Biblioteca de Anarkasis

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Diógenes Laercio

Vida de los filósofos más ilustres

Libro primero

Proemio Tales Solón , Chilón , Pítaco , Biante , Cleóbulo , Periandro , Ananaris Scita, Misón , Epiménides , Ferecides

Libro segundo

Anaximandro

 Anaxímenes , Anaxágoras , Archelao , Sócrates , Jenofonte , Eschines , Aristipo , Fedón , Euclides ,Diodoro , Stilpón , Critón , Simón , Glauco , Simías , Cebete, Menedamo

 Libro tercero

 Platón

Libro cuarto

Speusipo , Jenócrates , Polemón , Crates , Crantor , Arcesilao , Bión , Lacides, Carneades , Clitómaco

Libro quinto

Aristóteles , Teofrasto , Estratón , Licón , Demetrio , Heraclides

Libro sexto

Antistenes , Diógenes Cínico , Mónimo , Onesicrito , Crates , Metrocles , Hiparchia , Menipo , Menedemo

Libro séptimo

Zenón , Citieo , Cleantes , Sfero , Crisipo

Libro octavo

Pitágoras , Empedocles , Epicarmo , Architas , Alermeón , Hipaso , Filolao , Eudoxo

 

Libro noveno

Heráclito , Xenófanes , Parménides , Meliso , Zenón Eleate , Leucipo , Demócrito ,Protágoras , Diógenes Apoloniata , Anaxarco , Pirro , Timón

 

Libro décimo

Epicuro

 

 

LIBRO PRIMERO

PROEMIO

 

I. Hay quienes piensan que la Filosofía se originó entre los bárbaros, pues como dice Aristóteles en su Mágico, y Soción en el libro XXIII De las sucesiones, los magos la inventaron entre los persas; los caldeos entre los asirios y babilonios; los gimnosofistas, entre los indios, y entre los celtas y galos, los druidas, con los llamados semnoteos. Que Oco fue fenicio; Zamolxis, tracio, y Atlante, líbico. Los egipcios dicen que Vulcano, hijo del Nilo, fue quien inició la Filosofía, y que sus profesores eran sacerdotes y profetas. Que desde Vulcano hasta Alejandro Macedón transcurrieron cuarenta y ocho mil ochocientos sesenta y tres años; en los cuales hubo trescientos setenta y tres eclipses de sol y ochocientos treinta y dos de luna. Desde los magos (el primero fue Zoroastro entre los persas) hasta la destrucción de Troya pasaron cinco mil años, según Hermodoro Platónico en sus escritos de Matemáticas. Janto de Lidia calcula seiscientos años desde Zoroastro hasta el pasaje de Jerjes, y dice que después de Zoroastro hubo muchos otros magos, como: Ostanas, Astrapsicos, Gobrias y Pazatas, hasta que Alejandro destruyó Persia.

II. Quienes opinan esto, atribuyen a los bárbaros, en forma ignorante, las ilustres acciones de los griegos, entre los cuales no sólo comenzó la Filosofía, sino también la humanidad. Museo fue ateniense, y Lino, tebano. Museo fue hijo de Eumolpo, y según cuentan, el primero que escribió en verso la Generación de los dioses, y De la esfera, como también que todas las cosas proceden de una y se resuelven en la misma. Dicen que murió en Falera y le pusieron por epitafio esta elegía:

En este monumento sepultado guarda el suelo falérico a Museo, hijo de Eumolpo, muerto cuanto al cuerpo.

Los eumólpidas de Atenas todavía tienen este apellido de Eumolpo, padre de Museo.

III. Lino fue hijo de Mercurio y de la musa Urania. Él escribió en verso la creación del mundo, el curso del sol y de la luna y la generación de los animales y frutos. Su obra comienza de esta manera:

Hubo tiempo en que todo fue creado unidamente.

De donde, al tomarlo Anaxágoras, dijo que todas las cosas fueron creadas al mismo tiempo, y sobreviniendo la mente divina las puso en orden. Y que Lino murió en Eubea de una flecha que le lanzó Apolo, y se le puso este epitafio:

Aquí yace el cuerpo del tebano Lino, cual hijo de la musa Urania, hermosamente coronado.

Así que la Filosofía comenzó con los griegos, puesto que hasta en el nombre excluye cualquier origen bárbaro.

IV. Aquellos que atribuyen su invención a los bárbaros, citan a Orfeo Tracio, y dicen que fue un filósofo muy antiguo. No sé si es posible llamar filósofo a quien dijo ciertas cosas de los dioses; porque, ¿qué nombre se puede dar a quien atribuye a los dioses todas las pasiones humanas, y hasta aquellas sucias acciones por la boca que aun los hombres cometen algunas veces? Dicen que murió despedazado por las mujeres; pero del epitafio que hay en Dión, ciudad de Macedonia, se deduce que lo mató un rayo. Dice lo siguiente:

Aquí dieron las Musas sepultura al tracio Orfeo con su lira de oro. Jove, que reina en tronos celestiales, con flecha ardiente le quitó la vida.

Los que adjudican a los bárbaros la creación de la Filosofía, exponen también el modo en que la trató cada uno de ellos. Dicen que los gimnosofistas y los druidas filosofaron, mediante enigmas y sentencias, que se ha de adorar a Dios; que a nadie se ha de hacer daño, y que se ha de ejercitar la fortaleza. Clitarco, en el libro XII, agrega que los gimnosofistas no temían a la muerte; que los caldeos se dedicaron a la Astronomía y las predicciones; y los magos, al culto, sacrificios y súplicas a los dioses, como si sólo ellos fueran escuchados, y manifestaron su sentir en orden a la esencia y generación de los dioses mismos, creyendo que son el fuego, la tierra y el agua. Que no admiten sus representaciones o esculturas, y están en contra de los que opinan que también hay diosas.

V. En el libro XXIII, Soción dice que los magos tratan mucho de la Justicia; que consideran impiedad quemar los cadáveres, y que está permitido casarse uno con su madre o con su hija. Que hacen adivinaciones y predicciones, y dicen que se les aparecen los dioses; que el aire está lleno de visiones que, fluyendo de los cuerpos, con los vapores se hacen visibles a los ojos de más aguda vista, y que prohíben el maquillaje del rostro y usar oro. Visten de blanco, duermen sobre tierra, comen hierbas, queso y pan ordinario; utilizan una caña como báculo, y en su extremo ponen un queso y se lo van comiendo. Aristóteles dice en su Mágico que ignoran el arte de adivinar por encantos. También Dinón lo dice en el libro IV de su Historia, y añade que Zoroastro fue muy dedicado a la observación de los astros, deduciéndolo por el significado de su nombre. Lo mismo escribe Hermodoro. Aristóteles, en el libro primero De la Filosofía, supone a los magos más antiguos que los egipcios, y que tenían dos principios en el mundo, un genio bueno y otro malo; uno llamado Júpiter y Orosmades; y el otro, Plutón y Arimanio. También Hermipo lo menciona en el libro primero De los magos; Eudoxo, en su Periodo. Y Teopompo, en el libro VIII De la historia filípica.

VI. Dice éste, por sentencia de los magos, que los hombres han de resucitar, y entonces serán inmortales. Y que las cosas existen a beneficio de sus oraciones. Esto mismo refiere Eudemón de Rodas. Ecato dice, como doctrina de ellos, que los dioses fueron engendrados. Clearco Solense escribe, en el libro De la enseñanza, que los gimnosofistas descienden de los magos. Algunos opinan que de ellos descendían los judíos. Los que hablan de los magos reprenden a Herodoto; pues es falso que Jerjes haya disparado dardos contra el sol y que haya echado grillos en el mar, como Herodoto dice, ya que los magos los consideraban dioses. Pero sí derribó sus estatuas e imágenes.

VII. La filosofía de los egipcios acerca de los dioses y de la justicia era esta: que la materia fue el principio de las cosas, y que de ella procedieron después por separado los cuatro elementos y los animales perfectos. Que el sol y la luna son dioses; uno llamado Osiris y la otra, Iris; y que los representan simbólicamente mediante la figura del escarabajo, el dragón, el gavilán y otros animales. También lo dice Manetón, en su Epítome de las cosas naturales, y Hecateo, en el libro primero de la Filosofía de los egipcios; agregando que les construyen templos y esculpen esas estatuas porque no conocen la figura de Dios; que el mundo fue creado, es corruptible y de forma esférica; que las estrellas son fuego, y por la mezcla equilibrada de sus influjos la tierra produce algo; que la luna se eclipsa cuando entra en la sombra de la Tierra; que el alma permanece en el cuerpo cierto tiempo, y luego transmigra a otro; que la lluvia proviene de los cambios del aire. Muchas cosas debaten sobre la Fisiología, según se ve en Hecateo y Aristágoras. Tienen también sus leyes acerca de la justicia, y

las atribuyen a Mercurio. De los animales elevaron al rango de dioses a los que son útiles al ser humano. Y finalmente, dicen que ellos fueron los inventores de la Geometría, la Astrología y la Aritmética. Con esto es suficiente en lo que respecta a la invención de la Filosofía.

VIII. Acerca del nombre, Pitágoras fue el primero que lo utilizó al llamarse filósofo cuando conversaba familiarmente en Sición con Leontes, tirano de los sicioneses o fliaseos, como menciona Heráclides Póntico en el libro De la intercepción de la respiración: Ninguno de los hombres -dijo Pitágoras- es sabio; sólo Dios lo es. Antes la Filosofía se llamaba sabiduría, y sabio el que la profesaba y llegaba a lo máximo de su perfección; pero el que se dedicaba a ella se llamaba filósofo; aunque los sabios se llamaban también sofistas, e incluso los poetas; pues Cratino, en su Arquíloco, citando a Homero y a Hesíodo, así los llama. Fueron considerados sabios: Tales, Solón, Periandro, Cleóbulo, Quilón, Biante y Pitaco. Además, Anacarsis, Escita, Misón Queneo, Ferecides Siro y Epiménides Cretense. Algunos añaden a Pisístrato Tirano.

IX. Las sectas o sucesiones de la Filosofía fueron dos: una desciende de Anaximandro, y otra de Pitágoras. Del primero fue maestro Tales; y de Pitágoras, Ferecides. Una se llamó jónica porque Tales, maestro de Anaximandro, era de Jonia, nacido en Mileto; la otra se llamó italiana porque Pitágoras, su creador, vivió casi siempre en Italia. La secta jónica termina con Clitomaco, Crisipo y Teofrasto; la italiana, con Epicuro, pues a Tales sucedió Anaximandro; a este, Anaxímenes; a Anaxímenes, Anaxágoras; a este, Arquelao; a Arquelao, Sócrates, quien inventó la Moral. A Sócrates siguieron sus discípulos, principalmente Platón, instituidor de la Academia primitiva. A Platón sucedieron Espeusipo y Jenócrates; a éste le siguió Polemón; a Polemón, Crantor y Crates; a éste, Arcesilao, que introdujo la Academia media; a Arcesilao siguió Lacides, inventor de la Academia nueva; a Lacides siguió Caméades; y a Caméades, Clitómaco. Así termina la secta jónica.

X. En Crisipo terminó de este modo: a Sócrates le siguió Antístenes; a éste, Diógenes Cínico; a Diógenes, Crates Tebano; a Crates, Zenón Citio; a Zenón, Cleantes, y a Cleantes, Crisipo. Por último, en Teoftasto acabó así: a Platón le siguió Aristóteles, y a Aristóteles, Teofrasto. De esta manera finalizó la secta jónica. La italiana, en la forma siguiente: a Ferecides le siguió Pitágoras; a Pitágoras, Telauges, su hijo; a éste, Jenófanes; a Jenófanes, Parménides; a Parménides, Zenón de Elea; a éste, Leucipo, y a Leucipo, Demócrito. A Demócrito le siguieron muchos, pero los más notables son Nausifanes y Naucides, a los cuales siguió Epicuro.

XI. Algunos filósofos se llamaron dogmáticos; otros, efécticos. Los dogmáticos enseñan las cosas como comprensibles. Los efécticos se abstienen de ello, suponiéndolo todo incomprensible. Algunos de ellos han dejado escritos; otros, no escribieron. Entre estos últimos están Sócrates, Estilpón, Filipo, Menedemo, Pirro, Teodoro, Caméades, Brisón y, según algunos, Pitágoras y Aristón Quío, que sólo escribieron cartas. Otros dejaron un escrito nada más, como Meliso, Parménides y Anaxágoras. Zenón escribió mucho; Jenófanes, más aún; Demócrito más < a superó Crisipo y Epicuro, excedió le Demócrito; que más Aristóteles, éste;>

XII. Los filósofos tomaron sus apellidos, unos de pueblos, como los eleenses, megarenses, erétricos y cirenáicos. Otros los tomaron de algunos parajes, como los académicos y los estoicos; otros, de algunas circunstancias, como los peripatéticos; otros, de sus cavilaciones, como los cínicos; otros, de ciertas afecciones, como los eudemónicos; otros, finalmente, de su opinión, como los llamados filaletes, los eclécticos y los analogéticos. Algunos tomaron el nombre de su maestro, como los socráticos, epicúreos y semejantes; otros, se llamaron físicos porque escribieron de Física; otros morales por la doctrina moral que enseñaron; otros, por último, se llaman dialécticos por ejercitarse en argumentos y sutilezas.

XIII. Entonces, las partes de la Filosofía son tres: Física, Moral y Dialéctica. La Física trata del universo y de las cosas que contiene; la Moral de su vida humana y cosas pertenecientes a ella; y la Dialéctica examina las razones de ambas. Hasta Arquíloco predominó la Física. Desde Sócrates comenzó la Moral, y desde Zenón de Elea, la Dialéctica. De la Moral hubo diez sectas, que son: académica, cirenaica, elíaca, megárica, cínica, erétrica, dialéctica, peripatética, estoica y epicúrea.

XIV. Platón fue el fundador de la Academia primitiva; de la media, Arcesilao, y de la nueva, Lacides. De la secta cirenaica lo fue Aristipo de Cirene; de la elíaca, Fedón de Elea; de la megárica, Euclides Megarense; de la cínica, Antístenes Ateniense; de la erétrica, Menedemo de Eritrea; de la dialéctica, Clitómaco Cartaginés; de la peripatética, Aristóteles Estagirita; de la estoica, Zenón Citio; y finalmente, la epicúrea se llama así por su autor, Epicuro.

XV. En su tratado De las sectas filosóficas, Hipoboto dice que fueron nueve: primera, la megárica; segunda, la erétrica; tercera, la cirenaica; cuarta, la epicúrea; quinta, la anniceria; sexta, la teodórica; séptima, la zenónica o estoica; octava, la académica antigua; y novena, la peripatética. De la cínica, eleática y dialéctica no hace mención. La pirrónica se estima poco por su oscuridad, pues unos dicen que es secta, y otros que no lo es. Parece que lo es, dicen; porque llamamos secta a la que sigue, o tiene todas las apariencias de seguir, alguna norma de vida; por cuya razón podemos muy bien llamar secta a la de los escépticos. Pero si por secta entendemos la tendencia a los dogmas que tienen séquito, no se podrá llamar secta, puesto que carece de dogmas. Hasta aquí de los principios, sucesiones, varias partes y número de sectas que tuvo la Filosofía. Aunque no hace mucho tiempo que Potamón Alejandrino introdujo la secta electiva, eligiendo de cada una de las otras lo que le pareció mejor. Según escribe en sus Instituciones, son dos los modos de indagar la verdad. El primero y principal es aquel con que formamos juicio. El otro es aquel por medio de quien lo formamos, como con una imagen muy exacta. También piensa que la causa material y eficiente, la acción y el lugar son el principio de las cosas; pues siempre inquirimos de qué, por quién, cuáles son y en dónde se hacen. Y dice que el fin al cual deben dirigirse todas las cosas es la vida perfecta por medio de todas las virtudes, incluso los bienes naturales e inesperados del cuerpo.

Pero entremos en materia acerca de la vida de los filósofos, y el primero es:

TALES

  1. Según escriben Herodoto, Duris y Demócrito, el padre de Tales fue Examio, y su madre, Cleobulina, de la familia de los Telidas, que son fenicios muy nobles descendientes de Cadmo y de Agenor, como lo ratifica Platón. Fue el primero que tuvo el nombre de sabio, cuando se nombraron así los siete, siendo Arconte en Atenas Damasipo, según escribe Demetrio Falereo en el Catálogo de los arcontes. Fue hecho ciudadano de Mileto, cuando estuvo allá en compañía de Neleo, que fue echado de Fenicia; o bien, como dicen muchos, fue natural de la misma Mileto y de sangre noble.

  2. Además de los negocios públicos se dedicó al estudio de la Naturaleza. Algunos dicen que nada dejó escrito; pues la Astrología náutica que se le atribuye, es de Foco Samio.

Calímaco lo cree inventor de la Ursa menor, diciendo en sus yambos:

Del Carro fue inventor, cuyas estrellas dan rumbo a los fenicios navegantes.

Pero, según otros, escribió dos obras, que son: Del regreso del sol de un trópico a otro, y Del equinoccio; lo demás -dijo- era fácil de entender. Algunos suponen que fue el primer estudioso de la Astrología, y predicó los eclipses del sol y cambios del aire, como escribe Eudemón en su Historia astrológica; y que por esta causa lo celebraron tanto Jenófanes y Herodoto. Lo mismo asevera Heráclito y Demócrito.

    1. Muchos opinan que fue el primero en defender la inmortalidad del alma; de este grupo es el poeta Querilo. Fue el primero que averiguó el trayecto del sol de un trópico a otro; y el primero que, comparando la magnitud del sol con la de la luna, manifestó ser ésta sete

    2. cientas veinte veces menor que aquel, como escriben varios. El primero que llamó triacada a la tercera década del mes; y también el primero, según algunos, que disputó de la Naturaleza. Aristóteles e Hipias dicen que Tales atribuyó alma a cosas inanimadas, demostrándolo mediante la piedra imán y el electro. Pánfilo escribe que al aprender de los egipcios la Geometría, inventó el triángulo rectángulo en un semicírculo, y que sacrificó un buey a causa del hallazgo. Otros, lo atribuyen a Pitágoras; uno de los cuales es Apolodoro logístico. También promovió mucho lo que dice Calímaco en sus Yambos que halló Euforbo Frigio, a saber, el triángulo escaleno y otras cosas respecto a la especulación de las líneas.
  1. Se sabe que en asuntos de gobierno sus consejos fueron muy útiles; pues cuando Creso envió embajadores a los de Mileto, solicitando su confederación en la guerra contra Ciro, lo estorbó Tales, lo cual, al resultar Ciro victorio

so, fue la salvación de Mileto. Refiere Clitón que fue amante de la vida privada y solitaria, como leemos en Herác1ides. Algunos mencionan que fue casado y que tuvo un hijo llamado Cibiso; otros dicen que vivió soltero, y adoptó un hijo de su hermana; y que al preguntarle por qué no tenía hijos, respondió que por lo mucho que deseaba tenerlos. También se cuenta que cuando su madre le pidió que se casara, respondió que todavía era temprano; y que pasados algunos años, al urgirlo su madre con más fuerza, dijo que ya era tarde. Escribe Jerónimo de Rodas, en el libro II De las cosas memorables, que al querer Tales manifestar la facilidad con que podía enriquecerse, en cuanto supo que habría gran cosecha de aceite, tomó en amendo muchos olivares, y ganó muchísimo dinero con esto.

5. Dijo que el agua es el primer principio de las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus. Fue el creador de las estaciones del año, y

asignó a éste trescientos sesenta y cinco días. No tuvo ningún maestro, excepto que cuando viajó por Egipto se familiarizó con los sacerdotes de aquel país. Jerónimo dice que midió las pirámides por medio de la sombra, proporcionándola con la nuestra cuando es igual al cuerpo. Y Minies afirma que vivió en compañía de Trasíbulo, tirano de Mileto.

6. Se sabe lo del trípode que encontraron en el mar unos pescadores, y el pueblo de Mileto lo envió a los sabios. Fue el caso que ciertos jóvenes jonios compraron a unos pescadores de Mileto un lance de red, y como en ella sacaron un trípode; se originó la controversia sobre ello, hasta que los milesios consultaron el oráculo de Delfos, y obtuvieron esta respuesta:

¿A Febo preguntáis, prole milesia, cuyo ha de ser el trípode? Pues dadle a quien fuere el primero de los sabios.

Así que lo dieron a Tales; él lo dio a otro sabio; éste a otro, hasta que paró en Salón, el cual, diciendo que Dios era el primer sabio, envió el trípode a Delfos.

7. Calímaco cuenta esto de otro modo en sus Yambos, como tomado de Leandrio Milesio, y dice: Cierto arcade llamado Baticles, dejó una taza para que se diera al primero de los sabios. Habiéndola dado a Tales, y vuelta al mismo hecho el giro de los demás sabios, la dio a Apolo Didimeo, diciendo:

Gobernando Nileo a los milesios hizo a Dios Tales este don precioso que dos veces había recibido.

Lo cual, escrito en prosa, dice: Tales Milesio, hijo de Examio, dedicó a Apolo Délfico este ilustre don que había recibido dos veces de los griegos. El que llevó la taza de unos sabios a otros era hijo de Batilo, y se llamaba Tirión, como dice Eleusis en el libro De Aquiles, y Alejo Mindio en el nono De las cosas fabulosas.

8. Eudoxo Cnidio y Evantes Milesio mencionan que Creso dio una copa de oro a cierto amigo para que la regalara al más sabio de Grecia, y que después de dársela a Tales, de uno en otro sabio vino a parar a Quilón. Al preguntar a Apolo quién era más sabio que Quilón, respondió que Misón. De este hablaremos más adelante. Eudoxo pone a Misón por Cleóbulo, y Platón lo pone por Periandro. La respuesta de Apolo fue:

Cierto Misón Eteo, hijo de Queno, en la ciencia sublime es más perito.

El que hizo la pregunta fue Anacarsis. Démaco Plateense y Clearco dicen que Creso envió la taza a Pitaco, y de él pasó a los otros sabios; pero Andrón, tratando del trípode, afirma que los argivos pusieron el trípode por premio de la virtud al más sabio de los griegos, y habiendo considerado a Aristodemo Esparciata como tal, éste lo cedió a Quilón. Aleeo recuerda a Aristodemo de esta manera:

Pronunció el Esparciata Aristodemo aquella nobilísima sentencia: El rico es sabio; el pobre, nunca bueno.

9. Hay quienes dicen que Periandro envió a Trasíbulo, tirano de Mileto, una nave cargada, y habiendo zozobrado en los mares de Cos, hallaron después el trípode unos pescadores. Pero Fanódico escribe que fue hallado en el mar de Atenas, remitido a la ciudad, y por decreto público enviado a Biante. El porqué se dirá cuando tratemos de Biante. Otros dicen que lo fabricó Vulcano, y se lo regaló a Pélope el día de sus nupcias; que vino a quedar en poder de Menelao; que lo robó Alejandro con Helena, y, por último, Lácenas lo arrojó al mar de Cos, diciendo que sería motivo de discordias. Después, cuando unos de Lebedo compraron a los pescadores un lance de red y encontraron el trípode, se inició una discusión sobre ello. Llegaron a Cos las querellas; pero como nada se decidía, dieron parte a Mileto, que era la capital. Los milesios enviaron comisionados para que arreglaran el problema, pero al no conseguirlo, tomaron las armas contra Coso Viendo que morían muchos de ambas partes, el oráculo dijo que se diera el trípode al varón más sabio, y las partes convinieron en darlo a Tales. Éste, después que circuló por los demás y regresó a su mano, lo dedicó a Apolo Didimeo. A los de Cos el oráculo les respondió así:

No cesará de Cos y de Mileto la famosa contienda, mientras tanto que ese trípode de oro (que Vulcano tiró al mar) no salga de vuestra patria y llegue a casa del varón que sepa lo pasado, presente y venidero.

Y a los milesios, dijo:

¿A Febo preguntáis, prole milesia...?

Como ya lo habíamos mencionado.

10. En las Vidas, Hermipo atribuye a Tales lo que otros dicen de Sócrates. Tales decía que por tres cosas daba gracias a la fortuna: la primera, por haber nacido hombre y no bestia; la segunda, por ser varón y no mujer; y la tercera, por ser griego y no bárbaro. Se cuenta que cuando una vieja lo sacó de casa para que observara las estrellas, se cayó en un hoyo, y como se quejó de la caída, la vieja le dijo: ¡Oh, Tales, tú presumes de ver lo que está en el cielo, y no ves lo que tienes a los pies! Ya escribió Timón que fue muy dedicado a la Astronomía, y lo nombra en sus Sátiras, diciendo:

Así como el gran Tales astrónomo fue y sabio entre los siete.

Según dice Lobón Argivo, sólo escribió unos doscientos versos; y que a su retrato se pusieron estos:

Tales es el presente a quien Mileto en su seno nutrió; y hoy le dedica, como el mayor astrónomo, su imagen.

Entre los versos adomenos, son de Tales los siguientes:

Indicio y seña de ánimo prudente nos da quien habla poco. Alguna cosa sabia alguna cosa ilustre elige siempre: Quebrantarás así locuacidades.

11. Estas sentencias se le atribuyen: De los seres, el más antiguo es Dios, por ser ingénito; el más hermoso es el mundo, por ser obra de Dios; el más grande es el espacio, porque lo encierra todo; el más veloz es el entendimiento, porque corre por todo; el más fuerte es la necesidad, porque todo lo vence; el más sabio es el tiempo, porque todo lo descubre. También dijo que entre la muerte y la vida no hay diferencia alguna; y cuando alguien le preguntó: Pues ¿por qué no te mueres tú?, respondió: Porque no hay diferencia. A uno que deseaba saber quién fue primero, la noche o el día, le respondió: La noche fue un día antes que el día. Al preguntarle otro si los dioses veían las injusticias de los hombres, contestó: Y aun los pensamientos. A un

adúltero que le preguntó si juraría no haber cometido adulterio, respondió: Pues ¿no es peor el perjurio que el adulterio?

12. Cuando le preguntaron qué cosa es difícil, respondió: Conocerse a sí mismo. Y al preguntarle qué cosa es fácil, dijo: Dar consejo a otros. ¿Qué cosa es suavísima? Conseguir lo que se desea. ¿Qué cosa es Dios? Lo que no tiene principio ni fin. ¿Qué cosa vemos raras veces? Un tirano viejo. ¿Cómo sufrirá uno más fácilmente los infortunios? Viendo a sus enemigos peor tratados de la fortuna. ¿Cómo viviremos mejor y más santamente? No cometiendo lo que reprendemos en otros. ¿Quién es feliz? El sano de cuerpo, abundante en riquezas y dotado de entendimiento. Decía que nos debemos acordar de los amigos ausentes tanto como de los presentes. Que no es cosa loable hermosear el exterior, sino adornar el espíritu con las ciencias. También decía: No te enriquezcas con injusticias; ni publiques un secreto que te han confiado. El bien que hicieras a tus padres, espéralo de tus hijos. Opinó que las inundaciones del Nilo

son causadas por los vientos etesios que soplan contra la corriente.

  1. Apolodoro, en sus Crónicas, dice que Tales nació el año primero de la Olimpiada XXXV, y murió el setenta y ocho de su edad, o bien el noventa, habiendo fallecido en la Olimpiada LVIII, como escribe Sosícrates. Vivió en los tiempos de Creso, a quien prometió que lo haría pasar el río Halis sin usar un puente, esto es, dirigiendo las aguas por otro cauce.

  2. Demetrio de Magnesia, en la obra que escribió de los Colombreños, dice que hubo otros cinco Tales. El primero fue un retórico calanciano, imitador despreciable; el segundo, un pintor sicionio muy ingenioso; el tercero, fue muy antiguo y del tiempo de Hesíodo, Homero y Licurgo; el cuarto, lo nombra Duris en su Libro de la pintura; y el quinto, es moderno y no muy conocido, al cual menciona Dionisio en su Critica.

  3. Tales, el sabio, murió estando en unos espectáculos gimnásticos, afligido del calor, sed y debilidad propia, por ser ya viejo. En su sepulcro se puso este epigrama:

Túmulo esclarecido, aunque pequeño, es este; pues encierra la grandeza de los orbes celestes, que abreviados tuvo en su entendimiento el sabio Tales.

Existe otro mío en el libro I de los Epigramas, o Colección de metros, y es:

Las gimnásticas luchas observando atento en el estadio el sabio Tales, arrebátale Júpiter Eleo. Bien hizo en acercarle a las estrellas, cuando por la vejez ya no podía las estrellas mirar desde la tierra.

De Tales es aquella sentencia: Conócete a ti mismo, aunque Antístenes, en las Sucesiones, dice que es de Femonoe, y se la adjudicó Quilón.

16. De los siete sabios, cuya memoria en general es digna de este lugar, se dice lo siguiente: Damón Cirineo, que escribió De los filósofos, los censura a todos; pero en especial a los siete. Anaximenes dice que fueron más afectos a la poesía que otra cosa. Dicearco, que no fueron sabios ni filósofos, sino sólo hombres expertos y legisladores. Dice también haber leído el Congreso de los siete sabios en presencia de Cipseto, que escribió Arquétimo Siracusano. Euforo refiere que se congregaron los siete en presencia de Creso, excepto Tales. Otros dicen que también se hallaron juntos en Panionio, en Corinto y en Delfos. Hay igualmente opiniones diversas acerca de sus dichos

o sentencias, atribuyéndose algunas a otros, como la siguiente:

Dijo el sabio Quilón Lacedemonio: Todo exceso es dañoso: obrar a tiempo es el mejor y más laudable.

17. También hay controversia en cuanto a su número; pues Leandrio pone a Leofante Gorsiada, natural de Lebedo o de Efeso, y a Epiménides Cretense, en vez de Cleóbulo y Misón; Platón, en su Protágoras, pone a Misón por Periandro. Eforo, por Misón a Anacarsis; otros añaden a Pitágoras. Dicearco, por consentimiento general, cita cuatro, que son: Tales, Biante, Pitaco y Solón. Luego nombra otros seis: Aristodeino, Pánfilo, Quilón Lacedemonio, Cleóbulo, Anacarsis y Periandro; de los cuales elige tres. Algunos agregan a Acusilao y a Caba

o Escabra Argivo. Hermijo, en su tratado De los sabios, apunta diecisiete, y deja que el lector elija de ellos los siete que quiera. Son estos: Solón, Tales, Pitaco, Biante, Quilón, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Acusilao, Epiménides, Leofanto, Ferecides, Aristodemo, Pitágoras, Laso (hijo de Carmantides o de Simbrino, o bien, según dice Aristoxeno, hijo de Cabrino Hermioneo) y Anaxágoras. Finalmente, Hipo-boto, en su libro De los filósofos, los menciona en el orden siguiente: Orfeo, Lino, Solón, Periandro, Anacarsis, Cleóbulo, Misón, Tales, Biante, Pítaco, Epicarmo y Pitágoras.

18. Se atribuyen a Tales las epístolas siguientes:

TALES A FERECIDES

He sabido que eres el primer jonio que estás para publicar en Grecia un escrito acerca de las cosas divinas. Tal vez será mejor consejo publicar estas cosas por escrito, que no fiarlas a algunos pocos que no hagan mucho caso del bien común. Quisiera, si te parece bien, que me comunicaras lo que escribes; e incluso si lo permites, pasaré a Sirón a verte, porque es verdad que no somos tan estólidos yo y Solón Ateniense, que habiendo navegado a Creta a fin de hacer nuestras observaciones, y a Egipto para comunicarnos con los sacerdotes y astrónomos, lo dejemos de hacer ahora para ir a verte. Así que irá Solón conmigo, si gustas, ya que tú, enamorado de ese país, pocas veces pasas a Jonia, ni solicitas la comunicación con los forasteros; antes bien, según pienso, el escribir es tu única ocupación. Nosotros, que nada escribimos, viajamos por Grecia y Asia.

TALES A SOLÓN

19. Si te vas de Atenas, creo que puedes habitar con mucha comodidad en Mileto, porque es colonia vuestra, pues en ella no sufrirás ninguna molestia. Si detestas a los tiranos de Mileto, como haces con todos los demás tiranos, podrás vivir alegre en compañía de nosotros tus amigos. Biante te envió a decir que pasaras a Priena; si determinas vivir en Priena, iremos también nosotros a habitar contigo.

SOLÓN

l. Solón, hijo de Execestides, nativo de Sa-lamina, quitó a los atenienses el gravamen que llamaban sisactia, que era una especie de redención de personas y bienes. Se hacía comercio de personas, y muchos servían por pobreza. Se debían siete talentos al patrimonio de Solón; él perdonó a los deudores, e instó a los demás con su ejemplo a hacer lo mismo. Esta ley se llamó sisactia, la razón de cuyo nombre es evidente. Después estableció otras leyes (cuya lista sería largo enumerar), y las publicó escritas en tablas de madera.

2. También fue célebre otro hecho suyo. Se disputaban con las armas los atenienses y megarenses la isla de Salamina, su patria; hasta que habiéndose ya derramado mucha sangre, comenzó a ser delito capital en Atenas proponer la adquisición de Salamina mediante las armas. Entonces Solón, fingiéndose loco de repente, salió coronado a la plaza, donde por medio de un pregonero, leyó a los atenienses ciertas elegías que había compuesto sobre Sa-lamina, y los conmovió tanto que renovaron la guerra contra los megarenses y los vencieron, motivados por esta sutileza de Solón. Los principales versos con que indujo a los atenienses son estos:

Primero que ateniense, ser quisiera isleño folegandrio, o sicinita. Aun por ellas la patria permutara, puesto que ha de decirse entre los hombres: Este es un ateniense de los muchos que a Salamina abandonada dejan.

Y después:

Vamos a pelear por Salamina, isla rica y preciosa, vindicando el gran borrón que nuestro honor padece.

3. También indujo a los atenienses a que tomaran el Quersoneso Táurico. Para que no pareciera que los atenienses habían tomado a Salamina sólo por las armas, y no por derecho, abrió diferentes sepulcros e hizo ver que los cadáveres estaban sepultados de cara al Oriente, lo cual era rito de los atenienses al enterrar sus muertos. Lo mismo demostró con los edificios sepulcrales, construidos de cara al Oriente y esculpidos con los nombres de las familias, lo cual era propio de los atenienses. Se dice que al Catálogo de Homero, después del verso

Ayax de Salamina traía doce naves, añadió el siguiente: y las puso donde estaban las falanges de los atenienses.

4. Con esas acciones tuvo en su favor al pueblo, que gustoso aceptaría que fuera su rey; pero él no sólo no se aprovechó, sino que aun, como dice Sosícrates, se opuso en forma rotunda a su pariente Pisístrato, cuando supo que intentaba tiranizar a la República. Cuando el pueblo estaba congregado, Solón salió armado con peto y escudo, y manifestó las intenciones

de Pisístrato. Además, también se mostró dispuesto a ayudar, diciendo: Oh, atenienses, yo soy entre vosotros más sabio que unos y más valeroso que otros; soy más sabio que los que no advierten lo que planea Pisístrato, y más valeroso que los que lo conocen y callan por miedo. El Senado, que apoyaba a Pisístrato, decía que Solón estaba loco, pero él respondió:

Dentro de un breve tiempo, oh atenienses, la verdad probará si estoy demente.

Los élegos que pronunció sobre la dominación tiránica que premeditaba Pisístrato, son los siguientes:

Como las nubes, nieves y granizos arrojan truenos, rayos y centellas, así en ciudad de muchos poderosos caerá el ciego pueblo en servidumbre.

Como Solón no quiso apoyar a Pisístrato, que finalmente tiranizó a la República, dejó las armas delante del Pretorio, diciendo: ¡Oh, patria!, te he ayudado con palabras y con hechos. Luego navegó a Egipto y Chipre. Estuvo con Creso, y al preguntarle éste a quién consideraba feliz, respondió que a Tello Ateniense, a Cleobis y a Bito, con lo demás que de esto se cuenta. Algunos dicen que habiéndose adornado Creso una vez con toda clase de ornatos, y sentándose en su trono, le preguntó si alguna vez había visto un espectáculo más bello, a lo que respondió:

Lo había visto en los gallos, faisanes y pavos, pues éstos resplandecían con adornos naturales y de maravillosa hermosura.

5. Después viajo a Cilicia; fundó un ciudad a la que llamó Solos, y la pobló de habitantes atenienses, los cuales, como al paso del tiempo perdieran en parte el idioma patrio, se dijo que solecizaban. De aquí se llamaron estos solenses, y los de Chipre solios. Al enterarse que Pisístrato quería seguir reinando, escribió a los atenienses:

Si oprimidos os veis, echad la culpa sobre vosotros mismos, no a los dioses. Dando a algunos poder, dando riquezas, compráis la servidumbre más odiosa. De ese varón os embelesa el habla, y nada reparáis en sus acciones.

Cuando Pisístrato tuvo conocimiento de la partida de Solón, le escribió esto:

PISÍSTRATO A SOLÓN

6. Ni yo soy el primer ateniense que se encumbró con el reino, ni me arrogo cosas que no me pertenezcan, como descendiente de Cécrop. Sólo tomo lo mismo que los atenienses juraron dar a Codro y sus descendientes, y no se lo dieron. Respecto a lo demás, en nada peco contra los dioses ni contra los hombres, pues gobierno según las leyes que tú mismo diste a los atenienses, observándose mejor así que por democracia. No permito que se perjudique a nadie; y aunque soy rey, no me diferencio de la plebe, excepto por la dignidad y el honor, contentándome con los mismos estipendios otorgados a los que reinaron antes. Cada ateniense separa el diezmo de sus bienes, no para mí, sino con el fin de que haya fondos para los gastos de los sacrificios públicos, utilidades comunes y guerras que puedan ofrecerse. No me quejo de ti porque anunciaste al pueblo mis planes, ya que los anunciaste más por el bien de la República que por el odio que me tengas, como también porque ignorabas la calidad de mi gobierno, pues de poder saberlo, quizá te hubieras adherido a mis acciones, y no te hubieras ido. Regresa, pues, a tu casa, y créeme, aun sin juramento, que en Pisístrato nada habrá ingrato para Solón. Sabes que ningún detrimento han padecido por mí ni siquiera mis enemigos. Si gustas ser uno de mis amigos, serás de los más íntimos, pues no veo en ti ninguna infidelidad ni dolo. Pero si no deseas vivir en Atenas, haz como quieras, con tal que no estés ausente de la patria por causa mía.

  1. Solón decía que el término de la vida son setenta años. También parece que son suyas estas ilustres leyes: Quien no alimente a sus padres, será infame, y lo mismo quien consuma su patrimonio en glotonerías. El que viviera ocioso, pueda ser acusado por quien quiera acusarlo. Lisias dice, en la Oración que escribió contra Nicia, que Dracón fue quien dejó escrita dicha ley, y que Solón la promulgó. También, que quien hubiese padecido el nefas fuera removido del Tribunal.

  2. Reformó los honores que se daban a los atletas, y estableció que a quien ganara en los juegos olímpicos se le dieran quinientas dracmas; al que en los ístmicos, cien; y así en las demás competencias. Decía que ningún bien se seguía de engrandecer semejantes honores; antes bien, debían darse a los que hubieran muerto en la guerra, para criar e instruir a sus hijos a expensas del público, pues con este

estímulo se portarían fuertes y valerosos en los combates; como lo hicieron Policelo, Cinegiro, Calmaco y todos los que pelearon en Maratón. Lo mismo que Harmodio, Aristogitón, Milcíades y otros infinitos. Pero los atletas y gladiadores, además de ser de mucho gusto, aun cuando vencen son perniciosos, y antes son coronados contra la patria que contra sus contendientes. Y en la vejez son ropa vieja, a quien dejó la trama, como dice Eurípides. Por este motivo los premios fueron modificados por Solón.

9. También fue autor de la ilustre ley que dice: El curador no cohabite con la madre de los pupilos; y que no pueda ser curador aquel a quien pertenezcan los bienes de los pupilos cuando mueran éstos. También que los grabadores de sellos en anillos, al vender uno, no retuvieran otro con el mismo grabado. Que a quien sacara el ojo que le quedaba a un tuerto, se le sacaran los dos. Y estas otras: No tomes lo que no pusiste; pues quien haga lo contrario, será reo de muerte. El príncipe que fuese hallado embriagado, será condenado a la pena de muerte.

10. Trató de que se coordinaran los poemas de Homero, para que sus versos y contexto tuvieran entre sí mayor correlación. Vemos entonces que Solón ilustró más a Homero que Pisístrato, como dice Dieuquidas en el libro V de la Historia Megárica. Los principales versos eran:

A Atenas poseían, etc.

También Solón fue el primero que llamó viejo y nuevo al último día del mes, y el primero que estableció los nueve arcontes (magistrados) para sentenciar las causas, como escribe Apolonio en el libro II De los legisladores.

Cuando hubo una sedición entre los de la ciudad, los del campo, y marinos, no apoyó a ninguna de las partes.

  1. Decía que las palabras son imagen de las obras. Rey, el de mayores fuerzas. Las leyes son como las telarañas, pues enredan lo leve y de poca fuerza, pero lo grande las rompe y se escapa. Que la palabra debe sellarse con el silencio, y el silencio, con el tiempo. Que los que pueden mucho con los tiranos son como las notas numerales que usamos en los cálculos; pues así como cada una de ellas ya vale más, o menos, igualmente los tiranos exaltan a unos y abaten a otros. Al preguntarle por qué no había hecho ley contra los parricidas, respondió: Porque espero que no los haya. Y ¿de qué forma no harán los hombres injusticias? Aborreciéndolas los que no las padecen igualmente que los que las padecen. También dijo que de las riquezas nace el fastidio, y del fastidio, la insolencia. Dispuso que los atenienses contaran los días según el trayecto de la luna. Prohibió a Tespis la representación y enseñanza de tragedias, por considerarla una inútil falsilocuencia. Y cuando Pisístrato se hirió a sí mismo, Solón dijo: De allí provino esto.

  2. Apolodoro menciona en el libro De las sectas filosóficas, que daba a los hombres estos consejos: Ten por más fiel la probidad que el juramento. Piensa en acciones ilustres. No hagas amigos de pronto, ni dejes los que ya hubieras hecho. Manda cuando ya hubieras aprendido a obedecer. No aconsejes lo más agradable, sino lo mejor. Toma por guía la razón. No te familiarices con los malos. Venera a los dioses. Honra a los padres.

  3. Se dice que cuando Mímennos escribió:

Ojalá que sin males ni dolencias, que lo consumen todo, circunscriban el curso de mi vida sesenta años, lo reprendió, diciendo:

Si créenme quisieras, esto borra. Mimnenno, y no te ofendas te corrija. Refúndelo al momento, y así canta: Mi vida se tennine a los ochenta.

Los adomenos de Solón que se celebran son:

Examina los hombres uno a uno, y observa si con rostro placentero ocultan falsedad sus corazones, y si hablan con doblez palabras claras de oscuro entendimiento precedidas.

Se sabe que escribió: leyes, oraciones al pueblo, algunas exhortaciones para sí mismo, elegías, sobre las Repúblicas de Salamina y Atenas, hasta cinco mil versos; diversos y ambos y éxodos. A su efigie se puso este epigrama:

La ilustre Salamina, que del Medo el orgullo abatió, fue dulce madre del gran Solón, legislador divino.

14. Tuvo su mayor auge cerca de la Olimpiada XLVI, en cuyo tercer año fue príncipe de los atenienses, como dice Sosícrates, y fue cuando instituyó las leyes. Murió en Chipre el año ochenta de su edad. Dejó a los suyos orden de llevar sus huesos a Salamina, reducirlos a cenizas y esparcirlas por toda la ciudad. Por esta razón Cratino le hace hablar en su Quirón de este modo:

Habitó, según dicen, esta isla, por todo el pueblo de Ayax esparcido.

En mi Panmetro, ya citado, en que procuré componer epigramas en todo tipo de versos y ritmos acerca de los varones célebres en doctrina, hay sobre Solón uno que dice lo siguiente:

De Solón Salaminio al frío cuerpo, de Chipre el fuego convirtió en cenizas, que de su patria en los fecundos campos producirán ubérrimas espigas; pero el alma ya fue derechamente a la celeste patria conducida por los ligeros ejes, en que un tiempo sus soberanas leyes dejó escritas.

Se considera suya la sentencia: Nihil ni-mis. Dioscórides refiere en sus Comentarios que cuando Solón lloró por habérsele muerto un hijo (cuyo nombre no se sabe), al decirle uno que de nada le aprovechaba el llanto, respondió: Por eso mismo lloro, porque de nada me aprovecha. Sus epístolas son las siguientes:

SOLÓN A PERIANDRO

    1. Me dicen que muchos ponen asechanzas contra ti. Aunque quieras exterminarlos, no podrás ser precavido; te las pondrá el que menos sospeches; uno, porque te tema; otro, conociéndote digno de muerte, por ver que no hay cosa que no temas. Aun hará obsequio al pueblo el menos sospechoso que te quite la vida. Para quitar la causa, lo mejor sería dejar el imperio; pero si quieres absolutamente perseverar en él, será preciso que tengas fuerzas mayores que las de la ciudad. De esta manera ni habrá quien te sea temible, ni te desharás de ninguno.

    2. SOLÓN A EPIMENIDES
  1. Ni mis leyes, en la realidad, habían de ser de gran emolumento para los atenienses, ni menos lo fuiste tú con irte de la ciudad; pues no sólo pueden auxiliar a las ciudades los dioses y los legisladores, sino también los que siempre forman la multitud, a cualquier parte que se inclinen. A estos les son provechosos los dioses, y las leyes, si proceden debida y rectamente; pero si administran mal, de nada les sirven. No cedieron ciertamente en mayor bien mil leyes y establecimientos; porque los que manejaban el común han perjudicado con no estorbar que Pisístrato se convirtiera en rey, ni dieron crédito a mis predicciones. Él, que halagaba a los atenienses, fue más creído que yo, que los desengañaba. Armado delante del Senado, dije

que yo era más sabio que los que no advertían que Pisístrato quería tiranizarlos, y más valeroso que los que por miedo no le repelían. Pero ellos creyeron

que Solón estaba loco. Por último, di público testimonio en esta forma: ¡Oh patria! Solón está aquí dispuesto a darte socorro de palabra y de obra, aunque, por el contrario, creen estos que estoy loco. Así, único enemigo de Periandro, me ausento de ti. Esos otros sean, si gustan, sus alabarderos. Sabes, oh amigo, con cuánta sagacidad invadió el solio. Empezó adulando al pueblo; después, hiriéndose a sí mismo, salió ante el Senado, diciendo a gritos que lo habían herido sus contrarios, y suplicó que le concedieran cuatrocientos alabarderos de guardia. Y ellos, sin escuchar mis amonestaciones, se los otorgaron, armados con clavas; y en seguida subyugó a la República. Así que en vano me esforzaba en libertar a los pobres de la servidumbre, puesto que en el día todos son esclavos de Pisístrato.

SOLÓN A PISÍSTRATO

17. Creo que de ti no me vendrá ningún daño, puesto que antes de tu reinado era tu amigo, y hoy no te soy más enemigo que los demás atenienses que aborrecen el estado monárquico. Que piense cada quien si le parece mejor ser gobernado por uno o por muchos. Confieso que eres el más benigno de los tiranos; sin embargo, veo que no me conviene volver a Atenas, no sea que se queje alguno de que habiendo yo puesto el gobierno de ella en manos de todos igualmente, y abominando el monárquico, ahora con mi regreso parezca lisonjear tus acciones.

SOLÓN A CRESO

18. Me causa gran maravilla la amistad que me tienes; y te juro por Minerva que, de no haber ya resuelto habitar en un gobierno democrático, querría mejor vivir en tu reino que en Atenas, violentamente tiranizada por Pisístrato. Pero yo vivo más gustoso en donde los derechos son iguales entre todos. Bajaré, no obstante, ahí, siquiera por ser tu huésped un breve tiempo.

QUILÓN

l. Quilón, hijo de Damageto fue lacedemonio. Compuso algunas elegías hasta en doscientos versos. Decía que las previsiones que se pueden comprender por raciocinios son obra del varón fuerte. A su hermano, que se indignaba de que no le hacían éforo siéndolo él, respondió: Yo sé sufrir injurias, pero tú no. Fue hecho éforo hacia la Olimpiada LV, aunque Pánfilo dice que en la LVI; y que fue primer éforo siendo arconte Eutidemo, como dice Sosícrates. Que el primero estableció que los éforos estuviesen unidos al rey; aunque Sátiro dice que esto lo había establecido ya Licurgo. Herodoto dice, en el libro primero, que estando Hipócrates sacrificando en Olimpia, como las calderas hirviesen por sí solas, le aconsejó Quilón que no se casara, o que dejara a la mujer si ya era casado, y renunciara a los hijos.

2. Se dice que cuando le preguntó Esopo qué era lo que hacía Júpiter, respondió: Humilla a los excelsos, y eleva a los humildes. Al preguntarle en qué se diferencia el sabio del ignorante, contestó: En las buenas esperanzas. Y al cuestionarle qué cosa era difícil, respondió: Guardar el secreto, emplear bien el ocio y sufrir injurias. Daba los preceptos siguientes: Detener la lengua, principalmente en convites; no hablar mal del prójimo, si no queremos oír de él cosa que nos pese; no amenazar a nadie, por ser cosa de mujeres; acudir primero a los infortunios que a las prosperidades de los amigos; casarse sin pompa; no hablar mal del muerto; honrar a los ancianos; cuidarse de sí mismo; escoger antes el daño que el lucro torpe, porque lo primero se siente sólo una vez, lo segundo para siempre; no burlarse del desgraciado; que el poderoso sea humano, para que los prójimos antes lo celebren que lo teman; aprender a mandar bien en su casa; que no corra más la lengua que el entendimiento; reprimir la ira; no perseguir con baldones la adivinación; no querer imposibles; no apresurarse en el camino; no agitar la mano cuando se habla, por ser cosa de necios; obedecer las leyes; amar la soledad.

    1. Entre sus adomenos éste fue el más aceptable: Por la piedra de toque se examina el oro, dando prueba de sus quilates, y por el oro se prueba el ánimo del hombre bueno o del malo. Cuentan que, siendo ya viejo, decía que no se acordaba de haber obrado en su vida injustamente; sólo dudaba de una cosa, y era, que cuando una vez tenía que condenar en justicia a un amigo, y queriendo proceder según las leyes, le instó a que le recusase, y así cumplió con la ley y con el amigo. Fue celebradísimo, especialmente entre los griegos, por haber predicho lo de Citere, isla de Laconia, pues al tener observada su situación, dijo: ¡Ojalá nunca hubiese existido, o bien se hubiese sumergido acabada de nacer! Tenía bien previsto lo que sucedió después, ya que Demarato, al huir de Lacedemonia, aconsejó a Jerjes

    2. que pusiera sus naves en esta isla. Y si Jerjes lo hubiera ejecutado, con seguridad Grecia hubiera venido a su poder. Pero después Nicias, en la guerra del Peloponeso, ganó la isla, la hizo presidio de los atenienses, y causó grandes daños a los lacedemonios.
  1. Quilón era breve en el hablar, por cuya causa Aristágoras Milesio llama quilonio a este estilo, y dice que también lo usó Branco, quien construyó el templo de los branquidas.

  2. En la Olimpiada LII ya estaba viejo; en ese tiempo florecía Esopo, el compositor de fábulas. Según dice Hermipo, Quilón murió en Pisa, dando la felicitación a su hijo, que había salido vencedor en los juegos olímpicos, en la lucha de puñetazos. Murió de tanto placer, y debilidad de la vejez. Todos los de la competencia lo honraron en la muerte. Mi epigrama a Quilón es el siguiente:

A ti mil gracias, Pólux rutilante, con cuyo auxilio de Quilón el hijo consiguió el acebuche siempre verde, en lucha de puñetazos. Si su padre, al contemplar al hijo coronado, murió de gozo, nadie le condene: ¡Dichoso yo, si tal mi muerte fuera!

A su imagen se puso esta inscripción:

La fuerte en lanza y valiente Esparta sembró a Quilón, primero de los siete.

Apotegma suyo es: ¿Prometes? Cerca tienes el daño. Suya es también esta breve carta:

QUILÓN A PERIANDRO

6. Me escribes sobre la expedición que quieres emprender contra los que están ausentes de ahí, en la cual irás tú mismo. Yo juzgo que un monarca tiene en peligro hasta las cosas de su casa, y tengo por feliz al tirano que muere en su cama sin violencia.

PITACO

    1. Pitaco, hijo de Hirradio, nació en Mitilene; pero su padre fue de Tracia, según escribe Duris. Pitaco, en compañía de los hermanos de Alceo, destronó a Melancro, tirano de Lesbos. Disputándose con las armas los atenienses y mitilenos los campos aquilitides, y siendo Pitaco el conductor del ejército, salió a batalla singular con Frinón, capitán de los atenienses, que era pancraciaste y olimpiónico. Ocultó la red debajo del escudo, enredó de improviso a Frinón, y quitándole la vida, conservó a Mitilene el campo por el cual peleaban, aunque después se lo disputaron nuevamente ante Periandro, oidor de esta causa, quien lo adjudicó a los atenienses, según dice Apolodoro en las Crónicas. Desde entonces tuvieron los mitilineos a Pitaco en gran estima, y le dieron el mando, del

    2. cual hizo voluntaria renuncia después de haber gobernado diez años la República y puesto en orden. Sobrevivió a esto otros diez años. Un campo que los mitilineos le dieron, lo consagró, y aún hoy se llama Pitaqueo. Sosícrates escribe que habiendo quitado a este campo una pequeña parte, dijo que aquella parte era mayor que el todo.
  1. No recibió una cantidad de dinero que Creso le daba, diciendo que tenía doblado de lo que quería: había heredado los bienes de su hermano muerto sin hijos. Pánfilo dice, en el libro II de sus Comentarios, que cuando estaba Tirreo, hijo de Pitaco, en la ciudad de Cumas, sentado en casa de un barbero, lo mató un broncista tirándole un hacha; y que cuando los cumanos enviaron al agresor a Pitaco, éste, luego de conocer el caso, lo absolvió, diciendo que el perdón era mejor que el arrepentimiento. Pero Heráclito dice que habiendo ido preso a manos de Alceo, le dio la libertad, diciendo que era

mejor el perdón que el castigo. Puso leyes contra la embriaguez, por las cuales caía en doble pena el que se embriagaba, a fin de que no lo hicieran, aunque había mucho vino en la isla. Decía que era cosa difícil ser bueno, de lo cual hace también memoria Simónides, al decir:

Que es cosa muy difícil ser el varón perfectamente bueno, de Pitaco es sentencia verdadera.

Platón en su Protágoras nos recuerda aquellas sentencias de Pitaco: A la necesidad ni aun los dioses repugnan. El mando manifiesta quién es el hombre.

3. Al preguntarle una vez qué es lo mejor, respondió: Ejecutar bien lo que se emprende. Le preguntó Creso cuál era el imperio mayor, y respondió que el de maderas diferentes, significando por ello las leyes. Decía también que las victorias habían de conseguirse sin sangre. A Focaico, que decía que convenía buscar un hombre

diligente, respondió: No lo hallarás, por más que lo busques. A unos que preguntaban qué cosa sería muy grata, contestó: El tiempo. ¿Qué cosa incógnita? Lo venidero. ¿Qué cosa fiel? La tierra. ¿Qué cosa infiel? El mar. También decía que es propio de los varones prudentes precaverse de las adversidades antes que vengan, y de los fuertes tolerarlas cuando han venido. No publiques antes lo que piensas hacer, pues si se te frustra se reirán de ti. A nadie objetes su infelicidad, no sea que te expongas a quejas bien fundadas. Vuelve a su dueño lo que recibieres en depósito. No hables mal del amigo, ni tampoco del enemigo. Ejercita la piedad. Ama la templanza. Guarda verdad, fe, prudencia, destreza, amistad y diligencia.

4. Sus adomenos más famosos son:

Contra el hombre malvado debe salir el bueno bien armado. No habla verdad la lengua cuantas veces el corazón procede con dobleces.

También escribió seiscientos versos elegíacos. Y en prosa trató sobre las leyes, dedicándolo a los ciudadanos. Su florecimiento fue por la Olimpiada XLII, y murió gobernando Aristomenes, el tercer año de la Olimpiada LII, cuando ya era viejo y mayor de setenta años. En el sepulcro le pusieron este epitafio:

Aquí sepulta la sagrada Lesbos a Pitaco, su hijo, con el llanto más sincero y prolijo.

Es apotegma suyo: Tempus nosce. Conoce la ocasión o la oportunidad. Hubo otro Pitaco legislador, de quien habla Favorino en el libro I de sus Comentarios, y Demetrio en los Colombroños, el cual Pitaco fue llamado por sobrenombre el Pequeño.

5. Cuentan que Pitaco el sabio, al ser consultado por un joven sobre casamiento, respondió lo que dice Calímaco en los epigramas siguientes:

Un joven atarnense, consultando a Pitaco, nacido en Mitilene, hijo de Hirradio: Padre -le decía-,

dos novias me depara la fortuna; la una me es igual en sangre y bienes; mas la otra me excede en ambas cosas. ¿Cuál deberé elegir? ¿Cuál me conviene? ¿Cuál de las dos recibo por esposa? Alzó Pitaco el báculo diciendo: Resolverán tu duda esos muchachos que ves ahí con el látigo en la mano, en medio de la calle dando giros; síguelos, y contempla lo que dicen. Toma tu igual, decían; y el mancebo, que comprendió el enigma brevemente, se casó con la pobre como él era. Así, Dión amigo, que cases con tu igual también te digo.

Tal parece que tenía razón para hablar así, porque su mujer fue más noble que él, pues era hermana de Dracón, hijo de Pentilo; mujer sumamente soberbia con él.

6. Alceo llama a Pitaco sarápoda, y sárapon, por tener los pies anchos y llevarlos arrastrando; queiropoden, porque tenía grietas en los pies a las cuales llaman queiradas; gáurica, porque se ensoberbecía sin motivo; fúscona, fuscón, y gastron, porque era tripudo; Zofodorpidan, porque cenaba tarde y sin luz; agasirto, finalmente, porque daba motivo para que hablaran de él, y porque era muy sucio. Se ejercitaba moliendo trigo, como dice Cleurco filósofo. Existe una breve epístola suya, que dice así:

PITACO A CRESO

7. Me exhortas a que vaya a Lidia y vea tus riquezas. Aunque no las he visto, me convenzo que el hijo de Aliato es el más opulento de los reyes. Yo no tendré más yendo a Sardes, puesto que no necesito oro, nos basta lo que poseo a mí y a mis familiares. Iré, sin embargo, sólo por familiarizarme con un varón de tanta hospitalidad.

BIANTE

l. Este filósofo, natural de Priena, hijo de Teutamo, fue preferido por Sátiro entre los siete sabios de Grecia. Dicen que fue rico. Duris afirma que fue advenedizo a Priena; y Fanódico, que habiendo rescatado ciertas doncellas misenias que se hallaban cautivas, las consideró como hijas, las dotó y las remitió a sus padres a Misena. Poco después, al encontrar en Atenas unos pescadores, como ya dijimos, el trípode de oro con la inscripción: Para el más sabio, dice Sátiro que las mismas doncellas salieron en público, contaron lo que Biante había hecho por ellas, y lo aclamaron sabio. Entonces le enviaron el trípode; pero luego que lo vio, dijo: Apolo es el sabio; y no lo admitió. Fanódico y otros dicen que no fueron las doncellas quienes aclamaron sabio a Biante, sino los padres de éstas. Otros dicen que consagró el trípode a Hércules en Tebas, por ser oriundo de ella, y Priena su colonia; lo que afirma también Fanódico.

  1. Dicen que cuando Aliate tenía cercada a Priena, Biante engordó dos mulos y los introdujo en el campo del enemigo; que al verlos, se maravilló mucho Aliate de que hasta los animales estuvieran tan lucidos en la plaza; y meditando en levantar el cerco, envió un hombre a ella para que observara su estado. Al saberlo Biante, hizo enseguida muchos montones de arena, los cubrió de trigo y los dejó ver al enviado; y cuando lo supo Aliate, hizo paz con los prieneses. Luego mandó llamar a Biante; más este respondió: Yo mando a Aliate que coma ahora cebollas, es decir, que llore.

  2. También se dice que fue un vehementísimo orador de causas; pero siempre usó bien su elocuencia. A esto aludió Demódico. Lerio, cuando dijo que el orador de causas debía imitar al prienés. E Hiponacte solía decir en proverbio: Mejor se ha portado que Biante prienés.

  3. De este modo murió: después de orar en defensa de un pleito de un amigo suyo (siendo ya anciano) y descansando un poco de esta fatiga, reclinó la cabeza en el seno de un nieto suyo, hijo de su hija. También había orado el contrario en la causa; y como los jueces sentenciaran en favor del cliente de Biante, ganado el pleito, fue hallado muerto en el seno mismo del nieto. Lo enterró magníficamente la ciudad, y escribió en su sepulcro este epitafio:

Cubre esta hermosa piedra y pavimento al prienés Biante, honor de Jonia.

El mío dice así:

Aquí yace Biante, a quien Mercurio llevó tranquilamente, blanco nevado viejo, al sitio oscuro. Oró y venció la causa de un amigo; y en el pecho de un joven reclinado, vino a extender su sueño largamente.

5. Escribió de la Jonia hasta dos mil versos, la manera en que principalmente podía ser feliz. De sus adomenos, los más conocidos fueron los siguientes:

Si vives en ciudad, placer procura a los conciudadanos; pues esto gusta a todos. Pero, por el contrario, la arrogancia ha sido siempre a todos perniciosa.

Sus sentencias dicen: Ser fuerte en el cuerpo es obra de la Naturaleza; mas decir lo útil a la patria es cosa del ánimo y de la prudencia. Las riquezas vinieron a muchos aun casualmente. Llamaba infeliz a quien no podía sufrir la infelicidad, y enfermedad del ánimo apetecer imposibles y olvidarse del mal ajeno. Al preguntarle qué cosa es difícil, respondió: Sufrir constantemente la decadencia del propio estado. Navegando una vez con unos impíos, como la nave fuese presa de una tormenta y ellos invocaran a los dioses, les dijo: Callad, no sea que los dioses os vean navegar aquí.

A un hombre impío que le preguntó qué cosa es piedad, no le contestó nada; y cuando éste le preguntó cuál era la causa de no responderle, dijo: Callo porque preguntas cosas que no te pertenecen. Al preguntarle qué cosa es dulce a los hombres, respondió: La esperanza. Decía que antes quería juzgar entre enemigos que entre amigos, porque uno de los amigos había de quedar enemigo del todo, pero de los enemigos debía uno hacérsele amigo. Cuando le preguntaron otra vez qué cosa deleita más al hombre, respondió: La ganancia. Decía que conviene que midamos nuestra vida tanto como si hubiésemos de vivir mucho, cuanto habiendo de vivir poco. Que amemos como que habemos de aborrecer; pues son muchos los malos. Daba los consejos siguientes: Emprende con lentitud lo que pienses ejecutar; pero una vez emprendido, sé constante en ello. No hables atropelladamente, pues indica falta de juicio. Ama la prudencia. Habla de los dioses según son. No alabes a causa de sus riquezas al hombre indigno. Si pretendes alcanzar alguna cosa, que sea persuadiendo, no coartando. Atribuye a los dioses lo bien que obrares. Toma la sabiduría por compañera desde la juventud hasta la vejez, pues es la más estable de todas las posesiones.

6. También Hiponacte hace memoria de Biante, como ya dijimos. Y el desapacible Heráclito lo recomienda mucho, especialmente cuando dice: En Priena nació Biante, hijo de Teutamo, cuyo nombre es más respetable que el de los otros. Y los prieneses le dedicaron una capilla que llaman Teutamio. También es sentencia suya: Los malos son muchos.

CLEOBULO

l. Cleobulo, hijo de Evágoras, fue nativo de Lindo, o según dice Duris, de Caria. Algunos lo suponen descendiente de Hércules, y dicen que fue robusto y hermoso de cuerpo, y que estudió Filosofía en Egipto. Que tuvo una hija llamada Cleobulina, la cual compuso enigmas en versos hexámetros, y a la que menciona Cratino en su drama que lleva este mismo nombre en número plural (56), y que renovó en Atenas el templo de Minerva, que había construido Danao.

2. Compuso cánticos y sentencias oscuras hasta en tres mil versos. Algunos dicen que fue suyo el epitafio puesto a Midas:

Una virgen de bronce soy que yago recostada de Midas al sepulcro. Mientras fluyan las aguas, y se eleven de la tierra los árboles frondosos; mientras renazca el sol, y resplandezca en las esferas la argentada luna; mientras corran los ríos, y los mares por las riberas extenderán sus olas, aquí estaré, vertiendo triste llanto sobre esta sepultura, y advirtiendo a todo pasajero y caminante que en ella sepultado yace Midas.

En prueba de lo cual trae un cántico de Simónides, que dice así:

¿Qué mente habrá que pueda alabar dignamente a Cleobulo, indígena de Lindo, que a los ríos perennes, floridas primaveras, a los rayos del sol, dorada luna, y a las marinas olas permanentes columnas antepone? Inferior a los dioses es todo lo criado. Hasta la dura piedra quebranta mortal mano; pero es consejo de varón insano.

Esto hace constar que este epitafio no es de Homero, como dicen, ya que éste precedió a Midas por muchos años. En los Comentarios de Pánfilo se observa este enigma suyo, que significa el año:

Tiene un padre doce hijos, y cada uno de ellos hijas treinta, todas bien diferentes en aspecto; pues por un lado blancas como nieve, oscuras por el otro se presentan. También, siendo inmortales, mueren todas.

De sus adomenos son célebres los siguientes:

Reina en la mayor parte de los hombres con gran verbosidad mucha ignorancia. Si tienes ocasión, hacer procura alguna cosa ilustre y admirable. Nunca seas ingrato, nunca vano.

3. Opinaba que es conveniente casar a las hijas jóvenes en edad, pero maduras en la prudencia; enseñando por ello que las jóvenes deben ser instruidas. Que conviene favorecer al amigo para que lo sea más, y al enemigo para hacerlo amigo. Guardarse de la calumnia de los amigos y de las asechanzas de los enemigos. También que cuando uno salga de casa, piense primero qué es lo que ha de hacer; y cuando vuelva, qué es lo que ha hecho. Encargaba mucho el ejercicio corporal. Que antes procuremos el escuchar que el ser escuchados. Que amemos más el estudio que la ignorancia. Que la lengua no sea maldiciente. Que seamos familiares de la virtud, y extraños del vicio. Huir de la injusticia, aconsejar a la patria lo mejor, refrenar los apetitos, no hacer cosa alguna por fuerza, instruir a los hijos, deshacer las enemistades. A la mujer ni halagarla ni reñirla delante de otros, porque lo primero, indica demencia; y lo segundo, furor. Que no se ha de reñir al doméstico cuando está embriagado. Decía: Cásate con mujer de tu igual, porque si la eliges más noble que tú, los suyos te mandarán. No rías del que es perseguido con burlas y ofensas, porque se hará tu enemigo. En tus prosperidades no te ensoberbezcas, ni en las adversidades te abatas de ánimo. Aprende a sufrir con fortaleza los reveses de la fortuna.

4. Murió viejo, de setenta años; y en su sepulcro se le puso este epitafio:

A Cleobulo sabio muerto llora su patria Lindo, a quien el mar circuye.

Su apotegma es: La medida es lo mejor de todas las cosas. Escribió a Solón la carta siguiente:

CLEOBULO A SOLÓN

Son muchos los amigos que tienes, y todos con casa propia. Yo pienso que Lindo sería muy buena tierra para vivir Sólón, por ser ciudad libre. Es isla de mar; y si quieres habitar en ella, ningún daño te vendrá de Pisístrato, y concurrirán a verte amigos de todas partes.

PERIANDRO

l. Periandro, hijo de Cipselo, nació en Corinto, de la familia de los heráclidas. Se casó con Lísida, a quien él llamaba Melisa, hija de Procleo, rey de Epidauro y de Eristenea, hija de Aristócrates y hermana de Aristodemo, los cuales dominaban toda la Arcadia, como dice Heráclides Póntico en el libro Del principado. Tuvo dos hijos con ella: Cipselo y Licofrón; el menor de los cuales fue advertido, y el mayor fue estólido. Pasado algún tiempo, atacado Periandro por la ira, le quitó la vida a su mujer, que entonces estaba encinta, dándole de patadas debajo de una escalera, incitado por las malas persuasiones de sus concubinas, a las cuales quemó después. Desterró a su hijo Licofrón a Corcira, porque se condolía de su madre; pero después, viendo cerca la vejez, le pidió venir para darle el reino. Lo supieron antes los corcireses, y mataron a Licofrón; por lo cual, encendido en ira Periandro, envió a Aliate a los hijos de los corcireses para que los castrase; pero cuando la nave llegó a Samos, hicieron súplicas a la diosa luno, y los samios los libraron. Cuando Periandro lo supo le dio tanto pesar, que murió luego, a los ochenta años de edad. Sosícrates dice que murió cuarenta años antes que Creso, uno antes de la Olimpiada

XLIX.

2. Dice Herodoto en el libro primero que Periandro fue huésped de Trasíbulo, tirano de Mileto. Arístipo escribe en el libro primero De las delicias antiguas que, enamorada de Periandro su madre Cratea, solían unirse lasciva-mente a escondidas, deleitándose con ella; pero habiéndose divulgado este hecho, fue tanto su disgusto, que se hizo insoportable a todos. Eforo dice que ofreció a Júpiter una estatua de oro si vencía con su cuadriga en los juegos olímpicos; que cuando resultó vencedor y careciendo del oro, como viera en cierta festividad a las mujeres adornadas, les quitó las joyas, y así cumplió su promesa. Se cuenta que para ocultar su sepulcro, planeó lo siguiente: mandó a dos jóvenes, mostrándoles un camino, que vinieran de noche, le quitaran la vida y lo enterraran donde lo encontraran; detrás de éstos envió cuatro que matasen a los dos y los enterraran, y finalmente, contra éstos envió muchos. De este modo murió a manos de los primeros. Sin embargo, los corintios le pusieron el epitafio siguiente sobre un cenotafio:

Conserva al rico y sabio, Periandro Corinto, patria suya, en este sitio y seno, al mar vecino.

Yo le hice otro, que dice:

No debes condolerte si no logras aquello que deseas. Cada uno con lo que dan los dioses se contente; pues aquí yace el sabio Periandro, que no pudo lograr lo que quería.

Son sentencias suyas: Nada se ha de hacer por interés. Se han de lucrar las cosas lucrables.

  1. Escribió documentos hasta en dos mil versos. Decía que los que quieran reinar seguros, se protejan con la benevolencia, no con las armas. Al preguntarle por qué reinaba él, contestó: Porque es igualmente peligroso ceder de grado, o ceder por fuerza. También decía: Es buena la quietud; peligrosa la precipitación, torpe la usura; es mejor el gobierno democrático que el tiránico; los gustos son perecederos, pero los honores son inmortales. En las prosperidades sé moderado; en las adversidades, prudente. Serás siempre el mismo para tus amigos, sean dichosos o desdichados. Cumple lo que hayas prometido. No publiques las cosas secretas. Castiga no sólo a los que hayan delinquido, sino también a los que quieran delinquir.

  2. Periandro fue el primero que se hizo acompañar de hombres armados, y redujo a tiránico el gobierno republicano. Y según Eforo y Aristóteles, prohibió a algunos que vivieran en la ciudad. Floreció por la Olimpiada XXXVIII, y reinó cuarenta años. Soción, Heráclides y Pánfilo en el libro V de sus Comentarios, dicen que hubo dos Periandros, uno, el Tirano; otro, el Sabio, que fue nativo de Ambracia. Y Neantes Ciziceno agrega que fueron primos hermanos. Aristóteles dice que Periandro el Sabio fue corintio; Platón lo omite. Es suya la sentencia: Todo lo consigue el trabajo. Quiso abrir

o cortar el istmo. Se conocen de él las epístolas siguientes:

PERIANDRO A LOS SABIOS

5. Doy muchas gracias a Apolo Pitio de que mis cartas os hayan hallado a todos juntos, y espero os traigan ellas a Corinto. Yo, por lo menos, os estoy esperando; veréis con cuánta civilidad os recibo. Entiendo que como el año pasado fuisteis a Sardes de Lidia, no dilataréis ahora en venir a mí, rey de Corinto, pues los corintios tendrán gusto de veros ir a casa de Periandro.

PERIANDRO A PROCLEO

6. El fracaso de mi mujer aconteció contra mi voluntad; pero tú serás injusto con exacerbar voluntariamente el ánimo de mi hijo contra mí. Así, o calma la fiereza de mi hijo para conmigo, o me vengaré de ti; pues yo vengué la muerte de tu hija abrasando vivas a mis concubinas, y quemando junto al sepulcro de aquella los adornos de todas las matronas corintias.

Trasibulo escribió a Periandro lo siguiente:

TRASIBULO A PERIANDRO

7. Nada respondí a tu enviado, sino que llevándolo a un campo de mies, vio cómo cortaba yo las espigas más altas dándoles con una vara; si se lo preguntas, él te contará lo que oyó y vio. Obra tú así, ya que quieres retener el mando; deshazte de los ciudadanos poderosos, te parezcan enemigos o no, pues al tirano incluso los amigos le son sospechosos.

ANACARSIS ESCITA

    1. Anacarsis Escita, hijo de Gnuro y hermano de Caduida, rey de Escitia, nació de madre griega, por esto supo ambos idiomas. Escribió sobre las leyes de los escitias, y sobre lo referente a la frugalidad de la vida de los griegos. Escribió también de la guerra hasta unos ochocientos versos. Su libertad en el decir dio motivo al proverbio de hablar escítico. Sosícrates dice que Anacarsis vino a Atenas en la Olimpiada XLVII, siendo arconte Eucrates; y Hermipo, que fue a casa de Solón, y mandó a uno

    2. de los familiares de éste que dijera a su amo que Anacarsis estaba allí, y si quería gozar de su vista y hospedaje. Que el criado dio el recado a Solón, el cual respondió que los huéspedes son los que están en su patria. Con esto entró Anacarsis, diciendo que él estaba entonces en su patria, y por tanto, le pertenecía hacer huéspedes a otros. Admirado Solón de la prontitud, lo recibió y lo hizo su gran amigo.
  1. Pasado algún tiempo, volvió a Escitia, y como parecía querer reformar las leyes patrias y establecer las griegas, lo mató quien se decía su hermano andando de caza, con una flecha. Murió diciendo que por su elegancia en el decir había vuelto salvo de Grecia, y que moría en su patria por envidia. Algunos dicen que murió cuando estaba sacrificando, al uso griego. Mi epigrama para él es así:

Vuelto a Escitia Anacarsis, quiso enmendar errores de su patria, procurando viviese al uso griego: Mas no bien pronunciada su sentencia, cuando un volante dardo en un momento lo trasladó a los dioses inmortales.

3. Decía que la cepa lleva tres racimos: el primero, de gusto; el segundo, de embriaguez; y el tercero, de disgusto. Se admiraba mucho de que entre los griegos se desafiaran los artistas y juzgaran de las obras los que no eran artífices. Al preguntarle de qué forma se haría uno abstemio o aguado, contestó: Mirando los torpes gestos de los borrachos. También decía que se maravillaba de cómo los griegos, que ponían leyes contra los que injuriaban a otros, honraban a los atletas que se hieren mutuamente. Cuando supo que el grueso de las naves no es de más de cuatro dedos, dijo: Tanto distan de la muerte los que navegan. Llamaba al aceite medicamento de frenesí, pues ungidos con él los atletas, se enfurecían más unos contra otros. Decía: ¿Cómo es que los que prohíben el mentir mienten abiertamente en las tabernas? Se admiraba también de que los griegos al principio de la comida bebieran en vasos pequeños, y después de saciados en vasos grandes. En sus retratos anda esta inscripción: Se debe refrenar la lengua, el vientre y la carne.

4. Cuando le preguntaron si en Escitia había flautas, respondió: Ni tampoco cepas. A uno que le preguntó qué naves eran más seguras, le contestó: Las que están en el puerto. Decía que había visto en Grecia una cosa que lo admiraba: que dejaban el humo en el monte y traían la leña a casa. Al preguntarle uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: ¿En qué clase de esas dos pones a los navegantes? A un ateniense que le objetaba el que era Escitia, contestó: A mí me deshonra mi patria; pero tú eres el deshonor de la tuya. Cuando le preguntaron qué cosa era buena y mala en los hombres, respondió: La lengua. Decía que era mejor tener un amigo ilustre que muchos ordinarios. Llamaba al foro lugar destinado para mutuos engaños y fraudes. Una ocasión que un joven lo injurió en un convite, dijo: Mancebo, si ahora que eres joven no puedes sufrir el vino, cuando envejezcas sufrirás el agua. Según algunos, inventó para el uso de los humanos las áncoras y la rueda de alfar. Escribió la carta siguiente:

ANACARSIS A CRESO

5. Me fui a Grecia, oh rey de Lidia, a fin de aprender sus costumbres y disciplina. No necesito ningún oro, y me basta si vuelvo a Escitia más instruido; no obstante, pasaré a Sar-des, pues tengo en mucho ser tu conocido.

MISÓN

1. Misón, hijo de Estrimón, como dice Sosícrates, llamado Queneo por ser de Quena, pueblo oeteo o lacónico según Hermipo, es contado entre los siete sabios. Dicen que su padre fue tirano. También hay quien dice que al preguntar a Anacarsis si había otro más sabio que él, respondió la pitonisa, como ya dijimos de Quilón en la Vida de Tales:

Cierto Misón Oeteo, en Quene hallado, corazón más dispuesto a la prudencia tiene que tú, Anacarsis, y a la ciencia.

A causa de esto, Anacarsis fue al lugar de Misón en tiempo de verano, y al hallarlo que ponía la esteva al arado, le dijo: Ahora, oh Misón, todavía no es tiempo de arado. A lo que el otro le respondió: Pero lo es mucho para componerlo y prevenirlo.

2. Otros dicen que el oráculo dijo así: Cierto Misón Eteo, etc., y van indagando qué significa Eteo. Parménides dice que es una aldea de Laconia, de la cual fue nativo Misón. Sosícrates dice en las Sucesiones que Misón fue eteo por su padre; y por su madre, queneo. Eutifrón, hijo de Heráclides póntico, dice que fue cretense, pues había en Creta un pueblo llamado Etea. Anaxilao lo supone arcade. Hiponacte lo recuerda en esta forma:

Misón, a quien Apolo llamó el más sabio de los hombres todos.

3. Aristóxenes dice en su Historia varia que Misón no se diferenció mucho de Timón y de Apimanto, pues también aborrecía a los hombres. Lo vieron reír estando solo en el campo de Lacedemonia; y como el que lo halló de improviso le preguntó con instancias por qué reía si no había nadie presente, dijo: Por eso mismo. También dice Aristóxenes que Misón no fue célebre a causa de no haber nacido en ciudad, sino en un cortijo, y desconocido; por cuya razón muchas de sus cosas se atribuyen a Pisístrato. Lo mismo opina Platón el Filósofo. Pues hace memoria de él en su Protágoras, y lo pone en lugar de Periandro. Decía Misón que no se han de buscar las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas; pues no se hacen las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas. Murió a los noventa y siete años de edad.

EPIMÉNIDES

l. Epiménides, en la opinión de Teopompo y muchos otros, fue hijo de Festio; pero según algunos más, de Dosiado, y según otros, de Agesárco. Fue cretense, natural de Gnosa; pero no lo parecía por usar el pelo largo. Una ocasión su padre lo mandó a un campo suyo con una oveja, y desviándose del camino, a la hora del mediodía se metió en una cueva, y durmió allí, por espacio de cincuenta y siete años. Al despertar después de este tiempo, buscaba la oveja, creyendo haber dormido sólo un rato; pero al no encontrarla regresó al campo, y como lo vio todo de otro aspecto, e inclusive el campo en poder de otro, maravillado en extremo se fue a la ciudad. Quiso entrar en su casa; y le preguntaron quién era; halló a su hermano menor, entonces ya viejo, el cual supo de su boca toda la verdad. Conocido por esto de toda Grecia, lo consideraron por muy amado de los dioses.

  1. Cuando padecían peste los atenienses, y al responder la pitonisa que se purificara la ciudad, enviaron a Creta con una nave a Nicias, hijo de Nicerato, para que trajesen a Epiménides. Vino, en efecto, en la Olimpiada XLVI, limpió la ciudad, y ahuyentó la peste de la manera siguiente: tomó algunas ovejas negras y blancas, las condujo al Areópago y las dejó para que de allí se fueran a donde quisieran, mandando a los que las seguían que donde se echara cada una de ellas las sacrificaran al dios más vecino al paraje. De este modo cesó el daño. Desde entonces se hallan por los pueblos de los atenienses diferentes aras sin nombre, en memoria de la expiación hecha entonces.

    1. Dicen algunos que la causa de la peste fue la maldad de Cilonio; y cuentan el modo en que se terminó, que fue al morir los dos jóve

    2. nes, Cratino y Clesibio, con lo cual cesó la calamidad. Los atenienses le dieron un talento y una nave para que regresara a Creta; pero él no aceptó el dinero, y prefirió hacer confederación entre los gnosios y atenienses; luego regresó a su casa y murió de allí a poco, a la edad de ciento cincuenta y siete años, según dice Flegón en el libro De los que vivieron mucho. Los cretenses dicen que murió de doscientos noventa y nueve años, pero Jenófanes Colofonio afirma haber oído decir que de ciento cincuenta y cuatro.
  2. Compuso cinco mil versos sobre la generación de los curetes y coribantos, y sobre la de los dioses; y seis mil quinientos sobre la construcción de la nave Argos, y la expedición de Jasón a Coleos. Escribió también en prosa acerca de los sacrificios y de la República de Creta; como también de Minos y Radamanto hasta unos cuatro mil versos. Erigió en Atenas un templo a las Euménides, como dice Lobón

Argivo en el libro De los poetas. Dicen que fue el primero que purificó las habitaciones y los campos, y el primero que fundó templos. Hay quien afirma que no durmió, sino que se entretuvo algún tiempo en cortar raíces. Se conoce una carta suya a Solón legislador, que trata de la República cretense, ordenada por Minos; aunque Oemetrio de Magnesia, en su libro De los poetas y escritores colombroños o de un mismo nombre, se esfuerza en sostener que esta carta es moderna; no va escrita en dialecto cretense, sino ático moderno. Yo he hallado otra carta suya, que dice así:

EPIMÉNIDES A SOLÓN

    1. Buen ánimo, amigo, porque si la invasión tiránica de Pisístrato hubiese hallado a los atenienses hechos a la servidumbre, o sin buenas leyes, sería largo su dominio, pero como esclaviza a hombres nada cobardes, y que, acordándose de las amonestaciones de Solón,

    2. gimen avergonzados, no tolerarán verse tiranizados. Y aunque Pisístrato tenga ocupada la ciudad, espero que su imperio no pase a sus hijos; pues es muy difícil que acepten ser esclavos hombres que se vieron libres y se gobernaron por leyes excelentes. Tú no te aflijas, mejor vente cuanto antes a estar conmigo en Creta, donde no tendrás monarca que te moleste, pues si andando de viaje cayeres en manos de sus amigos, temo que sufras algún daño.
  1. Contaba Demetrio, según escriben algunos, que Epiménides recibía la comida de mano de las ninfas, y que la guardaba en una uña de buey; que la iba tomando de allí poco a poco, de manera que no necesitaba excrementar, ni jamás hubo quien lo viera comer. Hace memoria de él Timeo en su segunda. Dicen algunos que los cretenses le ofrecen sacrificios como a un dios. También dicen que tuvo conocimiento de las cosas futuras, pues cuando vio en Atenas el puerto de Muniquia, dijo a los

atenienses que no sabían cuántos daños les había de acarrear el lugar aquel, pues de saberlo, lo devorarían con sus dientes. Esto lo predijo mucho antes de que pasara.

7. Dicen que él mismo se llamaba Eaco; que predijo a los lacedemonios que habían de ser prisioneros de los arcades, y que aparentó muchas veces que resucitaba. Escribe Teopompo, en su libro De las cosas admirables, que cuando construía el templo de las ninfas se oyó una voz del cielo que decía: Epiménides, no lo dediques a las ninfas, sino a Júpiter. También predijo a los cretenses el estrago que los arcades habían de hacer en los lacedemonios, según dijimos antes; y efectivamente fueron derrotados, junto a Orcomeno. Teopompo agrega que envejeció en tantos días como años había dormido. Mironiano dice en sus Símiles que los cretenses lo llamaban Curete. Los lacedemonios guardaron su cuerpo, avisados por un oráculo, como asegura Sosibio Lacedemonio. Hubo otros dos Epiménides: uno era escritor de genealogías, y el otro, de la Historia de Rodas, en dialecto dórico.

FERECIDES

  1. Ferecides, hijo de Badio, nativo de Si-ros, según dice Alejandro en las Sucesiones, fue discípulo de Pitaco. Fue el primer griego que escribió del alma y de los dioses. Se cuentan de él muchos prodigios, pues al pasearse una vez por la playa del mar de Samos, y ver una nave que corría con buen viento, dijo que dentro de breve tiempo se anegaría, y efectivamente, zozobró a causa del mismo. Asimismo, al beber agua sacada de un pozo, pronosticó que dentro de tres días habría terremoto, y así sucedió. Subiendo de Olimpia a Micenas, aconsejó a Perilao, que lo hospedó en su casa, que se fuera de allí con su familia, pero no se convenció Perilao, y Micenas fue tomada después por los enemigos.

    1. Decía a los lacedemonios, según escribe Teopompo en su libro De las cosas admirables, que no se deben honrar el oro y la plata; que esto se lo había mandado decir Hércules, el cual mandó también la misma noche a los reyes que obedeciesen a Ferecides en ello. Algunos atribuyen esto a Pitágoras. Cuenta Hermipo que cuando hubo guerra entre los efesinos y magnesios, y él deseaba que vencieran los efesinos, preguntó a uno que pasaba de dónde era, y al responderle que de Efeso, le dijo: Pues llévame de las piernas, y ponme en territorio de Magnesia; luego dirás a tus paisanos que me entierren en el paraje mismo donde conseguirán la victoria. Manifestó aquel este mandato de Ferecides a los ciudadanos, los cuales, efectuada la batalla el día siguiente, vencieron a los magnesios, y buscando a Ferecides, lo enterraron allí mismo y le hicieron muy grandes honras. Algunos dicen que se precipitó él mismo del monte Coricio, caminando a Delfos; pero Aristóxenes, en el libro De Pitágoras y sus familias, dice que mu

    2. rió de enfermedad y lo enterró Pitágoras en Delfos. Otros opinan que murió comido por piojos.
  2. Al venir Pitágoras a visitarlo, y preguntarle cómo se hallaba, sacó por entre la puerta un dedo y le dijo: Conjetura de aquí el estado del cuerpo. Los filósofos tomaron después en mal sentido estas palabras, y aun pecan todavía los que en mejor sentido las interpretan. Decía que los dioses llaman tioron a la mesa. Andrón Efesino dice que hubo dos Ferecides, ambos de Siros: uno era astrólogo, y el otro, teólogo, hijo de Badio, de quien Pitágoras fue discípulo. Pero Erastótenes afirma que de Siros no hubo más que un Ferecides, pues el otro, escritor de genealogías, fue ateniense. De Ferecides Sirio nos ha quedado un libro, cuyo principio es: Júpiter y el tiempo y la tierra fueron siempre una misma cosa. La tierra se llamaba terrena después que Júpiter la hizo honores. En la isla de Siros se conserva un heliotropio de Ferecides. Duris, en el libro II De

las cosas sacras, dice que se le puso el epitafio siguiente:

Da fin en mí sabiduría toda; y si más a Pitágoras se debe, es por ser el primero de los griegos.

Ion Quío escribe de él en esta forma:

Yace sin alma, y dulce vida goza; y aunque cede a Pitágoras la palma, vio y aprendió los usos de los hombres.

Mi epigrama, en verso ferecrático, dice lo siguiente:

Se dice por seguro que el grande Ferecides, en Siros engendrado, mudó su primer forma, comido de piojos. A tierra de Magnesia ser quiso conducido, para dar la victoria a los nobles efesios. Esto mismo mandaba oráculo infalible, que Ferecides sólo tenía conocido. Entre ellos murió alegre. Es, pues, cosa muy cierta que el verdadero sabio es útil vivo y muerto.

Su florecimiento fue en tiempos de la Olimpiada LIX. Se conoce de él esta carta:

FERECIDES A TALES

    1. Tengas buena muerte cuando te tocara el día fatal. Estaba enfermo cuando me llegó tu carta. Me encontraba todo cubierto de piojos y con calentura. Así que ordené a algunos de mis sirvientes, que después de enterrarme, te llevaran mis escritos. Si te parecieran bien a ti y a los demás sabios, podrás publicarlos; pero si no, no los publiques. A mí no me gustaban mucho, por no haber certeza en las cosas, pero ni yo prometo en ello esto, ni sé halla lo verdadero. Tal vez habré explicado algo acerca de los dioses; importa entender lo restante, pues yo no hago más que insinuar las cosas. Como se

    2. agrava más y más mi enfermedad, ni admito médico ni amigo alguno; pero estando ellos fuera de la puerta, y preguntándome cómo me hallo, saco un dedo por la cerradura y les manifiesto el gran mal en que estoy. Ya los he amonestado para que concurran pasado mañana a celebrar el entierro de Ferecides.
  1. Hasta aquí hemos tratado de los que fueron llamados Sabios, a los cuales muchos agregan al tirano Pisístrato. Ahora trataremos de los filósofos, empezando por la secta jónica, de la cual, según dijimos, el primero fue Tales, maestro de Anaximandro.

LIBRO SEGUNDO

ANAXIMANDRO

l. Anaximandro, hijo de Praxiades, fue milesio. Dijo que el infinito es el principio y elemento, sin definir el aire, el agua ni otra cosa. Que sus partes son mudables, pero del todo inmutables. Que la tierra está en medio del universo como centro, y es esférica. Que la luna luce con luz ajena, pues la recibe del sol. Que éste no es menor que la Tierra, y es fuego purísimo. Fue el primero que halló el gnomon, y lo colocó en Lacedemonia para indagar la sombra, como dice Favorino en su Historia varia. Halló también los regresos del sol, notó los equinoccios y construyó horóscopos. Fue el primero que describió la circunferencia de la tierra y mar, y construyó una esfera.

2. Expuso sus opiniones brevemente y en compendio, cuyos escritos vio Apolodoro Ateniense, y dice en sus Crónicas que Anaximandro tenía sesenta y cuatro años de edad el año segundo de la Olimpiada LVIII, y murió poco después, habiendo florecido principalmente cuando Policrates era tirano de Samos. Cuentan que cantando en cierta ocasión, se burlaron unos muchachos, y al darse cuenta dijo: Es menester cantar mejor por causa de los muchachos. Dicen que hubo otro Anaximandro historiador, también milesio, que escribió en dialecto jónico.

ANAXÍMENES

    1. Anaxímenes Milesio, hijo de Euristrato, fue discípulo de Anaximandro. Algunos dicen que lo fue también de Parménides. Dijo que el principio de las cosas es el aire y el infinito. Y que los astros no se mueven sobre la tierra, sino a su rededor. Escribió en dialecto jónico, y en un estilo sencillo y sin superfluidades. Apolodoro dice que nació en la Olimpiada LXIII, y murió cercano al tiempo en que Sardes fue tomada. Hubo otros dos Anaximenes nativos de Lampsaco: uno era orador, y el otro, historiador, hijo de una hermana del orador, que escribió los hechos de Alejandro. El filósofo escribió la carta siguiente:

    2. ANAXÍMENES A PITÁGORAS
  1. Tales en su vejez partió con poca felicidad. Al salir como acostumbraba al zaguán de su casa por la madrugada, acompañado de una criada, para observar los astros, sin acordarse del estado del terreno, mientras miraba los cielos atentamente, se precipitó en un hoyo. Tal fin tuvo este astrólogo, según dicen los milesios. Nosotros, nuestros hijos y los concurrentes a la exedra para cultivar la literatura, tendremos siempre en memoria varón tan grande, y seguiremos su doctrina, sin dudar que hallara el principio de las cosas.

También escribió esta otra carta:

ANAXÍMENES A PITÁGORAS

3. Me pareció muy bien que partieses de Samos a Crotona para vivir tranquilo, pues los hijos de Eaco y otros obran mal, y a los milesios nunca les faltan tiranos. No menos nos es temible el rey de Persia, si no queremos ser sus tributarios; aunque parece que los jonios saldrán a campaña con los persas; por la libertad común. Si se efectúa la guerra, no me queda esperanza de salvarme. Porque ¿cómo podrá Anaxímenes estar en observación de los cielos, si está temiendo de un momento a otro la muerte o el cautiverio? Tú eres estimado de los crotoniatas y demás italianos, sin que te falten también aficionados en Sicilia.

ANAXÁGORAS

1. Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue nativo de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia hile añadió la mente al principio de sus obras, donde suave y magníficamente, dice:

Todas las cosas estaban juntas; luego sobrevino la mente y las ordenó, y por esta razón se llama

mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras, de esta manera:

Donde dicen que el héroe valeroso Anaxágoras se halla. Apellidado Mente (y la tuvo dichosa), porque nos dijo que la mente eterna puso en orden las cosas, antes confusamente amontonadas.

Anaxágoras fue ilustre no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, contestó: Y vosotros, ¿por qué no sois más diligentes? Se ausentó, finalmente, para dedicarse a la contemplación de la Naturaleza, despreciando todo cuidado público, de manera que al decirle uno: ¿Ningún cuidado os queda de la Patria?, respondió señalando al cielo: Yo venero en extremo la patria.

2. Cuentan que cuando Jerjes pasó a Grecia, Anaxágoras tenía veinte años de edad, y que vivió hasta los setenta y dos. Escribe Apolodoro en sus Crónicas que nació en la Olimpiada LXX, y murió en el año primero de la

LXXVIII. Empezó a filosofar en Atenas, a la edad de veinte años, cuando era arconte Callas, como dice Demetrio Falereo en su Historia de los arcontes, adonde añaden que se detuvo treinta años.

3. Decía que el sol es un globo de fuego y mayor que el Peloponeso. Otros atribuyen esto a Tántalo. Que la luna está habitada y tiene collados y valles. Que el principio de las cosas son las partículas semejantes, pues así como el oro se compone de partes tenuísimas, así también el mundo fue compuesto de corpúsculos semejantes entre sí. Que la mente es el principio del movimiento. Que los cuerpos pesados se situaron en lugar bajo, por ejemplo: la tierra; y los leves, arriba, como el fuego; y el agua y el aire tomaron el medio. Así, pues, sobre la superficie de la tierra está el mar, y el sol saca de sus aguas los vapores. Que en el principio los astros giraban en el cielo (construido en forma de cúpula), de manera que el polo, que siempre está a nuestra vista, giraba sobre el vértice de la tierra, pero que después tomó inclinación. Que la vía láctea es un reflejo del resplandor de los astros no iluminados por el sol. Que los cometas son un concurso de estrellas errantes que despiden llamas, y que el aire los vibra como centellas. Que los vientos provienen del aire enrarecido por el sol. Que los truenos son el choque de las nubes; los relámpagos, el frotamiento de las mismas. Que el terremoto es causado por aire que corre por dentro de la tierra. Que los animales fueron engendrados del humor, del calor y de la tierra; después fueron naciendo de ellos mismos, engendrándose los machos a la parte derecha y las hembras a la izquierda.

    1. Cuentan que anunció, antes de caer, la piedra que cayó en Egos-pótamos, la cual dijo que caería del sol, y que por esto Eurípides, su discípulo, en la tragedia intitulada Faetón, llamó al sol masa de fuego. También que, cuando

    2. partió para Olimpia, se sentó vestido de pieles, como que había de llover pronto, y así sucedió. A uno que le preguntó si los montes de Lampsaco serían mar en el futuro, le respondió: Sí, por cierto, como el tiempo no se acabe. Al preguntarle una vez para qué fin había nacido, dijo que para contemplar el sol, la luna y el cielo. A uno que le objetaba que estaba privado de los atenienses, contestó: No estoy privado de ellos, sino ellos de mí. Al ver el sepulcro de Mausolo, dijo: Un monumento suntuoso es imagen de riquezas convertidas en piedras. A uno que le parecía mal el que muriese en tierra ajena, respondió: No os molestéis por eso, pues de todas partes hay el mismo camino que hacer para bajar a la región de los muertos.
  1. Según dice Favorino en su Historia varia, parece que fue el primero que dijo que

Homero compuso su poema para recomendar la virtud y la justicia; opinión que amplificó mucho Metrodoro Lampsaceno, amigo suyo, el cual disfrutó bastante a Homero en el estudio de la Naturaleza. Anaxágoras fue el primero que nos dejó un escrito sobre la Naturaleza. Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo arconte Dimilo, dijo Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras, y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si este giro cesara, se caería el cielo.

    1. Respecto a su condenación hay varias opiniones, pues Soción, en las Sucesiones de los filósofos, dice que Cleón lo acusó de impiedad, por haber dicho que el sol es una masa de hierro encendido, pero que lo defendió Pericles, su discípulo, y sólo fue condenado a pagar cinco talentos y salir desterrado. Sátiro escribe en sus Vidas que lo acusó Tucídides, por ser éste contrario a las resoluciones de Pendes en la administración de la República. Que no sólo lo acusó de impiedad, sino también de traición, y que ausente, fue condenado a muerte. Al darle la

    2. noticia de su condenación y de la muerte de sus hijos, respondió a lo primero que hacía mucho tiempo que la Naturaleza había condenado a muerte tanto a sus acusadores como a él; y a lo segundo, que sabía que los había engendrado mortales. Algunos atribuyen esto a Solón; otros, a Jenofonte.
    1. Demetrio Falereo dice, en el libro De la vejez, que Anaxágoras enterró él mismo con sus manos a sus hijos. Hermipo, en las Vidas, asegura que fue encarcelado y condenado a muerte, y al preguntar a Pericles si había algún crimen capital en él, como no le halló ninguno, dijo: Ahora bien: yo soy discípulo de este hombre; no queráis perderlo con calumnias, sino seguid mi voluntad y dejadlo absuelto. Y que así se hizo; pero como no pudo sobrellevar la injusticia, murió de muerte voluntaria. Finalmente, Jerónimo dice en el libro II de sus Varios comentarios, que Pericles lo condujo al tribunal de justicia cuando se hallaba desfallecido y débil por la

    2. enfermedad, y que fue absuelto antes por verlo así que por hallarlo inocente. Todas estas opiniones existen sobre la condenación de Anaxágoras. Hay quien piensa todavía que fue enemigo de Demócrito por no haberlo querido admitir en su conversación y trato.
  1. Por último, después de pasar a Lampsaco, murió allí, y al preguntarle los magistrados si quería que se ejecutara alguna cosa, respondió que cada año en el mes de su muerte fuese permitido a los muchachos que jugaran, y que hoy día aún se observa. Los lampsacenos lo honraron ya difunto, y en su sepulcro pusieron el epitafio siguiente:

Aquí yace Anaxágoras ilustre, que junto al fin de su vital carrera, entendió plenamente los arcanos que en sí contiene la celeste esfera.

El que yo compuse dice así:

Que el sol es masa ardiente Anaxágoras dijo; y por lo mismo fue a muerte condenado. Librólo su discípulo Pericles: Pero él entre eruditas languideces, sabe dejar la vida voluntario.

Se sabe que hubo otros tres Anaxágoras, pero en ninguno de ellos concurrieron todas las ciencias. El primero fue orador, uno de los discípulos de Isócrates. El otro, estatuario, de quien Antígono hace memoria. Y el último, gramático, discípulo de Zenodoto.

ARQUELAO

1. Arquelao, ateniense, o bien milesio, tuvo por padre a Apolodoro, y según otros, a Midón. Fue discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates, y el primero que de la Jonia trajo a Atenas la Filosofía natural. Por esta razón lo llamaron el Físico, o bien porque en él terminó la Filosofía natural, introduciendo entonces Sócrates la moral. Aunque parece que Arquelao la cultivó también, pues fue filósofo de las leyes, de lo bueno y de lo justo, lo cual, oído por Sócrates, lo amplió y propagó, por lo que fue considerado como autor de ello.

Decía que eran dos las causas de la generación: el calor y el frío. Que los animales fueron engendrados del limo. Y que lo justo y lo injusto no lo son por naturaleza, sino por la ley. Se basaba en este raciocinio: El agua, cuya liquidez dimana del calor, mientras dura condensada produce la tierra, y cuando se hace líquida produce el aire. Por consiguiente, aquella es conservada por el aire, y éste por el movimiento del fuego. Que los animales se engendran del calor de la tierra, la cual destila un limo semejante a la leche, que les sirve de nutrimento. Así fueron procreados los hombres.

Fue el primero que dijo que la voz es la percusión del aire. Que el mar se contiene en las entrañas de la tierra, por cuyas venas va como colado. Que el sol es el mayor de los astros. Y que el

Universo no tiene límites. Hubo otros tres Arquelaos: uno, corógrafo, el cual describió los países que anduvo Alejandro; otro, que escribió en verso De la admirable naturaleza de los animales; y el otro fue orador y escribió De la Oratoria.

SÓCRATES

l. Sócrates fue hijo de Sofronisco, cantero de profesión, y de Fenareta, obstetriz, como lo dice Platón en el diálogo titulado Teeteto. Nació en Alopeca, pueblo de Atica. Hubo quien creyera que Sócrates ayudaba a Eurípides en la composición de sus tragedias, por lo cual Mnesíloco dice:

Los Frigios drama es nuevo de Eurípides, y consta que a Sócrates se debe.

Y después:

De Sócrates los clavos corroboran de Eurípides los dramas.

También Calias, en la comedia Los cautivos, escribe:

Tú te engríes y estás desvanecido: pero puedo decirte que a Sócrates se debe todo eso.

Y Aristófanes, en la comedia Las nubes, dice:

Y Eurípides famoso, que tragedias compone, lo hace con el auxilio de ese que habla de todo: así le salen útiles y sabias.

2. Al haber sido discípulo de Anaxágoras, como aseguran algunos, y de Damón, según dice Alejandro en las Sucesiones, después de la condenación de aquel, se pasó a Arquelao Físico, el cual usó de él deshonestamente, como afirma Aristóxenes. Dures dice que se puso a servir, y que fue escultor en mármoles; y aseguran muchos que las Gracias vestidas que están en la Roca son de su mano. Respecto a esto, Timón en sus Sátiras, dice:

De estas Gracias provino el cortador de piedras, el parlador de leyes, oráculo de Grecia. Aquel sabio aparente y simulado, burlador, y orador semiateniense.

