Pindaro

Istmicas

IIVI ,   VII

 

ODA PRIMERA.

A HERÓDOTO DE T E B A S, VENCEDOR CON El CARRO.

¡Madre dulce y amante,
Divina Tebas, que los ojos hieres
Con tu escudo brillante!
Pues así lo requieres,
Para cantarte dejo mis quehaceres.
¡Isla de Apolo, Délos,
Que mi alma toda tienes embargada,
No me mires con celos!
¿Qué cosa más sagrada
Que nuestros padres, y la patria amada?
Con la gracia divina,
Llenaré de una y otra los deseos,
Entre gente marina
Cantando á Febo en Ceos,
Y en Corinto los ístmicos trofeos;
Que el monte cuyas faldas
Baña uno y otro mar, con justa mano
Ha dado seis guirnaldas
A mi pueblo Tebano,
De quien fué el grande Cadmo soberano.
Donde también Alcmena
Al infante alumbró, de alma cual hierro
Intrépida y serena,
Que á despecho del perro
Quitó á Gerión hasta el postrer becerro.
Mi musa, á la cuadriga
De Heródoto, coronas entreteja;
Que sin pagado auriga,
Una y otra pareja
De caballos, destrísimo maneja.
Cantarle un himno quiero,
Cual los que de "Yolao en alabanza,
Ó de Cástor guerrero,
Era la antigua usanza
Al compás entonar de alegre danza.
¡Semidioses augustos!
Nunca vieron Tebanos ni Lacones
Atletas más robustos,
Ni más diestros varones
En manejar cuadrigas y bridones.
Para ellos, de la arena
Sin coronas volver, fuera desdoro.
Su casa estaba llena
De bellas copas de oro,
Y en trípodes guardaban un tesoro.
¡Cómo resplandecía
Su agilidad, cuando correr desnudos
El gimnasio los vía,
Y cuando sus nervudos
Brazos, cargaban sólidos escudos!
¡Con qué vigor su diestra
Disco de mármol, y acerada lanza
Vibraba en la palestra!
Reducir no era usanza
A una, las cinco lides de ordenanza.
Premiaba cada juego
Una cotona. ¡Y cuántas en su frente
Vió la tierra, á que riego
Da la Dircea fuente,
Ó del Eurotas la veloz corriente!
¡Adiós, conciudadano
De la sembrada grey, de íficles hijo!
¡Adiós, de Helena hermano,
Siempre en Terapne fijo!
Fin debo dar á mi cantar prolijo.
Al Istmo sacrosanto,
A Onquesto, y á Neptuno á quien adoro,
Ha de volar mi canto;
Y al héroe que decoro
Añade á su buen padre Asopodoro.
También la gloria aumenta
De Orcómeno, su patria; que algún día,
Cuando en feroz tormenta
El piélago rugía,
Náufrago entre sus brazos lo acogía.
Hoy le devuelve el Hado
La dicha que gozó desde la cuna.
El varón que ha probado
Buena y mala fortuna,
La previsión á la experiencia aduna.
A fuerza de combates
Y de gastos, se llega á altos honores.
Sin envidia los vates
Celebrar los loores
Deben, de generosos vencedores.
Que á inspirado poeta
Premiar es cosa fácil la fatiga
De afortunado atleta,
Con expresión amiga
Que á él y á los suyos ilustrar consiga.
No con premios iguales
El desigual trabajo se contenta.
Labradores, zagales,
Aquel á quien sustenta
La caza, ó bien el piélago alimenta,
Se juzgan satisfechos
El hambre con saciar que los acosa.
No así los que sus pechos
En guerra peligrosa
Exponen, ó en palestra resbalosa.
El colmo de la gloria
Es para estos magnánimos varones
Una oda laudatoria,
Que en extrañas regiones
Proclame, y en la patria, sus acciones.
Gracias mi musa debe
Rendir á la Deidad que cerca mora,
Cuyo Tridente mueve
La tierra, y fué inventora
Del circo y la cuadriga voladora.
A tus hijos desea
Ensalzar ¡oh Anfitrión! y el golfo Minio;
Las carreras de Eubea,
Y el célebre Eleusinio
Bosque, de Ceres ínclito dominio.
También quiere su acento
¡Protesilao! fúnebre tributo
Rendir al monumento
En que de Grecia el luto
Guarda en Filace el arenal enjuto.
Numerar loe laureles
Que Hermes (que á los certámenes preside)
Donó por sus corceles
A Heródoto, me impide
Este cantar, que pocos versos mide.
Agrada con frecuencia
Más q u e lisonja, y da mayor consuelo
Prudente reticencia.
¡Que eleve, quiera el cielo,
En alas de las Musas su alto vuelo!
En Pitona recoja
Mil ramos de laurel; mil de la oliva
Que el claro Alfeo moja;
Y más honor reciba
Cuando éntre vencedor, Tebas altiva.
El que avaro sepulta
Su inútil oro, y con sarcasmo rudo
Al generoso insulta,
Sepa que al Orco mudo,
Sin gloria bajará, pobre y desnudo.

