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Lo escrito en verde está copiado literalmente

Durante muchos años te has sentido contento y animado. Has sido muy concienzudo en el trabajo y te has preocupado por tu familia, haciendo muchas cosas en común con los demás. Has tenido muy pocas dolencias físicas. Pero, ahora, algo ha cambiado. Ves que te comportas de modo diferente. La gente que te conocen te dicen: "No eres el mismo. ¿Que te pasa?.

Encuentras difícil levantarte de la cama por la mañana; si tienes algunas responsabilidades con respecto a otros miembros de la familia no tomas mucho interés en ellas. Te has vuelto indeciso y aun olvidadizo. Parece que cuesta concentrarte. No tienes ganas de reír, la comida parece haber perdido el sabor, y la actividad sexual no tiene atractivo. Es como si te estuvieras encerrando dentro de ti mismo, no te gusta que los familiares o los amigos te digan nada; y no quieres hablar por teléfono ni asistir a reuniones de carácter social, que antes te gustaban tanto. Empiezas a cortar el contacto con los demás.

Es posible que tengas dificultades para dormirte, o bien te despiertas por la noche y te vas revolviendo por la cama hasta que amanece, molestado por pensamientos sombríos y negativos. O bien te pasas durmiendo 16 horas al día, o te duermes durante el día con frecuencia. No importa lo que duermas, siempre te sientes agotado. Tus ideas parecen sombrías. Es como si no hubiera manera de salir de las presentes circunstancias. tienes la impresión que nadie se interesa por ti y tú tampoco te interesas en nadie. Todo pensamiento animado y positivo ha desaparecido. Es como si hubiera una nube negra encima de tu cabeza y te estuviera siguiendo por todas partes. Es posible que hayas notado algunos cambios físicos. Tienes molestias o dolores vagos; puedes creer que tienes alguna enfermedad seria.

Hay muchas otras indicaciones, pero si estás experimentando los síntomas descritos (o los has experimentado alguna vez), puedes tener idea de que estás (o estabas) deprimido. Si nunca has experimentado ninguna depresión (y esto es mas bien raro) recuerda que la depresión es penosa para el que la experimenta y, a veces, también para los que rodean a la persona afligida por ella.

[ir a "Como vencer la depresión"]

En "Como vencer la depresión" aparecería una comunidad "especializada" en depresivos,  POR FAVOR TUTELEN AL DEPRESIVO A SER POSIBLE SIEMPRE LOS FAMILIARES MAS CERCANOS, o, puede acabar en una comunidad "especializada" en captar depresivos. El principal problema de esta enfermedad radica en que el enfermo cambia la percepción de parte de la realidad. El segundo problema es que la familia no admite de primeras, que es una enfermedad, muy larga y cree que "...se le pasará la tontería al día siguiente al levantarse". Así que el enfermo suele pasar antes, (y durante) por las manos de varios curanderos que por un PSIQUIATRA, Y PSICÓLOGO, Las sectas lo saben y saben que tienen que decirle al enfermo. Por lo que cuanto antes empiecen a entender a los especialistas PSIQUIATRA, Y PSICOLOGO, MEJOR PARA LA FAMILIA Y PARA EL ENFERMO.

Repito,  lo escrito en verde está copiado literalmente de páginas que salen las primeras en los buscadores.

Para María cada día es una nueva batalla para lograr seguir adelante. Muchos días no tiene ánimo suficiente ni siquiera para levantarse de la cama y cuando su marido vuelve a casa por la noche la encuentra todavía en pijama y con la cena sin preparar. Llora muy a menudo y hasta sus momentos de mejor humor se ven continuamente interrumpidos por ideas de fracaso e inutilidad. Tareas tan insignificantes como vestirse o hacer la compra le resultan muy difíciles y el menor obstáculo le parece una barrera infranqueable. Cuando se le recuerda que todavía es una mujer atractiva y se le sugiere que salga a comprar un vestido nuevo contesta, "esto es demasiado difícil para mí, tendría que atravesar la ciudad en autobús y probablemente me perdería, además ya no soy atractiva".

Su forma de hablar y de andar es lenta y su rostro tiene un aspecto triste. Antes era una mujer vivaz y activa, colaboraba en asuntos sociales de su barrio, le gustaba leer, pintar y era una anfitriona encantadora. Entonces ocurrieron dos cosas: Su hijo empezó a ir a la escuela y su marido fué ascendido a un puesto de gran responsabilidad que lo obligaba a permanecer demasiado tiempo fuera de casa.

Ahora ella languidece pensando si merece la pena vivir y ha jugado con la idea de tomarse todo el frasco de sus píldoras antidepresivas de una sola vez.