En la oratoria era muy vehemente, como dice Idomeneo; pero los treinta tiranos le prohibieron enseñarla, según refiere Jenofonte. También lo censura Aristófanes, porque hacía buenas las causas malas. Según Favorino en su Historia varia, fue el primero que con Esquines, su discípulo, enseñó la Retórica, lo que confirma Idomeneo en su Tratado de los discípulos de Sócrates. Fue también el primero que trató la Moral, y el primero de los filósofos que murió condenado por la justicia.

    1. Aristóxenes, hijo de Espíntaro, dice que era muy cuidadoso en juntar dinero, que dándolo a usura, lo recobraba con el aumento, y reservando éste, daba nuevamente el capital para obtener ganancias. Según Demetrio Bizantino dice, Critón lo sacó del taller y se aplicó a instruirlo prendado de su talento y espíritu. Conociendo que la especulación de la Naturaleza no es lo que más nos importa, comenzó a tratar de la Filosofía moral, tanto en las oficinas como en el foro, exhortando a todos a que se preguntaran qué mal o bien tenían en sus casas.

    2. Con frecuencia, a causa de excesos de vehemencia al hablar, solía darse de coscorrones, e incluso arrancarse los cabellos, de manera que muchos se reían de él y lo menospreciaban, pero él lo sufría todo con paciencia. Cuando uno le dio un puntapié, dijo a los que se admiraban de su sufrimiento: Pues si un asno me hubiera dado una coz, ¿había yo de citarlo ante la justicia?
  1. No tuvo necesidad de peregrinar como otros, sólo cuando así lo obligaron las guerras. Fuera de esto, siempre estuvo en un mismo lugar, disputando con sus amigos, no tanto para rebatir opiniones sino para indagar la verdad. Dicen que, al darle a leer Eurípides un escrito de Heráclito, cuando le preguntó qué le parecía, respondió: Lo que he entendido es muy bueno, y juzgo que lo será también lo que no he entendido; pero necesita un nadador delio. Tenía mucho cuidado de ejercitar su cuerpo, el cual era de muy buena constitución.

    1. Militó en la expedición de Anfipolis; y dada la batalla junto a Delio, libró a Jenofonte, que había caído del caballo. Huían todos los atenienses, mas él se retiraba a paso lento, mirando frecuentemente con disimulo hacia atrás, para defenderse de cualquiera que intentara atacarlo. También estuvo en la expedición naval de Potidea, sin poder ejecutarse por tierra en aquellas circunstancias. En esta ocasión, dice

    2. que estuvo toda una noche en una misma situación. Peleó valerosamente y consiguió la victoria, pero la cedió voluntariamente a Alcibíades, a quien amaba mucho, como dice Arístipo en el libro IV De las delicias antiguas.
  2. Ion Quío dice que Sócrates en su juventud estuvo en Samos con Arquelao. Aristóteles escribe que también peregrinó a Delfos. Y Favorino afirma, en el libro primero de sus Comentarios, que también estuvo en el Istmo. Era de un ánimo constante y republicano; se sabe principalmente, que habiendo mandado Cricias y demás jueces traer a Leonte de Salamina, hombre opulento, para quitarle la vida, Sócrates nunca estuvo de acuerdo; y de los diez capitanes de la armada, sólo fue él quien absolvió a Leonte. Al estar ya encarcelado, y pudiendo huir e irse a donde quisiera, no quiso ejecutarlo, ni atender al llanto de sus amigos que se lo rogaban; en lugar de eso los reprendió y les hizo varios razonamientos llenos de sabiduría.

  3. Era honesto y de pocas palabras. Pánfila escribe, en el libro VII de sus Comentarios, que cuando Alcibíades le dio un área muy espaciosa para construir una casa, le dijo: Si yo tuviese necesidad de zapatos, ¿me darías todo un cuero para que me los hiciera? Y ridículo sería si yo lo admitiera. Al ver frecuentemente todas las cosas que se venden en público, se decía a sí mismo: ¡Cuánto hay que no necesito! Y repetía a menudo estos yambos:

Las alhajas de plata, de púrpura las ropas, útiles podrán ser en las tragedias, pero de nada sirven a la vida.

Menospreció generosamente a Arquelao Macedón, a Escopas Cranonio y a Eurilo Lariseo, pues ni admitió el dinero que le regalaban, ni quiso ir a vivir con ellos. Tanta era su templanza en la comida, que a pesar de que muchas veces hubo peste en Atenas, nunca se le contagió.

  1. Aristóteles escribe que tuvo dos mujeres propias: la primera, Jantipa, de la cual tuvo a Lamprocle; la segunda, Mirto, hija de Arístides el Justo, la que recibió indotada, y de la cual tuvo a Sofronisco y a Menexeno. Algunos dicen que se casó primero con Mirto; otros, que se casó a un mismo tiempo con ambas, y de esta opinión son Sátiro y Jerónimo de Rodas, pues dicen que los atenienses querían poblar la ciudad, exhausta de ciudadanos a causa de las guerras y contagios, así que decretaron que los ciudadanos se casaran con una ciudadana, y además pudieran procrear hijos con otra mujer; y que Sócrates lo hizo así.

  2. Tenía ánimo para soportar a cuantos lo molestaban y perseguían. Amaba la frugalidad en la mesa, y nunca pidió recompensa por sus servicios. Decía que quien come con apetito, no necesita de viandas exquisitas; y el que bebe con gusto, no busca bebidas que no tiene a la mano. Esto se puede ver aún en los poetas cómicos, los

cuales lo alaban en lo mismo que presumen vituperarlo. Así habla de él Aristófanes:

¡Oh tú, justo amador de la sapiencia, cuán felice serás con los de Atenas, y entre los otros griegos cuán felice!

Y también:

Si memoria y prudencia no te faltan, y en las calamidades sufrimiento, no te fatigarás si en pie estuvieres, sentado, o caminando. Tú no temes el frío ni el hambre, te abstienes del vino y de la gula, con otras mil inútiles inepcias.

Amipsias lo pinta con palio, y dice:

¡Oh Sócrates, muy bueno entre los pocos, y todo vanidad entre los muchos! ¡Finalmente, aquí vienes y nos sufres! Ese grosero manto ¿de dónde lo tomaste? Esa incomodidad seguramente nació de la malicia del ropero.

Por más hambre que tuviera, nunca pudo vivir como parásito. Cuánto aborreciese esta vergonzosa adulación; lo testifica Aristófanes, diciendo:

Lleno de vanidad las calles andas, rodeando la vista a todas partes. Caminando descalzo, y padeciendo trabajas sin cesar, muestras no obstante siempre de gravedad cubierto el rostro.

Sin embargo, algunas veces se acomodaba al tiempo y vestía con más curiosidad, como lo hizo cuando fue a cenar con Agatón; así lo menciona Platón en su Convite.

    1. La misma eficacia tenía para persuadir, que para disuadir; de manera que, según dice Platón en un Discurso que pronunció sobre la ciencia, hizo cambiar a Teeteto de tal manera, que lo hizo un hombre extraordinario. Queriendo Eutrifón acusar a su padre por haber matado a un forastero que hospedaba, lo

    2. apartó Sócrates del intento por un discurso que hizo concerniente a la piedad. También hizo moderado a Lisis con sus exhortaciones. Tenía un ingenio muy propio para formar sus discursos según las ocurrencias. Redujo con sus amonestaciones a su hijo Lamprocles a que respetara a su madre, con la cual se portaba duro e insolente, como refiere Jenofonte. También hizo cambiar de opinión a Glaucon, hermano de Platón, cuando quería meterse en el gobierno de la República, para lo cual era inepto; y por el contrario, indujo a Carmides para que se involucrara en él, pues sabía que era capaz de hacerlo.
    1. Reanimó a lficrates, capitán de la República, mostrándole unos gallos del barbero Midas que peleaban con los de Calias. Glauconides lo consideraba tan digno de la ciudad, como un faisán o pavo. Decía que es cosa maravillosa que siendo fácil a cualquiera decir los bienes que posee, ninguno puede decir los amigos que tiene;

    2. tanta es la negligencia que hay en conocerlos. Al ver a Euclides muy solícito en litigios forenses, le dijo: ¡Oh Euclides!, podrás vivir muy bien con los sofistas, pero no con los hombres. Pensaba que era inútil y poco decente este tipo de estudio, como dice Platón en su Eutidemo. Cuando Carmides le dio algunos criados para que trabajaran en su provecho, no los admitió; y hay quien dice que menospreció la belleza de cuerpo de Alcibíades. Alababa el ocio como una de las mejores posesiones, según escribe Jenofonte en su Convite. También decía que sólo hay un bien, que es la sabiduría, y sólo un mal, que es la ignorancia. Que las riquezas y la nobleza no contienen circunstancia recomendable, sino más bien, todos los males.
    1. Cuando uno le dijo que la madre de Antístenes fue de Tracia, respondió: ¿Pues creías tú que dos atenienses habían de procrear varón tan grande? Propuso a Critón rescatar a Fedón, que al hallarse cautivo se veía obligado a ganar el

    2. sustento por medios indecentes. Salió, en efecto, de la esclavitud, y se hizo un ilustre filósofo. Aprendió a tocar la lira cuando tenía oportunidad, diciendo que no hay ningún absurdo en aprender cada cual aquello que ignora. También danzaba con frecuencia, pues consideraba que este ejercicio era muy conveniente para la salud del cuerpo, como lo dice Jenofonte en su Convite. Decía asimismo que un genio le revelaba las cosas futuras. Que el empezar bien no era poco, sino cercano de lo poco. Que nada sabía excepto esto mismo: que nada sabía. Que los que compran a gran precio las frutas tempranas desconfían llegar al tiempo de la madurez de ellas.
  1. Al preguntarle una vez qué cosa es virtud en un joven, contestó: Que no se exceda en nada. Decía que se debe estudiar la Geometría hasta que uno sepa recibir y dar tierra medida. Cuando Eurípides dijo en la tragedia Auge acerca de la virtud:

Que es acción valerosa dejarla de repente y sin consejo, se levantó y se alejó diciendo que era cosa ridícula tener por digno de ser buscado un esclavo cuando no se halla, y dejar perecer la virtud. Y al preguntarle si era mejor casarse o no hacerlo, respondió: Cualquiera de las dos cosas que hagas, te arrepentirás. Decía que le admiraba ver que los escultores procuraban que saliera la piedra muy semejante al hombre, y descuidaban de procurar no parecerse a las piedras. Exhortaba a los jóvenes a que se miraran frecuentemente al espejo, a fin de hacerse dignos de la belleza, si la tenían; y si eran feos, para que disimularan la fealdad con la sabiduría.

14. En una ocasión que convidó a cenar a ciertas personas ricas, como Jantipa tuvo pena de la cortedad de la cena, le dijo: No te aflijas, mujer, pues si ellos son parcos, lo sufrirán; y si son comilones, nada nos importa. Decía que otros hombres vivían para comer; pero él comía para vivir. Que quien alaba al pueblo bajo, se parece a uno que reprobara un tetradracmo, y recibiera por legítimos

muchos de ellos. Cuando le dijo Esquines: soy pobre; nada más tengo mi persona; me doy todo a vos, respondió: ¿Has advertido cuán grande es la dádiva que me haces? A uno que estaba indignado por hallarse sin autoridad, al usurpar el mando los treinta tiranos, le dijo: ¿Y qué es lo que en esto te aflige? Que los atenienses -respondió- te han condenado a muerte. Y la Naturaleza a ellos, repuso Sócrates. Algunos atribuyen esto a Anaxágoras. A su mujer, que le decía que moriría injustamente, le dijo: ¿Quisieras acaso tú que mi muerte fuera justa? Después de soñar que uno le decía:

Tú dentro de tres días a la glebosa Ftía harás pasaje, dijo a Esquines que pasados tres días moriría. Antes de beber la cicuta, le trajo Apolodoro un palio muy precioso para que muriera con este adorno, y le dijo Sócrates: Pues si el mío ha sido bueno para mí en vida, ¿por qué no lo será en muerte? Cuando uno le comentó que otro hablaba mal de él, respondió: Ese no apren

dió a hablar bien. Como Antístenes llevaba siempre a la vista la parte más rasgada de su palio, le dijo: Veo por esas aberturas tu vanagloria. A uno que le preguntó: ¿No está aquel hablando mal de ti?, respondió: No, por cierto; nada me toca de cuanto dice. Decía que conviene exponerse voluntariamente a la censura de los poetas cómicos, pues si dicen la verdad, nos corregiremos; y si no, nada nos afecta lo que dicen.

    1. Luego de haberlo injuriado de palabra su mujer Jantipa, y después de que le arrojó agua encima, respondió: ¿No dije yo que cuando Jantipa tronaba ella llovería? A Alcibíades, que le decía que no era tolerable la maledicencia de Jantipa, le dijo: Yo estoy tan acostumbrado a ello como a oír cada momento el ruido de la polea; y tú también toleras los graznidos de los ánsares. Al replicarle Alcibíades que los ánsares le ponían huevos y educaban a otros ánsares, le dijo: También a mí me pare hijos Jantipa. Una ocasión le quitó ésta el palio en el foro, y como los dami

    2. liares instaran a Sócrates para que castigara la injuria, respondió: sería una bella cosa que nosotros riñésemos y vosotros clamaseis: No más Sócrates: no más Jantipa. Decía que con la mujer áspera se debe tratar como hacen con los caballos falsos y mal seguros los que los manejan, pues así como éstos, habiéndolos domado, usan con más facilidad de los leales, así también yo después de sufrir a Jantipa me es más fácil el comercio con todas las demás personas.
  1. Muchas cosas que decía y hacía fueron causa de que la pitonisa testificara de él tan ventajosamente, dando a Querefón aquel oráculo tan conocido por todos:

Sócrates es el sabio entre los hombres.

Esto provocó contra él la envidia de muchos que también se consideraban sabios, infiriendo que el oráculo los declaraba ignorantes. Melito y Anito eran de éstos, como dice Platón en el diálogo Memnón. No podía Anito permitir que Sócrates lo burlara, e incitó primero a Aristófanes contra él; después indujo a Melito para que lo acusara de impío y corrompedor de la juventud. En efecto, Melito lo acusó, y dio la sentencia Polieucto, según dice Favorino en su Historia varia. Escribió la oración el sofista Polícrates, como refiere Hermipo, o bien Anito, según dicen otros; pero el orador Licón lo ordenó todo. Antístenes en las Sucesiones de los filósofos, y Platón en la Apología, dicen que los acusadores de Sócrates fueron tres: Anito, Licón y Melito. Que Anito instaba en nombre de los artesanos y magistrados del pueblo; Licón, por parte de los oradores; y Melito, por los poetas, a los cuales reprendía Sócrates. Favorino, en el libro II de sus Comentarios, dice que no es de Polícrates la oración contra Sócrates, puesto que en ella se hace mención de los muros de Atenas que restauró Conón, lo cual fue seis años después de la muerte de Sócrates, y es verdad.

  1. La acusación jurada, y que, según Favorino, todavía se conserva en el Metroo, fue como sigue: Melito Piteense, hijo de Melito, acusó a Sócrates Alopecense, hijo de Sofronisco, de los delitos siguientes: Sócrates quebranta las leyes negando la existencia de los dioses que la ciudad tiene recibidos, e introduce otros nuevos; y obra contra las mismas leyes corrompiendo a la juventud. La pena debida es la muerte.

    1. Cuando Lisias le leyó una apología que había escrito en su defensa, respondió: La pieza es buena, Lisias, pero no me conviene a mí. Efectivamente, era más una defensa jurídica que filosófica. Al preguntarle Lisias por qué no le convenía la oración, supuesto que era buena, contestó: ¿Pues no puede haber vestidos y calzados ricos, y a mí no venirme bien? Justo Tiberiense cuenta en su Crónica que cuando se ventilaba la causa de Sócrates subió Platón al púlpito del tribunal, y que al comenzar a decir así: Siendo yo, oh atenienses, el más joven de los que a este lugar subieron..., fue interrumpido por los jueces,

    2. diciéndole: Bajaron, bajaron; significándole por esto que bajara de allí. Así que Sócrates fue condenado por doscientos ochenta y un votos más de los que lo absolvían; y cuando estaban deliberando los jueces sobre si convendría más quitarle la vida o imponerle multa, dijo: daría veinticinco dracmas. Eubulides dice que prometió cien. Pero viendo en desacuerdo y alborotados a los jueces, dijo: Yo juzgo que la pena a que debo ser condenado por mis operaciones, es que se me mantenga del público en el Pritaneo. Oído lo cual, se agregaron ochenta votos a los primeros, y lo condenaron a muerte. Lo apresaron luego, y no muchos días después bebió la cicuta, una vez acabado un sabio y elocuente discurso que menciona Platón en su Fedón.
  2. Algunos le atribuyen un himno a Apolo, que empieza así:

Yo os saludo, Apolo Delio y Diana, ilustres niños.

Pero Dionisiodoro dice que este himno no es suyo. También compuso una fábula como las de Esopo, no muy elegante, que dice:

Dijo una vez Isopo a los corintios la virtud no juzgasen por la persuasión y la voz del pueblo.

Así fue el fin de Sócrates, del cual los atenienses se arrepintieron tanto, que cerraron las palestras y gimnasios. Desterraron a algunos y sentenciaron a muerte a Melito. Honraron a Sócrates con una estatua de bronce que hizo Lísipo, y la colocaron en el Pompeyo. Los de Heraclea echaron de la ciudad a Anito el mismo día en que llegó.

20. No es sólo Sócrates con quien los atenienses se portaron así, sino también con muchos otros, pues multaron a Homero con cincuenta dracmas, por considerarlo loco. A Tirteo lo llamaron demente, y lo mismo a Astidamante, imitador de Esquilo, después de honrarlo con una estatua de bronce. Eurípides en su Palamedes también objeta a los atenienses la muerte de Sócrates, diciendo:

Matasteis, sí, matasteis al más sabio, a la más dulce musa, que a nadie fue molesta ni dañosa.

Esto es así, aunque Filicoro dice que Euripides murió antes que Sócrates. Nació Sócrates, según Apolodoro en sus Crónicas, siendo arconte Apsefión, el año IV de la Olimpiada LXXVTI, a 6 de Tragelión, en cuyo día los atenienses purifican la ciudad, y dicen los delios que nació Diana. Murió el año 1 de la Olimpiada XCV, a los setenta años de edad. Lo mismo dice Demetrio; pero aseguran otros que murió de sesenta años. Ambos fueron discípulos de Anaxágoras, Sócrates y Eurípides. Nació éste siendo arconte Calias, el año 1 de la Olimpiada

LXXV.

    1. Pienso que Sócrates trató también de las cosas naturales, puesto que dice algo de la Providencia, según escribe Jenofonte; aunque él mismo asegura que sólo trató de lo perteneciente a la moral. Cuando Platón en su Apología menciona a Anaxágoras y otros físicos, dice de ellos muchas cosas que Sócrates niega, siendo así que todas las suyas las atribuye a Sócrates. Cuenta Aristóteles que cierto mago venido de Siria a Atenas reprobó muchas cosas de Sócrates, y le predijo que moriría de muerte violenta. El epitafio mío a Sócrates es como sigue:

    2. Tú bebes con los dioses, oh Sócrates, ahora. Sabio te llamó Dios, que es sólo el sabio, y si los atenienses la cicuta te dieron, brevemente se la bebieron ellos por tu boca.
    1. Aristóteles escribe, en el libro II de su Poética, que Sócrates tuvo disputas con cierto Antióloco de Lemnos, y con Anfitrión, intérprete de portentos, así como Pitágoras las tuvo con

    2. Cidón y con Onata. Sagaris fue émulo de Homero cuando todavía vivía, y después de muerto, lo fue Jenofonte Colofonio. Píndaro tuvo sus contenciones con Anfimenes Cos; Tales, con Ferecides; Biante, con Salaro Prieneo; Pitaco, con Antiménides y con Alceo; Anaxágoras, con Sosibio; y Simónides, con Timocreón.
  1. De los sucesores de Sócrates, llamados socráticos, los más importantes fueron Platón, Jenofonte y Antístenes. De los que llaman los diez, fueron cuatro los más ilustres: Esquines, Fenón, Euclides y Aristipo. Trataremos primero de Jenofonte. De Antístenes hablaremos entre los cínicos. Luego, de los socráticos, y en último lugar, de Platón, que es el jefe de las diez sectas, e instituidor de la primera Academia. Este será el orden que llevaremos.

  2. Hubo otro Sócrates, historiador, que describió con exactitud la región argólica. Otro peripatético, nativo de Bitinia. Otro poeta epi

gramático, y otro natural de Cos, escritor de los sobrenombres de los dioses.

JENOFONTE

  1. Jenofonte, hijo de Grilo, nació en Erquia, pueblo del territorio de Atenas. Fue muy vergonzoso, y muy hermoso de cuerpo. Dicen que habiéndolo encontrado Sócrates en una callejuela, atravesó el báculo y lo detuvo. Le preguntó dónde se vendían las cosas comestibles, y habiéndoselo dicho, le preguntó de nuevo: ¿Dónde se forman los hombres buenos y virtuosos? A lo cual, como Jenofonte no respondiera de pronto, añadió Sócrates: Sígueme y lo sabrás. Desde entonces se convirtió en discípulo de Sócrates. Fue el primero que publicó en forma de Comentarios las cosas que antes sólo se referían de palabra, y también fue el primer filósofo que escribió Historia.

    1. Menciona Aristipo, en el libro IV de las Delicias antiguas, que Jenofonte amó a Clinias, y le hablaba así: Con más gusto miro a Clinias que a todas las demás cosas bellas que tienen los hombres; nada me molestaría ser ciego para todas las cosas, con tal que gozara la vista de Clinias; me aflijo de noche y cuando duermo, porque no lo veo; doy mil gracias al día y al sol porque me manifiestan a Clinias. Se hizo muy amigo de Ciro en la forma siguiente: Tenía un amigo beocio llamado Proxeno, discípulo de Georgias Leontino y familiar de Ciro, en cuya compañía estaba en Sardes. Escribió éste a Jenofonte, que estaba en Atenas, una carta en que le decía que le sería muy útil hacerse amigo de Ciro. Jenofonte mostró la carta a Sócrates y le pidió consejo, pero éste lo envió a Delfos, para que siguiese en el asunto lo que el oráculo le dijera. Pasó a Delfos, mas no preguntó a Apolo si le convenía buscar a Ciro, sino cómo lo había de hacer. Sócrates le reprendió la astucia, pero fue de parecer que hiciera el viaje. Al llegar a verse

    2. con Ciro, le supo captar la voluntad de tal manera, que se le hizo tan amigo como el mismo Proxeno. Por lo cual nos dejó escrito cuanto pasó en la subida y regreso de Ciro.
    1. Fue enemigo mortal de Memnón de Farsalia, el cual en la subida de Ciro era conductor de las tropas extranjeras. Le objetó, entre otras cosas, que buscaba amores superiores a su calidad.
      También afeó a cierto Apolonio llevar agujeros en las orejas. Después de la subida de los persas, ruptura del Ponto y quebrantamiento de la alianza por Seto, rey de los odrisos, se retiró Jenofonte al Asia, a estar con Agesilao, rey de los lacedemonios; y le llevó muchas tropas de Ciro para que militaran en su ejército; se puso todo en su obediencia, y fue su mejor amigo. Con esta acción, pareciendo a los atenienses que estaba de parte de los lacedemonios, lo condenaron al destierro. Pasó después a Efeso, y entregó en depósito a Megabizo, sacerdote de Diana, la mitad del oro que traía, hasta

    2. que volviera; pero si no volvía, mandó que se hiciera con él una estatua de la diosa, y se le dedicara. De la otra mitad envió dones a Delfos. Cuando Agesilao fue llamado a Grecia para hacer la guerra a los tebanos, pasó Jenofonte con él a Grecia, dándole víveres los lacedemonios. Finalmente, separado de Agesilao, se fue al territorio de Elea, cerca de la ciudad de Escilunte.
    1. Lo acompañaba, como dice Demetrio de Magnesia, cierta mujercilla llamada Filesia, y dos hijos: Grilo y Diodoro, según escribe Dinarco en el libro Del repudio, contra Jenofonte; los dos hijos fueron llamados Geminos. Habiendo venido a Escilunte Megabizo, por causa de ciertas festividades públicas, recobrando su dinero, compró y dedicó a la diosa unos campos, por los cuales corre el río Selinus, del mismo nombre que el que pasa por Efeso. Se entretenía en la caza, convidando a comer a los amigos y escribiendo Historia. Dinarco refiere que los

    2. lacedemonios le dieron habitación y tierras. También se dice que Filópidas de Esparta le dio diferentes esclavos traídos de Dardania, para que se sirviera de ellos en lo que gustase. Que después, al venir los elienses con ejército a Escilunte, destruyeron la posesión de Jenofonte, por haber tardado los lacedemonios en venir a la defensa. Entonces los hijos de Jenofonte huyeron a escondidas con algunos esclavos, y se fueron a Lepreo. Y Jenofonte primero se retiró a Elis; después pasó a Lepreo, donde estaban sus hijos, y con ellos a Corinto, donde se estableció.
    1. Como por este tiempo habían resuelto los atenienses ayudar a los lacedemonios, envió sus hijos a Atenas para que militaran con los lacedemonios, ya que habían estudiado la disciplina militar en Esparta, según escribe Diocles en las Vidas de los filósofos. Diodoro volvió de aquella jornada sin haber hecho cosa memorable, y tuvo después un hijo del mismo nombre

    2. que su hermano. Pero Grilo murió en ella peleando valerosamente entre la caballería, siendo general de ésta Cefisodoro, y Agesilao de la infantería, como dice Eforo en el libro XXV de sus Historias. La batalla fue junto a Mantiena. Murió también en ella Epaminondas, capitán de los tebanos. Dicen que Jenofonte estaba entonces sacrificando, con corona en la cabeza, y al saber la noticia de la muerte del hijo, se quitó la corona; pero, cuando supo que había muerto peleando valerosamente, se la volvió a poner. Algunos dicen que ni siquiera lloró, sino que solamente dijo: Yo ya sabía que lo había engendrado mortal.
  2. Aristóteles menciona que hubo muchísimos que escribieron elogios y el epitafio de Grilo, en parte por congraciarse con el padre. Y Hermipo dice, en la Vida de Teofrasto, que incluso Sócrates escribió encomios para Grilo, lo cual indujo a Timón a censurarlo por los versos siguientes:

Dos o tres, o más libros enfermo y sin fuerza ha publicado, en todo parecidos a las obras de Jenofonte y Esquines, ineptas para persuadir cosa ninguna.

Así fue la vida de Jenofonte. Floreció hacia el año IV de la Olimpiada XCIV. Subió con Ciro, siendo arconte Jeneneto, un año antes de la muerte de Sócrates. Murió el año primero de la Olimpiada CV (según escribe Estesiclides Ateniense en la Descripción de los arcontes y vencedores en los juegos olímpicos), siendo arconte Calidemide, en cuyo tiempo reinaba en Macedonia Filipo, hijo de Amintas. Su muerte fue en Corinto, como dice Demetrio de Magnesia, siendo ya de edad avanzada. Fue Jenofonte un varón bueno en todo: aficionado a caballos y a la caza, e inteligente en la táctica, según consta por sus escritos. Fue pío, dado a los sacrificios, muy práctico en conocer las víctimas y celoso imitador de Sócrates.

  1. Escribió más de cuarenta libros, que algunos dividen con variedad. La subida de Oro está escrita no con prefacio a toda la obra, sino con proemios particulares a cada libro. Los demás escritos son: La institución de Oro, Los hechos memorables de los griegos, Los comentarios, El banquete, La economía, Acerca de los caballos, De la caza, Del cargo del general de caballería, La apología de Sócrates, De la semilla, Hierón, o sea Sobre el gobierno tiránico, El Agesilao, y, finalmente, Sobre las Repúblicas de los atenienses y lacedemonios; aunque Demetrio de Magnesia dice que esta obra no es de Jenofonte. Se dice que poseyendo él solo los libros de Tucídides, y habiendo podido suprimirlos, no lo hizo, sino que los publicó para gloria de aquel. Lo llamaban la Musa ática, por la dulzura de su locución, y por esto había algunos celos entre él y Platón, como diremos cuando tratemos de éste.

  2. Mis epigramas a Jenofonte son los siguientes:

No sólo pasó a Persia Jenofonte por la amistad de Ciro, sino por caminar por la ardua vía que a los dioses conduce. Escribiendo las glorias de los griegos su socrático ingenio nos demuestra.

Y este otro a su muerte:

Si por los ciudadanos de Cécrope y de Cranao, Jenofonte, desterrado te miras, sin más causa que ser de Ciro amigo, ya el hospital Corinto te recibe, y estableces en ella tu morada.

Recuerdo haber leído que floreció por la Olimpiada LXXXIX, con los otros discípulos de Sócrates. Istro dice que fue desterrado por decreto de Eubelo, y que por sentencia del mismo se le quitó el destierro.

9. Hubo siete Jenofontes. El primero, éste de que hemos tratado. El segundo, fue ateniense, hermano del Nicostrato que compuso el poema La Teseide, el cual, entre otras cosas, escribió La vida de Epaminondas y de Pelópidas. El tercero, fue médico de Cos. El cuarto, uno que escribió la Historia de Aníbal. El quinto, trató De los portentos fabulosos. El sexto fue de Paros y escultor célebre. Y el séptimo, poeta de la comedia antigua.

ESQUINES

    1. Esquines fue hijo de uno que hacía longanizas, llamado Carino, o según dicen algunos, Lisanias. Fue ateniense y muy laborioso desde su niñez. Por esta causa nunca se apartó de Sócrates, y éste por lo mismo solía decir de él: Sólo sabe honrarme el hijo del longanicero. Ido-meneo dice que fue Esquines, y no Critón, quien exhortó a Sócrates para que huyera de la cárcel, y que Platón atribuyó a Critón aquellas palabras porque Esquines era más amigo de

    2. Aristipo que suyo. Esquines fue calumniado por muchos, en particular por Menedemo Eretriata, el cual lo acusó de haberse apropiado muchos Diálogos de Sócrates que le dio Jantipa. De éstos, los llamados acéfalos son muy flojos, y no vemos en ellos la elocuencia socrática. Pisístrato Efesio decía que no son de Esquines, y Perseo asegura que mucha parte de siete de ellos es de Pasifonte Erétrico, el cual los incluyó en las obras de Esquines. Igualmente, que este supuso El pequeño Ciro, El pequeño Hércules, el Alcibíades, y otros libros. Los Diálogos que tienen índole socrática son estos: el primero, Milcíades; el cual, en cierto modo, tiene menos nervio que los otros, Calas, Axioco, Aspasia, Alcibíades, Telauges y Rinón.
    1. Dicen que al verse pobre fue a Sicilia para estar con Dionisio, y si bien lo despreció Platón, Aristipo lo recomendó a Dionisio, quien al oír algunos Diálogos suyos, le hizo varios dones. Luego regresó a Atenas, pero no se atre

    2. vió a enseñar su filosofía por la gran reputación en que estaban Platón y Aristipo; no obstante, abrió una escuela privada, y los concurrentes pagaban su cuota. Después se dedicó a defender en el foro las causas de los desvalidos, y por esto dijo Timón, según refieren, que tenía fuerza para persuadir en lo que escribía. Se cuenta que al verlo Sócrates en tanta pobreza, le dijo que sacara usura de sí mismo, quitándose algo del ordinario sustento. Aristipo consideró sospechosos los Diálogos de Esquines, pues al leerlos una vez en Megara, cuentan que se burló, diciendo: ¿De dónde robaste esto, plagiario? Policrito Mendesio, en el libro I De los hechos de Dionisio, dice que Esquines estuvo con el tirano hasta la caída de éste, y regresó de Dión a Siracusa, añadiendo que estaba también con él Carcino, escritor de comedias. Se conoce una carta de Esquines a Dionisio.
    1. Era muy versado en la oratoria, como consta por la defensa que hizo de un capitán,

    2. padre de Feaco, y por la de Dión. Imitó principalmente a Gorgias Leontino. Lisias escribió una oración contra Esquines titulada De la calumnia. De lo cual se ve que Esquines era un hábil orador. Tenía un amigo llamado Aristóteles, Mito por sobrenombre. Panecio es de la opinión que de todos los Diálogos de Sócrates, sólo son legítimos los de Platón, Jenofonte, Antístenes y Esquines; de los de Fedón y Euclides está dudoso; todos los demás los reprueba.
  1. Se sabe que hubo ocho Esquines: el primero, éste; el segundo, uno que escribió de Retórica; el tercero, fue orador, émulo de Demóstenes; el cuarto, fue arcade, discípulo de lsócrates; el quinto, de Mitilene, llamado azote de los oradores; el sexto, napolitano, filósofo académico, discípulo de Melanto Rodio y súcubo suyo en el nefas; el séptimo, milesio, escritor de política; y el octavo, escultor.

ARISTIPO

1. Aristipo nació en Cirene, de donde pasó a Atenas, llevado por la fama de Sócrates, como dice Esquines. Fue el primer discípulo de Sócrates que enseñó la Filosofía por estipendio, y con él socorría a su maestro, según escribe Fanias Eresio, filósofo peripatético. Habiéndole enviado una vez veinte minas, se las devolvió Sócrates, diciendo que su genio no le permitía recibirlas. Esto desagradaba mucho a Sócrates; Jenofonte fue su contrario, por cuya razón publicó un escrito contra él condenando el deleite que Aristipo patrocinaba, poniendo a Sócrates como árbitro de la disputa. También lo maltrata Teodoro en el libro De las sectas, y Platón hace lo mismo en el libro Del alma, como dijimos en otros escritos. Su genio se acomodaba al lugar, al tiempo y a las personas, y sabía simular toda razón de conveniencia. Por esta causa daba a Dionisio más gusto que los otros, y porque en todas las ocurrencias disponía bien las cosas, pues así como sabía disfrutar de las comodidades que se ofrecían, así también se privaba sin pena de las que no se ofrecían. Por esto Diógenes lo llama perro real, y Timón lo moteja de afeminado por el lujo, diciendo:

Cual la naturaleza de Aristipo, blanda y afeminada, que sólo con el tacto conoce lo que es falso o verdadero.

2. Cuentan que en una ocasión pagó cincuenta dracmas por una perdiz; y a uno que lo murmuraba, respondió: ¿Tú no la comprarías por un óbolo? y como dijese que sí, repuso: Pues eso valen para mí cincuenta dracmas. Mandó Dionisio llevar a su cuarto tres hermosas meretrices para que eligiera la que gustase, pero despidió a las tres, diciendo: Ni aun a Paris fue seguro haber preferido a una. Dicen que las sacó hasta el vestíbulo y las despidió; tanta era su facilidad en recibir o no recibir las cosas. Por esta causa Estratón, o según otros, Platón, le dijo: A ti sólo te parece bien llevar clámide o palio roto. Cuando Dionisio le escupió encima, lo sufrió sin dificultad; ya uno que se admiraba de ello, le dijo: Los

pescadores se mojan en el mar por agarrar un gobio, ¿y yo no me dejaré salpicar saliva por agarrar una ballena?

3. En cierta ocasión pasaba por donde estaba Diógenes lavando unas hierbas, y le dijo éste: Si hubieras aprendido a prepararte esta comida, no solicitarías los palacios de los tiranos. A lo que respondió Aristipo: Y si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas. Al preguntarle qué era lo que había sacado de la Filosofía, respondió: El poder conversar con todos sin miedo. Como le vituperasen una vez su vida suntuosa, contestó: Si esto fuera vicio, ciertamente no se practicaría en las festividades de los dioses. Al preguntarle en otra ocasión, qué tienen los filósofos más que los otros hombres, respondió:

Que aunque todas las leyes perezcan, no obstante viviremos de la misma suerte. Cuando le preguntó Dionisio por qué los filósofos van a visitar a los ricos, y éstos no visitan a los filósofos, le contestó: Porque los filósofos saben lo que les falta, pero

los ricos no lo saben. Como le criticara Platón el que viviera con tanto lujo, le dijo: ¿Tú consideras bueno a Dionisio? Y como Platón respondió que sí, prosiguió: Él vive con mucho mayor lujo que yo; así que nada impide que uno viva regaladamente; y en consecuencia muy bien. Al preguntarle una vez en qué se diferencian los doctos de los indoctos, respondió: En lo mismo que los caballos domados de los indómitos.

4. Una vez que entró en casa de una meretriz, como se avergonzase uno de los jóvenes que iban con él, dijo: No es pernicioso entrar, sino no poder salir. Cuando uno le propuso un enigma, como le reclamara la solución de él, le dijo:

¿Cómo quieres, oh necio, que desate una cosa que aun atada nos da en qué entender? Decía que era mejor ser mendigo que ignorante; pues aquel está falto de dinero, pero éste de humanidad. Cuando lo persiguió uno cierta vez con insultos y malas palabras, se iba de allí; y como el maldiciente lo siguió y le preguntó por qué huía, respondió:

Porque tú tienes poder para hablar mal, y yo no lo tengo para oír. Al decir uno que siempre veía filósofos a la puerta de los ricos, respondió:

También los médicos frecuentan las casas de los enfermos, pero no por eso habrá quien prefiera estar enfermo que ser curado.

5. Una ocasión en que navegaba para Corinto, al conturbarlo una borrasca, uno le dijo:

¿Nosotros, idiotas, no tenemos miedo, y vosotros, filósofos, tembláis?; y él respondió: No se trata de la pérdida de una misma vida entre nosotros y vosotros. A uno que se gloriaba de haber aprendido muchas cosas, le dijo: Así como no tienen más salud los que comen mucho y mucho se ejercitan, que los que comen lo preciso, así también no deben tenerse por eruditos los que estudiaron muchas cosas, sino los que estudiaron las útiles. Lo defendió cierto orador en un pleito, y se lo ganó; y como le dijese: ¿De qué te ha servido Sócrates, oh Aristipo?, respondió: De que todo cuanto tú has dicho en favor mío sea verdadero. Instruía a su hija Areta con excelentes máximas, acostumbrándola a

despreciar todo lo superfluo. Al preguntarle uno en qué cosa sería mejor su hijo si estudiaba, respondió: Aunque no saque más que no ser en el teatro una piedra sentada sobre otra, es bastante. Habiéndole encargado uno la instrucción de su hijo, el filósofo le pidió por ello quinientas dracmas, y diciendo aquel que con tal cantidad podía comprar un esclavo, le dijo Aristipo: Cómpralo y tendrás dos.

6. Decía que recibía el dinero que sus amigos le daban, no para su provecho, sino para que viesen éstos cómo conviene emplearlo. Al criticarle uno en cierta ocasión el que en su pleito hubiese buscado defensor a sus costas, respondió: También busco a mis costas un cocinero cuando tengo que hacer algún banquete. Instándole una vez Dionisio a que dijese algo acerca de la Filosofía, dijo:

Es cosa ridícula que pidiéndome que hable, me prescribáis ahora el tiempo en que he de hablar. Indignado Dionisio por la respuesta, le mandó ocupar el último lugar en el triclinio, pero a él se le

ocurrió decir: Ya veo que quisiste que sea este el puesto de más honor. Se jactaba uno de que sabía nadar, a lo que respondió: ¿No te avergüenzas de jactarte de una cosa que hacen también los delfines?

Al preguntarle sobre qué diferencia hay entre el sabio y el ignorante, respondió: envíalos a ambos desnudos a tierras extrañas y lo sabrás. A uno que se gloriaba de no embriagarse aunque bebiera, le dijo: Otro tanto hace un mulo.

7. Cuando uno le censuró que cohabitara con una meretriz, le respondió: Dime ¿es cosa de importancia tomar una casa en que vivieron muchos en otro tiempo, o bien una en que no habitó nadie? Y respondiendo que no, prosiguió: ¿Y qué diferencia hay entre navegar en una embarcación en que han navegado muchos, y una en que nadie? Diciéndole que ninguna, concluyó Aristipo: Entonces nada importa usar de una mujer que haya servido a muchos, o a nadie. Culpándole algunos el que siendo discípulo de Sócrates recibiera dinero, respondió: Y con razón lo hago, pues Sócrates siempre se retenía alguna porción del grano y vino que algunos le enviaban, remitiéndoles lo restante. Además que sus despenseros eran los más poderosos de Atenas; pero yo no tengo otro despensero que Eutiques, esclavo comprado. Tenía relación con la meretriz Laida, como dice Soción en el libro II de las Sucesiones; y a los que le acusaban de ello, respondió: Yo poseo a Laida, pero no ella a mí; pues el contenerse y no dejarse arrastrar por los deleites es laudable, mas no el privarse de ellos absolutamente. A uno que le hacía notar lo suntuoso de sus comidas, le respondió: ¿Tú no comprarías todo esto por tres óbolos? Y diciendo que sí, repuso: Entonces ya no soy yo tan amante del regalo como tú del dinero.

    1. Simo, tesorero de Dionisio, le enseñaba una vez su palacio, construido lujosamente, con el pavimento enlosado. (Era frigio de nación, y muy perverso.) Aristipo le escupió en el rostro, y encolerizándose por ello Simo, le respondió: No hallé lugar más a propósito. A Carondas (o a Fedón, como prefieren algunos), que le preguntaba quién usaba ungüentos olorosos, respon

    2. dió: Yo, que soy un vicioso en esto, y el rey de Persia, que lo es más que yo. Pero advierte que así como los demás animales nada pierden aunque sean ungidos con ungüentos, tampoco el hombre. Así, ¡que sean malditos los bardajes que nos murmuran por esta causa! Al preguntarle cómo había muerto Sócrates, respondió: Como yo deseo morir. Una ocasión que entró en su casa Polixeno, sofista, al ver muchas mujeres y un magnífico banquete, lo censuró por ello. Se contuvo un poco Aristipo, pero luego le dijo: ¿Puedes quedarte hoy con nosotros?, y respondiendo que sí, replicó: ¿Pues por qué me censurabas? En un viaje iba un esclavo suyo muy cargado de dinero, y como lo agobiara el peso, le dijo: Arroja lo que no puedas llevar, y lleva lo que puedas. Así lo menciona Bión en sus Ejercitaciones.
  1. En cierta ocasión que navegaba, al saber que la nave era de piratas, sacó el dinero que llevaba y empezó a contarlo. Luego lo dejó caer en el mar, aparentando con lamentos que

se le había caído por desgracia. Añaden algunos que dijo: Es mejor que Aristipo pierda el dinero, y no que el dinero pierda a Aristipo. Al preguntarle Dionisio a qué había venido, respondió: A dar lo que tengo y a recibir lo que no tengo. Otros cuentan que dijo: Cuando necesitaba de sabiduría, me fui a buscar a Sócrates; ahora que necesito dinero, vengo a ti. Condenaba el que los hombres miren y remiren tanto las alhajas que compran, y examinen tan poco sus vidas. Otros atribuyen esto a Diógenes.

10. Cuando Dionisio, en un refresco que dio, mandó que salieran a danzar de uno en uno con vestidos de color púrpura, Platón no lo quiso hacer, diciendo:

Yo no visto ropajes femeniles.

Pero Aristipo, tomando aquella ropa, se la puso, y antes de empezar la danza, dijo de pronto:

Ni de Libero-Padre en los festejos, se deja corromper el que es templado.

Una ocasión que intercedía con Dionisio por un amigo, al no obtener lo que pedía, se arrojó a sus pies, Como alguno criticara esta acción, respondió: No soy yo el culpable en esto, sino Dionisio, que tiene los oídos en los pies. Estando en Asia, lo aprisionó Artafernes, sátrapa; y como uno le preguntara si creía estar allí seguro, respondió: ¿Y cuándo, oh necio, debo estar más seguro que ahora que he de hablar con Artafernes? Decía que los instruidos en la disciplina encíclica, si carecen de la filosofía, son como los que solicitaban a Penélope, los cuales antes poseían a Melanto, a Polidora y demás criadas, sin la esperanza de poder casarse con el ama. Semejante a esto es lo que dijo a Aristón: que cuando Ulises bajó al infierno, vio y habló con casi todos los muertos; pero a la reina ni siquiera llegó a verla.

11. Al preguntarle a Aristipo qué es lo que conviene que aprendan los muchachos ingenuos, respondió: Lo que les haya de ser útil cuando sean hombres. A uno que le preguntaba por qué Sócrates se había ido con Dionisio, dijo:

Con Sócrates me fui necesitando ciencia; con Dionisio necesitando recreo. Habiendo recogido mucho dinero en sus discursos, como Sócrates le preguntara de dónde había sacado tanto, respondió: De donde tú sacaste tan poco. Cuando una meretriz le dijo que estaba encinta de él, le contestó: Tanto sabes tú eso como cuál es la espina que te ha punzado, caminando por un campo lleno de ellas. Al culparlo uno de que exponía un hijo como si no lo hubiese engendrado él, respondió: También se crían de nosotros la pituita y los piojos, y los arrojamos lo más lejos que podemos. Habiendo recibido de Dionisio una porción de dinero, y Platón contentándose con un libro, a uno que se lo censuraba, respondió: Yo necesito dinero; Platón necesita libros. A otro que le preguntaba por qué razón lo reprendía tanto Dionisio, le contestó: Por la misma que los demás.

12. Al pedir una vez dinero a Dionisio, y objetarle éste haber dicho que el sabio no necesita, respondió: Dame el dinero, y luego entraremos en esa cuestión. Se lo dio Dionisio, y al momento dijo el filósofo: ¿Ves cómo lo necesito? Replicándole Dionisio:

Aquel que va a vivir con un tirano, se hace su esclavo aunque libre sea, repuso:

No le es esclavo, si es que libre vino.

Esto lo menciona Diocles en su libro De las vidas de los filósofos; otros lo atribuyen a Platón. Cierta ocasión, estando airado contra Esquines, dijo después de una breve pausa: ¿No nos reconciliaremos? ¿No cesaremos de delirar? ¿Esperas que algún truhán nos reconcilie en la taberna? A lo cual respondió Esquines: De buena gana. Acuérdate, pues -dijo Aristipo-, que siendo de más edad que tú, te busqué primero. A esto dijo Esquines: Por luno, que tienes razón, y que realmente eres mucho mejor que yo. Yo fui el principio

de la enemistad; tú de la amistad. Hasta aquí es lo que se refiere de Aristipo.

  1. Hubo cuatro Aristipos: el primero, éste de que tratamos; el segundo, el que escribió la Historia de Arcadia; el tercero, el llamado Metrodidacto, que fue hijo de una hija del primero, y el cuarto fue académico de la Academia nueva.

    1. Los escritos que se conocen de Aristipo son tres libros de la Historia Líbica que envió a Dionisio, un libro que contiene veinticinco Diálogos, escritos unos en dialecto ático y otros en el dórico; son estos: Artabazo, A los náufragos, A los fugitivos, Al mendigo, A Laida, A Poro, A Laida acerca del espejo, Hermias, El sueño, El copero, Filomelo, A los domésticos, A los que lo motejaban de que usaba vino viejo y meretrices, A los que le notaban lo suntuoso de su mesa, Carta a su hija Arete, A uno que sólo se ejercitaba en Olimpia, La interrogación, Otra interrogación, así como tres libros de Críos, uno

    2. A Dionisio, otro De la imagen, otro De la hija de Dionisio, A uno que se creía menospreciado y A uno que quería dar consejos.
  2. Hay quienes aseguran que escribió seis libros de Ejercitaciones; otros niegan que los escribiera, de los cuales es uno Sosícrates Rodio. Según Soción (en el libro II) y Panecio refieren, los libros de Aristipo son los siguientes: De la enseñanza, De la virtud, Exhortación, Artabazo, Los náufragos, Los fugitivos, seis libros de Ejercitaciones, tres libros de Críos, A Laida, A Poro, A Sócrates y De la fortuna. Aristipo establecía por último fin del hombre el deleite, y lo definía: Un blando movimiento comunicado a los sentidos.

    1. Después de haber descrito su Vida, trataremos ahora de los que fueron de su secta, llamada cirenaica. De estos, unos se apellidaron ellos mismos hegesianos; otros, annicerianos y otros, teodorios. A estos añadiremos los que salieron de la escuela de Fedón, de los cuales fue

    2. ron más célebres los eretrienses. Su orden es así: Aristipo tuvo por discípulos a su hija Areta, a Etíope, nativo de Ptolomaida, y a Antípatro Cireneo. Areta tuvo por discípulo a Aristipo el llamado Metrodidacto; éste a Teodoro; llamado Ateo y después Dios. Epitimides Cireneo fue discípulo de Antípatro, y de Epiménides lo fue Parebates. De Parebates lo fueron Hegesias, conminado Pisitanato, y Anníceres el que rescató a Platón.
  3. Quienes siguen los dogmas de Aristipo, apellidados cireneos, tienen estas opiniones: Establecen dos pasiones: el dolor y el deleite, llamando al deleite movimiento suave, y al dolor, movimiento áspero. Que no hay diferencia entre un deleite y otro; ni es una cosa más deleitable que otra. Que todos los animales apetecen el deleite y huyen del dolor. Panecio, en el libro De las sectas, dice que por deleite entienden el corporal, al cual hacen último fin del hombre, mas no el que consiste en la constitución del cuerpo mismo y

carencia de dolor, y como que nos remueve de todas las turbaciones, al cual abrazó Epicuro, y lo llamó último fin. Estos filósofos opinan que este fin se diferencia de la vida feliz, pues dicen que el fin es un deleite particular, pero la vida feliz es un agregado de deleites particulares pasados y futuros. Que los deleites particulares se deben apetecer por sí mismos, pero la vida feliz no por sí misma, sino por los deleites particulares. De que debemos tener -dicen- el deleite por último fin, puede servir de testimonio el que desde muchachos, y sin uso de razón, se nos adapta, y cuando lo disfrutamos, no buscamos otra cosa, ni la hay que naturalmente más huyamos que el dolor. Que el deleite es bueno, aunque. proceda de las cosas más indecorosas -según refiere Hipoboto en el libro De las sectas-, pues aunque la acción sea indecente, se disfruta su deleite, que es bueno.

18. No tienen por deleite la privación de dolor como Epicuro, ni tienen por dolor la privación del deleite. Dicen que ambas pasiones estriban en el movimiento, sin embargo, de que no es movimiento la privación del dolor ni la del deleite, sino un estado como el de quien duerme. Que algunos pueden no apetecer el deleite, por tener trastornado el juicio. Que no todos los deleites o dolores del ánimo provienen de los dolores o deleites del cuerpo, pues nace también la alegría de cualquier corta prosperidad de la patria o propia. Pero dicen que ni la memoria ni la esperanza de los bienes pueden ser deleite, lo cual es también de Epicuro, pues el movimiento del ánimo se extingue con el tiempo. Dicen asimismo que de la simple vista u oído, no hacen deleites, pues oímos sin pena a los que imitan ayes y lamentos, pero con disgusto a los que realmente se lamentan. Al estado medio entre el deleite y el dolor llamaban privación de deleite e indolencia. Que los deleites del cuerpo son muy superiores a los del ánimo, y muy inferiores las aflicciones del cuerpo a las del ánimo por cuya causa son castigados en él los delincuentes. Dicen que se acomoda más a nuestra naturaleza el deleite que el dolor, y por esto tenemos más cuidado del uno que del otro. Y así, aunque el deleite se ha de elegir por sí mismo, no obstante huimos de algunas cosas que lo producen, por ser molestas; de manera que tienen por muy difícil aquel complejo de deleites que constituyen la vida feliz.

19. También opinan que ni el sabio vive siempre en el deleite, ni él ignorante en el dolor; pero sí la mayor parte del tiempo; aunque les basta uno u otro deleite para restablecerse a la felicidad. Dicen que la prudencia es un bien que no se elige por sí mismo, sino por lo que de él nos llega. Que el hacerse amigos ha de ser por utilidad propia, así como halagamos los miembros del cuerpo mientras los tenemos. Que en los ignorantes se hallan también algunas virtudes. Que la ejercitación del cuerpo ayuda para recobrar la virtud. Que el sabio no está sujeto a la envidia a deseos desordenados ni a supersticiones, pues estas cosas nacen de vanagloria, pero siente el dolor y el temor, como que son pasiones naturales. Que las riquezas no se han de apetecer por sí mismas, sino porque son productivas de los deleites. Decían que las pasiones pueden comprenderse, sí; pero no sus causas. No se ocupaban en indagar las cosas naturales, porque demostraban ser

incomprensibles. Estudiaban la lógica, por ser su uso muy frecuente.

  1. Meleagro en el libro II De las opiniones, y Clitómaco en el libro I De las sectas, dicen que tenían por inútiles la Física y la Dialéctica, porque quien haya aprendido a conocer lo bueno y lo malo, puede muy bien hablar con elegancia, estar libre de supersticiones y evitar el miedo a la muerte. Que nada hay justo, bueno o malo por naturaleza, sino por ley o costumbre; sin embargo, el hombre de bien nada ejecuta contra razón porque le amenacen daños improvisos o por gloria suya y esto constituye el varón sabio. Le conceden, asimismo, el progreso en la Filosofía y otras ciencias. Dicen que el dolor aflige más a unos que a otros, y que muchas veces engañan los sentidos.

    1. Los llamados hegesíacos son de la misma opinión en lo referente al deleite y al dolor. Dicen que ni el favor, ni la amistad, ni la beneficencia son en sí cosas de importancia, pues no las apetecemos por sí mismas, sino por el provecho y

    2. uso de ellas; lo cual si falta, tampoco ellas subsisten. Que una vida del todo feliz es imposible, pues el cuerpo es combatido por muchas pasiones, y el alma padece con él, y con él se perturba; como también porque la fortuna impide muchas cosas que esperamos. Ésta es la razón de no ser dable la vida feliz, y tanto, que la muerte es preferible a tal vida. Nada tenían por suave o no suave por naturaleza, sino que unos se alegran y otros se afligen por la rareza, la novedad o la saciedad de las cosas. Que la pobreza o la riqueza nada importan a la esencia del deleite, pues éste no es más intenso en los ricos que en los pobres. Que para el grado del deleite en nada se diferencian el esclavo y el ingenuo, el noble y el innoble, el honrado y el deshonrado. Que al ignorante le es útil la vida; y al sabio le es indiferente. Que cuanto hace el sabio es por sí mismo, no creyendo a nadie tan digno de él, pues aunque parezca haber recibido de algunos favores, sin embargo, no son iguales a su merecimiento.
    1. Tampoco admitían los sentidos, porque no nos dan seguro conocimiento de las cosas, sino que

    2. debemos hacer aquello que nos parezca conforme a razón. Decían que los errores de los hombres son dignos de venia, pues no los cometen voluntariamente; sino coartados de alguna pasión. Que no se ha de aborrecer a las personas, sino instruirlas. Que el sabio no tanto solicita la adquisición de los bienes, cuanto la fuga de los males, poniendo su fin en vivir sin trabajo y sin dolor, lo cual consiguen aquellos que toman con indiferencia las cosas productivas del deleite.
  2. Los annicerios están de acuerdo con éstos en todo, pero cultivan las amistades, el favor, el honor a los padres, y dejan algún servicio hecho a la patria. Por lo cual, aunque el sabio padezca molestias, vivirá, sin embargo, felizmente, aunque consiga poco deleite. Que la felicidad del amigo no se ha de desear por sí mismo, puesto que ni está sujeta a los sentidos del prójimo, ni hay bastante razón para confiar en ella y salir vencedores por opinión de muchos. Que debemos ejercitamos en cosas buenas, por los grandes afectos viciosos que nos son connaturales. Que no se ha de recibir al amigo sólo por la

utilidad (pues aunque ésta falte, no se ha de abandonar aquel), sino por la benevolencia ya tomada, y por ella aún se han de sufrir trabajos, aunque uno tenga por fin el deleite y sienta dolor privándose de él. Creen que se deben tomar trabajos voluntarios por los amigos, a causa del amor y la benevolencia.

24. Los nombrados teodorios se apellidaron así por el citado Teodoro, cuyos dogmas siguieron. Este Teodoro quitó todas las opiniones acerca de los dioses; aunque yo he visto un libro suyo nada despreciable, titulado: De los dioses, del cual dicen que Epicuro tomó muchas cosas. Teodoro fue discípulo de Anníceris, y de Dionisio el Dialéctico, según Antístenes en las Sucesiones de los filósofos. Dijo que el fin es el gozo y el dolor; que aquel dimana de la sabiduría; éste de la ignorancia. Que son verdaderos bienes la prudencia y la justicia; seguros males, las habituales contrarias; y que el deleite y el dolor tienen el estado medio. Quitó la amistad, por razón que ni se halla en los ignorantes ni en los sabios; en los primeros, quitado el útil se acaba también la amistad; y en los sabios, bastándose a sí mismos, no necesitan amigos. Decía ser muy conforme a razón que el sabio no se sacrifique por la patria; pues no ha de ser imprudente por la comodidad de los ignorantes. Que la patria es el mundo. Que en cada ocasión se puede cometer un robo, un adulterio, un sacrilegio; pues ninguna de estas cosas es intrínsecamente mala, si de ella se quita aquella vulgar opinión introducida para contener a los ignorantes. Que el sabio puede sin pudor alguno usar en público de las prostitutas; y para cohonestarlo hacía estas preguntas:

La mujer instruida en letras, ¿no es útil por 10 mismo de estar instruida? Cierto. Y el muchacho y el mancebo, ¿no serán útiles estando también instruidos? Así es. Mas la mujer es ciertamente útil sólo por ser hermosa, y lo mismo el muchacho y mancebo hermosos. Luego el muchacho y mancebo hermosos, ¿serán útiles al fin para que sean hermosos? Sin duda. ¿Luego será útil su uso? Concedido todo lo cual, infería: Así que no pecará quien use de ellos si les son útiles, ni menos quien así use

de la belleza. Con éstas y otras preguntas semejantes persuadía a las personas.

  1. Parece que se llamaba dios, porque habiéndole preguntado Estilpón así: ¿Crees, oh Teodoro, ser lo que tu nombre significa? Y diciendo que sí, respondió: Pues tu nombre dice que eres dios. Concediéndolo él, dijo Estilpón: ¿Entonces lo eres? Como oyese esto con gusto, respondió Estilpón, riendo: ¡Oh miserable!, ¿no ves que por esa razón podrías confesarte también corneja y otras mil cosas? Otra ocasión cuando estaba sentado junto a Euriclides Hierotanta, le dijo: Decidme, Euriclides: ¿quiénes son impíos acerca de los misterios de la religión? Respondiendo aquel que eran los que los manifestaban a los iniciados, dijo: Impío, pues, eres tú que así lo haces.

  2. Hubiera sido llevado al Areópago de no haberlo librado Demetro Falereo. Y aun Anficrates dice, en el libro De los hombres ilustres, que fue condenado a beber la cicuta. Mientras estuvo Tolomeo, hijo de Lago, éste lo envió

como embajador a Lisímaco, y como le hablase con mucha libertad, le dijo Lisímaco: Dime, Teodoro, ¿tú no estás desterrado de Atenas? A lo que respondió: Es cierto; pues al no poder soportarme los atenienses, como Semele a Baco, me echaron de la ciudad. Diciéndole además Lisímaco: Guárdate de volver a mí otra vez, respondió: No volveré más a no ser que Tolomeo me envíe. Se hallaba presente Mitro, tesorero de Lisímaco; y al decirle: Parece que tú ni conoces a los dioses ni a los reyes, respondió: ¿Cómo puedo no conocer los dioses, cuando te tengo a ti por su enemigo?

    1. Cuentan que hallándose una vez en Corinto y siendo acompañado por una multitud de discípulos, como Metrocles Cínico estuviera lavando unas hierbas silvestres, y le dijese: Oh tú, sofista, no necesitarías de tantos discípulos si lavases hierbas, respondió: Y si tú supieras tratar con los hombres, en verdad no necesitarías esas hierbas. Semejante a esto es lo que se cuenta de Diógenes y Aristipo, según dijimos antes.

    2. Tal fue este Teodoro y su doctrina. Finalmente, partió a Cirene, donde vivió con Mario, y fue muy honrado de todos; pero desterrándolo después, se refiere que dijo con gracia: Mal hacéis, oh cireneos, desterrándome de Libia a Grecia.
  1. Hubo veinte Teodoros. El primero fue samiq, hijo de Reco el cual aconsejó que se echase carbón en las zanjas del templo de Efeso, por la razón que siendo aquel paraje pantanoso, decía que el carbón, dejada ya la naturaleza ígnea, resistía invenciblemente a la humedad. El segundo fue cireneo y geómetra, cuyo discípulo fue Platón. El tercero, este filósofo de que tratamos. El cuarto es el autor de un buen librito acerca del ejercicio de la voz. El quinto, uno que escribió de las reglas musicales, empezando de Terpandro. El sexto fue estoico. El séptimo escribió de Historia romana. El octavo fue siracusano, y escribió de Táctica. El noveno fue bizantino, versado en negocios políticos; y lo mismo el décimo, de quien hace mención

Aristóteles en el Epítome de los oradores. El undécimo fue un escultor tebano. El duodécimo, un pintor a quien Polemón menciona. El decimotercero fue ateniense, también pintor, de quien escribe Menodoto. El decimocuarto fue, asimismo, pintor, nativo de Efeso, del cual hace memoria Teófanes en el libro De la Pintura. El decimoquinto fue poeta epigramático. El decimosexto, uno que escribió De los poetas. El decimoséptimo fue médico, discípulo de Ateneo. El decimoctavo fue filósofo estoico, nativo de Quío. El decimonono fue milesio, también estoico. Y el vigésimo, poeta trágico.

FEDÓN

1. Fedón, noble elcense, hecho prisionero cuando Elea fue tomada, se vio reducido a vivir con infamia retirado en un estrecho cuarto, en cuyo estado se mantuvo hasta que a ruegos de Sócrates lo rescató Alcibíades o bien Critón, desde cuyo tiempo se dedicó por completo a la Filosofía. Jerónimo, en el libro De retener las épocas, asegura que Fedón fue esclavo. Escribió los Diálogos titulados Zopiro y Simón, que son ciertamente suyos. El titulado Nicias se le disputa, como también el Medo, que unos atribuyen a Esquines y otros a Polieno. Igualmente se duda del Antimaco, o sea Los ancianos. Finalmente, el diálogo titulado Razonamientos de Escitia se atribuye también a Esquines. Su sucesor fue Plistano Eleense, y de éste lo fueron Menedemo Eretriense y Asclepíades Fliasiense. Todos los cuales precedieron de Estilpón, y hasta ellos fueron llamados eliacos; pero desde Menedemo tomaron el nombre de eretriacos. De éste trataremos más adelante, por haber sido también formador de una secta.

EUCLIDES

1. Euclides fue nativo de Megara, ciudad cercana al istmo, o según algunos, de Gela, como dice Alejandro en las Sucesiones. Estudió las obras de Parménides, y los que siguieron sus dogmas se llamaron megáricos; luego disputadores, y últimamente dialécticos. Les dio este nombre Dionisio de Cartago, porque sus discursos eran todos por preguntas y respuestas. Después de la muerte de Sócrates se retiraron Platón y los demás filósofos a casa de Euclides, en Megara, como dice Hermodóro, temiendo la crueldad de los tiranos. Euclides decía que sólo hay un bien, llamado con nombres diversos: unas veces sabiduría, otras dios, otras mente, y semejantes. No admitía las cosas contrarias a este bien, negándoles la existencia. Sus demostraciones no eran por asunciones, sino por ilaciones o sacando consecuencias. Tampoco admitía las comparaciones en los argumentos, diciendo que el argumento o consta de cosas semejantes o distintas; si consta de cosas semejantes, primero conviene examinar estas mismas cosas, y no las que se le semejan. Pero si consta de cosas distintas, es ociosa la instancia

o comparación. Esto dio motivo a Timón para hablar de él lo siguiente, mordiendo también a los demás socráticos:

Pero yo no me cuido de estos y semejantes chocarreros. No me importa Fedón, sea quien fuere; ni el litigioso Euclides, que dio a los megarenses el rabioso furor de las disputas.

Escribió algunos diálogos, que son: Lampria, Fenicio, Gritón, Alcibíades y Amatorio.

2. De la secta de Euclides fue Eubulides Milesio, el cual inventó en la dialéctica diversas formas de argumentos engañosos, como son: el Mentiroso, el Escondido, el Electra, el Encubierto, el Sorites, el Cornuto, y el Calvo. De Eubulides dice un poeta cómico:

El fastoso Eubulides, embaucando los sabios oradores con sus córneas preguntas y mentiras huecas y jactanciosas, ha partido locuaz, como Demóstenes voluble.

Se cree que fue discípulo suyo Demóstenes, el cual apenas podía pronunciar la letra R; pero lo consiguió poco a poco con el ejercicio. Eubulides fue enemigo de Aristóteles, y lo contradijo en muchas cosas. Alexino Eleense fue uno de sus discípulos, hombre sumamente disputador; por cuya razón lo apellidaron Elexino. Disintió mucho de las opiniones de Zenón. Hermipo dice de él que, habiendo pasado de Elide a Olimpia, abrió allí una escuela de Filosofía, y que al preguntarle los discípulos por qué se establecía allí, respondió que quería fundar una secta que se llamase Olimpíaca. Mas ellos, obligados por la penuria de comestibles y por la insalubridad del sitio, lo abandonaron, de manera que se quedó a vivir allí solo con un criado. Bañándose después en el río Alfeo, se hirió con una caña, y así murió. El epigrama que le he compuesto dice así:

No era falsa la voz que un infelice hallándose nadando, un clavo agudo un pie le traspasó; pues Alexino, varón honesto y sabio, primero que el Alfeo atravesase, perdió la vida herido de una caña.

No sólo escribió contra Zenón, sino también otros libros y al historiador Eforo.

3. De la escuela de Eubulides salió también Eucanto Olintio, que escribió la historia de su tiempo. Compuso muchas tragedias, las cuales fueron bien recibidas en los certámenes. Fue preceptor del rey Antígono, y le dedicó un excelente tratado acerca de reinar. Hubo otros discípulos de Eubulides, uno de los cuales fue Apolonio Cronos.

DIODORO

1. Diodoro, hijo de Aminio, fue nativo de Laso, y también cognominado Cronos, del cual dice Calímaco en sus epigramas:

Aun Momo escribía en paredes y muros; Crono es sabio.

También era dialéctico, y según algunos, inventó el modo de argumentar Encubierto y Cornuto. Hallándose en la corte de Tolomeo Sótero, como Estilpón le pusiera algunos argumentos de dialéctica, y no pudo soltarlos de repente, le reprendió el rey sobre algunas causas, y por burla lo llamó Cronos. Se salió Diodo-ro del convite, y al querer contestar por escrito a las dificultades que Estilpón le había puesto, se abatió de ánimo, y acabó su vida. Mi epigrama para él dice así:

¡Oh tú, Diodoro Cronos! ¿Cuál demonio te indujo a tanto abatimiento, que al tártaro tú mismo te arrojaste? ¿Fue por verte vencido, no pudiendo responder de Estilpón a los enigmas? Siendo así, con razón te llaman Cronos, pues quitando C y R quedas Onos.

2. De la escuela de Euclides salieron también Ictías, hijo de Metalo, varón noble, de quien Diógenes Cínico compuso un diálogo; Clinómaco Turio, que escribió de las Enunciaciones, Categorías, y cosas semejantes; y Estilpón, megarense, filósofo muy célebre, de quien vamos a tratar.

ESTILPÓN

1. Estilpón, natural de Megara en Grecia, fue discípulo de los discípulos de Euclides; aunque muchos dicen que lo fue de Euclides mismo, e incluso de Trasímaco Corintio, amigo de Ictías, según afirma Heráclides. Aventajó tanto a los demás en invención y elocuencia, que faltó poco para que toda Grecia megarizase, siguiendo sus doctrinas.

Filipo Megarense, al hablar de su elocuencia, dice: Arrancó de la escuela de Teofrato a Metrodoro, teoremático, y a Timágoras de Gela; de la de Aristóteles Cirenaico a Clitarco y a Simias; de los dialécticos sacó a Peonio; de la escuela de Arístides, a Disfino Bosforiano y a Mirmeco Enetense, discípulos de Eufanto. Estos dos fueron a discutir con Estilpón, y quedaron como sus más aficionados defensores.

    1. Aparte de estos, atrajo a su secta a Frasidemo Peripatético, docto físico, y a Alcimo, el orador más hábil que entonces tenía Grecia. Se llevó también a Crates con otros muchos, y a Zenón de Fenicia. Era muy político, y no obstante ser casado, tenía una concubina llamada Nicareta; así lo dice también Onetor. Tuvo una hija muy poco honesta, con la cual se casó su familiar Simía Siracusano. Como no viviese recatada, alguien dijo a Estilpón que su hija le servía de oprobio, a lo cual respondió: No me será ella de tanto oprobio a mí, como yo de honor a ella. Dicen que Tolomeo Sótero lo recibió bien; y que hecho ya dueño de Megara, le dio dinero y le instó para que navegase con él por Egipto;

    2. pero él admitió sólo una parte de aquel dinero, y excusando el viaje a Egipto, se retiró a Egina, hasta que Tolomeo partiese de Megara.
  1. Cuando Demetrio, hijo de Antígono, tomó Megara, dejó libre la casa de Estilpón, y le restituyó lo que se le había quitado en el saco de la ciudad. En esta ocasión, queriendo que el rey le diese por escrito cuanto le habían quitado en el pillaje, le dijo: Yo nada he perdido, pues nadie me ha quitado mi ciencia; y poseo aún toda mi elocuencia y erudición. Amonestó asimismo al rey con tanta elegancia acerca de la beneficencia de los hombres, que el rey le obedeció. Se cuenta que al ver la estatua de Minerva ejecutada por Fidias, hizo a uno esta pregunta: Minerva hija de Júpiter, ¿es dios? Y diciéndole que sí, dijo: Pero ésta no es hija de Júpiter, sino de Fidias. Así es, respondió el preguntado. Luego esta -repuso Estilpón- no es dios. Al ser por esto conducido al Areópago, dicen que no se excusó, antes se afirmó en que había hablado con la verdad,

pues Minerva no es dios, sino diosa, y los dioses no son hembras. No obstante esta respuesta, los areopagistas le mandaron salir luego de Atenas, y Teodoro el cognominado Dios, le dijo como burla: ¿Y de dónde sabe Estilpón que Minerva es hembra? ¿Acaso le ha levantado la ropa y la ha visto? Realmente este Teodoro era muy atrevido, y Estilpón muy elegante y agudo. Cuando le preguntó Crates si los dioses se alegraban de ser venerados y rogados, dicen que respondió:

No me preguntes de esto en la calle, necio, sino cuando nos hallemos solos. Se dice que esto mismo respondió Bión a uno que le preguntó si había dioses, diciendo:

¿Y tú por qué no apartas esa gente (oh viejo miserable) que nos cerca?

4. Estilpón era de un carácter sencillo y sin ficción alguna, acomodado a la propiedad. Cuando en cierta ocasión le hizo una pregunta a Crates Cínico, y éste en lugar de respuesta despidiese una ventosidad de su cuerpo, le dijo: Ya sabía yo que todo lo habías de hablar, menos lo que conviene". También Crates hizo una pregunta a Estilpón, y dejó al mismo tiempo a su vista un higo seco; se lo comió Estilpón al instante, y como Crates dijera: ¡Por Dios, que he perdido mi higo!, respondió: No sólo el higo, sino también la pregunta, cuya prenda era el higo. Viendo una vez a Crates aterido de frío, le dijo: ¡Oh Crates!, me parece que tienes falta de ropa nueva. Como si dijera: De vestido y de juicio. Por esto, aunque avergonzado Crates, se burló dos veces en los versos siguientes:

Yo vi a Estilpón sufriendo graves penas en Megara su patria, donde anida, según refieren, el voraz Tifeo. Allí lo vi altercando, cercado de una turba de mancebos. Ni enseñaba otra cosa que una virtud falaz y de palabra.

5. Cuentan que en Atenas atrajo hacia sí de tal modo a los hombres, que dejando sus oficinas, corrían a verlo; y a uno que le dijo: ¡Oh

Estilpón, se admiran de verte; como de un animal!, respondió: No es así, sino de ver un verdadero hombre. Como era acérrimo en las controversias, negó las especies de las cosas, afirmando que lo que se decía del hombre, de ninguno en particular se decía; pues ¿por qué había de ser este y no aquel?, luego ni este. Asimismo: Si me muestras una hierba, diré que no lo es en especial; pues la hierba existía hace más de mil años; luego ésta que me muestras no es hierba. Dicen que al estar hablando con Crates, en mitad de la conversación corrió a comprar unos peces; y como Crates lo quisiera detener, diciéndole: ¿El hilo del discurso rompes? No, respondió Estilpón: conmigo llevo el discurso; tú eres a quien dejo. Nuestra conversación no se va; mas las provisiones se venden.

6. Se conocen de él nueve diálogos bastante fríos. Sus títulos son: Mosco, Aristipo, o sea Calias, Tolomeo, Querécrates, Metrocles, Anaximenes, Epigenes, A su hija, Aristóteles.

Heráclides dice que Zenón, autor de la secta estoica, fue discípulo de Estilpón. Murió ya viejo, según dice Hermipo, después de haber bebido vino para morir más pronto. Mi epigrama para él dice así:

Vejez y enfermedad juntas cogieron a Estilpón megarense: lo conoces. Yunta infeliz por cierto entrambas hacen. Mas él supo formar del vino puro un cochero más ágil que aquellas duras bigas. Salió, pues, de este mundo con beberlo.

Censuró a Estilpón el cómico Sofilo en el drama titulado Las nupcias, diciendo:

De Estilpón los ocultos pensamientos son patentes discursos de Carino.

CRITÓN

1. Critón Ateniense fue muy afecto a Sócrates, y cuidó tanto de él que nunca permitió que le faltase nada de lo preciso. Sus hijos Critóbulo, Hermógenes, Epígenes y Ctesipo fueron discípulos de Sócrates. Escribió un libro que contiene diecisiete diálogos con estos epígrafes: El ser docto no es ser bueno, Qué cosa es ser rico, Qué cosa es ser apto, o El político, De lo honesto, Del maleficio, De la buena disposición, De la ley, De lo divino, De las Artes, Del uso venéreo, De la sabiduría, Protágoras, o sea El político, De las letras, De la poesía, De lo bueno, De la enseñanza, Del conocer o saber, De la ciencia o Del ser sabio.

SIMÓN

1. Simón, nativo de Atenas, fue correero de oficio. Siempre que Sócrates venía a su oficina y discurría alguna cosa, Simón apuntaba cuanto se le había quedado en la memoria. Por esto sus diálogos se llaman Correaje. Son treinta y tres, unidos en un libro, cuyos títulos son: De los dioses, De lo bueno, De lo honesto, y Qué cosa sea, De lo justo, dos diálogos, Que la virtud no es enseñable, De la fortaleza, o sea De lo varonil, tres diálogos, De la ley, Del gobierno del pueblo, Del honor, De la Poesía, De la buena constitución del cuerpo, Del amor, De la Filosofía, De la ciencia, De la Música, De la Poesía, Qué cosa sea lo bello, De la enseñanza, De la conversación, Del juicio, Del ente, Del número, De la solicitud, Del obrar, Del avaro, De la jactancia, De lo honesto. A estos se añaden: Del dar consejo, De la racionalidad o aptitud, y Del maleficio.

Se cuenta que Simón fue el primero que esparció la doctrina de Sócrates por medio de sus discursos. Exhortándole Pericles a que viniese a vivir con él, y prometiéndole mantenerlo, respondió que no pensaba cautivar su libertad.

Hubo otro Simón, que escribió Del Arte Oratoria; otro que fue médico de Seleuco Nicanor, y otro escultor.

GLAUCO

1. Glauco Ateniense escribió nueve diálogos, que van juntos en un libro. Se titulan: Fidilio, Eurípides, Amíntico, Eutia, Lisítides, Aristófanes, Céfalo, Anaxiferno y Menexeno. Se conocen bajo su nombre otros treinta y dos, pero son supuestos.

SIMIAS

1. Simias fue tebano. Existe también un libro suyo que contiene veintitrés diálogos, los cuales son: De la sabiduría, Del raciocinio, De la música, De los versos, De la fortaleza, o sea De lo varonil, De la Filosofía, De la verdad, De las letras, De la enseñanza, Del Arte, Del régimen, Del decoro, De lo que se ha de elegir o evitar, Del amigo, De la ciencia, Del alma, Del bien vivir, De la posibilidad, Del dinero, De la vida, Qué cosa sea honesta, De la solicitud, y Del amor.

CEBETE

1. Cebete fue tebano, y son suyos tres diálogos! que se llaman: La tabla, La séptima y Frinico.

MENEDEMO

    1. Menedemo, filósofo de la secta de Fedón, fue hijo de Clitenes, varón noble y de la familia de los teopropidas, aunque arquitecto y pobre. Algunos dicen que también fue pintor de escenas y que ambas artes aprendió su hijo Menedemo, por cuya razón, habiendo escrito cierto proyecto al público, lo censuró un tal

    2. Alexinio, diciendo que no era decente a un sabio pintar escenas ni dar proyectos. Cuando los eretrienses lo enviaron de guarnición a Megara, entró de paso en la Academia de Platón, donde quedó captado, y dejó la milicia; pero llevándoselo de allí Asclepiades Fliasio, estuvo con Estilpón en Megara y ambos fueron sus discípulos. De allí navegaron a Elide, y se unieron con Anquipilo y Mosco, discípulos de Fedón. Hasta entonces, según dijimos tratando de Fedón, se llamaban elíacos, pero después se apellidaron eretriacos, por la patria de Menedemo.
  1. Fue un hombre muy serio, por cuya razón Crates como burla, lo llamaba el esculapio Fliasio, y toro Eretrio.

Y Timón dice que era fútil en cuanto hablaba, y vocinglero.

Era tanta su severidad, que cuando Antígono convidó a cenar a Euriloco Casandreo y a Cleipides, joven cicizeno, rehusó ir, temiendo que no lo supiera Menedemo. En las reprensiones era vehemente y libre; y habiendo visto a un mozo que mostraba ser muy audaz, nada le dijo; pero tomando un palito, dibujó en el suelo la figura de uno que padece el nefando; por lo cual, como todos mirasen al mozo, conoció éste su oprobio y se retiró. Estando una vez con Hierocles, superintendente del puerto Pireo, junto al templo de Anfiarao, como Hierocles discurriese mucho de la destrucción de Eretria, no respondió otra cosa sino preguntar: ¿Cómo es que Antígono te sujeta a sus influencias? A un adúltero que audazmente se gloriaba del delito, le dijo: ¿Sabes que no sólo es útil el jugo de la berza, sino también el del rábano? A cierto mozo que daba gritos, le dijo: Mira que no tengas detrás algo que ignores.

    1. Al consultarlo Antígono acerca de si concurriría o no a cierto convite desmoderado, solamente le mandó decir: Acuérdate que eres hijo del rey. A un insensato que le estaba dicien

    2. do cosas inoportunas, le preguntó si tenía tierras propias, y respondiendo que tenía muchas, le dijo: Anda, pues, y ten cuidado de ellas, no te suceda que se deterioren y pierdas una sencillez laudable. Al preguntarle uno si era conveniente el que un sabio se casara, le respondió: ¿Tú me tienes a mí por sabio o no? Y diciendo que sí, concluyó: Pues yo soy casado. A uno que decía que eran muchas las especies de bienes, respondió preguntándole cuántas eran, y si creía que fueran más de cien. Al no poder reformar el lujo de la mesa de uno que solía convidarlo a comer, otra vez que lo llamó nada le dijo sobre ello, pero reprendió tácitamente el exceso, comiendo sólo hierbas.
    1. Esta libertad lo puso en gran riesgo hallándose en Chipre con Nicocreón, en compañía de su amigo Asclepiades; pues habiéndolos llamado el rey con otros filósofos a una festividad que celebraba mensualmente, dijo Menedemo: Si esta asamblea de varones es honrosa,

    2. cada día debiera celebrarse la fiesta; pero si no, superflua es aún la celebración presente. Contestó a esto el tirano diciendo que este día le quedaba libre después del sacrificio para oír a los filósofos; pero él permaneció más firme en su sentencia, demostrando, por lo que del sacrificio había dicho, que conviene oír a los filósofos en todos tiempos; provocando de tal manera que de no hacerlos salir de allí un músico flautista, hubieran perecido. Después, como en la navegación padecieran borrasca, se cuenta que dijo Asclepiades que la destreza musical de un flautista los había libertado, y la libertad de Menedemo los había perdido.
    1. Dicen que era sencillo y descuidado en el enseñar, que no guardaba orden alguno entre los que oían, pues no había asientos a su derredor, sino que cada quien estaba donde quería, ya fuese paseando, ya sentado; esta era su costumbre. Pero, por otra parte, afirman que fue ambicioso de gloria y temeroso de ignominia;

    2. de manera que, en los principios de su amistad con Asclepiades, ayudaban ambos a un alarife en sus obras, y como Asclepiades condujera desnudo el barro a lo alto del techo, Menedemo se escondía si veía venir a alguien. Mas después que entró en los negocios públicos se enajenaba tanto, que una vez al ofrecer incienso, no acertó a ponerlo en el turíbulo. Censurándole una ocasión Crates el que se hubiese dedicado a los negocios públicos, lo mandó castigar con cárcel. A pesar de esto, Crates, andando de puntillas y mirando a los que pasaban, lo llamaba Agamenonio y Egesípolis.
    1. Era un poco inclinado a la superstición, pues habiendo comido con Asclepiades en un fogón carnes mortecinas sin saberlo, luego que lo supo se llenó de asco y se puso pálido, hasta que lo reprendió fuertemente Asclepiades, diciéndole que no eran las carnes lo que lo conturbaba, sino la aprensión de ellas. Fuera de esto, fue hombre magnánimo y liberal. Duraba en él,

    2. aunque anciano, la apariencia corporal de cuando era joven, no menos firme que un atleta, y con el rostro tostado; corpulento, de tez limpia y de mediana estatura, como manifiesta su estatua, que se ve en el estadio antiguo de Eretria; la cual está ejecutada de modo que se manifiesta desnuda la mayor parte de su cuerpo. Era muy franco en hospedar a sus amigos en su casa, y siguiendo el vicio común de Eretria, muy dado a convites, a los que solían concurrir poetas y músicos.
  1. Apreciaba mucho a Arato, a Licofrón, poeta trágico, y a Antágoras Rodio; pero más que a todos veneraba a Romero, después a los líricos, y luego a Sófocles. En la sátira daba el primer lugar a Esquijón, y el segundo a Aqueo; por lo cual, contra los opuestos a su sentir en el gobierno del pueblo, recitaba estos versos:

Fue el veloz alcanzado de un enfermo; y la tarda tortuga, brevemente del águila venció la ligereza.

Estos versos fueron tomados de la sátira de Aqueo titulada Onfale. Se equivocan, por tanto, los que aseguran que nada leyó sino la Medea de Eurípides, que dicen anda entre las obras de Neofrono Sicionio. De los maestros desechaba a Platón, a Jenócrates y a Perebates Cirenaico. Admiraba mucho a Estilpón; y al preguntarle acerca de él en cierta ocasión, sólo dijo que era liberal.

    1. Sus discursos eran difíciles de comprender, y ponía tanto cuidado en su composición, que casi nadie podía contradecirlos. Era de ingenio versátil, e inventor de nuevas frases y dicciones. Antístenes dice en las Sucesiones que era acérrimo en las disputas, y urgía con estas preguntas: ¿Una cosa no se diferencia de otra? Ciertamente. Pues lo provechoso, por ejemplo, es diferente de lo bueno. Así es; luego lo bueno no es lo mismo que lo provechoso. Dicen que no admitía los axiomas negativos, y los que ponía siempre eran afirmativos; e incluso de éstos aprobaba

    2. los sencillos y reprobaba los complicados, llamándolos intrincados y enredosos. Heráclides dice que en los dogmas fue platónico; pero no admitía la dialéctica, tanto que al preguntarle Alexinio si había dejado ya de herir al padre, respondió: Ni lo he herido, ni lo he dejado de herir. Le replicó Alexinio diciendo que explicara aquella ambigüedad con un sí o un no; pero él respondió: Cosa ridícula sería seguir vuestras leyes, cuando es lícito repugnar en las puertas. Como Bión persiguiese con ardor a los adivinos, le dijo que eso era degollar a los muertos. Oyendo decir a uno que es un gran bien conseguir lo que se desea, respondió: Mucho mayor bien es no desear más de lo conveniente.
  1. Antígono Caristio dice que Menedemo nada escribió ni compuso, ni menos estableció algún dogma. Que en las cuestiones era tan contencioso, que con la vehemencia se le ponían cárdenos los párpados inferiores. Pero aunque era tal en las disputas, era humanísimo en

las obras; pues aunque Alexinio lo burlase en gran manera, no obstante le hizo algunos beneficios, como el de conducir a su mujer desde Delfos a Calcide, en tiempos en que se temían latrocinios y rapiñas en el camino. Era fiel amigo, como consta de la estrechez que tuvo con Asclepiades, nada menor que la de Pílades; pero como Asclepiades era de más edad, lo llamaban el Poeta, y a Menedemo el Actor. Se cuenta que habiéndoles dado Arquipolis tres mil dracmas, contendieron sobre quién de los dos había de ser el último en tomar su porción, y ninguno la tomó. También se dice que ambos fueron casados con madre e hija. Asclepiades con la hija y Menedemo con la madre, pero después que murió la mujer de Asclepiades, recibió la de Menedemo, y éste, como gobernaba en la República, se casó con una rica; pero como vivían juntos, permitió a la primera mujer el gobierno de la casa. Asclepiades murió de edad avanzada en Eretria, antes que Menedemo, habiendo vivido en compañía de éste con mucha frugalidad en medio de la opulencia.

10. Dicen que pasado algún tiempo concurrió a un convite en casa de Menedemo el amado de Asclepiades, y como los criados lo excluyesen, Menedemo lo hizo entrar diciendo:

Asclepiades le abre las puertas, aun estando enterrado. Tenían ambos quien les suministrase todo 10 necesario, y eran Hipónico Macedón y Agetor Lamieo. El primero dio a cada uno de ellos treinta minas, e Hipónico a Menedemo dos mil dracmas para dote de sus hijas. Éstas eran tres, habidas con su mujer Oropia, como dice Heráclides. El método que usaba en sus convites, era así: comía él primero con dos o tres compañeros, permaneciendo en la mesa hasta el fin de la tarde, y entonces mandaba que entraran los convidados que hubiesen venido (los cuales debían haber cenado ya), y él se paseaba fuera. Si alguno venía temprano, preguntaba a los que salían qué era lo que habían sacado a la mesa y en qué estado estaba. Si los convidados oían que no había más que algunas hierbas o salsas, se iban; pero si había algo de carne, entraban. Sobre los lechos de los triclinios ponía esteras en verano, y en invierno pieles. Los convidados debían traer consigo su almohada. El vaso con que bebían todos no excedía la cotila. Los postres eran altramuces y habas; aunque también daba frutas de la estación, como peras, granadas, legumbres e higos secos. Todo esto lo refiere Licofrón en una de sus sátiras titulada Menedemo, formando un poema en encomio de este filósofo, de cuyos versos son parte los siguientes:

En su convite simple y moderado, es reducido el vaso que circuye, y los mejores postres de los sabios son las conversaciones eruditas.

11. Al principio Menedemo fue muy despreciado, y los eretrienses lo llamaban perro; pero después lo admiraron de manera que le dieron el gobierno de la República. Fue embajador en las Cortes de Tolomeo y de Lisímaco, donde fue muy honrado, como también en la de Demetrio, de quien logró que perdonara a su patria cincuenta talentos cada año, de doscientos que le pagaba. Fue acusado ante Demetrio de que quería entregar la ciudad a Tolomeo, pero él se limpió de la calumnia por medio de una carta que dice:

MENEDEMO AL REY DEMETRIO: SALUD Oigo que te han referido de mí varias imposturas, etc., por la cual le avisa que se cuide de un contrario suyo en el gobierno, llamado Esquiles. Es cierto que admitió muy contra su voluntad la embajada a Demetrio acerca de la ciudad de Oropo, de lo cual hace también mención Eufanto en sus Historias.

    1. Lo amaba mucho Antígono, y se pregonaba como su discípulo, y habiendo vencido ciertos pueblos bárbaros cerca de Lisimaquia,

    2. escribió Menedemo un decreto sencillo y libre de adulaciones, cuyo principio es: Los capitanes y senadores dicen: Que habiendo el rey Antígono derrotado a los bárbaros, de regreso en su reino, gobierna todas las cosas acertadamente, es de sentir el Senado y plebe, etc. Por esto, y por la amistad que tenía con él, creyendo que quería entregarle la ciudad, fue tenido por sospechoso, y habiéndolo acusado Aristodemo, partió ocultamente a Oropo, y habitó allí en el templo de Amfiarao. Al faltar en este tiempo los vasos de oro del templo, como dice Hermipo, los beocios, de común consejo, le mandaron salir de allí. Así que se salió de Oropo muy caído de ánimo, y entró a escondidas en su patria, y de allí, sacando a su mujer e hijas, se fue con el rey Antígono, donde murió de tristeza.
  1. Heráclides dice todo lo contrario, asegurando que cuando Menedemo era el principal del Senado de Eretria, la libró muchas veces de tiranos que la querían entregar a Demetrio;

por consiguiente, que fue calumnia el decir que la quería poner en poder de Antígono. Que al dirigirse a este rey, como no lo hubiese podido inducir a que sacara a su patria de la esclavitud, se privó de alimento por siete días, y murió. Semejante a esto es lo que refiere Antígono Caristio. Sólo a Perseo hizo viva guerra, pues era sabido que al querer Antígono hacer libre a Eretria por amor de Menedemo, lo prohibió Perseo. Por lo cual Menedemo habló contra él en un convite, y entre otras cosas dijo: Este, a decir verdad, es filósofo; pero es el hombre más malo de cuantos hay y ha de haber. Dice Heráclides que murió a los setenta y cuatro años de edad. Mis versos para él dicen así:

Tu muerte hemos sabido, ¡oh Menedemo!, tomada por tu mano, no gustando por siete enteros días cosa alguna. La facción que emprendiste por Eretriafue con gran cobardía, pues a ella te condujo la misma atropellado.

Estos fueron los filósofos socráticos y los que siguieron de ellos; ahora trataremos de Platón, fundador de la Academia, con los que fueron instituidos por él.

 

 

LIBRO TERCERO

PLATÓN

 

    1. Este filósofo fue ateniense, hijo de Aristón y de Pericciona o Potona. Su madre descendía de Solón, pues Dropidas, hermano de éste, tuvo un hijo, Cricias, y de Cricias nació Calescros. De Calescros nació Cricias, uno de los treinta tiranos, y padre de Glauco. Hijos de éste fueron Carmides y Pericciona, y de ésta y Aristón nació Platón, al sexto grado de descendencia con Solón, el cual descendía de Neleo y Neptuno. También cuentan que su padre Aristón descendía de Codro, hijo de Melanto, que también eran descendientes de Neptuno,

    2. según Trasilo. Espeusipo, en el libro titulado De la cena de Platón; Clearco, en el Encomio de Platón; y Anaxalides, en el libro II De los Filósofos, dicen que en Atenas se contaba que como Pericciona era muy hermosa, Aristón quiso violentarla, pero que no lo hizo porque en sueños tuvo una visión de Apolo, y desde entonces hasta el parto la conservó pura de unión carnal.
    1. Platón nació, como dice Apolodoro en sus Crónicas, en la Olimpiada LXXXVIII, el día 7 de Targelión, en cuyo día nació también Apolo, según los delios. Murió, según Hennipo, el año primero de la Olimpiada CVIII, comiendo en un convite nupcial, a la edad de ochenta y uno. Neantes afirma que murió de ochenta y cuatro años. Así es que seis años después de Isócrates, ya que éste nació siendo arconte Lisímaco, y Platón siéndolo Arninias, en cuyo tiempo murió Pericles. Antileo, en el libro II De los tiempos, dice que Platón nació en el lugar de Coluto; otros opinan que en Egina, en casa

    2. de Fidiades, hijo de Tales, según escribe Favorino en su Varia historia, habiendo sido enviado allí su padre a formar una colonia, de donde regresó a Atenas cuando los lacedemonios, auxiliando a los eginenses, los echaron de Egina.
    1. Platón dio a los atenienses unas fiestas teatrales, cuyos gastos pagó Dión, como refiere Atenodoro en el libro VIII De los Peripatos. Tuvo dos hermanos, Adimanto y Glaucón; y una hermana llamada Potona, que fue madre de Espeusipo. En las letras fue discípulo de Dionisio, de quien hace memoria en su Anterastes. Se ejercitó en la palestra bajo la dirección de Aristón Argivo, maestro de lucha, el cual, por la buena proporción del cuerpo, le mudó en el de Platón el nombre de Aristocles que antes tenía tomado de su abuelo, según dice Alejandro en las Sucesiones. Otros creen que fue llamado así por lo amplio de su locución, o bien porque tenía frente ancha, como escribe Neantes.


    2. Algunos mencionan que luchó en los juegos ístmicos; lo que afirma también Dicearco en el libro I de las Vidas. Ejerció asimismo la pintura, y compuso primero ditirambos, después cantos y tragedias. Timoteo ateniense dice en las Vidas que Platón tuvo la voz delgada.
  1. Se cuenta que Sócrates vio en sueños un polluelo de cisne que plumeaba sobre sus rodillas, el cual, metiendo luego alas, se elevó por los aires y dio dulcísimos cantos, y que habiéndole sido llevado Platón el día siguiente, dijo: He aquí el cisne. Empezó a filosofar en la Academia, y después en unos jardines junto a Colono. Así lo dice Alejandro en las Sucesiones, citando a Heráclito. Después de entrar en un certamen trágico, y oír primero la composición de Sócrates, quemó las suyas y dijo:

Oh, ven aquí, Vulcano; Platón te necesita en el momento.

Desde entonces se hizo discípulo de Sócrates, a los veinte años de edad. Al morir Sócrates, se pasó a la escuela de Cratilo, discípulo de Heráclito, y a la de Hermógenes, que seguía los dogmas de Parménides.

5. A los veintiocho años de edad fue con otros socráticos a Megara a oír a Euclides, según lo escribe Hermodoro. De allí se fue a Cirene y se hizo discípulo de Teodoro, matemático, de donde pasó a Italia a oír a los pitagóricos Filolao y Eurito. Por último, partió a Egipto a oír a los adivinos, adonde dicen que lo acompañó Eurípides. Cuentan que allí se enfermó, y lo curaron los sacerdotes bañándolo en el mar, por lo cual dijo:

Lava el mar las dolencias de los hombres.

Como también Homero dice: Que los egipcios eran todos médicos. Además había determinado pasar a conversar con los magos; pero se lo estorbaron las guerras de Asia. Volvió por fin a Atenas y habitó en la Academia, la cual es un gimnasio suburbano con arboledas, llamada así por cierto héroe famoso. Academo, según escribe Eupolis en su drama Los exentos de la milicia, con estas palabras:

En los paseos dulcemente umbrosos del dios que apellidamos Academo.

También Timón, al hablar contra Platón, dice:

Entre ellos paseaba muy erguido Platón, de cuyo labio dulzuras procedían, semejantes a las del canto igual de las chicharras, sentadas en los árboles frondosos del floreciente bosque de Ecademo.

Antes se llamaba Ecademia, no Academia.

    1. Platón era amigo de Isócrates, y Praxifanes describió cierta disputa que ambos tuvieron acerca de los poetas, cuando Isócrates esta

    2. ba hospedado en una casa de campo. Aristójenes dice que militó en tres ocasiones: la primera, en Tanagra; la segunda, en Corinto, y la tercera, en Delio, adonde peleó con valor. Hizo una especie de miscelánea filosófica de las opiniones de los heraclíticos, de los pitagóricos y de los socráticos. En las cosas sensibles o sujetas a los sentidos filosofaba con Heráclito; en las intelectuales, con Pitágoras, y en las políticas o civiles, con Sócrates. Sátiro y otros dicen que escribió a Oión, que estaba en Sicilia, para que le comprara de Filolao tres libros pitagóricos, con precio de 100 minas. Entonces podía hacerlo, pues había recibido de Dionisio más de 80 talentos, según escribe Onetor en el libro titulado Si conviene o no que el sabio procure hacerse rico.
  1. Se apoyó mucho en el poeta cómico Epicarmo, del cual copió varias cosas, como dice Alcimo en los cuatro libros que dedicó a Amintas. En el primer libro dice así: Consta que

Platón toma muchas cosas de los escritos de Epicarmo. Dice Platón: Se ha de considerar qué cosas sensibles son aquellas que nunca permanecen en un estado mismo en cualidad ni en cantidad, sino que se mudan y corren continuamente. Al modo que si de una suma se quita un número, no quedará la misma en cantidad ni en cualidad. Y estas son las cosas cuya generación no se intermite, pero nunca vemos nacer la sustancia. Las inteligibles son aquellas a quienes nada se añade o quita. Así es la naturaleza de las cosas eternas, siempre es una misma. Y Epicarmo, acerca de las cosas sensibles e intelectuales, dice:

-Los dioses existieron siempre, sin que de ser jamás dejasen. Y lo que siempre fue, siempre es lo mismo, puesto que existe por esencia propia. -Pero dicen que el caos fue engendrado el primero de los dioses. -¿Cómo, si no es posible sea el primero quien proviene de otro? Así que no hay primero ni segundo. Pero en aquellas cosas que a nosotros competen, establezco lo siguiente: Quien al número par o impar añada una parte o la quite, ¿por ventura quedará el mismo número primero? -No quedará, por cierto. -Y si uno añadiese a la medida de un codo, otra medida fija y cierta, o bien la sustrajese, tampoco quedaría el codo mismo: ¿No es así? Ahora bien: pues considera con atención a los hombres, verás que uno creciendo, otro menguando, todos están en mutación continua; y aquello que se muda, según naturaleza, y en un estado mismo no persiste, va siendo diferente de lo que era. Aun tú y yo fuimos otros ayer, mas hoy ya somos diferentes, y aun otros mañana. Así que nunca, por la dicha razón, somos los mismos.

8. Además de esto, dice Alcimo lo siguiente: Los sabios afirman que el alma percibe unas cosas por medio del cuerpo, por ejemplo, oyendo y viendo; y otras las advierte por sí misma, sin intervención del cuerpo. Y así, de todo lo que tiene ser, unas cosas son sensibles, y otras intelectuales;

por lo cual decía Platón que los que quieren comprender los principios de todas las cosas, primero dividen entre sí mismas las especies que llaman ideas, como lo son: la Semejanza, la Unidad, la Multitud, la Magnitud, la Quietud, el Movimiento. En segundo lugar, consideran en sí misma la idea de lo honesto y lo bueno; de lo justo y lo injusto. En tercer lugar advierten las ideas que tienen conexión entre sí, como la Ciencia, la Magnitud, la Dominación; y consideran también que las cosas que existen en nosotros suelen hacerse equívocas por su mutua coherencia. Por ejemplo, digo que son justas las cosas que participan de lo justo; honestas, las que participan de lo honesto. Que cada una de estas especies es eterna, la percibe el entendimiento y está libre de toda confusión; por lo cual, dice que las ideas existen en la Naturaleza como ejemplares; y otras cosas semejantes a éstas.

9. Ahora, pues, Epicarmo, acerca de lo bueno y de las ideas, dice:

-¿Es el son de una flauta acaso alguna cosa? -Ciertamente. -¿Luego son de una flauta será el hombre? -De ninguna manera. -Vamos a demostrarlo: ¿Un flautista quién es?, ¿por quién lo tienes? Por un hombre, ¿no es cierto? -Sin disputa. -¿Y no sientes lo mismo de lo bueno? ¿No es lo bueno existente por sí mismo? Y hace bueno a cualquiera que lo aprende. Como flautista se hace quien a tocar la flauta se dedica, bailarín quien al baile, tejedor el que teje, y otras cosas como éstas. Pero el hombre no es arte, sino artista.

10. Platón en su sentir sobre las ideas dice: Que habiendo memoria, las ideas permanecen en los que las tienen, ya que la memoria lo es de cosa quieta y permanente; y que nada permanece sino las ideas. Porque, ¿cómo -dice Platón- podrían los animales atender a su conservación, si no hubieren recibido la idea y el instinto natural? Hace mención de la Semejanza y del alimento acostumbrado, demostrando que todos los animales tienen una idea innata de la Semejanza, por la cual sienten las cosas que son de una misma especie. ¿Y qué dice acerca de esto Epicarmo?

Oh Eumeo, no imagines que la sapiencia exista en uno solo. Antes todo viviente tiene conocimiento o advertencia. La gallina no pare, si lo notas, sus polluelos con vida; sino que fomentando con su cuerpo los huevos, los anima. Este saber es sólo conocido de la Naturaleza que la instruye.

Y después:

No hay que admirarse que esto yo así diga; ni de que los polluelos ya nacidos, a sus madres agraden, y hermosos les parezcan; pues también hermosísimo parece a un perro otro perro; un buey a otro el asno al otro asno; el cerdo al cerdo.

Cosas parecidas escribe Alcimo en sus cuatro libros, indicando lo que Platón se aprovechó de Epicarmo. Y que el mismo Epicarmo no descarta, ya que puede notarse cuando escribe, como vaticinando que alguien lo imitaría:

Pues como yo imagino, o, por mejor decir, lo estoy viendo, tiempos vendrán en que éstas mis palabras anden en la memoria de los hombres. Habrá quien de estos versos haga prosa; y engalanando el todo variamente con púrpura y ornato, se hará invencible superando a todos.

    1. Parece ser que fue Platón quien llevó a Atenas los libros de Sofrón, poeta cómico, hasta entonces poco estimados; que sacó de ellos su Moral; y los hallaron debajo de su cabeza. Navegó tres veces a Sicilia: la primera para ver la isla y observar el Etna, en cuya ocasión, siendo tirano de la misma Dionisio, hijo de Hermócrates, lo coartó a que se comunicara consigo. Como Platón hablaba sobre la tiranía, y le dijo que

    2. no era lo mejor aquello que era conveniente a él solo, si no se conformaba con la virtud; Dionisio, molesto, le dijo: Tus razones saben a chochez. Y las tuyas a tiranía, respondió Platón. Se indignó por esto el tirano, y quiso quitarle la vida. No lo hizo porque intercedieron por él Dión y Aristómenes; pero lo entregó a Polido Lacedemonio (que entonces era embajador) para que lo vendiera; el cual se lo llevó y lo vendió en Egina. Después lo acusó como reo de muerte Carmandro, hijo de Carmandrides, al tenor de la ley que habían puesto de que muriese sin esperar sentencia de juez el primer ateniense que entrara en la isla; ésta ley la había puesto él mismo, como dice Favorino en su Varia historia. Pero como uno dijera que el que la había aportado era filósofo, lo dejaron libre.
  1. Otros dicen que fue llevado al tribunal; y como vieron que nada decía en su defensa y que estaba dispuesto a recibir cualquier suerte que le tocara, no lo juzgaron digno de

muerte, y determinaron venderlo como esclavo. Pero lo redimió Anníceris. Cireneo, que estaba allí casualmente, por el precio de veinte minas,

o según algunos, de treinta; y lo envió a Atenas con sus amigos, quienes le remitieron luego el costo del rescate; pero Anníceris no lo recibió, diciéndoles que no eran ellos solos los que tenían cuidado de Platón. Otros afirman que Dión fue quien envió el dinero, y que no lo quiso recibir, sino que compró para él un huertecillo en la Academia. Además dicen que Polido fue vencido por Chabrias, y después sumergido en el mar de Helice, perseguido del Genio en venganza del filósofo, como lo dice Favorino en el libro I de sus Comentarios. Ni siquiera Dionisio pudo aquietarse después de saberlo, y escribió a Platón diciéndole que no hablara de él; a lo que respondió que no tenía tanto ocio como para acordarse de Dionisio.