ODA SEGUNDA.

Á XENÓCRATES DE AGRIGENTO, VENCEDOR CON EL CARRO.


En el tiempo pasado
¡Oh Trasibulo amado!
Los vates que en el carro (relumbrante
Con sus doradas bridas)
De las musas queridas,
Marchaban con la cítara delante,
Generosos poetas,
De su canto lanzaban las saetas,
A jóvenes gallardos, que Citeres
Ya invitaba á sus Cándidos placeres.
Entonces codiciosa
No era la Musa hermosa
Ni por rüin salario se alquilaba;
Ni melosos encantos
De plateados cantos
Terpsícore á vender se sujetaba.
Mas hoy, el dicho altivo
Que, abandonado y pobre, el sabio Argivo>
Triste lanzó, resulta harto verace:
Mortal, el oro, el oro todo lo hace.
Lo que yo canto, nuevo
No es para tí, mancebo,
Que eres sabio y prudente cual ninguno.
Celebro los laureles
Que dió por sus corceles,
En el Istmo, á Xenócrates, Neptuno.
La corona de Doria
En premio de su espléndida victoria
Al vencedor envió; luz de Agrigento,
En potros y cuadrigas opulento.
Febo lo ve clemente,
Y en Crisa, omnipotente,
De auréola sublime lo rodea:
En Atenas la rica
Sus triunfos multiplica
La gente cortesísima Erectea;
Do espléndida alabanza
A Nisómaco trajo su pujanza.
Nunca tu padre á más valiente auriga
Las riendas entregó de su cuadriga.
Los heraldos de Elea
Que anuncian la pelea
Y á Júpiter ofrecen libaciones,
Conocen al instante
Al príncipe triunfante
Que los colmó de hospitalarios dones;
Y danle dulce abrazo
Hoy que de la Victoria en el regazo
Cae, en su propia patria y su morada,
Selva de Jove Olímpico llamada.
Debieron á aquel suelo,
Los hijos de tu abuelo
Enesidamo, honores inmortales;
Que no es la vez primera
Que á tu familia entera
Regocijan los cánticos triunfales.
No hay camino escabroso
Para el mortal, que del varón famoso
Llegar hasta el alcázar ambiciona,
Seguido de las Nueve de Helicona.
¡Oh Trasibulo, cuánto,
Cuán lejos, de mi canto
El disco raudo que lanzar habría,
Para llegar al punto
Que á tu padre difunto
Sobre los hombres diera su hidalguía!
Ameno, culto, afable,
Entre los suyos era venerable.
Bellos potros nutría; y de los Griegos
Nunca faltaba á los divinos juegos.
Jamás brisa contraria
Su vela hospitalaria
Plegó, que iba de Fasis hasta el Nilo,
En verano, en invierno...
Tú, el mérito paterno
No dejes de ensalzar. Puedes tranquilo
En medio de envidiosos
Mis himnos repetir, que ponderosos
Cual estatuas no son. Y de ello en prueba.
Este á mi huésped, ¡Nicasipo! lleva.

ODA TERCERA.

Á M E L I S O DE T E B A S,
VENCEDOR CON LA CUADRIGA.