Les voy a gastar una broma "ella" tiene un cáncer incurable, no depresión, lo que pasa es que ella no se lo ha dicho aún a su marido e hijos porque están muy ocupados. Y, es imposible que coincidan porque en el tiempo de descanso de su marido e hijo, ella está en el psicólogo,... 

pruebe con el siguiente test igual le aclara algo

1) A menudo, se siente:

¿Triste?

¿Aletargado?

¿Pesimista?

¿Desesperado?

¿Inútil?

¿Desvalido?

2) A menudo, tiene:

¿Dificultades en tomar decisiones?

¿Problemas de concentración?

¿Problemas de memoria?

3) Últimamente:

¿Ha perdido interés en las cosas que solían darle satisfacción?

¿Ha tenido problemas en el trabajo o en el colegio?

¿Ha tenido problemas con su familia o con sus amigos?

¿Se ha aislado de los demás, o ha tenido la intención de hacerlo?

4) Últimamente:

¿Se ha sentido con poca energía?

¿Se ha sentido intranquilo e irritable?

¿Ha tenido problemas para quedarse dormido, permanecer dormido, o levantarse en la mañana?

¿Ha perdido el apetito, o aumentado de peso?

¿Ha sufrido persistentes dolores de cabeza, de estómago, o de espalda? ¿Dolores musculares o de las articulaciones?

5) Últimamente:

¿Ha estado tomando más alcohol de lo normal?

¿Ha estado consumiendo más fármacos que alteran el ánimo que lo acostumbrado?

¿Ha estado adoptando conductas peligrosas —no usar el cinturón de seguridad, cruzar las calles sin mirar?

6) Últimamente, ha estado pensado en:

¿La muerte?

¿Hacerse daño?

¿Su funeral?

¿Suicidarse?

Si ha respondido afirmativamente a más de dos de las siguientes preguntas, usted puede estar deprimido. Por favor, consulte con algún médico especialista. Si usted desea saber quienes son los médicos que le pueden ayudar, entre en ¿QUIÉNES TRATAN LA DEPRESION?

Yo no entraría. Siento tener que decir que: más de la mitad de un centenar largo de combinaciones  que se contestasen afirmativamente, no serian aceptadas por un profesional que se precie de ello, como depresión.

Probemos otro test

Sentimientos de tristeza y/o irritabilidad. si no

Perdida de interés o placer en actividades que antes disfrutaba. si no

Cambios en el peso o apetito. si no

Cambios en las pautas de dormir (disminución o aumento de las horas de sueño). si no

Sentimiento de culpa o inutilidad. si no

Dificultad para concentrarse, recordar cosas o tomar decisiones. si no

Fatiga o perdida de energía. si no

Agitación o disminución de la actividad notado por otros. si no

Pensamientos de suicidio o muerte. si no

¿Le sucede todo esto desde hace más de dos semanas?si no

Si ha contestado 5 preguntas afirmativamente usted tiene depresión.

Lo siento de nuevo, cualquier  adolescente que acaba de romper con su pareja contestaría "si" a las 5 primeras preguntas y no conllevaría un estado depresivo. Vamos a continuar haber si logramos enterarnos de que es una depresión. 

La depresión es la enfermedad mental mas común.  Durante el curso de su vida, una de cada cuatro personas tendrá suficientes síntomas de depresión como para merecer una diagnosis. (NO SE ASUSTE ESTO NO ES DEL TODO CIERTO, Usted no necesita un seguro médico que le cubra el psiquiatra y el psicólogo, lo que ocurre es que en ciertos partes del mundo el número de "terapistas" es excesivo e intentan buscarse la vida como pueden)

Síntomas de depresión:

Los síntomas deben haberse sentido por lo menos por dos semanas o estar ocasionando problemas en el funcionamiento diario de la persona.  

La depresión puede ser un estado temporáneo.  Una persona puede entrar en una depresión por un tiempo corto, por ejemplo 6 meses, recuperarse, y nunca sufrir los síntomas otra vez.  Otros en cambio tienen depresión cíclica, lo que significa que va y viene.

BUSQUE AYUDA!  

De aquí en adelante notará que la redacción es un poco rara. Simplemente estaba redactado para que pulsase los links donde les facilitan ayuda

Si usted o un ser querido tiene suficientes síntomas de depresión que le esta afectando la vida, necesita consultar con un profesional de salud mental (terapista, consejero). (LE CORRIJO YA, PSIQUIATRA Y PSICOLOGO, NOTE QUE YA ANTERIORMENTE HE ESCRITO, Y, en vez de, O.) Un profesional de salud mental le hará una evaluacion completa para primero entender que esta sucediendo y luego discutirá con usted los tratamientos disponibles.

Hay tratamientos efectivos para la depresión, muchos de los cuales calman los síntomas en cuestión de semanas.  No es necesario sufrir mas.  Buscar ayuda es señal de fortaleza, no de debilidad.  La depresión es una enfermedad, no un defecto de personalidad.  

