a su
modo en toda forma, como se ve, donde también tiene un
peregrino cuadro del
Sueño de san José, en la capilla inmediata, que es la
de este santo Patriarca, en el remate del
retablo, que aseguro es de lo más regalado, y de buen gusto
que he visto suyo, como también otros dos cuadritos de los
dos san Antonios cosa excelente, en una capillita obscura,
que está en la iglesia del Colegio Imperial, entre las dos capillas del
Santo Cristo, y Jesús, María, y es del Patriarca
san José.
Y últimamente, el cuadro de la Concepción
Purísima ¿#?, que está en el convento de Religiosas de nuestra
Señora de Constantinopla, sobre la capilla del Santo Cristo
junto a la puerta principal de dicha iglesia.
Y últimamente,
no merecen pasarse en silencio las preciosas pinturas de un retablo, que está
junto al coro del convento de Religiosas de
Corpus Cristi en esta Corte, que son san José con el
Niño Jesús ¿#?, mi Señora santa Ana dando lección a la Virgen,
san Agustín con el Niño, cuando le desengañó del misterio
de la Santísima Trinidad,
san Martin partiendo la capa con
el Pobre, y el Salvador del mundo en la puertecita del sagrario, todas cosa
peregrina; como lo es también un borroncillo de la Cena de Cristo Señor
nuestro, que está en la sacristía de san Justo.
Hay un cuadro de Jesús Nazareno caído con la Cruz acuestas, y ayudándole
el dichoso Cirineo,
que está en casa de un aficionado, tan superiormente conducido, y observado
de luz, que parece de Tiziano.
Y en fin,
llegó a merecer nuestro Herrera que el Señor Almirante padre colocase una
pintura suya, que fue la del Samaritano, en
la sala, que tenia destinada para pinturas de los eminentes
españoles.
Tuvo singularísima habilidad nuestro Herrera, como se
dijo, para bodegoncillos, de que he visto algunos peregrinos, pero mucho
más en las flores, que las hizo con tal frescura, travesura, y
ligereza, que parece que si se soplan, se
han de mover.
Especialmente hizo un cuadro de cosa de dos
varas de alto con una custodia, con gran puesta en perspectiva, y unos
chicuelos, con un festón de flores, como
que la quieren adornar, que es un milagro. Hoy para esta
preciosa alhaja en poder de los herederos de don Antonio de
Soto-mayor, íntimo amigo de Herrera: como también el
mono célebre que hizo con ocasión de haberle mandado el
Señor Conde-Duque de Olivares que fuese a ver las pinturas
que había en cierta almoneda, y eligiese para su Excelencia
las mejores, y se las dejase señaladas.
Lo hizo así Herrera;
pero habiendo ido a verlas el Conde-Duque, las despreció
todas, o las más, y eligió otras de muy inferior calidad, abominando el mal
gusto, y elección de Herrera: el cual abrasado de este vejamen, pintó la
sátira de un mono, que hallándose en un vergel de flores, y junto a él
unas rosas muy bellas, eligió un alcarcil de jumento, con el cual estaba
muy gozoso.
Lo hizo con ánimo de presentárselo a dicho Señor;
pero el don Antonio de Soto-Mayor, su amigo, que era
más prudente, le represento las malas consecuencias que de
ahí se podían seguir, y lo eligió para sí regalándole con cosa equivalente.
¡Tal era su genio de satírico y diabólico!. Y así era menester mucho
cuidado para tratar con él, porque de todo se
escocia, y siempre hablaba satirizando, y con misterio, recelándose de los
demás, y juzgando que lo trataban con doblez, y con disimulada intención a y
así en Atocha puso en
los pendientes de estuco un lagarto mordiendo el rótulo,
donde está su nombre, y un chicuelo riéndose, y haciendo
higas.
En el cuadro de san Vicente del hospital de Aragón
puso un perro royendo una quijada de asno, y otro muchacho haciendo la higa.
En otras partes un ratón royendo el
papelillo donde está su nombre: y es el caso, que él sabia
por su mordacidad que no merecía le hiciesen merced alguna, y así se
curaba en salud.
Tuvo muchos cuentos con Carreño, y especialmente por
haberle el Señor Carlos II encomendado a este la dirección de la célebre
estatua del san Lorenzo de plata que se
colocó en la iglesia de este santo en el Escorial, en la capilla
de las Reliquias del colateral de la Epístola, en que intervino
también don Francisco Filipin, hombre de agudo ingenio, relojero de su
majestad, y su ayuda de la Furriera, que murió siendo aposentador de la
reina, o ya fuese esto
por especial inclinación que el Rey tuviese a estos sujetos, o
por hallarse Herrera al tiempo que se trató la erección de
esta figura, en Zaragoza para la traza, y disposición de aquel
sagrado templo, que hoy se está concluyendo Pero habiendo
venido, y sabiendo lo que pasaba en este particular, y creyendo
que por Maestro mayor, y pintor del Rey, debiera tocarle esta
incumbencia a su regalía, los abrasaba a los dos cada dia con papelones
satíricos, a que nunca respondía Carreño,
ni hacia caso, diciendo con su acostumbrada paz; y
prudencia, que no podía creer de su compañero semejantes
cosas: que sin duda, alguno que le quería mal, le levantaba aquellos
testimonios, introduciendo en su nombre aquellos
papeles.
Especialmente uno que se halló estando yo en el obrador
de palacio, lo cual sentí mucho, porque a no estar yo tan
bien opinado de Carreño, pudiera presumir que lo había dejado caer,
y el título era de Turibio ramplón de Piquineli
mozo de trabajo, que suponía ser criado de Herrera, y que hablaba
con otro paisano suyo, apasionado de Carreño; aludiendo a este en
lo de Turibio por lo asturiario y en lo ramplón por no ser de tan
pulidos píes como Herrera presumía;
y en lo de Piquineli aludiendo a Filipini, que era Italiano Y
en este tal papel le iba buscando la vida a cada uno, y sus
principios,
y flaquezas; y últimamente concluía diciendo: que su
amo con los ojos vendados le enseñaría a pintar a él, y a todos cuantos
había en España y fuera de ella; y que si esto no
bastase, que a leñazos, por vida del jijo de &c. tan atroz era,
y tan voraz como todo esto.
Confieso que yo entonces con
mis pocos años, y por subsanar el escrúpulo que pudiese haber, le ofrecí a
Carreño responder a este papel; pero su mucha modestia, y prudencia no me lo
consintió, dándome en
todo buen ejemplo, cuanto escandalizándome lo espinoso
de aquel natural de Herrera; por cuya causa, yo, aunque
paisano, nunca le comuniqué.
La lástima fue, prescindiendo de su natural, que pintó
pocas cosas, porque la ocupación de Maestro mayor, con el
tazar, y asistir diferentes obras reales y particulares, junto
con el servir la plaza de la Furriera, le tiranizaba el tiempo
que había de menester para la Pintura, de la cual solía decir
alguna vez, afectando modestia: ¡El diablo tiene esta Pintura en el cuerpo!
Porque si he querido ser geómetra, lo
he conseguido; si aritmético también; si arquitecto lo
mismo: y en este diablo de la Pintura, con tanto como me
he desvelado en ella, voto a N. que aun no sé dibujar un ojo.
Solían preguntarle algunos amigos si tenia mucho que
pintar, y él respondía, cuando estaba de humor, ahí me
entretengo en pintar algunas corozas, para que cuando vayan
los amigos, se las prueben, y cada uno se lleve la que le viniere mejor.
Pasó un día por su puerta don Francisco Pérez,
de quien haremos mención, que había sido su compañero en
Roma, lo vió en su zaguán con una jaquetilla blanca, y un
virrete colorado, que era verano, y como era andaluz, y
tenia el pelillo amoriscado, le dijo Pérez a otro amigo que
iba con él: ¡mira que arráez de galera! Y le respondió él tan
aprisa: y tú pareces forzado de la chusma. Y era fiesta oír a
los dos, porque no se quedaban a deber nada y cada uno el genio era peor
que el otro.
Murió en fin por el mes de Junio de 1685 años, a los
sesenta y tres de su edad, con gran sentimiento de toda la
Corte, y especialmente de los artífices, que todos le amaban
por su grande ingenio, y habilidad.
Se halló Carreño en su
entierro en la Parroquial de san Pedro, y le dijo a un su
amigo: esto no es más que llevarnos un poco de delantera, y así fue, pues
él murió a tres de Octubre de aquel mismo año.
Fue grandísimo arquitecto, y así hizo repetidas trazas
para retablos, y otras obras de arquitectura, que hoy las estiman los
artífices cada una como una joya.
Y era de tan agudo, y vivaz ingenio, que en algunas cosas que disputaba
con hombres doctos, sin haber él estudiado, los hacia titubear.
Y demás de esto fue muy guapo, bizarro, y galante.
CLXXII.
DON JUAN CARREÑO, pintor de Cámara del Señor Carlos II.
Don Juan Carreño de Miranda, vecino de esta villa de
Madrid, y natural de la de Avilés, en el Principado de Asturias, nació año
de 1614, el 25 de Marzo: fue hijo de Juan Carreño de Miranda, y de su
mujer doña Catalina Fernández Bermúdez, naturales del Concejo de Carreño en
dicho Principado; y nieto de Álvaro Meléndez de Prendes Carreño, y de su
consorte doña Lucía de Miranda: y por parte
de madre, nieto de Albar Fernández Bermúdez, y de doña
María de la Pola Quirós y Valdés, su legítima mujer; todos nobles Hijosdalgo,
descendientes de las ilustres, y antiguas familias de las Asturias de Oviedo,
como consta por
papeles auténticos que vi en poder de dicho don Juan Carreño, cuyo, padre
fue Alcalde de los Hijosdalgo en la villa de
Avilés, de donde vino a esta Corte en seguimiento de algunos pleitos, ya
viudo, con su hijo de edad de once años; el
cual, siendo de vivo ingenio, y naturalmente inclinado a la
Pintura, contra la voluntad de su padre, quiso aprender el
Arte, y se fue a la escuela de Pedro de las Cuevas, donde
acudían hijos de padres muy honrados, debajo de cuya educación aprendió a
dibujar, y continuó en el colorido con Bartolomé Román: y prosiguiendo en sus
estudios, cuando llegó
a la edad de veinte años, dio muestras en las Academias de esta
Corte de su habilidad, y aprovechamiento, de que dan testimonio algunas pinturas
de este tiempo, que tiene en el claustro
de doña María de Aragón (destruidos), y en el del convento del Rosario.
Se fue haciendo lugar, y ganando opinión; y al paso que
iban saliendo a luz sus obras de Pintura, crecían los aplausos, con los
cuales animado, se igualó con su gran aplicación, y desvelo, con los
mayores artífices de su tiempo,
como lo están publicando las muchas, y famosas obras que
hay dentro, y fuera de Madrid, de su excelente pincel.
Al óleo hizo obras maravillosas: la
santa María Magdalena penitente en el
desierto, que está en un altar colateral del convento de las Recogidas
(Destruido varias veces), en
un lienzo de tres
varas castellanas de alto, y dos de ancho, es de su excelente
mano; y otra también que hizo para el Señor Almirante de Castilla, para la
sala de los eminente españoles, nada inferior a la antecedente
¿#?.
Fue electo Alcalde de Hijosdalgo de la villa de Avilés
de donde era natural, el año de 1657, y el de 1658. salió por Fiel
de esta villa de Madrid por el estado Noble.
Y viéndole un día don Diego Velázquez en esta ocupación,
compadecido de que emplease el tiempo en cosa que no fuese de la Pintura,
le dijo le había menester para el servicio de
su majestad en la pintura que se trataba de hacer en el salón
grande de los espejos en este palacio de Madrid, donde ejecutó al fresco la
fragua de Vulcano, cuando hizo aquella
hermosa estatua, que le mandó Júpiter, a quien se la está
mostrando; y también los Desposorios de Pandora
(Todo destruido, queda un
dibujo preparatorio), que este
fue su nombre, con Epimeteo, que por haberle sobrevenido
a Carreño una grave enfermedad, lo acabó Rizi; y después
de algunos años, habiéndose ofrecido reparar en el techo algunos daños que
causó una gran lluvia, para lo cual se hicieron andamios, volvió Carreño a
pintar toda esta historia
al óleo, con singular belleza, y magisterio; pero desde aquella primera
entrada le hizo el Rey merced de su pintor.
A esto se siguió la pintura al fresco, que ejecutó en compañía de Rizi,
en la
cúpula de san Antonio de los Portugueses, donde hizo toda la historia
de la bóveda, y las ligaras del recinto, cosa superior.