13. La segunda vez que viajó a Sicilia, fue para pedir a Dionisio el Joven tierra y hombres que vivieran según la República que él había ordenado; si bien éste, aunque se lo prometió, no lo cumplió. Algunos dicen que corrió gran riesgo por la sospecha de haber inducido a Oión y Teotas a que libertasen la isla; pero Ar-quitas Pitagórico lo defendió mediante una carta que escribió a Oionisio, y lo salvó enviándolo a Atenas. La carta dice así:

ARQUITAS A DIONISIO: SALUD

Todos los amigos de Platón enviamos a Lamisco y a Fotidas, a fin de que les entregues, como se ha estipulado, a aquel varón. Bien lo harás si te acuerdas de la diligencia con que nos pediste a todos la ida de Platón contigo; que lo exhortásemos al viaje, prometiéndole que tú lo recibirías dignamente, y le permitirías quedarse

o volver libremente. Acuérdate también de lo mucho que apreciaste el viaje, y de que lo amaste desde entonces como a ninguno de los otros que están contigo. Y si se ha movido entre vosotros alguna rencilla, conviene que obres con humanidad, y nos lo envíes sin ningún daño. Haciendo esto, obrarás con justicia y nos harás cosa grata.

14. Viajó por tercera vez a Sicilia para reconciliar a Dión con Demetrio; mas al no conseguirlo, se los dejó, y se regresó a la patria. Nunca quiso entrar en el gobierno de la República, por más inteligente que era en gobernar, como consta en sus escritos. La causa que tuvo fue que el pueblo estaba imbuido de costumbres muy diversas. Dice Pánfila en el libro XXV de sus Comentarios, que cuando los arca-des y tebanos edificaron Megalópolis, lo llamaron para que les fuera a poner leyes; pero como él supo que no querían igualdad, no quiso ir. Dicen que siguió a Chabrias cuando este general huyó de Atenas, habiendo sido condenado a muerte; lo cual no se atrevió a hacer ningún otro ciudadano. Cuando con Chabrias subía al alcázar, el sicofanta Cleóbulo le dijo: Tú vienes

aquí en auxilio de otro. ¿Sabes que todavía queda para ti de la cicuta de Sócrates? A lo que respondió: Cuando por la patria seguí la milicia, me expuse a los peligros; ahora sufriré lo que sea necesario por un amigo.

    1. Platón fue el primero en escribir diálogos, como dice Favorino en el libro VIII de su Varia historia, y el primero que enseñó a Leodamante Tasio a responder a las cuestiones por análisis, o sea disolución. También es el primero que en la filosofía hace mención de antípodas, primer principio, dialéctica, poemas; de la longitud del número, de la superficie plana entre las extremidades y de la Providencia de Dios. También fue el primer filósofo que contradijo la oración de Lisias, hijo de Céfalo, exponiéndola palabra por palabra en su Fedro. Y además, el primero que examinó la fuerza de las voces gramaticales. Algunos se preguntan por qué no hizo mención de Demócrito, habiendo contradicho a casi todos los que le

    2. precedieron. Cuenta Neantes Ciziceno que cuando Platón concurrió a los juegos olímpicos, todos los griegos se volvieron hacia él; y que luego tuvo plática con Dión que trataba de hacer guerra a Dionisio.
  1. En el libro I de los Comentarios de Favorino se dice que Mitrídates Persa puso en la Academia la estatua de Platón con la inscripción siguiente: Mitrídates Persa, hijo de Redobato, dedicó a las musas esta imagen de Platón que hizo Silanión. Dice Heráclides que Platón, aun siendo joven, fue tan vergonzoso y modesto que nunca rió sino con moderación. Sin embargo, fue motejado por los poetas cómicos, pues Teopompo en su Heduchare, dice así: Uno no llega a uno, según Platón afirma; y aun dos a formar uno apenas llegan. También Anaxandrides dice en su Teseo: Cuando aceitunas, cual Platón, tragaba. Timón es otro que lo critica en paranomasias o trovas: Portentos fabulosos, como Platón urdía diestramente. Y Alexis, en su Me

ropida: Tú vienes oportuna; mas yo arriba y abajo voy violenta, sin hallar, cual Platón, cosa ninguna que pueda llamar sabia, cansándose mis piernas vanamente. Asimismo en su Ancilión dice: Tú nos hablas de cosas ignoradas, como Platón, corriendo. Conocerás el nitro y las cebollas. Anfis, en su Anfirates, dice así:

-El bien, señor, que conseguir esperas por esta, me es tan poco conocido como el bien de Platón. -Pues de él te guarda.

Y en su Dexidemida:

Oh Platón, nada sabes más que andar con el rostro cubierto de tristeza, y levantando esa ceñuda frente, tan arada de arrugas como concha.

Cratino, en su Falso supuesto, escribe:

Eres hombre por cierto, y tienes alma. Y aunque apenas lo entiendo según Platón lo dice, así lo juzgo.

Alexis, en su Olimpiodoro:

Feneció, y quedó seco lo que en mi cuerpo fue mortal, caduco; mas lo que fue inmortal voló a los aires. ¿No es esto la platónica doctrina?

Y en su Parásito:

O, cual Platón, parlar conmigo mismo.

17. También se burló de él Anaxilias en las piezas tituladas El Botrilión, La Circe y Las Ricas. Aristipo, en el libro IV de las Delicias antiguas, dice que amó mucho a un joven llamado Estrella que estudiaba con él la astronomía, y a Dión, del cual ya hicimos mención. Otros dicen que amó también a Fedro. Indicio de ello son los epigramas que escribió en alabanza de ellos.

Cielo quisiera ser, Estrella, mío, cuando los astros miras, por poder mirarte con muchos ojos.

Y este otro:

Antes entre los vivos alumbrabas, oh Estrella, como estrella matutina; pero ahora, ya muerto, resplandeces, lucero de la tarde entre los muertos.

Para Dión escribió esto:

Los hados enemigos verter hicieron lágrimas perennes a Hécuba y a las vírgenes troyanas; mas a ti, celebradas mil victorias, ilustre Dión, los dioses inmortales eternas alabanzas te prometen. Te celebra tu patria; y tus conciudadanos atestiguan tus glorias con honores.

¿Qué amor es este, pues, Dión amigo, con que mi mente perturbada tienes?

Dicen que este epigrama se escribió sobre su sepulcro en Siracusa. A Alexis y a Fedro, a quienes amó, como ya dijimos, les hizo estos versos:

Porque no hay cosa alguna que merezca, fuera del bello Alexis, ser mirada. ¿Por qué, ¡oh alma mía!, a los perros el hueso manifiestas, y lo escondes al punto?¿No es cierto ya que a Fedro hemos perdido? También se relacionó con la meretriz Arqueanasa, a la cual compuso los versos siguientes:

Poseo a Arqueanasa Colofonia, sobre cuya rugosa y senil frente acerbo amor se esconde. ¡Míseros de vosotros que gozasteis su juventud primera! ¡Oh cuán activo ardor sufrir debisteis!

A Agatón también le compuso estos versos:

Cuando a Agatón besaba, entre mis labios mi alma se miraba; y allí desfallecida, del cuerpo se mostraba despedida.

Y estos otros:

Te arrojo una manzana; si me quieres, recíbela, Agatón, y comunica conmigo tu gallarda gentileza. Si esto no puede ser, tú, sin embargo, recibe la manzana, y considera cuán brevemente pierde su hermosura. Yo con esta manzana te hiero, mi Jantipa; a mí me hiere cualquiera que te quiera. Corresponde a mi querer, Jantipa; pues entrambos nos vamos consumiendo poco a poco.

Dicen que también es suyo un epitafio a los eretrienses agarrados por asechanzas:

Nosotros eretrienses, de Eubea originarios, junto a Susa hemos sido enterrados; ¡ah, cuán lejos, cuán distantes yacemos de la patria!

También es suyo este epigrama:

Venus dice a las musas: Honrad, niñas, a Venus, o Cupido armado volará contra vosotras. Mas ellas le responden: A Marte puedes ir con esas chanzas, Venus, pues a nosotras ese rapaz alado nunca llega.

Y además este:

Habiendo un hombre hallado una gran suma de oro, el dogal arrojó con que intentaba acortarse la vida. Otro que perdió el oro, al no encontrarlo, halló el dogal, y se lo puso al cuello.

    1. Molón, amigo de Platón, dice que no era de maravillar que Dionisio estuviese en Corinto, sino Platón en Sicilia. Parece que Jenofonte no le fue muy benévolo, pues ambos escribieron de asuntos semejantes, como émulo uno de otro; por ejemplo: El convite, La defensa de Sócrates, Los comentarios morales. Además Platón escribió de la República, y Jenofonte, la Institución de Ciro; que Platón en sus libros De las leyes acusa de fingida, no habiendo sido Ciro como en ella se pinta. Asimismo, aunque los dos hacen memoria de Sócrates, no se citan mutuamente, a excepción de una vez que Jenofonte nombra a Platón en el libro III de sus Comentarios. Dicen que Antístenes deseaba leer uno de los escritos de Platón, y le instó para que lo permitiera; y como Platón le preguntase qué asunto quería leer, y respondiese: De que no se debe contradecir, dijo Platón: ¿Y de ese argumento de qué modo sientes? Entonces Antístenes no sólo respondió lo que sentía contra él, sino que escribió después contra Platón un diálogo titula

    2. do Satón. Desde entonces fueron contrarios. Dicen que cuando Sócrates oyó leer el Lisis de Platón, dijo: ¡Oh, qué de falsedades escribe de mí este joven! Y es cierto que Platón escribió de Sócrates muchas cosas que éste no dijo.
    1. Platón también fue enemigo de Aristipo, pues en el libro Del alma lo acrimina diciéndole que no asistió a la muerte de Sócrates, hallándose en Egina, ciudad cerca de Atenas. Tuvo igualmente cierta emulación con Esquines, pues dicen que teniéndolo Dionisio en buen concepto, y habiéndose ido con él por hallarse necesitado, Platón lo menospreció y Aristipo lo alabó. Idomeneo dice que el discurso que pronunció Critón a Sócrates en la cárcel, acerca de persuadirlo de la fuga, fue de Esquines, pero que Platón, por el odio que le tenía, lo atribuyó a Critón. Platón no hace memoria de Esquines en ninguno de sus escritos, excepto en el libro Del alma y en la Apología. Aristóteles dice que el estilo de Platón es un medio entre el poético

    2. y el de prosa. Y Favorino afirma en sus escritos que sólo Aristóteles estuvo escuchando a Platón cuando leía su libro Del alma; los demás se fueron. Dicen algunos que Felipe Opuncio copió las leyes de Platón, que estaban grabadas en cera. Le atribuyen también el Epinomis. Euforión y Panecio dijeron que el principio de sus libros De la República se halló cambiado de muchas maneras. Y aun dice Arístójenes que esta República se halla casi toda escrita en las Contradicciones de Pitágoras. Dicen que el primer libro que escribió fue el Fedro. Y Dice-arco opina que es enfadoso todo su estilo al escribir.
  1. Dicen que cuando Platón reprendió a uno que vio jugando a los dados, y éste le contestó que lo reprendía por poco, replicó: No es poca cosa una costumbre. Al preguntarle si quería de él algún dicho memorable como los de otros antiguos, respondió: Primero conviene ganar nombre; después habrá muchos. Habiendo entrado

una vez en su casa Jenócrates, le dijo: Azota tú a este esclavo, pues yo no puedo porque estoy colérico. Y a otro esclavo le dijo: Ya hubieras recibido azotes de no estar yo airado. Una vez, al subirse a un caballo, se apeó al punto, diciendo que temía que lo censuraran de aquel lujo y vanagloria caballar, Aconsejaba a los embriagados que se mirasen al espejo, y así se abstendrían de vicio tan feo. Decía que nunca era decente beber hasta la embriaguez, excepto en las festividades del dios del vino. No le gustaba dormir demasiado, pues en sus Leyes dice: El hombre dormido es de ninguna utilidad. Decía que la verdad es la cosa más suave de cuantas oímos. Algunos opinan que lo dijo así: El decir verdad, etc. Y en sus Leyes, dice: La verdad, oh amigo, es cosa bella y durable, pero no es fácil persuadirlo. Se consideraba digno de que de él quedase memoria en los amigos o en los libros. Dicen algunos que se cambiaba mucho de lugar.

21. Murió en la forma que dijimos, el año XIII del reinado de Filipo, como lo afirma también Favorino en el libro III de sus Comentarios. Teopompo dice que Filipo lo reprendió algunas veces. Mironiano escribe en sus Símiles que Filón nombra el proverbio Los piojos de Platón como si hubiese muerto de esta enfermedad. Fue enterrado en la Academia, donde había filosofado mucho tiempo, de lo cual provino el que su secta se llamase académica. Celebraron su pompa fúnebre todos los que habitaban allí. Dejó el testamento siguiente:

ÉSTAS SON LAS COSAS QUE DEJÓ Y LEGÓ PLATÓN

La hacienda Hefestiadea, lindante por el Aquilón con el camino que viene del templo de Cefisia, por el Austro con el Heracleo de los hefestiades, por el Oriente con tierras de Arquestrato, Freario, y por el Ocaso con las de Filipo Colideo. Y a nadie sea lícito venderla ni enajenarla, sino que será de Adimanto mi hijo en cuanto sea posible. Igualmente le dejo la heredad de los Eroiades, que compré de Calímaco, lindante por el Aquilón con tierras de Eurimedón Mirrinusio, por el Austro con las de Demostrato Jipeterón, por el Oriente con las del mismo Eurimedón Mirrinusio, y por el Ocaso con el Cefiso. Tres minas de plata. Una copa de plata que pesa 165 dracmas. Una taza que pesa 65. Un anillo de oro y una arracada también de oro, que ambos pesan cuatro dracmas y tres óbolos. El cantero Euclides me debe tres minas. Manumito a Diario; y quedan en servidumbre Ticón, Bicta, Apolionades y Dionisio. Déjale asimismo los muebles puestos en inventario, cuya copia tiene Demetrio. A nadie debo nada. Mis ejecutores testamentarios serán Sostenes, Espeusipo, Demetrio, Egías, Eurimedón, Calímaco y Trasipo.

22. Le pusieron como epitafio los epigramas siguientes:

PRIMERO

El divino Aristocles aquí yace, que en prudencia y justicia supo exceder a los mortales todos. Si la sabiduría eleva a alguno a loores excelsos, conseguirlo este, sin que la envidia lo siguiese.

OTRO

La tierra aquí en su seno el cuerpo de Platón oculto guarda, y el alma los alcázares celestes. Aun desde las regiones más distantes todo varón honesto venera la memoria del hijo de Aristón, deificado.

Y OTRO MÁS MODERNO

Águila que volaste ligera por encima del sepulcro, ¿qué estrellada mansión estás mirando? Soy de Platón el alma, que al Olimpo hoy dirijo mi vuelo, y el terreno cuerpo en Ática se queda.

El que yo compuse dice así:

Si no hubieras criado, oh padre Febo, a Platón en la Grecia, ¿quién hubiera sanado con las letras los males y dolencias de los hombres? Pues como fue Esculapio médico de los cuerpos, curó Platón las almas inmortales.

y otro sobre su muerte:

A Esculapio y Platón produjo Febo para que de los hombres aquel el cuerpo cure y éste el alma. Queriendo celebrar nupcial convite, a la ciudad partió que fundó él mismo y que Júpiter puso en firme suelo.

    1. Sus discípulos fueron Espeusipo Ateniense, Jenócrates Calcedonio, Aristóteles Estagirita, Felipe Opuncio, Hestieo Perintio, Dión

    2. Siracusano, Amicio Heracleota, Erasto y Corisco Escepcios, Timolao Ciziceno, Eveón Lampsaceno, Pitón y Heráclides Enienses, Hipotales y Calipo Atenienses, Demetrio Anfipolites, Heráclides Póntico, y otros muchos; además, dos mujeres: Lastenia Mantineense y Axiota Fliasia, la cual iba vestida de hombre, como escribe Dicearco. Algunos dicen que Teofrasto fue también discípulo suyo. Cameleón añade al orador Hispérides y a Licurgo. Asimismo Polemón supone discípulo suyo a Demóstenes, lo cual también dice Sabino en el libro IV De la materia de las declamaciones, por testimonio de Mnesistrato Tasio, y es cosa probable.
    1. Y como tú eres con mucha razón amante de Platón, e inquieres con suma diligencia los dogmas de este filósofo, he tenido por inexcusable escribir sobre la naturaleza de su estilo, del orden de sus diálogos y la serie de su doctrina, en cuanto mis fuerzas lo permitan, tocándolo todo sumariamente, de forma que no

    2. se carezca de una suficiente noticia de sus dogmas y de su vida que escribo; pues querer explicarte todas las cosas con detalle, sería llevar lechuzas a Atenas, como dicen.
    1. Cuentan que el primero que escribió diálogos fue Zenón Eleate. Y Aristóteles, en el libro I De los poetas, dice que fue Alexameno Estireo o Teyo, lo que también afirma Favorino en sus Comentarios. Pero, en mi sentir, Platón pulió su forma y estilo de manera que no se le pueda negar con justicia la gloria de la invención. El diálogo es un discurso compuesto de preguntas y respuestas sobre cosas filosóficas y políticas, con decencia de costumbres en las personas introducidas en él y adorno en las palabras. La dialéctica es el arte de disputar, por la cual refutamos o defendemos alguna cosa mediante preguntas y respuestas entre los que disputan. El carácter del estilo de Platón en sus diálogos, es de dos maneras, y en ambas excelente: uno, interpretativo o ex-positivo; y el otro, inquisitivo. El interpretativo

    2. se divide en otros dos tipos: uno especulativo y otro práctico. Y el especulativo se divide también en dos, que son: físico y lógico; y el práctico en moral y político. El inquisitivo también se divide en dos principales caracteres: uno gimnástico Y otro agonístico. El gimnástico es institutivo y de proyectos, y el agonístico es acusativo y destructivo.
    1. Sé que algunos clasifican de otra manera los diálogos de Platón, a unos los llaman dramáticos, a otros narrativos y a otros mixtos; pero éstos dan una distinción de ellos más propia de la escena trágica que de la escuela filosófica. De estos diálogos unos versan sobre la física, como el Timeo; otros sobre la lógica, como el Político, el Cratuo, el Parménides y el Solista; otros sobre la moral, como la Apología, el Critón, el Fedón, el Fedro, el Convite, el Menexeno, el Clitofón, las Epístolas, el Filebo, el Hiparco, y el Anterastes; otros sobre la política, como son la República, las Leyes, el Minos, el

    2. Epinomis y el Atlántico. Otros tratan sobre la institución, como los Alcibíades, el Teages, el Lisis y el Laques. A los de proyectos pertenecen el Eutifrón, Menón, el Jon, el Carmides y el Teeteto. Acusativo es el Protágoras, y el Eutidemo; los dos Hipias y el Gorgias son destructivos. Hasta aquí acerca de la naturaleza y diferencias del diálogo. Pero por cuanto anda muy controvertido si hay o no dogmas en los de Platón, diré también algo acerca de ello.
  1. Al dogmatista le toca establecer dogmas, como al legislador poner leyes. El dogma es en dos modos: aquello de que opinamos, y la opinión misma. La primera de ellas es la proposición, la segunda el parecer o existimación. Así que Platón expone lo que aprende o percibe; refuta lo falso, y en lo dudoso suspende el juicio.

  2. Lo que Platón percibe lo expone por medio de cuatro interlocutores, que son: Sócrates, Timeo, un huésped ateniense y otro eleate.

Por estos dos huéspedes no se entienden Platón y Parménides, como creen algunos, sino que son personas supuestas y anónimas. Cuando Platón hace hablar a Sócrates y a Timeo, entonces establece dogmas; y cuando refuta opiniones falsas, trae a Trasímaco, a Calicles, a Polo, a Georgias, Protágoras, Hipias, a Eutidemo y a otros semejantes. En la conclusión de sus argumentos usa mucho la inducción, no la simple, sino la doble. Inducción es un discurso que de unas cosas ciertas va coligiendo e infiriendo otras a sí semejantes. Son dos las especies de inducción: una, la que llaman a contrario, y otra la de consiguiente o consecuencia. La primera es cuando de la respuesta que da el preguntado se infiere lo contrario a ella, por ejemplo: Mi padre,

o es otro que el tuyo, o es el mismo; si es otro tu padre que el mío, siendo otra cosa que padre, no será padre; si es el mismo que mi padre siendo la misma cosa que mi padre, será mi padre sin duda. También: Si el hombre no es animal, será piedra o leño; no es piedra o leño, puesto que está animado y se

mueve por sí mismo: luego es animal. Si es animal, y lo son también el perro y el buey, el hombre será animal, perro y buey. De esta inducción a contrario usa en sus controversias, no para establecer dogmas, sino para refutar o re argumentar.

    1. La inducción de consecuencia es en dos maneras: una expone parcialmente lo que parcialmente se pregunta; la otra establece lo universal por medio de lo parcial o particular. La primera es de los retóricos, la segunda de los dialécticos. En la primera se inquiere: Si este, ha hecho el homicidio, la razón es haberlo hallado ensangrentado al tiempo en que se realizó. Esta especie de inducción es la propia de los retóricos, pues la Retórica versa sobre particulares, no sobre universales. Inquiere, no de lo justo en general, sino de esta o la otra cosa justa en particular. La otra especie es de los dialécticos, y prueba lo universal por cosas particulares, como cuando se pregunta Si el alma es inmortal, o si de los muertos, hay algunos que vivan; lo

    2. cual se prueba en el libro Del alma, por un universal, supuesto que las cosas contrarias nacen de las cosas contrarias. Este mismo universal se compone de diferentes particulares; como el sueño de la vigilia, y al contrario, lo mayor de lo menor, y al contrario. Esta especie de inducción la usaba para probar lo que le parecía verdadero.
  1. Así como en la tragedia antigua había solamente el coro, después Tespis introdujo un actor, para que el coro descansara; luego Esquiles le dio dos actores; Sófocles, tres, y de esta forma se fue perfeccionando la tragedia; así también la Filosofía trataba solamente de una parte, que es la física; después Sócrates añadió la moral, y por último, Platón agregó la dialéctica y acabó por perfeccionar la Filosofía.

  2. Trasilo dice que Platón compuso sus diálogos imitando al cuadriloquio trágico. Los poetas trágicos tenían sus certámenes dionisiacos, leneos, panateos y quitros. El cuarto de

estos dramas debía ser satírico, y los cuatro se llamaban cuadriloquio. Los diálogos, según Trasilo, que son ciertamente de Platón ascienden a cincuenta y seis. La República se divide en diez libros (la cual, dice Favorino en el libro II de su Historia varia, se halla toda extractada en las Contradicciones de Protágoras); sus Leyes, en doce libros. Tiene nueve cuadriloquios. La República forma un volumen, y otro las Leyes. Pone por primer cuadriloquio los diálogos de argumento general o común a todos los otros, queriendo enseñar en él cuál debe ser la vida del filósofo. A cada libro pone dos epígrafes; uno contiene el nombre del diálogo, el otro indica su materia. Este primer cuadriloquio lleva por título Eutifrón o De la santidad, este diálogo es de los que arriba dijimos, de proyectos o de tentativa. El segundo es la Apología de Sócrates, diálogo moral. El tercero se titula, Critón, y trata de lo que debemos obrar; también es moral. Y el cuarto, Fedón o Del alma, moral.

32. El segundo cuadriloquio empieza por el Cratilo, o De la recta razón de los nombres; es diálogo lógico. Luego el Teeteto, o De la ciencia; diálogo de tentativa. El sofista, o Del ente; diálogo lógico. y El político, o Del reinar; lógico. En el tercer cuadriloquio se contienen el Parménides, o De las ideas; es diálogo lógico. Filebo, o Del deleite; moral. El convite, o De lo bueno; moral. El Fedro, o Del amor; también moral. El cuarto cuadriloquio incluye el Alcibíades, o De la naturaleza del hombre; diálogo institutivo. El segundo Alcibíades, o Del ruego; también institutivo. El Hiparco. o Del amor del lucro; moral. Y el Anteraste, o De la Filosofía; diálogo moral. El quinto comprende al Teages, o De la Filosofía; diálogo institutivo. Al Carmides, o De la templanza; tentativo. Al Laques, o Del valor; institutivo. Y al Lisis, o De la amistad; también institutivo. En el sexto se contienen el Eutidemo, o El contencioso; diálogo destructivo. El Protágoras, o Los sofistas; diálogo acusativo. El Gorgias, o De la Retórica; destructivo. Y el Menón, o De la virtud; diálogo de tentativa. El séptimo comprende los dos Hipias, el primero de los cuales trata De lo honesto, y el segundo De la mentira; son diálogos destructivos. El Ion, o De la Ilíada; tentativo, y el Menexeno, o el Epitafio; diálogo moral. El octavo comienza por Clitofón, o Exhortatorio; diálogo moral. Sigue la República, o De la justicia; diálogo civil. El Timeo, o De la naturaleza; diálogo físico. Y el Cricias, o El Atlántico; moral. Finalmente, el noveno cuadriloquio contiene el Minos, o De la ley; diálogo político. Las leyes, o Del modo de hacerlas; también político. El Epinomis, o La asamblea nocturna, o sea El Filósofo; diálogo también político. Y trece Cartas, todas morales (sobre ellas pone por salutación bene agere: obrar bien. Epicuro ponía bene degere: vivir bien. Y Cleón, gaudare: estar alegre). Una a Aristodemo; dos a Arquitas; cuatro a Dionisio; una a Hermias, Erasto y Corisco; una a Leodamante; una a Oión; una a Perdicas, y dos a los amigos y familiares de Platón.

  1. Así distribuye Trasilo, y algunos más, los libros de Platón. Pero otros, entre los que se encuentra el gramático Aristófanes, dividen los diálogos en triloquios. El primero contiene la República, el Timeo y el Cricias. El segundo contiene el Sofista, el Político y el Cratilo. El tercero, las Leyes, el Minos y el Epinomis. El cuarto, el Teeteto, el Eutifrón y la Apología. El quinto, el Critón, el Fedón y las Cartas. Los demás van separados y sin orden especial. Algunos empiezan, como ya se dijo, por la República; otros, por Alcibíades mayor; otros, por Teages; otros, por Eutifrón; otros, por Clitofón; otros, por Timeo; otros, por Fedro; otros, por Tetero, y por último otros empiezan por la Apología.

  2. Se tienen por espurios los diálogos siguientes: el Midón o Hipostrofo, el Eurixias o Erasistrato, el Alción, el Acéfalo o Sisifo, el Axioco, el Feaces, el Demodoco, el Quelidón, el Séptima, y el Epiménides, de los cuales el Al

ción parece que es de un tal León, según afirma Favorino en el libro V de sus Comentarios. Usa mucha variedad de voces en sus obras, a fin de que no sean entendidas por los ignorantes; no obstante, es de sentir que la sabiduría consiste propiamente en el conocimiento de cosas intelectuales, como el de Dios, y el del alma separada del cuerpo. Da en particular a la Filosofía el nombre de Sabiduría, como que es un deseo

  1. o amor de la Sabiduría divina; pero en común da también nombre de sabiduría a toda pericia

  2. o inteligencia, como cuando llama sabio a un artista célebre.

35. También usa de unas mismas voces para significar cosas diferentes. Por ejemplo, usa de la voz phaulos para significar lo que haplous, igualmente que Eurípides la usa en la misma significación, hablando así de Hércules en su Licimnio:

Sencillo, sin adorno, en todo bueno, y que toda la ciencia circunscribe en la obra, no versado en elegancias.

También Platón usa algunas veces la misma palabra, en vez de tou calou, y aun por tou microu (pequeño). Y por el contrario, usa muchas veces diversas voces para un mismo significado, pues para significar la Idea usa de las palabras especie, género, paradigma, principio y causa. No menos usa de voces opuestas en un mismo significado, llamando sensible a lo existente y a lo no existente; a lo existente, por su generación; a lo no existente, por innata mutación. Llama idea a lo que ni se mueve ni está quieto, y una misma cosa a la unidad y a la pluralidad. Todo lo cual lo acostumbra hacer con mucha frecuencia.

    1. De tres maneras se deben exponer sus escritos. Primero, conviene explicar qué cosa es cada una de las que aquí se dicen. Luego por qué se dice cada una de ellas: si como principal

    2. asunto, o como parte de algún símil; para establecer dogmas, o para convencer a su adversario. Y en tercer lugar, si tales cosas están correctamente dichas.
  1. Y referente a que en sus libros se ponen ciertas señales o signos, diremos sobre ello algunas cosas. La X se aplica a las palabras y a las figuras, según costumbre de Platón. El Diple (doble), a los dogmas y opiniones propias de Platón. La X con un punto a cada lado, se pone a las sentencias más selectas y hermosas. El diple con dos puntos se pone donde se enmiendan algunas cosas. El obelo con dos puntos, en las cosas vanas e ineptas. La anti sigma con los dos puntos, cuando pueden dos cláusulas servir igualmente en un mismo pasaje, o para alguna traslación. El ceraunio, se pone en las cosas pertenecientes a la instrucción filosófica. El asterisco, cuando hay uniformidad de dogmas. Y el simple obelo, se pone cuando se reprueba algo. Estos son los libros de Platón y

las notas que les ponen. De ellos dice Antígono Caristio, en su libro De Zenón, que recién publicados, si alguno quería leerlos, pagaba al que los tenía.

    1. Él opinaba lo siguiente: decía que el alma es inmortal; que pasa de unos cuerpos a otros, y que tuvo principio numérico, pero que el cuerpo lo tuvo geométrico. Definía el alma diciendo que es la idea de un espíritu esparcido por todas partes, que se mueve por sí misma, y que está dividida en tres partes; que la parte racional reside en la cabeza; la irascible, en el corazón, y la concupiscible en el ombligo e hígado; que el alma, estando en el medio del cuerpo, retiene todas las partes de este en rededor; que se compone de los elementos, y que estando dividida al tenor de los intervalos armónicos, forma dos círculos unidos. Dividido en otros seis el círculo interior de estos dos, componen todos los siete círculos. Que dicho círculo yace retirado hacia la izquierda del diámetro, y el otro al lado, hacia la derecha, por cuya razón es único. El primero está dividido en la interno. Que este es propio de la naturaleza de Si

    2. mismo o del Mismo, y los demás del Otro. Que el primero es el movimiento del alma, y el segundo el del universo y los planetas.
    1. Estando, pues, hecha desde el medio la división de manera que se extiende y une a los extremos, el alma conoce y comprende las cosas existentes, puesto que tiene en sí misma los principios armónicamente. Que la opinión se hace por el círculo llamado Otro, y la ciencia por el llamado Mismo. Que los principios de todas las cosas son dos, a saber: Dios y la Materia, llamando a Dios Mente y Causa. Que la Materia es informe e infinita; pero de ella se forman y componen las cosas. Dice que habiéndose movido sin orden en algún tiempo esta materia, la fijó Dios y la unió en un lugar, teniendo por mejor el orden que el desorden. Que esta sustancia o materia se convirtió en los cuatro elementos o principios: fuego, agua, aire y tierra, de los cuales fue engendrado el mundo y cuanto hay en él. Solamente la tierra -dice- es inmutable; dando por causa la variedad de figuras en las partes de que constan los elementos que la componen. Las figuras

    2. de los principios de las demás cosas son homogéneas, es decir: compuestas todas de un triángulo prolongado, pero que la tierra tiene su figura propia. Las partes de que se compone el fuego son piramidales; las del aire son octaedrales; las del agua, de figura icosaedra; y las de la tierra, cúbicas; por lo cual ni la tierra se convierte en los demás elementos, ni ellos en tierra. Que cada cosa no tiene su propio lugar por separado, sino que la circunferencia, constriñendo y apretando hacia el centro, une las partes pequeñas y separa las grandes; así que, mudando de especie, mudan también de lugar.
  1. Que el mundo es uno solo, y que Dios lo creó sensible. Que está animado, puesto que lo animado es más noble que lo inanimado. Que este edificio del mundo está sujeto a la Suprema causa. Que fue creado único (y no ilimitado), por ser también único el original según el cual fue creado. Que es esférico, por serlo también su Creador. Y que aquel contiene los demás animales; éste, las figuras de todos. Que es liso y sin órgano alguno en su circunferencia, por no serle de ningún uso. Que permanece

sin acabarse, porque no se resuelve en Dios. Y que es Dios la causa de toda generación, por ser cosa natural al bueno el hacer bien. Que la Causa de la generación del cielo es excelentísima; pues lo más bello de las cosas creadas debe ser producción de la más excelente de las cosas intelectuales; y por cuanto Dios es tal, el cielo es a este Ser excelentísimo, semejante y en sí hermosísimo, no es semejante a ninguna criatura, sino sólo a Dios. Que el mundo consta de fuego, agua, aire y tierra. De fuego, para que sea visible; de tierra, para que sea sólido; de agua y aire, para que esté proporcionado, puesto que la rigidez de los sólidos se proporciona con los dos elementos medios para formar el universo. Y consta de todos, para que sea perfecto e inmortal. Que el tiempo fue creado a imagen de la eternidad, dura siempre, y es el movimiento del cielo: la noche, el día, el mes y semejantes son partes del tiempo. Así, que el tiempo no puede existir sin la naturaleza del universo, pues luego que hubo mundo, hubo también tiempo, habiendo sido creados el sol, la luna y los planetas para formar el tiempo. Que Dios encendió la lumbre solar para que fuese patente el número de las horas y lo percibiesen incluso los animales. Que la luna tiene su esfera sobre el círculo de la tierra; próximo al círculo de la luna está el del sol, y en los siguientes los demás planetas.

    1. Que el universo está animado, por ir conexo con el movimiento que lo está. Que para que el mundo fuese perfecto y semejante a la Inteligencia animada, fue creada la naturaleza de los otros animales. Y como aquella tuvo mente, fue conveniente que la tuviese también el cielo. Que los dioses son de naturaleza ígnea. Que los demás animales son de tres géneros: volátil, acuátil y pedestre. Que la tierra es más antigua que los dioses que hay en el cielo. Que fue creada para que formase la noche y el día; y como ocupa el medio del universo, gira sobre el medio mismo. Dice que siendo dos las causas de las cosas, se ha de decir que unas proceden por deliberación de la mente; otras, por necesidad de la misma causa. Estas son el aire, el fuego, la tierra y el agua; los cuales no eran perfectamente elementos, pero eran capaces de serlo. Que se componen de triángulos combinados, y en ellos se resuelven. Que sus

    2. principios son el triángulo prolongado y el isósceles. Que el principio y causa de las cosas son las dos referidas, cuyo ejemplar son Dios y la materia; el cual por fuerza es informe, como las demás cosas capaces de forma. Que la causa de estas cosas es necesaria; pues produce las esencias según las ideas concebidas, se mueve por potencia disímil, y se mueven contrariamente las cosas por ella movidas. Que estas cosas al principio se movieron sin orden ni concierto alguno; pero después que comenzaron a componer el mundo, por su propia aptitud recibieron de Dios la conmensuración y orden.
    1. Que las causas antes de la creación del cielo eran dos; luego se agregó la generación, que es la tercera; pero no eran manifiestas, sino sólo como huellas y sin orden; aunque después de creado el mundo, recibieron también ellas el orden debido. Que el cielo fue creado de todos los cuerpos antes existentes. Es de suponer que Dios es como incorpóreo, como también el alma; por cuya causa son incapaces de corrupción y pasiones. Pone las ideas, según dijimos, como ciertas causas y principios,

    2. las cuales hacen que las cosas existentes por su naturaleza sean tales cuales son realmente.
  1. Acerca de los bienes y los males decía que el fin del hombre es la semejanza con Dios. Que la virtud es bastante por sí sola para la felicidad, pero necesita de los bienes del cuerpo como instrumentos, por ejemplo: la fortaleza, la salud, la agudeza de sentidos y demás cosas semejantes. También necesita de los bienes externos, como son: las riquezas, la nobleza, la celebridad, pero aunque falten estas cosas, no obstante será feliz el sabio. Antes por el contrario, gobernará la República, contraerá matrimonio y no quebrantará las leyes establecidas. Las dará también a su patria, útiles en cuanto quepa; a no ser que las crea infructuosas por la indocilidad y corrupción del pueblo. Es de sentir que los dioses atienden a las cosas humanas, y que hay espíritus; y es el primero que dijo que la noción de lo honesto va unida a la de lo laudable, de lo racional, de lo útil, de lo ilustre y de lo conveniente. Todas las cuales cosas encierran lo que por su naturaleza es racional y confesado por todos.

  2. Discutió sobre la rectitud de los nombres; y estableció primero la ciencia de responder y preguntar correctamente, usándola él mismo en sumo grado. En sus Diálogos establece por ley la justicia divina, a fin de incitar con más vehemencia los hombres a la virtud y al bien obrar, para que no padezcan los malhechores las debidas penas en la otra vida. Por esto algunos lo tuvieron por mitólogo, ya que entretejía en sus escritos estos apólogos para contener a los hombres, siendo incierto que después de la muerte suceden estas cosas. Hasta aquí sus opiniones.

    1. Dice Aristóteles que dividía las cosas en esta forma: de los bienes, unos existen en el alma, otros en el cuerpo y otros fuera de nosotros. Colocaba en el alma la justicia, la prudencia, la fortaleza, la fragilidad y otras semejantes. En el cuerpo, la belleza, la buena constitución de partes, la salud y las fuerzas. Y entre los bienes externos, ponía los amigos, la felicidad de

    2. la patria y las riquezas. De lo cual consta que son tres las especies de bienes: unos están en el alma; otros en el cuerpo; y otros son exteriores. Que también son tres las especies de amistad: una es natural, otra social y otra hospital. Llamamos natural a la que tienen los padres a sus descendientes, y a la que se tienen mutuamente los consanguíneos. Esta se extiende aun hasta los demás animales. Llamamos social a la que se engendra del vivir juntos y sin conjunción de parentesco, como la de Pílades y Orestes. La amistad hospital es la que tenemos con los huéspedes, proveniente de recomendación o cartas. Algunos añaden una cuarta especie de amistad, que es la amorosa.
    1. El gobierno civil es de cinco especies: democrático, aristocrático, oligárquico, monárquico y tiránico. El democrático es el de aquellas ciudades en las cuales impera el pueblo, eligiendo a los magistrados y poniendo las leyes. La aristocracia es cuando ni gobiernan los

    2. ricos ni los pobres ni los ilustres, sino los que en la República son más buenos. La oligarquía es cuando los magistrados son elegidos por las clases o estados, pues los ricos son menos que los pobres. El gobierno monárquico es por las leyes o por sucesiones. El de Cartago es según leyes y civil. El de Lacedemonia y Macedonia es de sucesión, pues suceden en el reino ciertas familias. Y la tiranía es cuando alguno se hace dueño del gobierno de un pueblo violentamente y por sorpresa. Así que los gobiernos civiles son: la democracia, la aristocracia, la oligarquía, la monarquía y la tiranía.
    1. Las especies de justicia son tres: una acerca de los dioses; otra acerca de los hombres, y otra acerca de los difuntos. Los que ofrecen sacrificios según las leyes y cuidan de las cosas sagradas, son en verdad, píos para con los dioses. Los que restituyen el mutuo y depósito, son justos para con los hombres. Y los que cuidan de los monumentos, lo son con los difuntos.

    2. Luego la justicia es acerca de los dioses, de los hombres y de los difuntos.
  3. También son tres las especies de ciencia: una práctica, otra poética y otra teórica. La edificación de casas y construcción de naves pertenece a la práctica, pues se ve la obra ejecutada, que es su resultado. La política, la pericia en tocar flautas, cítaras, etcétera, corresponde a la poética, pues terminado el acto, nada queda que ver, consistiendo todo en él, ya sea tocar la flauta, pulsar la cítara, gobernar la República, etc. Y la geometría, la armónica y la astrología pertenecen a la teórica; ni hacen ni construyen cosa alguna, sino que el geómetra considera las líneas, el armónico los sones y el astrólogo los astros y el cielo. Entonces las ciencias son teóricas, otras prácticas y otras poéticas.

    1. Las especies de medicina son cinco: farmacéutica, quirúrgica, dietética, nosognomónica y bioética. La farmacéutica cura las dolencias con medicamentos. La quirúrgica

    2. sana cortando y quemando. La dietética ahuyenta los males por medio de la dieta. La nosognomónica, por el conocimiento de la enfermedad. Y la bioética destierra las dolencias con el auxilio pronto y oportuno. Así que las especies de medicina son: farmacéutica, quirúrgica, dietética, bioética y nosognomónica.
  4. La ley se divide en dos: una escrita y otra no escrita. Aquella con que se gobiernan las ciudades es la escrita. La no escrita es la de costumbre, como no salir desnudo a la plaza o no vestirse los hombres de mujer. Estas cosas ninguna ley las prohíbe; pero la no escrita manda que no se haga esto. Entonces la ley es

o escrita o no escrita.

    1. Las especies de oración son cinco. A la primera especie pertenecen las oraciones que dicen en los congresos los que gobiernan. Esta especie se llama política. A la segunda especie de oraciones pertenecen las que escriben los oradores en las demostraciones, para alabar,

    2. vituperar, acusar. Esta especie se llama retórica. La tercera especie de oraciones es la que usan las personas privadas para comunicarse entre sí. Esta especie se llama privada. La cuarta es la que usan los que preguntan y responden, discutiendo brevemente en el asunto. Esta especie se llama dialéctica. Y la quinta especie es la que usan los artistas cuando tratan las cosas de su profesión, y se llama técnica. Así que dichas especies son cinco: política, retórica, privada, dialéctica y técnica.
  1. La música se divide en tres especies: una de la boca sola, como el canto; y otra de la boca y manos, como cantar y pulsar una citara. Y la tercera, de las manos solas, como sólo tocar la citara. Luego la música es: de la boca sola, de boca y manos, o sólo de manos.

    1. La nobleza es de cuatro especies: en primer lugar se llaman nobles los que nacieron de padres virtuosos, buenos y justos. También los nacidos de padres poderosos y príncipes.

    2. Igualmente, aquellos cuyos padres adquirieron renombre en la milicia, o consiguieron la cotona en los certámenes, y la otra especie de nobleza es cuando uno tiene un alma noble, generosa y grande. Éste se llama noble, y su nobleza es la mejor. Por tanto, una especie de nobleza viene de los ascendientes buenos, otra de los poderosos, otra de los ilustres, y otra de la bondad y mérito propio.
  2. La belleza se divide en tres especies: una es laudable, como la de un rostro hermoso. Otra útil, como la de un instrumento o causa, la cual además de bella, es útil. La otra consiste en las leyes y estudios, pues estas cosas son bellas por la comodidad. Así, una belleza es laudable, otra útil y la otra cómoda.

    1. El alma tiene tres partes: una racional, otra concupiscible y otra irascible. De ellas la racional es la causa y origen del consejo, del pensar, del consultar y demás semejantes. La parte concupiscible es la causa de apetecer la

    2. comida, el coito y semejantes. Y la parte irascible es la causa del ánimo, del deleite, del dolor y de la ira. Por tanto, el alma es racional, concupiscible, o irascible.
  3. Las especies de virtud perfecta son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. De estas, la prudencia es la causa de hacer rectamente las cosas; la justicia, de operar justamente en la sociedad y tratos; la fortaleza, de perseverar y no acobardarse en los peligros y temores; y la templanza, de refrenar los apetitos desordenados, y de no dejarse cautivar por ninguna pasión, sino vivir honestamente. Luego las especies de virtud son: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

    1. El gobierno se divide en cinco especies: legal, natural, de costumbre, hereditario y violento o tiránico. Los magistrados que en las ciudades son elegidos por los ciudadanos, gobiernan legalmente. Por naturaleza domina la especie masculina, no sólo entre los hombres,

    2. sino también entre los otros animales, pues por lo común en todas partes imperan los hombres a las mujeres. El mando de costumbre es el que tienen los pedagogos con los muchachos, y los maestros con los discípulos. El gobierno hereditario o de sangre es como el de los reyes de Lacedemonia, que obtienen el reino por descendencia, igualmente que el de los macedones, que también es por descendientes. Y cuando algunos imperan por violencia y engaño en ciudades que lo rehúsan, se dice que imperan tiránicamente. Así que el gobierno es: según las leyes, según la naturaleza, según la costumbre, por descendencia, o por tiranía.
    1. Las especies de oratoria son seis: cuando se exhorta a hacer la guerra o dar socorro a alguno: esta especie se llama exhortación. Cuando no se exhorta a hacer la guerra, ni a dar auxilio, sino a estarse quieto, la oratoria se llama disuasoria. La tercera especie de oratoria es cuando uno manifiesta la injusticia que alguno

    2. le ha hecho y la causa de los males padecidos: esta especie se llama acusatoria. La cuarta especie de oratoria se llama defensa, y es cuando uno manifiesta no haber procedido injustamente, ni haber cometido insolencia alguna; esta especie también se llama apología. La quinta especie de oratoria es cuando el orador sólo habla bien de uno, y lo demuestra bueno y honesto; esta especie se llama encomio. Y la sexta especie es cuando se demuestra que uno es malo; ésta se llama vituperación. Así que las especies de oratoria son: encomio, vituperación, exhortación, disuasión, acusación, y defensa.
    1. El bien decir u orar se divide en cuatro: uno, es decir lo que conviene; otro, decir cuánto conviene; tercero, a quienes conviene decir, y cuarto, cuando conviene decir. Decir lo que conviene es decir las cosas que han de ser útiles al que dice y al que oye. Decir cuánto conviene es decir lo que baste, ni más ni menos. Decir a quienes conviene es acomodar las pala

    2. bras a la edad de aquellos a quienes se dicen, ya sean ancianos o jóvenes, y decir cuando conviene es que no sea demasiado pronto, ni demasiado tarde, de lo contrario, se peca contra las reglas del bien decir.
  4. La beneficencia es de cuatro modos: o con dinero, o con el cuerpo, o con las ciencias, o con las palabras. Con dinero, cuando uno socorre con él al necesitado que pide, en cuanto puede racionalmente. Con el cuerpo se ayudan mutuamente los hombres, cuando se socorren contra quien los hiere. Los maestros, los médicos y los que enseñan alguna cosa útil, benefician con las ciencias. Y cuando uno sube al tribunal de justicia para favorecer a otro, y habla bien de él, beneficia con las palabras. Luego la beneficencia es, o con dinero, o con el cuerpo, o con las ciencias, o con las palabras.

    1. El fin de las cosas se divide en cuatro especies. Primeramente toman fin las cosas según la ley, cuando se hace un decreto, y la ley

    2. misma lo perfecciona o conduce al fin. Lo toman según la naturaleza, como el día, el año y las estaciones de éste. Lo toman según el arte, como la arquitectura civil cuando uno concluye una casa, y la naval cuando una nave. Y lo toman según la casualidad o suerte, cuando las cosas acontecen por diversas causas, y no como uno esperaba. Luego el fin de las cosas es, o según la ley, o según la naturaleza, o según el arte, o según la casualidad.
    1. El poder o potencia se divide en cuatro especies: una es mental, pues podemos pensar y opinar con la mente. Otra corporal, pues podemos caminar, dar, recibir, y otras cosas parecidas. La tercera es cuando somos poderosos a fuerza de ser soldados o de dinero; y de esta forma se dice que puede mucho un rey. La cuarta especie de poder es que podemos padecer o hacer bien o mal, como estar enfermos, ser instruidos, sanar de las dolencias, y todas las demás cosas de esta clase. Así que una especie

    2. de poder reside en el ánimo, otra en el cuerpo, otra en las tropas y el dinero, y otra en la acción y pasión.
  5. La humanidad es de tres especies: una es a manera de obligación, como cuando uno se encuentra a otro y se saludan, y dándose las manos se alegran mutuamente. Otra especie es cuando uno da socorro a los infelices. Y la otra es cuando son convidados a la mesa los amigos. Luego la humanidad se encierra en saludar a los amigos, en socorrerlos y en convidarlos a comer y estar con ellos.

    1. La felicidad se divide en cinco partes: una es el buen consejo; otra, la integridad de sentidos y sanidad del cuerpo; la tercera, la fortuna en el obrar; la cuarta, la estimación y gloria entre los hombres; y la quinta, la abundancia de dinero y demás cosas útiles a la vida. El buen consejo dimana de la educación y de la experiencia en muchas cosas. La buena constitución de cuerpo y sentidos procede de la apti

    2. tud de sus partes y órganos, como de los ojos si ve bien, de los oídos si oye, y de la nariz y boca si ejercen debidamente sus propios oficios. Esta es la integridad de sentidos. La fortuna en el obrar depende de considerar y ejecutar correctamente las cosas y según corresponde a un varón diligente. La estimación y gloria humana nacen del buen concepto y opinión en que estamos. Y la abundancia es cuando uno está tan provisto de las cosas necesarias a la vida que puede hacer bien a los amigos y darles lo necesario con abundancia. Quien tiene todas estas cosas es perfectamente feliz. Así que la felicidad consiste en el buen consejo, en la integridad de sentidos, en la sanidad del cuerpo, en la fortuna, en la estimación y gloria, y en la abundancia.
    1. Las artes se dividen en tres clases: primera, segunda y tercera. De la primera es la metalúrgica y la corta de madera; éstas son preparativas. De la segunda, la metálica y la

    2. tectónica, las cuales son transformativas, pues del hierro la metálica hace armas, y la tectónica, de madera hace flautas y liras. Y la tercera clase es la que hace uso de las mismas cosas construidas, como el arte de montar a caballo, que usa los frenos; la bélica, las armas; la música, las flautas y las liras. Así que el arte se divide en tres clases: primera, segunda, y tercera.
  6. Lo bueno es de cuatro especies, la primera de las cuales es cuando llamamos virtuoso a uno por poseer este bien. La segunda es la virtud misma y la justicia, a las cuales llamamos bien. La tercera, los alimentos, el ejercicio conveniente y las medicinas. Y la cuarta es el arte de tocar la flauta, la histriónica y otras semejantes. Así que son cuatro las especies de bien: poseer la virtud; la virtud misma; el alimento y ejercicio moderado, y la pericia en tocar la flauta, la histriónica y la poética.

    1. De las cosas existentes, unas son malas, otras buenas, y otras indiferentes. Llama

    2. mos malas a las que pueden dañar siempre, como la intemperancia, la imprudencia, la injusticia y otras así; las contrarias a éstas son buenas. Las cosas que a veces aprovechan y a veces dañan, como pasear, estar sentado, comer; o bien las que nunca aprovechan ni perjudican, son indiferentes o neutras, puesto que no son buenas ni malas. Luego de las cosas existentes unas son buenas, otras malas, y otras indiferentes o neutras.
  7. El buen gobierno es de tres maneras: en primer lugar, cuando las leyes son buenas, decimos que el gobierno lo es. En segundo lugar, si los ciudadanos se sujetan a las leyes establecidas. Y en tercer lugar, cuando no habiendo leyes se gobiernan bien los ciudadanos según algunas costumbres y máximas, pues también a éste llamamos buen gobierno. Entonces el recto gobierno es tener buenas leyes, sujetarse a ellas, y regirse por buenas máximas y costumbres.

  8. El mal gobierno se divide en tres especies: la primera de ellas es cuando las leyes que hay son malas, no sólo para los forasteros, sino también para los ciudadanos. La segunda, cuando no se observan las establecidas. Y la tercera, cuando no hay leyes.

  9. Las cosas contrarias son en tres maneras, como cuando decimos que los bienes son contrarios a los malos; como la justicia a la injusticia, la ciencia a la ignorancia, y semejantes; que unos males son contrarios a otros, como la prodigalidad a la avaricia, el castigo injusto al justo, pues estos son males contrarios a otros males. Lo grave y lo leve, lo breve y lo tardado, y lo negro y lo blanco son contrarios entre sí del modo que lo son las cosas neutras a las neutras. Así que las cosas contrarias lo son, unas como las buenas a las malas, otras como las malas a las malas, y otras como las neutras a las neutras.

  10. Son tres las especies de bienes: unos los poseídos, otros los participados, y otros los por sí subsistentes. Los poseídos son los que podemos tener, como la justicia, la salud. Los participados son los que no pueden en sí tenerse, pero podemos participar de ellos, como no podemos tener el bien mismo, pero podemos ser participantes de él. Los bienes subsistentes por sí mismos son aquellos de los que ni podemos participar, ni los podemos tener en sí, pero convienen que estén en nosotros, como el ser diligentes y ser justos, lo cual es un bien. Así que los bienes son: poseídos, participados y por sí existentes.

    1. El consejo se divide en tres partes: uno se toma de los tiempos pasados, otro de los venideros, y otro del presente. El de los tiempos pasados, por medio de ejemplares, como qué es lo que padecieron los lacedemonios por guardar fidelidad. El del tiempo presente, manifestando; como la flaqueza de los muros, la

    2. cobardía de los hombres, la cortedad de víveres. Y el de los tiempos futuros; como que no lleven las embajadas apariencia de injustas, para que Grecia no pierda su opinión y gloria. Luego el consejo es de los tiempos pasados, de los presentes y de los futuros.
  11. La voz es de dos especies: una animada y otra inanimada. La voz animada es la de los animales; la inanimada son los sones y los ruidos. La voz animada, o es docta o indocta; docta, la de los hombres; indocta, la de los animales. La voz es entonces animada e inanimada.

    1. De las cosas existentes, unas son divisibles y otras indivisibles. De las divisibles, unas son de partes semejantes, otras de partes distintas. Indivisibles son las que no admiten división, ni se componen de otras, como la unidad, el punto, el sonido. Divisibles, las que se componen de algo, como las sílabas, la sinfonía, los animales, el agua, el oro. De partes semejan

    2. tes son las cosas que se componen de semejantes y su todo no se diferencia de sus partes, sino en el número, como el agua, el oro y otras de esta especie. De partes distintas son las cosas que se forman de partes que no son semejantes, como una casa y otras cosas así. Luego de las cosas existentes unas son divisibles y otras indivisibles. De las divisibles, unas son de partes semejantes y otras de partes distintas.
    1. De las cosas existentes, unas se llaman por sí mismas, otras para otro. Las por sí mismas son las que no necesitan de exposición; de esta clase es el hombre, el caballo y demás animales, los cuales no admiten interpretación alguna. Las llamadas para otro, necesitan de explicación, como lo que es mayor que otro, lo más veloz que otro, lo mejor que otro, etcétera; pues lo que es mayor lo ha de ser de lo que es menor; lo más veloz lo será de algún otro. Y así, de las cosas, unas se llaman por sí mismas, y otras para otro. De esta manera dividía Platón

    2. las cosas primeras y principales, como dice Aristóteles.
  12. Existió otro Platón, filósofo rodio, discípulo de Panecio, según escribe Seleuco Gramático en el libro I De la Filosofía. Otro, peripatético, discípulo de Aristóteles. Hubo otro que fue discípulo de Praxifanes; y otro que era poeta de la comedia antigua.

     

LIBRO CUARTO

 

ESPEUSIPO

1. A Platón le siguió Espeusipo, nativo de Mirrina en el territorio de Atenas, hijo de Eurimedonte y de Potona su hermana. Regentó su escuela ocho años, empezando en la Olimpiada

CVIII. Puso las estatuas de las Gracias en el museo que Platón había fundado en la Academia. Siguió enseñando los dogmas de Platón, a pesar de que sus costumbres eran otras; pues era iracundo, y los deleites lo tenían avasallado. Se dice que una vez, preso de la ira, arrojó un perrito en un pozo; y que arrastrado del deleite de la comida, fue a Macedonia a las nupcias de Casandro. También dicen que fueron discípulas suyas Lastenia Mantinense y Axiota Fliasica, que lo habían sido antes de Platón. Así Dionisio le escribió mordazmente diciendo: Aun de tu Arcade discípula aprenderemos filosofía. Y también: Platón enseñaba sin paga a los que concurrían a su escuela; pero tú recoges tributo y paga de grado y por fuerza.

2. Según Diodoro, en el libro I de sus Comentarios, fue Espeusipo el primero que investigó las cosas que había comunes en las matemáticas, y las juntó mutuamente en cuanto fue posible. También fue el primero que publicó y ensalzó los dichos misteriosos y ocultos de Isócrates, como dice Ceneo, y además, el primero que halló el modo de hacer con mimbres cuévanos y aportaderas capaces. Como viese ya su cuerpo corrompido de perlesía, envío por Jenócrates, rogándole que viniera y le sucediese en la escuela. Dicen que al ser llevado una vez a la Academia en silla volante, encontró a Diógenes y le dijo: Salve. Pero éste respondió: Yo te lo digo a ti, que siendo quien eres todavía vives. Finalmente, ya desfallecido y falto de fuerzas, dejó voluntariamente de vivir, siendo de edad avanzada. Mis versos para él son los siguientes:

Si sabido no hubiera que Espeusipo murió de esta manera, nadie me persuadiera que fue de Platón pariente consanguíneo, pues éste no muriera de congojas, sino por otra cosa más ligera.

Plutarco, en la Vida de Lisandro y de Sila, dice que Espeusipo murió de piojos.

Era frugal para con su cuerpo, como lo dice Timoteo en su libro De las Vidas; y que a un rico que amaba a una fea, le dijo: ¿Qué necesidad tienes tú de eso? Yo te hallaré otra más hermosa por diez talentos, Dejó muchos comentarios y muchos diálogos, entre los cuales se halla uno titulado Aristipo Cireneo; otro, De las riquezas; otro, Del deleite; otro, De la justicia; otro, De la filosofía; otro, De la amistad; otro, De los dioses; otro, El filósofo: otro, A Céfalo; otro, Cejalo; otro, Clinómaco o Lisias; otro, El político o Ciudadano; otro, Del alma; otro, A Gulao; otro, titulado Aristipo; otro, Advertencias a los artistas; otro, Comentarios en forma de diálogo acerca de las artes; diez diálogos: De lo que se halla semejante en las cosas, Divisiones y argumentos para las cosas semejantes, De los géneros y especies de ejemplos, A Amártiro, Encomios de Platón, Epístolas a Dión, a Dionisio, a Filipo, De la Legislación, El Matemático, El Mandrobolo, Lisias, Las definiciones, Coordinaciones de los comentarios y cuarenta y tres mil cuatrocientos setenta y cinco versos. Simónides le dedica sus Historias de los hechos de Dión y Bión. Pavorino dice, en el libro II de sus Comentarios, que Aristóteles compró por tres talentos los libros de Espeusipo. Hubo otro Espeusipo, que era médico alejandrino de la secta de Herófilo.

 

JENÓCRATES

  • 1 Jenócrates, hijo de Agatenor, fue nativo de Calcedonia, y discípulo de Platón desde sus primeros años, y lo acompañó a Sicilia. Era tardo de mente, tanto que Platón, comparándolo con Aristóteles, cuentan que dijo: El uno necesita de acicate; el otro de freno. Y también: ¡Para qué caballo unzo un tal asno! Por lo demás, Jenócrates era de rostro grave y severo, de manera que Platón solía decirle: Sacrifica a las Gracias, Jenócrates. Por lo ordinario habitó en la Academia. Si alguna vez iba a la ciudad, dicen que todos los tumultuantes y alborotadores se apartaban del camino cuando pasaba él.
  • 2 Y que habiendo entrado en su casa con designio de solicitarlo la meretriz Friné, haciendo como que huía de algunos, como él la recibiese por humanidad, y no tuviese más de una cama, le cedió una parte de ella, como se lo suplicaba. Finalmente, cansada de rogarle que satisficiese a su deseo, se fue sin conseguirlo. A los que le preguntaban de lo sucedido, decía: Que ella no salía de estar con un hombre, sino con una estatua. Algunos dicen que sus discípulos le metieron a Laida en su cama; pero que él fue tan continente, que más quiso darse muchos cortes y aun fuego a sus genitales, que hacer algo malo.
  • 3 Era tan veraz que, no siendo lícito entre los atenienses atestiguar sin prestar antes juramento, sólo a Jenócrates le fue el juramento condonado. Era frugalísimo; pues habiéndole enviado Alejandro una gran suma, sólo tomó tres mil dracmas áticas, y le remitió lo demás, diciendo que necesitaba de más caudales quien había de mantener más gente. Tampoco recibió el dinero que le envió Antípatro, según dice Mironiano en los Símiles. Habiendo sido condecorado con una corona de oro en un convite que hizo Dionisio en la fiesta de los congios, al salir del convite se la puso a la estatua de Mercurio, ante quien solía poner otras de flores.
  • 4 Dicen que fue enviado como embajador a Filipo, junto con otros, y que este ablandó a los demás con regalos, convites y conversaciones, pero con Jenócrates no pudo, y por esta causa no lo admitió Filipo. De vuelta en Atenas, los embajadores dijeron que en balde había ido con ellos Jenócrates; y cuando ya se le preparaba la pena, oyeron de él que entonces, más que nunca, se había de precaver la República, pues Filipo había ablandado a los otros con dones, pero a él de ningún modo había podido doblarlo. Dicen que de esto le resultó duplicado honor; y aun Filipo dijo después que, de cuantos embajadores habían ido a él, sólo Jenócrates no había admitido regalos. Habiendo ido también como embajador con Antípatro (para pedir que entregase a

    los soldados atenienses hechos prisioneros de guerra en la batalla de Lamia), cuando lo convidó a cenar con él, pronunció los versos siguientes:

    ¡Oh Circe! ¿Qué varón prudente y cuerdo podrá gustar comida ni bebida, antes que a sus soldados libres vea?

    De cuya prontitud admirado Antípatro, soltó y remitió a los prisioneros.

    4. Habiéndose retirado a su seno un pajarillo seguido de un sacre, lo acogió y lo liberó diciendo: No se debe entregar a quien se humilla. Como Bión se burlase de él, le dijo: Nada le responderé, pues tampoco se digna la tragedia responder a la comedia que la moteja.
    A uno que quería concurrir a su escuela sin haber aprendido antes música, geometría ni astronomía, le dijo:

    Anda, vete de aquí, pues careces de las asas de la Filosofía. Otros escriben que dijo: Aquí no curamos lana. Cuando Dionisio dijo a Platón que

    alguno le cortaría el cuello, como se hallase allí Jenócrates, mostró el suyo diciendo: Nadie cortará aquel antes que éste. Dicen que una vez al partir Antípatro para Atenas se despidió de él, y que no le respondió hasta concluir el discurso que estaba haciendo. Como era sumamente modesto y enemigo del lujo, pasaba muchas veces los días meditando, y aun destinaba, según dicen, una hora al silencio.

    5. Dejó muchos escritos en verso y muchas parénesis, que son como sigue: seis libros De la naturaleza, seis De la sabiduría, uno De la riqueza, otro titulado Arcas; otro, Del infinito; otro, Del niño; otro, De la continencia; otro, De lo útil; otro, Del libre; otro, De la muerte; otro, De lo espontáneo; dos De la amistad; uno, De la equidad; dos, De lo contrario; dos, De la felicidad; uno, Del escribir; otro, De la memoria; otro, De la mentira; otro, titulado Calicles; dos, De la prudencia; uno, De la economía; otro, De la templanza; otro, De la fuerza de la ley; otro, De la República; otro, De la santidad; otro, De que la virtud es enseñable; otro, Del ente; otro, Del hado; otro, De las pasiones; otro, De las Vidas; otro, De la unanimidad; dos, De los discípulos; uno, De la justicia; dos, De la virtud; uno, De las especies; dos, Del deleite; uno, De la vida; otro, Del valor; otro, Del uno; otro, De las ideas; otro, Del Arte; dos, De los dioses; dos, Del alma; uno, De la ciencia; otro, titulado El Político; otro, De la pericia otro, De la Filosofía; otro, De Parménides; otro, titulado Arquedemo, o sea De la justicia; otro, De lo bueno; ocho, De las cosas intelectuales once, De la solución de las cosas tocantes a la Oratoria; seis, acerca de la Física; uno, titulado Capítulo; otro, De los géneros y especies; otro, De los dogmas pitagóricos; dos, De soluciones; ocho, De divisiones; treinta y tres libros de Conclusiones y catorce Del modo de disputar. Además de esto escribió otros quince libros, y otros dieciséis más; otros nueve acerca de las Disciplinas sobre que versa la Lógica; seis De las Matemáticas; otros dos libros acerca de las cosas mentales, cinco libros De Geometría; uno, de Comentarios; otro, De Contradicciones; otro, De Aritmética; otro, De la teórica de los números; otro, De los intervalos; seis, De Astrología: Elementos a Alejandro sobre el reinar; cuatro libros A Aruba, A Efestión, más dos libros De Geometría en trescientos cuarenta y cinco versos.

    6. A pesar de ser como era Jenócrates, una vez lo vendieron los atenienses por no haber podido pagar el impuesto de vecindario. Lo compró Demetrio Falereo, y ocurrió con ello dos cosas, pues restituyó la libertad a Jenócrates y satisfizo el impuesto a los atenienses. Lo dice Mironiano Amastriano en el libro I de sus Capítulos históricos semejantes. Después de Euspesipo, dirigió la escuela veinticinco años, bajo de Lisímaco, habiendo comenzado hacia el año segundo de la Olimpiada CX. Murió de noche, al tropezar en un barreño, a los ochenta y ocho años de edad. Mis versos para él son los siguientes:

    En un cuenco de cobre tropezando, cayó e hirió Jenócrates su frente. Ay de mí, clamó en grito, y murió luego el varón que era un todo, y para todos.

    7. Hubo seis Jenócrates: uno, escritor de táctica, muy antiguo, pariente y conciudadano de nuestro filósofo. Se conoce una oración suya titulada Arsinoética, escrita en la muerte de Arsinoes. Otro, filósofo, escritor elegíaco no muy estimado. Así sucede, pues si los poetas quieren escribir prosa les sale bien, pero si los prosistas se meten en la poesía, tropiezan. Esto es constante, como que una cosa es obra de la naturaleza, y la otra del arte. Hubo otro Jenócrates, estatuario, y otro que, según Aristoxeno, escribió odas.

    POLEMÓN

    1. Polemón, hijo de Filostrato, fue ateniense y nativo del pueblo llamado Oiete. Siendo joven, era tan incontinente y derramado, que iba siempre prevenido de dinero para hallarse pronto a la consecución de sus deseos, y aun lo escondía en agujeros. Hasta en la Academia se hallaron junto a una columna algunos trióbolos escondidos por él para semejante uso. Entró una vez, junto con otros jóvenes, coronado y embriagado en la escuela de Jenócrates y éste siguió y concluyó el discurso empezado sin alterarse en nada. Hablaba Jenócrates de la templanza, y oyéndolo el mozo Polemón, volvió poco a poco sobre sí, de manera que después superó a los demás en el estudio y aplicación, y finalmente le sucedió en la escuela, empezando en la Olimpiada CXVI. Antígono Caristio dice en las Vidas que su padre fue uno de los primeros ciudadanos, y de los que criaban caballos de carroza. Que su mujer lo acusó en juicio de que no la trataba debidamente y corrompía a los jóvenes. Conservó siempre la misma vehemencia con que empezó a filosofar, sin que jamás mudase de costumbre y estilo; ni en la voz mudó nunca de tono, con lo cual se usurpó para sí a Crantor. Habiéndole mordido la rodilla un perro rabioso, no tuvo el menor sobresalto. Al hacerse un tumulto en la ciudad y preguntándole lo que era, permaneció inmóvil. En los teatros no se conmovía, y leyéndole una vez a él y a Crates unos versos el poeta Nicostrato, apellidado Clitemnestra. Crates se conmovió, pero Polemón estuvo como si no lo oyera. En suma, fue tal cual lo describe el pintor Melantio en sus libros De la pintura. Dice que conviene refrenar la arrogancia y dureza en las operaciones igualmente que en las costumbres; pues decía Polemón que conviene ejercitarse en las obras y no en especulaciones dialécticas, como los que meditan en cláusulas armoniosas según el arte, exagerando una u otra preguntilla, y se contradicen a sí mismos en la verdadera disposición.

    2. Era urbano e ingenioso, evitando lo que de Euripides dice Aristófanes:

    Agudo y arrebolado, etc.

    pues según él dice, nefanda obscenidad y abominable más con la mayor carne se deleita.

    Cuando le preguntaban acerca de alguna proposición, dicen que no respondía sentado, sino que se ponía a pasear, por cuya gran urbanidad y cortesía era muy estimado en la ciudad. Excepto los paseos, siempre habitaba en un pequeño huerto, junto al cual habían hecho los discípulos sus pequeñas chozas, y habitaban cerca de la escuela y exedra. Según parece, Polemón fue imitador de Jenócrates en todo, y aun amado suyo, según escribe Aristipo en el libro IV De las delicias antiguas. Polemón siempre lo recordaba, revistiéndose de su inocencia, sequedad y gravedad, como la música dórica. Estimaba en mucho a Sófocles, singularmente en aquellos partidos en que, según el Cómico, parece que un perro moloso componía los versos en compañía suya, y en los que, según Frinico, no es demasiado dulce y sabroso, sino moderado y suave. Y solía decir que Homero es un Sófocles épico, y Sófocles un Homero trágico. Murió hético, siendo ya anciano, y dejó varios escritos. Mis versos para él dicen así:

    Sabe, si no lo sabes, pasajero, que a Polemón encierra este sepulcro. Enfermedad lo trajo, enfermedad terrible a los mortales... Pero ¿qué es lo que digo? No está aquí Polemón, sino su cuerpo; pues lo dejó en la tierra, habiendo de volar sobre los astros.

    CRATES

    1. Crates, hijo de Antígenes, fue nativo de Triasio, discípulo y amado de Polemón, y quien le sucedió en la escuela. Tanto se favorecieron mutuamente, que no sólo en vida hicieron los mismos estudios, sino que también fueron semejantes hasta el postrer aliento, y aun después de muertos tuvieron un mismo sepulcro. Así que Atenágoras cantó de los dos en esta forma:

    Refiere, oh caminante que transitas, cómo en este sepulcro Crates el santo y Polemón descansan; magnánimos varones y concordes, de cuyos labios y divina boca sacras palabras fluyen, y cuya pura vida, aun sobre lo divino, sabiamente los siglos ilustró, bien arreglada a sus fundados y severos dogmas.

    Y habiéndose Arcesilao pasado de Teofrasto a ellos, dijo que eran como dioses, o reliquias del siglo de oro. En nada eran vulgares; y les conviene lo que se decía del flautista Dionisiodoro, a saber, que la gravedad de sus tonos nunca se había escuchado en la galera, ni en la fuente, como los de Ismenio. Antígono dice que comía con Crantor, y cohabitaban unidos concorde-mente, junto también con ellos Arcesilao. Asimismo, que tuvieron la vivienda unidos, Arcesilao en casa de Crantor, y Polemón con Crates en la de un ciudadano llamado Lisicles. Dicen que Carates era amante de Polemón, según queda referirlo; y Arcesilao lo era de Crantor.

    1. Cuando murió Crates, según escribe Apolodoro en el libro III De las Crónicas, dejó varios libros, unos filosóficos, otros acerca de la comedia, y otros de oraciones al pueblo y de embajadas. Tuvo discípulos muy nombrados, de cuyo número fueron Arcesilao (de quien hablaremos adelante) y Bión Boristenila; y al último Teodoro, de quien tomó su nombre la secta teodórica. De ésta trataremos también después de Arcesilao.

    2. Hubo diez Crates: el primero fue poeta de la comedia antigua. El segundo fue retórico de Talles, discípulo de Isócrates. El tercero, un cavador de minas que iba con Alejandro. El cuarto, cínico, de quien hablaremos después. El quinto, filósofo peripatético. El sexto, académi

    co, de quien hemos tratado. El séptimo fue gramático, nativo de Mallo. El octavo, escribió de Geometría. El noveno, fue poeta epigramático. Y el décimo fue filósofo académico de Tarso.

    CRANTOR

      1. Crantor Solense, siendo ya admirado en su misma patria, se pasó a Atenas y oyó a Jenócrates en compañía de Polemón. Dejó hasta tres mil versos de Comentarios, de los cuales hay quien atribuye algunos a Arcesilao. Dicen que cuando le preguntaron por qué estaba tan prendado de Polemón, respondió: Porque no he oído a otro más agudo ni grave. Hallándose enfermo, se fue al templo de Esculapio, y paseaba allí. Concurrieron luego a él varios, creyendo que no estaba por enfermedad, sino porque quería establecer allí una escuela. Uno de estos era Arcesilao, que pedía que lo recomendase a Polemón, si bien ya era amigo suyo, como diremos cuando tratemos de Arcesilao. Y aun él,

      2. luego que sanó, se fue a oír a Polemón, por cuyo hecho fue muy admirado.
    1. Se cuenta que dejó sus bienes al mismo Arcesilao, y eran doce talentos; y que al preguntarle éste dónde quería ser enterrado, dijo:

    Conviene que volvamos al seno de la tierra, nuestra amiga.

    También dicen que escribió poemas; y habiéndolos sellado, los depositó en el templo de Minerva, en su patria. El poeta Teeteto habla de él en la forma siguiente:

    Si agradaba a los hombres Crantor, más a las musas agradaba. Sin que la senectud fuese venida, murió este varón santo. ¡Oh madre tierra!, recíbelo en tu gremio, para que more allí tranquilamente.

    Crantor admiraba sobre todos a Homero y a Eurípides; y decía que era operoso el escribir

    con propiedad cosas trágicas y al mismo tiempo patéticas. Traía aquel verso del Belerofonte:

    ¡Ay de mí!... ¿Y por qué causa, ¡ay de mí!, padecido hemos lo que padecen los mortales?

    3. Se sabe que Antágoras asegura que se conocen como de Crantor unos versos de cierto poeta, hechos al amor, y que dicen:

    Tengo el ánimo en duda (pues ambiguo, oh amor, el sexo tienes) si te agregue a los eternos dioses, hijos antiguos del Erebo y de la reina Noche, procreados del dilatado Océano en las ondas; o bien si te haga hijo de Venus, de la Tierra, o de los Aires. Tú, que vago y errante con tu biforme cuerpo, males y bienes causas a los hombres.

    Tenía gran destreza para inventar nombres. Decía que el actor trágico tenía la voz sin cepillar y llena de corteza; que los versos de cierto poeta estaban llenos de polilla. Que las Posiciones de Teofrasto estaban escritas con ostra. Su librito Del llanto es muy estimado. Murió de hidropesía antes que Polemón y Crates. Mis versos para él dicen así:

    Anégate, oh Crantor, pésimo morbo, y al negro abismo de Plutón te baja; ahora allí te gozas; pero viuda queda de tus discursos la Academia y de ti para siempre sol tu patria.

    ARCESILAO

    1. Arcesilao, hijo de Seito, o Escito, según dice Apolodoro en el libro III de sus Crónicas, fue nativo de Pitana en la Eolide. Este fue el primer instituidor de la Academia media, estableciendo la prescindencia o duda en la contrariedad de proposiciones; el primero que habló en pro y en contra acerca de una misma cosa, y el primero que inmutó la forma de argüir que había establecido Platón, ejecutándolo acérrimamente por preguntas y respuestas.

    Se unió a Crantor en esta forma: era el cuarto de sus hermanos; los dos eran de un padre, y los otros dos de una madre. El mayor de los dos de una madre se llamaba Pílades; y el de los dos de un padre, Mereas; éste era curador de Arcesilao. Primero fue discípulo de Autólico, el cual era matemático, conciudadano suyo, antes de pasarse a Atenas, en cuya compañía peregrinó también a Sardes. Luego lo fue de Janto Ateniense, músico; después de este oyó a Teofrasto, y finalmente se fue con Crantor en la Academia. Su hermano Mereas, antes nombrado, lo inducía a estudiar Retórica, pero él amaba más la Filosofía. Prendado ya de él Crantor, le preguntó por aquel verso de la Andrómeda de Eurípides:

    ¿Me serás grato, oh virgen, si te salvo?

    Y él respondió con el que allí se sigue:

    Llévame, peregrino; bien me quieras esclava, o bien esposa.

    Desde entonces habitaron juntos; y dicen que Teofrasto sintió mucho su pérdida, pues dijo: ¡Oh qué ingenioso y vivo joven se ha ido de nuestra escuela! Era grave y robusto en el decir, y asiduo en el escribir. Se aplicó también a la poética, y hay algunos epigramas suyos. Uno a Attalo es el siguiente:

    No en armas solamente muchas veces es Pérgamo la ilustre celebrada en la divina Pisa, si también en caballos. Si es dado a los mortales presagiar lo futuro, todavía será más celebrada en lo futuro.

    El que hizo a Menodoro, hijo de Eudamo, amante de uno de sus discípulos, dice:

    Distante se halla Frigia, oh Menodoro; distante se halla Tiátina sagrada, y distante tu patria Cadanade; mas hasta las orillas de Aqueronte es el camino igual de todas partes, si bien oscuro y poco celebrado. Aunque a los hombres formidable y fiero, medido es de sus pies continuamente. Te puso este sepulcro el clarísimo Eudamo, de quien eras querido sobre todos los amigos.

    2. Estimaba mucho a Homero y siempre leía algo de él antes de dormir; y aun por la mañana hacía lo mismo, diciendo que quería ir a su amado, cuando quería leerlo. Decía que también Píndaro era bueno en especial para llenar la voz y suministrar abundancia de nombres y palabras. En su juventud imitó el estiló de Jon En la Geometría fue discípulo de Ipónico; al cual criticaba de que siendo tardo y obtuso, sabía, sin embargo, los fundamentos del arte, diciéndole que la Geometría se le había metido en el vientre al tiempo de bostezar. Pero habiendo caído en demencia, lo recogió en su casa, cuidando de él hasta que recobró el juicio. Muerto Crates, obtuvo la escuela, cediendo uno que se llamaba Socratides. Unos dicen que no escribió libros, puesto que en todas las cosas suspendía el juicio; otros afirman que fue hallado corrigiendo ciertos escritos, y los publicó, según unos; y los quemó, según otros. Parece que hacía mucho aprecio de Platón, y estudiaba sus obras. Algunos dicen que imitó también a Pirrón. Supo la dialéctica, no menos que el raciocinio de los Erétricos. Así, Aristón decía de él que era:

    Por delante, Platón; por detrás, Pirrón; por el medio, Diodoro.

    Timón dice de él lo siguiente:

    Veis uno aquí que tiene a Menedemo con su pecho de plomo; o a Pirrón todo carnes, o a Diodoro.

    Y un poco más adelante, dice:

    Iré a Pirrón nadando, y al oblicuo Diodo-ro.

    3. Era muy sentencioso y conciso; y en la locución profería distintamente las palabras.

    También fue amigo de reprender, confiado de sí mismo, y muy mordaz; por cuya razón habló Timón de él otra ocasión en esta forma:

    Y cuando reprensiones vas sembrando, de que tú fuiste mozo no te olvides.

    Y así, cuando un joven le habló con mucha audacia, dijo: ¿No habrá quien reciba a éste con los talones? A uno acusado de bardajería, que decía no haber una cosa mayor que otra, respondió preguntándole: ¿Ni aun será mayor una cosa de diez dedos de larga que otra de seis? Un tal Eumón, nativo de Quío (que era feo y se creía hermoso, y andaba siempre girando ornado con su clámide), le dijo que si era de parecer que el sabio podía amar, a lo que respondió: Es lo mismo vestir ornamentos tan preciosos como los tuyos, aunque no sean tan hermosos como tú. Como un obsceno, a quien era pesado Arcesilao, le dijera:

    ¿Te podré preguntar alguna cosa, o deberé callar, matrona casta?

    Le respondió de esta manera:

    Hembra, ¿qué es lo que dices de áspero, duro y desacostumbrado?

    4. A un hablador y de bajo nacimiento que le objetaba muchas cosas, le dijo:

    Los hijos de los siervos acostumbran a hablar obscenamente.

    A otro locuaz importuno, solamente le dijo que había tenido una nutriz muy molesta. A otros nada respondía. A un usurero deseoso de saber, que le preguntó qué era lo que ignoraba, le respondió:

    Oculto es el camino por el aire para las aves hembras, si la prole no tienen a su vista.

    Esto es tomado de Enomao, de Sófocles. A un alexinio dialéctico, que no podía recitar bien cierto discurso de Alexino, le dijo lo que Filoxeno ejecutó con unos tejeros. Éste, habiéndoles oído cantar mal algunos versos suyos, empezó a pisarles los ladrillos, diciendo: Como vosotros corrompéis mis cosas, así yo las vuestras. Le desagradaba mucho que los hombres no abrazasen temprano el estudio de las disciplinas. En sus discursos usaba naturalmente la frase digo yo, y a esto no asentirá él, diciendo su nombre; lo cual imitaban muchos de sus discípulos, su retórica y aun toda su figura. Era fecundísimo en la invención y feliz en las ocurrencias para satisfacer a lo que le proponían, reduciendo a ello el periodo de las palabras y acomodándose a todo tiempo, siendo también sobre manera persuasivo. Por esta razón concurrían muchísimos a su escuela, por más que los lastimase con su acrimonia, pues lo sufrían gustosamente, ya que era a la vez muy bueno, y llenaba de esperanzas a sus discípulos. Era liberal en dar lo que tenía, pronto a hacer beneficios y amigo de ocultarse sin vanidad alguna.

      1. Cuando una vez fue a ver a Ctesibio, que estaba enfermo, y viéndolo afligido por la pobreza, le puso ocultamente una bolsa de dinero debajo de la almohada, y habiéndola hallado éste, dijo: Ésta es burla de Arcesilao. Y aun en otra ocasión le envió mil dracmas. También alcanzó de Eumenes muchos favores para Arquias Arcade, habiéndoselo recomendado. Siendo como era, liberal, y nada amante del dinero, concurría el primero a las ostentaciones de la plata, como lo hizo en la de Arquestrates y Calícrates, y aun a las de oro se apresuraba más que cualquiera. Suministraba también a muchos cuanto podía recoger. Habiendo prestado varias piezas de plata a uno que convidaba a ciertos amigos, como éste se quedase con ellas, ni se las pidió ni indicó habérselas prestado. Algunos dicen que se las ofreció él mismo para servirse en aquella ocasión, y que al

      2. volvérselas, porque era pobre, le hizo gracia de ellas.
      1. Tenía algunos bienes en Pitana, de los cuales le iba enviando socorros su hermano Pílades. Igualmente Eumenes, hijo del Filetero, le suministraba bastantes cosas, y por esta causa con ningún rey tenía trato sino con éste. Habiendo muchos que adulaban a Antígono y concurrían a su casa, Arcesilao se abstenía, no queriendo ni aun que tuviese noticia de él. Era gran amigo de Hierocles, gobernador de Muniquia y del Pireo, y en los días de fiesta nunca dejaba de bajar a verlo. Cuando éste lo quiso persuadir por muchos caminos para que fuese a saludar a Antígono, no obedeció, sino que fue hasta la puerta de palacio y de allí se volvió atrás. Después de la batalla naval de Antígono, habiendo ido muchos a consolarlo, y muchos escribiéndole cartas consolatorias, Arcesilao guardó silencio; pero también cuando fue como

      2. embajador por la patria, a ver a Antígono Demetriade, nada consiguió.
    1. Siempre habitó en la Academia, huyendo de los negocios públicos. Algunas veces se detenía en Atenas por causa de algunas dudas que le proponían, y comenzaba a explicar, y entonces se quedaba en el Pireo en casa de Hierocles. Por esta amistad lo criticaban algunos. Era demasiado pródigo (¿qué más que llamarlo segundo Aristipo?), dando banquetes a los de su brazo, y yendo también a los de ellos. Usaba públicamente de las dos meretrices elienses Teodota y Fileta, y a los que lo murmuraban les oponía las respuestas de Aristipo. Amaba y era muy propenso a la gente joven; y por esto Aristón Quío, estoico, lo acusaba de corruptor de la juventud, y aun era llamado obsceno elegante y audaz.

    2. Dicen que amó mucho a Demetrio navegando para Cirene; como también a Leocares Mirleano, del cual dijo públicamente en la mesa

    que él quena abrir, y que Leocares lo prohibía vigorosamente. Amábanlo a él Democares, hijo de Laqueto, y Pitocles, hijo de Bouselo, y el recibirlos decía que era por su gran clemencia. Por estas cosas ]lo murmuraban y criticaban los antes dichos, como amante del vulgo y de la vanagloria. Pero lo cargaron más que nunca estando con Jerónimo Peripatético, cuando juntaba a los amigos para celebrar los días de Alción, hijo de Antígono, para lo cual había enviado éste dinero suficiente con deseo de que lo disfrutasen. En este convite, habiendo excusado absolutamente las conferencias, como Aridelo le propusiese cierto teorema y le pidiese la explicación, le dijo: Lo más importante y más propio de la Filosofía es saber el tiempo oportuno para cada cosa. Sobre lo de atribuirle demasiada unión con el vulgo, así habla Timón:

    Después de haber hablado, se mete por las turbas que lo cercan y lo están admirando, como suelen los simples pajarillos al mochuelo.

    Ellas miran a un necio, y sin más causas maravilladas quedan. ¡Miserable, por cosa tan pequeña te me engríes!

    9. No obstante esto, estaba tan libre de amor propio, que exhortaba a sus discípulos a que oyesen a otros maestros. Y aun a cierto joven, natural de Quío, que no gustaba de su escuela, sino de la de Jerónimo arriba nombrado, él mismo lo condujo al filósofo, y lo exhortó a perseverar en el buen orden empezado. También se conoce aquel gracioso dicho suyo, y es que a uno que le preguntaba por qué de las otras escuelas se pasaban muchos a las de Epicuro, y de los discípulos de Epicuro ninguno a las otras, respondió: Porque de los hombres se hacen los eunucos, pero de los eunucos no se hacen los hombres. Finalmente, hallándose próximo a la muerte, dejó todos sus bienes a su hermano Pílades, que lo había conducido a Quío y después en forma oculta a Marea, de donde se lo llevó a Atenas. Permaneció sin casarse, ni tuvo hijos. Hizo tres testamentos uno lo dejó en Eretria en casa de Amficrito; otro en Atenas en poder de uno de sus amigos, y el tercero lo envió a su casa, encargándolo a Taumasías, uno de sus parientes, para que lo guardase, y le escribió de esta manera:

    ARCESILAO A TAUMASIAS, GOZARSE

    Entregué a Diógenes mis testamentos para que te los llevase. Me pareció bien testar, por causa de que enfermo a menudo, y está mi cuerpo flaco de fuerzas, a fin de no hacerte injusticia alguna si hubiese novedad en mi vida, ya que me has amado en tanta manera. Habiéndome sido siempre fidelísimo sobre todos, confío en que me lo guardes, ya por ser tú joven todavía, ya por nuestra consanguinidad. Cura, pues, ser justo para conmigo, y tratar las cosas mías con la posible integridad, en atención a que pongo en tus manos las cosas que por tu misma confesión más necesitas.

    10. Se pusieron estos testamentos en Atenas, en casa de uno de sus amigos, y en Eretria en poder de Amficrito. Murió, como dice Hermipo, de haber bebido vino puro en exceso y caído en delirio, a los setenta y cinco años, habiendo sido tan aceptado por los atenienses cual ningún otro. Hay un epigrama mío para él, que dice así:

    ¿Por qué profusamente tanto vino sorbes, Arcesilao, que te privas de razón y de juicio? Lástima me ha causado, no tu muerte, sino la contumelia que a las musas haces, vaciando jarros sin medida.

    Hubo otros tres Arcesilaos: uno, poeta de la comedia antigua; otro, poeta elegíaco; y otro, escultor, a quien Simónides compuso este epigrama:

    De Diana es la imagen que aquí miras: Doscientas dracmas Parias, de Arato con la insignia, fue su precio. Hízola el diestro y noble

    Agesilao, de Aristódico hijo, con el ingenio y arte de Mi- nerva.

    Nuestro filósofo floreció hacia la Olimpiada CXX, como dice Apolodoro en sus Crónicas.

    BIÓN

    1. Bión fue boristenita. Quiénes fueron sus padres, y por qué causa se dedicó a la Filosofía, él mismo lo manifestó a Antígono; pues habiéndole dicho éste:

    ¿Quién eres? ¿De qué gente? ¿Dónde está tu ciudad? ¿Dónde tus padres?;

    y sabiendo que lo habían denigrado, dijo al rey: Mi padre fue liberto, y se limpiaba con el codo (esto significaba que había sido especiero). Era boristenita, y no tenía rostro, sino en él un letrero esculpido, marca de su asperísimo dueño. Mi madre era una del lupanar, como correspondía a tal hombre. Habiendo después mi padre cometido no sé qué cosa contra los banqueros, fue vendida su casa con todos nosotros. Como yo era joven y bastante gracioso, me compró un orador, el cual cuando murió me dejó cuanto tenía; y yo quemando todos sus escritos, y recogiendo lo demás, me fui a Atenas y me dediqué a la Filosofía.

    De esta gente me precio, y de esta sangre.

    Esto es lo que hay acerca de mí; por tanto, pueden ya dejarse de fraguar mi historia Perseo y Filomides; mírame descrito por mí mismo.

    2. Bión era en ocasiones ciertamente versátil y astuto sofista, y daba motivo de hablar contra la Filosofía a los que querían hacerlo; pero en otras era apacible, y aun capaz de disfrutar el lujo. Dejó muchos comentarios y apotegmas útiles en los negocios humanos; como lo criticaran de que no había podido agarrar para sí a cierto joven, respondió: No se puede atraer con anzuelo el queso blando. Al preguntarle una vez quién era el de menos sosiego, respondió: El que más lo desea. También se le atribuye el que habiendo sido preguntado si conviene casarse, respondió: Si casas con fea, tendrás un tormento; si con hermosa, será común a otros. Llamaba a la senectud puerto de todos los males, porque a ella caminan todas las cosas. Decía que la gloria es madre de los años; la hermosura, un bien ajeno; las riquezas, los nervios de las cosas. A uno que había vendido y comido sus posesiones, le dijo: La tierra se tragó a Amfiarao; tú a la tierra. Llamaba gran mal al no poder sufrir ningún mal; reprendía a los que quemaban a los muertos como a insensibles, y los lloraban como sensibles.

    3. Decía a menudo que vale más hacer gracia a otro de la flor de la belleza propia, que no coger por fuerza a la ajena; pues así se perjudicaba al cuerpo y al alma. Culpaba también a Sócrates, diciendo que si tenía necesidad de Alcibíades, y se abstuvo de su favor, fue un necio; si no la tenía, nada hizo de extraño. Llamaba llano al camino del infierno, pues se hace a ojos cerrados. Acusaba a Alcibíades, diciendo que siendo jovencito quitaba los hombres a sus mujeres, y siendo mancebo quitaba las mujeres a sus maridos.

    4. Enseñaba la Filosofía en Rodas a los atenienses que estudiaban allí Retórica, y a uno que le censuraba esto, le dijo: ¿Traje trigo, y venderé cebada? Decía que en el infierno son más castigados los que llevan agua con vasos enteros, que los que la llevan con vasos agujereados. A un gran hablador que le pedía auxilio, le dijo: Te daré lo que baste, con tal que envíes procuradores y tú no vengas. Navegando una vez con gente mala, cayó en manos de piratas; y como los primeros dijesen: perdidos somos si nos conocen, añadió Bión: Y yo también si no nos conocen. Llamaba a la soberbia embarazo del adelantamiento. De un rico miserable, dijo: Éste no posee la riqueza, sino

    la riqueza a él. Decía que los miserables cuidan de sus haberes; pero de ellos ningún útil sacan, como si fueran ajenos. Que cuando somos jóvenes hacemos uso del valor corporal, pero cuando envejecemos tenemos el valor en la prudencia. Que tanto se aventaja la prudencia a las demás virtudes, cuanto la vista a los demás sentidos. Que no conviene ultrajar a la vejez, a la cual todos deseamos llegar. A un envidioso que estaba melancólico, le dijo: No sé si te habrá venido a ti algún mal, o a otro algún bien. Decía que la impiedad era muy mal cohabitante de la confianza; pues doma al varón por más audaz que sea.

    Que se deben conservar los amigos, de cualquier condición que sean, a fin de que no parezca que los tenemos por malos, o no los elegimos buenos.

    5. Bión despreciaba al principio los dogmas de los académicos, cuando era discípulo de Crates; después abrazó el instituto cínico, tornando el palio viejo y el zurrón. ¿Y qué otra cosa lo condujo a aquella ecuanimidad? Después pasó a oír a Teodoro el Ateo. que sofisteaba con toda suerte de argumentos; y después de este oyó a Teofrasto Peripatético. Era aficionado al teatro, y muy difuso en la risa, usando palabras pesadas en las cosas. Por haber entretejido su estilo con variedad, refieren que dijo de él Erastótenes que había sido el primero en vestir de flores la Filosofía. Era muy diestro en las trovas; y son suyas las siguientes:

    Oh delicado Arquitas, feliz en las delicias y en el lujo, disputador eterno entre los hombres.

    Tenía absolutamente por juego a la música y la Geometría. Era magnífico y ostentoso; y aun por esto iba transmigrando de unas a otras ciudades, hasta ostentar apariencia artificiosamente; pues en Rodas indujo a los marineros a que vistiesen hábitos de escuela y lo siguieran; y entrando con ellos en el gimnasio, fue admirado por todos.

    1. Solía adoptar como hijos a algunos jóvenes, para abusar de ellos en sus deleites, y para protegerse con su favor y benevolencia. También era tenazmente amante de sí mismo; y decía que entre los amigos todas las cosas deben ser comunes. Por lo cual ninguno se proclama discípulo suyo, sin embargo, tuvo muchos en su escuela. Hizo imprudentes a muchos; y así se cuenta que Beción, uno de sus familiares, dijo una vez a Menedemo: Yo, Menedemo, duermo las noches con Bión, y no creo cometer con ello algún absurdo. Trataba muchas cosas impiísimas con los que estaban consigo, tomadas de la doctrina teodórica. Finalmente, habiendo caído enfermo (como dijeron los que estaban en Calcide, pues allí murió) quiso recibir amuletos que lo atormentasen, y arrepentirse de las ofensas hechas a Dios.

    2. La pobreza de los que le asistían en su enfermedad le fue muy dañosa, hasta que Antígono le envió dos criados; y se lo llevaron

    en litera, como refiere Favorino en su Historia varia. Murió allí mismo; y mis versos para él dicen así:

    Oímos que Bión boristenita afirmó que no existe dios alguno. Si hubiera persistido en este dogma, podríamos decir que sintió de ello como había creído erradamente; pero habiendo caído en larga enfermedad, morir temiendo, el que había negado hubiese dioses, el que nunca sus templos visto había, y el que de los mortales se burlaba que a los dioses ofrecen sacrificios, no ya sólo con piras, aras, mesas, olor, gordura, incienso de los dioses saciaba las narices, ni sólo pequé dijo, y perdonadme mis pasadas culpas; sí que aun a la vieja ensalmadora prestó fácil el cuello, y con correas se dejó atar los brazos. Sobre su puerta puso el ramo de laurel y espina blanca; para todas las cosas prevenido, sino para la muerte. ¡Oh necio, que quisiste que los dioses por merced existieran; como si existir ellos consistiese en que Bión quisiera así decirlo! Luego en vano eres sabio, porque siendo toda carbón tu mísera barquilla, levantando las manos, salve, Plutón, decías salve, salve.

    8. Hubo diez Biones: el primero fue proconnés y contemporáneo de Ferecides Siro, de quien se conocen dos libros. El segundo, siracusano, escritor de preceptos oratorios. El tercero es el presente. El cuarto fue de la escuela de Demócrito, y matemático abderita, que escribió en dialecto ático y jónico. Éste fue el primero que dijo que hay parajes en que la noche dura seis meses, y seis el día. El quinto fue solense, y escribió las cosas de Etiopía. El sexto fue retórico, del cual andan nueve libros con epígrafes de las musas. El séptimo, poeta lírico. El octavo, escultor, milesio, a quien Polemón menciona. El noveno, poeta trágico de los llamados társicos. Y el décimo, estatuario de Clazomene, o de Quío, de quien hace mención Hiponacte.

    LACIDES

    Lacides, hijo de Alejandro, fue de Cirene, fundador de la Academia nueva, y sucesor de Arcesilao. Fue hombre severísimo, y tuvo muchos imitadores. Desde su juventud fue amante del trabajo, y pobre, pero muy agradable y dulce en la conversación. Dicen que era muy particular acerca de la economía, pues cuando sacaba alguna cosa de la despensa, sellaba la cerradura y arrojaba el anillo del sello por un agujero dentro de la despensa misma, a fin de que nada le quitasen de lo que tenía en ella. Advertido esto por sus criados, quitaban el sello, y tomaban lo que les daba la gana; luego con el anillo mismo volvían a sellar, y lo arrojaban dentro por el agujero. Y aunque lo hicieron repetidas veces, nunca fueron sorprendidos en el hurto.

    Tenía su escuela en la Academia, en el huerto que había hecho el rey Attalo, que de su nombre se cognominaba Lacidio. Lacides es el único filósofo que sepamos cediera en vida su escuela a otro, como efectivamente lo hizo, entregándola a Telecles y a Evandro, ambos focenses. A Evandro sucedió Hegesino Pergameno, y a éste, Caméades.

    Es gracioso lo que se cuenta de Lacides: habiéndolo Attalo llamado a su casa, dicen que respondió: Las imágenes ("de los reyes") se deben mirar de lejos. A uno que se dedicó muy tarde a la Geometría, y le preguntase si era ya tiempo de ello, respondió: ¿Y por qué no ha de ser todavía temprano?

    Murió a los principios de su enseñanza, el año IV de la Olimpiada CXXXIV, después de veintiséis años de escuela. Murió de parálisis, contraída de beber demasiado vino. Mis versos para él son los siguientes:

    Cuentan de ti, Lacides, según oigo, que por tus pies te fuiste al infierno. ¿Ignoras acaso que la fuerza de Baco disminuye y disuelve las fuerzas de los miembros? Aun por esto Lieo lo apellidan.

    CARNÉADES

    1. Carnéades, hijo de Epicomio, o bien de Filicomo, según aseguró Alejandro en las Sucesiones, fue nativo de Cirene. Habiendo leído los libros de los estoicos, singularmente los de Crisipo, los refutó modestamente, y esto con tanta sinceridad que solía decir: Si no hubiese habido Crisipo, no habría Caméades. Fue amantísimo del trabajo, y menos aplicado a la física que a la moral. Se dejaba crecer el pelo y las uñas, en fuerza de la continua aplicación a los libros. Era tan hábil en la Filosofía, que hasta los maestros de oratoria dejaban sus escuelas y concurrían a oírlo. Tenía la voz muy recia, de manera que el jefe del gimnasio tuvo que enviarle recado que no gritase tanto; pero él respondió que le diese la medida de la voz. A esto repuso sabiamente aquel, diciendo: Medida tenéis en los que os oyen. Era acérrimo en las reprensiones e inexpugnable en los argumentos, y por esto excusaba los convites. Como Mentor Bitinio, discípulo suyo y muy frecuente en la escuela, comerciase con una concubina suya, dice Favorino en su Historia varia que en medio de la lección lo criticó así:

    Por ahí anda un viejo despreciable parecido a Mentor en voz y cuerpo, y quiero desterrarlo de mi escuela.

    Y él, levantándose, dijo:

    Luego que ellos hablaron, se levantaron estos prontamente.

    2. Parece que tenía una gran aversión a la muerte, pues solía decir con frecuencia: Lo que la Naturaza compuso, lo disolverá. Habiendo sabido que Antípatro murió por haber bebido veneno, se estimuló a querer quitarse la vida, y dijo: Dadme también a mí. Y diciendo los circunstantes: ¿qué queréis?, respondió: Vino con miel. Dicen que cuando murió se eclipsó la luna; y de esto podrá decir alguno que parece que sentía su muerte el astro más hermoso después del sol. Apolodoro dice en las Crónicas que murió el año IV de la Olimpiada CLXII, habiendo vivido hasta los ochenta y cinco años. Se conocen unas Epístolas suyas a Ariarte, rey de Capado-cia. Lo demás lo escribieron sus discípulos, pues él nada dejó escrito. Mi epigrama para él, en metro logádico y arquebuleyo, dice:

    ¿Qué quieres, musa, note a Carnéades? Torpe será la mente quien no vea cuánto temió la muerte; pues enfermo de una temible tisis, todavía no consintió la solución del cuerpo; antes habiendo oído que Antípatro veneno había tomado, dadme, dijo, también cosa que beba. ¿Y qué queréis? ¿Qué? Dadme miel con vino. Repetía igualmente con frecuencia: ¡Ah la Naturaleza que me supo formar, sabrá sin duda, no menos disolverme! Esto no obstante, descendió a la tierra. Era bien conveniente bajase a los infiernos quien granjearse supo tantos males.

    3. Dicen que de noche se le agravaban los ojos sin advertirlo, y mandaba al criado que trajese luz, y como éste la trajese y le dijese ya está aquí, respondía: Pues lee tú. Tuvo muchos discípulos, pero el más aventajado fue Clitómaco, de quien hablaremos luego. Hubo otro Carnéades, poeta elegíaco muy frío.

    CLITÓMACO

      1. Clitómaco, cartaginés, llamado Asdrúbal, filosofaba en su lengua y patria propia. Pasó a Atenas, ya de cuarenta años de edad, y oyó a Carnéades. Le agradó a éste su aplicación y le hizo aprender las ciencias, y lo imbuyó de tal manera, que llegó a escribir más de cuatrocientos libros; fue sucesor de Caméades, e ilustró con muchos escritos sus dogmas. Fue versado en las tres sectas: académica, peripatética y estoica. Así es la crítica de Timón hacia los académicos:

      2. No quiero aquí traerte la Academia gárrula e insulsa.
    1. Hasta aquí hemos tratado de los académicos derivados de Platón; ahora pasaremos a los peripatéticos (también originarios de Platón), de quienes Aristóteles fue el primero.