El hombre que no fía
En próspera fortuna ni riquezas;
Que nunca se gloría
De su poder ni atléticas proezas,
Merece que con manos
Frenéticas, le aplaudan sus hermanos.
¡Oh Jove poderoso!
De tí sus prendas el mortal recibe;
El varón religioso
Largos años, en paz, contento vive:
Quien de impiedad alarde
Se atreve á hacer, felicidad no aguarde.
Con fiestas y canciones
(De las Gracias favor) premiar es justo
Las ínclitas acciones,
Enalteciendo al vencedor augusto.
¡Meliso! Honor y gloria
A tí, que alcanzas hoy doble victoria.
Sin rival el gentío
En el Istmico valle hora te aclama;
De jinete el umbrío
Bosque del gran León te ha dado fama:
¡Gózate, sí! que elevas
Al cielo el nombre de tu patria Tebas.
De tus progenitores
No hay miedo, no, que tu valor desdiga:
El carro mil honores
A Cleónimo dió; y en la cuadriga
(De tu madre parientes)
Los Labdaquidas fueron excelentes.
¡Ay! Nada su opulencia
Sirvió para evitar la del mudable
Tiempo, dura sentencia;
Que es sólo contra el Hado invulnerable
Quien tuvo la fortuna
Que un dios meciera su celeste cuna.
ODA CUARTA.
A L M I S M O M E L I S O.
Con el favor divino,
Para cantar tus hechos hallo abierto
Multíplice camino.
¡Meliso afortunado! Rumbo cierto
A mi cítara diste,
Cuando el ístmico lauro te ceñiste.
Hasta el fin de la vida,
La celestial virtud que tu alma alienta,
Todo Cleonimida
Por gracia de los Númenes fomenta.
Mas ¡ay! imprime el viento
A los hombres contrario movimiento.
Era de tus mayores
En Tebas preclarísima la gloria;
En los alrededores
De hospitalarios dejan la memoria;
Y la calumnia impía
Jamás con sus saetas los hería.
Su alto renombre excede
Cuanto la edad presente ó la pasada
Mostrar el mundo puede,
Y doquier su pujanza es celebrada.
Más gloria en vano pides:
A las Columnas llega ya de Alcides.
Espléndidos corceles
Fué su gusto nutrir. Darles solía
Mavorte mil laureles;
Mas bélico huracán en solo un día
A aquel hogar dichoso
Cuatro varones arrancó furioso.
Los tenebrosos meses
Pasaron ya del aterido invierno;
Y tras tantos reveses,
De las Deidades el consejo eterno
Manda cubrir de rosas,
Con la tierra, sus sienes victoriosas.
El Dios cuyo Tridente
Mueve la tierra; que en Onquesto mora
Y en el marino puente
Que su muralla ve, Corinto adora,
De Cleónimo llama
A celebrar al vástago, á la Fama.
A la Fama, que yerta
Sobre su lecho ha tiempo desfallece;
Mas ved que se despierta,
Y con nuevo fulgor hoy resplandece,
Como en el cielo brila
Véspero, entre los astros maravilla.
En la Atica llanura
Cantó sus glorias: ella en los combates
De Adrasto, su bravura
Hizo encomiar á los antiguos vates.
De los héroes bizarros
Doquier brillaban los volantes carros.
Competir con los Griegos
De todas las comarcas, fué su gloria;
Vieron todos los juegos
Su lujo, y su anhelar por la victoria.
Jamás el orbe escucha
El nombre sin honor del que no lucha.
¡Y cuánta incertidumbre
Tiene hasta el lidiador, antes que ascienda
Del honor á la cumbre!
Da palmas y reveses la contienda,
Y al más robusto abate
Del más débil la maña, en el combate.
¿Qué Griego al fin ignora
De Ayax, guerrero cual ninguno fuerte,
Que en noche aterradora
Con su propio puñal se dio la muerte?
¡Suicidio que á la Helena
Gente que á Troya fué, de oprobio llena!
Mas Homero de gloria
Cubrió su nombre; y á la edad futura
Legó la bella historia
Del semidiós, que espléndido figura
En su inmortal poema,
De cantares sin fin eterno tema.
La diva Poesía
Da la inmortalidad á cuanto canta:
Hace que la bravia
Mar atraviese; al éter lo levanta,
Y con luz siempre nueva
Del mundo por el ámbito lo lleva.
Las Camenas su amparo
Me den, hoy que la antorcha luminosa
A encender me preparo,
De mis himnos: auréola preciosa
De Meliso en la frente,
De Telesiades vástago fulgente.
Cuando en la lid se ensaña,
De rugiente león su ardor semeja;
Cuando prudencia y maña
Quiere mostrar, parece la vulpeja,
Que supina se tiende,