También la cúpula del ochavo, y camarín de nuestra Señora del Sagrario
en la santa
iglesia de Toledo, y el célebre monumento que pintaron los
dos en dicha santa iglesia.
Es también de su mano un
san Sebastián, que está en la capilla de don
Sebastián de Agramón
en el convento de Religiosas Bernardas de las Vallecas de esta Corte, y un
cuadrito de Concepción, que está en el remate del retablo.
También es obra suya una pintura de
Jesús, María, y José, que está en
la iglesia del convento de
monjes Benitos, Advocación de san Martin
(Derribado en 1809 por orden de José Bonaparte), en un altar colateral de la capilla
del Santo Cristo: este lienzo es de tres
varas y media de alto en medio punto; y el colorido es muy
celebrado de todos los pintores, por ser cosa superior.
Son también de su mano, aunque más a los principios, los dos
cuadros de los colaterales de la iglesia del Caballero de Gracia, que son de
san Francisco, y
san Antonio predicando
uno a las aves, y otro a los peces.
También es de su mano un cuadrito de
san Hermenegildo, que está en la
iglesia de san Ildefonso junto a la sacristía.
Pintó también un san Antonio de Padua
(Desaparecido o destruidos) para la capilla que tiene en el
convento de las Capuchinas de esta Corte don Miguel de Salamanca,
Consejero que fue de la Real Hacienda; y en la misma iglesia, junto a la
puerta, a la derecha, hay otra pintura del
Santísimo Cristo de los Dolores de su mano
(Desaparecido o destruidos).
Y también un cuadro bellísimo de la Concepción de nuestra Señora
(Desaparecido o destruidos), que está
en el costado de la iglesia Parroquial de san Ginés, al
lado de la Epístola, junto a la capilla de san Gerónimo, cosa
superior; como también lo es otro de Jesús Nazareno
que está a un lado de la iglesia de la Magdalena, convento
de religiosas en Alcalá de Henares, cosa ternísima.
Y asimismo tiene
en las Carmelitas Descalzas de dicha ciudad un
célebre cuadro del martirio del apóstol san Andrés
(Desaparecido o destruido en 1936 queda
fotografía), con el
cual sucedió un gran cuento, y fue: que a un pintor de muy
corta habilidad de aquella era, llamado Gregorio Utande, le
mandaron hacer aquel cuadro: lo hizo, como supo, y pidió
por él cien ducados; pareció demasiado precio a los dueños
de la obra; y después de varios debates, se convino Utande
en traerlo a Madrid, y que ellos nombrasen quien lo tasara.
Convenidos en esto, vino a Madrid a toda prisa nuestro Gregorio con
su lienzo, y una cantarilla de miel, la cual entregó a
Carreño para paladearle, pidiéndole que se sirviese de
retocarle aquel cuadro, sin manifestarle el motivo. Carreño, con su gran bondad, y honrado genio, lo hizo tan bien,
que todo el cuadro lo revolvió de arriba abajo, porque otro
retoque no tenia. En esto nombraron los dueños por tasadores a
Carreño, y a don Sebastián de Herrera. Carreño, que
no se podía descubrir, calló; y llegando el caso, dijo que él
no podía tasar aquel cuadro, porque el que lo había hecho
era muy íntimo amigo suyo, y no quería parecer apasionado, y así se
conformaría con lo que dijese su compañero.
Herrera, que conoció la casta, y supo el cuento, lo tasó en
doscientos ducados; los cuales, o poco menos, le dieron por
el cuadro al buen Utande; pero a los tasadores solo les dio
las gracias de palabra, sin que al pobre Carreño que lo había
trabajado le valiese más que la dichosa cantarilla de miel: del
cual supe yo todo este cuento a la letra, que lo contaba con
mil gracias; y es tan notorio en Alcalá, que todos los del
Arte, y aficionados le llaman a aquella pintura: el cuadro
de la cantarilla de miel.
También es obra suya la pintura del retablo principal de
san Luis Obispo, del convento de Descalzos Franciscos de
la villa de Paracuellos (destruido en 1815-1818), del tamaño del natural: tiene tres varas y media
de alto, y lo son también los dos cuadritos de
san Antonio, y san Pascual Bailón del remate de los colaterales.
Son de su mano también los dos eminentes cuadros
de los colaterales de la Parroquial de san Juan de esta Corte
(derribada por José Bonaparte),
el uno del
Bautismo de Cristo Señor nuestro por san Juan;
y el otro de la cabeza del Bautista, presentada por Herodías en la mesa de Herodes
(destruido junto con el retablo, queda el
cuadro bosquejo).
También lo son otros dos de la célebre
capilla de san Isidro Labrador (La iglesia de san
Andrés ardió en 1936), que están al lado de la Epístola; el
uno del milagro que este Santo obró con su Amo
Iván de Vargas en aquellos cerros de Manzanares, cuando le pidió agua, e
hizo brotar aquella milagrosa fuente (Queda una
fotografía), que hoy
permanece en gran beneficio de los devotos que acuden a
usar de sus raudales para medicina de muchas dolencias. Y el otro, cuando
habiéndole manifestado el cuerpo del santo al
Rey Don Alonso el Octavo, conoció ser aquel el Pastor que
le había guiado por las montañas de las Navas de Tolosa para el logro de
aquella gran victoria; a cuya vista enmudece
toda alabanza, acogiéndose a la admiración.
También es de
su mano el cuadro de mi Señora
santa Ana, que está en el
remate del retablo principal de las Carmelitas Descalzas de
esta Corte;
Y así mismo el de la Calle de la Amargura, copia del de Rafael
#, que está
en palacio, y la copia en dicho retablo
#.
Son también de su mano otras pinturas de la vida de
Cristo Señor nuestro, que están en el convento de
Capuchinos de Segovia, en la capilla de don Antonio Ruiz de
Contreras (Al parecer se quemaron, el convento es
ahora un hotel).
Y en el convento de Predicadores, en la ante capilla de la gruta del
glorioso Patriarca Santo Domingo en dicha ciudad, sobre las puertas colaterales
del retablo, están
dos cuadros suyos, el uno de santo Domingo con la Virgen
del Rosario, y el otro de santo Tomás, cuando se le aparecieron san Pedro,
y san Pablo, a explicarle aquel lugar de
Isaías.
También hizo el célebre cuadro para el convento de
Trinitarios de la ciudad de Pamplona del Instituto misterioso de esta Religión
Sagrada
#, donde se apuran todos los primores del Arte; pues aun el borroncillo,
que hoy está en poder de un discípulo suyo, es una admiración, en que es de
notar, que cuando los religiosos vieron el cuadro de cerca,
lo abominaron de suerte, que no lo querían recibir; y sino
hubiera sido por la aprobación de Vicente Berdusan, pintor
de crédito en aquella tierra, no lo hubieran admitido. O que
desgraciados son los primores del arte en algunas comunidades ¡Qui habet aures
audiendi, audiat!
Hizo también las pinturas para la capilla de san Pascual
Bailón en la iglesia de san Gil de esta Corte
(Destruida junto con el convento por José Bonaparte); y otro cuadro
grande de san Buenaventura, para otro convento de la Orden, un san Miguel
Arcángel en un cuadro de a vara, que
tenia en gran estimación el Conde de Peñaranda don Gaspar de Bracamonte;
Y una santa Isabel reina de Portugal, que está en Peñaranda
(En 1971 ardió la iglesia de San Miguel Arcángel de
Peñaranda, la santa isabel con ella), donde tiene su
entierro el Conde (no obstante de tener los nichos
en la citada iglesia, se enterró en el convento de las carmelitas de Peñaranda);
Y dos cuadros, que hoy están en la ante sacristía de
la capilla de la Venerable Orden Tercera de esta Corte,
el uno de
la Encarnación del Hijo de Dios, y el otro del
Desposorio de santa Catalina, cosa superior.
También lo es otro cuadro de
nuestra Señora del Carmen, con la turba de
los fieles debajo de su manto, que está en la Parroquial de
la Almeida, lugar del partido de Sayago.
Hizo también una
Asunción de nuestra Señora para el retablo del altar mayor
de la iglesia Parroquial de Alcorcón, villa que está dos leguas
de esta Corte, el lienzo es de cuatro varas en alto, y en
él están también los doce Apóstoles, de la estatura del natural, admirándose
de la maravillosa Asunción de la reina
de los ángeles al cielo.
Otro del mismo asunto está en la
Iglesia Parroquial de la villa de Orgaz, cinco leguas de Toledo,
con otra pintura de la incredulidad de santo Tomé,
que uno y otro dicen ser de su mano (Retablo
completo quemado en 1936 queda
fotografía).
Pintó en el Colegio de Atocha (Derruido), convento de religiosos
Dominicos de esta villa de Madrid, en el techo de la iglesia
un cuadro del sueño del Papa Honorio III
(perdido o destruido), cuando se
trataba de la confirmación de la regla del glorioso patriarca
santo Domingo de Guzmán, y el glorioso, y seráfico padre
san Francisco de Asís, cayéndose el templo de san Juan de Letran, y teniéndole estos dos bienaventurados Patriarcas.
Es obra de gran perspectiva, y en mi opinión, una de las
mejores que este artífice hizo; por la cual dijo Miguel Colona, preguntándole
el Rey nuestro Señor Felipe IV,
que quien era en su concepto el mejor pintor de la Corte:
Que quelque aveba fatto la testa de la Domenica, porque
a la verdad la cabeza del Pontífice es un pasmo, y por ella
definió toda la Pintura, según el estilo de Italia, que dicen:
Fa una buona testa, e vístela de un costalo. Pintó también
al fresco en compañía de Rizi gran parte del camarín de
nuestra Señora de Atocha.
Últimamente le hizo el Señor Carlos II su pintor de Cámara, y Ayuda de
Aposentador, por muerte de
don Sebastián de Herrera, en cuyo empleo granjeó en extremo la gracia de su
Majestad, y tanto, que en la menor
edad, retratándole ¿#? en presencia de la reina nuestra Señora
su madre, dijo su majestad como había conocido diferentes pintores de Cámara,
y a Velázquez que había sido del
hábito de Santiago, y entonces dijo el Rey: ¿Y tú, Carreño, de qué hábito
eres? él respondió: yo, Señor, no tengo mas hábito que el ser criado de
vuestra majestad; ¿pues
por qué no te le pones? replicó el Rey, con la sencillez de
aquella edad, y dijo el Almirante padre, que estaba presente: ya se le
pondrá, Señor y pareciéndole al Almirante
que esta era merced redonda, le envió a Carreño una venera
muy rica de su hábito, que era de Santiago, diciendo, que
ya que se había de poner el hábito, por la merced que su
majestad le había hecho, que se holgaría fuese del suyo: a
que respondió Carreño, después de estimar la honra que le
hacía el Almirante, que él no había menester más hábito
que la honra de criado de su majestad; e instado de algunos
amigos, diciéndole que siquiera por dar ese honor a la Pintura se lo pusiese,
respondía: Que la Pintura no necesitaba,
que nadie la diese honores, que ella era capaz de darlos a todo el mundo, no
lo entienden todos así, y de aquí no
había quien le sacase: tan modesto, y humilde era su natural.
Ejerció con grande aprobación la plaza de pintor de Cámara: hizo muchos,
y excelentes retratos así de sus majestades, como del señor Don Juan de
Austria ¿#?; de don
Fernando Valenzuela; del
señor Patriarca Benavides; del señor
Cardenal Nuncio don Sabo Milini, y del embajador Moscovita
#, que estuvo aquí
por el año de 1682, que hoy está
colocado en el palacio de la Zarzuela, y de otros personajes;
como también de algunas sabandijas de palacio, que están en
la galería del cierzo del cuarto del Rey; y la monstrua, que
trajeron por el año de 80, que por ser gruesísima, y pequeña, hizo de ella
un
Dios Baco, de que se sacaron muchas
copias que él retocó.
Y últimamente hizo aquel célebre
retrato armado del Señor Carlos II, para
enviarla Francia,
cuando se trató el primer casamiento de su majestad con la
Serenísima reina Doña María Luisa de Orleans. Y todos
tan parecidos, que era una maravilla además de aquel soberano gusto que le
dio el cielo, en una tinta entre Tiziano, y Vandic, que igualándose a los dos, era superior a cada uno;
y al mismo tiempo tan modesto, e ingenuo, que de cualquiera admitía la
corrección, y enmendaba lo que le advertían; de suerte, que ya era nimio en
esto: pues a veces borraba cosas que era lástima, no contentándose con
enmendar, sino con borrar: y en prueba de su gran modestia, me hallé
yo un día con nuestro Carreño en casa de don Pedro de Arce, Regidor
que fue de esta villa de Madrid, donde vimos
entre otras cosas una copia muy indigna del célebre cuadro
de la santa Margarita de mano de Tiziano, que está en Palacio; y
abominándola mucho los que la veíamos, dijo Carreño: pues para que ninguno
desconfíe de aprovechar, sepan ustedes que ese cuadro es de mi mano en mis
principios. ¡Tanta era su ingenuidad, y modestia!
dejó bosquejado aquel célebre cuadro del santo Rey
Don Fernando, que acabó Jordán para la capilla de las once
mil Vírgenes en la iglesia del Escorial.