Hay muchas maneras en que los familiares de las personas con depresión pueden ayudar a que la persona viva mejor.  

Algunas razones por las cuales las personas con depresión no buscan ayuda médica:

Lleva usted ya un buen tirón de lectura y aún no sabe que es la depresión, Bueno no se crea, ya sabe mucho mas. Y, ya habrá sacado como conclusión que 1º se trata de una enfermedad 2º El enfermo no tiene unos síntomas claros como tos, sino una especie de estado donde el enfermo tiene una percepción y comportamiento anormales en el, (cuadro depresivo), 3º ¡¡¡ SE CURA ¡¡¡

Tenemos un problema de nombres por asociación en el tiempo (Hipócrates en el 300 a.de c. ya lo definía como una enfermedad. Pero esa enfermedad (como se manifiesta) se parece a estados de ánimo normales como cuando se muere un familiar, o hay una ruptura de pareja, o... a los que llamamos como "... estoy  depre" y que no es la enfermedad o cuadro DEPRESIVO, 

El depresivo tiene un trastorno bioquímico, su cerebro produce mas o produce menos de algo, que al estar de mas o de menos hace que la persona se comporte maníacamente, o depresivamente o puede pasar también que el trastorno sea unas veces mas, seguido de otras menos, lo que conlleva un comportamiento maniaco-depresivo. Hay medicamentos que logran regular esto pero la enfermedad no está curada hasta que el propio organismo vuelve a ser capaz de producir las cantidades correctas, y esto suele ser muy largo generalmente mas de un año.

Una vez que el cuadro depresivo ha sido diagnosticado, La combinación psiquiatra-psicólogo es la correcta. Uno le enviará al otro y viceversa. (DESCONFÍE SI NO LO HACEN ASÍ al declararle un cuadro depresivo) El psiquiatra intentará acoplarle el medicamento mejor, así como las dosis,  pues las reacciones de su organismo no siempre son correctas al medicamento, y se trata de provocar que su organismo vuelva a regularse el solo, (a veces el medicamento no consigue la autorregulación y SI el electro-shok). El psicólogo reforzará el tratamiento en todo momento y evaluará los peligros así como su mejoría, y recaidas, así mismo el psicólogo ayudará a deshacerse de la dependencia que crea los medicamentos a la salida de la enfermedad, y a recuperar la autoestima.  

LA CONCLUSIÓN ES: ESTÁ USTED ENFRENTE DE UNA ENFERMEDAD MUY SERIA Y GRAN PARTE DE LOS PROBLEMAS DE LA ENFERMEDAD VIENEN DE LA PROPIA INCOMPRENSIÓN DE LA ENFERMEDAD TANTO DEL PACIENTE, DE LA FAMILIA, COMO DEL ENTORNO. 

Desde la línea para abajo encontrará 2 explicaciones mas técnicas. Su psiquiatra-psicólogo se las deberían dar de palabra  de forma clara. Las tienen separadas por el refrito sobre el punto de vista del psiquiatra y el refrito sobre el punto de vista del psicólogo .


un punto de vista puro psiquiatra

tratamiento con antidepresivos

A los efectos prácticos se deben considerar los siguientes cinco puntos:

1 Elección del antidepresivo
2 Inicio del tratamiento y mantenimiento del mismo
3 Disminución de la dosis y retirada del fármaco
4 Vigilancia del cumplimiento de las indicaciones; instrucciones a los familiares y al paciente.
5 Control y manejo de los efectos secundarios.

1 Elección del antidepresivo
Los criterios orientativos y convenientes a la hora de la elección serían
los siguientes:

- antecedentes de buena respuesta a un mismo paciente o a familiares
del mismo.

- limitaciones debidas a los efectos secundarios.

2 Inicio del tratamiento y mantenimiento del mismo En general los tricíclicos ( tanto las aminas terciarias: imipramina, amitriptilina; como las secundarias: nortriptilina, protiptilina, desipramina requieren iniciar el tratamiento con una dosis baja y aumentar progresivamente esta dosis inicial, hasta alcanzar, luego de una
semana la dosis terapeútica. Otros antidepresivos llamados de "segunda generación" no requieren esta pauta.
También sucede que la desaparición de la sintomatología puede ser gradual siendo probable la mejora de algunos rasgos antes que otros.
Los síntomas "objetivos o basales" suelen ser los primeros en aparecer y resolverse (pérdida del apetito, retardo motor, etc). Este es un momento delicado para los pacientes ya que puede aportarles la "fuerza" que les faltaba para suicidarse.