     

    LIBRO QUINTO

     

    ARISTÓTELES

      1. Aristóteles, hijo de Nicomaco y de Eféstiada, nació en Estagira. Nicomaco descendía de Nicomaco, hijo de Macaón, que lo era de Esculapio, como dice Hermipo en el libro que escribió acerca de Aristóteles. Vivió con Amintas, rey de Macedonia, a causa de la medicina y por amistad. Fue el discípulo más legítimo de Platón, y de voz balbuciente, como dice Timo

      2. teo Ateniense en el libro De las Vidas. También dicen que tenía las piernas delgadas y los ojos pequeños, que usaba vestidos preciosos y anillos, y que se cortaba la barba y el pelo. Tuvo de su concubina Herpílide un hijo, llamado Nicomaco, según escribe Timoteo. Se apartó de Platón cuando todavía vivía éste, por lo cual cuentan que dijo: Aristóteles nos tira coces, como hacen los potrillos con sus madres.
    1. Dice Hermipo en las Vidas que habiendo ido por los atenienses como embajador con Filipo, Jenócrates fue hecho jefe de la escuela en la Academia; y que habiendo vuelto y visto la escuela en poder de otro, tomó en el Liceo un sitio para pasear, y paseando allí hasta la hora de ungirse los atletas, filosofaba con sus discípulos, y de este paseo fue llamado Peripatético. Otros dicen que lo fue porque hacía algunos discursos a Alejandro, en tiempos que paseaba convaleciendo de una enfermedad. Cuando ya

    eran muchos sus discípulos, filosofaba sentado, y solía decir:

    Es cosa indecorosa, si Jenócrates habla, que yo calle.

    Ejercitaba juntos a todos sus discípulos en cada proposición, y al mismo tiempo los instruía en la Retórica.

      1. Después estuvo con el eunuco Hermias, que era tirano de los atarnenses, y según algunos, su bardaje; aunque otros afirman que tenía afinidad con él, habiéndole dado como mujer a su hija, o sobrina, como dice Demetrio de Magnesia en el libro De los poetas y escritores colombroños, el cual añade que Hermias había sido esclavo de Eubulo, natural de Bitinia, y que había matado a su amo. Aristipo, en el libro I De las delicias antiguas, dice que Aristóteles amó a una concubina de Hermias, y habiéndola conseguido la tomó por mujer, y por el gran gozo que tuvo le ofreció sacrificios,

      2. como los atenienses a Ceres Eleusinia; y a Hermias le compuso el himno que escribiremos abajo. De allí pasó a Macedonia para estar con Filipo, y recibió de él por discípulo a su hijo Alejandro; a éste le pidió que restaurase su patria, destruida por el mismo Filipo, y conseguido esto, le puso leyes. También puso leyes en la escuela, a imitación de Jenócrates, sobre que se crease nuevo director cada diez días.
    1. Cuando le pareció que estaba suficientemente instruido Alejandro, regresó a Atenas, componiendo antes con él a su pariente Calistenes Olintio, al cual, como hablase al rey con demasiada libertad y no le obedeciese, lo reprendió, diciendo:

    Morirás presto, mozo que así hablas.

    Y así, sucedió, pues habiendo sido partícipe de las asechanzas de Hermolao contra Alejandro, fue puesto y llevado públicamente en una jaula de hierro, en donde se llenó de corrupción y hediondez, y finalmente, fue arrojado a un león, que acabó con su vida.

    5. Aristóteles llegó a Atenas y dirigió la escuela por espacio de trece años, luego se fue ocultamente a Calcide, porque el sacerdote Eurimedonte, presidente de los sacrificios (o bien Demófilo, según escribe Favorino en su Historia varia) lo había acusado de impiedad, a causa del himno compuesto para Hermias, y haber puesto al pie de su estatua en Delfos el epigrama siguiente:

    Quitó a éste la vida el rey inicuo de los flecheros persas, traspasando las leyes y los pactos de los varones cándidos y fieles. Pero no le dio muerte cuerpo a cuerpo contra la cruenta lanza en la pelea, sino con la falacia y no guardaba fe de hombre engañoso.

    Murió allí mismo habiendo bebido el acónito, como dice Eumelo en el libro V de sus Historias, a los setenta años de edad; y añade que tenía treinta cuando entró en la escuela de Platón. Se engaña en esto, pues vivió sesenta y tres, y entró con Platón a los diecisiete. El himno dice así:

    ¡Oh Virtud, laboriosa a los mortales! ¡Noble y excelso halago de la vida! Por tu belleza, oh Virgen, es en Grecia la muerte ya envidiada, y continuos trabajos se toleran. Tú grabas en la mente de los hombres el no caduco fruto, preferible al oro, a nuestros padres y al blandísimo sueño. Por ti el hijo de Júpiter, Alcides, y los hijos de Leda, mil trabajos sufrieron, tu fuerza publicando con facciones. Por el mismo deseo de a1canzarte, bellísima Virtud, Aquiles y Ayax a la mansión tártara descendieron. Igualmente, el amor de tu hermosura, robó del sollos claros resplandores de Atarna al ciudadano; que siendo ya clarísimo en sus hechos, lo harán más las musas inmortales hijas de la memoria, prendas del firme amor que dan aumento de Jove Hospedador al sacro culto.

    Hay un epigrama mío para él, que es el siguiente:

    De impiedad acusaba Eurimedonte, sacerdote de Ceres, a Aristóteles, y éste el riesgo evita acónito bebiendo. Esto era realmente lo más fácil para burlar a un sicofanta injusto.

    6. Fue el primero que escribió en defensa de sí mismo; y fue en esta misma acusación, como dice Favorino en su Historia varia, y también que dijo que en Atenas:

    las peras sobre peras, y los higos maduran sobre higos.

    Dice Apolodoro en las Crónicas que Aristóteles nació el año primero de la Olimpiada XCIX; se puso bajo la enseñanza de Platón, y permaneció en ella veinte años, habiendo entrado el diecisiete de su edad. Que pasó a Mitilene siendo arconte Eubulo, el año cuarto de la Olimpiada CVIII; pero muerto Platón el primer año, siendo arconte Teófilo, se fue con Hermias, con quien demoró tres años. Que siendo arconte Pitodoro, se fue con Filipo el año segundo de la Olimpiada CIX, teniendo ya Alejandro quince años de edad. Que regresó a Atenas el año segundo de la Olimpiada CXI, y enseñó en el Liceo por trece años. Y, finalmente, que partió a Calcide el año tercero de la Olimpiada CXIV, donde murió de enfermedad a los sesenta y tres años, en cuyo tiempo murió también Demóstenes en Calabría, siendo arconte Filocles. Dicen que por haber recomendado a Calístenes Alejandro, cayó en desgracia del rey, y que éste, para más afligirlo, favoreció a Anaximenes, y envió regalos a Jenócrates. Ambrión, en la Vida de Teócrito, dice que este lo criticó en el epigrama siguiente:

    A Hermias eunuco, y a Eubolón esclavo, he erigido un vacío monumento, más vacío, Aristóteles, de mente.

    Y Timón agrega:

    Ni del Estagirita la nimiedad y levedad molesta...

    Hasta aquí su vida; mas yo he hallado también su testamento, que es como sigue:

    7. Haya salud; pero por si algo sucediese, dispone Aristóteles en esta forma: Será ejecutor de todo y siempre Antípatro; y hasta que Nicanor se halle en estado de administrar mis bienes, serán curadores Aristótenes, Timarco, Hiparco, Dióteles y Teofrasto (si le pareciere bien y conveniente el serlo) de mis hijos, de Herpílida y de todo lo restante. Cuando la muchacha sea casadera, se dará a Nicanor en matrimonio; y si muriese (lo que no suceda) antes de casarse, o bien después de casada, sin tener hijos, Nicanor será dueño de administrar, no sólo por lo que toca a mi hijo, sino también las demás cosas, ejecutándolo con la dignidad correspondiente a él y a mí. Cuidará también Nicanor de la muchacha y del niño Nicomaco, de modo que nada les falte, siéndoles como padre y hermano. Si a Nicanor aconteciese el morir (lo que no suceda) antes de recibir en mujer a la muchacha, o bien después de recibida antes de tener hijos, según él dispusiere, así se cumpla. Si Teofraso quisiera estar con la muchacha, hágase todo como en Nicanor; pero si no, los curadores se aconsejarán con Antípatro; y dispondrán de la muchacha y muchacho según mejor les pareciera. Cuidarán, pues, mis curadores y Nicanor de tenerme en memoria a mí y a Herpílida, puesto que fue muy diligente para conmigo y demás cosas mías. Si quisiera casarse nuevamente no sea con hombre desigual a mí; y se le dará de mis bienes, sobre lo ya dado, un talento de plata, tres criadas si las quisiera, la esclava que tiene y el niño Pirreo. También si quisiera vivir en Calcide, sea suya la hospedería que está junto al huerto, pero si en Estagira, la casa paterna. Cualquiera de estas dos habitaciones que elija, cuidarán mis ejecutores de alhajársela del modo que les parezca decente y bastante a Herpílida. Cuidará también Nicanor de que el muchacho Mirmeco sea devuelto a los suyos con la decencia a mí correspondiente, junto con el equipaje de él que recibí. Ambracis quede libre, y cuando se case se le den quinientas dracmas y la esclavita que tiene. También quiero que se den a Tale, además de la esclavita que tiene comprada, mil dracmas. Igualmente a Simo, además del primer dinero dado para comprar un muchacho, se le compre otro, o se le dé el dinero. Tacon será libre cuando se case mi muchacha, como también Filón, y Olímpico con su hijito. Ningún niño de mis esclavos será vendido, sino que de ellos deberán servirse mis herederos, y ya siendo adultos se les dará libertad según convenga. Cuidarán también de las imágenes mandadas esculpir a Gritón, y cuando estén concluidas se colocarán; como igualmente la de Nicanor, la de Proxeno que pensaba regalarle, y la de la madre de Nicanor. La de Arimnesto, que ya está hecha, se colocará para que le sirva de monumento, puesto que ha muerto sin hijos. La Ceres de mi madre será colocada en el Nemeo, o bien donde les pareciere. Cuando se construya mi sepulcro, se depositarán en él los huesos de Pitíade, como ella ordenó. Se pondrán también en Estagira los animales de piedra, altos cuatro codos, que ofrecí por voto a Júpiter conservador y a Minerva conservatriz.
    Dicen que en su herencia se halló mucho cobre. Y Licón asegura que se lavaba en un labro con aceite tibio, y luego vendía aquel aceite. Algunos afirman que se ponía sobre el estómago un pellejito de aceite caliente. Y que cuando se echaba a dormir tomaba en la mano una bola de bronce, poniendo debajo un cuenco, para que cuando le cayese la bola en el cuenco, se despertase con el ruido. Se le atribuyen los bellísimos apotegmas siguientes: Al preguntarle qué ganancia es la de los mentirosos, respondió que cuando dicen la verdad no son creídos. Como lo  criticaran por haber dado limosna a un hombre malo, dijo: No socorrí las costumbres, sino el hombre. Solía decir a los amigos y concurrentes en cualquier lugar que estuviese que la vista recibe la luz del aire que nos circunscribe, y el alma la recibe de las ciencias. Muchas veces, cuando se enardecía contra los atenienses, decía que habían sido los inventores de los granos y de las leyes, pero que usaban de los granos, mas de las leyes no. Decía que las ciencias tienen las raíces amargas, pero dulces los frutos. Al preguntarle qué cosa envejece pronto, respondió: El beneficio. Al preguntarle también qué cosa es la esperanza, dijo: Es un sueño de un hombre despierto

    1. Le daba Diógenes en cierta ocasión un higo seco, y suponiendo que si no lo tomaba le diría algo punzante, lo tomó diciendo: Diógenes ha perdido su higo con su meditada sentencia. Habiéndole dado otro higo, lo recibió, y levantándolo en alto, como hacen los muchachos, dijo: Gran Diógenes, y se lo devolvió. Decía que los muchachos necesitaban de tres cosas: talento, enseñanza y ejercicio. Habiendo oído decir que uno había hablado mal de él, respondió: Estando yo ausente, más que me azote. También que para la recomendación es la hermosura más poderosa que las cartas. Otros opinan que esta sentencia es de Diógenes; y que Aristóteles llamó don a la hermosura; que Sócrates la llamó tirano de breve tiempo; Platón, prerrogativa de la Naturaleza; Teofrasto, tácito engaño; Teócrito, daño de marfil, y Caméades, reino sin guardas.

    10. Cuando le preguntaron en qué se diferencian los sabios de los ignorantes, respondió: En lo que los vivos de los muertos. Decía que el saber, en las prosperidades sirve de adorno, y en las adversidades de refugio. Que los padres que instruyen a sus hijos son preferibles a los que solamente los engendran, pues estos les dan la vida, pero aquellos la vida feliz. A uno que se gloriaba de ser de ciudad grande, le dijo: No conviene atender a eso,

    sino a si uno es digno de una gran patria. Al preguntarle qué cosa es el amigo, respondió: Un alma que habita en dos cuerpos. Decía que unos hombres eran tan parcos como si fuesen eternos, y otros tan pródigos como si luego hubieran de morir. A uno que le preguntaba por qué con los hermosos conversamos más largo tiempo, le dijo: Esa pregunta es de ciego. Preguntándosele qué ganancia finalmente le había dado la filosofía, respondió: Hacer espontáneamente lo que otros hacen por miedo a las leyes. Preguntado asimismo de qué modo aprovechan los estudiantes, respondió: Siguiendo a los ágiles y no esperando a los perezosos. A un gran hablador, que después de haberlo mortificado con insultos le preguntó si lo había molestado mucho, le respondió: Por Dios que no te estuve atento. Objetándole que había dado limosna a un hombre malo (pues también se refiere así), respondió: No le he dado al hombre, sino a la humanidad. Al preguntarle cómo debemos portamos con los amigos, respondió: Como deseamos que se porten ellos con nosotros. Llamaba a la justicia virtud del alma que distribuye las cosas según el mérito de cada uno, y al saber excelente viático para la vejez". Dice Favorino, en el libro II de sus Comentarios, que solía decir muchas veces: ¡Oh amigos!, no hay ningún amigo. Lo cual se halla también en el libro VII de los Morales. Estas son, en suma, las sentencias que se le atribuyen.

    11. Escribió muchos libros; y juzgo preciso mencionarlos, para que se vea el talento de este hombre en todo género de ciencias: De la Justicia escribió cuatro libros; De los Poetas, tres; De la Filosofía, tres; De la Política, dos; De la Retórica, uno titulado Grilo, otro titulado Nerinto, otro El sofista, otro Menexemo, otro Erótico, otro El convite, otro La riqueza, otro Exhortatorio, otro Del alma, otro Del ruego, otro De la nobleza, otro Del deleite, otro titulado Alejandro o De las colonias, otro Del reinar, otro De la enseñanza, tres De lo bueno, tres De las leyes de Platón, dos De la República del mismo Platón, uno De economía, otro De la amistad, otro Del sufrir o Del sufrimiento, otro De las ciencias, dos De las cosas disputables, cuatro De soluciones de argumentos, cuatro De divisiones sofisticas, uno De contrarios, otro De las especies y géneros, otro De los propios, tres De comentarios epiqueremáticos, tres De Proposiciones acerca de la virtud, uno titulado Objeciones, otro De las cosas que se dicen de muchos modos, o bien según el propuesto, otro De la pasión de la ira, cinco De los Morales, tres De los elementos, uno Acerca de la ciencia, otro Del principio, diecisiete De divisiones, uno De los divisibles, dos Del preguntar y responder, dos Del movimiento, uno titulado Proposiciones, cuatro Proposiciones contenciosas, uno Silogismos, nueve Primeros analíticos, dos Segundos analíticos mayores, uno Problemas, ocho Del método, uno De lo mejor, otro De la vida, siete De definiciones antes de los Tópicos, dos De los silogismos, uno titulado Silogístico y Definiciones, otro De lo elegible y Del accidente, uno De lo procedente a los tópicos, dos De tópicos antes de las definiciones, uno De las pasiones, otro De lo divisible, otro titulado Matemático, trece De definiciones, dos De epiqueremas, uno Del deleite, otro De proposiciones, otro De lo espontáneo, otro De lo bello, veinticinco De cuestiones epiqueremáticas, cuatro de Cuestiones amatorias, dos de Cuestiones acerca de la amistad, uno de Cuestiones acerca del alma, dos de Política, ocho de Conversaciones de política, como la de Teofrasto, dos De lo justo, dos De la introducción a las artes, dos Del arte oratoria, uno titulado Arte, dos con el título Otra arte, uno llamado Metódico, otro Introducción al arte de Teodecto, dos de Disertaciones del arte poética, Entimemas retóricos, un libro De la magnitud, otro De la elección de entimemas, otro De la dicción, otro Del aconsejar, dos De las colecciones, tres De la física, uno titulado Físico, tres acerca de la filosofía de Ar-quitas, uno De la de Espeusipo y Jenócrates, otro De las cosas tomadas de Timeo y Arquitas, otro Contra los dogmas de Meliso, otro Contra los de Alcmeón, otro Contra los pitagóricos, otro Contra los dogmas de Gorgias, otro Contra los de Jenócrates, otro Contra los de Zenón, otro De los pitagóricos, nueve De los animales, ocho De Anatomía, uno De elección anatómica, otro De los animales compuestos, otro De los animales fabulosos, otro Del no engendrar, dos De las plantas, uno De fisonomía, dos De las cosas medicinales, uno De la unidad, otro De las señales de las tempestades, otro De Astronomía, otro De Óptica, otro Del movimiento, otro De la Música, otro titulado Memorial, seis De las ambigüedades de Homero, uno De Poética, treinta y ocho De Física, ordenados alfabéticamente; dos De Problemas revistos, dos de Disciplina encíclica, uno De Mecánica, dos De Problemas de Demócrito, uno De la piedra, dos De Justificaciones, uno De Parábolas, doce de Misceláneas, catorce De cosas explicadas según sus géneros, uno De los Juegos Olímpicos, uno Acerca de la música de los Juegos Píticos, uno titulado Pítico, otro El catálogo de dichos Juegos Píticos, otro De las victorias dionisíacas, otro De las tragedias, otro titulado Doctrinas, otro Proverbios, otro La ley comendaticia, cuatro De las leyes, uno De los predicamentos, otro De la interpretación, ciento cincuenta Del gobierno de las ciudades, y en particular de las que lo tienen democrático, oligárquico, aristocrático y tiránico; Cartas a Filipo, Cartas a los selimbrios, cuatro Cartas a Alejandro, nueve a Antípatro, una a Mentor, otra a Aristón, otra a Olimpia, otra a Efestión, otra a Demócrito. Unos versos, cuyo principio es:

    Oh casto Dios, y anciano, diestrísimo flechero, etc.

    Escribió también elegías, cuyo principio es:

    Hija de madre hennosa, etc.

    que por todo ascienden a cuatrocientos cuarenta y cinco mil doscientos setenta versos.

      1. Hasta aquí los títulos de sus libros; expondré ahora los dogmas que sigue en ellos. Dice que la Filosofía es de dos especies: una práctica, otra teorética. A la práctica pertenecen la Moral y la política, en las cuales se trata del gobierno público y del privado; a la teorética pertenecen la Física y la Lógica, y esta última no es parte de la Filosofía teórica, sino como un exacto instrumento para ella, y la ilustra con sus dos objetos o blancos probable y verdadero, usando de dos auxilios para cada uno, esto es, para lo probable, de la Dialéctica y de la Retórica, y para lo verdadero, de la Analítica y de la Filosofía, sin omitir nada en lo tocante a la invención, al juicio y al uso. Para la invención de los tópicos y metódicos, con multitud de proposiciones, de donde se pueden sacar muchos problemas para los epiqueremas probables. Para el juicio da los analíticos primeros y postreros; por los primeros se juzga de las premisas o propuesto, y por los segundos, de las conclusiones o ilaciones. Para el uso pone cuanto

      2. mira a la disputa, preguntas, contenciones, argumentos sofisticos, silogismos y cosas semejantes.
    1. Dice que los sentidos son el criterio de la verdad acerca de las operaciones de la imaginativa, y la mente lo es para las cosas morales acerca del gobierno público, privado y leyes. Pone un solo fin, y dice que es el uso de la virtud en la vida perfecta. Dice que la felicidad es producida por tres géneros de bienes, a saber: los del alma, a quienes llama primeros en fuerzas; los segundos, los del cuerpo, como la sanidad, la fortaleza, la hermosura y otros muchos; y los terceros, que son externos como la riqueza, la nobleza, la gloria y semejantes.

    2. Dice que la virtud no es suficiente por sí sola para la vida feliz, pues necesita de los bienes del cuerpo y de los externos. Que el sabio no será feliz si padece trabajos, pobreza y cosas semejantes; pero que el vicio basta para la infelicidad, por más que se posean los bienes externos y del cuerpo. Que las virtudes no se siguen precisamente unas a otras, pues un hombre prudente y amante de lo justo puede ser

    destemplado e incontinente. Que el sabio no está absolutamente sin pasiones, pero son moderadas. Definía la amistad como: una recíproca igualdad de benevolencia. Que es de tres especies: una de parentesco, otra de amor y otra de hospitalidad. Que el amor no sólo es propio de la sociedad, sino también de la Filosofía. Que el sabio puede amar, gobernar la República, casarse y vivir en compañía del monarca.

    15. Establecía tres especies de vida, a saber, meditativa, operativa y voluptuosa; prefería la meditativa. Decía que la disciplina encíclica es conducentísima para adquirir la virtud. En la Física fue muy diligente en indagar las causas, asignándolas aun a las más mínimas cosas, y por esto escribió no pocos libros de Comentarios físicos. Definió, a imitación de Platón, que

    Dios es inmortal, y que su providencia se entiende hasta las cosas celestes, pero que Él es inmutable. Que las cosas terrenas son gobernadas por cierta simpatía con las celestes. Que además de los cuatro elementos, hay otro quinto, de quien constan las cosas etéreas, y que su movimiento es diferente del

    de los otros, como que es circular. Que el alma es incorpórea, como que es la primera perfección y la potencia del cuerpo físico orgánico que tiene vida. Según él, hay dos de estas perfecciones o entelequias; llama entelequia a la que tiene apariencia incorpórea y potencial o virtual; como la imagen de Mercurio expresada en cera, capaz de recibir los lineamientos y exacta semejanza, como también su estatua en bronce. Llama también entelequia o perfección habitual la de una concluida y consumada estatua de Mercurio. Dice del cuerpo físico por haber cuerpos artificiales; como los que hacen los artistas, como son una torre, una nave; y otros los que da la Naturaleza; como las plantas, los cuerpos de los animales. Dijo orgánico, esto es, dispuesto para alguna operación; como el ojo para ver, el oído para oír. Pone que tiene vida por su virtud, esto es, en sí mismo; lo cual es en dos maneras: o habitualmente, o actualmente. Se dice tener alma actualmente u operativamente el que está despierto, y habitualmente, el que durmiendo. Para dejar esto decidido, añade: por su virtud o potencia.

    1. Expuso estas cosas y otras muchas parecidas, que sería largo numerar. Fue siempre sumamente aplicado al trabajo y fecundísimo en invención, como consta por los libros que escribió, los cuales se acercan a cuatrocientos, contando solamente los que de cierto son suyos. Se le atribuyen además otros muchos escritos y varios apotegmas no escritos que encierran saludables consejos.

    2. Hubo ocho Aristóteles: el primero, este mismo. El segundo, uno que gobernó la República de Atenas, de quien se conocen ciertas Oraciones judiciales muy buenas. El tercero, uno que escribió De la Ilíada. El cuarto, fue orador siciliano, que escribió Contra el Panegirico de Isócrates. El quinto, uno apellidado Mito, discípulo de Esquines socrático. El sexto fue cireneo, escritor De Poética. El séptimo fue un maestro de niños, de quien hace memoria

    Aristójeno en la Vida de Platón. Y el octavo fue un gramático de poco nombre, de quien anda un tratado Del pleonasmo. De nuestro estagirita hubo muchos discípulos; pero el más célebre fue Teofrasto, de quien vamos a tratar a continuación.

    TEOFRASTO

    1. Teofrasto, nativo de Ereso, fue hijo de Melanto, lavandero de paños. como lo dice Atenodoro en el libro VIII De los Paseos. Fue primero discípulo de Leucipo, paisano suyo, en su misma patria; después lo fue de Platón, y finalmente se pasó a Aristóteles. Cuando partió éste a Calcide, lo sucedió en la escuela, en la Olimpiada CXIV. Se cuenta que un esclavo suyo llamado Pompilo fue también filósofo; así lo dice Mironiano Amastriano en el libro I de sus Capítulos históricos semejantes. Teofrasto fue hombre prudentísimo y amantísimo del trabajo; y según Pánfilas, en el libro XXXII de sus Comentarios, fue maestro de Menandro, poeta cómico. Era además muy amigo de hacer bien, y gran filólogo. Casandro hizo mucho aprecio de él, y Tolomeo lo mandó llamar. Fue tan aceptado por los atenienses, que habiendo Agnónides tenido valor para acusarlo de impiedad, faltó poco para ser él el condenado. Concurrían a su escuela hasta dos mil discípulos; y en la carta que escribió a Fanias, peripatético, le dice, entre otras cosas: No hay un concurso general de toda Grecia, pero tampoco es fácil para todos hallar el asiento que desean. Las lecciones mismas forman las correcciones, y el diferir y omitir todas las cosas no lo sufren ya los tiempos. En esta carta se llama Escolástico. Siendo tal como era, se retiró, no obstante, por un breve tiempo él y los demás filósofos, pues Sófocles, hijo de Anficlido, había puesto por ley que ningún filósofo regentase la escuela sin decreto del Senado y del pueblo, bajo irremisible pena de muerte; pero luego el año siguiente volvieron, habiendo Filión acusado a Sófocles contra dicha ley. Entonces, anulándola los atenienses, multaron a Sófocles con cinco talentos, decretaron el regreso de los filósofos, y mandaron en particular que volviera Teofrasto a su primer empleo.

    2. Se llamaba antes Tírtamo, y Aristóteles se lo cambió por el de Teofrasto, a causa de su divino estilo. Aunque fue maestro de Nicomaco, hijo de Aristóteles, también fue su amante, según dice Aristipo en el libro IV De las delicias antiguas. Se refiere que Aristóteles dijo de él y de Calístenes lo mismo que Platón de Aristóteles y Jenócrates, como ya notamos antes. Es que como Teofrasto penetrara todas las cosas con su agudeza de ingenio, y Calístenes fuese naturalmente tardo y obtuso, dijo que aquel necesitaba de freno, y este de espuela. Dicen que tuvo huerto propio en la Academia, después de la muerte de Aristóteles, cooperando para esto Demetrio Falero, amigo suyo. De él se conocen aquellos útiles apotegmas: Antes se ha de fiar de un caballo desenfrenado que de palabras desordenadas. A uno que en cierto convite no hablaba palabra alguna, le dijo: Si tú eres ignorante, obras prudentemente; pero si eres docto, imprudentemente. Solía decir con frecuencia que el tiempo es el gasto o empleo más precioso. Murió a los ochenta y cinco años de edad, habiendo aflojado algún tanto en el trabajo. Mis versos para él dicen así:

    No era necio quien dijo que el arco de la ciencia de los hombres si se afloja, se quiebra pues Teofrasto se mantuvo robusto durante su trabajo; pero aflojando en él, perdió la vida.

    3. Se cuenta que al preguntarle sus discípulos si les encargaba alguna cosa, respondió que nada tenía que encargarles, sino que la vida humana nos promete falsamente muchas suavidades por adquirir fama y gloria. Nosotros, cuando empezamos a vivir, entonces morimos. No hay cosa más vana e inútil que el amor de la fama. Procurad ser felices. Dejad el estudio de la sabiduría, por ser muy

    trabajoso, o aplicaos a él en sumo grado, por la gran gloria que resulta. La vanidad de la vida es mayor que la utilidad. Pero yo ya no estoy para aconsejar lo que debéis hacer; vosotros lo meditaréis... Y diciendo esto, expiró. Es fama de que todo el pueblo ateniense acompañó a pie su funeral, en honra de tan gran varón. Favorino dice que, siendo ya viejo, iba en silla de manos; y que esto lo refiere Hermipo, tomándolo de la historia de Arcesilao Pitaneo, en el discurso que hizo a Lacides Cirineo.

    4. Dejó muchísimos libros, los que tengo por muy dignos de que sean aquí anotados, como que muestran bien su gran ingenio. Son los siguientes: tres libros De los primeros analíticos, siete De los postreros analíticos, uno De la solución de los silogismos, otro titulado Epítome de los analíticos, dos De la reducción de los lugares, un escrito polémico acerca de la teoría en las cosas disputables, un libro De los sentidos. otro Contra Anaxágoras, otro De los dogmas de Anaxágoras, otro De los dogmas de Anaximenes, otro De los dogmas de Arquelao, otro De las sales, del nitro y alumbre; dos De las cosas que se petrifican, uno De las líneas indivisibles, dos de Audiciones, uno De los vientos, otro titulado Diferencias de las virtudes, otro Del reinar, otro De la institución del rey, tres De las vidas, uno De la vejez, otro De la Astrología de Demócrito, otro De la disputa sublime, otro De las imágenes, otro De los sucos, colores y carnes, otro Del ornato, otro De los hombres, otro titulado Colección de dichos de Diógenes, tres De distinciones, uno de Eróticas, otro Del amor, otro De la felicidad, dos De las especies, uno De la epilepsia, otro Del entusiasmo, otro De Empédocles, dieciocho de Epiqueremas, tres de Exordios, uno De lo espontáneo, dos del Epítome de la República de Platón, uno De la diferencia de voz en los animales homogéneos, otro De los fenómenos repentinos, otro De los animales que muerden y pican, otro De los que se dicen tienen envidia, otro De los que viven en seco, otro De los que mudan de color, otro De los que cavan sus cuevas, siete De los animales en general, uno Del deleite según Aristóteles, otro Del deleite no según Aristóteles, veinticuatro De cuestiones, uno De lo cálido y lo frío, otro De los torbellinos y oscuridad, otro Del sudor, otro De la afirmación o negación, otro titulado Calístenes o Del llanto; otro Del cansancio, tres Del movimiento, uno De las piedras, otro De la peste, otro Del desmayo, otro titulado Megárico, otro De la melancolía, dos De los metales, uno De la miel, otro Colecciones de Metrodoro, dos De meteoros, uno De la embriaguez, veinticuatro De las leyes, según las letras del alfabeto; diez Epítome de las Leyes, uno Para las definiciones, otro De los olores, otro Del vino y aceite, dieciocho De las primeras proposiciones, otro De los legisladores, seis De política, cuatro De política, según las oportunidades, cuatro De costumbres civiles, uno De la mejor República, cinco Colección de problemas, uno De Proverbios, otro De las concreciones y licuaciones, dos Del fuego, uno De los vientos, otro De la parálisis, otro De la sofocación, otro De la demencia, otro De las pasiones, otro De las señales, dos De los sofismas, uno De la solución de los silogismos, dos de Tópicos, dos Del tormento, uno De los pelos, otro De la tiranía, tres Del agua, uno Del dormir y de los sueños, tres De la amistad, dos De la ambición, tres De la naturaleza, dieciocho De Física, dos Del Epítome de Física, otros ocho De Física, uno A los físicos, diez De historia de las plantas, ocho De las causas de las plantas, cinco De los sucos, uno Del engaño del deleite, una Cuestión acerca del alma, un libro De la creencia sin arte, otro De las simples dudas, otro titulado Armónica, otro De la virtud, otro de Aversiones o contradicciones, otro De la negación, otro De la opinión o sentencia, otro Del ridículo, dos De las tardes, dos De divisiones, uno De las diferencias, otro De las injusticias, otro De la calumnia, otro De la alabanza, otro De la experiencia, tres libros de Cartas, uno De los animales espontáneos, otro De las elecciones, otro titulado Encomios de los dioses, otro De los días festivos, otro De la felicidad, otro De los entimemas, dos De los inventos, uno De las escuelas morales, otro titulado Caracteres morales, otro Del tumulto, otro De la Historia, otro Del juicio o crítica de los silogismos, otro De la adulación, otro Del mar, un libro a Casandro acerca del reino, otro De la comedia, otro De los meteoros, otro De la dicción, otro titulado Colección de discursos, otro titulado Soluciones, tres libros De música, uno De medidas, otro titulado Megacles, otro De las Leyes, otro De las transgresiones de las Leyes, otro titulado Colección de dogmas de Jenócrates, otro Conversaciones familiares, otro, Del juramento, otro Preceptos de retórica, otro De la riqueza, otro De la poesía, otro Problemas políticos, morales, físicos y amatorios; otro titulado Proemios, otro Colección de problemas, otro De problemas físicos, otro Del paradigma o ejemplo, otro De la proposición y narración, otro segundo libro De la poética, otro De los sabios, otro Del consejo, otro De los solecismos, otro Del arte retórica, Diecisiete especies acerca de las artes retóricas, un libro De la hipocresía o simulación, seis De comentarios aristotélicos o teofrásticos, dieciséis De opiniones físicas, uno titulado Epílame de los físicos, otro De la gracia

    o favor. Los caracteres morales, un libro De lo falso y verdadero, seis De historia divina, tres libros De los dioses, cuatro De historia geométrica, seis De los epítomes de Aristóteles acerca de los animales, dos libros De epiqueremas, tres De cuestiones o posiciones, dos Del reino, uno De las causas, otro acerca de Demócrito, otro De la calumnia, otro De la generación, otro Del instinto y costumbre de los animales, dos Del movimiento, cuatro De la vista, dos titulados Para las definiciones, uno De lo dado o concedido, otro De lo mayor y menor, otro De los músicos, otro De la felicidad divina, otro A los académicos, otro Exhortatorio, otro Del mejor modo de habitar en la ciudad, otro de Comentarios, otro Acerca del volcán de Sicilia, otro De las cosas concedidas, otro De problemas físicos, otro De cuáles son los modos de saber, tres De lo falso, uno De los ante tópicos, otro a Esquiles, seis De historia astrológica, uno De historia de la Aritmética, otro Del aumento, otro titulado Acicaro, otro De oraciones jurídicas, otro De la calumnia, Cartas sobre Asticreonte, Fanias y Nicanor; un libro De la piedad, otro titulado Euíades, dos De las oportunidades, otro De discursos domésticos, otro De la enseñanza de los niños, otro de la misma materia, diverso del antecedente; otro De la enseñanza, virtudes y prudencia; otro Exhortatorio, otro Del número, otro De definiciones acerca de la dicción en los silogismos, otro Del cielo, dos De política, uno De la Naturaleza de los frutos y de los animales. Todas las obras hacen la suma de doscientos treinta mil ochocientos versos. Tantos fueron los libros que escribió.

    5. También he hallado su testamento, que es en esta forma:

    Habrá salud; pero por si algo sobreviniese, así dispongo: Todo cuanto hay en mi casa lo doy a Melante y a Pancreón, hijos de León. En orden a las cosas propuestas por Hiparco, quiero que se haga lo siguiente: primero, que se concluya el Museo y estatuas de las diosas, y si puede además añadirse algún ornato más bello. Ítem, que la imagen de Aristóteles se coloque en el templo, y los demás donativos o presentallas que estaban antes en el mismo templo. Ítem, que el portiquillo que había a la entrada del Museo se reedifique no inferior al primero, y que las tablas en que están delineados los círculos de la tierra se coloquen en el pórtico de abajo. Ítem, que se restaure el ara de modo que quede perfecta y decente. Quiero que se concluya la imagen de Nicomaco, y Praxiteles, que hizo el modelo, hará también los demás gastos, y que sea colocada donde pareciera bien a los que tuvieran el encargo de las otras cosas ordenadas en este testamento. Esto es lo que dispongo respecto al templo y donativos.

      1. La heredad que tengo en Estagira la doy a Calino; y todos mis libros a Neleo. El huerto, el paseo y todas las habitaciones contiguas al huerto los doy a mis infraescritos amigos, si quisieran estar juntos en la escuela y filosofar de consuno; aunque como no es posible que siempre estén ausentes de sus patrias todos los hombres, no podrán los referidos enajenarlo, ni aun poseerlo como propio, sino en general como cosa sagrada, habitar allí todos en común y usar de todo ello familiar y amigablemente, como conviene y es justo. Los que vivirán allí en compañía serán Hiparco, Neleo, Estratón, Calino, Demótimo, Demarato, Calístenes, Melante, Pancreón y Nicipo. Si quisiera filosofar Aristóteles, hijo de Midio y de Pitíada, tendrá derecho a participar de dichas cosas. De éste tendrán todo cuidado los más ancianos,

      2. para que se aplique con el mayor ahínco a la filosofía. Mi cuerpo será enterrado en aquel paraje del huerto que más cómodo pareciera, no haciendo cosa alguna superflua acerca del funeral y sepulcro.
    1. Quiero asimismo que después de mi muerte y sepultura, y reparados templo y huerto y paseo según se ha dicho, Pompilo, que allí habita, cuide de ello, igualmente que de las cosas que antes cuidaba, mirando a la utilidad de los que la poseen. Pompilo y Treptas, libertos míos hace tiempo, y que me han sido muy útiles, tengo por conveniente que posean sin algún menoscabo las cosas que yo les haya dado, las que ellos hayan granjeado, lo que mandé que les diese Hiparco, y además dos mil dracmas, según he participado muchas veces a ellos mismos, a Melante y a Pancreón, y me lo han aprobado y aceptado todo. Les hago también donación de Somatal y de la esclava. De los muchachos doy desde luego libertad a

    Molón, a Cimón y a Pancreón; pero Manes y Calias quedarán libres después de que estarán cuatro años en el huerto, trabajando ambos sin reprensión alguna. Cuando de los muebles de casa se hubiesen dado a Pompilo aquellos que bien pareciese a mis ejecutores, lo restante se reducirá a dinero. De Carión hago donación a Demócrito, y de Donaco a Neleb; pero que Eubión sea vendido. Dará Hiparco a Calino tres mil dracmas. A no considerar que Hiparco me ha sido muy útil en otro tiempo, y ahora ha padecido graves menoscabos, ordenaría que partiese el goce de mi herencia con Melante y Pancreón; pero por cuanto veo que no es fácil que la puedan administrar de mancomún, y tengo por más útil a aquellos les dé Hiparco alguna cosa, dará Hiparco a Melante y a Pancreón un talento a cada uno. Dará también Hiparco a mis ejecutores lo que costaren las obras mandadas hacer en mi testamento, luego que cada una esté concluida. Administradas estas cosas por Hiparco, quede libre de todas deudas y obligaciones conmigo; y si en mi nombre viniese a Hiparco algún útil en Calcides, que sea suyo. Los ejecutores de las cosas escritas en este testamento serán: Hiparco, Ne-leo, Estratón, Calino, Demótimo, Calístenes y Tesarco.

    Una de las copias del testamento, selladas con el anillo de Teofrasto, se dio a Hegesias, hijo de Hiparco. Fueron testigos Calipo Pela-neo, Filómelo Euonumeo, Lisandro Hibees y Filión Alopecense. La segunda la recibió Olimpiodoro; testigos fueron los mismos; y otra recibió Adimanto de mano de su hijo Andróstenes, que se la llevó de casa de Teofrasto; sus testigos Aimnesto, hijo de Cleóbulo; Lisístrato Tasio, hijo de Fidón; Estratón Lampsaceno, hijo de Arcesilao; Tesipo, hijo de Tesipo, de oficio alfarero, y Discórides Epicefio, hijo de Diomslo.

    8. Este es el tenor de su testamento. Hay quien diga que el médico Erasistrato fue discípulo suyo, lo cual es creíble.

    ESTRATÓN

      1. Sucedió a Teofrasto en la escuela Estratón Lampsaceno, hijo de Arcesilao (de quien hace memoria en su testamento), varón elocuentísimo, llamado Físico por su gran aplicación en adelantar en la Física. Fue también preceptor de Tolomeo Filadelfo, y dicen que recibió de él ochenta talentos. Empezó a regentar la escuela, como dice Apolodoro en las Crónicas, en la Olimpiada CXXIII, y la regentó dieciocho años. Quedan de él los libros siguientes: tres Del reino, tres De la justicia, tres De lo bueno, tres De los dioses, tres Del gobierno, De las vidas, De la felicidad, De la filosofía, De la fortaleza, Del vacuo, Del cielo, De la respiración, De la naturaleza humana, De la generación de los animales, Del concúbito, Del sueño, De los sueños, De la vista, Del sentido, Del deleite, De los colores, De las enfermedades, De los juicios, De las fuerzas, De las máquinas metálicas, Del hambre, De la oscuridad, Del leve y grave, Del

      2. entusiasmo, Del tiempo, Del comer y aumento, De los animales dudosos, De los animales fabulosos, De las causas, Solución de ambigüedades, Proemios a los tópicos, Del accidente, De la definición, De lo más y menos, De lo injusto, De lo primero y postrero, Del primer género, Del propio, De lo venidero, Dos catálogos de inventos, Comentarios, aunque se duda de ellos, Cuatrocientas cincuenta cartas, cuya inscripción es: Estratón a Arsínoe, obrar bien, etc.
    1. Cuentan que era tan delicado y débil, que murió sin sentirlo. Hay unos versos míos para él, que dicen:

    Débil era de cuerpo, aunque se ungía, Estratón Lampsaceno. Luchó continuamente con dolencias añejas, y murió sin saber que se moría.

    Hubo ocho Estratones: el primero fue discípulo de Isócrates; el segundo, éste de quien hablamos; el tercero fue médico, discípulo de Erasistrato, o según otros quieren, alumno; el cuarto fue historiador de los hechos bélicos de Filipo y Perseo contra los romanos. El sexto fue poeta epigramático; el séptimo, un médico antiguo, como dice Aristóteles; y el octavo fue peripatético, habitante de Alejandría.

    3. De nuestro Estratón físico existen también los testamentos, concebidos en la forma siguiente:

    Esta es mi disposición testamentaria por si algo me aconteciese. Cuanto tengo en casa lo dejo a Lampirión y Arcesilao. Del dinero que tengo en Atenas curarán primero mis ejecutores de lo perteneciente a mi entierro y de lo que a él se sigue por ley, no haciendo nada de superfluo ni escaso. Ejecutores del testamento serán Olímpico, Arístides, Mnesígenes, Hipócrates, Epícrates, Górgulo, Diocles, Licón y Atenes. Dejo la escuela a Licón, por razón que los demás unos son viejos y otros están ocupados; todos los cuales harán bien ratificándolo y aprobándolo. Le dejo también todos mis libros, excepto los que yo he compuesto; todos los vasos de cocina, los manteles y vasos de mesa.

    4. Darán los ejecutores a Epícrates quinientas dracmas y uno de los muchachos, el que pareciere a Arcesilao. Lo primero que harán Lampirión y Arcesilao es dejar libre a Daipo de las obligaciones que contrajo por Ireo; y nada deberá ni a Lampirión ni a sus herederos, sino que quedará libre de toda obligación. Le darán también los ejecutores quinientas dracmas, uno de los muchachos, el que a Arcesilao pareciere, a fin de que habiéndome ayudado mucho en el trabajo y haberme sido muy útil, tenga lo necesario para vivir y ser respetado. Dejo también libres a Diofanto, a Diocles y a Albo; pero devuelvo a Simías a poder de Arcesilao. Igualmente dejo libre a Dromón. Cuando haya venido Arcesilao, calculará Ireo con Olímpico, Epícrates y demás ejecutores los gastos hechos en mi entierro y demás funerales. El resto del dinero lo entregará Arcesilao a Olímpico; pero sin que sea molestado sobre los plazos y tiempo. Quitará también Arcesilao las obligaciones que hizo Estratón a Olímpico y a Aminilas, existentes en poder de Filócrates, hijo de Tisameno. En orden a mi monumento se ejecutará lo que pareciere bien a Arcesilao, Olímpico y Licón.

    Esto es lo dispuesto en el testamento, como lo recogió Aristón Ceo.

    5. Estratón fue un varón digno de ser admirado, versado en toda especie de ciencias, singularmente en la física, como la más antigua y estudiada.

     


    LICÓN

     

    A Estratón lo sucedió Licón, nativo de la Tróade, hijo de Astianacte; varón elocuente y muy apto para la enseñanza de los niños. Decía

    que a los niños debía ingerírseles el pudor y deseo de honores como se aplica a los caballos el látigo y el freno. Su fecundidad y elegancia en el decir y explicar las cosas consta de que acerca de una doncella pobre habla en estos términos: Grave cargo es para el padre una doncella a quien por falta de dote se le pasa aprisa la flor del tiempo. Por esto cuentan que Antígeno dijo de él: Así como el buen olor y belleza de una manzana no se puede trasladar a otra parte, así en este hombre se deben mirar las cosas que decía como las manzanas en el árbol. Y aun, porque era dulcísimo en el decir, añadieron algunos a su nombre la letra G. Pero en el escribir no se parecía a sí mismo. A los que se dolían de no haber aprovechado el tiempo en los estudios y desearían que volviese, los burlaba diciendo que mostraban arrepentirse mucho de un ocio ya irremediable e incorregible. A los que obraban sin consejos les decía que estaban tan faltos de razón como los que quieren explorar la rectitud de la Naturaleza con una regla torcida, o a los que se miran el rostro en agua turbia o en un espejo inverso. Y que a la corona forense aspiraban muchos, pero a la olímpica pocos o ninguno.


    2. Sus consejos fueron en varias ocasiones muy importantes para los atenienses. En su vestir era sumamente curioso y aseado, como dice Hermipo. Hacía también mucho ejercicio, y disfrutaba perfecta salud corporal; y aun mostraba una habitud todavía atlética, con las orejas maltratadas y el cuerpo lustroso, como dice Antígono Caristio. Y se dice que ejerció la lucha en los juegos iliacos que celebró su patria, como también el juego de pelota. Era muy estimado de Eumenes y de Atalo, los cuales le hicieron varios donativos y agasajos. Procuró también Antíoco tenerlo consigo, mas no lo consiguió. Era tan contrario de Jerónimo, peripatético, que sólo él no le visitaba en el día de su cumpleaños, de lo cual ya dijimos algo en la Vida de Arcesilao. Dirigió la escuela por espacio de cuarenta y cuatro años, habiéndolo dejado Estratón como sucesor en su testamento, en la Olimpiada CXXVII. Oyó también a Pantedo, dialéctico, y murió a la edad de setenta y cuatro años, de enfermedad de gota. Hay unos versos míos para él, que dicen así:

    De Licón referir no omitiremos que murió de podagra; pero me admira mucho que anduviese en una sola noche, y con pies de otro, el muy largo camino del infierno.

    Hubo otros Licones. El primero fue pitagórico; el segundo, éste de quien hablamos; el tercero fue versista; el cuarto, poeta epigramático.

    3. También ha venido a mis manos el testamento de nuestro filósofo, que es en la forma siguiente:

    Así dispongo de mis cosas, por si no pudiese sobrellevar esta enfermedad. Cuanto tengo en casa lo doy todo a mis hermanos Astianacte y Licón; y ellos deberán satisfacer cuanto yo recibí de diferentes personas en Atenas, como también los gastos de mi entierro y demás funerales. Lo que tengo en la ciudad y en Egina lo doy a Licón, ya porque tiene mi mismo nombre, ya por haber vivido conmigo muy bien largo tiempo; cuanto y más, que así era justo se hiciese con uno que ha sido tenido por hijo. El paseo lo dejo a los amigos que quieran usarlo, a saber: Bulón, Calino, Aristón, Anfión, Licón, Pitón, Aristómaco, Heraclio, Licomedes y Licón mi sobrino. Determinarán estos quién haya de quedar elegido para regentar la escuela, que deberá ser el que tuvieren por más hábil ya propósito. Lo mismo procurarán sus demás amigos y conocidos, tanto por honor mío como por el de la escuela misma. Bulón y Calino, como los demás familiares, quedan encargados de mis funerales y combustión, cuidando de que no sean escasos ni superfluos. Los efectos procedentes de lo que poseí en Egina los dará Licón después de mi muerte a los jóvenes palestritas, para aceite en la lucha, a fin de que por este beneficio quede memoria mía de cualquiera que me honrare. Colocará también mi estatua en el paraje que más conviene a consulta y deliberación de Diofanto y de Heráclides, hijo de Demetrio. De lo que tengo en la ciudad devolverá Licón a cada uno lo que me haya prestado después que él partió. Bulón y Calino satisfarán a los que acompañaren mi entierro y los gastos de éste con los demás funerales; esto se sacará de las alhajas domésticas que he dejado a entrambos. Honrará también a los médicos Pasitemis y Midias, pues son dignos de ello y de mayores honores, tanto por el cuidado que de mí han tenido como por el arte que profesan.

    4. Dejo al hijo de Calino un par de copas tericleas; y a su mujer otro de perlas, un tapete sin vello y otro velloso por ambas haces, un tapiz y dos almohadas de las mejores, a fin de que no parezca que me he desentendido de ellos en orden al aprecio y estimación. Respecto a mis sirvientes ordeno así: a Demetrio, libre ya hace tiempo, le mando volver el precio de su libertad, y le doy cinco minas, un manto y una túnica, para que pueda sustentarse decentemente, ya que trabajó tanto en útil mío. Igualmente devuelvo a Critón Calcedonio el precio de su rescate, y le doy cuatro minas. A Micrón lo dejo libre, y Licón lo mantendrá e instruirá por espacio de seis años contados desde ahora. También doy libertad a Caretas; lo mantendrá Licón, y le doy dos minas y mis libros ya publicados; los no publicados los lego a Calino, a fin de que los publique diligentemente. A Siro, ya liberto, le doy cuatro minas, le entrego a Monedora, y si algo me debe se lo perdono. Lego a Hilara cinco minas, un tapete velloso por ambas caras, dos almohadas, un tapiz y la cama que le agrade. Dejo también libre a la madre de Micrón, a Noemón, a Dión, a Teón, a Eufranor y a Hermias. Agatón quedará libre pasados dos años; y pasados cuatro lo serán también Orfelión y Posidonio, mis esclavos de silla de manos. A Demetrio, a Critón y a Siro le dejo un lecho a cada uno y un tapiz de los que quedan, según a Licón le pareciere. Estas cosas serán para ellos, puesto que cada uno ha demostrado haber ejecutado correctamente lo que se les ha ordenado. En orden a mi sepultura, determinará Licón si me enterrará aquí o en mi patria; y así lo hará, pues bien sé que procurará lo más decente para mí no menos que yo mismo. Ya que haya ejecutado todas estas cosas, será válida la donación de lo aquí contenido. Testigos, Calino Hermioneo, Aristón Ceo y Eufrón Peaniense.

    5. Tan sabiamente dispuso todas las cosas acerca del estudio y erudición, que aun hasta en el testamento dejó ver su mucho saber y prudencia, de manera que en esto debe ser imitado.

     

    DEMETRIO

     

    1. Demetrio, hijo de Fanostrato, fue nativo de Falera y discípulo de Teofrasto. Habiendo orado al pueblo ateniense, lo gobernó por espacio de diez años, y fue honrado de él con trescientas sesenta estatuas de bronce, de las cuales muchas eran ecuestres y puestas en carros y vigas; ejecutadas todas en menos de trescientos días con la mayor diligencia. Empezó a gobernar la República, según dice Demetrio de Magnesia en sus Colombroños, cuando Harpalo, huyendo de Alejandro, se fue a Atenas. Ordenó en su gobierno muchas cosas utilísimas a la patria, le aumentó las rentas y la ilustró con edificios, por más que él no era de sangre ilustre, pues según Favorino en el libro I de sus Comentarios, era de la servidumbre de Conon. Vivía con su ciudadana y noble amiga Lamia, como dice él mismo en el libro I; y en el II asegura que Cleón se sirvió de él para el nefando.

    Didimo escribe en sus Convites que fue hermoso de cejas, y que cierta meretriz lo llamaba Lampeto. Dicen que habiendo perdido la vista en Alejandría, se la restituyó Serapis. Con este motivo compuso himnos a Apolo, que todavía se cantan. Siendo como era celebradísimo entre los atenienses, no obstante lo derribó la envidia, que todo lo devora, pues perseguido por asechanzas de algunos, fue sentenciado a pena capital hallándose ausente. No pudieron atraparlo; pero vomitaron su veneno en el bronce, derribando sus estatuas, de las cuales unas las vendieron, otras las sumergieron y otras las quebrantaron para hacer de ellas orinales, como dicen algunos. Solamente quedó libre una en la Roca. Favorino dice en su Historia varia que esto lo ejecutaron los atenienses por orden del rey Demetrio. Según el mismo Favorino, aun acusaron de ilegítimo su principado. Hermipo dice que después de la muerte de Casandro, por temor de Antígono, se fue con Tolomeo Sótero, y que habiendo estado allí mucho tiempo, aconsejó a Tolomeo, entre otras cosas, que diese el reino a los hijos que había tenido con Eurídice; aunque no habiendo él asentido a ello, y dada la diadema al que tenía de Berenice, éste, después de muerto Tolomeo, tuvo a bien guardarlo preso en la provincia, mientras deliberaba lo que debía hacer. Vivió allí muy caído de ánimo, hasta que estando dormitando un día lo mordió un áspid en la mano, y murió. Fue enterrado en la prefectura busiriense, junto a Diópolis. Yo le he compuesto los versos siguientes:

    Mató al sabio Demetrio un áspid venenoso, no ya vibrando luces, sino negros infiernos por los ojos.

    2. Heráclides, en su Epítome de las sucesiones de Soción, dice que Tolomeo quiso ceder el reino a Filadelfo, pero él lo disuadió, diciéndole: Si a otro lo das, tú no lo tendrás. Cuando lo acusaron en Atenas, faltó poco para ser también condenado el poeta cómico Menandro, no más por ser amigo suyo; así lo he leído, pero lo excusó Telesforo, primo de Demetrio. En la multitud de libros y número de versos excedió a casi todos los peripatéticos de su tiempo, siendo igualmente el más docto y perito de ellos. Sus escritos son, unos de Historia; otros de Política; otros de Poesía; otros de Retórica; otros, oraciones dichas al pueblo; y otros, embajadas. También tiene colecciones de discursos esópicos y otras obras más. Son, pues, cinco libros De las leyes de los atenienses; dos De los ciudadanos atenienses; dos Del gobierno o conducción del pueblo; uno De las leyes; dos De Retórica; dos De la milicia; dos acerca de la Ilíada; cuatro acerca de la Odisea; uno titulado Tolomeo; otro libro amatorio; otro llamado Fedondas; otro Medón; otro Cleón; otro Sócrates; otro Aristómaco; otro Artajerjes; otro Homérico; otro Arístides; otro Exhortatorio; otro Por la República; otro sobre el Decenio; otro De los Jones; otro sobre embajadas; otro De la fe; otro De la gracia; otro De la fortuna; otro De la magnificencia; otro De las nupcias; otro De la opinión; otro De la paz; otro De las leyes; otro De los estudios; otro De la oportunidad; otro titulado Dionisio; otro Calcídico; otro De la incursión de los atenienses; otro De Antijanes; otro Proemio histórico; otro De cartas; otro Asamblea jurada; otro De la vejez; otro titulado Derechos; otro acerca de Esopo, y otro De críos.

    3. Su estilo es filosófico e interpolado de nervio y vigor retórico. Habiendo oído que los atenienses habían derribado sus estatuas, dijo:

    Pero no han derribado la virtud por la cual me las habían puesto. Decía que las cejas no son parte de poca entidad, pues pueden oscurecer toda la vida del hombre. No sólo llamaba ciegas a las riquezas, sino también a la fortuna que las dirige. Que cuanto puede el hierro en la guerra, tanto vale la lengua en el gobierno de la República. Habiendo visto una vez a un joven lujurioso, dijo: He aquí un Mercurio cuadrado con manto, vientre, genitales y barba. Decía que a los hombres soberbios se les debía cortar algo de la altura y dejarles el concepto que de sí tienen. Que los jóvenes deben reverenciar en su casa a los padres, en la calle a todos y en la soledad a sí mismos. Llamaba amigos a los que en las prosperidades acuden siendo llamados, y en las calamidades sin serlo. Esto es lo que se le atribuye.

    4. Hubo veinte Demetrios memorables: el primero fue retórico cartaginés, más antiguo que Trasímaco; el segundo, éste de que hablamos; el tercero, un peripatético bizantino; el cuarto se llamó el Dibujante, por ser pintor, y fue bastante conocido y hábil; el quinto fue Aspendio, discípulo de Apolonio Solease; el sexto, Calaciario, que escribió veinte libros de Asia y Europa; el séptimo, bizantino, que escribió en trece libros el pasaje de los galos de Europa a Asia; y en otros ocho las cosas de Antíoco y Tolomeo, y el gobierno de Libia por éstos; el octavo fue sofista, habitante de Alejandría, y escribió De arte oratoria; el noveno fue gramático adramiteno, apellidado Ixión por haber hecho, según parece, alguna injuria a Juno; el décimo fue un gramático cireneo, apodado Tinaja. Varón digno de memoria; el undécimo fue nativo de Escepsis, hombre rico, noble. y gran filólogo. Este promovió al ciudadano Metrodoro. El duodécimo fue gramático eritreo, hecho ciudadano de Temno; el decimotercero fue de Bitinia, hijo de Difilo Estoico y discípulo de Panecio Rodio; el decimocuarto fue retórico de Esmima. De estos, todos fueron prosistas; los restantes, poetas. El primero fue poeta de la comedia antigua; el segundo, poeta épico, de quien sólo queda lo que dijo contra los envidiosos, y es lo siguiente:


    Menosprecian al hombre mientras vive y cuando ya no existe lo desean. Por un vano sepulcro y simulacro contienden las ciudades y los pueblos.

    El tercero fue nativo de Tarso, y escribió sátiras; el cuarto escribió yambos, y fue hombre mordaz; el quinto fue estatuario, de quien Polemón hace memoria; el sexto fue poeta misceláneo, y compuso cosas de Historia y Retórica.

    HERÁCLIDES

    1. Heráclides, hijo de Eutifrón, fue nativo de Heraclea, en el Ponto, y hombre rico. Viajó a Atenas, donde primero oyó a Espeusipo, luego a los pitagóricos, e imitaba a Platón, y por último fue discípulo de Aristóteles, como dice Soción en las Sucesiones. Usaba vestido muy ligero y era tan hinchado de cuerpo, que los atenienses no lo llamaban Póntico, sino Pómpico. Su andar era modesto y grave.

    2. Nos quedaron de él bellas y excelentes obras. Primero sus Diálogos, de los cuales los morales son: tres De la justicia, uno De la templanza, otro De la piedad, otro De la fortaleza, otro De la virtud en común, otro De la felicidad, otro Del principado, otro De las leyes y de otras cosas análogas a éstas. Un libro acerca de los nombres, otro titulado Pactos, otro El Involuntario amoroso y Clinias. Los físicos son: De

    la mente, Del alma, Del alma en particular, De la naturaleza y de los simulacros, Contra Demócrito, De lo que hay en el cielo, De lo que hay en el infierno; dos libros de Vidas, uno titulado Causas de las enfermedades, otro De lo bueno, Contra Zenón, y otro Contra Metrón. Los libros gramáticos son: dos acerca de la edad de Homero y Hesíodo, y dos De Arquíloco y Homero. Los de música son: tres De cosas contenidas en Eurípides y Sófocles, dos De música, dos De soluciones homéricas, uno Teoremático, otro De los tres poetas trágicos, otro titulado Caracteres, otro De la poesía y poetas, otro De la conjetura, otro De la previsión, cuatro De narraciones acerca de Heráclito, uno De narraciones acerca de Demócrito, dos De soluciones en las controversias, uno titulado Axiomas, otro De las especies, otro titulado Soluciones, otro Amonestaciones, otro A Dionisio. Sobre la Retórica escribió: Del orar, o sea Protágoras. y de Historia escribió acerca de los pitagóricos y de los inventos. Algunas de estas obras las compuso con estilo cómico; como la Del deleite y la De la prudencia. Otras con estilo trágico, como la De lo que hay en el infierno, la De la piedad y la Del poder. Usa también cierta medianía en el lenguaje, a imitación de filósofos, capitanes y ciudadanos que se comunican entre sí. Existen además obras suyas, De Geometría y Dialéctica. En todas ellas su estilo es variado, conciso y muy poderoso para captar los ánimos.

    3. Parece también que libertó a su patria tiranizada, quitando la vida al tirano, según afirma Demetrio de Magnesia en sus Colombroños, el cual trae la historia siguiente. Dice que crió un dragón desde pequeñito hasta la magnitud justa, y hallándose ya cercano a la muerte, llamó a un confidente suyo, y le encargó que luego que muriese, escondiese su cadáver y pusiese el dragón en la cama, para que pareciese que él había ascendido a los dioses. Así se ejecutó todo. Luego, al sacar a entierro los ciudadanos a Heráclides, y celebrando su buena memoria, como el dragón oyó las voces, salió de entre la ropa y asustó a muchos. Por último se descubrió todo, y Heráclides compareció, no como creía, sino como era. Hay unos versos míos para él, que dicen así:

    Dejar querías a los hombres todos opinión, oh Heráclides, que muriendo en dragón te transformaste; mas saliste engañado, pues la bestia dragón era, por cierto, y tú la bestia fuiste antes que sabio.

    Esto lo refiere también Hipoboto.

      1. Pero Hermipo dice que, afligiendo el hambre a la provincia de Heraclea, consultaron los heracleotas a la pitonisa para el remedio. Que Heráclites corrompió con dinero a los consultores del oráculo, y aun a la misma profetisa, a fin de que dijesen que el daño cesaría si coronaban a Heráclides, hijo de Eutifrón, con una corona de oro, vivo todavía entre ellos, y después de muerto lo honraban como a héroe. Vi

      2. no finalmente el oráculo, pero nada ganaron los que lo fingieron, pues luego que fue coronado Heráclides en el teatro, le dio una apoplejía, y los consultores del oráculo cayeron muertos. Aun la misma pitonisa, habiendo ido al ándito, en aquella misma hora y puesto el pie sobre un dragón, fue mordida por él y murió luego. Esto es cuanto se refiere acerca de la muerte de Heráclides.
    1. Aristójeno, músico, dice que también componía tragedias y las publicaba con el nombre de Tespis. Camaleón dice igualmente que Heráclides le robó a él lo que escribió sobre Hesíodo y Homero. También Autodoro lo carga contradiciéndole a lo que escribió de la justicia. Finalmente, habiendo Dionisio, el llamado Desertor (o según algunos Espintaro), escrito su Partenopeo, y publicándolo con el nombre de Sófocles, lo creyó de este Heráclides, y en algunos lugares de sus Comentarios se sirve de las autoridades de él como verdadero escrito de

    Sófocles. Advirtiendo esto Dionisio, avisó del hecho a Heráclides; mas como este lo negase o no quisiese creer, le escribió aquel los primeros versos, cuyas letras iniciales decían Pagcalos. Este Pancalo era bardaja de Dionisio. Como todavía no lo creyese, y dijese que podía haber sido obra del acaso, le volvió a escribir Dionisio diciendo que también hallaría en la misma obra lo siguiente:

    No se coge con lazo mona vieja; y si acaso se coge, se coge con trabajo y mucho tiempo.

    Como también que hallaría esto en los mismos versos:

    Heráclides no conoce las letras, y no se avergüenza.

    6. Hubo catorce Heráclides: el primero, éste de quien hablamos; el segundo, paisano suyo, el cual compuso pirriquias y cosas de poca monta; el tercero fue curveo, y escribió en cinco libros las cosas de Persia; el cuarto, también curveo, fue retórico y escribió de este arte; el quinto fue calaciano o alejandrino, el cual escribió las Sucesiones en seis libros, y la Oración lembéutica, por la cual era llamado Lembo; el sexto fue alejandrino y escritor de los idiomas pérsicos; el séptimo fue bargilefta, y escribió contra Epicuro; el octavo, médico hicesio; el noveno, médico empírico, nativo de Taranto; el décimo escribió reglas de poesía; el undécimo, fue escultor foceo; el duodécimo, un hábil poeta epigramático; el decimotercero fue de Magnesia, y escribió las cosas de Mitríades; y el decimocuarto escribió de astrología.

    LIBRO SEXTO

    ANTÍSTENES

      1. Antístenes, hijo de Antístenes, fue ateniense. Le objetaban, como en desprecio, que era oriundo de otras regiones, a lo que respondió: También la madre de los dioses es de Frigia. Parece que su madre fue de Tracia; así, habiendo peleado valerosamente en la guerra de Tanagra, hizo decir a Sócrates que de dos atenienses no hubiera nacido tan esforzado. Igualmente el mismo Antístenes, a los atenienses que se jactaban de ser indígenas, los humilló diciendo que en esto, no eran de mejor condición que los caracoles y los saltones. Al principio fue discípulo del orador Gorgias, por cuya razón en sus diálogos manifiesta estilo retórico, singularmente en el titulado La verdad, y en los Exhortatorios. Hermipo dice que tenía resuelto en los juegos ístmicos vituperar y alabar a los atenienses, tebanos y lacedemonios, pero que después lo omitió, viendo que eran muchos los concurrentes de estas ciudades. Después fue discípulo de Sócrates, y aprovechó tanto de él, que exhortó a sus discípulos a que se hiciesen sus condiscípu

      2. los en la escuela de Sócrates. Habitaba en El Pireo, y andaba cada día los cuarenta estadios para oír a Sócrates, del cual aprendió a ser paciente y sufrido, imitó su serenidad de ánimo, y así fue el fundador de la secta cínica.
    1. Confirmaba que el trabajo es bueno, con el ejemplo de Hércules el Grande y de Ciro, trayendo aquel de los griegos, y éste de los bárbaros. Fue el primero que definió la oración, diciendo: La oración es una exposición de lo que era

    o es. Decía a menudo: Primero maniático que voluptuoso. Y asimismo: Conviene tratar con aquellas mujeres que correspondan agradecidas. A cierto joven que, habiendo de ir a su escuela, le preguntó qué necesitaba, le respondió: De un cartapacio nuevo, de una pluma nueva y de una tablita nueva, manifestando con ello que necesitaba de juicio. A uno que le preguntaba de qué calidad debía ser la mujer con quien se casaría, le dijo:

    Si la recibes hermosa, será común a otros; si es fea, te será gravosa. Habiendo oído en cierta ocasión

    que Platón hablaba mal de él, respondió: De reyes es el oír males, habiendo hecho bienes. Cuando fue iniciado en los misterios orfeicos, como el sacerdote le dijese que dos iniciados en tales misterios eran participantes de muchos bienes en el infierno, respondió: Pues tú, ¿por qué no te mueres? Objetándole una vez el que no era hijo de dos libres, respondió: Ni tampoco de dos palestritas o luchadores, y no obstante, soy palestrita.

    3. Al preguntarle por qué causa tenía pocos discípulos, respondió: Porque no los arrojo de mí con vara de plata. Preguntado también por qué corregía a sus discípulos tan acerbamente, dijo: También los médicos a los enfermos. Habiendo una vez visto a un adúltero, dijo: ¡Oh infeliz, de cuánto peligro huir pudiste con un óbolo! Según Hecatón, en sus Críos, solía decir que era mejor caer en poder de cuervos que en el de aduladores, pues aquellos devoran a los muertos, y éstos a los vivos. Al preguntarle qué cosa era la mejor para los hombres, respondió: El morir felices. La

    mentándose una vez en su presencia un amigo suyo de que había perdido unos Comentarios, le dijo: Convendría que los hubieses escrito en el alma, y no en el papel. Decía que como el hierro es comido de la escoria, así de la propia malignidad los envidiosos. Que los que quieren ser inmortales deben vivir pía y justamente. Que las ciudades se pierden cuando no se pueden discernir los viles de los honestos. Alabado una vez por ciertos hombres malos, dijo: Temo haber cometido algún mal.

    4. Decía que la vida unánime y concordé de los hermanos es más fuerte que toda muralla. Que para la vida se deben prevenir aquellas cosas que en un naufragio salgan nadando con el dueño. Censurándole en cierta ocasión el que andaba con los malos; respondió: También los médicos andan entre los enfermos y no cogen calenturas. Llamaba cosa absurda quitar el joyo de las mieses, y del ejército los soldados inhábiles, sin arrojar de la República los malos. Preguntado qué había sacado de la filosofía, respondió: Poder comunicarme conmigo mismo. A uno que en un convite le dijo que can

    tase, le respondió: Toca tú la flauta. A Diógenes, que le pedía una túnica, le dijo: que doblase el manto. Al preguntarle qué disciplina es la más necesaria, dijo: Desaprender el mal. A los que oían que se hablaba mal de ellos, los amonestaba a que lo sufriesen con paciencia aún más que si uno fuese apedreado.

    5. Criticaba a Platón de ser fastuoso; y en cierta pompa pública, viendo relinchar a un caballo, le dijo: Me parece que tú hubieras sido un bellísimo caballo. Dijo esto porque Platón alababa mucho a cierto caballo. Habiendo venido una vez a visitar a Platón, que estaba enfermo, y mirando una vasija en que había vomitado, dijo: Veo aquí la cólera; pero el lujo no lo veo. Aconsejaba a los atenienses que hiciesen un decreto de que los asnos eran caballos; y teniendo ellos esto por cosa irracional, dijo: Pues entre vosotros también se crean generales de ejército que nada han estudiado, y sólo tienen en su favor el nombramiento. A uno que le decía: Muchos te alaban, le respondió: Pues yo, ¿qué mal he hecho? Como pusiera una vez a la vista la parte más rasgada de su palio, mirándolo Sócrates, dijo: Veo por el palio tu gran sed de gloria. Preguntado por uno (así lo dice Fanias en el libro que compuso De los socráticos) qué debía hacer para ser honesto y bueno, le respondió: Aprende a ocultar tus vicios de los que los conocen. A uno que loaba las delicias, le dijo: Los hijos de los enemigos viven deliciosamente. A un joven que se hermoseó demasiado para ser retratado de relieve, le dijo:

    Di tú: si el bronce recibiese voz, ¿de qué piensas que se gloriaría? Diciendo él que de la hermosura, respondió: ¿Pues no tienes vergüenza de parecerte en la alegría a un inanimado? Habiéndole un joven póntico ofrecido que lo cuidaría mucho luego que llegase su nave cargada de pescado salado, tomando él un costal vacío fue con una vendedora de harina, y llenándolo bien; se lo llevaba; mas como la mujer le pidiese el valor de la harina, le dijo: Este joven lo dará cuando llegue su nave con pescado salado.

    1. Parece que Antístenes fue causa del destierro de Atino y de la muerte de Melito; pues habiendo encontrado unos jóvenes que venían por la fama de Sócrates, los condujo a Anito, diciéndoles que en la moral era más sabio que Sócrates; por lo cual, indignados los circunstantes, lo desterraron. Si veía alguna mujer muy adornada, iba a su casa y mandaba a su marido que sacase caballo y armas; pues si las tenía podía permitirle los adornos, como que con ellas se repelen las injurias; pero si no, decía que le quitase los ornatos.

    2. Sus opiniones o dogmas son: Que la virtud se puede adquirir con el estudio. Que lo mismo es ser virtuoso que noble. Que la virtud basta para la felicidad, no necesitando de nada más que de la fortaleza de Sócrates. Que la virtud es acerca de las operaciones, y no necesita de muchas palabras ni de las disciplinas. Que el sabio se basta a sí mismo. Que todas las cosas propias son también ajenas. Que la falta de celebridad es un bien e igual al trabajo. Que el sabio no ha de vivir según las leyes puestas, sino

    según la virtud. Que se ha de casar con motivo de procrear hijos y con mujeres hermosísimas. Que ha de amar, pues sólo el sabio sabe la que debe ser amada. Diocles le atribuye también lo siguiente: Para el sabio ninguna cosa hay peregrina, ninguna extraña. El bueno es digno de ser amado, y el virtuoso bueno para ser amigo. Debe en la guerra buscarse aliados que sean animosos, y al mismo tiempo justos. La virtud es un arma que no puede quitarse. Más útil es pelear con pocos buenos contra muchos malos, que con muchos malos contra pocos buenos. Conviene precaverse de los enemigos, pues son los primeros en notar nuestros pecados. En más se ha de tener un justo que un pariente. La virtud del hombre y la de la mujer es la misma. Lo bueno es lo hermoso; lo malo, lo torpe. Ten por extraño todo lo malo. El muro más fuerte es la prudencia, pues ni puede ser demolido ni entregado. Los muros deben construirse en nuestro inexpugnable raciocinio y consejo.

    8. Debatía en el Cinosargo, gimnasio cercano a la ciudad, de donde dicen algunos que tomó el nombre la secta cínica. Aun él solía llamarse a sí mismo Aplocuon. Fue el primero, según Diocles, que duplicó el palio, sin llevar otra ropa, y que tomó báculo y zurrón, Neantes dice que fue el primero que duplicó los vestidos, y Sosícrates, en el libro III de las Sucesiones, dice que Diodoro Aspendio fue quien crió barba y usó báculo y zurrón. De todos los socráticos, sólo a este celebra Teopompo. Dice que fue muy hábil, y que con la elegancia de su conversación captaba a cualquiera. Esto consta de sus mismos escritos y del Convite de Jenofonte. Parece que fue también autor de la secta estoica rigurosísima. Así, Ateneo, poeta epigramático, habla de esto en la forma siguiente:

    ¡Sabios estoicos, que excelentes dogmas en páginas sagradas recogisteis, diciendo doctamente que sólo la virtud es bien del alma! Sí; pues con ella sola está segura la vida de los hombres y los pueblos. Si para otros varones fue el deleite último fin, Euterpe dio motivo.

    9. Antístenes fue quien condujo a Diógenes a su tranquilidad de ánimo, a Crates a su continencia y a Zenón a su paciencia. Así que él puso los fundamentos de esa República. Jenofonte dice que fue suavísimo en la conversación y en las demás cosas muy moderado. Andan diez tomos de escritos suyos; en el primero están los tratados siguientes: De la dicción o locución, o sea De las figuras; Ayax, u Oración de Ayax; Ulises, o De Ulises; Apología de Orestes, que trata de los escritores jurídicos; Isógrafe, o Desias, o sea Isócrates, contra el escrito de Isócrates titulado Amartiros. En el tomo segundo se hallan los libros siguientes: De la naturaleza de los animales; De la generación de los hijos, o sea De las nupcias: es obra amatoria; De los sofistas, libro fisonómico; De la justicia y fortaleza, diálogo monitorio, primero, segundo y tercer libro; el cuarto y quinto tratan de Teógnides. El tomo tercero contiene los tratados Del bien, De la fortaleza, De la Ley o De la República, De la Ley o De lo honesto y justo; De la libertad y servidumbre, De la fe, Del curador

    1. o Del obtemperar, y De la victoria, libro económico. En el tomo cuarto están los libros Ciro, Hércules el Mayor o De la fuerza. En el quinto están Ciro o Del reino y Aspasia. En el sexto, De la verdad, De la disputa, libro antilógico; Satón, tres libros De la contradicción, y Del dialecto. En el séptimo, De la disciplina o De los nombres, en cinco libros; Del morir; De la vida y de la muerte; De lo que hay en el infierno; Del uso de los nombres, o sea Erístico; De la pregunta y respuesta; De la opinión y de la ciencia, en cuatro libros; De la naturaleza, dos libros; Cuestión acerca de la Física, dos libros; Opiniones, o sea Erístico, y Problemas acerca del aprender. El tomo octavo encierra los tratados De la música, De los expositores, De Homero, De la injusticia e impiedad, De Cal-cante, Del observador y Del deleite. El tomo noveno contiene los tratados siguientes: De la Odisea, Del báculo o vara, Minerva o De Telémaco; Helena y Penélope, De Proteo, El cíclope

    2. o De Ulises; Del uso del vino o De la ebriedad,

    3. o sea Del cíclope; De Circe, De Anfiardo, De Ulises y Penélope y del perro. El tomo décimo abraza el Hércules o Midas; Hércules, o sea De la prudencia o de la fuerza; El Señor o Amador; Los señores o Los exploradores; Menejeno, o sea Del imperar; Alcibíades, Arquelao, o sea Del reino. Hasta aquí sus escritos, por cuya multitud Timón lo llamó por sobrenombre Bufón ingenioso.

    10. Murió de enfermedad, al tiempo que llegando a él Diógenes, le dijo: ¿Necesitas de un amigo? Había entrado ya antes con un puñal, y diciendo Antístenes: ¿Quién me librará de estos males?, respondió Diógenes mostrando el puñal: Éste. A lo cual replicó Antístenes: De los males digo, no de la vida. Parece que el deseo de vivir le hacía sufrir la enfermedad con mayor resignación. Mis versos para él son los siguientes:

    Fuiste, Antístenes, perro con tanta propiedad mientras viviste, que mordiste a los hombres, si con los dientes no, con las palabras. De tísica moriste; y dirá alguno: ¿Pues cómo? ¿No era fuerza que otro lo condujera a los infiernos?

    Hubo otros tres Antístenes: uno, de la escuela de Heráclito; otro, efesio; y otro, cierto historiador rodio.

    11. Hasta aquí hemos tratado de los que salieron de las escuelas de Aristipo y Fedón; mencionaremos ahora a los que procedieron de Artístenes, que son los cínicos y estoicos.

    DIÓGENES

    1. Diógenes, hijo de Icesio, banquero, fue nativo de Sínope. Diocles dice que como su padre tuviese Banco público y fabricase moneda adulterada, huyó Diógenes. Pero Eubúlides, en el libro De Diógenes, afirma que el mismo Diógenes fue quien lo hizo, y salió desterrado con su padre. Aun él mismo dice de sí en su Poda lo que fue monedero falso. Algunos escriben que habiendo sido hecho director de la Casa de la Moneda, se dejó persuadir de los oficiales para fabricar moneda, y que pasó a Delfos, o a Delos, patria de Apolo, donde le preguntaron si ejecutaba aquello a que lo habían inducido. Que no habiendo entendido el oráculo, y creído que se le permitía la falsificación de la moneda pública, lo ejecutó; fue agarrado, y según algunos, desterrado; aunque otros dicen que se fue voluntariamente por miedo que tuvo. Otros, finalmente, afirman que falsificó moneda que le dio su padre; que éste murió en la cárcel, pero que Diógenes huyó y se fue a Delfos. Que preguntó no si adulteraría moneda, sino qué debía practicar para ser hombre célebre, y de esto recibió el oráculo referido.

    1. Llegando a Atenas, se encaminó con Antístenes; y como éste, que a nadie admitía, lo repeliese, prevaleció su constancia. Y aun habiendo una vez alzado él báculo, puso él la cabeza debajo, diciendo: Descárgalo, pues no hallarás leño tan duro que de ti me aparte, con tal que me enseñes algo. Desde entonces quedó como discípulo suyo, y como fugitivo de su patria, se dio una vida frugal y parca. Habiendo visto un ratón que andaba de una a otra parte (lo cuenta Teofrasto en su Megárico), sin buscar lecho, no temía la oscuridad ni anhelaba ninguna de las cosas a propósito para vivir regaladamente, halló el remedio a su indigencia. Según algunos, fue el primero que duplicó el palio, a fin de tener con él lo necesario y servirse de él para dormir. Se proveyó también de zurrón, en el cual llevaba la comida, sin dejarlo jamás en cualquier parte que se hallase, ya comiendo, ya durmiendo, ya conversando; y decía, señalando al pórtico de Júpiter, que los atenienses le habían edificado otro pompeyo donde comiese.

    2. Hallándose un tiempo débil de fuerzas, caminaba con un báculo; mas después lo llevó siempre, no en la ciudad, sino viajando, y entonces llevaba también el zurrón, cómo refieren Olimpiodoro, príncipe de los atenienses; Polieucto, orador, y Lisanias, hijo de Escrión. Habiendo escrito a uno que le buscase un cuarto para habitar, como éste fuese tardado en hacerlo, tomó por habitación la cuba del metro o, según él mismo lo manifiesta en sus Epístolas. Por el estío se echaba y revolvía sobre la arena caliente, y en el invierno abrazaba las estatuas cubiertas de nieve, acostumbrándose de todos modos al sufrimiento. Era vehemente en recargar a los demás; y a la escuela de Euclides la llamaba cholen; a la disputa de Platón le daba el nombre de consunción; a los juegos bacanales, grandes maravillas para los necios; a los gobernadores del pueblo, ministros de la plebe. Cuando veía a los magistrados, los médicos y los filósofos empleados en el gobierno de la vida, decía que el hombre es el animal más re

    comendable de todos; pero al ver a los intérpretes de sueños, los adivinos y cuantos los creen,

    o a los que se ciegan por la gloria mundana y riquezas, nada tenía por más necio que el hombre. Decía que su ordinario modo de pensar era que en esta vida, o nos hemos de valer de la razón o del dogal. Viendo una vez a Platón que en un gran convite comía aceitunas, dijo: ¿Por qué causa, oh sabio, navegas a Sicilia en busca de semejantes mesas, y ahora que la tienes delante no la disfrutas? Y respondiendo Platón: Yo, cierto, oh piógenes, también comía allá aceitunas y cosas semejantes; repuso Diógenes: ¿Pues de qué servía navegar a Sicilia? ¿Acaso el Ática no producía entonces aceitunas? Favorino escribe en su Historia varia que esto lo dijo Aristipo; y que una vez, comiendo higos secos, se le puso delante, y le dijo: Puedes participar de ellos; y como Platón tomase y comiese, le dijo: Participar os dije, no comer.

    1. Pisando una vez las alfombras de Platón en presencia de Dionisio, dijo: Piso la vana diligencia de Platón; mas éste le respondió: ¡Cuánto lujo manifiestas, oh Diógenes, queriendo no parecer ostentoso! Otros escriben que Diógenes dijo: Piso el lujo de Platón, y que éste respondió: Pero con otro lujo, oh Diógenes, Soción dice en el libro IV, que este Can dijo a Platón lo siguiente: Diógenes una vez le había pedido vino y al mismo tiempo higos secos, y como le enviase un cántaro lleno, le dijo: Si te preguntaren cuántos hacen dos y dos, ¿responderías que veinte? Tú ni das según te piden, ni respondes según te preguntan, Con esto lo criticaba de verboso.

    2. Cuando le preguntaron dónde había visto en Grecia hombres buenos, respondió:

    Hombres, en ninguna parte; muchachos sí los he visto en Lacedemonia. Haciendo una vez un discurso muy sabio y provechoso, como nadie llegase a oírlo, se puso a cantar. Concurrieron entonces muchos; mas él, dejando el canto, los

    reprendió diciendo que a los charlatanes y embaucadores concurrían diligentes, pero tardos y negligentes a los que enseñan cosas útiles. Decía que los hombres contienden acerca del cavar y del acocear, pero ninguno acerca de ser honestos y buenos. Se admiraba de los gramáticos, que escudriñan los trabajos de Ulises e ignoran los propios, También de los músicos, que acordando las cuerdas de su lira, tienen desacordes las costumbres del ánimo. De los matemáticos, porque mirando al sol y a la luna no ven las cosas que tienen a los pies. De los oradores, porque procuran decir lo justo, mas no procuran hacerlo, De los avaros, porque vituperan de palabra el dinero y lo aman sobre manera. Reprendía a los que alaban a los justos porque desprecian el dinero, pero imitan a los adinerados. Se conmovía de que se ofreciesen sacrificios a los dioses por la salud, y en los sacrificios mismos hubiese banquetes, que le son contrarios. Se admiraba de los esclavos que viendo la voracidad de sus amos nada hurtaban de la comida. Loaba mucho a los que pueden casarse y no se casan; a los que les importa navegar y no navegan; a los que pueden gobernar la República y lo huyen; a los que pueden abusar de los muchachos y se abstienen de ello; a los que tienen oportunidad y disposición para vivir con los poderosos y no se acercan a ellos. Decía que debemos alargar las manos a los amigos con los dedos extendidos, no doblados.

    1. Refiere Menipo en La almoneda de Diógenes que, habiendo sido hecho cautivo, como al venderlo le preguntasen qué sabía hacer, respondió: Sé mandar a los hombres. Y al pregonero le dijo: Pregona si alguno quiere comprarse un amo. Prohibiéndole que se sentase, respondió: No importa; los peces de cualquier modo que estén se venden. Decía que se maravillaba de que no comprando nosotros olla ni plato sin examinarlo bien, en la compra de un hombre nos contentamos sólo con la apariencia. A Jeníades, que lo compró, le decía: Que debía obedecerle, por más que fuese su esclavo; pues aunque el médico y el piloto sean esclavos, conviene obedecerlos.

      1. También Eubulo, en el libro igualmente titulado La almoneda de Diógenes, dice que instruyó a los hijos de Jeníades de manera que después de haberles enseñado las disciplinas, los enseñó a montar a caballo, a disparar la flecha, tirar con honda y arrojar dardos. Después no permitía que el que instruía a los muchachos en la palestra ejercitase los suyos para ser atletas, sino sólo para adquirir buen color y sanidad. Sabían de memoria estos muchachos varias sentencias de los poetas, de otros escritores y aun de Diógenes mismo; y para que aprendiesen mejor, les enseñaba todas las cosas en compendio. También les enseñaba a servir en casa, a comer poco y a beber agua. Les hacía traer la cabeza a navaja; los llevaba por las calles sin adornos, sin túnica, descalzos, con silencio y sólo mirándolo a él. Los llevaba también de caza. Los discípulos tenían igual cuidado de él, y lo recomendaban a sus padres encarecidamente. Refiere el mismo autor que envejeció y murió en casa de Jeníades, y lo enterra

      2. ron sus hijos; y que preguntándole Jeníades cómo lo había de enterrar, respondió: Boca abajo. Al preguntarle por qué causa, respondió: Porque de aquí a poco se volverán las casas de abajo arriba. Dijo esto porque ya entonces los macedones tenían mucho poder, y de humildes iban a hacerse grandes.
    2. Habiéndolo uno llevado a su magnífica y adornada casa y prohibiendo el que escupiese en ella, arrancando una buena reuma se la escupió en la cara diciendo que no había hallado lugar más inmundo. Otros atribuyen esto a Aristipo. Clamando una ocasión y diciendo: Hombres, hombres, como concurriesen varios, los ahuyentaba con el báculo diciendo: Hombres he llamado, no heces. Lo refiere Hecatón en el libro I de sus Críos. También se cuenta que Alejandro dijo que si no fuera Alejandro, querría ser Diógenes. Llamaba anaperous, lisiados, no a los sordos y ciegos sino a los que no llevaban zurrón. Habiendo entrado una vez al convite de ciertos

    jóvenes con la cabeza a medio esquilar, le dieron algunos golpes; pero él, escribiendo después los nombres de los que lo habían golpeado en una tablita blanca, se la ató encima y anduvo con ella. De este modo vindicó su injuria, exponiéndolos a la reprensión y censura de todos. Esto lo menciona Metrocles en sus Críos. Llamábase perro a sí mismo; pero decía que lo era de los famosos y alabados, no obstante que ninguno de los que lo alababan saldría con él a caza.

    9. A uno que decía que vencía a los hombres en los juegos pitios, le respondió: Yo soy quien venzo a los hombres; tú vences a los esclavos. A unos que le dijeron: Viejo eres, aminora el trabajo; les respondió: ¡Vamos! Pues si yo corriera un largo espacio y estuviera ya cercano a la meta, ¿no debía entonces apurar el paso en vez de retardarlo? Convidado a un banquete, dijo que no iría, porque habiendo estado el día antes no había tenido gusto. Caminaba descalzo sobre la nieve y demás cosas que dijimos antes. Probó también a

    comer carne cruda, pero no pudo digerirla. Halló una vez al orador Demóstenes comiendo en una taberna; y como éste se retirase, le dijo:

    Cuanto más adentro te metas, más en la taberna estarás. Otra ocasión, queriendo unos forasteros ver a Demóstenes, extendiendo el dedo de en medio, dijo: Ése es el conductor del pueblo ateniense. Para reprender a uno que tenía vergüenza de levantar el pan que se le había caído, le colgó al cuello una vasija de barro y lo condujo por el cerámico diciendo imitaba a los maestros de coro, los cuales se salen a veces del tono para que los demás tomen el correspondiente.

    10. Decía que muchos distan sólo un dedo de enloquecer, pues quien lleva el dedo de en medio extendido parece loco; pero no si el índice. Que las cosas mejores se venden por muy poco precio, y al contrario, pues una estatua se vende por tres mil dracmas, y un quénice de harina en no más de dos dineros. A Jeníades, que lo compró, le dijo: Cuidado de hacer lo mandado, al cual, como le dijera:

    Eso es correr los ríos hacia arriba, le respondió: Si estando enfermo hubieras comprado un médico, ¿no lo obedecerías? ¿Le dirías que los ríos corren hacia arriba? A uno que quería ser su discípulo en la filosofía le dio un pececillo que llaman saperda para que lo siguiese con él; mas como éste por vergüenza lo arrojase y se fuese, habiéndolo después encontrado, le dijo: Una saperda deshizo tu amistad y la mía.

    11. Diocles cuenta el caso de este otro modo. Al decirle uno: Mándanos, Diógenes, sacó un pedacito de queso, y se lo dio para que lo llevase. Rehusándolo aquel, dijo Diógenes: Medio óbolo de queso deshizo tu amistad y la mía. Habiendo visto una vez que un muchacho bebía con las manos, sacó su colodra del zurrón y la arrojó diciendo: Un muchacho me gana en simplicidad y economía. Arrojó también el plato, habiendo igualmente visto que otro muchacho, cuyo plato se había quebrado, puso las lentejas que comía en una poza de pan.

    12. Silogizaba de esta forma: De los dioses son todas las cosas; los sabios son amigos de los dioses, y las cosas de los amigos son comunes; luego todas las cosas son de los sabios. Habiendo una vez visto que cierta mujer se postraba ante los dioses indecentemente, queriéndola corregir, le dijo: ¿No te avergüenzas, oh mujer, de estar tan indecente, teniendo detrás a Dios, que lo llena todo? Esto lo refiere Zoilo Pergeo. Dedicó a Esculapio la imagen de uno que hacía dar contra tierra la cara de los que la bajaban hasta junto a ella en sus adoraciones. Solía decir que habían caído sobre él las imprecaciones de las tragedias, pues ni tenía ciudad ni casa, estaba privado de patria, era pobre, errante, y pasaba una vida efímera. Que oponía a la fortuna el ardimiento; a la ley la naturaleza, y la razón a las pasiones. Estando tomando el sol en el Cranión, se le acercó Alejandro y le dijo: Pídeme lo que quieras; a lo que respondió él: Pues no me hagas sombra.

    1. Leyendo uno cierto escrito demasiado largo, como llegase al fin y se viera la última hoja sin letras, dijo: Buen ánimo, señores, que ya veo tierra. A uno que con silogismos le probaba que tenía cuernos, tocándose la frente, le dijo: Yo no los veo. Igualmente, diciendo otro que no había movimiento, se levantó y se puso a pasear. A uno que discurría de los meteoros, le dijo: ¿Cuánto hace que viniste del cielo? Habiendo cierto eunuco, hombre perverso, escrito sobre la entrada de su casa: No entre por aquí ningún malo, dijo: ¿Pues cómo ha de entrar el dueño de la casa? Se ungía los pies con ungüento, y decía: Que el ungüento puesto en la cabeza se iba por el aire; pero el que se ponía en los pies subía al olfato.

    2. Diciéndole los atenienses que se iniciara, porque los iniciados presiden en el infierno, respondió: Cosa ridícula es que Agesilao y Epaminondas vivan en el lodo, y que los que son viles, sólo por estar iniciados hayan de poseer las islas de los bienaventurados. Habiendo subido los

    ratones sobre su mesa, dijo: He aquí que Diógenes también mantiene parásitos. Como Platón lo llamase perro, respondió: Dices bien, puesto que me volví a los que me vendieron. Saliendo de los baños, a uno que le preguntó si se bañaban muchos hombres, dijo que no; pero a otro que le preguntó si había mucha gente, dijo que sí. Habiendo Platón definido al hombre como animal de dos pies sin plumas, y gustándole esta definición, tomó Diógenes un gallo, le quitó las plumas y lo echó en la escuela de Platón, diciendo: Éste es el hombre de Platón. Y así se añadió a la definición, con uñas anchas. A uno que le preguntó a qué hora conviene comer, le respondió: Si es rico, cuando quiere; si pobre, cuando puede.

      1. Habiendo visto en Megara las ovejas cubiertas con pieles, y desnudos los muchachos, dijo: Entre los megarenses más vale ser carnero que hijo. A uno que le dio un golpe con un madero, y luego decía: Guardia, guardia, le dijo:

      2. ¿Quieres acaso herirme nuevamente? A los oradores del pueblo los llamaba ministros de la turba; y a las coronas, vejigas de glorias. Encendía de día un candil, y decía: Voy buscando un hombre. Una vez le daba encima un canal de agua; y como muchos se compadecieran, Platón, que también estaba presente, dijo: Si queréis compadeceros de él, idos, con lo cual quiso significar su gran deseo de gloria. Habiéndole uno dado un bofetón, dijo: Por Dios que yo ignoraba una bella cosa, y es que debo llevar casquete. Abofeteándolo también Midias, y diciéndole: Sobre la mesa hay para ti tres mil, al día siguiente, tomando las correas de los púgiles, lo golpeó muy bien, diciendo: Tres mil hay para ti sobre la mesa. Preguntándole un boticario, llamado Lisias, si creía que había dioses, respondió: ¿Cómo no lo creeré si te tengo a ti por enemigo de ellos? Algunos atribuyen esto a Teodoro.
    1. Viendo una vez a uno todo mojado de una aspersión dijo: ¡Oh infeliz! ¿No sabes que así

    como las aspersiones no te lavan de tus pecados en la gramática, tampoco lavarán los crímenes de tu vida?

    Culpaba a los hombres acerca de la oración, diciendo que piden no las cosas realmente buenas sino las que les parecen buenas. A los que se amedrentan de los sueños, les decía: ¡No os conmovéis de lo que hacéis despiertos, y vais escudriñando lo que imagináis dormidos! En los juegos olímpicos, habiendo pronunciado el pregonero: Venció Dixipo a los hombres, dijo Diógenes: Ése venció a los esclavos; yo, a los hombres. Era amado de los atenienses, pues a un mozo que le quebró la tinaja lo castigaron con azotes, y a Diógenes le dieron otra. Dionisio Estoico dice que habiendo quedado prisionero después de la batalla de Queronea, fue llevado a Filipo, y como éste le preguntase quién era, respondió: Un espía de tu insaciabilidad. Fue admirado por esto, y puesto en libertad.

    17. Al enviar Alejandro una carta a Antípatro, que estaba en Atenas, por mano de un tal

    Atlías, como Diógenes se hallase presente, dijo: Atlías, de Atlías, por Atlías, a Atlías. Cuando Perdicas lo amenazó de que lo había de matar si no iba a verlo, le dijo: No harás una gran cosa, pues un escarabajo y un falangio lo harían también; y le dijo por contra amenaza que sin él viviría feliz. Solía clamar con frecuencia, diciendo que los dioses han dado a los hombres una vida fácil; pero que ésta se oculta a los que van buscando dulzuras, ungüentos y cosas semejantes. Así, a uno a quien un criado estaba calzando, le dijo: Todavía no eres dichoso si no te suena también las narices; pero esto será cuando te sean cortadas las manos.

      1. En una ocasión, habiendo visto a los diputados llamados hieromnémones que llevaban preso a uno que había robado una taza del erario, dijo: Los ladrones grandes llevan al pequeño. Viendo una vez a un joven que tiraba piedras a un patíbulo, le dijo: Buen ánimo, mancebo; que tú darás en el blanco. A unos mozos que estaban alrededor y decían: Cuidamos que no nos

      2. muerdas, les respondió: No os dé cuidado, muchachos; el perro no come acelgas. A uno que por delicia vestía una piel de león, le dijo: Deja de afrentar los vestidos del valor. A otro que llamaba dichoso a Calístenes, y decía que disfrutaba las magnificencias de Alejandro, le dijo: Antes es infeliz, pues come y cena cuando a Alejandro le da la gana. Cuando necesitaba de dinero lo pedía a sus amigos, no como prestado, sino como debido.
      1. Haciendo una vez en el foro acciones torpes con las manos, decía: ¡Ojalá que frotándome el vientre no tuviese hambre! Habiendo visto a un joven que se iba a cenar con los sátrapas, retirándolo de ellos, lo restituyó a los suyos, mandándoles que cuidasen más de él. A un mozo muy adornado que le preguntaba cierta cosa, le dijo que no le respondería si primero no se levantaba la ropa y mostraba si era mujer u hombre. A otro joven que estando en el baño echaba vino del jarro al vaso haciendo ruido, le

      2. dijo: Cuanto mejor, tanto peor. Estando en una cena, hubo algunos que le echaron los huesos como a un perro, y él, acercándose a ellos, se les meó encima, como hacen los perros. A los oradores y demás que ponen toda su gloria en la retórica, los llamaba tres veces hombres, por tres veces miserables. Al rico ignorante lo llamaba oveja con la piel de oro. Habiendo visto escrito en la portada de la casa de un pródigo: Se vende, dijo: Ya sabía yo que por la ebriedad des-moderada habías de vomitar pronto a tu dueño. A un mozo que se quejaba de la turba popular que lo perturbaba, le dijo: Deja tú también de dar indicio de lo que deseas.
    1. Hallándose en un baño poco limpio, dijo: Los que se bañan aquí ¿dónde se lavan? Como un mal citarista fuese despreciado por todos, sólo él lo alababa; y al preguntarle por qué, respondió: Porque tal como es, toca su cítara y canta, mas no roba. A otro citarista y cantor a quien siempre desamparaban los oyentes, lo

    saludaba así: Dios te guarde, gallo. Preguntándole él la causa de esto, respondió: Porque cantando haces levantar a todos. Estando una multitud de personas mirando a un joven que refería alguna cosa, Diógenes se llenó el seno de altramuces y se puso a comer enfrente; y como las personas se volviesen a él, dijo que se maravillaba de que dejando al otro, lo mirasen a él.

    21. Al decirle uno muy supersticioso: De un golpe te romperé la cabeza, le respondió: Y si yo estornudo, a tu lado izquierdo, te haré temblar. Cuando Hegesias le pidió alguno de sus escritos para leerlo, le dijo: Necio eres, Hegesias, que buscas los higos pintados, y no los verdaderos, dejando la verdadera y efectiva ejercitación y yéndote a la escrita. A uno que le objetaba el destierro, le dijo: Por ese mismo destierro, oh infeliz, he sido filósofo. Al decirle también otro: Los sinopenses te condenaron a destierro, respondió: Y yo a ellos a quedarse. Habiendo visto a un vencedor en los juegos olímpicos que guardaba ovejas, le dijo: Pronto, amigo, pasaste de los juegos olímpicos a los nemeos.

    22. Al preguntarle por qué los atletas eran insensibles, respondió: Porque son compuestos de carne de puerco y de buey. Pidió una vez que le pusieran estatua; y preguntado por qué pedía esto, respondió: Porque quiero no conseguirlo. Pidiendo asistencia a uno (pues en los principios la pobreza lo obligó a pedir), le dijo: Si has dado ya a otro, dame también a mí; y si a nadie has dado, comienza por mí. Al preguntarle una vez un tirano qué metal sería mejor para una estatua, respondió: Aquel de que se fundieron las de Harmodio y Aristogitón. Cuando le preguntaron cómo usaba Dionisio de los amigos, respondió:

    Como costales de harina, que cuando están llenos los cuelga, y cuando vacíos, los arroja. Habiendo un recién casado escrito sobre la puerta de su habitación: Hércules Calínico, hijo de Júpiter, habita aquí; nada malo entre, añadió Diógenes a continuación: Después de la batalla, el socorro. Al amor

    del dinero lo llamaba la metrópoli de todos los males. Viendo en una hostería a un pródigo que comía aceitunas, le dijo: Si así hubieras comido no cenaras así.

      1. Decía que los hombres buenos son imágenes de los dioses; y el amor, ocupación de desocupados. Al preguntarle qué cosa es miserable en esta vida, respondió: El viejo pobre. Y al preguntarle también qué animal muerde más perniciosamente, respondió: De los bravíos, el calumniador; de los domados, el adulador. Habiendo en una ocasión visto dos centauros muy mal pintados, dijo: ¿Cuál de estos es Quirón? Decía que una oración hecha para conseguir favores es un dogal almibarado. Al vientre lo llamaba Caribdis de la vida. Sabiendo que Dídimo había sido preso por adúltero, dijo: De su propio nombre es digno de que lo cuelguen. Preguntado por qué causa es el oro de color pálido, respondió: Porque tiene muchos que lo buscan. Viendo a una mujer en silla de manos, dijo: No es la jaula ajustada a la fiera.

      2. Como viese a un esclavo fugitivo que estaba sentado junto a un pozo, le dijo: Mozo, mira no caigas. Viendo en los baños un muchacho ladroncillo de ropa, le dijo: ¿Vienes por algún poco de ungüento o de ropa?
    1. Habiendo visto una vez unas mujeres ahorcadas en un olivo, dijo: ¡Ojalá que todos los árboles trajesen este fruto! Viendo a uno que solía robar las vestiduras a los muertos, le dijo:

    ¿A qué venís, amigo? ¿Por ventura pretendes desnudar algún difunto?

    Cuando le preguntaron si tenía algún criado o criada, dijo que no; y replicándole que quién lo llevaría al sepulcro cuando muriese, respondió: El que necesite de casa. Habiendo visto a un joven muy hermoso que dormía sin que nadie lo cuidara, lo despertó diciéndole:

    Levántate. No sea que durmiendo por detrás con su dardo alguien te hiera.

    A uno que prevenía muchos y preciosos comestibles, le dijo:

    Pronto, hijo, morirás, que tanto compras.

    Disputando Platón acerca de las ideas, y usando de las voces mesalidad y vaseidad, dijo: Yo, oh Platón, veo la mesa y el vaso; pero no la mesalidad ni la vaseidad. A esto respondió Platón: Dices bien, pues tienes ojos con que se ven el vaso y la mesa, pero no tienes mente con que se entiende la mesalidad y vaseidad. Preguntado por uno quién le parecía que había sido Sócrates, respondió: Un loco. Al preguntarle cuándo deben casarse los hombres, respondió: Los jóvenes, todavía no; los viejos, nunca. Preguntándole uno qué quería, y dejarse dar una bofetada, respondió: Un momón. Al ver un mocito que se adornaba mucho, le dijo: Si lo haces por los hombres, es inútil; si por las mujeres, malo. Viendo a otro joven a quien le salían los colores al rostro, le dijo: Ten ánimo, que ése es el color de la virtud.