Imágenes de Concepción hizo maravillosas, y otros cuadros de diferentes
historias, y especialmente uno que yo he visto del martirio de
san Bartolomé
# , cosa de superior gusto.
Y de la misma suerte que era amable, y dulce su pintura, lo era también
su genio, y su trato apacible, prudente, y enemigo de discordias.
Bien lo manifestó en los tropiezos que tuvo con don
Francisco de Herrera sobre la erección de la estatua de san
Lorenzo de plata para el Escorial, que de orden del Rey estuvo a la
dirección de Carreño, de que hacemos mención en
la vida de Herrera.
La última pintura que hizo Carreño fue un Ecce Homo
¿#?
para Pedro de la Abadía, muy amante de la Pintura, y que
tenía otras muchas excelentes de Carreño.
Y también hizo
un san Miguel para el Real Consejo de Hacienda, pero no
quedó del todo concluido, aunque ya muy a los fines, y lo
acabo un discípulo suyo, a instancia de la señora viuda doña María de Medina,
por cumplir con el Consejo.
Murió últimamente por el mes de Septiembre año de mil seiscientos ochenta
y cinco, y a los setenta y dos
de su edad.
Yo le vi espirar, a cuyo tiempo arrojó una postema por la boca, que en
los que frecuentan los palacios con la modestia que Carreño, ¡no es maravilla
se fragüen postemas de muchas cosas que no se pueden digerir!.
Su cuerpo
está sepultado en la bóveda del Real convento de san Gil.
El Rey sintió mucho su muerte, porque hacía gran estimación de su persona, por su ingenuidad, modestia, y bondad,
además de su eminente habilidad. Gozaba por privilegio de su casa el vestido del Rey, del
día de Jueves Santo,
como dijimos en el tomo primero, y otras mercedes que se
continuaron en doña María de Medina su esposa.
CLXXIII.
DON BARTOLOMÉ MURILLO, PINTOR.
Don Bartolomé Esteban Murillo fue natural de la villa de
Pilas, que dista cinco leguas de Sevilla, y de familia muy
ilustre, y conocida en aquella tierra, y bien proveída de los
bienes de fortuna.
Nació año de 1613, y a su tiempo pasó a
Sevilla a estudiar el Arte de la Pintura, y lo consiguió en la
escuela de Juan del Castillo, tío suyo, y natural de ella; y
después de haber aprendido lo que bastaba para mantenerse
pintando de feria, lo cual entonces prevalecía mucho, hizo
una partida de pinturas para cargazón de Indias; y habiendo
por este medio adquirido un pedazo de caudal, pasó a Madrid,
donde con la protección de Velázquez, su paisano,
pintor de Cámara entonces, vio repetidas veces las eminentes pinturas
de palacio, y del Escorial, y otros Sitios Reales, y casas de
Señores: y copió muchas de Tiziano, Rubens, y Vandic, en que
mejoró mucho la casta del colorido,
no descuidándose en el dibujo por las estatuas, y en las
academias de esta Corte; y más con la corrección, y
gran manera de Velázquez, cuya comunicación le importó
mucho.
Volvió a Sevilla, donde estudiando por el natural, según la
práctica que había observado en Velázquez, como se
ve en sus primeras obras, comenzó a sacar algunas pinturas al
público; y como antes no era conocido, todos las admiraban,
y ninguno las conocía, hasta que se fue divulgando el crédito
del autor: y como no sabían su historia, ni la observaron,
por no haber sido antes hombre de señalada opinión en el
Arte, decían que se había estado encerrado todo aquel tiempo en
su casa estudiando por el natural, y que de esa suerte
había adquirido la habilidad; y así lo oí yo decir a pintores
en mis primeros años.
Pintó entonces aquel célebre claustro del convento de san
Francisco (En 1810 los franceses lo incendiaron, y las
pinturas las robó el mariscal Soult),
#,
#,
#,
#,
#,
#,
#,
#,
#,
#, que está junto a la portería, en el cual se nota
una fuerza de claro y obscuro, tan diferente de lo que practicó
después, que si no fuera tan notorio ser suyo, apenas habría quien
lo conociese. Lo hizo todo por el natural, conservando todavía las
especies de lo que había visto, y estudiado.
Y aunque algunos
autores extranjeros, como Joaquín de
Sandrart, y otro italiano, han dicho, que pasó a las Indias,
cuando mozo, y después a Italia, estuvieron mal informados; pues
con exacta diligencia he investigado este punto de
sujetos muy ancianos, y de toda excepción, íntimos suyos,
y tal cosa no hubo, sí solo la venida a Madrid. Ni es creíble
que en su patria, ni en los sujetos mas íntimos que le
trataron, se ignorase este punto; cuando en hombres tan señalados,
aun los átomos mas mínimos se observan.
Pero quien es cierto que pasó a Indias fue su hijo don
José Murillo, sujeto de grande habilidad en la Pintura, y de
mayores esperanzas, y allá murió bien mozo. Ni es tan antiguo
nuestro Murillo, que se pueda presumir que el transcurso del
tiempo haya podido obscurecer esta noticia, pues yo le alcance
cerca de treinta años; y aunque no le traté, le conocí,
y traté muchos sujetos familiares suyos, y que contaban toda la
serie de sus fortunas. Y es el caso, que los extranjeros
no quieren conceder en este Arte el laurel de la fama a ningún
español sino ha pasado por las aduanas de la Italia, sin
advertir que la Italia se ha transferido a España en las
estatuas, pinturas eminentes, estampas, y libros; y que el estudio
del natural, con estos antecedentes, en todas partes abunda:
además de los hombres insignes que han venido de allá,
y nos han dejado aquí su escuela, y sus obras, desde el tiempo
del Señor Felipe II, hasta el presente, junto con
los Españoles, que han pasado a Italia, y han venido instruidos de allá.
Después de la obra de dicho Claustro, o por fuerza de
su destino, o por lisonjear el aplauso popular, dio Murillo
en endulzar mas la tinta, y aflojar los obscuros; pero con
tan extremado gusto, que en esta parte ninguno de los naturales,
ni extranjeros le aventajo. Y así hoy día, fuera de España, se
estima un cuadro de Murillo más que uno de Ticiano, ni de Vandic.
¡Tanto puede la lisonja del colorido para
granjear el aura popular!. Que verdaderamente los hombres
que han logrado los mayores aplausos, no es porque han sido los
mayores dibujantes, que esos logran su merecido crédito en los
profesores, sino los que han sobrepujado en el
buen gusto del colorido. Pues no podemos negar que Miguel
Ángel, Rafael, Aníbal, y toda la escuela de los Carachels,
sin faltarles lo esencial del colorido, dibujaron mas que Ticiano,
Rubens, Vandic, Corezo, y nuestro Murillo; pero en medio de todo,
éstos se alzaron con el aplauso popular, porque aquella superior
excelencia de lo mas acendrado, y
transcendental del dibujo el vulgo no lo penetra. Y como
en estos no faltaba en lo substancial; y por otra parre excedían
en la belleza atractiva del colorido, arrastraban tras sí el
común aplauso del vulgo, que excede incomparablemente a
todo el cúmulo de los artífices.
Bien lo acreditan las obras que en esta Corte alcanzamos
de nuestro Murillo. Una bellísima imagen de cuerpo entero,
del natural, con su Hijo santísimo Niño en el regazo, tiene
hoy el Marques de Santiago, que embelesa, y encanta su
dulzura, y atractiva belleza.
Otra tiene del mismo tamaño, y
por diferente camino don Juan Bautista Olabarrieta, que no
se sabe cual es más aventajada (suponemos la
virgen del rosario, al menos hay 6 variantes, y por tamaño se proponen ¿#,#?).
Otra de más de medio cuerpo, también de nuestra Señora con
el Niño ¿#?, tiene don Francisco de Herrera, que es un encanto.
Fuera de estas, tiene
otros cinco cuadros, de a tres varas de largo, y dos de ancho,
don Francisco Artier, que fueron de don Juan Francisco
Eminente, que cada cual es una admiración. El uno es apaisado,
de una gloria de angelitos, traveseando con varias flores
en diferentes actitudes, que verdaderamente es una gloria el
verlo. El otro es a lo alto, del glorioso Patriarca san José,
con el Niño Jesús de la mano (al menos 4
variantes quizás ¿#?), y arriba un rompimiento de
gloria. Los otros tres son de san Francisco de Asís
¿#?, san
Francisco de Paula ¿#?, y san Francisco Javier
¿#?, que cada uno por su
camino es una admiración, sin otras muchas que hay en poder
de diferentes aficionados.
Otra del Patriarca san José, de
medio cuerpo, con el Niño Jesús (Destruida o
desaparecida 1938), que está en la iglesia del
Carmen Calzado, en la capilla de mi Señora santa Ana.
En Sevilla, que podemos decir, su patria, por haberse
criado, y vivido allí, tiene muchas, y soberanas pinturas,
como lo acredita en la capilla de la Pila del Bautismo de
aquella santa iglesia el grande, y célebre cuadro del milagroso
Paduano, experimentando el repetido, cuanto soberano
favor del Niño Dios, con gran acompañamiento de gloria,
y un pedazo de templo de bien dirigida perspectiva y a un
lado un bufete, puesto con tal arte, que ha habido quien
depusiese haber visto un pajarillo trabajar por asentarse en él
para picar las azucenas que están en una jarra
#.
No son menos recomendables las dos efigies de los dos
santos hermanos
Leandro, e
Isidoro, arzobispos de aquella
gran metrópoli, hechas de mano de nuestro Murillo, con
singular viveza, y perfección, que están en dicha santa iglesia;
como también el maravilloso cuadro de
la Concepción
purísima, con admirable tropa de ángeles, y rompimiento
de gloria; y así mismo el Nacimiento de esta divina aurora
#;
y otro cuadro de
Concepción en los venerables sacerdotes,
que todos acreditan la eminencia del pincel de tan superior
artífice.
No dan menor testimonio de su ventajosa habilidad los mudos
panegíricos de los dieciséis lienzos de la iglesia de
los Capuchinos
#,#,#,#,#,#,#,#,#,# de dicha ciudad, todos muy grandes, y verdaderamente
grandes lienzos. Y especialmente uno, que él
llamaba su lienzo, que es de
santo Tomás de Villanueva dando
limosna a los pobres, donde está uno de espaldas recibiéndola,
que parece verdad. En el altar mayor tiene el del
Jubileo de
la Porciuncula, de más de seis varas de alto
(era un retablo
#), que
verdaderamente parece estar allí la gloria; porque está Jesucristo
con la Cruz, mirando a su Madre santísima a la
mano derecha, intercediendo por aquel gran beneficio de los
mortales, y tanta diversidad, y hermosura de ángeles, que
cuando lo vieron los pintores dijeron, que hasta entonces
no habían sabido que cosa era Pintura, ni colocar un cuadro
en aquella distancia.
No son menos panegiristas de su alabanza los cuadros de
la iglesia de la Caridad de dicha ciudad, donde está uno de
san Juan de Dios con un pobre acuestas, y un ángel que le
alivia el peso, a cuyo beneficio vuelve la cara el santo con
tal admiración, que disculpa la de todos los que la admiran.
Tiene allí otro de
santa Isabel reina de Hungría, donde hay
un pobrecillo tiñoso que le están quitando el casquete de la
cabeza, y él encogiéndose de hombros, y haciendo tal gesto
con el dolor, que verdaderamente se echa menos el chillido,
porque todo lo demás se halla. Otros dos lienzos grandes
tiene allí, el uno de
Moisés, cuando hirió la peña para
satisfacer la sed del Pueblo de Dios; y el otro del estupendo
milagro de panes, y peces, donde es tanta la multitud de figuras,
y la diversidad de trajes, afectos, y edades, que no
se sabe a cual de los dos darle la ventaja; y a este tenor son
todos los demás: de suerte que cualquier aficionado, o profesor
del Arte que allí entra, se queda tan absorto, que en
muy gran rato no vuelve en sí, ni acierta hablar palabra.
Hizo también para Cádiz muchas pinturas, especialmente de la
Concepción purísima.
Y en lo público es muy señalada la
del altar mayor de la iglesia de la Congregación del Oratorio
de san Felipe Neri
#, y por cada una le daban cien doblones,
siendo de dos varas y media.