3 Disminución de la dosis y retirada del fármaco Una vez que se ha logrado el control de la sintomatología, se debe mantener la medicación por un espacio de 3 a 6 meses. Una gran parte de los fracasos se debe a un mantenimiento corto en el tiempo del antidepresivo y a una retirada brusca. La supresión debe ser progresiva para que no se produzcan fenómenos de rebote. De hecho la posibilidad que los trastornos vuelvan a aparecer es si nos encontramos ante una enfermedad de tipo cíclico.

4 Vigilancia del cumplimiento de las indicaciones; instrucciones a los familiares y al paciente. Un alto% de pacientes no sigue correctamente las instrucciones y abandonan la medicación o se autodosifican. En el tratamiento de las depresiones, la vigilancia del cumplimiento de la prescripción médica cobra singular importancia.

Las siguientes recomendaciones nos hablan acerca de la comprensión de parte de los familiares y del paciente mismo:

*La propia alteración depresiva, que tiende a ser de curso fásico, con unos comienzos, unos períodos mas o menos severos y una remisión progresiva en un espacio de semanas o meses.
Muchas personas abandonan el tratamiento a los pocos días, al no ver resuelta su situación y ante la expectativa que generaron.

*La creencia extendida de lo importante que es la fuerza de voluntad.
A veces es el paciente mismo quién mantiene esta idea, por lo que tenderá a rechazar o a infravalorar el uso de fármacos. En estos casos es el mismo quién tiende a culpabilizarse de "no estar haciendo lo suficiente".

*La creencia de algunos enfermos depresivos de que su curación no es posible, de que nadie los puede ayudar y de que no tienen solución.
En muchos casos se constituyen verdaderas ideas delirantes depresivas alimentadas por la tríada; negación, culpa y ruina.

*La latencia bioclínica de los antidepresivos. La dificultad de los pacientes en entender que seguirán deprimidos a pesar de tomar el fármaco adecuado.

*La probable presencia de efectos secundarios anticolinérgicos, los que hacen incómodo el tratamiento sobre todo en sus comienzos.

1.Los medicamentos que va a tomar le pueden ocasionar molestias, en especial los primeros días. Es probable que tenga sequedad en la boca, sensación de mareo, somnolencia, estreñimiento, a pesar de ello no disminuya la dosis recomendada.

2.Hasta que no pasen 10-15 días, no puede decirse que los medicamentos sean efectivos o no, por lo cual se sugiere que no deje de tomarlos. A partir de esa fecha ud. comenzará a sentirse mejor.

3.Las dosis que debe tomar y las horas en que debe hacerlo han sido pensadas para ud. concretamente. NO aumente la dosis pensando que acelerará la mejoría, tampoco la disminuya si se encuentra mejor, CONSULTE las dudas o las pautas de medicación.

4.Si durante los primeros días se encuentra excesivamente somnoliento podría ser útil que se quede en cama 2 o 3 días, siempre que le sea posible.

5.Es precisamente porque está enfermo que sus fuerzas le fallan, por eso mismo no le pedimos que haga ningún esfuerzo extra, hasta sentirse mejor. De esa manera se sentirá participe activo de los progresos de su
tratamiento.

6.No suprima el tratamiento si por cualquier razón debe añadir alguna otra medicación, por una gripe, una infección, etc. De todos modos si otro médico le prescribe un tratamiento mientras está tomando éste, consulte.

7.Cuando ud. se encuentre mejor todavía deberá seguir tomando la medicación algún tiempo más, no debe suprimir en forma brusca por lo que se le indicará como hacerlo.


La mayor parte de las veces en que un tratamiento falla, es debido a
que no se siguieron las instrucciones correctas. Sabemos que ud. es el
primero en salir del mal momento que está pasando y quiere curarse,
por lo que confiamos en que seguirá el tratamiento al pie de la letra.

Acerca de los efectos secundarios

Este es uno de los principales motivos para que los pacientes abandonen o disminuyan por su cuenta la medicación. Estas alteraciones se presentan junto al tratamiento de la mayoría de los antidepresivos. En muchas de las ocasiones no revisten importancia clínica, en otras son realmente importantes para la salud y la propia vida del paciente.

La siguiente división de efectos secundarios es; por sistema así como también la forma de manejo de los mismos. Los cuadros responden a lo antidepresivos tricíclicos.

*El riesgo es mayor cuanto más elaborado es el plan del paciente.

*El riesgo es mayor en personas que padecen alguna enfermedad física.

*La muerte reciente de un familiar incrementa el riesgo de suicidio.
Debido a la situación que están transitando se debe contar con el máximo apoyo de los familiares en la vigilancia de la situación, siendo la misma en forma distante pero firme.

Algunas de las medidas preventivas que se relacionan con la terapéutica farmacológica son:

-No prescribir más de la cantidad adecuada durante un corto lapso de tiempo, para evitar que el paciente acumule fármacos y utilice dosis letales.
-No prescribir hipnóticos barbitúricos, si es posible.
-Procure que no existan grandes cantidades de fármacos en la vivienda.
-Orientar a la familia sobre la conveniencia de desprenderse de los
medicamentos que no sean imprescindibles.