    25. Habiendo una vez oído a dos abogados, los condenó a ambos diciendo: Uno nada ha quitado; el otro nada ha perdido. Al preguntarle qué vino le gustaba más, respondió: El ajeno. A uno que le decía: Muchos se burlan de ti, le respondió: Pero yo no soy burlado. A otro que decía que el vivir es malo, le dijo: No el vivir, sino el vivir mal. A los que lo instaban a que buscase un esclavo que se le había huido, les respondió:

    Es cosa ridícula que pudiendo Manes vivir sin Diógenes, no haya Diógenes de poder vivir sin Manes. Estando comiendo aceitunas, como le sacaran una torta, arrojó las aceitunas, y dijo:

    Cede al momento, oh huésped, a los tiranos el lugar que ocupas.

    Y después agregó:

    Azotó la aceituna.

    Cuando le preguntaron qué raza de perro era la suya, respondió: Cuando hambriento, melitense; cuando harto, molósico. También soy de aquellos perros que muchos alaban, pero por el trabajo no se atreven a salir con ellos a caza; y así, ni conmigo podéis vivir por miedo de los trabajos.

    26. Al preguntarle si los sabios comen tortas, respondió: De todo, como los demás hombres. Siendo igualmente preguntado por qué los hombres socorren a los mendigos y no a los filósofos, dijo: Porque ser cojos y ciegos bien lo esperan; pero hacerse filósofos no lo esperan. Estaba pidiendo a un avaro, y como éste se excusase, le dijo: Hombre, para comer te pido, no para el sepulcro. Objetándole uno el que había hecho moneda falsa, le dijo: Hubo un tiempo en que era yo tal cual tú ahora; pero cual yo soy ahora, no serás tú nunca. Culpándolo otro de lo mismo, dijo: También antes me meaba encima, y ahora no. Habiendo ido a Mindo, como viera las puertas grandes,

    siendo la ciudad pequeña, dijo: ¡Oh varones mindios! Cerrad las puertas, no sea que la ciudad se salga por ellas.

    27. Habiendo una vez visto a un ladrón de púrpura sorprendido en el hurto, dijo:

    Una purpúrea muerte, y una Parca violenta lo atraparon.

    Rogándole Crátero que se viniese a vivir con él, respondió: Más quiero yo lamer sal en Atenas que disfrutar con Crátero mesas abundantísimas. Habiendo ido a ver al retórico Anaximenes, que era muy recio de cuerpo, dijo: Danos también a nosotros los pobres un poco de tripa, y con eso tú te aligerarás y a nosotros nos serás útil. Disputando en cierta ocasión el mismo Anaximenes, levantó Diógenes en alto un pedacito de pescado salado, con lo cual se le volvió el auditorio, y como Anaximenes se indignase, dijo Diógenes: Un óbolo de pescado salado disolvió la disputa de Anaximenes. Criticándole una vez de que comía en el foro, respondió: En el foro me agarró el hambre.

    1. Dicen algunos que es suyo lo siguiente: habiéndole visto Platón lavando unas hierbas, se le acercó y le dijo: Si sirvieras a Dionisio, por cierto no lavarías hierbas; mas él, acercándose-le también, le respondió: Y si tú lavaras hierbas, seguramente no sirvieras a Dionisio. A uno que le dijo que muchos se reían de él, le respondió: Y acaso de ellos los asnos; pero ni ellos se cuidan de los asnos ni yo de ellos. Viendo a un joven que filoso-faba, le dijo: ¡Grandemente!, tú induces a los adoradores del cuerpo a la belleza del alma. Admirando uno los muchos votos que había en Samotracia, dijo: Muchos más habría si también los hubieran puesto los que perecieron. Algunos atribuyen esto a Diágoras Melio.

    2. A un joven hermoso que iba a un banquete, le dijo: Peor volverás. Como éste volviese al día siguiente y le dijese: Fui y no volví peor, le respondió: Si peor no, más laxo sí. Pedía algo a

    un hombre duro, y como éste le dijese: Si me persuadieras, le respondió: Si yo pudiera persuadirte de algo, te persuadiera de que te ahogaras. Volvía de Lacedemonia a Atenas, y como uno le preguntase de dónde venía y a dónde iba, respondió: Vengo de los hombres y voy a las hembras. Volviendo de los juegos olímpicos, le preguntó uno si había concurrido mucha gente, a lo que respondió: Gente, mucha; hombres, pocos. Decía que los voluptuosos son semejantes a las higueras que nacen en los despeñaderos, de cuyo fruto no goza el hombre, sino que se lo comen cuervos y buitres. Habiendo Friné dedicado en Delfos una Venus de oro, Diógenes le puso esta inscripción: Se hizo de la incontinencia de los griegos. Viniendo una vez a él Alejandro y diciéndole: Yo soy Alejandro, aquel gran rey, le respondió: Y yo Diógenes el can. Al preguntarle qué hacía para que lo llamasen can, respondió:

    Halago a los que dan, ladro a los que no dan, y a los malos los muerdo.

    30. Agarraba higos de una higuera, y como el guardia le dijese: De ella poco hace se colgó un hombre, respondió: Pues yo la dejaré pura. Viendo que un olimpiónico miraba mucho a una ramera, dijo: He aquí el carnero belicoso cómo es llevado del cuello por una muchacha vulgar. Decía que las meretrices hermosas son semejantes al vino-miel envenenado. Comiendo una vez en el foro, las personas que estaban allí lo llamaban perro repetidas veces; pero él les decía: Vosotros sois los perros, que estando yo comiendo estáis alrededor. Como dos muy afeminados se escondiesen de él, les dijo: No temáis, que el perro no come acelgas. Como le preguntasen de dónde era cierto muchacho estuprado, respondió: De Tegea. Habiendo visto que uno que había sido palestrita muy flojo profesaba medicina, le dijo: ¿Qué es esto? ¿Ahora vences tú a los que te vencieron en otro tiempo? Viendo al hijo de una meretriz que tiraba una piedra a la gente, le dijo: Mira que no des a tu padre. A un muchacho que le enseñaba una espada que le había dado su amante, le dijo: La espada es bella, pero el puño es feo. Alabando algunos a quien le había dado socorro, dijo: ¿Y no me alabáis a mí, que soy digno de recibirlo? Como uno le pidiese el palio que le había prestado, dijo: Si me hiciste gracia de él, lo tengo; si para usarlo, lo uso. Un bastardo prohijado le dijo que tenía oro en el palio, a lo que respondió: Es verdad; por eso duermo sobre él.

    31. Cuando le preguntaron qué había ganado de la Filosofía, respondió: Cuando no otra cosa, al menos he sacado el estar prevenido a toda fortuna. Preguntándole de dónde era, respondió: Ciudadano del mundo. Sacrificando unos para conseguir de los dioses un hijo, les dijo: ¿Y no sacrificáis por cuál deba ser ese hijo? Una vez que le pidieron cierto impuesto público, dijo al recaudador:

    A los otros desnuda; pero de Héctor apartarás tus manos.

    Decía que las rameras son reinas de los reyes, pues piden cuanto les da la gana. Como los atenienses decretasen que Alejandro era Libero-Padre, dijo: Hacedme a mí Serapis. A uno que le criticaba el que entrase en lugares inmundos, le respondió: También el sol entra en los albañales y no se ensucia. Estando cenando en un templo, como le sacasen el pan corrompido, lo cogió y arrojó diciendo: En el templo no debe entrar cosa inmunda. A uno que le decía: Filosofas sin saber cosa alguna, le respondió: Me arrogo la ciencia, y esto también es filosofar. A otro que le traía y encargaba un muchacho, diciéndole que tenía talento y era de muy buenas costumbres, le dijo: ¿Pues para qué necesita de mí?

    32. A menudo decía que los que dicen cosas buenas y no las hacen, no se diferencian de una cítara, pues ésta ni oye ni siente. Entraba en el teatro contra la gente que salía, y preguntado por qué, respondió: Esto tengo resuelto hacer toda mi vida. Viendo una vez que cierto joven se afeminaba

    mucho, le dijo: ¿No te afrentas de hacerte peor de lo que la Naturaleza te hizo? ¡Ella te hizo hombre, y tú te esfuerzas en ser mujer! Viendo que uno muy imprudente acordaba un salterio, le dijo: ¡No tienes vergüenza de que acordando los sones a un madero, no concuerdas tu ánimo con la vida! A uno que decía que era inepto para la Filosofía, le dijo: Pues ¿por qué vives, si no piensas en vivir bien? A otro que menospreciaba a su padre, le dijo: ¿No tienes vergüenza de menospreciar a aquel por quien tú eres tan sabio? Viendo a un joven dotado de hermosura y que hablaba cosas feas, le dijo: ¿No te afrentas de sacar de una vaina de marfil una espada de plomo? Criticado de que bebía en la taberna, respondió: Y en la tienda del barbero me corto el pelo.

    33. Cuando lo criticaron de que había recibido de Antípatro un palio pequeño, dijo:

    No deben desecharse dones esclarecidos de los dioses.

    Habiéndole dado uno un encontrón con un madero, y díchole después: Guardia, guardia, le dio él un palo con su báculo, diciendo también: Guardia, guardia. A uno que rogaba continuamente a una ramera, le dijo: ¿Por qué anhelas alcanzar, miserable, una cosa de la cual vale más carecer? A uno muy ungido con ungüentos olorosos, le dijo: Mira, no sea que la fragancia de tu cabeza cause hedor en tu vida. Decía que los esclavos sirven a sus amos, y los hombres malos, a sus deseos. Preguntado por qué los esclavos se llamaban andrápodas, respondió: Porque tienen los pies de hombre, y el alma como tú que me lo preguntas. Pedía una mina a un pródigo, y como éste le preguntase por qué a los otros pedía un óbolo y a él una mina, respondió: Porque de los otros espero recibir otra vez; pero si he de recibir de ti otra vez, lo saben solamente los dioses. Objetándole que él pedía y Platón no, dijo:

    También él pide, pero es la cabeza acercando para que los demás no lo conozcan.

    Viendo a un arquero inhábil, se sentó junto al blanco diciendo: No sea que me hiera. Decía que los amantes son unos infelices en orden a sus deleites

      1. Al preguntarle si la muerte es mala, respondió: ¿Cómo será mala, cuando estando presente no es sentida? Habiendo Alejandro venido repentinamente a su presencia, y díchole: ¿No me temes?, le preguntó si era bueno o malo; diciendo aquel que bueno, respondió Diógenes: ¿Pues al bueno quién lo teme? Decía que el saber es para los jóvenes templanza, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para los ricos ornato. A Dídimo, acusado de adúltero, que curaba un ojo enfermo a una muchacha, le dijo: Mira, no sea que curando el ojo a la doncella corrompas la pupila. Diciéndole uno que era perseguido por

      2. sus propios amigos, dijo: ¿Y qué hemos de hacer, si ya es preciso usar de los amigos del modo mismo que de los enemigos? Cuando le preguntaron qué es lo mejor en los hombres, respondió: La libertad en el decir. Habiendo entrado un día en una escuela, como viese muchas musas en ella y pocos estudiantes, dijo: Con los dioses, maestro, tenéis muchos discípulos.
      1. Solía hacer todas las cosas en público, tanto las de Ceres como las de Venus, valiéndose de estos argumentos: Si el comer no es absurdo alguno, tampoco lo será comer en el foro. Es así que el comer no es absurdo; luego ni lo es en el foro. Ejecutando a menudo con las manos operaciones torpes a la vista de las personas, decía: ¡Ojalá que estregándome el vientre cesase de tener hambre!

      2. Se le atribuyen además otras cosas, que sería largo mencionar aquí.
    1. Decía que la ejercitación es en dos formas: una del alma y otra del cuerpo. Que en la ejercitación del cuerpo se conciben frecuentes

    imaginaciones que dan fácil soltura para acciones valerosas, por lo cual es imperfecta la una sin la otra, no obstante que el buen hábito y la fortaleza se agregan al alma o al cuerpo a quienes pertenecen. Daba sus pruebas de que del ejercicio a la fortaleza se pasa fácilmente, pues veía que en las artes mecánicas y otras, los artesanos adquieren no poca destreza con el ejercicio continuo. Que los flautistas, como los atletas, se diferencian entre sí, al paso que se ejercitaron con más o menos aplicación a su trabajo. Y que si estos hubiesen trasladado al alma el ejercicio, no hubieran trabajado inútil e imperfectamente. Así, concluía que nada se perfecciona en la vida humana sin el ejercicio, y que éste puede conseguirlo todo. Por lo cual, debiendo nosotros vivir felices abandonando los trabajos inútiles y siguiendo los naturales, somos infelices por demencia propia. Aun el mismo desprecio del deleite puede sernos gustosísimo una vez acostumbrados, pues así como los acostumbrados a vivir voluptuosamente con dificultad pasan a lo contrario, así también los ejercitados contra los deleites fácilmente los desprecian.

    40. Decía estas cosas, e incluso las practicaba abiertamente, siendo con ello un falsificador de moneda, que no daba menos estimación a la natural que a la legítima, y afirmando que

    su vida se conformaba con la de Hércules, que nada prefería a la libertad. Decía que todas las cosas son de los sabios, afianzándolo con los argumentos antes dichos, a saber: Todas las cosas son de los dioses; los dioses son amigos de los sabios, y las cosas de los amigos son comunes entre ellos; luego todas las cosas son suyas. De manera semejante debatía acerca de las leyes, porque sin ellas no puede gobernarse la República. Decía lo siguiente: Sin ciudad de nada sirve lo ciudadano y urbano; la ciudad son los mismos ciudadanos; sin leyes, de nada sirven la ciudad y los ciudadanos; luego las leyes son cosa indispensable en la ciudad.

      1. Consideraba cosa pueril la nobleza, la gloria mundana y demás cosas así, diciendo que eran adornos de la malicia; y concluía que sólo la República natural es la buena en el mundo. Decía que las mujeres debieran ser comunes, sin tener cuenta con el matrimonio, sino que cada cual usase de la que pudiese persuadir, y por consiguiente, que fuesen también comunes los hijos. Que no es mal alguno tomar cosas de los templos, comer de todos los animales, y aun carne humana, como constaba por costumbre en otras naciones, pues en la realidad todas las cosas están unas en otras, y entre sí se participan. La carne, por ejemplo, está en el pan, y el pan en las hierbas, y así en los demás cuerpos, en todos los cuales por ciertos ocultos poros penetran las partículas y se coevaporan y unen. Esto lo hace manifiesto en su Tiestes, si acaso son suyas las tragedias que se le atribuyen, y no de Felisco Egineta, su amigo, ni de Pasifonte Luciano, de quien afirma Favo

      2. rino en su Historia varía que escribió después de muerto Diógenes.
    1. Menospreció la música, la geometría, la astrología y semejantes, como inútiles y no necesarias. Era prontísimo en ocurrir a lo que se le objetaba, como consta de lo antes dicho. Sufrió constantemente la venta de sí mismo cuando navegando a Egina fue agarrado por piratas, cuyo capitán era Escirpalo, y vendido en Creta. En esa ocasión, preguntándole el pregonero qué sabía hacer, respondió: Mandar a los hombres; y señalando con el dedo a cierto corintio que pasaba por allí muy bien vestido (era el leníades que dijimos antes), dijo: Véndeme a éste; éste necesita de amo. Lo compró en efecto leníades; se lo llevó a Corinto; lo hizo preceptor de sus hijos y administrador de toda su casa. Se portó en ella de manera que leníades decía por todas partes: El buen genio vino a mi casa.

    2. Escribió Cleómenes, en su libro titulado Pedagógico, que sus amigos quisieron resca

    tado, y que él los trató de necios, diciendo que

    los leones no son esclavos de los que los mantienen, sino que éstos lo son de los leones, pues es cosa de esclavos el temer, y las fieras son temidas de los hombres. Tenía una habilidad persuasiva maravillosa; tanto, que a cualquiera embelesaba fácilmente con sus palabras. Por tanto, se refiere que un tal Onesicrito, egineta, envió a Atenas a uno de sus hijos, llamado Andróstenes, el cual, luego que oyó a Diógenes, se quedó allí; que envió después al otro hermano, que era mayor, llamado Felisco, de quien ya hicimos memoria, y se quedó también; y finalmente fue allá el mismo Onesicrito, y también se quedó con sus hijos a estudiar la Filosofía. Tanto hechizo contenía la escuela de Diógenes.

    44. También fueron discípulos suyos Foción, apellidado el Bueno; Estilpón Megarense y otros muchos ciudadanos. Se dice que murió a los noventa años de edad. Acerca del modo de su muerte hay variedad de pareceres. Hay quien dice que habiéndose comido crudo un pie de buey, se le hizo cólico y murió de ello. Otros dicen que detuvo la respiración, y de éstos es Crecidas Megalopolitano o Cretense, el cual en sus Meliambos, dice:

    Cierto no lo sufría en otro tiempo el sinopense, el llevador de palo, el doblado, el que en público comía; pero murió cerrando fuertemente sus dientes y sus labios y oprimiendo el aliento. Hijo de Jove Diógenes fue sin duda, y Can celeste.

    Otros dicen que queriendo repartir un pulpo a los perros, le mordió uno el tendón del pie, y murió de ello. Pero sus amigos, según Antístenes en las Sucesiones, asienten más a que detuvo la respiración.

    45. Vivía en el Cranio, que es un gimnasio que hay cercano a Corinto; y como sus amigos vinieran según acostumbraban y lo hallasen cubierto con su palio, no lo tuvieron por dormido, porque era muy poco dormidor, y así, tirándole el palio, vieron que había expirado, y sospecharon que él mismo se había muerto por deseo de dejar la vida. Dicen que se discutió allí la cuestión, entre sus amigos, acerca de quién lo había de enterrar, de manera que casi llegaron a las manos; pero habiendo acudido los padres de éstos y algunos señores, lo enterraron junto a la puerta que conduce al istmo. Erigiéndole una columna, y sobre ella un perro de mármol parto. Después también sus paisanos lo honraron con estatuas de bronce, y le pusieron la inscripción siguiente:

    Caducan aun los bronces con el tiempo; mas no podrán, Diógenes, tu gloria sepultar las edades, pues tú solo supiste demostrar a los mortales facilidad de vida, y a la inmortalidad ancho camino.

    Mi epigrama para él, en metro proceleumático, dice así:

    -Diógenes, ea dime: ¿qué muerte a los infiernos te condujo? -De un perro la cruenta mordedura.

    Dicen algunos que en su muerte mandó que arrojasen su cadáver sin darle sepultura, para que todos los animales participaran de él,

    o bien lo metiesen en un hoyo, cubriéndolo con un poco de polvo. Otros, que lo echasen al Eliso para ser útil a sus hermanos. Demetrio apunta en sus Colombroños que el mismo día en que murió Alejandro en Babilonia, murió Diógenes en Corinto. Lo cierto es que en la Olimpiada CXIII ya era viejo.

      1. Se conocen de él estos libros: diálogos titulados Cefalión, Ictias, Grajo, Leopardo, La plebe ateniense, República, Arte moral, De la riqueza, Amatorio, Teodoro, Hipsias, Aristarco, De la muerte, Cartas, Siete tragedias, a saber: Helena, Tiestes, Hércules, Aquiles, Medea, Crisipo y Edipo. Pero Sosícrates, en el libro I de las Sucesiones, y Sátiro, en el IV de las Vidas, dicen

      2. que nada de esto es de Diógenes. Las tragedias, dice Sátiro, son de Felisco Egineta, discípulo de Diógenes. Soción, en su libro VII, dice que sólo son de Diógenes las obras siguientes: De la virtud, De lo bueno, Amatorio, El pobre, Tolomeo, Leopardo, Casandro, Cefalión, Filisco, Aristarco, Sísifo, Ganimedes, Críos y Cartas.
    1. Hubo cinco Diógenes. El primero, nativo de Apolonia, fue físico. El principio de sus escritos es: Lo primero que ha de practicar el que va a escribir de alguna materia es poner de ella un principio incontrastable, El segundo fue sicionio, y escribió Del Peloponeso. El tercero, éste de que hemos tratado. El cuarto fue estoico, nativo de Seleucia, aunque llamado Babilónico por la cercanía de ambas ciudades. El quinto, de Tarso, y escritor de Cuestiones poéticas, con sus soluciones. Atenodoro dice en el libro VIII De los paseos que nuestro filósofo iba siempre muy limpio, a causa de que se ungía.

    MÓNIMO

    1. Mónimo Siracusano, discípulo de Diógenes, fue doméstico de un banquero corintio, como dice Sosícrates. Jeníades, que fue quien compró a Diógenes, iba muchas veces a su casa; y como refiriese allí las virtudes de aquel, su porte y su admirable elocuencia, indujo a Mónimo a su amor. Al punto, pues, aparentando demencia, comenzó a derramar la moneda y dinero del Banco, hasta que, despedido por su amo, se fue con Diógenes. También siguió mucho a Crates Cínico y demás de esta secta, de lo cual tomó motivo su amo de tener por cierta su locura. Salió varón sabio; tanto, que aun Menandro el Cómico hizo memoria de él. Así habla en uno de sus dramas titulado Hipocomo:

    -Fue Mónimo o Filón un varón sabio, despreciado de todos, con su zurrón pendiente. -He aquí ya tres zurrones.-Pero hablaba símiles elocuentes; y es seguro, por Dios, que no hallo dicho comparable al Conócete a ti mismo, y a éste semejantes. Fue sórdido y mendigo además de esto, y a todo lo demás tuvo por lujo.

    Fue tan constante que, despreciando la gloria mundana, anhelaba sólo la verdad. Escribió algunas cosas jocosas que encerraban sentido serio. Dos libros De los apetitos o pasiones, y otro De exhortaciones.

    ONESICRITO

      1. Oneslcrito, en la opinión de algunos, fue egineta; pero Demetrio de Magnesia lo supone de Astipalea. Fue también uno de los más hábiles discípulos de Diógenes. Parece que hubo entre él y Jenofonte alguna semejanza, pues Jenofonte militó con Ciro, y Onesicrito con Alejandro. Aquel escribió la Ciropedia; éste, el modo en que fue nutrido Alejandro. Aquel

      2. hace el encomio de Ciro, y éste el de Alejandro. Aun en la locución se acerca mucho a Jenofonte, y sólo se estima menos que éste al modo que una copia se estima menos que el autógrafo.
    1. También fueron discípulos de Diógenes: Menandro, el llamado Drimo, admirador de Homero; Hegesias Sinopense, por sobrenombre Cloyo, y Filisco Egineta, ya mencionado.

    CRATES

    1. Crates, hijo de Ascondo, tebano, fue igualmente discípulo del Can. Pero Hipoboto dice que no fue discípulo de Diógenes, sino de Brisón Aquino. Se conocen de él estos versos jocosos:

    Es noble la ciudad Zurrón llamada, fasto-sa, aunque mugrienta, bella, amena, fecunda, y nada tiene. No entra en ella demente parásito, ni pedión obsceno que de bardajerías se gloríe. Produce, sin embargo, ajos, higos y panes, entre quienes no hay guerras mutuamente, ni se mueven las armas por pedazos de cobre ni por gloria.

    También es suyo aquel diario conocido de todos, que dice:

    Asienta minas diez al cocinero, y al médico una dracma. Pon al adulador cinco talentos, y al consejero humo. Póngasele un talento a la ramera, y un trióbolo al filósofo se ponga.

    2. Lo llamaban abridor de puertas, porque se metía en todas las casas para dar correcciones. También son suyos estos versos:

    Cuanto estudié poseo, y cuanto pude aprender con trabajo y con estudio. La vanidad fastuosa se llevó las demás felicidades.

    Y lo que le había producido la Filosofía:

    Un quénice, me ha dado de altramuces, y de otra cosa alguna no cuidarme.

    También se conoce como suyo lo de:

    El hambre quita el amor, y si no, el tiempo; y si usarlos no puedes, toma el lazo.

    Floreció hacia la Olimpiada CXIII. Antístenes dice en las Sucesiones, que Crates, habiendo visto en una tragedia a Telefo con un esportillo en la mano, y miserable en todo lo demás, se dedicó a la Filosofía cínica. Así, vendido su patrimonio (pues era hombre de cuenta) y juntados hasta doscientos talentos, los distribuyó entre sus conciudadanos. Filosofó con tanta constancia, que el cómico Filemón hizo memoria de él, diciendo:

    En verano llevaba ropa burda, y delgada en invierno, para tomar liciones de templanza.

    Diocles dice que Diógenes le persuadió que diese sus posesiones para pasto de ganados, y si tenía dinero lo arrojase al mar. Se dice que Alejandro destruyó la casa de Crates, como Filipo la de Hiparquias.

      1. Muchas veces apaleaba a sus parientes porque venían a removerlo de su instituto, y perseveraba constante en él. Demetrio de Magnesia dice que depositó su dinero en casa de un banquero, con la condición de que lo diese a sus hijos si eran idiotas, mas en caso de ser filósofos, lo distribuyese al pueblo. Eratóstenes refiere que habiéndole nacido un hijo llamado Pasicles, de Hiparquia, de que hablaremos, cuando fue ya crecido, lo llevó a casa de una esclava, y le dijo que ese era el casamiento que su padre le daba. Porque el premio de los adúlteros trágicos son los destierros y muertes; el de los cómicos, el meretricio; y el de la adulación y

      2. embriaguez, la demencia. Crates tuvo un hermano llamado Pasicles, que fue discípulo de Euclides, y de quien Favorino, en el libro II de sus Comentarios), dice una cosa chistosa. Es que como pidiese no sé qué al director del gimnasio, le tocó los muslos; mas indignándose éste, dijo Pasicles: ¿Qué es esto? ¿No son los muslos tan tuyos como las rodillas?
    1. Decía Crates que es imposible hallar a uno que no haya errado, sino que, todos son como la granada, en la cual, andando el tiempo, siempre se pudre uno u otro grano. Habiendo una vez irritado al citarista Nicódromo, recibió un bofetón; mas él se pegó con pez en la frente un rótulo que decía: Nicódromo lo hacía. Perseguía con insultos a las rameras, ejercitándose con esto a sufrir injurias. A Demetrio Falereo, que le envió pan y vino, le respondió con enfado: ¡Ojalá que las fuentes manasen panes! Se sabe que siempre bebió agua. Los jueces de Atenas lo reprendieron porque iba cubierto con una

    sábana, a los cuales respondió: También os mostraré yo a Teofrasto cubierto con una sábana. No creyéndolo ellos, los condujo a una tienda de barbero, donde estaba Teofrasto cortándose el pelo. Como lo azotase en Tebas el director del gimnasio (o bien Eutícrates en Corinto) y lo arrastrase de un pie, sin alterarse en nada, repetía:

    Por el umbral sagrado, cogido por los pies lo conducía.

    Pero Diocles dice que quien lo arrastró fue Menedemo Eretriense; pues siendo éste hermoso, y pareciéndole a Crates que Asclepíades Fiasio se servía de él, tocándole los muslos, le dijo: Adentro, Asclepíades. Por lo cual, indignado Menedemo, lo arrastró por el suelo, y él dijo el verso referido.

    5. Zenón Cititeo dice en sus Críos que cosió una vez al palio una piel de oveja, sin tener en cuenta la fealdad. Era feo de rostro, y cuando se ejercitaba en la palestra algunos se burlaban; pero él, levantando las manos, solía decir:

    Confía, Crates, en tus ojos y restante del cuerpo; tú verás presto que estos que se burlan ahora caerán enfermos, te confesarán dichoso y se tratarán a sí mismos de cobardes. Decía que se debe filosofar hasta tanto que los generales de ejército parezcan conductores de asnos. Que los que no tienen otra compañía que la de aduladores, están tan solos y abandonados como los ternerillos dejados entre los lobos, pues ni aquellos ni éstos son otra cosa que enemigos.

    6. Sintiéndose ya cercano a la muerte, solía cantarse a sí mismo lo siguiente:

    Vas, corcovado amigo, bajando a las mansiones infernales, por tu larga vejez doblado y corvo.

    Pues por su mucha edad andaba muy inclinado de cuerpo. Como Alejandro le dijese si quería que se reedificase su patria, respondió:

    ¿Y para qué, si luego algún otro Alejandro la volverá a destruir? Y también:

    Que él tenía por patria el propio menosprecio y la pobreza, a quienes la fortuna no consume.

    Y además:

    Que de Diógenes era ciudadano, a quien nunca la envidia lazos puso.

    Hace memoria de él también Menandro en sus Gemelos, diciendo:

    Pasearás conmigo cubierto con tu palio, cual la mujer de Crates con su perro.

    Casó a sus hijas con sus discípulos, dándoles treinta días para prueba, como él decía.

    METROCLES

    1. Metrocles, discípulo de Crates y hermano de Hiparquia, antes había estudiado con Teofrasto Peripatético, donde estuvo a punto de perder la vida. Fue el caso que, estando un día en la lección, se le escapó una ventosidad involuntariamente. Tanto fue el rubor y pena que de ello le sobrevino, que se encerró en su cuarto con ánimo de dejarse morir de hambre. Al saberlo Crates, entró con él a fin de consolarlo, y habiendo comido antes altramuces, lo procuró persuadir primero con palabras, diciéndole que ningún absurdo había cometido, antes sería cosa monstruosa no despedir los flatos según la naturaleza; y luego, soltando él también su flato, lo curó de obra y lo alentó con razones. Desde entonces fue su discípulo, y salió un célebre filósofo.

    2. Hecatón, en el libro I de sus Críos, afirma que Metrocles quemó todos sus escritos, diciendo:

    Imágenes soñadas es todo esto, y puras niñerías.

    Algunos dicen que lo que quemó fue lo que había apuntado oyendo a Teofrasto, y que dijo:

    Ven al punto, Vulcano; Tetis te necesita.

    Decía: De las cosas, unas se adquieren por dinero, como la casa; otras, con el tiempo y aplicación, como las disciplinas. Que las riquezas son nocivas si de ellas no se hace buen uso. Murió ya viejo, sofocándose él mismo. Tuvo por discípulos a Teombroto y a Cleómenes. De Teombroto lo fue Demetrio Alejandrino; y de Cleómenes, Timarco Alejandrino y Equecles Efesio, que también oyó a Teombroto. De éste lo fue Menedemo, de quien trataremos adelante. Fue también célebre entre ellos Menipo Sinopense.

    HIPARQUIA

    1. También Hiparquia, hermana de Metrocles, se dejó llevar por los discursos de Crates; ambos eran nativos de Maronea. Le agradaba tanto la vida y conversación de Crates, que ninguna ventaja de sus pretendientes, las riquezas, la nobleza ni la hermosura, la pudo apartar de su propósito, pues Crates era todas estas cosas para ella. Incluso amenazaba a sus padres con que se quitaría la vida si no la casaban con él. Finalmente, como sus padres rogasen a Crates que la removiese de su resolución, hizo éste cuanto pudo, mas nada consiguió. Sacó, por último, todos sus muebles a su presencia, y le dijo: Mira: éste es el esposo y éstos sus bienes; consulta contigo misma, pues no podrás ser mi compañera sin abrazar mi instituto. Lo eligió ella al punto, y tomando su vestido, andaba con Crates, usando públicamente del matrimonio, y concurriendo ambos a las cenas.

    2. Se halló, pues, en un convite que dio Lisímaco, en que también estaba Teodoro, el

    apellidado Ateo, al cual propuso el argumento siguiente: Lo que pudo hacer Teodoro sin reprensión de injusto, lo puede hacer Hiparquia sin reprensión de injusta; hiriéndose Teodoro a sí mismo no obró injustamente; luego tampoco Hiparquia obra injustamente hiriendo a Teodoro. A esto nada opuso Teodoro, contentándose con tirarla de la ropa; pero ella no se asustó ni turbó como mujer, sino que como Teodoro le dijese:

    ¿Eres la que dejaste la tela y lanzadera?,

    respondió: Yo soy, Teodoro. ¿Te parece, por ventura, que he mirado poco por mí en dar a las ciencias el tiempo que había de gastar en la tela? Éstas y otras muchas cosas se refieren de esta filósofa.

    3. De Crates se conoce un libro de Cartas, en las cuales filosofa excelentemente, y el estilo se acerca mucho al de Platón. Escribió también Tragedias con un estilo elevadísimo y filosófico; por ejemplo, estos versos:

    No es mi patria una torre o una casa; sí que todos los pueblos de la tierra me sirven de mansión y de triclinio.

    Murió muy viejo, y fue enterrado en Beocia.

    MENIPO

    1. Menipo, también cínico, y originario de Fenicia, fue esclavo, como dice Acaico en sus Morales, y Diocles añade que su amo fue póntico y se llamó Bato. Como por su mucha codicia pidiese importunamente, pudo hacerse tebano. No ha quedado de Menipo cosa de importancia; sus libros están llenos de chocarrerías, como los de Meleagro, coetáneo suyo. Hermipo dice que Menipo se hizo y fue llamado usurero diario. Practicó también la usura marítima, tomando prendas, con lo cual juntó mucho dinero. Finalmente, con asechanzas, fue privado de todo y se ahorcó de pena. Yo le compuse los versos siguientes:

    ¿Por ventura conoces a Menipo, oriundo de Fenicia, y Can cretense? Usurero diario lo llamaban, pues en Tebas perdió cuanto tenía, abiertas las paredes de su casa. Si la naturaleza conociera del perro, ¿crees tú que se colgara?

    Algunos dicen que los libros que andan en su nombre no son suyos, sino de Dionisio y de Zopiro, colofonios, que habiéndolos escrito por pasatiempo, se los entregaron a él, como suficientemente capaz de ponerlos en orden.

    1. Hubo seis Menipos. El primero es el que escribió las cosas de Lidia, compendiando a Janto. El segundo, éste de que hemos tratado. El tercero fue sofista estratoniceo, oriundo de Caria. El cuarto, estatuario. El quinto y sexto, pintores, de quienes Apolodoro hace mención.

    2. Los libros de nuestro cínico son trece, a saber: Funerarias, Testamentos, Cartas elegantes, En persona de los dioses, A los físicos, matemáticos y gramáticos, La generación de Epicuro, La supersticiosa celebración epicúrea del día vigésimo del mes y otras obras.

    MENEDEMO

    1. Menedemo fue discípulo de Caloto Lampsaceno. Se dio a la superstición en tanto extremo que, según Hipoboto, iba por las calles vestido de Furia, y diciendo que venía del infierno a observar a los pecadores, para luego bajar allá y contárselo a los demonios. Su vestido era una túnica talar de color oscuro, ceñida con una zona encarnada; en la cabeza un casquete arcádico, que tenía bordados o tejidos los doce signos; coturnos trágicos, barba larguísima y con un báculo de fresno en la mano.

    2. Hasta aquí las Vidas de los cínicos en particular; pondremos en común ahora sus dogmas, pues juzgo que esta fue secta filosófica, y no, como quieren algunos, cierto modo de vida. Los cínicos opinaban que se deben quitar de la Filosofía los tratados lógicos y físicos (y en esto no difieren de Aristón Quío), empleándose sólo en la moral; lo cual, unos, lo atribuyen a Sócrates; y Diocles a Diógenes, afirmando que este dijo:

    debemos inquirir qué se hace malo o bueno en nuestra casa.

    También reprueban las humanidades, y aun dice Antístenes que los que nacieron templados ni siquiera deben saber las letras, para no pervertirse con lo ajeno. Quitan igualmente la Geometría, la Música y demás artes semejantes. Por lo cual Diógenes, a uno que le mostró un horóscopo, le dijo:

    Utilísima cosa es esa para que no nos falte qué cenar.

    Y a otro que se gloriaba de músico, le dijo:

    La humana ciencia rige las ciudades; pero las cantilenas, ni una casa.

    3. Establecen, por fin, el vivir según la virtud, como dice Antístenes en su Hércules, lo mismo que los estoicos, pues hay cierta analogía entre estas dos sectas; y así llamaron al cinismo un camino compendioso o un atajo para la virtud. De la misma manera vivió Zenón Citireo. Gustan asimismo de una vida fácil y simple, usando de la comida sobriamente, y sólo de palios. Menosprecian la riqueza, la gloria y la nobleza. Muchos de ellos se contentan con hierbas, y siempre beben agua fría. No buscan otro albergue que el que ocurre, aunque sea una tinaja, como Diógenes, el cual decía que es propio de los dioses no necesitar de nada, y de los

    que se parecen a los dioses necesitar de poquísimas cosas. Asientan que la virtud es enseñable (como dice Antístenes en su Hércules), y que también es admisible. Que el sabio es digno de ser amado, no peca, es amigo de sus semejantes y nada deja al dominio de la fortuna. A las cosas medias entre la virtud y el vicio las llaman indiferentes, como igualmente Aristón Quío.

    4. Estos fueron los cínicos; ahora pasaremos a los estoicos, el primero de los cuales fue Zenón, discípulo de Crates.


    LIBRO SÉPTIMO

    ZENÓN

      1. Zenón, hijo de Mnaseo o Demeo, nativo de Citio, pequeña población griega en Chipre, habitada por fenicios, tuvo la cerviz inclinada hacia un lado, como dice Timoteo Ateniense en

      2. el libro De las vidas. Y Apolonio de Tiro escribe que era delgado de cuerpo, más que mediana estatura, y moreno de color; por lo cual hubo quien lo llamase sarmiento egipcio, como dice Crisipo en el libro I De los refranes. Tenía las piernas gruesas y duras, pero de pocas fuerzas. Por lo cual dice Perseo, en sus Comentarios sobre los convites, que excusaba muchas veces reunirse con ellos. Dicen que gustaba mucho de los higos frescos y de estar al sol.
    1. Como hemos dicho, fue discípulo de Crates, luego de Estilpón, y de Jenócrates por espacio de diez años, según dicen algunos, como Timócrates en su Dión, añadiendo que también oyó a Polemón. Hecatón y Apolonio Tirio, en el libro I De Zenón, dicen que habiendo consultado el oráculo acerca de lo que debía practicar para conseguir una vida feliz, le respondió la deidad que se asemejase a los muertos en el color; lo cual entendido, se entregó al estudio de los libros antiguos.

    2. El unirse con Crates fue de esta manera: habiendo comprado una porción de púrpura, conduciéndola de Fenicia a Atenas, naufragó junto al puerto de El Pireo. Subió a la ciudad (tenía unos treinta años de edad), se sentó en la tienda de un mercader de libros y se puso a leer el libro II de los Comentarios de Jenofonte. Como la obra le gustó mucho, exclamó diciendo: ¿Dónde, dónde se hallan ahora estos hombres? Pasaba por allí Crates, y señalándoselo el librero, le dijo: Sigue a ése. Desde entonces fue discípulo de Crates; y aunque aptísimo para la Filosofía, era demasiado honesto para el descaro cínico. Así, queriendo Crates curarlo de ello, le dio una olla de lentejas para que la llevase por el Cerámico; mas viendo que se avergonzaba y encubría, hirió y quebró la olla con el báculo. Como Zenón echase a correr, cayéndole las lentejas por las piernas, le dijo Crates: ¿Por qué huyes, fenicillo? No has padecido daño alguno.

    3. Siguió a Crates algún tiempo; y como escribió estando con él sus libros De la República, le decían algunos jocosamente que los había escrito sobre la cola del perro. Además de La República, escribió lo siguiente: De la vida según la Naturaleza, Del apetito o De la naturaleza del hombre, De las pasiones, De lo conveniente, De la ley, De la disciplina griega, De la vista, Del universo, De las señales, Dogmas pitagóricos, Universales, De las dicciones; cinco libros De problemas homéricos, Discursos poéticos. También son suyas las Soluciones artísticas, dos Elencos, Comentarios y los Morales de Crates.

      1. Después abandonó a Crates, y oyó a los antes mencionados por espacio de veinte años, y cuentan que decía: Después de haber naufragado es cuando navego felizmente. Algunos opinan que dijo esto de Crates. Otros afirman que mientras vivía en Atenas supo la pérdida de su nave, y dijo: Bien hace la fortuna que me impele a la Filo

      2. sofía. Retirándose al pórtico Pecil (llamado también Pisianactio, y Pecil por las pinturas de Polignoto), comenzó a pronunciar allí algunos discursos, con la intención de que aquel lugar fuese frecuentado por personas, ya que bajo de los treinta tiranos habían sido matados en él hasta mil cuatrocientos ciudadanos. Concurrían además sus discípulos, y por esto fueron llamados estoicos, así como antes se llamaban zenonios a causa de su nombre, como atestigua Epicuro en sus Epístolas. Y aunque también antes se habían llamado estoicos algunos poetas que vivieron allí, como dice Eratóstenes en el libro VIII De la comedia antigua, los discípulos de Zenón dieron mayor celebridad a este nombre.
    4. Le tuvieron mucha veneración a Zenón los atenienses; tanto, que depositaron en su poder las llaves de la ciudad, y lo honraron con una corona de oro y una estatua de bronce. Se dice que sus paisanos hicieron lo mismo, (esti

    mando que un ornamento tenía la imagen de tal varón), y aun los citieos que habitaban en Sidón. Lo amó también Antígono, y concurría a oírlo siempre que venía a Atenas; y le hizo muchas instancias para que se fuese con él. Se excusó de esto, pero le envió a Perseo, hijo de Demetrio, uno de sus discípulos, también citieo, el cual floreció en la Olimpiada CXXX, siendo Zenón ya anciano. La carta de Antígono a él, según la trae Apolodoro de Tiro en sus escritos acerca de Zenón, dice lo siguiente:

    EL REY ANTÍGONO A ZENÓN, FILÓSOFO: GOZARSE

    7. Creo bien que en fortuna y gloria te excedo, pero que te soy muy inferior en la elocuencia, en las disciplinas y en la perfecta felicidad que tú posees. Así he tenido por conveniente llamarte a vivir conmigo, suponiendo que no te resistirás a mi súplica. Así que procura de todos modos venirte a mi casa, teniendo por seguro que no sólo te recibiré yo como mi maestro, sino también todos los macedones. Quien al rey de Macedonia instruye y guía por el camino de la virtud, es claro que también conduce y prepara a sus vasallos al valor; pues como fuere el rey, así son por la mayor parte sus súbditos.

    8. Y Zenón respondió así:

    ZENÓN AL REY ANTÍGONO: GOZARSE

    Apruebo el anhelo que tienes de aprender, en cuanto deseas abrazar la verdadera y fructuosa erudición, no la vulgar que pervierte las costumbres. Quien está ansioso de la Filosofía y se aleja de aquel decantado deleite que afemina los ánimos de tantos jóvenes, es claro que no sólo se inclina a lo noble por naturaleza, sino también por elección. Una naturaleza noble que tiene mediana aplicación, si es instruida debidamente, en breve llega a una perfecta adquisición de la virtud. Yo, a decir verdad, me hallo débil de cuerpo a causa de la vejez pues soy octogenario, y de ningún modo estoy ya para vivir contigo; pero te envío algunos de mis condiscípulos, que seguramente no me son inferiores en las dotes del alma, y en las del cuerpo me aventajan. Si estás con ellos, no tardarás en llegar a la felicidad perfecta.

      1. Los que le envió fueron Perseo y Filónidas Tebano, de quienes hace memoria Epicuro, como amigos de Antígono, en su Carta a Aristóbolo, su hermano. He creído oportuno traer aquí el decreto de los atenienses acerca de Zenón, que dice lo siguiente:

      2. DECRETO
    1. Siendo arconte Arrenidas, la tribu de Acamante en su quinta prefectura, en la década última de Memacterión, y el día 23 del Magis

    trado, la Curia de los Presidentes, Hipón, hijo de Cratísteles; Jumpeteón, y demás de la Asamblea; Trasón, hijo de Trasón Anaceense, decretaron diciendo: Por cuanto Zenón Citieo, hijo de Mnaseo, ha estado muchos años filosofando en la ciudad, y se ha portado en lo demás como hombre de bien, ha exhortado a la virtud y templanza con sus lecciones a los jóvenes concurrentes a instruirse, proponiendo a todos su propia vida por el mejor modelo, siempre conforme a su doctrina, fausto y feliz ha parecido al pueblo ensalzar a Zenón Citieo, hijo de Mnaseo, y honrarlo por ley con una corona de oro, por su mucha virtud y sabiduría, y construirle sepulcro público en el Cerámico. Para hacer la corona y edificar el sepulcro ya tiene el pueblo dada comisión a cinco ciudadanos atenienses. Este decreto sea grabado en dos columnas por mano de cuadratario público, y podrá poner una en la Academia y otra en el Liceo. Los gastos de estas columnas los satisfará el administrador público, para que todos sepan que el pueblo ateniense honra a los varones buenos,

    tanto vivos como después de muertos. Para el edificio han sido comisionados Trasón Anaceo, Filocles Pireeo, Fedro Anaflistio, Medón Acamense y Micito Simpaleteo.- Dión Peanieo". Hasta aquí el decreto.

    11. Antígono Caristio dice que el mismo Zenón no negó ser citieo; pues habiendo sido uno de los que contribuyeron para restaurar el edificio de unos baños, y grabándose en una columna el nombre de Zenón Filósofo, quiso que se añadiese Citieo. Hallándose una vez necesitado Crates, maestro suyo, tomó Zenón una cobertera cóncava de aceitera, y andaba

    recogiendo dineros para alivio de las necesidades del maestro.

    Dicen que cuando llegó a Grecia tenía más de mil talentos, con los cuales comerciaba por mar. No comía más que un panecillo con miel, y bebía un poco de vino generoso. Rara vez se sirvió de muchachos, y sólo una o dos veces usó de una esclavita, por no parecer aborrecedor de las mujeres. Él y Perseo habitaban en una misma casa, y como éste enviase a su retrete una mujer tocadora de flauta, la despidió y la regresó al mismo Perseo. Cuentan que era fácil de conducir a cualquier parte, de manera que Antígono banqueteaba muchas veces con él, y ambos se pasaban a otros convites a casa de Aristocles, citarista, pero luego se retiraban. Que evitaba la multitud de personas, y se sentaba en la grada más alta, ahorrándose con esto la mitad de la molestia; ni paseaba más que con dos o tres. A algunos aun les exigía dinero para distribuirlo a los circunstantes, a fin de que no lo oprimiesen, como dice Cleantes en el libro Del dinero. Como lo rodeara una turba de personas, señalando con el dedo en lo alto del pórtico una cerca de madera quitada del rededor de un ara, dijo: Esa cerca en otros tiempos estaba en medio; pero por cuanto allí hacía estorbo, fue puesta aparte; así vosotros, si os quitáis de en medio, me estorbaréis menos.

    12. Cuando lo saludó Democares, hijo de Laqueto, y le dijo que si tenía precisión de decir

    o escribir algo a Antígono, él lo llevaría todo; desde que lo oyó, ya nunca más habló con él. Se dice también que, después de la muerte de Zenón, dijo Antígono: ¡Oh, qué espectáculo he perdido! Y pidió a los atenienses, por medio de Trasón, su embajador, que le construyesen sepulcro en el Cerámico. Preguntado también por qué lo admiraba tanto, respondió: Porque habiendo recibido de mí muchos y grandes dones, ni se engrió, ni se abatió nunca.

    13. Zenón era muy diligente en inquirir, y exactísimo en todo. Por esto, Timón en sus Sátiras habla de él así:

    A una Fenisa vi, vieja golosa, entre las sombras de fastuoso orgullo, que todo lo apetece; mas vacío se mira su canasto miserable, y ella con menos alma que escindapso.

    Debatía exacta y cuidadosamente con Filón Dialéctico, y estudiaban juntos; y así fue muy admirado de Zenón el joven, no menos que Diodoro su maestro.

    14. Llevaba siempre junto a él varias personas andrajosas y miserables, como dice Timón:

    Para juntar consigo densa nube de pobrísimas personas, que asimismo eran de la República las heces.

    Era de aspecto melancólico, áspero y de frente rugosa; sumamente parco, de manera que todo respiraba en él una poquedad barbárica con color de economía. Si reprendía a alguno, era concisa y brevemente, pero como trayendo la cosa de lejos; por ejemplo, lo que dijo una vez a uno que tenía gran cuidado de hermosearse. Fue el caso que, como el tal pasase con suma lentitud un arroyo cenagoso, dijo:

    Con razón teme el cieno, puesto que en él no puede reflejarse.

      1. Como cierto cínico dijera que no tenía aceite en la aceitera, y le pidiese, se lo negó. Luego que aquel se fue, dijo que considerasen cuál de los dos había sido más importuno. Sintiéndose inflamado en amor de Cremónides, permaneció sentado él y Cleantes, y sólo se levantó Cremónides; admirado de ello Cleantes, dijo Zenón: Oigo decir a los buenos médicos que el mejor remedio para los que padecen tumores es la quietud. Habiendo en un convite dos recostados debajo de él, como el que estaba a su lado diese con el pie al otro, Zenón le daba a él con la rodilla, y cuando éste volteó, le dijo Zenón: ¿Qué te parece que podrá sufrir de ti quien está debajo de ti? A un aficionado a los muchachos, le dijo: Si los maestros están siempre con los niños, unos y otros pierden el juicio.
        Decía que los discursos perfectos y elegantes de los hombres son semejantes a la moneda alejandrina, muy hermosos y orlados a guisa de moneda, pero no por eso mejores. Y a los contrarios a

      2. estos los comparaba con los tetradracmos áticos, cortados irregularmente y a la rústica, los cuales superaban muchas veces a los discursos relamidos.
    1. Debatiendo su discípulo Aristón muchas cosas sin ingenio, y algunas aun ciega y satisfechamente, le dijo: No es posible sino que tu padre te engendró estando borracho. Por esto lo llamaba hablador, siendo él tan breve en las palabras. A un comilón que apenas dejaba algo a los demás convidados, le quitó un pez, que luego sacaron a la mesa, mostrando querérselo comer él; mas como el otro lo mirase, le dijo:

    ¿Cómo crees poder sufrir todos los días a los compañeros, si no puedes sufrir uno solo mi hambre? A un joven que hacía cierta pregunta con más curiosidad de lo que su edad permitía, lo acercó al espejo y le mandó que se mirara; luego le dijo:

    ¿Te parece que corresponden a tu aspecto semejantes cuestiones? A uno que decía que muchas cosas de Antístenes no le gustaban, produciendo una

    sentencia de Sófocles, le preguntó si le parecía que había en ella algo de bueno; como él dijese que no lo advertía, le respondió: ¿No tienes vergüenza de ir indagando y tener en la memoria alguna cosilla que haya errado Antístenes, y descuidarte de aprender lo que ha dicho de bueno?

    17. A uno que decía que le parecían muy breves los dichos de los filósofos, le respondió:

    Es verdad; y aun sus sílabas debieran ser cortas, si fuese posible. Diciéndole uno que Polemón proponía una cosa y discutía otra, poniendo el semblante airado, le dijo: ¿En cuánto estimas lo que daba? Decía que el que disputa debe tener, como los actores, grandes la voz y fuerza; pero no abrir mucho la boca, como hacen los que hablan mucho, pero nada de importante. También decía que a los que hablan bien no se les ha de dejar lugar, como a los buenos artistas en el espectáculo; por el contrario, que el oyente debe ser tal para lo que oyere, que ni aun tenga tiempo para aplaudirlo. A un joven que hablaba mucho, le dijo: Tus orejas se han confundido ya con la lengua. A uno muy hermoso de cuerpo, que decía que no le parecía que el sabio debía ser amado, le respondió: No hay cosa más miserable que vosotros bonitos.

    1. También decía que muchos filósofos ignoran las cosas principales y saben muy bien las pequeñas y fortuitas. Y aun añadía aquello de Cafesio, el cual, habiendo visto a uno de sus discípulos que cantaba con gran hinchazón y fuerza, le dio un golpe y le dijo: No en lo grande está lo bueno, sino en lo bueno lo grande. Hablando un mozo con demasiada audacia, le dijo: No quiero decirte, oh mancebo, lo que me ocurre. Habiéndosele juntado un joven rodio hermoso y rico, pero sin otra prenda alguna, no queriendo recibirlo, le mandó primero sentar en unas gradas llenas de polvo, a fin de que se le manchara la ropa, que toda era de colores; luego lo colocó entre los mendigos, para que se la maltratasen con sus vestidos rústicos y astrosos, hasta que, finalmente, se fue el mancebo.

    2. Decía que en todos es muy indecoroso el lujo, pero singularmente en los jóvenes. Que no conviene ejercitar la memoria en las voces y palabras, sino el entendimiento en las disposiciones útiles, a fin de no tomarla como si fuese un caldo o una vianda. Que a los jóvenes conviene usar compostura en el andar, en la figura y en el vestido, y pronunciaba a menudo aquellos versos del Capaneo, de Eurípides, que dicen:

    De qué vivir tenía en abundancia; pero de ningún modo con la felicidad era soberbio, ni gastaba más ostentoso que un mendigo.

    Decía que nada hay más ajeno de las ciencias que la satisfacción propia, ni cosa más necesaria que el tiempo. Al preguntarle qué cosa es el amigo, respondió: Un otro yo. Dicen que una vez azotaba a un esclavo sorprendido en hurto; y como éste dijese que era destino suyo el hurtar, respondió: Y también el ser azotado. Decía que la hermosura es la flor de la voz. Otros quieren que dijese que la voz es la flor de la belleza. Habiendo visto algunos cardenales en un esclavito de un familiar suyo, le dijo: Veo allí las huellas de tu furor. Viendo a uno muy ungido de ungüentos, dijo: ¿Quién huele aquí a mujer? Preguntándole Dionisio Matatemeno por qué sólo a él no lo corregía, respondió: Porque todavía no me fío de ti. A un joven que hablaba demasiado, le dijo: Tenemos dos orejas y una boca para oír mucho y hablar poco.

      1. Se hallaba una vez en un convite sin hablar; y preguntándole la causa de su silencio, respondió: Dirás al rey que hay uno aquí que sabe callar. Los que le preguntaron esto eran embajadores enviados por Tolomeo, y deseaban tener qué decir de él al rey. Al preguntarle de qué ánimo estaba contra la maledicencia, respondió: Como cuando un embajador es despedido sin respuesta. Dice Apolonio Tirio que como Crates lo apartase de Estilpón tirándolo de la ropa, dijo: Oh Crates, bien es que tires a los filósofos hacia ti por los oídos; cuando los hayas persuadido, enton

      2. ces te los has de llevar. Si me llevas por fuerza, el cuerpo sí estará contigo, pero el alma con Estilpón. También estuvo con Diodoro, según dice Hipo-boto, con el cual estudió la dialéctica; y aunque ya aprovechado, iba, sin embargo, a oír a Polemón sin vanidad alguna; tanto, que cuentan que dijo Polemón: No estás oculto, Zenón; tú te metes por las puertas del jardín vestido a lo fenicio y nos hurtas los dogmas.
    1. A cierto dialéctico que por medio de un silogismo llamado el segador le demostraba siete ideas de dialéctica, le preguntó qué paga quería, y pidiéndole aquel cien dracmas, él le dio doscientas; tanto era el amor que tenía de instruirse. Dicen que fue el primero que usó el nombre (Vocablo griego que no podemos reproducir) (catecón), e hizo de él un discurso. Decía así estos versos de Hesíodo:

    Óptimo quien aprende oyendo al sabio, y bueno quien por sí lo aprende todo.

    Pues debe preferirse -decía- aquel que puede oír bien lo que se enseña, y aprovecharse de ello, a aquel que por sí mismo lo aprende todo; porque éste sólo tiene inteligencia, pero aquel, obedeciendo, tiene también la práctica. Se dice que al preguntarle por qué siendo tan austero, en los convites era divertido, respondió: También los altramuces, siendo amargos, con el remojo se endulzan. Hecatón, en el libro II de sus Críos, dice también que solía relajar su ánimo en semejantes concurrencias, y decir que es mejor tropezar con los pies y caer que no con la boca. Que una cosa bien hecha, aunque sea poco a poco, no es poca cosa. Otros dicen que esto es de Sócrates.

    22. Era muy paciente y frugal; utilizaba comestibles sin preparar, y un palio de poco precio; tanto, que se decía de él lo siguiente:

    No lo acobarda o mueve el crudo invierno, larga lluvia, de Febo los ardores, penosa enfermedad, ni cuanto tienen los hombres en aprecio;

    antes se entrega todo noche y día, siempre invicto al estudio de las ciencias.

    Los poetas cómicos no echaban de ver que sus sátiras lo ensalzaban más; como Filemón, que en su drama titulado Los filósofos, dice así:

    Pan e higos secos come, y agua bebe; una filosofía nueva enseña: enseña a tener hambre, y para ello discípulos recoge.

    Otros lo atribuyen a Posidipo. La cosa es que vino a parar en proverbio decir de él: Es más parco que el filósofo Zenón. También el mismo Posidipo dice en sus Transferidos:

    ...De modo, que en diez díasnos parece Zenón más continente.

    A decir verdad, él excedió a todos, tanto en esta virtud como en la seriedad, y aun en la longitud de vida, pues murió a los noventa y ocho años de edad, después de vivir sano y sin enfermedad alguna. Perseo en sus Escuelas de moral dice que Zenón gobernó la escuela cincuenta y ocho años.

    23. Su muerte fue de esta manera: saliendo de la escuela tropezó y se lastimó un dedo; luego, dando un golpe en tierra con la mano, pronunció aquello de la Níobe:

    He aquí que vengo ya: ¿por qué me llamas?

    Y al punto murió sofocándose él mismo. Los atenienses lo enterraron en el Cerámico, y lo honraron con los decretos antes mencionados, atestiguando su virtud. Antípatro Sidonio también lo alabó en los versos siguientes:

    Éste, éste es Zenón, honor de Citio, ascendido al Olimpo en otro tiempo. No puso, no, a Pelión encima de Osa, pues ni el valor de Alcides puede tanto, sino encontrando él sólo por camino la virtud que conduce a las estrellas.

    Zenodoto Estoico, discípulo de Diógenes, escribió estos otros:

    Tú, Zenón, venerable y cano viejo, modo supiste hallar de contentarte con poco y de dejar locas riquezas. Tú inventaste el decir fuerte y robusto; fundaste sabia y sólida tu secta, de libertad intrépida gran madre. Si es Fenicia tu patria, nada importa; también lo fue de Cadmo, por quien Greciaha podido escribir tanto volumen.

    Y Ateneo, poeta epigramático, dice en común de todos los estoicos lo siguiente:

    ¡Oh muy sabios estoicos, que sobre sacras páginas pusisteis prestantísimos dogmas! Que sólo la virtud es bien del alma; que por ella se libra la vida de los hombres y los pueblos... Contra lo que tenía persuadido a muchísimos hombres una musa, diciendo que el deleite es el último fin de los mortales.

    Y también yo, en mi Miscelánea métrica, canté su muerte de la manera siguiente:

    Cuál de Zenón Citieo fue la muerte, es cuestión indecisa: quieren muchos que de vejez saliese de esta vida; otros, que por privarse de alimento, y otros, que tropezase y que cayese, y dando con la mano un golpe en tierra, dijo: He aquí que vengo voluntario; ¡qué me llamas, oh muerte, qué me llamas! pues hay quien diga que murió de este modo. Esto es lo que se cuenta acerca de su muerte.

      1. Demetrio de Magnesia dice en sus Colombroños que siendo Zenón todavía muchacho, Mnaseo, su padre, yendo a menudo a Atenas, como comerciante que era, le traía muchos libros socráticos. Así, ya en su patria estaba con buenas disposiciones y principios, de manera que pasándose a Atenas se unió a Crates, y

      2. también añade que parece que fue quien puso fin a los errores acerca de las enunciaciones. Dicen también que solía jurar por vida de las alcaparras, así como Sócrates por el perro.
      1. Sin embargo, hay algunos que acusan a Zenón de diferentes cosas, uno de los cuales es Casio Escéptico. Primero, de dar al principio de su República por inútil la disciplina encíclica. Lo segundo, de llamar mutuos enemigos a los contrarios, a los esclavos, a los extranjeros y a todos los que no son buenos y aplicados, haciendo con esto a los padres enemigos de sus hijos; a los hermanos, de sus hermanos; y a los parientes, de sus parientes. Asimismo de que dice en su República que sólo son ciudadanos, amigos, parientes y libres los virtuosos y buenos. Así que para los estoicos, los padres e hijos son enemigos entre sí cuando unos y otros no son sabios. También, que establecía por dogma el que las mujeres fuesen comunes a todos, según quiso Platón en su República. Que en sus

      2. Doscientos no quiere que en las ciudades se construyan templos, tribunales ni gimnasios. Que sobre la moneda escribe así: Se ha de decir que la moneda ni se debe prevenir para cambios ni para viajes; y que también manda que usen un mismo vestido hombres y mujeres, sin ocultar señaladamente parte alguna.
    1. Que hay escrita tal obra suya De la República, lo dice Crisipo en la suya asimismo De la República. También discute del amor al principio del libro titulado Arte de amar. Semejantes cosas escribe también en sus Diatribas. Algunas de dichas cosas se hallan en Casio y en Isiodoro Pergameno, retórico, el cual dice además que Atenodoro estoico, custodio de la Biblioteca de Pérgamo, borró de los libros de los estoicos las opiniones menos buenas que contenían, pero que después todo fue restituido, sobrecogido Atenodoro en el delito y puesto en sumo riesgo. Hasta aquí de los dogmas que se condenaron.

    2. Hubo ocho Zenones. El primero, el eleate, de que más adelante trataremos. El segundo, éste de quien escribimos. El tercero, rodio, historiador de su patria. El cuarto fue historiador que escribió La Historia de Pirro en Italia y Sicilia, y un Epítome de las cosas de los romanos y cartagineses. El quinto fue discípulo de Crisipo, y escribió algunos libros, pero dejó muchos discípulos. El sexto fue médico de la escuela de Herófilo, hombre de mucha inteligencia, pero de poco método al escribir. El séptimo fue gramático, de quien andan, entre otras cosas, algunos epigramas. Y el octavo, sidonio, filósofo epicúreo, ilustre por su juicio y estilo.

      1. Los discípulos de Zenón fueron muchos, pero los más célebres son Perseo Citieo, hijo de Demetrio, el cual fue, según unos, pariente suyo; según otros, su criado, y uno de los que Antígono le había enviado por amanuense, antes ayo de su hijo Alcioneo. De éste se dice

      2. que habiendo querido Antígono experimentarlo, hizo que le anunciasen fingidamente que sus posesiones habían sido devastadas por los enemigos; y como se contristase, le dijo: ¿Ves cómo las riquezas no son cosa indiferente?
      1. Los libros de Zenón son los siguientes: Del reinar, La República de Lacedemonia, Del casamiento, De la impiedad, Tiestes, Del amor, Exhortaciones, Diatribas; cuatro libros de Críos, Comentarios, siete libros acerca de las leyes de Platón. También fueron discípulos suyos Aristón Quío, hijo de Milcíades, que es quien introdujo la indiferencia. Herilo Cartaginés, que puso a la ciencia por fin. Dionisio, que se pasó a la secta voluptuosa; pues padeciendo un vehemente mal de ojos, no podía acomodarse a tener el dolor por cosa indiferente. Efero Bosforiano; Cleantes Asio, hijo de Fanio, el cual lo sucedió en la escuela, y a quien comparaba con las tablillas de cera dura, en que se graba dificultosamente, pero retienen mucho lo grabado. Este Efe

      2. ro oyó también a Clantes después de muerto Zenón; hablaremos de él en la Vida de Cleantes. Hipoboto pone por discípulos de Zenón también a Atenodoro Solense, a Filónides Tebano, a Calipo Corintio, a Posidonio Alejandrino y a Zenón Sidonio. Me propuse tratar en la Vida de Zenón de todos los dogmas de los estoicos en general, por haber sido el fundador de esta secta. Existen de él los muchos libros arriba mencionados, en los cuales habla cual ninguno de los estoicos. Sus dogmas en común son los siguientes; aunque los pondré sumariamente, como acostumbro.
    3. Los estoicos dicen que la Filosofía se divide en tres partes: natural, moral y racional

    o lógica. Así la dividió el primero de todos, Zenón Citio, en el libro Del discurso, y después Crisipo en su libro I Del discurso, y en la primera parte de su Física; Apolodoro Efilo en el libro I de su Introducción a los dogmas; Eudromo en sus Elementos de moral; Diógenes Babilonio y Posidonio. Apolodoro llama lugares a dichas tres partes; Crisipo y Eudromo las llaman especies; los demás, géneros. Comparan la Filosofía con un animal, a saber: la racional, a los huesos y nervios; la moral, a la carne; y la natural o física, al alma. También la comparan a un huevo, esto es, lo exterior es la lógica o racional; lo que le sigue, la moral; y la física o natural, lo del centro. Asimismo, a un campo fecundo, pues las cercas son la lógica; los frutos, la moral, y el terreno o las plantas son la física. Finalmente la comparan a una ciudad amurada y gobernada por la razón.

      1. No prefieren una u otra de estas par-tes, según algunos de ellos escriben, sino que las mezclan y las enseñan unidas. Otros ponen primero la lógica, segundo la física, y tercero la moral: de éstos es Zenón en el libro Del discurso, Crisipo, Arquimedo y Eudemo. Pero Diógenes Tolemaico empieza por la moral; Apolodoro la pone por segunda; y Panecio con Posido

      2. nio comienzan por la física. Así lo dice Fanias, familiar de Posidonio, en el libro I de la obra titulada De las escuelas de Posidonio.
    1. Cleantes hace seis partes, que son: dialéctica, retórica, moral, civil, física y teológica. Otros, como Zenón Tarsense, dicen que éstas no son partes del discurso, sino de la misma Filosofía. Algunos dicen que la parte lógica o racional se divide en dos disciplinas, que son retórica y dialéctica, a las cuales hay quien añade otra especie llamada definitiva, que versa sobre las reglas y juicios. Otros aun dividen esta definitiva, pues de las reglas y juicios toman todavía para hallar la verdad (dirigiendo por ello la diferencia de las ideas), como también para conocerla, puesto que las cosas se comprenden por sus nociones. Que la retórica es el arte de decir bien en discurso dilatado; y la dialéctica el de discutir correctamente por preguntas y respuestas; por lo cual la definen también ciencia de lo verdadero, de lo falso

    y de lo dudoso. Que la retórica misma se divide en tres partes: una es la consultiva, otra la judicial, y otra la encomiástica. La dividen también en invención, elocución, disposición y acción. Que la oración retórica consta de exordio, narración, confutación y epílogo. Que la dialéctica se divide en dos lugares, a saber: en el lugar de las cosas que se significan, y en el de la voz. Que el lugar de las cosas que se significan se divide en lugar de fantasías o imágenes, en lugar de las cosas dimanadas de ellas, expuestas por palabras, por axiomas, y otras perfeccionadas por sí mismas, por predicamentos y semejantes rectos y pasivos, géneros y especies; y en lugar que trata de las oraciones, de los tropos, de los silogismos y de los sofismas nacidos de voces y cosas. De éstos son las proposiciones falsas, las verdaderas y las negativas, los sorites y otros semejantes, los defectuosos, los ambiguos, los concluyentes o terminantes, los ocultos, los comutos, los outidas y los segadores.

    33. Que la dialéctica tiene un lugar propio de la voz misma, según ya dijimos, en el cual se demuestra la voz escrita, y las partes del razonamiento, el solecismo y barbarismo, los poemas, las anfibologías, la dulzura de la voz misma en la música, y aun, en opinión de algunos, sus terminaciones, divisiones y palabras. Dicen que es muy útil la teoría de los silogismos; pues manifiestan lo demostrativo, son muy conducentes para rectificar los dogmas, indican el orden y confirman fuertemente la memoria. Que la oración o razonamiento mismo es un complejo de ilaciones; y el silogismo es un razonamiento puesto en forma, constante de las mismas ilaciones. Que la demostración es un raciocinio que en todas las cosas colige de lo más comprensible lo difícil de comprender. Que la fantasía es una impresión en el ánimo, y toma el nombre propiamente por traslación de las figuras de sellos impresas en cera; pero que hay una fantasía comprensible y otra incomprensible. La comprensible, que dicen es el juicio o criterio de las cosas, es producida por un objeto existente y según en sí, impresa y grabada profundamente. La incomprensible es la que

    o no dimana de objeto existente, o si dimana, no tiene la matriz o molde acomodado a él, ni es su copia.

      1. Que la dialéctica es necesaria, y una virtud especial que contiene otras virtudes. Que el evitar la caída es ciencia que enseña cuándo conviene consentir y cuándo no. Que la circunspección y prudencia es una fuerte razón para lo verosímil, a fin de no ceder fácilmente a ello. Que la irreprensibilidad tiene fuerza en la oración para no dejamos llevar a cosas en contrario. Que la exclusión de la vanidad es un hábito que sujeta la fantasía a la recta razón. Que la ciencia o es una comprensión cierta o un hábito que en la recepción de las fantasías o imágenes no se aparta de la razón. Que el sabio, sin la teoría de la dialéctica, no dejará de errar en el razonamiento; pues por ella se discierne lo

      2. verdadero de lo falso, lo probable de lo dicho anfibológicamente. Que sin ella no hay camino para preguntar y responder, y su ignorancia causa la precipitación que vemos en las enunciaciones y demás operaciones; de manera que todo se vuelve futilidad y desorden en los que no tienen ejercitadas las imaginaciones o fantasías. Que el hombre sin dialéctica no será agudo, serio en el decir, perspicaz ni sabio, ni menos podrá parecerlo; pues de uno mismo es el hablar y pensar correctamente, el discutir de lo que se le propone, y responder a lo que se le pregunta; que estas cosas son propias del hombre práctico en la dialéctica.
    1. Esto es lo que opinaron acerca de la racional o lógica; pero yo pondré también en particular lo perteneciente al arte institutivo de ellos, conforme lo trae Diocles de Magnesia en su Discurso de los filósofos, diciendo: Los estoicos tratan primero de lo perteneciente a la fantasía y al sentido, en cuanto es el criterio con que se conoce

    la verdad de las cosas, el cual es la fantasía misma; y en cuanto el raciocinio acerca del asenso, de la comprensión, y de la inteligencia que precede a todo lo demás, no puede subsistir sin la fantasía. Precede, pues, la fantasía, y luego viene el entendimiento, que enuncia lo que ha recibido de la fantasía, y lo produce por palabras o discurso. Dicen que fantasía y fantasma se diferencian; pues fantasma es visión del entendimiento, como las que tenemos soñando, y fantasía es una impresión que se hace en el alma, a saber, mutación, como explica Crisipo en el libro XII Del alma. No se ha de entender que la impresión es como la de un sello material, pues con éste no pueden hacerse muchas impresiones en una misma cosa, sino que se entiende que fantasía es la impresa, grabada y sellada por quien existe y según existe, como ciertamente no la produciría quien no existe.

      1. Según ellos, unas de estas fantasías son sensibles, y otras no. Son sensibles las que se perciben por el órgano u órganos sensorios; y no sensibles las cosas que sólo se perciben por la muerte, como las incorpóreas y demás, sólo comprensibles por la

      2. razón. Las fantasías sensibles las producen y hacen cosas existentes por semejanza y asenso. De estas fantasías hay también algunas aparentes o manifiestas, como las producidas por objetos existentes. Hay asimismo fantasías racionales, y las hay irracionales. Racionales son las de los animales racionales; irracional es, las de los irracionales. Las racionales son o se llaman pensamientos; las irracionales no tienen nombre. Hay unas artificiales, y otras sin arte; pues de un modo considera una imagen el artífice, y de otro el que no lo es.
    1. Sensibilidad, según los estoicos, se llama un espíritu que, tomando origen de la parte principal, se extiende y llega hasta los sentidos, hasta la percepción que éstos hacen, y hasta los órganos sensorios (de quienes hay algunos débiles); y la operación o acción se llama sensación o sentido. La percepción o comprensión dicen estos filósofos que se hace por la sensación o sentido, como lo blanco y lo negro, lo escabroso y lo liso; y por ilación de raciocinio, como la existencia y providencia de los dioses. Que de las cosas que se entienden, unas se entienden

    por incidencia, otras por semejanza, otras por analogía, otras por metátesis, otras por síntesis y otras por contrariedad. Por incidencia se entienden las cosas sensibles; por semejanza se entienden a causa de otra cosa adyacente, como Sócrates se conoce por su retrato; por analogía se conocen a causa del aumento, como Ticio y Cíclope; y a causa de la disminución, como un pigmeo. También el centro de la tierra se conoce por analogía con otros globos menores. Por metátesis, como considerándonos los ojos puestos en el pecho. Por síntesis se entienden a la manera que entendemos el hipocentauro. Y por contrariedad, como entendemos la muerte. También se entienden algunas cosas por transición como los dichos o palabras, y el lugar. Naturalmente se entiende y conoce lo justo y lo bueno; y por privación, como un manco. Estos soplos dogmas que enseñan acerca de la fantasía, del sentido y de la inteligencia.

      1. Por criterio de la verdad constituyen la comprensión de la fantasía, a saber, la que dimana de objeto existente, como dice Crisipo

      2. en el libro XII de , Antípatro y Apolodoro. Boeto estableció muchos de estos criterios, que son: el entendimiento; el sentido, el deseo y la ciencia; pero Crisipo se aparta de él en el libro I Del discurso, estableciendo por criterios de la verdad el sentido y la prolepsis, o sea anticipación; puesto que la prolepsis es una inteligencia natural de las cosas en común o universalmente. Otros estoicos más antiguos dejaron establecido que la recta razón es el criterio de la verdad; así lo dijo Posidonio en el libro Del criterio.
      1. De la especulación o teoría de la dialéctica muchos opinan unánimemente que toma principio del lugar de la voz. La voz es el aire herido, o bien el mismo sentido del oído, como dice Diógenes a Babilonio en su libro Del arte de la voz. La voz del animal es el aire herido con furia; pero la del hombre es ordenada y sale de la mente, según dice Diógenes, la cual se perfecciona desde el año catorce de edad. Los estoicos dicen que la voz es cuerpo, según

      2. escriben Arquedemo en el libro De la voz, Diógenes, Antípatro y Crisipo en el libro II de su Física; porque todo agente es cuerpo, y la voz es agente, puesto que de los que hablan pasa a los que oyen.
      1. La palabra o dicción según los estoicos es, como dice Diógenes, una voz literata o articulada, como de día: es; pero la oración es voz significativa procedente del entendimiento. El dialecto es la dicción expresa o figurada, sea extraña o sea griega, o bien una dicción o palabra determinada según algún dialecto, como la voz (Vocablo griego que no podemos reproducir) (Thálatta) en dialecto ático, y en el jónico la palabra (Vocablo griego que no podemos reproducir) (hemérec). Los elementos de la dicción son las veinticuatro letras. La letra se denomina de tres modos, a saber: letra, carácter y nombre, como (Vocablo griego que no podemos reproducir) (Alpha). Hay siete letras vocales, que son: (letras griegas que no podemos reproducir de

      2. manera correcta) Mudas hay seis: (letras griegas que no podemos reproducir correctamente).
      1. La voz y la palabra son cosas diversas, pues voz lo es aun cualquier sonido o eco; pero palabra lo es sólo la voz bien articulada. También la palabra se diferencia del razonamiento, pues éste es siempre significativo, y hay palabras que nada significan, como Blitri. No así el discurso o razonamiento. Se diferencian también el decir y el pronunciar, pues se pronuncian las voces; se dicen las cosas que pueden ser dichas. Las partes de la oración son cinco (como dice Diógenes en el libro De la voz, y Crisipo): nombre, apelación, verbo, conjunción y artículo. Antípatro, en sus libros De las dicciones y cosas que se dicen, añade otra parte que llama media. La apelación es, según Diógenes, una parte de la oración que significa cualidad común, como: hombre, caballo. El nombre es una parte de la oración que expresa cualidad propia o peculiar,

      2. como: Diógenes, Sócrates. El verbo es una parte de la oración que significa un predicado simple, como: Diógenes, o como quieren algunos: elemento de la oración, sin casos, que significa alguna cosa compuesta o coordinada de uno o de muchos, como: escribo, digo. La conjunción es una parte de la oración, sin casos, que une las otras partes de la oración. Y el artículo es un elemento o parte de la oración, con casos, que distingue los géneros y números de los nombres, como: (Artículos griegos que no podemos reproducir); él, la, lo, los, las.
    1. Las dotes de la oración son cinco: helenismo, evidencia, brevedad, congruencia y artificio. El helenismo o grecismo es la locución

    o frase correcta según arte, nada común o vulgar. La evidencia es cuando decimos claramente lo que sentimos. La brevedad es cuando sólo decimos lo necesario para que se entienda la cosa de que tratamos. La congruencia es la dicción acomodada y propia al asunto. Y el artificio es la dicción u oración que evita el idiotismo. Entre los vicios de la oración, el barbarismo es cuando se habla contra la costumbre de los griegos elegantes. El solecismo es la locución incongruentemente construida y dispuesta.

    1. El poema es, como dice Posidonio en su Introducción a la locución, una oración o especie de decir atado a cierta medida o número y diferente de la prosa, como estas expresiones atadas en número: la gran tierra; el éter de Júpiter. La poesía es el poema significativo que encierra la imitación de cosas divinas y humanas.

    2. La definición es, como dice Antípatro en el libro I De las definiciones, una oración que se produce o enuncia perfectamente por resolución; o bien, según Crisipo en el libro De las definiciones, es una respuesta. La descripción es una oración que conduce figuradamente a las cosas, o es otra definición que explica más sencillamente la fuerza de una definición. El

    género es colección de muchas operaciones del entendimiento, o nociones intelectuales, inseparables, o que no pueden quitarse, como: animal, el cual comprende en particular todos los animales. Operación del entendimiento es un fantasma intelectual, que ni es ente ni cualidad, pero es como si existiera o fuera cualidad; como: la representación de un caballo que no está presente. Especie es la comprendida bajo del género, como: hombre, que está comprendido bajo del género animal. Primer género es aquel que siendo género no tiene género alguno particular y determinado, como: ente. Primera especie es aquella que siendo especie no tiene otras, como: Sócrates. La división del género es su separación en sus especies próximas, como: de los animales, unos son racionales y otros irracionales. La antidivisión es la partición del género en especies hecha en contrario y como negativamente, por ejemplo: de los entes, unos son buenos, otros no buenos. La subdivisión es una división después de otra, como: de los entes, unos son buenos, otros no buenos; de los no buenos, unos son malos. otros indiferentes. La partición es la coordinación del género en lugares, según escribe Crinis, como: de los bienes. unos son del alma, otros del cuerpo.

    1. Anfibología es cuando una palabra o frase significa dos o más cosas, elegante y propiamente, y en una nación misma, de manera que juntamente se puedan unir muchos significados en una frase, como cuando decimos (Vocablos griegos que no podemos reproducir) (auletris péptoce) entienden los griegos por ella no sólo la casa cayó tres veces, sino también la tocadora de flauta cayó.

    2. La dialéctica es, como dice Posidonio, ciencia de cosas verdaderas, falsas y neutras. Según Crisipo, trata acerca de los significantes y significados. Así lo dicen los estoicos en su Teoría de la voz. En el lugar que llaman de las cosas y significados, ponen el Tratado De las dicciones, De las cosas perfectas en sí mismas,

    De los axiomas y De los silogismos; como también hablan allí de los defectivos, de los predicamentos, de los rectos y de los supinos. Dicen los estoicos que palabra o dicción es la que subsiste según la fantasía o imaginación racional. Que de estas dicciones o palabras, algunas son perfectas en sí mismas; otras, defectuosas. Son defectuosas las que tienen enunciación imperfecta, como: escribe; pues preguntamos quién escribe. Perfectas en sí mismas son las que tienen entera y cabal enunciación, como: escribe Sócrates. Así en las locuciones defectuosas se ponen los predicamentos; y en las perfectas en sí mismas, los axiomas, los silogismos, las interrogaciones y las cuestiones. Predicamento es lo que se enuncia de alguno o la cosa compuesta de alguno o algunos, como dicen los estoicos por boca de Apolodoro; o bien, una locución defectuosa construida en caso recto para generación del axioma.

    1. De los predicamentos, unos son congruentes o congruencias, como navegar por escollos. Otros predicamentos son rectos, otros supinos, otros neutros. Rectos son los construidos por uno de los casos oblicuos para generación del predicamento, como: oye, ve, disputa. Supinos son los construidos por partícula pasiva, como: soy oído; soy visto. Los neutros son los que no tienen uno ni otro, como: saber, pasear. Los recíprocos en acción y pasión son los que están en los supinos, no siéndolo ellos. Las eficacias, o sea virtudes efectivas, son, por ejemplo: es rasurado; pues el que lo es se comprende o abraza él mismo. Los casos oblicuos son genitivo, dativo y acusativo.

      1. Axioma es la expresión verdadera o falsa; o la cosa perfecta en sí misma, y enunciable por sí misma. Así lo dice Crisipo en sus Definiciones dialécticas con estas palabras: Axioma es lo que se puede afirmar o negar en sí mismo, como: de día es; Dión pasea. Se llama (Vocablo grie

      2. go que no podemos reproducir) (axioma), porque o se le admite y da asenso, o se reprueba; pues quien dice de día es, tiene por cierto que es de día; luego si es de día, es verdadero su propuesto axioma; si no, falso. Son cosas diferentes el axioma, la interrogación, el cuesito a cuestión; el imperativo, imprecativo, el blasfemativo, el hipotético, el apelativo y la cosa semejante al axioma. Axioma, pues, es lo que enunciamos de palabra; lo cual es verdadero o falso. Interrogación es cosa perfecta en sí misma, como el axioma; pero pide respuesta, como: ¿no es de día? Esto ni es verdadero ni falso; de modo que este pronunciado de día es, es un axioma; pero ¿no es de día? es interrogación. Cuesito o cuestión es cosa a que no podemos responder conjeturalmente, como en la interrogación que decimos sí; sino decir, por ejemplo: habita en este lugar.
    2. El imperativo es cuando mandamos verbalmente alguna cosa, por ejemplo:

    Vete tú del Inaco a las corrientes.

    Apelativo es una cosa que, si alguno la dice, apela o llama, por ejemplo:

    Agamenón Atrida, gloriosísimo rey de muchos hombres.

    Cosa semejante al axioma es aquella que, teniendo ilación axiomática, por la redundancia

    o pasión de alguna partícula, cae fuera del género de los axiomas, como:

    ¡El Partenón es bello! Semejante a los priámidas es este boyero.

    Hay cosa dudosa o cuestionable diversa del axioma, de la cual duda uno si la dice, como: ¿no son de un mismo género el dolor y la vida? No son verdaderas ni falsas las interrogaciones, las cuestiones y cosas afines o semejantes a éstas, puesto que los axiomas, o son verdaderos o falsos.

      1. De los axiomas, unos son simples y otros no simples, como dicen Crisipo, Arquedemo, Atenodoro, Antípatro y Crinis. Son simples los que constan de una o de muchas expresiones no ambiguas, como: de día es. No simples son los que constan de una o de muchas expresiones ambiguas: de una expresión ambigua, por ejemplo: si es de día; de muchas: si es de día hay luz. En los axiomas o expresiones simples se incluyen el enunciativo y el negativo; el privativo y predicativo; el definitivo y el indefinito. En los no simples van el conexo y el anexo; el conjunto y el separado; el causal y el que manifiesta lo más y el que lo menos. El negativo es cuando decimos: no es de día. De estos hay una especie llamada axiomas sobre-negativos, los cuales vienen a ser negativos de negativos, como quien dice: no es, no, de día, el cual pone que es de día. Axioma negativo es el que consta de una partícula negativa y de predicado, por ejemplo: nadie pasea. Privativo es el que consta de partícula privativa y de cosa

      2. que tenga fuerza de axioma, como: éste no es amigo de los hombres. El predicativo es el que consta de caso recto y de predicado, por ejemplo: Dión pasea. El definito o expreso es el que consta de caso recto demostrativo y de predicado, como: este pasea. Indefinito es el que consta de partícula o partículas indefinitas, por ejemplo: uno pasea; aquel se mueve.
      1. De los axiomas no simples es conexo (como dice Crisipo en sus Dialécticos, y Diógenes en su Arte dialéctica) el que consta de la conjunción conjuntiva sí. Esta conjunción denota que al antecedente le sigue el consiguiente, por ejemplo: si es de día hay luz. El axioma anexo es, como dice Crinis en su Arte dialéctica, el unido por la conjunción por cuanto, que empieza por axioma y termina por axioma, como: por cuanto es de día, hay luz; en esta conjunción se anuncia que lo segundo se sigue a lo primero, y lo primero subsiste. El axioma conjunto es el unido por algunas conjunciones

      2. copulativas o unitivas, por ejemplo: es de día y hay luz. El separado es aquel a quien separa la conjunción o, como: o es de día o es de noche. Esta conjunción anuncia que uno de los dos axiomas o expresiones es falso. El axioma causal es el copulado por el adverbio porque, por ejemplo: porque es de día hay luz; pues el primero es como causa del segundo. El axioma que manifiesta lo más es el que se compone o copula por el adverbio más o antes, el cual se pone entre las partes del mismo axioma, como: antes o más es de día que de noche. El axioma que manifiesta lo menos es el contrario al precedente, por ejemplo: menos o antes es de noche que de día.
    1. Además, entre los axiomas, los que son según verdad o falsedad son opuestos entre sí, y uno es negativo del otro, por ejemplo: de día es, y de día no es. El axioma conjunto o conexo es verdadero o según la verdad cuando su terminante o término segundo es opuesto al

    antecedente, por ejemplo: si es de día hay luz; esto es verdadero; pues el no luz contrapuesto al terminante repugna al antecedente de día es. Y será falso o según falsedad el axioma conjunto cuando su terminante opuesto no repugna al antecedente, como: si es de día, Dión pasea; pues Dión no pasea no repugna al de día es. El anexo verdadero es el que, comenzando de lo verdadero, termina en el consecuente, por ejemplo: por cuanto es de noche, está el sol sobre la tierra. El falso es el que comienza de lo falso, o no termina en el consecuente, como: por cuanto es de noche, Dión pasea, si esto se dice siendo de día. El causal verdadero es el que, comenzando de lo verdadero, termina en el consecuente, pero no tiene el principio consiguiente al terminante, por ejemplo: porque es de día hay luz; pues al de día es se sigue él hay luz, mas al hay luz no se sigue luego de día es. El causal falso es el que, o comienza de lo falso,

    o no termina en el consecuente, o tiene un antecedente no relativo al terminante, como: por cuanto es de noche, Dión pasea.

    1. Axioma probable es el que induce a la aprobación, como: si la hembra ha parido algo, madre de ello es. No obstante, esto es falso; pues el ave no es madre del huevo. Hay también axiomas posibles e imposibles, necesarios y no necesarios. Es posible lo que puede admitirse como verdadero, sin cosas externas que le impidan serlo, por ejemplo: vive Diocles. Imposible es lo que no puede admitirse como verdadero, como: la tierra vuela. Necesario es aquello que, siendo verdadero, no es admisible como falso, o bien es admisible como falso, pero las circunstancias externas repugnan a lo que sea, por ejemplo: la virtud es útil. No necesario es lo que es verdadero y puede ser falso no estorbándolo las circunstancias, como: pasea Dión. El axioma verosímil es el que tiene muchos argumentos o señas de ser verdadero, por ejemplo: viviremos mañana.

    2. Existen otras diferencias y mutaciones de axiomas cuyas incidencias, de verdaderos los vuelven falsos y opuestos, de los cuales hablaremos largamente. Raciocinio, según hallamos en los escritos de Crinis, es el que consta de un lema o de muchos, de la prolepsis y de la conclusión, como este: Si es de día hay luz; aquí, es de día; luego hay luz. El si es de día hay luz es el lema; aquí, es de día, la prolepsis; y luego hay luz, la conclusión. El tropo o modo es como figura de raciocinio, por ejemplo: Si existe A, también B; aquí, existe lo primero; luego también lo segundo. El logotropo es el que consta de ambas cosas, como: Si vive Platón, respira Platón; es cierto lo primero; luego también lo segundo. El logotropo se introdujo en las composiciones de raciocinios largos, para no usar de prolepsis cuando era larga, ni poner conclusión, sino inferir brevemente en esta forma: Existe A; luego también B.

    3. De los raciocinios, unos no tienen salida, y otros sí. No la tienen aquellos de quienes el opuesto de la conclusión repugna a la conexión de los lemas, como estos: Si es de día hay luz; aquí, hay luz; luego Dión pasea. De los raciocinios que tienen salida, unos se dicen homónimos a su mismo género, a saber, que tienen salida; otros se llaman silogísticos. Son silogísticos los que o no son demostrables o conducen a cosas que no lo son, según uno o muchos temas, como estos: Si pasea Dión; luego se mueve Dión. Los que no tienen salida son en especial los que concluyen o infieren no silogísticamente, como estos: Es falso de día es, y de noche es; aquí es de día; luego no es de noche. Los raciocinios sin forma silogística son los afines o próximos probablemente a los silogísticos; pero no concluyen, como: Si Dión es caballo, es animal Dión; no es caballo Dión; luego Dión no es animal.

    4. También de los raciocinios o argumentos, unos son verdaderos y otros falsos. Son verdaderos los que se infieren de cosas verdaderas, por ejemplo: Si la virtud aprovecha, el vicio daña. Son falsos los que tienen falsedad en sus lemas o premisas, o que no son concluyentes, como: Si es de día, luz hay; aquí es de día; luego Dión vive. Hay, asimismo, argumentos o raciocinios posibles e imposibles, necesarios y no necesarios. También los hay indemostrados, llamados así porque no necesitan demostración. Se hallan muchos de estos en otros autores; pero Crisipo sólo trae cinco, por los cuales se forma todo tipo de argumentos, y se reciben en los concluyentes, en los silogísticos y en los modales. El primer indemostrado es aquel por el cual del conjunto y antecedente se compone todo argumento, y de quien toma principio algún conjunto, y algún terminante concluyente, por ejemplo: Si A, también B; aquí A; luego también B. El segundo indemostrado es el que, por medio del conjunto y opuesto del

    terminante, tiene el opuesto del antecedente por conclusión, como: Si es de día, hay luz; aquí es de noche; luego no es de día. Aquí se hace la prolepsis del opuesto terminante, y la conclusión del opuesto antecedente. El tercer indemostrado es el que, por medio de un complejo negativo y de una parte contenida en el complejo, infiere y concluye lo opuesto de lo demás, por ejemplo: No es muerto Platón; y Platón vive; aquí Platón es muerto; luego no vive Platón. El cuarto indemostrado es el que, por medio de proposición disyuntiva o una parte inclusa en ella, tiene por conclusión lo opuesto de lo demás, como: O es lo primero o lo segundo; aquí, es lo primero; luego no lo segundo. El quinto indemostrado es aquel en que todo argumento se compone de un disyuntivo y de una parte opuesta contenida en el disyuntivo, de lo cual infiere lo demás, como: O es de día o es de noche; no es de noche; luego es de día.

    57. Según los estoicos, de lo verdadero se sigue cosa verdadera, por ejemplo: De día es; luego hay luz. De lo falso se sigue cosa falsa, como si se dice falsamente de noche es, será también falso tinieblas hay. De lo falso se sigue lo verdadero, por ejemplo: Vuela la tierra; luego hay tierra. Pero de lo verdadero no se sigue lo falso, pues de hay tierra, no se sigue vuela la tierra.

    ZENÓN

    58 También hay algunas argucias capciosas, cubiertas, escondidas, sorites, cornutas y utidas. Las cubiertas son en esta forma: ¿No es cierto que dos son pocos?, ¿no lo son también tres?, ¿y no es cierto que si estos son pocos, lo serán igualmente cuatro, ocho y hasta diez? Sí; porque si dos son pocos, también lo son diez. El utides es una argucia conyuctiva compuesta de indefinito y definito, que tiene prolepsis y conclusión, como: Si alguno está aquí, no está en Rodas.

    1. Éstas son las opiniones de los estoicos acerca de la lógica; y son principalmente de la opinión que el dialéctico es siempre sabio, puesto que todas las cosas se disciernen por la especulación de las razones, tanto en orden a la Física como a la Moral. Así que al lógico pertenece averiguar la rectitud de los nombres, sin embargo, no es de su inspección indagar la causa por la que las leyes establecieron esta rectitud en las cosas. Siendo dos las facultades ordinarias que acompañan a la virtud, una observa qué cosa sea cada ente, y la otra cómo se llame. En esta forma hablan de la lógica.

      1. La parte moral de la Filosofía la dividen en varias partes, a saber: De los apetitos o deseos, De los bienes y males, De las pasiones, De la virtud, Del fin, Del principal aprecio de las cosas, De las acciones, De los oficios, De las exhortaciones y disuasiones. Ésta es la subdivisión que de la Moral hacen Crisipo, Arquedemo, Zenón de Tarso, Apolodoro, Diógenes,

      2. Antípatro y Posidonio; pues Zenón Citieo y Cleantes, como más antiguos, trataron estas cosas con más simplicidad y solidez. Éstos dividieron la Filosofía en lógica y física. Dicen que la primera inclinación del animal es conservarse a sí mismo, por dote que la Naturaleza le ha comunicado desde el principio, según escribe Crisipo en el libro I De los fines, diciendo que la primera inclinación de todo animal es su constitución y conocimiento propio, pues no es verosímil que el animal enajenara esta inclinación, o bien hiciera de modo que ni la enajenara ni la conservara. Sólo falta que digamos que la retuvo amigablemente consigo, y por esto repele las cosas nocivas y admite las sociables.
      1. Lo que dicen algunos que la primera inclinación y apetito de los animales es hacia el deleite, lo demuestran como falso, porque si es cierto que hay en ella tal deleite, dicen que es accesorio, puesto que la Naturaleza lo buscó

      2. después por sí misma y adoptó lo que a su constitución se adaptaba, al modo que se alegran los animales, y las plantas entallecen y prosperan. Dicen que la Naturaleza no puso diferencia alguna entre las plantas y animales, disponiendo de ellos sin movimiento del deseo y sentido, y que en nosotros se producen algunas cosas al modo que en las plantas. Sobreviniendo a los animales como cosa superabundante la inclinación o apetito, usando del cual emprenden lo que quieren, se les acomoda a la naturaleza lo concerniente al apetito mismo. Que a los racionales les ha sido dada la razón como principio más perfecto, a fin de que viviendo según ella sea conforme a la naturaleza, pues la razón es la directriz y artífice de los apetitos.
      1. Por lo cual, Zenón fue el primero que, en el libro De la naturaleza del hombre, dice que el fin es vivir conforme a la naturaleza, que quiere decir vivir según la virtud, puesto que la

      2. naturaleza nos conduce a ella. Lo mismo dicen Cleantes en el libro Del deleite, y Posidonio y Hecatón en sus libros De los fines. Asimismo, que vivir según la virtud es lo mismo que vivir según la experiencia de las cosas acaecidas conforme a la naturaleza, como dice Crisipo en el libro I De los fines, pues nuestra naturaleza es una parte de la naturaleza universal. Así el fin viene a ser el vivir conforme a la naturaleza, que es según la virtud propia y la de todos, no haciendo nada de lo que suele prohibir la ley común, que es la recta razón a todos extendida, aun al mismo Júpiter, director y administrador de todo lo creado. Que esto mismo es la virtud del hombre feliz y su feliz curso de vida, puesto que todas las cosas se hacen por el concepto y armonía del genio propio de cada uno, según la voluntad del director del universo.
      1. Diógenes dice abiertamente que el fin es obedecer absolutamente a la razón en la elección de las cosas conformes a la naturaleza. Y

      2. Arquedemo, que es vivir prestando todos los oficios. Y Crisipo, por naturaleza entiende aquella con quien debe conformarse la vida, esto es, la común; y en propiedad, la humana. Pero Cleantes sólo admite la naturaleza común para ser seguida, no la particular. Que la virtud es una disposición del ánimo conforme a razón y elegible por sí mismo, no por algún miedo o esperanza, o por algún bien externo, sino que en ella se encierra la felicidad, como que está en el alma para la igualdad y tranquilidad de la vida. Que el animal racional se pervierte unas veces por los halagos de cosas externas, y otras veces por las persuasiones de sus familiares, pues los movimientos que da la naturaleza no son torcidos.
    2. Que la virtud es una perfección común a todos, como la perfección de una estatua. Una es visible, como la salud; otra, visible o especulativa, como la prudencia. Y Hecatón dice en el libro I De las virtudes que éstas son científicas,

    tanto las especulativas, que constan de teoremas o especulaciones, como la prudencia y la justicia; así como las no especulativas, observadas sólo en su extensión (aunque del mismo modo que las que constan de especulaciones, como la santidad y robustez), pues a la templanza o sobriedad considerada como fundamento se sigue y se extiende la sanidad, así como la firmeza a una bóveda después de concluida o cerrada. Se llaman no especulativas porque carecen de motivos para ser especuladas, son accesorias y las tiene también un ignorante, como la salud y la robustez. Las señales de que la virtud es estable son, como dice Posidonio en el libro I de su Razonamiento moral, los progresos de Sócrates, Diógenes y Antístenes, pero que también permanece el vicio para oponerse a la virtud. Que la virtud es enseñable, lo dicen Crisipo en el libro I Del fin, Cleantes, Posidonio en sus Exhortaciones, y Hecatón. Además, que esto consta que vuelve buenos a los malos.

      1. Panecio establece dos tipos de virtud: teórica y práctica; otros ponen tres: racional, natural y moral; Posidonio, cuatro; Cleantes Crisipo y Antípatro, muchas; y finalmente, Apolófanes reconoce una sola virtud, que es la prudencia. De las virtudes, unas son primeras y otras súbditas de ellas. Las primeras son: prudencia, fortaleza, justicia y templanza; y especies de éstas la magnanimidad, la continencia, la paciencia, la diligencia y el consejo. La prudencia es ciencia de lo malo, de lo bueno y de lo neutro o indiferente. La justicia es ciencia de las cosas elegibles, evitables y neutras. La magnanimidad es ciencia o hábito que hace las cosas más grandes y excelsas de lo que regularmente son, ya sean leves o graves. La continencia es una disposición del ánimo, firme e invariable acerca de las cosas ejecutadas por la recta razón, o bien un hábito invencible a los deleites. La paciencia o tolerancia es la ciencia o hábito de aquellas cosas a quienes o se ha de resistir, o no se ha de resistir, o portarse con indiferencia.

      2. La agudeza de mente, o diligencia, es el hábito de hallar en breve lo que convenga. Y el consejo es la ciencia de considerar maduramente lo que hemos de ejecutar, y el modo de ejecutarlo para que sea conveniente.
    1. Junto a esto también tenemos a los primeros vicios, y sujetos a ellos: los primeros son la imprudencia, la cobardía, la injusticia, la intemperancia; y los sujetos a estos, son la incontinencia, la torpeza de mente y el mal consejo. En una palabra, es vicio la ignorancia de todas las cosas que es virtud saberlas. El bien en común es lo útil, y en particular o propiedad

    o es la misma utilidad, o no ajeno de ella. Y así, la virtud, y el bien, su partícipe, se llaman triples en esta forma: bien ex qua, por ejemplo: el acto o práctica de la virtud; y bien á qua, por ejemplo: el diligente partícipe de la virtud. De otro modo definen el bien en propiedad, diciendo que es lo perfecto según la naturaleza del racional o cuasi racional. Que la virtud es tal, que los participantes de ella son virtuosos, ya sean los sujetos buenos, o las acciones u operaciones mismas. Sus secuelas o frutos son el regocijo, la alegría y semejantes. Lo mismo es en los vicios, como la imprudencia, la cobardía, la injusticia y semejantes, pues vicioso es cuanto participa del vicio, sean operaciones o sean hombres viciados. Las secuelas y frutos de los vicios son la tristeza, la aflicción y semejantes.

      1. Respecto a los bienes, unos son del alma, otros externos y otros ni del alma ni externos. Los del alma son las virtudes y las operaciones producentes de ellas. Los externos son tener una patria ilustre, un fiel amigo y felicidad en todo. Y los bienes que ni son del alma ni externos, son el ser uno para sí mismo y bueno y feliz. Igualmente los vicios: unos son del alma, a saber, los vicios mismos y su práctica; otros externos, como tener una patria oscura; un amigo imprudente, y semejantes infelicida

      2. des; y otros ni externos ni del alma, como el ser malo e infeliz para sí mismo.
    1. Los bienes son finales, eficaces, y finales y eficaces. Un amigo y las felicidades que de él nos vienen son bienes eficaces; la satisfacción propia, la prudencia, la libertad, el divertimiento, la alegría, el sosiego y todo acto virtuoso son bienes finales. También hay, como se ha dicho, bienes eficaces y finales, pues en cuanto perfeccionan la felicidad son bienes eficaces, y en cuanto la completan haciéndose parte de ella son finales. De la misma manera los males, unos son finales, otros eficaces, y otros ambiguos, o bien finales y eficaces. Un enemigo y los daños provenidos de él son males eficaces o efectivos; la estupidez, la bajeza, la esclavitud, el no divertirse, la tristeza, la aflicción y todos los actos viciosos son males finales. Y los males ambiguos, o sea eficaces y finales, en cuanto consuman la infelicidad son eficaces, y en cuanto la aumentan como parte son finales.

    2. En cuanto a los bienes del alma, unos son hábitos, otras disposiciones, y otros ni hábitos ni disposiciones. Las disposiciones son las virtudes; los hábitos son los deseos, y los que no son hábitos ni disposiciones son las operaciones. Comúnmente, de los bienes, algunos son mixtos, como la fecundidad de prole y la buena vejez. La ciencia es un bien sencillo. Bienes siempre presentes son las virtudes; no siempre presentes, la alegría, el paseo. Dicen que todo bien es conducente, oportuno, provechoso, útil, comodísimo, honesto, auxiliativo, deseable y justo. Es conducente, porque trae cosas que nos ayudan. Oportuno, porque nos contiene en lo debido. Provechoso, porque satisface excesivamente los gastos de su adquisición. Útil, porque nos deja la utilidad de su uso comodísimo, y nos produce utilidad laudable. Honesto, porque permite un uso moderado de sí mismo. Auxiliativo, porque es tal que auxilia. Deseable, porque es tal que con mucha razón lo elegimos y crea las sociedades.

    3. Llaman también a lo honesto un bien perfecto, porque tiene por naturaleza todo cuanto se desea y es perfectamente moderado. Ponen cuatro especies de bien honesto: la justicia, la fortaleza, la modestia y la ciencia, con las cuales se perfeccionan todas las acciones honestas. Análogamente a esto, dividen también lo torpe en cuatro especies: la injusticia, la cobardía, la inmodestia y la ignorancia. Se llama simplemente honesto, porque a los que lo poseen los hace dignos de alabanza; porque es creado para operar por sí mismo, y porque añade honra cuando decimos que sólo el sabio es un bien honesto.