Y en casa del Marques del Pedroso, hay otro cuadro grande
de cerca de seis varas, donde
están Jesús, María, y José, y arriba el Padre Eterno, y
el Espíritu Santo, con un pedazo de gloria, que es una
admiración
#.
Para casas particulares hizo también muchos cuadros;
pero hoy han quedado muy pocos, porque los extranjeros se
han aprovechado de la ocasión que ofrece la calamidad de
los tiempos, para irlos sacando de España.
También hay en
Granada un buen Pastor niño en la puerta del Sagrario del
convento de religiosas del Ángel, cosa maravillosa; como lo
es también una lamina pequeña de la Concepción, que está en
la celda prioral del monasterio de la cartuja de aquella ciudad.
En Córdoba también hay algunas; aunque un cuadro
de Concepción, que está debajo del coro del convento de
la Victoria, que dicen ser suyo, no lo tengo por original.
En
retratos fue también eminente, como lo testifica el de don
Faustino de Nebes, Canónigo de Sevilla, que por su muerte lo
dejó en los Venerables, que es extremo de lo parecido,
y bien pintado. Pero sobre todo, a una perrilla inglesa, que
tiene junto a sí, la suelen ladrar los perros, y ella parece
que
los quiere embestir, y se extraña que no les ladre, según
parece estar viva.
Hizo también su retrato
# a instancias de sus
hijos, cosa maravillosa, el cual está abierto en estampa en
Flandes por Nicolás Amazurino, y otro de golilla quedo
en poder de don Gaspar Murillo, hijo suyo.
Fue últimamente nuestro Murillo, no solo favorecido
del cielo por la eminencia de su habilidad, sino por los dotes
de naturaleza: de buena persona, y amable trato, humilde, y
modesto, tanto, que no se desdeñaba de tomar corrección de
cualquiera. Y así en el célebre cuadro de san Antonio, que
dijimos estar en aquella santa iglesia, dicen se
valió de Valdés para la perspectiva del templo, y del bufete;
cosa que para Murillo fue un elogio de modestia grande,
cuanto para Valdés un desmesurado asunto de vanidad.
Supe, recién venido a esta Corte, que por el año de 670 se había puesto en
público el día de Corpus Christi un cuadro de Concepción de mano de Murillo que
pasmó a Madrid; y habiéndolo visto el Señor Carlos II, y sabiendo de qué mano
era, insinuó tener voluntad de ocupar en su servicio al artífice, cuya
insinuación, que no sé que fuese orden expresa, se participó a don Francisco
Eminente, gran protector de nuestro Murillo, y quien fomentó esta tentativa,
por lo que deseaba sus aumentos, y habiéndoselo participado a Murillo,
respondió con la debida estimación a tanta honra; pero que se hallaba ya en
edad mayor, imposibilitado de servir a su majestad. Y precisado Eminente de
enviar al Rey alguna cosa de mano de Murillo, el cual pedía mucho término para
ejecutarla por su gran desconfianza, le envió
Eminente a su majestad un san Juan en el desierto
¿#? de mano de
Murillo, que le compró de don Juan Antonio del
Castillo en dos mil quinientos reales de plata.
Nada de
esto hace repugnancia en los méritos de nuestro Murillo: solo se
me hace duro el ser en la menor edad del Señor Carlos
II, que entonces apenas tendría diez años; pero basta
que fuese insinuado por alguno de los magnates de su gobierno.
Lo cierto es, que yo oí decir en aquel tiempo, que
el Rey le había llamado para su pintor, y que él se excusó,
con el motivo de su edad: aunque ésta verdaderamente no
era tanta como su mucha modestia, y cortedad; que hay genios
tan recoletos, que en el retiro de su estudio harán milagros,
y en público se hallan con las manos atadas, por su
mucha desconfianza, que a veces es sumamente perjudicial.
Fue también nuestro Murillo tan honesto, que podemos
decir que de pura honestidad se murió; pues estando subido
en un andamio para pintar un cuadro muy grande de
santa
Catalina, que hacía para el convento de Capuchinos de la
ciudad de Cádiz, tropezó al subir del andamio, y con ocasión de
estar él relajado, se le salieron los intestinos, y por
no manifestar su flaqueza, ni dejarse reconocer por su mucha
honestidad, se vino a morir de tan inopinado accidente
el año de 1685 a los setenta y dos, poco más de su edad.
Y era hombre tan desinteresado, que habiendo hecho tantas,
y tan eminentes obras, cuando murió no le hallaron en dinero
más que cien reales, que había tomado el día antes, y
sesenta pesos en una gaveta.
Pero tuvo en vida tanta estimación, que casó una hermana
suya, doña Tomasa Josefa Murillo, con don José
de Beitia, que fue Secretario del Despacho Universal que
aunque en el primer tomo dijimos que fue hija suya, fue
incierta noticia, por cuyo medio y sus muchos méritos,
consiguió también don Gaspar Murillo su hijo una canonjía en
aquella santa iglesia de Sevilla, además de un gran
Beneficio que tenia en Carmona; y su hermano don José,
logro por los influjos de su padre otro gran Beneficio, que
le valía más de tres mil ducados cada año.
No es de omitir la célebre habilidad que tuvo nuestro
Murillo para los paisajes que se ofrecían en sus historias.
Y así sucedió, que el Marques de Villa-Manrique determinó hacer
un juego de historias de la vida de David de mano de
Murillo, y que los paisajes fuesen de Ignacio Iriarte, que los
hacía muy bien, como ya dijimos. Murillo decía, que Ignacio
hiciese los paisajes, y él después acomodaría las figuras.
El otro decía, que Murillo hiciese las figuras, y él les
acomodaría los paisajes. Murillo enfadado de estos debates le dijo:
que si pensaba que le había menester para los paisajes, se
engañaba: y así él solo hizo las tales pinturas con historias, y
paisajes, cosa tan maravillosa como suya, las cuales trajo a
Madrid dicho Señor Marqués.
CLXXIV.
DOCTOR DON JOSÉ RAMÍREZ, PINTOR.
El Doctor don José Ramírez, presbítero en la ciudad
de Valencia, de donde fue natural, Beneficiado en la Parroquial de san
Salvador de ella, y Doctor en Sagrada Teología, graduado en aquella ilustre
Universidad, fue discípulo
en el Arte de la Pintura de Jerónimo de Espinosa, y tan
parecido a su maestro en la manera de pintar, que muchos
tienen sus obras por de mano de su maestro. fue además de
esto muy célebre escripturario, como lo califica un libro
que escribió de la vida de san Felipe Neri, todo en continuados textos de
Escritura Sagrada. ¡Trabajo inmenso, y nunca pisada senda! más para admirada
que para seguida. Le dedicó a el Señor Inocencio Undécimo, y fue ilustrado
con
grandes aprobaciones, donde hay una del R.P. Maestro Marona, equiparando la
habilidad de la pluma en la del pincel
en su autor: otra del Señor Caramuel, en que dice prodigios, y otra del
Canónigo Losa también con grandes hipérboles, y encomios: y últimamente
mereció singular aprecio en el concepto de su Santidad.
Se imprimió este peregrino
trabajo en Valencia el año de mil seiscientos y setenta y ocho,
en cuarto.
Tiene entre otras obras en Valencia las pinturas del
claustro de la Congregación de san Felipe Neri; y una Imagen de nuestra
Señora de la Luz, en el oratorio de dicha Casa, que es muy célebre en
aquella tierra, y de singular devoción; y otras muchas en diferentes retablos.
Murió en dicha ciudad con grandes créditos de virtud, erudición, y habilidad,
por el año de mil seiscientos ochenta y seis, y a
poco más de los sesenta de su edad.
CLXXV.
DON JOSÉ DONOSO, PINTOR, y Arquitecto.
Don José Jiménez Donoso, natural de la villa de
Consuegra, Priorato de san Juan, fue hijo de Antonio Jiménez Donoso, del Arte
de la Pintura, con quien tuvo su
hijo los primeros rudimentos de ella, y después pasó a Madrid, donde continuó
el Arte en la escuela de Francisco
Fernández, pintor de crédito en aquellos tiempos, hasta la
edad de diez y ocho años; en la cual, por muerte de su
maestro, pasó a proseguir sus estudios en las academias de
Roma, por espacio de siete años, donde consiguió salir gran
pintor, perspectivo excelente, y consumado arquitecto.
Se volvió después de este tiempo a España, precisado de
una destilación, ocasionada de las repetidas tareas de sus estudios, y vino
a esta Corte, donde se acabó de perfeccionar
en el colorido en la escuela de don Juan Carreño, pintor de
Cámara entonces, de donde habiendo salido, hizo en compañía de Claudio Coello
las obras que en su vida notaremos;
y además de esas hicieron entre los dos las historias del glorioso san
Ignacio, y san Francisco Javier, que están en el
techo de la sacristía del colegio Imperial de esta Corte
(Destruidos); donde también hizo
Donoso dos cuadros de medio punto de los
que están sobre los cajones, de algunos casos históricos de
dichos santos, donde se conoce cuan grande arquitecto, y
perspectivo era su autor.
También hizo el primer cuadro del
techo de la Sala de Capítulo, que está hacia los escaños en la
Real cartuja del Paular, cuando san Benito, y san Antonio Abad le ofrecían
sus hijos a san Bruno para flores de su
Religión; y el retrato del Señor
Don Juan de Austria, hijo
del Señor Felipe IV, que está en la Sala de la Procuración de dicha Casa.
También pintaron los dos, Claudio, y Donoso, las pechinas de la iglesia
del convento de los Basilios (demolido 1850) de esta Corte, y las de la iglesia de la
Santísima Trinidad, donde el dicho Donoso pintó el cuadro principal de este
sagrado Misterio; e hizo la traza del retablo, y de la caja del órgano:
como también el cuadro de
san Francisco de Paula, con la Pinturas que hizo
traza del retablo del altar mayor de su convento de la Victoria en la
Victoria, con otro cuadro de la vida del santo Patriarca, que está
en la ante-sacristía; y todos los retratos de los Reverendísimos Generales de
la Orden, y otros venerables, y señalados
varones, que están en la portería de dicho convento, en los
cuales hay pasmosas cabezas, y pedazos de arquitectura, y
perspectiva excelentes.
Y en la capilla de nuestra Señora de la
Soledad, son también suyas las pinturas de las dos hornacinas de los dos
altares colaterales, y un san Francisco de Sales que está en la sacristía.
Es también de su mano el cuadro de la Encarnación del
altar mayor de la iglesia de nuestra Señora de Loreto; y otro
del mismo misterio, que está en un altar colateral del Evangelio en la
iglesia de los Basilios, con otro arriba del Sueño
de san José, y otros cuatro pequeños en el banco del pedestal.
Y también hizo otro cuadro excelentísimo de la Canonización de san Pedro
Alcántara, de mas de tres varas en
cuadro, que está en la capilla de la Concepción de este convento de san
Francisco de Madrid.
Hizo también muchos
para diferentes iglesias de estos reinos, como en la ciudad de
Valencia en la capilla de la Comunión del convento de la Merced Calzada dos cuadros grandes, y otro en la antesacristía, que son de
lo más regalado que hizo recién salido
de la Escuela de Carreño.
Y en la Santa cartuja de Valdecristo
(Perdido en la desamortización) de aquel reino, junto al Puche,
toda la pintura del
altar mayor es suya: como también la del altar mayor del
Monasterio de Ara Cristi (Perdido en la
desamortización), de la misma Religión, en la
ciudad de Segorbe.
Y en la ciudad de Corella, para la iglesia del convento de Benitos hizo
otros dos cuadros excelentes
#,
en compañía de Claudio Coello, que hizo otros dos
#.
Retocó también el cuadro de don Francisco Rizi, que
está en el altar mayor de san Ginés, cosa que no pareció
muy bien pero lo pagó con que Francisco Ignacio le retocó
otro suyo, que es el de san Felipe Neri en el altar mayor de
esta sagrada Congregación en esta Corte
(Derribado en la desamortización), y es muy excelente cuadro.
Hizo también el del altar mayor de la Parroquial
de san Millán, y la traza del retablo, y órgano; que uno, y
otro pereció en el incendio lastimoso del año de 1720 el 16
de Marzo.
Pintó también Donoso otros seis cuadros de la
vida del glorioso Patriarca san Benito, que están en el convento de san
Martin de esta Corte (Derribado en 1809 por José
Bonaparte), como se sale de la antesacristía al claustro.
Es de su mano también una pintura en
óvalo de la Concepción de nuestra Señora, que está en el
presbiterio de la parroquial de san Nicolás de esta Corte al
lado del Evangelio y es de lo mas excelente, y de mejor
gusto que hizo: como también un cuadro de san Nicolás
Obispo de Bari (Desaparecido o destruido), con el milagro de los Niños en la cuba de
escabeche, que está en una capilla a los pies de la iglesia del
Caballero de Gracia.