En resumen las principales variables a tener en cuenta son:

-Valoración del riesgo de suicidio en el paciente concreto.
-Movilización de los mecanismos de apoyo y vigilancia familiares.
-Consulta o supervisión del especialista.
-Valoración de la posibilidad del ingreso del paciente cuando se acumulen factores de riesgo.

  

Un punto de vista puro de la psicología

A veces, cuando he tenido depresiones e ideas suicidas, me he esforzado en indagar la causa de mis males. En los libros que tratan del tema encontré, más que nada, información estadística sobre los suicidas, su nivel de vida o su trabajo. Los testimonios personales se limitaban al caso particular del autor y no eran de mucha ayuda a la hora de entender qué me ocurría y qué podía hacer para acabar con mi tremenda pena y dolor. Podría decirse que yo padezco una ligera manía-depresiva, a la que soy más bien propenso dados mis antecedentes familiares. Pero no voy a hablar de mí mismo. Lo que intento con este artículo es ayudar a los deprimidos, a aquellas personas a quienes les asaltan ideas suicidas, así como a sus familias, a entender mejor lo que les ocurre, y a buscar posibles soluciones.

La mayor parte de los que tienen ideas suicidas están, además, deprimidos. Los dos principales motivos por los que una persona se deprime son, en primer lugar, la pérdida del control sobre su situación vital y sus emociones y, en segundo lugar, la pérdida de toda visión positiva del futuro (desesperación). Ante la depresión y las ideas suicidas que de ella derivan sólo puede resultar eficaz una terapia que nos ayude a recuperar el control y la esperanza.

La depresión hace que nuestra visión del mundo circundante se estreche hasta tal punto que llegamos a distorsionar la realidad. Nos fijamos únicamente en los aspectos negativos de la vida, y los positivos los pasamos de largo como si no tuvieran importancia alguna o, sencillamente, no existieran. Rechazamos por estúpidas todas las opciones que se nos ofrecen para resolver nuestro problema, hasta que parece que no hay solución posible. Se nos echa encima una tristeza persistente y angustiosa que, como la muerte súbita del padre o de la madre, nos produce un dolor que dura semanas, meses e incluso años. Es como si estuviéramos atrapados en una oscura caverna sin salida, o quizás en un túnel que empieza en un dolor constante y llega hasta los mismísimos infiernos, sin posibles salidas ni hacia el cielo ni hacia la felicidad. Empezamos a creer que nada nos puede aliviar y que nuestro dolor no va a acabarse nunca. Y mañana igual, o aún peor. ¡Puede que la única solución sea la muerte!

El suicidio no soluciona nada, lo único que hace es adelantar el final sin haber encontrado la solución. No se puede decir que el suicidio sea una opción, ya que "opción" quiere decir "posibilidad de optar o elegir", y el suicido nos arrebata para siempre lo uno y lo otro. La muerte es un acontecimiento irreversible que, no sólo no elimina el dolor, sino que lo transmite a quienes nos rodean. También transmiten su dolor las personas que viven en la más absoluta soledad y se quitan la vida. Se lo transmiten a aquellos miembros de la sociedad a quienes les importa y les preocupa. Por ejemplo... ¡a nosotros mismos!

Mucha gente tiene ideas suicidas a lo largo de la vida. Para casi todos se trata de una idea pasajera, después de la muerte de un ser querido, o cuando los avatares de la vida les hacen ver unas perspectivas de futuro desalentadoras. Otros, con menos suerte, pueden ser genéticamente propensos a la depresión, padecer un desequilibrio químico, o haber pasado muchas desgracias a lo largo de su vida: algo que, en suma, les conduce a la depresión. Además de éstos, hay otros que "llaman a la depresión a gritos": son los que cultivan procesos de pensamiento cognitivo irreales y aspiran en la vida a objetivos inalcanzables. Sea cual sea la causa de la depresión, cualquier persona puede verse asaltada por intensas ideas de suicidio cuando el futuro se muestra desesperanzador.

No hay ninguna clase o tipo específico de persona que pueda tener la seguridad de no albergar jamás pensamientos suicidas. Los médicos, los terapeutas y los adolescentes ocupan los primeros puestos en las estadísticas de suicidios consumados; si bien parece que en personas con firmes convicciones religiosas es más infrecuente el intento de suicidio.

Toda vez que una persona está deprimida y con pensamientos suicidas, hay una serie de factores o sucesos desencadenantes que pueden empujarle aún más cerca del suicidio. El reconocimiento de los factores y sucesos vitales desencadenantes de renovadas ansias suicidas puede ayudar al deprimido a entender lo que le ocurre y permitirle controlar mejor sus emociones.