    4. Dicen que sólo lo honesto es bueno; así lo escriben Hecatón en el libro III De los bienes, y Crisipo en los libros De lo honesto. Que esto es la virtud y lo que de ella participa, a lo cual se le iguala aquello de que todo lo que es bueno es también honesto. Que honesto y bueno valen lo mismo, puesto que aquel es igual a

    éste, y quien es bueno es honesto: es honesto, luego es bueno. Son de la opinión que todos los bienes son iguales; que todo bien debe desearse en sumo grado, y que no admite aumento ni disminución. Dicen que de los entes, unos son buenos, otros malos y otros neutros. Que son entes buenos las virtudes, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y restantes; y son entes malos los opuestos a éstos, como la imprudencia, injusticia, etc. Y son neutros los que ni aprovechan ni dañan, como la vida, la salud, el deleite, la belleza, la fuerza, la riqueza, la gloria, la nobleza; y los opuestos, como son la muerte, la enfermedad, las molestias, la fealdad, las pocas fuerzas, la pobreza, el poco nombre, la innobilidad y semejantes. Así lo dice Hecatón en el libro VII Del fin; Apolodoro en su Moral, y Crisipo; pues estas cosas no son buenas, sino indiferentes, producidas según su especie. Y así como es propio del calor el calentar y no el enfriar, así lo es del bien el aprovechar, no el dañar. Las riquezas y la salud no son más provechosas que dañosas, luego ni las riquezas ni la salud son bienes. Más: aquello de que se puede usar bien y mal no es bueno; de las riquezas y salud puede usarse bien y mal, luego las riquezas y la salud no son bienes. No obstante, esto, Posidonio dice que lo son.

      1. No consideran al deleite un bien, como es de ver en Hecatón, libro XIX De los bienes, y Crisipo en los libros Del deleite; pues hay deleites torpes, y el bien nada tiene de torpe. Dicen que el aprovechar es moverse o estarse quieto según la virtud, y el dañar es moverse o estarse quieto según el vicio. Que las cosas indiferentes son de dos clases: una es de las que no conducen a la felicidad ni a la infelicidad, como las riquezas, la salud, las fuerzas, la gloria y semejantes, pues sin ellas acontece ser feliz, y su uso puede causar felicidad o infelicidad. La otra clase de cosas indiferentes es la de aquellas que ni mueven el apetito ni la aversión, como tener los cabellos pares o impares, o alargar un

      2. dedo o contraerlo. No así los indiferentes primeros antes referidos, pues aquellos pueden mover el apetito y la aversión. Así que, de las cosas indiferentes, unas son elegibles y otras igualmente elegibles o evitables.
    1. De las cosas indiferentes, a unas llaman probables o preferibles, y a otras reprobables. Las probables son las importantes y recomendables; reprobables son las que nada importan. Esta recomendación o importancia la dividen diciendo que una es la que conduce a una vida conforme a todo bien; otra, cierta fuerza media, o que da el uso conducente a una vida conforme a la naturaleza, que es tanto como decir el uso que las riquezas y sanidad prestan para vivir según la naturaleza. Y la otra recomendación es la retribución o recompensa de la aprobación que le da el experimentado en las cosas, que es tanto como decir: trocar trigo por cebada, dando un mulo encima.

    2. Dicen que las cosas preferibles que tienen estimación respecto al alma son: el ingenio, el arte, el aprovechamiento y semejantes; y respecto al cuerpo son: la vida, la santidad, la fuerza, la buena habitud, la integridad, la belleza; y respecto a las cosas internas, las riquezas, la nobleza y semejantes. Y de las cosas reprobables, las pertenecientes al alma son la estupidez, la ineptitud y semejantes; las pertenecientes al cuerpo son la muerte, las enfermedades, la debilidad, el mal hábito, la mutilación, la fealdad y otras así; y las externas son la pobreza, la oscuridad, la innobilidad y demás de esta clase, las cuales, como neutras, ni son probables ni reprobables.

      1. Asimismo, de estas cosas probables o preferibles, unas lo son por sí mismas, otras lo son por otras, y otras, por sí mismas y por otras. Las probables por sí mismas son: el ingenio, el aprovechamiento y semejantes; las por otras son: la riqueza, la nobleza y semejantes; y

      2. las por sí mismas y por otras: el valor, la integridad de sentidos y la de miembros. Se llaman por sí mismas porque son conformes a la naturaleza; y se llaman por otras, porque producen no pocas utilidades. Lo mismo es acerca de las cosas reprobables.
      1. Dicen igualmente que oficio es aquel de quien, ya hecho o prestado, puede darse buena razón, como la cosa consiguiente y de servicio a la vida; lo cual se extiende a las plantas y a los animales, pues también en éstos se advierten oficios. Zenón fue el primero que dio al oficio el nombre de eathecon, llamándolo así porque va o se presta a muchos, y es un efecto propio de disposiciones naturales, pues de las cosas ejecutadas según el apetito, unas son oficios, otras contrarias a ellos. Que aquellas cosas son oficios que la razón quiere que se presten, como es honrar a los padres, los hermanos, la patria, y ser diligente con los amigos. Cosas contrarias a los oficios son las que la razón di

      2. suade, como sería no cuidar de los padres ni de los hermanos, no favorecer a los amigos, menospreciar la patria, y semejantes. Las cosas que la razón ni las aconseja ni las disuade no son oficios ni contrarias a ellos, como: quitar una pajuela, tener la pluma, la almohaza y cosas semejantes.
    3. Existen oficios sin urgencia precisa, y otros con ella. Los no urgentes son: cuidar de la salud, de los órganos de los sentidos, y cosas semejantes. Los urgentes son: mutilarse a sí mismo y arrojar su hacienda. De la misma manera se entienden las cosas contrarias a los oficios. Algunos oficios son continuos y otros no. Oficio continuo es vivir virtuosamente; no continuo es el preguntar, responder, pasear, y semejantes. Lo mismo se entiende acerca de cosas contrarias a los oficios. Hay también oficio en las cosas medias o medianas, por ejemplo: obedecer a los pedagogos o maestros.

      1. Dicen que el alma contiene ocho partes, que son: los cinco sentidos, el órgano de la voz, el órgano del pensar, que es la mente misma, y la virtud generativa. Que de las cosas falsas sobreviene perversión en la mente, y de ella brotan muchas pasiones o perturbaciones y motivos de inconstancia. Según Zenón, la perturbación o pasión es un movimiento del alma, irracional y contra naturaleza; o bien Un ímpetu exorbitante. Según Hecatón en el libro II De las pasiones, y Zenón en su libro del mismo asunto, hay cuatro géneros de pasiones supremas, que son: el dolor, el temor, la concupiscencia y el deleite. Son de la opinión que las perturbaciones o pasiones son también juicios o discernimientos, como dice Crisipo en su libro De las pasiones, pues la avaricia es un juicio o estimación de que el dinero es cosa buena y honesta; lo mismo es de la embriaguez, de la incontinencia y otras. Que el dolor es una contracción irracional del ánimo. Sus especies son la misericordia, la envidia, la emulación, los

      2. celos, la angustia, la turbación, la tristeza, la pena y la confusión. Que la misericordia es un dolor acerca del que padece males sin merecerlo; la envidia, un dolor de los bienes ajenos; la emulación, un dolor de que goce otro lo que uno deseaba; los celos son un dolor de que alcance otro lo que uno también tiene; la angustia es un dolor que agrava; la turbación, un dolor que estrecha y pone dificultades; la tristeza, un dolor que nos queda o se aumenta de los diálogos o argumentos interiores que nos hacemos; la pena es un dolor laborioso; la confusión es un dolor irracional, aflictivo y que prohíbe considerar las cosas presentes.
    4. También dicen que el temor es la previsión del mal que amenaza. Se refieren al temor: el miedo, la incertidumbre, la vergüenza, el terror, el tumulto, la agonía. El miedo es un temor que ata y pone trepidación; la vergüenza es un temor de la ignominia; la incertidumbre es un temor de las operaciones futuras; el terror

    es un miedo causado por alguna imaginación extraordinaria; el tumulto es un temor junto con apresuramiento de voces, y la agonía es el temor de una cosa incierta. La concupiscencia es un apetito irracional. Se ordenan a él la indigencia, el odio, la contienda, la ira, el amor, el rencor, la furia. La indigencia es una concupiscencia de lo que no tenemos y como separada de ello, pero a ello inútilmente extendida y alargada. El odio es una concupiscencia y deseo de que alguien sufra un mal, pero con algún provecho y aumento propio. La contienda es una concupiscencia y deseo acerca de las sectas u opiniones. La ira es concupiscencia y deseo de que sea castigado aquel que parece que ha obrado injustamente. El amor es una concupiscencia ajena del hombre serio, pues es un cuidado de conciliarse la voluntad de una belleza aparente. El rencor es una ira inveterada y llena de odio, que espera la ocasión de vengarse, lo cual se declara por estos versos:

    Una bilis de un día se digiere; mas no un viejo rencor si el fin no logra.

    Y la fuerza o furia es una ira incipiente o que comienza.

      1. El deleite es un movimiento irracional del ánimo acerca de lo que parece apetecible. Contiene bajo de sí la delectación o halago, el gozo del mal ajeno, el divertimiento y la disolución. El halago o delectación es un gusto que capta el oído. El gozo del mal ajeno es deleitarse en el alma de otro. El divertimiento (como si dijéramos pervertimiento), es una inclinación del ánimo al relajamiento o disolución. Y la disolución es una relajación de la virtud. Como tenemos enfermedades del cuerpo, por ejemplo: la gota y el dolor de articulaciones; las tiene también el alma, por ejemplo: el amor de la gloria, el de los deleites y otros semejantes. Enfermedad es morbo o dolencia con falta de fuerzas. Morbo es la opinión vehemente de lo que parece que debe ser apetecido; pues así

      2. como el cuerpo tiene fáciles caídas de humores, como el catarro y la diarrea; también el alma tiene sus tendencias e inclinaciones, como la envidia, la inmisericordia, las contenciones y semejantes.
      1. Dicen que hay tres afecciones buenas del ánimo: el regocijo, la precaución y la voluntad. Que el regocijo es contrario al deleite, ya que es un movimiento racional. Que la precaución lo es al miedo, siendo una declinación racional del peligro. Así, el sabio nunca teme, sino que se precave. Y que la voluntad es contraria a la concupiscencia, puesto que aquella es un deseo racional. Así como caen algunas cosas debajo de las pasiones o perturbaciones primeras, lo mismo sucede debajo de las buenas afecciones del ánimo, pues a la voluntad se sujetan la benevolencia, el agrado, el aprecio, la dilección. A la precaución se sujetan el pudor, la castidad. Al regocijo, el divertimiento, la alegría, la ecuanimidad. Dicen que el sabio está

      2. sin pasiones por hallarse libre de caídas. Que también hay otro sin pasiones, que es el malo o ignorante, como si dijéramos duro e inmóvil. Que asimismo el sabio carece de vanidad y presunción, pues no hace diferencia entre la gloria y la ignominia; pero también hay entre el vulgo otro sin presunción, que es el malo o ignorante.
      1. Dicen que todos los sabios son austeros, pues ni ellos hablan de deleites, ni admiten lo que de los deleites hablan otros; pero que también hay otro austero, comparable al vino áspero, que mejor es para medicamento que para bebida. Que los sabios son incorruptos y sinceros, pues se guardan de ostentar lo que son por medio de apariencias que oculten los defectos y hagan manifiestas las buenas prendas. Que tampoco son dobles o engañosos, pues quitan los fingimientos de voces y rostros. Que están ajenos a los negocios, pues huyen de hacer cosa alguna sino oficios. Que beben vino, sí; mas no se embriagan. Que no pierden el jui

      2. cio; pero, sin embargo, caen a veces en algunas fantasías o imaginaciones extrañas, por melancolía o delirio, no por razón de cosas que deseen, sino por defecto de la naturaleza. Que no sienten dolor, puesto que el dolor es una contracción irracional del ánimo, como dice Apolodoro en su Moral. Que los sabios son divinos, pues parece que tienen a Dios en sí mismos; y que el malo o ignorante es ateo. Que el ateo es de dos maneras: el que se llama contrario a Dios, y el que menosprecia a Dios; pero esto no se halla en todos los malos. Que los sabios son religiosos y píos, como prácticos que están en el derecho divino, pues la piedad es ciencia del cultivo divino. Que sacrifican por sí mismos a los dioses y son castos, puesto que detestan los pecados contra los dioses; y aun los dioses mismos los aman porque son santos y justos en las cosas divinas.
      1. Que sólo los sacerdotes son sabios, porque resuelven y decretan acerca de los sacri

      2. ficios, ritos establecidos y demás cosas peculiares de los dioses. Son de la opinión que los padres, hermanos y hermanas se han de respetar en primer lugar después de los dioses. Dicen los estoicos que les es natural el gran amor para con sus hijos, y en los malos no hay tal amor. Que todos los pecados son iguales, como es de ver en Crisipo, libro IV De las cuestiones morales, en Perseo y en Zenón; pues si una verdad no es mayor que otra verdad, ni una cosa falsa lo es más que otra, tampoco un fraude será mayor que otro, ni un pecado mayor que otro pecado. En efecto, quien dista cien estadios de Canopo y quien dista uno, igualmente dejan de estar en Canopo; así, el que peca mucho y el que poco, igualmente dejan de estar en lo recto. No obstante, Heráclides Tarsense, familiar y amigo de Antípatro Tarsense, y Atenodoro dicen que los pecados son desiguales.
    1. Dicen que el sabio gobernará la República si no hay dificultad, como lo dice Crisi

    po en el libro I de las Vidas, pues reprimirá los vicios e incitará a las virtudes. Que se casará también a fin de procrear hijos, según escribe Zenón en su República. Que no se mezclará en cosas opinables, esto es, nunca dará cabida a falsedad alguna. Que deberá abrazar la secta cínica, por ser un camino breve y compendioso para la virtud, según Apolodoro en su Moral. Que comerá también carne humana según las circunstancias. Que sólo él es libre; los malos e ignorantes son siervos. Que la libertad es la potestad de obrar por sí mismo; la esclavitud es la privación de esta libertad. Que hay otra esclavitud, consistente en la subordinación; y aun otra tercera, que consiste en la posesión y subordinación (a la cual se opone el dominio), y que también es mala. Que los sabios no sólo son libres, sino también reyes; siendo el reinar un mando a nadie dañoso, que existe sólo entre los sabios, como dice Crisipo en el libro titulado Que Zenón usó de los nombres con propiedad. Escribe allí que el príncipe debe entender acerca de bienes y males, y estas cosas ningún ignorante las sabe.

    1. Dicen también que sólo ellos son aptos para los magistrados, para los juicios y para la oratoria. Que son impecables, ya que no pueden caer en pecado. Que son inocentes, pues ni dañan a otros ni a sí mismos. Que no son misericordiosos ni perdonan a nadie, pues no remitirán las penas puestas por las leyes (ya que la condescendencia, la misericordia, la mansedumbre no son cosas propias del ánimo de quien se crea útil para la justicia) ni las tendrán por muy duras. Asimismo, que el sabio nada admira de lo que parece extraordinario, como: los plutonios, el flujo y reflujo del mar, las fuentes de aguas termales y los volcanes. Dicen igualmente que el sabio nunca vive solo, pues está acompañado de la naturaleza y de las operaciones. Y que se ocupará también en ejercicios para hacer el cuerpo resistente.

    2. Dicen que el sabio orará pidiendo bienes a los dioses. Así lo escriben Posidonio en el libro I De los oficios, y Hecatón en el XIII De las cosas raras. Dicen asimismo que sólo en los sabios existe la amistad, por razón de la semejanza; y que la amistad es una comunión o comunicación entre los amigos, de las cosas necesarias a la vida. Prueban que el amigo debe elegirse por él mismo; que es bueno tener muchos amigos, y que no hay amistad entre los malos. Que no se ha de contender con los ignorantes o necios; y que todos los ignorantes son dementes, puesto que no siendo sabios todo lo ejecutan por una ignorancia igual a la demencia. Que el sabio hace bien a todos, al modo que decimos que Ismenias fue diestro flautista. Que todas las cosas son de los sabios, pues la ley les da potestad cumplida. Que también hay algunas cosas de los ignorantes, ya sean de la República o propias, pero los consideran poseso-res injustos.

    3. Que las virtudes se siguen mutuamente unas a otras, y quien posee una las posee todas, pues las especulaciones de todas son comunes, como dice Crisipo en el libro De las virtudes, Apolodoro en su Física antigua, y Hecatón en el libro III De las virtudes. Que el virtuoso es especulativo o contemplativo, y apto para ejecutar lo que conviene; y las cosas que conviene se hagan, deben también ser elegidas, sostenidas, distribuidas y constantemente defendidas. Por lo cual si ejecuta con elección algunas cosas, otras con tolerancia, distributivamente otras, y otras constantemente, es así prudente, valeroso, justo y templado. Y principalmente cada una de las virtudes trata respectivamente acerca de su propio objeto, por ejemplo: el valor acerca de su tolerancia; la prudencia acerca de lo que debe practicarse, no practicarse o mirarse con indiferencia. Del mismo modo tratan las demás sobre sus propios objetos, por ejemplo: a la prudencia se sigue el buen consejo e inteligencia; a la templan

    za, el buen orden y la modestia; a la justicia, la equidad y probidad; y al valor se sigue la constancia y permanencia de ánimo.

    88 Opinan que entre la virtud y el vicio no hay medio (al contrario de los peripatéticos, que dicen que el provecho es medio entre la virtud y el vicio), pues así como un palo es preciso que sea recto o torcido, así una cosa o es justa o injusta, sin contar con el más o menos. Y así de las demás cosas Crisipo dice que la virtud es emisible; Cleantes, que es inamisible; aquel, que puede perderse por la embriaguez y por la cólera; éste, que no puede perderse, por lo muy arraigada. Que es apetecible; que nos avergonzamos de las malas obras, conociendo que sólo es bueno lo honesto; y que ella sola basta para la felicidad, como dicen Zenón, Crisipo en el libro I De las virtudes, y Hecatón en el II De los bienes, porque si la magnanimidad es bastante para superarlo todo, y ella es parte de la virtud, es también la virtud suficiente para la felicidad, despreciando justamente todas las cosas que parezcan graves y turbulentas.

      1. Pero Panecio y Posidonio dicen que la virtud sola no basta, si que también se necesitan la salud, la fuerza y la abundancia. También opinan que de la virtud se use siempre y en todos tiempos, como dice Cleantes, puesto que es inamisible, y el sabio siempre usa del ánimo más perfecto. Que lo justo lo es por naturaleza, no positivamente, como la ley y la recta razón. Así lo dice Crisipo en el libro De lo honesto. Son del parecer que la discrepancia en las opiniones filosóficas no debe remover a nadie de la Filosofía, pues si no era menester dejar todas las cosas de esta vida; así lo escribe Posidonio en sus Exhortaciones. Crisipo dice que las disciplinas liberales son muy útiles. Son también de la opinión que no tenemos derecho alguno en los demás animales por razón de la diversidad o desemejanza, como dicen, Crisipo en el

      2. libro I De la justicia y Posidonio en el I De los oficios.
      1. Que el sabio estimará aquellos jóvenes que manifiesten más talento e índole para la virtud, como dicen Zenón en el libro De la República, Crisipo en el I De las vidas, y Apolodoro en su Moral. Que el amor es un acceso de beneficencia hacia una belleza aparente; y no acceso de unión, sino de amistad; pues Trasónides, aunque tuvo en su poder a su amada, como ésta lo aborrecía, se abstuvo de ella. El amor, pues, no es más que la amistad, como dice Crisipo en el libro Del amor, y no es culpable. Que la belleza es la flor de la virtud. Dicen que siendo tres los géneros de vida: contemplativo, operativo y racional, de ellos se ha de elegir el tercero, puesto que la naturaleza ha creado al animal racional para la contemplación y operación. Que con mucha razón el sabio se privará a sí mismo de la vida por la patria y por

      2. los amigos, incluso cuando padeciera algún dolor, mutilación o mal incurable.
    1. Defienden que entre los sabios conviene que las mujeres sean comunes, de manera que cada uno use de la que pueda. Así lo escriben Zenón en su Política, Crisipo en el libro De la República, Dión el Cínico y Platón. De esta forma amaremos con amor natural a todos los hijos, como si fuésemos padres de todos, y se quitarán adulterios y celos. Que el mejor gobierno es el mixto de real, democrático y aristocrático. Éstas y muchas otras cosas dicen los estoicos acerca de los dogmas morales, dando sus pruebas y demostraciones; aunque aquí las hemos mostrado sólo en resumen.

    2. La parte física o natural la dividen en física de los cuerpos, de los principios, de los elementos, de los dioses, de los prodigios, del lugar y del vacío. Esta división es específica; pero en general la hacen en tres partes, que son: del mundo, de los elementos y de las causas. La

    parte del mundo la subdividen en otras dos. Bajo de una consideración se asocian los matemáticos, y por ella discurren de las estrellas fijas y planetas, por ejemplo: si el sol es tan grande como aparece, y lo mismo la luna; de su giro, y de otras cuestiones semejantes. Bajo de la otra consideración pertenece sólo a los físicos, y en ella se inquiere de qué sustancia sea; si el sol y los astros constan de materia y forma; si fue creado o no; si está animado o inanimado; si es corruptible o incorruptible; si hay providencia que lo gobierne o no, con otras cosas de esta clase. La parte perteneciente a las causas también la subdividen en dos. Una la hace cuestión común a los médicos, y por ella inquieren de la parte principal o conductriz del alma y de sus operaciones, de las semillas y cosas semejantes. La otra se la apropian igualmente los matemáticos, por ejemplo: cómo vemos; cuál es la causa de vernos en el espejo; qué cosa son las nubes, los truenos, el iris, el halón o corona, los cometas y semejantes.

    1. Opinan que los principios de todas las cosas son dos: el agente y el paciente. El paciente es la materia, la cual es sustancia sin cualidad. El agente es la razón que hace u opera sobre la materia, por ejemplo: Dios; y que éste, siendo sempiterno, crea por toda la materia cada cosa de por sí. Establecen ese dogma Zenón Citieo en el libro De la sustancia, Cleantes en el De los átomos, Crisipo en el I De los físicos, hacia el fin, Arquedemo en el libro De los elementos, y Posidonio en el libro II de sus Razonamientos naturales. Dicen que principios y elementos son cosas diversas, pues los principios son ingénitos e incorruptibles, pero los elementos se corrompen; los principios carecen de cuerpo y de forma; pero los elementos la tienen.

      1. Cuerpo es, según Apolodoro en su Física, el que tiene las tres dimensiones: longitud, latitud y profundidad. Se llama también sólido. Superficie es la extremidad del cuerpo, o

      2. bien lo que sólo tiene longitud y latitud, mas no profundidad. Posidonio, en el libro III De los meteoros, la coloca entre lo intelectual y real. Línea es el extremo de la superficie, o una longitud sin latitud, o bien lo que sólo tiene longitud. Punto es la extremidad de la línea y la señal más pequeña. Dicen que es una misma cosa Dios, Mente, Hado, Júpiter, y otras muchas denominaciones que se dan. Que en el principio, existiendo Dios en Sí mismo, convirtió toda la sustancia en agua por medio del aire. Y así como en el feto se contiene el esperma, así también él, siendo como es la razón seminal del mundo, la depositó en el agua, fecundando y dando aptitud a la materia para las generaciones futuras. Creó después los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Así lo escriben Zenón en el libro Del universo; Crisipo en el I De los físicos, y Arquedemo en un Escrito acerca de los elementos. Y así, elemento es aquel de quien proceden primero las cosas que nacen y en quien se resuelven cuando acaban.
    2. Dicen que los cuatro elementos unidos constituyen una sustancia sin cualidades, que es la materia. Que el fuego es el cálido; el agua, el húmedo; el aire, el frígido, y la tierra el árido. Aun sobre el aire hay alguna parte de ello. Que en lo más alto está el fuego llamado éter, en el cual está primero la esfera de las estrellas fijas; luego la de los planetas, junto a la cual está el aire, luego el agua, y después de todo está la tierra, que es el medio del universo. De tres maneras entienden la palabra mundo: una es el mismo Dios, que a todas las sustancias creó sus propiedades; que es incorruptible e ingénito; artífice de esta hermosa fábrica, y que por ciertos periodos de tiempo resuelve todas las sustancias y las vuelve a engendrar de sí mismo. La otra es el bello ornato mismo de los astros, a que también llaman mundo. Y la tercera es el compuesto y resultado de los dos primeros. Es, pues, el mundo propiamente la cualidad de la sustancia de todas las cosas, o bien, como dice Posidonio en sus Elementos meteorológicos, el

    sistema o complejo de cielo y tierra, y las naturalezas que contienen; o también, el sistema o complejo de dioses, hombres y cosas creadas por causa de ellos. Cielo es la última periferia, donde reside todo lo divino. El mundo es gobernado con mente y providencia (como dice Crisipo en sus libros De la providencia, y Posidonio en el XIII De los dioses), extendiéndose a todas sus partes la mente, al modo que en nuestras almas; aunque a unas más y a otras menos, pues por unas pasó como hábito, como por los huesos y nervios; por otras, como mente, como por la parte principal del alma. Así, pues, el universo, siendo animal, animado y racional, tiene su principal, o alma, que es el éter, como lo dice Antípatro Tirio en el libro VIII Del mundo. Pero Crisipo, en el libro I De la providencia, y Posidonio en el libro De los dioses, dicen que el cielo es el principal del mundo, y Cleantes dice que es el sol. No obstante, Crisipo, apartándose después de su propia opinión en el mismo libro, dice que lo es el éter purísimo, al cual llaman primer Dios sensiblemente como infuso en las cosas existentes en el aire, en todos los animales, plantas y en la tierra, según costumbre.

      1. Consideran que el mundo es único, finito y de forma esférica, que es la más cómoda para el giro, como dice Posidonio en el libro XV de sus Discursos físicos, y Antípatro en sus libros Del mundo. Que fuera del mundo se extiende en rededor un vacío inmenso e incorpóreo; siendo incorpóreo aquello que, pudiendo estar ocupado de cuerpos, no lo está. Que dentro del mundo no hay ningún vacío, y está todo él unido en sí mismo, pues a ello lo obliga la conspiración y conformidad de tendencia de los cielos hacia la tierra. Del vacío tratan Crisipo en su libro Del vacío y en el libro I De las artes naturales, Apolófanes en su Física, Apolodoro y Posidonio en el libro II de sus Discursos físicos. Que todas las cosas incorpóreas son semejantes. Que el tiempo es incorpóreo, sien

      2. do el intervalo del movimiento del mundo. Que de los tiempos, el pasado y el futuro son infinitos; y el presente, finito. Dicen que el mundo es incorruptible, como compuesto de cosas que se perciben. Siendo corruptibles las partes, lo es también el todo; las partes del mundo son corruptibles, puesto que cambian; luego el mundo es corruptible. Lo que es capaz de cambiarse en peor es corruptible; y el mundo lo es, puesto que se seca y humedece.
      1. Dicen que el mundo fue hecho convirtiéndose la materia o sustancia de fuego en humor por medio del aire; luego, condensándose y perfeccionándose en tierra su parte más crasa, la sutil y ligera se convirtió en aire, y la muy ligera y leve se convirtió en fuego. Luego, de la mezcla de éstos resultaron las plantas, los animales y demás generaciones. Acerca de la generación y corrupción del mundo trata Zenón en su libro Del universo, Crisipo en el I De los físicos. Posidonio, en el libro I Del mun

      2. do, y Cleantes y Antípatro en el X Del mundo. Panecio, por el contrario, demuestra que el mundo es incorruptible. Que es animal, racional, animado e intelectual, lo dicen Crisipo en el libro I De la providencia, Apolodoro en su Física, y Posidonio. Que es animal, siendo sustancia animada y sensible; porque el animal es mejor que quien no lo es; no hay cosa mejor que el mundo; luego el mundo es animal. Que es animado, como es evidente de que nuestra alma es partícula arrancada de allí. Pero Boeto dice que el mundo no es animal. Que el mundo es único lo dicen Zenón en el libro Del universo, Crisipo, Apolodoro en su Física, y Posidonio en el libro I de sus Discursos físicos.
      1. Universo, como dice Apolodoro, se llama al mundo, y también, según otra denominación, el sistema o compuesto del mundo y del vacío exterior. Entonces el mundo es finito; pero el vacío es infinito. Dicen que de los astros, los fijos giran con todo el cielo; y los plane

      2. tas andan con movimientos propios. Que el sol hace una carrera oblicua por el círculo zodíaco; y lo mismo la luna en sus giros y espirales. Que el sol es fuego puro, como lo dice Posidonio en el libro XVII De los meteoros, y mayor que la tierra, según el mismo Posidonio en el libro XVI de sus Discursos físicos. También dice el mismo autor que el sol es esférico, semejante a la tierra. Que es fuego, puesto que hace cuanto hace el fuego mismo; y mayor que la tierra, puesto que la ilumina toda y aun el cielo. También, por cuanto la tierra hace la sombra en figura de cono, es señal que el sol es mayor que la tierra. Que se ve aquel desde todas partes por su grandeza. Que la luna es más térrea, como más cercana a la tierra.
    1. Dicen que estos astros ígneos y todos los demás, reciben nutrimento; el sol lo recibe del mar grande, siendo como es un ardor intelectual; la luna, de las aguas potables, por estar mezclada con el aire y vecina a la Tierra, según

    Posidonio en el libro VI de sus Discursos físicos; y los demás lo reciben de la tierra. Opinan que los astros son esféricos, y la tierra inmóvil. Que la luna no tiene luz propia, sino que cuando luce la recibe del sol. Que se eclipsa el sol poniéndosele la luna delante por la parte que mira a nosotros, como escribe Zenón en el libro Del universo, pues cuando se encuentran se deja ver cómo se le pone debajo, lo oculta, y luego después lo deja. Obsérvese esto en una jofaina con agua. Y que la luna se eclipsa cuando cae dentro de la sombra de la tierra. Que sólo se eclipsa en los plenilunios, cuando se halla diametralmente opuesta al sol, no obstante que esto sucede cada mes; pues, moviéndose ella oblicuamente hacia el sol, varía la latitud, hallándose ya más boreal, o más austral. Y así, cuando su latitud se encuentra con la del sol y la de otras cosas mediantes, y además está diametralmente opuesta al sol, entonces se eclipsa. Su latitud se mueve según las cosas que median, en Cáncer, Escorpión, Aries y Tauro, como dice Posidonio.

    100. Opinan que Dios es animal inmortal, racional, perfecto, o inteligente en su felicidad, incapaz de recibir algún daño, y que gobierna próvidamente el mundo y cuanto éste encierra; pero no tiene figura humana. Que es autor y creador del universo y como Padre de todas las cosas, ya en común, o como parte del mismo universo que penetra por todo, y se llama con diversos nombres según sus fuerzas. Lo llaman Día, porque por él existe todo. También lo llaman Zena, porque es causa de todo lo viviente,

    1. o bien porque en todo lo viviente reside. Lo llaman Athenan, porque constituye su imperio en el éter. Heran, por tener este imperio en el aire. Hephaiston, porque lo tiene en el fuego artificial. Poseidona, por tenerlo en el húmedo

    2. o agua. Y Dérnetran, por tenerlo en la tierra. Otras denominaciones le dieron semejantes a estas siguiendo alguna congruencia o analogía.

    Sustancia de Dios llama Zenón a todo el mundo, incluso al cielo. Crisipo en el libro XI De los dioses, Posidonio en el I también De los dioses, y Antípatro en el VII Del mundo, hacen aérea su naturaleza o sustancia. Y Boeto en sus obras de Física dice que la sustancia de Dios es la esfera de las estrellas fijas.

    101. Por naturaleza, unas veces entienden lo que comprende y abraza el mundo; otras, lo que causa las producciones de la tierra. La naturaleza es entonces un hábito movido por sí mismo según la razón seminal que crea y contiene en sí lo que de ella procede después en las estaciones propias, produciéndolo tal cual es aquello de que procede. Su designio se dirige tanto a lo conducente como a lo deleitable, según consta de la creación del hombre. Dicen que todas las cosas se hacen según el hado o destino, según Crisipo en sus libros Del hado, Posidonio en su libro II Del hado, y Boeto también en el libro XI Del hado. El hado es el principio u origen de una serie de cosas, o la razón según la cual es gobernado el mundo. Dicen que la divinación es superior a cualquier otra cosa, y aun quieren que sea providencia. Prueban que es arte, por algunas predicciones verificadas; así lo escriben Zenón y Crisipo en el libro II De la divinación, Atenodoro y Posidonio en el libro XII de sus Discursos físicos y en el V De la divinación. Pero Panecio dice que no hay tal arte.

    102. Dicen que la sustancia de todos los entes es la materia primera; lo cual lo dicen también Crisipo en su libro I De los físicos, y Zenón. Materia es aquello de que se hace una cosa, cualquiera que sea. Se le dan dos nombres: sustancia y materia, así de todas las cosas en común como de cada una en particular. La sustancia o materia de todo en general o en común no es grande ni pequeña; pero sí la de cosas particulares. El cuerpo, según ellos, es sustancia finita o circunscrita, como dicen Antípatro en el libro II De la sustancia, y Apolodoro en su Física, el cual añade que es mutable, pues si fuera inmutable, de ningún modo provendrían de ella las cosas que se engendran. De aquí es que puede dividirse en infinito; pero Crisipo dice que no es infinita, pues nada hay infinito que sea capaz de sección, sino que se acaba y nada queda.

    103. Que las mezclas se hacen insinuándose mutuamente (como dice Crisipo en el libro III De los físicos), y no por circunscripción,

    o por adición de un cuerpo a otro; pues si en el mar se vierte un poco de vino, por un tanto de tiempo estará luchando en su extensión, mas luego se confundirán ambos. Que hay espíritus que tienen simpatía con los hombres y observan las cosas humanas. Y que las almas de los buenos son héroes, una vez separadas de los cuerpos.

    104. De las cosas que se hacen en la región del aire dicen: que el invierno es el aire congelado sobre la tierra por la gran distancia del sol. La primavera, por el buen temple del aire cuando ya el sol vuelve hacia nosotros. El estío, por el fervor de la atmósfera causado por el curso del sol hacia el Septentrión, y el otoño, por el regreso o alejamiento del sol de nosotros. (Que los vientos son los flujos del aire), y cambian de nombre según las partes de que fluyen. Así, la causa de las tempestades es el sol, que de los vapores va formando las nubes. Que el arcoíris resulta de los resplandores o rayos que reflectan de las nubes húmedas, o según Posidonio en sus Meteoros, es una imagen de la mitad del sol o la luna, representada en la nube llena de rocío, cóncava y continua o densa, como representada en un espejo según el borde o limbo de su circunferencia.

    105. Dicen que los cometas, ya crinitos, ya barbatos, los fuegos fatuos y errantes, son fuegos producidos cuando el aire denso sube a la región etérea. Que las exhalaciones son fuego recogido y encendido en el aire, llevado velozmente por el mismo, y que se representa extendido a lo largo. Que la lluvia es una conversión de la nube en agua, después de haber atraído el sol la humedad de la tierra y del mar, y no haber podido esta humedad obrar diversamente. Esta misma humedad congelada se llama escarcha. Que el granizo es la nube cuajada y luego desmenuzada por el viento. Que la nieve es el humor de la nube condensada, según dice Posidonio en el libro VIII de sus Discursos físicos. Que el relámpago es un encendimiento o inflamación, como dice Zenón en el libro Del universo. Que el trueno es el estruendo de las mismas nubes cuando se frotan o rasgan. Que el rayo es un globo de fuego vibrado violentamente contra la tierra cuando las nubes chocan

    o se rompen. Algunos dicen que es una porción de aire inflamado y vibrado con violencia. Que el tifón o torbellino es un rayo violento y viento impetuoso, o bien un viento nebuloso de nube rasgada. Que el huracán es una nube circuida de fuego líquido y con viento vehemente en las cavernas y entrañas de la tierra, o bien el viento solo oprimido dentro de la tierra, como dice Posidonio. Que algunos de éstos causan terremotos; otros, aberturas en la tierra; otros, incendios; y otros, hervores.

    106. Opinan que el sistema del universo es en esta forma: la tierra está puesta en el medio como centro, y con ella el agua, formando ambas un globo de un mismo centro, de manera que la tierra está en el agua. Después del agua está el aire en forma de esfera. Que en el cielo hay cinco círculos: el primero es el septentrional, que siempre se nos manifiesta; el segundo, el trópico estival; el tercero, el círculo equinoccial; el cuarto, el trópico hibernal; y el quinto, el círculo antártico, que no sale a nuestra vista. Se llaman paralelos, porque no se encuentran mutuamente, y se describen teniendo por centro el polo mismo. El zodíaco es un círculo oblicuo, como que va por encima de los paralelos. Las zonas de la tierra son cinco: la primera, la boreal, más allá del círculo ártico, inhabitable por el frío. La segunda, templada. La tercera, inhabitable por el calor, llamada tórrida. La cuarta, templada, en la parte opuesta. Y la quinta, austral, también inhabitable por el frío.

    107. También opinan que la naturaleza es un fuego artificioso que está en camino para la generación, o bien un espíritu ígneo y artificioso. Que el alma es sensitiva, y que no es un espíritu innato; por tanto, es corpórea, permanece después de la muerte, y es corruptible. Pero que el alma del universo es incorruptible, de la cual son partes las de los animales. Zenón Citeo, Antípatro en sus libros Del alma, y Posidonio dicen que el alma es un espíritu cálido, pues por él respiramos y por él nos movemos. Cleantes dice que todas permanecerán hasta el incendio del mundo; pero Crisipo afirma que sólo las de los sabios. Dicen que las partes del alma son ocho: los cinco sentidos, los principios seminales existentes en nosotros, la locuela y el raciocinio. Que nuestra visión se hace al extenderse en figura de cono la luz que hay entre la vista y el objeto; así lo dice Crisipo en el libro II De los físicos, y Apolodoro. La parte aguda del cono aéreo está junto al ojo; la base en el objeto mirado, haciéndosenos manifiesto lo que miramos extendiéndose el aire como por el báculo. Que el oír se hace siendo herido el aire que media entre el que habla y el que oye, lo cual se hace circularmente y con ondulaciones, hasta que llega a los oídos, a la manera que ondea por círculos el agua de un estanque, cuando es arrojada en él una piedra. Que el sueño se hace relajándose o disolviéndose el vigor de los sentidos acerca del principal. Dan por causas de las pasiones los movimientos y cambios que suceden en el espíritu.

    108. Semilla dicen es la que puede producir una cosa semejante a aquella de que fue separada. El esperma que el hombre suministra, unido con el humor, se mezcla con las partes del alma de un modo conveniente a la mixtión paterna. Este, según Crisipo en el libro II De los físicos, es un espíritu adherente a la sustancia, como es de ver por las semillas arrojadas a la tierra, las cuales, si son muy añejas, ya no nacen, como manifestando habérseles exhalado la virtud. Y Esfero dice que el esperma fluye de todo el cuerpo, por lo cual todas las partes de éste son generativas. Dicen que el esperma femenino es infecundo, ineficaz, poco y ácueo, como consta en Esfero. Que el principal es la parte dominante del alma, en donde se engendran las fantasías y los apetitos, y de donde procede la razón. Su residencia es el corazón.

    109. Esto es, en cuanto me ha parecido adecuado al tamaño de este volumen, lo que dicen los estoicos acerca de las cosas naturales. Las que aun entre ellos hay controvertidas, son en esta forma:

    110. Aristón Quío, el Cano, denominado Sirena, dijo que el fin es estarse en indiferencia entre la virtud y el vicio, no haciendo variación alguna, sino igual a todo. Que el sabio es semejante a un buen histrión, el cual, represente a Tersites, o a Agamenón, a ambos imita con propiedad. Quitó de la Filosofía la parte física y lógica, diciendo que una es superior a nosotros, y la otra nada nos importa, pues sólo nos importa la parte moral. Comparaba los argumentos dialécticos a las telarañas, las cuales, aunque parece que manifiestan artificio, son inútiles. Acerca de las virtudes, ni puso muchas, como Zenón, ni una bajo muchos nombres, como los megáricos, sino que dijo ser el modo de proceder en las cosas. Filosofando de esta forma y debatiendo en el Cinosargo, pudo conseguir el nombre de inventor o fundador de secta. En efecto, Milcíades y Difilo se llamaron aristonios. Era muy persuasivo y amigo de la plebe. Por esto, Timón dijo de él:

    Un deudo de Aristón el placentero.

    111.Diocles de Magnesia dice que habiendo entrado en conferencia con Polemón, cuando Zenón padecía una larga enfermedad, cambió de opinión, y se aficionó principalmente al dogma estoico que dice que el sabio no debe andarse en opiniones. A esto contradijo Perseo, trayendo dos hermosos mellizos para que uno de ellos le diese una alhaja en depósito y el otro viniese por ella; así lo puso en duda y lo convenció. Hablaba contra Arcesilao, y habiendo visto un toro con una matriz monstruosa, dijo: ¡Ay! Aquí tiene Arcesilao un argumento contra la evidencia. A un académico que afirmaba no comprender cosa alguna, le dijo: ¿Ni siquiera ves a éste que está aquí sentado? Y respondiendo que no,

    ¿Quién te cegó -le dijo-; quién al fanal robó los resplandores?

    112. Se conocen de él los libros siguientes: dos libros de Exhortaciones, Diálogos acerca de los dogmas de Zenón, seis libros De las escuelas, siete libros de Exhortaciones acerca de la sabiduría, Ejercitaciones amatorias, Comentarios sobre la vanagloria, veinticinco libros de Comentarios, tres De cosas memorables, once de Críos, Contra los oradores, Contra las respuestas de Alexino, tres libros Contra los dialécticos, cuatro libros de Epístolas a Cleantes, Panecio y Sosícrates dicen que sólo son suyas las Epístolas, y que las demás obras son de Aristón Peripatético. Es fama que como nuestro Aristón era calvo, le quemó el sol la cabeza y murió de ello. Mis versos coliambos para él dicen así:

    ¡Oh Aristón! ¿Por qué siendo viejo y cano, al sol así expusiste tu mollera a que te la tostase? Buscando más calor del que conviene, hallaste sin querer el frío infierno.

    113. Hubo otro Aristón Peripatético, nativo de Julida; otro músico, ateniense; otro poeta trágico; otro álcense, que escribió del Arte oratoria, y otro peripatético alejandrino.

    114. Herilo, cartaginés, dijo que el fin es la ciencia, y lo coloca en el vivir refiriendo siempre todas las cosas a la vida sabia, para no ser derribados por la ignorancia. Que la ciencia es un hábito procedido de la recepción de aquellas fantasías o imaginaciones que caen bajo la razón. Decía que alguna vez no hay fin, porque las circunstancias y otras cosas lo truecan, como si de un mismo metal se hace una estatua de Alejandro y otra de Sócrates. Que el fin y lo subordinado a él son cosas diversas, pues esto lo suelen conseguir también los ignorantes; pero aquel sólo el sabio. Que las cosas que están entre la virtud y el vicio son indiferentes.

    115. Hay de él algunos libros, cortos, sí, pero llenos de vigor, y contienen Contradicciones a Zenón. Cuentan que siendo muchacho fue amado de muchos, a quienes queriendo remover Zenón, obligó a que Herilo se cortara el pelo; con lo cual ellos se ausentaron. Los libros son estos: De la ejercitación, De las pasiones, De la opinión, El legislador, El partero, Antiferón maestro, Aparato, El director, Mercurio, Medea, Diálogos de posiciones morales.

    116. Dionisio, el llamado Desertor, dijo que el fin es el deleite por el accidente de sus ojos; porque habiéndole sobrevenido un dolor en ellos, no quiso llamarlo cosa indiferente. Fue hijo de Teofanto, y nativo de Heraclia. Diocles dice que primero fue discípulo de Heráclides su paisano; luego, de Alexino y Menedemo, y finalmente lo fue de Zenón. Al principio fue muy amante de las letras, y se aplicó a toda clase de poesía; después se aficionó a Arato, y procuró imitarlo. Finalmente, desertando de Zenón, se pasó a los cirenaicos, y se metía en los lupanares más viles, ejecutando públicamente todas las voluptuosidades. Murió privándose del alimento, a los ochenta años de edad. Se conocen de él los libros siguientes: De la serenidad o imperturbación del ánimo, dos libros; otros dos De la ejercitación, cuatro Del deleite, De la riqueza, De la gracia, Del suplicio, De la utilidad de los hombres, De la felicidad, De los reyes antiguos, De las cosas alabadas, De las costumbres bárbaras.

    117. Estos fueron los estoicos que se diferencian entre sí en algunas opiniones. A Zenón lo sucedió Cleantes, de quien trataremos ahora.

    CLEANTES

      1. Cleantes, hijo de Fanio, fue nativo de Asso. Al principio fue púgil, como dice Antístenes en las Sucesiones, pero al irse a Atenas con sólo cuatro dracmas, como dicen algunos, y uniéndose a Zenón, se dedicó fuertemente a la filosofía, y persistió en los dogmas de aquél.

      2. Fue celebrado por su aplicación al trabajo; tanto, que apretado por la necesidad, se aplicaba con ahínco al jornal, de noche sacando agua en ciertos jardines, y de día se ejercitaba en el estudio, por lo cual se llamaba phreantles. Dicen que fue conducido al tribunal para que dijera de qué se mantenía y vivía tan robusto, y que se limpió de esto dando por testigo a aquel en cuyo jardín sacaba agua, y a la vendedora de polenta a quien giraba la tahona. Lo celebraron mucho los areopagistas, y decretaron darle diez minas, las que Zenón le prohibió tomar. Dicen que Antígono le dio tres mil dracmas. Como condujese una vez ciertos jóvenes a un espectáculo, un soplo de aire le retiró el palio y fue visto sin túnica; por lo cual los atenienses le dieron un crocoto, como dice Demetrio de Magnesia en sus Colombroños, por lo cual fue generalmente admirado.
    1. Se cuenta que Antígono, que era de su escuela, le preguntó por qué sacaba agua, y que

    él respondió: ¿Sólo saco agua? ¿Y por qué no también cavo, riego y hago todas las cosas por amor de la Filosofía? Incluso Zenón lo animaba a ejercitarse en esto, y de su jornal le mandaba traer un óbolo diariamente; y habiendo recogido con el tiempo buena cantidad, lo manifestó a los condiscípulos diciendo: Cleantes podría sustentar otros Cleantes si quisiera; los que tienen bienes de que sustentarse van solicitando de otros lo que han de comer, y no obstante, filosofan sin ahínco. Por esta razón era Cleantes llamado el segundo Hércules. Era muy aplicado, pero de naturaleza tarda y obtusa, por lo cual Timón habla de él así:

    ¿Quién es ese carnero que discurriendo va por el gentío? ¿Ese parlero de Asso? ¿Ese mortero, estólido, gallina?

    Sufría con paciencia la burla de sus condiscípulos; y como se oyese llamar asno, se conformaba y decía que él sólo podía llevar la carga de Zenón.

    3. Una vez que le dijeron cobarde, respondió: Aun por eso cometo pocos pecados. Prefería su pobre vida a la de los ricos, diciendo: Mientras ellos juegan a la pelota, yo cavo la tierra yerma y estéril. Se reprendía muchas veces a sí mismo; lo cual, oído por Aristón, le dijo: ¿A quién reprendes? Y él respondió, riendo: A un viejo que tiene canas y entendimiento no. Al decirle uno que Arcesilao no hacía lo que debía, le respondió: Cesa y no lo culpes, pues aunque él no cumpla de palabra, lo ejecuta con obras. A esto dijo Arcesilao: No gusto de lisonjas, a lo que repuso Cleantes: Sí, yo te lisonjeo diciéndote que unas cosas dices y otras haces. Preguntándole uno qué era lo que debía amonestar a su hijo, respondió: Aquello de Electra:

    Calla, guarda silencio, pisa quedo.

    4. Cuando un lacedemonio dijo que el trabajo era bueno, respondió muy alegre:

    De sangre generosa eres, oh hijo.

    Menciona Hecatón en sus Críos que preguntándole un joven que si de quien se da golpes en el muslo se dirá que musliza, como de quien se los da en el vientre decimos que ven-triza, respondió: Mancebo, quédate para ti esas muslizaciones, y sábete que las voces análogas no siempre significan las cosas análogas. Debatiendo una vez con otro joven, le preguntó si sentía, y diciéndole que sí, respondió Cleantes: ¿Pues cómo no siento yo que tú sientes? Como el poeta Sositeo se le pusiese delante estando en el teatro y le dijese:

    A quienes la estulticia de Cleantes conduce como bueyes.

    no se alteró ni inmutó en nada. Admirados de esto los circunstantes, aplaudieron a Cleantes y echaron de allí a Sositeo; mas arrepentido éste de haberlo ultrajado, fue por aquel admitido, diciendo que era un absurdo que él se indignara por una palabra injuriosa, cuando ni Li

    bero-Padre ni Hércules se indignan al ser burlados por los poetas.

      1. Decía que a los peripatéticos les sucede lo que a las liras, las cuales suenan bien, pero no se oyen a sí mismas. Se refiere que habiendo dicho, en sentencia de Zenón, que por el aspecto se pueden comprender las costumbres, algunos jóvenes alegres le trajeron un bardaja rústico y campesino, y le preguntaron acerca de las costumbres de éste. Estuvo dudoso un rato, y luego mandó que se fuese; pero como al irse estornudase, al punto dijo Cleantes: Ya lo cogí, muelle es. A un hombre solitario que hablaba consigo mismo, le dijo: Hablas con un hombre no malo. Objetándole uno la vejez, respondió: También yo quiero ya marcharme; pero luego que me considero perfectamente sano, y que escribo y leo, vuelvo a quedarme. Dicen que escribía en ostras y en omoplatos de buey cuanto había oído a Zenón, careciendo de dinero para papel. Así que, sien

      2. do tal, sólo él consiguió entre tantos discípulos ilustres suceder a Zenón en la escuela.
    1. Dejó los excelentes libros que siguen: Del tiempo, De la filosofía de Zenón, dos libros; cuatro de Exposiciones de Heráclito, Del sentido, Del arte, Contra Demócrito, Contra Aristarco, Contra Herilo, dos libros Del apetito, Antigüedades, De los dioses, De los gigantes, De los himeneos, Del poeta, tres libros Del oficio, Del buen consejo, De la gracia, Exhortatorio, De las virtudes, De la buena índole, De Gorgipo, De la envidia, Del amor, De la libertad, Arte amatoria, Del honor, De la gloria, El político, Del consejo, De las leyes, Del juzgar, De la educación, Del raciocinio, tres libros; Del fin, De lo honesto, De los negocios, De la ciencia, Del reino, De la amistad, Del convite, Que la virtud de los hombres y mujeres es toda una, Que es propio del sabio el filosofar, Críos, dos libros de Diatribas, Del deleite, De las propiedades, De las

    cosas ambiguas, De la Dialéctica, De los tropos

    o modos, De los predicamentos.

    7. Murió en esta forma: Habiéndosele entumecido las encías, estuvo dos días sin tomar alimento por orden de los médicos; con lo cual se curó tan bien, que los médicos le permitieron que comiera ya lo mismo que solía. No lo ejecutó; antes bien, permaneció así, diciendo que ya tenía mucho camino andado; y de este modo sufrió más tiempo hasta que murió. Igualó en edad a Zenón, y vivió ochenta años, como dicen algunos, habiendo sido discípulo suyo por espacio de diecinueve. Yo le hice los versos siguientes:

    A Cleantes celebro; pero más a la muerte, que no quiso, mirándole ya anciano, retardarle el descanso bien que muerto si agotó tanto pozo cuando vivo.

    ESFERO

    1. Esfero Bosforano, como ya dijimos, fue discípulo de Cleantes después de haberlo sido de Zenón; y habiendo salido muy aprovechado, se fue a Alejandría para estar con Tolomeo Filopator. Haciendo conversación una vez acerca de si el sabio opina o no, y habiendo dicho Esfero que no, queriendo el rey convencerlo, mandó sacar unas granadas de cera que tenía; con lo cual engañado Esfero, exclamó el rey diciéndole que había dado cabida a una imagen

    o fantasía falsa; a lo cual respondió Esfero bien y pronto, diciendo que había consentido, no que aquellas fuesen granadas, sino que era probable que lo fuesen; y que la fantasía que aprende se diferencia de la que aprueba. A Mnestrato, que lo acusaba de que no decía que Tolomeo era rey, respondió: No lo es; pero siendo tal Tolomeo, es también rey.

    2. Escribió los libros siguientes: dos libros Del mundo, Del principio de la semilla, De la fortuna, De las cosas pequeñas, Contra los átomos y las ideas, De los sentidos, cinco libros de Diatribas acerca de Heráclito, Instituciones morales, Del oficio, Del apetito, dos libros De las pasiones, Diatribas, Del reino, De la República de Lacedemonia, tres libros sobre Licurgo y Sócrates, De la ley, De la divinación, Diálogos amatorios, De los filósofos eretríacos, De las cosas semejantes, De las definiciones, Del hábito, tres libros de Contradicciones, Del raciocinio, De la riqueza, De la gloria, De la muerte, dos libros Del arte dialéctica, De los predicamentos, De las anfibologías, Cartas.

    CRISIPO

    1. Crisipo, hijo de Apolonio, solense, o bien tarsense, según Alejandro en las Sucesiones, fue discípulo de Cleantes. Al principio se adiestraba en el manejo de la lanza; después oyó a Zenón, o según Diocles y otros, a Cleantes, de quien se apartó viviendo todavía. No fue un filósofo vulgar, sino varón ingenioso y agudísimo en todo; tanto, que en muchas cosas opinó contra Zenón, y aun contra Cleantes, a quien solía decir que sólo necesitaba saber sus dogmas, pues él hallaría luego las demostraciones. Sin embargo, siempre que le contradecía se arrepentía de manera que solía decir:

    Nací en todo feliz sino en Cleantes. Seguramente en él no soy dichoso.

    Fue tan gran dialéctico, que muchos eran de la opinión que si la Dialéctica estuviese entre los dioses, no sería otra que la de Crisipo.

      1. Siendo como era un hombre llenísimo en todas las cosas, con todo eso no fue muy elegante en el decir. Fue muy laborioso sobre todos los otros, como consta por sus libros, que son setecientos cinco. La causa de ser tantos es haber tratado unos mismos dogmas repetidas veces, escribiendo cuanto le ocurría y corrigiéndose mil veces; de manera que habiendo una vez injerido en uno de sus escritos poco

      2. menos que toda la Medea de Eurípides, como uno tuviese este escrito en la mano y otro le preguntase qué contenía, respondió: La Medea de Crisipo. Y Apolodoro Ateniense, en su Colección de dogmas, queriendo probar que los escritos de Epicuro, siendo trabajados de caudal propio y sin auxilio ajeno, eran muchísimos más que los de Crisipo, lo dijo: Si quitamos de los libros de Crisipo las cosas ajenas que contienen, quedarán las hojas en blanco. Son palabras de Apolodoro. Una vieja que vivía con él decía, según refiere Diocles, que escribía diariamente quinientos versículos.
    1. Hecatón dice que se dedicó a la Filosofía habiéndole sido confiscado su patrimonio. Era muy pequeño de cuerpo, como demuestra su estatua que está en el Cerámico, a la cual cubre casi del todo la ecuestre contigua a ella; por esta razón Carnéades lo llamaba Crupsippon. Como uno le objetara que no frecuentaba la escuela de Aristón en compañía de tantos

    otros, dijo: Si yo atendiera a muchos, ciertamente no filosofaría. A un dialéctico que enredaba con argumentos y sofismas a Cleantes, le dijo: Deja ya de apartar de cosas gravísimas a un varón anciano, y propónnos a nosotros los jóvenes esas cosas. También, como uno estando a solas con él conferenciase modestamente, y luego que vio venir personas comenzara a contender con desentono, le dijo:

    ¡Qué es esto, hermano mío! Todo el semblante conturbado tienes. Para bien discurrir, la rabia deja.

    Cuando tomaba vino se estaba quieto, moviendo solamente las piernas; por eso solía decir su dueña, que de Crisipo no se embriagaba otra cosa que las piernas.

    4. Opinaba de sí tan altamente, que preguntándole uno a quién encargaría un hijo suyo, respondió: A mí; pues si yo supiera que alguno me excede, me iría a estudiar con él. Por esto dicen que se le aplicaba lo siguiente:

    Éste es sólo quien sabe. Los demás son tan vanos como sombra.

    Y también esto:

    Si no hubiera Crisipo, seguramente pórtico no hubiera.

    Al final, cuando llegaron a la Academia Arcesilao y Lacidas, se unió a filosofar con ellos, como dice Soción en el libro VIII; por cuya causa emprendió a debatir contra la costumbre, y aun por ella; como también de las magnitudes y multitudes, usando la misma vehemencia que los académicos. Hermipo dice que estando Crisipo filosofando en el Odeo lo llamaron sus discípulos al sacrificio, y habiendo bebido allí mucho vino dulce y dándole vahídos de cabeza, murió al quinto día, a los setenta y tres años de edad, en la Olimpiada CXLIII. Mis versos para él dicen así:

    Bebió excesivamente, y vértigos le dieron a Crisipo con que olvidó su pórtico, su patria, y hasta su misma vida, por irse luego a la mansión oscura.

    Algunos dicen que murió de risa, pues al comerle un asno ciertos higos, dijo a su vieja que le diese de beber vino generoso detrás de los higos; y así, suelto en carcajadas, murió.

      1. Tal parece que fue un hombre muy soberbio y despreciador; pues habiendo escrito tantas obras, ninguna dedicó a un rey. Se contentaba sólo con su viejecita, como dice también Demetrio en sus Cambroños. Habiendo Tolomeo escrito a Cleantes que se fuera a estar con él o le enviase alguno, envió a Esfero, pues no quiso ir Crisipo. El mismo Demetrio escribe que Crisipo fue el primero que tuvo valor para poner escuela al descubierto en el Liceo, haciendo

      2. venir a Aristocreón y a Filócrates, hijos de su hermana, y juntando auditorio.
    1. Hubo otro Crisipo nativo de Gnido, médico de profesión, de quien confiesa haber aprendido mucho el mismo Erasístrato. Otro, hijo de éste, médico de Tolomeo, el cual, acusado calumniosamente, fue azotado y matado en suplicio. Otro hubo discípulo de Erasístrato, y aun otro, que escribió de agricultura.

    2. Nuestro filósofo solía hacer estos argumentos: Quien manifiesta los misterios a los no iniciados, es impío; aquí, el Hierofanta los manifiesta a los no iniciados; luego el Hierofanta es impío. Lo que no está en la ciudad, tampoco está en la casa; aquí, el pozo no está en la ciudad; luego ni en la casa. Asimismo: Si en un lugar hay una cabeza, no la tienes tú; aquí, hay tal cabeza que tú no tienes; luego tú no tienes cabeza. Otro: Si uno está en Megara, no está en Atenas; aquí, hay un hombre en Megara; luego no hay un hombre en Atenas. También: Si dices algo, ello pasa por tu boca; aquí, dices

    carro; luego un carro pasa por tu boca. Y asimismo: Si no perdiste una cosa, la tienes; aquí, no perdiste los cuernos; luego los tienes. Algunos atribuyen esto a Eubílides.

    8. Hay quien culpe a Crisipo de haber escrito muchas cosas torpes y obscenas, pues en el libro que compuso De los filósofos antiguos finge torpemente cuanto escribe de Juno y Júpiter, diciendo en seiscientos versos lo que si no uno de boca impura, nadie hubiera dicho. Dicen que fingió esta obscenísima historia; y aunque la aplica a las cosas naturales, es más propia para meretrices que para dioses. No hicieron mención de ella los que compusieron tablas; no la trae Polemón, ni Hipsicrates, ni menos Antígono, sino que Crisipo la fingió toda. En su libro De política admite matrimonio entre madres e hijos y entre hijas y padres. Lo mismo trae al principio de su libro titulado De las cosas no apetecibles por ellas mismas. En el libro III Del derecho, que contiene hasta mil versos,

    quiere que se coman las carnes de los difuntos. En el II De la vida y sus medios, dice: se ha de procurar el modo de que el sabio los tenga. ¿Y para qué uso? Si es -dice-para vivir, el vivir es indiferente; si es para deleite, también éste es indiferente; y si es para la virtud, ella le basta para la felicidad. Son, sin duda, ridículos estos haberes o lujo, pues si vienen de mano de rey, será fuerza habérsele humillado; si vienen de amistad, será banal en la intención; y si provienen de sabiduría, será sabiduría necesaria.

    9. Y como sus libros son muy célebres, me ha parecido bien hacer una lista de ellos por clases. De los pertenecientes a lógica, y en especial tesis o conclusiones, son su Lógica y Consideraciones del filósofo, Definiciones dialécticas a Metrodoro, seis libros, uno dirigido a Zenón acerca de los nombres que usa la dialéctica, y cuatro a Dioscórides, De conexiones probables.

    TRATADOS LÓGICOS ACERCA DE LAS COSAS

    Clase primera. Un libro de Axiomas, otro Axiomas no simples, dos a Atenades, Del copulado o complejo; tres libros a Aristágoras, De las negaciones; uno De los predicables, a Atenodoro; dos De las cosas que se dicen por privación, uno a Teario, tres a Dión, De axiomas excelentes; cuatro De la diferencia de los acristos o indefinidos, dos De las cosas dichas según el tiempo, dos De axiomas perfectos.

    1. Clase segunda. Un libro a Gorgípides, Del verdadero disyuntivo; cuatro al mismo Gorgípides, Del verdadero conyuntivo; uno también a Gorgípides, titulado División; otro acerca de lo que pertenece a los consiguientes, otro De lo que se hace por tres, dirigido igualmente a Gorgípides; cuatro a Clitón, De las cosas posibles; uno contra el libro de Filón Sobre los significados, otro De las cosas falsas.

    2. Clase tercera. Dos libros De preceptos, otros dos De interrogaciones, cuatro De la pregunta, uno Epítome de interrogación y pregunta, otro Epítome de respuestas, dos libros con el título de Pregunta y cuatro con el de Respuesta.

    3. Clase cuarta. Diez libros De los predicamentos, a Metrodoro; uno De las cosas rectas y oblicuas, a Filarco; otro De conjunciones, a Apolónides, y cuatro De los predicamentos, a Pasito.

      1. Clase quinta. Un libro De los cinco casos, otro De los enunciados definitivos según el sujeto, dos De la significación, a Esteságoras, y dos libros De apelativos.

      2. TRATADOS LÓGICOS ACERCA DE LAS DICCIONES DE QUE SE COMPONEN LOS DISCURSOS
    4. Clase primera. Seis libros De enunciaciones singulares y plurales, cinco De dicciones, a Sosígenes y a Alejandro; cuatro De las anomalías de las dicciones, a Dión; tres acerca de las voces en los argumentos sorites, uno De los solecismos, otro De las oraciones que solicitan, a Dionisio; otro titulado Oraciones contra la costumbre, y otro Dicciones, a Dionisio.

    5. Clase segunda. Cinco libros De los elementos de la oración y discursos, cuatro De la sintaxis o composición de los discursos, tres De la sintaxis y elementos de los discursos, a Filipo; uno De los elementos del discurso, a Nicias, y otro De lo que se dice a otro fin.

    6. Clase tercera. Dos libros Contra los que no dividen, cuatro De las anfibologías, a Apola; uno De los tropos anfibológicos, dos De los tropos anfibológicos o ambiguos conexos, dos Contra las anfibologías de Pantedo, cinco de la Introducción a las anfibologías, uno titulado Epítome de las anfibologías, a Epícrates, y

    dos de Adiciones a la Introducción a las anfibologías.

    TRATADOS LÓGICOS ACERCA DE LAS ORACIONES Y TROPOS

      1. Clase primera. Cinco libros con el título de Arte de oraciones y tropos, a Dioscórides: tres De los discursos, dos De la esencia de los tropos, a Esteságoras; uno De la comparación de los axiomas figurados, otro De las oraciones recíprocas y conjuntas, otro A Agatón, o sea De los problemas bien ordenados; otro De que ciertas cosas son raciocinables con otra o con otras, otro De conclusiones, a Aristágoras; otro De que una misma oración se dispone de muchos modos, dos libros Contra lo que oponen acerca de que una misma oración puede estar con silogismos y sin ellos, tres Contra las objeciones que se ponen a las soluciones de los silogismos, uno Contra Filón acerca de los tropas, a Timos-trato; dos De lógica conjunta, a Timócrates y

      2. Filomates; uno De cosas pertenecientes a las oraciones y tropos.
    1. Clase segunda. Un libro De los argumentos concluyentes, a Zenón; otro De los silogismos primeros y no demostrativos, a Zenón; otro De la solución de los silogismos, dos De los argumentos redundantes a Pasilo; uno De teoremas acerca de los solecismos, otro De los silogismos introductorios, a Zenón; tres De modos para la Isagoge o Introducción, a Zenón; cinco De silogismos construidos sobre figuras falsas; otro titulado Oraciones o argumentos silogísticos por resoluciones en cosas indemostrables; otro Cuestiones trópicas, a Zenón y a Filómates. Este libro parece supuesto.

    2. Clase tercera. Un libro De los argumentos degenerantes, a Atenades; es libro supuesto; tres De argumentos degenerantes en su medio, supuestos; uno Contra los disyuntivos de Amenio.

    3. Clase cuarta. Tres libros De hipótesis, a Meleagro; dos De argumentos hipotéticos para la Isagoge o Introducción, dos con el título de Argumentos hipotéticos de los teoremas, dos con el de Solución de los hipotéticos de Hedilo, tres Solución de los hipotéticos de Alejandro, supuestos; uno De exposiciones, a Laodamante.

    4. Clase quinta. Un libro titulado Isagoge a lo falso, dirigido a Aristocreón; otro Argumentos falsos para la Isagoge, seis De lo falaz o falso, a Aristocreón.

      1. Clase sexta. Un libro Contra lo que juzgan que hay verdadero y falso, dos Contra los que sueltan un argumento falaz cortándolo, a Aristocreón; uno titulado Demostración sobre que no conviene cortar los infinitos, tres Contra las objeciones hechas a lo escrito contra la división o sección de los infinitos, a Parsilo; uno titulado Solución según los antiguos, a Dioscórides; tres De la solución de la falacia, a Aristo

      2. creón; uno Solución de los hipotéticos de Hedilio, a Aristocreón y a Apola.
    5. Séptima clase. Un libro Contra los que dicen que un argumento falso tiene asunción falsa, dos De la negación, a Aristocreón; uno con el título de Argumentos negativos para el ejercicio, dos Del mismo argumento o Contra lo mismo, a Esteságoras; dos De los argumentos contra las opiniones o conjeturas, y De los tácitos o pacíficos, a Onetor; dos Del argumento encubierto, a Aristóbolo; y uno Del argumento oculto, a Atenedes.

    24 Octava clase. Ocho libros acerca del argumento a Utides, a Menécrates; dos De los argumentos compuestos de indefinido y de definido, a Pasilo; uno Del argumento Utides, a Epicrates.

      1. Novena clase. Dos libros De los sofismas, a Heráclides y a Polis; cinco De las oraciones dialécticas intrincadas o impenetrables, a

      2. Dioscórides; uno a Esfero Contra el viático de Arcesilao.
      1. Décima clase. Seis libros a Metrodoro Contra la costumbre, siete De la costumbre, a Gorgípides; Lugares lógicos que contienen las cosas no incluidas en las cuatro divisiones referidas, y Cuestiones lógicas, esparcidamente y no reducidas a un cuerpo. Y treinta y nueve libros de Cuestiones selectas. Son trescientos once libros lógicos en total.

      2. TRATADOS MORALES ACERCA DE LA RECTITUD DE COSTUMBRES
      1. Primera clase. Un libro titulado Descripción de la oración o discurso, a Tesporo; otro Cuestiones morales; tres De asunciones probables para los dogmas, a Filomantes; dos De definiciones del urbano, a Metrodoro; otros dos De definiciones del rústico, a Metrodoro, otros dos De definiciones medias, también a

      2. Metrodoro. Siete libros De Definiciones según el género, a Metrodoro, y dos al mismo, De definiciones según otras artes.
    1. Segunda clase. Tres libros de Símiles o Cosas semejantes, a Aristocles; siete De las definiciones, a Metrodoro.

    2. Tercera clase. Siete libros De las no rectas objeciones puestas a las definiciones, dos con el título de Cosas probables para las definiciones, a Dioscórides; dos De las especies y géneros, a Gorgípides; uno De las definiciones, dos De los contrarios, a Dionisio; Cosas probables para las divisiones, géneros y especies, y uno De los contrarios.

    3. Cuarta clase. Siete libros De las etimologías, a Diocles, y cuatro con el título de Etimológico.

    4. Quinta clase. Dos libros De proverbios, a Zenodoto; uno De los poemas, a Filoma

    tes; dos De cómo conviene oír los poemas, y uno Contra los críticos, a Diodoro.

    TRATADOS MORALES ACERCA DE LOS TRATOS Y CONVERSACIONES COMUNES EN LAS ARTES DEPENDIENTES DE ELLOS Y EN LAS VIRTUDES

    1. Primera clase. Un libro Contra el retocar las pinturas, a Timócrates; otro De cómo decimos y pensamos cada cosa, dos de Nociones, a Laodamante; dos De la opinión, a Pitonacte; uno titulado Demostración de lo que dicen que el sabio no ha de opinar; cuatro De la aprensión, de la ciencia y de la ignorancia; dos De la oración o raciocinio, dos Del uso del raciocinio, a Leptina.

      1. Segunda clase. Dos libros acerca de que los antiguos juzgaron rectamente de la dialéctica, con demostraciones, a Zenón; cuatro De la Dialéctica, a Aristocreón; tres De las obje

      2. ciones hechas a los tratados dialécticos y cuatro De la Retórica, a Dioscórides.
      1. Tercera clase. Tres libros Del hábito, a Cleón; cuatro Del arte y la inercia, a Aristocreón; cuatro De la diferencia de las virtudes, a Diodoro; uno De que las cuatro virtudes son o tienen cualidades y dos De las virtudes, a Polis.

      2. TRATADOS MORALES ACERCA DE LOS BIENES Y MALES
    2. Primera clase. Diez libros De lo honesto y del deleite, a Aristocreón; cuatro con el título Que el deleite no es fin, cuatro con el de Demostraciones de que el deleite no es bien, De las cosas que se dicen.

    LIBRO OCTAVO

    PITÁGORAS

      1. Ya que tratamos de la Filosofía jónica, dimanada de Tales, y de los varones que se hicieron célebres en ella, ahora trataremos de la italiana, cuyo autor fue Pitágoras, hijo de Mnesarco, grabador de anillos, nativo de Samos, como dice Hermipo, o bien fue tirreno, nativo de una isla que poseyeron los atenienses echando de ellas a los tirrenos, según escribe Aristójeno. Otros dicen que fue hijo de Mármaco; éste, de Hipaso; éste, de Eutifrón, y éste lo fue de Cleónimo, que es el que huyó de Filunte. Que Mármaco habitó en Samos, de donde Pitágoras se llamó Samio. Que al pasar éste de allí a Lesbos, fue recomendado a Ferecides por Zoilo, tío suyo; construyó tres cálices de plata y los llevó en regalo a tres sacerdotes egipcios. Tuvo dos hermanos, el mayor se llamó Eunomo y el mediano Tirreno. Tuvo también un esclavo

      2. llamado Zamolxis, a quien sacrifican los getas juzgándolo Satumo, como dice Herodoto.
    1. Pitágoras oyó a Ferecides Siro. Después que éste murió se fue a Samos, y fue discípulo de Hermodamante (que ya era viejo), consanguíneo de Creófilo. Hallándose joven y deseoso de saber, dejó su patria y se inició en todos los misterios griegos y bárbaros. Estuvo en Egipto, en cuyo tiempo Polícrates lo recomendó por cartas a Amasis; aprendió aquella lengua, como dice Anfitrión en su libro De los que sobresalieron en la virtud, y aun estuvo con los caldeos y magos. Pasando después a Creta con Epiménides, entró en la cueva del monte Ida. Así como entró en los áditos de Egipto y aprendió las cosas contenidas en sus arcanos acerca de aquellos dioses. Volvió después a Sarnos, y hallando la patria tiranizada por Polícrates, se fue a Cdotona, en Italia, donde, poniendo leyes a los italianos, fue muy célebre por sus discípulos, los cuales, siendo hasta trescientos, administraban

    los negocios públicos tan noblemente, que la República era una verdadera aristocracia.

    3. Heráclides Póntico refiere que Pitágoras decía de sí mismo que en otro tiempo había sido Etálides y considerado hijo de Mercurio; que el mismo Mercurio le tenía dicho que pidiese lo que quisiere, excepto la inmoralidad, y que él le había pedido el que vivo y muerto retuviese en la memoria cuanto sucediera. Así que mientras vivió se acordó de todo, y después de muerto conservó la misma memoria. Que tiempo después de muerto, pasó al cuerpo de Euforbo y fue herido por Menelao. Que siendo Euforbo, dijo que en otro tiempo había sido Etálides, y que había recibido de Mercurio el don de la transmigración del alma, como efectivamente transmigraba y circuía por todo género de plantas y animales; el saber lo que padecería su alma en el infierno y lo que las demás allí detenidas. Que después que murió Euforbo, se pasó de alma a Hermótimo, el cual, queriendo también dar fe de ello, pasó a Branquida, y entrando en el templo de Apolo, enseñó el escudo que Menelao había consagrado allí, y decía que cuando volvía de Troya consagró a Apolo su escudo, y que ya estaba podrido, quedándole sólo la cara de marfil. Que después que murió Hermótimo se pasó a Pirro, pescador delio, y se acordó de nuevo de todas las cosas, es decir: cómo primero había sido Etálides, después Euforbo, luego Hermótimo y en seguida Pirro. Y finalmente, que después de muerto Pirro vino a ser Pitágoras, y se acordaba de todo cuanto hemos mencionado.

    4. Algunos dicen que Pitágoras no escribió; pero se engañan, pues Heráclito el físico lo está poco menos que clamando cuando dice:

    Pitágoras, hijo de Mnesarco, se ejercitó en la historia de las cosas más que todos los hombres, y escogiendo este género de escritos se granjeó su saber, su mucha pericia y aun las artes destruidoras de los hombres. Habló así porque habiendo Pitágoras empezado a escribir de la Naturaleza, dice así: Por el aire que respiro, por el agua que bebo, que no sufriré que este argumento sea vituperado. Se atribuyen a Pitágoras tres escritos, que son: Instituciones, Política, Física; pero lo que se conoce como de

    Pitágoras es de Lisis Tarentino, pitagórico, el cual, después de huir a Tebas, fue maestro de Epaminondas. Heráclides, el hijo de Serapión, dice en el Compendio de Soción, que Pitágoras escribió también del Universo, en versos. Otro escrito suyo se titula Discurso sagrado, cuyo principio dice:

    Venerad obsequiosos, jóvenes, estas cosas con silencio.

    Tercer escrito, Del alma; cuarto, De la piedad; quinto, Helotal, padre de Epicarmo el de Cos; sexto, Crotón, y todavía otros. El Discurso místico dicen que es de Hipaso, el cual lo escribió para desacreditar a Pitágoras. Y también que Astón de Crotona escribió muchos libros bajo el nombre de Pitágoras. Igualmente dice Aristójeno que Pitágoras aprendió muchos dogmas morales de Temistocles en Delfos. Jon de Quío dice, en sus Triagmas, que Pitágoras escribió un poema y lo supuso para Orfeo. También dicen que son suyas las Catascopía

    das, cuyo principio es: Con nadie seas imprudente.

    5. Sosícrates, en las Sucesiones, dice que al preguntarle León, tirano de los fliasios, quién era, dijo: Filósofo, y que comparaba la vida humana a un concurso festivo de personas; pues así como unos vienen a él a luchar, otros a comprar y vender, y otros, que son los mejores, a ver; también en la vida unos nacen esclavos de la gloria; otros, cazadores de los haberes, y otros filósofos, amantes de la virtud. Hasta aquí Sosícrates. En los tres libros de Pitágoras arriba nombrados se contienen universalmente estos documentos. No deja que nadie ore por sí mismo, puesto que no sabe lo que le conviene. Llama a la ebriedad pernice del entendimiento. Reprueba la intemperancia diciendo que nadie debe excederse de la justa medida en bebidas y comidas. De las cosas venéreas habla en esta forma: De la Venus se ha de usar en invierno, no en verano; en otoño y primavera, más ligeramente; pero

    en todo tiempo es cosa gravosa y nada buena a la salud. Y aun preguntado una vez cuándo convenía usarla, dijo: Cuando quieras debilitarte a ti mismo.

      1. La vida del hombre la divide en esta forma: la puericia, veinte años; la adolescencia, veinte; la juventud, veinte, y veinte la senectud. Estas edades son equiparadas con las estaciones del año, es decir: la puericia con la primavera, la adolescencia con el estío, la juventud con el otoño y la senectud con el invierno. Por adolescencia entiende la juventud, y por juventud la virilidad. Fue el primero que dijo, como asegura Timeo, que entre los amigos todas las cosas son comunes; y que la amistad es una igualdad. Sus discípulos también depositaban sus bienes en común. Callaban por espacio de cinco años, oyendo sólo la doctrina; y nunca veían a Pitágoras hasta pasada esta aprobación. De allí en adelante ya iban a su casa y participaban de su vista. Se abstenían de la madera de ciprés para

      2. ataúdes, porque de ella es el cetro de Júpiter. Hermipo escribe esto en el libro II De Pitágoras. Se refiere que fue sumamente hermoso, y los discípulos creían que era Apolo que había venido de los Hiperbóreos. Dicen igualmente que, al desnudarse una vez, se vio que uno de sus músculos era de oro. Y también afirman muchos que pasando una ocasión el río Neso le impuso este nombre. Timeo, en el libro XI de sus Historias, escribe que Pitágoras, a las que habitan con los hombres las llamaba diosas, vírgenes, ninfas, y luego madres.
    1. Antíclides, en el libro II De Alejandro, dice que Pitágoras adelantó mucho en la geometría, cuyos principios y rudimentos había hallado antes Meris. Que se ejercitó principalmente en una especie de ella que es la aritmética. Y que inventó la escala musical por una sola cuerda. Tampoco se olvidó de la Medicina. Apolodoro el Computista refiere que sacrificó una hecatombe al encontrar que en un triángu

    lo rectángulo la potestad de la línea hipotenusa es igual a la potestad de las dos que lo componen. De esto tenemos el epigrama siguiente:

    Pitágoras, hallada aquella nobilísima figura, bueyes mató por ello en sacrificio.

      1. Dicen que fue el primero que ejercitó a los atletas nutridos con carne, empezando por Eurímenes, como dice Favorino en el III de sus Comentarios; pues hasta entonces acostumbraban nutrirse con higos secos, queso fresco y trigo, según el mismo Favorino en su Varia Historia. Pero otros dicen que un cierto Pitágoras ungidor de atletas fue quien solía nutrirlos así, no el nuestro; pues éste estuvo tan lejos de permitir que se comiesen animales como que prohibió matarlos, juzgando que tienen el alma común a la nuestra. Esto es muy verosímil. Lo cierto es que mandó abstenerse de las cosas animadas, ejercitando y acostumbrando a los hombres a la simplicidad de manjares, a fin de que tuviesen en todo tiempo la comida adere

      2. zada y a punto, comiendo sólo cosas que no necesitaban lumbre y bebiendo agua, porque de ello dimanan la salud corporal y la agudeza del ingenio. Efectivamente, Pitágoras sólo prestó adoración al ara de Apolo-padre, que está en Delos detrás del ara córnea, por causa de que en ella sólo se ofrece trigo, cebada y hojuelas, sin fuego alguno; pero no víctimas. Así lo dice Aristóteles en su República de los delios.
      1. Afirman que fue el primero que dijo que el alma, haciendo un necesario giro, pasa de unos animales a otros. Fue también el primero que introdujo en Grecia las medidas y pesos, como dice Aristójenes el Músico. El primero que llamó Véspero y Fósforo al mismo astro, como asegura Parménides. Fue tan admirado de cuantos lo conocían, que a sus sentencias las llamaban palabras de Dios. Aun él mismo escribe diciendo que después de doscientos siete años había vuelto del infierno a los hombres. Permanecían con

      2. él y a él concurrían por su doctrina los lucanos, picentes, mesapios y romanos. Pero hasta Filolao no fue conocido el dogma pitagórico. Éste fue quien publicó aquellos tan celebrados tres libros que Platón escribió que se le compraran por cien minas. No eran menos de seiscientos los discípulos que de noche concurrían a oírlo; y los que conseguían verlo, lo escribían a sus familiares, como que habían obtenido una cosa grande. Los metapontinos llaman a su casa Templo de Ceres, y Museo al paraje en que estaba, como dice Favorino en sus Varias Historias. Con todo eso, otros pitagóricos decían que no deben manifestarse todas las cosas a todos, como refiere Aristójenes en el libro X De las leyes eruditicas o instructivas. Así, al preguntar a Jenófilo Pitagórico cómo se instruiría bien un hijo, respondió: Siendo ciudadano de una ciudad que tenga buenas leyes.
      1. Formó para Italia muchos hombres honestos y buenos, como Zaleuco y Carondas,

      2. legisladores. Era muy diestro para hacer amistades; y si sabía que alguno era partícipe de sus símbolos, luego se lo hacía compañero y amigo. Sus símbolos eran estos: No herir el fuego con la espada. No pasar por encima de la balanza. No estar sentado sobre el quénice. No comer corazón. Ayudar a llevar la carga, y no imponerla. Tener siempre cogidas las cubiertas de la cama. No llevar la imagen de Dios en el anillo. Borrar el vestigio de la olla en la ceniza. No estregar la silla con aceite. No mear de cara al sol. No andar fuera del camino público. No echar mano sin reflexión. No tener golondrinas bajo su mismo techo. No criar aves de uñas corvas. No mear ni caminar sobre las cortaduras de uñas y cabellos. Apartar la espada aguda. No volver a la patria quien se ausentase de ella.
      1. Por no herir el fuego con la espada quería significar que no se ha de incitar la ira e indignación de los poderosos. No pasar por

      2. encima de la balanza, esto es, no traspasar la igualdad y justicia. No estar sentado sobre el quénice es tener igual cuidado de lo presente que de lo futuro, pues un quénice es el alimento para un día. Por no comer corazón expresaba que no se ha de atormentar el ánimo con angustias y dolores. Por lo de no volver el que se ausenta exhortaba a que los que han de partir de esta vida no estén desordenadamente pegados a ella, ni entregados a sus deleites. Por estos términos se explica lo restante para no detenernos más en ello.
      1. Mandaba sobre todo no comer rojillo ni melanuro, y abstenerse también del corazón y de las habas. Aristóteles dice que también prohibía comer matriz y salmonete algunas veces. Hay quien diga que se contentaba con miel, con panal o aun con pan solo, y que no bebía vino en el día. Su comida ordinaria eran hierbas cocidas y crudas; raras veces cosa de mar. Vestía una estola blanca y limpia, y las

      2. demás vestiduras de lana también blancas, pues las telas de lino todavía no habían llegado a aquellas partes. Nunca fue visto en paseos, en cosas venéreas ni en embriagueces. Se abstenía de burlas y de toda chanza, como son dichos y motes pesados. Hallándose enojado, jamás castigaba a ningún esclavo o liberto. Al enseñar con el ejemplo lo llamaba cigüeñizar.
      1. Usaba de las adivinaciones que se hacen por presagio y por agüero; pero muy poco de las que se hacen por fuego, excepto el incienso. Sus sacrificios eran de cosas inanimadas, aunque algunos dicen que sólo sacrificaba gallos y cabritos de leche llamados recentales, pero nunca corderos. Aristójenes dice que permitió comer de todos los animales, menos del buey de labranza y del carnero; y él mismo asegura que recibió de Temistoclea los dogmas en Delfos, según indicamos antes. Jerónimo escribe que habiendo descendido al infierno, vio el alma de Hesíodo atada a una columna de

      2. bronce, y rechinaba; y a la de Homero colgada de un árbol y cercada de culebras, por lo que había dicho de los dioses. Que eran también castigados los que no quisieron usar de sus propias mujeres. Por estas cosas era muy venerado de los crotoniatas. Aristipo Cireneo dice en sus libros De fisiología que Pitágoras obtuvo este nombre porque siempre decía la verdad, igual que Pitio.
    1. Se dice que siempre estaba exhortando a sus discípulos a que cada vez que volvieran a casa dijeran:

    ¿Adónde fui?, ¿dónde estuve? ¿Qué cosas practiqué que no debiera?

    Dicen que prohibía que se ofrecieran víctimas sangrientas, y sólo permitía que se adorasen las aras incruentas. No sufría que se jurase por Dios, pues cada uno debe por sus obras hacerse digno de crédito. También decía que deben ser reverenciados los ancianos, teniendo por más venerable lo que es primero en tiempo; así como en el cielo es mejor el orto que el ocaso; en el tiempo, el principio mejor que el fin, y en la vida es mejor la generación que la corrupción. Que en el honor se han de preferir los dioses a los semidioses, los héroes a los hombres, y a éstos los padres. Que las mutuas conversaciones han de ser tales que no se nos hagan enemigos los amigos, sino amigos los enemigos. Que nada se ha de creer propio. Que se ha de favorecer la ley y perseguir la injusticia. Que no se han de arrancar ni destruir las plantas buenas, ni hacer daño a los animales que no son nocivos. Que se ha de usar de pudor y circunspección o reverencia, no estando siempre o derramado en risa o cubierto de tristeza. Que se ha de viajar, ya sea con lentitud, o con ahínco. Que se ha de ejercitar la memoria. Que estando enojado no se ha de decir ni hacer cosa alguna. Que se ha de tener en estima toda divinación. Que se ha de usar del canto con lira.

    Que se han de cantar himnos a los dioses, y las debidas alabanzas de los hombres.

      1. Prohibía comer habas, por razón que constando éstas de mucho aire, participan también mucho de lo animado, aunque por otra parte hagan buen estómago, y hacen leves y sin perturbaciones las cosas soñadas. Alejandro, en las Sucesiones de los filósofos, dice haber hallado en los escritos pitagóricos también las cosas siguientes: Que el principio de todas las cosas es la unidad, y que de ésta procede la dualidad, que es indefinida y depende, como materia, de la unidad que la causa. Así, la numeración proviene de la unidad y de la dualidad indefinida. De los números provienen los puntos; de éstos, las líneas; de las líneas, las figuras planas; de las figuras planas, las sólidas, y de éstas, los cuerpos sólidos, de los cuales constan los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire, que trascienden y giran por todas las cosas, y de ellos se engendra el mundo anima

      2. do, intelectual, esférico, que abraza en medio a la tierra, también esférica y habitada en todo su rededor.
    1. Que hay antípodas, nosotros debajo y ellos encima. Que en el mundo existen por mitad la luz y la sombra, el calor y el frío, el seco y el húmedo. De éstos, cuando reina el calor es verano; cuando el frío, invierno. Que cuando estas cosas se dividen por partes iguales, son muy buenas las estaciones del año, de las cuales la que florece es la saludable primavera, y la que fenece es el enfermizo otoño. En cuanto al día, florece la aurora y fallece la tarde, por cuya razón es también más insalubre. Que el aire que circuye la tierra quieto o no agitado es enfermizo, y cuantas cosas hay en él son mortales. Que el aire superior se mueve siempre, es puro y sano, y cuantos moran en él son inmortales y, por tanto, divinos.

    2. Que el sol, la luna y demás astros son dioses, puesto que en ellos reina el calor, que es

    causa de la vida. Que la luna es iluminada por el sol. Que los hombres tienen cognición con los dioses, porque el hombre participa del calor, y así Dios ejerce en nosotros su providencia. Que el hado es la causa de la administración de las cosas en común y en particular. Que los rayos del sol penetran por el éter frígido y por el denso, pues ellos al aire lo llaman éter frígido, y al mar húmedo, éter denso. Que estos rayos penetran aun hasta lo profundo, y con esto dan vida a todas las cosas. Que viven todas las cosas que participan de calor, y por tanto, las plantas son animales, aunque no todas tienen alma. Que el alma es una partícula del éter, del cálido y del frígido, como partícipe que es del éter frígido. Que el alma y la vida son cosas diferentes, y que aquella es inmortal, puesto que es inmortal aquello de que ella fue formada o separada. Que los animales se engendran de sí mismos por semilla; pero la generación hecha por la tierra es insubsistente.

    1. Que el semen es una gota o partícula del cerebro, que contiene en sí un vapor cálido. Que cuando ésta se infunde en la matriz caen del cerebro el leer, el humor y la sangre, de los cuales se forman la carne, los nervios, los huesos, los pelos y todo el cuerpo; y del vapor proceden el alma y los sentidos. Su primera formación y concreción se hace en cuarenta días, y luego, perfeccionándose por razón armónica, nace el infante a los siete, a los nueve, o lo más a los diez meses. Que tiene en sí todos los principios de vida, unidos y ordenados en razón armónica, sobreviniendo cada uno en determinados tiempos.

      1. Que los sentidos en general, y en especial el de la vista, son un vapor muy cálido; por eso decimos que atraviesa el aire y el agua, pues el cálido es rechazado por el frígido, porque si fuese frío el vapor de los ojos, se pasaría al aire semejante a sí. Por eso es que Pitágoras en algunos lugares llama a los ojos puertas del

      2. sol. Lo mismo dogmatiza acerca de los oídos y demás sentidos.
      1. En tres partes divide el alma humana: en mente, en sabiduría y en ira, y la ira se halla también en los otros animales, pero la sabiduría sólo en el hombre. Dice que el principio del alma está desde el corazón hasta el cerebro, y que la parte de ella situada en el corazón es la ira. Que la sabiduría y la mente están en el cerebro, y de ellas manan los sentidos como derivaciones. Que la parte capaz de sabiduría es inmortal; las demás, mortales. Que el alma se nutre de la sangre, y las palabras son vientos del alma. Que ésta es invisible, como las palabras, porque también el éter es invisible. Que los vínculos del alma son las venas, las arterias y los nervios; pero luego que se fortifica y queda por sí sola, sus vínculos son la razón y las operaciones. Que el alma echada a la tierra va divagando en el aire, semejante al cuerpo. Que Mercurio es el administrador de las almas, y

      2. por esto se llama Conductor, Portero y Terrestre, a causa de que saca las almas de los cuerpos, de la tierra y del mar; las puras las conduce a lo alto; pero a las impuras ni siquiera se acerca él, ni ellas entre sí, sino que las atan las Furias con vínculos firmísimos e indisolubles. Que todo el aire está lleno de almas creídas semidioses y héroes, las cuales causan los sueños a los hombres, y las señales de enfermedad y salud. No sólo a los hombres, sino también a las ovejas y demás ganado. Que a éstas se dirigen las purificaciones y sacrificios expiativos, todas las adivinaciones, los vaticinios y cosas semejantes.
    2. Dice que lo mayor que tiene el hombre es que el alma induce al bien o al mal; que es feliz el hombre a quien le toca un alma buena, y que ésta nunca está quieta, ni tiene siempre un mismo curso. Que lo justo tiene fuerza de juramento, y por lo mismo Júpiter se llama Juramento. Que la virtud es anomía, lo es la salud, lo es toda cosa buena, lo es también Dios, y

    todas las cosas existen por la armonía. Que la amistad es una igualdad armónica. Que los honores deben darse a los dioses y héroes; mas no honores iguales, pues a los dioses se han de dar siempre con loores, con vestiduras blancas y con pureza; pero a los héroes, desde el mediodía en adelante. Que esta pureza se adquiere por medio de expiaciones, lavatorio s y aspersiones; evitando los funerales, la cama y toda cosa sucia, y absteniéndose de comer carnes mortecinas, salmonetes, melanuros, huevos y animales nacidos de huevos, habas y demás cosas que prohíben los que dirigen ritos y sacrificios en los templos.

    22. Aristóteles dice en el libro De las habas que Pitágoras mandó abstenerse de las habas o porque semejan a las partes pudendas o a las puertas infernales (pues carecen de nudos), o porque corrompen; o porque se parecen a la naturaleza del universo, o porque sirven en el gobierno oligárquico eligiendo por medio de ellas. Dice Pitá

    goras que no se recojan las cosas caídas, a fin de acostumbrarse a no comer sin templanza y parsimonia. Aristófanes dice que las cosas que caen son para los héroes, escribiendo así en sus Héroes:

    No comáis lo que cae de la mesa.

    Que debemos abstenemos de gallo blanco, por estar consagrado a Júpiter (y el color blanco es propio de los buenos) y a la luna, y además señala las horas. Que no se coman los peces sacros, pues no conviene dar una misma comida a los dioses y a los hombres, como ni a los libres y a los esclavos. Que la cosa blanca es de la naturaleza de lo bueno; la negra, de la naturaleza de lo malo.

      1. Que no se debe romper el pan, pues antiguamente concurrían en uno los amigos a comerlo, como ahora los bárbaros, y no se ha de dividir aquello que une y congrega a los amigos. Algunos lo entienden del juicio del infier

      2. no; otros, de que en la guerra causa miedo, y otros, de que por éste comienza todo. Que de las figuras sólidas la esfera es la más hermosa; de las planas, el círculo. Que la senectud y lo que está sujeto a disminución son semejantes; y lo mismo es lo que recibe incremento y de la juventud. Que la sanidad es la perseverancia de la belleza y aspecto; y la enfermedad, la corrupción o pérdida de ellos. De la sal decía que conviene ponerla en las cosas, porque hace acordar de la justicia, pues conserva cuanto ocupa y penetra, y se hace de cosas purísimas, como son agua y mar.
    1. Hasta aquí lo que Alejandro dice haber hallado en los Comentarios pitagóricos y unido a ello lo que dice Aristóteles. En cuanto a la gravedad y modestia de Pitágoras, ni aun Timón, que en sus Sátiras procura criticarlo, la omitió, pues habla de esta manera:

    Pitágoras la magia abandonando, al dogma se transfiere, y deleita a los hombres con sus discursos sólidos y graves.

    Que Pitágoras fue varias personas en diversos tiempos lo testifica Jenófanes en la elegía que empieza:

    Mudo de asunto y el camino enseño, etc.

    Lo que de él dice es:

    Hallándose presente cierta vez que a un perrito castigaban, se refiere que dijo: Cesa de apalearlo, que es el alma de un amigo; en el eco lo conozco.

    Esto dice Jenófanes. También lo burla Cratino en sus Pitagorizusa; en sus Tarentinos habla así:

    Cuando algún idiota viene a ellos, para experimentarlo, acostumbran turbarlo y confundirlo a fuerza de argumentos, objeciones, falacias, traslaciones, paridades, y extraordinarias cosas, con sutileza grande y maestría.

    Mnesíaco, dice en su Alcmeón:

    Como los pitagóricos a Apolo, así sacrificamos, sin comer cosa alguna que alma tenga.

    Y Aristófanes, en su Pitagorista:

    -Y decía que habiendo descendido al congreso de aquella mansión de los que habitan allá abajo, gente de toda clase visto había. Pero muy diferentes de los otros difuntos que son los pitagóricos, contaba; pues comen con Platón por religiosos. -Ese dios debe de ser afable y llano, pues gusta del comercio con huéspedes tan llenos de basura.

    Y en el mismo drama:

    ...Y solamente comen hierbas, y beben agua encima de ellas. Mas los piojos, del palio la sordicie, y la asquerosidad de sus personas, no la podrá sufrir joven alguno.

      1. Pitágoras murió en esta forma: Estando sentado con sus amigos en casa de Milón, sucedió que uno de los que no había querido admitir consigo prendió fuego a la casa por envidia. Pero algunos dicen que lo ejecutaron los mismos crotoniatas, temerosos de que les pusiera gobierno tiránico. Que habiendo Pitágoras escapado del incendio, se metió en un campo de habas, y se paró allí diciendo: Mejor es ser atrapado que pisar estas habas, y Mejor es ser muerto que hablar. Con esto descubrió la garganta a los que lo seguían. Así que fueron muertos muchos de sus discípulos, hasta en número de cuarenta, y huyeron otros pocos, de cuyo número fueron Arquitas, Tarentino y Lisis, antes nombrado. Dicearco escribe que Pitágoras murió fugitivo en el templo de las Musas que hay en Metaponto, habiendo permanecido allí sin comer cuarenta días. Pero Heráclides, en el

      2. Epítome de las vidas de Sátiro, dice que Pitágoras, después de haber dado sepultura en Delos a Ferecides, regresó a Italia, y como hallase un gran convite en casa de Milón Crotoniata, partió a Metaponto; y que no queriendo ya vivir más, murió allí privándose de la comida.
    1. Hermipo dice que, estando en guerra agrigentinos y siracusanos, salió Pitágoras con sus discípulos y seguidores en favor de los agrigentinos; y que derrotados éstos, iba girando junto a un campo de habas, donde lo mataron los siracusanos. Los demás hasta treinta y cinco fueron quemados en Taranto, queriendo oponerse a los primeros ciudadanos en el gobierno de la República. Otra cosa dice también de Pitágoras Hermipo, y es: Que pasado a Italia, se hizo una habitación subterránea y mandó a su madre que anotase por escrito cuanto sucedía, señalando también el tiempo; luego entró en el subterráneo, y su madre le daba escritas cuantas cosas acaecían fuera, Que pasado tiempo, salió Pitágoras flaco y macilento, y congregando personas, dijo que

    volvía del infierno, y les iba contando las cosas acontecidas. Que los oyentes, conmovidos de lo que había dicho, prorrumpieron en lágrimas y lamentos, y creyeron en Pitágoras algo divino, de manera que le entregaron sus mujeres para que aprendiesen sus preceptos; de donde vino que fueron llamadas Pitagóricas. Hasta aquí lo que escribió Hermipo.

    1. La mujer de Pitágoras se llamaba Tea-no, hija de Brontino Crotoniata; aunque algunos la suponen mujer de Brontino y discípula de Pitágoras. Tenía también una hija llamada Damo, como dice Lisis en la Epístola a Hiparco, hablando de Pitágoras en esta forma: Dicen muchos que tú filosofas popularmente, lo cual lo tenía Pitágoras por cosa impropia e indigna; el cual, encargando a su hija Damo sus Comentarios, mandó que a nadie de fuera de casa los confiase; y ella, pudiendo venderlos por mucho dinero, no quiso, teniendo por más preciosa que el oro la pobreza junta con los preceptos de su padre, y esto siendo mujer.

    2. También tuvo un hijo llamado Telauges, que sucedió a su padre, y según algunos, fue maestro de Empédocles. Hipoboto refiere que Empédocles dijo a Telauges: Ilustre hijo de Teano y de Pitágoras. Ningún escrito dejó Telauges; pero quedan algunos de su madre, Teano. Dicen que al preguntar a ésta cuándo está la mujer limpia de hombre, respondió: Del propio, aun estando con él; del ajeno, nunca. A la mujer que había de dormir con su marido la amonestaba a que con los vestidos dejase también el empacho, y en levantándose lo volviese a tomar junto con ellos. Al preguntarle entonces qué cosas eran éstas, respondió: Aquellas por las cuales me llamo mujer.

    3. Pitágoras, finalmente, como escribe Heráclides, hijo de Serapión, murió octogenario, según la división de edades que él tenía hecha; pero según otros, murió a los noventa años de edad. Hay unos epigramas míos para él, que son los siguientes:

    No sólo tú, Pitágoras, dejaste de comer de las cosas animadas, sino que todos también nos abstenemos. ¿Quién hay, di, que devore cosas vivas? Cuando ya están asadas o cocidas, y aun salpimentadas, entonces, ya sin alma, las comemos.

    Y este otro:

    Era, cierto, Pitágoras tal sabio, que para sí las carnes no tocaba, diciendo no era justo. Pero admira las diese francamente que las comiesen otros; pues si él injusto no era, que los otros lo fuesen permitía.

    Además este otro:

    Si conocer deseas el juicio de Pitágoras, mira atentamente del escudo de Euforia el claro centro. El decía: Fui un tiempo este mismo mortal que antes no era. Así, que eternamente Soy éste, éste no soy, iba diciendo.

    Y otros sobre su muerte:

    Pitágoras, ¡ay, ay!, ¿por qué obsequioso respetaste las habas? Él, en suma, murió con sus secuaces. Había un campo de habas; se detuvo fuera, por no pisarlas, y los agrigentinos en un trivo la vida le quitaron.

    Floreció en la Olimpiada LX; y su escuela duró hasta diecinueve generaciones o sucesiones. Los últimos pitagóricos fueron Jenófilo Caldiciense de Tracia, Fanto Fliasio, Equecrates, Diocles y Polimnesto, también fliasios, a quienes alcanzó Aristójenes, puesto que eran discípulos de Filolao y de Eurito, tarentinos.

    30. Hubo cuatro Pitágoras contemporáneos, no muy distintos entre sí. Uno fue crotoniata, hombre tiránico. Otro, fliasio, ejercitador de atletas, o bien ungidor de éstos, como opinan algunos. El tercero, zacintio, del cual son los Arcanos filosóficos, y que fue maestro de ellos; de donde vino el proverbio: Él lo dijo. Hay quien dice que hubo otro Pitágoras Regino, escultor, el cual parece que fue el primero que halló la euritmia y simetría conjeturando y discurriendo. Otro, también escultor, samio; otro, orador malo; y otro, médico, que escribió De los tumores, y compuso algo acerca de Homero; y otro, finalmente, que escribió en dialecto dórico, como refiere Dionisio. Eratóstenes dice (según escribe Favorino en su Historia varia, libro VIII) que éste fue el primero que en la Olimpiada XLVIII se mostró como un púgil muy diestro, llevando todavía cabellera y clámide purpúrea; pues habiendo sido arrojado así de la escuela de los muchachos por escarnio y burla, se fue luego a buscar a los hombres luchadores y los venció. Hay para éste un epigrama muy sencillo que compuso Teeteto, y dice así:

    Si a Pitágoras Samio, oh peregrino, conociste de oídas, púgil noble, y criado, yo soy ese Pitágoras que digo. Si mis hechos a alguno preguntares, dirás te cuenta muchas cosas increíbles.

    1. Favorino dice que, habiendo Pitágoras usado de las definiciones tomadas de las materias matemáticas, usó mucho más esto mismo Sócrates y los de su secta, y después de éstos Aristóteles y los estoicos. Que fue el primero que llamó mundo al cielo y redonda a la tierra. Pero Teofrasto lo atribuye a Parménides, y Zenón a Hesíodo. Dice que un tal Cidón le contradijo, como Antídoco a Sócrates.

    2. Del Pitágoras atleta corría también el epigrama siguiente:

    Este púgil imberbe que a las luchas olímpicas se vino de los juegos pueriles, es el samio Pitágoras e hijo de Crateo.