Trazó también el claustro del Colegio de santo Tomás
de esta villa de Madrid, que ejecutó Rodrigo Carrasco, hasta donde hoy se
halla.
Hizo también la traza de la
Panadería
en la plaza mayor, y la del sepulcro de los Señores Marqueses de Mejorada,
que está en la iglesia de Recoletos Agustinos de esta Corte.
Trazó también la portada de la Parroquial
de Santa Cruz (Destruida, queda
fotografía). Y para otras muchas obras que se ven en esta Villa, y en
todo el Arzobispado de Toledo hizo trazas, como pintor, y Maestro mayor que
fue de aquella santa iglesia.
Era de genio muy mordicante nuestro Donoso; y, o
bien fuese porque no logró el ser pintor del Rey, aunque lo
merecía muy mucho, o fuese porque en aquel tiempo se dieron algunas plazas a
sujetos de corta habilidad, hallándose
en una conversación, le dijo uno de los presentes: V.md.
¿No es pintor del Rey? A lo que él respondió: No soy tan mal
pintor como todo eso: no me haga usted tan foco favor.
Sucedió un día un cuento muy gracioso con una criada
nueva que tenia Claudio, a el cual fue a buscar José Donoso: la criada
respondió, que su amo no estaba en casa;
dijo él: pues dígale V.md. que ha estado aquí Donoso.
Tardó en venir el amo, y olvidó el nombre la criada;
y como no le conocía, no sabia como atinarle, y así le dijo
al amo: Señor, aquí ha venido a buscar a V.md. un Señor, que dijo se
llamaba Don, Don. ¡válgame Dios! Viendo
el amo que no acertaba con el nombre, comenzó a nombrar algunos de sus
amigos, y dijo la criada: que no señor,
que tiene nombre de animal.
El amo reventando de risa, le
dijo: pues qué, ¿Es caballo, o jumento? No, señor, dijo,
que es animal de monte. Pues qué, ¿Es león?, dijo el amo.
No señor, replicó la criada. Pues qué, ¿es tigre, u oso? dijo
el amo: ay, sí señor, dijo la criada: Oso con Don. Y fue
el cuento muy celebrado entre los dos, y todos los amigos
de Claudio, y Don-Oso.
Pintó también dos historiejas de la vida, y martirio de
los dos santos niños Justo, y Pastor, que están sobre los cajones de la
sacristía de la Parroquial de su nombre en esta
Corte (Destruida o desaparecida); y Otra de la Cena de Cristo Señor nuestro,
con excelentes pedazos de arquitectura, y perspectiva, que ilustran
de suerte las historias, que parecen cosa de Pablo Veronés.
Y así mismo tiene en una capilla, a los pies de dicha iglesia,
los dos santos Justo, y Pastor, del tamaño del natural, en
dos lienzos, cosa superior.
Últimamente trazo la iglesia de san Luis de esta Corte
(Destruida, ardió en 1936),
y asistió la obra, hasta donde entonces se hizo, que fue, menos el primer
tramo de la portada (la portada se trasladó a la
iglesia de nuestra señora del Carmen), y ejecutó la pintura al
fresco de la capilla de don Diego Ignacio de Córdoba, hoy
de los Marqueses de Canillejas, sus herederos, la cual está
muy ilustrada de arquitectura, adornos, y figuras, ejecutadas con gran acierto,
y excelente dibujo. Fue la última
pincelada de esta capilla la última respiración de su vida;
pues sobreviniéndole una noche una apoplejía de sangre, se
quedó muerto, a los cincuenta y ocho años de su edad, y
en el mil seiscientos ochenta y seis, y se enterró en la
iglesia de san Ginés de esta Corte.
Quedó la pintura de esta capilla tan recién acabada, que
no se había tratado de ajuste, y fue menester que se nombrasen tasadores por
ambas partes; y así fue nombrado don
Claudio Coello por parte de la viuda, y yo por la de don
Diego Ignacio de Córdoba, y tasamos, la dicha pintura en
tres mil ducados, en que se incluía la del retablo, que era al
óleo, de mano de don Claudio; y es un san Diego en lo alto,
y la Cena de Cristo Señor nuestro en la puerta del Sagrario.
Dejó nuestro Donoso escrito un libro excelente de cortes de Cantería, y
otras curiosidades de arquitectura, y muy
curiosos papeles de perspectiva, rompimiento, de ángulos, y
figuras fuera de la sección, que cierto era un tesoro, porque
fue esmeradísimo en estas cosas; y hoy no se sabe donde paran.
CLXXVI
MANUEL GUTIÉRREZ, ESCULTOR.
Manuel Gutiérrez, natural de la villa de Palacios de Benayel, en la cercanía
de Burgos, fue eminente escultor, y
contemporáneo de Pedro Alonso de los Ríos en esta Corte,
y muy imitador de su estudio, cuya eminente habilidad acredita el célebre
simulacro de san Elías ¿#?, que se venera en su
capilla particular en el convento del Carmen Calzado de esta
Corte; y también el san Juan Bautista (destruido
o desaparecido), en la misma iglesia;
y los cuatro ángeles, que están en el altar mayor de la iglesia
del Noviciado de la Compañía de Jesús; y el san Pablo, y san
Mateo en la Parroquial de san Pedro; y el Paso de nuestra
Señora de Belén (destruido o desaparecido), que está en su capilla en la iglesia de los Trinitarios
Descalzos, todo en esta Corte.
y una estatua de mármol en la portada de los
Agustinos Calzados de la ciudad de
Toledo (1835 Derribado).
Murió en esta villa de Madrid, de edad de poco más
de cincuenta años, en el mil seiscientos ochenta y siete.
CLXXVII.
DON SIMÓN DE LEÓN LEAL, PINTOR.
(Simón Francisco de León Leal)
Don Simón de León Leal, natural, y vecino de esta villa de Madrid, hijo de
Diego de León Leal, oriundo del Principado de Cataluña, vecino de esta Corte,
y de su
mujer Doña Juana Duran.
Fue discípulo en los
principios del arte de la Pintura de Pedro de las Cuevas, debajo de cuya
doctrina y dirección salió muy aventajado.
Y continuando su
estudio por el natural, y copiando pinturas eminentes, llegó
a, ser uno de los grandes pintores de esta Corte, como lo
acreditan sus muchas, y famosas obras; siendo una de ellas
la pintura principal del altar mayor de la iglesia del convento
Premonstratenses de esta Corte (Convento e Iglesia
fueron derribados en 1811 por orden de José Bonaparte), en que pinto el triunfo
de san Norberto, de mayor tamaño que el natural, con la
insignia del Santísimo Sacramento en la mano derecha, y
con la izquierda señalando a la Concepción purísima en una
gloria de ángeles, y serafines; y a la parte baja del lienzo
está la herejía vencida a sus pies, en significación de haber
triunfado de ella este glorioso santo ¿#
la descripción y el tamaño no coinciden plenamente, puede ser una réplica?. Y en la ante-sacristía de
dicha Casa, tiene en el techo otro cuadro del mismo santo
recibiendo de la Virgen las vestiduras sacerdotales.
Y en la
iglesia de los capuchinos del Prado (1890
Derribada), un cuadro de la Concepción en la última
capilla al lado de la epístola.
Y en el
hospital de los Niños de nuestra Señora de la Inclusa
(Derribado), hay una
pintura de su mano, donde está la Virgen en la Gloria intercediendo con su
Hijo bendito por las animas de los congregantes de aquella casa, y piadoso
instituto.
Y también hizo toda la pintura del techo de la iglesia nueva del
Noviciado de la Compañía de Jesús, que es la infancia de
Jesucristo, repartida en veintiún lienzos, de a cuatro, y
cinco varas, y el lienzo principal del altar mayor, en que
pintó aquella aparición maravillosa, en que el Padre Eterno
le dijo a su Hijo Santísimo, estando con la Cruz acuestas, y
en su presencia san Ignacio: Ves ahí tu compañero. Este
lienzo será de siete varas de alto, y las figuras mayores que
el natural: lo hizo don Simón de orden del Eminentísimo
Señor Cardenal Everardo, de la Compañía de Jesús, y confesor de la reina
nuestra Señora doña María Ana de Austria. Y en atención a esta obra tan
lucida, le premió su Eminencia, además de pagarle espléndidamente, con la
plaza de
Ujier de Saleta de la Casa de la reina, después ascendió a la de
Guarda Damas de la reina nuestra Señora
Doña María Luisa de Orleans, en cuyo empleo le conocí yo.
Hay también otro cuadro suyo excelente en Toledo, en
el cuerpo de la iglesia de las madres Capuchinas en frente de
otro de Carlos Marati #,#.
Y asimismo fue este virtuoso artífice tan aplicado, e
inclinado al trabajo, que hizo otras muchas, y excelentes
obras, en que acreditó, lo que había aprovechado en el Arte, ganando fama
eterna, y dignamente lugar entre todos los insignes hombres de esta facultad.
Siguió la escuela
de Vandic, así en grande, como en pequeño con mucha belleza, y frescura.
Murió siendo Guarda Damas en Palacio, oficio de gran
honra, y confianza, en tiempo de la Reina nuestra Señora Doña María Luisa de
Orleans y Borbón, por el año de
mil seiscientos ochenta y siete, a los setenta y siete de su
edad, y se enterró en la Parroquial de san Marcos.
CLXXVIII
DON LORENZO DE SOTO PINTOR.
Don Lorenzo de Soto nació en Madrid por el año 1636.
Aprendió el arte de la Pintura con Benito Manuel,
insigne paisajista; y así don Lorenzo más se dedicó a los paisajes que a
las figuras, aunque no le faltó en esto habilidad,
pero no tan cultivada como en los paisajes, en que fue sin duda excelente, y
los hizo muy semejantes a los de su maestro.
Practicó este ejercicio algunos años en esta Corte, haciendo juegos de
paisajes
diferentes para casas particulares, y algunos con historiejas, o santos, y
santas Anacoretas, con
singular crédito, y estimación, sin negarse a cuadros de figura, y de
historia, de que da testimonio el de Santa Rosa María, que tiene en un
retablo, que está en uno de los pilares de la iglesia del convento de
Atocha, al lado de la capilla de nuestra Señora; hasta que habiéndose
ofrecido el repartimiento del soldado, que intentaron los Ministros Reales
que pagara nuestra profesión, como dijimos en la vida de
Alfaro, él, que se preciaba de muy caballero, como verdaderamente lo era, se
dedicó a ser administrador de rentas
reales, como lo fue en Yecla, y otros puertos secos, cosa
que entonces era refugio de muchos hombres honrados, y en
este empleo gasto muchos años, aunque no dejaba por eso
de ejercitar su afición, ya en pintar, ya en dibujar de aguada, lápiz, o
carbón algunos paisajes de aquellos sitios naturales que le parecían más
ocasionados, y caprichosos, de que
yo tengo algunos con que me favoreció; y especialmente del
peñasco de la Magdalena de Yecla, muy célebre, y caprichoso sitio, y harto
bien dibujado de aguada.
Volvió a Madrid nuestro Soto, donde comenzó luego a
ejercitar su habilidad en algunos juegos de paisajes, que ya por
la edad, que seria de mas de cincuenta años, ya por la falta
de práctica en tanto tiempo, no eran tan superior cosa como
antes.
Respecto de lo cual, y de haberse ya adormecido su
crédito en tan larga ausencia, y mudanza de empleo, fue
menester ponerlos en público a vender en palacio, y en la
Puerta de Guadalajara, con harto poca fortuna, y estimación.
Verdaderamente que la Pintura es una señora muy
grata, con quien la sirve; pero muy esquiva con quien la
desprecia.
Supe cierto que este artífice, y Alfaro se desdeñaban del nombre de
pintores; y cuando le quisieron tener,
no le encontraron, aunque para ello parece que tuvieron algunos honrados
motivos, pues no se desdeñaban del arte, sino del vilipendio.
Últimamente despechado, y consumido de su poca fortuna, murió, por el año
de mil seiscientos ochenta y ocho,
y a los cincuenta y cuatro de su edad, y está sepultado en la
Parroquial de san Justo de esta Villa, en la bóveda de la capilla de san
Joaquín, que era de sus abuelos.
CLXXIX.