Las estadísticas de suicidios son especialmente altas entre los pacientes que están empezando una terapia. Al comenzar una terapia, los propios síntomas de la depresión nos llevan a pensar cosas como "esto no va funcionar" o "para qué me meto en este lío si lo mío no tiene arreglo". Además de estos pensamientos puede ocurrir que el paciente y el terapeuta no conecten o no "encajen", por así decirlo (lo cual es perfectamente explicable si se tiene en cuenta que hasta entonces habían sido dos perfectos desconocidos). El creer que una terapia no va a dar resultado, especialmente si no es la primera, tiene consecuencias devastadoras. Podemos pensar que si la terapia falla, nunca nos veremos libres de este dolor, y que no tiene ningún sentido seguir intentándolo.

¡ESTO ES IMPORTANTÍSIMO! Es especialmente trágico que, tras haber seguido un tratamiento terapéutico y haber experimentado una mejoría apreciable, el paciente se suicide. ¡Y sin embargo ocurre! La depresión es un fenómeno intermitente, es decir, puede aparecer y desparecer sin previo aviso, a veces en cuestión de instantes. Al deprimido que se siente eufórico y, por fin, puede imaginarse un futuro sin depresión, cualquier contratiempo le provocará automáticamente una huida hacia la respuesta condicionada: las ideas de suicidio. Al pensar que vuelve de nuevo el intenso dolor de la depresión, nos hundimos, con lo que se refuerza el impulso suicida. Los desencadenantes de este nuevo episodio suelen ser los mismos que influyeron en la primera depresión. Después de la terapia hay cosas que pueden desencadenar de nuevo los impulsos suicidas: por ejemplo el verse de nuevo expuesto a malos tratos familiares, tener que aguantar a un jefe mezquino, sentirse incapaz de vencer una adicción, tener una imagen inadecuada de uno mismo, los problemas financieros, etc...

Sin embargo, ¡hay un lado positivo en todo esto! Los impulsos suicidas no tienen por qué arrojarte de nuevo al infierno de la depresión. Tampoco implican necesariamente que la terapia haya ido mal, o que haya que volver a empezar desde el principio. Saber reconocer los acontecimientos vitales que desencadenan estos nuevos impulsos suicidas puede ayudar a comprenderlos en cuanto aparecen y a tener la certeza de que es posible eliminarlos. El pánico que produce la reaparición de los pensamientos de muerte y suicidio durará muy poco si no se les permite adueñarse de la mente. Hay que acudir al médico, a un amigo o a algún centro de apoyo y ayuda; el caso es hablar con alguien y contarle lo que ocurre. Lo único que necesita el enfermo en esta fase de la enfermedad es tiempo. Sin duda alguna los pensamientos negros desaparecerán en cosa de dos días, ¡o menos!

Cuando los impulsos suicidas se han convertido en la única respuesta condicionada ante el estrés y los contratiempos, puede ocurrir que el encontrarse con determinadas personas o frente a determinados acontecimientos provoque un retorno a la depresión y a las consiguientes ideas de suicidio. Durante las vacaciones, por ejemplo las Navidades, los Carnavales, la Semana Santa, o el Día de Acción de Gracias (según las culturas), es normal volver la vista atrás y recordar todas las penas de nuestra vida. El hecho de ver disfrutar a los demás puede hacernos pensar que estamos excluidos de la alegría y que ya nunca más podremos pasárnoslo bien. La reacción ante la alegría ajena en períodos festivos es, normalmente, buscar un refugio donde escondernos o, sencillamente, enfadarnos. Lejos del barullo, buscamos escondernos en un cuarto entreteniendo a un niño pequeño, o quizás nos escabullimos de la fiesta con la excusa de tener que arreglar algo en el jardín de la casa o donde sea; la cuestión es esconderse y que no nos vean, para así evitar conversaciones que nos hagan recordar el dolor y la pena. Hay que evitar cosas como que la "tía Carmen" (o cualquier otro, incluso un desconocido), se acerque solícita a preguntarnos si por fin tenemos trabajo, o si ya se han acabado los trámites del divorcio... o cualquier otra cosa que así, de sopetón, nos arroje de nuevo a la tristeza y al dolor de la depresión, y a pensar en el suicidio. O a lo mejor resulta que un pariente comprensivo viene a preguntarnos con todo su cariño: "Pero hombre, ¿qué es lo que te pasa?"; y se esfuerce en alegrarnos y sacarnos del caparazón, y claro, si le contestamos con un exabrupto siempre habrá alguien que diga o piense: "Éste (o ésta) siempre anda haciendo daño a los que le quieren". Es una pena, pero vamos por ahí contagiando la depresión a los demás.