Y del águila astuta se defiende.
Para salir triunfante
De todo ha menester, porque Natura
No le dio del gigante
Orión la terrífica estatura.
La majestad le falta,
Mas ¡cuán terrible si al contrario asalta!
A Libia así (que llena
De trigo el mundo) á desafiar á Anteo
Vino el hijo de Alcmena
De la ciudad de Cadmo. Aunque pigmeo
Su cuerpo parecía
Junto al gigante, su valor crecía.
Y castigó su clava
Al monstruo vil, que el templo de Neptuno
Con cabezas techaba,
Y vivo no dejó huésped alguno.
De su trabajo el premio
Hoy tiene, de los dioses en el gremio.
Recorrió todo el mundo:
Penetrando en su seno, abrió á las naves
El piélago profundo;
\ ahora disfruta las caricias suaves
De Jove sempiterno,
De Hebe esposo feliz, de Juno yerno.
Nosotros entretanto
Cada año ornamos con coronas nuevas
El altar sacrosanto
Que en la puerta de Electra le alzó Tebas;
Y fúnebre convite
De Alcides en honor, se nos permite.
El día en que Aqueronte
Mandó los ocho infantes, que le diera
Megara, de Creonte
Hija infeliz, solemne se venera;
Y á la aurora, aún arde
La flama que brilló desde la tarde.
Toda la noche sube
El humo de las víctimas al cielo,
En olorosa nube;
Y cuando el nuevo sol alumbra el suelo,
El certamen se inicia,
Del luchador robusto honra y delicia.
En él, triple corona
De mirto ornó tus sienes: la primera
¡Meliso! galardona
La que niño ganaste, ardua carrera,
Merced á sabio auriga.
Os saluda á los dos mi musa amiga.
ODA QUINTA.
A F I L A C I D E S DE E G I N A.
VENCEDOR EN EL PANCRACIO.
¡Madre ilustre del Sol, de quien el oro
Es rico emblema! Por honrarte ¡oh Thea!
Lo estima el hombre más que otro tesoro,
Y oro y más oro conquistar desea.
Por tí cruzan el ponto los bajeles,
Y por tí en las durísimas campañas,
Al carro se atan rápidos corceles
Y se admiran espléndidas hazañas.
A tí en los juegos de la gloria el sello
Debe el atleta, que por fuerte mano,
O por rápida planta, su cabello
Ceñid© muestra de laurel lozano.
Nosotros entretanto
Cada año ornamos con coronas nuevas
El altar sacrosanto
Que en la puerta de Electra le alzó Tebas;
Y fúnebre convite
De Alcides en honor, se nos permite.
El día en que Aqueronte
Mandó los ocho infantes, que le diera
Megara, de Creonte
Hija infeliz, solemne se venera;
Y á la aurora, aún arde
La flama que brilló desde la tarde.
Toda la noche sube
El humo de las víctimas al cielo,
En olorosa nube;
Y cuando el nuevo sol alumbra el suelo,
El certamen se inicia,
Del luchador robusto honra y delicia.
En él, triple corona
De mirto ornó tus sienes: la primera
¡Meliso! galardona
La que niño ganaste, ardua carrera,
Merced á sabio auriga.
Os saluda á los dos mi musa amiga.
ODA QUINTA.
A F I L A C I D E S DE E G 1 N A.
VENCEDOR EN EL PANCRACIO.
¡Madre ilustre del Sol, de quien el oro
Es rico emblema! Por honrarte ¡oh Thea!
Lo estima el hombre más que otro tesoro,
Y oro y más oro conquistar desea.
Por tí cruzan el ponto los bajeles,
Y por tí en las durísimas campañas,
Al carro se atan rápidos corceles
Y se admiran espléndidas hazañas.
A tí en los juegos de la gloria el sello
Debe el atleta, que por fuerte mano,
O por rápida planta, su cabello
Ceñid© muestra de laurel lozano.
2 9 0 ÍSTMICAS"
Tan sólo á la divina Providencia
Debe el triunfo el valor. Dos bendiciones
No más, la vida endulzan: la opulencia,
Y el oir elogiar nuestras acciones.
Te bastan ¡oh mortal! goces mortales;
El Olimpo á escalar en vano aspiras:
Deseos contra el Hado son fatales:
Si ambicionas ser Júpiter, deliras.
Dos lauros ¡oh Filácides! ya tienes
Del Istmico pancracio: las Nemeas
Luchas, otro te dieron, q u e las sienes
Ornó también del ínclito Piteas.
Himnos tejer mi corazón no sabe
Si de Eaco la prole no menciona.
Hoy, que á los hijos de Lampón alabe
Quieren las Gracias, y á s u patria Enona
Y si para rendir justos honores
Hallo una senda abierta y expedita,
Por qué de antiguos héroes los loores