DON PEDRO ATANASIO, PINTOR,
Don Pedro Atanasio Bocanegra fue natural de la ciudad
de Granada, y discípulo del racionero Alonso Cano en el
arte de la Pintura, en que sobresalió con un gran gusto, y
dulzura de colorido, no desayudándole para esto las obras de
Pedro de Moya con la manera avandicada, a que se aplicó
mucho, y la consiguió con tal felicidad, que con eso, y su
buen modo, y gran porte que tuvo siempre, disfrutó en
gran manera el aplauso popular, porque su casa era muy frecuentada de la
primera nobleza de Granada, hasta de los
Oidores de aquella Real Cancillería, que es más que todo,
portándose en esto don Pedro con gran garbo de refrescos,
y chocolate a sus horas: con que tuvo siempre muchísimo
que hacer, así para el público, como para particulares.
Especialmente hay en aquella santa cartuja muchos, y muy buenos cuadros de
su mano, no solo en la iglesia, sino también
en las celdas, y capillas:#,
¿#,#? y con singularidad dos cuadros de
historias de la Orden, y testimonios de la protección de la
Reina de los ángeles en ella, que los hizo para el presbiterio, y hoy
están en la capilla de los santos apóstoles san Pedro, y san Pablo, que
son cosa excelente.
Tiene así mismo dos cuadros de la Pasión de Cristo Señor nuestro a los
lados de la capilla mayor en aquella santa
iglesia: y especialmente en el claustro de nuestra Señora de
Gracia (Ocupado en 1810 por los Franceses ) tiene muchos, y buenos, y con singularidad uno de
la Concepción purísima ¿#?, cosa peregrina.
Y en el colegio de
la Compañía de Jesús tiene muchas pinturas, y en especial
del altar mayor, que es de la Conversión de san Pablo,
advocación de aquella Casa, cosa excelente.
Pintó siempre en las festividades de Corpus en oposición de Juan de
Sevilla con grande acierto en misterios alusivos a aquel soberano Sacramento.
Estuvo una temporada en Sevilla, donde hizo demostración de su habilidad
en algunas obras particulares: y después
de algunos años pasó a esta Corte por el de 1686, y favorecido de los
Señores Marqueses de Montalvo, y don Pedro
de Toledo, su hermano, que fue Marqués de Mancera, logró el servir a su
majestad con una pintura,
jeroglífico de la
Justicia, con lo cual, y la protección de dichos Señores, logró el título de
pintor de su majestad ad honorem. En cuyo
tiempo hizo diferentes pinturas para regalar a algunos Señores, y a don
Cristóbal Ontañon, que era el trujiman de
todos los aventureros.
Tenia gran ventolera nuestro Atanasio, y con el título de
pintor del Rey ya le parecía estaba canonizada de suerte su
habilidad, que en el mundo no tenia igual; y así despreciaba a todos los
pintores de Madrid, en que yo le iba a la mano por paisano, y por amigo,
porque antes de conocernos,
nos habíamos comunicado por cartas, y solo decía que cedía
a Lucas Jordán, sin duda, por complacer a Ontañon, su valedor, que era muy
jordanista, pero a otro ninguno no.
Sucedió que un día viendo algunas cosas de mi mano, bien que
era yo entonces muy principiante, que aun no tenia treinta
años, las celebró mucho, diciendo que no creyera que había
en Madrid quien hiciera otro tanto; sin duda seria por estar
yo presente, a que yo le respondí, que no tenia razón, porque había hombres
en Madrid de quien yo me honraría mucho de parecer discípulo; y era así,
porque vivían Claudio Coello, José Donoso, Matías de Torres, Francisco Ignacio,
y otros muchos mozos de grandes esperanzas.
Estas, y otras farfantonadas llegaron a oídos de don
Matías de Torres, el cual, o por menos sufrido, o por más
desocupado, le envió un papel de desafío a pintar, y dibujar, dándose asuntos
el uno a el otro de repente, y de invención, delante de testigos, añadiendo,
que aunque él decía
que solo temía a Lucas Jordán, y no a Pintor alguno de
España, que él, que era el menor de todos, esperaba desengañarle de su
vanidad.
Se turbó con este papel nuestro
Atanasio, y acudió con él a dicho Señor don Pedro de Toledo, en cuya casa
estaba hospedado entonces, acriminando
la osadía de enviarle papel de desafío, estando en casa de su
Señoría; quien como Ministro que era entonces del Consejo Real, quiso proceder
en todo rigor de justicia, y llamar a
un Alcalde. Y sin duda lo hubiera ejecutado, sino se
hubiera interpuesto persona que le templase, diciendo: que
las cuestiones de ingenio no pertenecían a la voluntad; y que
antes era loable aquel ardimiento por la emulación del Arte,
y la defensa de sus compañeros, y amigos. Con esto, y con
haber templado también a don Matías de Torres, cesó aquel
empeño; y después decía nuestro Atanasio que ni a Lucas
Jordán cedía: debió sin duda de soñar que había quedado
victorioso en la palestra.
Lo cierto es, que sí como él tenía
el dominio en los colores, y en el buen gusto, le tuviera en
el dibujo, bien podía tendérsela a cualquiera; pero fue totalmente
amanerado, y nada naturalista, y por consiguiente muy tibio en el
dibujo, dejándose llevar solo del aura lisonjera del vulgo: de todo
lo dicho fui testigo.
Se Volvió pues a Granada nuestro Atanasio, y a pocos
días acertó a pasar a aquella ciudad don Teodoro Ardemans,
que entonces era pintor, y arquitecto en esta Corte, a oponerse a la plaza
de maestro mayor de aquella santa iglesia;
en cuyo tiempo hizo Ardemans algunas pinturas, que habiendo parecido
bien, se suscitaron algunos rumores de oposición entre Atanasio, y Teodoro: y
este con los fervores
de la edad, que entonces apenas tendría veinticinco años,
a pocos lances se presentó al certamen; y porque no fuese
muy sangriento el combate, se conformaron en retratarse el
uno al otro; y el primero que se plantó en la palestra fue
Ardemans, y sin dibujarlo ni aun con el pincel, comenzó a
meter colores, y en poco mas de una hora retrató a Atanasio
¿#
,
#?, tan parecido,
que más no podía ser; y a vista de un
concurso muy numeroso que acudió al certamen, y a la verdad, yo lo vi en
poder de un beneficiado de la parroquia de
la Magdalena, don Simón de Costela, el año de doce, cuando estuve en
Granada, y al instante le conocí, habiendo pasado veinte y seis años desde
que le había visto en vida; y en
lo dibujado, y pintado no se podía hacer mas, con estar hecho
de la primera, sin haberle vuelto a tocar sino cosa muy poca.
Visto esto, enmudecieron todos los de la parcialidad de
Atanasio, y a él se le debieron de enmudecer los pinceles,
pues habiendo quedado aplazado día para que ejecutase el
retrato de Teodoro, y concurrido a este acto lo primero de
aquella ciudad, los dejó a todos burlados, sin concurrir, ni
avisar a don Francisco de Toledo, en cuya casa era la función: cosa que
pareció a todos muy mal; y después de día
en día fue dilatando el retrato de Teodoro: y por último
dentro de muy pocos días se murió sin hacerlo.
¡Gran cosa es
la modestia!, pues ella sola desarma insensiblemente la más
engreída oposición, cuanto una altivez presuntuosa despierta
la emulación mas dormida.
Cierto que fue desgraciado nuestro Atanasio en sus contiendas, pues la
primera le costo la fama, y la segunda le costó la vida.
Así lo discurrieron muchos, y pudo ser que no fuese así; pero no se
puede negar que le cogió la muerte en mala ocasión. No seria maravilla
que viéndose él constituido en el primer crédito de aquella
ciudad, y aun de toda España, en su concepto, ya que no
me alargue más, se repudriese interiormente de verse en cierto modo sojuzgado
de un barbiponiente.
Murió en fin don
Pedro Atanasio por el año de 1688 y a poco más de los cincuenta de su edad.
Lo cierto es, que dejando aparte estos
deslices de nuestra miseria, pues nemo sine crimine vivit
fue sin duda hombre eminente, por su camino, y por tanto
muy digno de este lugar; pues dejó inmortalizado su nombre con la fama
póstuma, que le merecieron sus muchas, y
loables obras públicas, y particulares dentro y fuera de Granada, pues aun
en esta Corte hay muchas.
Aseguro que vi
en poder de la Excelentísima Señora Duquesa de Bejar mi
Señora doña Teresa Sarmiento de la Cerda, una Mater Dolorosa, del tamaño del
natural, de mano de Atanasio, con
unos angelitos abajo llorando, y con algunos instrumentos
de la Pasión, que no parece se podía hacer cosa de más tierna expresión, y
de más excelente gusto; sin otras muchas
que dejó en las casas de dicho Señor don Pedro de Toledo
Sarmiento, que son cosa excelente.
CLXXX.
DON NICOLÁS DE VILLACIS, PINTOR.
Don Nicolás de Villacis, natural de la ciudad de Murcia, hijo de don Nicolás
Alonso de Villacis, y de doña Juana Martínez Arias, ambos de ilustre, y bien
conocido linaje, y abundantes de bienes de fortuna, fue excelente en el arte de
la Pintura, la cual aprendió en dicha ciudad de un mediano pintor; pero sus
padres, deseando su mayor adelantamiento, le enviaron a Madrid, donde se mejoró
mucho en la escuela de don Diego Velázquez; y después pasó a
Roma para perfeccionarse del todo, como lo consiguió en los
primores más exquisitos del Arte. Se volvió a su patria, donde lo ejercitó con
muy acordado dibujo, siendo en extremo
primoroso, y prolijo en concluir sus obras.
El estilo de su
colorido, al fresco, y al óleo, fue muy agradable, como lo
había aprendido en la Italia.
Hizo en Murcia diferentes obras
particulares, y públicas: y en unas, y en otras era mas impelido del deseo
de complacer a sus amigos, que del estímulo de sus intereses.
Entre las obras públicas de su mano, la principal es la
de la capilla mayor, y costado entero de toda la Iglesia del
lado del Evangelio del Real convento de la Santísima Trinidad de Calzados de
aquella ciudad (Destruido), donde pintó al fresco
la vida de san Blas, con elegante estilo, y agradable composición, obra,
aunque no acabada, por haber muerto, bien
celebrada de cuantos inteligentes la han visto, pues en la fachada del
altar mayor no tienen mas retablo que el que fingió la grande habilidad de Villacis, con bizarra arquitectura,
y perspectiva, y sobre las cornisas un gran targeton, donde
pintó la Trinidad Santísima; y está con tal arte fingida la
perspectiva, que los pájaros que casualmente entran por las
ventanas, se van a poner sobre los vuelos de la cornisa, y
suelen caer revoloteando hasta las gradas del altar; el cual
conservan con tanta veneración, que solo tienen en el medio
un Sagrario de nogal, sin mas ornato.
La pintura del costado, que dijimos, de la iglesia, se
compone de cuatro estaciones, o intercolumnios, donde están
cuatro historias de la vida del glorioso san Blas, con sus marcos
fingidos, y sus molduras, y targetas, que parecen verdad. En el primer caso
está el santo predicando a diferentes
animales, ejecutados con gran propiedad, y un bello pedazo de paisaje.
En el segundo está poniendo la mano en la garganta a un niño ahogado,
que su madre le tiene en los brazos,
con gran aflicción, y dos soldados con el preciso estupor
del caso.
En el tercero está el santo en la prisión,
puesto en un cepo, con singularísima propiedad.
En el cuarto está caminando sobre las aguas a vista de un numeroso
concurso. Y encima de estos cuadros hay fingidos unos corredores, con
balaustres de piedra, y en ellos algunas figuras,
y algunos retratos de caballeros de aquella ciudad, muy conocidos
entonces; y también religiosos de la casa, que los
daban algunos pañuelos con panecillos, o rollos benditos del
santo, que todo parece verdad.
Y en los pilares que dividen
las capillas, hay sobre unas repisas algunos retratos de los
Reyes de España, plantados con estupenda gallardía: como
también algunas virtudes entre las dos columnas, que hacen
división a los cuatro espacios de las historias.
Otro lienzo grande hizo para el lado siniestro de la escalera del Real
convento de santo Domingo de la misma ciudad, de san Luis Beltrán, en aquel
caso del Marques de Albayda, que el frontero es del mismo santo de mano
de Conchillos. Otro en la librería, de santo Tomás, y san Alberto
Magno, en que pintó unas fachadas de la célebre fábrica de
la torre de la santa iglesia de dicha ciudad, en que manifestó
especial acierto en la arquitectura, y perspectiva.
También hay en dicho convento otro cuadro de san Lorenzo, de mano de don
Nicolás, en la capilla de nuestra Señora del Rosario, cosa excelente, sin
otras muchas obras particulares.
Floreció este gran artífice hasta los años de mil seiscientos y noventa,
en que murió de no muy crecida edad.