    De nuestro filósofo tenemos esta carta:

    PITÁGORAS A ANAXIMENES

    Si tú, oh varón grande, no excedieras a Pitágoras en nacimiento y gloria, sin duda hubieras ya dejado a Mileto para venirte a mí; pero te lo prohíbe el esplendor de tu casa. Aun a mí me contuviera si me pareciera a Anaximenes. Vosotros, que soléis abandonar las ciudades por causa de sueños, si lo hacéis así perderán el ornamento y les será más inminente el daño por parte de los medos. No es bueno estar siempre discurriendo de los astros; importa más tomarse cuidado de la patria. Aun yo no siempre estoy en mis lucubraciones; también ando entre las guerras que mutuamente se hacen los italianos.

    33. Y ya que hemos tratado de Pitágoras, hablemos ahora de los más célebres pitagóricos. Después de éstos se tratará de aquellos de quienes algunos escriben en común, o sea esparcidamente; y por último añadiremos después la serie y sucesión de los más dignos y memorables hasta Epicuro, como dijimos antes. De Teano y Telauges ya trataremos; hablemos ahora primero de Empédocles, puesto que, según algunos, fue discípulo de Pitágoras.

    EMPÉDOCLES

    1. Empédocles, como dice Hipoboto, hijo de Metón, que lo era de otro Empédocles, fue agrigentino. El mismo Hipoboto y Timeo, en el libro XV de sus Historias, dicen que Empédocles, abuelo del poeta, fue un varón insigne, y lo mismo atestigua Hermipo. También Heráclides, en el libro De las enfermedades, dice que su abuelo fue de una casa ilustre, y que criaba caballos. Igualmente Erastótenes, en sus Olimpiónicos, dice por testimonio de Aristóteles que el padre de Metón venció en la Olimpiada

    LXXI. Apolodoro, gramático, dice en sus Crónicas que era hijo de Metón; y Glauco asegura que se pasó a los turios, colonia entonces recién fundada. Y más abajo dice que los que afirman que fugitivo de su casa se fue a Siracusa y militó con los siracusanos contra los atenienses, parece que proceden con suma ignorancia, pues o ya no vivía entonces o era viejísimo. Lo cual no es verosímil, pues Aristóteles dice que él y Heráclito murieron de sesenta años, y el que venció a caballo en la Olimpiada LXXI tenía el mismo nombre. Así concuerda el tiempo Apolodoro.

    2. Sátiro dice en las Vidas que Empédocles fue hijo de Exeneto; que dejó un hijo llamado también Exeneto, y que en la Olimpiada él venció a caballo, y su hijo en la lucha, o bien en la carrera, como menciona Heráclides en el Epítome. Y yo hallo en los Comentarios de Favorino que Empédocles inmoló a los espectadores un buey de miel y harina, y que tuvo por hermano a Calicrátides. Telauges, hijo de Pitágoras, en su carta a Filolao, dice que Empédocles fue hijo de Arquinomo. Que fue de Agrigento en Sicilia, lo dice él mismo al principio de sus Lustraciones:

    ¡Oh vosotros amigos que habitáis la ciudad ilustre y grande, de alcázares excelsos, del dorado Atragante a ras orillas!, etc.

    Hasta aquí su descendencia.

    3. Que fue discípulo de Pitágoras, lo escribe Timeo en el libro IX de sus Historias, diciendo que se le halló el plagio de cierto discurso (lo dice también Platón), y por ello se le prohibió concurrir a las lecciones, y que hace mención de Pitágoras diciendo:

    Había allí un varón sabio en extremo, riquísimo de bienes de la mente.

    Otros aseguran que esto lo dijo de Parménides. Deantes dice que los pitagóricos hasta Filolao y Empédocles se comunicaban mutuamente sus discursos; pero que luego que éste los publicó en verso, pusieron por ley que no participara de ellos versista alguno. Lo mismo dicen que sufrió Platón, pues también le fue negada la concurrencia. De quién de éstos fue discípulo Empédocles, no lo dijo; y la carta de Telauges que se conoce, de que lo fue de Hipaso y de Brontino, no es fidedigna. Teofrasto dice que fue émulo de Parménides, y lo imitó en los poemas, pues también aquél publicó en verso un libro De la naturaleza. Hennipo dice que no fue émulo o imitador de Parménides, sino de Jenófanes, con quien vivió algún tiempo y lo imitó en los versos, y finalmente se pasó a los pitagóricos. Alcidamas dice en su Físico que en los mismos tiempos Zenón y Empédocles oyeron a Parménides, pero que al fin lo dejaron, y Zenón filosofó por sí mismo, y Empédocles oyó a Anaxágoras y a Pitágoras, imitando de uno la gravedad de vida y hábito, y del otro, la ciencia fisiológica.

      1. Aristóteles en su Sofista dice que Empédocles fue inventor de la retórica, y Zenón, de la dialéctica. Y en el libro De poética llama homérico a Empédocles, grave y ve

      2. hemente, en la frase y en metáforas, y que usó de todas las figuras poéticas. Y que además de otros poemas escribió el Tránsito de Jerjes y un Proemio a Apolo, y que después lo quemó todo una hermana suya o hija, como dice Jerónimo; el Proemio contra su voluntad; pero lo tocante a Persia lo quemó a sabiendas, por ser obra imperfecta. Dice asimismo que también escribió tragedias y asuntos de política. Pero Heráclides, hijo de Serapión, asegura que las tragedias son de otro Empédocles. Jerónimo dice haber visto cuarenta y tres suyas, y Neantes, que las escribió siendo joven y las halló después.
    1. Sátiro escribe en las Vidas que también fue médico y orador excelente, y que fue discípulo suyo Gorgias Leontino, varón eminente en la retórica, el cual nos dejó un Arte de ella, y que, según escribe Apolodoro en sus Crónicas, vivió ciento nueve años. El mismo Sátiro refiere que Gorgias dijo había estado presente cuando Empédocles ejercitaba sus encantamientos. Y lo

    anuncia así él mismo en sus poesías, entre otras muchas cosas, cuando dice:

    Oirás me tú solo beneficios, prestigios, amuletos que la vejez ahuyenten y los males. Enfrenarás la furia de los vientos inquietos y perennes, los cuales, excitados con sus soplos sobre la madre tierra, la devastan, y destruyen del campo las labores. Si acaso se aplacaren, harás que se levanten nuevamente. Un temporal oscuro lo volverás del hombre alegre calma. A la apestada y árida sequía darás aguas suaves que fecundicen árboles y frutos; aun soplos les darás que los oreen. Finalmente, del Orco a nueva vida las almas sacarás de los difuntos.

    6. Dice Timeo, en el libro XVIII, que fue también varón admirado por muchas causas, pues soplando una vez con vehemencia los vientos etesios, tanto que destruían los frutos, mandó desollar asnos, hacer odres y ponerlos en los collados y vértices de los montes para atrapar el soplo. Cesando efectivamente, fue llamado Colusanema. Heráclides dice, en el libro De las enfermedades; que Empédocles dictó a Pausanias lo que escribió acerca de una mujer que no respiraba. Este Pausanias, como dicen Aristipo y Sátiro, era su bardaja, y le dedicó sus libros De la naturaleza en esta forma:

    Óyeme tú, Pausanias, hijo del sabio Anquito.

    Y le compuso también este epigrama:

    Gela es ilustre patria de Pausanias, hijo de Anquito, médico eminente, que, cual nuevo Esculapio, revocó del umbral de Proserpina los míseros enfermos, de mortales dolencias consumidos.

    Y añade Heráclides que lo de la mujer que no respiraba, fue que una se mantuvo treinta días sin respiración ni comida; y así lo llama médico y adivino, tomándolo también de los versos siguientes:

    ¡Oh amigos que habitáis la ciudad grande del Acragante flavo a las orillas y en el excelso monte, procurando sus útiles negocios!, yo os saludo. Yo, ya dios inmortal, entre vosotros habito venerado dignamente, ceñido con diademas y guirnaldas vistosamente verdes y floridas, con las cuales andando las ciudades florecientes y nobles, seré adorado de hombres y mujeres, y de gente seguido, preguntando cuál es y dónde se halla el trillado camino para el lucro. Me seguirán también los adivinos que oráculos anuncian, y aun aquellos que eterna fama buscan curando toda suerte de dolencias.

    7. Potamila dice que llama grande a Agrigento porque tenía 800,000 habitantes. Y así, como Empédocles los viese redundando en delicias, les dijo: Los agrigentinos se deleitan como si hubieran de morir mañana, y edifican casas como si hubieran de vivir siempre. Dicen que el rapsodista Cleomanes cantó en Olimpia sus Lustraciones; lo mismo confirma Favorino en sus Comentarios. Aristóteles escribe que fue libre y muy ajeno del mando, pues rehusó el reino que se le daba (como lo dice Janto en sus escritos sobre Empédocles), teniendo su frugalidad en mayor estima. Esto mismo refiere Timeo, poniendo también la causa de haber sido hombre tan popular y republicano. Dice que habiéndolo convidado uno de los magnates, sacaron de beber antes que la comida, y como los demás callasen, él no lo soportó, sino que mandó sacarla; pero el convidador le dijo que estaba esperando al ministro del Senado. Luego que éste vino, fue hecho principal del convite; constituyéndolo así el convidante, y aparentando con ello una imagen de tiranía, pues mandaba al convidado o que bebiese o que se le vertiese la bebida en la cabeza. Calló entonces Empédocles; pero al día siguiente juntó Senado, y condenó a los dos, quitando la vida al convidante y al príncipe del convite. Este fue el principio de haber entrado en el gobierno de la República.

    8. Igualmente, cuando el médico Acrón pidió al Senado sitio para construir un sepulcro para su padre, como el mayor de todos los médicos, concurriendo Empédocles, lo prohibió; y entre las cosas que dijo acerca de la igualdad, le preguntó así: Decid: ¿qué inscripción pondríamos a ese sepulcro? ¿Acaso ésta?

    ¿A Acrón, médico sumo, agrigentino hijo de un padre sumo, cubre y guarda la excelsa sumidad de patria suma?

    Algunos leen el segundo verso así:

    La sumidad extrema de la suma vertiz la tumba tiene.

    Dicen algunos que esto es de Simónides.

    9. Posteriormente, Empédocles disolvió la Asamblea de los Mil, sustituyendo magistrado trienal, compuesto no sólo de los ricos, sino también de los instruidos en los negocios populares y plebeyos. Timeo, sin embargo, en sus libros I y II (pues hace memoria de él en muchos lugares), dice que se creyó que era de ánimo contrario al gobierno republicano, cuando se ostenta tan jactancioso y amante de sí mismo en sus versos, al decir:

    Yo os saludo ya dios, que entre vosotros vivo inmortal, a muerte no sujeto, etc.

    Cuando concurría a los juegos olímpicos, todos lo miraban, y de nadie se hablaba tanto como de Empédocles en las conversaciones. Finalmente, cuando se volvió a poblar Agrigento, los parientes de sus contrarios se opusieron a que regresara allá, por lo cual se retiró al Peloponeso, y murió allí. No lo perdonó Timón, y le hace sus injurias, diciendo:

    Y Empédocles, hinchado, con sus voces forenses abarcó cuanto pudo siendo arconte. Los magistrados que hizo necesitaron de otros magistrados.

    10. Acerca de su muerte hay variedad de opiniones. Heráclides, tratando de la mujer que no respiraba y de la celebridad que consiguió Empédocles con haber restituido la vida a una difunta, dice que ofreció sacrificio junto a la quinta de Pisianacte, convidando a algunos de sus amigos, y Pausanias entre ellos. Concluido el convite, unos se retiraron, otros se acostaron bajo de los árboles vecinos, y otros en otras partes; pero él se quedó en el mismo sitio donde había cenado. Al llegar la mañana, levantándose todos, sólo él no fue hallado. Hecha pesquisa, examinados los criados y familiares, y respondido que nada sabían, hubo uno que dijo que a media noche había oído una gran voz que había llamado a Empédocles, y que, habiéndose levantado, había visto una luz celeste, luminarias de teas, y nada más. Hallándose todos atónitos con lo sucedido, bajó Pausanias para enviar algunos a que lo buscasen; pero luego fue prohibido hacer más diligencias, y dijo: Que el suceso era muy conforme y consiguiente para rue

    gos; así que convenía hacerle sacrificios como que ya era dios.

    1. Hermipo dice que hizo el sacrificio habiendo curado a una mujer agrigentina, llamada Pantea, desahuciada ya de los médicos, y añade que fueron convidadas al sacrificio hasta ochenta personas. Hipoboto asegura que cuando se levantó se encaminó al Etna, y que habiendo llegado, se arrojó al volcán y desapareció, queriendo dejar fama de sí de haber sido hecho dios; pero después fue descubierto, arrojando fuera la fuerza de las llamas una de sus sandalias, que eran de bronce, de cuyo metal solía llevar el calzado. Pausanias, sin embargo, siempre contradijo esto. Diodoro Efesio, escribiendo de Anaximandro, dice que Empédocles fue su imitador, tomando la hinchazón trágica y hasta la gravedad de los vestidos.

    2. Que habiendo acometido a los selinuncios un contagio de peste por el hedor de un río cercano corrompido, de modo que no

    sólo morían, sino que también se les dificultaban los partos a las mujeres, discurrió Empédocles conducir a él a costa suya dos de los ríos más inmediatos, con cuya mezcla se endulzaron las aguas. Terminada la peste, y hallándose los selinuncios banqueteando a las orillas del río, apareció allí Empédocles; y ellos, levantándose, lo adoraron como a dios y le ofrecieron sus votos. Así, queriendo confirmar esta opinión, se arrojó al fuego. Pero Timeo contradice esto, diciendo abiertamente cómo Empédocles se retiró al Peloponeso y ya no volvió; por cuya razón es incierta su muerte. A Heráclides le contradice ex profeso en el libro IV, por cuanto Pitanacte dice que fue siracusano y no tuvo quinta alguna en Agrigento. Y que Pausanias le construyó una memoria como amigo; pues divulgada aquella fama, como era hombre rico, le hizo una estatua pequeña, o bien una capilla como a dios. ¿Cómo se arrojaría al volcán quien, teniéndolo cercano, ninguna mención hizo de él? Así que murió en el Peloponeso.

    13. Que no vea su sepulcro, no es cosa extraña, pues tampoco se ven los de otros muchos. Después de haber alegado Timeo otras razones como éstas, añade: Pero siempre Heráclides es paradójico en sus cosas, y escritor que afirma haber caído un hombre de la luna. Hipoboto dice que la estatua de Empédocles estuvo al cubierto, primero en Agrigento, y después descubierta delante de la curia de los romanos, adonde éstos la trasladaron. De pincel todavía quedan algunas imágenes suyas. Neantes Ciziceno, uno de los que tratan de los pitagóricos, dice que muerto Metón, comenzó a germinar la tiranía, y que entonces Empédocles indujo a los agrigentinos a que, dejadas las sediciones, usasen la igualdad de gobierno. Además, que a muchas hijas de los ciudadanos, las cuales carecían de dote, las dotó de propio, como era rico. Y aun por eso vestía púrpura y se ceñía con cíngulo de oro, como dice Favorino en el primero de sus Comentarios. Que llevaba también sandalias de bronce y corona délfica. Que tenía el pelo muy largo, llevaba detrás muchachos de servicio, y siempre se dejó ver tan severo y en un mismo estado. Que de esta forma salía siempre que los ciudadanos iban a buscarlo, y aun veneran esto en él como a insignia regia. Que después, yendo en coche a Mesina por causa de cierta festividad, cayó y se quebró un muslo, y enfermando a causa de esto, murió, siendo de setenta y siete años. Y, finalmente, que su sepulcro está en Megara. En orden a los años que vivió, Aristóteles difiere de los otros, pues dice que murió de sesenta; los demás, que vivió ciento nueve. Floreció hacia la Olimpiada

    LXXXIV.

    14. Demetrio de Trezene, en el libro Contra los sofistas, dice por estos versos de Homero que

    Cogió una soga, atósela al gaznate, y se colgó en la copa más excelsa de un altísimo guindo, desde donde a los infiernos descendió su alma.

    Y en la carta que dijimos de Telauges se refiere que, siendo ya viejo, cayó en el mar, y murió. Esto por lo tocante a su muerte. En mi Panmetro hay unos epigramas jocosos para él, que son los siguientes:

    Tú también, tú, Empédocles, otro tiempo, sorbiéndote la llama transparente de inmortales ardores, purificaste el cuerpo. No diré que te echaste voluntario del Etna entre los ígneos manantiales; pero sí que queriendo desaparecer, caíste no queriendo.

    Y este otro:

    Es fama que Empédocles cayó del carruaje en un camino, y quebrándose un muslo, murió de ello. Si al Etna se arrojó, si sus ardores sorbieron, ¿de qué manera aún vemos en Megara su sepulcro?

    15. Sus dogmas son estos: Los elementos son cuatro: fuego, agua, tierra y aire; la Concordia con que se unen, y Discordia con que se separan; pues habla así:

    Albo Jove, alma Juno, Pluto y Nestis, que en llanto anega los humanos ojos.

    Entiende por Jove el fuego, por Juno la tierra, por Plutón el aire, y por Nestis el agua; y dice que estos elementos alternan con perpetua vicisitud, no se aquietan nunca, y este orden es eterno. Infiere, finalmente, que

    La Concordia unas veces los amista y en uno los compone; otras, por el contrario, la Discordia a todos los separa y enemista.

    Dice que el sol es una gran masa de fuego y mayor que la luna. Que ésta es semejante a un disco; el cielo al cristal, y que el alma se viste de toda especie, de animales y plantas; pues dice:

    Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo; fui planta, ave también, fui pez marino.

    Lo que escribió de Física y De las lustraciones asciende a cinco mil versos; lo de Medicina, a seis mil. De sus tragedias ya hablamos antes.

    EPICARMO

    1. Epicarmo, hijo de Elótalo, nativo de Cos, fue también discípulo de Pitágoras. A los tres meses de edad fue llevado de Sicilia a Megara, y de allí a Siracusa, como lo dice él mismo en sus obras. Le hicieron estos versos, puestos al pie de su estatua:

    Cuanto del grande sol los resplandores en luz exceden los lucientes astros; cuanto del mar la fuerza es mayor que la fuerza de los ríos, tal, la sabiduría de Epicarmo (a quien orla su patria Siracusa) excede las demás sabidurías.

    Escribió Comentarios, en los cuales trata cosas filosóficas, sentenciosas y de medicina. A muchos de estos Comentarios pone versículos acrósticos, con los cuales manifiesta que aquellos escritos son suyos. Murió de noventa años.

    ARQUITAS

    1. Arquitas, taréntino, hijo de Mneságoras, o según Aristójenes, de Hestico, fue también pitagórico. Fue quien libró a Platón cuando Dionisio quería matarlo, recomendándoselo por cartas. Fue admirado de muchos en todas las virtudes; y gobernó siete veces a sus ciudadanos, cuando los demás no gobernaban más de un año por prohibirlo la ley. Le escribió Platón dos cartas en respuesta de la que él le había escrito antes, la cual dice lo siguiente:

    ARQUITAS A PLATÓN: SALUD

    Haces bien de significarme por cartas el haberte librado de tu enfermedad, lo cual ya me lo había anunciado Damesco. Acerca de los Comentarios he practicado las diligencias, y pasé a Lucania y hallé los parientes de Ocelo. Lo que escribió De la ley, Del reinar, De la santidad y De la generación del universo, ya lo tengo, y te envío algo; los otros escritos no se hallan por ahora; irán a ti luego que comparezcan.

    Así escribió Arquitas. Y Platón respondió de esta manera:

    PLATÓN A ARQUITAS: OBRAR BIEN

    Los Comentarios que me han venido de tu mano los he recibido con el mayor gusto, y he admirado en extremo a su autor. Se nos muestra éste un varón muy digno de sus ascendientes y mayores, que, según dicen, fueron mireos, y éstos fueron de aquellos troyanos que transmigraron con Laomedonte, hombres buenos, como nos significan las historias: Los Comentarios míos que me pides en tu carta están todavía imperfectos; te los envío así como están. Acerca de su conservación, ambos pensamos de un mismo modo; y así no necesita encargarlo. Vale.

    Esto es lo que dicen sus mutuas epístolas.

    1. Hubo cuatro Arquitas: el primero, éste de quien hablamos. El segundo, un músico de Mitilene. El tercero fue escritor de agricultura; y el cuarto, poeta epigramático. Algunos hacen quinto a un arquitecto, de quien hay un libro de máquinas cuyo principio es: Estas cosas las he oído de Teucro, cartaginés. Del músico se cuenta que notándole que su voz no se oía, dijo: Pero el instrumento me defiende y habla por mí. Del Ar-quitas pitagórico dice Aristójenes que siendo capitán, nunca fue vencido su ejército; pero luego que cediendo a la envidia dejó el mando, cayó el ejército en poder del enemigo.

    2. Arquitas fue el primero que trató de mecánica por principios mecánicos, y el primero que dio movimiento orgánico a una figura geométrica, procurando hallar por medio del semicilindro dos medias proporcionales para la duplicación del cubo, como dice Platón en su República.

    ALCMEÓN

    1. Alcmeón, crotoniata, también fue discípulo de Pitágoras. Trata por lo común cosas de medicina, aunque justamente discute algo de fisiología, diciendo que ordinariamente son dos los géneros de las cosas humanas. Parece que es el primero que escribió del orden de la naturaleza, como dice Favorino en su Historia varia, y que afirmó que la naturaleza de la luna es eterna. Fue hijo de Pirito, como él mismo dice al comenzar su libro: Alcmeón, crotoniata, hijo de Pirito; pronuncia de este modo a Brontino, León y Batilo. De las cosas invisibles y de las mortales tienen los dioses pleno conocimiento, en cuanto podemos alcanzar los hombres, etcétera. Dijo también que el alma es inmortal y está en movimiento continuo, como el sol.

    HIPASO

    1. Hipaso, metapontino, también pitagórico, dijo que está determinado el tiempo de la transmutación del mundo; que el universo es infinito y está en perfecto movimiento. Dice Demetrio en sus Colombroños que no dejó ningún escrito. Hubo dos Hipasos: éste y otro que describió en cinco libros la República de los lacedemonios.

    FILOLAO

    1. Filolao, crotoniata, también fue pitagórico. Eran suyos los libros cuya compra encargó por carta Platón a Dión. Murió sospechoso de que quería introducir la tiranía. Yo escribí para él este epigrama:

    Digo que una sospecha es cosa de muchísima importancia, pues por más que la cosa no imagines, si a los demás parece la ejecutas, caerás en las desdichas. Así avino otro tiempo a Filolao, que Crotona su patria le dio muerte creyendo maquinaba tiranía.

    2. Opinaba que todas las cosas se hacen por necesidad y armonía. Y se le atribuye haber dicho primero que la tierra gira circularmente, aunque algunos piensan que fue Hicetas Siracusano el primero que lo dijo. Escribió un libro, que es (según refiere Hermipo tomándolo de cierto escritor) aquel que Platón, habiendo pasado a Sicilia para estar con Dionisio, compró de los parientes de Filolao, por cuarenta minas de plata alejandrinas, y que de este libro copió su Timeo. Otros dicen que Platón lo recibió habiendo intercedido con Dionisio por la libertad de un joven discípulo de Filolao que estaba preso. Demetrio, en sus Colombroños, dice que Filolao fue el primer pitagórico que publicó cuerpo de dogmas de esta escuela acerca de la naturaleza, cuyo principio es: La naturaleza en el mundo está coligadamente compuesta de infinitos y finitos, igualmente que el universo y cuanto él contiene.

    EUDOXO

    1. Eudoxo, hijo de Esquines, nativo de Gnido, fue astrólogo, geómetra, médico y legislador. En la geometría fue discípulo de Arquitas, y en la medicina, de Filistión Siciliano, como dice Calímaco en sus Tablas. Soción, en las Sucesiones, dice que también oyó a Platón. Que siendo de veintitrés años de edad, y viéndose constituido en suma estrechez, movido por la celebridad del nombre socrático, partió a Atenas con Teomedonte, médico, el cual lo mantenía, y aun hay quien opina que era su bardaja. Desembarcó y se alojó en El Pireo, desde donde subía diariamente a la ciudad; y después de haber oído en ella a los sofistas, regresaba. Habiendo estado allí dos meses, volvió a su casa, de donde, siendo socorrido por sus amigos, se fue a Egipto con Crisipo, médico, llevando cartas de favor de Agesilao para Nectanabis, el cual lo recomendó a los sacerdotes. Que habiendo permanecido allí un año y cuatro meses, se rayó la primera barba y las cejas, y escribió, según algunos, un Octaérides. Pasó de allí a Cízico y Propóntide a profesar la Filosofía; de allí se fue a visitar a Mausolo; y de allí regresó a Atenas acompañado de un gran número de discípulos, sólo por dar envidia a Platón, como dicen algunos, porque en sus principios lo había despedido. Otros dicen que celebrando Platón un convite, como fuesen muchos los convidados, introdujo poner los tric1inios en medio círculo. Nicomaco, el hijo de Aristóteles, dice que Eudoxo llama bien al deleite.

    1. Fue recibido en su patria con mucho honor, como consta por el decreto que de él dio; también fue muy celebrado entre los griegos. Escribió Leyes a sus conciudadanos, como dice Hermipo en su libro IV De los siete sabios; Tratados de Astrología, De Geometría, y algunas otras cosas excelentes. Tuvo tres hijas: Actis, Filtis y Delfis. Eratóstenes, en sus libros a Batón, dice que Eudoxo compuso Diálogos cínicos. Otros opinan que los habían escrito los egipcios en su lengua, y que él no hizo más que traducirlos en griego. Crisipo Gnidio, hijo de Erineo, oyó de él lo que escribió acerca de los dioses, del mundo y de los meteoros. En la medicina fue discípulo de Filistión Sículo, y dejó bellísimos Comentarios. Fue hijo suyo Aristágoras, cuyo discípulo fue Crisipo, hijo de Aetlio, del cual quedan escritos médicos acerca de los ojos, compuestos accidentalmente mientras estaba meditando en cosas naturales.

    2. Hubo tres Eudoxos. El primero, éste mismo; el segundo fue rodio e historiador; el tercero, siciliano, hijo de Agatocles, poeta cómico, el cual venció tres veces en los certámenes urbanos y cinco en los leneos, como dice Apolodoro en sus Crónicas. Hallamos otro que fue médico de Gnido, del cual Eudoxo, en su Circunferencia de la tierra, dice que solía aconsejar a mover con frecuencia los miembros y articulaciones en todo género de ejercicios, y lo mismo los sentidos. Este mismo refiere que Eudoxo Gnidio floreció hacia la Olimpiada CIII, y que inventó lo que pertenece a las líneas curvas. Murió a los cincuenta y tres años de edad.

    3. Cuando estaba en Egipto con Iconufi Heliopolitano, Apis le lamió en rededor todo el palio; de lo cual agoraron los sacerdotes que sería hombre célebre, pero de vida corta. Así lo dice Favorino en sus Comentarios. Mis versos para él son los siguientes:

    Dicen que Eudoxo, cuando estuvo en Menfís, su suerte saber quiso de un buey hermoso, hermosamente astado. Nada le respondió; porque ¿de dónde había de venir al buey locuela? No concedió Natura habla al novillo Apis; pero supo situarse oblicuamente a su costado y lamerle la ropa, enseñando con ello claramente que moriría presto. Y así fue: ni la muerte tardó mucho; pues vino solamente mientras daban sus cincuenta y tres giros las Vergilias.

    Por lo célebre de su fama y nombre, en vez de Eudoxo solían llamarlo Endoxon.

    5. Y como ya hemos tratado de los pitagóricos más célebres, ahora hablaremos de otros en general y esparcidamente.

    LIBRO NOVENO

    HERÁCLITO

    1. Heráclito, hijo de Blisón, o según algunos, de Heración, fue efesino, y floreció hacia la Olimpiada LXIX. Opinaba de las cosas muy elevadamente, como consta en sus escritos, donde dice: El aprender muchas cosas no instruye la mente. Y que enseñó a Hesíodo, a Pitágoras y aun a Jenófanes y a Hecateo; pues la verdadera y única sabiduría es conocer la mente, que puede disponer o gobernar todas las cosas por medio de todas las cosas. Decía que Homero era digno de ser echado de los certámenes y de ser abofeteado, y lo mismo Arquíloco. Que los ímpetus de una injuria deben apagarse más que un incendio, y que el pueblo debe defender las leyes igual que los muros.

    2. Reprendió vivamente a los efesinos porque habían echado a su compañero Hermo

    doro, diciendo: Todos los efesinos adultos debieran morir, y los impúberes dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Hermodoro, su bienhechor, diciendo: Ninguno de nosotros sobresalga en merecimiento; si hay alguno, váyase a otra parte y esté con otros. Como le pidiesen que les pusiera leyes, lo omitió a causa de que la ciudad estaba ya depravadísima en las costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana, jugaba a los dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su rededor les dijo: ¿Qué os admiráis, perversos? ¿No es mejor hacer esto que gobernar la República con vosotros?

    3. Finalmente, fastidiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose de hierbas; pero acometiéndole por esto una hidropesía, regresó a la ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos si podrían de la lluvia hacer sequía. Como ellos no lo entendiesen, se enterró en el estiércol de una boyera, esperando que el calor del estiércol le absorbiera las humedades. No aprovechando nada esto, murió de sesenta años. Mi epigrama para él es como sigue:

    Me admiré muchas veces de que viviese Heráclito otro tiempo sufriendo tantos males y miserias, para después morirse. Regando al fin su cuerpo con enfermas y malas humedades, extinguió de sus ojos la luz y los llenó de oscuras sombras.

    Pero Hermipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que si alguno podía sacar humedad oprimiendo la tripa; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se apresuró la vida y murió al día siguiente, y fue enterrado en el Foro. Neantes Ciziceno dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él, permaneció allí y se lo comieron los perros, pues no lo conocieron a causa del disfraz de estiércol.

    1. Fue admirado desde niño, y siendo mancebo decía que no sabía cosa alguna; pero cuando llegó a la edad perfecta decía que lo sabía todo. De nadie fue discípulo, sino que él mismo se dio a las investigaciones, y decía haberlo aprendido todo por sí mismo. Sin embargo, dice Soción que algunos lo hacen discípulo de Jenófanes, y que Aristón asegura, en el libro De Heráclito, que se curó de su hidropesía y murió de otra enfermedad. Esto mismo dice Hipoboto.

    2. El libro que nos queda de él, por su contenido se titula De la naturaleza, aunque está dividido en tres discursos, que son: Del Universo, De política y De Teología. Lo depositó en el templo de Diana; y según algunos, lo escribió oscuro a propósito para que sólo lo entendiesen los eruditos, y por vulgar no fuese desestimado. Lo describe Timón de la manera siguiente:

    Y entre ellos se me erguía y engreía el cuchillo importuno, murmurador del pueblo, Heráclito, inventor de quisicosas.

    Teofrasto dice que la melancolía le hizo dejar sus escritos, unos a medio hacer y otros a veces muy ajenos de verdad. La señal de su grandeza de ánimo, dice Antístenes en las Sucesiones, es haber cedido el reino a su hermano. Su libro se hizo tan célebre, que llegó a tener seguidores, llamados heraclitanos.

    6. Sus opiniones en común son las siguientes: Todas las cosas provienen del fuego, y en él se resuelven. Todas las cosas se hacen según el hado, y por la conversión de los contrarios se ordenan y adaptan los entes. Todo está lleno de almas y demonios. Acerca de los cambios que acontecen en el estado de las cosas del mundo, dijo así: Que el sol es tan grande cuanto aparece. Se afirma también que dijo que la naturaleza del alma no hay quien la pueda hallar por más camino que ande; ¡tan profunda es esta cuestión! Al amor propio lo llamaba mal de corazón, y que la vista y aspecto engañan.

    1. En su obra habla algunas veces clara y sabiamente; tanto, que cualquiera, incluso alguien duro de entendimiento, lo entiende fácilmente y conoce la elevación de su ánimo. La brevedad y seriedad de sus interpretaciones es incomparable.

      1. Sus dogmas en particular son: Que el fuego es elemento, y que todas sus vicisitudes o transformaciones se hacen por raridad y densidad. Pero nada de esto expone distintamente. Que todas las cosas se hacen por contrariedad, y todas fluyen a manera de ríos. Que el universo es finito. Que el mundo es único, es producido del fuego y arde de nuevo de tiempo en tiempo altemadamente todo este evo. Que esto se hace por el hado. Que de los contrarios, aquel que conduce las cosas a generación se llama guerra y lucha o contención, y el que al incendio, concordia y paz. Que la mutación es un camino hacia arriba y hacia abajo, y según éste se

      2. produce el mundo. Que el fuego adensado se transforma en licor, y adquiriendo más consistencia en agua. Que el agua condensada se vuelve tierra, y éste es el camino hacia abajo. Se liquida de nuevo la tierra y de ella se hace el agua, de lo cual provienen casi todas las demás cosas, refiriéndolo a la evaporación del mar. Éste es el camino de abajo arriba. Que las evaporaciones o exhalaciones se hacen de la tierra y del mar; unas perspicuas y puras, otras tenebrosas. De las puras se aumenta el fuego; de las otras, el agua.
    2. Lo que encierra la circunferencia no lo explica; pero dice que hay allá unos como cuencos, vuelta hacia nosotros la parte cóncava, en los cuales, acopiándose las exhalaciones puras y perspicuas, forman las llamas, que son los astros. Que la llama del sol es clarísima y calidísima; los demás astros están muy distantes de la tierra, y por ello lucen y calientan menos. Que la luna, estando más cercana a la tierra, anda por paraje no puro, pero el sol está en lugar resplandeciente y puro, y dista de nosotros conmensuradamente; esta es la causa de calentar

    más y dar mayor luz. Que se eclipsan el sol y la luna cuando sus cuencos se vuelven hacia arriba, y que las fases mensuales de la luna se hacen volviéndose poco a poco su cuenco. Que el día, la noche, los meses, las estaciones anuales y los años, las lluvias, los vientos y cosas semejantes se hacen según la diferencia de exhalaciones, pues la exhalación pura inflamada en el círculo del sol hace el día; y cuando obtiene la parte contraria hace la noche. Que de la luz, aumentándose el calor, se hace el estío, y de la sombra crece la humedad y se hace el invierno. Consecuentemente a éstas, discute de las demás causas. Sobre cuál sea la tierra nada dice, ni tampoco de los referidos cuencos.

    10. El parecer de Sócrates acerca de Herá-clito, después de ver su libro suministrado por Eurípides, como dice Aristón, lo dijimos en la Vida del mismo Sócrates. Seleuco Gramático dice que un tal Crotón escribe en su Buzo que un cierto Crates fue el primero que trajo este libro a Grecia y que dijo que necesita uno de un nadador delio para no ahogarse en él. Algunos lo titulan Musas; otros, De la naturaleza; Diodoto, Exacto gobernalle para el nivel de la vida. Otros, Gnomon de las costumbres, y complemento y ornato de una cierta medida para todas las cosas. Dicen que al preguntarle por qué callaba, respondió: Porque vosotros habláis, Aun Darío deseó su compañía, y le escribió en esta forma:

    EL REY DARÍO, HIJO DE HISTASPIS, AL SABIO HERÁCLITO EFESINO: ALEGRARSE.

    Publicaste un libro difícil de comprender y de explicar. En algunos lugares, si se entiende a la letra, parece que encierra cierta fuerza de especulación de todo el mundo y de cuanto en él se hace, lo cual está constituido en el movimiento divinísimo; pero muchas cosas tienen aprobación; y así, aun los que han leído mucho, quedan dudosos del recto sentido que parece que quisiste dar a todo. El rey Darío, hijo de Histaspis, quiere ser uno de tus oyentes y participar de la erudición griega. Ven, pues, en breve a nuestra vista y real palacio, pues los griegos, por lo común, no acostumbrando distinguir a los varones sabios, menosprecian las cosas que éstos demostraron dignas de que se oigan y aprendan con estudio y diligencia. Conmigo tendrás el primer lugar; cada día una comunicación seria y honesta, y una vida sujeta a tus exhortaciones.

    HERACLITO EFESINO AL REY DARÍO, HIJO DE HISTASPIS: ALEGRARSE.

    Cuantos viven en estos tiempos huyen de la verdad y de practicar lo justo, dándose todos a la insaciabilidad y vanagloria por falta de juicio; mas yo, por cuanto doy al olvido toda injuria y declino el fastidio de toda familiar envidia; asimismo, porque huyo de vanidad y lujo, no iré a Persia, contentándome con mi cortedad, que es lo que me acomoda.

    Tal fue lo que este varón le expresó al rey.

    1. Demetrio dice en sus Colombroños que también menospreció a los atenienses por la excesiva opinión que tenía de sí mismo; y aunque desestimado de los efesinos, eligió vivir con ellos. Hace también memoria de él Demetrio Falereo en la Apología de Sócrates. Hubo muchos que interpretaron su libro, como son Antístenes, Heráclides Póntico y Esfero Estoico, a quienes se añaden Pausanias el llamado Heraclista, Nicomedes y Dionisio, y de los gramáticos Diodoto, el cual dice que aquel escrito no es de física, sino de política, pues lo que trata de física es allí a modo de ejemplo. Jerónimo dice que Escitino, poeta yámbico, emprendió el trabajo de poner en verso dicho libro.

    2. Se conocen muchos epigramas escritos para él, de los cuales uno dice así:

    Soy Heráclito, sí, necios e ignaros; ¿qué me estáis abatiendo? No he trabajado, no, para vosotros, sino para los sabios y peritos. Váleme por tres mil un hombre solo, e infinitos, ninguno. Esto digo también a Proserpina.

    Y otro dice:

    No en breve desenvuelvas hasta el eje el volumen de Teráclito Efesino; es para ti camino muy impervio, lleno de oscuridad densa y opaca; pero si mente sabia te dirige, aún más claro que el sol lo verás todo.

    13. Hubo cinco Heráclitos. El primero, éste. El segundo, un poeta lírico de quien hay un Encomio de los doce dioses. El tercero, un poeta elegíaco nativo de Halicarnaso, a quien Calímaco compuso los versos siguientes:

    Uno tu muerte, Heráclito, me dijo, y me sacó las lágrimas al punto. Me acordé de cuántas veces solíamos pasar soles y soles en sabias juglerías; pero ahora, Halicarnasio amigo, eres ceniza. Moriste, sí, moriste; pero la melodía de tu canto vivirá eternamente. Y aunque Pluto se lo arrebate todo; no alcanzarán sus manos a tu fama.

    El cuarto fue lesbio, y escribió la Historia de Macedonia. Y el quinto, un truhán, el cual, de citarista que era, se dedicó a este otro modo de vida.

    JENÓFANES

    1. Jenófanes, hijo de Dexio, o bien, según Apolodoro, de Ortomeno, fue colofonio. Lo celebra Timón diciendo:

    Jenófanes, no altivo, sino recto, castigador de homéricos embustes.

    Echado de su patria, vino a Zancle y Catania, ciudades de Sicilia. Según unos, no fue discípulo de nadie; pero según otros, lo fue de Botono, ateniense, o como dicen algunos, de Arquelao; y según Soción, fue contemporáneo de Anaximandro. Escribió versos, elegías y yambos contra Hesíodo y Homero, haciendo burla de lo que habían dicho acerca de los dioses, y aun iba cantando sus versos en público. Se dice que en sus opiniones fue contrario a Tales y a Pitágoras, y que no perdonó a Epiménides. Fue de vida muy larga, como dice él mismo en cierto escrito:

    Ya son sesenta y siete años cabales que mi estudio celebra Grecia toda. Veinticinco tenía cuando esto comenzó, si bien me acuerdo.

    2. Dice que los principios o elementos de las cosas son cuatro; los mundos, infinitos e inmutables. Que las nubes se forman de las exhalaciones que atrae el sol, y elevadas, las congloba. Que la sustancia de Dios es esférica, no teniendo nada semejante al hombre. Que todo ve y todo oye, pero no todo respira. Que todas las cosas son en conjunto mente, sabiduría y eternidad. Definió primero que todo cuanto se hace es corruptible. También dice que el alma es espíritu, y que muchas cosas son inferiores a la mente. Que con los tiranos, o no se ha de tratar o se ha de tratar con blandura.

    3. Habiéndole dicho Empédocles que un sabio es irrepetible, dijo: Es cierto, pues sabio debe ser el que ha de explorar el sabio. Soción afirma que Jenófanes fue el primero que dijo que todas las cosas son incomprensibles, pero se engaña Soción. Compuso dos mil versos acerca de la fundación de Colofón, y de la colonia italiana que pasó a Elea. Floreció hacia la Olimpiada

    LX. Demetrio Falereo en el libro De la senectud, y Panecio Estoico en el De la tranquilidad, dicen que enterró a sus hijos con sus propias manos, como lo hizo Anaxágoras. Parece que esto mismo hicieron los pitagóricos Parmenisco y Orestades, como dice Favorinó en el libro I de sus Comentarios.

    4. Hubo otro Jenófanes, poeta yámbico, nativo de Lesbos. Hasta aquí mencionamos a los que prometimos esparcidamente.

    PARMÉNIDES

    1. Jenófanes tuvo por discípulo a Parménides, hijo de Pireto, nativo de Elea; aunque Teofrasto en su Epítome dice que fue discípulo de Anaximandro. Lo cierto es que si lo fue de Jenófanes, no lo siguió en los dogmas. Vivió con Aminias y con Dioquetas, pitagórico (como dice Soción), hombre pobre, pero honrado y bueno, por cuya causa lo siguió, y cuando murió le construyó un monumento heroico. Siendo como era noble y rico, fue llamado a la tranquilidad de vida por Aminias, no por Jenófanes. Fue el primero que demostró que la tierra es esférica y que está situada en el medio. Que los principios o elementos son dos: el fuego y la tierra; aquel tiene lugar de artífice; ésta, de materia. Que la generación primera de los hombres fue del sol. Que el sol es cálido y frío, de los cuales constan todas las cosas. Que el alma y la mente es una misma cosa, como escribe Teofrasto en sus Físicos, donde expone los dogmas de casi todos. Dijo que la filosofía es de dos maneras; una procedente de la verdad, otra de la opinión. Así que en algún lugar dice:

    Te es preciso inquirir todas las cosas con intención sencilla, ya sean las verdaderas persuasibles, o ya las opiniones de los hombres, en las cuales no se halla fe segura.

    2. Escribió de la filosofía en verso, a imitación de Hesíodo, Jenófanes y Empédocles. Dijo que la razón es el criterio que juzga de las cosas, y que los sentidos no son criterios exactos ni seguros. Sus palabras son estas:

    Ni los dioses te induzcan a un camino común por ser trillado. No resuelvan los ojos sin examen; no juzguen por el eco los oídos, ni por la lengua juzgues. Juzgue, sí, la razón en las cuestiones.

    Por esto, Timón dice de él:

    Y la noble prudencia de Parménides sabio, que repele la operación falaz de los sentidos.

    3. Platón escribió en memoria suya un diálogo titulado Parménides o De las ideas. Floreció hacia la Olimpiada LXIX, y parece que fue el primero que observó que el Véspero y el Fósforo es un astro mismo, como escribe Favorino en el libro V de sus Comentarios. Otros lo atribuyen a Pitágoras. Calímaco llega a decir que el poema no es suyo. Se dice que puso leyes a sus conciudadanos, como escribe Espeusipo en su libro De los filósofos, y que inventó y usó primero el argumento que llaman Aquiles, según Favorino en su Historia varia. Hubo otro Parménides, escritor del Arte oratoria.

    MELISO

    1. Meliso, hijo de Itageno, fue de Sarnos y discípulo de Parménides, aunque también conferenció con Heráclito, y lo recomendó a los efesinos que no lo conocían, como Hipócrates hizo conocer a Demócrito a los abderitas. Fue hombre muy político y civil, y muy aceptado y estimado por sus conciudadanos. y además, habiendo sido elegido general de mar, crecieron los honores por su gran valor.

    2. Sus opiniones son: Que el universo es ilimitado, inmutable, inmóvil, uno, semejante a sí mismo y lleno. Que no hay cosa segura acerca de los dioses, puesto que de ellos no tenemos conocimiento cierto. Apolodoro dice que floreció hacia la Olimpiada LXXXIV.

    ZENÓN

    1. Zenón, nativo de Elea, fue hijo de Pireto, según Apolodoro en las Crónicas; según otros, de Parménides. Otros, finalmente, lo hacen hijo de Teleutágoras por naturaleza, y de Parménides por adopción. De él y de Meliso dice Timón lo siguiente:

    En una y otra lengua poderoso, difícil fue Zenón de ser vencido; sí vencedor de todos. Igualmente Meliso, que supera todas las fantasías de la mente, y acaso es superado de muy pocos.

    Zenón fue discípulo de Parménides, y aun su bardaja. Platón en su Parménides dice que fue alto de cuerpo; y en su Sofista lo llama Palamedes Eleático.

      1. Aristóteles dice que fue inventor de la dialéctica, como Empédocles de la retórica. Fue varón clarísimo en filosofía y política, como vemos en sus escritos, tan llenos de sabiduría. Queriendo destronar al tirano Nearco (o Diomedonte, como dicen algunos), fue aprehendido, como refiere Heráclides en el Epítome de Sátiro. En esta ocasión, como fuese preguntado acerca de los conjurados y de las annas condu

      2. cidas a Lípara, dijo que los conjurados eran todos los amigos del tirano; con lo cual quiso suponerlo abandonado y dejado ya solo. Después, diciendo que tenía algo que hablarle a la oreja tocante a algunos, se la cogió con los dientes y no la soltó hasta que lo acribillaron a estocadas, como sucedió al tiranicida Aristogitón. Demetrio dice en sus Colombroños que la nariz fue lo que le arrancó de un bocado.
    1. Antístenes escribe en las Sucesiones que después de haber citado por cómplices en la conjuración a los amigos del tirano, como éste le preguntase si había otro culpado, respondió: Tú, oh destructor de esta ciudad. Y que a los circunstantes habló en esta forma: Estoy admirado de vuestra cobardía, pues por miedo de lo que yo padezco sois esclavos de un tirano; y que luego, cortándose la lengua con los dientes, se la escupió a aquel encima. Incitados con esto los ciudadanos, al punto quitaron la vida a pedradas al tirano. Finalmente, Hermipo dice que

    Zenón fue metido en un mortero y machacado allí. Mis versos para él dicen así:

    Promoviste, oh Zenón, solicitaste una facción ilustre. Tú querías, al tirano acabando, a Elea libertar de cautiverio. Mas no lo conseguiste; antes, sobrecogido del tirano, te mandó machacar en un mortero. Pero ¿qué es lo que digo? No te machacó a ti, sino a tu cuerpo.

    1. Zenón también fue bueno en otras cosas; pero hombre fastidioso y que se sobreponía a sus mayores, como Heráclito. A su patria (llamada antes Hile y después Elea), siendo colonia de los focenses y ciudad humilde y que sólo solía producir hombres de bien, la estimaba en más que la magnificencia de Atenas, adonde raras veces iba, viviendo siempre en su casa. Fue este Zenón el primero que usó el argumento que llaman Aquiles, aunque Favorino dice que Pannénides y otros muchos.

    2. Sus opiniones son: Que hay muchos mundos. Que no hay vacío. Que la naturaleza de todas las cosas proviene del cálido y frígido, del seco y húmedo, conmutándose estos entre sí. Que la generación de los hombres es de la tierra; y el alma una mezcla de todo lo dicho, sin que tenga mayor porción de uno que de otro. Dicen que habiendo sido maltratado de palabra, se indignó mucho; y como uno le preguntó por qué se indignaba, respondió: Si no me indigno y me acostumbro a los ultrajes y desprecios, tampoco me alegraré de los loores. Cuando tratamos de Zenón Citieo ya dijimos que hay ocho Zenones. El presente floreció hacia la Olimpiada LXXIX.

    LEUCIPO

    1. Leucipo, nativo de Elea (aunque hay quien diga que de Abdera, y aun algunos de Melos), fue discípulo de Zenón. Sus opiniones son: Que todas las cosas son infinitas, y que se transmutan entre sí. Que el universo está vacío y

    lleno de cuerpos. Que los mundos se originan en los cuerpos que caen en el vacío, y se complican mutuamente. Que de su movimiento al tenor de su magnitud se produce la naturaleza de los astros. Que el sol es llevado por un círculo mayor alrededor de la luna. Que la tierra es llevada y gira sobre su centro, y su figura es de un tambor. Fue el primero que puso a los átomos por principio de las cosas. Hasta aquí sus opiniones en general; por partes son como sigue:

    2. Que el universo es infinito, como ya dijimos. Que de éste unas partes están llenas, otras vacías. Que los elementos o principios y los muchos procedidos de ellos son infinitos, y vienen a resolverse en aquellos. Que estos mundos se originan así: separados del infinito muchos cuerpos de todas figuras, son llevados por el gran vacío; y congregados en uno, forman un turbillón, según el cual, chocando con los otros y girando de mil maneras, se van separando unos de otros y se unen los semejantes a sus semejantes. Equilibrándose, y no pudiéndose ya mover por su multitud y peso, las partículas pequeñas corren al vacío externo como vibradas o expelidas; las restantes, quedando juntas y complicadas, discurren mutuamente unidas, y forman de figura esférica la primera concreción o agregado. Esta concreción es separada de los demás por medio de una como membrana que la circuye y contiene dentro todos los cuerpos. Estos cuerpos ya unidos en masa, girando sobre la consistencia de su centro, van formando otra tenue membrana circular, compuesta de las partículas que topa su superficie al tenor de su giro. De esta manera se forma la tierra, es decir, permaneciendo juntos los corpúsculos tendientes al centro. Este mismo cuerpo, o sea concreto, se va siempre aumentando como por membranas, formadas de los corpúsculos externos que allí concurren, pues en fuerza de su giro adquiere cuantos toca. Complicados ya algunos de estos, forman la concreción, la cual es al principio húmeda y lútea; luego, secándose con el violento giro del todo e inflamándose, produce la naturaleza de los astros. Que el círculo del sol es el más externo; el de la luna, el más cercano a la tierra; y los demás astros están en medio de éstos. Todos estos astros se inflaman con la violencia del movimiento; al sol lo inflaman los astros, y la luna recibe sólo una pequeña parte de fuego. Se eclipsan el sol y la luna porque la tierra está inclinada al Mediodía. Las regiones árticas siempre están nevadas, son frías y glaciales. Que el sol se eclipsa pocas veces, pero la luna muchas, por ser los círculos de ambos desiguales. Que como acontece la generación del mundo, así también acontece su aumento, su decremento y su corrupción por cierta necesidad; cuál sea ésta no la explica.


    DEMÓCRITO

    Demócrito fue hijo, según unos, de Hegesístrato; según otros, de Atenócrito, y según otros de Damasipo; fue abderita, o como dicen algunos, milesio. Estudió con varios magos y caldeos que el rey Jerjes dejó por maestros a su padre cuando se hospedó en su casa, de los cuales aprendió la teología y la astrología siendo todavía muchacho, según lo escribe Herodoto. Se unió después a Leucipo, y según

    dicen algunos, a Anaxágoras, siendo cuarenta años más joven que él. Refiere Favorino en su Historia varia que Demócrito dijo de Anaxágoras que no eran de éste las cosas que había escrito acerca del sol y de la luna, sino opiniones antiguas, y que las había hurtado. También que censuró y degradó el mérito de lo que escribió sobre la formación del mundo y de la mente, haciéndosele enemigo por no haberlo querido recibir. ¿Cómo, pues, dicen algunos, será discípulo suyo?
    Demetrio, en sus Colambroños; y Antístenes, en las Sucesiones, dicen que se fue con los sacerdotes de Egipto a fin de aprender la geometría, con los caldeos de Persia y al mar Rojo. Aún hay quien dice que también estuvo en la India con los gimnosofistas y que además pasó a Etiopía.

  • Era el menor de tres hermanos; y al dividirse la herencia paterna, escriben muchos que escogió la porción más pequeña que estaba en dinero, siéndole más útil para viajar, aunque

  • sus hermanos imaginaban que lo hacía con algún dolo. Demetrio dice que su parte pasó de cien talentos, y que los gastó todos. Dicen que era tan aplicado al trabajo, que de su casa y huerto separó una pequeña pieza y se encerró en ella; y como una vez llevase su padre un buey al sacrificio y lo atase allí, no lo advirtió hasta que su padre lo llamó al sacrificio y le avisó que allí estaba el buey.
    1. Según Demetrio, parece que también pasó a Atenas, y que por desestimar su propia gloria no se cuidó de ser conocido; y aunque él conoció a Sócrates, Sócrates no lo conoció a él. Fui -dice-a Atenas, y nadie me conoció. Si el diálogo Antierastes -dice Trasilo- es de Platón, acaso sería Demócrito el anónimo que allí estaba, además de Enópidas y Anaxágoras, discurriendo de la filosofía, del cual dice Platón: Este filósofo se parece al vencedor de cinco certámenes. En efecto, Demócrito realmente era en la Filosofía perito en cinco certámenes, pues era experimentado y hábil en

    2. la natural, moral, matemática, encíclica y en todas las artes. Es suyo aquel dicho que dice: las palabras son la sombra de las cosas.
    1. Demetrio Falereo, en la Apología de Sócrates, dice que Demócrito nunca estuvo en Atenas. Esto todavía es más: haber menospreciado ciudad tan célebre, no queriendo recibir fama del lugar, sino procurar que el lugar la recibiese de él. Pero cuál fue Demócrito lo manifiestan sus escritos. Parece, dice Trasilo, que fue imitador de los pitagóricos. Efectivamente, él hace mención de Pitágoras, celebrándolo mucho en su Homónimo, y toma todas sus cosas de tal manera, que parece que fue su discípulo, si no repugnasen los tiempos; pero que oyó a algún pitagórico lo asegura Claudio Regino, que vivió por aquella época. Apolodoro Ciziceno dice que trató a Filolao. Y Antístenes afirma que ejercitaba y probaba variadamente su imaginación, ya en la soledad, o también retirándose a los sepulcros. Que al regresar de

    2. sus viajes, vivió pobremente (como que había consumido en ellos cuanto tenía), y por su indigencia, lo mantuvo su hermano Damasco; pero luego que se acreditó anunciando algunas cosas venideras, ya muchos lo juzgaron merecedor de honores divinos.
  • Como había una ley que decía que quien disipara su patrimonio era indigno de tener sepulcro en su patria, en cuanto lo supo Demócrito (dice Antístenes), por no verse como el blanco de algunos envidiosos y sicofantes, les leyó su Gran Diacosmos, que es el mejor de sus escritos, y fue premiado con quinientos talentos. No sólo esto, sino que también lo honraron con estatuas de bronce; y habiendo muerto de más de cien años, fue enterrado a costa del público. Demetrio dice que sus parientes fueron los que leyeron el Gran Diacosmos, y que el premio fue de sólo cien talentos. Esto mismo confirma Hipoboto. Aristójeno, en sus Comentarios históricos, dice que Platón quiso quemar

  • los escritos de Demócrito que había podido recoger; pero que se lo estorbaron Amiclas y Clinias, pitagóricos, diciendo que era cosa inútil, puesto que aquellos libros andaban ya en manos de muchos. Esto consta también de que haciendo Platón memoria de casi todos los antiguos, en ningún lugar la hace de Demócrito, ni siquiera en donde convenía contradecirlo en alguna cosa, lo cual parece que lo hizo sabiendo que así contradecía al más excelente de los filósofos, a quien Timón alaba diciendo:

    Cual Demócrito sabio, autor del bello estilo y docta frase, y, sobre todo, del hablar festivo.

      1. Según dice él mismo en su Pequeño Diacosmos, era todavía mozo cuando Anaxágoras ya era anciano, puesto que tenía cuarenta años menos que éste. Dice que compuso el Pequeño Diacosmos alrededor del año 730 después de la destrucción de Troya. Así que había nacido, según Apolodoro en las Crónicas, hacia

      2. la Olimpiada LXXX; aunque Trasilo, en su obra titulada De los conocimientos previos a los libros de Demócrito, dice que nació el año tercero de la Olimpiada LXXVII, uno antes que Sócrates. Así que fue coetáneo de Arquelao, discípulo de Anaxágoras y también de Enópidas, de quien hace memoria. La hace también la opinión de Parménides y de Zenón acerca de la unidad, como filósofos muy célebres de su tiempo; y también la hace de Pitágoras Abderita, el cual confiesan todos que fue del tiempo de Sócrates.
    1. Dice Atenodoro en el libro VII de sus Paseos que, habiéndole visitado Hipócrates, mandó que le trajesen leche; vista la cual, dijo que era de cabra primeriza y negra, lo que hizo que Hipócrates admirase su mucha observancia y diligencia. A una doncella que vino con Hipócrates, el primer día la saludó así: Salve, muchacha, y al día siguiente: Salve, mujer; era el caso que aquella noche había sido viciada.

    2. Demócrito murió, según Hermipo, en esta forma: como fuese ya muy anciano y se viese vecino a partir de esta vida, a su hermana, que se lamentaba de que si él moría en la próxima festividad de los tesmoforios, no podría ella dar a la diosa los debidos cultos, le dijo que se consolase. Le mandó traer diariamente algunos panes calientes y, aplicándoselos a las narices, conservó su vida durante las fiestas; pero pasados sus días, que eran tres, terminó su vida sin dolor alguno, a los ciento nueve años de edad, como dice Hiparco. Yo, en mi Panmetro, le compuse los versos siguientes:

    ¿Y quién de los nacidos fue tan sabio que al omniscio Demócrito se iguale? ¿Quién hizo obra tan grande como él hizo? Él albergó la muerte en su morada, y con sólo el vapor de pan caliente, tres días la mantuvo en hospedaje.

    Así fue la vida de este varón; sus opiniones son estas:

    9. Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacío; todo lo demás es dudoso y opinable. Dice que hay infinitos mundos, sujetos a generación y corrupción. Que de lo que no existe, nada se hace; ni en lo que es, nada se corrompe. Que los átomos son infinitos, tanto en la magnitud como en el número o muchedumbre. Que se mueven en giro y van por el universo, con lo cual se hacen todas las concreciones de fuego, agua, aire y tierra, pues todas estas cosas constan de ciertos agregados de átomos, los cuales por su solidez son impasibles e inmutables. Que el sol y la luna son moles concretas de estos átomos llevados en giro; y lo mismo el alma, la cual, dice, no es diversa de la mente. Que la visión se hace por las imágenes que caen en nosotros. Que todas las cosas se hacen por necesidad, siendo el giro (a quien llama necesidad) la causa de la generación de todo. Que el fin es la tranquilidad de ánimo, no la que es lo mismo que el deleite, como siniestramente entendieron algunos, sino aquella por la cual vive el alma tranquila y constantemente, y no es perturbada de algún miedo, superstición o cualquier otra pasión de estas. La llama también euesto, y con otros nombres. Finalmente, las cosas que se hacen son legítimas; pero los átomos y vacíos son naturales. Hasta aquí sus opiniones.

      1. Sus libros los escribió Trasilo y los coordinó en tetralogías, como los de Platón. Los morales son estos: Pitágoras, De la disposición del sabio, De lo que hay en el infierno, Tritogenia (esto es, que de ella nacen tres cosas que contienen a todas las humanas), De la bondad o De la virtud; El cuerno de Amaltea, De la tranquilidad del ánimo y Comentarios morales, pues el Euesto no se halla. Hasta aquí sus libros morales. Los físicos son: El gran Diacosmos, que Teofrasto dice que es de Leucipo; El pequeño Diacosmos, Cosmografía, De los planetas, un libro De la naturaleza, dos De la carne, De la mente y De los sentidos (algunos juntan en uno estos libros, titulándolos Del alma); De los humores, De los colores, De la diversidad de las arrugas, De la inmutación de las arrugas, Corroborativos para preservar de las arrugas y

      2. aun quitarlas; Del espectro o De la providencia; Tres reglas acerca de la peste y De las cosas ambiguas. Hasta aquí los libros de física.
      1. Los libros no coordinados son estos: Causas celestes, Causas del aire, Causas terrestres, Causas ígneas y De las cosas que hay en el fuego, Causas de las voces, Causas de las semillas, plantas y frutos, Causas de los animales, tres libros; Causas promiscuas, y De la piedra imán. Hasta aquí los libros no coordinados. Los de matemáticas son estos: De la variedad de la regla o Del contacto del círculo y esfera, De Geometría, Geométrico, Números, dos libros de Líneas irracionales, y De los sólidos, Extensiones, Año grande, o sea Tablas astronómicas; Disertación sobre la clepsidra o Reloj de agua; Uranografía o Descripción del polo, y Descripción de los rayos. Estos son sus libros de matemáticas. Los de música son los siguientes: Del ritmo y armonía, De la poesía, De la elegancia y hermosura del verso, De las letras cónsonas y

      2. dísonas, De Homero o De la rectitud del verso, De los dialectos, Del canto, De los verbos, y De los nombres. Hasta aquí sus libros de música.
    1. De las artes son estos: Pronóstico, De la dieta, o Diéticon, o sea Regla médica; Causas de las cosas intempestivas y tempestivas, De agricultura, o sea Geométrico; De la pintura, De táctica, y De la pelea con armas. Hasta aquí sus libros artísticos. Algunos ponen aparte de sus comentarios, los libros siguientes: De las letras santas en Babilonia, De las letras santas en Me-roe, De la Historia, Lengua caldea y frigia, De la calentura, y De los que tosen por enfermedad; Causa legítima o legal, y Cheiroctmeta o Problemas. De los otros libros que algunos le atribuyen, unos son compuestos de cosas entresacadas de sus mismos escritos, y otros, por general consentimiento, no son suyos.

    2. Hubo seis Demócritos. El primero, éste mismo; el segundo, un músico de Quío que vivía en su tiempo. El tercero fue estatuario, de

    quien Antígono hace mención. El cuarto, uno que escribió del templo de Diana Efesina y de la ciudad de Samotracia. El quinto, poeta epigrámico, claro y florido; y el sexto fue orador pergameno.

    PROTÁGORAS

    1. Protágoras, hijo de Artemón, o según Apolodoro, y Dinón en su Historia de Persia. hijo de Meandro, fue abderita, como dice Heráclides Póntico en sus libros De las leyes, el cual añade que Protágoras escribió leyes a los turios. Pero, según Eupolis en su comedia Los adula-dores, fue nativo de Teos, pues dice:

    Adentro está Protágoras de Teos.

    Éste y Pródico Ceyo buscaban la vida leyendo libros. Y Platón, en su Protágoras dice que Pródico tenía la voz grave. Protágoras fue discípulo de Demócrito, y lo llamaban Sabiduría, como dice Favorino en su Historia varia. Fue e] primero que dijo que en todas las cosas hay dos razones contrarias entre sí, de las cuales se servía en sus preguntas, siendo el primero en practicarlo. En un lugar comenzó de este modo:

    El hombre es la medida de todas las cosas; de las que existen, como existentes; de las que no existen, como no existentes. Decía que el alma no es otra cosa que los sentidos (como lo dice también Platón en su Teeteto), y que todas las cosas son verdaderas. En otro lugar empezó de este modo: De los dioses no sabré decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que prohíben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida del hombre. Por este principio de su tratado lo desterraron los atenienses, y sus libros fueron recogidos de manos de quienes los poseían y quemados en el foro a voz de pregonero.

    2. Fue el primero que recibió cien minas de salario; el primero que dividió el tiempo en partes, explicó las virtudes de las estaciones, inventó las disputas e introdujo los sofismas, para los que gustan de tales cosas en los argumentos. Él fue quien, dejando el significado de las cosas, indujo las disputas de nombres; dejándonos aquel modo superficial de argüir que todavía dura. Por esto, Timón dijo de él:

    Y Protágoras mixto, en la disputa sumamente diestro.

    También fue el primero que movió el estilo socrático en el hablar y el primero que usó del argumento de Antístenes, con el cual pretende demostrar que no puede contradecirse, como dice Platón en su Eutidemo. Fue igualmente el primero que formó argumentos para las tesis o posiciones, como lo dice Artemidoro Dialéctico en su libro Contra Crisipo; el primero que usó aquel cojinillo sobre el cual se lleva peso, y lo llamó tule, como dice Aristóteles en el libro De la educación. Efectivamente, él fue palanquín, como dice Epicuro en cierto lugar; y el haber sido elevado a discípulo de Demócrito provino de haberle visto atar bien un haz de leña.

    1. Fue el primero que dividió la oración en cuatro partes: ruego, pregunta, respuesta y precepto. Otros dicen que la dividió en siete: narración, pregunta, respuesta, precepto, pronunciación, ruego y vocación, a las cuales llamó fundamento y raíz de las oraciones. Alcidamas dijo que eran cuatro estas partes: afirmación, negación, pregunta y apelación o elocución. El principio de sus libros De los dioses, que leyó él mismo, es el que pusimos antes. Lo leyó en Atenas en casa de Eurípides, o según algunos, en la de Megaclides, o bien, según otros; en el Liceo, por medio de su discípulo Arcágoras, hijo de Teodoro. Lo acusó Pitodoro, hijo de Polizelo, uno de los cuatrocientos, aunque Aristóteles dice que lo acusó Evatlo.

      1. Los libros que quedan de él son: El arte de disputar, De la lucha, De las matemáticas, De la República, De la ambición, De las virtu

      2. des, Del estado de las cosas en el principio, De las cosas que hay en el infierno, De las cosas no bien hechas por los hombres, Preceptivo, Juicio sobre la ganancia, y dos libros De contradicciones. Hasta aquí sus libros. Platón escribió de él un Diálogo. Filocoro dice que navegando Protágoras a Sicilia, se anegó la nave; también lo insinúa Eurípides en su Ixión. Algunos opinan que murió en el camino, a los noventa años de edad, o a los sesenta, como dice Apolodoro.
    2. Filosofó por espacio de cuarenta años, y floreció hacia la Olimpiada LXXIV. Mi epigrama para él es el siguiente:

    Moriste, oh Protágoras, ya viejo, en viaje, ausentándote de Atenas. Huir te deja el pueblo de Cecrope; y tú también huiste de la ciudad de Palas; mas huir de Plutón ya no pudiste.

    Dicen que habiendo pedido la paga a su discípulo Evatlo, como éste respondiese que todavía no había ganado causa alguna, respon

    dió: Y si yo ganare, es fuerza recibir por haber ganado; y si tú vencieres, porque tú habrás vencido.

    6. Hubo otro Protágoras, astrólogo, de quien Euforión hizo el elogio fúnebre; y otro que fue filósofo estoico.

    DIÓGENES APOLONIATA

    1. Diógenes, hijo de Apolotemis, nativo de Apolonia, fue un sabio físico, y muy elocuente. Antístenes dice que fue discípulo de Anaximenes, y vivió en tiempo de Anaxágoras. Demetrio Falero, en la Apología por Sócrates, dice de Diógenes que por poco no peligró en Atenas a causa de la mucha envidia.

    2. Sus opiniones son las siguientes: Que el principio o elemento es el aire; que hay infinitos mundos; que el vacío es ilimitado; que el aire denso y raro es quien produce los mundos; que de lo que no es, nada se hace, ni se destruye en lo que no es; que

    la tierra es cilíndrica y está situada en el centro, y que recibió su estabilidad y consistencia de la circunferencia concentrada por el calor, y la solidez y densidad la recibió del frío. El principio de su libro es: Quien empieza el tratado de alguna ciencia, creo que debe establecer un principio cierto y nada ambiguo, y usar de palabras sencillas y serias.

    ANAXARCO

    1. Anaxarco, abderita, fue discípulo de Diómenes de Esmirna. Otros dicen que lo fue de Metrodoro Quío, el cual decía que ni siquiera sabía que nada sabía. Este Metrodoro fue discípulo de Neso Quío, aunque otros lo suponen de Demócrito. Anaxarco tuvo familiaridad con Alejandro, y floreció hacia la Olimpiada CX. Nicocreón, tirano de Chipre, fue amigo suyo. Cuando Alejandro le preguntó en un convite qué le parecía la mesa, dicen que respondió:

    Todo magnífico, oh rey; pero debiera además servirse en ella la cabeza de cierto sátrapa; estas palabras

    las dijo vuelto hacia Nicocreón. Éste, acordándose de la injuria, después de la muerte del rey, como navegase Anaxarco y fuese llevado por fuerza a Chipre, lo cogió y lo metió en un mortero, y lo mandó machacar en él con majaderos de hierro. A esto él, no curándose del suplicio, pronunció aquella célebre sentencia: Machaca el cuero que contiene a Anaxarco, pero a Anaxarco no lo machacas. Mandando Nicocreón que le cortasen la lengua, dicen que se la escupió a la cara. Hay unos versos míos para él, que dicen:

    Machacad más y más: un cuero es eso que machacando estáis; ya, ya Anaxarco con Júpiter se goza; y tú bien presto tendido te verás, y claramente oirás de Proserpina las palabras que te dirán: Malvado, aparta, quita, ve de aquí, miserable molinero.

    2. Anaxarco, por la fortaleza de ánimo y frugalidad de vida, era llamado feliz; y tenía mucha fuerza en las correcciones. A Alejandro, que se tenía por dios, lo disuadió de ello. Luego, viéndose manar sangre de una herida, mostrándosela con la mano, le dijo:

    Esta es sangre, y no el licor que fluye por las venas de los dioses.

    Plutarco afirma que el mismo Alejandro fue quien dijo esto a sus amigos. Y en otra ocasión, cuando Anaxarco bebió antes que Alejandro, le mostró el cáliz y le dijo:

    De mortal mano herido ha de ser presto alguno de los dioses.

    PIRRÓN

    1. Pirrón Eliense fue hijo de Plistarco; lo que también escribe Diocles, como dice Apolodoro en sus Crónicas. Primero fue pintor, y luego se hizo discípulo de Drusón, hijo de Estilpón, según Alejandro en las Sucesiones. Después lo fue de Anaxarco, y siempre tan unido a él que anduvo en su compañía con los gimnosofistas de la India, y aun con los magos. Parece que Pirrón filosofó nobilísimamente, introduciendo cierta especie de incomprensibilidad e irresolución en las cosas, como dice Arcanio Abderita. Decía que no hay cosa alguna honesta ni torpe, justa o injusta. Asimismo decidía acerca de todo lo demás; como que nada hay realmente cierto, sino que los hombres hacen todas las cosas por ley o por costumbre; y que no hay más ni menos en una cosa que en otra. Su vida era de acuerdo a esto, no rehusando nada, ni nada abrazando; como si ocurrían carros, precipicios, perros y cosas semejantes; no fiando cosa alguna a los sentidos; pero de todo esto lo libraban sus amigos que lo seguían, como dice Antígono Caristio. No obstante, dice Enesidemo que Pirrón filosofó según su sistema de irresolución e incertidumbre, pero que no hizo todas las cosas inconsideradamente. Vivió hasta los noventa años.

    1. Antígono Caristio, en la Vida de Pirrón, dice de él: Que al principio fue desconocido, pobre y pintor, y que en el gimnasio de Elide se conservan de él los Lamparistas, pintura de un mérito mediano. Que unas veces iba divagando, y otras se estaba solo, dejándose ver apenas, incluso por sus domésticos. Que hacía esto por haber oído a un indio que acusaba a Anaxarco de que nadie enseñaba a ser bueno, siendo así que andaba siempre en los palacios reales. Que siempre estaba de un mismo semblante, de manera que si uno lo dejaba en mitad de alguna razón, él, no obstante, la concluía; y esto aun durante su juventud, en que era más vivo. Muchas veces, prosigue, emprendía viajes sin decirlo a nadie, acompañándose de quien quería. Que habiendo una vez Anaxarco caído en un cenegal, pasó adelante Pirrón sin socorrerlo. Le culparon muchos por ello; pero el mismo Anaxarco lo alabó como a un hombre indiferente y sin afectos.

    2. Hallado en cierta ocasión hablando consigo mismo, y preguntándole la causa, dijo: Estoy meditando el ser bueno. Nadie se fastidiaba

    de él en las cuestiones o preguntas, por más que se alargase en digresiones acerca de lo preguntado, por lo cual se le unió Nausifantes, siendo todavía joven; y decía que convenía seguir a Pirrón en las disposiciones, pero a él en las palabras; añadiendo que, admirado Epicuro de la conversación de Pirrón, le preguntaba de él a menudo. Lo tenía su patria en tanto, que lo hizo su sacerdote, y por su respeto dio decreto de inmunidad a los filósofos. Tuvo muchos imita-dores en aquella negligencia de las cosas. Por esto Timón, en su Pitón y en sus Sátiras, habla de él en esta forma:

    ¿Cómo, dime, pudiste, anciano Pirrón, librarte del obsequio y servidumbre de tantas opiniones de sofistas, llenas de vanidad y falsa ciencia? ¿Cómo cortar el lazo de toda persuasión y engaño todo? No fue, no, tu cuidado las auras indagar, que Grecia espira; ni menos cómo o dónde en otra se convierte cada cosa.

    Y en sus Imágenes:

    ¡Saber, oh Pirrón, mi ánimo quisiera cómo, siendo aún mortal, de esa manera con tal tranquilidad vivir supiste, que sólo dios entre los hombres fuiste!

    Lo honraron los atenienses haciéndolo su ciudadano, como dice Dioc1es, por haber quitado la vida a Cotis de Tracia.

    4. Vivió tan pacífica y amorosamente con su hermana, que era obstetriz, según dice Eratóstenes en su libro De la riqueza y pobreza, que él mismo solía llevar a vender a la plaza pollos, y aun lechoncillos, si se ofrecía, y en casa cuidaba indiferentemente de la limpieza. Dicen que con esta misma indiferencia se ponía a lavar un lechón. Estando una vez airado con su hermana (se llamaba Filista), a uno que le comentó acerca de su indiferencia, le dijo no se había de buscar en una mujercilla el testimonio de su indiferencia. Otra vez que fue acometido por un perro, como se sobresaltase y lo repeliese, a uno que lo censuraba por esto le respondió que

    era cosa difícil desnudarse enteramente de hombre; y que se ha de combatir lo posible contra las cosas, primeramente con obras, y si no, con la razón.

    5. Se dice que en una llaga que tuvo sufrió los medicamentos supurantes, los cortes y los ostiones sin hacer siquiera un movimiento de cejas. Timón manifiesta su disposición de ánimo en sus Disertaciones a Pitón. Filón Ateniense, amigo suyo, decía que se acordaba mucho de Demócrito, como también de Homero con gran maravilla, repitiendo muchas veces:

    Como la de las hojas es la naturaleza de los hombres.

    Y agradándose mucho de que comparase a los hombres a las moscas y aves. Recitaba también estos versos:

    Mas muere tú también, amigo mío. ¿Por qué lloras así? Murió Patroclo, que era mejor que tú de todos modos;

    y todas las expresiones acerca de la debilidad, vanos cuidados y puerilidades de los hombres.

      1. Posidonio cuenta de él que, como en una navegación estuvieron todos amedrentados de una borrasca, él se estaba tranquilo de ánimo, y mostrando un lechoncito que allí estaba comiendo, dijo: Conviene que el sabio permanezca en tal sosiego. Numenio sólo dice que también estableció dogmas. Entre sus discípulos hubo algunos célebres, uno de los cuales es Eurícolo. De éste se refiere el defecto que a veces se tomaba tanto de la ira, que hubo vez en que, cogiendo un asador con carne y todo siguió con él al cocinero hasta la plaza; y en Elide, fatigado ya de las muchas preguntas que en la conversación se le hacían, arrojando el palio, se echó al río Alfeo y lo pasó a nado. Era muy enemigo de los sofistas, como dicen que lo fue Timón; pero Filón raciocinaba más. Timón dice de él lo siguiente:

      2. O ya bien retirado de los hombres, o ya bien meditando, o ya hablando también consigo mismo, hallaréis a Filón, sin que lo capten la gloria ni el amor de la disputa.
    1. Además de éstos, oyeron también a Pirrón, Hecateo Abderita, Timón Fliasio, poeta satírico, de quien trataremos más adelante, y Nausifanes Teyo, cuyo discípulo fue Epicuro, como algunos dicen. Todos éstos se llamaron pirrónicos por el nombre del maestro, y por el dogma, aporéticos, escépticos, efécticos y zetéticos. La filosofía zetética se llamó así porque siempre va en busca de la verdad. La escéptica, porque siempre la busca y nunca la haya. La efectiva, porque después de haber buscado queda sin deliberación alguna. Y la aporética, porque sus seguidores lo dudan todo.

    2. Teodosio, en sus Capítulos escépticos, dice: Que la secta pirrónica no debe llamarse escéptica, porque si la agitación del entendimiento a una y otra parte es incomprensible, tampoco sabremos la

    disposición o habitud de Pirrón; no sabiéndola, de ningún modo nos llamaremos pirrónicos. Además, que ni Pirrón fue el inventor del escepticismo, ni éste tiene dogma alguno. Así, que mejor se podría llamar secta parecida al pirronismo. En efecto, algunos hacen su inventor a Homero, pues éste habla con más variedad que ningún otro acerca de unas mismas cosas, y nada resuelve definitivamente. También los siete sabios usaron el escepticismo, de los cuales son las sentencias: No haya exceso en nada, y Haz fianza, cerca está el daño, con lo cual se expresa que quien asegura o saca la cara por alguno, luego le sobreviene el daño. También Arquíloco y Eurípides fueron escépticos. Arquíloco, cuando dijo:

    Tal es, oh Glauco de Leptinas hijo, la mente de los hombres, cual el día que Jove nos dispense;

    Y Eurípides, diciendo:

    ¿Y qué cosa es, en suma, lo que saben los míseros mortales? De ti sólo pendemos; y aquello que tú quieres sólo hacemos.

    9. No menos que los referidos, son escépticos Jenófanes, Zenón Eleate y Demócrito, pues Jenófanes dice:

    Nadie hay que algo sepa con toda perfección, ni lo habrá nunca.

    Zenón niega el movimiento, diciendo: Lo que se mueve, ni se mueve en el lugar en que está ni en aquel en que no está. Demócrito, excluyendo las cualidades, cuando dice: Por ley frígido, por ley cálido, pero en la realidad los átomos y el vacío. Y después: Nada sabemos de cierto, pues la verdad está en lo profundo. Platón atribuye el saber la verdad a los dioses y a los hijos de los dioses; pero él indaga sólo la razón probable. Eurípides dice:

    ¿Quién sabe, acaso, si esta vida es muerte,

    o si es morir seguro esto que los mortales vivir llaman?

    Empédocles dice que muchas cosas ni las ven los hombres, ni las oyen, ni las comprenden con su entendimiento. Y antes había dicho que sólo persuade aquello que uno ve y toca. Y Heráclito, que de las cosas grandes nada se ha de resolver temerariamente. Y, por último, Hipócrates habla siempre dudosamente y como hombre; y antes que él, Homero así:

    La lengua de los hombres es muy voluble y de palabras llena. Por una y otra parte el campo de palabras es inmenso. Tal palabra oirás cual la dijeres.

    Significando por esto la ambigüedad y contrariedad de las palabras.

    10. Los escépticos procuraban aniquilar todos los dogmas de las demás sectas, y no definir ellos dogmáticamente cosa alguna. Sin embargo de que proferían y publicaban los dogmas de los otros, nada definían, ni aun esto mismo; como que quitaban todo cuanto fuese definir; por ejemplo: Nada definimos (pues en tal caso definieran algo). Decían: Pronunciamos las opiniones o pareceres en las cosas, indicando la irresolución o la ninguna propensión en ellas, como si concediendo esto admitiesen ya la explicación. Por las palabras nada definimos se expresa la pasión del ánimo, llamada arrepsía. Y lo mismo por las expresiones: No esto más que aquello. A toda razón se opone otra, y demás semejantes. Se dice No esto más que aquello también positivamente, como de algunos semejantes; por ejemplo: No es más pernicioso el pirata que el mentiroso. Pero los escépticos no lo dicen positivamente, sino negativa o destructivamente y como quien reprueba, diciendo: No existió más Escila que la Quimera. El mismo más se pronuncia algunas veces comparativamente, como cuando decimos: Más dulce es la miel que las pasas. Positiva, y aun negativamente, como cuando decimos: La virtud aprovecha más que daña, pues significamos que la virtud aprovecha y no daña. Pero los escépticos quitan hasta la misma expresión No más que aquello, pues como no hay providencia que deja de haberla, así también el No esto más que aquello, no más es que deja de ser. Significa entonces esta frase (como dice Timón en su Pitón), no el definir nada, sino el quedar ambiguo.

      1. Asimismo la frase A toda razón, etc., induce también indeliberación, porque si en las cosas discrepantes tienen igual fuerza las razones, se sigue la ignorancia de la verdad. Aun a esta razón hay razón opuesta, la cual, después de destruir las otras, se pervierte y destruye ella misma, al modo de los purgantes, que arrojando primero la materia, son también ellos arrojados y destruidos. A esto dicen los dogmáticos que no es quitar la razón, sino confundirla. Usaban, pues, de las razones sólo como de mi

      2. nistros, pues no era dable que una razón no destruyese a otra, al modo que cuando decimos: No hay lugar, es forzoso decir lugar; pero no dogmática, sino demostrativamente. Y lo mismo cuando decimos: Nada se hace por necesidad o necesariamente, es fuerza poner la voz necesidad. Éste es el modo que usaban en las interpretaciones: Que las cosas no son tal cual aparecen, sino que sólo parecen. Decían que inquirían, no las cosas que entendían (pues lo que se entiende ya consta), sino las que percibían los sentidos. Así que la razón pirrónica es una significación de las cosas que aparecen o que de uno u otro modo se perciben, según la cual todas las cosas se comparan con todas las cosas mismas, y ya comparadas, hallamos que tienen muchísima inutilidad y confusión. Así se explica Enesidemo en su Bosquejo o Aparato al pirronismo.
    1. En cuanto a las antítesis o contrariedades que hay en las especulaciones, preindi

    cado los modos de persuadir las cosas, quitan por ellos mismos la creencia de ellas, pues persuaden las cosas que según los sentidos son cónsonas entre sí, y las que nunca o raras veces degeneran o disienten; las acostumbradas, las dispuestas por las leyes, las que deleitan y las que admiran. Demostraban que en las cosas contrarias por persuasiones de la razón, estas persuasiones son iguales. Las ambigüedades que enseñaban en las concebidas por el entendimiento son de diez modos, según los cuales parecen diferentes los sujetos. El primero de estos modos es el de la diferencia de los animales para el deleite, el dolor, el daño, el provecho. Se colige de aquí que estos mismos no nos producen unas mismas fantasías o imaginaciones, y que la indeliberación es secuela de esta pugna o combate; pues de los animales, unos son engendrados sin unión de sexos, como los que viven en el fuego, el fénix árabe y los gusanillos de la putrefacción. Otros, por dicha unión, como los hombres, etcétera; de manera, que unos son concretados o compuestos de un modo, otros de otro. Por lo cual difieren aun en los sentidos; como el gavilán, agudísimo de vista, y el perro, de olfato. Así, es conforme a razón que las cosas diferentes a la vista nos produzcan también fantasías diferentes, pues los tallos y renuevos del olivo son pábulo a la cabra, y para el hombre son amargos; la cicuta alimenta a la codorniz, y al hombre lo mata; el cerdo come excremento humano, y el caballo no lo come.

      1. El segundo modo es el de la naturaleza de los hombres según la variedad de cosas y temperamentos. Demofón, repostero de Alejandro, tenía calor a la sombra, y frío al sol. Andrón Argivo (como dice Aristóteles) viajaba sin beber en los áridos países de Egipto. Uno es aficionado a la medicina, otro a la agricultura, otro a la mercancía, y aun estas mismas cosas a unos dañan y a otros aprovechan. Así, se debe contener la aprobación. El tercer modo es el de

      2. la diversidad de poros en los sentidos; como una manzana a la vista es amarilla, al gusto es dulce y al olfato grata por su fragancia. Aun una misma figura se mira diversa según la variedad de espejo. De lo cual se sigue que no es más lo que aparece que otra cosa diversa de lo que aparece.
      1. El cuarto modo es acerca de las disposiciones o afectos, y en común acerca de los cambios; como la sanidad, la enfermedad, el sueño, la vigilia o el despertarse, el gozo, el dolor, la tristeza, la juventud, la vejez, la audacia, el miedo, la indigencia, la abundancia, el odio, la amistad, el calor, el frío; sea que se respire, o que se supriman los poros. Así que aparecen diversas las cosas que se nos presentan, a causa de ciertas disposiciones particulares. En efecto, los furiosos no están fuera de la naturaleza; pues ¿qué cosa tienen ellos más que nosotros? El sol lo vemos como si estuviese parado. Teón Titoreo, estoico, solía caminar durmiendo,

      2. y también un esclavo de Pericles andaba por lo más alto del tejado.
      1. El quinto modo es acerca de la educación, leyes, creencia de fábulas, convenciones artificiales y opiniones dogmáticas. En este modo se contienen las cosas controvertidas acerca de lo honesto y torpe, de lo verdadero y falso, de lo bueno y malo, de los dioses, y de la generación y corrupción de todo lo visible. Una misma cosa entre unos es justa, entre otros injusta; para unos buena, para otros mala; pues los persas no tienen por absurdo o incongruente casarse con sus hijas; pero es cosa inicua entre los griegos. Entre los masagetas, como dice Eudoxo en el primer libro de su Periodo, las mujeres son comunes; entre los griegos, no. En orden a los dioses, también cada cual tiene los suyos; uno dice que tienen providencia, otro que no. Los egipcios entierran a sus muertos embalsamándolos; los romanos, quemándolos; y los peonios, echándolos a las lagunas. Así que

      2. respecto a la verdad se debe suspender la resolución.
    1. El sexto modo es acerca de las mezclas y confusiones de unas cosas con otras, según el cual nada se ve absolutamente simple y sincero, sino mezclado con aire, luz, líquido, sólido, cálido, fígido, movimiento, evaporaciones y otras potestades. La púrpura muestra diverso color a la luz del sol, a la de la luna y a la artificial. Asimismo, nuestro color de un estado aparece al Mediodía, y de otro al Ocaso. Una piedra que en el aire requiere dos hombres para ser transportada, se transporta en el agua fácilmente, ya sea esto porque siendo ligera, el aire la agrava. Así que ignoramos cuál sea cada cosa de por sí, como el aceite mezclado con ungüento.

      1. El séptimo modo es acerca de las sustancias de algunas posiciones, lugares y cosas que creemos grandes y aparecen pequeñas; las cuadradas, cilíndricas; las llanas, con eminen

      2. cias; las rectas, quebradas, y de otro color las amarillas. El sol por su mucha distancia aparece de magnitud moderada. Los montes apartados se dejan ver caliginosos y sin aspereza; de cerca son ásperos. El sol cuando sale aparece de una manera; al medio del cielo ya no aparece de la misma. Un mismo cuerpo puesto en un bosque parece una cosa; en campo abierto parece otra. Las imágenes colocadas en cierta posición también parecen otra cosa, y con el movimiento aparece distinto el cuello de la paloma. Así, por cuanto estas cosas no pueden considerarse fuera de su lugar y estado, se ignora su naturaleza.
    2. El octavo modo es acerca de las cantidades de las cosas, calores, frialdades, velocidades, lentitudes, amarilleces y otra gran variedad de colores. Así, el vino tomado con modo concilia fuerzas; con exceso, las quita. Lo mismo es de la comida y otras cosas. El noveno modo es acerca de lo peregrino y raro que continuamente ocurre. Los terremotos donde los

    hay con frecuencia, no causan susto; ni el sol nos admira, porque cada día lo vemos. (Este modo Favorino lo hace octavo, y Sexto y Enesidemo lo hacen décimo, poniendo Enesidemo el décimo en lugar del octavo, y Favorino en lugar del noveno.) El modo décimo versa sobre la mutua comparación de las cosas entre sí; como lo leve con lo grave, lo fuerte con lo flaco, lo mayor con lo menor, lo superior con lo inferior. Por consiguiente, el lado derecho no es derecho por naturaleza, sino que se toma por tal comparado con el izquierdo; si se quita éste, no habrá lado derecho. Asimismo, las voces padre, hermano, hacen relación a otro; como día la hace al sol; y todas las cosas la hacen a la mente. Por tanto, se ignora lo que es relativo a algo, igualmente que lo que es de por sí.

    19. Hasta aquí los diez modos; pero Agripa añadió otros cinco, que son: el que procede de la discordia, el de la progresión o proceso en infinito, el relativo a otro, el nacido de suposición y el que es

    por reciprocidad. El de discordancia es aquel por el cual se demuestra llena de perturbación y discordia cualquier cuestión propuesta entre los filósofos, o bien las que ellos suelen tener. El modo procedente en infinito es el que no permite que se afirme la cuestión, por razón de que, una cosa recibe la fe de otra; y así infinitamente. El modo relativo a otra cosa dice que nada se recibe por sí, sino con otro; y así, todo viene a ser incógnito. El modo que consta de suposiciones es cuando algunos establecen que deben admitirse en sí mismos ciertos principios de las cosas como fieles y seguros, y no inquirir más. Lo cual es una necedad, pues cualquiera opondrá lo contrario. Y el modo llamado por reciprocidad es cuando aquello que ha de dar firmeza a la cosa cuestionada, ello mismo tiene necesidad de que la tal cosa cuestionada lo corrobore y acredite; como si uno afirma que ignora lo que es relativo a algo, igualmente que hay poros porque hay sudor, toma esto mismo para probarlo, esto es, que hay sudor.

      1. Niegan también estos filósofos toda demostración, criterio, signo, causa, movimiento, disciplina, generación, y que haya cosa alguna buena y mala por naturaleza. Toda demostración, dicen, o consta de cosas demostradas o no demostradas; si de cosas demostradas, aun éstas necesitarán de alguna demostración, y así en infinito; si constan de cosas indemostradas, y todas, alguna o una sola discuerda, ya todo carece de demostración. Si pareciere a algunos que hay cosas que no necesitan demostración, son estos admirables en su sentencia, no viendo que el que de estas cosas reciban otras la creencia es lo primero que necesita probarse, pues no hemos de probar que los elementos son cuatro, porque son cuatro los elementos. Además, si son inciertas las demostraciones particulares, también lo será la demostración general. Para saber que hay demostración es menester criterio, y para saber que hay criterio es menester demostración. Así que remitiéndose o refiriéndose mutuamente una a otra, ambas son incomprensi

      2. bles. Entonces, ¿de qué modo se comprenderán las cosas inciertas ignorando la demostración? No se inquiere si parecen tales, sino si son tales esencialmente.
      1. Consideran necios a los dogmáticos, pues lo que se concluye de una hipótesis no tiene razón de investigación, sino de posición. Por esta regla también sería dado el disputar de imposibles. Acerca de los que opinan que no se debe juzgar la verdad por las circunstancias, ni establecer leyes por las cosas, conformes o según la naturaleza, dicen que determinan medidas para todo, no haciéndose cargo de que todo lo que aparece, aparece según la antiperístasis y disposición. Así, o se ha de decir que todas las cosas son verdaderas, o todas falsas; porque si hay algunas verdaderas, ¿cómo las discerniremos? No por el sentido discerniremos las que le son conformes, pues a éste todas le parecen iguales, ni tampoco por la mente, por la misma causa. Exc1uso todo esto, no se ve ya

      2. vía alguna para juzgar. Aquel que resuelve de una cosa, sea sensible o intelectual, debe primero establecer las opiniones que hay acerca de ella, pues unos quitaron unas cosas y otros otras. Es preciso juzgar por los sentidos o por el entendimiento; y de ambas es la ambigüedad y controversia. Así que no es posible juzgar las opiniones de las cosas sensibles e intelectuales; y por la contención que hay en las inteligencias es menester negarlo todo y quitar la medida con que parece que se juzgan todas las cosas, y se tendrán todas por iguales.
    1. Además, dicen, o lo que parece es o no probable al que disputa con nosotros; si le es probable, nada podrá decir contra él aquel que siente lo contrario; porque si es fidedigno quien afirma que la cosa es evidente, lo es también el que lo contradice; y si no es fidedigno, tampoco se dará crédito a quien dice que es evidente. Lo que sólo persuade no se ha de tener por cierto, pues de una misma cosa ni se persuaden todos

    ni siempre. La persuasión se hace por cosas extrínsecas; como la celebridad de quien persuade, o por su solicitud y diligencia, o por su gracia en el decir, o por la costumbre, o finalmente porque agrada. Quitaban el criterio con esta argumentación: O el criterio está ya juzgado,

    o no; si no está juzgado, ningún crédito se le debe dar, y peca tanto en verdadero como en falso; si está juzgado, será una de las cosas juzgadas por partes o en parte. Y así, una misma cosa será la que juzga y la juzgada; el juez del criterio será juzgado por el otro; éste, por otro, y así en infinito. Además, que hay discrepancia acerca del criterio, pues dicen unos que es el hombre, otros que los sentidos, otros que la razón y otros que la fantasía o imaginación comprensiva o perceptiva. Pero el hombre discuerda, ya de sí mismo, o de los otros hombres, como consta de la diversidad de leyes y costumbres; los sentidos engañan; la razón discuerda; la fantasía perceptiva es juzgada por el entendimiento, y finalmente, el entendimiento es cambiante. Así que es incógnito el criterio, y por lo mismo lo es también la verdad.

    23. Niegan también cualquier signo; porque si hay signo, dicen, o es sensible o intelectual; no es sensible, porque lo sensible es común y el signo es propio. Además, lo sensible se considera según la diferencia, y el signo según la relación a otra cosa. Tampoco es intelectual, pues lo intelectual lo es, o patente de patente, u oculto de oculto, u oculto de patente,

    o patente de oculto. Nada de esto es; luego no hay signo. No es patente de patente, porque la patente no necesita de signo. No es oculto de oculto, porque lo que se manifiesta, por alguno se ha de manifestar. Signo oculto de cosa patente no es posible, pues lo que da a otro facultad de manifestarse debe estar manifiesto. Y signo patente de cosa oculta tampoco lo hay, porque el signo, siendo relativo a otra cosa, debe comprenderse junto con la cosa misma de quien es signo. Nada hay de todo esto; luego ninguna cosa no evidente puede ser comprendida, y por consiguiente, se engañan los que dicen que las cosas ocultas pueden comprenderse por medio de los signos.

    24. La causa la quitan así: La causa es cosa relativa a algo; como a la causal misma; la relación a otro es cosa sólo intelectual, no real o existente; luego la causa solamente se entiende

    o comprende. Porque si es causa, debe tener aquello de quien se llama causa; de otra forma, no lo será. Y así como el padre, no habiendo nadie de quien padre se diga, no es padre, lo mismo es de la causa. No aparece de quién la causa se entienda o a quién se refiera (ni por generación, ni por corrupción, ni por otro modo); luego no es causa. Además, si es causa, o ésta es cuerpo causa de otro cuerpo, o incorpóreo causa de incorpóreo; nada de esto es; luego, no hay tal causa. En efecto, el cuerpo no es causa del cuerpo, porque así ambos tendrían una misma naturaleza; y si uno de ellos se llama causa en cuanto tal cuerpo, siéndolo también el otro se hará igualmente causa; siendo causa ambos en común, ninguno será paciente. Por la misma razón, tampoco lo incorpóreo es causa de lo incorpóreo. Ni lo incorpóreo es causa de cuerpo alguno, pues ningún incorpóreo produce cuerpo. Ni menos el cuerpo, es causa de lo incorpóreo, porque lo que se hace debe hacerse de la materia paciente, y ningún incorpóreo es paciente, ni menos es hecho por otro; luego no es causa. De lo cual se colige que no son subsistentes los principios de las cosas, pues siempre debe ser algo quien hace y opera.

    25. Tampoco hay movimiento, pues lo que se mueve, o se mueve en donde está o en donde no está; en donde está no se mueve, y menos se mueve en donde no está; luego no hay movimiento. Quitan igualmente las disciplinas diciendo: Si se enseña algo, o lo que es se enseña porque es, o lo que no es porque no es; no se enseña que es porque es, pues la naturaleza de todas las cosas que son a todos está patente y todos la conocen, y menos lo que no es porque no es, pues a quien es, nada le sobreviene, ni aun el ser enseñado. Dicen asimismo que no hay generación, pues no se engendra lo que es, puesto que ya es, ni lo que no es, puesto que no existe, y lo que no existe, ni es ni le aconteció el ser hecho. Que nada hay bueno o malo por naturaleza, porque si hubiese algo bueno o malo por naturaleza, debería ser bueno o malo para todos; como por ejemplo, la nieve, fría para todos; ninguna cosa es buena o mala comúnmente para todos; luego no hay cosa buena o mala por naturaleza. Porque o se ha de llamar bueno todo lo que alguno juzga bueno, o no todo; es así que no todo se ha de llamar tal, pues una misma cosa es por alguno juzgada buena; como el deleite, que Epicuro lo tiene por bueno, y Antístenes por malo; luego sucedería que una misma cosa sería buena y mala. Si no todo lo que uno juzga bueno lo llamamos tal, será fuerza que discernamos las opiniones; esto no es admisible, por causa de la igualdad de fuerza en las razones; luego se ignora qué cosa es buena por naturaleza.

    26. Todo el modo u orden de las elecciones se puede ver en los escritos que han quedado, porque aunque Pirrón mismo no dejó obra alguna, sus discípulos Timón, Enesidemo, Numenio, Nausifanes y otros las dejaron. Contradicen a éstos los dogmáticos, diciendo que comprenden o resuelven y tienen dogmas, pues sólo con que disputan consta que comprenden, y solamente con que afirman establecen dogmas. En efecto, cuando dicen que nada definen, y que para toda razón hay otra opuesta, ya definen esto mismo por lo menos, y lo establecen por dogma. Responden a éstos diciendo: Acerca de las cosas que como hombres padecemos lo confesamos, pues que hay día, que vivimos y otras muchas cosas a todos manifiestas, lo sabemos; pero acerca de las cosas que los dogmáticos establecen por raciocinio, diciendo que las comprenden, suspendemos el asenso como inciertas, y sólo admitimos las pasiones. Confesamos también que vemos, y conocemos que entendemos, pero cómo vemos o cómo entendemos lo ignoramos. Que esto, como aparezca

    blanco, lo decimos narrativamente, mas no estableciendo que realmente lo sea. Acerca de la frase: Nada defino. y semejantes, decimos que por ellas no establecemos dogmas, no siendo lo mismo que decir: El mundo es esférico; pues esto es incierto, y aquellas son admitidas y confesadas. Con decir, pues, no definir nada, tampoco definimos esto mismo.

    27. Dicen además los dogmáticos que los pirrónicos niegan también la vida con quitar todas las cosas de que consta la vida. Pero éstos les responden que mienten en ello; pues nosotros -dicen- no quitamos la vista, sino que afirmamos que se ignora cómo se hace la visión. Lo que aparece, lo establecemos; mas no que tal sea indubitablemente. Sentimos que el fuego quema, pero nos abstenemos de resolver si lo hace por naturaleza que tenga. Que las cosas se mueven y perecen, lo vemos; cómo se hagan estas cosas, no lo sabemos. Nosotros sólo nos oponemos a las cosas inciertas que van entretejidas con las manifiestas; y cuando decimos que una pintura tiene relieve, exponemos lo que aparece, y cuando decimos que no lo tiene, ya no hablamos de

    lo que aparece, sino de otra cosa. Así, Timón dice en su Pitón que Pirrón no se apartó de la costumbre. Y en sus Imágenes habla en esta forma:

    Pero lo que aparece, siempre Pirrón siguió con toda fuerza.

    Y en el libro De los sentidos dice: Que esto sea dulce, no lo resuelvo, pero confieso que lo parece.

      1. Enesidemo dice también, en el libro primero De los raciocinios de Pirrón, que éste nada define dogmáticamente, por causa de la contrariedad de razones, pero sigue las apariencias. Lo mismo dice en el libro De la sabiduría, y aun en el De la cuestión. Zeuxis, igualmente familiar de Enesidemo, en el libro De las dobles razones, Antíoco de Laodicea, y Apellas en su Agripa, sólo establecen las cosas como aparecen o lo que parecen. Según los escépticos, solamente lo que aparece es el criterio, como lo dice Enesidemo. Lo mismo afirma Epicuro; y Demócrito dice que ninguna cosa es

      2. lo que parece, y que alguna de ellas ni siquiera existe.
    1. Contra este criterio de las apariencias dicen los dogmáticos que cuando de ellas nos vienen diversas fantasías, como de una torre cilíndrica o cuadrada, si el escéptico no prefiere ninguna de ellas, no hace nada; pero cuando siga una, ya no da igual valor a las apariencias. Les responden los escépticos que cuando inciden fantasías diversas, ambas aparecen, y que por eso establecen las cosas aparentes, porque aparecen.

    2. Los escépticos dicen que el fin es la indeliberación, a quien la tranquilidad sigue como sombra, según dicen Timón y Enesidemo;

    pues no elegimos estas cosas o evitamos aquellas que están en nosotros y las que no están en nosotros, sino que vienen por necesidad, no podemos evitarlas; como el hambre, la sed, el dolor; pues la razón no puede quitar estas cosas. Al decir los dogmáticos que cómo puede vivir el escéptico cuando no rehúsa si le mandan matar a su padre, responden los escépticos: ¿Y cómo puede vivir el dogmático, sin inquirir siquiera las cosas de la vida común y observables? Así que nosotros elegimos las cosas y las evitamos según la costumbre, y usamos de las leyes. Algunos afirman que los escépticos ponen por fin la tranquilidad de ánimo, y otros que la mansedumbre.

    TIMÓN

      1. Apolónides de Nicea; que floreció antes de nosotros, en el libro I de sus Comentarios a las Sátiras, obra que dedicó a Tiberio César, dice que Timón tuvo por padre a Timarco, y que fue nativo de Fliasia. Que habiendo quedado huérfano todavía muy joven, se dedicó a la danza, pero después, condenando este ejercicio, se fue a Megara para estar con Estilpón. Que habiendo vivido tiempo con él, regresó a la patria y se casó. Pasó después con su mujer a ver a Pirrón, que estaba en Elide, y habitó allí

      2. hasta tener hijos. Al mayor de ellos lo llamó Janto, le enseñó la medicina, y fue su sucesor en su instituto y vida. Timón era muy elocuente, según afirma Soción en el libro IX; pero no teniendo de qué mantenerse, partió al Helesponto y a Propóntide; y ejercitando la filosofía y oratoria en Calcedonia, fue muy celebrado. De allí, habiendo acopiado un buen viático, se retiró a Atenas, donde se mantuvo hasta su muerte, fuera de un poco de tiempo, que estuvo en Tebas.
    1. Fue conocido y estimado del rey Antígono y de Tolomeo Filadelfo, según atestigua él mismo en sus Yambos. Antígono dice que fue muy dado a la bebida y poco aplicado a la filosofía, pues escribió Poemas, Versos, Tragedias, Sátiras, treinta dramas cómicos, sesenta trágicos, y varias obscenidades. Andan además escritos suyos en prosa hasta veinte mil versículos, de los cuales hace mención Antígono Caristio, que escribió su Vida. Los libros de Sátiras

    son tres, en los cuales, como escéptico que era, vierte mordacidades y sales contra todos los dogmáticos, trovándoles sus dichos. El primero de estos libros es una explicación que da él mismo. El segundo y tercero van en forma de diálogo, en el cual parece que Jenófanes Colofonio pregunta de cada cosa, y él mismo se responde. En el segundo trata de los más antiguos; y en el tercero, de los que vinieron después, por cuya razón algunos lo titularon Epílogo. El primero viene a contener lo mismo, excepto que su poesía es de una persona sola y su principio dice:

    Venid aquí, sofistas importunos, escudriñando siempre vanidades, etc.