Quiere la Envidia que mi musa omita?
Celebrar á magnánimos guerreros
Con cítara y con flauta, es vieja usanza.
Merced á Jove, vates lisonjeros
Cantarán hoy y siempre en su alabanza
ODA V. 291
Etolia así con víctimas venera
A los hijos intrépidos de Eneo;
Tebas al gran Yolao, en la carrera
Nunca vencido, y Argos á Perseo.
De Cástor y de Pólux la divina
Bravura, admira el cristalino Eurotas,
Y de Eaco y sus hijos canta Egina
El alma grande en armoniosas notas.
Dos veces por su brazo las murallas
De Ilión sagrada fueron demolidas:
Una, Hércules los guía á las batallas;
Siguieron, la segunda, á los Atridas.
Elévame del suelo en tu sublime
Cuadriga ¡ohMusa! y quién á Héctor valiente.
Quién á Cieno mató y á Memnón, díme.
Fiero caudillo de la Etiope gente.
¿Quién del Caico atravesó en la orilla
A Telefo indomable con su acero?
¿Quién, sino aquellos por quien la isla brilla
De Egina, admiración del orbe entero?
Allí desde el principio alta se eleva
Excelsa torre, que las nubes hiende;
Y fuerte escala de virtudes lleva
Quien subir á su cúspide pretende.
2 9 0 ÍSTMICAS.
Tan sólo á la divina Providencia
Debe el triunfo el valor. Dos bendiciones
No más, la vida endulzan: la opulencia,
Y el oir elogiar nuestras acciones.
Te bastan ¡oh mortal! goces mortales;
El Olimpo á escalar en vano aspiras:
Deseos contra el Hado son fatales:
Si ambicionas ser Júpiter, deliras.
Dos lauros ¡oh Filácides! ya tienes
Del Istmico pancracio: las Nemeas
Luchas, otro te dieron, que las sienes
Ornó también del ínclito Piteas.
Himnos tejer mi corazón no sabe
Si de Eaco la prole no menciona.
Hoy, que á los hijos de Lampón alabe
Quieren las Gracias, y á su patria Enona.
Y si para rendir justos honores
Hallo una senda abierta y expedita,
¿Por qué de antiguos héroes los loores
Quiere la Envidia que mi musa omita?
Celebrar á magnánimos guerreros
Con cítara y con flauta, es vieja usanza.
Merced á Jove, vates lisonjeros
Cantarán hoy y siempre en su alabanza.
ODA V.
Etoha así con víctimas venera
A los hijos intrépidos de Eneo-
Tebas al gran Yolao, en la carrera
Nunca vencido, y Argos á Perseo.
De Cástor y de Pólux la divina
Bravura, admira el cristalino Eurotas
Y de Eaco y sus hijos canta Egina
t-1 alma grande en armoniosas notas.
Dos veces por su brazo las murallas
De Ihón sagrada fueron demolidas-
Una, He ' r c u i e S los guía á las batallas;
Siguieron, la segunda, á los Atridas.
Elévame del suelo en tu sublime
Cuadriga ¡ohMusa! y quién á Héctor valiente
Ornen á Cieno mató y á Memnón, díme
Fiero caudillo de la Etiope gente.
¿Quién del Caico atravesó en la orilla
A Telefo indomable con su acero?
¿Quién, sino aquellos por quien la isla brilla
De Egina, admiración del orbe entero?
Allí desde el principio alta se eleva
Excelsa torre, que las nubes hiende;
Y fuerte escala de virtudes lleva
Quien subir á su cúspide pretende.
De alabanza sin fin dardos certeros
Puede mi lengua disparar á Egina.
Te acaban de salvar sus marineros
¡De Ayax Ciudad, insigne Salamina!
Tragó la mar cadáveres sin cuenta;
Que el contrario poder Jove deshizo,
Fiero mandando bélica tormenta,
Como á la t i e r r a asolador granizo.
A su gloria dará mejores mieses
De oportuno callar riego fecundo:
Que manda Jove triunfos y reveses;
Jove, Señor de cuanto encierra el mundo.
Mas ¿cuánto á la victoria satisface
Triste silencio? El héroe que pelea,
En cánticos triunfales se complace,
De más d u l c e sabor que miel Hiblea.
Venga a h o r a á luchar quien las hazañas
Sepa de la familia de Cleonico.
Su brillo ¡oh tiempo destructor! no empañas
En esperanzas y oro el nieto es rico.
Viva también Piteas, que á su hermano
Guió de la gloria en la difícil senda;
A correr lo adestró; formó su mano
Y á su a r d o r juvenil impuso rienda.
Llévale tu corona, y tu velluda
Cinta de lana; adórnenlo tus galas,
Y á tu hermano ¡oh Filácides! saluda,
Con este canto de ligeras alas.