En nuestra vida hay auténticos enemigos (el jefe que nos agobia, el cónyuge o pareja desconsiderado, o ese tío pesado que no deja de darnos la tabarra), que en ocasiones pueden dar pie, de nuevo, a las ideas suicidas. Además, cuando alguien conoce a un deprimido por primera vez, es fácil que se dé cuenta de su estado o, de una u otra manera, lo adivine. A lo mejor se trata de un proceso subconsciente mediante el cual percibe una serie de señales, tales como la postura que adoptamos, los gestos faciales, la actitud general... que le llevan a una reacción brusca y violenta, absolutamente inexplicable e improcedente dadas las circunstancias del momento. Este tratamiento injusto deja al deprimido totalmente perplejo y, seguramente, pensando cosas como "qué injusto es el mundo" o "menudo asco de vida". Otros, compasivos, sienten lástima del deprimido y, al no saber expresarla adecuadamente, se comportan de manera inapropiada y provocan situaciones embarazosas. Y, por último, nunca falta el que anda por ahí buscando gente con la moral baja para aprovecharse de ellos y mostrar una superioridad que satisfaga a su maltrecho ego. ¡Ánimo!, a medida que la depresión va desapareciendo, también desaparecen las reacciones de este tipo, ¡por completo!

La influencia de los fenómenos naturales sobre el ánimo del deprimido es extremadamente importante, sobretodo cuando la depresión empieza a remitir. Los frentes fríos de avance rápido, la luna llena y la luna nueva, los cambios estacionales y la escasez de horas de Sol en invierno, producen en el deprimido un estado de ansiedad. El riesgo es aún mayor cuando se da el avance rápido de un frente frío dos días antes de la luna llena. Esto no es ninguna tontería, ni mucho menos una superstición de la que no hay que hacer ni caso. Hollywood ha conseguido que nos tomemos a risa eso de la influencia de la luna sobre la mente. Cuando hablo de esto con gente que no lo ha experimentado en sus propias carnes, al momento se les dibuja una sonrisa burlona en la cara y ya da igual todo lo que diga yo a continuación, como si fuera un idiota que no sabe lo que dice. Lo cierto es que la depresión nos retrotrae a un estado emocional más simple y primitivo. Las emociones son más primarias y por eso somos más sensibles a los cambios producidos en el entorno natural o en el propio cuerpo. Se pueden prever los períodos de mayor riesgo en las fases bajas de los ciclos biológicos (por ejemplo durante el ciclo menstrual de una mujer; sin olvidar que los hombres también están sometidos a los altibajos de un ciclo emocional mensual).

Nadie ha encontrado hasta ahora una correlación estadística entre el número de suicidios y la luna llena, por la sencilla razón de que la luna llena no causa ningún suicidio. Lo que hace la luna llena, como los demás fenómenos naturales antes referidos, es producir un estado de mayor ansiedad que agudiza los síntomas depresivos y que, como consecuencia, incrementa el impulso suicida. El riesgo de que alguien se suicide, o lo intente, es mayor durante la semana inmediatamente posterior a la luna llena, a medida que la depresión exacerbada y los consiguientes pensamientos suicidas empiezan a cobrarse sus víctimas.

Es decir, a veces, la explicación de persistentes pensamientos suicidas, fases maníacas que rozan el puro pánico (y que de nuevo nos lanzan al abismo de la depresión), o el empeoramiento de una depresión... se encuentra en uno de esos calendarios que, junto con los días, indican las fases lunares. Naturalmente, el conocer la causa de este retroceso no lo impide, pero por lo menos nos queda el consuelo de entender lo que pasa y de saber que desaparecerá en un par de días, o incluso menos, ¡y así ocurre!

La nicotina, la cafeína, el alcohol, las drogas ilegales, el abuso obsesivo de la comida, así como algunos medicamentos... ejercen una influencia perniciosa sobre el deprimido. Es muy corriente creer que en cuanto se domine la adicción, terminará la depresión. Esto puede ser cierto en algunas ocasiones, pero ¿y si los esfuerzos por vencer la adicción son en vano?; efectivamente, el fracaso puede hacernos empeorar e imposibilitar, no ya vencer la adicción, sino que ni siquiera lo intentemos. Lo cierto es que la depresión y la adicción son fenómenos distintos y perfectamente separables. Una vez dominada la depresión será más fácil intentar controlar la adicción, sea cual sea, desde una posición de fuerza y no de debilidad depresiva.

Hay gente que, cuando las cosas vienen mal dadas y no pueden soportar más el estrés y el dolor causado por una situación traumática, se consuelan imaginándose que están muertos. La fantasía puede empezar con la imagen de la propia familia y amigos, alrededor de la tumba, llorando desconsoladamente y lamentándose. La multitud de gente que acude al funeral es una buena prueba de cuánto nos querían y admiraban. El precio ha sido alto: la propia vida; pero por fin pueden comprender lo mal que nos ha tratado este mundo, por fin nos toman en serio y se dan cuenta de que nuestra tremenda pena era real y no simulada. Esta fantasía puede presentarse en otra variante: que hemos fingido suicidarnos y nuestros seres queridos están en el hospital, alrededor de la cama, y por fin se enteran de lo insoportable que nos resultaba la pena de vivir.