    3. Timón murió cercano a los noventa años, como dicen Antígono y Soción en el libro

    II. Yo he oído decir que fue tuerto, y es verosímil, pues aun él mismo se llamaba Cíclope. Hubo otro Timón, que fue misántropo. Nuestro filósofo fue muy aficionado a los jardines y a la soledad, como dice Antígono. Es famoso lo que Jerónimo Peripatético dijo de él: Como entre los escitas disparan flechas, tanto los que huyen como los que los siguen, así entre los filósofos unos cazan a los discípulos siguiendo y otros huyendo, como Timón. Era muy agudo de ingenio para hacer burla de otros; muy aplicado para escribir, y diestrísimo en inventar tramas fabulosas para los poetas, y no menos en componer tragedias. Fueron sujetos de ellas Alejandro y Homero. Si le estorbaban o interrumpían las criadas o perros, nada decía, no cuidándose de otra cosa que de la soledad.

      1. Dicen que habiéndole preguntado Arato cómo se podrían conseguir íntegras y sin errores las obras de Homero, respondió que solicitando ejemplares antiguos, y no los ya enmendados. Tenía sus escritos poéticos amontonados y sin orden, y aun corroídos en algunos lugares, de manera que como una vez leyese algo de ellos el orador Zopito, y pasase sin

      2. advertir algunas hojas juntas hasta más de la mitad, siguió leyendo sin advertir el hueco de la narrativa; tan indiferente era en las cosas. En efecto, su serenidad llegaba al punto de no hacer caso siquiera de lo más importante. Se cuenta que habiendo visto a Arcesilao que andaba entre charlatanes y aduladores, le dijo: ¿A qué vienes tú aquí donde estamos los hombres libres? Contra los que juzgaban de las cosas por los sentidos, concordándolos con la mente, solía decir a menudo: Juntos van Atagas y Numenio.
    1. Acostumbraba también chancear así: a uno que de todo se admiraba, le dijo: ¿Y por qué no te admiras de que siendo tres aquí, sólo tenemos cuatro ojos? El caso es que él y su discípulo Dioscórides eran tuertos, y aquel a quien lo dijo era sano de ojos. Preguntado una vez por Arcesilao, a quien había tocado en sus Sátiras, lo celebró en el libro titulado Arcesilao, De las cenas.

    2. Timón no tuvo sucesor en la secta, como dice Menodoto, y quedó abandonada, hasta que la restauró Tolomeo de Cirene. Según escriben Hipoboto y Soción, fueron discípulos suyos Dioscórides de Chipre, Nicoloco de Ro-das, Eufranor de Seleucia y Praulo de Tróade. Éste, dice el historiador Filarco, fue de ánimo tan constante, que sufrió suplicio como traidor a la patria, sin hablar una palabra a los ciudadanos en su defensa.

    3. Eufranor tuvo por discípulo a Eubulo Alejandrino; de éste lo fue Tolomeo, y de Tolomeo lo fueron Sarpedón y Heráclides. A Heráclides oyó Enesidemo Gnosio, el cual escribió ocho libros acerca de los Raciocinios pirrónicos. De Enesidemo fue discípulo Zeuxipo Polites; de éste lo fue Zeuxis el apellidado Goniopo; de éste, Antíoco Laodiceno, nativo de Lico. De éste fueron discípulos Menodoto Nicomediense, Médico Empírico y Tiodas Laodiceno. De Menodoto lo fue Herodoto, hijo de

    Arieo de Tarso; de Herodoto, Sexto Empírico, autor de los diez libros acerca de los escépticos y de otras obras excelentes. Y de Sexto fue discípulo Saturnino Citenas, también empírico.

    LIBRO DÉCIMO

    EPICURO

    1. Epicuro, hijo de Neocles y Querestrata, fue nativo de Gargeto, pueblo del territorio de Atenas, y descendiente de la familia de los Filaidas, como dice Metrodoro en el libro De la nobleza. Otros, con Heráclito en el Epítome de Soción, dicen que como los atenienses sorteasen los colonos que debían ir a Samos, fue educado allí, y a los dieciocho años de edad pasó a Atenas en tiempo que Jenócrates enseñaba en la Academia y Aristóteles en Calcide. Que muerto Alejandro Macedón, ya decaídos los atenienses y reinando Perdicas, se fue a Colofón, donde vivía su padre. Que habiendo estado allí algún tiempo y juntados discípulos, regresó a Atenas bajo Anaxicrates, donde filosofó junto con otros, pero luego estableció una secta propia llamada por su nombre. Según él mismo dice, se dedicó a la Filosofía a los catorce años de edad. Apolodoro Epicúreo, en el libro I de la Vida de Epicuro, dice que se dedicó a la Filosofía en persecución de los sofistas y gramáticos, por no haber sabido explicar a uno de ellos lo que significa en Hesíodo la voz chaous. Y Hermipo asegura que primero fue maestro de escuela, pero después, habiendo visto por azar dos libros de Demócrito, se entregó a la Filosofía, y que por esto Timón dijo de él:

    De Samos ha salido el físico postrero, el impudente, el maestro de niños, el más duro y mortal de los mortales.

      1. Por exhortación suya filosofaban con él sus tres hermanos, Neocles, Queredemo y

      2. Aristóbolo; así lo dice Filodemo Epicúreo en el libro X de su Catálogo de los filósofos. Hasta un esclavo suyo, llamado Mus, filosofó con él, como lo dice Mironiano en sus Capítulos históricos. Siendo enemigo suyo Ditimo Estoico, lo perjudicó en forma muy amarga, publicando con el nombre de Epicuro cincuenta cartas impúdicas y escandalosas; como también las referidas a Crisipo, ordenándolas como si fuesen del mismo Epicuro. Aun Posidonio Estoico, Nicola, Soción en la duodécima de las tituladas Demostraciones diocleas, la cual versa sobre la carta veinticuatro, y Dionisio Halicarnaseo, son sus perseguidores.
    1. Dicen que andaba con su madre girando por las casuchas y habitaciones populares recitando versos purificatorios, y que enseñó las primeras letras con su padre, por un estipendio bajísimo. Que prostituyó a uno de sus hermanos, y que él se servía de la meretriz Leontio. Que se arrogó los escritos de Demócri

    to acerca de los átomos, y los de Aristipo acerca del deleite. Que no fue ingenuo ni legítimo ciudadano, como lo dicen Timócrates y Herodoto en el libro De la pubertad de Epicuro. Que en sus cartas aludió indignamente a Mitres, mayordomo de Lisímaco, llamándolo Apolo y rey. Que ensalzó y aduló a Idomeneo, a Herodoto y a Timócrates que habían explicado sus dogmas, hasta entonces oscuros; y lo mismo hace en las cartas a la dicha Leontio, con estas palabras:

    ¡Oh Apolo rey, amado Leontillo, cuán grande alegría y conmoción llenó mi ánimo leída tu pequeña carta! Y a Temista, mujer de Leonteo, le dice: Estoy resuelto a ir corriendo a cualquier parte que me llaméis vosotros y Temista, en caso que vosotros no vengáis a verme. Que a Pitocles, que era muy hermoso, le dice: Aquí estaré sentado esperando tu ingreso divino y amable. Que en otra carta a Temista cree persuadirla, como dice Teodoro en el libro IV Contra Epicuro. Que escribía a otras muchas amigas, singularmente a Leontio, a la cual amaba Metrodoro.

    1. Que en su libro Del fin, escribe así: Yo ciertamente no tengo cosa alguna por buena, excepto la suavidad de los licores, los deleites de Venus, las dulzuras que percibe el oído y las bellezas que goza la vista. Epicteto lo llama petulante en el hablar, y lo reprende en extremo. Timócrates, hermano de Metrodoro, y discípulo suyo, después de haber abandonado su escuela, dice en sus libros De la alegría que Epicuro vomitaba dos veces al día por los excesos del lujo y molicie, añadiendo que él apenas se había podido escapar de aquella filosofía nocturna y secreto conventículo. Que Epicuro ignoró muchas cosas acerca de la oración, y muchas más en el gobierno de la vida. Que era tan miserable la constitución de su cuerpo, que en muchos años no pudo levantarse de la silla. Que cada día gastaba una mina en la mesa, como dice él mismo en su carta a Leontio y en las que escribió a los filósofos de Mitileneo. Que a él y a Metrodoro concurrían también las meretrices Marmario, Media, Erocio, Nicidio y otras.

    2. Que en sus treinta y siete libros de Física dice muchísimas cosas de éstas, y contradice en ellos a muchísimos, en especial a Nausifanes, hablando así: Tuvo éste más que ningún otro una jactancia sofistica, como que parecía por la boca, semejante a la mayor parte de los esclavos. Y que en sus cartas dice también de Nausifanes: Estas cosas lo arrebataron al exceso de maldecirme y llamarse mi maestro. Lo llamaba además pulmón, iliterato, engañoso y bardaja; que a los discípulos de Platón los llamaba aduladores de Dionisio; al mismo Platón le daba el epíteto de áureo; y a Aristóteles lo llamó un perdido, porque habiendo malgastado todos sus haberes, tuvo que darse a la milicia, y aun a vender medicamentos. Que a Protágoras lo llamaba Faquín, escribiente de Demócrito, y hombre que enseñaba a leer y escribir por los cortijos. A Heráclito, confundidor; a Demócrito, Lerócrito; a Antidoro, Sainidoro; a los cirenaicos, enemigos de Grecia; a los dialécticos, demasiado envidiosos; y a Pirrón, indocto y sin educación alguna.

    3. Pero todos estos ciertamente deliran, pues hay bastantes que atestiguan la ecuanimidad de este varón invicto para con todos; su patria, que lo honró con estatuas de bronce; sus amigos, que eran en tan gran número que ya no cabían en las ciudades; todos sus discípulos, atraídos por sus dogmas como por sirenas, excepto Metrodoro Estratonicense, que se pasó con Carnéades, quizá porque le era gravosa su benignidad constante; la sucesión de su escuela, la cual permanece sin interrupción de maestros a discípulos, cuando todas las otras han acabado; su gran recogimiento y mucha gratitud a sus padres, beneficencia con sus hermanos y dulzura con los criados (corno consta en sus testamentos), algunos de los cuales estudiaron con él la Filosofía, y de cuyo número fue el tan celebrado Mus antes nombrado.

    4. Su piedad para con los dioses, su amor a la patria y el afecto de su ánimo son imponderables. Su extrema bondad y mansedumbre

    no lo dejaron entrar en asuntos de gobierno. Afligida la Grecia por las calamidades de los tiempos, siempre se mantuvo en ella, excepto dos o tres veces que pasó a diferentes lugares de la Jonia a ver a sus amigos, que de todas partes concurrían a visitarlo y aun a quedarse con él en el jardín que había comprado por ocho minas, como dice Apolodoro. Vivían, según escribe Diocles en el libro III de su Excursión, de comestibles sumamente baratos y simples, pues se contentaba con una cotila de vino común, y cualquier agua les servía de bebida. Epicuro no establecía la comunidad de bienes como Pitágoras, el cual hacía comunes las cosas de los amigos; pues esto es de personas poco fieles, y entre estas no puede haber amistad. El mismo escribe en sus cartas que tenía lo suficiente con agua y pan bajo. Y también: envíame queso citridiano, para poder comer con mayor abundancia cuando quisiere. Tal era la vida de éste que dogmatizaba ser el deleite, el fin del hombre y de quien Ateneo canta así en un epigrama:

    Mortales; ¡oh mortales! Por lo peor lidiáis y más nocivo. Un insaciable lucro a guerras os despeña y contenciones. Cortos hizo Natura los espacios de la riqueza humana; y del vaho deseo los confines interminables son y desmedidos. Esto decía el hijo de Neocles sabia y prudentemente, habedlo de boca de las musas o de los sacros trípodes de Pitio.

    Esto constará todavía más adelante por sus dogmas y palabras.

      1. Diocles dice que de los antiguos tenía en mucho a Anaxágoras (no obstante que lo contradice en algunas cosas) y a Arquelao, maestro de Sócrates, y que ejercitaba a sus discípulos hasta que aprendieran de memoria sus escritos. Apolodoro dice en las Crónicas que sus maestros fueron Lisifanes y Praxifanes, pero él no lo dice; antes en la carta a Eurídico asegura que fue discípulo de sí mismo. Y añade que ni él ni Hermaco dicen que hubiese existido jamás el filósofo Leucipo, no obstante que Apo

      2. lodoro Epicúreo y otros aseguran que fue maestro de Demócrito. Y Demetrio de Magnesia dice que Epicuro fue discípulo de Jenócrates.
    1. Usa en cada cosa un lenguaje muy propio y autorizado, al cual censura como demasiado propio el gramático Aristófanes. Efectivamente, era tan claro, que en el Libro de la Retórica nada inculca más que la claridad en los discursos. En las cartas, en vez de ehatrein (alegrarse o gozarse) ponía prattein (obrar bien);

    o spoudaios zein ariston (el vivir honestamente es óptimo). Otros dicen en la Vida de Epicuro, que escribió un Directorio al trípode de Nausifantes, de quien afirman que fue discípulo, como también que en Samos lo fue de Pánfilo Platónico. Que empezó a filosofar a los doce años, y que regentó la escuela cerca de treinta y dos. Dice Apolodoro en las Crónicas que nació en el año III de la Olimpiada CIX, siendo arconte Sosígenes, el día 7 del mes de Gamelión, siete años después de muerto Platón. A los treinta y dos de su edad

    tuvo escuela en Mitlene y Lampsaco, la que duró cinco años; después pasó a Atenas, donde murió el II de la Olimpiada CXXVII, siendo arconte Pitarato, habiendo vivido setenta y dos años. Lo sucedió en la escuela Hennaco Miteleneo, hijo de Agemarco.

      1. Hennaco escribe en sus Cartas que murió del mal de piedra, que le interceptó la orina, el día catorce de la enfermedad. Y Hennipo dice que sucedió su muerte después de haber entrado en un labro o baño de bronce lleno de agua caliente, y luego de pedir vino puro para beber y exhortar a los amigos a que se acordasen de sus dogmas. Mis versos para él dicen así:

      2. Adiós, y recordaos de mis dogmas. Esto dijo Epicuro a sus amigos en su postrer aliento. Metióse luego en el caliente labro, sorbió un poco de mero, y detrás de éste bebió las frías aguas del Leteo.
      1. Esta fue la vida de tal varón, y esta fue la muerte. Testó de esta manera:

      2. Doy todo cuanto tengo a Aminomaco de Bate, hijo de Filocrates, y a Timócrates de Pótamo, hijo de Demetrio, al tenor de la donación hecha a ambos en el Metroo, con la condición de que den el jardín y sus pertenencias a Hennaco de Mitileneo, hijo de Agemarco, a los que filosofan con él, y a los que Hennaco dejare sucesores en la escuela para filosofar allí. Y a fin de que procuren conservar perpetuamente en lo posible lo que filosofan bajo mi nombre con Aminomaco y Timócrates. La escuela, que está en el jardín mismo, la entrego en depósito valedero y firme, para que también ellos conserven el dicho jardín del modo mismo que aquellos a quienes estos lo entregaren, como a discípulos y sucesores de mi escuela y nombre.
      1. La casa que tengo en Melite la entregarán Aminomaco y Timócrates a Hermaco, para habitarla durante su vida, y los que con él

      2. filosofen. De las rentas que hagan los bienes que he dado a Aminomaco y a Timócrates, de acuerdo con Hermaco, tomarán la parte que se pueda, y la invertirán en sacrificios por mi padre, madre y hermanos, y por mí en el día de mi nacimiento, que, según costumbre, se celebra ya cada año en la primera decena de Gamelión. Y también se empleará en gastos de los filosofantes que concurran el día 20 de cada mes, que está señalado para mi memoria y la de Metrodoro. Celebrarán también el día destinado a mis hermanos en el mes de Posidón, como yo lo he practicado, y el de Folien en el mes de Metagitnión.
      1. Cuidarán igualmente Aminomaco y Timócrates de Epicuro, hijo de Metrodoro, y del hijo de Polieno, mientras estudian Filosofía y viven con Hermaco. Igual cuidado tendrán de la hija de Metrodoro, la cual, llegada a la edad competente, la casarán con quien Hermaco eligiere de los que filosofan con él, siendo ella

      2. arreglada en costumbres y obediente a Hermaco. Entonces, Aminomaco y Timócrates les darán anualmente de mis rentas, para su mantenimiento, lo que les pareciere bastante, consultándolo con Hermaco. Harán dueño a Hermaco de las rentas, para que cada cosa se haga por su dirección y consejo, puesto que ha envejecido filosofando conmigo; y ha quedado director y principal de mis discípulos y escuela. La dote que se dará a la muchacha, ya núbil y llegada la coyuntura de casarse, lo deliberarán Aminomaco y Timócrates, tomándola de los bienes, y con acuerdo de Hermaco.
    1. Cuidarán, asimismo, de Nicanor, como yo lo he hecho, para que cuantos han filoso-fado conmigo, puesto sus bienes en uso propio de todos nosotros, y dándonos prueba de un sumo y estrecho amor han querido envejecer con nosotros en la Filosofía, nada les falte de lo necesario en cuanto mis facultades alcancen. Entregarán todos mis libros a Hermaco. Si éste

    muriese antes que los hijos de Metrodoro lleguen a la edad adulta, Aminomaco y Timócrates les darán, siendo ellos de vida arreglada, lo que de mis bienes les parezca necesario, atendido el alcance de la herencia. Y en suma, tomarán a su cuidado el que se hagan debidamente todas las demás cosas como quedan ordenadas. De mis esclavos, doy libertad a Mus, a Mielas y a Licón, como también la doy a Fedrilla, mi esclava.

    1. Estando ya para morir, escribió a Idomenio la carta siguiente Hallándonos en el feliz y último día de vida, y aun ya muriendo, os escribimos así: tanto es el dolor que nos causan la estranguria y la disentería, que parece que no puede ser ya mayor su vehemencia. No obstante, se compensa de algún modo con la recordación de nuestros inventos y raciocinios. Tú, como es razón, por los testimonios de amor a mí y a la Filosofía que me tienes dados desde tu mocedad, tomarás a tu cargo el cuidado de los hijos de Metrodoro. Hasta aquí su testamento.

      1. Tuvo muchos y muy sabios discípulos, como Metrodoro (Ateneo, Timócrates y Sandes) Lampsaceno, el cual, desde que lo conoció, jamás se apartó de él, excepto seis meses que estuvo en su casa, y se regresó luego. Fue Metrodoro hombre en todo bueno, como escribe Epicuro en su testamento inserto antes, y en su Tercer Timócrates. Siendo tal como era, casó a su hermana Batilde con Idomeneo, y recibió como concubina a la meretriz Ática Leontio. Era constantísimo de ánimo contra las adversidades, y contra la misma muerte, según dice Epicuro en el Primer Metrodoro. Dicen que murió siete años antes que aquel, a los cincuenta y tres de su edad. En efecto, Epicuro mismo, en su testamento, lo supone ya muerto, encargando encarecidamente el cuidado de sus hijos. Tuvo Metrodoro en su compañía a su antes dicho hermano Timócrates. Los libros que escribió Metrodoro son: A las médicos, tres libros; De los sentidos, a Timócrates; De la magnanimidad, De la enfermedad de Epicuro, Contra

      2. los dialécticos, Contra los sofistas, nueve libros; Aparato para la sabiduría, De la transmutación, De la riqueza, Contra Demócrito, De la nobleza.
    2. También fue discípulo suyo Polieno de Lampsaco, hijo de Atenodoro, hombre benigno y amable, como lo llamó Filodemo. Lo fue igualmente su sucesor Hermaco Mitileneo (hijo de Ageparco, hombre pobre), el cual al principio seguía la Oratoria. De éste quedan excelentes libros, que son estos: veintidós Cartas acerca de Empédocles, De las Matemáticas, contra Platón y contra Aristóteles. Murió en casa de Lisias este varón ilustre. También lo fueron Leonteo Lampsaceno y su mujer Temista, a la cual escribió Epicuro. Lo fueron asimismo, Colotes e Idomeneo, también lampsacenos.

      1. Estos fueron los discípulos más ilustres de Epicuro, a los cuales se añaden Polístrato, sucesor de Hermaco (a éste sucedió Dionisio, Basílides), Apolodoro el apellidado Knao cepotyrannos, que también fue célebre, habiendo

      2. escrito más de quinientos libros; los dos Tolomeos Alejandrinos, el negro y el blanco. Zenón Sidonio, oyente también de Apolodoro, hombre que escribió mucho; Demetrio, el denominado Lacón; Diógenes Tarsense, que escribió Escuelas selectas; Orión, finalmente, y otros, a quienes los verdaderos epicúreos llaman sofistas. Hubo además, otros tres Epicuros: uno, hijo de Leonteo y Temista; otro, nativo de Magnesia, y otro más que fue gladiador.
      1. Epicuro escribió muchísimos libros, tantos que superó a todos en esto, pues sus volúmenes son hasta trescientos, y por fuera ninguno tiene otro título que Estas son palabras de Epicuro. Anduvo Crisipo celoso de él en los muchos escritos, como lo dice Caméades llamándolo Parásito de los libros de Epicuro; porque cuando éste escribía algo, luego salía Crisipo con otro escrito igual. Por esta razón escribió repetidas veces una misma cosa, sin ver lo escrito antes, y haciendo especies apresurada

      2. mente sin corrección alguna. Son también tantas las citaciones y pasajes de autores que incluye en sus obras, que hay libros enteros que no contienen otra cosa; lo que también hallamos en Zenón y Aristóteles.
      1. Son muchos y muy grandes los libros de Epicuro, pero los más importantes son estos: treinta y siete libros De la Naturaleza, De los átomos y del vacío, Del amor, Epítome de los escritos contra los físicos, Dudas contra los megáricos, Sentencias selectas, De las sectas, De las plantas, Del fin, Del criterio o regla, Queredemo o de los dioses, De la santidad o Hegesianax, cuatro libros De las Vidas, De las obras justas, Neocles, a Temista; Convite, Euríloco, a Metrodoro, De la vista, Del ángulo del átomo, Del tacto, Del hado, Opiniones acerca de las pasiones, a Timócrates; Pronóstico, Exhortatorio, De las imágenes mentales, De la fantasía, Aristóbolo, De la Música, De la justicia y demás virtudes, De los dones y gracia, Polimedes,

      2. Timócrates, tres libros; Metrodoro, cinco; Antidoro, dos; Opiniones acerca de las enfermedades, a Mitre; Calístolas, Del Reino, Anamenes, Epístolas.
    3. Procuraré dar un resumen de los dogmas y opiniones contenidas en estos libros, trayendo tres cartas suyas, en las cuales comprende toda su filosofía. Pondré también sus sentencias escogidas, y otras cosas que parezcan dignas de notar, a fin de que sepas cuán gran varón fue en todo, si es que soy capaz de juzgarlo. La primera carta la escribe a Herodoto, y es acerca de las cosas naturales; la segunda a Pitocles, y trata de los cuerpos celestes; y la tercera a Meneceo, en la cual se contienen las cosas necesarias a la vida. Comenzaré por la primera, luego de haber dicho alguna cosa sobre la división de la Filosofía, según su sentencia.

      1. Divide la Filosofía en tres partes o especies: canónica, física y moral. La canónica

      2. contiene el ingreso o aparato a las operaciones, y la da en el libro titulado Canon. La parte física encierra toda la contemplación de la naturaleza, y se halla en sus treinta y siete libros De la Naturaleza, y en sus Cartas por orden alfabético. Y la moral trata de la elección y fuga, y se contiene en los libros De las Vidas, en las Cartas, y en el libro Del fin. Pero se ha acostumbrado poner la canónica unida a la física, y la llaman criterio, principio y parte elemental o institutiva. A la parte física la intitulan De la generación y corrupción, y De la naturaleza. Y a la moral, De las cosas elegibles y evitables, De las Vidas y Del fin.
    4. Reprueban la Dialéctica como superflua, pues en cualquier cosa les basta a los físicos entender los nombres. Y Epicuro dice en su Canon que los criterios de la verdad son los sentidos, las anticipaciones y las pasiones; pero los epicúreos añaden las accesiones fantásticas de la mente; el mismo Epicuro dice esto en el

    Epítome a Herodoto y en las Sentencias escogidas: Todo sentido es irracional e incapaz de memoria alguna; pues ni que se mueva por sí mismo ni que sea movido por otro, puede añadir ni quitar cosa alguna. Tampoco hay quien pueda reconvenirlos; no un sentido homogéneo a otro homogéneo, por ser iguales en fuerzas; no un sentido heterogéneo a otro heterogéneo, por no ser jueces de unas mismas cosas; ni tampoco un sentido a otro sentido, pues los tenemos unidos todos. Ni aun la razón puede reconvenirlos, pues toda razón pende de los sentidos, y la verdad de éstos se confirma por la certidumbre de las sensaciones. Efectivamente, tanto subsiste en nosotros el ver y oír, como el sentir dolor. Así que las cosas inciertas se notan por los signos de las evidencias. Aun las operaciones del entendimiento dimanan todas de los sentidos, ya por incidencia, ya por analogía, ya por semejanza y ya por complicación; contribuyendo también algo el raciocinio. Los fantasmas, de maniáticos y los que tenemos en sueños son verdaderos y reales, puesto que mueven; y lo que no es ni mueve.

    1. A la anticipación la entienden como comprensión, opinión recta, cogitación, o como un general conocimiento innato, esto es, la reminiscencia de lo que hemos visto muchas veces, por ejemplo: tal como esto es el hombre; pues luego que pronunciamos hombre, al punto por anticipación conocemos su forma, guiándonos los sentidos. Así que cualquier cosa, luego que se le sabe el nombre, ya está manifiesta; y ciertamente no inquiriríamos lo que inquirimos si antes no lo conociésemos, como cuando decimos lo que allá lejos se divisa, ¿es caballo o buey? Para esto es menester tener anticipadamente conocimiento de la forma del caballo y del buey, pues no nombraríamos una cosa sin haber aprendido con anticipación su figura; luego las anticipaciones son evidentes. También lo opinable depende de alguna cosa antes manifiesta a la cual referimos lo que hablamos, como al decir: ¿De dónde sabemos si esto es hombre?

    2. A la opinión la llaman también conjetura o existimación; y dicen que es verdadera o falsa; si la atestigua alguna prueba, o bien si no hay testimonio que la refute, es verdadera; y si no hay prueba que la asevere o la hay que la refute, es falsa. De aquí se introdujo la voz permaneciente, por ejemplo: permanecer cerca y acercarse a la torre, y observar cuál aparece de cerca.

      1. Dicen que las pasiones son dos, deleite y dolor, las cuales residen en todos los animales; una es doméstica o propia; la otra es ajena; y por ellas se juzgan las elecciones y fugas. Que las cuestiones unas son de cosas, y otras de sólo nombre o voz. Hasta aquí de la división y criterio resumido. Ahora vamos a la carta.

      2. EPICURO A HERODOTO: GOZARSE
    3. Para los que no puedan, oh Herodoto, indagar cada cosa de por sí de las que he escrito acerca de la Naturaleza, ni estudiar libros vo

    luminosos, hago este resumen de todo ello, a fin de darles un entero y absoluto memorial de mis opiniones, y de que puedan en cualquier tiempo valerse de él en las cosas más importantes, en caso que se dediquen a la contemplación de la Naturaleza. Aun los aprovechados en el estudio del universo deben esculpir en la memoria una imagen elemental de todo, pues más necesitamos de un prontuario general y memorial abreviado, que de las cosas en particular. Entraremos, pues, en él, y lo encomendaremos repetidas veces a la memoria, para que cuando emprendamos la consideración de cosas importantes concebidas antes, e impresas en la memoria las imágenes o elementos generales, hallemos también exactamente las particulares. Lo primero y principal en un aprovechado es poder usar diestramente de su discurso cuando se ofrezca, tanto en los compendios simples y elementales, como en la contemplación de las voces. Ello es que no es posible que sepa la inmensa muchedumbre de las cosas en general quien no sabe reducir a pocas palabras toda su serie y cuanto se halle tratado antes particularmente. Por lo cual, siendo útil a cuantos se dedican a la fisiología este método de escribir, y amonestado muchas veces a ejecutarlo por los físicos, singularmente los dados a esta tranquilidad de vida, conviene formar este compendio de los primeros elementos de las opiniones.

      1. Primeramente, pues, oh Herodoto, conviene entender el significado de las voces, para que con relación a él podamos juzgar de las cosas, ya opinemos, ya inquiramos, o ya dudemos, a fin de que no resulte un proceso en infinito andando las cosas vagas e irresolutas, y no estemos sólo con lo vano de las voces. Es necesario, primero atender a la noción de cada palabra, y ya nada necesita de demostración, pues tendremos lo inquirido, lo dudado y lo opinado sobre que nos aprovechemos. O bien, conviene observar todas las cosas según los sentidos, y simplemente según las acciones, ya

      2. del entendimiento, ya de cualquiera criterio. En el mismo grado se hallan las pasiones; con lo cual tenemos por donde notar lo permanente y lo cierto.
    1. Conocidas estas cosas, conviene ya ver las ocultas. Será lo primero, que nada se hace de nada o de lo que no existe; pues de lo contrario, todo nacería de todo sin necesitar de semillas. Y si lo que se corrompe no pasara a ser otra cosa, sino a la no existencia, ya todo se hubiera acabado. Pero el universo siempre fue tal cual es hoy, tal será siempre, y nada hay en que se convierta; pues fuera del mismo universo nada hay que pueda pasar y en que pueda hacer cambio. Esto ya lo dije al principio del Epítome mayor, y en el primero de los libros De la Naturaleza. El universo es cuerpo; y que hay cuerpos en todo, lo atestigua el sentido, estribando en el cual, es fuerza concluir de lo oculto por medio del raciocinio, como dije ante

    s. Si no hubiese el que llamamos vacío, el lugar, y la naturaleza intocable no tendrían los cuerpos adonde estuviesen, ni por donde se moviesen, como es claro que se mueven. Fuera de esto, nada puede entenderse ni siquiera por imaginación, comprensivamente, o análoga-mente a lo comprensible, como que está recibido por todas las naturalezas, y no como que se llaman secuelas y efectos de ello. (Esto mismo dice en el libro I De la Naturaleza, en el XIV, en el XV y en el Epítome grande).

      1. De los cuerpos, unos son concreciones y otros son cuerpos simples de que las concreciones se forman. Son éstas indivisibles e inmutables, puesto que no pueden pasar todos a la no existencia, más bien perseveran firmes cuando se disuelven los compuestos, siendo llenos por naturaleza, y no tienen en qué ni cómo se disuelvan. Así, los principios de las cosas precisamente son las naturalezas de estos cuerpos átomos o indivisibles. Aun el universo es infinito e ilimitado; porque lo que es limita

      2. do tiene término o extremo; el extremo se mira por causa de otro; así, lo que no tiene extremo tampoco tiene fin; lo que no tiene fin es infinito, y no limitado. El universo es infinito ya por la muchedumbre de estos cuerpos, ya por la magnitud del vacío; porque si el vacío fuese infinito y los cuerpos finitos, nunca estos cuerpos reposarían, sino que andarían dispersos por el vacío infinito, no teniendo quien lo fijase y comprimiese en sus choques y percusiones. Si el vacío fuese finito, y los cuerpos infinitos, no tendrían estos cuerpos infinitos dónde estar.
    1. Además, estos cuerpos indivisibles y llenos, de los cuales se forman las concreciones y en los cuales se disuelven, son incomprensibles o incapaces de ser circunscritos, por la variedad de sus figuras; pues no es posible que la gran diferencia de estas mismas figuras conste de átomos comprendidos. Y más: que cada figura contiene simplemente infinitos átomos; aunque en las diferencias o variedades no son

    simplemente infinitos, sino sólo incomprensibles. (Pues, como dice más abajo, no hay división en infinito. Dice esto porque sus cantidades cambian; si no es que alguno las eche simplemente al infinito aun en cuanto a las magnitudes).

    32. Los átomos se mueven continuamente. (Y más abajo dice que se mueven con igual celeridad de movimiento, prestándoles el vacío perpetuamente semejante viaje, tanto a los levísimos como a los gravísimos. Que unos están muy distantes entre sí; otros retienen su trepidación cuando están inclinados a complicarse, o son corroborados

    por los complicables. La naturaleza del vacío que separa cada átomo es quien obra esto, ya que no pueden darles firmeza. La solidez que ellos tienen causa su trepidación y movimiento, a efectos de la colisión. Que estos átomos no tienen principio, supuesto que ellos y el vacío son causa de todo. Dice también más adelante:

    Que los átomos no tienen ninguna cualidad, excepto la figura, la magnitud y la gravedad. Y en el libro X de sus Elementos o Instituciones afirma: Que el color de los átomos se cambia según la variedad de sus posiciones; como también que acerca de ellos no se trata de magnitud propiamente tal, puesto que el átomo nunca se percibió por los sentidos). Esta voz, cuando se recuerda todo esto, envía a la mente un tipo o imagen idónea de la naturaleza de las cosas.

    33. Hay infinitos mundos, sean semejantes o desemejantes; pues siendo los átomos infinitos, como hace poco demostramos, son también llevados remotísimamente. Ni los átomos (de los cuales se hizo o se pudo hacer el mundo) quedaron asumidos en un mundo ni en infinitos; en semejantes a éste, o en desemejantes. Así, no hay cosa que impida la infinidad de mundos. Aun los tipos o imágenes son semejantes en figura a los sólidos y firmes, no obstante que su pequeñez dista mucho de lo perceptible y aparente. Ni estas separaciones o apartamientos pueden no hacerse en lugar circunscrito, ni la aptitud no proceder de la operación de los vacíos y pequeñeces, ni los efluvios dejar de conservar en adelante la situación y base que tienen en los sólidos. A estos tipos los llamamos imágenes. Asimismo, este llevamiento hecho por el vacío sin choque alguno con otras cosas, es tan veloz que corre una longitud incomprensible por grande, en un punto indivisible de tiempo; pues igual lentitud y velocidad reciben con la repercusión y la no repercusión. Ni por eso el cuerpo que es llevado hacia abajo llega a muchos lugares igualmente, según los tiempos que especulamos por la razón, pues esto es incomprensible; y él viene juntamente en tiempo sensible de cualquier pareja del infinito, pero no viene de aquel de quien concebimos que es hecho el llevamiento. Lo mismo sucederá a la repercusión, aunque mientras tanto dejemos sin interrupción lo breve del llevamiento.

    34. Es útil poseer este principio, o sea elemento; por razón que las imágenes buenas y provechosas usan de las más extremadas tenuidades. Tampoco se les opone ninguna cosa aparente, y por eso tienen una velocidad extrema, siéndoles proporcionado y conmensurable todo poro o conducto. Además que a su infinito nada o pocas cosas hay que causen obstáculos, cuando a lo mucho e infinito siempre hay quien obste. Se añade que la producción de las imágenes se hace tan velozmente como el pensamiento. El flujo de efluvios de la superficie de los cuerpos es continuo, y desconocido de los sentidos, por la plenitud opuesta que guarda en sólido la situación y orden de los átomos por mucho tiempo; si bien alguna vez está confusa. Las congresiones en el contenido

    o circunscrito son veloces, por no ser necesario que la plenitud se haga según la profundidad; y hay algunos otros modos que producen estas naturalezas; ninguna cosa de estas relucta a los sentidos si atiende uno a cómo las imágenes producen las operaciones cuando de las cosas externas remiten a nosotros las simpatías, o sea correspondencias.

    35. Conviene entonces juzgar que cuando entra alguna cosa externa en nosotros, vemos sus formas y las percibimos con la mente. Las cosas externas no pueden descubrirnos su naturaleza, su color y su figura de otro modo que por el aire que media entre nosotros y ellas; o bien por los rayos o por cualesquiera emisiones

    o efluvios que de nosotros parten a ellas. Así que nosotros vemos viniendo de las cosas a nosotros ciertos tipos o imágenes de los colores y formas semejantes, arregladas a una proporcionada magnitud, y entrándonos brevísima-mente en la vista o en el entendimiento. Después, cuando volvemos la fantasía por la misma causa de uno y continuo, y conservamos la simpatía del sujeto según la conmensurada fijación nacida de allí y de la plasmación de los átomos según la profundidad en el sólido, y la imaginación que concebimos claramente por el entendimiento, por los órganos sensorios, sean de forma, sean de accidentes; ésta es la forma del sólido, engendrada según la densidad sobrevenida, o sea el vestigio remanente de la imagen.

      1. En lo que opinamos hay siempre falsedad y error cuando por testimonio no se confirma, o por testimonio se refuta; y no atestiguado después según el movimiento que persevera en nosotros de la accesión fantástica o imaginaria, por medio de cuya separación se comete el engaño. La semejanza de los fantasmas recibidos como imágenes, ya sean en sueños, ya por cualesquiera otras acepciones de la mente, ya por los demás sentidos, no estarían donde están, ni se llamarían verdaderas si no fuesen algo, a saber, aquello a que nos dirigimos o arrojamos. Ni habría error si no recibiésemos también algún otro movimiento en nosotros mismos, unido sí, pero que tiene intervalo.

      2. Según este movimiento unido (aunque con intervalo) a la accesión fantástica, si no se confirma con testimonio, o si con testimonio se contradice, se hace la falsedad o mentira; pero si se confirma con testimonio, o con testimonio no se refuta, se hace la verdad. Así que importa mucho retener esta opinión, a fin de que ni se borren los criterios acerca de las operaciones, ni el error confirmado igualmente lo perturbe todo.
      1. La audición se hace siendo llevado algún viento de voz o de ruido, que de algún modo prepare la pasión acústica o auditiva. Esta efusión se esparce en partículas de igual mole, que conservan consigo cierta simpatía mutua, unidad y virtud propia, la cual penetra hasta donde se envían o dirigen, y por lo regular es causa de que el otro sienta o perciba. Pero si no, prepara por lo menos lo externo solamente, pues sin dimanar de allí alguna simpatía, ciertamente no se haría semejante percepción. Así que no conviene creer que es el aire quien

      2. recibe la impresión de la voz (o de otras cosas) que viene, pues sufrirá muchos defectos en el padecer esto por ella; sino que la percusión que nos da la voz despedida se hace por ciertas partículas o moléculas de la efusión aérea capaces de obrarla, la cual nos prepara la pasión acústica. Lo mismo es del olfato que de la audición, pues nunca operaría esta pasión si no hubiera ciertas moléculas dimanadas de las cosas conmensuradas a mover el órgano sensorio. Algunas de ellas andan perturbada e impropiamente; otras ordenada y propiamente.
      1. Se ha de suponer que los átomos no traen cualidad alguna de cuanto aparece, excepto la figura, gravedad, magnitud y demás cosas que necesariamente se siguen a la figura, pues toda cualidad cambia; pero los átomos no cambian, porque es preciso que en las disoluciones de los concretos que de alguna cosa sólida e indisoluble, la cual no se mude en lo que no es, ni de aquello que no es, sino según la

      2. trasposición en muchas, y en algunas según la accesión y retrocesión. Así que es preciso que las inmutables sean incorruptibles y no tengan naturaleza de cosa cambiante, sino corpúsculo y figuraciones propias. Es necesario, pues, que permanezcan. Y en las cosas que en nosotros voluntariamente se transforman, se recibe la figura que en ellos permanece; pero las cualidades que no están en lo que cambia, no quedan con ella, sino que de todo el cuerpo se aniquilan y destruyen. Entonces las cosas que restan pueden hacer suficientemente diversas concreciones, ya que es preciso queden algunas cosas y no todas paren en el no ser.
    1. No se ha de creer que en los átomos hay magnitud absoluta, pues acaso lo que parece podría atestiguar lo contrario; sino que hay ciertas transformaciones en las magnitudes. Siendo esto así, se podrá mejor dar razón de las cosas que se hacen según las pasiones y sentidos. El tener los átomos magnitud absoluta o

    sensible, de nada serviría a las diferencias de las cualidades. Además, que si la tuvieran, los átomos se nos presentarían visibles, lo cual no vemos que acontezca, ni podemos concebir cómo pueda el átomo hacerse visible. Se añade a esto, que no se debe juzgar que en un cuerpo finito haya infinitos corpúsculos y de cualquier tamaño. Y así, no sólo se debe quitar la sección

    o división en infinito de mayor en menor (a fin de no debilitar todas las cosas, y luego nos veamos obligados con la comprensión a extenderlas, como se hace con la comprensión de muchos corpúsculos agregados), sino que ni se ha de considerar posible la transmisión de las cosas finitas en infinitas, aun de mayor a menor. Ni tampoco luego que se dice que una cosa tiene infinitos corpúsculos o de cualesquiera tamaños, se puede entender claramente cómo esta magnitud pueda ser también finita, pues cuando los corpúsculos tienen cierta cantidad, es evidente que no son infinitos; y al contrario, siendo ellos de magnitud determinada, lo sería también la magnitud misma, siendo así que su extremidad es de tenuidad infinita. Y si esta extremidad no se ve por sí misma, no hay modo de entender lo que desde ella se sigue; y así en adelante, será fuerza proceder en infinito con la mente.

      1. Se debe también considerar lo mínimo que hay en el sentido, que ni es tal como lo que tiene cambios, ni tampoco del todo de semejante, sino que tiene algo de común con las digresiones; pero no tiene intervalo de partes. Y cuando por la semejanza de comunión creemos haber comprendido algo de él, prescindiendo de una y otra parte, precisamente hemos de incidir en igualdad. Luego contemplamos estas cosas comenzando de lo primero; y no en sí mismo, ni porque une partes a partes, sino en la propiedad de éstas, la cual mide sus magnitudes, mucho las grandes y poco las pequeñas. Por esta analogía se ha de juzgar el uso de la pequeñez o mínimo del átomo, pues consta que

      2. en pequeñez se diferencia de lo que vemos por el sentido, pero usa de la misma analogía. Y que el átomo tenga magnitud por dicha analogía, lo hemos argüido, dándole pequeñez solamente, excluyendo la longitud. Además, se ha de juzgar que las longitudes tienen sus confines mínimos, pero no confusos, los cuales por sí mismos proporcionan dimensión a los átomos mayores y menores, por la contemplación del raciocinio en las cosas visibles; pues lo que tienen de común con los inmutables basta para llegar a perfeccionar lo que son hasta entonces.
      1. La conducción unida de los que tienen movimiento no puede hacerse; y de lo infinito, sea supremo o ínfimo, no se ha de decir que está arriba o abajo, pues sabemos que si lo que se entiende estar sobre la cabeza lo suponemos procedente en infinito, nunca se nos manifestará; ni lo que está debajo de lo así entendido será tampoco infinito a un mismo tiempo hacia arriba y hacia abajo, pues esto no puede enten

      2. derse. Así que de la conducción o progreso en infinito, sólo se ha de concebir una hacia arriba y otra hacia abajo; aunque infinitas veces lo que nosotros llevamos hacia lo que está sobre nuestra cabeza, llega a los pies de las cosas superiores, o bien a las cabezas de las inferiores lo que llevamos hacia abajo. Con todo, el movimiento universal opuesto uno a otro, se entiende en infinito.
      1. Es también preciso que tengan los átomos igual velocidad cuando son llevados por el vacío sin chocar con nadie, pues suponiendo que nada encuentran que los obstruya, ni los graves corren más que los leves, ni los menores más que los mayores, teniendo todos su conducto conmensurado o proporcionado, y no hallando tampoco quien les impida ni el llevamiento o movimiento superior, ni el oblicuo por los choques, ni el inferior por los pesos propios. En cuanto uno retiene a otro, en tanto tendrá movimiento, unido a la mente e inteli

      2. gencia, mientras que nada se le oponga o extrínsecamente, o por el propio peso, o por la fuerza del que choca. Aun las concreciones hechas no serán llevadas una más velozmente que otra, siendo los átomos iguales en velocidad, por ser llevados a un lugar mismo los átomos de tales concreciones, y en tiempo indivisible. Pero si no van a un lugar mismo, irán en tiempo considerado por la: razón, si son o no frecuentes sus choques, hasta que la misma continuación del llevamiento los sujete a los sentidos.
      1. Lo que opinan juntamente acerca de lo invisible, a saber, que los tiempos que se han de considerar por la razón deben tener movimiento perenne, no es verdadero en nuestro asunto, pues todo lo que se ve, o lo que por accesión recibe la inteligencia, es verdadero. Después de todo esto, conviene que discurramos del alma en orden a los sentidos y a las pasiones, pues así tendremos una solidísima prueba de que el

      2. alma es cuerpo compuesto de partes tenuísimas, difundido por toda la concreción o conglobación, pero muy semejante a espíritu, que tiene temperamento cálido, de un modo parecido a éste, de otro modo parecido a aquel. En particular recibe muchas mutaciones por la tenuidad de sus partes, y aun por las partes mismas; pero ella tiene más simpatía con la concreción suya que con toda la restante. Todo esto lo declaran las fuerzas del alma, las pasiones, los movimientos ligeros, los pensamientos y demás cosas, las cuales si nos faltan, morimos.
    1. También se ha de tener por cierto que el alma tiene mucha causa en el sentido; pero no la tendría si en cierto modo no la cubriese todo lo demás la materia. Y aunque este resto concreto le prepara esta causa, y es partícipe del evento mismo, no lo es, sin embargo, de todos los que ella posee; por lo cual, apartándosele el alma, ya no tiene sentido, pues él no par

    ticipa en sí de aquella virtud, sino que la naturaleza la preparó al otro, como engendrado con él; lo cual ejecutándolo por una virtud perfecta para con él, y consumándolo luego según el movimiento sensible sobrevenido, lo comunica por un influjo común y simpatía, como dije. Así, aun coexistiendo el alma, quitada alguna otra parte, nunca queda el sentido entero, como también ésta perecería juntamente disolviéndose quien la cubre, ya sea todo, ya sea alguna parte en quien resida la agudeza y eficacia del sentido. Lo restante de materia o masa que queda, sea unido, sea por partes, no tiene sentido separada el alma; pues a la naturaleza de ésta pertenece una gran multitud de átomos. Y así, disuelta la concreción, se esparce y difunde el alma, y no tiene ya las mismas fuerzas, ni se mueve. Tampoco le queda el sentido, porque no se puede entender que ella sienta si no es usando dichos movimientos en este compuesto, cuando lo que la cubre y contiene no es tal cual es aquello en que existiendo tiene dichos movimientos.

      1. (Todavía dice esto mismo en otros lugares; y que el alma se compone de átomos sumamente lisos y redondos muy diferentes de los del fuego; y que lo que está esparcido por lo demás del cuerpo es la parte irracional de ella; pero que la parte racional es la que reside en el pecho, como se manifiesta por el miedo y por el gozo. Que el sueño se hace cuando por el trabajo padecen las partes del alma difundidas por toda la masa corpórea, por ser retenidas o por divagar, y luego caen unidas con las divagantes. Que el esperma se recoge de todos los cuerpos; y conviene notar que no es incorpóreo, pues lo dice según la frecuencia del hombre, y no de lo primero que de él se entiende. Según él, no es inteligible lo incorpóreo, sino en el vacío. Este vacío ni puede hacer ni padecer, sino que por sí solo da movimiento a los cuerpos. Así, los que dicen que el alma es incorpó

      2. rea, deliran, pues si fuera tal, no podría hacer ni padecer, pero nosotros vemos prácticamente en el alma ambos efectos).
    1. Quien refiera a las pasiones y sentidos estos raciocinios acerca del alma, y tenga presente lo que dijimos al principio, entenderá bastante que está todo comprendido en los tiempos, de manera que pueda explicarse por partes con toda seguridad y firmeza. Lo mismo se ha de decir de las figuras, los colores, las magnitudes, las gravedades y demás cosas predicadas de los cuerpos como propias de ellos y existentes en todos, al menos en los visibles o en los conocidos por los sentidos y que por sí mismos no son naturalezas. Esto no puede entenderse ni como lo no existente, ni como algunas cosas incorpóreas existentes en el cuerpo, ni como partículas de éste, sino como todo el cuerpo que tiene universalmente naturaleza eterna compuesta de todas estas cosas, ni puede ser conducido sin ellas; como cuando de los

    mismos corpúsculos se forma una masa o concreción mayor, sea de los primeros, o de magnitudes del todo, pero en algo menores, sino sólo, como digo, que tiene de todos ellos su naturaleza eterna. También se ha de saber que todas estas cosas tienen sus propias adiciones e intermisiones, pero siguiéndole la concreción, y no separándosele nunca, sino aquella que, según la inteligencia concreta del cuerpo, recibe el predicado. También acontece muchas veces a los cuerpos el seguírseles lo que no es eterno ni incorpóreo aun en las cosas invisibles. De manera, que usando de este nombre según la común acepción, manifestamos que los accidentes ni tienen la naturaleza del todo a la cual llamamos cuerpo, tomada en concreto, ni la de los que perpetuamente le siguen, sin los cuales no puede imaginarse cuerpo. Pero según ciertas adiciones, siguiéndose la materia, nombramos cada cosa; y a veces la contemplamos cuando acaece cada una, aun no siguiéndose perpetuamente los accidentes.

    1. Ni esta perspicuidad o evidencia se ha de expeler del ente, porque no tiene la naturaleza del todo, a quien sobreviene algo, que también llamamos cuerpo; ni la de los que siguen eternamente, ni la de lo que se cree subsistir por sí mismo. Esto no se ha de entender acerca de dichas cosas, ni de las que suceden eternamente, sino que aun los accidentes se han de tener todos por cuerpos según aparecen, y no perpetuamente adjuntos o siguientes; ni tampoco que tengan por sí mismos orden de naturaleza o sustancia, sino que se ven conforme al modo que da el mismo sentido.

      1. También se debe considerar mucho que no se ha de inquirir el tiempo como inquirimos las demás cosas en el sujeto, refiriéndose a las anticipaciones que se ven en nosotros, sino que se ha de raciocinar por el mismo efecto, según el cual pronunciamos, mucho tiempo o poco tiempo, teniendo esto y usándolo innata o congénitamente. Ni se han de ir cazando en

      2. esto ciertas locuciones como a más hermosas, sino usar las que hay establecidas acerca de ello. Ni predicar de él ninguna otra cosa como que es consustancial al idioma mismo. Algunos lo ejecutan así; pero yo quiero que se colija que aquí sólo recogemos y medimos lo que es propio en nuestro asunto; y esto no necesita demostración, sino reflexión, pues a los días y a las noches, y aun a sus partes, añadimos tiempo. Lo mismo hacemos en las pasiones, en las tranquilidades, movimientos y reparos, entendiendo de nuevo algún otro evento propio de ello acerca de estas cosas, según el cual nombramos el tiempo. (Esto lo dice también en el libro II De la naturaleza y en el Epítome grande).
      1. (Después de lo referido sigue diciendo: que se ha de creer que los mundos fueron engendrados del infinito, según toda concreción finita semejante en densidad a las que vemos, siendo todas éstas discretas y separadas

      2. por sus propias revoluciones mayores y menores; y que luego vuelvan a disolverse todas; unas con brevedad, otras con lentitud, padeciendo esto unas por éstas, y otros por aquellas. Es, pues, constante al decir que los mundos son corruptibles, puesto que se transforman sus partes. Y en otros lugares dice que la tierra está sentada sobre el aire. Que no se debe juzgar que los mundos necesariamente tienen una misma figura, sino más bien diferente; lo dice en el libro XII tratando de esto, de la manera siguiente: que unos son esféricos, otros elípticos y otros de otras figuras; no obstante, no las admite todas).
    2. Tampoco los animales procedieron del infinito, porque nadie demostrará cómo se recibieron en este mundo tales semillas de que constan los animales, las plantas y todas las demás cosas que vemos, pues esto no pudo ser allá, y se nutrieron del modo mismo. De la misma forma se ha de discurrir acerca de la

    tierra. Se ha de opinar, asimismo, que la naturaleza de los hombres fue instruida y coartada en muchas y varias cosas por aquellos mismos objetos que la circundan, y que sobreviniendo a esto el raciocinio, extendió más aquellas nociones, aprovechando en unas más pronto y en otras más tarde, pues unas cosas se hallan en periodos y tiempos largos desde el infinito, y otras en cortos. Así, los nombres al principio no fueron positivos, sino que las mismas naturalezas de los hombres teniendo en cada nación sus pasiones e imaginaciones propias, despiden de su modo en cada una el aire según sus pasiones e imágenes concebidas, y al tenor de la variedad de personas y lugares. Después generalmente fue cada nación poniendo nombres propios, para que los significados fuesen entre ellos menos ambiguos y se explicasen con más brevedad. Luego añadiendo algunas cosas antes no advertidas, fueron introduciendo ciertas y determinadas voces, algunas de las cuales las pronunciaron por necesidad, otras las admitieron con suficiente causa, interpretándolas por medio del raciocinio.

      1. Respecto a los meteoros, el movimiento, el regreso, el eclipse, el orto, el ocaso y otros de esta clase, no se ha de creer que se hacen por ministerio, orden y mandato de alguno que tenga al mismo tiempo toda bienaventuranza con la inmortalidad, pues a la bienaventuranza no corresponden los negocios, las solicitudes, las iras, los gustos, sino que estas cosas se hacen por la enfermedad, miedo y necesidad de los que están contiguos. Ni menos unas naturalezas ígneas y bienaventuradas querrían ponerse en giro tan arrebatado, sino que el todo guarda aquel ornato y hermosura, puesto que, según los nombres, todas las cosas son conducidas a semejantes nociones, y de ellas parece que nada repugna aquella belleza, porque si no, causaría esta contrariedad gran perturbación en las almas. Y así, se ha de opinar que esta violenta revolución se hace según la que recibió al prin

      2. cipio en la generación del mundo; y así cumple exactamente por necesidad este periodo.
      1. Además, se ha de saber que es obra de la fisiología la diligente exposición de las causas de las cosas principales, y que lo bienaventurado incide en ella acerca del conocimiento de los meteoros, escudriñando con diligencia qué naturalezas son las que se advierten en tales meteoros y cosas congénitas. Igualmente que tales cosas o son de muchos modos, o en lo posible, o de otra diversa manera; pero que simpliciter no hay en la naturaleza inmortal y bienaventurada cosa que causen discordia o perturbación alguna. Y es fácil al entendimiento conocer que esto es así. Lo que se dice acerca del ocaso, del orto, del retroceso, del eclipse y otras cosas de este género, nada conduce para la felicidad de la ciencia; y los que contemplan estas cosas tienen semejantemente sus miedos, pero ni saben de qué naturaleza sean, ni cuáles las principales causas, pues si las supiesen anti

      2. cipadamente, acaso también sabrían otras muchas, no pudiendo disolverse el miedo por la precognición de todo ello según la economía de las cosas más importantes. Por lo cual son muchas las causas que hayamos de los regresos, ocasos, ortos, eclipses y demás de este modo, como también en las cosas particulares.
      1. Y no se ha de juzgar que la indagación sobre el uso de estas cosas no se habrá emprendido con tanta diligencia cuanta pertenece a nuestra tranquilidad y dicha. Así que considerando bien de cuántas maneras se haga en nosotros tal cosa, se debe disputar sobre los meteoros y todo lo no explorado, despreciando a los que pretenden que estas cosas se hacen de un solo modo; y no añaden otros modos, según la fantasía nacida de los intervalos, ni menos saben en quiénes no se halle la tranquilidad. Juzgando, pues, que debe admitirse el que ello se hace de tal modo, y de otros por quienes también hay tranquilidad, y enseñando que se

      2. hace de muchos modos, como si viésemos que así se hace, estaremos tranquilos.
    1. Después de todo esto se debe considerar mucho que la principalísima perturbación que se hace en los ánimos humanos consiste en que estas cosas se tienen por bienaventuradas e incorruptibles, y qué sus voluntades, operaciones y causas son juntamente contrarias a ellas; en que los hombres esperan y sospechan, creyendo en fábulas, un mal eterno; o en que, según esta insensibilidad, temen algo en la muerte, como si quedase el alma en ellos, o aun en que no discurren en estas cosas y padecen otras por cierta irracional confianza. Así, los que no definen el daño, reciben igual o aun mayor perturbación que los ligeros que opinaban tales cosas.

      1. La imperturbación o tranquilidad consiste en que, apartándonos de todas estas cosas, tengamos continua memoria de las cosas universales y principalísimas. Así, debemos aten

      2. der a las presentes y a los sentidos, en común a las comunes, en particular a las particulares, y a toda la evidencia del criterio en el juicio de cada cosa. Si atendemos a esto, hallaremos ciertamente las causas de que proceden la turbación y el miedo, y las disiparemos; como también las causas de los meteoros y demás cosas que de continuo suceden y que los hombres temen en extremo.
    2. Esto es, en resumen, amigo Herodoto, lo que te pensé escribir en orden a la naturaleza de todas las cosas. Su raciocinio va tan fundado, que si se retiene con exactitud, creo que aunque no ponga uno el mayor desvelo en entenderlo todo por partes, superará incomparablemente en comprensión a los demás hombres; pues explicará por sí mismo y en particular muchas cosas que yo trato aquí en general, aunque con exactitud; y conservándolo todo en la memoria, se aprovechará de ello en muchas ocasiones. En efecto, ello es tal, que los que ya

    hubiesen indagado bien las cosas en particular

    o hubiesen entrado perfectamente en estas análisis, darán otros muchos pasos adelante sobre toda la Naturaleza; y los que todavía no hubiesen llegado a perfeccionarse en ellas, o estudiasen esto sin voz viva que se lo explique, con sólo que apliquen la mente a las cosas principales, no dejarán de caminar a la tranquilidad de la vida.

    57. Ésta es su carta sobre la naturaleza; la de los meteoros es la siguiente:

    EPICURO A PITOCLES: GOZARSE

    Me dio Cleón tu carta, por la cual vi que permaneces en tu benevolencia para conmigo, digna por cierto del amor que yo te profeso, y que no sin inteligencia procurabas introducirte en asuntos tocantes a la vida feliz. Me pediste que te enviara un compendio de los meteoros, escrito con buen estilo y método para aprenderlo fácilmente, ya que los otros escritos míos dices que son arduos de conservar en la memoria, por más que uno los estudie de continuo. Abracé gustosamente tus ruegos, y quedé sorprendido con gratísimas esperanzas. Así, habiendo escrito ya todas las otras cosas, concluí también el tratado que deseas, útil sin duda a otros muchos, principalmente a los que hace poco comenzaron a gustar de la genuina fisiología, y a los que se hallan en la profunda ocupación de negocios encíclicos, y continuos. Recibe, pues, atentamente estos preceptos y recórrelos con cuidado tomándolos de memoria, junto con los demás que en un breve compendio envié a Herodoto.

      1. Primeramente se ha de saber que el fin en el conocimiento de los meteoros (ya se llamen conexos o absolutos) no es otro que librarnos de perturbaciones, con la mayor seguridad y satisfacción, igual que en otras cosas. Ni en lo imposible se ha de gastar la fuerza, ni tener

      2. consideración igual en todas las cosas, o a los discursos escritos acerca de la vida o a las interpretaciones de otros problemas físicos, como que el universo es cuerpo y naturaleza intocable, o que el principio son los átomos, y otras cosas así, que tiene única conformidad con las que vemos, lo cual no sucede en los meteoros. Pero estos tienen muchas causas de donde provengan, y un predicado de sustancia cónsono a los sentidos. Ni se ha de hablar de la Naturaleza según axiomas y legislaciones nuevas, sino establecerlos sobre los fenómenos; pues nuestra vida no ha menester razones privadas o propias, ni menos gloria vana, sino pasarla tranquilamente.
      1. Todo en los meteoros se hace constantemente de diversos modos, examinado concordemente por los fenómenos, cuando uno deja advertidamente lo probable que de ellos se dice. Cuando uno, pues, deja esto y desecha aquello que es igualmente conforme a lo que se

      2. ve, es claro que cayendo de todo el conocimiento de la Naturaleza, se ha difundido en la fábula. Conviene tomar algunas señales de lo que se perfecciona en los meteoros, y algunas también de los fenómenos que se hacen en nosotros, que se observan y que realmente existen, y no las que aparecen en los meteoros, pues no se puede recibir que se hagan estas cosas de muchos modos. Debe, no obstante, separarse cualquier imagen o fantasma, y dividirlo con sus adherentes; lo cual no se opone a las cosas que, acaecidas en nosotros, se perfeccionan de varias maneras.
    1. El mundo es un complejo que abraza el cielo, los astros, la tierra y todo cuanto aparece, el cual es una parte del infinito, y termina en límite raro o denso; disuelto éste, todo cuanto hay en él se confunde. O bien termina en lo girado o en lo estable, por circunscripción redonda, triangular o cualquier otra; pues todas las admite cuando no hay fenómeno que re

    pugne a este mundo, en el cual no podemos comprender término. Que estos mundos sean infinitos en número puede comprenderse con el entendimiento, y que un mundo puede hacerse ya en el mundo mismo, ya en el intermedio (así llamo al intervalo entre los mundos) en lugar de muchos vacíos, y no en grande, limpio y sin vacío, como dicen algunos. Quieren que haya ciertas semillas aptas, procedidas de un mundo, de un intermundo, o bien de muchos, las cuales poco a poco reciben aumento, coordinación y mutación de sitio si así acontece, y que son idóneamente regadas por algunas cosas hasta su perfección y permanencia, en cuanto los fundamentos supuestos son capaces de tal admisión. No sólo es necesario que se haga concreción y vórtice en aquel vacío en que dicen que se debe formar el mundo por necesidad, según opinan, y que se aumenta hasta dar con otro, como afirma uno de los que se llaman físicos; pero esto es repugnante a lo que vemos.

    61. El sol, la luna y demás astros no hechos según ellos mismos, después fueron recibidos del mundo. Asimismo la tierra, el mar y todos los animales que luego se iban plasmando y recibían incremento según las uniones y movimientos de ciertas pequeñas naturalezas,

    o llenas de aire o de fuego, o de ambos. Así persuade estas cosas el sentido. La magnitud del sol y demás astros, en cuanto a nosotros, es tanta cuanta aparece. (Esto también está en el libro II De la Naturaleza; porque si perdiese, dice, por la gran distancia, mucho más perdería el calor; y que para el sol no hay distancia más proporcionada que la que tiene, en cuanto a él, sea mayor, sea algo menor o sea igual a la que se ve). De la misma manera nosotros un fuego que vemos de lejos, lo vemos por el sentido. Y en suma, toda instancia en esta parte, la disolverá fácilmente quien atienda a las evidencias, según demostraremos en los libros De la Naturaleza.

      1. El orto y ocaso del sol, luna y demás astros pueden hacerse por encendimiento y extinción si tal fuese su estado, y aun de otros modos, según lo antedicho, pues nada de lo que vemos se opone. Pudiera igualmente ejecutarse por aparición sobre la tierra, y por ocultación, como también se ha dicho, pues tampoco se opone fenómeno alguno. El movimiento de estos astros no es imposible que se haga por el movimiento de todo el cielo; o bien que estando éste quieto, y moviéndose aquellos, por necesidad que se les impusiese al principio en la generación del mundo, salen del oriente, y luego por el calor y voracidad del pábulo ígneo, van siempre adelante a los demás parajes. Los regresos del sol y la luna es admisible que se hagan según la oblicuidad del cielo, así acortado por los tiempos; por el ímpetu del aire, o por causa de la materia dispuesta que siempre tienen consigo, de la cual una parte se inflama y la otra queda sin inflamarse; o bien desde el principio este movimiento envuelve y arrebata con

      2. sigo dichos astros para que hagan su giro. Todo esto puede ser así, o semejantemente; ni hay cosa manifiesta que se oponga, con tal que estando uno firme siempre en estas partes en cuanto sea posible, pueda concordar cada cosa de éstas con los fenómenos, sin temer los artificios serviles de los astrólogos.
      1. Los menguantes y crecientes de la luna pueden hacerse ya sea por vuelta de este cuerpo, ya por una semejante configuración del aire, o por anteposición de alguna cosa, o bien por todos los modos que, según los fenómenos que vemos, conducen a semejantes efectos. Si ya no que alguno, eligiendo uno solamente, deje los otros; y no considerando qué cosa es posible vea el hombre, y qué imposible, desee por esto ver imposibles. Además, es factible que la luna tenga luz propia, y factible que la reciba del sol; pues entre nosotros se ven muchas cosas que la tienen propia, y muchas que la reciben. Y nada impide que de los fenómenos

      2. que hay en los meteoros, teniéndolos de muchos modos en la memoria, penetre uno sus consecuencias y también sus causas, no atendiendo a tales inconsecuencias que suelen conocerse diversamente en aquel único modo.
    1. La aparición de la fase en ella puede hacerse por mutación de partes, por sobreposición, y por todos los modos que se viere convienen con los fenómenos. Ni es menester añadir que en todos los meteoros se ha de proceder así, pues si procedemos con repugnancia a las cosas claras, nunca podremos alcanzar la tranquilidad legítima. Los eclipses de sol y luna pueden hacerse por extinción, como vemos que se hace esto entre nosotros, y también por interposición de algunos otros cuerpos, o de la tierra o del cielo, o cosa semejante. Así se han de considerar mutuamente los modos congruentes y propios, y juntamente, que las concreciones de algunas cosas no son imposibles.

    2. (En el libro XII De la Naturaleza dice lo siguiente: El sol se eclipsa sombreándolo la luna, y la luna se eclipsa dándole la sombra de la tierra, pero según retroceso. Esto también lo dice Diógenes Epicúreo en el libro I de sus Cosas selectas. El orden del periodo es como el que entre nosotros toman algunas cosas fortuitas, y la naturaleza divina en ningún modo concurre a estas cosas, sino que se mantiene libre de semejantes cuidados y en plena bienaventuranza. Si no se practica esto, todo discurso acerca de las causas de los meteoros será vano, como ya lo ha sido para algunos, que no habiendo abrazado el modo posible, dieron en el vano, y creyendo que aquellos se hacen de un solo modo, excluyen todos los demás aun factibles, se arrojan a lo imposible, y no pueden observar los fenómenos que se han de tener como señales).

      1. La diferencia de longitud de noches y días se hace por apresurar el sol sus giros sobre la tierra y después retardarlos, o porque la lon

      2. gitud de los lugares varía, y anda los unos con mayor brevedad, al modo que también entre nosotros se ven cosas breves y tardadas, a cuya comparación debemos tratar de los meteoros. Los que admiten un modo, contradicen a los fenómenos, y no ven de cuánto es capaz el hombre que observa. Las indicaciones o señales pueden hacerse según las contingencias de las estaciones, como vemos que sucede entre nosotros a las cosas animadas, y también por otras cosas, como en las mutaciones del aire, pues estas dos razones no repugnan a los fenómenos. Ahora, por cuál de estas causas se haga esto, no es posible saberse.
      1. Las nubes pueden engendrarse y permanecer por las condensaciones del aire o impulsos del viento; por las agregaciones de átomos mutuamente unidos y aptos para ello; por acopio de efluvios salidos de la tierra, y aun por otros muchos modos no impiden que se hagan tales consistencias. Pueden éstas por sí

      2. mismas, ya condensándose, ya mudándose, convertirse en agua y luego en lluvias, según la calidad de los parajes de donde vienen y se mueven por el aire, haciendo copiosísimos riegos algunas concreciones, dispuestas a emisiones semejantes.
    3. Los truenos pueden originarse por la revolución del aire en las cavidades de las nubes, a la manera que en nuestros vasos; por el rimbombe que hace en ellas el fuego aéreo; por los rompimientos y separaciones de las nubes; por el choque, atrito y quebrantamiento de las mismas cuando han tomado comparación semejante al hielo; y generalmente, los fenómenos mismos nos llaman a que digamos que esta vicisitud se hace de muchos modos.

      1. Los relámpagos, asimismo, se hacen de varios modos: ya por el choque y colisión de las nubes, pues saliendo aquella apariencia productora de fuego, engendra el relámpago; ya por vibración venida de las nubes, causada

      2. por cuerpos cargados de viento que produce el relámpago; ya por el enrarecimiento de las nubes antes adensadas, o mutuamente por sí mismas o por los vientos; ya por recepción de luz descendida de los astros, impelida después por movimiento de las nubes y vientos, y caída por medio de las mismas nubes; ya por transfiguración de una sutilísima luz de las nubes; ya porque el fuego comprime las nubes, y causa los truenos; como también por el movimiento de éste, y por la inflamación del viento hecha por llevamiento arrebatado o giro vehemente. También puede ser que por rompimiento de las nubes con la violencia de los vientos, y caída de los átomos causadores del fuego, se produzca la imagen del relámpago. Otros muchos modos observará fácilmente quien atienda a los fenómenos que vemos, y pueda contemplar las cosas semejantes a ellos.
      1. El relámpago precede al trueno en dichos globos de nubes, porque luego que cae el

      2. soplo de viento es expelida la imagen creadora del relámpago; después el viento envuelto allí hace aquel ruido, y según fuere la inflamación de ambos, lleva también mayor velocidad y ligereza el relámpago hacia nosotros; pero el trueno llega después, al modo que en las cosas que vemos de lejos quedan algunos golpes.
      1. Los rayos pueden hacerse, ya por muchos globos de viento; ya por su revolución y vehemente inflamación, por rompimiento de alguna parte y su violenta caída a parajes inferiores, y regularmente son los montes elevados donde los rayos caen; por hacerse la ruptura a causa de que las partes que le siguen son más densas por la densidad de las nubes revueltas por esta caída del fuego. Como también puede hacerse el trueno por haberse excitado mucho fuego, el cual cargado de viento fuerte rompa la nube, no pudiendo pasar adelante a causa de que el recíproco adensamiento se hace de continuo; y de otros muchos modos pueden hacer

      2. se los rayos, sin que se mezclen fábulas, como no las habrá cuando uno juzgue de las cosas ocultas siguiendo atentamente las manifiestas.
    4. Los présteres o huracanes pueden hacerse por las muchas nubes que un continuo viento impele hacia abajo, o por un gran viento que corra con violencia e impela por de fuera de las nubes unas a otras; por la perístasis del viento cuando algún aire es oprimido por arriba circularmente; por afluencia grande de vientos que no pueden disiparse por partes opuestas a causa de la densidad del aire circunvecino. Si el préster baja hasta la tierra, se levantan torbellinos, al paso que se hace el movimiento del viento, y si baja al mar, vórtices de agua.

      1. Los terremotos pueden provenir o del viento encerrado en la tierra, el cual pugnando en los entumecimientos menores de ella, se mueve de continuo cuando prepara la agitación de la tierra, o por el aire que entra debajo del suelo, o en parajes cavernosos de la tierra,

      2. adensado a la violencia de los soplos. Según este tránsito de movimiento de muchas partes inferiores y sólidas, y de su resorte cuando da en partes de la tierra más densas, es posible que se hagan los terremotos, no negando que puedan también hacerse de otros muchos modos estos movimientos de la tierra.
    5. Los vientos suelen excitarse en ciertos tiempos, cuando continuamente y de poco en poco se van uniendo partículas heterogéneas, y también por juntarse gran acopio de agua. Los vientos menos fuertes se hacen cuando entran pocos soplos en muchas cavidades, y se distribuyen en todas ellas.

      1. El granizo se forma o por una concreción fuerte proveniente de todos lados a causa de la perístasis y distribución de algunas partículas impregnadas de aire, o por concreción moderada, cuando algunas otras partículas como de agua salen igualmente y hacen la opresión de los granos, y también por rompi

      2. miento, de manera que cada grano subsista de por sí y se concreten en abundancia. Su forma esférica no es imposible que se haga o por liquidación de sus ángulos y extremos en rededor al tiempo de tomar consistencia, como dicen algunos, o porque su circunferencia sea de partes acuáticas o sea de aéreas, tiene igual presión por todas partes.
      1. La nieve puede hacerse o cayendo de las nubes el agua tenue por poros proporcionados; o condensándose las nubes dispuestas y esparciéndolas los vientos, adquiriendo luego mayor densidad con el movimiento, por el estado de vehemente frialdad que tienen las nubes en parajes inferiores; o por concreción hecha en las nubes de igual variedad, puede hacerse esta emisión de ellas, encontrándose mutuamente las partículas parecidas al agua, y quedándose unidas, las mismas que compeliéndose entre sí forman el granizo; todas las cuales se hacen principalmente en el aire. Tam

      2. bién es posible que por el choque de las nubes ya densas, se coagula y forma la gran cantidad de nieve, y todavía se puede hacer de otros muchos modos.
    6. El rocío se hace congregándose del aire mutuamente las partículas que son causa de esta humedad, pero también por la extracción de ellas de parajes húmedos o que contienen aguas, en cuyos sitios se hace principalmente el rocío. Cuando el acopio de tales vapores toma un lugar y se perfecciona en humedad, vuelve a moverse hacia abajo y cae en varios parajes, al modo que entre nosotros se hacen cosas semejantes a ésta.

      1. La escarcha se hace cuando estos rocíos toman cierta consistencia y densidad, por la fría perístasis del aire. El hielo se hace perdiendo el agua su figura esférica, compeliéndose los triángulos escalenos y acutángulos del agua, y por la mezcla y aumento que se hace exteriormente de otras cosas, las cuales,

      2. coartadas y quebrantadas las cantidades o partes esféricas, disponen el agua a la concreción.
    7. El arco iris se hace hiriendo los resplandores del sol en el aire húmedo; o por cierta naturaleza propia de la luz y del aire que produce las propiedades de estos colores (ya sean todos, ya uno solo), la cual, reflejando luego en lo más vecino del aire, recibe el color que vemos brillar en aquellas partes. El ser circular su figura proviene de que su intervalo se ve igual todo en rededor; o porque los átomos que andan en el aire reciben tal impulso; o porque llevados estos átomos con las nubes por el mismo aire cercano a la luna, dan a esta concreción una forma orbicular.

      1. El halo o corona alrededor de la luna se hace cuando por todas partes concurre fuego a ella, y los flujos que la misma despide resisten con igual fuerza, de modo que forman un círculo nebuloso y permanente a su rededor, sin discernirse del todo uno de otro; o bien sea que

      2. removiendo la luna a igual distancia el aire en contorno, forma aquella densa perístasis o círculo a su rededor. Lo cual se hace por algunas partes o flujos que impelen exteriormente, o por el calor que atrae allí algunas densidades a propósito para causar esto.
      1. Los cometas se hacen o porque en ciertos tiempos se coliga en lo alto una cantidad de fuego en algunos lugares; o porque la perístasis o circunferencia del cielo tiene a tiempos cierto movimiento propio sobre nosotros que manifiesta tales astros; o porque ellos mismos, en algunos tiempos, son llevados por alguna perístasis, y viniendo a nuestras regiones se hacen manifiestos. Su defecto u ocultación se hace por las causas opuestas a lo dicho, dando giro a algunas de estas cosas, la cual acontece, no sólo porque esté quieta esta parte del mundo, a cuyo rededor gira lo restante, como dicen algunos, sino porque el movimiento circular del aire le está en rededor, y le impide el giro que

      2. tienen los demás; o porque ya en adelante no les es apta la materia, sino sólo allí donde los vemos puestos. Aun puede hacerse esto de otros muchos modos, si sabemos inferir por raciocinio lo que sea conforme a lo que se nos manifiesta.
      1. Algunos astros van errantes, cuando acontece que tomen semejantes movimientos; otros no se mueven. Es posible que aquellos, desde el principio fuesen obligados a moverse contra lo que se mueve circularmente, de modo que unos sean llevados por una revolución igual, y otros por otra que padezca desigualdades. Puede ser también que en los parajes donde corren haya algunos en que las extensiones del aire sean iguales, y les impelan así adelante, y ardan con igualdad; y en otros sea tanta la desigualdad, que aun lo que se ve haga mutaciones. El dar una sola causa de estas cosas, siendo muchas las que los fenómenos ofrecen, lo hacen necia e incongruamente los que andan

      2. ciegos en la vana astrología, y dan en vano las causas de algunas cosas, sin separar a la naturaleza divina de estos ministerios.
    8. Se observa a veces que algunos astros dejan detrás a otros, ya sea porque estos andan con más lentitud, aunque hacen el mismo giro, ya porque tienen otro movimiento contrario al de la esfera que los lleva, o porque en su vuelta unos hacen el círculo mayor y otros menor. El definir absolutamente estas cosas, pertenece a los que gustan de ostentar prodigios a las personas.

      1. En cuanto a las estrellas que se dice que caen, esto puede ser por colisión con alguna cosa, o con ellas mismas, puesto que caen hacia donde corre el viento, como dijimos de los rayos. También pueden hacerse por un concurso de átomos productivo de fuego, dada la oportunidad de producirlo; o por el mismo movimiento hacia la parte a la que desde el principio se dirigió impetuosamente el agrega

      2. do de átomos; o por algunas porciones de viento condensadas a manera de niebla, y encendidas a causa de su revolución, haciendo después ruptura de quien las sujeta, hacia cualquier parte que se dirijan sus ímpetus, llevadas allí por el movimiento. Todavía hay otros modos inexplicables con que esto puede hacerse.
    9. Las señales o indicios que se toman de ciertos animales, se hacen según lo que acontece en las estaciones, pues los animales no nos traen coacción alguna de que sea invierno, como ni hay naturaleza divina alguna que esté sentada, observando las salidas y movimientos de estos animales, y luego produzca las señales referidas. Ni por azar ningún animal de alguna consideración caerá en necedad semejante, cuanto menos el que goza de toda felicidad.

      1. Todas estas cosas, oh Pitocles, debes tener en la memoria, para poder librarte de patrañas y observar las cosas homogéneas a ellas. Dedícate principalmente a la especulación

      2. de los principios, del infinito y demás cosas congénitas, los criterios, las pasiones y aquello por cuya causa examinamos dichas cosas particulares. Los que poco o nada aprecian estas causas, manifiestan que ni pudieron penetrar las que aquí trato, ni consiguieron aquello por que deben solicitarse.
    10. (Esto es cuanto opinó de los meteoros. En orden a la conducta de la vida, y cómo conviene que rehuyamos unas cosas y elijamos otras, escribe así; en lo cual recorremos principalmente su sentir y el de sus discípulos acerca del sabio):

    Dice que el daño humano, o procede de odio, o de envidia, o de desprecio, y a todo es superior el sabio con el raciocinio. Que quien una vez llegase a sabio, ya no podrá recibir disposición contraria, ni sujeta a variaciones. Que estará sujeto a pasiones, pero esto ningún estorbo le hará para la sabiduría. Que no de todas las disposiciones del cuerpo se hace el sabio, ni de todas las naciones. Que el sabio, aunque sea atormentado, será feliz. Que sólo el sabio es agradecido con sus amigos, tanto presentes corno ausentes. Y si ve que alguno es atormentado, tendrá piedad y se condolerá de él. Que el sabio no recibirá mujer que las leyes prohíben, corno dice Diógenes en el Epítome de los dogmas morales de Epicuro. Que no atormentará a sus esclavos, sino que tendrá misericordia, y perdonará a todos los buenos.

      1. No son de opinión los epicúreos que el sabio deba amar, ni tomarse cuidado de su sepulcro, ni que haya dios alguno que influya amor, como lo dice el mismo Diógenes en el libro XII, ni tampoco que el sabio hable especiosamente. Dicen que el congreso carnal jamás ha sido provechoso, y ojalá que no haya sido dañoso. Que el sabio podrá casarse y procrear hijos, según dice Epicuro en sus Ambigüedades y en su Física; pero a veces por las circunstancias de su vida, no se ha de casar, con lo cual

      2. desviará a otros de casarse. Que no se ha de perseverar en la embriaguez, lo dice Epicuro en su Simposio; ni mezclarse en el gobierno de la República, como dice en el libro I De las vidas; ni procurará la tiranía; ni vivirá como cínico, como lo dice en el libro II De las vidas. Que no será mendigo, antes bien, aunque quede sin vista, gozará de la vida, según escribe allí mismo. Que el sabio también padecerá dolor; así lo dice Diógenes en el libro V De las cosas selectas.
      1. Que será juzgado; que dejará escritos, mas no perorará en los concursos generales. Prevendrá su vitalicio y las cosas venideras; amará el campo; resistirá los embates de la fortuna; no injuriará a ningún amigo; cuidará de su buen nombre en tanto que no sea menospreciado. Que el sabio en los espectáculos se divertirá más que los otros. Dicen que los pecados son desiguales; que la salud para unos es un bien, y para otros cosa indiferente. Que la forta

      2. leza no dimana de la naturaleza, sino de la razón y conveniencia. Que la amistad se ha de procurar usar de ella, y debe comenzar de nosotros, pues también sembramos la tierra. Consiste ésta en una comunión de ánimos en los deleites.
    1. Que la felicidad se entiende de dos maneras: la suprema, que reside en Dios, y no admite incremento; y la humana, que recibe incremento y decremento de deleites. Que el sabio pondrá imágenes si las tiene, y vivirá con indiferencia si no las tiene. Que sólo el sabio disputará correctamente acerca de la música y poesía. Que compondrá poemas, pero no fingidos. No se conmoverá de que uno sea más sabio que otro. Si es pobre, podrá lucrar, pero sólo de la ciencia. Que obsequiará al monarca en todo tiempo. Que dará las gracias a quien obrare rectamente. Que tendrá escuela abierta; mas no solamente para juntar gran número de oyentes. Que leerá en público, pero no sólo por

    su voluntad y antojo. Que establecerá dogmas, y no dudará. Que semejante será aun durmiendo, y en caso que importe morirá también por un amigo.

    Así opinan acerca del sabio. Ahora pasemos a otra Carta:

    EPICURO A MENECEO: GOZARSE.

    91. Ni el joven dilate el filosofar, ni el viejo se fastidie de hacerlo; pues a nadie es intempestivo ni por muy joven ni por muy anciano el solicitar la salud del ánimo. Y quien dice, o que no ha llegado el tiempo de filosofar, o que ya se ha pasado, es semejante a quien dice que no ha llegado el tiempo de buscar la felicidad, o que ya se ha pasado. Así que deben filosofar viejos y jóvenes; aquellos para reflorecer en el bien a beneficio de los nacidos; éstos para ser juntamente jóvenes y ancianos, careciendo del miedo de las cosas futuras. Conviene, pues, cuidar de las cosas que producen la felicidad, siendo así que con ella lo tenemos todo, y no teniéndola, lo ejecutamos todo para conseguirla. Practica, por tanto, y solicita las cosas que te he amonestado repetidas veces, teniendo por cierto que los principios para vivir honestamente, son estos: primero, que Dios es animal inmortal y bienaventurado, según suscribe de Dios la común inteligencia, sin que le des atributo alguno ajeno de la inmortalidad e impropio de la bienaventuranza; antes bien has de opinar de él todo aquello que pueda conservarle la bienaventuranza e inmortalidad. Existen, pues, y hay dioses, y su conocimiento es evidente; pero no son cuales los juzgan muchos, puesto que no los atienden como los juzgan. Así, no es impío el que niega los dioses de la plebe o vulgo, sino quien acerca de los dioses tiene opiniones vulgares; pues las enunciaciones del vulgo, en orden a los dioses, no son anticipaciones, sino juicios falsos. De aquí nacen las causas de enviar los dioses daños gravísimos a los hombres malos y favores a los buenos, pues siéndoles sumamente gratas las virtudes personales, abrazan a los que las poseen, y tienen por ajeno de sí todo lo que no es virtuoso.

      1. Acostúmbrate a considerar que la muerte nada es contra nosotros, porque todo bien y mal está en el sentido, y la muerte no es otra cosa que la privación de este sentido mismo. Así, el perfecto conocimiento de que la muerte no es contra nosotros hace que disfrutemos la vida mortal, no añadiéndole tiempo ilimitado, sino quitando el amor a la inmortalidad. Así que nada hay de molesto en la vida para quien está persuadido de que no hay daño alguno en dejar de vivir. Por tanto, es un simple quien dice que teme a la muerte, no porque contriste su presencia, sino la memoria de que ha de venir; pues lo que en el presente no conturba, vanamente contrista o duele al esperarlo. La muerte, pues, el más horrendo de los males, no nos pertenece; pues mientras nosotros vivi

      2. mos, no ha llegado ella; y cuando ha llegado ella, ya no vivimos nosotros. Así, la muerte ni es contra los vivos ni contra los muertos; pues en aquellos todavía no está, y en éstos ya no está. Aun muchos rehúyen la muerte como el mayor de los males, y con todo eso suelen también tenerla por descanso de los trabajos de esta vida. Por lo cual el sabio ni teme el no vivir, puesto que la vida no le es anexa, ni tampoco lo tiene por cosa mala. Y así como no elige la comida más abundante, sino la más sabrosa, así también en el tiempo no escoge el que dura más, sino el más dulce y agradable.
    1. No es menos simple quien amonesta a los jóvenes a vivir honestamente, y a los viejos a una muerte honesta; no sólo porque la vida es amable, sino porque el mismo cuidado se debe tener de una honesta vida, que de una honesta muerte. Es mucho peor quien dice:

    Bueno es no ser nacido, o en naciendo caminar del averno a los umbrales;

    pues si quien lo dijo lo creía así, ¿qué hacía que no partía de esta vida? Esto en su mano estaba, puesto que sin duda se le hubiera otorgado la petición; pero si lo dijo por chanza, fue un necio en tratar con burlas cosa que no las admite.

      1. Se ha de tener en memoria que lo futuro ni es nuestro, ni tampoco deja de serlo absolutamente; de modo que ni lo esperemos como que ha de venir infaliblemente, ni menos desesperemos de ello como que no ha de venir nunca. Hemos de hacer cuenta que nuestros deseos son naturales unos y los otros vanos. De los naturales unos son necesarios, otros naturales solamente. De los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo, y otros para la misma vida. Entre todos ellos, la especulación es quien sin error hace que conozcamos lo que debemos elegir y evitar para la sanidad del cuerpo y tranquilidad del alma; pues el fin no es otro que vivir felizmen

      2. te. Por amor de esto hacemos todas las cosas, a fin de no dolernos ni conturbarnos. Conseguido esto, se disipa cualquier tempestad del ánimo, no pudiendo encaminarse el animal como a una cosa menor, y buscar otra con que complete el bien de alma y cuerpo.
    1. Nosotros necesitamos del deleite cuando nos dolemos de no tenerlo; mas cuando no nos dolemos, ya no lo necesitamos. Por lo cual decimos que el deleite es el principio y fin de vivir felizmente. A éste conocemos por primero y congénito bien; de él toman origen toda elección y fuga; y a él ocurrimos discerniendo todo bien por medio de la perturbación o pasión como regla. Y por cuanto es éste el primero y congénito bien, por eso no elegimos todos los deleites, antes bien acontece que pasamos por encima de muchos cuando de ellos se ha de seguir mayor molestia. Aun preferimos algunos dolores a los deleites, si se ha de seguir mayor deleite a la tolerancia de los dolores.

      1. Todo deleite es un bien a causa de tener por compañera la Naturaleza, pero no se ha de elegir todo deleite. También todo dolor es un mal, pero no siempre se ha de huir de todos los dolores. Debemos discernir todas estas cosas por conmensuración, y con respecto a la conveniencia o desconveniencia; pues en algunos tiempos usamos del bien como si fuese mal, y al contrario, del mal como si fuese bien. Tenemos por un gran bien el contentarse con una suficiencia, no porque siempre usemos escasez, sino para vivir con poco cuando no tenemos mucho, estimando por muy cierto que disfrutan suavemente de la magnificencia y abundancia los que menos la necesitan, y que todo lo que es natural es fácil de prevenir; pero lo vano, muy difícil. Asimismo, que los alimentos fáciles y sencillos son tan sabrosos como los grandes y costosos, cuando se remueve y aleja todo lo que puede causarnos el dolor de la carencia. El pan ordinario y el agua dan una sua

      2. vidad y deleite sumo cuando un necesitado llega a conseguirlos.
      1. El acostumbramos a comidas simples y nada magníficas es conducente para la salud; hace al hombre solícito en la práctica de las cosas necesarias a la vida; nos pone en mejor disposición para concurrir una u otra vez a los convites suntuosos, y nos prepara el ánimo y valor contra los vaivenes de la fortuna. Así que cuando decimos que el deleite es el fin, no queremos entender los deleites de los lujuriosos y derramados, y los que consisten en la fruición, como se figuraron algunos, ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella; o bien que la entendieron siniestramente; sino que unimos el no padecer dolor en el cuerpo con el estar tranquilo en el ánimo. No son los convites y banquetes, no la fruición de muchachos y mujeres, no el sabor de los pescados y de los otros manjares que tributa una mesa magnífica quien produce la vida suave, sino un sobrio raciocinio

      2. que indaga perfectamente las causas de la elección y fuga de las cosas, y expele las opiniones por quienes ordinariamente la turbación ocupa los ánimos.
      1. De todas estas cosas la primera y principal es la prudencia; de manera que lo más estimable y precioso de la Filosofía es esta virtud, de la cual proceden las demás virtudes. Enseñamos que nadie puede vivir dulcemente sin ser prudente, honesto y justo; y por el contrario, siendo prudente, honesto y justo no podrá dejar de vivir dulcemente; pues las virtudes son congénitas con la suavidad de vida, y la suavidad de vida es inseparable de las virtudes. Porque ¿quién crees que puede aventajarse a aquel que opina santamente de los dioses, nunca teme la muerte, y discurre bien del fin de la naturaleza; que pone el término de los bienes en cosas fáciles de juntar y prevenir copiosamente, y el de los males en tener por breves su duración y su molestia; que niega el hado, al

      2. cual muchos introducen como dueño absoluto de todo, y sólo concede que tenemos algunas cosas por la fortuna, y las otras por nosotros mismos; y en suma, que lo que está en nosotros es libre, por tener consigo por naturaleza la reprensión o la recomendación? Sería preferible seguir las fábulas acerca de los dioses, a deferir servilmente al hado de los naturalistas; pues lo primero puede esperar excusa por el honor de los dioses; pero lo segundo se ve en una necesidad inexcusable.
    2. (Epicuro no tiene por diosa a la Fortuna, como creen algunos, pues para Dios nada se hace sin orden, ni tampoco por causa inestable, esto es, afirma que de la Fortuna ningún bien ni mal proviene a los hombres para la vida feliz y bienaventurada; pero que suele ocasionar principios de grandes bienes y males). Se ha de juzgar que es mejor ser infeliz racionalmente, que feliz irracionalmente; y que gobierna la fortuna

    lo que en las operaciones se ha juzgado rectamente.

    100. Estas cosas y otras semejantes deberás meditar continuamente día y noche contigo mismo y con tus semejantes; con lo cual, ya duermas, ya veles, nunca padecerás perturbación alguna, sino que vivirás como un dios entre los hombres; pues el hombre que vive entre bienes inmortales, nada tiene de común con el animal mortal. (Niega Epicuro en sus libros toda arte adivinatoria; y en su Epítome pequeño dice que es arte insubsistente, y aun cuando no lo fuera, se ha de juzgar que nada nos tocan las cosas acaecidas. Hasta aquí lo perteneciente a la vida; y aun en otros libros trata de esto repetidas veces).

    101. (En orden al deleite disiente de los cirenaicos, pues éstos no admiten el habitual y estable, sino sólo el que está en movimiento; pero aquel admite a ambos, el del alma y el del cuerpo, como lo dice en el libro De la elección y la fuga, en el Del fin, en el primero De las vidas, y en la Carta a sus amigos los de Mitilene. Lo mismo escribe Diógenes en el libro XVI De las cosas selectas, y Metrodoro en su Timócrates, por estas palabras: Deleite se entiende tanto el que está en el movimiento, como el estable. Y Epicuro en el libro De las elecciones habla así: La tranquilidad y la carencia de dolor son deleites estables; el gozo y el regocijo se ven en acto según el movimiento).

    102. (Disiente, asimismo, de los cirenaicos en otra cosa. Dicen éstos que los dolores corporales son peores que los del ánimo, puesto que los delincuentes son castigados en el cuerpo; pero Epicuro tiene por mayores los dolores del ánimo; pues la carne sólo tiembla por el dolor presente, mas el alma por el pasado, presente y futuro. Así que el dolor del alma es mayor que el del cuerpo. Que el deleite sea el fin lo prueba diciendo que los animales luego que nacen ya se amansan con él, y se irritan con el dolor, todo naturalmente y sin el auxilio de la razón. Huimos del dolor espontáneamente, como huía Hércules, el cual, estándose consumiendo en las llamas de la túnica,

    Clama, muerde, lamenta, gimen en rededor las piedras todas; las cimas de los montes de los Locros, y de Eubea las cumbres elevadas.

    Las virtudes se han de elegir no por sí, sino por causa del deleite, como las medicinas por la salud. Así lo dice Diógenes en el libro XX De las cosas selectas, el cual llama virtud al divertimiento. Pero Epicuro dice que sólo la virtud es inseparable del deleite; todas las demás cosas se apartan de ella como mortales).

    103. Pongamos ya fin a este Epítome y a la vida de nuestro filósofo, coronándola con un resumen de sus opiniones primarias, con lo cual dejamos concluida toda la presente obra, usando del fin que es principio de la felicidad.

    1. Lo bienaventurado e inmortal, ni él cuida de negocios, ni los encarga a otro; de donde nace que ni lo mueve la ira ni el afecto, pues todo esto arguye enfermedad y flaqueza. En otros lugares dice que los dioses son asequibles por medio de la razón; unos subsistentes según número, otros según una especie de semejanza, procedida de la perenne afluencia de imágenes semejantes, perfeccionados por la especie humana.

    2. La muerte en nada nos toca, pues lo ya disuelto es insensible, y lo insensible en nada nos toca.

    3. El término y fin de la magnitud de los deleites es el sustraerse de todo cuanto duela. En donde hubiere cosa deleitable, mientras ésta dura, no la hay que duela, o aflija, o ambas cosas.

      1. Lo que causa dolor no permanece siempre en la carne, sino que su vehemencia

      2. dura poco; y aun lo que sólo priva del deleite según la carne, suele no durar muchos días. Las enfermedades largas más tienen de deleitable en el cuerpo, que de aflictivo.
    4. No puede haber vida dulce si no es también prudente, honesta y justa; ni se puede vivir con prudencia, honestidad y justicia, sin que también se viva dulcemente. Aquel que no vive con prudencia, honestidad y justicia, tampoco podrá vivir con dulzura.

    5. Para asegurarse de los hombres es un bien físico el principado y el reino de cualquier modo que uno puede ganárselo.

    6. Quisieron algunos ser célebres y famosos, creyendo así asegurarse de los hombres. Si así quedó segura su vida, recibieron de la Naturaleza este bien; pero si no lograron la seguridad, no tienen aquello que desde el principio apetecieron contra la costumbre de la naturaleza.

    7. Ningún deleite es malo por sí mismo; pero la producción de ciertos deleites trae muchas más turbaciones que deleites.

    8. Si todo deleite se adensara, y con el tiempo, según su periodo, se acumulara en las partes principales de la Naturaleza, los deleites no se diferenciarían entre sí.

    9. Si las cosas que deleitan a los voluptuosos disolvieran de la mente los temores de los meteoros, de la muerte y de los dolores, y además mostraran el término de los apetitos, no tendríamos cosa que reprenderles, aunque se anegasen en placeres, como que por ningún lado tienen dolor ni aflicción, que son el mal.

    10. Si nada nos conturbasen los recelos de las cosas de los meteoros y los de la muerte, caso que en algo nos pertenezca (si algo entiendo de los confines de dolores y deseos), no tendríamos necesidad de la Filosofía.

    11. Quien ignora la naturaleza del universo y se cree de patrañas, no podrá perder el miedo de las cosas principales. Así no es posible disfrutar deleites inocentes sin fisiología.

    12. No sería útil prevenirse y asegurarse contra los hombres, si fuesen temibles las cosas de arriba, las que están bajo de la tierra, y absolutamente las que residen en el infinito.

    13. Como la seguridad humana llega hasta un cierto término, la que procede de tranquilidad y dejación de muchas cosas se consigue por virtud exterminativa y por una sincerísima suficiencia.

    14. Las riquezas naturales tienen término y son fáciles de prevenir; pero los proyectos de riquezas vanas coinciden con lo infinito.

      1. Corta es la fortuna que viene al sabio, pero las cosas grandes y principales las ordena

      2. la razón, las dispone ahora de continuo y las dispondrá siempre.
    15. El justo está absolutamente libre de turbaciones; al injusto lo asedian infinitas.

    16. Una vez removido y alejado lo que causaba dolor por la pobreza, no se aumenta el deleite en la carne, sino sólo se varía.

    17. En orden al deleite pone cotos al entendimiento la pesquisa de estas cosas y otras homogéneas, las cuales efectivamente producen grandes temores en el entendimiento mismo.

    18. El tiempo ilimitado tiene igual deleite que el limitado, si medimos por el raciocinio los términos del deleite.

    19. Si la carne recibió ilimitados los confines del deleite, también a éste el tiempo lo hace ilimitado.

    20. Si la mente, comprendiendo por la razón el fin y término de la carne, y disipando los temores de la eternidad hiciese una vida del todo perfecta, ya no tendría necesidad del tiempo ilimitado; pero no evitaría el deleite (aun cuando los negocios dispusiesen la salida de esta vida), sino que moriría como dejando algo de una vida ilimitada.

    21. Quien conoce y sabe los límites de la vida, sabe también cuán fácil es de prevenir lo que quita la aflicción de la indigencia y lo que hace a toda la misma vida absolutamente perfecta. Así no hay necesidad de negocios que traen luchas consigo.

    22. Conviene tener en el entendimiento un fin subsistente y según toda evidencia, al cual refiramos cuanto opinemos; pues de lo contrario, todo andará irresoluto y lleno de turbulencias.

    23. Si repugnas a todos los sentidos, ni tendrás de ellos a quien llames falso, ni podrás juzgar de aquello que pretendes saber.

    24. Si desechas simplemente algún sentido, y en aquello que opinas no lo divides por lo que se espera, y por lo que ya está presente, según los sentidos y pasiones, y por toda accesión fantástica de la mente, confundirás los demás sentidos con una opinión fatua y necia, como que desechas todo criterio.

    25. Si afirmas todo cuanto queda en los discursos opinables y no dejas lo incontestable como a falso que es, serás semejante a quien conserva toda ambigüedad y toda indiferencia acerca de lo correcto o incorrecto.

    26. Si no refieres en todos tiempos las acciones al fin de la Naturaleza, sino que te apartas antes, ya sea huyendo, o haciendo pesquisas de algo, no serán tus acciones consecuentes a tus palabras.

    27. De cuantas cosas adquiere la sabiduría para la felicidad de toda la vida, la mayor es la posesión de la amistad. Aun en medio de la cortedad de bienes, se ha de tener por cierto que la amistad da seguridad.

    28. La misma sentencia produce la confianza de que no hay ningún daño eterno, ni aun muy prolijo.

    29. De los apetitos unos son naturales y necesarios; otros naturales y no necesarios, y otros ni naturales ni necesarios, sino movidos. Epicuro tiene por naturales y necesarios a los que disuelven las aflicciones, como el de la bebida en la sed; por naturales y no necesarios a los que sólo varían el deleite, mas no quitan la aflicción, como son las comidas espléndidas y suntuosas; y por no naturales y necesarios tiene, por ejemplo, a las coronas y erección de estatuas.

    30. Los apetitos que no inducen aflicción mientras no se consuman, no son necesarios; antes tienen un grado de deseo fácil de disolver siempre que se tienen por arduos de conseguir

    o se juzgan productores de algún daño.

    1. Si se tiene gran pasión por los apetitos que no traen aflicción si no se consuman, esto ciertamente dimana de vana opinión y de su propia naturaleza (no por alguna utilidad, sino para la vana opinión del hombre).

    2. Lo justo por naturaleza es símbolo de lo conveniente, como no dañar a otros, ni ser dañado.

    3. Los animales que no pudieron convenirse con pacto alguno de no dañar ni ser dañados, no reciben justicia ni padecen injusticia. Lo mismo es con las personas que no pueden o no quieren tales pactos, por los cuales no dañen ni reciban daño.

    4. La justicia nada sería por sí; pero en el trato común y recíproco se hacen algunas convenciones en todas partes, de no causar daño ni recibirlo.

    5. La injusticia no es un mal por sí misma, sino por el miedo de que no podrá ocultarse a los defensores de ella.

    6. Quien hace ocultamente algo contra la mutua convención de no dañar ni ser dañado, no hay para qué crea que puede estar oculto, pues aunque lo esté algún tiempo en el presente, no es seguro que lo estará hasta la muerte.

    7. El derecho común es uno mismo para todos (y es cosa conveniente en la sociedad humana); pero el privado no siempre es el mismo, por algunas circunstancias de los países.

    8. Lo que se confina por testimonio como conveniente al uso común en la sociedad

    civil tomado de cosas ya tenidas por justas, tiene lugar de justo, se haga en todos lo mismo,

    o no se haga.

    1. Si se establece por ley alguna cosa que luego no trae utilidad a la sociedad civil, ya no tiene Naturaleza de justa. Pero si sucediese de manera que lo justo correspondió sólo por algún tiempo a los efectos deseados; con todo eso, durante aquel tiempo en que era útil, era también justo, en sentir de los que no se asustan de voces huecas y atienden a muchas cosas.

    2. Donde no habiendo novedad alguna en los negocios ordinarios, pareciera que las cosas creídas justas acerca de las operaciones mismas no corresponden a la esperanza concebida, ciertamente no eran justas; pero ocurriendo novedad en las mismas cosas ordinarias, ya no son convenientes las leyes puestas. Así que sólo eran allí justas cuando eran convenientes a la mutua sociedad de los ciudadanos; después cuando no eran convenientes, ya no eran justas.

    3. Quien se finare debidamente una verdadera seguridad de las cosas externas, éste se familiarizó e hizo compañero de las que pueden hacerse, pero enemigo de las imposibles; en las cuales no se inmiscuye, y expele cuantas no conviene practicar.

    4. Los que tuvieron vigor para adquirir verdadera seguridad de sus prójimos, vivieron entre ellos dulcísimamente, guardándose una fidelidad muy fina y gozando de una muy estrecha amistad, no llorarán como digna de compasión la temprana muerte de ninguno de ellos.

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