ODA SEXTA.

Á FILÁCIDES, JOVEN LUCHADOR.


Cual requiere festivo convite,
Otra copa con himnos llenemos;
Y á salud del atleta brindemos,
Postrer hijo del grande Lapón.
La primera te dimos ¡oh Jove!
Cuando al ágil hermano Piteas,
Coronaron las luchas Nemeas
Con su lauro y mejor galardón.
Hoy que el Istmo á Filácides canta,
A vosotras, Nereidas cincuenta,
La segunda mi mano presenta,
Y á Neptuno, del Istmo Señor.
La tercera Castálide copa
Que reservo á las glorias de Egina,
Ya desde hora mi musa propina
Al Olímpico Dios Salvador.
El varón de los Dioses amado
Que trabajo y tesoros prodiga,
Y en su pecho magnánimo abriga
El valor y virtud celestial,
De la gloria si el árbol frondoso
La Fortuna ha plantado en su huerto,
Ancló ya de la dicha en el puerto
El bajel de tan sabio mortal.
Tal mostrarse hasta edad avanzada
Quiere el hijo del gran Cleonico,
Y en virtudes y méritos rico,
A la tumba, por fin, descender.
Y yo pido á las Parcas divinas,
Sobre todo, á la altísima Cloto,
Que se dignen al ínclito voto
De mi amigo querido acceder.
¡Oh Señores del carro dorado!
Si á tal isla ¡oh Eácidas! llego,
He probado que siempre la riego
Con encomios de plácido olor.
Hasta el Norte, y del Nilo á las fuentes,
Llevaré vuestros hechos divinos,
Por millares de largos caminos,
Que hay abiertos de cómodo anchor.
¿Quién conoce tan bárbaro pueblo,
Tan extraño al Heleno lenguaje,
Que á la fama no rinda homenaje,
Del gran héroe que á Tetis se unió?
De Ayax fuerte y su padre robusto
Con las glorias, la tierra está llena:
En sus naves el hijo de Alcmena
A luchar en Ilión los llevó.
Telamón del falaz Laomedonte
Corre alegre á vengar la perfidia;
Fiel aliado, con Hércules lidia,
Y penetran en Troya los dos.
. Con las flechas que nunca descansan
Mata en Flegra al pastor (semejante
A montaña) á Alcioneo el gigante,
Y á los fieros Meropes en Cos.
Al partir á la guerra de Troya.
Telamón en gran cena se hallaba:
Entra Alcides, al hombro la clava.
Del león ostentando la piel.
Lo ve el héroe; y el brindis primero
Que pronuncie, á Anfitriónides ruega:
Copa de oro esculpida le entrega,
Con licor más sabroso que miel.
Elevando las manos al cielo,
Invencibles en cien y cien lides,
Majestoso á las preces Alcides
Da principio, y al brindis, así:
«¡Padre Jove! Mi súplica ardiente
Más que nunca hoy escucha propicio,
Si á tu Numen algún sacrificio
Agradable en un tiempo ofrecí.
»A este joven, mi huésped futuro,
Como el Hado inmutable desea,
Tal progenie le dé su Eribea
Que en valor no conozca rival.
»Cual la piel que me cubre, su carne
Penetrar no consiga el acero:
La arranqué (mi trabajo primero)
Al Ñemeo león colosal.»
Así dice: y el águila augusta
Hace Dios que á la tierra descienda,
De las aves cual reina, y en prenda
De que ha oído su santa oración.
Se estremece de gozo al mirarla,
Y así clama en su gran regocijo
Con acento profético: «El hijo
A que aspiras, tendrás, Telamón.»
Y del águila el nombre le impone
En memoria del fausto prodigio
A Ayax fuerte, de inmenso prestigio
En la guerra, y de Marte secuaz.
Así el brindis Alcides termina: —
Mas volver á Piteas importa,
Y Eutimeno y Filácides; corta
Tus recuerdos, ¡oh musa locuaz!
A los hijos ilustres y al tío
Cantaré brevemente, á la Argiva:
Tres coronas de espléndida oliva
El pancracio en el Istmo les dió.
Otras tres la frondosa Nemea
En sus sienes impuso galante.
¡Qué cantares su gloria brillante
A los vates después inspiró!
Con el suave celeste rocío
De las Gracias, bañar les agrada
La familia gentil Psalaquiada,
De hijos ínclitos madre y nutriz.
De Temistio la casa dejando
Sobre sólida base construida,
En Egina, del cielo querida,
Residencia eligieron feliz.
El anciano Lampón, el trabajo
Con la industria acompaña de modo,
Que el axioma del vate Hesiódo
Con los hechos demuestra seguir.
Lo repite á sus hijos constante,
Y con voz paternal los excita
A dar gloria á su villa bendita
Con proezas y honesto vivir.
Su mansión se halla al huésped abierta;
Lo hace amar su gentil cortesía;
Y guardar la feliz medianía
Ha sabido, á que sólo aspiró.
Cual la piedra que, en Naxos criada,
Pulveriza los duros metales,
Es buscada entre cien pedernales;
Tal el mundo al anciano admiró.
Entre atletas sin cuento descuella;
Fiel la lengua interpreta su mente...
Yo de Dirce en la límpida fuente
Hoy sus copas intento llenar.
A las puertas de Tebas ilustre,
Las que á Jove alumbró Mnemosina
Dulces hijas, la fuente divina
A mis plantas hicieron brotar.
ODA SÉPTIMA.
Á ESTREPSIADES DE TEBAS.
VENCEDOR EN E L PANCRACTO.
De los antiguos timbres de alta gloria
Con que tu patrio suelo resplandece,
¿Cuál ¡oh Tebas feliz! más te envanece?
¿Será quizá la historia
De Baco, tierno infante
De melena fletante,
Que diste tú á la luz, y es siempre al lado
De la ruidosa Ceres adorado?
¿Ó aquella noche en que con rica veste