Los más peligroso es que si uno se acostumbra a fantasear sobre la propia muerte, como mecanismo de escapatoria ante la pena de vivir, la fantasía puede llegar a adquirir el carácter de respuesta condicionada en períodos de crisis o de un mayor estrés. La muerte puede convertirse en un pensamiento reconfortante, hasta tal punto que el temor a la vida llegue a parecernos más horrible que el temor a la muerte.

Los enfermos bipolares o maníaco-depresivos (que van alternando cíclicamente entre la manía eufórica y la depresión) deben poner el mayor interés en identificar los factores que afectan a su estado de ánimo y pueden cambiarlo de signo. Algunos de estos enfermos pueden autocontrolarse en las fases de euforia, otros, sencillamente, no pueden. Bien, pues tanto los claramente maníacos como los que parecen no haber perdido el control, corren un gran riesgo cuando, en un revés de la fortuna, sus aspiraciones un tanto irreales y fantasiosas se transforman en sinsabores. Los cambios de estado de ánimo pueden ser bruscos e inesperados y, en cualquier caso, peligrosos. En cuestión de instantes se puede pasar del estado eufórico al depresivo, con una fuerte inclinación al suicidio.

La parte consciente de la mente humana es, sobre la faz de la tierra, la única entidad capaz de abstraer el futuro y formarse un concepto del mismo. Una de las principales fuentes de motivación en la vida humana es, precisamente, la necesidad real de formarnos una idea positiva del futuro. Esta necesidad va más allá nuestra propia condición de mortales, de manera que nos permite contemplar una continuación de la vida después de la muerte. Nadie quiere creer que la muerte es el fin de todo. Los creyentes ven cumplidos sus anhelos en el Cielo, última morada en compañía de Dios; otros creen en la reencarnación; hay quien piensa que simplemente pasamos a otra dimensión, con lo que resuelven el problema de creer en Dios. A otros les basta con la permanencia de su obra, o con la perpetuación genética en sus descendientes, para tener el convencimiento real de que la muerte no acaba con todo.

De todas formas, los que no se preocupan por el más allá necesitan asimismo formarse una idea positiva del futuro, aunque sólo sea a corto plazo. Esta idea del futuro es la que nos hace levantarnos cada mañana y enfrentarnos al nuevo día. En la adversidad y cuando nos vemos atenazados por la rutina, sacamos fuerzas de flaqueza para resistir y aguantar, pensando que quizás más adelante las cosas vayan mejor. La anticipación del futuro es lo que predispone al organismo para el acto sexual, es lo que nos mueve a amasar dinero y poder, a comprar un número de lotería o a fijarnos metas y aspirar a una vida mejor. Todos anticipamos acontecimientos futuros, hasta esos "barrigones cerveceros" que se pasan todo el día tirados en el sofá delante de la tele tienen un futuro "ilusionante": la programación televisiva, o el eructo que se van a echar después de calmar la sed con otra botella de cerveza. Todos necesitamos ilusiones: en cuanto perdemos las esperanzas de que el futuro nos guarde nada positivo, en cuanto desesperamos de que el dolor que sentimos jamás llegue a alcanzar consuelo, entonces, por regla general, caemos en la depresión.

El que llega a comprender lo que le está pasando ha dado un paso de gigante para recuperar el control sobre su vida y sus emociones. Pero la curación definitiva es imposible mientras dure la depresión. Lo que recomiendo encarecidamente a quienes padecen una depresión y tienen ideas de suicidio es que busquen ayuda. Hoy en día existen una serie de fármacos bastante efectivos contra la depresión; por otra parte es muy necesario el tratamiento terapéutico para comprender lo que nos ocurre y poder así vivir la vida controlando las emociones.

Este texto lo escribí sentado en una cornisa, contemplando ante mis ojos un abismo infernal. Me debatía entre la irresistible necesidad de saltar y acabar de una vez con todo y la angustia de tener que ganar las fuerzas suficientes como para recuperar el control sobre la vida y las emociones. Hice un esfuerzo colosal para representarme el futuro: un futuro en el que yo estuviera presente. Espero que lo que he aprendido con la experiencia en carne propia y con el dolor de mi corazón te sirva de consuelo en tu pena. Saber qué es lo que te está ocurriendo y por qué motivos, puede ayudarte a recuperar una idea positiva del futuro, un futuro que nos incluya a los dos, a ti y a mí.

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