Hoy se hallan en poder de una señora, hija suya, diferentes
cartas que le escribía su maestro don Diego Velázquez, llamándole para
emplearle en servicio del Rey, y hacerle pintor de su majestad, lo cual
nunca aceptó, por no abandonar el sosiego que le ofrecían las conveniencias
que le dispensaba su honrado patrimonio.
CLXXXI.
ANTONIO CASTREJÓN, PINTOR.
Antonio Castrejón, natural, y vecino de esta Corte, fue
pintor práctico; y aunque amanerado, tuvo gran facilidad en
la invención: y especialmente hizo muy bien historiejas pequeñas, de que se
ven muchas en las perspectivas de don
Roque Ponce, y de José García, y en algunas guirnaldas
de Gabriel de la Corte.
En grande también pintó mucho, como se ve en los dos
cuadros que están en el crucero de la Parroquial de san Miguel de esta Corte,
que el uno es de la revelación del Purgatorio a san Patricio: el otro del
Triunfo de san Miguel
contra el Dragón del Apocalipsis; y otro cuadro del martirio
de santa Lucía, que estaba en el remate del retablo colateral
del lado de la Epístola en la iglesia de san Felipe, el cual
pereció en el incendio de aquel magnífico templo el día 4 de Setiembre de
1718 años.
También es de su mano, otro
cuadro de la Presentación en el templo, en el colateral de la
Epístola, en la Parroquial de san Ginés de esta Corte, y los
de la vida de la Virgen en la capilla de nuestra Señora de la
Cabeza de dicha iglesia; y los ángeles que están en la sacristía;
Y otro de la Concepción de nuestra Señora en la iglesia
del Carmen Calzado, en la capilla del santo Cristo, que
está junto a la puerta de las gradas, y los que están en
los remates de los retablos en la capilla de los siete altares de
la Pasión de Cristo Señor nuestro, en la virgen de Gracia;
Murió por el año seiscientos y noventa, a los sesenta y cinco
de su edad, y se enterró en la Parroquial de san Luis de esta Corte.
CLXXXII.
DON SEBASTIÁN MUÑOZ, PINTOR
Don Sebastián Muñoz fue natural de la villa de Navalcarnero, y discípulo de
Claudio Coello, de los más adelantados que sacó; y habiendo aprovechado muy
bien en su escuela, pintó mucho al temple en las obras de la entrada, de
la reina nuestra Señora Doña María Luisa de Orleans, con
cuyo producto pasó a Roma a los veinte y seis años de su
edad, donde asistiendo en las academias, y al estudio de
las estatuas, y otras obras públicas de aquella gran ciudad,
debajo de la escuela, y corrección de Carlos Marati, vino
muy aprovechado a los treinta años de su edad; y habiéndole avisado de su
Venida a su primer maestro, que a la sazón
se hallaba en Zaragoza pintando al fresco aquella célebre capilla de santo
Tomás de Villanueva en el colegio de la
Mantería
#, le respondió que se viniese por allí, y le ayudaría
en aquella obra, como lo hizo: y concluida, se vinieron
juntos a Madrid, donde comenzó a mostrar su gran habilidad, así en las
academias, en el dibujo, como en diferentes pinturas al óleo, y al fresco que
se le ofrecieron; y especialmente en palacio pintó el techo de un gabinete
del cuarto de la reina, en que ejecutó la fábula de Angélica,
y Medoro (queda un
boceto), con muy buenos ornatos de arquitectura, en que
tenia excelente gusto; y después pasó a ayudar en la pintura
de la galería del cierzo del cuarto de la reina, que hoy está dividida en
parte: y habiendo caído malo de un gran tabardillo, mando el Señor Carlos II
que le fuese a visitar uno de los médicos de Cámara, y que le asistiese
por la Botica de su majestad con cuantos medicamentos, hubiese
menester, además de enviarle su majestad veinticinco
doblones de ayuda de costa, y todos los días un plato de su
Real mesa: circunstancias todas de singular honra, y estimación, y más no
siendo todavía formalmente criado de su
majestad, de que puedo deponer como testigo de vista, siendo
como lo era yo entonces, compañero suyo. Y la reina
nuestra Señora Doña María Luisa de Orleans también le envió veinte doblones
de ayuda de costa; y convalecido que
fue, en lo cual tardó mucho, porque la enfermedad había
sido gravísima, pintó al óleo una de las historias de aquella
bóveda, que era de la Fábula de Psique, o Siquis, y Cupido, el caso en
que habiéndola llevado Cupido a su palacio,
le tuvo un célebre convite, con música, y danzas, y todo linaje de placer.
Concluida esta obra por el año de 1686, su majestad le
hizo merced de su pintor, junto con el otro que le había
acompañado, dándoles así mismo cien doblones de ayuda de
costa por fin de la obra, además de sus mesadas; y después
logró el retratar a la reina, por su mandado, con gran
acierto, cosa que su maestro sintió mucho por ser regalía
suya: también retrató a una señora camarista doña Juana
Rey; y fuera de palacio hizo otros retratos muy parecidos,
porque en esto especialmente tenia singular habilidad.
Ejecutó también en este
tiempo seis u ocho cuadros apaisados
de la vida de san Eloy, que se pusieron en la tiesta que celebró la
Hermandad de los plateros a dicho santo en la iglesia
parroquial de san Salvador de esta Corte, a costa, y para el
que fue mayordomo aquel año: cosa cierto excelentísima en
dibujo, y colorido.
Después hizo un cuadro del martirio de
san Sebastián,
de cosa de tres varas de alto, y dos de ancho, muy estudiado, y con
extremado gusto, y acierto, que se puso en publico un día de Corpus, con
muy crecidos aplausos; y hoy
está en poder de don Francisco Mezcorta, muy aficionado a
la Pintura.
A esto siguió la inopinada, cuanto bien sentida muerte de la reina,
en lo mas florido de sus años, de
una cruel apoplejía en el de 1689, a los veintisiete de
su edad; y habiendo su majestad determinado enterrarse con
el santo hábito del Carmen, como se ejecutó, quiso el convento de Carmelitas
Calzados de esta Corte dejar perpetuada esta memoria: y así le mandaron a
dicho don Sebastián
pintar el cuadro de este
funeral en la misma forma, y aparato que estuvo
puesto el Real cadáver en palacio, lo cual ejecutó Muñoz con gran estudio, y
acierto, procurando hacerlo todo por el natural; de suerte, que los Reyes de
Armas, el Sacerdote, y el Acolito, que están allí, todos son
retratos de los mismos sujetos que asistieron en dicha función.
habiéndolo llevado al convento, como el simulacro
de la reina, ya por difunta, ya por lo extraño del traje, ya
por lo escorzado, y diminuto, según la distancia en que se
suponía, no conformaba con las especies que todos tenían de
cuando viva, todos a una voz, con el Prior, comenzaron a
despreciar el cuadro, diciendo que no estaba la reina parecida; y así, que
no estándolo, no lo habían menester.
El pobre mozo, que se halló con toda una comunidad acuestas,
sin bastarle razones para convencerla, y casi perdido el trabajo de un cuadro
de tanto estudio, se vio en términos de
desesperación, y se resolvió a convocar todos los pintores del
Rey, y otros de crédito, a ver si podía su voto, y aprobación contrastar el
dictamen de la comunidad.
El padre Prior,
que entiendo lo era el reverendo padre Maestro Barrientos,
que vio toda aquella turba pintoresca, dijo: Señores, ¿para qué es esto? V.
mds. entenderán mejor que yo de lo bien
pintado, y organizado, según arte; pero de si está, o no está
parecida la reina, no solo yo, pero cualquiera entiende
tanto como V. mds.
A esta razón del Prior todos enmudecieron; solo un compañero de Muñoz
dijo: Padre Reverendísimo, el no parecerse ese retrato a la reina cuando viva,
es la mayor perfección que tiene; porque la reina, cuando
Agudiza del Prior, difunta, no se parecía a sí misma cuando viva.
Dijo el Prior
con gran risa: Señor mío, ese argumento tan agudo como
sofístico, seria muy del caso como V. md. estuviese aquí a
todas horas para decírselo a cada uno que llega a ver el cuadro.
¿Y si yo hallase medio, replicó el dicho, para que haya
quien a todos lo diga, será bastante para que el cuadro se
quede en casa? Como eso pueda ser, soy comento, dijo el
Prior, juzgando imposible la empresa. Pues ponga don Sebastián, dijo el
compañero, en aquel vacío, señalando al sitio donde está, una medalla con el
retrato de la reina como estaba en vida, que la traigan dos cupidillos
llorosos, con un lema, que de a entender que la diferencia que hay de
aquel retrato y el otro, es la que hay de lo vivo a lo muerto.
Pareció bien a todos y al Padre Prior la proposición, y así
se ejecutó, y se le puso por lema: Nec semper lilia florent
y está hoy colocado dicho cuadro junto a la puerta que sale
de la iglesia de dicho convento al claustro chico.
Todo esto fue menester para que aquella santa comunidad admitiese un
cuadro como aquel, que es honra de la nación española; y creo que le dieron
por él solos doscientos ducados, que no es la mitad de su justo precio.
Pero él decía, que como el cuadro quedase allí, mas que no le dieran
un cuarto, en que se califica lo desinteresado, modesto, y
honrado de su natural, que verdaderamente lo era.
Después de esto se ofreció en el Retiro pintar los techos
de algunas piezas del cuarto de la reina para las segundas
nupcias del Señor Carlos II, con la Serenísima reina
Doña María Ana de Neoburg: y en esta sazón pintó al fresco
don Sebastián una de las piezas de la Cámara de su Majestad con gran
acierto, por las trazas que para ello hizo
don Claudio Coello de orden del Rey, como pintor de Cámara de su majestad.
Concluido esto, se ofreció en el convento de nuestra Señora de Atocha
reparar la cúpula de la capilla de esta santa
imagen, cuya pintura al fresco de mano de don Francisco de
Herrera estaba maltratada de los accidentes de la fábrica; y
fue para este efecto nombrado nuestro Muñoz, junto con
don Isidoro Arredondo, también pintor de su majestad.
Era
don Sebastián sumamente aficionado a la música, y al danzar, y uno y
otro lo hacía con primor, pero era su afición
con tal extremo, que cuando estaba pintando solía estar cantando, y cuando
se levantaba solía hacer algunas mudanzas
de danzado.
Viendo él pues un día que aquel tablado que se
había hecho para dicho reparo se cimbraba lindamente para
danzar, comenzó a cabriolear de tal suerte, que falseando
por un nudo una de las soleras donde cargaban las carreras,
dio todo el andamio abajo, y los que en él estaban, que era
un peón, y un oficial, porque don Isidoro no había ido aquel
día a causa de un resfriado, y don Sebastián, que se levantó
al punto muy ligero, diciendo que no se había hecho mal,
se cayó luego en el suelo, echando un gran golpe de sangre
por los riñones, a causa de haberse metido por ellos una de
las manzanillas de bronce de la barandilla del altar de la Virgen.
Y fue tan súbita su muerte, que no dio lugar a más Sacramentos que
absolverle, apretando la mano y allí se quedó muerto junto a la misma
barandilla, con increíble dolor
de toda aquella santa comunidad, que acudió a tan inopinado estruendo,
contribuyendo todos con sus preces, y oraciones a un espectáculo tan doloroso.
Los otros dos, aunque se maltrataron, no fue cosa de consideración.
Fue este tal suceso lunes santo del año de 1690 y el
día antecedente domingo de Ramos había cumplido con
la iglesia nuestro don Sebastián; lo cual, junto con los sagrados medios que
permitió lo súbito del suceso, además de
su mucha virtud y ejemplo, nos dan seguras prendas de su salvación: y
más habiendo muerto a los pies de aquella gran
reina, dispensadora de las divinas misericordias, y en tan
santa, y religiosa casa, cuyos sufragios a favor del difunto
fueron muy repetidos, y le dieron honorífica sepultura en la
sala de Capítulo, celebrando a su costa las exequias con gran
solemnidad.
Murió a los treinta y seis años de su edad, con
poca diferencia, con gran dolor de toda la profesión, que esperaba de tan
fragrantes flores muy sazonados frutos, pues
estaba en lo mas florido de su edad, y aseguraban sus compañeros, que era
el único que les ponía estímulo en el estudio
para no quedarse atrás.
El señor Carlos II lo sintió mucho, y envió para
tocas a la viuda veinte y cinco doblones, señalándola una ración perpetua de
cinco reales al día.
Estaba don Sebastián a esta sazón para hacer un cuadro muy grande del
martirio de
san Andrés para la iglesia Parroquial de Casa Rubios, de que tenia ya hecha
la traza, y el cuadro imprimado, el cual
ejecutó don Francisco Ignacio por el mismo borroncillo.