De nieve de oro, Júpiter divino
De Anfitrión á la morada vino,
Y progenie celeste
Vio germinar serena
La afortunada Alcmena?
¿Ó más de haber nutrido te glorías
A Tiresias, fecundo en profecías?
¿Por ventura en Yolao, de bridones
ínclito domador, ó en los valientes
Que produjeron del dragón los dientes
Tus complacencias pones?
¿O la derrota aciaga >
De Adrasto, más te halaga,
Cuando sólo, sin huestes ni laureles,
A Argos huyó, criadora de corceles?
¿Ó tu orgullo mayor, en la colonia
Dórica cifras, que de tu almo seno
Mandaste, y encontró firme terreno
Allá en Lacedemonia,
Cuando tu heroica raza
(Los Égidas) la plaza
De Amicla, conquistó tras largo sitio.
Según la predicción de Apolo Pitio?
Se adormece la fama en sólo un día,
Y olvidan los mortales cada hazaña
Que el rocío dulcísimo no baña
De ínclita poesía.
Unid á alegre canto
De danzas el encanto
En honor de Estrepsiades, cuya frente
Corona el Istmo en el pancracio ardiente.
Tremenda robustez, bella figura,
Y virtud no inferior el mozo ostenta:
De las bellas Piérides ya cuenta
Con la grata dulzura;
Y al tío, cuyo nombre
Lleva, inmortal renombre
El joven sabe dar; noble Tebano
Que en la guerra inmoló Marte inhumano.
Va del honor la intrepidez seguida;
Y el que en la nube de enemiga armada
Aleja la sangrienta granizada
De su patria querida,
Y la feroz tormenta
Que del hermano ahuyenta
Lleva al contrario, gloria, vivo ó muerto,
A su familia legará de cierto.
¡Hijo de Díodoto, del guerrero
Meleagro imitador, y del Tebano
Anfiarao rival, y Héctor Troyano!
Exhalaste el postrero
Aliento, de la vida
En la edad más florida,
Y en las primeras filas, do se lanza
El más bravo á lidiar sin esperanza.
De inefable dolor tu triste muerte
Llenó mi corazón; mas hoy la calma
Neptuno conmovido trae á mi alma
Tras vendaval tan fuerte.
Al són de mis cantares,
Coronas á millares
Tejeré al vencedor. ¡Mano enemiga
De adverso Numen ¡ay! no me persiga!
Si lejos de la guerra, consagrado
De las amenas Musas al cultivo,
En mi risueño hogar tranquilo vivo,
Así lo quiso el Hado.
Morir debemos todos;
Mas de diversos modos
Al sepulcro cada uno se encamina;
Ni cuál será su término, adivina.
Quien quiere más allá de su horizonte
Llegar, ve que son débiles sus alas
Para llegar á las etéreas salas.
Así á Belerofonte
Que penetrar desea
De Jove en la asamblea,
Y en su corcel subir al alto cielo,
El alado Pegaso arroja al suele.
Del vedado placer tras la dulzura
Amarguísimo fin al hombre espera.
¡Oh tú, Señor de la áurea cabellera,
Que de la edad futura
Predices los arcanos!
Abre, Apolo, tus manos,
Y al que hoy celebro, da nueva corona
En tus sagrados juegos de Pitona.
ODA OCTAVA.
Á O L E A N D R O DE E G I N A.
Alguno de vosotros
¡Oh jóvenes poetas!
Vaya de Telesarco
A las doradas puertas,
Y de Oleandro su hijo
Las ínclitas proezas,
Celebre, consumadas
En juventud tan tierna.
Los cánticos triunfales
Organice, y la fiesta,
A sus trabajos arduos
Debida recompensa;
Al són de mis cantares,
Coronas á millares
Tejeré al vencedor. ¡Mano enemiga
De adverso Numen ¡ay! no me persiga!
Si lejos de la guerra, consagrado
De las amenas Musas al cultivo,
En mi risueño hogar tranquilo vivo,
Así lo quiso el Hado.
Morir debemos todos;
Mas de diversos modos
Al sepulcro cada uno se encamina;
Ni cuál será su término, adivina.
Quien quiere más allá de su horizonte
Llegar, ve que son débiles sus alas
Para llegar á las etéreas salas.
Así á Belerofonte
Que penetrar desea
De Jove en la asamblea,
Y en su corcel subir al alto cielo,
El alado Pegaso arroja al suele.
Del vedado placer tras la dulzura
Amarguísimo fin al hombre espera.
¡Oh tú, Señor de la áurea cabellera,
Que de la edad futura
Predices los arcanos!
Abre, Apolo, tus manos,
Y al que hoy celebro, da nueva corona
En tus sagrados juegos de Pitona.
ODA OCTAVA.
A O L E A N D R O DE E G I N A.
Alguno de vosotros
¡Oh jóvenes poetas!
Vaya de Telesarco
A las doradas puertas,
Y de Oleandro su hijo
Las ínclitas proezas,
Celebre, consumadas
En juventud tan tierna.
Los cánticos triunfales
Organice, y la fiesta,
A sus trabajos arduos
Debida recompensa;
30(5 ÍSTMICAS.
Y cante su victoria
En la Istmica palestra,
Y en los sagrados juegos
De la umbrosa Nemea.
Yo también, aunque mi alma
Cubre mortal tristeza,
A la áurea musa pido
Su inspiración excelsa.
Y ya que libre y salva
Se ve la patria nuestra,
De los grandes desastres
De la pasada guerra.
De cantos y coronas
No es justo que carezca,
Ni que la faz bañemos
Con lágrimas eternas.
Dejemos llanto inútil,
Y dulce cantilena
Después de tantos males
Nuestros oídos hiera,
Pues benéfico Numen
Ya de nuestra cabeza.
De Tántalo ha alejado
La aterradora piedra.
ODA VIII.
¡Ay! Sepultado habría
La enorme roca á Grecia:
Que á repeler no bastan
Su mole, humanas fuerzas.
Al huir los temores,
Huyó también mi pena:
Gocemos de los bienes
Tal como se presentan.
El insidioso tiempo
Con vorágine incierta,
Revuelve de la vida
Las aguas turbulentas:
Pero remedio fácil
A todas sus dolencias
Halla el hombre, si sólo
La libertad le queda.
Tiempo es que la esperanza
Nos llene lisonjera:
Es justo que yo en tanto,
Como educado en Tebas
(¿Quién elogiar no ha oído
Sus siete ilustres puertas?)
Las flores de las Gracias
Dócil á Egina ofrezca.
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• « i
De la ciudad que baña
La pura agua Dircea,
(Célebre por sus carros)
El cetro donó á Teba.
A tí, Egina, de la isla
De Enopia te hizo reina,
Y allí la esposa fuiste
Del que en Olimpo impera.
Y ofreciste al Tonante
Un hijo, cuya ciencia
No han igualado cuantos
Habitan en la tierra.
Éaco fué, el divino,
Que hasta en las diferencias
De los Númenes, supo
Juzgar con vara recta.
Sus hijos semidioses
De majestad excelsa;
Sus nietos fueron.héroes
Terribles en la guerra:
El mismo padre Asopo
Las engendró gemelas,
Y agradaron á Jove
Las dos hermanas bellas.
ISTMICAS.
Y si en la lid brillaba
Como rayo su diestra,
Lucía en el consejo
Su altísima prudencia.
De los Númenes, todo
Recordó la asamblea,
De Tetis por la mano
En la viva contienda.
Codiciaban Neptuno
Y Jove su belleza,
Ambos de amor heridos
Por la gentil Nereida;
Mas de los Inmortales
La sabia providencia
Llevar no quiso á término
La suspirada empresa.
Consultan el oráculo.
Y su veraz respuesta,
La fatídica Temis
Así al Senado lleva:
«El hijo á quien dé vida
La marina doncella,
Del padre que lo engendre
Superará la fuerza.
»Si Jove, opondrá al rayo
Rayo de más potencia;
Si Neptuno, un tridente
Que su Tridente venza:
»Tal (dice) de los Hados
La voluntad decreta.
Vuestra amorosa lucha
Fin ¡oh Númenes! tenga.
»Dejadla que se enlace
Con un mortal, y vea
Al hijo de su vientre
Morir en lid horrenda,
»Aunque iguale su brazo
A Marte en fortaleza,
Y aunque su pie veloce
Relámpago parezca.
»Yo opino que al Eácida
Peleo, se conceda
La ninfa en matrimonio,
De gratitud en prenda,
»Porque es el más piadoso
Varón (la fama cuenta)
De cuantos asaltaron
De Jolcos las trincheras.
»De Quirón al instante
A la inmortal caverna,
Rápido mensajero
Corra á anunciar la nueva.
»De Nereo la hija
A ser causa no vuelva
De que la paz perturben
Disensiones acerbas;
»Y luego que en el cielo
Brille la luna llena,
Rómpase de su intacta
Virginidad la rienda.»
Así á los dos Saturnios
La Diosa habló severa,
Y aprobación mostraron
Con sus divinas cejas.
Del vaticinio el fruto
Germinó con presteza;
Que apresuró las bodas
Peleo, según cuentan.
De Aquiles, tierno vástago
De aquella unión, doquiera
Pregonó las hazañas
La voz de los poetas.
312 ÍSTMICAS.
El del vencido Télefo
Hizo la sangre negra
Correr entre las vides
De la Misia pradera.
A su robusto brazo
(Igual á puente férrea
Sobre la mar) debieron
Los Atridas su vuelta.
El devolvió glorioso
La libertad á Helena,
Derribando su lanza
Las columnas soberbias
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ODA VIH.
Que á Egina y á su estirpe
Dió fama sempiterna,
Y en cuyo honor, los himnos
Ni aun en la tumba cesan.
Su pira circundaron
Las Vírgenes Pimpleas
Entonando elegías
De celestial cadencia.
Con tal ejemplo al hombre
Los Númenes enseñan,
Que cantar á los muertos
Es piadosa tarea.
Que del Troyano campo
En las lides sangrientas,
A su marcha oponían
Impasable barrera:
A Memnón orgulloso,
A Héctor, rayo de guerra,
Y á mil otros caudillos
De indómita fiereza,
Que á la morada oscura
Do Proserpina reina,
Mandó de los Eácidas
El Rey y flor primera
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Del carro de las Musas
No sin razón las ruedas,
Hoy del púgil Nicocles
Sobre la tumba vuelan.
Honradlo: que en el Istmo
Coronó su cabeza
El apio que germina
En las Dóricas glebas,
Después que á sus vecinos.
En menores palestras,
Venció mil ocasiones
Con indómita diestra.
De su robusto primo
No desdice, de veras,
Quien hoy en el pancracio
Venció, joven atleta.
A Oleandro coronas
De verde mirto teja
Alguno de vosotros
¡Oh jóvenes poetas!
i
Que ya luchó de Alcato
Con éxito en la arena,
Y en Epidauro obtuvo
Magníficas preseas.
¿De elogio quién más digno
Que el joven .que su tierna
Edad no gasta en ocio
Oscuro, y vil pereza?
FIN DE LAS ODAS.
N O T A S .
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De su robusto primo
No desdice, de veras,
Quien hoy en el pancracio
Venció, joven atleta.
A Oleandro coronas
De verde mirto teja
Alguno de vosotros
¡Oh jóvenes poetas!
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Que ya luchó de Alcato
Con éxito en la arena,
Y en Epidauro obtuvo
Magníficas preseas.
¿De elogio quién más digno
Que el joven .que su tierna
Edad no gasta en ocio
Oscuro, y vil pereza?
FIN DE LAS ODAS.

 

 

 

 

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