CLXXXIII.
DON JUAN DE VALDÉS, PINTOR Escultor y Arquitecto.
Don Juan de Valdés Leal, natural de la ciudad de Sevilla, y oriundo del
noble solar de las Montañas, nació de padres ilustres por los años de 1630.
Se crió con buena doctrina;
y habiéndose reconocido en sus primeros años la gran inclinación que tenia
al arte de la Pintura, no se sabe cierto
de quien fue discípulo en ella, aunque se presume que del
clérigo Roelas, pero mas debió Valdés al cielo, a su estudio, y aplicación,
que a la enseñanza de los maestros.
Pasó a Córdoba después de algunos años, en que venció
con gran adelantamiento sus principios, y allí se casó con
doña Isabel de Carrasquilla, de familia muy ilustre en aquella ciudad, la
cual pintó también al óleo; no se sabe si con
la instrucción de su marido, o si tenia antes algunos principios.
En este tiempo, ya colocado Valdés en opinión, y perfeccionado en la
habilidad, hizo diferentes obras particulares
en Córdoba, y especialmente en lo público la del retablo
principal de la iglesia del Carmen Calzado, extramuros de
aquella ciudad donde, además de las historias del santo Profeta Elías
#,#,#,#, hechas
con gran magisterio y bizarría, tiene en
el sotabanco unas santas de medio cuerpo, hechas con tanta
belleza en dibujo, colorido, y manejo, que parecen de Velázquez; y sin duda
son hechas por el natural, porque tienen aquella misma viveza, y verdad.
Hizo también en este tiempo el cuadro célebre del
Apóstol san Andrés, que
está en un altar de la iglesia de san Francisco, estupenda figura, mayor
que el natural, y a los pies
un libro, como caído al descuido, y descompuesto, con un desaliño muy
caprichoso.
Hizo también el cuadro de
la Concepción que está en la platería, con san
Eloy, y san Antonio, muy bien historiado y enriquecido de gloria, y
acompañamiento de ángeles.
Pinto también el retrato del doctor
don Enrique de Alfaro ¿#?, hermano de don Juan de Alfaro,
de quien hacemos mención, sumamente parecido, cuando estaba todavía de
licenciado, con tal viveza, que parece el mismo natural,
y que promete las grandes prendas de que se enriqueció su ingenio, con el
ornato de todas buenas letras, sin
olvidar las de la Poesía, de que fue siempre tan fecundo
aquel delicioso suelo cordobés.
Se volvió nuestro Valdés a Sevilla, donde hizo repetidas
obras públicas, y particulares, y en especial un célebre cuadro para la
Caridad, del
triunfo de la Cruz, cosa maravillosa.
Y allí mismo tiene otros dos correspondientes a otros de
Murillo, de unos
jeroglíficos del tiempo, y de la muerte, y
un
cadáver corrompido, y medio comido de gusanos, que
causa horror y espanto el mirarlo, pues está tan natural, que
muchos al verle, inadvertidamente, o se retiran temerosos, o
se tapan el olfato, temiendo ser contaminados del mal olor
de la corrupción.
Así mismo tiene en las gradas de aquella santa iglesia dos
lienzos en unos nichos, el uno de Cristo Señor nuestro crucificado
(Destruido probablemente, Ceán ya no lo cita), y el
otro de su majestad a la columna (También lo
cita Ceán en la catedral, pero allí no está), donde está
una figura de un sayón de los que le están azotando, que es
una admiración; pues siendo mayor que el natural, está con
tal arte escorzado, y con tal valentía contrapuesto, que no
ocupando más que tres cuartas del lienzo toda la figura, parece desde abajo
que se sale fuera del cuadro por no caber en él.
Fue en fin nuestro Valdés grandísimo dibujante, perspectivo, arquitecto, y
escultor excelente. pues aunque no se
ven obras señaladas suyas de escultura, aseguran que hizo algunas; y
especialmente en el modelar de barro fue facilísimo, como lo manifestó en
todas estas facultades en aquella
celebérrima función tan plausible de la canonización del santo Rey don Fernando,
que celebró aquella ínclita ciudad,
con sus dos ilustrísimos Cabildos, y el afectuoso celo de sus
opulentos moradores el año de 1671, donde manifestó nuestro Valdés los grandes
caudales de su talento, acudiendo con
sus trazas, modelos, y dirección de arquitectura, ornatos,
historias, y jeroglíficos, a tan estupendas máquinas, y tanto
número de oficiales como concurrieron al desempeño de tanto asunto, que fue
la admiración de toda España, y aun de
la mayor parte de Europa, por las muchas naciones que concurren siempre en
aquella gran ciudad, cebadas del interés
de su aplaudido, cuanto envidiado comercio.
Después pasó a Córdoba por el año de 1672, donde yo
llevado de mi afición, aunque muchacho, le visité, y viendo algunos ligeros
principios míos de aquella edad, y que
allí faltaba quien pudiese entonces darme la luz conveniente
para mi adelantamiento, me dio algunos documentos para
mi gobierno, que estimé, y aprecié mucho, como de hombre
verdaderamente erudito, y práctico en la facultad.
Pintó en este tiempo diferentes cuadros para particulares,
y en especial un juego de lienzos de diferentes Vírgenes para el
jurado Tomás del Castillo, en que yo le vi pintar algunas veces, y de
ordinario era en pie, porque gustaba de
retirarse de cuando en cuando, y volver prontamente a dar
algunos golpes, y vuelta a retirarse; y de esta suerte era de
ordinario su modo de pintar con aquella inquietud y viveza
de su natural genio.
Se Volvió a Sevilla, donde presidió muchos años en la
academia, y era el que con mayor magisterio y facilidad dibujaba en ella,
porque Murillo la tenia en su casa, por no
tropezarse con lo altivo de su natural: pues como decía el
mismo Murillo, Valdés en todo quería ser solo; y así no podía su genio
sufrir, no digo superior, pero ni igual en cosa
alguna.
Sucedió una vez un caso gracioso con un pintor tunante italiano, que
habiendo arribado a aquella ciudad, pidió licencia
para entrar a dibujar en la academia. Valdés, que
era el que presidia, no se la quiso dar. Se valió del Marques
de Villa-Manrique, protector que era de la academia, y con
eso pudo entrar a dibujar. Tomó su asiento, y sacó unos
carbones como dedos, y un pliego de papel blanco de marca
mayor, a el cual lo estregó todo con un carbón y hecho
esto, comenzó a limpiar unos claros con miga de pan, y fue
descubriendo, y determinando contornos, y apretando los
obscuros, de suerte que en breve concluyó una figura muy
bien dibujada; y de esta suerte hacia dos cada noche, y con
tal destreza y blandura, que Valdés se quedó corrido, y no
consintió entrase más que tres o cuatro noches. El tal,
picado de esto, compró dos lienzos imprimados, y en el uno hizo un
Cristo crucificado, y en el otro un san Sebastián, todo plumeado con los
colores, cosa excelente, y por tan extraño
camino, que causó admiración; de suerte, que habiéndolos puesto en
gradas en un día de función, hicieron tanto
ruido, que picado Valdés, pareciéndole que venia a hacer
befa de la academia, dicen le quiso matar, y le precisó al
pobre salirse huyendo, habiendo vendido muy bien los lienzos:
cosa que le afearon todos mucho a Valdés, y especialmente
Murillo, pues dijo, que la soberanía de Valdés era tanta,
que no admitía competencia. A tanto como esto llegaba la
altivez de su genio.
No dio lugar a esto otro pintor viandante, y desharrapado, que llego por
aquel tiempo a Sevilla en casa de un flamenco pintor, que tenia obrador
público, y se llamaba Juan Famon: le pidió que hacer, y preguntándole el
flamenco ¿Qué
cosa sabría pintar? Le respondió que lo que le mandase. Le puso un cuadro de
vara y tercia, que es lo que ponían a los
menos adelantados, y le dijo hiciese un san Antonio: el viandante hizo una
media tinta de blanco, y negro, y carmín,
y le dio una mano a todo el cuadro muy tirada: después tomó carmín, y sombra,
y fue delineando el santo, y lo demás: después fue metiendo colores, y
empastando de suerte,
que aquel día dejó enteramente acabado su cuadro, y de su
propia invención con tal acierto, que no solo el flamenco,:
sino otros pintores que trabajaban en su obrador, lo admiraron tanto, que el
flamenco le dijo: sí se quería quedar en
casa, se le haría muy buen partido. El le respondió, que le
pagase aquel cuadro, y después se vería en ello. Con esto,
por acariciarle, le dio dos doblones por el cuadro, y valía
cada doblón entonces mucho mas que ahora, por ser mucho
antes de la baja de la moneda del año de 80. Nuestro viandante, que se
vio con los dos doblones, le dijo al flamenco:
V. md. se quede con Dios, que ya tengo yo con esto para
trajinar unos días; que si yo quisiera estar sujeto, no anduviera como ando,
pues mí designio es ver mundo: y si anduviera bien portado, me desnudaran
los ladrones por esos
caminos, y viéndome de esta suerte, voy libre de contingencias; y con esto
marchó, y nunca mas se supo de él.
Volviendo pues a nuestro don Juan de Valdés, estuvo
también en esta Corte, y se tiene por cierto fue por el año de
1664, para ver las célebres pinturas que hay en ella; y especialmente en los
palacios Reales, y el Escorial, lo que admiró mucho.
No se sabe que hiciese cosa de pintura, solo sí
me dijo Claudio Coello que había ido a la academia, y que
dibujaba dos o tres figuras cada noche: debiera de seguir la
pauta de aquel viandante, galantería que muchos la han ejecutado por bizarrear.
Pero como allí se va a estudiar, y no a destajo, cuanto mas se especulare,
y considerare el natural,
tanto más se logrará el intento: bien que no todos los genios
se pueden medir con un módulo mismo, porque la suma vivacidad de algunos les
hace romper los márgenes del común estilo.
Finalmente hallándose ya Valdés con sesenta años de
edad, le dio un accidente de perlesía, a tiempo que tenia ajustado con don
Pedro Corvete el pintar de diferentes historias
sagradas toda la iglesia de los venerables Sacerdotes, que por
la imposibilidad de don Juan, las hubo de ejecutar su hijo
don Lucas, muy heredero de las aventajadas prendas de su
padre, quien murió cosa de dos años después de este accidente, en el mil
seiscientos y noventa y uno, el día. catorce de Octubre.
Dejó, además del ya dicho don Lucas,
dos hijas, la una doña María, que se entró religiosa, y la
otra doña Luisa, ambas condecoradas con la habilidad de la
pintura, así en miniaturas, como al óleo; y especialmente
en retratos con gran felicidad.
Fue don Juan de Valdés de mediana estatura, grueso,
pero bien hecho, redondo de semblante, ojos vivos, y color
trigueño claro. Dejó muy buena escuela en aquella gran ciudad, y muchos
discípulos.
Era espléndido, y generoso en
socorrer con sus documentos a cualquiera que solicitaba su
corrección, o le pedía algún dibujillo, o traza para alguna
obra en todo linaje de artífices, al paso que era altivo, y sacudido con
los presuntuosos, y desvanecidos.
CLXXXIV.
DON JUAN DE LAREDO, PINTOR.
Don Juan de Laredo, natural de Madrid, fue discípulo de Rizi en el arte de
la Pintura.
Se aplicó a la asistencia de
los teatros de perspectiva, que se hacían en el Retiro, y sobresalió en el
manejo del temple en todo lo que allí se ofrecía, y en especial para bosques,
jardines, y cabañas, en cuya atención le hizo el Señor Carlos II
merced de su pintor ad honorem. Muy de caída anduvieron en este tiempo
los pintores del Rey, pues nuestro don Juan de Laredo, habiéndose encerrado
en su casa en un aposentillo separado,
que tenia en lo alto de ella para trastear en algunas cosas de
la pintura, y prevenir algunos recados para ella, en que tenia
singular gracia, y primor, se le ofreció alcanzar de un sobradillo, o
anaquel, que había en dicho aposento, no sé que
cosa, para lo cual, por no alcanzar bien, se subió en un
banquillo alto, que, o por mal asentado, o porque se le desvaneció la cabeza,
cayó de celebro, y dio un porrazo tan
grande, que habiéndolo oído abajo, subieron a ver lo que
había sido; y llamándole una, y otra vez por su nombre,
viendo que no respondía, trataban de romper la puerta, por
que estaba echado el cerrojo, a tiempo que el pobre Laredo,
como pudo, y arrastrando, quitó el cerrojo, y le hallaron
todo quebrantado, y sin habla. Le Llevaron como pudieron a
su cuarto, donde a pocas horas murió, con